El punto de vista de un Dragón
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Transcript of El punto de vista de un Dragón
ISBN-13:978-0-547-03638-0ISBN-10:0-547-03638-8
1033867
4.5.1
HOUGHTON MIFFLIN
Libritos niveladosen línea
Nivel: S
EDL: 44
Género:Fantasía
Estrategia:Resumir
Destreza:Comparar y contrastar
Número de palabras: 2,302
HOUGHTON MIFFLIN
vista de un
por Jennifer Weinsteinilustrado por Gideon Kendall
dragón
El punto de
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Lecturas niveladas
Número de palabras: 2.326
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La magia del trabajo en equipo
La imaginación de las hermanas Belton
El punto de vista de un dragón
por Jennifer Weinsteinilustrado por Gideon Kendall
dragónvista de unEl punto de
Copyright © por Houghton Mifflin Harcourt Publishing Company
Todos los derechos reservados. Ninguna parte de este trabajo puede ser reproducida o transmitida de ninguna forma o medio, electrónica o mecánicamente, incluyendo fotocopia o grabación, ni por ningún sistema de almacenamiento de infor-mación, sin el permiso por escrito del propietario de los derechos del contenido, a menos que dicha copia esté expresamente permitida por las leyes federales de propiedad intelectual. Cualquier solicitud de permiso para copiar cualquier parte de este trabajo debe ser enviada a Houghton Mifflin Harcourt School Publishers, atención Permisos, 6277 Sea Harbor Drive, Orlando, FL. 32887-6777.
Impreso en Chile
ISBN: 978-0-547-26977-1 ISBN Edición Chile: 978-0-547-87281-0
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La posesión de esta publicación en formato impreso no autoriza a los usuarios a convertir esta publicación, o cualquier parte de ésta, en formato electrónico.
2
¡Buen día, compañero! Permíteme presentarme. Mi
nombre es Barbu. Soy un dragón barbudo. Posiblemente no lo
sepas, pero un dragón barbudo no es un dragón en realidad.
No, compañero, soy un lagarto. Me llaman dragón barbudo
porque tengo esta hilera de escamas espinosas debajo de
mi mandíbula. Cuando algo me perturba, puedo inflarla
o ponerla de color negro. Pero eso no ocurre muy a menudo.
Soy muy dulce y dócil. Tengo diez años, lo cual es bastante
para un dragón barbudo; aunque, en realidad, me siento como
si tuviera seis años. Soy australiano, pero ahora vivo en el
aula 121 de la escuela primaria Newman.
Bueno, generalmente vivo en el aula 121. Sin embargo, esta
semana estoy de vacaciones en la casa de Manuel.
3
Comenzaré desde el principio. El aula 121 es un buen lugar
para vivir. Siempre pasa algo, lo que hace que mis días sean muy
interesantes. Los chicos me han cuidado realmente muy bien. De
hecho, durante las primeras semanas en la escuela, todos venían
una y otra vez al acuario a mirarme. Todos querían ayudar, pero
el Sr. Garrett los hacía venir en turnos. Era emocionante. Me hacía
sentir muy importante. Debo admitir, sin embargo, que el aula
121 suele ser un lugar con mucha bulla, y a veces me resultaba
difícil dormir mi siesta. Sin embargo, he aprendido cosas muy
interesantes. Incluso descubrí que tengo un talento natural para
las matemáticas...¡quién sabe cuándo podré aplicarlo!
De todas maneras, ayer estaba en mi acuario haciendo
mis estiramientos matutinos, inflando mi barba y ese tipo de
cosas, cuando el Sr. Garrett entró con una mujer que no había
visto nunca.
—Aprecio este gesto, Sra. González —le escuché decir—.
Estoy tan feliz de que esté dispuesta a encargarse de él durante
el receso de invierno. Estaré fuera de la ciudad mientras la
escuela permanezca cerrada y no puedo dejarlo solo.
¿Encargarse de él?, pensé. ¿De quién? ¿De mí? Miré a los dos
adultos que me miraban. Los saludé con mi pata izquierda
delantera para sugerirles que no quería hacerles daño.
4
La Sra. González se sonrió. —Hola, pequeñín —dijo con
una voz apacible—. Vendrás a casa con Manuel y conmigo
esta semana.
Me detuve en la mitad del saludo. ¿Manuel? ¿El pibe
(esta es otra manera de decir tipo) que siempre pierde su bono de
almuerzo? ¿El pibe que siempre se olvida de cerrar el grifo después
de lavarse? ¿Ese Manuel? Repentinamente, me puse nervioso.
El Sr. Garrett colocó mi acuario en un carro y me llevó
por la escuela hasta afuera. El suelo estaba cubierto de nieve
y me daban temblores cuando una brisa de aire frío se colaba
por la parte superior de mi casa. ¡Brrrr! Vengo del desierto
y tengo sangre fría. Esto significa que mi cuerpo no puede
generar calor por sí mismo como lo hacen los humanos. Mi
cuerpo está a merced de la temperatura del ambiente que me
rodea...¡y no puedo acostumbrarme al clima frío!
—Le di instrucciones a Manuel sobre cómo cuidar a
Barbu —le informó el Sr. Garrett a la Sra. González—. Le
daré un poco de alimento para reptiles y otras provisiones
para que las lleve a su casa hoy.
—Bueno, gracias —dijo la Sra. González mientras me
colocaba en el asiento trasero de su automóvil—. Estoy
segura de que va a estar bien.
Yo no estaba tan seguro de ello.
La Sra. González saludó al Sr. Garrett mientras se alejaba
en su automóvil. —¡Nos vemos la semana que viene!
5
Una semana completa lejos del aula 121, me dije mientras
tragaba saliva. Eso sí que es un largo tiempo. Me estaba
poniendo tan nervioso que temía empezar a mudar la piel,
o sea cambiarla, antes de lo habitual. Solo deseaba que la
familia González estuviera preparada para recibirme.
En el auto, mantuve mis piernas firmes en medio del
acuario en un esfuerzo por mantener el equilibrio. Sentí como
si estuviera en un terremoto mientras avanzaba a empujones
y daba tumbos de aquí para allá. Me pareció como si el viaje
hubiera durado una eternidad. Los demás automóviles hacían
mucha bulla con sus bocinas y viraban bruscamente de un
lado a otro. En dos ocasiones la Sra. González se detuvo
abruptamente, y di vuelcos por todo el acuario. Se supone que
son los canguros los que saltan, no los dragones barbudos.
¡Nunca había estado tan nervioso en mi vida!
6
Finalmente, para mi alivio, me llevaron al interior de la
casa y me dejaron en la habitación de Manuel. Su habitación
era totalmente distinta a lo que me había imaginado. Estaba
limpia y ordenada. Interesante, pensé. Quizás este pibe no sea
tan malo.
Me acurruqué en un rincón del acuario y dormité. Era
maravilloso estar en un lugar tranquilo al fin, lejos del alboroto del
tráfico y del aula 121. Cuando me desperté, sentí un olor a comida.
Mmmmm, puchero, pensé. Puchero es otra palabra para
referirse a la comida. Estaba pensando en unos grillos
jugosos y regordetes o una cucaracha, cuando Manuel entró
a la habitación.
—Hola, Barbu —me dijo.
Enseguida lo saludé con mi pata delantera, como saludo a
todos los chicos en el aula 121. Aprecio que me den mi puchero y mi
agua para que no me muera de hambre o deshidratación.
—Traje a casa tus cosas —me dijo mientras ponía una
caja sobre la cama. Sacó una pequeña bolsa de plástico con
gránulos y los colocó en el acuario. No los reconocí, pero olían
a comida. No eran las meriendas de proteínas para reptiles que
solía comer. Una vez, había escuchado por casualidad al Sr.
Garrett decir que había comprado mis meriendas en la misma
tienda en la que compró las del hámster, que está con los niños
de segundo grado en la sala de abajo. Comí algunos de los
gránulos. Eran extraños, pero sabrosos.
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—Desafortunadamente —continuó Manuel—, el Sr. Garrett
no tuvo tiempo de decirme todo porque había ALGUIEN
que no dejaba de interrumpirlo. Por lo tanto, simplemente me
entregó esta caja con una nota en la parte superior.
Supuse que ese ALGUIEN era Jacobo, el pibe que se
sienta junto a Manuel. Esos dos niños están siempre riñendo
y el Sr. Garrett generalmente debe separarlos.
Manuel procedió a leerme la nota: “Cuidados para tu
mascota del aula”.
1. Alimenta a tu mascota todos los días. Limita
las meriendas.
2. Asegúrate de que tu mascota tenga mucha agua limpia.
3. Asegúrate de que haga el suficiente ejercicio diario.
4. Limpia la casa de tu mascota frecuentemente”.
Dobló la nota y la colocó en su bolsillo. —Comencemos
con tu alimentación.
8
De pronto, Manuel me sacó del acuario y me llevó a
la cocina.
—Disculpa, pero no tenemos grillos —explicó mientras me
ponía en el suelo junto a un bol con comida—. Mi abuela tiene
un perro que come sobras de comida para la cena, por lo que
pensé que podrías hacer lo mismo con estos restos de bistecs.
Como soy omnívoro, puedo comer de todo. El puchero
es el puchero después de todo. Los restos realmente estaban
muy buenos.
Mientras comía, sonó el timbre de la puerta y la Sra.
González entró a la cocina, seguida de un niño con un abrigo
y una gorra roja.
¿Quién era? Corrí de prisa por el piso de mosaicos en un
intento por permanecer inadvertido. ¡Era Jacobo!
9
Cuando Manuel se dio cuenta de que era Jacobo, su
rostro enrojeció. —¿Qué quieres tú aquí? —preguntó.
—Mi mamá me hizo venir —explicó Jacobo—. El Sr.
Garrett la llamó y le preguntó si yo podía ayudarte a cuidar
a Barbu.
De mala gana, Manuel dijo: —Está bien, puedes ayudarme.
Acaba de comer y ahora necesita hacer un poco de ejercicio.
—¿Qué comió? —preguntó Jacobo.
—Bistec —respondió Manuel—. Sé que en la escuela
generalmente come grillos, pero no tenía. Entonces, pensé
qué alimento podría ser saludable y sabroso, y compartí mi
cena con él.
En ese momento, me sentí orgulloso de Manuel. No era el
chico atolondrado que parecía ser en el aula 121. Estaba haciendo
un gran esfuerzo por cuidarme bien.
Jacobo sonreía. —Bien, entonces dijiste que ahora
necesita hacer ejercicio, ¿verdad?
—Así dice la nota —respondió Manuel.
—Pero ¿cómo hace ejercicios un dragón barbudo?
¿Ejercicios? No soy, en absoluto, el tipo de lagarto que
trota un kilómetro o levanta unas cuantas pesas. Mi idea de
ejercicio es inflar la barba o hinchar los ojos. No hay mucha
necesidad de correr cuando vives en un acuario.
—Mi abuela lleva a su perra Pixie a caminar todas las
noches después de cenar —respondió Manuel—. Así que
voy a sacar a Barbu a caminar tan pronto como encuentre
una correa.
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—¿Vas a sacar a un lagarto a caminar? —preguntó Jacobo.
Había una combinación de sorpresa y diversión en su voz.
—Por supuesto —dijo Manuel—. Caminar es una buena
manera de hacer ejercicio, ¿no es cierto?
Jacobo se encogió de hombros. Manuel salió de la
habitación y regresó con una correa rosa y un collar
adornado con piedras brillantes.
—Mi hermana tenía un gato al que le gustaba salir a
caminar —le contó a Jacobo.
Cuando Manuel se acercó con la correa rosa intenté
escurrirme. Desafortunadamente, me acorralé en un rincón y
Manuel me recogió fácilmente. Me colocó el collar alrededor
en el cuello y añadió la correa. ¡Qué humillante!
Además de sentirme avergonzado por mi apariencia
con un collar y una correa, estaba preocupado por otra cosa
mucho más importante: el frío. Tan sólo esperaba que los
niños recordaran que los reptiles no están hechos para el frío.
Felizmente, lo hicieron.
—Espera un minuto —dijo Jacobo—. ¿Recuerdas que el
Sr. Garrett nos contó que la única manera para que un lagarto
se caliente es que se acueste al sol en un día caluroso?
—Tienes razón —le dijo Manuel—. No podemos sacar a
Barbu en un clima como este.
Jacobo levantó algo de la mesa, cerca de la pared.
—¿No es ésta una de esas almohadillas térmicas que se
pueden calentar en el microondas?
—Sí, mi madre solía calentarla cuando yo tenía
tortícolis. Conserva el calor por un largo tiempo después
de haberla calentado.
—Bueno, esta almohadilla térmica ya estará caliente
cuando salga del microondas y debería mantener a Barbu a
gusto mientras estamos afuera.
Los niños tenían razón, aunque debo confesar que,
al principio, tuve mis dudas. Pero, ya lucía ridículo
con el collar y la correa, así que llevar la almohadilla
térmica no podía de ninguna manera hacerme
ver más extravagante aún. De hecho,
la almohadilla térmica se sentía
maravillosamente caliente
cuando los niños la
ataron a mi cuerpo.
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12
Afuera, Jacobo, Manuel y yo caminamos por la acera,
lejos de la nieve. Había unas cuantas personas más en la calle
paseando sus perros.
Cuando se nos acercaban, todos hacían lo mismo.
Primero decían: “Buen día, niños”. Luego bajaban la vista
y me veían. De pronto, se les borraba la sonrisa y sus ojos
se hacían enormes. ¡Se bajaban de la acera hacia la nieve,
tratando de alejarse de mí!
Jacobo y Manuel se reían cada vez que esto ocurría. Yo
también lo disfruté mucho. Incluso comencé a pavonearme
un poco.
Cuando finalmente regresamos a la casa, Jacobo y
Manuel estaban hablando. Resultó que a los dos les gustaban
las películas de ciencia ficción. Nunca habían hablado de ello
en clase. Me pregunté qué más tendrían en común.
Manuel me colocó en mi acuario y encendió la lámpara
del escritorio, que se sentía muy agradable y acogedora
después del frío. Me regodeaba bajo la tibia luz mientras
escuchaba a los niños hablar.
Más tarde Jacobo preguntó: —¿Qué harás mañana?
—Cuidaré a Barbu —respondió Manuel—. ¿Necesitas
ayuda? Podríamos probar distintos ejercicios con él, porque
no creo que le haya gustado la nieve realmente.
¡No te equivocas!, pensé mientras dormitaba.
—Manuel —preguntó Jacobo—, ¿miraste dentro de esta
caja que te dio el Sr. Garrett?
—No, todavía no —respondió Manuel.
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Esto despertó mi interés y espié a través del costado del
acuario. Jacobo sostenía una pequeña caja con algo escrito en
ella. —Acá dice Meriendas para hámsteres.
Manuel corrió hacia Jacobo.
—¡Oh, no! Estos gránulos son similares a los que le di
a Barbu apenas llegó a casa hoy. El Sr. Garrett había puesto
algunos en una bolsa plástica sin rótulo. ¡No sabía que en
realidad eran golosinas para hámsteres!
—Lamento haberte dado los gránulos equivocados,
Barbu —se disculpó Manuel.
En ese momento deseé poder hablar. Les hubiera dicho
a los niños que no se preocuparan; las meriendas para
hámsteres eran sabrosas, y estaba muy agradecido de que
Manuel y Jacobo me cuidaran con tanta dedicación.
—Y mira esto —continuó Jacobo—. Aquí hay una rueda
de ejercicios para hámsteres. Barbu es demasiado grande
para usar una rueda de ejercicios. ¡El Sr. Garrett debe haberte
dado la caja equivocada!
Manuel y Jacobo se miraron fijamente y luego clavaron
su mirada en mí. Se hizo una larga y preocupada pausa.
Finalmente, Manuel dijo: —Creo que va a estar bien. Es
omnívoro, por lo tanto, el alimento para hámsteres no
debería hacerle mal. Podemos investigar un poco sobre la
mejor manera de cuidarlo de ahora en adelante. ¡Juntos
podremos ingeniárnoslas!
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Jacobo regresó a su casa poco después, y Manuel y yo
nos quedamos solos. Pensé en cómo Jacobo y Manuel nunca
se llevaban bien en la escuela, pero esta noche parecía que
realmente estaban a gusto juntos.
Bueno, ha sido un largo y frío día. Creo que me
acurrucaré bajo la lámpara del escritorio de Manuel y cerraré
los ojos. Sé que comí meriendas para hámsteres, pero eso no
me hace nocturno como un hámster. Los dragones barbudos
somos diurnos, por lo tanto, voy a descansar por la noche
como cualquier buen cristiano. Quién sabe qué extrañas
proezas me harán hacer esos niños mañana. Quizás, me
hagan nadar en la bañera. O correr en alguna especie de
tonta rueda de ejercicios para dragones barbudos. Supongo
que me enteraré pronto. Buenas noches, compañero.
ISBN-13:978-0-547-03638-0ISBN-10:0-547-03638-8
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EDL: 44
Género:Fantasía
Estrategia:Resumir
Destreza:Comparar y contrastar
Número de palabras: 2,302
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El punto de
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