EL MANUSCRITO CON PINTURAS ASHBURNHAM

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El muy docto catedrático de la Universidad de Zaragoza Dr. D. Vicente Blanco precisó con aguda sagacidad (1) que el manuscrito continente del tratado De perpetua uirginitate beatae Mariae, de San Ildefonso, conservado en la Biblioteca Mediceo-Laurenziana de Florencia, era el mismo que vió el P. Burriel en el convento de Trinitarios Calzados de Toledo (2).

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B O L E T I N

D E L A

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E X C U R S I O N E S

T o m o LVII

M A D R I D

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EL MANUSCRITO CON PINTURAS ASHBURNHAM, 17

El muy docto catedrático de la Universidad de Zaragoza Dr. D.

Vicente Blanco precisó con aguda sagacidad (1) que el manuscrito

continente del tratado De perpetua uirginitate beatae Mariae, de San

Ildefonso, conservado en la Biblioteca Mediceo-Laurenziana de

Florencia, era el mismo que vió el P. Burriel en el convento de

Trinitarios Calzados de Toledo (2).

La minuciosa prueba aportada por el Dr. Blanco no deja lugar a

dudas sobre la identidad de ambos códices y permite rectificar a

Domínguez Bordona (3), que fechaba el volumen florentino a finales del

siglo IX, cuando en realidad es de 1067 según demostró Millares Carlo

(4).

Notabilísimos dibujos avaloran el precioso libro, algunos de los

cuales se reproducen en el trabajo que motiva estas líneas y otros lo han

sido en diversas publicaciones relativas al tema. Sin embargo, ninguno

de los tratadistas españoles ya citados ha dicho cómo y por qué se halla

el volumen en donde está.

El P. Blanco escribe (5) que “de Toledo, pasó a formar parte de la

colección de Lord Ashburnham, y de esta célebre colección fué

trasladado a la Laurenziana, de Florencia, sin que nos sea posible

precisar la causa a que obedeció este doble cambio de poseedor que

experimentó nuestro manuscrito”.

No es el P. Blanco bibliógrafo ni bibliotecario, sino editor del texto,

y así sus dudas son explicables, y de lamentar es que en casi veinte años

no le hayan sido resueltas por alguno de los competitísimos

profesionales que pululan por los establecimientos públicos.

Intentemos, desde nuestra modestia, aclararlas algo.

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(1) BLANCO GARCÍA, VICENTE: El manuscrito Ashburnham 17 de la R. Biblioteca Medicea-

Laurenziana, de Florencia, art. in Anales de la Universidad de Madrid, V (1936), 1. Hay

separata, de 8 págs.

(2) La descripción de Burriel puede verse en el ms. 13062 de la Biblioteca Nacional de Madrid, fols.

165 r-178 v. Otra mención, del P. Alvarez, en la Bibliotheca española, de RODRÍGUEZ DE CASTRO,

II (1786), pág. 364, col. 2.ª

(3) DOMÍNGUEZ BORDONA, en Exposición de códices miniados españoles, Madrid, 1929, pág. 14.

(4) MILLARES CARLO, AGUSTÍN: Discursos leídos en la recepción pública [en la Academia de la

Historia], Madrid, 1935, pág. 56.

(5) Op. cit., pág. 5 de la separata.

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Entre los conocidos bibliopiratas del siglo XIX –Barrois, Gayangos,

Agustín Durán, etc.-, y a la cabeza de todos ellos, figura por derecho

propio el caballero Guillermo Bruto Timoleón Libri-Carrucci, nacido en

Florencia el 2 de enero de 1803 y muerto en Fiésole el 28 de septiembre

de 1869.

Refugiado político en Francia desde 1830 y nacionalizado el 33, su

carrera fué rápida y ascensional, ya que era hombre de extraordinaria

inteligencia (1) y de no menor cultura. Prescindiendo de otros cargos

importantes, fué, desde el 2 de septiembre de 1841 hasta el 6 de junio de

1846, Secretario de la Comisión encargada de redactar el Catálogo

general de los manuscritos existentes en las bibliotecas de provincias.

Parece ser que las tales bibliotecas no tenían nada que envidiar a las

españolas de entonces, y, aprovechándose de la coyuntura que

presentaba su descuido, su desorganización y el menosprecio de los

fondos por parte de los encargados de su custodia, Libri se apoderó de

manuscritos, autógrafos y preciosos códices con los cuales integró la

parte más selecta de su biblioteca.

Al mismo tiempo, por compra y cambio, reunió una de las

colecciones particulares más importantes de todos los tiempos, de la cual

era la perla la espléndida serie de manuscritos. Adquirió en bloque lotes

importantísimos, como los 700 manuscritos del Marqués Pucci (1843),

los 400 del Marqués Gianfilippi, de Verona; los del Conde Boutourlin,

los procedentes de Huet, Arbogast, las correspondencias de Gassendi,

Galileo y mil más (2)

Cuando cayó Guizot, de quien Libri era íntimo amigo y

colaborador, fueron aclaradas judicialmente sus actividades de

bibliopirata y secuestrados sus libros y papeles. La pasión política se

cebó de tal modo que a lo cierto añadió lo fabuloso, y de aquí tomaron

pie para defender a Libri bibliógrafos y eruditos de la talla de Paul

Lacroix (3), Achille Jubinal (4), Gustavo Brunet (5), Próspero Mérimée

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(1) “Rare et puissante intelligence” le llama J. Naudet en la página 1 de su Lettre à M. Libri, Membre

de l’Institut, etc. au sujet de quelques passages de sa lettre à M. de Falloux, Ministre de

l’Instruction publique relatifs à la Bibliothèque Nationale, París, Imp. Crapelet, 1849, 4.º [2]-41

[1] págs. (2) Cfr. la Réponse de M. Libri au rapport de M. Boucly publié dans le Moniteur Universel du 19

mars 1848, París, Imp. Plon, 1848. 4.º, 115-[1] págs., especialmente las págs. 81-96. (3) Especialmente en sus Lettres à M. Hatton, juge d’instruction au sujet de l’incroyable accusation

intentée contre M. Libri, contenant de curieux détails sur toute cette affaire, par M. PAUL

LACROIX, París, Paulin, 1849, 4.º, 64 págs. (4) Rompió el fuego con su Lettre a M. Paul Lacroix ….. contenant un curieux épisode de l’histoire

des Bibliothèque publiques, avec quelques faits nouveaux relatifs à M. Libri et à l’odieuse

persécution dont il est l’objet, París, Paulin, 1849, 4.º, 14 págs. (5) Véase su deliciosa Lettre au Bibliophile Jacob au sujet de l’étrange accusation intentée contre M.

Libri, Membre de l’Institut, contenant des recherches sur les livres à la reliure de Grolier, sur les

volumes elzéviriens non rognés et sur quelques particularités bibliographiques, París, Paulin,

1849, 4.º, 32 págs.

5

(1), Laboulaye, Paulino París y Cretaine (2).

Sin embargo, la parte principal, el sancta sanctorum de los códices,

había atravesado el Estrecho y fué vendida a Lord Ashburnham,

acaudalado aristócrata con verdadera pasión por los manuscritos de

remota antigüedad: el 23 de abril de 1847 llegaron al palacio londinense

16 grandes cajas conteniendo 1.923 códices de la mayor importancia (3).

Tenaces y laboriosas investigaciones del insigne Delisle

demostraron, a partir de 1866, que numerosas piezas de la Biblioteca

Ashburnham habían sido robadas de las públicas de Francia (4). Un

llamamiento a los eruditos de todos los países les puso en guardia para

que no adquiriesen lo que debía restituirse a su dueño.

Así, cuando el profesor Pasquale Villari, encargado por el Gobierno

italiano de comprar el Fondo Libri en 1884, comenzó sus negociaciones

con el heredero del erudito Ashburnham, le hizo saber que no entraría en

el conjunto ni uno solo de los manuscritos señalados por Delisle (5). Tras

muchas y laboriosas gestiones, separados los volúmenes sospechosos,

fué adquirido el resto y destinado a la Biblioteca Laurentino-Medicea, de

Florencia, en donde se conserva. Ya está, pues, precisado cómo entró en

ella el códice número 17, que es el que nos ocupa: De perpetua

virginitate beatae Mariae.

Hemos seguido la pista del códice desde comienzos de 1847; pero

queda aún el resto, es decir, qué fué de él desde 1786 hasta que llegó a

manos de Libri.

Lógico parece que el volumen siguiera en poder de los Trinitarios

Calzados de Toledo hasta la Desamortización. Como por Reales Ordenes

de 25, 29 de julio y 18 de noviembre de 1835 se dispuso que los archivos

y bibliotecas de conventos suprimidos quedasen exceptuados de venta

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(1) Firmante, en unión del Marqués d’Audifret, Laboulaye, Víctor Leclerc y Paulino París, de una

petición al Senado (16 de diciembre de 1860) apoyando otra de la señora de Libri en la que

pretendía “faire casser une instruction irrégulière, flétrir une expertisse coupable et annuler un

jugement erroné”. El Senado, en sesión de 11 de junio de 1861, rechazó de plano estas

suposiciones. (2) CRETAINE, A. C.: Lettre a M. Naudet, Membre de l’Institut, Administrateur général de la

Bibliothèque Nationale en réponse à quelques passages de sa lettre à M. Libri, París, Durand,

1849, 4.º, 8 págs. (3) La fecha exacta, en el trabajo de LEOPOLD DELISLE: Les manuscrits du Comte d’Ashburnham,

rapport au Ministre de l’Instruction publique et des Beaux-Arts, suivi d’observations sur les plus

anciens manuscrits du Fonds Libri et sur plusieurs manuscrits du Fonds Banrrois, París, Imp.

Nationale, 1883, fol. VIII-[126]-2 págs. Cfr. pág. 6: «Ce qui est certain, c’est que la collection fut

cédée pour une somme de 8.000 l. st. (200.000 francos), et que les manuscrits, soigneusement

emballés dans seize caisses, arrivèrent à Ashburnham-Place, le 23 avril 1847».

(4) Su copiosa bibliografía sobre el tema está recogida en Les manuscrits des fonds Libri et Barrois à

la Bibliothèque Nationale, París, H. Champion, 1888, 4.º, XCVI-[2] págs.; véanse las págs. XLIX

y sigts. Creemos que lo primero que imprimió relativo al asunto Libri fué Les tres anciens

manuscrits du fonds Libri dans les colletions d’Ashburnham-Place, París, Imp. Nationale, 1883,

4.º, 32 págs. Aparte de todos los mencionados en estas notas, poseemos otros varios folletos de la

época sobre el tema, que no citamos por no alargarnos demasiado.

(5) Véase DELISLE, LEOPOLD: Notice des manuscrits du fonds Libri conservés à la Laurentienne, à

Florence, París, Imp. Nationale, 1886, fol. [4]-120 págs. y 3 láms; págs. 3-6 sobre todo.

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para la extinción de la Deuda pública, y, por otras de 29 de mayo, 9 de

agosto de 1837, y 8 y 22 de marzo de 1838 se ordenó la formación de

Bibliotecas Provinciales en las cuales se recogiesen los volúmenes y

legajos conventuales, el manuscrito, si todo se hubiera llevado bien, se

hallaría hoy en la Biblioteca Provincial de Toledo.

Pero una cosa es legislar y otra cumplir. Cuando la Comisión

Central de Monumentos preguntó oficialmente a los jefes políticos, en

1844, por los establecimientos teóricamente creados en sus provincias,

los informes fueron catastróficos. Oigamos a la Propia Comisión (1):

“La mayor parte … contestaban que no existía en sus capitales

biblioteca alguna perteneciente al Estado, erigida con los libros de los

suprimidos conventos; otras no daban la razón más leve del paradero de

aquella riqueza literaria, y casi todas guardaban un silencio incalificable

hasta cierto punto sobre las causas que habían impedido por tanto tiempo

el cumplimiento de las órdenes supremas.

Verdad es que la Comisión Central encontró honrosas excepciones,

y que en algunas provincias se había dado cima a las órdenes del

Gobierno con una solicitud extraordinaria, habiéndose salvado en ellas la

mayor parte de los libros que pertenecieron a los regulares. Pero estas

excepciones sólo servían para que se contrastasen más el abandono y la

incuria con que este asunto había sido visto por los mismos encargados

de llevarlo a cabo (2)

En unas partes la guerra civil sostenida por la Nación contra las

tropas de Don Carlos había sido causa de que se consumasen actos de tan

extraño vandalismo, que no juzga conveniente recordar esta Comisión;

en otras, habían sustraído algunos religiosos las obras más importantes

en el momento de verificarse la supresión de los conventos; en otras,

habían sido asaltados los depósitos formados por las Comisiones

encargadas anteriormente de estos trabajos; aquí apenas se hallaba una

obra completa, dándose por pretexto para no haber establecido la

biblioteca el ser la mayor parte del género ascético y contener vidas de

santos (3); allí se habían vendido a papel viejo millares de volúmenes

por el vil precio de cuatro o más reales arroba, siendo público que este

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(1) Memoria comprensiva de los trabajos verificados por las Comisiones de Monumentos históricos

y artísticos del Reino desde 1.º de Julio de 1884 hasta igual fecha de 1845, presentada por la

Comisión Central de los mismos al Excelentísimo Señor Secretario de Estado y del Despacho ce

la Gobernación de la Península. Madrid, Imp. Nacional, 1845, 8.º, 144 págs. y hojas plegadas.

Cfr. las págs. 13-14 de este rarísimo opúsculo. Quien quiera recoger al detalle el tremendo

capítulo de los despojos toledanos, lea el estudio de D. RODRIGO AMADOR DE LOS RÍOS: Noticias

históricas de la exclaustración en Toledo con relación a las obras de arte, las bibliotecas y los

archivos, publicado en la revista La España Moderna, núm. 167 (noviembre 1902), páginas 121-

154. Debo la referencia de este artículo a mi amigo el escritor D. Felipe Maldonado. (2) Piénsese que en 1954 se están catalogando los fondos procedentes de conventos que se hallan en

la Biblioteca Nacional de Madrid desde época de la Desamortización. (3) Como no hay un solo majadero ignorante que no arremeta contra el ilustre bibliólogo D.

Bartolomé José Gallardo cuando llega la ocasión, queremos hacer constar aquí una nobilísimas

frases suyas, escritas en 1838, cuando el Diputado Fontán atacaba a la Biblioteca de las Cortes

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papel viejo iba fuera del Reino a enriquecer extrañas bibliotecas con las

más raras producciones; y, finalmente, en donde mejor habían librado

aquellos restos de nuestra pasada gloria, estaban siendo pasto de la

polilla y de otros insectos, envueltos en el polvo y en un desorden tan

completo que era imposible de todo punto formar una idea de ellos” (1).

Con estos antecedentes fácil es explicarse el extravío o sustracción

del tratado de San Ildefonso que nos ocupa. ¿Quién fué el autor material?

Lo ignoramos, aunque sospechamos que no anduviera muy lejos de él

Roberto Frasinelli, medio corredor, medio agente, medio librero de

cuyas andanzas por nuestra tierra nada se ha escrito, que sepamos (2). El

caso es que el volumen fué a parar a manos del librero parisino M.

Duprat: “Si je cite M. Duprat, c’est surtout à cause d’un traité de Saint

Ildephonse, précieux manuscrits avec miniatures, écrit ancienne meut en

Espagne en caractères visigothiques», dice el propio Libri (3).

Creemos que las interrogantes de nuestro buen amigo el Dr. Blanco

quedan, grosso modo, contestadas. Una búsqueda en los papeles del

bibliopirata, conservados en la Bibliothèque Nationale de París (4), tal

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(depositaria de la de los conventos) por no contener sino Sermonarios: ¡Sermonarios! Y ¿no

había más que sermones y libros de esa especie en la librería de los conventos?... ¡Sermonarios,

libros de conventos! - ¿Cree el Sr. Fontán que los libros de sermones no contienen sino

vaciedades, y sólo fárrago las librerías de los frailes? Un concepto más favorable de estos libros,

de esas librerías y de esos hombres desgraciados tendría S. S. si los mirase a la luz de una

filosofía más ecléctica y poseyese un conocimiento menos liviano de tales sujetos y objetos. Los

frailes son hombres, y en sus librerías se encontraban libros apreciabilísimos en todos los ramos

de los conocimientos humanos, y manuscritos antiguos muy curiosos… Pues en los sermones

¿qué especies peregrinas no se encuentran teniendo tiempo y paciencia para hojearlos?”

Biblioteca Nacional de Cortes. Artículo copiado de las Adiciones y refundación de algunos

títulos y artículos del Proyecto de Reglamento para el gobierno interior del Congreso, propuestas

y motivadas por el Diputado D. B. J. Gallardo, Bibliotecario de las Cortes, Madrid, Imp. Calero,

1838, fol. 6 págs. a 2 cols.; cfr. las págs. 5-6.

(1) No se crea que esto era privativo de España: en Francia, durante los mismos años, la catástrofe

provocada por la incuria y el robo era aún mayor si cabe. Hondísima pena da leer, entre otros

testimonios, los recogidos por DELISLE: Les manuscrits … (citado en la nota 14), págs. LXVII-

LXXVII. Una impresionante lista de libros procedentes de bibliotecas públicas de Francia,

sellados, vendidos por libreros, se halla en las págs. 195-276 de la Lettre à M. de Falloux,

Ministre de l’Instruction publique et des cultes, contenant le recit d’une odieuse persécution et le

jugement porté sur cette persécution par les hommes les plus compétents et les plus considérables

de l’Europe ; suivie d’un grand nombre de Documents relatifs aux spoliations qui ont eu lieu, à

différentes époques, dans les Bibliothèques et les archives de la France, par G. LIBRIS, París,

Paulin, 1849, 4.º [4]-XVI-327-[1] págs. Asimismo es estremecedora la lectura del libro publicado

por LUDOVICO LALANNE y H. BORDIER: Dictionnaire de pièces autographes volées aux

Bibliothèques publiques de la France précédé d’observations sur le commerce des autographes,

París, Panckoucke, 1851, 4.º. Sólo hemos podido leer el primer fascículo, que tiene 88 páginas de

letra apretada. ACHILLE JUBINAL, por su parte, completó muchas noticias en Une lettre inédite de

Montaigne accompagnée de quelques recherches à son sujet, précédée d’un advertissement et

suivie de l’indication détaillée d’un grand nombre de soustractions et mutilations qu’a subies

depuis un certain nombre d’années le Departement des manuscrits de la Bibliothèque Nationale,

París Chez Didron, 1850, 4.º, 116 págs. y láms.; véanse especialmente las págs. 51-116.

(2) Frasinelli, desde Madrid, proporcionó a Libri «un des plus anciens et des plus beaux manuscrits à

miniattures que existent en Europe». Cfr. Réponse de M. Libri au rapport de M. Boucly, pág. 95.

Creemos que se trataba del S. Beato de Liébana que poseyó Libri.

(3) Cfr. la Réponse de M. Libri au rapport de M. Boucly, pág. 94.

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vez daría por resultado el hallazgo hasta del recibo de la compra.

ANTONIO RODRÍGUEZ-MOÑINO.

23-24-II-1954.

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(4) Especialmente los mss. 3608 y 3264 de los Mss. français, Nouvelles Adquisitions.