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8/11/2019 El libro del Te - Kakuzo Okakura SCAN.pdf http://slidepdf.com/reader/full/el-libro-del-te-kakuzo-okakura-scanpdf 1/77 Título original en ingles: "THE BOOK OF TEA” Copyright 1977 de esta edjcion  por ed ito ria l Sim iente s. Buenos Aires. RepúbUca Argentina Hecho el depósito que dispone la ley 11.723 Impreso en la Argentina Printed in A gentine CONTENIDO Presentación ...................................................... Biografía de Kak uzo Okakura ........................ 13 I. La Copa de la Humanidad .............................  23 II. Las Escuelas del T é .................................... .. 41 III. Taoísmo y Zennismo ..................................... 59 IV. La Cámara del T é ........  ................................  81 V. El Sentido del A rte .......................................... 105 VI. Las Flores ............................... .......................... 123 V II . Los Maestros del T é ........................................  145

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Títu lo original en ingles: "THE BOOK OF TEA”

Copyright 1977 de esta edjcion

 por editoria l Simientes.

Buenos Aires. RepúbUca Argentina

Hecho el depósito que dispone la

ley 11.723

Impreso en la Argentina

Printed in A gentine

C ONTE NIDO

Presentación...................................................... 7 

Biografía de Kakuzo Okakura ........................ 13

I. La Copa de la Humanidad .............................   23

II. Las Escuelas del T é .................................... ..  41

III. Taoísmo y Zennismo ..................................... 59

IV. La Cámara del T é ........   ................................   81

V. El Sentido del A rt e .......................................... 105

VI. Las Flo res ......................................................... 123

VII. Los Maestros del T é ........................................   145

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Biografía de Kalcuzo Okalcura

 pRENTE al Pabellón de Arte en el Parqu e de Uyeno de

Tokio, un busto de bronce .inm ortali za a Kakuzo

Okakura quien, desde su juventud fuera promotor entu-

siasta del arte nacional.

E ra más comunmente conocido en su país bajo el

 pseudónimo “ Ten sh in” , con el cual publicó numerosos

trabajos. Era un convencido de la bondad del arte ni-

 pón y el proclamarlo fué su norte.

Kanyemon, un Samurai —(del Clan de Fukui, pro-

vincia de Echizcn, que durante muchas generaciones des-

empeñara funciones de importancia al servicio del muyhidalgo y poderoso Daimyo Matsudaira)— que se esta-

 bleció en la entonces pequeña ciudad de Yokohama para

dedicarse, con el auspicio del mismo daimyo, a la ex-

 portación de sedas ya que la región de Fuk ui era la que

más la producía, fué el padre de Kakuzo Okakura, quien

nació el 26 de diciembre de 1862.

Siendo muy niño, falleció su madre y su educación

fué confiada a Otsune, una institutriz instruida, discdpu

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la del célebre lealista Sanai Haslíimoto, de la escuela na-

cionalista tradicional. Así, pues, estas fueron las prime-ras ideas que el niño recibiera y que más tarde el hom-

 bre proclam aría.

En 1871 y en el primer colegio ingles de Yokohama

hizo su aprendizaje do este idioma. En este colegio de la

misión norteamericana que dirigiera ol Dr. Hepburn es-

tudio ingléá un año antes de conocer la escritura china.

Después de asistir tres años a ambas clases y a los 13 años

ingresó a la Escuela “ Ka isei ” de Toldo, la que luego so

convirtió en Univer.<idad Imperial, y estudió letras,

ciencias políticas y económicas, doctorándose en letras

en 1880.

Dos años antes de que egresara nuestro autor había

llegado el profesor norteamericano Ernest P. Fenellosa y

dictaba clases sobre la filosofía idealista de Hegel al tiem-

 po que analizaba la filosofía orien tal y en especial la bu -

dista. Llamábale extraordinai’iamente la ciencia del arte

y con la ayud a eficaz de dos es tudian tes aventajados,Okakura y Ariga, quienes le hacen las traducciones ar-

tísticas. Estos trabajo.s de investigaciones y las conclu-

siones a que se arribaba, fueron las semillas que flore-

cieron en la vida fecunda de Kakuzo Okakura.

Antes de grad uar se este jóven enamorado ya había

contraído enlace. Pero esto no le interrumpe sus estudios

y prepara para su tesis del doctorado un trabajo con el

sugerente título de “ Nacionalidad”. Esto era muv na-

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tural en esa época de agitación de ideas e ideales como

fuera la del período de la organización del Japón mo-

derno. Mas, como era muy descuidado, dejó sus papeles

abandonados y fueron rotos por un criado suyo. En el

 breve tiem po de quince días tuvo que pre para r un nu e-

vo trabajo; por esta razón en los últimos años solía decir

entre sus íntimos, refiriéndose al suceso, que de no ha-

 ber ocurr ido, el destino de su vida ha bría sido muy dis-

tinto. Pero, era necesario trabajar y felizmente inspira-

do presentó la tesi.s intitula da “ Bellas Ar tes” .Kakuzo, que por la profesión de su padre, había teni-

do oportunidad de practicar el inglés hasta dominarlo,

tenía un conocimiento que en aquellos tiempos represen-

taba un caudal intelectual. Con ésto, su título de Doctor

en Letras y los conocimientos claros y poco comunes so-

 bre arte, estaba capacitado para escalar con facil ida d

altos puestos en el Ministerio de Educación.

Fué así como a los 3 meses de haber egresado le fué

encomendado un trabajo de investigación de la música

nacional. Desempeñó luego varios cargos en dicho minis-

terio, entre los cuales uno, como inspector de estudios, le

 br ind ó op or tunida d de \ ia ja r po r el interior .

En 1886, junto con los señores Hamao y Fenellosa,

fué comisionado por el Gobierno Imperial para estudiar

Bellas Artes en Europa, siendo nombrado a su regreso,

Secretario de la Comisión Organizadora de la Escuela de

Bellas Artes de Tokio, y en 1890 fué su Director con

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una cátedra de Historia del Arte. Mantuvo esta direc-

ción ocho años, durante los cuales dió a la Escuela esta-

 bilidad y le fijó rumbos de acuerdo con su ideal tr adi-

cional.

En esta época era Okakura una figura sobresaliente

en las esferas del arte y nada se hacía sin su consejo. De

tal modo, cooperó en la tarea de investigacione.s artísti-

cas, organizó centros, seleccionó profesores, participó en

la organización de exposiciones internas y externas, ade-

más de dictar clases y dar conferencias sobre la historiadel arte japonés y oriental en facultades y colegio.''.

Pero Okakura era un bohemio y en el barrio Negishi,

al norte del Parque üyeno, se reunía diariamente con un

grupo de jóvenes escritores y su vocación literaria lo re-

tuvo, haciéndole descuidar, sin querer, sus deberes de Di-

rector de la Escuela de Bellas Artes. En IS&S, por esa

falta disciplinaria fue separado de la Institución, y hu-

 bo de renvinciar al cargo de Directo r del Museo Im pe -

rial.Había en el INIinisterio un grupo cuya tendencia era

occidentalizante y aprovecharon esta circunstancia para

debilitar la preponderancia del inteligente director des-

tituido. Esto provocó un movimiento de reacción entro

numerosos discípulos y amigos de Okakura, quienes, ha-

ciendo causa común con él, renunciaron a sus cátedras.

Hashimoto, Yokoyama, Shimomura, e Hishida se encuen-

tran entre ellos, y son junto con Okakura discípulos de

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Fenellosa, que estaban convencidos de la superioridad delarte nipón.

Estos jóvenes, la flor espiritual de la era de Meiji,

solidarizándose con Okakura, organizaron la primera

Academia del Arte de Japón en 1898, origen de la actualinstitución.

Hasta ese entonce.?, fuera del viaje a China realiza-

do én 1893, por orden del Ministerio de la casa Imperial,

no había tenido ocasión de conocer el continente de Asia.

En 1901 visita a la India. Su franca simpatía para conel pueblo oprimido do la península y su amistad con el

 poe ta Tagore y otros prohombres de la India, provoca-

ron el desagrado del entonces Virrey, Lord Curzon, vién-

dose obligado a salir de la misma en menos de un año de

estadía. Pero sus estudios fueron muy fructuosos. El li-

 bro The ideáis of the east ” , publicado en Londres en

1903, fue el resultado de este viaje.

En 1904, por invitación del Museo de Bellas Artes de

Bo.ston, fue a los Estados Unidos, donde es nombrado

consejero del mencionado Museo, y en 1905, se hace car-

go de la Sección Oriental del mismo, con la obligación

de permanecer seis meses del año en Boston. Hizo viajej

anuales desde entonces, con frecuencia pasando por Euro-

 pa y la In dia que tanto amó. Fu e en esos viajes que en-

tabló relaciones con el escultor francés Augusto Rodin y

el pintor ingles Alma Tadema, quienes así se enteraron

de los méritos del arte Nipón.

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El Director de la Sección Oriental del Museo de Be-

llas Artes de Boston se convierte en una autoridad mun-

dial ; sus actividades son asimismo dedicadas más al mun-

do Occidental que al Japón y el Oriente. Durante su es-

tadía en Norteamérica, publicó entre o tras: “ The Awa

kening of Ja p an ” , 1904, y “ The Book of Tea ” , en 1906.

Por estas publicaciones, escritas en inglés por él mis-

mo, se conoció en el mundo intelectual de Europa y Nor-

teamérica, su eminente personalidad, no solamente como

experto en materia del arte, sino como filósofo y pensa-dor oriental de mérito.

Falleció en 1913, habiendo sido a su muerte conde-

corado por Su IMajcstad el Emperador del Japón, con

la Orden del Sol Naciente, en virtud de su meritoria la-

 bor en favor de su país , en el cual , fuera del reducido

círculo de artistas y estudiantes del arte, era poco co-

nocido; pero dada la circunstancia del momento —la ola

del movimiento nacionalista— las ideas de Okakura, pro

nuneiada.s con el anticipo de una generación, han flore-cido de lleno en todo el Imperio y el autor es la figura

central de ese movimiento, porque Okakura fué, como di-

ce una escritora inglesa conocedora de la civilización

oriental, en el prólogo del libro “ Los ideales del Orien-

te ” : “ Autoridad máxima en la arqueología y bellas artes

del Oriente, reconocido en Japón y en el extranjero;

apóstol de la unidad asiática y apologista de los ideales

del Oriente”.

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Sus princ ipales obras, además de numerosos info r-

mes sobre estudios de arqueología y bellas artes del Ja-

 pón, de China y de la India , que son tesoros para la

ciencia del arte, son: Curso de Historia del Arte Japo-

nés y Curso de Arte Oriental, dictados en las Universi-

dades japonesas; The ideáis of the Bast with special re

ference to the art of Japan, The Awakening of Japan y

The Book of Tea, escritos originariamente en inglés.

Estos libros traducidos a varios idiomas por la casa

editora Payot de París en los últimos años, han sido ver-tidos al japonés en un solo tomo junto con los cursos

del arte arriba citados.

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Kakuzo Okakura

EL LIBRO DEL TE

editorial simientes

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Títu lo original en ingles: “ THE BOOK OF TEA”

Copyright 1977 de esta edición

 por edi tori al Simientes.Buenos Aires. Repúbüca Argentina

Hecho el depósito que dispone la

ley 11.723

Impreso en la Argentina

Printed in A gentine

CONTENIDO

Presentación.......................................................... 7

Biografía de KakuzoOkakura ........................... 13

I. La Copa de la Humanidad ...............................   23

II . Las Escuelas del T é ...................................... ..  41

III . Taoísmo y Zennismo .......................................   59

IV. La Cánrara del T é .......................................... 81

V. El Sentido del A rte ......................................105

VI. Las Flores .............................................................   123

V II . Los Maestros del T é ...........................................   145

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El presente libro podrá hacer sonreír a los espíritus  

superficiales de Occidente, que no comprenden que en 

el vértigo sensual de la vida moderna haya un culto que 

 practican millones de hombres, originado en el hecho 

trivial de beber una taza de té; un culto, el teísmo, que, 

como dice Okakura, esté basado en la adoración de lo 

bello sobre todas las vulgaridades de la existencia 

cotidiana; un cuito que inspira a todos sus fieles la 

 pureza y la armonía, 'el misterio de la caridad mutua, el  

sentido del romanticismo y eí orden social.

 A i entrar a la cámara del té, ese pequeño espacio de 

recogimiento y abstracción de las pequeñeces de la 

vida, los que llevan armas las dejarán en el armero del  

 pórtico y, todos, abandonarán sus pasiones para 

sentarse con eí alma pura y Ubre a disfrutar plenamente 

de los momentos de serenidad que tienen ía virtud de 

unir a humildes y poderosos en un mismo sentimiento 

estético y elevado por encima de las diferencias de los 

hombres.

No hay en Occidente, fuera de templos y de 

claustros, un lugar de recogimiento tan venerable y tan 

recatado, y, sin embargo, tan común y accesible como 

ía Cámara del Té que forma el centro íntimo de cada 

hogar y es una de las fuentes morales y educativas más 

sólidas del pueblo japonés.

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LA COPA DE LA HUMANIDAD

■'■,V.áÉÍ

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La Copa de la Humaniciaci

g N sus comienzos el té, antes de llegar a seruna bebida, fué una medicina.Hasta el siglo VII no hace su entrada en Chi-

na en el reino de la poesía, ni pasa a ser una dis-tracción de los elegantes de la época.

En el siglo XV el Japón lo ennoblece y hacede él una religión estética: el teísmo.

El teismo es un culto basado en la adoración

de lo bello sobre todas las vulgaridades de la exis-tencia cotidiana.

Inspira a todos sus fieles la pureza y la armo-nía, el misterio de la caridad mutua, al sentidodel romanticismo y el orden social.

Es esencialmente el culto de lo Impe rfecto, puesto que significa un esfuerzo para re alizar lo posible en esa cosa imposible   a la que llamamosvida.

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La filosofía del té no es una sencilla estética

en la ordinaria acepción del vocablo, porque nosayuda a experimentar, conjuntamente con la éti-ca y con la religión, nuestro concepto integral delhombre y de la naturaleza.

Es una higiene, puesto que obliga a la lim- pieza.

Es una economía, puesto que demuestra queel bienestar se da más bien en la sencillez que enla complejidad y el despilfarro.

Es una geometría moral, puesto que define elsentido de nuestra proporción en relación con elUniverso.

Representa, por último, el verdadero espíritudemocrático del Extremo Oriente en cuanto con-vierte a todos sus adeptos en aristócratas delgus to .

El hecho de que el Japón se haya encontrado

durante tanto tiempo aislado del resto del mundo,ha contribuido poderosamente, a desarrollar laafición a la vida interior, a propagar el teísmo.

 N uest ra s casas y nuest ra s co stumbres; nues -tra manera de vestirnos y nuestra cocina, nues-tra porcelana, nuestra laca, nuestra pintura, has-ta nuestra literatura, todo entre nosotros ha su-frido su influencia. Nadie que conozca la cultura

 japone sa puede ignorar lo .

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rada s más humildes. que en las mo

cultivar las flores y^ h f 

trabajador el respeto pL a c o n tcon el agua. " Piedras y para

mente al hablar u*n'homb”^ corrien te-

episodios tragi-cóm icos ^"sensible ante Jos“carece de té". Y se celebr-f'''"'" individual, que «te ta gozador, que td Y f ’mundana se abanHnn • ^ tra gedia

‘ad, a la c o í r t , "éJ que “tiene mucho té”. diciendo de

en este oíd e^ drc ós Ts ^se T ^’n para nad a. “¡Qué temnestaH

dirá. Pero déspuL d T S l ' "queña que es la copa de la , ®^,‘^°"sidera lo  pe

 pronto se desbo rda en lá • hum an a y que

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imagen sanguinaria de Marte:

hemos de consagrarnos a la rema de las Camlias? ¿por qué no hemos de abandonarnos a lacálida corriente de simpatía que desciende de sus

altares?  , i.En el liquido amba rino que llena la taza de

 porcelan a m arf il in a, el inieiado gusta r la« o u isit a reserva de Confuc.o, la excitación d .Laotsé y hasta el aroma etéreo de Syakamuni.

Los que son incapaces de sentir enraos la pequenez de las grandes cosas, preparados para_ discernir y separa r unas de otras

las cosas pequeñas.Un occidental cualquiera, en

superficial, no verá en la ceremonia del te sm<alguna de l a s mil y unaconstituyen la puerilidad y el encanto del Extre

moOriente. ,Encontr ábase hab ituado a “ “ '< '5“ 'como un país bárbaro, mientras en el se practica ban la s artes amables de la paz y tien e al Ja P»" p“ S iH za d o desde que lo ha f “ J s practica r el ases inato en gra nde escala encampos de batalla de la Manchuria.

¡Oué de comentarios se han dedicado adigo d " o s Sumurai, a ese Arte de la Muerte, al

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q u e ^ ñ o 'o t o ^ n f ” ^ '” ' '« sm o ,

L.;rcnteTASeTlXl“'^ b a r i f Si acep taríam os el dictado de bá r baros, s, nuestro de recho al de civ ilizados sólo de- biera cimen tarse sobre la gloria mil itar y esoe

ser';TncedTdo h u b L a de'

el respeto que m” ecen° ^ 

in teíi H ^" ^” ’ Occidente comprenderá omtentara comprender al Oriente?

Muchas veces, nosotros mismos, los asiáticos

.nvenHo ^’e hechos v denvenciones en que se nos ha envuelto.

de l í Z l n r    ''ívíe^do del perfum ede los lotos, y hacen de ello tema y motivo de son-risas o de censuras.

Entre nosotros —dicen— no hay más que fanatismo impotente o sensualidad abyecta. El espi

S r , « n o ra n c ia r ia so

.ma f l L "■''h T   í" '’  '?'" japonésT d e ír " fatalismo, y hasta se ha llegadoL r J sensibles al dolor v atro « í “‘S‘tez de núestro sistema nervioso.

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i P o r qué no se han de divertir a costanuestra? El Asia les devuelve el cumplido. Mucho"rreirtais si supierais todo lo que aquí se ha .ma pinad o v escr ito acerca de vo so tro s. ^

Hay en ello todo el encanto de la perspectiva,todo el homenaje inconsciente a lotoda la venganza silenciosa de lo nuevo .

‘" ' ‘u n tf o s han cargado de virtudes demasiado

afinad as p ara imitarlas y acusado de crímenes demasiado pintorescos para condenarlos

 Nuestro s escr itores de la a n tig ü e d a d hom- bres pru dente s y sabios— nos han dicho, porejemplo, que teníais colas de madera, p a r t e ' p ó r vuestros vestidos, y. que en ^ ^ a s o^aL n c s , se os ocu rría comer un guisote de nmos

cien mcidos.^ aún: nosotros estamos acostumbra

dos a consideraros como al pueblo menos piact To él   la tierra, porque se nos aseguró que predi-cabais lo que no practicabais.

Felizmente estas falsas ideas comienzan a d sioarse entre nosotros. El comercio ha traído mu-chos europeos a los puertos del Extremo Orientefos jóvenes asiáticos afluyen a los colegios occidentales para adqu irir la educación Si

todavía no profundizamos en vuestra cultura, por 

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lóamenos hemos demostrado la voluntad de cono

or? num ero de com patriotas míos ha• op ado ya muchos de vuestros trajes y de vues>a etiqueta con la ilusión de creer que com pran

fio cuellos almidonados y sombreros de copa ad

Po r d olorosas y deplorables que sean estas

.‘o de acercarnos con respeto al Occidente,í or desgracia la actitud occidental es muy po

 _fav orable para la comprensió n del Orien te Elm.s>onero cristiano, viene a nosotros para ense

' m d a ? íiprendcr. Las informaciones están•Mdas sobre algunas pobres traducciones de

m cstra inmensa literatura, cuando no en anécdo

■is, poco dignas de fe, de viajeros que pasaron; y.cas os ra n ^m os el de Ja pluma caballeresca deHearn, o el de un escritor como el

■mlor del Tejido de la vida india,  que aclaran las'nieblas orientales con la antorcha de nuestros

|'i(i|)ios sentimientos.

, l’ero está resultando posible que yo traicione"I ITopia Ignorancia del Culto del Té al mostrar-

ían franco. La esencia de la cortesía impone

•I'"' no se diga por adelantado lo que se espera

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de nosotros. Tan to peor si yo paso por un poco ^

'‘ ' ' “ a lncomprensión mutua del Nuevo M undoV del Viejo ha hecho tanto mal, que no ay p

 pvc usarse de quere r co labora r un poco, au X    progreso de una me

‘" 'eT S '   zo  del siglo XX hubiera economiza-

do al mundo el espectáculotosamente sanguinaria si la Rusia

Podéis bu rlaros de q ^

" t e t r o s ' fo ro cád enta les, ,u e podéis “ca

recer de té” en vu estr a cons titución . ,¡{¡

" '" m i d a m o s el que los c o n " J ¿ ™quen asi con epigramas, o por ' . jj d j pémonos de prM ura r la m utu a venta ja

medio hemisferio.

32

diferentes''”^ ? ” ' ' t ” “ < '««'>™elto en sentidosd r c r p ^ ^ r o tt"

<lr ly § ®riado en expansión a costa

o c r X u n f '5 “ 5“ M ad ; nosotros”«laque “ ntra un

l « “ ‘« f i o q ue desde

«liededordeunát°aza%e“t'é?"'‘'“‘^ ^ encontrarse

c” taa’ u le “r t° <!-

«Hi®óS 7de 'n ! ;é s" “ Mo'’r al‘ p to °h a ' ' ‘“ ? 7n vacilaciones el dorado bre va |e.

..

I""' encima de toda controversia

.......

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con frecuencia dudoso, proclama bien alto que,

allí al menos, el espíritu del Oriente rema sm opo-

^^^Xa primera mención escrita que del te se conoce en Europa, dícese que se encuentra el i e-lato de un viajero árabe, quien cuentapnés del año 879 las principales rentas publicasde la ciudad de Cantón estaban constituidas poilos derechos sobre la sal y sobre el te.

ívlarco Polo habla de la expulsión de un M.nistro de Hacienda de China en 128o a causa d.un aumento arbitrario en las tasas sobre el te.

En la época de los grandes descubrimientos,Europa comienza a estar un poco mejor mforma-da sobre las cosas del Extremo Oriente.

 Al final del siglo X V I los holandeses espa cieron la noticia de que en Oriente se hacia unabebida deliciosa con las hojas de un aibusto

Los vajeros Giovanni-Batista Ramsio (15o9).L, A Í li d a (1576), Maffeno (1588) y Tare.ra('1610') también hacen mención del te.

En éste último año los bajeles déla Compañía

holandesa de las Indias “Europa el primer té, que íue conocido en Francaen 1636 y llegó a Rusia en 1638.^

En 1650 Inglaterra lo acogió y allí ,de él como de una excelente bebida aprobada porj

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S m  V e n en China se llamadía y  en las dernasnaciones tay,  alias tee” 

Como sucede con lasmejores cosas del mun-

<>pósición° '' " encontrar

 Algunos heréticos como Henry Saville (1678)lo denunciaron como una bebida impura

Joñas Hanway en su Ensayo  sobre el té aue ji.Ua de 1 06, afirmaba que su uso hace perder ai s hombres su estatura y su amabilidad v a las

'’Hijeres su belleza. AI principio el precio del té (unos quince o

^ f qne fue' ‘i una bebida de consumo corriente y determinó.1.10  fñera un regalo para las recepeines dTla.|lla sociedad y solo estuviera al alcance de losMI andes y de los príncipes.

Sm einbarp, a despecho de estos inconvenien-

el^uso del te se difundía con rapidez extra-

En la primera mitad del siglo XVIII los cafésI.- Londres, realmente se habían transformado en• as de te y en puntos de concurrencia de los es-

■ < omo Addisón y Steele, que se ol-Kl.i^ban hasta de si mismo ante su taza de té.

Muy pronto el té fué una necesidad de la vida^ |)or consecuencia una necesidad corríente.

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Recordamos a propósito de esto el papel que

ha desempeñado en la historia moderna.La América colonial ha soportado la opresionhasta el día en que la paciencia humana se rebeloante los fuertes derechos que le fuerontos al té. La independencia de America data de ladestrucción de las cajas de te en el puerto de

^°^El” gusto del té tiene un encanto sutil que lo ^hace irresistible y particularmente susceptible de

idealización; asi los humoristas occidentales, nohan tardado en mezclar su aroma con el perfume

de su pensamiento. ,El té no tiene la arrogancia del yino,_ ni el in

dividualismo consciente del café, m la inocencia

sonriente del cacao. , Ya en 1711 El Espectador  dijo; -Quiero re

comendar particularmente mis reflexiones a todas

las familias bien acomodadas q u e consagran unahora especial cada mañana al té, al pan y a lamanteca y así he de rogarlas ante todo, y por suinterés el que exijan que este periódico les sea sei-vido puntualmente y lo consideren como algo queforma parte del servicio del té” .

Samuel Johnson, por último, al hacer su auto-retrato se representa'con los rasgos de un bebe^_de té empedernido y sin pudor, que durante vein

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te años no ha rociado sus comidas sino con infu-

f ^ encantadora, que el té siempreha entretenido por la tarde y consolado por la

Lamb, adepto declarado del té, da la V Tdadera definición del teísmo al escribir que el [>l.icer mas grande que conocía era el de hacerim.i buena acción ocultamente y que apenas le des-

uihriera el azar, porque el teísmo es el arte dei.ltar la belleza que se es capaz de descubrir, yaquella que no nos atrevemos a re-

Este es el noble secreto de sonreírse a sí mismo, tranquilamente, pero por completo y este es'•"iihien el humor, la sonrisa de la filosofía. '

Todos los humoristas verdaderamente or í-i -

•ules pueden ser considerados como filósofos delI hackeray, por ejemplo, y más aún Shakes-|"'aro.

Ivos poetas de la decadencia — ¿cuándo no ha"'■■xio el mundo en decadencia?— con sus pro-*' materialismo, también en ciertomíKlo han abierto un camino al teísmo, y podráimiv bien suceder que a nuestra facultad de con-íni.plar lo imperfecto se deba el que el Oriente

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y el Occidente puedan encontrarse en una especie de consolación mútua.

Los Taoistas cuentan que en el gran comienzodel No-Comienzo, Espíritu y Materia sostuvieronun combate mortal y al fin el Emperador Amarillo, el Sol del Ciclo triunfó de Shuhyung, el demonio de las tinieblas y de la Tierra. El Titán ensu agonía golpeó con su cabeza la bóveda solar ylogró que saltara e'n pedazos el templo del Jade Azul. Las estrellas perdieron sus nidos: la lunaerró sin rumbo entre los abismos desiertos de lanoche: desesperado el Emperador Amarillo buscópor todas partes alguien que pudiese reparar loscielos, y no buscó en vano, pues del mar orientalsurgió una reina, la divina Niuka, con una coronade cuernos y una cola de dragón resplandecienteen su armadura de fuego, que fundió los cinco colores del arco iris en su caldera mágica y recons

truyó el cielo chino.Pero se dice también que Niuka se olvidó de

tapar dos agujerillos en el firmamento azul y asícomienza el dualismo del amor: dos almas queiruedan a través del espacio y no reposarán hastaque hayan de juntarse para completar el LTniver-1so. Cada una a su vez debe reconstruir su cielo]de esperanza y de paz.

J

en if lucha ct lópeaTnÍMaEl mundo marcha a  f-ro ^Queza y el poder« , Z :   entre ,as

Ciencia con malvada concien • compra^ r m o   por amor a la utilid Pi'actica elOccidente como dos Oriente y elentre el oleaje de un mar en” ? bamboleanen vano para reconquistai l!la vida. Tenemos necesidad rlp Preciosa de

parar el gran desTsfr. p Para retar. Mientras Ileg¡ o-ustemor^'” °^

de la tarde dora té. Ladeliciosamente y el suspiro S'orgeanl>ajo nuestra marmitn resuena

dejémonos ar ra stT á^ oo ^l? h ^ r^ ycosas. ^ bella locura de las

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I. LAS ESCUELAS DEL TE

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Las Escuelas del Té

E L té es una obra de arte y tiene necesidad de lamano de un maestro para manifestar sus no

bles cualidades.Hay té bueno y té malo, como hay buenas y

malas pinturas — más abundante lo malo— y noexisten recetas para obtener un té bueno, comotampoco las hay para producir un Ticiano o unSesson.

Cada manera de preparar las hojas tiene suindividualidad, sus afinidades especiales con elagua y el calor, sus recuerdos hereditarios y suforma peculiar.

'La verdadera belleza debe unirse a todo acto.¡ Cuanto habremos sufrido al ver que la Sociedadse resiste a admitir esta ley fundamental, y sinembargo, tan sencilla, del arte y de la vida!

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Lichíhlai, un poeta de la dinastía Sung, ha se

ñalado melancólicamente, que las cosas mas deplorables del mundo son: ver una bella juventud estropeada por una falsa educación; ver hermososcuadros degradados por la admiración del vulgo,y ver como se despilfarra tanto té bueno, comoconsecuencia de una manipulación imperfecta.

El té como el Arte tiene sus Escuelas y sus períodos. Su evolución puede dividirse en tres eta

pas principales; la del té hervido, la del te batidoy la de la infusión de té.Los modernos pertenecen a la última escuela.

Estos diversos modos de estimar el té reflejanperfectamente el espíritu de las épocas en que hanprevalecido, porque la vida es una expresión ynuestros gestos inconscientes traicionan siempi cnuestro íntimo pensamiento.

Confucio decía que “ el hombre nada sabeocultar” . Acaso cuando no nos revelamos demasiado en las cosas pequeñas sea por que no tenemos muchas cosas grandes que ocultar.

Los hechos más insignificantes de la rutinacotidiana, son casi siempre el comentano de losideales de una raza, mucho mas practico y preciso que los más altos postulados de la filosoíia

o de la poesía.44

 Así como las diferentes maneras de preparar

el vino caracterizan los temperamentos particula-res de as diferentes épocas y de las diferentesnacionalidades europeas, los ideales del té caracterizan las diversas modalidades de la culturaoriental.

^ La pasta de té que se hacía cocer; el polvo dele que se batía; la hoja de té que se ponía en in-

nplT rí diversas impulsiones emocio

nales de las dinastías chinas Tang, Sung v Mingy para emplear la terminología de la clasificaciónartistica de que tanto se ha abusado, se las podría designar respectivamente como las escuelasclasica, romantica y naturalista del té.

La planta del té, originaria del Sur de la China, era bien conocida desde los tiempos más remotos por la botanica y la medicina del país, con losdivers(^ non^res que le asignan los escritores clásicos: Tou, Tseh, Chung, Kha y Ming, y h   estimaban mucho como remedio contra la fatiga asícomo para deleitar el ánimo, fortificar la vo’lun-tad y reanimar la vista.

í^o sólo la administraban como remedio interno, sino que con frecuencia la aplicaban como remedio externo, en forma de pasta para curar lasfiolencias reumáticas.

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Los Taoistas considenban el té como un com

ponente importantísimo leí elixir de la inniorta-lidad, y los Budistas se servían de él corrientemente para combatir el sieño en sus largas hoiasde meditación.

Entre el siglo IV y ;1 V el té llega a ser labebida favorita de los balitantes del valle YangtseKiang y en esta época taiibién fué cuando se for jó el carácter ideográfico moderno, Cha  corrupción evidente del clásicoTou.

Los poetas dé las dnastías del Sur nos handejado señales de la ferviente adoración que consagraban a **los aromas del divino liquido .

^Los Emperadores d( entonces tenían costumbre de conceder a sus )rmieros ministros, comorecompensa de servicio; eminentes, alguna rarapreparación de las precosas hojas. Sm embargo,la forma en que se toniiba el té en esta época era,

extremadamente primiiva. Se ablandaban lashojas poniéndolas al va)or y después se hacia conellas una pasta, mach.cándolas en un mortero,que se hacía hervir ca arroz, genjibre, cortezade naranja, especias, lehe, y algunas veces hastacebollas. Costumbre tdavía floreciente entre losthibetanos y entre varas tribus de los mongoles,que con todos estos iigredientes preparaban un

extraño jarabe.

46

^El u¿o de los trozos de limón, de que tan devotos sori los rusos, que deben su conocimientoael te a las posadas o paradores chinos, es unasup^vivencia de estos antiguos procedimientos.

i^uc preciso el genio de la dinastía Tang paraemancipar al te de este estado grosero y elevarloa su idealización definitiva.

Luwuh, que vivió a mediados del octavo sidoes el pnmer apóstol del té. Había nacido en una

época en la que el budismo, el taoismo y el con-lucianismo buscaban una síntesis común y conciliadora.

El simbolismo panteista de entonces, pretendía reflejar lo universal en lo particular. Luwuhcomo era un verdadero poeta, descubrió en elservicio del te” el mismo orden y la misma ar-

TK en tí>das las cosas, y su famosoI que puede ser considerado comola iiiblia del te, formuló el código del té y en recuerdo de ello los mercaderes del té chino suelenlionrarlo como a su Dios tutelar.

 B Chakíncj  comprende tres volúmenes v diez'•apitulos. En el primero el autor trata de ía na-tiiraleza de la planta del té, en el segundo de losesternas empleados para recoger sus hojas: en elKTcero del escogido de las mismas. Según él la

i-alKlad superior de las hojas “debe tener los.pHe-47

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eues como las botas de cuero de los caballeros tár

taros; los rizos como las papadas de un buey poderoso; desarrollarse como la bruma que sube deuna torrentera, brillar como un lago acariciadopor el céfiro y ser, por último, suaves y dulces altacto como la tierra humedecida recientemente

por la lluvia.El cuarto capítulo está consagrado a la enu

meración y descripción de las veinticuatro partesque componen el “ equipo del té” , desd e el brasercde tres pies, hasta el gabinete de cana en dondese guardan todos estos utensilios.

Registremos aquí la predilección de Luwulpor el simbolismo taoisma en este orden de cosaaporque tiene verdadero interés la influencia del

té sobre la cerámica china.La porcelana celeste, se propone como es sabi

do, reproducir cuidadosamente todas las coloraciones exquisitas del Jade, habiendo llegado icrear bajo la dinastía Tang el esmalte azul (u -ladón) del Sur y el esmalte blanco del Norte.

Luwuh tenía el azul como el color ideal deuna copa para té, a causa de que da al liquido untinte verdoso, mientras el blanco lo hace rosadoy desagradable. De esta manera usaba el la pa,-

ta de té.

48

i

Más tarde, cuando los maestros del fé de los

Sung emplearon el té en polvo, prefirieron las ta-zas fuertes de colores muy oscuros, mientras JosMmg habían preiendo beber su infusión de té entazas de finísima porcelana blanca

En el quinto capitulo explica el poeta cl modode hacer el te. Proscribe todos los ingredientes ex-cepto la sal. Insiste también en la cuestión tan de-b a ^ a de la elección de agua y los grados de ebulición a que debe llegar ésta; según él, el agua de

la montana es la mejor; luego viene la del rio ypor ultimo la de manantial ordinario.

 _Hay, según dice, tres estados de ebullición: elprimero cuando las pequeñísimas burbujas parecen OJOS de peces que flotan en la superficie delagua; la segunda cuando las burbujas son comoperlas de cristal que nadan en una fuente; y en

lijar el te y devolver al agua su juventud” .Luego ya se llenan las tazas y se bebe.(Oh néctar! Las hojitas membranosas quedan

flotantes como nubecillas en un cielo sereno onadan como nenúfares blancos en un estanque de••smeralda. Este es el brevaje de que hablaba Lo-i"g, el poeta Tang cuando decía; “la primera taza humedece mis labios y mi garganta; la segun-' .1  rompe mi soledad; la tercera penetra en mis

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entrañas y remueve allí millares de ideografías

raras; la cuarta me produce una ligera transpiración y todos los males de mi vida los eliminopor mis poros; con la quinta quedo purificado; asexta me transporta al reino de los inmortales; aséptim a... ¡Ah la séptim a!... pero no puedo,beber más; siento únicamente el s o p l o del iicscoviento que hincha mis mangas. ¿En donde est<iHorasain? ¡Dejadme montar en esta dulce bns;>,

que allí me lleva!” ,Los demás capítulos del Chakíng   tratan de la

vulgaridad, de las maneras ordinarias de bebci dté, de la bibliografía de los bebedores ilustres deté, de las plantaciones más famosas del te de laChina, de las variaciones que se puede introducáen el servicio del té y de los utensilios precisospara hacer el té. El resto, desgraciadamente se ha

perdido. , .

La aparición del Chakíng  debió de producir ensu tiempo una gran sensación; Luwuh fue el fa-vorito dcl linipcrciclor Tiiisung ( /6 2 - // 9 ) Ynombre le procuró numerosos adeptos.

Se asegura que algunos refinados eran capaces de distinguir el té hecho por Luwuh del quehacían sus discípulos y se cita un mandarín cuyono'mbre fué inmortal, sólo porque no apreciaba elté de este gran maestro.

50

/

Bajo la dinastía Sung, el té batido se puso en

moda y con ello se creó la segunda escuela del té.Se reducían las hojas a polvo en un molinillo

de piedra y se batía la preparación en el agua caliente con una espátula de caña hendida. Estenuevo método introdujo algunas modificacionesen el “servicio del té” de Luwuh y en la elecciónde las hojas. La sal fué descartada definitivamente.

El entusiasmo de los chinos del tiempo debung por el té no conoció límites. Los epicúreosrivalizaban en el descubrimiento de variedadesnuevas y se organizaban concursos regulares para fallar sobre su superioridad.

El Emperador Kiasung (1101-1124) que er idemasiado gran artista para ser gran soberano,disipaba sus tesoros para adquirir una nueva especie de té más preciosa que las otras. El, perso

nalmente, escribió una disertación sobre las veinte especies de té y colocó el té blanco a la cabeza,como el más raro y exquisito.

El ^eal de¡ te según los Sung se aparta dele los Tang tanto como se apartaban sus respec

tivas concepciones de la vida. Trataban de realizar lo que sus predicadores habían intentado simbolizar .

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Por el espíritu imbuido del Neo-confucianis-mo, la ley cósmica no se reflejaba en el mundo de

los fenómenos; pero el mundo de los fenomenosera la propia ley cósmica. Los Eons no eran masque momentos que ofrecía el Nirvana contmua-mentc. La concepción taoista de que la mmorta-lidad consiste en el cambio eterno, impregno todas sus maneras de pensar. El progreso y no laacción, era lo digno- de interés. El acto de realizar y no la realización era verdaderamente el acto

vital. Así los hombres pueden encontrarse frente afrente con la naturaleza.

Un nuevo sentido se introducía en el arte dela vida. El té comenzó a ser, no entretenimientopoético, sino un método de realización personal.

Wangyucheng celebró el té que inundaba sualma como un llamamiento directo, cuyo delicadoamargor le dejaba el sainete de un buen consejo.

Sotumpa alababa la fuerza de la pureza inmaculada que tiene el té para desafiar la corrupción como un hombre verdaderamente virtuoso.

Entre los budistas, la secta Meridional Zenque asimiló tantas doctrinas taoistas, formulo unritual completo del té. Sólo ante una estatua deBodhí Dharma recolectaban los monjes el té  y   lobebían en un tazón único con toda la solemnidad

52

formalista de un sacramento. De este ritual Zennació y se desenvolvió y difundió en el Japón laceremonia del té en el sig-lo XV.

Desgraciadamente, las continuas revolucionesde las tribus mongoles en el siglo XIII, que tuvieron como resultado la devastación y la conquista de la China bajo el gobierno bárbaro de losEmperadores Yuen, destruyó todos los frutos dela cultura Sung.

La dinastía indígena de los Ming, que a mediados del siglo décimo quinto intentó la renacio-nalización de la China, fué perturbada por disturbios interiores y la China en el siglo X V II volvió a caer bajo la dominación extranjera de losManchurianos.

Las costumbres y los trajes se transformaronhasta el punto de perder todos los matices de lasépocas precedentes.

^ El té en polvo es completamente olvidado. Seve a un comentarista Ming que no acierta a recordar cual era la forma de la espátula de batirel té tal y como la describe uno de los clásicosSung.

Por entonces se toma el té haciendo infusiónde las hojas en una taza y esto demuestra que elmundo occidental ignora en absoluto las antiguas

maneras de preparar el té.* 53

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Europa no ha conocido el té hasta el final de

la dinastía de los Ming.Para el chino de hoy el té es, ciertamente, una

bebida deliciosa; pero de ningún modo un ideal.Las grandes desgracias de su país le han em

botado el gusto de la significación de la vida.Se ha hecho “moderno” , esto es, viejo y des

encantado. .Ha perdido aquella solemne fe en las ilusio

nes que constituye la eterna juventud y el eternovigor de los poetas y de los ancianos.

Es ecléctico y acepta cortesmente las tradi

ciones del Universo.Juega con la Naturaleza; pero no se allana a

adorarla ni pretende conquistarla.La hoja de té es con frecuencia maravillosa

gracias a su aroma floral, pero la poesía de las

ceremonias Tang y Sung ha desertado de su taza.El Japón, que ha seguido las huellas de la ci

vilización china, ha conocido el té en sus trei¡

edades.Desde el año 729 leemos que el Emperadoi

Syomu ofrecía el té a cien monjes en su palaciode Nara. Las hojas habían sido importadas po<nuestros embajadores en la corte de Tang y pr©

paradas según la moda de entonces.54

En 801 el monje Saityo, importó algunas semillas y las cultivó en el Yeisan.

En los siglos siguientes se hace mención demuchos jardines de té, y del placer que la aristocracia y el clero encontraban en esta bebida.

.El té de Sung nos llegó en 1191, al retorno de Yeisaizenzi que había ido a estudiar en la escuelameridional de Zen.

Se sembraron los nuevos gérmenes que había

traído en tres demarcaciones distintas y crecieronmaravillosamente, sobre todo en el distrito deUzi, cerca de Kioto, que todavía tiene reputaciónde producir el mejor té del mundo.

El Zen meridional se impuso con una maravi-losa rapidez y con él el ritual y el ideal del té de

los Sung.

En el siglo XV, bajo el patronato de Syógun

 Asikaga-Yosimasa, la ceremonia del té quedócompletamente estatuida y fija en su forma independiente y secular, y luego el teismo circuló portodo el Japón.

El uso de la infusión de té de la China anti-irua es relativamente moderno entre nosotros,pues empezó a conocerse a mediados del si-«•lo XVIL

Ha reemplazado en el consumo corriente al55

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té en polvo; pero éste no por eso ha dejado de serconsiderado como el primero de los tes.

En la ceremonia del té japonp es en dondelos ideales del té llegan a su más alta realiza

ción . .Nuestra resistencia victoriosa a la mvasion

mongol de 1281, nos había hecho capaces de continuar el movimiento Sung tan desastrosamenteinterrumpido en China hasta por las incursiones

nómadas.El té llega a ser entre nosotros nada menosque una idealización de la forma de beber: unareligión del arte de la vida.

Esta bebida se constituyó en un motivo parael culto de la pureza y del refinamiento, en unafunción sagrada en la que el huésped y su invitado se unen para realizar en esta ocasión la masalta placidez de la vida mundana.

La cámara del té fué un oasis en eUnste desierto de la existencia, en el que los viajeros fatigados podían encontrarse y beber juntos en lafuente común del amor y del arte.

La ceremonia fué un drama improvisado, cuyo plan se tejió alrededor del té, de las flores yde las sedas pintadas. ^

Ningún color venía a turbar la tonalidad de

la estancia; ningún ruido destruía el ritmo de las56

cosas: ningún gesto alteraba la armonía; ninguna palabra rompía la unidad de los alrededores •todos los movimientos se realizaban sencillamente, naturalmente.

Estos son los detalles característicos de la ceremonia del té. Es bastante extraño que haya tenido tanto éxito. En ella se contiene una filosofía sutil. El teísmo era el Taoismo disfrazado.

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III. TAOlSMOYZENNISMO

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laolsmo y Zenninismo

parentesco entre*el Zennismo y el té es casiproverbial.

 Ya hemos consignado que la ceremonia del téera un desenvolvimiento del ritual Zen.

El nombre de Laotsé, el fundador del Taois-mo está también ligado intimamente a la historiadel té.

Se dice en el manual escolar chino sobre el ori

gen de los usos y costumbres, que la ceremonia deofrecer el té a un huésped data de Kwanyin, discípulo muy conocido de Laotsé, quien fué el primero que en la portada del desfiladero de Hanpresentó al “Viejo Filósofo” una copa del doradoelixir.

No nos detendremos a discutir sobre la autenticidad de estos cuentos; sea ella la que fuere,

ol

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siempre confirmará la antigüedad del uso que deesta bebida hacían los taoistas.

El interés que ofrecen aqui para nosotros elTaoismo y el Zennismo, reside sobre todo en lasideas que atañen a la vida y al arte y que fiteronincorporadas a lo que nosotros llamamos el

taoismo.Es de lamentar el que a pesar de ciertas ten

tativas muv estimables, no exista todavía ninguna exposición completa de las doctrinas Taoistas,

y Zennista en ninguna lengua extranjera.Una traducción es siempre una traición, y co

mo subraya un autor Ming, no puede ser por buena que sea sino el reverso de un brocado; allí están ciertamente todos los hilos, pero no esta lasutilidad de los colores y del dibujo.

 Y ¿cuál es la gran doctrina que puede ser explicada con facilidad?

Los sabios antiguos jamás daban a sus enseñanzas una forma sistemática. Hablaban por paradojas, porque temían entregar a la circulación

medias verdades.Comenzaban por hablar como locos y con

cluían haciendo sabios a sus oyentes.El mismo Laotsé, con su delicado humorismo,

dice : “ Cuando las gentes de inteligencia inferior

62

oyen hablar de Tao, ríen a carcajadas. Y sin embargo, no habría Tao, si ellos no rieran.

Literalmente Tao significa el sendero; perocon frecuencia lo han traducido por el camino.Lo absoluto, la Ley, la Naturaleza, la Razón

suprema, la Moda, términos que en otros aspectos distan mucho de ser equívocos o ambiguos, lostaoistas acostumbran a darles arbitrariamente unsignificado acorde con su deseo o con su propósito.

Laotsé mismo, dice, por ejemplo:

“ Existe una cosa que lo contiene todo y quenació antes de que nacieran el cielo y la tierra.(Cuán silenciosa ! ¡Qué solitaria! Se mantiene solay jamás cambia. Vuelve sin peligro a sí misma y<:s la madre del Universo” . Como yo ignoro sunombre, la llamo el sendero. A regañadientes lallamo el Infinito. El Infinito es lo Fugitivo; lol^igitivo es el Desvanecimiento y el Desvaneci

miento es el Retorno” .El Tao está en el Pasaje más bien que en elSendero.

Este es el principio de la Transmutación Cósmica, del eterno crecimiento que vuelve siempre a'.i mismo para producir nuevas formas.

Se enrosca sobre sí mismo como el Dragón,(liie es el símbolo favorito de los taoistas.

Se pliega y se repliega como hacen las nubes.

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Se puede entender por Tao la Gran Transición.

Subjetivamente, esta es la manera de ser delUniverso.

Su absoluto es lo Relativo.Conviene recordar primeramente que el Taois-

mo, de igual manera que su sucesor legítimo elZcnnismo, representa el esfuerzo individualistadel espíritu chino meridional en oposición con elcomunismo de la China septentrional, que tiene su

expresión en el Confucianismo.El Imperio del IMedio es tan vasto como laF-urnpa y sus diferencias de idiosincrasia estándefinidas por los dos grandes sistemas fluvialesque lo atraviesan.

El Yangtse-Kiang y el Hoang-Ho se puedencom])arar al Mediterráneo y al Báltico.

Hoy mismo, a despecho de los siglos de unificación, los celestes del Sur difieren tanto en pen

samientos y en creencias de sus hermanos los dclNorte, como la raza latina difiere de la ger mánica .

En los tiempos antiguos, cuando las comunicaciones eran mucho más difíciles que hoy, y sobre todo, durante el período feudal, esta divergencia de pensamiento se advertía mucho más pronunciada.

64

El arte y la poesía de los .unos respiran una

atmósfera completamente distinta de la qiie respiran los otros.

En Laotsé y sus discípulos y en Kutugen, elprecursor de los poetas naturalistas de Yangtse-Kiang, se manifiesta un idealismo de hecho incompatible con las nociones morales tan netamente prosáicas de los escritores contemporáneos delNorte.

Laotsé vivió cinco siglos antes de la era cristiana .

En realidad, el germen de la , especulacióntaoista aparece mucho antes de Laotsé, llamadoLaotsé “ el de las orejas largas” .

En los viejos anales de los chinos, singular-mente en el Libro de los Cambios  se expone snpensamiento.

Pero el gran respeto que entonces se otorgabaa las leyes y a los usos de aquella época clásica dela civilización china, que llega a su apogeo con elestablecimiento de la dinastía Chow en el siglo X V I antes de Jesucristo fué, durante muchotiempo, un gran obstáculo para el progreso delindividualismo, de suerte que sólo después de ladisgregación de la dinastía Chow y de la formación de innumerables reinos independientes, es

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cuando el taoismo puede infundir su avidez de li

bre pensamiento. , ;Laotsé y Sosi (Chauangtse) que fueron los

más aventajados representantes de la escuela nue

va, eran los dos del Sur.Por otra parte, Confucio y sus numerosos dis

cípulos trataban de conservar las convenciones

ancestrales. , . ,y sin embargo, no se puede conocer b i^

Taoismo sin tener algún conocimiento del Con-.fucianismo y recíprocamente. ^ Y a hemos dicho que lo Absoluto Taoista eia

lo Relativo. En ética los taoistas negaban las le-,ves V los códigos morales de la Sociedad, porqipara ellos el bien y el mal no eran sino términos

* ^ Una definición es siempre una limitación ;“ fi jo ” e “ inmutable” no son sino palabras que sig

nifican un detenimiento del desarrollo.Kutugen decía: “ Los Sabios mueven el

Mundo” . . -Nuestros modelos de moralidad nacieron de

las necesidades pretéritas de la Soc iedad; pero¿ será la Sociedad siempre la mism a. :

El respeto a las tradiciones comunes lleva con^sigo el sacrificio constante del individuo al E:.*^

tada.66

La educación, para entretener la ilusión cu su

máxima forma, alienta una, especie de ignoniiicia.Jamás se enseña al pueblo a ser realmente vir

tuoso, sino a conducirse convenientemente.Somos malos porque somos terriblemente oons

cientes.Jamás perdonamos al prójimo, porcjue saho

rnos que nosotros también somos capaces ilofaltar.

Entretenemos nue-stra conciencia poríiuc no;ida miedo decirnos la verdad a nosotros mi iiios.¿Cómo se puede tratar seriamente al iniuido

cuando el mundo en sí es tan ridículo?El espíritu del tráfico está en todas partos.¡El Honor y la Castidad! ¡Ved al incrcadcr

complaciente que pregona el Bien y lo Verdadero!Hasta se puede comprar una Religión que no

es en realidad sino la moral, común santificada

con las flores y con la música.Despojad a la iglesia de sus accesorios: ¿que

le quedará?Mientras tanto las esperanzas prosperan ma

ravillosamente porque cuestan absurdamente baratas.

 A favor de ellas una oración se cambia por unaentrada para pasar al cielo; un diploma por underecho honorario de ciudadanía.

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Ocultaos pronto en un bosque, pues si el mun

do llega a conocer vuestra verdadera utilidad,^ elcomisario-prior os adjudicaría enseguida a quienmás ofreciera.

¿Por qué los hombres y las mujeres se desviven por hacerse notar? ¿No es este un instintoque les queda de sus días de esclavitud ?

La virilidad de una idea no consiste tanto ensu poder para abrirse paso en el pensamiento contemporáneo, como en su capacidad para dominarsus pensamientos futuros.

La potencia activa dcl taoismo se manifiestadurante la dinastía Shin que representa la épocade la unificación china, de la que data el nombrede China.

¡Qué interesante sería, si tuviéramos tiempoel hacer la luz sobre la influencia que ^entoncesejerció sobre los pensadores, los matemáticos, los

escritores, legistas y militares, los místicos, iosalquimistas y los poetas naturalistas de YangtseKiang, y trazar el retrato de estos especuladoresde la Realidad, que se preguntaban si un caballoblanco existía realmente porque era blanco o porque era sólido!

¡Y de los Conversacionalistas de las seis Dinastías, qué, como lo? filósofos Zen invertían su

tiempo en discutir s; ore lo Puro y lo Abstracto.68

No dejaremos, ante todo, de rendir homenaje

al taoismo, por la influencia que ha tenido en laformación del carácter de los celestes, al que hacomunicado cierta capacidad de retención y de refinamiento “ cálido como el Jade” .

Los ejemplos son numerosos en la historia dela China y demuestran como los adeptos del taoismo, príncipes y eremitas, por ejemplo, practicaban los preceptos de sus creencias y de ello sacaban resultados diversamente interesantes.

El relato, rico en anécdotas, alegorías y aforismos, no estaría desprovisto de cierta dosis deinstrucción y de entretenimiento.

Entraríamos en conversación con aquel delicioso emperador que jamás murió, por la sencillarazón de que jamás ha vivido.

Montaríamos a caballo en el viento con Lieht-se y encontraríamos todo dispuesto y en reposo,

dado que nosotros mismos seríamos el viento.^Nos detendríamos en medio del aire con elvejete Hoang-Ho, que vivía entre el cielo y la tierra a causa de que no era súbdito del uno ni delotro.

En la apología grotesca por sí misma que laChina actual ofrece al Taoismo encontraríamosuna verdadera mina de rasgos cómicos que en ninguna Religión tiene términos equivalentes.

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En el dominio de la estética es en donde ha

sido más fue rte la acción del taoismo sobre la vida

asiática.Los historiadores chinos, siempre han consi-

derado al Taoismo como “el arte de estar en el

mundo” porque ha perfilado el presente, esto es,

a nosotros mismos.En nosotros es donde Dios se encuentra con

la Naturaleza y en donde el ayer es distinto del

mañana.

El Presente es el Infinito en movimiento, laesfera legítima del Relativo.

La Relatividad busca la Adaptación: la Adap-

tación es el Arte.

El arte de la vida consiste en una readapta-

ción constante al medio.

El taoista acepta el mundo tal y como es y,

al contrario de lo que hacen los confucionistas y

los budistas, se esfuerza por encontrar la belle-za en nuestro mundo de desgracia y confusión.

La alegoría Sung de las 1'res Degustaciones

de Vinagre, explica admirablemente la tendencia

de las tres doctrinas.

Syakamuni, Confucio y Lao tsé se enco ntra-

 ban reunidos an te un ja rro de vinag re — emblema

de la vida,— y cada uno mstia en él su dedo para

 — 70   — 

 probarlo. Confucio lo en con trab a agrio ; Budaamargo y Laotsé dulce.

Los taoistas pretendían que la comedia de lavida podría resulta r mucho más interesan te si

cada uno guardara el sentido de la unidad.

Según ellos, en conservar su proporción a las

cosas y hacer sitio a las demás sin perder las pro-

 pias, es tá el secreto del éx ito en el dra m a de lavida.

Para desempeñar bien nuestro papel es nece-

sario que conozcamos toda la obra.La concepción de la totalidad, jamás debe per-

derse, ni confundirse con la de la individualidad.

Laotsé lo demuestra con su metáfora favorita _del vacío.

Sólo en el vacío pretendía que reside lo que esverdaderamente esencial.

Se encontrará por ejemplo, la realidad de una

habitación en el espacio libre cerrado por el te-

cho y los muros, y de ningún modo en el techoy los muros.

La utilidad de un cántaro para el agua, resi-

de en el vacío en el que se puede colocar el agua

y no en la forma del cántaro, ni en la materiade que está hecho.

El vacío es todopoderoso, puesto que puede''ontenerlo todo.

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En el vacío solamen te, es posible el movi-

miento.

Bl que pueda hacer de sí mismo un vacío enel que los demás puedan penetrar libremente, lle-

gará a ser dueño de todas las situaciones.

El todo podrá siempre dominar la parte.

Estas ideas taoistas han tenido gran influen-

cia sobre las teorías de la acción; incluso en el

terreno de la esgrima y de la lucha.

El Zyuzyutu, el arte japonés d¿ la defensa per-

sonal, debe su nombre a un pasaje del Taoteikuig.

En el Zyuzyutu se trata de atraer y absorber

la fuerza del adversario por medio de la no resis-

tencia, esto es, del vacío, conservando siempre la

 propia fu erz a para la lucha fina l.

Aplicado al arte este principio esencial se de-

muestra por el valor de la sugestión.

Al no decirlo todo, el artista deja al especta-dor ocasión para completar su idea y de este mo-

do una obra m aes tra retiene irresistiblemente

nuestra atención hasta que mom entáneamente

nos creemos formar parte de ella.

Hay allí un vacío que nosotros podemos pe-

netrar y que nosotros podemos llenar cumplida-

men te con nuestra ‘emoción artístic a.

72

Quien hubiera hecho de sí mismo un maestro

del arte de Ja vida, era para los taoistas el Hom-

 bre Verdadero.Desde el instante de su nacimiento entra en

el reino de los sueños para no despertar a la rea-

lidad hasta el momento de su muerte.

Atenúa su propio resplandor para poder su-

mergirse en la obscuridad de los demás.

“Vacila como aquél que vadea el río en invier-

no; indeciso como el que tiene miedo a sus veci-

nos; respetuoso como un invitado; tembloroso

como el hielo que se derrite; sencillo como un pe-dazo de madera no esculpido aún; vacío como un

valle; informe como el agua movida”.

Las tres perlas de la vida son para él la Pie-

dad, la Economía y la Modestia.

Si ahora volvemos al Zennismo, a primera

vista encontraremos que refuerza las teorías delTaoismo.

Zen es una palabra derivada del vocablo sáns-crito  Dhy an a, que significa meditación.

El Zennismo pretende que por la meditación

sagrada se puede llegar a la realización supremadel yo.

La me ditación es una de las victorias que

conducen al estado de Buda y los Zennistas afir-

man que Syakamuni insistía particularmente

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sobre este método en sus últimas predicaciones y

en que había transmitido las reglas a su discí-

 pulo fa vori to Kashiapa.Según su tradición, Kashiapa, el primer pa-

triarca Zen, había confiado el secreto a Ananda,

quien a su vez lo había transmitido sucesivamen-

te a los patriarcas hasta el vigésimo Bodhi

Dharma.BodhiDharma llegó a la China del Norte du-

rante la primera mitad del siglo sexto y fue el

 pr im er patr ia rc a Zen de la China.Flota una gran inccrtidumbre sobre la histo-

ria de estos patriarcas y de sus doctrinas.Filosóficamente el Zennismo primtivo parecía

tener afinidades de una parte con el negadvisrno

indio de N ag arju na y de otra con la filosofía

Gnan que formuló Sancharacharya.

Se han atribuido las prim eras predicaciones

Zen al sexto patria rca chino Yeno (677713),fundador del Zen meridional, llamado así a causa

de su predominio en la China del Sur.

Fué seguido inmediatamente por el gran Baso

(muerto en 778) que hizo del Zen una influencia

viva en la vida china.Hiakuzyo (719814), discípulo de Baso fun-

dó el primer monasterio Zen y allí estableció la

regla y el ritual.

74

En las discusiones de la escuela Zen después

de Baso se manifiesta el espíritu de Yangtsekiangcon sus maneras naturalistas de pensar, tan di-

ferentes del precedente idealismo.

Tal vez porque el orgullo de secta pretendió

lo contrario, no se pudo impedir el que fuera in-

fluido por la similitud del Zen meridional y por

las doctrinas de Laotsé y por los conversacionalistas taoistas.

El Tao-teiking   contiene alusiones a la impor-tancia de la concentración en si mismo y a la ne

cpidad de regular convenientemente la respira-

ción, puntos esenciales en la práctica de la me-ditación Zen.

Po r lo demás, los mejores comen tarios que

existen sobre el libro de Laotsé, han sido escritos por los sabios Zen.

El Zennismo como el Taoismo es el culto delo Relativo.

Un maestro definió el Zennismo, como el arte

de percibir la estrella polar en el cielo meridional.

La verdad no puede obtenerse sino por lacomprensión de los contrarios.

Como el Taoismo, el Zennismo es también un

caluroso defensor del individualismo.

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 N ada contiene más real idad sino la que con-

cierne a las operaciones de nuestro propio espí-

ritu.Yeno, el sexto patriarca vió un día dos mon-

 jes que miraban flota r la ban dera de una pa goda

y uno dijo: — El viento es lo que la mueve; y el otro rec-

tificó: — Es la propia ba nde ra la que se mueve.

Y Yeno les explicó que el mov imiento rea l no

venia ni del viento ni de la bandera, sino de algoque estaba en el espíritu de ellos.

Hiakuzyo se paseaba en un bosque con uno

de sus discípulos, cuando una liebre huyó al sen-

tir que se acercaba.¿Por qué esa liebre huye de nosotros? —pre-

guntó Hiahuzyo. — Porqu e tiene miedo de nosotros,— le con-

testaron.

 — No: —dijo el mae stro — es porque nosotrostenemos instintos asesinos.

Estas palabras recuerdan las del taoista Sosi

(Chauntse).Paseaba un día por la orilla de un río con un

amigo. — ¡ Cómo se re cre an los peces en el a g u a ! —ex-

clamó.

76

Y su amigo le dijo:

 — Tú no eres un pez: ¿cómo entonces' sabes

que los peces se recrean en el agua?

El Zen se ha opuesto con frecuencia al Bu-

dismo ortodoxo como el Taoism o al Confucianismo.

Para penetrar la enseñanza trancendental del

Zen, las palabras no hacen más que enturbiar el

 pensamiento; la masa enter a de las Esc ri tu ra s bu-

distas no son sino comentarios sobre la especula-

ción personal.Los adeptos del Zen, tenían la vista fija en la

comunión directa con la Naturaleza íntima de las

cosas y no consideraban los accesorios exteriores

sino como obstáculos para una percepción clara dela verdad.

El amor a lo Abstracto es lo que impulsaba a

Zen a preferir los bocetos en blanco y negro a

las pinturas cuidadosamente terminadas de la es-

cuela budista clásica.

Por haber tratado de reconocer a Buda en sí

mismos más que en las imágenes y en los símbo-

los, ciertos adeptos del Zen llegaron a ser icono-clastas.

El propio Tankaw osyo, un día de invierno,

rompe una estatua de madera de Buda para pro-

curarse fuego.

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 — ¡ Qué sa cri le gio !— gri ta un espectador lleno

de espanto. —Yo extraeré de sus cenizas las Shalí   que

contiene —contestó tranquilamente el Zen.

 — Pero en esa es ta tu a, segu ramen te no habéis

de encontrar las Shalí. — Pue s entonces — replicó el Tanka— es que

la estatua no es de un Buda y en ese caso no co-

meto sacrilegio.Y se volvió hacia el fuego llameante para ca-

lentarse bien.El Zen aportó, por último, al pensamiento

oriental la noción de que la importancia de lo tem-

 po ra l es lo mismo que la de lo espiri tual y en las

relaciones superiores de las cosas, no hay diferen-

cia entre las pequeñas y las grandes: un átomo

está dotado de posibilidades iguales a las del Uni-

verso.

El que busca la perfección puede encontraren su propia vida el reflejo de la luz interior.

 N ad a más sign ificat ivo desde este pu nto de

vista que la regla de un monasterio Zen.

A cada miembro, excepción hecha del Abad,

estaba asignada una tarea especial en el entrete-

nimiento del monasterio, y, cosa extraña, a los

novicios incumbían las funciones más ligeras y se

reservaba las más fatigosas y las mas humildes

 para los mon jes más respetables y más avanzados

en el camino de perfección.Estas obligaciones formaban parte de la dis-

ciplina Zen y era indispensable el que la acción

más insignificante fuera realizada con ima per-fección absoluta.

¡ Qué de g raves discusiones debieron de susci-

tarse al regar el jardín, al fregar las ollas o alservir el té!

El ideal completo del Teísmo es la total reali-

zación de las concepciones Zennistas en lo tocan-te a la grandeza que acompaña a los más peque-ños incidentes de la vida.

El Taoismo ha sum inistrado Ja base de los

ideales estéticos; el Zennismo los ha hecho prác-

ticos.

78   79

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II:I' w 

IV. LA CA MA RA DEL TE

'

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IV

La Cámara del Té

los ojos de los Arquitectos europeos, educados

en las tradiciones de la piedra y el ladrillo,

nuestra manera de construir con caña y madera,

seguramente aparecerá como indigna de ser lla-

mada arquitectura.

Por excepción, recientemente, un hombre pe-

ritísimo en la arquitectura occidental, ha rendi-

do homenaje a la perfección notoria de nues-

tros antiguos templos.

Y si esto ocu rre con lo que pertenece a nue s-

tra arquitectura clásica ¿cómo podremos esperarque los extranjeros aprecien la belleza sutil de la

Cám ara del té, dado que sus, principios cons truc-

tivos y su decoración son por completo diferen-

tes de los países occidentales?

La Cámara del té (el Sukiya) no pretende

ser otra cosa sino la sencilla casa de un campe-

sino; una cabaña de paja, como nosotros decimos.

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Los cara cteres ideográficos or iginario s del

Sukiya, significan la “casa de la Fantasía”.

Más adelante, los diversos maestros del té,substituyeron en ella algunos caracteres chinos,

según su concepción personal de la Cámara del té,

de forma que el Sukiya pudo significar también la

“casa del Vado” o la “mansión de la Aritmética”.

Es en efecto la casa de la Fantasía en cuanto

no pasa de ser una construcción efímera, erigida

 para que si rv a de asilo a una impulsión poética.^

Es, así mismo la casa del Vacío, porque éstadesnuda de ornamentación y por consecuencia en

cualquier momento se puede colocar en ella libre-

mente, lo que puede satisfacer un capricho estéti-

co pasajero.Es por último la mansión de la Aritmética por-

que está consagrada al culto de lo imperfecto, y

en ella se deja siempre, voluntariamente alguna

cosa inacabada, que los juegos de la imaginación

acabarán a su gusto.Los ideales del Teismo han ejercido sobre

nuestra arquitectura, a partir del siglo VI, tan

gran influencia que ordinariamente los interiores ■

 japoneses de hoy producen a los extranje ros el |

efecto de encontrarse casi vacíos, a causa de la *

extrema sencillez y de la pureza de su estilo deco-

rativo.

84

La creación de la primera Cámara del té ais-

lada, se debe a SennoSoyeki, generalmente co-nocido por Rikiu, que era sti último nombre y fuéuno de los más grandes maestros del té.

El fué quien en el siglo XVI bajo el patronato

de TaikoHideyosi instituyó las formalidades de

la ceremonia del té y las elevó al más alto gradode perfección.

Las proporciones de la Cámara del té habían

sido antes determinadas por un famoso maestro

del té del siglo XV llamado Zyowo.

La primitiva Cámara del té sólo era una parte

de un salón ordina rio limitada y acotada por biombos.

^Esta pieza así separada tomó el nombre de Ka

koi, (cercado) nombre que todavía se da a las

Cámaras de té que forman parte de una casa y

no son por tanto construcciones independientes.

Pero volvamos al Sukiya.El Sukiya lo forma al principio la Cámara del

té propiamente dicha, destinada a no recibir más

de cinco personas, número que recuerda el dicho;

“Más que las gracias y menos que las musas”.

Luego se añade una antecámara, Midsuya, en

donde se lavan y se prepa ran los utensilios necesa-

rios para el servicio del té antes de llevarlo a laCámara.

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Luego un pórtico (matiai) en donde los con-

vidados esperan a que se les invite a penetrar en

la Cámara del té, y un pasillo (rozi) que une ésta

con el pórtico.

La Cámara del té es por lo general de aparien-

cia ordinaria.

Es más pequeña que las más pequeñas casas

 japo nesas y los mater ia les que en su construcción

se emplean deben dar la sensación de la pobreza

más refinada.

 No olvidemos, sin em bargo que todo esto es

el resultado dé una premeditación artística pro-

funda y que todos los detalles se prepararon y eje-

cutaron con un cuidado mucho más exquisito que

el que se pone en la construcción de los palacios y

de los templos más suntuosos.

Una buena Cámara del té cuesta mucho más

cara que la habitación más lujosa, porque la elec-

ción y la combinación y la obra de los materialesque la componen exigen un cuidado y una preci-

sión infinitos, de tal forma que los carpinteros

empleados por los maestros del té forman una

clase aparte de artesanos, especialmente distingui-

da, cuyas obras no son, ni menos delicadas, ni

menos preciosas que las de los fabricantes de mue-

 bles de laca.

86

Así, la Cámara del té, no sólo se aparta desde

todos los puntos de vista de las producciones ar-quitectónicas de Occidente, sino que también y

muy profundamen te de la propia a rquitectura clá-sica japonesa.

 Nues tros an tiguo s edificios nobles, sean civi-

les o religiosos, no son de desdeñar ni mucho me-

nos si sólo se los considera desde el punto de vis-

ta de sus proporciones. Lo poco que se ha salvado

de las desastrosas conflagraciones de los siglos,

es capaz todavía de imponernos por su grandezay por la riqueza de su decoración.

Vigorosas columnas de madera de dos a tres

 pies de diámetro y de tr ein ta y cuatro de altura ,

soportan a favor de un orden complicadísimo de

consolas, enormes vigas que gimen bajo el peso

de los techos oblicuos cubiertos de tejas.

Si estos m ateria les, y estos métodos de cons-

trucción ofrecían poca resistencia al incendio, en

cambio, bien probado está que eran asom brosa-

mente fuertes contra los temblores de tierra; re-

sultaban, pues, verdaderamente apropiados a las

condiciones climatéricas del país.

La Sala Dorada de Horyuzi, y la Pagoda de

\akusizi, testimonian magníficamente la potencia

y duración de nuestra arquitectura de madera.

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Estos dos edificios permane cen intactos al cabo de

doce siglos de existencia.Se decoraba con profusión el interior de los

antiguos templos y de los palacios y aún existen

del siglo XVI un pabellón (HoODo, de Uzi) y

dos baldaquinos dorados del trabajo más rico, res-

 plandecien tes, de mil colores, incrus tado s de espe-

 jos y de nácares; y restos de pin tu ra s y escu lturas

que antiguamente cubrían los muros.Más tarde en Nikko y en el castillo de Nizyo,

en Kyoto, comprobaremos de igual modo que la

 belleza arqui tectón ica se ha sacr if icad o po r com-

 pleto al benefic io de una orna men tación que po r

sus detalles exquisitos y sus coloraciones iguala la

extrema suntuosidad de las creaciones árabes o

moriscas.La simplicidad y el purismo de la Cámara del

té, es el secreto de la anulación inspirada por los

monasterios Zen.Un monasterio Zen se diferencia de los mo-

nasterio s de las demás sectas budistas, en que

ante todo está destinado a ser una habitación mo-

nástica.La capilla nada tiene de lugar de religión o

de peregrinación; es una sala de colegio en donde

los estudiantes se reúnen para discutir o para me-

ditar.

88

Es sencillamente una nave central con un altar

en el que se hiergue una estatua de BodhiDharma, fundador de la secta, o de Syakamuni entre

Kaphiapa y Ananda los dos primeros patriarcasZen.

Sobre el altar, incienso y flores, como ofren

das^ a la m emoria de los servicios que estos dossabios han prestado a Zen.

^ Ya hemos dicho que prescribe el ritual ins ti-

tuido para los monjes Zen el que beban sucesiva-mente el té en un tazón ante la imagen de Bodhi

Dharma, a quien se debe la fundación de la cere-monia del té.

Añadamos ahora que el altar de la capilla Zen

fué el prototipo del Tokonoma, que es el puesto

de honor de la casa japonesa y el sitio en donde

se colocan las pinturas y las flores para la edifi-

cación de los invitados.

Todos nuestros grandes maestros del té fue-

ron adeptos de Zen y se esforzaron por introducir

en las cosas actuales de la vida el espíritu del Zen

nismo.

Así también la Cámara del té y todos los ob-

 je tos necesarios para la ceremonia del té son como

el reflejo de las doctrinas Zen.

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La dimensión de la Cámara ortodoxa del té,

que es de diez pies cuadrados, está determinada

 por un pasaje del Sutr a de Vik ramad yt ia .

En esta obra tan interesante. Vikramadytia

recibe un día al santo Manjushiri y a ochenta y

cuatro mil discípulos de Buda en una sala de esta

dimensión; alegoría basada sobre la no existencia

del espacio para los verdaderos iluminados.

Por otra parte, el rozi, pasillo que atraviesa

el jardín y conduce desde el pórtico a la Cámara

del té significa el primer grado de la meditación,

el paso a la autoiluminación.

El rozi estaba destinado a romper todos los

lazos con el mundo exterior y a preparar al visi-

tante, por una sensación de frescura para los pu-

ros goces estéticos que le esperan en la Cámara

del té propiamente dicha.

Quien haya hollado el suelo del pasillo que

atraviesa el jardín, no podrá menos de recordar

como su espíritu se elevaba sobre los pensamien-

tos ordinarios, mientras caminaba en la penumbra

crepuscu lar entre los árboles de hojas siempre

verdes, sobre las irregularidades regulares de los

guijarros recientemente rociados, sobre los que se

extiende una capa de viruta s de pino secas bajo las

linternas de granito cubiertas de musgo.

90

I

Es fácil que aún encontrándose en medio de

una ciudad sienta la sensación de verse en un bos-

que, muy lejos del polvo y del ruido de la civili-

zación.

Ciertamente; fué muy grande el ingenio que

derrocharon los maestros del té para llegar a pro-

ducir estas impresiones de serenidad y de pureza.

La naturaleza de las emociones que producía

el paso por el rozi eran, por ejemplo, diferentes

según los maestros del té.

Algunos, como Rikiu preparaban un efecto decompleta soledad y pretendían que el secreto para

hacer un rozi estaba encerra do en una canción

antigua que dice:

Miro por allá

y no hay flores

ni hojas de colores.

Al borde del mar

hay una solitaria casa campesina

entre la luz mortecina

de una tarde de otoño.

Otros como KoboriEnsyu decían que se po-

día encontrar en los versos siguientes la ¡dea de

un rozi;

91

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Un grupo de árboles; el estío;

Un trozo de mar;Una luna pálida de la tarde...

El sentido que se asigna a estas palabras, re-

sulta un poco arbitrario.

Sugieren, según dicen, la visión de un alma

apenas despierta que vaga todavía por los ensue-

ños brumosos del pasado, que está sumergida to-

davía en Ife suave inconsciencia de una melodiosa

luz espiritual y aspira a la libertad que siente vi- brar lejos de sí mism a, en el más allá.

Así dispuesto el invitado, se acercará silencio-

samente al santuario y si es un Samurai dejará

su sable en el armero colocado en elpórtico, por-

que la Cámara del té es ante todo la mansión de

la paz.

Después, encorvándose, se deslizará a el inte-

rior de la Cámara por una puertecilla, que no ten-drá de altura más de tres pies.

Esta operación que se imponía a todos los in-

vitados, sea cual fuese su condición, tenía por ob-

 je to inculcarles la humildad.

El orden de presencia se fijaba por acuerdo

mutuo entre los invitados durante su estancia en

el pórtico; entraban uno a uno, sin ruido y des-

 pués de ha be r saludado la pin tu ra o el ado rno flo-

92

ral que decoraban el tokonoma, instalábanse en

sus puestos.

El huésped no entraba en la estancia hasta que

todos sus invitados habían tomado asiento y reina-

 ba allí la tranq uilidad po r nadie tu rbada; de lic io-

so silencio en el que sólo se oía la música del agua

que hervía en la marmita de hierro.

La m arm ita canta bien porque se ha tenido

cuidado de colocar en su fondo trozos de metal que

 prod uz can esa arm onía part ic ula r cuyos ecos pa-

recen los de una tempestad lejana, apagados porlas nubes, los de una catarata o los de un remoto

mar, que se rompen contra las rocas, los de un

chubasco que barre un bosquecillo de cañas, o los

suspiros de los pinos en el vértice de una colina

remota.

Hasta en pleno día, la luz está siempre amor-

tiguada en la estancia, porque las avanzadas del

techo en pendiente apenas dejan que penetren losrayos del sol.

Todo, desde el techo al piso, es de tonalidades

sobrias; los invitados han elegido también vestidos

de colores discretos.

La pátina del tiempo se muestra en todos los

objetos, porque allí nada se admite de lo que pue-

da re velar una adquisición reciente, excepto el lar-

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go cucharón de bambú y el mantel de tela, que

deben ser de una blancura inmaculada y nuevos.

Por mucho que se haya usado la Cámara delté y los utensilios del té, debe resaltar en ellos una

limpieza absoluta. No debe ser posible encontrar

ni aun en el rincón más obscuro im solo grano de

 polvo, o el huésped no es un ve rdad ero mae stro

del té.U na de las prim eras cualidades del ma estro

del té es la de saber barrer, fregar y limpiar, pues-

to que hay verdadero arte en estas operaciones y

no se debe acometer a un objeto antiguo de metal

con el ardor desconsiderado de una azacana holan-

desa. Las gotas de agua que caen de un florero no

necesitan ser secadas porque sugieren rocío y

frescura.Se cuenta a propósito de esto una historia de

Rikiu, que pone de relieve pintorescame nte las

ideas que sobre la limpieza profesaban los maes-

tros del té.Rikiu contemplaba como su hijo Syoan barría

y rociaba el paso del jardín.

 — No es tá bastante limpio —le dijo cuando

terminó su tarea. Y le ordenó que recomenzara.

Después de una ho ra de tra bajo el joven se vol-

vió hacia Rikiu: — Padre , le dijo, me parece que ya está bien.

H e frega do tres veces los escalones, he lavado

94

 bien las linte rn as de pied ra , he rociad o los árb o-

les; el musgo y los liqúenes ostentan un verde bri-llante hermosísimo; en el suelo no ha quedado una

 paja , ni el más leve frag mento de una hoja.

^—¡Ay joven aturdido! —repuso el maestro del

té.— No es así como se deben limpiar estos si-tios.

Y descendiendo al jardín sacudió un árbol qu

repartió en derredor hojas de oro y de púrpura;

caireles del manto de brocado del otoño.

Lo que Rikiu exigía, no era solamente la lim-

 pieza. sino, adem ás la belleza y la natu ra lidad.

El nombre que todavía se da a la Cámara del

té, la Casa de la Fantasía, implica una estructu-

ra destinada a satisfacer las exigencias artísticas personales.

La Cámara del té, está hecha para el maestro

del té y de ningún modo el Maestro del té parala Cámara del té.

 No es tá dest inad a a la po ster idad y es po r con-secuencia efímera.

La idea que cada uno debe tener de su propia

casa está basada en una de las costumbres más

antiguas de la raza japonesa; la superstición Sin

to ordena, en efecto, que toda habitación sea eva-

cuada a la muerte de su principal ocupante.

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Es probable que en el establecimiento de este

uso haya intervenido alguna razón de higiene.

O tra vieja costumbre imponía el que cadanueva pareja habitase una casa nueva.

Así se explica el que las capitales imperiales

en los tiempos antiguos fu era n traslad ada s con

tanta frecuencia de un punto a otro.

La reconstrucción del templo de Isé, santua-

rio supremo de la Divinidad Solar cada veinte

años, es aún en nuestros días una supervivencia

de estos Ritos seculares.Claró está que la observancia de estas costum-

 bres sólo era posible gra cias a un a fo rm a de cons-

trucción semejante a la que sugiere nuestro sis-

tema arquitectónico de la madera cuyas creacio-

nes son tan fáciles de construir como de demoler.

Un sistema de edificación más duradera, con

el emplea de la piedra y el ladrillo, hubiera hecho

imposibles estas prácticas, como sucedió más tar-de pasado el período de Nara cuando adoptamos

las construcciones de madera más macizas y más

estables de la China.

Pero he aquí que en el siglo XV, gracias al

 predom inio del individualism o Zen, esta vie ja idea

se penetró de un sentido más profundo en lo con-

cerniente a la Cámara del té.

96

El Zennismo, de acuerdo con la teoría budista

del anonadamiento y en sus esfuerzos para esta- blecer lo dominación del es pír itu sobre la mate-

ria, sólo consideró la casa como un refugio tem-

 po ral del cuerpo.

El cuerpo mismo no era para ellos sino una

gruta, una cabaña en la soledad, vm ligero abri-

go hecho con las yerbas empujadas de los alrede-

dores que no encontrándose ligadas se disolvían

 pron tamen te en la nad a orig inal.

Así, en la Cámara del té la fugacidad de lascosas se encuentra sugerida por el techo de caña,

su fragilidad por los pilares calados; su ligereza

 por los cua rtone s de bambú y su apare nte de s-

 preocupación po r el empleo de mater ia les o rd i-

narios.

En cuanto a la eternidad, reside únicamente en

el espíritu, que, encarnando luego en las cosas más

sencillas, las embellece con la luz sutil de su re-finamiento.

Lo de que la Cámara del té sea construida para

adaptarse a un gusto individual, es una aplicación

singularmente vigorosa del principio de la vitali-dad en el arte.

El arte, para alcanzar su valor máximo, debe

mostrarse en absoluta conformidad con la vidacontemporánea.

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Cierto que no se trata de desconocer los dere-

chos de la posteridad; pero debemos buscar el me-

dio de obtener del presente el mayor goce posible.

Tampoco se trata de desdeñar las creaciones

del pasado, sino que debemos, por el contrario asi-

milarlas a nuestra propia conciencia.

Una conformidad servil con las tradiciones y

con las fórmulas entorpece la expresión de la in-

dividualidad en la arquitectura y no se puede me-

nos de deplorar esas necias imitaciones de los edi-

ficios europeos que hoy se ven en el Japón.

Sorprende el que en Occidente, aún en las na-

ciones que son más susceptibles de progreso, se

muestre la arquitectura tan desnuda de originali-

dad y tan abrumada de repeticiones de los estilos

antiguos.

Acaso en espera de la llegada de un soberano

fundador de una nueva dinastía, el arte atraviesa

un período de democratización.Amemos sobre todo a los antiguos; pero co-

 piemos de ellos lo menos posible.

Se dice que los griegos fueron grandes porque

nada tomaron de sus antepasados.

El otro nombre que se da a la Cámara del té,

Casa del Vacío, además de reflejar la teoría taois

ta ya expuesta significa la concepción de una ne-

98

cesidad de cambiar continuamente los motivos or-

namentales.La Cámara del té está absolutamente vacía, lo

repito, salvo lo que en ella se coloca interinamen-

te para satisfacer cualquiera fantasía estética.

Allí se lleva en ocasiones' un o bjeto de ar te

 part ic ula r y en to rno suyo se dispone todo para

subrayar y realzar la belleza del tema principal.

¿Se quiere suge rir la idea de que al mismo

tiempo se escuchan hermosos trozos de música?

¿Es imposible la concepción de lo bello si nose concentra en torno de un motivo central?

El sistema de decoración de nuestras Cámaras

del té es notoriamente opuesto al que se sigue en

Occidente, en donde con tanta frecuencia se suele

convertir en Museo el interior de una casa.

Asi, para un japonés, habituado a la sencillez

ornamental y a los cambios frecuentes de decora-

do, un interior occidental, repleto de inanera per-manente de una colección de cuadros, de escultu-

ras, y de objetos antiguos, de todas las épocas, da

la impresión vulgar de una simple exposición deriquezas.

Es precisa, en verdad, una extraordinaria fa-

cultad de entusiasmo crítico, para gozar de la vis-

ta constante, aun cuando sea de una obra maestra

y se debe suponer dotados de una capacidad sin

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límites de sentido estético a los que puedan vivir

diariamente en medio de una confusión de colo-res y de form as, como con tan ta frecuencia se v e ;

erv las casas de Europa y América.

El nombre de Casa de la Asimetría, simboliza,

 po r últim o otr a frase de nuestro sistem a de co ra-

tivo.

Los críticos occidentales han escrito muchos

comentarios sobre la ausencia de simetría que ca-

racteriza los objetos de arte japoneses.

Este es todavía un resultado de la colabora-

ción de los ideales tao istas al través del Zen

nismo.

El Confucianismo, con áu idea profunda-

mente arraigada del dualismo   y el Budismo del

 N orte con su culto trinitario,  de ningún modo se

oponían a la expresión de la simetría.

Si estudiamos, por ejemplo, los bronces anti-

guos de la China o las artes religiosas de la dinas-

tía Tang y del período Nara, en todo ello descu-

 br irem os una persecución co ns tante de la sim e-

tría.

La decoración de nuestros interiores clásicos

es notoriamente regular.

La concepción taoista y Zen, eran sin embargo

diferentes con respecto a la perfección.

100

La naturaleza dinámica de su filosofía adju-

dicaba mayor importancia a la manera de buscar

la perfección que a la perfección misma.

La verdadera belleza sólo puede descubrirla

quien m entalme nte ha ya completado lo incompleto.

La virilidad de la vida y del arte residen en

estas posibilidades de desenvolvimiento.

En la Cámara del té corresponde a cada invi-

tado completar su imaginación y según su gusto

 person al el efec to del conjunto.

Desde que llegó el Zennismo, a ser la moda en

la manera de pensar, el arte del ExtremoOriente,

de un modo deliberado evita la simetría puesto

que no sólo expresa la idea de lo completo, sino

además, la idea de la repetición.

La uniformida d del dibujo fue considerada

como dañosa para frescura de la imaginación.

Por esto, los paisajes, los pájaros y las flores

llegaron a ser temas favoritos de la pintura con pre fe renc ia sobre la figura hu man a, cuya presen-

cia ya está constituida por la persona que la mira.

Se pone demasiado en evidencia y, a despecho

de nuestra vanidad, deja muy pronto de mirarsea sí misma.

En la Cámara del té el temor de la vuelta de

los que fueron está siempre presente.

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Los diferentes objetos que participan en la de-

coración de una pieza deben ser escogidos de fo r-

ma que ningún color ni ningún dibujo se repitan.Si colocáis en ella una flor viva, todo cuadro

de flores de la misma factura queda prohibido.

Si os servís de una marmita redonda que el

 ja rro del agua sea angula r.

Una taza esmaltada negra jamás deberá

tener por vecina una caja de té de laca negra.

Al colocar un sahumador sobre el tokonoma,

tened mucho cuidado de no colocarlo en el centro

mismo, para no separar el espacto en dos partes

iguales.

El pilar del tokonoma será de madera distinta

de la de los otros pilares con el fin de evitar en

la pieza toda impresión de monotonía.

El método de decoración interior japonés, di-

fiere también del método favorito de los occiden-

tales, que tienen los objetos simétricamente dis-

 puestos sobre las chimeneas y sus alrededores.Con frecuencia nos ocurre en las casas occi-

dentales encontramos en presencia de cosas que a

nosotros nos producen el efecto de repeticiones

inútiles.

 Nosotros, po r ejemplo , conversamos con un

hombre cuyo retrato de tamaño natural está colo-

cado a su e spalda y nos preguntam os qué es lo real,

102

si el retrato o el que nos habla y enseguida forma-

mos la convicción de que uno de los dos es falso.

¡Cuántas veces al sentarnos a comer nos he-mos visto forzados a contemplar, no sin inquie-

tud por nuestra digestión, cómo las representacio-

nes de la abundancia y de la moda decoraban los

muros de los comedores!

¿A qué esos cuadros de caza y de sport, esas

frutas y esos peces esculpidos?

¿A qué ese escaparate con la vajilla de plata

familiar que nos recuerda a los que comieron enesta misma mesa y están ya muertos?

La sencillez de la Cámara del té y su carencia

absoluta de vulgaridad, hacen de ella un verdade-

ro santuario y un refugio contra las vejaciones

del mundo exterior.

Allí y solamente allí, nos podemos consagrar,

sin que nos perturben, a la adoración de la be-

lleza.

En el siglo XVI la Cámara del té ofrece a los

fieros guerreros y a los hombres de Estado que

trabajan por la unificación y por la reconstruc-

ción japonesa, bellas horas de reposo de sus duras

tareas.

En el siglo X V II después de que se impuso el

estrecho formalismo de la regla Tokugawa, cons

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íituyó para las almas artist as la ocasión única

 para la comunión libre.

En presencia de una gran obra de arte no haydiferencia posible entre el daímío, el samurai y

el hombre del pueblo.

El industrialismo hace hoy en el mundo entero

cada vez más difícil el verdadero refinamiento.

¡Ahora es cuando más que nunca necesitamos

las Cámaras del té!

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V. EL SENTIDO DEL ARTE

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El senfido del Arfe

^O N O C E IS el cuento taoista del arpa amansa-

da o domesticada ?

En la avenida de Lungmen erguíase antigua-

mente, muy antiguamente un árbol, Kiri, que erael verdadero rey del bosque.

Tanto levantaba su cabeza, que podía conver

^ r con las estrellas y sus raíces, entraban tan profundamente en la tie rra, que mezclaban sus

anillos de bronce con los del dragón de plata queen el seno de la tierra dormía.

Sucedió que un poderoso mago hizo de esteárbol una arpa maravillosa, cuyo feroz espíritusólo podía ser amansado por los más grandes mú-

sicos.

Durante mucho tiempo el instrumento formó

 par te del tesoro del Emperador de China ; pero

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ninguno de los muchos que sucesivamente habían probado a obtener de sus cuerdas una melodía,

logró ver su tentativa coronada por el éxito.En respuesta a sus esfuerzos supremos, delarpa sólo salían unas duras notas de desdén, poco

en armonía con los cantos que deseaban entonar.

El arpa se resistía a aceptar un dueño.Llegó al fin Peiwoh, el príncipe de los a r-

 pis tas.Con una mano delicada acarició el arpa como

cuando se trata de calmar un caballo bravio, y

comenzó a tocar dulcemente las cuerdas.Cantó la naturaleza y las estaciones, las altas

montañas, los arroyos, y todos los recuerdos del

árbol despertaron.De nuevo, la dulce brisa de la primavera se

recreó en sus ramas.Las jóvenes cataratas danzando en la torren-

tera sonrieron a las flores en capullo.De «nuevo se escucharon las voces soñadoras

del estío, con sus miríadas de insectos, y el lin-do batir de la lluvia, y los lamentos del cuclillo.

Escuchad: ha rugido un tigre y le contesta el

eco de los valles.En el otoño, en la noche desierta, tajante como

una espada, la luna centellea sobre la hierba he-

lada.

108

El invierno ahora reina y al través del aire

 pleno de nieve se atorbelHna el revoloteo de loscisnes y los graznidos sonoros golpean las ramascon júbilo salvaje.

Luego Peiwoh cambia de tono y canta el amor.El bosque se inclina, como un hombre joven per-dido en el laberinto de sus propios pensamientos.

Allí, en lo alto, semejante a una altiva donce-

lla se alza una nube resplandeciente, de suprema belleza; pero sy paso tapiza el suelo de sombras

largas y negras como la desesperación.El tono cambia nuevamente: Peiwoh canta la

guerra; espadas que chocan y caballos que piafan.Por último, en el arpa se eleva la tempestad de

Lungmen; el dragón cabalga sobre un relámpago

y la avalancha se oye al través de las montañascon ruido de trueno.

El monarca Celeste, extasiado pregunta a Pei-woh cuál era el secreto de su victoria.

 —Señor, —contesta— frac asaron los demás porque tr ata ro n de cantar solps. Yo he dejado queel arpa escoja su tema y en verdad no sabía si elarpa era Peiwoh o Peiwoh era el arpa.

Este cuento demuestra hasta qué punto el sen-tido del arte es cosa de misterio.

Una obra maestra es una sinfonía ejecutadacon nuestros más refinados sentimientos.

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El arte verdadero es Peiwoh y nosotros somosel arpa de Lungmen.

Al contacto mágico de lo bello, despiertan las

cuerdas secretas de nuestro ser y en respuesta asu llamamiento, vibramos y temblamos.

El espíritu habló al espíritu.

Oímos lo que jamás se ha dicho y contempla-

mos lo invisible.

El maestro hace que broten las notas sin que

nosotros sepamos de dónde.

Recuerdos mucho tiempo olvidados, vuelven anosotros impregnados de un sentido nuevo.

Esperanzas sofocadas por el temor y arr an -ques de ternura que nos atrevíamos a exteriori-

zar, se nos ofrecen adornados de un nuevo es- plendor.

 Nuestro espíritu es la tela sobre la que el ar-tista coloca sus colores; los matices son nuestrasemociones y el claroobscuro está hecho con la

luz de nuestros goces y la sombra de nuestras

tristezas.

La obra maestra está en nosotros, y nosotrosestamos en la obra maestra.

La comunión de simpatía que es necesaria

 pa ra el nacimiento del sentido del ar te, tiene por base una mutualidad de concesiones.

El espectador debe cultivar su propia aptitud pa ra recibir el mensaje . El art is ta debe saber cómoenviarlo.

El maestro del té KoboríEnsyu, que era daimio, nos ha dejado esta sentencia memorable:

‘■‘Acercaos a un gr an pintor como os acerca-ríais a un gran Principe”.

Para comprender una obra maestra, inclinaos profundamente an te ella y esperad reteniendo elaliento a que ella os hable.

Un crítico eminente de la época Sung, hizo undía esta encantadora declaración:

“Cuando yo era joven alababa al m aestrocuyos cuadros amaba; pero a medida que madu-raba mi juicio me alababa a mí mismo por amar lo

que los maestros habían elegido para hacer quelo amase”.

Es de lamentar el que muy pocos de entre nos-

otros se tomen el trabajo de estudiar los maestros.En nuestra ignorancia obstinada, nos resisti-

mos a rendirles el más sencillo homenaje de corte-sía y así nos vemos privados del rico festín de be-

lleza que ofrecen a nuestros ojos.

Un maestro, siempre tiene algo que ofrecer ynos quedamos con el deseo, sencillamente, porque

carecemos de gusto.

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Para quien, por el contrario, tiene el sentido

del arte, una obra maestra llega a ser una reali-

dad viviente a la que se siente ligado por lazos decamaradería.

Los maestros son inmortales porque sus amoires y sus angustias viven en nosotros eternamente.

Es más bien el alma que la mano, el hombre

que la técnica lo que nos llama, y cuanto más hu-mano es el llamamiento, más profunda es núes'

tra respuesta, por efecto de esa comprensión se *creta que existe entre el maestro y nosotros, que

llegamos a sufrir y a regocijarnos con los héroes,y las heroínas de los poemas y de los romances.

Tikamatu, nuestro Shakespeare japonés, con-sideraba como uno de los principios esenciales dela composición dramática el de inspirar confian-

za al público.Entre un gran número de obras que sus discí-

 pulos habíanle dado a conocer, sólo una le agradó.

Era la que tenía cierta semejanza con Come-dia de los errores,  en donde aparecen dos hermainos que son víctimas de su extraordinario pare-

cido. —S í; dijo Tikam atu— yo siento vivir aquí el

espíritu del drama, porque se ha tenido en cuen-ta al público tal y como es, y esto le permitirá sa-

 ber alguna cosa más que los actores. Sabe sobre lo

112

que reposa el error y tiene piedad de los persona-

 jes que ve en la escena precipitarse inconsciente-

mente hacia su destino.Los grandes maestros del Oriente, lo mismoque el Occidente, jamás desdeñaron la sujestión

como medio de atraer la confianza del espec-tador.

¿Quién puede contemplar una obra* maestra

sin asustarse de la inmensidad de pensamientosque ante nuestra mirada descubre?

 No hay verdaderas obras maestras que no sean

familiares y simpáticas.¡Qué frías son, por el contrario, las produc-

ciones corrientes del momento actual!

¡Aquí, la expansión acalorada del corazón deun hombre! Allá nada más que un gesto formalis-ta. Esclavos de la técnica, los modernos rara vezse elevan sobre sí mismos.

Como los músicos que en vano intentan hacervibrar el arpa de Lungmen, sólo cantan para sí

mismos.Podrá suceder que sus obras se acerquen a la

ciencia; seguramente en la misma proporción sealejarán de la humanidad.

Existe un viejo proverbio japonés, según elcual, una mujer no puede amar a un hombre ver-daderamente vanidoso, porque en su corazón no

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I

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queda la más pequeña rendija por donde el amor pueda penetrar y llenarlo.

La vanidad en arte es igualmente fatal para lasimpatía, sea por parte del artista, sea por partedel público.

 No conozco nada más santificante que la uniónen el arte de los espíritus ligados por el parentes-

co. En el momento de estos encuentros, el amantedel arte se sobrepasa a sí mismo.

A la vez es y no es.

Entrevé un resplandor de infinito; pero las pa

 pabras no le bastan para expresar su gozo, pues-to que los ojos carecen de lengua.

Libre de las cadenas de la materia su espíritu

se mueve con el mismo ritmo de las cosas.

Así el arte se identifica con la religión y en-noblece a la humanidad.

Así el que hace una obra maestra, hace una

obra sagrada.

En los tiempos antiguos, la veneración de quelos japoneses rodeaban las obras de un gran artis-ta, era verdaderamente extremada.

Los maestros del té conservaban sus tesoroscon una discreción acendradamente religiosa y confrecuencia era preciso abrir una después de otra

un gran número de cajas antes de describir el re-

lié

Hcario y la envoltura de seda en cuyos dulces plie-

gues reposaba el Sancta sanctorum.

Sólo muy de tarde en tarde se exhibía única-mente ante los verdaderos iniciados.

En la época en que el Teísmo llegó a su apo-geo, los generales del Taiko se mostraban muchomás satisfechos de que para premiar sus victoriasse les regalase una obra de arte preciosa, que deque se les diera una vasta extensión de territorio.

Muchos de nuestros dramas favoritos tienen

como asunto la pérdida de una obra maestra y el

éxito de recobrarla.En uno de ellos, por ejemplo, el palacio del

señor Hosokawa, en donde se guarda el célebre

retrato de Dharuma pintado por Sesson, se ve derepente envuelto en llamas a causa de la negligen-

cia del samurai de guardia.Resuelto a afrontar todos los riesgos para sal-

var el precioso cuadro, éste se precipita en el edi-

ficio ardiente y se apodera del kakemono, pero en-cuentra todas las salidas obstaculizadas por el

fuego.Pensando únicamente en la salvación de la

obra maestra, se da en el cuerpo con la espada untajo largo y profundo, se desgarra una manga,envuelve en ella la seda pintada y lo hunde todo en

su terrorífica herida.

115

T

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El fuego al fin se extingue y entre las cenizashumeantes se encuentra el cuerpo medio consumi-do en cuyo interior reposa, respetado por las lla-

mas, el inestimable tesoro.Demuestra esta historia trágica, a la vez que

la fidelidad de un samurai, el precio que nosotrossabemos asignar a una obra maestra.

 No olvidemos, sin embargo que el ar te sólotiene valor en la 'medida que habla a nues tro co-

razón.

Puede llegar a ser una obra universal si nos-

otros sabemos ser universales eñ nuestras simpa-tías.

 Nue stra na tura leza lim ita la fuerza de la tra -dición y de las convenciones, del mismo modo quenuestros instintos hereditarios restringen nuestra

capacidad para los goces estéticos. Nuestra propia individualidad, fi ja también

hasta cierto punto límites a nuestra comprensióny nuestra personalidad estética busca sobre todo

sus propias afinidades en las creaciones del pa-sado.

Es verdad, por ora parte, que mediante la cul-tura nuestro sentido del arte se amplía y cadadía vamos siendo más capaces de gozar nuevasexpresiones de belleza para las que ayer nos crei-

mos todavía insensibles.

116

Pero, después de todo ¿dejará de ser nuestra propia imagen lo que nosotros vemos en el Uni-

verso? ¿No será nuestro propio temperam ento elque nos impone las maneras de perc ibir ?

Los maestros del té, sólo coleccionaban obje-tos que correspondieran exactamente a la modali-

dad de su gusto personal.Recuerdo a propósito de esto una historia que

se cuenta de KoboríEnsyu.Pa ra cumplimentarle por haber dado una

 prueba de un gusto perfecto en la elección de sus

colecciones, le decían sus discípulos: —“Cada objeto es de ta l naturaleza que no

hay persona que pueda negarle su admiración. Es-to prueba que tenéis mejor gusto que Rikiu, pues-

to que entre mil personas sólo habrá una capaci-tada para admirar su colección.”

Y a esto Ensyu, respondió tristemente:

 —“E sa es una prueba de mi vulgaridad :

 Nuestro gra n Rikiu ten ía la audacia de no admi-rar más que los objetos que le complacían perso-nalmente, mientras que yo, inconscientemente, me

incorporo al gusto de la mayoría. En verdad, enverdad, no hay más que un Rikiu por cada mil

que puedan llevar el título de Maestros del té”.Sea de ello lo que fuere, jamás lamentaremos

 bastante el que la mayor par te del entusiasmo

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aparente que se siente hoy por el arte, no emane

de un sentimiento real y profundo.

En una época democrática como la nuestra ,los hombres aplauden todo lo que es considerado

 por las masas como lo mejor, sin respeto para los

 propios sentimientos.Aman lo costoso y no lo refinado; lo que está

de moda y no lo que es bello.

A las masas populares, la contemplación de

los periódicos ilustrados, que son productos de su

 propio industrialismo, les da un, alimento de goceestético, mucho más fácil de digerir que los Pri-mitivos italianos o los maestros de Asikaga quesimulan admirar.

Eí nombre del artista es para ellos mucho másimportante que la calidad de la obra.

Como decía un crítico chino hace ya muchossiglos, “el pueblo hace la crítica de la pintura conlos oídos.”

A la falta de gusto personal y de juicio origi-nal debemos los horrores pseudo clásicos que nosacometen hoy por todas partes.

Otro error no menos difundido es el de con-fundir el arte con la arqueología.

La veneración inspirada por la antigüedad esuno de los rasgos más nobles del carácter huma-

118

no y sería de desear el que estuviera más ex-tendida de lo que está.

Los viejos maestros tienen derecho a ser ve-nerados por haber abierto las vías para el pro-greso futuro y el sólo hecho de que hayan cruza-

do intactos por los siglos de la crítica y hayan lle-gado a nosotros cubiertos de gloria, impone to-dos los respetos.

Pero sería una locura evidente evaluar sólosus esfuerzos por la medida de la edad.

Mientras tanto, dejamos a nue stra simpatíahistórica la dirección de nuestro dicernimiento es-tético.

Ofrecemos las flores de nuestra aprobación alartista cuando está tranquilamente tendido en sutumba.

El siglo XIX que ha engendrado la teoría dela evolución, a pesar de ello ha creado en nosotros

la costumbre de perder de vista el individuo en laespecie.

Un coleccionista se cuida ante todo de adqui-rir ejemplares de una escuela o de una época y ol-vida que una sola obra maestra nos atrae másque una gran cantidad, por grande que sea de pro-

ducciones mediocres de una época o de una es-

cuela determinadas.

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Clasificamos demasiado y no gozamos lo su-ficiente.

El hecho de haber abandonado el método de presentación estética de las obras de arte por el

 pretendido método de presentación científica, hacausado la muerte de algunos museos.

Por último, los derechos del arte contemporá-

neo, no pueden quedar ignorados en ningún planovibrante de la vida.

El arte de hoy es él que realmente nos perte-

nece; es nuestro propio reflejo.■Condenarlo es condenarnos a nosotros mis-

mos.

Es corriente declarar que la época actual nin-

gún arte posee. Si asi es ¿ a quién incumbe la res-

 ponsabilidad?

¿No es una vergüenza el que a pesar de todas

nuestras rapsodias sobre los antiguos, prestemos

tan poca atención a nuestras propias posibilida-des?

Hay, sin embargo, artistas que luchan, almas

fatigadas que se marchitan en la sombra de unhelado desdén.

En un siglo fijo sobre su propio centro ¿qué

inspiraciones podemos ofrecerles?

120

El pasado puede mirar muy bien con desdénla pobreza de nuestra civilización; el porvenir se

reirá de la esterilidad de nuestro arte.Destruimos el arte al destruir la belleza de la

vida.¿Llegará el gran mago que construya con el

tronco de la sociedad moderna el arpa poderosacuyas cuerdas vibren un día al impulso de los de-

dos del genio?

121

1

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VI. LAS FLORES

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VI

Fl  o r e s

habéis oído alguna vez en medio de la luz

gris y temblorosa de un amanecer de primave-ra, entre fel murmullo de los pájaros en los árboles,una cadencia misteriosa que no podía ser sino unaconversación que entre ellas sostenían las flores?

Está fuera de duda en todo caso, que para lahumanidad el amor a las flores ha debido naceral mismo tiempo que la poesía del amor.

¿Cómo en efecto se podrá concebir mejor queen presencia de una flor, tan dulce en su incons-

ciencia y que no tiene tanto perfume como silen-cio y misterio, la revelación del alma de una vir-gen?

Al ofrecer a su amada la primera guirnalda,el hombre primitivo se eleva por encima del bru-

to; se eleva por encima de las necesidades grose-ras de la naturaleza; asciende a ser humano.

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Al percibir la utilidad sutil de lo inútil hace

su entrada en el reino del arte.

En la alegría o en la tristeza las flores sonnuestras amigas más fieles.

Comemos, bebemos, cantamos, danzamos y

flirteamos con ellas. Nos casamos y nos bautizamos con flores.

Morimos entre las flores.

Hemos adorado con los lirios, meditado con

los lotos y a la vez que cargábamos con los arcos

de las batallas lo hacíamos con la rosa y el cri-

santemo.H asta hemos intentado hablar la lengua de las

flores.¿Cómo, pues, podríamos vivir sin ellas?

Da miedo imaginar un mundo vacío de su pre-

sencia .

¡Qué consuelos aportan a la cabecera del en-

fermo!

¡Qué luz de bendición a los espíritus fat i-gados !

Su serena ternura conforta nuestra confian-za desfalleciente en el universo, del mismo modoque la mirada atenta de un niño hermoso, resuci-

ta nuestras esperanzas perdidas.Cuando estamos ya acostados sobre el polvo,

126

ellas son las que más se detienen a llorar sobrenuestras tumbas.

Por triste que ello sea, no hemos de ocultarque a despecho de nuestra familiaridad con lasflores, no nos hemos levantado mucho por enci-ma de los brutos.

Aguijad al cordero, y el lobo que en nosotrosvive no tardará en mostrar los dientes.

Alguien ha dicho que el hombre es a Jos diezaños un animal, a los veinte un loco, a los treinta

un fracasado, a los cuarenta un farsante y a los

cincuenta un criminal.Acaso se convierte en criminal porque nunca

cesó de ser criminal.

 Nada hay para nosotros más rea l que el ham- bre; nada más sagrado que nuestros deseos.

Todos los altares„unos detrás de otros se handemolido ante nuestros ojos; uno sólo es eterno;aquel sobre el que quemamos incienso a nuestroídolo supremo: a nosotros mismos.

 Nuestro Dios es grande y el Dinero es su pro-feta.

Para sus sacrificios, devastamos la naturale-za entera.

 Nos envanecemos de haber conquistado la ma-teria y olvidamos que es la materia quien ha he-cho de nosotros sus esclavos.

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i Cuántas atrocidades cometemos en el nombre

de la cultura y del refinamiento!

Decidme, gentiles flores, lágrimas de las es-

trellas, que permanecéis en el jardín balanceandovuestras cabezas a gusto de las abejas que can-tan al rocío y al sol: ¿ Conocéis el terrib le destino

que os aguarda?

Soñad, balanceaos, loquead mientras podáis

en las dulces brisas del estío.

Mañana una mano implacable os estrangularála garganta, seréis arrancadas brutalmente, des-

trozadas miembro a miembro y arrastradas muylejos de vuestras moradas apacibles.

La desdichada, que pasara en el mundo por bella, podrá decir lo encantadoras que érais antesde que sus dedos se mojaran con vuestra sangre.

¿Es esto la bondad?

¿Será tal vez vuestro destino el veros aprisio-nadas entre los cabellos de una a la que sabéis sincorazón, o prendidas en el ojal de la solapa de

uno que no se atrevería a miraros cara a cara si

fueseis un hombre?

Tal vez sea vuestra suerte la de veros ence-

rradas en un vaso estrecho, con un poco de aguamanida para aplacar la sed agotadora que os ad-

vierte que la vida se acaba.

128

¡ I

■i;

Flores : si habitáis en el palacio del Mikado,encontraréis a veces un terrible personaje arma-do de unas grandes tijeras y una pequeña sierra.

Se titulará a sí mismo Maestro de las Flores.

Reclamará para sí los derechos de un doctor.Y por instinto le odiaréis, porque no ignora-

réis que un doctor busca siempre el medio de pro-longar los sufrimientos de sus víctimas.

Os cortará, os plegará, os curvará en todas

direcciones, en posturas imposibles; torturas que ju zgará conveniente imponeros.

Retorcerá vuestros músculos y dislocará vues-tros huesos como un osteópata.

Os quemará con carbones ardientes para de-tener la salida de vuestra sangre y os clavará enlas carnes hilos de hierro para activar la circu-lación.

Os inyectará sal, vinagre, alumbre y hasta vi-triolo.

Verterá a vuestros pies agua hirviente cuandole parezca que estáis a punto de desfallecer.

Y será su gloria el poderos guardar vivas du-rante dos o tres semanas más dé lo que hubiérais

 podido vivir sin su tra tamiento.

¿No hubiérais preferido morir de un sólogolpe ?

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¡ Qué de crímenes debéis de haber cometido en

vuestra encarnación anterior para merecer ahora

tan prolongado castigo!La devastación desenfrenada de las flores que

se practica en Occidente, es acaso más espantosaque la forma en que son tratadas por los Maes-

tros de flores del Oriente.La cantidad de flores cortadas cada día para

adornar los salones de baile y las mesas de los

 banquetes en Eu ropa y en América, pa ra arro ja r-

las al día siguiente, debe de ser enorme.

Ensartadas juntas, harían una guirnalda paratodo un continente.

Comparado con esta despreocupación total de

la vida, el crimen del Maestro de las flores resul-

ta ya insignificante.

Este por lo menos, respeta la economía de lanaturaleza y en su seno escoge sus víctimas, con

cierta previsión, y una vez muertas rinde hono-

res a sus restos.En el Occidente la aglomeración de flores pa-

rece formar parte del decoro y de la riqueza; es

la fantasía de un momento.¿A dónde van todas estas flores cuando ha

terminado la fiesta?¿ Hay nada más lamentable pa ra ser visto que

130

una flor marchita^ tirada sin remordimientos al pudridero?

¿ Po r qué nacen las flores a la vez que tan be-llas tan desgraciadas?

Los insectos pueden picar, y la bestia másapacible puede luchar si se la hostiga.

Los pájaros, cuyas plumas se buscan para

adornar un sombrero, pueden escapar volando dequien los persigue.

El animal de quien tomáis la piel para vues-

tros vestidos, puede ocultarse al sentiros llegar.

Pero ¡ay! solamente la flor que tiene alas, esla mariposa.

Las demás tienen que permanecer inmóviles y

desarmadas ante sus verdugos.

Si lanzan gritos durante su agonía, no llegana nuestros duros oídos.

Somos con frecuencia brutales frente a losque nos sirven en silencio; pero puede llegar la

hora en que nuestra maldad aleje de nosotros anuestros mejores amigos.

¿No habéis notado que las flores se van h a -ciendo más raras cada año?

Tal vez se deba esto a que sus sabios las ha-yan aconsejado la huida hasta que el hombre sehaga más humano.

131

I

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Sin duda han emigrado al cielo.Alabemos al hombre que se dedica al cultivo

de las plantas.

El hombre del tiesto de flores, es indudable-mente mucho más humano que el hombre de las

tijeras.Vemos con placer cómo se preocupa por la llu-

via y por el sol, sus luchas contra los parásitos,

su miedo a las heladas, su ansiedad cuando los botones se muestran tardíos, su encanto cuando

las hojas hicieron su explosiva aparición.En oriente, el arte de cultivar las flores es uno

de los más antiguos y los cuentos y las cancionesestán saturados del amor del poeta por su planta

favorita.Bajo las dinastías Tang y Sung, los ceramis-

tas crearon para sus plantas recipientes maravi-llosos; no eran vasos, sino verdaderos palacios de

 piedras preciosas.A cada flor estaba asignado un doméstico es-

 pecial encargado de velar por ella y de lava r sushojas con su finísimo pincel de pelo de conejo.

Está escrito que la peonía debe ser bañada poruna hermosa joven vestida de gala, y el ciruelo

de invierno por un monje pálido y joven.

En el Japón una de las danzas  No,   más anti-guas y más populares, el hatinoki,  que data de la

132

época de  Asikaga,   tiene por tema la historia de

un caballero que se queda pobre y en una nochehelada, no teniendo otra cosa para hacer fuego,corta sus plantas más queridas en obsequio a un

religioso errante que llega hasta él.

El religioso no es otro sino HozyoTokiyori,el HarumalRaschid de nuestros cuentos y el sa-

crificio del buen caballero es bien recompensado.

Hoy mismo, la representación de esta obra,

no deja de arrancar lágrimas al público de Tokio.

Entonces se adoptaban grandes precauciones

 para cuidar y conservar las flo res delicadas.El Emperador Huensung, de la dinastía Tang,

colgaba cascabeles de oro en las ramitas de su

 ja rd ín para ahuyentar los pájaros.

Este mismo soberano, hacía que en la prima-vera los músicos de su corte recrearan a las flo-res con suaves conciertos.

Existe aún en un monasterio del Japón una

 preciosa tableta que la tradición atribuye a Yosituné, el héroe de nuestro ciclo de leyendas aná-logo al ciclo de la Tabla Redonda. Es un aviso re-ferente a un ciruelo maravilloso y nos habla enel tono propio de una época guerrera.

Después de haber hecho mención de la belleza

de las flores, la inscripción dice;

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“A quien quiera que corte una sola rama deeste árbol, en castigo le será cortado un dedo.”

¿No convendría aplicar hoy estas leyes a losque ejercitan su frenesí destructor sobre las flo-res y a los que inutilizan las obras de arte?

En lo que concierne a las flores en tiestos, es preciso acusar al egoísmo humano.

¿Por qué substraer las plantas de su medio y pedirles que florezcan en los medios ex traños?

¿No es esto lo mismo que pedir a los pájarosque gorjeen y canten en la prisión de una jaula?

¡ Quién sabe lo que sentirán las orquídeas alsofocarse en el calor artificial de vuestros inver-naderos, suspirando sin esperanza por un deste-llo de su cielo meridional!

El amante ideal de las flores es el que las vi-sita en sus retiros naturales, como Taoyuenming

que se sentaba delante de una empalizada de bam- bú cortado, para conversar con un crisantemo sal-vaje, o como Linwosing que perdió su camino se-

ducido por unos perfumes misteriosos cuando se paseaba du rante el crepúsculo por entre unos ci-ruelos en flor junto al lago occidental.

Se cuenta también que Chawmushih dormíaen una barquilla en tal forma que sus sueños pu-dieran confundirse con los de los lotos.

.Este mismo espíritu era el que animaba a la

134

emperatriz Komío, una de las soberanas más fa-

mosas de Nara, cuando cantaba:

“Si te cojo, mi mano te lastimará, ¡oh flor!Tal y como te veo en el seno de la pradera, te doy

en ofrenda a los Budas del pasado, del presente

y del porvenir.”

 No seamos, sin embargo, demasiado sentim en-

tales. Seamos menos lujosos; pero más m agn í-

ficos.Laotsé decía: “El cielo y.la tierra son impla-

cables.”

Kobodaisi decía: ‘‘Corre, corre, corre; la co-

rriente de la vida va todavía más lejos.”“Muere, muere, muere; la muerte llega para

todos.”

La muerte nos acecha, sea cual fuere la di-

rección que tomemos.

Destrucción arrib a y abajo; destrucción de-

lante y detrás.

El cambio es lo único que es eterno, ¿por qué, pues, no hemos de acoger bien tanto la muerte

como la vida?

 No existen más que contrapa rtidas , la Noche

y el Día de Brahama.A favor de la desintegración de lo viejo, re-

sulta posible el deleite.

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Hemos adorado a la Muerte, la diosa impla-cable de la piedad, bajo los nombres más dis-

tintos .Era la sombra del Devorador Universal que

los Gheburs saludaban en el fuego.

Ante el purism o helado del almaespada, elJapón de Sinto, se arrodilla hoy todavía.

El fuego místico consume nues tra debilidad;

la espada sagrada rompe la esclavitud del deseo.

De nuestras cenizas se alza el genio de la ce-lestial espada; de la libertad nace una más alta

realización de la Humanidad.¿Por qué, pues, no destruir las flores, si de

sus despojos podemos sacar nuevas formas paraennoblecer las ideas del mundo?

Concretémonos a imponer el que a nuestro sa-

crificio se una la belleza.

Sólo rescataremos nuestras acciones consa-grándonos a la pureza y a la sencillez.

Así razonaron los maestros del té cuando es-tablecieron el culto de las flores.

Quien conozca la manera de ser de nuestrosmaestros del té y de las flores, no habrá dejadode adm irar con qué veneración religiosa tra tanlas flores.

Jamás las cogen al azar, sino escogiendo cui-

dadosamente las ramas y hasta las briznas, sin

136

 perder de vista la composición estética que en suespíritu llevan.

Se acongojarían si hubiesen llegado a cortarmás de lo que sea absolutamente necesario.

Se observará, a propósito de ésto, que asociansiempre que pueden las hojas con las flores, conel deliberado propósito de representar por enterola belleza de la planta viviente.

En lo tocante a esto, como en otras muchas

cosas, su método es bien distinto del que se sigueen los países occidentales, en donde no es posible

ver más que tallos, y cabezas de flores sin cuer- pos amontonadas en desorden y al az ar en un

vaso.Cuando un maestro del té haya arreglado una

flor a su gusto, la colocará sobre el tokonoma. que es el sitio de honor de todo interior japonés.

 —Jun to a ella no será colocada otra que pue-da dañar el efecto que deba producir.

Y tampoco se colocará ninguna pintu ra, a noser que así lo determine una razón estética parti-cular para una combinación de determinada ín-dole .

La flor está allí como un príncipe en su trono,y los invitados o los discípulos, al entrar en la es-tancia la saludarán con una profunda reverencia

antes de ofrecer sus cumplimientos al anfitrión.

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Ante las obras maestras del género se trazan

dibujos que se reparten para edificación de los

aficionados, y sobre el tema existe una copiosa li-teratura.

Cuando la flor se marchita, el maestro la con-fina tiernamente en la ribera y allí piadosamentese la entierra en la arena.

Algunas veces, hasta se han elevado monu-mentos a su memoria.

El origen del Arte de tratar las flores es, al parecer, contemporáneo del Teísmo, esto es, datadel siglo XV.

Las leyendas nuestras atribuyen el primer or-denamiento floral a aquellos viejos santos budis-

tas que recogían las flores tronchadas por el hu-racán y en su infinita solicitud para con todas lascosas vivientes, las colocaban en vasos llenos deagua.

Se cuenta que Soami, el gran pintor de la Corte

de AsikagaiYosímasa fue uno de los primerosadeptos de esta encantadora costumbre.Zyuco, el maestro del té, fue uno de sus pri-

meros discípulos, como también lo fué Senno, elfundador de la casa de Ikenobo, familia tan ilus-tre en los anales de la Flor, como la de los Kano^en los de la pintura.

Al mismo tiempo que se perfeccionaba bajo

138

Rikiu el ritual del té, hacia el final dpl^siglo XVI,

el arte de tratar las flores llegaba a su máximodesarrollo.

Rikiu y sus sucesores, los célebres OdaYuraki, FurudaOribé, Kayetu, KoboriEnsyu,KatagiriSekisyu, rivalizaban entre ellos en bus-ca de combinaciones nuevas e imprevistas.

Pero no debemos olvidar que el culto de las

flores, tal y como lo practicaban los maestros de!té, sólo era una parte de su ritual estético y no

constituía por sí mismo una Religión.Toda decoración flora l, así como las demás

obras de arte que adornaban la Cámara del té es-

taba sometida al plan general de .ornamentación.

Así, Sekisyu prohibía el que se hiciera uso de

las flores blancas de ciruelo cuando aún habíanieve en el jardín.

Las flores engañosas  estaban implacablemen-

te desterradas de la Cámara del té.Un decorado floral combinado por un maestro

del té, pierde toda su significación si se trans- po rta del sitio para donde fué destinado, porquetodas sus líneas, todas sus proporciones se estu-

diaron con el objeto de que resultara en armoníacon los objetos de alrededor.

La adoración de la flor por sí misma comien

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Ante las obras maestras del género se trazandibujos que se reparten para edificación de los

aficionados, y sobre el tema existe una copiosa li-teratura.

Cuando la flor se marchita, el maestro la con-fina tiernamente en la ribera y alli piadosamentese la entierra en la arena.

Algunas veces, ha sta se han elevado monu-mentos a su memoria.

El origen del Arte de tratar las flores es, al

 parecer, contemporáneo del Teismo, esto es, data

del siglo XV.Las leyendas n uestras atribuyen el primer or-

denamiento floral a aquellos viejos santos budis-

tas que recogían las flores tronchadas por el hu-racán y en su infinita solicitud para con todas lascosas vivientes, las colocaban en vasos llenos deagua.

Se cuenta que Soami, el gran pintor de la Cortede AsikagaiYosimasa fue uno de los primeros

adeptos de esta encantadora costumbre.Zyuco, el maestro del té, fue uno de sus pri-

meros discípulos, como también lo fué Senno, elfundador de la casa de Ikenobo, familia tan ilus-tre en los anales de la Flor, como la de los Kano^en los de la pintura.

Al mismo tiempo que se perfeccionaba bajo

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Rikiu el ritual del té, hacia el final del siglo XVI,el arte de tratar las flores llegaba a su máximo

desarrollo.Rik iu y sus suceso res, los célebres Oda

Yuraki, FurudaOribé, Kayetu, KoboriEnsyu,KatagiriSekisyu, rivalizaban entre ellos en bus-

ca de combinaciones nuevas e imprevistas.

Pero no debemos olvidar que el culto de las

flores, tal y como lo practicaban los maestros delté, sólo era una parte de su ritual estético y nocon stituía por sí mismo una Religión.

To da decoración floral, así como las demásobras de arte que adornaban la Cámara del té es-tab a sometida al plan general de .ornamentación.

Así, Sekisyu prohibía el que se hiciera uso delas flores blancas de ciruelo cuando aún había

nieve en el jardín.Las flores engañosas  estaban implacablemen-

te desterradas de la Cámara del té.

U n decorado floral combinado por un m aestrodel té, pierde toda su significación si se trans- p o rta del si tio para donde fu é des tinad o, porquetodas sus líneas, todas sus proporciones se estu-

diaron con el objeto de que resultara en armonía

con los objetos de alrededor.La adoración de la flor por sí misma comien-

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za con el nacimiento de los Maestros de Flores,

a mediados del siglo XVII.Entonces se hace independiente de la Cámara

del té y no conoce otra gloria sino la que le im-

 pone el vaso eilegido. Nuevas concepciones y nuevos métodos de eje-

cución fueron ya entonces posibles y de ellos re-sultaron verdaderos principios y verdaderas es-

cuelas.Un escritor de mediados del siglo último de-

cía que él podría contar más de cien escuelas di-

ferentes en el arte de tratar las flores.Se dividían en dos ramas principales: la for-

malista y la naturalista.Las escuelas formalistas, dirigidas por los

Ikenobo aspiraban a un idealismo divino, corres-

 pondiente al de la Academia de Kano.Tenemos descripciones de decorados florales

ejecutados por antiguos maestros de esta escue-la, que casi llegan a reproducir los cuadros de flo-

res de Tansetu y de Tunénobu.La escuela naturalista, por el contrario, como

indica su nombre, acepta la naturaleza, ante todo, por modelo y se conform a con imponerle algunasmodificaciones en la forma, necesarias para la ex-

 presión de una unidad artís tica.¿No se observan aquí los mismos impulsos que

140

en la pintura han formado las escuelas de Ukiyoéy de Sizyo?

Sería muy interesante, si para ello tuviéramoslugar el estudiar más a fondo las leyes de compo-

sición y de detalle formuladas por lOs diferentesMaestros de Flores de esta época, basadas en su-ma en las mismas teorías fundamentales que re-gían la decoración Tokugawa.

^Tres principios esenciales las gobernaban: el

 principio primordial, que er a el cielo; el principiosubordinado, la tierra; y el principio conciliador,

el hombre.Todo decorado floral’que no se sometiera a la

aplicación de estos tres principios, se considera- ba infecundo y muerto.

Insistían también mucho los Maestros de Flo-

res de entonces sobre la importancia que tiene eltratar una flor en sus tres aspectos diferentes: elformal, el semiformal y el informal.

Podría decirse que el primero presenta las flo-

res en un suntuoso tocado de baile, el segundo enla cómoda elegancia de un vestido de tarde y el

tercero en el encantador deshabillé  del gabinete. Nues tras simpatías personales están, hemos

de declararlo, con el decorado floral del maestrodel té más bien que con el del maestro de Flores.

El primero representa el arte concebido según

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su objeto esencial y sobre el terreno de su verda-

dera intimidad con la vida.

Quisiéramos llamar a esta escuela  Natura l   enoposición a la naturalista y a la formalista.El Maestro del té estima que su deber se li-

mita a la elección de las flores, y deja que ellas

cuenten su propia historia.Entrad en una Cámara del té hacia el final

del invierno y allí veréis una sutil ramita de ce-rezo silvestre, combinada con una camelia en bo-

tones.

¿No es ésto como un eco del invierno que sevá, y a la vez la anunciación de la primavera?

Y cuando entráis para tomar el té de mediodía

durante el caluroso tiempo estival y descubrís en

la fresca sombra del tokonoma un lirio sencillo enun vaso colgado, que saborea el rocío, ¿no parece

que sonríe a la locura de la vida ?Ciertamen te que un decorado sólo de flores

 puedo ser muy interesante; pero cuando se com-

 bina en concierto con la pintura y la escultura,

¡qué encanto!Sekisyu colocó una vez algunas plantas acuá-

ticas en un vaso plano para seguir la visión de

una vegetación de lago y en la parte alta del mu-

ro cuelga' una pintura de Soami que representa

 patos salvajes en pleno vuelo.

142

Syoa, otro Maestro de té, compuso un poema

sobre la belleza de la soledad junto al mar con un

quemadero de perfumes de bronce que tenía laforma de una cabaña de pescador, y algunas deesas flores silvestres que la resaca deposita en las playas.

Uno de los invitados cuenta haber sentido an-

te esta composición el soplo del invierno muriente.

Las historias de las flores, jamás tienen fin.

Escuchad una todavía.

En el siglo XVI, “la gloria de la mañana” eratodavía muy rara entre nosotros. Rikiu tenía un

 ja rd ín sembrado por completo de ella y lo culti-vaba con un cuidado exquisito.

La nombradía de sus convnlvuhis  llegó hastalos oídos del Taíko, quien sintió el deseo de con-

templarlos.

Rikiu le invitó a un té matinal en su casa. En

el día fijado, el Taíko llegó y se paseó por el jar-dín; pero allí no había la menor sombra de con 

vulznthis.  El suelo había sido apisonado y cubier-to de arena y guijarros finísimos.

Lleno de sombrío enojo, el déspota entró en laCámara del té y allí un espectáculo inesperado localmó.

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Sobre el Tokonoma, en un bronce precioso de

la época de los Sung había una sola “gloria de la

mañana” . ¡ La reina de todo el jar d ín !Tales ejemplos nos demuestran toda la signi-

ficación del sacrificio de las flores.

Es posible que las propias flores aprecien estasignificación.

 No son las flores ta n cobardes como los hom-

 bres. Ciertas flores encuentran en la muerte su

gloria: las flores del cerezo japonés, por ejemplo,

que se abandonan al viento libremente.Quien haya visto las avalanchas olorosas de

Yosino o de Arasiyania, podrá comprenderlo.

Un momento voltigean como nubes de piedras

 preciosas y danzan sobre las aguas de cristal :

después, bogando sobre las ondas sonrientes, pa-

rece como si dijeran;

“¡Adiós, Primavera, que nos vamos hacia la

Eternidad!”

VII. LOS MAESTROS DEL TE

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V II

Los Maestros del Té

En Religión el porvenir está detrás de nos-

otros .

En Arte, el presente es eterno.

Los Maestros del té sostenían que el verdade-

ro sentido del arte sólo es posible para los quehacen del arte una influencia viva.

Así trataban de arreglar su vida cotidiana con

arreglo al perfecto modelo de refinamiento querealizaban en la Cámara del té.

En todas las circunstancias cuidaban de man-

tener su serenidad de espíritu y de dirigir la con-

versación de manera que no alterase la armoníade alrededor.

El corte y el color de los vestidos, el equili-

 br io del cuerpo, la manera de andar; todo ello

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 podía servir para la manifestación de una perso-

nalidad estética.

Objeto serio, ciertamente, pues quien no sabecultivar la belleza en sí mismo no tiene el dere-

cho de apreciarla en los demás.Así el Maestro del té se esforzaba por ser algo

más que un artista; por ser el arte mismo.

Este era el Zen de la estética.La perfección está en todo, si tratamos cui-

dadosamente de buscarla.Rikiu se complacía en citar un viejo poema en

el que se dice:“A los que no aman las flores, quisiera yo mos-

trarles la Primavera en plena florescencia, cuan-

do pinta y viste los botones sobre las colinas cu-

 bier tas de nieve” . Numerosas han sido las aportaciones hechas

 por los Maestros del té.Han revolucionado por completo la arquitec-

tura clásica y la decoración interior, y creado elnuevo estilo que hemos descrito en el capítulo con-

sagrado a la Cámara del té, cuyas influencias se

encuentran hasta en los palacios y en los monas-terios que se han constru ido después del si-

glo XVI.El complejo KoboriEnsyu ha dejado notabilí-

simas muestras de su genio en la villa imperial de

148

Katura, en los castillos de Nogoya y de Nizyo yen el monasterio de Kohoan.

Todos los jardines célebres del Japón, los handibujado los maestros del té y es más que proba-

 ble que nues tras artes de la cerám ica jamás hu - bieran llegado a su grad o de perfección si los

maestros del té no les hubieran prestado sus ins-

 piraciones, puesto que la fabricación de los uten-silios empleados en las ceremonias del té exigía

de nuestros alfarero s un gran derroche de in-

genio.Los siete Hornos de Ensyu son bien conoci-

dos de todos los que han estudiado la cerámica ja- ponesa.

¡Cuántas de nuestras telas llevan los nombresde los maestros del té que concibieron para ellasel color y el dibujo!

Es imposible, a la verdad, encontrar una rama

del arte en donde los maestros del té no hayan de- jado la huella de su genio.

En la pintura y en la laca parece supérfluo se-

ñalar los inmensos servicios que se les debe.

¿ No debe su origen una de nuestras más gran-

des escuelas de la pintura al maestro del té Hon

ami Koyetu, no menos famoso como artista de las

lacas que como alfarero?

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Después de sus obras, las magníficas creacio-

nes de Koho, su nieto y de Korin y Kenzan, sus

sobrinos, quedan casi en las sombras.Toda la escuela de Korin, tal y como se la de-

fine generalmente, es una expresión del Teismo;

 parece que en sus grandes rayos esta escuela po-

see la vitalidad de la propia naturaleza.Por grande, sin embargo, que haya sido la in-

fluencia de los maestros del té en los dominios

del arte, es muy pequeña si se la compara con la

que han ejercido en la evolución de la vida.

 No sólo en los usos de la sociedad elegante sesiente la influencia de los maestros del té, sino

que llega hasta el arreglo de todos los detalles de

nuestra vida doméstica.Muchos de nuestros platos más delicados, así

como nuestra manera de presentar los alimentos,

han sido inventados por ellos.

 Nos han enseñado a no llevar vestidos sino de

colores sobrios.

 Nos ha n enseñado el gusto especial para colo-car las flores unas junto a otras.

Han hecho más enérgico nuestro amor natu-

ral a la sencillez y nos han revelado la belleza de

la humildad.En una palabra, por sus enseñanzas el té ha

entrado en la vida del pueblo.

150

Aquellos de entre nosotros que ignoran el se-

creto para arre glar convenientemente la propia

existencia, sobre este mar tumultuoso de inmen-

sas perturbaciones que llamamos vida, viven en

un estado de sufrimiento perpétuo, intentando envano parecer felices y satisfechos.

Desfallecemos en nuestros esfuerzos para con-

servar el equilibrio moral y vemos un precursor

de la tempestad en cada nubecilla que flota en elhorizonte.

Hay, sin embargo, un goce y una belleza en

el rodar de cada una de las ond&s que barren laeternidad.

¿Por qué no penetrarnos de su espíritu, o co-mo Lichtsé, por qué no montar sobre el h ura-cán?

Quien sólo ha vivido con la belleza, morirácon belleza.

Los últimos momentos de los maestros del té

están así mismo llenos del refinamiento y de la

exquisitez que habían formado su vida.Tratando siempre de mantenerse en armonía

con el gran ritmo del Universo, mostrábanse

siempre dispuestos a entrar en lo desconocido.

El último té de Rikiu, se presentará siempre

ante mi espíritu como la culminación de la gran-deza trágica.

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Una vieja amistad unía a Rikiu con el Taiko A la hora indicada los in itados se re nieron

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Una vieja amistad unía a Rikiu con el Taiko

Hideyosi; el gran guerrero le profesaba altísimaestimación.

Pero la amistad de un déspota es siempre unhonor peligroso.

En aquel tiempo reinaba la traición y los hom-

 bres no tenían confianza ni aun en sus parientesmás próximos.

Rikiu no era ni mucho menos un cortesano

servil, y, con frecuencia había tenido la audacia

de contradecir a su orgulloso patrono. Así, apro-

vechándose de la frialdad que existía desde tiem- pos antiguos en tre el Ta iko y Rikiu, los enemigos

de éste le acusaron de haber tomado parte en una

confabulación para envenenar al déspota.

Se murmuró en los oídos de Hideyosi que el

 breva je fa ta l debía serle administrado en un a co-

 pa de licor verde preparado por el propio maes-tro del té.

La menor sospecha bastaba a Hideyosi para

decidirle a una ejecución inmediata y no habíaapelación posible a la voluntad del soberano irri-tado. El único privilegio que concedía a quien ha-

 bía condenado era el de morir por su propia mano.En el día fijado para su propio sacrificio, Ri-

kiu invitó a sus principales discípulos a la última

ceremonia del té.

152

A la hora indicada los invitados se reunieron

tristemente junto al pórtico.Como recorrieran con la vista las avenidas del

 jard ín , los árboles les parecían que tem blaban yoyeron entre el murmullo de las hojas pasar los

fantasmas sin asilo.Las linternas de piedra gris parecían centine-

las solemnes colocados en las puer tas de los Hados.Pero de la Cámara del té les llega una pre-

ciosa oleada de incienso; es la llamada para que

entren.Uno a uno avanzan y ocupan sus puestos.

En el tokonoma está suspendido un kimono endonde están escritas las maravillosas reflexiones

de un anciano monje sobre el anonadamiento de

todas las cosas terrestres.El ruido de la marmita hirviente sobre el bra-

sero parece el canto de una cigarra que exhala

su tristeza al estío que se va.Aparece el anfitrión; cada uno a su vez se

sirve y vacía silenciosamente su taza; el huéspedel último de todos.Después, según la etiqueta, el invitado más

notable pide permiso para examinar el servicio

del té.Rikiu coloca ante ellos los diferentes objetos

y el Kakemono.

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Cuando han experimentado toda la adm ira-

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Cuando han experimentado toda la adm ira

ción que les inspira la belleza de aquellos objetos,

Rikiu se los regala para recuerdo.

Sólo guarda para él su tazón. “¡Que jamás es-ta taza, manchada por los labios de la desgracia,

sirva para otro hombre!”Y al decir esto lo hace pedazos.

La ceremonia ha concluido. Los invitados, re-

teniendo a duras penas sus lágrimas le dan su úl-

timo adiós y abandonan la Cámara.A ruegos de Rikiu, uno sólo, el predilecto, per-

manece para asistir a su fin.

Rikiu entonces abandona su ropa de té, la plie-ga cuidadosamente sobre la mesa y aparece vesti-

do con la ropa de la muerte, de blancura inmacu-

lada .Mira con ternura la hoja brillante del fatídico

acero y le dirige este poema exquisito:

“Sé bien venida

espada de la eternidad.

Al través de Buday al través de Dharuma igualmente,

te has abierto tu camino.”

Y con el rostro sonriente Rikiu pasa a lo des-

conocido.

Kste libro se terminó de imprimir en los

Talleres de Artes Gráficas Con stitución S. R. L.

Con stituc ión 2348. Bue nos Aires, en el mes

de Enero de 1978

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