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Título original: The Cat That Walked byHimselfRudyard Kipling, 1902Traducción: Íñigo JáureguiIlustraciones: Adolfo SerraDiseño de portada: Adolfo Serra

Editor digital: leandroePub base r1.0

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P resta atención y escucha, puesesto sucedió y aconteció, oh,

mi bien amado, cuando los animalesdomésticos eran salvajes. El Perroera salvaje, como salvajes eran elCaballo, la Vaca, la Oveja y elCerdo —tan salvajes como puedaimaginarse—, y vagaban ensolitario por las húmedas selvas.Pero el más salvaje de todos losanimales era el Gato, que andabasolo y lo mismo le daba un lugarque otro.

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Naturalmente, el Hombretambién era salvaje, terriblementesalvaje. No empezó a domesticarsehasta que encontró a la Mujer, quele dijo que no quería una vida tanagreste. La Mujer escogió paradormir una cueva seca y coqueta envez de un montón de hojas húmedas.Esparció arena limpia por el suelo,encendió una linda hoguera al fondode la cueva, colgó en la entrada unapiel de caballo salvaje con la colahacia abajo y dijo: «Querido,

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límpiate los pies antes de entrar. Yatenemos un hogar».

Esa noche, mi bien amado,cenaron cordero salvaje asado

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sobre las piedras calientes ysazonado con ajo y pimientasilvestres, y pato salvaje con arroz,alholva y coriandro silvestres, ytuétano de buey salvaje, y cerezas ygranadillas silvestres. Luego elHombre se fue a dormir frente alfuego, más feliz que nunca, pero laMujer se sentó a cepillarse el pelo.Cogió un hueso de cordero —lagrande y gruesa paletilla— ycontempló las asombrosas marcasque en él había, y entonces arrojó

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más leña al fuego e hizo un conjuro,el primer conjuro cantado delmundo.

Fuera, en las húmedas selvas,los animales salvajes se reunieronpara ver el resplandor de lahoguera que se divisaba a lo lejos,y se preguntaron qué significaríaaquello.

Caballo Salvaje dio una coz enel suelo y dijo: «Oh, amigos yenemigos míos. ¿Por qué el Hombrey la Mujer han encendido esa gran

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luz en esa enorme cueva, y en quénos perjudicará a nosotros?».

Perro Salvaje levantó la nariz,olfateó los efluvios del corderoasado y dijo:

—Iré a investigar y volverépara informaros, porque creo que esalgo bueno. Gato, acompáñame.

—¡Ni hablar! —replicó el Gato—. Soy el Gato que anda solo, y lomismo me da un lugar que otro. Nopienso ir.

—Entonces nunca volveremos a

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ser amigos —dijo Perro Salvaje, ymarchó trotando a la cueva. Perocuando se hubo alejado un poco, elGato dijo para sí: «Lo mismo me daun lugar que otro. ¿Por qué nohabría de acercarme, echar unvistazo e irme cuando se meantoje?». Así pues, con gran sigilo,marchó tras Perro Salvaje y seescondió en un lugar desde dondepodía oírlo todo.

Cuando Perro Salvaje llegó a laboca de la cueva, levantó la piel de

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caballo con la nariz y olfateó eldelicioso aroma del cordero asado.La Mujer lo oyó, miró la paletilla ydijo riendo:

—Aquí viene el primero.Criatura salvaje de las salvajesespesuras, ¿qué quieres?

Perro Salvaje dijo:—Oh, enemiga y esposa de mi

enemigo, ¿qué es eso cuyo rico olorinunda las salvajes espesuras?

Entonces la Mujer cogió unhueso de cordero asado y se lo tiró

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a Perro Salvaje, diciendo:—Criatura salvaje de las

salvajes espesuras, prueba y verás.Perro Salvaje royó el hueso y le

pareció la cosa más deliciosa quehabía probado nunca. Y dijo:

—Oh, enemiga y esposa de mienemigo, dame otro como éste.

La Mujer dijo:—Criatura salvaje de las

salvajes espesuras, si ayudas a miHombre a cazar por el día yguardas esta cueva por la noche, te

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daré todos los huesos que necesites.—¡Ah! —dijo el gato al oírla

—. Muy lista mujer es ésta, pero notanto como yo.

Perro salvaje entróarrastrándose en la cueva, apoyó lacabeza en el regazo de la mujer ydijo:

—Oh, amiga y esposa de miamigo, ayudaré a tu Hombre a cazarpor el día y de noche vigilarévuestra cueva.

—¡Ah! —dijo el Gato al oírlo

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—. Qué perro más estúpido.Y regresó por las salvajes

espesuras moviendo la cola y sinmás compañía que la suya. Pero nose lo contó a nadie.

Cuando el Hombre despertó,dijo:

—¿Qué está haciendo aquíPerro Salvaje?

La Mujer respondió:—Ya no se llama Perro

Salvaje, sino Mejor Amigo, porqueserá nuestro amigo por siempre

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jamás. Llévalo contigo cuandovayas de caza.

A la noche siguiente, la Mujercortó grandes montones de hierbafresca de las húmedas praderas ylos puso a secar frente al fuego,para que oliera a heno reciénsegado; luego se sentó a la entradade la cueva, trenzó un cabestro conpiel de caballo, miró la enormepaletilla e hizo un conjuro, elsegundo conjuro cantado delmundo.

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Entretanto, en las salvajesespesuras, los animales sepreguntaban qué podría haberleocurrido a Perro Salvaje.

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Finalmente, Caballo Salvaje diouna coz en el suelo y dijo:

—Iré a averiguar por qué no havuelto Perro Salvaje. Gato,acompáñame.

—¡Ni hablar! —respondió elGato—. Soy el Gato que anda solo,y lo mismo me da un lugar que otro.No pienso ir.

Sin embargo, con gran sigilo,marchó tras Caballo Salvaje y seescondió en un lugar desde dondepodía oírlo todo.

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Cuando la Mujer oyó a CaballoSalvaje tropezando y enredándosecon su largas crines, dijo riendo:

—Aquí viene el segundo.Criatura salvaje de las salvajesespesuras, ¿qué quieres?

Caballo Salvaje dijo:—Oh, enemiga y esposa de mi

enemigo, ¿dónde está PerroSalvaje?

La mujer rio, cogió la paletilla,la miró y dijo:

—Criatura salvaje de las

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salvajes espesuras, no has venidopor Perro Salvaje, sino por estarica hierba.

Y Caballo Salvaje, tropezandoy enredándose con sus largascrines, dijo:

—Es verdad. Déjame probarla.La Mujer dijo:—Criatura salvaje de las

salvajes espesuras, agacha lacabeza y ponte esto que te doy, ycomerás de esta rica hierba tresveces al día.

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—¡Ah! —dijo el Gato al oírla—. Muy lista mujer es ésta, pero notanto como yo.

Caballo Salvaje agachó lacabeza y la Mujer le puso elcabestro en torno al cuello. CaballoSalvaje relinchó a los pies de laMujer y dijo:

—Oh señora y esposa de miseñor, seré tu criado a cambio deesa rica hierba.

—¡Ah! —dijo el Gato al oírlo—. Qué caballo más estúpido.

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Y regresó por la salvajeespesura, moviendo la cola y sinmás compañía que la suya. Pero nose lo contó a nadie.

Cuando el Hombre y el Perrovolvieron de cazar, el Hombre dijo:

—¿Qué está haciendo aquíCaballo Salvaje?

La mujer respondió:—Ya no se llama Caballo

Salvaje, sino Fiel Criado, porquenos llevará de un sitio a otro porsiempre jamás. Monta en su grupa

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cuando vayas de caza.Al día siguiente, manteniendo

erguida su salvaje cabeza para noengancharse los cuernos en losárboles silvestres, Vaca Salvaje seacercó hasta la cueva. El Gato, quela había seguido, se escondió comohabía hecho anteriormente. Y elGato dijo lo mismo que las vecesanteriores, y después de que VacaSalvaje prometiera dar su leche asu mujer a cambio de rica hierba, elGato regresó por la salvaje

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espesura, moviendo la cola y sinmás compañía que la suya, comohiciera otras veces. Pero no se locontó a nadie. Y cuando el Hombre,el Caballo y el Perro volvieron decazar y preguntaron lo mismo quelas veces anteriores, la Mujerrespondió:

—Ya no se llama Vaca Salvaje,sino Dispensadora de BuenosAlimentos. Nos dará su blanca ytibia leche por siempre jamás, y yocuidaré de ella mientras tú, Mejor

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Amigo y Fiel Servidor salís decaza.

Al día siguiente, el Gato esperópor si alguna otra criatura salvajesubía a la cueva, pero como nadiese movía en la salvaje espesura, elGato se acercó hasta allí él solo.Vio a la mujer ordeñando la Vaca,el fuego resplandeciendo al fondode la cueva y olió el aroma de latibia y blanca leche.

Entonces el Gato dijo:—Oh, enemiga y esposa de mi

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enemigo, ¿adónde ha ido VacaSalvaje?

La Mujer rio y dijo:—Criatura salvaje de la salvaje

espesura, regresa a los bosques,porque ya me he trenzado el pelo yhe guardado la paletilla mágica. Nonecesitamos más amigos ni criadosen nuestra cueva.

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El Gato dijo:—Pero yo no soy ni un amigo ni

un criado. Soy el Gato que andasolo, y quiero entrar en vuestra

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cueva.La Mujer dijo:—¿Y por qué no viniste con

Mejor Amigo la primera noche?El Gato dijo, enfadado:—¿Perro Salvaje ha estado

contado chismes sobre mí?Entonces la Mujer se rio y dijo:—Tú eres el Gato que anda

solo, y lo mismo te da un lugar queotro. No eres ni un amigo ni uncriado. Tú mismo lo has dicho, asíque vete y anda solo por aquí y por

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allá.El Gato fingió estar arrepentido

y dijo:—¿Nunca podré entrar a la

cueva? ¿Nunca podré sentarme alamor de la lumbre? ¿Nunca podrébeber la tibia y blanca leche?Mujer, eres muy inteligente y muybella. No deberías ser cruel ni conun simple gato.

La Mujer dijo:—Sabía que era inteligente,

pero no que fuera bella. Así que

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haré un trato contigo: si alguna vezdigo una sola palabra en alabanzatuya, podrás venir a la cueva.

—¿Y si dices dos palabras? —preguntó el Gato.

—Nunca lo haré —respondió laMujer—. Pero si digo dos palabrasen alabanza tuya, podrás sentartejunto al fuego en la cueva.

—¿Y si dices tres palabras? —preguntó el Gato.

—Nunca lo haré —respondió laMujer—. Pero si digo tres palabras

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en alabanza tuya, podrás beber latibia y blanca leche tres veces aldía por siempre jamás.

El Gato, arqueando el lomo,dijo:

—Entonces, que la cortina quecuelga a la entrada a la cueva, elfuego que arde al fondo y loscántaros de leche que están junto aél recuerden lo que ha dicho mienemiga y mujer de mi enemigo.

Y se marchó atravesando lasalvaje espesura, moviendo la cola

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y sin más compañía que la suya.Esa noche, cuando el Hombre,

el Caballo y el Perro volvieron decazar, la Mujer no les contó el tratoque había hecho con el Gato, puestemía que no les gustara.

El Gato se fue muy, muy lejos yse escondió en la soledad de losbosques durante una largatemporada hasta que la Mujer seolvidó de él. Solo el Murciélago —el pequeño Murciélago cabezaabajo—, que colgaba del techo de

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la cueva, sabía dónde se escondíael Gato y cada noche volaba hastaél para contarle las últimasnovedades.

Una noche el Murciélago dijo:—Hay un Bebé en la cueva. Es

un recién nacido, rosáceo, rollizo ypequeño, y la mujer lo quieremucho.

—Ah —dijo el Gato al oírlo—.¿Y qué le gusta al Bebé?

—Le gustan las cosas suaves yque hacen cosquillas —dijo el

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Murciélago—. Le gusta que jueguencon él. Todo eso le gusta.

—Hum… —dijo el Gato—,entonces ha llegado mi hora.

La noche siguiente, el Gatoatravesó la salvaje espesura y seapostó muy cerca de la cueva hastaque amaneció y el Hombre, el Perroy el Caballo salieron de caza. Esamañana la Mujer estaba atareada enla cocina, y el Bebé lloraba y lainterrumpía en sus quehaceres; asíque lo sacó de la cueva y le dio un

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puñado de piedrecitas para quejugara. Pero el Bebé no dejaba dellorar.

Entonces el Gato extendió sumullida pata y con ella palmeósuavemente las mejillas del Bebé,que hizo gorgoritos. El Gato sefrotó contra sus rechonchas rodillasy le hizo cosquillas con la coladebajo de su redonda barbilla. ElBebé empezó a reírse, y la Mujer looyó y sonrió.

Entonces el Murciélago —el

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pequeño Murciélago cabeza abajo— que estaba a la entrada de lacueva, dijo:

—Oh, anfitriona, esposa de mi

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anfitrión y madre del hijo de mianfitrión, una criatura salvaje de lasalvaje espesura está jugando con tuBebé.

—Bendita sea esa criatura,quienquiera que sea —dijo laMujer, enderezando la espalda—,porque esta mañana he estado muyatareada, y me ha hecho un granservicio.

En ese preciso instante, mi bienamado, la piel de caballo quecolgaba con la cola hacia abajo a la

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entrada de la cueva cayó al suelo—¡catapum!—, porque recordabael trato que la Mujer había hechocon el Gato, y cuando la Mujer fuea recoger la piel del suelo —¡quiéniba a decirlo!—, el Gato ya estabacómodamente sentado dentro de lacueva.

—Oh, enemiga, esposa de mienemigo y madre de mi enemigo —dijo el Gato—, aquí estoy. Porquehas dicho una palabra en mialabanza, y ahora puedo sentarme

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en la cueva por siempre jamás.Pero sigo siendo el Gato que andasolo, y lo mismo me da un lugar queotro.

La Mujer, muy enojada, apretólos labios, cogió su rueca y empezóa hilar. Pero el Bebé lloraba porqueel Gato se había ido. La Mujer nolograba hacer que se callara, y elbebé se revolvía, pataleaba yempezaba a ponerse morado detanto llorar.

—Oh, enemiga, esposa de mi

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enemigo y madre de mi enemigo —dijo el Gato—, coge una hebra delhilo que estás hilando, átala al husoy arrástralo por el suelo, y yo teenseñaré un conjuro que hará que tuBebé ría tan fuerte como ahora estállorando.

—Haré lo que me dices —dijola Mujer—, porque ya no sé quémás intentar, pero no pienso dartelas gracias. La Mujer ató la hebra alpequeño huso de arcilla y loarrastró por el suelo, y el Gato se

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puso a perseguirlo, lo empujó conlas patas, dio una voltereta y lolanzó hacia atrás por encima delhombro; lo atrapó entre sus patastraseras, fingió que se le escapaba yvolvió a saltar sobre él, hasta queel Bebé empezó a reír tan fuertecomo antes había llorado, se puso agatear tras el animal y a juguetearpor toda la cueva hasta que secansó y se recostó para dormir conel Gato entre sus brazos.

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—Ahora —dijo el Gato— lecantaré una nana que lo mantendrádormido durante una hora.

Y empezó a ronronear, alto y

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bajito, bajito y alto, hasta que elBebé se quedó profundamentedormido. La Mujer sonrió y,contemplándolos, dijo:

—Lo has hecho de maravilla.Está claro que eres muy listo.

En ese preciso instante, mi bienamado, el humo del fuego que ardíaal fondo de la cueva bajó formandonubes del techo —¡puf!—, porquerecordaba el trato que la Mujerhabía hecho con el Gato. Cuando sedisipó —¡quién iba a decirlo!—, el

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Gato estaba sentado junto al fuego.—Oh, enemiga, esposa de mi

enemigo y madre de mi enemigo —dijo el Gato—, aquí estoy, porquehas dicho una segunda palabra enmi alabanza, y ahora puedosentarme al amor de la lumbre en elfondo de la cueva por siemprejamás. Pero sigo siendo el Gato queanda solo, y lo mismo me da unlugar que otro.

La Mujer, muy enojada, se soltóel pelo, echó más leña al fuego,

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sacó la enorme paletilla de corderoy se puso a hacer un conjuro paraevitar decir una tercera palabra enalabanza del Gato. No fue unconjuro cantado, mi bien amado,sino un conjuro silencioso. Y pocoa poco se hizo tal silencio en lacueva que un ratoncito diminutosalió de una esquina y echó a correrpor el suelo.

—Oh, enemiga, esposa de mienemigo y madre de mi enemigo —dijo el Gato—. ¿Ese ratón es parte

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de tu conjuro?—¡No, claro que no! —

respondió la Mujer, que soltó lapaletilla, saltó encima de unescabel que estaba frente al fuego yse recogió rápidamente el pelo pormiedo a que el ratón pudiera treparpor él.

—Ah —dijo el Gato,observando todo aquello—.Entonces el ratón no me sentará malsi me lo como.

—No —dijo la Mujer,

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trenzándose el pelo—. Zámpatelorápido y te estaré eternamenteagradecida.

El Gato dio un brinco y cayósobre el ratoncito, y entonces laMujer dijo:

—Mil gracias. Ni siquieraMejor Amigo es lo bastante rápidopara cazar ratones pequeños, comotú acabas de hacer. Debes de sermuy listo.

En ese preciso instante, oh, mibien amado, el cazo de leche que

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estaba junto al fuego se resquebrajó—¡crac!—, porque recordaba eltrato que la Mujer había hecho conel Gato, y cuando la Mujer bajó delescabel —¡quién iba a decirlo!—,el Gato estaba sorbiendo alengüetazos la tibia y blanca lecheque quedaba en uno de los trozos.

—Oh, enemiga, esposa de mienemigo y madre de mi enemigo —dijo el Gato—, aquí estoy; porquehas dicho tres palabras en alabanzamía, y ahora puedo beber la tibia y

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blanca leche tres veces al día porsiempre jamás. Pero sigo siendo elGato que anda solo, y lo mismo meda un lugar que otro.

La Mujer se rio, preparó alGato un cuenco de tibia y blancaleche y dijo:

—Gato, eres tan listo como unhombre, pero recuerda que nohiciste el trato con el Hombre nicon el Perro, y no sé qué haráncuando vuelvan a casa.

—¿Y a mí qué? —respondió el

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Gato—. Mientras tenga mi lugarfrente al fuego y mi tibia y blancaleche tres veces al día, no meimporta lo que hagan el Hombre oel Perro.

Cuando el Hombre y el Perrovolvieron a la cueva esa noche, laMujer les contó la historia del trato,mientras el Gato permanecíasentado junto al fuego, sonriendo.Entonces el Hombre dijo:

—Ya, pero no ha hecho el tratoconmigo ni con todos los Hombres

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que me sucederán.Y se quitó las dos botas de

cuero, cogió su pequeña hacha depiedra (con lo que ya suma tres),trajo un trozo de madera y unahachuela (con lo que ya sumacinco), colocó todos esos objetosen fila y dijo:

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—Ahora vamos a hacer nuestrotrato. Si no cazas ratones cuandoestés en la cueva por siemprejamás, te lanzaré estos cinco

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objetos cada vez que te vea, y lomismo harán todos los Hombresque me sucederán.

—¡Ah! —dijo la mujer al oírlo—. Muy listo es este Gato, pero notanto como mi Hombre.

El Gato contó los cinco objetos(que parecían muy contundentes), ydijo:

—Cazaré ratones cuando estéen la cueva por siempre jamás, perosigo siendo el Gato que anda solo, ylo mismo me da un lugar que otro.

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—No cuando yo esté cerca —dijo el Hombre—. Si no hubierasdicho esto último, habría guardadoestas cosas por siempre jamás, peroahora te voy a lanzar mis dos botasy mi pequeña hacha de piedra (quesuman tres) cada vez que te vea. Ylo mismo harán los Hombres queme sucederán.

Entonces dijo el Perro:—Espera un momento. El Gato

no ha hecho ningún trato conmigo nicon los Perros que me sucederán.

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Y, enseñando los colmillos,añadió:

—Si no te portas bien con elBebé mientras yo esté en la cuevapor siempre jamás, te perseguiréhasta atraparte, y entonces temorderé. Y lo mismo harán todoslos Perros que me sucederán.

—¡Ah! —dijo la mujer al oírlo—, muy listo es este Gato, pero notanto como el Perro.

El Gato contó los colmillos delPerro (que parecían muy afilados),

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y dijo:—Me portaré bien por siempre

jamás con el Bebé mientras esté enla cueva, siempre que no me tiredemasiado fuerte de la cola. Perosigo siendo el Gato que anda solo, ylo mismo me da un lugar que otro.

—No cuando yo esté cerca —dijo el Perro—. Si no hubierasdicho esto último, habría cerradolas fauces por siempre jamás, peroahora te haré trepar a los árbolescada vez que te vea. Y lo mismo

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harán todos los Perros que mesucederán.

Entonces el Hombre lanzó alGato sus dos botas y su pequeñahacha de piedra (que suman tres), yel Gato salió corriendo de la cuevay el Perro lo persiguió hasta hacerletrepar a un árbol. Y desde entonceshasta hoy, mi buen amado, tresHombres de cada cinco han tiradocosas a los Gatos cada vez que losven, y todos los Perros los hanperseguido hasta hacerlos trepar a

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un árbol. Pero el Gato tambiéncumplió su parte del trato. Cazaratones y se porta bien con losbebés cuando está en casa, siempreque no le tiren demasiado fuerte dela cola. Pero hecho esto, en susratos libres, cuando sale la luna ycae la noche, es el Gato que andasolo, y lo mismo le da un lugar queotro. Y entonces, como antaño,camina por la salvaje espesura osube a los árboles o a los tejados,moviendo la cola y sin más

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compañía que la suya.

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RUDYARD KIPLING. Nació el 30de diciembre de 1865 en Bombay(India). Cuando tan sólo tenía 6años, fue enviado a estudiar aInglaterra. Permaneció cinco añosen un hogar social de Southsea,experiencia que describe en su

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relato «La oveja negra».En el año 1882 regresó a la

India, momento en que comenzó atrabajar para la Civil and MilitaryGazette de Lahore hasta 1889, encalidad de editor y escritor derelatos.

Algún tiempo después publicóCancioncillas del departamento(1886), una serie de versossatíricos sobre la vida civil ymilitar en los cuarteles de la Indiacolonial, además de una colección

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de sus relatos escritos para laprensa recopilados en Cuentos delas colinas (1887).

Su fama literaria se la debe aseis historias sobre la vida de losingleses en la India, publicadasentre 1888 y 1889. Entre susnovelas o relatos largos máspopulares figuran La luz que seapaga (1891), El Libro de la Selva(1894), El Segundo Libro de laSelva (1895), Capitanes intrépidos(1897) , Stalky & Cía. (1899),

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basada en sus experienciasinfantiles en el United ServicesCollege, y Kim de la India (1901),un relato picaresco de la vida en laIndia.

Lo más destacable de su poesíaes quizá Baladas del cuartel(1892) y Las cinco naciones(1903).

Viajó por Asia y EstadosUnidos, donde se casó en 1892 conCaroline Balestier y vivió duranteun breve periodo en Vermont.

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En 1903, se estableció enInglaterra.

En 1907 le concedieron elPremio Nobel de Literatura,convirtiéndose en el primer autoringlés merecedor de este galardón.

Fue iniciado en masonería a losveinte años en Lahore, dedicó suvida y sus escritos a profundizar enla condición de Hombre, y sudevenir existencial. Falleció el 18de enero de 1936 en Londres.