El Arma de Vida - Jerome Camilly - Jacques Normand
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todas las artes marciales zen, las
yu o arco) y
iai
sable), son qui-
las mas exi entes. Pero de todas lis
rtes zen son as que despiertan mayor
perplejidad en occidente. con-
ciliar un arte de combate con las suti-
lezas
filosoficas
Puede parecer incom-
prensible y hasta absurdo, que el arte
de armar un arco o desenvainar un sable
pueda conducir al absoluto. Contraria-
memte a la ascesis, que libera el espiritu
con menos precio del cuerpo,
el
kyudo
y
el iai exhortan a un esfuerzo paralelo
de equilibrio y armonia. Cuando el
cipulo del iai-do hace kilencio sobre
mismo, cuando calma su ser interior,
te poco a poco que concentra me-
su pensamiento, se siente invadido
r la calma. La hoja surge de la vaina
mo una centella que desgarra el es-
cio. El arco es, escorzada, la fiel re-
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PREF CIO
E1 k y u d o pretende ser la via de la armonia.
K Y U D O :
del cuerpo, considerado como instrumento,
que busca sus prolongacionss tant o en la flecha com a en
la hoja. L o que equivale a decir -pues hasta tal pun to
requiere u n esfuerzo interio r- que la practica del arco
es el arte de llegar a una cierta plenitud. Plenitud que
permite borrar las insignificante s cuestiones qu e jalonan
una existencia y nos la hacen superflua.
Armonia que ante todo se registra en los reflejos coti-
dianos del adepto. Por una especie de osmosis, el que tira
al arco se funde con ese objeto neutro qu e lentam ente
se vuelve el reflejo de su propia personalidad.
Arma de Vida : aunque antinomicos, estos dos vo-
cablos se justifican en ma s d e un sentido, y resumen bas-
ente la practica caballeresca del tiro
Por extension, se podria calificar al kyud o de Ar m a
de Ve rdad, exponer este concepto partiendo de si mis mo
y
proyectarlo a su semejante.
A los ojos de los occidentales, el Japon aparece como
el pais de las industrias modernas, y sin embargo, la vida
@enetica de sus grandes ciudades encubre el gusto por
las practicas ancestrales qu e to do japones lleva en si, cual
una arquelogza cultural.
E n todo e l mundo ,
y
sobre todo desde
1945,
el jiu-jitsu,
el judo , el karate, son ve hiculo d e las artes marciales ja-
ponesas. Ahora bien, estas no son mas que desviaciones
d
las
artes llamadas marciales, disciplinas descarriadas,
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abortadas. Disciplinas espectaculares, ciertamente, que
rapidamente se han difundido al ser asimiladas a los de-
portes de lucha, que moderan (o avorecen) la agresividad,
y a los cuales se les pide que oculten el miedo. Deportes
de defensa que deben todo, tanto sus gestos como sus
origenes, al arco y al sable.
Perplejidad, miedo, duda
-mayoi osore utagau-
tres sentimientos, tres estados psicologicos profundamente
arraigados en el ser humano desde el instante mismo de
su nacimiento.
La practica regular del kyudo permite eliminar suave-
mente estas tres reacciones instintivas.
El Arte del Arco obedece a codigos de pensamiento
que, hasta el presente, jamas han sido codzjicados. Por
otra parte, de que serviria hacerlo: cada uno reacciona
en funcion de su propio cuerpo, de su propia mente. Se
trata de ad aptar y de adaptarse.
El
Arma de Vida se esfuerza por despejar el kyudo
de toda esa mezcla de ideas confusas (mas o m enos} adm i-
tidas que se a tribuye a Oriente.
Para el japones, la sensacion tiene primacia -sobre
cualquier analisis del espiritu, y en gran parte se debe
a esta diferencia el que hayan surgido numerosos malen-
tendidos a proposito de las ar tes marciales.
Estamos a la busqueda de una concordancia de todo
el ser, pero no perseguimos por g usto las razones qu e jus-
tijtcan dicha concordancia.
Para llegar a la cumb re del Fuji -dice la ensenanza
tradicional- existen mi l camino s diferentes. cada cual
le toca saber escoger el suyo.
. .
E n su inten to d e clarijicar,
El
Arma de Vida se es-
fuerza por trazar la via de las multiples posibilidades que
precisamente afiece la ensenanza surgida de la tradicion.
E n primer lugar, insinuandose en ese Japon milenario
cuyos vestigios no son inmediatamente perceptibles para
los visitantes. Lueg o, esforzan dose por desci fmr una pe-
dagogia que, de entrada, puede desconcertar al neofito,
y, finalmente, incorporando estos Cuentos y Leyendas
d e los Samurai que permiten una aproximacion diferente
al tiro al arco. Estas historias de samurai merecen ser
meditadas pues contienen en germen todo el espiritu
del Budo.
Cada un o de estos cuentos, cada una de estas leyendas,
estan cargados de significado, n o solo para quienes se con-
sagran a esta disciplina del espiritu y del cuerpo que es
el tiro al arco, sino tamb ien para aquellos (mu cho mas
numer osos) para quienes las artes marciales son una cu es-
tion filosofica a la que les parece im posible ajustar su
paso.
Estos relatos, simples e ingenuos, nos remiten al CO
digo de Hon or qu e regia la existencia -a veces mete o-
rica- de los samurai. Mora l, arte de vivir, al mism o
tiempo que estudio de caracteres, estas leyendas son un
pun to d e partida para el discipulo que. desea reducir el
enigma del arco. Ense nan otra concepcion de la dignidad ,
otra nocion de la superacion, otra manera de evaluar la
vida. Y es por ello qu e nos ha parecido necesario agre-
garlas a esta aproximacion al arte del arco.
U n proverbio afirma: Cuan do el alum no esta pronto,
el maestro llega . bu en seguro -y es enor mem ente
deseable- otros habran de buscar aun multiples defini-
ciones de
El
Arma de Vida; pero esta obra no tiene mas
ambicion que dar una explicacion del alma del kyudo:
despejarla de ciertos artzjicios para sacar a la luz sola-
me nte lo esencial.
Jer6me CAMILLY
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DE L ISL ETERN
L
R CHIPIEL GO PROFETICO
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que lado, por que repliegue, por medio de que con-
cepto filosofico ha de encararse abordar e1 Japon?.,.
Es una pregunta que debio preocupar a gentes de
todas las condiciones, y no solo a los navegantes, Desde
hace cuatro siglos, este pals no acaba de sorprender a los
viajeros y, si continua evolucionando a ese ritmo metaori-
co, en adelante sera, preciso redescubrirlo cada diez anos.
A esos blancos rostros llegados de otras partes- los
japoneses no iban a verlos desembarcar en sus costas sino
a partir del siglo XVI Eran unos jesuitas portugueses que,
en los informes despachados a su autoridad religiosa,
dejaron constancia de un cierto asombro:
Las maneras y costumbres de los japoneses son por
completo contrarias a las nuestras. Cuando nosotros nos
encontramos frente a un noble, nos ponemos de pie qui-
tamos los sombreros, pero los japoneses se agachan.
A
la manera jesuita: los hechos, nada mas que los
hechos pero dejando, no obstante, total libertad de
in
terpretacion.
Mucho antes que ellos fue otro portugues el que habla
abierto el camino agregando un nuevo nombre al mapa
del mundo.
Fernando Mendes Pinto, antiguo escudero, soldado,
esclavo, pirata, pero tambien comerciante, acababa de ser
el
primero en tocar tierra en el Japon. Era el ano 1543
Tres siglos mas tarde, la misma sorpresa ironica per-
sistia bajo la pluma de los hermanos Goncourt:
ha atado esos pequenos japoneses a semejantes sables
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largos? .
Y
haciendose eco de esta frase, escuchamos
- c a s i a disgusto-: Verdaderamente, jcomo se puede
ser'japones? .
Cuando se quiere escapar a esas ideas de pacotilla de
la geisha o el hara-kiri, en una palabra, a ese farrago
de japonismo que no recubre n ninguna realidad, ni pre-
sente ni pasada, ciertamente la tarea no es facil. Tanto
menos facil cuanto que el alma japonesa es, por esencia,
multiforme. Si a esto se agrega que el japones de hoy ha
cambiado de apariencia para semejarse al occidental, ya
no se sabe si el Japon del siglo XX ha traicionado la tra-
dicion. o si el Japon esta formado, a la vez, tanto por
uno como por el otro.
Es cierto que, aun miniaturizadas, una cantidad de
ideas preconcebidas se han cristalizado como un cemento
en torno a este pais. Un volumen grueso cual una enci-
clopedia no bastaria para denunciarlas.
Felizmente, no es este nuestro proposito, aunque sea
preciso liberarse de toda idea preconcebida para admitir
primero, y sentir luego, el Arma d e Vida. Lo que equivale
a decir que se trata de algo simple que requiere, en todo
momento, un espiritu disponible.
Es por el simbolo mas llamativo de la superficie japo-
nesa - e 1 Fuji- como, a nuestra manera, querriamos
acceder al Archipielago profetico ,
En un texto - e l mas celebre de cuantos ha escrit-
Blaise Cendrars se entrega a una aproximacion muy per-
sonal a ese otro universo :
Ho-Kusai ha pintado los cien aspectos de una
montana . seria Vuestro Rostro pintado
por un chino? Esta ultima idea, Senor, desde
luego me ha hecho sonreir.
N.Y. Abril 9 2
En ese torrente febril que son las Pagues
a
New-York,
Blaise Cendrars cita, en una elipsis, al pintor japones
Ho-Kusai y su tema, cien veces repetido. Cita anacronica
6
de la q ue es perfectam ente conciente, y recalc a imagi*
nando
lo
que habria sido del sublime rostro si Ho-Kusai
se hubiera adue nado de el.:. Tra s lo cual Cendrars, muy
naturalmente, tiene visiones de dragones negros, ltlminas
contorneadas que habrian aserrado vuestras carnes ...
Escritura exhuberante que prolifera en todos los sentidos
e intervr eta, para deleitarse, una variaeibn a l a japo-
nesa .
Imaginamos que a su vez, el espiritu de Ho-Kusai hu-
biera sido presa de esta vision. Contrariamente a lo que
dice Cendrars, habria podido aparecer lineal, fluida,
serena, a imagen de la negra cabeza de bronce de Dai-
butsu
4 1
ran Buda- Daibutsu no duerme , suena:
sus ojos semicerrados dejan traslucir el vago resplandor
que producen dos globos de oro puro . Calcada d e este
retrato existe una estatua del Buda tallada en made ra
dura. El cuerpo tendido sobre el costado, la cabeza
posada
en el an teb rk o, el Buda aguarda la muerte, con una son-
risa tra nspar ente congelada en l a comisura d e Los labios
Pero en definitiva, quien puede decir de que esq uemas
procede su pensamiento...
Si te preguntan que es el alma de un japones,
dice el poeta, responderas que es el perfume de
la flor del cerezo salvaje abierta al alba.
Motoori Norinaga
Un a Gltima referencia a las Phques a
New-York
dande
Cendrars introduce, en tres versos, tres ideas en zigzag,
una de las cuales es un a alusion -quizas involuntaria-
a la China. De esta dependencia directa hablaremos a
menudo.
Por medio de pequenos toques impresionistas, con-
forme a una tecnica que se asemeja, es como querriamos
abordar el Japon. Dado que nuestra ambicion no es dar
una definicion de este, no hemos preparado ninguna.
Como el actor del Teatro No, el Japbn disimula sus
caras bajo las lisas capas de su mascara laqueada. Se
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multiplica ante nuestros ojos, de modo que la dificultad
radica siempre en retener una sola expresion que sea sig-
nificativa para todos. Ora exhibicionista, ora discreto, se
occidentaliza hasta el exceso o se oculta tras la tradicion
o los mitos.
Profano y sagrado son inseparables.
Inmemorial, hace intervenir a los innumerables dioses
Sinto que pueblan el mundo (el sintoismo es alli la reli-
gion nacional). Futurista, el mas oriental de los paises
asiaticos se vuelve uno de los arbitros del juego industrial
y economico de la civilizacion occidental.
Y
de occidental,
nuestra civilizacion se vuelve universal, al punto de alterar,
en ocasiones, el alma profunda de este pueblo.
En el Japon, estamos en ese punto privilegiado de en-
cuentro donde pasado y presente se yuxtaponen, donde
actuaI y eterno se confunden.
Ciertamente la insularidad, a menudo sofocante, ha
desarrollado en algunos de ellos el deseo de borrar su
verdadera naturaleza para no conservar mas que nuestros
vicios, nuestra bulimia de consumo, nuestros signos exte-
riores de potencia modernista. Tres horas bastan para
unir Tokyo con Kyoto 514 kilometros- a bordo del
tren mas rapido del mundo.
El
gusto por los records se ha aduenado de este pueblo
al que se decia secreto y discreto. No precisara mas que
algunas dkadas para amenazar, y luego dejar atras a sus
competidores. Ese pueblo, para el que desde hace milenios
el abuso del lenguaje era considerado como signo de mala
educacion, se ha convertido en el interlocutor valido de
los grandes jefes de la industria mundial.
es el lazo que une al Japon de ayer con el de
hoy, y cual es el lenguaje que les permite comunicarse?
Entre un pasado sobrecargado de cultura y un presente
que se anticipa en un siglo, jcomo podra asegurarse la
continuidad?
Procurando desenmaranar las raices del Japon quiza
podamos explicarnos mejor esa irresistible trayectoria
iniciada al finalizar la ultima guerra. Milagro economico
8
japones, dicen los expertos, con su agudo sentido del ana-
lisis y su logica tan particular. Ahora bien, para los japo-
neses, los milagros no existen, y la logica tampoco.
El pais de las metamorfosis conoce el peso de los va-
lores antiguos y parece presentir los peligros de su cre-
cimiento,
Que seria la belleza, dicen los japoneses, si permane-
ciera congelada para siempre. Por ello la contemplacion
de la belleza les procura un deleite tanto mas refinado
cuando esta asociado al sentido de la muerte. Efimera,
la flor del cerezo no es por ello sino aun mas bella.&.
Caida de la rama, una flor ha retornado a ella: es una
mariposa..
.
(Morikake).
Curioso avance del no-razonamiento que
vida a un soplo.
Desde siempre,
y
en todas las cosas, el ja
diariamente un arte de vivir y
rentes momentos de su vida.
Desde la ceremonia del te
la del bano, desde
-
la concepcion de un ramillete hasta la flecha que escapa
del arco, se trata siempre de una fascinacion por la sen-
sibilidad de una sabia alquimia de sentimientos. Senti-
mientos canalizados que alcanzan al gran arte.
oda nocion del arte es, sin duda alguna, subjetiva.
La de los japoneses pasa por el gesto mas trivial para
llegar a sublimar hasta lo que nosotros calificamos, algu
nas veces, de irrisorio.
En el Japon, cuando se quiebra una ceramica, no se
procura disimular las roturas; muy por el contrario, se
acentuan las lineas sinuosas con un hilo de oro.
Asimismo el ikebana --esa manera sutil de componer
un ramillete- responde a conceptos religiosos y fitosofi*
cos, al mismo tiempo que a un simbolismo poetico oodi-
ficado. Lo que esta en cuestion es, pues, una nocion eso-
terica de la belleza, y no un deseo de esteticismo.r
Se podrian multiplicar los ejemplos que conducen a
esa concepcion -esencialmente japonesa- de un pro-
fundo conocimiento de si mismo, que lleva a la percepcian
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de "el otro" por medio de un dialogo secreto, alimentado,
paradojicamente, de reserva y respeto. Pues otro rasgo
dominante del acaracter japones es saber reprimir una
emocion cualquiera sea la ocasion.
Esta manera de conjugar el arte en diversas tonali-
dades halla su contrapunto en la comunicacion entre
los hombres. Tambien aqui los japoneses han sabido afi-
nar un sexto sentido, desarrollando "el arte de adivinar
a1 otro...".
Ellos, para quienes la afectividad prevalece
y
con
mucho- sobre la logica, perciben a sus semejantes no por
los meandros del razonamiento, sino por medio de una
animalidad en todo momentoLdominada. No se trata de
adivinacion, en el sentido en que nosotros la entendemos,
sino de una receptividad casi organica. Recogido sobre
si mismo, el japones esta a la escucha de "el otro".
Cuando se pertenece a una isla desmembrada en cua-
continuacion debe encontrar el agua para irrigarlo, para
fecundarlo.
Por todas estas razones, y tambien porque periodica-
mente son desgarradas por los sismos, amenazadas por
los volcanes, borradas por los tifones, estas islas estan
aferradas profundamente en el corazon de los japoneses.
quien nos dira alguna vez como nacen esas pol-
varedas de tierras sumergidas?
Contrariamente a lo esperado, las tesis de historia-
dores
y
geografos coinciden.
En el cuaternario, la China, lenta dolorosamente,
engendro un archipielago. Antes de ganar su autonomia,
el Japon se dejo banar por las culturas vecinas del Asia
del Sudeste, de la China meridional
y
septentrional. Des-
pues, suavemente digerio esos aportes antes de apropiar-
selos.
Dar la vuelta a un asunto con golosas caras de inge-
tro o cinco partes, rodeadas por 1 42 migajas de islas
-
idad, desmontarlo y estudiar sus me~anismos antes
que sirven de guardacostas, uno se encuentra ante la ine-
iaponizarlo completamente, es por tanto un viejo rasgo
vitable alternativa: o se arraiga un poco mas, o escoge
el exilio. Los que se marchan a otras partes conservan
Defensores del arco
y
del sable, jno por ello es nues-
asi
y
todo su identidad; en cuanto a los otros, la defieh-
el alma del Japon Tanto mas
den palmo a palmo.
eria preciso tal vez, no ya cam-
Sin duda se debe a ese gusto por la tierra
si al menos adaptarse a otros
lares hablan siempre de continentes cuando citan
paises que los rodean- el amor que los japo
que los japoneses que se han
por la naturaleza. Y esto vale tanto para e
civilizacion, nosotros podemos
dibujados con ternura de miniaturista como para
esa sintaxis particular del Arma de Vida, aproxi-
costas recortadas como elementos de un rompeca
o de las celulas de nuestro cuer-
a las que banan el Pacifico
y
el Mar del Japon.
nuestra verdadera personalidad.
.
Montanas -"el
Fuji
se yergue, sublime,
co
o una parte de su existencia,
dias"-, colinas abovedadas, torrentes, lagos, sia "reagruparse", renacer par-
playas, de cada parcela de naturaleza ellos extr
esencia1
de
sus fuerzas vivas. -
que a traves de "el Arma de
En ese pais de agricultores, el campesino
hombre puede realizarse. no ha sen-
paciencia de las piedras- gana un miniisc
na vez, esta necesidad?
tierra sobre una saliente para transformarlo
pende de arrozal. Pero su combate no se det
2
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Asi pues intentamos descifrar algo mas de la sabi-
duria oriental aun cuand o de antemano sabemos que
para ello es preciso paciencia.
Una gran uy gran paciencia.
L
COMPRENSION IMPER TERRIT
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Buscad en vosotros sin tregua la verdad
que no veis
Sombras inquietantes envueltas en amplios h k m na-
gros Dos sombras arrodilladas, una al lado de la otra ,
sobre las delgadas tablas de un entarimado de madera
clara, llevan al costado un sable de elegante curvatura,
Los dos hombres parecen meditar, En realidad, juntan
~ U uerzas y sincronizan sus respiraciones
No hay mayor soledad, dice un proverbio
japones, que la del samurai.
Fase de calma. Silencio. Aliento contenido Podria
creerse que ese espacio de tiempo. durante el cual esas
figuras hieraticas extraen de si cuanta tienen de esencial,
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nadie puede sondear, ni experimentar su poder. Disten-
sion
y
resistencia que obligan al organismo a un intenso
trabajo cardiovascular.
Todo es ritual en el iai: la postura del sable
y
la de
la hoja, la de los pies desnudos -con los talones juntos-
asi como la posicion del busto. En este ceremonial, todo
concurre a hacer desplazar hacia el bajovientre, ese lugar
impreciso donde segun parece se situa nuestro centro de
gravedad, toda la fuerza retenida hasta entonces.
Tambien el arco obra por el mismo anhelo, por la
misma voluntad. No es mas que un medio, el camino de
acceso, la Via que conduce a un control de la mente, y,
viviente, la conecta con la ultima realidad, termino de
toda vida.
. .El gesto, cien veces repetido, mil veces recomenzado,
permite borrar lentamente la tecnica. Solo entonces es
cuando, liberado de todo artificio, se desprende un arte
que hunde sus raices hasta en el inconciente. Como el
arquero de Lao-Tse, que tira al arco habiendo perdido
toda conciencia del ademan, porque ha llegado a ese
grado que linda con la perfeccion. c
"De tal vacio nace la mas maravillosa
manifestacion del acto puro."
W a compresion impertewita Takuan)
Puede parecer incomprensible,
y
hasta inconcebible,
que el arte de armar un arco o desenvainar un sable pueda
conducir al absoluto.
Contrariamente a la ascesis, que libera el espiritu con
menosprecio del cuerpo, el kyudo
y
el iai exhortan a un
esfuerzo paralelo de equilibrio y armonia.
Estas disciplinas, que hacen atravesar desiertos, se
perpetiian desde hace siglos. Se dice que, insensiblemente,
fertilizan hasta la propia aridez...
6
Elemento motor al mismo tiempo que regla de vida
(regla de vidaiarma de vida), permiten crear las resisten-
cias necesarias para abordar la vida cotidiana. El resul.
tado no es tanto llegar a dominar los reflejos como de-
sarrollar las facultades de juicio y estimular las reacciones
inmediatas.
Mas estas no son sino apariencias, lo esencial se situa
mas profundamente.
Son muchos los que piensan que el arco ancestral y
el sable dei samurai, al convertirse en objetos de culto,
sirven a una espiritualidad que paulatinamente ha caido
en la morbosidad.
En si, el
reo y
el sable no sdn nada. Nada mas que
simbolos de un Oriente cuyo pensamiento esta volcado
por entero hacia el interior. Cuentos, leyendas y parabolas
sirven a menudo de marcaciones, de jalones colocados en
los peldanos del tiempo.
La ensenanza se expresa en loas furtivas o en algunas
imprevisibles llamadas de atencion que dan al alma japo-
nesa la nocion de una perfeccion que ha de alcanzar y que,
por medio de la reflexion sobre si misma, la obliga a la
humildad.
De la China ( Henos aqui nuevamente ) heredaron
los japoneses el arco y el sable. como de costumbre, ade-
cuaron luego su herencia
y
repensaron lo que tomaban
prestado.
Un chino contemporaneo de Platon -cuatro siglos
antes de nuestra era- daba lecciones de sabiduria a unos
discipulos del silencio que habian escogida, como instru-
mento, la dificultad.
"Lie Yu-K'eu exhibia sus cualidades de arquero ante
Po Huei Meon-Jen. Extendio el brazo ea todo su hrgo,
coloco una copa llena de agua sobre su antebrazo
y
disparo.
Apenas la flecha hubo partido, otra flecha estaba en
el dedil. No bien esta habia sido lanzada, la tercera se ha-
llaba lista. Durante ese tiempo, el mismo permanecia in-
movil como una estatua.
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Entonces Po Huei Meom-Jen dijo:
-Esta bien tirar como arquero. Pero eso no s tirar como
quien
ya
no tiene conciencia de tirar. Si escalaramos una
montan a alta, si estuvieramos en una roca que colgara sobre
un precipicio de cien jen, jau n serias capaz de tirar?
Despues de decir esto, Meom-Jen trepo con el a un a alta
montana, s situo sobre un a roca que se inclinaba al borde de
unprecip iciode cien jen. Volviendo la espalda a l abismo por
encima del vacio, cogio de l a man o a Yu-K 'eu
y
lo hizo avan-
zar. Pero este se echo de bruces al suelo, banado en sudor.
Entonces Po Huei MeonJen dijo:
-El que ha llegado a lo alto dirige su mirada hacia
el cielo azulado. Haci* abajo, la hunde hasta las fuentes
amarillas. Puede retozar por los confines del mundo sin
que su espiritu se vea afectado. Pero tii, he aqui que el
terror aparece en tus ojos descompuestos. iSentado en el
centro de la tierra, sentirias vertigo
8
9
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A quien escoge el arco o el sable no se le indica de
tante en que saca el katana de su vaina. Si esta perfec-
entrada la importancia considerable que puede tener la
tamente concentrado en su acto el cuerpo entero y mas
respiracion. Es preciso que por sl mismo comprenda su
aun la mirada no flaquearan. Si tanto el uno como el
necesidad. Por otra parte esto es una constante en la
otro estan aflojados disponibles reaccionaran en el mo-
ensenanza japonesa: nada debe ser masticado de ante-
mento justo. El movimiento sera fluido preciso y la
mano solo se indica la direccion. Pero cuando el discl-
mirada traducira lo que la une a la espada e incluso al
pulo no lo reconoce se le muestra nuevamente el sentido
universo alquimico al que esta pertenece. 9
de la respiracion; en resumidas cuentas se lo vuelve a
En la practica de la vida cotidiana el discipulo ha
poner en la senda.
de presentir el momento en que reflexion
y
accion se
yux
Este debe descomponer sinr ayuda sus escalas respi-
taponen como en ese instante fugitivo en el que la hoja
ratorias. En apneas. Despues las espiraciones e inspira-
se desliza fuera de la vaina.
ciones le serviran de principio de base.
A
continuacion
a dinamica del iai coincide a menudo con el movi-
y en funcion de la velocidad del movimiento descubrira
miento de la vida. En muchos puntos es comparable al
la manera de respirar en posicion estatica y dinamica.
cuerpo
y
la mente que no deben que no pueden estar
Pero haga lo que haga y emprenda lo que emprenda
desunidos. Comprenderlo es conocerse un poco mejor.
lo que debe prevalecer es la sensacion. S610 ella lo hara
Es entrever las lineas de fuerza que se desprenden de su
evolucionar. Si por casualidad todos estos mecanismos
propio esquema corporal.
le parecen evidentes a buen seguro es que sus motiva-
Hay que luchar pues por reunir en si lo que esta
ciones profundas se le escapan.
disperso y no ya lo muscular. La reaccion del pensa-
El gesto es decidido por un cuerpo cuya voluntad per-
miento no puede ser dirigida sino por una mente libre
manente orienta a la mente al pensamiento y al fin y
y
coherente. S610 entonces se podra desenclavar desblo-
al cabo al propio cuerpo. Cada uno a su manera en su
quear el movimiento.
propio nivel es preciso hacer en si una especie de balance Diariamente hacemos una cantidad limitada de
para que cada cosa se equilibre y jamas dejarse coger gestos en su mayoria desordenados hasta asincronicos.
en la seductora trampa de la imaginacion. Despues de
Y
si empezamos nuestra propia revolucion corporal
todo tal vez el cuerpo no es mas que una herramienta
hemos de comenzarla por imponer a nuestro cuerpo ade-
un vehiculo que favorece la evolucion de la mente pero manes simples coordinados unos con otros que respeten
por
1
mismo no hay que menospreciarlo.
A
la inversa la armonia de la posicion. Que la lineas ya no se choquen
tampoco hay que caer en una inclinacion narcisista. en entre si. Es lo que en japones se llama
Como la flecha se separa del arco un dia este cuerpo
se separara de nosotros. Entonces que cada tentativa sea
El ejemplo mas significativo es sin duda alguna el
una experiencia nueva asi como cada flecha disparada de la naturaleza que armoniza sus lineas para no dis;
es una nueva flecha.
de su energia. La perfecta simetria e la
El cuerpo la mano pero tambien el ojo Comiin- orola de una flor le permite repartir su peso sin fatiga.
mente se dice del ojo que es el reflejo inmediato del alma.
Y
cuando por azar creemos percibir una asimetria mas
El saber popular no se equivoca pues la sensibilidad arriba o mas abajo esta es rectificada por una hoja que
de un hombre se mide en la densidad de su mirada.
esta alli sobre el tallo por accidente. Cuan-
Asi el discipulo del iai no puede disimular en el ins-
o el botbn de una flor comienza a crecer en un sitio
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31
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otro al instante el balance se restablece por si mismo.
El vegetal estatico no tiene necesidad de nuestros
musculos que nos sirven para desplazar el peso de nuestro
cuerpo. El nino flexible se ha transformado en ese adulto
que po r otra parte se habitua muy bien a la rigidez de
su cuerpo al punto que no le hace preguntas.
Los movimientos ligados al simbolismo del arco y
del sable coordinan a la vez los gestos a la mente. Un
cuerpo firme difunde un pensamiento que se le asemeja.
Si el poder retenido en un cuerpo humano es poco
mas o menos que infinito igualmente esta casi inexplo-
tado. El cuerpo florece en armonia con los ciclos desde
el mas pequeno encerrado en red de la hora a los gran-
des manvantaras solares.
El Tibet enorme receptaculo de ciencias humanas
y cosmicas ha dado a luz astrologos que perpetuan el
Conocimiento de los Antiguos. Aquellos mismos que
estudiaban
y
meditaban mucho antes del diluvio.
OA1 respecto -y a la inversa de Occidente- el Asia
enumera varios diluvios. La tierra ha sido destruida al-
ternativamente por el agua por el fuego pero tambiem
por los ciclos -ascendentes o descendentes- que se
montan unos sobre otros
y
se entrecruzan. La revolucion
del mundo fisico habria sido seguida por una revolucion
ciclica del intelectoQ~uesel mundo espiritual tambien
obedece a ciciosJ Las civilizaciones que nacen viven
mueren
y
renacen a veces de sus cenizas dan fe de ello.
Los grandes talentos y a una es
des naciones no serian sino la pro
de tipos de hombres o de paises
millares
y
hasta millones de aiios
der acumulado en un cuerpo
3
EL VI JE INTE RIOR
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En el momento de disparar, es el arco el que
dispara si vosotros no pensais en nada mas que
Hanare
Los Cantos
K p d o )
Sin duda, el equilibrio es la cosa peor repartida en el
mundo.
Y
con todo, cada uno de nosotros se amolda
anentemente zamarreados por las con-
arrtionia ecslogica, y disper-
energia para satisfacer unas
nos ha creado.
nos despersonaliza, la sensi-
ota, en tanto que la facilidad
los caballeros hasta los samurai, esta pasi6n
taba justificada por la suntuosa alegoria de
Cuanto m as se aproxim abani a la naturaleza,
d a b a &a, mas se unian a ella.
erer vivir cual samurai, como aceptar la hipo-
parodia de la muerte de la que permanente-
mos testigos. Esa muerte cuya presencia nos
5
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El samurai, nacido a la manana como la flor del
Tambien la flecha, tallada en un bambfi seleccionado
cerezo, resplandeciente de blancura
y
pureza bajo el sol
en funcion de su conciencia, necesita identificarse con
del mediodia, cubre el suelo a la manana siguiente, cuan-
do esta au n esta vibrante de luz.
La existencia eAmera del samurai verdadero ex-
nada, portadora de esa verdad que es la primera de
las religiones .
El hombre tiene necesidad del misterio que lo fascina,
de la ciclica primavera que le da dinamismo,
y
de lo es-
pectacular que lo exalta. Tres elementos de su supervi-
vencia, reunidos en el arco y en el sable.
Al escapar a Ea guerra, el arco se vio envuelto en una
aureola de esoterismo, que encontramos hasta en el cere-
monial de su hechura.
El maestro artesano, revestido de un kimono sintoista,
ensambla los listones de maderas preciosas y los bambues
selectos, imprimiendole el acabado que su humor del
momento le inspira. Cada arco nuevo, afinado por sus
manos, posee una resonancia que le es propia.
Esa sensibilidad vegetal hace de el un objeto viviente
que reacciona ante una atmosfera de lluvia o un dia de
sequla.
us
fibras trabaja n cuan do se tensa y, en sus
momentos de reposo, vuelve hallar su curvatura original.
Su magnetismo, su energia, su resonancia, han de
estar en correspondencia con los del arquero, Si el en-
cuentro tiene lugar, el arquero sera ya por completo se-
mejante a su arco. Si siente e1 arco, podra preservarlo
mejor.
La renovacion, es la imagen de la flecha nacida de
las manos de otro artesano, y en las mismas condiciones
de pureza que las que han creado el arco.
6
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la que participan, insuflan al arco, trans
un poco de la esencia divina de la "que s
En el siglo XVIJ, en Kyoto, los samurai tenian por
costumbre ir a tirar al arco en la parte trasera de un tem-
plo cuya arquitectura ha permanecido casi intacta.
Tras el santuario, se encuentra aiin el mismo
elevado de aproximadamente un metro treinta, El techo,
situado a 3,80 metros, excede ampliamente para proteger
de las intemperies, y cubre el area de tiro en todo su
largo.
El templo lleva el nombre de
Sanju-San-Gen
mente: 33 Ken 60 metros).
Las flechas se disparaban sin cesar, desde el al
entros, portador de un determinado
estado de animo, fue celebre y lo ha seguido siendo hasta
hqy en dia.
Cuatro samurai apuntaban, cada uno a su furno, al
punto .central del blanco, que, segiin una linea de fuga,
se confunde con el infinito. El encuentra se desarrollaba
en cuatro dlas, estando cada una d e las, jornadas consa-
grada a uno de ellos.
Pacia el final del dia, el primero habia tocado el centro
del blanco 6 633 veces, al segundo dia, el segundo 7 077
veces, y, al dia siguiente, el tercero, Hoshino Kanzaemon,
8 veces.
l final del cuarto dia, el sol comenzaba a declinar,
y Wassa Daiachi tenia los hombros tan congestionados
que estaba a punto de anunciar que abandonaba. Enton-
ces Hoshino Kanzaemon, que se hallaba a su lado, saco
su punal de guerra y, con un golpe =es, le hizo una incision
en los hombros en los sitios en que parecian mas dila-
tados, La sangre corrio y, con los miisculos menos dolo-
ridos, Wassa Daiachi aventajaba a su companero en
133 tillancos.
Wassa, cuyo nombre se confunde con la leyenda, habia
tirado aquel dia 13 flechas, de las-cuales cerca de
5 se habian fijado en el techo o fuera del blanco.
El gesto de Kanzaemon se inscribe en el espiritu del
Kyudo y da la verdadera dimension de quienes lo prac-
tican.
Victoria o derrota son palabras irrisorias que no tra-
ducen esta manera de sentir. De ningun modo se trata
de superar al otro o de ser dejado atras.
En el Japon, esta forma de elevacion de pensamiento
lleva el nombre defudoshin. Un estado al mal, en el mejor
de los casos, no llegan sino una vez sobre mil.
El fudoshin podria traducirse como un objetivo claro
y
puro, que nada, ni siquiera el miedo, puede detener.
Se dice que, una vez llegado a ese estadio, la nocij4n de
muerte se vuelve una especie de estado transpa~ente,no
un atractivo, sino una frontera, una linea ideal que se
mira como se haria con un paisaje.
Pero a este distanciamiento no se llega sino despues
de haber entrado en la espiral.
NO
xiste kyudo sin armazon filosbfica, y no se des-
cubre el fudoshin a fuerza de voluntad Sin embargo, un
dia, este impregna hasta el mas cotidiano de vuestros
gestos.
Tener el fudoshin es tirar sin tener conciencia de
tender el arco, sin fijarse una motivacion sistematica,
como, por ejemplo, el irreprimible deseo de dar en el
blanco.
El acto se vuelve entonces la serena expresion d e ' b
pureza y, si la intencion
s
clara, es desprendida'total--
mente.
Los sentidos estan alerta, pero, haya o n6 un blanco
en fin, ya sea a la luz del dia o en la penumbra, no se
experimenta verdaderamente la necesidad de dar
en
pleno
cenkro. Se llega a ello sin ni siquiera darse cuenta, y s&lo
en ese instante es cuando se alcanza el fudoshin.-
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Se lo tiene, pues, una vez sobre mil, luego dos, tres
veces, luego diez veces, luego cien, etc. Pero del fudoshin
no se tiene mas que una conciencia muy vaga. Apenas
se sabe que se ha llegado a el.
Es casi imposible coger'al kyudo en la trampa de las
definiciones. Ante todo, hay que evitar las confusiones
y no hacer una amalgama entre etica y estetica.
Esta armonizacion del cuerpo y del espiritu permite
al portador del arco prolongarse
a
traves de lo que, en
definitiva, no es mas que un objeto, al punto de confun-
dirse con la mitad de su ser , la mitad de si mismo.
Plenitud de una respiracion que desemboca en nuevas
percepciones, al mismo tiempo que control modulado
de la energia, el kyudo es una ensenanza perfectamente
accesible a todos, que ha elegido el cuerpo como herra-
mienta para llegar a modelar el espiritu, donde el uno
atempera al otro.
Preocupado por perfeccionarse, se es mas indiferente
para juzgar a los demas, y uno se vuelve, sin ninguna
complacencia, el arbitro de si mismo. No obstante, son
necesarios un corazon justo y un espiritu libre para evitar
las celadas de una neurosis narcisista.
Antes de acceder a ese estado de libertad, es preciso
aprender el primer gesto.
El primer gesto lleva el nombre de
lei
ten
nari
y es
el saludo. Este movimiento va acompanado de humildad
y respeto. Su finalidad es borrar todo malentendido o
mala intencion.
En el Japon, se dice de buena gana que ante la esen-
cia pura no puede haber sombra . Lo que supone que un
corazon perfectamente libre se vuelve tan claro que se
identifica con la esencia, y todo el se borra, hasta su som-
bra. El saludo es una forma de agradecimiento por cada
dla de la vida.
Para desenmaranar las intenciones de esta filosofia,
es necesa~io n maestro que vea por el otro, que escoja
Por otros dos, que pueda guiar cien disclpulos o mas. Este
es a quien hay que encontrar.
El contenido del kyudo es la Via por el estudio. No se
pueden trepar los peldanos del conocimiento sin alguien
para indicaroslo.
Dominar el arma de vida es restituirse, por media.de
una dinamica espectacular, un cuerpo del que uno sea
digno y paralelamente acompanar este esfuerzo con una
busqueda del absoluto.
La idea y la accion estan unidas. Hay que practicar-
las, pues, de manera conjunta. Sin acordar la primacia
a una, lo que supondria el riesgo de tratar con desventaja
a la otra y no permitiria dar mas que en un circulo peri-
ferico del blanco.
A fuerza de otorgar a nuestro espiritu un papel esen-
cial en la accion, hemos olvidado nuestra identidad cor-
poral, con su esqueleto de huesos, sus musculos y su en-
voltura de carne. Nuestro cuerpo es un vehhculo tan fa-
miliar que ya no le prestamos mas que una distraida
atencion. S610 cuando lo hemos descuidado demasiado,
o solicitado demasiado, acaba por evidenciarse.
El kyudo y no es el menor de sus meritos- per-
mite, en un primer momento, una toma de conciencia
global, y despues, especifica, de la osamenta, de
l
red
de musculos que se contraen, del sistema nervioso de
la interaccion de rtamiento nervioso sobre el
cuerpo.
Este equilibr balace , permite aprehender
y asimilar mejor el propio esquema corporal. S610 a partir
de este conocimiento intimo, que se termina en uno mis-
mo, se puede escuchar ese lenguaje mudo, ese hablar
oscuro de la mente. A partir de entonces, los codigos, las
implicaciones, los limites aparecen con otra iluminacion.
En los diferentes pasajes que conducen a la edad adul-
ta, uno se dispersa con la juventud. Se vive de desordenes
e improvisaciones, y luego, poco poco, uno aprende a
reducir sus gestos, sus expresiones, sus intenciones, a tal
punto que ya no conserva de ellos sino lo esencial, Esto
es tan clerto que en el kyudo, lo que un hombre mas-joven
puede obtener por el dominio de su cuerpo, uno mayor
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puede alcanzarlo por medio d
del espiritu.
La gesticulacion del kyud
ece a ciertas reglas
y
se aprende como la gramatica. Todo junto, morfologia
y sintaxis. Es necesario desplegar una gran curiosidad,
pero a fuerza de ser esbozados, practicados y repetidos,
los movimientos se encadenan como los gestos progra-
mados del habito. Como una segunda naturaleza, secreta
y suavemente revelada.
En cada uno de nosotros existe una mente inferior,
verdadero banco de sensaciones pr0gramadas.a Desde
la infancia, conocemos esas crispaciones acompanadas de
secrecion de adrenalina, que dependen de esa palabrita
compacta: el miedo. Sin duda el mas perceptible y desa-
gradable de los fenomenos psicologicos.
Por otra parte, deberiamos decir: los miedos. El irri-
sorio, que olvidamos,
y
el que escondemos: el de no ser
guapo, el de llegar tarde; el de desagradar, el de estar
mal con su cuerpo
...
y ademas las innumerables amenazas
de toda clase y naturaleza.
De todos estos frenos nace un sentimiento de duda
y
perplejidad que repercute en la manera de juzgar, asi
como en los complejos mecanismos de la amistad y tam-
bien en un desacuerdo sexual.
Una mejor percepcion de esa mente primaria, o men-
te inferior, pasa por un recuento instintivo de estos mi-
Hares de dudas, estados de perplejidad. o panicos des-
controlados.
Dicha busqueda va unida una mejor sincronizacion
del movimiento. Se descubre entonces la extraordinaria
influencia del movimiento sobre el fenomeno de pen-
samiento. Se llega si a evaluar mejor el propio miedo,
a estimarlo mejor, y luego, a canalizarlo.
La etapa siguiente permite hgcer desaparecer un poco
de la rigidez del razonamiento para obtener una sensa.
cion que debe mucho al instinto. Aun no se ha llegado
al simple reflejo, pero uno se va arrimando. De dia. en dia,
de gesto en gesto. Se invierte menos en analisis (jracio-
nalistas, abstenerse ) En resumidas cuentas, uno se niega
a seguir analizando detalladamente por el solo placer de
ver funcionar su propia mecanica intelectual. Uno se
vuelve menos entomologista -preocupado unicamente
por inventariarse como un insecto- sino que, cual obser-
vador objetivo, uno se esmera por sentir despojandose
de esos a priori que entorpecen el menor sistema de pen-
samiento.
A fin de cuentas, esta manera diferente de aprehender,
de contemplar, de tocar, equivale a una sincronbacion
instintiva de lo fisico y lo mental. Un acercamiento in-
terior, que corresponde a los siete planos del sistema
solar: fisico, emotivo, astral, mental, intuitivo (o plano
btidico), espiritual,
y
mucho mhs elevado, la voluntad
monadica (o nupadarah); finalmente, en el ultimo pel-
dano, la nocion de lo divino.
Este viaje al interior de si mismo puede ser concebido
de una manera puramente cerebral. No obstante, mas
vale dejar que la intuicion os guie en esta evolucion de
la que Sois e1 actor/espectador.
Empenados en la Via, uno siente que se desarrolla el
centro del corazon, el de la garganta, el del plexo solar
y
el de
la base de la columna vertebral. Otros tantos epicentros estu-
diados y conocidos por la China antigua, asi como por la
India,
y
a los que en sanscrito se denomina chakra, o mas
bien, en plural, chakram. Centros psiconerviosos que ase-
guran el alma al cuerpo.
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tienen la forma
ue alimenta nuestra
s asi como a partir de si mismo el mundo se orga-
cha mos enca rniza dam ente ppior
permanente que el cuerpo
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Adaptarse es, en cierta manera, sincronizar ese mag
netismo a su propia naturaleza.
El universo en que evolucionamos es un amplio campo
magnetico. Sin embargo, al nivel de nuestra vida cotidia-
na, poco sentimos sus efectos.
Desde tiempo esta demostrado que todo sistema vital
obedece al magnetismo que lo circunda, a tal punto que
un campo magnetico proyectado sobre un sistema vital
puede acelerar su crecimiento y asegurar su desarrollo.
A nivel humano mucho mas banal, un hombre dotado
de voluntad puede orientar su magnetismo,
y
entonces
su voluntad, multiplicada por la idea, le permite crear.
Evolucionamos por tanto en un mundo donde la in-
tensidad del color corresponde a la intensidad de nuestra
propia vida,
Robert .Hunt propone una explicacion del espectro
solar segun la cual los rayos amarillos, anaranjados,
azules y violetas, tienen cada uno una accion diferente
sobre los vegetales. o que dejaria suponer que esta reac-
cion se aplica a cualquier otra forma de vida.
El color de la materia cambia tambien en funcion
de particulas proyectadas a velocidades diferentes y con
arreglo a un calculo inicial mas ,dificil de evaluar. Este
contacto de particulas cambia la densidad, y por tanto
modifica su tonalidad.
El color varia en funcion del tiempo de proyeccion
o exposici6n a las particulas de luz. Una hoja de arbol,
en tanto puede reproducir las celulas destruidas por la
luz, continua conservando sus colores.
Cuando el proceso se acaba, y las celulas ya no se
reproducen, la hoja pierde poco a poco sus tintes origi-
nales. Su densidad disminuye y sus estructdras mas del-
gadas y vulnerables comienzan a amarillear.
Lo
mismo sucede con el hombre, que a partir de los
treinta anos pierde 3 neuronas por dia.
Todos hemos sentido ese dolor ocular que atribuimos
al resol. El brillo del sol hiere la vista, la piel enrojece
o se oscurece, segun la pigmentacion, las celulas muertas
se disgregan... todo un mundo de particulas en movi-
miento reacciona frente a lo que encuentra, sin que noso-
tros tengamos. una marcacion que nos permita cercio-
rarnos de ello.
i nos ocurre entendernos con una personalidad mas
que con otra, es que con ese companero tenemos en
comun un potencial magnetico identico.
En algunas parejas, uno posee una carga superior
que provoca en el otro una aceleracion del grado vibra-
torio. Al contacto, la frecuencia mas fuerte crea un corto-
circuito en miniatura. i la carga activa no es igual, tanto
de dia como de noche, absorbe -generalmente durante
el sueno- la energia del otro. De modo que el perjudi-
cado se siente en estado de fatiga permanente y pierde
su energia.
La onda es, de alguna manera, la expresion de un
movimiento fenomenal del universo que agita toda esta
canasta.
Pero antes de poder manejar
y
manipular este mag-
netismo estas ondas, debemos adaptarnos a ellos. Es
imposible transgredir las leyes de la naturaleza Es pre-
ciso someterse explotando lo mejor posible nuestras posi-
bilidades fisicas y mentales.
Nuestro cuerpo es lo mas preciso que poseemos, pero
tambien lo mas precioso. Es un mecanismo emepcional
capaz de captar, analizar, transformar y transmitir can-
tidades de energia y magnetismo.
Cuanto reclama es un alimento energetico de reducido
volumen. los abusos acarrean una sobrecarga, y por tanto
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una perdida del equilibrio y la armonla. En un 98
,
el
cuerpo no es mas que el reflejo de lo que absorbe.'
La disc iplin a, qye permite vivir plenamente l a vida,
es una terapeutica preventiva del fisico
y
de la mente.
Puesto que la energia existe y es posible controlarla, se
pueden crear reacciones al nivel del cuerpo. Es necesario
controlar el gesto, hacerlo mas preciso, mas regular,
simplificarlo hasta la desnudez. Pero tambien es necesario
distender la musculatura, poner en posicion desde los
huesos de la columna vertebral hasta las articulaciones.
Esta reestructuracion del cuerpo repercute sobre la
mente,
y
tiene unos efectos espectaculares sobre la per-
sonalidad.
El alimento -c ar bu ra nt e cotidiano- hara circular
entonces la energia por un cuerpo mas sano. Esta energia
permite al cuerpo cargarse, y de este modo, magnetizarse.
Lo
mismo que el trozo de madera que uno frota rapida-
mente se calienta, se carga, acelera sus particulas y se
enciende.
A la luz de algunas alusiones se habra comprendido
que el kyudo y el katana no son unicamente un exutorio
que permite liberarse de un exceso de energia, aun cuando
esta palabra clave juegue aqui un papel de primer orden.
Ciertamente, si no se considerara mas que la elegancia
de los movimientos, si se fuera sensible s61o al poder
estetico que se desprende de ellos, no se tendria del arco
sino una idea muy fragmentaria.
La gesticulacion que acompana al kyudo es, en rea-
lidad, una serie de armonicos que permiten descifrarse
a si mismo.
Pero hay que tomar algunas precauciones, no maltra-
tar el cuerpo para evitar descargarlo. Obrar relajadamente
y no contrayendose, Adaptar el movimiento a la energia
que se posee para aumentar aCin mas su potencial.
Al cargarse, el cuerpo acumula un excedente de ener-
gia que eliminara por medio del grito, al que se denomina
ki ai
union de las energias). Dicho sonido, propulsado
sin esforzarse, proviene del hara, situado a la altura del
bajovientre.
5
Este centro vital va a favorecer al plexo solar, al centro
faringe0
y
al de la cabeza. T ras haber obtenido el silencio
interior, el sonido que proviene del hara es propulsado
por la energia recuperada.
I
Al comienzo, los resultados seran casi inexistentes.
a L a
Via
no se adquiere sino fuerza de habito, regula-
ridad y constancia.
El ki-ai viene desde lo mas p d u n d o del cuerpo, pero
tambien puede ser un sonido absorbido. Estamos some-
tidos 'a los ruidos ex teriores, controlados m al los sonidos
que emitimos. La palabra es el ejemplo mas significativo
de esto. Muscularmente, la palabra es dominada por la
boca, la mandibula y el cuello. :,Tambien aqui el har a
puede jugar un papel decisivo.
El
sonido que nuestro
cuerpo emite es el Cinico que podemos controlar al ins-
Para nosotros, el sonido se traduce en palabras. Unos
hablan demasiado debilmente, otros tienen una manera
de habla r entreco rtada, un tono muy agudo, o meti lico.
Unos casos entre tantos, pero que tienden a probar que
practicamente nadie armoniza el sonido, no para. si
mismo, ni para su entorno.
Y
as5.: fatigan, descargan o
saturan su organismo.
Ese desequilibrio cread o por 1&* bsorcion o
el
rechazo
del sonido puede provocar lesiones en la mecanica cor-
poral, pero tambien en la mente. La discordancia de las
vibraciones es tanto mas grave cuanto que puede pertur-
bar ese banco de control e informacion que es el cerebro.
Y
mkntras las energias se dispersan, el cuerpo se des-
del conocimiento afirma que el sonido-clave
niverso seria la consonancia OOM. Por medio
cnica apropiada, dicho sonido puede ser perci-
amente, es preciso aceptar la ensenanza de
de paciencia que exige la puesta a punto de
orporal emisora y receptora sin defectgs.
del kyudo armaniza al hombre entero
con el arco, la flecha,
y
el infinito del
5
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blanco. Tambien afina la nacibn de proximidad y aleja-
miento.
Y
de repente, uno se encuentra proyectado en
un universowtiem?oque se confunde con el espacio.
Sentir, simultaneamente, el magnetismo, el sonido y
la materia, solo el cuerpo humano, excepcionalmente
programado, puede controlar este entorno.
No maltratar su naturaleza es el primer imperativo
de un alfabeto que gos rn ar a al cueqo.
El kyudo reporta nuevas facultades de equilibrio,
porque se aprende en pequenas etapas transitorias. Dis-
pensaYesa erenidad que permite detenerse a tiempo, e
igualmente atempera el exceso de energia que algunas
veces se traduce en agresividad. Por tiltimo, modera la
nerviosidad acumulad$ a lo largo de demasiado tiempo.
Con todo, la nerviosidad es necesaria porque sostiene la
accion, y lo mismo ocurre con la agresividad, pero jamhs
hay que dejarles libre curso. Es preciso dominarlas para
poder reemplearlas.
La agresividad esta en nasotros, pues es omniprescente
en la naturaleza. Es ella la que permite la supervivencia
del animal y de la planta. Frecuentemente la agresividad
es la forma mas vulgai del deseo de dominacion. Sin em-
bargo, nada se ~btien&'~ora violencia, ni de un animal,
n de una planta, ,ni de un ser humano. Destruye .tanto
al que la sufre como al que la ejerce.
La perplejidad, el miedo, la colera, a traves de suce-
sivas perdidas de energia, aceieran el envejecimiento del
cluerpo, .
El arco y el sable ensenan una nueva manera de ser,
una nueva manera de sentirse invadido por la calma, y
por tanto de frenar todas esas dispersiones que atacan
al espiritu.
El pensamiento-enengia, en accion rapida, dilapida
el magnetismo. Por el contrario, el kyudo, disciplina equi-
librada, recarga el cuerpo. Un ejercicio fisico bien dosi-
ficado, una respiracion bien controlada, permiten pasar
armoniosamente de una idea a otra, de un movimiento
a otro, Lo mismo eocurre con los sonidos: escuchamos
una musica que nos gusta, luego otra que nos gusta de
manera diferente. En una fraccion de segundo percibimos
que las dos frecuencias no concuerdan. i paso de un
estado a otro ha de ser complementario. La transicion
es necesaria.
Una atmosfera de conflict
n tamano reducido,
un clima de guerra del que s610 pveden nacer inmovili-
zacion y repulsa. Por medio de la k l m a es posible alejar
esas tensiones.
Una de las dominantes del pensamiento japones es
ingeniarselas para, en cualquier momento, prestar un
servicio al otro. Se dice que un japones, marchando por
un sendero, se vio impedido de prweguir su camino por-
que una gran piedra le obstruia l paso. Con todas sus
fuerzas empujo la piedra hacia un costado, e invito al
que lo seguia a pasar primero
Adelantarse al deseo del projimo, reconocer sus faltas
ante testigos, dos reglas de vida que desculpabilizan. Si
se comete un error, que sirve disimularlo? Que aquel
que no cometa un error al dia, en pensamiento o en ac-
cion, tenga el valor de confesarselo a si mismo
El arte del kyudo ensena esta fuerza de razonamiento.
Es, y pretende ser puro. Asi es como consigue este do-
minio, que en el fondo no es mas que la adapatacion do:
todas las formas de vida
icula se d
varia la energia.
Los maestros tibetanos e hindues lo sabian bien, ellos
que habian descifrado el ABC del punto en el circulo cuya
circuferencia esta en todas partes y el centro en ninguna,
Los cambios de estado se hacen gradualmente, por
oleadas, y lo que rige este conjunto fantasmago~icoen
cuyo corazon nos hallamos, no puede ser sino la voluntad:
Toda cosa visible es creada o evoluciona por la voluntad
invisible, eterna,
y
a su antojo. Nuestro cielo ha sido va-
ciado en el molde del mundo ideal , contenido, como
todo lo demas, en el dodecaedro, el signo geometrico
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adoptado por la divinidad. (Extracto del pensamiento
platbnico.) ,
La verdadir ur tiuevo mundo...
Esa verdad que libera de todos los miedos, la siente
el arquero cuando la flecha se separa del arco. En el arte
del kyudo, se dice que es el arco el que tira,
y
tambien
es el arco el que g obierna el gesto.
La Alosofia que ippregna el kyudo indica al discl-
pulo el sentido de la t ia. En el simbolismo d e la Via se
descubre la trinidad
y
el enlace de los triangulos -base
cosmica de los mundos- en el arco, la flecha y el arquero.
Luego, partiendo del que tira: el arquero, la flecha
y
el
blanco. Por ultimo, justo despues de la suelta, los dos
infinitos: uno situado :tra s el blanco, el otro tras el ar -
quero, que es considerado como el eje, el punto del centro.
Igualmente se ensena que el brazo izquierdo empuja
hacia el infinito, y que el derecho tira hacia un infinito
inverso...La liberacion de la flecha hace ent rar en el vacio
simbolico, y ta n s610 por el m otor d e la voluntad se crea
un clima cuyo valor alcan za la unidad universal.
Una vez conseguido el dominio del cuerpo y de la
mente, no es pues el arquero quien tira, sino el arco que
obra en sus brazos. Cuando el discipulo siente esta im-
presion, es porque ha ~ n t r a d o n el vasto universo de la
armonia.
Pero ese camino no carece de dificultades. El disci-
pulo, cuyo ego esta centrado en si mismo, cree haber
logrado el objetivo, en tanto que desde todo punto esta
alejado de el. Como atraviesa periodos de duda, se pone
a juzgar sin comprender. Sin volverse a centrar en la ar-
monia. La ensenanza le parece insuficiente, el arte im-
perfecto.
Quien entra en la Via se interna en un abrupto sen-
dero que domina los abismos. Existe todo un simbolismo
de la ensenanza, representado por cien pasos, es decir,
los cien anos que un hombre deberia poder alcanzar. l
anos, el ser se confunde con l esen-
Para el discipulo, el sendero es tan estrecho
que
a cada
paso corre el riesgo de caer: de un lado, en el fuego.
del otro, en un torrente hirviente. Es perseguido por los
lobos o los-perros salvajes a los que debe hacer frente
a riesgo de perder su vida. El maestro observa la escena,
apoya al discipulo, y lo guia en su marcha. Este puede
hacerse despedazar por la horda, pero tambien proseguir
su camino, dudar, caer en el vaciar:volver a su punto de
partida, o seguir y adecuar los consejos del maestro que
le senala los rumbos que conducen al Conocimiento.
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EL RTE
L
M ESTRl
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El Japon ha de tener para con la China una deuda dr
ticil de evaluar y que no concierne solamente a su cul-
tura o sus habitos de vida.
Durante siglos China represento para el Japon la
trontera mas alejada
y
un cumulo de refinamiento en
materia de civilizacion.
Al igual que en el arco
y
el sable podemos ver en la
ceremonia del te una transposicion simbolica de armonia
universal. Ahora bien el arco el sable
y
el te son no y
de inspiracion sino de creacion china.
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En todos los tiempos, el te va a inspirar una litera-
tura e "inftmdir" un lirismo; que un libro, clasico desde
hace tiempo, mal puede confundir tener. Idealizado, can-
tado, el arbol de te, que no tiene el derecho ni de crecer,
ni de llevar sus flores o sus frutos, vera que su cultivo, su
cosecha
y
su degustacion obedecen a un codigo que los
maestros ensenan desde tiempo inmemorial.
Una historia popular cuenta que un maestro de te,
al cruzarse un dia con un samurai, le paso tan cerca que
rozo su kimono. No hizo falta mas para que el otro se
considerara ofendido.
Por mas que el maestro de te se excuso obsequiosa-
mente por este gesto involuntario, no logro hacer ceder
al susceptible guerrero, quien inmediatamente lo provoco
a duelo.
Aturdido, el maestro de te sintio crecer en el una in-
quietud mortal. No podia rechazar el enfrentamiento, y,
al mismo tiempo, no se sentia lo bastante fuerte como
para hacerle frente. Se le ocurrio entonces ir a pedir con-
sejo a un monje de sus amigos.
Le relato en detalle el incidente, al que juzgaba insig-
nificante, y sobre todo desproporcionado en relacion al
desafio:
-Jamas he estudiado -dijo- otra cosa que los ade-
manes que permiten extraer del te su mejor perfume.
Nunca en mi vida he manejado el sable. Te lo ruego, dime
que, hacer.
El monje reflexiono largo rato y le dio este consejo:
-Te encuentras en una situacion delicada, pero
puedes creerme, ninguna es enteramente desesperada.
Tu posees una indudable maestria, y aun cuando no sea
mas que la del te, ha de poder sacarte de este mal paso.
"Te confio el sable que me viene de mis antepasados.
Deberas ser el primero en estar en el lugar del duelo, y
cuando tu adversario se presente, sacaras la hoja de su
vaina y la alzaras en guardia muy alto por encima de tu
cabeza. Sobre todo, no te muevas Concentrate como
cuando preparas el te. Permanece calmo y sereno como
en el ritual tan particular del te. Y... ahora, puedes mar-
charte.
veras esto es todo?
-ActGa de todo punto com
he indicado. Y...
que el Buda te acompane.
El maestro de te se despidio, pero, en el fondo de si
mismo, solo estaba tranquilizado en parte. Dificilmente
podia imaginarse que el samurai se dejara impresionar
por su actitud de estatua amenazante.
Tras una corta noche, apenas se habia alzado el alba
cuando se dirigio a su cita. Desde muy lejos vio llegar
al guerrero. Altivo, seguro de su fuerza, sereno, en defi-
nitiva, dispuesto para ese nuevo combate.
El maestro de te se puso en guardia, en jodan. con la
hoja por encima de la cabeza,
y
dejo que la calma interior
lo invadiera suavemente. El samurai se aproximo, desen-
vaino El maestro de te permanecio impasible. Cuando
su adversario cambio de guardia nQ sucedio nada, el
maestro de te siguio impertubable. Sorprendido, el sa-
murai dio la vuelta a ese combatiente poco comun. Esa
fijeza le daba un aire inquietante. Se habria dicho que
un poder poco corriente dormitaba en el.
El
samurai pa-
recia desconcertado. Titubeo dos o tres veces y, final-
mente, volvio a guardar la hoja. Despues, hinco una ro-
dilla en tierra,
y
dijo sencillamente:
-Maestro, perdoneme. Maestro
e.
Y, vencido, se alejo
-1263
vivia en un temjild
en la falda de una montana, donde pasaba la mayor parte
de sus dias observando los ciclos de la naturaleza que
s en los que florecian la alegoria
Los monjes que lo rodeaban lo consideraban un ser
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puro. solo animado por el espiritu de Dios. Cuando no
se consagraba a sus projimos, se entregaba a la medita-
cion o al estudio de las ensenanzas que conducen a la
sabiduria.
Pero Shinran tenia conciencia de que otras gentes
-por fuera del te m pl o- llevaban una existencia mas
expuesta que la suya. Por eso decidio bajar al valle, a ver
lo que habia sido del hijo del hombre.
Y tomo el camino que se dirigia a Kyoto,..
Fue entonces cuando Shinran descubrio que el com-
bate no se situaba unicamente arriba, en el templo, sino
tambien entre los hombres.
Hasta ese momento no habia conocido ni el odio, ni
el sufrimiento verdadero. Habia sido preciso que se arri-
mara a la miseria para comprender hasta que punto
aquellas raices sofocaban el corazon del hombre. Los
que debian luchar por sobrevivir no tenlan el tiempo dis-
ponible para meditar.
Y
Shinran se dijo que iba a poner
en practica una filosofia que pudiera inscribirse en la
vida cotidiana d e aquellos.
Queria hacer coincidir las ideas, sus origenes, las leyes
que las rigen, con las insignificancias que anulan un poco
cada uno de nuestros dias.
Se le ha atribuido -equivocada mente- el
anniSho
ese libro de afliccion por la alteracion de la verdadera
creencia, ese inmenso interrogante acerca de los codigos
a los que obedecen nuestros actos. Ese dominio de lo
desconocido, arraigado en las mas intimas profundida-
des del ser.
El que puede localizar en si mismo la razon que lo
hace desdichado, tiene el poder de anestesiar el mal, de
apartarse de el, y de ver esfumarse la cicatriz.
A
partir
de entonces, ya no puede inculpar mas que a una razon
exterior provocada por una reaccion humana, terrestre
o solar. El culpable, ya no es el otro.
Tiene que ver mas con el kar ma -toda intencion esta
inscrita en el curso de la vida-, ac tua como si estuviera
en el interior de sus actos atenua las imptev
secuencias de las causas con efectos.
Cuando la hoja del katan a hace resplandecer la vaina,
cuando la flecha se estrella en una piedra, el efecto pro-
viene de lo mas profundo de si mismo. N i n g h otro mas
que el es responsable del sentido que imprime a sus ade-
manes. Por consiguiente, nadie mejor que
l
puede orien-
tar su destino.
Ser maestro no es creer haber llegado a
de la jerarquia del saber, sino que, en el verdadero sen-
tido del termino, es un modo de vida que supone un de-
terminado estado de animo.
Quien se interna por los caminos de la maestria des-
cubre que nad a le pertenece en sentido propio, gm e-
ralmente esta busqueda lo incita, a nivel de lo cotidiano,
a desnudarse un poco mas.
En el grupo de grandes discipulos al que pertenece,
el maestro tiene como unica vocacion transmitir el cono-
cimiento. Por tanto, ha de dispensar la generosidad que
lleva en si. Para que la herencia espiritual quede asegu-
rada, debe olvidarse de su propia persona para buscar
al discipulo al que legara, en vida, lo que ha recibido
e
otro. Servir es la palabra clave que condiciona su exis-
tencia. Si los rasgos de su caracter no se corresponden,
de alguna manera, con este retrato, pocas son las proba-
bilidades de que el que ensena haya comprendido el
de la pureza
y
del gesto.
Sin embargo, salteador y
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El Conocimiento, la Via, van en el mismo sentido
de la Via
...
En otras palabras, nadie puede transgredir ni sus
orientaciones ni sus fines. Qu erer modificar este equilibrio
equivaldria a borrar del ma pa el monte Fuji . que
derecho, pero sobre todo, por que orgullo habria que
estar animado para llevar a cabo semejante empresa?.
De la linea del arco, del perfil del sable, se desprende
un poder impresionante que obliga al discipulo a una
especie de humildad. Su significacion simbolica permite
entrever,
y
luego descifrar lentamente las estructuras de
su propio cuerpo, el sentido de su propia vida.
La mano que sostiene el arco es el simbolo de la ma-
dre, don del infinito, imagen ampliada del universo. El
poder es atributo del padre, quien guia la mano derecha
con seguridad hacia el objetivo. El papel de la madre es
sostener al hijo -la flecha. La mano derecha no dejara
al hijo desprenderse del arco mas que si padre y madre
estan en perfecta armon ia. S610 entonces la flecha ha-
llara el blanc o.
*
Esta concordancia perfecta no se organiza sino a partir
del centro vital: el hara.
E4 sable obedece rigurosamente al mismb esquema.
Si la mano izquierda y la mano derecha responden a este
sincronismo, la hoja -hijo nacido del cosmos- podr a
circundar el espacio en todos los sentidos.
Como se ve, la maestria no es un vago ti tulo honori-
fico, sino muy por el contrario, un acto de abnegacion
conjugado a diario. Todos los hombres estan sometidos
a las mismas leyes planetarias, tanto el maestro como el
discipulo. No hay que confundir, pues, maestria y san-
tidad: una es accesible a los hombres, la otra esta reser-
vada a muy pocos elegidos.
El conocimiento
no
se asimila en unos gestos, en unas
palabras dispersas. Su pone un comprom iso de todo el ser.
Es necesario presentir las posibilidades del discipulo,
despertar su sensibilidad, pero tambien estimular su vo-
luntad. En esa cabeza, en ese corazon, la logica
y
el razo-
namiento ocupan un lugar importante. Pero en vez de
favorecer el sab er, lo perjudican. Son frenos que inmovi-
lizan al ser interior y ahogan su espontaneidad. Tanto
que una indicacion frecuentemente es interpretada por
el alumno como una crit ica, y el menor estimulo como
un cumplido.
Ese ser interior qu e obedece a la intuicion -la prin-
cipal inteligencja- esta por consiguiente como atrofiado.
A fuerza de pretender ser cerebral, de reaccionar en ter-
minos d e problemas qu e solo las sacrosan tas soluciones
pueden resolver, el alum no ya no sabe sentir , y esa
ciencia del conocim iento que en el se vuelca corre el riesgo
entonces de qu edar en letra muerta.
Este nivel cero de sensacion se traduce en periodos
de paralizacion, despues, de evolucion imperceptible,
luego otra vez de deserticas travesias, para llegar final-
mente a un pozo de agua, pero tan pequeno que apenas
llenaria una copa.
Cada uno encuentra, un dia, el maestro que debia
encontrar. La ensenanza afirma q ue es preciso consagrarle
tres anos de su vida.
Lo que se dice no s iempre es inmediatamente per~i-
bido, pero el maestro no puede apoyar al discipulo en
cada uno de sus pasos, sin riesgo de obstruir su marcha.
El alma del discipulo esta integramente contenida
en el sable. Alli es donde se ha refugiado su poder pro-
tector, y por tanto es alli adon de ha de ir buscarlo.
El samurai no es realmente poderoso mas que mien-
tras su hoja permanece en la vaina. Asimismo, el disci-
pulo solo puede b asca r en si su fuerza intwior. Si se
reduce a juzgar, a criticar, es que abn esta lejos de la
realizacion. La verdad es como un armazon que proteje
su progresion. Asi pues, ha de hallar nuevamente el surco
que conduce a la verdad.
Quienes viven en las fronteras de la armonia rehuyen
la verdad, incluso s i - d e s d e lo mas profundo de s i mis-
mos- la reclaman. Con much a frecuencia, son aqukllos
que favorecen los climas de conflicto.
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Las criticas, las frasecillas mordaces, son cargas emo-
cionales recuperadas por la mente. Por un fenomeno
ciclico de causa y efecto, la mente las vuelve a difundir.
Las redistribuye. De este modo, cuando una persona os
agrade, ataca algo en vosotros, creando una causa que
inevitablemente estara seguida de un efecto. Si hay res-
puesta, el efecto producido repercute en una nueva causa
que, a su vez, provoca un efecto,
y...
asl sucesivamente.
Todas estas cargas negativas son las que ocasionan
las discordancias. Pero si uno se niega a responder, el
malogrado se volvera contra su autor.
la mente del disclpulo es clara, templada , libre,
as causas
y
efectos no seran m as qu e un juego. Un
juego benefico que le permitira tomar conciencia de la
sorprendente combinacion de las armonias
y
de sus posi-
casi infinitas.
ar, absorber, sin huir ni rehusarse, es otra man era
ar los limites de su propia calma interior. Y, en
definitiva, calma interior, arrnonla, maestria, jno son
palabras complementarias, sinonimos de vivir mejor?
b s iejos Sensei, los viejos maestros, conod an el peso
de la tradicion. A lo largo de toda su vida, han espar-
cido el conocimiento para que escape al olvido y disper-
sada su saber para que renazca en otras partes.
El antiguo universo del kyudo se apago en abril de
1976, al tiempo que desapareda su 10.O dan: Matspi
S6rrsei. Tenla mas de 8 anos. Hasta aquel dia de abril,
habia sabido conservar un dominio total de su espiritu
y de su cuerpo
En 1970, otro 10.O dan, Anzawa Sensei, lo habla pre-
cidido en la m uerte.
++Quienesecuerdan a Awa Kanzo aiin hablan de su
ensefianza con emocion.
Estos maestros han dejado, mas alla del tiempo, unas
senales que quiza no sean sino la marca de su pureza.
Contrariamente a la imagen que Occidente se ha
hecho se ellos, el maestro es alguien que participa de
la vida, sin que por lo mismo su maestria se vea alterada.
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verdaderamente lo que era la concentracion. Si me hu
biera dejado ofender, si hubiera tenido un momento de
nerviosidad, Matsui Sensei habria quedado decepcio-
nado... y yo, todavia mas que el...
Los maestros conocen todo el simbolismo del kyudo,
su historia, su filosofia, asi como su mistica. Esta pro-
funda cultura se ve aumentada por la posesion de una
tecnica excepcional.
Muchos sensei afirman, hablando de Matsui, que la
trayectoria de su flecha era tal punto perfecta que habria
podido atravesar, de lado a lado, una caneria de 8 me-
tros de largo sin rozar sus paredes. Si tenemos en cuenta
que en una flecha de bambu el menor error se amplifica
hasta describir un circulo que se va ampliando, podemos
apreciar mejor el control que este maestro tenia sobre si.
A partir de los treinta y seis anos,
y
hasta los ultimos
momentos de su vida, Matsui Sensei ya no supo lo que
era una flecha fuera del blanco. Es verdad que para los
hombres de su estatura, el blanco ya no representa nada.
No es una monomania del tiro la que los impulsa, sino
una voluntad de encontrarse consigo mismo, una pro-
yeccion, una linea de fuga hacia el infinito. En cuanto
a los grados, que a ese nivel son igualmente irrisorios,
no parece que alguna vez le hayan despertado la voluntad
de superarse.
Cuando aun era 5.O dan, habian invitado a el y
a
otro
sensei 5.O dan. Se habia decidido que no habria mas que
un solo representante nombrado 6.O dan, y tal honor caia
naturalmente en Matsui. Como era de esperarse, este
propuso que el otro sensei fuera elevado de grado.
Como se preparaba el dojo para un tiro simbolico,
Matsui Sensei pretexto que no tenia ni arco ni material,
y que en tales condiciones, preferia abstenerse.
Se le ofrecio un arco, un guante, flechas, pero rehuso
otra vez. Dado que los otros sensei hacian coro, acabo
por ceder.
Con un arco de tension totalmente diferente a la del
suyo, Matsui Sensei realizo un tiro tan sorprendente que
al instante fue designado 6.O dan. El otro sensei se le
acerco y dijo:
-Ves que era justo. Cualesquiera sean las circunstan-
cias en que se te coloque, tu no experimentas ninguna
dificultad. Yo, si...
na vez mas, Matsui Sensei habia hecho sentir a los
demas la resonancia del arco, la vibracion de la flecha,
la nocion de distancia, el movimiento del cuerpo
...
Hay quienes juegan
y
quienes se asimilan profunda-
mente al Arma de Vida. S610 los segundos son creadores.
os estan en armonia con el universo.
sa Sensei, gran maestro de naginata, habia alcan-
tambien el grado extremo de la simplicidad. Durante
bia viajado a traves del Japon en busca de manus-
critos concernientes a la religion y al budo. Por su res-
peto al pasado, esta entre los que han salvado una parte
de la herencia de dichas disciplinas moribundas.
En lo que fue el Imperio de la tradicion, ya no queda
sino la sombra de la tradicion. Sin duda el complejo de
insularidad es, entre otras, una de las causas de esta acul-
turacion. S610 quedan algunos espiritus que no quieren
negar sus raices,
y
mucho menos divorciarse de e l h .
Sonobe Sensei (Iemoto 16.O, es decir, decimo sexta
generacion de padre a hijo),
y
su mujer Asano (9.O dan),
representaban la aristocracia del naginata y del- katana.
A los
86
anos, a diez dias de su muerte, est
cohtinuaba practicando.
shiogiri una secuenc
e el espiritu domine
y
s
proeza .
Sonabe escribia ma
recompensaban a aquel cu
constructivo. Esta ma
no se ha transmitido.
poner, ni transcribir
lo hacia Sonobe.
La madre de Son
a un maestro de iai
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bleniente y llegaron a preguntarse cual de los dos, el iai
o el naginata, era el mas seguro en un combate. Aparen-
temente, el largo del naginata hace de el un arma mas
eficaz. como estar seguro de ello? Aquellos dos
expertos sabian que todo depende del espiritu y la fuerza
que se opone en la accion. El arma, en definitiva, no es
mas que una herramienta.
Decidieron, pues, encontrarse en el terreno para poder
juzgar. Las armas ticticias debian de estar talladas en
bambu tlexible.
Esta original idea se difundio, y quedo decidido que
el combate tendria lugar ante el Emperador. En aquel
entonces los japoneses eran unos apasionados por este
genero de encuentros.
Tras varios asaltos, Hideo Sensei debia vencer. Pero,
tanto para el uno como para el otro, aquel combate no
se acababa ni con una victoria, ni con una derrota. Final-
mente, era como una especie de calderon en su dialogo
interrumpido.
Una parte de la ensenanza esta aqui: mezcla de es-
pectacularidad y espiritualidad, que llega intacta, de
generacion en generacion. Como un material que el dis-
cipulo acabaria por labrar
...
El Conocimiento, la Via, van en el sentido de la
a una cromolitografia, con las r
segundo plano, el verde botella de un bosque brillante.
Cerca de la ciudad de Gifu, una pequena aldea y su
viejo dojo de kyudo, situado e imas casas bajas
y los campos.
Algunos practicantes se h en torno a
loq
maestros llegados especialmente de Tokyo, y, entre ellos,
Matsui Sensei.
La presencia de dichos maestros marca la
i
acontecimiento.
E n
l
mayoria, los discipulos son 3 O o 4 O dan, y as-
piran a un
4 O
o 5 O dan. Ninguno de ellos manifiesta
una emocion particular, ni siquiera ese anciano senor
que, con cerca de setenta anos, practica el kyudo de la
manera mas tranquila y serena. Hace catorce anos que
obtuvo su 4 O dan, y desearia pasar al grado superior
unicamente para su satisfaccion personal.
Llega el turno del grupo de cinco discipulos al que
pertenece. El anciano practicante ejecuta con precision
su presentacion ante el blanco, como quien otorga un
verdadero valor a los gestos que domina. Luego, se arro-
dilla en la posicion de espera, hasta el momento en que
se le indica tirar.
Se levanta, coloca su mano derecha sobre la cuerda
y la flecha, en tanto que la izquierda se aduena del arco
sin proripitacion, respetando el orden interior que se ha
impuesto.
El arco se eleva, y si se aprecia
debido a la edad, los movimientos
el
? CO
al maximo, y la tension
pequena vibracion r
flecha se le escapa
seco. Definitivo como una conde
Es la consternacion para to
a la escena. Tanta aplicacion en ese
segundo de mala suerte basta para a
su rostro, nada se trasluce. Sin emb
flechas han de lleg
al
5 O
dan.
Vuelve a tomar el arco
samente, coloca u
se percibe como una
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Poca filosofia conduce a despreciar la erudi-
cion, mucha filosofia conduce a estimarla,',
Chamfort
El arco y el sable -cuya practica se organiza alrededor
de una filosofia- obligan a un retorno hacia los origenes,
a remitirse por consiguiente a una erudici6n tan apre-
ciable como apremiante.
Kyudo y katana destilan un simbolismo transmitido
por el samurai. Aiin hoy, el arco
y
el sable se encuentran
entre las expresiones mas elevadas de ese contradictorio
pais. Y no ya al nivel de lo popular.
Conducirse cual samurai, es escapar a los sentimientos
vulgares. Es superarse.
No es una casualidad que, junto al espejo
y
la joya,
el sable sea el tercer emblema de la corona imperial. El
espejo, porque refleja el alma; l joya, porque en ella se
concentran la belleza
y
la pureza,
y
por iiltimo la hoja,
por la eficacia y justicia que representa.
El sable, y, genericamente, el arma blanca, se cuentan
entre los grandes tesoros de la prehistoria japonesa.
Durante 400 anos, es decir, durante todo l 'periodo
Yayoi (desde 200 anos antes hasta 200 anos despues de
J.C.), el sable, que lo ha protegido a lo largo de su vida,
es el ultimo companero del guerrero desaparecido.
Pero sable, espada, lanza, no son hnicamente armas
qu
permiten asegurar la supervivencia, sino que se vuel-
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ven
1111
objeto ritual bajo la f0rm
abardas de
l r g
cuchillas cuando participan en el culto a Shinto.
Durante 800 anos el samurai domino el Japon. Sirv
a los Daimyo -los Principes- cual guerrero revoltoso
y valiente al tiempo que imponia al pueblo de campe-
sinos la idea de que habia nacido de otra casta. No la
desclasada de los
ronin
sino la superior de los senores.
Desde 1186 hasta 1868 los jefes militares de los que
dependian -los Shogun- no pudieron conservar el poder
sino con el apoyo constante de los samurai dejando a
los mikados solo una vaga apariencia de realeza.
A
tal
punto que la imagineria japonesa asocia el arco y el sable
con todos los relatos legendarios donde los samurai son