Educación liberadora
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Documento utilizado con fines didácticos. 1
Mendieta, Eduardo. (2008). Educación liberadora, pp. 341-355. En Filosofía de la Educación. Bogotá. Editor
Trotta. Vol. 29. Enciclopedia iberoamericana de filosofía.
Educación liberadora
En Iberoamérica existe una tradición pedagógica de raíces
decimonónicas que define la educación como «práctica de
la libertad» y alcanza su apogeo en los años sesenta y
setenta con la obra de autores como Paulo Freire, Iván
Illich, Enrique Dussel, Orlando Fals Borda, o Augusto
Salazar y Bondy. La importancia que este modo de en-
tender la educación —como praxis de liberación para el
oprimido, excluido o despreciado— adquirió en
Iberoamérica se debe en parte a su convergencia con la
misión educadora y evangelizadora de la Iglesia. De modo
que podría decirse que la teología de la liberación no sólo
se benefició de la filosofía de la educación desarrollada por
Paulo Freire, sino que también contribuyó activamente al
desarrollo de una pedagogía específicamente liberadora.
De ahí que consideremos que el trabajo de Ernesto
Documento utilizado con fines didácticos. 2
Cardenal y Juan Luis Segundo debe incluirse junto al de
los autores ya mencionados.
Antes de pasar a analizar cada una de esas contribuciones
a una tradición que en los últimos tiempos ha adquirido
carácter global, parece conveniente ofrecer un breve
esbozo de sus rasgos fundamentales.
En primer lugar, esta tradición ve la educación como
expresión esencial de la excentricidad del ser humano,
como la característica que distingue al ser humano tanto
de los animales (que ya nacen adaptados a su entorno o
Umwelt) como de los dioses (que, supuestamente, están
dotados de naturalezas perfectas e inmutables). En
contraste, el humano neonato es un ser incompleto que
necesita la educación como institución social que le
permite integrarse y desarrollar sus aptitudes dentro de un
mundo creado por otros seres humanos. La educación es,
pues, un proceso de humanización o socialización. En sus
lecciones Sobre la pedagogía (publicadas por sus
estudiantes en 1803) Immanuel Kant sostiene que «El
hombre sólo llega a ser hombre a través de la educación»
(Kant, 1803). La educación se convierte así en la más clara
expresión de la humanidad humanizada e humanizante, y
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por ello la pedagogía propiamente dicha adquiere los
caracteres de una antropología filosófica.
En segundo lugar, la educación es tanto un arte como una
institución. Como arte, se trata una vocación que celebra la
libertad humana y por lo tanto fomenta la renovación y
descubrimiento de nuevos métodos de enseñanza,
métodos cuyo objetivo es facilitar que el ser humano
adquiera consciencia de su propia libertad y dignidad. En
cuanto institución, el sistema educativo es el principal
mecanismo por el cual culturas y sociedades transmiten y
perpetúan sus formas de entender el mundo. Esta tarea de
adaptación o asimilación al orden establecido lleva consigo
implícita una tendencia conservadora a la que la educación
no puede abandonarse si quiere seguir definiéndose como
práctica de la libertad. Por ello, tanto los métodos como los
objetivos que marcan el proceso educativo no pueden
dejar nunca de ser objeto de la reflexión pedagógica. Es
decir, la pedagogía debe ser una continua reflexión sobre
la educación misma, y sólo así se convierte en verdadera
crítica socio-política. La pedagogía de la liberación, como
praxis de la liberación, es parte integral de la política de la
liberación. De este modo, la educación liberadora
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constituye no sólo una crítica del sistema social vigente,
con sus pedagogías conservadoras y domesticadoras,
sino también una práctica política. La educación
transforma al individuo, humanizándolo a través de la
socialización, pero a la vez también transforma el orden
social. Por ello, la educación es el puente que une y
posibilita el tránsito entre la antropología y la política. Si la
educación es la práctica de la libertad, se trata de una
praxis que guía la vocación propia del ser humanizado, su
vida en una comunidad política que se autolegisla. La
educación se convierte así en la herramienta
indispensable de toda comunidad que defiende la libertad
a través del respeto por la ley y la autonomía democrática.
1. PEDAGOGÍA DEL OPRIMIDO: PAULO FREIRE
El pensamiento de Paulo Freire, al igual que el de los más
grandes entre sus contemporáneos, surge de un
compromiso filosófico con los excluidos o marginados, los
analfabetos, los que no tienen la palabra. Antes de publicar
su primer libro, Freire pasó cerca de dos décadas
trabajando en proyectos de alfabetización y movilización
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social alrededor de cuestiones educacionales. Como
muchos de sus coetáneos, él también fue víctima de la
persecución política, por lo que a pesar de que sus
experiencias formativas fueron vividas en Brasil, su
pensamiento se formuló por escrito en el exilio. Pocos
pensadores han obtenido el nivel de reconocimiento
internacional adquirido por Freire, y pocos han marcado
tan indeleblemente el pensamiento filosófico acerca de la
educación como lo ha hecho su pedagogía. A pesar de que
las tesis que Freire desarrolla en sus escritos sobre
pedagogía pueden considerarse como el esbozo de una
pedagogía de la liberación, su contribución a la filosofía
merece ser abordada en términos más amplios. En el
pensamiento freiriano encontramos no sólo una
innovadora filosofía de la educación, sino también un
brillante análisis de la naturaleza humana y de la
democracia. En la radicalidad y alcance de sus
propuestas, el pensamiento de Freire sólo es comparable
al de John Dewey. Ambos coinciden en su intento de
redefinir y articular una sociedad humanizante,
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defendiendo la educación como la progresiva
humanización del individuo a través de la actualización de
su libertad. Para ambos el ser hunujno no existe fuera de la
sociedad, y no hay sociedad sin educación.
El pensamiento freiriano gravita alrededor de una
constelación de preocupaciones fundamentales que aún
hoy, ya casi medio siglo después de su formulación,
siguen manteniendo su vigencia y su fuerza. En el centro
de su pensamiento encontramos una imagen del ser
humano como criatura de la temporalidad. «El hombre,
cualquiera que sea su estado, es un ser abierto» (Freire,
1969, 53). El ser humano existe, es decir, es temporal y se
temporaliza. Y esta temporaliza- ción es su libertad.
Usando la terminología desarrollada por Hannah Arendt,
podemos decir que el ser humano, como ser
temporalizado y temporalizante, siempre inaugura inicios,
abre nuevos proyectos. De hecho, como ser que «se hace
temporal», el individuo no deja nunca de ser un proyecto.
Su temporalidad se manifiesta tanto como futuri- dad como
historicidad. El ser humano tiene un pasado, un presente y
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un futuro. Estas tres dimensiones condicionan su
existencia porque han de ser asumidas, ya sea
aceptándolas o rechazándolas. Según Freire, la
temporalidad que define al ser humano es lo que convierte
a la educación en un factor determinante para el mismo.
Sin ella, no podemos relacionarnos con nuestra
temporalidad, nuestros proyectos y nuestra propia libertad.
En contraste con los animales, que se adaptan o ajustan a
su mundo, los seres humanos se integran en él, apro-
piándose de su mundo temporal. Tal y como el mismo
afirma: «[...] mientras que el animal es esencialmente un
ser acomodado y ajustado, el hombre es un ser integrado»
(ibid., 32). Mientras que los animales son domesticados en
un proceso de adaptación y ajustamiento, el ser humano
es educado a través de una continua transformación y
apropiación. Si el individuo se encuentra en un mundo que
no respeta la libertad que le caracteriza como ser humano,
ese contexto deshumanizante ha de ser transformado. La
educación produce y transmite un mundo temporal (es
decir, histórico e historizado) y a la vez es el proceso a
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través del cual el hombre se integra en' ese mundo con y
en toda la plenitud de su apertura existencial. La vocación
del ser humano es «ser más». Es decir, existir, y no
simplemente ser.
El meramente ser es lo que caracteriza a los objetos.
Hacer del ser humano un objeto es negar su existencia, su
vocación de ser más de lo que una circunstancia dicta o
condiciona. Hacer de un ser humano una cosa, un fetiche,
una mercancía, es deshumanizarlo, negar su humanidad.
Mientras que hay diversas formas de llevar a cabo esa
deshumanización, el único remedio contra ella es la
educación. La pedagogía del opresor es aquella que se
empeña en legitimar, estabilizar y preservar un orden de
jerarquía y privilegio que reduce a la mayor parte de los
individuos a la condición de meros objetos. Incluso los
pocos que mantienen su estatus de sujetos acaban
negando su propia humanidad, como resultado de su
negativa a aceptar la humanidad de la mayoría oprimida.
Por consiguiente, la educación puede ser tanto una
herramienta de opresión como de liberación. Mientras que
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la primera niega la humanidad de la mayoría, la segunda
afirma y reivindica la humanidad de todos. No hay libertad y
humanización en aislamiento y solipsismo cartesiano. Para
Freire lo que distingue la pedagogía de liberación de la de
dominación es que la primera se centra en aumentar la
capacidad de actuar del oprimido, mientras que la segunda
se empeña en hacer de los otros seres domesticados,
meros objetos de manejo y control.
Lo que caracteriza a la pedagogía de la opresión es su
visión del educando como repositorio o contenedor pasivo.
Freire califica este modo de entender la educación como
«concepción bancaria». Esta concepción presupone la
imagen de un sujeto y un objeto claramente diferenciados
que se encuentran en una relación profundamente asi-
métrica y jerárquica. La visión bancaria de la educación
opera desde una serie de dicotomías polarizantes y
delimitadoras y termina elevándolas al nivel de verdades
ontológicas y mitos metafísicos. La forma extremadamente
clara y precisa en la que Freire vislumbra estas
contradicciones no-dialécticas justifica citarlo en extenso:
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a) [...] el educador es siempré quien educa; el
educando, el que es educado;
b) el educador es quien sabe; los educandos,
quienes no saben;
c) el educador es quien piensa, el sujeto del
proceso; los educandos son los objetos
pensados;
d) el educador es quien habla; los educandos,
quienes escuchan dócilmente;
e) el educador es quien disciplina; los educandos,
los disciplinados;
f) el educador es quien opta y prescribe su opción;
los educandos, quienes siguen la prescripción;
g) el educador es quien actúa; los educandos son
aquellos que tienen la ilusión de que actúan en la
actuación del educador;
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h) el educador es quien escoge el contenido
programático; los educandos, a quienes jamás se
escucha, se acomodan a él;
i) el educador identifica la autoridad del saber con
su autoridad funcional, la que opone
antagónicamente a la libertad de los educandos;
son estos quienes deben adaptarse a las
determinaciones de aquél;
j) finalmente, el educador es el sujeto del proceso;
los educandos, meros objetos (Freire, 1970, 74).
En la concepción bancaria de la educación, el educador
(sujeto) se enfrenta al educando (objeto) en una relación
claramente antinómica: él no puede ser el otro, y el otro no
tiene nada que ver con él. La dicotomía se establece a
través de un abismo insuperable, Freire rechaza esta
dicotomía y sugiere pensar la educación como un esfuerzo
que se dirige al ser humano como criatura «siempre
abierta», y que, por tanto, nunca puede o debe ser
reducida a un mero objeto. La educación como práctica de
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la libertad defiende que sólo hay relación
educador-educando si los términos de la relación pueden
invertirse, transformándose en educando-educador. De
este modo, el educador es educado y el educando educa a
la vez que el educando es educado por el educador, que
sólo educa con su propia educación. Esto significa que no
hay individuos que puedan considerarse exclusivamente
educadores, y que uno nunca se educa solo, como un
Robinson Crusoe en la isla del conocimiento kantiano. Al
contrario, nos educamos juntos, en comunidad, en y por
medio de una cultura histórica que transforma y es
transformada por un mundo natural y social. La educación
nos humaniza a través de la socialización, poniendo de
manifiesto que somos criaturas esencialmente dialógicas y
sociales. Desacralizar y desmitificar el fetiche del educador
partogénico de la pedagogía opresora requiere reconocer
la conexión entre la educación y el carácter dialógico de la
conciencia y existencia humana. El existir humano es
siempre relacional. Se existe sólo en relación con otro
existir. Como existentes, nos encontramos ya siempre en
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relación. La dialogicidad del ser humano cristaliza en la
palabra.
son domesticados en un proceso de adaptación y
ajustamiento, el ser humano es educado a través de una
continua transformación y apropiación. Si el individuo se
encuentra en un mundo que no respeta la libertad que le
caracteriza como ser humano, ese contexto deshuma-
nizante ha de ser transformado. La educación produce y
transmite un mundo temporal (es decir, histórico e
historizado) y a la vez es el proceso a través del cual el
hombre se integra en' ese mundo con y en toda la plenitud
de su apertura existencial. La vocación del ser humano es
«ser más». Es decir, existir, y no simplemente ser.
El meramente ser es lo que caracteriza a los objetos.
Hacer del ser humano un objeto es negar su existencia, su
vocación de ser más de lo que una circunstancia dicta o
condiciona. Hacer de un ser humano una cosa, un fetiche,
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una mercancía, es deshumanizarlo, negar su humanidad.
Mientras que hay diversas formas de llevar a cabo esa
deshumanización, el único remedio contra ella es la
educación. La pedagogía del opresor es aquella que se
empeña en legitimar, estabilizar y preservar un orden de
jerarquía y privilegio que reduce a la mayor parte de los
individuos a la condición de meros objetos. Incluso los
pocos que mantienen su estatus de sujetos acaban
negando su propia humanidad, como resultado de su
negativa a aceptar la humanidad de la mayoría oprimida.
Por consiguiente, la educación puede ser tanto una
herramienta de opresión como de liberación. Mientras que
la primera niega la humanidad de la mayoría, la segunda
afirma y reivindica la humanidad de todos. No hay libertad y
humanización en aislamiento y solipsismo cartesiano. Para
Freire lo que distingue la pedagogía de liberación de la de
dominación es que la primera se centra en aumentar la
capacidad de actuar del oprimido, mientras que la segunda
se empeña en hacer de los otros seres domesticados,
meros objetos de manejo y control.
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Lo que caracteriza a la pedagogía de la opresión es su
visión del educando como repositorio o contenedor pasivo.
Freire califica este modo de entender la educación como
«concepción bancaria». Esta concepción presupone la
imagen de un sujeto y un objeto claramente diferenciados
que se encuentran en una relación profundamente asi-
métrica y jerárquica. La visión bancaria de la educación
opera desde una serie de dicotomías polarizantes y
delimitadoras y termina elevándolas al nivel de verdades
ontológicas y mitos metafísicos. La forma extremadamente
clara y precisa en la que Freire vislumbra estas
contradicciones no-dialécticas justifica citarlo en extenso:
a) [...] el educador es siempré quien educa; el
educando, el que es
educado;
b) el educador es quien sabe; los educandos,
quienes no saben;
c) el educador es quien piensa, el sujeto del
proceso; los educandos son los objetos pensados;
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d) el educador es quien habla; los educandos,
quienes escuchan dócilmente;
e) el educador es quien disciplina; los educandos,
los disciplinados;
f) el educador es quien opta y prescribe su opción;
los educandos, quienes siguen la prescripción;
g) el educador es quien actúa; los educandos son
aquellos que tienen la ilusión de que actúan en la
actuación del educador;
h) el educador es quien escoge el contenido
programático; los educandos, a quienes jamás se
escucha, se acomodan a él;
i) el educador identifica la autoridad del saber con
su autoridad funcional, la que opone
antagónicamente a la libertad de los educandos; son
estos quienes deben adaptarse a las
determinaciones de aquél;
j) finalmente, el educador es el sujeto del proceso;
los educandos, meros objetos (Freire, 1970, 74).
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En la concepción bancaria de la educación, el educador
(sujeto) se enfrenta al educando (objeto) en una relación
claramente antinómica: él no puede ser el otro, y el otro no
tiene nada que ve? con él. La dicotomía se establece a
través de un abismo insuperable, Freire rechaza esta
dicotomía y sugiere pensar la educación como un esfuerzo
que se dirige al ser humano como criatura «siempre
abierta», y que, por tanto, nunca puede o debe ser
reducida a un mero objeto. La educación como práctica de
la libertad defiende que sólo hay relación
educador-educando si los términos de la relación pueden
invertirse, transformándose en educando-educador. De
este modo, el educador es educado y el educando educa a
la vez que el educando es educado por el educador, que
sólo educa con su propia educación. Esto significa que no
hay individuos que puedan considerarse exclusivamente
educadores, y que uno nunca se educa solo, como un
Robinson Crusoe en la isla del conocimiento kantiano. Al
contrario, nos educamos juntos, en comunidad, en y por
medio de una cultura histórica que transforma y es
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transformada por un mundo natural y social. La educación
nos humaniza a través de la socialización, poniendo de
manifiesto que somos criaturas esencialmente dialógicas y
sociales. Desacralizar y desmitificar el fetiche del educador
partogé- nico de la pedagogía opresora requiere reconocer
la conexión entre la educación y el gprácter dialógico de la
conciencia y existencia humana. El existir humano es
siempre relacional. Se existe sólo en relación con otro
existir. Como existentes, nos encontramos ya siempre en
relación. La dialogicidad del ser humano cristaliza en la
palabra.
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El ser propio del humano es mediado por la palabra. En y
por la palabra actualizamos y obtenemos nuestra
humanidad. «Existir, humanamente, es pronunciar el
mundo, es transformarlo. El mundo pronunciado, a su vez,
retorna problematizado a los sujetos pronunciantes,
exigiendo de ellos un nuevo pronunciamiento» (Freire,
1971, 100).
El diálogo como exigencia existencial del ser humano
es la toma de palabra con la cual nos humanizamos
humanizando nuestro mundo. Tomar la palabra es lo que
Freire llama concientización, o concienciación. Es decir, el
despertar a la plenitud de una auto-conciencia integrada
con su propia libertad y la de sus interlocutores.
Concienciación es tomar lugar conscientemente en un
mundo histórico e historizado por ese mismo proceso de
apropiación deliberada. De esta forma el mundo aparece
como algo hecho por otros y no creado por un dios eterno y
despreocupado. La concienciación nos devuelve a nuestra
temporalidad, el proyecto existencial individual, pero
también a la temporalidad colectiva y dialógica: el mundo
Documento utilizado con fines didácticos. 20
es nuestro, y en este mundo pronunciamos la palabra que
nos liga en un proyecto comunal y solidario. La educación,
por esta razón, es tanto una labor de coraje y valor como
de amor y generosidad. La pedagogía del oprimido, la
educación como práctica de la libertad comunicativa y
dialógica es el verdadero fundamento de una política
democrática. Mientras que el despotismo, la dictadura, la
oligarquía y el colonialismo paternalista se erigen en una
soberbia que no tolera la libertad del otro, la democracia se
basa en la confidencia y en la creencia en la excentricidad
ontológica del ser humano. La democracia como práctica
de la libertad colectiva y comunal tiene como su
complemento esencial una pedagogía de la liberación.
2. LA ESCUELA COMO FÁBRICA: IVÁN ILLICH
Iván Illich, de origen austríaco, es un pensador anárquico,
profundo e inesperado. Sus contribuciones abordan
terrenos de investigación tan diversos como la medicina, la
teología y la pedagogía. Illich extendió el radio de su
influencia a través del controvertido Centro Intercultural de
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Documentación, que él mismo fundó en Cuernavaca,
México. La obra que tuvo mayores repercusiones para la
pedagogía fue Deschooling Society (1970), traducida bajo
el título de Hacia el fin de la era escolar (1971). Es
importante hacer notar que el título de la traducción al
español no es quizá el más apropiado para transmitir las
nietas filosóficas de Illich. Esta referencia a lo que a
nuestro juicio constituye una poco afortunada traducción
del título original está motivada no por un afán erudito o
escolástico, sino porque creemos que sólo es posible
llegar a entender y valorar adecuadamente lo que Illich se
propone hacer con este libro si contamos con una
traducción fiel. Una posible alternativa, aunque suene un
poco forzado en español, sería Desescolarizando la
sociedad. De este modo, conseguiríamos transmitir la idea
de que hemos llegado al final de una era, por lo que un
nuevo orden y tiempo pueden empezar. No obstante, este
nuevo comienzo requiere emprender un proceso de
desmantelamiento de las instituciones de la
escolarización, que constituyen una extensión de la
Documento utilizado con fines didácticos. 22
ideología de la producción de masas que ha caracterizado
a nuestra época. Ya aquí se anuncian algunos de los
temas que son centrales para Illich. En su poderosa crítica
de la escolarización de la sociedad contemporánea
podemos distinguir cuatro ideas básicas.
En primer lugar, Illich insiste en que la escolarización
presupone la creación de un nuevo objeto social: el joven o
el niño como objeto del paternalismo familiar y social. No
hay escuela, como sistema social, sin la socialización
forzada de individuos como niños y jóvenes, que son
dependientes absolutos de la magnanimidad y cuidado de
sus padres. El niño como una tabula rasa se origina al
mismo tiempo que la familia como unidad doméstica,
social, de consumo y producción. En segundo lugar, la
escolarización es la imposición de los valores del mercado
al mundo educacional y de aprendizaje. En el modo como
el pupilo es individualizado como objeto de cuidado y
adoración familiar, la educación se convierte en una
mercancía que se compra y se vende. Los mecanismos a
través de los que la escolarización se convierte en
Documento utilizado con fines didácticos. 23
mecanismo de la comercialización del mundo educacional
se tornan más evidentes a medida que ascendemos a los
niveles más altos de la escolarización, es decir, la
universidad. De hecho, un título universitario es una de la
mercancías más codiciadas y, a la vez, una de la marcas
de privilegio social que jerarquiza y marca a sus
poseedores como merecedores de reverencia y
obediencia. En tercer lugar, del mismo modo que la
escolarización separa al joven de su familia y su mundo
social a través de su socialización, este proceso conlleva
una inversión dialéctica donde la realidad social cesa de
ser educacional y la educación se hace irreal (unworldly).
Sólo se aprende fuera del mundo, y el mundo no tiene
nada que ensañar. La escolarización separa al joven del
mundo, y el mundo se convierte no sólo en un extraño,
sino también en un enemigo del aprendizaje. Finalmente,
basándose en extensivos análisis demográficos y
estadísticos, Illich concluyó que la escolarización lleva
consigo la falacia de la escolarización obligatoria, que
define y se convierte en marca de medida en la
Documento utilizado con fines didácticos. 24
cuantificación del avance social. Illich argumenta
elocuentemente que la promesa de la escolarización
obligatoria se ha convertido en una gran mentira social,
una promesa cruel, que permite invertir la culpabilidad por
la lentitud o ausencia de avance social. No es que el
sistema social y la escuela fallen, es que los individuos no
sacan buen provecho de lo que la sociedad industrial, de
educación masificada, ofrece y otorga. Para Illich la
escolarización presupone una igualdad ficticia que no es
factible:
Más que llamarla infactible, por el momento,
deberíamos reconocer de una vez que la igualdad
escolar es económicamente un absurdo, y que el
intentarla resulta tan intelectualmente castrante,
como socialmente paralizante, y un descrédito del
sistema político que la promueve (Illich, 1971, 1/14).
La falacia reside en el hecho de que la educación se
confunde con la presentación de diplomas y certificados.
De hecho, en lugar de promover una educación que
Documento utilizado con fines didácticos. 25
conduzca a la madurez intelectual y moral, y a la justicia
social que puede surgir como resultado del ejercicio de la
anterior, la escolarización obligatoria se convierte en un
obstáculo. En vez de promover instrucción y educación
liberadora, como diría Freire, la escolarización
institucionaliza, solidifica y sobrevalora las distinciones
sociales, que acaban convirtiéndose en juicios morales
sobre aquellos que supuestamente no se aprovechan del
sistema de escuelas públicas:
Ni en Norteamérica ni en América Latina, la Escuela
obligatoria ayuda a la igualdad. Al contrario, en una y
otra parte, la sola existencia de la Escuela
descorazona e incapacita a los pobres para asumir el
control de su propio aprendizaje. La escuela en todo
el mundo tiene un efecto antieducacional sobre la
educación, al instaurarse como la institución
especializada y la única competente a cargo de la
educación. Y los fracasos de la Escuela son para la
mayor parte de la gente la prueba de que la
Documento utilizado con fines didácticos. 26
educación es una tarea costosa, compleja y arcana, y
a menudo casi imposible (ibid., 1/10-11).
De hecho la escolarización es uno de los principales
vehículos para lo que Illich llama la modernización de la
pobreza. Tal y como él mismo argumenta con el énfasis y
claridad habituales:
No podemos emprender ninguna reforma educativa
sin antes comprender que ni el aprendizaje individual
ni la igualdad social pueden ser realizados mediante
el rito de la escolarización. No podemos ir más allá de
la sociedad de consumo si antes no comprendemos
que la escuela pública y obligatoria —independiente
de la enseñanza que imparta— calca de manera
inevitable a esa misma sociedad (ibid., 3/8).
La escuela de masas moderniza la pobreza a la vez
que la mitifica y la oculta. Para Illich el sistema moderno de
escolarización obligatoria —que culmina con las torres de
marfil que como castillos en la cima de una colina rocosa e
impregnable nos asombran y fuerzan a mirar hacia arriba
Documento utilizado con fines didácticos. 27
con temor y respeto reverencial— ejecuta tres funciones
ideológicas similares a las que el Medievo asignaba a la
Iglesia: es el repositorio del mito de un progreso imparable,
institucionaliza la contradicción de este mito y es el locus
donde se vive de acuerdo con el ritual que reproduce y
oculta las diferencias abismales entre la realidad y el mito.
Mientras que Freire se centra en las raíces
antropológicas y fenomenológicas de la pedagogía para
llegar a un entendimiento de la interdependencia que
existe entre la educación y la libertad, tanto individual
como social, Illich se ocupa sobre todo de la escuela como
institución social que enajena a los agentes sociales a la
vez que perpetua y sedimenta la desigualdad social. La
pedagogía del oprimido es para la genealogía lo que la
escolarización de la sociedad es para la arqueología. La
primera se ocupa de la educación como proceso de
formación (o malformación) de agentes sociales; la
segunda aborda el estudio de las instituciones que tratan a
los agentes-sujetos como objetos. Si la primera es un
análisis desde la perspectiva de la primera persona (el yo),
Documento utilizado con fines didácticos. 28
la segunda es una análisis desde la perspectiva de la
tercera persona (ellos, los otros). Estos dos tipos de
análisis no son mutuamente excluyentes. Al contrario, es
posible ver cómo se complementan. Para Freire e Illich la
cuestión no es si deberíamos abolir la escuela y
abandonar el proyecto de la educación, sino qué clase de
educación y escuela queremos construir. Mientras el
primero sostiene que una educación a la altura de la
dignidad humana es necesariamente una educación en la
liberación, Illich insiste en que la verdadera educación no
debe confundirse con la mera escolarización, la
adquisición de diplomas y las cuotas de estudiantes
alcanzadas por escuelas que tienen como meta
domesticar a pupilos capaces de aprobar exámenes y
demostrar así que han consumido y digerido
correctamente lo que el sistema les ha indoctrinado.
3. DE LA PEDAGOGÍA A LA PEDAGÓGICA
ANALÉCTICA: ENRIQUE DUSSEL Y JUAN LUIS
SEGUNDO
Documento utilizado con fines didácticos. 29
Enrique Dussel es sin el más prominente de los filósofos
de la liberación, una tradición filosófica que emerge
formalmente en los años sesenta en Latinoamérica. Esta
escuela de pensamiento no debe confundirse con la
teología de la liberación, a pesar de que en ciertas
ocasiones ambas corrientes fueron enriquecidas por la
obra de un mismo autor, como sucede en el caso de
Dussel.
No debemos olvidar que en el contexto latinoamericano
el pensamiento filosófico, crítico, original puede ser
desarrollado y elaborado en el contexto institucional de la
Iglesia católica. Del mismo modo, es importante recordar
que el ímpetu y la motivación que impulsaron la producción
intelectual de Freire vinieron de las demandas
educacionales de la Iglesia brasileña. De hecho, la obra
del teólogo uruguayo Juan Luis Segundo es indicativa de
lo que se puede llamar un catecismo de la liberación, que
exhibe la teología de la liberación como una teología de la
pedagogía. En un libro de gran importancia y muy
oportunamente titulado El dogma que libera: fe, revelación
Documento utilizado con fines didácticos. 30
y magisterio (1989), Segundo argumenta que la propia
estructura del magisterio católico exige una pedagogía de
la liberación. No hay magisterio, dice Segundo, si no hay
un proceso de transmisión, verificación, traducción y
aprobación de una interpretación o interpretaciones dadas.
El magisterio como dogma es el resultado de un proceso
interpretativo, de su transmisión y autorización. La
autoridad del dogma reside precisamente en que ha sido
remitido a un proceso externo y exigente que autentifica lo
que es aceptado y sobrevive como magisterio. La posición
de Segundo, por tanto, expande la posición de la teología
de la liberación, según la cual los textos bíblicos y
sagrados de la cristiandad tienen como mensaje central la
liberación del oprimido, desamparado y deshumanizado.
El mejor ejemplo de esta posición con respecto a los textos
sagrados es la obra de Ernesto Cardenal que lleva por
título El Evangelio en Solentiname (1978), cuatro
volúmenes de exégesis bíblica donde los campesinos
toman la palabra del evangelio y la entienden e interpretan
desde su situación histórica. Además, Segundo argumenta
Documento utilizado con fines didácticos. 31
no sólo que los textos sagrados del cristianismo están
orientados a un proceso de liberación, sino que la tradición
que surgió de su lectura, relectura, interpretación y
reinterpretación está orientada a la liberación de aquellos
que se conducen de acuerdo con ese magisterio y dogma.
Por ello, la catequética de la liberación, como evangelio de
la liberación, presupone una hermenéutica bíblica y
teológica de la liberación que ha sido institucionalizada en
el dogma o magisterio de la Iglesia. Es posible ver cómo
existe una división del trabajo. De hecho, se trata de una
doble pregunta acerca del contenido de la enseñanza y de
cómo se enseña lo que se transmite. La educación es
instrucción acerca de algo o sobre algo, pero es siempre
ejecutada y dispensada de la misma manera. Las
preguntas por el «qué» y el «cómo» se unen en una
hermenéutica bíblica de la liberación que produce un
catequismo de la liberación. La educación que libera es la
forma apropiada para textos que tienen como contenido
mismo el proyecto de la liberación.
Documento utilizado con fines didácticos. 32
Además de una figura clave en la teología de la
liberación, Dussel es un filósofo, un pensador de la
liberación. De los cinco volúmenes que constituyen su
Filosofía ética de la liberación —originalmente publicados
en 1973 bajo el título Para una ética de la liberación lati-
noamericana— Dussel dedica la mitad de uno de ellos al
desarrollo de lo que denomina «una pedagógica
analéptica» que opone a «una pedagógica ontológica».
Mientras que esta última toma como punto de partida la
relación dialéctica padre-hijo, pupilo-maestro, en la cual
una parte se impone sobre la otra, la pedagógica
analéctica es un proceso de apertura a la novedad por
parte del estudiante. La dialéctica y la ontología son
contrapuestas a la analéctica y la metafísica. La dialéctica
es el modo de relacionalidad ontológica que empieza en sí
y regresa a sí misma, en un círculo en el que la otredad,
alteridad y diferencia del otro nunca es reconocida. La
analéctica se define como la relacionalidad metafísica que
es apertura a la diferencia. E insiste en el hecho de que
Documento utilizado con fines didácticos. 33
esa diferencia no es agotable o asimilable al orden
ontológico dado. Para Dussel lo analéctico
indica el hecho real humano por el que todo ser
humano, todo grupo o pueblo [...] se sitúa siempre
'más allá' (anó-) del horizonte de la totalidad. La
dialéctica negativa ya no es suficiente. El momento
analéctico es el punto de apoyo de nuevos
despliegues. El momento analéctico nos abre al
ámbito metafísico (que no es el óntico de las ciencias
fácticas ni el ontológico de la dialéctica negativa),
refiriéndose semánticamente al otro (Dussel, 1976,
5.3.1).
El ensimismamiento de la ontología da lugar a un orden
social, educacional, e incluso erótico, que no tolera la
diferencia. La ontología es, por tanto, guerra a la otredad,
contra una diferencia que no tolera por considerarla
inaceptable e irreconocible. De ahí que Dussel distinga
entre «pedagogía» y «pedagógica». La primera se refiere
únicamente a la enseñanza o ciencia de la instrucción y el
aprendizaje; la segunda, en cambio, es
Documento utilizado con fines didácticos. 34
parte de la filosofía que piensa la relación cara-a-cara
del padre-hijo, maestro-discípulo, médico,
psicólogo-enfermo, filósofo-no-filósofo,
político-ciudadano, etc. Es decir, lo pedagógico en
este caso tiene una amplia significación de todo tipo
de 'disciplina' (lo que se recibe de otro) en oposición a
'invención' (lo que descubre por sí mismo). La
pedagógica, además, tiene la particularidad de ser el
punto de convergencia y pasaje mutuo de la erótica a
la política» (Dussel, 1977, III, 123).
La tarea de la pedagogía analéctica es, pues, la
liberación del hijo, del pueblo, del género, del indio,
del esclavo; no sólo de acuerdo con un determinado
criterio de derechos de ciudadanía, sino desde la
transcendentalidad interior, exterioridad o diferencia
metafísica que todo ser humano y cultural posee.
Para Dussel la pedagógica ontológica es un puente
entre la erótica y la política, pues todo hijo que nace
es educado en el hogar para ser un ser político, pero
cada ser político, a su vez, reproduce el orden
Documento utilizado con fines didácticos. 35
económico y político en el que se encuentra el hogar.
De esta forma, la pedagógica ontológica está ligada a
un proyecto de liberación erótico —la relación de
géneros— y político. La pedagógica ontológica se
apropia de la pedagogía de Freire y la combina tanto
con el pensamiento anti-fetichista de Herbert
Marcuse como con el concepto del intelectual
orgánico de Antonio Gramsci. Como resultado, la
pedagógica ontológica se convierte en una crítica
materialista del contenido y forma de la educación
dentro de un sistema interesado únicamente en su
sacralización.
4. LA ECONOMÍA POLÍTICA GLOBAL DEL
CONOCIMIENTO: ORLANDO FALS BORDA Y AUGUSTO
SALAZAR BONDY
Sin duda, los años sesenta y setenta del siglo pasado
marcaron un período de gran productividad y originalidad
intelectual y filosófica para el mundo hispanohablante. Es
Documento utilizado con fines didácticos. 36
en este momento cuando la crítica «simpática» al
marxismo da lugar a algunas de las orientaciones
intelectuales más influyentes en Latinoamérica. Las teorías
sobre el desarrollo del subdesarrollo y la dependencia
pertenecen a esta época. De hecho, estas propuestas
ejercieron una notable influencia sobre los pensadores que
trataban sobre la problemática de la educación popular. A
pesar de que Dussel se aproxima al materialismo histórico
de forma única, produciendo algunos de los estudios más
originales sobre el desarrollo del marxismo, y en particular
de la crítica a la teoría de la plusvalía, su trabajo aparece
un poco más tarde, en los años ochenta y principios de los
noventa. Quizá el mejor ejemplo de apropiación del
materialismo histórico desde la pedagogía lo encontramos
en los textos de Orlando Fals Borda y Augusto Salazar
Bondy. Ya a finales de la década de los sesenta, Fals
Borda articula explícita y elocuentemente la pregunta
acerca de la producción de conocimiento relevante e
indispensable desde una circunstancia local e histórica
concreta. De hecho, Fals Borda considera que parte de la
Documento utilizado con fines didácticos. 37
tarea de una sociología de la liberación consiste en
demostrar cómo las herramientas intelectuales y la
información y documenta- ción producidas por las ciencias
sociales no corresponden a la realidad latinoamericana.
Por ejemplo, la educación universitaria de los estudiantes
latinoamericanos en las universidades norteamericanas da
lugar a un proceso de «imitación» intelectual que enajena
al estudiante de su realidad social. Como Illich argumenta,
si la escolarización hace el mundo no-educacional, la
educación universitaria y la preparación para la producción
de conocimiento en las universidades del norte económico
enajenan al estudiante de su propio mundo social. La
imitación intelectual que coloniza y enajena debe ser
confrontada con una metodología científica que arraigue y
sitúe al investigador en su propia realidad. Para Fals Borda
esta localización intelectual posibilita la producción de un
conocimiento útil para la sociedad. Tal y como él mismo
sostiene:
En resumen, opino que el adiestramiento en ciencias
sociales para la América Latina debe incluir la investigación
Documento utilizado con fines didácticos. 38
autónoma e independiente de los hechos sociales del área,
estimulando el pensamiento creador y la originalidad para
liberarnos de antiguas o presentes tutelas de toda clase
(Fals Borda, 1970, 29-30).
Si Fals Borda articula la enajenación intelectual en
términos de imitación, Augusto Salazar Bondy lo hace en
términos de in-autenticidad filosófica e intelectual. Al igual
que Fals Borda, Bondy considera que la ausencia de una
auténtica filosofía latinoamericana, o hispano-india, es la
consecuencia de la alienación histórica producida por la
conquista, la colonización, el imperialismo y el
neocolonialismo. Puesto que las circunstancias que
definen la existencia social latinoamericana son
determinadas desde los centros coloniales e imperiales,
esta realidad es enajenante para los que la habitan. Para
Bondy todo el pensamiento filosófico producido en América
Latina, por ejemplo, se guía por patrones, tradiciones y
problemáticas que son dictadas por y hacen referencia a la
realidad del colonizador. El conocimiento relevante y la
conciencia crítica son eliminados por la esclavitud
Documento utilizado con fines didácticos. 39
intelectual y la inmadurez filosófica. La filosofía
latinoamericana es inauténtica porque piensa desde y para
otra realidad, que no es la suya. Bondy articula esta
preocupación constante de un modo explícito cuando
afirma:
El problema de nuestra filosofía es la inautenticidad.
La inautenticidad se enraiza en nuestra condición
histórica de países subdesarrollados y dominados. La
superación de la filosofía está, así, íntimamente
ligada a la superación del subdesarrollo y la
dominación, de tal manera que si puede haber una
filosofía auténtica ella ha de ser fruto de este cambio
histórico trascendental [...] Puede ganar su
autenticidad como parte del movimiento de
superación de nuestra negatividad histórica,
asumiéndola y esforzándose en cancelar sus raíces
(Bondy, 1968, 89).
La producción de un pensamiento auténtico, relevante y
responsable con respecto a la situación existencial
Documento utilizado con fines didácticos. 40
latinoamericana es una tarea que requiere el compromiso
social para transformar las raíces de esa inautenticidad,
que no son otras que el subdesarrollo y la dependencia.
Tanto una sociología de la liberación como una filosofía de
la liberación deben empezar formulando una crítica a la
imitación intelectual y la inautenticidad filosófica que dé
paso a la liberación por medio del compromiso crítico y
político, con el objeto de producir conocimiento y
pensamiento que libere y constituya una prueba irrefutable
de madurez intelectual, mora) y política.
Una de las mayores aportaciones de Fals Borda y de
Bondy es su análisis del funcionamiento de la geopolítica
del conocimiento. Una producción de saber que no se
limita a reflejar pasivamente los efectos de la colonización
y el imperialismo, sino que participa de modo activo en
esos procesos destinados a mantener el control y la
dominación. Por ello, la pedagogía de la liberación debe
convertirse en una crítica geopolítica de la producción del
conocimiento.
Documento utilizado con fines didácticos. 41
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