Diálogo Global Novie 2011

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    > Qu posibilidades hay para el trabajo global?

    > Una sociedad civil de base en Israel

    > Chechenia: Cuando el fin de la guerra nosignifica la paz

    > ALAS: Declaracin Final

    > ESA: Sociologa para tiempos turbulentos

    > ISRB: Adis, Devorah Hola, Mohammed

    Negociar laIslamofobia Catherine Delcroix

    Cambio Climtico:

    Negociacionesestancadas, QuinTiene la Culpa? Herbert Docena

    Debate:Sociologa en un

    Mundo Desigual

    Piotr Sztompka,Tina Uys,

    Nikita Pokrovsky,

    Fernanda Beigel,Helga Nowotny

    El NuevoPopulismo Islmico Vedi R. Hadiz

    NEW

    SLETTER

    VOLUM

    EN

    2/NMERO2/NOVIEMBRE

    2011

    DGN

    DILOGO

    GLOBAL2.2

    Asociacin

    Internacional

    deSociologa

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    Editorial

    > ISLAMNegociar la Islamofobia: Salida, Voz, y Lealtadpor Catherine Delcroix, Francia

    El Nuevo Populismo Islmicopor Vedi R. Hadiz, Australia

    > PROTESTA SOCIALQuin tiene la culpa? Tiempos tempestuosos en lasnegociaciones sobre el cambio climticopor Herbert Docena, Filipinas

    Qu posibilidades hay para el trabajo global?por Robert Lambert, Australia

    Auto-descubrimiento: Una sociedad civil de base popular en Israelpor Devorah Kalekin-Fishman, Israel

    DEBATE: SOCIOLOGA EN UN MUNDO DESIGUALDiez Tesis Sobre el estatus de la Sociologa en un Mundo Desigualpor Piotr Sztompka, Polonia

    Excelencia y Balance: producir sociologa que importepor Tina Uys, Sudfrica

    Hospitalizacin negada por el paciente o En defensa de la sociologapor Nikita Pokrovsky, Rusia

    Dependencia acadmicapor Fernanda Beigel, Argentina

    Produciendo sociologa en el desigual mundo de hoypor Helga Nowotny, Austria

    > COLUMNAS ESPECIALESDerechos humanos: Cuando el fin de la guerra no significa pazpor Alice Szczepanikova, Alemania

    Declaracin Final: Asociacin Latinoamericana de Sociologapor Raquel Sosa Elzaga, Mxico

    Sociologa para tiempos turbios:Declaracin a la Asociacin Europea de Sociologapor Anlia Torres, Portugal

    Editores de ISA: Adis, Devorah Hola, Mohammed

    Entrevista por Jennifer Platt, Inglaterra

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    > Editorial > En este nmero

    Editor: Michael Burawoy. Editores Jefe: Lola Busuttil, August Bag. Editores Asociados:Margaret Abraham, Tina Uys, Raquel Sosa, Jennifer Platt, Robert Van Krieken. Editores Consultores:Izabela Barlinska, Louis Chauvel, Dilek Cindoglu, Tom Dwyer, Jan Fritz, Sari Hanafi, Jaime Jimnez,Habibul Khondker, Simon Mapadimeng, Ishwar Modi, Nikita Pokrovsky, Emma Porio, Yoshimichi Sato,Vineeta Sinha, Benjamin Tejerina, Chin-Chun Yi, Elena Zdravomyslova. EDITORES REGIONALES Mundo rabe: Sari Hanafi, Mounir Saidani. Brasil: Gustavo Taniguti, Juliana Tonche, Pedro Mancini,Fabio Silva Tsunoda, Dmitri Cerboncini Fernandes, Andreza Galli, Renata Barreto Preturlan. Colombia:Mara Jos lvarez Rivadulla, Sebastin Villamizar Santamara, Andrs Castro Arajo. India: IshwarModi, Rajiv Gupta, Rashmi Jain, Uday Singh. Irn: Reyhaneh Javadi, Shahrad Shahvand, Zeinab Nesar,Fatemeh Khorasani, Najmeh Taheri, Saghar Bozorgi, Tara Asgari Laleh. Japn: Kazuhisa Nishihara,

    Mari Shiba, Yoshiya Shiotani, Kousuke Himeno, Tomohiro Takami, Yutaka Iwadate, Kazuhiro Ikeda,Yu Fukuda, Michiko Sambe, Takako Sato. Polonia: Mikoaj Mierzejewski, Anna Piekutowska, KarolinaMikoajewska, Jakub Rozenbaum, Tomasz Pitek, Micha Chemiski. Rusia: Elena Zdravomyslova,Elena Nikoforova, Asja Voronkova. Espaa: Gisela Redondo. Taiwan: Jing-Mao Ho. Consultores deMedios: Annie Lin, Jos Reguera.

    > Consejo Editorial

    Una de las tareas importantes de la sociolo-ga es combatir los estereotipos populares ylas distorsiones polticas, como las que re-ratan el lugar del Islam en el mundo de hoy. As, enesta edicin de Dilogo Global, Catherine Delcroix

    analiza cmo los musulmanes en Europa han res-pondido a la islamofobia, mientras que Vedi Hadizexamina cmo el populismo islmico mueve a losmusulmanes en Indonesia y Egipto detrs de ideo-ogas de mercado, siguiendo el modelo del Partidode Justicia y Desarrollo que ahora rige en Turqua.

    Herbert Docena muestra cmo los mercados y la mo-al se entrecruzan en las negociaciones sobre cambiolimtico mientras el Norte niega su culpa por siglos

    de emisiones y el Sur se rehsa a hacer sacrificiospara contrarrestar condiciones que no cre. Aqu elmercado entra como un rbitro supuestamente neu-ral, mientras en otros casos su capacidad de des-

    ruccin es transparente. En ese sentido, Rob Lam-bert escribe acerca de las posibilidades que existenpara contrarrestar el neoliberalismo a partir de unaolidaridad de trabajo internacional basada en el Sur

    Global, mientras Devorah Kalekin describe las protes-as anti-austeridad del pasado verano en Israel.

    El fundamentalismo del mercado tambin fue eloco de dos grandes conferencias, publicadas aqu,de los encuentros de septiembre de la AsociacinEuropea de Sociologa y la Asociacin Latinoame-icana de Sociologa. Ellos contribuyen a la socio-oga en un mundo desigual el tema del CongresoMundial de Sociologa de 2014 en Yokohama-, asomo lo hace, desde otra perspectiva, Piotr Szto-

    pmka, cuyas diez tesis han suscitado cuatro res-puestas diferentes. El debate no es nuevo pero seevitaliza por una consciencia aumentada acerca

    de las desigualdades globales.

    Nuestra columna de derechos humanos descri-be los horrores de la pax-russiana en Chechenia,mientras que nuestra columna de historia le rin-de tributo a Devorah Kalekin, dedicada editora delnternational Sociology Review of Books, que ellaempez en 2006. Finalmente, quiero darle la bien-enida al equipo de socilogos de Varsovia quienes

    producirn Dilogo Global en polaco, nuestro dci-mo segundo idioma, y al equipo de Bogot que seencargar ahora de la traduccin al espaol.

    Dilogo Global se puede encontrar en Facebook, yena pginaweb de la ISA. Cualquier propuesta debe serenviada a Michael Burawoy: [email protected]

    http://www.facebook.com/pages/International-Sociological-Association-ISA/180226035354843http://www.facebook.com/pages/International-Sociological-Association-ISA/180226035354843http://www.facebook.com/pages/International-Sociological-Association-ISA/180226035354843http://www.isa-sociology.org/http://www.isa-sociology.org/http://www.isa-sociology.org/http://www.isa-sociology.org/http://www.facebook.com/pages/International-Sociological-Association-ISA/180226035354843
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    > Negociarla Islamofobia:

    por Catherine Delcroix, Universidad de Estrasburgo, Francia

    La Islamofobia ha venido au-mentando en Europa desde

    hace ya algn tiempo. Hacepoco estuve en Bruselas participandoen un taller cientfico de socilogosde diferentes pases europeos, todostrabajando sobre la ciudadana enEuropa. Un eminente miembro delParlamento Europeo, quien ayuda redactar la Constitucin europea,seal: Nosotros los europeos nopodemos aceptar que el Islam, unareligin violenta, ponga en tela de

    juicio nuestra identidad europea, que

    es cristiana. Los inmigrantes musul-manes deben abandonar su sistemade valores y sus creencias religiosassi quieren quedarse en Europa y serreconocidos como europeos. La

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    Salida, Voz,y Lealtad

    Arte callejero que muestra a mujeres

    musulmanas llevando el velo islmico y

    siendo a la vez ciudadanas francesas

    comprometidas.

    mayora de nosotros se sorprendimucho! Un colega, del mismo pas

    que este poltico, le pregunt: Creeque su posicin es compatible con elrespeto a los derechos de las mino-ras, cruciales para la democracia?.Este hombre respondi: Mantener elorden europeo es nuestra prioridadms importante. Es ms importanteque el respeto por los derechos delas minoras, y mucho ms importan-te que la democracia.

    De hecho, la islamofobia es muy

    antigua. En la colonia francesa de Al-geria se usaba una imagen negativapreconcebida para privar a los coloni-zados de sus derechos de propiedad

    y sus derechos civiles: de acuerdo al

    dcret Crmieux(1870) podan con-vertirse en ciudadanos franceses yrecuperar sus derechos como ciuda-danos con la condicin de que recha-zaran su fe musulmana cosa que,por supuesto, hacan muy pocos. Sino lo hacan, perdan sus derechos ylibertades y, por tanto, se convertanen presa fcil para los colonizadores.Las guerras de independencia cam-biaron las reglas del juego en el nortede frica y el resto del mundo. Delmismo modo que los paquistanes,bangladeses, e indios en Gran Bre-

    taa, o los indonesios, marroques yturcos en Blgica y los Pases Bajos,tambin los argelinos, marroques ytunecinos en Francia fueron defini-dos primero como fuerza de trabajo(temporal), trabajadores huspedescomo se les llamaba en los pases ve-cinos. Luego consiguieron el permisode traer a sus esposas e hijos; perola dimensin de clase siempre estu-

    vo presente, aunque ahora toma unadimensin tnica (entindase como

    color de piel). Hoy en da, sus hi-jos y nietos reclaman una ciudadanaeuropea completa, pero tienen queluchar contra el estigma ligado a sureligin o a su origen.

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    Enfrentados con un racismo y unaislamofobia profundas, cmo reac-cionan los musulmanes (franceses)europeos? Nadie sabe la verdaderarespuesta; slo a travs de traba-

    jo de campo podemos obtener unarespuesta aproximada. Durante losltimos 20 aos he venido realizan-do estudios de caso en profundidadsobre familias de inmigrantes mu-sulmanes viviendo en Francia, enfo-cndome particularmente en cmolas familias de clase trabajadora,procedentes del Magreb, educan asus hijos para enfrentarse a la dis-criminacin. He utilizado un enfoquemetodolgico basado en la recons-truccin de historias familiares, ex-tradas de historias de vida con va-rios miembros de cada familia: tantopadres como hijos. He repetido es-

    tos estudios de caso en diferentesregiones y ciudades de Francia.

    Hasta la fecha, nadie ha ofrecido unmarco que de cuenta detalladamentede las reacciones de los discriminadosfrente a su discriminacin y que inclu-

    ya tanto a los judos europeos enfren-tados al antisemitismo en la dcadade 1920 como a los musulmanes enel actual periodo. Para este propsitome he apropiado de la famosa tipolo-

    ga de Albert Hirschman: salida, vozy lealtad. Hirschman, un economis-ta, estaba considerando los distintostipos de reacciones individuales quelas personas tienen frente a una bu-rocracia de estado disfuncional, porejemplo, el mal manejo de una ferro-carrilera monopolizada por el estado.Hirschman argumentaba que todaslas reacciones ante este tipo de situa-ciones caben dentro de una de estastres categoras salida, voz o lealtad.Los usuarios pueden seguir aceptandoel alto precio de viajar en tren (leal-tad), reclamar o protestar (voz), o irseen automvil y olvidarse por completode los ferrocarriles (salida).

    Ahora bien, resulta que esta tipo-loga funciona bastante bien cuan-do se aplica a las reacciones de laspersonas frente al racismo: puedenprotestar (voz), cosa que hicieronmuy pocos judos en la dcada de1930 y hacen pocos musulmanes

    hoy. Pueden permanecer pasivosy esperar que pase la tormenta, aligual que tantos judos integrados enAlemania o Francia (en este caso,

    esta lealtad tuvo un final trgico).O pueden decidir irse del pas, esdecir optar por la salida.

    > Salida

    Empecemos con la salida. EnFrancia, un nmero en ascenso dehombres jvenes que no puedenencontrar un primer trabajo decidenprobar su suerte en Montreal. Ca-nad todava acepta nuevos inmi-grantes si estos estn calificados.La mayora de ellos experimenta lamisma revelacin, que se expresade la siguiente manera: En Franciano pude conseguir trabajo debidoa mi nombre rabe, el nombre demi padre que emigr de Marruecos.En Montreal, de repente dej de ser

    visto como un rabe. Para los ca-nadienses yo era francs, slo fran-cs. Luego me preguntaban sobremis destrezas... era tan agradable.En Francia haba querido tanto eso:ser como todos los dems, un fran-cs. Intent tan duro, hice tantosesfuerzos, pero las personas siem-pre hacan la misma pregunta acer-ca de mis orgenes o mi religin.

    Entonces, escapar del racismo a

    travs de la emigracin es una bue-na solucin. Esos jvenes hombresfranceses migran a Australia o a lospases del Golfo rabe. Sin embar-go, no todos tienen acceso a esasposibilidades y existen otras, menosafortunadas, formas de salir. Es biensabido que el racismo puede daar el

    yo, la autopercepcin, la autoestima,especialmente para aquellos indivi-duos que estn ms aislados y sonmenos resistentes. Algunos recurrenal uso de drogas o incluso al suicidio,que son otras formas de salida.

    > Voz

    La voz, en contraste, va en la di-reccin opuesta. Se usa la voz paraprotestar contra un orden social in-

    justo que te discrimina. Puede ser ex-presada de forma individual o colecti-

    va. La voz demanda reconocimiento,es una lucha por ese reconocimiento:

    Oye, sociedad! Yo soy uno de tusmiembros. Reconceme como tal!Y tambin reconoce mis derechoscomo minora! Vive a la altura de los

    ideales que proclamas!

    En Francia hay muchos ejemplos deluso de la voz por grupos discrimina-dos, algunos formales y organizados,otros informales y de corta duracincomo es el caso de los disturbios enlos suburbios de Noviembre del 2005ocasionados por el asesinato de un

    joven que trataba de escapar de lapolica. En contraste con la salida,protestar en contra de la violencia po-liciaca, pedirle a Francia que viva ala altura de los principios de Libert,galit, Fraternit, no significa, comoestn inclinadas a pensar tantas per-sonas, el rechazo de la sociedad fran-cesa. Todo lo contrario. Significa quelos discriminados todava creen en lacapacidad que tiene la sociedad dereformarse a s misma.

    De los tres tipos principales de res-puesta al racismo, la voz es la queabre la posibilidad de pasar de unaaccin individual a una colectiva deprocesos micro a procesos de esca-la local, regional, o incluso nacional.Pero este camino es difcil debido aque el orden social siempre oponeresistencia, y no siempre a travs dela represin. Es ms inteligente queeso; sus armas ms frecuentes son

    de carcter discursivo formas inge-niosas de distorsionar los hechos ylas intenciones de sus adversarios.

    Tomemos como ejemplo el velomusulmn. Por qu ser que lasnias y jvenes francesas, hijas demusulmanes, deciden usar el velo?Es acaso por presin de funda-mentalistas islmicos? Cuando lossocilogos entrevistaron a las niasde bachillerato que utilizan el velo,descubrieron que ese no era el casoen absoluto. Muchas de estas niasafirmaron que haban decidido porellas mismas llevar el velo; muchas

    veces en contra de la voluntad desus padres. Al principio nadie lescrea, todos pensaban que estabanmintiendo. Eventualmente se hizoevidente que ellas, en efecto, decanla verdad. Tambin dijeron que esono significaba que se sintieran me-nos francesas; de ninguna manera.

    La mejor interpretacin del fenme-no del velo ha sido proporcionadapor Houria Boutelja, apuntando a la

    situacin contradictoria de las muje-

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    res francesas islmicas de segundageneracin. Por un lado, est el pesodel racismo en contra de los rabes,la creciente islamofobia y la discri-minacin en el mercado laboral. Sinembargo, esa presin es mucho msfuerte en sus hermanos que en estas

    jvenes a quienes la sociedad blan-ca enva el mensaje: Abandonen ellugar en el que crecieron; escapen dela autoridad de sus padres y herma-nos; djenlos atrs. Denle la espal-da al pasado, vengan y nanse a laabierta sociedad francesa.

    La tentacin de la libertad resultamuy atractiva para estas jvenes,dice Houria Boutelja. Porque, porsupuesto, todava existen rastros decultura patriarcal, normas y prohibi-ciones en muchas de las familias in-

    migrantes procedentes del Magreb.Sin embargo, esto significara unatraicin hacia la familia y la comu-nidad. Houria Boutelja seala queesto es una trampa, pero que lehan encontrado una solucin a estatrampa en el velo. Al llevarlo, las j-

    venes estn dicindole a la sociedadfrancesa por medio de una voz si-lenciosa: No, nosotras no traiciona-remos a nuestros padres y a nuestracomunidad. Ustedes los han estado

    maltratando, primero como traba-jadores huspedes y ahora comomusulmanes; definitivamente nosquedaremos de su lado!

    No obstante, al mismo tiempo,dice Houria Butelja, el velo tambinle enva un mensaje a los hombresde la comunidad: sus padres, herma-nos y primos. El mensaje es: Miren,nosotras no los hemos traicionado,nosotras los apoyamos; hemos re-chazado su oferta, o no? Ahora porfavor djenos ser libres de seguirnuestro camino. No nos portaremosmal; pero queremos ser libres y po-der seguir estudiando; preferimos ser

    solteras a casarnos con alguien queno conocemos; queremos preparar-nos para la vida profesional. Esto noes salida; esto tampoco es lealtad(a la sociedad francesa); esto es cla-ramente un caso de voz, pero unomuy sofisticado.

    > Lealtad

    Entonces, qu significa lealtad?Es difcil serle leal a una sociedadque lo rechaza a uno por ser vistode manera radicalmente diferente.Sin embargo, esta actitud de lealtadhacia una sociedad racista prevale-ci entre la primera generacin demigrantes, incluso a pesar de la gue-rra de independencia argelina. Porende, una encuesta nacional hecha

    en Francia en el 2005 por ClaudineAttias-Donfut a inmigrantes ancia-nos de todas las procedencias mos-tr que ms del 90% dicen sentirseen casa en este pas.

    Por otra parte, yo misma he sidotestigo de muchos padres inmigran-tes tratando de convencer a sus hi-

    jos de no tomar represalias cuandose vean enfrentados a comentariosdespectivos. Les ensean a sus hijos

    a ser pacientes como una estrategiapara incrementar su posibilidades detriunfar. Sin embargo, las juventudesde segunda generacin tienen unaidea de lealtad ms transnacional:ellos creen en los valores de la re-pblica francesa y se ven a s mis-mos como ciudadanos europeos.Este sentimiento de pertenencia seconecta a menudo con el hecho detener familia en otros pases euro-peos. Ellos creen en la democraciaeuropea y en la proteccin de los de-rechos de las minoras.

    Pertenecer o no pertenecer? Esaes la pregunta, pero se necesitan dos

    para poder pertenecer. La islamofobiaes el opuesto al reconocimiento ne-cesario para poder pertenecer y tenerun sentimiento de pertenencia. Con-cluyo con lo que Floya Anthias dicesobre pertenecer: La pertenencia setrata de experiencias tanto formalescomo informales. La pertenencia nose trata slo de membresa, derechos

    y deberes, como en el caso de la ciu-dadana, o de formas de identificarsecon otras personas. Tambin se tratade espacios sociales construidos portales identificaciones y membresas,

    y sobre las formas en que el espaciosocial afecta la estabilidad del ser, elsentimiento de ser parte de algo msgrande y los vnculos emocionales ysociales atados a dichos lugares.

    Este es el corazn del asunto. Creo

    que nosotros como socilogos dis-ponemos de los medios para modi-ficar el sentido comn europeo porejemplo, a travs de la recoleccin deestudios de caso, encontrando ejem-plos vvidos a travs de historias de

    vida para dejar de tratar a los musul-manes europeos como chivos expia-torios y, en lugar de eso, considerar-los como parte de nosotros.

    Referencias

    Anthias, F. (2002) Thinking through the lens of Trans-national Positionality, www.imrstr.dcu.ie [4:1].

    Attias-Donfut, C. (2006) Lenracinement. Enqutesur le vieillissement des immigrs en France. Pars:Armand Colin.

    Boutelja, H. (2006) On vous a tant aim-es. Entre-tien ralis par Christelle Hamel et Christine Delphy.Nouvelles Questions Fministes 25(1).

    Delcroix, C. (2009) Muslim Families in France: Crea-

    tive Parenting, Identity and Recognition. Oral History37(2).

    Hirschman, A. (1972) Exit, Voice and Loyalty: Res-ponses to Decline in Firms, Organizations and States.Cambridge: Harvard University Press.

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    han llegado y se han extendido enmegaciudades caticas como El Cai-ro, Estambul y Yakarta en las dcadasrecientes buscando educacin, em-pleo y la promesa de una vida me-

    jor. En ambas formas, sin embargo,la ummah es concebida como unaespecie de sinnimo de pueblo unconcepto que forma parte integral detodos los imaginarios populistas que

    yuxtaponen a las masas moralmentevirtuosas pero marginales a la litevoraz y depredadora.

    El efecto de esta transformacinen organizaciones como la Herman-dad Musulmana que a pesar de suscontradicciones internas sigue siendola fuerza mejor organizada en la so-

    ciedad civil de Egipto ha sido profun-do. De hecho, las ramificaciones delNuevo Populismo ya eran evidentesen el ascenso al poder del partido de

    > El Nuevo Populismo

    por Vedi R. Hadiz, Universidad de Murdoch, Australia

    El carismtico Primer Ministro de Turqua,

    Recep Tayyip Erdogan, asegura apoyo

    popular para su mezcla de Islam y

    neoliberalismo.

    Uno de los rasgos ms lla-mativos de las recientesrevueltas rabes es que losmovimientos de oposicin islmicano han estado liderndolos. Queno hayan tomado un rol de lideraz-go es interesante debido al hechoque los grupos islmicos, desde ladesaparicin de la mayor parte de laizquierda en las sociedades musul-manes durante la Guerra Fra, hansido la fuente ms importante de di-sidencia en contra de varios regme-nes autoritarios, especialmente enel Norte de frica y Medio Oriente.No obstante, en pases tales como

    Tnez y Egipto, instrumentos comoAn Nahda y la Hermandad Islmica,respectivamente, son propensos a

    tener xito en los nuevos entornospost-autoritarios. Esto ha llevado aun grado de alarmismo y exagera-cin islamofbica en algunos secto-

    res de los medios de comunicacinoccidentales.

    Vindolo ms en profundidad, po-demos ver que la poltica islmica hasido transformada frecuentemente porlo que podramos describir como unNuevo Populismo Islmico. Si la anti-gua forma se basaba en los interesesde una pequea burguesa tradicionalen declive, compuesta de comercian-tes urbanos, pequeos productoresde mercancas y lites rurales, esms probable que el ms recientepopulismo islmico est compuestode una alianza de elementos muydispares: sectores marginalizados dela burguesa, miembros educados yambiciosos de la nuevas clases me-

    dias urbanas todava atrapados en lospeldaos ms bajos de la jerarquasocial, as como las masas crecien-tes de pobres en zonas urbanas que

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    Islmico

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    Justicia y Desarrollo en Turqua (AKP)en el 2002, y al cual los lderes delpartido de Libertad y Justicia en Egip-to el naciente medio electoral dela Hermandad Musulmana estntomando como modelo. Incluso enlugares tan alejados como el sudesteasitico, el partido de Justicia y Pros-

    peridad de Indonesia (PKS) el msexitoso entre un grupo de partidosde orientacin islmica tambin haencontrado inspiracin por muchosaos en el triunfo del AKP, que re-cientemente gan su tercera eleccinconsecutiva de manera contundente.Adems de asumir la va democr-tica, es bien sabido que el AKP haintroducido ingeniosamente las refor-mas econmicas neoliberales en las

    preocupaciones de justicia social tra-dicionales del Nuevo Populismo.

    La experiencia del AKP no puedeser explicada, como algunos han su-gerido, por el efecto moderador dela participacin en una democraciaelectoral. Es ms importante darsecuenta de que el objetivo de promo-

    ver el posicionamiento social, eco-nmico y poltico de la ummah norequiere un estado islmico o uno

    gobernado rgidamente por la Sha-ria. Puede ser logrado a travs delreposicionamiento favorable de laummah y de sus mecanismos pol-ticos y organizacionales con relacinal estado y el mercado existentes.

    A pesar del apoyo de base entrelos pobres de zonas urbanas y el li-derazgo fuertemente derivado delos miembros educados y ambicio-

    sos de la clase media urbana, unade las razones ms importantes deltriunfo del AKP ha sido el apoyo de

    la denominada burguesa de Anatolia.Esta ltima est compuesta cultural-mente por empresarios musulmanesque haban sido relativamente mar-ginados por un establecimiento po-ltico, secular, kemalista, burocrticoque favoreca una burguesa grandeque se encontraba en Estambul. Es

    importante destacar que la burgue-sa de Anatolia, ms arraigada en laprovincia, haba estado fortalecin-dose desde que Turqua pas en ladcada de 1980 hacia una estrategiaeconmica orientada a la exportacin

    y basada en mercados globales. Enel caso turco, por supuesto, siguesiendo inconstitucional promover unestado islmico y el AKP no puedeidentificarse abiertamente como un

    partido islmico a pesar de habersurgido a partir de grupos y redes is-lmicas de vieja data. Sin embargo,esto no ha demostrado ser un obst-culo en el desarrollo de alianzas entreclases que han ganado y mantenidoexitosamente el control del gobiernoen bsqueda de polticas que mejo-ren la posicin de la ummah, definidaen oposicin a lites seculares acu-sadas de mal manejo econmico, deprcticas autoritarias, as como de un

    distanciamiento cultural.

    La situacin en Egipto es, desdeluego, muy inestable an como parasugerir que la Hermandad Musulmana

    va a lograr el mismo xito de hecho,ha tenido que reducir considerable-mente su participacin en el ambien-te post-autoritario de Egipto de modoque no se tenga la impresin de ha-berse apropiado de la insurreccin

    egipcia. No obstante, la HermandadMusulmana ha sufrido transformacio-nes internas desde los das de Hasan

    Al Banna o Sayyid Qutb. sta tambinpuede contar con un fuerte apoyo debase en segmentos de jvenes de laclase media urbana y, ciertamente,gran parte de la poblacin urbana po-bre dada la desorganizacin relativade fuerzas izquierdistas y liberales.Adems, la Hermandad Musulmana

    ha tenido como un apoyo fundamen-tal a negocios grandes y pequeos,que de hecho posibilitaron su ante-rior incursin semiclandestina en lapoltica electoral. Como resultado,fue condenada al ostracismo por elrgimen de Mubarak. La HermandadMusulmana tambin ve la democra-cia como una herramienta til paraapoderarse de las posiciones de lossecuaces de Mubarak en los altos

    mandos de la economa.

    Pero el Nuevo Populismo Islmicono siempre est tan cerca del triun-fo. Si su mayor representante en In-donesia es el PKS, es claro que elpartido est lejos de estar en posi-cin de obtener poder. Esto de pors es interesante porque una fuentede su debilidad comparada con suscontrapartes turcas y egipcias esla ausencia de una gran burguesa

    fuerte de cultura musulmana debidoa la dominacin continua de perso-nas de etnia china en la burguesaen Indonesia.

    Que resulte exitoso o no, el ascen-so del Nuevo Populismo Islmicotiene implicaciones importantes aldesafiar los estereotipos de las me-tas, estrategias y mecanismos tradi-cionales de la poltica islmica en el

    mundo moderno.

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    > Quin tiene la culpa?Tiempos tempestuosos enlas negociaciones sobre el

    cambio climticopor Herbert Docena, Focus on the Global South, Manila y la Universidad de California,Berkeley

    Este diciembre miles de ofi-ciales, activistas, cabilderose incluso algunas superes-trellas volarn a Durbn para la deci-

    mosptima Convencin Marco de lasNaciones Unidas sobre el Cambio Cli-mtico (CMNUCC). El prximo julio,muchos volvern a volar a Ro para

    celebrar dos dcadas desde la firmade la CMNUCC y otros acuerdos am-bientales. Ya han pasado veinte aosdesde lo que muchos consideran fue-

    ron las ms complejas y quiz mstrascendentes negociaciones inter-gubernamentales en la historia, peroqu se ha logrado?

    Vulnerabilidad al cambio climtico. Las reas que aparecen en verde claro son las menos vulnerables y las que aparecen en

    azul oscuro son las ms vulnerables. Los pases del Norte tienen las emisiones de CO2 per cpita ms altas pero son los menos

    afectados por el cambio climtico, mientras que los pases del Sur tienen las emisiones ms bajas de CO2 y sern los ms afecta-

    dos. Cortesa de Maplecroft.

    Mientras escribo esto, desde Bu-lacn, Filipinas, cientos de personasestn pasando otra tempestuosanoche en sus tejados, hambrientos

    y esperando rescate a causa de lasinundaciones desatadas por el ltimosper-tifn; esperan porque, en unaaldea de miles, slo hay dos botes de

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    rescate para ir de casa en casa. Esto,slo pocos das despus que el pashizo una pausa para recordar el ani-

    versario del peor tifn en la historiareciente y un da antes de estar pre-

    visto que otro tifn golpee la costa.

    Dos decenios han transcurrido des-

    de que los gobiernos acordaron porprimera vez reducir sus emisiones,las tormentas se estn volviendoms fuertes y frecuentes mientrasque las sequas se estn volviendoms graves tal y como lo predicela ciencia del clima. De acuerdo aun reporte publicado por la AgenciaInternacional de Energa el pasadomayo, las emisiones de carbono delao pasado fueron las ms altas en

    la historia. Por qu, a pesar de losacuerdos, estas emisiones que hansido tildadas de lo que el filsofoPeter Singer ha llamado nuevasformas extraas de matar siguensubiendo y subiendo?

    Fui a Bonn el pasado junio paraseguir las negociaciones climticas yme sorprend por lo que estaba sien-do debatido: una variante del siste-ma de promesa y revisin (pledge-and-review) , una propuesta segnla cual cada pas decidira por smismo cmo quiere actuar, sin ata-duras, sin promesas. En otra sala,Bolivia peda que se implementaraun impuesto global para financiaresfuerzos para hacer frente a losdesastres del cambio climtico. Mesorprendi porque, habiendo sa-lido hace poco de un curso acele-rado sobre la historia temprana de

    las negociaciones, saba que ambaspropuestas haban sido presenta-das y descartadas a principiosde los aos 90, y sin embargo, ahestaban de vuelta en la mesa. Vinea Bonn, en parte, a familiarizarmecon el desarrollo reciente en lasnegociaciones, slo para descubrirque estaban justo en el punto dondehaban empezado. Por qu estnestancadas las negociaciones?

    Despus de entrevistar a cerca deveinte personas de alrededor delmundo ntimamente involucradas

    en las negociaciones y despusde leer detenidamente cientos depginas de los documentos de lanegociacin, parte de la respuestase debe a que los dos grandes blo-ques el Norte y el Sur todavano han resuelto de manera satis-factoria el asunto ms bsico pero

    quiz tambin el ms fundamentalen todas las negociaciones: quintiene la culpa?

    Detrs de estos debates cada vezms arcanos, por supuesto, siguesiendo la ms mundana de lascuestiones morales la que da cuen-ta de las contiendas ms durade-ras: desde el comienzo, la mayorade los pases en vas de desarro-

    llo desde el ms industrializadohasta el ms pobre han acusadoal Norte de ser culpable de causarel cambio climtico debido a susemisiones en el curso de su indus-trializacin. La mayora de los pa-ses desarrollados a pesar de lasdisputas entre europeos y estado-unidenses han permanecido uni-dos en rechazar esta posicin.

    La posicin de Estados Unidos en

    las negociaciones ha cambiado conlos aos, pero los sentimientos de

    Todd Stern, el jefe de negociadoresNosotros reconocemos nuestropapel histrico de poner emisionesen la atmsfera, all arriba, pero elsentimiento de culpa o las indemni-zaciones, simplemente rechazo en-fticamente eso son lo nico conlo que estn de acuerdo todos losque toman las decisiones, ya sean

    republicanos o demcratas, cre-yentes o escpticos del cambio cli-mtico, cabilderos empresariales oambientalistas. Cada negociador deEstados Unidos con el que he habla-do, sin falta, ha repetido la siguientefrase: no deberamos ser culpadospor algo que no sabamos que (tal

    vez) estaba causando daos.

    Para estar seguros, las partes hanacordado contribuir de acuerdo asus responsabilidades comunespero diferenciadas y a sus capacida-des respectivas, pero esta frase se

    ha convertido en la ms disputadaen la historia de las negociaciones:los negociadores del Sur tienden aenfocarse en la palabra diferencia-cin convencidos que sus bases serefieren a la culpabilidad histricadel Norte. Los negociadores del Nor-te se agarran a la palabra comn y

    en contraste con los negociadoresdel Sur que usualmente se detie-nen en responsabilidades comunespero diferenciadas ponen un nfa-sis en agregar las capacidades res-pectivas; es decir, ellos contribuyenporque estn ms capacitados, noporque estn obligados.

    Esto no se trata slo de cuestionesde semntica, porque la postura

    de cada parte frente a la preguntade responsabilidad ha orientado larespuesta de cada una a tres pre-guntas concretas que han acosa-do las negociaciones: Quin esta cargo? Quin debe hacer qu?Quin debe qu?

    Insistiendo en su posicin de vcti-ma, el Sur ha presionado por teneruna mayor participacin en la tomade decisiones, ha tendido a preferir

    medidas punitivas y de carcter obli-gatorio, y ha exigido constantemen-te una compensacin por parte delNorte. De ah la insistencia en medi-das de carcter obligatorio como elimpuesto global o la multa sobre elexceso de emisiones. Por otro lado,partiendo de un rechazo al senti-miento de culpabilidad e insistiendoen que estn abiertos a contribuirms porquepueden y no porque de-

    ben, el Norte ha buscado restringir latoma de decisiones, ha exigido msflexibilidad o rentabilidad en todomomento, a travs de medidas decarcter voluntario en vez de carcterobligatorio, y con recompensas si sepuede. De ah la insistencia en pro-puestas como el pledge-and-reviewo mecanismos como el comercio deemisiones de carbono.

    Estos puntos de partida divergen-tes en conexin con desarrolloshistricos ms amplios relaciona-dos con las desigualdades Norte-

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    Sur y las dinmicas del capitalismoglobal ayudan a explicar por quno se ha podido llegar a un acuerdocomn en muchas cuestiones.

    Los esfuerzos del Norte por confinarlas negociaciones a slo los grandesemisores en vez de a todos los 193

    pases parecen sumamente razona-bles a personas como Brad DeLong,profesor de economa en Berkeley(quien en la misma conversacinreconoci que a muchos de loshabitantes de San Francisco no lesmolestara tener el mismo clima queLos ngeles), ya que cree que sloaquellos que lideran deben decidir.Pero esto es inaceptable para aque-llos a los que les preocupa cmo se

    debe llevar a cabo la justicia: a losagresores, despus de todo, gene-ralmente no se les permite decidirlos trminos de su propio castigo.

    Las exigencias por solucionesgratificantes en vez de puniti-

    vas pueden sonar razonables paraaquellos que se ven a s mismoscomo lderes magnnimos, perosuenan irritantes para aquellos quelos ven como los victimarios: a los

    pecadores, despus de todo, ge-neralmente no se les permite pedirformas menos severas de castigo.De manera similar, la negativa delNorte por sujetar los fondos al con-trol democrtico de todas las par-tes (basados en que no se le puedeconfiar al Sur) suena sumamente

    justificable para aquellos que seven a s mismos como lderes bene-volentes, pero suena absurdo paraquienes los ven como transgresoresculpables: al culpable tpicamenteno se le exonera de pagar indem-nizaciones por poner en cuestin laintegridad moral de sus vctimas.

    Incluso en el raro campo de la di-plomacia climtica, son inevitables

    las preguntas cotidianas de culpa einocencia porque nuestras respues-tas a ellas pueden definir los trmi-nos de nuestras relaciones socialescon los otros, especialmente en si-tuaciones de desigualdad. Durantedos dcadas, el Norte y el Sur hanestado luchando sobre esos trmi-nos a cada paso: lo que cada quinpuede exigirle de manera justifica-da al otro, lo que los otros puedenexigirnos de manera justificada, a lo

    que uno tiene derecho a hacer, a loque estamos obligados a hacer, etc.

    Hasta el da de hoy, el Norte, conel apoyo de algunos en el Sur, haconseguido institucionalizar sus re-clamos de inocencia a travs de lagaranta estipulada en el protocolo

    de Kyoto de flexibilidad y el recursode poder comerciar con las emisio-nes de carbono, un mecanismo queha acabado con las propuestas ini-ciales del Sur para establecer mul-tas y compensaciones obligatorias.

    Sin embargo, eso no significa queel asunto se haya resuelto de una

    vez por todas, como muestran lasdemandas continuas por restitu-

    ciones, por una corte internacionalde asuntos climticos, por tenerjusticia climtica. Y siempre ycuando no se resuelva de mane-ra satisfactoria, las negociacio-nes van a permanecer estancadascomo estn por otros veinte aos.Eso puede que est bien para losque estn cmodos en las colinasde Berkeley, pero no es aceptablepara quienes estn varados en lostechos de Bulacn.

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    > Qu posibilidadeshay para el trabajo

    global?por Robert Lambert, Universidad de Australia Occidental, antiguo Presidente del comit deinvestigacin sobre movimientos obreros de la ISA

    Dadas las mltiples crisis queestamos viviendo (clima, fi-

    nanzas, empleo), las inter-venciones de Edward Webster, PunNgai y Enrique de la Garza (DilogoGlobal, 1.5, Julio del 2011) sobre el

    trabajo global estimularon reflexio-nes sobre un asunto crtico: puede la

    sociedad resistir al poder sincronizadode las corporaciones multinacionales,las finanzas globales, las institucio-nes globales y los Estados-nacin e

    imponer una lgica alternativa pararesolver la catstrofe humana que

    se avecina? Puede el trabajo globaljugar un rol para motivar a las socie-dades del mundo a construir nuevasrelaciones con la naturaleza, reconfi-

    Red de Solidaridad Australia-Venezuela,marcha del primero de Mayo en Caracas,

    2008.

    Incluso en los tiempos ms sombros tenemos derecho a esperar cierta luz. Esta puede no proceder tanto de teoras y conceptos

    como de la llama titilante, incierta y frecuentemente dbil, que algunos hombres y mujeres, en sus vidas y en sus obras, encen-

    dern casi bajo cualquier circunstancia, proyectndose durante todo el tiempo que les fue dado vivir en la tierra.

    Hannah Arendt, Hombres en Tiempos de Oscuridad.

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    gurar la arquitectura de las finanzas,regular radicalmente las corporacio-nes multinacionales, el comercio ylas inversiones de tal manera quepuedan reconstituir un empleo segu-ro y estabilizar la sociedad sobre unabase socialmente justa? Puede talmovimiento desafiar lo absurdo del

    neoliberalismo, en donde la causa deestas crisis destructivas es vista comola solucin? Incluso imaginarse talesposibilidades parece absurdo debidoa la fuerza de estas instituciones.

    Cada una de estas contribucionesresalta asuntos que son pertinentespara este aprieto. Recurriendo a una

    vida entera de investigaciones so-bre el trabajo en Sudfrica, Webster

    trabaja la idea de solidaridad lasformas en las cuales esta cultura yestrategia pueden fracturarse perotambin fortalecerse y empoderar. Sitransformar el individualismo a nivellocal es un reto, cunto ms es ha-cerlo a nivel global? Webster sostieneque esto ltimo podra evolucionar atravs de tres tipos de solidaridad: losderechos humanos (defensa de las

    vctimas); la produccin (conectandolos lugares de trabajo); y la regulacin

    (desarrollando leyes que protejan de-rechos y estndares).

    El breve informe de Pun Ngai deChina como la fbrica del mundoconcluye que ha probado ser unapesadilla global para la nueva clasetrabajadora. El sistema hukou le per-mite a los trabajadores rurales podertrabajar en la ciudad pero no que-darse en ella, y por lo tanto, existen

    como medio trabajadores, existen ala fuerza como errantes por los pai-sajes transformados de China. Ellaresume cmo esta falta de estatus yestas condiciones de explotacin hanprovocado un aumento significativode resistencia colectiva.

    Finalmente, Enrique de la Garza,recurriendo a la experiencia latinoa-mericana, responde a Webster argu-mentando que la globalizacin delcapital podra llevar a la globalizacindel trabajo como movimiento social.Un movimiento as podra realizarse a

    travs de nuevas identidades de lostrabajadores, explotando la similituden las cadenas de valores y juntandoa los trabajadores del sector informal,que va desde el 40 al 70 por cientode la fuerza de trabajo en Latinoam-rica. En cuando a las posibilidadesque tiene de surgir un movimiento

    as, l pregunta: Ser que los sindi-catos se opondrn al neoliberalismo,ampliarn la definicin de su papel yencendern nuevamente las visionesutpicas de la sociedad?

    Sin embargo, estas ideas permane-cern siendo slo ideas en ausenciade un anlisis sobre el desenvolvi-miento desigual del trabajo globalbasado en valoraciones de agencia,

    poltica, movimiento y accin. Estabreve rplica simplemente planteapreguntas para debatir en estas reas,

    ya que un debate que trascienda laacademia es un pequeo paso en laconstruccin de las solidaridades delas que habla Webster.

    > Agencia

    Aqu es necesario distinguir entre

    internacionalismo obrero establecidoy el nuevo (NIL) ya que mientras elprimero produce burcratas de carre-ra, el segundo produce activistas mi-litantes. El cambio va a ser impulsadopor activistas inspirados por nocionesde emancipacin humana incluso aun gran costo personal, en contrastecon aquellos para quienes el trabajoglobal es una oportunidad de trabajo,una carrera y una comodidad de la

    clase media. Mientras que el Sur Glo-bal ha producido activistas continua-mente, la rabia generada por la CrisisFinanciera Global (CFG) podra creardinmicas similares en el Norte. Lafamosa declaracin de Gramsci sobreel optimismo de la voluntad reta alos acadmicos a moverse no slocomo registradores de eventos sinocomo intelectuales pblicos com-prometidos circulando entre movili-zaciones de oficina y movilizacionescallejeras. Podramos tambin es-tar nosotros motivados ante el robo

    y el despojo que representa la CFG?

    Qu tan seguros estamos de rom-per el ciclo destructivo de la lgicadel mercado puro? Reflexionar sobrenuestras propias decisiones permiteuna mayor comprensin de la agen-cia como variable crtica que puedereconfigurar la poltica.

    > Poltica

    A pesar de unas excepciones no-tables, la institucionalizacin del tra-bajo global en el Norte (Confedera-cin Internacional Sindical y la UninGlobal de Federaciones) es limitadaen gran medida debido a una sepa-racin entre poltica y economa y es,en el mejor de los casos, una crtica

    a los efectos del neoliberalismo queno denuncia su esencia destructiva.Se trata de un movimiento a favor dellibre comercio que sostiene que losderechos laborales y los programassociales pueden mitigar los costosde la globalizacin. Para estas insti-tuciones de trabajo global, la accinequivale a hacer lobby con las litesdel poder, aunque poco se ha logradoa travs del uso de esas tcticas enla ltima mitad del siglo.

    Hasta cierto punto, y no exenta decontradicciones, las esperanzas parauna revitalizacin de la poltica residenen el Sur Global, en donde movimien-tos obreros nacionales tales como laCUT en Brasil, el CTA en Argentina,el COSATU en Sudfrica, el CITU enIndia y el KCTU en Korea cuentan contradiciones de resistencia. A medidaque estas fuerzas se unen a travs

    de la SIGTUR, (Iniciativa del Sur sobreGlobalizacin y Derechos Sindicales,por sus siglas en ingls) ha habidonuevas iniciativas por formular una

    visin acerca del objetivo por el quese est luchando y no slo en con-tra de qu se est luchando. La SIG-

    TUR est en una etapa temprana enla que se debaten las caractersticasconcretas de la alternativa al neoli-beralismo, basada en demandas portransformaciones de corto, mediano,

    y largo plazo. El argumento es que setrata de una nueva lucha, una con-tienda de liberacin global que exige

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    una poltica de liberacin a todos losniveles. La sustancia de esa polticase deriva de la teora de Marx sobrela acumulacin y la explotacin y estcomplementada por el anlisis quehace Polanyi sobre los mercados, lasociedad, y la mercantilizacin. Si eltrabajo global en el Sur desarrolla una

    nueva poltica, dada la gravedad de lacrisis actual, sta podra inspirar fuer-zas en el Norte. El activismo y estanueva poltica establecen las basespara un nuevo tipo de movimiento.

    > Hacia un Nuevo MovimientoGlobal (una nueva idea de soli-daridad)?

    La concepcin de David Harvey so-bre un nuevo tipo de movimiento so-cial global, uno constituido a partir deuna gran alianza de los descontentos,los alienados, los desfavorecidos y losdesposedos presenta un prospectointrigante. En una conferencia inter-nacional del Sindicato Global (UNI),en Pars en Junio del 2011, un lderde la Confederacin General Francesadel Trabajo (CGT) lament que el mo-

    vimiento obrero haya fallado en hacer

    contacto con los jvenes indignadosde Espaa, los aganaktismenoi (en-furecidos) de Grecia, o la juventud de

    la primavera rabe para mostrar quesus luchas estaban conectadas y quela lucha por la democracia necesitaser extendida y transformada en unalucha cada vez mayor en contra delmovimiento capitalista neoliberal. Lasoportunidades para crear un nuevomovimiento estn ah, pero aunque el

    trabajo global organizado ha creadoalgunos vnculos, ha fallado en apro-

    vechar el momento y crear tal movi-miento. El movimiento de trabajo glo-bal institucionalizado, por supuesto,est tan contento haciendo lobby enhoteles de cinco estrellas alrededordel mundo que no muestra ningndeseo por organizarse y movilizarseen las calles. Por ende no existe unaaccin colectiva coordinada global-

    mente y por lo tanto al Sur le corres-ponder provocar dicha accin.

    > Accin Global Colectiva

    La poltica de los trabajadores queconsiste en hacer lobby con las litesnecesita darle paso a una accin ra-dical que lleva haciendo falta desdehace mucho tiempo, que perturbe laeconoma global el trfico martimo

    y el transporte en general y que per-turbe las redes de produccin globaldesde adentro. Durante la dcada

    de 1990, la SIGTUR organiz variosboicots de transporte altamente exi-tosos. En Corea, un lder sindical haestado entrando y saliendo de prisinen los ltimos diez aos por aplicarpresin a travs del enlentecimientode camiones transportadores de con-tenedores, que han causado el colap-

    so del transporte en la ciudad. Estasacciones disciplinadas y colectiva-mente organizadas muestran el poderlatente del trabajo a nivel global.

    Tenemos la imaginacin y la volun-tad poltica para contribuir, como in-telectuales pblicos comprometidos,a la construccin en estos mbitos?Los socilogos pblicos tienen un pa-pel a desempear en la actual batalla

    de ideas, respaldando nuevas polti-cas, movimientos y acciones, mante-niendo as una esperanza en el poderdel movimiento. Esta empresa puedeo no dar frutos en las dcadas que

    vienen, pero habr quienes prefieranla calle en vez del hotel a medida quese desenvuelve este drama, y al ha-cerlo podran estar proporcionandoesa luz para el siglo XXI a la que serefera Hannah Arendt en sus reflexio-nes sobre los tiempos de oscuridad

    en el siglo XX.

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    > Auto-descubrimiento:

    El ao de la primavera rabe tambin fue el ao

    del verano israel. Una gigante demostracin dedos meses perturb la complacencia de la pe-

    tulante coalicin de derecha, que incluye a dos terceraspartes del parlamento.

    En este verano, los ciudadanos abrieron sus corazonesy admitieron mutuamente que era difcil simplementesalir adelante; lo que encontraron fue una camaradera

    Protestas este pasado verano en contra de

    la desregulacin econmica en Israel.

    >>

    Una sociedadcivil de baseen Israelpor Devorah Kalekin-Fishman, Universidad de Haifa, Israel, ex-Vicepresidenta de publi-

    caciones y editora de la International Sociology Review of Books para la ISA

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    que se pensaba slo surga entre soldados en unidadesde combate. Hasta septiembre, tanto el gobierno nacio-nal como las municipalidades se complacan de alentara los manifestantes. Qu mejor seal para mostrar queIsrael es una democracia? En las calles resonaban losgritos de hombres y mujeres de clase media y de clasebaja, rabes y judos, que exigan una redistribucin ms

    justa de los recursos y una renovacin del gobierno como

    un servicio para la gente. Las marchas incluyeron a ciu-dadanos de todas las edades que se reunan los sba-dos por la noche en nmeros cada vez ms crecientes.El 3 de septiembre, el cuarto de estos sbados, contcon la participacin antes inimaginable de 430,000 ma-nifestantes (el 7% de la poblacin): cerca de 300,000en Tel Aviv, 50,000 rabes y judos en Haifa, y cientosde miles regados alrededor del pas, entre ellos, cien-tos de manifestantes en las aldeas de los ciudadanosrabes. Los organizadores de las marchas mantuvieronalto el nmero de manifestantes al negarse a compro-

    meterse con cualquier partido poltico. Crearon comitsen los que participaron acadmicos y que formularondemandas que exigan cambios en las prioridades delgasto pblico y hacan un llamado universal por traba-

    jos decentes, viviendas decentes, y servicios de salud yeducacin decentes. El gobierno cre su propio comi-t para examinar las posibilidades dentro de los lmitesdel presupuesto dado. Despus de esa gran marcha, lasprotestas pasaron a reunir a las personas en mil me-sas redondas que analizaron los problemas y trabajaronen ms propuestas sobre las que el gobierno pudieraactuar. Esta ola de energa que se extendi a travs de

    todas las protestas fue transformada en un activismohecho desde abajo.

    Con el advenimiento de las festividades judas, las auto-ridades municipales decidieron limpiar las calles. Esto seles notific a los manifestantes que haban estado acam-pando y el lujo que haba significado esta protesta de cla-se media se convirti en una manifestacin de los verda-deramente desposedos, aquellos con derecho a viviendapblica porque cumplen con el criterio y que tienen susnombres en una especie de lista de espera virtual. Para

    ellos, las carpas no haban sido una manifestacin sinouna alternativa respetable a dormir en la calle o a abusarde la hospitalidad de familiares.

    Su situacin era el resultado lgico de tres dcadasde gobiernos de derecha, los cuales, desde 1977, des-mantelaron deliberada y sistemticamente el estado debienestar e impusieron un rgimen neoliberal amplio. Lascoaliciones siguientes, sostenidas por amenazas a la se-guridad, reales o ficticias, mostraron que la disciplina civil

    y la sumisin eran las nicas maneras de promover el biennacional. Las preocupaciones de asociaciones informales

    que luchan constantemente por el avance de los derechoshumanos dentro de Israel y los Territorios Ocupados hansido ignoradas de manera sistemtica con excepcin dealgunas reparaciones inconsistentes en las cortes y eso sistas no fueron anuladas por la legislacin de derecha.

    El aglutinamiento de cientos de asociaciones en Is-rael en una sociedad civil activista fue asombroso. Todoempez cuando un hombre llamado Itzik descubri queel precio del requesn, producto insignia de Israel, eramucho ms elevado que el precio de productos similares

    en Europa o en Estados Unidos. A travs de su pgina enFacebook, organiz un boicot de consumidores que noslo logr bajar los precios, sino que tambin sirvi comoensayo para la protesta de clase media. La protesta ens misma comenz a principios de julio, cuando DafnaLeef se mud a una carpa porque no poda pagar la rentay cientos la siguieron.

    De repente, el kiturim el deporte de sentarse en lassalas con amigos y bocadillos para quejarse, un eventotradicional de viernes en la noche para los judos en Is-rael- se volvi la base de una lista racional de peticiones

    que especificaban el derecho a tener una vida. Este de-sarrollo recuerda la democracia participativa del movi-miento de reuniones del pueblo de los kibutz. Como losorganizadores de la sociedad civil en Polonia y Mxico,aquellos que dirigen la protesta israel pretenden influen-ciar a aquellos que tienen el poder, al darle una voz alpueblo. Unos pocos insisten en una revolucin en elconcepto de gobierno. Mientras tanto, los voceros delgobierno dicen que el mensaje de la protesta se ha to-mado; los comits proveern las respuestas apropiadas.Pero todava hace falta ms de un ao para las eleccio-

    nes, y tengo dudas de si el actual gobierno puede ir msall del viejo truco de instituir un rgimen a corto plazode economa para las elecciones.

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    > Diez tesis sobre

    el estatus dela sociologaen un mundodesigualpor Piotr Sztompka, Universidad de Cracovia, Polonia, ex-Presidente de la ISA

    tamos orientados hacia la reforma,pero nuestras aspiraciones activis-tas no pueden ser realizadas a tra-

    vs de moralizaciones, predicandoo haciendo manifiestos ideolgicos.Slo se pueden lograr a travs deldescubrimiento de los mecanismos

    y las regularidades de la vida social,incluyendo aquellos que crean y soli-difican las desigualdades y las injus-ticias. Karl Marx pas la mayor partede su vida en la biblioteca y no enlas barricadas; l es un gigante de lasciencias sociales no por haber escrito

    el Manifiesto Comunista, sino porqueescribi Das Kapital.

    Tercero, hay una sociologa paramuchos mundos sociales1. Los me-canismos y regularidades de la vidasocial son universales para la razahumana, aunque, por supuesto, susmanifestaciones difieren a travs decivilizaciones, culturas, sociedades,

    y segmentos de sociedades. Pero in-cluso estas sociedades, sin embargo,

    se estn volviendo lentamente msuniformes debido a la globalizacin,exceptuando aquellas que se refierena desigualdades injustas (Norte ver-

    diez puntos. Michael ha aceptado ge-nerosamente publicar mi declaracinen Dilogo Global, por lo cual merece

    mis agradecimientos.

    Primero, uno no debera sacar con-clusiones epistemolgicas a partir de

    las condiciones reales del mundo, o

    de las diferencias concretas en los

    estatus institucionales de nuestra

    disciplina en varias partes del mun-

    do. Muchos socilogos, incluido yomismo, estamos muy conscientes delas desigualdades injustas entre y al

    interior de las sociedades contem-porneas, lo cual significa diferentesoportunidades de investigacin. Sinembargo, esto no implica que debahaber una sociologa diferente paralos ms privilegiados y otra para losmenos privilegiados. Una sociologabien hecha debe estar igualmentecapacitada para comprender tanto lariqueza como la pobreza.

    Segundo, invirtiendo un famoso ada-

    gio,si uno realmente quiere cambiarel mundo desigual, primero debe

    entenderlo. Nuevamente, muchossocilogos, incluido yo mismo, es-

    Hace casi diez aos,en el Congreso Mun-dial de Sociologa de

    la ISA en Brisba-ne en el 2002, yo

    gan la presidencia de la ISA bajoun eslogan muy polticamente in-correcto: Excelencia en lugar deequilibrio. Ahora ese eslogan pare-ce relevante otra vez, especialmentedespus del Congreso Mundial del2010 en Gotemburgo y la aplastan-te victoria de Michael Burawoy, quieninyect un fervor revolucionario de

    nuevo en la ISA: el reclamo por so-ciologas alternativas, nativas, porla naturaleza opresiva de mtodos yteoras occidentales, y el imperialis-mo del ingls como idioma. Nosotroshemos expuesto nuestros puntos de

    vista contrarios en las pginas deContemporary Sociology(julio 2011,pp. 388-404) pero debido a que estoha llevado a una malinterpretacinfundamental de mi posicin, gann-dome las inmerecidas etiquetas de

    el ltimo positivista y de aficionadociego de los Estados Unidos, quiero

    volver a exponer mi caso en la mane-ra ms concisa y precisa posible, en

    DEBATE

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    sus Sur, centro versus periferia, divi-siones de raza, gnero y clase dentrode las sociedades), como tambin afundamentalismos religiosos (creyen-tes versus infieles).

    Cuarto, los estndares para la inves-tigacin sociolgica y una buena teo-

    ra son universales y estn incluidosen la caja de herramientas metodol-gicas y el archivo pluralista de teorassociolgicas. Esto no tiene nada que

    ver con algn tipo de positivismo yaque tanto las metodologas cualitati-

    vas como las teoras interpretativas,que son dominantes hoy da y quereconocen las particularidades de suobjeto de estudio, tambin requierenestndares universales, aunque estos

    estndares sean distintos a aquellosde la sociologa positivista que bus-ca imitar a las ciencias naturales.

    Quinto, el pecado de los orgenes nodescalifica los resultados. El hecho deque la caja de herramientas estndar

    y el archivo pluralista de teoras ha-yan sido iniciados por hombres viejosy barbudos, la mayora judos viviendoen Alemania, Francia e Inglaterra, yque hayan sido desarrollados en Eu-

    ropa Occidental y Estados Unidos notiene nada que ver con su validez in-trnseca. Esta validez siempre ha es-tado y debe estar sujeta al escrutiniodel escepticismo, a correcciones ymejoras. Pero rechazar esta tradicinmetodolgica y terica por ser impe-rialista es seal de oscurantismo. Enlugar de eso, como Newton y Merton,

    yo recomiendo pararnos sobre hom-bros de gigantes.

    Sexto, el intento intil por crear so-ciologas alternativas o nativas es

    pernicioso para la disciplina. La cien-cia, incluyendo la ciencia social, noconoce fronteras. Se desarrolla apartir de un fondo comn de conoci-mientos al que todas las sociologasnacionales, continentales, regionalese incluso locales estn ms que bien-

    venidas para contribuir. Puede quetengan oportunidades de investiga-cin nicas, agendas de investigacinnicas, orientaciones o nfasis par-ticulares, pero eso no significa que

    requieran metodologas alternativas oteoras nativas. En vez de discutir lanecesidad de sociologas autctonasmi recomendacin es la siguiente:slo hganlo. Existen muchas inves-tigaciones sociolgicas importanteshechas en el mundo no-occidental,pero usualmente estn basadas sobre

    metodologas estndar y contribuyena ese fondo universal de teoras. Nohay nada de alternativo o nativo, slohay sociologa bien hecha.

    Sptimo, las reivindicaciones desociologas nacionales no tienen

    mucho sentido en este mundo social

    cada vez ms cosmopolita y globali-

    zado de hoy. El hecho que los pases

    sean diferentes no significa que lassociologas sean, o deban ser, dife-rentes. El nico significado en estarea de nacional tiene que ver condiferencias institucionales que per-manecen, diferentes padres funda-dores, diferentes reas de enfoque.Los resultados, si es que merecenel nombre de sociologa y no sloestudios de rea o estadsticas lo-cales, deben ser lo suficientemente

    abstractos para enriquecer ese fon-do universal de conocimiento socio-lgico. El futuro, tambin en la ISA,no tiene que ver con sociologas na-cionales sino con redes y grupos deinvestigacin (los RCs o comits deinvestigacin, TGs o Grupos Temti-cos y los WGs o Grupos de Trabajoque hoy en da funcionan en la ISA).

    Octavo, el hecho histrico de queun lenguaje natural como el ingls,en vez de algn lenguaje artificialespecialmente creado (como el Es-peranto), se haya convertido en la

    herramienta de comunicacin msutilizada en las aerolneas, el turis-mo, los computadores, Internet y laciencia, incluyendo a la sociologa, noes un desastre sino que es una gran

    oportunidad. Esto es as particular-mente para los socilogos en lugarescon lenguajes restringidos (como en

    mi caso) quienes ahora tienen a sudisposicin la mayor parte de la he-rencia universal sociolgica (a travsde traducciones al ingls) y puedenadquirir visibilidad y la oportunidadpara contribuir al fondo universal (atravs de publicaciones en ingls).

    Noveno, es un error creer que lasituacin existencial del investigador

    proporciona beneficios epistemol-

    gicos. El descubrimiento de los me-canismos y las regularidades de lasinjusticias y desigualdades no ha sidoexclusivamente el logro de los opri-midos. Hay numerosos ejemplos queindican lo contrario. La nica legitimi-dad vlida en la ciencia slo puedeser proporcionada por la calidad delos resultados y no por el estatus so-cial del acadmico.

    Dcimo, los valores de juicios y lossesgos ideolgicos son inevitables,

    e incluso pueden ser admisibles en

    sociologa durante la etapa heursticade seleccionar el problema o el temaa investigar, pero no deben tener lu-gar alguno en los resultados finales

    y su justificacin. Todos los valores,como ha aconsejado Gunnar Myrdal2,deben ser puestos en evidencia abier-tamente. Esto es lo que he tratado delograr a travs de mis diez tesis.

    1 Ver mi artculo en el ISA Handbook of Diverse Socio-logical Traditions (Sage, 2010), ed. por Sujata Patel.

    2 Objectivity in Social Resarch (New York: PantheonBooks, 1969).

    DEBATE

    El futuro notiene que ver

    con sociologas

    nacionales sinocon grupos de

    investigacin

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    > Excelencia yEquilibrio:

    por Tina Uys, Universidad de Johannesburgo, Sudfrica, Vicepresidenta para lasAsociaciones Nacionales de la ISA

    cin y el Consejo de AsociacionesNacionales, como la principal ins-

    tancia decisoria de la ISA1.

    Desde la creacin de la ISA, lospresidentes electos haban sido pre-dominantemente europeos (10) yestadounidenses (5), siendo Fernan-do Cardoso de Brasil (1982 -1986) y

    T.K. Oommen de India (1990-1994)las nicas excepciones. La abruma-dora mayora de los presidentes delos comits de investigacin para el

    actual periodo (2010-2014) son delNorte Global. Sztompka podra argu-mentar que esto es un indicador de laimportancia que tiene la excelenciasobre el equilibrio. Raewyn Connell2podra adoptar un punto de vista dis-tinto. Podra ser visto como una de-mostracin de la tendencia general aconsiderar la teorizacin en las cien-cias sociales como dominio del Nor-te Global, mientras se relega el Sura la aplicacin y recoleccin de da-

    tos, resultando en una dominacinmetropolitana y una marginalidadperifrica en las ciencias sociales(2007: 219). Otros factores pueden

    En este momento resulta til re-cordar un poco la historia de la ISA

    y su relacin con las asociacionesnacionales. Cuando la ISA fue fun-dada en 1948, bajo iniciativa de laUNESCO, su membresa estaba res-tringida a las asociaciones naciona-les y era, por ende, de naturalezacolectiva. En 1970 se introduce lamembresa individual, lo cual am-pla la participacin internacionalen la ISA y fortalece el desarrollo decomits de investigacin. Sin em-

    bargo, al hacer esto, la importan-cia de las asociaciones nacionalesen las estructuras encargadas dela toma de decisiones de la ISA fuedeclinando progresivamente. Cuan-do la ISA introdujo portafolios parasus vicepresidentes para el periodode 1974-1978 (Consejo de Investi-gacin, Programacin y Membreca

    y Finanzas), las asociaciones nacio-nales brillaron por su ausencia. Du-rante el Congreso Mundial de 1994

    en Bielefeld, el Consejo de Asocia-ciones Nacionales fue remplazadopor una Asamblea de Consejos, queconsista del Consejo de Investiga-

    El artculo escrito porPiotr Sztompka con-

    tina su resea so-bre tres volmenesde ponencias en una

    reunin del Consejo de AsociacionesNacionales de la Asociacin Interna-cional de Sociologa (ISA) en Taiwnen el 2009. La resea de Sztompkafue publicada en Contemporary So-ciologyal lado de una respuesta deMichael Burawoy, organizador de esareunin y antiguo vicepresidente de

    la ISA para las Asociaciones Naciona-les. El tema de la reunin en Taiwnfue Enfrentando un Mundo Desigual:Retos para una Sociologa Global,tambin tema del prximo CongresoMundial de Sociologa de la ISA en

    Yokohama, Japn, en el 2014.

    Contrario a Sztompka, yo no veoque esos volmenes hayan sido ela-borados con fervor revolucionario,sino como un intento de adelantar

    el entendimiento sobre la organiza-cin desigual de la produccin delconocimiento y su intercambio en-tre centro y periferia.

    ProducirSociologa

    que Importe

    >>

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    entrar en juego, como el hecho queel trabajo producido en el Norte seacompartido de manera ms extensadebido a la amplia distribucin delos materiales publicados, centrosfamosos de estudios de posgrado

    y/o la accesibilidad del lenguaje.

    De acuerdo a los estatutos de laISA, el objetivo de la organizacines poder representar a los soci-logos en cualquier lugar, con inde-pendencia de su escuela de pen-samiento, nacionalidad, enfoquecientfico o ideologa y poder desa-rrollar el conocimiento sociolgicoen todo el mundo. Podra decirseque esta declaracin contradice lasideas, libres de contexto, de Sz-

    tompka sobre una sociologa paramuchos mundos sociales y sobreestndares universales para la in-

    vestigacin sociolgica y una buenateora. Los hallazgos desarrolladosen contextos particulares no pue-de suponerse que sean universal-mente aplicables, especialmente siesos contextos estn restringidos alNorte Global.

    En el transcurso de los aos, la ISA

    ha tratado activamente de volver suobjetivo una realidad. Un ejemploson las diez conferencias regionalesiniciadas por Immanuel Wallerstein,entonces presidente de la ISA, en-focadas en el estado de la sociolo-ga mundial desde una perspectivaregional, antes del decimocuartoCongreso Mundial de Sociologa dela ISA en 1998. Un logro importanteen el restablecimiento del equilibrio

    de la estructura de toma de decisio-nes de la ISA fue la eleccin de Su-

    jata Patel, de India, como la primeraVicepresidente de las AsociacionesNacionales en el 2002. Esto tam-bin condujo a la introduccin en los

    estatutos de la ISA del requerimien-to de hacer una reunin del Consejode las Asociaciones Nacionales cadacuatro aos entre cada CongresoMundial, de manera similar al Con-sejo de Investigaciones. La prime-ra de esas reuniones tuvo lugar enMiami, Estados Unidos, en el 2005.El resultado de las deliberacioneshechas en la reunin fue publicadoen un tomo editado por Sujata Patel3

    (2010) con el ttulo ISA Handbook of

    Diverse Sociological Traditions.

    Tal y como hay teoras y metodolo-gas que compiten por nuestra aten-cin, tambin hay cosmovisiones quelo hacen (que bien podran ser lasmismas teoras y metodologas). Enalgunos casos podra ser, por ejem-plo, una sociologa autctona, unaperspectiva de gnero o una huma-nista-liberal. La sociologa autctona

    podra significar el contexto local alinterior de un pas, una regin queatraviesa las fronteras nacionales(como el Sur Global), o la forma de

    ver las cosas desde donde uno estparado (la teora del punto de vista),por ejemplo, desde las categoras degnero, clase, etnia y/o edad. El reto

    para la sociologa va a ser poder re-coger todas esas diferencias bajo unmismo techo (la sociologa y la ISA)

    ya que si las personas no sienten quetienen suficiente espacio para ser es-cuchadas, siguen de largo. Entonceshay suficiente espacio para las dife-rencias en nuestra ciencia y puedenser todas escuchadas?

    La prxima reunin del Consejo de

    Asociaciones Nacionales de la ISA enel 2013 es una gran oportunidad paraproporcionar tal espacio. Haremos loposible por tener discusiones reales

    y debates entre iguales sobre lostemas y enfoques que les importana los socilogos en todos los pases

    y regiones. De esta manera podemosasegurar tener excelencia Y TAMBINequilibrio a la hora de producir socio-loga que importe tanto local comoglobalmente.

    1 Para un relato fascinante de la historia de la ISA, ver:Platt, J.. 1998.A Brief History of the International Socio-logical Association: 1948-1997. Montreal: ISA.http://www.isa-sociology.org/history-of-isa.htm

    2 Connell, R. (2007)Southern Theory. Cambridge: PolityPress.

    3 Patel, S. (ed.) (2010) ISA Handbook of Diverse Socio-logical Traditions. London: Sage.

    Haysuficiente

    espacio paralas diferencias

    en nuestraciencia?

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    por Nikita Pokrovsky, Universidad Estatal-Escuela Superior de Economa, Mosc,Presidente de la Sociedad de Socilogos Profesionales, Rusia, Miembro del ComitEjecutivo de la ISA

    Despus de pasar mu-chos aos en elcampo de la sociolo-ga profesional e in-ternacional tengo la

    fuerte sensacin de que, en el mundode hoy, el futuro de la sociologa estseriamente en peligro. Su destino escada vez ms incierto y nuestras fi-las profesionales estn ms disper-sas que nunca. Intentar racionalizar

    mis intuiciones y mis sentimientos.Realmente necesitamos defenderla sociologa? De quin? Por quahora?. Me hago estas preguntasa menudo pensando tanto en Rusia,mi pas de origen, como en la escenainternacional. Odio sonar pesimistapero debo hacerlo. En mi opinin, lasociologa est expuesta a riesgos ex-ternos crticos, as como a amenazasque vienen desde el interior mismode nuestro grupo profesional.

    > La amenaza desde fuera

    Los peligros externos se resumen enun gran riesgo principal. En trminossimples, la sociologa est perdiendorpidamente su influencia y autoridaden el mundo de hoy. Ni las estruc-turas de poder (sobre todo el Esta-do y los negocios), ni la poblacin engeneral estn muy interesadas en loque podramos llamar un diagnstico

    racional sobre la condicin clnica delo social. En su lugar, varias fuerzasirracionales han tomado el volante.

    Tanto nuevas como viejas formas dereligin, mitologa social, ideologa yceguera masiva prevalecen casi quepor doquier. Estas fuerzas han dejadoa un lado sin dificultad a la racionali-dad, incluso en las ciencias sociales.Bajo estas circunstancias, la esferade la sociologa racionalista y eruditaest desvanecindose en gran medi-

    da. En mi opinin, la luz de la raznes el nico fundamento sobre el cualreposa el poder y la capacidad de lasociologa. Los socilogos podemos

    proveer de diagnsticos a las socie-dades. Pero cada vez ms parece quelos clientes o pacientes, es decirnuestras sociedades, se rehsan a lahospitalizacin. Ms bien, nuestrassociedades se sienten mejor sin losdiagnsticos sociolgicos, a pesarde que la condicin del paciente esrealmente crtica en muchos casos.En otras palabras, el peligro externode la sociologa radica en la negacin,

    por parte de la sociedad, del anlisisracional y basado en la ciencia de lasituacin presente. En efecto, este esun caso de hospitalizacin negadapor el paciente.

    > La amenaza interna

    Sin duda existen tambin riesgosal interior de la sociologa, que estnrelacionados con el riesgo externo.

    Dado que muchos socilogos y co-munidades sociolgicas ven que surol social e importancia pblica sedesvanece cada vez ms, han deci-

    > Hospitalizacin

    negada por elpaciente o Endefensa de la

    sociologa

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    dido convertir a la sociologa en unafuerza social, una especie de movi-miento social amplio en pro de unamejor sociedad. Desde la perspectivade este concepto de sociologa, losproblemas de la erudicin y de co-nocimiento especializado pasan a unsegundo plano y se enfatiza la agen-

    da de la sociologa como un serviciopblico. Los socilogos hasta ahorasolamente han interpretado de mu-chas maneras el mundo; ahora esmomento de cambiarlo. Este reco-nocido eslogan de Marx, ligeramen-te modificado, es, de hecho, el lemade aquellos que intentan cambiar elmundo mucho antes de que seamoscapaces de entenderlo e interpretarlode forma acadmica. Para estos so-

    cilogos, la accin precede al conoci-miento. Podemos estar de acuerdocon esto? Yo no. Simplemente por-que en este pas, Rusia, sabemosmuy bien, por la historia que comien-za en 1917, qu significa reconstruirradicalmente la sociedad antes derealizar cualquier anlisis.

    > Lo que debemos (y no debe-mos) hacer

    Estoy convencido de que el lugardel socilogo y la sociloga no est

    en las barricadas de lo pblico/polti-co mientras vista la bata blanca delcientfico. Desde luego, un socilogoo una sociloga en cualquier mo-mento puede convertirse en alguienpreocupado social y polticamentepor alguna meta pblica. Sin em-bargo, eso les priva completamentedel derecho de representar la ciencia

    de la sociologa. No se supone quenosotros debamos tomar parte en eltratamiento (a diferencia del anlisis)de la sociedad. Hay muchas institu-ciones sociales cuya tarea principales llevar a cabo dicho tratamiento: elEstado, la esfera poltica, las organi-zaciones y movimientos pblicos, laprensa, la opinin pblica, etc. Cual-quiera que est familiarizado con elproceso clnico sabe muy bien que elpapel del diagnstico es inmenso, y

    que el xito del tratamiento al finaldepende absolutamente de su cer-

    teza y precisin. Pero el diagnsticono puede ni debe mezclarse con eltratamiento. Pertenecen a esferasdistintas del saber. S, podemos ydeberamos contribuir a cambiar elmundo manteniendo nuestros ob-

    jetivos acadmicos profesionales,as como incrementando la cultura

    y consciencia sociolgica dentro denuestras sociedades por medio de laeducacin y los medios de comuni-cacin. Esta es la nica misin p-blica de la sociologa. De otro modo,estaramos convirtindonos en guasciegos liderando a los ciegos.

    Al decir esto estoy apoyando fuerte-mente las diez tesis de Piotr Sztom-pka en defensa de la sociologa. La

    ciencia de la sociologa para l, ascomo para m, es primera y predomi-nantemente la academia y la exce-lencia profesional. Todo lo dems esmucho ms cuestionable.

    el diagnsticono puedeni debe

    mezclarse con

    el tratamiento

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    de conocimiento que ha emergidohistricamente junto con el sistemacientfico internacional. Esta estruc-tura se compone de procesos insti-tucionales, materiales y simblicos,relacionados mutuamente, los cualeshan producido diferentes caminosde construccin de academia. En laperiferia, estas combinaciones son elresultado histrico de respuestas na-cionales y regionales a la internacio-nalizacin especialmente dados los

    diversos papeles desempeados porel Estado en la educacin superior yel desarrollo cientfico.

    No hay escasez de estudios so-bre la relacin entre la investigacincientfica y la ayuda internacional,entre posibilidades de publicar y re-cursos materiales escasos, entre ladistribucin desigual del prestigioacadmico de disciplinas e institu-

    ciones, o entre las capacidades dis-miles de investigacin y la movilidadacadmica heternoma. Dentro deeste campo de investigacin encon-tramos el anlisis de la dependen-cia intelectual, el eurocentrismo y elcolonialismo dentro de la produccindel conocimiento. Estos estudiosconvergen crticamente con los an-lisis de dependencia y el estructura-lismo latinoamericano dos tradicio-nes principalmente preocupadas por

    la economa y la poltica. En la se-gunda mitad de los aos setenta, lostrabajos pioneros de Edward Shils,Joseph Ben David y Philip Altbach

    daban cuenta de los factores quemoldeaban la subordinacin en elcampo acadmico. En 1988, Frede-rick Gareau publicaba un importanteartculo en International Sociologysealando que las ciencias socialesforjadas por Occidente construyeronsus verdades con un insumo margi-nal del Tercer Mundo, un hecho queha levantado serios cuestionamien-tos sobre su objetividad. Su anli-sis de la Enciclopedia Internacional

    de Ciencias Sociales mostr que el98,1% de los autores pertenecana universidades norteamericanas oeuropeas especialmente del ReinoUnido, Francia y Alemania.

    Estudios recientes muestran que losestndares universales de la inves-tigacin sociolgica y la buena teo-ra se han constituido y legitimadoa travs del sistema de publicacin

    internacional empezado por Euge-ne Garfield en los cincuenta. Duran-te muchas dcadas, los rankings del

    Social Science Citation Indexhan sidoocupados por revistas de Estados Uni-dos y de Europa. El prestigio acad-mico se concentr progresivamente yse estableci un grupo de jerarquasinternacionales separando comple-tamente la investigacin completadaen centros acadmicos ms presti-giosos del conocimiento producido y

    publicado fuera de estos centros.

    A pesar del aumento de la produc-cin cientfica en muchos pases pe-

    > Dependencia

    Acadmicapor Fernanda Beigel, Consejo Nacional de Investigaciones Cientficas y Tcnicas,Universidad Nacional de Cuyo, Mendoza, Argentina

    En un esfuerzo por re-ducir la sociologa dela sociologa a un ejer-cicio ideolgico, PiotrSztompka construye

    un cctel de dependencia acad-mica, imperialismo intelectual y co-lonialismo dentro de la sociologa,que estn agrupados, naturalizadosacrticamente y perentoriamente des-cartados al reducirlos a un reflejode aquellas divisiones externas ms

    fundamentales en nuestra sociedadglobalizada (2011:389).

    Dejando a un lado el lenguaje irres-petuoso que utiliza Sztompka parareferirse a acadmicos perifricos

    y sus escritos, mi primer argumen-to es que los estudios crticos de laciencia tienen una larga historia, queemergieron en el Norte y en el Sura mediados del siglo XX, cuando las

    ciencias (especialmente las cienciassociales) se vieron inmiscuidas en laGuerra Fra. La dependencia acad-mica hoy tiene diferentes dimensio-nes y es su propio paradigma dentrode la sociologa actual una discipli-na multi-paradigmtica de acuerdocon el mismo Sztompka (2010:22).

    Como campo de investigacin, ladependencia acadmica se nutrede los estudios sociales de la cien-

    cia, la epistemologa crtica y losestudios comparativos de la educa-cin superior. Abarca la estructuradesigual de produccin y circulacin

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    rifricos, Latinoamrica, Asia y fricacontribuyen actualmente con menosdel 20% de los artculos publicadosen el SSCI (Beigel, 2011)1. Como re-sultado, los esfuerzos por conseguirautonoma acadmica han sido unatarea compleja y difcil para las socio-logas perifricas, mientras que en la

    sociologa estadounidense o francesasimplemente se da por sentada.

    El Informe Mundial sobre lasCiencias Sociales (UNESCO, 2010)mostr que la desigualdad en losescenarios institucionales, las ca-pacidades de traduccin y los recur-sos materiales son determinantespoderosos de la vida acadmica.La investigacin en conjunto sigue

    siendo predominantemente por aso-ciaciones Norte-Norte, con una mi-nscula parte de artculos conjuntosde Sur-Sur (2010:146). Heilbron hamostrado que los bienes produci-dos por las academias centrales yescritas en ingls- tienen una cir-culacin internacional mucho msgrande que aquellos producidos enlenguajes dominados (espaol, por-tugus, rabe, ruso). La tasa de ex-portacin de esos ltimos es muy

    baja o incluso de cero, ya que tienenun mnimo acceso a las revistas msprestigiosas publicadas por los cen-tros de investigacin establecidos.

    Tambin se ha demostrado que uncircuito perifrico puede, eventual-mente, reducir las importaciones ex-tranjeras y aumentar la produccinendgena de conceptos o teoras,

    pero es todava ms difcil incre-mentar su circulacin internacional.Especialmente en las ciencias socia-les, estos centros perifricos hanconseguido posiciones dominantesen regiones del Sur, pero siguen su-bordinados dentro de la sociologaglobal (Beigel, 2010).

    No hay un consenso sobre las posi-bilidades y caminos para superar ladependencia acadmica. Desde elpunto de vista del acadmico indivi-dual, la construccin de una carreraa travs de educacin de posgrado ypublicaciones en ingls han provis-to indudablemente de pasajes exi-tosos al reconocimiento acadmicoaunque ha sido generalmente msefectivo para las ciencias naturales.

    Sin embargo, este camino indivi-dual de acumular capital cientficono necesariamente conlleva a undesarrollo cientfico ms amplio ensociedades perifricas.

    Unas ltimas palabras sobre laoposicin entre sociologa de Occi-dente y sociologa local o autctona

    -dos posiciones que fueron reducidaspor Sztompka a estereotipos homog-neos. La sociologa en las periferias noes un fenmeno nuevo; tiene su pro-pia historia y sus propias oposiciones-incluyendo un debate precisamentealrededor del estatus del conocimien-to local. Igualmente, la dicotoma tam-

    bin falla en reconocer las perspecti-vas crticas que han estado circulandopor la sociologa occidental por, almenos, cincuenta aos. De hecho, te-nemos muchas sociologas en el Occi-dente y en el resto.

    1 He estudiado el reto creciente del movimiento deacceso abierto al SSCI y otros ndices de citacinmainstream, as como la oposicin a la misma dis-cusin de estndares internacionales de publicacindentro de estas revistas alternativas y bases de datos

    (Beigel, 2011).

    Referencias

    Beigel, F. (2010) Social Sciences in Chile (1957-1973). A laboratory for an autonomous process ofacademia-building. Pp.183-212 in Academic De-pendency in the Social Sciences: Structural Reality

    and Intellectual Challenges, edited by S. F. Alatas andK. Sinha-Kerkoff. New Delhi: Manohar.

    Beigel, F. (2011) Cientficos Calibanes. Las cienciassociales latinoamericanas en la encrucijada del sis-tema acadmico mundial. Valparaso, IV CongresoChileno de Sociologa.

    Gareau, F. (1988) Another type of third world depen-dency: the social sciences, International Sociology3(2): 171-178.

    Sztompka, P. (2010) One Sociology or many?Pp.21-28 in The ISA Handbook of Diverse Sociologi-cal Traditions, edited by S. Patel. London: SAGE.

    Sztompka, P. (2011) Another Sociological Utopia,Contemporary Sociology40(4): 388-396.

    UNESCO. (2010) World Social Science Report.Knowledge Divides. Paris: UNESCO.

    De hecho,tenemos muchassociologas enel Occidente y

    en el Resto

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    llamadas a repensar sus propias basesa la luz de lo que significa ser huma-no, cmo lidiar con nuestra condicinde tecno-humanos, y bajo cules for-mas de vida comunales. Siguiendo losllamados de los estudios de ciencia y

    tecnologa acerca de la coproduccindel orden social y natural, las cuestio-nes sobre acceso desigual a la infor-macin, conocimiento, educacin yparticipacin democrtica son crucia-les a la luz de la quiz utpica- visinde una ciudadana cientfica global.

    La distribucin desigual de recursosse ve reflejada en el acceso a edu-cacin superior, financiacin para las

    investigaciones, y organizaciones deinvestigacin ptimas. La vasta ma-yora de las publicaciones cientficasse siguen produciendo en el Norte,sedes de las universidades e institu-ciones de investigacin ms produc-tivas y prestigiosas. Mientras tanto,teniendo a las llamadas disciplinasSTEM (Ciencia, Tecnologa, Ingeniera

    y Medicina, por sus siglas en ingls)como principales beneficiarias, elcuadro est cambiando rpidamentea medida que China, India, Brasil yotros incrementan su participacin.De cara a nuevos problemas de lasociedad, desde el cambio climtico

    hasta el fundamentalismo, la impor-tancia de las ciencias sociales no sepierde en los hacedores de polticas.Mientras que la penetrante retricade la innovacin no es ms que unaapuesta colectiva en un futuro frgil,

    una mayor innovacin cientfica-tec-nolgica traer inevitablemente con-sigo una mayor innovacin social.

    2. La emancipacin de lasociologa de los confines delas fronteras disciplinares ynacionales

    Si comparamos con los inicios de la

    sociologa, la importancia y prominen-cia de identidades disciplinares y na-cionales ha disminuido notablemente.Aunque fueron constitutivas para la fun-dacin de la disciplina, tienen el riesgode convertirse en una carga. La cien-cia, en el sentido del trmino incluyen-te alemn Wissenschaft, se caracterizapor una pluralidad interna dinmica. Amenudo emerge nuevo conocimientoen las fronteras de disciplinas esta-blecidas. Los mtodos, instrumentos

    y tcnicas se mueven creativamente atravs de los lmites. Aunque las estruc-turas disciplinares basadas en departa-mentos siguen siendo un desincentivo

    > Produciendo

    Sociologa en elMundo Desigualde Hoypor Helga Nowotny, Presidenta del Consejo Europeo de Investigacin, Jefe del Comit deAyuda Cientfica, Universidad de Viena, Austria, Miembro Vitalicio de ISA

    La sociologa del siglo XXIse encuentra en unmundo desigual. Des-pus de leer el estimu-lante debate entre Piotr

    Sztompka y Michael Burawoy, me doy

    cuenta que ella tiene muchos ms re-cursos intelectuales y cientficos que losque crea. Enumerar solamente tres.

    1. La ciencia global y susoportunidades desiguales

    Con el intrincado ensamblaje de lainvestigacin de avanzada, las tecno-logas y su uso potencial y actual, la

    ciencia se ha convertido en una em-presa global. Vista por muchos go-biernos como el motor del crecimien-to econmico, el prestigio nacional

    y/o la fuerza militar, la transformacinde nuestro mundo a travs de la cien-cia y la tecnologa ocurre a un ritmosin precedentes. Los resultados desemejante intervencin humana sonnuevos niveles de complejidad, acom-paados por nuevas incertidumbres yla emergencia de problemas locales yglobales bien conocidos.

    Las ciencias sociales y humanidades,particularmente la sociologa, estn

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    DGN VOL. 2 / # 2 / NOVIEMBRE 2011

    DEBATE

    poderoso, la expansin de la colabora-cin interdisciplinar es irreversible.

    Esto no quiere decir que los lmitesdisciplinares se hayan vuelto comple-tamente irrelevantes. Establecer unaidentidad disciplinar en la que los es-tudiantes se socialicen todava es im-

    portante para aprender qu constituyeun problema sociolgico interesante.Persiste an un sentimiento compar-tido ampliamente sobre la existenciade un ncleo sociolgico que valela pena salvaguardar en contra denuevas administraciones acadmicasque buscan sujetarlo a normas de efi-ciencia y rendicin de cuentas. Estono es slo un problema de Occidente.Dada la rpida expansin del modelo

    empresarial exitoso de universidad,mayoritariamente anglosajn, y suimpaciente imitacin en el resto delmundo, los lmites disciplinares estna la orden de los administradores.

    La sociologa ha demostrado sermuy productiva y subversiva cuandoentra en el territorio de otras discipli-nas, insistiendo en la agencia huma-na y mostrando a la sociedad en sudesconcertante pluralidad. Aunque la

    sociologa haya crecido bajo la som-bra del Estado-nacin, igualando elproblema del orden social con recla-mos territoriales, desde la perspecti-

    va de hoy cada sociologa nacional serevela a s misma como parte de unecosistema de conocimientos plura-les, moldeados inevitablemente pordiferentes disposiciones instituciona-les, as como por contextos polticos,econmicos y culturales.

    La sociologa debe continuar con suemancipacin de los confines de loslmites disciplinares y nacionales al tra-bajar en contra de su auto-provincia-lizacin. Todava falta ver si est listapara convertirse en una postdisciplinaal pluralizar y globalizar sus prcticas.Histricamente, esto seguira el cam-bio de un orden jerrquico (con el Le