Cuaderno Catarsis - Joao Quiróz Govea

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Cuaderno Catarsis

Joao Quiróz Govea

mediocerrado.com

Quiróz, JoaoCuaderno Catarsis - 1a ed. - Porto Alegre:Mediocerrado.com, 2014.

ISBN: 978-9962-05-661-04

1. Literatura Panameña.

ISBN: 978-9962-05-661-04Depósito legal en concordancia con la Ley 47 de 1946, Art. 151. (Panamá)Primera edición: marzo de 2014Digitalizado en Brasil.

Diseño de portada, contraportada, ilustraciones y edición: Joao Quiróz Govea

Licencia Creative CommonsCuaderno Catarsis por Joao Quiróz Govea se distribuye bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-Sin-Derivar 4.0 Internacional.Basada en una obra en http://www.mediocerrado.com/Permisos que vayan más allá de lo cubierto por esta licencia pueden encontrarse contactando al autor al email: [email protected]

El autor agradece la libre difusión de esta obra.Prohibida su venta.

Índice

Prefacio [ 6 ]

Dibujos y manuscritos [ 8 ]

Duermevela [ 57 ]Dos sueños [ 58 ] El colchón nuevo [ 63 ] Despertar [ 67 ] Ley natural [ 69 ] Condicionamiento clásico [ 74 ]

Transcripciones o reescrituras [ 77 ]

Epílogo [ 103 ]

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10 Dibujos y manuscritos

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13Cuaderno catarsis

14 Dibujos y manuscritos

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Dos Sueños

El letargo del que duerme dos veces es como una pasta cremo-sa. Suave. Delirios de picada de serpiente, deditos de niña que tocan la manta de terciopelo.

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El primer despertar tornó simulación, caer de nuevo, cerrar los ojos, empujado de la gravedad en caída libre, infi nita, qui-nientos vértigos placenteros, casi orgásmicos. Culpas, el pecado capital de la pereza acalambrándolo todo, miedo, porque aque-llo era majestuoso, demasiado.

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Inconcluso como voraz. Había quedado la intriga ¿Cuál es la raíz de esta parálisis? Dos aproximaciones a la muerte desde el fi lo del abismo onírico. Cada vez que se duerme, hay un peligro latente de no despertar, por ello hay hipocondríacos precavi-

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dos que llevan años sin dormir, muchos asesinos y veteranos de guerra no consiguen el sosiego del sueño a rienda suelta por temor a que los fantasmas que cargan encima se aprovechen de su descanso y le infl ijan dolores.

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¿Por qué dos sueños? En el lugar común del descanso pro-fundo, inamovible. Un viaje. Las rocas, sujetas a las faldas del cerro, la conciencia fuera del cuerpo para hacer más vívida la metáfora, camino lejano, a millones-años-luz de esta dimensión conocida para llegar a algún lugar ignoto, nunca documentado, allí están las montañas, las rocas, la gravedad, únicas materias evidentemente comunes con lo conocido, pero tenían otra textu-ra y era posible la inmersión en todo material; las montañas con su interior de lava fría, cada roca era una gota de agua gigante, esponjosas o por lo menos esa era la impresión que daban al tac-to y la gravedad otra cosa, un viento constante que venía desde arriba, inclemente tormenta de viento. Dios se manifestaba por una vez desde su cúpula, la sensación de la caída al vacío, pero dentro de la superfi cie terrestre de aquellos parajes. Algo así fue el primer sueño, detenido por el miedo a tocar fondo, en un des-pertar sobresaltado, sudor a ríos.

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En el ínterin de la duermevela vino el apetito, las ganas de tomar un baño caliente para que se fuera por las cañerías el olor de la cama que se pega al cuerpo, posiblemente leer algo y todo

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se volvió un ovillo; comida, lectura, agua caliente, pero el in-vierno y su lluvia inquieta que se dejaba ver tras el vidrio de la ventana invitaba a mantener la inmovilidad, el baño, la comida, aplazados, la mesa de noche estaba allí a unas tres pulgadas de la cama y asombrosamente el reloj decía tres y treinta y tres, se juntaron los tres siendo una excusa banal para que la raciona-lidad quedara desecha, en la mesa habían tres libros, el de más arriba era una antología de cuentos y narradores chilenos, allí estaba Skármeta, El Ciclista de San Cristobal, ya había dejado sus párrafos surreales que tejían una trama veloz, pero los párpados caían recurrentemente con una continuidad molesta que no de-jaba lugar a opciones mientras la lluvia estaba diluyéndolo todo afuera.

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De carácter lúdico. Y como los sueños son refl ejos del subcons-ciente, los juegos con el vástago. Una y otra vez tiraba al pe-queñuelo al cielo, le apañaba el viento y la atrapada fácil, risas. Otra escena. De carácter erótico. Como dice Freud, los impulsos reprimidos están presentes en los sueños; se manifi estan de ma-nera abstracta, aunque en este caso, la cuestión no era tan inin-teligible y esta pelirroja era hermosa, tipo Vanessa Redgrave en Blow Up, compartir la soledad y la desnudez sobre la cama de un motel barato y ya venía otra pieza. De carácter absurdo. Los perros usualmente tienen patas y parecía extraño que ahora se arrastraran como boas, desagradablemente, les habían cambia-do los ladridos por mugidos y además practicaban el canibalis-mo. Docenas de estos animales, cientos de docenas, cubriendo

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todo el piso, hasta donde fuera permitido mirar, perros gusanos mordiéndose unos a otros, se arrastraban apretujándose, en di-recciones contrarias, mugían. El cielo purpura era el único es-cape visible, aquello era poco más que grotesco, la voluntad de salir de allí, cambiar eso por cualquier otro panorama, un ruego piadoso a gritos.

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Era algún lugar semejante a los que salen en documentales del Medio Oriente, había hombres con turbantes, túnicas de apa-riencia antigua y límpidas. Un lenguaje en la más completa inin-teligibilidad y belleza. El hambre era un monstro ignito hospe-dado en el estómago, y era imposible pedir alimento alguno, la lengua española y las señas parecían agredir a los nativos que se alejaban expresivamente horrorizados. El dolor de la barriga va-cía fue creciendo desproporcionadamente, lo retorcía todo por dentro y la caminata necesaria, en procura de algún lugar con símbolos del alfabeto conocido se hacía pesada y trabajosa, un anuncio llevaba escritos ideogramas más incomprensibles que el siguiente, en uniforme secuencia, las calles laberínticas, las construcciones extravagantes, las gentes esquivas, las entrañas inquietadas por el hambre. La migraña intensa de la inanición. En la espera de un desmallo fulminante, apareció un hombre monumentalmente barbado y dijo: “Tienes hambre” en un per-fecto español, el asombro y la desesperación se amalgamaron. La respuesta dicha de forma inconsciente y el señor comenzó a caminar y a varios metros de lejanía hizo una seña para ser seguido.

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En medio del camino todo quedó en blanco o por lo menos nada es recordado en este momento. De vuelta tomé el libro de los cuentos chilenos que me acompañaba de cerca, lo devolví a la mesa de noche y me puse a escribir sobre aquellas dos expe-riencias sensitivas aunque siguiera con hambre, en conciencia que de no haber sido así hubiesen quedado en el olvido, como tantos otros.

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El colchón nuevo

Aburrido de los ácaros del colchón viejo, producto de la hu-medad y del largo periodo de uso, Jordi decidió comprar un colchón nuevo donde se pudiera dormir plácidamente sin que las picazones y alergias afectaran el sopor y el descanso.

Compró un colchón ortopédico, anatómico, ergonómico en una tienda especializada y solicitó al dependiente que lo lleva-ran a casa. Efectivamente, el colchón llegó el mismo día y los empleados de la colchonería colocaron el colchón nuevo sobre el armazón de la cama de roble.

Jordi pudo descansar decentemente otra vez. El colchón nuevo trajo un cambio en la atmosfera de la habitación, que había esta-do enrarecida por meses con el olor del colchón viejo. Cesaron aquellos despertares repentinos en la madrugada al sentir aque-lla comezón que se ensañaba en las mejores horas de sueño.

Pero luego de unas semanas, Jordi se dio cuenta de dos cosas, la primera: que cuando se acostaba en el colchón, aunque no tuviera sueño, los parpados empezaban a pesarle y el cansancio le paralizaba el cuerpo involuntariamente, de manera que sobre el colchón ya no podía leer o escribir algún informe del trabajo

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porque siempre terminaba postrado y dormido. La segunda: que cada despertar era una desgastante lucha fi siológica. Para levan-tarse debía mover cada extremidad una a la vez, luego sacudir el tronco y la cabeza, meditar sobre la razón por la cual debía levantarse, maldecir el trabajo. Este ritual le tomaba por lo me-nos quince minutos y el ruido del gallo de la alarma del celular, que siempre le pareció excesivamente escandaloso, se convirtió en un rumor distante que era percibido más por la inercia men-tal que por el ruido, el reloj cerebral que tiene todo trabajador responsable que sabe que a determinada hora debe culminar el sueño era consecuente y la algarabía de la alarma apoyaba esca-samente, más como una referencia difusa que como una adver-tencia obligatoria.

El agotamiento corporal lo acosaba aún después de tomar la ducha y no podía ni siquiera sentarse en la cama para ponerse las medias o los zapatos, pues ese pequeño tiempo en el que se posicionaba sobre el colchón era sufi ciente para sentir unas ga-nas enfermizas de volver al reposo.

Al cabo de mes y medio, Jordi había bajado de peso. Lo sabía porque al ponerse las camisas le quedaban muy holgadas y los pantalones dependían de las correas para mantenerse en la cin-tura, lo extraño era que no había alterado su dieta, de hecho, en las mañanas debía comprar doble ración de pan con tomate y queso más una taza gigante de café expresso (triple) en la fonda para poder iniciar la jornada sin quedarse a medias, pues luego de vestirse y hacer todas las cosas que se hacen en la mañana, le quedaba un letargo inexplicable y una fortísima sensación de apetito.

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Duermevela

Jordi fue al doctor. Luego de un examen general con todo y el palito de paleta en la lengua y el estetoscopio en el pecho, el doc-tor le dijo que su salud era excelente, pero que evidentemente había perdido mucho peso, evidente por la formación de las es-trías y la excesiva anchura de las ropas. Al pesarse en la báscula tenía treinta libras menos según lo que decían los registros mé-dicos de años anteriores y el doctor le recetó vitaminas y unos medicamentos para subir la estamina. Dos semanas después, Jordi volvió al doctor muy preocupado, pues los pantalones se le caían incluso con las correas en el último agujero. Al pesarse nuevamente ya eran nueve libras menos que la semana anterior y después de un amplio cuestionario que le hizo el doctor, Jor-di se percató que el único cambio que había tenido en su estilo de vida era el colchón. Se lo comunicó al doctor, que soltó una carcajada de varios segundos, luego le contestó que de ninguna manera era posible que el colchón nuevo le hiciera bajar de peso. El galeno concluyó que Jordi sufría de estrés y que le haría bien salir de Barcelona por un tiempo para reordenar las ideas y co-nocer otras cosas.

Después de la cita médica, Jordi fue a su trabajo y le explicó a su superior lo que le había dicho el doctor, le enseñó las recetas médicas y un diagnóstico con recomendación de descanso pro-longado. El jefe llamó al departamento de recursos humanos, colgó el teléfono y le dio un sermón a Jordi, porque según le habían dicho del otro lado del auricular, después de tres años de trabajar en la empresa ni se había ausentado, ni había tomado vacaciones y que eso podía afectar su desempeño laboral en el futuro. Por último, le dijo que fuera a recoger el cheque de las va-caciones al día siguiente, bien temprano, le dio la mano y le deseó un provechoso descanso.

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Se fue a Italia, comió muchas pastas, conoció a Antonella, visi-tó la Capilla Sixtina, se preguntó sobre qué era lo que mantenía a la Torre de Pisa en su lugar y se dio una vuelta por Venecia, claro que con Antonella que olvidó la excursión de veraneo en la que estaba y acompaño a Jordi a cada canto, le hacía el amor hablándole al oído en italiano y Jordi le respondía en catalán. Regresó a casa contento, un par de días antes de que terminaran sus vacaciones para poner en orden todos los trámites burocrá-ticos del matrimonio. Dio un suspiro melancólico por no tener al amor de su vida junto a él en ese preciso instante en el que llegan más fuertes todas las nostalgias y se acostó a dormir.

Ya tocaba ir al trabajo después del mes y medio de descanso

que le habían concedido los de recursos humanos, día tras otro de ausencias y se crearon rumores sobre si Jordi se había vuelto a Italia para casarse con Antonella, porque ya le había contado al jefe en un email que la chica era bonita, amorosa y que iba a volver por ella a Roma y luego a Boloña con la familia para pe-dir su mano y que luego volverían a España para casarse.

Las autoridades tuvieron que tirar la puerta de la casa, el olor insoportable, encontraron a Jordi en los huesos sobre el col-chón.

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Despertar

Amo despertar y palparme el sudor de la frente, comprobar que estoy bien, todo en su lugar, que sólo fue un sueño, eso sucede con las pesadillas, la de sentir la caída libre no cuenta porque esa me pasa con cierta constancia exactamente antes de comenzar a conseguir algo de profundidad en el sueño y ya soy como un conductor experimentado cuando atraviesa un vado en la carretera, y cuando termino de caer simplemente vuelvo a cerrar los ojos y es entonces que me encuentro con otras his-torias terribles o un tanto más simplistas, que son igualmente insólitas. Como una vez, después de varias situaciones extrañas y aleatorias, terminé rasurándome en una parada de ómnibus, frente al refl ejo de un anuncio y cuando estoy por terminar, una señora que estaba en un kiosco bastante cercano me llamo por mi nombre y mi apellido, me dijo que yo era el hijo de Frida y también que habían sido compañeras de la escuela, de la José Daniel Crespo, luego me dio una toalla mojada con agua bien fría, le dije gracias y volví frente al letrero a seguir rasurándome, en la quijada, que era donde me faltaba. Me pasé la toalla por la cara para que me limpiara los pelos rasurados y todo aquello que va dejando la rasuradora en su función.

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Desperté preocupado, aunque según lo que mis manos palpa-ban, tenía mi barba, pero sentía algo diferente en el rostro como restos de algo que el sueño había dejado en mi cara. Fui al baño y al refl ejarme en el espejo vi mi cara intacta y un hilito enreda-do entre los pelos del bigote.

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Duermevela

Ley natural

Les había dicho que sí y estaba muy animado de poder entrar a la pandilla después de algunos robos menores, el camión de reparto. ¡Qué demencia mi friend! La gente llevándose las cajas de sodas. Total, lo que se quiere es la plata. La vez que pararon el bus de Corredor - San Pedro. Allí van todos los de la high clase, tú me entiende?. Pleno día de pago y les quitaron todo a todos y fueron a esconderse a los manglares. Ningún policía llega a los manglares. No fue sencillo con los de las tropas especiales y los policías de motocicletas, andaban rondando bien cerca y se po-día escuchar las sirenas, el eco entre las copas de los mangles y la lama, la oscuridad, el cuidado de pisar bien para no afondar ni hacer ruidos que delataran el escondite.

Las habilidades aprendidas, carteras que desaparecen. Dame ese teléfono, o si no te voy a meter un par de tiros más rápido que ligero y aquí mismo vas a quedar. Disfrutar un big mac junto al Compa después del trabajo. El sustento a casa. Mamá no pregunta, se pone contenta con las compras, hacía falta jabón y ese día no había ni para la libra de yuca con huevo.

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Después de ser el mandadero de la pandilla y tener que de-pender de la mitad de lo que pudiera tumbar en un robo fuera del barrio, de por sí, situación peligrosa, ahora podría recibir porcentajes de cada golpe, trafi car ciertas cantidades de armas y cocaína, comprar una casa. En un barrio high clase, tú sabes. Esta sería la oportunidad. Una casa en San Antonio mi friend. Donde no suenan las balas, al lado de los jefes, los políticos y los abogados. Y eso pa’ qué Compita? Yo lo que quiero es una hummer amarilla y si se ahuevan, el control del business, you know? Esa era la respuesta del Compa, con la boca llena de las papitas fritas revueltas con la soda fria y todavía burbujeante, hablando como si también se comiera sus propias palabras. Claro que debía respetar el códi-go de silencio, el Compa no podía enterarse de lo de la misión, podría despertar la envidia en el barrio y se quedó callado como quien no tiene ninguna aspiración suntuosa ni necesidad de va-nidades, el Compa siguió hablando de tantas cosas por comprar, robos por planear y una buena vida por vivir.

Del otro lado de la línea hablaba Rolo preguntando si iba a hacer el trabajo. Cómo ñinga no? Tú crees que tengo miedo o qué? Después de colgar, meditó en muchas cosas, la verdad sí tenía mucho miedo, según le habían comentado, el trabajo de hoy era grande, pero era una especie de prueba que garantizaría la en-trada a la banda, además, de la repartición del botín le iban a tocar unos quinientos dólares. Chuzo, quinientos palos, nunca he tenido tanta plata en mí vida. Se acostó un rato en el catre viejo, entre paredes sucias y el poster gigante de Fifty Cent pegado, reluciente, esmaltado, una imagen surreal en aquella habitación miserable con un tipo musculoso, fumando un tabaco Cohiba

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genuina mercancía del comunismo cubano, contando miles de notas de la casa de la moneda de Washington, frente a un ado-lescente de Ciudad Radial con algunos signos de desnutrición, no más de ciento veinte reales en el bolsillo y recostado con el cansancio del fútbol. Astutamente se quitó algo del letargo y puso la alarma a las diez, después de allí era cuestión de esperar la llamada.

Llegadas las nueve y media se levantó sin dejar sonar la alar-ma, se puso una camisa de manga larga blanca, un traje de eti-queta negro y una corbata roja y salió de la habitación con el croquis en la mano. La radio a buen volumen sonaba su can-ción, Window Shopping, desde el interior del automóvil la ciu-dad parecía otra vez una masa delineada de acero y vidrio que se alumbraba sin estrellas ni luna, con las ventanas abiertas el fresco le pegaba al rostro y las cerró cuando comenzó a venir de afuera un olor a basura de jifero. Se miró al espejo y se asustó un poco al verse más viejo de lo que recordaba y las calles se hacían menos transitadas cuando iba llegando a la equis grande del croquis, otra de aquellas barriadas bonitas, pero esa era más bonita que las otras. Casa 45-D. Es aquí mismito. Siguió directo y estacionó el automóvil a dos cuadras de la casa, le pareció lejos cuando caminó hasta allá, cruzó el jardín por un pasillo con el pulso acelerado y el cuello sudoroso, no habían muros ni verja como le habían dicho, entró por la puerta de atrás dándole vuel-ta a la perilla, empujándola, como cualquiera entra a su casa y sin dar muchos pasos ya escuchaba a los niños hablando y el ruido de la televisión, subió las escaleras y el objetivo estaba ori-nando fl uidamente, sacó la nueve milímetros de la cartuchera de

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cuero auténtico y solamente se oyó lo que el silenciador permite escuchar, dos veces. El objetivo no tuvo tiempo para agonizar y si no fuera por la investigación criminal, hubiera escupido sobre el rosto del muerto.

La alarma anunciaba que había que despertar, se puso un pan-talón jeans largo y viejo, se restregó los ojos para quitarse las legañas. Le timbraron al teléfono móvil que tenía a modo de vibración para evitar ruidos innecesarios durante la acción. Ya estoy saliendo, aguanta. La puerta de la casucha se abrió sin rui-dos y se montó al taxi en la parte de atrás y el pasajero le dio una tres ochenta niquelada. Cuántas balas tiene? No podía fallar, solamente dos municiones, la primera para herirlo y la segunda para el tiro de gracia. Ya he practicado con botellas. Los dos que iban en la parte frontal del taxi soltaron una carcajada prolon-gada y hacían bromas sobre el comentario del muchacho, le re-comendaron que en adelante practicara con perros, con gatos o con fumadores de crack y le desearon suerte al bajarse.

Llegó a la boca de la Calle Treinta y Dos y dio una mirada sigilosa a los alrededores. Había un viejo tomando alcohol con limón en la esquina como acurrucado en una cajeta. Hey viejo lárgate de aquí si no quieres que te meta un tiro en el pecho. Blandía el revólver como todo un forajido y luego lo puso en dirección del pecho del viejo, que salió corriendo con tanto cuidado, que el ruido de sus pasos no pasó de un rumor y desapareció entre las sombras de las calles contiguas. Asegurando el revólver en-tre el pantalón y la cintura, se internó en la Calle Treinta y Dos, se escondió detrás de un basurero que olía a putrefacción y vio a un sujeto con un maletín, defi nitivamente ese era el objetivo,

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caminaba con lentitud y sin malicia por la otra acera. El pulso parecía explotarle la yugular y al sacar la pistola de donde la ha-bía tenido en los últimos minutos, sentía que se le resbalaría de la mano. Del ánimo de disposición a las proezas más prosaicas pasó al miedo de fallar el tiro, pero antes que el temor terminara por paralizarle, decidió completar la misión encomendada, írse-le encima al tipo, bien cerquita. A pesar de toda la sangre y la os-curidad, pudo identifi car la cara del Compa, le dio rabia y asco, pero recogió el maletín y al llegar a la entrada de la calle, ya estaba el taxi esperándolo. Las preguntas del conductor y el otro pasajero se le hacían incómodas, contestaba con monosílabos y secamente, el conductor comentó sobre el rápido ascenso en la banda y el botín que le esperaba después de rectifi car todas las cuentas. Sí. El otro pasajero comenzó a contar anécdotas de ho-micidios, secuestros y torturas. El viaje se le hizo largo y pesado, nunca antes había sentido tantas ganas de estar solo.En el cuarto se sintió con más rabia que antes y le empezó a doler la cabeza. Qué carajos hice? Tenía ganas de pegarse un tiro pero todavía no tenía pistola propia, vio el poster de Fifty y ya no sentía nada, ni siquiera la ambición de contar dinero. Varias horas después de mirar al techo de zinc y cavilar, logró dormirse.

Pudo verle de nuevo la cara. Traidor. Lo escupió varias veces, sin importarle el grado de idoneidad de los peritos de la inves-tigación y la vinculación por el ADN en la saliva. Se quedó un momento contemplando a Rolo muerto, el cuerpo gordo tirado, todo el mármol elegante del baño salpicado de sangre; salió de la casa y caminó tranquilo las dos cuadras hasta donde estaba su hummer amarilla.

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Condicionamiento clásico1

Canta el gallo. Te paras y te estiras pensando en que debes ce-pillarte los dientes, las encías, la lengua; te vienen las sensacio-nes de la menta fresca tras los labios, ni siquiera tuviste tiempo de asimilar el letargo de la duermevela y ya estás pasando las cerdas por el cielo de la boca, las cosquillas respectivas. Te la ensucias de nuevo porque toca, ya no con la propia saliva estan-cada en las horas del sueño, ahora con el pan, el queso y rodajas de tomate, el café expresso de tres cucharadas de azúcar y media taza de leche, la fonda con hedor a fritangas, el viento frio de la mañana no se siente allí dentro, calor de las pailas de aceite y migajas que también es para ti, menos tuyo que de las cocineras azaradas, sudorosas, con las redecillas sobre los cabellos, pero también te toca algo de aquellas temperaturas altas, sufi ciente. Habías pasado por la ducha, te enjabonaste y perfumaste. Todo se fue, y te ha quedado tremendo olor a fonda sobre tus ropas y cuerpo.

El tráfi co. Debe parecerles una belleza a los empresarios del hi-drocarburo, fi las descomunales que se forman como a las siete, tú

1 En 1904 Ivan Pavlov se ganó el Nobel por probar que todo el organismo de un perro (después de habituarse) podía reaccionar como si fuera a comer con sólo escuchar una campanada.

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estás allí con la obnubilación de la barriga llena, del dulce-amar-go del café y de la repetición tautológica de los comerciales en-tre las noticias. Los guiones de informaciones, el orden por sec-ciones disimiles, la voz desapasionada de la lectura noticiosa en el noventa y tres punto cinco de la FM: una bomba en Homs, dejó trescientos muertos según las cifras ofi ciales, el Real le ganó a un Valladolid totalmente desconcertado con los tres primeros goles a los diez minutos del primer tiempo, Presidente pide disculpas por penoso comportamiento en conferencia de prensa y desmiente rumores sobre ebriedad, Brad Pitt y Jolie adoptarán dos niños más esta vez de Cam-boya, y sigue el guión en sincrónica secuencia; los comerciales.

Trabajas. En algún lugar que pocos en el mundo tienen con-ciencia de que existe, sólo tu jefe directo y algunos colegas saben lo que haces, tu familia o un amigo; del otro lado del teléfono no les importa, en la cadena de mando sobre el jefe de planta a nadie le importa, no le importa al presidente, ni en Hollywood, ni a Cristiano Ronaldo que metió dos goles. Piensas otra vez todo esto como a vuelo de pájaro y con cierto enfoque dialéctico mientras atiendes el auricular en una lengua que no es la tuya, un cliente enojado y grosero, para rematar, su voz es gruesa, como de obeso y a veces no se le entiende bien porque habla con cabreo y desdén. Sí. Esta es otra de las veces en la que has llega-do a la conclusión de la intrascendencia mundial y nacional de tus labores, sentado en la silla, frente al monitor. No has enten-dido muy bien lo que te ha dicho el tipo, pero sabes bien que no puedes decir I don´t understand you porque alguien además del obeso en la línea está escuchando lo que dices, un espionaje que previamente autorizaste y que garantiza tu efi ciencia laboral, volviendo al caso específi co de la conversa de costumer service

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si das a entender directamente que no entiendes lo que te están diciendo al otro lado del teléfono no te gritaran you are fi red! Como en las películas, más bien te escribirán en un memoran-do interno un sutil: prescindiremos de sus servicios laborales, que para motivos prácticos signifi ca lo mismo aunque es menos dramático, pero tu eres un excelente empleado, que nunca falta a sus labores y en tres años allí, nunca has salido de vacaciones, de todos modos ya tienes experiencia y preguntas sutilmente do you will repeat? Finalmente el cliente debería quedar satisfecho, resolviste, sin embargo no agradece nada y aquel que estuvo pinchando la conversa prepara velozmente un memorando en el que destaca tu falta de atención con el cliente, solamente para incomodar y meter cizaña. Lo normal.

Es así en esta fauna. Llena de animales del tipo homosapiens, con instintos de ratas y perros, sapos o serpientes, con gustos y necesidades un tanto más refi nadas que las excentricidades de todo el resto del reino animal junto: la pasta de diente en las mañanas, las ropas del algodón almidonado y la alarma que te despierta, Alarma?... Sí, el gallo no cantó hoy, ningún gallo cantó realmente, no has escuchado a un gallo cantar, ni hoy, ni desde tus vacaciones escolares en el campo, es difícil recordar con exactitud hace cuánto fue eso; no hay gallos en los próximos veinticinco kilómetros a la redonda si se toma tu cama como el centro del radio de distancia, y tú con tu instinto humanamente animal ya has programado la alarma del celular para que suene al día siguiente, como todas las madrugadas a las cinco y media am, con la simulación del sonido del cantar del gallo, en efecto suena y vas sintiendo de inmediato el sabor a la pasta de diente sin siquiera haber agarrado el cepillo.

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Transcripciones o reescrituras

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Terrores infundadosme sueño, mismoastillado, en una imagenlejana, absurdadistante, ausenteen un tiempo, pretéritoindeterminado, más que perfectomuriendo, muy-lenta-menteafi rmando en monosílabosinaudibles, la contestaciónde la pregunta escuchadaen la alucinación del desangramiento.4/agosto/2013

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Transcripciones o reescrituras

Ropa nuevaHay que reinventarse todos los días.No es usual que sea posible,y es, ante todas las opinionesde las personalidades renombradasde la ideología del utilitarismo, poco práctico; sucederán tragediasy en otras ocasiones se prestarán las circunstancias para el festejo, el traje elegante y planchado segúnlos pliegues o costuras una mirada sugerente directa a los ojos,pupilas brillantes.Por aquellos momentos vale la penaarriesgarse a cumplir lo inverosímiltransgredir y/o transformar el concepto de utilidad. 4/agosto/2013

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Es la esperanza una sustancia abstractaque se nos pierde entre las derrotas humillantesy las victorias innecesarias, apabullantes.Toda competición implica desmoralizacioneso inyecciones sobredosifi cadas dedopamina que indigestan al ego,complejos de monstruosidad, el poder inmunee impune, la omnipresencia del dolor;sin embargo está allí, en algunaparte, en la propia obscuridad total un sonido que guía, entre la sangre lascicatrices y entre los tiranos los artistas políglotas.

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Transcripciones o reescrituras

Perro

Y en lo que fuimos caminando nos acordamos de Perro, que también le gustaba caminar.

Él se manejaba fi no, como dicen los viejos, con talento, mecía la cabeza al son del cuerpo, el brazo estirado hacia el frente paso a paso y las piernas largas lo llevaban más rápido, uno tenía que meterle velocidad cuando caminaba con el buay, fumaba cripy y te iba hablando de bultrón y plena, te corría el bate sin encari-ñarse y si uno se guillaba ya Perro iba a unos 25 metros delan-te y ni se había dado cuenta de que uno estaba atrás y seguía hablando de colcha y roots, de fi estas y guiales de secundaria meciendo la cabeza al mismo ritmo que caminaba, con talento y el pantalón abajo de la nalga al estilo refl ex y se acordaba que le hacía falta algo, paraba en seco, miraba para atrás y decía: “mue-ve, te tas encariñando con ese bate, yo también quiero fumar, laopecillo…”

Ni me acuerdo cuando me dijeron que le habían metido un tiro, pero sé que refl exioné en el asunto, como cuando crees estar a salvo y sobreviene algo inexplicable, la muerte está allí, omni-presente y caprichosa.

11/ago/2013

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No estaría bien resignarse,además ya es tarde paraquerer abandonar el camino, es solamente este momento, en el que se mira atrásy todo pareciera ser lo mismo, como si hubiese dado una vuelta en círculo para darla retrospectiva en el mismo punto. Y es molesto.

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Transcripciones o reescrituras

Me aprovecho de hoyme siento iluminadoy decidí tomar un pequeño descansoel trabajo está obligado,aceptable y se prolongapor eso hoy aprovecho limpiando el viejo polvo, acumulado tras los mueblesen la oscuridad, allí dónde yo no sueloechar un vistazo. Hoy es diferente,estoy iluminadoy hay decreto para día libre.20/sept/2013

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Cuaderno catarsis

ILos mismos pasosy es usual darlos en las mismas direcciones,a veces mejorando y otras para empeorartrastabillando o a hurtadillas hay quienes prefi eren un jet y pueden pagarlo

IIYo los doyCon dignidadY hasta puede que con losbolsillos llenos de monedasde pequeña denominaciónpero con la cabeza en altoy sólo por si acasolos jets son muy rápidosno dejan ver el paisaje, no me gustan.

III Al correrlas rodillas

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Transcripciones o reescrituras

y los tobillosdanzan, si se equivocan pueden enfermarsey se ponen tristesles da depresióny se comunican efectivamente, los ligamentos el problema llega a las altas esferas o por lo menos pasa por allíel cerebro dice no máshay que calmar el ritmo

IV(hacia abajo puede leerse, aunque el orden es de abajo hacia arriba)Que conducen al mercadosobre las huellas repetitivas, habrá que encaminarsefalta un vino.Necesariamenteno sin progresosen casa y ocio

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Cuaderno catarsis

Al Descendiente

Imposible redimir las culpas necesariasson heridas abiertas y sangrantes, desangrantes. El camino difícil en su extensiónse suaviza en sus paisajes, llegará el momento de las comprensionesfl uirán como la existencia, aún con sustristezas, será posible que estas tornen desilusión y habrá que seguir al paso que permita el olvidoaunque nunca, nunca dejar que se hagan estaciones. El olvido para eso sirve, para seguir adelanteen las circunstancias más lamentablescon poco equipaje será mejor irse a conocer otras cosasque hagan de uno alguien menos ingenuo,eso es necesario también, tanto como pedir perdón y un abrazo a la vuelta.

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Transcripciones o reescrituras

Entiendo ahora. Yo te culpé, y luego me sentí victimario, distante y ajenonunca hay que escupir con la boca hacia el cieloes un acto ignorante y temerario, alevosodigno de ingenuos naturalmente jóvenes, de allí que el ejemplo de Jesús de Nazareth fue digno de su padre.Pido perdón con una gran pena quemándome el pechoy miro a lo lejos para ver si te encuentro aunque sepa que soy yo quien se ha idotu no estás cercapero llevo tus palabras en la memoriaha sido esencial haberlas escuchado.

Al Ascendiente

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Cuaderno catarsis

Equivocarse ahorajusto en este momentodespués habrá tiempo para pensar en lo que debió serlo que fue nos enseñóque lo que debía ser es una ilusión

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Transcripciones o reescrituras

Qué es la pereza sino sus recriminaciones? preguntas, más de adentro que de fueratodo el tiempo que se acumula sobre la nadaesa dedicación infértil de la mirada en lo lejanoescuchar, de los ruidos tantos de la vida activa en la calleese miedo por salir y de ponerse los zapatos antes.

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Cuaderno catarsis

Más allá de la mitad es un punto cómodo pero incierto; hay que seguir nadando para llegar a la otra orilla vendrán tantas otras pataleadas, cansanciospor eso es que siempre siempre, hay que estar cambiando el es-tilo de nado, hacer del ejercicio una cuestión divertidasumergirse en lo profundo profundoy recorrer esa distancia que queda, ya es menos pero igual es una distancia. Además, queda mucha tierra fi rme por caminarallá habrá que dar muchos pasos, escribir otras historias.11/nov/2013

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Transcripciones o reescrituras

Es difícil describirlono soy Ricardo Miróni Ruben Bladessolamente puedo decir que patria esdonde uno se siente biena pesar de las tristezas de ayerlas difi cultades de hoyy las incertezas de mañanala patria es un suelola patria es la gentela patria la va haciendo uno mismola patria es una simbología que interiorizamos y que llevan dentro los valientes.

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Cuaderno catarsis

Allá arriba los vientos nos sacudensus velocidades intentan e intentantumbarnosnosotros no somos los mejoresa veces nisiquiera limpiosporque, de hecho, somos oportunistasy nos movemos en sus direcciones así es que permanecemos en la cimao planeamos, aprovechando las corrientesque nos empujan.

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Transcripciones o reescrituras

Mantenerse despiertoy además, hay que cuidar del equilibriolos días no tienen pereza de pasary sólo sucede que se ayudan de las vueltas del relojhay procesos por cumplirse, sin embargollegará el momento para elloshoy el simple hecho de funcionar es un reto.15/dic/2013

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Cuaderno catarsis

Conciencia:Hoy todo pasado condena, no en situaciones específi casno con cárceles o torturas físicas, mas es todo, la actitud diletanteson remordimientos, acumulación de fugas irresponsabilidadesni todos los años, ni todo el tiempo por delante, ni todas las composturas; ni las disculpas,porque hoy es el preludio de mañana la única certeza es el camino virado, las piernas errantes.

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Transcripciones o reescrituras

Incerteza: Por algún lado habrá que irsey a veces nadie sabe por dónde. -o-Esa situación es verdaderamente desconcertante, un lugar común de extravíos, allí el miedo se vuelve fuerzas o muerte. -o-Cuando ya se anduvo en esas alturasbien por debajo de las expectativas, sólo queda entregarse al viento.

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Cuaderno catarsis

Lo humano es tan frágil, como la fuerza de las ideas.Inclusive una lágrima puede representar la felicidadsin embargo es un caso aislado;los objetivos —cuando menos eso se espera— deben cumplirse, las ideas no son sufi cientes, deben estar lo más cercano posible a sus consecuentes accioneso podrirse entre los lamentos posteriores del fracaso premeditado, la acumulación de todo el ocio, la palabrería dispuesta. Ni las ideas ni las palabras tienen fuerza por sí solas, deben estar acompañadas del ímpetu de las acciones comunes en las jornadas, o que el viento de las revoluciones se las lleve, que se cocinen solas sobre el fuego rojo de la utopía. La fragilidad de lo humano es una idea, la más relativa de todas.

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Transcripciones o reescrituras

En qué parte del camino la lluvia comenzó a caer?es difícil recordarlociertamente se ha prolongadodías. -o-Este tiempo sirve para pensar en tododevolver la razón al inviernosu gris impregnando todola potencia refrescante de su frio. -o-Este verano sofocante dejó de parecer graciosonunca fue agradable, el sol macabroquema, derrite todo, nos convierte en sudor.Una vez más agradezco toda agua que pueda caer del cielo.

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Cuaderno catarsis

Extraño la lagunami hijo chapoteandola montaña imponente del Picacholas nubes del invierno una neblina espesa que tapa todo -o-Lo que más extraño,además de mi hijo chapoteandoes la montaña del Picacho, las nubes del invierno, una neblina espesa que tapa la vista de la ciudad y que sea solamente todo eso, la laguna.

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Transcripciones o reescrituras

Satisfacción regular si acaso eso existe, como una noche sin insomnioo la sobriedad voluntaria y duradera.Es este el momento de detenerse, voltearse dar, una mirada al paisajedetrás de los edifi ciosy sonreír. 5/feb/2014

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Cuaderno catarsis

Por momentos, es la brújula la que nos pierde.

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Transcripciones o reescrituras

La espera paciente, como si no hubiera ningún interéspara que llegue algún tiempo específi co,Cuántos quieren que llegue la muerte?O que llegue el día en que la amnesia se apropie de los mejores recuerdos, después de la conmoción trágica?Quién aguarda por la hora de todas las noticias funestas?

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Cuaderno catarsis

Recovecos, usualmente pienso en la palabrasus consecuencias indirectas, su concepto ambiguoo las interpretaciones erróneas, sobre todo las mías sobrevalorativas, arbitrarias, incoherentes.Recovecos, perdemos y encontramosSon entrada y salida, desconocidos o en el recuerdo,hoy fue el Morro dos Sargentos, podría ser Samaria o La Perlay así sucesivamente.Recovecos, este recorrido sagrado, en que respiro tierraPerros ladran, paisaje de Rio Gigante y sierra lejanaEl viento en la cara y una sensación de victoria sin remordimientos.

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Epílogo

La creación artística tiene su propiedad curativa, toda ac-ción encaminada en ese sentido es una experimentación sin perjuicios posibles, una posología sin efectos secundarios y en caso tal de que aparezcan, es prácticamente imposible que los síntomas causen tormentos a quien se atreva a encontrar algún sentido nuevo en ese remedio alternativo. En principio se enten-derá como una cursilería o un lugar común retórico, pero la vida puede cambiar después de hacer un dibujo, escribir una poesía o inventar una historia, porque en ese proceso aquella hiel del alma es descargada en los colores o en los versos, yo prefi ero la prosa pero esta vez no me limité a ella y ahora considero que fue la más sabia de las decisiones, me hizo bien, preservó mi juicio y me divertí mucho. Algunas veces comencé a dibujar con rabia o con tristeza y al fi nalizar alcanzaba un estado de paz indescrip-tible, escribía alguna cosa junto al dibujo intentando interpretar la imagen o tratando de redibujar con letras y me sentía todavía mejor.

Podría guardarme todo esto, poner el cuaderno en el librero y enorgullecerme en silencio además de evitarme las sanciones estéticas o/y morales en relación a este documento, sin embar-go el deseo de publicar este trabajo es demasiado grande, es un testimonio de agradecimiento al arte y su poder terapéutico.

Joao Quiróz Govea06, marzo, 2014

Porto Alegre, RS

Esta obra terminó de editarse en marzo de 2014.

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Cuaderno Catarsis

<< La idea del cuaderno era una simple catar-sis, porque llegó el momento en que las letras no eran sufi cientes para calmar el dolor, y así, quien se arriesgue a darle un vistazo, se enfren-tará a verdaderos experimentos contra los más viles sentimientos humanos incubados en una sociedad y cultura extraña a la propia, simbo-logías de la nostalgia.>>

Joao Quiróz Govea. 1986, Panamá. Autor.

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