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Discurso al Parlamento Europeo

«Europa: me llega al corazón»

Jean-Claude Juncker Presidente de la Comisión Europea Estrasburgo, 22 de octubre de 2019

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2014–2019 | Comisión Juncker

Señor presidente:

Señor presidente del Consejo Europeo:

Sus señorías:

Hace hoy exactamente cinco años que su Parlamento otorgó la confianza a

mi Comisión, confianza que se ha mantenido en todo momento. Es cierto que

nuestras relaciones a veces han sido difíciles, pero siempre respetuosas; han sido

agitadas, pero ordenadas. Y quiero darles las gracias de todo corazón. Porque

contar con la confianza de este hemiciclo y poderse apoyar en esa confianza de

los diputados europeos, que son el reflejo de la democracia europea, constituye

para cualquiera un verdadero honor. Veo aquí muchas caras conocidas. Muchos

se han convertido en amigos, no solo interinstitucionales, sino en amigos para

siempre, y se lo agradezco profundamente.

Quiero igualmente dar las gracias al presidente Tusk. Hemos sido hermanos

gemelos. Incluso los hermanos gemelos pueden no estar siempre de acuerdo,

pero hemos tenido la habilidad de no mostrar nuestros desacuerdos. Por lo que,

probablemente, para ustedes sea una sorpresa que los hayamos tenido. Quiero

dar las gracias a Donald por su complicidad sin fisuras, por una amistad que

perdurará y que representa para mí un honor. Las amistades —cuánto se abusa

de esta palabra— son raras en política. Y son aún más raras dentro de una misma

familia política, pero sin Donald yo no habría podido hacer lo que he podido hacer.

Europa: me llega al corazón

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También quiero aprovechar que me dirijo por última vez a este hemiciclo para

desear buena suerte a Ursula von der Leyen. Es la persona indicada para liderar

la Comisión y necesita nuestras palabras de ánimo y nuestros mejores deseos.

¡Buena suerte, Ursula!

También quiero dar las gracias a mis comisarios: sin ellos no habría podido hacer

nada. Son hombres y mujeres que, individual y colectivamente, son dignos de

Europa, y se lo agradezco. ¡Muchas gracias, obrigado, merci, vielen Dank!

Cuando entré en funciones en 2014, Europa estaba debilitada, con numerosas

fisuras y rupturas de solidaridad. En 2014 imperaba el desencanto hacia Europa,

lo que me llevó a hablar de la «Comisión de la última oportunidad». Pero no

quería hablar de la Comisión, sino de una Comisión al servicio de una Europa en

crisis, porque en 2014 abordábamos un momento crucial para el futuro europeo.

Nuestra misión consistía en aprovechar esa última oportunidad que se presentaba

ante Europa.

Junto con mis colegas, opté por poner en marcha una Comisión política. Quería

que los comisarios fueran representantes electos, y lo eran. Salvo el comisario

británico —he tenido dos comisarios británicos, cada cual más excelente—, todos

los comisarios fueron en su día cargos electos, ya sea a nivel nacional o europeo.

Quería que los comisarios fueran caras conocidas en su país y en Europa. Les

pedí que no se encerraran en Bruselas, que no permanecieran enclaustrados en el

Berlaymont, sino que se movieran, explicaran, dialogaran con otros representantes

electos y con la opinión pública y, por tanto, con los ciudadanos.

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2014–2019 | Comisión Juncker

Hemos organizado en estos cinco años 1 815 Diálogos con los Ciudadanos, y los

comisarios han visitado parlamentos nacionales y regionales en 911 ocasiones.

Al principio de mi mandato, les prometí que la Comisión se concentraría en lo

esencial, que actuaría «con altura de miras en las cuestiones importantes».

Y quería, queríamos, poner fin a la inflación legislativa que hasta aquel momento

caracterizaba la acción de la Comisión. Lo hemos hecho, ya que hemos presentado

un 83 % menos de iniciativas legislativas que las Comisiones precedentes. Hemos

retirado 142 propuestas legislativas y hemos modernizado 162 leyes existentes.

¿Alguien da más? Hemos hecho todo lo posible para cumplir nuestras promesas,

aunque ello no ha evitado que unos y otros hayan seguido reprochando a la

Comisión ser demasiado intervencionista, inmiscuirse en todo. Los prejuicios son

difíciles de erradicar en Europa. Todo ha cambiado, pero hacemos como si todo

siguiera igual.

Cuando me presenté ante ustedes, tenía en mente tres consignas que, en mi

opinión, debían presidir la actividad de la Comisión: crecimiento, empleo e inversión.

Estamos viviendo el vigesimoquinto trimestre consecutivo de crecimiento. Hemos

tenido siete años de crecimiento en la Unión Europea. Hemos creado 14 millones

de puestos de trabajo. Las cifras del paro son las más bajas desde el año 2000.

Hoy trabajan 241 millones de europeos, lo que representa una tasa de empleo

del 73,9%.

Europa: me llega al corazón

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El Plan Juncker ha generado inversiones del orden de 439 000 millones de euros.

Al principio, cuando se pensaba que este plan sería un fracaso, que se trataba

de castillos en el aire, se hablaba del «Plan Juncker». Ahora que es un éxito se

habla del «Fondo Europeo para Inversiones Estratégicas». Así funciona la historia.

Gracias a este plan se han creado más de un millón de puestos de trabajo.

Y hemos dado otra lectura al Pacto de Estabilidad y Crecimiento flexibilizando

algunas de sus disposiciones. Lo hemos hecho contra la voluntad de muchos

Estados miembros que jamás han aprobado formalmente las líneas de flexibilidad

con las que hemos enriquecido el Pacto de Estabilidad y Crecimiento, pero el

resultado habla por sí mismo: los déficits han pasado del 6,6 % al 0,7 %.

Esta flexibilización juiciosa, fundada e inteligente del Pacto de Estabilidad y

Crecimiento nos ha permitido estar ahí cuando España, Portugal, Italia y Grecia

nos han pedido ayuda.

Durante mi mandato he conocido, queridos amigos, decepciones y logros.

Decepciones porque, pese a nuestros esfuerzos, no hemos conseguido avanzar

en la reunificación chipriota. También en este tema hemos perdido tiempo.

No hemos conseguido firmar un tratado con Suiza, pese a nuestros intensos y

numerosos esfuerzos.

No hemos logrado completar la Unión Bancaria. No por falta de propuestas de

la Comisión, sino por la inacción de los Estados miembros. Ahora bien, si no

completamos debidamente la Unión Bancaria, haciendo de la Unión Económica

y Monetaria una Unión Bancaria como en el resto del mundo, no estaremos

preparados para reaccionar al próximo choque, ya sea interno o externo.

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2014–2019 | Comisión Juncker

Entre lo que queda por hacer, destaca la obligación imperiosa de establecer

un sistema de garantía de depósitos, que deberíamos asumir. Sin garantía de

depósitos, no hay Unión Bancaria; sin una Unión Bancaria plena, deja de haber

Unión Económica y Monetaria. Tenemos que saber responder a esos desafíos.

Con todo, pese a la crisis múltiple de los últimos cinco años, también hemos

conseguido logros. No me atrevo a llamarlos éxitos, porque no quiero caer en

la autocomplacencia —aunque ganas no me faltan—, pero hemos conseguido

logros.

De entrada, quiero mencionar la dimensión social de la Unión Europea. Hemos

logrado adoptar el pilar europeo de los derechos sociales, rechazado durante mucho

tiempo. Recuerdo haber sostenido ya ese discurso en mi primera intervención

ante este Parlamento como joven ministro de Trabajo, durante una Presidencia

luxemburguesa del Consejo de la Unión Europea.

Antes incluso de haberse aprobado el pilar europeo de los derechos sociales,

ya habíamos retomado los trabajos de la Directiva sobre el desplazamiento de

los trabajadores. Y, contra toda expectativa, conseguimos que el Parlamento y

el Consejo llegaran a un acuerdo. A mi juicio, es todo un éxito de esta Comisión

haber asentado el principio de que el mismo trabajo en el mismo empleo debe

recibir el mismo salario. La dignidad de los trabajadores lo merecía.

Y, por otra parte, creer que se puede construir Europa y hacerla prosperar sin el

consentimiento de los trabajadores es un grave error. Europa pertenece también

a los ciudadanos.

Europa: me llega al corazón

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Otro éxito, a mi entender: Grecia. Hablo de ello porque es un tema que me ha

ocupado y preocupado mucho. Hemos restituido a Grecia la dignidad que merecía.

Se ha pisoteado la dignidad del pueblo griego demasiado a menudo y durante

demasiado tiempo, y he querido restablecer el orden de las cosas devolviendo al

pueblo griego los honores que merece.

Se ha querido impedir a la Comisión que intervenga en favor de Grecia. Me acuerdo

de las largas noches con los gobiernos de Samaras, Tsipras y ahora Mitsotakis

—este aún no había tomado posesión—, intentando resolver el problema griego.

Eran muchos los gobiernos que no querían que la Comisión interviniera. Nunca

olvidaré las llamadas de teléfono de varios primeros ministros que me dijeron:

«Ocúpate de tus asuntos. Corresponde a los Estados resolver el problema griego».

Cuando yo sostenía más bien la idea ingenua, pero justa, de que teníamos que

respetar el Tratado. Y el Tratado dice que la Comisión es la guardiana del interés

general de Europa. Era de interés general evitar la descomposición de la zona del

euro y, por tanto, teníamos razón en hacer lo que hicimos.

África, sí. Como europeos no podemos olvidar a nuestros vecinos más próximos,

los africanos. Es un continente que necesita nuestra solidaridad. Y no solo nuestra

caridad. La caridad es un reflejo antiguo de los europeos, mientras que hoy nuestra

misión consiste en establecer una verdadera asociación en términos de equidad

entre África y Europa. Invertir y crear empleo en África debe ser el leitmotiv de

nuestra acción; no podemos ver a África a través del único prisma de la crisis de

refugiados. Acometer las relaciones con África exclusivamente en términos de

refugiados es herir la dignidad de los africanos. Tenemos que hacer in situ lo que

haga falta para que nadie se vea obligado a tirarse al mar.

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2014–2019 | Comisión Juncker

Refugiados, sí, ¿éxito o no? El balance es más positivo de lo que cabe esperar,

pero podría ser aún mejor si el Consejo, tal como ha hecho el Parlamento, hubiera

seguido todas las propuestas que presentó la Comisión al colegislador. Una

primera propuesta de reubicación en marzo de 2015 y otra en abril de 2016

sobre la reforma del sistema de Dublín. Con todo, no olvidemos que, gracias a

Europa, hemos podido salvar 760 000 vidas en el Mediterráneo. Son 760 000

muertos menos gracias a la acción de Europa.

En marzo de 2015 anuncié lo que íbamos a hacer en materia de refugiados. Y

el Parlamento me aplaudió de pie. Dije entonces: «Hoy me aplauden, pero ¿están

seguros de que dentro de dos años me seguirán aplaudiendo?». Los aplausos

fueron menos sonoros en los años siguientes, porque, en muchos países, la política

interior pesó más que la solidaridad elemental que hubiéramos debido mostrar.

No lo imaginaba cuando llegué a la presidencia de la Comisión, pero me he

ocupado mucho del comercio internacional. Un tema difícil, muy controvertido en

todos nuestros países, a menudo con buenos argumentos en contra de acuerdos

comerciales elaborados precipitadamente.

Pero las cosas han cambiado. Hemos celebrado 15 acuerdos comerciales

internacionales. Hoy tenemos acuerdos comerciales con 72 países que representan

el 40 % de la riqueza mundial. Los acuerdos comerciales nos ayudan a estar

presentes en la escena internacional en un momento en el que los Estados Unidos

dan la espalda al multilateralismo y, por tanto, a la solidaridad organizada con

otras partes.

Europa: me llega al corazón

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También tenemos que mencionar el papel de Europa en el mundo. El mayor éxito

europeo, el mayor logro, sigue siendo que hayamos conseguido preservar la paz

en Europa.

Suena muy evidente, pero no lo es. Actualmente hay 60 guerras en el mundo. No

hay un solo conflicto bélico que tenga lugar en el territorio de la Unión Europea,

escenario de las guerras más sangrientas de los últimos siglos e incluso del siglo

pasado.

La paz no viene dada. ¡Tenemos que estar orgullosos de ella!

Soy consciente de que no podemos entusiasmar a los jóvenes con el argumento

de que Europa preserva la paz, o por lo menos eso creemos. Sin embargo, cuando

charlamos con los jóvenes, debemos hablar también del eterno dilema del

continente europeo entre guerra y paz. Basta con pensar en los vecinos directos

de la Unión Europea para darse cuenta de lo peligrosa que es la situación en el

mundo y, por tanto, de lo frágil que es la de la Unión Europea.

A los jóvenes tenemos que hablarles de la guerra y la paz. En veinte años ya no

habrá europeos cuyos abuelos o bisabuelos hayan vivido una guerra. Por tanto,

tenemos que hablar de ello para no olvidar lo que significa la guerra. Y por eso

hablo siempre con los jóvenes sobre el tema de la guerra y la paz.

Pero no es suficiente como explicación; a los jóvenes también hay que explicarles

Europa con perspectiva de futuro.

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¿Cuál es el futuro de Europa? Somos el continente más pequeño. La mayor parte

de los europeos ni siquiera lo sabe. Somos muy pequeños como continente

europeo. La política es la materia que debe unir la demografía y la geografía. No

hay política que no tenga en cuenta la demografía y la geografía.

Nos extinguimos. No desapareceremos, pero seremos cada vez menos. Al principio

del siglo xx, los europeos representaban el 20 % de la población mundial. Al final

del mismo siglo, de los 10 000 millones de habitantes del planeta, solo el 4 %

eran europeos.

Vamos a perder pujanza económica. En pocos años ningún Estado miembro de la

Unión será miembro del G-7.

A la vista de esta evolución irreversible, quien crea que ha llegado el momento

de poner menos Europa en el orden del día y volver a nuestros compartimentos

nacionales se equivoca de lleno.

Europa significa paz, pero, teniendo en cuenta que nuestra influencia en el mundo

es cada vez menor, también denota fuerza.

Así, también en cuestiones de política exterior debemos buscar vías para reforzar

las normas y la toma de decisiones. Una vez más abogo por que el Consejo

también decida por mayoría cualificada en cuestiones de política exterior. No en

todas las cuestiones, sino allí donde es importante que Europa alce su voz.

Europa: me llega al corazón

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Tuve una experiencia única en Washington. El 25 de julio del año pasado visité al

presidente Trump para analizar la manera de evitar la inminente crisis comercial,

lo que por cierto conseguimos. ¿Cómo lo conseguimos? Trump, con una de esas

largas introducciones que tanto le gustan, me explicó quién estaba ya presente en

aquella oficina y lo que había dicho a aquellos interlocutores: cancilleres —había

varios—, primeros ministros y presidentes.

Y dijo: «Ya les he explicado todo».

Yo contesté: «No es suficiente. Tienes que explicárselo también a Europa».

Y entonces preguntó: «¿Por qué?».

Y le expliqué: «Porque la Comisión es la única competente en materia de comercio.

Todo lo que digan los demás, por muy competentes que sean, no cuenta. Lo que

cuenta aquí es lo que proponga el presidente de la Comisión en nombre de la

Unión Europea».

Mi respuesta le impresionó profundamente, y a mí aún más. Por lo que significa,

como luxemburgués, estar sentado en Washington y decir: «I am the man!». Lo

nunca visto.

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Conclusión

Resumiendo:

Dejo el cargo sin tristeza, pero sin alharacas, con la sensación de haberme

esforzado al máximo.

Y si todos se hubieran esforzado al máximo, algunas cosas irían mejor.

Estoy orgulloso de haber aportado mi granito de arena durante mucho tiempo,

sobre todo en los últimos cinco años, a algo más grande y más importante que

todos nosotros.

Cuiden a Europa. ¡Y combatan con todas sus fuerzas los nacionalismos estúpidos

y estrechos de miras!

¡Viva Europa!

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