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UNIVERSIDAD NACIONAL DANIEL ALCIDES CARRION FILIAL LA MERCED FACULTAD DE CIENCIAS AGROPECUARIAS Escuela de Formación Profesional de Agronomía COLONIZACIÓN DE SELVA CENTRAL ASIGNATURA: AGRICULTURA SOSTENIBLE DOCENTE: Ing. IVAN SOTOMAYOR CICLO: IX INTEGRANTE: KRIETE PAUCAR, Nitha Ingrid.

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UNIVERSIDAD NACIONAL DANIEL ALCIDES CARRION

FILIAL LA MERCEDFACULTAD DE CIENCIAS AGROPECUARIAS

Escuela de Formación Profesional de Agronomía

COLONIZACIÓN DE SELVA CENTRAL

ASIGNATURA:AGRICULTURA SOSTENIBLE

DOCENTE: Ing. IVAN SOTOMAYOR

CICLO: IX

INTEGRANTE: KRIETE PAUCAR, Nitha Ingrid.

QUISPE ESPINOZA, Juan

Victor.

LA MERCED – CHANCHAMAYO2013

INTRODUCCIÓN

A continuación ofrecemos una investigación sobre la colonización de la Selva Central, tomando en cuenta todo lo referente a su historia, sus características, y como se encuentra en la actualidad.

Haremos una breve reseña histórica de la Selva Central, ligada estrechamente a los demás pueblos de la Amazonía, contada por “Nosotros mismos”, “Los desconocidos” y que no difiere mucho de “La otra historia”.

La historia de los pueblos de América presenta dos versiones diametralmente opuestas; Una de ellas, es la que han escrito los invasores castellanos con un estilo amañado, excluyente y euro centrista que se inicia cuando Cristóbal Colón en nombre del Rey de España, toma posesión legal de la Isla Guanahaní, evidenciando un absoluto menosprecio por los derechos de los hombres en esta parte del planeta. La segunda versión es aquella que tiene como sustento primordial la fuente oral, que desde la más remota noche de los tiempos ha viajado en la memoria de los pueblos hasta nuestros días, para cumplir siglos después de la llegada de la escritura, la terca y asombrosa tarea de cimentar la identidad popular, dándonos a conocer quienes realmente somos. 

Esperando que les sea de suma utilidad para el presente o en el futuro en este trabajo se brindan información sobre la colonización de Selva Central. El trabajo está redactado en un lenguaje sencillo, a fin de facilitar su comprensión y no abundar en la explicación de términos técnicos.

COLONIZACIÓN DE SELVA CENTRAL

En la historia de la ocupación de la Selva Central, los investigadores distinguen dos etapas en el periodo colonial: las entradas de los misioneros y la reconquista indígena y dos etapas en el período republicano: la colonización pionera y la colonización masiva.

Las entradas coloniales:

Las primeras noticias de entradas hispánicas las tenemos de las dos cartas escritas por los jesuitas Font y Maestrillo a sus superiores. Estos jesuitas entraron a la Selva Central por el este de Jauja y Andamarca en noviembre de 1595. Nos dice Varese que si bien los jesuitas continuaron explorando no hay más noticias sobre ello. Estas cartas de los jesuitas constituyen la primera relación sobre los asháninka. Las referencias anteriores eran datos aproximados que hablaban de ciertos contactos solamente.

“Por otra parte la mencionada exploración [de Font y Maestrillo] es muy importante ya que inaugura las entradas de los españoles a la montaña por esta zona. Los jesuitas se adelantan en cuarenta años a la llegada de los franciscanos que visitarán a los campa [asháninka] recién en el año 1635”

Vale la pena presentar algunos pasajes de Font y Maestrillo sobre los asháninkas, ya que hemos dicho que es la primera relación que tenemos sobre los mismos:

“Los indios amedrentados y temerosos del tratamiento de los españoles se han hecho fuertes en ella [Selva Central] sin que hayan podido entrara ellos, aunque muchas veces y por muchas partes se ha intentado, aunque los indios muchas veces han salido de paz a buscar, comprar o como dicen, rescatar algunas cosas v por esta comunicación y por lo que allá han dicho algunos otros indios cristianos, que se han pasado a vivir entre ellos se han inclinado y movido a hacerse cristianos y salidos muchas veces a pedir que los padres les enseñen y les bauticen.

Los buscadores del “Paititi” y “del Dorado” habían estado por territorio asháninka buscando oro y plata y esclavizando a los indígenas (Varese 118). En cuanto a la afirmación de que los asháninka querían hacerse cristianos, creemos, con Varese, que este deseo es más de los misioneros que de los indígenas. Debemos además señalar que la cortesía de los asháninkas puede llevarlos a responder afirmativamente una pregunta, no porque estén necesariamente de acuerdo sino porque son muy corteses. Si bien no tenemos estudios sobre la cortesía verbal de los asháninkas, sí tenemos información de su hospitalidad en las cartas de Font y, como nos dice Varese, son los únicos misioneros que dan cuenta de ello, puesto que los otros consideraban que lo que les daban los indígenas era su derecho.

“Después de sentados los caciques, Mangote puso delante de Veliunti el presente que le traía, que fueron una jaula con una tórtola, y comenzó a hablar, y duro más de un cuarto de hora sin que nadie le interrumpiese. Después comenzó a hablar Veliunti, dándole las gracias y duró su arenga otro cuarto. Después tomó la mano el otro cacique y le mando descubrir su presente, y dióle las gracias el Veliunti tan largo como el otro” (op. Cit. 104)

Estas dos citas nos hablan de la cordialidad de los asháninkas, de su hospitalidad, de lo generosos que son.

Una pregunta que debe surgir ahora es ¿si los jesuitas llegaron cuarenta años antes que los franciscanos, por qué los asháninkas fueron cristianizados por los franciscanos? Lo que ocurrió está documentado en Varese y lo voy a resumir aquí. El padre Font realizó tres entradas más a la Selva Central aunque de estas entradas no se tengan cartas. En setiembre de 1601 Font estuvo en España, en la corte de Valladolid, con dos indígenas allí llevó una carta al confesor del rey en la que narraba los temores de los indígenas hacia los soldados españoles, incluso en ella se escribe “me pidieron que no los desamparase y suplicase a SM los admitiese por vasallos” (Font, apud Varese p.122).

Font obtuvo lo que buscaba. El nuevo territorio “descubierto” es llamado “Nueva Lerma” y el Marqués de Zea, hijo del duque de Lema, es nombrado su protector. Font diseña su plan de acción sobre la base de los métodos misionales de su orden:

“En primer lugar pide que se funde un pueblo de 500 indios […] Allí en un seminario o colegio se educaría a los hijos de los indios que así servirían también de rehenes [Dice Font que] “los obispos no conviene se entremetan en cosas de este pueblo ni en visitarlo ni en cobrar diezmos hasta que su santidad ande lo que hay que hacer”. Antes de llegar a Lima se pone en contacto [Font] con el virrey y le sugiere una entrevista secreta sin que el Rector del Colegio de San Pablo lo sepa. En marzo de 1602 el virrey Velasco y el padre Font se encuentran y se acuerda que este último haga luego su misión y entrada. Además se conceden tierras al capitán Zurita que van de Abancay y Azángaro hasta Jauja, O sea, como apunta Jiménez de la Espada “una adjudicación escandalosa y arbitraria.”

El secreto, sin embargo, no se pudo mantener mucho tiempo y llegó a oídos del Rector del Colegio de San Pablo, el jesuita Teruel, y de algunos dominicos a quienes no les gustó nada esta adjudicación de tierras. Teruel escribió al Virrey y donde manifestó su oposición al proyecto de Font:

Aduce el muy reducido número de indios que se iban a convertir, y además, añade se trata de bárbaros, brutos y crueles que matan y que no es prudente aventurarse ni es posible proteger a los españoles El virrey no desiste. De Aranjuez llega una cédula real que prohíbe terminantemente que Font lleve a cabo sus planes.” (Varese 1973: 24)

Como se ve, el intento evangelizador de Font queda inconcluso, debido al desacuerdo interno entre los jesuitas que además de los problemas de poder que existían entre ellos, veían como una gran dificultad el hecho de que los indígenas viviesen desperdigados en el territorio, cosa que hacía difícil la evangelización.

Las entradas Franciscanas

Cuarenta años después de la primera entrada de Font, los Franciscanos tomaron la iniciativa de entrar al oriente de Jauja. La entrada se hizo ya no por Andamarca, sino más al norte (por Pozuzo). En 1635 llegan los primeros misioneros franciscanos al valle del Paucartambo y por el alto valle de Huancabamba salen a Chorobamba y llegan al famoso Cerro de la Sal (en la actual Villa Rica):

“Acuden a ella [Huancabanba] algunos de los gentiles circunvecinos…y se vuelven a sus tierras a donde no se atreven a entrar los sacerdotes por ser tan caribes. En cuanto al padre G. Jiménez casi un siglo después se le había informado que los indios de Huancabamba iban cómodamente en tres días al Cerro de la Sal”

Una cuestión que es importante mencionar es que hasta 1635 no se habían dado entradas evangélicas en la Selva Central pero ya existían misiones en otras zonas amazónicas. Así pues, no parece casualidad el hecho de que las entradas misioneras hayan ocurrido cinco años después de

que comenzaron a operar las minas de Cerro de Pasco (aledañas a la Selva Central) que aumentaron sustantivamente la producción de plata del virreinato (Santos y Barclay p.34) Claro está que no debe reducirse las entradas misioneras al interés minero. Para ese entonces (1635) “parece haberse llegado a un consenso entre las órdenes religiosas, fundamentalmente entre jesuitas y franciscanos para acometer la tarea de evangelización de las áreas marginales del virreinato” (Santos y Barclay p.36). Así, el primer misionero en entrar a la Selva Central es Fray Gerónimo Jiménez:

“En 1635 Gerónimo Jiménez al lado del río Chanchamayo fundó un pueblo con una capilla en la primera misión de la Selva Central San Buenaventura de Quimiri, muy cerca de la actual ciudad de la Merced, iniciando la colonización de la Selva Central. En 1637 se dieron enfrentamientos entre asháninkas y conquistadores que llevaron a que los primeros quemaran la misión de Quimiri. “

Los enfrentamientos entre Asháninkas y españoles fueron continuos, Varese nos lo cuenta:

“Es al conquistador de mentalidad mítica que debemos atribuir la primera colisión abierta entre los campa [asháninkas] y los españoles. Hacia el año 1645 corrió la voz de que en el Cerro de la Salhabía oro también. La noticia trae inmediatamente a varios españoles a los que se juntan dos frailes más interesados en oro que en conversión de almas. Los indios reciben pacíficamente la expedición pero unos días después en el Perene son atacados. Sobreviven dos españoles que se asimilan rápidamente a los campa [asháninkas] tanto que uno se casa con una india y el otro organiza la defensa indígena con una nueva entrada española en pos de oro”

Vemos pues que las entradas a la Selva Central no eran pacíficas y los misioneros se aliaban a los soldados porque al fin y al cabo los motivaba lo mismo. Los asháninkas, por su parte, ya conocen a los españoles y es por ello que defienden sus territorios. En el siguiente pasaje, se da cuenta de la expedición militar, que encabezó Francisco Bohórquez.

Al querer pasar [Bohórquez] el río de Chanchamayo le disputaron el paso una porción de indios Andes [otro nombre dado para los asháninkas en la época colonial pues eran hombres del antisuyo], gobernados por un indio valiente llamado Santuma. Porfiaban los españoles para tomar el vado con armas de fuego durando el combate toda una mañana hasta que acertaron herir al cabo de los indios, con lo cual suspendieron estos la pelea ofreciendo amistad. Así pasaron los españoles a la parte de Quimirí y los indios rindieron obediencia a Bohórquez. Después pasaron a Quimiri y al cerro de la Sal donde estuvieron algún tiempo servidos por todos los indios de todas aquellas inmediaciones. Este capitán Bohorquez se hizo dueño de las cementeras impidiendo las cosechas. Al cabo de algunos meses salieron de la montaña a los pueblos de Vitoc y Tapo que están en la ceja, y de allí se llevaron el ganado que pudieron encontrar y algunas mujeres, y se retiraron a Quimiri, donde formaron población y sementeras, pareciéndoles bien aquella tierra. Informado bien el superior gobierno de las hostilidades y altiveces de Bohórquez y su gente dio comisión a don Juan López real, para que juntando de las provincias de Tarma y Jauja la gente que le pareciese necesaria, entrase a prender aquella tropa de levantados. Ejecutose la expedición y aunque Bohórquez vivía con las precauciones que pedía el estado de sus cosas, los del rey por medio de un indio infiel consiguieron coger las espaldas a los del partido de Bohórquez y prenderlos a todos y remitirlos presos a Lima, donde después de mucho tiempo fueron desterrados, y el dicho Bohórquez y su confidente Villanueva fueron enviados a Valdivia (Amich 1974, p.24)

Después del asunto con Bohórquez los franciscanos deciden no continuar con las entradas en Chanchamayo – la Merced y se concentran en la selva del Huallaga “Aquí los fáciles éxitos estimulan el atrevimiento evangelizador que llega en la figura del padre Biedma a concretizarse en la misión entre los setebo y los temidos callisecas” (Varese 1973, pp.133-134). Es importante mencionar el trabajo de Biedma con los pueblos Panos porque, como hemos señalado antes, los panos habían esclavizado a los asháninkas. A Biedma los panos le habían entregado un joven asháninka para que esté a su servicio (probablemente de este, el franciscano aprendiera la lengua, con la esperanza de cristianizarlos). Al conocer Biedma a los asháninkas, pensó que serían cristianos ejemplares e hizo varios intentos de contactarlos. Esto al fin se dio en el famoso Cerro de la Sal: “El año de 1671 concedió la obediencia a seis ministros que hiciesen entrada al Cerro de la Sal por la parte de Huancabamba, donde (aunque de paso) logró la fervorosa predicación de los religiosos copioso fruto de muchas almas” (Biedma 1981:98). En 1673 se vuelve a fundar Quimiri. El 11 de mayo de 1673 Biedma partió de Comas, transitó en un viaje bastante dificultoso los tres ramales de la cordillera oriental y una semana después se encontró con los asháninkas, estos lo recibieron pacíficamente y lo llevaron donde el jefe, el curaca Tonté quien al verlos, los recibió amablemente y les regaló frutas. Allí Biedma tomó posesión del territorio:

El 18 de mayo llegaron a las rancherías del curaca Tonté, y habiendo cantado el Te Deum Laudamus,adoraron todos a Jesús crucificado en una imagen que llevaba el venerable padre Biedma y habiendo clocado una grande y hermosa cruz en una plazuela se tomó posesión de aquella tierra en nombre del rey y de la seráfica religión (Amich, p.34)

Este hecho es importante en la historia de los asháninkas pues marca el momento en el cual dejan de ser hombres y mujeres libres para convertirse en siervos. Inmediatamente se les ordenó construir una capilla y viviendas para los franciscanos. Los asháninkas estaban muy curiosos ante la presencia de los blancos y no tomaron conciencia de que estos habían llegado para someterlos. Los Franciscanos les llevaban chucherías y les hablaban del Evangelio como el mismo Amich reconoce. Los Asháninkas, curiosos se acercan a la misión de Santa Cruz:

“Los indios que viven en estas inmediaciones tienen el nombre genérico de Campas se distinguen por otros nombres tomador o del paraje donde moran, o de la propiedad de sus castas o de sus parcialidades. Los que viven junto a la falda de la cordillera se llaman Andes. Los que primero vinieron a dar obediencia fueron los Pangoas, los Menearos, los Amapatis y los Piclcosumis, Después vinieron los Satipos, Capirism los Cobaros y los Pisiataris. Después que se apaciguaron los fieros embajadores vinieron los Cuyentimaris, las Sanguineris, los Zagoremis, los Quintimiris y otros. (Amich, p.34)”

Los fieros embajadores de los que nos habla Amich son los asháninkas que no se muestran de acuerdo con imposiciones de los franciscanos de vivir congregados en reducciones. Esto, como es de suponer, le resulta absurdo a un pueblo cazador. El curaca Tonté, era el que más se había beneficazo con los regalos de los franciscanos y el que más tuvo que luchar para que las relaciones no se rompiesen, las naciones del interior pedían a Tonté que echase de sus tierras a los Viracochas

Hacia 1673 los franciscanos habían establecido ya dos bases principales la misión de Santa Rosa de Quimiri, en la margen izquierda del Chanchamayo, y la de Santa Cruz de Sonomoro, en la margen derecha del Pangoa. Biedma encomendó a Fray Juan de Ojeda explorar la selva y buscar una nueva ruta que uniera ambas reducciones y se evitase el penoso viaje de Sonomoro a Jauja, de Jauja a Tarma y de Tarma a Quimiri. Fray de Ojeda volvió de su viaje con la buena noticia de haber llegado al Cerro y Quimiri. Estas rutas las encontraron los frailes gracias a la ayuda de los indígenas que las usaban desde siempre:

“No es casualidad que al ingresar Biedma en 1676 por una segunda ruta desde la sierra de Jauja por Comas y la sierra de Andamarca hacia Sonomoro, encontrara que los nativos le ofrecían gran cantidad de tejidos. Por ambas rutas llegaban probablemente las herramientas de hierro, como antes de la llegada de los europeos habían llegado las hachas de bronce (Renard Casevitz et. Al 1988:86) y de andresita (Elick 1969:9)” (Rojas1994-54)”

Los años que siguen, Biedma se dedica a hacer el camino que una a ambas misiones, Una vez terminado el camino al río, se abre otro hacia Comas. Esa obra fue bastante penosa:

“La construcción de este camino costó la vida de veintiocho indios de la misión. Poco cabe dudar de que si bien este camino tenía gran importancia para el bienestar de la misión, se construyó de una manera imprudente y las penalidades que causó este trabajo a los indios contribuyó a que los indígenas se volvieran contra los misioneros. Biedna señala que setenta indios de la selva que simplemente viajaban a Andamarca en una ocasión se enfermaron falleciendo siete de ellos a consecuencia de la altitud y el frío. (Tibesar, p. 74)

En 1674 Biedma se propone fundar dos nuevas misiones: una situada entre los ríos Satipo y en el Perene y la segunda en Cachegori. Y así se adentra a la selva en busca de más “almas que evangelizar” y recorre los ríos Mantaro, Apurímac, Tambo y Ucayali hasta la confluencia con el Pachitea. Biedma buscaba el control del Cerro de la Sal y con ese objetivo funda la misión de Pichana punto desde el cual los misioneros pueden controlar el tránsito que los nativos del Ene y Tambo realizan en la estación seca hacia el Cerro de la Sal.

“En una serie de cartas dirigidas a su superior, el comisario de misiones Félix de Como entre 1685 y 1687, Biedma señala que como parte de la estrategia global para lograr el asentamiento y reducción de la población, el tomar el control del Cerro de la Sal de manera que ésta solo pudiera ser extraída por nativos que vinieran de río abajo autorizados por los misioneros. Asimismo señala Biedma como medida necesaria el control del punto de confluencia de la confluencia de los Ríos Perene y Ene, lugar del nacimiento del Río Tambo desde la cual los misioneros podrían controlar los intercambios de sal y herramientas de hierro” (Rojas 1994: 54).

El afán por controlar el Cerro de la Sal y así poder dominar el territorio asháninka lleva a Biedma a sugerir incluso “acciones terroristas.” Así, en la carta dirigida a su superior, Félix de Como, del 25 de marzo de 1686 (Biedma 1981:177) habló de la necesidad de que:

“Ministros de espíritu y robustez, que se dediquen a ir en búsqueda de los indígenas con algunos hombres, sacándolos de las quebradas y montes, quemándoles las casas para que no tengan tanta facilidad de volverse; y porque sé que esto de fundaciones no se puede conseguir tan breve como se desea, que por lo menos ha de menester dos o tres años para prevenir chacras y comidas, hacer casas e iglesia, y que al costear soldados tanto tiempo será mucho gasto, además del obrar y poco permanencia que a menudo suele tener esto de soldados, traté yo con su excelencia en otra ocasión que Sería de más permanencia de que procurase situar en estos principios algunos españoles que quisiesen fundar algunas haciendas, o de azúcar, o de cacao, o tabaco, que en teniendo raíces se asegurasen, y desde sus haciendas, sin vivir con ministros e infieles, fueran terror de éstos y resguardo de los otros”

Como vemos los métodos de Biedma no eran nada “apostólicos” y es por ello que no debe sorprender que en julio de 1687 sea atacado por indígenas y en el río Tambo poco después de la confluencia con el Ene. En el siguiente testimonio, se relata la muerte de Biedma:

Hallándose el padre fray Manuel bajo la última agonía, con dos flechas atravesadas, dijo amorosamente al cacique: “Pues, Ignacio, ¿por qué me matáis?” Respondió con insolencia el malvado: “Porque tú y los tuyos nos estáis matando todos los días con vuestros sermones y doctrinas quitándonos nuestra libertad” (Izaguirre 1923, II: 86-87)

Como se ve, el reducir a los indígenas que estaban acostumbrados a estar libres y desperdigados en la selva, era algo que los estaba matando y esto es más que una simple metáfora: los indígenas veían en el misionero a un invasor que les alteraba su modo de vivir y que además les traía enfermedades y los esclavizaba.

Luego de la muerte del padre Biedma, nos dice Varese que el río Tambo se vuelve un territorio cerrado para los blancos, misioneros o aventureros. Cualquier intento de entrada en esa zona era rápidamente rechazado por los indígenas de la zona que por casi dos siglos defendieron la zona. “Prácticamente solo a partir de 1918 se puede navegar por el río Tambo con cierta seguridad.”

Según Rojas (1994) luego de la muerte de Biedma fue más difícil el trabajo de los franciscanos. Las rebeliones de los indígenas no solo tenían su causa en los intentos de desarticular su sistema de intercambios, sino también en el hecho de que había muchas epidemias que traían los conquistadores, incrementadas por las malas condiciones ecológicas y sanitarias que trajeron las reducciones. Esto trajo como consecuencia que los indígenas se rebelasen contra el Padre Huerta y los demás sacerdotes y militares que pretendían controlar el Cerro de la Salen 1694.

Un año importante y que marca una época en la que los franciscanos logran avanzar en su tarea misionera es 1709, año en que llega el Padre Francisco de San Joseph, quien acometió, con éxito, la evangelización en la Selva Central. San Joseph sentó las bases de la estructura organizativa de las misiones y de su organización interna. Así, San Joseph fundó misiones importantes: la misión asháninka de Quimirí en Chanchamayo, la misión yanesha del Cerro de la Sal en Paucartambo, en el valle el Pozuzo las reducciones de Pozuzo y Cuchero y en 1713, que entró desde Jauja a los valles de Pangoa y Satipo, fundó la misión de Sonomoro con indígenas asháninka y nomatsiguenga. (Amich 1975 pp. 118-129)

“A diferencia de los efímeros esfuerzos de ocupación del siglo XVII, en la primera mitad del siglo XVIII el proceso de ocupación misionera fue acompañado por el establecimiento de grandes y medianos hacendados y de numerosos campesinos andinos. El binomio minas andinas/haciendas tropicales constituía la fórmula básica sobre la que se asentaba la economía de la Selva Central.” Barclay y Santos 1995, pp.40-41)

La estrategia de los misioneros para formar las reducciones era bastante simple: atraían a los indígenas con regalos (herramientas y otros objetos), si los indígenas aceptaban a los misioneros, se plantaba una cruz frente a la casa del jefe y se construía una capilla. Lo misioneros impartían instrucción religiosa y luego invitaban a los indígenas al punto más cercano donde hubiese puesto misional. Los primeros traslados eran voluntarios pues los indígenas veían en los puntos misionales un centro de abastecimiento de herramientas que les facilitaban el trabajo, pero cuando los indígenas ponían resistencia, los misioneros junto con los soldados recurrían a las armas para reclutar y capturar a los indígenas (Santos y Barclay, p. 43)

El binomio minas/haciendas del que nos habla Santos y Barclay significa la creación de grandes haciendas en la selva cuyos propietarios, ciertamente, no eran los indígenas sino particulares, no

religiosos en gran parte de los casos. Los indígenas pasan a ser “siervos”. Son obligados a trabajar en las chacras, obrajes, construcción de caminos y como guerreros en las nuevas entradas a territorios indómitos. A ello, además, hay que sumarle que viven agrupados en las reducciones y estas fueron terribles para los indígenas, no solo en lo que se refiere a obligar a vivir en espacios reducidos a hombres que consideraban toda la Selva Central como su hábitat, sino porque estaban además esclavizados realizando trabajos para los conquistadores y a ello se le sumaba la propagación de enfermedades:

La concentración poblacional favoreció la difusión de las epidemias y la negativa de los misioneros a dejar que los neófitos abandonasen las misiones y se dispersasen para cortar las cadenas de transmisión, empeoró esta situación La población infantil fue la más afectada. Los shamanes y líderes religiosos indígenas insistían en que las pestes habían sido traídas por los misioneros y para eliminarlos; por ello no es de extrañar que los brotes de epidemias fueron por rebeliones locales de diversa envergadura y que el resentimiento creado por los efectos de las epidemias fueran seguidos por rebeliones locales de diversa envergadura, y que el resentimiento creado por efecto de las epidemias se encontrase entre los factores más importantes que explican la masiva adhesión que obtuvo el rebelde Juan Santos Atahualpa en 1742” (Santos y Barclay 1995:43)

Así, hubo muchos factores que alimentaron el descontento de los pueblos indígenas que veían no solo que se les trastocaba su orden establecido sino que las pestes los iban eliminando y por ello no es de extrañar que se dieran rebeliones que los misioneros buscaron controlar de distintas maneras. Así, utilizaron “correrías” para capturar a los indígenas disidentes. También idearon formas mixtas de control económico y coerción física, para asegurar la sujeción de la población. Es bastante revelador este comentario de Francisco de San Joseph:

“La fragua y el cepo los trae muy vigilantes y obedientes a esto hijos, y les ha hecho producir dos afectos muy contrarios pero muy convenientes a su genio, de miedo y codicia o interés” (San Joseph, Fernando 1723, apud Barclay y Santos 1995)

Como se ve, estamos lejos de lo que se predicaba de que las evangelizaciones debían ser pacíficas. Se ve también que los métodos utilizados para reducir a los indígenas provocaban en ellos terror. Me interesa, sin embargo, llamar la atención en el tema de la codicia porque San Joseph reconoce que este no es un sentimiento “connatural” al indígena sino que ha sido inculcado por los misioneros que han comprado sus almas con los regalos que les hacían. Viene a este punto reflexionar un poco sobre lo que significaron las entradas de los misioneros y para ello, resumiremos lo que sobre el aspecto han escrito Santos y Barclay (1995:45-46)

Para los misioneros, los indígenas constituían un “capital espiritual” pero, sobre todo, financiero que no podía ser desperdiciado pues significaban futuros tributarios de la corona. Para poder ser dominados los indígenas debían aceptar la idea de la dominación y eso no era fácil porque mientras los andinos habían estado acostumbrados a ser conquistados y dominados por los Incas, los amazónicos eran libres (salvo el caso de los asháninkas esclavizados por panos, que deben haber sido un pequeño grupo, como dijimos líneas arriba) y por lo tanto no iban a aceptar el sometimiento. Los misioneros pusieron todo su empeño en erradicar las costumbres y creencias de los indígenas:

“La intensa instrucción religiosa, la erradicación de formas tradicionales de interacción social, el debilitamiento intencional de los vínculos locales de lealtad política, la imposición de un nuevo sistema de autoridades, la implantación de nuevas actividades económicas, y los intentos permanentes por desacreditar a los líderes y agentes mágico religiosos se cuentan entre los mecanismos más usados para lograr los objetivos de aculturación. A la

postre, esta actitud tuvo un efecto opuesto al deseado los indígenas de la selva rechazaban por completo los sistemas de dominación.

Los misioneros trataban de controlar a los indígenas y una de las tácticas utilizadas fue el valerse de esclavos negros armados que actuaban como capataces. Estos habían sido llevados a la selva como hombres de servicio de los misioneros, pero al ver estos que los indígenas les temían, los misioneros decidieron utilizar ese temor en su beneficio: Así se consigna en esta carta de San Joseph:

“Si el Señor Virrey hiciese el milagro de dar socorro para ayudar a esta empresa referida, ya tengo avisado a V.R. la emplee en negros bozales que con eso hay peones y soldados” (San Joseph, Fernando 1723, apud Barclay y Santos 1995).

Hemos hablado, líneas arriba, de las estrategias de Biedma de quemar las casas de los indígenas como medida de aterrorizarlos y mantenerlos dominados, ahora hemos mencionado las tácticas de San Joseph y, como nos podemos imaginar, estas medidas coactivas impuestas a un grupo que por siglos había estado acostumbrado a la libertad constituyeron una bomba de tiempo, como nos lo dice Varese el indígena pasa: “de una sociedad preclasista, que desconoce la explotación y el trabajo alienado, a una sociedad clasista, cuyas condiciones normales son la explotación del trabajo, la competencia personalista, la injusticia, la imposibilidad total y absoluta de llegar a ser escuchado públicamente.

El descontento de los indígenas era muy fuerte, aunque en las crónicas se digan que solo unos malvados no “admitiesen el suave yugo del evangelio” (Amich 1973: 180) y que preferían huir y no seguir trabajando “alegremente para los franciscanos para volver a las antiguas anchuras de su bárbara libertad y no quería ya salir de ella, o por no sujetarse al racional comercio y sociedad o porque el demonio les sugería la memoria de la epidemia temerosos del trabajo de los caminos, no habiendo forma de poderlos sacar de sus chácaras, montes y brutales rancherías. (Amich, p. 73)

Como vemos, el temor a las enfermedades de las que eran víctimas los indígenas por no tener anticuerpos y que diezmaban a sus poblaciones, era visto como una revelación demoníaca; el temer los trabajos terribles a los que los sometían los franciscanos en la edificación de los caminos, era muestra de no querer trabajar y el afán de libertad, era una de sus bárbaras costumbres. No sorprende, entonces, que haya habido varias intentonas revolucionarias, duramente castigadas por los franciscanos. La primera revuelta importante de los indígenas (aunque no tengamos mayores referencias sobre la misma) fue la protagonizada en 1737 por Ignacio Torote:

“El día veinte de marzo de mil setecientos treinta y siete, en el que Ignacio Torote, Cacique y cabeza principal del pueblo llamado San Antonio de Catalipango, entro con toda la gente del dicho pueblo en el de Santa Cruz de Sonomoro (que era primero y principal de dichas Misiones) y quitó las vidas a tres misioneros sacerdotes de esta religión, a dos Donados de ella, como también a otros quince cristianos de dichas Misiones…” (Solicitud presentada al Consejo, por Fr. José de San Antonio, en 11 de Junio de 1750. apud LOAYZA, Francisco: Juan Santos, el invencible. Lima, Los Pequeños Grandes Libros de la Historia Americana, 1942 p. 133 y ss)

La rebelión de Torote, que se dio luego de una epidemia gripal que acabó con muchos niños, fue castigada “ejemplarmente” como nos lo narran las crónicas:

“Sustanciada la causa y proceso de los tres reos que estaban en Sonomoro fueron condenados a pena capital a ser baleados y sus cabezas y manos puestas en los principales caminos en unos palos altos. Lo mismo se determinó con los que estaban en

Metraro se ejecutó el día 12 de diciembre y los auxiliaron los padres fray Pedro Camachoy fray Ignacio Tejo. La de los reos que estaban en Metraro se ejecutó el día 23 de diciembre y los auxiliaron los padres fray José de San Antonio presidente de Ocopa Fray Pedro Pont fray Simon Jara Garcia” (Amich 1973:170)

Como se observa, los franciscanos no tuvieron reparos en aplicar métodos violentos para sofocar las rebeliones. Y si recordamos lo que se decía de lo salvajes que eran los indígenas, que descuartizaban a sus enemigos, vemos que esa misma práctica era utilizada por los “soldados de Dios.”

La rebelión de Torote es la consecuencia del descontento de los indígenas ante las barbaridades perpetradas por los franciscanos, y debemos señalar que las acciones intimidatorias que llevaron a cabo no tuvieron el efecto deseado, y es por ello que en 1742 tuvo tan buena acogida la rebelión de Juan Santos Atahualpa a la que se unieron no solo los indígenas sino también los negros que allí habían sido “plantados” por los conquistadores, los mestizos y los españoles pobres, todos ellos cansados de las fuertes cargas de trabajo que soportaban en obrajes, haciendas, minas y cañaverales (Santos y Barclay 1995:48).

El cerro de la Sal, ubicado en lo que ahora es Villa Rica, era un importante cerro salinero, principal centro de intercambio económico de la región. Se encontraba bajo el control de los asháninkas y llanezas. Controlar la fuente salinera significaría conquistar el poder económico de la región (cf. Stefano Varese la sal de los cerros)

Las reducciones de indios eran núcleos de población en la que se debían reasentar los indígenas en la América española, separados de las ciudades donde vivían los españoles. Ya desde los inicios de la presencia española en América, la Corona se había preocupado por la constitución de pueblos indígenas”

Durante la colonia, los indígenas tenían la obligación de pagar impuestos a la corona española, en reconocimiento de la soberanía del rey de España, esto era conocido como el “tributo indígena” y se cobraba dos veces al año el 24 de junio y el 25 de diciembre. En estas fechas las autoridades españoles se acercaban a las reducciones indígenas con el fin de cobrarles los tributos.

Ignacio Torote fue hijo de Fernando Torote que en 1723,condujo al bautismo a tres mil indígenas pero un año más tarde renunció a la fe católica y encabezó levantamientos contra las misiones por muchos años, acción seguida por su hijo Ignacio Torote. (Anderson 2008:37)

La idea de una rebelión que congregue no solo a indígenas sino a otros “proletarios” no es muy clara, puesto que si bien esto lo sostienen Santos y Barclay, Varese afirma que “la rebelión es netamente indigenista y los negros quedan excluida de ella” (p.186).

Historia de la colonización de Selva Central

La colonización de esta región fue iniciada por los misioneros, que ingresaron por el norte a este valle en el siglo XVII, pues en ese tiempo, el Convento de Huanuco era el eje de las colonizaciones. Posteriormente en 1724 toma esta misión el Convento de Ocopa. La evangelización y conquista de esta región no fue sencilla, los nativos resistieron con firmeza. Oscar Espinoza señala que la primera rebelión de los nativos se produjo en 1637 (a dos años del ingreso del Fraile Jerónimo Jiménez) y estuvo al mando del cacique llamado Zampati. Oscar Espinoza. “La Larga Historia de un Pueblo Guerrero”. Revista Selva Central, p. 5. Este autor escribe que la siguiente gran rebelión sucedió en 1674 por el río Perene y estuvo al mando del cacique Mangoré, pero Mora y Zarzar señalan que en este año la rebelión estuvo dirigida por el jefe

Asháninka Fernando Torote, quien para Espinoza recién comanda la rebelión de 1724, y su hijo Ignacio dirige otra en 1737, ambas en el Gran Pajonal.

Muchos de los misioneros y colonos murieron en manos de los nativos, pero fueron muchos más los nativos que murieron en manos de los colonos. Si bien los misioneros buscaban en los nativos nuevas almas para Dios, los colonos buscaron en ellos sirvientes desprovistos de toda protección estatal. Por ello cuando en 1742 Juan Santos Atahualpa inicia su movimiento, cuenta con el apoyo de los pueblos de la selva central, quienes dejando de lado sus diferencias se unen para apoyarlo. Este hecho ocasiona que se abandone la colonización de la Selva Central por el espacio de un siglo.

En 1847 se termina de construir un fuerte militar al que se denomina San Ramón, ubicado donde hoy está el pueblo del mismo nombre, y con él se logra vencer la resistencia nativa, y en 1869 se funda el pueblo de La Merced por el Coronel José Pereyra, obligando a retroceder a los nativos. En 1872 con el apoyo de la Sociedad de Inmigración Europea se dinamiza la colonización extranjera. Para Mora y Zarzar: “Las hostilidades continuaron hasta el establecimiento en 1889 de la Peruvian Corporation empresa de capitales ingleses a la que se le concedieron 500 000 hectáreas en los márgenes de los ríos Perene y Ene en el territorio asháninka”. Pero eso no fue así, Espinoza menciona que en 1890 se reporta la muerte de 14 colonos en una colonia en el río Pichis, otro ataque a colonos data de 1896; en 1913 son varias colonias atacadas con un saldo es de 150 colonos muertos. Y en el siglo pasado, en 1936 en una misión franciscana, un colono jugando con un arma de fuego mata a un indígena, en respuesta los asháninkas lo matan y destruyen la misión. Una etapa trágica vivieron las comunidades indígenas con el auge del caucho, los denominados caucheros no sólo explotaron a los indígenas mediante un trabajo mal pagado, y condiciones laborales infrahumanas, sino se propició que los asháninkas sean capturados y trasladados a Loreto y Madre de Dios, incluso, hay noticias de asháninkas en el Brasil, llevados por tal motivo.

Podemos observar el pensamiento de los colonizadores a través del relato del Padre Uriarte refiriéndose a los asháninkas, resaltando que es la tribu más numerosa en esta zona y también, la más interesante y la que por su cercanía a los pueblos civilizados, ofrece mayores posibilidades de ser reducida con provecho para la civilización de la montaña, si bien hasta el presente han mostrado los campas muy dura cerviz para someterse al yugo del evangelio y a los dictámenes de la vida social.”

Estos dictámenes de la vida social son los que fueron impuestos por la fuerza. El mismo autor, que vivió en la región selvática desde 1928, escribe: “la única ley que es respetada es la ley del cuarenta y cuatro como dicen, que es la carabina Winschester, con la cual se reparan los abusos y se hace la justicia personalmente; pero también esa carabina sirve de instrumento para cometer mil indignidades y crímenes.” Instrumento que estaba al servicio del hombre occidental. Nótese que el religioso escribió esto en pleno siglo XX.

GENERACIÓN TRAS GENERACIÓN

A continuación haremos una breve reseña histórica de la Provincia de Chanchamayo, ligada estrechamente a los demás pueblos de la Amazonía, contada por “Nosotros mismos”, “Los desconocidos” y que no difiere mucho de “La otra historia”.

1.1. Los Primeros Vestigios 

Sobre la base de la etimología de los nombres que predominan en la zona, se puede fácilmente deducir que la Provincia de Chanchamayo estuvo originalmente habitada por nativos de los grupos étnicos; Piro, Amuesha y en mayor número Asháninkas, aunque de acuerdo a los numerosos restos arqueológicos encontrados en la zona, habría sido habitada desde

aproximadamente 3500 años atrás, por alguna ancestral cultura amazónica hasta hoy no identificada. Los: petroglifos, fortines de piedra, caminos empedrados, hachas de piedra, agricultura en terrazas, etc. encontrados ocultos entre la tupida vegetación, hacen suponer incluso de la presencia Inca por estas tierras; suposición que es categóricamente negada por los historiadores quienes afirman que la selva jamás pudo ser conquistada por el poderoso imperio, por una sencilla razón: la agresividad y coraje de los indígenas que desde siempre defendieron con valor su territorio.

Sin embargo cabe destacar que desde épocas muy remotas existía un intercambio socio - económico entre los pobladores de la sierra y la selva, razón por la cual es común encontrar nombres cuya raíz etimológica es el quechua. Bergman (1990) sostiene que hacia el año 1200 A.C. se había desarrollado una importante red comercial entre ellos y tenían como principal punto de encuentro el Cerro de la Sal, puesto que ese producto era el nódulo económico en que se articulaban los intercambios indígenas de la Selva Central.

Este acercamiento multiétnico y pluricultural permitió la temprana asimilación de algunos rasgos de las culturas preincas, a la vez que también influenciaban en ellas. Posteriormente con la llegada de los españoles, se inicia la penetración en la selva utilizando las mismas rutas que los Incas abrieron a través de los Andes, trayendo consigo un arma mucho más poderosa y eficaz: La Religión.

1.2. La Ocupación Misionera (1635 – 1742)

Al arribar los misioneros a la selva trajeron consigo un afán expansionista, basados en la propagación de la fe cristiana e implantaron una nueva forma de organización socioeconómica del comportamiento poblacional, heredero de la colonia, en la que la ideología religiosa constituía la punta de lanza de la intervención y ocupación territorial. Esta mentalidad concibió en que la selva alta y baja eran una zona de frontera abierta destinada a la conquista y explotación de sus recursos, iniciándose consiguientemente una lenta y progresiva ocupación territorial en la que desempeñaron un especial papel histórico los centros poblados de Concepción, Comas, Andamarca y el Convento de Santa Rosa de Ocopa, de donde partían las expediciones. 

Los misioneros emprendieron la tarea evangelizadora como una empresa económica. Dos hechos importantes señalan a la economía con sotana: el primero, la paga del llamado “Conversor” de los supuestos infieles. En el Prólogo a “La conquista Franciscana del Alto Ucayali”, Antonio Tibesar dice: “El salario como párroco se calculaba, en parte, a base del número de feligreses”. El tantas veces alabado celo misionero, las obsesiones por incursionar en la selva, la vertiginosa búsqueda de nativos para “Convertirlos” y las inmolaciones, tenían por lo general su acicate en el tintineo del metal. El segundo hecho fue el famoso “Cerro de la Sal”, principal centro de intercambio económico de la región que se encontraba bajo el control de los nativos Asháninkas y Amueshas. Controlar la fuente salinera significaría conquistar el poder económico de la región. Fray Manuel Biedma lo vio así y recomendó: “Que un encomendero debería administrar el Cerro de la Sal”, asimismo, recomendó que “Los indios que vinieran a buscar la sal del cerro deberían de abonar una determinada cantidad de especies al encomendero y entregarle una carta de un misionero que atestiguara su buena conducta y asistencia con regularidad a la misión”. De esta manera se vincularon economía y religión para

explotar la necesidad salinera de los aborígenes. Esta actitud puso de manifiesto la ambición de los misioneros y ocasionó la ruptura de las relaciones entre los invasores y los indígenas, iniciándose la Batalla por la Sal en 1637, encabezados por Andrés Sampati y Pedro Bohórquez.

     

Desde el estricto punto de vista de los Asháninkas, el descubrimiento y posterior ingreso a la Amazonía de los misioneros no fue obra española, sino de ellos. El primer contacto con los intrusos, donde las relaciones no eran ni conflictivas ni tensas, fue iniciativa Asháninka. El descubrimiento de estos indígenas ocurrió oficialmente en 1594. En esa fecha histórica para la Nación Asháninka, 6 de sus caciques visitaron Lima. En ese entonces el Virrey era el Marqués de Cañete. Antonio Tibesar dice: “Los Caciques Campas recibieron muy buena acogida, pues ofrecían a los Jesuitas una oportunidad para familiarizarse con otro sector de la frontera hasta entonces desconocido”.

El intento de los Jesuitas, comandados por el padre Juan Font para ingresar a la selva fracasó estrepitosamente, ni con ayuda pudieron afincarse los descendientes de Loyola, y eso que

estaban recién en la zona selvática de la sierra (Jauja).

En 1631 el cacique “convertido” Antonio Talancho condujo al Misionero Franciscano Fray Felipe Luyando a la región de los Panatahuas. Entre los compañeros de Luyando estaba Fray Jerónimo Jiménez, natural de Lima, quien salió en busca de otras naciones indígenas que todavía no habían recibido el evangelio. Fue en estas circunstancias que al pasar por Huancabamba, Fray Jerónimo Jiménez encontró un camino de nativos que corría paralelo a los ríos y que lo llevaría a través del valle de Huancabamba, la quebrada de Paucartambo, hasta el Cerro de la Sal, al que llegó, ayudado por los nativos en el año de 1635; desde allí remontó al río Chanchamayo de la confluencia del Paucartambo y fundó la primera misión con el nombre de San Buenaventura de Quimiri, muy cerca de la actual ciudad de la Merced, iniciando de esta manera la colonización de la selva central, exactamente 41 años después de la visita de los Asháninkas a Lima y 103 años después de la llegada de los conquistadores españoles encabezados por Francisco Pizarro al Perú (1532)

La infraestructura Asháninka, sus caminos, hospitalidad y fuerza de trabajo, intervinieron decisivamente en la llegada de los invasores a los que ayudaron como guías, trocheros, bogas, etc. Los trabajos de Fray Jerónimo Jiménez en las fértiles tierras de Chanchamyo fueron de corta duración puesto que junto con algunos españoles sedientos de oro, creyendo encontrar grandes depósitos del precioso metal en las zonas recién descubiertas, se aventuraron por Quimiri y navegando por el Perene, río abajo, fueron asesinados en el año de 1637; junto a ellos también fue sacrificado el Padre Cristóbal Larios natural de Ica. Para entonces había estallado ya la primera rebelión Asháninka encabezada por Andrés Sampati y Pedro Bohórquez quienes se levantan en armas contra los franciscanos que se habían apoderado del Cerro de la Sal imponiendo multitud de controles. Estas exacciones y abusos de las autoridades y grupos de poder colonial fueron las causas principales para la rebelión a la cual coadyuvaron, en no poca medida las epidemias de origen europeo (sarampión viruela, gripe) contra las que los nativos no tenían defensas. Fray Manuel Biedna había dicho: “Plantar el evangelio es convocar a las pestes”. Solo en el siglo XVII se registraron siete periodos de epidemias, las cuales aparecían de improviso como invisibles heraldos de la muerte diezmando pueblos enteros. 

     

Con éste suceso se perdieron las conversiones del Cerro de la Sal y de Quimiri, siendo abandonada la región por muchos años. En 1671 el padre Alonso Robles se arriesga a ingresar nuevamente por estas tierras y reedifica la destruida población de Quimiri. En 1674 el padre Izquierdo fundaba más abajo la población de Pichana y poco después, en el transcurso del mismo año, era asesinado e incendiada su misión durante la rebelión del cacique Mangore, quien se rebela cuando los Franciscanos tratan de apoderarse nuevamente del Cerro de la Sal. Luego de este incidente nuevamente las misiones de Chanchamayo fueron abandonadas por un largo periodo. En 1724, estalla la sublevación de Ignacio Toroté, donde aparece el primer intento de confederación nativa: los Asháninkas se aliaron con los Amueshas y los Piros.

1.3. La Reconquista Indígena (1742 – 1847) En 1742 ya existían prósperos fundos en el Valle de Chanchamayo, incluyendo el de Oxabamba, cuando se produjo la mayor rebelión indígena en la que participaron activamente los guerreros Asháninkas, encabezados por el caudillo Juan Santos Atahualpa, “Líder del Único Movimiento Indígena Jamás Derrotado” (Alfonso Zarzar, en el libro “Apu Cápac Huayna, Jesús Sacramentado), quien avizoró temprano la integración mestiza para desterrar el vasallaje español. Era entonces Virrey del Perú Dn. José Antonio de Mendoza.

Con esta rebelión triunfante que recibía adhesiones de todas las tribus nativas, incluso de indígenas serranos y de españoles y mestizos pobres, las zonas de los ríos Chanchamayo, Perene, Satipo, Pichis, Ene, Tambo y Gran pajonal, es decir casi toda Selva Central, quedaron cerradas a los foráneos por más de un siglo.

Es necesario destacar que la recuperación de los territorios indígenas, lejos de significar el rechazo de los aportes que habían traído lo europeos, se potenció con la adopción de algunos de ellos, manteniendo las herrerías próximas al Cerro de la Sal, continuando con el cultivo de cítricos, caña de azúcar, etc. prosiguiendo además con la crianza de ganado; propiciando de ésta manera un desarrollo autónomo y autodeterminado por las etnias de la Selva Central, la misma que fue bruscamente frenada por el avance de la recién nacida República del Perú (1821).

1.4. La colonización Pionera (1847 – 1947) Los primeros intentos por colonizar la Selva Central, luego de la rebelión de Juan Santos Atahualpa, lo propiciaron los tarmeños en 1779, quienes con la intención de cultivar las fértiles tierras de Chanchamayo, abrieron una nueva senda de penetración por las alturas de Palca y Marainioc, pues la antigua ruta había desaparecido entre la vegetación, penetrando por el valle de Vitoc. En esta arriesgada aventura jugaron un importante papel el Intendente de Tarma Juan Gálvez y Montes de Oca y el padre Manuel Sobreviela, guardián de Ocopa, quienes no avanzaron mucho por temor a los nativos y construyeron un fuerte cerca de Palca para defender Tarma de un posible ataque.

En 1827, ya instalada la nueva República del Perú, se iniciaron los trabajos de apertura de un camino a costa del erario nacional, el mismo que fue abandonado por falta de fondos y por los graves trastornos políticos que sufría el país.

Superado el colapso producido por las luchas independentistas, es decir a partir de 1830, la extracción de plata en los yacimientos de Pasco y Yauli comenzaron su recuperación, por ello la oligarquía de Tarma insta al gobierno de Castilla Armas a reabrir la colonización de la cuenca de Chanchamayo y toda la Selva Central, retomándose el proyecto de construir un camino en 1847 entre los pueblos de Palca y Chanchamayo, el mismo que construyen gracias al aporte de los vecinos y pueblos de Tarma. Dado a la agresividad de los indígenas, que ponía en peligro la vida de los colonizadores, se levantó un fuerte que fue bautizado con el nombre de “San Ramón”, en honor al Mariscal Don Ramón Castilla, ubicándose en el ángulo formado por la confluencia de los ríos Tarma y Tulumayo que dan origen al río Chanchamayo. Era para entonces Prefecto de Junín Don Mariano Eduardo De Rivero y Ustariz.

Inicialmente el objetivo de la conquista colonizadora no era otro que el de establecer haciendas, cuya producción básica era el aguardiente de caña y la hoja de coca para abastecer a las comarcas mineras. Poco a poco siguieron abriendo trochas y caminos para tener fácil vía de acceso entre la parte civilizada y las regiones que se iban conquistando y colonizando. A diferencia del periodo misional, esta vez la ocupación fue una empresa de conquista esencialmente militar; el indio ya no era necesario como objeto de conversión, ahora era un obstáculo para las empresas pioneras que debía o ser absorbido por la dinámica económica iniciada o ser eliminado mediante la fuerza de las armas. Los Asháninkas opusieron tenaz resistencia a ser sometidos, la misma que fue interpretada en clave racista; de ella dedujeron que los nativos no querían trabajar porque eran vagos. Los enfrentamientos entre los nativos y colonos, apoyados por los militares son continuos en los primeros 30 años de “reconquista”. Desde entonces se establecieron varias haciendas y la fértil Región de Chanchamayo empezó a poblarse de nuevo, aunque lentamente a falta de un buen camino para la exportación de los productos ya que el camino abierto en 1847 presentaba muchos pasos peligrosos.

CARRETERA ANTIGUA HACIA TARMA – EL PASO DE LOS VALIENTES

A partir de 1849 se dictaron una serie de leyes favorecedoras de la colonización e incluso de la inmigración

europea y asiática, esencialmente italianos y chinos hacia la selva, adjudicándoles tierras expoliadas a los nativos. En 1865 llegó un grupo de inmigrantes chinos que dieron mayor vida al pueblo y establecieron haciendas dedicadas al cultivo de caña de azúcar, frutas y café, así como la explotación pecuaria. El 6 de noviembre de 1868 el Supremo Gobierno, con el ánimo de extender sus dominios más allá del Fuerte San Ramón, dio un decreto para realizar una expedición con el fin de explorar el otro lado del río Chanchamayo. El 5 de diciembre del mismo año partió la expedición y cruzando el río Chanchamayo ingresó en territorio salvaje. A los pocos días tuvieron un enfrentamiento con algunos nativos que ocupaban un pequeño pueblo llamado Nijandaris que había sido fundado por los misioneros el siglo anterior. En los alrededores hallaron los expedicionarios abundantes cultivos de maíz, coca, frejoles, ají y algunas matas de algodón, hallando además frutas tales como papayas, naranjas agrias, limones, piñas y plátanos. Esta expedición se suspendió debido al mal clima que impedía el avance de los trabajos, de modo que se decidió esperar hasta una estación más propicia. El 8 de marzo de 1869 salió otra expedición desde la ciudad de Lima, al mando del Coronel Pereira, con la intención de conquistar las tierras ocupadas por los nativos. Llegada la expedición al pueblo de Nijandaris, reconquistado poco antes, estableció allí su campamento. Pocos días después dos celadores fueron asesinados por los nativos. Este suceso paralizó momentáneamente la expedición. Poco después por órdenes del gobierno siguieron adelante, avanzando poco a poco, rozando y abriendo un camino que facilitara la comunicación entre la parte “civilizada” y la que iban conquistando. 

     

Ante la existencia de numerosas personas de distintas nacionalidades que deseaban residir en esta fértil zona y dedicarse a las labores agrícolas y ganaderas, el Coronel Don José Manuel Pereira decidió fundar un pueblo, cuyos habitantes con los ya existentes cosntituian un número bastante grande para defenderse del ataque de los nativos, procediendo por consiguiente el día 24 de

septiembre de 1869 a la fundación del pueblo al que dieron por nombre La Merced. En 1886 el padre Sala funda la misión de San Luis de Shuaro, la que luego sería el punto de partida de la vía del Pichis que conduce a la Amazonía.

El 2 de Octubre de 1870 salió del flamante pueblo de La Merced una expedición encabezada por el Coronel Don José Cárdenas con el objetivo de seguir el curso del Río Chanchamayo y Perene, para ver si era posible encontrarse con la Comisión Hidrográfica del Amazonas, dirigida por el Almirante Tucker. El 19 de Octubre de 1870 se tomó posesión del punto que confluyen los ríos Chanchamayo y Paucartambo, donde nace el Río Perene. Establecido el campamento en este lugar, una comisión que exploraba el río descubrió un gran edificio con un horno de forma cuadrada provisto de unos fuelles que servían para fundir el hierro; En el lugar se hallaron también gran cantidad de mineral (Fierro Oligisto – Fierro Magnético), así como escorias de fundición y granallas de fierro metálico, confirmando que los nativos no solo habían aprendido a fundir los minerales de hierro, sino que también reducían el fierro fundido a fierro maleable por medio de otros hornos que se descubrieron posteriormente. En 1871 hacen su llegada los primeros colonos Europeos (italianos, alemanes y franceses).

En 1874, con apoyo del gobierno, se hizo la primera tentativa de explorar de un modo científico el curso de los ríos Perene y Tambo en la que participaron el Ing. Wertherman asociado con el Sr. Alejandro Rivera ayudados de nativos chasuta, traídos desde el río Huallaga. Al poco de partir, fuertes correntadas y grandes remolinos hicieron voltear la balsa en la que iban los exploradores, perdiéndose los instrumentos para las observaciones, haciendo de este modo imposible continuar la expedición. En 1875 se consigue nuevamente apoyo del gobierno para realizar otra expedición que parte el día 4 de Noviembre y cruza por la confluencia de los ríos Perene y Pangá, en Puerto Ocopa, la unión de los ríos Perene y Ene, donde se forma el Río Tambo, la Confluencia de los ríos Tambo y Urubamba en Atalaya, donde se forma el Gran Ucayali, llegando el día 29 de Noviembre a Iquitos después de 25 arduos días de navegación. En 1880 el boom del caucho se expandió por la zona superior del río Ucayali, afectando también las zonas de Selva Central, sobre todo a los valles del Pichis y del Palcazú, dando lugar al sistema de “correrías”. Es decir fomentado mediante recompensas el que unos indios cazaran a otros para ser utilizados como “mano de obra esclava”. Los efectos disgregadores de las “correrías” instauraron odios entre etnias e incluso entre grupos de una misma etnia que perduraron hasta mediados del pasado siglo. 

     

En 1891, el gobierno adjudicó a la Peruvian Company 500,000 Has. en ambas márgenes del río Perene, dando nacimiento a la Colonia del Perene. Esta adjudicación se realizó como parte del pago de la deuda contraída por el Estado con acreedores extranjeros, fundamentalmente ingleses. Desde la última década del antepasado siglo se fue expandiendo la base económica de la región realizando una paulatina transición desde la predominancia de la caña al café, convirtiéndose en todo un modelo técnico en la zona. Tanto así que el ritmo de crecimiento demográfico de la Selva Central estuvo básicamente determinado por las alzas periódicas del precio del café. En 1918 se apertura la carretera Tarma - La Merced facilitando el transporte de los productos hacia Lima y los mercados de exportación.

En 1927, el entonces teniente 2° Leonardo Alvariño y Herr, logró realizar el primer vuelo de Lima (Ancón) a San Ramón, piloteando un pequeño biplano de cabina abierta Krystone de 220 HP en 2 horas y 40 minutos, vuelo que constituyó record de altura al remontar la Cordillera de los Andes por el monte Meiggs (6,000 m.s.n.m.) y además permitió abrir la ruta aérea que el Perú necesitaba para comunicar Lima con Iquitos, vía San Ramón. Para 1930 ya existía el camino que unía el río Pichis con La Merced y Tarma, así como la carretera que unía Satipo a Concepción-que fue destruida por el terremoto de 1947 y no fue aperturada hasta 1961.

La Provincia de Chanchamayo fue creada mediante Ley del 24 de septiembre de 1977, en el gobierno del Presidente Francisco Morales Bermúdez.

BIBLIOGRAFIA

http://selvacentral.com.pe/informacionchanchamayo#sthash.71c7zggu.dpuf http://nilavigil.wordpress.com/2008/07/30/poblamiento-y-ocupacion-de-la-selva-central-ii/ http://nilavigil.wordpress.com/2008/07/30/08/bohorquez-no-era-un-ashaninka/#more-505 http://en.wordpress.com/about-these-ads