Catequesis DOMUND 2014

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Carta Comisión Episcopal para la Pastoral ProféticaS.E. Mons. Juan Manuel Mancilla Sánchez

Carta Dimensión Episcopal de MisionesS.E. Mons. Fabio Martínez Castilla

Presentación del Director Nacional de las OMPE MéxicoPbro. Guillermo Alberto Morales Martínez

Mensaje para la Jornada Mundial de Misiones 2014S.S. Francisco

Tema 1 Una Iglesia en salida: Una Iglesia para una nueva etapa evangelizadora

Tema 2 La alegría comunicante del Evangelio: La Misión en la Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium

Tema 3 María Misionera, causa nostrae laetitia

Tema 4 “Alégrense de que sus nombres estén inscritos en los cielos” (Lc 10,20) El DOMUND:

una celebración de gracia y alegría

Tema 5 “Dios ama al que da con alegría”

Estadísticas

Reflexión sobre la actitud de compartir

Hora Santa

Rosario Misionero

Vía Crucis Misionero

Cantos

Edición 2014

DOMUND 2014“Dios ama, al que da con alegría”

D.R. © Obras Misionales Pontificio Episcopales de México, A.R.Prolongación Misterios No.24

Col. Tepeyac-InsurgentesC.P. 07020 México D.F.

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A los presbíteros, consagrados(as) y fieles cristianos que viven su fe en México:

Ante la proximidad del mes de octubre, me dirijo a ustedes para invitarlos a vivir con gozo el Domingo Mundial de las Misiones; cada vez la Iglesia va tomando mejor conciencia de que el envío misionero no es sólo para unos pocos. A todos el Señor Jesús nos invita a “ir por todo el mundo y anunciar el Evangelio”, y cada cristiano, de acuerdo a su condición particular, es responsable de la evangelización del mundo entero.

Los Obispos de México estamos seguros de que todos, sacerdotes y fieles, prepararemos con esmero la celebración del DOMUND; en ella elevamos nuestra oración a Dios por la fecundidad de la acción misionera de la Iglesia; recuperamos la alegría de ser discípulos misioneros, comprometiéndonos a ser testigos gozosos de la muerte y resurrección del Señor.

Los exhorto también a ser generosos en nuestra ofrenda con la que nos hacemos solidarios con la ardua y muchas veces incomprendida labor que realizan nuestros hermanos que han dedicado su vida entera a la misión ad gentes.

Con mi gran respeto y agradecimiento, los saludo y bendigo: soy su servidor y hermano.

Mons. Juan Manuel Mancilla SánchezObispo de Texcoco

Presidente de la Comisión Episcopal para la Pastoral Profética

Queridos hermanos y hermanas:

Para esta Jornada Mundial de las Misiones, que en México y otros países de habla hispana conocemos como “DOMUND”, el Santo Padre Francisco nos recuerda en su mensaje: “Hoy en día todavía hay mucha gente que no conoce a Jesucristo. Por eso es tan urgente la misión ad gentes, en la que todos los miembros de la Iglesia están llamados a participar, ya que la Iglesia es misionera por naturaleza: la Iglesia ha nacido ‘en salida’”. Esto es lo que significa la misión ad gentes: ir a aquellos que no conocen a Jesucristo. Por

esto la Iglesia, con el DOMUND, reaviva su escucha del mandato misionero del Señor: “Vayan por todo el mundo…” (Mt 28, 18-20).

El Papa nos dice que el DOMUND se trata de una celebración de gracia y alegría: “De gracia, porque el Espíritu Santo, mandado por el Padre, ofrece sabiduría y fortaleza a aquellos dóciles a su acción. De alegría, porque Jesucristo, Hijo del Padre, enviado para evangelizar al mundo, sostiene y acompaña nuestra obra misionera”. El Padre es la fuente de la alegría, el Hijo es su manifestación y el Espíritu Santo su animador.

Como el Papa Francisco nos lo recuerda en su mensaje, Jesús enseña a sus discípulos en dónde radica esta verdadera alegría, les dice “que no se alegren por el poder que se les ha dado, sino por el amor recibido: «porque vuestros nombres están inscritos en el cielo» (Lc 10,20). A ellos se les ha concedido experimentar el amor de Dios, e incluso la posibilidad de compartirlo”.

El DOMUND reaviva nuestra alegría de ser Iglesia y nos compromete a ser católicos misioneros; celebramos, entonces, la alegría de ser elegidos, pero también somos llamados a ser responsables y compartir esta elección de Dios. Nuestro mundo está lleno de alegrías parciales y pasajeras, que muchas veces sólo cubren superficialmente nuestras aspiraciones y anhelos. El mensaje del Evangelio contiene en sí mismo la alegría verdadera que viene de la Trinidad, y que se manifiesta especialmente en el anuncio del Evangelio. Evangelizar implica siempre dos cosas: sentirse amado y amar a los demás, y en esto consiste la verdadera alegría.

El DOMUND debe entenderse y vivirse como una jubilosa celebración de la conciencia universal de la Iglesia y de la caridad solidaria que reina en ella. Especialmente en esta Jornada, la Iglesia supera cualquier visión localista y sectorial; trasciende todas las posibles fronteras, diferencias y desigualdades que haya en su interior, y busca vivir lo que es: una misma y sola Iglesia en todos los sitios y lugares donde está presente.

Por eso el Papa nos encarga a los Obispos, Sacerdotes, Laicos, Religiosos(as) y a las Obras Misionales Pontificio Episcopales: animar al pueblo de Dios en su compromiso misionero y promover la cooperación misionera que, como signo de unidad de la Iglesia, llega incluso hasta las últimas situaciones de misión y es entregada a las personas que se hallan, casi siempre debatiéndose de manera heroica, en las primeras filas de la evangelización.

Nos queda claro que todos los cristianos somos responsables de todos nuestros hermanos, sobre todo de aquellos más pobres y desfavorecidos que, encontrándose en los lugares más distantes o en las situaciones más

“No dejemos que nos roben la alegríade la evangelización”.

Papa Francisco

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precarias y desesperadas, esperan con urgencia la alegría de la Buena Nueva: un Cristo vivo. Todos tenemos la obligación de ayudar en este tiempo con nuestra oración, nuestro sacrificio, nuestro testimonio de vida y nuestra colaboración económica. Recordemos las palabras del Papa Francisco: “La contribución económica personal es el signo de una oblación de sí mismos, en primer lugar al Señor y luego a los hermanos, porque la propia ofrenda material se convierte en un instrumento de evangelización de la humanidad que se construye sobre el amor”. Seamos generosos con nuestra colecta del DOMUND, como una ofrenda de amor a la misión ad gentes. “Dios ama al que da con alegría” (2Co 9,7).

Respondamos con gracia y alegría a las exhortaciones de nuestro Santo Padre Francisco y redoblemos nuestros esfuerzos por asumir nuestro compromiso misionero y nuestra vocación, a semejanza de María, Madre de Dios y modelo de misionera.

Todos los discípulos del Señor están llamados a cultivar la alegría de la evangelización. Que nuestro Dios, Uno y Trino, nos bendiga abundantemente.

Mons. Fabio Martínez CastillaArzobispo de Tuxtla-Gutiérrez

Responsable de la Dimensión Episcopal de Misiones

Queridos hermanos y hermanas:

El Papa Francisco nos ha exhortado a asistir a una nueva etapa evangelizadora de la Iglesia marcada por la alegría que nos trae la Buena Nueva de Jesucristo. La exhortación apostólica Evangelii gaudium ha inaugurado esta nueva etapa evangelizadora y ha trazado también las líneas principales para el caminar de la Iglesia universal en los próximos años.

Dentro de esta nueva etapa evangelizadora, la Jornada Mundial de las Misiones ocupa un lugar muy especial: ella es un momento privilegiado para

reavivar el deseo y el deber que tenemos todos los cristianos de participar en la misión ad gentes de la Iglesia universal. Ahora bien, como momento privilegiado, esta Jornada no debe reducirse a una mera colecta; sí debe incluir ella la generosa donación de los fieles, pero sólo si ésta es consecuencia de una celebración de gracia y alegría, como nos lo recuerda nuestro Santo Padre Francisco en su mensaje para la Jornada Mundial de las Misiones. Seamos entonces dóciles a la acción del Espíritu que nos da la gracia, alegrémonos por la compañía de Jesucristo, nuestro Señor, cuya Buena Nueva nos alegra, y agradezcamos y glorifiquemos a nuestro Padre, fuente de toda alegría y de amor, quien ha decidido amarnos con el mismo amor que Él tiene para su Hijo.

En su mensaje Su Santidad Francisco nos invita también a vivir y celebrar este momento a la luz de una enseñanza bíblica que ilumina toda la donación cristiana: “Dios ama al que da con alegría” (2Co 9,7). Nuestro Santo Padre nos ha recordado en su mensaje que “la contribución económica personal es signo de una oblación de sí mismos, en primer lugar al Señor y luego a los hermanos, porque la propia ofrenda material se convierte en instrumento de evangelización de la humanidad que se construye sobre el amor”.

Queridos hermanos y hermanas, les pido fervientemente que sean generosos así como nuestro Padre amado ha sido generoso, por diferentes medios y de diversas maneras, con todos nosotros. Si nuestra contribución está motivada por la caridad generosa que brota del amor fontal del Padre, sepamos que nuestro donativo no es una simple limosna; como nos lo recuerda Su Santidad Francisco, nuestra contribución material se vuelve un símbolo de nuestra propia entrega y donación a Dios y a nuestros hermanos. Procuremos que esta donación sea con generosa caridad.

Finalmente, dirijamos nuestras oraciones a Dios Padre, quien nunca se deja ganar en generosidad, a su Hijo, el evangelizador por excelencia que dio su propia vida por nuestra salvación, y al Espíritu Santo, quien, en misteriosa unión trinitaria con el Padre y el Hijo, nos llena de alegría y nos brinda fuerza y sabiduría para perseverar en la obra evangelizadora, para que seamos dignos discípulos y evangelizadores que asisten a esta nueva etapa de la vida de la Iglesia universal.

Pbro. Guillermo Alberto Morales MartínezObras Misionales Pontificio Episcopales de México

Director Nacional

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Queridos hermanos y hermanas:

Hoy en día todavía hay mucha gente que no conoce a Jesucristo. Por eso es tan urgente la misión ad gentes, en la que todos los miembros de la iglesia están llamados a participar, ya que la iglesia es misionera por naturaleza: la iglesia ha nacido “en salida”. La Jornada Mundial de las Misiones es un momento privilegiado en el que los fieles de los diferentes continentes se comprometen con oraciones y gestos concretos de solidaridad para ayudar a las iglesias jóvenes en los territorios de misión. Se trata de una celebración de gracia y de alegría. De gracia, porque el Espíritu Santo, mandado por el Padre, ofrece sabiduría y fortaleza a aquellos que son dóciles a su acción. De alegría, porque Jesucristo, Hijo del Padre, enviado para evangelizar al mundo, sostiene y acompaña nuestra obra misionera. Precisamente sobre la alegría de Jesús y de los discípulos misioneros quisiera ofrecer una imagen bíblica, que encontramos en el Evangelio de Lucas (cf.10,21-23).

1. El evangelista cuenta que el Señor envió a los setenta discípulos, de dos en dos, a las ciudades y pueblos, a proclamar que el Reino de Dios había llegado, y a preparar a los hombres al encuentro con Jesús. Después de cumplir con esta misión de anuncio, los discípulos volvieron llenos de alegría: la alegría es un tema dominante de esta primera e inolvidable experiencia misionera. El Maestro Divino les dijo: «No estéis alegres porque se os someten los espíritus; estad alegres porque vuestros nombres están inscritos en el cielo. En aquella hora, Jesús se llenó de alegría en el Espíritu Santo y dijo: “Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra...” (…) Y volviéndose a sus discípulos, les dijo aparte: “¡Bienaventurados los ojos que ven lo que vosotros veis!”» (Lc 10,20-21.23).

Son tres las escenas que presenta san Lucas. Primero, Jesús habla a sus discípulos, y luego se vuelve hacia el Padre, y de nuevo comienza a hablar con ellos. De esta forma Jesús quiere hacer partícipes de su alegría a los discípulos, que es diferente y superior a la que ellos habían experimentado.

2. Los discípulos estaban llenos de alegría, entusiasmados con el poder de liberar de los demonios a las personas. Sin embargo, Jesús les advierte que no se alegren por el poder que se les ha dado, sino por el amor recibido: «porque vuestros nombres están inscritos en el cielo» (Lc 10,20). A ellos se les ha concedido experimentar el amor de Dios, e incluso la posibilidad de compartirlo. Y esta experiencia de los discípulos es motivo de gozosa gratitud para el corazón de Jesús. Lucas entiende este júbilo en una perspectiva de comunión trinitaria: «Jesús se llenó de alegría en el Espíritu Santo», dirigiéndose al Padre y glorificándolo. Este momento de profunda alegría brota del amor profundo de Jesús en cuanto Hijo hacia su Padre, Señor del cielo y de la tierra, el cual ha ocultado estas cosas a sabios e inteligentes, y se las ha revelado a los pequeños (cf. Lc 10,21). Dios ha escondido y ha revelado, y en esta oración de alabanza se destaca sobre todo el revelar. ¿Qué es lo que Dios ha revelado y ocultado? Los misterios de su Reino, el afirmarse del señorío divino en Jesús y la victoria sobre Satanás.

Dios ha escondido todo a aquellos que están demasiado llenos de sí mismos y pretenden saberlo ya todo. Están cegados por su propia presunción y no dejan espacio a Dios. Uno puede pensar fácilmente en algunos de los contemporáneos de Jesús, que Él mismo amonestó en varias ocasiones, pero se trata de un peligro que siempre ha existido, y que nos afecta también a nosotros. En cambio, los “pequeños” son los humildes, los sencillos, los pobres, los marginados, los sin voz, los que están cansados y oprimidos, a los que Jesús ha llamado “benditos”.

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Se puede pensar fácilmente en María, en José, en los pescadores de Galilea, y en los discípulos llamados a lo largo del camino, en el curso de su predicación.

3. «Sí, Padre, porque así te ha parecido bien» (Lc 10,21). Las palabras de Jesús deben entenderse con referencia a su júbilo interior, donde la benevolencia indica un plan salvífico y benevolente del Padre hacia los hombres. En el contexto de esta bondad divina Jesús se regocija, porque el Padre ha decidido amar a los hombres con el mismo amor que Él tiene para el Hijo. Además, Lucas nos recuerda el júbilo similar de María: «Mi alma glorifica al Señor, y mi espíritu se alegra en Dios mi Salvador» (Lc 1,47). Se trata de la Buena Noticia que conduce a la salvación. María, llevando en su vientre a Jesús, el Evangelizador por excelencia, encuentra a Isabel y cantando el Magnificat exulta de gozo en el Espíritu Santo. Jesús, al ver el éxito de la misión de sus discípulos y por tanto su alegría, se regocija en el Espíritu Santo y se dirige a su Padre en oración. En ambos casos, se trata de una alegría por la salvación que se realiza, porque el amor con el que el Padre ama al Hijo llega hasta nosotros, y por obra del Espíritu Santo, nos envuelve, nos hace entrar en la vida de la Trinidad.

El Padre es la fuente de la alegría. El Hijo es su manifestación, y el Espíritu Santo, el animador. Inmediatamente después de alabar al Padre, como dice el evangelista Mateo, Jesús nos invita: «Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré. Tomad mi yugo y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis descanso. Porque mi yugo es suave y mi carga ligera» (11,28-30). «La alegría del Evangelio llena el corazón y la vida entera de los que se encuentran con Jesús. Quienes se dejan salvar por Él son liberados del pecado, de la tristeza, del vacío interior, del aislamiento. Con Jesucristo siempre nace y renace la alegría» (Exhort. ap. Evangelii gaudium, 1).

De este encuentro con Jesús, la Virgen María ha tenido una experiencia singular y se ha convertido en “causa nostrae laetitiae”. Y los discípulos a su vez han recibido la llamada a estar con Jesús y a ser enviados por Él para predicar el Evangelio (cf. Mc 3,14), y así se ven colmados de alegría. ¿Por qué no entramos también nosotros en este torrente de alegría?

4. «El gran riesgo del mundo actual, con su múltiple y abrumadora oferta de consumo, es una tristeza individualista que brota del corazón cómodo y avaro, de la búsqueda enfermiza de placeres superficiales, de la conciencia aislada» (Exhort. ap. Evangelii gaudium, 2). Por lo tanto, la humanidad tiene una gran necesidad de aprovechar la salvación que nos ha traído Cristo. Los discípulos son los que se dejan aferrar cada vez más por el amor de Jesús y marcar por el fuego de la pasión por el Reino de Dios, para ser portadores de la alegría del Evangelio. Todos los discípulos del Señor están llamados a cultivar la alegría de la evangelización. Los obispos, como principales responsables del anuncio, tienen la tarea de promover la unidad de la Iglesia local en el compromiso misionero, teniendo en cuenta que la alegría de comunicar a Jesucristo se expresa tanto en la preocupación de anunciarlo en los lugares más distantes, como en una salida constante hacia las periferias del propio territorio, donde hay más personas pobres que esperan.

En muchas regiones escasean las vocaciones al sacerdocio y a la vida consagrada. A menudo esto se debe a que en las comunidades no hay un fervor apostólico contagioso, por lo que les falta entusiasmo y no despiertan ningún atractivo. La alegría del Evangelio nace del encuentro con Cristo y del compartir con los pobres. Por tanto, animo a las comunidades parroquiales, asociaciones y grupos a vivir una vida fraterna intensa, basada en el amor a Jesús y atenta a las necesidades de los más desfavorecidos. Donde hay alegría, fervor, deseo de llevar a Cristo a los demás, surgen las verdaderas vocaciones. Entre éstas no deben olvidarse las vocaciones laicales a la misión. Hace tiempo que se ha tomado conciencia de la identidad y de la misión de los fieles laicos en la Iglesia, así como del papel cada vez más importante que ellos están llamados a desempeñar en la difusión del Evangelio. Por esta razón, es importante proporcionarles la formación adecuada, con vistas a una acción apostólica eficaz.

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5. «Dios ama al que da con alegría» (2Co 9,7). La Jornada Mundial de las Misiones es también un momento para reavivar el deseo y el deber moral de la participación gozosa en la misión ad gentes. La contribución económica personal es el signo de una oblación de sí mismos, en primer lugar al Señor y luego a los hermanos, porque la propia ofrenda material se convierte en un instrumento de evangelización de la humanidad que se construye sobre el amor.

Queridos hermanos y hermanas, en esta Jornada Mundial de las Misiones mi pensamiento se dirige a todas las Iglesias locales. ¡No dejemos que nos roben la alegría de la evangelización! Os invito a sumergiros en la alegría del Evangelio y a nutrir un amor que ilumine vuestra vocación y misión. Os exhorto a recordar, como en una peregrinación interior, el “primer amor” con el que el Señor Jesucristo ha encendido los corazones de cada uno, no por un sentimiento de nostalgia, sino para perseverar en la alegría. El discípulo del Señor persevera con alegría cuando está con Él, cuando hace su voluntad, cuando comparte la fe, la esperanza y la caridad evangélica.

Dirigimos nuestra oración a María, modelo de evangelización humilde y alegre, para que la Iglesia sea el hogar de muchos, una madre para todos los pueblos y haga posible el nacimiento de un nuevo mundo.

Vaticano, 8 de junio de 2014, Solemnidad de Pentecostés

S.S. FRANCISCO

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La actividad misionera «representa aún hoy día el mayor desafío para la Iglesia» (Rmi, 40) y «la causa misionera debe ser la primera» (Rmi, 86). ¿Qué sucedería si nos tomáramos realmente en serio esas palabras? Simplemente reconoceríamos que la salida misionera es el paradigma de toda obra de la Iglesia. En esta línea, los Obispos latinoamericanos afirmaron que ya «no podemos quedarnos tranquilos en espera pasiva en nuestros templos» (DA, 548) y que hace falta pasar «de una pastoral de mera conservación a una pastoral decididamente misionera» (DA, 370). Esta tarea sigue siendo la fuente de las mayores alegrías para la Iglesia: «Habrá más gozo en el cielo por un solo pecador que se convierta, que por noventa y nueve justos que no necesitan convertirse» (Lc 15,7).

Exhortación apostólica Evangelii gaudium, 15

UNA IGLESIA EN SALIDA:UNA IGLESIA PARA UNA

NUEVA ETAPAEVANGELIZADORA

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Está por cumplirse un año desde que el Papa Francisco, a través de la Evangelii gaudium, ha exhortado a todo el Pueblo de Dios a dar inicio a una nueva etapa evangelizadora en la vida de la Iglesia. Pero esta nueva etapa, dice Su Santidad, requiere que caigamos en la cuenta de que nuestra Iglesia debe tener una característica muy particular: es una ‘Iglesia en salida’.

La Iglesia fundada por Jesucristo es una Iglesia en salida; estar ‘en salida’ marca el momento fundacional de esa comunidad en la que se realiza la presencia de Jesucristo —“donde están dos o tres reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos” (Mt 18,20)—, pero también marca un modo de ser ineludible y permanente, es decir, marca una esencia y una naturaleza. Estar ‘en salida’ define la esencia o el modo de ser de la Iglesia fundada por Jesucristo, y eso es lo que nos hace pensar que la Iglesia que Jesucristo quiso es una Iglesia misionera por naturaleza.

1. El Evangelio tiende por sí mismo a comunicarse

La misión de la Iglesia es evangelizar, y esta misión tiene su fuente de un dinamismo muy particular: el Evangelio es una Buena Nueva, y como todo aquello que es bueno, tiende por sí mismo a comunicarse. El Evangelio es incontenible, inapresable, inaferrable; siempre y de manera inevitable tiende a expandirse, a comunicarse. Su Santidad Francisco nos ha recordado la naturaleza de este dinamismo evangelizador que siempre provoca la salida, la expansión y la comunicación:

El bien siempre tiende a comunicarse. Toda experiencia auténtica de verdad y de belleza busca por sí misma su expansión, y cualquier persona que viva una profunda liberación adquiere mayor sensibilidad ante las necesidades de los demás. Comunicándolo, el bien se arraiga y se desarrolla. Por eso, quien quiera vivir con dignidad y plenitud no tiene otro camino más que reconocer al otro y buscar su bien. No deberían asombrarnos entonces algunas expresiones de san Pablo: «El amor de Cristo nos apremia» (2Co 5,14); «¡Ay de mí si no anunciara el Evangelio!» (1Co 9,16) (Eg 9)

En este sentido, la misión confiada por Jesucristo a sus discípulos de ir y evangelizar debe entenderse, más que como una imposición, como una consecuencia natural del mismo dinamismo interno por el que el Evangelio tiende por sí mismo a comunicarse. Desde sus inicios, la Iglesia ha experimentado este dinamismo centrífugo de la misión que le ha sido confiada, un dinamismo que la mueve permanentemente desde el centro hacia afuera y que, por lo demás, proviene de ese dinamismo inherente a la Buena Nueva de Jesucristo. En el fondo, este dinamismo evangélico es la causa de que la Iglesia tenga la inevitable necesidad de salir y evangelizar y, en consecuencia, de que ella sea esencialmente misionera. La naturaleza misionera de la Iglesia nos recuerda este dinamismo permanente y esencial de salir y evangelizar, dinamismo que, como nos lo señala Su Santidad Francisco, ha anticipado a la misma Iglesia y que ha estado presente en varios momentos de la historia de la salvación:

En la Palabra de Dios aparece permanentemente este dinamismo de «salida» que Dios quiere provocar en los creyentes. Abraham aceptó el llamado a salir hacia una tierra nueva (cf. Gn 12,1-3). Moisés escuchó el llamado de Dios: «Ve, yo te envío» (Ex 3,10), e hizo salir al pueblo hacia la tierra de la promesa (cf. Ex 3,17). A Jeremías le dijo: «Adondequiera que yo te envíe irás» (Jr 1,7) (Eg 20).

2. Una Iglesia en salida es una Iglesia que no está llena de sí misma

El Papa Francisco, en su “Mensaje para la Jornada Mundial de las Misiones 2014” propone reflexionar en torno a la figura de Lc 10,20-23. El contexto de este pasaje puede ayudarnos a entender el dinamismo connatural de salida de la Iglesia que anteriormente hemos mencionado. Lucas ve preconizada la misión de la Iglesia en el momento que Jesús manda a los 72 discípulos “[…] por delante, de dos en dos, a todas las ciudades y sitios a donde él había de ir” (10,1). Por el simbolismo del número 72 —que es un múltiplo de 12 y que para los judíos simbolizaba el número de las naciones paganas—, Lucas observa en este pasaje un anuncio la misión universal de la Iglesia.

Lucas también hace ver que Jesús se preocupó por que la misión de sus discípulos fuera totalmente ajena a cualquier idea de poder y de dominio —incluso aunque éstos se ejercieran para someter demonios—, y que sus agentes estuvieran preparados ante la tentación del triunfalismo: “Miren, les he dado el poder de pisar sobre serpientes y escorpiones y sobre todo poder del enemigo, y nada les podrá hacer daño; pero no se alegren de que los espíritus se les sometan; alégrense de que sus nombres estén escritos en los cielos” (Lc 10,19s).

Como en aquella época, hoy en día el triunfalismo es una de las más grandes tentaciones a la que están expuestos los discípulos misioneros, y esta tentación se contrapone a la naturaleza misionera de la Iglesia. Una Iglesia que basa su alegría en sus propios logros y conquistas es una Iglesia que se alegra de sí misma, que está demasiado llena de sí misma y que, en consecuencia, no tiene la necesidad de salir de sí misma. Una Iglesia triunfalista es una Iglesia presuntuosa y, por eso, incapacitada para ser una Iglesia en salida: su propia presunción la ciega y no le permite ver fuera de sí misma y mucho menos interesarse por relacionarse con lo que está fuera de sí misma.

Regresando al pasaje bíblico, algunos versículos más adelante, cuando Lucas habla no ya de la alegría de los discípulos, sino del “gozo de Jesús en el Espíritu Santo”, se apunta con claridad que el motivo de este gozo es, en palabras de Jesús, “porque has ocultado estas cosas a los sabios y prudentes y se las has dado a conocer a los sencillos” (v. 21).

Dios ha escondido todo a aquellos que están demasiado llenos de sí mismos y pretenden saberlo ya todo. Están cegados por su propia presunción y no dejan espacio a Dios. Uno puede pensar fácilmente en algunos de los contemporáneos de Jesús, que Él mismo amonestó en varias ocasiones, pero se trata de un peligro que siempre ha existido, y que nos afecta también a nosotros (Mensaje, 2).

3. Una Iglesia en salida, permanentemente atenta a las señales de los tiempos

Si algo sobreabunda actualmente en los medios informativos y de comunicación son los análisis y los diagnósticos. Se tiende a analizarlo y diagnosticarlo todo: la seguridad social, los índices de violencia, la calidad del sistema educativo, la eficacia de los servicios públicos, los niveles de confianza que manifiesta la sociedad, su participación social y política, la salud pública, el crecimiento económico, la situación laboral, la situación financiera, la cultura ciudadana, la competitividad deportiva, el desarrollo científico y tecnológico, la producción cultural y artística y un largo etcétera. La Iglesia misma no ha estado exenta de estos análisis y diagnósticos, ya sea como objeto de ellos ya sea como un sujeto interesado en los datos y resultados que ellos ofrecen, a fin de comprender mejor a las sociedades y culturas actuales en medio de las cuales busca cumplir la misión que Jesucristo le ha confiado. En todo caso, aunque “hoy suele hablarse de un «exceso de diagnóstico» que no siempre está acompañado de propuestas superadoras y realmente aplicables” (Eg 50), la Iglesia tiene la responsabilidad de desarrollar una “siempre vigilante capacidad de estudiar las señales de los tiempos” (Es 19).

Ahora bien, este esfuerzo de leer y comprender los signos de los tiempos que realiza la Iglesia requiere de dos

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precisiones para ser bien comprendido: por una parte, la Iglesia no sólo se convierte en una observadora del mundo y de la sociedad, a la manera de un profesional de las ciencias sociales, sino que desarrolla esta mirada comprensora como parte de un discernimiento evangélico, abierto y confiado a la luz y a la fuerza del Espíritu Santo (cf. Pdv 10). Por otra parte, al desarrollar esta lectura estudiosa y a la vez creyente de los signos de los tiempos, ella no sólo termina por comprender la cultura y el mundo en los que ella se halla inserta, sino que termina también comprendiéndose a sí misma de una manera más clara y profunda.

En su exhortación apostólica el Santo Padre ofrece un gran ejemplo de cómo ejercitar esta vigilante capacidad de estudiar los signos de los tiempos. Y entre otras varias cosas, Su Santidad advierte: “El gran riesgo del mundo actual, con su múltiple y abrumadora oferta de consumo, es una tristeza individualista que brota del corazón cómodo y avaro, de la búsqueda enfermiza de placeres superficiales, de la conciencia aislada”. Las sociedades contemporáneas han venido desarrollándose sobre la base de una lógica individualista y egoísta, tendiente al solipsismo y al aislamiento cómodo e indiferente, que ha terminado por poner en crisis a la conciencia y al compromiso comunitarios. Pero, desafortunadamente, la Iglesia misma ha sido alcanzada en alguna medida por esta lógica y se ha visto invadida por esa tendencia al aislamiento cómodo y pasivo, que la hace permanecer estática esperando a que los demás acudan a ella más que ella buscar salir al encuentro de los demás. Por esta razón, Su Santidad exhorta a toda la Iglesia a renovar esta actitud de salida y entenderla como un llamado del Señor:

Hoy, en este «id» de Jesús, están presentes los escenarios y los desafíos siempre nuevos de la misión evangelizadora de la Iglesia, y todos somos llamados a esta nueva «salida» misionera. Cada cristiano y cada comunidad discernirá cuál es el camino que el Señor le pide, pero todos somos invitados a aceptar este llamado: salir de la propia comodidad y atreverse a llegar a todas las periferias que necesitan la luz del Evangelio (Eg 20).

Esta nueva ‘salida’ misionera es en primer lugar un llamado, es decir, marca una vocación para la Iglesia, pero, como una exhortación que el Papa hace en estos momentos, puede entenderse también como una respuesta que procede del estudio vigilante de los signos de los tiempos. Ante un mundo marcado por el individualismo, el egoísmo y la cultura del confort y del descarte, una Iglesia que sale, que es dinámica, que está ávida del encuentro con los más necesitados resulta un testimonio vivo y rotundo de que no sólo puede ponerse en práctica y vivirse fielmente el mensaje evangélico, sino que este mensaje es la alternativa a un mundo enfermo de sí mismo, de egoísmo, por estar demasiado lleno de sí mismo y por estar cerrado a los nuevos y revitalizantes aires que vienen con la apertura a los semejantes.

Más que como expertos en diagnósticos apocalípticos u oscuros jueces que se ufanan en detectar todo peligro o desviación, es bueno que puedan vernos como alegres mensajeros de propuestas superadoras, custodios del bien y la belleza que resplandecen en una vida fiel al Evangelio (Eg 168).

La misión de una Iglesia en salida invita a no acomodarse

La Iglesia que nace del mensaje de Jesús y que se desarrolla a la luz de la progresiva comprensión de sus enseñanzas que consigue gracias a la asistencia del Espíritu es la Iglesia que camina, que peregrina, que es itinerante, que está en los caminos, que sale a los cruces, que se aventura a las periferias físicas y sociales, pero también —y sobre todo— las periferias de la existencia: la injusticia, la violencia, la inequidad, la indiferencia, la discriminación, el egoísmo, la incomprensión, la desesperanza, la insensibilidad, la tibieza denunciada por el Evangelio…

A la luz de la historia de la salvación, la Iglesia puede entenderse como un sacramento de lo que resulta después de la intervención de Dios en la historia. Así como un dedo que se introduce en el agua y que provoca en su superficie un ondeo expansivo, imaginemos así que Dios ha tocado las aguas de la historia y ha provocado en ella un movimiento permanentemente expansivo, producto del dinamismo de su amorosa acción, y que este dinamismo se encarna sacramentalmente en la Iglesia. La Iglesia está llamada a ser el sacramento que hace visible el dinamismo evangelizador suscitado por el mismo Dios a través de su Hijo, y no la estructura anquilosada o acomodada que tiende a ocultar este dinamismo.

En este sentido, el estado ‘en salida’ de la Iglesia no es un estado inicial ni provisional, sino que es un estado permanente. La Iglesia no está en salida sólo cuando ve la necesidad de fundar nuevas comunidades eclesiales en territorios en los que aún no se ha proclamado la Buena Nueva o cuando busca recuperar territorios —grupos de personas, sectores de la población, ámbitos culturales— que tenía ‘ganados’ y que por los vaivenes de la historia y de las nuevas culturas ha ido perdiendo o ha experimentado un alejamiento. La salida de la Iglesia no debe reducirse a estos momentos, ciertamente cruciales; ella debe estar permanentemente en salida.

En el ámbito eclesial ‘salir’ y ‘evangelizar’ son verbos que se implican mutuamente: la finalidad del salir de la Iglesia es la evangelización de todo el mundo; la Iglesia no está en salida por un afán proselitista, expansionista o propagandístico; Jesucristo tampoco envía a sus discípulos con un motivo meramente aventurero o exploratorio, sino que los envía a evangelizar al mundo. A su vez, el evangelizar de la Iglesia resulta simplemente incomprensible si no ella no lo hace saliendo; Jesús no les pide a sus discípulos que se queden con los suyos o que lleguen a ciertas comunidades a establecerse y quedarse dentro, encerrados, sino que los envía, los manda hacia fuera, les pide que salgan.

Pero siempre tiene la dinámica del éxodo y del don, del salir de sí, del caminar y sembrar siempre de nuevo, siempre más allá. El Señor dice: «Vayamos a otra parte, a predicar también en las poblaciones vecinas, porque para eso he salido» (Mc 1,38). Cuando está sembrada la semilla en un lugar, ya no se detiene para explicar mejor o para hacer más signos allí, sino que el Espíritu lo mueve a salir hacia otros pueblos (Eg 21).

Conclusión: estar ‘en salida’ para estar abiertos a la verdadera novedad

A todas estas nociones de estar ‘en salida’, hay que añadir obligadamente un sentido más profundo: estar ‘en salida’ o, quizás mejor, ser ‘en salida’ no debe entenderse sólo en un sentido geográfico o territorial, sino ante todo en un sentido actitudinal: se trata de estar dispuestos a salir también de nuestras costumbres, de nuestro hábitos, de nuestros procedimientos, de nuestras formas ya establecidas y que nos brindan seguridad. Ser permanentemente ‘en salida’ significa también no acomodarse, no anquilosarse, no propiciar estructuras que, por la apariencia de seguridad y estabilidad que generan, son muy bien aceptadas, pero que terminan fomentando una avidez de confort y una actitud pasiva y de espera.

Por lo demás, estas estructuras anquilosadas, al asegurar una especie de procedimentalismo, un automatismo, es decir, aseguran una misma manera de hacer las cosas siempre, exponen a los agentes evangelizadores a un permanente retorno de lo mismo y los vuelve más incapaces para vivir y aceptar la novedad. Ser ‘en salida’ implica no acomodarse, no preocuparse más de la propia estabilidad que del cumplimiento fiel de la misión evangelizadora, lo cual nos hace más capaces de aceptar la verdadera novedad.

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Preguntémonos

• Es natural que en nuestra vida cotidiana nos alegremos de nuestros logros y de nuestros triunfos, pero ¿esta alegría nos impide tener un espacio para los demás? ¿Cómo procuramos no estar llenos de nosotros mismos?

• Es también muy común que en nuestra vida diaria, no sólo en nuestros hogares sino también en nuestros trabajos y en nuestras parroquias, busquemos hacer las cosas de la misma manera, casi siempre de manera mecánica o automática. Esto nos ahorra tiempo y nos genera la sensación de eficacia. ¿Pero cómo podemos asegurarnos de que esto no nos cierre a la verdadera novedad, que nos salva de la rutina y del permanente retorno de lo mismo?

• ¿Qué invitación nos hace esta reflexión que hemos hecho ante la celebración de esta Jornada Mundial de las Misiones?

La verdadera novedad es la que Dios mismo misteriosamente quiere producir, la que Él inspira, la que Él provoca, la que Él orienta y acompaña de mil maneras. En toda la vida de la Iglesia debe manifestarse siempre que la iniciativa es de Dios, que «Él nos amó primero» (1Jn 4,19) y que «es Dios quien hace crecer» (1Co 3,7). Esta convicción nos permite conservar la alegría en medio de una tarea tan exigente y desafiante que toma nuestra vida por entero. Nos pide todo, pero al mismo tiempo nos ofrece todo (Eg 12).

Abreviaturas empleadas:

Eg Exhortación apostólica Evangelii gaudiumEs Carta encíclica Ecclesiam suamPdv Exhortación apostólica Pastores dabo vobisRmi Carta encíclica Redemptoris missio

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LA ALEGRÍACOMUNICANTE

DEL EVANGELIO:LA MISIÓN EN LA

EXHORTACIÓN APOSTÓLICAEVANGELII GAUDIUM

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Hace unos cuantos meses el Papa Francisco exhortó a todo el Pueblo de Dios a dar inicio a una nueva etapa evangelizadora en la vida de la Iglesia, una etapa marcada por el gozo y la alegría que surgen del Evangelio. Comúnmente se tiende a relacionar la evangelización de la Iglesia con una labor ardua y difícil, con actividades cuasi heroicas, con esfuerzos mayúsculos, con entregas que habitualmente

implican renuncias y con decisiones que casi siempre llevan consigo grandes sacrificios. En la mayoría de las veces esto es así: las primeras filas de la evangelización se abren camino en medio de realidades sumamente adversas, casi siempre marcadas por la miseria, el hambre y el sufrimiento, que piden del agente evangelizador una entrega radical. Pero esta situación provoca también que casi siempre olvidemos una actitud básica y fundamental que no sólo debe acompañar a la acción evangelizadora, sino que, precisamente por ser básica y fundamental, debe estar en su base afianzándola y sosteniéndola: el gozo y la alegría.

La alegría no es solamente un estado anímico o superficial; es ante todo un estado espiritual que está presente y permea la vida entera del ser humano. Frecuentemente, en medio de las dificultades y las fatigas que trae la vida en general y la labor evangelizadora en particular, esta actitud básica y fundamental se debilita o termina perdiéndose en muchos agentes que han entregado su vida a la causa del Evangelio, ciertamente, casi siempre con muy buena voluntad pero a veces sin la suficiente fuerza espiritual o sin la suficiente adhesión o identificación con Jesucristo. Pero precisamente, como nos lo recuerda Su Santidad, una de las cosas que nunca deberíamos olvidar, incluso en los momentos más adversos y de más profundo cansancio, es que “la alegría del Evangelio llena el corazón y la vida entera de los que se encuentran con Jesús. Quienes se dejan salvar por Él son liberados del pecado, de la tristeza, del vacío interior, del aislamiento. Con Jesucristo siempre nace y renace la alegría” (Eg 1).

El fantasma de la tristeza

Con su frenético desarrollo basado en la producción y el consumo, y que no deja a las personas desempeñar más que dos papeles: el de productores y consumidores, las sociedades actuales han terminado por producir un fantasma que recorre todo el mundo: el fantasma de la insatisfacción, del desánimo, de la desilusión y de la tristeza; “es una tristeza individualista —nos dice el Papa— que brota del corazón cómodo y avaro, de la búsqueda enfermiza de placeres superficiales, de la conciencia aislada” (Eg 2). La cultura del consumo y del hedonismo egoísta ha terminado envuelta en la oscura sombra de este fantasma de la tristeza, que se somatiza y se manifiesta en las cada vez más comunes y ordinarias enfermedades de nuestro tiempo: el tedio, el fastidio, el estrés, la frustración, la depresión, el hastío, el desánimo, la desesperanza, la pérdida del sentido…

La tristeza individualista, como una atmósfera que envuelve a nuestras sociedades, ha entrado, por desgracia, en muchos ámbitos de nuestras vidas. Predomina en los lugares donde se instaura una rutina, como los ámbitos laborales y otros espacios sociales, pero frecuentemente llega a entrar también en nuestros hogares. Cada vez con más frecuencia, las personas sienten la necesidad de un escape, de un respiro, de un paréntesis, de un descanso que les permita salir de la triste monotonía que ha llegado a inundar sus vidas. La tristeza ha instaurado una monotonía en el ambiente, una monotonía que fomenta el desánimo y el desaliento en la sociedad. Pero, a pesar de todo, no debemos olvidar que con frecuencia esta monotonía encuentra algún desentono, algo que no cuadra con su sinfonía triste y gris, como lo constatan unas palabras que hace unos decenios el genial Quino ha puesto en boca de Libertad, una de las amiguitas de Mafalda: “Comienza tu día con una sonrisa, verás lo divertido que es ir por ahí desentonando con todo el mundo”.

Al respecto de la sonrisa, hay que decir que los gestos y las actitudes son importantes. En varios de los discursos de que echamos mano no es extraño que aparezcan distinciones que, más que fomentar una integración congruente de la persona, terminan, sin que muchas veces nos demos cuenta, justificando ciertos modos de ser

o de vivir que tienden al ensimismamiento, al aislamiento, a la reservación o al distanciamiento; no es raro que hallemos expresiones como ‘paz interior’ o ‘alegría interior’, que, si bien no denotan nada malo, frecuentemente son malentendidas y empleadas para hacer ver a los gestos externos o a las actitudes que usamos en nuestro trato con los demás como algo meramente superficial y secundario, como algo que no importa. Pero démonos cuenta de que presumir una interioridad que va por un lado y mostrar una exterioridad que va por otro lado es una muy mala señal: la congruencia, la coherencia y el ser consecuente son rasgos mínimos de que esa unidad armónica que llamamos ‘persona’ ha alcanzado una sana madurez. La grandeza interior, la profundidad espiritual, si es auténtica, se constata y se revela con toda transparencia en los gestos externos y en el trato con los demás.Pero el problema de esta tristeza individualista va más allá de los solos gestos y actitudes exteriores. Ella opera una especie de ensimismamiento casi autista, que conlleva una clausura de la conciencia y una ceguera del espíritu que impide ver más allá del propio yo. Y esto termina preparando el terreno para lo que algunos analistas han llamado el ‘eclipse de Dios’ de la cultura contemporánea: “Cuando la vida interior se clausura en los propios intereses, ya no hay espacio para los demás, ya no entran los pobres, ya no se escucha la voz de Dios, ya no se goza la dulce alegría de su amor, ya no palpita el entusiasmo por hacer el bien” (Eg 3). Claramente, toda esta situación dominada por la tristeza individualista apunta en dirección contraria al Evangelio. “Ésa no es la opción de una vida digna y plena, ése no es el deseo de Dios para nosotros, ésa no es la vida en el Espíritu que brota del corazón de Cristo resucitado” (Eg 2).

Por desgracia, la atmósfera de la tristeza termina cerniéndose sobre todos. “Los creyentes también corren ese riesgo, cierto y permanente. Muchos caen en él y se convierten en seres resentidos, quejosos, sin vida” (Eg 2). En este sentido, la invitación que el Santo Padre incluye en su exhortación, la invitación de recuperar la alegría que brota del Evangelio a partir de una renovación impostergable del encuentro personal con Jesucristo vivo, está dirigida a todo cristiano, en cualquier situación en que éste se halle. “No hay razón para que alguien piense que esta invitación no es para él, porque «nadie queda excluido de la alegría reportada por el Señor» (GD 22)” (Eg 3).

Salir y evangelizar provoca gozo y alegría

En el Nuevo Testamento no faltan pasajes en los que aparece de modo muy evidente la marca del gozo y de la alegría en el dinamismo misionero de salir y evangelizar. Particularmente, el Papa Francisco en su “Mensaje para la Jornada Mundial de las Misiones 2014” ha propuesto la imagen presentada en el pasaje Lc 10,20-23. Pero veamos unos cuantos versículos previos: Jesucristo está presente en el momento en el que sus discípulos regresan, y se da cuenta de que ellos están alegres. Pero apresuradamente ellos le dan a conocer cuál es la causa de su alegría: “Señor, hasta los demonios se nos someten en tu nombre” (Lc 10,17b). Lucas relata que Jesús no los corrige inmediata y tajantemente —primero les dijo: “Yo veía a Satanás caer del cielo como un rayo” (10,18)—, sino que con suma paciencia les enseña: “Miren, les he dado el poder de pisar sobre serpientes y escorpiones y sobre todo poder del enemigo, y nada les podrá hacer daño; pero no se alegren de que los espíritus se les sometan; alégrense de que sus nombres estén escritos en los cielos” (Lc 10,19s).

Cuando Jesucristo advierte a sus discípulos acerca de los motivos de su alegría, lo hace en realidad para ofrecer una gran enseñanza: los propios méritos o los logros y éxitos que se consiguen no deben ser los motivos de la alegría de un discípulo misionero; si esto fuera así, sería su propia obra o su propio ego lo que lo alegra, y no la obra evangelizadora ni la expansión del Reino de Dios. Hay que entender bien el problema: no se trata de que la Iglesia no se alegre ni celebre sus logros y alcances, por mínimos que sean, o que se mantenga fría e indiferente respecto de ellos.

Seguramente Jesucristo no buscaba que sus discípulos fueran incapaces de celebrar o que sus temperamentos fueran secos, fríos o insensibles. De hecho, los evangelios nos presentan a un Jesús más bien presto a la

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El auténtico motivo de la alegría del evangelizador es haber realizado con fidelidad la misión que se le ha encomendado. Los auténticos evangelizadores no esperan recompensa; no la necesitan; el gozo y la alegría de hacer lo que tienen que hacer, el gozo y la alegría de llevar a cabo el acto evangelizador, inundan totalmente sus corazones y los hace sentirse y vivir en plenitud. “Ahora bien —nos dice San Pablo—, ¿cuál es mi recompensa? Predicar el Evangelio entregándolo gratuitamente” (1Co 9,18). Si uno lo piensa bien, no hay mayor recompensa que constatar cómo se hace presente el Reino de Dios en este mundo.

La tarea evangelizadora enriquece la mente y el corazón, nos abre horizontes espirituales, nos hace más sensibles para reconocer la acción del Espíritu, nos saca de nuestros esquemas espirituales limitados. Simultáneamente, un misionero entregado experimenta el gusto de ser un manantial, que desborda y refresca a los demás. Sólo puede ser misionero alguien que se sienta bien buscando el bien de los demás, deseando la felicidad de los otros. Esa apertura del corazón es fuente de felicidad, porque «hay más alegría en dar que en recibir» (Hech 20,35) (Eg 272).

En este sentido, el gozo y la alegría tendrían que resultar con toda naturalidad en los discípulos del hecho mismo de que a través de ellos se efectúa la revelación del amor fontal del Padre. El discípulo misionero se regocija al reconocerse a sí mismo como un medio, un instrumento, un servidor fiel del Reino de Dios y de su justicia; en ello él encuentra un privilegio, un honor y un orgullo que no se comparan con premio o recompensa alguna, porque el discípulo misionero reconoce que se vuelve el vehículo finito de una gracia infinita y bondadosa capaz de transformar el mundo, capaz de salvar al mundo, capaz de darle una vida nueva y abundante al mundo. “Yo he venido para que tengan vida, y la tengan en abundancia” (Jn 10,10b).

La misión como el misterio gozoso de la donación de la propia vida

La vida tiene una regla inherente que encierra una dimensión misteriosa: ella crece y aumenta, es decir, se vuelve abundante, cuando es donada, regalada, comunicada a los demás: “La vida se acrecienta dándola y se debilita en el aislamiento y la comodidad” (DA 360). “Uno no vive mejor si escapa de los demás, si se esconde, si se niega a compartir, si se resiste a dar, si se encierra en la comodidad. Eso no es más que un lento suicidio” (Eg 272). Esto nos resulta muy extraño porque estamos acostumbrados a ligar el aumento, el crecimiento y la abundancia con la acumulación y no con la donación o la entrega gratuita. Este misterio de la donación de la propia vida nos envuelve y marca una de las dimensiones más profundas de nuestras vidas y de nuestra realidad. Así, las mamás y los papás experimentan continuamente una inexplicable satisfacción y una misteriosa alegría cuando, privándose ellos mismos de muchas cosas, entregan con amorosa generosidad a sus hijos sus esfuerzos, sus desvelos, sus fatigas, sus fuerzas, sus cansancios; en una palabra: sus vidas.

En este punto no debe caber duda para nosotros: “Si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda él solo; pero si muere da mucho fruto” (Jn 12,24). La entrega amorosa de la vida provoca misteriosamente un aumento de la vida, una sobreabundancia de la vida. La fuente de esta regla de la vida se haya en el misterio cristológico de la muerte y la resurrección: “Por eso me ama el Padre, porque doy mi vida, para recobrarla de nuevo. Nadie me la quieta; yo la doy voluntariamente. Tengo poder para darla y poder para recobrarla de nuevo” (Jn 10,17s). De manera semejante, cuando la Iglesia convoca a la tarea evangelizadora, no hace más que indicar a los cristianos algo que a primera vista está oculto en la realidad, pero que es el verdadero dinamismo de la realización personal: “Aquí descubrimos otra ley profunda de la realidad: que la vida se alcanza y madura a medida que se la entrega para dar vida a los otros. Eso es en definitiva la misión” (DA 360).

celebración y a la alegría, y seguramente este talante fue comunicado a sus discípulos hasta que llegaron a conformar una comunidad que sabía festejar, que sabía hacer fiesta y que sabía incluir la fiesta como una dimensión indispensable de su vida cotidiana; “la comunidad evangelizadora gozosa siempre sabe «festejar». Celebra y festeja cada pequeña victoria, cada paso adelante en la evangelización. La evangelización gozosa se vuelve belleza en la liturgia en medio de la exigencia diaria de extender el bien” (Eg 24).

El auténtico motivo de la alegría del evangelizador: hacer bien lo que debe hacer

Volvamos al pasaje evangélico que veníamos reflexionando: “[…] pero no se alegren de que los espíritus se les sometan; alégrense de que sus nombres estén escritos en los cielos” (Lc 10,20). Jesús indica cuál debe ser el motivo auténtico de la alegría de los discípulos: no son sus éxitos ni sus triunfos los que deben ser el fundamento de su alegría, sino “que sus nombres estén escritos en los cielos”. Para algunos biblistas, el significado de esta imagen no debe entenderse en un sentido conductista, como si los discípulos obtuvieran un premio o una recompensa; los nombres escritos en el cielo más bien simbolizan el reconocimiento de que el discípulo ha hecho bien aquello que le correspondía hacer: hacer presente el Reino de Dios en este mundo. “Predicar el Evangelio no es para mí ningún motivo de gloria; es más bien un deber que me incumbe. […] Si lo hiciera por propia iniciativa, ciertamente tendría derecho a una recompensa. Mas si lo hago forzado es una misión que se me ha confiado”

(1Co 9,16s). La evangelización es antes un asunto de fidelidad a una misión confiada que un asunto de conveniencia, de agrado, de gusto o de autocomplacencia.

En este punto se revela otra serie de tentaciones a las que están expuestos los agentes evangelizadores de hoy en día, una serie englobada en lo que el Papa Francisco ha llamado “mundanidad espiritual”: “La mundanidad espiritual, que se esconde detrás de apariencias de religiosidad e incluso de amor a la Iglesia, es buscar, en lugar de la gloria del Señor, la gloria humana y el bienestar personal” (Eg 93). Si los discípulos llevaran a cabo su misión pensando en un premio, una recompensa o un incentivo, estarían relativizando o abaratando ese tesoro que llevan en recipientes de barro (cf. 2Co 4,7), haciendo de él un medio para conseguir un fin que considerarían más valioso: la propia (vana) gloria. En esta línea, si se considera a la evangelización más como una obligación impuesta que como una misión confiada, termina experimentándose como “un conjunto de tareas vividas como una obligación pesada que simplemente se tolera, o se sobrelleva como algo que contradice las propias inclinaciones y deseos” (Eg 261), y se realiza —casi siempre de modo mecánico y sin entusiasmo, si no es que a regañadientes y de manera mediocre— en vistas de un premio o una recompensa; “puede suceder que el corazón se canse de luchar porque en definitiva se busca a sí mismo en un carrerismo sediento de reconocimientos, aplausos, premios, puestos” (Eg 277).

En medio de una cultura que procura elevar al éxito y a la competencia al estatuto de valores, y que lo hace sobre la base del individualismo y del egoísmo, los discípulos misioneros no están exentos de esta terrible tentación, la cual, si invadiera la Iglesia, «sería infinitamente más desastrosa que cualquiera otra mundanidad simplemente moral» (H. de Lubac, Méditation sur l’Église, Paris 1968, 231)” (Eg 93). Cuando el egocentrismo narcisista es lo que en el fondo está motivando la actividad evangelizadora, se vuelve en una verdadera idolatría, en una idolatría del ego, en una egolatría. El gran peligro consiste en que la egolatría que se esconde detrás de la vanidad y la búsqueda de reconocimientos, aplausos y reflectores termina sustituyendo a una auténtica relación teologal con el Cristo vivo, enviado del Padre para la salvación del mundo, generando una situación de apariencia religiosa vacía de Dios donde “ya no hay fervor evangélico, sino el disfrute espurio de una autocomplacencia egocéntrica” (Eg 95). “No es posible imaginar que de estas formas desvirtuadas de cristianismo pueda brotar un auténtico dinamismo evangelizador” (Eg 94).

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La misión de la Iglesia, reflejo de la alegría comunicante del Evangelio

La evangelización toma parte de este misterio gozoso de la donación de la propia vida: el evangelizador no sólo es un vehículo o un portador neutro, imparcial o ajeno al mensaje que él lleva; el evangelizador está plenamente involucrado en la Buena Nueva que desea comunicar a sus hermanos; con la Buena Nueva que él anuncia y comunica él comunica su propia vida, él dona y entrega generosamente su propia vida, que voluntaria y gratuitamente ha puesto al servicio del Evangelio; él termina donándose y comunicándose a los demás; al evangelizador le va la vida en la acción evangelizadora. Por esta razón, el discípulo misionero que se ha identificado plenamente con el Evangelio que lo llena y que le da vida, siente inevitablemente la urgente e incontenible necesidad de comunicarlo a los demás de manera fiel y gratuita: “¡Ay de mí si no predico el Evangelio!” (1Co 9,16).

En este sentido, la evangelización no es poca cosa o un asunto sencillo; ella comporta una gran exigencia: pide al evangelizador una entrega generosa y una donación radical. En el envío misionero, Jesucristo pide al evangelizador realizar el regalo amoroso de su propia vida. Pero cabe hacer de nueva cuenta una advertencia y evitar una confusión:

Si bien esta misión nos reclama una entrega generosa, sería un error entenderla como una heroica tarea personal, ya que la obra es ante todo de Él, más allá de lo que podamos descubrir y entender. Jesús es «el primero y el más grande evangelizador» (En 7). En cualquier forma de evangelización el primado es siempre de Dios, que quiso llamarnos a colaborar con Él e impulsarnos con la fuerza de su Espíritu (Eg 12).

Ahora bien, parte de este misterio de la donación generosa y gratuita de la propia vida en la acción evangelizadora se refleja también en el sentimiento que provoca: al entregar su propia vida, el evangelizador no experimenta una pérdida ni una tristeza; el evangelizador que se convierte a sí mismo en una ofrenda y en una donación a sus hermanos no se ve invadido por el temor ni por la desesperación. Por lo contrario: “De hecho, los que más disfrutan de la vida son los que dejan la seguridad de la orilla y se apasionan en la misión de comunicar vida a los demás” (DA 360). Así las cosas, volvemos al comienzo de esta reflexión: el gozo y la alegría deben constituir una actitud básica en el agente evangelizador, una actitud que afianza y sostiene a su vida entera y, particularmente, a su acción comunicadora de la alegría de Cristo.

Por consiguiente, un evangelizador no debería tener permanentemente cara de funeral. Recobremos y acrecentemos el fervor, «la dulce y confortadora alegría de evangelizar, incluso cuando hay que sembrar entre lágrimas […] Y ojalá el mundo actual —que busca a veces con angustia, a veces con esperanza— pueda así recibir la Buena Nueva, no a través de evangelizadores tristes y desalentados, impacientes o ansiosos, sino a través de ministros del Evangelio, cuya vida irradia el fervor de quienes han recibido, ante todo en sí mismos, la alegría de Cristo» (En 80) (Eg 10).

Preguntémonos

• ¿En qué momentos concretos de nuestra vida diaria hemos experimentado esta alegría auténtica, que va más allá del agrado y la autocomplacencia?

• ‘Dar la vida’ es una expresión que suena muy drástica y radical. ¿En realidad esto es así? ¿Podríamos nosotros mismos, sin ser héroes o algo semejante, alcanzar esta alegría a causa de la donación de nuestra propia vida? ¿Cómo?

• ¿Podríamos aplicar esto que hemos reflexionado con relativa facilidad a esta celebración del DOMUND? ¿Cómo?

Abreviaturas empleadas:

DA Documento Conclusivo de la V Conferencia del Episcopado Latinoamericano y de El Caribe de AparecidaEg Exhortación apostólica Evangelii gaudiumGD Exhortación apostólica Gaudete in Domino

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MARÍA MISIONERA, CAUSA NOSTRAE LAETITIA

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Es indiscutible la importancia de María, la Madre del Señor, en la acción evangelizadora de la Iglesia. En el Mensaje DOMUND de este año, el Santo Padre nos pide, además de apreciarla como modelo del cristiano por su disponibilidad y humildad, recordar que ella es “causa de nuestra alegría”, como lo decimos en las letanías de cada rosario.

El acontecimiento clave de la salvación dada a los hombres es el misterio de la Encarnación. Dios se hace hombre y comparte con la humanidad las fatigas y las alegrías, para mostrarnos cómo vivir plenamente en el amor. María fue elegida por Dios para participar en este misterio de Salvación, y ella acepta y asume plenamente lo que Dios le pide.

1. María en la historia de la salvación

La comunidad eclesial ha considerado desde el principio que María ocupa un lugar excepcional en la historia de la salvación y que, siendo ella misma miembro de la Iglesia, es a la vez modelo e intercesora de todos los demás en la comunidad eclesial. Por eso, al hablar acerca de la labor evangelizadora de la Iglesia, no se puede dejar de lado a la Virgen María y su cercanía con la misión.

Sin embargo —de modo curiosamente parecido a lo que pasa con Jesús—, muchas veces se cubre la imagen de María de Nazaret con “velos” que la hacen parecer un ser desligado de la realidad cotidiana, una figura tan excepcional que, si bien merece devoción y respeto, puede aparecer distanciada de la mujer que en realidad fue. Algunas imágenes dadas a la veneración de los fieles, si bien resaltan la figura de María como “Reina del cielo”, “vencedora de la serpiente” o “siempre Virgen”, pueden llegar a ocultar la figura sencilla y pequeña de una joven de un pequeño pueblo, que, llena de fe, esperanza y amor, sabe aceptar y asumir con humildad la responsabilidad de participar en el proyecto salvador de Dios.

Los Evangelios nos presentan a María como madre de Jesús, es decir, siempre en relación a Él; pero no cualquier relación, sino desde dos perspectivas: como madre y como discípula. Estos son dos elementos que no se pueden desligar sin caer en excesos respecto a la figura de María.

• Así, para Lucas, es una joven de una ciudad de Galilea llamada Nazaret; es llamada “llena de gracia” (Lc 1,27-28); ella representa a todo Israel en el himno “Magnificat” (1,46-55); es quien conserva todos los recuerdos y los medita en su corazón (2,19.51); busca a Jesús y lo confronta (2,48); ella es dichosa porque escucha la Palabra de Dios y la pone en práctica (8,21); y, finalmente, ella acompaña a los apóstoles en Pentecostés (Hech 2,14).

• En el evangelio de Juan aparece como la intercesora en las Bodas de Caná diciendo: “[…] hagan lo que él les diga” (Jn 2,1-11); ella también acompaña a Jesús en la cruz junto con el discípulo que Jesús amaba (19,25-27).

• Mateo la presenta como esposa de José y madre virgen de Jesús (Mt 1,16-25); recibe a los Magos de Oriente (2,10-

12); con José y el niño Jesús se refugian en Egipto (2,13-15); vive sencillamente en Nazareth (2,19-23); ella cumple la voluntad del Padre (12,50); además aclara que su origen sencillo llega a ser causa de contradicción para algunos oyentes de Jesús (13,53-58).

En la Tradición de la Iglesia se aprecia una evolución de lo que se afirma de María hasta llegar a las nociones que ahora son aceptadas como católicas:

El paralelo entre Eva y María, frecuente a partir del siglo II. El mismo siglo II aporta ya la analogía entre María y la Iglesia. También en el siglo II la virginidad de María se aplica por primera vez al parto, y en el siglo III, a toda la vida de María. A comienzos del siglo IV empieza a emplearse la expresión «madre de Dios», y, finalmente, en los siglos IV y V, se va abriendo camino la idea de su exención del pecado. Con ello, hacia la mitad del siglo V, están ya perfilados los rasgos básicos de la mariología. Las doctrinas posteriores —su preservación del pecado original, su glorificación corporal y su participación en la obra redentora— serán una consecuencia y una explanación de aquellos datos básicos .1

Es substancialmente notorio que lo que se puede decir de María no aparece como algo accesorio para los primeros cristianos sino más bien fundamental, el mismo Ignacio de Antioquia decía que la virginidad de María, su parto y la muerte de Cristo son “mysteria grauges”2 , misterios que hay que anunciar a gritos.

También se ha visto en la figura de María un paralelo con Eva, la primera mujer; así Justino en su Diálogo con Trifón dice: “Como virgen e intacta, Eva concibió la palabra de la serpiente y dio a luz desobediencia y muerte. Pero la virgen María concibió fe y alegría cuando el ángel le anunció la buena nueva [...] y respondió: “Hágase en mí según tu palabra”3 . Este paralelo presenta a María como un modelo de la humanidad: si Eva es la humanidad que se puede corromper, María es la humanidad que acepta la Palabra y por ello concibe fe y alegría.

En otros Padres, como Ireneo de Lyon, más bien se compara a María con la Iglesia, “partiendo de que «el nacimiento nuevo e inesperado de Cristo ex virgine» es el fundamento y el núcleo de nuestro propio renacer, llega a la convicción de que la fe y el bautismo, la Iglesia, que operan este renacer de nuevo, tienen una exacta y profunda correspondencia con la virgen María”4 . La maternidad de María y la maternidad de la Iglesia aparecen en perfecta relación: María da a luz a Cristo, y la Iglesia a “otros cristos”.

Los títulos de María tienen su origen en las comunidades cristianas que no podían relegar a quien obviamente tiene un lugar preponderante en la historia de la salvación, y posteriormente fueron acuñados como títulos mariológicos. Así, “siempre virgen” (aeipárthenos) aparece con Pedro de Alejandría en el s. IV; “Madre de Dios” (theotókos) es puesto a comienzos del s. IV en la oración “Bajo tu amparo” en un papiro egipcio y definido en el Concilio de Éfeso5.

Como podemos observar, después de un repaso muy general y omitiendo varias cosas por razones de espacio, las múltiples formas de devoción, reflexión y espiritualidad sobre la figura de María, se puede vislumbrar la evolución y el perfeccionamiento de la visión cristiana católica acerca de la Virgen María, llena de simbolismos, matices y con una profundidad en la que vale la pena sumergirse.

1 MÜLLER, Alois, Mysterium Salutis, p. 871.2 IGNACIO, Ef 19,1.3 JUSTINO, Diálogo con Trifón, cap. 100: PG 6, 709-712.4 MÜLLER, Alois; Mysterium Salutis, p. 874.5 Papiro n. 470, John Rylands Library, Manchester. Cf. STEGMÜLLER, O., Sub tuum praesidium. Bemerkungen zur altesten Überlieferung: ZKTh 74 (1952) 76-82; CECCHETTI, J., Sub tuum praesidium: ECatt XI (Ciudad del Vaticano 1953) 1468-1472 (reproducción y cotejo del texto). Cf. DACL I (París 1924) 2296s.

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2. El Evangelio se revela a los pobres y humildes

El Antiguo Testamento centra gran parte de sus nociones acerca de Dios, del hombre y de la relación entre ellos, en figuras, en ocasiones abstractas, pero las más de las veces muy concretas. Un ejemplo de esto es la figura del “pobre”, que aparece con bastante frecuencia tanto en la narrativa de la liberación de Israel en Egipto como en primera persona en los salmos de súplica a Dios, entre otros muchos pasajes bíblicos.

En el Himno del Magnificat, que aparece en el Evangelio de Lucas (1,46-55), se resumen las esperanzas de Israel y de todos los fieles que elevan sus oraciones al Señor, con la particularidad de que en este canto ya no aparece en forma de súplica sino de afirmación, agradecimiento y contemplación ante la grandeza, bondad y generosidad del Dios de Israel.Un teólogo contemporáneo ha dicho del Magnificat:

Es una oración única que sólo pudo decirse una vez y para siempre, en el centro de la Historia; pero, al mismo tiempo, es oración permanente y universal que nos abre a la experiencia de transformación mesiánica del mundo. Sin ninguna vacilación, en nombre propio, como portadora de la voz israelita y representante de la humanidad, María ofrece en su Magnificat el más hermoso canto al Dios cristiano6 .

El Magnificat es muy interesante tanto desde una perspectiva literaria como desde su contenido teológico-antropológico. María habla de Dios, y también habla de su propia persona. María hace dos afirmaciones sobre sí misma: la primera es: “Él ha mirado la pequeñez de su sierva; grandes cosas ha hecho en mí el Poderoso”; y la segunda: “He aquí que desde ahora me felicitarán todas las generaciones”. En la primera afirmación se establece un equilibrio entre la pequeñez que María reconoce en su humanidad y las grandes cosas que puede hacer Dios por pura generosidad; en la segunda, más allá de una frase en la que María se envanezca, es más un reconocimiento de la gracia especial que María recibe y por la que tiene un lugar propio en la historia de la salvación.

Un elemento importante es la mirada de Dios: “Él ha mirado la pequeñez […]”. Esto es un eco amplificado de la mirada de Dios sobre la creación “Vio Dios cuanto había hecho, y todo estaba muy bien” (Gn 1,31), pero también está relacionada con la mirada sobre el mal que oprime a los pequeños: “Bien vista tengo la aflicción de mi pueblo en Egipto […]” (Ex 3,7). Dios mira y se complace en su creatura, en una alegría que no se agota en ella sino que “se extiende de generación en generación”.

Además, está la alegría de María al contemplar la acción salvadora de Dios: “[…] se alegra mi espíritu en Dios, mi Salvador”. ¿De qué forma Dios alegra el espíritu del hombre?

• En primer lugar, porque Dios es Kýrios-Señor (1,46): Dios de Israel y Creador del universo; es Él quien dirige la historia y la vida; ama y se acerca a la humanidad; es fiel a sus promesas y se excede en bondad con los hombres.

• Dios es también Sotér-Salvador (1,47): ama a todos los hombres, pero se dirige especialmente a los pobres, a los pequeños, a los que no tienen quien vele por ellos. La salvación es para todos, pero sólo llega cuando la justicia se convierte en realidad en las relaciones humanas.

• Dios es Dynatós-Poderoso (1,49): muestra el verdadero poder, a diferencia de los “poderosos”, que lo son solamente en cuanto pueden más que los demás; Dios muestra su poder invirtiendo lo que parece imposible: eleva al oprimido y al hambriento y despoja al soberbio.

6 PIKAZA, Xabier, Dios judío, Dios cristiano, p. 338.

• Dios es Hágios-Santo (1,49): la santidad de Dios no es un elemento que lo aísle o separe del mundo; más bien se manifiesta cuando se logra la unidad en los seres humanos. “Y las naciones sabrán que yo soy Yahvé, cuando yo, por medio de vosotros, manifieste mi santidad a la vista de ellos. Os tomaré de entre las naciones os recogeré de todos los países y os llevaré a vuestro suelo” (Ez 36, 23-24); lo que culmina en la oración comunitaria por excelencia, la oración que Jesús nos enseña: “Vosotros, pues, orad así: Padre Nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu Nombre” (Mt 6,9) 7.

Estos cuatro “títulos” dichos por María respecto de Dios expresan la respuesta a la esperanza de una humanidad sedienta de sentido y de bondad; muestran lo que Jesús y su Evangelio revelan con mayor profundidad: que Dios ama a la humanidad y le ofrece un proyecto de vida como un solo pueblo. Al mismo tiempo, estos títulos indican lo que el Papa Francisco ha remarcado insistentemente: que el encuentro con el Dios de Jesús suscita una profunda alegría: “De este encuentro con Jesús, la Virgen María ha tenido una experiencia singular y se ha convertido en “causa nostrae laetitiae”. Y los discípulos a su vez han recibido la llamada a estar con Jesús y a ser enviados por Él para predicar el Evangelio (cf. Mc 3,14), y así se ven colmados de alegría. ¿Por qué no entramos también nosotros en este torrente de alegría?” (Mensaje, 3).

Finalmente, en el Magnificat se remarca el acontecimiento de la maternidad de María como la aceptación del “siervo Israel” y el cumplimiento de las promesas hechas a Abraham. De esta forma, se ubica la actitud de María frente a su propia elección: ella se habla, al mismo tiempo, en nombre de Israel, de la Iglesia y de la humanidad.

3. María, madre de la evangelización

Mucho se ha dicho en las comunidades eclesiales que María tiene una especial relación con la misión evangelizadora de la Iglesia. “Ella es la Madre de la Iglesia evangelizadora y sin ella no terminamos de comprender el espíritu de la nueva evangelización” (Eg, 284). El Santo Padre nos dice que la base para considerar a María como un referente obligado en la evangelización es el sentido especialmente comunitario de la Madre de Jesús, es decir, que “con el Espíritu Santo, en medio del pueblo siempre está María” (Eg, 284). Es por eso que, más que comentar lo que el Santo Padre ha dicho de María y su relación con la evangelización parece mucho más provechoso darle relieve a su visión mariana de la misión.

• «Mujer, ahí tienes a tu hijo». Luego le dijo al amigo amado: «Ahí tienes a tu madre» (Jn 19,26-27). Estas palabras [...] son […] una fórmula de revelación que manifiesta el misterio de una especial misión salvífica. Jesús nos dejaba a su madre como madre nuestra. Sólo después de hacer esto Jesús pudo sentir que «todo está cumplido» (Jn 19,28) (Eg, 285).

• Al pie de la cruz, en la hora suprema de la nueva creación, Cristo nos lleva a María. Él nos lleva a ella, porque no quiere que caminemos sin una madre, y el pueblo lee en esa imagen materna todos los misterios del Evangelio. Al Señor no le agrada que falte a su Iglesia el icono femenino (Eg, 285).

• Ella, que lo engendró con tanta fe, también acompaña «al resto de sus hijos, los que guardan los mandamientos de Dios y mantienen el testimonio de Jesús» (Ap 12,17). La íntima conexión entre María, la Iglesia y cada fiel, en cuanto que, de diversas maneras, engendran a Cristo (Eg, 285).

• María es la que sabe transformar una cueva de animales en la casa de Jesús, con unos pobres pañales y una montaña de ternura (Eg, 286).

• Ella es la esclavita del Padre que se estremece en la alabanza. Ella es la amiga siempre atenta para que no falte el vino en nuestras vidas. Ella es la del corazón abierto por la espada, que comprende todas las penas (Eg, 286).

7 Cf. Ibid., p. 342.

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• Como madre de todos, es signo de esperanza para los pueblos que sufren dolores de parto hasta que brote la justicia (Eg, 286).

• Ella es la misionera que se acerca a nosotros para acompañarnos por la vida, abriendo los corazones a la fe con su cariño materno. Como una verdadera madre, ella camina con nosotros, lucha con nosotros, y derrama incesantemente la cercanía del amor de Dios (Eg, 286).

• Ella es la mujer de fe, que vive y camina en la fe (Eg, 287).

• Ella se dejó conducir por el Espíritu, en un itinerario de fe, hacia un destino de servicio y fecundidad (Eg, 287).

• En esta peregrinación evangelizadora no faltan las etapas de aridez, ocultamiento, y hasta cierta fatiga, como la que vivió María en los años de Nazaret, mientras Jesús crecía (Eg, 287).

• Hay un estilo mariano en la actividad evangelizadora de la Iglesia. Porque cada vez que miramos a María volvemos a creer en lo revolucionario de la ternura y del cariño. En ella vemos que la humildad y la ternura no son virtudes de los débiles sino de los fuertes, que no necesitan maltratar a otros para sentirse importantes (Eg, 288).

• Es también la que conserva cuidadosamente «todas las cosas meditándolas en su corazón» (Lc 2,19). María sabe reconocer las huellas del Espíritu de Dios en los grandes acontecimientos y también en aquellos que parecen imperceptibles. Es contemplativa del misterio de Dios en el mundo, en la historia y en la vida cotidiana de cada uno y de todos (Eg, 288).

• Es la mujer orante y trabajadora en Nazaret, y también es nuestra Señora de la prontitud, la que sale de su pueblo para auxiliar a los demás «sin demora» (Lc 1,39) (Eg, 288).

Preguntémonos

• Al igual que pasa con la imagen de Dios y la de Jesús, la forma de percibir a María por parte de los agentes de la evangelización tiene una notable influencia en la forma de evangelizar. ¿Qué imagen de María parece predominar tu comunidad eclesial? ¿De qué manera ha influido para la transmisión del Evangelio?

• El canto del Magnificat nos muestra el relieve que se da en el mensaje de salvación a los pobres y los humildes. ¿Nuestros procesos evangelizadores tienen clara esta prioridad? ¿Qué otros aspectos pueden recibir mayor atención de nuestra parte?

• El Santo Padre Francisco ha puesto a María como “nuestra Señora de la prontitud” en el sentido de “salir” a favor de los demás sin demora. ¿Cómo hemos trabajado el aspecto misionero ad gentes en nuestra comunidad? ¿Lo hemos realizado con esta prontitud? ¿Cuánto se ha avanzado?

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Nuestra alegría, pues, se basa en el amor del Padre, en la participación en el misterio pascual de Jesucristo quien, por el Espíritu Santo, nos hace pasar de la muerte a la vida, de la tristeza al gozo, del absurdo al hondo sentido de la existencia, del desaliento a la esperanza que no defrauda. Esta alegría no es un sentimiento artificialmente provocado ni un estado de ánimo pasajero. El amor del Padre nos ha sido revelado en Cristo que nos ha invitado a entrar en su reino. Él nos ha enseñado a orar diciendo ‘Abba, Padre’ (Rm 8,15; cf. Mt 6,9).

Aparecida, 17.

“ALÉGRENSE DE QUESUS NOMBRES ESTÉN

ESCRITOS EN LOSCIELOS” (Lc 10,20)

EL DOMUND:UNA CELEBRACIÓN

DE GRACIA Y ALEGRÍA

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El Santo Padre Francisco ha tomado la alegría como el elemento central en su Mensaje para la Jornada Mundial de las Misiones del presente año (2014); y es que, como dice el Papa, “se trata de una celebración de gracia y de alegría. De gracia, porque el Espíritu Santo, mandado por el Padre, ofrece sabiduría y fortaleza a aquellos que son dóciles a su acción. De alegría, porque Jesucristo, Hijo del Padre, enviado

para evangelizar al mundo, sostiene y acompaña nuestra obra misionera” (1).

El mismo Santo Padre nos presenta como referencia Lc 10,17.20 que refiere la alegría de algunos discípulos que habían ido a compartir la Buena Nueva del Reino: “[…] regresaron los setenta y dos, y dijeron alegres: ‘Señor, hasta los demonios se nos someten en tu nombre’ […] Pero no se alegren de que los espíritus se les sometan; alégrense de que sus nombres están escritos en los cielos”.

Aprovechando la coordenada temática y la referencia bíblica que nos sugiere el Papa, nos proponemos reflexionar brevemente en el significado de la alegría de los discípulos, según Lc 10,17-24, para poder vislumbrar algunas exigencias elementales para nuestra misión.

1. La alegría por lo que se hace en la misión

Todo ser humano se pone contento por lo que hace; la satisfacción que proporciona una acción realizada es legítima. De ahí que la alegría de los setenta y dos discípulos al regresar de la misión se entienda perfectamente. Ellos no sólo habían sometido a los demonios; la construcción de la frase “Señor, hasta (incluso) los demonios […]” supone que habían hecho muchas otras cosas —por lo menos las señaladas en 10,5-15—; todas ellas encomendadas por el Maestro. Más aún, el mismo desarrollo de este pequeño relato nos permite apreciar que Jesús no descalifica su alegría por lo que han hecho; hasta la ratifica diciéndoles: “Yo veía a Satanás caer del cielo […]” (v. 18). Es decir, al menos en la primera parte de las palabras de Jesús se confirma que la alegría de los discípulos tiene su razón de ser; ellos, como los Doce, han recibido “autoridad y poder sobre todos los demonios” (9,1); y lo han hecho bien.

En el evangelio de Lucas el hacer del discípulo es parte de su identidad. El discípulo debe tener tareas precisas, como el caso de Pedro, y los apóstoles Santiago y Juan por extensión (5,10); además, el discípulo tiene que estar al pendiente de lo que se vaya necesitando para el desarrollo de la misión (8,3); debe empeñarse, como su Maestro, en anunciar la Buena Nueva, aliviar, (9,1.6), anunciar la paz y el Reino (10,5-9). Más aún, el evangelio exige que, si quiere darle sentido a la existencia (10,25), el discípulo debe realizar acciones transformadoras y tener actitudes significativas (vv. 29-37). Es decir, el hacer es indispensable en la vida del discípulo misionero, y, de acuerdo a nuestra reflexión, es motivo de auténtica alegría. Sin embargo, la actuación del discípulo —aquella que es fuente de auténtica alegría— sólo se entiende desde la gracia que ha recibido del Señor Jesús.

2. La capacidad de realizar algo es un don

Jesús no descalifica la alegría del discípulo por lo que hace; por lo visto anteriormente, hasta confirma su alegría con la constatación de que, efectivamente, él mismo había comprobado uno de los motivos principales de la alegría de sus seguidores: “Yo mismo veía a Satanás caer del cielo como un rayo” (10,18). Sin embargo, las palabras de Jesús van más allá de la ratificación de sus acciones; se introduce una aclaración que le da un giro —o mejor dicho, una precisión— a la razón de la alegría de sus seguidores: “Miren, les he dado el poder de pisar sobre serpientes […] y nada les podrá hacer daño” (v. 19).

Es cierto pues que los discípulos pueden hacer cosas, algunas de ellas admirables; sin embargo, esa capacidad la han recibido como un don, no ha salido de ellos espontáneamente como una acción. Es como si el evangelio de Lucas quisiera precisar que el discípulo no debe olvidar que a su capacidad para realizar el bien le antecede la gracia. De ahí que su alegría no debe tener como causa solamente lo que hacen, sino también la gratuidad que les ha permitido realizar aquello. Lucas es muy coherente con esta convicción, pues en las ocasiones en las que habla de las acciones de Jesús va a colocar la razón de su actuación precisamente en que “Dios estaba con él” (Hech 10,38). El discípulo debe alegrarse por lo que hace pero sin olvidar que precisamente es capaz de realizar eso porque a sus acciones le antecede un don que proviene de Dios (cf. Lc 17,10).

3. Realizar acciones como discípulos es fuente de alegría

Con mucha claridad el verdadero sentido de la alegría de los discípulos se introduce en el v. 20 con dos partículas adversativas: “Pero no se alegren de que los espíritus se les sometan; alégrense más bien de que sus nombres están escritos en los cielos”. No es incorrecto que el discípulo se alegre por lo que hace; sin embargo, el motivo principal de su alegría está en que sus nombres están escritos en el cielo.

Tengamos presente que en el ámbito greco-romano en el que surge la obra de Lucas existía la costumbre de hacer registros o censos; la persona que realmente contaba para la ciudad y sus habitantes era aquella cuyo nombre estaba registrado. De modo semejante, en el judaísmo así como en el Nuevo Testamento el ‘libro de la vida’ es una imagen muy común (cf. Ex 32,32; Sal 69,28; Is 4,3; Dan 7,10; Heb 12,23; Ap 3,5; 20,12.15; 21,27); el registro de los nombres en el libro de la vida estaría indicando que los discípulos son conocidos por Dios personalmente y que su presencia eterna ante Él es algo cierto.

Con esta aclaración podemos decir que la alegría del discípulo no está principalmente en lo que hace, sino en que aquello realizado guarda relación con lo que Dios quiere. Para Lucas no basta con hacer el bien; hay que ver si éste es significativo por la relación que guarde con el plan de Dios. Y es que para Lucas no cuenta cualquier acción; es indispensable constatar si ésta es extraordinaria, o mejor dicho, significativa: “Pues si aman a los que los aman, ¿qué mérito tienen? Pues también los pecadores aman a los que los aman” (6,32), por poner un ejemplo. Además, parece que para el tercer evangelio la acción en sí misma —al menos en la perspectiva del seguimiento— tiene poco valor; un valor fundamental consiste en que la acción se haga como discípulo. Es como si Lucas dijera que no basta con realizar funciones, hay que preguntarse desde qué identidad se las realiza. Es insuficiente sólo hacer cosas; es indispensable preguntarnos por la raíz o la motivación desde la cual las realizamos.

Esto está ampliamente confirmado en el evangelio. Así, por ejemplo, la actuación del discípulo exige como condición indispensable “negarse a sí mismo” (Lc 9,23; también los paralelos Mc 8,34; Mt 16,24); es decir, no se puede ser discípulo de Jesús sin una clara y firme voluntad de evitar ser el centro de todo. Esta afirmación no significa que no haya centro, sino que hay que admitir un desplazamiento hacia algo o alguien más. De ahí que el evangelio desplaza el centro hacia aquél a quien se sigue, hacia Jesús, hacia su proyecto del Reino y todo lo que él exija. Podríamos decir, por tanto, que negarse a sí mismo significa ubicar el centro del discipulado no en lo que se hace sino en lo que provoca, en aquello a lo que conduce. Las acciones no se miden en sí mismas por la satisfacción que provocan en el hechor, sino por las consecuencias de vida para las demás personas, especialmente para los más necesitados. Por lo tanto, la alegría del discípulo, para que sea auténtica, debe ser provocada no por las acciones en sí mismas sino por las consecuencias de éstas; debemos estar contentos no sólo porque realizamos algo sino porque alcanzamos a beneficiar a los más desprotegidos especialmente. Con razón Jesús afirma: “¿De qué le sirve al hombre haber ganado el mundo entero si él mismo se pierde o se arruina?” (v. 25). Parece que el evangelio, en continuación con las afirmaciones anteriores, quiere dejar claro que

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no sirve absolutamente de nada algo que se hace siendo uno el centro absoluto. Así sea lo más, incluso lo mejor, si la motivación fue la autocomplacencia o el protagonismo estéril… termina por no ser auténticamente útil en la perspectiva del Reino. Podríamos decir que, desde la perspectiva del discipulado, no son suficientes los resultados, ni siquiera los resultados espectaculares. La autocomplacencia y el protagonismo estéril, aunque provoquen cierto tipo de alegría, siempre serán una alegría estéril.

El mismo evangelio de Lucas deja claro que no basta con realizar acciones, incluso de servicio eclesial (10,40); es indispensable ejecutarlas estando a los pies de Jesús (v. 39). Es el caso de Marta y María: no debemos pensar que, al resaltar la actitud de María, Jesús descalifica el comportamiento de Marta. María ha escogido la mejor parte (v. 42) no porque esté haciendo algo más relevante que la actividad de Marta sino porque ha descubierto la importancia de la escucha del Maestro para poder desempeñarse adecuadamente en la atención del hermano (vv. 29-37). El evangelio no señala, principalmente, dos tipos de personas sino dos actitudes que debemos conjuntar todos los seres humanos ordenándolas adecuadamente: la actividad siempre estará en un segundo momento, pues no basta con hacer algo; hay que ejecutarlo como discípulos, habiendo estado —y estando permanentemente— a los pies de Jesús.

4. El gozo de Jesús por la revelación del Padre

El evangelio de Lucas continúa con el tema de la alegría en el capítulo 10, pero ahora refiriéndose a Jesús: “[…] en aquel momento, se llenó de gozo Jesús en el Espíritu Santo […]” (v. 21). El evangelio se limita a indicar el diálogo que Jesús había tenido con los discípulos (vv. 17-20) como contexto temporal para lo que se va a presentar enseguida; de ahí que la razón de la alegría no es lo que los discípulos han hecho sino las revelaciones de Dios. La alegría que siente Jesús es más grande que la que han tenido los discípulos y que él mismo ha reconocido. De hecho, el evangelio, en su lengua original, utiliza dos términos diferentes. Lucas ha reservado este tipo de alegría en el evangelio sólo a la Virgen María (1,47: “[…] y mi espíritu se alegra en Dios mi salvador”) y a Jesús (10,21); en ambos casos la razón de este gran gozo está en relación con la presencia de Dios. Además, el motivo de la alegría es que Dios ha ocultado o revelado estas cosas a los sabios e inteligentes y se las ha revelado a los sencillos. A Jesús lo pone excesivamente contento que su Padre dé a conocer estos principios —también las cosas del Reino con mucha seguridad— a los sencillos, a los bien intencionados, a aquellos que no pretenden manejar la divinidad a su antojo.

5. Más que ser alegres, ser dichosos

La finalidad de la alegría es muy clara: llegar a ser dichosos. El trabajo provoca cierta satisfacción, incluso buena; pero ser discípulo bien intencionado conduce a la verdadera dicha. Con razón esta breve sección termina con las palabras que el mismo Jesús les dirige a los discípulos: “¡Dichosos los ojos que ven lo que ven!” (10,23). Lo más interesante es que los discípulos no consiguen ser dichosos, sino que son reconocidos como tales; es decir, no es algo que planeen conseguir, sino una consecuencia de su esfuerzo discipular. Además, la bienaventuranza en Lucas deja entrever una dicha que se sale de lo común: por una parte, refleja que alguien tiene no sólo comportamientos buenos, sino sobre todo comportamientos significativos (6,20ss; véanse también los vv. 27-38). Pero además, se es dichoso, si se toma en serio la presencia de Dios en la historia (12,37.38.43) y se tiene la capacidad de cambiar de forma radical cierto tipo de relación que reduce la convivencia y la solidaridad a los miembros del propio grupo (14,15). Y, en definitiva, se es dichoso porque, como la Virgen María, se confía en la presencia salvadora de Dios (1,45).

Algunas conclusiones

El Santo Padre Francisco nos ha estado invitando a que en esta Jornada Mundial de las Misiones (2014) nos sumerjamos “en la alegría del Evangelio” (Mensaje, 5). Tomemos en cuenta que realizar algo, conseguir metas, siempre será motivo de alegría. Sin embargo, esa alegría será mejor y, hasta con seguridad, auténtica si reconocemos como antecedente la gracia de Dios, sus dones generosos. Que cada acción que realicemos con su respectiva consecuencia de alegría nos provoque un sentimiento y actitud de gratuidad a Dios y a nuestros hermanos.

Pero no basta con realizar acciones para estar contentos; no somos funcionarios ni tampoco autómatas acostumbrados al activismo. Queremos actuar como discípulos misioneros; lo que hagamos, por más sencillo o grandioso que sea, sólo tendrá sentido si lo hacemos desde la identidad de discípulos. Sin esta convicción con facilidad nos convertiremos en funcionarios o en una especie de empresa que proporciona ciertos servicios. De aquí la importancia de que nos preocupemos por actuar desde nuestra identidad más que desde nuestra funcionalidad; de que nos preocupemos más por los frutos que por los resultados; de que nos preguntemos constantemente a quiénes beneficia lo que hacemos…

Y, por último, la intención adecuada en los dones que recibimos y en las tareas que desempeñamos, no es un añadido; afecta lo más profundo de lo que hacemos. Hagamos caso a la alegría desbordante de Jesús; no la desechemos. El Señor Jesús no quiere sólo personas contentas con lo que hacen, sino también permanentemente transparentes y bien intencionadas.

Que Dios nos conceda, con todo esto, ponernos en camino de la auténtica dicha.

Preguntémonos

• En el conjunto de las alegrías que vamos teniendo a lo largo de nuestras vidas, ¿hay alguna que vaya más allá de lo que nosotros mismos hacemos y de lo que por nuestros propios esfuerzos conseguimos?

• Una invitación del pasaje que hemos reflexionado consiste en que, cuando actuamos, nos alegremos más por lo que somos que por lo que hacemos, que pongamos la atención en nuestra identidad antes que en las acciones que salen de nosotros. ¿Cuál es esta identidad que hace que nos alegremos? ¿Cómo sabremos que tenemos esa identidad?

• ¿Está mal que nos alegremos de nuestros logros, de nuestras luchas, de lo que alcancemos a conseguir? ¿Por qué? Ahora, ¿es suficiente que nos conformemos con esas alegrías? ¿A qué tipo de alegría nos invita Lucas en el pasaje que hemos reflexionado? ¿Qué diferencia hay entre esta alegría a la que nos invita Lucas con las demás alegrías?

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“DIOS AMA AL QUEDA CON ALEGRÍA”

(2Co 9,7)

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Es un elemento ya habitual en los discursos, homilías y especialmente en la exhortación apostólica Evangelii gaudium (Eg), que el Papa Francisco termine alguna reflexión con una exhortación, con una frase que nos invita a estar alertas y vigilantes en nuestro camino de fe. En el caso del Mensaje DOMUND de este año la exhortación es la siguiente: “¡No dejemos que nos roben la alegría de la evangelización!”

1. No nos roben la alegría de evangelizar

El Mensaje del Santo Padre indica, en línea con la Evangelii gaudium, la importancia que tiene la alegría para el discípulo de Cristo: ella es un signo de un verdadero encuentro con el Señor y de la conciencia de saberse amado primero y luego enviado. Nos dice el Papa: “El discípulo del Señor persevera con alegría cuando está con Él, cuando hace su voluntad, cuando comparte la fe, la esperanza y la caridad evangélica” (Mensaje, 5).

¿Cómo pues, puede ser arrebatada esta alegría del discípulo misionero? Nos dice el Papa Francisco: “La alegría del Evangelio llena el corazón y la vida entera de los que se encuentran con Jesús. Quienes se dejan salvar por Él son liberados del pecado, de la tristeza, del vacío interior, del aislamiento. Con Jesucristo siempre nace y renace la alegría” (Eg, 1). Entonces podemos verificar que la alegría puede perderse cuando la persona se aleja, de una o de otra manera, del Señor, y entra en su lugar el pecado, la tristeza, el vacío interior y el aislamiento.

También nos recuerda: “El gran riesgo del mundo actual, con su múltiple y abrumadora oferta de consumo, es una tristeza individualista” (Eg, 2). Por un lado, la tristeza, en su acepción más terrible es siempre soledad. Una tristeza en comunidad, por algún acontecimiento doloroso, puede ser superada si hay apoyo mutuo y fraternidad. Por otro lado, la alegría busca siempre la comunicación; es casi imposible contener la causa de algún gozo, por pequeño que este sea.

Pues la tristeza individualista de la que nos previene el Papa tiene un origen, que es señalado sin ambigüedades: “[…] del corazón cómodo y avaro, de la búsqueda enfermiza de placeres superficiales, de la conciencia aislada” (Eg, 2).

• “[…] del corazón cómodo y avaro […]”—. La comodidad es una de las principales causas para que una persona se instale en un bienestar egoísta, una persona que sólo se esfuerza para satisfacer los intereses propios. Además, está la avaricia, que implica un movimiento acaparador que contradice no sólo al Evangelio, sino al mismo espíritu humano que aspira a la grandeza y la generosidad. Cuando ambas, comodidad y avaricia, convergen en el corazón de una persona, la llevan a una soledad por partida doble: ésta ya no quiere estar con los demás y viceversa.

• “[…] de la búsqueda enfermiza de placeres superficiales […]”—. Los “placeres superficiales” generalmente son asociados con los pecados de los sentidos. Sin prescindir de éstos, es importante resaltar también todo tipo de superficialidad, especialmente la que aparenta profundidad. Algo que el Papa condena particularmente es la “mundanidad espiritual”, mal no exclusivo pero sí notorio en los cristianos: “[…] la mundanidad espiritual, que se esconde detrás de apariencias de religiosidad e incluso de amor a la Iglesia, es buscar, en lugar de la gloria del Señor, la gloria humana y el bienestar personal” (Eg, 93).

• “[…] de la conciencia aislada […]”—. Como ya menciona el Santo Padre, es cada vez mayor la contradicción entre la oferta de consumo —de la que se esperaría por lo menos un mínimo encuentro de tipo mercantil— y la despersonalización de las relaciones humanas; la tecnología, creada para mejorar la vida de los hombres, lleva muchas veces al aislamiento casi total, llegando a extremos en los que los usuarios pierden el contacto con los más cercanos; en el ámbito religioso parece haber también una conciencia que, buscando afirmar

su autonomía, se desliga de compromisos comunitarios y pretende una espiritualidad y praxis religiosa individual y aislada.

Ante esto, quedan claras las consecuencias de esta tristeza:

• “[…] ya no hay espacio para los demás […]”—. No hay espacio para nadie: ni para padres, hermanos, hijos, amigos, colegas, etcétera, todo queda relativizado a los propios intereses, lo cual, al final, tampoco es una preocupación verdadera por la propia persona, por su crecimiento y bienestar, sino sólo un aletargamiento autodestructivo.

• “[…] ya no entran los pobres […]”—. Si no hay preocupación ni siquiera por la propia persona, menos se buscará la justicia de ningún tipo, y en consecuencia los pobres continúan condenados no sólo a su pobreza material sino a la marginación y al olvido.

• “[…] ya no se escucha la voz de Dios […]”—. Dice la primera carta de San Juan que “quien no ama a su hermano a quien ve, no puede amar a Dios a quien no ve” (1Jn 4,20). Aparte de los diversos ateísmos y agnosticismos aparentes o encubiertos de religiosidad, se puede llegar a un cristianismo sordo, que vive preceptos, reglas, incluso valores, pero que se cierra a la voluntad divina, la cual siempre interpela y cuestiona.

• “[…] ya no se goza la dulce alegría de su amor […]”—. Y esto es lo más doloroso: el alejarse de Dios lleva a la frialdad para el amor, a la pérdida de la alegría y, con ello, al sinsentido de la vida.

• “[…] ya no palpita el entusiasmo por hacer el bien”—. De la efervescencia que generalmente caracteriza al discípulo lleno del Espíritu, se llega al arrutinamiento en las actividades cotidianas y, sobre todo, a la ausencia de ese ardor que hace que aún las pequeñas cosas sean saboreadas con intensidad.

Quienes deben ser, en palabras de Cristo —y como nos lo recuerda el Papa Francisco— “Luz del mundo y sal de la tierra” (cf. Mt 5,13-16; Eg, 81), muchas veces pierden la intensidad que deben tener la sal y la luz. “Los creyentes también corren ese riesgo, cierto y permanente. Muchos caen en él y se convierten en seres resentidos, quejosos, sin vida. Ésa no es la opción de una vida” (Eg, 2).

Es por eso que el Santo Padre insiste una y otra vez en no perder la alegría que viene de Dios ni olvidar la raíz de nuestra fe y convicciones. Lo peor que puede pasarle a un creyente es

[…] actuar como si Dios no existiera, decidir como si los pobres no existieran, soñar como si los demás no existieran, trabajar como si quienes no recibieron el anuncio no existieran. Llama la atención que aun quienes aparentemente poseen sólidas convicciones doctrinales y espirituales suelen caer en un estilo de vida que los lleva a aferrarse a seguridades económicas, o a espacios de poder y de gloria humana que se procuran por cualquier medio, en lugar de dar la vida por los demás en la misión. ¡No nos dejemos robar el entusiasmo misionero!” (Eg, 80)

2. Recordar el primer encuentro de amor con Jesucristo

Recordar es volver a vivir. Aunque esto suena a una frase típica del lenguaje coloquial, para los cristianos aplica de un modo tan exacto que parece haber sido hecha especialmente para el creyente. En cada celebración

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eucarística celebramos el memorial de la Pascua de Jesús, pero no sólo como un recuerdo anecdótico o siquiera ejemplar; en cada eucaristía Cristo se hace verdaderamente presente y se realiza el sacrificio que nos da la salvación.

Por eso es indispensable que en cada uno de los discípulos el encuentro con Cristo tampoco quede en una anécdota, en un momento que se recuerda con nostalgia por saber que no se puede regresar el tiempo. Por el contrario, el encuentro con Cristo, debe ser revivido constantemente; sólo así se renovará la alegría y se tendrá siempre presente en la cotidianeidad. El Papa Francisco tiene como un elemento común de discernimiento la alegría del creyente como signo de que en verdad se tiene fe y se está en el camino del seguimiento de Jesús.

Por eso es vital para los creyentes estar dispuestos a renovar este encuentro con Cristo “o —nos dice el Papa—, al menos, a tomar la decisión de dejarse encontrar por Él, de intentarlo cada día sin descanso” (Eg, 6). ¿Quién en la comunidad puede sentir que no necesita renovar este primer encuentro? ¿Tal vez quien lleva un proceso continuo de crecimiento y espiritualidad? El Papa nos responde: “No hay razón para que alguien piense que esta invitación no es para él, porque «nadie queda excluido de la alegría reportada por el Señor» (Gaudete in Domino, 22)” (Eg, 2).

Esta invitación es reiterada con insistencia de parte del Papa Francisco: regresar a Jesús, no perdernos entre las actividades cotidianas, especialmente en estos tiempos en los que es necesaria una nueva evangelización, ya que en ocasiones, se pierde de vista que la salvación que viene de Dios empieza por la conciencia del perdón de los pecados. Y sucede que se puede llegar a predicar algo que, no digamos que no se vive, sino que ni siquiera se tiene en consideración: nuestro ser pecador y necesitado de perdón. “Dios no se cansa nunca de perdonar, somos nosotros los que nos cansamos de acudir a su misericordia. Aquel que nos invitó a perdonar «setenta veces siete» (Mt 18,22) nos da ejemplo: Él perdona setenta veces siete. Nos vuelve a cargar sobre sus hombros una y otra vez” (Eg, 2).

¿Para qué el perdón de los pecados? ¿No es sólo para la conciencia tranquila o la búsqueda de coherencia al ser agentes de pastoral? El perdón es mucho más profundo: devuelve la dignidad que el pecado arrebata al hombre y que poco a poco lo sumerge en un sentimiento de indignidad, de vergüenza y finalmente de desesperación. Ante esto, el Santo Padre y la Iglesia nos recuerdan: “Nadie podrá quitarnos la dignidad que nos otorga este amor infinito e inquebrantable. Él nos permite levantar la cabeza y volver a empezar, con una ternura que nunca nos desilusiona y que siempre puede devolvernos la alegría. No huyamos de la resurrección de Jesús, nunca nos declaremos muertos, pase lo que pase. ¡Que nada pueda más que su vida que nos lanza hacia adelante!” (Eg, 2)

Gracias a este encuentro con Dios y su amor, nos liberamos de nuestra conciencia aislada y de la autorreferencialidad. “Llegamos a ser plenamente humanos cuando somos más que humanos, cuando le permitimos a Dios que nos lleve más allá de nosotros mismos para alcanzar nuestro ser más verdadero. Allí está el manantial de la acción evangelizadora. Porque, si alguien ha acogido ese amor que le devuelve el sentido de la vida, ¿cómo puede contener el deseo de comunicarlo a otros?” (Eg, 8)

3. Estando con Él perseveramos con alegría

Pudiera parecer que la alegría que es mencionada a lo largo de la Evangelii gaudium y del Mensaje DOMUND 2014 es algo que muy difícilmente se alcanza o que se llega a ella después de una labor extenuante, por lo que el Papa, aunque tampoco dice que es algo simple, muestra que es más sencillo de lo que a primera vista parece. Además, señala como tentación precisamente colocar la alegría del Evangelio como algo inalcanzable:

“La tentación aparece frecuentemente bajo forma de excusas y reclamos, como si debieran darse innumerables condiciones para que sea posible la alegría” (Eg, 7).

La alegría es más bien un camino que se recorre continuamente, sin embargo, nunca es el mismo; la alegría del Evangelio es siempre nueva, siempre fresca, y por eso no es posible agotarla. “Jesucristo también puede romper los esquemas aburridos en los cuales pretendemos encerrarlo y nos sorprende con su constante creatividad divina. Cada vez que intentamos volver a la fuente y recuperar la frescura original del Evangelio, brotan nuevos caminos, métodos creativos, otras formas de expresión, signos más elocuentes, palabras cargadas de renovado significado para el mundo actual. En realidad, toda auténtica acción evangelizadora es siempre «nueva»” (Eg 11).

De esta manera es posible “perseverar” en la alegría. Es interesante el que se genere una dinámica circular: el amor recibido nos llena de alegría y esta alegría nos impulsa a compartir el amor. “El discípulo del Señor persevera con alegría cuando está con Él, cuando hace su voluntad, cuando comparte la fe, la esperanza y la caridad evangélica” (Mensaje, 5). Así, la alegría del Evangelio no es sólo una “felicidad” desencarnada, sino una forma de vivir compartiendo generosamente nuestra vida con los demás.

Conclusiones

En esta Jornada DOMUND el Papa es claro y directo: “La alegría del Evangelio nace del encuentro con Cristo y del compartir con los pobres” (Mensaje, 4). Así que, sin rodeos, nos invita a participar de esta alegría de estas dos formas concretas de vivir la generosidad:

• entregando la propia vida: “«Dios ama al que da con alegría» (2Co 9,7). La Jornada Mundial de las Misiones es también un momento para reavivar el deseo y el deber moral de la participación gozosa en la misión ad gentes” (Mensaje, 5);

• pero también con la solidaridad como signo de oblación: “La contribución económica personal es el signo de una oblación de sí mismos, en primer lugar al Señor y luego a los hermanos, porque la propia ofrenda material se convierte en un instrumento de evangelización de la humanidad que se construye sobre el amor” (Mensaje, 5).

Preguntémonos

• Las causas que pueden originar la pérdida de la alegría de evangelizar son “el corazón cómodo y avaro, la búsqueda enfermiza de placeres superficiales, la conciencia aislada”. Si bien es importante hacer un examen de conciencia personal al respecto, preguntémonos: ¿hay alguna de estas causas en nuestros proyectos pastorales, formativos o en general en nuestra forma de evangelizar?

• Es indispensable renovar constantemente el encuentro con Cristo. ¿Nuestras estructuras favorecen momentos comunitarios de este encuentro? ¿De qué formas se podría fomentar?

• “Dios ama al que da con alegría” (2Co 9,7). ¿Son la generosidad y la alegría características de nuestro ser misionero? ¿Y en la Jornada DOMUND?que hemos reflexionado? ¿Qué diferencia hay entre esta alegría a la que nos invita Lucas con las demás alegrías?

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• CIRCUNSCRIPCIONES ECLESIÁSTICAS Y ESTACIONES MISIONERAS

Las circunscripciones eclesiásticas son 10 más con respecto al año precedente, llegando a 2.966, on nuevas circunscripciones creadas en África (+4), América (+3), Europa (+2), Asia (+1). En Oceanía no se ha creado ninguna circunscripción. Las estaciones misioneras con sacerdote residente son complesivamente 2.057 (207 más con respecto al año anterior) y registran aumentos en América (+26), Asia (+391) y Europa (+8). Disminuciones en África (-204) y Oceanía (-14). Las estaciones misioneras sin sacerdote residente han aumentado en total de 2.734 unidades, alcanzando el número de 133.682. Los aumentos conciernen a todos los continentes excepto Asia (- 2.186): África (+685), América (+4.109), Europa (+79) y Oceanía (+47).

• OBISPOS

El número de los Obispos en el mundo ha aumentado de 39 unidades, alcanzando el número de 5.104. complesivamente aumentan los Obispos diocesanos mientras que los religiosos disminuyen. Los Obispos diocesanos son 3.871 (43 más con respecto al año anterior), mientras que los Obispos religiosos son 1.233 (4 menos). El aumento de los Obispos diocesanos se refiere a todos los continentes excepto Oceanía (-4): África (+13), América (+22), Asia (+11), Europa (+1). Los Obispos religiosos aumentan en África (+3), Asia (+1) y Oceanía (+1); disminuyen en América (-7) y Europa (-2).

• SACERDORTES

El número total de sacerdotes en el mundo ha aumentado de 1.643 unidades con respecto al año anterior, alcanzando una cuota de 412.236. Se señala de nuevo una disminución en Europa (- 905), mientras que los aumentos se dan en África (+761), América (+40), Asia (+1.695) y Oceanía (+52). Los sacerdotes diocesanos en el mundo han aumentado globalmente de 1.467 unidades, alcanzando el número de 277.009, con aumentos en África (+571), América (+502), Asia (+801) y Oceanía (+53) y todavía una disminución en Europa (-460). Los sacerdotes religiosos también han aumentado de 176 unidades y son 135.227. Señalan un aumento, como en los últimos años, África (+190) y Asia (+ 894), mientras que las disminuciones afectan a América (-462), Europa (-445) y Oceanía (-1).

• DIÁCONOS PERMANENTES

Los diáconos permanentes en el mundo han aumentado de 1.409 unidades, alcanzando el número de 39.564. El aumento más consistente se confirma una vez más en América (+859) y Europa (+496), seguidas por Asia (+58) y Oceanía (+1), una única disminución en África (-5). Los diáconos permanentes diocesanos en el mundo son 39.004, con un aumento total de 1.412 unidades. Crecen en todos los continentes excepto en África (-6) y Oceanía (sin variaciones): América (+863), Asia (+60), Europa (+495). Los diáconos permanentes religiosos son 560, disminuidos en 3 unidades con respecto al año anterior, con pequeños aumentos en África (+ 1), Europa (+ 1), y Oceanía (+1), disminuciones en América (-4) y Asia (-2).

• RELIGIOSOS Y RELIGIOSAS

Los religiosos no sacerdotes han disminuido globalmente de 436 unidades llegando al número de 54.665. Los aumentos se registran en África (+254), Asia (+411), Europa (+17) y Oceanía (+15). Mientras que disminuyen

LAS CIRCUNSCRIPCIONES DEPENDIENTES DE LACONGREGACIÓN PARA LA EVANGELIZACIÓN DE LOS PUEBLOS

LAS ESTADÍSTICAS DE LA IGLESIA CATÓLICA 2012

Ciudad del Vaticano (Agencia Fides) – Con motivo de la Jornada Misionera Mundial, la Agencia Fides presenta algunas estadísticas escogidas para ofrecer un cuadro panorámico de la Iglesia misionera en el mundo. Las tablas se han extraído del último «Anuario Estadístico de la Iglesia» publicado, (actualizado al día 31 de diciembre de 2010) y conciernen a los miembros de la Iglesia, sus estructuras pastorales, las actividades en el campo sanitario, asistencial y educativo. Entre paréntesis está indicada la variación, aumento (+) o disminución (-) con respecto del año anterior, según la comparación efectuada por la Agencia Fides.

• POBLACIÓN MUNDIAL

Al 31 de diciembre de 2010 la población mundial era igual a 6.848.550.000 personas, con un aumento de 70.951.000 unidades respecto al año anterior. El aumento global este año también concierne a todos los continentes: el aumento más consistente es en Asia (+40.510.000) y África (+22.144.000), seguidos por América (+5.197.000); Europa (+2.438.000) y Oceanía (+662.000).

• CATÓLICOS

En la misma fecha del 31 de diciembre de 2012, el número de católicos era igual a 1.195.671.000 unidades con un aumento total de 15.006.000 personas con respecto al año anterior. El aumento interesa a todos los continentes, y es más marcado en África (+6.140.000), América (+3.986.000) y Asia (+3.801.000); seguidos por Europa (+894.000) y Oceanía (+185.000).

El porcentaje de los católicos ha crecido globalmente del 0,04%, situándole al 17,46%. Con respecto a los continentes, se han registrado aumentos por todas partes, excepto en Europa: África (+0,21); América (+0,07); Asia (+ 0,06); Europa (-0,01); Oceanía (+0,03).

• HABITANTES Y CATÓLICOS POR SACERDOTE

El número de los habitantes por sacerdote también ha aumentado este año, complesivamente de 123 unidades, alcanzando la cuota de 13.277. La distribución por continentes ve incrementos en África (+40); América (+40); Europa (+31) y Oceanía (+57); disminuciones en Asia (-730).

El número de católicos por sacerdote ha aumentado complesivamente de 24 unidades, alcanzando el número de 2.900. Se registran aumentos en todos los continentes, mientras que la única disminución, aunque pequeña, este año también se registra en Asia: África (+64); América (+30); Asia (-1); Europa (+11); Oceanía (+17).

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• INSTITUTOS DE INSTRUCCIÓN Y EDUCACIÓN

En el campo de la instrucción y la educación la Iglesia administra en el mundo 70.544 escuelas infantiles frecuentadas por 6.478.627 alumnos; 92.847 escuelas primarias para 31.151.170 alumnos; 43.591 institutos secundarios para 17.793.559 alumnos. Además sigue 2.304.171 alumnos de las escuelas superiores y 3.338.455 estudiantes universitarios. La comparación con el año anterior muestra un aumento de las escuelas infantiles (+2.425) y una disminución de alumnos (-43.693); un ligero descenso de las escuelas primarias (-124) y un aumento de los alumnos (+178.056); aumentan los institutos de secundaria (+1.096) y sus estudiantes (+678.822); aumentan también los estudiantes de las escuelas superiores (+15.913) y los universitarios (+63.015).

• INSTITUTOS SANITARIOS, DE BENEFICIENCIA Y ASISTENCIA

Los institutos de beneficencia y asistencia administrados en el mundo por la Iglesia comprenden: 5.305 hospitales con mayor presencia en América (1.694) y África (1.150); 18.179 dispensarios, la mayor parte en América (5.762), África (5.312) y Asia (3.884); 547 leproserías distribuidas principalmente en Asia (285) y África (198); 17.223 casas para ancianos, enfermos crónicos y minusválidos la mayor parte en Europa (8.021) y América (5.650); 9.882 orfanatos de los que casi un tercio están en Asia (3.606); 11.379 jardines de infancia; 15.327 consultorios matrimoniales distribuidos en gran parte en América y (6.472); 34.331 centros de educación o reeducación social y 9.391 instituciones de otros tipos, la mayor parte en América (3.564) y Europa (3.159).

• CIRCUNSCRIPCIONES ECLESIÁSTICAS DEPENDIENTES DE LA CONGREGACIÓN PARA LLA EVANGELIZACIÓN DE LOS PUEBLOS

Las circunscripciones eclesiásticas dependientes de la Congregación para la Evangelización de los Pueblos (Cep) son en total 1.103. La mayoría están en África (502) y en Asia (476). Seguidas de América (79) y Oceanía (46).

Tablas estadísticas

Datos del último “Anuario Estadístico de la Iglesia” elaborados por la Agencia FidesEntre paréntesis se indica la variación, aumento (+) o disminución (-), respecto al año precedente.

POBLACIÓN MUNDIAL – CATÓLICOS

Continentes Población Católicos Porcentaje

África 1.015.544.000 (+ 22.144.000) 185.620.000 (+ 6.140.000) 18,28 % (+ 0,21)

América 927.021.000 (+ 5.197.000) 585.998.000 (+ 3.986.000) 63,21 % (+ 0,07)

Asia 4.156.096.000 (+ 40.510.000) 129.661.000 (+ 3.801.000) 3,12 % (+ 0,06)

Europa 713.397.000 (+ 2.438.000) 284.924.000 (+ 894.000) 39,94 % (- 0,01)

Oceanía 36.492.000 (+ 662.000) 9.468.000 (+ 185.000) 25,96 % (+ 0,03)

Total 6.848.550.000 (+ 70.951.000) 1.195.671.000 (+ 15.006.000) 17,46% (+ 0,04)

sólo en América (-261). Se confirma la tendencia de la disminución global de las religiosas (–7.436) que son complesivamente 721.935, repartidas así: este año también aumentos en África (+1.395) y Asia (+3.047), las disminuciones en América (–3.178), Europa (-8.461) y Oceanía (–239).

• INSTITUTOS SECULARES

Los miembros de los Institutos seculares masculinos son en total 747, con un aumento global de 10 unidades. A nivel continental crecen África (+3) y Europa (+17); disminuyen América (-9) y Asia (-1), Oceanía sin variaciones.

Los miembros de los Institutos seculares femeninos en cambio han disminuido también este año, complesivamente de 207 unidades, por un total de 26.053 miembros. Aumentando en África (+14), Asia (+32) y Oceanía (+5), mientras que los demás continentes están en disminución: América (-84) y Europa (-174).

• MISIONEROS LAICOS Y CATEQUISTAS

El número de Misioneros laicos en el mundo es de 335.502 unidades, con un aumento global de 15.276 unidades y aumentos en África (+1.135), América (+14.655), Europa (+1.243) y Oceanía (+62); la única disminución en Asia (-1.819).

Los Catequistas en el mundo han aumentado en total de 9.551 unidades alcanzando una cuota de 3.160.628. Los aumentos se registran en América (+43.619), Europa (+5.077) y Oceanía (+393). Mientras que las disminuciones en África (-29.405) y Asia (-10.133).

• SEMINARISTAS MAYORES

El número de seminaristas mayores, diocesanos y religiosos, también ha aumentado este año. Globalmente son 1.012 más los candidatos al sacerdocio, que han alcanzado el número de 118.990. Los aumentos como ya ocurrió en años anteriores se registran en África (+752) y en Asia (+513), a los que se añade este año América (+29), mientras que disminuyen también este año en Europa (-282). Oceanía no registra cambios.

Los seminaristas mayores diocesanos son 71.974 (+755 con respecto al año anterior) y los religiosos 47.016 (+257). Para los seminaristas diocesanos los aumentos se refieren a África (+545), América (+136) y Asia (+538), las disminuciones se dan en Europa (-442) y Oceanía (-22). Los seminaristas religiosos aumentan en África (+207), Europa (+160) y Oceanía (+22) y disminuyen en América (-107) y Asia (-25).

• SEMINARISTAS MENORES

El número total de seminaristas menores, diocesanos y religiosos, ha disminuido de 1.683 unidades, alcanzando el número de 102.308. Han aumentados complesivamente en África (+213) y Asia (+400), mientras que han disminuido en América (-1.033), Europa (- 1.206) y Oceanía (-57).

Los seminaristas menores diocesanos son 78.007 (-1.135) y los religiosos 24.301 (-548). Para los seminaristas diocesanos la disminución se registra en América (-704), Europa (-855) y Oceania (-67), mientras que crecen en África (+75) y Asia (+416). En cambio los seminaristas religiosos están en disminución en América (-329), Asia (-16) y Europa (- 351), mientras que crecen en África (+138) y Oceanía (+10).

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HABITANTES/CATÓLICOS POR SACERDOTE

Continentes Habitantes por sacerdote Católicos por sacerdote

África 27.062 (+ 40) 4.946 (+ 64)

América 7.561 (+ 40) 4.779 (+ 30)

Asia 48.672 (- 730) 2.269 (- 1)

Europa 3.752 (+ 31) 1.498 (+ 11)

Oceanía 7.578 (+ 57) 1.965 (+ 17)

Total 13.277 (+ 123) 2.900 (+ 24)

CIRCUNSCRIPCIONES ECLESIÁSTICAS - ESTACIONES MISIONERAS

ContinentesCircunscripciones

eclesiásticasEstaciones Misioneras

con sacerdote residenteEstaciones Misioneras

sin sacerdote residente

África 525 (+ 4) 360 (- 204) 74.380 (+ 685)

América 1.081 (+ 3) 239 (+ 26) 18.445 (+ 4.109)

Asia 531 (+ 1) 1.388 (+ 391) 39.856 (- 2.186)

Europa 750 (+ 2) 45 (+ 8) 158 (+ 79)

Oceanía 79 (=) 25 (- 14) 843 (+ 47)

Total 2.966 (+ 10) 2.057 (+ 207) 133.682 (+ 2.734)

OBISPOS

Continentes Total Obispos Obispos Diocesanos Obispos Religiosos

África 697 (+ 16) 503 (+ 13) 194 (+ 3)

América 1.914 (+ 15) 1.351 (+ 22) 563 (- 7)

Asia 758 (+ 12) 559 (+ 11) 199 (+ 1)

Europa 1.606 (- 1) 1.374 (+ 1) 232 (- 2)

Oceanía 129 (- 3) 84 (- 4) 45 (+ 1)

Total 5.104 (+ 39) 3.871 (+ 43) 1.233 (- 4)

SACERDOTES

Continentes Total Sacerdotes Sacerdotes Diocesanos Sacerdotes Religiosos

África 37.527 (+ 761) 25.434 (+ 571) 12.093 (+ 190)

América 122.607 (+ 40) 81.913 (+ 502) 40.694 (- 462)

Asia 57.136 (+ 1.695) 33.318 (+ 801) 23.818 (+ 894)

Europa 190.150 (- 905) 133.537 (- 460) 56.613 (- 445)

Oceanía 4.816 (+ 52) 2.807 (+ 53) 2.009 (- 1)

Total 412.236 (+ 1.643) 277.009 (+ 1.467) 135.227 (+ 176)

DIÁCONOS PERMANENTES

ContinentesTotal

Diáconos permanentesDiáconos permanentes

DiocesanosDiáconos permanentes

Religiosos

África 401 (- 5) 378 (- 6) 23 (+ 1)

América 25.441 (+ 859) 25.235 (+ 863) 206 (- 4)

Asia 224 (+ 58) 190 (+ 60) 34 (- 2)

Europa 13.151 (+ 496) 12.857 (+ 495) 294 (+ 1)

Oceanía 347 (+ 1) 344 (=) 3 (+ 1)

Total 39.564 (+ 1.409) 39.004 (+ 1.412) 560 (- 3)

RELIGIOSOS (NO SACERDOTES) Y RELIGIOSAS

Continentes Religiosos no sacerdotes Religiosas

África 8.564 (+ 254) 66.375 (+ 1.395)

América 16.531 (- 261) 195.198 (- 3.178)

Asia 10.461 (+ 411) 165.308 (+ 3.047)

Europa 17.669 (+ 17) 286.042 (- 8.461)

Oceanía 1.440 (+ 15) 9.012 (- 239)

Total 54.665 (+ 436) 721.935 (- 7.436)

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MIEMBROS DE INSTITUTOS SECULARES

ContinentesMiembros de Institutos Seculares

MasculinosMiembros de Institutos Seculares

Femeninos

África 84 (+ 3) 782 (+ 14)

América 244 (- 9) 5.782 (- 84)

Asia 41 (- 1) 1.881 (+ 32)

Europa 377 (+ 17) 17.560 (- 174)

Oceanía 1 (=) 48 (+ 5)

Total 747 (+ 10) 26.053 (- 207)

MISIONEROS LAICOS, CATEQUISTAS

Continentes Misioneros laicos Catequistas

África 6.372 (+ 1.135) 397.383 (- 29.405)

América 300.718 (+ 14.655) 1.886.068 (+ 43.619)

Asia 21.726 (- 1.819) 304.774 (- 10.133)

Europa 6.334 (+ 1.243) 556.528 (+ 5.077)

Oceanía 352 (+ 62) 15.875 (+ 393)

Total 335.502 (+ 15.276) 3.160.628 (+ 9.551)

SEMINARISTIAS MAYORES – DIOCESANOS Y RELIGIOSOS

Continentes Total Seminaristas MayoresSeminaristas Mayores

DiocesanosSeminaristas Mayores

Religiosos

África 26.924 (+ 752) 18.094 (+ 545) 8.830 (+ 207)

América 36.471 (+ 29) 24.350 (+ 136) 12.121 (- 107)

Asia 33.971 (+ 513) 16.037 (+ 538) 17.934 (- 25)

Europa 20.564 (- 282) 12.821 (- 442) 7.743 (+ 160)

Oceanía 1.060 (=) 672 (- 22) 388 (+ 22)

Total 118.990 (+ 1.012) 71.974 (+ 755) 47.016 (+ 257)

SEMINARISTIAS MENORES – DIOCESANOS Y RELIGIOSOS

Continentes Total Seminaristas MenoresSeminaristas Menores

DiocesanosSeminaristas Menores

Religiosos

África 52.140 (+ 213) 45.713 (+ 75) 6.427 (+ 138)

América 14.021 (- 1.033) 9.869 (- 704) 4.152 (- 329)

Asia 24.930 (+ 400) 15.761 (+ 416) 9.169 (- 16)

Europa 10.968 (- 1.206) 6.468 (- 855) 4.500 (- 351)

Oceanía 249 (- 57) 196 (- 67) 53 (+ 10)

Total 102.308 (- 1.683) 78.007 (- 1.135) 24.301 (- 548)

ESCUELAS Y ALUMNOS

Continentes INFANTILInstitutos

INFANTILAlumnos

PRIMARIAInstitutos

PRIMARIAAlumnos

SECUND.Institutos

SECUND.Alumnos

SUPERIORAlumnos

UNIVERSIDADAlumnos

África 13.600 1.277.500 34.238 15.821.318 11.477 4.540.937 88.359 106.170

América 17.502 1.409.609 23.624 6.765.994 11.665 3.868.129 795.114 2.183.646

Asia 13.935 1.761.085 15.877 5.023.844 10.015 5.291.981 1.135.721 490.730

Europa 23.963 1.923.441 15.812 2.845.993 9.750 3.666.414 270.471 541.714

Oceanía 1.544 106.992 3.296 694.021 684 426.098 14.506 16.195

Total 70.544 6.478.627 92.847 31.151.170 43.591 17.793.559 2.304.171 3.338.455

INSTITUTOS SANITARIOS, DE ASISTENCIA Y BENEFICENCIA

Continentes Hospitales Dispensarios Leproserías

Casas para ancianos, enfermos crónicos,

minusválidos

Orfanatos

Jardinesde

infancia

Consult.Matrimon.

Centros deEducación o reeduc.

OtrasInstituciones

África 1.150 5.312 198 655 1.345 1.918 1.812 2.508 1.250

América 1.694 5.762 56 5.650 2.770 3.727 6.472 14.661 3.564

Asia 1.126 3.884 285 2.346 3.606 3.175 987 4.867 1.252

Europa 1.145 2.643 5 8.021 2.078 2.458 5.787 11.720 3.159

Oceanía 190 578 3 551 83 101 269 575 166

Total 5.305 18.179 547 17.223 9.882 11.379 15.327 34.331 9391

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CIRCUNSCRIPCIONES ECLESIALES DEPENDIENTES DE LA CONGREGACIÓN PARA LA EVANGELIZACIÓN DE LOS PUEBLOS

Ciudad del Vaticano (Agencia Fides) –La Congregación para la Evangelización de los Pueblos está al servicio del Santo Padre como “centro de promoción, dirección y coordinación” sea de la obra evangelizadora de los pueblos que de la cooperación misionera en todo el mundo (cfr.¬ Ad gentes, 29; Pastor bonus, 85).

La Iglesia, fiel al mandato de Jesucristo, desde sus orígenes siempre ha anunciado el Evangelio a todas las gentes. Frente a las nuevas exigencias de la evangelización, en el siglo XVI iniciaron a darse estructuras específicas para mantener el empeño misionero. En el año de 1622 el Papa Gregorio XV fundó la “Sacra Congregación de Propaganda Fides”, asignándole la tarea de “predicar y anunciar el Evangelio y la doctrina católica en todas las misiones”, confiriéndole también el poder de la decisión necesaria para asegurar la rapidez y eficacia de esta gran tarea.

El Papa Urbano VIII fundó en el 1627 el Colegio Urbano de Propaganda Fide, para la formación del clero secular para las misiones, y la tipografía Poliglota para imprimir documentos y textos en las diversas lenguas de los pueblos.

La Constitución Apostólica “Pastor bonus” de Juan Pablo II ha confirmado el principio general de la jurisdicción, enunciado por el Concilio Vaticano II (cfr. Ad gentes, 29), que afirma: “Corresponde a la Congregación dirigir y coordinar en todo el mundo, la obra de evangelización de los pueblos y la cooperación misionera” (85).

Entre los objetivos principales del Dicasterio Misionero: asegurar una adecuada distribución de los misioneros; cuidar la formación del clero secular y de los catequistas; confiar a Institutos, Sociedades religiosas o Iglesias particulares, la evangelización de los territorios de misión.

Total de las Circunscripciones dependientes de la CEP 1.103

Continentes AD D AT VA PA M AA OM TOTAL

África 91 383 - 20 4 1 - 3 502

América 7 27 - 42 1 2 - - 79

Asia 76 338 1 17 34 3 5 2 476

Oceanía 11 31 - - 1 2 - 1 46

Total 185 779 1 79 40 8 5 6 1103

Leyenda: Arquidiócesis (AD), Diócesis (D), Abadías territoriales (AT), Vicariatos apostólicos (VA), Prefecturas apostólicas (PA),

Administraciones apostólicas (AA), Misiones sui juris (M), Ordinariados militares (OM).

Especial a cargo de S.L. - Agencia Fides 21/10/2012

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“La Jornada Mundial de las Misiones es también un momento para reavivar el deseo y el deber moral de la participación gozosa en la misión ad gentes”.

Francisco, Mensaje Domund 2014, 5.

REFLEXIÓN SOBRE LAACTITUD DE COMPARTIR

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La originalidad del cristiano no está en el dar sino en el compartir. Cuando san Pablo les recuerda a los corintios que “Dios ama al que da con alegría” (2Cor 9,7) no se está refiriendo a la acción unilateral de dar sino a la actitud de compartir, que implica necesariamente una reciprocidad profunda. Esta percepción de las palabras de Pablo no es mera ocurrencia; así parece deducirse del contexto amplio que abarca

desde 2Cor 8,1 hasta 9,15. Veamos de qué características rodea Pablo la generosidad para que ésta realmente sea cristiana.

1. Ayudar es mucho más que dar

Es muy común confundir filantropía con amor cristiano, reduciendo éste a un tipo de lástima o de autocomplacencia; dicha actitud, en tiempo de san Pablo, se veía como lo más normal. De ahí que el punto de partida para la generosidad no sea la abundancia personal sino la necesidad de los hermanos; es decir, desde la perspectiva cristiana, la raíz de la ayuda no está en quien da sino en quien necesita.

Esto provoca, en segundo lugar, que la ayuda sea un servicio. Cuando el apóstol señala la iniciativa que han tenido los corintios afirma: “[…] nos pedían con mucha insistencia la gracia de participar en este servicio” (8,4). Además podemos señalar que la ayuda se percibe como un servicio; es decir, lo que se hace está en favor de la construcción de la comunidad. Pablo no deja ninguna duda, pues cuando habla de servicio utiliza el término ‘diaconía’ (v. 4). En la perspectiva paulina, el servicio, si bien afecta directamente a una persona, está en función de construir la comunidad, de mantenerla en comunión. De ahí que la ayuda, más que suscitar compromisos personales, genera —y supone— amor a la comunidad. Hasta podríamos decir que el beneficiado no queda en deuda con individuos sino con comunidades enteras.

Un tercer elemento que hace que una ayuda sea cristiana está en relación con las motivaciones. El cristiano sabe que la entrega del Señor Jesucristo subyace a su ayuda: “Pues conocen la generosidad de nuestro Señor Jesucristo, el cual, siendo rico, por ustedes se hizo pobre a fin de enriquecerlos con su pobreza” (8,9). La encarnación, la teología del abajamiento, le sirve a Pablo para enfatizar la entrega de la vida del Señor Jesús como principio subyacente a la generosidad material. Los cristianos tenían que aprender de la generosidad existencial del Maestro. La ayuda es valiosa no sólo por lo que se da sino por lo que significa; más aún, por los alcances que este significado puede tener. Sería como decir: “Te comparto esto y aquí va parte de mi vida”; “te comparto tal cosa, porque es una manera de compartirte mi vida”.

2. La ayuda implica también la oportunidad

Llama la atención que Pablo cuide el detalle de la oportunidad de la ayuda: “[…] ya desde el año pasado han sido los primeros no sólo en hacer la colecta, sino también en tomar la iniciativa; ahora llévenla también a cabo, de forma que a su prontitud en la iniciativa corresponda la realización conforme a sus posibilidades” (8,10-11). Está claro que para el apóstol una característica fundamental de la ayuda es que ésta sea oportuna; no basta con la iniciativa, hay que llevarla a término oportunamente. Esto tiene coherencia, por un lado, con el hecho de que el sentido de la ayuda no es la autocomplacencia del que ayuda sino la necesidad del otro. Por otro lado, la oportunidad de la ayuda recuerda a los lectores de la Primera carta a los corintios que la colaboración no es un elemento aislado de las demás acciones comunitarias; es, en todo caso, el elemento culminante. Pablo, pues, les pide que no dejen las cosas a medias, en sólo buenos deseos; les recomienda a los corintios que lleguen a la solidaridad como punto culminante de la vida comunitaria.

3. Es una ayuda organizada

La ayuda tiene que ser organizada, de lo contrario se puede prestar a excesos. Pablo no descuida este detalle: “[…] rogamos a Tito llevara a buen término entre ustedes esta generosidad, tal como la había comenzado” (8,6). Pablo insiste en las características de esta persona. En primer lugar, Tito tiene el mismo interés que los donantes (v. 16); no es ajeno a la generosidad e intenciones con las que los corintios están haciendo la colecta; están en la misma sintonía. El apóstol aprovecha, incluso, para mencionar a un personaje anónimo que —junto con Tito— se encargará de la colecta.

La participación de estos colaboradores de Pablo corresponde a la seriedad de la empresa, así como para evitar sospechas (vv. 20-21). Y es que, en todo grupo humano, las acciones siempre admiten, por lo menos, dos lecturas o interpretaciones. Aunque la colecta sea algo admitido y querido por los corintios, tienen derecho a que se haga de la mejor manera. Quizás, por lo mismo, Pablo no escatima elogios para Tito y sus acompañantes: son llamados colabores y hermanos (vv. 18.23), tienen el respaldo de la comunidad (v. 19), tienen la confianza de los dirigentes y de la comunidad (v. 22).

Pablo no desconfía de todos los donantes; esa no es la razón principal por la que envía a sus colaboradores. Más bien reconoce el esfuerzo de los corintios y aprecia su generosidad, aunque es consciente de que puede haber algunos que podrían padecer de tacañería (9,5). Él mismo reconoce que aquellas comunidades son, en general, suficientemente maduras: “[…] en cuanto a este servicio en favor de los santos, me es superfluo escribirles. Conozco en efecto su prontitud de ánimo […] No obstante, les envío a los hermanos […]” (9,3).

4. “[…] de acuerdo a las propias posibilidades”

Es cierto que la ayuda debe ser generosa y oportuna, pero siempre de acuerdo a las posibilidades propias. San Pablo deja muy claro este criterio, pues es un auténtico pastor, no un manipulador. Este elemento aparece diseminado en varios versículos; esto indica su importancia. Así, como señalábamos anteriormente, la oportunidad y urgencia no indican espontaneidad ingenua. El apóstol les insiste en que ayuden con urgencia, pero no irracionalmente. Para dejar claro esto se ofrece, como primer elemento, la comprensión de los beneficiados: “[…] cuando hay buena voluntad, es bien acogida por lo que se tiene, no por lo que no se tiene” (8,12). Siempre habrá por parte de quienes solicitan ayuda una tentación permanente: sentir y pensar que los otros deben darles hasta “lo que no tienen”; ante este riesgo, Pablo presenta el principio de que se debe ayudar de acuerdo a lo que se tiene; los beneficiarios deben apreciar la ayuda desde este mismo principio.

El texto ofrece otro principio: “[…] no se trata de que pasen apuros para que otros tengan abundancia, sino de procurar la igualdad” (v. 13). La finalidad principal de la ayuda es ir teniendo unas comunidades en donde se vaya haciendo realidad la fraternidad, la igualdad de las personas. De ahí que Pablo insista en que, si el bienestar de algunos provoca que otros —los que ayudan— se hagan más pobres, la ayuda no es cristiana.

La insistencia de Pablo en la igualdad (v. 14) permite remarcar que la finalidad de la colaboración es ayudar, no fomentar la vida placentera de los demás; se ayuda para una necesidad, no para el gozo indiscriminado a costa del sufrimiento —y hasta de la pobreza— de quienes generosamente proporcionan parte de sus bienes. Se ayuda ante y para una necesidad, no para el sostenimiento de una vida de lujos que atenta contra la generosidad auténtica de quienes comparten de lo que tienen.

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5. Todos resultan beneficiados

La necesidad transparente del otro es una oportunidad para crecer en la solidaridad, pues “[…] el que siembra con mezquindad, cosechará también con mezquindad […]” (9,6). De este modo, resulta beneficiado —simultáneamente— el que recibe y el que da. Pero para esto es necesario dar de corazón.

Tengamos presente que el corazón no es el lugar de los sentimientos sino el conjunto de capacidades que todo ser humano tiene a su alcance para realizar acciones que realmente valgan la pena. Al que da de corazón, poniendo en juego todas sus capacidades, es precisamente a quien Dios ama, pues en gran parte esto significa dar con alegría. Pero quien da de corazón no es el único beneficiado; el que recibe la ayuda, al percibir que la otra persona dio con todas sus capacidades, no tiene otra alternativa que entrar al círculo virtuoso de la solidaridad. Y entonces la ayuda, del tipo y del tamaño que sea, construye una comunidad de hermanos.

6. Conclusiones y propósitos

Hagamos el firme propósito de que la ayuda que practicamos sea realmente cristiana; que no la confundamos con filantropía; que la percibamos como un servicio mutuo, con razones profundas, para construir la comunidad. Reflexionemos sobre la importancia de que la ayuda sea oportuna, pues la necesidad, al ser siempre un hermano quien la padece, es sagrada. Que nunca veamos la colaboración como una acción aislada —o incluso contraria— a los demás valores del Evangelio.

Descubramos la importancia de que la ayuda sea suficientemente organizada; no por desconfianza hacia los donantes o beneficiados sino, sobre todo, para que no se diluya —ni en lo más mínimo— su alcance y sentido.Interioricemos con honestidad que la ayuda siempre debe ser de acuerdo a las posibilidades de cada quien, pues lo que nos interesa es la construcción de comunidades de hermanos.

Que el Señor nos conceda saber ayudar con generosidad, pero sin apresuramientos ingenuos ni intenciones equivocadas. Pero que al mismo tiempo, el Señor Jesús nos conceda pedir colaboración porque queremos trabajar y servir más en fidelidad al Evangelio, y nunca, ¡nunca!, porque queremos vivir mejor, con más comodidades y privilegios, a costa del empobrecimiento de nuestros hermanos.

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EUCARISTÍA PARA EL DOMINGO MUNDIAL DE LAS MISIONES

Monitor: Buenos días, hoy celebramos el Domingo Mundial de las Misiones (DOMUND), en este día renovamos el compromiso misionero que tenemos todos los bautizados, de todos los que hemos recibido el don de la fe. El Papa Francisco nos ha dicho que la fe “es un don que no se puede conservar para uno mismo, sino que debe ser compartido”. También nos dice en el Mensaje para el DOMUND que una comunidad madura en la fe es siempre misionera. Por eso, hoy presentamos al Padre la ofrenda de nuestras vidas y esfuerzos a favor de la Misión.

Ritos iniciales

Saludo

S: En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.P: Amén.S: La gracia de nuestro Señor Jesucristo, el amor del Padre y la comunión del Espíritu Santo estén con todos ustedes.P: Y con tu Espíritu.

Acto penitencial

S: Jesucristo, el justo, intercede por nosotros y nos reconcilia con el Padre. Abramos, pues, nuestro corazón al arrepentimiento, para acercarnos a la mesa del Señor.S: Tú que eres el camino que conduce al Padre: Señor, ten piedad.P: Señor, ten piedad.S: Tú que eres la verdad que ilumina a los pueblos: Cristo, ten piedad.P: Cristo, ten piedad.S: Tú que eres la vida que renueva el mundo: Señor, ten piedad.P: Señor, ten piedad.S: Dios todopoderoso tenga misericordia de nosotros, perdone nuestros pecados y nos lleve a la vida eterna.P: Amén.

Gloria

Oración Colecta

S: Oremos. Señor y Dios nuestro, que has querido que tu Iglesia sea sacramento de salvación para todos los hombres, a fin de que la obra redentora de tu Hijo perdure hasta el fin de los tiempos, haz que tus fieles caigan en la cuenta de que están llamados a trabajar por la salvación de los demás, para que todos los pueblos de la tierra formen una sola familia y surja una humanidad nueva en Cristo nuestro Señor, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.P: Amén.

Liturgia de la Palabra

Monitor: La fuerza de la oración de Moisés se manifiesta en beneficio del Pueblo de Israel, pero no lo hace solo, sino en cooperación con sus compañeros y el Pueblo.

Primera lecturaLectura del libro del profeta Isaías: 56,1.6-7

Esto dice el Señor: “Velen por los derechos de los demás, practiquen la justicia, porque mi salvación está a punto de llegar y mi justicia a punto de manifestarse. A los extranjeros que se han adherido al Señor para servirlo, amarlo y darle culto, a los que guardan el sábado sin profanarlo y se mantienen fieles a mi alianza, los conduciré a mi monte santo y los llenaré de alegría en mi casa de oración. Sus holocaustos y sacrificios serán gratos en mi altar, porque mi templo será la casa de oración para todos los pueblos”. Palabra de Dios. P: Te alabamos Señor.

Salmo responsorialDel Salmo 66

R/. Que todos los pueblos conozcan tu bondad.Ten piedad de nosotros y bendícenos; vuelve, Señor, tus ojos a nosotros. Que conozca la tierra tu bondad y los pueblos tu obra salvadora. R/.Las naciones con júbilo te canten, porque juzgas al mundo con justicia; con equidad tú juzgas a los pueblos y riges en la tierra a las naciones. R/.La tierra ha producido ya sus frutos, Dios nos ha bendecido. Que nos bendiga Dios y que le rinda honor el mundo entero. R/.

Monitor: La fe recibida no es para quedársela estérilmente, sino para compartirla a todos siempre.

Segunda lecturaLectura de la primera carta del apóstol san Pablo a Timoteo: 2,1-8

Te ruego, hermano, que ante todo se hagan oraciones, plegarias, súplicas y acciones de gracias por todos los hombres, y en particular, por los jefes de Estado y las demás autoridades, para que podamos llevar una vida tranquila y en paz, entregada a Dios y respetable en todo sentido. Esto es bueno y agradable a Dios, nuestro salvador, pues Él quiere que todos los hombres se salven y todos lleguen al conocimiento de la verdad, porque no hay sino un sólo Dios y un sólo mediador entre Dios y los hombres, Cristo Jesús, hombre Él también, que se entregó como rescate por todos.

Él dio testimonio de esto a su debido tiempo y de esto yo he sido constituido, digo la verdad y no miento, pregonero y apóstol para enseñar la fe y la verdad. Quiero, pues, que los hombres, libres de odios y divisiones, hagan oración dondequiera que se encuentren, levantando al cielo sus manos puras. Palabra de Dios.P: Te alabamos Señor.

Monitor: La fe implica nunca desfallecer en la oración, ni perder la esperanza en la justicia de Dios, ya que Él siempre nos escucha.

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Aclamación(Mt 28,19.20)

R/. Aleluya, aleluya.Vayan y enseñen a todas las naciones, dice el Señor, y sepan que yo estaré con ustedes todos los días hasta el fin del mundo. R/.

EvangelioLectura (Proclamación) del santo Evangelio según san Mateo: 28,16-20

En aquel tiempo, los once discípulos se fueron a Galilea y subieron al monte en el que Jesús los había citado. Al ver a Jesús, se postraron, aunque algunos titubeaban. Entonces, Jesús se acercó a ellos y les dijo: “Me ha sido dado todo poder en el cielo y en la tierra. Vayan, pues, y enseñen a todas las naciones, bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándolas a cumplir todo cuanto yo les he mandado; y sepan que yo estaré con ustedes todos los días, hasta el fin del mundo”. Palabra del Señor.P: Gloria a ti Señor Jesús.

Homilía

CredoDel Ordinario de la Misa, Misal Romano, p. 288.

Preces

Padre de bondad, te pedimos que escuches y atiendas las súplicas que tu pueblo te dirige con fe y esperanza. Padre, escúchanos.1. 1Por la Iglesia, para que sea verdaderamente sacramento de salvación para el mundo, y trabaje incansablemente

en el anuncio de la Buena Nueva.

2. Por el Santo Padre Francisco, para que su testimonio de vida nos aliente a encontrarnos con Cristo y a vivir en comunión con nuestros hermanos.

3. 3Por todas las personas del mundo, especialmente las que no te conocen, y que incluso te rechazan, para que abras su mente y su corazón a tu Palabra, Jesucristo.

4. Por los gobernantes y quienes manejan el poder económico y social, para que, iluminados por tu amor, promuevan la justicia, el desarrollo humano y la paz.

5. Por los pueblos y culturas que no han oído aún el Evangelio, para que suscites misioneros en medio de tu Pueblo, que con valentía hagan entrega generosa de sí mismos.

6. Por todos los misioneros, para que lleguen a ser testigos fieles de tu amor, y con esperanza planten la semilla del Evangelio, en todos los lugares donde se encuentren.

7. Por todos nosotros, para que ampliemos los límites de nuestra fe, y asumamos con un corazón universal el compromiso misionero de nuestro bautismo saliendo al encuentro del otro.

8. Por todos los hombres y mujeres de la tierra, para que en el ejemplo de la Santísima Virgen María encontremos caminos para ser auténticos discípulos y misioneros tuyos.

S: Padre bueno, escucha las súplicas que tu Pueblo te hace confiando en tu amor, te lo pedimos por Jesucristo nuestro Señor. P: Amén.

Liturgia EucarísticaDel Ordinario de la Misa, Misal Romano, p. 292.

Oración sobre las ofrendas…

Señor, como aceptaste la gloriosa pasión de tu Hijo, dígnate aceptar también por la salvación del mundo los dones y plegarias de tu Iglesia. Por Jesucristo nuestro Señor.P: Amén.

Prefacio Dominical VIIILa Iglesia unificada por virtud y a imagen de la Trinidad

S: El Señor esté con ustedesP: Y con tu Espíritu.S: Levantemos el corazón.P: Lo tenemos levantado hacia el Señor.S: Demos gracias al Señor, nuestro Dios.P: Es justo y necesario.

En verdad es justo y necesario,es nuestro deber y salvación darte graciassiempre y en todo lugar,Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno.Porque has querido reunir de nuevo, por la Sangre de tu Hijoy la fuerza del Espíritu,a los hijos dispersos por el pecado;

Plegaria Eucarística III Del Ordinario de la Misa, Misal Romano, p. 386.

Rito de ComuniónDel Ordinario de la Misa, Misal Romano, p. 403.

Antifona de la comunión. Mc 16, 15.

Id por todo el mundo proclamar la Buena Nueva a todas las naciones, dice el Señor.

de este modo tu Iglesia,congregada por virtud y a imagen de la Trinidad,aparece ante el mundocomo Cuerpo de Cristo y Templo del Espíritu,para alabanza de tu infinita sabiduría.Por eso, unidos a los coros de los ángeles,te alabamos llenos de alegría:Santo, Santo, Santo

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Oración después de la comunión.

Oremos. Te pedimos, Señor, que la participación en tu mesa nos santifique y que la redención que tu Hijo consumó en la cruz, sea recibida con gozo en todo el mundo por medio del sacramento de tu Iglesia. Por Jesucristo nuestro Señor.P: Amén.

Ritos de ConclusiónDel Ordinario de la Misa, Misal Romano, p. 409.

Monitor: Que esta celebración Eucarística nos impulse a darle un sentido misionero a nuestras acciones eclesiales y a nuestra vida cotidiana; pidamos a Jesús que nos abra el corazón para ampliar los límites de nuestra fe y salgamos siempre más allá de nuestra comodidad y confort. Que seamos verdaderamente Iglesia Universal para los pueblos y culturas del mundo.

S: El Señor esté con ustedes.P: Y con tu espíritu.S: Que Dios todopoderoso os bendiga con su misericordia y os conceda la sabiduría que salva.P: Amén.S: Que aumente en vosotros la fe y os haga perseverar en las buenas obras.P: Amén.S: Que enderece hacia sí vuestro pasos y os muestre el camino del amor y de la paz.P: Amén.S: Y la bendición de Dios todopoderoso, Padre, Hijo y Espíritu Santo descienda sobre ustedes y permanezca para siempre.P: Amén.S: Que la alegría del Señor sea nuestra fuerza, podemos ir en paz.P: Demos gracias a Dios.

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Monición

“El amor de Cristo nos apremia” (2 Co.5, 14). El deber de evangelización es una urgencia de caridad para el discípulo de Cristo.

América, es el Continente de la esperanza. Asia, con el despertar emprendedor de enormes y populosos países. África, con la permanente inquietud entre los que emigran y los que luchan por abrirse camino a través de increíbles rivalidades étnicas. Oceanía, balanceándose entre el bienestar y la pobreza y Europa, que presume de civilización y ofrece interrogantes e inquietudes más que seguridad y esperanza.

En esta Hora Santa postrados ante tu divinidad Señor Jesús ponemos en tu corazón divino a cada uno de los cinco continentes, cada uno con su realidad, con sus problemas y preocupaciones, pero también con sus potencialidades, para que sean conscientes de la misión que deben vivir y realizar.

Exposición con el Sant

Canto: Altísimo Señor

Señor ante tu presencia nos encontramos, te pedimos que aumentes en cada uno de nosotros la fe para seguir caminando contigo.

Padre Nuestro… Ave María…En los cielos y en la tierra sea para siempre alabado; el corazón amoroso de Jesús sacramentado.

Postrados ante tu presencia, Señor, te pedimos para que nuestra esperanza esté llena de confianza en Ti para hacer siempre tu voluntad.

Padre Nuestro… Ave María…En los cielos y en la tierra sea para siempre alabado; el corazón amoroso de Jesús sacramentado.

Señor, ponemos en tus manos amorosas nuestra caridad, enséñanos a compartir con los demás todo lo bueno que tenemos.

Padre Nuestro… Ave María…En los cielos y en la tierra sea para siempre alabado; el corazón amoroso de Jesús sacramentado.

Canto: Mi Jesús sacramentado

En este primer momento de reflexión te pedimos por el Continente de África.

ÁFRICA

África, deriva del vocablo abriga desde el siglo XVII utilizado para designar a todo el continente. Los países del norte de África, en los primeros siglos antes de la llegada de los musulmanes, fueron a patria del monaquismo de grandes teólogos y escritores como Orígenes, Tertuliano, san Cipriano, san Agustín, además de tres Papas. Actualmente la Iglesia Católica es minoritaria en África. Tan sólo el 14% de la población es católica.

En el siglo XIX Dios suscitó grandes misioneros llegados de Azura que evangelizaron el continente africano. Entre ellos destaca Daniel Comboni.

La Iglesia de África es la más joven y creciente de todas las iglesias. Este crecimiento se realizó muchas veces en medio de luchas y persecuciones. Muchos cristianos testimoniaron su fe con el sacrificio de su vida. Hay Obispos, sacerdotes y religiosos autóctonos, también hay un gran número de laicos comprometidos y catequistas que son los principales animadores de las comunidades cristianas. Actualmente la Iglesia mantiene en el continente 640 hospitales, 5,018 dispensarios, 270 leproserías, 665 hogares para ancianas minusválidos, 791 orfanatorios y 2,036 jardines de infancia. África envía 2,585 misioneros y recibe 14,748 misioneros.

Pidamos por este gran continente, esperanza de la Iglesia y semillero de católicos comprometidos dispuestos a dar la vida por Cristo y por la evangelización de su pueblo.

Momento de silencio.

(Recordemos a tantos hermanos nuestros africanos que sufren y que han sido mártires)

San Daniel Comboni consagra su vida por África, su lema: “África o muerte”. Su plan para la evangelización por África. Su confianza total en los africanos: “Salvar a África por medio de África.

Canto: Estoy pensando en Dios.

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En este segundo momento de reflexión pidamos por nuestro continente:

AMÉRICA

La Iglesia de América llena de gozo por la fe recibida y dando gracias a Cristo por este inmenso don, ha celebrado hace poco el quinto centenario de comienzo de la predicación del Evangelio en sus tierras. Esta celebración, ayudó a los católicos americanos a ser más conscientes del deseo de Cristo de encontrarse con habitantes del nuevo mundo para incorporarlos a su Iglesia y hacerse presente de este modo en la historia del Continente.

La Evangelización de América no es sólo un don del Señor, sino también fuente de nuevas responsabilidades. Gracias a la acción de la Evangelización a lo largo y ancho de todo el continente han nacido de la Iglesia y del Espíritu, innumerables hijos.

En el pasado como en el presente continúan resonando las palabras del Apóstol: “predicar el Evangelio no es para mi un motivo de gloria, es más bien un deber que me incumbe y ay de mi si no predicara el Evangelio” (1Co 9,16). Este deber se funda en el mandato del Señor resucitado a los apóstoles antes de su ascensión al cielo “proclamad la Buena Nueva a toda la creación” (Mc 16,1).Este mandato se dirige a toda la Iglesia de América, en este preciso momento de su historia, esta llamada a acogerlo y responder con amorosa generosidad su misión fundamental evangelizadora: difundir los tesoros de la Palabra de su gracia de tus ejemplos entre los hombres es deber ser. La Evangelización es una urgencia de caridad para el discípulo de Cristo. “el amor de Cristo nos apremia” (2Co 5,14). Pidamos por nuestro continente de América para que todos los creyentes seamos testigos con la Palabra y con el ejemplo.

Momento de silencio.

Santa Rosa de Lima decía: “Cuando servimos a los pobres y a los enfermos, servimos a Jesús”; no debemos cansarnos de ayudar a nuestro prójimo porque en ellos servimos a Jesús” (Cfr. CEC 2449).

Tercer momento reflexionemos con el continente de:

EUROPALa Iglesia en Europa y la tradición cristiana es muy antigua. Comienza en los tiempos en que el Apóstol Pablo pisó tierras europeas y con la llegada del Evangelio. Nuestra querida y vieja Europa o quizá más envejecida que amada parece como si hubiera perdido su señorío de antaño para asentarse en la plácida e inoperante atalaya de la nostalgia, desde la que ninguna cosa puede verse que la sombra de un pasado que se recuerda deslumbrador en ideas y en historia.

Benedicto XVI ha repetido la advertencia acerca de la crisis de valores que está atravesando Europa y también la necesidad de que el viejo continente recupere su propia identidad. Los valores cristianos no sólo han ayudado a vivir una vida religiosa sino han inspirado los ideales democráticos de las sociedades europeas.

Juan Pablo II providencial maestro y testigo que pasea doctrina y ejemplo por todo el mundo, ha puesto en nuestras manos una Exhortación Apostólica sobre Jesucristo vivo en su Iglesia y fuente de esperanza a toda Europa. La carta del Papa no puede ser más oportuna y completa. Desde el lúcido y certero análisis de la situación de la Iglesia y de la sociedad europea y las claves con las que hay que leer los últimos acontecimientos, hasta presentar un verdadero y eficaz progreso de recuperación y hasta la misma regeneración de los que fueron los valores del viejo continente. Los europeos de hoy tienen que afirmar sus raíces y su herencia cristiana y pensar en su capacidad para seguir impulsando en el futuro esa nueva civilización de paz y bienestar en todos los órdenes de cosas, sin olvidar lo espiritual y de la que pueden participar todos los pueblos.

Es imprescindible para comprender esa carta con una dimensión de universalidad aunque con especial dedicación a Europa, no es otra cosa que un anuncio de una nueva esperanza y un claro aviso para los creyentes, nuestra esperanza es Cristo.

A la Iglesia en Europa tiene que forcejarla con no pocas debilidades, fatigas y contradicciones, pero en forma alguna no puede sucumbir ante la desesperanza. Muy al contrario, tendrá que reafirmar el compromiso con aquello que constituye su auténtica vocación. Predicar el Evangelio de la esperanza buscando la última razón

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de todo Cristo, ayudando a acercarse a Dios que se hace presente entre las cosas que viven y ocupan a los hombres. La Iglesia europea tiene una vocación universal y unos fuertes compromisos de fidelidad a sus raíces y a su historia cristiana, y el Papa con voz clara y firme nos lo ha recordado en esta Carta Ecclesia in Europa.

Recemos por el continente de Europa para que abra sus sentidos y sea impulsado por los valores cristianos que nos llevan a Dios.

Padre Nuestro… Ave María… Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo…

S. S. Juan Pablo II, ahora santo, decía: “Cristo está a lado de los pobres; no a través de la violencia, de los juegos de poder, de los sistemas políticos, sino por medio de la verdad sobre hombre, camino hacia un futuro mejor”.

Vivamos un cuarto momento recordando el continente más pequeño:

OCEANÍA

Oceanía es el continente menos poblado, tiene 3 habitantes por km 2. La población total de este continente es de 29,600,000 habitantes. La mayoría de ellos no han conocido la Buena Nueva de la Evangelización.

Los confines más alejados de nosotros, nuestros antípodas, constituye el continente de Oceanía. Allí no ha ido la fuerza del Evangelio ahí ha habido y está arraigando. Esta tierra completa la universalidad de la Iglesia. Universalidad que ha de vivir quien quiera tener despierto su espíritu misionero. El Señor a su Iglesia le dice que ha de llevar la Buena Nueva “hasta los confines de la tierra”, que no hay lugar que no esté en su intención de que tengan vida y “vida en plenitud”.

Oceanía empezó no hace mucho a seguir a Cristo y su camino. Se ha implantado la Iglesia allí. Un momento histórico para la vida de la Iglesia de Oceanía ha sido el Sínodo Episcopal de los Obispos de Oceanía que se celebró el 22 de noviembre al 12 de diciembre de 1998. Fue una fuerte cercanía de catolicidad, de comunión en la diversidad. Dijo un Obispo de Oceanía, Monseñor Cecasre Bnivento: “parecía imposible que las islas de Oceanía pudiesen ser consideradas igual que el resto de los continentes. Oceanía, ni el número de católicos, ni su reciente historia podían pretender una consideración tal”. Y sin embargo, esto sucedió gracias a la grandeza de Juan Pablo II hacia el menor considerado de los continentes.

Oceanía, tomó conciencia del gran aporte que puede dar a la Iglesia Universal cuando vio en san Pedro a todos sus Obispos reunidos en torno al Papa en una liturgia enriquecida con elementos culturales y litúrgicos típicos del continente más lejano de Roma, creía el último y el menos considerado en la gran familia católica y, sin embargo el Padre común nos ponía en el puesto de honor a la misma altura que las antiguas Iglesias de Oriente y Occidente. Desde ese momento un nuevo dinamismo ha crecido cada vez más.

Pidamos por Oceanía, que siendo el menor irrumpe con valentía los retos de la Nueva Evangelización, poniendo su fe en Dios nuestro Señor, que quiere que todos los hombres estemos reunidos en un mismo rebaño bajo un mismo Pastor.

Padre Nuestro… Ave María… Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo…

San Pedro Chanel evangelizó Oceanía, su frase era la de Cristo: “uno siembra y otro siega”; la víspera de su martirio decía: “No importa que yo muera; la religión de Cristo está ya tan arraigada en esta isla que no se extinguirá con mi muerte”.

Quinto momento, pensemos en el continente donde nació Jesús:

ASIALa historia de Asia es sumamente compleja en todos sus aspectos, también el que se refiere a la implantación de la fe católica, porque en este continente han nacido todas grandes religiones del mundo incluida la de Jesucristo.

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El marco cronológico de una historia de la Iglesia en Asia es también amplísimo desde el día de Pentecostés del año 33 de nuestra Era, hasta el momento actual, es decir, casi veinte siglos.

¿Cómo sintetizar el inmenso caudal de acontecimientos, que sucedieron en este espacio y tiempo?

Edad Antigua. La Iglesia en la entonces provincia romana de Judea y saber por los Hechos de los Apóstoles que cuando fue elegido Matías para sustituir a Judas, la comunidad estaba formada por 120 personas y que el día de Pentecostés se bautizaron millares. La primera persecución levantada contra ellos, además del protomártir Esteban, produjo la dispersión que extendió la semilla. Un grupo se fue a Damasco. Un diácono Felipe de Samaria vino y luego de la conversión con un grupo llevó el Evangelio a Asia Menor y lo predicaron por primera vez en Joppe. Pedro comprende que el cristianismo no es sólo para los judíos, aunque siguen siendo estos la inmensa mayoría entre los cristianos de primera hora.

Doce años después de la Resurrección de Cristo, la persecución de Agripa extiende el Evangelio por Fenicia, Chipre y Antioquía y parece que es entonces cuando los doce salen de Jerusalén para cumplir el mandato de por todo el mundo, un mundo que es más pequeño que el nuestro.

Como consecuencia del incansable afán viajero y apostólico de Pablo, la fe de Cristo se extiende por todo lo que hoy llamamos Oriente próximo en el que existen ahora los estados de Líbano, Siria, Israel y Jordania.

Las persecuciones de los cristianos en los primeros siglos produjeron abundantes mártires en la Iglesia de Asia. Mismos que dieron un auge en la extensión del cristianismo.

Pidamos por el Continente de Asia para que cese la violencia entre los pueblos vecinos y reconozcan al único Dios verdadero.

Padre Nuestro… Ave María… Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo…

San Juan de Brito: Cristianizó en la India donde muere martirizado.

Canto para la bendición: Bendito, bendito, bendito sea Dios

Reserva del Sant

• Bendito sea Dios.• Bendito sea su santo nombre.• Bendito sea Jesucristo verdadero Dios y verdadero hombre.• Bendito sea el nombre de Jesús.• Bendito sea su sacratísimo corazón.• Bendito sea Jesús en el Santísimo Sacramento del altar.• Bendito sea el Espíritu Santo consolador.• Bendita sea la gran madre de Dios María Santísima.• Bendita sea su Santa e Inmaculada Concepción.• Bendita sea su gloriosa Asunción.• Bendito sea el nombre de María, Virgen y Madre.• Bendito sea san José, su castísimo esposo.• Bendito sea Dios en sus ángeles y en sus santos.

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Para rezar el rosario misionero se sigue el mismo esquema de cualquier rosario, con la particularidad de que todas las intensiones van dirigidas a pedir por las misiones.

• 1º Misterio: Pidamos por África, para que pueda superar el sufrimiento provocado por el hambre, las continuas guerras y las desigualdades raciales.

• 2º Misterio: Pedimos por la Iglesia en América, para que obedientes al Maestro pueda escuchar el consejo de María, que nos dice: “Hagan lo que Él les diga”.

• 3º Misterio: Pidamos para que la Iglesia en Europa, recupere su vitalidad cristiana y misionera.

• 4º Misterio: Pidamos por todos los hombres y mujeres de Oceanía, para que escuchando la Palabra de Dios, se dejen transformar por ella.

• 5º Misterio: Pidamos por los pueblos de Asia, para que permanezcan abiertos al anuncio del Evangelio proclamado por los misioneros.

LETANÍA MISIONERA

Señor, ten piedad de nosotros Señor, ten piedad de nosotros

Jesucristo, ten piedad de nosotros Jesucristo, ten piedad de nosotros

Señor, ten piedad de nosotros Señor, ten piedad de nosotros

Jesucristo óyenos Jesucristo óyenos

Dios Padre que quieres que todos nos salvemos Ten piedad de nosotros

Dios hijo redentor del mundo, que sufriste muerte de cruz por toda la humanidad

Ten piedad de nosotros

Dios Espíritu Santo, que atraes a la humanidad al conocimiento de la verdad

Ten piedad de nosotros

Santa María Reina de las misiones Ruega por el mundo

San Pedro Ruega por el mundo

San Pablo Ruega por el mundo

San Francisco Xavier Ruega por el mundo

Sta. Teresita del niño Jesús Ruega por el mundo

San Marcos Ruega por África

San Agustín Ruega por África

Venerable Carlos de Foucald Ruega por África

Santos Mártires de Uganda Rueguen por África

Beata Clementina Anaurite Ruega por África

San Andrés Ruega por Asia

Santo Tomás Ruega por Asia

San Juan Brito Ruega por Asia

Santos Mártires de Corea Rueguen por Asia

Beatos y Santos Mártires de China y Japón Rueguen por Asia

Santa Rosa de Lima Ruega por América

San Martín de Porres Ruega por América

Santos Mártires Mexicanos Rueguen por América

San Juan Diego Ruega por América

San Felipe de Jesús Ruega por América

San Pedro Claver Ruega por América

Beato Daniel Comboni Ruega por Europa

Beato Guido Ma. Conforti Ruega por Europa

San Bonifacio de Alemania Ruega por Europa

San Agustín de Cantabria Ruega por Europa

San Leandro de Sevilla Ruega por Europa

San Pedro de Chanel Ruega por Oceanía

Padre Damián de Hancy Ruega por Oceanía

Estrella del Mar Ruega por Oceanía

Beatos y Santos Las Innumerables Islas Rueguen por Oceanía

Cordero de Dios que quitas el pecado del mundo Perdónanos, Señor

Cordero de Dios que quitas el pecado del mundo Escúchanos, Señor

Cordero de Dios que quitas el pecado del mundo Ten piedad y misericordia de nosotros

ORACIÓN FINAL

Mira la abundancia de tu mies y envíale operarios para que anuncien el Evangelio a toda Criatura; y todo pueblo, congregado por la palabra que da vida y sostenido con la fuerza de los sacramentos, avance por el camino de la salvación y del amor. Por nuestro Señor Jesucristo tu hijo que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo, por los siglos de los siglos. AMÉN

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Oración inicial

Señor Jesús, Tú que recorriste el camino del Calvario, para redimirnos con amor infinito del pecado, te rogamos nos des la gracia de meditar con verdadero espíritu de fe todo lo que padeciste y, nos concedas por este acto de amor, que la celebración de la Jornada Misionera Mundial sea ocasión de un renovado empeño misionero; pues reconocemos que la fe no es un bien exclusivo de quienes tenemos la gracia de haberlo recibido, sino que es un don que debemos compartir, una buena noticia que es preciso comunicar, como Tú nos lo anunciaste. Que la participación de tu pasión y muerte, nos revelen la verdad de Dios y del hombre, partícipe de tu vocación-misión.

En cada estación:

a) Se anuncia la estación.b) Se dice:

V. ¡Te adoramos, Cristo, y te bendecimos! T. Porque por tu Santa Cruz redimiste al mundo y a mi pecador.

c) Se medita brevemente sobre la estación proclamada.d) Se hace un espacio de silencio.e) Se realiza la oración propuesta de forma comunitaria.f) Se pueden rezar un Padre Nuestro, un Avemaría y Gloria.g) Al finalizar se dice:

V. ¡Señor, ten misericordia de nosotros! T. Porque hemos pecado contra Ti.

h) Se pasa a la siguiente estación.

1ª Estación. Jesús es condenado a muerte

“Era el día de la Preparación de la Pascua, hacia el medio día. Dijo Pilato a los judíos: ‘Aquí tienen a su rey’. Ellos gritaron: ‘¡Fuera, fuera! ¡Crucifícalo!’. Replicó Pilato: ‘¿A su rey voy a crucificar?’. Contestaron los sumos sacerdotes: ‘No tenemos más rey que el César’. Entonces se los entregó para que fuera crucificado”. (Jn 19,14-16)

La Misión de Jesús culmina entregando su vida por todos. Como él muchos discípulos misioneros entregan generosamente su vida en la Misión, incluso hasta el martirio. Pidamos por todos ellos.

2ª Estación. Jesús toma la cruz en sus hombros

“Tomaron pues a Jesús que, cargando con su cruz, salió hacia el lugar llamado Calvario, que en hebreo se dice Gólgota”. (Jn 19,17)

La cruz de Jesús no es impuesta, él la asume voluntariamente y con ella se dirige a su destino. Pidamos fortaleza al Espíritu Santo, para tomar nuestra cruz con valor y, con ella, seguir a Jesús.

3ª Estación. Jesús cae por primera vez

“Llamando a la gente a la vez que a sus discípulos, les dijo: ‘Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame. Porque quien quiera salvar su vida, la perderá; pero quien pierda su vida por mí y por el Evangelio, la salvará’”. (Mc 8,34-35)

Todos caemos, a lo largo de nuestra vida, seguir a Jesús es también saber levantarse de las caídas y continuar el camino de la cruz. Pidamos luz para reconocer nuestras faltas y errores en el seguimiento de Jesús.

4ª Estación. Jesús encuentra a María, su Madre

“Estaba él hablando así, cuando una mujer de entre la gente dijo en voz alta: ‘¡Dichoso el seno que te llevó y los pechos que te criaron!’. Pero él dijo: ‘Dichosos más bien los que oyen la palabra de Dios y la guardan”. (Lc 11,27-28)

Para el discípulo de Jesús, María es modelo y al mismo tiempo inspiración. Como ella, seamos dóciles a la Palabra del Señor y dejemos que se encarne en nuestra realidad.

5ª Estación. Simón Cirineo ayuda a Jesús a llevar la cruz

“Simón de Cirene, el padre de Alejandro y de Rufo, que volvía del campo y pasaba por allí, fue obligado a cargar con su cruz”. (Mc 15,21)

Muchos cooperan con la Misión, a veces por situaciones humanas, desde afuera, sin comprometerse a fondo con ella. Pidamos por todos los bautizados que, ahogados en el secularismo, participan en la Iglesia desde afuera, para que descubran la alegría de seguir a Jesús.

6a Estación. Verónica enjuga el rostro de Jesús

“Del mismo modo que muchos quedaron asombrados al verlo –pues tan desfigurado estaba que no parecía un hombre, ni su apariencia era humana-, así se admirarán muchas naciones; ante él cerrarán los reyes la boca, pues verán lo que nunca les contaron y descubrirán lo que nunca oyeron”. (Is 52, 14-15)

El rostro de Jesús es el de un hombre maltratado, y a punto de ser asesinado. La humanidad se encuentra ahora lastimada por el mal y el pecado. Pidamos al Padre por todos los que sufren y sensibilicémonos activamente ante el dolor de los hombres.

7ª Estación. Jesús cae por segunda vez

“Les decía: ‘El Hijo del Hombre será entregado en manos de los hombres; lo matarán, más a los tres días de haber muerto resucitará. Pero los discípulos, que no entendían sus palabras, tenían miedo de preguntarle”. (Mc 9, 31-32)

Todos caemos, a lo largo de nuestra vida, seguir a Jesús es también saber levantarse de las caídas y continuar el camino de la cruz. Pidamos luz para reconocer nuestras faltas y errores en el seguimiento de Jesús.

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8ª Estación. Jesús consuela a las mujeres de Jerusalén

“Le seguía una gran multitud del pueblo y mujeres que se dolían y se lamentaban por él. Jesús se volvió a ellas y les dijo: ‘Hijas de Jerusalén, no lloren por mí; lloren más bien por ustedes y por sus hijos”. (Lc 23,27-28)

Llorar y lamentarse no sirve de nada si no se ayuda al necesitado. La compasión se tiene que traducir en amor y servicio a los demás. Pidamos al Espíritu la sabiduría y la fuerza de actuar a favor de los demás y superar todo sentimentalismo distante.

9ª Estación. Jesús cae por tercera vez

“Más fue herido por nuestras faltas, molido por nuestras culpas. Soportó el castigo que nos regenera y fuimos curados con sus heridas”. (Is 53,5)

Todos caemos, a lo largo de nuestra vida, seguir a Jesús es también saber levantarse de las caídas y continuar el camino de la cruz. Pidamos luz para reconocer nuestras faltas y errores en el seguimiento de Jesús.

10ª Estación. Jesús es despojado de sus vestiduras

“Lo crucificaron y se repartieron sus vestidos, echándolos a suertes, a ver qué se llevaba cada uno”. (Mc 15,24)

Jesús es desnudado, como Job, morirá como nació. En realidad ya antes se había despojado de su divinidad, Jesús sabe perderlo todo para ganar a todos. Como él, aprendamos a vivir en la pobreza evangélica, que es riqueza verdadera en medio de nuestro actual consumismo.

11ª Estación. Jesús es clavado en la cruz

“Llegados al lugar llamado Calvario, lo crucificaron allí junto con los malhechores, uno a la derecha y otro a la izquierda”. (Lc 23,33)

La cruz es el lugar donde todo parece perdido, donde ya no hay esperanza. Para el discípulo es el lugar de la entrega total, donde ya nada está en nuestras manos y todo está en las manos del Padre.

12ª Estación. Jesús muere en la cruz

“Llegada la hora sexta, la oscuridad cubrió toda la tierra hasta la hora nona. A la hora nona gritó Jesús con fuerte voz: ‘Eloí, Eloí, ¿lemá sabactaní?’, que quiere decir: ‘¡Dios mío, Dios mío! ¿Por qué me has abandonado?’… Entonces el velo del Santuario se rasgó en dos, de arriba abajo. El centurión, que estaba frente a él, al ver que había expirado de aquella manera, dijo: ‘verdaderamente este hombre era hijo de Dios”. (Mc 15,33-34.38-39)

Jesús asume completamente nuestra humanidad, por eso experimenta la muerte, experiencia aterradora para muchos, para otros, consecuencia del sin sentido de la vida; Jesús nos muestra que la muerte es pascua, paso a la vida verdadera.

13ª Estación. Jesús es bajado de la cruz

“Después de esto, José de Arimatea, que era discípulo de Jesús, aunque en secreto por miedo a los judíos, pidió a Pilato autorización para retirar el cuerpo de Jesús. Pilato se lo concedió. Fueron, pues, y retiraron su cuerpo”. (Jn 19,38)

Jesús baja, primero baja del cielo a la tierra al encarnarse, ahora su cuerpo es bajado de la cruz; él baja también a “los infiernos”, desciende a lo más profundo para rescatar al hombre que se encuentra allí. Descendamos a todo lugar donde haya personas y ayudemos a levantarlas.

14ª Estación. Jesús es depositado en el sepulcro

“Fue también Nicodemo –aquel que anteriormente había ido a verle de noche-. Con una mezcla de mirra y áloe de unas cien libras. Tomaron el cuerpo de Jesús y lo envolvieron en lienzos con los aromas, conforme a la costumbre judía de sepultar. En el lugar donde Jesús había sido crucificado había un huerto, y en el huerto un sepulcro nuevo, en el que nadie todavía había sido depositado. Allí, pues, pusieron a Jesús, porque era el día de la Preparación de los judíos y el sepulcro estaba cerca”. (Jn 19,39-42)

Nicodemo y José de Arimatea son hombres verdaderamente piadosos, su fe les lleva a la misericordia, por eso llevan el cuerpo del Señor a un lugar digno. Pidamos al Espíritu Santo la piedad frente al cuerpo del Señor, presente en la Eucaristía y en las personas.

15ª Estación. Jesús resucitó

“Y si Cristo no resucitó, su fe es vana: siguen en sus pecados… Si nuestra esperanza en Cristo se limita sólo a esta vida, ¡somos las personas más dignas de compasión! ¡Pero no! Cristo resucitó de entre los muertos como primicia de los que murieron”. (1Cor 15,17. 19-20)

La vida vence a la muerte, la verdad a la mentira, el amor a la violencia, la resurrección de Jesús nos da la esperanza en la victoria del bien, da sentido a la vida y a la realidad. Vivamos como testigos de la vida en medio de un mundo oscurecido por el mal y la muerte.

Se culmina rezando un Padrenuestro, Avemaría y Gloria por las intenciones de nuestro Sumo Pontífice.

Oración final

Señor Jesucristo, Tú que derramaste tu sangre para lavar los pecados de todos los hombres, haz que ninguno de ellos quede sin recibir los beneficios de la redención. Infunde en el corazón de todos los bautizados el deseo de propagar la fe. Cultiva en el corazón de los jóvenes el sublime ideal de entregarse al servicio del prójimo. Sostén el ánimo de aquellos que, abandonándolo todo, cumplen tu mandato de ir por el mundo anunciando la Buena Nueva. Crea en mí un corazón misionero. Amén.

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ALMA MISIONERA

Señor toma mi vida nueva antes de que la espera desgaste años en mi,

estoy dispuesto a lo que quieras no importa lo que sea tu llámame a servir.

Llévame donde los hombresnecesiten tus palabras,

necesiten mis ganas de vivir, donde falte la esperanza

donde todo sea triste simplemente, por no saber de ti.

Te doy mi corazón sinceropara gritar sin miedo

lo hermoso que es tu amor, Señor tengo alma misionera,

condúceme a la tierra que tenga sed de ti.

Y así en marcha iré cantandopor pueblos predicando

tu grandeza Señortendré mis manos sin cansancio

tu historia entre mis labios mi fuerza en la oración.

HOY DE MUCHOS PUEBLOS

Hoy de muchos pueblos y ciudades nos reunimos,Pues queremos nuestro compromiso renovar,Somos caminantes, somos paz y somos fuegoSomos voz que canta un himno de amistad.

Soy misionero y el evangeliovoy por el mundo

anunciando la misión.Nueva esperanza, nuevo milenio,

primavera para el mundo es mi canción.

No hacemos la guerraamigos somos en la tierra.

Por donde andamos hermanosvamos a encontrar.Somos caminantes,

somos paz y somos fuego.Somos voz que cantaun himno de amistad.

Únete a la Iglesia en misión, únete ami canción. (2)

HIMNO DE LA LMJ

Somos la alegríaque despierta un nuevo día,

somos la esperanzaque reclama el porvenir,

somos esas voces que no dejan de decir.

“El reino de Dios cercano está”.Somos portadores de un mensaje de la vidaSomos las palabras que Jesús quiere gritarSomos misioneros dispuestos a predicar

Anunciando al hombre libertad.

Liga misional, Liga Juvenil,por la salvación de todo el mundo. (2)

Cuando recibimos a Jesús nos encontramosy nos descubrimos en el pan que nos unió.El banquete eterno nuestro Dios lo preparó

para realizar su redención.El conocimiento de las Santas Escrituras

nos va motivando a comprender. Nuestra labor es el evangelio que se siembra con

amor que le da sentido a la misión.

Hasta los confines de la tierra llegaremosA darle la mano al que sufre y tiene sedAl que no conoce las razones de su fe,

Y no tiene paz su corazón.Con nuestro rosario misionero de la manoCinco continentes presentamos al SeñorNuestras oraciones son reflejo del ardor

Por llevar al mundo salvación.

MÁS ALLÁ DE LAS FRONTERAS

Más allá de las fronteras,más allá de las fronteras con Jesús.

más allá de las fronteras (2)

Allí donde Dios nos lleva, allí donde alguien espera,allí donde hay un hermano, que la exclusión se agrega

donde la muerte da vuelta y la vida se peleaDonde duerme una esperanza y la justicia espera.

Un llamado a la Iglesia y proclamar la Buena Nueva,dándonos todos las manos, abriendo todas las

puertasDesafiando a las guerras, con la paz que nos libera.

Donde la tierra sedienta, está guardando la siembra.

Cinco continentes, con diferentes idiomas.Cruzando desiertos y mares, montañas ríos y selvas.

Una nueva primavera, por toda la tierra.Más allá de las fronteras, la Iglesia es misionera.

María virgen misionera, es fortaleza y consuelo.Ella nos guía en las sendas a todo pueblo y aldea.María nos abre el camino y la esperanza renueva.

Anuncia a Cristo que viene, trayendo vino a la fiesta.

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SOMOS APÓSTOLES

Vamos a cumplir nuestra gran misiónvamos a anunciar el Reino de Dios,

Dios nos ha llamado, vamos hacia él,sigamos el camino de la salvación.

Somos apóstoles y sacerdotesreyes somos

por el bautismo de Dios,con Jesús Eucaristía

y de la mano de Maríavamos a evangelizar (2)

Hay que aprenderpara poder enseñar

al resto de la gente del amor de Diosvamos avanzando hasta

lograr alcanzar la gracia de Diosconfiando en su bondad.

Toma mi mano podemos lograrvencer las tentaciones y la desilusión

como hermanos que somoshay que renacer

vamos a la vida en nuestro Salvador.

Adolescentes y niñosvamos a cambiar

la mente de los grandespor un mundo mejorconfiando en la gracia

de nuestro Salvador una vida mejorvamos a comenzar.

VAYAN POR TODO EL MUNDO

Vayan por todo el mundo, Lleven noticias de salvación,

no lleven equipajeque no corresponda a esa misión.

Vayan de dos en dossean testigos de mi verdad

vayan por todas partesno tengan miedo a la oscuridad.(2)

Vayan a los rincones a las misiones,a toda ciudad hablen de lo que han visto

de lo que oyen de mi amistad.Vayan de dos en dos y sean testigos

de mi verdad que el mundo al mirarlos los reconozca por su bondad.(2)

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Esta obra se terminó de imprimir en septiembre de 2014