Capítulo Sexto Historia Rerum Gestarum Las Ciudades Historiadas

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  • 7/26/2019 Captulo Sexto Historia Rerum Gestarum Las Ciudades Historiadas

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    Captulo Sexto

    Historia rerum gestarum:

    las ciudades historiadas

    Donde, a pesar de la brevedad del captulo, se estudia con esmero el gnero histrico se

    propone, no sin cierta osada, que las ciudades narradas por este gnero deben considerarse,

    al igual que en la literatura y en la utopa, ciudades imaginarias; adems, el autor se muestra

    complacido por aproximarse, ahora s, el finalde tan ardua obra.

    Quiz la historia universal es la historia

    de unas cuantas metforas.

    Jorge Luis Borges,

    La esfera de Paseal

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    El marino ha ledoy se ha hecho a la

    mar... Yo

    siempre le quel mundo, tierra

    e

    agua era esprico e n) las auctoridades

    y experiencias que Ptolomeo y todos los

    otros que escrivieron deste sitio davan

    e

    amostraban para ello, as por ecclipses

    de la luna y otras demostraciones que

    hazen de Oriente fasta Occidente como

    de la elevacin del polo en Septentrin

    en Austro ...

    su navegacin por la mar

    Ocana, su tercer viaje al NuevoMundo,

    le depara nueva imagen...

    Agora vi tanta

    deformidad como ya dixe; y por esto me

    puse a tener esto del mundo, y fall que

    no era redondo en la forma qu escriven,

    salvo -que es de la forma de una pera

    que sea toda muy redonda, salvo all

    donde tiene el pecori que all tiene ms

    alto,

    o

    como quien tiene una pelota muy

    redonda y en un lugar della fuesse como

    una teta de mujer all puesta, y qu esta

    parte d este

    pecon.

    sea la ms alta e ms

    propinca al cielo, y debaxo la lnea equi-

    nocial,

    y en esta mar

    Occana,

    en fin del

    Oriente, llamo yo fin de Oriente adonde

    acaba toda la tierra

    e

    islas.

    Levedad del

    pezn, trastorno de la Imago Mundi.

    para esto allego todas las razones

    sobreescriptas de la raya que passa

    al Occidente de las islas de los

    core s

    cient leguas de Septentrin en Austro,

    que en pass ando de all al Poniente, ya

    van los navos alcndose hacia el cielo

    suavemente, y entonces

    se

    goza de ms

    suave temperancia y

    se

    muda el aguja

    de m re r por causa de esa cuarta

    de viento, y cuanto ms va adelante

    e

    alcndose ms, noruestea.

    Y

    esta altura

    causa el desvariar del crculo que escrive

    la estrella del Norte con las Guardas, y

    cuanto ms passare junto con la lnea

    equinocial, ms se subirn en alto y ms

    differencia avr en las dichas estrellas y

    en los crculos d ellas.

    Coln haba ledo

    a Ptolomeo, a Marco Polo y a Juan de

    Mandeville. El que ve por vez primera

    un mundo nuevo, lo ve a travs de las

    imgenes que traa del mundo viejo.

    La nueva realidad le depara sorpre-

    sas. Entonces reordena, reconfigura su

    Imago Mundi. Ha corregido lo acciden-

    tal. El arquetipo prevalece.

    Rev. Filosofa Univ. Costa Rica, XLIV (113) Nmero Especial, Setiembre-Diciembre 2006/159-168

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    160 JORGE JIMNEZ HERNNDEZ

    En este captulo examinar la narracin de

    las ciudades imaginarias en el discurso histrico.

    Recordar al acucioso lector que con ello pre-

    tendo corroborar la hiptesis propuesta, a saber,

    que los procesos discursivos que consisten en

    ficcionalizar, propios del literato o del utopista,

    y los que buscan describir una realidad histrico

    social concreta, tal y como lo hace la crnica

    y la historia, son -a partir de la filosofa de la

    imaginacin que he desarrollado en los captulos

    anteriores- esencialmente equivalentes, toda vez

    que ambos tipos de construcciones discursivas

    estn tramadas por un conjunto de categoras

    lgicas, epistemolgicas, ontolgicas, estticas,

    polticas y culturales que dan consistencia notica

    al proceso imaginario que les sirve de base.

    Tal y como se podr apreciar, los escenarios

    de las ciudades imaginarias descritas por la his-

    toria son esencialmente equivalentes a los que

    describe el realismo literario. Por esa razn, el

    anlisis realizado en el pargrafo 15 es igual-

    mente aplicable para las ciudades historiadas. De

    esta forma, en los pargrafo s que siguen, expondr

    algunos asuntos teorticos relativos al discurso

    histrico, su estatuto narrativo y semntica, lo cual

    servir de marco para el anlisis de la ciudad ima-

    ginaria que se narra en dicho discurso y, de esta

    forma, culminar la reflexin sobre los modelos

    que ofrecen la literatura, la utopa y la historia

    -con lo que se llevar a trmino el programa de

    investigacin planteado-o

    Historia narratividad

    El discurso de la historia se ha presentado

    tradicionalmente como un discurso de carcter

    cientfico y objetivo que elabora una descripcin

    racional de los acontecimientos sucedidos en la

    realidad. Se ha asumido tcitamente que la histo-

    ria es esencialmente distinta de la ficcin o de la

    utopa ya que, al decir de Maquiavelo, versa sobre

    la verdadera realidad de las cosas en lugar de

    la simple imaginac in de las mismas . A partir

    de una recepcin acrtica del gnero histrico se

    asume que la

    verdadera

    relacin de los hechos

    de una cultura slo es posible comprenderlo s a

    partir de los textos que ofrece el historiador. Sin

    embargo, la historia al igual que la literatura y la

    utopa presenta un texto de carcter

    narrativo.

    Por lo cual, autores como Hayden White, Roland

    Barthes y Paul Ricoeur consideran que est

    significativamente emparentada con esos otros

    gnerosP.

    No obstante, la relacin entre el discurso

    narrativo y la representacin histrica es contro-

    versial y no est exenta de problemas. White da

    cuenta de las diversas posiciones que se sostienen

    al respecto. Su obra se orienta a fundamentar la

    importancia de la estructura narrativa en la histo-

    ria y a dilucidar los distintos problemas tericos

    que impone esa estructura. En este sentido plan-

    tea que cuando el objetivo a la vista es narrar

    una historia, el problema de la narratividad se

    expresa en la cuestin de si pueden representarse

    fielmente los acontecimientos histricos como

    manifestacin de estructuras y procesos de acon-

    tecimientos ms comnmente encontrados en

    ciertos tipos de discursos imaginativos, es decir,

    ficciones como la pica, los cuentos populares, el

    mito, el romance, la tragedia, la comedia, la farsa,

    etctera (1992a, 42).

    En los captulos anteriores he argumentado

    acerca de la constitucin de las ciudades imagi-

    narias en los gneros literario y utpico. Gneros

    en los qu_e, por lo dems, como es bien sabido,

    convencionalmente se acepta que los escenarios

    son de naturaleza imaginaria. En el caso del

    discurso histrico, la cosa no pareciera igual

    de evidente. Por el contrario, tiende a asumirse

    que los escenarios que describe la historia son

    reales

    en lugar de imaginarios. El cometido de

    esta investigacin consiste en argumentar en el

    124 Tanto en El contenido de la forma como en

    Metahistoria, White discute a profundidad la

    relacin entre narratividad e historia. Vase en

    particular

    El valor de la narrativa en la represen-

    tacin de la realidad y La cuestin de la narrati-

    va en la teora historiogrdfica actual (1992a, 17

    ss); e Introduccin: la potica de la historia, y

    La imaginacin histrica entre la metfora

    la

    irona

    (1992b, 13 ss). Roland Barthes se refiere al

    tema en su artculos El discurso de la historia

    y

    El efecto de realidad, reunidos en El susurro del

    lenguaje

    (1987, 163 ss.). Paul Ricoeur aborda la

    temtica en

    Historia

    y

    narratividad

    (1999)

    y

    en

    Tiempo

    narracin (1995).

    Rev. Filosofa Univ. Costa Rica, XLIV (113) Nmero Especial, Setiembre-Diciembre 2006 /159-168

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    FILOSOFA DE CIUDADES IMAGINARIAS. FICCIN, UTOPA E HISTORIA 161

    sentido de que tales escenarios participan de una

    imaginariedad equivalente, en trminos noticos,

    a los escenarios elaborados por la literatura y la

    utopa. Ahora bien, esta imaginariedad del relato

    histrico -como ya he especificado anterior-

    mente- no significa que los objetos y eventos

    descritos sean ilusorios o fantsticos. Sabemos

    que un aspecto que lo caracteriza es que tal relato

    tiene una intencionalidad claramente definida por

    construir un discurso descriptivo de una realidad

    exterior, fctica, que le es independiente. Tiene,

    en palabras de White, un

    deseo de realidad.

    Sin embargo, esta vocacin de objetividad no lo

    exime de consistir en una elaboracin notica en

    la que desempea un papel esencial la imagina-

    cin -como en cualquier otra creacin narrativa-o

    De tal modo que la narracin histrica por su

    contenido, por su referente e intencionalidad es

    objetivista

    y

    realista,

    pero por su constitucin

    notica es

    imaginaria :

    Cul sera, entonces,

    una

    caracterstica

    esencial que le otorgara esa condicin de imagi-

    nariedad a la ciudad descrita por el historiador?

    La respuesta es una: la narratividad del discurso

    histrico. En efecto, el historiador en tanto narra-

    dor de hechos y acontecimientos ocurridos en

    tiempos ms o menos remotos -e incluso en el

    presente histrico - debe recurrir a otorgarles

    una trama que articule causalmente el conjunto

    de los acontecimientos y les d una interpreta-

    cin

    de conjunto.

    Ahora bien, elaborar una trama narrativa

    en el gnero histrico implica la articulacin y

    efectualizacin de los mismos recursos noticos

    que utiliza el fabulador o el utopista -de hecho

    es un proceso idntico a la que elabora el literato

    realista-; su diferencia, a lo sumo, consiste en

    las relativas licencias poticas que los literatos y

    fabuladores se arroganF .

    125 White lo expresa as: lo q ue distingue a las his-

    torias histricas de las ficcionales es ante todo

    su contenido, en vez de su forma (1992a, 42).

    126 Pero de igual forma los historiadores tienen sus

    licencias propias: al hablar en nombre de la rea-

    lidad , sus giros estilsticos encubren el manejo

    -legtimamente subjetivo- de esa realidad, po r

    medio de un artificio que Barthes denomina

    ilu-

    sin de referencia sobre el que luego volver.

    Nos podramos preguntar cul es, entonces,

    su diferencia con una ciudad que nunca existi

    en la realidad, como las del gnero fantstico o

    utpico. A lo que responder que la diferencia

    consiste en dos aspectos principales: por un

    lado su referencialidad metadiscursiva a lo que

    denominamos la realidad -lo cual, como vere-

    mos, est en relacin con su peculiar condicin

    poitica-;

    y por el otro, la recepcin cultural -o

    contrato de recepcin-

    de la que goza el relato

    histrico. Veamos.

    He sostenido que las ciudades imaginarias de

    la literatura y la utopa

    existen

    en el discurso. Lo

    mismo sucede con la ciudad histrica: su existen-

    cia inmediata en tanto

    ciudad historiada,

    es decir,

    en su condicin de

    ciudad narrada en un texto,

    corresponde a la esfera del discurso. La Roma de

    la poca imperial

    existe

    actualmente en los textos

    que la narran; del constructo histrico social real

    lo que nos quedan son vestigios arqueolgicos -

    textos.

    en sentido amplio y

    restringido-:

    esa ciu-

    dad, en tanto

    factum,

    ya no existe ni existir ms.

    Como bien comprender el agudo lector, se trata

    de una cuasiexistencia, en tanto ciudad narrada,

    ciudad textual o discursiva. En otras palabras, si

    la Roma Imperial ya no existe ms en trminos

    fcticos e histrico-sociales, goza, sin embargo,

    de una peculiar forma de existencia: a saber, de

    una existencia imaginaria cuyo nico soporte

    real es el discurso. Por lo cual podemos convenir

    en llamar a la ciudad que se narra en el discurso

    histrico una

    ciudad imaginaria:

    sabemos que si

    se trata de una ciudad discursiva, dicho tipo de

    ciudades no pueden ser ms que

    imaginarias.

    En el caso de las ciudades historiadas que se

    refieren a las que existen en la realidad actual, la

    cosa no pareciera igual de clara. Se podra obje-

    tar que una historia de la ciudad de Nueva York

    actual, de principios del siglo XXI, trata ya no

    sobre una ciudad imaginaria sino sobre una ciu-

    dad real. En lo cual estoy totalmente de acuerdo:

    la susodicha historia versar sobre una ciudad

    que existe realmente, a la cual se puede viajar, en

    la cual vive una determinada poblacin, presen-

    ta una disposicin urbanstica y arquitectnica

    concreta, y ocurren mltiples hechos polticos y

    sociales, etc. Sin embargo, quiero que el lector

    repare en que pese a la coincidencia intencional

    del discurso histrico con el objeto urbano real, a

    Rev. Filosofa Univ. Costa Rica, XLIV (113) Nmero Especial, Setiembre-Diciembre 2006 / 159-168

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    consiste en una narracin que se halla supeditada

    a la sucesin lineal de los eventos, constituye un

    relato que goza, ciertamente, de una constitucin

    imaginaria fundamental, pero, en relacin con el

    discurso histrico, produce un tipo de significa-

    cin distinta, toda vez que no concluye, en tr-

    minos narrativos, la historia que cuenta. En este

    sentido, la crnica constituye una narracin cuali-

    tativamente diferente, sin el conjunto de recursos

    narrativos a disposicin plena de la escritura pro-

    piamente histrica (White, 1992a, 21).

    Este tipo de escritura, en la que impera la

    estructura narrativa, segn White,

    compone

    un

    discurso en el que se hace deseable lo real,

    convierte lo real en objeto de deseo y lo hace

    por la imposicin, en los acontecimientos que se

    presentan como reales, de la coherencia formal

    que poseen las historias (35, la cursiva es ma).

    As, lo que el autor se propone es sugerir que

    este valor atribuido a la narratividad en la repre-

    sentacin de los acontecimientos reales surge del

    deseo de que los acontecimientos reales revelen

    la coherencia, integridad, plenitud y cierre de

    una imagen de la vida que es y slo puede ser

    imaginaria (38).

    En esto consiste, en consecuencia, el otorga-

    miento de una trama a los acontecimientos hist-

    ricos: la narracin articula discursivamente, con

    los mismos recursos que se emplean en los relatos

    literarios, una serie de eventos que en principio no

    tienen una relacin causal evidenteP. Es el histo-

    riador quien se encarga de

    narrar

    esa relacin. Con

    lo cual constatamos una vez ms que la narracin es

    un principio poitico de carcter imaginario. Ahora

    bien, esta poiesis narrativa es de ndole histrica,

    lo cual implica rigores creativos distintos a los que

    imperan en la literatura o en la utopa: el relato debe

    .demostrar un manejo cuidadoso de las pruebas y

    fuentes documentales, y debe respetar la cronologa

    de los sucesos de que trata la historia como lnea

    intransgredible en la clasificacin de cualquier

    acontecimiento dado en calidad de causa o efecto

    (White, 1992a, 21). Posiblemente este sea el rasgo

    peculiar del relato histrico, que lo diferencia de la

    162

    JORGE JIMNEZ HERNNDEZ

    su deseo de realidad, la Nueva York narrada en el

    relato histrico tiene un estatus ontolgico distinto

    de la Nueva York que

    est-ah

    en el mundo real.

    Esto se puede comprender a cabalidad si se piensa

    que la ms completa y detallada historia de Nueva

    York que se hubiese publicado un da antes del 11

    de setiembre de 2001, con toda seguridad, en su

    condicin de texto histrico, empezara a diferir

    sustancialmente con la ciudad real despus de los

    eventos ocurridos en esa fecha. En ese texto hist-

    rico todava existen las torres gemelas del

    World

    Trade Center; en la ciudad real actual no -lo cual,

    como sabemos, no slo supone un cambio en el

    escenario urbano sino toda una transformacin

    geopoltica a escala planetaria-. Sabemos que una

    tal historia se refiere a una ciudad real existente,

    sin embargo, igual sabemos que la ciudad histo-

    riada existe en el texto, existe imaginariamente,

    queda fijada en l, mientras que la ciudad fctica

    contina su desarrollo en la temporalidad histri-

    co social, por lo que experimentar constantemen-

    te el surgimiento de la alteridad -lo cual no sucede

    con la ciudad textual, y por ello se puede decir que

    goza de una

    pseudoexistencia,

    la que es propia del

    pseudomundo del texto-o

    Como deca al inicio, la condicin de ima-

    ginariedad del relato histrico es otorgada, esen-

    cialmente, por la narratividad a que es sometida

    la realidad. La narracin de los esc-enarios y

    acontecimientos es la vis poitica que pone el

    historiador. Esto se comprende plenamente si

    reparamos en que los hechos que ocurren en la

    realidad histrico social no aparecen necesaria-

    mente bajo la forma de una trama o narracin. De

    esto dan cuenta los

    anales,

    en los que se enuncian

    con articulaciones muy pobres -como la sucesin

    de las fechas- eventos que se encuentran en el

    grado cero de la narracin j . La

    crnica,

    que

    127 Hayden White cita los

    Anales de Saint Gall:

    709 . Duro invierno. Muri el Duque Godofredo.

    710. Un ao duro y con mala cosecha. 711. 712.

    Inundaciones por doquier. 713. 714. Muri Pipino,

    mayor del palacio. 715. 716. 717. 718. Carlos

    devast a los sajones, causando gran destruc-

    cin ... (1992a , 22). Como podr observar el

    agudo lector, para el escritor de anales podan

    transcurrir hasta tres aos en los que no se con-

    signaban evento alguno.

    128 Al respecto, White cita a Peter Gay quien,

    parafraseando a Kant, dice: ... las narraciones

    histricas sin anlisis son vacas, y los anlisis

    histricos sin narrativa son ciegos (1992a, 21).

    Rev. Filosofa Univ. Costa Rica, XLIV (113) Nmero Especial, Setiembre-Diciembre 2006/159-168

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    FILOSOFA DE CIUDADES IMAGINARIAS. FICCIN, UTOPA E HISTORIA 163

    literatura fantstica pero, a su vez, lo acerca al rea-

    lismo literario. En este sentido, constituir narrati-

    vamente el relato histrico significa que los hechos

    sucedidos han de revelarse como sucesos dotados

    de una estructura, un orden de significacin que no

    poseen como mera secuencia (21). AS, la dimen-

    sin objetiva del relato histrico est constituida

    tanto por el tipo de articulacin narrativa -que debe

    respetar rigurosamente las fuentes fcticas que, por

    lo dems, generalmente son otros

    textos-

    como por

    el hecho de que se refiere a escenarios y eventos

    ocurridos en la esfera de lo real social -o sea que

    no son de la plena invencin del narrador como en

    el caso de la literatura.

    El principio poitico de la narracin hist-

    rica se constata en el hecho de_que todo texto

    narrativo implica una

    seleccin

    de los sucesos

    susceptibles de ser narrados, de este modo, White

    destaca que cada narrativa, por aparentemente

    completa que sea , se construye _sobre la base

    de un conjunto de acontecimientos que pudieron

    haber sido incluidos pero se dejaron fuera; esto

    es as tanto con respecto de las narraciones ima-

    ginarias como de las realistas 25 129. Se trata,

    ciertamente, de uno de los rasgos por excelencia

    de la subjetividad del autor: la realidad nunca

    se reproduce enteramente o de forma indiscrimi-

    nada en el relato narrativo. La narrativa -tanto

    en la historia como en la literatura realista, tal

    y como lo plante en el pargrafo 15- presenta

    una versin de los hechos

    y

    de los escenarios en la

    que se impone el criterio del narrador y el conjun-

    to de operaciones noticas que realiza, tales como

    la articulacin lgica y selectiva de los eventos,

    la descripcin plstica

    y

    esttica de escenarios,

    la caracterizacin de personajes, la vinculacin

    causal

    y

    temporal de los hechos, etc. Lo cual, por

    lo dems, est articulado fundamentalmente por

    la actividad

    imaginaria

    en tanto

    vis

    constitutiva

    y poitica

    de los procesos noticos -tal

    y

    como

    hemos visto anteriormente.

    La recepcin cultural del discurso histrico

    es otro de sus rasgos caractersticos. Es bien

    conocido el privilegio que se le otorga a todo

    relato que se enuncia en nombre de la historia:

    129 Conviene aclarar que ac White usa el concepto

    imaginario como sinnimode ilusorioo fantstico.

    se considera

    a priori

    que se trata de un relato

    objetivo, realista, racionalista, que nos contar

    fidedignamente la verdad de los hechos que bus-

    camos conocer P . La narratividad histrica ha

    partido tradicionalmente de una nocin en la que

    se identifica lo verdadero con lo real (White,

    1992a, 22 y el relato histrico como articulador

    de esa realidad verdadera . Lo cual ha ayudado

    a la conformacin de un imaginario proclive a la

    recepcin del discurso histrico como discurso

    objetivo, verdadero, real, fctico, etc., en detri-

    mento de otro tipo de discursos que, como el

    literario o el utopista, aparecen como subjetivos,

    irreales, fantsticos, falsos o a lo sumo veros-

    miles, etc. Esto se hace patente en el texto de

    Maquiavelo que he citado al inicio de este docu-

    mento

    y

    que tal

    y

    como he argumentado puede

    llevar a un

    fetichismo de realidad.

    Al respecto, Roland Barthes, en su artculo

    El

    discurso de la historia,

    hace ver, en un afn por

    desmitificar el discurso histrico, cmo tanto (a)

    los shifters o dispositivos de narracin, as como

    (b) la ilusin de referencia condicionan la consti-

    tucin del texto histrico, en particular el que se

    produce en Francia durante el siglo XIX.

    1

    31

    Con relacin a los dispositivos de la narra-

    cin, Barthes revisa lo que corresponde a la

    enunciacin, el enunciado y la significacin del

    130 Al respecto resulta muy ilustrativo cmo en la

    literatura se han escrito biografas de personajes

    inexistentes, siguiendo rigurosamente las reglas

    formales del gnero. El lector puede creer que

    est leyendo la vida y obra de personajes que

    existieron en la realidad histrico social.

    131 En este artculo el semilogo francs propicia un

    enfoque crtico y desmitificador del texto histri-

    co, aunque, a diferencia de autores como White o

    Ricoeur, orienta su reflexin a cuestionar el esta-

    tuto narrativo del gnero histrico, lo que le hace

    declarar que ... es comprensible que la debilita-

    cin (cuando no la desaparicin) de la narracin

    en la ciencia histrica actual, que pretende hablar

    ms de estructuras que de cronologas, implique

    algo ms que un simple cambio de escuelas: una

    autntica transformacin ideolgica; la narracin

    histrica muere porque, el signo de la Historia, de

    ahora en adelante, es mucho menos lo real que lo

    inteligible (1987, 177).

    Rev. Filosofa Univ. Costa Rica, XLIV (113) Nmero Especial, Setiembre-Diciembre 2006 / 159-168

  • 7/26/2019 Captulo Sexto Historia Rerum Gestarum Las Ciudades Historiadas

    7/11

    164

    existencia que no sea lingstica (como trmino

    de un discurso), y, no obstante, todo sucede como

    si esa existencia no fuera ms que la copia pura

    y simple de otra existencia, situada en un campo

    extraestructural, la realidad (174). En ese sen-

    tido -y a tono con lo que plante en el pargrafo

    15-1a historia, al igual que el realismo literario,

    postulan su referente como exterior al discurso,

    sin que sea posible acercarse a l fuera de ese

    discurso. Esto se ve claramente en las historias de

    culturas ya desaparecidas: la

    ilusin de referencia

    hace creer que lo narrado constituye una presunta

    copia de una realidad fuera del texto, cuando a

    este tipo de constructos histricos, en tanto dis-

    cursos, la nica existencia efectiva que les corres-

    ponde no puede rebasar las fronteras del texto, o

    sea que su estatuto ontolgico es eminentemente

    lingstico e imaginario.

    Este es precisamente el yerro de Maquiavelo:

    su intencin por contar la

    verdadera realidad

    de

    las cosas no podr superar la

    vis

    intencional, el

    deseo de realidad,

    ya que la

    verdadera realidad

    nunca habla por s sola. De tal modo, su voz se

    articula parcial y selectiva mente a travs de la

    poiesis

    imaginaria y discursiva que le ofrece la

    subjetividad del historiador, es decir, el

    texto

    histrico -ese es el secreto nunca develado de la

    ostentacin realista, del delirio objetivista o feti-

    chismo de realidad Y .

    JORGE JIMNEZ HERNNDEZ

    discurso histrico y argumenta en el sentido de

    que en los tres momentos la escritura de la histo-

    ria presenta dispositivos del mismo tipo de los que

    se emplean en la literatura. Por ejemplo menciona

    los que denomina

    dispositivos de escucha,

    del

    tipo

    tal como lo he odo, segn mi conocimiento,

    los que contemplan la intervencin o experiencia

    personal del historiador. Barthes destaca que tal

    tipo de dispositivos no es exclusivo del discurso

    histrico: frecuentemente se lo encuentra en

    la conversacin y en determinados artificios de

    exposicin propios de la novela (ancdotas referi-

    das a partir de ciertos informadores ficticios que

    se mencionan) (1987, 165).

    De igual forma, hace ver que la constitucin

    del texto histrico a partir de este tipo de dispo-

    sitivos, conlleva a lo que califica como

    ilusin

    de referencia,

    lo cual produce el efecto aparente

    de que el referente habla por s solo -recurso

    empleado tambin por la novela realista, la que

    aspiraba a la objetividad con slo suprimir los

    signos del

    yo

    en el discurso-o

    Un buen ejemplo de esta ilusin referencial

    se encuentra en la forma en que Thiers concibe el

    papel del historiador: Ser sencillamente veraz,

    ser lo que las cosas son en s mismas, no ser otra

    cosa que ellas, no ser nada sino gracias a ellas,

    como ellas, ni ms ni menos que ellas (1}5, nota

    al pie). La

    ilusin de referencia

    es equivalente a

    lo que Castoriadis ha denominado

    fetichismo de

    realidad

    y que se constituye como tal toda vez

    que acepte

    enunciaciones acreditadas tan slo

    por su referente

    (los hechos hablan por s mis-

    mos ) -tal es la operacin referencial, la trucu-

    lencia que produce el estilo realista-o O sea, en

    la historia objetiva, la realidad no es nunca otra

    cosa que un significado informulado, protegido

    tras la omnipotencia aparente del referente., de

    tal modo que el discurso histrico no concuerda

    con la realidad, lo nico que hace es significarla,

    no dejando de repetir

    esto sucedi,

    sin que esta

    asercin llegue a ser jams nada ms que la cara

    del significante de toda la narracin histrica

    (175-176).

    En ese sentido Barthes pone de relieve el

    carcter paradjico del discurso histrico (el que

    contrasta con el discurso literario ilusorio) y que

    consiste en que el hecho no tiene nunca una

    132 Es interesante reparar en el hecho de que

    Maquiavelo basa su reflexin poltica en las

    lecciones de la historia y no en lo que considera

    elucubraciones sobre principados imaginarios -lo

    cual ha sido interpretado como un signo distintivo

    de su objetividad y modernidad filosfica. Sin

    embargo, pocas veces se repara en que su proyec-

    to de una Italia unida bajo la direccin efectiva de

    un

    prncipe

    que le otorgue el carcter de nacin

    a lo que en su poca era un conjunto dismil de

    principados de ascendencia medieval, sometidos

    al dominio extranjero, corresponde -paradjica-

    mente con sus intenciones realistas- en buena

    medida a un proyecto de ciudad o sociedad ima-

    ginaria. De este modo, pese a su declaracin rea-

    lista y antiutpica, la aspiracin a la unificacin

    nacional se perfila como aquella utopa en la que

    Maquiavelo no titubea en declarar que espera que

    Italia, despus de todas las calamidades vividas

    por su divisin, encuentre un redentor -cuya

    Rev. Filosofa Univ. Costa Rica, XLIV (113) Nmero Especial, Setiembre-Diciembre 2006 / 159-168

  • 7/26/2019 Captulo Sexto Historia Rerum Gestarum Las Ciudades Historiadas

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    FILOSOFA DE CIUDADES IMAGINARIAS. FICCIN, UTOPA E HISTORIA 165

    Por lo tanto, considero que los argumen-

    tos aportados permiten un desmitificacin del

    texto histrico en varios sentidos. Por un lado

    se disuelve el objetivismo absoluto que se le ha

    asignado poniendo de relieve que la historia, en

    tanto narrativa textual, goza de una condicin

    de

    imaginariedad

    equivalente a la de cualquier

    otro texto tradicionalmente caracterizado como

    subjetivo, sea de tipo literario o utpico. Con

    ello se destaca su dimensin subjetiva como una

    dimensin legtima y a la vez propicia para una

    valoracin teortica de la historia ms crtica y de

    mayor lucidez. La objetividad del texto histrico

    consistir en la referencialidad que establece con

    lo fctico, en el deseo de realidad, y en el tipo

    de tratamiento que otorgue a las fuentes docu-

    mentales. Lo cual, a la vez, permite relativizar

    el contrato de recepcin cultural que establece

    el texto histrico: la historia no aparecer simple

    y llanamente como la verdad de los hechos, sino

    como una versin posible de ellos -yque da cabi-

    da a otras versiones-, enteramente determinada

    por el imaginario del historiador y su poca.

    Conviene destacar que la

    efectualiiacin

    poitica del discurso histrico, al igual que en

    los gneros literarios y utpico, se produce tanto

    en la esfera textual como en la praxiolgica

    -aunque en sta con caractersticas peculiares.

    En el

    pseudomundo del texto,

    el texto histrico

    figura histrica considera que se concreta en la

    casa de los Medici, segn lo expresa en el ltimo

    y polmico captulo de

    El Prncipe,

    el cual creen

    sus bigrafos que fue aadido tardamente (1992,

    177 ss). Este tipo de aspiracin utpica no legiti-

    mada se puede encontrar en declaraciones como

    la siguiente, en la que, refirindose al hombre que

    busca fundar principados nuevos, dice que debe

    hacer como los arqueros prudentes, que cuando el

    lugar que quieren alcanzar les parece demasiado

    alejado, conociendo adems hasta dnde llega la

    potencia de su arco, ponen el punto de mira muy

    por encima del lugar de destino, no para alcanzar

    con su flecha tanta altura, sino para poder, con

    ayuda de tan alta mira, llegar al lugar que se

    hayan propuesto (90, las cursivas son mas). Se

    trata de una imagen similar al concepto planteado

    por Hinkelammert, a saber, que para lograr la

    mejor sociedad posible es necesario imaginar la

    mejor sociedad concebible (Cf. 18).

    continuamente fecunda otros textos -tanto histri-

    cos como de otro gnero-o La escritura de la histo-

    ria se produce a partir de textos previos tales como

    fuentes documentales, textos histricos y crnicas

    -entre otros-, as como de textos culturales ms

    amplios, como lo son las obras materiales y los

    eventos poltico-sociales -aunque stos ltimos

    generalmente se registran en textos, narrativas o

    discursos de manera inmediata, de lo contrario se

    pierden irremediablemente. Ahora bien, tal efec-

    tualizacin no es de tipo lineal y acumulativo. Su

    carcter

    poitico

    se pone de manifiesto toda vez

    que el historiador elige a partir de los textos que

    le anteceden los eventos, personajes y escenarios

    que son de su inters y procede as a componer su

    narracin-tal y como argumentaba anteriormente.

    En la esfera praxiolgica la escritura de la

    historia experimenta su efectualizacin poitica

    indirectamente a travs de su articulacin al texto

    poltico y utpico. En

    El Prncipe,

    como es bien

    sabido; Maquiavelo fundamenta sistemticamente

    sus propuestas polticas en los hechos narrados

    por la historia. En el primer libro de

    Utopa

    Moro

    realiza un diagnstico sociopoltico de la socie-

    dad inglesa de su tiempo a partir de una serie de

    consideraciones que tienen como teln de fondo

    las condiciones histricas de esa sociedad. Tanto

    las propuestas polticas de Maquiavelo como las

    utopistas de Moro son susceptibles de experi-

    mentar una efectualizacin poitica en el mbito

    praxiolgico en la medida en que su fundamen-

    tacin histrica les brinde consistencia. De este

    modo, se puede entender que la efectualizacin

    poitica

    del discurso histrico es de naturaleza

    indirecta y necesita acompaarse de un tipo de

    discurso propositivo y prospectivo. En la medida

    en que el discurso histrico es de tipo retrospec-

    tivo, o sea que describe y valora narrativamente

    una realidad pasada, su

    efectualizacin poitica

    se producir indirectamente en tanto se articule

    a un texto que proponga el despliegue de una

    praxis -ya sea en trminos polticos o utpicos V.

    133 No pretendo afirmar que lo utpico carezca de

    una dimensin poltica. Lo que busco destacar

    es que hay textos de una vocacin poltica rea-

    lista que buscan convertirse en programa de

    accin praxiolgica; mientras que muchos textos

    utpicos no buscan proponer un programa de

    Rev. Filosofa Univ. Costa Rica, XLIV (113) Nmero Especial, Setiembre-Diciembre 2006 /159-168

  • 7/26/2019 Captulo Sexto Historia Rerum Gestarum Las Ciudades Historiadas

    9/11

    166

    Y la ciudad de Traqu is dista cinco estadios

    de ese ro Melas y ah tambin de las monta-

    as al mar es lo ms vasto de toda esa regin,

    en donde est edificada la ciudad de Traquis,

    pues son veintids mil pletros de llanura. Y

    hacia el medioda de Traquis hay una gar-

    ganta de la montaa que encierra el territorio

    traquinio; y a travs de la garganta corre el

    ro Asopo junto a la ladera de la montaa ...

    Herodoto, 1976, 169).

    JORGE JIMNEZ HERNNDEZ

    La efectu liz cin poitica de un texto se pro-

    duce nicamente si un actor social emergente lo

    asume como un recurso discursivo con capacidad

    para concurrir en el imaginario social. De este

    modo, cuando dichos actores proponen lecturas

    de hechos histricos alternativas a la versin

    dominante pueden propiciar transformaciones en

    el imaginario y eventualmente en la realidad his-

    trico social -y as se efectualiza

    poiticamente

    la narrativa histrica.

    En el siguiente pargrafo pondr de relieve

    un aspecto significativo de reconceptualizacin

    del gnero histrico que he propuesto ac, a

    saber, que los escenarios urbanos que se descri-

    ben en los relatos histricos poseen las mismas

    caractersticas escriturales que se presentan en la

    literatura y en la utopa. Lo cual, como compren-

    der el amable lector, posibilitar fundamentar la

    caracterizacin de las ciudades historiadas como

    ciudades imaginarias equivalentes a las ciudades

    del realismo literario y de la utopa.

    3 Las ciudades historiadas

    A continuacin voy a presentar algunos

    escenarios urbanos que se encuentran -en textos

    histricos de pocas dismiles. Como apreciar el

    lector, en su condicin de ciudades narradas, las

    ciudades descritas por el historiador o el cronista

    no presentan diferencias escritura les esenciales

    con las descritas en la literatura o en la utopa

    -ya esto se pudo apreciar en el pargrafo 12-.

    En ellas se pueden determinar con facilidad que

    los escenarios y escenas narradas son de carc-

    ter realista o mimtico, en los que se describen

    secuencias paisajsticas, cronolgicas y cinticas.

    Los siguientes escenarios provienen de histo-

    riadores antiguos tales como Herodoto, Tucdides

    y Tcito.

    El texto que transcribo a continuacin narra

    la ubicacin geogrfica de la ciudad de Traquis

    (secuencia paisajstica):

    accin poltica directa. El Manifiesto comunista

    y

    Erewhon de Samuel Butler, respectivamente,

    seran dos casos ilustrativos.

    A continuacin, Herodoto narra una secuen-

    cia cintica en la que se describe el espionaje de

    un campamento enemigo:

    Y en cuanto el jinete se acerc hasta el cam-

    pamento, contemplaba y tambin examinaba

    no todo el campamento ciertamente, porque no

    era posible mirar a los apostados dentro de la

    muralla, la cual habiendo nuevamente levantado

    tenan en custodia; pero se dio cuenta de los de

    fuera, para quienes las armas yacan frente a la

    muralla; sucedi que durante ese tiempo los

    lacedemonios estaban apostados fuera ... (173)

    Tucdides narra las secuencias cinticas que

    describen la ocupacin de una ciudad durante la

    guerra:

    Viendo Brasidas la seal se lanz a la

    carrera, poniendo en movimiento su ejrcito,

    cuyos soldados comenzaron a gritar a la vez y

    causaron gran pavor a los de la ciudad. Unos

    entraron rpidamente por la puerta y otros

    por unas vigas que estaban arrimadas a la

    muralla (que se haba hundido y estaba sien-

    do reconstruida) para subir piedras. Brasidas

    y la mayor parte de sus tropas se dirigieron al

    punto hacia la parte alta de la ciudad, que-

    riendo tomarla completamente y de manera

    definitiva; los dems se desparramaron por

    todas partes por igual. 1952,231)

    Tcito, narrando un alzamiento de los solda-

    dos, describe fugazmente una secuencia paisajs-

    tica de la ciudad de Roma:

    Venido el da , pareca Roma una ciudad

    saqueada, las casas cerradas, poca gente por

    las calles, el pueblo triste, los soldados cabiz-

    bajos, dando antes muestra de enojo que de

    arrepentimiento.

    196y

    54)

    Rev. Filosofa Univ. Costa Rica, XLIV (113) Nmero Especial, Setiembre-Diciembre 2006/ 159-168

  • 7/26/2019 Captulo Sexto Historia Rerum Gestarum Las Ciudades Historiadas

    10/11

    FILOSOFA DE CIUDADES IMAGINARIAS. FICCIN, UTOPA E HISTORIA

    167

    En seguida voy a introducir el mismo tipo

    de descripciones, esta vez en textos radicalmente

    distintos, a saber, los que narran el origen y desa-

    rrollo de la ciudad de San Jos -el contraste ser-

    vir para evaluar la similitud de la constitucin

    imaginario-discursi va-.

    Los viajeros alemanes Wagner y Scherzer

    que visitaron San Jos a mediados del siglo

    XIX, describen varios escenarios de.la incipien-

    te ciudad. La siguiente es una escena paisajstica

    en la que se describe el emplazamiento de las

    calles:

    Las calles de San Jos suben y bajan en este

    suelo escarpado; estn, por lo dems, dis-

    puestas segn un plan de direcciones rectas

    y se cortan formando ngulos-rectos. El pavi-

    mento consta de pequeos cantos rodados de

    los ros y deja mucho que desear. (Wagner,

    1974,170)

    Luego se procede a describir detalles de la

    arquitectura que presenta la ciudad:

    No hay ningn edificio que llame la aten-

    cin del europeo por su belleza o su tamao.

    Los edificios del Gobierno, el Cuartel con su

    galera de madera y una alta asta de bandera,

    la Universidad y el Teatro son construcciones

    por completo insignificantes ... (172)

    La Catedral slo tiene a su favor la venta-

    josa situacin en el costado Este de la Gran

    Plaza Principal, en el punto ms elevado de la

    ciudad. Es por lo dems, un edificio completa-

    mente insignificante, sin estilo arquitectnico

    alguno. La fachada en forma de muralla, con

    pilastres retorcidas, tiene unos sesenta pies de

    altura y est pintada de blanco. El adorno del

    interior es tosco. El plpito est pintado con

    imgenes de santos, cuyos autores podran

    todava estudiar con provecho el arte de la

    pintura con los chinos. (173)

    En la cita que sigue se puede apreciar una

    detallada descripcin de la arquitectura de las

    casas de la poca:

    Slo pocas casas tienen un piso superior,

    pero las ms adornadas con los llamados

    corredores, esto es, las galeras cubiertas

    que da a la calle o al patio. El material que

    ms se usa para la construccin de casas es

    barro endurecido mezclado con ramillas secas

    y colocado en caas, cuyas extremidades

    se clavan a las vigas del techo ... Los techos

    estn cubiertos de toscas y pesadas tejas,

    para proteccin contra los fuertes aguaceros ...

    Muchas casas carecen de ventanas con vidrios

    y muchos cuartos reciben su luz slo por las

    puertas abiertas. La mayora de los cuartos

    tienen pisos de piedra; los pisos de tabla se ven

    slo en poqusimas casas. A ninguna lefalta el

    patio interior, sembrado a menudo de flores,

    maz y pltanos o bien cubierto de arbustos

    silvestres y rboles. (170-171)

    En trminos similares, el viajero John Hale

    describe la ciudad de Cartago por la misma

    poca:

    La ciudad ocupa alrededor de una milla

    de terreno y est dispuesta, como la mayor

    parte de las ciudades espaolas, en ngulos

    rectos que concuerdan con los cuatro puntos

    ,cardinales; acequias de agua de fuente discu-

    rren por todas las calles. Tiene siete iglesias

    medianamente decentes y es quizs el sitio

    ms fresco y sano de la provincia. Est situa-

    da a unas quince millas al este de San Jos

    y al sur del volcn de Cartago.

    (Fernndez,

    1982,24)

    En un texto reciente, historiadores contem-

    porneos describen la ciudad durante la misma

    poca:

    En la segunda mitad d el siglo XIX, San

    Jos administrativamente, segn la divisin

    territorial de 1841, se encontraba formada

    por dos grandes barrios y estos a su vez por

    cuarteles. Los dos barrios fueron: barrio el

    Carmen que comprenda cinco cuarteles: el

    Chorro, la Parroquia, la Plaza Mayor, la

    Puebla y el Panten; y barrio la Merced,

    formado por los cuarteles la Laguna, el

    Cabildo, el Ballestero, la factora y el Paso

    de la Vaca ... San Jos presentaba unas cuan-

    tas edificaciones estatales o eclesisticas de

    dos plantas, mientras que la mayora era de

    una sola planta, construidas casi todas de

    adobe, con techo de teja ... Entre los edificios

    sobresala el Cuartel Principal construido en

    los terrenos donde posteriormente se ubic

    el Teatro Ravents (avenida segunda, calle

    central), un teatro pajizo en el lugar ocupado

    Rev. Filosofa Univ. Costa Rica, XLIV

    113)

    Nmero Especial, Setiembre-Diciembre

    2006/159-168

  • 7/26/2019 Captulo Sexto Historia Rerum Gestarum Las Ciudades Historiadas

    11/11

    escenarios realistas supone que tales escenarios

    se comportan mimticamente, por lo que se

    describen nicamente aquellos detalles que el

    historiador considera de mucha importancia

    para dar una semblanza del paisaje urbano

    -asumiendo que el resto del escenario se com-

    porta normalmente-o

    Tambin, la ausencia de una descripcin

    detallada del escenario urbano se produce por la

    adopcin de una elaboracin de la historia ms

    interesada en el problemtica social, econmica y

    poltica que en la descripcin del entorno fsico.

    Esto responde, a la vez, al hecho de que el paso

    del modelo escenogrfico al modelo sociogrfico

    -que veamos con ocasin del desarrollo del rela-

    to utpico- influye sensiblemente en esta concep-

    cin de la historia. La utilizacin de otro tipo de

    textos tales como la fotografa, permiten al histo-

    riador prescindir de realizar descripciones deta-

    lladas del entorno P . Sin embargo esa corriente

    histrica se ha visto acompaada por otra que

    se interesa por el estudio de las mentalidades y

    sensibilidades sociales, con lo cual las esceno-

    grafas urbanas han vuelto a despertar el inters

    del historiador. De este modo, en la Historia

    de Costa Rica

    de los historiadores Ivn Molina

    y Steven Palmer, publicada en 1997 (Molina,

    2000), se puede encontrar una sucinta narra-

    cin histrica en la que se consideran aspectos

    antropolgicos, sociales, econmicos, polticos

    y culturales. Tambin interesa a los historiadores

    el esbozo de las mentalidades sociales, en espe-

    cial las contemporneas, destacando los rasgos

    peculiares del discurso popular, las apreciaciones

    oficiales y no oficiales de las luchas sociales, y

    el discurso de los marginados. Las descripciones

    escenogrficas son escasas y escuetas, limitadas a

    esbozar rasgos del escenario urbano, pero se ven

    apoyadas por fotografas que ilustran y amplan

    el texto escrito.

    168

    JORGE JIMNEZ HERNNDEZ

    hoy da por el Parque Central, la Universidad

    de Santo Toms, establecida en un sector de

    la Factora de Tabacos, la iglesia Catedral, la

    Merced y la de el Carmen (sic), ya trasladada

    (de avenida

    4

    y calle

    1

    a la esquina ubicada

    entre avenida 3 y calle O, que ocupa desde la

    dcada de 1840.

    (lvarez, 2000, 31)

    La siguiente es la descripcin de un barrio

    capitalino, en el mismo texto:

    Se le dio el nombre de Coleccin a los terre-

    nos al sur del distrito Catedral. Tal denomi-

    nacin se debi a la ubicacin del crematorio

    del lugar. En ese sitio se colectaba y se que-

    maba la basura desechada por los pobladores

    capitalinos. Tambin, confluan en ese sector

    las aguas negras, exactamente en la quebrada

    de las Arias, y al norte de estos terrenos, en la

    actual avenida

    22

    se encontraba el Rastro o

    Matadero Municipal ... (73)

    Como podr haber apreciado el agudo lec-

    tor, los textos citados aqu no se distinguen esen-

    cialmente de las descripciones que se realizan

    en la literatura realista o utpica. Sacados de su

    contexto, las descripciones son equivalentes. Su

    diferencia se produce, en consecuencia, a partir

    de su contextualizacin, es decir, de la inten-

    cionalidad

    del relato, de la

    referencialidad

    que

    establece con respecto a lo real, a lo ilusorio o a

    lo prospectivo y, complementariamente, del con-

    trato de recepcin

    que establece con el lector.

    Por ello desde el inicio plante que la equivalen-

    cia de los relatos de ciudades imaginarias que se

    ha defendido en esta investigacin, no buscaba

    omitir sus diferencias; lo que he intentado es

    demostrar que sus diferencias responden a otro

    tipo de caractersticas y no al reduccionismo

    propio del fetichismo de realidad. Se trata, en

    consecuencia, de similitudes y diferencias ms

    complejas.

    Por ltimo, es oportuno mencionar que en

    muchos textos histricos la descripcin de los

    escenarios no siempre est presente o bien, si

    lo est, no siempre el historiador es exhaustivo.

    Ello se puede explicar en razn de las caracte-

    rsticas

    poticas

    con que se construye el relato

    histrico -tal y como hice ver en el pargrafo

    anterior-; adems de lo ya sealado con rela-

    cin al realismo literario: la descripcin de

    134 Posiblemente el documental filmogrfico, en

    tanto constituye un nuevo soporte narrativo, ha

    tendido a sustituir la descripcin escritural de

    escenarios histricos, debido, en buena medida,

    a la gran eficacia narrativa de los recursos audio-

    visuales y a la valiosa posibilidad de contar con

    imgenes de los escenarios histricos reales.

    Rev. Filosofa Univ. Costa Rica, XLIV (113) Nmero Especial, Setiembre-Diciembre 2006 /159-168