Camp Century - Larry Stylinson · A lo lejos divisó un grupo de personas en un descampado,...
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Camp Century - Larry Stylinson
by difusa
Camp Century es un campamento de verano exclusivamente para chicos de cualquier edad,
situado a las afueras de Londres, Inglaterra, en el cual jóvenes de todo el mundo se conectan en
este mismo punto para poder obtener intereses en común y hacer nuevos amigos. El predio del
campo en el cual está ubicado el campamento consta de cientos de hectáreas para que todos los
chicos tengan total libertad los cuatro meses que pasen en ese lugar.
Dos personas que viven en puntos extremadamente alejados del mundo se encontrarán, se
observarán y sentirán algo que nunca han sentido… Todo eso… Por primera vez.
=================
Camp Century - Larry Stylinson
A Abigail.
Este fanfic esta escrito por mí.
Sumario: Harry y Louis se conocen en un campamento de verano, y su relación se afirma más y
más con el paso del tiempo gracias a uno de sus compañeros, Niall. Vivirán muchas experiencias
juntos y esto hará dudar en qué sienten entre ellos en realidad.
PRÓLOGO
Camp Century es un campamento de verano exclusivamente para chicos de cualquier edad,
situado a las afueras de Londres, Inglaterra, en el cual jóvenes de todo el mundo se conectan en
este mismo punto para poder obtener intereses en común y hacer nuevos amigos. El predio del
campo en el cual está ubicado el campamento consta de cientos de hectáreas para que todos los
chicos tengan total libertad los cuatro meses que pasen en ese lugar.
Y es bastante particular, ya que no acampan. A cada chico se le asignan uno o dos compañeros,
a los cuales se ubican en una cabaña. Los cuatro meses que estén en ella deben hacerse cargo
de la limpieza y mantenimiento de la misma.
Para Louis Tomlinson, un chico de Sydney, humilde y de buena postura, de tan solo dieciséis
años esto no es nuevo, pues asistió a este campamento por primera vez cuando tenía cinco años
y desde entonces jamás dejó de hacerlo. Le fascinaba el hecho de poder conocer personas
nuevas cada año que iba. Cada año era una historia diferente y eso le gustaba muchísimo. Pero
siempre había algo que le ponía triste: la despedida. Él sabía perfectamente de lo mucho que te
podrías encariñar con una persona en tan solo cuatro meses, y cuando éstos finalizan, dejar ir a
su nuevo amigo es totalmente desgarrador.
En cambio, para Harry Styles, un adolescente neoyorkino de también, dieciséis recién cumplidos,
rebelde y de mal carácter siempre, según la gente que lo rodeaba, todo era muy diferente. Él
jamás había asistido a este campamento ni a ningún otro, no le interesaban los campamentos.
Pero este año sí. Asistiría por obligación. Sus padres estaban hartos de sus ataques de ira y
rebeldía sin ningún motivo, por eso decidieron inscribirlo en Camp Century, teniendo en cuenta
que unos cuantos meses allí no le harían daño, y querían ver si provocaban algún cambio en su
hijo.
Dos personas que viven en puntos extremadamente alejados del mundo se encontrarán, se
observarán y sentirán algo que nunca han sentido... Todo eso... Por primera vez.
=================
Capítulo 1.
- Por favor, compórtate, no queremos que nos llamen porque has causado problemas.
Dess Styles, padre de Harry, le insistía para que su comportamiento fuera dentro del rango de lo
normal. A pesar de estar separado de Anne Cox, su madre, se había tomado el trabajo de tomar
un vuelo con él y acompañarlo hasta Londres, porque después de todo era su hijo y quería todo lo
bueno para él.
- Lo que sea.
Harry bufó y sacó un par de valijas del maletero del vehículo de su padre, dejándolas sobre el
césped, húmedo. Eran las seis de la madrugada, habían llegado mucho antes de lo previsto y no
podía ver a través del tejido que separaba el mundo exterior de esa asquerosa prisión, a más que
otros diez chicos allí.
Si había algo que el rizado detestaba era convivir con la naturaleza. Los insectos, pasar frío, los
anfibios de toda clase, el césped alto y esas tareas que se realizan al aire libre son su peor
pesadilla. Ni siquiera llegaba a entender como habían logrado convencerlo de pasar cuatro meses
alejado de sus cosas. De su casa, de sus amigos, de sus fiestas, de sus chicas, de su internet.
Odiaba a sus padres en estos momentos, y más al imbécil de su padrastro. Si había algo que
para él valía la pena de todo esto al venir aquí, era no verle más la cara a ese bueno para nada
que solo le destrozaba la vida.
- Es aquí, muchacho.
Su padre posicionó una mano sobre su hombro mientras ambos contemplaban la gran entrada al
campamento. “Camp Century. Cuatro meses inimaginables” decía el cartel que colgaba a dos
metros sobre la tierra en un pasacalle. Antes de la entrada, había una especie de peaje, bueno,
así le hubiese llamado Harry. Allí, él debía presentar sus datos. Ellos verificarían si todo estaría
correcto y entonces lo dejarían entrar.
- ¿En serio tengo que quedarme? –le preguntó arrepentido, dándose la vuelta para mirarlo de
frente. - ¿Verdaderamente tengo que hacer esto?
- Es por tu bien. –le recordó el señor. – Las órdenes de tu madre son órdenes, yo debo obedecer.
- Eres un maldito gobernado. –volvió a bufar.
Continuó mirando el cartel de entrada y maldiciendo a todas las personas que se le había
ocurrido crear este campamento del carajo. Él sabía perfectamente cómo convencer a su madre
de que no lo inscribiese aquí, pero cuando trató de hacerlo ya era demasiado tarde. La mujer ese
mismo día había entrado al sitio web de Camp Century y había inscrito a su hijo como lo había
planeado.
- No vuelvas a llamarme así. –el padre sacó otro bolso del asiento trasero del vehículo, era una
mochila verde, y la dejó sobre las valijas. – Es hora de irme. El próximo vuelo sale en una hora y
media y no quiero llegar tarde al aeropuerto.
- Te arrepentirás de haberme dejado aquí. No tienes idea de lo que sufriré. –volvió a lamentarse.
Su padre rodó los ojos y seguidamente le dio un abrazo.
- Tienes tu móvil, cualquier cosa que necesites llámame, o a Anne. –dijo, dedicándole una sonrisa
a la cara frustrada de su hijo.
- Lo haré.
Dess le sonrió una vez más, para luego desaparecer tras las puertas de su vehículo. Harry vio el
auto alejarse cada vez más, y en ese momento cayó en la realidad: estaba solo, en Europa, en un
campamento de niños al cual lo habían traído para regular su conducta. Tuvo ganas de gritar,
pero no lo hizo. Con violencia tomó su equipaje y se dirigió a esa cabina de entrada.
- Bienvenido a Camp Century. –le dijo simpático un hombre no tan viejo. Aparentaba unos
cuarenta años de edad. - ¿Su nombre y apellido por favor?
- Harry Styles. –contestó de manera hiriente y fría.
El hombre tecleó en una computadora y se frotó la barbilla.
- Bien. –continuó. - ¿Nacionalidad?
- Estadounidense. Soy de Nueva York. –dijo orgulloso de sus palabras.
El hombre volvió a teclear. Ésta vez estuvo más seguro de los resultados que aparecieron en la
pantalla.
- ¿Edad? –volvió a preguntar.
- ¿Qué clase de cuestionario policial es este? –se preguntó Harry en voz alta.
- No es ningún cuestionario policial, solo quiero verificar que todo esté en orden. –le contestó el
señor, tratando de ser amable con el antipático adolescente que tenía ante sus ojos.
- Dieciséis. –contestó de mala gana.
Ahora, miró sonriente la pantalla y luego miró a Harry, quién comenzaba a impacientarse.
- Antes de pasar, es mi deber darte esto. –dio media vuelta en esa silla de rueditas y de un cajón
que estaba detrás de él sacó una pulsera negra. En ella estaba impreso un código de barras. – Es
por seguridad, si intentas salir de aquí, los sensores que están sobre las salidas te captaran y los
muchachos de seguridad vendrán a buscarte. –tomó la muñeca de Harry y se la coloco. Él intentó
sacársela pero fue imposible.
- ¿Cómo cuando te robas algo de los supermercados? –le cuestionó. El hombre rió. “Deben
pensar que soy una maldita lata de arvejas” pensó Harry para no insultarlo.
- Ahora sí, puede pasar. Y no intentes quitártela porque es totalmente imposible–dijo
amablemente. – Allí dentro te recibirán otros muchachos y te dirán cuál es tu cabaña.
Nuevamente, bienvenido a Camp Century, Harry.
- Sí... Lo que sea. –respondió el chico.
Volvió su vista a su equipaje, tomándolo como pudo. Se colgó la mochila en la espalda y sostuvo
las dos valijas de rueditas con sus manos, arrastrándolas por ese camino de tierra que era la
entrada al complejo de cabañas del campamento.
A lo lejos divisó un grupo de personas en un descampado, sentados en pequeños troncos en el
suelo, supuso que allí debían hacerse las reuniones nocturnas. Dos o tres de ellos traían
chalecos de color amarillos muy llamativos, por lo que supuso que se trataban de los
coordinadores, porque en todo campamento había coordinadores.
Uno de esos tipos, vio a Harry acercándose, y se separó del grupo para dirigirse a él. Éste
parecía más joven que los demás. Tenía ojos claros, entre verde y celestes, la tez pálida y el
cabello castaño. A medida que se fue acercando Harry lo notó sonriente y feliz. “¡Eran las seis de
la madrugada y aún no amanecía! ¿¡Por qué todos son tan felices!?” pensó.
- Hola. ¿Harry, cierto? –Harry asintió al mismo tiempo que se preguntaba cómo es que estos tipos
se pasaban tan rápido la información. - Mi nombre es Luke Smith, soy el coordinador de la zona
sur del complejo, allí es donde estará tu cabaña.
- ¿Ya me asignarán la cabaña? –dijo emocionado. Se imaginó durmiendo placenteramente en su
cabaña sin que nadie lo moleste.
- Si es lo que tú quieres, sí. Sino, puedes quedarte a conocer a los demás chicos que llegaron un
rato antes que tú. Depende de lo que tú elijas. –señaló el grupo de chicos que se encontraba
detrás de ellos, riendo de quién sabe qué. – Hoy no exigiremos mucho, pues algunos vienen de
muy lejos y es justo que descansen. Pero mañana será un gran día.
- Yo soy de esos. –respondió Harry, al escuchar la frase algunos vienen de muy lejos.
- ¿De esos qué? –preguntó el coordinador.
- De esos que vienen de muy lejos. Soy de Estados Unidos, estoy muerto. Necesito la llave de la
cabaña. –exigió como si su vida dependiese de dormir las ocho horas que le hacían falta.
- ¿No quieres conocer a los chicos? –él negó enseguida sacudiendo la cabeza de izquierda a
derecha. Luke rodó los ojos. – Está bien. Sígueme.
El chico comenzó a caminar por otro camino de tierra que guiaba hacia pequeñas casitas muy
hermosas. Las cabañas. Y obviamente, ubicadas en la zona sur. Luke había ofrecido a Harry
ayudarle con su equipaje, pero él había negado luego de pretender poder cargar todo el solo.
El muchacho sacó una llave de su riñonera, de la cual colgaba en un llavero el número veintitrés.
La introdujo en la cerradura y abrió la puerta.
Y aunque la cabaña aparentaba ser de lujo por fuera, por dentro era como cualquier cabaña
gratuita que te ofrecía el estado. Luke dejó pasar primero al recién llegado, quién observó con
decepción cada rincón de la pequeña casa. Pensó como serían sus siguientes cuatro meses
dentro de esta pocilga y trató de mantener la calma.
- ¿Eso es todo? –preguntó Harry con los ojos abiertos como dos grandes platos.
- ¿De qué hablas? –le respondió el coordinador a medida que lo ayudaba a entrar el equipaje a la
cabaña.
- ¿Dónde está la piscina? Las cabañas no son cabañas sin una piscina.
- No estás de vacaciones en un complejo cinco estrellas niño, es un campamento. Así como lo
escuchas, cam-pa-men-to.
Luke era muy amable con todos los chicos que venían aquí a pasar sus vacaciones de verano,
pero nunca permitió que ninguno de ellos se le pase de listo. Si había algo que mantener aquí,
era la dignidad, y Luke sabía muy bien de eso.
Ambos se quedaron callados. Harry dejó sus valijas a un lado de la puerta y su mochila sobre una
pequeña mesa en la cocina, en la cual solo había dos sillas. Por dentro la cabaña estaba pintada
de un color amarillo pastel. Aparentaba dos pisos, pero no quería recorrerla hasta que el
muchacho se vaya.
- Bueno. –de su riñonera volvió a sacar un pequeño folleto. Harry se preguntó qué más podría
traer allí dentro. ¿Un elefante? ¿La piscina que tanto quería? – Toma. Este es el reglamento del
campamento. –extendió su brazo hasta la palma de Harry, éste sujeto el papel con las manos
temblorosas. ¿Desde cuándo había un reglamento? – Si no respetas las órdenes aplicaremos
sanciones. A las diez sanciones llamaremos a tus padres para que te lleven a casa.
“Será fácil” pensó él.
- Si necesitas algo estaré afuera con los demás chicos. –sonrió y comenzó a caminar hacia la
puerta, pero una vez que estuvo en el umbral se detuvo. – Ah y Harry... -él lo miró sin entender
que sucedía. – En cualquier momento vendrá tu compañero de cabaña, trátalo bien. –le guiñó un
ojo y desapareció tras la puerta.
- ¿¡Compañero de cabaña!? –gritó desesperado. Era lo que le faltaba. - ¿¡No estaré solo aquí!?
¿Es enserio?
Pero era inútil preguntarse esas cosas, Luke ya estaba muy lejos de la cabaña como para
escucharlo.
Harry tomó una bocanada de aire muy grande y se dedicó a recorrer la cabaña. Por alguna razón
desconocida, ésta no tenía cocina, solo un grifo de agua que estaba muy caliente. No había sala
de estar, solo esas asquerosas sillas en el comedor. Subió las delicadas escaleras de madera y
transitó un corto pasillo que lo llevó hacia el baño. El baño para él era más pequeño que la
cabeza de un alfiler. “¿Dónde está la bañera?” se preguntó en voz alta al abrir la cortina.
Siguió por ese pasillo, hasta llegar a una oscura habitación. El techo iba en bajada, y acababa en
dos camas muy bien tendidas, con acolchados de color azules, a sus lados dos mesitas de luz
con lámparas, y un poco más alejado, un enorme armario. ¿Tendría que compartir la habitación
con un chico desconocido? Solamente rogaba porque ese chico al menos se bañase.
Abrió la pequeña ventana que supuestamente iluminaría toda la habitación y vio que estaba
amaneciendo y se lanzó perezosamente en una de las camas, la que daba con vista a la ventana.
De uno de los bolsillos de su jean sacó un paquete de cigarrillos y un encendedor. Se llevó el
cigarrillo a la boca y con la mano que le quedaba libre lo encendió, luego colocó el folleto sobre su
pecho y comenzó a leer.
“¡Bienvenido a Camp Century! Te garantizamos las mejores vacaciones que jamás podrías
imaginar.
Para nuestra organización y la de todos, rogamos por favor que cumplan con las siguientes
normas, de lo contrario, tomaremos medidas al respecto.
Está totalmente prohibido fumar, beber bebidas alcohólicas y no hace falta mencionar que queda
totalmente restringido el ingreso de drogas al predio. Al estar en un ambiente natural, pueden
encontrarse con animales silvestres, a los cuales no se debe acercar, ni mucho menos hacerles
daño. Exigimos un comportamiento dentro de lo normal adecuado, para la mejor convivencia de
todos nosotros. Les pedimos también, por favor, que obedezcan las órdenes de su coordinador
de zona para tener más organización.
¡Y eso es todo! Mientras cumplas esas simples pautas, disfrutarás de estas vacaciones como
ninguna otra.
Atentamente: directores de Camp Century”
Harry miró su cigarrillo y rió cínico. Apenas llegaba y ya estaba irrumpiendo con una de las
normas de este asqueroso campamento, según él. Lo aspiró por completo, y soltó el humo
tranquilamente por la nariz, luego lo lanzó al piso de madera de esa habitación, pisándolo y
escondiendo la colilla debajo de la cama.
Ya había pasado más de una hora, y el rizado se había encargado de acomodar sus cosas como
pudo en cada uno de los gabinetes del armario. También dejó sus productos de limpieza en el
baño, y cuando trató de prepararse un café, se acordó que esta cabaña no tenía cocina. Hasta
había pegado el único poster que tenía de John Mayer sobre el cabezal de su cama.
Y estaba tranquilo, allí, observando desde ahora su nueva cama como una noche moría y un
nuevo día nacía cuando un sonido que provenía de la planta baja lo sacó de sus pensamientos,
seguido de unas voces amigables. Luego de unos segundos escuchó pasos subiendo las
escaleras y pensó que ese momento ya había llegado, conocería a su nuevo compañero. Y se
puso muy nervioso.
La puerta de la habitación se abrió con violencia, dejándole ver a un chico de no más de dieciséis
años, con el cabello rubio, claramente teñido, y ojos muy bonitos. Sonreía simpático a la
prácticamente muerta figura de Harry sentado sobre la cama.
El rizado reaccionó enseguida y pensó que sería cortés de su parte ponerse de pie para recibirlo,
entonces eso hizo. Se acercó al muchacho, que era un poco más bajo de estatura que él y le
estrechó la mano. El rubio miró su mano e hizo una mueca de asco.
- ¿Qué clase de saludo es ese? –preguntó, ahora subiendo su vista a la de Harry con el ceño
fruncido. - ¡Ven aquí, nuevo compañero!
Y a pesar de que traía una mochila entre sus brazos y el folleto de normas, lo abrazó. Harry se
sintió extraño. Él tenía amigos en Nueva York, sin embargo nunca se abrazaban de esa forma.
Eran más de demostrarse su “cariño” de otras formas. ¿Abrazos? Nunca.
Le sorprendió el acento raro del chico y le sonrió cuando terminaron ese abrazo.
- Hueles a cigarrillos, igual no importa, no diré nada. –dijo guiñándole un ojo. – Me llamo Niall
Horan y tú tienes cara de llamarte Jack, ¿te llamas Jack?
Harry se asustó un poco por la manera apresurada de hablar del chico, pero trató de ignorarlo y
actuar lo más normal posible. No era malo sociabilizando con la gente, pero sí se ponía muy
nervioso, y él mismo lo admitía.
- Soy Harry Styles, vengo de Nueva York. –dijo, y a diferencia de su nuevo compañero sonó
mucho más calmado. – No me llamó Jack. –trató de reír.
- Es una pena que no te llames Jack, te quedaría muy bonito, de todas formas Harry es lindo.
–sonrió. – Soy de Mullingar, Irlanda.
“Irlandés, a eso se debía el acento” pensó Harry mientras analizaba su figura de arriba abajo.
Llevaba unos jogging de color gris opaco, con una camiseta de un equipo de futbol que no logró
reconocer, pues no le interesaba mucho el futbol. Llevaba también unas zapatillas supras des
acordonadas, y pudo ver, además de una mochila, una guitarra colgando en su espalda.
- ¿Tienes dieciséis, cierto? La mayoría de los que vienen aquí tienen dieciséis. –peguntó y se
respondió a él mismo, mientras caminaba hacia la cama que quedaba libre y dejaba sus cosas
sobre ella.
- Sí, y supongo que tú también. –respondió Harry en un fallido intento de sonar amigable.
- Estás en lo cierto. –volvió a sonreír. Des tendió la cama y comenzó a colocarle unas sábanas
que tenía dentro de su mochila, en lugar de las que ya estaban. - ¿Es tu primer año aquí?
- Así es. No ha pasado un día y ya quiero irme. –dijo Harry, arrugando la nariz.
- ¿No estás hablando enserio, cierto? –Harry lo miró incomprendido y asintió con la cabeza. -
¡Este campamento es lo mejor de lo mejor! Hazme caso, vengo aquí desde que tengo diez años y
cada año es más bueno. –el rizado rodó los ojos, como si las palabras del rubio le entraran por un
oído y le saliesen por el otro. - ¿Ya leíste esas normas? –Harry volvió a asentir. – Son puras
tonterías, solo nos controlan la primera semana y después les da igual si alguno de nosotros
termina ebrio o no.
- ¿Cómo quieres que nos embriaguemos en un lugar donde apenas sale agua de los grifos?
–preguntó Harry de mala manera.
- No tengo seis años aquí en vano, niño. Tengo mis contactos, solo dime lo que quieres y me lo
traerán, es algo así como servicio a la habitación. –le respondió con una sonrisa en el rostro,
mientras terminaba con su trabajo tendiendo la cama.
- ¿No hay chicas aquí? –se le ocurrió preguntar.
Harry era conocido por el afán de ser el rompe corazones de las chicas. Nunca tuvo una relación
seria, porque todas las chicas que estaban o estuvieron con él sabían perfectamente que durarían
poco si cuernos. Así que Harry se conseguía cada semana una chica nueva con la cual pasar el
rato. Al principio no se reconoció, pero de a poco pasó a ser la forma en la cual lo reconocían
todos. Lo conocían como el mujeriego de la escuela. Esa era su fama, y aunque no le gustase
debía aceptarla, pero muy en el fondo quería cambiar.
- Lamento decirte que no, Harry. –dijo Niall, como si para él también fuese una pena.
- ¿Cuándo nos darán de comer? Ya me ha dado hambre. –dijo Harry, acostándose en la cama,
tratando de buscar algún tema de conversación.
- Nuestro turno es a las doce en punto. –contestó el rubio.
- ¿Turno? –preguntó el chico, sin entender mucho de lo que decía.
- ¿No te han explicado? –Harry negó con una de sus cejas alzadas. – Bien. Primero almuerzan
los niños de cinco a diez años, después los de diez a trece, y luego los de catorce a dieciséis.
Los de dieciséis en adelante no tengo idea así que no me preguntes sobre ellos.
- ¿Entonces no tenemos que convivir con los otros niñitos? –la sonrisa en el rostro de Harry se
hizo muy grande.
- No, en ningún momento. Además, hasta los trece años solamente dejan que te quedes un mes
aquí. Y los mayores vienen en invierno, así que seríamos los más grandes aquí. –explicó Horan.
Harry pensó como es que su madre no le había explicado nada de esto.
- ¿Son muy exigentes con las tareas? –volvió a preguntar, porque al parecer este irlandés lo
sabía todo.
- Si y demasiado, no te recomendaría que desobedezcas a los coordinadores, mucho menos si se
trata de Luke. –sugirió, cargando nuevamente la mochila en su espalda. – Puede parecerte buena
persona, pero cuando quiere echarte a la mierda, lo hace. –de su mochila sacó una gorra roja y
se la colocó en la cabeza. - ¿Vamos afuera? Quiero reencontrarme con algunos amigos.
- ¿Haces amigos aquí? –Harry se puso de pie y comenzó a caminar escaleras abajo, siguiendo al
rubio.
- Sí, pues... Eso es lo que somos ahora, ¿o no? –él asintió aunque no estaba muy seguro de esto.
Su plan de marcharse de aquí lo más rápido posible aún seguía en pie. – Hice tres amigos el año
pasado, son muchachos realmente muy agradables, apuesto a que te encantará conocerlos.
Niall cerró la puerta de la cabaña con llave una vez que nos encontrábamos fuera de ella y la
guardó en uno de sus bolsillos. Aún llevaba colgada la guitarra y la mochila en sus hombros, y él
tan solo mi pequeña mochila con no más cosas de las indispensables.
Transitaron el amplio camino de tierra hacia el lugar donde Harry había visto esos diez chicos al
entrar. Esa cantidad ahora se había multiplicado. El bullicio se hacía cada vez más grande a
medida que se acercaban a la gran cantidad de gente reunidas en un mismo lugar.
Muchos se abrazaban y hablaban entre ellos. Más de uno estaba llorando. Harry vio eso como
algo totalmente ridículo, pero de alguna forma se sintió solo. Estaba junto a un desconocido que
lo había llamado amigo, pero de todas formas, estaba solo, y lo peor de todo es que no conocía a
nadie.
Siguió a Niall, quién caminaba apresuradamente entre los demás chicos, todos de su misma
edad. Se detuvo frente a un grupo de personas y achinó los ojos para aclarar la vista.
- ¿Qué sucede? –preguntó Harry al ver la mirada del rubio.
- Son ellos. –afirmó casi en un susurro.
- ¿Ellos quienes? –Niall se echó a correr antes de que pudiese escuchar a Harry. A medida que
corría dejó su mochila y su guitarra en el suelo. - ¿¡Ellos quienes, Niall!?
Pero era inútil, el irlandés no pretendía escucharlo. Estaba demasiado ocupado abrazando a otros
tres chicos. Dos castaños y un moreno, aparentemente simpáticos. Él se acercó con timidez y
esperó que Niall terminase de saludarse de sus amigos.
- Ya no estás tan rubio como el año pasado. –dijo uno de ellos. Uno de los castaños. – Me alegra
que hayas dejado el vicio de la tintura. –rió.
- Sí, lo sé. –dijo Niall con una sonrisa. – Este color me queda mejor. –alardeó.
- Los eché mucho de menos, idiotas. –dijo el moreno, dirigiéndose a los otros tres, quienes le
dedicaron una sonrisa.
- Están todos muy altos. –dijo Niall mirando a sus amigos de arriba abajo, pero clavando su vista
principalmente en uno. – Menos tú, Louis. Tú estás igual. –se carcajeó.
Harry despegó su tímida vista del suelo para guiarla a la del supuesto Louis. Pensó que si Niall le
hubiese hablado así a él, le sería un placer dejarle un ojo morado. Pero ése chico solo lo miró de
forma comprensiva, riendo a medida que asentía. Tenía razón, era un poco más bajo de lo
normal. Llevaba el cabello castaño lacio peinado hacia un costado, sus ojos eran azules casi
celestes y estaba vestido de una forma peculiar, de esas formas en las que se notan que no
tienes intención de llamar la atención. Otro de ellos, era muy alto, vestía de negro y podía ver
varios tatuajes en uno de sus brazos, sus ojos eran oscuros al igual que su cabello. Y el otro, era
de estatura normal, quizás como la de Harry, su cabello era castaño claro, aunque estaba muy
corto en ese momento él pudo descifrarlo.
Los tres chicos clavaron su mirada en el rizado cuando se dieron cuenta de que él los miraba
demasiado. Harry se puso de todos los colores.
- Lo sé, soy muy descortés. –se lamentó el rubio. – Chicos, él es Harry Styles, es neoyorkino y es
mi compañero de cabaña este año. –dijo señalándolo. Él sonrió un poco incómodo.
- Anda, Harry, no seas tímido. –dijo uno de los castaños. – Soy Liam Payne, vengo de Canadá.
–le dijo sonriente. – Estamos un poco cerca, ¿qué dices?
- Sí, solo un poco. –rió nervioso el rizado, observando como Niall miraba a los demás para que le
hablen.
- Yo soy Zayn Malik, soy de Manchester, está muy cerca de Londres. –le dijo calmado, pero a
diferencia del otro no sonrió, solo le dirigió una cálida mirada. – Es un placer, Harry.
- Mío también. –Ahora Harry sonrió aliviado, algo le decía que no había por qué seguir estando
nervioso. Solo eran personas.
- Y pues, falto yo. –rió el chico de ojos bonitos, según Harry. – Me llamo Louis como ya habrás
escuchado, mi apellido es Tomlinson y vengo de Sydney, es en Australia por si no lo ubicas.
Louis miró los ojos de Harry, y éste enseguida sintió como algo se formaba en ese cruce de
miradas. Ya había mirado a los otros dos de la misma forma, pero con él sucedió algo. Por eso
mismo un nudo se le formó en el estómago. Quizás ese nudo se debía a que no veía unos ojos
tan hermosos hace tanto tiempo, o quizás porque la sonrisa del chico hacia él había sido cálida,
demasiado para su gusto. Simplemente no lo entendía.
- Es un placer conocerlos a todos chicos. –dijo Harry, tratando de parecer amable, cosa en la que
siempre fallaba.
- Cuéntanos Harry, que se te dio por venir aquí. –insistió el que se había presentado como Liam.
Los cinco chicos estaban parados de forma en que armaban un círculo entre ellos, ignorando
completamente a las personas que estaban a su alrededor. Enseguida Harry notó a cuatro pares
de ojos observándolo de manera expectante. Solo quería largarse de aquí.
- En realidad... Yo nunca quise venir aquí. –los chicos lo miraron confundidos, incluyendo a Niall.
– Según mis padres y unos cuantos psicólogos tengo problemas de conducta y me trajeron aquí
para corregirlos, como si se tratas de una especie de escuela militar. ¿Absurdo, no? Además,
estoy perfectamente con mi conducta. Me odian y saben que odio los campamentos, por eso
hacen esto.
Los cuatro chicos se miraron entre ellos, algo incomprendidos.
- Tiene sentido. –dijo el moreno. – No es absurdo, yo también lo haría en el lugar de tus padres.
Harry le dirigió una mirada cargada de asco y continuó hablando.
- ¿Cómo soportan cuatro meses aquí? Es una mierda. –preguntó al mismo tiempo que miraba
hacia ambos lados para verificar que nadie lo estuviese escuchando.
- En realidad no es una mierda, te divertirás muchísimo. –contestó Louis, con la voz dulce y le
dirigió una sonrisa.
- Igualmente, no me harán cambiar de opinión. –atacó Harry manteniendo su postura de
adolescente rebelde. - ¿Ustedes por qué vienen aquí?
- Yo vengo porque me gusta conocer gente nueva, y además las noches de música aquí son
mejores de lo que te imaginas. –contestó Niall, provocando que el rizado rodara los ojos.
Entre ellos se miraron y asintieron, volviendo nuevamente su vista al rizado que sentía no ser
igual, ni mucho menos acercarse a lo parecido de esos chicos. Ellos miraban la vida de una forma
en la que Harry no estaba acostumbrado. “Las noches de música aquí son mejores de lo que te
imaginas” para Harry, las cosas geniales e inimaginables sucedían en fiestas alocadas en las que
acababa dormido en alguna plaza por su estado de ebriedad. Eso era genial para él. A él no le
importaban las fogatas, las canciones con la guitarra bajo la luna llena o lo especial que podría
ser gozar de unos cuantos minutos de silencio. Pensaba en que jamás se podría acostumbrar a
una vida aquí, alejado de todo lo que lo hacía feliz, por ese motivo, quería escapar. Y no porque
le alegrara ver a su familia, porque a él no le importaban los demás, a él solo le importaba su
felicidad y que todos sus caprichos sean complacidos. Él quería volver a su trono, más conocido
como su tan amada Nueva York.
- ¿Quieren venir a conocer nuestra cabaña? –propuso el que se presentó como Zayn. – Por
mucha suerte nos tocó a nosotros tres juntos. –rió, burlándose del rubio quién le dirigió una
mirada de asco.
Comenzaron a caminar hacia el lado sur nuevamente, donde estaban situada la cabaña de los
otros tres chicos. Harry caminó detrás de ellos, ignorando totalmente el tema de conversación del
cual hablaban ahora, solo miraba a su alrededor, buscando una salida. Pero había tantos chicos
que se le hacía imposible mirar más allá de unas cuantas cabezas castañas de los demás chicos.
Niall le parecía buena persona, parecía no querer menospreciar la presencia de Harry. Pues, el
rubio le había presentado a sus amigos, y eso no lo haría cualquiera. Quizás si fuese por él, Harry
continuaría fumando en la habitación de la cabaña sin control, tan solo porque ahora estaba muy
estresado y tenía que cumplir con algunas de sus ansiedades para calmarse.
Cuando entraron a la otra cabaña, Harry se indignó porque era más grande que la suya, y a
diferencia, tenía una cafetera, cosa que la de ellos no tenía. Trató de no demostrar su ira y actuó
como si nada sucediera. Tan solo se quedó apoyado en el viejo umbral de madera con su móvil,
mientras esperaba que su nuevo compañero vuelva.
“¿Cómo va el campamento? Imagino la mierda que debe ser Inglaterra jaja.” Ese mensaje pudo
ver apenas encendió su celular. Era de su mejor amiga, Becky. Como todos mejores amigos, les
encantaba molestarse entre ellos, y cuando Becky se enteró de que encerrarían a Harry por un
campamento por cuatro meses se estuvo riendo como una semana. Harry la amaba y la llegó a
amar como más que una simple amiga, pero llegó a la conclusión de que las chicas son todas
iguales. Iguales de regaladas, como él decía. Esa era una de las razones por las cuales no tenía
relaciones serias. Quizás moriría solo, pero eso no le importaría. Su vida estaba en la cima del
mundo y no necesitaba de alguien para ser feliz. Tampoco contestó ese mensaje.
Escuchó unos pasos apresurados bajar las escaleras, provocando mucho ruido. De a poco pudo
ir viendo al chico que se había presentado con el nombre de Louis Tomlinson, el australiano.
Pensó en lo aburrido que debía ser vivir en Australia, rodeado de canguros y animales que no le
aportan ningún bien al mundo. La vida de ese chico sí debía ser una mierda.
Tratando de que él no se dé cuenta volvió a guardar su móvil, porque sabía que tampoco estaba
correcto usarlo aunque no lo diga en el reglamento. Esto parecía la escuela y eso a Harry le
provocaba dolores de cabeza.
- Es mejor que no uses eso hasta la noche. –rió el chico, acercándose a él. – Cuando todos estén
durmiendo y ya no pasen la vigilar las cabañas. –continuó con una sonrisa dibujada en el rostro.
Siguió caminando hacia Harry hasta quedar justo frente a él.
- ¿Vigilan las cabañas de noche? –preguntó, frunciendo el ceño. El chico asintió. - ¿No podré
fumar en paz? –ahora negó.
- Fumar está mal. Cada cigarrillo te quita dos años de vida.
- Creo que eres muy melodramático, ya sabes, la primera impresión. –contestó Harry, hablando
con total ironía.
- Mi primera impresión tuya fue un típico adolescente neoyorquino que planea comerse el mundo.
–exclamó y soltó una carcajada. Harry quiso soltar algo también, algo como un golpe. – Y sí, supe
que eras de Nueva York antes de que Niall te presente.
- Me alegra que pienses eso porque es lo que soy. –dijo Harry, totalmente orgulloso de su
postura. - ¿Por qué lo supiste?
Miró su ropa. No estaba tan mal vestido, ni siquiera llevaba un pañuelo con la bandera de estados
unidos en la cabeza -como a veces solía usar-. Tan solo llevaba unos jeans negros algo
gastados, zapatillas de deportes, y un sweater azul que le llegaba hasta las rodillas. Muy mala
combinación que él mismo admitió. A pesar de ser vacaciones de verano, esta madrugada hacía
frío en el aeropuerto y su padre le obligó a ponérselo.
- Debe ser muy aburrido vivir en Australia. –afirmó el rizado, llamando por completo la atención
del castaño que estaba agachado ajustando los cordones de sus tenis.
- Deberías conocer el lugar donde vivo antes de decir eso. –le contestó, pareciendo algo
ofendido. - ¿O acaso ya visitaste Sydney?
Harry tragó saliva mientras éste se ponía de pie y lo miraba de forma atacante. Se quedó algo
impactado porque nunca nadie lo había mandado a callar con tanto ímpetu.
- No y no planeo hacerlo.
- Yo no sé cómo haces para vivir en Nueva York, entre medio de todo ese desorden de gente y
tráfico. –le dijo Louis y sonrió.
Él vio algo en esa sonrisa. Era reluciente y le transmitía mucha tranquilidad, pues no era de esas
sonrisas forzadas que todos hacían para fingir amabilidad. Esta sonrisa demostraba cariño y
Harry tenía la certeza de eso, por eso se relajó para seguir hablando con el muchacho, que de
momento, le caía bien.
- ¿Y tú como sabes lo que es vivir en Nueva York? –le preguntó de forma pretenciosa.
- Quizás porque viví siete años allí. –rió y Harry lo miró sorprendido. - ¿Por qué esa cara?
–preguntó al ver la expresión de Harry. Éste negó. - Está bien, te explicaré. Mi papá conoció a mi
mamá en una conferencia de prensa que se realizó en Australia, Sydney. Papá es empresario y
mamá periodista, entonces ella le realizó la entrevista y se llevaron muy bien. Luego de cuatro
años de noviazgo se casaron. Papá tiene una casa en Nueva York y a veces vamos allí a pasar
algunos días, principalmente en las vacaciones.
- Hablas de esto con mucha naturalidad. –dijo él, analizando cada parte de la historia que
acababa de relatar el castaño de ojos azules.
- Ya es normal para mí. –exclamó. – Y... ¿Qué me cuentas de tu vida? –dijo entrometido.
- Mi vida no es interesante. –a Harry le hubiese gustado decir “mi vida no te interesa” pero trató
de ser más amable con éste chico que quería caerle bien.
- Algo bueno o malo tiene que haberte pasado.
- Bueno... Mis padres también están divorciados pero eso no me afecta en lo más mínimo. Vivo
con mi madre y mi padrastro, que sinceramente no me cae muy bien que digamos.
Louis lo escuchaba con mucho interés y asentía tras cada palabra que salía de la boca de Harry.
Él se sintió más libre al notar el empeño que tenía el chico por seguir escuchándolo, por eso le
contó muchas cosas sobre él. Le comentó que no le iba muy bien en el colegio, que en el año era
capaz de tener cinco novias o más, que adoraba las fiestas y que de grande quería ser igual que
su padre. Intercambiaron muchas miradas y sonrisas entre ese rato que estuvieron juntos, y a
Harry le agradó el hecho de que alguien fuese tan parecido a él. O tan distinto a él. Louis le dijo
que amaba el fútbol, y a Harry le daba igual. A Harry le apasionaba leer, y Louis lo detestaba.
Louis prefería el té, y Harry el café. Louis prefería quedarse en casa viendo películas a la
madrugada, mientras que Harry prefería ahogarse en alcohol en alguna fiesta. Eran totalmente
opuestos, pero al mismo tiempo eran idénticos, y Harry se dio cuenta de eso.
- Me gusta tu tatuaje... Ese... Ese que tienes en el pecho. –dijo Harry, interrumpiendo una de sus
risas, mientras señalaba el escote en V de la camisa negra de Louis.
- Me lo hice hace una semana, en representación a una canción que amo. –contestó esbozando
una sonrisa llena de orgullo.
Louis bajó más el escote de su camisa y tomó la mano de Harry para guiarla hasta allí.
- Parece que sobresale de mi cuerpo por eso no me gusta tocarlo. –dijo a medida que sentía el
lento tacto de Harry tocar lentamente el relieve de su tatuaje.
- ¿It is what it is? ¿Es lo que es? –preguntó sin despegar la vista de tan dichoso tatuaje.
- Exacto.
Al instante volvieron a escucharse otros pasos bajando rápidamente por las escaleras. Era el tal
Liam, que parecía haber perdido la paciencia. Harry enseguida retiró su mano del pecho de Louis
y la colocó detrás de su espalda, avergonzado, ya que Liam se los había quedado observando
detenidamente.
- ¡Louis! –gritó, dirigiéndose al castaño quién lo miró preocupado. - ¡Hace como veinte minutos
que estoy esperando a que lleves tu equipaje para ordenarlo en el armario!
- Perdón, se me olvidó. Ahora lo llevo. –volteó nuevamente para mirar a Harry y volvió a sonreírle.
Harry quería que deje de hacer eso. – Luego seguimos hablando.
Lentamente tomó una de sus valijas y desapreció a medida que subía las escaleras. Harry se
sintió incómodo, como nunca en su vida y retrocedió unos pasos para salir de la cabaña en
cuanto sintió la mirada de Liam posarse en él.
Un sonido agudo le llamó la atención, provenía de lejos, pero sin embargo podía escucharse.
Era una maldita trompeta.
- ¡La hora del desayuno! –se escuchó desde el interior de la cabaña.
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Capítulo 2.
Capítulo 2.
Se reunieron en el centro del predio. En ese lugar había un mástil altísimo, y en la cima flameaba
una bandera amarilla con el nombre del campamento. En el mismo altar donde se encontraba el
mástil, estaban paradas tres personas. En el medio, un hombre, no del todo viejo, llevaba gafas
oscuras y una gorra. A su izquierda, Luke. El chico que había recibido a Harry a la hora de entrar
al Campamento. Y su derecha, una chica, de no más de quince años de edad. Ella, a diferencia
de los demás coordinadores del campamento, llevaba una camisa rosa de flores, y sobre ella, un
lazo grueso que cruzaba desde de su hombro izquierdo hasta el extremo de su cintura derecha.
Parecía ser la única chica en este lugar.
Harry la miró, analizando cada rasgo de su figura. Tenía enormes ojos marrones, muy brillantes.
nariz respingada. El cabello lo llevaba suelto y era castaño. Era totalmente perfecta para él. Se
quedó anonadado, totalmente esplendido por la belleza de esa muchacha, tanto, que ni siquiera
notó como el hombre a su lado comenzaba a hablarle a todos los presentes, que escuchaban
atentos la conversación.
Menos Niall, él se dio cuenta que Harry estaba en su mundo, y se encargó de traerlo de vuelta a
la realidad.
- Deja de mirarla, que se dará cuenta. –susurró, tomándolo del brazo.
Harry se asustó tras el llamado del rubio, quién lo miraba con una sonrisa pícara en la cara.
- No la estaba mirando. –atacó de inmediato.
- Como digas. –bufó Niall.
El rizado trató de esquivar la mirada de esa chica para concentrarse, ahora sí, en lo que decía
ese señor.
- ¡No puedo creer que se haya inscripto tantos chicos! Esto es todo un orgullo para nosotros.
–comentó mientras sostenía un micrófono. – Déjenme asegurarles que estos serán los cuatro
mejores meses que hayan vivido jamás. ¡Ni se imaginan lo fantástico que será!
- Ya me lo imagino... -contestó Harry, rodando los ojos.
Dado que todos estaban en silencio escuchando las palabras del señor de gafas, de repente
todas las miradas de los chicos que estaban a su alrededor se posaron en él. Se sintió muy
incómodo y luego como un calor florecía de su pecho. Todos lo miraron y rieron, pero por suerte
de él, el señor que estaba cerca del mástil ni siquiera notó que él había hablado.
Niall, quién se encontraba a su lado lo codeó y soltó una carcajada solo audible para ambos.
Harry hizo una mueca y tosió para disimular. Las risas cesaron y volvió a escuchar al hombre.
- Mi nombre es Geoff Winner, y creo que es hora de que les presentaré a sus coordinadores de
zona. –continuó, captando la atención de Harry por conocer cada detalle sobre esa muchacha. –
Él es Luke Smith, coordinador de las cabañas de la zona sur. Muchos ya lo deben conocer, pero
quiero que le den una calurosa bienvenida nuevamente.
Señaló al muchacho que se encontraba a su lado. Harry recordó el mal carácter del tipo al
preguntarle por las piscinas, aunque debía reconocer, que no lo había hecho de una muy buena
forma. Luke les dirigió una sonrisa a todos, y sin un por qué, los chicos comenzaron a aplaudir.
Harry miró a su izquierda, y allí estaba Niall, riendo como un estúpido mientras aplaudía
incesantemente. Luke volvió a sonreír cuando los aplausos se hicieron menos audibles.
- Y ella, es mi hija, Savannah Winner, coordinadora de la zona norte.
Savannah sonrió con una hilera de dientes blancos y perfectos. Sus mejillas se sonrojaron al
escuchar los silbidos y aplausos de los chicos que parecían no acabar jamás. Parecía una niña.
Pero Harry se dejaba guiar mucho por las apariencias. Él ni se imaginaba la verdadera edad de la
chica.
- ¿Cuántos años tiene Savannah? –le preguntó a Niall en un susurro, muy cerca de su oído.
- Veinticuatro.
Harry se ahogó con su propia lengua cuando quiso volver a hablar.
- Parece de... -alcanzó a decir cuando ya se encontraba más calmado.
- Catorce, sí, lo sé.
A Niall parecía fastidiarle la forma de hablar del chico. Lenta y pausada. Como si tuviese que
pensar cada palabra que iba a pronunciar.
Desde el punto de vista de Niall, hasta ahora Harry era un buen chico. Con sus rebeldías y
caprichos, pero bueno. Porque, al fin y al cabo, ningún adolescente es del todo perfecto. Hasta él
mismo admitía que de veces podía ser la peor persona del mundo.
A pesar de todo eso, tenía sus razones. Hacía nueve meses atrás que su madre había fallecido
en un accidente automovilístico. El carro chocó contra un árbol, y en el impacto su madre quedó
inconsciente dentro del vehículo. Cuando éste se prendió fuego, la mujer no pudo hacer nada
para escapar, pues estaba totalmente dormida.
Por eso Niall valoraba las cosas y a sus amigos. Valoraba todo. Porque no sabía cuándo la vida
podría arrebatarte esa felicidad. Su filosofía era amar a las personas más allá de sus defectos,
porque sus defectos son parte de ellos. Sin los defectos, las personas serían perfectas, por ende,
serían todos iguales. Y al rubio no le agradaba eso.
Ambos chicos se dirigieron una sonrisa y levantaron su vista nuevamente hasta esa especie de
“altar” en las que tres personas estaban paradas como autoridades.
- A la entrada se les ha entregado a todos un reglamento, el cual está totalmente prohibido
corromper, de lo contrario, el que lo haga, será expulsado. –continuó el hombre. Ya había dicho
otras palabras antes, pero Niall y Harry se encontraban lo suficientemente distraídos para
prestarles atención. – Y chicos, queremos dejar en claro unas cuantas cosas.
Geoff señaló otro mástil detrás de él, y en lo más alto de este, yacía un altoparlante.
- Esa es una altavoz, cada vez que escuchen la trompeta sonar por el altavoz deben dirigirse
aquí, donde estamos ahora. –dijo, con el brazo en alto señalando el altoparlante. – Y cuando sea
la hora del desayuno, almuerzo, o cena escucharán algo más parecido a un timbre. Cuando
escuchen el timbre, deben dirigirse directamente a la sala de almuerzos.
Todos asintieron como si se tratasen de clones. Harry volvió a rodar los ojos y pensó que si
estuviese en su casa todo sería más simple y no habría nada de timbres ni de trompetas.
- Por último, quiero recordarles que esas pulseras que llevan en su muñeca ahora mismo, son
imposibles de quitar, y son por seguridad. Si a alguno de ustedes se le da la gracia de escaparse,
comenzaran a sonar alarmas y les aseguro que no llegarán muy lejos. –nos dirigió una sonrisa y
acercó más el micrófono a su boca. – Ahora sí, diríjanse por favor en orden a la sala de
almuerzos. Allí harán una fila y las cocineras les servirán el desayuno.
- ¿¡Cómo en la escuela!? –gritó uno a lo lejos.
Harry se puso en punta de pie para verlo sobre la multitud.
- Exacto, como en la escuela, muchacho.
Antes de que Geoff termine con sus palabras, Harry se abrió paso entre los demás chicos y
comenzó a caminar hasta lo que le parecía el salón de almuerzos. Niall lo siguió
apresuradamente por detrás, disculpándose con todos los chicos que chocaba a su paso, y lo
tomó de la mochila, impidiendo que siga avanzando.
- ¿A dónde crees que vas? –preguntó agitado.
- A desayunar, no querrás esperar en una fila de ochocientos metros cuando te estás muriendo
de hambre. –contestó simplemente.
- Es que Geoff no ha terminado de hablar.
- Geoff me importa... Em... Déjame pensar... -Harry llevó una de sus manos a su barbilla y la
acarició sigilosamente. Niall bufó. – Nada.
- No eres gracioso. –contestó serio.
- ¡Vamos, sígueme! No notaran la ausencia de dos entre quinientos.
A Niall no le quedó otra opción más que acceder al pedido de Harry.
Ambos corrieron los doscientos metros que separaban el centro del campamento con el ala de
comidas evitando ser vistos por los demás guardias del campamento. Niall sentía mucha culpa, él
nunca hacía estas cosas. Él esperaba en la fila aunque se tratase de una tan larga como todo el
puente de San Francisco, pero no dejaría que Harry se meta solo en esto. Ni siquiera conocía el
lugar.
A mitad de camino, Niall frenó atemorizado.
Harry lo miró expectante.
- ¿Qué esperas? Nos van a agarrar, rápido. –insistió el rizado, Niall negó.
- Tengo que ir a buscar a mis amigos. –contestó algo tímido.
- Tus amigos vendrán después, ahora vamos.
Harry sintió un golpe en el pecho luego de decir esto. Memorizó el rostro de los otros tres amigos
de Niall hasta que halló en su mente al de Louis Tomlinson. El chico con el que se había quedado
conversando en la cabaña de la zona norte. Ese chico, a pesar de ser tan pretensioso, por alguna
razón le había caído bien, y si había alguien que podía acompañarlo en sus maldades, Harry
pensaba que ese era el indicado, y no el cobarde de Niall.
- Bueno, ve a buscarlos. –accedió el rizado, Niall sonrió. - ¡Pero hazlo rápido! ¡Ya! ¡Corre!
Observó el cuerpo de Niall tomar carrera y comenzar a correr por toda velocidad sobre el césped
verde y muy bien cuidado. Corrió rápido hasta que lo vio doblar en una esquina, y desaparecer.
Harry se hizo un momento para observar el campamento y analizarlo desde otro ángulo. Desde
ese lugar ya podía ver una parte del gran salón de almuerzos, y más atrás de ése, algo parecido
a un bosque. Pues, habían muchos árboles y pinos juntos. Pensó que debía ser un bosque
artificial.
Luego guió su vista a la izquierda, allí había un enorme gimnasio y desde su lugar podía ver una
cancha de tenis y otra de futbol.
Los corredores del campamento eran unos simples caminos de concreto, de no más de dos
metros de ancho, y a sus costados, cada unos cinco metros, había un farol para iluminar a la
noche.
Harry pensó que sería divertido escabullirse de su habitación después de las tres de la
madrugada, cuando todos dormían. Se imaginó a él y a Savannah besándose entre los árboles
de ese bosque artificial que pudo divisar a lo lejos. Pero su burbuja de imaginación fue
interrumpida por el llamado de un coordinador, quién posicionó una mano en su hombro mientras
Harry estaba de espaldas observando las canchas. Se le heló la sangre.
- ¿Qué haces aquí, muchachito? –le preguntó. Harry se volteó, temeroso. El aspecto de este
chico parecía ser un poco más grande que el de Luke y los demás coordinadores.
El tipo era alto y de mucha musculatura. Nada comparado a Harry, que para su edad era alto,
pero no salía del metro setenta, y no lograba un bíceps ni que se internara dos años en el
gimnasio. Todo parecía marchar normal, hasta que se dio cuenta que no se trataba de un
coordinador, porque en su chaqueta amarilla, de letras negras decía seguridad.
- E-Es... Es que yo...
- Él se perdió. –escuchó decir a alguien a unos pasos atrás de ellos.
Volteó rápidamente y se encontró con Louis. Más atrás podía ver a Niall, Zayn y Liam, y mucho
más atrás de ellos, a todos los chicos caminando apresurados a la hora del desayuno.
Harry pegó un suspiro de alivio, pero ese no duró mucho cuando el chico de seguridad hizo la
siguiente pregunta.
- ¿Por qué se perdió? Se supone que tenían que estar todos juntos.
Louis comenzó a caminar hacia nosotros con una sonrisa en los labios, totalmente
despreocupada.
Él sí sabía cómo comprar a la gente.
- Es nuevo, Martin, perdónalo. –le dijo y guiñó un ojo. Seguidamente apoyó uno de sus brazos en
mi hombro y recargó todo su peso en el.
- Me debes muchas, Louis. –le dijo al castaño, y luego volvió su mirada a la de Harry, quién
temblaba pero trataba de que no se note tanto. – Y con respecto a ti, nuevito, no te separes del
grupo si no es por causas extremas. Tengan cuidado.
- No me separaré del grupo, entendí. –contestó Harry enseguida, temeroso de lo que podría decir
a continuación el gran chico.
Pero no dijo nada, solo les dirigió una mueca de odio y se alejó con pasos largos y firmes.
Louis miró a Harry y él no supo agradecer.
- De nada. –dijo Louis, con una sonrisa.
- Te debo una. –contestó Harry, mientras se abrían camino hacia el salón de almuerzos.
- Llevaré la cuenta.
Ambos caminaron en silencio hasta llegar al salón, disfrutando de la compañía mutua. A Harry le
agradaba mucho Louis, y Louis pensaba que Harry debía ser un jodido cuando se trataba de
hacer bromas y cometer rebeldías. Harry era la fuerza y Louis era el cerebro si se trataba de esas
cosas.
Al entrar al salón, Harry se quedó boquiabierto. El exterior era horrible, las paredes grises de
concreto y pequeñas ventanas casi en la cima del techo, pero por dentro, era un ambiente
totalmente veraniego. Las paredes estaban pintadas de color naranja y verde, de techo colgaban
lámparas de todos los colores sobre cada una de las mesas. Eran mesas rectangulares y muy
largas, había unas diez, y sobre ellas manteles de color blanco.
- ¿Vienes, Harry? –le preguntó Louis, sacándolo de su mundo como hizo Niall hacía unos minutos
atrás.
- Sí, perdón.
Harry corrió, literalmente, hacia Louis, quién era el primero en la cola. Él estaba detrás. De pronto
muchos chicos empezaron a entrar al salón. Algunos ignoraron la decoración, puesto que ya
habían venido otros años, o eso suponía Harry, pero los demás se habían quedado anonadados
de la misma forma que el rizado. Entre todos ellos, encontró a su compañero Niall, y a sus
amigos, Zayn y Liam, quienes rápidamente caminaron hacia ellos.
- Casi te metes en problemas, te lo dije. –susurró muy cerca de Harry.
Él solo asintió y Louis se sumó a la conversación.
- Si yo no estaba allí quizás ahora estarías tomando un vuelo a Nueva York de nuevo. –rió Louis.
Harry puso los ojos en blanco. Quizás eso era lo que él quería, pero de todos modos, fingió
amabilidad.
- La comida de aquí debe ser asquerosa. –dijo tomando una bandeja, a medida que los otros
chicos hacían lo mismo.
- ¿Qué estás diciendo? Claro que no. –le corrigió Zayn.
Los demás asintieron. Harry se sentía extraño.
- Lo único que tiene sabor de la mierda es el flan que dan de postre. –interrumpió Liam. – Ese sí
que no lo comas.
Harry escribió una nota mental.
- Ojala no nos den verduras. –rogó Niall con los ojos cerrados, mientras la fila avanzaba.
Louis y yo cruzamos miradas mientras reíamos por lo que Niall acababa de decir. Ya no teníamos
ocho años para despreciar las verduras o las frutas. Éramos chicos maduros, o eso se suponía.
Pero a Harry le gustaba más decirle adolescentes.
La fila fue avanzando. Primero les sirvieron a Louis y luego a Harry. Parecía ser un sándwich de
pavo con lechuga, tomate, pepino, mostaza y todas esas cosas que se les pueden poner a los
sándwiches. ¿Qué clase de loco desayuna sándwiches de pavo? Al parecer, nadie había
escuchado las plegarias de Niall.
Cuando los cinco ya tenían la comida en sus bandejas, optaron por una de las mesas de las que
se encontraban más cerca de la puerta. Allí tomaron asiento. Harry se sentó de espaldas a la
puerta, justo a la izquierda de Niall, y del otro lado de la mesa, en la izquierda Louis, en el medio
Liam y en la derecha Zayn.
Harry tocó el sándwich. Tenía buen aspecto, pero ahora no tenía mucho apetito, por lo que se
dedicó a mirar a su alrededor mientras los chicos conversaban de temas que no le interesaban en
lo absoluto. Colocó un codo sobre la mesa y apoyó su rostro sobre este, luego comenzó a mirar
de forma distraída.
No podía creer la cantidad de “chicos aburridos, seguramente sin internet, ni amigos” como los
habría etiquetado él, habían en este lugar. No entendía que le veían de divertido alejarse TODAS
las vacaciones de verano de las cosas que realmente son divertidas. Por ejemplo, en este
campamento debían dormirse a las doce en punto de la noche como máximo. ¿Cómo Harry
lograría una cosa así, mientras que en Nueva York y con sus jóvenes dieciséis años hasta las
cuatro de la madrugada era un horario normal para él? Al vivir en un barrio privado, Harry tenía
toda la libertad del mundo. Era uno de los barrios privados más grandes de Nueva York, y en él
había desde pequeños restaurantes hasta las discotecas más épicas. Y aquí no había nada de
eso. Los chicos de aquí eran callados, nadie gritaba ni reía muy fuerte. Parecían no querer llamar
la atención.
Harry se aburría.
Dirigió su mirada a la sección de la cocina, y allí su vista se iluminó. Estaba la preciosa hija de
Geoff Winner, Savannah. Era la única chica en un campamento de varones. Se sorprendió
porque nadie de los chicos de aquí la miraba. Por un momento pensó que su madre la había
inscripto en un campamento para gays y no un campamento varonil.
Harry juró en su mente que no se iría de aquí sin antes pasar una noche con esa muchacha.
- Harry, vuelve al mundo. –dijo Niall, codeándolo. Solo entendió pocas de sus palabras, ya que
llevaba la boca cargada de pan y pavo.
- ¿Qué sucede? –preguntó, dándose cuenta de lo distraído que había estado los últimos minutos.
- Yo diría que dejes de mirar a Savannah, no te hagas muchas ilusiones con ella. –aconsejó
Louis.
Harry soltó una risa cínica.
- ¡Oh, pero Dios mío! –contestó el rizado. –preguntó de mala manera, Louis le pidió que baje la
voz. – Es una hermosa chica, de buen cuerpo, y ustedes se tapan los ojos cuando les pasa por
delante. ¿Es que a todos les gustan los hombres aquí?
- No lo escuches. –le susurró Zayn a Louis, mientras el castaño volteaba la mirada hacia otra
parte del salón.
Una sensación de culpa penetró el pecho de Harry al ver como se había sentido Louis tras esas
palabras. ¿Qué había hecho mal? ¿Qué había dicho que estaba mal?
- Sucede que Savannah no se deja tocar por ningún chico de aquí, por más lindo que sea.
Además tiene novio y es el coordinador de la zona sur. –prosiguió Liam.
Harry trató de prestar atención, mientras observaba a Louis darle un mordisco incómodo a su
sándwich. Zayn, quién estaba a su lado, le palmeó la espalda. Harry pensó que todo eso era muy
melodramático y continuó la charla con Liam.
- ¿Hablas de Luke? –preguntó totalmente impactado.
- Ese mismo. –acertó el chico.
Harry pensó que esto sería fácil, desde el momento que vio a Luke por primera vez se dio cuenta
de que no era tan listo como aparentaba. Solo unas simples palabras serían capaces de
convencerlo de abandonar a Savannah, y así, cuando ella este triste necesitará brazos en los
cuales resguardarse. Esos brazos serían los de Harry, si todo se lograba conforme a su plan
ideado en un minuto de suma creatividad.
Una sonrisa se formó en los labios de Harry inconscientemente y Liam pareció alarmarse.
- ¿Estás pensando en que...? –insinuó el castaño, Harry soltó una carcajada.
- No tomes conclusiones apresuradas, que si quiero conseguir a esa chica, de eso me encargare
yo.
- No te lo aconsejo. –negó Liam. – Geoff es muy sobreprotector con su niñita y no le molestará
enviarte a casa si se entera que estuviste con ellas.
- No sabes las ganas que tengo de volver a Nueva York. No aguantaré más de tres días aquí.
Harry suspiró y Liam rodó los ojos con una sonrisa.
Liam es de una buena familia de Canadá, nunca ha tenido malos problemas, sacando unos
cuantos altos y bajos que solo son parte de la vida de todos. A él no le llama mucho la atención
quedarse cuatro meses al resguardo de gente desconocida en este campamento, pero sin
embargo viene porque piensa que es un buen tiempo para despejar la mente y pensar en cosas
que no fuesen la de todos los días, o ver los mismos rostros todos los días, o despertar todos los
días en el mismo lugar. A Liam me agradaban los cambios y era muy bueno haciendo amistades.
Pero había algo en Harry que no le gustaba. Quizás su trato, o su mal humor, o su personalidad
en sí, pero sabía que aún estaba a tiempo de cambiar... Si es lo que quería.
Mientras tanto, Harry volvió a mirar a Louis. Ahora estaba un poco más relajado, pero en sus ojos
podía notar la angustia aunque riese de cualquier tema equis con Zayn. Miró a Niall, quién estaba
acabando su sándwich. Pensó que él quizás sabía lo que le sucedía a Louis.
Su burbuja de pensamientos estalló cuando se escuchó un sonido muy agudo provenir de los
parlantes que estaban allí dentro. Todos los chicos pegaron un grito doloroso y se cubrieron los
oídos, incluyéndolo.
En el extremo del salón, cerca de la cocina, estaba Geoff con un micrófono en la mano, dispuesto
a hablar.
- Perdón chicos. –dijo y soltó una carcajada. – Solo quería decirles que hoy tendrán todo el día
libre para conocerse con sus compañeros, conocer el predio y relajarse. Pero mañana el día será
largo, así que les recomiendo descansar. –tomó aire y continuó hablando. – Cuando terminen de
desayunar pueden hacer lo que quieran.
“...Lo que quieran” retumbó en la cabeza de Harry una y otra vez.
El hombre desapareció tras las puertas blancas de la cocina mientras le dejó el micrófono a uno
de los coordinadores, esos que no estaban encargados de ninguna zona y estaban solos para
ayudar.
Los cinco cruzamos miradas luego de eso.
- ¿Qué les parece si vamos a el bosque esta tarde? –propuso Niall.
Todos asintieron, menos Harry, quién estaba tumbado en su silla. Hoy se dedicaría a dormir todo
el día. Estaba cansado, y no le veía nada de interesante a ir a un bosque. Lo único que podría
ocurrir de “raro” allí es que una especie rara de insecto les pique en los brazos a todos. Y eso no
le agradaba mucho.
Los chicos continuaron hablando y riendo, mientras Harry seguía pensando e ideando un plan de
como poder tener la atención de Savannah, y otro plan, para poder escapar de aquí lo antes
posible.
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Capítulo 3.
Los cinco chicos, que a cada hora que pasaba tomaban más confianza entre ellos, se
escabulleron, como todos los demás, para entrar al bosque luego del desayuno. No sabían si
alguien más se había metido allí ahora, solo uno de ellos aseguraba que sería una travesía, y ese
era Niall. Desde que habían comenzado a desayunar se había entusiasmado con la idea de
entrar al bosque, aunque a Harry le pareciera patético y a los demás les diese igual.
Pero ahora estaban allí, parados ante la enorme puerta de rejas que presentaba como entrada. A
medida que se acercaron, el bosque les fue pareciendo cada vez más grande, hasta ser
semejante ante sus ojos. Los demás chicos ya habían entrado allí, menos el neoyorquino que rió
cínicamente y se preguntó qué clase de estúpido bosque artificial que quería parecerse natural
tenía puertas de rejas de entrada ¡ninguno!
Harry observó la puerta de arriba abajo mientras los chicos comentaban sobre cómo sería el
trayecto dentro de ese montón de plantas e insectos que él tanto detestaba. Las rejas eran
altísimas, quizás cuatro veces su altura, y finalizaban en unos picos que le daban aspecto de
cementerio. A costado de ellas, había gruesos alambres que rodeaban los árboles impidiendo el
paso. Harry entendió que solo se podía entrar por las rejas, no había otra forma, y su suposición
fue mucho más válida cuando en los alambres vio un cartel de peligro. Tragó saliva cuando se dio
cuenta de que esos alambres estaban asegurados con electricidad, y cualquier persona que se
les aproxime se lamentaría de hacerlo.
- Estos tipos quieren matarnos. –se le escapó al rizado, mientras elevaba su dedo índice,
señalando algo asustado los alambres con corriente eléctrica.
Sí, quizás uno de sus mayores miedos era morir bajo una descarga eléctrica. Siempre recordaba
la película Jurassic Park y de la manera en la que habían muerto unos de sus protagonistas al
querer escapar del lugar donde estaban los dinosaurios, colgándose de las alambres, sin saber
que éstas tenían corriente, y así, morir. Un escalofrío nació de la parte baja de su columna y subió
por esta, causando efecto hasta en su cabello.
- Ah, esos alambres. –rió Niall. – No debes preocuparte, tienen muy poco voltaje para hacerte
daño, pero sirven para que te lleves un buen susto si intentas entrar o salir por un lugar que no es
debido.
- ¿Entonces si las toco no me pasará nada? –preguntó Harry mirando tentadoramente las
gruesas hileras de hierro que salían de un extremo de las rejas.
- No pero... -intervino Liam, mientras Zayn y Louis ojeaban un mapa. – Mejor no las toques.
- Estás diciendo que no moriré si lo hago. –Harry sonrió, queriendo parecer vanidoso.
Se aproximó a los alambres que formaban un tejido, hasta quedar a unos escasos centímetros de
distancia de ellas. Estiró su dedo índice y se adelantó hacia ellos. Sabía que alguien lo detendría,
y pues, no estaba muy equivocado.
- ¡No las toques, no seas idiota!
Niall lo tomó de su mochila y lo jaló hacia atrás con mucha fuerza. Tras el impulso, Harry cayó al
suelo y de repente las miradas de los cuatro chicos se posaron en él. Murió y revivió una y otra
vez por la vergüenza. No podía verse a sí mismo, pero sabía que sus mejillas estaban más rojas
que nunca, y lo comprobó cuando tres de ellos comenzaron a reírse a carcajadas, menos Louis
que caminó hacia él lentamente. Rodó los ojos y le extendió la mano.
- Levántate, que te estás llenando de tierra. –dijo serio.
Harry tomó la mano del castaño algo inseguro y sintió algo que nunca había sentido antes,
aunque trató de ocultarlo. Sus manos eran suaves y cálidas, a diferencia de las de él, frías y
sudorosas. Se sonrojó aún más al pensar el asco que le debió haber causado estrecharle su
mano. Pero a Harry, de alguna forma, le gustó que Louis sea tan amable con él. En esa simple
conexión, estuvo seguro que sintió algo. Sintió como una onda expansiva de diferentes
sensaciones se distribuía desde su mano hacia todo su cuerpo.
- Y ustedes, dejen de reírse, no sean tan estúpidos. –exigió Louis, dirigiéndose a los demás que
se carcajeaban al mirar a Harry lleno de tierra en sus pantalones y con la cara tan colorada.
Harry aprendió que de ahora en más no debería quererse pasar de listo con ellos, y que tampoco
tendría que parecer vanidoso, aunque en realidad lo era. Ya lo habían humillado demasiado con
esto, y el juró que se vengaría.
- Bien, bien. –dijo Zayn, tratando de mantener la calma. – En el reglamento que nos dieron en la
entrada hay un mapa de este bosque.
El rizado recordó como lo hizo un bollo y lo lanzó bajo la cama junto a sus colillas de cigarrillos,
pero de todas formas asintió. ¿Quién necesitaba un estúpido mapa en un bosque artificial? Se
preguntó.
- Aunque lo importante es que permanezcamos juntos allí. –interrumpió Liam.
Harry pensó en hacer una acotación como “¿Están conscientes de que estamos hablando de un
bosque de juguete, no?” pero prefirió quedarse en silencio y continuar escuchando las
absurdeces que decían sus nuevos compañeros. Él haría lo que se le daría la gana dentro de ese
bosque de plástico.
- ¿Cuánto se supone que estaremos aquí dentro? –pregunto el rizado a medida que se adentraba
en el bosque. Nadie alcanzó a oírlo, solo Louis, que se encontraba delante de él.
- Lo necesario para matar el tiempo. –susurró mirándolo sobre su hombro.
Iban caminando en fila india, liderada por Niall, seguida por Zayn, luego por Liam, el siguiente
Louis y al final Harry. Mientras caminaba elevaba la mirada hacia la gran copa de los altos árboles
que estaban a sus costados, vio la luz del sol de las cuatro de la tarde filtrarse a través de las
hojas de la copa. No solo había árboles, sino también pequeños arbustos, flores silvestres,
plantas que nunca antes había visto en su vida, y que ni siquiera sabía que existían. El lugar le
transmitió una paz que nunca había sentido antes, y agradeció al cielo porque sus compañeros
también iban callados, contemplando la tranquilidad de ese bosque artificial... Ya no tan artificial
para él.
Caminaban por un estrecho sendero que estaba formado por los pasos de la gente que ya había
caminado por allí, es decir, la tierra se había erosionado y ya no crecía césped allí, eso les guiaba
por donde tenían que caminar.
- ¿Recuerdan el año que Niall comenzó a llorar porque un insecto estaba entre su cabello y no
podía quitárselo? –dijo Liam, y mientras hacía memoria una sonrisa le iluminó el rostro.
Los chicos también recordaron y comenzaron a reír. Niall también parecía avergonzado, pero a
diferencia de Harry antes, él rió de sí mismo.
- ¡No era un simple insecto! ¡Era una maldita mantis! ¡Esas cosas dan miedo! –se excusó el rubio
cuando sus compañeros seguían imitándolo con el recuerdo de verlo con ambas manos en su
cabeza sacudiendo su cabello.
Harry ni siquiera sabía lo que era una mantis, pero no le dio importancia. Se centró en la palabra
insectos mientras los otros tres idiotas reían como descarados y Niall los observaba hacerlo. Los
insectos le daban igual, pero había precisamente uno que le aterraba, y esos eran las arañas.
“¡La araña ni siquiera es un insecto, es un arácnido!” rezongó en su mente. Pero no tenía tiempo
para dar clases de biología a su propia moral.
- ¿Hay muchos insectos aquí? –preguntó interrumpiendo la risa de los muchachos, aunque solo
Niall pudo oírlo por encima de todo ese bullicio.
- ¡Esta lleno! Harry, por favor, estamos hablando de un bosque, ¡Claro que hay insectos! –le
contestó de manera obvia.
Reunió valor para no sonar perturbado al hacer la pregunta, y simplemente lo dijo.
- Lo sé, pero... ¿Hay arañas?
Las cuatro cabezas ahora estaban giradas hacia su dirección. Habían dejado de caminar en el
momento que comenzaron a reír y ahora habían vuelto a hacerlo. Harry caminaba espantando las
hojas de los arbustos que se cruzaban por su camino con su mochila, no se atrevía a tocarlas
porque temía que fuesen venenosas o algo por el estilo, mientras esperaba una respuesta.
- Este chico está loco, no debe hablar enserio. –reía Zayn ante la pregunta de Harry.
- No le veo la gracia. Solo respóndeme. –exigió.
- ¡Está muy claro que las hay! Las arañas son lo más común en estos lugares. –le respondió.
Harry tragó saliva y miró a su alrededor, quizás una araña lo estaría mirando justamente ahora. –
No me digas que les tienes miedo, ¿o sí?
- ¿Yo? ¿Miedo a las arañas? –Harry rió para ocultar su temor, tratando de parecer lo más
calmado posible. - ¡Claro que no! Eso es de maricas.
Al cabo de unos segundos, se dio cuenta de que se había llamado a sí mismo marica.
Continuaron caminando y Harry comenzaba a cansarse, como también aburrirse, porque el
sendero parecía no terminar, y no solo eso, también tenía bastantes ganas de orinar desde que
habían ingresado al bosque.
- ¡Miren, encontré dinero! –gritó Niall, que iba primero.
Harry aprovechó la ocasión, ya que todos estaban distraídos contemplado los cincuenta dólares
que Niall había encontrado a un lado den sendero, entre algunas hojas de un arbusto, y se
escabulló entre los árboles. Sabía que no estaba haciendo lo correcto, pero le daba igual. El
campamento y su estúpido reglamento le daban igual desde que había ingresado, y ya se había
hecho la idea de en qué pocos días estaría tomando de vuelta un avión a Nueva York por su mal
comportamiento, y eso lo confortaba en absoluto.
Corrió tratando de hacer el menor ruido posible, hasta que ya no oyó las voces de sus
compañeros. Ahora estaba solo, perdido en el medio de un bosque de juguete como él etiquetaba
buscando un lugar agradable en el cual orinar. Luego de unos quince minutos, encontró un
arbusto, el cual supuso que estaba dándole la espalda al camino, y allí despidió todo.
Estaba muy concentrado orinando cuando vio a la araña más enorme que jamás haya visto en
vivo trepándole por la pierna izquierda. Soltó un grito inconsciente y comenzó a moverla de un
lado a otro tratando de que se aleje de él, pero fue imposible, porque la araña estaba prendida a
su pantalón de jean como un abrojo. Siguió gritando sin darse cuenta cuando alguien lo tomó de
los hombros, lo apartó hacia atrás, y con uno de sus pies pateó la araña lejos de la pierna de
Harry.
Volteó a ver de quién se trataba y allí estaba Louis Tomlinson, quién observaba a la araña
alejarse.
- ¿Tenerle miedo a las arañas no era cosa de maricas? –se cuestionó el castaño en voz alta,
soltando una risa burlona.
Harry lo odió por un momento y le quitó sus próximos años de vida con la mirada, pero omitió la
pregunta.
- ¿Qué haces aquí? –le preguntó, en vez de darle las gracias. Al mismo tiempo, se sonrojó de
nuevo y odió ese sentimiento de vergüenza.
- Eso vengo a preguntarte, ¿qué haces aquí? –reclamó serio.
- Tenía ganas de ir al baño. –su respuesta fue simple.
- ¿Y qué te costaba avisar que te irías? –dijo con el mismo tono de voz, impaciente.
- ¿Quiénes son ustedes ahora? ¿Mis padres? No me molesten.
Harry comenzó a caminar en una dirección desconocida, y Louis intervino tomándolo de su
mochila, tal como lo había hecho Niall. Pero él fue suave, y ésta vez no cayó al suelo, sino que se
inclinó hacia quedar a su lado.
- Te estamos buscando desde el instante en el que notamos que desapareciste. –le informó. A
Harry le dio igual.
- Que lindo detalle de su parte. –exclamó sarcásticamente.
- Perderse aquí no es muy bonito.
- ¿Y quién eres tú para decirme eso? –preguntó Harry de mala manera. No iba a dejar que nadie
se pase de listo con él.
- Louis Tomlinson. –respondió simplemente y esbozó una sonrisa.
- Genial, amo como te explicas. –volvió a decir utilizando sarcasmo.
- Fue en el campamento de dos mil once, era un niño estúpido en aquel entonces. –habló con una
sonrisa. Harry admiró esa sonrisa fijamente por unos segundos, era perfecta. – Pase dos días y
una noche aquí porque no encontraba la salida. Es algo así como perderse en el medio de un
maizal, es un laberinto.
- ¿Cómo mierda lograste salir con vida? –se preguntó Harry en voz alta, al recordar la araña
trepándole por la pierna.
- No lo sé... -rió. – Tiene su lado divertido, pero las noches aquí son horrorosas. Creo que dormir
en el cementerio era mucho más lindo.
- Ahora entiendo. –admitió Harry.
- Sí, por eso, no vuelvas a separarte del grupo. –le sugirió.
Harry pensó entonces por qué este chico se había separado de sus amigos, cuando él mismo le
había dicho que debía permanecer con el grupo. Algo incómodo le impedía hablar, pero sin
embargo lo hizo.
- ¿Entonces por qué viniste por mí?
- Algo me dice que detrás de ese chico arrogante y vanidoso hay una persona que vale la pena, y
no lo digo por sonar amable, lo digo porque una parte de mí lo siente. Estoy confiando en ti. No
hagas que me arrepienta.
Se miraron a los ojos y se conectaron por un momento. Harry se sentía extraño, una rara
sensación había tomado el control de la mayoría de sus sentidos y de casi todo su cuerpo. Nunca
había estado así, sintiéndose tan cerca de colapsar. Louis fue quién rompió ese cruce de
miradas, para dirigir la suya al suelo, cubierto de ramas y hojas secas.
- ¿Puedo preguntarte algo? –susurró Harry pasados unos segundos, como si alguien fuese a
escucharlo.
- ¿Qué?
- ¿Dije algo que te haya ofendido en el desayuno?
Sintió como Louis se incomodó, y por eso, tardó en responder. Harry tenía la certeza de que algo
no andaba bien, pero si él no se atrevía a contárselo, no se esforzaría mucho por descubrirlo.
- No quiero hablar de eso. –dijo con inseguridad. – Mejor sigamos caminando, tenemos que
encontrar a los chicos. Seguramente están preocupados, ¿no crees? –exclamó apresuradamente
para cambiar de tema. Yo rodé los ojos.
- Como digas.
Louis y Harry comenzaron a caminar hacia una desconocida dirección. Harry no sabía hacia
dónde iba, solo caminaba por donde el castaño caminaba. No sabía por qué, pero sabía que por
donde él iría estaría seguro.
Luego de veinte minutos de caminata silenciosa e incómoda, encontraron el sendero. De lejos
pudieron escuchar unas voces familiares.
- ¡Aquí, estamos aquí! –gritó Louis.
Corrieron por el camino, Louis por delante, y Harry detrás. Hasta que en unos escasos metros
divisaron a tres rostros bastantes conocidos. Harry desaceleró el ritmo cuando se acordó de algo
importante.
- Eh... Louis. –dijo, provocando que el chico volteé a mirarlo.
- ¿Sucede algo?
- Por favor, no le digas a los chicos lo que sucedió con la araña. Ya he tenido suficiente
humillación por hoy.
Notó como sus mejillas se sonrojaron nuevamente al decir eso. Louis respondió con un guiño y
continuaron corriendo hacia sus amigos. Recibió regaños, insultos como parte de broma y
recomendaciones para que esto no vuelva a pasar. Con la mirada agradeció a Louis por haberle
salvado el pellejo, una vez más.
Sin embargo, no dejaba de sentirse extraño. Había algo en la mirada de Louis que le ponía los
pelos de punta y lo hacía sentir de una manera extraña, pero a la vez especial.
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Capítulo 4.
Esa noche, a las doce casi pasadas, Harry daba vueltas en su cama porque no podía dormir.
Tenía la mente centrada en todo lo que había sucedido esa misma tarde, y todas esas cosas lo
distraían demasiado como para dormir.
Su compañero de habitación, Niall, estaba igual que él. Ninguno de los dos tenía sueño porque
habían estado durmiendo esa tarde después de recorrer el bosque. Sin embargo, y aunque
estaban muy aburridos, no se hablaban. Es más, podría decirse que de alguna forma se evitaban.
Harry pensó que ahora Niall estaba más incómodo con respecto a su compañía, por eso decidido
que era mejor no hablarle porque al rubio seguramente no le interesaba escucharlo.
Miró por la ventana y pudo divisar unos relámpagos hacerse notar en el cielo. “Está por llover”,
pensó, quitándose la sábana de encima. Enseguida pensó otra cosa, y se sentó en el borde de la
cama, llamando la atención de Niall. Si llovía, estaba totalmente seguro de que no vigilarían las
entradas y los demás sectores del campo, entonces podría marcharse.
Una sonrisa malvada se plantó en su rostro, Niall lo miró estupefacto.
- ¿Qué planeas hacer? –le preguntó cuándo el rizado se puso de pie y comenzó a caminar hacia
el enorme armario que estaba dentro de esa habitación.
- Buscaré un lugar por el cual largarme de aquí. –contestó.
Abrió las dos puertas principales del mueble y comenzó a remover entre sus cosas. Estaba
buscando su pasaje de avión de ida y vuelta a Nueva York. Solo con eso podía llegar a casa.
- Harry, tú mismo viste eso, está por llover, no es seguro. –dijo el rubio, persiguiendo cada paso
veloz que daba Harry por toda la habitación buscando su pasaje. – No es seguro esta noche.
- Sí, sí lo es. Porque no estarán cuidando la entrada. No querrán mojarse.
Harry caminó desde un extremo al otro de la habitación, se agachó en un baúl que estaba a un
lado de la ventana y lo abrió. Allí había metido varias de sus cosas apenas había llegado. Eran
esas cosas que él consideraba “innecesarias” o que solo estaban para ocupar lugar. Si el pasaje
estaba en algún lugar, debía ser ese.
Y no estaba muy equivocado. En un pequeño estuche de cuero, en el cual tenía algunos
medicamentos para el dolor de cabeza, cigarrillos y una tijera, estaba su pasaje.
Lo contempló un rato entre sus manos, hasta que Niall se lo arrebató.
- Todo esto es ilógico. No puedes irte, Harry. No por ahora.
Niall tomó aire y partió el pasaje de avión por la mitad, para luego arrojarlo por la vetana. Harry
abrió sus ojos lo más que podía, sin poder creer lo que este chico acababa de hacer con su única
posibilidad de regresar a casa.
- ¿¡A caso estás loco!? ¿¡Qué mierda sucede contigo!? –le gritó, acercándose rápidamente hacia
él de forma amenazante.
- ¡Será divertido, Harry! Piensa que apenas es el primer día. En una semana verás que todo aquí
es fantástico, te acostumbrarás, te encariñarás de muchísimas personas, disfrutarás de las
actividades y de las millones de cosas que hay para hacer. –Harry lo miró y se mordió el labio
inferior para reprimir un grito. – Y si nada de eso llegase a pasar, yo te prometo que te ayudaré a
irte.
- ¿Por qué debo creerte? –susurró al rubio que cada vez parecía más asustado por las
expresiones de su compañero de cabaña.
- Porque yo nunca rompo mis promesas y puedo garantizártelo.
Harry dio media vuelta bruscamente y en un fallido intento por querer pegarle una piña a la pared,
golpeó el gran ventanal de vidrio, rompiendo un gran porcentaje de él. Niall era quién quería
matarlo ahora. Harry observó los pequeños trozos de vidrio caer de a poco en el suelo, y que dé
el dorso de su mano derecha brotaban algunas gotas de sangre.
Enseguida una ráfaga de viento veloz se hizo presente en todo el pequeño cuarto. Las cortinas
volaban y se mojaban al mismo tiempo que el agua de la lluvia también entraba en la habitación.
Harry miró a Niall y viceversa.
- ¿Y dices que loco soy yo? –le preguntó el rubio, mientras se dirigía a la ventana rota con alguna
necesidad de arreglarla.
- P-Perdón... No fue mi intención.
- ¡Pero lo hiciste! –gritó por encima del sonido que provocaba el viento, sin mirarlo. – Aquí
tenemos que pasar cuatro meses, ¿tú sabes eso? Si nosotros no cuidamos esta cabaña nadie
más lo hará.
Harry bajó apresuradamente las escaleras que conducían a la habitación sin decir nada más y
corrió hacia la cocina. Él recordaba haber visto un enorme cuadro con la imagen espantosa de
una flor al costado de la puerta, y sí, allí estaba.
Cuando volvió a la habitación con el cuadro entre sus manos Niall lo miró incomprendido. El
pequeño cuarto estaba frío y húmedo cuando él volvió.
- ¿Qué quieres hacer con eso?
- Si colocamos esto donde falta cristal ni el viento ni la lluvia podrán pasar.
Harry se abrió paso hacia la ventana rota y colocó el cuadro de manera en que no se cayera. De
repente las cortinas se calmaron y la lluvia allí dentro cesó al igual que el viento.
- Me alegra que sirvas para algo. –dijo Niall con una sonrisa burlona.
El rizado lo ignoró de forma arrogante y observó el dorso de su mano. Tenía una enorme cortada
que iba desde que finalizaba el dedo meñique hasta que comenzaba la muñeca.
- ¿Te duele? –preguntó el rubio.
Le ardía demasiado, pero ¡por favor! Harry no iba a admitir que le dolía. Eso es cosa de maricas.
- No, para nada. –le contestó mientras se limpiaba la sangre con una parte de sus jeans negro,
dejando marcas más oscuras en él debido al color de la sangre. Niall lo observó hacerlo.
- Entonces me iré a dormir, estoy cansado y mañana haremos muchas cosas. –dijo llevándose
una mano a la nuca.
Ambos se rebulleron en sus respectivas camas tratando de conciliar el sueño, pero si había algo
que Harry sabía es que esta noche no podría dormir. Él le tenía miedo a muchísimas cosas, entre
ellas, las tormentas eléctricas, y se le hacía imposible no observar por la ventana –o lo que
quedaba de ella- los grandes relámpagos, acompañados de un ruidoso trueno que le ponía la piel
de gallina. Y sumado a eso, tenía que soportar el dolor que cada vez se hacía más grande en su
mano. Ni siquiera se había colocado una venda.
(...)
Al día siguiente. 10 A.M.
- Los estaremos esperando en el área de deportes cuando terminen, exactamente dentro de
quince minutos. –anunció Geoff Winner por el altavoz mientras todos los acampantes estaban en
el salón de almuerzos, terminando de tomar su desayuno. – Necesitamos que sean puntuales,
por favor.
Dicho esto se retiró por la puerta de la cocina junto con Savannah y Luke siguiéndolos detrás.
Los cinco chicos que se encontraban sentados de la misma forma que el día anterior se miraron
entre ellos. Todos estaban muy alegres y emocionados, Liam había dicho que los días de deporte
eran los mejores porque los relajaba muchísimo y además les encantaba realizar las cosas que
los coordinadores les proponían.
Todos estaban así, emocionados y felices, excepto Harry. El chico no había pegado un ojo en
toda la noche, porque la tormenta había durado exactamente hasta las siete de la mañana,
cuando comenzó a amanecer. El barro y la humedad se fueron yendo de a poco, provocando un
hermoso día con un sol radiante protagonizando el cielo. Sus ojeras eran grandes, estaba pálido y
hambriento. Ni siquiera había tocado su desayuno, porque les habían dado leche con cereales y
él lo detestaba. Además, su herida estaba peor cada hora que pasaba. Ahora no solo tenía esa
enorme cortadura, sino que se habían formado manchas violetas a su alrededor.
En toda la noche se había fumado cinco cigarrillos y había bebido unas tres tazas de café.
Y como si fuera poco, el neoyorquino detestaba los deportes más que a nada en este mundo. Es
más, no sabía jugar al futbol, pero toda su vida le había dado vergüenza admitirlo. Rara vez tocó
una raqueta de tenis, de todas formas siempre terminaba perdiendo.
Si no ganaba, no era de su agrado y fin.
- ¿Piensan que estaremos todo el día persiguiendo un balón? –Zayn tampoco sonaba tan
entusiasmado por la actividad de hoy.
- No lo sé, pero seguramente que no. –le dijo Niall.
- Después de las dos de la tarde nos dejarán hacer lo que queramos, ya verán. –les dijo Louis.
Solo Liam vio a Harry rodar los ojos, ya que se encontraban sentado frente de él. Harry entrelazó
sus manos sobre la mesa y depositó su rostro en el hueco que se había formado entre ellas, sin
embargo sus acciones no pasaron desapercibidas ante las miradas de sus compañeros.
- ¿Qué le sucede? –preguntó Liam a Niall, porque sabía que el rizado no se molestaría en
responder.
- Tuvimos un pequeño incidente anoche y creo que no ha pegado un ojo en toda la madrugada.
–dijo el rubio, acariciando los rizos de Harry.
- Hey, ¿qué le sucedió en la mano? –murmuró Louis, poniéndose de pie para cruzar sobre la
mesa y tomar la mano de Harry, quién reaccionó ante el tacto formando una mueca, no tenía idea
de que doliera tanto.
Louis tocó con suavidad cada parte de la herida de Harry tratando de buscar alguna anomalía en
ella. Harry se encontraba hipnotizado mirando como esos radiantes ojos azules estaban tan
concentrados analizando su mano.
- Rompió la ventana de nuestra habitación y se cortó con el borde de un cristal, pero me dijo que
no le dolía. –intervino Niall, antes de que Harry pudiese decir algo.
- ¿Es cierto? –preguntó Louis, elevando su mirada hacia el chico que parecía morir de sueño.
Él asintió sin muchas ganas, Louis frunció el ceño y sin embargo no le creyó.
- Creo que es mejor que vayas a la enfermería. Te ves horrible. –sugirió Zayn luego de darle un
último sorbo a la leche que quedaba en su tazón.
- Estoy bien, ustedes dramatizan mucho. –dijo Harry, quitando la mano de Niall de su cabello
despreciativamente.
- No creo que estés en condiciones de hacer deportes. –volvió otra sugerencia, pero esta vez de
parte de Liam.
- ¿Quién dijo que yo haría deportes? –preguntó de forma arrogante.
Niall, Zayn y Liam se miraron, menos Louis, quién mantenía la vista fija en él. Había algo en todo
este asunto que no le gustaba en lo absoluto.
(...)
11:30 A.M.
En las duchas ubicadas en el subsuelo del enorme campus donde practicaban deportes, Harry se
colocó una venda en su herida. La había encontrado en un botiquín de primeros auxilios que
estaba en su taquilla en ese lugar. Al parecer todas las taquillas tenían uno.
Ahora estaba solo allí dentro, los otros muchachos habían emprendido su camino hacia la cancha
de futbol para comenzar con la primera actividad del día, pero él no planeaba hacerlo.
Ahora Harry se sentía mal del todo.
No solo por sus pocas horas de sueño, ni su herida latente, ni por la idea de que tendría que
pasar si o si los cuatro meses aquí porque Niall había roto su pasaje, sino también por la cantidad
de cigarrillos que había fumado anoche mezclados con el café. Él mismo sabía que esa mezcla
no lo beneficiaba en nada.
No había nada más en ese lugar aparte de sus cosas porque habían llevado consigo sus
mochilas y vestimentas, menos una mochila de jean que pensó que ya había visto antes. Se
encontraba a unos metros de la banca en la que él estaba sentado colocándose las zapatillas
deportivas.
Cuando pensó en tomarla y fijarse lo que hubiese dentro, alguien bajó apresuradamente las
escaleras del subsuelo y el volvió su vista a sus agujetas. Los pasos se hicieron cada vez más
lentos hasta que no pudo escucharlos más.
- ¿Harry? ¿Qué haces aquí?
Era imposible confundirse esa voz de nuevo. Era Louis. Harry lo miró y le dirigió una sonrisa
cálida.
- No quiero jugar futbol. –contestó seco.
Louis se sentó a su lado con la mochila en su regazo.
- ¿Cómo te sientes? –le preguntó dulcemente, tomando su mano para ver su herida.
“Para la mierda”
- Bien, ¿por qué preguntas?
Louis quitó la venta suavemente y luego de darle una mirada larga a esos moretones sacó de su
mochila una crema, que untó en la herida para luego volver a poner la venda sobre ella.
- No te creo. –rió.
- No quiero jugar al futbol porque no me gustan los deportes. –se corrigió.
- ¿Alguna vez jugaste al futbol?
“Claro que no”
- Claro que sí. –dijo, mintiéndose a sí mismo también.
Louis lo miró sospechosamente.
- A todos los hombres nos gusta el futbol. –pensó un momento. – O a la gran mayoría.
- La actividad física no combina con Harry Styles.
- ¿Entonces qué combina con Harry Styles? –preguntó imitando su voz. Harry le dio un golpe
suave en el hombro.
Ambos rieron.
- Las fiestas, la música muy alta, el alcohol, las vacaciones, las mujeres. No esta mierda.
- No es una mierda, puedo probártelo. –le dijo tomándolo del brazo. – Jugaremos treinta minutos
y luego me dirás lo que te pareció.
Harry no pudo evitar hacer notar el nerviosismo en sus facciones, y Louis lo notó, pero estaba
seguro de que era mejor aprovecharse de esta situación.
Él se encargaría de transformar a ese Harry Styles.
Perdón perdón perdón y mil perdones por tardar tanto en actualizar. Les digo la verdad, me
bloqueé muchísimo con este fic. Voy a tratar de actualizar lo más rápido posible. Gracias por sus
comentarios, son realmente hermosos. Espero que hayan disfrutado del capítulo <3
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Capítulo 5.
No es fácil organizar a más de quinientos chicos en una sola cancha de futbol, por eso –aunque
cueste creerlo- había más de veinte. Una muy alejada de la otra. Louis y Harry estaban en la
última cancha, esa que estaba alejada del resto de los chicos, casi al finalizar el campus. A casi
cincuenta metros podía ver a otros chicos, festejando goles y corriendo sin cesar, pero en esa
cancha estaban ellos dos, solos.
Harry observaba a Louis moverse con el balón de un lado a otro, conducido por sus ligeras
piernas. No podía creer como es que lograba cada maniobra. La conducía de un lado a otro de
manera tan ágil que parecía muy simple, pero él sabía perfectamente que no era así. Llevaba
puesta su ropa deportiva, que la odiaba por el simple hecho de ser ropa deportiva, y sus tenis.
Unos tenis viejísimos que no usaba desde que habían terminado las olimpíadas de su colegio
unos cuatro meses atrás.
Louis metió un gol y Harry se limitó a sonreír, solo lo miraba serio cuando él se acercó hacia su
lugar, sosteniendo el balón entre sus manos. Finas gotas de sudor caían de su cabello, ahora
humedecido. Dejó el balón al mando de Harry y de su mochila sacó una botella de agua,
congelada.
- ¿Viste? –le preguntó antes de darle un sorbo.
- Sí.
- ¿Vamos a jugar? –volvió a preguntarle cuando ya había dado unos cuantos tragos.
- No lo sé... Hace mucho calor y... -Harry buscó una excusa estúpida, como todas las que usaba.
– No tengo ganas.
- Si no juegas aunque sea treinta minutos creeré que no sabes jugar al futbol, Harry. Y eso es
realmente estúpido. –rió.
Louis creía conocerlo muy bien y eso lo abrumaba. Había dos puntos por los cuales no quería
jugar a este estúpido partido de futbol, como él lo calificaba. El primero y principal: no sabía
practicar este deporte, y como si eso fuese poco, era muy malo a la hora de hacerlo. Y el
segundo, es que se había fumado cinco cigarrillos anoche sabiendo perfectamente que tiene
asma. Todos ya saben que cigarrillos más asma más deportes no genera un buen resultado. Sin
embargo, Harry no iba a dejar a Louis salirse con la suya.
- Está bien, jugaré. –dijo después de analizar varios detalles en su mente, los cuales ignoró.
Porque claro, la reputación de Harry Styles vale más.
“Aunque eso me cueste un par de pulmones nuevos”
Louis sonrió victorioso y le arrebató el balón a Harry. Ambos se dirigieron al centro de la cancha,
en donde dejaron el balón en el suelo.
- Dejaré que empieces tú, solo para que veas que no soy un mal rival. –le dijo, colocándose frente
a él.
Se miraron uno a los ojos del otro en manera de enfrentamiento. Harry lo miraba con furia y Louis
con tranquilidad, porque sabía que esto era pan comido.
- Ya sabes, tú tienes que hacer el gol allí y yo...
- Ya sé, Louis. –lo interrumpió. – No soy estúpido.
A Louis se le erizó la piel en ese cruce de miradas tan duradero, pero quiso disimularlo. Esto ya le
había pasado antes y sabía qué hacer para esconderlo o evitarlo, porque ya se conocía. No era
como Harry, que iba paseando por la vida sin saber quién era.
La línea que conectaba a esos dos pares de ojos totalmente diferentes se desconectó cuando
Harry pateó el balón con violencia hacia el arco en el que debía meter el gol. Louis lo persiguió
con una sonrisa arrogante.
Harry, a pesar de tener piernas casi el doble más largas que las de él, corría muy lento. Louis
supo desde un principio que este chico no tenía ni la más mínima idea sobre un balón de futbol,
pero quería divertirse con él, quería ver hasta qué punto podía llegar.
Louis le arrebató el balón y corrió el sic sac hasta el arco contrario, el arco en el cual debía meter
el gol. Harry ni siquiera se molestó en seguirlo, así que se quedó observando desde fuera del
área como su nuevo amigo metía el primer gol del partido.
- ¿Te quedarás allí parado viendo cómo te gano? –preguntó el de ojos azules a medida que se
lanzaba a correr de nuevo.
Harry lo persiguió, pero de pronto comenzó a sentir como algo escaseaba dentro de él. Aire. Las
piernas comenzaron a fallarle, la mirada se le desviaba y la cabeza le dolía pero eso no le
importó. Corrió detrás del balón como si su vida dependiese de eso e increíblemente logró
robárselo a su contrincante. Totalmente agitado pero muy velozmente se dirigió hacia el arco
contrario, para así, meter un gol.
Respiró profundo para devolverle a sus pulmones todo ese aire que le hacía falta, pero éste no
llegó allí. Intentó de nuevo, tratando de parecer lo más normal posible, pero Louis se dio cuenta
de que algo no andaba bien cuando Harry se colocó una mano en el pecho y con la otra se
sostuvo de sus rodillas.
Louis corrió hacia Harry y lo ayudó a sentarse en el suelo, para este entonces el rizado había
comenzado a toser y estaba más blanco que un papel. El otro, frotaba su espalda tratando de
tranquilizarlo, pero esto parecía mejorar nada, al contrario. Cada vez tosía más y más.
- ¿Qué tienes, Harry? –preguntó alterado, porque no sabía qué hacer. Harry siguió tosiendo,
incapaz de poder hablar. - ¡Harry, haz un esfuerzo y dime, es la única forma de la que puedo
ayudarte!
- As... Ma...
- ¿Tienes un inhalador? –volvió a preguntar de la misma forma, comenzaba a desesperarse.
Harry asintió débilmente.
Louis entendió a pesar de la dificultad que tenía su compañero para hablar, y lo primero que hizo
fue correr hacia donde estaban sus mochilas. Revolvió todo en todo lo que había dentro de la
mochila negra de Harry. Encontró cosas de las que jamás se imaginaria, el paquete de cigarrillos,
por ejemplo. Antes de seguir buscando el inhalador, escondió ese paquete a medio fumar en su
bolsillo y luego continuó.
Cuando llegó de nuevo hacia él, estaba llorando. Cuando Harry vio a Louis se limpió enseguida
las lágrimas con el dorso de su mano. A Louis le dolió verlo así y no supo por qué, porque se
conocían apenas hacia dos días. Enseguida colocó el inhalador en su boca y lo pulsó dos veces
pausadamente mientras continuaba frotándole la espalda. Luego, le dio una pastilla que también
había encontrado en su mochila y supo que era por el asma. Vio como los vellos de los brazos de
Harry comenzaron a erizarse y tampoco supo por qué.
Luego de unos segundos dejó de toser y Louis se puso de pie a su lado.
- Recuéstate. –le ordenó.
- ¿Qué? –murmuró.
- Solo hazlo.
Harry obedeció sin muchas ganas, y cuando ya estaba boca arriba, mirando las grandes y
hermosas nubes de color blanco, sintió como alguien lo tomaba de sus tobillos y jalaba sus pies
hacia arriba.
- ¿Qué crees que haces? –le preguntó un poco molesto.
- Esto ayuda a que la sangre vuelva a circular normalmente por todo tu cuerpo. –dijo Louis con
una sonrisa de orgullo, porque estaba seguro de que Harry no lo sabía. Luego comenzó a mecer
suavemente sus piernas de arriba hacia abajo. Harry de un momento a otro pasó a estar
totalmente relajado, a tal punto que cerró los ojos. – Y esto es para que tus piernas se relajen.
- Es bueno... -dijo en tan solo un murmuro.
- Sí, sí que lo es.
Soltó sus piernas y las dejó lentamente de nuevo en el césped. Sin embargo, Harry no se atrevió
a levantarse.
- ¿Cómo sabes todo eso? –le preguntó aún con los ojos cerrados.
- Mi mamá es enfermera y me ha enseñado unas cuantas cosas. –se elogió. – Si me hubieses
dicho que tenías asma antes de tener este ataque, te hubiese ayudado sin el inhalador.
- Nadie lo hace mejor que el inhalador, además, hacía mucho que no tenía uno tan grave como
este.
Hicieron unos minutos de silencio. Louis estaba parado frente a Harry para que el sol no le de
directo en la cara.
- ¿Por qué no me dijiste? –dijo Louis.
- ¿Qué tenía asma? –rió. – No es importante.
- No me refiero a eso, me refiero a esto.
En un vaivén sacó de su bolsillo la caja de cigarrillos que había encontrado en la mochila de
Harry. Se la mostró y Harry abrió los ojos como dos platos, volviéndose a sentar en el suelo.
Quiso pararse, pero Louis lo detuvo colocando uno de sus pies en su muslo, porque sabía que
volvería a marearse.
- ¿¡De dónde mierda sacaste eso!? –le gritó, tratando de ponerse de pie.
- Estaba en tu mochila. –respondió Louis, serio. – Lo único que te da fumar, es cáncer.
Harry quiso ahorcarlo, no solo porque había tomado la única caja de cigarrillos que tenía para los
últimos cuatro meses, sino porque había revisado entre sus cosas, y no había cosa que le
moleste más que eso.
- Cada una de estas porquerías te quita como un año de vida. –prosiguió, tomando un cigarrillo
del interior de la caja para partirlo por la mitad. Harry estaba tan furioso que, si no fuese por el
ataque que había tenido hace unos minutos atrás, aseguraba que ya estuviese golpeándolo. –
Ahora tendrás uno... Dos... Tres... Cuatro... Cinco... Seis años de vida más. –decía mientras
destrozaba cada uno, para devolver sus partes desarmadas a la caja.
- Te arrepentirás por lo que acabas de hacer, no sabes cómo. –susurró entre dientes.
- No tienes que fumar, Harry. Es muy malo para todos y mucho más cuando tienes asma.
- ¿Y a ti que te importa lo que me pase? ¿Quién eres ahora? ¿Mi madre? –rió con ironía. Louis
rodó los ojos.
- No, no soy tu madre ni me gustaría serlo, solamente te lo digo para que no te arrepientas
cuando sea demasiado tarde. –le dijo serio. Harry volvió a reír.
- ¿Cuándo sea demasiado tarde? ¡Já! –Harry conectó los ojos directamente con los contrarios,
provocando algo entre ellos que no pudo definir. – Será tarde cuando yo esté por golpearte y tú
no sepas qué hacer.
- Con la fuerza que tienes ahora y la que tendrás el resto del día creo que apenas lograrás
caminar, así que no tengo de que preocuparme.
Louis se agachó a su lado e inclinó su rostro muy cerca del oído de su compañero, provocando
un extraño hormigueo en el estómago de éste, quién tragó nervioso al sentir el cálido aliento de
Louis rozar el lóbulo de su oreja.
- Y aunque tuvieses la fuerza, tampoco lo harías. –finalizó.
Harry lo miró desentendido, aunque en el fondo había entendido muy bien cada una de las
palabras que Louis había dicho. Se sentía nervioso y perturbado por la presencia de su
compañero que hacía dos minutos era totalmente normal. Una parte de Harry temblaba
violentamente por ese contacto tan normal e insignificante. Algo dentro de él se había movido de
forma muy brusca y parecía no querer calmarse. ¿Por qué Louis lo ponía tan nervioso? Odiaba
ponerse nervioso, porque cuando lo hacía, sus síntomas eran muy visibles. Hasta la persona más
tonta podía darse cuenta de que él se había sonrojado, o que estaba jugueteando con sus dedos
para evitar una escena incómoda, tal como lo hacía ahora.
Para su desgracia, todo empeoró cuando Louis extendió su mano para ayudarlo a levantarse. Un
cosquilleo le recorrió desde la punta de la columna vertebral hasta el último de sus cabellos al
juntar sus palmas. Se limitó a observar a Louis, porque había pasado a estar muy avergonzado,
ya que se había quedado totalmente en silencio.
Por otra parte, la situación de su compañero no era muy distinta. Louis sabía manejar sus
emociones, pero sabía que lo que había sentido ahora había salido del rango de lo normal y eso
lo intimidó muchísimo.
Louis observó a Harry colgándose la mochila en su hombro y enseguida lo detuvo.
- La cargaré por ti. –le dijo, colocándosela sobre su hombro luego de arrebatársela de las manos.
- No es necesario, Louis. No esta pesada.
“No está pesada. Unos cuantos libros para no aburrirme, aunque sabía que no los iba a leer,
cartas de póker, tres cofres llenos de cosas insignificantes, el uniforme de futbol, zapatillas de
deportes y un balón, pero claro, no está pesada.”
- Si te hace sentir mejor, puedes llevar mi abrigo que esta sobre la banca. –exclamó cuando ya
tenía las dos mochilas sobre sus hombros.
- E-Está bien. –contestó, pero dudó.
Tenían que caminar los casi un kilómetro que los devolvían de nuevo al campus. Louis cada tanto
le daba una mirada a Harry para asegurarse de que esté bien, porque él mismo había admitido
que aún se sentía mareado, y para que Harry Styles admita que se siente enfermo tiene que ser
una situación muy grave.
Lo que sucedía es que a Harry le gustaba la manera en que Louis lo trataba. Le hacía sentir que
aunque estaba lejos de su casa, le importaba a alguien, y no le importaba que fuese un
desconocido, porque le importaba a él.
Harry atrajo más el abrigo de Louis hacia su nariz para olfatearlo. Tenía el perfecto aroma que él
poseía.
Enseguida, como un flashback una duda cruzó por su mente.
- ¿Louis? –preguntó incómodo.
- ¿Hm?
- Planeaba preguntarte esto antes pero me olvidé no sé por qué... -Louis volteó a verlo, con el
ceño fruncido, intrigado. - ¿Por qué te ofendiste ayer a la hora del desayuno? ¿Fue por algo que
dije?
Harry pensó que su dignidad se había ido a la mierda, pero estaba dispuesto a pedirle perdón si
es que lo había incomodado en algo. Louis se aclaró la garganta y esquivó su mirada para fijar su
vista en el frente, cuando las voces de los demás chicos del campus se hacía cada vez más
audible.
- Ah sí... Eso... -dijo, llevándose una mano atrás de la nuca. Estaba nervioso y Harry lo notó. – Es
que... Cuando dijiste que este era un “campamento de gays” me ofendió en cierto modo, porque
pensaba que eras homofóbico o algo así. –empezó a reír falsamente. Harry lo notó de nuevo,
podía ser la peor persona del mundo, pero no era estúpido. De todas formas, no insistiría con
saber la verdadera respuesta.
- ¿A caso tú eres gay?
Louis se paralizó.
- ¡No! ¡Claro que no! –respondió inmediatamente, exaltando al rizado. – Es que estoy muy a favor
del amor entre las personas del mismo sexo y...
- Lo sé, entendí. –lo interrumpió. – No soy homofóbico y opino lo mismo que tú. Lo siento si te
ofendí.
- Disculpas aceptadas.
Se sonrieron antes de perderse entre todos los chicos que caminaban de aquí para allá
dirigiéndose a sus cabañas. Detuvieron su paso en el lugar donde ésta noche habría una fogata
para que se conozcan unos a otros, y al mismo tiempo, el lugar que separaba la zona sur de la
norte. Cada uno miró su dirección y luego volvieron a mirarse.
- Te acompañaré. –le dijo Louis.
Comenzaron a caminar nuevamente, pero ésta vez hacia el lado sur. Harry iba delante de Louis
por el estrecho sendero mirando hacia abajo, pateando piedras y pensando en si así serían todos
los días aquí, hasta que un aire perfumado le golpeó el rostro. Elevó la vista y miró hacia atrás.
Savannah acababa de pasar a su lado. Miró de forma atontada como el esbelto cuerpo de la
muchacha se alejaba, detrás de Louis, quién también la miraba, pero con la repulsión escrita en
su rostro.
- Es hermosa. –dijo para sí mismo.
Louis rodó los ojos.
- Es puta, eso pasa. –le contestó sinceramente, pero Harry lo ignoró. – Y cierra la boca que hay
moscas.
Louis apuró el paso y golpeó sin querer el hombro de Harry cuando lo pasó para quedar frente a
él.
Cuando llegaron a la cabaña les sorprendió el griterío que provenía de su interior, pero eso no les
impidió que pudiesen entrar, empujando las dos puertas que tenía ésta.
Se encontraron con Niall, Liam y Zayn sentados en las sillas, rodeando la pequeña mesada que
estaba como sitio de “comedor”. Al verlos comenzaron a aplaudir. Harry y Louis se situaron a un
lado de la puerta, uno al lado del otro. Sus compañeros ni siquiera se acercaron a ellos. Louis
dejó las mochilas en el suelo y Harry el abrigo en un perchero que estaba cerca de la puerta de
entrada.
- ¿Y esto? –preguntó el de ojos azules.
- ¡Al fin vienen! Pensamos que jamás lo harían. –resopló Niall.
- ¡Tenemos una gran noticia para darles! –siguió Liam.
Ni Harry ni Louis parecían emocionados en lo absoluto. Estaban demasiado confundidos por lo
que acababa de pasarles.
- ¿Cuál? –dijo Harry.
- Como sabrán esta noche es la primera fogata... -ellos asintieron ante la voz de Niall. – Bueno,
luego organizamos una mini fiesta en esta cabaña con unos chicos muy buena onda de las
demás cabañas. Ellos se ocuparan de traer buena música, un equipo y alcohol. Nosotros no
tenemos que hacer absolutamente nada.
- Fiestas, hagh. –susurró Louis para sí mismo.
- ¿Vendrás? –le murmuró.
- Claro que no.
- Pero hay un problema. –habló Zayn. Ni Luke ni Savannah ni mucho menos Geoff deben
enterarse de esta fiesta o nos va a salir caro. Muy caro.
- ¿Hablan enserio? –se emocionó Harry. Al menos, esta noche sería divertida. - ¡No puedo
creerlo! ¡Los adoro!
El rizado no pudo quitar esa sonrisa de su rostro por largos minutos, mientras escuchaba como
los chicos seguían hablando de los planes de la fiesta. Reviviría su vida de neoyorkino, pero de
una manera diferente y quién dice que no será quizás, más divertida, ya que estará con gente con
la que nunca ha hablado en su vida. De pronto, sintió como alguien jalaba de su camisa
lentamente. Se volteó para ver, y obviamente, era Louis.
- Harry... No quiero arruinar nada pero recuerda que no será muy conveniente que bebas tanto.
No por esta noche. –le susurró por debajo de las gritonas voces de sus amigos.
Harry frunció el ceño.
- ¿Por qué?
- Acabas de medicarte y puede hacerte terriblemente daño si mezclas el alcohol con las pastillas.
- ¿Por qué te preocupas tanto por mí como si fuese tu hijo? –rió. – Por favor, tengo tu edad.
Mezclé cigarrillos y café sabiendo que tengo asma y aquí estoy, vivo y respiro. –sonrió
arrogantemente, provocando un bufido de parte de Louis. – Lo único que haces es molestarme.
- ¿Yo te molesto?
- Sí, tú me molestas. Deja que haga lo que yo quiera con mi vida sin que influya en la tuya como
si nos conociéramos de pequeños. –le dijo más serio, elevando su tono de voz.
Sus voces comenzaron a mezclarse con los gritos de sus amigos y todo se hizo muy irritante para
ambos.
- No lo hago por mí, lo hago por ti. –le recordó, pero Harry lo ignoró.
- ¡Deja de hacerlo! Es mi vida y yo hago lo que quiero.
- ¿Eso quieres decir que mezclarás alcohol con pastillas? –se quejó, alejándose un poco de él.
- Sí, ¿y?
- ¡Estás loco!
- ¡El único loco aquí eres tú! –le devolvió el grito.
- ¡Oigan! –intervino Zayn, entre ambos. - ¿Qué sucede aquí?
- Nada que te interese. –susurró Harry, pero sin perder de vista la mirada del otro par de ojos
azules.
De pronto todo se volvió silencio. Louis se separó de Harry para dirigirse más cerca de Niall, y
cuando comenzaron a hablar todos de nuevo, Harry lo observó susurrándole unas cosas al oído.
Niall pareció preocupado ante el mensaje, pero no hizo nada más al respecto que quedarse
sentado con la mirada perdida.
(...)
Era la puesta de sol y la temperatura bajaba cada vez más, hasta llegar a los diez grados, lo cual
era una ironía porque estaban en pleno verano, pero las noches en Londres siempre eran así, y
más en estas zonas, donde lo único que rodeaba a estos chicos eran miles y miles parcelas de
campo sin árboles ni arbustos, solo tierra, tierra seca.
Los chicos ya habían llegado al sector donde se realizaría la primera fogata. Todos los chicos
estaban sentados formando un enorme círculo alrededor de las ramas apiladas, las cuales serían
prendidas fuego en algunos segundos. Louis y Harry seguían sentados uno al lado del otro, solo
porque los demás les dijeron que tenían que arreglar sus diferencias, sin embargo no se
hablaban. Nadie hablaba a excepción de unos murmullos detrás de ellos. Todos estaban
observando como las llamas subían y subían hasta alcanzar una altura casi irreal. Harry admitió
que era la fogata más alta que veía. En realidad, era la primera fogata que veía.
- El año pasado era más alta. –susurró Louis a su lado.
- De todos modos, es enorme. –dijo Harry, porque había logrado escucharlo.
Continuaron observando como el fuego crecía, pero eso no bastaba para calmar el frío que
sentían en ese momento, y más cuando llevabas solo una camisa sin mangas, típico de Harry.
Observó a los demás, quienes tenían aunque sea un fino abrigo colgando de sus hombros, pero
él estaba en pantalones cortos y una simple camisa sin mangas. Tiritó, pero no precisamente de
frío.
Louis lo miró.
- ¿Me pasas mi mochila? –volvió a susurrar.
Harry extendió su brazo detrás de la espalda de Zayn, donde habían arrojado todas las mochilas
y tomó la característica mochila de jean de Louis, dándosela.
De ella sacó un abrigo de color negro con rayas verdes y lo colgó en los hombros de Harry.
- Gracias. –dijo, sonriéndole.
El australiano no dijo nada, es más, se limitó a mirarlo y siguió observando como el fuego crecía
frente a él. Harry se vio obligado a seguir hablando.
- Louis... -el de ojos azules giró lentamente la cabeza hacia él y lo miró esperando a que prosiga.
– He sido un estúpido esta tarde. Me... ¿Me perdonas?
No sabía por qué, pero le incomodaba la idea de saber que Louis estaba enojado con él. Harry no
quería que la relación entre ellos sea incómoda, él quería que sea normal, como siempre, pero si
a cada rato había una discusión no ayudaría mucho.
- Te perdono si me prometes una cosa. –Harry asintió. – Quiero que no hagas nada extraño esta
noche... Ya sabes. –el rizado volvió a asentir bajando el rostro. – Es que... Solo... No quiero que
te pase algo malo.
Harry volvió a sentir ese hormigueo de nuevo.
- Está bien, Lou. No lo haré.
Louis rió.
- Nadie me dijo Lou en años.
- ¿Te molesta que te diga así? –él negó. – Cuando la gente está enojada contigo dice tu nombre
entero. Por eso me dicen Harry, y cuando mamá está enojada me grita Harold a todo pulmón.
Quizás por eso lo odio...
- Buen punto. –volvió a reír, sin dejar de mirarlo.
- Yo también quiero que me prometas una cosa.
- ¿Cuál? –se intrigó Louis.
- Quiero que estés en la fiesta esta noche.
Louis asintió sin muchas ganas y el corazón de Harry se estrujó. Sabía que sería una noche
diferente, pero que sería bonita. En realidad, ni se imaginaba todo lo que podía suceder en una
simple noche de verano, cuando sientes que tu alma vuela y en esos ojos son todo lo que quieres
pensar.
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Capítulo 6.
Louis se preguntó cómo sería posible que los estúpidos –o por así llamarlos- de los tres
coordinadores principales no oyesen nada de lo que estaba sucediendo en esta cabaña, hasta
que llegó a la conclusión de que sus compañeros habían ideado muy bien todo esto. La zona sur
está alejada, demasiado alejada, del refugio donde pasan la noche Geoff, Luke y Savannah, y
quizás por eso supusieron que ellos no oyeran nada desde su lugar. Además, quizás pensaron
que todos estaban demasiado cansados para hacer alguna travesura esta noche.
Y no estaban muy equivocados.
Fuera de esa cabaña, quitando el sonido de la exteriorización de la música que provenía de la
cabaña de Harry y Niall, todo era un silencio pacífico en el cual solo se oía el cantar de los grillos
y nada más. Pero aquí era totalmente diferente.
Hacía dos horas que la música electrónica sonaba sin cesar al máximo volumen por un
altoparlante que había traído un chico de otra cabaña. En realidad, Louis conocía a todas las
personas –o la mayoría- que estaban dentro de la cabaña en ese momento, pero se concentró en
ciertas de ellas. De esa clase de personas que te irritan con tan solo verlas. Louis los odiaba por
una razón que hasta él mismo desconocía, pero sus amigos lo adoraban. Eran un grupo de
españoles que ya era el tercer año consecutivo que venía a este campamento. Hablaban español,
pero al mismo tiempo se les daba muy bien el inglés.
Quizás, no los soportaba porque tenían el afán de creerse los mejores solo por venir de un país
con diferente idioma, o por ser mayores, y más fuertes, y más listos, y más apuestos que todos
nosotros.
Uno de esos chicos era Matt Villan, considerado algo así como el “líder” de su grupo. Y los
demás, Caden García y Evan Trump. Todos de las mismas características: altos, bronceados, de
ojos claros, cabello bonito y con más de cuatro horas diarias en el gimnasio.
Todos ellos, más sus amigos y otras personas que no logró identificar se movían al compás de la
música electrónica en el centro de la pequeña cabaña. Las luces de colores brillaban por doquier.
Había alcohol como para los cuatro meses que debían estar aquí, pero Louis estaba seguro de
que acabarían con todo esta noche, para lidiar con una fuerte resaca mañana. Mientras tanto, él
estaba sentado en la escalera que conducía a las habitaciones, mirando como los demás se
divertían con un vaso de licor de menta en la mano. No es que Louis fuese una persona
aguafiestas y amargada, sino que no le gustaban las fiestas, y mucho menos con personas que
no le agradaban.
Pero él tenía algo que hacer, y se lo había propuesto desde que esta fiesta se había
“descontrolado”. Asegurarse de que Harry no fume, ni beba, ni se exalte. Louis no quería
exagerar, es más, ni siquiera estaba exagerando, pero algo le decía que tenía que cuidar de él.
Es que a sus ojos, Harry se veía muy pequeño, muy frágil y muy indefenso aunque lo negase.
Divisó la anatomía del rizado a un lado de la pista aplaudiendo con los brazos en alto mientras
Niall –que ya estaba ebrio desde hace rato- lo abrazaba por el cuello y le hablaba al oído. Lo miró
demasiado y él mismo lo admitió, observó cada parte de su cuerpo como si se tratase de una
figura de arte. Lo observó moverse al ritmo de la música de un lado a otro con Niall colgando de
sus hombros.
“Hasta cuándo cree que se ve mal, está perfecto” pensó.
Ambos cruzaron miradas, y por eso Louis se vio obligado a agachar la suya, incómodo, a su vaso
a medio tomar de licor, el cual dejó a un lado en la mesa. Y antes de que Harry lo siguiese
observando, subió las escaleras hacia la habitación de sus compañeros y cerró la puerta detrás
de sí.
Apenas cerró la puerta una tranquilidad volvió a invadir todos sus sentidos. La música sonaba
ahogada desde este piso, como si estuviese a más de dos cuadras de ella, cuando en realidad
estaba a unos metros. La habitación era mucho más pequeña a comparación de la que compartía
con Liam y Zayn, pero eso no le importó. Ni siquiera se molestó en encender la luz, con el reflejo
que provocaba la luna bastaba. Se sentó en la cama que tenía vista a la ventana y se detuvo a
mirar las estrellas.
Sacó su móvil, ya con muy poca batería disponible y puso la primera canción que se le vino a la
mente. Counting Stars de One Republic, una canción que le fascinaba por completo y le pareció
adecuada para la ocasión. Cuando menos se dio cuenta, comenzó a cantarla en un murmuro. Un
murmuro inseguro con el cual recitaba cada parte de la canción.
- ...We’ll be counting stars.
Alguien había finalizado por él el estribillo de la canción. Una voz asombrosa, ronca y bien puesta.
La voz de esa persona lo alteró por completo, provocando a ver de quién se trataba. Pero no se
sorprendió demasiado al darse cuenta de que Harry lo observaba parado desde el umbral, con los
brazos cruzados y la espalda apoyada en la pared. Es que, ¿quién más se hubiese atrevido a
subir la escalera en ese grado de ebriedad?
Louis se puso rojo como el jersey que traía su compañero en ese momento. Estaba tan nervioso
que ni siquiera se atrevió a hablar.
- No sabía que te gustaba One Republic. –le dijo el rizado, ahora avanzando hacia él.
- ¿Hace cuánto estas allí? –tartamudeó.
- Lo suficiente para saber que cantas muy bien.
Harry se sentó a su lado y se miraron por un momento. Tal como Louis pensó, él no tenía rastros
de haber fumado, o si quiera bebido. Había un brillo en su mirada, que se hacía más notable
cuando guiaba su vista a la ventana.
- Gracias. –rió, aún nervioso. – No puedo creer que no hayas fumado ni bebido.
- Yo tampoco puedo creerlo. –rió, también.
Louis en cierta forma se alegraba de esto que había logrado hacer Harry. En realidad, él no
conocía su entorno familiar, ni a sus amigos, no sabía a qué cosas estaba expuesto y si alguien lo
controlaba, o cuidaba de él.
- ¿Qué haces aquí, Louis? –le preguntó murmurando, como si alguien fuese a escucharlos. –
Todos nos estamos divirtiendo allí abajo.
- Ustedes se están divirtiendo. –no quiso sonar amargado, pero sin embargo no fue así.
- Y... Em... -dudó su compañero unos segundos. - ¿Qué te gustaría hacer, entonces?
- ¿Por qué preguntas?
- Tengo que devolverte el favor de esta tarde, anda, dime que te gustaría hacer. Tenemos toda la
noche. –insistió.
Louis pensó antes de contestar. Hace años estaban remodelando el muelle del lago, que,
sinceramente, se encontraba muy lejos de la cabaña en la que estaban ahora, pero deseaba ir a
ese lugar desde hace mucho tiempo. Donde él vivía los lagos escaseaban muchísimo y rara vez
visitaba el mar, y ya saben, las piscinas no son lo mismo.
- El muelle que está en el lago. –dijo de repente.
- ¿Un lago? ¿Enserio, Louis? Son las dos de la madrugada. –le recordó el rizado.
- Tú dijiste que elija algo que me gustaría hacer, y me gustaría ir al lago.
- Louis yo... No sé... -dudó, colocándose una mano en la nuca.
- Está bien. Me iré a dormir entonces, buenas noches.
Louis frunció el ceño y se puso de pie para dirigirse camino a la puerta. Y justo antes de jalar el
picaporte una mano se depositó sobre la suya. Miró sobre su hombro y allí estaba Harry,
penetrando sus ojos con una mirada neutra. Sus manos estuvieron en contacto por más de diez
segundos, y ninguno tuvo intención de moverla hasta que Harry decidió hablar.
- Prepara un traje de baño, iremos al lago.
(...)
Louis prácticamente corrió los metros que los separaban del muelle, dejando a Harry atrás. Pisó
descalzo la fría y húmeda madera, de quién sabe cuántos años de desuso, y sus próximos pasos
fueron más cuidadosos, al escuchar el chirrido que provocaban las tablas a medida que
avanzaba. Cuando llegó al extremo se quitó el jersey y la camisa sin mangas que llevaba
puestos, arrojándolos a un lado, quedando solamente en traje de baño. Miró hacia atrás y Harry
estaba a unos cuantos pasos de él.
Los dedos de sus pies estaban tocando el borde de la punta del largo muelle. Todo estaba
oscuro, la luna era su única luz entre todas esas sombras que parecían tenebrosas. Las cabañas
estaban lejos, el campamento entero estaba lejos, eran las tres de la madrugada: estaba seguro
de que no los verían allí.
Cuando menos se dio cuenta, Harry estaba detrás de él. Muy cerca de él. Se dio cuenta porque
su respiración agitada chocaba contra su nuca.
- Bonito lugar, ¿qué dices? –susurró Louis, volteando a verlo.
- La verdad es hermoso, valió la pena caminar miles y miles de metros para llegar hasta aquí.
–habló irónicamente.
Louis comenzó a reír mientras observaba a Harry quitarse la camisa y dejarla a un lado, junto con
la ropa de él.
Ahora ambos estaban parados en el extremo del muelle, mirando hacia abajo. Mirando el agua.
Louis no se acordaba exactamente la profundidad, pero sabía que sus pies nunca habían tocado
el fondo –y tampoco pretendía hacerlo, quién sabe las asquerosidades que se esconden en el
fondo de un lago- pero por suerte sabía nadar. Lo que no sabía es si Harry también sabía hacerlo.
- ¿Vas tú o voy yo? –preguntó el de ojos azules mirando a su compañero. Él elevó la mirada y
negó.
- Mejor tú primero.
Louis tomó todo el aire que pudo y se lanzó al agua después de dar un gran salto. Estaba seguro
de que había salpicado a Harry de pies a cabeza y eso le provocó una risa, aún con la cabeza
bajo el agua. El agua estaba completamente helada, pero sabía que esa sensación se iría dentro
de un rato. Cuando salió de nuevo a la superficie, observó a su amigo quitándose las gotas del
rostro.
- ¡Me mojaste! –lo regañó, él solo rió.
- No grites, Harry. Distorsionas la paz que hay en este lugar. –continuó Louis entre risas.
- ¡Lo único que se distorsionará será tu cara cuando te agarre, Tomlinson! –volvió a gritarle.
Louis nadaba de aquí para allá alrededor del muelle observando como Harry lo seguía con sus
hermosos ojos verdes esmeralda, los cual de noche se hacían más brillantes –lo había
comprobado-.
- ¿Qué esperas para agarrarme, Harry? –lo provocó Louis. – Estoy aquí, ¡Hola! ¡Golpéame!
Louis quería averiguar hasta donde podía llegar la paciencia de Harry.
- No pienso arrojarme a ese lago sucio. –acotó.
- Este lago sucio huele mejor que tú. –bromeó. Louis sabía que nada tenía mejor aroma que
Harry.
- ¡No es cierto! –fingió enfado.
A Louis se le había ocurrido una pequeña broma. Una pequeña broma solamente. Quería ver
hasta donde llegaba Harry en cualquiera de sus aspectos. Porque en realidad, eso es lo que
quería. Quería conocerlo hasta el punto en el que él supiese que aconsejarle cuando se
encontrara perdido, o cuando necesitara un abrazo él quería asegurarse de darle los mejores, o,
en otros casos, quería saber el momento perfecto para darle una lección.
Nadó hacia el borde del muelle tomándose de la madera e hizo una mueca de dolor. Harry frunció
el ceño.
- ¿Qué tienes? –le preguntó, agachándose para quedar a su altura.
- Harry... Me duele una pierna... -siguió. Sabía actuar, sabía actuar muy bien. – Sácame de aquí.
- Pero... ¿Cómo? ¿Qué? ¿Qué pasó?
- Tengo sangre en la pierna, Harry. Ayúdame. –pidió más exageradamente.
- Tranquilo, Lou. Estarás bien, ven aquí.
Le extendió la mano y Louis la sujeté. Harry lo miró a los ojos y sonrió, y en ese momento, el otro
reaccionó, jalando su brazo hacia atrás, haciendo que ambos vuelvan a caer al lago.
Cuando salieron a la superficie Louis se carcajeó porque los rizos de Harry cubrían el noventa por
ciento de su rostro, pero esa sonrisa se desvaneció cuando Harry comenzó a patalear sin cesar,
buscando algo de qué aferrarse.
- ¡Harry! ¿Qué diablos te sucede? –le preguntó, sujetándolo del brazo para que se calme.
- ¡No sé nadar, estúpido!
Harry movía sus piernas y sus brazos de manera muy exagerada. Louis bufó y colocó sus manos
debajo de sus hombros, en sus axilas para ser exactos, y lo cargó como si se tratara de un bebé.
Harry tomó sus hombros y allí el ruido del agua golpeando más agua cesó.
- ¿Mejor? –preguntó Louis. Harry asintió. – Deberías decirme este tipo de cosas, ¿no crees?
- S-Sí, perdón...
- ¿Perdón por qué?
- Por no decirte. Es que... -Harry se sonrojó. – Me da vergüenza, porque si te lo digo pensarías
que soy muy inútil.
- Jamás pensaría eso de alguien. Todos tienen sus virtudes. ¿Te doy un ejemplo? –el rizado
volvió a asentir. – Mamá tampoco sabe nadar, pero es mucho más útil e inteligente que mucha
gente que se dedica a nadar olímpicamente.
- Buen punto. –reflexionó Harry.
- Mis brazos han comenzado a acalambrarse, -dijo incómodo. - ¿Podrías sujetarte de mí cuello,
sobre mí espalda?
Harry lo hizo, por más patético y vergonzoso que le pareciera, se colgó del cuello de Louis,
rodeando su cintura con sus piernas para sostenerse mejor. El otro chico simplemente comenzó a
nadar hasta alejarse lo suficiente del muelle.
El silencio que se había formado ahora fascinaba a tanto a Louis como a Harry. En Nueva York el
nunca presenciaba momentos tan peculiares y especiales. Estaba totalmente orgulloso y
satisfecho de haber acompañado a Louis al lago, estaba seguro de que si no lo hubiese hecho,
tarde o temprano se hubiese arrepentido.
Ellos conversaban de cualquier cosa y los minutos pasaron como si fuesen segundos. La
presencia de Louis le encantaba, le transmitía cosas que nadie jamás le había transmitido antes.
Era una persona encantadora, de esas que vale la pena tener al lado. Sus ojos, su manera tan
tranquila de hablar, su forma de tratarlo era lo que más le gustaba de él. Harry comenzó a tener
demasiado frío y Louis interrumpió su charla.
- Estás tiritando. –dijo en forma de afirmación.
- Sí. –le contestó.
- ¿Quieres que salgamos?
Negó sin decir nada más. Quería sentirse así por unos minutos más, porque sabía que no
volvería a hacerlo por dentro de varios días. O ¿quién sabe? Quizás no volvería a este lugar
nunca más.
- Tus labios están morados, Harry. –rió Louis. – Podemos volver mañana. No quiero que te
enfermes.
Cuando llegaron a la orilla el cielo estaba más claro de lo normal. Estaba amaneciendo. ¿Cuántas
horas habían estado perdiendo el tiempo dentro de ese lago? Solo Dios sabía.
Harry se abrazó a sí mismo, aun tiritando, mientras Louis buscaba algo con qué cubrirlos a
ambos. Dentro de su mochila encontró una enorme manta que había quitado de la cabaña por sí
acaso y con eso envolvió a Harry. Louis colocó su jersey por encima de sus hombros porque en
realidad no le interesaba lo que el frío provocaba en él.
- Gracias. –le dijo a Harry, quién le respondió con una sonrisa.
Cuando llegaron al Campus, ya había amanecido, la fiesta había finalizado y faltaban menos de
quince minutos para las seis de la mañana. Pero lo mejor de todo esto, es que habían vuelto
abrazados, uno protegiéndolo al otro.
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Capítulo 7.
La mañana se hizo eterna. La fiesta del día anterior tenía como zombis resacados a todos los
chicos que habían asistido y se habían embriagado a más no poder. Ninguno de ellos cinco había
pasado ese extremo, a excepción de Niall. Había terminado tan mal que Louis con la ayuda de
Harry tuvieron que bañarlo y acostarlo en su cama. Y ni mencionar como estuvo a la mañana al
despertarse. Solo quería cortarse la cabeza, porque cada sonido lo molestaba y porque quería
dejar de vomitar.
Tanto Harry como Louis no habían dormido en toda la noche. Terminaron de ducharse y arreglar
todo el lío que había en esa cabaña a las siete de la mañana, justo cuando las trompetas
comenzaron a sonar por el altoparlante. Harry maldijo todo lo que tenía volumen a su alrededor,
pero se limitó en maldecir a Louis. Aún no lo maldeciría a él.
Esa misma tarde fue “tarde de trabajo” según los coordinadores. Les habían hecho buscar
muchas ramas en el bosque para la fogata de la noche siguiente y les dijeron muy claro que no
debían cortar las ramas de los árboles, porque además de que estaba prohibido –por una
cuestión natural- aún están vivas, es decir, verdes y al no estar secas no producen que el fuego
se propague sin embargo, Harry Styles, típico chico vanidoso que cree sabérselas a todas corto
las ramas de los árboles y gracias a eso le aplicaron una sanción, pero no es nada, debía buscar
otras ramas que estuviesen en el suelo como parte del castigo. Y como si fuera poco, le agarró
una alergia en los muslos y el resto de las piernas por someterse en pantalones cortos a un lugar
lleno de plantas desconocidas para él.
- Esto es el puto infierno. –se dijo cuando tomaba todas las ramas entre sus brazos y se abría
paso hacia la salida.
Eran las cinco de la tarde cuando ya había terminado de rehacer su trabajo, y se dirigía
nuevamente a su cabaña con la intención de fumar algún cigarrillo, pero luego recordó su
promesa, y recordó también que ya no tenía ni uno. Suspiró abrumado cuando alguien lo sujetó
del hombro.
- Harry, ven a ayudarnos con los preparativos. –era Liam. Por lo menos él había logrado dormir y
no había tomado la apariencia de fantasma ojeroso como él.
Harry lo miró sin entender de lo que estaba hablando y frunció el ceño.
- Habrá una fiesta esta noche. –se explicó el castaño. Harry lo miró desentendido de nuevo. ¡Otra
maldita fiesta! – Así es, otra puta fiesta. –dijo, como si leyera sus pensamientos. – Es después de
la cena y acabará temprano, además no es obligación venir.
- Quizás tengo mejores cosas que hacer esta noche. –replicó, dándose la vuelta para comenzar a
caminar de nuevo, pero el agarre de su amigo lo impidió.
- Eso no me interesa, pero debes venir a ayudar. Son órdenes de los coordinadores. –rió y
observó las piernas rojas del rizado. – Y ya sabes qué pasa cuando no obedeces las órdenes.
- ¿Te estás burlando de mí? –Liam comenzó a reír, pero a Harry nada de esto le parecía
gracioso. – Te estás burlando de mí. –concluyó.
Cargaba muchísimo mal humor. La falta de sueño lo ponía así de odioso y cortante con las
personas. Si había algo que no le agradaba, y había dormido poco, no iba a fingir que todo estaba
bien porque ¡nada estaba bien! Harry necesitaba dormir una hora, un día o quizás un año entero
para recuperarse de ese mal humor que lo perseguía desde años.
Él vivía de fiesta en fiesta, pero luego de ellas se dedicaba a dormir hasta la noche siguiente en
su cómoda cama, en su tibia alcoba, en su lujosa casa en la gran Nueva York, y aquí no había
dormido, su cama era incómoda, la alcoba apestosa y la cabaña un estupendo desastre –sin
mencionar el desastre que había causado su compañero con sus hermosos vómitos-.
- Estás muy estresado, deberías calmarte. –le dijo tranquilamente. – Anda, acompáñame. Los
chicos están en el salón.
Rodó los ojos y no le quedó otra que caminar detrás de él hasta el salón del gimnasio de
deportes, el cual le habían explicado que usaban de vez en cuando para realizar una que otra
fiesta, porque las demás eran al aire libre.
Cuando entró se encontró con quizás todo el campus allí dentro. Estaban todos muy
entusiasmados colgando telas que iban y venían, banderines de aquí para allá y un letrero
enorme que colgaba en la parte trasera y decía “Fiesta de Bienvenida”. Harry pensó en que si
esto sería una “genial fiesta de bienvenida” tendrían que encargarse de decorarla y armar todo los
coordinadores y directores, no los campantes. Porque al final, no los estaban tratando como
campantes, los estaban tratando como unas malditas mulas de carga.
- Estas personas se piensan que somos sus empleados. –susurré, Liam me escuchó y volteó a
verme.
- Claro que no. –explicó. – Con esto nos están enseñando un valor que creo que tú deberías
aprender. Se llama esfuerzo.
“¿Quién lo necesita?” pensó riendo. Harry era de una familia rica. Muy rica. Todo lo que siempre
quiso lo tuvo sin mover un solo dedo. Una vez leí que no hay que maltratar a nuestros hijos
dándoles todo lo que quieren y eso es lo que hacían Anne y Dess con Harry. Lo maltrataban sin
darse cuenta. Entonces, ¿cómo sabría lo que significaba esfuerzo si nunca lo había aplicado en
su vida?
Su mente cambió rotundamente de pensamiento cuando lo primero que vio al subir la mirada fue
a Louis, en la cima de una escalera tratando de amarrar el extremo de un banderín a un clavo. La
escalera era muy alta, y desde ese ángulo Louis se veía muy pequeño, parecía que iba a caer
pronto si él no sostenía la parte de abajo para que no resbalase, y eso lo exaltó. Casi corrió hacía
la escalera dejando a Liam atrás, al darse cuenta de que nadie lo estaba haciendo, y no supo por
qué, quizás por instinto, porque en realidad no quería que nada le suceda.
Louis se dio cuenta de que había otra presión extraña en la escalera y bajó la mirada,
encontrándose con la sonrisa amplia de Harry vista desde arriba. Le sonrió también.
- Gracias, Harry.
Continuó con su tarea y Harry continuó sosteniendo firmemente la escalera para que no se caiga.
Luego de unos minutos lo oyó bajando los peldaños y retiró sus manos de ésta para tomar su
muñeca y ayudarlo a bajar.
- No tengo cinco años. –reía cuando ya estaba abajo.
- Lo sé, pero es peligroso.
Y vaya que era peligroso. Recordó cuando él tenía once años exactamente. Estaba en la casa de
su abuela con su hermana –Gemma- y querían subir a la terraza por el exterior de la casa. Su
hermana, quizás mucho más vanidosa y extremista que él, se atrevió a hacerlo primero. Harry ni
siquiera pensó en la posibilidad de que la escalera se resbalase, ¡por favor! Tenía tan solo once
años, era un niño que no le temía a nada porque no conocía los peligros.
Su hermana subió hasta llegar a la cima, y cuando quiso tomar una de las rejas que rodeaba la
terraza, la escalera comenzó a tambalearse, cayéndose hacia atrás con su hermana aún sobre
ella.
Recordó ver a Gemma tirada en el piso, llorando y gritando, inmóvil. Harry, al ser tan solo un niño,
lloró también y corrió a llamar a su abuela.
Su hermana se fracturó tres vértebras y estuvo sin caminar por más de seis meses. Fue terrible y
Harry también se llenó de culpa y estuvo muy mal ese tiempo. No soportaba ver a su hermana
imposibilitada a todo, atada a una camilla porque le habían impedido moverse. Tenía once años
¿y qué? Era un niño, sí, pero también era una persona.
- ¿Dónde están los demás? –se me ocurrió preguntar.
- Hablando de su resaca en algún otro lugar. –rió Louis. – Eso es lo que ha hecho Niall toda la
mañana, ¿tú dónde estuviste? Es la primera vez que te veo en el día.
Ambos nos sentamos uno al lado del otro en un costado del gimnasio, mirando como los demás
hablaban formando un enorme bullicio que retumbaba por todo el salón y acomodaban y
decoraban y bailaban con todo su mejor humor.
- Tuve que buscar dos veces ramas para la fogata porque tomé las que estaban verdes. –suspiró.
– Me odian los coordinadores de aquí.
Louis no pudo evitar reír.
- También fue muy estúpido de tu parte tomar las ramas verdes y no las secas, Harry. Hasta un
niño de ocho años sabe eso. –dijo obviando sus palabras.
- No era mi intención ser tan estúpido. –rodó los ojos.
- Anda, Harry. –rió su amigo, dándole un golpe suave en el hombro. Él bufó. – Ponle ánimos.
- ¿De qué ánimos me estás hablando? –Louis se puso serio. – No he dormido en toda la noche,
tengo miles de manchas rojas en las piernas porque le tengo alergia al noventa por ciento de las
cosas que toco, hace muchísimo calor y me están haciendo decorar un salón más grande que
toda Nueva York.
El que bufó ahora fue Louis, poniéndose de pie para caminar hacia el otro extremo del salón,
dirigiéndose a la puerta de salida. Harry estuvo desentendido por un segundo, pero se puso de
pie también para seguirlo.
Si había a algo que a Louis no le agradaba, eso era la falta de voluntad. Louis era una persona
muy optimista porque lo habían criado así. Rara vez se le daba por quejarse de algo, o negarse a
hacer tal cosa, porque le gustaba ayudar y le gustaba mostrarse abierto, responsable y simpático
con la gente. No le gustaba que lo rodeen un montón de malas caras porque sentía que no
pertenecía ahí, entre medio de toda la vagancia, por eso huía y hacía lo que se le daba la gana.
- ¿A dónde vas? –le preguntó luego de alcanzarlo, Louis ni siquiera se molestó en mirarlo.
- Iré a mi cabaña. Llamaré a mamá para preguntar cómo van las cosas en Sydney.
- ¿Puedo acompañarte? –preguntó. Louis dejó de caminar y lo miró.
- No. –pensó por un momento en que no hablaba enserio. – Allí están los chicos. –le señaló el
fondo del gran gimnasio y Harry los observó riendo entre ellos. – Ve con ellos, volveré enseguida.
Cuando dio la vuelta de nuevo hacia Louis, él se encontraba lo suficientemente lejos como para
que lo escuchara. Harry suspiró empacado. Estas cosas hacían que él tuviese el doble de ganas
de marcharse de aquí.
Con pereza se desplazó hacia el fondo del salón en donde estaban sus amigos, y algunos chicos
de la fiesta anterior, que al verlo no le dirigieron más que una simple sonrisa. Niall y Liam
ayudaban a inflar los globos mientras Zayn los amarraba y los demás los colgaban en diferentes
extremos de la pared con cinta adhesiva. Había muchísimos y de todos los colores, casi
cubriendo toda la pared.
- ¿Dónde se ha ido Louis, Harry? –preguntó Zayn al verlo llegar.
- Fue a la cabaña, ya vendrá. Tiene el peor humor del mundo.
- El peor humor del mundo creí que lo tenías tú. –exclamó uno de los chicos, entre risas.
Harry no lo conocía y tampoco pretendía hacerlo, pero estaba seguro de que él sí. Ya con el tono
de su voz había comprendido que no era más que un engreído que quería llamar la atención.
- Vaya, crees muy mal. –susurró Harry, tomando un globo rojo de la bolsa que estaba
desparramada sobre la mesa de plástico.
- Oye, tranquilo. –rió. – Soy Matt. –se presentó. Quizás medía un metro noventa y cinco, y no
estaba exagerando. Harry guió su vista a sus enormes brazos, pensó en que sería capaz de
dormirlo para siempre con solo un simple golpe y por eso se calmó. El chico volteó y señaló a
otros dos detrás de él. – Él es Evan y él es Caden.
- Hablas como si fueses de...
- España. –dijo, completándole la frase. – Somos españoles.
Harry no respondió. Como si España le interesara en lo absoluto.
- Niall nos habló de ti. –dijo uno de los castaños, identificado como Caden, provocando que Niall
volteé a prestarle atención a la conversación. – Dice que eres muy hijo de puta pero que le caes
bien.
- Eso no es cierto. –bufó Niall, rodando los ojos y volviendo a su trabajo.
Harry miró a Niall y él negó por lo bajo. Ya había entendido todo, y no quería saber más.
- Harry, ¿ya conocías a Louis antes? –habló Evan, el rizado negó. – Es irónico que te lleves mejor
con él que con tu propio compañero de cabaña.
- ¿A ustedes les molesta en algo? –dijo Harry, irritado.
- Nos molesta Tomlinson. –dijo Matt, soltando una risa cínica. – No te juntes mucho con él, Harry.
- Oh, por favor. Díganme lo que quieran menos lo que tengo que hacer.
- Dios mío. –rieron Caden y Evan al unísono.
- ¿No te han contado? –rió Matt, también.
Zayn, Niall y Liam que hasta entonces habían permanecido callados voltearon a la dirección de
esos tres muchachos. Harry los miró, porque no entendía nada de lo que estaba sucediendo. Niall
hizo una mueca.
- ¿Qué? –se interesó en saber, ignorando las reacciones de sus amigos.
- Louis es gay, te llevará para el otro lado si sigues teniéndolo como compañía favorita.
Harry se paralizó sosteniendo el globo suavemente entre sus labios, pero no quiso mostrarse muy
sorprendido ante la noticia. No podía creerlo porque no lo había supuesto en ningún momento.
Louis era tan normal en su forma de actuar que estaba seguro de que si ellos no lo decían, en
ningún momento hubiese dudado de su verdadera sexualidad. Definitivamente esto le había
golpeado el cráneo, moviendo su cerebro. No quería que su relación con Louis cambiase porque
él sabía de esto.
- ¿Podemos cambiar de tema? –se preguntó Niall.
- ¿Por qué no quieres que hablemos de esto? –se preguntó Evan.
- ¿Por qué no me contaste? –le susurró Harry a Niall.
- No es asunto mío, si alguien te lo iba a contar, Louis debía hacerlo. –le respondió con un tono
de ira en la voz.
Harry quiso abrazar a Louis sin saber por qué. Quizás en realidad si se había ofendido cuando él
dijo lo de “campamento de gays” y esas charlas sobre la sexualidad que habían tenido hace poco.
Todo cerraba para Harry, pero nunca se imaginaría en la manera en la que se podía haber
llegado a sentir Louis todo este tiempo.
Quería pedirle perdón.
- Harry, por favor, ve a buscar los demás globos. –dijo Liam, interrumpiendo su discusión.
- ¿Dónde están?
- En la cabaña. En mí cabaña.
- ¿¡Tengo que ir hasta allá!? –protestó.
- No estás haciendo nada.
(...)
Llegó sudando a la cabaña y abrió de una patada la puerta. Escuchó una voz provenir de la
planta de arriba y supuso de qué se trataba de Louis haciendo su llamada telefónica.
Liam le dijo “busca dentro del baúl en la habitación”, pero Harry no quería subir ahora. No podría
mirar a los ojos a Louis por más que fuese un microsegundo, y no es porque tuviese algo contra
los homosexuales, para nada, es que no sabía cómo reaccionar ante todo esto. Estaba
confundido.
Sin embargo, tomó valentía y comenzó a subir la escalera, rápidamente para que no se
arrepintiera a mitad de camino.
Abrió la puerta despacio, y los globos se le olvidaron por completo cuando vio a Louis sentado en
un extremo de la cama que se encontraba al fondo de la habitación, con las manos en el rostro y
sollozando sin cesar.
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Capítulo 8.
De todos los jóvenes en el mundo el destino siempre elije uno al cual torturarlo, martillarlo,
hundirlo en un pozo lleno de problemas, pero ese joven siempre suele ser su preferido. Las cosas
malas le pasan a las personas buenas solo por ser... Buenas. ¿Por qué el sufrimiento no recaía
en los violadores, los secuestradores o los asesinos en serie que andan ahora libres por todo el
planeta, ni siquiera registrados por la justicia? Fue lo que se preguntó Louis cuando cortó la
llamada telefónica. Quizás nunca debió llamar. Nunca.
No pudo más y lloró. Ya no podía seguir soportando todo lo que sucedía a su alrededor, y fingir
que todo estaba bien, porque nada estaba bien, nunca nada había estado bien, pero él siempre le
puso su mejor cara a los problemas, para enfrentarlos de la mejor forma porque es la única forma
de no salir lastimado, y eso no se lo enseñó nadie, lo aprendió el mismo con el paso del tiempo.
Nunca fue niño, siempre fue un chiquito de diez años lleno de responsabilidades. Ser el hermano
mayor nunca es fácil, nunca y más cuando eres el mayor de otras cuatro hermanas. Sus padres
trabajaban todo el maldito día en una estúpida oficina y solo se veían diez minutos antes de irse a
acostar, sin embargo, los amaba más que a nada en este mundo.
Él debía –o mejor dicho debe- hacer la cena, despertar a las niñas, preparar su desayuno y
acompañar a cada una a su escuela. Y para sus padres eso no alcanzaba. Él tenía que limpiar
toda la casa –y cuando digo toda, es toda- encargarse de hacer las compras y las demás tareas
domésticas. Había veces en las cuales ni siquiera asistía al colegio porque hacer esta clase de
cosas lo agotaba demasiado. La casa era grande y él era pequeño, y tenía tan solo dieciséis
años. Por todo esto, sus notas eran bajas al igual que su nivel académico, pero él estaba seguro
de que su inteligencia era superior a la de unos cuantos “cerebritos” de su salón. Le faltaba
tiempo para hacer esas cosas que tanto le gustaban.
Y por eso tampoco se divertía, sus amigos escaseaban, a la única fiesta que iba era a la de
graduación en fin de año, no hacía viajes. En simples palabras, había dejado de importarse a sí
mismo para preocuparse más por los demás. Todo giraba alrededor de sus hermanas y su casa,
así podía obtener a sus padres complacidos, porque ellos trabajaban mucho –aunque su madre
esté de veinte semanas embarazada de gemelos, aún trabaja- y Louis quería hacerle saber lo
agradecido que estaba por ello. Pero ya no podía. Tampoco podía resistirse a llorar al escuchar
las discusiones gritonas de sus padres a altas horas de la madrugada. La relación entre ellos
comenzaba a romperse de a poco y no se daban cuenta de lo mucho que lo estaban lastimando y
de la presión que exigían sobre él.
Camp Century siempre había sido su escape, una salida por cuatro meses de esa vida absurda
en la que vivía. Por eso era amable aquí, por eso amaba y apreciaba cada momento, por eso no
quería irse. Él amaba a este lugar y a las personas que estaban aquí más que a nada en este
mundo.
Cuando escuchó el sonido del chirrido provenir de la puerta de la habitación se exaltó, quitándose
las lágrimas de inmediato. Pero cuando Louis llora, es imposible que alguien lo pase por alto. Sus
mejillas estaban coloradas al igual que la punta de su nariz, y sus ojos rojos y muy hinchados.
Era Harry.
- ¿Qué tienes, Lou? –susurró, acercándose hacia él apresuradamente.
Se sentó a su lado y colocó una mano en su muslo masajeándolo suavemente con su pulgar.
Harry se había olvidado por completo de los estúpidos globos y de la absurda conversación que
había tenido con los españoles. Louis lloraba y lo estaba haciendo enserio, y a Harry le dolió.
- Es mi papá... -sollozó. Louis miró a Harry formando un mohín con sus labios y a Harry se le
humedecieron los ojos. Era muy frágil cuando la situación lo imponía.
- ¿Qué hay con él? –le preguntó, apretando muy fuerte su muslo para no llorar junto a él.
- Él... Él se fue de casa, Harry. –volvió a llorar. – Dejó a mamá, nos dejó a mí y a mis hermanas.
Él nos sostenía y ahora no está.
- Oh... -Harry no supo que decir cuando Louis volvió a derramar lágrimas. Solo lo miraba de la
forma más triste del mundo. – Lo siento, Lou.
- Es que no entiendes, Harry. –dijo entre lágrimas. – Tengo cuatro hermanas y dos hermanos en
camino, mamá está sola y no podrá con todos nosotros. Apenas...
Louis se quedó sin habla, oprimiendo sus labios firmemente para no volver a derramar una
lágrima más. Harry simplemente lo abrazó muy fuerte, rodeando su gran espalda. Louis clavaba
la yema de sus dedos en la cintura de Harry, a medida que se acercaba cada vez más a él. No
podía no llorar. Ya había dejado un rastro de lágrimas en el hombro de su camisa. Quizás, eso
era todo lo que necesitaba ahora. Un abrazo.
Se sintió bien por un momento, aunque seguía sintiéndose destrozado. Pero había algo en Harry
que lo tranquilizaba mucho. Quizás eran esas suaves caricias que ahora le estaba
proporcionando a su espalda mientras susurraba “tranquilo” “no llores” “todo estará bien” en su
oído. Louis sabía que nada estaría bien en cuanto vuelva a casa, pero quería convencerse de lo
contrario. Solo por el tiempo que permanezca aquí, en Camp Century.
- Apenas podían mantenernos con el sueldo de ambos. –susurró, aun sosteniendo a su amigo
para no finalizar ese abrazo. Es más, no se atrevía a volver a mirarlo a los ojos. – Yo me lo veía
venir, Harry. Pero no tan pronto. –Louis suspiró y Harry lo abrazó más fuerte. – ¿Por qué mis
padres son tan egoístas? Mis hermanas son pequeñas, ¿por qué las hacen sufrir tanto?
- ¿Tú también estás sufriendo? –Harry separó lentamente a Louis de sí para poder mirarlo a los
ojos. Él solo bajó la mirada. – Tú también sufres, Louis. –se atrevió a afirmar, su compañero
simplemente asintió. - ¿Quieres mucho a tus hermanas? –volvió a asentir, con la cabeza a
gachas. - ¿Puedo darte un consejo?
- Sí. –dijo entre sollozos.
- Solo muéstrate fuerte. –Louis lo miró, tratando de analizar lo que acababa de decir. – Bueno...
Soy malo dando consejos pero me duele verte llorar. No me gusta ver llorar a la gente, y más a
las personas que me importan. –su amigo sonrió a pesar de que llevaba el rostro totalmente
demacrado. – Tus hermanas estarán bien solo si te encargas de mostrarte fuerte. Si ellas te ven
llorar, llorarán contigo, ¿tú quieres eso?
Harry tomó los hombros de Louis suavemente, volviéndolo a atraer hacia sí esperando una
respuesta.
- No, por Dios. No quiero que lloren. –dijo él. – Pero hacer eso implica hacer lo que estuve
haciendo todo este tiempo y... Y estoy harto, Harry. Tengo dieciséis, no treinta y cinco.
- Para tus hermanas debes ser un verdadero ídolo y estoy seguro de eso. Tienes que seguir así si
sus sonrisas son las recompensas. –le sonrió. – Mi madre ha tenido tres esposos desde que se
ha separado de mi padre, y mi padre no ha tenido una sola novia porque no ha podido olvidarla.
–Louis lo miró sorprendido. – Son cosas de la vida, Lou. Todos los problemas tienen solución
aunque no lo creas.
- Cuando pierdes algo, en mi caso amor y contención, la necesidad de eso se queda junto a ti, y
siempre te recuerda lo fácil que es ser herido.
- Las personas más heridas son las más propensas a soportar los golpes más grandes. –le
contradijo. – Yo confío en ti.
Louis sonrió ampliamente y abrazó a Harry como si estuviese sosteniendo a la felicidad entre sus
brazos. Louis sabía que la persona que estaba oculta dentro de Harry era sumamente especial.
Sabía que personas como él, que aparentaban ser tan frías y ostentosas, valían la pena. En
menos de una semana, Harry había pasado a ser una de las personas más importantes en la vida
de Louis y viceversa. Nada importaba si se tenían a ambos, menos en estas circunstancias.
- Gracias, Harry.
Su sonrisa fue tierna y agradable. Harry se la devolvió. Pero su mirada estaba rota, marchita,
despedazada, y él no podía seguir soportando verlo así.
(...)
Louis pasó la tarde encerrado en la habitación de la cabaña. Los chicos fueron a verlo –a pedido
de Harry- y él les contó lo que le había sucedido, pero no de la forma en la que se expresó con
Harry. Tampoco lloró. Solo mantenía la mirada fija en un libro de Stephen King que fingía leer.
Ellos se miraron preocupados pero nadie dijo nada, hasta que Louis dijo que tomaría una siesta,
obligándolos a que se retiren de la habitación. Harry insistió en quedarse, pero él se negó.
Esa noche, como era de esperarse, Louis no fue a cenar. Harry trató de ignorar esa sensación de
un nudo en la boca del estómago que le provocaba la imagen de Louis derramando lágrimas sin
cesar y procedió a hablar con el tema del cual se había quedado con dudas de esta tarde.
- ...Dicen que no traerán alcohol, pero con Kevin al mando no estoy muy seguro. –hablaba Zayn
sobre la fiesta de esta noche, mientras los demás estaban en su mundo y fingían que lo
escuchaban.
- Nunca antes había visto a Louis así. –lo interrumpió Niall.
- Yo tampoco. –dijeron Liam y Zayn al unísono.
- ¿Ustedes creen la separación de sus padres que tenga algo que ver con su sexualidad? –se
preguntó Harry.
Niall tragó nervioso el jugo de naranja que se había llevado a la boca.
- Oh no, claro que no. –se apresuró en contestar. – Sus padres nunca han tenido problema con
eso, y puedo asegurártelo porque yo mismo hablé con ellos. Son buenas personas y aceptarían a
Louis en cualquier condición.
- Yo creo que sus padres se han separado por el estrés que les causa el trabajo. –intervino Liam.
– Mis padres se separaron por eso cuando yo tenía once años.
- Chicos... -dijo Harry, nervioso. Los tres voltearon a verlo, con sus tenedores cargados de
comida. - ¿Por qué creen que Louis nunca me ha dicho... ya saben...?
Zayn se aclaró la garganta, dispuesto a tomar la palabra.
- No es muy abierto respecto a ese tema con cualquier persona. –dijo, captando la atención del
rizado. – Quiero decir, no es fácil andar por la vida hablando de tu elección sexual con la primera
persona que se te cruce, ¿no es cierto? –Harry asintió al igual que los demás. – Louis no tendría
problema en decírtelo, pero creo que no lo hizo porque Matt y su secta de idiotas lo tienen harto.
- ¿Los españoles? –se preguntó.
- Los españoles. –afirmó Niall.
- Ajá. –continuó. – Y no solo aquí, en su escuela también lo hacen. Él mismo me lo dijo que
prefiere que lo sepa cualquier persona de su confianza antes que alguien que pueda usarlo en su
contra.
- ¿Louis pensaba eso de mí? –exclamó Harry, sorprendido, porque no quería imaginarse que
Louis piense eso de él.
- No lo creo, Harry.
*FLASH BACK*
Primer día.
Louis entró cargado de valijas a la cabaña de la zona norte. Liam y Zayn estaban jugando una
partida de póker en la pequeña mesa del comedor. Al verlo le sonrieron amablemente, pero Louis
no lo hizo. Venía con una gran duda en mente.
- ¿Cómo dijo que se llamaba el rizado? –los chicos lo miraron confundido. - ¡El compañero de
cabaña de Niall!
- ¡Ah! –se rió Liam. - ¿Henry?
- Harry, idiotas. –soltó Zayn, derramando un par de cartas sobre la mesa.
- Parece ser un arrogante de primera. –agregó Louis, y se sentó a su lado, observando la partida.
- A mí me parece que necesita una lección de parte de alguien que sepa darlas. –rió Liam,
mirándolo. – Tú eres experto en patear traseros, hazlo con ese niño.
- No quiero patearle el trasero. –ambos lo miraron. – Me cae... Bien. A pesar de todo, obviamente.
- Sería el colmo que lo vuelvas tu nuevo confidente. –comentó Zayn.
Los tres rieron irónicamente.
- ¡Jamás! Eso significaría contarle sobre mi sexualidad, y no quiero que el cambie la forma en la
cual verme.
- No entiendo. –replicó Liam.
- Cuando le diga que soy gay, me mirará con otros ojos al igual que lo hicieron ustedes al
principio. –ellos parecieron ofenderse. – Y no quiero eso de nuevo. Me hace sentir... No lo sé...
Raro. Inhumano.
*FIN FLASHBACK*
- ¡Dios mío, Liam! ¡Esto es el maldito colmo! –se quejó en voz alta. Los chicos que lo rodeaban
voltearon a verlo, y se vio obligado a bajar la voz. – Louis es una persona genial, y no lo trataría
de forma diferente solo porque le gustan los hombres.
Antes de que alguien pudiese decir algo más, Geoff apareció detrás de la clásica puerta de la
cocina con un micrófono en la mano, acompañado de Luke y Savannah, anunciando que ya
podían retirarse para asistir a la fiesta, y los que no, a sus cabañas a dormir. Harry no miró a
Savannah esta vez. Estaba muy confundido como para pensar en una chica ahora.
(...)
Harry esperó a que Niall se durmiera para tomar su teléfono celular. Las conversaciones privadas
sin que nadie te escuche siempre son las mejores.
Eran las dos de la madrugada cuando Harry llamó a Nueva York, a su padre. Ni siquiera se
acordó de los cambios de horario, es más, aunque hubiese sabido ni le hubiese importado que allí
estuviesen durmiendo o cenando. Solo llamó.
Luego de tres eternos tonos su padre contestó.
- ¿Harry? –dijo con una voz ronca, muy parecida a la de él.
- Hola papá.
- Hola hijo. –el hombre se aclaró la garganta. - ¿Cómo estás? ¿La estás pasando bien, eh?
- ¡Hermoso! ¡Es el puto infierno, perdón, quise decir, paraíso! –contestó sarcásticamente. - ¿Tú
cómo estás?
- Bien. He estado resfriado pero estoy bien. –le dijo. Su voz era neutra. No expresaba ningún tipo
de emoción.
Hubo una pausa antes de que Harry se disponga a hablar de nuevo.
- ¿Papá? –preguntó, para asegurarse de que su padre no se haya dormido con la línea
encendida.
- ¿Qué pasa, Harry?
- ¿Recuerdas que dijiste que llame para cualquier cosa que necesite?
- Si, Harry. Lo recuerdo. ¿Qué necesitas?
- Necesito irme de aquí.
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Capítulo 9.
- ¡Será divertido, anda, vístete!
Harry quitó de encima la manta que cubría el cuerpo de Louis situado en posición fetal en su
cama. No había salido de ella en todo el día y tampoco planeaba hacerlo, pero para levantarle el
ánimo, su amigo había decidido que sería buena idea llevarlo a la fiesta de esta noche –aunque
tenía quizás menos ganas que él de ir, pero haría un esfuerzo para que su amigo se sienta mejor-
y que se distraiga un poco. Pero esta era la décima vez que Louis se había negado y no se había
movido de su lugar.
El rizado tomó uno de sus brazos y jaló de él hasta que su amigo quedó sentado con las piernas
cruzadas sobre la cama. Estaba despeinado y tenía la cara muy roja, por estar tan escondido
entre tantas mantas con veinticinco grados de temperatura.
Los demás chicos aparecieron detrás de la puerta de la habitación y se sorprendieron cuando
vieron a ambos en el mismo estado deplorable que esta tarde. Estaban bien cambiados y tenían
un exquisito aroma a perfume, todo lo contrario a Harry y Louis que aún ni siquiera se habían
duchado.
- La fiesta comienza en media hora, chicos. –dijo Liam, mirándolos de arriba abajo.
Louis aprovechó la ocasión en la que Harry se había distraído conversando con los demás y
volvió a acostarse.
- Pueden ir, nosotros los encontraremos allá. –le contestó Harry, entre medio de reclamos por
parte de Zayn y Niall para que se apuraran.
Afuera ya podía escucharse la música y los gritos de festejo de los demás chicos que estaban en
el campamento. Y ellos aquí, aun tratando de buscar la manera de ir aunque no tenían las ganas
suficientes, y eso se lo hacía mucho más difícil.
- El lugar se llenará y será muy difícil encontrarlos. –replicó Zayn.
- Los encontraremos, no se preocupen, solo veré que Louis ya se... -Harry volteó hacia atrás para
asegurarse de que su amigo ya esté vestido y lo vio nuevamente envuelto en el edredón, sin
ningún señal de siquiera moverse de allí. - ¡Louis, levántate!
- No quiero, Harry. –murmuró, ahogando su voz en la almohada.
Niall bufó y los demás parecieron perder la paciencia.
- No estuve toda la tarde decorando un salón del tamaño del infierno para nada. –dijo el rubio. Los
chicos asintieron. – Iré a la fiesta, el que quiere venir que venga.
Dicho esto, se retiró de la habitación seguido de Zayn y Liam, quienes caminaban muy
lentamente con la inseguridad plasmada en cada uno de sus pasos.
Harry miró a Louis y éste se descubrió un poco la cara. El rizado se acercó a él y se sentó en el
borde de la cama, colocó una mano en su cabello y comenzó a acariciarlo suavemente.
- Louis, sé que es difícil, pero debes disfrutar los meses que nos quedan aquí. Tienes que
distraerte y pensar en otra cosa que no sea en eso. –Louis asintió lentamente. - ¿Vendrás a la
fiesta?
Louis no dijo nada, solo se sentó al lado de Harry y lo miró compasivamente. Formó un “gracias”
con sus labios, el cual Harry respondió con una tierna sonrisa, y se alejó al cuarto de baño. El
neoyorquino suspiró aliviado, porque pensó que iba a costar más trabajo sacarlo de este cuarto.
(...)
La música sonaba muy fuerte. Muy fuerte. Quizás más que esa noche de la fiesta en la cabaña,
era obvio que muchísimo más fuerte. Harry le dio una mirada a Louis antes de entrar al salón. Él
se encontraba mirando de arriba abajo el cartel de bienvenida con una sonrisa no-tan-sonrisa
plasmada en los labios. Luego, bajó su mirada hacia la puerta y observó el interior del salón.
Parecía colmado de gente. Louis pensó –o mejor dicho, afirmó- que se perderían.
- Todo el campamento está aquí. –dijo Louis, recibiendo un asentimiento de Harry.
El rizado dejó de mirarlo y Louis aprovechó para analizarlo. Su perfil había sido dibujado por
todos los dioses que alguna vez existieron. El brillo de sus ojos era radiante como la luna que
estaba sobre ellos en ese momento. Sus labios –que ahora tenían un color rojo muy intenso-
estaban entreabiertos, y Louis no sabía por qué, pero era hermoso. Su cabello volaba de aquí
para allá gracias a las corrientes de viento que había en el campus en ese momento. Louis pensó
en por qué él lo había ayudado, cuando otra persona podría haberlo dejado en su cama
tranquilamente.
La idea de que él en realidad podría llegar a importarle le causó escalofríos, pero de esos
escalofríos que se dan cuando te agrada. Escalofríos agradables, le llamaría él.
Por otra parte, Harry tuvo que apartar el rostro porque ya no soportaba la penetrante y delatadora
mirada azulada de Louis sobre sus ojos. Tenía tantas cosas de las cuales hablarle, tantas cosas
para confesarle. Harry no estaba siendo para nada honesto consigo mismo. Tenía que decirle que
cada vez que él lo tocaba sentía las mismas cosquillas recorriéndole el cuerpo una y otra vez.
Pero Harry no quería sentir eso. No. Él no podía. O por lo menos, no con Louis. Con cualquier
persona, menos con él.
- Dame la mano. –dijo Louis de repente, al darse cuenta de que habían pensado mucho y hablado
poco.
- ¿Qué? –le preguntó, un poco alterado por la forma en la que había pronunciado dame la mano.
- Nos... Nos perderemos si no me la das. –dudó, pero lo dijo. – Hay mucha gente allí dentro.
Harry miró la mano de Louis y viceversa. Tardaron un rato antes de entrelazar sus dedos de
forma incómoda, porque ambos sabían que sentían exactamente con respecto a todo esto, pero
nadie se atrevía a decirlo. Las manos de Harry estaban cálidas y suaves al tacto de Louis,
mientras que las manos de él estaban ásperas y frías, pero de todos modos era agradable
tomarlas.
Se adentraron rápidamente entre la multitud dentro del gimnasio. El agarre de ambos se fue
haciendo cada vez más fuerte y, sin embargo, no se perdieron de vista. Louis iba delante de
Harry, tratando de apartar a los chicos que bailaban sin cesar en todo el salón. Eran muchísimos
y ocupaban todo el interior. Las luces y los flashes lo cegaban por varios momentos, pero no
lograron perderse de vista. Ambos dudaron de si quizás hubiese algún lugar libre para sentarse a
beber algo.
Pero, por más imposible que pareciera, encontraron ese lugar, cerca de la barra que habían
armado. Había varias sillas de colores, en las cuales estaban sentados muchos chicos, pero la
mayoría de ellas estaban vacías. Louis fue a sentase y Harry se quedó en la barra.
Buscó en la lista de bebidas algo de lo que tuviese ganas de beber ahora, como por ejemplo, licor
de maracuyá mezclado con alguna bebida energética o el daiquiri de frutilla que tanto le gustaba,
pero no encontró nada que contenga alcohol. Solo había jugos o licuados. Estúpidos y horribles
licuados. Pero, al fin y al cabo, era un campamento de menores. No les darían alcohol. “Está en el
reglamento” pensó.
- Jugo de melón. –le dijo al barman luego de decidirse, luego miró a Louis. – Que sean dos.
Nunca había probado el jugo de melón pero sí había probado el melón y eso le encantaba. Era la
fruta más fresca y tropical que conocía, aunque la mayoría de la gente con la que hablaba la
consideraba la más fea.
Con ambos vasos en las manos caminó hacia Louis y en el trayecto se decidió a observarlo. Todo
estaba oscuro, lo único que iluminaba su figura allí eran las tenues luces rojas que brillaban
debajo de las sillas y los flashes que provenían de la pista. Pero si había algo que brillaba más
que todo eso, eran sus ojos. Sus finas obres seguidas de sus pupilas dilatadas por el reflejo de
las luces y el azul de sus ojos, mas radiante que el cielo era lo que resaltaba ante todo ese
barullo.
La música pareció bajar su volumen, las voces cedieron, el tiempo y el mundo y las personas se
detuvieron. Nada se movía su alrededor. Su mirada se centraba en Louis y en nada más, y eso lo
hizo sentir tan estúpido y tan confundido y tan... Tan sin adjetivo. No encontraba el maldito
adjetivo para describir sus sentimientos en ese momento. Era Louis que lo ponía así. Era Louis y
su cabello peinado a un costado, era Louis y sus finos dedos moviéndose sobre sus muslos al
compás de la música. Era él y eso lo confundía y al mismo tiempo lo asustaba.
El mundo a su alrededor volvió a cobrar vida y eso provocó que el corazón se le suba a la
garganta y comience a latir rápidamente. Se calmó antes de sentarse y ofrecerle el vaso de
plástico húmedo a su amigo. Él solo le sonrió de lado y tomó el sorbete para comenzar a revolver
el contenido lentamente.
“¿Quién estará más nervioso? ¿Él o yo?” se preguntó Louis, con la cabeza gacha y la mente
hundida en un mundo totalmente irreal para cualquier persona que desee visitarlo.
“¿Por qué mierda me siento así?” se cuestionó Harry, dándole un trago forzado a su jugo de
melón –que por cierto, estaba horrible-. Su pregunta en su mente sonó más como un título de una
revista para adolescentes que tienen su primera menstruación que una verdadera pregunta salida
de la mente de Harry Styles.
La mente de Harry le susurraba cosas que no podía controlar. Pensó que vivía encerrado en una
habitación repleta de malos pensamientos y no encontraba la maldita llave, justo ahora, cuando
más lo necesitaba. No miró a Louis y tampoco pensaba hacerlo. No quería pensar en qué
explicación tendría que darle cuando viese la cara de tensión plasmada en su rostro. Sería algo
así como “No estoy del todo bien, pero por favor, no se lo digas a nadie.” Porque ya no podía
ocultar su vergüenza.
Sin embargo, el sacar un tema de conversación fue él. El mismísimo Louis, que quizás se
encontraba igual –o peor- que Harry.
- No puedo ver a los chicos por ninguna parte. –le susurró en el oído, sobre la música,
rebuscando con su mirada entre las quinientas personas que había en la pista en ese momento. -
¿Tú los has visto?
A Harry se le erizó el bello de los brazos.
- No. –respondió simplemente.
Pero todo eso era una farsa. Louis sí había visto a los chicos apenas entraron en el enorme
salón. Estaban casi en la mitad de la pista, y lo suficientemente enfiestados como para prestarle
atención a la presencia de Louis y Harry. De todos modos, Louis no quiso llamar su atención.
Tenía mejores planes para esta noche. Quería resolver todo lo que estaba pasando por su mente,
porque odiaba sentirse así de vacío y lleno al mismo tiempo.
- Quizás están afuera. –susurró nuevamente. Harry asintió dudando. Louis quería alejarse lo más
posible de ellos, porque sabía que si Harry los veía, no podría concretar su “plan”. - ¿Quieres que
vayamos a ver?
Harry asintió y él le dirigió una sonrisa. Louis sabía muy bien como ocultar sus nervios, sabía
actuar y sabía fingir que estaba bien, todo lo contrario de su amigo.
El rizado dejó el vaso en la silla en la que estaba sentado haciendo una mueca. Cuando Louis lo
observó riendo él formó la frase “estaba asqueroso” con los labios.
Esta vez salieron del gimnasio sin tomarse de las manos por una de las estrechas puertas
laterales.
Ahora estaban en la parte trasera del gimnasio, las supuestas canchas de fútbol. Oscuras y
desiertas. Era más parecida a un baldío o un descampado que a una canchas de juego. No había
una maldita luz, lo único que se veía brillar eran las puntas de los cigarrillos de los chicos que
fumaban allí afuera en ese instante.
Ambos se quedaron parados en el umbral de esa pequeña puerta, callados, para no destruir el
silencio que había en ese lugar –sacando el sonido de la música ahogada que provenía de
interior-. Louis estaba tan cerca de Harry que sentía sus rizos haciéndole cosquillas en la frente,
pero no dijo nada. Le agradaba.
- No creo que estén aquí. –susurró Harry. – Esto es horrible.
- Lo sé. –Louis rió. - ¿Crees que los encontremos? –continuó, susurrando.
Harry negó, algo decepcionado.
- ¿Qué quieres hacer? –dijo, con el mismo tono de voz.
- Te soy sincero, dormir. –los labios le temblaron. – Pero yo te traje aquí, así que eso es lo que te
tendría que preguntar. ¿Qué te gustaría hacer?
Louis se puso tenso al sentir el cálido aliento de su compañero rozarle el lóbulo de la oreja.
- Ir al muelle. –dijo y rió al escuchar un bufido de parte de Harry.
Aún no se habían movido de lugar.
- ¿Siempre que te pregunte que te gustaría hacer me propondrás ir ahí? –protestó.
- No. Hay lugares más bonitos, pero ese... -Louis suspiró. – Ese es mi favorito y hace mucho que
no voy.
- ¿Por qué? –se preguntó Harry. - ¿No ibas con Niall, Liam o Zayn allí?
- No. –contestó, nervioso.
- ¿Por qué?
- Porque es mi lugar favorito. Solo llevo conmigo allí a las personas que son muy especiales para
mí. Y no estoy diciendo que ellos no lo sean es que solo...
Louis miró a Harry. Sus ojos verdes brillaban más que nunca, como los de un cachorro de dos
meses de edad, en esa etapa de vida en la cual se volvían tan hermosos, tan abrazables, tan
besables. El rizado nunca se había sentido tan acosado –en el buen sentido- en su vida, pero de
todos modos, no rompió esa conexión que se había formado entre ellos. Con dos miradas
jóvenes se estaban diciendo todo. No era necesario hablar.
- ¿Yo soy especial? –al principio la voz de Harry sonó fina y tuvo que aclararse la garganta para
que esas palabras suenen normales. O por lo menos, que lo parecieran.
- No tienes idea.
(...)
Esta vez, Harry llegó primero al borde del muelle y se sentó allí, dejando caer sus pies en la fría
agua. A los segundos, Louis se sentó a su lado, repitiendo la acción. Estaban solos, iluminados
por la luna llena, al resguardo de unos cuantos pinos y demás árboles, en un muelle en
construcción a la una de la madrugada. Harry solo rogaba en que nadie más estuviese allí para
verlos o tendría graves problemas. Louis no podía estar más complacido con esta escena. Había
logrado lo que quería, y no podía estar más orgulloso.
Ahora, tenía que actuar.
- Harry... -habló normalmente, captando la atención de su compañero, quién lo miró tiernamente.
Ambos tenías muchas cosas para decirse.
- Tengo que decirte algo. –dijo el de ojos azules.
- Yo también.
Louis se asombró, aunque no tanto, porque en realidad eso era lo que quería escuchar. De todos
modos, dejaría que Harry hablara primero para asegurarse de no meter la pata. Él tenía toda la
noche para hablar de lo que verdaderamente quería.
- Tú primero. –le pidió. Harry negó.
- No, tú.
El castaño rodó los ojos.
- ¡Tú!
Harry tomó aire. No podía discutir con eso. Y... No sabía por dónde comenzar. Si por decirle que
Matt le había gritado a los cuatro vientos que Louis Tomlinson era gay, o por lo que sentía por él.
No podía ordenar las cosas. Esto no era como en matemáticas, donde el orden de los factores no
altera el producto. Esta “cuenta matemática” podía resultar bien o muy mal.
- Esta tarde... Quería decirte algo. Pero no pude cuando te vi llorando. –Louis agachó la mirada
hacia el agua y Harry hizo lo mismo. – En realidad, siempre quise decirte algo, pero cuando te
veo, no puedo. No sé precisamente lo que estás causando en mí, pero llegó a ser tan confuso
que me da miedo. Y lo peor de todo es que hace... tres días que te conozco. –pensó. Louis trató
de ahogar una risa. - ¡Tres días!
- Pero vivimos muchas cosas. –agregó él, provocando que Harry asienta.
- Y estoy asustado, porque nunca sentí esto por nadie más. Tuve novias, decenas de novias y me
siento muy avergonzado al decir esto pero nunca he amado a ninguna de ellas. –suspiró,
lamentándose de sí mismo y Louis depositó lentamente una mano sobre la suya. – Es que
cuando haces eso... Cuando me tocas... Cada vez que me hablas o cada vez que me sonríes el
corazón se me sale del pecho y todo el cuerpo me tiembla. Me duele el estómago y no
precisamente de doler.
- Te... -ahora Harry miró a Louis. – Te entiendo.
- Hoy en la tarde llamé a mi padre y le dije que quería irme. –Louis se tensó y Harry lo sintió en el
tacto. – Él me dijo que espere, aunque sea hasta que finalice el día y acepté, después de todo. Y
ahora me estoy dando cuenta de lo mucho que eso valió la pena.
Dejó escapar una sonrisa sin querer. Miró la luna y siguió hablando.
- También, hoy en la tarde. –continuó, recuperando el oxígeno posible para seguir hablando. El
tacto de Louis no mejoraba la situación, al contrario, le provocaba todos esos síntomas que había
dicho hace un rato. – Cuando estábamos preparando las cosas para la fiesta estuve hablando
con Matt... No recuerdo el apellido pero creo que te conoce.
Louis retiró rápidamente su mano de la de Harry y ocultó su rostro entre su cabello. De repente
todo se tornó frío, tenso e incómodo. La conversación dejó de fluir para que el ambiente cambie a
tornarse denso para ambos. Harry no entendía por qué Louis había reaccionado así, pero debía
arreglarlo. Debía reunir las fuerzas suficientes y decirlo.
- Creo que lo conoces. –Louis asintió. – Él me dijo que...
- Ya sé lo que te dijo. –se adelantó a hablar, poniéndose de pie. Harry lo miró tan incomprendido
que ninguno de sus sentidos fue capaz de saber qué hacer o cómo reaccionar en ese momento. –
Y no quiero que lo repitas.
Harry se puso de pie ayudándose con sus manos y comenzó a correr a lo largo del muelle.
Estaba por la mitad cuando pisó una tabla que le pareció muy húmeda y cuando ésta crujió, se
dio cuenta de que algo andaba mal. Sintió su pie hundirse hasta la rodilla nuevamente en el lago,
pero esta vez, aunque lucho bastante, no podía sacarlo. Cada vez que intentaba sacarlo de ese
hueco, miles de astillas se clavaban en su pierna y dejaba un rastro de raspaduras en ella. “Con
razón este maldito muelle estaba en refacción” reflexionó.
Mientras tanto, Louis se alejaba cada vez más a un paso muy apresurado. Antes de que
desaparezca detrás de los grandes arbustos, Harry alcanzó a gritar su nombre, con todas sus
fuerzas. Él retrocedió, y cuando vio a Harry en ese estado corrió a socorrerlo. Él sabía que no lo
dejaría allí.
Louis caminó, ahora con cuidado, hasta donde estaba Harry, agachado, sosteniendo su pierna,
porque moría de dolor y porque no quería que se hunda más.
Entonces, mientras lo ayudaba a salir de allí la conversación volvió a fluir.
- Louis, a mí no me molesta eso. –le dijo, mordiéndose el labio inferior, tratando de que el dolor
cese. Louis lo jalaba hacia arriba con cuidado con sus manos debajo de sus hombros. Harry se
tomaba de su cuello.
- Ahora me tratarás diferente, me mirarás diferente y hasta me hablarás diferente. –respondió con
la respiración entrecortada. – Yo no quiero eso.
- ¿Qué quieres entonces?
La pierna de Harry comenzó a salir de a poco y eso fue un alivio para ambos.
- No quiero que cambies tu forma de verme. Es que no lo soportaría. Odio que me traten diferente
solo por ser gay. Además, contigo es diferente. Eres... Eres tan bonito, joder. –Harry cerró sus
ojos fuertemente, para no dejar escapar una lágrima. – No quiero que me trates diferente, porque
me gusta cómo me hablas, como me tocas y como me tratas. Me gustas y te lo quiero decir
desde que te vi.
- Esto es ilógico. –Susurró Harry, al borde de morirse por un ataque al corazón –esos que te dan
cuando estás “enamorado”, obviamente-. – Nunca nadie antes me tomó enserio para decir que yo
le gusto. Solo me usan para pasar el rato y no sirvo más que para eso.
- En ese caso... Creo que vi cosas en ti que otros no vieron.
Louis continuó forcejeando hacia arriba, para retirar la pierna de Harry del hueco. Sentía como el
cuerpo de su amigo se tensaba cada vez que forcejeaba más, por eso lo hacía suave, porque
sabía que le dolía.
Se lamentó de no poder verlo a los ojos.
- No tengo esa clase de cosas y no me siento mal por eso. Hasta mi madre me lo dijo. –susurró
Harry, en un tono de melancolía.
A Louis le dolió más que a nada.
- Si no las tuvieses no te hubieses preocupado así por mí todo el día. –murmuró muy cerca de su
oído. Harry se aferró más. – Nadie hace esas cosas por mí. No tienes idea de lo bien que me
sentí. Por eso no quería salir de la cama, quería seguir contigo hasta que te hartes de mí.
- Jamás me hartaría de ti. –le respondió, cortante.
- Ves, por eso me gustas.
Louis forcejeó una vez más y la pierna salió por completo. Harry ahogó un gemido, sin embargo,
no se separó de él. Lo abrazó con muchas fuerzas y Louis hizo lo mismo. Louis besó su mejilla y
le dijo “tú eres especial”. Los ojos de Harry brillaron y una lágrima se derramó sobre la camisa de
Louis.
Esto no podía estar pasándole.
No, no a Harry Styles. No ahora. No en un campamento del cual quería irse. No con un chico de
Sydney. No a sus dieciséis. No.
- Tú eres un baúl lleno de tesoros que nadie jamás ha visto antes y que yo quiero descubrir.
Se separó de él y le corrió algunos rizos que le tapaban los ojos. Le sonrió y esperó una
respuesta de su parte. Harry nunca había estado más nervioso.
- ¿Cómo lo sabes? Quizás te decepcionas de esas cosas a las que llamas tesoros.
- O quizás me sorprendo. Y tú también.
Louis se acercó lentamente hacia su rostro, sin soltar sus caderas, tan delicadas y pequeñas. Él
tampoco lo soltó. Juntaron sus frentes y sus narices se rozaron apenas. Estaban tan cerca, que si
querían, quizás hasta podían leerse los pensamientos, aunque sabían que ambos estaban
pensando exactamente lo mismo en este momento.
Avanzó más y conectó los labios de Harry con los suyos. El rizado se quedó inmóvil y eso le dio la
posibilidad a Louis de hacer con él lo que quiera. Lo besó tan suave, tan despacio y tan
románticamente, como siempre se lo había imaginado desde la primera vez que lo vio. Siempre
pensó como sería besar a ese chico, que se veía tan pequeño y arrogante pero en verdad era tan
grande y generoso, y ahora lo estaba haciendo.
Cuando el beso terminó, Harry volvió a abrazarlo. No quería separarse nunca más de él.
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Capítulo 10.
Louis entró a la cabaña de Niall al día siguiente. Tanto Niall como Harry no habían asistido al
desayuno ni al almuerzo y eso comenzaba a impacientarlo. No solo porque temía que los
regañen, sino porque tenía infinitas ganas de hablar con Harry, y eran las dos de la tarde y aún no
lo había visto.
Esta tarde irían al lago, sería algo así como un día de pesca al aire libre –según los
coordinadores- solo debíamos formar un pequeño grupo, tomar una canoa y adentrarnos al lago
con nuestras cañas de pescar. El que pescaba más ganaba, pero a Louis no le interesaba eso y
estaba seguro de que a los demás tampoco. Lo considerarían como un día libre. También, podían
quedarse en la costa, tocando la guitarra o haciendo algo que fuese “convivir con la naturaleza”
porque ese era el tema de hoy. La naturaleza.
Cuando Louis se adentró en la cabaña un aroma turbio invadió sus fosas nasales. No abrían las
ventanas desde el día anterior y la sensación a encierro se había vuelto terrible. Todo estaba
desacomodado y aún había desastres de la primera fiesta que tuvieron. Por el silencio, concluyó
en que aún dormían ¡aún dormían! Siendo las dos de la tarde.
Subió las escaleras y no le importó si en verdad hacía ruido o no, y luego abrió de golpe la puerta
de la habitación de los chicos. La claridad escaseaba, pero eso no evitó que viera sus cuerpos
emergidos entre las sábanas oscuras, sin señal de moverse. Pensó en que aunque tirasen una
bomba atómica allí dentro, ellos seguirían durmiendo como nada.
Niall dormía mirando hacia arriba, con la boca abierta y ocupando toda la cama. Le causó algo de
gracia. Luego, fijó su vista en Harry. Dormía hecho una pequeña bolita mirando hacia el oeste
abrazando una almohada, con la cabeza entre el hueco que sus brazos que hacían al arquearse.
Su cabello estaba muy despeinado, cubriéndole casi por completo todo el rostro. Sus labios
estaban cerrados firmemente formando una línea recta. Como si estuviese serio, soñando algo
para nada bonito pero no del todo aterrador.
Se arrodilló frente a su cama y le corrió varios mechones de pelo del rostro para observarlo mejor.
No pudo evitar pensar en la noche anterior, cuando tenía sus labios juntos a los suyos. Todo era
tan... Irreal. Pero sentía que había hecho algo mal, sentía una bola en la boca del estómago, no
esos cosquilleos que había sentido anoche al besarlo. Sentía un peso que lo hundía hacia abajo y
no sabía por qué.
De todos modos, no se arrepentía de haberlo besado.
Harry respiraba lentamente, Niall roncaba y Louis ya no soportaba el aroma turbio que había
dentro de esta habitación, por lo que se dirigió a la ventana para abrirla. Tomó la placa de cristal
corrediza y quiso moverla hacia la derecha, pero eso no sucedió. Al contrario, el marco o porta
retratos o cuadrado gigante como le habían llamado Harry y Niall todo este tiempo cayó al suelo
en el intento de abrir la ventana. Louis pegó un salto del susto al escuchar el sonido de ese marco
impactar contra el piso de la habitación.
Como consecuencia, ambos de los chicos que dormían despertaron exaltados. Niall se cayó de la
cama y Harry se incorporó como pudo. Louis los miró sujetándose con una mano la boca y
comenzó a reír como nunca en su vida. La cara de Harry era neutra, pero de a poco una sonrisa
fue apareciendo en sus labios al notar como Louis se retorcía de la risa. Mientras tanto, Niall se
arrastró a su cama y se acostó nuevamente en ella, colocando la cabeza debajo de la almohada.
- ¿¡Qué diablos hace eso aquí!? –les preguntó, tratando de calmarse.
- Pregúntale a tu nuevo amigo Harry el sabelotodo... -bufó Niall, desde el otro extremo de la
habitación.
Agachó su vista a Harry que estaba a unos escasos metros, sentado en el borde de la cama
acordonándose las zapatillas. Louis sonrió inconscientemente porque todo en Harry era especial.
Desde su cara al levantarse a la mañana hasta cada facción de su rostro al enojarse.
Cuando Harry terminó su trabajo, elevó su vista hacia él y la bajó de inmediato. Estaba incómodo
y ambos lo sabían, pero por una extraña razón Louis no lo estaba. Quería besarlo de nuevo esta
noche y las noches siguientes. Pero esto no era solo su decisión. Tampoco quería que Harry se
sienta incómodo, no quería que lo mire diferente, ni que le sonría de otra manera, ni que sea el
Harry de siempre, pero distinto con él. Quería que lo trate como a partir del día en el que se
conocieron. Con arrogancia, desprecio y hasta a veces burla, porque no le importaba. Sabía que
en el fondo había otro Harry, y ese Harry aún no moría, solo estaba esperando el momento
indicado para despertar.
Niall comenzó a hablar sobre la fiesta de la noche anterior mientras se cambiaba y Harry lo
imitaba, Louis solo se había encargado de volver a su lugar el enorme marco. El rubio inventó mil
y una excusas de por qué se habían quedado dormidos, pero no fueron necesarias, de todos
modos el castaño no le creería. Él sabía que desde que Niall tiene catorce años se ha
emborrachado en todas las fiestas que pudo en Camp Century y esta no fue la excepción. Aún no
lograba entender de dónde conseguía todas esas grandes cantidades de alcohol. Sabía que
alguno de los chicos que venían a acampar traían las botellas ocultas en sus maletas, pero ¿en
dónde? Las maletas son chicas y no hay mucho espacio.
Por otra parte, y aunque le cueste admitirlo, no conocía mucho a Harry como para decir que él
también se había emborrachado –cosa muy poco probable, porque después de ese momento en
el muelle Louis lo acompañó a su cabaña- pero intuía en que a él tampoco le había preocupado
mucho dormir unas horas más –unas cuantas horas más- y quizá debía ser un gran afán del
sueño.
Con el tiempo lo descubriría.
Cuando Niall fue al baño, y Harry por fin quedó solo con él le preguntó lo principal.
- ¿Cómo está tu pierna?
- Bien. –fue solo lo que respondió.
(...)
Pasada una media hora dentro de la apestosa cabaña, Louis les había explicado a los chicos
detalladamente lo que harían esta tarde para que no estuviesen fuera de rutina. Trataba, enserio,
trataba de poder mirar a los ojos a Harry pero él no lo hacía, solo miraba el suelo, la pared, a
Niall, pero nunca a Louis. Nunca. Él lo notó nervioso, pero no tanto. Quizá, posiblemente, en
alguno de los casos, deprimido. Louis no quería eso. Quería abrazarlo y hacer que le cuente cual
fuese su problema, llenarlo de besos en sus rosadas mejillas y prometerle que todo estaría bien.
Pero Harry ni siquiera lo miraba.
En un vaivén tomaron sus cosas y todo lo que necesitarían para esta tarde. Harry no hablaba
desde que había despertado y eso, en cierta forma, le bajaba a Louis el poco ánimo que le
quedaba.
- ¿Han notado nuestra ausencia? –preguntó Niall cuando salían casi corriendo de la cabaña, con
mochilas y cosas para pasar el día.
- Supongo que no. –le contestó Louis, caminando detrás de ellos.
- ¡No me digas supongo! ¡Quiero una respuesta concreta!
- Más no que sí, ¿entiendes? –Niall asintió. – Debemos apresurarnos, estaban a punto de partir
hacia el lago.
- Harry, Dios mío, nos has acotado nada desde que nos despertamos. ¡Mira tu cara de culo!
–saltó el rubio, Harry solo sonrió sin mostrar los dientes. – Ni siquiera te has quejado cuando
Louis mencionó lo del lago, canoas, naturaleza. ¿Estás bien? ¿Eres tú?
Niall frenó el paso y tomó sus mejillas de su compañero, para entonces Harry ya había
comenzado a reír, provocando que Louis entre en el estado hipnótico más grande de toda su
vida. Pero había algo en esos ojos que le decía todo lo contrario a una risa... Ya no brillaban, ya
no tenían ese verde que tanto los caracterizaba, ya no tenían esa chispa de vivir que tenían
antes. Estaban apagados y tristes.
- Estoy bien, Niall. –dijo casi en un susurro. El rubio procedió a hacerle cosquillas debajo de los
brazos. Louis deseó poder ser él, pero solo observaba la situación enternecido a dos simples
pasos de ellos. - ¡Estoy bien! –insistió aun riendo. – Solo me duele un poco la cabeza. No es
nada.
- Si a ti te duele la cabeza, yo debería estar muriéndome. –Niall rodó los ojos y lo abrazó de lado,
para volver a caminar. – Debe ser por todo lo que tomaste anoche, apuesto que eres peor que yo.
Louis, que los seguía por atrás escuchaba la conversación pero no se atrevió a acotar. Es más,
deseó que Niall no estuviese aquí para poder hablar a solas con Harry, pero sabía que eso no iba
a ser posible hasta la noche.
Iba a estar hasta la noche con ese sentimiento de culpa cargándole el estómago.
- ¡Hey! –se molestó el rizado, apartándolo un poco. – Anoche no estuve bebiendo.
- Siéndote sincero, no estaba lo suficientemente sobrio como para confirmarlo, pero te creeré solo
porque eres tú. –afirmó, ahora separándose del todo de Harry.
- Créele. –intervino Louis. Ambos voltearon a verlo. – No ha tomado en toda la noche. Y cuando
digo tomar, me refiero a toda clase de bebidas. El jugo de melón estaba horrible.
Harry le sonrió en agradecimiento y forzadamente lo miró a los ojos por unos segundos. Él le
devolvió la sonrisa. Niall, al ver ambas expresiones, frunció el ceño.
- Ahora que recuerdo... Ustedes no han estado con nosotros anoche. –Niall pareció tener un
flashback de la noche anterior. Louis rezó a todos los santos que no volteara y viera la pequeña
anatomía de Harry volverse de todos los colores con la cabeza gacha. El trataba de mantener la
calma, después de todo, no quería que él y el campamento se enteraran de todo esto. Podría
armarse un verdadero desastre. - ¿Por qué mierda no hablan? –insistió. - ¿Pasó algo?
Y justo cuando Louis despegó los labios para hablar, Harry se le adelantó.
- Louis... -tomo aire disimuladamente y miró a Niall, con todo el coraje del universo. – Louis me
mostró unos lugares de aquí que aún no conocía porque nos aburríamos en la fiesta.
- ¿Qué lugares?
Harry miró a Louis en busca de una respuesta. Louis no quería que sepan que fueron al muelle.
Niall era muy bocón en estos sentidos, y podría decirle a medio campamento de armar una fiesta
en su muelle. Si eso sucedía, el lugar ya no sería especial para Louis. Ya no podría ir con Harry a
pasar las noches –si es que esto volvía a suceder- porque todos sabrían de él, cuando creyeron
que ya no se utilizaba, o quizá varios lo habían olvidado.
Louis negó disimuladamente para Harry y le agradeció a los cielos que Niall no lo estuviese
mirando porque hasta él mismo se había dado cuenta de lo obvio que había sido.
- El bosque. –Niall pareció más confundido aún. – Sí, eso. El bosque. –Louis quiso matar a Harry
y luego matarse a él porque era pésimo para mentir. – Había lugares que yo ni siquiera conocía
de él.
- ¡Louis, tú estás completamente loco! –lo regañó el rubio, girándose hacia él. - ¡Sabes que está
prohibido ir al bosque de noche!
- También está prohibido beber y tú lo haces. –respondió de forma sensata, callándolo.
(...)
- Chicos, allí está su canoa. –era Savannah la que hablaba y señalaba un punto alejado de la
costa, a una canoa de color azul con cinco remos dentro de ella. Colocó una de sus elegantes y
delgadas manos sobre el hombro de Harry, pero no le causó nada. Esta vez no le causó nada. –
Ojalá se diviertan.
Les dedicó una sonrisa y Harry la observó alejarse mientras los chicos comenzaban a caminar en
la dirección indicada. La chica era mucho más alta que él y era increíble que no se haya dado
cuenta antes. Harry se la quedó mirando, principalmente, porque le sorprendió no haber tenido
esos deseos de besarla y tenerla en la cama como la primera vez que la vio. Ella estaba
completamente igual, pero él sentía que algo en su interior estaba cambiando y ese cambio
estaba raro. No le incomodaba, para nada, de cierta forma lo hacía sentir bien, pero le estaba
costando adaptarse.
Era un cambio que no tenía nombre ni sabía su razón.
No la sabía, hasta que recordó la noche anterior. Los labios de Louis sobre los suyos,
moviéndose al compás del latido de su corazón, porque eso es lo único que se escuchaba en ese
momento. Sus latidos. No era para nada parecido a esos besos húmedos, sin sentimientos, que
te dabas adentro de las discotecas de Nueva York con gente que ni siquiera conocías. Esto era...
Especial. O por lo menos, él lo calificaba así. Había estado fantaseando con el tacto de Louis toda
la maldita noche. La última vez que miró el reloj, eran las ocho y cuarto de la mañana. Luego de
eso, no recordó más nada. Creyó haberse quedado dormido, de alguna forma.
Si Harry sabía perfectamente algo era diferenciar entre querer ser o querer. Cuando Harry
pensaba que Louis era hermoso, fantástico, bueno, el mejor besador con el que antes había
estado –con el primero, si hablamos en términos masculinos, pero entre las mujeres, era el mejor
y eso era indiscutible- no hablaba de querer ser como él, porque al neoyorquino le agradaba su
personalidad y su físico. Él quería a Louis en todos los aspectos. Lo quería en sus labios, entre
sus brazos, lo quería como hombro en el cual llorar y lo quería como un pecho tibio en el cual
descansar.
Por eso y muchas cosas más hoy se sentía raro. Y principalmente con él. No sabía qué cara
poner cuando lo miraría a los ojos. Tampoco sabía de qué hablarle, porque sabía que el tema de
“anoche” lo ponía con los pelos de punta y cambiaba los colores de sus mejillas a más no poder.
Y fue entonces, cuando vio a Louis correr con una sonrisa en el rostro hacia la canoa y lanzarse
dentro de ella, que sintió flotar. Lo admitía, Louis le gustaba. Ahora sí lo admitía.
- ¿Tardarás mucho más? –le preguntó Zayn, dentro de la canoa con sus otros amigos. - ¡Te
estamos esperando!
- ¡Lo siento, voy enseguida!
Harry tomó con dificultad la mochila que tenía en el suelo, porque por alguna razón extraña le
dolía mucho la espalda, y justo en ese momento sintió a alguien presionando tres veces su
hombro, lo que calificó como un dedo índice. Al voltear, se encontró con Matt. Entonces, supo
porque Louis lo odiaba. Porque llevaba siempre esa sonrisa arrogante y de mala gana en el
rostro, haciéndote creer que él era mejor que tú en todos los sentidos cuando en realidad era una
lacra.
- Harry, ¿puedo hablar contigo? –le preguntó. Harry se paró frente de él.
- No puedo. Tengo que ir con mis amigos que están allí. –dijo señalando la canoa, sin ver, solo se
concentraba en el rostro de la persona que le estaba hablando en ese momento.
- Solo serán unos segundos, por favor.
- Está bien. –suspiró y miró a sus amigos. Parecían distraídos hablando sobre tema equis. - ¿Qué
quieres?
- No sé si recuerdas, pero ayer te he dicho que no debías juntarte tanto con el mariquita de
Tomlinson. –Harry rió con ironía, como diciendo y-a-mí-que-diablos-me-interesa. – No.
Definitivamente no lo recordaste.
- ¿Puedes ir al punto, por favor? –dijo sin paciencia. - Me están esperando.
- Pues, ayer, alrededor de la una o dos de la mañana te he descubierto en el muelle en refacción
con alguien muy cariñosamente. –Harry se puso pálido, más pálido que cualquier hoja de papel, y
casi transparente de la vergüenza. Luego, sintió un calor nacer desde sus talones y recorrer todo
su cuerpo, hasta casi prender fuego todo su rostro. - ¿Hace falta que te explique quién ese ese
alguien? Porque por tu reacción, no parece muy necesario.
- No sé de qué hablas...
Harry quiso emprender camino hacia la canoa, ignorando aquellas palabras, pero Matt, al medir
más que él y ser más listo y más guapo y más fuerte lo tomó del brazo y lo atrajo hacia su
posición nuevamente.
- Sí, si lo sabes. –afirmó. – Y tengo fotos muy comprometedoras que pueden probarlo. –dicho y
hecho, sacó un reluciente iPhone de su bolsillo y le mostró como cinco fotos en la cual estaba con
Louis, en unas abrazados y en la última: besándose. Ninguna de ellas era muy nítida gracias al
zoom pero las personas se identificaban muy bien. Cualquiera que los conociera no dudaría de
que se trataban de Louis y Harry. – No puedes negarlo ahora. –le dijo con una sonrisa malévola
invadiéndole casi el noventa por ciento del rostro.
Harry no supo debajo de qué roca esconderse.
- No sabías que tú también eras un gay de primera. Me hubieses avisado, eh. –continuó, al ver
que se había quedado helado.
- No soy gay.
- ¿Entonces cómo mierda me explicas esto? –volvió a mostrarle las fotos y por alguna razón a
Harry se le llenaron los ojos de lágrimas. No pudo evitarlo. No pudo evitarlo porque lo estaban
amenazando.
- Por favor, no las muestres. –susurró en forma de súplica y agradeció porque nadie más
estuviese allí.
- No las mostraré. –dijo, pero Harry no le creyó. – Pero debes hacer algo a cambio, nada en esta
vida es gratis.
- Haré lo que quieras, pero por favor, ni se te ocurra mostrarlas.
- ¿Estás seguro?
La sonrisa de Matt era asquerosa.
- Segurísimo. –respondió con dificultad en la voz, tragándose esas ganas de gritar.
- Con Evan y Caden estábamos pensando en añadir a alguien nuevo al grupo y pensamos en ti.
–el corazón de Harry dejó de palpitar. No quería estar con el estúpido de Matt y su secta de
idiotas. Él quería a Liam, Niall y Zayn y más que a nada a Louis. – Pero antes de eso, debes
follártela a Savannah.
- No. No lo haré. Es imposible. ¡Es la hija de Geoff!
- Caden, Evan y yo la hemos tenido entre nuestras sábanas más de una vez.
- No lo haré, lo siento. –dijo, también, seguro.
- Si no lo haces pensaré que eres gay y todo el campamento también se encargará de
cuestionárselo. ¿Tú quieres eso?
- No... -Harry sintió de nuevo esas ganas de desaparecer. – No quiero.
- Te doy hasta dos semanas para que puedas lograrlo. De lo contrario, me encargaré de difundir
las fotos y llegarán hasta Nueva York, te lo juro. –Matt soltó una carcajada al ver la cara de
sufrimiento de Harry y tomó aire para volver a habla. - ¡Ah! Una cosa más.
- ¿Qué... Qué sucede?
- Nada de esto a Louis. De lo contrario, ya sabes lo que pasará.
Un grito proveniente del otro extremo de la costa, pronunciando el nombre de Matt hizo que
volteara. Lo miró con asco al rizado que cada vez se hacía más pequeño de la vergüenza y sonrió
de nuevo. Harry no podía sonreír. No estaba feliz. Para nada.
- Me llaman mis amigos. –le dijo, como si no se hubiese enterado. – Ojalá recuerdes todas las
cosas que te dije. –susurró con furia y se alejó un poco. - ¡Adiós, Harrycitos! –lo saludó, imitando
una voz totalmente afeminada.
Harry trató de calmarse antes de volver a la canoa. Se limpió las mejillas húmedas y sacó
cualquier rastro en su rostro que delatara la tristeza y amargura que llevaba consigo en ese
momento. Fingió una de sus mejores sonrisas y caminó lentamente hacia la canoa.
Las siguientes horas le pasarían eternas.
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Capítulo 11.
- Muero de sed. –protestó Niall, ventilándose a sí mismo en la sombra de un enorme roble. -
¿Estás seguro de que no hay ni siquiera una gota de agua?
- Nada de nada. –dijo Zayn, volteando la cantimplora. Nada cayó de ella, más que unas diminutas
gotitas.
La sombra del roble era grande, pero ellos eran cinco. Hacían alrededor de cuarenta grados y
había mucho sol. El calor era insoportable y eso había comenzado a afectar el humor de los
chicos.
Hacía más de tres horas que se habían quedado sin algo para beber, porque Liam y Zayn habían
usado toda el agua que quedaba para hacer una especie de guerra, y de esa forma la habían
agotado. Tampoco había comida, porque apenas subieron a la canoa Harry y Niall atacaron a los
sándwiches de queso como si hubiesen estado un año sin comer –aunque en realidad fueron
unas pocas horas- y la cabaña estaba lejos, ninguno de sus compañeros estaban a su alrededor
en esos momentos, todos se habían separado en pequeños grupos por todo el campus y el lago
prácticamente había quedado en su propiedad, o ¿quién sabe? Quizá al otro lado del lago estaba
otro grupo y ellos no estaban enterados.
La canoa estaba “aparcada” en un pequeño fuerte que ellos mismos habían construido con
piedras para que no se les escape al lago, y después sea una ardua tarea ir a buscarla.
Louis había tratado de hablar con Harry toda la tarde, pero él no había hecho nada más que
evitarlo y Louis se confundía más, porque no sabía qué había en él que lo molestaba tanto, a tal
punto de ni siquiera permitirle poder mirarlo a los ojos, cuando anoche le había dicho que le
gustaba.
Lo que Louis menos se imaginaba es de la charla que Harry había tenido con Matt unas horas
antes. El rizado había estado centrado en esa conversación todo el día, y no solo en eso, sino en
las consecuencias que vendrían con ella si no hallaba rápido una solución para hacer que Matt
elimine esas fotos.
Lo que solo quería ahora es volver el tiempo atrás y dejar que Louis se quede solo en su cabaña,
durmiendo, haciendo otra cosa que no fuese besarlo.
Harry también estaba confundido, porque no quería evitar a Louis, quería abrazarle y susurrarle
que todo estaba más que bien con él, que cada minuto que pasaba le gustaba más y a cada hora
le surgían más ganas de besarlo, pero temía que alguien estuviese cerca para verlo. Eso era lo
que pasaba. Harry era una persona muy estereotipada, su familia lo había criado así. “Debes ser
bonito, sociable, popular y heterosexual, solo así las personas te querrán” y sentía que si su otra
parte despertaba, la gente dejaría de hablarle, dejaría de ser el popular Harry Styles del salón con
el que todos querían sentarse en horas de clase, o con el que todas las muchachas querían
besarse. A él no le desagrada su vida, pero no es la vida que quiere.
Sabe que desde hace mucho tiempo descubrió que tiene otro lado, un lado bueno para él y malo
para muchos, por eso se encargó de ocultarlo, cubriéndolo con arrogancia, pereza, egoísmo y
mentiras. Muchas mentiras. Porque él no es más que eso, una mentira.
Le dio una mirada de reojo a Louis, quién estaba apoyado en el mismo árbol que Niall, mirando
hacia arriba. El cabello le caía sobre su rostro y una fina raya de luz cruzaba la mitad de su
cuerpo.
- Iré a buscar algo para beber al campamento, esto se está volviendo insoportable. –dijo el rubio
de repente, interrumpiendo todos sus pensamientos. - ¿Quién quiere venir conmigo?
- Yo. –dijeron Zayn y Liam al unísono.
Y Harry realmente quería decir yo, pero veía a Louis allí, tan calmado, relajado, como dormido
pero al mismo tiempo despierto, y él, confundido en todos los sentidos y prácticamente muerto.
Fue imposible soltar una sola palabra.
- Me quedaré a cuidar nuestras cosas. –saltó Louis cuando los chicos se habían puesto de pie
para comenzar a caminar los largos metros hacia el campamento. Más bien, dos kilómetros
exactamente.
- ¿Puedo ir? –preguntó Harry, indefensamente.
Notó los ojos azulados de Louis clavados en su cuerpo cuando él miraba a Niall para hacerle esa
simple pregunta.
- ¿Dejarás a Louis solo? –le dijo, y Harry lo miró como diciendo no-me-respondas-con-más-
preguntas.
- No, pero...
- Ya vendremos, no te desesperes. –finalizó. Harry no hizo más que asentir. - Beberás de todas
formas.
Cuando sus tres amigos estaban lo suficientemente lejos como para verlos, o si quiera oírlos,
Louis se puso de pie y caminó hacia Harry, quién se encontraba del otro lado del montículo de
mochilas que habían formado. Se sentó a su lado y comenzó a juguetear con una pequeña piedra
entre sus dedos. Harry estaba nervioso, su mente y su conciencia gritaban tanto que apenas
podían dejarlo pensar. Todo estaba sucediendo muy rápido.
No quería hablar con Louis, pero a la vez sí quería. Y eso lo confundía, ¡lo mataba!
- Realmente no te entiendo. –comenzó a hablar, con una sonrisa irónica iluminándole el rostro. –
Un día me dices que me amas y al otro ni siquiera me miras.
- Nunca dije que te amaba. –atacó enseguida.
- Me dijiste que te gusto. Es lo mismo. –le respondió con la misma velocidad en sus palabras.
- No. Claro que no.
Louis soltó la piedra y con sus brazos rodeó a Harry por la cintura y lo atrajo hasta su cuerpo.
Harry se olvidó del calor enseguida –aunque no lo estaba sufriendo demasiado como sus amigos-
porque ahora un escalofrío había poseído todo su ser, capaz de dejarlo inmóvil entre los brazos
del castaño. No sabía cómo hacía para tener tanto poder sobre él, pero lo hacía, y eso daba
miedo.
Él verdaderamente quería decirle todo lo que había hablado con Matt, pero temía en que haga
algo. No conocía lo suficiente a ese chico para saber lo que era capaz de hacer, pero sabía que
era capaz de hacer mucho para lograr lo que quiere con solo mirarlo. Con tan solo mirarlo a los
ojos te dabas cuenta de que era un mimado caprichoso, de los que buscan hacer sentir mal a los
demás solo para satisfacer a su yo interno.
- Solo quiero agradecerte, porque anoche he pasado el mejor momento de mi vida. –le susurró,
pasados unos minutos.
Harry trató de liberarse del agarre de sus brazos, pero él lo sostenía muy fuerte, y si hacían
comparaciones, Louis era más grande con respecto a todo –edad, altura, musculatura- y lo
abrazaba cada vez más para que no pueda liberarse. Harry entonces, sentía que le tomaban
millones de fotografías con la cámara de un iPhone de alta definición y se imaginó como esas
fotos eran difundidas en toda su escuela en Nueva York y se le vinieron a la mente las caras de
su grupo de amigos, burlándose, riéndose. Se imaginó como las chicas lo mirarían con asco
cuando pasen a su lado y como los demás tratarían de evitarlo. Pensó en el discurso que le daría
su padre al enterarse que estuvo a-los-besos con una persona de su mismo sexo y a su madre
alterada y llorando mientras decía que esto no podía estar pasando.
No estaba siendo melodramático, era la pura y exclusiva verdad. Sus compañeros se encargaban
de hacerle la vida a los gays de su salón –hasta él a veces, inclusive- y había escuchado hablar a
su madre más de una vez sobre lo injusto que era permitir que dos personas del mismo sexo
puedan casarse y tener hijos.
Para entonces, entre medio de todos esos pensamientos, y gritos inconscientes martillándole la
oreja, zumbándole cosas malas, solo malas, nada buenas, empujó a Louis lo más fuerte que
pudo, haciendo que se incline un poco. Él se puso de pie y mientras se sacudía el pantalón de
jean negro cubierto por una fina capa de tierra se alejó, con lágrimas en los ojos. Estaba
arrepentido de hacer esto, porque disfrutaba sentir los brazos de Louis sobre su cintura, pero no
era correcto.
No era correcto para él, para Louis y para nadie.
Se dirigió hacia el pequeño fuerte en el cual estaba anclada la canoa, sintió pasos veloces sobre
las piedras detrás de él mientras caminaba, pero no se volteó a ver. Sabía quién era y no
soportaría verlo a los ojos una vez más.
Se subió a la canoa y arrojó todos los remos que había dentro de ella para hacer menos peso,
menos uno. Estaba avanzando un poco laguna adentro, y feliz y aliviado en cierto modo, porque
había dejado de escuchar los pasos atolondrados y la respiración agitada detrás de él, hasta que
un peso calló abruptamente sobre un extremo de la canoa.
Volteó y allí estaba Louis. Tenía pantalones cortos y pudo observar sus piernas y tenis mojadas
por correr tres metros en el agua solo para subirse a la canoa.
- ¿No sabes dejarme solo? –le preguntó, arrugando la cara para no llorar al volver a mirar lago
adentro.
- ¿Qué es lo que hice que te molestó tanto?
Harry volvió a pensar no-me-respondas-con-preguntas y tuvo intenciones de decírselo, pero no lo
hizo.
- Tú no me has hecho nada. –dijo, aun dándole la espalda. Aferró más fuerte el remo entre sus
manos y comenzó a remar con más potencia.
- ¿Quién te ha lastimado entonces?
“No te importa”
“Tú”
“Matt”
“Yo mismo”
Iba a optar por la primera respuesta, pero lo indicado en estas situaciones era no hablar,
continuar con la cabeza firme al frente y fingir que nada estaba pasando.
Harry remaba, cada vez con más fuerza y más rápido y no se daba cuenta de lo mucho que se
estaba alejando de la costa, hasta que ésta fue casi invisible. Y tampoco miraba a Louis, aunque
sentía sus ojos azules, azules como el océano, azules como la noche clara que dejaba el ocaso,
mirándolo muy fijamente.
Otros diez minutos pasaron en silencio y Harry se cansó de remar. Ahora ni siquiera podían ver la
costa. Estaban en medio del inmenso lago a las tres de la tarde. El sol golpeaba su cabeza y todo
su cuerpo, hacía calor y ni siquiera tenían agua, sumándole a eso que Harry estaba en el
momento más incómodo de toda su vida volvía a la situación mucho más tediosa. Solo quería
estar solo, pensar, buscar una solución y Louis se lo impedía.
Se sentó en las tablas que cruzaban de un extremo a otro en la canoa, colocando los codos en
sus rodillas. Estaba al frente de Louis pero miraba hacia la izquierda o a veces hacia la derecha,
en fin, miraba en cualquier dirección menos a la suya.
- Harry, ¿estás bien? –le preguntó de repente, y esta vez su voz sí sonó preocupada y alertadora.
Harry tampoco respondió, porque en cierto modo no estaba bien, y le costaba admitirlo, porque él
nunca se confundía de ésta manera, él nunca sufría así porque todos lo respetaban, él nunca
tenía que lidiar con situaciones que le lleven a puntos extremistas como llorar o querer gritar o
querer quemar cosas. A él nunca le pasaba esto, por eso mismo ahora no sabía qué hacer.
- Hey, ¿te comieron la lengua los ratones? –preguntó de nuevo, soltando una risita y
acariciándole suavemente uno de los brazos. Harry sintió esas cosquillas en el estómago de
nuevo. Esas cosquillas de mierda. Harry tampoco respondió. - ¿Harry...?
- Solo suéltame. –le dijo, con un hilo de voz porque el nerviosismo se la había robado toda.
- Harry, si es por lo que pasó anoche en el muelle quiero decirte que si algo te molestó, me
perdones. A veces actúo sin pensar y quizá anoche fue una de esas veces y no quiero que...
- No es eso, Louis. Cállate. –le ordenó. El castaño hizo una mueca.
- ¡Es que no te entiendo, joder! –protestó, poniéndose de pie, dejando muy pequeño a Harry
algunos centímetros abajo.
- ¡No me pasa nada, yo soy así siempre! –ahora él también se puso de pie, enfrentándolo, con el
ceño fruncido y la mandíbula apretada.
- ¡Tú no eres así, estás mal y puedo verlo! –le gritó. Ahora estaba enojado. Y su enojo enfureció a
Harry, lo enfureció mucho. - ¡Solo quiero ayudarte y lo único que haces es hacer todo más difícil!
- ¡Si tanto quieres ayudarme aléjate de mí, no compliques más las cosas!
Harry dio media vuelta para tomar el remo, estaba harto y quería volver a la costa, tomar sus
cosas y correr hasta su cabaña para dormir todo lo que restaba del día, y el día siguiente, pero
por el contrario, cuando quiso tomar el remo –que se encontraba apoyado en el borde de la
canoa- lo arrojó accidentalmente al lago, y al ser de acero, comenzó a hundirse.
Harry insultó en todos los idiomas que conocía.
- ¡Oh, Harry! ¡Muy bien, eres un experto, felicitaciones! –comenzó a aplaudir Louis a su lado. -
¡Ahora volveremos a la costa volando, eres fantástico!
El rizado hizo una mueca para no dejar escapar las lágrimas. Ahora sí, estaba harto. Estaba harto
porque todo lo malo le sucedía a él y ahora, cuando pensaba que las cosas comenzarían a
mejorar.
Volvió a sentarse en su lugar, seguido de los reclamos de Louis, y recordándole lo tan torpe que
era.
Harry aguantó un minuto.
Aguanto dos minutos.
Aguanto tres.
Al cuarto los incesantes reclamos de Louis que trataba de no oír habían colmado el vaso.
No podía seguir escuchando como alguien a su lado le gritaba, como sus pensamientos
revoloteaban y chocaban contra los bordes del recipiente que era su mente, como su conciencia
le decía una y otra vez todo lo que hacía mal, no podía seguir sintiendo a su corazón deshacerse
y llorar y a su alma estrujarse como queriendo gritar.
- Yo... Basta... No digas más nada... Por favor. –suspiró entre sollozos, que de a poco se fueron
convirtiendo en llantos.
Un llanto que le partió el corazón a la mitad a Louis, porque era la primera vez que lo veía llorar, y
se veía tan pequeño, tan indefenso, tan lastimado y roto, y a Louis eso le dolió más que nada que
hubiese visto antes.
Dejó de gritar y se agachó lentamente hasta quedar a su altura, colocando sus manos en sus
pequeñas rodillas. No podía verle el rostro, pues Harry lo cubría con sus manos mientras
sollozaba.
- Perdón... No debí gritarte. –le susurró, corriéndole unos varios rizos del rostro. - ¿Me perdonas?
Harry asintió lentamente.
- No quería... No fue mi intensión tirar el remo, lo siento. –dijo de nuevo, interrumpido de sollozos.
- No importa, bebé.
“Me ha dicho bebé”
Louis se sentó a su lado en el pequeño espacio que quedaba disponible y lo abrazó. No tenía ni
la más pálida idea de lo que le sucedía, de por qué estaba tan sensible o tan triste, pero los
abrazos nunca vienen mal. Por eso lo hizo. El rizado hundió su pequeño rostro en su hombro,
mojándole con lágrimas la fina camisa de algodón.
Para entonces Louis también se había olvidado del calor.
Louis frotaba su espalda y le acariciaba las mejillas. Le besó la frente y la nariz. Sin embargo,
Harry no dejaba de llorar.
- Podremos solucionarlo, eso no es problema.
Harry se separó de a poco de él y lo observó directamente a los ojos. Le dolió verlo cerca y a la
vez sentirlo tan lejos.
(...)
Llegó agitado, lleno de sudor y con el pijama completo de barro a la cabaña de la zona norte.
Figuraban las dos de la madrugada en su reloj de muñeca. Estaba seguro de que había algún
que otro coordinador con su linterna prominente examinando ambas zonas para asegurarse de
que todos estén durmiendo, y todos lo hacían, menos él.
Les agradeció a todos sus ancestros cuando se dio cuenta de que la puerta de la cabaña en la
que ahora estaban durmiendo Louis, Zayn y Liam estaba abierta, pero lo que maldijo fue el
chirrido insoportable que esta produjo al abrirse.
Al cerrar la puerta detrás de sí todo ese peso que llevó en los hombros desde que corrió de su
cabaña hasta ésta, por miedo a que lo atrapen, desapareció. Solo se quitó los tenis llenos de
barro, provocado por el rocío que traía la noche al mezclarse con el césped, y se removió un poco
el cabello.
Con su celular fue iluminando cada peldaño de la escalera por miedo a tropezarse, y cuando llegó
a la cima lo apagó. La puerta estaba frente a él y estaba entreabierta. Podía observar una tibia luz
amarilla provenir del interior –seguramente de algún velador, porque recordó oír de parte de Zayn
que odiaba la oscuridad- y eso también fue una ventaja, dado a que por su torpeza podría caer
con cualquier cosa que encuentre a su paso y lo menos que quería ahora era hacer el ridículo.
¿Por qué estaba aquí ahora? La respuesta es simple. Iba a contarle a Louis sobre la charla que
había tenido con Matt esta tarde. El español le había dicho que no diga nada y sí, él lo sabía, pero
ya no podía seguir ocultándolo y eso que no había pasado un día. ¡Un maldito día!
Abrió la puerta lentamente y ésta vez no chilló. Vio lo que esperó: Liam durmiendo en la cama
que daba del lado de la ventana, Zayn en el medio, acompañado de su velador, y Louis en la
cama del fondo, con una almohada cubriéndole la cabeza. Todos dormían en posiciones tan raras
que era imposible imaginar que alguien pudiese dormir cómodo de esa forma, pero al parecer
ellos lo hacían.
Caminó lentamente sobre el piso de madera hasta la cama de Louis, se arrodilló a su lado y con
el dedo índice le llamó la atención tres veces sobre el hombro.
Louis se movió un poco, quitándose de esa forma la almohada del rostro.
- Zayn apaga esa maldita luz. –dijo con la voz ronca, aún con los ojos cerrados.
Harry quiso reír, pero no lo hizo.
Tenía quizá más ganas de llorar que de continuar en este campamento.
- No soy Zayn... Soy Harry. –susurró.
Louis se refregó los ojos por unos minutos y cuando por fin los abrió, no podía creer quién era la
persona a la que tenía al frente suyo. Tan cerca y tan imposible.
- Harry, ¿pasó algo? –él negó y le colocó una mano sobre la boca, porque hablaba como si
fuesen las cuatro de la tarde.
- Despertarás a los chicos. –susurró de nuevo, más cerca de su rostro para que pudiese oírlo.
- Ellos no se despertarían aunque les golpees con un palo de hockey la cabeza. –Harry sonrió
débilmente y Louis hizo lo mismo. - ¿Por qué estás aquí?
- Realmente quería dormir pero no podía sabiendo que tengo que decirte algo.
- Sabía que algo te pasaba. –sonrió triunfante. – Ven aquí.
Louis se corrió un poco hacia la izquierda, dejándole un pequeño espacio a su lado. Harry se
sentó allí y colocó los pies fríos debajo de las mantas. Louis, como ya se había vuelto una
costumbre, lo abrazó por la cintura, y no importa las veces que lo hiciera, siempre tendría esa
sensación de mariposas volando dentro de su cuerpo.
- Matt nos vio en el muelle anoche. –comenzó, susurrando. Louis solo lo acariciaba. – Pero eso
no es todo... Nos fotografió.
- Hijo de puta. –fue todo lo que dijo. Quería escuchar más porque sabía que Harry tenía más para
decir.
- Me amenazó, Louis. Y esta es la primera vez en la que puedo asegurarte que tengo miedo.
–Harry se hizo pequeño y Louis se vio obligado a abrazarlo más fuerte, ahora con sus dos brazos,
de manera protectora. – Dijo que si no me acostaba con Savannah y me unía a su grupo, le
mostraría las fotos a todo el campamento y no sé cómo haría, pero prometió difundirlas en Nueva
York.
- Oh, Harry... Lo siento... Esto es mi culpa yo no debí...
- No te culpes. –atacó. – Sí, debiste besarme, porque fue uno de los mejores besos que me han
dado. ¡No! Uno de los mejores, no. El mejor.
Louis se sonrojó y aunque tratase de evitarlo, estaba seguro de que su amigo lo había visto.
- ¿De qué tienes miedo, Harry?
- De que las fotos lleguen a Nueva York y empiecen a verme de forma diferente.
- Temías lo mismo que yo. –concluyó, y luego de unos segundos de silencio le preguntó. -
¿Harry?
- ¿Qué sucede, Lou?
- ¿A ti realmente te ha gustado besarme?
La pregunta lo tomó de sorpresa, aunque no demasiado.
- Sí. –admitió, porque era la verdad más pura.
- Entonces, ¿qué importa lo que te digan los demás?
- Es raro, Louis. Ni yo mismo me entiendo.
Louis lo abrazó protectoramente de nuevo. No soportaba ver a Harry con lágrimas en los ojos,
porque le daban ganas de correr hacia Matt y ahorcarlo con sus propias manos por hacerlo llorar.
Harry era un estúpido, un gran estúpido, pero no se merecía nada de esto.
- Me encargaré de borrar esas fotos si eso te sube el ánimo. –le dijo de repente y Harry sollozó
por última vez. – No me gusta verte mal, enserio, es horrible. Es algo irreal verte llorar y aunque
no lo creas me destroza.
- ¿Cómo harás para borrarlas?
- Eso déjamelo a mí.
Ahora se habían acostado, uno al lado del otro, mirando las aberturas de madera vieja que tenía
el alto techo del segundo piso de la cabaña, tapados hasta el mentón aunque hicieran unos
veinticinco grados afuera. De vez en cuando sus manos se rozaban pero sus miradas nunca se
cruzaron, hasta que Louis habló para romper el silencio.
- ¿Me besarías de nuevo?
No fueron necesarias las palabras. Con una breve mirada Louis entendió todo lo que los ojos
color esmeralda de Harry querían decir en ese preciso instante. No le importó que sus amigos
estuviesen a menos de dos metros, ni que puedan volver a fotografiarlos, él quería a Harry con
todo. Él era la llave de la puerta de todos los sentimientos que nadie –además de él- le había
despertado jamás. Harry era la llave a ese momento tan especial, más conocido como el paraíso.
Sus manos bajaron desde sus rizos hasta su cintura sucesivamente. El rizado solo lo sostenía de
las mejillas, haciéndose llevar. Todo era tan perfecto e igual de especial que la primera vez.
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Capítulo 12.
Louis sintió impactar un lado de su cara contra el frío. Cuando abrió los ojos, estaba en el suelo y
no entendió por qué. Ese frío era la madera del suelo de su habitación. Estaba acorralado entre
su cama y la de Zayn, y la verdad no lo entendía, porque él tenía dieciséis años y nunca se caía
de su cama. Elevó la vista, casi sin moverse de esa posición y observó unos pequeños rayos de
luz filtrándose entre la gastada cortina de la aburrida habitación. Apenas amanecía. Y su cabeza
seguía dando vueltas en miles de pensamientos, y eran tantos que su cerebro apenas podía
reaccionar como para hacer algo tan complicado como levantarse del suelo. Era como si hubiese
tenido una de sus mejores resacas sin haber bebido una gota de alcohol la noche anterior.
Hasta que recordó la noche anterior.
El cuerpo de Harry tan cerca del suyo, como una especie de sueño hecho realidad, como una
obra mágica, esa que pensó que nunca cumpliría. Sintiéndolo tan vulnerable, pero protegiéndolo
a la vez. Y así fue como con una sonrisa volvió a ponerse de pie.
Lo observó durmiendo, ocupando absolutamente toda su cama, razón por la cual seguro se había
caído de ella. Hoy no estaba durmiendo serio, en su lugar, un ceño relajado y unos labios
levemente elevados ocupaban su lugar y eso lo hizo sentir bien, porque quizá, en alguno de todos
los sentidos, él era el causante de esa inconsciente sonrisa.
Miró detrás de él y Liam y Zayn dormían de la misma forma, desparramados sobre toda la cama.
De vez en cuando se encontraba algún que otro ronquido molesto de parte de ambos, pero
ninguno de Harry.
Louis verdaderamente estaba cansado y muerto de sueño, pero, además de no tener lugar en su
cama, ya había amanecido. Pronto comenzarían a sonar las insoportables trompetas y los gritos
de los demás acampantes no tardarían en hacerse escuchar. Su intento de dormir sería en vano.
Por eso se dedicó a pensar en otra cosa, primero en la principal, y ella era buscar una solución
para eliminar las fotos del celular de Matt. Y la primera que pasó por su mente fue darle su
merecido, y con su merecido se refería a golpes. Muchos golpes. Millones de golpes. No solo se
vengaría por todo lo que había hecho sufrir estos años, sino que también vería feliz a Harry y
lograría que pierda ese miedo que sabe que siente muy dentro de él. Pero ¡vamos! Louis tan solo
tiene dieciséis años y cualquier persona de esa edad, por más madura que parezca, pensaría en
la violencia como la solución a todos los problemas.
Pero, por suerte, Louis tenía el uso de la razón –cosa que pocos poseían en estos tiempos- y no
lo golpearía. No por ahora. Aunque él estaría dispuesto a darle una paliza, sabiendo que es más
fuerte, más lindo y más grande, pero no más listo que él.
Y tenía un plan. Un gran y buen plan. Pero no iba a contárselo a Harry, porque pensaría que
estaba siendo muy melodramático. Sabía de quién necesitaba ayuda para hacer esto.
Lleno de pensamientos volvió a acostarse en la cama, igualmente sin intenciones de dormir.
Rodeó a Harry con su brazo por debajo de la cabeza y el rizado inconscientemente cruzó su
brazo sobre su pecho, sin hacer un solo ruido. Louis estaba conmovido, tanto, que ni siquiera se
dio cuenta que estaba sonriendo ante tan tonta escena, pero estaba feliz. Y esta felicidad era
extraña.
Quizá estaba comenzando a enamorarse.
(...)
- ¿¡Qué mierda es esto!?
Un grito lo despertó de ese sueño que pensó que había durado mil años. Harry tenía literalmente
el cabello pegado en su frente a causa del sudor, tanto que le cubrían los ojos en cierta forma,
pero eso no impidió que viese la figura de Niall parado frente a la puerta de una habitación que no
era la suya, casi rojo de la rabia y con los brazos abiertos en forma de “¿qué pasó aquí?”
- ¿Qué haces durmiendo con Louis, Harry? –volvió a preguntarle el rubio.
Y Harry enseguida se dio cuenta de lo que estaba sucediendo. Miró hacia su izquierda y allí yacía
el cuerpo de Louis, durmiendo plácidamente a su lado, con un brazo aun rodeando su cintura.
Casi saltó de la cama cuando se dio cuenta de la vergonzosa situación, enrojeciéndose
completamente. Para su suerte, aún ni Zayn ni Liam ni Louis habían despertado. Seguían
durmiendo como si nada, tras los atroces gritos de Niall.
- ¿Me puedes explicar que sucedió aquí? –exigió, cuando Harry se acercó a él. – No sabes el
susto que me llevé cuando no te vi en la cama al despertarme.
- ¿En dónde más querías que esté? No hay tantos lugares divertidos. –y dijo “tantos” porque el
muelle se había convertido en un lugar deseable para él. - ¿Qué hora es?
- ¡No tengo la más puta idea, ni siquiera nos han despertado aún! ¡Solo quiero que me expliques
qué hacías aquí!
- No grites, los despertarás. –chisté, él rodó los ojos. – Tenía... Tenía que hablar con Louis.
Niall alzó las cejas.
- ¿Ah sí? –yo asentí, tímidamente. - ¿De qué?
- Estamos tratando de ser más... Cercanos. –Harry quería desaparecer, justo ahora.
- Me alegro por eso, Harry. –ahora había largado un suspiro de alivio disimulado. Niall a veces era
muy ingenuo. – Pero debes avisarme cuando te vayas de la cabaña, es más, te ayudaría a
cubrirte si quieres.
- ¿Harías eso? –preguntó, un tanto sorprendido, porque nunca pensó que el rubio se arriesgaría a
eso. Porque en un campamento eso era escaparse: un riesgo.
- ¡Claro que sí!
Harry sonrió y al instante escuchó un golpe en seco que lo paralizó. Al darse vuelta se encontró
con la cama en la que hace un rato estaba durmiendo totalmente vacía, y unos minutos después
vio a Louis salir del otro lado, con una mano sosteniéndose la cabeza. Niall estalló en carcajadas
y Harry solo soltó una risita que hizo que Louis se sonrojara.
Aún sonrojado y con cara de “¡hola, recién me despierto!” se veía muy bonito ante la mirada del
rizado.
- ¡Debería matarlos a todos juntos lanzando una bomba aquí dentro, principalmente a ti, Louis
Tomlinson! –gritó Niall, entre carcajadas.
Louis se sentó en una esquina de la cama y Harry se acercó a él mientras Niall seguía riendo y
riendo. Él solo traía una adorable sonrisa y las mejillas más enrojecidas que nunca. No podía
creer que Louis lograba ponerlo así de estúpido y nunca iba a poder creer y descifrar como hacía
para revolucionarlo por completo.
- ¿Estás bien? –preguntó soltando una risita. Louis elevó la mirada y le sonrió, sin quitar su mano
de la parte superior de su rostro.
- Sí, Harry, no es nada. Supongo que se me va a formar un moretón porque es la segunda vez
que me caigo de la cama por tu culpa. –lo regañó y Harry comenzó a reír, mezclando su risa con
la de Niall, el cual ahora se burlaba de la cara que formaban sus otros dos compañeros al dormir.
– Si querías te conseguía una cama de dos plazas. –le sonrió y a Harry se le cayó el mundo
encima.
- ¡Me encantaría para la próxima vez! –se sentó a su lado y Louis lo empujó en forma de broma.
- No es cierto. –rió. Louis se quedó un rato pensando en si de verdad habría una “próxima vez”
Enseguida las trompetas comenzaron a oírse en la lejanía dentro de esta cabaña. Zayn y Liam se
despertaron llenos de pereza y con mucho mal humor gracias a los malos chistes que Niall les
decía acerca de sus caras al dormir. Louis miró a Harry y le sonrió sin decir nada.
- Buenos días. –dijo el rizado.
- Buenos días, acampante.
(...)
Ese mismo las tareas y cosas por hacer se habían acabado. Había sido, en cierta forma, uno de
los mejores días de todo el campamento según los chicos. Visitaron las decenas de casas en los
altos y enormes árboles que habían sido construidas en los campamentos anteriores y eran
totalmente fantásticas. Ellos mismos admitieron que hasta algunas eran mucho más grandes que
sus mismísimas casas.
Y allí estuvieron toda la tarde hasta que la noche cayó. Cuando Louis notaba triste a Harry hacía
algo para levantarle el ánimo, desde un beso en la mejilla un tanto disimulado hasta un ridículo y
mal chiste que lograba que escuche el resto de los chicos, pero no importaba, lo veía reírse a
carcajadas o sonrojarse y eso lo hacía feliz.
Ahora los cinco estaban en la cabaña que ocupaban Niall y Harry. Estaban sentados en el suelo
formando una ronda, esperando a que Harry termine de ducharse porque esta noche tocarían
música en la fogata y no iban a perdérselo ni aunque tuviesen muchísimas ganas de dormir.
Liam miraba como Niall y Zayn jugaban una partida de póker distraídamente, entonces, Louis
aprovechó la ausencia de Harry para comentarles todo a sus amigos.
- ¡Estás haciendo trampa, maldito tramposo! –insultó Niall a Zayn cuando lo pilló robando una
carta del mazo. Liam solo reía y Louis buscaba la forma de comenzar.
- ¡No es cierto! –intentó zafar, pero no lo haría. No contra la poderosa vista de Niall.
- Chicos... -dijo el castaño de repente, y así fue como todas las miradas se concentraron en él. –
Tengo que decirles algo. –dijo casi en un susurro.
- ¿Y qué esperas? –casi gritó Liam, provocando que Louis se exalte.
- ¡Cállate, hablen despacio! –chistó. – Es sobre Harry y no debe saberlo.
- ¿Qué sucedió? –preguntaron Niall y Zayn al unísono.
- ¿Recuerdan la fiesta? –los tres asintieron y Louis tomó aire. – Esa noche... Esa noche me besé
con Harry en el muelle.
Louis se mordió el labio inferior y tontamente nervioso agachó la mirada cuando se dio cuenta
que ninguno de sus amigos dijo nada. Lo que en realidad pasaba, es que ellos estaban más
chocados por la noticia que él.
- Planeaba decírselos antes... -continuó con la mirada en sus tenis llenos de barro. – Pero no
encontraba la forma.
- Es que... Yo no sabía que... Que Harry... Era... Ya sabes... -comentó Liam un tanto incómodo.
- No es gay. –susurró el castaño. – Yo lo besé, fue mi culpa es que... Me gusta demasiado. –y
tras decir eso se puso rojo como la camisa sin mangas que traía en ese momento.
- ¡Dios mío, Louis! –le dijo Niall con una sonrisa.
- ¡Cállate! –exigió Louis, también sonriendo.
- ¿Pero por qué Harry no debe saber que nos contaste esto? –le preguntó Zayn en un tono de voz
adecuado.
- Porque nos fotografiaron. –sus ojos casi salen de sus respectivos lugares. – Y amenazaron a
Harry con mostrar las fotografías.
- No puedo creerlo... ¿Quién fue? –siguió el rubio.
- El imbécil de Matt, y tengo un plan. Necesito que ustedes me ayuden a borrar esas fotografías y
ya se la forma de lograrlo.
Y así le dio las indicaciones a cada uno. En voz baja y cautelosa porque temía que Harry
apareciera en cualquier momento, porque sabía que él se negaría a hacer lo que él llevaba en su
mente. Ese plan arriesgaría la estadía de cualquier chico que participe de él aquí, arriesgaría la
seguridad emocional de ellos porque molestar a Matt y a su secta no es molestar al ñoño de la
escuela al que todos molestan. Ellos eran fuego jugando con agua.
La sonrisa de los tres chicos se intensificó en una forma traviesa. Louis también lo hizo, pero en
forma de agradecimiento. De todos modos, sabía que podía contar con ellos para lo que necesite.
- ¡Ya estoy listo! –gritó Harry, apareciendo por las escaleras. Aún tenía el cabello mojado, pero
estaba igual de bonito que siempre a los ojos de Louis.
- ¿¡Qué esperan!? Comenzará en unos minutos ¡Vamos! –insistió Liam, fingiendo que nada
estaba pasando.
De esa forma se retiraron de la cabaña.
Esa noche comenzaría con todo lo que alguna vez había deseado hacer.
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Capítulo 13.
Miles y miles de disculpas por tardarme casi tres semanas. Estuve muy ocupada con la escuela y
casi que no tuve tiempo de escribir. Este capítulo es corto pero prometo publicar uno más largo
dentro de algunos días. De nuevo, mil disculpas y espero que sepan entenderme :)
Esa noche. 4:30 A.M.
El sonido que provocaban las piedras debajo de sus pasos fue lo único que había delatado a
Niall, Zayn y Liam mientras se acercaban al lugar acordado por Louis. El castaño nunca había
sentido más adrenalina en toda su vida y estaba seguro de que sus compañeros tampoco.
Tenían un plan y este plan sería leyenda en toda la historia de Camp Century (o quizá no tanto).
Después de la noche de música, los cuatro se reunieron en la entrada del bosque, el lugar más
alejado de la cabaña de los coordinadores y el lugar más cerca de las cabañas de la zona norte.
Solo los cuatro, porque Harry no tenía ni la más mínima idea de lo que habían planeado. Habían
llegado con mochilas, cargadas de las cosas que usarían esta noche para asegurarse de que
esos tres idiotas no se atrevan a volver a meterse en su vida.
- ¿Están seguros de que la puerta de esa cabaña está abierta? –preguntó Liam, interrumpiendo
los miles de susurros.
- Cuando venía hacia acá lo comprobé. Están abiertas. –contestó Niall en un susurro casi
inaudible.
- Fantástico. –dijo Louis para sí mismo.
- ¿Podemos apresurarnos? Las mochilas son pesadas. –exclamó Zayn.
- ¡Cállate! –chistaron Niall y Liam al unísono. – Por poco no despiertas a todo el campamento.
–continuó el castaño.
Louis y Zayn comenzaron a reír.
- ¿Están listos? –preguntó Louis para todos.
No podían verse a los ojos, si quiera podían verse el rostro, ya que todo en ese lugar y más a
estas horas estaba muy oscuro. Pero sabían que los cuatro estaban allí y se tenían uno al otro.
- Listos. –contestaron al instante y aunque Louis no podía verlos, sabía que estaban sonriendo.
Caminando, casi corriendo, se dirigieron a la cabaña que tenían como blanco en ese momento.
Porque estaban entusiasmados, en cierta forma, ninguno de ellos había sentido tanta adrenalina
corriéndole por las venas en tan solo unos minutos, ni siquiera pensaron en que sentirse así fuese
posible. Y no es que estaban actuando limpio, claro que no. Este juego les embarraba las manos,
tanto a ellos como al grupo de Matt, pero Louis sentía que necesitaba hacerlo. Algo lo impulsaba
a darle su merecido a ese manojo de buenos para nada.
Es que, siendo sincero, daría cualquier cosa para que Harry no esté triste ni se sienta mal.
Cuando estuvieron frente a la puerta volvieron a mirarse entre ellos, con las sonrisas más anchas
vistas antes en el rostro de cualquier ser humano.
Dejaron sus mochilas pesadas a un lado de la puerta antes de entrar, en pasos muy sigilosos. El
que encabezaba la fila era, obviamente, Louis. Sentía como cada parte de su cuerpo temblaba, y
él, al igual que los demás tres chicos caminaba muy despacio, por la falta de iluminación y porque
no querían tropezarse con nada que delate su presencia.
Cuando sus ojos se acostumbraron a la falta de luz, se detuvieron en lo que parecía el comedor
de la pequeña cabaña.
- Chicos –susurró Louis, captando la atención de todos. – Niall y yo subiremos para tomar el móvil
de Matt y eliminar las fotos. Liam y Zayn, ustedes saben lo que tienen que hacer.
Ambos se carcajearon en voz baja mientras Niall y Louis comenzaban a subir silenciosamente
hacia las habitaciones, evitando que los escalones chillen a cada paso que hacían, pero parecía
ser una misión imposible. De todos modos, cuando estuvieron arriba, pegaron el suspiro de alivio
más grande de sus vidas.
Niall empujó lentamente la puerta de la habitación, y por suerte no provocó ningún sonido. Le
agradecieron al destino que una de las luces de los faroles que estaban afuera se filtre por la
ventana e ilumine el lugar, para permitirles ver aunque sea por dónde ir.
Como Louis supuso, la cama del medio era la de Matt, y se dio cuenta por las millones de fotos
de jugadores de futbol que no supo reconocer que estaban pegadas sobre la cabecera de la
cama. Continuó un poco con su vista hacia la izquierda y se encontró con la mesa de noche.
Sonrió mientras Niall le dejaba algunas “sorpresas” a Caden y Evan en su cama. El sofisticado
iPhone estaba conectado al cable de su cargador y se incomodó un poco por eso. Él debía
desconectar el cable para irse de la habitación y eliminar las fotos, pero al mismo tiempo sabía
que todos los móviles al desconectarlos hacían un leve sonido, algunos fuertes y otros casi
inaudibles.
- Tengo una idea. –susurró muy Niall a su lado, como si estuviese leyéndole los pensamientos. –
Sería mucho mejor que en vez de borrar las fotos tomes la tarjeta de memoria y la escondas tú, o
la tires al lago o algo así, ya sabes, Matt sufriría el doble.
Y entonces una brillante luz se encendió en su mente. Amaba cuando Niall era así de listo.
Con cautela se dirigió hacia la pequeña mesita, donde tomó el móvil entre sus manos
temblorosas y rápidamente lo desconectó. Matt se movió un poco entre sueños pero
afortunadamente no despertó y eso fue un total alivio para ambos. Continuó quitando
violentamente la tapa donde se encontraba la batería y luego retiró la tarjeta de memoria, la cual
envolvió de manera triunfante sobre sus dedos. Agradeció al cielo que los tornillos que se
encargaban de mantenerla firme estuviesen flojos.
- La tengo. –le susurró a Niall quién le respondió elevando un pulgar.
- Creo que es hora de irnos de aquí. –le respondió, en el mismo tono de voz.
Louis asintió y comenzó a caminar hacia la dirección de la puerta, pero un chistido de Niall lo
detuvo.
- ¿Qué sucede? ¡Vámonos, o van a despertar! –le insistió.
- Espera. –dijo el rubio. Una sonrisa malévola se había dibujado en su rostro. – Nunca me cayó
bien Evan y creo que es hora de hacer algo al respecto.
Louis trató de no reírse tan fuerte cuando vio a Niall bajar la bragueta de sus pantalones, para
comenzar a orinar sobre la cama del chico. Louis nunca había estado tan tentado en toda su vida.
Cubría su boca y su nariz para ocultar sus incesantes risas mientras observaba a Niall hacer
semejante asquerosidad, pero debía admitir, era una buena idea.
El rubio se acercó a él cuando finalizó su tarea y Louis lo abrazó.
- Mañana todos creerán que se ha orinado en la cama. –susurró Niall en su hombro.
- Eres lo mejor, Dios mío. –volvió a reír.
Bajaron, nuevamente, en silencio las escaleras. Louis comprobó todo el tiempo que esa tarjeta de
memoria esté en sus bolsillos.
Al llegar al comedor se encontraron con Liam y Zayn, que al igual que ellos estaban riendo como
nunca en su vida. Habían dejado la cabaña hecha un maldito desastre y lo más interesante de
todo esto es que esos tres españoles no se enterarían hasta la mañana siguiente, cuando las
trompetas suenen y se encuentren con la sorpresa más grande de su vida.
- Definitivamente esto es lo mejor que he hecho en mi vida. –concluyó Liam, mientras guardaba
en silencio las cosas que habían sobrado de su “sorpresa” en las mochilas.
- Tendríamos que hacerlo más seguido ¿qué les parece? –propuso Zayn, también murmurando.
Niall soltó una risa y Louis solo sonrió.
- Me gusta la idea. Louis, dile a Harry que consiga más enemigos. –insistió Niall.
- No, por favor, basta de enemigos por ahora. –rió y los chicos hicieron lo mismo.
Cuando salieron de la cabaña aún continuaban riendo, pero Louis no. Se sentía un poco culpable,
aunque sabía que ya se le pasaría. Lo que le sucedía verdaderamente era que ese peso que
cargaba sobre los hombros había desaparecido, y sentía que cuando le cuente a Harry de todo
esto se orinaría de la risa mientras se lo agradecía. Porque Harry podía ser infeliz y antipático
pero todo cambiaba cuando estaba con Louis.
Se separaron en el centro del campamento, donde se realizan las fogatas. Niall fue hacia el lado
de su cabaña y Louis se quedó mirando la dirección del lago unos momentos mientras Zayn y
Liam aún seguían acomodando el lío que había dentro de sus mochilas. Se quedó pensando en
que tirar la tarjeta de memoria al lago era una buena idea, porque nadie jamás podría
encontrarlas allí, pero al mismo tiempo quería verlas. Quería verlas porque eran las primeras
fotos del primer beso que se dio con Harry. Quería ver cómo había estado él y el rizado todo ese
tiempo, y si las tiraba al lago jamás lo averiguaría.
- ¡Lou! –lo llamó Liam. - ¿Vienes?
Louis cayó en la realidad como un meteorito sobre la tierra.
- Si, perdón, estaba pensando... Eh... Vamos. –concluyó, un poco nervioso.
Comenzaron a caminar en dirección norte nuevamente, hacia su pequeña cabaña.
- ¿Y, Louis? –preguntó Zayn, codeándolo de manera divertida. – Jamás nos contaste que sucede
realmente con Harry.
- Zayn tiene razón. No nos detallaste nada. –lo siguió Liam.
- No hay nada que detallar, chicos.
Su voz fue cortante, pero era la realidad. No había nada que detallar, porque no había nada entre
ellos. O no por ahora.
- Oh, vamos, Louis. Te conocemos desde años. –insistió Zayn. – Notamos la forma en que lo
miras.
- Y la forma en que le hablas...
- Y la manera en que lo tratas...
- ¡Y como sonríes cuando le hablas!
- ¡Cállense! –pidió, riendo y ruborizado, porque ellos sabían verdaderamente como intimidarlo.
- ¡Te gusta! –afirmaron al unísono. Louis volvió a reír, porque nunca había estado tan incómodo.
- Es muy pronto para decir que me gusta pero sí... Es... Es lindo, me gusta estar con él. –habló
con la cabeza gacha y los chicos lo abrazaron por ambos lados.
- No importa si es muy pronto o muy tarde, si te gusta, te gusta. No des vueltas, Louis. –le habló
Zayn y él sonrió, apenado, pero sonrió mientras asentían.
Lo que los chicos nunca llegarían a entender es que Louis no quería admitirlo por varias razones.
Él sabía perfectamente que Harry no era gay, que amaba a las mujeres y que no tocaría a un
hombre ni con un palo de metros de distancia –aunque ya lo había hecho, pero esto es una
excepción-, y no quería confundirlo tras confesarle semejante cosa. Louis no quería que su
decisión afecte las de Harry y el rumbo de su vida. Él solo quería que fuese feliz, con o sin él,
como amigos o, muy afortunadamente, como algo más.
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Capítulo 14.
Holaaaaa! Los invito a leer una fic nueva que empecé a escribir hace poco con @ohwowl0vely
llamada "Whitered Paradise" y esperamos que ojalá les guste. En los comentarios les dejo el link
así se pasan cuando tengan un ratito de tiempo. Gracias por leer :)
- ¡Tú, maldito idiota!
Harry circulaba tranquilamente a tempranas horas de la mañana por su zona de cabañas cuando
Matt lo aplastó violentamente contra una pared de las cabañas que estaban a su alrededor. El
rizado vio a otras dos personas detrás de él, obviamente, los inconfundibles Caden y Evan, y los
tres parecían estar enojados. Muy enojados.
Matt sostuvo a Harry contra la pared muy arriba, tanto que no sentía sus pies tocar el suelo, y
todo su cuerpo había comenzado a temblar porque no sabía por qué estaba haciendo esto.
- Te he dicho que no quería que esto vaya más lejos, ¿en qué idioma quieres que te lo repita?
¿En chino, catalán o solo eres estúpido? –repitió, irradiando asco en su voz. Harry se hizo
pequeño.
- No sé de qué me estás hablando –murmuró con inocencia. Matt lo apretó mucho más fuerte
contra la pared y Harry hizo una mueca.
Nunca se sentía tan indefenso o desprotegido, porque donde él vivía nadie lo golpeaba, porque,
por favor ¡era Harry Styles! En Nueva York él vivía rodeado de los mejores amigos, las mejores
mujeres y los mejores momentos, y acá, era como el nerd de la escuela, del cual todos se
aprovechaban porque solamente estaba solo. Quizá así era en todos lados y recién ahora se
daba cuenta.
No, quizá no. Estaba seguro de que toda su vida había estado fingiendo ser algo que en verdad
no era.
- Oh, vamos, no te hagas más inútil de lo que eres, no ahora. Sabes muy bien lo que hiciste y yo
también, solo lo quiero escuchar salir de tu sucia boca –susurro con mucha rabia, y cada vez lo
aprisionaba más y más. Harry sentía como de a poco le comenzaba a faltar el aire, y no sabía si
era por asfixia, por miedo o por algo que temía desde que esto había comenzado: asma.
- No... No lo sé, Matt. No hice nada.
Y en ese momento fue cuando Matt se enfureció quizá como nunca en su vida. Soltó a Harry,
dejándolo caer en el suelo. Él comenzó a toser, tomándose el pecho. Temblaba, porque tenía
miedo y porque nadie estaba alrededor suyo para ayudarlo. De repente vio a Caden y a Evan
dirigirse hacia él para tomarlo de los brazos, y de esa forma quedó inmovilizado.
Matt se agachó para quedar a su altura y Harry lo vio elevar un puño al aire, el cual luego aterrizó
el su rostro.
Cuando Caden y Evan lo soltaron, riendo, Harry tosía y se sobaba una parte de la cara sobre sus
rodillas.
- ¿No sabes que colocaste ranas en toda nuestra cabaña? –le preguntó Matt. Harry no podía
creer lo que escuchaba-. ¿No sabes que orinaste en la cama de Evan? ¿No sabes que destruiste
mi móvil casi por completo? ¿No lo sabes, maldito idiota?
Pero Harry no lo escuchaba. Comenzó a sentir lo mismo que hace unos días atrás en la cancha
de fútbol. El mundo volviéndose pequeño a su alrededor, girando bajo sus piernas. La cabeza
doliéndole demasiado y el pecho rogándole por más y más aire.
- Dios mío, ¡deja de toser y habla! –Matt lo golpeó de nuevo y eso no le ayudó, al contrario, de a
poco comenzaba a ponerse más pálido.
Harry se odió con toda su alma por ser tan vulnerable. Él sabía que siempre le pasaban estas
cosas en momentos de mucha tensión y nervios pero rara vez solía decirlo. Como por ejemplo,
cada vez que sus padres discutían frente a él, corría a su habitación con los ojos cargados de
lágrimas y tosiendo cada vez más. Era algo que lo enfermaba. Y si había un error que cometía
siempre era no traer el inhalador consigo.
- ¿Qué mierda le sucede? –susurró Caden a Matt y él frunció los hombros.
- Yo diría que es mejor que nos vayamos de aquí –sugirió Evan, retrocediendo unos cuantos
pasos del cuerpo débil de Harry.
- ¿Después de que te haya orinado la cama? –Matt rió con ironía-. ¡Claro que no! Le daremos a
este idiota su merecido.
- Creo que Evan tiene razón, Matt. Se está poniendo pálido y si alguien nos ve nos culparán a
nosotros –surgió el otro.
- Puede que tengas razón –dio media vuelta y comenzó a alejarse-. Vamos.
Los observó alejarse y ninguno de los tres miró hacia él cuando lo hizo. Harry no podía creer que
existiese gente sin alma y sin piedad como ellos en este mundo, porque él, por más que odiase a
Matt y a ese par de idiotas con todo su ser, si se encontraban en su situación los hubiese
ayudado.
Harry cerró los ojos y se concentró en inhalar y exhalar profundamente. Necesitaba auto
convencerse de que calmado todo estaría bien, de que Matt ya se había ido y de que nadie lo
golpearía de nuevo. Entonces, de repente, la imagen de Louis pidiéndole que inhale y exhale
cruzó por su mente, tal como ese día en el campo de fútbol. Todo parecía muy real, desde sus
manos posadas en sus mejillas hasta la forma en la que le había hablado, parecía real y parecía
ahora.
Y le costó varios minutos darse cuenta de que eso en verdad estaba pasando, de que era real.
Louis estaba arrodillado frente a él, con una mano en su mejilla y otra acariciando de arriba abajo
su espalda, mientras le susurraba “tranquilo” y le mostraba como respirar, pero a la vez sus ojos
estaban fijos en una parte principal de su rostro, esa parte cerca de su ojo que Matt se había
encargado de magullar dos veces hace ya un largo rato.
Ésta vez le costó menos recomponerse, ya que solo había sucedido por un susto y no por
cansancio físico.
- Te ves realmente mal, Harry... ¿Qué sucedió? –Louis no dejó de acariciarle el rostro en todo
momento, de todas formas, Harry se veía incapaz de responderle. Lo miraba a los ojos y no supo
por qué, pero quería llorar-. Ven aquí.
Louis abrió sus brazos, rodeando con ellos su cintura y Harry lo abrazó por el cuello a más no
poder. Allí sintió unas húmedas y finas lágrimas recorrerle el rostro, para finalizar en la camisa
gris de Louis.
- Hey –preguntó el castaño acariciándole el cabello. Harry sorbió-, ¿quién te hizo eso?
- Matt –alcanzó a murmurar. Los ojos de Louis se abrieron como dos platos-. Él dijo que yo... Que
yo estuve anoche en su cabaña y rompí su celular y... No entendí mucho pero... Mencionó algo
sobre ranas, y que oriné en su cama y yo... Yo de verdad no sé de qué está hablando, Louis. No
hice nada de eso.
Louis murió y revivió en un segundo.
- ¿Te sientes bien? –el asintió, pero era mentira. La cara le latía como si el corazón se le hubiese
subido a ella-. ¿Seguro? –ahora negó.
Louis, sin dejar de abrazarlo, le ayudó a ponerse de pie. Harry se sostuvo de su cuello todo el
tiempo.
- Iremos a pedir algo de hielo a la enfermería...
- Está bien –asintió con un nudo en la garganta y Louis besó su frente-. Pero no les digas que me
golpearon. Diles que... Que me tropecé con una piedra, no sé.
- P-Pero, Harry... Podrían volverlo a hacer –se excusó y Harry solo negó con la cabeza mientras
daban pasos cortos hacia la enfermería. Mientras tanto pensaba “les conviene que no”.
- No quiero tener más problemas con Matt –ahora el que asintió fue Louis, sin dejar de mirar
como la marca en su rostro tomaba un color violeta-. Pero sigo sin tener una maldita idea de lo
que me quiso decir hace rato, ¡ni siquiera sé cuál es su maldita cabaña!
- Creo... Creo que tengo que hablarte con respecto a eso –Harry lo miró confundido-, pero más
tarde. Primero lo primero, ¿qué hacías por aquí?
- Iba a despertarte –las mejillas de Harry se tornaron de un color rosa muy fuerte y Louis lo notó,
por eso sonrió-. Pero aquellos idiotas me tomaron por sorpresa ¿Y tú por qué no dormías?
- Había ido a tu cabaña a despertarte y Niall me dijo que habías salido a dar una vuelta, no que
irías a despertarme –soltó una risa y Harry se puso más rojo aún-. ¿Con qué ibas a dar una
vuelta, mentiroso?
Louis le despeinó esa enorme cantidad de rizos que traía sobre la cabeza y Harry sonrió, quizá
como nunca en su vida, mientras Louis lo abrazaba fuerte. Muy fuerte.
Caminando lento llegaron a la enfermería. Louis observaba con detenimiento como los finos
dedos de la enfermera curaban la herida de Harry con delicadeza. Él había cerrado los ojos y
parecía gozar de lo que le estaban proporcionando en el rostro, como diferentes tipos de cremas
y sustancias para lograr que se deshinche. Louis reía porque él parecía a punto de dormirse, pero
en realidad, ahora Harry estaba bien. Por alguna razón de a poco dejó de sentir ese nudo en el
pecho que le impedía hablar o siquiera reaccionar. Era como si Louis se lo desatase, después de
todo.
Harry se bajó de la camilla sosteniendo una bolsita llena de hielo en su ojo derecho. La enfermera
le palmeó la espalda y le agradeció a Louis por haberlo traído. Dijo que pronto se le pondría de
color morado, pero aparte de eso, no había nada de qué preocuparse. En fin, dijo cosas que
ambos ya sabían.
- ¿Ya desayunaste? –le preguntó Louis mientras caminaban sin destino.
- No, ¿y tú?
- No.
Louis le dirigió una sonrisa y Harry supo lo que quería decir: salón de almuerzos. Además de eso,
Louis tenía sus motivos. Quería contarle con exactitud qué había sucedido la noche anterior en la
cabaña de Matt y por qué había reaccionado así con él, además tenía que admitirle que por eso
ahora se sentía muy culpable por la marca que llevaba en el rostro, porque siendo sinceros, Harry
no había tenido nada que ver en todo esto.
En el salón de almuerzos, con sus bandejas ya repletas de cosas como tostadas, café y muffins
se dirigieron a una de las mesas más alejadas del resto, donde quizá nadie podría escucharlos.
Louis se estaba poniendo nervioso y Harry se dio cuenta de eso, cuando largó una sonrisa
temblorosa tras uno de sus torpes comentarios. Sucedía que Louis tenía mucho miedo a cómo
reaccione Harry a todo esto, es más, él ya había pensado en la cantidad de perdones que le
pediría luego de contárselo, pero debía hacerlo. Ahora o nunca.
- ¿Qué tenías que contarme con respecto a Matt, Lou? –Harry mojó una tostada dentro del café, y
cuando quiso sacarla se sorprendió porque ella había quedado dentro del líquido. Frunció las
cejas.
- Bueno, si hay de algo por lo que ya no tienes que preocuparte es por las fotos –el rizado subió la
mirada, incrédulo, fijándola en los ojos azules de su acompañante.
- ¿Qué quieres decir? –contestó, sosteniendo el resto de tostada que todavía le quedaba en la
mano en la misma posición.
- Con los chicos, bueno, no con los chicos. A mí se me ocurrió hacer algo...
Louis se quedó sin habla y Harry lo miraba.
- ¿Y? –lo apresuró.
- Anoche cuando tú te bañabas para ir a la noche de música yo hice algo que estoy seguro que te
molestará... -Harry frunció las cejas nuevamente.
- ¿Qué hiciste?
Ahora su rostro era neutro y había dejado la tostada sobre la mesa. Solo se concentraba en la
mirada nerviosa de Louis.
- Necesitaba la ayuda de los chicos, entonces tuve que contarles lo que pasó... Lo que pasó en el
muelle hace unos días.
Los ojos de Harry se abrieron de par en par y enseguida se puso rojo. Se puso rojo como los
delantales de las cocineras esa mañana. Estaba más rojo que cada una de esas veces en las que
Louis lo miraba y le sonreía. Parecía que iba a explotar o morir de calor.
Su labio inferior temblaba y no supo por qué. Al rato se dio cuenta de que tenía las palabras en la
punta de la lengua.
- ¿Y qué dijeron? –tembló. Louis soltó una sonrisa.
- Nada malo, Harry. No debes preocuparte por la opinión de ellos...
- Pero lo hago –susurró para sí mismo, pero Louis había escuchado algo.
- ¿Qué?
- Nada.
- ¡Dime, Harry! ¿Qué dijiste?
- ¡Nada, Louis, nada!
Y un silencio invadió el salón entero. Cuando Harry volteó la mirada de los demás chicos estaban
centradas en su mesa y lo comió la vergüenza, casi por completo.
- No importa –siguió-. Cuéntame lo que ibas a decirme desde un principio.
Louis tomó aire.
- Está bien –prosiguió cuando todo volvió a la normalidad-. Entonces, esa noche, a la madrugada,
fui con ellos a la cabaña de Matt. Niall orinó en la cama de Evan porque quería vengarse, Liam y
Zayn llenaron de ranas la planta baja y yo... -Louis hizo una pausa e investigó dentro del bolsillo
de sus pantalones deportivos. De allí sacó una tarjeta muy pequeña. La tarjeta de memoria-. Yo
tengo esto, Harry.
Harry se la arrebató de las manos y la sostuvo en las suyas por unos segundos, contemplándola.
Luego, volvió a subir la mirada hacia él, quién no sabía cómo reaccionar, estaba muerto de
miedo.
- ¿De verdad tú hiciste esto? –preguntó, totalmente incrédulo a la situación, con los ojos
brillándole, quizá de emoción, quizá de orgullo.
- ¿Quién más sino, eh?
Mientras Louis sonreía por la inesperada reacción de Harry, él cruzó la estrecha mesa
poniéndose de pie y lo abrazó, murmurando pequeños gracias cuando estaba colgado de sus
hombros. Y Louis no podía creerlo. No podía creer que lo abrazara y que le agradeciera cuando
no esperaba más que un insulto o algún que otro golpe –no tan golpe- en la cabeza.
(...)
Más tarde ese mismo día, paseaban solos por las zonas alejadas del campamento. El sol se
estaba escondiendo, podían verlo en el horizonte, y todavía no se habían cruzado con ninguno de
sus amigos, y no es porque hubiesen estado evitándolos, sino porque quizá habían estado
demasiado entretenidos entre ellos para notar la ausencia o presencia de hasta el resto de los
chicos de todo el campus.
Y ahí estaban ahora. Casi siete de la tarde cuando el sol dejaba de ser sol, más allá del bosque,
entre unos pinos en un hermoso lugar lleno de césped y plantas de jazmines. Estaban sentados
uno junto a el otro muy cerca de ellas, para esconderse detrás de los grandes matorrales si
alguien llegaba a pasar por aquí y los tomaba desprevenidos.
- ¿Podías ver esto antes de Nueva York? –le preguntó Louis en un momento determinado,
cuando las risas cesaron. Harry supo que quería hablar enserio.
- No, nunca. Entre tantos edificios es imposible ver como el sol desaparece del otro lado, ¿y tú?
Harry se inclinó hacia el costado, colocando su cabeza en el hombro del castaño, sin perder ni un
segundo de vista a este fenómeno que sucedía todos los días, pero no todos tenían la
oportunidad de ver: el atardecer. Louis el acarició el cabello y sus manos bajaron hasta terminar
en su cintura.
- Sí, mi casa está lejos de la ciudad y puedo verlo. Te juro que lo he hecho miles de veces y no
me canso –susurró con paciencia.
- Creo que yo tampoco lo haré.
Mientras Louis miraba como Harry cerraba con dificultad sus ojos sobre su hombro pensó que le
gustaría que esto fuese eterno. Que su vida no se base en problemas ni obstáculos, quería que
todo sea amor y que ese amor sea tan puro y real como sus primeros años de vida.
- ¿Harry? –preguntó de repente, provocando que el vuelva a abrir los ojos. Uno de ellos, ya
violeta.
- ¿Qué sucede?
- ¿Me das la mano?
Harry sonrió levemente, dejando su mano derecha sobre el muslo de Louis. Él la colocó sobre la
suya y le sonrió también.
- ¿Por qué insistes en esto? –cuestionó el rizado, captando la atención de Louis, quién sonrió un
tanto incómodo.
- Es que me pierdo, Harry.
- ¿Te pierdes? –supuso en voz alta.
- Así es. Me pierdo si no me das la mano. Te perderé. Nos perderemos –Harry lo miraba con la
inocencia con la cual un alumno de primaria mira a su profesor antes de que le entregue el primer
examen del año, con los ojos brillantes y bien abiertos-. Y Harry, no quiero perderme, perderte...
Ni mucho menos perdernos. No quiero confundirte, pero lo que siento por ti es tan raro que llegó
a gustarme, y no es un simple amor de verano. No me preguntes como lo sé, solo lo sé y lo
siento. No me gusta pensar que en algún momento dentro de algunos meses tendré que perderte,
porque me he acostumbrado a mirar tu rostro, y a tocarte, a abrazarte y a darte besos en la
frente. Y quizá tú no quieras nada de esto, o te de realmente igual, pero yo, ¡joder! Yo necesitaba
decirlo, necesito decirte que te quiero muchísimo y que nunca jamás en toda mi vida había
conocido a alguien tan así como tú, tan especial y tan diferente, pero al mismo tiempo igual a mí.
Louis dejó de hablar y agachó la mirada cuando notó que Harry no soltaba ni una palabra. A
cambio de eso lo miraba fijamente a los ojos y su labio inferior temblaba como una hoja de papel
en medio de una correntada de viento tormentoso.
- Entonces es mutuo –murmuró Harry, tan de repente que Louis pegó un saltito sobre sí mismo,
volviendo a mirarlo.
Cuando fijó la vista en su rostro de nuevo, Harry estaba sonrojado y con una de las mejores
sonrisas en el rostro. Louis sintió iluminarse.
- Enserio, Harry. No quiero confundirte –el castaño acarició su palma y Harry negó.
- No estoy confundido y no soy indeciso, yo sé bien lo que siento y creo que nadie podría haberlo
dicho mejor –exclamó con firmeza y Louis, Dios mío, Louis no podía dejar de sonreír-. Te quiero
mucho.
Mientras Harry dibujaba una sonrisa en sus labios Louis acercó su rostro hacia el de él, dejando
un pequeño beso sobre sus labios. Y cuando Harry abrió los ojos, lo vio a Louis, enrojecido
totalmente. Entonces ahí fue cuando él dio el segundo paso, porque no eran niños de once años
para estar dándose besos pequeños, y lo que él sentía ahora debía expresarse con más que eso.
Harry lo empujó suavemente, tumbándolo contra el césped y algunos pétalos de jazmín secos, se
recostó a su lado y Louis supo lo que quería hacer. El castaño lo tomó de las mejillas y lo besó y
se besaron como si fuese el primer y único beso que darían toda su vida. Y por alguna razón muy
extraña, Harry pudo decirse mentalmente que este era el mejor beso que jamás había dado o le
habían dado antes. Cuando abrió los ojos, se dijo que este era el mejor besador. El mejor
besador que el mundo y el destino le podían haber puesto en su camino.
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Capítulo 15.
Finalizando el primer mes...
- Ay, bebé. Desde que te fuiste Robin y yo no hemos dejado de extrañarte. Es rara tu ausencia.
Becky no ha dejado de preguntar por ti y dice que eres un mal amigo por no contestarle los
mensajes de texto.
Harry soltó una risita del otro lado del teléfono y miró la pantalla. Hacía más de diez minutos que
su madre lo tenía colgado del celular, y en ese laxo de tiempo lo había regañado por no llamarle
en todo el primer mes, le había dicho cuánto extrañaba sus abrazos, su rebeldía y su carácter de
mierda. Él se excusó con que le había enviado mensajes a Dess, porque de alguna forma, eso
era cierto, pero a Anne no le alcanzaba.
A pesar de todo, Harry adoraba a su mamá. Y también la extrañaba.
- Dile a Becky que en este lugar consigo señal una vez por mes –su madre rió del otro lado-. Y a
ustedes, los extraño también. Aunque... Aunque ya me acostumbré a estar aquí, y es lindo.
- ¿Harry Styles, eres tú? –su mamá reía-. Suenas diferente, me alegra que ese lugar te guste,
cariño. ¿Has hecho amigos?
- Sí... Son geniales. Tendrías que conocerlos. Niall es de Irlanda y es mi compañero de cabaña.
Luego están en otra cabaña Zayn que es de Londres, Liam de Canadá y Louis de Sydney –dijo
contento.
- Voy a conocerlos, eso tenlo por seguro –Harry rió, de vergüenza y felicidad. Le incomodaba la
idea de que su mamá conozca a Louis cuando ni ellos sabían lo que eran. Estaban entre la línea
de la amistad y ese “algo más”-. Te extraño mucho, Harry. Pero por suerte solo quedan tres
meses más y volverás a casa.
“Solo tres meses más y volverás a casa” Harry miró por la ventana desde la planta alta. Allí
estaban Zayn y Louis con un balón haciéndose pases y a él se le llenaron los ojos de lágrimas en
medio de una sonrisa. Se había encariñado tanto a Louis y a los demás chicos que no quería
dejarlos ahora. No quería que esos tres meses pasen.
- ¿Harry? ¿Cariño, estás ahí?
- Perdón, estoy colgado.
Anne volvió a reír.
- Muchas veces me pregunto qué es lo que piensas cuando te cuelgas.
- Es que... Estoy armando un bolso –mintió. No lo estaba armando. Ya había terminado de
armarlo hacía más de media hora-. Esta noche tenemos un campamento en el bosque y según
nuestro comportamiento los coordinadores van a decidir si nos quedamos otra noche también. No
sé qué llevar, ya sabes, odio los insectos y estar al aire libre.
- Lo esencial, amor. Repelente de insectos y bastante ropa –Anne hizo una pausa y Harry esperó
del otro lado de la línea-. Mantas también. Muchas mantas.
- ¡Mamá! Estamos en pleno verano aquí –protestó el rizado, en medio de una risa, la cual duró el
resto de la llamada.
- Bueno, Harry. Uno nunca sabe...
Harry escuchó la puerta chillar detrás de él y volteó para ver quién era. Se trataba de Niall.
Llevaba puesta una gorra de color verde hacia atrás y su jersey estaba arremangado hasta los
codos. En su hombro cargaba una mochila marrón, y parecía llevar bastantes cosas dentro de
ella.
- Geoff nos citó a todos en el centro del campus, es para que ya nos vayamos hacia el bosque.
Mejor apúrate –susurró y a Harry no le quedó otra que asentir. Niall le guiñó un ojo antes de
volver a desaparecer detrás de la puerta.
- ¿Sucede algo? –preguntó su mamá.
- Ya debo irme, ma. Te quiero mucho y te extraño.
- Oh, bebé. Yo también. Espero que la pases fenomenal, no te aborrezcas, si le pones un poco de
buena voluntad a esto quizá la pases bien. Muchos besos desde aquí.
- Te hablo luego, un abrazo.
Harry de inmediato deslizó el celular dentro del bolsillo de su pantalón y seguidamente colgó el
pesado bolso en su espalda. No sabía por qué, pero estaba seguro de que los siguientes días no
estarían tan mal como otro Harry lo hubiese pensado. Quizá era porque su confianza con los
demás chicos estaba asegurada al cien por ciento, o podría estar más tiempo con Louis, o tan
solo porque cambiaría de aire... Por unos días.
Los coordinadores les habían entregado carpas a un chico cada cinco, eso quería decir que en
cada carpa habría cinco chicos, y no pudo haberles venido mejor.
Cuando Harry salió de la cabaña se encontró con los chicos, esperándolo. Zayn cargaba un bolso
en su mano y en el otro algo que parecía una almohada, mientras que Niall y Liam solo tenían
bolsos o abrigos, y Louis lo mismo, pero con un balón en otra mano. Él les sonrió antes de que
comiencen a caminar hacia el centro del campus, y en ese momento fue cuando Louis aprovechó
para estar más cerca del rizado y obligarlo a que se quede un poco más atrás, para evitar que los
demás escuchen su conversación.
En este tiempo, Louis se había apegado a Harry como lo hace un cachorro recién nacido a su
madre. Se habían encariñado tanto entre ambos que hasta le causaba ternura a sus propios
compañeros, de todos modos, ellos insistían en que seguían siendo solo amigos.
Louis lo abrazó por sobre un poco más arriba de la cintura, tratando de que todo lo que traía en el
otro brazo no se caiga, y Harry apoyó su cabeza en su hombro mientras caminaban lentamente,
evadiendo las miradas de los demás. Harry amaba que Louis fuese más alto que él, aunque sean
tres míseros centímetros, pero lo amaba.
- ¿Con quién hablabas en tu habitación? –le preguntó el castaño dulcemente.
- Con mi mamá. Dice que estaba enfadada porque no la llamaba desde que llegué aquí pero creo
que no lo decía enserio –Harry sonrió mientras observaba los pies de ambos dar cortos pasos
sobre el césped.
- Seguro que no, Harry, es un hecho que te ama.
Harry subió sus brillantes ojos verdes a los azules de Louis y se sonrieron con ellos.
- ¿Crees que será divertido? –le preguntó.
- ¿Dices enserio? Estas cosas son geniales, Harry –Louis soltó una sonora risa-. Estaremos
juntos, y no sé si te divertirás más o menos, pero será distinto y será bonito.
- Mira que estoy confiando en ti, eh –rió en su hombro y Louis besó sus rizos.
- Tienes mi palabra.
Y de esa forma siguieron caminando, sin perder de vista a los demás chicos, ya que Liam llevaba
la carpa y sería un gran problema encontrarlos si se distraían. Caminaron hasta llegar al lugar
indicado por Geoff y el resto de los coordinadores, donde allí estaban, sobre una especie de un
pequeño escenario que les facilitaba la vista hacia ellos.
Todos, pero absolutamente todos los chicos escucharon con atención las condiciones dadas por
Luke. Estaba totalmente prohibido irse del bosque, al igual que beber y fumar. También no debían
irse del sector de las carpas pasadas la una de la madrugada hasta que vuelva a salir el sol. Les
dieron unas recomendaciones de lo que debían hacer en caso de emergencias, aunque ya sabían
la mayoría de ellas. Dijeron también, que dentro del empaque de la carpa había un botiquín de
primeros auxilios por si acaso.
Como si fuera poco, unos minutos después se encontraron caminando hacia el bosque en una
larga hilera sobre el camino, y para su sorpresa el sector de carpas era bastante grande, tanto
que podían mantenerse lo suficientemente alejadas una carpa de la otra como para tener un poco
de privacidad, y a todos les gustó eso, pero no tanto como a Harry. Sin embargo, el lugar era
horrible. El césped allí era de color marrón y escaso, los pinos estaban secos de hojas hasta más
arriba de la mitad y unos pobres rayos de sol solo se filtraban entre ellos, provocándole cierta
oscuridad a la zona.
Los chicos se miraron entre ellos y buscaron con la mirada un buen lugar de los pocos que
quedaban. Zayn propuso uno que se encontraba totalmente alejado, debajo de un pino, cerca de
un matorral de arbustos con un fruto rojo que todos desconocían. Parecía turbio y oscuro, pero si
algo era bueno es que cuando amanezca no iba a darles el sol, entonces aceptaron.
- Es hora de armar esto –comentó Liam mientras abría el empaque de la carpa, dejando caer todo
su contenido sobre la tierra.
- No parece complicado –Niall tomó el manual que había caído entre tantas cosas al suelo y lo
estudió, frunciendo el ceño.
- Por favor –rió Louis-, ¿van a decirme que nunca armaron una carpa?
Niall, Liam, Zayn y Louis se miraron y soltaron una carcajada, Louis solo bufó ladeando la cabeza
hacia el resto del campamento, los cuales todos ya tenían sus tiendas preparadas.
- Está bien, préstenme atención –propuso, mientras tomaba unas cuantas estacas y un martillo
entre sus dedos-. Esto no lo toquen hasta que la carpa esté de pie –los cuatro chicos lo
asintieron, pero Harry especialmente, lo miraba como si mirase a su todo.
- ¿Qué más? –le preguntó Zayn.
- Colóquense dos de aquel lado –señaló el extremo opuesto de la carpa y allí se dirigieron Zayn y
Harry. A su lado vino Liam-. Y tú Niall quédate en el medio, controlando que las barras no se
mezclen cuando se junten –el rubio asintió.
En realidad, muy poco habían entendido cuando Louis comenzó con la tarea, insertando dentro
de unos orificios de tela que tenía la carpa unas barras que podían separarse un poco,
proporcionándole la forma de “iglú” a ésta, pero a medida que él les fue señalando e indicando
ciertas cosas, sus capacidades se fueron adaptando, y aunque lo hicieron últimos, lograron
terminar de armar la carpa.
Lo siguiente que hicieron fue dejar todas sus cosas ahí adentro, incluyendo bolsas de dormir y
bolsos, tanto como la comida de provisión que habían traído por si acaso, porque estaban
seguros de que morirían de hambre.
Y, en todo ese tiempo, se hicieron las cinco de la tarde. Las cinco de la tarde en la sombra
cuando el día es de verano pero no-tan-de-verano no es algo tan lindo de presenciar, porque el
clima se vuelve frío y húmedo, y eso lo habían notado muy bien. Estaban sentados bajo el
enorme pino, al lado de su carpa. Niall tocaba la guitarra mientras los demás hablaban de las
primeras cosas que se les cruzaran por la mente.
Y como ya se había vuelto una costumbre, Harry estaba siendo rodeado por los brazos de Louis,
y a los demás les causaba ternura, porque parecía dormirse sobre el hombro del castaño.
- ¿Quién además de mí sabe tocar? –interrumpió el rubio la descabellada conversación entre
Liam y Zayn sobre unos corredores de autos, provocando que se queden callados-. Se me
acaban las canciones, muchachos.
- ¡Yo! –saltó Louis, elevando los brazos para tomar la guitarra, y así fue como Harry cayó detrás
de él. Quizá, sí estaba efectivamente dormido.
Los chicos soltaron una carcajada y Louis solo sonrió mientras sostenía el mango de la guitarra.
Harry se levantó somnoliento del suelo, quitando de su rostro y su cabello restos del césped seco
que se encontraba alrededor del árbol.
- La pregunta es ¿Harry Styles duerme para vivir o vive para dormir? –agregó Zayn, provocando
que las risas se hicieran más sonoras y la mitad del campamento los mirase.
- Estar en la misma habitación con Niall después de una noche de hamburguesas no es una
buena idea –dijo el rizado con una sonrisa burlona, y Niall se puso completamente rojo-. Menos
para su estómago.
- Chicos, basta, tenemos dieciséis, no ocho –Liam los interrumpió, aunque también parecía estar
disfrutando de la situación.
- ¿Qué les gustaría que toque? –preguntó Louis de repente, acomodando la guitarra sobre su
muslo. Harry lo miró espléndido.
- Creo que Harry quiere decirte algo –susurró el rubio, y Harry lo miró ladeando su cabeza
bruscamente.
Louis soltó una sonrisa mirando al pequeño Harry a su lado. Él sabía perfectamente la canción
que le gustaría tocar en este momento, la indicada y la que le gusta desde que tiene memoria.
- Hablando enserio -continuó-, supongo que conocen a The Fray, ¿cierto?
Todos asintieron, menos Harry, que se quedó mirándolos perplejos. Sus gustos musicales
variaban entre John Mayer y John Mayer, hacía años que no salía de ese hombre.
- No puedes no conocer las canciones de The Fray, Harry... -se lamentó Liam, de forma burlona.
Harry rodó los ojos.
- Solo tócala –le pidió a Louis, mirándolo profundamente.
Louis acomodó el primer acorde sobre un traste de la bella guitarra de Niall y así fue como
comenzó a tocar Look After You, una canción de The Fray que le encantaba desde el primer
momento que la escuchó. Sentía y tenía la certeza que no había canción de amor más profunda y
más sincera que esa.
Mientras cantaba y tocaba, miraba las cuerdas, porque no podía mirar a nadie más. Quizá se
sentía avergonzado, porque en algún momento de su larga vida esta sería una canción perfecta
para dedicársela a alguien. Alguien como por ejemplo Harry.
Cuando cantó el último verso le sonrió a todos, y mientras los chicos aplaudían y silbaban –como
si nunca lo hubiesen oído cantar y tocar- Louis miró a Harry con todo el amor del mundo y él miró
hacia abajo, con una sonrisa y quizá más sonrojado que el color de su carpa.
Sabía que este campamento sería diferente. Sería lindo. Sería... especial.
(...)
La noche había caído en el bosque del campus. Todos los chicos habían sido citados al círculo
que habían formado con las carpas alrededor de un pequeño espacio de tierra, donde se había
armado un gran montículo de ramas, el cual ahora estaba prendido fuego, formando una gran
llamarada. El famoso fogón.
Como en las típicas películas, les habían entregado unas cuantas bolsas de malvaviscos a cada
carpa, y eso sería lo único que comerían después de algunos sándwiches de queso.
Los chicos estaban en un extremo alejado, quizá no tan cerca de la fogata, y se sorprendieron del
frío que podía llegar a hacer en las noches aquí. Estaban en pleno verano, y nunca, pero jamás
se imaginaron que tendrían que deambular por allí pendientes de una manta, o de algún abrigo.
Por eso mismo Louis miraba a Harry, quién se encontraba delante de él. Se abrazaba a sí mismo
y su labio inferior parecía temblar, por eso se acercó, aprovechando la oportunidad de que los
demás estaban distraídos. A diferencia de él, que llevaba una manta encima, Harry no traía más
que un jersey.
- ¿Tienes frío? –le preguntó con dulzura al oído, rodeándolo con sus brazos como solía hacerlo.
- Sí, pero puedo arreglármelas –contestó, recibiendo el abrazo.
- No pasarás frío mientras yo esté cerca.
Louis cubrió a Harry con la sucia manta que hacía un momento el cargaba sobre sus hombros. El
rizado lo miró, totalmente anonadado por esas acciones de Louis que tanto le gustaban.
- ¿Mejor? –preguntó, con una sonrisa.
- No –sonrió también, achinando los ojos. Louis sabía que mentía.
- ¿Quieres que te acompañe a la carpa? –Louis no podía dejar de sonreír. Verlo así, despeinado
y con ojeras, por alguna razón le causaba bastante ternura.
- Puedo ir solo, Lou. Aún no me faltan las piernas –rió.
- No seas tonto, te acompaño.
Louis se puso de pie, seguido de Harry, luego miraron a los chicos. Niall tenía en su regazo, bien
escondida, una enorme botella de tequila, que como siempre ninguno de ellos sabía cómo la
conseguía, solo lo hacía, y Louis supuso que estarían lo suficientemente ocupados con eso toda
la noche como para llegar con vida a la carpa. Es más, ya estaban un poco ebrios y todavía no
era la media noche, menos quería imaginarse como estarían a las tres o cuatro de la madrugada.
- Iremos a la carpa un momento –dijo, de todos modos-. No se alejen de aquí, menos en ese
estado.
- Está bien, mami Louis –formuló Niall, formado el signo de la paz con sus dedos.
Harry largó una carcajada y enseguida se prendió a Louis cuando lo vio caminar hacia el sector
opuesto, donde estaban las carpas.
Cuando Harry apenas vio las cómodas bolsas de dormir, no hizo nada mejor que lanzarse sobre
ellas, quitándose los zapatos cuando ya estaba acostado con ayuda de sus talones. Louis hizo lo
mismo, pero de una manera más discreta. Se recostó a su lado, boca arriba, con los brazos
detrás de su cabeza. Vio de reojo como Harry se hacía una bolita y cerraba los ojos sobre su
pecho.
Enseguida desocupó uno de sus brazos y comenzó a acariciar su cabello lentamente, olfateando
el delicioso aroma a vainilla que tenía su cabello.
- ¿Lou? –preguntó con la voz ronca.
- ¿Qué sucede, Harry?
- ¿Qué crees que suceda cuando este campamento termine? –esa pregunta lo sorprendió por
completo, porque nunca se lo había preguntado a sí mismo-. Es decir, yo siempre quise que esto
termine, pero ahora se está pasando muy rápido y... Y es diferente. Porque cuando termine,
tendré que irme y tú tendrás que irte y...
Louis vio los ojos llorosos en el rostro de Harry y enseguida lo calló con un beso rápido.
- Y aunque me vaya, y aunque te vayas nos volveremos a ver, eso te lo aseguro –su voz era
dulce, casi aterciopelada a los oídos del rizado-. Y no llores, sabes que lo odio.
- No estoy llorando –se defendió, colocando sus brazos sobre la bolsa de dormir para elevar un
poco su pecho sobre el rostro de Louis.
- Sí, sí lo haces –Louis clavó sus dedos a los lados del abdomen de Harry, y él cayó rendido de
nuevo en su lugar, muriendo de risa.
- ¡No hagas eso! ¡Me haces cosquillas! –decía entre incesantes risas.
Louis lo dejó debajo de él y continuó haciéndole cosquillas por todo el cuerpo, subiendo y bajando
desde sus piernas hasta su cuello, dándole algún que otro beso en la mejilla a medida que lo
hacía.
Cuando paró miró sus ojos, y se veía tan perfecto. Se veía perfecto despeinado, con pocas horas
de sueño, los ojos llenos de lágrimas y la tez pálida por el frío. Louis no podía amar tanto a esta
persona, hecha a la semejanza de un ángel.
- No tienes ni una idea de lo mucho que te amo –le susurró sin querer, provocando que una fina
sonrisa se plasmara en sus labios.
- Y yo a ti, Lou. Como a nada y como a nadie.
- La noche es tan larga, Harry, no te duermas –con su brazo libre, corrió los rizos que caían frente
a los ojos de Harry, mientras que con el otro se ayudaba a no aplastarlo. Lo miró a los ojos y con
eso le dijo todo-. Quédate conmigo.
Entonces, así fue como esas palabras se convirtieron en besos. Louis besaba sus labios como
nunca había besado a otra persona antes. Sentía el corazón de Harry latir apresuradamente
debajo de su pecho. Louis acarició sus mejillas mientras le daba húmedos besos en el cuello,
dejando pequeñas marcas en él, y Harry solo se dejaba besar, abrazándolo y besándolo de
nuevo. Es que quizá, ninguno de los dos sabía la magnitud del amor inconsciente que sentía por
el otro. Era tan inexplicable y tan nuevo este sentimiento, que ambos lo desconocían. No existía
definición ni palabras para explicar lo que sucedía ahora y dentro de ellos, en este instante.
Y fue entonces, quizá demasiado tarde, cuando Louis se dio cuenta de que estaba quitándole el
jersey a medida que los besos aumentaban de velocidad e intensificaban su pasión. Ambos se
miraron a los ojos, y Harry asintió. Louis entonces supo que lo entendió. Y aunque este no
parecía el momento indicado ni mucho menos el lugar, estaban seguros de que no lo dejarían
pasar.
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Capítulo 16.
Para los amantes del Mpreg los invito a pasarse por mi nueva fic: My Name Is. Tiene un poco de
todo (incluyendo MPREG) y me encantaría que la lean para saber sus opiniones y sugerencias,
ya que es la primera vez que escribo sobre este género.
Muchas gracias y espero que les guste este capítulo :)
***
Los besos vagaban desde la punta de su abdomen hasta el sector más remoto de su cuello.
Harry amaba todo de Louis y amaba pensar que le había hecho el amor. Ahora todo lo que
quedaban eran besos. Besos en los labios, en la frente, en el cuello y hasta las orejas. Harry ya
no tenía frío, sino que tenía los brazos y el cuerpo desnudo de Louis pegado al suyo de la forma
más perfecta que jamás se hubiese imaginado antes, en realidad todo había sido perfecto.
Todo había sido perfecto desde el punto en el que Louis le susurraba te amo entre jadeos y Harry
se lo agradecía con un tierno beso en la mejilla, también exhausto. En medio de toda esa
revolución de sentimientos, revoltijos de sábanas y revoltijos de cuerpos pensó en que esto no
podía ser mejor.
Louis se tumbó a su lado con delicadeza y Dios, Harry volvió a pensar que esto superaba más
allá de los límites de perfección y las noches de madrugada aburridas y desoladas en su fría
habitación. Esto era único, y todo lo que sentía era inexplicable, pero al mismo tiempo increíble.
Harry se enroscó en sí mismo y Louis lo abrazó por detrás, muy fuerte, aspirando el aroma
inconfundible de su cabello, y trazando en su abdomen círculos con su dedo índice. El rizado se
hizo pequeño entre sus brazos y Louis lo besó en la mejilla. Hasta él no creía cuánto podía llegar
a amarlo.
- ¿Estás bien? –susurró el castaño, rozándole el lóbulo de la oreja con los labios. Harry no
contestó, puesto que mantenía los ojos cerrados, pero una enorme sonrisa dibujada en el rostro-.
¿Harry? –le dio otro pequeño beso y sin embargo, no abrió los ojos.
- Estoy tan ridículamente bien –murmuró, un poco entendible y un poco no, pero Louis lo
entendió.
- ¿Entonces por qué no abres los ojos? –le preguntó de nuevo, soltando una risita que solo llegó
a sus oídos.
Si hacían mucho silencio podían escuchar los murmullos procedentes de afuera, de los chicos
que eran como ellos, que rompían las reglas y no dormían. Que vivían.
- Porque no quiero –Louis volvió a reír, acariciándole el cabello-. Porque si los abro, te veré y me
emocionaré tanto que voy a empezar a llorar, porque sabré que en pocos meses ya no podré
verte, y odio que me vean llorando –protestó con la voz finita.
Louis pensó que realmente iba a llorar, y él odiaba verlo haciéndolo como Harry quizá delante de
los demás. Pero, después de todo, ese era su deber: consolarlo. Como odiaba tanto verlo triste
debía convencerlo de lo contrario, de la forma que fuese. A Louis también le entristecía
muchísimo la idea de dejarlo y de no verlo por días, meses o quizá años, pero si el destino tenía
preparado eso para ellos, era por algo.
Así fue como lo abrazó, y prometió abrazarlo tan fuerte hasta el punto en que no recordaría que
tanto lastimaba el amor que sentían mutuamente.
- ¿Harry, puedo preguntarte algo? –le susurró con dulzura, y él asintió-. ¿Tú eres feliz, así, ahora
y aquí?
Harry sonrió.
- No tienes idea.
- Entonces, no vivas pendiente de lo que sucederá luego. No tengas miedo, que encontraremos la
forma de estar juntos siempre por más extraña que fuese. Disfrutemos estos tres meses juntos,
que estoy seguro de que serán fenomenales, y cuando acaben solo puedo prometerte que
volveremos a vernos... Cueste lo que cueste, y pase lo que pase –Louis lo besó en los labios y él
lo correspondió-. ¿Ahora abrirás los ojos?
Harry lo hizo, y tal como Louis pensó ellos tenían un brillo especial. Analizó cada parte de su
perfecto rostro, de sus enrojecidas mejillas en la oscuridad de la carpa, y de su despeinado
cabello cayéndole al frente de la cara, de sus labios, que, Dios mío, eran los más perfectos y
deseables que había tenido frente a él en toda su vida. Observó su sonrisa, tan sincera y tan
eficaz, y repitió una y otra vez en su mente que amor lo que sentía por él, era una palabra muy
corta para expresarla solamente con cuatro letras.
- ¿Y si te olvidas de mí? –soltó de repente.
- ¿Olvidarme de ti? –Louis corrió un mechón de cabello detrás de su oreja-. Tendría que estar
muy loco para olvidarme de ti, cuando me estás haciendo pasar el mejor momento de mi vida.
- Eres tan cursi –rió en su hombro.
- Y tú eres tan lindo, pero no te regaño por eso.
Las mejillas de Harry ardieron por completo hasta volverse tan rosadas, como nunca antes. Louis
se sintió muy satisfecho, porque quizá eso era lo que quería lograr con él.
- ¿Dónde estará el Harry idiota y malhumorado que llegó por primera vez a Camp Century?
–preguntó, recostándose en la almohada, para permitir que Harry se acomode a su lado.
- No lo sé, y me alegra no saberlo –ronroneó mientras se escabullía en el hueco entre su cabeza
y su hombro-. ¿A ti cual te agradaba más?
- Creo que la respuesta es muy obvia, Harry.
Harry sonrió mientras el castaño le daba un último y cálido beso en la frente.
- ¿Vamos a dormir? –preguntó en un susurro, con la voz ronca y desafinada.
- Vamos a dormir.
Louis los cubrió con el edredón hasta el mentón y acomodó unas almohadas de Zayn –las cuales
estaba seguro que no usaría- a los costados de Harry para asegurarse de que no sienta frío lo
que restaba de la noche.
De todas formas, no tenían idea de la hora, ni de cuándo amanecería o de cuándo los
despertarían, solo eran conscientes de que esos murmullos afuera seguían estando presentes, a
veces en forma de risa o solo en una charla pacífica, pero estaban, y a Louis le hubiese gustado
estar allí afuera para saber de qué hablaban, o le hubiese gustado estar allí para embriagarse
como solía hacerlo en los campamentos anteriores y hacer ridiculeces y travesuras, y hablar de
las idioteces más grandes con Niall, y reír hasta que le duelan las costillas. Pero miró a Harry, su
cuerpo y su forma de respirar sobre su hombro, y no podía resistirse ante eso. No podía resistirse
a amar a alguien y ayudarlo y brindarle todo lo que necesitaba, y hacerlo sentir especial y
hermoso cuando en realidad eso tenía que hacer con Harry.
- Te amo –le dijo, antes de quedar profundamente dormido.
(...)
Cuando amaneció Louis abrió los ojos de la forma más perezosa del mundo, y él seguía ahí,
soñando encima de su pecho desnudo, mientras morían de frío.
Es que aún no amanecía del todo. Podían ver como se filtraba por debajo del cierre de la carpa
azul en la que estaban una tenue claridad que no alcanzaba a iluminar por completo el cielo
celeste, pero sí, estaba amaneciendo, y para la sorpresa del castaño ninguno de sus compañeros
habían ingresado aún a la habitación.
Acarició el abdomen de Harry, y a pesar de que hacía frío, él estaba cálido, no como Louis, que
tenía más similitud a un cubito de hielo que a una persona. Con tan solo ese sensible tacto, Harry
respondió, moviéndose entre sus brazos.
- Buenos días –besó su frente y Harry sonrió, mientras trataba de abrir los ojos.
- Hola, Lou –susurró con la voz ronca y miró a su alrededor, buscando alguna señal de los chicos.
En sí, Harry estaba un poco preocupado por el hecho de que los chicos entraran y los vieran con
no más que su ropa interior-. ¿Y los demás?
- Recuperándose de su resaca, supongo –Louis frunció los hombros mientras se colocaba la
camisa que había usado el día anterior y Harry reía, sentado en la bolsa de dormir.
- ¿Ya debemos despertarnos? –protestó y Louis le peinó el cabello hacia atrás con una sonrisa.
- Claro que no –murmuró, mientras le daba un beso en la frente-. Puedes continuar durmiendo, yo
iré a asegurarme de que no se hayan metido en ningún desastre y volveré a despertarte dentro
de unos minutos.
- ¿Cómo sé que no me dejarás aquí, eh? –rió y Louis le causaba tanta ternura, porque con esa
cara de dormido se veía el triple, quizá el cuádruple de adorable.
- Oh, vamos, Harry...
Louis no recibió palabras como respuesta, al contrario de eso, Harry se lanzó sobre él,
abrazándolo muy fuerte por el cuello, dándole besos en la mejilla y en la oreja, provocando que se
ponga totalmente rojo. Harry lo amaba muchísimo, y Dios, nunca encontraría las palabras para
describírselo.
- ¿Por qué no te conocí antes? Dime –susurró el rizado, aún prendido de su abrazo. Louis frotó su
espalda.
- Quizá el destino quería que así pase.
- El destino es una mierda –murmuró con la voz hundida en la camisa de Louis.
- El destino permitió que nos encontremos, no lo llames así.
Harry se separó un poco, tan solo un poco. Aún seguían estando tan cerca, ese cerca que
permitían que sus narices rozaran y sus aromas se mezclen para formar uno solo.
- Te amo –finalizó, mientras se dejaba caer nuevamente en la bolsa de dormir.
- Y yo a ti, como no tienes idea.
Louis lo besó tranquilamente en los labios antes de arroparlo como si fuese un niño pequeño, y
asegurándose de que cerrara los ojos y trate de dormir antes de retirarse de la carpa.
Ahora tenía otro objetivo: buscar a los ebrios de Niall, Zayn y Liam entre las centenas de carpas
que se hallaban del lugar, porque, ¿quién sabe dónde podrían estar ahora mismo? Quizá se
hallaban en carpas ajenas, o se habían escabullido por ahí para hacer alguna rebeldía
innecesaria, o tan solo seguían allí, fumando y bebiendo en las mesas hechas de tronco como si
no hubiese mañana.
A Louis le costó menos de lo que creía encontrarlos, y le sorprendió aún más que los tres
estuviesen juntos. Juntos. Rodeados de botellas de cerveza vacías y colillas de cigarrillos. Y no
eran los únicos, al alrededor ellos habían más chicos que aún seguían bebiendo y conversando
tranquilos. En realidad, nunca eran los únicos, por eso, Louis vivía preguntándose cómo era que
los coordinadores no se daban cuenta de esta clase de cosas, tan obvias y reales. ¡Estaban
fumando delante de sus malditos ojos!
Y, como si eso fuera difícil de creer, Zayn estaba despierto, acariciando el cabello de Niall quien
dormía plácidamente desparramado sobre la mesa, a la par de Liam.
- ¿Q-Qué hacen aquí? –Louis se acercó hacia Zayn, quién le sonrió al verlo-. ¿Qué haces aquí?
–susurró, al notar la presencia de sus amigos, dormidos.
- No hemos dormido en toda la noche –rió a medida que le hacía un lugar para que pueda
sentarse-. No tengo la menor idea de cómo mantengo los ojos abiertos.
- No entiendo, ¿tú no bebiste? –Zayn negó- ¿Por qué?
- Al principio sí, pero no llegué a ponerme ebrio como este par de idiotas. Niall estaba tan loco,
Dios mío, tendrías que haberlo visto, y Liam como siempre, llorando por cosas que en realidad ni
siquiera pasaron –Louis soltó una risita-. Y sí, si fuimos a la carpa hace ya una hora.
Louis sintió como cada parte de su cuerpo dejaba de reaccionar y se volvía rojo, de pies a
cabeza, más cuando Zayn le dio una mirada acusadora.
- Harry y tú... Parecían sentirse bien y... Y yo no quería que por culpa de estos dos idiotas se
arruine su momento –Zayn rió en dirección hacia ellos-. Así que los traje a dormir aquí.
- Estás hecho de oro, enserio, gracias. Harry se habría avergonzado mucho si se daba cuenta de
que lo habían visto así allí –Louis trataba de ocultar la vergüenza que sentía por sí mismo ahora,
pero le parecía imposible-. Me imagino como les dolerá la espalda dentro de unas horas.
- ¿Hablas enserio? –Zayn soltó una carcajada, provocando que los chicos que estaban detrás
voltearan a mirarlo con mala cara-. Han dormido en lugares peores.
- Tengo tu palabra –rió despacio, evitando las miradas de los aguafiestas de atrás.
- ¿Y Harry? –preguntó enseguida.
- Se ha quedado en la carpa –contestó, y le fue inevitable no sonreír-. Tenía mucho sueño.
- No, no me refiero a eso.
Louis se quedó callado, esperando a que Zayn hablara, pero no lo hizo.
- ¿A qué te refieres? –quizá sus manos temblaron.
- En definitiva, ¿qué hay entre él y tú?
- Eso... Eso no sabría respondértelo –ahora sí, temblaba, porque ¿cómo no van a saber lo que
eran? Con tan solo dieciséis años se habían besado, prometido el mundo ¡hasta habían hecho el
amor! Pero, ¿no sabían lo que era? Aquí sucedía otra cosa: Louis nunca le había propuesto a
Harry ser “algo”, o viceversa, eso sucedía-. Es que-
- ¿Lo quieres?
- Dios mío, Zayn, muchísimo –contestó velozmente.
- ¿Entonces qué esperas para preguntarle si quiere ser tu algo?
- No lo sé, quizá me pone nervioso la respuesta –Zayn rodó los ojos-. ¡Estoy hablando enserio!
¿Qué hago si me dice que no? ¿Vivir por debajo de una piedra toda mi vida a causa de la
vergüenza?
- Por cómo van las cosas entre ustedes, dudo que te diga que no –susurró, tratando de no llamar
la atención-. Solo tienes que dar el primer paso, ya sabes, “Harry, te quiero mucho, ¿saldrías
conmigo?” y ya.
- Oh, claro, es tan fácil decirlo –musitó con sarcasmo y Zayn volvió a reír.
- No es nada que no se haya hecho antes, Louis. Además, Harry te quiere, ambos se quieren, no
pierdas el tiempo dando vueltas, porque podría ser demasiado tarde.
Y cuando Louis iba a preguntarle el porqué del “podría ser demasiado tarde”, una voz a través de
un megáfono comenzó a hacerse sonar por todo el campamento, gritando “¡despierten,
despierten!” como si fuese plena tarde de verano en la playa.
Louis no quería que sea demasiado tarde. Tal como había dicho y pensado hace un tiempo, no
quería cometer errores con Harry.
Pero, Dios mío, la idea de proponerle algo a alguien lo ponía tan nervioso que hasta lograba
erizarle los vellos de los brazos y de las piernas. Nunca le había propuesto nada de esta
semejanza a nadie, ya que sus últimas relaciones siempre habían sido pasajeras, de esas que
vienen, al rato se van y siquiera le tomas importancia.
Cuando se descuidó, sus amigos ya estaban despiertos y listos para marchar a la carpa.
Él seguía con la mente en blanco.
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Capítulo 17.
Perdón por la demora!!!!!!!
***
Como todo, una de las cosas que ya se había vuelto de costumbre, era escabullirse de la
multitud, o perderse –a propósito– en el camino mientras hacían alguna que otra caminata. Quizá
se había vuelto su actividad favorita dentro del campus cuando ya habían pasado dos meses
dentro de él.
Hoy era uno de los días con la temperatura más alta en Londres. Como pocas veces, el sol
brillaba en la cima del cielo y las temperaturas superaban los treinta y cinco grados, de eso
estaban sumamente seguros. Y a los estúpidos de los coordinadores, como se le había ocurrido
llamar a Louis, decidieron realizar la actividad más tediosa en el día más caluroso del año.
Habían estado en el bosque desde las dos de la tarde y él comenzaba a cansarse. Además, hoy
tenía otros planes mucho más importantes, y con planes se refería a Harry.
Niall le había comentado sobre un refugio que se encontraba al otro lado del lago, el cual estaba
abandonado hacía ya bastante tiempo y tenía la certeza de que muy poca gente del campamento
sabía de la existencia de éste, por eso a Louis se le ocurrió una idea, un poco descabellada, pero
valdría la pena.
Mientras caminaba muy cerca de Harry, sin siquiera prestarle atención al tema de conversación
que estaban teniendo sus amigos, lo tomó de la mano disimuladamente, escondiéndolas detrás
del hueco que formaban sus caderas juntas. Harry lo miró, sin entender mucho, y una sonrisa se
escapó de sus labios.
- ¿Qué sucede? –susurró el rizado, para no llamar mucho la atención de los chicos, quiénes
morían de risa, quién sabe por qué.
- Tengo una idea –respondió, en el mismo tono de voz-. ¿Me sigues?
Harry asintió levemente y a Louis se le iluminó el mundo.
Esa parte del bosque era lo suficientemente pequeña para que todos se mezclaran con todos por
absolutamente todos lados, a tal punto que los rostros fuesen confundibles, hasta los de tus
mismos amigos. Y todos estaban tan apretados, en medio de los árboles y evitando la hierba alta
que crecía a su alrededor, o alguna que otra rama que amenazaba con lastimarlos, que ni
siquiera notaron la pronta ausencia de Louis y Harry. Mucho menos Zayn, Niall y Liam, que se
encontraban tratando de cargarles baterías nuevas a sus linternas sin tener la menor idea de
cómo hacerlo.
Así fue como Louis arrastró a Harry fuera del camino, y tomados de las manos corrieron hasta
llegar afuera del bosque.
Harry había llegado agitado y transpirado, pero no era por el solo hecho de tener asma, sino que
su estado físico no le permitía correr tantos metros a esa velocidad sin parar, porque nunca lo
hacía. Todo lo contrario a Louis. Además, cargaban con mochilas llenas de ropa y los botiquines
de primeros auxilios que estaban obligados a llevar siempre y en todo momento.
- ¿Estás bien? –le preguntó el de ojos azules, corriéndole algunos rizos que tenía pegados en la
frente.
- Más que bien –rió y entonces, Louis hizo lo mismo-. Espero que esto valga la pena, Tomlinson.
- Oh, claro que lo valdrá –dijo mientras soltaba una carcajada.
Louis lo abrazó por la cintura y Harry rodeó con uno de sus brazos su cuello, para caminar
abrazados hacia un lugar que el rizado –hasta ahora– desconocía, pero que al mismo tiempo
conocía a la perfección.
- Creo que nos matarían si se enteraran de todas las veces que hacemos cosas que no se deben
–murmuró Harry a medida que caminaban lentamente. Louis no lo miraba, pero supo que estaba
sonriendo.
- Al final, no estamos haciendo nada malo –Harry subió la mirada brillosa hacia los ojos de Louis,
como diciendo “¿hablas enserio?”-. Bueno, ni que hacer el amor fuese un crimen.
Harry soltó una risita y Louis lo atrajo más hacia él, para reírse juntos.
Y así continuaron caminando hasta llegar al tan famoso lago, en donde se habían visto como algo
más por primera vez, y en donde se había besado por primera vez. Ese lugar les traía millones de
recuerdos, era algo hermoso e inexplicable para ambos. Quizá, nunca otras personas
entenderían el significado emocional que tenía para ellos un simple lago o un simple muelle lleno
de fisuras.
Louis corrió hacia el extremo del muelle y Harry solo hasta la mitad. El rizado lo observó, y no
podía creer lo perfecto que era y lo especial que se había vuelto para él en tan poco tiempo.
- ¿Tenías muchas ganas de venir aquí? –Escuchó a Louis reír, y en un santiamén se dio la vuelta
para caminar hacia él. Estaba muy nervioso para hablar-. ¡Louis, anoche fue la última vez que
vinimos!
- ¡Sh, no grites! –murmuró, acercándose a él para cubrirle la boca con las manos. Harry moría de
risa, a tal punto que Louis tuvo que tomarlo de la cintura para que no caiga al suelo-. Aún no
conoces millones de cosas en este lugar.
Louis quitó las manos de sus deliciosos labios y Harry sonrió, sonrojándose.
- ¿Ah sí? –cuestionó con ironía, provocando que el castaño eleve una de sus cejas.
- Sí –soltó una risa y volvió a abrazarlo.
- ¿Qué insinúas, Louis? –preguntó Harry, mientras caminaban fuera del muelle, aún abrazados.
- Nada fuera de lo normal.
- No tengo idea que es lo que tú consideras normal –Louis lo miró fijamente, con esa sonrisa
plena, la cual pensó que nunca se irá de sus labios mientras esté con él-, y eso me asusta un
poquito.
- ¿Un poquito? –Harry asintió, aunque Louis sabía que no era cierto. Le besó la mejilla-. Te
gustará mucho.
- Estás muy confiado –Harry seguía molestándolo, pero la verdad no había cosa que le gustara
más que eso.
- Tengo mis razones –le sonrió el castaño.
Entonces Harry decidió quedarse castaño, con la cabeza gacha, viendo como sus pasos
avanzaban más y más hacia lo desconocido. Caminaron por una parte de las costas del lago que
Harry no conocía, y se quedó completamente encantado, porque a una parte de él le gustaría ver
estas cosas todos los días en Nueva York, aunque lo veía como algo imposible, ya que su casa
estaba en medio de la ciudad, y los lagos con toda su belleza no aparecían como por arte de
magia.
De pronto, Louis se detuvo y Harry tuvo que hacer lo mismo. Parecía mirar un punto fijo en el
horizonte, entre medio de todos esos matorrales y árboles, y aunque Harry trataba de encontrarlo
no pudo hacerlo.
- ¿Qué sucede? –preguntó de repente, captando la atención del más alto.
- ¿Puedo preguntarte algo? –cuestionó Louis, mientras se quitaba los zapatos y se arremangaba
los pantalones.
Harry se rió.
- Claro.
- ¿Te agrada el barro? –Louis soltó una carcajada, para nada graciosa para Harry.
El rizado frunció el ceño. La respuesta era obvia, tanto para él como para todos. Y Harry no era el
único, conocía a un montón de gente que odiaba el barro, sin embargo, también conocía a mucha
gente que se hacía tratamientos con él.
- ¿Qué quieres decir con eso? –su cara no cambiaba, y Louis mantenía esa sonrisa burlona
palmada en los labios.
- Bueno, porque para llegar a donde quiero llevarte tenemos que cruzar por aquí.
Dicho esto, señaló un trecho, no tan largo, en donde finalizaba el lago. El agua se mezclaba con
la tierra, entonces formaba el tan odioso y resbaloso barro. Harry buscó con la mirada otro lugar
para rodear ese desastre, pero era imposible. Había miles de arbustos a su alrededor, y la
mayoría de ellos tenían espinas, por lo que sería un verdadero dolor cruzar.
- ¿Vale la pena? –le preguntó, mordiéndose el labio.
- Vamos, Harry. Nunca sabrás cuando volverás a hacer esto después.
Louis lo tomó de la manga de su camisa y lo obligó a quitarse los zapatos para que luego pueda
arremangarse el pantalón, para evitar que se les manche la ropa.
Ambos miraron ese hermoso paisaje, y luego se miraron entre ellos.
- ¿Listo? –preguntó Louis.
- Listo –murmuró Harry.
Tomados de las manos, comenzaron a caminar entre medio del lodo. Louis disfrutaba ver las
caras de sufrimiento que ponía Harry cada vez que sentía el odioso barro escurriéndose entre
medio de los dedos de los pies. En cambio, a Harry no le causaba para nada.
Cuando Louis soltó una carcajada porque Harry gritó cuando pisó una rama, creyendo que era
otra cosa, fue cuando estalló.
- ¿Se puede saber de qué mierda te ríes, Louis Tomlinson? –Harry se soltó de su mano, fingiendo
estar ofendido, porque verdaderamente, no lo estaba.
- De ti –Louis rió de nuevo, y Harry comenzó a adelantarse con su peor cara-. ¡Hey, no te alejes!
- Déjame –gritó, cuando ya lo tenía a unos cuantos metros.
- ¡Harry, espera, te puedes caer, es peligroso!
Y Harry se hizo el que no lo escuchó, por eso continuó caminando hasta que se resbaló, de tal
forma que sus pies no tuvieron el suficiente equilibrio para mantenerse de nuevo firmes en el
suelo, y cayó de costado sobre ese barro tedioso. Ahora sí, estaba enojado, pero prefería hacerlo
sufrir un rato a Louis metiendo una extraña excusa.
Por otro lado, Louis corrió hacia él, tratando de no resbalar como lo había hecho Harry hace un
rato, y se arrodilló a su lado. Harry estaba sentado, sosteniendo su tobillo. Hizo un gran esfuerzo
para que los ojos se le llenen de lágrimas, y así fingir que estaba llorando. Cuando en realidad,
estaba llorando casi de la risa.
- ¿Estás bien? –Harry negó cabizbajo, para ocultar su llanto que próximamente sería una sonora
carcajada y Louis le acarició el cabello. Observó su ropa y su mochila, todo estaba empapado de
lodo- ¿Dónde te duele, Harry?
- Aquí.
Harry señaló su tobillo, y cuando Louis extendió la mano para tocarlo, él la tomó, se puso de pie
y, con toda la fuerza que tuvo, lo arrastró de espaldas por unos cuatro metros.
- ¿Ahora quién muere de risa? –el rizado se retorcía sobre sí mismo. Ya había olvidado el barro
que estaba sobre su cuerpo y debajo de sus pies, ahora se concentraba en Louis, quién moría de
risa tal como lo había dejado.
- ¡Me las pagarás! –gritó.
Louis se puso de pie y corrió lo más rápido que pudo hacia él, pero Harry no huyó, al contrario,
dejó que Louis, a pesar de estar lleno de lodo, lo abrazara por detrás y ambos se tumbaran
nuevamente, para empapar su ropa de nuevo con ese desastre.
Ahora ambos se reían, y podían afirmar que definitivamente este era uno de los mejores
momentos de su vida.
Aún, tirados en ese rejunte de tierra y agua, como dos cerdos en su corral, se miraron con el
amor más grande del mundo.
Louis, con el poco barro que tenía en el dedo índice, manchó la nariz de Harry, y éste sonrió a
medida que se sonrojaba.
- Quizá nunca llegue a decirte en verdad todo lo que significas para mí –susurró. Harry cerró los
ojos, porque amaba oírlo hablar-. Quizá tarde más de una vida en hacerlo, pero yo solo, quiero
que lo sepas.
- Tú me cambiaste, Louis –habló él, manchando una de sus mejillas con sus manos-. Lo sé y lo
siento aquí dentro, en lo más profundo de mi corazón. Tú hiciste que yo valore más las cosas,
que yo aprecie y que quiera, por eso te amo tanto.
- Eres lo que me faltaba –murmuró Louis, anonadado por la belleza que él cargaba en todo su
rostro.
- No, tú eres lo que me faltaba y buscaba desde hace varios años –Harry volvió a sonreír, solo
porque esto era perfecto, y porque no podía creer que le estuviese pasando-. Solo pido que
nunca se acabe.
(...)
Cuando Louis pensó que llegaron ya casi anochecía. No tenían ni una más remota idea de la
hora, pero sabían que era tarde, ya que al ser verano los días eran más largos.
Estaban sucios y agotados, pero todo, absolutamente todo había valido la pena.
El castaño divisó el refugio unos veinte metros más adelante, y era mucho mejor de lo que se lo
había imaginado. Estaba construido con los mismísimos troncos de los pinos que se encontraban
en todo el bosque, tenía un diminuto porche en el que no cabían más de dos personas, y estaba
rodeado por una cerca de madera, también del mismo color anaranjado de la cabaña. El techo
estaba hecho de tejas, y sobre él, una rosa de los vientos.
- Mira, Harry –Louis le señaló el pequeño refugio y Harry lo miró, sorprendido.
- ¿Qué es eso? –susurró, como si alguien los estuviese espiando.
- Un refugio de pescadores –comentó-. Bueno, hace varios años era un refugio de pescadores,
mucho antes de que se fundara Camp Century. Luego, fue la cabaña de los coordinadores, y
ahora está abandonado como el resto del lago.
- Es hermoso, no sé por qué abandonan estas cosas.
- Es que a todos dejó de interesarles.
Volvieron a caminar, agarrados de las manos de nuevo, en dirección hacia la cabaña. Harry
miraba todo, de arriba hacia abajo.
- No entiendo cómo les puede dejar de interesar este lugar –comentó inconsciente, con la boca
semi-abierta, aun admirando el paisaje a su alrededor-. Si fuese por mí, yo viviría aquí.
- Yo también, Harry... Yo también.
Cuando llegaron hacia la el refugio, Louis abrió la cerca cuidadosamente, para luego subir las
escaleras que conducían hacia el porche. Harry lo seguía por atrás, con algo de miedo, ya que a
medida que se ocultaba el sol el lugar le parecía cada vez más siniestro, típico de un bosque de
terror.
El castaño tumbó la puerta de una violenta patada, ya que se encontraba bloqueada, para dejar a
la vista el interior del refugio.
No era más que desastres por todos lados, hojas de árboles secas, vidrios rotos, e incluso redes
y cañas de pesca.
Había una cocina, un sofá y una mesa, todo en el mismo ambiente. Por ello, ambos se
preguntaron en cómo podía ser que alguna vez lo coordinadores hayan dormido en este lugar.
- Bueno, pensé que sería más romántico –rió Louis, abriendo la tapa del horno para fijarse en su
interior.
- De todos modos, me encanta –Harry abrió un cajón y se encontró con dos paquetes de velas, y
un encendedor-. ¡Mira!
- Muy bien, Harry –se carcajeó, caminando hacia él. Tomó las velas y luego lo abrazó por atrás,
para besarlo en el cuello-. Hueles horrible.
- Tú también –murmuró, sonriendo-. ¿Qué planeabas hacer aquí?
- No lo sé, lo que tú quieras –volvió a besarlo, y Harry cerró los ojos.
- Me gustaría que pasemos toda la noche en ese sofá, abrazados y diciéndonos las cosas más
cursis.
- ¡Qué coincidencia! –Fingió emoción, y Harry soltó una risita-. Porque yo tenía la misma idea.
Harry se puso de espaldas a la mesada que estaba detrás de él, y Louis buscó con sus labios los
de él. A pesar de la oscuridad, los encontró, y los besó apasionada y lentamente. Harry lo
abrazaba y le acariciaba el cabello, y tenía ganas de decirle que jamás se cansaría de él, que
estarían juntos para siempre, que nada destruiría lo que estaban construyendo, pero no era
necesario, porque ya se lo estaban demostrando de la forma más única y especial.
Cuando Louis se separó un poco, le dijo.
- Como dice la canción de Bon Jovi –susurró, cerca de sus labios-. Estaré allí hasta que las
estrellas no brillen, hasta que los cielos estallen y las palabras no rimen, y yo sé que cuando
muera, tú estarás en mi mente. Yo te amo, Harry... Siempre.
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Capítulo 18.
Los invito a pasarse por una nueva obra que estoy publicando en Wattpad: "Me lo dijo una taza
de té" y está disponible en mi perfil. Espero sus opiniones :)
***
Louis no había dormido en toda la noche, ya que el sofá de gamuza rojo que se encontraba
debajo de ellos no era lo suficientemente cómodo como para dejarlo caer en un profundo sueño,
todo lo contrario a Harry, el cual apenas apoyó la cabeza sobre la blanda superficie pareció
quedar inconsciente.
Sumado a eso, Louis estaba bastante nervioso por la propuesta que planeaba hacerle al rizado
desde hace unos días. Por una parte, le parecía pronto para arriesgarse a algo tan complejo
como lo es una “relación”, pero por otro, la idea de que fuese suyo hasta que el destino lo
determinase le encantaba. Le encantaba imaginarse un hermoso futuro con él, en el lugar más
remoto del mundo, quizá sin muchos lujos, pero estarían ellos, juntos, y eso es lo que el castaño
hacía valer.
Habían pasado toda la noche jugando partidas de póker con un mazo arruinado y humedecido de
cartas que Louis había encontrado en su mochila y bebiendo café sin parar, por lo que era una
tercera razón a su falta de sueño. Se notaba como Harry disfrutaba estar a su lado, y como reía y
reía de las cosas que Louis decía. También se notaba en la forma en la que lo miraba, o de la
manera que prestaba atención a cada una de sus palabras, como perdiéndose en los rasgos del
mayor y viceversa. Solo faltaba que aparezca un corazón rojo atravesado por una flecha entre
ellos para que todo fuese más obvio.
Louis pensó las formas en que podía decírselo o por dónde podía comenzar. Es que,
sinceramente, era la primera vez que él le proponía noviazgo a alguien, y eso lo ponía muy pero
muy nervioso, porque no se lo perdonaría jamás si obtenía un no como respuesta, aunque a
estas alturas un no era muy poco probable, pero después de todo, siempre existen las
posibilidades.
Y allí estaba ahora, extendido sobre el sofá, cubierto con las pocas mantas que habían
conseguido, rodeando con un brazo la cabeza de Harry que descansaba tiernamente sobre su
hombro, mientras miraba el amanecer a través de la ventana. Era loco y perfecto a la vez, porque
nunca pensó que esto le sucedería, o nunca en Camp Century.
Sus posibilidades de seguir pensando se agotaron cuando escuchó a Harry soltar un gruñido en
voz baja. A pesar de eso, le sonrió a la figura aún dormida del chico que tanto le gustaba, y lo vio
frunciendo el ceño, para hacerse más pequeño a su lado en el incómodo sofá.
- Buenos días, Harry –susurró, dejándole un beso en la sien.
Vio como el rostro de Harry se fue ablandando y una sonrisa cálida aparecía en sus labios, para
luego abrir los ojos y mirarlo con dulzura.
- Buenos días, Lou.
- ¿Cómo dormiste? –Harry hizo una mueca tras su pregunta.
- Estoy seguro de que igual de mal que tú –rió-. No es justo que amanezca a esta hora. Quisiera
seguir durmiendo.
- Apenas deben ser las siete, puedes dormir mucho más si quieres –le sonrió Louis-. Voy a
buscar mi móvil.
Dicho esto levantó las mantas y salió del sofá, caminando perezosamente hacia la mochila que se
encontraba sobre la arruinada mesa de madera. De dentro de ella, sacó su móvil y miró la hora.
- Tal como te dije, siete y ocho de la mañana –sonrió y Harry lanzó un “sí” al aire, pero su rostro
se fue tensando cuando vio que tenía varias llamadas perdidas y unos cuantos mensajes.
- ¿Por qué esa cara? ¿Qué sucede?
Harry caminó hacia su lado al notar que él no respondía. Lo que sucedía, es que tenía una
llamada perdida de su mamá, y tres de Charlotte –su hermana mayor- más otros dos mensajes
de ella diciéndole que la llame en cuanto pueda. Quizá no había escuchado el teléfono por la
diferencia de horario, y quizá a la hora que ellas habían llamado Louis estaba un tanto dormido.
- Nunca tuve tantas llamadas perdidas desde mi casa –Louis se masajeó la sien, algo
preocupado-. ¿Crees que haya pasado algo?
- No lo creo, Lou –Harry trató de darle ánimos, ya que no quería que se preocupase por algo que
quizá era mínimo-. Pero para asegurarte sería mejor que llames.
- Tienes razón –Louis aún miraba perplejo la pantalla de su móvil, preguntándose mentalmente el
porqué de tantas llamadas-. ¿Me esperarías aquí dentro? Vuelvo en unos minutos.
- Claro, solo... -el rizado colocó una mano en su hombro y lo miró a los ojos. Esos ojos tan
hermosos que lo hipnotizaban-. Solo quédate tranquilo.
Louis le sonrió y le dio un beso en la mejilla antes de irse, el cual causó que Harry se enrojeciera
por completo, haciéndolo quedar como un tonto –o eso era lo que había pensado él-. Mientras
tanto, el más grande salió del pequeño refugio lentamente, para luego sentarse en las escaleras
que conducían a la puerta.
Una vez allí marcó el número de su hermana, que era la que más llamadas le había dejado, y no
tardó mucho en responderle.
- ¿Louis, eres tú? –hacía tanto que no escuchaba su voz que quedó sin habla. Tan solo tenía que
escuchar la voz de una, para darse cuenta de lo mucho que extrañaba a cada una de ellas-.
¡Louis!
- Lottie, princesa, te extraño muchísimo ¿cómo estás?
- Oh, Lou, te extraño tanto... Yo estoy muy bien, ¿y tú? –ahora la escuchaba un poco más aliviada
y eso le causó alivio a él.
- Yo también, muy bien...-Louis ladeó la cabeza y vio a Harry acomodando las cosas que habían
desparramado por todo el refugio dentro de la mochila y soltó una sonrisa-Excelente, se podría
decir. Ahora quiero que tú me digas a qué se deben tantas llamadas, me había preocupado.
- ¡Claro, de eso quería hablarte principalmente! Y no es nada de qué preocuparse, solo quiero
que te lo tomes con calma.
- Lottie, me conoces, no me digas así o me preocuparé más.
- Anoche mamá entró en trabajo de parto y sí ¡los gemelos ya nacieron! Un poco adelantados,
pero están de maravilla, salvo la niña que tiene que pasar unos días en la incubadora porque le
cuesta respirar, pero según los médicos no es nada de qué preocuparse y dijeron que dentro de
unos días estará de maravilla. Lou, son tan hermosos, no puedo creerlo. Quería que estés aquí
para cuando esto pase, pero ya sabes... Son cosas que no pueden controlarse –la boca de Louis
había caído al suelo hablando metafóricamente, y se encontraba anonadado escuchando las
palabras chillonas de su hermana al otro lado de la línea-. Tienen ojos tan claros que me
hipnotiza mirarlos. Son perfectos y quiero que ya los conozcas.
- ¡Lottie, Dios mío, no puedes hablar enserio! ¿Y cómo está mamá? ¿Está bien? ¿Ustedes están
bien?
El castaño no sabía cómo reaccionar tras inmensa noticia. Si había algo que adoraba sobre todas
las cosas en este mundo eran sus hermanos, y tener un par más ahora con él completaba su
felicidad, mucho más sabiendo que eran buenos, sanos y fuertes. Le gustaba que sean fuertes
sobre todas las cosas. Él jamás cansaría de repetir que ama a sus hermanos, y que son los que
completan su felicidad.
- Mamá está de maravilla, aún estamos aquí en la clínica esperando a que le den de alta. Ahora
está dormida, pero me dejó dicho que si llegabas a llamar te mande muchos besos y el abrazo
más grande del mundo.
- No puedo creer que hayan nacido tan pronto, parecía ayer cuando mamá nos contaba la noticia
de que estaba embarazada –escuchó a su hermana menor reír y se le iluminó todo el rostro.
Estaba inmensamente feliz-. ¿Cómo los nombraron?
- Doris y Ernest, ya sabes, mamá estaba adorada con esos nombres y en ese sentido tú eres
igual de terco, jamás pudimos hacerla cambiar de opinión.
- Me parece perfecto con tal de que a ella le gusten, Lottie –Louis le sonrió al móvil antes de
seguir hablando-. Y... ¿Qué pasó con... Con papá?
De pronto la sonrisa desapareció cuando la imagen de ese hombre vino a su mente. Ya había
pasado casi un mes de que le habían anunciado que su padre se había ido de la casa, aun así
con su esposa embarazada, pero luego de eso, no había vuelto a tener noticias sobre él.
- Bueno, con respecto a él... Ha llamado a mamá para preguntarle por ella y por los niños. Según
lo que ella me contó, cuando le preguntó si quería venir a ver a los bebés él se negó, ya que
aparentemente “no lo merecía”. Creo que se está arrepintiendo de lo que hizo, Louis. Sin
embargo, no sé si podré perdonarle por hacerme pasar tantos días horribles. Aún tengo la
esperanza de que vuelva a casa y todo sea como antes.
Un suspiro se escondió del otro lado de la línea, por allí en Sydney. Louis se sintió mal, por estar
tan cerca y tan lejos a la vez.
- Nunca la pierdas, Lottie. Ni tú, ni las chicas, ni mamá. Tengo la certeza de que va a volver y va a
estar arrepentido, solo... No te preocupes, ¿sí?
Imaginaba a su hermana asintiendo desganada del otro lado de la línea, porque sí, porque era
así, y él también hubiese hecho lo mismo. Y no, no estaba garantizado que su padre volvería a
casa pidiendo perdón de rodillas por todo el daño que había hecho, porque el daño ya estaba,
pero si tan solo se apiadara de su familia y reconociera sus errores, sería lo más valioso del
mundo. A Louis le encantaría ver a su familia unida y feliz de nuevo.
No como en los viejos tiempos, sino que mejor.
- ¿Le mandarás muchos abrazos y besos a mamá de mi parte? –preguntó, al notar que su
hermana se había quedado callada.
- Claro que sí, bobo.
- Y dile que la extraño mucho, pero que no se preocupe, porque en menos de un mes y medio
volveré, ¿sí?
- Está bien, Lou. Voy a colgar, Fizzy quiere que la acompañe a la habitación y quizá mamá esté
dormida. Te quiero mucho, cuídate.
- Te quiero más. Cuídense todas.
Al cortar, Louis se quedó perplejo con el móvil entre sus dedos, mirando un punto fijo en esos
matorrales de árboles secos a lo lejos. No sabía cómo reaccionar.
Porque, de repente le habían agarrado inmensas ganas de volver, pero miró hacia atrás. Aún
seguía acomodando las cosas dentro de la mochila, y dejando todo el refugio en orden. No podía
irse si eso significaba dejarlo atrás.
Después de todos estos días con su compañía, se le había hecho muy difícil imaginarse su vida
sin Harry, sin sus besos, sus caricias o sus abrazos. En unas semanas todo eso se había vuelto
primordial en su vida. Quizá, porque venían de parte de él, y eso hacía que fuese especial.
Louis estaba seguro de que no encontraría otra persona más especial que él ni aunque recorriese
todos los lugares y todos los campamentos del mundo. Harry era único y amaba hasta el más
mínimo detalle de él.
De repente escuchó unos pasos temblorosos viniendo hacia él, haciendo chillar la madera a
medida que avanzaba.
Era Harry.
Se sentó a su lado, y tomó un poco de precaución antes de tomarlo de la mano.
- ¿Estás bien, Lou? –su voz sonaba preocupada, tal como la de su hermana hace unos instantes.
- Harry, ¿recuerdas que te dije hace un tiempo que mamá estaba embarazada de gemelos? –El
rizado asintió débilmente-, bueno, anoche ha dado a luz. Son dos y... Y mi hermana dijo que son
hermosos.
Los ojos de Louis se llenaron de lágrimas a causa de la emoción que le provocaba todo esto.
Harry no pudo resistir verlo así, y no tardó mucho para que lo envuelva entre sus brazos,
formando un caluroso abrazo.
- ¡Eso es fantástico! –gritó Harry aún sin soltarlo.
- ¡Es más que fantástico! –sollozó el más grande-. ¿Y sabes lo mejor? Creo que papá volverá a
casa. Aún no está cien por ciento confirmado, pero es una posibilidad.
Harry los separó de a poco y lo miró a los ojos. Estaba muy feliz por Louis, porque en realidad se
merecía que cosas buenas le pasen.
- Lou, estoy muy feliz por ti. Solo... No pierdas las esperanzas. Él volverá, y tus hermanitos están
bien, ¡todo es genial!
- ¡Estoy feliz, Harry, gracias!
Louis avanzó hacia él con los ojos cerrados, para tomarlo por las mejillas y unirlo a sus labios en
un dulce y largo beso que nadie sabe cuánto duró, pero que fue maravilloso. Tanto Harry como
Louis amaban sentir el tacto de uno con el otro. El amor que se tenían era... Indescriptible.
Entonces, y como una luz, Louis se acordó de la propuesta que planeaba hacerle desde casi ya
una semana, y esos nervios volvieron a él, provocando que lo separe de sí, de a poco.
Harry lo miró confundido cuando agachó la mirada.
- ¿Pasó algo? –interrogó.
- No... Bueno, en realidad, sí.
Harry lanzó una risa mientras se acercó más a él.
- ¿Y me contarás? –susurró en su oído.
Se apegó más a él, sin soltar sus manos. Comenzó a juguetear con sus dedos, causándole un
poco de cosquillas. Esas cosquillas que necesitaba.
- Sucede que he estado pensando bastante sobre lo que realmente quiero.
- ¿Y qué es lo que quieres, Louis?
- Te quiero a ti –Harry se paralizó con la respuesta. Se le paralizó el corazón, mejor dicho-.
Porque te amo, y porque nunca he tardado tan poco para darme cuenta de lo tan especial que
puede ser una persona para mí. Porque sí, porque es así. Para ti es estúpido y te puede parecer
patético, pero te amo de la forma en la que se ama de corazón a corazón a una persona, y
porque quiero un para siempre contigo.
El rizado ocultó esa gran sonrisa que le hubiese gustado aparecer en sus labios en ese mismo
instante, solo lo miraba, totalmente sumergido en esa mirada profunda que poseía, con las ganas
más grandes de besarlo y de abrazarlo, pero se limitó, porque las palabras que decía se estaban
volviendo totalmente hermosas y cautivantes.
- Y no quiero proponerte esto con la típica oración que todo el mundo utiliza. Creo que no hace
falta decirla –Louis rió de nerviosismo y Harry hizo lo mismo, cuando estaba totalmente
sonrojado-. Y tampoco quiero confundirte, pero si le temes a algo de todo esto puedo afirmarte
que yo jamás te haría daño.
El sol había estrechado sus rayos sobre todo Londres, y ahora definitivamente era de día. De
esas mañanas calurosas y sudorosas, llenas de humedad.
- Y no sé si llamarle eternidad –continuó-. Porque no tengo ni la más pálida idea de cuánto va a
durar, pero si me lo permitieran, una eternidad estaría a tu lado... Y muchas más también. Solo
me queda preguntarte sí... ¿Quieres que pasemos esta incierta eternidad juntos?
Los ojos de Harry se iluminaron como dos faros en el mar en medio de la noche más oscura
jamás vista antes. Quería llorar, quería reír, quería abrazarlo por hacerlo sentir especial, quería
correr y correr de la felicidad.
- Claro, claro –tartamudeó, llamando la atención de Louis quién parecía morir de la intriga-. Claro
que quiero, ¡claro que sí, Louis!
- ¿Enserio? –ahora el emocionado era él, preparando sus brazos para darle el mayor abrazo del
mundo.
- ¡Sí, Louis, pasaría toda mi vida y millones más a tu lado!
Ambos se pusieron de pie y se abrazaron muy fuerte. No fueron necesarias las palabras ni los
gestos ni el contacto visual para demostrarse lo felices que estaban por todo esto. Porque ahora
sí, podían afirmar que Louis era de Harry, y Harry era de Louis, y que nada se interpondría entre
ellos mientras estén juntos y felices.
Porque solo necesitaban de ellos para ser felices.
Y porque estaban siendo valientes, y esa es de las cosas que ninguno de los dos se arrepentirían
en este mundo. La valentía es algo que muchos anhelan y pocos poseen. Ellos la tenían, y en sus
cantidades más grandes, y lo mejor de todo es que sabían utilizarla.
- Te protegeré de lo que sea con tal de verte feliz –Louis murmuró mientras le acariciaba el
cabello y se encargaba de mantenerlo junto a él-. Y te prometo que serás la persona más feliz
mientras estés conmigo, Harry. Nada malo va a pasarte, ni pasarnos.
- No sé qué decirte –Harry quería comenzar a llorar y el castaño soltó una risa-. Es que todo lo
que dijiste es perfecto, y no podría imaginarme algo mejor. Solo... Solo gracias, Lou. Infinitas
gracias.
- Gracias a ti por darme esto que tanto necesitaba –Louis le dejó un pequeño beso sobre el
cuello-. Eres tan importante para mí, que jamás sabrías cuánto en realidad.
Volvieron a besarse y ese beso fue todo. Dijo todas esas cosas que las palabras no. Porque los
besos son eso: demostraciones de esas cosas que nunca podremos explicar. Esos besos, son
siempre dentro de contexto, nunca dicen más ni dicen menos, dicen la cantidad de cosas
necesarias para que perdure para siempre en la mente de quien lo recibe.
Esos besos... Esos son buenos besos.
- ¿Qué te parece si volvemos al campamento? –susurró el castaño, juntando sus frentes.
- Me parece buena idea –sonrió.
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Capítulo 19.
Mil disculpas por demorarme tanto, estaba en, literalmente, el mejor viaje de mi vida.
Dos meses y medio...
La indiferencia no dura para toda la vida. La indiferencia llega a un punto en el que se hace
insoportable, y eso le estaba pasando a Harry. La indiferencia ante los comentarios del resto de
los chicos del campamento ya no ejercía efecto sobre sí mismo.
No tenía idea de por qué, ni cómo, ni cuándo todo el campamento había llegado a enterarse de la
hermosa relación que ahora tenía con Louis, pero lo habían hecho. Para su sorpresa, bastantes
chicos se lo tomaron a bien, algunos otros ni siquiera les prestaron atención, pero una buena
parte estaba encargada a hacerle a ambos la vida imposible.
Era solo que caminen juntos para que les griten “¡miren, allí van los gays”, y como Harry se lo
había imaginado desde un principio, Louis no les prestaba atención. Solo se volteaba y le decía
“no los escuches, son unos imbéciles” y Harry no los escuchaba.
Pero había pasado un mes y algunas semanas desde que todo esto sucedía sin cesar, y Harry ya
no podía aguantarlo más. Se sentía demacrado y burlado, como si fuese el maldito payaso del
campamento, cosa que jamás fue ni sería.
Y luego lo miraba a él. Miraba su sonrisa, sus ojos y su manera de caminar, y todo cobraba vida
de nuevo, como si nada malo estaría sucediendo dentro de él. Cuando estaba con él las ganas de
gritar o de llorar se iban, y ya no se sentía mal ni mucho menos confundido, sentía que todo su
mundo estaba delante de él y no tendría que preocuparse por nada más, aunque detrás suyo
hubiesen un montón de risas burlonas y malos comentarios, amenazándolos con quemar hasta lo
más remoto de su paciencia.
Y no era solo su paciencia, sino su coraje e incluso su valentía. Todo estaban quemando.
Dicen que el amor cambia a las personas y eso es lo que le pasó a Harry. Louis es su amor y por
él cambió. Louis lo volvió generoso, atento, pensante, agradecido y carismático, al contrario de lo
que era antes. Louis encontró en él a ese Harry que estaba escondido bajo tierra desde hace
unos cuantos años, y por eso el rizado no quería echar a perder todo lo que habían construido en
tan poco tiempo.
Demás está decir que lo ama. Que lo ama muchísimo.
Y allí estaba ahora, atormentado por la oscuridad de su habitación una calurosa madrugada.
Estaba completamente solo –ya que Niall no estaba, y no sabía dónde estaba, pero en realidad, a
esta altura ya nada de eso le interesaba-, sentado en un borde de la cama, con un paquete de
cigarrillos descansando sobre su regazo. Lo miraba como si fuese algo a lo que debería resistirse,
porque lo había prometido, pero simplemente no podía.
Siempre, cada vez que tenía un momento de tensión, podía hasta fumarse la caja entera. Pero
ahora, hacía dos meses y medio que no fumaba, y no tenía idea de cómo había aparecido esa
caja en el cajón donde estaba guardada su ropa, solo había aparecido y fue lo peor que le pudo
haber pasado.
Ahora se sentó en el suelo de madera, y mientras miraba por la ventana se llevó débilmente uno
a los labios, encendiéndolo casi sin mirar.
Se sintió un verdadero fracaso, un verdadero cobarde y sobre todo un gran idiota mientras daba
pitadas y lloraba en silencio. Él no quería esto. Él quería ser feliz por y para siempre. ¿Qué
sucedería cuando Louis no estuviese con él en Nueva York? ¿Quién le daría la seguridad que él
le daba con tan solo un beso en la mejilla?
De tan solo pensarlo, los vellos de sus brazos se erizaban, y sus ganas de llorar se intensificaban,
porque de tan solo pensarlo se sentía solo.
Fue de pronto, cuando estaba acabándose el último cigarrillo, que alguien abrió la puerta
violentamente. Harry lo dejó caer, y rebotó sobre su pierna, dejándole una pequeña marca en el
muslo, quizá irreparable.
- ¿¡Qué haces, Harry!?
Era él, era Louis, quién lo miraba desde el umbral con una mano en la cabeza y otra aún en el
picaporte. Lo miraba preocupado, y con la boca semi abierta. Harry aún mantenía los ojos
inundados de lágrimas, pero de esas lágrimas por las cuales jamás se puede dar un certero por
qué.
- Perdón –murmuró, ahogado por sus sollozos y por el humo que había alrededor de la
habitación.
Louis caminó despacio hacia él y se sentó a su lado, dejando aparte el cenicero y la casi vacía
caja de cigarrillos. Luego le tomó la mano, dejándole un beso en la palma. Vio como Harry
agachó la mirada ante su tacto. Parecía apenado. El cabello le cubría la mayor parte del rostro y
por eso no podía verlo a los ojos.
- ¿Qué te pasa, bebé?
Harry se acurrucó a su lado y sorbió, mientras lo rodeaba con sus brazos. Louis hizo lo mismo.
- Ya no aguanto más las burlas, Louis. No quería decírtelo porque no quería destruir nada entre
nosotros, pero ya no puedo. Me siento tan tonto al decirte esto, pero nunca nada me había hecho
tanto daño. Y me siento inútil, porque sé que te estoy decepcionando –ahí fue cuando lanzó un
audible llanto para ambos, y Louis lo abrazó más fuerte. Le destrozaba oírlo decir esas cosas,
pero odiaba mucho más verlo llorar-. Perdóname, pero ya perdí la razón y no sé qué hacer para
superarlo.
- Harry, escúchame –Louis los separó un poco para que pueda mirarlo directo a los ojos-. No me
estás decepcionando, jamás lo harías porque te amo. Y está bien, no te culpo, yo también me
sentiría inseguro en tu lugar. Y diría que “ya me he acostumbrado”, pero esto no es cuestión de
acostumbrarse, Harry, es cuestión de superarlo y por lo bastante que ya te conozco sé que
puedes hacerlo. Yo confío en ti, todo el mundo lo hace, solo hace falta que tú confíes en ti mismo
y pierdas ese miedo que te come por dentro.
El castaño besó su sien y Harry se sintió totalmente reconfortado de nuevo.
- Las burlas y críticas no son más que eso. Estarán contigo el resto de tu vida. Hay que
enfrentarlas y superarlas –el rizado asintió-, y sé que es difícil, pero para eso me tienes a mí, y
tienes a los chicos. Sabes que estaremos contigo para todo lo que necesites, pero no vuelvas a
sumergirte en esta mierda.
Aplastó la colilla de cigarrillos sobre el suelo de madera y luego volvió a abrazarlo. A abrazarlo
muy fuerte, porque cuando las palabras son pocas y los sentimientos son muchos eso es lo mejor
que se puede hacer.
- ¿Cómo supiste que estaba aquí? –sollozó, dándole otro rumbo a la conversación.
- Niall estuvo espiándote y supo que algo andaba mal –dijo con serenidad-. De todas formas,
¿escuchaste lo que te acabo de decir?
- Sí, ¿y escuchaste lo que te dije yo? –Louis rodó los ojos-. Estoy cansado, Louis. Siento que sin
las bromas pesadas todo sería más fácil.
- ¿Tanto te avergüenza de que nos vean juntos? –Harry abrió los ojos de par en par. Nunca quiso
decir eso-. Es decir, la gente nos odiará siempre. ¿Nuestro amor no vale más que eso? ¿No es
más fuerte que eso?
- Claro que sí, pero...
- No hay peros, Harry. Si los habría, no estaríamos saliendo. Si habría peros no estaríamos
amándonos.
- ¡Estoy confundido, Louis, quiero que le entiendas!
Harry se puso de pie y se alejó lo más posible del cuerpo de su novio, que de pronto se había
puesto tenso y frío.
- ¿Acaso es mi culpa que te sientas así?
Louis se acercó mucho a él. Mucho. Lo bastante como para intimidarlo y provocar que se
entumeciera. Louis era diez centímetros más alto que él, y cuando parecía enojado parecía diez
metros más grande.
- Sí, es tu culpa –murmuró, pero al cabo se arrepintió.
A su novio le brillaron los ojos, pero de tristeza, como una estrella fugaz cruzando el cielo en
medio del desierto, como los ojos de un perro callejero bajo la lluvia. De esa forma brillaron.
- ¿No estarás hablando enserio?
- Si... Si esa noche en el muelle no me habrías besado... Si me hubiese quedado en Nueva York
–especuló, a medida que hundía su rostro entre sus brazos-. Si Niall nunca me hubiese
presentado contigo... Si nunca me hubiese perdido en el bosque.
Si no fueses tan guapo.
Si no fueses tan malditamente simpático.
Si no fueses tan atento.
Si no fueses tan irresistible.
Si no muriera de ganas de besarte.
Si no me faltaría el aire cuando no estoy contigo.
Y cuando estoy contigo.
Quizá no estaría confundido.
- Tienes razón, yo tengo la culpa. Yo tengo la culpa de que todo el mundo se burle de nosotros, y
de que tú me ames. De que yo te ame –Louis levantó levemente su barbilla con el dedo pulgar.
Harry seguía con la mirada gacha- ¿Yo tengo la culpa?
Louis le estaba dando la oportunidad de retractarse. Le estaba dando la oportunidad para que él
le diga que nada de lo que había dicho anteriormente era cierto. Le estaba dando esa pequeña
oportunidad de arrepentirse, y de que lo bese, y de que le prometa un mañana y un para siempre
juntos. Louis le daría oportunidades siempre. Louis siempre lo amaría.
Pero Harry... Harry se quedó callado. Ni siquiera asintió. Tampoco se negó. Se quedó callado y
corrió el dedo de Louis de su barbilla. Eso fue, quizá, lo peor que había hecho en su vida.
Y así fue, como en la oscuridad de la habitación, vio a Louis dar una vuelta sobre sí mismo y
comenzar a caminar lentamente hacia la puerta, para abrirla y hacerla chillar. Pero antes, lo miró
por última vez. Miró ese rostro demacrado y triste, confundido y agotado mentalmente. Louis no
reconocía a Harry. Extrañaba al otro Harry.
Lo miró por última vez antes de marcharse, y dejarlo allí, solo, con nada más que otra caja más
de cigarrillos y millones de lágrimas para derramar.
=================
Capítulo 20.
Les podrá parecer casi imposible (hasta para mí), pero el final está más cerca de lo que se
imaginan.
*
Tres meses exactos.
Hoy les habían dado una aburrida charla de primeros auxilios que duró casi tres horas. Había sido
abrumador para todos escuchar a un hombre entre cincuenta y sesenta años explicando qué
hacer en caso de cualquier emergencia. Y como si fuera poco, luego les hicieron practicar con un
compañero las diferentes maniobras para lograr que alguien no muera asfixiado.
Ridículo. Totalmente ridículo. O bueno, eso era lo que había pensado Harry.
Y como si fuese poco, a la hora de elegir un compañero, se había quedado completamente solo.
Zayn estaba con Liam, Niall con Louis. Hubiese elegido a Louis si no fuese por la situación en la
que se encontraban.
Se encontraban distanciados, casi desconocidos. Se miraban, pero no a los ojos como lo hacían
antes. Y ya ni siquiera cruzaban palabras.
Tanto Niall, como Zayn y Liam le habían preguntado a ambos qué había sucedido, pero se habían
negado a responder, como si se hubiesen puesto de acuerdo. No le habían dicho una palabra a
nadie de lo que había sucedido entre ellos.
Harry pensaba que Louis jamás volvería a hablarle. Estaba seguro que pensaba en él con mucha
furia, por culparlo de todo. Por culparlo de su amor. Y tenía razón.
Harry se escabullía todas las noches entre las tres y las cuatro de la madrugada hacia la cabaña
del lado norte, en la que él estaba. Se quedaba unos varios minutos posado en el umbral,
observando como dormía, y como su pecho subía y baja a medida que respiraba y su corazón
latía. Louis siempre sonreía cuando dormía, pero ahora no lo hacía. Una línea ocupaba sus
labios, como una expresión neutra.
Definitivamente, éstas habían sido las dos peores semanas de su vida. Fue mucho peor que la
semana en la que se enteró que su madre lo inscribió en este estúpido campamento, y mucho
peor que la primera semana aquí.
No le había quedado más remedio que ponerse en grupo con un chico de tez blanca, casi pálida.
Su cabello era de color miel, al igual que sus ojos, y le llevaba unos veinte centímetros (de eso
estaba seguro).
Mientras hacían las pruebas, éste se acercó a su oído y susurró.
- ¿Louis Tomlinson es tu novio?
Él solamente asintió.
- ¿Por qué preguntas?
- Me mira como si quisiera matarme, pero no temas, no tengo esas intenciones contigo.
A Harry le hubiese encantado no estar de espaldas en ese momento. Le hubiese encantado
voltear y ver la cara de Louis. El ceño fruncido y los ojos casi achinados. El cuerpo tenso y la
mandíbula firme, mientras apretaba los puños.
Enseguida volvió a sentir esas mariposas revoloteándole por el estómago. ¿Cómo podía haber
echado a perder todo con la persona que más amaba, con la persona más especial que había
conocido, y con la persona que había hecho de su vida el lugar más hermoso del mundo? A
veces (o la mayoría de ellas), Harry no se entendía. No entendía el porqué de sus estúpidas
reacciones.
Si alguien aparecería de repente y traería consigo una máquina para volver al futuro y remediar lo
que se hizo, él no dudaría ni un segundo en pedírsela prestada.
- ¿Cómo te llamas? –preguntó el chico, para sacarlo de su trance.
- Harry –respondió de inmediato, para luego darse cuenta de que había quedado algo descortés
por no decir “¿y tú?”, pero cuando se dio cuenta ya era demasiado tarde.
- Yo me llamo Adam.
Harry sonrió solamente para fingir que lo escuchaba, pero la verdad era que no escuchaba nada.
Solo un eco de esa conversación de hace dos semanas atrás seguía resonando en su mente,
como esa canción de la cual nunca te puedes olvidar.
Sabía también, que ese tal Adam estaba haciendo asquerosamente en él la prueba de
resucitación cardiovascular, y que si alguna vez debería aplicársela a alguien para salvar su vida,
lo único que lograría es matarlo.
(...)
Más tarde, había perdido de vista a sus amigos. Era él, ese chico alto, y las demás personas del
campamento. Se sentía recién llegado, como hace tres meses. Horrible. Además, Adam no
dejaba de hablarle. Le habló de Geoff, de su hija y del carácter de los coordinadores (como si no
los conociera), también le habló sobre los diferentes lugares del campus que debería visitar
cuando le dijo que era su primer año allí. Lo peor de todo, es que su voz era irritante, como si
mezclases un silbato con la bocina de una motocicleta descompuesta.
Realmente quería deshacerse de él, y debería decirle una mentira, por más que ya haya perdido
la costumbre a ellas.
- Iré a buscar a mis amigos –le dijo, pero su intención verdaderamente era ir al lago. Allí estaría
solo y tranquilo. Nadie lo molestaría.
Comenzó a caminar en dirección opuesta al chico, sin antes oír su respuesta, pero en un
santiamén volvió a tenerlo a su lado.
- Te acompaño.
Rodó los ojos tratando de que no lo viera, y de todas formas echó su andar hacia la zona más
despoblada de todo el campus. El muelle en refacción y el lago. Estaba seguro de que ese chico
se preguntaría qué hacía caminando en dirección tan alejada al resto de las cabañas, es que, él
también lo haría.
Es como si el lago y ese muelle de madera humedecida y vieja fuese la única medicina a todos
sus dolores y lamentos.
Miró al chico que caminaba a su lado de reojo. Él sonreía simpáticamente, pero podías darte
cuenta a kilómetros que esa sonrisa no era fingida. Todo contrario a la de Harry, quién solo
sonreía para no parecer malhumorado o descortés.
- ¿De dónde vienes? –le preguntó él, cuando ya estaban lo suficientemente alejados del
campamento.
- De Nueva York, ¿y tú?
- En realidad nací en Italia pero vivo en Washington desde que tengo memoria –soltó una risa-.
Nunca me gustó ese lugar, pero fue por cuestiones de negocios de mi papá.
Harry tragó, incómodo. Comenzó a caminar más rápido, obligando a Adam a que apresure el
paso. Y de esa manera, fue cuando llegaron mucho más rápido al enorme muelle abandonado.
Quizá eran las siete de la tarde, casi las ocho, cuando el sol se escondía, dándole proximidad a la
fría noche.
- ¿Piensas que tus amigos estarán aquí? –le preguntó, cuando lo observó dirigir su mirada de
izquierda a derecha, como si estuviese inspeccionando que nadie más deambulara por allí.
- Quizá.
Hizo oídos sordos al resto de las palabras del chico y se quitó la camisa, quedando solo en esos
cortos pantalones que también podían usarse de traje de baño si se desease. Se quitó los tenis,
los cuales ya estaban tan sucios que parecían imposibles de usar. Dejó todo sobre un tronco
muerto, que estaba caído unos metros antes de ingresar al muelle, sobre la arena.
- ¿Qué haces, Harry?
Pero no le contestó.
Caminó hacia el muelle, colocando un pie sobre la madera. La sintió húmeda debajo de su planta.
Continuó caminando con cuidado, por miedo de volver a romper alguna tabla. Hacía chillar la
vieja madera a cada paso que daba.
Cuando llegó al extremo, bien al extremo, miró hacia atrás. El chico seguía mirándolo, y no
presentaba indicios de querer marcharse siquiera. Por eso mismo, luchando contra ese miedo
terrible que tenía hacia las profundidades del agua, se lanzó de cabeza al lago.
Nunca antes había estado en el lago sin Louis. Nunca. Nunca había estado emergido en las
profundidades de ese lago pacífico e inmenso sin que él le indicase como tenía que mover los
pies para mantenerse a flote, o como tenía que respirar cuando se sumergían.
En ese momento sintió como su cuerpo comenzó a entumecerse. El agua estaba fría, muy fría, y
sus pies no tocaban el fondo. Entró en pánico, porque las finas correntadas de viento lo alejaban
cada vez más del muelle, y cada vez sus pies estaban más lejos de alcanzar el fondo.
Pataleaba y pegaba manotazos de aquí para allá, logrando por mantenerse a flote, pero lo único
que lograba era hundirse más y más. Lograba que el cuerpo se le acalambre y junto con la
presión y el pánico que todo esto le provocaba, que cada vez le cueste más salir a la superficie.
Varias imágenes cruzaron por su mente en esos escasos segundos.
Imágenes de la primera vez que estuvo aquí. Cuando Louis lo tomó en sus brazos para impedir
que se ahogue, cuando nadaron juntos casi toda la noche, cuando se besaron por primera vez.
Todo eso sucedió aquí.
De pronto, todo comenzó a volverse oscuro. Sus ojos se habían cerrado, y sentía como el aire
comenzaba a escasear. Alzó uno de sus brazos, pero no encontró el aire que necesitaba. Ya no
tenía aire.
Dejó de sentir sus piernas, luego sus brazos. Su cabeza le dolía, al igual que los oídos.
No recuerda nada después de eso.
(...)
Era ya muy tarde de noche cuando un chico lo seguía, corriendo velozmente. Louis se asustó de
momento, porque pensó que ese podía llegar a ser uno de esos que lo molestaba y lo
amenazaba por su relación con Harry. Miró hacia atrás nuevamente y lo vio más cerca, mucho
más cerca que antes, por eso se echó a correr, hasta que el chico dijo algo que le llamó mucho la
atención.
- ¡Es Harry, detente!
Al oír su nombre se paró en seco.
Éste chico lo tomó del hombro. Su ropa estaba mojada, completamente mojada. Al mirarle el
rostro, se dio cuenta que era con el que había estado haciendo las pruebas esta tarde. Su cara
demostraba preocupación y perplejidad. Louis no comprendía que pasaba.
- Harry necesita tu ayuda –parecía exhausto-. Quise ayudarlo, pero no pude –jadeó-. Ven
conmigo, por favor, luego te explicaré todo. No quiero que sea demasiado tarde.
El corazón se le paró por unos segundos al escucharlo decir esa frase: “No quiero que sea
demasiado tarde”.
El chico, con esa expresión cansada y preocupada, tomó a Louis del brazo y comenzó a correr de
nuevo. Mientras corría sostenido de los delgados y largos dedos del chico, se preguntó qué le
podía haber pasado a Harry a las dos de la madrugada cuando debería estar durmiendo. ¿Por
qué Niall no le avisó que no estaba en su cabaña? Niall siempre le avisaba cuando pensaba que
algo raro sucedía, o que Harry lloraba bajo las sábanas, o cuando tardaba mucho tiempo en
regresar a la cabaña cuando le decía que “iba a dar una vuelta”.
Cuando estaban yendo en dirección al lago temió lo peor.
Y no sabía que eso podía llegar a hacerse realidad.
Corrieron sobre el muelle, hasta que la figura de un chico tendido sobre el extremo fue
haciéndose cada vez más visible para ambos. Louis se iba poniendo más tenso y más nervioso a
medida que avanzaban. No quería imaginar que estaba sucediendo lo que su mente pensaba. Se
negaba a hacerlo.
Era Harry, inconsciente sobre las frágiles maderas del muelle. Su cabello estaba empapado al
igual que todo su cuerpo y sus pantalones negros, finos, que solo le llegaban hacia la rodilla. Sus
labios se encontraban semi abiertos y su rostro estaba pálido.
- ¿¡Qué le pasó!? –preguntó casi acusándolo, mientras se sentaba a su lado para medirle el
pulso.
- ¡No lo sé! Se metió en el lago y luego lo vi flotando. Lo llamaba pero no respondía y entonces
temí lo peor, ¡Te juro que yo no le hice nada! –contestó, eufórico mientras al igual que Louis
trataba de buscar una solución.
El de ojos azules golpeaba sus mejillas cada vez más fuerte, y le rogaba que por favor despierte,
pero era consciente de que esa forma no lograría nada.
- La resucitación... -dijo el otro-. Resucitación cardiovascular. Coloca dos manos sobre su pecho y
presiona dos veces. ¿Te fijaste si tiene pulso?
Las manos de Louis temblaban, y estaba al borde de las lágrimas al ver que Harry no
reaccionaba, pero éste chico tenía razón.
- S-Sí, tiene –respondió a medida que colocaba las dos manos sobre su pecho.
- Estuvimos haciéndolo esta tarde, ¿recuerdas? –Louis asintió-. Cinco veces y espera, luego
repite lo mismo.
Louis se acordaba. Se acordaba muy bien de cómo miraba a Harry con las manos de éste chico
encima, recordó las sonrisas que largaban ambos, y la forma en la que se hablaban. Se moría de
celos de solo recordarlo, pero no podía pensar en esto ahora, cuando el amor de su vida parecía
un fantasma, tendido en el suelo, casi sin vida.
Hizo lo que le había indicado. Pulsó su pecho cinco veces y esperó. No sucedió nada. Lo hizo de
nuevo, y tampoco nada.
Comenzaba a preocuparse.
- ¿No crees que debamos llamar a la enfermería? –preguntó Louis, y ahora debía admitir que
estaba muerto de miedo.
- ¡No! Nos matarán por estar fuera de nuestras cabañas a esta hora. Prueba con la respiración
boca a boca, es lo que queda.
El castaño cubrió la nariz de Harry enseguida, y le abrió la boca para colocar sus labios sobre los
suyos. No le importó que él lo estuviese mirando, y aunque nunca había hecho esto antes, pero
parecía como un beso, solo que Harry no lo mordía, ni su lengua se mezclaba con la suya.
Estaba por perder las esperanzas cuando su novio comenzó a toser, provocando que se separe
tan solo unos centímetros. Louis, entre varias maniobras, logró que él pudiese sentarse. Harry no
paraba de toser cuando volteó a un lado y vomitó, seguro toda el agua que había tragado
mientras estaba en el lago.
Louis lo sujetó por la espalda suavemente, y el otro chico los miraba desde unos escasos
centímetros de distancia. Cuando Harry lo miró, lo abrazó como si fuese el último momento en el
cual estaría a su lado, y él hizo lo mismo.
De reojo pudo ver como el chico sonreía.
- Gracias...
- Adam. Me llamo Adam –sonrió.
- Gracias Adam –finalizó, mientras le corría unos rizos del rostro a Harry-. ¿Cómo estás, bebé?
–susurró, dirigiéndose al chico que tenía entre los brazos.
- Aún estoy temblando.
Harry le mostró una de sus manos. Ésta temblaba como una hoja en una fría tarde de otoño.
Louis lo contuvo en su pecho, mucho más fuerte.
Adam se puso de pie y se alejó luego de dirigirles una calurosa sonrisa. Y Louis pensaba en
Harry. Pensaba en que le gustaría hablar con él de todo lo que había pasado en estas dos
horribles semanas, pero no sabía si este era el momento.
Lo pensaba, hasta que él comenzó a llorar. Y Dios, odiaba cuando lloraba. Odiaba profundamente
verlo triste y vulnerable. Ése era su punto débil: ver a Harry llorar.
- Perdóname, perdóname –susurró, sujetándolo de las mejillas-. Debí haber dejado mi orgullo de
lado y hablarte, a veces soy un idiota...
- No más que yo –formó un mohín-. Estas dos semanas sin ti fueron horribles, y ahora puedo
asegurarte que no me importa lo que el resto de la bola de estúpidos que tenemos como
compañeros de campamento diga, tú eres lo más importante que tengo y que tuve en toda mi
vida. No te dejaría jamás, perdóname.
Louis lo abrazó mientras reía. Lo abrazó porque no quería que lo viese totalmente sonrojado por
las palabras que acababa de decir.
- Y perdóname tú también por no intentar ayudarte –susurró muy despacio en su oído-. Juro que
jamás volverás a sufrir mientras estés a mi lado.
Cuando se separaron, se miraron y supieron de lo mucho que se hacían falta. De esa forma, se
unieron en un profundo y duradero beso, en el cuál dejaron en claro lo mucho que se amaban, y
lo mucho que se podrían llegar a necesitar.
- Quiero que me beses así siempre –murmuró Louis, rozando sus labios con los de él.
- Te he besado como todas las otras veces, aunque esta fue especial –soltó una sonrisa.
- Me refiero así, como si no quedara otra cosa en el mundo, nada más que tu voz y tus besos.
- De eso no te preocupes –Harry dejó un beso húmedo en la punta de su nariz. Louis tenía los
ojos cerrados-. Tengo norte y sur para besarte.
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Capítulo 21.
Tardes calurosas de verano. Con esa simple frase podían describir los días que habían
transcurrido esta semana. Tranquilos, divertidos y sobre todas las cosas, relajados. No habían
hecho más que lanzarse al césped a buscarle formas a las nubes, o nadar en el lago (eso era
obvio, aunque al principio a Harry le costó volver a sumergirse por el percance de hace unos días
atrás), habían hecho una fiesta en otra cabaña a la cual se habían colado y se habían
embriagado con todo lo que encontraron hasta hacer el amor. Todo se había vuelto especial, y
desde esa promesa, nada había vuelto a afectar a ninguno. Es como si sus corazones se unieran,
formando uno mismo, que los protegía a ambos sobre todas las inclemencias que podrían
aproximarse.
Hoy estaban allí, en la cabaña de Harry. Habían abierto la puerta-ventana que daba directo al
pequeño balcón en la planta alta de su cabaña, y allí estaban ahora. Tenían las piernas cruzadas
y practicaban un partido de póker sobre el suelo de madera.
¿Enamorado? Esa palabra le quedaba corta ahora. Harry amaba a Louis más allá de los
comentarios y las opiniones, lo admiraba como si fuese de esos trofeos que solo se consiguen
una vez en toda la existencia, se enorgullecía de cada una de sus hazañas por más pequeñas
que fuesen (incluso esas tan diminutas, como darle besos en el cuello, o morderle el lóbulo de la
oreja), lo consentía sin que él se lo pidiese. Era raro, porque Harry nunca era de ser así. Es como
si Louis, con ese encanto que solo él sabe llevar, hubiese abierto todas las puertas de sus
sentimientos. Y sin dudas, era él lo que quería para el resto de su vida.
¿Cómo lo llevaría con él cuando fuese a casa? Louis es de contextura pequeña, pero no entraría
en su maleta, y Harry tampoco cometería el martirio de meterlo dentro de ella si entrase. ¿En su
corazón? Era obvio que lo llevaría en su corazón, pero a Harry no le bastaba eso. Tenía razón,
cada vez que oía su nombre, o lo oía hablar, sus palpitaciones aumentaban y sus mejillas se
sonrojaban, no porque él quisiese, sino porque Louis provocaba eso en él, y Harry no necesitaba
solamente que su corazón se acelere, necesitaba sentirlo. Necesitaría sentirlo mientras acaricia
su piel suavemente, y sus labios se deslizan junto a los suyos delicadamente. Necesitaría oírlo
decir que lo ama, y con llevarlo dentro de su memoria no es suficiente.
- ¡Harry, despierta! Hace dos horas que estás mirando el mazo de cartas, escoge una –rió
melódicamente, sacándolo de ese trance en el cuál había entrado hace ya quizá unos cinco
minutos.
- Perdón, estaba pensando –Harry se rascó la cabeza y levantó una carta del centro mientras
lanzaba otra.
- Ajá, ¿qué pensabas? –Louis hizo lo mismo.
- Pensaba en cómo te llevaré cuando vuelva a Nueva York –su novio levantó la vista, casi
acomplejado-. ¿Por qué esa cara?
- Harry... Ya hablamos de esto.
- ¡Lo sé! Lo sé, ¿sabes? Pero no me imagino ni un minuto sin ti a mi lado. Me acostumbré a tu
presencia y será muy raro deshacerme de ella de un día para el otro –observó cómo Louis
sonreía. Cuando él sonreía Harry siempre se calmaba-. ¿Me entiendes? Quiero llevarte conmigo.
- Hay muchas formas de que estemos juntos –sonrió y elevó su dedo índice hacia su frente,
colocándolo suavemente sobre ella-. Aquí -y luego la bajó hacia una esquina del pecho-, y aquí.
- Pero Louis-
- ¿Qué sucede? –lo interrumpió.
- Yo quiero llevarte aquí.
Harry se estiró por encima de ese montón de cartas para alcanzar sus labios, y besarlos
suavemente a medida que sostenía su cuello con sus dos manos. Sentía como Louis le
acariciaba el cabello y le hacía cosquillas en la espalda. ¿Quién le haría cosquillas en la espalda
tal como él cuando vuelva a Nueva York? Tan solo quería que estas pequeñas cosas nunca
desaparezcan.
- Me tendrás aquí todo el tiempo que sea necesario –susurró, apenas separándose de él-. Estaré
contigo siempre, aunque un océano entero nos separe, estaré a tu lado tal y como ahora.
- ¿Me lo prometes?
- Te lo prometo –respondió enseguida-. ¿Y sabes qué más? Te prometo que cuando llegue a
Sydney comenzaré a ahorrar e iré a visitarte apenas consiga todo el dinero. Esa es mi otra
promesa.
- ¿Harías eso por mí?
- Eso y mucho más con tal de que seas feliz, y de que seamos felices juntos.
Sintió como si todo el cielo se le cayera encima y el universo girara a su alrededor, como si se
derritiera ante tan hermosa declaración.
Se imaginó a Louis conociendo a su madre, a su hermana, a su padrastro y presentándolo a su
padre. Se los imaginó compartiendo la cama en su pequeña y desastrosa habitación, para
amanecer abrazados y más enamorados que nunca. También se los imaginó saliendo de fiesta,
bailando, y haciendo todas esas cosas que hace la gente cuando está enamorada y un océano no
está de por medio.
De repente, Louis se puso de pie, captando su atención. Harry elevó la mirada y él solo dijo:
- Iré a buscar algo que quizá te guste.
Dicho esto, desapareció detrás de la puerta ventana, y al instante volvió con una caja azul y gris
de gran tamaño entre sus manos. Volvió a sentarse en el mismo lugar y corrió las cartas de póker
que se encontraban entre ambos, para ocupar ese lugar con la caja.
Al abrirla, se pudieron apreciar varias cosas. Harry pudo ver unos cuantos libritos, más parecidos
a unos viejos álbumes de fotos, también, había cuadernos y fotos esparcidas por todas partes,
pero Louis rebuscaba más en el fondo de la caja, hasta que de ella extrajo una cámara. Quizá, la
cámara más vieja, rara y grande que haya visto en toda su vida.
- ¿Qué es eso? –se escapó de sus labios.
- Una cámara instantánea –Louis sonrió-. Siempre la traigo a los campamentos, es como una
costumbre, pero rara vez la uso porque es de la prehistoria y me da vergüenza, aunque aún
funciona.
- ¿De dónde sacas estas cosas? –Harry la tomó cuidadosamente entre sus manos y la observó
desde diferentes ángulos.
- La encontré en el ático hace ya tres años cuando mamá me mandó a buscar la ropa de invierno
que ya no usábamos. Habré sacado solo diez fotos con ella y la mayoría son de aquí.
- ¿Las tienes? –preguntó risueño.
- Creo que sí.
Louis abrió un álbum luego de rebuscar nuevamente. Tenía la fecha de marzo de dos mil once, y
las fotos que Harry alcanzó a ojear parecían de mil novecientos setenta.
Su novio dejó el álbum frente a él y señaló una foto. Eran tres chicos (bastantes familiares para él,
a decir verdad). Uno de ellos estaba sin camisa, otro sostenía dos ramas en sus manos y el otro
una pelota de fútbol debajo de uno de sus pies. En el fondo, se enfocaba el bosque, y ese lugar
parecía ser el viejo muelle en refacción.
- Este de aquí, es Niall –dijo señalando al que estaba sin camisa. Tenía una enorme melena rubia
y sus ojos parecían estar más azules que nunca. En ese entonces parecía más bronceado. Harry
rió.
- Está tan pequeño.
- Éste es Liam –ahora señaló al de las ramas. Tenía la boca entre abierta formando una pícara
sonrisa que le daba su personalidad-. Y este de aquí, soy yo.
Éste último chico tenía el cabello mucho más largo, las piernas más flaquitas, y se notaba que era
el de menor estatura al lado de los otros dos. Harry elevó su mirada a Louis, y luego de nuevo a
la fotografía. No había cambiado en nada. En esa foto sonreía y los hoyuelos se le marcaban en
un costado de las mejillas. Volvió a mirarlo, y se dio cuenta de que eso aún sucedía.
- ¿Por qué me miras así? –Louis se sonrojó.
- Es que no has cambiado en nada, solo que ahí eras más pequeño con respecto a la estatura. Y
te has cortado el cabello –Harry pasó una mano por el cabello que le caía sobre la frente a su
novio y él se echó a reír.
- ¿A caso no te gusta?
- Te queda precioso –Louis sonrió y volvió a mirar la foto-. ¿Por qué Zayn no está aquí?
- Él había tomado la foto –rió-. Teníamos apenas trece años.
Las próximas fotos que sacó de otro álbum, eran de su familia. Harry ya sabía que Louis tenía
una familia complicada, y que no le insistiría en hablar de eso si él no quería, pero sucedió todo lo
contrario. Louis sacó bastantes fotos y las colocó frente a él.
- Ellas son las gemelas, Daisy y Phoebe –señaló a dos niñas rubias sentadas en un sofá de color
oscuro. Tenían el cabello suelto y dos sonrisas realmente hermosas.
- Son muy lindas, Louis.
- Sí, aunque esa foto es vieja, ahora están más grandes –sonrió para luego señalar otra foto. En
ésta, había una chica un poco más grande, de cabello castaño, idéntico al de él-. Ella es Felicite.
- Es muy parecida a ti –Harry elevó su mirada y Louis asintió, alardeando.
- Son todas iguales de lindas que yo, Harry Styles.
- Tus padres deberían decir eso, no tú –rió.
Louis señaló otra foto, y en ella se encontraba una chica más grande que la anterior, de cabello
rubio y ojos muy claros. Tenía puesto un gorro y un abrigo de lana, detrás podía verse el árbol de
navidad.
- Ella es Lottie, y esta foto se la tomé yo la navidad anterior, el veinticuatro, el día de mi
cumpleaños –memorizó-. Recuerdo que hizo tanto frío que estuvimos encerrados en casa por tres
días –volvió a revolver entre los álbumes mientras Harry observaba la foto y sacó una de una
pareja-. Ellos son mamá y papá.
La mujer tenía quizá el mismo color de cabello que Louis, la misma sonrisa y las mismas
facciones. Se podía decir que era como Louis en versión femenina, y su padre también era
parecido, pero no tanto como ella. A ella también se le hacían arrugas a los costados de los ojos
cuando sonreía.
- No cabe duda de que eres la calco de tu mamá –Harry comenzó a reír mientras miraba a Louis y
a la fotografía consecutivamente.
- La mayoría de la gente lo dice –sonrió.
Se quedaron en silencio mientras seguían observando fotos, cada uno por su cuenta. De vez en
cuando, el rizado le preguntaba quién era tal persona de alguna fotografía y Louis armaba una
larga historia de quién era y por qué aparecía en ella. Quizá se miraron los (sin exagerar) veinte
álbumes que había dentro de esa caja.
De repente, Louis cargó la cámara instantánea entre sus manos y, sin hacer mucho ruido, le tomó
a Harry una fotografía en la cual apareció bastante desprevenido mirando una fotografía,
sonriendo levemente, con los rizos cayéndole sobre la frente, o eso era lo que había podido
apreciar a través del lente. De fondo se veía la pared de madera de la cabaña de al lado y él sol
ocultándose a un costado.
Enseguida la foto se deslizó por la parte inferior de la cámara y Louis la tomó en sus manos,
riendo. Harry levantó la cabeza.
- ¿De qué te ríes?
Louis le mostró la fotografía, pero sin acercarla demasiado por miedo a que se la arrebate.
- Saliste precioso –rió y Harry extendió una mano para agarrarla, pero él la escondió detrás de su
espalda.
- ¡Louis! –Aún seguía luchando por quitársela, pero Louis era mucho más ágil en ese sentido y no
lo haría muy fácil-, ¡Solo déjame ver como salí!
- Te dije que saliste precioso, ¿escuchaste? Y no te dejaré tocarla porque sé que la romperás y
quiero llevarla conmigo.
Aunque quería hacerse el serio, no podía borrarse esa sonrisa tonta de los labios. Tonta porque
no tenía sentido.
- Ahora tengo que sacarte una yo –dijo su novio, sentándose a su lado.
Louis le tendió la cámara y se colocó en una pose espontánea, casi parecida a la que Harry
estaba en su foto. La diferencia, era que esta foto sería tomada de costado.
Cuando escuchó el clic del botón, esperó unos escasos segundos antes de volver a erguirse
contra las maderas que estaban alrededor del pequeño balcón. Observó cómo Harry miraba la
foto que acababa de sacar y sonreía.
- ¿Me la mostrarás? –preguntó, quizá insinuó.
- Claro que no –rió el otro, guardándosela en el bolsillo.
- ¿Sabes que me gustaría? –suspiró y cruzó un brazo sobre su cuello. Harry colocó una de sus
manos sobre sus rodillas que se encontraban flexionadas sobre su pecho.
- ¿Qué te gustaría? –ronroneó mientras se recostaba en su hombro.
- Una foto contigo.
Harry lo miró y sonrió, era más que obvio que aceptaría esa propuesta, mucho más viniendo de
parte de Louis. Entonces, de esa forma, unieron más sus cuerpos para caber en la fotografía,
Louis estiró el brazo con la cámara en su mano, y la lente apuntando hacia ellos.
- Haré mi mejor sonrisa –dijo Harry antes de que el botón suene.
- Siempre tienes tu mejor sonrisa.
Y así, el flash les fue directo a los ojos, casi encegueciéndolos por completo. Luego, una foto se
deslizó por debajo de la cámara, cayendo directo en las manos del de ojos azules, quién la miró
totalmente emocionado. Era la primera foto que tenían juntos.
Harry la miró también, sonriendo, solo porque sus caras no eran las mejores, ni mucho menos la
calidad de la foto, pero eran ellos, congelados en el tiempo dentro de un pedazo de papel, nada
más y nada menos, pero eso no le quitaba lo especial y emotiva que podía llegar a ser tan simple
fotografía.
Tenían casi los ojos achinados por consecuencia del flash, y sus mejillas estaban tan juntas una
contra la otra que parecían formar una sola. Harry lo había hecho. Había hecho su más grande y
resplandeciente sonrisa, y Louis podía darlo por hecho ya que ocupaba quizá y probablemente un
cincuenta por ciento de la foto. Los ojos de Louis también brillaban, y la luz del flash habían hecho
que resalten más que en ninguna otra foto que quizá tenía. Para la suerte de ambos, no estaba
movida.
- Quédatela tú –sonrió el rizado, dejándola de nuevo en el regazo de tu novio.
- Ahora sacaremos otra así ambos tenemos una, ¿quieres?
Él asintió y volvió a hacer esa pícara sonrisa que lo caracterizaba tanto, pero cuando Louis
accionó el botón, ésta vez la foto no se deslizó.
- ¿Qué sucede? –preguntó Harry, al ver como Louis quitaba una tapa de la parte posterior.
- No hay más papel fotográfico –susurró con un tono de frustración en la voz.
- Oh, bueno, Lou, eso no es problema. De todas formas, quería que te la quedes.
- Pero tú no tendrás ninguna de nosotros juntos –aún parecía frustrado, algo que, por alguna
razón, enternecía a Harry por completo.
- Tengo una de ti y eso es suficiente para no olvidarte jamás –susurró riendo, mientras lo tomaba
de las manos-. No te preocupes.
De repente, escucharon como una puerta se abría (seguramente la puerta de su habitación), y
luego la puerta ventana se deslizó, dejando ver a la figura de Niall que los miraba de arriba abajo.
Estaba sin camisa y parecía estar totalmente transpirado, como si acabara de darse una ducha.
- ¡Aquí estaban! –Gritó sonriendo- ¡Liam, Zayn, aquí están! –volvió a gritar, pero ésta vez
volteándose al interior de la habitación.
- ¡Sonríe, Niall!
Louis apuntó a Niall con su vieja cámara, encegueciéndolo con el flash cuando tomó la fotografía,
aunque jamás sería rebelada. El rubio se cubrió los ojos, y aunque maldecía en voz baja, también
pudieron oírlo muriendo de la risa.
De reojo vio como Louis se escondía la foto de ambos en el bolsillo de sus jeans.
(...)
No podía dormir a causa de un maldito grillo que quizá se encontraba en el rincón más remoto de
su pequeña habitación, y podía afirmarlo, porque se había pasado toda la noche tratando de
encontrarlo para aplastarlo con sus tenis llenos de barro, pero no pudo. El muy desgraciado
seguía cantando y cantando, y esto de no poder dormir comenzaba a ponerle los nervios de
punta.
Se acostó de lado, mirando a la ventana. Luna llena de nuevo, y cielo estrellado. Una hermosa
noche para estar desvelado, definitivamente, si estuviese en Nueva York, de fiesta, con sus
amigos y una buena copa de licor. Pero estaba aquí, compartiendo cuarto con un chico irlandés
en un campamento de Inglaterra, pasando una de las mejores vacaciones de verano de su vida,
mientras quería asesinar a un grillo por no dejarlo dormir, y observando la luna, como nunca lo
había hecho en su vida.
Si hubiese estado en Nueva York, a esta hora estaría tan ebrio que si le preguntarían qué es una
luna el contestaría seis. Sí, seis.
Pero no quería pensar en Nueva York, no ahora, cuando su vida se había vuelto maravillosa, sin
complejos, ni preocupaciones, ni miedos. De repente, todo se había vuelto amor, tranquilidad y
diversión. Pero diversión sana. ¿A qué llamaba diversión aquí? Nadar en el lago hasta que sus
labios se vuelvan violeta, y mirar las estrellas arrojados en el pasto hasta que caía el rocío y los
empapaba por completo, ponerle nombres ridículos a las nubes, tocar la guitarra a un costado del
muelle, viendo como él sol se esconde y nace otra noche. Todo eso era diversión. Y toda esa
diversión era mejor si la compartía con Louis.
Louis.
De debajo de su almohada sacó la foto que le había tomado a Louis ésta tarde en el balcón y la
pudo ver claramente solo por la iluminación que transmitía la luna. Tenía una sonrisa,
literalmente, de oreja a oreja, y las arrugas a los costados de sus ojos estaban marcadas más que
nunca. Podía ver el rabillo de sus ojos brillar, y las comisuras de sus labios fruncidas, quizá por
los nervios de ser fotografiado, porque a él también le pasaba. Vio muchas cosas (más allá de lo
físico) en una simple fotografía, y estaba orgulloso de poder verlo.
Él, bajo ninguna circunstancia, olvidaría a Louis. Jamás olvidaría cada beso que se habían dado,
jamás olvidaría cada pelea, cada charla o cada sonrisa que se habían dedicado. Jamás se
olvidaría de las noches que pasaron despiertos hablando de la vida o de cosas que no tenían
sentido alguno, solo para hacerse feliz uno al otro. Nadie nunca sería consciente de lo hermoso
que ver el amanecer y el atardecer, y ver los días morir y las noches nacer si estás con Louis. Él
hacía que todas las cosas fueran especiales.
Porque estas personas son las que valen la pena, y por las que vale la pena no olvidarse.
Tanto tiempo había estado pensando en lo que hicieron y en lo que harán, que se quedó dormido
con la foto sobre su pecho. Al diablo el grillo cuando estaba pasando uno de los mejores
momentos de su vida.
=================
Capítulo 22.
Este no podía ser el último día. Louis se refregaba los ojos una y otra vez, incluso se había
pellizcado para despertarse del sueño que quizá era (porque ya había soñado con el último día
antes), pero nada cambiaba. Todo seguía igual. Todos estaban allí, en el centro del campus,
lugar en el cual se habían reunido un mes atrás para conocerse o tan solo hablar, para conocer
los nombres de los coordinadores y para buscar a alguien con quien conversar, pero hoy... Hoy
estaban aquí para despedirse, y sinceramente ninguno que sabía que cara poner.
No quería mirar a su alrededor, porque sabía que se pondría muy mal y no quería mostrarse débil
frente a los demás, tampoco sabía cómo sentirse a sí mismo. Por una parte estaba triste, muy
pero muy triste, porque en este año más que ningún otro había coleccionado millones de
recuerdos y había conocido a decenas de personas de las que jamás se olvidaría. Y siendo
sincero con sí mismo, nunca le había costado tanto despedirse de éste campamento como en
años anteriores, aun sabiendo que al próximo volvería. Sin embargo, estaba feliz, porque esos
recuerdos que guardaba ahora en su memoria habían sido protagonizados por las mejores
personas que conoció en su vida. Por esos tres chicos, los que está seguro de que a pesar de la
distancia serán amigos y estarán unidos siempre, y por Harry, que ocupa literalmente todo su
corazón.
Ladeó un poco la cabeza hacia la derecha y vio a Harry, quién miraba al frente firmemente. Los
ojos le brillaban y fingía escuchar a los coordinadores, porque sabía que verdaderamente no lo
estaba haciendo.
Movió una de sus manos suavemente hasta encontrarla con la suya y ambos se miraron. Louis
sonrió, y Harry hizo lo mismo, pero enseguida cubrió su sonrisa con uno de sus puños y continuó
mirando al frente. Louis miró la unión de sus manos detenidamente, y notó como Harry lo
sostenía firmemente.
- Es un honor para todos nosotros anunciar que este ha sido el final del campamento –decía
Geoff por los altoparlantes-. Y aunque no lo crean, desde aquí podemos ver sus caras. Algunos
quizá más felices o más tristes que otros, pero podemos asegurarles que la cantidad de
recuerdos que se llevan de aquí son especiales. También queremos decirles que, si se hicieron
muy cercanos a uno de los chicos del campamento, no pierdan la fe. Tienen toda una vida para
reunirse de nuevo, y recuerden que también existe el teléfono –en ese momento todos soltaron
una risa-. Mañana a la mañana, a eso de las diez, sus padres o alguno de sus tutores se llegarán
aquí a recogerlos para volver a casa. Quiero que sean puntuales y estén preparados para esa
hora, también quiero que dejen las cabañas lo más acomodadas posibles, ¿está bien?
Los quizá quinientos chicos asintieron, algo desganados, ya que todos sabían el desorden que
había en cada una de sus respectivas cabañas, porque de un día para el otro ciertamente las
habían convertido en su “hogar”, con sus cosas, y toda esa esencia que tiene la típica habitación
de un adolescente.
- Hoy, al ser su último día –prosiguió-, están libres y pueden hacer lo que deseen. Antes que
nada, también queremos que sepan que tanto yo, como Luke, Savannah y el resto del personal
nos fue un placer conocerlos a todos este año. Ojalá hayan tenido unas felices vacaciones,
chicos.
Todos se pusieron de pie, incluso el pequeño grupo de cinco integrantes que se había hecho tan
unido estos meses. No sabían cómo mirarse, ni qué decir. No querían dejarse, porque sabrían
que pasaría muchísimo quizá para volver a verse, pero tampoco querían desperdiciar las valiosas
horas que les quedaban juntos.
- Chicos, ánimo, saquemos éstas caras –dijo Louis, cuando el silencio había alcanzado el límite
de lo insoportable-. Es nuestro último día, hagamos todas esas cosas que no hicimos, o algo
distinto. No lo sé... Pero estemos felices, por favor. Odio verlos mal.
Harry soltó una pequeña risita al ver la cara de preocupación de su novio, y enseguida lo envolvió
del cuello con solo uno de sus brazos, para quedar de costado y poder observar al resto.
- Louis tiene razón –afirmó Liam.
- Louis siempre tiene razón –sonrió Niall.
- Tengo una idea –dijo Harry de repente, con una sonrisa pícara en los labios.
- ¿Qué sucede? –preguntó Zayn, metiéndose en la conversación.
- Niall, ¿aún hay botellas vacías guardadas en tu armario? –le preguntó Harry al rubio que se
encontraba mirando hacia abajo.
- Creo que sí –dudó y frunció el ceño-, ¿por qué preguntas?
- Porque tengo una gran, gran idea.
El rizado provocó que todos se miren entre ellos, algo confundidos, pero él estaba completamente
feliz con la idea que se le había ocurrido. Era algo “absurda” (o así hubiese pensado el Harry que
llegó aquí cuatro meses atrás), también podía considerarse algo cursi, de hecho también
“ridícula”, pero era tan esperanzadora que quizá sonreiría por ello el resto de su vida, cuando esté
sin la compañía de Liam, Zayn, Niall e incluso de Louis.
(...)
Caminaban hacia el muelle a eso de las siete de la tarde, cuando el sol comenzaba a ocultarse,
casi dejando visible un tenue cielo negro y estrellado, en el cual la luna llena brillaba en el medio.
El clima era fantástico, porque no había humedad, y porque cuando el sol se escondía el calor
cesaba. No había viento, nadie gritaba, nadie los apuraba. Eran solo ellos cinco, sentados en el
extremo del muelle, con los pies sumergidos en el lago, y una botella vacía de alguna bebida
alcohólica en cada una de sus manos.
- Esto lo hice una vez cuando viajé a Miami –comenzó él. Lo único que podía escucharse además
de su voz eran las pequeñas olas que provocaba el mismo lago chocar contra la arena-. Vimos a
unas personas correr mar adentro y lanzar una botella lo más lejos posible. No entendíamos por
qué lo hacían...
Nadie miraba a Harry, pero él sabía que todos lo estaban escuchando muy atentamente.
- Entonces, papá fue a preguntarles –continuó-. Yo habré tenido siete años en aquel entonces. Un
chico le explicó que él y las demás personas que estaban allí eran de diferentes ciudades de
Estados Unidos y por consecuencia no se veían todos los días como les gustaría hacerlo,
entonces, se les ocurrió escribir en un papel algún deseo para el futuro, luego meterlo en una
botella y lanzarlo al mar. No sabían si se cumpliría, pero dijo que esas pequeñas cosas era lo que
más reforzaba su amistad. Y yo... A pesar de que hace tan poco que los conozco –de pronto, la
voz de Harry había comenzado a ponerse gangosa, como si quisiera llorar, pero no ahora, ni
mucho menos al frente de ellos. Louis, quién estaba a su lado, le rodeó el cuello con uno de sus
manos, atrayéndolo a su hombro, y sí... Se sintió mucho mejor, porque ese era el lugar en el que
quería estar por el resto de su vida- Siento que ya son parte de mí, ¿entienden? No se me va a
hacer tan fácil acostumbrarme a levantarme sin los gritos de Niall, o hacer mis rebeldías sin antes
escuchar los discursos de Liam, o a no tener los consejos de Zayn, ni mucho menos estar sin los
abrazos o los besos de Louis –ellos rieron, y Harry también lo hizo-. Por eso, me gustaría que
pidamos un deseo, cualquier cosa, algo que salga desde lo más profundo de nuestro corazón y lo
lancemos al lago, ¿qué les parece?
- ¿Bromeas? –Niall lo miró de repente, con una enorme sonrisa en el rostro-, escúchame, Harry
Styles. El primer día que te vi pensé que tú eras un chico sin remedio, de esos preocupados por
él y nadie más, pero sentía que por dentro no eras así, y al parecer no me equivoqué. Eres uno
de los amigos más grandes que he tenido, y aunque pasen los años jamás me olvidaré de todo lo
que viví este año aquí con ustedes.
- Pienso lo mismo –dijo Zayn-. Es decir, es casi increíble lo que puede lograr un simple
campamento, desde hacer amistades hasta unir a dos personas como ustedes dos. A mí también
se me hará bastante difícil olvidarme de todo esto, porque siendo sincero nunca la pasé tan bien
como este año, y estoy feliz de que tú, Harry, hayas aprendido en qué estabas mal y lo hayas
reparado. Enserio, este ha sido uno de los mejores años, y nunca me dio tanta tristeza
despedirme de algo.
- ¿Me toca a mí, no? –Todos rieron cuando habló Liam-. Bueno, lo que yo tengo para decir no es
muy diferente a lo que dijeron ustedes. Son personas geniales, y nunca estarán solos. Espero
que la próxima vez que nos reunamos recordemos este momento y lloremos de la risa, cuando
nos acordemos de todas las cosas que hicimos.
- Yo creo que este año fue definitivamente el mejor –siguió Louis, captando la atención de todos-.
No solo porque lo conocí a él –dijo, refiriéndose a Harry y mirándolo cálidamente-, sino porque
también aprendí el verdadero valor de la amistad y del amor. Creo que somos un gran ejemplo de
eso, y mientras seamos amigos las distancias no importan. Para mí estaremos juntos siempre,
aunque pasen años para que nos volvamos a ver.
Estaban como al principio del día, ni tristes ni felices. Estaban frustrados, porque todo se había
pasado realmente rápido, y porque tampoco sabrían cuando volverían a estar juntos así, como
ahora, solo tenían algo muy valioso dentro de cada uno de ellos: la esperanza, y eso es lo último
que se pierde, por eso la conservarían.
Entre todos se repartieron algunas hojas blancas que Zayn había arrancado de una de sus
libretas de dibujo, y escribieron un texto no muy largo dentro de ellas (ninguno vio el del otro.
Cada uno deseaba lo que quería como una especie de secreto) para luego meterlo dentro de la
botella.
Luego, se pusieron de pie en el extremo, con los dedos de los pies casi rozando la punta del
muelle. Niall contó hasta tres antes de que lanzaran las botellas lo más lejos que pudieron.
Al escuchar como cada envase de vidrio se estrellaba contra las profundas aguas, se miraron
entre ellos como diciendo “¿y ahora qué?” porque de verdad, esa era una buena pregunta. ¿Y
ahora qué? Los cuatro meses ya habían pasado, mañana estarían tomando un vuelo hacia sus
respectivas ciudades, y quién sabe cuánto más pasaría para que vuelvan a verse.
- ¿Qué les parece si nos damos un abrazo grupal? –preguntó Louis, sonriendo.
Y no fueron necesarias las respuestas, porque ya estaban uno encima del otro abrazándose lo
más fuerte que podía. Él, al estar al lado de Harry, le dejó un disimulado beso sobre la sien. No
hizo falta verlo para saber que estaba totalmente sonrojado, pero lo que en realidad sucedía es
que a Harry lo comían las ganas de llorar.
(...)
Esa noche, muy tarde a la madrugada, Harry estaba en su habitación tratando de dormir (cosa
que estaba intentando desde que volvieron a sus cabañas) cuando escuchó que alguien golpeaba
la puerta de su habitación. Pensó que solo era su trastornada imaginación, ya que por pasar casi
cinco horas durmiendo todas las noches comenzaba a imaginar cosas demasiado estúpidas,
como por ejemplo, que su hermana lo llamaba desde la planta baja, cuando solo era alguien
hablando por los altoparlantes. Ridículo.
Pero esta no era una de esas veces, y lo comprobó cuando escuchó a alguien susurrar su
nombre.
- ¿Quién eres? –dijo, no tan fuerte, para no despertar a Niall.
De repente, una cabeza se asomó por el umbral, dejando ver la cabellera despeinada y los ojos
adormilados de Louis. Sonrió de oreja a oreja, porque a él era lo que necesitaba en momentos
como estos. A Louis. Necesitaba todo de él.
Enseguida se levantó de la cama y corrió a abrazarlo. Quizá nunca lo había hecho tan fuerte.
- Era la última noche, y no iba a permitir que la pasáramos separados –le susurró a medida que le
acariciaba el cabello.
- No quiero irme, Louis. Quiero quedarme aquí para siempre y contigo –murmuró, con un tono de
melancolía en su voz que casi le rompe el corazón-. ¿Por qué esto duró tan poco?
- Ambos sabíamos que este día iba a llegar, amor –lo separó solo un poco para poder mirarlo a
los ojos-. Pero no tienes idea de lo hermoso que fueron estos cuatro meses contigo.
- No quiero dejarte. Ojalá pudiese estar contigo así siempre –Harry volvió a abrazarlo, como si
esa fuese la única manera por la cual podría mantenerlo a su lado.
Y Louis no podía negar sus abrazos cuando eran una de las cosas más lindas de su vida. Harry
era lo mejor de su vida.
- No sufras, Harry –susurró, le acariciaba la espalda y el cabello, incluso le besó el cuello cuando
escuchó como empezaba a sollozar-. Volveremos a vernos, te lo prometo, y jamás te olvidaré.
Tenemos toda una vida para estar juntos, y yo jamás voy a dejar de amarte. Cada vez que
sientas que alguien te extraña, ese soy yo.
Esa noche fue terrible. Ambos odiaban las despedidas, y tener que hacerlo dolía el doble. No
todas las despedidas son tristes, pero precisamente esta no era una de esas. Ninguno quería
dejarse uno al otro, no ahora, aunque sabían que este día iba a llegar.
Se durmieron abrazados en la pequeña cama de una plaza, como lo habían hecho ya varias
veces, nada más que hoy fue diferente. Tenían los ojos empapados de lágrimas, pero una de las
mejores sonrisas en sus labios, porque se habían encontrado uno al otro, y porque sabían que
aunque pase el tiempo, y crezcan y tarden años en volverse a ver, esto nunca iba a acabar.
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Capítulo 23.
Dos cosas. La primera, pueden que noten los capítulos bastante cortos, y bueno, es que ya son
los últimos y me gusta alargarla, perdón por eso. Y otra cosa, es que dentro de unos días voy a
publicar un One Shot que me gustaría que leyeran. Se llama "Heartache Tonight" y está
disponible en mi perfil para quién quiera agregarlo a su biblioteca. Desde ya, muchas gracias a
todos. Estuve leyendo sus tweets en Twitter sobre Camp Century y son realmente hermosos.
Miles y miles de gracias!
Su papá le dio un caluroso abrazo apenas lo vio. Le preguntó cómo había estado, cómo había
pasado todos estos meses, si había hecho amigos, si estaba bien, si quería quedarse, preguntas
a las cuales asintió, casi sin escucharlo. Solo miraba hacia los costados.
Las diez ya habían pasado hace rato, y Harry ya había saludado a Niall, Liam, Zayn, e incluso a
Adam, y hasta con Matt y su grupo de idiotas se había dado alguna que otra mirada, pero faltaba
Louis. Y ya había pasado media hora de las diez y él no aparecía en la entrada del campus como
habían quedado ésta mañana, antes de separarse para buscar su equipaje.
Su padre, Dess, quién lo había traído cuatro meses atrás, comenzaba a perder la paciencia, y
Harry ya no podía aguantarlo gritando “Maldición, Harry, perderemos el vuelo, ¿por qué tu amigo
no se apura?”. Pero Harry no se iría sin antes despedirse de él, mucho menos sin saber cuándo
lo volvería a ver.
Observaba entre todo ese rejunte de personas, aún firme sobre el centro del campus, con la
esperanza de divisar su cabello o su jersey rojo por algún lado, pero no podía, y comenzaba a
ponerse nervioso. No se iría sin antes saludarlo, pero conocía a su padre, y era tan igual a él que
no esperaría cinco minutos más.
- Cargaré tu equipaje en el maletero –dijo el hombre, tomando las dos valijas de Harry entre sus
palmas-, y cuando vuelva, nos iremos. Sin peros.
Harry asintió rápidamente, pero no lo miraba, solo hacía puntitas de pie, tratando de encontrarlo
entre la multitud. No podía, y eso empezaba a desesperarlo.
De todos modos, el estacionamiento estaba bastante lejos de la entrada. Su papá se tomaría su
tiempo (o eso esperaba) para ir y para volver hacia él. Además, su vuelo salía a las doce en
punto, y no veía la razón de por qué tanto apuro, además los vuelos siempre se retrasaban.
Comenzó a pensar en lo ilógica que es la vida a veces. Cuando llegó, moría de ganas de irse, y
ahora, moría de ganas de quedarse.
El corazón comenzó a latirle fuertemente cuando divisó a su papá a lo lejos, caminando hacia él.
Se había tardado menos de cinco minutos. Maldijo en voz baja mientras susurraba “vamos, Louis,
aparece”. Quería parpadear, y que al abrirlos aparezca su novio frente a él, para dejarle un último
beso de despedida en los labios. Y él lo hacía, parpadeaba y parpadeaba, pero Louis no
aparecía. Se puso nervioso. Muy nervioso. Se le llenaron los ojos de lágrimas. No quería irse sin
antes abrazarlo una vez más.
- Lo siento, Harry, tenemos que irnos. Escuché en la estación de radio que hay mucho tráfico y no
podemos retrasarnos. Si perdemos el vuelo tendremos que dormir en los asientos del aeropuerto
y sé que eso no es agradable para ti, y mucho menos para mi columna –exclamó, detrás de él,
con una mano en su hombro-. Puedes llamarlo cuando lleguemos a casa no te preocu-
- No entiendes, papá –Harry dio media vuelta, para mirarlo de frente-. No es lo mismo hablar por
teléfono, además sé que tú no me dejarás hacer llamadas a larga distancia. Mamá mucho menos.
Déjame verlo por última vez, porque no sé cuándo volveré a hacerlo.
Dess suspiró. Era muy idéntico a Harry en varios sentidos.
- Perdón, Harry, pero no puedo. El avión se irá en unas horas y tenemos que estar allí para
entonces.
- Papá, por favor –suplicó, juntando sus manos.
Su padre le vio los ojos llenos de lágrimas y las mejillas sonrojadas. Vio esa expresión de
preocupación en el rostro, y aunque le dio mucha pena, no podía acceder a esperar un minuto
más. Debían subirse en el avión que los lleve a las doce en punto a Nueva York de regreso.
- Vamos, Harry, tienes dieciséis, no trece...
Dicho esto, el hombre comenzó a andar hacia los estacionamientos nuevamente. Quizá, si Harry
le hubiese explicado que Louis no era solo su amigo, que no se trataba solo de una simple
amistad, que él era su vida y un poco más también, su padre hubiese accedido a esperar aunque
sea quince minutos más. Pero no lo hizo. Y Harry no podía creer que tendría que irse de aquí sin
despedirse de la persona más importante de su vida.
Miró por última vez al campamento antes de caminar junto a su padre. Recordó todas las
sonrisas, los llantos y las alegrías que este lugar le había hecho pasar. Era tan especial que se
hubiese echado a llorar allí mismo si no fuese porque cientos de chicos lo rodeaban en ese
momento.
Miraba como algunos se abrazaban, lloraban e incluso morían de risa. Los envidió, tanto de la
buena como de la mala forma, porque él quería estar así con Louis.
Cuando se subió al auto, pensó en todas las cosas que le habían faltado de decirle. Eso le resultó
como una puñalada al corazón. Había tantas cosas que quería decirle o tan solo recalcarle, y
pensar que no podría hacerlo le partía el alma. Lo destrozaba.
Su papá puso el vehículo en marcha y lo miró.
- ¿Destino? –preguntó sonriente.
- Nueva York –Harry suspiró.
Dess condujo el vehículo por los amplios caminos de tierra, quizá unos quince metros. Harry bajó
la ventanilla y se observó en el espejo retrovisor. ¿En verdad había cambiado tanto? Se sentía
nuevo. Sentía que había tenido una limpieza de conciencia en todo este tiempo. Y no tenía una
maldita idea de lo que sucedería en el futuro, solo sabía que algo dentro de él había cambiado,
pero cambiado para bien, y eso solucionaría todo. Él mismo cambió su forma de pensar, su forma
de ver y de escuchar, pero no lo hizo solo. Cuatro personas muy especiales lo ayudaron en eso,
pero una en especial: Louis. Louis, con su trato, con sus saludos de buenas noches, sus buenos
modales y su maldita pero especial sonrisa. Louis había sido la razón de su cambio, y todo, pero
absolutamente todo lo bueno que le pasaría a continuación en la vida se lo debía a él.
Se concentró en el espejo retrovisor y vio algo. Algo seguía corriendo su vehículo. No era algo,
mejor dicho, era alguien. Alguien estaba corriendo su vehículo y estaba cada vez más cerca, a
pesar de que este iba a una velocidad bastante grande.
Cuando ese “alguien” estuvo más cerca Harry se dio cuenta de quién se trataba. Era Louis. Corría
agitando las manos en el aire y parecía estar gritando algo, pero no lo escuchaba.
- ¡Detén el auto! –gritó enseguida, casi desesperado.
- ¿Qué sucede? –se exaltó su padre.
- ¡Solo detenlo!
Apenas su padre clavó los frenos sobre el camino de tierra, Harry abrió la puerta y la cerró al
mismo tiempo violentamente. Luego, corrió hacia Louis, como si no lo hubiese visto hace diez
años (aunque eso es lo que en realidad sentía). Escuchó a Louis gritar su nombre, entonces él,
aunque el aire le faltaba como el agua en el desierto, lo gritó también, hasta que estuvieron cerca.
Y ese “cerca”, funcionó para unirlos en un hermoso abrazo.
Siempre temió que llegara este día. Siempre temió que llegara el día en que tendría que partir.
Siempre, desde que llegó aquí, le había tenido muchísimo miedo al saludo de despedida. Pero
hoy, tiene la certeza de una cosa: que hoy, todo, pero absolutamente todo, entrará en su maleta.
Desde el primer beso, hasta el último, desde la pelea más insignificante hasta las carcajadas más
grandes. En su maleta cabrán todas las miradas, todos los abrazos y todas las caricias que se
dieron, acogidos por el calor de la fogata, bajo la enorme lun a llena.
- No quiero irme, no quiero dejarte, no quiero extrañarte –Harry hizo miles de esfuerzos por no
llorar mientras lo sujetaba fuertemente, aspirando por última vez el delicioso aroma de su piel-. No
tienes idea de lo que me va a doler estar lejos de ti. Aún no me he ido y ya te necesito. Louis, te
amo, te amo, te amo y te voy a amar siempre.
- Hey, escúchame –susurró él. Cuando los separó un poco, Harry se dio cuenta que tenía los ojos
llenos de lágrimas-. Antes de que te vayas, o me vaya, y tardemos muchísimos años en volvernos
a hablar, quiero que sepas que me importas más que nada en este mundo, que te amo y que
cada segundo que paso contigo me alegras la vida un poco más, y que cuando nos volvamos a
ver, a hablar, a abrazar, será como todas las veces anteriores, sin rodeos ni excusas, solo que de
una manera mucho más especial. Estarás en mí cada día a cada hora como yo lo estaré en ti y
prometo que jamás te dejaré, Harry. Te amo como nunca amé a nadie, como nunca tuve el
tiempo, las ganas y la vida, y como nunca llegué a pensar que amaría así a alguien.
- Solo quiero que me prometas que... Que aunque nos separemos, seguirás conmigo. Yo seguiré
contigo, Lou. Te amo muchísimo, nunca te olvides de eso –Harry volvió a abrazarlo y le besó el
cuello, dejando una leve marca en él-. Nunca te olvides de mí.
Ahora se besaron. Se besaron intensa y pacíficamente, para que recuerden ese beso como el
más importante de sus vidas, porque realmente eso era. Ambos eran conscientes de lo mucho
que necesitarían uno del otro cuando no estén juntos, pero su amor era más fuerte, y eso
acortaba los quince mil kilómetros que los separaban. El amor traspasa cualquier límite y rompe
cualquier barrera. Louis y Harry eran testigos de eso.
Se escuchó la bocina del vehículo de su padre, a lo lejos. Ambos se miraron, casi sin saber qué
decir.
- Es mi papá, tiene miedo de que perdamos el vuelo –Harry sonrió, tratando de hacer el mayor
esfuerzo por no llorar.
- ¿Le hablarás de mí? –preguntó el otro, dándole un beso en la mejilla.
- Les hablaré a todos de ti.
Otra bocina.
- Tengo que irme –casi sollozó-. Pero no quiero.
Louis elevó uno de sus pulgares y secó esas pequeñas lágrimas que ahora se encontraban en
sus mejillas.
- Harry, mírame –murmuró. Su novio subió la mirada. Las manos le temblaban, quizá todo el
cuerpo-. Mírame a los ojos y prométeme que esto será eterno.
- Te lo prometo –afirmó-. Te lo prometo como aquella vez que dije que te amaba.
Otra bocina.
No dijeron nada más. Solo fue necesario un abrazo, un último y fuerte abrazo antes de separarse,
para volver cada uno por su lado. Se alejaban, lenta y dolorosamente, como si cada paso que
diesen les rompiese el corazón un poco más. Así dolía. Más que mil engaños, más que mil
enojos, más que mil peleas.
No es justo sufrir por amor. No así, cuando todo está bien, cuando están felices.
A veces el destino no es justo, pero el destino fue el que los reunió, y estaban totalmente
agradecidos por ello. El destino los reunió en el punto más remoto y más inimaginable del mundo,
y casi es imposible pensar que en realidad hay gente en nuestro mismo mundo que sufre por
amor, que sufre por la distancia. Es horrible el pensar que alguien tiene el corazón totalmente roto
porque no ve al amor de su vida por quizá diez años, ya que viven en diferentes partes del
mundo. Y es cierto, hay gente que lo sufre. Muchísimo. El destino puede ser estúpido y cruel,
pero nunca olvides que él fue el que te reunió con esa persona que tanto amas.
Harry se limpió las lágrimas antes de volver al auto.
- ¿Qué pasó, Harry? –preguntó su padre, un tanto preocupado.
- Nada, solo vamos.
El hombre encendió el motor nuevamente, y Harry volvió a mirar por el espejo retrovisor, cuando
la imagen de Louis casi no era visible.
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Capítulo 24.
Octubre, ese mismo año...
Se envolvió en una toalla, temblando del frío, cuando salió de bañarse. ¿Desde cuándo el clima
se había vuelto tan frío? ¿Desde cuándo faltaba poco para que el año finalice? Parecía un sueño,
pero todo era bastante raro, ya que el sentía que su vida había parado unos meses atrás, en
agosto, en ese largo y último abrazo que se había dado con Louis.
¿Qué si lo extrañaba? Lo extrañaba a montones, con todo su corazón, toda su alma y todo su
cuerpo. Nunca pensó que alguien podría hacerle tanta falta, y mucho menos se imaginó lo
doloroso que podía llegar a ser eso, pero no le quedó otra opción más que aceptar que todo
había sido así. Que había sido así, y que había sido así por algo, no por un puro capricho de la
vida. Nunca se había sentido tan desolado o tan vacío. Sentía esa necesidad de abrazarlo o de
besarlo de nuevo, pero darse cuenta de que ya no lo tenía a su lado le ponía la piel de gallina y le
daban ganas de llorar por pura impotencia.
Pero, aunque habían pasado dos tristes meses, cada noche lloraba menos por su ausencia. No
por él, sino por su ausencia. Le había prometido que no lloraría por él, pero sí por la falta que le
hacía a su lado. Había aprendido a mirar menos la fotografía de él que tenía escondida en el
cajón de su mesa de luz, y con mucha suerte había logrado ocultarles a todos sus familiares la
verdadera identidad de Louis Tomlinson cuando les contó sobre los amigos que había hecho en
el campamento.
Hoy era un día diferente. Hoy hacía dos meses que no se veían ¡dos malditos meses! Y aunque
lidiar con su ausencia había sido difícil tenía que enfrentarlo. Iba a tener que recordarlo como algo
bueno y no como algo que “ya pasó”, porque nunca pasó y nunca va a pasar. Todo el mundo
debía enterarse de quién era Louis y de lo importante que había pasado a ser para él.
Por eso, luego de vestirse, se sentó en un extremo de su cama con la fotografía de su novio entre
sus dedos. Había salido tan perfecto. Era tan perfecto. Era como un cuento de hadas y miles de
historias de amor con finales felices reunidas en un solo rostro. Eso era Louis. Felicidad plena,
alegría y carisma. Harry no pararía de admirarlo, ni aunque lo obligasen.
- ¡Mamá! –gritó de repente. Sabía que su mamá estaba en la habitación de al lado, pero quería
gritar lo suficientemente fuerte para que lo escuchara enseguida y no se arrepentiría cuando
tenga que llamarla de nuevo.
Luego de unos segundos, Anne apareció por la puerta, y se apoyó en el umbral. Llevaba su
pijama y unas extravagantes pantuflas. Era de noche, y seguro estaba cansada, no la culpaba,
porque había estado trabajando todo el día, pero sentía que debía hacerlo. Era ahora o nunca.
- ¿Tienes un ratito para hablar? –le preguntó, casi susurrando, colocando la foto boca abajo
detrás de él.
- Claro, amor, ¿qué sucede?
Su mamá se sentó a su lado en la cama y le peinó unos cuantos rizos detrás de la oreja,
dispuesta a escucharlo.
- Mamá, ¿recuerdas a Louis? –su mamá frunció el ceño- Louis Tomlinson, el australiano, el chico
que conocí en el campamento y del cual ya te hablé.
- Sí, sí lo recuerdo, ¿qué sucede con él?
- Él es Louis –Harry le extendió la foto y su mamá la miró con dulzura.
- Es muy bonito, ¿qué es lo que está en el suelo? ¿Son fotos? –preguntó, señalando una parte de
la fotografía.
- Sí, son fotos –él sonrió, recordando ese día-. Louis había llevado una enorme caja con fotos
familiares y me presentó a cada uno de sus integrantes.
- ¿Ah sí? Cuéntame.
- Tiene cuatro hermanas y viven junto a sus padres –Harry volvió a sonreír.
- ¿¡Cuatro hermanas!? –Anne casi estalla de la emoción- ¡Y tú te vives quejando de Gemma!
Creo que deberías aprender de él, ¿no te parece?
- Todos deberíamos aprender de él –Harry sonrió. Seguía sin atreverse a mirar a su propia madre
a los ojos-. Tuvo muchos problemas por lo que me contó y no tienes idea de todo lo que ha hecho
para salvar a su familia.
- Debe ser muy buena persona, Harry –suspiró ella, devolviéndole la foto-. Desearía conocerlo.
- Es que lo conocerás... -dijo, no muy fuerte. Quería despertar sospechas en ella, pero tampoco
quería hacerlo directamente, ya que ni siquiera tenía idea de cómo actuaría al enterarse de la
verdad.
- Ay, Harry. No deberías hacerte tantas ilusiones de volver a verlo. Sydney está demasiado lejos
de aquí y les costaría mucho volver a verse.
- Él me prometió que volveríamos a vernos, mamá –él subió la mirada un poco. Sus ojos
comenzaron a llenarse de lágrimas-. Y yo también se lo prometí.
No pasó mucho tiempo para que Anne notara la tristeza dentro de sus ojos, pero al mismo tiempo
se preguntó por qué estaba tan triste. Harry nunca lloraba, o al menos nunca frente de ella, y eso
lo hacía el doble de extraño. Sin dudas, lo más doloroso que le puede pasar a una madre es ver
triste a su hijo, y no saber qué hacer para devolverle la sonrisa era lo peor.
- Hey, ¿qué pasa? –le preguntó, atrayéndolo hacia sus brazos, envolviéndolo en un protector
abrazo.
Harry comenzó a mover los hombros al ritmo de sus sollozos con el mentón apoyado en el
hombro de su mamá. Explicarle cuánto lo amaba era muy doloroso, porque eso le recordaba cuán
lejos estaba.
- Quería decirte esto antes, pero no podía –lloró. Se sentía patético al llorar por esto, pero no
podía esconder más todas sus emociones-. Louis es la mejor persona que conocí en mi vida, y no
estoy siendo metafórico, es la verdad. No tienes ni la más pálida idea de lo que es hablar con él,
compartir risas o tan solo mirarlo. Es... Es hermoso.
Sintió como su madre se puso tensa bajo ese abrazo, para separarse un poco y mirarlo a los ojos.
- Continúa –le pidió.
- No solo es lindo, también es bueno y me entiende como nunca nadie lo hizo antes. Tú me dijiste
que me has notado cambiado desde que volví, ¿sí? –Ella asintió a medida que se escondía un
mechón de cabello detrás de la oreja-. Fue por él. Él logró que yo cambie y él fue el que hizo que
desentierre al verdadero Harry que está dentro de mí. No sé cómo lo hizo, pero lo logró... Y estoy
tan orgulloso de ser así. Estoy feliz de haberlo encontrado allí.
- ¿Qué quieres decir con todo esto? ¿Tanto lo extrañas?
- No solo lo extraño, quiero abrazarlo y no soltarlo jamás. No sabes todo lo que he aprendido en
esos cuatro meses. Y... Y aunque no lo creas, también aprendí que es amar. Lo amo, mamá. No
sé qué estarás pensando de mí en este momento, pero quiero que me lo digas como yo
necesitaba decirte esto. No sabes lo horrible que es amar a alguien y no tenerlo. No tienes idea
de lo mal que me siento desde que volví de Inglaterra... Nunca pensé que sería tan doloroso
extrañar a alguien –Harry tomó aire antes de soltar sus próximas palabras, las cuales, eran
definitivas-. Porque... Porque Louis y yo nos amamos, mamá. Sé que solo fueron cuatro meses,
yo también soy consciente de eso, pero aprendí millones de cosas a su lado, y lo amo tanto, y se
lo agradezco tanto. No me va a alcanzar la vida para devolverle todo lo que él hizo por mí.
Su mamá lo miró con una expresión neutra. Parecía confundida, y Harry no iba a culparla, porque
él también lo estaría si su próximo hijo vendría hacia él con una noticia como esa. Pero, al
contrario de cómo lo pensó, no parecía enfadada, ni mucho menos aterrada. Su expresión era
neutra, pero lo miraba fijamente a los ojos.
- Eso significa que eres gay, ¿tú eres consciente de eso? –le preguntó ella, pasados unos
segundos. Le apretaba las manos fuertemente entre sus delgados dedos de uñas largas.
- Sí, lo sé.
- Pero tu haz tenido novias, Harry... ¿Estás seguro de lo que dices?
- Seré lo que la vida quiere que sea con tal de estar a su lado.
Anne sonrió y Harry lo hizo también. Luego lo abrazó y comenzó a llorar.
- Yo solo quiero que seas muy feliz, ¿sabes? No me importa si eres gay, heterosexual, gótico,
una planta, no sé, Harry, lo que sea, eres mi bebé, eres mi hijo, te querré cualquiera sea tu
decisión, y si ese Louis te hace tan feliz como dices no puedo rehusártelo. Es tu vida y quiero que
tú la construyas, a tal punto de que quede como a ti te guste –ella se separó un poco y lo miró a
los ojos-. ¿Por qué no me dijiste antes?
- No pensé que te lo tomarías tan bien. Tenía miedo de lo que pueda llegar a decirme el resto,
pero sobre todo tu opinión me importaba más –Anne sonrió mientras se limpiaba las lágrimas.
Aunque Harry odiaba verla llorar, esta era una de esas veces que le agradaba el motivo-. Si tú no
lo aceptabas... Yo no sé lo que iba a hacer.
- Es lo mismo que no acepte que tú seas feliz, Harry. Jamás podría negarte la felicidad, si todo lo
que busco es verte sonreír.
- Gracias, mamá, gracias. Esto es todo lo que necesitaba ahora.
Harry volvió a sumergirse entre el hueco de su cuello y su hombro con aroma a flores. Adoraba
ese lugar. Su mamá le besó cualquier parte de su cabeza rizada y lo abrazó mucho más fuerte.
Amaba sentirse seguro, y mucho más amaba sentirse así, en casa, lleno de amor y comprensión
rodeando el entorno. Sentir que todos lo entendían y lo apreciaban era lo mejor, porque con eso
lograba que todo sea más feliz. Desde decir cosas como estas, hasta devolverle la sonrisa a su
rostro. Por eso amaba a su pequeña y destruida familia. Porque todos estaban rotos y tristes por
un lado, pero por el otro todos buscaban hacerse sentir mejor.
- Iré a dormir, ¿sí? –Le dijo ella, antes de ponerse de pie- Mañana seguiremos hablando, porque
ya es demasiado tarde.
- Está bien –sonrió asintiendo.
La mujer le dio un beso en la sien antes de retirarse de la habitación y cerrar la puerta detrás de
sí.
Harry tenía otros planes para esta noche además de dormir.
Abrió su enorme armario, en el cuál guardaba libros que ya no usaba en su colegio, álbumes de
fotos, recuerdos de sus años anteriores, libros que tenía que leer, entre otras cosas. De allí, sacó
una libreta forrada con papel azul estrellado. La había llevado al campamento con la intención de
“escribir” para despejarse (porque de verdad era algo que adoraba hacer) y no la había tocado, al
contrario, había estado todo el tiempo metida dentro de esa mochila que llevaba siempre a todas
partes quién sabe por qué.
La abrió en una página blanca al azar y en el borde de la hoja escribió “2 de Octubre”. Siempre
escribía la fecha en todo lo que hacía, porque le parecía un dato demasiado importante.
“Lo extraño.
Si sabía que dolería tanto tenerlo lejos, habría hecho lo posible para mantenerlo a mi lado”.
Escribió.
“No tenía idea de que los ángeles podían estar atrapados en el cuerpo y el cielo en los ojos de
una persona”.
Continuó.
“Puedo decir que mi vida es perfecta cuando siento sus manos alrededor de mi cuello a medida
que me desarma con uno de sus hermosos besos”.
Rió al darse cuenta de que había rimado.
Cuando volvería a ver a Louis le mostraría todo eso que escribía, estaba seguro. Cuando volvería
a ver a Louis...
Cerró la libreta lentamente, y antes de dejarla sobre su desacomodada mesa de noche, un papel
se deslizó por entre medio de una de esas hojas. Se agachó para juntarlo, aún sin bajarse de la
cama, y lo vio debajo de ella. No era un papel, era una foto.
Al tomarlo entre sus dedos, se dio cuenta de que no era una simple foto, sino que era esa foto
que se habían tomado con la cámara instantánea en el balcón. Casi se le congela el corazón
cuando la vio y se dio cuenta de eso, y cuando se acordó de todo lo que habían hecho ese día, y
de cuánto había significado para ellos. ¿Qué hacía la foto allí? Supuestamente se la había
quedado Louis. Supuestamente.
Harry la volteó al darse cuenta de que tenía una larga y apretada escritura del otro lado.
Desprolija, sobre todo. Conocía muy poco la letra de Louis, pero podía afirmar que esa era la de
él.
“El amor nos va a doler y nos herirá muchas veces, pero lo único que sé, es que cuando tomamos
esto enserio, nos amamos mucho más de lo que nos amamos a nosotros mismos, porque el amor
fue todo lo que nos hizo sentir vivos.
Aunque ahora lo único que tengamos para recordarnos sea esta fotografía, quiero que sepas que
estos recuerdos son solo para nosotros. En ese pequeño lugar dentro de nuestra alma, donde los
ojos nunca se cierran, el corazón nunca se rompe y el tiempo siempre está congelado.
Podrás llevarla dentro del bolsillo de tus pantalones, rotos y holgados, y mirarla hasta que sientas
como nuestras miradas vuelven a cruzarse. A sentir que yo estoy cerca de ti de nuevo, como
solíamos hacerlo antes. Porque tú nunca estarás solo.
El amor nos curó. El amor sanó nuestra alma que estaba vacía. El amor será lo único que
llevemos con nosotros cuando ya no estemos con vida. Sé que todo entre nosotros, pronto se
volverá más fácil. Cada vez estaremos más cerca, hasta el punto de ser inseparables, pero quiero
que observes esta fotografía como un pequeño recuerdo que nos une, y que recuerdes lo mucho
que siempre te voy a amar”.
Eso había escrito Louis con sus propias manos, y lo había dejado dentro de la libreta de Louis la
última noche que pasaron juntos y él, recién hoy, dos meses después de su regreso la había
hallado. Había encontrado ese pequeño recuerdo que lo hacía sentir más cerca de él que nunca,
y no podía estar más agradecido de ello. No podía estar más feliz de todas esas palabras que él
había plasmado en el papel fotográfico del revés de la fotografía, porque no podía creer que
sintiera exactamente lo mismo que él.
Esa noche le costó mucho dormirse, pero lo hizo, sosteniendo esa foto en su pecho, como si
fuese el único objeto que lo mantuviese cerca de él.
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Capítulo 25.
Enero, el siguiente año...
Durante los meses que pasaron solo pensó en él y en la posibilidad de volver a verlo. Sintió todos
esos días como un peso más sobre su hombro, sabiendo que no podría cumplir la promesa que
había hecho al lanzar esa botella al lago. Recordaba que con sus dedos temblando de nervios
escribió “prometo volver a verlo lo antes posible, cueste lo que cueste” dirigiéndose a Harry, y aún
no podía lograrlo. Y el tiempo se hacía cada vez más largo, ya había cumplido diecisiete, la
espera se hacía más eterna y su paciencia comenzaba a agotarse.
Había conseguido bastante dinero limpiando los lujosos vehículos de sus vecinos o personas
conocidas siempre que se los solicitaran, y estaba a punto de llegar a lo que necesitaba para
comprar su boleto hacia Nueva York.
También había pensado en contarles a sus padres lo que estaba sucediendo con él, y con el
campamento, y quién era Harry en realidad (porque ellos no lo tomaban como más que un amigo
del que Louis vivía hablando), y siempre que se arriesgaba pensaba en las posibilidades que
existían de que sus padres lo tomaran como algo negativo, entonces se contenía y lo guardaba
para sí mismo.
¿Harry se lo habría contado a su familia? Extrañaba tanto oír su voz y sentirlo. Sentirlo sobre
todo.
¿Habría visto la foto que había dejado en su mochila? Le hubiese gustado ser un fantasma para
verlo en secreto mientras la leía y sonreía ante tan simples palabras. Porque sí, eran simples,
pero él también hubiese sonreído.
Decidió hacer todos sus pequeños trabajos cuando sus padres no estaban en casa, era la única
forma de que no sospechasen el porqué de todo eso, y cuando reúna todo el dinero posible, les
contaría y se marcharía cualquiera fuesen sus opiniones. Después de todo, sabía que del otro
lado del mundo Harry lo esperaba con los brazos abiertos.
Para su suerte (o por lo menos, algo positivo), sus padres habían vuelto a reconciliarse, y se lo
debía mucho al nacimiento de sus hermanitos, que cada día estaban más grandes y hermosos.
Pero hoy, hoy había sido un día totalmente diferente. Su plan cambió de rumbo cuando estaba
ocultando el dinero que había ganado esta semana en una caja que guardaba desde hace tiempo
debajo de su cama. Pensó que no había nadie en casa, pero su papá cruzó la puerta de su
habitación de repente.
Parecía bastante alterado, y parecía estar buscando algo. Enseguida comenzó a remover entre
las cosas de su escritorio, sin siquiera mirarlo.
- ¿Qué haces? –preguntó Louis en voz baja, escondiendo la caja detrás de él.
- ¡Louis! –Su papá se alarmó, mirándolo de repente-. No sabía que estabas aquí. Perdí unos
archivos, ¿no los agarraste por equivocación?
- No lo creo, sabes que nunca toco tus cosas –continuó hablando, tratando de parecer lo más
natural posible, pero la caja detrás de él se hacía cada vez más obvia, hasta que notó a su papá
desviando la mirada.
- ¿Qué escondes ahí? –le preguntó.
- Nada –respondió enseguida.
Louis se levantó de la cama protegiendo la cama entre sus brazos y trató de salir corriendo de su
habitación, pero el hombre más grande lo detuvo tomándolo del brazo.
- ¿Qué es eso, Louis? No te estoy haciendo un interrogatorio policial.
- Nada –repitió, escabullendo la mirada de los ojos de su padre.
- ¿Acaso son drogas? –Louis rió, sabiendo que no era cierto-. ¿Me lo mostrarás?
- No.
- ¿Por qué?
El hombre lo soltó y Louis sintió ese pequeño impulso por volver a escapar, pero se quedó allí,
quieto entre el umbral y el pasillo.
- Porque no –respondió cortante.
- Porque no no es una respuesta –le dijo él-. Ven, siéntate.
Lo tomó del brazo cuidadosamente y lo condujo de nuevo a su habitación, para sentarse en la
cama. Sus padres nunca le prestaban mucha atención y le comía por dentro la rabia que lo hagan
ahora, justo cuando tenían que ignorarlo y dejarlo tranquilo.
El hombre lo miraba a los ojos detenidamente, como si esperara que la verdad saliera
inconsciente desde su boca, pero Louis se mantenía callado. Nunca se había sentido tan
incómodo e invadido en toda su vida, quizá porque nunca lo habían atacado de esa manera,
mucho menos su padre.
- Dame la caja, Louis.
- No tengo drogas –dijo rápidamente, aferrándose aún más a ella.
- Lo sé, te conozco, solo quiero ver que tienes ahí dentro.
La mirada de su padre parecía tan sincera, que Louis no pudo hacer nada. Aflojó todas sus
extremidades, y aunque no estaba muy confiado de la idea, le extendió la caja de zapatos a su
padre, el cual la tomó de manera bastante desconfiada. Con cuidado retiró la tapa y vio los
arrugados billetes desparramados dentro de ella, de toda clase, incluso unas cuantas monedas o
notas diciendo la cantidad que llevaba.
Su ceño se frunció por completo y no se atrevió a mirarlo. Louis sabía que algo andaba mal
cuando su padre apretó los puños sobre sus rodillas.
- ¿Qué pensabas hacer con todo esto? ¿Irte de casa? ¿Comprarte algún país, Louis? Dime, ¿qué
querías hacer? –su voz le raspaba los oídos y le retumbaba dentro de su mente. Sabía que
estaba enojado pero que no quería demostrarlo-. ¡Dime que maldita idea se te ocurrió ahora!
- Ninguna idea, solo ahorraba...
- ¡Vamos, Louis, te conozco! Nunca ahorras sin antes decirme para qué o refregarme en la cara
que conseguiste cien dólares de quién sabe dónde –Louis agachó la mirada, casi intimidado.
- Extraño a Harry...
No lo veía, pero supo que los hombros de él se relajaron y buscó sus ojos con los suyos. No
pensaba subir la mirada.
- ¿Ahorrabas... Para ir a verlo? –preguntó, con la voz blanda.
- Sí, porque sé que siempre tuvimos el dinero justo y el viaje es caro, no podría pedirle que
ustedes me lo paguen –su papá posó una mano en uno de sus hombros y Louis subió la mirada
hasta sus ojos-. Pero necesito verlo, y no tengo otra alternativa que juntar dinero por mi cuenta.
Es como si cada día que pasara lejos de él estuviese siendo desperdiciado. Es horrible pensar
que ahora mismo está en otra parte del mundo haciendo quién sabe qué y yo no puedo estar con
él. Es doloroso saber que es mi persona favorita en todo este maldito mundo y no puedo
abrazarlo, ¿tú me entiendes? Es difícil hacerlo, pero no encuentro palabras adecuadas para
explicártelo. Solo quiero estar con él, aunque sea un tiempo, pero necesito verlo.
- Nunca te escuché hablar así de... Sincero. Ven, dame un abrazo.
Era más que obvio que el hombre que le había dado la vida había notado esas pequeñas
lágrimas acumuladas dentro de sus ojos. Lo abrazó y Louis lo hizo también, pero con mucha más
fuerza, temblando por las ganas que tenía de llorar.
- Algo me dijo que siempre lo amaste, no hizo falta que me lo digas –susurró él, y le acarició el
cabello-. Y volverás a verlo, eso es una promesa.
- ¿Enserio me lo prometes? –sollozó.
- Te lo prometo como le prometí a mamá que la amaría para toda la vida cuando volví a casa
–afirmó y Louis nunca se sintió tan feliz-. Solo quiero que sonrías.
- ¿Eso quiere decir que volveré a verlo?
Su papá lo separó tan solo un poco y Louis aprovechó el momento para secarse las lágrimas, que
a esta altura no sabía si eran de tristeza o emoción.
- Bueno, no iremos inmediatamente a Nueva York, pero te ayudaré con todo eso y me iré contigo,
¿qué te parece? Además allí tenemos una casa que no usamos hace años, ¿recuerdas? Puedes
invitarlo a Harry a pasar algunos días allí. Es tranquilo.
- ¿Es cierto? –su papá sonrió-. ¿¡Enserio es cierto!?
- Claro que sí, Louis. Deja de preguntar o me arrepentiré –le dijo, esta vez riendo.
Su sueño se estaba haciendo realidad cuando pensó que cada vez estaría más lejos. Volvería a
ver a Harry, volvería a abrazarlo, a besarlo, a cantarle, a acariciarlo, a olerle el cabello, a
observarlo dormir, a despertarlo, a tomarle fotografías, a mirarlo a los ojos, a recordarle cuánto lo
amaba. Volvería a estar con él y volvería a sentir como su corazón se llenaba de amor de nuevo.
Volvería a sentirse vivo y completo, solo porque estaba a su lado. Era un sueño, era su sueño y
se estaba haciendo realidad.
- ¡Gracias, Dios mío, gracias, papá! Te amo.
Se lanzó sobre él y lo abrazó, porque nunca pensó que ese hombre fuese capaz de todo eso.
- No pensaré de nuevo en las complicaciones, pensaré en que sucedió. Lo conocí, me conoció, y
todo pasó cuando menos lo esperaba, pero sucedió, y ahora volveré a verlo –dijo,
inconscientemente. Su padre seguía escuchándolo-. Porque, después de todo, ¿de qué serviría
pensar que nunca sucedería?
Fin.
(Antes de que comenten "¿CÓMO QUE TERMINA ASÍ?" dentro de unos días publico el epílogo)
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Epílogo.
Mayo.
Harry PDV.
Los pies ya no estaban tan fríos y los vidrios de las ventanas de mi habitación ya no se
empañaban por la mañana. Había dejado de pasar tanto tiempo dentro de casa y volví a salir,
aprovechando el clima que estaba a punto de invadir toda la ciudad: el verano nuevamente. El
verano estaba comenzando en todo Estados Unidos y había considerado bastante la idea de
volver a Camp Century, pero antes de que mamá entrara a la página de internet para anotarme
me arrepentí. Sería estupendo volver a pasar otro verano allí, pero... ¿Quién sabía si Louis
volvería?
No tenía idea de cómo sería el campamento sin Louis.
En realidad, desconocí toda mi vida luego de alejarme de él. Sabía que había cumplido los
diecisiete en diciembre, como yo los cumplí hace ya unas cuántos meses. Extrañaba su tacto, y
aunque hubiese pasado casi un año sin él aún seguía recordándolo. Lo imaginaba dándome
abrazos o besos en la cara y todo se calmaba. Jamás me preguntaba si él me había olvidado,
porque sabía que no era así. Lo único que me preguntaba es cuánto faltaba para volver a vernos.
¿Cuánto?
Retiré el par de frazadas que me cubrían en ese momento y me puse de pie junto a la cama.
Mientras buscaba algo de ropa dentro del armario la cual ponerme, recordé todo.
¿Recuerdas cuando llegaste? No conocías a nadie, pero viste algo en sus ojos y eso te hizo
sentir en casa. Y no lo conocías, me dijo mi mente.
¿Recuerdas cómo lograba tranquilizarte? ¿Recuerdas cuando prácticamente te salvó la vida
mientras jugaban al futbol? O bueno, eso intentabas. Es imposible que no recuerdes la vez que
espantó a la araña mientras tú gritabas como una niña, sin saber que estabas literalmente perdido
en ese bosque artificial.
Apuesto a que también te acuerdas cuando tumbaste los remos de la canoa y él te dijo que no te
preocupes, que todo estaría bien y que hallarían una forma de volver a la costa.
Recuerda cuando se besaron por primera vez en el muelle, y tú... Maldita sea, tú estabas tan
confundido. Sabías que lo amabas y que algo estúpido sucedía dentro de ti cuando estabas a su
lado, y cuando estabas bajo su abrazo, pero otra parte de ti sabía que esto era demasiado
ridículo para ser verdad, pero lo intentaste.
Y sé que tienes una memoria bastante engañosa, pero sé que jamás olvidarías la vez que
hicieron el amor en una carpa, a la intemperie, rodeados de cientos de otros chicos.
Sé que nunca olvidarás las primeras miradas, los primeros besos, los primeros “te amo” y las
primeras sonrisas. Es imposible olvidar esas cosas cuando estás junto a la persona que amas.
De repente, un grito proveniente de la planta baja de la casa me exaltó por completo.
- ¡Harry! –gritó mamá. ¿Qué hacía mamá en casa? Los sábados por la mañana suele trabajar-.
¡Baja, por favor!
- ¡Voy enseguida! –grité, algo afónico, mientras me anudaba los cordones de unos tenis que por
alguna razón había dejado de usar.
¡Las botellas que lanzaron al lago! Eso es imposible de olvidar, Harry. Creo que fue unos de los
mejores momentos de ese campamento. Estoy seguro de que no te arrepientes de haber ido. No
como al principio, cuando creerías que todo sería una verdadera pesadilla.
- ¡Harry, apúrate, tienes visitas!
Mamá de nuevo. ¿Visitas? Seguramente sería la abuela, ella siempre viene los sábados por la
tarde a hacerme compañía, pero ¿por qué tan temprano? Aún no eran ni las diez de la mañana.
Me refregué los ojos antes de abrir la puerta. Ni siquiera me había molestado en peinarme,
aunque rara vez lo hacía. Ya todo el mundo (literalmente) se había acostumbrado a verme con el
cabello revuelto, más parecido a un nido de pájaros que a rizos.
Mientras bajaba las escaleras vi a alguien hablando con mamá. En realidad, eran dos personas, y
todos susurraban. A medida que me iba acercando más y más no podía creerlo.
No podía creer que fuese Louis el que estuviese en mi sala en ese momento.
Me quedé estático en la mitad de los amplios escalones. Él me miró y yo lo miré. Era él, y no era
un sueño. O bueno, eso creía.
- No sabes lo que fue preguntar casa por casa de este vecindario en dónde vivían los Styles...
Su voz cambió. Comenzó a hablar, y mientras lo hacía mis ganas de llorar eran aún más grandes,
y temblaba más que una hoja en medio de una tormenta. Nervios. Muchos nervios.
- Creo que golpeamos unas veinte puertas, y quizá más...
Su cabello está más largo. Señaló a un hombre detrás de él. Eran parecidos, pero no idénticos, y
por eso supuse que era su padre. Éste me sonrió.
- Todo era “Buen día, ¿tiene idea de dónde queda la casa de la familia Styles?” ¡y nos cerraban la
puerta en la cara!
Sus mejillas están rosadas. Por favor, alguien dígale que deje de sonreír. Vos a morir, Harry.
Movía las manos al hablar, tal como siempre. Tal como cuándo lo había conocido. Y no sabía
cómo llamar a todo esto, ¿reencuentro, quizá? No lo sé. Porque, cuando estábamos separados,
aún sentía que él estaba conmigo.
- Hice alrededor de quince mil kilómetros en avión para venir a verte, ¿podrías si quiera
hablarme?
Es Louis. Es el chico que conociste en Camp Century. Está aquí ahora. Está parado en tu sala.
Lleva puesto un sweater rojo con renos arreando un trineo. Su cabello está casi empapado. Sus
ojos están brillantes, pero creo que es por el frío. Estás congelado, pero no gracias al clima, sino
por la emoción. ¡Haz algo, Harry!
Bajé corriendo las pocas escaleras que me quedaban y me abalancé hacia él, atrapándolo en un
abrazo casi mortal, dejándolo contra la pared que se encontraba a unos metros detrás de ambos.
Le acaricié el cabello y le besé el lóbulo de la oreja, no tienen idea de cuánto extrañaba hacerle
eso, pero me detuve cuando escuché un sollozo. No lo culpaba, era inevitable no llorar. Yo
también lo haría si no estuviese en este estado de shock impresionante, en este estado de “aún
no puedo creerlo”. Me separé un poco y lo miré, ahora dos finas lágrimas estaban sobre sus
mejillas.
- Pensé que tus ojos brillaban por el frío –reí.
- ¿De qué frío me estás hablando cuando hace casi siete meses que no te tengo conmigo?
Me miró a los ojos y supe que me hacía falta.
- No sabía qué hacer que todo esto fuera especial para ti –comentó él. Nunca antes me había
abrazado tan fuerte.
- Tú eres especial, y todo lo que hagas lo será. Te extrañé tanto.
Nos besamos, y nos importó muy poco que nuestros padres estuviesen allí. Lo necesitaba como
se necesita al oxígeno para vivir, y un poco más también.
- ¿Recuerdas las botellas que lanzamos al lago esa noche? La última noche –dijo, con la voz
ahogada en mi hombro mientras volvíamos a abrazarnos.
- Claro que sí, ¿qué hay con eso?
- Escribí que haría lo posible para volver a verte, y ha pasado casi un año de la primera vez que
estuvimos juntos en Inglaterra –se separó tan solo un poco, y acarició una de mis mejillas con sus
dedos, frágiles-, pero aquí estoy. Yo jamás rompería una promesa, mucho menos si se trata de ti.
- Y yo leí tu foto –ahora me encontraba al borde del llanto. Nunca sabía qué hacer cuando todo
era incontrolable-. No sabes lo feliz que me has hecho. Te prometo que esto va a ser eterno,
porque eres una parte de mí, y una parte muy grande, Louis. Te amo.
- Te amo tanto –murmuró-, que ningún lugar en esta tierra bastaría para demostrártelo.
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Agradecimientos y aviso.
Es algo triste ponerle "fin" a historias que no quería que acaben, tales como éstas. La verdad,
disfruté muchísimo escribiendo este fic. Tuve varios de esos días en los cuáles no supe qué
hacer, en los que me bloqueaba y me daban ganas de dejar todo, pero no podía hacerlo, porque
la razón por la que lo escribí es muy especial. En realidad, todas mis fics tienen un porqué, pero
esta... Esta es diferente.
Sé lo que es estar lejos de personas que amas, de esas que desearías tener a centímetros, para
darles un abrazo o para tan solo agradecerles todo lo que hicieron con vos, y esto es un poco lo
que quise expresar. La distancia puede ser completamente enorme, ¿saben? Pero si esa persona
verdaderamente te quiere, si se quieren, siempre estarán cerca, y el número que equivalga los
kilómetros que se interpongan entre ustedes desaparecerán.
Por eso, quiero agradecerle principalmente a Abigail (porque a ella está dedicada esta historia)
por formar parte de mi vida, por hacerme reír y por aconsejarme cuando se lo pedí. Le agradezco
desde existir hasta que me considere como una amiga, porque personas como ellas no encuentro
todos los días.
Después, a mis demás amigos a distancia, Sabrina, Agostina, Belén, Sofía, Martina, Sol,
Francisco y Facundo. Principalmente a Rocío, porque ella fue la que me aguantó cuando no sabía
que escribir, y la que me aconsejó cuando me estaba quedando sin ideas.
Y final, pero principalmente, a todos los que la leyeron, votaron y comentaron. No tienen una idea
de cuánto amé todos sus comentarios, porque cada uno de ellos me hace saber que realmente
hay gente que valora (en más o menor cantidad) lo que yo hago y eso me da una satisfacción
enorme. Muchas gracias.
Seguramente oyeron hablar de la probabilidad de una segunda temporada, y en realidad, la hubo.
Desgraciadamente y porque soy una persona que, en general, se agobia muy fácil, la eliminé
(siéndole sincera, no se perdieron de nada). Gracias por todos los comentarios hermosos a lo
largo del fic, escribir esto fue una experiencia hermosa y me abrió la mente a muchas cosas.
Infinitas gracias a todos.
Inid. (tw: altlouis)