Black Bullet Volumen 05

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     Prólogo –  El comienzo de una pesadilla

    Una hermosa voz soprano estaba exhibiendo todo su potencialvariando entre notas altas y bajas que impregnaban consuavidad el basto teatro.

    Hōbara Kenji  estaba sentado en el auditorio a oscurasconteniendo la respiración, mientras miraba la escena conatención.

    Vestidos con trajes escoceses del siglo XVII, los actores pronunciaban las letras en prosa mientras caminaban de ida yvuelta sobre el escenario.

    La pantalla electrónica a un lado del escenario se iluminó paramostrar acerca de lo que estaban cantando. El ambiente, tensoen el escenario, se transmitía directamente a la audiencia. Casicomo si pudieran vivirlo.

    Kenji estaba viendo la ópera llamada «Lucia di Lammermoor», escrita por Donizetti.

    Lucia Ashton y Edgardo di Ravenswood estaban enamorados, ytrataban de actuar como un puente entre dos familiasenfrentadas. Sin embargo, el hermano mayor de Lucía odiaba ala familia Ravenswood e inventó una carta de ruptura,terminando así con su relación y obligando a su hermana a serutilizada como un acuerdo político con un rico noble.

    Sin embargo, al enterarse de que Lucia estaba repentinamente a punto de casarse con alguien, Edgardo apareció en la boda conun ataque loco de furia.

    El daño psicológico condujo a Lucía a la locura.

    Después de apuñalar a su novio hasta la muerte, Lucía sesuicidó. Al darse cuenta de la verdad, Edgardo la siguió hasta lamuerte.

    Cuando se hablaba de óperas clásicas, Kenji recomendaría aMozart sin dudarlo, pero Donizetti… o más bien  Lucia diLammermoor, eran la única excepción.

    A pesar de que había visto la obra en innumerables ocasiones yla trama ya estaba grabada en su cerebro, Kenji todavía venía ala casa de la opera a ver esta obra.

    Pensándolo mejor, Kenji había notado que la mayoría de lasóperas clásicas terminaban con una tragedia.

    Lo que parecía un amor irrompible en la superficie, podía caeral rumbo de la destrucción con sólo la más mínima duda osospecha.

    Kenji sabía que era algo de mala educación, pero aun así miróalrededor a la audiencia sentada al lado y detrás de él,sintiéndose muy triste por dentro.

    Los mil ochocientos asientos del nuevo teatro nacional sóloestaban llenos en un treinta por ciento, aunque viéndolo de unamanera diferente, esto era muy razonable. Con tantas personas

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    con talento perdidas en la Guerra Gastrea  de hace diez años,este fenómeno no se producía sólo aquí.

    De repente, sintiendo que alguien en silencio se sentaba en unasilla junto a él, notó una fragancia dulce que entraba por sunariz.

    En silencio, Kenji se sorprendió. La chica era probablementeuna estudiante de secundaria. Su rostro estaba oculto bajo unsombrero de paja, y su pequeño pecho estaba cubierto con unvestido de una sola pieza tan blanco como la seda. Lo mássorprendente de todo era el oso de peluche que tenía en lamano.

    ¿Por qué eligió uno al lado suyo habiendo tantos asientosvacíos?

    En ese momento, el sonido de la orquesta se escuchó como unaserie de golpes contundentes. Acompañando el inquietantecomienzo del aria1 de la «Escena de Locura» de Lucia.1 Pieza musical.

    Para el momento en el que Kenji lo notó, ya era el tercer acto de

    la obra. Después de haber apuñalado al novio hasta la muerte en unfrenesí, herida y cubierta de sangre, Lucia salió desde el ladoderecho del escenario para la escena del banquete de bodas, ycomenzó a cantar un aria terrorífica llena de locura con la dagamanchada de sangre todavía en su mano.

    Kenji sintió de pronto un impacto en su pecho, mientras unintenso dolor recorría su cuerpo.

    Entonces sintió una fuerza repugnante desde el fondo de suestómago y comenzó a vomitar sangre.

    Increíblemente, en su pecho, había un cuchillo incrustado.

     No podía comprender lo que había sucedido.

    Girando su cuello lentamente, vio que el cuchillo había sidousado por la chica con el sombrero de paja junto a él. El armadel crimen parecía haber sido escondida de antemano en el osode peluche. Empujándolo de forma horizontal, el cuchillo sehabía deslizado limpiamente entre las costillas de Kenji, perforando su corazón… 

     —Por… Por… 

    ¿Por qué?

    Cuando quiso preguntarle, la chica cubrió la boca de Kenjimientras acercaba su rostro.

    Sosteniendo su dedo índice entre sus labios, la chica estaba

    haciendo un sonido de «Shiii», con una expresión linda como sile advirtiera a los demás de no hacer ruido en el teatro.

    A medida que su conciencia se desvanecía, Kenji ni siquiera pudo pronunciar un gemido, perdiendo la vida mientras veía elteatro en silencio.

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    La mirada de la chica estaba obsesionada con la ópera. Mientrasobservaba, mantenía su mano firmemente en el hombre a sulado, confirmando su pulso antes de levantarse.

    La obra había llegado al final del tercer acto. Mientrasescuchaba la música solemne de la orquesta, la chica salió delescenario.

    En el instante que salió del teatro muy bien acondicionado, fueconfrontada por la luz del sol y el aire sofocante del verano.Bajo el aire caliente, el asfalto parecía como si vibrara cuandolo veía.

    Mientras operaba su teléfono celular, la chica llamó a unnúmero predeterminado.

     — Aquí  Hummingbird 2.  Misión cumplida. Esperando másinstrucciones, Nido.2 Colibrí.

    Las responsabilidades diarias de Takamura Saya comenzabancon despertar a su hijo y a su marido de su sueño.

    Al subir las escaleras de roble, entró sucesivamente en lashabitaciones contiguas.

    Sacudir a estos flojos una o dos veces no sería suficiente paradespertarlos de su sueño, así que usaba un truco paradespertarlos. Saya quitaba sus mantas, dejaba las puertasabiertas y las dejaba allí. Entonces bajaba las escaleras para

     preparar el desayuno. Atraídos por el aroma, su esposo e hijo selevantarían de la cama lentamente, como zombis. Esa era sutécnica.

    A pesar de que no había mucha semejanza facial entre padre ehijo, uno podría declarar «De tal palo tal astilla» al ver elcomportamiento de ambos.

    Destrozando las rebanadas de queso para hacer una tortilla,regó los restos del curry del día anterior en la tostada.

    Después de mirar a ambos terminar su desayuno a un ritmo pausado, envió a su marido a trabajar con un almuerzo lleno de

     bolas de arroz de salmón, y dejó a su hijo en la parada deautobuses que llevaba al jardín.

    Luego venia la verdadera batalla.

    Atando el delantal detrás de ella con fuerza para aumentar sumoral, comprobó el informe del tiempo mientras lavaba la ropasucia acumulada en la lavadora, presionando el botón de inicio.Finalmente, se colocó los guantes de goma.

    Ella se había propuesto a sí misma limpiar las baldosas del baño

    que solía evitar, además de las partes alrededor del inodoro.

    Lo que esperaba que fuera un proceso de removido difícil,terminó rápidamente gracias a que las altas temperaturasablandaron las manchas.

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    Saya presionó su mano contra su abdomen. La bala anti- personal había desgarrado sin piedad su abdomen causando unaherida fatal.

    La Glock de Saya cayó junto a ella al suelo. Mirando haciaarriba, ella pregunto:

     — ¿Quién demonios… eres tú?

    El hombre respondió dirigiendo la boquilla de su escopeta a sufrente.

    Al presionar el gatillo de su escopeta, el hombre lanzó unsegundo disparo.

    Ignorando a Saya, que yacía derrumbada en el suelo con unrastro de sangre a lo largo de la pared, ocultó su escopeta en lachaqueta y se preparó para irse.

    Tan pronto como salió, los vecinos ya habían asomado suscabezas al oír los disparos.

    Sólo después de asegurarse que estaba en un lugar seguro, elhombre comenzó a operar su teléfono celular.

     — Este es Sword Tail 3.  Por favor responda, Nido. Misióncumplida, esperando nuevas instrucciones.3 Literalmente, cola de espada, es un pez que tiene una larga espina en su aletatrasera.

     — Por cierto, todavía no puedo creer que esos hombres de lareunión de ayer nos sugirieran dividir la cuenta al últimominuto cuando claramente eran por lo menos diez años mayoresque nosotras. Fue totalmente irrazonable.

    Brotaron las risas de los demás, resonando por toda la clase.

    Había un desagradable olor a perfume. Era evidente que setrataba de un error en la ventilación.

     Las cosas se han vuelto muy problemáticas… Pensó Yuuga enun rincón de su mente, pero pronto sacudió su cabeza y seacercó a su asiento.

     — Hey.

     — ¿Eh?

    Mirando hacia atrás, estaba una de las mayores chicasdelincuente de esta escuela. A pesar de llevar el uniforme deverano de los estudiantes de segundo año de la preparatoria Nukagari, su atuendo era deliberadamente descuidado.Insistiendo que había nacido con su cabello desordenado,llevaba una capa teñida de un brillante rubio. Ella se colocaba

    los pendientes cada vez que sonaba la campana para el iniciodel descanso, y se los quitaba cuando las clases comenzaban,actuando completamente indiferente hacia los profesores.  Esetipo de chicas delincuente eran realmente molestas.

    Yuuga recordó que su nombre era Kamuro Yoshiko. Cada vezque alguna chica de su mismo año tenía la mala suerte detropezarse con ella, la rodeaba con un grupo de compañeras y la

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    llevaban a algún lugar para darle un verdadero castigo. Quéridículo que una chica tan malvada se llamara «Yoshiko»cuando «Yoshi» significaba «bueno».

     — Ese es mi lugar.

     — ¿Y qué?

    El trasero gordo de Yoshiko estaba sentado en el escritorio deYuuga, balanceándose sus piernas mientras ella replicaba.

     — ¿Podrías irte por favor? No puedo tomar mis libros de textoasí.

    Esas palabras congelaron instantáneamente el aire en el aula. Asu alrededor, chicos y chicas lo miraban con un aire dehostilidad.

    Yoshiko también lo miró silenciosamente, entonces, de repentemovió la mitad inferior de su cuerpo, sin hacer nada más.Parecía que eso era lo máximo que ella estaba dispuesta ahacer.

    A pesar de sentirse muy preocupado, Yuuga sacó los textos y

    notas que necesitaba para su siguiente clase. Como era su propio asiento, decir  gracias  se sentía extraño, así que sólo sefue en silencio.

     — Eres hombre muerto, Mitsugi-aniki.

    Yuuga se acercó al asiento de su amigo, Kuromatsu Shingo,mientras éste ondeaba su mano sorprendido para darle la bienvenida.

     — ¿Qué? ¿Está mal?

     —¿Incluso me preguntas si está mal…? 

    Kuromatsu hizo al instante una expresión de sorpresa, peroluego suspiro simplemente con exasperación:

     — Mitsugi-aniki, ya han pasado tres meses desde que tetransferiste, así que se supone que deberías tener amigos, ¿no?Es por eso que te aconsejé que trabajaras duro para queencajaras en la escuela. Es imposible para mí imaginar qué tipode vida llevaba alguien que iba antes a la preparatoria Seishin.

     —… 

    ¿Entonces cuál era la respuesta correcta para esta situación?

    Después de todo, Yuuga se había esforzado por actuar como unestudiante común y corriente, pero los demás siempreencontraban su conducta anormal.

    Incluso si Yuuga le decía a este amigo bien intencionado quesólo se había inscrito en la preparatoria Seishin y no habíaasistido ni una sola vez a clases, probablemente no sería de

    ninguna ayuda.Por otra parte, los tres meses que Yuuga había pasado en estaescuela fueron simplemente por el bien de cumplir con lamisión de hoy.

     — Mitsugi-aniki, espero que no te enojes conmigo, pero a veceste siento un poco distante. Es como si fueras un extraterrestrede otro planeta viviendo entre nosotros… 

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     — Eso es algo realmente cruel.

     —¿Eh…? 

    Yuuga le sonrió alegremente a su amigo que había abierto susojos.

     — Es una broma.

    El celular de Yuuga sonó.

    ¿Está aquí?

    Yuuga empujó su libro de biología al pecho de Kurotmasu.

     — Lo siento, Kuromatsu-aniki4

    , ¿pero podrías ir a la siguienteclase primero?4  Honorífico japonés que significa hermano mayor, pero también se usa parareferirse a un superior.

     — ¿Eh? S –Seguro… 

    Antes de que pudiera terminar de escuchar su respuesta, Yuugase dio la vuelta y salió del salón de clase. Pasando junto amuchos salones hasta llegar a un baño donde no había nadie

    más, colocó sus auriculares inalámbricos en su oído y presionósu Smartphone. 

     — Hey, Dark Stalker 5 aquí.5 Espía oscuro.

     — Malas noticias. Acabo de recibir información de que elobjetivo tomó el tren bala antes de lo esperado.

    Yuuga frunció el ceño ligeramente y miró su reloj.

     — ¿Hace cuántos minutos pasó eso?

     — Veinticinco minutos. Hay menos de cinco minutos antes deque el tren pase por ese punto. Dirígete de inmediato al lugardesignado.

    Yuuga entendió sin necesidad de mayores explicaciones.

    Saliendo del baño, Yuuga corrió hacia las escaleras que estaban junto a la sala de  Preparación del Staff , girando rápidamentemientras usaba las barandillas para apoyarse. En un abrir ycerrar de ojos ya había llegado a la puerta cerrada que conducía

    a la azotea. Insertando la llave que había obtenido conanterioridad, abrió la puerta de hierro.

    A pesar de que se matriculó con una nota de «Estado frágil de salud», Yuuga había corrido casi cincuenta metros sin siquiera perder el aliento.

    La campana sonó anunciando el inicio de las clases, mientraslos estudiantes corrían por debajo sin parar.

    La puerta se abrió mientras la deslumbrante luz del sol y elcielo azul saltaban a la vista.

    Cruzando la puerta y girando detrás del tanque de agua, Yuugasacó un maletín estrecho y largo de la brecha entre el tanque delagua y las barandillas del techo, éste también necesitaba unallave para abrirse.

    Había un rifle adentro.

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    Era un  Francotirador DSR-1  manufacturado por  AMPTechnical Services.

    Con el gatillo y el cargador situados más atrás que las armasnormales, acortaba la longitud total del arma mientras manteníaun cierto nivel de precisión, era un rifle francotirador de cerrojo Bullpup.

    Usando balas  Lapua Magnum  de .338, la parte delantera delcañón tenía la boquilla sustituida por un silenciador, reduciendoasí el ruido y destello generado por el disparo. Un espécimen perfecto de belleza funcional comprometido por las tradicionesarraigadas de un rifle francotirador.

    Probablemente ya era hora de que las clases comenzaran. Seescuchaba una música grandiosa en la clase de música, produciendo notas que eran suficientes para hacer temblar sucavidad abdominal. Era el Himno a la Alegría perteneciente a la Novena sinfonía de Beethoven.

    Yuuga miró la hora. Restaban dos minutos.

    Con movimientos fluidos, tomó una postura de francotiradorapuntando el cañón al tren bala que pasaría junto a las colinascircundantes, frente al edificio de la escuela. Dobló el bípodedel barril quitando la tapa sobre el visor óptico. Manteniendo la boquilla del cañón dirigida a la vía férrea, extendió elmonopodio de acción para que descansara en el suelo, produciendo así tres puntos de contacto que estabilizaban aúnmás el arma.

    Tomando el compartimiento que guardaba el cargador, loinsertó en el arma y operó la palanca del cerrojo de la cámarade la primera bala. Colocando su ojo cerca del lente, pudo vervarios datos, como la velocidad del viento y el ángulo deinclinación.

    El lente era el último modelo de Carl Zeiss AG del año 2031,con una función de cálculo balístico que mostraba todo tipo dedatos de sólo un vistazo.

    La distancia del objetivo era de 1.200 metros. Ya habíarealizado la calibración de acuerdo al procedimiento habitual.

     — Treinta segundos restantes. ¡Está viniendo!La voz de su auricular fue incapaz de reprimir la ansiedad queestaba tratando de ocultar. Sin embargo, la mente de Yuugaestaba tan serena como la superficie de un lago con sólo unaleve brisa.

    Los ruidos circundantes se hicieron gradualmente más pequeños mientras que los latidos de su corazón se hicieroncada vez más fuertes.

    Ajustando su respiración varias veces, puso un dedo en elgatillo y soltó el seguro.

    Entonces… utilizó el poder de las prótesis en sus ojos.

    Aparecieron patrones geométricos en ambos ojos de Yuuga, seactivaron las CPU instaladas en los mismos, y comenzaron agirar.

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    Su velocidad de pensamiento se amplificó cientos de veces, permitiendo que el flujo circundante de tiempo en su campo devisión pareciera detenerse.

    La sinfonía de Beethoven se convirtió en un tarareo sin sentidomientras que la luz del sol pareció haberse hecho más oscura.

    El movimiento de toda la creación se desaceleró e incluso eláguila volando se hizo tan lenta que parecía a punto dedetenerse.

    A un lado de su campo de visión, el tren bala parecía acercarselentamente.

    En el tren bala, que originalmente pasaría en un instante, podíanverse incluso los dientes de cada pasajero con claridad.

    De acuerdo a los informes anteriores, el objetivo se sentaría enun asiento predeterminado junto a la vigésima quinta ventana, pero, naturalmente, los asientos habían sido cambiados.

    … Lo encontré. 

    Junto a la duodécima ventana, contando desde el frente, había

    un hombre ligeramente calvo con un cigarro caro en su boca yuna expresión de impaciencia en el rostro. Exactamente igual alo que había visto en las fotografías.

    Los cálculos de las prótesis en sus ojos terminaron, produciendo una fórmula para el éxito garantizado.

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    Yuuga entrecerró los ojos y apretó el gatillo. La intensiónasesina  salió por todo su cuerpo. El resorte dio una sensaciónelástica. Empujó el gatillo hasta el fondo de un tirón.

    Conectado al gatillo, el percutor golpeó la parte inferior delcartucho, disparando así la bala.

    Una pequeña explosión se produjo en el interior del arma, produciendo un fogonazo suprimido desde la parte frontal delsilenciador. Al mismo tiempo, pasando por el estriado alinterior del barril, la bala Lapua Magnum salió girando enforma de espiral, rasgando a través de la atmosfera ydirigiéndose hacia su objetivo.

    Yuuga podía sentir lentamente el retroceso del arma en suhombro.

    Dentro de este mundo donde todo fluía lentamente, sólo la bala parecía excepcionalmente rápida. Los cálculos causaron que la bala entrara por la ventana del tren bala, rompiendo el vidrio para que perforara la cabeza del objetivo. Desplomándoselentamente, el objetivo se derrumbó en el acto.

    Convencido de que no había necesidad de ver por más tiempo,Yuuga redujo la velocidad de sus pensamientos y permitió queel flujo del tiempo regresara a la normalidad.

    El Himno a la Alegría invadió de inmediato sus oídos, mientrasel resto del retroceso impactó en su hombro. El brillo del soltambién había vuelto a la normalidad.

    Mirando al tren bala pasar con una velocidad feroz, Yuuga secolocó de pie y miró hacia el cielo azul ladeando la cabeza.

     — ¿Eliminado? — Creo que sí.

    Ya de por si suprimido, el sonido del disparo fue hábilmenteencubierto por el Himno a la Alegría y el ruido del tren bala.

    Yuuga suspiró:

     — Bueno, entonces, Nido. Misión cumplida, Dark Stalkerespera más instrucciones… 

     —… ¿Qué fue eso…? 

    Como si sintiera una descarga eléctrica, Yuuga miró hacia atrás para ver a una compañera que lo estaba mirando en estado deshock.

     Kamuro Yoshiko.

    En cuanto a por qué de repente apareció aquí, Yuuga miródetrás de ella. La puerta de hierro estaba entreabierta, eso fue lo

    que le permitió entender la situación.Incluso si el tiempo no le permitía dudar, dejar la puerta abiertaera un error muy vergonzoso para él.

    Saltándose las clases, Yoshiko había notado que la puerta de laazotea no estaba cerrada con llave y entró aquí pensando queestaba de suerte… Ella nunca esperó que eso le costaría la vida.

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     —Conque viste eso… 

    Yuuga dijo ligeramente y dio un paso hacia Yoshiko, por lo que

    ella dio un paso hacia atrás. — E – Esa cosa parece un arma, se ve genial.

    Se obligó a sí misma a hacer una sonrisa. Por lo menos, si fueracapaz de suprimir el temblor en sus piernas, se vería másconvincente.

    Yuuga se acercó a ella en silencio mientras Yoshiko retrocedía.

    Pero pronto fue acorralada, forzada contra la barandilla de

    metal. — ¿Eres un asesino?

     —  No, soy un vengador.

    Yuuga se encogió de hombros y miró hacia el cielo.

     — Lamentablemente, esto se arruinaría si te dejo vivir. Sientomucho tener que decirle esto a alguien que conozco desde hacetres meses pero… muere. 

    Sin ninguna advertencia o preparación de algún movimiento,Yuuga realizó un golpe con su palma. Al instante en que lagolpeó en el pecho, un declive masivo apareció junto al sonidode su pecho rompiéndose.

    Era un ataque diseñado para destrozar el cuerpo humanoutilizando cálculos de anatomía. Rompiendo las costillas através de los músculos del pecho en un ángulo perfecto, las

    costillas rotas fueron utilizadas para perforar el corazón, produciendo una muerte casi instantánea.

    Cuando la sangre circulaba durante el momento en queimpacté a su corazón, ¿qué estaría pensando ella?Seguramente debía ser capaz de comprender el hecho de que sus piernas temblaban contra su voluntad y salía sangre de lacomisura de sus labios.

    Recogiendo el cuerpo colapsado, Yuuga le habló al auricular:

     — Lo siento, Nido, colocaré un cadáver no planificado en elarmario junto a las escaleras. Por favor, recupérenlo antes de

    que los estudiantes a cargo de la limpieza lo encuentren despuésde la escuela.

     — ¡¿Por qué cada vez que —  

    Yuuga colgó sin escuchar el resto.

    Mientras sostenía a la chica en sus brazos, que se convertíalentamente en un cadáver frío y tieso, contempló el paisajedesde el techo de la preparatoria Nukagari.

    La brisa de verano lo golpeó en la cara mientras miraba sus palmas detenidamente:

     —¿Por qué soy un fracasado a pesar de ser tan poderoso…? Sensei...

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    Parte 1

    En las profundidades del campo de visión ampliado

    ópticamente, podía ser captada la figura de un monstruoescalando una superficie prácticamente vertical, aquel Gastrea  parecía un crustáceo a simple vista.

    Con esos tentáculos cubiertos de numerosas ventosas, podía sercategorizado como  Pereiópodo invertebrado.  Sin embargo, sucuerpo estaba cubierto principalmente por un caparazón tanduro como un casco.

    Debido a la fusión de la cabeza con el tórax de un cefalotórax, 

    era imposible saber dónde se encontraba la cabeza y los ojos. Elcuerpo trazaba suaves curvas en su plana espalda,estrechándose cada vez más a medida que se extendía untentáculo largo y puntiagudo.

    Usando sus tentáculos, el Gastrea subió verticalmente aledificio. Satomi Rentarō  pudo sentir cómo una ola denerviosismo recorría todo su cuerpo.

    Bajo los intensos rayos del sol del mediodía, grandes gotas desudor se deslizaban de sus cejas.

    El canto de las cigarras era muy molesto, al igual que elinsoportable calor del verano.

    En medio de ese ambiente hostil, Rentarō estaba en medio deuna lucha contra un Gastrea.

    El edificio que subía el Gastrea era la «Torre de Tokio». 

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     — Onii-san, el viento está soplando desde las seis en punto dediez a trece kilómetros por hora.

    Rentarō miró hacia arriba al rifle de precisión instalado junto ala voz. La chica rubia que había tomado una posición de tiro,mostraba una expresión rígida.

    Sostenía el rifle de precisión cuidadosamente, al igual queRentarō. Esta chica se llamaba Tina Sprout. 

    Sin mirarlo, estaba apuntando al mismo objetivo, ella estabautilizando una mira óptica.

    Había unas esferas negras intercaladas entre ella y el objetivo.

    Esta era una interfaz de pensamiento impulsado conocido como«Shenfield», eran como boyas flotantes de información, capacesde transmitir datos importantes para un francotirador  — como lavelocidad del viento —  de forma inmediata a su cerebro.

    Tina y Rentarō estaban acostados en el techo de un edificiocerca de la Torre de Tokio.

    Incluso con la toalla mojada sobre su cabeza, la intensa luz delsol hacía sentir a Rentarō como si estuviera acostado en unsartén.

    Mientras limpiaba el sudor continuo, luchaba contra el airecaliente que era suficiente para distorsionar las imágenes.

    Sin embargo, incluso en un día brillante y soleado, no estabaanimado alrededor de la Torre de Tokio. Tampoco había niños jugando o ancianos tomando la siesta.

    Eso era lógico ya que la zona estaba cerrada por la policía. Las proximidades de la Torre de Tokio estaban cubiertas de patrullas, mientras muchos oficiales apuntaban sus escopetashacia arriba sin bajar la guardia.

    Sin embargo, no parecía que fueran a hacer algún movimiento.Debido a la tasa de mortalidad por las nubes de los oficialescuando enfrentaban Gastreas, las empresas de Seguridad Civil  habían aparecido en el medio de la policía y las  Fuerzas de Autodefensa para manejar estos casos.

    Los primeros en llegar a la escena eran Tina y Rentarō, queeran los responsables de eliminar al Gastrea adherido a la Torre

    de Tokio.

    Rentarō apretó sus ojos contra la mira óptica.

    Estaban a casi de cien metros.

    Ese tipo de distancia no suponía ningún problema para losfrancotiradores promedios. Además, el viento era muy suave, por lo que no tenía casi ningún efecto sobre las balas.

    Sin embargo, la visión de Rentarō, que miraba a través de la

    mira óptica, se sacudía violentamente haciendo que perdieravarias oportunidades de apretar el gatillo. Incapaz de actuarsegún lo previsto, Rentarō estaba perdiendo su capacidad de pensar con calma.

     — ¡Onii-san!

    Apresurado por ese grito, Rentarō apretó el gatillo resignado.

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    El fuerte retroceso se sintió en su hombro. Sin embargo, la balade Varanium voló por arriba del Gastrea adherido a la Torre deTokio, golpeando en el acero con un sonido nítido.

    Sin darle una oportunidad de molestarse, el Gastrea intensificósu alerta y se preparó para sacar unas alas guardadas en suinterior.

     Mierda… eso pasó lejos.

    Operando la pistola de nuevo, Rentarō volvió a recargar ydisparó de nuevo, pero falló por poco. La bala se dirigió haciala posición donde estaba el Gastrea antes de salir volando.

    Tratando de escapar volando, el Gastrea hizo que el rostro deRentarō  palideciera. Con el sonido rápido de un disparo, una bala atravesó el cefalotórax del Gastrea Fase II  mientras éste seencontraba en los cielos. El monstruo perdió velocidad en elaire y cayó estrellándose contra el suelo.

    Los agentes de policía se tranquilizaron.

    A pesar de no estar muerto, el Gastrea ya no era capaz deluchar, gracias a la capacidad del Varanium para inhibir suregeneración.

    Rentarō miró a Tina. La boca de su Rifle  Dragunov  estabaemitiendo un humo blanco.

    Tina tenía los ojos cerrados como si saboreara el gusto deacertar el disparo, luego se separó de la mira óptica.

    Limpiándose el sudor de su frente, miró a Rentarō con unasonrisa y le dijo:

     —  No te preocupes, Onii-san. Todo el mundo empieza así.Avergonzado, Rentarō bajó la cabeza.

    Sería una muestra de debilidad si decía algo contra las palabrasde Tina, que lo hacían sentir aun peor.

    Aparte de utilizar artes de batalla del Estilo Tendō, Rentarōtambién era un tirador.

    Debido a que su compañera, Aihara Enju, era una Iniciadora

    especializada en combates cuerpo a cuerpo, confiaba en sushabilidades en combate a media distancia.

    Él estaba bien usando armas de fuego de medio alcance, ¿peroqué sobre las armas de largo alcance?

    Debido a que sentía que era necesario, le había pedido a Tinaque lo ayudara en esa área. No había ningún problema hastaahora, pero Rentarō no encontraba  muy bueno su ritmo demejora.

    Él negó con la cabeza y dijo:

     — Supongo que soy incapaz de mantener la concentraciónmientras miró hacia el mismo lugar todo el tiempo.

    Justo ahora, el error de casi dejar a un Gastrea escapar habíasucedido.

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     — Onii-san, ¿por qué quieres mejorar tus habilidades comofrancotirador?

    Frente a la mirada inocente de los ojos verdes de Tina, Rentarōdeliberadamente evitó el contacto visual y dijo:

     — Porque creo que es necesario. No sé por qué, pero siemprecreo que debo ser más fuerte.

     —Esa es tú razón… 

    Tina se señaló a sí misma:

     — Onii-san… Eres incapaz de articular claramente en palabras

    la razón por la que quieres ser más fuerte. Eso generarávacilación cuando tengas la oportunidad de acabar con tuobjetivo.

     — ¿Es un problema psicológico?

    Tina asintió en silencio.

     — Debiste haberlo notado ahora, ¿cierto? En qué consiste ser unfrancotirador… 

    Esas palabras fueron como un ligero golpe en una llaga.Rentarō se lamentó en secreto para sí mismo.

    Ya veo, es como dijo Tina.

    A pesar de que ya sabía desde antes de intentarlo, disparar unarma era diferente a ser un francotirador.

    Aparte de la distancia, un francotirador debía acabar con la vidadel rival incluso antes de que notara su presencia. Diciéndolosin rodeos, sólo podía llamarse asesinato.

    Disparar un arma de fuego frente a frente contra un enemigohostil estaba bien, ya que incluso si lo mataba, podía consolarsecon la idea de que fue en defensa propia.

    Los francotiradores eran diferentes. Rentarō no sabía queactitud debía tomar al momento de apretar el gatillo, tampocosabía cómo afrontar el acto del asesinato.

    Cuando usaba Gastreas como objetivos estaba bien, pero

    Rentarō no podía evitar pensar   «Y si el objetivo fuera un serhumano, ¿seguiría siendo capaz de hacer el papel de un francotirador como en la práctica?». 

     — ¿Tú tienes ese tipo de decisión?

    La chica de cabello rubio lo miró a los ojos y asintió.

     — Ser una francotiradora es el sentido de mi existencia. Si nohubiera aprendido esta habilidad ni pudiera manejar laShenfield a voluntad, el profesor me hubiera marcado como una

    falla y se hubiera deshecho de mí. — ¿Deshecho?

     — He oído muchas historias sobre las chicas cuyos cuerpos nose acostumbran a las partes mecánicas, pero no puedoconfirmar que sea verdad. Para mí, salvarme significaba sellarmi imaginación para no pensar en el futuro, tomar las cosas con

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    calma, y hacer a mi cuerpo aprender estas habilidades lo másrápido posible. Debía apagar mi alma con el fin de matar a sereshumanos.

     — Así no es como los humanos viven.

    Rentarō continuó dirigiéndose a Tina que inclinó la cabeza ensilencio.

     — ¿Me estás diciendo que apreté el gatillo sin piedad?

     —  No. Onii-san, por favor, debes encontrar tu propia razón paraquitarle la vida a tu enemigo. No puedo ayudarte buscando eso.Por el contrario, siempre y cuando no hayas encontrado la

    razón, no mejorarás sin importar cuánto practiques, por lo quesería mejor renunciar a intentar ser un francotirador.

    Ese era probablemente un ejemplo perfecto de algocontundente.

    Tina y Rentarō se miraron a los ojos por un buen rato. El vientocaliente sopló a través del techo, haciendo que su cabello se balanceara ligeramente.

    Rentarō fue el primero en relajar las comisuras de sus labios.

     — Vaya, eres muy estricta, Tina-sensei.

    Cubierta de sudor, Tina volvió a sonreír.

     — Onii-san, normalmente estás enseñándome distintas cosas,así que estoy muy contenta de poder enseñarte algo ahora.

    Recogiendo su rifle Dragunov, Tina señaló hacia abajo:

     — Ese Gastrea sigue vivo. Acabemos con esto antes de que pueda perjudicar a los ciudadanos.

    Justo en ese momento, un grito triunfal de «¡Finalmente, noshicimos cargo de ese bastardo!»  se escuchó, haciendo queambos saltaran de miedo y miraran hacia abajo.

    Al mirar cuidadosamente, había una pareja de Seguridad Civilfamiliar en la parte inferior de la Torre de Tokio. Vestidos conun ostentoso estilo Punk, eran Katagiri Tamaki y KatagiriYuzuki que lucharon junto a Rentarō y compañía en la Tercera Batalla de Kanto.

    Ellos estaban saltando arriba del Gastrea que Tina habíaderribado. El Gastrea, claramente había sido rematado.

    En otras palabras:

    Tina y Rentarō se miraron y gritaron al mismo tiempo:

     — ¡Nos han robaron nuestro triunfo!

    Parte 2

    A mediados de agosto, incluso en el mundo actual donde la

     población humana se había reducido por el virus Gastrea,todavía había una seria preocupación por el calentamientoglobal, con los problemas más recientes sucediendo en elsubsuelo de las regiones frías. Según los informes, la fusión delsubsuelo polar había liberado animales y plantas muertas que seencontraban debajo, lo que resultó en grandes cantidades de

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    metano en descomposición, apresurando en gran medida lacuestión del calentamiento global.

    Aunque las emisiones de dióxido de carbono humanas habíandisminuido en gran medida, el daño causado en el pasado, posiblemente, ya había pasado el punto de no retorno.

    Incluso con el aire acondicionado encendido a todo volumen enla oficina, era imposible contrarrestar el calor abrasador detreinta y nueve grados Celsius. El canto de las cigarras seescuchaba como gritos.

    Pero sólo había silencio en la oficina con una atmosfera sutil de

    seriedad.Tina, Enju y Rentarō estaban sentados sudando con expresionesfaciales indescriptibles.

    Al atardecer, los rayos inclinados del sol entraban por laventana. En una esquina de la oficina de la Compañía deSeguridad Civil Tendō, el sofá estaba en conjunto con una mesa para recibir invitados, pero muy rara vez los muebles tenían laoportunidad de servir para ese propósito.

    Usando un delantal en la parte superior de su uniforme escolar,Tendō Kisara  atravesó la cortina para salir de la cocina,trayendo cuatro platos que alineó sobre la mesa.

    Había un plato delante de Rentarō también. La comida frente aél despedía un olor dulce que deleitaba su nariz, mientras elvapor caliente se estrellaba contra su cara. Su estómago gruñó.

    Colocando finalmente un plato a su lado, Kisara terminó los preparativos y tomó asiento, aplaudió con sus manos y cerró losojos.

     — ¿Empezamos?

    Rentarō y Enju aplaudieron rápidamente y respondieron«¡Vamos a disfrutarla!»  simultáneamente. Sólo Tina gritó«¡Esperen!» en estado de pánico.

    Con una expresión angustiada mientras sacudía la cabeza, Tinase decidió y pregunto:

     — Uhm… ¿Qué es esto…? 

    Rentarō siguió su mirada para observar el objeto colocado en el plato blanco y limpio. Era una raíz en forma de huso de colorazul-morado.

     —¿Qué es…? ¿No es una batata? A veces lo llaman  Ñame enAmérica. Es una enredadera perenne herbácea de la familiaConvolvulaceae.

     — E – Eso no es lo que quiero decir …  ¿Esto es todo? Quierodecir… ¿Esta noche cenaremos sólo esto?

    Al notar a qué se refirió Tina, Kisara presionó su dedo índicecontra su barbilla aparentemente comprendiendo, haciendo«Hmmm» en voz baja. Finalmente, bajó las manos y se colocóde pie mientras decía «Ya sé» y desaparecía en la cocina, sólodiciendo «Por favor, espera un segundo».

    Entonces Tina relajó su expresión e hizo un suspiro de alivio.

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     — En serio, presidenta Tendō, esta broma ha ido muy lejos. 

    Regresando rápidamente, Kisara dejó caer una taza junto al

     plato de Tina con un ruido sordo. — Aquí tienes agua del grifo. Bebe tanto como desees.

    Tina se congeló al instante.

     — D –Disculpa… presidenta , ¿nuestra empresa es rentable?

     — Pobre como ratones de la iglesia.

     — Oh, ¿entonces qué comeremos mañana?

     — Frijoles y sopa de brotes de soja con fideos udon. Como algoadicional, hay costras de pan que sobraron en la panadería.

     — ¿Pasado mañana?

     — Salteado de brotes de soja con corteza de pan.

     — ¿Después de eso?

     — Cortezas de pan.

    Sintiéndose cada vez más pobre, Tina preguntó cautelosamente:

     — ¿C – Cuatro días de lo mismo a partir de hoy?

    Kisara juntó sus manos frente a su pecho, como diciendo«Buena pregunta», y sonrió:

     — Para cambiar de ritmo, vamos a hacer Fried buns ear 6.6 Orejas de bollos fritas.

     — ¡¿No son simplemente costras fritas?!

    Tina se lamentó dolorosamente.

     — Soy nativa de América. ¡No puedes engañarme usando elinglés!

    La expresión de Kisara cambio dramáticamente en un instante.Golpeando la mesa con impaciencia, se levantó y dijo:

     — ¡¿Qué puedo hacer?! El número de misiones completadaseste mes es de cero otra vez. Para ser honesta, pudimos habertenido carne asada hoy, pero como resultado de la estupidez deSatomi-kun… Incluso Tina-chan estaba hoy con el… 

    Rentarō se rascó la parte trasera de la cabeza. Era incapaz derefutar esas acusaciones. Nunca esperó que la Compañía deSeguridad Civil Katagiri les robara la presa.

    Esta noche, Seguridad Civil Tendō pasaría hambre de nuevo.

     — ¿Pero por qué siempre estamos pobres?

    Olvidando el «Vamos a disfrutarla», Enju movió la batata consu dedo índice jugando mientras preguntaba sin pensar.

    Rentarō asintió, de acuerdo con la pregunta de Enju :

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     — Sí, Kisara-san, ¿a dónde fue nuestra recompensa de laTercera Batalla de Kanto?

    Además, Seguridad Civil Tendō se había encargado de tresincidentes importantes… El incidente terrorista de HirukoKagetane, el incidente del francotirador de Seitenshi y laTercera Batalla de Kanto.

    Cualquiera de ellos debió haber traído una gran cantidad deremuneración.

    El rostro de Kisara se puso rígido por alguna razón entonces,repentinamente se puso roja. Mirando hacia R entarō, susurró

    lastimosamente: — Bueno, Satomi-kun, nunca te expliqué de manera detalladaque hace seis meses, pero durante el incidente de HirukoKagetane, no había podido pagar el alquiler de la empresadebido a los problemas financieros de la compañía…  Enconsecuencia, tuve que pedir un préstamo.

     — ¿A quién le pediste prestado?

    Rentarō  preguntó sintiéndose angustiado. Kisara señaló

    torpemente al techo, al cuarto piso donde « Koufuu, tiburones de financiamiento» se encontraba.

    Pareciendo aún más torpe, Kisara continuó:

     — Con lo tonto que eres, Satomi-kun, seguramente no conocesel concepto de «Interés compuesto»  cuando haces préstamos.Por ejemplo, ¿no pedí prestado un millón? Por lo que diez días

    después debía pagar un 10% de interés, es decir que tenía quedevolver un millón cien mil. Después de diez días, se debe pagar un interés del 10% sobre el millón cien mil, aumentando

    la deuda a un millón doscientos diez mil…

    Tina escondió su rostro entre sus manos y lloró tan pronto comose enteró de eso.

    Rentarō cerró los ojos con fuerza disculpándose con ella en sus pensamientos.  Lo siento Tina, nuestra presidenta no tieneabsolutamente nada de sentido común.

     — ¿Qué utilizaste como garantía para obtener el préstamo?

     — Los órganos de Satomi-kun.

    Kisara dijo rápidamente algo.

     — ¿Qué?

     — Básicamente…  tus órganos, Satomi-kun, ¿entiendes? Abe-san me dijo que tus pulmones y corneas debían tener un buen precio.

     — ¿Eh?

    Kisara, con la cara roja y los brazos frente a su pecho conresignación, continuó quejándose:

     — Como empleado, Satomi-kun, eres una propiedad a minombre como presidenta. Además, con la posibilidad detrabajar con alguien tan bella como yo, seguramente deberíaestar bien si entregas tu córnea obedientemente, ¡¿Cierto?!

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    Rentarō sólo pudo mirar a Kisara en silencio.

    ¿La chica que me gusta tiene pensado vender mis órganos?

    Enju también parecía sorprendida. Finalmente, devolviendo sumirada al plato sobre la mesa… 

     — Entonces estas batatas… 

    Kisara movió su cabello con estilo y dijo de forma imponente:

     — De hecho, esta en realidad es la «Ultima cena». Después dehoy, sobreviviremos con cortezas de soja y brotes de pan.Después del séptimo día, sólo podremos tomar agua, así que

    esto es todo un lujo.Mientras todos miraban las batatas colocadas en la mesa, laoficina se quedó en silencio.

    Enju tranquilamente levantó la mano:

     — Sugiero racionar las batatas. La batata de Kisara debedividirse en tres partes iguales y compartirse entre Tina,Rentarō y yo. 

     — ¿P – Por qué?

     — Porque, Tina, Rentarō y yo, no podemos sobrevivir tres díassin comida ni agua, pero tus tetas han almacenado suficientenutrición como para mantenerte viva durante un año y mediosin problemas.

     — ¿Cómo podría sobrevivir durante año y medio sin comer ni beber? ¡No soy un monstruo!

    Fue el turno de que Kisara llorara.

     — Por cierto, deja de meterte con mis pechos. Enju-chan, bustos

    más grandes en realidad no son tan buenos, ¿de acuerdo? Nosólo me hacen doler los hombros, también me es más difícilencontrar sujetadores lindos, y aumentan el calor.

    Tristemente, Kisara no podía empatizar con los desafortunadosen lo absoluto.

     — ¡Kiiiiiiiiiiiiiii!

    Teniendo una histeria mamaria, Enju saltó sobre la mesa decristal abalanzándose hacia Kisara.

     — ¿Entonces por qué no me los das a mí? ¡Devuélveme los pechos que absorbiste de mí!

     — ¡Owwwwwww! Basta Enju, ¡Deja de jalarlos! ¡M – Melastimas…! 

    Mientras Tina observaba con inquietud, Rentarō sacudió lacabeza y dijo:

     — Todos se están volviendo locos por el hambre.

    Suspirando profundamente. Miró a Kisara con una expresión deincredulidad:

     — ¿No somos los «Salvadores del Área de Tokio»? ¿Por qué no podemos conseguir ningún buen trabajo en lo absoluto?

    Escapando finalmente de la ofensiva de Enju, Kisara jadeó pesadamente mientras miraba hacia él.

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     — Hay alguien de la costa este estadounidense que quiereacabar con un gran Gastrea de tipo tiburón blanco  que andavagando por la orilla. Todos los cazadores de tiburones famosos

    aparentemente han sido comidos por esa cosa, ocasionándolesun dolor de cabeza a los oceanógrafos locales. ¿Te gustaría ir?

     — Es mejor dejárselo a los expertos en combate acuático. ¿Quémás?

    Rompiendo una nota junto al teléfono, Kisara inclinó su cabezahacia abajo:

     — Permíteme leerte los demás…  «La comida para llevar que

     pedimos no nos la han entregado, ayúdennos con eso».  «Quieroun duelo con Satomi Rentarō. ¡Decidamos quien es elverdadero hombre aquí!». «¿Qué color de ropa interior lleva la presidenta Tendō ahora mismo…?  Me pregunto, jaja» «Ayúdame a deshacerme de las cucarachas en mi armario».«Quiero que la mujer de mi vecino sea sacrificada». El resto esmás o menos igual.

    Rentarō no pudo evitar caer en la desesperación. ¿Por quienestoman estas personas a las Seguridades Civiles? 

     — ¿Hay alguna otra manera de hacer dinero…? 

     — Ve a trabajar en el bar gay  del primer piso, Satomi-kun,dijeron que te pagarían ocho mil por hora.

     — ¿Por qué no trabajas en el cabaret del segundo piso, Kisara-san? Dijeron que estaban dispuestos a ofrecer diez mil por hora.

     — El bar gay del primer piso dijo que si estás dispuesto a bailardesnudo, Satomi-kun. La tarifa por hora podía llegar a ser deveinte mil.

     —… 

    Ya fueran los Yakuzas del cuarto piso, el cabaret del segundo piso o los chicos del bar gay del primer piso, el resto deinquilinos en este edificio parecían felices todo el año, peroRentarō tenía dificultades para llevarse bien con ellos .

    Hablando de eso, Enju se frotó la barbilla y dijo:

     — A pesar de que no obtenemos ningún resultado, últimamente

    estoy escuchando sobre un repentino aumento en los casos deGastreas.

    Al escuchar las palabras de Enju, Rentarō asintió con la cabeza.

     — Sí, definitivamente pareciera como si hubieran demasiados.

    Siempre que un Gastrea era visto por un testigo o una cámarade seguridad, todas las Seguridades Civiles dentro de un radiode diez kilómetros recibirían inmediatamente un mensaje detexto de alerta, comenzando una lucha por ver quién podíamatar al Gastrea primero. Aunque a veces había cooperación, eldinero era entregado esencialmente por el gobierno a quienesmataran al monstruo primero. Las empresas de Seguridad Civilnormalmente hacían este tipo de misiones cuando no realizabanmisiones por encargo, pero el reciente aumento de éstas era bastante inusual.

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    Aparte de ser muchas veces despertado de su sueño, losmensajes de texto en medio de las clases de verano hicieron deRentarō un muy mal estudiante.

    Afortunadamente, siempre se evitaban brotes de infeccióngracias a los ciudadanos bien entrenados y a la acción rápida delas Seguridades Civiles. Sin embargo, estos eventosespeluznantes eran demasiado frecuentes.

    Además de eso, la Compañía de Seguridad Civil Tendō siemprese las arreglaba para perder la recompensa. Era algoabsolutamente vergonzoso.

     — ¿Habrá algún otro problema con los Monolitos?

     — Imposible… 

    Rentarō rechazó la especulación de Kisara al instante, aunquecarecía de confianza para hacerlo. Durante la Tercera Batalla deKanto, aparecieron defectos en uno de los Monolitos de los quese aseguraba eran perfectos, provocando una tragedia humanainevitable.

    Ya no había una confianza absoluta en qué tan seguros eran.

    Había pasado menos de un mes desde que Rentarō experimentóeso.

    Las miradas de todos en la oficina, se movieron naturalmentehacia afuera de la ventana. Al otro lado del cielo rojizo, uninmutable e inmovible Monolito desaparecía entre las nubes.

     — Esto tiene un mal sabor… 

    Rentarō miró hacia atrás para ver a Tina masticando la batatacon una expresión amarga.

    Curiosa, Enju también le dio un mordisco y luego sacó lalengua con una expresión desagradable en su rostro:

     — Ugh, el interior ni siquiera esta cocido.

     — ¿En serio?

    Mirando a Kisara — que parecía un poco torpe — , Enju no pudoevitar suspirar:

     — Kisara debería aprender seriamente habilidades culinarias

     bajo la supervisión de Rentarō. La dama de alta cuna, instruida en asuntos mundanos, dejó caersus hombros abatidos. Por último, miró a Rentarō resignada ydijo:

     — ¿Estás dispuesto a enseñarme?

     — S – Seguro.

    Kisara suspiró fuertemente de nuevo mientras se acercabadébilmente a la réplica de la pintura de  Klimt  colgando al otrolado del escritorio de ébano en la oficina, luego sacó un sobrede detrás del marco.

     — Toma. Este es el dinero que ahorramos poco a poco. Se losestoy confiando, Enju-chan, Tina-chan. Compren algo decomida con esto por el día de hoy.

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    Dicho esto, Kisara colocó un billete de diez mil yenes en lasmanos de Enju y Tina, haciendo a éstas hacer un rostro feliz.

     — ¡Voy a elegir lo más barato posible! — Enju levantó la manoy dijo mientras salía de la oficina tomada de la mano con Tina.Mientras sus pasos animados se desvanecieron poco a poco, elsilencio inundó de nuevo la habitación.

    El reloj marcaba las siete y media de la noche.

    Como llenando el silencio, las cigarras cantaban lo que parecíaun canto solitario. Desde el borde del cielo que pasaba de rojo aazul oscuro, unos débiles rayos de luz teñían el cieloligeramente.

    Con la desaparición de los rayos de luz, la luna menguanteapareció al fondo del cielo azul. Las señales externas deledificio comenzaron también a parpadear con luces LED,diciéndole a la gente que el distrito nocturno Magatachou habíadespertado.

    Dentro de la habitación silenciosa, un olor a humedad parecíainundar el lugar.

     — Somos los únicos que quedamos.

     — Sí.

    Mirando rápidamente a un lado del rostro de Kisara, Rentarō pregunto:

     —¿Y…? 

     — ¿Hmm?

     — Deliberadamente te deshiciste de Enju y Tina usando el

    dinero como excusa para hablarme de algo, ¿no? — Sí… En efecto. 

    Kisara alcanzó lentamente algo detrás de ella, se desató eldelantal y luego pasó su mano por su hermoso cabello. Eldelantal cayó a sus pies junto al sonido de la fricción de la ropa.Entonces, sacó sus pies afuera.

    Los zapatos en sus pies hicieron un chirrido mientras se sentabaen el escritorio de ébano. Luego, volteó hacia Rentarō 

     preguntándole algo.

     — Uhm, Satomi-kun…  alguien quiere reunirse conmigo parauna entrevista de matrimonio.

    Rentarō miró  a Kisara sorprendido, viéndola balancear suslargas y esbeltas piernas con su rostro mirando hacia abajo:

     — Me lo hizo saber a través de Shigaki-san. Aunque insistí enque no era necesario, ya que solía cuidar de mí, no pudedeshacerme de él.

    Shigaki… Al oír ese nombre, Rentarō tampoco pudo imaginaren una forma de negársele.

    Shigaki Senichi era el hombre que solía trabajar comomayordomo en la casa Tendō. Rentarō recordó que cumplía 56este año.

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    Ya que vivieron en la mansión Tendō durante su infancia,Kisara y Rentarō lo conocían desde hace mucho. Inclusodespués de abandonar su puesto de mayordomo, seguía

    cuidando de ellos.

    Más importante aún, era el propietario de Seguridad CivilTendō en los papeles y su salvador al servirles como tutor legal.Por lo que era imposible rechazarlo fácilmente.

     — ¿Pero por qué tan de repente?

    Kisara había dejado el clan Tendō. Como hija de los Tendō,casarse a los dieciséis años como un sacrificio para aumentar suautoridad no sería extraño, pero ella ya no pertenecía a esafamilia y no podía ser usada como una herramienta para unmatrimonio político.

    ¿Con qué tipo de intención este posible pretendiente pidió unaentrevista de matrimonio con ella…? 

    Probablemente porque adivino los pensamientos de Rentarō,Kisara ladeó la cabeza.

     —  No estoy muy segura tampoco. Sin embargo, el futuro novio

    es también alguien con el que estás familiarizado, Satomi-kun. — ¿También lo conozco?

    Kisara sacó una hoja de papel del escritorio y se la entregó aRentarō.

    Mirando hacia ella, Rentarō se sorprendió. 

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     —Este es… ¿Hitsuma Atsurō…? No hay forma. ¿Cómo—  

    En el papel de algodón con estilo de hoja de vida estaba una

    foto de medio cuerpo.

    El rostro ligeramente alargado usaba gafas con monturas de plata. Los rasgos faciales parecían bastante intelectuales.

     —Recuerdo la última vez que me encontré con él… Fue cuandoteníamos once.

    La mirada de Rentarō barrió la información a un lado  y seenteró de que había nacido en una familia de policías y quehabía entrado en el Departamento de Policía Metropolitana,después de pasar el  Examen Nacional de Servicio Civil.  Surango actual era superintendente. Su padre era un alto miembrorespetado de las fuerzas policiales por lo que estaban grabadasen caligrafía fluida varias de sus antiguas posiciones,incluyendo la de superintendente General del MPD. 

    De mayor estatus, mayor edad, y educación superior. Exponíalos rasgos de un hombre ideal; más importante aún, solía estarcomprometido con Kisara.

     — Cuando te fuiste de la familia Tendō, Kisara-san, ¿no fueanulado el compromiso de matrimonio también…? 

     — También creí eso. Pero… quién sabe la razón por la que meestá buscando ahora… 

    Rentarō sintió una progresiva sensación de repugnanciaaumentando desde su pecho.

     No quiero seguir escuchándola hablar acerca de eso. Rentarōsintió el impulso de salir lo más rápido posible.

    Sin embargo, le devolvió en silencio la información a Kisara,fingió indiferencia y preguntó:

     — ¿Cuándo es la entrevista?

     —Mañana… 

     — ¿Mañana?

    ¿Así que es inminente?

     — ¿Entiendes ahora?

    Enredando su cabello alrededor de un dedo, Kisara evitódeliberadamente el contacto visual.

     —  No es como si hubiera querido esconderlo de ti, pero fue muydifícil encontrar el momento adecuado, por eso me demoréhasta hoy… 

    Sólo en ese momento Rentarō notó que estaba apretando su puño con tanta fuerza que sus uñas se apretaban contra su piel.

    Kisara levantó la cabeza, pero continuó mirando hacia abajo. — Satomi-kun, espero que puedas acompañarme a la entrevistade matrimonio.

     —¿Qué quieres decir…? 

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     — El futuro novio al parecer ira acompañado de sus padres, pormi parte, yo llevare a Shigaki-san como mi tutor, pero todavíame falta una persona. Aparte de ti, Satomi-kun, no tengo a

    nadie más a quien preguntarle. Por favor… aunque es algo muyraro, ¿me acompañarías?

     —… No me importaría. 

     — ¿En serio? Estoy muy contenta.

    La belleza de cabello negro exhaló aliviada, pero todavía un poco preocupada, lo miró en secreto y dijo:

     — Satomi-kun, ¿qué te parece?

     — ¿Acerca de qué…? 

     — ¿Estás en contra de que asista a una entrevista dematrimonio?

    Por supuesto que estaba en contra. Tan pronto como seimaginaba a Kisara abrazada en los brazos de otro hombre,sentía un calambre en su estómago.

    Sin embargo, entendía muy bien que Tendō Kisara  era la

    auténtica hija de una familia prestigiosa.Incluso en el Japón moderno, donde el sistema de castas habíadesaparecido hace mucho, el clan Tendō  — que pertenecía a lasúper elite —  seguía de pie como una rara excepción.

    Una vez que nacías como hija del clan Tendō, estarías obligadaa un matrimonio arreglado con un alguien mayor de alta cuna y

    no podrías casarte con cualquier perro callejero, por supuesto.Desde que el clan Tendō fue fundado, no había habidoexcepciones.

    Para ser honesto, si Kisara no hubiera tomado la iniciativa deacercarse a Rentarō, el chico adoptado, ellos dos hubieran permanecido separados por el resto de sus vidas. CuandoRentarō llegó por primera vez a la casa Tendō, la señora a cargode instruirlo repitió como si le lavara el cerebro:

    «Escucha con atención, ¿d e acuerdo? Los Tendō no son personas comunes. No te engañes pensando que puedes estar junto a ellos como iguales».

     —… Creo que esta entrevista de matrimonio es buena. Si todova bien, serás capaz de ser feliz, Kisara-san, y estoy seguro queEnju y Tina serán felices.

     — ¿También piensas eso, Satomi-kun?

    Las luces frontales de un coche iluminaron el interior de laoficina por un momento, mostrando con claridad los perfiles deKisara y Rentarō.

    Rentarō levantó la cabeza y miró fijamente a Kisara. —Ciertamente… 

    Por alguna razón, esta respuesta causó que Kisara hiciera unaexpresión de dolor y mirara hacia abajo. Al final, se obligó a símisma a sonreír como si soportara el dolor.

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     — Y – Ya veo, está bien. Tienes razón. Después de todo, no escomo si estuviéramos saliendo o algo así. Dije algo extraño… Fue muy estúpido de mi parte.

    Kisara parecía como si tratara de cubrir algo con su sonrisamientras se golpeaba la cabeza.

    Ese era su límite.

     — Estoy preocupado por Enju y Tina así que iré a verificarcomo están.

    Sin esperar una respuesta, Rentarō se volteó de inmediato y sedirigió a la puerta de la oficina, ignorando a Kisara mientras

     parecía que ella trataba de decir algo… Pero al final no podía.

    Bajando las escaleras rápidamente, Rentarō estaba a punto deabandonar el edifico cuando sintió un impacto en su hombroderecho. Debido a que su mente estaba ocupada pensando enKisara, no notó que se acercaba alguien hasta chocar con él.

     — Hey… ¡¿Tú eres Rentarō?! 

    Rentarō miró sorprendido al ver el rostro del hombre a punto desubir las escaleras del edificio. El hombre parecía sonreír

    felizmente.

    Su rostro era muy joven, alrededor de la misma edad queRentarō. Tenía una cara larga con una frente ancha, con elcabello teñido entre naranja y marrón. Debido a su miradaaguda, parecía un punk, pero su rostro era muy agradablecuando sonreía.

    Encontrándolo familiar, Rentarō buscó en sus recuerdos envarias ocasiones hasta que su rostro finalmente se superpusocon el de un chico de hace varios años.

    … Oh. 

     — ¿Eres realmente tú? ¿Del Año 4 Clase 5, el estudiantenúmero diez: Suibara Kihachi?

    La corazonada de Rentarō aparentemente dio en el blanco. Elhombre sonrió aún más, feliz, metiendo las manos en los bolsillos de sus pantalones vaqueros.

     — Es correcto. Eres Satomi Rentarō, del Año 4 Clase 5, el

    estudiante número nueve.

    Diciendo esto, Suibara abrazó rápidamente a Rentarō por loshombros y gritó muy feliz:

     — ¡Esto me trae tantos recuerdos! Nunca pensé que todavíaestarías vivo, cabrón.

     — L – Lo mismo digo.

    La apasionada bienvenida de un inesperado amigo de hace

    mucho tiempo, causó que Rentarō se sacudiera violentamente, pero en comparación con su alegría fortuita, Rentarō se sintió perplejo como resultado de otras emociones.

    Levantando la mirada hacia el edificio detrás de él, Rentarō preguntó:

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     — Suibara, ¿estabas en este edificio justo ahora? Supongo queno estás trabajando en un cabaret o un bar gay a la edad dedieciséis… ¿Cierto? 

    Entonces, mirando el Rolex en su muñeca, dijo:

     —… Tampoco te ves como si necesitaras un préstamo de altosintereses.

    Suibara cerró los ojos en señal de protesta.

     — Eso no hace falta decirlo, idiota.

     —Así que… 

    Suibara se señaló a sí mismo y levantó el pulgar hacia arriba.

     — Así es, estoy buscando a la Compañía de Seguridad CivilTendō. Soy un cliente, Rentarō. 

    ¿Un cliente? ¡Pensar que mi amigo de la infancia a quien nohabía visto durante muchos años sería un cliente! 

    Incluyendo el asunto de Hitsuma de hoy, Rentarō sentía comosi personas de hace tiempo estuvieran apareciendo poco a poco.

    Rentarō se sintió sorprendido mientras Suibara se encogía dehombros.

     — Este no es un buen lugar para hablar. Entremos a la oficina primero.

     —Claro… 

    Rentarō no sabía cómo responder. Después de haber terminadoforzosamente la conversación con Kisara hace un momento yhuir de la oficina, era muy embarazoso volver enseguida.

    Rentarō negó con la cabeza.

     No, eso no es cierto. Si tengo que llevar al cliente, ¿por quédebería parecer como algo embarazoso? 

    Guiando a Suibara a través de las escaleras del edificio, Rentarōfinalmente llegó a la puerta de la Seguridad Civil Tendō. Elcielo ya estaba bastante oscuro y no había señales de luces alinterior.

    Rentarō giró el pomo de la puerta y entró sin llamar. Kisaraestaba sentada en su silla de presidenta, mirando por la ventanacon una expresión deprimida. Al notar el movimiento,rápidamente se colocó de pie, causando que la silla crujiera.Entonces corrió y dijo:

     — Muy bien, Satomi-kun, he estado pensando durante un buentiempo después de… 

    Habló apresuradamente, pero se detuvo después de notar a

    Suibara.Las emociones de Rentarō se hicieron muy turbulentas, peroforzó una cara de póquer y dijo:

     — Es un cliente.

    La expresión originalmente feliz de Kisara se congeló mientrasmiraba con tristeza:

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     —Conque es así… 

    ¡Qué diablos!  — Se quejó Rentarō en su mente—   Es evidente

    que hace un par de horas estábamos ansiosos por que llegaranclientes… 

    Suibara apresuradamente trató de suavizar las cosas.

     — ¿Q – Qué pasa? ¿Vine en un mal momento?

    Antes de que Rentarō pudiera responder, Kisara negó con lacabeza firmemente.

     —  Nada de eso. Un placer conocerte, soy Tendō Kisara  la presidenta.

    Sonriendo ligeramente, Kisara tendió su mano. Sorprendido,Suibara apretó con cuidado la mano de Kisara.

     — E – Encantado de conocerte, soy Suibara Kihachi.

     — Disculpa que este lugar sea tan pequeño y sucio, pero porfavor adelante.

    Kisara tomó un control remoto del escritorio y pulsó un botón,encendiendo así las luces del techo. Rentarō no pudo evitarestrechar sus ojos.

    Los papeles que Enju y Tina estaban garabateando permanecíanesparcidos por todo el suelo. Los platos con las batatas a mediocomer, aún debían ser quitados de la mesa. Las humildes palabras de Kisara no eran una broma en lo absoluto. El

    desorden en el interior de la oficina se reveló en el instante quela misma se iluminó.

     — Disculpa, déjame limpiar un poco. — Oh, acerca de eso… 

    Suibara continuó ligeramente:

     — Lo siento mucho pero esperaba hablar a solas sobre lo queimplicaba el trabajo con Rentarō. 

    Kisara y Rentarō  intercambiaron miradas. Eso significaba quele estaba pidiendo a Kisara que se fuera por ahora. Aunque esta petición misteriosa era desconcertante, preguntar por qué aquíno sería de ninguna ayuda. Rentarō asintió transmitiendo un«Déjamelo a mí», por lo que Kisara asintió también.

     — Entonces voy a ir a ver cómo están Enju-chan y Tina-chan.

     —… Sí, cuento contigo.

    Al ver a Kisara salir, Rentarō casualmente arregló el sofá parainvitados para que Suibara y él pudieran sentarse con la mesade cristal frente a ellos.

    Después de que Kisara saliera, Suibara extendió los brazos ymencionó con calma.

     — Así que esa es la Kisara-san que mencionabas a menudocuando eras joven. Qué gran belleza. Nunca había visto a unachica tan hermosa en toda mi vida.

    Rentarō asintió en silencio.

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    Con Kisara en primer lugar e incluyendo a Miori y Seitenshi,Rentarō estaba rodeado por lo que el mundo llamaría «Bellezasruinosas». 

    Ya que las conocía desde hace tiempo, Rentarō casi habíaolvidado este hecho, pero desde su perspectiva, cada vez que secolocaba de pie frente a Kisara y Miori o cuando Seitenshiestaba con ellos en algún lugar, siempre se veía obligado acontener el aliento al ver la gran rivalidad entre esas bellezasincomparables.

    Pero Kisara iba a tener una entrevista de matrimonio conHitsuma Atsurō mañana. 

    Rentarō sacudió su cabeza para disipar esos pensamientos.

     — ¿Y? ¿Qué negocio tienes conmigo?

    Suibara movió la cabeza para mirar a su alrededor y al interiorde la oficina antes de hablar.

     — ¿Recuerdas cuando nos conocimos?

     — ¿Hmm…? Oh, por supuesto que lo recuerdo… 

    Cerrando los ojos, Rentarō pensó instantáneamente en su cuartoaño de escuela primaria.

    En aquel entonces, habían transcurrido cuatro años desde quehabía perdido su brazo derecho, pierna derecha y ojo izquierdo.Como era un período en el que sus prótesis tenían que serreemplazadas con frecuencia para que se acomodaran a su

    cuerpo, todos los días vivía adolorido, hasta el punto en quedeseaba su muerte para acabar con todo.

    Para ser honesto, las superficies metálicas de su prótesis sólofueron cubiertas por piel artificial hace poco. En otras palabras,la infancia de Rentarō transcurrió con sus prótesis negrasexpuestas las veinticuatro horas del día, incluso en la escuela.

     — Como el mundo encontraba repugnante a mi brazo y piernanegra, se alejaban de mí. Sólo tú fuiste diferente. Recuerdo quetenías una Niña Maldita en tu familia, por lo que la clasetambién te rechazo.

     — Sí, mi hermana pequeña.

    La historia de Suibara y su hermana terminó en tragedia.

    Cuando los rumores de que tienes a una Niña Maldita en tufamilia se extienden, por supuesto que ganas el resentimientode algunas personas.

    La madre de Suibara fue la primera en romperse ante ellanzamiento de piedras en su casa por los residentes cercanos ydemás actos de vandalismo. A menudo murmurando «Si tan

     sólo no hubiera nacido esa niña», su madre parecía una paciente neurótica. Por otra parte, el padre de Suibara manteníaun arma en su casa para defensa personal.

    Todos los ingredientes necesarios para una tragedia se habíanreunido.

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     — Éramos igual de solitarios, es por eso que jugábamos juntostodo el tiempo.

    Rentarō murmuró suavemente. Suibara también se le uniófelizmente.

     — Eso es cierto. Estabas particularmente bien informado sobreinsectos y plantas, así que tuve la oportunidad de divertirmeaprendiendo todo tipo de cosas mientras jugaba alrededor de lamontaña contigo. Por ejemplo, haciendo cosas como capturarcamarones usando un anzuelo o atrapar algunos insectos.

    Impulsado por su tema de conversación, Rentarō sintió que susrecuerdos de la infancia salían como si abriera una caja de juguetes. Antes, cuando no tenía amigos y era incapaz de salirlibremente a jugar, pasaba día tras día leyendo sobre insectos o plantas en la biblioteca de la mansión Tendō. Por lo que, suconocimiento sobre esas áreas no tenía par antes de que siquieralo supiera.

     — A cambio, aprendiste a divertirte gracias a mí.

    Suibara rió alegremente.

     — Recuerdo que eras un niño educado cuando te conocí.Rentarō sintió su rostro calentarse, por lo que no pudo evitarnegarlo enfáticamente.

     — Cierra la boca… Cuando  imité la forma en la que hablabas,Kisara-san llegó a decir: «Satomi-kun se ha vuelto undelincuente». Me hizo sentir triste por mucho tiempo.

     — Así que imitaste la forma en que hablaba. Vete al infierno,maldito.

     —  No, vete tú.Suibara y Rentarō se miraron el uno al otro. Uno de los doscomenzó a reírse primero, pero fueron incapaces de decir quiénfue.

     —Rentarō. 

    Sentado en el sofá, Suibara se inclinó hacia delante y bajó lamirada hacia sus manos, pensando en algo.

     — Se sentiría muy injusto si no te muestro esto primero.

    Diciendo eso, estiró su mano hasta su axila y sacó algo. Rentarōse agitó después de mirarlo.

    Un objeto negro fue colocado en la mesa con un sonido sólido.Hecha de una aleación metálica de color negro, el gatillo eincluso el cargador estaban hechos con fibra de vidrio reforzadacon el fin de reducir su peso. Era una Glock de sextageneración.

    ¿Por qué?  Rentarō se preguntó. A la gente común no se le permitía sacar armas de sus hogares como defensa personal. En2031, las únicas personas autorizadas para portar armas defuego al aire libre en Japón eran la policía, las Fuerzas deAutodefensa, además de… 

    Suibara sacó una placa negra de su pantalón y la colocó junto ala pistola.

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    Al ver la licencia de Seguridad Civil con su foto en ella,Rentarō saltó de la sorpresa esta vez.

     — Suibara, ¿eres un Promotor?Suibara sacó su teléfono móvil y lo operó con una expresión defelicidad, mostrándole a Rentarō una foto.

    Parecía alguien que odiaba ser fotografiado. La foto mostraba auna chica con un corte hasta al hombro que evitaba la cámaracon timidez.

     —Hey tú… 

    Probablemente notando la actitud sorprendida de Rentarō,Suibara dijo con un aspecto aún más orgulloso:

     — Ella es mi Iniciadora, se llama Kōro Hotaru. ¿No es linda?Deberías saber que la quiero mucho… 

     — Detente ahí.

    Rentarō se sentía confundido, pero aun así forzó las palabras.

    La familia de Suibara fue destruida por culpa de una NiñaMaldita. Era difícil pensar que se asociaría a una como

    Promotor debido a su pasado.

    Al mismo tiempo, si todos los días de su vida estaba obligado aganarse la vida a través de una Iniciadora, sería absolutamentetrágico.

     —¿Esa chica… es un reemplazo de tu hermana muerta?

    Rentarō preguntó calmado. Suibara movió su rostro disgustadoy dijo:

     —  No, no es así. Eso no importa de todos modos. Más bien… volviendo al tema principal después de una pausa,Suibara apoyó los codos contra la mesa y apoyó su barbilla ensus manos.

     — Debes escuchar mi solicitud en primer lugar.

    Cuando una Seguridad Civil contrataba a otra Seguridad Civilse conocía normalmente como externalización.  En la mayoríade los casos venían de Seguridades Civiles con demasiado

    trabajo para manejarlo ellos mismos; o, posiblemente, cuandoquerían desprenderse de misiones difíciles.

    Sin embargo, aun teniendo ese conocimiento básico, Rentarō no podía disipar una mala premonición. Como si la petición deSuibara no pudiera ser juzgada por el sentido común.

     — Adelante.

    Suibara habló, regresando al punto principal. Lo que dijodespués barrió completamente el ambiente informal de antes:

     —Rentarō, tú eres un sujeto de pruebas desarrollado por el proyecto súper soldado de las Fuerzas de Autodefensa, ¿no esasí?

    Rentarō estaba tan sorprendido que se levantó al instante delsofá.

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    ¿Por qué lo sabe? Podría especularlo porque las prótesis negrasde Rentarō estaban hechas de Varanium, pero debería serimposible conectar eso al Nuevo Plan de Creación Humana. 

    Mirando a Rentarō — que permanecía con los ojos abiertos ensilencio —   Suibara murmuró: «Como era de esperar, mi presentimiento era cierto». Por alguna razón, su rostro parecíadecir que esta era una verdad que deseaba no haber imaginado,una especie de sensación desagradable que no podía serdisipada.

     —Rentarō, hay algunos rumores terribles.  El Nuevo Plan deCreación Mundial , el Proyecto del Cisne Negro… no importa

    que nombre haya sido. ¿Has oído hablar de alguno de estostérminos?

     — ¿Nuevo Plan de Creación Mundial? ¿Proyecto del Cisne Negro…?  No… 

     Nuevo Plan de Creación Mundial ¿Qué era eso…? El nombre parecía muy similar al nuevo plan de creación humana. Rentarōsintió una sensación detestable subiendo por su columnavertebral.

    Al escuchar su respuesta, respondió «¿En serio?»  en silenciomientras miraba el cristal sobre la mesa por un buen rato.

    Rentarō sólo pudo esperar a que continuara.

     —Rentarō, no sé qué tan consciente eres de esto, pero entrenosotros, las Seguridades Civiles, para bien o para mal, eres elcentro de muchos rumores. Aparte de haber sido criado en la

    mansión Tendō, incluso se ha escuchado de tu relación cercanaa Seitenshi-sama.

    Suibara se detuvo por un momento y miró hacia arriba. — Lo que quiero pedirte no es nada más que me contactes conla facción Tendō y Seitenshi-sama. Tengo algo que decirle en persona a su excelencia Tendō Kikunojō. Esto implica unacrisis para el Área de Tokio.

     — ¿Está relacionado con el Nuevo Plan de Creación Mundial oel Proyecto del Cisne Negro que mencionaste antes?

     — Exactamente.

     — ¿No puedes pedirle a alguien más que lo haga?

     —  No. Si lo difundo imprudentemente, lo más probable es quellegue a los oídos de esas personas.

     — ¿Quieres exponer una conspiración…? Si me entregasevidencia, podría entregarla.

     — Lo siento, pero la evidencia fue robada.

     — ¿Robada?

    Suibara asintió con seriedad.

     — Mi casa ha sido allanada varias veces últimamente y he perdido muchas cosas. Una de esas cosas es la evidencia. Asíque todo lo que puedo hacer es hablar directamente con elloscomo testigo. Aparte de eso, eres el único con quien puedoconfiar.

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    Sonaba extremadamente serio.

    Rentarō tocó su barbilla.

     Naturalmente, él no tenía ninguna opinión negativa sobreSuibara. Además también esperaba poder cumplir sus deseostanto como fuera posible.

    El problema era cómo. Aparte del hecho de que ya había rotorelaciones con Kikunojō,  el mismo estaría completamente endesacuerdo después del incidente de Hiruko Kagetane, por loque probablemente Kikunojō no quería ver la cara de Rentarōen lo absoluto. Pero si se trataba de ponerse en contacto conSeitenshi — con quien había intercambiado teléfonos —  deberíade haber una manera.

     — Tengo una condición. Debes decirme de antemano lo que levas a decir a Seitenshi-sama.

     — ¿Qué? ¿No confías en mí…? 

     — Ella es la jefa del Estado después de todo, tengo que ser muycauteloso.

     —Sí… es natural.

    Suibara parecía entenderlo, pero miró con atención hacia laoficina.

     — Esta habitación no debería tener inconvenientes, ¿cierto?

     — ¿Eh?

     — Me refiero a espionaje. ¿Puedo confiar en los inquilinos dearriba y debajo?

     —Bueno… Rentarō examinó junto a Suibara la oficina. Los techos y paredes eran más delgados de lo recomendado y el material conel que estaban hechas no era de fiar. Además de eso, la oficinatenía muy poca insonorización.

    Si alguien instalaba dispositivos de espionaje adecuados y unmicrófono, no había ninguna garantía sobre la privacidad delcliente.

     — Hablar de eso aquí no es bueno. Vamos a vernos mañana enla oficina municipal de Magata que todavía está enconstrucción. Podemos hablar allí sin preocuparnos. Pero yaque lo has escuchado, no puedes dar marcha atrás.

    Los ojos de Suibara parecían muy serios. Rentarō no pudoevitar estremecerse.

    Parecía que era todo por hoy. Tras aclarar que le daría una muy buena recompensa, Suibara lentamente se levantó del sofá.

    Rentarō  también se levantó con la intención de despedirlo, porlo que conversaron sobre asuntos diversos mientras bajabanhasta el primer piso.

    El cielo estaba completamente oscuro. En medio de la multitud,las mujeres del lugar se mezclaban entre los hombres queestaban bebiendo.

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    El viento que pasaba a través de la piel de las personas, llevabaun calor veraniego.

    Coincidentemente, Enju, Tina y Kisara estaban más adelante,regresando con sus brazos completamente llenos de bolsas decompras. Habiendo terminado de comprar, las tres chicas parecían muy felices, bromeando entre sí. Rentarō incluso podía escuchar sus risas. Sus figuras se iluminaron una calleadelante.

    Suibara entrecerró los ojos por un instante, como si hubieravisto algo que lo cegara. Luego, lentamente, le dio unas palmadas a Rentarō en el hombro y dijo:

     —Rentarō, esas personas  ya te han calificado como alguienrelacionado conmigo. Lo siento por involucrarte, pero debestener cuidado.

     — ¿Esas personas?

    Suibara se metió las manos en los bolsillos y se fue sin miraratrás.

    Al verlo desaparecer a la distancia, Rentarō  pensó. En este

    momento, aun no tenía una idea clara de cómo debía considerara este viejo amigo después de separarse durante mucho tiempo.

    La espalda de su amigo parecía ominosa, probablemente debidoa que ocultaba demasiados secretos. Rentarō se lamentó por nohaberlo obligado a decírselo y disminuir su carga.

    Rentarō solía pensar que había olvidado a su hermana menorque había muerto, pero el hecho de que Suibara estabatrabajando en un campo relacionado a las Niñas Malditas

    sorprendió enormemente a Rentarō.

    Él era incapaz de comprender cuánto había cambiado el estadomental de Suibara al tener a aquella Iniciadora que habíatomado el papel de su hermana.

    En cualquier caso, en base a lo que dijo Suibara, había cosasque en definitiva no podía tomar a la ligera. Aún había tiempohasta la siguiente noche, por lo que decidió utilizarlo parainvestigar un poco.

     —Hmm… ¿Se fue el cliente?

    Sólo entonces notó que Enju, que sostenía algunas bolsas de lascompras, lo miraba con una sonrisa.

     — Mira, compré muchas verduras y carnes en los descuentoslimitados. ¡Vamos a utilizar los ahorros que tenía Kisara parahacer una fiesta de Barbacoa esta noche!

    Rentarō miró a Kisara, que lo miraba también. Ambos evitaron

    la mirada del otro al mismo tiempo.Esforzándose tanto como pudo para no mostrar un rostroavergonzado, Rentarō miró a Enju y forzó una sonrisa.

     — Lo siento Enju, no tengo hambre ahora. Ustedes tres comansin mí.

     — ¿Eh?

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    El rostro de Enju se congeló.

     — ¿Sucedió algo…? 

     —  Nada, es sólo que quiero comer solo de vez en cuando, ¿deacuerdo?

    Diciendo esto, Rentarō se dio la vuelta y se alejó, evitando laexpresión de Kisara.

    Parte 3

    Habiendo acumulado agua hasta un determinado peso, el tubode bambú se inclinó, golpeando una roca.

    El sonido desde el tubo de Bambú podía ser escuchado desde elotro lado de la Veranda7 , sonando muy placentero al oído.7 Una plataforma entechada junto a la terraza del techo, al nivel del suelo.

    En contraste, el lugar donde Kisara estaba ahora estaba llenocon un irritante sonido.

     —En cualquier caso… ese chico fue muy desobediente durantesu fase rebelde, pero al final decidió seguir los pasos de su padre y tomar una carrera de su mismo campo. Además, cuando

    estaba en la academia de policía, ya fuera en la teoría o la práctica, los instructores siempre hacían… 

     — Por favor, ya basta de esos recuerdos vergonzosos… 

     — Jajaja, eso es muy remarcable. Cada vez más siento quenuestra Kisara no encajaría con él.

    Un anciano estaba sentado como invitado de honor, riéndose acarcajadas. Al otro lado de la mesa, frente a él, estaba elsuperintendente-general Hitsuma con una cicatriz en la cara

    como si fuera un rufián. Usando gafas gruesas, la esposa delsuperintendente estaba riéndose con una mano en su boca.

     —  No, no, nada de eso. Tendō-san es tan bonita como unamuñeca. Nuestro Atsurō se enamoró de ella a primera vista.

    Probablemente no había ninguna mujer a la que no le gustaraser alagada por ser hermosa. Pero teniendo en cuenta elambiente bromista de antes, dudaba que esas palabras fueransinceras.

    En ese momento, Kisara estaba en un restaurante de clase altallamado Utorotei. Había seis personas en total para la entrevistade matrimonio, incluyendo a Kisara. Aunque había seis personas, sólo la mitad de ellos estaban conversando. Sentado junto a Kisara, Rentarō estaba usando su eterno uniformeescolar con una expresión ilegible.

    Antes, cuando Kisara le habló de la entrevista de matrimonio,ella esperaba que él la disuadiera airadamente.

    Sin embargo, él lo aceptó tranquilamente. Aparte de decepción,Kisara también sentía una ira extrema contra él.

    Por alguna razón, Kisara había estado esperando que Rentarōinterrumpiera la entrevista de matrimonio. ¿Pero por quéesperaba eso?

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    Pensando en eso hasta molestarse, Kisara no pudo evitaradmirar aquel mobiliario al estilo japonés. Encontrando unespejo exquisitamente tallado junto a ella, no pudo resistir la

    tentación de estirar su cuello y examinar su apariencia.

    Después de haberse aplicado maquillaje y colocarse un adornoen el cabello, la imagen de Kisara usando un kimono se reflejóen el espejo.

    Debido a su enemistad natural con la hija de Shiba Heavy Industries, a quien le encantaba usar kimonos, Kisara sentía unarepulsión natural hacia ellos. Sin embargo, su aspecto era muylindo en realidad.

    Ya lo sabía, mi rostro se ve mejor cuando lo inclino cuarenta ycinco grados. Pensando eso mientras ajustaba su ángulo haciael espejo, de repente, Kisara sintió una mirada.

    Sentado frente a ella, un hombre usando gafas estaba sonriendohacia ella felizmente. Sintiendo su rostro calentarse, Kisaraenseguida enderezo su postura.

    Había una persona más. Aparte de los anteriormentenombrados, había otra persona participando de esta entrevista.

    A pesar de que había tenido la oportunidad de hablar con élanteriormente, Kisara notó que era un hombre aún más delgadoy decoroso de lo que parecía en la foto.

    Hitsuma Atsurō. Usando un kimono bordado con su escudofamiliar, se había mantenido sentado correctamente todo el

    tiempo. En comparación a hace cinco años, se había vuelto aúnmás alto y masculino.

     — Entonces, la gente mayor como nosotros debería salir primero y dejar que los más jóvenes charlen correctamente.

    Diciendo eso, la señora Hitsuma se colocó de pie al instante sinesperar que los otros respondieran.

     — ¿Q – Qué Demonios? ¿Por qué tengo que irme…? Todavía nosoy viejo… 

     — ¿Tienes que preguntarlo, tonto…? Date prisa y sal de aquí.

    Shigaki Senichi se levantó mientras jalaba a Rentarō y el señory la señora Hitsuma se alejaban de la mesa. Deslizando la puerta corrediza, el grupo salió a la calle.

    Sólo el silencio se mantuvo en la habitación.

    Kisara suspiró suavemente mientras Hitsuma inclinaba lacabeza cortésmente y decía.

     — Lo siento, mis padres parecen estar sobreexcitados.

     — Ha sido un largo tiempo, Hitsuma-san.

     — De hecho, no nos hemos visto durante cinco años.

    Kisara todavía se sentía preocupada, incapaz de decidir con quéactitud debía hacerle frente a la persona que tenía delante.

     — Uhm… escuché que fuiste promovido a superintendente.

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     — Jaja, todavía era un novato la primera vez que entre al MPDhace cinco años. Comparado con eso, supongo que he logradoalgunos avances. Hablando de eso, te has vuelto alguien

    diferente en comparación con hace cinco años. Antes, estabas alnivel de linda, pero ahora, eres indescriptiblemente hermosa.

     — En serio, Hitsuma-san, vas a sonrojarme con tanta adulación.

    Esto no era una actuación. Kisara estaba inclinando su cabezamientras se sonrojaba de verdad.

     — Pero Hitsuma-san… ¿Por qué tan repentinamente…? 

     — ¿Qué quieres decir?

    Sintiéndose culpable al ver esa sonrisa inocente frente a ella,Kisara continuó:

     — Debo disculparme con usted, Hitsuma-san. De