BEARING SPANISH Chapter 1 - maristsm.org Capitulo 1.pdf · La primera convicción es que la...

59
Constituciones Naturaleza y orígenes de la Sociedad Capítulo I

Transcript of BEARING SPANISH Chapter 1 - maristsm.org Capitulo 1.pdf · La primera convicción es que la...

— —

Constituciones

Naturaleza y orígenes

de la Sociedad

Capítulo I

— 12 —

Esta pequeña Congregación de

sacerdotes y hermanos, aprobada

por el Papa Gregorio XVI el 29 de

abril de 1836, se llama Sociedad

de María. Este nombre le viene

del proyecto en el que reconoce

su origen. Es un Ins-tuto religioso

clerical de derecho pon-ficio.

A esta mínima Congregación,… le tocó la

suerte de recibir, desde su origen, el

nombre de SOCIEDAD DE MARIA. Este

nombre indica claramente bajo qué bandera

desea militar en los combates del Señor y

cuál ha de ser su espíritu.

Cons-tuciones 1872, 1 Constituciones 1

— 13 —

“Lo que nos ha reunido nos ha unido.”

Lo que nos ha

reunido

Desde el inicio, los maristas se han inspirado en dos

convicciones:

La primera convicción es que la Sociedad de María existe

porque María así lo desea. Esto fue una creencia firme de

Jean-Claude Colin y sus compañeros en el principio. En 1848

señaló:

“Las palabras: ‘Yo fui el sostén de la Iglesia naciente; lo seré

también al final de los -empos’, nos sirvió, desde los

primeros días de la Sociedad, como fundamento y fuente de

aliento. Siempre estuvieron presentes para nosotros.

Trabajamos en esa dirección, por decirlo de un modo” (HF

152: 1).

La segunda convicción es que Jean-Claude Colin fue el

hombre elegido para dar forma a este cuerpo llamado

Sociedad de María. Las Reglas que él estableció para esta

Sociedad, aprobadas por la Iglesia, son los que cons-tuye

para nosotros como un cuerpo en la Iglesia.

Estas dos convicciones unen a los maristas de diferentes

generaciones y culturas.

En la segunda generación de maristas, Alphonse Cozon

defendió el papel de Colin como Fundador, así como su

visión del papel de la Sociedad en la Iglesia. Solamente un

Fundador, escribe, podía haber tenido tal idea para la

Sociedad de María. Esto podría no ser evidente para los

demás, pero lo es para nosotros, añade. Luego señala lo

siguiente: “Esta es la razón por la que, así lo creemos, nos

hemos reunido” (LM 431:33).

— 14 —

El 23 de julio de 1836, en el

santuario de Nuestra Señora de

Fourvière, Lyon, doce sacerdotes y

seminaristas se comprome-eron a

fundar una Congregación que

llevara el nombre de María.

Quienes trabajaron durante los

veinte años siguientes para

realizar esta promesa estaban

convencidos de responder al

deseo de María, Madre de

misericordia, expresado para ellos

en las palabras siguientes: “Yo fui

el apoyo de la Iglesia naciente y lo

seré también al final de los

Constituciones 2

Así como Dios mismo, por intercesión de su

Madre, ha puesto el primer fundamento de

esta pequeña Sociedad que, … dirigida e

inspirada por la misma Madre de Dios y con

la ayuda de la gracia, debe estar siempre

lista para pelear en los combates del Señor.

Cons-tuciones 1872, 422

— 15 —

“A la edad de 50 años, decía un tanto en tono de broma:

‘Tengo 70 años de edad’, aludiendo a los problemas y

aflicciones que había añadido 20 años a su edad. En verdad

se veía viejo: su pelo era blanco, las líneas de su rostro

eran las de un hombre de 70 años. Todos los que

desconocían su edad, quedaban sorprendidos al saberla”.

(Mayet 1,329m)

Convicción

Entre 1816 y 1836, Jean-Claude Colin había trabajado

constantemente por la Sociedad, llevando a cabo el voto

que había hecho de presentar personalmente el proyecto

ante la Santa Sede.

Una vez elegido Superior General, el peso de la

responsabilidad cayó más fuertemente sobre sus espaldas.

La firma de Colin en documentos a lo largo de muchos años,

expresa cuánto dio de sí por el proyecto, convencido que la

Sociedad de María era un instrumento elegido para realizar

la obra de María.

— 16 —

Estas palabras significaron para

Juan Claudio Colin y sus

compañeros el reto de asumir la

solicitud de María para la Iglesia de

su -empo, amenazada de nuevos

peligros. La nueva Congregación

estaría formada por varias ramas,

reuniendo así a toda clase de

personas. Sería al mismo -empo

universal y diocesana, dispuesta a

acudir adonde se la necesitara, pero

estrechamente iden-ficada con la

iglesia local. Estaría presente en la

Iglesia como María en medio de los

apóstoles, una presencia tanto más

eficaz cuanto más escondida.

Finalmente, reuniría a todos los

creyentes bajo el nombre de María

en una tercera orden abierta a

todos. De este modo se vería en la

Iglesia al final de los -empos lo que

se había visto al principio: una

comunidad de creyentes con un

solo corazón y una sola alma.

Constituciones 3

Puesto que nuestra Sociedad debe

dedicarse totalmente a la salvación del

prójimo en ministerios diferentes …

Cons-tuciones 1872, 212

— 17 —

“La Sociedad de María fue cons-tuida; no fue para la Dió-

cesis de Lyon, ni tampoco para la Diócesis de Belley; era

católica. Los miembros la establecieron con un abrazo fra-

terno y la bendición de su Superior, llena de un sincero y

ardiente deseo de trabajar para la Gloria de Dios, el honor

de María y la san-ficación de las almas, bajo las órdenes y

sugerencias inspiradas por la obediencia.”

(OM II, 752:52)

Universal y

diocesana

Después de la promesa de Fourvière de 1816, el grupo de

aspirantes maristas se vieron dispersos y en diferentes

diócesis, debido esto a la reestructuración de la Diócesis de

Lyon. Se formaron dos grupos: uno en la diócesis de Belley,

como punto de referencia, y el otro en la diócesis de Lyon,

donde el Hermitage se hizo punto central.

En el re-ro antes de la elección del Superior General en

1836, se pidió a los aspirantes maristas que pusieran a un

lado sus lealtades personales y vieran a la nueva Sociedad

como una congregación universal. El primer punto de la

regla diaria del re-ro señala:

“No hablar sobre Lyon o Belley“ (OM I, 402:1)

Cuando terminó el re-ro y Jean-Claude Colin había sido

elegido Superior General, Denis Maîtrepierre reflexionó

sobre el momento cuando la Sociedad estaba formalmente

establecida:

— 18 —

Esta obra de María fue compar-da

por Juan Claudio Colin y los Padres

Maristas y Hermanos Coadjutores,

por Marcelino Champagnat y los

Hermanos Maristas de la

Enseñanza, por Juana María

Chavoin y las Hermanas Maristas

y, más tarde, por las Hermanas

Misioneras de la Sociedad de

María, así como por la Tercera

Orden de María extendida por

todo el mundo. Todos estos

grupos han sido considerados

desde su origen como

pertenecientes a la única familia

marista.

Constituciones 4

— 19 —

Una familia

Marista

Las Hermanas Maristas

“Nuestra Señora protegerá a la Sociedad de María…

Permi-endo que permanezcamos simples, humildes,

modestas. Siempre exis-rá un lazo de unión entre ustedes,

de modo que todas tengan un corazón y un alma”

Úl�mo Testamento de Jeanne-Marie Chavoin (RMJ 108)

Hermanos Maristas

”¡Qué gran consuelo tenemos, el recordar que hemos

vivido a favor de María y en su misma Sociedad!”

Úl�mo Testamento Marcellin Champagnat (OM I, 417).

Hermanas Misioneras de la Sociedad de María

“Estoy feliz y orgullosa de haber iniciado el movimiento: mis

13 años de prueba serán considerados como los mejores

momentos de mi vida”

François Perroton (OPS 287)

Tercera Orden de María

“… no se deberá olvidar que estamos unidos con toda la

orden de los Maristas” Minuta de la reunión de la TOM. Octubre 27 de 1837 (LM

doc. 37).

— 20 —

Al entrar en la Sociedad de María,

los maristas siguen las huellas de

aquéllos que iniciaron el proyecto

marista. Están también decididos

a realizar el deseo de María de

ser, en ellos, el apoyo de la Iglesia

en estos -empos de

incer-dumbre, como lo ha sido

constantemente desde los días de

Pentecostés.

Constituciones 5

…En efecto, fue favorecida con este dulce

nombre de SOCIEDAD DE MARIA: 1. para

que cuantos son admi-dos en ella,

recordando a qué familia pertenecen,

comprendan la obligación que -enen de

imitar las virtudes de esta excelsa Madre y

de vivir en cierto modo de su vida, sobre

todo en humildad, obediencia, propia

abnegación, mutua caridad y amor de Dios…

Cons-tuciones 1872, 1

— 21 —

Déclas “estaba singularmente sorprendido y profundamen-

te impresionado por la idea de Courveille, entusiasmándo-

se por el proyecto”.

(OM II, 750:2)

Un proyecto

sorprendente

Los primeros tres maristas aspirantes, E enne Déclas,

E enne Terraillon y Jean Claude Colin, han dejado un

recuerdo de sus impresiones al escuchar el plan de

Courveille de iniciar una Congregación en nombre de María.

Colin escribió: “La Idea de formar una Sociedad de María

era para mí muy ú-l. Otras personas habían tratado de ga-

narme para su obra. Pero lo que tenía yo en mente no co-

rrespondía a todo ello. Tan pronto como el señor Courvei-

lle manifestó su proyecto de la Sociedad de María, me dije

a mí mismo: ”¡Eso es para -! De modo que me les uní”.

(OM III, 819:9)

Terraillon escribió: “Déclas habló primero a Colin o a mí: no

recordaba a quién de los dos había hablado primero. Con

ambos, él inició con las palabras de Corveille había usado

cuando había hablado con él: “Doquiera Jesús -ene alta-

res, pero María -ene solamente un pequeño altar a su la-

do. Jesús -ene su Sociedad, así mismo María debería tener

el suyo”. Este mensaje nos sorprendió a ambos en extre-

mo, dejándonos estupefactos”

(OM II, 750:3)

— 22 —

Para comprender el significado

del nombre de la Sociedad, los

maristas acuden al Venerable

Juan Claudio Colin a quien

reconocen como fundador. En las

cons-tuciones que les dejó

encuentran todavía hoy la

expresión autén-ca de la

naturaleza y fines de la Sociedad.

Constituciones 6

Todos deben recordar que, al entrar en la

vida religiosa, asumieron libremente la

obligación de tender sin descanso a la

perfección, y que la observancia de las

reglas es el medio necesario para alcanzar

esa perfección y también para conservar la

Sociedad.

Cons-tuciones 1872, 449

— 23 —

La gracia dada a

un Fundador

Al regreso de su cuarta visita a Roma, en relación al

establecimiento de la Sociedad, Jean-Claude Colin retomó

los textos de las Cons-tuciones con energía renovada. Los

maristas reunidos en re-ro en el mes de agosto de 1847 le

escribieron para alentarlo en dicha tarea, ya que

reconocían su papel como fundador de la Sociedad.

“Reverendo Padre, reconocemos que Dios y María están

con usted. Ha recibido una gracia especial para el gobierno

de la Sociedad. No puede haber la menor duda sobre esto,

sobre todo los recientes eventos en Roma disipan toda du-

da. Hemos estado pensando lo que San Ignacio dijo al P.

Lainez, cuando trabajaba en las cons-tuciones de su orden:

Dios revela al fundador la forma que debe tomar el ins-tu-

to”. (Mayet 7, p 175-179)

Entre los firmantes de esta carta, estaban aquellos que eran

tenidos como “los viejos” de la Sociedad: Cholleton,

Eymard, Maîtrepierre, Humbert, Dussurgey, Déclas, Jallon,

Dubreul y Julien Favre.

— 24 —

Por eso recuerdan y guardan como un tesoro

las palabras con las que el fundador describió

la conexión entre el nombre de la Sociedad y

sus fines:

“A esta mínima Congregación, aprobada

benignamente por el Sumo PonUfice

Gregorio XVI el 29 de abril de 1836, le cupo

en suerte llamarse, desde su origen,

SOCIEDAD DE MARIA. Este nombre indica

claramente bajo qué bandera desea militar

en los combates del Señor y cual ha de ser su

espíritu. Fue favorecida, en efecto, con este

dulce nombre de SOCIEDAD DE MARIA: 1º

Para que cuantos son admi-dos en ella,

recordando a qué familia pertenecen,

comprendan su obligación de emular las

virtudes de esta Excelsa Madre y de vivir en

cierto modo de su vida, sobre todo en

humildad, obediencia, propia abnegación,

mutua caridad y amor de Dios; 2º Para que

tengan siempre en su pensamiento a esta

amable reina de los ángeles y de los hombres

en los diversos trabajos que emprendan para

mayor gloria de Dios. Inflamados por los

ejemplos de tal Guía, confortados por sus

méritos e intercesión, se consagrarán con

más decisión y con más viva confianza,

ayudados por la gracia de Dios, a su propia

perfección y a la salvación del prójimo;

conservarán con mayor fidelidad y hasta la

muerte la fe católica romana y la defenderán

en la medida de sus fuerzas. Así conseguirán

más eficazmente la finalidad que se propone

la Sociedad.

Cfr. Cons-tuciones 1872, 1

Constituciones 7

— 25 —

“El propósito de esta pequeña Sociedad es la de trabajar

para la Gloria de Dios y la salvación de las almas, bajo la

protección de María.”

“Esto quiere decir que el propósito es el de misionar en

países paganos y países católicos, así como la educación de

los jóvenes en los colegios.”

(Colin sup I, 189:4)

Nuestro Propósito

En 1840, un sacerdote de Irlanda, el P. Bernard O’Reilly,

escribió al P. Jean-Claude Colin pidiendo información sobre

la Sociedad de María. Algunos sacerdotes en Irlanda

estaban interesados en las misiones extranjeras, pues

estaban buscando un modo de vivir en comunidad al es-lo

de los padres vicen-nos. Su proyecto les llevó

eventualmente al establecimiento del All Hallows College

en Irlanda, fundado por el P. John Hand. La pe-ción de

información de Bernard O’Reilly hizo que el P. Jean-Claude

Colin le escribiera una larga carta donde subraya las

caracterís-cas de la Sociedad.

En un breve párrafo de esa carta del 28 de abril, el

Fundador resume las metas y obje-vos de la Sociedad:

— 26 —

Los maristas desean ser como

María y como María seguir a

Jesús. Para eso llevan su nombre.

La contemplan en los misterios de

Nazaret y de Pentecostés y en su

papel al final de los -empos a fin

de compar-r su celo por la misión

de su Hijo en la lucha contra el

mal y para responder con

pron-tud a las necesidades más

urgentes del pueblo de Dios.

Constituciones 8

Este nombre indica claramente bajo qué

bandera desea militar en los combates del

Señor y cuál ha de ser su espíritu.

Cons-tuciones 1872, 1

— 27 —

“Cuando compar-mos nuestras impresiones y decidimos

poner todo nuestro esfuerzo en moldear el proyecto que

nos había atraído desde la primera vez que supimos de él.

De esa época en adelante, cuatro de nosotros, Courveille,

Déclas, Colin y yo empezamos a reunirnos. En aquellas

reuniones, nos alimentábamos el uno al otro de entusias-

mo, en ocasiones con el solo pensamiento de saber que

teníamos el gozo de ser los primeros hijos de María, y en

otras ocasiones el pensamiento sobre las grandes necesi-

dades del pueblo”.

(OM II, 750: 3-5)

Portando el nombre

É enne Terraillon fue uno de los que hicieron la promesa

en Fourvière en 1816; estaba entre el grupo de los 20 que

tomaron los votos en 1836; fue también el primer Vicario

General de la Sociedad.

En 1859 escribió sus recuerdos de las reuniones que se

llevaron a cabo en el seminario. Cuarenta años después del

evento, recordaba los dos fuertes sen-mientos que se

sin-eron entre el grupo de seminaristas: un sen-miento de

privilegio por llevar el nombre de María, así como un

sen-miento de responsabilidad al actuar al modo de ella y

hacer su trabajo.

— 28 —

Como maristas, desean respirar su

espíritu, ser humildes y

obedientes, y negarse a sí mismos

por amor a Dios y al prójimo.

Constituciones 9

No serán fácilmente admi-dos… los que

buscan su comodidad y los muy delicados,

pues son gente que a menudo se inclinan a

la -bieza e incapaces de grandes empresas…

Cons-tuciones 1872, 59

— 29 —

“Llénate de valor, ya que Jesús y María estarán a tu lado;

no hay nada a lo que debas temer;

encontrarás al Padre celes-al en todas partes. Con-nuarás tu noviciado a bordo del barco, y de este modo, te prepararás a recibir las Órdenes Sagra-das”. (Colin sup I, 215)

Una espiritualidad

robusta

Durante los años como superior general, Jean-Claude Colin envió 121 misioneros a Oceanía en 15 grupos: 74 sacerdotes, 26 pequeños hermanos de María, 17 hermanos coadjutores, tres laicos hombres y una mujer (Françoise Perroton). Poco después de las par-das de los primeros grupos de misioneros, llegaron a Colin y a la Sociedad en Francia las no-cias de la muerte, privaciones y enfermedades: el P. Chanel asesinado en Futuna en 1841, el obispo Epalle asesinado en la Isla Isabella en 1845, Hno. Blaise asesinado en Nueva Caledonia en 1847, tres maristas asesinados en San Cristóbal en 1847, tres maristas perdidos en alta mar en las Nuevas Hebridas, dos maristas perdidos en el mar en Nueva Zelanda. Muchos maristas padecieron muerte temprana debido a las privaciones o enfermedades. Los maristas necesitaban una espiritualidad robusta que los sostuviera en las dificultades de la vida. Colin pidió al sensible François Roulleaux-Dubignon que superara su preocupación, desarrollando un piedad sencilla y sin complicaciones, de forma que pudiera hacer a un lado sus dudas internas para hacerse a la mar rumbo a las misiones. La carta de despedida a Roulleaux-Dubignon tenía solamente cinco líneas:

— 30 —

Igualmente, para seguir a Jesucristo y

poner todo lo que son y lo que -enen

al servicio del Reino, viven los

consejos evangélicos de cas-dad,

obediencia y pobreza. Se esfuerzan

por ser, como dice su fundador,

“instrumentos cada vez más eficaces

de la misericordia divina” (Const.

1872, n. 118), atentos únicamente al

Señor y ayudados por la oración y el

ejemplo de María.

Constituciones 11

… no cabe duda, quedan inmediatamente

mejor dispuestos para seguir la voluntad

divina, más preparados para aceptar

cualquier encargo, para gloria de Dios, en

cualquier lugar del mundo, y serán

instrumentos más eficaces de la divina

misericordia para con el prójimo.

Cons-tuciones 1872, 118

— 31 —

Instrumentos

de la misericordia

Jean Gui0on (1901-1999) fue un intelectual católico francés

que enseñó en varias universidades, par-cularmente en la

Sorbonne, en París. Llegó a ser miembro de la Académie

Française, además de haber sido el primer laico observador,

invitado a par-cipar en el Concilio Ecuménico Va-cano II.

Llegó a ser un amigo cercano de Pablo VI.

Por mucho -empo GuiZon fue un amigo de los maristas en

Francia, siendo muy influenciado por el espíritu marista que

había tomado de los maristas que conoció. En la

introducción de uno de sus libros pla-ca la historia de un

conocido suyo quien, alejado muchos años de la Iglesia,

sin-ó que debía regresar, pero temía mucho confesarse.

Jean lo alentó y le ayudó a prepararse. Poco -empo

después, GuiZon se encontró con su amigo que le dijo qué

feliz se senUa por haber vuelto a la prác-ca de la fe. Le

explicó en detalle lo que el sacerdote le había dicho en

confesión, y cómo lo había tratado con compasión y

comprensión. Jean escuchó atentamente, y cuando su

amigo terminó, señaló: “luego entonces el sacerdote con

que te confesaste era un padre marista”. Sorprendido, el

amigo señaló que había acertado. GuiZon, que tenía claro

conocimiento de los maristas y del espíritu marista de

misericordia, pudo reconocer esta cualidad en el modo que

el sacerdote había recibido a su amigo.

— 32 —

Su vocación es propiamente

misionera: ir de un lugar a otro

anunciado la palabra de Dios,

reconciliando, catequizando,

visitando a los enfermos y

encarcelados y prac-cando las

obras de misericordia. Prestan

especial atención a los más

olvidados, a los pobres y a los que

sufren injus-cia. Están dispuestos

a realizar estas tareas en todo

-empo y lugar.

Constituciones 12

Nuestra vocación es ir de lugar en lugar,

dedicándonos a la salvación del prójimo

por la predicación de la palabra de Dios, la

escucha de confesiones, catequizando

niños y pobres, y cumpliendo otras tareas

parecidas.

Summarium 1833, AT 1, s, 421

— 33 —

La gente dice: “los maristas van a las prisiones, cuidan de

los pobres… Sí, eso es lo que se debe hacer; esta es de ver-

dad la obra de Dios”.

(HF 18:3)

Misioneros y

apóstoles

Llevó un -empo antes de que los maristas, tanto de Francia

como de Oceanía, encontraran un camino uniforme para

firmar sus cartas. Los misioneros en Oceanía firmaban sus

cartas de forma diferente: p.m. (prêtre et missionnaire), o

bien m. ap (missionnaire apostolique), p. a. (prêtre

apostolique). p. m. m. a. (prêtre mariste, missionnaire

apostolique). Para el año de 1849 los misioneros

empezaron a usar otros Utulos: missionnaire apostolique

Societa�s Mariae (1849 LRO 809), prêtre Societa�s Mariae

(1854 LRO 1324) y, finalmente S(ociea�s) M(ariae) (1854

LRO 1355).

También en Francia, había una variedad de modos de

firmar las cartas. El elemento común a los maristas era, sin

embargo, de que entendieran su tarea como misioneros y

apóstoles. Jean-Bap-ste Chanut, a principios de 1833

firmaba su carta a Marcillin Champagnat como “Chanut

misionero sacerdote”.

En los comienzos, los maristas en Lyon habían creado

modos de ser misioneros “fuera de los muros de la Iglesia”.

A Jean-Claude Colin le agradaba lo que hacían.

Hablado de su trabajo, el P. Colin comenta:

— 34 —

Se entregan también con agrado a

cualquier tarea de educación,

especialmente entre los jóvenes.

En este trabajo se guían por el

Evangelio, la doctrina de la Iglesia

y las intuiciones del Padre Colin

sobre la educación.

Constituciones 13

no podrán alcanzar este fin extraordinario,

si todos sus trabajos y esfuerzos no

proceden de Dios y a Dios se dirigen ...

Cons-tuciones 1872, 452

— 35 —

“La educación en el colegio se basa en la tradición y la filo-

so[a marista, en la cual cada estudiante es tratado como

un individuo único, que pueda desarrollarse espiritual, aca-

démica, cultural, emocional, [sica y socialmente en un am-

biente católico que lo nutre.

Nada puede compararse con la experiencia de liderazgo y

crecimiento personal que el colegio ofrece.

El aspecto espiritual de la vida del colegio estuvo siempre

presente. Dudaba mencionar el aspecto espiritual como

una perspec-va dis-nta, que es inseparable de las demás

(era simplemente parte del todo de lo que hacíamos y, ver-

daderamente, todo lo que éramos).”

Tres metas en la

educación

El obispo Devie pidió a Jean-Claude Colin tomara a su cargo la

dirección del colegio de Belley en 1829. Colin tenía en ese

momento 39 años, sin experiencia en educación. No perdió

-empo en redactar inmediatamente los obje-vos, de modo

que cuando dio inicio el año escolar en noviembre de 1829,

presentó un plan para la educación, de apenas 15 páginas de

largo, con el Utulo: “Instrucciones a los profesores, prefectos,

directores y superior del seminario menor de Belley” (Avis à

messieurs les professeurs, préfets, directeurs et supérieur du

pe�t séminaire de Belley. L’an 1829).

Llamaba a la educación una “tarea sublime”, una “obra

divina”, una “segunda creación”, luego nombra las tres metas

de la educación marista: formar cris-anos comprome-dos,

buenos ciudadanos, gente educada.

Alrededor de 200 años después y con la experiencia de las

“Instrucciones” de Colin, un alumno mayor de un colegio

marista expresó su experiencia con los maristas:

— 36 —

Más que a par-cipar en

ac-vidades allí donde la Iglesia se

halla establecida y dispone de

recursos suficientes, están

llamados a implantar la Iglesia allí

donde todavía no existe y a

renovar las comunidades ya

existentes. La Sociedad deja de ser

fiel a su vocación cuando se

iden-fica tanto con unas obras

concretas que ya no está

disponible para atender

necesidades más urgentes a las

que está llamada por su misión.

Constituciones 14

No conviene que la Sociedad acepte

parroquias, a menos que se trate de

regiones bajo la sagrada Congregación de la

Propagación de la Fe, o que sea necesario

cuidar de pequeñas parroquias en un centro

de peregrinación, o de casos semejantes.

Cons-tuciones 1872, 7

— 37 —

¿Maristas párrocos? ¡Nunca! Si se nos pide dirigir una pa-

rroquia por quince días, tres semanas, muy bien. Pero de

forma regular, nunca. Si en otro lugar, Sídney por ejemplo,

se me pidiera un grupo para una parroquia, bien, por su-

puesto, tal vez aceptaría. Pero en nuestro país, nunca.

(HF 129:11)

Un punto

fundamental

En una reunión de Jean-Claude Colin y su consejo en 1846,

tuvo lugar un incidente que se volvió muy conocido en la

tradición marista. Mayet lo llama un incidente

“importante” (cf. HF 129)

El asunto de discusión fue el de si los maristas debían aceptar

la responsabilidad de una parroquia en la ciudad de

Valbenoîte. Mayet escribe la conversación entre el Fundador y

E-enne Terraillon, quien es señalado por Mayet como el “uno

de los miembros más viejos de la Sociedad”, añadiendo que se

trataba de “un hombre extremadamente virtuoso”.

Terraillon sugirió que sería ú-l para la Sociedad aceptar la

responsabilidad de la parroquia.

Mayet escribe que el Padre Colin estaba “asombrado”,

“sorprendido” ante la sugerencia de Terraillon y respondió

“vehementemente” oponiéndose a la idea con “extraordinario

vigor”. Mayet no había visto al Fundador tan excitado. Habló

con “autoridad indescrip-ble” por tres cuartos de hora,

moviendo los brazos y caminado de un lado a otro.

Según el relato de Mayet, Colin temía que en tal ministerio los

maristas “usarían el -empo escuchando confesiones del las

pocas personas piadosas, por lo que no se dedicarían al

estudio, y terminarían apegados a un ministerio establecido”.

Fue durante una reunión de consejo que el Padre Colin dijo:

— 38 —

Al elegir llevar el nombre de María

los maristas entran en relación

especial con Ella y aprenden a

relacionarse con el prójimo de una

forma tal que, a través de ellos,

puede María estar presente en la

Iglesia de hoy como lo estuvo en la

Iglesia naciente. María no se

aprovechó de su posición

privilegiada como Madre de Jesús,

sino que estuvo dispuesta a ser

primero y ante todo su discípula,

la que “escucha la palabra de Dios

y la pone en prác-ca” (Lc. 8,21).

Constituciones 15

… comprendan la obligación que -enen de

imitar las virtudes de esta excelsa Madre y

de vivir en cierto modo de su vida …

Cons-tuciones 1872, 1

— 39 —

“Al no tener recursos materiales, hemos emprendido la

tarea de ganar nuestro sustento con el sudor de nuestra

frente. El obispo Douarre puso a un lado su insignia episco-

pal; era el primer en darnos el ejemplo en el trabajo duro

como en el ejercicio de las virtudes. De ese momento hasta

el momento presente ha olvidado qué es el obispo, mez-

clándose con los hermanos; o de otra forma, ha recordado

lo que significa realmente llevar el peso del episcopado.

Ser obispo ha de ser algo glamoroso en cualquier parte, sin

embargo en las misiones, especialmente en los comienzos,

aquel que acepte esta pesada mitra deberá ser alguien

lleno de devoción y grandeza de espíritu.

Es necesario haber estado en las misiones para entender

realmente lo que he dicho y lo que no estoy afirmando.”

(LRO IV, 452:11)

Sin posición

privilegiada

Guillaume Douarre había sido sacerdote diocesano por 8

años cuando se unió a la Sociedad de María. El día de su

profesión como marista, a la edad de 32 años, fue

nombrado como coadjutor de Pierre Bataillon, quien

acababa de ser nombrado como Vicario Apostólico de

Oceanía central. Douarre fue consagrado obispo en Lyon,

de allí par-ó a la isla Wallis donde consagró a Bataillon

como su obispo. Douarre y sus misioneros establecieron la

fe en Nueva Caledonia, después de tres intentos di[ciles.

Murió de fiebre y agotamiento a la edad de 43 años.

Como obispo, nunca pidió prerroga-vas, sino que vivió

como sus misioneros, y muy cercano a la gente.

Su confrere y amigo de mucho -empo escribió:

— 40 —

Apoyan al obispo de Roma con

todas sus fuerzas; se ponen a su

disposición para responder a las

necesidades de la Iglesia en todo

el mundo. En su preocupación por

la unidad de la Iglesia, una de sus

constantes inquietudes será curar

las divisiones internas del pueblo

de Dios.

Constituciones 16

El fin que se propone la Sociedad exige que

los maristas tengan la máxima

consideración y el mayor respeto por el

Sumo PonUfice, en cuanto Vicario de

Nuestro Señor Jesucristo en la -erra y piloto

de la nave de la fe…

Cons-tuciones 1872, 11

— 41 —

“… de todos los apostolados de mi vida sacerdotal, aquel

en la Semana de Oración por la unidad de los cris-anos,

fue el más significa-vo, el que marcó más poderosamente

mi vida”. (Maurice Villain)

Sanadores de la

divisiones Maurice Villain fue un discípulo del escolás-co ecuménico

Paul Coutourier y colaborador en la precursora semana

ecuménica de la oración por la unidad de los cris-anos.

Villain tomó las ideas de Coutourier sobre el “ecumenismo

espiritual”, robusteciéndola con la enseñanza de que todos

los que han sido bau-zados, lo han sido en Cristo, no

importando la confesión doctrinal. Subrayó la importancia

de la oración con el pueblo de diferente fe cris-ana, no

solamente para ellos, y escribió acerca de un “Monasterio

Invisible” del pueblo unido en la oración por la unidad,

perteneciendo a este como si fuera la “Orden de la Oración

de Jesús”.

En su momento, fue considerada una enseñanza peligrosa.

Los escritos de Villain causaron que la no-cia fuera llevada

al Santo Oficio, quien indicó que podría ser causa de

confusión en materia de fe. Villain fue llamado a firmar una

retractación de lo que se consideró tenía ciertos errores.

Villain obedeció.

Poco -empo después, sus escritos fueron tenidos como

profé-cos. El Papa Juan XXIII usó su libro: “La oración de

Jesús para la unidad de los cris�anos”, teniéndolo como su

lectura de buró. Señaló a su secretario par-cular lo

siguiente: “En verdad, yo encuentro allí mi espíritu”.

La reflexión de Villain sobre María en una perspec-va

ecuménica, pareciera como un comentario de la

espiritualidad marista.

— 42 —

Aunque la Sociedad -ene

iden-dad y autonomía propias, la

manera de trabajar de los

maristas en la Iglesia local debe

animar al obispo a considerar a la

Sociedad como suya. Constituciones 17

…Finalmente, muéstrense por todas partes

tan prudentes y tan respetuosos, que los

obispos amen nuestra Sociedad, la

favorezcan, la protejan y la consideren

como suya

Cons-tuciones 1872, 13:2

— 43 —

Una buena forma de

relacionarse

Los obispos en Francia quieren a los maristas,

especialmente por su modo de trabajar en la diócesis. El

obispo dijo a Colin: “Me agradan mucho los maristas, ya

que no aman el dinero” (Mayet I, p. 59).

El obispo Donnet de Bourdeaux dijo que los misioneros

maristas hicieron mucho bien; señaló también que los

párrocos querían solamente maristas en sus misiones.

Colin recomendaba que las palabras de los obispos

debieran ser anotadas para que sirvieran como guía para

los novicios.

“Verdelais era ciertamente la peor parroquia de la Dióce-

sis. Hoy es la mejor, y esto se debe al celo del P. Laignet…

ustedes, sacerdotes, han desarrollado un modo de actuar

que ha ganado la confianza y afecto de todos los sacerdo-

tes… Esto lo escuché y lo he constatado yo mismo, de que

en ocasiones los misioneros toman ventaja de sus talentos

y su dinero y miran desde arriba a los sacerdotes; esto ori-

gina resen-miento, de modo que los sacerdotes se cuidan

de ellos y les temen como si fueran espías. En contraste,

sus sacerdotes no son temidos, sino amados. Lo repito, sus

Padres han adoptado un es-lo maravilloso.”

(Mayet V, p. 404)

— 44 —

Ac-vamente presentes en la

iglesia local, los maristas aportan

su contribución específica

prac-cando y comunicando una

ac-tud de pasar desapercibidos en

la construcción de la comunidad

cris-ana.

Constituciones 18

… alégrense de que la gente no mencione

para nada sus trabajos, pues poco importa

que no se hable de ellos en el mundo, si su

Padre que está en el cielo y que ve en lo

escondido, se digna mirarlos con

benevolencia.

Cons-tuciones 1872, 262

— 45 —

“Los Padres Séon y Poupinel trabajan en la Diócesis de

Moulin, en una parroquia que es quisquillosa. La palabra

“misionero” hubiera aterrado a la parroquia, por lo que no

la usaron. Los burgueses hubieran gritado en contra de los

sacerdotes desde fuera, por lo que el párroco se hubiera

sen-do ansioso y con miedo para permi-r que los misione-

ros fueran vistos ¿Qué sucedió? Todo se sacudió. Las nece-

sidades no se podían atender, el párroco pedía el doble de

misioneros y pedía prolongar su estancia, para que termi-

naran lo que habían empezado con lágrimas, con-nuó con

frutos y prosiguiendo con éxito. María bendice a los maris-

tas: esto me hace feliz y me seguirá haciendo feliz. (Phil 1, 18).” (Colin sup I, 151:7)

Modes a

El modo marista de conducirse en las misiones entre los fieles no fue algo que la gente hubiera experimentado antes, y el efecto de la acción modesta fue notable. En 1840 Denis Maîtrepierre escribió a Benoît Lagniet sobre una misión predicada por E enne Séon y Victor Poupinel:

— 46 —

Deben respetar, apoyar y trabajar

con los sacerdotes diocesanos y

con los demás religiosos en el

papel que desempeñan en la vida

de la comunidad cris-ana. Deben

preocuparse especialmente de

capacitar a los laicos para que

vivan más plenamente su vocación

cris-ana y asuman su

responsabilidad en la vida y

ministerio de la Iglesia.

Constituciones 19

Han de ser muy humildes y respetuosos con

los párrocos, vicarios y demás eclesiás-cos

del lugar; nunca acepten hacer las veces de

párroco, ni ocupar su puesto en la iglesia o

en la mesa; y no tomen ninguna inicia-va

importante sin consultar a los pastores,

menos aún hacer alguna cosa contra su

voluntad.

Cons-tuciones 1872, 258

— 47 —

“Me gustaría mucho que la historia de nuestros primeros

-empos fuera escrita… Puedo ver que es el mejor modo de

hacer conocer el Espíritu de la Sociedad… Cuando llega un

misionero a una parroquia, deberá hacerse pequeño, muy

pequeño. Los maristas han sido ya los causantes de mucho

bien. Hubo ocasiones en que llegaban misioneros a una

parroquia, tomaban la cabecera de la mesa, daban la ben-

dición y ocupaban el primer puesto. Actualmente, en la

diócesis de Lyon y en la diócesis de Belley, ya no se hace

esto. Nuestro ejemplo ha contribuido a eso. Así es, un mi-

sionero marista debe ponerse a disposición del párroco y

aceptar su guía. Déjenlo predicar, escuchar confesiones,

todo lo bueno. Esta es toda la base de su trabajo. En lo de-

más, que no se meta a li-gar.”

(FS 11: 7-8)

Respeto a los

demás

El periodo de las “misiones maristas” en el Bugey duró 6

años, de 1824 a 1829. Durante ese -empo los maristas

predicaron 27 misiones, cada una de un mes de duración.

Muchos de los viajes fueron realizados a pie, en medio del

invierno entre el lodo y la nieve. El P. Colin quería que

algunas de las experiencias de misión fueran guardadas

para las futuras generaciones.

— 48 —

Fieles a su tradición, deben

renunciar a toda dignidad fuera

de la Sociedad, sea eclesiás-ca o

civil. Esto les ayudará a liberarse

del espíritu de ambición, tan

opuesto al espíritu de María. Constituciones

21

… emi-rán los tres votos simples y

perpetuos de cas-dad, obediencia y

pobreza. Añadirán el voto, (que no será

obligatorio en misiones a los infieles), de no

aceptar dignidades eclesiás-cas o civiles

fuera de la Sociedad y mientras

permanezcan en ella, a menos que no

puedan eludir el mandato del Sumo

PonUfice sin faltar a la obediencia.

Cons-tuciones 1872, 2

— 49 —

“Usted ha sido elevado al estado episcopal, y sigue ahora

las huellas de los apóstoles… Acepte sin dudar y con humil-

dad la responsabilidad que el cielo le ha dado. En su posi-

ción no pude, razonablemente, oponerse sin con ellos ac-

tuar contrariamente a la voluntad de Dios y contra la obe-

diencia.

Su Excelencia nunca deberá olvidar que la Sociedad de Ma-

ría sigue siendo su Madre; hónrela de este modo durante

toda su vida; mantenga el espíritu de modes-a, simplici-

dad, pobreza y obediencia. Esté seguro de que en este ca-

mino atraerá bendiciones para su ministerio.”

(Colin sup II, 48: 1,6)

Libres de ambición

Pierre Bataillon fue una de las más imponentes personalidades de las misiones de Oceanía. Fue nombrado Vicario Apostólico de Oceanía central en 1843. Su recia personalidad le llevó a tener conflictos con muchos, incluyendo con Jean-Claude Colin. Sin embargo, fue gracias a su celo y energía que la Sociedad de María se estableció en Wallis y Futuna, Tonga y Samoa. En la carta que Jean-Claude Colin le escribió cuando fue nombrado obispo, refleja la preocupación del Fundador, de que el estado episcopal pusiera en riesgo las cualidades maristas de simplicidad y humildad. Refleja también la convicción de que este mismo espíritu de humildad exige al marista a aceptar el llamado de servir a la Iglesia.

— 50 —

La fórmula tradicional

“desconocidos y ocultos” es la

fuente de inspiración de los

maristas. Para Juan Claudio Colin

era la que mejor expresaba, a la luz de su experiencia espiritual y

pastoral, la presencia de María en

la Iglesia.

Constituciones 22

Finalmente, eviten con sumo cuidado

buscar su propia gloria, pues es enemiga de

la gloria de Dios, y deseen siempre ser

ignorados y considerados una nulidad.

Cons-tuciones 1872, 262

— 51 —

Cuando alguien le dijo que debería escribir sus memorias, respondió, “las he escrito ya en la quilla de mi bote y en las aguas del Pacífico”. (Goulter, Introduc-on)

Vidas escritas

sobre las aguas

Jean-Bap ste Bréhéret tenía 28 años de edad cuando dejó Francia para embarcarse a Oceanía en 1843. Después de algunos meses en las Islas Wallis, fue enviado a Fiji como

miembro de la primera comunidad marista que se

establecería allí. Permaneció en ese lugar los siguientes 54

años hasta su muerte, en el año de 1898. Bréhéret construyó su propio bote, haciendo sus propias travesías por mar, dejando la mayor parte de su vida en el océano. Cubrió miles de millas entre las 250 islas habitadas del archipiélago. Para 1861 contaba ya con 4,000 catecúmenos y 500 cris-anos bau-zados. En 1887 el número de

conversos había crecido a 14,000.

— 52 —

Como él y a través de él,

aprenden de María cómo abordar

la obra de la evangelización para

que el Evangelio sea recibido en

toda su fuerza y claridad.

Inflamados de celo apostólico por

el Reino, siguen al Señor

despojándose de todo interés

personal, de modo que nada

impida la escucha de la palabra

de Dios. Jesús vino al mundo en la

oscuridad y la pobreza y así

condujo a hombres y mujeres hasta su Padre.

Constituciones 23

… aunque deban dedicarse a diversos ministerios para la salvación de las almas, aparezcan, sin embargo, ignorados y como

escondidos en este mundo.

Cons-tuciones 1872, 50

— 53 —

“Ser un hombre de Dios es solamente esto: no hacer rui-

do… no exis-r de otra manera sino en forma humana de

divina bondad… moverse por el mundo de un modo secre-

to e invisible, como la luz. La luz nos permite ver las cosas…

pero en sí misma no es vista. ¡Desconocido y oculto! Algu-

nos han tratado hacer de estas dos pequeñas palabras una

definición del espíritu marista. Me parece más apropiado

verlas… como un resumen de ac-tudes, de obras, y del mo-

do en que un marista debe vivir.”

(Gabriel Voisine, La spiritualité mariste, 84-85)

Como luz invisible

Gabriel Voisine (1878-1984) fue un filósofo y profesor del

Ins�tute Catholique de París; era un maestro espiritual en la

Sociedad de María; fue marista por 82 años, muriendo a la

edad de 105. Lo que escribió sobre la espiritualidad marista

era el reflejo de su vida, tal como lo recuerda el P. Marcel

Mahé:

“A la edad de 17 buscaba una congregación mariana a la

que pudiera dedicar toda mi vida en las misiones. Había

hecho contacto con otras congregaciones, y me llevé una

gran sorpresa al descubrir de que en vez de darme

información sobre la congregación, trataban de

persuadirme de unirme a ellos. Finalmente, pude hacer

contacto con los maristas, y fue el P. Voisine, que entonces

era provincial de París, quien me respondió, enviándome un

arUculo sobre espiritualidad que había escrito para revisión,

y que fue más tarde publicada como una obra separada.

Pero no fueron palabras para convencerme para unirme a

ellos. Eso fue lo que me decidió unirme a los maristas”.

— 54 —

El espíritu contenido en la fórmula

“desconocidos y ocultos” orienta a

los maristas a aceptar una vida

sencilla, modesta y humilde. Ni el

orgullo ni la ambición personal ni

ninguna otra cosa de su vida y de

su conducta han de provocar en

los demás la menor resistencia a la

salvación que Dios ofrece. Como María, han de ser amables con

todos, respetuosos de su libertad, sensibles a su manera de ver las

cosas. Siguiendo este espíritu podrán escuchar las aspiraciones del pueblo de Dios y discernir los

signos de esperanza que se hallan

presentes en el mundo de hoy.

Constituciones 24

... prefieran más bien desempeñar aquellos

ministerios que, siendo igualmente

agradables a Dios, ofrezcan menos honra y

ventajas a los ojos de los hombres.

Cons-tuciones 1872, 262

— 55 —

Gen les y

respetuosos

Pierre Joseph Convers fue uno de los primeros veinte

maristas que hicieron su profesión en 1836. Dedicó casi

toda su vida como sacerdote misionero en áreas de Francia

donde la fe había sido abandonada, o donde el clero había

sido descuidado, o en los lugares donde los conflictos

habían dividido a las personas.

En el poblado de Cognac, surgió una situación di[cil. El

sacerdote murió después de 50 años como párroco. Sin

embargo había sido negligente hacia la parroquia por

muchos años. Las autoridades civiles se negaban a aceptar

al sacerdote que el obispo había nombrado. Además, el

cura que esperaba ser nombrado como párroco, había

tomado ya posesión de la casa presbiteral.

Pierre Convers fue enviado a Cognac como sacerdote

asistente. No fue bienvenido en la casa parroquial, por lo

que tuvo que conseguir habitación en el hospital. Cuando el

cura se negó a cambiarse a otra parroquia, el obispo lo

suspendió nombrando en su lugar a Convers como párroco

temporal. El cura dejó el curato pero permaneció en el

poblado, levantando oposición contra Convers.

Jean-Claude Colin envió un ayudante a Convers. Los dos

maristas discretamente empezaron por dar catecismo a los

niños y a visitar la prisión del pueblo. La comunidad estaba

sorprendida por la conducta de los maristas, siendo ganada

por estos poco a poco. El día en que el párroco tomó

posesión del cargo, los maristas calladamente dejaron la

casa cural y la parroquia.

(cf. Hayes p. 31)

— 56 —

Si bien están dispuestos a

emprender cualquier ministerio

que ayude a la edificación de la

Iglesia al servicio del mundo,

trabajarán de tal forma que, por así decirlo, nadie se dé cuenta de

su presencia.

Constituciones 25

En los dis-ntos ministerios de apostolado

que les con[e la obediencia, se han de

comportar tan modestos, tan abnegados y

olvidados de sí mismos, que aparezcan de

verdad ignorados (a) y como escondidos

ante el mundo.

Cons-tuciones 1872, 8

— 57 —

“Vino a nosotros, vivió entre nosotros por casi cincuenta

años; los recuerdos de sus virtudes siguen unidas a su

nombre. Sin embargo, cuando queremos poner en un

papel un relato concreto sobre este hombre, se escabulle

silenciosamente, atrapando solamente una sombra”.

(Goulter, p. 96)

Caminar con pasos

silenciosos

Según un biógrafo, Jean-Antoine Seón “probablemente hizo

más que cualquier otro marista, al llevar a las anUpodas la

riqueza del espíritu del fundador”. No obstante, sabemos

poco de él. Fue uno de los 20 maristas que hicieron su voto

en 1836. Dejó Francia para ir a Oceanía en diciembre de 1840, llegando a Nueva Zelanda en 1841.

Debido a sus deseos de tomar cualquier ministerio en cualquier lugar, se le pidió hacer muchas cosas para las cuales no estaba preparado o no era el adecuado. Quería trabajar con los maoríes, por lo que dedicó mucho -empo a aprender su lengua, sin embargo se encontró al final haciendo su ministerio con inmigrantes franceses e irlandeses. Padecía mucho por la soledad, sin embargo se le pidió vivir solo y aislado entre sus confreres. Le pidieron ser el ecónomo para las misión, que estaba en profunda crisis financiera, y esta era una tarea para la que no era la persona adecuada.

Su ministerio lo llevó casi por todas partes de Nueva Zelanda. Viajó casi siempre a pie, y algunas veces lo hizo descalzo,

para no gastar los zapatos.

Murió a la edad de 70 años, dejando muy poco tras de sí,

aunque quedaba la reputación de una san-dad poco usual y

los frutos de su vida apostólica.

Un biógrafo escribió de él lo siguiente:

— 58 —

El deseo de la Sociedad de llevar la

salvación a todos, no se podrá

cumplir a menos que sus

miembros estén preparados

intelectual y espiritualmente.

Tienen, pues, que dedicarse

diligentemente a la adquisición de

los conocimientos y competencias

que requiere la obra de María. Y

los superiores han de hacer todo

lo posible para asegurar a cada

marista el pleno desarrollo y la

u-lización de sus cualidades.

En la oración aprenderán a poner

generosamente sus talentos a

disposición de la Sociedad y al

servicio del Reino. La humildad

que caracteriza su apostolado, no excluye la obtención de grados

académicos o Utulos profesionales

en sus niveles más altos.

Constituciones 26-27

Para lograr el fin de la Sociedad, es

absolutamente necesario que se cul-ven en

ella las ciencias que puedan ayudar a la

salvación de las almas.

Cons-tuciones 1872, 42

— 59 —

“La Sociedad debe dedicarse a aprender, de lo contrario

nunca podrá lograr sus metas. Debemos adquirir conoci-

mientos, y debemos poner todos los medios para adquirir-

los. Si no hubiera más estudio en la Sociedad, se tambalea-

ría su futuro.”

(HS 141:18, 19; 109:12)

Hombres

educados

El deseo de Juan-Claude Colin de elevar el nivel de

formación en la Sociedad tenía una sola razón: sin ella, la

Sociedad no podría lograr sus metas. Los sencillos, humildes

sacerdotes de los comienzos, dejaron fundamentos muy

buenos. Sin embargo, ahora necesitamos algo más. “No

estamos bien educados… es el punto débil de la Sociedad…

es una debilidad en la Sociedad”, dijo en 1846 (HF 109:2). La vida de estudios de Romain Bu n fue puesta al servicio de los obje-vos pastorales y ecuménicos de la Sociedad. Su familia emigró de Francia a los Estados Unidos, donde nació en 1871, se unió a la Sociedad de María en la Provincia de Washington y fue ordenado en 1897. De 1912 hasta su muerte en 1937, Bu-n enseñó en la

Universidad Católica de América. A lo largo de sus

inves-gaciones y enseñanza de la literatura y gramá-ca

hebrea, fue capaz, sin hacer siquiera ruido, de contribuir a

la construcción de puentes y de abrir caminos al diálogo

entre judíos y cris-anos.

Su contribución más importante fue su inicia-va de poner

las bases de lo que se convir-ó en la Catholic Biblical

Associa-on of America.

— 60 —

Nada contribuirá tanto a alcanzar

los fines de la Sociedad como el

profundo amor mutuo entre sus

miembros. Se respetarán como

hermanos en el Señor y

procurarán eliminar todo lo que

pueda crear división ente ellos.

Constituciones 28

Quizás en nada han de poner tanto esfuerzo

a la hora de conseguir los fines de la

Sociedad y de conservarla, como en la

dedicación a mantener y fomentar por

todos los medios esta unión entre ellos y

con su cabeza.

Cons-tuciones 1872, 24

— 61 —

“Dios me ha bendecido con una gran fortaleza [sica. Puedo trabajar sin descanso. Puedo reponerme de la tensión por los viajes. No extraño Francia. Amo estos lugares. Amo a la gente de Oceanía, y soy amado por ellos. Nada es más im-portante para mí que mis confreres o el éxito de su traba-jo.”

Nada es más

importante …

Víctor Poupinel se sin-ó atraído a la Sociedad e María al leer las Cartas de los Misioneros, publicadas en los Anales

de la Propagación de la FE. Conoció a Jean-Claude Colin en 1838, entrando con los maristas ese año. Profesó y fue ordenado en 1839. Poupinel vivió con Colin en Puylata desde el -empo de su ordenación hasta que Colin renunció a ser Superior General en 1854. Es por eso que recibió una fuerte formación en el espíritu marista, así como en el es-lo del actuar. Él fue un lazo de unión entre el Fundador y los misioneros en el Pacífico siendo, con mucha probabilidad, quien les estampó la iden-dad marista en aquellos primeros años. Toda su vida la dedicó al servicio de las misiones. Dedicó 13 años (1857-1870) a viajar por el Pacífico visitando a todos los misioneros. Poupinel escribió cartas a cada uno de los misioneros maristas, también a las primeras misioneras pioneras de la SMSM, así como a los catequistas y neófitos. Algunas veces escribía hasta 47 cartas en un día. Si biógrafo lo llamó “Padre de las misiones de Oceanía”. Poupinel escribió al segundo Superior General, el P. Favre:

— 62 —

Eviten con cuidado toda

discriminación nacida de la

diferencia de raza, nación, región

o cultura. Esfuércense en

comprenderse, escucharse,

comunicarse frecuentemente su

amistad e ir más allá de sus

puntos de vista y propios

intereses para servir mejor a la

causa del Reino.

Constituciones 29

… Han de amarse como hermanos en el

Señor, sin tomar en cuenta las diferencias

de región o de patria …

Cons-tuciones 1872, 24

— 63 —

No discriminación Jean Bériard nació en 1848, en Nièvre, Francia. Fue

ordenado en 1876. En 1891 fue nombrado superior de la

escuela apostólica marista en Differt, Bélgica.

La escuela apostólica estaba localizada en el cruce de

caminos europeo, en las fronteras de Luxemburgo, Francia,

Alemania y Holanda. Todos los que conocieron a Jean

Bériard decían que era un “patriota ferviente”, y que

cualquier cosa que tocara la vida de Francia iba directo a su

corazón. Lo que hace aún más notable a este hombre, es

que hablaba muy bien alemán, que hablaba de manera

cortés y refinada para todos los que conoció, cualquiera

que fuera su cultura o país de origen.

Dejó Differt en 1910 y fundó la escuela apostólica de Hulst, en Holanda.

En Hulst, durante la guerra de 1914-1918, todos los alumnos mayores fueron movilizados, algunos para luchar

en la armada francesa, y otros para luchar en la armada

alemana.

El Padre Edouard Govaerts, que fuera alumno en Hulst

durante esos tres años, cuanta la historia en sus Memoirs:

Jean Bériard murió el 24 de marzo de 1933 en Hulst.

“Cada día el Padre Bériard miraba ansiosamente el correo,

en donde por nueve ocasiones había recibido las no-cias

desalentadoras de la muerte de sus niños en el campo de

batalla, tanto de entre las filas de los aliados como del

frente alemán. En cada ocasión nos dijo las no-cias con los

ojos llenos de lágrimas y con el corazón destrozado; y

siempre dio el más alto tributo a cada uno “sin discrimina-

ción por la nacionalidad”.

— 64 —

Un bau-zado se hace miembro de la Sociedad de María

por la profesión religiosa. Por su

profesión común los maristas

forman una familia en la que

todos gozan de los mismos

derechos y están sujetos a las

mismas obligaciones, salvo las

excepciones previstas por el

Derecho Canónico y las presentes

Cons-tuciones.

Constituciones 30

... con la excepción de la forma de ves-r, no

ha haber entre ellos ninguna diferencia ni

en el género de vida ni en la atención

espiritual.

Cons-tuciones 1872, 22

— 65 —

“Para aquellos que son sus compañeros y quienes, por cos-

tumbre, ser llamados Hermanos, dejen que este término guarde todo su significado para ustedes. Ámenlos como hermanos… La Sociedad es dirigida por el mismo espíritu aquí (en Europa) y allá (en Oceanía). Estoy convencido que aquí y allá, los Hermanos deben ser tenidos como miem-bros del mismo cuerpo.” (Colin sup I, 218:21)

Familia de iguales

El grupo misionero que par-ó para el Pacífico en diciembre

de 1840 fue el grupo mayor de los 15 grupos. Los 13

miembros eran sacerdotes, hermanos y laicos. Entre ellos

había especialistas calificados: catequistas, un sastre, un

constructor de botes, un herrero, un arquitecto, un pintor.

Colin tenía razón de estar preocupado de que en Oceanía la

diferencia de ap-tudes estuviera creando divergencias en

las relaciones. Algunos hermanos senUan que se habían

unido a la Sociedad para ser maristas; de que se habían

unido a las misiones para ser catequistas, terminando por

ser sirvientes (LRO II, 247: 14).

Colin escribió esta carta para aconsejar a los misioneros que

parUan:

— 66 —

El proyecto marista preveía

desde un principio una rama

abierta a los laicos, hombres y

mujeres. En 1850, esta rama tomó una forma par-cular y fue

reconocida oficialmente por la

Santa Sede como “Tercera Orden

de María”. Según el pensamiento

del Padre Colin, debía ser una

asociación amplia, abierta a todos,

cualquiera que fuese su situación,

edad o condición. Podría adoptar

diversas formas y, si fuese

necesario, recibir incluso un

nombre dis-nto.

Constituciones 31

La entrada a la Sociedad está también

abierta a las personas laicas que viven en

el mundo en esta Confraternidad o Tercera

Orden de Santa María.

Summarium 1833, AT fasc. 1 pp 65-66; LM,

9

— 67 —

En el mundo Diseminadas por todas las páginas de las cartas de los

misioneros de Oceanía, están las referencias incontables

sobre Auguste Marceau, el capitán del buque L’Arche de

l’Alliance que transportaba a misioneros y pertrechos a lo

ancho del Pacífico entre los años 1846-1848. Marceau era

un laico, un marino profesional que se volvió miembro de la

Tercera Orden.

Los misioneros lo admiraban por su competencia como

navegante pero, sobre todo, por su valor, su san-dad y

amor por la Sociedad de María. Un misionero aseguraba a

Jean-Claude Colin que si deseaba saber cualquier cosa

sobre la misión o el estado de cada misionero, no podría

menos que acudir a Marceau (LRO V, 670:5).

El obispo Collomb escribió a Jean-Claude Colin:

Marceau navegó casi por todas partes en la misión marista

por el Pacífico. Regresó a Francia en 1848 y murió en 1851 a

la edad de 45 años.

“No creo que usted pueda encontrar mejor capitán para llevar a sus hijos a Oceanía. En lo que respecta a sus habili-dades como navegante, he escuchado a otros decir que el capitán Marceau es un oficial de la más alta calidad; sin embargo, su espíritu religioso, su sabiduría, su habilidad en el trato con los hombres y sus preocupaciones por ellos, su absoluta dedicación por la Gloria de Dios en su trabajo pa-ra el bien de las misiones, es lo que he admirado más en los 16 meses que he estado en su barco.” (LRO V, 609:9)

— 68 —

El proyecto marista está abierto

también a otras formas de

asociación. Cada provincia, de acuerdo con el superior general y

su consejo, determina las modalidades que este proyecto podría adoptar, entendiéndose

que esta asociación no le cons-tuye a uno miembro formal

de la Sociedad de María.

Constituciones 32

Los inscritos en la confraternidad, viven en el mundo y no -enen votos; pero observan

ciertos ejercicios de piedad, y que los unen

a la Sociedad, convir-éndolos en

par-cipantes de pleno derecho de los

bienes espirituales de toda la Sociedad.

An�quiores Textus fasc. 1, p. 66, §4

— 69 —

En 1839, Jean François Yvert escribió a Jean-Claude Colin

pidiendo unirse a la Sociedad. Pero había un problema: El

señor Yvert estaba casado aunque separado de su esposa e

hija. Victor Popupinel respondió a la carta señalando a Yvert que no era posible unirse a la Sociedad por medio de votos, sin embargo añadió:

Inmediatamente Yvert aceptó y se preparó para unirse a los misioneros, quienes par-eron en diciembre de 1840. En

tres semanas aprendió lo esencial sobre el negocio de la

impresión y encuadernación de libros. Este trabajo fue

fundamental para la obra de la misión en Nueva Zelanda.

Entre 1842 y 1850 supervisó la publicación de alrededor de

30,000 copias de textos.

Hasta el final de su vida, permaneció unido a la Sociedad.

Después de 26 años de servicio, murió y fue sepultado

desconocido y oculto en una tumba anónima en

Wellington, Nueva Zelanda.

“Ayer por la mañana estaba estudiando. De repente un

pensamiento muy vívido vino a mí de la nada y me llenó de

consuelo, y me he tomado la libertad de compar-rlo con

usted con toda sencillez. Es verdad de que el hecho de que

tenga una esposa signifique que no puede tomar los votos

en la Sociedad. Pero, ¿por qué no acompañar a nuestros

misioneros a Nueva Zelanda de manera individual? Ya que

como el hogar está allí donde está el corazón, usted sería

un marista, y la Sociedad de María lo vería a usted como a

uno de sus hijos.”

(Colin sup I, 174:3)

Ú les

para la misión