Bauman Zygmunt-La Sociedad Sitiada

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  • ZYGMUNT BAUMAN

    LA SOCIEDADSITIADA

    FONDO DE CULTURA ECONMICAMxICO - ARGENTINA - BRASIL - COLOMBIA - CHILE - ESPAA

    ESTADOS UNIDOS DE AMRICA - GUATEMALA - PER - VENEZUELA

  • Primera edicin en ingls, 2002Primera edicin en espaol, 2004Quinta reimpresin, junio 2008

    Zygmunt, BaumanLa sociedad sitiada - la ed. 5a reimp. - Buenos Aires: Fondo de Cultura

    Econmica,200S.304 p.; 23x15 cm. (Sociologa)

    ISBN 978-950-557-612-8

    1. Sociologa. 1.TtuloCDD31

    cultura LibreTtulo original: Society undersiege

    2002, Zygmunt Bauman 2002, Polity Press y Blackwell Publishers Ud.ISBN de la edicin original: 0-7456-2409-X

    D.R. 2007, FONOO DE CULTURA ECONMICA DE ARc;ENTlNA, S.A.El Salvador 5665; 1414 Buenos Aires, Argentinafondoesfce.com.ar / www.fce.com.arAv. Picacho Ajusco 227; 14200 Mxico D.F.

    ISBN,978-950-557-612-8

    IMPRESO EN LA ARGENTINA - PR1NTE:."D iN ARCfNTlNAHecho el depsito que previene la ley 11.723

  • AGRADECIMIENTOS

    Estoy profundamente en deuda con [ohn Thompson por la iniciativa, el con-sejo amistoso y los comentarios crticos que llevaron a la preparacin de estevolumen, as corno por el ttulo del libro. Y con Ano Borre, por su combina-cin nica de bondad, perseverancia y cuidado.

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  • INTRODUCCIN

    La sociologa naci como un proyecto moderno, y como todo proyecto mo-derno, sigui desde el comienzo y a lo largo de toda (o al menos, de casi to-da) su historia el rriple objerivo postulado por Comte: savoirpourprvoir, pr-voir pour pouvoir.* La sociologa apuntaba a conocer su objeto a fin de preverinequvocamente en qu direccin tendera a moverse: de ese modo, podradeterminar qu hacer si se deseaba impulsarlo en la direccin correcta. Y elobjeto a conocer, a analizar y eventualmente a moldear era la "realidad huma-na" -esa condicin en la que (para retomar la famosa expresin de Marx) losseres humanos tomaban sus decisiones biogrficas/histricas y de la que, sinembargo, la condicin en s misma est exenta (y por esa misma razn se lallama "realidad")-. Precisamente, esa exencin de todo poder de decisin fueel desafo planteado a la imaginacin sociolgica. Como la prctica modernaera un ejercicio de transgresin y trascendencia de los lmites, todo lo que seresistiera al poder de decisin humano constitua una ofensa, un casus be/ti, yun llamado a las armas.

    El propio objeto deba conocerse porque conocerlo era equivalente a de-sactivarlo. Despojar al objeto de su misterio era como robarle el trueno a J-piter. Una vez conocido, ya no opondra resistencia; o al menos uno podraprever esa resistencia, tomar las precauciones del caso, y adelantarse al golpe.Es por esto que las misiones de reconocimiento son la condicin sine qua nonpara forzar al enemigo a rendirse. La informacin es la mejor de las armas, ycuanto ms rigurosa y exhaustiva sea, ms completa e irrevocablemente elenemigo, al hallarse despojado de sus secretos, perder poder. Una vez cono-cidos, los que haban sido sus recursos se convertirn en una carga.

    Literalmente, "saber para prever, prever para [ejercer el] poder". Esta clebre mxima sueletambin traducirse "saber para prever, prever para proveer" para conservar hasta las ltimasconsecuencias el carcter alircrarivo del retrucano. (N de T:)

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  • 10 LA SOCIEDAD SITIADA

    La ciencia moderna se constituy, en la prctica, como esa rama de la in-teligencia para la cual la realidad existente (el segmento del escenario dondese desarrollaba la accin que an permaneca impenetrablemente opaco,oculto tras las sombras, y por ende todava libre de interferencia y control)era el enemigo. En el transcurso de los ltimos dos siglos, la sociologa luchpara que se la reconociera como ciencia asumiendo ese papel y demostrandoque era perfectamente capaz de representarlo.

    Todo lo que hacen los agentes es lo que constituye la prctica, mientrasque algn otro agente determinado a actuar encarna al adversario, y los ob-jetivos que los agentes se fijan determinan el principio por el cual se recono-ce o desestima la importancia de muchos de los atributos de ese adversario.Recolectar informacin no tendra sentido -de hecho, sera inconcebible- sino hubiera un agente cuyo accionar respondiera a determinados propsitos,que se fijara ciertos objetivos y actuara en pos de ellos. En el caso particularde la sociologa, ese otro agente era el Estado soberano, y la sociologa seconstituy en la rama de la inteligencia que se ocupaba de sus prcticas.

    El espritu moderno se defini a travs de su determinacin de desarmar larealidad para hacerla ms blanda, ms maleable y receptiva al cambio; pero elderecho y la capacidad de hacerlo eran motivo de disputa entre las institucio-nes modernas; era, asimismo, el objetivo ms preciado de la moderna luchapor el poder. El Estado moderno haba sido definido por Max Weber comola institucin que se arrogaba el monopolio de la coercin lcita ("legtima", nosujeta a apelacin o compensacin de ningn tipo): en otras palabras. comouna institucin que se presenta como la nica agencia autorizada a desplegarun accionar coercitivo, a forzar que el estado de cosas existente sea diferentede lo que ha sido y seguira siendo si se lo dejara librado a s mismo.

    Una accin se considera coercitiva si al perseguir sus objetivos no tiene encuenta las "tendencias naturales" del objeto. En el caso de un objeto sensualy agencia}, una accin es "coercitiva" cuando las intenciones y preferencias delobjeto se deslegiriman al clasificarlas como motivaciones fundadas en la ig-norancia o la inclinacin al delito. La "legitimidad" de la coercin implicaque el agente que la ejerce le niega a su objeto el derecho a resistirse a esacoercin, a cuestionar sus motivos, a actuar en consecuencia o a exigir com-pensacin. Esa legitimidad era en s misma uno de los riesgos de la coercin.Por mucho que se ejerciera esa coercin, que se la legitimara y que se la mo-nopolizara, siempre se suscitaban cuestionamientos, por lo que en general se

  • INTRODUCCIN II

    la vea como un estadio ideal que an no haba sido alcanzado, como un pro-yecto inacabado, un grito de batalla que llamaba a la disputa por venir.

    Haba una agencia, y haba un objetivo, y se contaba con la determina-cin y los recursos necesarios, y con una esperanza razonable de alcanzar lameta. Se produjo, por lo tanto, una vacante para el puesto de unidad de in-teligencia, y la sociologa se present para cubrirla.

    Cualquiera fuera la forma que el Esrado aspirante deseara esculpir sobrela realidad que haba encontrado, el metaobjetivo, la condicin de posibili-dad de cualquier objerivo concebible, deba ser forzosamente cierta disposi-cin, cierta maleabilidad de esa realidad a la que se pretenda dar una formadistinta. Como cualquier escultor sabe perfectamente, la maleabilidad no sedefine por la tendencia intrnseca del propio material, sino por la relacin en-tre su dureza y el filo y la resistencia de la herramienta empleada para tallar-lo. Un resultado exitoso de la tarea de esculpido depende tanto de la efectivi-dad de las herramientas elegidas como de la predisposicin del medio; de esamanera, se requiere de un conocimiento fiable de esa materia para la eleccincorrecta de las herramientas de trabajo. Sin embargo, cuando se trata de es-culpir la realidad social, la "agencia escultora" rara vez iguala la dedicacin ex-clusiva y la completa autoridad sobre el procedimiento que puede observarseen el estudio de un escultor, y esto sera as incluso si la mayora de los Esta-dos modernos se tomara las mismas libertades del escultor como patrn ideala segUIr.

    Se necesi ta un Estado hbil y poderoso para proteger la autoridad unvo-ca del escultor en su estudio; pero el Estado no tena a nadie ms que a s mis-mo para proteger su propia autoridad sobre una sociedad estructurada y tra-tada a la manera del estudio de un escultor. En esa tarea de proteccin, elEstado era simultneamente juez y parte; y se encuentra casi siempre en ladesdichada situacin del barn de Mnchhausen (quien debi salir del pan-tano tirando de su propia trenza)," y sin gozar de las libertades del escultor.Por lo general, sola haber otros escultores ansiosos por utilizar sus herramien-tas para grabar en el mismo material una imagen distinta, alegando a viva voz

    La expresin en ingls (to pu!! onese/fup by ones own bootstraps) se utiliza para dar a enten-der que se sali por cuenca propia de un apuro, y significa literalmente "salir (de algo) ti-rando de las propias botas" (o ms especficamente, de sus lengetas), que es algo similara lo que hizo el Barn (tirar de su propia trenza, y no de sus botas) para salir de un pan-tano en el que haba cado. (N. de n

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    su derecho a hacerlo. En consecuencia, la preocupacin principal del Estadodeba ser retirar las herramientas de esculpir del mercado minorista y termi-nar con su industria artesanal. De all que se arrogara el monopolio de losmedios de "coercin legtima", un objetivo que se explicaba en tanto puestaen prctica del modelo de realidad que se prefera por sobre todos los otros:ms racional, ms humano, o supuestamente ms seguro, y por cualquiera deestas razones --o por todas ellas-, superior a las alternativas en pugna o pasi-bles de pasar a integrar el debare.

    La puesta en prctica de la forma escogida en detrimento de la forma exis-tente requiere inexorablemente de la coercin: de la disposicin a ejercerla, y dela amenaza de que se acudir a ella. Pero sas son tambin las caractersticas detoda violencia, y una vez que los actos son despojados de su envoltura concep-tual, no queda nada que permita distinguir "empricamente" el uno del otro.Cualquier lmite que se trace para separarlos ser forzosamente arbitrario; delmismo modo, reclamar para s el monopolio de los medios de coercin equi-vale, en ltimo trmino, a arrogarse la indivisibilidad de la funcin arbitral. Lacoercin ser legtima mientras el rbitro la apruebe, por medio del procedi-miento de arbitraje que el rbitro haya aprobado. Todo otro acto coercitivo se-r considerado un acto de violencia, y la misin fundamental, as corno la ta-rea ms urgente de la coercin legtima, es precisamente extirpar toda posibleviolencia, prevenir que se produzca, y castigarla cuando ocurre.

    El derecho a trazar ellmte entre la coercin legtima (admisible) y la ilegti-ma (inadmisible) esel primer objetivo de toda lucha por elpoder. Sobre ese cam-po de batalla se enfrentan los modelos alternativos para la reforma de la reali-dad social. El "proceso civilizador" (por cuyo nombre la actividad del Estadogusta de ser conocida) consiste en hacer irrelevantes esos campos de batalla re-duciendo al mnimo o eliminando por completo la posibilidad de disputar ellmite entre la coercin legtima y la ilegtima fijado por el Estado.

    El tipo de violencia que en este proceso encuentra una oposicin msenrgica es la "meraviolencia", aquella que apunta a debilitar la legitimidadde la coercin aprobada por el Estado. Esta oposicin no suele ser efectiva si-quiera en un uno por ciento, ya que la violencia (es decir, la coercin que de-safa abiertamente la legitimidad existente, que exige legitimidad, o que cuen-ta con obtenerla) es el lpiz con el que permanentemente se traza y se vuelvea trazar la lnea que separa lo legtimo de lo ilegtimo.

    A lo largo de casi toda su historia, que coincide aproximadamente con ladel Estado moderno, la sociologa ha examinado los modos y los medios por

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    los que se alcanza resistencia o inmunidad a la metaviolencia que proviene dela coercin aprobada por el Estado, y cmo se arraiga la legitimidad de lacoercin mediante la movilizacin de sentimientos que apuntan a la interio-rizacin del orden que el Estado protege o a travs de la disolucin de la coer-cin en el tramado de la vida cotidiana. Resumiendo todo lo explorado porla sociologa precedente, Talcorr Parsons propuso que el drama -representa-do a diario- de la desactivacin del efecto potencialmente disruptivo de la in-tencionalidad de los actores deba ser la preocupacin central de la sociolo-ga, y el develamiento de esa incgnita, su meta cognitiva principal. Lahistoria de la sociologa, en la interpretacin de Parsons, consista en un agre-gado de notas al pie cada vez ms precisas y exhaustivas al "problema hobbe-siano": concretamente, la posibilidad de establecer patrones de conducta re-petitivos, rutinarios y regulares, y por ende una cohabitacin pacfica yarmoniosa de los actores en su bsqueda de intereses ostensiblemente incom-patibles-. Las escuelas del pensamiento social, por dems divididas, acorda-ban casi unnimemente en asignar un lugar central a ese misterio en toda in-vestigacin de la sociedad. Norbert Elias, lejos de ser un entusiasta de lasntesis totalizadora de Parsons, vio en el hecho de que en el Estado se con-densara una coercin previamente difusa y dispersa en la red que conformanlas actividades de la sociedad un centro del "proceso civilizador". El proceso.le "socializacin", definido como el reforjado de la "voluntad de la sociedad"(ms ampliamente conocida con el nombre de "inters comn") en las moti-vaciones de sus miembros, as corno los recursos utilizados para impedir, neu-tralizar o suprimir la competencia en ese reforjado, se mantuvo por muchosaos en el centro de la atencin de los socilogos, y constituy, en sus nume-rosas encarnaciones, el ncleo de las investigaciones sociolgicas.

    Durante la fase slida de la modernidad,* el resultado final de la compe-tencia por la legitimidad pareca ser previsible. No haba ms que un compe-tidor con chances efectivas de obtener la victoria: la alianza de la joven na-cin con el incipiente Estado. A travs de ella, la nacin legitimaba lasexigencias disciplinarias del Estado, y ste colaboraba secundando las ambi-ciones de integracin. asimilacin y represin que ella le planteaba. El mun-do se divida segn el rea de dominio de los Estados-nacin, y aquellos te-rritorios que se encontraban fuera de la jurisdiccin de los poderes existentes

    Para este concepto, vase Zygmunt Bauman. Liquid modcrnity, Poliry, 2000 [trad. esp.: Mo-dernidadlquida, Buenos Aires, FCE, 2003].

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    eran "tierra de nadie", que an poda incorporarse y anexarse. A los finesprcticos, el "poder soberano" y el "Estado-nacin" eran sinnimos.

    Giorgio Agamben, inspirado en la definicin de "soberana" de Otto Sch-mitt ("soberano es quien decide sobre el estado de excepcin"), 1 afirma queel verdadero rasgo que define a la soberana no es tanto el derecho a determi-nar la ley como el derecho a eximir de la ley; es la capacidad de desnudar asus sujetos de la capa a la vez represiva y protectora de la ley lo que hace alpoder verdadera y completamente soberano. La "soberana", podramos de-cir, consiste en el derecho a pegar proclamas con la leyenda "Buscado: vivo omuerto", sealando a las presas fciles de los cazadores de recompensas. Elverdadero sujeto del Estado moderno ---de cualquier Estado moderno, sin im-portar su rgimen poltico- era la "nuda vida", la vida perpetuamente ubica-da sobre la delgada lnea que separa la inclusin de la exclusin.

    En la poltica moderna, el "mbito de la nuda vida" "comienza gradual-mente a coincidir con el mbito poltico". 2 "Slo porque la poltica en nues-tra era se ha transformado por completo en biopoltica", afirma Agamben, "lefue posible a sta constituirse en una poltica totalitaria a un grado hasta elmomento sin precedentes". La misma transformacin explica "la rapidez, deotro modo incomprensible, con la que fue posible que las democracias parla-mentarias del siglo XX se convirtieran en Estados totalitarios, y con la que losEstados totalitarios de este siglo pudieron convertirse, casi ininterrumpida-mente, en democracias parlamentarias"..'!

    Como hace mucho tiempo anticipara Karl Marx desde el umbral de la eramoderna, las ideas de los dominadores tienden a ser las ideas dominantes. Lasideas dominantes resultaron ser tambin las ideas dominantes de los socilo-gos, o para ser ms exactos, las que dominaban su pensamiento y su prcti-ca. Esto no resulta extrao, dado que lo que a partir de Durkheim pas porser la realidad de los "hechos sociales coercitivos" era una realidad que, si nohaba sido ya conformada, exista al menos en potencia, instrumentada porlas prcticas coercitivas de los gobernantes de los Estados-nacin soberanos.Empeados en develar el misterio del "efecto de la realidad social", los soci-logos no pudieron sino descubrir en el poder legtimo y soberano del Estado

    1 Vase Giorgio Agamben, Horno Sacer: Sovereign Poioer and Bare LIft, Sranford UniversityPress, 1998, p. 11. Traduccin de Daniel Heller-Roazen [trad. esp.: Horno sacar; Valencia,Pre-Textos, 1998].Ibd .. p. 9.

    , Ibd., pp. 120, 122.

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    la condicin necesaria y suficiente. La sensacin de coercin era un efecto se-cundario de la ausencia de competidores que pudieran aproximarse, sin igua-larlos, a los poderes supremos del paladn -cuyo deceso resultaba por esa mis-ma razn absolutamente impensable-o Las formas de gobierno podan serobjeto de disputa, pero no su soberana ni su identificacin con el Estado,donde tenan su origen y al cual regresaban la trama completa de la integra-cin social y las trayectorias de reproduccin social.

    Sin embargo, el punto es que (como jean-Pierre Dacheux lo resumi acer-tadamente) "todas esas cosas impensables que haban quedado sepultadas bajolos cimientos cuando se haban establecido las fronteras que se considerabanslidas e infranqueables?' acabaron por ceder ante una doble presin: desdearriba (la globalizacin) y desde abajo (la biodiversidad que contra vienro ymarea mantena a raya a todos los intentos que se hacan para disolverla y li-cuarla dentro del mateo delimirado pOt el Estado-nacin). Uno se pregunrahasta qu punto el feliz -y por mucho tiempo exitoso- matrimonio entre lanacin y el Estado se mantiene an vigente.

    En el umbral de la poca moderna, los descendienres republicanos de losimperios sacros que se encontraban en decadencia y descomposicin aban-donaron el principio de cuius regio, eius religio, y eligieron divorciarse de susrespectivas iglesias, proclamando que la fe religiosa era un asunto, privadoque no concerna al soberano poltico; slo para tomar poco despus a la na-cin como compaera y esposa, y finalmente para proclamar que la funcindel Estado soberano y el deber cvico de sus sujeros deba ser la promocin delpatriotismo. Qu nueva era puede sealar la separacin entre la nacin y elEstado, si es que efectivamente est ocurriendo eso?

    Las audiencias de divorcio, de eso podemos estar seguros, se desarrollan a lostropezones, y si se conceder finalmente o no la nulidad del matrimonio quehar efectiva la separacin, sigue siendo discutible. Una y otra vez, aqu y all,el patriotismo ortodoxo hace erupcin conservando aparentemente todas susfuerzas, como si solamente hubiera estado hibernando por una temporada,sin perder ninguna de sus pasiones ni su poder de movilizacin. Reciente-mente fuimos testigos de un vigoroso despertar del viejo patriotismo estatalen los Estados Unidos, tras el ataque terrorista que revel sbitamente que elescudo que el Estado provea contra los peligros provenientes del mundo ex-

    4 jean-Pierrc Dacheux, "Balcaniser l'Europc?", en: Lignes. O(....cubre de 2001, p. 78.

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    terior no haba podido garantizar la seguridad personal de los estadouniden-ses, que poda ser vulnerado con facilidad, y que era necesario hacer ms, mu-cho ms para ajustarlo e impermeabilizarlo si todava se pretenda cumplircon aquel sueno. Ese arrebato fue suficiente para suscitar una adhesin -porcierto, poco frecuente- a la decisin del Estado de enviar a los cuerpos pro-fesionales de la marina y la fuerza area a una expedicin militar, y para darinicio a una campaa patriotera de condena pblica a las pocas voces que osa-ron levantarse en disidencia (que Susan Sontag sufri en carne propia, y quela mayora de los periodistas y reporteros eludieron buscando abrigo en la "co-rreccin emocional"). A pesar de esto, nos seguimos preguntando si alcanzarcon estar preparados para hacer el sacrificio masivo y sostenido que la cons-cripcin universal exigira; y el tiempo dir cunto ha de durar esra rfaga deemocin patritica si no la alimentan nuevos terrores y golpes cada vez msasombrosos. A una escala ms reducida, en torno a los eventos deportivos, seproducen, regular y rutinariamente, efusiones patriticas del mismo tipo;precisamente los establecimientos deportivos a escala mundial se especializanen brindar una vlvula de escape a estas emociones, y las compaas de ndo-le eminentemente comercial estn siempre bien dispuestas a obtener sus ga-nancias aprovechndose de la bienamada costumbre de agitar la banderita.

    Sin embargo, las manifestaciones de lealtad nacional, al igual que las deunidad, siguen el modelo de la multitud -un estilo de comportamiento indi-vidual copiado a escala masiva- ms que el comportamiento coordinado pro-pio de las comunidades estables y estrechamente cohesionadas, o una con-ducta que conduce a la fusin de un "todo mayor que la suma de sus partes",un todo por el cual cada parte est dispuesta a sacrificarse, y lista para hacer-lo. Adems, las manifestaciones de ese tipo tienden a adquirir un carcter car-navalesco. Como todo carnaval, sirven como vlvulas de seguridad para des-cargar la tensin emocional acumulada, pero ms all de eso tienen una vidabreve y difcilmente alcanzan a incidir sobre la vida cotidiana: ponen de ma-nifiesto, si es que llegan a hacerlo, el papel cada vez ms reducido de los sen-timientos patriticos en las actividades "normales" de la vida diaria, incluyen-do la consabida reproduccin del orden rutinario.

    En la vida cotidiana, la nacin que coincide con el Estado es slo una en-tre las muchas que conforman un amplio conjunto de comunidades imagi-nadas que compiten por la adhesin de los sujetos y por constituir un focode emociones comunitarias. La composicin del conjunto vara con el tiem-po, y los frentes de batalla que se generan entre los adversarios cambian de

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    ubicacin constantemente. Cualquiera sea la preeminencia que un compro-miso emocional en particular pueda alcanzar sobre sus competidores, ste ra-ra vez es de carcrer absoluto, y nada le garantiza que habr de durar lo sufi-ciente como para completar el objetivo que esa apelacin a la emotividadhaba pretendido vehiculizar. Como regla, todo compromiso trae de fbricauna caja de herramientas que permite su desactivacin, incluso si en la apo-teosis del estallido emocional la rotura del compromiso pareca inconcebible.La economa de las lealtades polticas fundadas en la emotividad presenta to-dos los rasgos que para Richard Rorty definen la poltica de "campaa" entanto opuesta a la de "movimiento". En la escala jerrquica determinada co-lectiva o individualmente en base a las lealtades polticas, las distintas "comu-nidades imaginadas" (o postuladas, o fijadas)' pueden subir o bajar de pues-to. e incluso desaparecer por completo de la lista, de un momento a otro desus vidas, las que se desarrollan como una sucesin de episodios relativamen-te independientes.

    El aspecto de este permanenre "juego de la silla" de las lealtades polticasque resulta ms pertinente al tema que nos ocupa es la prdida, cada vez msevidente -y quizs irrecuperable-, de la posicin privilegiada (e irrebatible-mente superior) que el Estado-nacin ocupaba efectivamente, o cuya ocu-pacn se arrogaba. El Estado, despojado de gran parte de su soberana, quealguna vez haba sido completa, "total", ha esgrimido argumentos del tipode "no tenemos alternativa" como fundamentos de accin mucho ms amenudo de Jo que ha ejercido la libre seleccin de las polticas a seguir; mo-vido por fuerzas exteriores y no por las preferencias democrticamente ex-presadas de sus propios ciudadanos, ha perdido la mayor parte del atracti-vo que presentaba en el pasado en calidad de mbito para la inversinsegura y provechosa.

    El nacionalismo en su forma moderna habra sido impensable si no se hu-biera credo en la apuesta del Estado moderno por la soberana total, y dif-cilmente pueda sobrevivir tras el derrumbe de esa apuesta, o su retirada deljuego. Hoy en da, rara vez se vuelve a hacer una apuesta como sa, y con me-nos frecuencia an se confa fervorosamente en sus resultados; de hecho, si esque llega a formulrsela, suena como una mera arenga. un intento desespera-do, aunque escaso en entusiasmo, por desempolvar de la memoria viejos re-cuerdos, con la esperanza de recuperar antes su capacidad de inspiracin que

    ) Vase el captulo "Comunidad", en mi libro LiquidModernity, ob. eje

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    una carta de intenciones, y de ninguna manera un llamado a la accin efec-tiva o una incitacin a la batalla.

    Suele argumentarse que la decadencia del Estado-nacin -particular-mente el inminente divorcio entre el Estado y la nacin, instancia que nin-guno de los cnyuges puede estar seguro de sobrevivir- constituye un fe-nmeno local, confinado a un lugar del mundo cmodo y lejano, hastiadoy adormecido por la seguridad, genuina o supuesta, que se consider que secimentara slidamente en su podero econmico y su superioridad militar.En el resto del mundo -as cuenta la historia-, la turbulenta era de la cons-truccin de la nacin secundada por el Estado sigue su curso. As, es un he-cho reciente que en tierras lejanas (no "occidentales", o no lo suficientemen-te "occidentalizadas'': detenidas o demoradas en el camino hacia el estilo devida "occidental") estn naciendo nacionalismos que se preparan para seguirlos movimientos realizados por "Occidente" en el pasado. Sin embargo, losfundamentos de esta argumentacin son endebles, por lo que puede cuestio-nrsela en una serie de puntos.

    Para empezar, cualquier similitud entre las cruzadas culturales emprendi-das por los Estados modernos en sus inicios y las guerras entre tribus, los ase-sinatos masivos y los rebrotes de purificacin tnica de la actualidad es pura-mente fortuita. O quizs no sea accidental en absoluto: despus de todo, elhecho de acudir a un vocabulario ortodoxo para dar cuenta de acciones hete-rodoxas, o de explicar un fenmeno fuera de lo comn y esencialmente dis-tinto como la repeticin de precedentes que resultan familiares a pesar de serquizs irrelevantes, es una tendencia ampliamente difundida y difcil de de-sarraigar. Por ende, puede que no sea accidental, pero es equvoca de un mo-do u otro. Puede que las guerras entre tribus tengan un aire similar al de lasprimeras manifestaciones de los incipientes nacionalismos europeos, peroson, sobre todo, una prueba fehaciente del fracaso del experimento del Esta-do-nacin. Son productos de la podredumbre: las flores tribales brotan y flo-recen en la tumba del Estado-nacin.

    El Estado-nacin era el grandioso sueo de una nacin fundida con el sis-tema de gobierno: los intereses comunes disueltos en ste e indistinguibles deaqul en una nica entidad, una raison d'tat. Como la supervivencia de lanacin coincida punto por punto con el poder obstinado e inexpugnable delEstado, el amor a la nacin se manifest en su forma ms acabada en la ob-servancia meticulosa de la ley del pas y en la fidelidad en el servicio de todolo que se presentara como inters del Estado y fuera reconocido como tal. El

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    Estado poda reclamar para s la lealtad indivisa de sus ciudadanos, pasandopor sobre cualquier otro inters: ~i se los vea desde la perspectiva de la tota-lidad soberana del Estado, se trataba de meros "particularismos". No debaasignrseles importancia a las peculiaridades culturales, las desavenencias re-ligiosas, las idiosincrasias lingsticas, o a cualquier orra discrepancia decreencias o preferencias. Sobre rodas las cosas, stas no deban interferir conla inquebrantable lealtad al Estado, comn a todos. En caso de conflicto, lasprioridades eran claras, y era el deber de cada uno actuar en consecuencia.

    Ese modelo de Estado-nacin estaba destinado a seguir siendo, como dehecho era, un "proyecto inconcluso", aun en sus aos dorados. Por lo gene-ral, la mayor parte de las naciones eran coaliciones frgiles entre formas de vi-da slo parcialmente compatibles. La presin por la asimilacin y las cruza-das culturales eran componentes indispensables del proceso de construccinde la nacin, pero rara vez alcanzaban la unanimidad basada en la uniformi-dad que constitua su objetivo. La unidad conseguida difcilmente era infali-ble e inmune a las tuerzas centrfugas, y se consideraba que su perpetuidadnunca podra asegurarse a ciencia cierra. Segn el famoso recordatorio acua-do por Erncst Renan, la nacin era "un plebiscito a diario". Generalmente,los esfuerzos de los ciudadanos por poner su nacionalidad por sobre todos losotros valores y lealtades polticas no solan considerarse lo suficientementefervientes e incondicionales. El principio contenido en la frase "es mi pas,bueno o malo" deba inculcarse incansablemente a los sujetos, como de he-cho lo fue; y sin embargo, nunca logr gozar de la aprobacin universal quese esperaba de l. Y sin embargo, lo que sostena la unidad de la nacin en lasbuenas y en las malas, guindola en las difciles curvas que se sucedan en elcamino, era la fuerza incansable del Estado soberano, que era la nica capazde asegurar -al menos en principio si no en la prctica- tanto la seguridadcomo el bienestar, y de resolver los conflictos en la medida en que se fueranpresentando. El matrimonio entre el Estado y la nacin (en tanto era la ma-yor, ms poderosa, duradera y densamente institucionalizada de las encarna-ciones modernas de la communitas y la soctetasde Victor Turner) poda ser enmuchos casos, particularmente en perodos de seduccin, o en el transcursode una prolongada luna de miel, una unin fundada en el amor (para ser msprecisos, en el "amor confluente" de Anthony Giddens, una atraccin mutuabasada en la promesa anticipada de satisfaccin); sin embargo, la convenien-cia cimentaba esta unin con una solidez muy superior a la que el amor, ca-prichoso segn propia confesin, jams podra ofrecer.

  • 20 LA SOCIEDAD SITIADA

    Las nuevas "comunidades imaginarias" se forman contra el Estado, su te-rritorialidad, sus pretensiones de soberana total, y su tendencia intrnseca atrazar y fortificar fronteras y a obstruir o detener la circulacin entre ellas. Sesitan en el mismo espacio extraterritorial en el que el poder ha comenzadoa fluir al caer de las manos cada vez ms dbiles del Esrado. Ponen su empe-o en la batalla en curso contra los lmites impuestos por el Estado y el dere-cho a separarse terrirorialmenre que ste se ha arrogado desde siempre. En unnivel simblico, es extremadamente relevante que la fuerza terrorista que to-m en sus manos la tarea de poner en evidencia los lmites de la autosuficien-cia e invulnerabilidad del Estado ms autosufieiente y menos vulnerable delmundo actuara desde un territorio que hace mucho tiempo ha dejado de serun Estado y se ha convertido en la encarnacin del vaco en el que flota el po-der global. Igualmenre simblica es la ineptitud de la respuesta que confun-de esa nueva variedad de violencia global, con sus nuevos objetivos e intere-ses globales, con el conflicto interesratal de antao, y que reduce la "guerracontra el terrorismo" a bombardear hasta hacer desaparecer a los ya desapa-recidos "Estados canallas".

    Tras haber despojado al Estado de buena parte de los poderes que detentaba enelpasado, la globalizacin coloc un gran signo de interrogacin en el casillerode los beneficios que los cnyuges podran obtener an de su "matrimonio porconveniencia". Hoy se ha vuelto mucho menos claro que en el pasado, y cier-tamente ha dejado de ser evidente a primera vista, qu es lo que podra ganaruna comunidad imaginada (esto es, ms all del disfraz simblico de la identi-dad ntidamente propia, que podra obtenerse de muchos otros modos alterna-tivos) de una unin en la salud y en la enfermedad, hasta que la muerte los se-pare, con una nica unidad poltica, y solamente con ella. "Conectarse" en unared de fuerzas globales puede constituir una apuesta riesgosa, pero a la vez mspromisoria, al ofrecer ms oportunidades y mayor margen de maniobra.

    En un mundo de coaliciones fluidas y provisorias (gobernadas, como pro-puso Paul Virilio, por la "esttica de la desaparicin"), los compromisos du-raderos e irrompibles envueltos en una densa red de instituciones presagian,antes que seguridad, un destino incierto. Esto mismo se aplica a todas lasuniones, ya que la volatilidad endmica de los compromisos transforma a laconveniencia que las cohesiona en algo frgil y provisorio. Sin embargo, hayuna razn en especial que ha hecho que la unin ortodoxa entre el Estado yla nacin perdiera gran parte de su pasado atractivo.

  • INTRODUCCIN 21

    Al "delegar" muchas de sus funciones ms exigentes (las econmicas y cul-turales, y cada vez ms tambin las sociales y biopolricas) a las fuerzas "des-reguladas" del mercado, el Estado puede hacer un uso muy limitado y apenasocasional del enorme potencial de movilizacin por elque las naciones solanser una compaa bienvenida, y por cierto indispensable, del Estado que lu-chaba por legitimarse. La mayora de las funciones restantes son llevadas a ca-bo por unidades profesionales especialmente escogidas, que operan en la se-guridad que les proveen la restriccin del acceso y el secreto oficial. Laconscripcin masiva y su correlato necesario, la movilizacin de las emocio-nes populares, estn definitivamente perimidas.

    Por otra parte, la esculida soberana y los menguantes poderes del Es-tado con el que haba desarrollado en el pasado una "relacin especial" pri-van a la identidad nacional de la posicin de privilegio que tena entre lascomunidades imaginadas y que poda servir de punto de encuentro paraintereses difusos y diversos, y como espacio para que se condensaran y die-ran lugar a fuerzas polticas. En lo que concierne a la solidez de los cimien-tos de las instituciones, la ventaja de la nacin sobre sus alternativas po-tenciales, como las etnias, o comunidades imaginadas tejidas a partir dediferencias religiosas, lingsticas, culturales, territoriales o genricas, se hareducido considerablemente.

    Como consecuencia de todo esto, la sociologa -en gran medida como lasociedad, por tanto tiempo su objeto- se encontr, aunque por diferentesmotivos, ante una paradoja: haba perdido su objeto natura/rizado) junto conel cliente que le erapropio de manera manifiesta. En el momento en que el Es-tado abandon su pretensin de monopolizar la coercin legtima, y la coer-cin administrada por l perdi su puesto de privilegio entre los muchos ti-pos de coercin (con grados variables, pero por definicin discutibles, delegitimidad) que operan en dos campos de batalla separados pero mutua-mente dependientes -como son el ciberespacio y las polticas de vida-, laidentificacin de la "sociedad" con el Estado-nacin perdi buena parte delcarcter manifiesto que haba presentado en el pasado. Lo mismo ocurri, dehecho, con la identificacin de la "sociedad" con cualquier tipo de conjuntoo grupo de "estructuras" complejo aunque coherente. Hoy en da, se requie-re de un gran esfuerzo de imaginacin para pensar una "realidad social" ad-ministrada y conducida por agencias corpreas, de existencia tangible, o bienpor sus rplicas fantasmales, como los "sndromes de valor" o el "ethos de lacultura". El trazado de los lmites de las "totalidades" autosuficientes y auto-

  • 22 LA SOCIEDAD SITIADA

    generadas que permitira postular la existencia de esas estructuras desafa hoyla imaginacin.

    El mundo est agotado.Cualquier similitud con la conocida expresin "localidades agotadas" es

    puramente fortuita, una ficcin que la sintaxis insina. Cuando uno ve un le-trero como se en la taquilla de un cine o un teatro, sabe inmediatamente queya no queda espacio disponible, aqu, en este edificio, y esta noche; y que de-be cambiar sus planes para la velada. Estas "localidades agotadas" son, sin em-bargo, slo un pequeo espacio entre muchos otros. Y en el momento en el quelee el cartel, uno est parado fuera de esa misma localidad agotada. Hay otrosedificios a los que uno puede ir; y si uno insiste en ingresar en esa "localidad",es de hecho probable que en otro momento pueda hacerlo.

    Sin embargo, esto no resulta as en un "mundo agotado", por la simple ra-zn de que il n'y apashors du monde... [no hay un afuera del mundo], no hayun "afuera", ni una va de escape, ni sitio para refugiarse, ni espacio para ais-larse y ocultarse. No hay ningn lugar en el que pueda afirmarse con un m-nimo de certeza que uno se encuentra chez soi [en su casa], que es libre de vi-vir a su manera y perseguir sus propias metas, y de no prestar atencin al restode las cosas a causa de su irrelevancia. La era que comenz con la construc-cin de la Muralla China y la de Adriano, y que termin con el Muro de Ber-ln, est definitivamente cerrada. En este espacio planetario global ya no sepuede trazar un lmite tras el cual pueda uno sentirse verdadera y absoluta-mente a salvo. Y esto es definitivo: vale para hoy tanto como para cualquierfuturo que podamos imaginarnos. Cada sitio concebible que uno ocupe enun momento dado, o el que pueda ocupar en otro, est indefectiblementedentro del mundo, y destinado a permanecer en su interior para siempre, seentienda por esto ltimo lo que se entienda. En este mundo agotado, somostodos residentes permanentes, sin otro sitio adonde ir.

    Ese agotamiento se advierte desde adentro. No se trata simplemente de unnuevo producto del mercado de la informacin. Uno siente ese agotamiento,lo vive a diario, y se haga lo que se haga, esa experiencia del agotamiento nodesaparecer. Pobres de aquellos que olviden tenerla en cuenta, o que en sujactancia sueen con desentenderse de ella. El despertar podra ser devastado-ramente cruel, como lo fue el de la maana de un 11 de septiembre paraaquellos neoyorquinos que quizs pensaban que las cosas que ocurran "allafuera", tras sus fronteras vigiladas, no afectaban ni podan afectar su bienes-

  • INTRODUCCI6N 23

    tar, que todos los lpices necesarios para trazar el lmite entre la buena y lamala suerte podan encontrarse de este lado de la frontera y que muy prontoel escudo antirnisiles ms tecnolgicamente avanzado sellara completa e in-faliblemente esa frontera.

    La "globalizacin" es el trmino que comnmente se utiliza para dar cuen-ta de esa extraa experiencia del "mundo que se agota". Al aproximarse a sulmite la velocidad de transmisin (y asimismo, la de las seales activadoras)-la velocidad de la luz-, la casi instantaneidad de la sucesin de causas yefec-tos transforma incluso mayores distancias en puntos cercanos, y en ltimotrmino, acaba con la distincin misma entre causa y efecto. A los fines prc-ticos, sean los que sean, nos encontramos todos muy cerca, y por cierto nti-mamente, los unos de los otros.

    Debido a que la globalizacin implica el movimiento de la velocidad ha-cia sus lmi tes y la reduccin de la distancia hasta hacer de ella un factor ca-da vez ms despreciable en el clculo de los cursos de accin, la globalizacinse diferencia por completo de todas las otras expansiones territoriales del pa-sado. En trminos de Paul Virilio. "vivimos en un mundo que ya no se basaen la expansin geogrfica sino en una distancia temporal que disminuye amedida que aumentan nuestras capacidades para el transporte, la transmisiny la teleaccin". "El nuevo espacio es un espacio-velocidad; ha dejado de serun espacio-tiempo"." Virilio sugiere que la velocidad ya no es un medio ins-trumental, sino un medio fsico: podra decirse que la velocidad es una es-pecie de sustancia etrea que satura el mundo, en la que cada vez ms setransfiere una parte mayor de lo que sucede en el planeta, lo que adquiere enel proceso nuevas cualidades que nicamente la mediacin de esa sustancia escapaz de hacer posible ... e inevitable. Podra decirse que la ms radical de lasnovedades que conllev el espectacular aumento de velocidad de la accin adistancia no fue tanto lo repentino de la aparicin como la instantaneidad dela desaparicin (o incluso la ausencia del actor en la escena de la accin, supresencia sous rature, borrada: la aparicin y la desaparicin, por as decirlo,hechas una misma cosa). La nueva velocidad vuelve a la accin momentnea,y por ende virtualmente imposible de prevenir, as como potencialmente im-posible de castigar. Y la imagen especular que nos devuelve esa impunidad dela accin es la vulnerabilidad de sus objetos, potencialmente ilimitada e irre-mediable.

    (, Vase [ohn Arrnitage (comp.), Virilio Live: Seieeted Interviews, Sage, 2001, pp. 84,71.

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    Uno de los efectos quizs ms trascendentes de esta nueva situacin es laendmica porosidad y fragilidad de las fronteras, y la furilidad inherente detoda delimitacin, o al menos su naturaleza irreparablemente provisoria y suincurable revocabilidad. Los lmites son siempre tenues, frgiles y porosos;comparten, en todos los casos, la misma y novedosa facilidad para la desapa-ricin: son borrados en el mismo instante en que se los dibuja, dejando tras des, como la sonrisa del gato de Cheshire, nada ms que el recuerdo, igualmen-te voltil, de haber sido trazados. La discontinuidad geogrfica ya no constitu-ye un factor a considerar, porque el espacio-velocidad, al cubrir la totalidad dela superficie de la Tierra, acerca a todos los puntos del planeta a una mismadistancia-velocidad el uno del otro, volvindolos contiguos sin excepcin.

    Hace ms de dos siglos (en 1784), en su libro Ideen zu einer allgemeinenGeschichte in weltbrgerlicher Absicht [Idea de una historia universal en senti-do cosmopolita], Irnrnanuel Kant formul una profeca acerca del mundo porvenir: "die volkommene brgerliche Vereinigung in der Menschengattung",una "unificacin perfecta de la especie humana a travs de la ciudadana co-mn". Eso sera, segn not Kant, el cumplimiento de "was die Natur zurhochsren Absicht hat", del "supremo designio de la Naturaleza". Tal deba ha-ber sido, en opinin de Kant, el designio de la Naturaleza desde un primermomento: ya que el planeta que habitamos es una esfera, es imposible aumen-tar la propia distancia sin cancelarla en ltimo trmino; la superficie del pla-neta en el que vivimos no permite una "dispersin infinita", y a fin de cuen-tas todos tendremos que aprender a ser buenos vecinos por el simple hechode que no tenemos otro sitio adonde ir. La superficie de la tierra es nuestrapropiedad comn, ninguno de nosotros tiene ms "derecho" a ocuparla quecualquier otro miembro de la especie humana. As, al final, en el momentoen que los lmites de la dispersin se hayan hecho sentir, no habr otra opcinque vivir juntos y ayudarnos mutuamente.

    Finalmente ese momento parece haber llegado, ya que las reflexiones fi-losficas de Kant acerca del futuro de la humanidad, que haban pasado dossiglos en silencio acumulando polvo, ignoradas por todo el mundo a excep-cin del puado de expertos en las Ideengeschichte, sbitamente resurgen a lasuperficie del profundo olvido en el que estaban sumidas, saltando directa-mente al centro del debate poltico. Teorizar acerca del arte de la vida en lasuperficie de un planeta esfrico puede haber sido alguna vez un lujo que erams conveniente permitirse lejos de las enloquecedoras multitudes, en la se-guridad parroquial de la tranquila Konigsberg, en la actualidad -ccomo lo es-

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    tn aprendiendo en carne propia da a da los habitantes del mundo, y comotendrn que darse cuenta, a pesar de su renuencia, los polticos-, es ste eltema principal en la agenda de la supervivencia humana.

    El ancien rgime sobre el que escribi Alexis de Tocqueville en el perodo quesigui a la Revolucin Francesa era un grupo de localidades -aldeas, munici-pios. parroquias- a las que la dinasta reinante no prestaba demasiada aten-cin, ya que se abstena de interferir en la vida de la comunidad y sus rutinasde reproduccin endgena, y se involucraba solamente a la hora de quedarsecon los beneficios de la produccin local. Ese rgimen fue reemplazado porun nuevo tipo de poder, que introdujo una ley uniforme para todos, destina-da a reemplazar una variopinta coleccin de cargas y privilegios, que apunta-ba a equilibrar las diferencias entre los usos y estndares de vida regionales, yque sobre todo interfera activamente en el rumbo de la produccin y la dis-tribucin de la riqueza (que empez a considerarse naciona. Podra decirseque la Revolucin Francesa dio inicio a un proceso de integracin de la so-ciedad en un nivel supralocal ciertamente nuevo: el del Estado, que detenta-ba, o luchaba por detentar, un poder "cuyo alcance llegara all donde los an-tiguos poderes no haban podido ni querido llegar"; un proceso que requirial menos un siglo en Europa, y un siglo ms en otros continentes.

    Los gobiernos de la Revolucin Francesa actuaron para hacerle frente ala incapacidad de las municipalidades, corporaciones profesionales y otrasformas de gobierno local a la hora de contener y controlar las poderosasfuerzas econmicas que se alzaban por encima del nivel local y operaban msall de su control, por cierto el nico control que poda implementarse. Losempresarios de la poca despotricaban contra las "estpidas restricciones lo-cales" que entorpecan la iniciativa econmica y detenan el progreso, delmismo modo en que hoy en da las multinacionales se quejan de los inten-tos nacionales "econmicamente absurdos" de vigilar, monitorear y corregirla actividad econmica en el territorio nacional. Para expresar su insatisfac-cin, empleaban un vocabulario asombrosamente similar al que hoy se cono-ce tambin a partir de los escritos y discursos de los profetas e impulsores dela emancipacin de las fuerzas econmicas globales "que sustentan el progre-so" de la "parroquialidad rerrgrada" de los Esrados-nacin",

    Igual que en ese entonces, las actuales instituciones de control democr-tico, poltico y tico, confinadas territorialmente y ligadas al suelo como loestn, no pueden hacerle frente a la extrarerritorialidad y el libre flujo de las

  • 26 LA SOCIEDAD SITIADA

    finanzas, el capital y el comercio. Igual que en ese entonces, el objetivo ac-tual consiste en crear y dar arraigo a unas instituciones de accin polticaefectiva que puedan rivalizar con las dimensiones y el podero de las fuerzaseconmicas ya arraigadas a nivel global, y someterlas a escrutinio poltico ya supervisin tica. La alternativa es la continuidad -y la profundizacinconsiguiente- de los efectos desastrosos de las excesivas libertades del capital,la creciente inequidad y polarizacin del planeta, la destruccin masiva deculturas y modos de vida, el empobrecimiento de tierras y poblaciones com-pletas, el rebrote del espritu tribal con sus consabidas consecuencias: el ase-sinato y a menudo el genocidio.

    El hecho concreto es que en el planeta que compartimos existen a la vezmuchas maneras diferentes de ser humanos, y todava hay ms que siguensurgiendo de las "guerras de reconocimiento" que slo pueden esperarse de la"frontera planetaria" en que se ha convertido el "espacio de flujos" global. Amenos que pretendamos exterminar por completo a los infieles, y que efecti-vamente seamos capaces de hacerlo, es bien poco lo que podemos hacer paramodificar esta situacin. Al menos a corto plazo ... No hay manera de cortarcamino, ni una salida rpida para las incomodidades que produce la plurali-dad de voces y el choque entre los distintos modelos de lo que significa unabuena vida.

    En el largo plazo, la cuestin es por completo diferente. En este mundoglobalizado que nos ha tocado, vivimos ms cerca que nunca el uno del otro.Compartimos ms aspectos de nuestras vidas que nunca. Ms que nunca, hoytenemos la oportunidad de aprender y saber ms acerca de las costumbres ypreferencias de cada uno. Y como nuestras armas se vuelven cada vez msmortferas, y ya han alcanzado la capacidad de destruir elmismo planeta, jun-to con los hogares de quienes inventan, producen, comercializan y hacen usode esas armas, hay ms razones que nunca para que todo el mundo ponga eldilogo por sobre la lucha. Aprovechemos esta posibilidad nica; tengo la es-peranza de que despus de mucho probar y equivocarnos la aprovecharemos,una vez que finalmente hayamos comprendido, o nos veamos forzados acomprender, por el efecto bumern de nuestra propia ignorancia, que no haysustituto aceptable para el dilogo.

    Sin embargo, para entablar un dilogo como se, es necesario que todosnos sintamos seguros, que se reconozca nuestra dignidad y se respete nues-tra forma de vivir, y que se cuiden estas formas activamente y se les brindetoda la atencin que se merecen. Sobre todo, es necesario que sintamos que

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    todos tenernos las misma.'> oportunidades en la vida y la misma posibilidadde disfrutar los frutos de nuestros logros comunes. La mayor parte de estascondiciones est ausente, o se sospecha que lo estn, en el "nuevo desordenmundial" que surge del proceso unvoco, "desregulado", de la globalizacin.Por eso es que el recurso de la violencia resulta ms tentador que la negocia-cin; es ms conveniente librar interminables "guerras de reconocimiento"para comprobar cun lejos se puede hacer retroceder al adversario, cunto sepuede lograr que ste resigne. Los contextos fluidos, como todo lquido, noconservan una misma forma por demasiado tiempo; y muchos se ven tenta-dos de averiguar cunto son capaces de hacer para darles una forma nuevaen su propio inters. Atemorizar al "adversario" haciendo gala de la superio-ridad de las propias fuerzas, o al menos de su capacidad de dao, sigue pa-recindole a muchos, y por cierto con razones comprensibles, la mejor for-ma de lograr ese objetivo.

    Tarde o temprano, ante la evidencia diaria de nuestra dependencia mu-tua, tendremos que darnos cuenta de que nadie puede reclamar su propie-dad indivisible sobre el planeta, ni sobre parte alguna de ste. En vista de esadependencia mutua, la 'solidaridad de los destinos" no depende de nuestra vo-luntad. Lo que s est en nuestras manos es decidir si nuestro destino comnacabar en la mutua destruccin o generar solidaridad de pareceres, prop-sitos y acciones. Ms all de nuestras diversas creencias religiosas o polticas,a menudo tan distintas, y a veces encarnizadamente enfrentadas, todos de-seamos vivir con dignidad y sin miedo, que no nos humillen, y que se nospermita buscar la felicidad. Esto constituye un terreno comn lo suficiente-mente firme y amplio sobre el cual comenzar a construir la solidaridad deaccin y concepcin.

    El reforjado de la solidaridad de los destinos en la solidaridad de propsi-to y accin es uno de esos casos en los que la sentencia de que "no hay otraalternativa", de la que tan a menudo suele abusarse en otros casos, puede serpronunciada con toda legitimidad. O bien extraemos las conclusiones ade-cuadas de nuestra mutua dependencia global y disponemos de ellas en bene-ficio de todos, o sta se convertir, con nuestra complicidad abierta o tcita,en una catstrofe tras la cual pocos de nosotros quedaremos en pie, si es quealguno queda, para ponderar las virtudes y los defectos de alguno de los mo-dos de vida en conflicto, o para discrepar con respecto a las diferencias entrecivilizacin y barbarie. Tertium, non datur, es as de simple. La opcin, comoadvirtiera ya Hannah Arendr hace cuarenta aos, es entre la solidaridad de la

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    humanidad comn y la solidaridad de la mutua destruccin. Ningn ejerci-cio retrico o de clasificacin podr quitar de en medio esa opcin.

    En este planeta, todos dependemos el uno del otro, y nada de lo que haga-mos o dejemos de hacer es ajeno al destino de los dems. Desde el punto devista tico, eso nos hace a todos responsables por cada uno de nosotros. Laresponsabilidad "est ah", firmemente colocada en su lugar por la red de in-terdependencia global, reconozcamos o no su presencia, la asumamos o no.Cada vez que negamos su presencia, minimizamos su importancia prctica, osimplemente pedimos que no nos molesten, mientras alegamos nuestra im-potencia, estamos asumiendo la actitud del "transente": gente que ve el mal,oye el mal (como todos hoy en da, y en "tiempo real", por cortesa de Inter-net y las redes televisivas mundiales), y a veces dice el mal," pero no hace na-da, o no lo suficiente, para detenerlo, coartarlo o frustrarlo. Pero en la nuevafrontera que el planeta constituye en su totalidad, el mal . nos afecta a todos. Un mundo global es un lugar en el que,POt una vez, el desideratum de la responsabilidad moraly los intereses de la su-pervivencia coinciden y sefUnden. La globalizacin es, entre otras cosas (y qui-zs, ms que ninguna), un desafo tico.

    Quedar arrapado en el papel de transente no es algo precisamente pla-centero. Los escrpulos morales son razn suficiente para atormentarse. Peroen los momentos, cada vez ms frecuentes, en los que nuestra dependenciamutua y nuestra fragilidad y vulnerabilidad universales invaden de una ma-nera espectacularmente espantosa la conciencia de todos y cada uno de noso-tros, se agrega otra agona: la de la conciencia, humillante y enojosa, de la im-potencia. No slo la gente comn y corriente, abiertamente relegada a laatencin de sus propios problemas privados y debidamente enfrascada en suspreocupaciones tambin privadas, sino tambin quienes desempean altoscatgos y ocupan las primeras planas, los lideres y expertos que deben ocupat-se de los asuntos pblicos, y de velar por el bienestar y la seguridad comunes,encuentran que no estaban preparados y se muestran confundidos ante lo queles ha tocado enfrentar. Parecen andar a tientas en la oscuridad, como el res-

    Se alude aqu a la sentencia que acompaa la clebre imagen de los tres monos que se ca-pan con las manos los ojos. las orejas y la boca respectivamente, y que reza "see no evil, hearno evil, speak no evil" [t'no veas el mal, no oigas el mal, no digas el mal"]. (N. de T)

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    t de la poblacin, topndose con que todas las rutinas en las que solan con-fiarse resultan especialmente inadecuadas para unas condiciones que cambianconstantemente, y buscando desesperadamente estratagemas nuevas, y msefectivas que las anteriores, slo para descubrir que los efectos de stas que-dan muy lejos de las expectativas previstas o prometidas. De stos, los ms l-cidos se abstienen por completo de prometer soluciones rpidas e infalibles,admitiendo de esa manera que "all arriba", igual que "aqu abajo", no existenada que pueda hacer frente a la enormidad de los peligros o resisrirlos; quecomo todos nosotros, ellos tambin han quedado atrapados en el papel detransentes, y que las capacidades que poseen, las estrategias que disean ylos recursos de los que disponen no les bastan para quitarlos de esa posiciny elevarlos al grado de actores decididos y efectivos.

    Esa agona de la impotencia personal, aumentada y multiplicada por el es-pectculo que brinda la incapacidad de la cpula, se deriva en ltimo rrmi-no del descubrimiento y la creciente certeza de que nuestra capacidad paraactuar (tanto colectiva como individual) no est al nivel de la nueva interde-pendencia y vulnerabilidad planetarias de la especie humana. En la fronteraque abarca el planeta y que se desparrama sobre el "territorio extraterritorial"del "espacio de flujos" -vrnuy por sobre el mundo familiar de la ley de la tie-rra y de la polica, que supuestamente deba velar por la observancia de esaley-, cualquier cosa puede suceder, pero no hay nada que hacer; al menos no sise pretende estar en alguna medida seguro de uno mismo y de los resultados.La otra cara de la difcil situacin del transente es la horrorosa sensacin deun mundo que no es controlado por nadie, y que por lo que uno puede ver,ni siquiera puede ser controlado: ni la providencia divina, ni la astucia de larazn, ni una mano invisible pueden inyectar lgica en el sinsentido aparen-te, ni asegurar un final feliz para la sucesin de catstrofes que parecen no te-ner fin; no existen hombres sabios que estn dispuestos (o de hecho puedanhacerlo) a tomar el timn con sus propias manos, y a hacer que los aconteci-mientos sigan un curso ms agradable, y por sobre todo, ms predecible. Lareaccin instintiva sera intentar huir de la jungla impenetrable de este mun-do "sin amos" para refugiarse en el mundo mucho ms acogedor de los ad-ministradores -quienes ms all de su severidad, son resueltos y "conocen sutrabajo"- y el poder cifrado en la soberana territorial que stos detentan trassus fronteras aparentemente impermeables. O ir ms lejos an, aventurndo-se en el mundo de las multitudes cuasi comunitarias, seguras en la rutinariacreencia en sus dogmas y en su observancia inapelable. Pero el camino de re-

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    greso esr corrado: no hay soluciones locales para problemas globales, por mstentadora que parezca esa perspectiva. A la vez, no existe tal futuro soporta-ble al que podra llevarnos ralo cual estrategia de escape.

    Hace casi dos siglos, en medio de la primera gran secesin, y desde el in-terior del territorio de frontera que sta produjo, Karl Marx calific de "ut-picos" a quienes abogaban por una sociedad ms justa y equitativa porquepretendan lograr su propsito deteniendo el avance del capitalismo y hacin-dolo volver sobre sus propios pasos hasta su pumo de parrida: el mundo pre-moderno de las haciendas y los talleres familiares. Marx insisti en que no ha-ba vuelta atrs; y al menos en ese punto, la historia demostr que no seequivocaba. Hoy, cualquiera sea el tipo de justicia y equidad que conserve al-guna chanee de arraigarse en la realidad social, es necesario, como lo era enaquel momento, que el pumo de parrida se fije all donde han llevado a la hu-manidad las irreversibles transformaciones sufridas. Esto es algo que debe re-cordarse al contemplar las opciones endmicas a la segunda secesin.

    En este juego, retirarse de la globalizacin de la dependencia humana, delalcance global de la tecnologa humana y de sus actividades econmicas no esuna respuesta posible. Sacar del mazo un naipe con la respuesta "forme uncrculo con las carretas" o "vuelva a las tolderas tribales (nacionales, comuni-tarias)" no ser de utilidad alguna. La pregunta no es cmo revertir el cursodel ro de la historia, sino ms bien cmo combatir la miseria humana quecontamina sus aguas, y cmo reconducir su curso para lograr una distribu-cin ms equitativa de los beneficios que arrastra.

    Hay, asimismo, otro punto que es importante recordar. Cualquiera sea laforma que adopte el control global postulado sobre las fuerzas globales, dif-cilmente pueda ser una rplica a escala de las instituciones democrticas desa-rrolladas en los dos primeros siglos de la historia moderna. Esas institucionesdemocrticas fueron cortadas a la medida del Estado-nacin -en ese entoncesla "totalidad social" ms amplia y abarcadora- y son especialmente inadecua-das para expandirlas y darles un volumen global. Permtasenos recordar que elincipiente Estado-nacin tampoco era una extensin de mecanismos comuni-tarios. Por el contrario, era el producto final de modos radicalmente nuevosde unin humana y de nuevas formas de solidaridad social. Tampoco era pro-ducto de un consenso alcanzado tras arduas negociaciones entre las comuni-dades locales. El Estado-nacin, que finalmente proporcion la tan buscadarespuesta a los interrogantes que la "primera separacin" haba planteado, hi-zo que esa respuesta funcionara a pesar de la oposicin de los acrrimos de-

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    fensores de las tradiciones comunitarias, y a travs de una mayor erosin de lassoberanas locales (a las que burlonamenre se llam "parroquiales") que ya seencontraban en proceso de reduccin y adelgazamiento.

    Una respuesra efectiva a la globalizacin slo puede ser global. Y el desti-no de esa respuesra global depende del surgimienro y el arraigo de una esce-na poltica global (en tanto distinta a la "internacional", o para ser ms pre-cisos, interestatal). Es esa escena lo que hoy en da falta, de modo notable.Los participantes globales existentes, por razones obvias, son particularmen-te reacios a construirla. Sus pretendidos adversarios, quienes buscan valersedel arte de la diplomacia inrerestaral, histricamente laureado pero creciente-mente inefectivo, parecen carecer de la habilidad necesaria y de los recursosindispensables. Se necesitan fuerzas realmente nuevas para restablecer y vigo-rizar un foro de discusin verdaderamente global que se adecue a la era de laglobalizacin; y esas fuerzas podrn ejercerse solamente pasando por sobreambas clases de participantes.

    sta parece ser la nica certeza; todo el resto sera cuestin de nuestra co-mn inventiva y de nuestra prctica poltica basada en el ensayo y el error. Co-mo nos recuerda incansablemente Reinhard Kosseleck, el tipo de resolucinque surgi de la larga lucha por domar las fuerzas que, libres de sus araduras,corran desbocadas, no era solamente impredecible, sino ms bien impensable,porque faltaban los conceptos adecuados. Quienes suben a una montaa porun desfiladero no tienen idea de lo que hay del orro lado de la ladera hasta queno llegan a la cima; no pueden siquiera aventurarse a adelantar una descrip-cin plausible del paisaje que se ve del otro lado. En medio de la primera se-cesin, fueron muy pocos los pensadores, si es que alguno fue capaz de hacer-lo, que pudieron vislumbrar la forma que habra de adoptar en ltimo trminola operacin de reparacin de los daos. De lo que s estaban seguros era deque el imperativo primordial de su poca se cifraba en una operacin de esetenor. Y todos estamos en deuda con ellos por haberlo advertido.

    De modo que la cpula de la toralidad imaginada o postulada, a la que se ha-ca referencia en el siglo pasado cada vez que los socilogos utilizaban el con-cepto de "sociedad", ha sido derribada o ha cado por su propio peso. Comoresultado, el referente tradicional del concepto ha perdido sus lmites clara-mente (institucionalmente) trazados. Por ms que se lo haya trazado con ge-nerosidad, y por ms amplia y rica en recursos que pudiera ser la porcin delplaneta que originariamente circunscriba, ningn lmite contiene hoy en da

  • 32 LA SOCIEDAD SITIADA

    la "totalidad" capaz de autoabastecerse y autoperpetuarse que, segn se pensa-ba, sera la clase de sociedad constituida pOt medio del relaro sociolgico. Pe-ro ni la poblacin del planeta tomada como un todo ni el planeta mismo sepatecen a esa "totalidad". A lo sumo, podemos decir que hay algo que es glo-bal en cuanto a su volumen, pero que se corresponde a veces ms y a veces me-nos con la idea sociolgica de la "sociedad", que est an en un statu nascen-di, yen un estadio muy preliminar de ese "devenir" de carcter transitorio ymanifiestamente abierto. En un resumen conciso de la situacin del presente,Constantin von Barloewen propone que la globalizacin de la comunicaciny las finanzas va pOt ende de la mano con la "fragmenracin poltica y la bal-canizacin" y con la "rpida perdida de la soberana' de los Estados-nacin"como resultado de la virrualizacin de la economa mundial", mientras quela homogeneizacin y la diferenciacin corren paralelamenrc.'

    La cpula cay, es cierto; pero lo mismo ocurri con los cimientos, y porrazones estrechamente relacionadas. El terreno sobre el que se asentaba el Es-tado-nacin, reblandecido, debilitado, y cada vez ms poroso, ya no brinda elsostn que sola proporcionar. Con goroso abandono, el Estado se deshace desus ambiciones pasadas, y cede las funciones que alguna vez haba guardadocelosamente contra los competidores existentes o an por surgir. La "desregu-lacin" es el lema, la "flexibilidad" (lase: no a los comptomisos a largo plazo)el eslogan, y el "recorte del gasto pblico" la sustancia de la vocacin del Esta-do. La tentadora imagen de la "buena sociedad" que se esperaba que el Esta-do construyera, y que se prometa que ste construira, se ha esfumado. La res-ponsabilidad de hacer feliz la vida ha pasado de las oficinas estatales a losinnumerables escritorios y dormitorios privados. Aquellastareas que alguna vezhabansdo declaradas a cargo de la Poltica Estatal moderna (con invariable "P"mayscula) han cado bajo lajurisdiccin de las polticas de vida. Incluso, de mo-do ms incongruente an que la bsqueda de soluciones locales a problemasglobalmente generados, se alienta la bsqueda de soluciones biogrficas a pro-blemas de origen social, y se espera que stas sean encontradas.

    Abandonada por la poltica estatal, la escena pblica cae fcilmente en lasganas de la poltica de vida individual. La nueva escena pblica, operada elec-trnicamente, sirve como espejo de aumento, en el que las polticas de vida,exageradamente ensanchadas por sobre sus proporciones naturales, ocupan el

    7 Constantin von Barloewen, "La culture, facreur de la Realpolirik", en: Le Monde Diploma-tique, noviembre de 2001, p. 22.

  • INTRODUCCIN 33

    marco complero, dejando el resto del cuadro fuera del campo visual. La bs-queda de la felicidad y de una vida significativa se ha vuelro la principal preo-cupacin de las polticas de vida, abandonando la construccin de un futuromejor por la bsqueda febril de un presente diftrente, una bsqueda que nun-ca se detiene, y que dura tanto como la sucesin de momentos presentes quebuscan con desesperacin esa diferencia.

    La primera parte de este libro est dedicada a la exploracin del nuevo "espa-cio-velocidad" que espera, hasta el momento con xito dispar, el advenimientode la incipienre polirica global. La segunda parre se oeupa del mbiro en el quelas polticas de vida, con suerte igualmente dispar, se desarrollan. En el tran-scurso del libro, se hace presente un tercer protagonista, por cierto prominen-te, aunque en gran medida por su ausencia: se trata del vaco que se extiendeentre ambos espacios. De hecho, este vaco es el que dej la "desaparicin" deese mismo espacio en el que la sociologa, el fiel compaero, el consejero porpropia iniciativa, el cronista escrupuloso y el voluble narrador de la moderni-dad en su fase "slida", concentraba su atencin, y en el cual por casi dos si-glos deposit sus esperanzas de un mundo mejor, un mundo ms adecuadopara la vida humana. En este agujero negro, las ambiciones y los interesespropios de la sociologa -r'slido-rnodcrna" segn el parrn de su objero deesrudio y prctica-. se han hundido y esfumado.

    Sin embargo, esto no significa que la sociologa haya llegado al fin del ca-mino y alcanzado el momento de retirarse. Desde el inicio de la era moder-na, la sociologa at su destino a la auroaflrrnacin de la humanidad. Actual-mente, esa perspectiva sigue siendo tan lejana como lo era en un comienzo,a pesar de que en aquella vertiginosa poca, la distancia entre las decisiones ysu cumplimiento pareela ser menor que hoy, y quedaba an por aprender laleccin de que el horizonte tiende a escapar con mayor velocidad cuanto msrpido se lo persigue. Sabemos que la auroafirmacin de la humanidad no esun proyecto excepcional; por el contrario, es el modo propiamente humanode ser-en-el-mundo. Esa autoafirrnacin crea sus propios obstculos, cada vezms formidables en la medida que agrega sucesivos eslabones a la cadena desus (siempre parciales) logros. Podra decirse que los obstculos que planteala era moderna en el umbral de su fase '

  • 34 LA SOCIEDAD SITIADA

    La sociologa tiene por lo menos dos razones para adquirir una impor-tancia con la que las pasadas generaciones de socilogos slo podan permi-tirse soar.

    La primera es la modernidad lquida en s misma. Los socilogos han afir-mado siempre, la mayora de las veces contra toda evidencia, que este mun-do en que habitamos est "hecho por humanos", por lo que, en principio, loshumanos pueden rehacerlo. En ninguna otra poca esa proposicin fue msverdadera que ahora, cuando los slidos fundidos se muestran reacios a vol-ver a endurecerse, ofreciendo, gracias a la constante fluidez de las formas, unainvitacin permanente a la ingenuidad y buena voluntad humanas.

    La segunda razn consiste en que el nico "acuerdo" posible en este mun-do agotado es la reconciliacin de la humanidad con su propia e incorregiblediversidad. La nica posibilidad viable de llegar a un acuerdo se sostiene y re-cae en nuestra aceptacin de que es precisamente de esa diversidad de dondederiva el poder de la humanidad para trascender los horizontes actuales y pa-ra trazarse nuevos. Y de que, cualquiera sea la forma que en ltimo trminopueda (Ornar ese acuerdo, llegar hasta l comporta un esfuerzo coherente porreforjar la diversidad humana que es nuestro destino comn, para dar comoresultado una vocacin de solidaridad humana. Igual que en el pasado, la au-toafirmacin de la humanidad (la persistente raison d tre [razn de xer] de lasociologa) se presenta hoy no slo como una de las aspiraciones ticas msnobles, sino adems como el desideratum de nuestra supervivencia; y sobre to-do, como una propuesta realista contra todos los pronsticos, y como el mis-msimo captulo siguiente de la historia en desarrollo de la humanidad.

    Este libro fue concebido antes como una modesta contribucin a un in-ventario de los desafos ante los que nos encontramos que como un ponfoliode planos para construir las herramientas necesarias para enfrentar a esos de-safos. Antes de que sea posible disear las herramientas adecuadas, debemossaber qu formas tienen las cosas, cmo es el suelo del que brotan y bajo qucondiciones crecen. Una vez que lo sepamos, la obsolescencia de los medioscon los que pretendemos responder a las preocupanres amenazas que nues-tras condiciones actuales siguen generando ser ms ostensible, y quizs msfcil de remediar.

  • Primera partePoltica global

  • 1. Tras la esquiva sociedad

    Hoy, como en los tiempos de C. Wright Mills, la tarea de la imaginacin so-ciolgica consiste en una traduccin simultnea y recproca entre las esferasde lo privado y lo pblico: la traduccin de problemas enfrentados indivi-dualmente en otros asumidos colectivamente y de manera pblica; y de mo-do inverso, la traduccin de intereses pblicos en estrategias vitales de carc-ter individual. Desde sus comienzos, e! lugar de la sociologa ha sido e!"gora, aquel lugar de encuentro de lo pblico y lo privado en e! que (comouna y otra vez nos recordara Cornelius Castoriadis) el oikosy la ecclesia se en-cuentran cara a cara, buscando el entendimiento comn a travs de un di-logo basado en fuertes principios, sin embargo benevolente y, por sobre to-das las cosas, atento.

    La materia prima procesada por la imaginacin sociolgica es la experien-cia humana. El producto final de la imaginacin sociolgica, la as llamada"realidad social", se moldea con el metal obtenido a partir del mineral de hie-rro de la experiencia. A pesar de que las sustancias qumicas involucradas enel proceso no pueden sino reflejar la composicin del mineral, los contenidosdel producto conservan asimismo la marca del proceso de fundicin que se-para la porcin til del mineral de hierro de los desechos; mientras que la for-ma de ese producto final depende de! molde (es decir, de! marco conceptual)en e! que se ha vertido e! metal fundido.

    Es por esto que los productos derivados de la imaginacin sociolgica, lasrealidades sociales imaginadas, pueden variar en su composicin y forma in-cluso si es una misma experiencia la que provee las materias primas del pro-ceso. Sin embargo, no cualquier realidad social puede ser fundida y moldea-da a partir de ese mineral de hierro de la experiencia humana; es de esperarque los productos contemporneos entre s, a pesar de sus posibles diferen-cias, guarden un "aire de familia" que delate su origen comn. A pesar de es-to, tambin podemos suponer que una vez que las reservas de un cierto tipode mineral de hierro sean consumidas y se emplee por consiguiente un mine-

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  • 38 POLTICA GLOBAL

    cal distinto en los hornos de fundicin, ser necesario modificar las tcnicasde fundicin tarde o temprano, as como cambiar los moldes utilizados.

    Lo que propongo, y quisiera argumentarlo, es que las races de la actualreorientacin de la investigacin sociolgica -los cambios en nuestra concep-cin de los productos que deben buscarse y de las tcnicas ms adecuadas pa-ra allanar esa bsqueda- se comprenden mejor si ubicamos su origen en elcambio fundamental que se ha producido en la experiencia comn del ser-en-el-mundo.

    La imaginacin administrativa

    El tipo de imaginacin destinada a conducir al "consenso ortodoxo" (la expre-sin es de Anthony Giddens) predominante en la mayora de los deparrarnen-ros de sociologa de las universidades hace algunas dcadas fue motivada ypuesta en funcionamiento por un tipo de experiencia vital que se llev a cabo(citando a Talcott Parsons, para cambiar un poco) en el marco de un "espacioprincipalmente coordinado". Siguiendo la costumbre del bho de Minerva. dequien sabemos que desplegaba las alas hacia el final del da (es decir, no dema-siado antes de que saliera el sol, marcando el comienzo no de otro da cual-quiera sino de uno propiamente distinto), Parsons resumi la situacin de lasociologa presentndola como un constante esfuerzo -aunque tal vez excesi-vamente largo, viciado y tortuoso- destinado a dcvelar el que se considera elmayor misterio de la existencia humana, tal como fuera sealado por primeravez por Hobbes: cmo puede ser que las acciones de actores voluntarios no re-sulten en ltimo trmino aleatorias, y que a partir de acciones de motivacinindividual se tejan patrones regulares y duraderos? Asimismo, como si hubieraseguido la mxima enunciada por Karl Marx de que "la anatoma del hombrees la clave de la anatoma del mono", Parsons rearricul la historia de la socio-loga como un largo peregrinaje hacia un destino predeterminado, concreta-mente el "sistema" por l descubierto en su bsqueda desesperada de una res-puesta definitiva para el dilema hobbesiano. Se trataba de un "sistema"apoyado en dos firmes pilares: uno de ellos (la "estructura") sujeraba a los ac-tores en su exterioridad y pona lmites a sus libertades; el otro (la "cultura")se diriga a su interior, ese lugar en el que los deseos y propsitos son sembra-dos e incubados, hasra modelar el libre albedro para que la sujecin ms f-rrea presente la acogedora apariencia de un abrazo clido.

  • TRAS LA ESQUIVA SOCIEDAD 39

    Parsons le atribuy un propsito a ese "sistema", que consista en la pro-pia supervivencia: mantenerse vivo por el mayor perodo de tiempo posiblesufriendo el menor grado de cambio posible. Cualesquiera fueran los intere-ses que pudiera mostrar, el sistema siempre apuntaba en primer lugar a man-tener su propia estabilidad a lo largo del tiempo. Por esta razn, "mantenasu patrn", al desarmar y neutralizar las tensiones que lo amenazaban. Todolo que sirviera a esta tarea, cualquier cosa que ayudara a preservar el statu quay a garantizar su inmunidad ante fuerzas disruptivas o marginales era "fun-cional"; cualquier elemento que contraviniera la administracin del sistema oejerciera presin exigiendo cambios, y agregase as tensin al sistema, se con-sideraba "disfuncional". Poda decirse que el sistema gozaba de buena salud(definida por Parsons como un "equilibrio" horneostrico) si y slo si era ca-paz de cultivar con xito la primera categora de atributos y de mantener a ra-ya a la segunda. La estructura y la cultura eran los principales dispositivos enesta doble tarea. Su modo de funcionamiento era diferente, y se valan de he-rramientas distintas, pero coincidan en un mismo objetivo. Al complemen-tarse en la guerra de desgaste contra lo aleatorio y lo contingente, cooperabancontra toda mutacin del patrn. En ambos casos, se trataba de fuerzas esen-cialmente conservadoras, orientadas a mantener la estabilidad de las cosas.

    Por ms extrao que pueda parecernos este modelo de realidad social aquienes nos toca vivir en la fase "blanda" y no "dura", "lquida" y no "slida"de la modernidad, lo cierto es que cuajaba bastante bien en una sociedad a laque se imaginaba segn un patrn de oficina administrativa. En la fase "du-ra" o "slida" de la modernidad, gran parte de la evidencia proveniente de laexperiencia empujaba a la imaginacin en esa direccin. La principal presinque probablemente sujetara a los hombres y mujeres de esa sociedad sera elrequisito de conformidad con ciertas normas y la observancia de las rutinasadscriptas a los roles y lugares sociales asignados. Puede que este tipo de so-ciedad haya tenido poco tiempo para dedicarle a las limitaciones heredadas,y que haya experimentado an menos remordimientos a la hora de quitarlasdel camino, pero al fin y al cabo estaba empeada en construirse sus propiaslimitaciones "nuevas y mejoradas", y bajo ningn punto de vista se permitatomarse a la ligera la posibilidad de un ajuste individual de las normas. La l-nea que separaba la conformidad a la norma de su desviacin estaba ntida-mente trazada y celosamente guardada. Si bien la tradicin y la costumbre sehaban devaluado como fundamentos de la autoridad, las nuevas rutina." quenacan estaban pensadas para sujetar con mayor fuerza que aquellas en des-

  • 40 POLTICA GLOBAL

    composicin que venan a reemplazar y tambin para hacerlo, a diferencia destas, por un largo, largo tiempo. Puede que los retoos humanos, en tantoindividuos, hayan sido arrancados de raz del suelo en el que haban sidoplantados durante el ancien rgime, pero slo para ser "rransplantados" (y va-ya que se buscaba el transplanre) a los canteros de un jardn social diseadomejor y ms racionalmente.

    La modernidad fue una respuesta a la desintegracin gradual, aunque im-placable y alarmante, del ancien rgime, con su archipilago de comunidadeslocales poco conectadas entre s que se reproducan de forma endgena, y queestaban sometidas al yugo de los poderes supralocales que se caracterizabantanto por su enorme codicia como por lo limitado de su ambicin y capaci-dad en el orden administrativo. Se trataba, segn la memorable frase de Er-nest Gellner, de un "Estado dentista", especializado en la extraccin por me-dio de la tortura. En general, las atribuciones administrativas de los prncipesse limitaban a recolectar el producto excedente, sin involucrarse en ningnmomento en el proceso de produccin.

    La "riqueza de las naciones" -si es que aquella idea apareca- era algo que,para los gobernantes de los Estados premodernos, poda traer sufrimiento oalegra, pero que de un modo u otro haba que aceptar plcidamente tal comose aceptaban los restantes inescrutables designios de la Providencia. Slo co-menz a considerrsela una tarea que haba que emprender -y por consiguien-te objeto de atencin, investigacin, planeamicnto y accin- cuando ya no sepudo confiar en la reproduccin montona de las condiciones bajo las cualessolan producirse los bienes, y sobre todo, en la solidez del orden que comen-z a llamarse "social" para contrastar con el orden divino. Como lo demostrAlexis de Tocqueville, el ancten rgime se haba derrumbado mucho antes deque los revolucionarios franceses se atrevieran a entrar donde nadie se habaatrevido a hacerlo hasta el momento -o donde nadie hasta all haba credo ne-cesario o beneficioso entrar-: la apertura de un territorio antes inexploradoque comportaba la instauracin de un nuevo orden artificialmente diseado,supervisado y administrado por su creador, el hombre, para legislar sobre losasuntos humanos, siempre tan complicados y difciles de manejar.

    La modernidad naci bajo el signo de ese orden: del orden visto como unatarea sujeta al diseo racional y a la supervisin constante, y sobre todas lascosas, a una administracin quisquillosa. La modernidad se empe tanto enla propia tarea de hacer del mundo algo adrninisrrable como en administrar-lo celosamente luego; este celo administrativo se sustentaba en la conviccin

  • TRAS LA ESQUIVA SOCIEDAD 41

    no del todo infundada de que cuando las cosas se dejan libradas a sus propiasfuerzas, tienden a romperse o a perder el control. La modernidad se propusola eliminacin de lo accidental y lo contingente. Si es que efectivamente esposible siquiera esbozar los lineamientos del tan mentado "proyecto moder-no", slo puede pensrselo como una glosa retrospectiva apoyada en la firmeintencin de insertar la determinacin all donde de otro modo el accidentey el azar reinaran: hacer de lo ambiguo algo eindeutig, de lo opaco algo trans-parente, de lo espontneo algo calculable y de lo incierto algo predecible; in-yectarle a las cosas el reconocimiento de un propsito determinado, obligar-las a esforzarse por cumplir con ese propsito.

    Fundada sobre la reflexin, el reciclado y el reprocesamiento de la expe-riencia moderna, y siendo ella misma una ciencia moderna, la sociologa sepropuso explorar las maneras misteriosas en que la libre voluntad se empleaen la produccin de regularidades, normas y patrones -aquellos "hechos so-ciales" de mile Durkheim: externos, coercitivos, ciegos ante las luchas in-dividuales, y sordos ante los anhelos individuales-o En su aplicacin prcti-ca -eso esperaba la incipiente ciencia social-, esos hallazgos seran tiles parala construccin de regularidades, normas y patrones nuevos y mejorados, ascomo para fijarlos en su lugar una vez establecidos. El pensamiento socialcomparta con el resto de las ciencias modernas el deseo de "conocer la na-turaleza para dominarla", de ajustarla a las necesidades de la especie huma-na. En el caso de la ciencia social, sin embargo, "dominar la naturaleza" sig-nificaba principalmente ejercer el dominio sobre la especie humana, lo cuala su vez significaba guiar y racionalizar la vida de cada uno de los miembrosde esa especie.

    Recuerdo que hace medio siglo, cuando estudiaba psicologa social, laenseanza se imparta siguiendo los resultados de los experimentos con ra-ras, en los cuales se enviaba a un grupo de ratas hambrientas en busca de co-mida a travs de los enmaraados corredores de un laberinto hbilmenteconstruido; se monitoreaba as la velocidad con la que aprendan, por me-dio del ensayo y el error, el camino ms corto hacia la meta. Cuanto menostardaran las ratas en llegar a la bolita de comida que constitua su recompen-sa, ms exitoso se considerara el proceso de aprendizaje, ese camino doradohacia la supervivencia. Puedo decir que fui afortunado de tener maestrossensibles, a quienes nunca se les ocurri sugerir aquello de que "las ratas soncomo los seres humanos". Sin embargo, docentes y alumnos estbamos tci-tamente de acuerdo en el hecho de que a partir del comportamiento de las

  • 42 POLTICA GLOBAL

    ratas en el laberinto poda aprenderse mucho acerca de la lgica de la vidahumana en nuestro propio mundo laberntico: no porque las ratas fueran"como los seres humanos", sino porque e1laberinro construido en el labora-torio se pareca al mundo en el que nosotros, los humanos, buscbamos, des-cubramos y aprendamos el camino a seguir en nuestra vida diaria. Comoel laberinro, nuestro mundo pareca estar hecho de muros slidos e impene-trables que ramos incapaces de derribar, y que habran de mantener su for-ma si no por siempre, s al menos mientras durara nuestro aprendizaje. Co-mo el laberinto, nuestro mundo estaba lleno de bifurcaciones y de cruces decaminos: los virajes que conducan a un callejn sin salida o que desviabande la meta eran muchos y ciertamente tentadores, mientras que la senda co-rrecta era una sola. Como en el laberinto construido en el laboratorio, ennuestro mundo la recompensa obtenida por encontrar el camino correctoestaba ubicada siempre en un mismo lugar: de ese modo, lo nico que eraaparentemente necesario aprender era ese camino, para luego seguirlo conmonotona implacable.

    En sntesis, el laberinto construido en el laboratorio era una rplica enminiatura del "gran mundo" de los humanos; para ser ms exactos, era unarplica a escala de la visin que tenan de ese mundo los incontables sereshumanos que afrontaban a diario la experiencia de vivir en l. Los construc-tores del laberinto permanecan en los lmites de lo razonable, o al menos nose haban aparrado demasiado de stos, cuando insistan en que el hecho deque no pueda establecerse a ciencia cierta qu es lo que sucede en el cerebrode una rata es un problema menor, ya que cosas tan misteriosas como lospensamientos o las emociones pueden dejarse de lado sin que se vea afecta-da la precisin con la que se mide el proceso de aprendizaje, y sin perjuiciopara la racionalizacin, regularizacin y configuracin de rutinas orientadasa modelar el comportamiento de las criaturas involucradas. Puede que el ata-jo entre el estmulo y la respuesta sea solamente causado por necesidades tc-nicas; no obstante, una vez que ese atajo se ha tomado, no resulta dainoconsiderar que el nico factor que cuenta es la relacin cuantificable entrela "entrada" y la "salida", es decir, entre el estmulo y la respuesta, entre lasfuerzas que operan "all afuera" en el mundo y las reacciones de los sujetosante esas fuerzas.

    mile Durkheirn, quien consideraba que los "hechos sociales", "externos"y coercitivos, eran la autntica fuerza que mova la conducta individual, yMax Weber, impulsor de una "sociologa comprensiva" empeada en perse-

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    guir "la explicacin en el nivel del significado", pueden haber sostenido yem-pleado estrategias cognitivas en gran medida incompatibles; sin embargo,ambos coincidan tcitamente con respecto a un punto en particular: los ac-tores individuales no son buenos jueces de las causas que motivan sus propiasacciones, por lo que sus juicios individuales no son material con el que pue-da hacerse una buena descripcin sociolgica de la "realidad social", y es me-jor dejarlos de lado. Las cosas que son realmente importantes para los sereshumanos, incluyendo sus motivaciones ms autnticas, aquellas' que no sonresultado de la autoevaluacin, se encuentran en el mundo exterior, y por logeneral escapan a su comprensin. De acuerdo con Max Weber,

    En la gran mayora de los casos, las acciones efectivas de los sujetos se llevana cabo en un estado de scmiconciencia difusa o de efectiva inconciencia conrespecto al significado subjetivo de stas. Probablemente, el actor "tenga unavaga idea" de ello, sin "saber" realmenre qu es lo que est haciendo, o sin es-tar plenamente consciente. En la mayora de los casos, las acciones estn go-bernadas por el impulso o el hbito. Slo ocasionalmente y, en la accin uni-forme de los grandes nmeros, a menudo slo en algunos pocos casosindividuales, el significado subjetivo de la accin, ya sea racional o irracional,es claramente consciente.

    Es tarea del socilogo tener en cuenta este problema de la motivacin, ascomo describirlo y analizarlo, aun a pesar de que este problema no haya par-ticipado en absoluto, o al menos no del todo, de la "intencin" consciente delactor.'

    Mientras que para Durkheim, las representaciones de "los hechos propia-mente dichos" que los individuos comunes y corrientes que no hemos sidotocados por la varita mgica de la sociologa "fuimos capaces de hacernos enel transcurso de nuestras vidas",

    estn desprovistas de valor cientfico por no haber sido formuladas crtica ymetdicamente, y deben ser descartadas. Los hechos de la psicologa indivi-dual tienen este carcter y deben ser vistos de este modo. Al ser por definicinpuramente mentales, nuestra conciencia de ellos no nos revela ni su narurale-

    1 Tomado de Max Weber, Theory ofSocia! and Economic Organization, en: J. E. T. Eldridgc(comp.), Max weber, Ndson, 1971, pp. 102 Y93 [erad. esp.: EConoma y sociedad, Mxico,FeE,20021

  • 44 POlTICA GLOBAL

    za real ni su gnesis. Nos permite conocerlos hasta cierro pumo... nos da unaimpresin confusa, fugaz y subjetiva de ellos, y no nociones cientficas clarasde concepros explicativos,"

    Los dos grandes codificadores de las reglas que por muchos aos habran dedeterminar el juego sociolgico ignoraron la importancia de las propuestasdel otro, sin reconocerse participacin en un mismo juego; sin embargo, am-bos vean por la misma lente al desechar la independencia efectiva de los in-dividuos como agentes activos. Despus de todo, ese rechazo cifraba la esen-cia del proyecto moderno, y el rol de la sociologa, proclamado abiertamenteo tcitamente asumido, consista en allanar el camino para la implementa-cin en la prctica de ese proyecto. La vista panormica -externa y por con-siguiente "objetiva" y wertfrei [libre de juicios de valorJ- que los socilogostenan de los resortes, causas y efectos de las acciones individuales puedenverse en retrospectiva como una glosa terica del tratamiento que daban lasagencias administradoras al grueso de la sociedad -a la sociedad como un to-do, as como a la mayora de sus segmentos y esrrarificaciones-, a la que con-sideraban objeto de regulacin normativa y administracin. La estrategia a se-guir por la labor sociolgica deba ser forzosamente normativa y monolgicasi, como se haba prometido, se pretenda que esa labor fuera en alguna me-dida til para las necesidades de la administracin, y si sta pretenda asimis-mo conservar su credibilidad, es decir, una correspondencia razonable con laexperiencia comn repetida a diario.

    Los fundadores de la sociologa moderna tenan sus dudas con respecto albuen juicio del proyecto que haban examinado dndole el nombre de "rea-lidad social". A veces, de un modo no muy distinto al de Dios, quien duda-ba acerca de la calidad de su experimento de creacin de los seres humanos,y se abstena -cosa tan impropia de l- de juzgarlo bueno, los persegua la os-cura premonicin de que algo extremadamente importante se les haba esca-pado en el momento en que la humanidad se ha