B’s Farenheit Fahrenheit 451* - Rodriguez Alvareznovelas.rodriguezalvarez.com/pdfs/Bradbury, Ray...

144
2 B’s Farenheit tr. de F. Abelenda tr. de Alfredo Crespo 5 10 15 20 25 30 35 40 45 50 55 60 65 70 75 Fahrenheit 451* by Ray Bradbury This one, with gratitude, is for Don Congdon . Fahrenheit 451 : The temperature at which book-paper catches fire and burns. ‘If they give you ruled paper, write the other way.’ -Juan Ramón Jiménez PART ONE: The Hearth and the Salamander IT WAS A PLEASURE TO BURN It was a special pleasure to see things eaten, to see things blackened and changed . With the brass nozzle in his fists, with this great python spitting its venomous kerosene upon the world, the blood pounded in his head, and his hands were the hands of some amazing conductor playing all the symphonies of blazing and burning to bring down the tatters and charcoal ruins of history. With his symbolic helmet numbered 451 on his stolid head, and his eyes all orange flame with the thought of what came next, he flicked the igniter and the house jumped up in a gorging fire that burned the evening sky red and yellow and black. He strode in a swarm of fireflies. He wanted above all, like the old joke, to shove a marshmallow on a stick in the furnace, while the flapping pigeon-winged books died on the porch and lawn of the house. While the books went up in sparkling whirls and blew away on a wind turned dark with burning. Montag grinned the fierce grin of all men singed and driven back by flame. He knew that when he returned to the firehouse, he might wink at himself, a minstrel man, burnt-corked, in the mirror. Later, going to sleep, he would Farenheit 451 de Ray Bradbury tr. de Francisco Abelenda Minotauro, Barcelona 1985, 1996, 2002 Este libro, con gratitud, es para Don Congdon Farenheit 451: temperatura a la que el papel de los libros se enciende y arde... Si os dan papel pautado, escribidpor el otro lado. Juan Ramón Jiménez 1 La estufa y la salamandra Era un placer quemar. Era un placer especial ver cosas devoradas, ver cosas ennegrecidas y cambiadas . Empuñando la embocadura de bronce, esgrimiendo la gran pitón que escupía un kerosene venenoso sobre el mundo, sintió que la sangre le golpeaba las sienes, y que las manos, como las de un sorprendente director que ejecuta las sinfonías del fuego y los incendios, revelaban los harapos y las ruinas carbonizadas de la historia. Con el simbólico casco numerado -451- sobre la es t ólida cabeza, y los ojos encendidos en una sola llama anaranjada ante el pensamiento de lo que vendría después, abrió la llave, y la casa dio un salto envuelta en un fuego devorador que incendió el cielo del atardecer y lo enrojeció, y doró, y ennegreció. Avanzó rodeado por una nube de luciérnagas. Hubiese deseado, sobre todo, como en otro tiempo, meter en el horno con la ayuda de una vara una pastilla de malvavisco , mientras los libros, que aleteaban como palomas, morían en el porche y el jardín de la casa. Mientras los libros se elevaban en chispeantes torbellinos y se dispersaban en un viento oscurecido por la quemazón. Montag sonrió con la forzada sonrisa de todos los hombres chamuscados y desafiados por las llamas. Sabía que cuando volviese al cuartel de bomberos se guiñaría un ojo (un artista de variedades tiznado por un corcho) delante del espejo. Más tarde, en la oscuridad, a punto Farenheit 451 de Ray Br adbury tr. de Alfredo Crespo Plaza&Janés, 3ª ed., Barcelona,l 1993 Farenheit 451: temperatura a la que el papel de los libros se inflama y arde. Si os dan papel pautado, escribid por el otro lado. Juan Ramón Jiménez 1ª Parte ___________________ Era Estupendo Quemar Constituía un placer especial ver las cosas consumidas, ver los objetos ennegrecidos y cambiados . Con la punta de bronce del soplete en sus puños, con aquella gigantesca serpiente escupiendo su petróleo venenoso sobre el mundo, la sangre le latía en la cabeza y sus manos eran las de un fantástico director tocando todas las sinfonías del fuego y de las llamas para destruir los guiñapos y ruinas de la Historia. Con su casco simbólico en que aparecía grabado el número 451 bien plantado sobre su impasible cabeza y sus ojos convertidos en una llama anaranjada ante el pensamiento de lo que iba a ocurrir, encendió el deflagrador y la casa quedó rodeada por un fuego devorador que inflamó el cielo del atardecer con colores rojos, amarillos y negros. El hombre avanzó entre un enjambre de luciérnagas. Quería, por encima de todo, como en el antiguo juego, empujar a un malvavisco hacia la hoguera, en tanto que los libros, semejantes a palomas aleteantes , morían en el porche y el jardín de la casa; en tanto que los libros se elevaban convertidos en torbellinos incandescentes y eran aventados por un aire que el incendio ennegrecía. Montag mostró la fiera sonrisa que hubiera mostrado cualquier hombre burlado y rechazado por las llamas. Sabía que, cuando regresase al cuartel de bomberos, se miraría pestañeando enel espejo: su rostro sería el de un negro de opereta, tiznado con corcho ahumado. Luego, al irse a stolid Having or revealing little emotion or sensibility; impassive estólido adj. Falto de razón y discurso X

Transcript of B’s Farenheit Fahrenheit 451* - Rodriguez Alvareznovelas.rodriguezalvarez.com/pdfs/Bradbury, Ray...

Page 1: B’s Farenheit Fahrenheit 451* - Rodriguez Alvareznovelas.rodriguezalvarez.com/pdfs/Bradbury, Ray ''Farenheit 451''-Xx-En-Sp-Sp.pdf2 B’s Farenheit tr. de F. Abelenda tr. de Alfredo

2

B’s Farenheit tr. de F. Abelenda tr. de Alfredo Crespo

5

10

15

20

25

30

35

40

45

50

55

60

65

70

75

Fa hr enhei t 45 1*

by

Ray Br adbur y

This one, with gratitude, is for DonCongdon .

Fahrenheit 451: The temperature atwhich book-paper catches fire and burns.

‘If they give you ruled paper,write the other way.’-Juan Ramón Jiménez

PART ONE:

The Hearth and the Salamander

IT WAS A PLEASURE TO BURN

It was a spec ial pl easur e to seet hi ngs e at e n, t o s e e t hi ngsblackene d and changed . With thebrass no zzle in hi s fis ts, with t hisgreat python spit ting its venomouske r o s e ne upo n t he wo r l d, t hebloo d pounded in his head, and hishands we r e t he hands o f s o meamazing c onduc tor playing all thes ym pho ni e s o f bl a zi ng andbur ning t o bri ng do wn the tatt ersand charcoal ruins of history. Withhi s s ymbo l i c he lme t number e d451 on his s t o l i d he ad, and hi se ye s al l o r a nge f l am e wi t h t het h o ug ht o f wh at c am e n e x t , hef l i c k e d t h e i g n i t e r a n d t h eho us e j ump e d up i n a go r gi ngf i r e t ha t b ur ne d t he e ve n i n gs k y r e d a nd ye l l o w a nd bl ac k.H e s t r o d e i n a s wa r m o ff i r e f l i e s . H e wa n t e d a b o vea l l , l i k e t h e o l d j o k e , t os h o ve a m a r s h ma l l o w o n as t i c k i n t h e f u r n a c e , wh i l et h e f l a p pi n g p i g e o n- wi n ge dbo o k s di e d o n t h e po r c h a ndl awn o f t he ho us e . Whi l e t heb o o k s we n t u p i n s p a r k l i n gwhi rl s and bl e w away o n a wi ndt ur ne d dar k wi t h burni ng.

M o n t a g gr i n ne d t he f i e r c eg r i n o f a l l m e n s i n g e d a n dd r i ve n ba c k by f l a me .

H e kn e w t ha t wh e n h er e t ur ne d t o t he f i r e ho us e , hemi ght wink at himse lf , a mins tr elman, burnt-c or ked, in the mir ro r.Lat er, go ing to sl ee p, he wo ul d

Farenheit 451

de

Ray Bradbury

tr. de Francisco AbelendaMinotauro, Barcelona1985, 1996, 2002

Este libro, con gratitud, es para DonCongdon

Farenheit 451: temperatura a la que elpapel de los libros se enciende y arde...

Si os dan papel pautado,escribid por el otro lado.Juan Ramón Jiménez

1

La estufa y la salamandra

Era un placer quemar.

Era un placer especial ver cosasdevoradas, ver cosas ennegrecidas yca mbi ada s. Empuñando laembocadura de bronce, esgrimiendola gran pitón que escupía un kerosenevenenoso sobre el mundo, sintió quela sangre le golpeaba las sienes, y quelas mano s, como l as de unsorprendente director que ejecuta lassinfonías del fuego y los incendios,revelaban los harapos y las ruinascarbonizadas de la historia. Con elsimbólic o casco numerado -451-sobre la est ólida cabeza, y los ojosencendidos en una sola llamaanaranjada ante el pensamiento de loque vendría después, abrió la llave, y lacasa dio un salto envuelta en un fuegodevorador que incendió el cielo delatardecer y lo enrojeció, y doró, yennegreció. Avanzó rodeado por unanube de luciérnagas. Hubiese deseado,sobre todo, como en otro tiempo, meter enel horno con la ayuda de una vara unapastilla de malvavisco , mientras los libros,que al e t e aban c o mo pal omas ,morían en el porche y el jardín del a c as a. Mi ent ras lo s l i br o s s eelevaban en chispeantes torbellinosy s e di s pe rs aban en un vie nt ooscurecido por la quemazón.

Montag sonrió con la forzada sonrisade todos los hombres chamuscados ydesafiados por las llamas.

Sabía que c uando vo lvie se alcuartel de bomberos se guiñaría unojo (un artista de variedades tiznadopor un corcho) delante del espejo.Más tarde, en la oscuridad, a punto

Farenheit 451

de

Ray Bradbury

tr. de Alfredo CrespoPlaza&Janés, 3ª ed.,Barcelona,l 1993

Farenheit 451: temperatura a la que elpapel de los libros se inflama y arde.

Si os dan papel pautado,escribid por el otro lado.Juan Ramón Jiménez

1ª Parte

___________________

Era Estupendo Quemar

Constituía un placer especial ver lascosas consumidas, ver los objetosennegrecidos y cambiados. Con lapunta de bronce del soplete en suspuños, con aquella gigantesca serpienteescupiendo su petróleo venenoso sobreel mundo, la sangre le latía en la cabezay sus manos eran las de un fantásticodirector tocando todas las sinfoníasdel fuego y de las llamas para destruirlos guiñapos y ruinas de la Historia.Co n su c as co s imbó li co e n queaparecía grabado el número 451 bienplantado sobre su impasi bl e cabezay sus ojos convertidos en una llamaanaranjada ante el pensamiento de loque i ba a o curr ir, ence ndió e ldeflagrador y la casa quedó rodeadapor un fuego devorador que inflamóel cielo del atardecer con coloresrojos, amarillos y negros. El hombreavanzó e nt re un enjambre deluciérnagas. Quería, por encima deto do, como en el anti guo juego,empuj ar a un m al va vi sco hac i a l ahoguera, en tanto que los libros, semejantesa palomas aleteantes , morían en el porchey el jardín de la casa; en tanto que los librosse elevaban convertidos en torbellinosincandescentes y eran aventados por un aireque el incendio ennegrecía.

Montag mostró la fiera sonrisa quehubiera mostrado cualquier hombreburlado y rechazado por las llamas.

Sabía que, cuando regresase alcuartel de bomberos, se miraríapestañeando enel espejo: su rostro seríael de un negro de opereta, tiznado concorcho ahumado. Luego, al irse a

stolid Having or revealing litt le emotion or sensibility;impassive

estólido adj. Falto de razón y discursoX

Page 2: B’s Farenheit Fahrenheit 451* - Rodriguez Alvareznovelas.rodriguezalvarez.com/pdfs/Bradbury, Ray ''Farenheit 451''-Xx-En-Sp-Sp.pdf2 B’s Farenheit tr. de F. Abelenda tr. de Alfredo

3

B’s Farenheit tr. de F. Abelenda tr. de Alfredo Crespo

5

10

15

20

25

30

35

40

45

50

55

60

65

70

75

f ee l the fi er y smil e st il l gr ippe dby hi s face mus cl e s, i n the dark.It neve r we nt away, t hat s mi le ,i t ne ve r ever went away, as l ongas he re me mber ed.

He hung up hi s bl ac k- be et le -coloured helmet and shined it, hehung his flameproof jacket neatly;he showered luxuriously, and then,whistling, hands in pockets, walkedacross the upper floor of the firestation and fel l down the hole. Att he l ast mome nt , whe n di s as te rs e eme d po s it i ve, he pull e d hi shands from his pockets and brokehis fall by grasping the golden pole.He s li d t o a s queaking hal t, t heheels one inch from the concretefloor downstairs.

He walked out of the fire stationand along the midnight street towardthe subway where the silent , air-propelled train slid soundlessly downits lubricated flue in the earth and lethim out with a great puff of warm airto the cream-tiled escalator rising tothe suburb.

Whi stling, he let the e scalatorwaft him into the st ill night air.He wa l ke d t o wa r d t he c o r ne r,thi nking litt le at all about nothingin parti cul ar. Bef ore he re achedthe corne r, ho wever, he s lowed asi f a wi nd had s pr un g up f r o mnowher e, as if so meone had calledhis name.

The last few nights he had had themost uncertain feelings about thesidewalk just around the corner here,moving in the starlight toward hishouse. He had felt that a momentbefore his making the turn, someonehad bee n ther e. The air s ee me dcharged with a special calm as ifsomeone had waited there, quietly,and only a moment before he came,simply turned to a shadow and lethi m t hr o ugh. Pe r haps hi s no s edetected a faint perfume, perhapsthe skin on the backs of his hands,on his face, felt the temperature riseat this one spot where a person’sstanding might raise the immediateatmosphere ten degrees for an instant.There was no understanding it. Eachtime he made the turn, he saw onlythe white, unused, buckling sidewalk,wit h pe rhaps, on one ni ght ,something vanishing swiftly acrossa lawn before he could focus hiseyes or speak.

But no w, to ni ght , he s lo we dalmost to a st op. His inner mi nd,reachi ng out to turn the corner forhi m , had he ar d t he f ai nt e s twhi spe r. Bre athing? Or was theatmosphere compressed merely bys o me o ne st anding ve ry qui et l ythe re, waiti ng?

He turned the corner.

de dormirse, sentiría la feroz sonrisare te ni da aún por l os mús culo sfaciales. Nunca se le borraba esasonrisa, nunca —creía recordar — sele había borrado.

Colgó el casco, negro y brillantecomo un escarabajo, y lo lustró; colgócuidado sament e l a c haque taincombust ibl e; s e dio una bue naducha, y luego, s ilbando, c on lasmanos en los bolsillos, cruzó el primerpiso y se dejó caer por el agujero. Enel último instante, cuando el desastreparecía seguro, se sacó las manos delos bolsillos e interrumpió su caídaafe rr ándo se a l a barr a do rada.Resbaló hasta detenerse, chirriando,con los talones a un centímetro delpiso de cemento.

Salió de l cuartel y cami nó hastala e st ac ió n subt er ráne a. El tr enneumático y silencioso se des lizópo r el t ubo ac eit ado, y c on unagr an bo c anada de air e t i bio l oabandonó en la escalera de clarosazu l e j o s , que s ubí a hac i a e lsuburbi o.

Dejó, silbando, que la escalera loll evara al aire tranquilo de la noche.Se dirigió hacia la esquina casi sinpensar en nada. Sin embargo, pocoantes de ll egar, caminó máslentamente, como si un viento sehubiese levantado en alguna parte,como si alguien hubiese pronunciadosu nombre.

En esas últimas noches, mientrasiba bajo la luz de los astros hacia sucasa, en esta acera, aquí, del otro ladode la esquina, había sentido algoindefinible, como si un momentoantes alguien hubiese estado allí.Había en el aire una calma especial,como si alguien hubiese esperadoallí, en silencio, y un momento antesse hubie se tr ansf or mado en unasombra, dejándolo pasar. Quizá habíarespirado un débil perfume; quizá eldorso de sus manos, su cara, habíansentido que la temperatura era másalta en este mismo sitio donde unape rs ona, de pi e, hubie se po di doelevar en unos diez grados y duranteun instante el calor de la atmósfera.Era imposible saberlo. Cada vez quellegaba a la esquina veía sólo esaace ra c ur va, bl anca, nueva. Unanoc he , quizá, algo habí adesaparecido rápidamente en uno delos jardines antes de que pudiesehablar o mirar.

Pero ahora, esta noche, aminoró elpaso, casi hasta detenerse. Su mente,que se había adelantado a doblar laesquina, había oído un murmullo casiimperceptible. ¿Alguien que respiraba?¿O era la atmósfera comprimidasimplemente por alguien que estabaallí,de pie, inmóvil, esperando?

Dobló la esquina.

dormir, sentiría la fiera sonrisa retenidaaún en la oscuridad por sus músculosfaciales. Esa sonrisa nunca desaparecía,nunca había desaparecido hasta dondeél podía recordar.

Co l gó s u c as c o ne gr o y l olimpió, dejó con cuidado su chaquetaa prueba de ll amas; se duc hógenerosamente y, luego, silbando, conlas manos en los bolsillos, atravesó lapl a nt a s uper ior de l c ua r t el debomberos y se deslizó por el agujero.En e l úl tim o m om e nto, c ua ndo e lde s as t r e pa r e c í a s e gur o, s a c ó la smanos de los bolsillos y cortó su caídaa fe r r ándos e a l a ba rr a dor ada . Sede s li z ó has t a det e ne r se , c on lostac ones a un pa r de centím etros delpiso de cemento de la planta baja.

Salió del cuartel de bomberos y echóa andar por la calle en dirección al«Metro» donde el silencioso tren,propulsado por aire, se deslizaba por suconducto lubrificado bajo tierra y losoltaba con un gran ¡puf!de aire calienteen la escalera mecánica que lo subíahasta el suburbio.

Silbando, Montag dejó que laescalera le llevara hasta el exterior, enel tranquilo aire de la medianoche,Anduvo hacia la esquina, sin pensar ennada en particular lar. Antes dealcanzarla, sin embargo, aminoró elpaso como si de lanada hubiese surgidoun viento, como sí alguien hubiesepronunciado su nombre.

En las últimas noches, había tenidosensaciones in ciertas respecto a la aceraque quedaba al otro lado aquella esquina,moviéndose a la luz de las estrellas haciasu casa. Le había parecido que, unmomento antes de doblarla, allí habíahabido alguien. El aire parecía lleno de unsosiego especial, como si alguien hubieseaguardado allí, silenciosamente, y sólo unmomento antes de llegar a él se habíalimitado a confundirse en una sombra paradejarle pasar. Quizá su olfato detectasedébil perfume, tal vez la piel del dorso desus m anos y de su rost ro sintie se laelevación de temperatura en aquel puntoconcreto donde la presencia de una personapodía haber elevado por un instante, endiez grados, la temperatura de la atmósferainmediata. No había modo de entenderlo.Cada vez que doblaba la esquina, sólo veíala cera blanca, pulida, con tal vez, unanoc he, alguien desaparecie ndorápidamente al otro lado de un jardín antesde que él pudiera enfocarlo con la miradao hablar.

Pero esa noche, Montag aminoró elpaso casi hasta detenerse. Susubconsciente, adelantándosele a doblarla esquina, había oído un debilísimosusurro. ¿De respiración? ¿O era laatmósfera, comprimida únicamente poralguien que estuviese allí muy quieto,esperando?

Montag dobló la esquina.

Page 3: B’s Farenheit Fahrenheit 451* - Rodriguez Alvareznovelas.rodriguezalvarez.com/pdfs/Bradbury, Ray ''Farenheit 451''-Xx-En-Sp-Sp.pdf2 B’s Farenheit tr. de F. Abelenda tr. de Alfredo

4

B’s Farenheit tr. de F. Abelenda tr. de Alfredo Crespo

5

10

15

20

25

30

35

40

45

50

55

60

65

70

75

The autumn leaves blew over themoonlit pavement in such a way asto make the girl who was movingthere seem fixed to a sliding walk,letting the motion of the wind and theleaves carry her forward. Her headwas half bent to watch her shoes stirthe circling leaves. Her face wasslender and milk-white, and in it wasa kind of gentle hunger that touchedover everything with t i r el es scuriosity. It was a look, almost, ofpale surprise; the dark eyes were sofi xed to the wor ld that no mo veescaped them. Her dress was whiteand i t whi s pe r e d. He al mo s tthought he heard the motion of herhands as she walked, and the infinitelysmall sound now, the white stir of herface turning when she discoveredshe was a moment away from a manwho s to od i n the mi ddle o f thepavement waiting.

The trees overhead made a greatsound of letting down their dry rain.The girl stopped and looked as if shemi ght pul l bac k in surpris e, butinstead stood regarding Montag witheyes so dark and shining and alive,that he felt he had said somethingquite wonderful. But he knew hismouth had only moved to say hello,and t he n when s he s ee me dhypnotized by the salamander on hisar m and the phoenix-disc on hischest, he spoke again.

“Of course,” he said, “you’re anew neighbour, aren’t you?”

“An d y o u m us t be ” — s h er ai s e d h e r e y e s f r o m hi spr o f e s s i o n al s ymb o l s — “t hef ir e man.” He r voi c e t r ai l ed o ff .

“How oddly you say that.”

“I ’ d — I ’ d ha ve k n o wn i twi t h my e ye s s h ut ,” s he s ai d,s l owl y.

“What — the smell of kerosene?My wif e al ways c ompl ai ns ,” helaughe d. “Yo u never was h it o ffcompletely.”

“N o , y o u d o n ’t , ” s h e s a i d ,i n a we .

He f e lt she was walki ng i n ac i r c l e a bo ut hi m, t ur n i ng hi me nd f o r e n d , s ha k i ng hi mq ui e t l y, a n d e m pt y i n g hi spo c ke t s , wi t ho ut o nc e mo vi nghe rs el f.

“Ke ro se ne ,” he said, be caus et he si l enc e had le ngt hene d, “i sno thi ng but pe rf ume to me .”

“Does it seem like that, really?”

“Of c our se. Why not ?”

She gave herself time to think ofit. “I don’t know.” She turned tof ac e t he s ide walk go ing t owar d

Las hojas de otoño volaban de talmodo sobre la acera iluminada por laluna que la muchacha parecía venir enuna alfombra rodante, arrastrada porel movimiento del aire y las hojas. Conla cabeza un poco inclinada se mirabalo s zapatos , r odeados de hoj asestremecidas. Tenía un rostro delgadoy blanco como la leche, y había en éluna tierna avidez que todo lo tocabacon una curiosidad i nsaci able . Erauna mirada, casi, de pálida sorpresa;los ojos oscuros estaban tan clavadosen el mundo que no perdían ningúnmovimiento. Su vestido era blanco,y s us ur r aba. Mo nt ag c r e yó o í rcómo se le moví an l as manos alcaminar, y luego, ahora, un sonidoínfi mo , el t embl or i noc ente deaquel rostro al volverse hacia él, aldescubrir que se acercaba a un hombreque estaba allí, de pie, en medio de laacera, esperando.

Se oyó, allá, arriba, el ruido de losárboles que dejaban caer una lluviaseca. La muchacha se detuvo como sifuese a retroceder,sorprendida, pero sequedó allí mirando a Montag con ojostan oscuros y brillantes y vivos que elhombre cr eyó haber dicho unaspalabras maravillosas. Pero sabía quehabía abierto los labios sólo para decirhola, y entonces, como ella parecíahipnotizada por la salamandra delbrazo y el disco con el fénix del pecho,habló otra vez.

—Claro... tú eres la nueva vecina,¿no es cierto?

—Y usted tiene que ser... —Lamuchacha dejó de mirar aquellossímbolos profesionales —... el bombero—añadió con una voz arrastrada.

—De qué modo raro lo has dicho.

—Lo... lo hubiese adivinado sinmi r ar —di j o l a muc hac halentamente.

—¿Por qué? ¿El olor del kerosene?Mi mujer siempre se queja —dijoMontag riéndose. Nunca se lo borradel todo.

—No, nunca se lo borra —dijo ella,asustada.

Mo ntag s int ió que l a niña, s inhaber se mo vido ni una so la ve z,e st aba caminando alr e de dor, l oo bli gaba a gir ar, l o s ac udí a e ns i l e n c i o , y l e vac i ab a l o sbolsi llos.

—El ke rose ne —dij o, pues els il e nc i o s e habí a pro l ongadodemasiado — es perfume para mí.

—¿Es así, realmente?

—Claro, ¿por qué no?

La muchacha reflexionó un momento.—No s é —dij o, y se vol vi ó y

mir ó l as cas as a lo lar go de l a

Las hojas otoñales se arrastraban sobre elpavimento iluminado por el claro de luna. Yhacían que la muchacha que se movía allípareciese estar andando sin desplazarse,dejandoque el impulso del viento y de las hojasla empujara hacia delante. Su cabeza estabamedio inclinada para observar cómo sus zapatosremovían las hojas arremolinadas. Su rostro eradelgado y blancocomo la leche, y reflejandounaespecie de suave ansiedad que resbalaba porencima de todo con insaciable curiosidad.Era una mirada, casi, de pálida sorpresa;los ojos oscuros estaban tan fijos en elmundo que ningún movimiento se lesescapaba. El vestido de la joven erablanco, y susurraba. A Montag casi lepareció oír el movimiento de las manosde el la al a nda r y, luego, e l s onidoinfinitamente pequeño, el blanco rumorde s u r os t ro volvi é ndose cua ndodescubrió que estaba a pocos pasos deun hombre inmóvil en mitad de la acera,esperando.

Los á rboles , s obr e s us cabeza s,susurraban al soltar su lluvia seca. Lamuchacha se detuvo y dio la impresiónde que iba a retroceder, sorprendida; pero,en lugar de ello, se quedó mirando aMontag con ojos tan oscuros, brillantes yvivos, que él sintió que había dicho algoverdaderamente maravilloso. Pero sabíaque su boca sólo se había movido paradecir adiós, y cuando ella pareció quedarhipnotizada por la salamandra bordada enla manga de él y el disco de fénix en supecho, volvió a hablar.

—Claro está —dÍjo—, usted es lanueva vecina, ¿verdad?

—Y us te d de be de se r —e ll aapartó l a mir ada de los símbo losprof esionales— e l bombero.

La voz de la muchacha fue apagándose.

—¡De qué modo tan extraño lo dice!

—Lo... Lo hubiese adivinado con losojos cerrados —prosiguió ella,lentamente—.

—¿Por qué? ¿Por el olor a petróleo? Miesposa siempre se queja —replicó él,riendo—. Nunca se consigue eliminarlo porcompleto.

—No, en efecto —repitió ella,atemorizada—.

Montag s intió que e lla a ndaba encírculo a su alrededor, le examinaba deextre mo a e xtr emo, s acudié ndolosi lenciosa mente y vaci ándole losbols illos, aunque, en real idad, no semoviera en absoluto.

— El pe t r ól e o — di jo Monta g,porque el silencio se prolongaba— escomo un perfume para mí.

—¿De veras le parece eso?

—Desde luego. ¿Por qué no?

Ella tardó en pensar.— N o lo s é . — Volvió e l r os t r o

hac ia la acer a que conducía hacia sus

Page 4: B’s Farenheit Fahrenheit 451* - Rodriguez Alvareznovelas.rodriguezalvarez.com/pdfs/Bradbury, Ray ''Farenheit 451''-Xx-En-Sp-Sp.pdf2 B’s Farenheit tr. de F. Abelenda tr. de Alfredo

5

B’s Farenheit tr. de F. Abelenda tr. de Alfredo Crespo

5

10

15

20

25

30

35

40

45

50

55

60

65

70

75

their homes. “Do you mind if I walkbac k wi t h yo u? I’m Cl ari s s eMcClellan.”

“Clar iss e. Guy Mont ag. Co meal ong. What are you do ing o ut solate wander ing around? Ho w o ldar e you?”

They walke d i n the warm-co olbl o wi ng ni ght o n t he s i l ve r e dpa ve m e n t a nd t he r e wa s t hefaint es t breath of fr es h apri co tsand st rawber ries in the ai r, and helo oked aro und and r eali ze d thiswas quit e imposs ibl e, so late inthe year.

Th e r e was o nl y t he gi r lwal ki ng wit h hi m no w, her f ac ebr ight as sno w i n t he mo onl ight,and he kne w s he was working hisque s t i o ns ar o un d, s e e ki ng t hebe st answe rs she c oul d pos siblygive .

“Well,” she said, “I’m seventeenand I’m crazy. My uncle says thet wo al ways go t o ge t her. Whe npe o pl e as k yo u r age , he s ai d,al ways s ay se ventee n and insane.Is n’t t his a nic e time o f night towalk? I li ke to sme ll things andl o o k at t hi ngs, and s o met i me ss t ay up al l ni ght , wal ki ng, andwatch t he sun r ise .”

T h e y wa l k e d o n a g a i n i ns i l e n c e a n d f i n a l l y s h es a i d , t h o u g h t f u l l y , “ Yo uk n o w, I ’ m n o t a f r a i d o fy o u a t a l l . ”

H e w a s s u r p r i s e d .“Why shoul d you be ?”

“So many peo pl e ar e . Af rai do f f ir e men, I me an. But yo u’r ej us t a man, af te r al l…”

He s aw hi mse l f in her e ye s ,s us pe nded i n two shining dr opso f br ight wat er, himse lf dar k andt i ny, i n f i ne de t ai l , t he l i n e sa bo ut h i s m o u t h, e ve r y t h i n gt her e , as i f he r e ye s we r e t womir ac ul ous bi t s of vio le t ambe rt hat mi ght capt ure and hol d hi mi nt act . Her face , t urne d to hi mno w, was f r agi l e mi l k c r ys t alwit h a so ft and c o ns tant l ight i ni t. It was no t the hys te ri cal li ghto f el e ct r ic it y but — what ? Butt he s t r ange l y c o mf o r t abl e andr ar e and gentl y fl at te ri ng li ghto f the candle . One ti me , when hewas a c hi ld, in a power -f ai lure ,hi s mo the r had f o und and l it al as t candle and t he re had bee n abr i e f ho ur o f r e d i s c o ve r y, o fsuch i ll uminat io n that s pace l os ti t s va s t di m e ns i o ns an d dr e wc o mf o r t abl y ar o und t he m, andt h e y, mo t he r an d s o n , al o n e ,t r an s f o r me d , ho pi ng t h at t hepower might not co me o n agai nto o so on…

ac er a —. ¿No l e impo rt a s i l oa c o mp añ o ? S o y C l a r i s s eMcCle ll an.

— C l a r i s s e . G u yM o n t a g . Va m o s . ¿ Q u éh a c e s a q u í t a n t a r d e ?¿ C u á n t o s a ñ o s t i e n e s ?

Ca mi n ar o n e n l a no c heve nt os a, t ibia y fr es ca a l a ve z,po r l a ace ra de pl ata, y e l débilar o ma de l o s me l o c o t o n e smadur os y las fr esas f lo tó en elai re, y Mo ntag mir ó alre de dor ype nsó que no er a posi bl e, pue s elaño est aba muy avanzado.

S ó l o e l l a l o a c o m p a ñ a b a ,c o n e l r o s t r o br i l l ant e c o mo l an i e ve a l a l u z d e l a l u n a ,pe n s ando , c o mpr endi ó Mo nt ag,e n a q u e l l a s p r e g u n t a s ,b u s c a n d o l a s r e s p u e s t a sme j o r e s .

—Bueno —dijo la muchacha —,tengo diecisiete años y estoy loca.Mi tía dice que es casi lo mismo.Cuando la gente te pregunte la edad,me dic e, co nt ést al es que ti enesdie ci s ie te y es t ás l o ca. ¿No e she rmoso c ami nar de no che ? Megusta oler y mirar, y algunas vecesquedarme levantada y ver la salidadel sol.

C a m i n a r o n o t r a v e z e ns i l e n c i o y a l f i n a l l am u c h a c h a d i j o , c o n a i r ep e n s a t i vo :

—Sabe usted, no le tengo miedo.

Montag se sorprendió.—¿Por qué habrías de tenerme miedo?

—Tanta gente tiene miedo. De losbomberos quiero decir. Pero usted essólo un hombre...

Montag se vio en los ojos de lamuchacha, suspendido en dos gotasbrillantes de agua clara, oscuro ypequeñito, con todos los detalles, lasarrugas alrededor de la boca, completo,como si estuviese encerrado enel interiorde dos milagrosas bolitas de ámbar,de co lo r vi ol et a. El r os tr o de l amuc hacha, vue lt o ahor a haci a él ,er a un fr ági l c rist al, bl anco co mol a le che, c on una luz co ns tant e ys uave . No e ra l a l uz his té ri ca del a e l e c t r i c i dad , s i n o . . . ¿ qu é ?Sino la l uz e xt r añamente amabl ey r ar a y s ua ve _______de u navel a. Una ve z, c uando e ra niñoy f al tó l a el ec tr i ci dad, s u madr ee nc ontr ó y ence ndió una últ imave la, y habí an pas ado una ho r amuy c o rt a r e de s c ubr i endo quec on e sa l uz e l es paci o perdía susvastas dime nsi one s y se ce rrabaalr e de do r, y e n e s a hor a e l l os ,madr e e hi j o , s o l o s ,t r ans f o r mado s , habí an de s eadoque la e l ec t ri ci dad no vo lvi es edemas iado pr onto .. .

hogares —. ¿ Le impor ta que r egre sec on us t e d ? Me l l a m o C la r i s s eMc Clel la n.

— C l a r i s s e . G u y M o n t a g .Va m os , ¿ P or q ué a n da t a n s ol aa e s a s h o r a s d e l a n o c h e p o ra hí ? ¿ C uá nt os a ñ os t i e ne ?

Anduvie ron en la noche l le na devie nto, por l a pl at e ada a c e ra . Seper c ibí a un de bi l ís imo a rom a aalba ric oques y fr am buesa s; Montagmiró a su alrededor y se dio cuenta deque er a im pos ibl e que pudier apercibirse aquel olor en aquella épocatan avanzada del año.

Sólo ha bía l a m uchac ha andandoa s u lado, con su r ostro que brill abac om o la nie ve al cl a ro de luna , yMon ta g c o m pr e n dió q ue e s t a bam edi ta ndo las pr e gunta s que é l l eha b ía f or m ula do , bus c a ndo la smejores re spuest as.

—Bueno —le dijo ell a por fin—,tengo diecisiete años y estoy loca. Mi tíodice que ambas cosas van siempre juntas.Cuando la gente te pregunta la edad,dice, contesta siempre: diecisiete años yloca. ¿Verdad que es muy agra dablepasear a esta hora de la noche? Me gustave r y oler l as c os as , y, a vec es ,permanece r levantada toda la noche,andando, y ver la salida del sol.

V o l v i e r o n a a v a n z a r e ns i l e n c i o y , f i n a l m e n t e , e l l ad i jo , c o n t o n o p e n s a t i v o :

—¿Sab e? No me causa usted ningúntemor.

Él se sorprendió.—¿Por qué habría de causárselo?

—Les ocurre a mucha gente. Temer a losbomberos, quiero decir. Pero, al fin y al cabo,usted no es más que un hombre...

Montag se vio en los ojos de el la,sus pendido en dos brilla ntes gotas dea gua, os c ur o y diminuto, pe ro conmucho deta ll e; las l íne as al rededorde su boca, todo en su s itio, como silos ojos de la muchacha fue sen dosm i l a gr os o s p ed a c i t o s de á m ba rviole t a que pudie s e n c aptur a rl e yconse rvarl e int acto. El rostr o de lajoven, vuelto ahor a hac ia él , era unf rá gi l cr is ta l de le che con una luzsua ve y const ante en su inte rior. Noera la luz his térica de la elec tricidad,s ino. . . ¿ Q ué ? Si no la a gr a da ble ,e xt r aña y __________ p a rp a d ea n t eluz de una vela . Una vez, cuando élera niño, en un corte de ene rgía, sumadre había encontra do y encendidouna última ve la, y se ha bía produc idouna breve hora de re descubrimiento,de una i luminación tal que el espa ciope rdió s us vas tas dimensiones Y secer ró confortablemente alr ededor des , t ra ns f or m ados, e s pe r ando el los ,madre e hijo, solit ario que la ener gíano volvi e s e qu iz á d e m a s i a doPr onto.. .

flat ter verbo transit ivo 1 (decir cosas p ara agra dar aalguien) adular, halagar 2 (rop a) sentar bien a, favo-recer (retrato) favorecer 3 to flatter on eself, congra-tular se [on, de/por] [ that, de/por]LOC: don’t flatter yourself!, ¡no te hagas ilusiones!

[ delicadamente grata o gratificanteorpleasing]

X X

Page 5: B’s Farenheit Fahrenheit 451* - Rodriguez Alvareznovelas.rodriguezalvarez.com/pdfs/Bradbury, Ray ''Farenheit 451''-Xx-En-Sp-Sp.pdf2 B’s Farenheit tr. de F. Abelenda tr. de Alfredo

6

B’s Farenheit tr. de F. Abelenda tr. de Alfredo Crespo

5

10

15

20

25

30

35

40

45

50

55

60

65

70

75

And t he n Clari s se Mc Cl el lansaid:

“Do yo u mi nd i f I as k? Ho wlo ng have you wo rked at be ing afi re man?”

“Sinc e I was t we nty, t en yearsago .”

“Do you ever rea d any of t hebo oks yo u burn?”

H e l a u g h e d . “ T h a t ’sagainst the l aw!”

“Oh. Of course .”

“ I t ’ s f i n e w o r k . M o n d a yb u r n M i l l a y , W e d n e s d a yW h i t m a n , F r i d a yF a u l k n e r , b u r n ‘ e m t oa s h e s , t h e n b u r n t h ea s h e s . T h a t ’ s o u r o f f i c i a ls l o g a n . ”

They wal ke d st il l furt he r andthe gir l s aid, “Is it t rue that lo ngago f ir eme n put fi res out inste adof go ing to s tar t t hem?”

“No. House s have al wa ys be enfi reproo f, take my wor d for it .”

“St range . I hear d o nc e t hat along time ago house s used to burnby ac c i d e nt an d t he y n e e d e dfi remen to stop t he flames .”

He l aughe d.

S he g l a n c e d q u i c k l y o ve r.“Why ar e you laughing?”

“I d o n’ t k n o w. ” He s t a r t e dt o l a u g h a g a i n a n d s t o p p e d“W h y ? ”

“Yo u l a ugh wh e n I have n ’tbe en funny and you answe r rightof f. Yo u neve r sto p t o thi nk whatI’ve asked you.”

He st opped walki ng, “You ar ean odd o ne ,” he sai d, lo oki ng athe r. “Haven’t you any res pec t?”

“I do n’t me an to be insul ting.It ’s just, I l o ve to watc h peopleto o much, I guess .”

“ W e l l , d o e s n ’ t t h i sm e a n a n y t h i n g t o y o u ? ”He t a pp e d t he nu me r al s 4 5 1s t i t c he d o n hi s c har - c o l o ur e dsl eeve.

“Yes ,” s he whi spe r e d. Sheincreased her pace. “Have you everwatched the jet cars racing on theboulevards down that way?

“You’re changing the subject!”

“I s o me t i me s t hi n k dr i ve r sdo n’ t k no w wha t gr a s s i s , o rf l o we r s , b e c au s e t he y n e ve rs e e t h e m s l o wl y, ” s h e s ai d .

Y entonces Clarisse McClellandijo:

—¿Le i mpor ta si l e hago unapregunta? ¿Desde cuándo es ustedbombero?

—Desde que tenía veinte años,hace diez.

—¿Leyó alguna vez alguno de loslibros que quema?

Montag se rió.—Lo prohibe la ley.

—Oh, claro.

—Es un her mo so t rabaj o . Ell un e s qu e mar a Mi l l ay, e lmiér coles a Whit man, el vierne s aFau l kne r ; que mar l o s ha s t ac o nve r t i r l os e n c e ni zas , lue goquemar las cenizas. Ése es nuestrolema ofici al.

Caminaron unpoco más y la niña dijo:—¿Es verdad que hace muchos

año s l os bo mbe r os apagaban e lfuego en vez de encenderlo?

—No, las casas siempre han sidoincombustibles.

—Qué raro. Oí decir que hacemuchos años las casas se quemabana veces por accidente y llamaban alos bomberos para pararlas llamas.

El hombre se echó a reír.

La muchacha lo miró brevemente.—¿Por qué se ríe?

—No sé —dijo Montag, comenzóa reírse otra vez y se interrumpió —.¿Por qué?

—Se ríe aunque yo no haya dichonada gracio so y me conte st a enseguida. Nunca se para a pensar enlo que le he preguntado.

Montag se detuvo.—Eres muy rara —dijo mirando

a la niña —. Bastante irrespetuosa.

— N o q u i s e i n s u l t a r l o .O c u r r e q u e ____ obs e r v od e m a s i a d o a l a g e n t e .

— B u e n o , ¿ e s t o n os i g n i f i c a n a d a p a r a t i ?

Montag se golpeó con la punta delos dedos el número 451 bordado en lamanga de color de carbón.

—Sí —murmuró la muchacha, yapr e sur ó e l pas o —. ¿Ha vi st oalguna vez los coches de turbinasque pasan por esa avenida?

—¡Estás cambiando de tema!

—A vec e s pie ns o que lo sautomovilistas no saben qué es lahierba o las flores, pues nunca lasven lentamente —dijo la muchacha

En aquel momento, Clarisse MeClellandijo:

— ¿ N o le im por t a q ue l e ha gapr e gunta s ? ¿ C uá nto t i e m po l l e vatr abaj ando de bomber o?

—Desde que tenía veinte años, ahorahace ya diez años.

—¿Lee alguna vez alguno de los librosque quema?

Él se echó a reir.—¡Está prohibido por la ley’

—¡Oh! Claro...

— E s u n b u e n t r a b a j o . E ll u n e s q u e m a a M i l l a y, e lm i é r c o l e s a W h i t m a n , e lv i e r n e s a F a u l k n e r ,c o n v i é r t e l o s e n c e n i z a y ,l u e go , q u e m a l a s c e n i z a s . E s t ee s nu e s t r o l e m a o f i c i a l .

Siguieroncaminandoylamuchachapreguntó:— ¿Es ve r da d que, ha c e m ucho

t ie m po, los bom be ros a paga ba nincendios, en vez de provocarlos?

—No. Las casas han sido siempre a pruebade incendios. Puedes creerme. Te lo digo yo.

—¡Es extraño! Una vez, oí decir quehace muchísimo tiempo las casas sequemaban por accidente y hacían faltabomberos para apagar las llamas.

Montag se echó a reír.

Ella le lanzó una rápida mirada.—¿Por qué se ríe?

— N o l o s é . — V o l v i ó ar e í r s e y s e d e t u v o — ,¿ P o r q u é ?

— R í e s in q u e yo ha ya di c h on a d a gr a c i o s o , y c on t e s t ainm e dia t am e nte . N unc a se de t i enea pe ns a r e n lo que le pr egunto.

Montag se detuvo.—Eres muy extraña —dijo, mirándola—

. ¿Ignoras qué es el respeto?

—No me proponía ser grosera. Lo que meocurre es que me gusta demasiado observara la gente.

— B u e n o , ¿ Y e s t o n os ig ni f i c a a l go p a r a t i ?

Y M o n t a g s e t o c ó e ln ú m e r o 4 5 1 b o r d a d o e ns u m a n g a .

— Sí — s u s u r r ó e l l a . A c e l e r óe l p a s o — . ¿ H a v i s t o a lg una v e zlo s c oc he s r e t r o pr opu l s a do s q uec o r r e n por e s t a c a l l e ?

—¡Estás cambiando de te ma!

— A ve c e s , pie ns o que s usc onduc tor e s no s a ben c óm o es l ahierba, ni las flores, porque nunca lasven con detenimiento —dijo ella—. Si

X

Page 6: B’s Farenheit Fahrenheit 451* - Rodriguez Alvareznovelas.rodriguezalvarez.com/pdfs/Bradbury, Ray ''Farenheit 451''-Xx-En-Sp-Sp.pdf2 B’s Farenheit tr. de F. Abelenda tr. de Alfredo

7

B’s Farenheit tr. de F. Abelenda tr. de Alfredo Crespo

5

10

15

20

25

30

35

40

45

50

55

60

65

70

75

“I f y o u s h o we d a d r i v e r agr e e n b l u r, Oh ye s ! he ’d s a y,t h a t ’ s g r a s s ! A p i n k b l u r ?Th at ’s a r o s e - ga r d e n ! W h i t eb l u r s a r e h o u s e s . B r o w nb l u r s a r e c o ws . M y u n c l ed r o ve s l o wl y o n a h i g h wa yo n c e . He d r o ve f o r t y m i l e s anh o u r an d t he y j a i l e d hi m f o rt wo d a y s . I s n ’ t t h a t f u n n y,a nd s ad , t o o ? ”

“Yo u thi nk to o many t hi ngs,”s ai d Mo ntag, uneas i ly.

“I r ar e ly watc h t he ‘ par l ourwa l l s ’ o r go t o r ac e s o r F unP ar ks. So I’ve l o ts of ti me fo rc r az y t ho ug ht s , I gue s s . Haveyou s ee n the two- hundre d- fo ot -l o ng bi l l bo ar ds i n t he c ount r ybeyond to wn? Di d yo u know t hatonce bil lboar ds wer e o nl y t wentyf e e t l o ng ? Bu t c ar s s t ar t e drushing by s o qui ckly t he y had tos tr et ch t he adver t is ing out so i twould l as t.”

“I didn’t know t hat !” Mo ntaglaughe d abr uptl y.

“Be t I kno w so me t hi ng e l s eyo u do n’t . The r e ’s dew o n t hegr as s i n t he mo rni ng.”

He sudde nly c ouldn’ t r em ember ifhe ha d know n thi s or not , a nd i tma de him quit e irr ita bl e.

“And i f yo u l o o k ” — s henodde d at the s ky — “t he r e’s aman i n the mo on.”

H e h a d n ’ t l o o k e d f o r al o n g t i m e .

Th e y w a l k e d t h e r e s t o ft h e w a y i n s i l e n c e , h e r st h o u g h t f u l , h i s a k i n d o fc l e n c h i n g a n du n c o m f o r t a b l e s i l e n c e i nwh i c h h e s h o t h e r a c c u s i n gg l a n c e s . W h e n t h e yr e a c h e d h e r h o u s e a l l i t sl i g h t s we r e b l a z i n g .

“ W h a t ’ s g o i n g o n ? ”M o n t ag h a d r ar e l y s e e n t h a tm a n y h o u s e l i g h t s .

“Oh, jus t my mot her and f atherand unc le sit ting aro und, t al king.It ’s li ke bei ng a pedest rian, onlyr a r e r . M y u nc l e was ar r e s t e danother ti me — did I t el l you? —fo r bei ng a pedest rian. Oh, we’remost pe cul iar.”

“But what do you talk about ?”

S he l au gh e d at t h i s . “G o o dn i g h t ! ” S h e s t a r t e d u p h e rw a l k . T h e n s h e s e e m e d t or e m e m b e r s o m e t h i n g a n dc a m e b a c k t o l o o k a t h i mwi t h wo n d e r a n d c u r i o s i t y.“Ar e yo u happy?” s he s ai d.

—. Si usted les señala una manchaverde, ¡oh, sí!, dicen, ¡eso es hierba!¿Una mancha rosada? ¡Un jardín derosales! Las manchas blancas sonedificios. Las manchas oscuras sonvac as. Una ve z mi t í o pas ól ent ame nte en co c he por unacarretera. Iba a sesenta kilómetrospor hora y lo tuvieron dos días en lacárc el. ¿No es gr acioso , y tr istetambién?

—Pi e ns as de mas iado —dij oMontag, incómodo.

—Casi nunca miro la televisiónmural, ni voy a las carreras, ni a losparques de diversiones. Me sobratiempo para pensar cosas raras. ¿Havis t o e so s anunc i os de ci e nt ocincuenta metros a la entrada de laciudad? ¿Sabe que antes eran sólode quince metros? Pero los cochescomenzaron a pasar tan rápidamenteque tuvie r on que al ar gar lo sanuncios para que no se acabasendemasiado pronto.

Montag rió nerviosamente.—¡No lo sabía!

—Apue st o a que sé algo másque uste d no sabe. Hay rocío enla hierba a la mañana.

M o n t a g n o p u d o r e c o r d a rs i l o s a b í a y s e p u s o d em u y m a l h u m o r .

—Y si usted mira bien —la muchachaseñaló el cielo con la cabeza, hay unhombre en la luna.

Montag no miraba la luna desdehacía años.

Recorrieron el resto del caminoen silencio; el de Clarisse era unsile ncio pensativo; el de Mo ntagalgo así como un silencio de puñosapretados, e incómodo, desde el quelanzaba a la muchacha unas miradasacus adoras. Cuando l legaron a lacasa de Cl arisse, todas las l ucesestaban encendidas.

—¿Qué ocurre?Mont ag habí a vist o muy pocas

veces una casa tan iluminada.

— O h, s o n m i s p a dr e s q u eh ab l a n c o n m i t í o . Es c o m op a s e a r s e a p i e , s ó l o q u em uc h o m ás r a r o . M i t í o f u ea r r e s t a d o e l o t r o d í a p o rpa s e ar s e a p i e , ¿no s e l o di j e ?Oh , s o m o s mu y r ar o s .

—¿P ero de qué habl an?

Clarisse se rió.—¡Bue nas no che s ! —dij o , y

e c hó a c ami nar. Lue go, c o mo s ir e c or dar a algo , s e vo l vi ó hac i aM o n t ag y l o m i r ó c o nc ur i o s i dad y as o m br o —. ¿Esus t e d f e l i z? —l e pr e gunt ó .

le mostrase a uno de esos chóferes unaborrosa mancha verde, diría: ¡Oh, sí,es hier ba? ¿ Una m ancha bor rosa decolor rosado? ¡Es una rosaleda! Lasmanchas blancas son casas.

Las manchas pardas son vacas. Unavez, mi tío condujo lentamente por unacarretera. Condujo a sesenta y cincokilómetros por hora y lo, encarcelaronpor dos días. ¿No es curioso, y tristetambién?

—Piensas demasiado —dijo Montag,incómodo—.

—Casi nunca veo la televisión mural,ni voy a las carreras o a los parques deat rac cione s. Así , pues , dis pongo demuchísimo tiempo para dedicarlos a misabsurdos pensamientos. ¿Ha visto loscarteles de sesenta metros que hay fuerade la ciudad? ¿Sabía que hubo una épocaen que los ca rte les sólo te nía n se ismetros de largo? Pero los automóvilesempezaron a correr tanto que tuvieronque ala rga r la publi cidad, para quedurase un poco más.

—¡Lo ignoraba!

—Apuesto a que sé algo más que usteddesconoce. Por las mañanas, la hierba estácubierta de rocío.

D e pr o n t o , Mo n t a g n o p u d or e c orda r s i sa bí a a que l lo o no, loque le i r r it ó ba s t ant e .

— Y s í s e f i ja —pr os iguió e l la ,señalando con la barbilla hacia el cielo— hay un hombre en la luna.

Hacía mucho tiempo que él no miraba elsatélite.

R e c o r r i e r o n e n s i l e n c i o e lr e s t o d e l c a m i n o . E l d e e l l a ,p e n s a t i v o , e l d e é l , i r r i t a d o ei n c ó m o d o , a c u s a n d o e li m p a c t o d e l a s m i r a d a si n q u i s i t i v a s d e l a m u c h a c h a .C u a n d o l l e g a r o n a l a c a s a d ee l l a , t o d a s s u s l u c e s e s t a b a ne n c e n d i d a s .

—¿Qué sucede?Montag nunc a había vi sto t a nta s

luc e s e n una c a sa .

— ¡O h! ¡ Son mis pa dr e s y mi tíoque es t án s entados, cha rl a ndo! Esc om o i r a pie , a unque m ás e xt r añoa ún. A m i t ío , l e de tuvi e r on unav e z po r i r a p i e . ¿ S e l o h a bí ac on t a do ya ? ¡ O h ! S o m o s un af am i l ia m uy ext r aña .

—Pero, ¿de qué charláis?

Aloírestapregunta,la muchachaseechóareír.—¡Buenas noches!Empezó a andar por el pasillo que

conducía hacia su casa. Después, pareciórecordar algo y regresó para mirar a Montagcon expresión intrigrada y curiosa.

—¿Es usted feliz? —preguntó—.

Page 7: B’s Farenheit Fahrenheit 451* - Rodriguez Alvareznovelas.rodriguezalvarez.com/pdfs/Bradbury, Ray ''Farenheit 451''-Xx-En-Sp-Sp.pdf2 B’s Farenheit tr. de F. Abelenda tr. de Alfredo

8

B’s Farenheit tr. de F. Abelenda tr. de Alfredo Crespo

5

10

15

20

25

30

35

40

45

50

55

60

65

70

75

“Am I wha t?” he c rie d.

But she was go ne running i nt he mo o nl i ght . He r f r o nt do o rshut ge ntl y.

“Happy! Of al l t he nonse nse .”

He st opped laughing.

H e p u t h i s h a n d i n t o t h eg l o ve - h o l e o f h i s f r o n t d o o ra n d l e t i t k n o w h i s t o u c h .Th e f r o n t d o o r s l i d o p e n .

Of c o ur s e I ’m h appy. Wh atd o e s s h e t h i nk ? I’ m n ot ? h easked t he qui et ro oms. He st oo dl o o ki ng u p at t he ve n t i l a t o rgr i l l e in t he hal l and sudde nl yr emembe re d that so me thing layh i d de n be hi nd t h e gr i l l e ,s ome thi ng that s e eme d t o pee rdown at him now. He mo ve d hi se ye s quic kl y away.

What a s t r ange me e t i ng o n as t r ange ni ght . He r e me mbe r e dn o t h i n g l i k e i t s a ve o n eaf t e r no o n a ye ar ago whe n hehad me t an o l d man i n t he par kand t he y had t al ke d…

Mo nt a g s ho o k hi s he ad . Hel oo ke d at a blank wal l. The gir l’sf ac e wa s t h e r e , r e a l l y qu i t eb e a ut i f ul i n me mo r y :as to ni s hi ng, i n f ac t . She had aver y thin f ac e li ke the di al o f asmal l c lo ck se en fai nt ly in a darkr o o m i n t he middl e o f a ni ghtwhe n yo u wake n to s ee t he t imeand s ee t he c lo ck te ll ing yo u theh o u r an d t h e m i n ut e an d t h es ec ond, wit h a whit e si le nc e anda g l o wi ng , al l c e r t ai nt y an dknowing what i t has to t el l of t henight pas si ng s wif tl y on t owar df ur t he r dar knes s e s but mo vi ngals o to ward a new s un.

“W ha t ? ” a s k e d M o n t a g o ft h a t o t h e r s e l f , t h es u b c o n s c i o u s i d i o t t h at r a nb a b b l i n g a t t i m e s , q u i t ei nde pe nde nt o f wi l l , habi t , andc o ns c i e nc e .

He glanced back at the wall. Howli ke a mir ro r, t oo , he r face .Impossible: for how many people didyou know that refracted your ownlight to you? People were more often— he searched for a simile, found onein his work — torches, blazing awayuntil they whi ffed out. How rarelydid other people’s faces take of youand thr ow back to you your ownexpre ssi on, yo ur own i nne rmo sttrembling thought?

Wh at i nc r e d i b l e po we r o fidentif ication the girl had; s hewas like t he eager watcher of amar i o ne t t e s ho w, a nt i c i pa t i ngeach fl i cker o f an e ye li d, e ac hge sture of hi s hand, eac h f li ck of

—¿Soy qué? —exclamó Montag.

Pero lamuchacha había desaparecido,corriendo a la luz de la luna. La puerta dela casa se cerró suavemente.

—¡Feliz! ¡Qué tontería!

Montag dejó de reír.

Met ió l a mano en el guante—cerradura de la puerta y esperó aque le reconocie ra los dedos. Lapuerta se abrió de par en par.

C l a r o q ue s o y f e l i z . P o rs u pu e s t o . ¿No l o s o y a c a s o ?p r e gu nt ó a l a s h ab i t ac i o ne ssi le nc io sas. Se que dó mi rando lar e j i l l a d e l ve n t i l ad o r , e n e lves tí bulo , y re co rdó, de pr onto ,q ue h ab í a a l g o o c u l t o e n l ar e ji l l a, al go que ahor a pare c í amir ar lo Apar tó r ápidame nt e lo sojo s.

Qué enc uentr o extraño en unanoche extraña. No recordaba nadaparecido, salvo aquella tarde, hacíaun año, cuando se había encontradocon un viejo en el parque, y tuvieron___ aquella conversación...

Montag sacudió la cabeza. Miról a par e d de snuda. El r o s tr o deClar is s e e st aba al l í, re alme nt ehermoso en el recuerdo, asombrosode veras. Era un rostro muy tenue,c omo l a e s fe r a de un r e lo j it ovis l umbrado débi l me nte en unahabitación oscura en medio de lanoche, cuando uno se despierta paraver la hora y ve el reloj que le dice auno la hora y el minuto y el segundo,con un silencio blanco, y una luz,con entera certeza, y sabiendo quédebe decir de la noche que se deslizar ápi dament e hac i a una pró ximaoscuridad, pero también hacia unnuevo sol.

—¿Qué pasa? —preguntó Montagcomo si estuviese hablándole a eseotro yo, a ese idiota subconscienteque balbucea a veces separado de lavol unt ad, l a c os t umbr e y l aconciencia.

Mi r ó o t r a ve z l a par e d. Quépareci do a un espejo, tambié n, eserostro . Imposible , ¿pues a c uántosc ono ce s que r ef le j en tu pr o pi aluz? La gente es más a menudo —buscó un sími l y lo e ncontró en sutrabajo — una anto rcha que ardehast a apagars e . ¿Cuánt as ve c e sl a ge nt e t oma y t e de vue l ve t up r o pi a e x p r e s i ó n , t us m á se s c o n d i d o s y t e m b l o r o s o spe ns ami e nt o s ?

Qué i nc re íble poder deidentificación tenía la muchacha. Eracomo esa sil enciosa espectadora deun teatro de títe res que ant icipa,antes de que aparezcan en escena, eltemblor de las pestañas la agitación

—¿Que si soy qué? —replicó él—.

Pero ella se había marchado, corriendobajo el claro de luna. La puerta de la casase cerró con suavidad.

—¡Feliz! ¡Menuda tontería!

Montag dejó de reír.

Metió la mano en el agujero en formade guante de su puerta principal y ledejó percibir su tacto. La puert a, sedeslizó hasta quedar abierta.

«C la ro que soy f el iz . ¿Qué cr eee sa mucha cha ? ¿Q ué no lo soy?»,pr e gu nt ó a l a s s i l e nc ios a sha bi t a c ione s . Se inmoviliz ó c on lam ir ada le va ntada ha ci a la r ej a de lventilador del vestíbulo, y, de pronto,re cor dó que a lgo es taba oculto tr asaquell a re ja, algo que par ecía est arespiándole en aquel momento. Montagse apresuró, a desviar su mirada.

¡ Q u é e x t r a ñ o e n c u e n t r o e nu n a e x t r a ñ a n o c h e ! r e c o r d a b an a d a i g ua l , e xc e p t o u na ta r de ,un a ño a t r á s , e n que s e e nc o nt r óc o n u n v i e j o e n e l p a r q u e ya m b o s h a b la r o n. . .

Montag meneó la cabeza. Miró unapared desnuda. ,rostro de la muchachaestaba allí, verda deramente hermosopor lo que podía re corda r; o m ejordicho, sorprelidente. Tenía un rostromuy delga do, como la esfe ra de unpe que ño r e loj e nt r evi s to e n unaha bit a c ión os c ur a a m e dia noc he ,cua ndo uno se despiert a par a ver lahora y descubre el reloj que le dice lahora, el minuto y el segundo, con unsilencio blanco y un resplandor, llenode seguridad y sabiendo lo que debede c ir de l a noc he que di s cur r evelozmente hacia ulteriores tinieblas,pero que también se mueve hacia unnuevo sol.

—¿Qué? —pre guntó Monta g a suot ra m i t ad, a que l im bé c i ls ubc ons ci e nt e que a ve c es andababa lbuc e a ndo, c omple t a me ntedesligado de su voluntad, su costumbrey su conciencia—.

Volvió a mirar la pared. El rostro deell a también s e pare cía m ucho a unespejo. Imposible, ¿cuánta gente habíaque refractase hacia uno su propia luz?Por lo general, la gente era —Montagbus c ó un sím i l, l o e ncont ró e n s utrabajo — como antorchas, que ardíanhasta consumirse . ¡Cuán pocas veceslos r os t r os de la s ot r as pe r sona scaptaban algo tuyo y te devolvían tupr opia e xpre sión, tus pe ns am ie ntosmás íntimos!

¡Aquella muchacha tenía un increíblepoder de identific ación; era c omo elávi do e spe cta dor de una función demarionetas, previendo cada parpadeo,cada movimiento de una ma no, cadae st re me cimiento de un dedo, un

[¿Que si soy qué?]

Page 8: B’s Farenheit Fahrenheit 451* - Rodriguez Alvareznovelas.rodriguezalvarez.com/pdfs/Bradbury, Ray ''Farenheit 451''-Xx-En-Sp-Sp.pdf2 B’s Farenheit tr. de F. Abelenda tr. de Alfredo

9

B’s Farenheit tr. de F. Abelenda tr. de Alfredo Crespo

5

10

15

20

25

30

35

40

45

50

55

60

65

70

75

a f i nge r, t he mo me nt be fo r e i tbe gan. How lo ng had t hey walkedt oget he r? Thre e mi nut es ? Fi ve ?Yet how large that time seemed now.How i mme ns e a f igure s he waso n the st age be f or e hi m; what as hado w s he t hr e w o n t he wal lwit h he r sl e nde r bo dy! He f el tt hat if his e ye i t ched, she mi ghtbli nk. And if t he mus cl es o f hi sj aws s t r e t c he d i mp e r c e pt i bl y,s he woul d yawn lo ng be fo re hewo ul d.

Why, he t ho ught , no w that Ithink o f i t, she almo st se eme d tobe wait i ng f or me t he re , i n thestreet, sodamnedlateat ni ght…

He opene d t he be dro om doo r.

It was like comi ng into the coldmarbl e d r o o m o f a maus o le umafter the moon had set. Completedarkness, not a hint of t he silverworld outside, the windows tightlyshut , t he c hambe r a t omb-wor ldwhere no sound from the great citycould penetrate. The room was notempty.

He li st ene d.

The l it tl e mo squi to -del ic at edancing hum in the air, the electricalmurmur of a hidden wasp snug in itsspecial pink warm nest. The musicwas almost loud enough so he couldfollow the tune.

He f e lt hi s smi le s li de away,me l t , f o l d o ve r, a nd d o wn o ni ts el f l i ke a tall o w s ki n, li ke thes t u f f o f a f a n t a s t i c c a n dl eb ur n i n g t o o l o ng a nd no wc o ll aps i ng and no w bl o wn out .Darkness . He was no t happy. Hewas not happy. He sai d the wor dsto hi mse lf . He r eco gni ze d t his asthe t rue s tat e o f aff air s . He wo rehi s happiness l ike a mask and t hegi rl had r un off ac ros s t he lawnwi th t he mask and t her e was noway o f go i ng t o kno c k o n he rdo or and ask fo r i t bac k.

Wi tho ut tur ning o n t he light hei magi ne d ho w t his ro o m wo ul dlo ok. His wif e s tr et ched on t hebe d, unc over ed and c ol d, l ike abo dy di spl ayed o n t he l i d of at o mb, he r e ye s f i xe d t o t hec e il i ng by i nvi s i bl e t hr e ads o fst eel , i mmo vable. And in her earsthe l it tle Se as hel ls, t he thi mbler a di o s t amp e d t i ght , a nd ane l e c t r o ni c o c ean o f s o und, o fmusic and tal k and musi c and talkcomi ng in, coming in on the s horeof her unsle eping mi nd. The r oomwas i nde ed e mpt y. Eve r y nightthe waves c ame i n and bore herof f o n the ir gre at ti des of s ound,f lo at ing her, wi de- eyed, t owar dmo rni ng. Ther e had bee n no nightin the las t t wo ye ars that Mi ldr edhad no t s wum t hat s ea, had no tgl adl y go ne do wn i n i t f o r t he

de las manos, el estremecimiento delos dedos. ¿Cuánto tiempo habíancaminado? ¿Tres minutos ¿Cinco?Qué largo sin embargo parecía esetiempo ahora. Qué inmensa la figurade la muchacha en la escena, anteél. Yel cuerpo delgado, ¡qué sombraar ro jaba s obre el muro! Mo nt agsintió que si a él le picaba un ojo, lamuchacha comenzaría a parpadear.Y que si se le movían ligeramentel as mandíbulas , l a muchachabostezaría antes que él.

Pero cómo, se dijo, ahora que lopienso casi parecía que me estabae spe rando en la es qui na, tancondenadamente tarde _____...

Abrió la puerta del dormitorio.

Era como entrar en la cámara fríay marmórea de un mausoleo cuandoya se ha puesto la luna. Oscuridadcompleta; ni un solo rayo del plateadomundo exter ior ; l as ventanasherméticamente cerradas; un universosepulcral donde no penetraban losruidos de la ciudad. El cuarto no estabavacío.

Escuchó.

El baile delicado de un mosquitozumbaba en el aire ; e l e léc tri comurmullo de una avispa animaba elnido tibio, de un raro color rosado. Lamúsica se oía casi claramente.

Montag podía seguir la melodía.

Sintió de pronto que la sonrisa se leborraba, se fundía, se doblaba sobre símisma como una cáscara blanda, comola cera de un cirio fantástico que haardido demasiado tiempo, y ahora seapaga, y ahora se derrumba.Oscuridad. No era fe liz. N o e r af e l i z . Se lo dijo a sí mismo ______.______ Lo r ec o n o c i ó ____ __ ____ __ ______ _______ . Ha bí a llevadosu felicidad como u na m ás c a r a , yla muchac ha había huido _______c o n l a má s c a r a y é l n o po dí ai r a g o l p e a r l e l a p u e r t a ype dí r s e l a_______.

Sin encender la luz imaginó elas pec t o de l c uar to . Su muj e restirada en la cama, descubierta yfr ía, co mo un c ue rpo e xt endi dosobre la tapa de un ataúd, con losojos inmóviles, fijos en el cielo rasopor invisibles hilos de acero. Y enl as o r e j as , muy ade nt r o , l o scaracolitos, las radios de dedal, y uno cé ano el e ct r óni c o de s oni do ,música y charla y música y música ycharla, que golpeaba y golpeaba lacosta de aquella mente en vela. Elcuar to es taba en r eal idad vací o.Todas las noches entraban las olas,y sus grandes mareas de so ni dollevaban a Mildred flotando y conlos ojos abiertos hacia la mañana.No había pasado una sola noche ene st os do s úl t imos año s s in queMildred no se hubiese bañado en eseocéano, no se hubiese sumergido en

mome nto ante s de que s uc edie se .¿Cuánto rato habían caminado juntos?¿Tres minutos? ¿Cinco? Sin embargo,ahora le parecía un rato interminable.¡Qué inmensa figur a tenía ella en elescenario que se extendía ante sus ojos!¡Qué sombra producía en la pared consu esbelto cuerpo! Montag se dio cuentade que, s i l e pic as en los ojos, el laPestañearía. Y de que si los músculos desus mandíbulas se tensaranimperceptiblemente, ella bostezaría muchoantes de que lo hiciera él.

«Pero —pensó Montag—, ahora quecaigo e n ello, la c hica parecía estares per ándome al lí, en la ca lle , t anavanzada hora de la noche ... »

Montag abrió la puerta del dormitorio.

Era como entrar en la fría sala de unmausoleo des, pués de haberse puesto laluna. Oscuridad completa, ni un atisbodel pla te ado mundo exte rior ; la sventa na s he rm ét ic am ente c er ra da sconvertían la habitación en un mundo deultratumba en el que no podía penetrarningún r uido de la gr an ciudad. Lahabitación no estaba vacía.

Montag escuchó.

El del ic ado zumbido en e l ai re ,se me ja nt e al de un m os quito, e lmurmullo eléctrico de una avispa ocultae n s u c á l ido nido __________. Lamúsica era casi lo bastante fuerte paraque él pudiese s eguir la tonada.

Montag sintió que s u s onr is adesaparecía, se fundía, era absorbidapor su cuerpo como una corteza de sebo,como el material de una vela fantásticaque hubiese ardido demasiado tiempopar a a c a ba r de rr umbá ndos e yapagándose. Oscuridad. N o se sentíaf el i z. No er a f e li z . Pronunc ió la spalabras para sí mismo. Reconocía queés te e ra e l ve rdadero est ado de s usasuntos. Llevaba su felicidad como unam ás c ar a , y l a m ucha cha s e ha bíama rchado c on su ca ret a y no habíamedio de ir hasta su puerta y pedir quese la devolviera.

S in e n c e n de r l a lu z , M on ta gi m a gi nó q ué a s p e c to t e n dr í a l aha bi t a c ión. Su e s pos a t e ndida e nla ca m a , de sc ubie r t a y f r í a , c om oun cue r po e xpue s to en e l borde del a tu m ba , s u m i r a d a f i j a e n e lt e c ho m e dia nte invi s ibl e s hi los dea c e r o , i n a m o v i b l e s . Y e n s u sor e ja s l a s dim inuta s c onc ha s, l a sr a dios c om o de da le s f ue r t e m e ntea p r e t a d a s , y u n o c é a n oe le c t r óni c o de s onido, de m ús ic ay pala br a s , a f luye ndo s in c es a r al a s pl a ya s de s u c e r e br o de s pier to .D e s de lue go la ha bi t a c ión e s t a bava c ía noc he, l a s ol a s l le ga ba n y s el a ll e va ba n c on 51 gr a n m a r ea des onido, f l ot a ndo, oj i a bi e r t a ha c i al a m a ñ a n a e n q u e M i l d r e d n oh u b i e s e n a v e g a d o p o r a q u e lm a r , n o s e h u b i e s e a d e n t r a d oe s p o n t á n e a m e n t e p o r t e r c e r a

X

X

X

X

X

Page 9: B’s Farenheit Fahrenheit 451* - Rodriguez Alvareznovelas.rodriguezalvarez.com/pdfs/Bradbury, Ray ''Farenheit 451''-Xx-En-Sp-Sp.pdf2 B’s Farenheit tr. de F. Abelenda tr. de Alfredo

10

B’s Farenheit tr. de F. Abelenda tr. de Alfredo Crespo

5

10

15

20

25

30

35

40

45

50

55

60

65

70

75

thir d t ime.

The room was cold but nonethelesshe felt he could not breathe. He didnot wish to open the curtains and openthe french windows, for he di d notwant the mo on to co me int o t hero om. So , wi th the fe el ing of aman who wi ll di e i n t he ne xt ho urf or l ack of ai r, he f el t hi s wayt o war d his o pe n, s e par at e , andthere for e c old be d.

An instant bef or e his foo t hitthe o bj ect on the flo or he knewhe would hi t s uc h an o bje ct . Itwas not unlike the fe el ing he hade xpe ri e nc e d bef or e t urni ng theco rner and al mo st knoc ki ng t hegi r l do wn. Hi s f o o t , s e ndi ngvibrati o ns ahe ad, r ec ei ved bac kechoe s of the small barrier acrossit s path e ven as the f oo t s wung.Hi s f oot kicked. The o bj ect gavea dul l c l i nk an d s l i d o f f i ndarkne ss .

He s t o o d ve r y s t r a i gh t a ndli ste ned to the per son on the darkbe d in the co mple tel y fe aturele ssni ght . The br eat h coming o ut ofthe no str ils was so fai nt i t s tirr edonly the f urt hes t fri nge s o f lif e,a s mal l l e af , a blac k f eat he r, asi ngl e f ibr e of hai r.

He s ti ll did not want outs ideli ght. He pul le d o ut his igni te r,fe lt the s alamande r e tc hed on i tssi lver dis c, gave it a f lic k…

Two moonsto nes l ooked up athim in the light of his smal l hand-hel d fi re ; t wo pal e moo ns to ne sburie d i n a c ree k o f c le ar wat erover whi ch the l ife of t he wor ldran, no t t ouc hing the m.

“Mi l dr e d!”

He r f ac e was l ike a sno w-c over e d is land upo n whic h r ai nmight fall; but it felt no rain; overwhi ch c l o uds mi ght pas s the i rmoving shadows, but she felt noshadow. There was only the singingof the thimble-wasps in her tamped-shut ears, and her eyes all glass, andbre at h go ing i n and o ut , so ft ly,faintly, in and out of her nostrils,and her not caring whether it cameor went, went or came.

The object he had sent tumblingwith his foot now glinted under theedge o f his o wn bed. The s mallcrystal bottle of sleeping-t abletswhich earlier today had been filledwith thirty capsules and which nowl ay unc appe d and e mpt y i n t helight of the tiny flare.

As he st ood ther e t he sky overthe house scr eamed. Ther e was atr eme ndous ri ppi ng so und as ift wo g i a nt han ds ha d t o r n t e nt ho us and mi l e s o f bl ac k l i ne ndo wn the seam. Mo ntag was c ut

él, alegremente, hasta tres veces.

Hacía frío en el cuarto, pero sinembargo Montag sentía que no podíarespirar. No quería abrir las cortinasni l a vent ana bal có n, pue s nodeseaba que la luna entrara en elcuarto. De modo que, sintiéndosecomo un hombre que va a morir enla próxima hora por falta de aire, seencami nó hacia su cama abiert a,vacía, y por lo tanto helada.

Un instante antes de golpear conel pie el objeto caído en el piso,Montag ya sabía que iba a golpearlo.Fue al go s imil ar a l o que habí asentido antes de doblar la esquina yderribar casi a la muchacha. El piee nvió hac ia ade lant e ci er tasvi br ac io ne s, y, mi entras s ebalance aba en el aire , r eci bi ó l ose c o s d e un a me n ud a ba r r e r a.El pie tropezó. El objeto emitió uns onido apagado y re sbaló en l aoscuridad.

Montag se quedó inmóvil y tieso,y escuchó a la mujer acostada en lacama oscura, envuelta por aquellanoche totalmente uniforme. El aireque salía de la nariz era tan débil quemo vía solamente l os flec os máslejanos de la existencia, tina hojita,una pluma oscura, un solo cabello.

Montag no deseaba, ni aún ahora,la luz de afuera. Sacó su encendedor,tocó la salamandra grabada en el discode plata, la apretó...

A la luz de la llamita, dos piedrasl unare s mi rar on a Mo nt ag, do spálidas piedras lunares en el fondode un arroyo de agua clara sobre elque corría la vida del mundo, sintocar las piedras...

—¡Mildred!

El rostro de Mildred era como unaisla cubierta de nieve donde podíacaer la lluvia, pero que no sentía lal luvia; do nde las nube s po díanpasear sus móviles sombras, peroque no sentía la sombra. Era sólo esamúsica de avispas diminutas en losoídos herméticamente cerrados, yunos ojos de vidrio, y el débil alientoque le salía y entraba por la nariz.Ya ella no le importaba si el alientovenía o se iba, se iba o venía.

El o bj e to que Mo ntag habí aempujado con el pie brillaba ahorabajo el borde de su propia cama. Erael frasco de tabletas de dormir quehoy temprano había contenido unatreintena de cáps ulas y que yacíadestapado y vacío a la luz de la llamadiminuta.

Mientras Montag estaba allí, depie, el cielo chilló sobre la casa. Fueu n t r e m e nd o r as g u i do , c omos i l as m ano s de un gi ga nt ehub i e s e n d e sgarr ado die zkilómetros de lienzo. Montag sintió

v e z

La habitación era fresca; sin embargo,Montag sin— que no podía respirar. Noquería correr las c ortinas y abrir losventanales, porque no deseaba que laluna penet ra ra e n el c ua rto. P or lotanto, con la sensación de un hombre queha de morir en menos de una hora, porfalta de aire que respirar, se dirigió atientas hacia su cama abierta, separaday, en consecuencia fría.

Un momento antes de que su pietropezara con el objeto que había ene l sue l o , advi r t i ó l o que iba aocurrir. Se asemejaba a la sensaciónque había experimentado antes dedoblar la esquina y atropellar casia la muc hacha. Su pie, al e nvi arvi br ac iones haci a del ante, habíare cibido lo s e cos de la pe que ñabarrera que se cruzaba en su caminoantes de que llegara a alcanzarlo. Elobjeto produjo un tintineo sordo yse deslizó en la oscuridad.

Montag permaneció muy erguido,atento a cualquier sonido de la personaque ocupaba la oscura cama en laoscuridad totalmente impenetrable. Larespiración que surgía por la narizera tandébil que sólo afectaba a las formas mássuperficiales de vida, una diminuta hoja,una pluma negra, una fibra de cabello.

Montag seguía sin desear una luzexterior.Sacó su encendedor, oyó que lasalamandra rascaba en el disco de plata,produjo un chasquido...

Do s peque ñas lunas l e mir ar ona l a luz de l a ll ami ta; do s lunaspáli das , hundi das e n un ar ro yod e ag ua c l a r a , s o br e l a s qu epas ab a l a vi da de l mundo , s i nalc anzar l as .

—¡Mildred!

El rostro de ella era como unaisla cubierta de nieve sobre la quepo dí a c aer l a ll uvi a s i n c aus arningún efecto; sobre la que podíanpasar las movibles sombras de lasnubes, sin causarle ningún efecto.Sólo había el canto de las diminutasradios en sus orejas herméticamentetaponadas, y su mirada vidriosa, ysu respiración suave, débil ______,y s u i ndi fe r e nc i a hac i a l o smovimientos de Montag.

El objet o que él había enviadoa rodar co n e l r esplande ció bajoe l bo rde de su pro pi a c ama. Labo te ll it a de c ri st al pre vi amentel l ena c on t r ei nt a pí l dor as par ado r mi r y que , a ho r a, apa r e c í ade st apada y vací a a l a luz de suencendedo r.

Mientras permanecía inmóvil, el cieloque seextendíasobrelacasaempezó aaullar.Se produjo un sonido des garrador ,como si dos manos gigantes hubiesendesgarrado por la costura veinte milkilómetros de tela negra. Montag se

X

X

X

X

Page 10: B’s Farenheit Fahrenheit 451* - Rodriguez Alvareznovelas.rodriguezalvarez.com/pdfs/Bradbury, Ray ''Farenheit 451''-Xx-En-Sp-Sp.pdf2 B’s Farenheit tr. de F. Abelenda tr. de Alfredo

11

B’s Farenheit tr. de F. Abelenda tr. de Alfredo Crespo

5

10

15

20

25

30

35

40

45

50

55

60

65

70

75

in half . He f elt his che st choppeddo wn and s pl i t apar t . The j e t -bo mbs go i ng o ve r, go i ng ove r,go ing ove r, o ne t wo, one two, o netwo, s ix of t hem, ni ne of t he m,twelve of the m, one and one andone and another and anot he r andanother, di d all the sc reaming f orhim. He ope ne d hi s o wn mo ut hand l et t he ir s hr ie k co me downand o ut bet we en his bare d t eet h.The house sho ok. The flare we ntout i n his hand. The moo ns tonesvanis he d. He fe lt his hand pl ungeto war d t he te lephone.

The j et s were go ne . He f el t hisl i ps mo ve , br us h i n g t hemo ut h pi e c e o f t h e p ho n e .“Emer gency ho spi tal .” A ter riblewhi sper.

He fe lt that the s tar s had be enpul ve ri ze d by t he s ound o f thebl ack j ets and t hat i n t he mo rni ngt he e ar t h wo u l d b e c o ve r e dw i t h d u s t l i k e as t r a n g e s n o w. Th a t wa s hisi di o t t h o u gh t a s h e s t o o ds hi ver i ng in the dark, and let his lipsgo on moving and moving.[21]

* * *

The y had t his mac hi ne . The yhad t wo machi nes , r eal ly. One ofthe m sl id do wn i nto your stomachl i ke a bl a c k c o b r a do wn anec hoi ng we ll loo king f or al l t heo l d wat e r and t h e o l d t i megat he re d the r e. It drank up thegr ee n matt er t hat f lo we d to t heto p i n a s low bo il. Di d i t dri nk ofthe dar kne ss? Did it suck out allthe pois ons accumul ate d wit h t heye ar s? It fe d in s il ence wit h ano c c as i o nal s o un d o f i nn e rsuffo cat io n and bli nd se arc hing.It had an Eye . The i mpe r s o nalope rato r of the machi ne co uld, bywe ari ng a spe ci al opt ic al hel me t,gaze int o the so ul of the pers onwhom he was pumping out. Whatdi d t he Eye s ee? He di d not say.He saw but di d not se e what t heEye saw. The enti re o perat ion wasno t unl ike the digging o f a t renchin one’s yard. The wo man o n t hebe d was no mo r e t ha n a ha r ds t r at um o f ma r bl e t he y h adr eac hed. Go o n, anyway, s ho vet h e b o r e do wn, s l us h u p t heempti nes s, if such a t hi ng couldbe br ought out i n the throb o f t hesuc tion s nake. The operat or st oods mo king a c igare t te . The o t he rmachi ne was working to o.

Th e o t he r m ac hi n e waso p e r at e d b y an e qu al l yi m pe r s o nal f e l l o w i n no n-st ainable reddish-br own ove rall s.This machine pumped all of t hebl ood fro m the body and re plac edit wi th fre sh bl ood and s erum.

“Go t t o c l e an ‘e m o ut bo t hway s , ” s ai d t h e o p e r a t o r ,

como si lo hubiesen partido en dos,de arriba abajo. Los bombarderos der eac ci ó n pas aban al l á arr i ba,pasaban, pasaban, uno dos, uno dos,seis aparatos, nueve aparatos, doceaparatos, uno y uno y uno y otro yotro y otro , y le gri taban a él, aMontag. Abrió la bo ca y dejó quee l c hi l l i do d e l a s t ur bi nas l ee ntr ar a y s ali e r a po r ent r e l o s_____ dientes. La casa se sacudió.La llama se l e apagó en la mano.Las pi e d r as l u nar e s s edes vanec ieron. Mont ag si ntió quesu mano se ac ercaba al t eléfo no.

Los avi one s s e habí an i do .Montag sintió que movía los labiosrozando la embocadura del teléfono.

—Hospital de emergencia.Un terrible suspiro.

Montag sintió que las estrellashabían s ido pulveri zadas po r l asnegras turbinas y que a la mañanasiguiente la tierra estaría cubiertapor el polvo de esos astros, comouna ni e ve ext raña. Eso pe nsó ,tontamente, mientras estaba allí, depie, estremeciéndose en la sombra,y movía y movía los labios.

Te n í an e s a má qui na . Te n í ando s má qui n as r e al me nt e . U nad e e l l a s s e i nt r o d u c í a e n e le st ó mago c o mo una c obr a ne gr ae n bus c a de l as vi ej as aguas ye l vi e j o t i e m p o a l l ía c um u l a d o s . La máquina bebíaaquella materia verde que subía conun pausado burbujeo. ¿Bebía tambiénla osc uri dad? ¿Ext raí a t odo s l osvenenos depositados alolargo de losaños?La máquina se alimentaba en sile ncio,y de cuando e n cuando dejaba oírunsonidodesofocación y búsqueda a ciegas.Te nía un Ojo . El i mper s o nalo pe rado r po dí a, c o n un c a s c oópt ico es pecial, observar el almade l a pe r s o na a qui e n e s t ababombeando. ¿Qué ve ía e l Oj o? Elope rador no lo decí a. El operadorveía, per o no lo mismo que el Ojo.La o pe r a c i ó n no d e j aba depar ecers e a una excavación en elj ar dí n. La muje r te nd i da e n l ac ama no e r a más q ue un dur oe s t r a t o de má r mo l r e c i é ndescubierto. Adelante, de cualquiermodo; afuera con el aburrimiento,saquen la vaciedad, si las pulsacionesde la serpient e as pirante puedenextraer es as cos as . El ope rado rf umaba un ci gar r i ll o . La o tr amáquina también funcionaba.

La otra máquina, manejada porun hombre igualmente impersonalcon un traje de faena castaño rojizoa prueba de manchas. Esta máquinabombeaba y extraía la sangre delcuerpo y la reemplazaba con sueroy sangre nueva.

—Hay que limpiarlos de las dosformas —dijo el operador inclinado

sintió partido en dos. Le pareció quesu pecho se hundía y se desgarraba.— Las bombas cohetes siguieronpasando, pas ando , una, dos , unados, seis de ellas , nueve de ellas,doce de ellas, una y una y otra yotra lanzaron sus aullidos por él.Montag abrió la boca y dejó que elchillido penetrara y volviera a salirentre sus dientes descubiertos. Lacasa se estremeció El encendedor seapagó e n s us mano s. Las do spe queñas lunas de s apar e c i er o n.Mo nt ag s i nt i ó que s u mano s eprecipitaba hac ia el teléfono.

Los cohetes habían desaparecido.Montag sintió que sus labios se movían,rozabanelmicrófonodel aparatotelefónico.

—Hospital de urgencia.Un susurro terrible.

Montag sintió que las estrellas habíansido pulverizadas por el sonido de losnegros reactores, y que, la mañana, latierra estaríacubiertaconsupolvo,comosi se tratara de una extraña nieve. Aquélfue el absurdo pensamiento que se leocurrió mientras se estremecía, laoscuridad, mientras sus labios seguíanmoviéndose.

Te nían aque l l a máqui na. Enrealidad, tenían dos. Una de ellass e des l i zaba has t a e l e s tó magocomo una cobra negra que bajarapo r un po zo e n bus c a de aguaant igua y de l t i empo anti guore unidos allí . Be bía la sus tanc iaverduzca que subía a la superficieen un l ent o her vi r. ¿Bebí a de lao sc ur idad? ¿Abso rbía to do s lo svenenos acumulados por los años?Se alimentaba en silencio, con unocasional sonido de asfixia internay ciega búsqueda. Aquello tenía unOjo. El impasibl e oper ario de lamáquina podía, poniéndose un cascoóptico especial, atisbar en el alma dela persona a quien estaba analizando.¿Qué veí a el Ojo ? No lo decí a.Montag veía, aunque sin ver, lo queel Oj o e st aba vi endo. To da laoperación guardaba cierta semejanzacon la excavación de una zanja en elpatio de su propia casa. La mujer queyacía en la cama no era más que unduro estrato de mármol al que habíanllegado. De todos modos, adelante,hundamos más el taladro, extraigamosel vacío, si es que podía sacarse elvacío me diante la succi ón de laserpiente. El ope rario fumaba uncigarrillo. La otra máquina funcionabatambién.

L a ma n e j a b a u n i n d i vi d u oi gu al me nt e i mpas i bl e , ve s t i doc o n u n mo n o de c o l o r pa r d or o j i z o . E s t a m áq ui na e x t r a í at o d a l a s a n g r e d e l c u e r p o yl a s u s t i t u í a p o r s a n g r en u e va y s u e r o .

—Hemos de limpiamos de ambasmaner as —di j o e l o pe r ar i o ,

bared al descubierto

Page 11: B’s Farenheit Fahrenheit 451* - Rodriguez Alvareznovelas.rodriguezalvarez.com/pdfs/Bradbury, Ray ''Farenheit 451''-Xx-En-Sp-Sp.pdf2 B’s Farenheit tr. de F. Abelenda tr. de Alfredo

12

B’s Farenheit tr. de F. Abelenda tr. de Alfredo Crespo

5

10

15

20

25

30

35

40

45

50

55

60

65

70

75

s tandi ng o ver the si l ent wo man.“No us e ge t ti ng t he st o mac h i fyou don’t c l ean the blo od. Le avet hat s tuf f i n the blo o d and t heb l o o d h i t s t h e b r ai n l i k e am al l e t , ba n g, a c o up l e o ft h o us and t i me s an d t he br a i nj us t gi ves up, j us t quit s .”

“Stop i t!” said Mo ntag.

“I was j us t s ayi n’,” s aid t heope rato r.

“Are yo u done ?” said Mo ntag.

They shut the machines up t ight.“We ’ r e d o n e .” H i s an ge r di dn o t e ve n t o u c h t h e m . T h e ys t o o d wi t h t he c i gar e t t e s mo kec ur l i ng a r o und t he i r no s e s andi nt o t he i r e ye s wi t ho ut m aki ngt h e m bl i nk o r s qui nt . “That ’sf i f t y b uc ks .”

“Fir st , why don’t yo u t el l meif she’l l be all ri ght ?”

“Sure , she’ll be O.K. We go tal l t he me an s tuf f ri ght i n o ursuitc as e here , i t can’t get at herno w. As I sai d, you take out t heol d and put i n the ne w and yo u’reO.K.”

“Ne i t he r o f y o u i s an M.D.Why di dn’t t he y s e nd an M.D.fr om Eme rge ncy?”

“He l l ! “ t he o pe r at o r ’sc igar et te mo ve d on hi s li ps . “Wege t t he s e c as e s ni ne o r t e n ani ght . Go t s o many, s tar t i ng af e w y e a r s a go , we ha d t h es pe ci al mac hi nes buil t. Wi t h theo pt i cal l e ns, of co urs e , t hat wasne w; t he r e s t i s a nc i e nt . Yo udo n’t ne e d an M.D. , c as e l i ket hi s ; a l l y o u n e e d i s t wohandyme n, cl ean up t he pr o bl e mi n h al f a n ho u r. L o o k ” — hes t a r t e d f o r t h e d o o r — “wego t ta go . J us t had ano t he r c al lo n t h e o l d e a r - t h i m bl e . Te nblo cks f ro m her e. So me one e ls ej u s t j u mp e d o f f t he c ap o f ap i l l b o x. C a l l i f y o u n e e d u sagain. Ke e p he r quie t . We go t ac o n t r a- s e dat i ve i n he r. She ’l lwake up hungr y. So lo ng.”

An d t he me n wi t h t heci gar et tes in thei r s traight- linedmo uths, the men wit h t he eyes ofpuff-adder s , to ok up thei r lo adof machi ne and tube, t heir case ofl iqui d me l anchol y and t he s lo wdark s l udge of name l e ss s t uf f ,and s tr oll ed out the doo r.

Montag sank down into a chairand looked at this woman. Her eyeswere closed now, gently, and he putout his hand to f eel the warmnessof breath on his palm.

“Mildre d,” he s aid, at las t.

sobre la mujer s ilenciosa —. Denada sirve limpiar el estómago si nose hace lo mismo con la sangre. Dejaus ted esa cos a e n l a sangr e y lasangre golpea el cerebro como unamaza, bam, un par de miles de veces,y el cerebro deja de funcionar, separa, renuncia .

—¡Basta! —dijo Montag.

—Sólo le estaba explicando —dijo el operador.

—¿Han terminado? —dijo Montag.

Los hombres cerraron las máquinas.—He mo s te rminado . —La ir a

d e Mo nt ag n o ha bí a l l e g ad ohasta e llo s. All í se que dar on, c one l ci garr il l o que le s l le naba dehumo la nari z y l os o jo s , y si npe s t añe a r o f r unc i r l a c ar a.—Son c incuenta dól ar es .

—¿Por qué no me dicen primerosi se salvará?

—Seguro, quedará perfectamente.Te ne m o s t o da l a c o s a e n l abo t e l l a y ya no pue de hac e r l edaño . Co mo l e di je , s e sac a l avi e j a, se po ne l a nue va, y unoqueda perf ect ament e.

—Ninguno de ustedes es médico.¿Por qué el hospital no ha enviadoun médico?

—Diabl os. —El cigarril lo delho mbr e se mo vió so bre el labioinferior — Tenemos nueve o diezcasos como este por noche. Tenemostantos, desde hace unos pocos años,que hubo que i nve nt ar e s tasmáquinas especiales. Con la lenteópt ica, naturalment e; el resto esantiguo. No es necesario un médicopar a e s to s c aso s ; bas t an do sayudantes; lo arreglan todo en mediahor a. Mir e —el hombre se al ejóhaci a l a puert a —, te ne mos queir no s. Ac abamo s de rec ibir ot rallamada por la vieja radio de dedal.Adiez calles de aquí. Algún otro ques e ha t r agado to da una c aj a depíldoras. Si nos necesita, vuelva al lamar no s. Dé je l a tr anqui l a. Lehemos dado un ant is edat ivo. Sedespertará con hambre. Adiós.

Y l o s h o m b r e s c o nc i gar r i l l o s e n las bo c as r e c t as ,l o s ho mbr e s c o n o j o s de bo r l ade po l vo s , r ecogieron su carga demáqui nas y tubos, la bo tel la demelancolía líquida, y el lodo lento yoscuro de aquella cosa sin nombre, yse fueron trotando hacia la puerta.

Montag se dejó caer en una sillay mi ró a l a muje r. La muje rentornaba ahora los ojos, y Montage xt endi ó la mano par a se nt ir l atibieza del aliento en la palma.

—Mildred —dijo al fin.

inclinándose sobre la s ile ncio samujer—. Es inútil lavar el estómagosi no se lava la sangre. Si se dejaes a sust anci a en l a sangre , és tagolpea el cerebro con la fuerza deun mazo, mil, dos mil veces, hastaque el cerebro ya no puede más yse apaga.

—¡Deténganse! —exclamó Montag—.

—Es lo que iba a decir —dijo eloperario—.

—¿Han terminado?

Los hombres empaquetaron lasmáquinas.

—Estamos listos..La cólera de Montag ni siquiera les

afectó. Permanecieron conel cigarrillo enloslabios,sinque elhumo que penetrabaensu nariz ysus ojos les hicieraparpadear.

—Serán cincuenta dólares.

—Ante todo, ¿por qué no me dicensisanará?

—¡Cl ar o que se c urar á! No sl le vamo s t odo e l ve; no en es amal e t a y, aho r a, ya no pue deafectarle. como he dicho, se sacalo viejo, se pone lo nuevo y quedan mejor que nunca.

— N i n g u n o d e u s t e d e s e sm é d i c o . ¿ P o r q u é n o h a ne n vi a do un o ?

—¡Diablo! —El ci gar ril lo deloperario se mo vi ó s us labios —.Tenemos nueve o diez casos como ésecada noche. Tantos que hace unoscuantos años tuvimos que construirestas máquinas especiales. Con lenteóptic a, cl aro es tá, re sultan unanovedad, el re es viejo. En un caso asíno hace falta doctor; lo único que serequiere son dos operarios hábiles yliquidar e1 problema en media hora.Bueno —se dirigió hacia! puerta—,hemos de irnos. Acabamos de recibirot ra llamada en nue str a radioauric ular. A die z manzanas aquí.Alguien se ha zampado una caja depíldoras, si vuelve a necesitamos,ll áme nos . P roc ur e que su espe rmanezca qui et a. Le hemosinyectado un antisedante, Se levantarábastante hambrienta. Hasta la vista.

Ylos hombres, con los cigarrillos ensus rectilíneas bocas,___________ ____________ _________ ________ ____ _ __________ cogieron _______ lam áq ui na y e l t ub o , c a j a d emelancolía líquida _________________ __ _ _ _ __ __ _______ _ ______ ______ y traspasaronla puerta.

Montag se dejó caer en una sillay contempló mujer. Ahora tenía losoj os ce rrados , apaciblemente élalargó una mano para sentir en lapalma la tibieza la respiración.

—Mildred —dijo por fin—.

X

X

X

Page 12: B’s Farenheit Fahrenheit 451* - Rodriguez Alvareznovelas.rodriguezalvarez.com/pdfs/Bradbury, Ray ''Farenheit 451''-Xx-En-Sp-Sp.pdf2 B’s Farenheit tr. de F. Abelenda tr. de Alfredo

13

B’s Farenheit tr. de F. Abelenda tr. de Alfredo Crespo

5

10

15

20

25

30

35

40

45

50

55

60

65

70

75

Ther e are to o many of us , hethought . Ther e are bi ll ions o f usan d t hat ’s t o o m any. N o bo dyknows anyo ne. Str anger s co meand vio lat e you. Strange rs co meand c ut yo ur he art out. St range rsco me and take yo ur blo od. Go odGo d, who we r e t h o s e m e n? Ine ver saw t hem bef ore in my life !

Half an ho ur passe d.

The blo odst ream in this womanwas ne w and it se e me d t o havedo ne a ne w t hi ng t o he r. H e rc hee ks we r e ve r y pi nk and he rli ps we re ve ry fr esh and ful l ofco lour and they lo oke d s of t andr el axed. So me one el s e ’s blo o dt he r e . I f o nl y s o me o ne e l s e ’sf le s h and br ain and memo ry. Ifo nl y t hey co uld have taken he rmi nd along to the dr y- cle aner ’san d e mpt i e d t h e po c ke t s a nds t e am e d and c l e a ns e d i t a ndre bl o cke d i t and br ought it backin the morning. If onl y…

He go t up and put bac k t hecurtains and ope ne d t he wi ndo wswi de to le t t he ni ght air in. It wastwo o ’c loc k i n t he mo rni ng. Wasi t o nl y an ho ur ago , Cl ar i s s eMc Cle llan in the st ree t, and himco ming i n, and t he dar k roo m andhi s f oot kicking the l itt le cr yst albo t t l e ? Onl y an h o ur, but t hewo r l d h ad me l t e d d o wn a ndsprung up in a new and co lourle ssfor m.

La ugh t e r bl e w ac r o s s t hemo o n- c o l o ur e d l awn f r o m t heho use of Clar iss e and he r f atherand mo the r and t he unc l e whos m i l e d s o q ui e t l y a nd s oe a r ne s t l y. Abo ve al l , t he i rlaught er was r elaxe d and he ar tyan d n o t f o r c e d i n a ny wa y,co ming f rom the house that wasso bri ght ly l it this late at nightwhil e all the other ho us es we reke pt t o themse lve s in dar knes s.Mo ntag heard the vo ice s tal king,t al ki ng, talking, giving, t al ki ng,we avi ng, r e we avi ng t he i rhypno tic we b.

Mo ntag moved out t hro ugh t hefr enc h w i ndows and c ros se d t helawn, without even thinking o f i t.He s t o o d o ut s i d e t he t a l ki ngho use in the shado ws, thi nki ng hemi ght even tap o n t hei r doo r andwhispe r, “Let me come in. I won’tsay anything. I just want t o l iste n.What is it yo u’r e s aying?”

But i ns t e ad he s t o o d t he r e ,ve r y c o l d, hi s f ac e a mas k o fi c e , l i s t e ning t o a man’s vo i c e( t he unc l e ?) mo vi ng al o ng at ane as y pac e :

“Well , aft er al l, thi s is the ageo f t he di s po s abl e ti s s ue . Bl o wyo ur nos e on a pers on, wad the m,f l us h t he m away, r e ac h f o r

So mos de mas iado s , pens ó .So mos bi l l o ne s , y e so e sdemasiado. Nadie conoce, a nadie.Gente e xtr aña s e t e me t e e n l ac as a. Ge nt e e xt r aña t e ar ranc ae l c o r a zó n. Ge nt e e xt r añ a t es a c a l a s a n g r e . B u e n D i o s ,¿qui é ne s e r a n e s o s ho mbr e s ?¡No l o s he vi s t o e n mi vi da!

Pasó media hora.

La ______ sangre e n est a m u j e re r a n u e v a y p a r e c í ah a b e r l e he cho al go nue vo . Lasmejillas eran ahora muy rosadas ysuaves y los labios rojos y f re sc os____ _____ ______ _______ _____________ . La s angr e de algúno tr o. Si hubie se s ido l a carne, e lc er e bro y l a me mo r i a de al gúnot ro . Si l e hubi e se n l l e vado l ame nt e a l a l a van de r í a y l ehubie sen vaci ado lo s bol sil los yla hubiesen limpiado con vapor yla hubiesen dobl ado y traído a lamañana siguiente. Si ___. . .

Montag se incorporó y echó a unlado las sábanas y abrió la ventanade par en par par a que entrase elaire de la noche. Eran las dos de lamañana. ¿Clarisse McClellan en lacal le y él de vuelt a en cas a y lahabi t ac ió n o sc ur a y e l pi e quegolpeaba la botellita de cristal sólouna hora antes? Sólo una hora, peroel mundo s e habí a fundido y sehabía alzado otra vez con una formanueva y descolorida.

U n a s r i s i t a s c r u z a r o n e lj ar dí n c o l o r e ad o po r l a l un ade s de l a c as a de Cl ar i s s e y s uspadr e s y e l t í o que s o nr e í a, t ant r anqui l o y t an s e r i o . Aque l l asr i s as , s o br e t o d o , e r an c ál i dasy ac o ge do r as y nada f o r zadas ;y ve n í a n d e u n a c a s a t a nbr i l l ant e me nt e i l umi nada a e s ah o r a d e l a n o c h e e n q ue l a so t r a s c a s a s s e r e c o g e n ao s c ur as e n s í mi s mas . Mo nt ago yó l a s vo c e s q ue ha b l a b an ,h a b l a b a n , h a b l a b a n , d a b a n ,h a bl a b a n , t e j í a n y vo l ví an at e j e r s u t e l a hi pnó t i c a.

Mo nt ag s al i ó po r l a vent anabal có n y cr uzó el j ar dí n, c as i si ndar s e c ue nt a. S e de t uvo e n l as o m br a, a nt e l a c a s a d e l a svo c e s , pe ns an d o qu e po dí al l a ma r a l a p u e r t a y d e c i r :«Dé je nme entr ar. No dir é nada.Quie ro e sc uc har un po co . ¿Quées taban di ci endo ?

Pero se quedó allí, muy frío, conel rostro como una máscara de hieloesc uchando la voz de un hombre( ¿e l t í o ?) que habl abapausadamente:

—Bueno, al fin y al cabo, ésta esla época de los tejidos disponibles.Suénate las narices en una persona,e nsúc i al a, ave rgüé nzal a. Bus c a

«Somos demasiados —pensó—.So mo s mi le s de mil lo ne s, e sexcesi vo. Nadi e c onoc e a nadi e.Llegan u desconocidos y te violan,llegan unos desconocidos desgarranel c or azón. Ll egan uno sdes conoc idos y llevan la sangre.¡Vál game Dio s! ¿Quié ne s so nhombres? ¡Jamás les había visto!»

Transcurrió media hora.

El torrente sanguíneo de aquella mujere r a n u e vo y p ar e c í a h a b e r l ac a m b i a d o . S u s m e j i l l a se s t aban muy s o nr o j ada s Y s usl a b i o s a p a r e c í a n f r e s c o s yl l e n o s d e c o l o r , s uave s ytr anquilo s. Allí había la sangre deot ra per so na. Si hubie ra tambi énla carne, el ce rebro y la memor iade o t r o . . . Si h ubi e s e n po d i dol l e va r s e s u c e r e br o a l al a van de r í a , p ar a va c i a r l e l o sbo l s i l l o s y l i mpi ar l o a f o ndo ,devol vié ndo lo c o mo nuevo a l amañana siguie nte .. . Si _____.. .

Monta g s e l e vantó, de sc or rió la sc or t ina s y abr ió la s ve nta nas de pa re n pa r pa r a de j a r e n t r a r e l a i r en o c tu r n o . Er a n l a s d o s de l amadrugada. ¿Eraposiblequesólohubieratranscurrido unahora desde que encontró a Cla risse McClellan en lacalle, que él había entrado para encontrar la habitaciónoscura, desde que su pie había golpeado la bote llitade c ris ta l ? S ól o u na ho r a , p e r o e lmundo se había der rumbado y vuel toa cons t i tui r s e c on una f or m a nue vae incolora .

De la casa de Clarisse, por encimaM césped iluminado por el claro deluna, llegó el eco de unas risas; la deClarisse, la de sus padres y la del tíoque s onre ía t an s os egado yávidamente. Por encima de todo, susrisas eran tranquilas y vehementes,j amás f or zadas, y pro ce dí an deaque ll a casa t an bri ll ante me nt eil uminada a avanzada ho ra de lanoche, en tanto que todas las demáse st aban c er radas en s í mi smas ,rodeadas de oscuridad. Montag oyólas voces que hablaban, hablaban,te ji endo y vol vi endo a t ej er s uhipnótica tela.

Montag salió po r el ventana¡ yat r ave s ó e l c é s pe d, s i n dar s ecuenta de lo que hacía. Permanecióe n l a s ombr a, f r e nt e a l a c as ai l umi nada, pe ns ando que podí allamar a la pue rta y susurrar:

«Dejadrne pasar. No diré nada.Sólo deseo escuchar. ¿De qué estáishablando?»

Pero, en vez de ello, permanecióinmóvil, muy frío Con e1 rostroconvertido en una máscara de hielo,escuchando una voz de hombre —¿la deltío? — que hablaba con tono sosegado:

—Bueno, al fin y al cabo, éstaes la era del tejido disponible. Daleun bufido a una perso na, atác ala,ahuyé nt ala, lo c al i za o tr a, bufa,

X

X

Page 13: B’s Farenheit Fahrenheit 451* - Rodriguez Alvareznovelas.rodriguezalvarez.com/pdfs/Bradbury, Ray ''Farenheit 451''-Xx-En-Sp-Sp.pdf2 B’s Farenheit tr. de F. Abelenda tr. de Alfredo

14

B’s Farenheit tr. de F. Abelenda tr. de Alfredo Crespo

5

10

15

20

25

30

35

40

45

50

55

60

65

70

75

an o t h e r , b l o w, wad, f l us h.Eve ryone us ing ever yo ne e ls e’sco att ai ls. Ho w are yo u s uppos edto ro ot for the home t eam whenyo u don’t eve n have a pr ogrammeo r kn o w t he na me s ? Fo r t h atmat te r, what co l our je rs eys ar ethey weari ng as the y t ro t o ut onto t he fie ld?”

Montag moved back to his ownho us e , l e f t t h e wi ndo w wi de ,c he c ke d Mi l dr e d, t uc ke d t hec over s abo ut he r c ar e full y, andthen lay down wi th the moonlighto n hi s c hee k- bo ne s and o n t hefrowning ridges i n his brow, withthe moonlight distilled in each eyeto form a silver cataract there.

One d r o p o f r a i n. Cl ar i s s e .An o t h e r d r o p . M i l d r e d . At hi r d. The unc l e . A f o ur t h. Thef i r e t o n i g h t . O n e , C l a r i s s e .Two , M i l dr e d. Th r e e , un c l e .Fo ur, f i r e , One , Mi l dr e d, t wo ,Cl ar i ss e . One , two , t hr e e , f o ur,f i ve , Cl ar i s s e , Mi l dr e d, unc l e ,f i r e , s l e e pi n g - t ab l e t s , m e n ,di s po s abl e t i s s ue , c o at - t ai l s ,b l o w, wa d , f l u s h , C l a r i s s e ,Mi l dr e d, unc l e , f i r e , t ab l e t s ,t i s s ue s , bl o w, wad, f l us h. One ,t wo , t h r e e , o n e , t wo , t h r e e !R a i n . Th e s t o r m . The u n c l el a u g h i n g . Th u n d e r f a l l i n gdo wn s t ai r s . Th e wh o l e wo r l dp o u r i n g d o w n . Th e f i r eg us hi ng u p i n a vo l c an o . Al lr u s h i n g o n d o wn a r o un d i n as p o u t i n g r o a r a n d r i v e r i n gs t r e am t o wa r d mo r ni ng.

“I do n ’t kno w any t hi ng a nymo re ,” he said, and le t a sl ee p-lo zenge di sso lve o n his to ngue.

At ni ne i n t h e m o r ni n g,Mi ldr ed’s bed was e mpt y.

Mo n t ag go t up q ui c k l y, hi she art pumping, and ran down t hehal l and st o pped at the kit c he ndoo r.

To ast po ppe d o ut of the s ilverto ast er, was sei zed by a spi de ryme tal hand that dre nched it wi thme lt ed butt er.

Mi l dr e d wa t c h e d t h e t o a s tdel i ve re d t o her pl ate . She hadbo th e ars plugged wi th e lec tronicbe es that wer e humming t he ho uraway. She lo o ke d up s uddenl y,saw him, and no dde d.

“You al l r ight?” he aske d.

S h e w a s a n e x p e r t a tl i p - r e a d i n g f r o m t e n y e a r so f a p p r e n t i c e s h i p a tS e a s h e l l e a r - t h i m b l e s . S h en o d d e d a g a i n . S h e s e t t h et o a s t e r c l i c k i n g a wa y a tan o t h e r pi e c e o f b r e a d.

otro, suénate, ensucia, avergüenza.To dos ut i l izan e l bo r de de l ac haquet a de l os demás . ¿Cómopue de s aplaudir al e quipo lo calc uando ni si qui e ra t i e nes unprograma ni conoces los nombres?A propósito, ¿de qué color eran lasc amis e t as cuando s al i e r on alcampo?

M o n t a g vo l vi ó a s u c a s a ,d e j ó l a ve n t a n a a b i e r t a ,e x am i nó a Mil dr e d, l e ar re gl ócuidado sament e l a ropa de cama,y lue go se ac ost ó con la luz de laluna en las meji ll as y l as ar rugasde la fr ent e; y lo s o jos de sti lar onla luz de la luna y la co nvirt ier onen una cat arata de pl at a.

Una gota de lluvia. Clarisse. Otragota. Mildred. Una tercera. El tío. Unacuarta. El incendio de esta noche. Una,Clarisse. Dos, Mildred. Tres, el tío.Cuatro, el incendio. Una, Mildred, dosClarisse. Una, dos, tres, cuatro, cinco,Clarisse, Mildred, el tío, el incendio,las tabletas para dormir, el tejidodisponible de los hombres, los bordesde las c haquet as, l as nar ice s, lasuc iedad, la vergüenza, Cl aris se,Mi ldr ed, el tí o, el inc endio, lastabletas, los tejidos, las narices, lasuciedad, la vergüenza. Uno, dos, tres,¡uno, dos, tres!Lluvia. Tormenta. El tíoque s e r í e . El t r ue no e s c al e r asa b a j o . E l m u n d o e n t e r oane gado po r l a l l uvi a. El f ue goqu e s e a l za e n u n v o l c á n .T o d o c o r r í a e n u n r í ob o r b o t e a n t e y r ugi e nt ehac i a l a mañana.

—Ya no sé nada —dijo Montag,y dejó que una tableta somnífera sele disolviera en la lengua.

A l as nue ve de l a mañana, l acama de Mildred estaba vacía.

Mont ag se l evantó de un s altocon el corazón en la boca, corrió alvestíbulo y se detuvo ante la puertade la cocina.

Las t o s t adas s al taban de l atostadora de metal, y eran recogidaspor una mano me t áli c a que l asuntaba con queso fundido.

Mil dre d mir aba la to st ada quehabí a c a í do e n s u pl at o . Unasabe j as e l ec t ró ni c as y zumbante sl e ce rr aban l os o ído s. De pro nt oal zó l o s o j o s , vi o a Mo nt ag ei nc l i nó la cabe za.

—¿Estás bien? —preguntó Montag.

Mi l dr e d, de s pué s de l le vardurante diez años aquellos dedalesen los oídos, era una experta lectorade labi o s . Vo l vi ó a i nc l i nar l acabeza, asintiendo. Puso en marchala tostadora para que preparase otrarodaja de pan.

ataca, ahuye nt a. Todo e l mundoutiliza las faldas de todo el mundo.¿Cómo puede esperarse que uno see nc ari ñe por el e qui po de c as ac uando ni s i quie r a s e t i e ne unpr o gr ama o s e c o no c e n l o snombres? Por cierto, ¿qué coloresde camiseta llevan cuando salen alcampo?

M o n t a g r e g r e s ó a s uc a s a , d e j ó a b i e r t a l a v e n t ac o m p r o b ó e l e s t a d o d eM i l d r e d , l a a r r o p óc u i d a d o s a m e n t e y ,d e s p u é s , s e t u m b ó b a j o e lc l a r o d e l u n a , q u e f o r m a b au n a c a s c a d a d e p l a t a e nc a d a u n o d e s u s o j o s .

Una got a de ll uvi a. Cl ar i s se .Otr a got a. Mi l dr ed. Una te r ce ra.El t ío . Una c uar t a. El f ue go e st an o c h e . U na , Cl a r i s s e . D o s ,M i l d r e d . Tr e s , t í o . C ua t r o ,f ue g o . U na , M i l d r e d, do sClar is s e. Una, do s, tr e s, c uat ro ,c i nc o , Cl ar i s s e , Mi l dr e d, t í o ,f ue g o , t ab l e t a s s o po r í f e r as ,h o m b r e s , t e j i d o d i s p o ni b l e ,f al das, buf i do , at aque , r ec hazo ,Cl ar i s s e , Mi l dr e d, t í o , f ue go ,t ab l e t a s , t e j i d o s , bu f i do ,a t a qu e s , r e c h ac e . ¡U na , d o s ,t re s , una, do s, t re s ! Ll uvi a. Lat o r m e n t a . E l t í o r i e n do . E lt r ue no de s c e nd i e ndo de s de l oal t o . To d o e l m und o c a ye n doc o nver t i do e n ll uvi a. El f ue goas c e ndi e ndo en e l vo l c án. Todomezclado en un estrépito ensordecedor y en untorrente,queseencaminabahaciael amanecer.

—Ya no entiendo nada de nadie —dijo Montag— Y dejó que una pastillasoporífera se disolviera en su lengua.

A las nueve de la mañana, la camade Mildred estaba vacía.

Montag se levantó apresuradamente.Su corazón latía rápidamente, corrióvestíbulo abajo y se detuvo la puerta dela cocina.

una tostada asomó por el tostadorplateado, y fue —da por una manomet álica que l a embadurnó demantequilla derretida.

Mildred contempló cómo la tostadapasabaasuplato. Teníalas orejas cubiertasconabejas electrónicas que,consususurro,ayudaban a pasar el tiempo. De pronto, lamujer levantó la mirada, vio a Montag, lesaludó con la cabeza.

—¿Estás bien? —preguntó Montag—.

Mildred era experta en leer elmo vimi e nt o de l o s l abi os , ac o nse c ue nc ia de di e z años deaprendizaje con las pequeñas radiosaur ic ul ar e s. Vo l vi ó a as e nt i r.Introdujo otro pedazo de pan en latostadora.

Page 14: B’s Farenheit Fahrenheit 451* - Rodriguez Alvareznovelas.rodriguezalvarez.com/pdfs/Bradbury, Ray ''Farenheit 451''-Xx-En-Sp-Sp.pdf2 B’s Farenheit tr. de F. Abelenda tr. de Alfredo

15

B’s Farenheit tr. de F. Abelenda tr. de Alfredo Crespo

5

10

15

20

25

30

35

40

45

50

55

60

65

70

75

Mo ntag s at down.

His wif e s aid, “I do n’t kno wwhy I sho ul d be s o hungry.”

“Yo u —?”

“I’m hungr y .”

“Last night,” he began.

“D i dn ’t s l e e p we l l . Fe e lt e r r i bl e ,” s he s ai d. “Go d , I’mhungr y. I c an’t figure it .”

“Last ni ght —” he s aid agai n.

She watc hed hi s lips c asuall y.“What about l ast ni ght ?”

“Don’t you re member ?”

“Wh at ? Di d we h ave a wi l dpar ty or something? Fe el l ike I’vea han go ve r. Go d, I’m hu ngr y.Who was he re ?”

“A fe w people ,” he sai d.

“That ’s what I t ho ught .” Shechewe d her to ast . “Sor e sto mac h,but I’m hungr y as al l - ge t - o ut .Ho pe I didn’t do anyt hi ng foo li shat t he par ty.”

“No,” he s aid, qui etl y.

The t o as t e r s pi d e r e d o ut api ece of butte re d bread f or hi m.He he ld i t i n hi s hand, fe e l inggr ate ful.

“Yo u do n’t l o o k s o h o tyo urs el f,” said hi s wif e.

I n t he l at e a f t e r n o o n i tr a i ne d a n d t h e e nt i r e wo r l dwas dark gr ey. He s to od i n thehal l of his house , putting on hisbadge wi th the orange salamanderbur ni ng ac r o s s i t . H e s t o o dl o o k i n g u p a t t h e a i r -c o ndi t i o ni ng ve n t i n t he ha l lf o r a l o ng t i me . Hi s wi f e i n t heTV par l o ur paus e d l o ng e no ughf r om re adi ng he r s cri pt to gl anc eup. “He y,” she s ai d. “The man ’st hi nk i n g !”

“Ye s , ” h e s a i d . “I wa n t e dt o t a l k t o y o u . ” H e p a u s e d .“ Yo u t o o k a l l t h e p i l l s i nyour bot tle last ni ght .”

“Oh, I wo ul dn’t do t hat,” shesaid, surpr ise d.

“The bo ttl e was empty.”

“I wo u l dn’ t do a t hi n g l i kethat. Why would I do a thi ng li kethat?” she as ke d.

“Maybe you to ok two pi ll s andf or go t and t oo k t wo mo re , andfo rgo t again and t ook two mor e,and wer e s o dopy you kept right

Montag se sentó.

—No enti endo por qué t engotanta hambre —le dijo Mildred.

—Tú. ..

—Tengo hambre.

—Anoche... —comenzó a decir Montag.

—No do r mí bie n. Me se nt íenferma —dijo ella —. Dios, quéhambre tengo. No sé por qué.

—Anoche... —dijo Montag otra vez.

Mildred le miró distraídamente los labios.—¿Qué pasó anoche?

—¿No recuerdas?

—¿Qué? ¿Tuvi mo s una fi e st aalocada o algo parecido? Quizá bebíde mas i ado . Di o s , qué hambr etengo. ¿Quiénes vinieron?

—Unos pocos —dijo Montag.

—Lo que pe ns aba. —Mi ldre dmo r di ó s u t o s t ada. Te ngo unmalestar en el estómago, pero mesiento como vacía. Espero no haberhecho nada tonto en la fiesta.

—No —dijo Montag serenamente.

La to st ador a hi zo sal tar unat os tada _________ para Mo nt ag.Mo nt a g s e s i nt i ó o b l i g ado ato mar la en el air e.

—Tú t ampo c o par e c e s muyanimado —dijo Mildred.

En las últimas horas de la tardecomenzó a llover, y el mundo enteroera gris_____. Montag, de pie en elve s tí bulo , se ponía e n el brazo l ai ns i g ni a c o n l a s al am an dr aa n a r a n j a d a . S e q u e d óm i r a n d o u n r a t o l a r e j i l l ad e l a c o n d i c i o n a d o r d ea i r e . S u m u j e r , e n l a s a l a d eTV, hizo una pausa en la lectura dellibreto, bastante larga como para quetuviese tiempo de alzar los ojos.

—Eh—dijo—. Ese hombreestá pensando.

—Sí —dijo Montag —. Quierohablar contigo. —Calló un momento.Te tornaste todas las píldoras de lfrasco anoche.

—Oh, no, yo nunca haría eso —replicó Mildred, sorprendida.

—El frasco estaba vacío.

—Nunca haría nada s emejante.¿Po r qué i ba a hac e rl o ? —dij oMildred.

—Quizá tomaste dos píldoras yte olvidaste y tomaste otras dos yte olvidaste otra vez y tomaste otrasdos, y al fin est abas tan marcada

Montag se sentó.Su esposa dijo:—No entiendo por qué estoy tan

hambrienta.

—Es que...

—Estoy hambrienta.

—Anoche... —empezó a decir él—.

—No he dormido bien. Me sientof at al . ¡Caramba! ¡Qué hambr etengo! No lo entiendo.

—Anoche —volvió a decir él—.

Ella observó distraídamente sus labios.—¿Qué ocurrió anoche?

—¿No lo recuerdas?

_¿Qué? ¿Celebramos una juerga oalgo por el estilo? Siento como unaespecie de jaqueca. ¡Dios, qué hambretengo! ¿Quién estuvo aquí?

—Varias personas.

—Es lo que me figuraba. —Mildredmordió su tostada— Me duele elestómago,pero tengo un hambre canina.Supongo que no cometí ninguna tonteríadurante la fiesta.

—No —respondió él convoz queda—.

La t o s t ado r a l e o f r e c i ó unarebanada unt ada con mantequi lla.Mo nt ag al ar gó l a mano ,sintiéndose agradecido.

—Tampoco tú pareces estardemasiado en forma —dijo su esposa—.

A última hora de la tarde llovió,y todo el mundo adquirió un colorgri sáceo oscuro. En el vestíbulocasa, Montag se estaba poniendo lai n s i g n i a c o n l a s a l a m a n d r aan ar anj ad a. Le van t ó l a mi r a dah a c i a l a r e j i l l a d e l a i r eac o n di c i o n ad o q ue había en elvestíbulo. Su esposa, exami na nd ou n gu i ó n e n l a s al i t a, a pa r t ól a m i r a d a e l t i e m p os uf i c i e nt e pa r a o b s e r var l e ,

—¡Eh! —dijo—. ¡Elhombre está pensando!

—Sí —dijo él—. Quería hablarte.—Hizo una paus a—. Anoc he , teto mast e t odas las píldo ras de tubotellita de somníferos.

—¡Oh, jamás haría eso! —replicóella, sorprendida

—El frasquito estaba vacío.

—Yo no har í a una c o s a c o moé s a , ¿ P o r q u é t e d r í a q u ehabe r l o he c ho ?

—Quizá te tomaste dos píldoras, loolvidaste, volviste a tomar otras dos, yasí sucesivamente hasta quedar tanaturdida que seguiste tomándolas

X

X

Page 15: B’s Farenheit Fahrenheit 451* - Rodriguez Alvareznovelas.rodriguezalvarez.com/pdfs/Bradbury, Ray ''Farenheit 451''-Xx-En-Sp-Sp.pdf2 B’s Farenheit tr. de F. Abelenda tr. de Alfredo

16

B’s Farenheit tr. de F. Abelenda tr. de Alfredo Crespo

5

10

15

20

25

30

35

40

45

50

55

60

65

70

75

on until yo u had t hir ty or for ty ofthem in you.”

“Heck,” she s aid, “what wouldI want to go and do a s ill y t hi ngli ke that for ?”

“I do n’t know,” he sai d.

S h e wa s q u i t e o b vi o u s l yw a i t i n g f o r h i m t o g o .“I d i dn ’ t d o t h at , ” s h e s a i d .“Ne ver i n a bi ll i on year s.”

“Al l r i ght i f y o u s ay s o ,” hes ai d.

“That ’s what t he l ady s ai d.”She t urned bac k to her sc ript.

“What ’s on thi s aft ernoon?” heas ke d t ire dl y.

S h e d i d n ’ t l o o k u pf r o m h e r s c r i p t a g a i n .“We ll , t hi s i s a play c o mes o nt he wal l - t o - wall c i r c ui t i n t e nmi nu t e s . The y mai l e d m e myp a r t t hi s m o r n i ng . I s e n t i ns o me bo x- t ops . They wr i t e t hes c r i pt wi t h o ne par t mi s s i n g.I t ’s a n e w i de a . Th e h o m e -make r, that ’s me , is t he mi s si ngpar t . W he n i t c o me s t i me f o rt he mi s s i ng l i ne s , the y al l l o o kat me o ut o f t he t hre e wal l s andI say the lines: Here, for instance,the man says, ‘What do you thinkof this whole ide a, Helen?’ And helooks at me s i t t i ng he r e c e n t r es t a ge , s e e ? And I s ay, I s a y —” S h e p a u s e d a n d r a n h e rf i n g e r u n d e r a l i n e i n t h es c r i pt . “ ‘I t hi nk t hat ’s f i n e !’And t he n t he y go o n wi t h t hep l a y u n t i l h e s a ys , ‘ D o y o uag r e e t o t ha t , H e l e n ! ’ a n d Is a y, ‘ I s u r e d o ! ’ I s n ’ t t h a tf u n , G u y ? ”

H e s t o o d i n t h e h a l ll o o k i n g a t h e r .

“ I t ’ s s u r e f u n , ” s h es a i d .

“What’s t he play abo ut ?”

“I j u s t t o l d y o u . The r e a r et h e s e pe o p l e n am e d B o b a ndRut h and He le n.”

“Oh .”

“It ’s re all y f un. It ’l l be e ve nmo re fun when we can affo rd tohave t he f o ur t h wall i ns t all e d.Ho w lo ng you fi gure bef or e wes ave up and ge t t he f our th wal lto rn out and a fourth wall -TV puti n ? I t ’s o nl y t wo t ho us a nddo llars .”

“That’s one-third of my yearly pay.”

“It’s only two thousand dollars,”she r epl ied. “And I s hould thi nkyou’d consider me sometimes. If

que seguiste así hasta tomar treintao cuarenta.

— ¿ Y p a r a q u é i b a ah a c e r u n a c o s a t a nt o n t a ?

—N o s é .

Era evidente que Mildred estabaesperando a que Montag se marchase.

—Nunca hice eso —dijo —. Nuncalo haría. Ni en un millón de años.

—Muy bien, si tú lo dices —dijoMontag.

___________________________Mildred volvió a su libreto.

—¿Qué hay es t a t ar de ? —preguntó Montag, cansado.

Mi ldred no volvió a al zar l osojos del libreto.

—Bue no , e s una o br a quecomenzará dentro de diez minutosen el circuito pared—a—pared. Meenviaron mi parte por correo estamañana. Envi é var i as t apas decajas. Escriben e l libreto dejandouna parte en blanco. Es una nuevaidea. La mujer en el hogar, es deciryo, e s la par te que f alta. Cuandollega el momento , todos me mirandesde las tres paredes y yo digo mipar t e . Aquí , p o r e j e mpl o , e lhombre dice: «¿Qué te parece estanueva idea, Hele n?» Y me mira amí , se nt ada aquí e n me dio de le s c e nari o , ¿c o mpr e ndes ? Y yodi go, digo.. . —Mildred hizo unapaus a y subrayó c on el dedo unpas aj e de l l i br e t o —:«¡Magníf ic o!» Y entonces siguencon la pieza hasta que él dice: «¿Estásde acuerdo con esto, Helen?», y yodigo: «¡P or s upue st o! ¿No e sdivertido, Guy ».

Montag miraba a Mildred desdeel vestíbulo.

—Por supuesto, muy di vertido—dijo Mildred.

—¿De qué trata la pieza?

— Ac a b o d e d e c í r t e l o . Ha yu n a g e n t e l l a m a d a B o b yR ut h y H e l e n .

—Oh.

—Es r eal mente dive rti do. Se rámá s di ve r t i do t o da ví a c uan dot e nga mo s l a c ua r t a pa r e d.¿Cuánto tie mpo pasará, te parec e,ante s de que po damos ahorr ar yec har abaj o l a otr a par ed y poneruna nue va de M. Só lo cue st a dosmi l dól are s.

—Un tercio de mi salario anual.

—Sólo cuesta dos mil dólares —repitió Mildred, Y creo que algunave z de be r í as pe ns ar e n mí. Si

mecánicamente hasta tragar treinta ocuarenta de ellas.

—Cuentos —dijo ella—. ¿Por quépodría haber querido hacer semejantetontería?

—No lo sé.

Era evidente que Mildred estabaesperando a que Montag se marchase.

—No lo he hecho —insistió lamujer—. No lo haría ni en un millón de años.

—Muy bien. P ues to que tú lodices...

—Eso es lo que dice la señora.Ellase concentró de nuevo enel guión.

—¿Qué dan esta tarde? —preguntóMontag con tono aburrido—.

M i l d r e d v o l v i ó am i r a r l e .

—Bueno, se trata de una obra quetransmitirán en circuito moral dentrode diez minutos. Esta mañana mehan enviado mi papel por correo. Yoles había enviado varias tapas decajas. Ellos escriben el guión con unpapel e n bl anco . Se tr ata de unanueva idea. La concursante, o sea yo,ha de recitar ese papel. Cuando llegael momento de decir las líneas quefaltan, todos me miran desde las tresparedes, y yo les digo. Aquí, porejemplo, el hombre dice: «¿Qué teparece esta idea, Helen?» Yme miramientras yo estoy sentada aquí en elcentro del escenario, ¿comprendes?Y yo replico, replico... –Hizo unapausa y, con el dedo, buscó una líneadel gui ó n—.«¡Cre o que e sestupenda!» Y así continúan con laobra hasta que él dice: «¿Está deacuerdo con e sto, Helen?», y yo«¡Claro que s í!» ¿Ver dad que esdivertido, Guy?

El permaneció en el vestíbulo,mirándola.

—Desde luego, lo es —prosiguióella—.

—¿De qué trata la obra?

—Ac abo de de c í r te l o . Es t áne s as p e r s o na s l l am ad as B o b ,Rut h y He l en.

—¡Oh!

—Es muy di s tr aída. Y aún l os e r á m á s c ua n d o p o d a mo si ns t alar t e l evi si ó n e n l a c uart ap ar e d. ¿ Cu á nt o c r e e s qu et a r d ar e m o s a ho r a p ar a po de rs us t i tui r e s a par e d po r o tr a co nt el e vi s i ón? Só lo c ue s ta do s mi ldól ar es .

—Eso es un tercio de mi sueldo anual.

—Sólo cuesta dos mil dólares —repitió ella—. Y creo que alguna vezdeberías tenerme ciertaconsideración.Si

X

Page 16: B’s Farenheit Fahrenheit 451* - Rodriguez Alvareznovelas.rodriguezalvarez.com/pdfs/Bradbury, Ray ''Farenheit 451''-Xx-En-Sp-Sp.pdf2 B’s Farenheit tr. de F. Abelenda tr. de Alfredo

17

B’s Farenheit tr. de F. Abelenda tr. de Alfredo Crespo

5

10

15

20

25

30

35

40

45

50

55

60

65

70

75

we had a fourth wall, why it’d bejust like this ro om wasn’t ours atall, but all kinds of exotic people’srooms. We could do without a fewthings.”

“We’re alre ady do ing wit ho uta few t hings to pay f or the t hi rdwa l l . I t was pu t i n o nl y t womo nt hs ago , remember ?”

“Is t hat al l i t was ?” She s atl o o ki ng at hi m f o r a l o ngmo ment. “Well , goo d-bye, dear.”

“G o o d - b ye , ” h e s ai d. Hest oppe d and t urned around. “Do esit have a happy ending?”

“I have n’t re ad that far.”

He wal ke d o ve r, r e ad t he l as tp a g e , n o d d e d , f o l d e d t h es c r i p t , and han de d i t ba c k t oh e r . H e wa l k e d o u t o f t h eho us e i nt o t he r ai n.

* * *

The r ai n was t hi nn i ng a wayand t he gi r l was wal king i n thece nt re o f the sidewal k wi th herhe ad up and t he fe w dro ps fal li ngon he r f ac e. She smile d whe n s hesaw Montag.

“He ll o!”

He s ai d he l lo and t hen s ai d,“What are you up t o now?”

“ I ’ m s t i l l c r a z y . T h er a i n f e e l s g o o d . I l o ve t ow a l k i n i t .

“I do n’t t hi nk I’d l ike t hat ,”he s aid.

“You mi ght if you tri ed.”

“I never have.”

She l ic ked he r l ips. “Rain eventaste s good.”

“What do yo u do , go ar oundt r yi n g e ve r yt h i n g o nc e ?” heasked.

“ S o m e t i m e s t w i c e . ” S h el o o k e d a t s o m e t h i n g i nh e r h a n d .

“Wh at ’ve yo u g o t t h e r e ?” hes a i d .

“I gue s s i t ’s t he l as t o f t hedan de l i o ns t hi s ye a r. I di d n’tthink I’d fi nd o ne on t he lawn thislate. Have you ever heard of rubbingi t u n d e r y o u r c h i n ? L o o k . ”She t ouc he d he r c hi n wi th t hefl owe r, laughing.

“Why?”

“ I f i t r u b s o f f , i t

instalásemos una cuarta pared, seríacasi como si este cuarto no fuesenuestro, sino de toda clase de genterara. Podemos privarnos de algunascosas.

—Ya nos est amos privando dealgunas cosas para pagar la tercerapared. La instalamos hace sólo dosmeses, ¿recuerdas?

—¿Hace tan poco? —Mildred sequedó mirándolo un rato —. Bueno,adiós, querido.

—Adió s —di jo Mo nt ag. Sedet uvo y se volvió —. ¿Tiene unfinal feliz?

—No he llegado ahí todavía.

Mo ntag s e ade l antó , l e yó l aúl t ima página, hizo un si gnoafirmativo, dobló el libreto, y se lodevol vi ó a Mi ldr ed. Sali ó de l acasa, a la lluvia.

La ll uvia e ra aho ra muy f ina yl a mu c ha c ha c a mi nab a p o r e lc entr o de l a ac er a co n la c abezal e van t a da y u na s p o c a s go t ass o br e e l r o s t r o . Cuando vi o aMo nt ag, so nr ió .

—¡Hola!

Mont ag dijo hola y añadi ó: —¿Qué haces hoy?

—Todavía estoy loca. La lluviasabe bien. Me gusta caminar bajola ll uvia.

—No creo que eso me gustase —dijo Montag.

—Le gustará si lo prueba.

—Nunca lo he hecho.

Clarisse se pasó la lengua por los labios.—La lluvia tiene buen sabor.

—¿P er o t e pas as l a vi dapr o bándo l o t o do una vez? —preguntó Montag.

—A veces dos.La muchacha miró algo que tenía

en la mano.

—¿Qué t ienes ahí? —preguntóMontag.

—Creo que es el último diente del e ó n de e s te año . No c r e í quepudiese encontrar uno en el jardíntan tarde. ¿Ha oído eso de pasárselopor debajo de la barbilla? Mire.

La muchacha se tocó la cara conla flor, riéndose.

—¿Qué es eso?

—Si que da algo en l a barbil la

tuviésemos la cuarta pared... ¡Oh! Seríacomo si esta sala ya no fuera nuestra enabsoluto, sino que perteneciera a todaclase de gente exótica. Podríamospasarnos de algunas cosas.

—Ya no s est amos pasando dealgunas para pagar la tercera pared.Sól o hace do s me s es que l ainstalamos. ¿Recuerdas?

—¿Tan poco tiempo hace? —selo quedó mirando durante un buenrato—. Bueno, adiós.

—Adiós —dijo é l. Se detuvo yse volvió hacia s u mujer—. ¿Tieneun final feliz?

—Aún no he terminado de leerla.

Mo nt ag s e ac e r c ó , l e yó l aúlt i ma pági na, as i nt i ó , dobl ó e lg ui ó n y s e l o de vo l vi ó aM i l d r e d . S a l i ó d e c a s a y s eade ntr ó en la ll uvia.

El aguac ero i ba amainando, y lamuc hacha andaba por el c entro del a ac e r a, c o n la c abeza e c hadahac ia atrás par a que las go tas lecayeran en el rostr o. Cuando vio aMontag, sonrió.

—¡Hola!

Él contestó al saludo y después, dijo:—¿Qué haces ahora?

— Si go l o c a. L a l l uvi a e sagr adabl e . Me e nc ant a c aminarbajo l a ll uvia.

— No c r e o q u e a m í m egus t ase .

—Quizá sí, si lo probara.

—Nunca lo he hecho.

Ella se lamió los labios.—La lluvia incluso tiene buen sabor.

—¿A qué te dedicas? ¿A andar porahí probán todo una vez? —inquirióMontag—.

—A veces, dos.La muchacha contempló algo que

tenía en una mano

—¿Qué llevas ahí?

—Creo que es el último diente deleón de este Me parecía imposibleencontrar uno en el césped, avanzadala temporada. ¿No ha oído decir esode ftotarselo contra la barbilla? Mire.

Clarisse se tocó labarb illaconlaflor,riendo.

—¿Para qué?

— S i d e j a s e ñ a l , s i g n i f i c a

Page 17: B’s Farenheit Fahrenheit 451* - Rodriguez Alvareznovelas.rodriguezalvarez.com/pdfs/Bradbury, Ray ''Farenheit 451''-Xx-En-Sp-Sp.pdf2 B’s Farenheit tr. de F. Abelenda tr. de Alfredo

18

B’s Farenheit tr. de F. Abelenda tr. de Alfredo Crespo

5

10

15

20

25

30

35

40

45

50

55

60

65

70

75

m e a n s I ’ m i n l o v e . H a si t ? ”

He could hardly do anythingelse but look.

“Well ?” she s ai d.

“You’re ye llo w under there .”

“ F i n e ! L e t ’ s t r y y o un o w . ”

“It won’t wor k f or me .”

“ H e r e . ” B e f o r e h e c o u l dm o v e s h e h a d p u t t h ed a n d e l i o n u n d e r h i s c h i n .H e d r e w b a c k a n d s h el a u g h e d . “ H o l d s t i l l ! ”

She peer ed under hi s c hi n andfr owne d.

“Well ?” he sai d.

“W hat a s h ame ,” s h e s ai d.“You’re no t i n love wit h anyo ne .”

“Yes , I am!”

“It does n’t s how.”

“ I a m v e r y m u c h i nl o v e ! ” H e t r i e d t o c o n j u r eu p a f a c e t o f i t t h e w o r d s ,b u t t h e r e w a s n o f a c e . “ Ia m ! ”

“Oh please don’t look that way.”

“It’s that dandelion,” he said.“You’ve used it all up on yourself.That’s why it won’t work for me.”

“Of co ur s e , t hat mus t be i t .Oh, now I’ve upse t you, I can se eI have ; I’m so r ry, r e al ly I am.”She t ouched his e lbow.

“N o , no ,” he s a i d, qui c kl y,“I’m all ri ght .”

“I’ve go t to be goi ng, s o sayyo u f orgive me. I don’t want youangry wi th me .”

“I’m no t angr y. Upset , yes .”

“I ’ve g o t t o go t o s e e myps ychiat ris t now. They make mego . I made up t hi ngs t o s ay. Ido n’t know what he thi nks o f me.He s ays I’m a re gular oni o n! Ike ep hi m bus y peel ing away t helayers .”

“I’m inc l ine d t o be l i eve yo une e d t h e p s yc hi at r i s t ,” s a i dMo nt ag.

“You do n’t mean that .”

H e t o o k a b r e a t h a n d l e ti t o u t a n d a t l a s t s a i d ,“No, I don’t mean t hat .”

“The psychiatris t wants to knowwhy I go out and hike around in the

significa que uno está enamorado.¿Me queda?

Montag tuvo que mirar.

—¿Y bien? —dijo la muchacha.

—Estás toda amarilla ahí abajo.

—¡Magníf ico! Vamos a pro barcon usted ahora.

—No servirá conmigo.

—Veamos. —Antes de que Montagpudiera moverse la muchacha le habíapuesto la flor bajo la barbilla. Montagdio un paso atrás y la muchacha serió.— ¡No se mueva!

Miró bajo la barbilla de Montagy frunció el ceño.

—¿Y bien? —preguntó Montag.

—Qué lástima —dijo Clarisse —. No está enamorado de nadie.

—¡Sí que lo estoy!

—No se ve nada.

—¡Est o y e namo r ado , muye namo r ado ! —Mo nt ag t r ató deponer una cara que armonizase conlas palabras, pero no había cara. —¡Estoy enamorado!

—Oh, por favor, no se ponga así.

— E s e s a f l o r . P r i m e r o l au s a s t e c o n t i g o . P o r e s o n om e h a h e c ho n ad a .

—C l a r o . As í t i e ne q ue s e r.O h , a h o r a e s t á e n o j a d o . L os i e n t o . Lo s i e n t o de ve r a s .

Lamuchacha tocó el codo de Montag.

—No, no —dijo Montag rápidamente,apartándose —. Estoy bien.

—Tengo que irme, así que antesdígame que me perdona. No quieroque se enoje conmigo.

—No estoy enojado. Un poco molesto, sí.

— Te n go qu e i r a ve r a m ip s i q u i at r a . M e o b l i g an a i r .Invent o c o sas par a de c i r l e. Nos é qué pi e ns a de mí . Di c e ques o y r e al me nt e una c e bo l l a. Lehago pas ar l as ho r as s ac ándo mec apas .

—Sí , pi e ns o que ne ce s it as deve r a s u n p s i q u i at r a — d i j oMo nt ag.

—No lo dice en serio.

Mo ntag r e tuvo e l al i e nto uninstante, y luego dijo:

—No, no lo digo en serio.

—El ps i quiat r a qui e r e sabe rpor qué me gust a andar po r lo s

q u e e s t o y e n a m o r a d a , ¿ h ae n s u c i ad o ?

Él sólo fue capaz de mirar.

—¿Qué? —preguntó ella

—Te has manchado de amarillo.

—¡Estupendo! Probemos ahora conusted.

Conmigo no dará resultado.

—Venga. —Antes de que Montaghubiese podido moverse la muchachale puso e l diente de león bajo labarbilla. Él se echó hacia atrás y ellarió—. ¡Estése quieto!

Atisbó bajo la barbillade él y fruncióel ceño.

—¿Qué? —dijo Montag—.

—¡Qué vergüenza! No estáenamorado de nadie.

—¡Sí que lo estoy!

—Pues no aparece ninguna señal.

—¡Est o y muy e namo r ado ! —M o n t a g t r a t ó d e e vo c a r u nr o s t r o q ue e n c aj a r a c o n s u spal abr as , pe ro no l o e nco nt r ó —. ¡Sí que l o es t o y!

—¡Oh, por favor, nome mire de esta manera!

—Es el diente de león —replicó él—. Lo has gastado todo contigo. Por esono ha dado resultado en mí.

—C l a r o , d e b e d e s e r e s t o .¡Oh! Ahor a, l e he e no jado . Ya l oveo . Lo s ie nt o, de ve rdad.

La muchacha le tocó en un codo.

—No, no —se apresuró adecir él—.No me ocurre absolutamente nada.

—He de marcharme. Diga queme per dona. No quier o que es téenojado conmigo.

—No estoy enojado. Alterado, sí.

—Aho ra he de i r a ve r a mips i qui at r a. Me o bl i gan a i r.Invento cosas que decirl e. Ignorolo que pens ar á de mí ¡Di ce quesoy una cebol la muy original! Letengo oc upado pelando c apa t rascapa.

—Me siento inclinado a creer quenece sitas a ese psiqui atra —dijoMontag—.

—No lo piensa en serio.

Él inspiró profundamente,soltó el airey, por último dijo:

—No, no lo pienso en serio.

—El psiquiatra quiere saber porqué salgo a pasear por el bosque, a

Page 18: B’s Farenheit Fahrenheit 451* - Rodriguez Alvareznovelas.rodriguezalvarez.com/pdfs/Bradbury, Ray ''Farenheit 451''-Xx-En-Sp-Sp.pdf2 B’s Farenheit tr. de F. Abelenda tr. de Alfredo

19

B’s Farenheit tr. de F. Abelenda tr. de Alfredo Crespo

5

10

15

20

25

30

35

40

45

50

55

60

65

70

75

fo re st s and watc h the bi rds andcollec t butterfli es. I’ll show youmy collection some day.”

“Go o d.”

“They want to know what I dowit h all my ti me. I tell them t hats o me t i me s I j us t s i t and t hi nk .B ut I wo n ’ t t e l l t h e m wh a t .I ’ve got t he m running. Andsometimes, I tell them, I like to putmy head back, like this, and let therain fall into my mouth. It tastes justlike wine. Have you ever tried it?”

“No I —”

“Yo u ha v e f o r g i ve n m e ,haven’t yo u?”

“Ye s .” He t ho ught abo ut i t .“Ye s , I have . Go d kno ws why.Yo u’r e pe c ul i ar, y o u’ r eaggr avati ng, ye t yo u’r e e as y t of o r gi ve . Yo u s ay y o u’ r ese ve nt ee n?”

“Well — ne xt mo nth.”

“H o w o d d . H o w s t r a n g e .An d m y wi f e t h i r t y a n d y e tyo u s eem so much older at t i me s .I c an’t ge t o ver i t.”

“You’re pec uli ar yo urs elf , Mr.Mo ntag. Someti mes I eve n f orgetyo u’r e a f i r e m an. No w, may Imake yo u angry again?”

“Go ahead.”

“How did it start? How did youget into it? How did you pick yourwor k and how did you happen tot hi nk t o take t he jo b yo u have ?You’re not like the others. I’ve seena few; I know. When I talk, you lookat me. When I said something aboutthe moon, you looked at the moon,last night. The others would neverdo that. The others would walk offand leave me talking. Or threatenme. No one has time any more foranyone else. You’re one of the fewwho put up with me. That’s why It hi nk i t ’s s o s t r ange yo u’r e afireman, it just doesn’t seem rightfor you, somehow.”

He fe lt his bo dy di vide i tse lfinto a hot nes s and a c ol dne ss, as o f t n e s s a nd a h ar d ne s s , at r embl ing and a no t t r embl ing,the t wo halve s grinding one uponthe o the r.

“Yo u’d be tt e r run o n t o yourappo int ment,” he s ai d.

An d s h e r a n o f f a n d l e f th i m s t a n d i n g t h e r e i n t h er ai n. On l y af t e r a l o n g t i m ed i d h e mo ve .

And t he n, ver y sl o wl y, as hewalke d, he ti lte d his he ad back inthe r ai n, for j ust a fe w mome nt s,

bo s que s y mi r ar l o s páj ar o s yco lec cio nar mari pos as. Un día lemo straré mi c ole cció n.

—Bueno.

—Quie ren saber qué hago c onmi t i em p o . L e s d i g o q u e ave c e s m e s i e n t o y p i e n s o .P e r o n o l e s d i g o q u é .Pondrían el grito en las nubes . Yaveces les digo que me gusta echar lacabeza hacia atrás, así, y dejar que lalluvia me entre en la boca. Sabe avino. ¿Lo probó alguna vez?

—No, yo...

—Me ha pe r donado , ¿no e scierto?

—Sí. —Mo ntag re fle xio nó unmomento — Sí. Te he perdonado.Dios sabe por qué. Eres rara, eresi r r it ant e , y s e t e pe r do na c o nf ac il i dad. ¿Di c e s que t ie ne sdiecisiete años?

—Bueno, el mes que viene.

—Qué r ar o . Qu é e xt r año . Ymi muj er ti ene t r ei nt a, y a ve ce st ú m e pa r e c e s m uc h o ma yo r.No c ons i go ent e nde r lo .

—Ust e d e s tambié n bas t ant eraro, señor Montag. A veces hastaolvido que es un bombero. Bueno,¿puedo enojarlo otra vez?

—Adelante.

— ¿ C ó m o e m pe z ó ? ¿ C ó m os e m e t i ó e n e s o ? ¿ C ó m oe l i g i ó s u t r ab a j o ? U s t e d n oe s c o mo l o s o t r o s . H e vi s t ou n o s p o c o s . C u an d o h ab l o ,us t e d me mi r a. Cuando di je al gode l a l una, us t e d mi r ó l a l una,ano che. Lo s ot ro s nunca har íane s o . Lo s o t r o s s e g ui r í an s uc amino y me dej ar ían habl ando .O me ame nazarí an. Nadi e t i enetie mpo para nadi e. Usted es unode l os po co s que me han hec hocas o. Po r eso me parece tan r aroque sea un bo mbero . Es algo quede algún modo no par ec e hec hopar a ust ed.

Mo ntag si nti ó que el cuer po sel e di vi dí a en una part e fr ía y o tr ac al ie nt e, una dur a y o tr a bl anda,una te mbl o ro s a y o tr a f i rme , yque las do s mi tade s se t ri turabanentr e sí .

—Será mejor que vayas a tu cita—dijo.

Y la muchacha echó a correr, yMontag se quedó allí, de pie bajola lluvia. Sólo se movió después deun tiempo.

Y e nt onc es , muy l ent amente ,mientras caminaba, echó la cabezahacia atrás bajo la lluvia, sólo un

o bs e r var a l o s páj ar o s y acoleccionar mariposas. Un día, leenseñaré mi colección.

—Bueno.

—Quieren saber lo que hago acada momento. les digo que a vecesme limito a estar sentada y a pensar.Pero no quiero decirles sobre qué.Echarían a correr . Y, a veces, lesdigo, me gusta echar la cabeza haciaatrás, así, y dejar que la lluvia caigaen mi boca. Sabe a vi no. ¿Lo haprobado alguna vez?

—No, yo...

—Me ha pe r do nado ust e d,¿ver dad?

—Sí —Mo ntag me di t ó s o br eaquello—. Si, te perdonado. Diossabrá por qué. Eres extraña, eresirri tante y, sin embargo , es f ácilper donart e . ¿Di c e s que ti e ne sdiecisiete años?

—Bueno, los cumpliréel mes próximo.

—Es cur ioso. Mi espos a tienetreinta y, sin embargo, hay momentosen que pareces mucho mayor ella.No acabo de entenderlo.

—También usted es extraño, Mr.Montag. A veces, hasta olvido que esbombero. Ahora, ¿puedo encolerizarlede nuevo?

—Adelante.

—¿Có mo empezó eso? ¿Cómointervino usted? ¿Cómo escogió sutrabajo y cómo se le ocurrió buscarempleo que tiene? Usted no es comolos demás. He visto a unos cuantos.Lo sé. Cuando hablo, usted me miraAnoche, cuando dije algo sobre laluna, usted la miró. Los otros nuncaharían eso. Los otros se alejarían,dejándome con la palabra en la boca.O me amenazarían. Nadie tiene yatiempo para nadie. Usted es uno depocos que congenian conmigo. Poreso pienso que tan extraño que seausted bombero. Porque la verdad queno parece un trabajo indicado parausted.

Mo nt ag s i nt i ó que s u c ue r pos e di vi d í a e n c al o r y f r i al d ad,e n s u a v i d a d y d u r e z a , e nt e m b l o r y f i r m e z a a m b a sm i t a d e s s e f u n d í a n l a u n ac o n t r a l a o t r a.

—Será mejor que acudas a tu cita—dijo, por fin—.

Y e ll a se ale jó c or ri endo y l ede jó pl ant ado al l í , baj o l l uvi a.Mo nt ag t ar dó u n bue n r at o e nmover se .

Y luego , muy l entamente, s indej ar de andar, levantó el rost rohac ia l a l luvi a, s ó l o por un

Page 19: B’s Farenheit Fahrenheit 451* - Rodriguez Alvareznovelas.rodriguezalvarez.com/pdfs/Bradbury, Ray ''Farenheit 451''-Xx-En-Sp-Sp.pdf2 B’s Farenheit tr. de F. Abelenda tr. de Alfredo

20

B’s Farenheit tr. de F. Abelenda tr. de Alfredo Crespo

5

10

15

20

25

30

35

40

45

50

55

60

65

70

75

and o pened hi s mout h…

The Mec hani c al Hound s l eptbut did not sle ep, li ved but did notlive in i ts gently humming, gentlyvibrating, softly illuminated kennelbac k i n a dar k c o r ne r o f th ef ir ehouse . The dim l ight o f onei n t he mo r ni ng, t he mo o nl i ghtf r o m t h e o p e n s ky f r a me dt hr o u gh t he g r e a t wi nd o w,t o uc he d he r e and t he r e on t hebr as s and the c opper and the s teelo f t he f ai nt l y t r embl i ng be as t .Li ght fl i c ke re d on bit s o f rubygl as s and on s ensi ti ve c apil laryha i r s i n t he nyl o n- br us h e dno s t r i l s o f t he c r e at ur e t h atqui ver e d gent ly, ge ntl y, gent ly,its eight le gs spi dered under it onrubber -padde d paws .

Mo nt ag s l i d do wn t he br as spo le. He went out t o l oo k at t heci ty and t he c lo uds had cl eare daway c o mpl e t e l y, and he l i t aci gar et te and came back to be nddown and l oo k at t he Ho und. Itwas l ike a gre at be e c ome ho mefr om so me fie ld where the honeyi s f ul l o f po i s o n wi l dne s s , o finsanity and nightmare , its bo dyc r amm e d wi t h t ha t o ve r - r i c hnec t ar and no w it was s l ee pingthe e vi l o ut of it sel f.

“He l l o ,” whi s pe r e d Mo nt ag,f as c i nat e d as a l ways wi t h t hede ad beast , t he living beas t.

At ni ght when things got dul l,whic h was ever y ni ght, t he mensli d down the br as s pol es, and setthe ti cki ng c ombinat io ns of t heo lf act o ry sys te m of the Ho undand let loo se r ats i n the fi reho usear e a- wa y, and s o me t i m e schic kens, and sometimes cats thatwo ul d ha ve t o be dr o wn e dan ywa y, an d t he r e wo u l d bebe tt ing to s ee whi ch t he Houndwo ul d s e ize f i rs t . The ani mal swe re t urne d lo ose. Thr ee s econdslater t he game was do ne , t he rat,cat, o r chicken c aught half acro ssthe are a-way, gripped i n gent li ngpaws whi le a fo ur - i nc h ho ll o wst eel ne edl e plunge d down fr omt he pr obo s c is o f t he Ho und t oinjec t mass ive jo l ts of morphi neor pr ocaine. The pawn was thento sse d i n the incinerato r. A newgame be gan.

M o n t a g s t a y e d u p s t a i r sm o s t n i g h t s wh e n t h i s we n to n. The r e ha d be e n a t i me t woy e a r s a g o wh e n h e h a d b e twi t h t he b e s t o f t he m, and l o s ta w e e k ’s s a l a r y a n d f a c e dMi l dr e d’s i n s ane ange r , wh i c hs h o we d i t s e l f i n v e i n s a n dbl o t c he s . Bu t no w at n i ght hel ay i n h i s bu nk, f ac e t ur ne d t ot he wal l , l i s t e ni ng t o who o pso f l a u g h t e r b e l o w a n d t h epi ano - s t r i ng s c ur r y o f r at f e e t ,t he vi o l i n s que ak i ng o f mi c e ,

instante, y abrió la boca...

El Sabues o Me c ánic o do rmía,pe r o no do r mí a, vi ví a pe r o novivía e n s u c as i l l a s uave ment ei lumi nada, le ve me nt e zumbante ,l evemente vibrant e, e n un r incó ndel o sc ur o cuar t el de bo mber os .La pá l i d a l uz d e l a u na de l amañana, l a l uz l unar de l c i e l oe nm ar c a do p o r e l ve nt an al ,t oc aba aquí y all á e l br once y e lc obre y e l ace ro de la be st ia . Laluz se r ef le jaba en los cr is tal esrojizos y en los s ensibles cabellosde las nar i c e s de nyl o n de l acriatura, que temblaba débil ment e,__ __ ___ _ ___ __ _ _ __ ___ __ __con las ocho patas de garras forradasde goma recogidas bajo el cuerpo yparecidas a patas de araña.

Montag se dejó caer por la barrade bronce. Salió a mirar la ciudad.El c i e l o e s t a ba t o t al me nt edespejado. Encendió un cigarrillo,volvió a entrar, y se inclinó y miróal Sabueso. Se parecía a una abejagigante sca que hubie se vuelto alhogar desde un campo de mi elesenvene nadas, miel es de lo cura ypesadilla. Con el cuerpo henchidode un néctar excesivamente rico, sevaci aba, dur mi endo , de aquel l amalignidad.

—Ho la —mur mur ó Mo nt ag,f as ci nado c omo s ie mpr e por l abestia muerta, la bestia viva.

En las noches de aburrimiento, osea todas las noches, los hombresbajaban por las barras ____, y fi jabanl as c o mbi naci o ne s del s i s t e mao lf at ivo de l Sabue so , y s ol t abanu na s r a t as e n e l p a t i o de lc uar te l , y a vec e s unos po l l os ,y a ve c e s gat o s a l o s q ue det odo s mo do s había que aho gar,y s e a p o s t a ba a c uá l de l o sga t o s , po l l o s o r a t a s c az ar í apri mer o el Sabue s o. Se s ol t abaa l o s a ni m al es . Tre s s egundo sdespués el juego había concluido.La r ata, gat o o poll o había si doatrapado en medio del patio, entreunas garras suaves, y de la frentedel Sabueso había salido una agujahueca de diez centímetros de largoque inyectaba una dosi s mortal demorfina o procaína. Echaban la ví cti maen el incinerador. Comenzaba otrojuego.

En e s as no c he s , Mo nt ag s equedaba c asi s iempr e arr iba. Enotro tiempo, dos años antes, habíaapo stado co n los demás, y habíaperdido el salario de una semana ydesafiado la ira de Mildred, visibleen venas abul tadas y manchas ene l ro s t r o . Aho r a s e pas aba l asnoches en su hamaca, con la caravuelta hacia la pared, escuchandolos coros de ris as que venían deabajo, y el piano de los pies ligerosde las ratas, los chillidos de violínde los gatos, y el silencio móvil del

momento, y abrió la boca...

El Sabues o Me cáni co dor mí asin dormir, vivía sin y ivir en els ua ve zu mbi do , e n l a s u avevibraci ón de la perrera débilmenteiluminada,en un r inc ón os cur o del a par t e t r as e ra de l c uart e l debo mbe ros . La débil luz de l a unade la madr ugada, e l c laro de lunae nmar c ado en e l gran ve ntanalto caba alguno s punt os de l l ató n,el co bre y el ac ero de l a best iale vemente temblo ro sa. La l uz sere fle jaba en por cio nes de vidr ioco lo r rubí y e n se ns ible s pe lo sc a pi l ar e s , de l h o c i c o de l ac r i at ur a, q ue t e mbl aba s uave ,suaveme nt e, co n sus o cho pat asde pezuñas de go ma r e c ogi dasbajo el cuerpo.

Montag se deslizó por labarrade latónabajo. Se asomó a observar la ciudad, ylas nubes habían desaparecido porcompleto; encendió un cigarrillo,retrocedió para inclinarse y mirar alSabueso. Era como unagigantesca abejaque regresaba a la colmena desde algúncampo donde la miel estállena de salvajeveneno, de insania o de pesadilla, con elcuerpo atiborrado de aquel néctarexcesivamente rico, y, ahora, estabadurmiendo para eliminar de sí loshumores malignos.

—Hola —susurró Montag,fascinadocomo siempre, Por la bestia muerta, labestia viviente —.

De noche, cuando se aburría, loque ocurría a diario los hombres sedejaban resbalar por las barras del at ón y P o ní an e n mar c ha l ascombinaciones del sistema olfativodel Sabueso, y soltaban ratas en elárea del cuartel de bomberos; otrasveces, pollos, y otras, gatos que ,de todos modos, hubiese n tenidoque s e r ahogado s , Y s e hac í anapues t as ace r c a qué pr e sa e lSabue s o c o ge r í a pr i me r o . Lo sani mal e s e ran s o lt ado s . Tr e ssegundos más tarde, el fuego habíate rminado , la rat a, el gato pol loatrapado en mitad del patio, sujetopor las suave s pezuñas, mient rasuna aguja hueca de diez centímetrossurgía del morro del Sabueso parai nyec t ar una do si s mas iva demorfina o de procaína. La presa eraar r oj ada l ue go al inc i ne r ado r.Empezaba otra partida.

Cuando oc ur rí a e st o, Montags ol ía que dars e arr iba. Hubo unavez, do s años atr ás , en que hizouna apuest a y pe rdió el sal ar io deu na s e m an a, d e b i e nd oenfre ntarse co n l a f uri a i nsana deMi l dr e d, que apa r e c í a e n s usve nas y s u s m an c ha s r o j i za s .P e r o, aho r a, dur ante l a noc he ,pe rmanecí a tumbado en s u l it er a,c o n e l r o s t r o vu e l t o ha c i a l apare d, e sc uchando l as carc aj adasde abaj o y el r umor de las patasde l o s r o e do r e s , s e gui do s de l

X

Page 20: B’s Farenheit Fahrenheit 451* - Rodriguez Alvareznovelas.rodriguezalvarez.com/pdfs/Bradbury, Ray ''Farenheit 451''-Xx-En-Sp-Sp.pdf2 B’s Farenheit tr. de F. Abelenda tr. de Alfredo

21

B’s Farenheit tr. de F. Abelenda tr. de Alfredo Crespo

5

10

15

20

25

30

35

40

45

50

55

60

65

70

75

a n d t h e g r e a t s h a d o wi n g ,mo t i o ne d s i l e nc e o f t he Ho undl e a pi ng o ut l i ke a mo t h i n t her aw l i gh t , f i ndi ng , ho l di ng i t svi c t i m , i n s e r t i n g t he ne e dl eand go i ng ba c k t o i t s ke nn e lt o di e a s i f a s wi t c h had b e e nt u r ne d.

Montag touched the muzzle.

The Hound gro wle d.

Mo ntag j umped bac k.

Th e Ho und hal f r o s e i n i t ske nne l and l o o ke d at hi m wi t hg r e e n - b l u e n e o n l i g h tf l i c k e r i n g i n i t s s u d de n l yac t i vat e d e ye bul bs . It gr o wl e da g a i n , a s t r a n g e r a s p i n gc o m bi n a t i o n o f e l e c t r i c a ls i zzl e , a f r y i n g s o un d , as c r api ng o f me t al , a t ur ni ng o fc o g s t h at s e e m e d r u s t y a n danc ie nt wi th s us pi ci o n.

“No , no , bo y,” s ai d Mont ag,hi s hear t pounding.

H e s a w t h e s i l ve r n e e d l ee x t e n d e d u p o n t h e a i r a ni n c h , p u l l b a c k , e x t e n d ,p u l l b a c k . T h e g r o w ls i m m e r e d i n t h e b e a s t a n di t l o o k e d a t h i m .

Mo ntag backed up. The Houndto ok a ste p f ro m i ts ke nne l.

M o nt a g g r a b be d t he b r a s spo l e wi t h o n e han d. Th e po l e ,r e a c t i n g , s l i d u p w a r d , a n dt o o k hi m t hr o ugh t he c e i l i ng,qui e t l y. He s t e pp e d o f f i n t heh a l f - l i t d e c k o f t h e u p p e rl e ve l . H e was t r e m b l i n g an dh i s f a c e wa s g r e e n - wh i t e .B e l o w, t h e H o u n d h a d s u n kb a c k d o wn u p o n i t s e i g h ti nc r e di b l e i n s e c t l e gs and wash um mi n g t o i t s e l f ag ai n , i t smul t i - f ac e t e d e y e s at pe a c e .

M o n t a g s t o o d , l e t t i n g t h ef e ar s p as s , by t h e d r o p- h o l e .B e h i n d h i m , f o u r m e n a t ac a r d t a b l e u n d e r a g r e e n -l i d d e d l i g h t i n t h e c o r n e rg l a n c e d b r i e f l y b u t s a i dn o t h i n g. O n l y t h e ma n wi t ht h e Cap t ai n’s h at an d t he s i gno f t he P h o e n i x o n hi s hat , atl a s t , c u r i o u s , h i s p l a y i n gc a r d s i n h i s t h i n ha nd, t al k e dac r o s s t h e l o n g r o o m.

“Mont ag…?”

“It doesn’t like me,” said Montag.

“W ha t , t he H o un d?” TheCaptain st udi ed his c ards.

“Come of f it. It do esn’t li ke ordis l ike . It j ust ‘funct i ons . ’ It’sli ke a l es son in balli sti cs . It hasa traje cto ry we de cide for it . Itfo llo ws through. It targe ts it sel f,

Sabue s o , que i ba ar r o jandosombras, saltando como una polillaa la luz de una ll ama, busc ando,at r apando a s u ví c t ima ei ntr o duc ie ndo la aguja, yregr esando a mor ir a s u re fug i ocomo si al guien hubies e cerr adouna llave.

Montag tocó el hocico de la bestia.

El Sabueso gruñó.

Montag dio un salto atrás.

El Sabue so s e inc o r por ó amedias en su casil l a y lo miró conuna luz verde azulada de neón quese apagaba y encendía en los bulbosde los oj os, de pronto ac tivados.Vol vió a gruñir c o n un c ur i os osonido estridente, mezcla de siseoeléctrico, algo que se achicharraba,raspidos de metal, y un movimientode e ngr anajes apar e nt e me nt eoxidados y viejos de sospecha.

—No, no, cuidado —dijo Montag.El corazón le saltaba en el pecho.

Vi o l a aguj a de pl at a queas o maba, s e al zaba, do scentímetros, se recogía, se alzaba,se r eco gí a o tr a vez. Un gruñi dohe rví a dentr o de la bes t ia, queseguía mirando a Montag.

Montag retrocedió. El Sabuesose asomó a la puerta de la casilla.

Montag se tomó de la barra de broncecon una mano. La barra reaccionó,subió y llevó a Montag, serenamente,hacia arriba. Montag, estremeciéndose,con un rostro verde pálido, se dejó caeren laplataforma superior, débilmenteiluminada. Allá abajo el Sabueso sehabía e nc ogido, r et ro ce di endo , ys e había i nc o rpor ado s obr e susoc ho incr eíble s pat as de i nse ct o,c an t u r r e á nd o s e o t r a ve z a s ímis mo , c o n l o s mult i f ac é t ic o so jo s en paz.

Montag esperó, i nmóvil, junto ala abe rtura del piso , a que se lepas ar a e l mi e do . De t r ás de é lcuatro hombres sentados alrededorde una mesa, bajo una luz verdosa,l o mi raro n de so sl ayo , pe ro nodijeron nada. Só lo el hombre congorra de capitán, y la insignia delf éni x e n l a gor r a, habl ó al f in,curioso, sin soltar las c artas quet e ní a e n l a mano hue s uda_______________________.

—¿Montag?

—No le gusto —dijo Montag.

—¿Aquién?¿Al Sabueso?—El capitánestudió los naipes que tenía en la mano.— Ol ví dal o . No t i e ne gu s t o s .Func i o na, nada má s . Es c o mouna lec ci ón de balí sti ca. Re cor rel a tr ayec to ri a indi cada. Al pie del a l e t r a . A p u n t a , d a e n e l

r ápido y si le nc io so movimie nt odel Sabue so que salt aba bajo l ac r u da l uz , e nc o n t r an do ,s uj e t an do a s u vi c t i ma ,i ns er tando la aguja y r egre sandoa s u pe rr er a par a mo ri r co mo s is e hu bi e s e da do vu e l t as a unc onmut ador.

Montag tocó el hocico.

El Sabueso gruñó.

Montag dio un salto hacia atrás.

E l S a b u e s o s e l e va n t ó ame di as e n s u pe r re r a mi ró c o no j o s ve r d e a z u l a do s d e n e ó nq ue p a r p a de a, e n s u s g l o bo sr e p e n t i n a m e n t e a c t i va d o s .Vo l vi ó a g r u ñ i r , u n a e xt r añ ac o m b i n a c i ó n d e s i s e oe l é c t r i c o , d e p i t a r y d ec hi r r i do de m e t al , un gi r ar dee ng r anaje s par e c í an o xi da do sy l l e no s de r e c e l o .

—No, no,muchacho —dijo Montag—.El corazón le latió fuertemente.

Vio que la aguja plateada asomabaun par de centímetros,volvía aocultarse,asomaba un par de centímetros, volvía aocultarse, asomaba, se ocultaba.El gruñidose acentuó, l a b e s t i a m i r ó aM o nt a g .

Éste retrocedió. El Sabueso adelantóun paso en su perrera.

Montag co gi ó la bar ra de me talc o n u na m an o . La b ar r a ,r eacc io nando, s e des li zó ha ci aar riba y s ile ncio same nte , le lle vómás ar ri ba del t ec ho , dé bi lmentei lumi nada. Es taba t embl or os o ys u ro st ro t enía un c ol or blanc ove rdos o. Abajo , el Sabue so habíavue l t o a agazapar s e s o br e s usi nc re íble s oc ho pat as de inse ct oy vo l ví a a r o nr o n e a r pa r a s ími smo, co n sus o jos de múl tipl esface tas en paz.

Montag esperó junto al agujero aque se calmaran sus temores. Detrásde él, cuatro hombres jugaban a losnaipes bajo una luz con pantalla verde,situada en una esquina. Los jugadoreslanzaron una breve mirada a Montag,pero no dijeron nada. Sólo el hombreque llevaba el casco de capitán y elsigno del cenit en el mismo, habló porúltimo, con curiosidad, sosteniendolas cartas en una de sus manos,desde el otro lado de la larga habitación.

—Montag...

—No le gusto a ése —dijo Montag—

—¿Q ui é n , al Sabue s o ? —Elc ap i t án e s t u di ó s us n ai pe s —.Olvídate de ello. Ése no quiere ni odia.Simplemente, funciona. Es como unalecc ión de balís tica. Tiene unatrayectoriaque nosotros determinamos.Él la sigue rigurosamente. Persigue el

cog sprocket, piñón, diente, tooth on the rim ofgear wheel , (engranaje=conjunto de dientes deuna máquina), ruedas dentadas

X

X

X

X

X

Page 21: B’s Farenheit Fahrenheit 451* - Rodriguez Alvareznovelas.rodriguezalvarez.com/pdfs/Bradbury, Ray ''Farenheit 451''-Xx-En-Sp-Sp.pdf2 B’s Farenheit tr. de F. Abelenda tr. de Alfredo

22

B’s Farenheit tr. de F. Abelenda tr. de Alfredo Crespo

5

10

15

20

25

30

35

40

45

50

55

60

65

70

75

home s i ts el f , and cut s of f . It’so n l y c o ppe r wi r e , s t o r a gebatte ri es, and ele ctr ic ity.”

M o n t a g s w a l l o w e d .“It s c al c ul at o r s c an be s e t t oa n y c o m b i n a t i o n , s o m a n yami no ac i ds , s o m uc h s ul ph ur,s o m u c h b u t t e r f a t a n dal kal i ne . Ri ght ?”

“We all kno w t hat .”

“Al l o f t h o s e c he m i c albalanc es and per ce nt ages on allo f us he r e i n t h e h o us e a r er e c o r de d i n t h e mas t e r f i l edo wns tai rs . It woul d be eas y f ors o me o ne t o s e t u p a pa r t i alc o mbi na t i o n o n t he Ho und ’s‘me mory,’ a to uch o f amino aci ds,pe rhaps . That wo ul d acco unt f orwhat t he ani mal di d j us t no w.Re act ed toward me .”

“Hell ,” said the Capt ai n.

“Irr itated, but no t comple te lyangry. Jus t e nough ‘memo ry’ s etup in i t by s omeone s o it gro wl edwhen I t ouc hed it .”

“Who would do a thing like that?”asked the Captain. “You haven’t anyenemies here, Guy.”

“None t hat I know of .”

“We’ll have the Hound checkedby our technicians tomorrow.

“This i sn’t t he fi rs t ti me i t’st hr e at e ne d me , ” s ai d Mo nt ag.“Last mont h i t happened twice .”

“ W e ’ l l f i x i t u p . D o n ’ tw o r r y ”

But Mont ag did not move ando n l y s t o o d t h i nk i ng o f t hevent i lat o r g ri l l e i n t he hal l atho me and what lay hidden behi ndthe gri lle . If s omeone here i n t hef i r e h o us e k ne w a bo u t t heve nt i l at o r t he n mi ght n’t t h e y“t ell ” t he Ho und…?

The Captai n c ame o ver t o t hedr o p- ho l e an d g ave Mo n t ag aquest ioning gl anc e.

“I wa s j us t f i gu r i n g,” s a i dMo nt ag, “what doe s t he Houndthink about down t her e nights ? Isit co mi ng ali ve on us , really? Itmakes me c old.”

“It doe sn’t t hi nk anyt hi ng wedo n’t want it to think.”

“That ’s s a d,” s a i d Mo nt a g,quiet ly, “bec ause all we put intoi t i s hu nt i ng an d f i nd i n g a ndki lli ng. What a shame if that’s allit can e ver know.”’

Be at ty sno rt ed, ge nt ly. “Hel l!It ’s a f ine bit of crafts manship, a

b l a n c o , y s e p a r a . E ss ó l o a l a m b r e s d e c o b r e ,b a t e r í a s y e l e c t r i c i da d .

Montag tragó saliva.—Las calculadoras del Sabueso

f unci o nan co n c ual qui e rcombinación, tantos aminoácidos,tant os sulfuro s, tant os ál cal is ygrasas, ¿no es cierto?

—Todo el mundo lo sabe.

—El equilibrio y porcentaje dee l e me nt o s quí mi c os de to do snosotros figuran en el archivo de lapl ant a baj a. Se r í a f ác i l par acualquiera fijar en la memoria delSabueso una combinación parcial;la de aminoácidos, por ejemplo. Esobas tar í a par a que e l ani malr e acc i o nase c o mo hac e uno si ns tant es . Para que re ac ci onas econtra mí.

—Disparates —dijo el capitán.

—Para que se irri tara, no paraque se e nojas e del todo. Sólo un«r e c ue r d o », p ar a q ue gr uñacuando yo lo toque.

—¿Y qui én har ía una c os asemejante? —preguntó el capitán —. Aquí no tienes enemigos, Guy.

—Ninguno que yo sepa.

—Haré que los técnicos revisenal Sabueso mañana.

—Y no es la primera vez que meamenaza —dijo Montag —. El mes pasadoocurrió lo mismo endos oportunidades.

—Lo ar r e gl ar e mo s . No t epreocupes.

P e r o Mo n t ag n o s e mo vi ó , ys e q u e d ó p e n s a n d o e n l ar e j i l l a d e l ve n t i l a do r d e s uve s t í b ul o , y e n l o q ue ha bí ade t rás de l a r e j i l l a. Si al gui e naquí e n e l cuar t e l s upi e s e al god e e s e ve n t i l ad o r , ¿ no s e l o«di rí a» al Sabue so e nt o nc e s ?

E l c a pi t á n s e a c e r c ó a l ab a r r a y m i r ó a M o n t a gi nqui s i t i vame nt e .

—Me estaba pr egunt ando —leexplicó Montag —, ¿qué piensa elSabueso allá abajo, toda la noche?¿So mo s no so t r o s l o s que l oanimamos realmente? Me da frío.

—Sólo piensa lo que queremosque piense.

—Sería triste —dijo Montag envoz baja —, pues sólo ponemos enél i de as de caza, pe rs ec uc ió n ymuerte. Qué lástima si eso es todolo que sabe.

Beatty soltó un leve bufido.—Diablos. Es una obra maestra

blanco, lo al c anza, y nada más .S ó l o e s a l a m b r e d e c o b r e ,baterías de carga y electricidad.

Montag tragó saliva.—Sus calculado ras puede n ser

di s pue s t as par a c ual qui e rcombinación, tantos aminoácidos,tant o azuf re , tanta grasa, tant osálcalis. ¿No es así?

—Todos sabemos que sí.

—Las combinaci ones quími casy p o r c e nt aj e s de c a da uno deno sotr os e stán registr ados en elarchivo general de l cuar tel, abajo.Re s ul t ar í a f ác i l par a al gu i e ni nt r o duc i r e n l a me mo r i a de lSabueso una c ombinación parci al,quizá un t o que de ami no ác ido .Es o expl ic ar ía lo que e l animalacaba de hace r. Ha re ac ci onadocontra mí.

—¡Diablos! —exclamó el capitán—.

— I r r i t a d o , p e r o n oc o mpl e t am e nt e f ur i o s o . Só l oc o n l a s uf ic i e nt e me mo r i a par agr uñir me al t o car l o .

—¿Quién podría haber hecho algoasí? —preguntó el capitán—. Tú notienes enemigos aquí, Guy.

—Que yo sepa, no.

—Mañana haremos que nuestrostécnicos verifiquen el Sabueso.

—No es la primera vez que me haamenaz—dijo Montag—. El mes pasadoocurrió dos veces.

—Arreglaremos esto, no tepreocupes.

P e r o M o n t a g n o s em o vi ó y s i g u i ó p e n s a n d o e nreja del ventilador del vestíbulo desu casa, y en lo que había ocultodetrás de la misma. Si alguien delc uart d de bombe ro s es tuvi es eenterado de lo del ventilado; ¿nopodríaser que se lo «contara» al Sabueso ...?

El capitán se ac ercó al agujerode la sala y lanzó una inquisit ivamirada a Montag.

—Es t aba pe ns ando —di j oMontag— e n qué es pe nsando elSabueso Mecánico ahí abajo, todala no che. ¿Está vivo de veras? Meproduce escalofríos.

—Él no pie nsa nada que nodeseemos que piense.

—Es unapena—dijo Montagconvozqueda—, porque lo único que ponemosen su cerebro es cacería, búsqueda ymatanza. ¡Qué vergüenza que solamentehaya de conocer eso!

Beatty resopló amablemente.—¡Diablos! Es una magnífica pieza

Page 22: B’s Farenheit Fahrenheit 451* - Rodriguez Alvareznovelas.rodriguezalvarez.com/pdfs/Bradbury, Ray ''Farenheit 451''-Xx-En-Sp-Sp.pdf2 B’s Farenheit tr. de F. Abelenda tr. de Alfredo

23

B’s Farenheit tr. de F. Abelenda tr. de Alfredo Crespo

5

10

15

20

25

30

35

40

45

50

55

60

65

70

75

go o d r i f l e t hat c an f e t c h i t so wn t ar g e t a nd gu ar ant e e s t hebull’s- eye every t ime .”

“That’s why,” said Montag. “Iwo ul d n’ t want t o b e i t s ne xtvi ct im.

“W hy ? Yo u go t a gu i l t yco nsc ie nce about s ome thing?”

Mo ntag glance d up s wi ftl y.

Be att y s to od the re loo ki ng athi m s te adi ly wi th his e yes , whi lehis mo ut h o pe ne d and be gan t olaugh, very so ftl y.

One t wo t hr e e f o ur fi ve s i xse ven days . And as many times hec a me o u t o f t he ho us e a ndCl ari ss e was the re so mewhe re int h e wo r l d. On c e he s a w h e rs haki ng a wal nut t re e , o nc e hes a w h e r s i t t i n g o n t he l a wnknitt ing a bl ue sweat er, t hre e orfo ur times he fo und a bo uquet ofl at e f lo we r s on hi s por ch, o r ahandful o f c he s tnuts in a li t tl es a c k, o r s o me au t um n l e ave sne at l y pi nne d to a s hee t o f whi tepape r and t humb- t ac ke d to hi sdo or. Ever y day Cl ari sse walkedhi m t o the co rner. One day it wasraini ng, t he next i t was cl ear, t heda y a f t e r t ha t t he wi nd bl e wst ro ng, and t he day af ter t hat itwas mil d and calm, and the dayaf ter t hat calm day was a day li kea fur nac e o f s umme r and Claris sewi th her f ace all sunburnt by l ateaf ter noo n.

“W h y i s i t , ” h e s a i d , o n et i m e , a t t h e s u b w a ye n t r a n c e , “I f e e l I ’ ve k n o wny o u s o m a n y y e a r s ? ”

“Because I like you,” she said, “andI don’t want anything from you. Andbecause we know each other.”

“You make me fe el very old andvery much like a father.”

“No w yo u e xplain,” she said,“why yo u haven’t any daught er sli ke me, i f you love c hi ldr en somuch?”

“I don’t know.”

“Yo u’re j oking!”

“I me an —” He s t o ppe d andshook his head. “Well , my wif e,she… She just ne ver wante d anychildre n at all .”

The girl st opped smili ng. “I’mso rry. I r eal ly, t hought you we rehaving fun at my e xpe nse . I’m afoo l.”

“ N o , n o , ” h e s a i d . “ I tw a s a g o o d q u e s t i o n . I t ’ s

de la técnica. Un buen rifle capaz deapuntar por sí solo y que garantiza quese dé en el blanco.

—Por eso mismo —dijo Montag— no qui e ro s e r s u pr óxi mavíctima.

—¿P or qué ? ¿No t i e nes l aconciencia tranquila?

Montag alzó con rapidez los ojos.

B e a t t y l o m i r ó u nr a t o , y l u e g o a b r i ól a b o c a y r i ó e n t r ed i e n t e s ______.

Uno dos t re s c uatro c inco se iss ie t e dí as . Y o tr as t ant as ve ce sM o n t a g s al i ó d e l a c a s a yCl ari s s e e s taba al lí , e n algunapar t e de l m undo . Una ve z vi oc ó mo s ac udía un c as t año ; o t r avez vi o có mo t ej í a una c haquet aazul , s e ntada e n el j ar dí n; t re so c u a t r o ve c e s e nc o nt r ó u nramil lete de flore s tardías en elporche, o un puñado de nueces enun saquito, o algunas hojas otoñalessuj etas cu ida dosamente con alfileresa una hoja de papel blanco y clavadas en lapue r ta . Todos los día s C lar i ss e loa com pañó ha st a la es quina . Un dí ae s t a b a l l o vi e n d o ; e l d í as i g u i e n t e e r a s e r e n o yt i b i o , y e l s i g u i e n t ec o m o u n a f r a g u a d ev e r a n o , y e l r o s t r o d eC l a r i s s e p a r e c í a a r r e ba t a d opo r e l s o l de l as úl t i m as ho r asde l a t ar de .

—¿Por qué —preguntó Montaguna ve z a la e nt r ada de l t r e nsubt erráneo — me parece que teconozco desde hace tanto tiempo?

—Porque le gusto —respondióClarisse —, y no le pido nada. Yporque nos conocemos.

—Me haces sentir muy viejo, ymuy como un padre.

— E x pl í q u e m e — d i j oC l a r i s s e — ¿P o r q u é n o h at e ni do hi j as c o mo yo s i tant o l egus tan l o s ni ño s ?

—No sé.

—¡Bromea!

—Qu i e r o de c i r. . . —Mo n t agc al l ó y s a c u di ó l a c a b e za .Bue no , mi muj e r, e ll a. . . nunc aqui s o t e ne r hi j os .

Clarisse dejó de sonreír.—Lo siento. Creí realmente que

estaba burlándose de mí. Soy unatonta.

—No. No —dijo Montag — Lapregunta estaba bien.

de artesanía,’J proyectil que buscas u pro pi o o bj e ti vo y gar ant izablanco cada vez.

—P o r e s o no qu i s i e r a s e r s up r ó x i m a v í c t i m a —repl i c óMo nt ag—.

—¿Por qué? ¿Te remuerde laconciencia por algo?

Montaglevantó lamirada con rapidez.

B e a t t y pe r ma n e c í a a l l í ,mir ándo l e f ij ame nte a o j os , e nt a nt o qu e s u bo c a s e a br í a ye mpe zaba a c o n s uavi dad.

Uno, dos , t res , cuatro , c inc o,sei s, sie te días. Y cada vez que élsalía de la casa. Clar iss e e stabapor allí, e n algún jugar del mundo.Una ve z, Mo nt a g l a vi osacudiendo un nogal; otra, se ntadaen el césped, teji endo un jers eyazul; en tres o cuatro oc asiones,enco nt ró un r ami ll et e de fl or estar días e n el porche de s u casa, oun puñado de nueces en un pequeñosaquito, o vari as hoj as o t o ñ al e spul c rame nt e cl avadas e n unacuartilla de papel blanco, sujeta ensu puerta. Claris se le acompañabacada día hasta la esquina. Un día,l l o ví a; e l s i g ui e nt e , e s t abade s pe j ado ; e l o t r o , s o pl aba unfuerte viento, y el de más allá, todoestaba tranquilo y en calma; el díasiguient e a e se día en c alma fuesemejante a un horno veraniego yCl ar is se apare ci ó co n el r os tr oquemado por el sol.

—¿P or qué s erá —dijo él unavez, e n la entrada del «Me tro»—que tengo la sensación de conocertedesde hace muchos años?

—Porque le aprecio austed—replicóella—, y no deseo nada suyo. Y porquenos conocemos mutuamente.

—Me haces sentir muy viejo yparecido a un padre.

— ¿ P u e d e e x p l i c a r m e p o rq u é n o t i e n e n i n g u n a h i j ac o m o yo , s i l e g us t a n t a nt ol o s n i ñ o s ?

—Lo ignoro.

—¡Bromea usted!

—Qui e r o de c i r. . . —Mo nt agcalló y meneó la cabeza— . Bueno,es que mi e spo sa.. . Ella nunca hadeseado tener niños.

La muchacha dejó de sonreír.—Lo siento. Me había parecido

que se estaba burlando de mí. Soy unatonta.

—No, no —repl icó Mont ag—.Ha sido una buena pregunta. Hacía

X

Page 23: B’s Farenheit Fahrenheit 451* - Rodriguez Alvareznovelas.rodriguezalvarez.com/pdfs/Bradbury, Ray ''Farenheit 451''-Xx-En-Sp-Sp.pdf2 B’s Farenheit tr. de F. Abelenda tr. de Alfredo

24

B’s Farenheit tr. de F. Abelenda tr. de Alfredo Crespo

5

10

15

20

25

30

35

40

45

50

55

60

65

70

75

b e e n a l o n g t i m e s i n c ea ny o n e c a r e d e n o u gh t o a s k .A g o o d q u e s t i o n . ”

“Le t ’s t al k abo ut s o me t hi ngel se. Have yo u e ve r s mel le d o ldl e ave s ? Do n’t t he y s me l l l i keci nnamo n? Her e. Smell .”

“ W h y , y e s , i t i s l i k eci nnamon in a way.”

S h e l o o k e d a t h i mw i t h h e r c l e a r d a r k e y e s .“You al ways s eem shoc ked.”

“ I t ’s j u s t I h a v e n ’ t h a dt i me — ”

“Did you look at the stretched-outbillboards like I told you?”

“I t hi nk s o . Ye s .” He had t ol augh.

“Your laugh s ounds muc h nic erthan it did.”

“Does it ?”

“Much more re laxed.”

He f e l t at e as e a ndco mfo rt abl e. “Why are n’t you ins c ho o l ? I s e e yo u e ve r y d aywande ri ng aro und.”

“Oh, the y don’t mis s me,” s hesaid. “I’m anti- soc ial , t he y s ay. Ido n’t mi x. It ’s s o s tr ange . I’mve ry so cial i nde ed. It all de pendso n wh at yo u me an by s o c i a l ,doe sn’t i t ? So ci al t o me me anst al ki ng abo ut t hi ngs l ike t hi s.”She rattl ed so me che stnuts thathad fal len off t he t ree i n the fr ontya r d. “O r t al k i n g a bo u t h o wst range the worl d i s. Be ing wi thpe opl e is nic e. But I don’t t hi nki t ’s s o c i a l t o g e t a b un c h o fpe opl e t ogether and then no t l etthem tal k, do yo u? An ho ur of TVc las s, an hour o f bas ke t bal l o rbasebal l o r r unning, another ho uro f t r ans c r i pt i o n hi s t o r y o rpa i nt i ng pi c t u r e s , and mo r esports , but do yo u know, we neverask ques t io ns, o r at l e as t mos tdo n’t; the y jus t run t he ans we rsat yo u, bi ng, bing, bi ng, and ussi tti ng there f or four mor e hoursof fi lm-te acher. That ’s not s oci alto me at all. It ’s a l ot of funne l sand a lo t of wat er poure d do wnthe s po ut and o ut the bott om, andthem t elli ng us it ’s wine whe n it ’sno t. They run us s o r agged by t hee n d o f t he da y we c an ’t doanythi ng but go t o be d o r he ad f ora Fun P ar k t o bu l l y p e o p l ear o und, br e ak wi ndo wpane s i nt he Wi ndo w Sma s he r pl ac e o rwre c k c ar s i n t he Car Wre c ke rpl ace with the big st ee l ball . Orgo out in the cars and r ace o n t hest ree ts, t ryi ng to see how clo seyou can get to l amp-posts , playing‘chi cke n’ and ‘kno ck hub-c aps. ’

De s de hac e t i e mpo nadie s einteresa ni siquiera en preguntar.Estaba bien.

— H a b l e m o s d e o t r a c o s a .¿ H a o l i d o h o j a s v i e j a s ?¿ N o h u e l e n a c a n e l a ?To m e . H u e l a .

— P e r o s í , p a r e c ec a n e l a .

C l a r i s s e l o m i r ó c o ns u s c l a r o s o j o s o s c u r o s .

—Todo le sorprende.

—Es que nunc a t uve t i e mpode . . .

— ¿ M i r ó l o s g r a n d e sanuncios como le dije?

Montag tuvo que reírse. —Creoque sí. Sí.

—La r i s a de us t e d e s másagradable ahora.

—¿De veras?

—Más fácil.

Montagse sintió cómodo ydescansado.—¿P or qué no e s t ás en l a

escuela? Parece que vagaras todo eldí a.

—Oh, no dejan de vigilarme —dijoClarisse —. Dicen que soy insociable.No me mezclo conla gente. Es raro.Soymuy sociable realmente. Todo dependede lo que se entienda por social, ¿no escierto? Para mí ser social significahablar con usted de cosas como éstas.—Hizo so nar unas cast añas quehabían c aí do de l ár bo l en e ljardín.— O hablar de lo curioso quees el mundo. Me gusta la gent e.Pero no creo que ser sociable seareunir un montón de gente y luegoprohibirles hablar, ¿no es cier to?Una ho ra de c l as e TV, o t r a debé isbo l o balo nces to o car reras,otra de transcripciones históricas opintura, y más deportes. En fin, yasabe cómo es eso. Nunca hac e mo spr e gunt as , o po r l o me no s c as inadi e l as h ac e . La s pr e gu nt asno s l as hac en a no so t r o s , bi ng,bi ng, bing, y así esperamos, sentados, aque pasen las cuatro horas de leccionesfilmadas. No creo que eso pueda llamarse sersociable. Es como mirar muchas cañerías del a s q u e s a l e a g u a , m i e n t r a se l l o s q u i e r e n h a c e r n o sc r e e r q u e e s v i n o . Al fin deldía han acabado de tal modo connosotros que sólo nos queda irnosa l a c ama, o a un par qu e dedi ver si one s, y asustar a la gent e,o r o mpe r vidr io s e n la Casa deRomper Vidrios, o destrozar cochesen el Parque de Destrozar Cochescon los proye cti les de ac e r o . Osa l i r e n a u t o m ó vi l y c o r r e rpo r l as c a l l e s t r a t a ndo de ve rh a s t a d ó n d e p o d e m o sa c e r c a r n o s a l o s f a r o l e s .

mucho t i empo que nadie s einteresaba por mí para hacérmela.Una buena pregunta.

—Habl emos de o tr a co sa. ¿Hao l i do a l g un a ve z u na s ho j a svi e j a s ? ¿Ve r d ad qu e h ue l e n ac inamomo? Tome. hue la.

—Caramba, sí, en cierto modo,parece cinamomo.

C l a r i s s e l e m i r ó c o n s u st r ans par e nt e s o j o s o s c ur o s.

—Siempre parece ofendido.

— E s q u e n o h e t e n i d ot i e mp o . . .

—¿Se fijó en los carteles al argados,tal como le dije?

—Creo que sí. Sí.Montag tuvo que reírse.

—Su risa parece mucho mássimpática que antes.

—¿De veras?

—Mucho más tranquila.

Montag se sintió a gusto y cómodo,—¿Por qué no estás en la escuela?

Cada día te encuentro vagabundeandopor ahí.

—¡Oh, no me echan en falta! —c ont es t ó e ll a—. c re e n que so yinsociable. No me adapto. Es muye xt r año . En e l f o ndo , s oy muysoc iabl e. Todo depende de lo seentienda por ser sociable, ¿no? Paramí, representa hablar de cosas comoéstas. —Hizo sonar unas nueces quehabían caído del árbol del patio—.O co mentar l o extraño que e s elmundo. Es t ar co n l a ge nt e e sagradable. Pero no considero que seasociable reunir a un grupo de gentey, después, no dejar que hable. Unahor a de c l as e TV, una hor a debalo nce st o, de pe lo ta base o decarreras, otra hora de transcripcióno de reproducción de imágenes, ymás deportes. Pero ha de saber quenunca hacemos preguntas, o por lomenos, la mayoría no las hace; nohac e n más que lanzar te lasrespuestas izas!, izas!, y nosotrossentados allí durante otras cuatrohoras de clase cinematográfica. Estono t ie ne nada que ver co n l asociabilidad. Hay muchas chimeneasy mucha agua que mana por ellas, ytodos nos decimos es vino, cuandono lo es. Nos fatigan tanto que alterminar el día, sólo somos capacesde acost arnos , ir a un P arque deAtracciones para empujar a la gente,romper cristales en el Rompedor deVentanas o triturar automóviles en elAplastacoches; con la gran bola deacero. Al salir en automóvil y recorrerlas calles, intentando comprobar cuánce rc a de l os f ar ol es e s po si bl edetenerte, o quien es el último quesaltadel vehículo antes de que se estrelle.

rattle hacer sonar como una carraca ; batir o sacudir conruido; desatinar, atolondrar, atarantar, aturdir, aturru-llar, correr, proferir, articular rápidamente; (mar.) atarcon rebenques. - v. intr. zurri(a)r, matraquear, rechi-nar, sonar, guachapear, zangolotearse, repiquetear;charlatanear, parlotear; (mec.) ratear, moverse o fun-cionar con ruido desapacible: to rattle away, par lo-tear; rodar a distancia, haciendo ruido; to rattle down(mar.) arreglar los flechastes.

s. rechin(ad)o, rechinamiento, zumba, zurrido; sonaje-ro, sonajillas, matraca; carraca; bramadera; cascabeldel crótalo; parla, charla; (in the throat), ester tor;rattlebrained, rattle-headed, rattle-pated, ligero decascos, casquivano; voluble , vo ltario; ra ttlehea d,ratttepate o rattleskull

Page 24: B’s Farenheit Fahrenheit 451* - Rodriguez Alvareznovelas.rodriguezalvarez.com/pdfs/Bradbury, Ray ''Farenheit 451''-Xx-En-Sp-Sp.pdf2 B’s Farenheit tr. de F. Abelenda tr. de Alfredo

25

B’s Farenheit tr. de F. Abelenda tr. de Alfredo Crespo

5

10

15

20

25

30

35

40

45

50

55

60

65

70

75

I gues s I’m everythi ng they say Iam , a l l r i ght . I h ave n’ t a nyfr iends . That ’s suppo se d t o pro veI’m abno r ma l . But e ve r yo ne Ikn o w i s e i t he r s ho u t i ng o rda nc i ng ar o un d l i k e wi l d o rbe at ing up o ne ano ther. Do younoti ce how people hurt each o therno wadays ?”

“You sound so ve ry old.”

“So met i me s I’m anc ie nt. I’mafr ai d o f c hi l dr e n my own age .They kill e ach other. Di d it al waysuse d to be t hat way? My uncl esays no . Six of my fr iends havebee n shot in t he last year alo ne.Te n of them died in car wr ecks.I’m afrai d of them and they do n’tlike me because I’m afraid. My unclesays his grandfather rememberedwhen children didn’t kill each other.But that was a long time ago whenthey had t hi ngs di ff er ent. The ybelieved in responsibility, my unclesays. Do you know, I’m responsible. Iwas spanked when I needed it, yearsago. And I do all the shopping andho use - c l e ani ng by hand.

“But mo st o f al l ,” s he s ai d, “Ili ke t o watc h pe ople . So me ti me sI r i de t he s ubway al l day andl oo k at t he m and li st en t o them.I just want t o f igure o ut who theya r e a nd wha t t h e y wan t an dwhe re t he y’re goi ng. So me ti me sI e ve n go t o t he Fun P ar ks andr i de i n t he j e t c ar s whe n t he yr ac e o n t he e d ge o f t o wn a tmi dni ght and t h e po l i c e do n’tcare as lo ng as they’re insured. Aslong as everyone has ten thousandinsurance everyone’s happy. SometimesI sneak around and listen in subways.Or I listen at soda fountains, and doyou know what?”

“What ?”

“People don’t talk about anything.”

“Oh, they mus t !”

“No, not anything. They name alot of cars or clothes or swimming-pool s mostly and say how swell!But they all say the same things andnobo dy s ays anyt hing di f fe r entfrom anyone else. And most of thet ime in t he c af e s they have thejokeboxes on and the same jokesmost of the time, or the musicalwall lit and all the coloured patternsrunning up and down, but it’s onlycolour and all abstract. And at themuseums, have you ever be en? Al lab s t r a c t . Th at ’s a l l t h e r e i sn o w. M y u n c l e s a y s i t wasdi ffe rent onc e. A l ong t ime backsometimes pict ures said t hings oreven sho wed pe opl e.”

“Yo ur unc l e s ai d, your uncl es a i d. Yo ur un c l e mu s t be are markabl e man.”

“He i s. He cer tainl y i s. Wel l,

A ceptemos que soy todo lo qu ed i c e n . M u y b i e n . N o t e n g oa m i g o s . E s o s u p o n d r í a q u es oy ano rmal . P er o to do s los quec o no z c o s e pa s an l a s h o r a sgri tando o bail ando _________, og o l p e a n d o a a l g ú n o t r o . ¿ Han o t ad o c ó mo t o do s t r at an d eh ac e r s e da ño ?

—Hablas como una vieja.

—A ve c e s s o y vi e j a. Te ngomiedo de las pers onas de mi edad.Se mat an uno s a o t r o s . ¿Fuesiempre así? Mi tío dice que no. Elaño pas ado mataro n a balazo s as ei s de mis ami go s. Otr os die zmurieron destrozando automóviles.Les tengo miedo, y no les gustoporque tengo miedo. Mi tío dice quesu abuelo recordaba una época enque los muchachos no se matabanentre sí. Pero eso fue hace muchotiempo, cuando todo era diferente.Creían en la responsabilidad, dicemi tío. ¿Sabe? Yo soy res ponsable.Me zurraban en mi casa cuando eranecesario, años atrá s. Y hago todas lascompras, y la limpieza de la casa a mano...Pero sobre todo me g us t a o bs e r va r al a ge nt e . A ve c e s me pa s o e ldí a e n e l t r e n s u bt e r r án e o , ym i r o y e s c u c h o a l a g e n t e .Me gusta imaginar quiénes son y quéhacen y a dónde van. A veces hastavoy a los parques de diversiones yme s ubo a lo s auto móvi le s dere ac ci ón c uando co rr en por l ossuburbio s a mediano che y a l ospolicías no les importa con tal quela ge nte es té asegurada. Co n t alque tengan una pó liza de diez mil,t o do s c o nt e nt o s . A ve c e s mee sc ur ro por ahí y escucho en lossubterráneos. O en los bares de bebidassin alcohol. ¿Y sabe una cosa?

—¿Qué,

—La gente no habla de nada.

—Oh, tienen que hablar de algo.

—No , no , de nada. Ci tanautomóviles, ropas, piscinas, y dicen¡qué bien! Pero siempre repiten lomismo, y nadie dice nada diferente,y la mayor parte del tiempo, en losc af é s, hac en f unc io nar lo sgramófonos automáticos de chistes,y e s cuc han c his t es vi e jo s , oenci enden la pared musical y lasformas coloreadas se mueven paraarriba y para abajo, pero son sólofigur as de col or, abst ractas. ¿Haes tado e n lo s muse os? To d o e sa bs t r a c t o . ___________ _____________ Mi tío dice que antes eradis tinto . Hac e muc ho ti empo losc uadr o s de c í an c o s as , y has t arepresentaban gente .

— Tu t í o d i c e , t u t í o di c e .Tu t í o de b e de s e r un h o m br en o t ab l e .

—Lo es. Lo es de veras. Bueno,

Supongo que soy todo lo que dicende mí, desde luego. No tengo ningúnamigo. Esto debe demostrar que soyanormal. Pe ro to dos aquel los aquienes conozco andan gritando obailando po r ahí co mo loc os, ogol peándo se mut uament e. ¿Se hadado cuenta de cómo, en la actualidad,la gente se zahiere entre sí?

—Hablas como una vieja.

—A veces, l o soy. Temo a losj óve ne s de mi e dad. Se matanmutuamente. ¿Siempre ha sido así?Mi tío dice que no. Sólo en el últimoaño, seis de mis compañeros hanmuerto por disparo. Otros diez hanmuerto en accidente de automóvil.Les temo , y e llos no me quie renpor este moti vo. Mi tío dice quesu abuel o re co rdaba cuando l osniños no se mataban e ntre sí. Perode eso hace mucho , cuando t odoera distinto. Mi tío dice que creíanen la res ponsabilidad. Ha de saberque yo soy responsable. Años atrás,cuando lo merecía, me azotaban . Yhago a mano todas las compras de lacasa, y también la limpieza. Pero porencima de todo —prosiguió diciendoClarisse—,me gusta observar a la gente.A veces, me paso el día entero en el«Metro», ylos contemplo y los escucho.Sól o de se o s abe r qué s o n, quédes e an y adó nde van. A ve c es ,i nc l us o vo y a l o s par que s deatracciones y monto en los cochesc ohe te s cuando r e co r r en lo sarrabales de la ciudad a medianochey la Policía no se mete con ellos contal de que estén asegurados. Con tal deque todos tengan un seguro de diez mil,todos contentos. Aveces, me deslizo ahurtadillas y escucho en el «Metro».Oe n l a s c a f e t e r í a s . Y,¿ s a b e q u é ?

_¿Qué?

—La gente no habla de nada.

—¡Oh, de algo hablarán!

—No, de nada. Citan una seriede aut o mó vil e s , de r o pa o depiscinas, y dicen que es estupendo.Pero todos dicen lo mismo y nadietiene una idea original. Y e n lo sc afé s , l a mayo rí a de l as vec e sfuncionan las máquinas de chistes,si empre l os mi smos, o l a par edmus ic al e nce ndi da y t o das l ascombinaciones coloreadas y bajan,pero sólo se trata de colores y dedibujo abstracto. Y en los museos...¿Ha e s t ado e n e l l os ? Tod o e sabst r act o . Es lo úni c o que hayahora. Mi tío dice antes era distinto.Mucho tiempo atr ás, los cuadrosalgunas veces, decían algo o inclusorepresentaban personas.

— Tu t í o d i c e , t u t í od i c e . . . Tu t í o d e b e d e s e r u nh o m br e n o t ab l e .

—Lo e s. Sí que lo es. Bueno,

X

X

Page 25: B’s Farenheit Fahrenheit 451* - Rodriguez Alvareznovelas.rodriguezalvarez.com/pdfs/Bradbury, Ray ''Farenheit 451''-Xx-En-Sp-Sp.pdf2 B’s Farenheit tr. de F. Abelenda tr. de Alfredo

26

B’s Farenheit tr. de F. Abelenda tr. de Alfredo Crespo

5

10

15

20

25

30

35

40

45

50

55

60

65

70

75

I’ve go t t o be go i ng. Go odbye ,Mr. Montag.”

“Goo d- bye.”

“Goo d- bye…”

One t wo t hr e e f o ur fi ve s i xse ven days : t he fir ehous e.

“Mo ntag, yo u s hi n t hat po l eli ke a bir d up a t ree .”

Thir d day.

“Mont ag, I see you came i n t heback do or this time. The Houndbo the r you?”

“No, no.”

Fo ur th day.

“ M o n t a g , a f u n n y t h i n g .H e a r d t e l l t h i s m o r n i n g .F i r e m a n i n S e a t t l e ,p u r p o s e l y s e t a M e c h an i c a lH o u n d t o h i s o wn c h e m i c a lc o m p l e x a n d l e t i t l o o s e .W h at k i n d o f s ui c i de wo u l dy o u c a l l t ha t ? ”

Fi ve si x s eve n days.

And then, Clarisse was gone. Hedidn’t know what there was aboutthe afternoon, but it was not seeingher somewhere in the world. Thelawn was empty, the trees empty,the street empty, and while at firsthe did not even know he missed heror was e ven l ooking for her, thef ac t was t hat by t he t i me her eache d the s ubway, t he re we revague stirrings of unease i n him .So me thi ng was t he mat t e r, hi sr o uti ne had be e n di s t ur bed. As i m pl e r o u t i n e , t r u e ,e s t abl i s he d i n a s hor t f e w days ,an d ye t … ? He a l m o s t t u r n e dbac k t o make t he wal k agai n, t ogi ve he r t i me t o appe ar. He wasc e r t ai n i f h e t r i e d t h e s am er o u t e , e ve r yt h i ng wo ul d wo r ko ut f i ne . But i t was l at e , andt h e ar r i va l o f hi s t r ai n p ut as t o p t o hi s pl an.

T h e f l u t t e r o f c a r d s ,m o t i o n o f h a n d s , o f e y e l i d s ,t h e dr o n e o f t h e t i m e - vo i c ei n t h e f i r e h o u s e c e i l i n g“…o n e t hi r t y - f i ve . Th ur s da ymo r ni ng, No ve mbe r 4 t h… o net h i r t y- s i x… o n e t hi r t y- s e ve na . m … ? Th e t i c k o f t h ep l ay i n g- c a r d s o n t h e g r e a s yt ab l e - t o p, al l t h e s o u nds c amet o Mo nt ag, b e hi n d hi s c l o s e de ye s , be hi nd t he bar r i e r he hadmo me nt ar i l y e r e c t e d. He c o ul df e e l t h e f i r e h o u s e f u l l o fgl i t t e r and s hi ne and s i l e n c e ,o f brass colours, thecolours of co i ns ,o f g o l d , o f s i l v e r : Th eu ns e e n m e n a c r o s s t h e t a bl ew e r e s i gh i n g o n t he i r c ar ds ,wa i t i ng . “…o n e f o r t y- f i ve … ”

aho ra t e ngo que ir me . Adi ó s ,Montag.

—Adiós.

—Adiós...

Uno dos tres cuatro cinco seisdías: el cuartel de bomberos.

—Montag, trepas por esa barracomo un pájaro a un árbol.

Tercer día.

—Mo ntag, hoy e ntras te por lapuerta de atrás. ¿Te ha molestadoel Sabueso?

—No, no.

Cuarto día.

—Mo nt ag, es c uc ha al gogracioso. Lo he oído esta mañana.Un bombero de Seatle preparó unSabue s o Me c áni co par a quer e acc i o nara ant e s u pro pi ocomplejo químico y luego soltó ala be stia. ¿Qué clase de suic idioserá ése?

Cinco, seis, siete días.

Y C l a r i s s e h a b í ad e s a p a r e c i d o . M o n t a g n oe n t e n d í a q u é p a s a b a c o n l at ar de . Cl ar i s s e no e s t aba al l í yl a t i e r r a p a r e c í a va c í a , l o sár bo l e s vac í o s , l a c al l e vac í a.Y aunque al principio ni sabía quela e xt r añaba a C l ar i s s e , o quel a b us c a b a , c u a n d o l l e g ó a ls ubt e r r áne o s i n t i ó q u e c r e c í ae n é l u n v a g o m a l e s t a r .A l g o o c u r r í a . A l g o ha b í ap e r t u r b a d o l a r u t i n a diari a.Una r ut i na muy s i mp l e , e r ac i e r t o , i naugur ada h ac í a u no spoc os días, y sin e mbargo ... Casise volvió para rehacer el cami no,para dar le t ie mpo a Clari ss e deque apar e c i e s e . Te n í a l as e g ur i da d de que s i r e t r o c e dí at o d o s al d r í a b i e n . P e r o e r at a r d e , y l a l l e g a d a de l t r e ni n t e r r u mpi ó s us pl ane s .

El re vol ote o de los naipe s; elmo vi mi e nt o de l as mano s , l aspe stañas; el zumbi do de la vo z—re loj en e l c iel o r aso de l cuarte l:

—... una y treinta y cinco de lamañana, jueves, cuatro de noviembre...una y treinta y seis... una y treinta ysiete de la mañana... El go l pe se code l o s nai pe s e n l a s upe r f i c i egr as ie nta de la me sa. Todos l oss o ni do s l l e gaban a Mont ag, l et r as p as a ban l o s pár pad o sc e r r ado s , l a bar r e r a que habí ae r i gi do . El c uar t e l e r a br i l l o ,l u s t r e y s i l e nc i o , c o l o r e s debr onc e, co lor es de es taño , or o,pl at a . L o s ho m br e s i nvi s i b l e sdel otro lado de la mesa suspi raronant e s us nai pe s , e s pe ra n d o . . .u na y c ua r e nt a y c i n c o . . .

he de mar c ha r me . Adi o s , M r.Mo nt ag.

—Adiós.

—Adiós...

Uno,dos, tres,cuatro,cinco,seis,sietedías: el cuartel de bomberos.

—Montag, estás puliendo esa barracomo un pájaro encaramado en un árbol.

Tercer día.

—Montag, he visto que entrabas porla puerta posterior. ¿Te preocupa elSabueso?

—No, no.

Cuatro días.

— ¡ Q ué c u r i o s o , M o nt a g !Es t a mañana l o he oí do c o nt ar.U n bo m b e r o d e S e at t l es i n t o ni z ó ad r e d e un s a bu e s om e c án i c o c o n s u p r o p i oc o mpl e j o quí mi c o y, de s pué s ,l o s o lt ó . ¿Qué c l as e de s ui c i di ol l amar í as a e s t o ?

Cinco, seis, siete días.

Y, luego, Claris se desapareció.Mont ag advir t ió l o que o cur rí aaquella tarde, peor era no verla poral lí. El cés ped es taba vacío , l osárboles vacíos, la calle también, ys i bi e n al pr i nc i pi o Mo nt ag nisiquiera comprendió que la echabaen falta o que la estaba buscando,la realidad era que cuando llegó al«Me t r o » s e nt í a e n s u i nt e r i o rdébiles impulsos de intranquilidad.Al g o o c u r r í a , a l g o h a b í aa l t e r a d o s u r u t i n a . U n ar uti na sencilla, es cierto, establecidae n unos c uant os días, y, si nembargo... Estuvo a punto de volveratrás para rehacer el camino, para dartiempo a que la muchacha apareciese.Estaba s e gur o de qu e s i s e guí al a m i s m a r u t a t o d o s a l d r í ab i e n . P e r o e r a t a r d e , y l al l e gada de l c o n vo y pus o punt of i nal a s u s pl ane s .

El revoloteo de los naipes, elmovimiento de las manos,de los párpados,el zumbido de la voz que anunciaba lahora en el techo del cuartel de bomberos:

« ... una treinta y cinco. Juevesmañana, 4 noviembre ... Una treintay seis... Una treinta y siete de lamañana ... » El rumor de los naipesen la grasienta mesa... Todos lossonidos l l egaban a Mo nt ag tr assus o jo s c err ado s, tr as la barre raqu e h ab í a e r i gi domo me nt áneame nte . P er c i bí a e lcuart el lle no de ce nte lle os y d es i l e nc i o , de c o l o r e s de l a t ó n,de c o l or e s de l as mo ne das , deo r o , de plata. Lo s hombre s,invisibles, al otro lado de la mesa,suspiraban ante sus naipes, esperando.« ... Una cuarenta y cinco...»

Page 26: B’s Farenheit Fahrenheit 451* - Rodriguez Alvareznovelas.rodriguezalvarez.com/pdfs/Bradbury, Ray ''Farenheit 451''-Xx-En-Sp-Sp.pdf2 B’s Farenheit tr. de F. Abelenda tr. de Alfredo

27

B’s Farenheit tr. de F. Abelenda tr. de Alfredo Crespo

5

10

15

20

25

30

35

40

45

50

55

60

65

70

75

The vo ice -cl ock mour ned out t heco ld hour of a c old mo rning of ast ill co lder year.

“What’s wr ong, Montag?”

Mo ntag ope ned hi s eye s.

A r adi o humme d s o me whe re .“ … w a r m a y b e d e c l a r e da n y h o u r . T h i s c o u n t r ys t a n d s r e a d y t o d e f e n di t s — ”

T h e f i r e h o u s et r e m b l e d a s a g r e a tf l i g h t o f j e t p l a n e sw h i s t l e d a s i n g l e n o t ea c r o s s t h e b l a c km o r n i n g s k y .

Mo nt ag bl i nke d. Be at t y wasl oo ki ng at him as i f he we r e amuse um st at ue . At any moment,Be att y might ris e and walk abo uthi m, t ouching, explor ing his gui ltand s e lf - c ons c io us ne s s . Guil t ?What guilt was that?

“Your pl ay, Mo nt ag.”

Mont ag l oo ke d at t hes e me nwhosefaceswere sunbur nt by at ho usand r e al and t e n t hous andi m ag i n ar y f i r e s , who s e wo r kf lushed t he ir c he eks and fe ve re dt he i r e ye s . Th e s e me n wh ol o o ke d s t e a di l y i nt o t h e i rplati num igni te r f lame s as t he yl it t he ir e te rnal l y burning bl ac kpi pe s . The y and t he i r c har co alhai r and s o o t - c o l o ur e d b r o wsand blui s h- as h- s mear e d c hee kswhe re t he y had shaven c lo se ; butt hei r he ri t age s ho wed. Mo nt ags t ar t e d up, hi s mo ut h o pe ne d.Had he ever s ee n a f ir eman t hatd i d n’t ha ve bl ac k h ai r , b l a c kbro ws , a fi er y face , and a bl ue -s te el s have d but uns have d lo ok?The s e m e n we r e al l mi r r o r -i m ag e s o f hi ms e l f ! We r e al lf i r e me n pi c ke d t he n f o r t he i rl o o ks a s we l l a s t h e i rpr o c l i vi t i e s ? Th e c o l o ur o fc inde rs and ash about them, andt he c o nt i nual sme l l o f bur ni ngf ro m thei r pi pe s. Captain Beatt yt he re , ri si ng i n thunde rheads o ft obac co s mo ke . Beatt y ope ninga f r e s h t o ba c c o p ac k e t ,c rumpl i ng the ce ll ophane into as ound o f fi re .

M o n t a g l o o k e d a t t h ec a r d s i n h i s o w n h a n d s .“I — I’ve bee n t hinking. Aboutt he f i r e l a s t we e k. Abo ut t hema n wh o s e l i b r ar y we f i x e d .What happe ne d t o hi m?”

“They t ook hi m scr eaming o ffto the asylum.”

“He wasn’t insane .”

Be at t y ar r ang e d hi s c ar dsqui et l y. “Any man’s insane who

El reloj parlante emitía gimiendola hora fría de la fría mañana de unaño todavía más frío.

—¿Qué pasa, Montag?

Montag abrió los ojos.

Una radio murmuró en alguna parte:—La guerr a pue de es tallar en

cualquier momento. Toda la naciónestá en situación de alerta y preparadapara defender los...

El c uar t el de bo mbe r os s eestremeció como si una escuadrillade avio ne s de re ac ci ó n hubi es epasado s il bando una úni ca not a,at rave sando el cie lo negro de lamadrugada.

Mo ntag parpade ó . Be at ty l omiraba como si estuviese delante deuna estatua de museo. En cualquiermomento Beatty se levantaría, seac er car ía a él , y l o toc ar ía y lepalparía la culpa y la conciencia.¿Culpa? ¿Qué culpa era ésa?

—Tú juegas, Montag.

Montag miró a esos hombres conrostros quemados por mil fuegosreales, y diez mil fuegos imaginarios,de dic ado s a una tar ea que l esarrebataba las mejillas y les enrojecíalo s o jos . Hombre s que mi rabanfi jament e l as ll amas de l osencendedores de platino, mientrasencendían s us pi pas ne gras,eternamente humeantes. Hombres concabel los de car bón y c e j a smanc hadas de ho l l í n y me j i l l ast i z n a d a s c o n u n a z u lc e n i c i e n t o . M o n t a g s ee s tr e mec i ó , c o n l a bo c a abie rta.¿Había visto alguna vez un bomberoque no tuviese pelo negro, cejasnegras,caraencendida,yuncolorazulacerodenohaberseafeitadoenlas mejillas cuidadosamenteafeitadas?¡To dos e s o s hombr e s e r an unai magen de é l mi s mo ! ¿Ele gí ana l o s b o m b e r o s t a n t o p o rs u a s p e c t o c o m o po r s u si ncl i naci o ne s? Había en ello s unco lor de t izne y c eni zas , y de s uspipas br o taba co nti nuame nte e lol or del fuego . El capitán Beattyse alzaba allí envuelto en las nubesde tormenta del humo de su pipa.Abr ía un paque t e de t abac o ,rasgando el celofán, que crepitócomo una llama.

Montag miró las cartas que teníad e s pl e g a da s e n l a ma no .

—Pensaba... pensaba en el incendiode la semana anterior. En el hombre aquien le quemamos la biblioteca.¿Qué ocurrió con él?

—Se l o l l evar o n gr i t ando alasilo.

—Pero no estaba loco.

Beatty arregló los naipes.—To do e l que c r e e po de r

El reloj oral pronunció lúgubremente lafría hora de una fría mañana de un añoaún más frío.

—¿Qué te ocurre, Montag?

El aludido abríó los ojos.

Una radio susurraba en algún sitio: ...“ l a g u e r r a p u e d e s e rd e c l a r a d a e n c u a l q u i e rm o m e n t o . E l p a í s e s t á l i s t op a r a d e f e n d e r s u s . . . ”

E l c u a r t e l s ee s t r e m e c i ó c u a n d o u n an u m e r o s a e s c u a d r i l l ad e r e a c t o r e s l a n z ó s un o t a a g u d a e n e l o s c u r oc i e l o m a t u t i n o

Montag parpadeó. Beatty le mirabacomo si fue se una es tatua en unmus e o . En c ual qui e r mome nto ,Be at t y po dí a l e vant ar s e yac er c árs e l e, t oc ar, e xplo r ar s uculpabilidad. ¿Culpabilidad? ¿Quéculpabilidad era aquélla?

—Tú juegas, Montag.

Miró a aquellos hombres, cuyosrostros estaban tostados por un millarde i nc endio s aut énti co s y o tr osmillones de imaginarios, cuyo trabajoles enrojecía mejillas y ponía unamirada febril en sus ojos. Aquelloshombr es que c onte mplaban co nfijeza las llamas de encendedores deplati no c uando ence ndían susboquillas que ardían eternamente.Ellos y su cabello cubierto de carbón,sus c ejas s uci as de hol lín y susmej i ll as manc hadas de ce nizacuando estaban r ecié n afe itados;pero parecía su herencia. Montag dioun respingo y abrió la boca. ¿Habíavisto, alguna vez, a un bombero queno tuviese el cabello negro, las cejasnegras, un rostro fiero y un aspectohir suto, incluso re cién afeitado?¡Aquellos hombres eran reflejos desí mismo! Así, pues ¿se escogía a losbomberos tanto por su aspecto comopor sus i ncl inaciones? El color delas brasas y la ceniza en ellos, y elininterrumpido olor a quemado desus pipas. Delante de él, el capitánBeatty lanzaba nubes de humo detabaco . Be at ty abr ía un nuevopaquete de picadura, produciendo alarrugar el celofán ruido de crepitarde llamas.

M o n t a g e x a m i n ó l o sn ai p e s q ue t e n í a e n m a n o s .

—Es ... estaba, pensando sobre elfuego de la semana pasada. Sobre elhombre cuya biblioteca liquidamos.¿Qué le sucedió?

—Se lo llevaron, chillando, almanicomio.

—Pero no estaba loco.

Beatty arregló sus naipes ensilencio.—Cualquier hombre que crea que

X

Page 27: B’s Farenheit Fahrenheit 451* - Rodriguez Alvareznovelas.rodriguezalvarez.com/pdfs/Bradbury, Ray ''Farenheit 451''-Xx-En-Sp-Sp.pdf2 B’s Farenheit tr. de F. Abelenda tr. de Alfredo

28

B’s Farenheit tr. de F. Abelenda tr. de Alfredo Crespo

5

10

15

20

25

30

35

40

45

50

55

60

65

70

75

t h i n ks he c a n f o o l t heGo ve rnment and us .”

“I’ve tr i e d t o i magi ne ,” sai dMo ntag, “j ust ho w i t would fee l.I meanto havefiremen burn ourho use s and our bo oks .”

“We haven’t any bo oks .”

“But if we di d have s ome .”

“You got so me ?”

Be at ty bli nked slo wl y.

“ N o . ” M o n t a g g a z e db e y o n d t h e m t o t h ew a l l w i t h t h e t y p e dl i s t s o f a m i l l i o nf o r b i d d e n b o o k s .Th e i r n a m e s l e a p t i n f i r e ,bur ni ng do wn t he ye ar s unde rh i s a x e a n d h i s h o s e wh i c hs p r a y e d n o t wa t e r b u tk e r o s e n e . “N o . ” B u t i n h i smi nd, a c o o l wi nd s t ar t e d upand bl e w o ut o f t he ve nt i l at o rg r i l l e at ho me , s o f t l y, s o f t l y,c hi l l i n g hi s f a c e . And, aga i n,he s aw hi ms e l f i n a gr e e n par kt al ki ng t o a n o l d man, a ve r yo l d man, and t h e wi nd f r o m t hepar k was c o l d, t o o .

M o n t a g h e s i t a t e d ,“Was — was it al ways l ike this ?The fi re ho use , our wor k? I mean,wel l, o nc e upon a t ime…”

“O nc e u po n a t i me !” Be at t ys a i d . “W h a t k i n d o f t a l k i st h a t ? ”

Fo o l , t ho u ght Mo nt ag t ohimse lf , yo u’l l gi ve it away. Atthe las t fir e, a book of fairy tal es,he ’ d gl a nc e d at a s i ng l e l i ne .“I mean,” he said, “in the old days,bef o re ho mes we r e c omple t el yfireproofed.” Suddenly it seemed amuch younger voi ce was speakingfor him. He opened his mouth andit was Clarisse McClellan saying,“Di dn’t f i r e me n p r e ve nt f i r e srather than stoke them up and getthem going?”

“ Th a t ’ s r i c h ! ” S t o n e m a na n d B l a c k d r e w f o r t h t h e i rr u l e b o o k s , w h i c h a l s oc o n t a i n e d b r i e f h i s t o r i e so f t h e F i r e m e n o fA m e r i c a , a n d l a i d t h e mo u t w h e r e M o n t a g , t h o u g hl o n g f a m i l i a r w i t h t h e m ,m i g h t r e a d :

“Es t abl i s he d, 1 7 9 0 , t o bur nEngli sh-influenc ed bo oks i n t heCo l o n i e s . F i r s t Fi r e ma n:Be nj amin Fr ankl in.”

Rul es:

1. Answe r the al ar m s wif tl y.2. St art t he fir e s wi ftl y.3. Burn eve ryt hing.

burlarse de nosotros y del gobiernoestá loco.

—Tr at o de i magi nar —dij oMontag — cómo me sentiría. Quierodecir si tinos bomberos quemarannuestras casas y nuestros libros.

—Nosotros no tenemos libros.

—Digo si los tuviéramos.

Beatty parpadeó lentamente.

—¿Tu tienes alguno?

—No . —Mo nt ag l anzó unaojeada, por encima de las cabezasde los hombres, a la pared dondeestaban grabados los títulos de unmillón de libros prohibidos.

Lo s no mbr es s al taban en e lfuego , y lo s años ardían bajo elhacha y la manguera, que no echabaagua sino kerosene. —No. —Peroen la mente de Montag se alzó unviento frío que venía de la rejillade l vent il ado r de s u c as a, y ques oplaba y s oplaba, hel ándo le e lrostro. Y, otra vez, se vio a sí mismoen un parque arbolado hablando conun hombre viejo, muy viejo. Y elvie nto que cr uzaba el parque eratambién un viento frío.

Montag titubeó.—¿Fue... fue siempre así?¿El cuartel

de bomberos, nuestro trabajo? Quierodecir, bueno, érase que se era...

—¡Érase que se era! —exclamóBeatty —. ¿Qué modo de hablar esése?

To nto , s e dijo Montag, t e hasdenunciado. En el último incendiohabía leído una línea de un libro decuentos de hadas.

—Quiero decir en otros tiempos,ant es de que l as cas as f ue r ani nc ombus t i bl e s . . . —De pro nt opareció como si una voz mucho másoven e st uvie se habl ando por é l.Abrió la boca y Clarisse McClellandi j o: — ¿Lo s bo mbe r os noprevenían antes los incendio s envez de alimentarlos como ahora?

—¡Eso sí que está bien!St oneman y Black al argaron a

Montag sus libros reglamentariosdo nde fi guraban tambié n br eveshi s to r i as de l o s bo mbe r os e nNorteamérica, y los dejaron sobrel a me sa, de modo que Mo nt ag,aunque f amil i ar i zado c o n e s ashistorias, pudiera leer:

INAUGURACIÓN: 1790. CON ELPROPÓSITO DEQUEMAR LIBROS DE

INFLUENCIA INGLESA EN LAS COLONIAS.

PRIMER BOMBERO: BENJAMN FRANkLIN

REGLAS

1. Contestar en seguida a la alarma.2 . Encender rápidamente el fuego.3. Quemarlo todo.

puede engañar al Gobierno y a nosotrosestá loco.

—Trataba de imaginar —dijoMontag— qué sensación producía verque los bomberos quemaban nuestrascasas y nuestros libros.

—Nosotros no tenemos libros.

—Si los tuviésemos...

—¿Tienes alguno?

Beatty parpadeó lentamente.

—No.Montag miró hacia la pared, másall á de e llos, en la que había lasl i s t as me c ano g r af i a das de unmil lón de libr os pr ohibidos.Sus no mbr e s s e co nsumían e n e lf ue go , d e s t r uy e nd o l o s a ño sbaj o s u h ac ha y s u mangue r a,que ar r o j aba pe t r ó le o e n vez deagua. —No . —P er o , pr o ce de nt ede l as r ej as de ve nti l aci ó n de s uc as a, un f re s c o vie nt o e mpe zóa s opl ar hel ándo l e s uave me nt ee l ro s t r o . Y, una ve z más , s e vi oe n e l par qu e habl ando c o n unvi e jo , un ho mbr e muy vi e jo , yt a mbi é n e l vi e n t o de l p ar q uee ra f rí o

Montag vaciló:—¿Siempre..., siempre ha sido así? ¿El

cuartel debomberos,nuestrotrabajo?Bueno,quiero decir que hubo una época...

—¡Hubo una é po ca! —repit ióBeat ty—. ¿Qué maner a de hablares ésa?

«Tonto —pensó Montag—, te hasdelatado.» En el último fuego, un librode cuento s de hadas , del quecasualmente leyó una línea...

—Quiero decir —aclaro—,que en losviejosdías,antes de que lascasasestuviesentotalmente a prueba de incendios... —Depronto, pareció que una voz mucho másjoven hablabapor él. Montag abrió la bocay fue Ciarisse MacCiellan la quepreguntaba—: ¿No se dedicaban losbomberos a apagar incendios en lugar deprovocarlos y atizarlos?

—¡Es el colmo!S t o ne ma n y B l a c k s a c a r o n

s u l i b r o g u í a , q u e t a m b i é nc o n t e ní a br e ve s r e l at o s s o br el o s bo mbe r o s de Amé r i c a Y l o sde j ar o n de mo d o que Mo nt ag,a u n q u e f a m i l i a r i z a d o c o ne l l o s d e s d e h a c í a m u c h ot i e mpo , pudi e s e l e e r :

Establ ecidos en 1790 para quemarlos libros influencia inglesa de lascol onias. Primer bombe BenjamínFr ankli n.

REGLA

1. Responder rápidamente a la alarma.2. Iniciar el fuego rápidamente.3. Quemarlo todo.

Page 28: B’s Farenheit Fahrenheit 451* - Rodriguez Alvareznovelas.rodriguezalvarez.com/pdfs/Bradbury, Ray ''Farenheit 451''-Xx-En-Sp-Sp.pdf2 B’s Farenheit tr. de F. Abelenda tr. de Alfredo

29

B’s Farenheit tr. de F. Abelenda tr. de Alfredo Crespo

5

10

15

20

25

30

35

40

45

50

55

60

65

70

75

4. Re po r t b ac k t o f i r e ho u s eimmediatel y.5. St and al er t f or other al arms.

Everyone watched Mo ntag. Hedi d not move.

The alar m sounde d.

Th e b e l l i n t h e c e i l i n gk i c k e d i t s e l f t wo h u n d r e dt i m e s . S u d d e n l y t h e r e we r ef o ur e mpt y c hai r s . The c ar dsf e l l i n a fl ur r y o f s no w. Thebr a s s p o l e s hi ve r e d. The me nwe r e go ne .

M o n t a g s a t i n h i s c h a i r .B e l o w, t h e o r a n g e d r a g o nc o ughe d i nt o l i f e .

Mo ntag sl id down t he pole li kea man i n a dr eam.

T h e M e c h a n i c a l H o u n dl e a p t u p i n i t s k e n n e l , i t se ye s a l l g r e e n f l a me .

“M o nt ag, yo u f o r go t yo urhe lmet !”

H e s e i z e d i t o f f t h e wa l lb e h i n d h i m , r a n , l e a p t , a n dt he y we r e o f f , t he ni ght wi ndh am me r i ng a bo u t t h e i r s i r e ns c r e am and t he i r mi ght y me t alt h unde r !

It was a f laki ng thr e e - s to r e yho use i n t he anc i e nt par t o f t hec i t y, a c e nt ur y o l d i f i t was aday, but l i ke al l ho us e s i t hadb e e n g i ve n a t h i n f i r e p r o o fpl ast i c s heat h many ye ar s ago ,a n d t h i s p r e s e r va t i ve s h e l ls e e me d t o b e t he o nl y t h i n gho l di ng i t i n t he s ky.

“Her e we are !”

Th e e n g i n e s l a m m e d t o as t o p . B e a t t y, S t o n e m an , an dB l a c k r a n u p t h e s i d e wa l k ,s udde nl y o di o us and f at i n t hep l u m p f i r e p r o o f s l i c k e r s .Mo nt ag f o l l o we d.

They c r as he d t he f ro nt do o rand grabbe d at a woman, thoughshe was no t r unning, s he was nott ryi ng t o e sc ape . She was o nl ys tandi ng, weaving f r om s ide t os i de , he r e ye s f i xe d u po n ano thi ngnes s i n t he wall as if theyhad st r uc k he r a t e r r i bl e bl o wupo n t he head. He r t ongue wasmo vi ng i n he r mo ut h, and he re y e s s e e me d t o b e t r yi ng t or e me mber s o me t hing, and the nthey remembere d and he r t onguemo ve d agai n:

“‘Play t he man, Mas ter Ri dle y;we s hal l t hi s d ay l i ght s uc h ac a ndl e , by Go d’s gr ac e , i nEngland, as I tr us t s hal l never beput o ut. ’”

4 . Inf o r mar i nme diat ame nte alcuartel.5. Estar alerta a otras alarmas

To dos mi r aban a Mo nt ag.Montag no se movía.

Sonó la alarma.

La campanilla del cielo raso segolpeó a sí misma doscientas veces.De pronto hubo cuatro sillas vacías.Lo s nai pe s c aye r on c o mo unaráfaga de copos de nieve. La barrade br o nc e se e s t re me c i ó . Lo shombres habían desaparecido.

Mo nt ag se guí a s e nt ado . Al l áabajo el dragó n anaranjado tos íavolviendo a la vida.

Montag se dejó caer por la barracomo en un sueño.

El Sabueso Mecánico se incorporódeunsaltoensucasi lla, con unos ojosllameantes y verdes.

— ¡ M o n t a g , t e o l vi d a s e lc a s c o !

Montag se volvió hacia la pared,recogió el casco, corrió, saltó, yt o dos par t ie r o n, y e l vie nt onocturno martilleó el aullido de lasi re na y el po der os o t rueno delmetal.

Era una casa descascarada de trespisos, en la parte vieja de la ciudad,que tenía cien años. Pero, como at o das l as cas as , s e l a habí arecubierto hacía vario s años conuna fina capa de material plástico,i nc ombus t i bl e , y e st a c ubie r t aprotectora parecía ser lo único quesostenía la casa.

—¡Llegamos!

La máquina se detuvo. Beatt y,S t o n e m an y B l a c k c o r r i e r o nc al l e a r r i ba , de pr o nt ode s agr adable s y gor do s e n s ushi nc hado s trajes inco mbust ible s.Montag caminó detrás de ellos.

L o s t r e s ho mb r e s e c ha r o na ba j o l a pu e r t a d e l a c as a yagar r ar o n a una muj e r, aunquee l l a no i nt e nt a ba e s c apa r. Lam uj e r e s t ab a al l í , de p i e ,b al an c e án do s e , c o n l o s o j o sc lavado s en una pare d si n nada,c o mo s i l e hubi e s e n go l pe adofuer te me nt e la c abeza. La le nguas e le movía f ue r a de l a bo ca, yp ar e c í a c o m o s i s us o j o sq ui s i e s e n r e c o r da r al go .Re c or dar o n al f i n, y l a l enguavo lvió a mover se :

— « A n í m e s e , s e ñ o r i t oR i d l e y, e nc e n d e r e m o s h o y e nI ng l a t e r r a u n c i r i o t al , p o r l ag r a c i a d e D i o s , q u e n o s ea pa g a r á nu n c a. »

4 . Re gr e sar i nme di atame nt e alcuar te l.5. Permanecer alertapara otras alarmas.

Todos observaban a Montag. Éste nose movía.

Sonó la alarma.

L a c a mp an a de l t e c ho t o c ód o s c i e n t a s ve c e s . De p r o nt oh u b o c u a t r o s i l l a s va c í a s .L o s n a i p e s c a y e r o n c o m o________ copos de nieve. La barrade l at ó n s e e s t r e me c i ó . Lo shombres se habían marchado.

Montag estaba sentado en su silla.Abajo, el dragón anaranjado tosió ycobró vida.

Montag se deslizó por la barra, comoun hombre que sueña.

El Sabueso Mecánico daba saltos ensuperrera con los ojos convertidos enuna llamarada verde.

— ¡ M o n t a g , t e o l vi d a s d e lc a s c o !

El aludido lo cogió de la pared quequedaba a su espalda, corrió, saltó, yse pusieron en marcha, con el vientonocturno martilleado por el alarido desu sirena y su poderoso retumbarmetálico.

Era una casa de tres plantas, deaspecto ruinoso, en la parte antigua de laciudad, que contaría, por lo menos, unsiglo de edad; pero, al igual que todaslas casas, había sido recubierta muchosaños atrás por una delgada capa deplástico, ignífuga, y aquella conchaprotectora parecía ser lo que lamantuviera erguida en el aire.

—¡Aquí están!

El vehíc ulo s e de tuvo. Beat ty,St one man y Black atr ave sar oncorriendo la acera, repentinamenteo di o s o s y gi ga nt e s c o s e n s usgruesos trajes a prue ba de llamas.Montag les siguió.

D e s t r o z a r o n l a p u e r t ap r i n c i p a l y a f e r r a r o n a u n amuj e r, aunq ue é s t a no c o r r í a,n o i n t e n t a b a e s c a p a r . S el i mi t aba a pe r mane c e r qui e t a,ba l a nc e á nd o s e d e un o a o t r opi e , c o n l a mi r ad a f i j a e n e lva c í o d e l a p a r e d , c o m o s ih ub i e s e r e c i bi do u n t e r r i bl ego l pe e n l a c a be z a. Mo ví a l abo c a, y s us o j o s par e c í an t r at arde r e c o r dar al g o . y, l ue go , l or e c o r dar o n y s u l e ngua vo l vi óa mo ve r s e :

—«Pórtate como un hombre, jovenRidley. P or la gracia de Di os,encenderemos hoy en Inglaterra talhoguera que confío en que nunca seapagará.»

f lu rry n. 1 (de viento, nieve, gran izo) ráf aga:snow flurries are expected tonig ht, se esperannevascas esta noche 2 agit ación: there hasbeen a flurry of protests, hubo una olea da depro testas.

f lu rry 1 a gust or squall (o f sn ow, rain, etc. ). 2 asudden burst of act iv ity. 3 a com mo tion ;excit em en t; n ervo us agita tion (a flu rry o fspeculation; the flu rry o f th e city).- confuse by haste or noise; agitate, aturullar,

furry adj (animal, etc) peludo a furry rabbit, unconejo peludo (juguete) de peluche.

furry 1 of or like fur. 2 covered wit h o r wearingfur.

Page 29: B’s Farenheit Fahrenheit 451* - Rodriguez Alvareznovelas.rodriguezalvarez.com/pdfs/Bradbury, Ray ''Farenheit 451''-Xx-En-Sp-Sp.pdf2 B’s Farenheit tr. de F. Abelenda tr. de Alfredo

30

B’s Farenheit tr. de F. Abelenda tr. de Alfredo Crespo

5

10

15

20

25

30

35

40

45

50

55

60

65

70

75

“Enough of that!” s aid Be att y.“Wher e are they?”

He s l app e d he r f ac e wi t hamazi ng object i vi t y and repeatedt he ques t i o n. The o l d wo man’seye s came to a fo cus upon Beat ty.“You know whe re they are o r youwo uldn’t be her e,” she sai d.

St o ne man he l d o u t t het e l e pho ne al arm c ar d wi t h t hec o mplai nt s i gne d i n t e l epho nedupli cat e o n the back

“ H a v e r e a s o n t o s u s p e c ta t t i c ; 1 1 N o . E l m , C i t y .— E . B . ”

“That wo ul d be Mrs. Bl ake, myne i gh bo u r,” s a i d t h e wo ma n,re adi ng the i nit ial s.

“All right , men, le t’s get ‘em!”

N e x t t h i n g t h e y we r e u pi n m u s t y b l a c k n e s s ,s wi n g i n g s i l ve r h a t c h e t s a td o o r s t h a t we r e , a f t e r a l l ,u n l o c k e d , t u m b l i n g t h r o u g hl i k e b o y s a l l r o l l i c k a n ds h o u t . “ H e y ! ” Af o u n t a i n o f b o o k s s p r a n gd o w n u p o n M o n t a g a s h ec l i m b e d s h u d d e r i n g u p t h es he e r s t a i r - we l l . Ho wi nc o nve ni ent ! Al ways be fo r e i thad been li ke snuf fing a candl e.The p o l i c e we n t f i r s t an da dh e s i ve - t a pe d t he vi c t i m’smouth and bandaged him o ff i nt ot he i r gl i tt e r ing be e t le c ar s , s owhe n yo u arr i ve d yo u f o und ane mp t y h o u s e . Yo u we r e n’ thurt ing anyone, you we re hur ti ngo nl y things ! And since things reallycouldn’t be hurt, since things feltnothing, and things don’t scream orwhimper, as this woman might beginto scream and cry out, t here wasnothing to tease your consciencelater. You were simply cleaning up.J ani to r ial wo rk, es s ent ial ly.Everything to it s pro pe r pl a c e .Q u i c k w i t h t h e k e r o s e n e !Who’s got a match!

But now, t oni ght , s ome one hadsl ipped. This woman was spo ili ngthe r it ual . The me n were maki ngto o much nois e, laughi ng, j oki ngt o c ove r he r t er r i bl e ac cus i ngs i l e n c e be l o w. S he mad e t heempt y rooms roar with accusationand shake do wn a f i ne dus t o fgui l t t h at was s uc ke d i n t he i rno str il s as t hey plunged about. Itwas ne ither cr icket no r c or rec t.Mo nt ag f e l t an i mm e n s eir rit at ion. She shoul dn’t be her e,on to p o f e ve ryt hing!

Bo o ks bo mba r de d h i sshoul de rs, hi s arms, hi s upturnedf ac e . A bo o k al i ght e d, a l mo s t

—¡Cálle se! —grit ó Be atty —.¿Dónde están?

Abo fe t eó a la muje r c o n unaas o m br o s a i n di fe r e nc i a, yr epit ió l a pr egunta. Lo s oj os del a anci ana se pos ar on e n Be at ty.

—Us t e d l o s abe , pue s s i nono hubi e s e n ve ni do .

Stoneman le mostró a Beatty latarjeta telefónica de alarma, con ladenunc ia fi rmada, e n dupl ic adotelefónico, en el dorso:

Hay motivos para sospechar dela boardi l l a. Calle de los Olmos.N., 11. E. B.

—Ésa tie ne que se r l a s eño raBlake, mi vecina —dijo la mujerleyendo las iniciales.

—Muy bien, hombres, ¡a ellos!

Y l o s hombre s s e l anzar o n aun a o s c u r i d ad mo ho s a,es gri mie ndo hachas de plata contrapuert as que e s t aban, al fi n y alc abo , abi er t as. Bus c aro n co moniños, gr itando y r etozando.

—¡Eh!Una fuente de libros cayó sobre

Mo n t ag mi e nt r as é l s u bí aes tremecié ndos e por l a es cale rade carac ol . ¡Qué d e s ag r a d ab l e !H a s t a e s e d í a h a b í a s i d oc o m o d e s p a b i l a r u n a v e l a .Primero llegaba la policía y tapabac on t e la adhe si va la bo ca de l avíctima y se la llevaba atada de piesy manos en coches brillantes comoescarabajos, de modo que cuandouno l legaba encontraba una casavacía. No se le hacía daño a nadie,sólo a cosas . Y como realmente noes posible hacer daño a las cosas,ya que no sienten nada, ni gritan,ni se quej an —co mo est a muj erpodía comenzar a gritar y llorar —, no había luego remordimientos.To do se r educí a a un t rabaj o deli mpie za. Un trabaj o de po rter íaesencialmente. Todas las cosas ens u l ugar. ¡Rápi do, el ke r os e ne !¿Quién tiene un fósforo?

Pe ro e sa no che al gui en habíacometido un error. Esta mujer habíaestropeado el ritual. Los hombreshacían demasiado ruido, riéndose,bromeando, para cubrir el terriblesilencio acusador de allá abajo. Lamujer hacía rugir los cuartos vacíoscon sus acusaciones, y esparcía unfino polvo de culpabilidad que sele s metí a a lo s hombres po r l asnarices. No era correcto. Montagsintió una inmensa irritación. ¡Lamuj er no de bí a es t ar aquí ,vigilándolo todo!

Los libros le bombardearon loshombros, los brazos, la cara vueltahacia arr iba. Un libro voló , casi

—¡Basta de eso! —dijo Beatty—.¿Dónde están.

Ab o f e t e ó a l a mu j e r c o ns or pr e nde nt e i mpasi bi l i dad , yre pit ió la pr egunt a. La mi rada dela vi eja se fi jó en Be att y.

—Usted ya sabe dónde están, o, de locontrario, no habría venido —dijo—.

St o n e m an al ar gó l a t ar j e t ad e al ar ma t e l e f ó n i c a, c o n l ad e n u n c i a f i r m a d a p o rdup l i c a do , e n e l do r s o :

“Te n g o m o t i v o s p a r asosp echar d el áti co. Elm, número11 ciud ad . E. B”.

—De be d e s e r M r s . Bl ak e ,m i ve c i n a — d i j o l a m u j e r ,l e ye ndo l as i ni c i al e s —.

—¡Bueno, muchachos, a por ellos!

Al instante, iniciaron el ascenso enla o scuridad, go lpeando con sushachuelas plateadas puertas que, sinembargo , no estaban cerradas,tropezando los unos con los otros, comochiquillos, gritando y alborotando.

—¡Eh!Una c at ar at a de l i br o s c ayó

s o br e Mo nt ag mi e nt r as é s t eas c e ndí a vac i l ant e me nt e l ae mpi nada e s c al e r a. ¡Quéi nc onveni enci a! Ant es , s i empr ehabí a s i do t an s e nc i l l o c o moapagar una vela. La Policía llegabaprimer o, amordazaba y ataba a laví c t i ma y s e l a l l e vaba e n s usr e spl ande c i e nt e s ve hí cul o s , demo do que c uando l l e gaban l o sbo mbe r o s e nc o nt r aban l a c as avac í a. No s e d añaba a nadi e ,únicamente a objetos. Y puesto quelos objetos no podían sufrir, puestoque los objetos no sentían nada nichillaban o gemí an, como aquellamujer podía empe zar a hacerlo encualquier momento, no había razónpara sentirse, después, una concienciac ul pabl e . Er a t an s ó l o unaoperación de limpieza. Cada cosaen su sitio. ¡Rápido con el petróleo!¿Quién tiene una cerilla?

Pero aquella noche, alguien sehabía equi vocado. Aquella muj erestropeaba el ritual. Los hombresarmaban demasiado ruido, riendo,bromeando, para disimular el terriblesilencio acusador de la mujer. Ellahacía que las habitaciones vacíasclamaran acusadoras y desprendieranunfino polvillo de culpabilidad que erasorbido por ellos al moverse por lacasa. ________________ Mont agsintió una irritación tremenda. ¡Pore nc i ma de t odo , e l la no de be rí ae st ar al lí !

Lo s l ibr os bombarde aro n s usho mbr os, sus brazos , s u r ost rolevantado. Un libro aterrizó, casi

X

Page 30: B’s Farenheit Fahrenheit 451* - Rodriguez Alvareznovelas.rodriguezalvarez.com/pdfs/Bradbury, Ray ''Farenheit 451''-Xx-En-Sp-Sp.pdf2 B’s Farenheit tr. de F. Abelenda tr. de Alfredo

31

B’s Farenheit tr. de F. Abelenda tr. de Alfredo Crespo

5

10

15

20

25

30

35

40

45

50

55

60

65

70

75

obedie ntl y, li ke a whit e pigeo n,in hi s hands, wi ngs f lut ter ing. Int he di m, waver ing l i ght , a pagehung ope n and it was l ike a sno wyf e at h e r, t h e wo r ds de l i c at e l ypai nt ed t he r eo n. In all t he r us hand fe rvour , Montag had only ani n s t a nt t o r e a d a l i ne , b ut i tblaze d in his mi nd f or t he nextmi nut e as if stamped the re wi thf i e r y s t e e l . “Ti me has f al l e nas l e e p i n t he af t e r no o nsunshine.” He dr opped the boo k.Immediately, anothe r fe ll i nto hisar ms .

“Montag, up he re !”

Mo n t ag’s hand c l o s e d l i k e amo u t h, c r us h e d t he bo o k wi t hwi l d d e v o t i o n , wi t h a ni ns ani t y o f mi ndl e s s ne ss t o hi sc h e s t . Th e m e n a b o ve we r eh u r l i n g s h o ve l f u l s o fma gazi ne s i nt o t he d us t y ai r.Th e y f e l l l i k e s l a u g h t e r e dbirds and the woman sto od be l o w,l i k e a s m a l l g i r l , am o n g t h ebo di e s .

Mo ntag had do ne no thi ng. Hishand had do ne i t al l , hi s hand,wit h a brai n o f i t s o wn, wi t h ac o ns c i e n c e and a c ur i o s i t y i neach tr embling finger, had turnedthie f. Now, it pl unge d the bo okback unde r his arm, pre s s e d i tti ght to s weating armpit , r ushedo u t e mp t y, wi t h a mag i c i an ’sf l our i sh! Lo o k he r e! Inno c ent !Lo ok!

H e g a ze d , s h a k e n , a t t h a twh i t e h a n d . H e h e l d i t wa yo u t , as i f he we r e f ar - s i g ht e d.H e h e l d i t c l o s e , a s i f h ewe r e b l i nd .

“Mo nt ag!”

He je rke d about.

“Don’t s tand t he re, idiot !”

Th e b o o k s l a y l i k e g r e a tmo u nds o f f i s he s l e f t t o d r y.The me n d an c e d an d s l i p pe da n d f e l l o ve r t h e m . Ti t l e sg l i t t e r e d t h e i r g o l d e n e y e s ,f al l i ng , go ne .

“ K e r o s e n e ! Th e ypumpe d t he c o l d f l ui d f r o m t henu mbe r e d 4 5 1 t ank s s t r app e dt o t he i r s ho ul de r s . The y c o at e de ac h bo o k, t he y pumpe d r o o msf ul l o f i t .

Th e y h u r r i e d d o wn s t a i r s ,M o n t a g s t a g g e r e d a f t e rt h e m i n t h e k e r o s e n ef u m e s .

“Come on, woman!”

The woman kne l t amo ng t hebo o k s , t o uc hi ng t he dr e n c he dl e athe r and c ar dbo ar d, r e adi ng

obedientemente, como una palomablanca hasta sus manos, aleteando.A la luz pálida y oscilante aparecióuna página, como un copo de nieve,con unas palabras de licadame ntei mpr e sas . En me di o de aquel l aagit aci ón y fe rvo r, Mo nt ag só lopudo leer una línea, pero que quedófulgurando en su mente como si sela hubiesen estampado a fuego.

El tiempo se ha dormido a la luzde la tarde.

Mo ntag s o l tó e l l ibr o .Inmediatamente otro le cayó en losbrazos.

—¡Montag, sube!

La mano de Montag s e ce rr óc omo una boc a, apr et ó el li br oco nt ra el pe cho c on una sal vajedevoción, con tina despreocupacióninsensata. Los hombres, allá arriba,e s t aban l anzando al ai r epolvoriento paladas de revistas, quec aí an c o mo pájar o s he ri do s demuerte. Y la mujer estaba allí, depie, abajo, como una niñita entrecadáveres.

Montag no habí a he cho nada.Todo había sido obra de su mano.La mano, con cerebro propio, conconciencia y curiosidad en cada unode los temblor oso s de dos, se lehabía vue l to l adr o na. Aho ra l eme tí a el l ibro baj o el brazo , loapretaba contra la axila sudorosa,¡y reaparecía vacía, con un ademánde mago ! ¡Mi r adl a! ¡Ino c ent e !¡Mir ad!

—Montag observó estremeciéndosel a m an o bl a nc a . L a a l e j ó d esus ojos como si fuese hipermétrope.L a a c e r c ó , c o m o s i f u e s ec i e g o .

—¡Montag!

Montag se sobresaltó.

—¡No te quedes ahí, idiota!

Los libros yacían como grandesmontículos de pescados puestos as e c ar. Lo s ho mbr es bai l aban,resbalaban, y caían sobre ellos. Losojos dorados de los títulos brillabany desaparecían.

—¡Kerosene!Los bomberos bombearon el frío

f l ui do de s de l o s t anque snumerados 451 que llevaban en loshombros, y bañaron los libros y lashabitac iones.

Luego corrieron escaleras abajo. Montaglos siguió también, tamba le á ndos e ,e n v u e l t o e n v a p o r e s d ek e r o s e n e .

—¡Vamos, mujer!

La mujer, arrodillada junto a loslibros, t ocaba los cueros y te lase mpapadas, le yendo l os t ít ulo s

obedientemente como una palomablanca, en sus manos, agita ndo lasalas. A la débil e incierta luz, unapágina desgajada asomó, y era comoun copo de nieve, con las palabrasdelicadamente impresas en ella. Contoda su prisa Ysu celo, Montag sólotuvo un instante para leer una líneaésta ardió en su cerebro durant e elmi nut o s iguiente co mo si se lahubiesen grabado con un acero. Eltiempo se ha dormido a la luz del soldel atardecer. Montag dejó caer ellibro. Inmediatamente cayó entre susbrazos.

—¡Montag, sube!

La mano de Mo nt ag s e c e r r óc o mo una bo ca, apl as t ó e l li br oc o n f i e r a de vo c i ó n, c o n f i e r ai nc ons c i e nc i a, co nt r a s u pe cho.L o s h o m b r e s , d e s de ar r i ba ,ar r o j ab an al ai r e po l vo r i e nt omo nt o ne s de r e vi s t as que c aí anc o mo páj ar o s as e s i na do s , y l am u j e r p e r m a n e c í a a b a j o ,c o m o u n a n i ñ a , e n t r e l o sc ad áve r e s .

Montag no hi zo nada. Fue s umano la que actuó; su mano, con uncerebro propio, con una concienciay una c ur i os i dad en c ada de dotembloroso, se había convertido enladrona. En aquel momento metióel libro bajo su brazo, lo apretó confuer za c ontra l a sudor os a axil a;s al ió vac í a, c o n agi l i dad deprestidigitador. ¡Mira aquí! ¡inocente!¡Mira!

Mo nt ag c onte mpló , al te rado ,aquella mano blanca. La mantuvo adistancia, como si padeciese presbicia.La ace rcó al rost ro, como si fuesemi ope.

—¡Montag!

El aludido se volvió con sobresalto.

—¡No te quedes ahí parado, estúpido!

Los libros yacían como grandesmontones de peces puestos a secar.Los hombres bailaban, resbalaban ycaían sobre ellos. Los títulos hacíanbri ll ar s us oj os dor ado s, c aí an,desaparecían.

—¡Petróleo!Bombearon el frío fluido desde

los tanques con el número 451 quell evaban suj et os a sus hombro s.Cubrieron cada libro, inundaron lashabitaciones.

C o r r i e r o n e s c a l e r as a ba j o ;M o n t a g avan zó ______ e n po sd e e l l o s , e n t r e l o s va p o r e sde l pe t r ó l e o .

—¡Vamos, mujer!

Ésta se arrodilló entre los libros,acar ic i ó l a e mpapada pi el , e limpregnado cartón, leyó los títulos

X

Page 31: B’s Farenheit Fahrenheit 451* - Rodriguez Alvareznovelas.rodriguezalvarez.com/pdfs/Bradbury, Ray ''Farenheit 451''-Xx-En-Sp-Sp.pdf2 B’s Farenheit tr. de F. Abelenda tr. de Alfredo

32

B’s Farenheit tr. de F. Abelenda tr. de Alfredo Crespo

5

10

15

20

25

30

35

40

45

50

55

60

65

70

75

t he gi lt t i tl e s wi t h he r f i nge r swhile he r e yes accused Mo ntag.

“Yo u c a n’t e ve r ha ve mybo oks ,” she s ai d.

“You know the law,” said Beatty.“Where’s your common sense? Noneof those books agree with each other.You’ve been locked up here for yearswi th a regul ar damne d Towe r ofBabel. Snap out of it! The people inthose books never lived. Come onnow!”

She s hoo k her head.

“The wh o l e ho us e i s g o i ngup,” s ai d Be at ty.

Th e m e n wa l k e d c l u m s i l yt o t h e d o o r . T h e y g l a n c e db a c k a t M o n t a g , wh o s t o o dn e a r t h e wo m a n .

“You’re not le aving he r here ?”he pr ote ste d.

“She wo n’t co me .”

“Forc e her, t hen!”

B e a t t y r ai s e d h i s ha n d i nwhi ch was c o nc eale d t he i gnit er.“We’re due back at t he ho use .Besides, these fanatics always trysuicide; the pattern’s familiar.”

M o n t a g p l a c e d h i s h a n do n t h e w o m a n ’ s e l b o w .“You can c ome wi th me .”

“No ,” s he s ai d. “Thank yo u,anyway.”

“I’ m c o unt i ng t o t e n ,” s ai dBe at ty. “One . Two .”

“P le ase ,” said Montag.

“Go o n,” said the woman.

“Thr ee . Fo ur.”

“He re .” Montag pull ed at thewo man.

The woman replie d quie tl y, “Iwant to stay here .”

“Fi ve. Si x.”

“Yo u can s to p co unt ing,” shesaid. She opened the fi nger s ofone hand s light ly and i n t he palmof the hand was a s ingle sl enderobje ct.

An or di nar y kitc hen matc h.

The s ight o f i t rus hed the meno u t a nd do wn awa y f r o m t hehous e . Capt ain Beat ty, ke e pinghi s d i g ni t y, bac ke d s l o wl ythrough the f ront door, his pi nkf a c e bur nt and s hi n y f r o m at h o us and f i r e s a nd ni g hte x c i t e m e nt s . Go d, t ho ug ht

dorados con los dedos, y acusandocon los ojos a Montag.

—Nunca tendrán mis libros —dijo la mujer.

—Ya conoce la ley —dijo Beatty—. ¿No t i ene s e nti do c omún?Ni nguno de est os libros es tá deac uer do c o n l o s de más . Se hapasado la vida e nc er rada en unacondenada torre de Babel. ¡Salga deahí! La ge nt e de es os l ibro s noexistió nunca. ¡Vamos, salga!

La mujer sacudió la cabeza.

—Vamos a quemar la casa —dijoBeatty.

Los hombres se alejaron torpementehacia la puerta. Por encima del hombrom i r ar on a Monta g, que s e ha bíaquedado junto a la mujer.

—¡No van a dej ar l a aquí! —protestó Montag.

—No quiere salir.

—¡Oblíguenla, entonces!

Beat t y a l z ó l a m a n o q u eo c u l t a b a e l e n c e n d e d o r .—Tenemos que volver al cuartel.Además, estos fanáticos son siempresuicidas. La escena es familiar.

Montag pus o una mano en e lcodo de la mujer.

—Venga conmigo, por favor.

—No —di j o l a muj er —.Gracias, de todos modos.

—Voy a contar hasta diez —dijoBeatty—. Uno. Dos.

—Por favor —insistió Montag.

—Váyanse —dijo la mujer.

—Tres. Cuatro.

Montag tiró de la mujer.—Vamos.

La mujer replicó con una voz serena:—Quiero quedarme

—Cinco. Seis.

—Puede dejar de contar —dijo lamuj er. Abr ió l o s de do s de unamano, ligeramente, y en la palma dela mano apareció un objeto único ydelgado.

Un fósforo común de cocina.

Al ver el fósforo, los hombresecharon a correr y salieron de lacasa. El capitán Beatty retrocediólentamente con un aire de dignidady el rosado rostro encendido por milexcitaci ones y fuegos no cturnos.Dios , ¡qué ciert o era eso! pensóMontag. La alarma siempre llegaba

dorados con los dedos mientras sumirada acusaba a Montag.

—No Pueden quedarse con mislibros —dijo—.

Ya c ono ce la le y —r epl ic óBeatty—. ¿Dónde está su sentidocomún? Ninguno de esos libros estáde acuerdo con el otro. Usted llevaaquí e nc er r ada años c on unacondenada torre de Babel. ¡Olvídesede ellos! La gente de esos librosnunca ha existido. ¡Vamos!

Ella meneó la cabeza.

—Toda la casa va a arder —advirtióBeatty—.

Contorpes movimientos, los hombrestraspusieron la puerta. Volvieron lacabeza hacia Montag, quien permanecíacerca de la mujer.

—¡No iré is a dejarla aquí! —protest ó él—.

—No quiere salir.

—¡Entonces, obligadla!

Beatty levantó una mano, en la quellevaba oculto el deflagrador.

—Hemos de regresar al cuartel.Además,esos fanáticos siempre tratandesuicidarse. Es la reacción familiar.

Montag apoyó una de sus manos enel codo mujr.

—Puede venir conmigo.

—No —contestó ella—. Gracias, detodos modos.

—Vamos a contar hasta diez —dijoBeatty—. Uno, Dos.

—Por favor —dijo Montag—.

—Márchese —replicó la mujer

—. Tres. Cuatro.

—Vamos.Montag tiró de la mujer.

—Quiero quedarme aquí —contestóella con serenidad—.

—Cinco. Seis.

—P ue de s de j ar de c o nt ar —di jo el la. Abr ió l i ger ame nt e l o sde dos de una mano ; e n l a pal made l a mi s m a ha bí a un o bj e t ode l gado .

Una vulgar cerilla de cocina.

Esta visión hizo que los hombresse precipitaran fuera y se alejaran dela casa a todo correr. Para manteners u di gnidad, el c apit án Beatt yretrocedió lentamente a través de lapuer ta pri nc ipal , co n el r os tr oquemado, brillante gracias a un millarde i nc endi os y de emoc io ne s

Page 32: B’s Farenheit Fahrenheit 451* - Rodriguez Alvareznovelas.rodriguezalvarez.com/pdfs/Bradbury, Ray ''Farenheit 451''-Xx-En-Sp-Sp.pdf2 B’s Farenheit tr. de F. Abelenda tr. de Alfredo

33

B’s Farenheit tr. de F. Abelenda tr. de Alfredo Crespo

5

10

15

20

25

30

35

40

45

50

55

60

65

70

75

Mo nt a g, ho w t r ue ! Al wa ys atni ght t he alarm co mes . Never byday ! Is i t be c a us e t he f i r e i sprett ier by night? Mo re spect acle,a bet te r s how? The pi nk face ofBeatt y no w showed t he f ai nt es tpanic i n the do or. The wo man’sha nd t wi t c h e d o n t h e s i ng l ema t c h s t i c k. The f um e s o fke ros ene bl oomed up about he r.Mo nt a g f e l t t h e hi d de n bo o kpo und l i ke a he ar t agai ns t hi sche st.

“G o o n ,” s a i d t h e wo ma n ,a n d M o n t a g f e l t h i m s e l fb a c k a wa y a n d a w a y o u t o ft he d o o r , a f t e r B e at t y, d o wnt h e s t e p s , a c r o s s t h e l a wn ,wh e r e t h e p a t h o f k e r o s e n el a y l i k e t h e t r a c k o f s o m ee vi l s n a i l .

On the fr ont po rc h wher e shehad c ome to wei gh t he m quie tl ywi t h he r e ye s , he r qui e t nes s ac onde mnat io n, t he wo man st oo dmo tionles s.

Beatt y f li c ke d his fi nge rs t ospark the kero sene.

He wa s t o o l a t e . M o nt aggas ped.

Th e wo m an o n t h e p o r c hr e ac he d o ut wi t h c o nte mpt f o rthem all , and st ruc k t he ki tchenmatch agai nst the r ai ling.

P eo pl e r an out of ho us e s al ldo wn the st ree t.

They said nothing on their wayback to the firehouse. Nobody lookedat anyone else. Montag sat in thefront seat with Beatty and Black.They did not even smoke their pipe s.They s at t he re l oo ki ng o ut o f thef ro nt o f the gr eat salamander ast he y t ur ne d a c o r ne r and we nts il entl y on.

“Mast er Ri dle y,” s aid Mont agat l as t.

“What?” s ai d Beatt y.

“She said, ‘Master Ridley.’ Shesaid some crazy thing when we camein the door. ‘Play the man,’ she said,‘Mas te r Ri dle y.’ So me thi ng,something, something.”

“‘ We s h a l l t h i s d a y l i g h ts u c h a c a n d l e , b y G o d ’sg r a c e , i n E ng l a n d, a s I t r us ts h al l n e ve r be put o ut , ”’ s a i dB e a t t y. S t o n e m a n g l a n c e do ve r a t t h e C a p t a i n , a s d i dMo nt a g, s t ar t l e d.

Be at t y r ub be d hi s c hi n. “Aman name d Lat i me r sai d t hat t oa man name d Nic ho l as Ridl e y,as the y we re be i ng bur nt al i ve

de noche. Nunc a dur ant e el dí a.¿Er a po r que e l f ue go e s máshe r mo s o de no c he ? ¿Unespectáculo mejor, una función másint eres ante? El rosado ro stro deBeatty mostraba ahora, en la puerta,una l e ve s o mbr a de páni c o . Lamano de la mujer retorció el cabode l f ó s f o ro . Lo s vapo r es dekerosene florecían a su alrededor.Mo ntag s i nt i ó que e l li br oescondido le latía como un corazónen el pecho.

—Váyans e —di jo l a muj er, yMo ntag s e vio a s í mi s moretrocediendo, retrocediendo haciala puerta, detrás de Beatty, escalerasabajo, a través del jardín, donde lamanguera del kerosene se retorcíacomo el camino de alguna malvadaserpiente.

En el po r che , a do nde habí as al ido par a ago bi ar l o s c on l amirada, con una quietud que era unaco nde nac ión, l a muje r e spe raba,inmóvil.

Beatty se preparó a encender elkerosene.

Demasiado tarde. Montag abrióla boca.

L a m u j e r e n e l p o r c h el o s m i r ó o r g u l l o s a m e n t ey r a s c ó e l f ó s f o r o c o n t r al a b a r a n d i l l a .

La gente salió corriendo de todaslas casas y llenó la calle.

No di j e r o n nada mi e nt r asvo lví an al cuart el. Nadi e miró anadie . Mont ag iba se ntado en elasi e nt o de l ant er o c o n Be at t y yBl a c k. N i s i qu i e r a f umar o n.Clavaban los ojos en el motor de lagran s alamandra mientras volvíanlas esquinas y continuaban el viajesilencioso.

—Señorito Ridley —dijo Montagal fin.

—¿Qué? —preguntó Beatty.

—La muj e r di j o : «Se ñor i t oRi dl e y». Dij o al go di s par atadoc uando l l e gamo s a l a puer t a.«Anímese» dijo. «Señorito Ridley».Algo, algo, algo.

—«Enc e nde re mo s hoy e nInglaterra un cirio tal, por la graciade Dios, que no se apagará nunca»—dijo Beatty. Stoneman lanzó unaojeada por encima del hombro alcapi tán. Mo ntag hizo lo mi smo,sorprendido.

Beatty se rascó la barbilla.—Un hombre llamado Latimer le

dijo eso a otro llamado NicholasRidley, cuando i ban a quemar los

nocturnas. “Dios —pensó Montag—, ¡cuán cierto es! La alarma siemprellega de noche. ¡Nunca durante eldía” ¿Se debe a que el fuego es másbo ni to por l a no che? ¿Máses pe ct ac ul ar, más ll amat ivo? Elrostro sonrojado de Beatty mostraba,ahora, una leve expresión depánico.Los dedos de la mujer se engarfiaronsobre la ceri lla. Los vapores delpetróleo la rodeaban. Montag sintióque el libro oculto latía como uncorazón contra su pecho.

— Váyase —dijo la mujer y Montag,me c áni c ame nt e , at r ave s ó e lve stíbulo , saltó por la pue rta enpo s de Be at t y, de s c e ndi ó l o sescalones, cruzó el jardín, dondelas huellas del petróleo formabanun r as t r o s e me j ant e al de uncaracol maligno.

En el porche frontal, a donde ella sehabía asomado para calibrarlossilenciosamente con la mirada, y habíauna condena en aquel silencio, la mujerpermaneció inmóvil.

Beatty agitó los dedos para encenderel petróleo.

Era demasiado tarde. Montag sequedó boquiabierto.

La mujer, en el porche, con unamirada de desprecio hacia todos, alargóel brazo y encendió la cerilla, frotándolacontra la barandilla.

La gente salió corriendo de las casasa todo lo largo de la calle.

No hablaron durante el camino deregreso al cuartel,Rehuían mirarse entresí. Montag iba sentado en el bancodelantero con Beatty y con Black. Nisiquiera fumaron sus pipas.Permanecíanquietos,mirando por la parte frontal de lagran salamandra mientras doblaban unaesquina y proseguían avanzandosilenciosamente.

—Joven Ridley —dijo Montag porúltimo—.

—¿Qué? —Preguntó Beatty—.

—Ella ha dicho «joven Ridley»— . Cuando hemo s ll egado a lapue rt a, ha di c ho algo abs ur do .«Pór tate co mo un ho mbre, j ovenRidley», dijo. Y no sé qué más.

—«P o r l a gr ac i a de Di o s ,encenderemos hoy en Inglaterra talhoguera que conf ío en que nuncas e apagar á» — di j o Be at t y—.St o ne man l anzó una mi r ada alc api tán, lo mi s mo que Mont ag,atónitos ambos.

Beatty se frotó la barbilla.—Un hombre ll amado Latimer

dij o es to a otro , ll amado Ridleymientras eran quemados vivos en

Page 33: B’s Farenheit Fahrenheit 451* - Rodriguez Alvareznovelas.rodriguezalvarez.com/pdfs/Bradbury, Ray ''Farenheit 451''-Xx-En-Sp-Sp.pdf2 B’s Farenheit tr. de F. Abelenda tr. de Alfredo

34

B’s Farenheit tr. de F. Abelenda tr. de Alfredo Crespo

5

10

15

20

25

30

35

40

45

50

55

60

65

70

75

a t Ox f o r d , f o r h e r e s y, o nOc to be r 16 , 1 5 55 .”

Montag and Stoneman went backto looking at the street as it movedunder the engine wheels.

“I ’ m f u l l o f b i t s a n dp i e c e s , ” s a i d B e at t y. “M o s tf i r e c a p t a i n s h a v e t o b e .So m e t i m e s I s ur p r i s e mys e l f .Wa t c h i t , St o ne ma n!”

St one man braked the t ruc k.

“Damn!” s ai d Be at ty. “You’vegone ri ght by the co r ne r wher ewe turn f or t he fi re ho us e.”

“Who is it ?”

“W ho wo ul d i t be ?” s a i dMo ntag, le ani ng bac k agains t t hecl ose d door i n t he dar k.

His wif e s ai d, at las t, “We ll ,put o n t he li ght .”

“I do n’t want t he light .”

“Come t o bed.”

H e h e a r d h e r r o l li m p a t i e n t l y ; t h e b e d s p r i n g ss q u e a l e d .

“ A r e y o u d r u n k ? ” s h es a i d .

So it was the hand that st art edit al l. He fe lt one hand and thenthe o the r wor k his coat fre e andle t i t slump to the f loo r. He he ldhi s pant s o ut into an abyss and l ett h e m f a l l i nt o dar kne s s . H i sha nds ha d b e e n i n f e c t e d , a nds o on i t wo uld be hi s ar ms . Heco uld fe el the pois on wo rki ng uphi s wrist s and into hi s e lbows andhis shoulders, and then the jump-overfrom shoulder-blade to shoulder -blade l ike a spar k le aping a gap.Hi s han ds we r e r ave no us . Andh i s e y e s we r e b e g i n n i n g t of e e l h un ge r , as i f t he y m us tl o o k a t s o m e t hi ng , a ny t h i n g,e ve r yt hi n g.

Hi s wif e s ai d, “What ar e youdoi ng?”

H e b al a nc e d i n s p ac e wi t ht h e b o o k i n h i s s we a t i n gc o l d f i n g e r s .

A minut e l ate r s he said, “Wel l,j u s t do n ’t s t and t h e r e i n t hemi ddl e o f t he fl oor.”

He made a small so und.

“What?” s he as ke d.

He made mo re so ft sounds. Hes t umbl e d t o war ds t he be d andshoved the book cl umsil y under

vivos en Oxford, por herejía, el 16de octubre de 1555.

Mont ag y Sto ne man vo l vi e ro na mi rar l a cal le que s e de s li zababaj o las rue das .

—Sé muchas anécdotas y frases—dijo Beatty —. Es casi inevitableen un capitán de bomberos, A vecesme so r pr e ndo a mí mis mo .¡Cuidado, Stoneman!

Stoneman frenó el camión.

—Mal dit a s e a —di j o Be at t y—. Ya has pas ado l a cal l e quel l e va al c uar t e l .

—¿Quién es?

—¿Quién va a ser?— dijo Montag,apoyándose de espaldas contra la puertacerrada, en la oscuridad.

Su mujer dijo al fin:—Bueno, enciende la luz,

—No quiero luz.

—Pues acuéstate.

Montag oyó que su mujer se dabavuelta, impaciente. Los muelles delcolchón chillaron.

—¿Estás borracho? —preguntóla mujer.

La mano entonces inició otra vezsu t ar ea. Montag s inti ó que unamano y luego la otra lo libraban del a chaque t a y l a dej aban cae r.So st uvi er o n lue go e l pant aló n,sobre un abismo, y lo soltaron en laoscuridad. Montag tenía infectadaslas manos, y pronto se le infectaríanlos brazos. Podía sentir el venenoque le subía por la muñeca, hastael codo y el hombro, y luego el saltode omóplato a omóplato, como unac hi s pa que sal ta s obr e l a nada.Te ní a un as m an o s f am é l i c as ,y l o s o j o s e s t a b a n y as i n t i e n d o h a m b r e , c o m o s id e b i e s e n m i r a r a l g o ,c u al qui e r c o s a , t o d o .

—¿Qué estás haciendo? —dijo lavoz de su mujer.

Mo nt ag t r as t a bi l l ó , c o n e ll ibr o e nt re l os de do s s udo r o so sy f r í o s .

—Bueno —di j o l a muj er unminuto más tarde — No te quedesahí en medio de la habitación.

Montag emitió un débil sonido.

—¿Qué? —preguntó la mujer.

Mo nt ag vol vi ó a emit ir aquelsonido suave. Se acercó tante andoa l a cama y e sc o ndi ó t o r pe me nt e

Oxford por herejía, el 16 de octubrede 1555.

Montag y Stoneman volvieron acontemplar la que parecía moverse bajolas ruedas del vehículo.

—Conozco muchísimas sentencias—dijo Beatley—.Es algo necesario paralamayoríade los capitanes de bomberos.A veces, me sorprendo a mí mismo.

¡Cuidado, Stoneman!

Stoneman frenó el vehículo.

—¡Diantre!—exclamó Beatty—. Hasdejado, la esquina por la que doblamospara ir al cuartel.

—¿Quién es?

—¿Quién podría ser? —dijo Montag,apoyándose en la oscuridad contra lapuerta cerrada—.

Su mujer dijo, por fin:—Bueno, enciende la luz.

—No quiero luz.

—Acuéstate.

Montag oyó cómo ella se movíaimpaciente; los resortes de la camachirriaron.

—¿Es t ás b o r r ac ho ?

De modo que era la mano que lohabía empezado. todo. Si ntió unamano y, luego, la otra que desabrochabasu chaqueta y la dejaba caer en el suelo.Sostuvo sus pantalo ne s so bre unabi s mo y l o s d e j ó c a e r e n l aoscuridad.

Sus manos estaban hambrientas. Ys us oj o s e mpe zaban a e st arl otambién, como si tuviera necesidadde ver algo, cualquier cosa, todas lascosas.

—¿Qué estás haciendo? —preguntósu esposa—.

Montag se balanceó en el espaciocon el libro entre sus dedos sudorososy fríos.

Al cabo de un minuto, ella insistió:—Bueno, no te quedes plantado en

medio de la habitación.

Él produjo un leve sonido.

—¿Qué? —preguntó Mildred—.

Montag pro duj o más s o ni do ss uave s . Avanzó dando t r as pi é shac i a l a c ama y me t i ó ,

X

Page 34: B’s Farenheit Fahrenheit 451* - Rodriguez Alvareznovelas.rodriguezalvarez.com/pdfs/Bradbury, Ray ''Farenheit 451''-Xx-En-Sp-Sp.pdf2 B’s Farenheit tr. de F. Abelenda tr. de Alfredo

35

B’s Farenheit tr. de F. Abelenda tr. de Alfredo Crespo

5

10

15

20

25

30

35

40

45

50

55

60

65

70

75

t he co l d pil l ow. He f el l i nto be dand hi s wif e c r ie d o ut , s t ar tl e d.He l ay far ac ro s s t he ro o m f ro mh e r , o n a wi n t e r i s l a n ds e par at e d by an e mpt y s e a. Shet al ke d t o hi m f o r what s ee me da l o n g wh i l e a n d s h e t a l k e dabo ut t hi s and s he t al ke d abo utt hat and i t was o nl y wo r ds , l i ket he wo r ds he had hear d o nce i na nur s e r y at a f r i e nd’s ho use , at wo - y e a r - o l d c h i l d b u i l d i n gwo r d pat t e r ns , t al ki ng j ar go n,m ak i ng pr e t t y s o u n ds i n t h eai r . But Mo nt ag sai d nothing andaf ter a lo ng whi le when he onlymade the s mall so unds, he felt hermo ve i n the ro om and c ome to hisbed and s t and over hi m and puthe r hand down to fe el hi s c hee k.He knew that whe n s he pulle d herhand away fr om his f ace i t waswet .

L at e i n t he n i gh t he l o o ke do ve r a t M i l d r e d . S h e wa sa wa k e . Th e r e w a s a t i n yd a nc e o f m e l o d y i n t h e ai r ,h e r S e as h e l l wa s t am p e d i nh e r e a r a g a i n a n d s h e wa sl i s t e ni ng t o f ar p e o p l e i n f a rp l a c e s , h e r e y e s w i d e a n ds t a r i n g a t t h e f a t h o m s o fb l a c k n e s s a b o ve h e r i n t h ec e i l i n g.

Wasn’t t her e an old jo ke abo utthe wife who t al ked so much onthe t ele phone that her desperatehusband r an out to t he ne are s tst or e and te le pho ne d her to askwhat was f or dinner ? Wel l, the n,why di d n’t h e bu y hi m s e l f anau di o - Se as h e l l b r o a dc a s t i ngst ati on and t al k t o his wi fe lateat ni ght, mur mur, whi sper, shout,sc ream, ye ll? But what would hewh i s pe r, wha t wo ul d he ye l l ?What could he say?

An d s ud de n l y s he was s os t range he c o uldn’t be l i e ve hekn e w he r a t a l l . He was i nso meo ne el se’s hous e, li ke tho seo t he r jo ke s pe opl e t o l d o f t hege nt le man, dr unk, co ming ho melate at night, unlo cki ng the wro ngdo or, ente ring a wr ong r oom, andbe ddi ng wi t h a s t r a nge r a ndge t t i ng u p e ar l y and go i ng t owo r k and ne i t he r o f t he m t hewi se r.

“Mill ie…?” he whispere d.

“What ?”

“I didn’t mean t o s tart le yo u.What I want t o know is …”

“We l l?”

“W he n d i d we me e t . Andwher e?”

“When did we mee t for wha t?”she aske d.

e l l ibr o bajo l a al mo hada. Cayóe n l a c a m a . S u m u j e r s es o b r e s a l t ó y d i o u n gr i t o .M o n t a g e s t a ba a l l í , e n e lc ua r t o , muy l e j o s de e l l a, e nu na i s l a i n ve r n a l ai s l ad a de lm un d o p o r u n m a r d e s i e r t o .D e s c u br i ó d e pr o nt o q u e s um uj e r e s t a b a h a bl a n do ,ha bl and o d e muc ha s c o s a s , ye ran só lo palabr as , c omo las quehabí a o í do una ve z a un ni ño dedo s año s , pal abr as i nve nt adas ,un a j e r g a, r u i do s a gr a da bl e s .Pero Montag no dijo nada, escuchóaquellos sonidos,y después de un ratooyó que su mujer atraves a b a l aha bi t ac i ó n, s e par aba j u nt o aé l , y l e p o n í a l a m an o e n l am e j i l l a . M o n t a g s u p o q u ec u and o l e s ac a s e l a man o , l amu j e r de s c u br i r í a qu e e s t a bahú me d a.

M á s t ar d e M o n t a g m i r ó aM i l d r e d . E s t a b a d e s p i e r t a .U na l e ve me l o d í a b ai l a ba e ne l ai r e . M i l dr e d s e h ab í a l l e -va d o o t r a ve z e l C a r a c o l a lo í d o y e s c u c h a b a a g e n t e sd i s t a nt e s , de l u ga r e s di s t an -t e s , c o n l o s o j o s ab i e r t o s yc l a vad o s e n l o s a b i s mo s d en e g r u r a q u e f l o t a b a n s o b r ee l l a e n e l t e c ho .

¿No había un viejo chiste acercade la mujer que habla tanto por te-léfono que el marido, desesperado,corre a la tienda más próxima y lallama por teléfono para preguntar-le qué cenaremos esta noche? Bue-no, entonces, ¿por qué no se com-praba él una estación Caracol trans-mi so ra y l e hablaba a s u muje r,murmuraba, suspiraba, gritaba, au-llaba, tarde, de noche? ¿Pero quépodía murmurar, qué podía aullar?¿Qué podía decir?

Y de pr o nt o Mi l dr e d l e pare -c ió tan ext raña que e ra co mo s ino la c o no ci e se . Él , Mont ag, es -t aba e n una c asa aje na, co mo e ne so s o t ro s vie j os chi st es ac e rc ade un s eño r que vue lve bo rr achoa s u c as a, y, s e e qu i vo c a d epue r t a, y s e e qui voc a de habi ta-c ió n, y se ac ue st a c o n una des -c ono ci da, y, s e l e vanta te mpra-no a t r abaj ar, y ni nguno s e hadado cue nta.

—¿Millie...? —suspiró Montag.

—¡Qué!

—No pensé que iba a asustarte. Sóloquería saber...

—¿Y bien?

—¿Cuándo nos encontramos? ¿Ydónde?

—¿Cuándo nos encontramos paraqué?—le preguntó Mildred.

tor peme nte, el libr o bajo l a fr íaalmohada. Se dejó c aer en la c amay su mujer lanzó una exclamac ión,asustada. Él yacía lejo s de ella, alotr o lado del dormi torio , en unaisl a inve rnal separ ada po r un marvac ío. El la le habl ó desde lo quepare cí a una gran di stanc ia, y seref irió a esto y aquello, y no e ranmás que pal abr as , c omo las quehabía esc uchado en el cuar to delos niños de un ami go, de boca deun pe que ñ o de d o s año s q u ea r t i c u l a b a s o n i d o s a l a i r e .P ero Montag no contestó y, al cabo demucho rato, cuando sólo él producíalos leves sonidos, sintió que ella semovía en la habitación, se acercaba asu cama, se inclinaba sobre él y letocaba una mejil la con la mano.Montag estaba seguro de que cuandoella retirara la mano de su rostro, laencontraría mojada.

M ás a va n za d a l a n o c he ,Mont ag mir ó a Mil dr ed. Es t abade s pi e r t a. Una dé bi l me l o d í af l o t aba e n e l ai r e , Y s u r adi oa ur i c u l a r vo l ví a a e s t a re nc huf ada e n s u o r ej a, mie nt rase s c u c h a b a a g e nt e l e j an a d el ugare s re mot o s, co n uno s o jo smuy abi e rt o s que c o nt e mpl abanl a s ne gr a s p r o f u ndi dad e s q uehabí a s o br e e l la, e n e l te c ho .

¿No había un viejo chiste acerca dela mujer que hablaba t ant o porteléfono que su esposo, desesperado,tuvo que co rre r a la ti enda máspróxima para telefonearle y preguntarqué habí a para l a c ena? Bueno,entonces, ¿Por qué no se compraba éluna emisora para radio auricular yhablaba con su esposa ya avanzadano che , murmurando, susurr ando,gritando, vociferando? Pero, ¿qué lesusurraría, qué le chillaría? ¿Quéhubiese podido decirle?

Y, de repente, le resultó tan extrañaque Montag no pudo creer que laconociese. Estaba en otra casa, esoschistes que contaba la gente acerca delcaballero embriagado que llegaba acasa ya entrada la noche, abría unapuerta que no era la suya, se metía enla habitación que no era la suya, seaco staba con un de scono cida, selevantaba temprano y se marchaba atrabajar sin que ninguno de los doshubiese notado nada

—Millie...—susurró—.

—¿Qué?

—No me proponía asustarte. Lo quesí quiero saber es...

—Di.

—Cuándo no s e nc o nt ramos . Ydó nde .

—¿Cuándo nos encontramos paraqué?—preguntó ella—.

Page 35: B’s Farenheit Fahrenheit 451* - Rodriguez Alvareznovelas.rodriguezalvarez.com/pdfs/Bradbury, Ray ''Farenheit 451''-Xx-En-Sp-Sp.pdf2 B’s Farenheit tr. de F. Abelenda tr. de Alfredo

36

B’s Farenheit tr. de F. Abelenda tr. de Alfredo Crespo

5

10

15

20

25

30

35

40

45

50

55

60

65

70

75

“I mean — or igi nal ly.”

He knew she mus t be f ro wni ngin the dar k.

He cl ari fi ed it. “The fi rst ti mewe eve r me t, wher e was i t , andwhe n?”

“Why, it was at —”She s to ppe d.“I do n’t know,” she s ai d.

He wa s c o l d. “Ca n’ t y o ure member ?”

“It’s been so l ong.”

“Only ten years, that’s all , onlyte n!”

“Don’t get exc it ed, I’m t ryi ngt o t hi nk.” She l aughe d an o ddli ttl e laugh that went up and up.“F unn y, ho w f un ny, no t t oremembe r where or when you metyo ur husband or wi fe .”

He lay mass agi ng hi s e yes , hisbr ow, and the bac k of his nec k,sl owl y. He he ld bo th hands overhi s e ye s an d appl i e d a s t e adypr e s s u r e t he r e a s i f t o c r u s hme mo r y i nt o p l a c e . It wass udde nl y mo r e i mpo r t ant t hanany o the r thi ng in a l ife -t ime thathe kn e w whe r e he ha d m e tMi ldre d.

“It do e s n’t ma t t e r.” She wasup i n t he bat hr o o m no w, and hehe ar d t h e wat e r r unn i n g, a ndt h e s wa l l o wi n g s o u n d s h emad e .

“No, I gues s not ,” he sai d.

He t r i e d t o c o unt ho w m anyt i m e s s h e s wal l o we d a n d h et ho ught o f t he vi s i t f r o m t het wo z i n c - o x i d e - f a c e d m e nwi t h t h e c i g a r e t t e s i n t h e i rs t r ai ght - l i n e d mo ut hs and t hee l e c t r o n i c - e ye d s nake wi ndi ngdo wn i nt o t he l aye r u po n l a ye ro f n i g h t a n d s t o n e a n ds t a gnan t s p r i ng wat e r, and hewan t e d t o c al l o u t t o he r, ho wma ny have y o u t a ke n t o ni g h t! t he c a ps ul e s ! h o w ma ny wi l lyo u t a ke l at e r and no t kno w?a n d s o o n , e v e r y h o u r ! o rma ybe no t t o ni ght , t o mo r r o wn i g h t ! And me no t s l e e p i ng ,t o n i ght o r t o mo r r o w n i ght o ra n y n i g h t f o r a l o n g wh i l e ;no w t hat t hi s has s t ar t e d. Andhe t ho ug ht o f he r l yi n g o n t hebe d wi t h t h e t wo t e c hni c i a nss t a ndi ng s t r a i ght o ve r he r, no tb e n t wi t h c o nc e r n, b ut o nl ys t andi ng s t r ai ght , ar ms f o l de d.An d he r e me mb e r e d t h i n ki ngt h e n t ha t i f s h e d i e d , h e wasc e r t ai n he wo ul dn’ t c r y. Fo r i two u l d b e t h e d y i n g o f a nu n k n o wn , a s t r e e t f a c e , a

—Quiero decir... por primera vez.

[56] Montag supo que Mildred fruncíael ceño enlaoscuridad.

Explicó:—Laprimeravezque nos encontramos,

¿Dónde fue, y cuándo?

— B u e n o , f u e e n . . . —M i l d r e d s e d e t u v o — . N os é — d i j o .

Montag sentía frío.—¿No recuerdas?

—Hace tanto tiempo.

—Sólo diez años, nada más. ¡Sólodiez años!

—No t e e xc ite s. Est oy tr atan-do de pensar. —La muje r lanzóuna c ur ios a r isi ta que s ubí a y s u-bí a.— Grac ioso , qué gr acio so, nor e co r dar c uándo se c ono c i ó almarido o l a muje r.

M o n t a g s e f r o t a b a l o so j o s , l a f r e n t e , y l a n u c a ,c o n mo vi m i e n t o s l e n t o s . S ea p r e t ó l o s o j o s c o n l as m a -n o s c o m o p a r a p o n e r l a m e -m o r i a e n s u s i t i o . N o h a b í ad e p r o n t o n a d a m á s i m p o r -t a n t e e n l a vi d a q u e s a b e rd ó n d e h a b í a c o n o c i d o aM i l dr e d .

—No t iene i mpo rt anc ia —di joMil dre d, y s e l e vantó , y fue alcuart o de baño . Montag oyó el rui-do del agua, y los sonidos de Mildredal tragar.

—No, supongo que no —dijo.

Tr a t ó d e c o n t a r c u á n t a sve c e s t r a g a b a , y r e c o r d ó l avi s i t a d e l o s d o s h o m b r e sd e c a r a d e z i n c o x i d a d o ,c o n l o s c i g a r r i l l o s e n l a sb o c a s r e c t a s , y l a S e r p i e n -t e d e O j o E l é c t r i c o q u e h o -r a d a b a c a p a t r a s c a p a d en o c h e y p i e d r a y a g u a e s -t a n c a d a ______ . Y q u i s o l l a -m a r l a y g r i t a r l e : ¡ c u á n t a st o m a s t e e s t a n o c h e , l a sc á p s u l a s , c u á n t a s t o r n a r á smá s t ar d e s i n da r t e c u e nt a! ¡Yas í s i e mpr e a t o da ho r a ! ¡Y s ino e s t a n o c he ma ña na po r l ano c he ! Y yo s i n do r mi r, ni e s t ano c he , ni mar i a na po r l a n o -c he , ni ni ng una n o c he , dur an-t e m u c h o t i e m p o . Y vi o aMi l dr e d ac os t ada, c o n l o s do sté cnic os de pi e junto a el la, no[5 7 ] i ncl i nado s hac i a e l l a c o npre oc upac ió n, s ino de pie , muyde rec ho s, con lo s brazos c ruza-do s. Y re cordó que había pensado en-tonces que si ella se moría, él, Montag,no derramaría ni una lágrima. Pues se -rí a c omo la muer te de una mujer des-conocida , de una ca ra de la c alle, de

—Quiero decir... por primera vez.

Montag comprendió que ella estaríafrunciendo el ceño en la oscuridad.

Aclaró conceptos:—¿Dó nde y c uándo no s

conocimos?

—¡Oh! Pues fue en...La mujer calló.—No lo sé —reconoció al fin—.

Montag sintió frío.—¿No puedes recordarlo?

—Hace mucho tiempo.

—¡Sólo diez años, eso es todo, sólodiez!

—No te excites, estoy tratando depensar.—Mildred emitió una extrañarisita que fue haciéndose más y másaguda—. ¡Qué curioso! ¡Qué curioso noacordarse de dónde o cuándo se conocióal marido o a la mujer!

Mo ntag se fr otaba l os ojos , l asc e j as y l a nu c a, c o n l e n t o sm o vi m i e nt o s . Ap o y ó am ba smano s s o br e sus o j o s y apr et óco n fir meza, co mo para incrust arl a me mo r i a e n s u s i t i o . D epr onto, re sultaba más import anteque c ual qui e r o t r a c o s a e n s uvida sabe r dó nde había c onoc idoa Mil dr ed.

—No importa.Ell a es taba aho ra e n el c uart o

de baño , y Mo nt ag oyó co rr er e lagua y el r ui do que hizo Mi ldre dal beber la.

—No, supongo que no —dijo—.

Tr ató de c ont ar cuántas vec est ragaba, y pe ns ó en l a vi si ta del o s d o s o p e r a r i o s c o n l o sc i gar r i l l o s e n s us bo c asre cti lí neas y l a s erpie nte de o joelectr ónico desce ndiendo a travésde c apas y capas de no che y depi edr a y de agua r e mans ada depr i mave r a, y des e ó gr i t ar a s umuje r: «¿Cuántas t e has to madoe s t a no c he ? ¡ Las c á ps ul a s !¿Cuántas t e t omarás despué s s insaber lo ? ¡Y s egui r así hor a tr asho r a! ¡Y qui zá no e s t a no c he ,s ino mañana! ¡Y yo s i n do rmi res ta no che , ni mañana, ni ningunaot ra durante mucho tie mpo, aho raqu e e s t o ha e mpe zad o !» YMo ntag se la imagi nó tendi da enl a cama, co n l os do s o pe r ar io ser gui do s a su l ado , no inc linadosco n preo cupaci ón, sino e rguido s,c o n l o s br azo s c r uz ad o s ’ Yre cor dó haber pe ns ado ento nce s,que s i e ll a morí a, est aba s eguroque no había de l l or ar. P o rques e r í a l a m ue r t e de u nades conoc ida, un r ostro vis to en lacalle , una image n del pe rió dic o;y, de r epe nte , l e res ult ó t odo t an

X

Page 36: B’s Farenheit Fahrenheit 451* - Rodriguez Alvareznovelas.rodriguezalvarez.com/pdfs/Bradbury, Ray ''Farenheit 451''-Xx-En-Sp-Sp.pdf2 B’s Farenheit tr. de F. Abelenda tr. de Alfredo

37

B’s Farenheit tr. de F. Abelenda tr. de Alfredo Crespo

5

10

15

20

25

30

35

40

45

50

55

60

65

70

75

ne ws pa pe r i m ag e , a nd i t wa ss ud de nl y s o ve r y wr o ng t ha th e ha d b e g un t o c r y, n o t a td e a t h b u t a t t h e t h o u g h t o fnot c ryi ng at deat h, a si ll y e mptyman ne ar a si ll y e mpt y woman,whi le t he hungr y s nake made he rst il l mo re e mpty.

Ho w d o yo u g e t s o e mpt y?he wo nde r e d. Wh o t ake s i t o uto f yo u? And t ha t awf ul f l o we rt he o t he r day, t he dande l i o n! Ith a d s u m m e d u p e ve r y t h i n g ,h a d n ’ t i t ? “W h a t a s h a m e !Yo u ’ r e n o t i n l o ve wi t hanyo ne !” And why no t ?

We l l , wa s n’t t he r e a wal lbe twee n him and Mi ldred, whenyou came dow n to i t ? Lite ral lyno t j us t o ne , wal l but , s o f ar,t hr e e! And e xpe ns i ve , t o o! Andthe uncle s, the aunt s, the cousi ns,the nieces, t he nephews, that livedin those walls, the gi bberi ng packo f t r e e -ape s t hat s ai d no t hing,no thi ng, nothing and sai d i t loud,l o ud, l o ud. He h ad t ak e n t oc al li ng t he m re l at ives f ro m thever y f i rs t . “Ho w’s Uncl e Lo ui st o day ?” “Wh o ? ” “And Au ntMaude ?” The mo s t s i gni f i c antme mo r y he had o f M i l d r e d,r eal l y, was of a l i tt l e gi rl i n afores t without trees (how odd!) orr a t he r a l i t t l e gi r l l o s t o n aplat eau wher e t he r e use d t o betr ees (yo u co uld fe el t he memo ryof thei r s hapes al l about) si tti ngi n t h e c e n t r e o f t h e “l i vi n g-ro om.” The l i vi ng- roo m; what ago od j ob o f l abe l l i ng t hat wasno w. No matte r whe n he c ame i n,the wall s wer e always talki ng toMi ldre d.

“Some thing must be do ne !”

“Ye s , s o me t hi ng mu s t bedone !”

“We l l , l e t ’s no t s t an d a ndt al k!”

“Let ’s do it !”

“ I ’ m s o m a d I c o u l ds p i t ! ”

W ha t wa s i t a l l a bo ut ?Mil dr e d co uldn’t s ay. Who wasmad at who m? M i l dr e d di d n’tq ui t e k no w. W ha t we r e t he ygoi ng t o do ? We ll , said Mil dr ed,wai t ar ound and s ee .

He had wai ted around to se e.

A gre at thunders tor m o f soundgus he d f r o m t h e wal l s . Mus i cbo mba r de d h i m at s u c h animme ns e vo lume t hat hi s bo ne swer e al mos t shake n fr o m t hei rte ndo ns ; he f el t his jaw vibr at e,hi s e yes wo bbl e i n his head. Hewas a vi ctim of concussi on. Whenit was all over he fe lt like a man

una imagen de l per iódic o, y de pr on-to todo le pa re ció t an f als o que seec hó a llorar, no ante la idea de lamue rte, sino a nte l a ide a de no llorarla muerte . Un hombre tonto y va cíoque vivía con una mujer tonta y va-cía , mie ntras la s erpie nte hambri en-ta la va ciaba toda vía m ás.

¿Có mo t e has vac i ado t ant o ?s e pr e gu n t ó . ¿ Qu i é n t e s ac ót o d o d e ad e nt r o ? ¡Y a qu e l l aho r r i bl e f l o r d e l o t r o dí a, e ldi e nt e de l e ó n! Fue e l c o l mo ,¿no e s ve r dad? «¡Qué l ás t i ma!¡No e s t á e namo r ado de nadi e !»¿Y po r qué no ?

B ue no , ¿n o ha b í a d e ve r a sun m ur o e nt r e é l y Mi l d r e d?______________ ¡ N o s ó l o u nmur o , s i no do s , y t r e s ! ¡Y unmur o c ar o , ade más ! ¡Y l o s tí o s ,l a s t í a s , l o s p r i m o s , l o ss o b r i n o s q u e vi ví a n e n e s emu r o , e l far ful l ant e ha t o dem o n o s q u e n o d e c í a n n a d a ,nada, y a gri t o s, a gr i t o s! Des deu n c o m i e n z o h a b í a n s i d op a r i e n t e s p a r a M o n t a g .«¿Có mo e s t á h o y e l t í o Lui s ?»«¿Q ui é n ?» «¿ Y l a t í a Maud e ?»La i mage n más s ignif i cat i va quet enía de Mi ldr ed, r ealme nt e , er al a de una ni ñit a e n un bos que si nárbo le s ( ¡qué r ar o !) , o qui zá unan i ñ i t a e n u na l l a nu r a d o nd ehabí a habi do árbo l es (uno po dí as e n t i r e l r e c u e r d o d e s u ss ombras al r ede do r ): se nt ada e ne l c e nt r o de l a s a l a de r e c i bo .La s al a de r e c i bo , qué no mbr eb i e n a p l i c a d o . A c ua l qu i e rh o r a qu e e nt r a s e e n l a c a s a ,a l g u i e n e s t a ba ha b l a n do c o nMi l dr e d.

—¡Hay que hacer algo!

— ¡ S í , h a y q u eh a c e r a l g o !

—Bueno , ¡bast a de habl arentonces!

—¡Hagámoslo!

—¡Me s ie nt o tan f ur io so quepodría escupir!

¿De qué s e tr at aba e n ve rdad?M i l dr e d n o po d í a d e c i r l o .¿ Qu i é n e s t a ba e n o j ad o c o nquié n? Mil dre d no l o s abía. ¿Quéi ba n a ha c e r ? Bu e n o , d i j oMil dr ed, es pe re mo s y ve amos .

Montag ya esperaba para ver.

Un e no rme t rueno bro tó de l aspar edes . La mús ic a bo mbar de ó aMontag co n tal vo lume n que lo shue so s casi s e l e de spegar on del o s t e n do ne s . Si nt i ó q ue l evibraba la mandí bul a, y que lo so j o s s e l e s a c u dí an e n l a sór bi tas. Cuando t odo t er mi nó , ses inti ó co mo un hombr e a quie n

t r i s t e q ue hab í a e m pe z ado all orar, no po r la mue rt e, sino elpe ns ar que no l l o r ar í a c uandoMi l dr e d mur i e r a, un ab s ur doho mbr e vac ío junto a una absur damu j e r vac í a, e n t a nt o q ue l ahambr i e nt a s er pi ent e la de jabaaún más vací a.

«¿Cómo se consi gue quedar tanvacío ? —se pr egunt ó Montag—.¿Qu i é n t e vac í a? ¡Y aque l l ahorrible flor del otro día, el dientede le ón! Lo había c ompre ndidoto do ¿ve rdad? «¡Qué ve rgüe nza!¡No está enamorado de nadie!» y¿ por qué no ? »

B u e no , ¿ n o e x i s t í a u n am u r a l l a e n t r e é l y M i l d r e dpe ns ándol o bi en? Lit e r al me nt e ,n o s ó l o u n m ur o , . t r e s , e nr eal idad. Y, además, muy caros . Ylos tíos, las t ías, los pr imos, lassobrinas, los sobri nos que vivíanen aquell as par edes, la farfullantepandilla de s imios que no dec íannada, nada, y lo decí an a voz engri to. De sde e l pri ncipio , Montagse había acostumbrado a llamarlospari ent es . «¿Cómo e stá hoy, t íoLo u i s ?» « ¿Qui é n ?» «¿ t í aMaude?» En re alidad, el recue rdomás s i gni f ic at i vo que t e nía deMil dred e ra el de una niñita en unbos que si n árboles (¡qué extraño)o, más bi en, de una niñit a perdidaen una meseta donde sol ía haberár b o l e s ( po dí a pe r c i bi r s e e lr e c ue r do de s us f o r mas po rdoquier), sent ada e n el c entro dela «sala de e star». La sala de es tar¡Qué nombre más bie n esc ogi do!Llegara cuando llegara, allí e stabaMil dr ed, e sc uc hando c ómo laspar edes le hablaban.

—¡Hay que hac er al go!

— S í , h a y q u eh a c e r a l g o .

—¡Bueno, no nos quedemos aquíhablando!

—¡Hagámoslo!

—¡Estoy tan furioso que sería capazde escupir!

¿A qué venía aquell o? Mi ldr edno hubiese sabido decir lo. ¿Quiéne s t ab a f ur i o s o c o n t r a q ui é n?Mi l dr e d l o s ab í a bi e n. ¿Q uéharía? «Bue no —s e dijo Mi ldr edes per emos y veamos .»

Él había esperado para ver.

Una gran tempes tad de soni dossurgió de las des . La mús ic a lebombar de ó c o n un vo l umen taninte ns o, que s us hues os c as i sedes pr e ndie ro n de l os t endones ;sint ió que le vibr aba la mandíbula,que los oj os ret embl aban en suc ab e za. Er a ví c t i m a de unac o nmoc i ó n. Cuando t o do hubo

Page 37: B’s Farenheit Fahrenheit 451* - Rodriguez Alvareznovelas.rodriguezalvarez.com/pdfs/Bradbury, Ray ''Farenheit 451''-Xx-En-Sp-Sp.pdf2 B’s Farenheit tr. de F. Abelenda tr. de Alfredo

38

B’s Farenheit tr. de F. Abelenda tr. de Alfredo Crespo

5

10

15

20

25

30

35

40

45

50

55

60

65

70

75

who had bee n thrown fro m a clif f,whirl ed in a centri fuge and spatout o ve r a water fall that f el l andfel l into emptine ss and emptinessand ne ver -quite- touche d-bo tto m-never -never -qui t e- no not qui te -touched-bot tom… and you fell sof as t yo u didn’t to uch the s i de se i t he r … ne ve r … q ui t e …to uched… anyt hing.

The t hunder fade d. The mus icdi ed.

“The re,” s ai d Mildre d.

And i t was indee d r emarkabl e.So me t hi ng had happene d. Eve nthough the pe ople in the wall s ofthe r oom had bar ely mo ved, andno thing had re al ly be en se tt le d,yo u h ad t he i m pr e s s i o n t h ats o me o ne ha d t ur n e d o n awashing- machine o r sucked youup i n a gi g ant i c vac uum . Yo udr o wn e d i n mu s i c a nd pu r ec ac opho ny. He c ame o ut o f thero om sweati ng and o n the poi ntof co llaps e. Behind hi m, Mi ldr eds at in her chair and the vo i ce swe nt on agai n:

“We l l, e ver ythi ng wi ll be al lri ght no w,” said an “aunt .”

“Oh, do n’t be to o sur e,” s aid a“co us i n.”

“Now, don’t get angry!”

“Who’s angr y?”

“You ar e!”

“I am?”

“Yo u’r e mad!”

“Why shoul d I be mad!”

“Be caus e!”

“That ’s al l ve r y we l l ,” cr i e dMo nt ag, “but what are t hey madabo ut ? Who a r e t hes e pe opl e ?Who ’s t hat man and who’s thatwo man? Ar e t he y hus b and andwi fe, are the y divorc ed, e ngage d,wh at ? G o o d Go d, no t hi ng ’sco nnect ed up.”

“They —” s aid Mi ldr ed. “Wel l,they — they had this f ight, yous ee . They c e rt ainl y f ight a l ot .Yo u s ho uld li ste n. I thi nk they’remar r i e d. Ye s , t he y’r e mar r i e d.Why?”

And i f i t was no t t he t h r e ewal l s s o o n t o b e f o u r wa l l sand t he dr e a m c o mpl e t e , t he ni t wa s t h e o p e n c a r a n dM i l d r e d d r i vi n g a h u n d r e dmi l e s an ho u r ac r o s s t o wn, hes h o u t i n g a t h e r a n d s h es ho ut i ng bac k and bo t h t r y i ngt o h e a r wh a t wa s s a i d , b u the ar i ng o nl y t he s c r e am o f t he

habí an ti r ado e n un pr ec i pi c io ,m e t i d o e n u na c e n t r í f ug a yarr oj ado a una catarata que c aí ay c aí a e n l a nada y l a nada, ynunca.. . l le gaba. .. de l to do. .. alf o nd o . . . nu nc a . . . n un c a . . . d e lt odo. .. l le gaba.. . al fo ndo. .. y l ac aí da e ra t an r ápi da que uno noto caba ni s iquie ra lo s co stado s. ..nunca.. . l le gaba. .. a nada.

E l t r u e n o a g o n i zó . L amús i c a mur i ó .

—Ya está —dijo Mildred.

Era de veras algo notable. Algohabí a o curri do . Aunque l a gentede las par edes s e había movidoape nas , y nada habí a c ambi ador e a l me nt e , pa r e c í a c o mo s ial g ui e n hubi e s e p ue s t o e nmovimiento una máquina de lavar,o l o hubiese sumer gido a uno enun gi gante s c o t ubo ne umát ic o .Uno s e a ho gab a e n mús i c a yc ac o f o ní a pur a . Mo n t ag s a l i ósudando de la habitación, al bo rdede l c o l a ps o . D e t r ás que d abaMi l dr e d, s e nt ad a e n s u s i l l a,esc uchando ot ra vez las voc es:

—Bueno, todo irá bien ahora —dijo una «tía».

—Oh, no estés muy segur a —dijo un «primo».

—Vamos, no te enojes.

—¿Quién se enoja?

—Tú.

—¿Yo ?

—¡Sí, tú!

—¿Y por qué?

—Ya lo sabes.

—Todo eso está muy bien —gritóMontag —, pero, ¿po r qué es tánenoj ados ? ¿Quié n es es a ge nt e?¿Quién es ese hombre y quién esamuj er ? ¿Es tán c as ado s ,divo rc i ado s, co mpro met i do s , oqué? Buen Dios, nada tiene relacióncon nada.

— H a n . . . — d i j o M i l d r e d— . B u e n o , h a n . . . h a n t e n i d oe s a p e l e a . U n a p e l e a s e r i a .Ya o í s t e . C r e o q u e e s t á nc a s a d o s . S í , e s t á n c a s a d o s .¿ P o r q u é ?

Y si no er an las tr es par edes( que pr ont o se r í an c uat r o par aco mple tar el sueño), era el coc heabier to y Mil dre d que co nducía aci ent o cincue nta kiló met ro s porho r a, y é l que l e g r i t aba aMi ldr ed, y Mil dre d que le gr itabaa él, y ambos que trataban de o írlo que dec ía el ot ro, y oí an só loel ruido de l moto r.

pas ado, se si ntió c omo un hombreque habí a sido arro jado desde unac a nt i l a do , s a c udi d o e n unac e nt r i fugado r a y l anzado a unacat arata que c aía y caía hacia el.vac ío sin llegar nunca a tocar elfo ndo, nunca, no de l to do ; y secaí a tan apris a que se to caban losl ad o s , nu nc a, nunc a j amás s eto caba nada.

El estrépito fue apagándose . Lamúsica cesó.

— Ya está —dijo Mildred—.

Y, desde luego, era notable. Algohabí a o cur ri do. Aunque en lasparedes de la habitación apenas nadase había movido y nada se habíare sue lto en re ali dad, se tenía lai mpre s ió n de que algui en habí apuesto en marcha una lavadora o queuno había sido absorbido por ungigant e sc o as pi r ado r. Uno s eaho gaba e n músi c a, y e n pur ac ac o fo nía. Mo nt ag s ali ó de l ahabitación, sudando y al borde delc ol aps o . A su es pal da, Mil dre destaba sentada en su butaca, y lasvoces volvían a sonar

—Bueno, ahora todo irá bien —decía una «tia»—.

—Oh, no estés demasiado segura —replicaba un «primo»—.

—Vamos, no te enfades.

—¿Quién se enfada?

—¡Tú!

—¿Yo?

—¡Tú estás furioso!

—¿Por qué habría de estarlo?

—¡Porque sí!

—¡E s t á mu y bi e n! —gr i t óMo nt ag—. Pe ro , ¿po r qué e st ánf ur io s os ? ¿Quié n e s es a gente ?¿Quién e s ese hombre Y quién esesa muje r? ¿Son marido y muj er,es tán di vor ciados , prometi dos oqué ? Vál game Di os , nada t i enerelación.

—Ello s.. . —dij o Mildred—.Bueno, ellos.... ellos han tenido estapelea, ya lo has visto. Desde luego,discuten Mucho. Tendrías que oírlos.Creo que están casados. Sí, estáncasados. ¿Por qué?

Y si no se trataba de las tres paredesque pronto se convertirían en cuatro paracompletar el sueño, entonces, era elcoche descubierto y Mildredconduciendo a ciento cincuentakilómetros por hora através de laciudad,el gritándole y ella respondiendo a susgritos, mientras ambos tratabande oír loque decían, pero oyendo sólo el rugidodel vehículo.

Page 38: B’s Farenheit Fahrenheit 451* - Rodriguez Alvareznovelas.rodriguezalvarez.com/pdfs/Bradbury, Ray ''Farenheit 451''-Xx-En-Sp-Sp.pdf2 B’s Farenheit tr. de F. Abelenda tr. de Alfredo

39

B’s Farenheit tr. de F. Abelenda tr. de Alfredo Crespo

5

10

15

20

25

30

35

40

45

50

55

60

65

70

75

c ar . “At l e as t ke e p i t do wn t ot h e m i n i m u m ! ” h e y e l l e d :“Wh a t ? ” s h e c r i e d . “K e e p i td o w n t o f i f t y - f i ve , t h emi ni mu m! “ he s ho ut e d . “Thewha t ?” s he s hr i e k e d. “Spe e d!”he s ho ut e d. And s he pu s he d i tu p t o o n e h u n d r e d a n d f i vem i l e s a n h o u r a n d t o r e t h ebr e at h f r o m hi s mo u t h.

W he n t h e y s t e p p e d o u t o ft h e c a r, s he h ad t he S e a s h e l l ss t u f f e d i n he r e a r s .

Si l e nc e . O nl y t he wi ndbl owi ng so ftl y.

“ M i l d r e d . ” H e s t i r r e di n b e d .

He r e ac he d o ve r and pul l e done of t he t iny musi cal inse ct so u t o f he r e a r. “M i l d r e d.Mi ldre d?”

“Yes.” Her voi ce was f aint.

H e f e l t h e wa s o ne o f t h ecr eat ur es ele ct ronicall y i nse rt edbet we en t he s lo t s of t he pho no -c ol o ur wal ls , s peaking, but thes pe ec h not pie rc i ng t he cr ys talb ar r i e r . He c o u l d o nl ypant o mi me , ho p i ng s he wo ul dt ur n hi s way and s ee hi m. The yc o u l d n o t t o u c h t h r o ug h t h eglass .

“Mi ldred, do you know t hat girlI was te lling you about?”

“What gir l ?” She was al mos tas lee p.

“The gir l next door.”

“What girl next do or ?”

“Yo u kn o w, t he hi gh - s c ho o lgi rl. Cl ar iss e, her name is .”

“Oh, ye s,” said hi s wif e.

“I haven’t s ee n he r fo r a fe wdays- four days t o be e xact. Haveyo u see n her ?”

“No .”

“I ’ve m e an t t o t al k t o y o uabout her. St range .”

“Oh, I know the one you mean.”

“I t hought you would.”

“Her,” sai d Mildre d i n t he darkroo m.

“W hat a bo u t h e r ? ” as k e dMo nt ag.

“I me ant t o t el l yo u. Fo rgot .Fo rgot .”

“Tell me now. What is it ?”

“I think she’s gone .”

—¡Por lo menos baja a mínima!—aullaba Montag.

—¿Qué? —gritaba Mildred.— ¡ B a j a a o c h e n t a , l a

m í n i m a !—¿La qué? —chillaba Mildred.—¡Velocidad! —gritaba Montag.Y Mi ldr e d c or r ía ent o nc e s a

ciento noventa kilómetros por horay dejaba a Montag sin aliento.

Cuando s al í an de l c oc he ,Mil dr e d ya se había pues t o lo sCaracoles en las orejas.

Sil e nci o . Só l o e l vi e nt o quesoplaba débilmente.

Montag se movió en la cama.—Mildred.Se incorporó, estiró un brazo y le

sacó el diminuto insecto musical dela oreja.

—¡Mildred! ¡Mildred!—Sí.La voz de Mildred apenas se oía.

Montag se sintió como una deaquel l as c ri at ur as i ns e r tadaselectr ónicamente en las paredes:hablaba, per o s us pal abr as noatr avesaban la barre ra de crist al.Só l o po dí a r e pr es e nt ar unapantomima, con la esperanza de queMi ldre d vo lvie ra l a cabe za y l oviese. No podían tocarse a travésdel vidrio.

—Mildred, ¿conoces a esa chicade la que te hablé?

—¿Qué chica?Mildred estaba casi dormida.

—La chica de al lado.

—¿Qué chica de al lado?

—Ya sabes, esa chica que va alcolegio. Clarisse se llama.

—Oh, sí —dijo la mujer.

—No la he visto estos últimosdías... Cuatro días , exactament e.¿La has visto tú?

—No.

—Había pensado en hablarte deella. Es curioso.

—Oh, ya sé a quién te refieres.

—Eso pensaba.

—La chica... —murmuró Mildreden la oscuridad del cuarto.

—Sí, ¿qué pas a c o n e l l a? —preguntó Montag.

—Iba a decírtelo. Me olvidé. Meolvidé.

—Dímelo ahora. ¿Qué pasa?

—Creo que se ha ido.

¡Por lo menos, llévalo el mínimo!—vociferaba Montag—.

—¿Qué? —preguntaba ella—.—¡Llévalo al mínimo, a ochenta!

—gritaba él—.—¿Qué? —chillaba ella—.—¡Velocidad! —berreaba él—.Y e ll a ac el e r ó has t a c ie nt o

setenta kilómetros por hora y dejóa su marido sin aliento.

Cu and o s e a pe ar o n d e lve híc ul o, ell a se había puest o laradio auric ular.

Silencio. Sólo el viento soplabasuavemente.

—Mildred.Montag rebulló en la cama.

Al argó una mano y s de l a or e j ad e e l l a u na d e l a s di mi nu t a spi e zas mus i cal e s .

—Mildred. ¡Mildred!— Sí.La voz de ella era débil.

Montag sintió que era una de lascriaturas insertadas electrónicamenteentre las ranuras de las paredes defonocolor, que hablaba, pero que suspalabras no atravesaban la barrera decr ist al. Sólo po día hace r unapantomima, con la esperanza de queella se volviera y viese. A través delcristal, les era imposible establecercontacto.

—Mildred, ¿te acuerdas de esa chicade la que he hablado?

—¿Qué chica?Mildred estaba casi dormida.

—La chica de al lado.

—¿Qué chica de al lado?

—Ya sabe s , la que estudia. Sellama Clarisse.

—¡Oh, sí! —dijo la mujer.

—Hace unos días que no la veo .Cuat ro para ser e xactos. ¿La hasvisto tú?

—No.

—Quer í a habl ar t e de e l l a. Ese xt raño .

—Oh, sé a quié n te refieres.

—Estaba seguro de ello.

—Ella —dijo Mildred, en laoscuridad—.

¿Qué sucede? —preguntó Montag—.

—Pensaba decírtelo.Me he olvidado.Olvidado.

—Dímelo ahora. ¿De qué se trata?

—Creo que ella se ha ido.

Page 39: B’s Farenheit Fahrenheit 451* - Rodriguez Alvareznovelas.rodriguezalvarez.com/pdfs/Bradbury, Ray ''Farenheit 451''-Xx-En-Sp-Sp.pdf2 B’s Farenheit tr. de F. Abelenda tr. de Alfredo

40

B’s Farenheit tr. de F. Abelenda tr. de Alfredo Crespo

5

10

15

20

25

30

35

40

45

50

55

60

65

70

75

“Gone ?”

“W ho l e f am i l y mo ve d o uts omewher e. But s he ’s go ne fo rgo od. I think she’s dead.”

“We c oul dn’t be tal king abo utthe s ame girl .”

“N o . The s a me gi r l .Mc Cle llan. McCle llan, Run overby a car. Four days ago. I’m notsure. But I t hi nk she ’s de ad. Thefamil y moved out anyway. I don’tknow. But I think s he’s dead.”

“You’re not s ure of it !”

“No, no t s ure . Pre tty s ure .”

“Why didn’t you tell me sooner?”

“For go t.”

“Four days ago !”

“I fo rgo t all about it .”

“F o ur d ays ag o , ” h e s ai d,quiet ly, lying t her e.

The y lay there i n the dark r oomno t m o vi ng, e i t h e r o f t he m.“Good night,” she sai d.

He he ar d a f aint r us t l e . He rha nds m o ve d. Th e e l e c t r i ct hi mbl e m o ve d l i ke a pr ay i ngmanti s o n the pi llo w, to uched byhe r hand. Now it was in he r e aragain, hummi ng.

He li st ened and his wif e wassi ngi ng under her bre at h.

Out s ide the ho us e , a shado wmo ve d, an autumn wind ro se upand fade d away. But t he re wassome thing el se in t he silence thathe he ar d . It wa s l i ke a b r e at he xh al e d u po n t he wi nd o w. I twa s l i k e a f a i n t d r i f t o fgr e e n i s h l u mi n e s c e n t s mo k e ,t he m o t i o n o f a s i n gl e h ug eOc t o be r l e af b l o wi ng a c r o s st he l awn and away.

The Hound, he tho ught. It’s o utthere t oni ght . It’s o ut the re no w.If I opene d t he wi ndo w…

He di d not ope n the wi ndo w.

He had c hil ls and f eve r i n t hemo rning.

“Yo u c a n’t be s i c k ,” s a i dMi ldre d.

He closed his eyes over the hotness.“Ye s .”

“But you were all right last night.”

“No , I was n’t al l r i ght .” He

—¿Se ha ido?

—Toda la familia se ha mudadoa alguna parte. Pero la chica se haido de veras. Creo que se murió.

—No podemos estar hablando dela misma chica.

—Sí . La misma. McClellan. Laat rope lló un c oche . Hace cuat rodías. No estoy segura. Pero creo quese murió. La familia se fue a otraparte. No sé a dónde. Pero creo quela chica se murió.

—¡No estás segura!

—No, no estoy segura. No del todo.

—¿Por qué no me lo dijiste antes?

—Me olvidé.

—¡Hace cuatro días!

—Me olvidé completamente.

—Hace cuatro días —murmuróMontag, sin moverse.

Ambos callaron unos instantes,inmóviles,acostados en laoscuridad.

—Buenas noches —dijo Mildred.

Mo ntag oyó un débi l s us urr o.El de dal e léc tri co se encendió ys e mo vi ó c o mo un a m ant i sr e l i g i o s a s o b r e l a al mo had a.Ahora e staba ot ra vez e n l a o re jade Mi ldr ed, zumbando.

Mo ntag e s c uc hó . Mi ldr e dcantaba entre dientes.

Fue ra de l a c as a s e es tr e me ci óuna s ombra, un vie nto ot oñal sealzó y muri ó. P ero habí a al go máse n aq ue l s i l e nc i o ___ ____ ____ _ _ . Co m o u n a l i e nt o q uee mpañaba lo s vi dri os . Co mo undé bi l ji r ó n de humo ve r do so ylumi ni sc ent e; e l mo vimie nt o deun a ú ni c a y e no r me ho j a deo c t ub r e que vo l a ba s o b r e e ljardí n, ale jándos e.

El Sabueso, pensó Montag. Estáahí af uer a e s ta no c he . Es tá ahíahora. Si yo abriese la ventana...

No abrió la ventana.

Montag, a la mañana, temblabay tenía fiebre.

—No puedes es tar enfermo —dijo Mildred.

Montag cerró los párpados afiebrados.—Sí —dijo.

—Pero anoche estabas bien.

—No, no estaba bien.

—¿Ido?

—Toda la familia se ha trasladado aotro sitio. Pero ella se ha ido parasiempre, creo que ha muerto.

—No podemos hablar de la mismamuchacha.

—No. La misma chica. McClellan.McCIellan. Atropellada por unautomóvil. Hace cuatro días. No estoysegura. Pero creo que ha muerto. Detodos modos, lafamilia se ha trasladado.No lo sé. Pero creo que ellaha muerto.

—¡No estás segura de eso!

—No, segura,no. Pero creo quees así.

—¿Por qué no me lohas contado antes?

—Lo olvidé.

—¡Hace cuatro díasl

—Lo olvidé por completo.

—Hace cuatro días —repitió él,quedamente, tendido en la cama—.

Permanecieron en la oscurahabitación, sin moverse.

—Buenas noches —dijo ella—.

Montag oyó un débil roce.Las manosde la mujer se movieron El auricular semovió sobre la almohada como unamantis religiosa, tocado por la mano deella. Después volvió a estar en su oído,zumbando ya.

Montag escuchó y su mujercanturreaba entre dientes.

Fue ra de la c asa una s ombra semo vió, un vi ento ot oñal so pló yamai nó e n s e gui da. Pe r o habí aalgo más en el silencio que él o ía.Era co mo un al i e nt o e x hal adoc ont ra l a vent ana. Era c omo e ld é b i l o s c i l ar de u n h um ove r d o s o l u m i n i s c e n t e , e lmo vi mi e nt o de una gi gant e s c ahoj a de oc t ubr e e mpujada s o br ee l c és ped y al ej ada.

«El Sabueso —pensó Montag—esta noche, está, fuera. Ahora está ahífuera. Si abriese la ventana...

Pero no la abrió.

Por la mañana, tenía escalofríos yfiebre.

—No es posible que estés enfermo —dijo Mildred.

Él cerró los ojos ______________.—Sí.

—¡Anoche estabas perfectamente!

—No, no lo estaba.

X

X

Page 40: B’s Farenheit Fahrenheit 451* - Rodriguez Alvareznovelas.rodriguezalvarez.com/pdfs/Bradbury, Ray ''Farenheit 451''-Xx-En-Sp-Sp.pdf2 B’s Farenheit tr. de F. Abelenda tr. de Alfredo

41

B’s Farenheit tr. de F. Abelenda tr. de Alfredo Crespo

5

10

15

20

25

30

35

40

45

50

55

60

65

70

75

he ard t he “re latives” s houting inthe par lour.

Mi l dre d s t o o d o ve r hi s be d,c ur io us l y. He f e l t he r t he r e, hes aw h e r wi t h o u t o pe n i n g hi se y e s , h e r ha i r b u r nt b yc he mi cal s t o a br i t tl e st r aw, he re ye s wi t h a ki nd o f c at ar ac tuns e e n but s us pe c t f ar be hi ndt h e p u p i l s , t h e r e d de n e dpo uti ng l i ps , t he bo dy as t hi na s a p r a y i n g m a n t i s f r o mdie t i ng, and he r f l es h li ke whit ebac on. He co ul d re me mbe r he rno o t he r way.

“Will yo u bring me aspiri n andwat e r?”

“ Yo u ’ v e g o t t o g e t u p , ”s h e s a i d . “I t ’s n o o n . Yo u ’ ves l e p t f i ve h o u r s l a t e r t h a nu s u a l . ”

“Wi l l yo u t ur n t he par l o urof f?” he aske d.

“That’s my fami ly.”

“Will yo u tur n i t o ff fo r a si ckman?”

“I’ll t urn it down.”

She went out of the room and didnothing to the parlour and came back.“Is t hat bett er ?”

“Thanks .”

“That ’s my f a vo ur i t epr ogr amme,” s he sai d.

“What about t he as pir in?”

“Yo u’ ve ne ve r be e n s i c kbe for e.” She went away agai n.

“We ll , I’m si ck no w. I’m no tgo i ng t o wo r k t o ni g ht . Ca l lBe att y f or me .”

“Yo u ac t ed f unny last ni ght.”She ret urned, humming.

“W he r e ’s t he as pi r i n? ” Hegl anc e d at t he wat er - gl as s s hehanded him.

“O h.” S he wal ke d t o t hebathr oom again. “Di d s ome thi nghappe n?”

“A fi re , i s all .”

“I had a ni c e e ve ni ng,” s hesaid, i n t he bathr oo m.

“What do ing?”

“The parl our.”

“What was o n?”

“P ro grammes .”

“What pr ogrammes ?”

Montag oía a los «parientes» queconversaban en la sala.

Mildred estaba de pie junto a la camade su marido, mirándolo con curiosidad.Montag la veía sin abrir los ojos: el peloque m ado por m ate ri a s quím ic a s yreducido a una paja quebradiza, los ojosc on algo par e cido a una c a ta r at ainvisible, pero que podía adivinarse alláen el fondo; los labios enrojecidos yenfurruñados; el cue rpo tan del gadocomo el de un insec to a causa dela dieta, y l a car ne blanc a c omoe l t oc i no ____________ ___ _______________.

—¿Me traerás una aspirina y unvaso de agua?

—Tienes que le vantarte —dijoMi l dr e d —. Es me di o dí a. Hasdormido cinco horas más que decostumbre.

— ¿ A p a g a r á s l a s p a r e d e sd e l a s a l a ?

—Es mi familia.

—¿La apagarás para un hombreenfermo?

—La apagaré.

Mildred salió del cuarto, no hizonada en la sala, y volvió.

—¿Está mejor así?

—Gracias.

—Es mi pr ograma f avo rito —dijo Mildred.

—¿Y la aspirina?

—Nunca te enfermaste antes.Mildred volvió a salir del cuarto.

—Bueno, estoy enfermo ahora.Esta noche no iré a trabajar. Llamaa Beatty en mi nombre.

Mildred regresó tarareando.—Estabas raro anoche.

Montag miró el vaso de agua quele traía su mujer.

—¿Dónde está la aspirina?

—Oh. —Mil dre d fue o tra vezhasta el cuarto de baño.— ¿Ocurrióalgo?

—Un incendio, nada más.

—Yo pasé una linda noche —dijoMildred, desde el baño.

—¿Qué hiciste?

—Estuve en la sala.

—¿Qué había?

—Programas.

—¿Qué programas?

Montag oyó cómo «los parientes»gritaban en sala de estar.

Mildred se inclinó sobre su cama,llena de curiosidad. Él percibió supresencia, la vio sin abrir los ojos, Viosu cabello quemado por los productosquímicos hasta adquirir un color de pajaquebradiza, sus ojos con una especie decatarata invisible pero que se podíaadivinar muy detrás de las pupilas, losrojos labios _____,el cuerpo tan delgadocomo el de una mantis religiosa, a causade la dieta, y su carne como tocinoblanco. No podía recordarla de otramanera.

—¿Querr ás traerme as pir inas yagua?

—Tienes que levantarte —replicóella—. Son las doce del mediodía. Hasdormido cinco horas más dc loacostumbrado.

—¿Quieres desconectar la sala deestar? —solicitó Montag—.

—Se trata de mi familia.

—¿Quieres desconectarla por unhombre enfermo?

—Bajaré el volumen del sonido.

Mildred salió de lahabitación, no hizonada sala de estar y regresó.

—¿Está mejor así?

—Gracias.

—Es mi pro gr ama favor i t o –e xpl ic ó e l la.

_¿Y la aspirina?

—Nunca habías estado enfermo.Volvió a salir.

—Bueno, pues ahora lo est oy.Esta noche no iré a trabajar. Llamaa Beatty de mi parte.

—Anoche teportastede unmodomuyextraño.Mil dred r egresó cant urreando.

_________________________ __ __ _ _____

—¿Dónde está la aspirina?

—¡ O h ! — L a mu j e r vo l vi óal c ua r t o d e ba ño —. ¿O c u r r i óa l g o ?

—Sólo un incendio.

—Yo pasé una velada agradable —dijo ella, desde el cuarto de baño—.

—¿Haciendo qué?

—En la sala de estar.

—¿Qué había?

—Programas.

—¿Qué programas?

pouting en puchero, enfurruñado, bufandopout 1 intr. a push the lips forward as an expression

of displeasure or sulking. b(of the lips) be pushedforward, frunciendo. 2 tr. push (the lips) forwardin po uting. Labios salidos. En p iquit o, enhociquito, en morros, en pucheros.1such an action or expression. 2 (the pouts) a fitof sulking. Mohin, mueca, gesto

bufido . 1. m. Voz del animal que bufa. 2. fig. y fam.Expresión o demostración de enojo o enfado.

X

X

X

Page 41: B’s Farenheit Fahrenheit 451* - Rodriguez Alvareznovelas.rodriguezalvarez.com/pdfs/Bradbury, Ray ''Farenheit 451''-Xx-En-Sp-Sp.pdf2 B’s Farenheit tr. de F. Abelenda tr. de Alfredo

42

B’s Farenheit tr. de F. Abelenda tr. de Alfredo Crespo

5

10

15

20

25

30

35

40

45

50

55

60

65

70

75

“Some of the bes t e ver.”

“Who ?”

“Oh, yo u know, t he bunch.”

“Yes, t he bunch, t he bunch, t hebunch.” He pr es sed at t he pai n inhi s e ye s and sudde nly the odo urof ke ros ene made hi m vomi t.

M i l d r e d c a m e i n ,h u m m i n g . S h e w a ss u r p r i s e d . “ W h y ’ d y o ud o t h a t ? ”

He lo oked wit h dis may at t hefl oor. “We bur ne d an o ld womanwi th her bo oks .”

“It ’s a go o d t hi ng t he r ug’swas habl e .” She f e t c he d a mo pan d wo r ke d o n i t . “I we nt t oHe len’s last ni ght .”

“Coul dn’t you ge t t he sho ws inyo ur own parl our ?”

“ S u r e , b u t i t ’ s n i c evi s i t i n g . ”

She went out i nt o t he par lour.He he ard he r singing.

“Mildred?” he calle d.

Sh e r e t ur n e d , s i ng i n g,snappi ng he r f ingers so ftl y.

“Ar e n’t yo u go ing t o as k meabout last night ?” he sai d.

“What abo ut it ?”

“We bur ned a thous and books.We burne d a wo man.”

“We l l?”

Th e p ar l o u r was e x pl o di ngwi th so und.

“We burne d c o pie s of Dant eand Swi ft and Marc us Aur el ius .”

“Wasn’t he a Eur opean?”

“Something l ike that .”

“Was n’t he a radic al ?”

“I ne ver re ad him.”

“He was a r adi c al .” Mil dr e dfi ddl ed wi th the te lepho ne. “Youdo n’t e xpect me t o cal l CaptainBe att y, do you?”

“Yo u mus t!”

“Don’t s ho ut !”

“I was n’ t s ho u t i ng. ” He wasup i n be d, s u dd e n l y, e nr ag e da n d f l u s h e d , s h a k i n g . Th epar l o ur r o ar e d i n t he ho t a i r.“I c an’ t c a l l hi m. I c an ’t t e l l

—De los mejores.

—¿Con quién?

—Oh, ya sabes, la pandilla.

—Sí , l a pandi l l a, la pandil l a.Montag se apretó los ojos doloridos,y de pronto el olor del kerosene lohizo vomitar.

Mil dre d ent ró en el c uar to ,cantando en voz baja.

—¿P or qué hic i s t e e so ? —preguntó sorprendida.

Montag miró distraídamente el piso.— Q u e m a m o s a u n a v i e j a

an o c he .

—P o r s ue r te l a al f o mbra e slavabl e —dijo Mil dred. Tr ajo unestropajo y lo pasó por la alfombra—. Anoche fui a casa de Helen.

—¿No puedes ver la función entu propia sala?

—Claro que sí, pero me gusta irde visita.

Mi ldr ed se enc ami nó hac ia lasala. Montag la oyó cantar.

—¿Mildred? —llamó.

Mildred vo lvió, cantando,castañeteando levemente los dedos.

—¿No vas a pr e gunt arme deanoche? —di jo Mo ntag.

—¿Qué pasó?

—Quemamo s mi l l i br o s .Quemamos una mujer.

—¿Y bien?

E l r u i d o h a c í a e s t a l l a r l as a l a .

—Quemamo s ej e mpl ar es deDante y Swift y Marco Aurelio.

—¿Un europeo?

—Algo parecido.

—¿Un radical?

—Nunca lo leí.

—Un r adi c al . —Mi ldr e dj ugue t eaba c o n el te lé fo no. Noquerrás que llame ahora al capitánBeatty, ¿no?

—¡Tienes que llamarlo!

—¡No grites!

—No grito. —Montag se habías e ntado de pr o nt o e n l a cama,enojado, temblor oso, enrojecido.La sal a r ugí a e n e l me dio dí acaluroso.— No puedo llamarlo. No

—Algunos de los mejores.

—¿Con quién?

—Oh, ya sabes, con todo el grupo.

—Sí, el grupo, el grupo, el grupo.El se oprimió el dolor que sentía en

los ojos y, de repente, el olor a petróleole hizo vomitar.

Mil dred r egresó , cant urreando.Quedó so rprendida.

— ¿ P o r q u é h a s h e c h oe s t o ?

Montag miró, abatido el suelo.—Quemamos a una vieja con sus

libros.

—Es una suerte que la alfombrasea lavable. —Cogió una escoba def re gar y l impió l a alf o mbr a—.Anoche fui a casa de Helen.

—¿No podías ver las funciones en tupropia sala de estar?

—Desde luego, pero es agradablehacer visitas.

Mil dr ed vol vi ó a l a sala. El l aoyó cant ar.

—¡Mildred! —llamó—.

Ella regresó, cantando, haciendochasquear suavemente los dedos.

—¿No me preguntas nada sobre lo deanoche? —dijo—.

—¿Sobre qué?

—Quemamos un millar de libros.Quemamos a una mujer.

—¿Y qué?

La s al a de e st ar e st al l aba deso ni do s.

—Quemamos ejemplares de Dante,de Swift y de Marco Aurelio.

—¿No era éste un europeo?

—Algo por el estilo.

—¿No era radical?

—Nunca llegué a leerlo.

—Era un radi c al. —Mi ldr e djugueteó con el t eléfo no—. ¿Noe spe rarás que ll ame al capi t án.Beatty, verdad?

—¡Tienes que hacerlo!

—¡No grites!

—No gritaba. —Montag se habíaincorporado enla cama,repentinamenteenfurecido, congestionado, sudoroso.La sala de estar retumbaba en laatmósferacaliente—. No puedo decirle

X

Page 42: B’s Farenheit Fahrenheit 451* - Rodriguez Alvareznovelas.rodriguezalvarez.com/pdfs/Bradbury, Ray ''Farenheit 451''-Xx-En-Sp-Sp.pdf2 B’s Farenheit tr. de F. Abelenda tr. de Alfredo

43

B’s Farenheit tr. de F. Abelenda tr. de Alfredo Crespo

5

10

15

20

25

30

35

40

45

50

55

60

65

70

75

hi m I’m s i c k.”

“Why?”

Because you’re afraid, he thought.A child feigning illness, afraid to callbecause after a moment’s discussion,the conversation would run so: “Yes,Captain, I feel better already. I’ll bein at ten o’clock tonight.”

“Yo u’ r e no t s i c k ,” s a i dMi ldre d.

Mont ag f e ll bac k i n be d. Her e ac he d unde r h i s pi l l o w. Thehi dde n boo k was st ill t her e.

“Mildred, how wo uld it be i f,we l l , m ayb e , I q ui t m y j o bawhi l e?”

“Yo u wa nt t o gi ve upeverything? Aft er all t hes e yearsof wor ki ng, be cause , one ni ght,so me woman and her boo ks —”

“Yo u s h o ul d have s e e n h e r,Mi llie !”

“S he ’s no t hi n g t o me ; s heshoul dn’t have had boo ks . It washe r r e s po ns i bi l i t y, s he s ho ul dhave thought of that. I hate he r.She ’s g o t yo u go i ng a nd n e xtthing you kno w we’ll be out, noho use , no j ob, nothing.”

“You wer en’t t he re, yo u didn’ts e e ,” he s ai d. “The r e mus t bes o me t hing i n bo o ks , thi ngs wecan’t imagi ne, t o make a womans t ay i n a bur ni ng ho use ; t he r emus t be s o me t h i ng t he r e . Yo udo n’t st ay fo r nothing.”

“She was simple -minded.”

“She was as r ati onal as yo u andI, mo r e s o pe r ha ps , a nd weburne d her.”

“That ’s wa t e r un de r t hebri dge.”

“N o , no t wa t e r : f i r e . Yo ue ve r s e e n a b u r ne d h o us e ? I ts m o u l d e r s f o r d a y s . We l l ,t hi s f i r e ’ l l l a s t m e t he r e s to f m y l i f e . G o d ! I ’ ve b e e nt r y i n g t o p u t i t o u t , i n m ym i n d , a l l n i g h t . I ’ m c r a z ywi t h t r y i ng . ”

“You should have thought of thatbefore becoming a fireman.”

“Tho u gh t !” he s a i d. “Was Igi ve n a choi ce ? My grandfatherand f at he r wer e fi re men. In mysl eep, I r an af ter them.”

Th e p ar l o u r was pl ayi ng adanc e t une.

“This is the day yo u go o n t heearl y shif t,” s ai d Mil dr ed. “Youshoul d have gone t wo hours ago.

puedo decirle que estoy enfermo.

—¿Por qué?

P o r que t i ene s mie do , pe ns óMontag. Un niño que finge sentirsee nf er mo , y que l ue go de uno sinstantes de disc usi ón dirá: «Sí,capitán, ya estoy mejor. Llegaré ahía las diez de la noche.»

—No e s t ás enf e r mo —di j oMildred.

Mo nt ag s e ac o s t ó o t r a ve z.B u s c ó b a j o l a a l m o h a da . E ll i br o e s t aba t o daví a al l í .

—Mi ldr e d, ¿qué t e par e c e s i ,b u e n o , d e j o e l t r a b a j o u nt i e mpo ?

—¿Q ui e r e s pe r de r l o t o do ?Después de tantos años de trabajo,sól o por que una noc he cualqui erauna viej a y s us l ibros ...

—¡Tendrías que haber la vist o,Millie!

—No si gni f i c a nada para mí .¿P o r qué guar daba es o s l i br o s ?C o n o c í a l a s c o n s e c u e nc i a s ,pudo habe r lo pe ns ado . La odi o .Has c am bi ado po r s u c ul pa, yp r o n t o n o t e nd r á s c a s a , n it r abaj o , ni nada.

—No e st abas all í , no l a vi st e— di j o M o n t a g — . Ti e n e qu ehaber al go en l o s li bro s, co sasque no po de mos imagi nar, par aque una muj e r s e de j e que marviva. Tie ne que habe r al go . Unono muer e po r nada.

—Era una tonta.

—Er a t an i nt e l i ge nt e c o mot ú o c o mo yo , qui zá más y l aque ma mo s .

—Agua que no has de be ber,déjala correr.

—No, no agua, fuego. ¿Has vistoal guna ve z una c as a incendi ada?Humea durante días . Bueno, esteincendio durará en mí hasta el díade mi muerte. ¡Dios! He tratado deapagarl o, en mi i nter ior, durantetoda la noche. He tratado hasta devolverme loco.

—De bi s t e pe ns ar lo ant es dehacerte bombero.

—¡Pensarlo! —dijo Montag —.¿Acaso tuve ocasión de elegir? Miabuelo y mi padre fueron bomberos.Soñaba con imitarlos.

L a s a l a t o c a b a u n a i r e d ed a n z a .

—Ho y t r abaj as e n e l pri me rturno —dijo Mildred —. Tenías quehaber salido hace más de dos horas.

que estoy enfermo.

—¿Por qué?

«Porque tienes miedo», pensó él. Unniño que se finge enfermo, temeroso dellamar porque, después de una brevediscusión, la conversación tomaría estegiro «Sí, capitán, ya me siento mejor.Estaré ahí esta noche a las diez.»

—No estás enfermo —insistióMildred—.

Montag se dejó caer en la cama.Metió la mano bajo la almohada. Ellibro oculto seguía allí.

—Mildred, ¿qué te parecería si,quizá, dejase mi trabajo por algúntiempo?

—¿Qui e r e s de j ar l o t o do ?Des pués de to do s e so s años detr abajar, po rque, una noc he, unamujer, y sus libros....

—¡Hubies es tenido que verl a,Millie!

—Ella no es nada para mí. Nohubiese debido tener libros Ha sidoculpa de ella, hubiese tenido quepensarlo antes. La odio. Te ha sacadode tus casillas y antes de que te descuenta, estaremos en la calle, sin casa,sin empleo, sin nada.

—Tú no estabas allí, tú no la viste—insistió él—. Tiene que haber algoen los libros, cosas que no podemosimaginar para hacer que una mujerpermanezca en una casa que arde. Ahí tiene que haber algo. Uno no sesacrifica por nada.

—Esa mujer era una tonta.

—Er a t an s e ns at a c o mo t ú yc o m o y o , q u i z á m á s , y l aque ma mo s .

— Ag ua p a s ad a n o mu e vemo li no .

— N o , a g u a n o , f u e g o .¿ H a s vi s t o a l g u n a c a s aq u e m a d a ? H u m e a d u r a n t ed í a s . Bue no , n o o l vi dar é e s ei nc endi o en t oda mi vida. ¡Di os !Me he pas ado la noc he t ratandode apartarlo de mi ce rebr o. Est oyl oc o de t anto inte nt ar lo .

—Hubieses debido pensar en esoantes de hacerte bombero.

— ¡ P e n s a r ! ¿ E s q u e p u d ee s c o ge r ? Mi abu e l o y mi padr ee r a n bo mbe r o s . En mi s ue ño ,c o r r í t ras e l l o s .

La sala de estar emitía una músicabailable.

—Hoyes el díaenque tienes el primerturno —dijo Mildred—.Hubieses debidomarcharte hace dos horas. Acabo de

XXsmouldering incandescente, latente,en ascuas, abra-sadora, encandecido,

smoulder 1 burn slowly with smoke but without aflame; slowly burn internally or invisibly; burnwithing, . 2 (of emotionsetc.) exist in a suppressedor concealed state. 3 (of a person) showsilent orsuppressed anger, hatred, etc.

Page 43: B’s Farenheit Fahrenheit 451* - Rodriguez Alvareznovelas.rodriguezalvarez.com/pdfs/Bradbury, Ray ''Farenheit 451''-Xx-En-Sp-Sp.pdf2 B’s Farenheit tr. de F. Abelenda tr. de Alfredo

44

B’s Farenheit tr. de F. Abelenda tr. de Alfredo Crespo

5

10

15

20

25

30

35

40

45

50

55

60

65

70

75

I jus t noti ced.”

“It ’s no t j us t t he wo man t hatdi ed,” sai d Montag. “Last night It hought about al l the ke r o se neI’ve us e d in the pas t te n years .And I thought abo ut bo oks. Andfo r t he fi rst t ime I re ali zed t hat aman was behind e ach one o f t hebo oks. A man had t o thi nk themup. A m an h ad t o t a ke a l o n gt i m e t o p u t t h e m d o wn o np a p e r . A n d I ’ d n e ve r e ve nt ho ught t hat t ho u ght b e f o r e . ”He go t o ut of be d.

“It to ok so me man a li fe ti mema ybe t o pu t s o m e o f h i sthoughts down, l ooking around att he wo r l d and l i f e , and t he n Ic ame alo ng in t wo minut e s andbo om! It ’s al l o ver.”

“Let me al one ,” sai d Mil dre d.“I didn’t do anythi ng.”

“Let you alone! That’s all verywell , but ho w can I leave myselfalone? We need not to be let alone.We need to be really bothered oncein a while. How long is it since youwe r e r e a l l y bo t he r e d? Abo uts o me t hi ng i mp o r t ant , abo utsomething real?”

And t he n he s h ut up, f o r her e me mbe r e d l as t we e k and t het wo whi t e s t o ne s s t ar i ng up att he c e i l i ng and t he pump- s nakewi t h t he pr o bi ng e ye an d t het wo s o ap - f a c e d m e n wi t h t hec i g a r e t t e s m o vi n g i n t h e i rmo ut hs whe n t he y t al k e d. Butt hat was ano t he r Mi l dr e d, t hatwas a Mi l dr e d s o de e p i ns i det h i s o n e , a n d s o b o t h e r e d ,r e al l y b o t h e r e d , t hat t h e t wowo m e n h a d n e ve r m e t . H et ur ne d away.

Mi l dr e d s ai d, “We l l , n o wyo u’ve done i t. Out fr ont o f t heho use . Loo k who ’s her e.”.

“I do n’t c are .”

“The r e ’s a P ho e ni x c ar j us tdri ven up and a man in a bl ac ks h i r t wi t h an o r ang e s na k es t i t c he d o n h i s ar m c o m i n gup the f ro nt wal k.”

“Captai n Beaut y?” he s ai d.

“Captain Beatt y.”

Montag did not move, but stoodlooking into the cold whiteness of thewall immediately before him.

“Go l et him in, wil l you? Te llhi m I’m si ck.”

“Te l l hi m yo ur s e l f !” She r ana f e w s t e ps t h i s wa y, a f e ws t e ps t ha t , a nd s t o p pe d , e y e swi d e , wh e n t h e f r o n t d o o r

No me acordaba.

— N o s e t r a t a s ó l o de l amuj er que mur i ó —di j o Mont ag—. Ano c h e pe ns é e n t o d o e lker o se ne que us é e n l o s últ i mo sd i e z a ñ o s . Y p e n s é e n l o sl i b r o s . Y p o r p r i m e r a ve zc o mpr e ndí que de t r ás de c adal i b r o h a y un h o m b r e . U nho mbr e que t uvo que pe ns ar l o .Un hombr e que e mpl e ó muc hot i e m po e n l l e var l o a l pa p e l .Nunca s e me habí a o c ur r i do . —Mo nt ag de j ó l a c ama.

—Ya a l g ú n h o m b r e l e c o s t óq u i z á u n a v i d a e n t e r ae x p r e s a r s u s p e n s a m i e n t o s ,y d e p r o n t o l l e g o y o y¡ b u m ! , y e n d o s m i n u t o st o d o h a t e r m i n a d o .

—Déjame tranquila —dijo Mildred—. Yo no he hecho nada.

—¡Que te de j e t ranquil a! Est ábie n, per o ¿qui én me tr anqui l izaa m í ? N o n e c e s i t am o s e s t a rt r an qu i l o s . A ve c e s de be mo spr e o c upa r no s . ¿De s d e c uá ndono e st ás r e al ment e pre o c upada?Pr eo cupada por algo impo rt ante ,algo ve r dade ro .

Y e n s e guida Mo nt ag c al l ó .Recordó la semana pasada y las doses tatuas de pi edra c on l os o jo sclavados en el techo, y la bomba—serpiente, con un ojo sonda. Y losdo s ho mbr e s de c ar a de jabó nhablaban y los cigarril los se l esmo vían e nt re l o s labi o s . P e r oaquél l a e r a o t r a Mi l dr e d, unaMildred hundida tan profundamenteen esta otra, y tan preocupada, tanrealmente preocupada, que las dosmujere s no se habían encontradonunca. Montag se volvió.

—Bueno —le dijo Mildred —.Ya lo hiciste. Mira quién está. Fuerade la casa.

—No me importa.

—Ac aba de l l e gar un c o c heFé ni x, y un ho mbr e de c ami s an e g r a , c o n un a s e r p i e nt ea na r a nj ad a b o r da da e n l amanga, vie ne hac i a aquí .

—¿ElcapitánBeatty? —preguntóMontag.

—El capitán Beatty.

M o n t a g n o s e m o vi ó . S equ e dó mi r a ndo , f i j am e nt e , l abl ancur a f r í a de l a par e d.

—Ve a recibirlo, ¿quieres? Dileque estoy enfermo.

—¡Díselo tú!Mil dred dio rápi damente unos

pasos a la izquierda, otros pasos ala derecha, y se detuvo, con los ojos

recordarlo.

—No se trata sólo de la mujer quemuri ó —dij o Montag— Ano che,es tuve medit ando s obre t odo elpetróleo que he usado en los últimosdiez años. Y también en los libros.Y, por primera vez, me di cuenta deque había un hombre detrás de cadauno de ellos. Un hombre tuvo quehaberlo ideado. Un hombre tuvo quee mpl ear mucho ti e mpo e ntrasladarlo al papel. Y ni siquiera seme había ocurrido esto hasta ahora.

Montag saltó de la cama.

—Quizás algún hombre necesitótoda una vida par reunir varios de suspensamientos, mientras contemplabael mundo y la existencia, y, entonces,me presenté yo y en dos minutos,izas!, todo liquidado.

—Déjame tranquila —dijo Mildred—. Yo no he hecho nada.

—¡Dejarte tranquila! Esto está muy bien,pero, ¿cómo puedo dejarme tranquilo a mímismo? No necesitamos que nos dejentranquilos. De cuando en cuando,precisamos estar seriamente preocupados.¿Cuánto tiempo hace que no has tenido unaverdadera preocupación? ¿Por algoimportante, por algo real?

Y, luego calló, porque se acordóde l a s e mana pas ada, y las do spiedras blancas que miraban haciael techo y la bomba con aspecto des er pie nte , l o s do s ho mbr es , der o s tr o s i mpas i bl es , c o n l o scigarrillos que se movían en su bocacuando hablaban. Pero aquélla erao t r a Mi l dr ed, una Mi l dr e d t anmet i da de ntr o de l a o t ra, y tanpr e oc upada, aut ént i c ame nt epre oc upada, que ambas muje re snunca habían llegado a encontrarse.Montag se volvió.

—Bueno, ya lo has conseguido —dijo Mildred Ahí, frente a la casa.Mira quién hay.

—No me interesa.

—Ac aba de de t e ne r s e unautomóvil «Fénix» y se acerca unhombre en camisa ne gr a co n unas e r pi e nt e anar anj ada di bujadaenel brazo____________.

—¿El capitán Beatty?

—El capitán Beatty.

Montag no se movió, y siguiócontemplando lafríablancurade la paredque quedaba _________ delante de él.

—¿Quieres hacerle pasar? Dile queestoyenfermo.

—¡Díselo tú!Ella corrió unos cuantos pasos en

un sentido, otros pasos en otro, y sedetuvo con los ojos abiertos, cuando

X

X

Page 44: B’s Farenheit Fahrenheit 451* - Rodriguez Alvareznovelas.rodriguezalvarez.com/pdfs/Bradbury, Ray ''Farenheit 451''-Xx-En-Sp-Sp.pdf2 B’s Farenheit tr. de F. Abelenda tr. de Alfredo

45

B’s Farenheit tr. de F. Abelenda tr. de Alfredo Crespo

5

10

15

20

25

30

35

40

45

50

55

60

65

70

75

s p e a k e r c a l l e d h e r n a m e ,s o f t l y, s o f t l y, M r s . M o n t ag ,Mr s . M o n t ag , s o me o ne h e r e ,s o me o n e he r e , M r s . M o n t a g,Mr s . Mo nt ag, s o me o ne ’s he re .Fadi ng.

Mo nt ag made s ur e t he bo o kwa s we l l h i dd e n be h i n d t hepi llo w, cl imbed slo wly back intobe d, ar ranged t he cover s o ver hisknees and acr os s his chest , hal f-si tti ng, and aft er a whi le Mi ldr edmo ved and went o ut of the ro omand Captain Be at ty st ro l l ed i n,hi s hands in hi s pocket s.

“Shut t he ‘re lat ives’ up,” saidBe at t y, l o o ki ng ar o un d ateveryt hing except Montag and hiswi fe .

Thi s t ime , Mi l dr e d ran. Theya mm e r i ng vo i c e s s t o pp e dye lli ng in the par lour.

Cap t ai n Be a t t y s at do wn i nt he mo st co mfo rt abl e c hai r wit ha pe ac e f ul l o o k o n hi s r ud dyf ac e . He t o o k t i me t o pre par ea nd l i g ht hi s b r as s p i pe an dpuff o ut a gre at s mo ke c l o u d.“J ust thought I’d c ome by and s eeho w t he sic k man is .”

“How’d yo u gue ss ?”

B e a t t y s m i l e d h i s s m i l ewh i c h s h o we d t h e c a n d ypi nk ne s s o f hi s gums and t heti ny candy whit enes s o f his t eet h.“I ’ve se en i t al l. You wer e go ingto call for anight off.”

Mo ntag s at in be d.

“We l l ,” s ai d B e a t t y, “ t a k et he n i g ht o f f ! ” He e xa mi ne dh i s e t e r n al m at c hb o x , t h e l i do f wh i c h s ai d G U AR AN T EE D :O N E MIL L IO N L IG H T S IN T H ISIG N IT ER , a nd b e g an t o s t r i k et h e c h e m i c a l m a t c ha b s t r a c t e d l y , b l o w o u t ,s t r i k e , b l o w o u t , s t r i k e ,s pe ak a f e w wo r d s , bl o w o ut .H e l o o k e d a t t h e f l a m e . H ebl e w, he l o o k e d at t he s m o k e .“Wh e n wi l l y o u b e we l l ? ”

“ T o m o r r o w . T h e n e x td a y m a y b e . F i r s t o f t h ew e e k . ”

B e a t t y p u f f e d h i s p i p e .“E ve r y f i r e m a n , s o o n e r o rl at e r, hi t s t hi s . The y o nl y ne e du n de r s t a n d i n g , t o kn o w h o wt he w he e l s r un. Ne e d t o kno wt he hi s t o r y o f o ur pr o f e s s i o n.The y do n’t f e e d i t t o r o o ki e sl i k e t h e y u s e d t o . D a m ns hame.” P uf f . “Onl y f i r e c hi e f sr e me mbe r i t no w.” Puff. “I’l l l etyo u in on it .”

Mi ldr ed fi dge te d.

muy abiertos. El altoparlante de lapue rt a l a ll amaba en vo z baj a:s eñor a Mo nt ag, s eñor a Mo nt ag,alguien vino, alguien vino, señoraMo ntag, señora Mont ag, al gui envino. Luego silencio .

Mo nt ag c ompr obó si e l li br oe s t aba bi e n e s c o ndi do bajo l aal mohada, vo l vi ó a ac o s t ar s e ,lentamente, arregló la colcha sobrelas rodillas y el pecho, se incorporóa me dias , y Mi l dr e d s a l i ó d e lc u a r t o , y e l c a p i t á n B e a t t ye nt ró a g randes pas os co n lasmanos en los bolsillos.

—Apague a l os «par ie nt es » —dij o Be at t y ec hando una o je adaa t o do e xc e pt o a Mo nt ag y s umuj er.

M i l d r e d c o r r i ó e st a v e z .La s vo c e s _________de j ar o n dea ul l ar e n l a s a l a.

El capitán Beatty se sentó en lamás cómoda de las sillas con unae xpre s i ó n s e r e na e n l a c ar ar ubi c unda. P r epar ó y e nc e ndi ól entame nt e su pipa de bro nc e ylanzó una gran bocanada de humo.

—P asaba po r aquí y se meocurrió ver al enfermo.

—¿Cómo lo supo?

Beatty s onri ó con una sonr isaque exhibía el rosado de caramelode las e nc ías y l a bl anc ura decaramelo de los dientes.

— M e l o i m a g i n é . I b a s apedir franco esta noche .

Montag se sentó en la cama.

—Bueno —di jo Be at ty —,¡t ómat e l a no che ! —Examinó lacaja de cerillas eternas. En la tapas e le í a: GARANTIZADAS:ENCIENDEN UN MILLÓN DE VECES.Beatty tomó una cerilla y la frotódistraídamente contra un costado dela caja, encendiéndola, apagándola,e nc endi é ndo l a, apagándo l a,e nc endié ndo la, di ci endo algunaf r ase , apagándo l a. Obs e r vó l all ama. Sopl ó. Obs er vó el humo.¿Cuándo estarás bien?

—Mañana. P as ado mañanaquizá. Lo s pr i me r o s dí as de l asemana que viene.

Beatty aspiró una bocanada de humo.—Todo bombero —dijo — tarde

o temprano pasa por esto. Sólo lesf al t a e nt e nde r, s abe r c ó mofunciona la máquina. Conoc er l ahi s t o r i a de l a pr o f e s i ó n. Ho yape nas se i nfor ma a los novi ci o s.Es l ament abl e. —Una bo canada— Sólo los jef es l o re cuer dan. —Ot ra boc anada.— Te dir é de quése tr at a.

Mildred se movi ó, i nquieta.

el altavoz de la puerta de entradapronunció su nombre suavemente,suavement e, «Mr s. Montag, Mrs.Montag; aquí hay alguien, aquí hayalguien, Mrs. Montag, Mrs. Montag,aquí hay alguien»._______________

Montag se cercioró de que el libroes taba bie n oc ul to det rás de l aalmohada, regresó lentamente a lacama, se alisó el cobertor sobre lasrodillas y el pecho, semiincorporado;y, al cabo de un rato, Mildred semovió y salió de la habitación, en laque entró ______ el capitán Beattycon las manos en los bolsillos.

—Ah,hagan callar a esos «parientes»—dijo Beatty, mirándolo todo a sualrededor, exceptuados Montag y suesposa—.

Est a ve z, Mi ldr ed c or r ió . Lasvoc e s g e me bundas c e s aro n degri t ar e n l a s ala.

El capit án Be att y s e s entó ene l s il ló n más c ómo do , c on unae xpre s ió n apac ibl e en su to sc or o s t r o . P r e par ó y e nce ndi ó s upi pa de br onc e c on cal ma y lanzóuna gran bocanada de humo.

—Se me ha ocurrido que vendría aver cómo sigue el enfermo.

—¿Cómo lo ha adivinado?

Beatty sonrió y descubrió al hacerlolas_________ s o n r o j ad a s e n c í as yl a b l a n c u r a _________ yp e q ue ñ e z d e s u s d i e nt e s .

—Lo he visto todo. Te disponías allamar para pedir la noche libre.

Montag se sentó en la cama.

—Bien—dijo Beatty—.¡Coge lanoche!Ex ami nó s u e t e r na c aj a de

c e r i l l a s , e n c u ya t ap a de c í aGARAN TIZADO : UN MILLON DELL AMA S EN ES TEEN C EN D EDO R , y e mp e zó af r o t a r, ab s t r aí d o , l a c e r i l l aquími ca, a apagarla de un s opl o,encenderl a, apagar la, enc enderl a,a de cir unas cuantas P alabras, aapagar l a. Co nt e mpl ó l a l l ama.So pló , obs ervó e l humo.

—¿Cuándo estarás bien?

— M a ñ a n a . Q u i z á p a s a d om a ñ a n a . A p r i m e r o s d es e m a n a .

Beatty chupó su pipa.—Tarde o temprano, a todo bombero

le ocurre esto, Sólo necesitacomprensión, saber cómo funcionanruedas. Necesitan conocer la historia denuestra misión. Ahora, no se la cuentana los niños como hacían antes. Es unavergüenza. — Exhaló una bocanada—.Sólo los jefes de bomberos larecuerdanahora —Otra bocanada—. Voy acontártela.

Mildredse movió inquieta.

X

X

X

XX

Xrookie n. 1. Slang a. An untrained or inexperienced recruit ,as in the army or police. b. An inexperienced person;a novice. 2. SportsA first-year player, especially in aprofessional sport.

Fading Desvanecimiento

Page 45: B’s Farenheit Fahrenheit 451* - Rodriguez Alvareznovelas.rodriguezalvarez.com/pdfs/Bradbury, Ray ''Farenheit 451''-Xx-En-Sp-Sp.pdf2 B’s Farenheit tr. de F. Abelenda tr. de Alfredo

46

B’s Farenheit tr. de F. Abelenda tr. de Alfredo Crespo

5

10

15

20

25

30

35

40

45

50

55

60

65

70

75

Beat t y t oo k a f ul l mi nut e t ose ttl e himsel f i n and think backfo r what he want ed to say.

“When di d it all st art , you as k,this jo b o f o ur s, how did it co meabout , wher e, whe n? We ll, I’d s ayit re al ly got st ar ted ar ound abo uta thi ng calle d t he Ci vil War. Eventhough our rul e -boo k cl ai ms i twas f ounde d e arl ier. The fact iswe di dn’t ge t al o ng we l l unt i lphoto graphy came i nt o i ts ow n.The n — mot i on pi ct ure s i n thee ar l y t we nti e th ce ntur y. Radio .Te levisi on. Things began to havemas s .”

Mo ntag s at in be d, not mo ving.

“And bec aus e t he y had mass ,t h e y be c am e s i mp l e r ,” s a i dBe att y. “Once , books appeal ed toa f e w p e o p l e , he r e , t he r e ,everywhe re . They co uld affo rd tobe di f f e r e n t . Th e wo r l d wasr oo my . But t he n t he wo r ld go tf u l l o f e ye s a nd e l bo ws a ndmouths. Double, t ripl e, quadruplepo p ul at i o n. Fi l ms an d r adi o s ,magazines, books l evell ed do wnto a sor t of pas te puddi ng nor m,do yo u f ol low me ?”

“I think so .”

Be at t y pe e r e d at t he s mo kepatte rn he had put out o n t he ai r.“Pi c ture it . Nine te e nt h-c ent ur yman wit h his ho rse s, do gs, cart s,s l o w mo t i o n. Th e n, i n t hetwent iet h centur y, spe ed up yo urc a me r a. Bo o ks c u t s ho r t e r.Co nde ns at i o ns . D i g e s t s .Tabl o i ds . Eve rythi ng boi ls do wnto t he gag, the snap ending.”

“S n a p e n d i n g . ” M i l d r e dn o d d e d .

“Cl ass i c s c ut t o f i t f i ft e e n-mi nut e r ad i o s ho ws , t h e n c utagai n to f il l a t wo -minut e bo okc ol umn, windi ng up at last as at e n- o r t we l ve - l i ne di c t i o nar yrésumé. I e xagge rat e, of co urs e.Th e d i c t i o nar i e s we r e f o rre fer enc e. But many we re tho sewhose s ole knowledge of Hamlet( yo u kno w t he t i t l e c e r t ai nl y,Mo nt a g; i t i s p r o babl y o nl y af aint rumo ur o f a t it l e t o yo u,Mr s . Mo nt a g) who s e s o l ekno wl edge , as I say, o f Hamle twas a o ne- page digest in a bo okthat c laimed: ‘now at l ea st youcan read all the classics; keep upwi th your ne ig hb ours . ’ Do yo use e? Out o f t he nur ser y int o t heco lle ge and back to the nur ser y;there ’s yo ur intel lec tual pat te rnf o r t he pas t f i ve c e nt ur i e s o rmor e.”

Mi l dr e d ar o s e and be gan t omove ar o und the r o o m, pi c kingt hi n g s u p a n d p u t t i ng t he mdo wn. Be at t y i g no r e d her and

Be at t y t ar dó un mi nuto e nacomodarse y recordar qué queríadecir.

—¿Cuándo comenzó todo esto,te preguntas, este trabajo, cómo seorganizó, cuándo, dónde? Bueno,yo diría que comenzó realmente enuna llamada Guer ra Civil. Aunques e gún nue s t r o r e gl ame nt o f uefundado antes. P ero en verdad noprogresamos hasta que apareció laf ot o gr afí a. Lue go l as pe l íc ulascinematográficas, a principios dels i gl o ve i nt e . La r adi o . Latelevisión. Las cosas comenzarona ser masa.

Montag no se movía.

—Y como eran masa, se hicieronmás simples —dijo Beatty —. Enotr o tiempo lo s libros at raían laatención de unos pocos, aquí, allá,e n t o das par t e s. P o d í an s e rdi s t i nt os . Habí a e s paci o e n e lmundo . P er o l uego e l mundo selle nó de ojo s, y codos, y boc as.Do b l e , t r i pl e , c uádr u pl epo bl ac i ó n. P e l íc ul as y r adi o s ,revistas, libros descendieron hastaconvertir se en una pasta de budín,¿me entiendes?

—Creo que sí.

Beatty contempló las formas delhumo que había lanzado al aire.

—Píntate la esc ena. El hombrede l s i gl o di e c i nu e ve c o n s uscaballos, sus c arret as, sus perr os:movimiento le nto. Lue go, el s iglovei nte: cámara rápi da. Libr os máscortos. Condensaciones. Digestos.F or mat o c hi co . __________ Lamordaza, la inst antánea.

—La instantánea —repitió Mildredasintiendo con movimientos de cabeza.

—Los c l ási c o s re duc i do s aaudic i o ne s de r adio de qui nc eminutos; reducidos otra vez a unacolumna impresa de dos minutos,resumidos luego en un diccionarioen diez o doce líneas. Exagero, porsupue st o. Los di cc ionari os er anobras de co nsult a. Per o muchoss ó lo c o noc í an de Ha mle t ( t ús egurament e c onoc e s e l t ít ulo ,Montag; para usted probablementees sólo el débil rumor de un título,señora Montag), muchos, repi to,s ó lo c o noc í an de Ha mle t unresumen de una página en un libroque decía: Ahora usted puede leert od os lo s cl á si co s . Lú zca se e ns o ci ed a d . ¿ Co mp r e nd e s ? De lj ar dí n de i nfant es al c ol egio , yvue lt a al j ar dí n de infant es . És eha si do e l des ar ro ll o e spir it ualdel hombr e durant e lo s úl ti mo sci nc o s iglo s.

Mi l dr e d s e pus o de pi e ycomenzó a dar vueltas por el cuarto,levantando cosas y volviéndolas aponer e n su l ugar. Beatt y no l e

Beatty tardó un minuto enacomodarse ymeditar sobre lo que queríadecir.

—Me preguntarás, ¿cuándo empezónuestra labor cómo fue implantada,dónde, cómo? Bueno, yo diría que, enrealidad, se inició aproximadamentecon el acontecimiento llamado laGuerra Civil. Pese a que nuestrosreglamentos afirman que fue fundadaantes. En realidad es que no anduvimosmuy bien hasta que la fotografía seimplantó. Después las películas, aprincipios del s iglo XX. Radio.Televisión. Las cosas empezaron aadquirir masa.

Montagpermaneciósentadoenlacama,inmóvil.

—Y co mo t e ní an mas a, s ehicieron más sencillos —prosiguiódiciendo Beatty—. En cierta época,los li bros atraían a alguna gente,aquí, al l í , po r do qui e r. P odí anpermitirse ser diferentes. El mundoera ancho Pero, luego, el mundo sellenó de ojos, de codos Y bocas.Población doble, triple, cuádruple.Films y dios, revistas, libros, fueronadqui r i e ndo un baj o ni ve l , unaespecie de vulgar uniformidad. ¿Mesigues?

—Creo que sí.

Beatty contempló la bocanada dehumo que acababa de lanzar.

—Imagí nal o . El ho mbr e de lsigl o XIX co n sus caballo s, suspe r ro s , s us c o c he s , s us l ento sdesplazamientos Luego, en el sigloXX, acel era la c ámara. Lo s másbreves, condensaciones. Resúmenes.________ To do s e re duce a l aanécdota, al final brusco.

—Brusco fi nal —dijo Mildred,asintiendo

—Los clásicos reducidos a unaemisión radiofónica de quince minutos.Después, vueltos a reducir para llenaruna lectura de dos minutos. Por fin,convertidos en diez o doce líneas en undiccionario. Claro está, exagero. Losdiccionarios únicamente servían parabuscar referencias. Pero eran muchoslos que sólo sabían de Hamlet (estoyseguro de que conocerás el título,Montag. Es probable que, para usted,sólo constituya una especie de rumor.Mrs. Montag), sólo sabían, como digo,de Hamlet lo que había en unacondensación de una página en un libroque afirmaba: Ahora, podrá leer por fintodos los clásicos. Manténgase almismo nivel que sus vecinos. ¿Te dascuenta? Salir de la guardería infantilpara ir a la Universidad y regresar a laguardería. Ésta ha sido la formaciónintelectual durante los últimos cincosiglos o más.

Mil dr ed s e le vantó y e mpezóa andar por l a habi taci ón, co gí ao b j e t o s y l o s vo l ví a a de j a r.Be at t y l a i g no r ó y s i g ui óX

X

tabloid prensa de pequeño formato y popular X

Page 46: B’s Farenheit Fahrenheit 451* - Rodriguez Alvareznovelas.rodriguezalvarez.com/pdfs/Bradbury, Ray ''Farenheit 451''-Xx-En-Sp-Sp.pdf2 B’s Farenheit tr. de F. Abelenda tr. de Alfredo

47

B’s Farenheit tr. de F. Abelenda tr. de Alfredo Crespo

5

10

15

20

25

30

35

40

45

50

55

60

65

70

75

co nt inue d.

“Spe e d up the f il m, Mo ntag,qui c k. Cl ic k ? Pi c ? Look , Eye ,Now, Fl ick , Here , The re, Swif t,Pa ce , Up , Down, In, Out, Why,How, Who, What , Whe r e, Eh?Uh ! B a ng ! S ma c k ! Wa l l o p ,Bi ng , Bo ng , Bo om! Di ge s t-di ge s t s , di ge s t- di ge s t - di ge s t s .P o l i t i c s ? One c o lu m n , t wos e n t e nc e s , a he ad l i ne ! Th e n ,i n m i d - a i r , a l l va n i s h e s !W h i r l m a n ’ s m i n d a r o u n da b o u t s o f a s t u n d e r t h epu mpi ng ha nds o f p ubl i s he r s ,explo it ers , broadc ast ers , t hat t hec e nt r i f ug e f l i n g s o f f a l lun ne c e s s ar y, t i me - was t i ngt ho ught!”

Mi l dr e d s m o o t he d t hebe dcl othes. Mo ntag fel t his heartj u mp an d j ump ag ai n a s s hepatted hi s pi l l o w . Right now shewas pul ling at his shoul der t o t ryto ge t him to mo ve so she couldt ake t he pi l l o w o ut and f i x i tni c e l y a nd put i t b ac k . Andpe r ha ps c r y o ut a nd s t a r e o rs impl y re ac h do wn her hand ands ay, “What’s this ?” and ho l d upt h e h i d d e n b o o k w i t hto uchi ng innocence.

“S c h o o l i s s h o r t e n e d ,d i s c i p l i n e r e l a x e d ,p h i l o s o p h i e s , h i s t o r i e s ,l an g ua g e s d r o p p e d , En g l i s ha n d s p e l l i n g g r a d u a l l yn e g l e c t e d , f i n a l l y a l m o s tc o mp l e t e l y i g no r e d. Li f e i si m m e d i a t e , t h e j o b c o u n t s ,p l e as ur e l i e s a l l ab o u t af t e rwo r k . W h y l e a r n a n y t h i n gs a ve pr e s s i n g b ut t o ns , pu l l i ngs w i t c h e s , f i t t i n g n u t s a n dbo l t s ?”

“Let me fix yo ur pi llo w,” saidMi ldre d.

“No!” whi spe re d Montag.

“The zi pp e r di s pl ac e s t hebutto n and a man l acks just thatmuc h time to t hink while dress ingat dawn, a phi l o s o phi cal ho ur,and t hus a me lancholy hour.”

Mi ldr ed sai d, “Here .”

“Get away,” sai d Montag.

“Li f e b e c o m e s o n e bi gprat fal l [culada],Montag; everythingbang , boff, and wow!”

“Wo w, ” s a i d M i l d r e d ,yanki ng at t he pil lo w.

“For Go d’s sake, l e t me be !”cr ie d Mont ag passi onatel y.

B e a t t y o p e n e d h i se y e s w i d e .

Mi l dr e d ’s han d had f r o z e n

prestó atención.

—Cámar a r ápida, Mo ntag —c o nti nuó —. Rápi da. C l i c ,c l i c , y a , s í , n o ,m á s , b i e n , m a l ,q u é , q u i é n , e h ,u h , a h , p i m ,p a m , p a m . Resúmenes,r e súme ne s, r e s úme ne s . ¿Lapolítica? Una columna, dos frases,un t itular. Luego , en pl eno, aire,¡todo desaparece! ¡Las mano s del o s e di t o re s , e xpl o t ador e s ,dir e c to r e s de r adio bombe an ybombean, y la mente del ho mbregi r a c o n t ant a r api de z que e lmovimiento centrífugo l o li bra detodo pensamiento inútil, de días ydías malgastados!

Mil dred alisó la colcha y arreglóla almohada. Montag sintió que elcorazón le saltaba una y otra vez enel pecho. Mildred lo tomaba ahoradel hombro para que se moviese.Que rí a s acar l a al mo hada yarreglarla bien, y ponerla otra vezen la cama. Y quizá gritaría, con losoj os muy abie rto s, o ext ender ías impl eme nt e la mano di ci endo :«¿Q ué e s e s t o ? », y al zar í ai no ce nt e me nt e ______ e l li bro________ .

—Se abr e viar o n lo s años deestudio, se relajó la disciplina, sedejó de lado la historia, la filosofíay e l l e nguaj e . Las l e t r as y l agr amát i c a fue r o n abando nadas ,poco a poco, poco a poco, hasta quese las olvidó por completo. La vidaes lo inme diato, só lo el tr abajoi mpor t a. Dive r t i r se , s í , pe r ode s pué s de l t r abajo . ¿P o r quéapr ende r al go s alvo apre t arbo to ne s, i ns er tar l lave s, ajust artornillos y tuercas?

—De ja que te ar r e gle l aalmohada —dijo Mildred.

—¡No! —murmuró Montag.

—La cremal l era reempl azó albotón, y el hombre no ti ene tiempopara pensar mientras se viste a lahora del alba, una hora filosófica,y por lo tanto una hora melancólica.

—Déjame —insistió Mildred.

—Vete —dijo Montag.

—La vi da s e r e duj o a r ui do se i n t e r j e c c i o n e s , M o n t a g .¡Só l o bum, pam y uf !

— U f — d i j o M i l d r e dti rando de l a al mo hada.

—¡Déjame , por amor de Di os!—gri tó __________ Montag.

Beat ty miró a Montag con losojos muy abiertos.

La mano de Mildre d se había

hablando .

—Acelera la proyección, Montag,aprisa, ¿Cl i c ? ¿P e l í c ul a ? Mi r a,Ojo , Ahor a, Ade lante , Aquí , Al lí ,AP r i s a, Ri t mo , Ar r i ba, Abaj o ,Dentr o, Fue ra, Po r qué, Có mo ,Q u i é n , Q u é , D ó n d e , ¿ E h ? ,¡ O h ¡ B a n g ! , ¡ Z a s ! , G o l p e ,Bi n g, B o ng, ¡Bu m! Se le cci onesde se le cc io ne s. ¿P ol ít ic a? ¡Unac ol umna, do s fr as es , un t it ul ar !L u e g o , e n p l e n o a i r e , t o d od e s a p a r e c e . L a m e n t e d e lh o m b r e g i r a t a n a p r i s a ai m p u l s o s d e l o s e d i t o r e s ,expl otador es, l o c ut o r e s , qu e l afue r za c ent rí fuga e l imi na to dopensamiento innecesario, origen deuna pérdida de tiempo.

Mildred alisó la ropa de la cama.Mo nt ag s i nt i ó que s u c o r azó nsaltaba y volvía a saltar mi entrasella le ahuecaba la al mohada. Enaquel momento, l e empujaba paraconseguir hacerle apartar, a fin depoder sacar la almohada, arreglarlay vol ve r l a a s u s i t i o . Y, qui zá,lanzar un grito y quedarse mirando,o s ól o al ar gar la mano y de c ir :«¿Qué es es t o ? », y l e v a n t a re l l i b r o o c u l t o c o nc o nmo ve do r a i no c e nc i a.

—Los años de Universi dad seaco rtan, la disciplina se re laja, laFilosofía, la Hist oria y el lenguajes e abando nan, e l i d i o ma y s upr onunci aci ón so n gradual mentede s c ui dado s . P o r úl t i mo , c as icompletament e ignorados. La vidaes i nmediata, el empleo cuenta, elpl ac er do mi na to do de spués deltrabajo . ¿P or qué apr ender algo,excepto apret ar botones, enchufarconmutado res, encaj ar tor nillo s ytuer cas?

—Deja que te arregle la almohada—dijo Mildred

—¡No! —susurró Montag—.

—El cierre de cremallera desplazaal botón y el hombre ya no dispone detodo ese tiempo para pensar mientrasse viste, una hora filosófica y, por lotanto, una hora de melancolía.

—A ver —dijo Mildred—.

—Márchate —replicó—.

—La vida se convierte en una grancarrera, Montag. Todo se hace aprisa,de cualquier modo.

—De cualquier modo —repitióMildred, tirando de la almohada—.

—¡Por amor de Dios déjame tranquilo!—gritó Montag, apasionadamente.

A B e a t t y s e l e d i l a t a r o nl o s o j o s .

La mano de Mildred se había

X

X

X

ya nk pull with a jerk , tirar de; th ey yan ked h er b agou t of her h an d , la arrancaron el bolso de la man o;(d iente) arr an car;

— n. a sudden hard pull; t irón

passionately 1 stormil y, turbulently, irasc ible, fu-r i oso, colér i co, vehemente i n a s tormy orv iolent manner 2 wi th pass ion , apasionado,a r di e n te , am o r os o ; « s he k is s e d h i mpass ionately »

X

X

X

X

X

Page 47: B’s Farenheit Fahrenheit 451* - Rodriguez Alvareznovelas.rodriguezalvarez.com/pdfs/Bradbury, Ray ''Farenheit 451''-Xx-En-Sp-Sp.pdf2 B’s Farenheit tr. de F. Abelenda tr. de Alfredo

48

B’s Farenheit tr. de F. Abelenda tr. de Alfredo Crespo

5

10

15

20

25

30

35

40

45

50

55

60

65

70

75

be hi nd t he pi l lo w. Her f i nge r swe re t raci ng t he boo k’s outl ineand as t he shape be came famili arhe r f ac e l o o ked s ur pr i s e d andthen st unne d. Her mo ut h o penedto as k a ques tio n…

“Empty t he t he at r es save fo rc l o wns and f ur ni s h t he r o o mswi t h gl a s s wal l s an d p r e t t yco lours runni ng up and down t hewal l s li ke c onfe t ti or bl oo d o rs h e r r y o r s au t e r ne . Yo u l i kebaseball , don’t you, Montag?”

“Base bal l’s a fi ne game .”

No w B e at t y wa s a l mo s ti n vi s i bl e , a vo i c e s o m e whe r ebe hind a sc re en of smo ke

“What ’s this?” aske d Mil dre d,al mo s t wi t h de l i ght . M o nt agheaved bac k agai ns t he r arms .“What ’s thi s here ?”

“ S i t d o w n ! ” M o n t a gs h o u t e d . S h e j u m p e d a w a y ,h e r h a n d s e m p t y . “We ’ r et al ki ng!”

B e a t t y w e n t o n a s i fn o t h i n g h a d h a p p e n e d .“Yo u l i k e bo wl i ng , do n ’t y o u,M o n t a g? ”

“Bowli ng, yes .”

“And gol f?”

“Gol f i s a f ine game .”

“Bas ke t bal l?”

“A f ine game .”

“Bill iards , poo l? Foo tball ?”

“Fine game s, all of t hem.”

“Mo r e s po r t s f o r e ve r yo ne ,gr oup spir it, f un, and you don’thave t o think, eh? Or gani ze ando r gan i z e a nd s up e r o r g ani zes u pe r - s u pe r s po r t s . Mo r ecart oons i n books . More pictures.The mi nd dri nks l e ss and l es s .Im pat i e nc e . Hi ghwa ys f ul l o fc r o wd s go i ng s o m e whe r e ,s o me whe r e , s o me whe r e ,nowhe re . The gas ol ine r ef ugee .To wns tur n into mote ls, peo ple innomadic s ur ge s f r om pl ace t opl ace , f ol lowing the moo n t ide s,li ving t onight i n t he ro om whe reyou sle pt t his noon and I the ni ghtbe fore .”

Mi ldr ed we nt out o f t he ro oman d s l a mme d t he do o r. Theparlo ur “aunt s” be gan t o l augh atthe parl our “unc les .”

“No w l e t ’s t ak e u p t h emi no r i t ie s i n o ur c i vi li zat i o n,s hall we ? Bigger t he po pul ati on,t he mo r e mi no r it i e s. Do n’t s te po n t he t oe s o f t he dog- l o ver s ,

he lado baj o l a almohada. Siguiócon los dedos el contorno del libro,reconoció la forma, e hizo un gestode sorpresa y luego deestupefacci ón. Abrió la boca comosi fuera a hacer una pregunta.

—Só l o l os payaso s pudi e ro nseguir en los teatros, y se adornaronlas habit aci ones co n par ede s devidrio y bonitos colores que subíany bajaban como confeti o sangre ojerez o sauternes. A ti te gusta elbéisbol, ¿no, Montag?

—Es un hermoso juego.

Beatty era ahora casi invisible:una voz en alguna parte detrás deuna cortina de humo.

—¿Qué es e st o ? —pr eguntóMil dr ed cas i r i éndo se . Mo ntagse apoyó pesadamente contralosbrazosde su mujer—. ¿Qué es esto?

—¡Si ént at e ! —aul l ó Mont ag.Mi ldre d r et ro cedió de un salt o,con las manos vací as—. ¡Estamoshabl ando !

B e a t t y c o n t i n u ó c o m o s in o h u bi e s e p as a d o n a da .

—¿Te gus t an l o s bo l o s ,Mo nt ag?

—Los bolos, sí.

—¿Y el golf?

—El golf es un hermoso juego.

—¿Baloncesto?

—Un hermoso juego.

—¿El billar? ¿El fútbol?

—Hermosos juegos también.

—Deportes al alcance de todos,espíritu de grupo, divers ión y nohay que pens ar, ¿eh? Organizar ys up e r o r ga ni za r s u pe rsuper depo rte s. _________ __________________ ____________ ___________________________________Más impaciencia. Las carreteras llenasde multitudes que van a alguna parte,alguna parte, alguna parte, ningunaparte. El refugio de la gasoli na. Lasciudades se transformanencampamentos,lagente en hordas nómadas que van de lugaren lugar siguiendo las mareas lunares,durmiendo esta noche en el cuarto donde túdormiste el mediodía anterior y yo dormí lanoche anterior.

Mil dr ed s e fue y ce rr ó de ungol pe l a puer ta. Las «tí as » de l as al a co me nzar on a re ír se de lo s«tí os » de l a sala.

—Bi e n, e x ami ne mo s ah o r anues t r as mi no r í as. Cuant o másgr a nde l a po bl a c i ó n, másminorías. No tratemos de entendera l os afi cionados a los pe rros, los

inmovilizado detrás de la almohada. Susdedos seguían la silueta del libro y amedida que la forma le iba siendofamiliar, su rostro apareció sorprendidoY,después,atónito .Subocase abrió parahacer una pregunta...

—Vaciar los teatros excepto paraque actúen payasos, e instalar en lashabitaciones paredes de vidrio debonitos colores que suben y bajan,c omo c o nf e ti , s angr e , j er e z osauterne. Te gusta la pelota base,¿verdad, Montag?

—Lapelota base esun juego estupendo.

Ahora Beatty era casi invisible, sólouna voz en algún punto, detrás de unacortina de humo.

—¿Qué es esto? —preguntóMildred, casi con ale gr ía. Montagse echóhaciaatrás ycayósobrelosbrazosde ella—. ¿Qué hay aquí?

— ¡Si é nt at e! —gri t ó Mo ntag.El l a s e apart ó de un s al t o , c o nl a s m a no s vac í a s — . ¡Estamoshablando!

B e a t t y p r o s i g u i ó c o mo s in a d a hu b i e s e o c ur r i d o .

—Te gustan los bolos, ¿verdad,Montag?

—Los bolos,sí.

—¿Yel golf?

—El golf es un juego magnífico.

—¿Baloncesto?

—Un juego magnífico.

—¿Billar? ¿Fútbol?

—Todos son excelentes.

—Más deportes para todos, espíritude gr upo , divers ión, y no haynecesidad de pensar, ¿eh? Organiza ysupe rorganiza superdeporte. Máschist es en lo s l i b r o s . M á si l u s t r a c i o n e s . L a m e n t ea b s o r b e m e n o s Y m e n o s .Impaciencia. Autopistas llenas demultitudes que van a algún sitio, aalgún sitio, a algún sitio, a ningúnsitio. El refugio de la gasolina. Lasciudades se convierten en moteles, lagente siente impulsos nómadas y va deun sitio para otro, siguiendo las mareas,viviendo una noche en la habitacióndonde otro ha dormido durante el día yel de más allá la noche anterior.

Mildred salió de la habitación y cerróde un portazo. Las «tías» de la sala deestar empezaron a reírse de los «tíos»de la sala de estar.

—Aho r a, c o ns i de r e mo s l asmino rías e n nuest ra civilizac ión.Cuanto mayor es la población, másminorías hay. No hay que metersecon los aficionado s a los perros, a

X

Page 48: B’s Farenheit Fahrenheit 451* - Rodriguez Alvareznovelas.rodriguezalvarez.com/pdfs/Bradbury, Ray ''Farenheit 451''-Xx-En-Sp-Sp.pdf2 B’s Farenheit tr. de F. Abelenda tr. de Alfredo

49

B’s Farenheit tr. de F. Abelenda tr. de Alfredo Crespo

5

10

15

20

25

30

35

40

45

50

55

60

65

70

75

t he c at -l over s, do ct or s, l awye rs ,me r c h ant s , c hi e f s , Mo r mo n s ,Ba pt i s t s , Uni t ar i ans , s e c o n d-ge ne r a t i o n C hi ne s e , Swe d e s ,I t a l i an s , G e r m a n s , Te x a ns ,Bro o kl ynit e s, Ir i shmen, pe o pl ef r o m O r e g o n o r Me xi c o . Thepe opl e i n t hi s bo o k, t hi s pl ay,t hi s TV se r ial ar e no t meant t or e pr e s e n t any ac t ual p ai nt e r s ,c ar t o g r a ph e r s , m e c ha n i c sa ny wh e r e . The b i g g e r y o u rmar ke t , M o nt ag , t he l e s s yo uhandl e c o nt r o ve r s y, r e me mbe rt ha t ! Al l t he m i n o r m i no rmino ri t i es wi t h t hei r nave l s t obe ke pt c le an. Aut ho rs , ful l o fe vi l t h o ug h t s , l o c k u p y o u rt yp e wr i t e r s . Th e y d i d .Magazine s be came a ni c e bl endo f vanil la tapi oc a. Bo o ks , s o thedamne d s no bbi s h c r i t i c s s ai d,we r e di s hwa t e r . N o wo n de rb o o k s s t o p p e d s e l l i ng , t h ec r i t i c s s a i d. B u t t he p u bl i c ,k no wi n g wh at i t wan t e d ,s pi nni ng happi ly, le t t he c o mi cbo o ks s u r vi ve . And t he t hr e e -di me ns io nal s e x- magazi ne s , o fc o u r s e . Th e r e y o u h ave i t ,Mont ag. It di dn’t c ome f r om theGo ve r n me n t do wn. The r e wasno di c t um, no d e c l ar at i o n, noc e ns o r s hi p, t o s t ar t wi t h, no !Tec hno l o gy, mass explo i t at i on,and mi no r i t y pr e s s ur e c ar r i e dt he t r i c k, t h an k G o d . To d ay,t h ank s t o t he m , y o u c an s t ayh ap p y a l l t he t i m e , y o u ar ea l l o we d t o r e a d c o m i c s , t h egoo d o l d c o nf e ss i ons , o r t r adej o ur nals .”

“Ye s , bu t wha t a bo u t t hefi remen, t hen?” asked Mo ntag.

“Ah.” Be att y l eaned fo rward inthe f aint mis t o f s moke fro m hispi pe . “Wha t m o r e e as i l ye x pl a i ne d a nd na t ur al ? Wi t hsc hoo l t ur ning o ut mor e runner s,j u mpe r s , r ac e r s , t i nke r e r s ,grabbe r s, s nat c he r s, fl ie r s, andswimmers inste ad of exami ner s,cr iti cs , knower s, and i maginati vecr eat or s, the wo rd ‘i nte lle ct ual ,’of cours e, be came t he swear wordi t de s e r ve d t o be . Yo u a l waysdr ead the unf ami liar. Surel y your eme mbe r t he bo y i n yo ur owns c ho o l c l a s s wh o wasexce pt ional ly ‘bri ght ,’ di d mo sto f t h e r e c i t i ng and ans we r i ngwhile t he other s s at li ke so manyl e ad e n i do l s , hat i ng hi m. Andwa s n’ t i t t hi s br i ght bo y y o usel ected for beat ings and torturesaf ter hours? Of co urs e it was. Wemust al l be al ike . Not e ver yo nebo r n f r e e a nd e q ual , a s t heCo ns ti tuti on s ays , but ever yo nema de equal . Eac h man the i mageof eve ry other; the n al l are happy,f o r t he r e ar e no mo unt ai ns t oma ke t h e m c o w e r , t o j ud gethems elves agains t. So ! A bo ok isa l o ade d gun in t he hous e nextdo or. Burn it . Take t he shot fr om

af i c i o nad o s a l o s g at o s , l o sdoctores, abogados, comerciantes,j e f e s , m o r mo ne s , ba pt i s t as ,uni t ar i o s , de s c e ndi e nt e s dec hi no s , s ue c o s , i t al i an o s ,ale manes , tej anos, neoyo rquinos,i r l ande s e s , gent e de Or egó n oMé xic o. La ge nte de e ste l ibr o,est a pieza teatral, esta novela deTV, no t r at a de r e pr e s e nt a r ani n gún pi nt o r o c ar t ó gr af o omec áni c o act ual , ni de ningunapar te. ¡Cuant o más grande sea elme r c ado , Mo nt a g, me no sdi s c us i o n e s ! ¡ No l o o l vi d e s !Auto res ll enos de pe nsamie nt osmal i gno s , ¡c e r r ad vue s t r asmáq ui nas de e s c r i bi r ! As í l ohi c i e r o n . Las r e vi s t as s et r a ns f o r mar o n e n un a bo n i t amezcla de vainilla y tapi oca. Losl ibr o s, as í di j er o n l o s c rí t i co scondenadament e sno bs, e ran aguac hi r l e . E s nat ur al que no s eve n dan l i br o s , di j e r o n e s o shombres. Pero el público sabía loque que r í a, y gi r ando al e gr e yvel o zme nte hi zo s obr evi vir lo slibros de historietas. Y las revistascon mujeres tridi mensionales, pors up ue s t o . Y no e s e s o t o do ,Mo n t ag. N o c o me nzó e n e lgobi e rno . No hubo ó r dene s , nide cl ar ac io ne s, ni c ensura e n unpr inci pio , ¡no! La t ecno logía, laexplotaci ón en masa, y la pres iónde las minorías provocó todo esto,por sue rte. Hoy, grac ias a ell os,uno pue d e s e r c o nt i nuame nt efel iz, se pueden lee r his toriet as,las vi ejas y bue nas confes ione s,los per iódicos comer ciales.

— S í , p e r o ¿ y l o sb o m b e r o s ?

—Ah. —Beatty se inclinó haciaadelante, envuelto en la débil nieblade su pipa.— ¿Qué más sencillo ynatural? Con escuelas que lanzan almundo más corredores, saltarines,vol ado re s , nadado re s e n vez decaminadores, críticos, conocedoresy creadores imaginativos, la palabra«i nt el ec tual » se c onvi rt ió e n lainterjección que merecía ser. Unosiempre teme las cosas insólitas.Re c ue r das s e gur ame nt e a unc o mpañe r o de e s cue l aexce pci onalmente br ill ante, querecitaba las lecciones y respondía alas preguntas mientras los demás lomiraban con odio, inmóviles comoestatuas de plomo. ¿Y no era a estemismo compañero brillante al quegolpeaban y torturaban al salir dela e sc ue la? Cl aro que s í. Todosdebemos parecernos. No nacemosl i bre s e i gual e s , co mo di ce l aConstitución, nos hacemos iguales.Todo hombre es la imagen de todosl o s de más , y t o dos s o mo s as íi gual me nt e f e l i ce s . No haymo ntañas so br e c o ge do r as quepue dan e mpe que ñec e r no s. Laco nc lusi ón e s muy se nc il la. Unlibro, en manos de un vecino, es unar ma c ar gada. Qué malo. Sac a la

l o s gat o s , c o n l o s mé di c o s ,abo gado s , c o me r c i ant e s ,co cine ros , mormo nes , bauti stas,uni t ar i o s , c hi no s de s e gundage ne r ac i ó n, s ue c o s , i t al i ano s ,al e mane s , t e j ano s , i r l ande s e s ,gente de Oregón o de México. Enes te l ibr o, e n es ta obra, e n es tese ri a¡ de te le vi si ón l a ge nt e noquiere representar a ningún pintor,cartógrafo o mec ánico que existaen la realidad. Cuanto mayor es elmercado, Montag, menos hay quehace r fr e nte a l a c ont r ove r si a,recuerda esto. Todas las minoríasmenores con sus ombligos que hayque mantener limpios. Los autores,llenos de malignos pensamientos,aporrean máquinas de escribir. Esohi ci e r o n. Las re vi s t as s econvirtieron en una masa insulsa yamorfa. Los libros, según dijeronlos críticos esnobs, eran como aguasucia. No es extraño que los librosde jaran de vend er se, decí an l oscríticos. Pero el público, que sabíalo que quería, ___________ permitióla supervivencia de l os libro s dehi s to r i e t as. Y de las r e vis t aser ót icas t ri dimensio nales , c laroestá. Ahí tienes , Mont ag. No erauna imposición del Gobierno. Nohubo ni ngún di c t ado, nidec l ar ac i ón, ni c ens ur a, no . Latecno logía, l a explot ación de lasmasas y la presión de las minoríaspr o duj o e l f e nó meno , a Di o sgracias. En la actualidad, gracias at o do e l l o , uno pue de s e r fe l i zcontinuamente, se le permite leerhistorietas ilustradas o periódicosprofesionales.

—Sí, pero, ¿qué me dice de losbomberos?

—Ah. —Beatty se inclinó haciadel ant e ent re la dé bil nebl inaproducida por su pipa.— ¿Qué esmás fácil de explicar y más lógico?Como las universidades producíanmás co r r edo re s , s al t ado r es ,boxeadores, aviadores y nadadores,e n vez de pr o fe s or e s, cr í ti c os ,s abi os , y cr e ado re s , l a pal abr a«intelectual», claro está, se convirtióe n e l i nsul to que me re c í a s er.Siempre se teme lo desconocido. Sinduda, te acordarás del muchacho detu clase que era excepcionalmente«int el i gent e», que r ec i t aba l amayoría de las lecciones y daba lasrespuestas, en tanto que los demásper mane cí an co mo muñe co s debarro, y le detestaban. ¿Y no era esemuc hac ho i nte l ige nt e al queescogían para pe gar y atormentardespués de las horas de clase? Desdeluego que sí. Hemos de ser todosiguales. No todos nacimos libres eiguales, como dice la Constitución,si no t odo s hecho s i guales. Cadahombre, la imagen de cualquier otro.Entonces todo son felices, porque nopueden establecerse diferencias nicomparaciones desfavorables. ¡Ea!Un libro es un arma cargada en lacasa de al lado. Quémalo. Quita el

X

Page 49: B’s Farenheit Fahrenheit 451* - Rodriguez Alvareznovelas.rodriguezalvarez.com/pdfs/Bradbury, Ray ''Farenheit 451''-Xx-En-Sp-Sp.pdf2 B’s Farenheit tr. de F. Abelenda tr. de Alfredo

50

B’s Farenheit tr. de F. Abelenda tr. de Alfredo Crespo

5

10

15

20

25

30

35

40

45

50

55

60

65

70

75

the weapon. Br eac h man’s mi nd.Who k no ws who mi ght b e t hetar get o f the well- read man? Me?I wo n’t s t o ma c h t h e m f o r aminute. And s o whe n houses werefinally fireproofed completely, allove r the worl d (you were corr ecti n yo ur a s s ump t i o n t he o t he rnight ) there was no l onger ne ed offiremen for the old purposes. Theywe r e gi ve n t h e ne w j o b, ascus todians of our peace of mi nd,the f oc us of our unde rst andableand r i gh t f ul d r e ad o f be i nginf erior; offic ial c ensors , judges,and e xe c ut o r s . Tha t ’s y o u,Montag, and that’s me.”

The door to the parlo ur o penedand Mil dre d s too d the re lo oki ngin at t hem, l oo king at Beatty andt he n at Mo nt ag. Be hi nd he r thewalls of the r oo m were fl oodedwi th gre en and yell ow and o rangefi re wor ks si zzl i ng and bursting tos ome musi c c o mpo s ed al mos tcompletely of trap-drums, tom-toms,and cymbals. Her mouth moved andshe was saying something but thesound covered it.

Beatt y kno cked his pi pe i nt othe palm of his pink hand, st udi edthe ashe s as if t hey were a symbolto be di agnos ed and se ar che d f ormeani ng.

“You mus t unders tand t hat o urc i vi l i zat i o n i s s o vas t t hat wecan’t have our minori ti es upse tand st i r re d. Ask your sel f, Whatdo we want in t his co untry, abo veal l ? P e o pl e want t o be happy,i s n’t t h at r i ght ? H ave n’ t y o uhe ar d i t all your l if e? I want tobe happy, pe opl e say. Wel l, aren’tt h e y? Do n’t we k e e p t h e mmo ving, do n’t we give them fun?That’s all we live f or, isn’t i t? Forpleasure, f or ti ti l l ati on? And youmust admit our c ul tur e pro videspl ent y of the se .”

“Ye s .”

Mo nt ag c o ul d l i p- r e ad whatM i l d r e d wa s s a y i n g i n t h edo o r way. He t r i e d no t t o l o o ka t h e r m o u t h , b e c a u s e t h e nB e a t t y m i g h t t u r n a n d r e a dwhat was t he r e , t o o .

“Co lo ur e d pe o pl e do n’t l i keLi t t l e Bl a c k Sa m b o. B ur n i t .Whi t e pe o pl e d o n’t f e e l go o dabout Uncle Tom’s Cabi n. Bur nit . Someone’s wr it ten a bo ok onto bac co and c anc er of the l ungs?Th e c i ga r e t t e pe o pl e a r ewe e pi ng ? B ur n t h e bo o k.Ser enity, Montag. P eace, Mont ag.Take your f ight outs i de . Bet te ryet , into t he i ncine rato r. Funer alsar e unh app y and pa ga n?El i mi na t e t he m, t o o . Fi vemi nut e s af te r a pe rs o n i s de adhe ’s on hi s way to the Big Flue,t h e I nc i ne r at o r s s e r vi c e d by

bala del arma. Abre la mente de lho mbr e . ¿Se s abe ac as o qui é np ue d e s e r e l b l an c o d e u nho mbr e l e í do ? ¿Yo ? No pue doa c e p t a r l o . Ya s í , c u a n do l a sc as as de t o do e l mundo f ue ro ni nc o mbust i ble s ( tu presunción dela otra noche era cor recta) no sene c e s i t a r o n b o mbe r o s p ar acumplir l a ant igua f unció n. Se lesdio otro trabajo, el de custodios dela paz de nuestras mentes, el centrode nuestro compr ensibl e y re ctotemor a ser inferiores. El bomberose tr ansfo rmó en c ens or, j uez ye j e cut o r o fi c i al . Es o e r e s t ú,Montag, y eso soy yo.

Mi l dr e d abri ó l a pue r t a de l as al a y mi r ó a l o s do s ho mbr e s ,p r i m e r o a B e at t y y l ue g o aMo nt ag . De t r ás de e l l a , un o sf u e g o s d e a r t i f i c i o ve r d e s ,a m a r i l l o s y a n a r a n j a d o sl l enaban l as par e des s i s eando ye s t al l a n do e n u na m ú s i c a d et ambo r e s , ti mbal e s y c í mbal o s .La bo c a de Mi ldr e d s e mo ví a,c o mo d i c i e nd o a l g o , p e r o e lr ui do t apaba l as pal abr as .

Be at t y go l pe ó l a pi pa e n l apalma de su mano rosada y estudiól as c e ni zas c o mo si f ue s en unsímbolo que habí a que estudiar ydescifrar.

—De be s c o mpr e nde r quenuestra civilizaci ón, tan vasta, nope r mi t e mi no r í as . ______ __________ _____ Pregunta tú mismo.¿Qué quere mos en est e país porencima de todo? Ser felices, ¿no esverdad? ¿No lo has oído centenaresde veces? Quiero ser feliz, dicentodos. Bueno, ¿no lo son? ¿No losentretenemos, no les proporcionamosdiversiones? Para eso vivimos, ¿noe s as í?, para e l pl ac er, para l aexc i taci ón. Y de bes admiti r quenuestra cultura ofrece ambas cosas,y en abundancia.

—Sí.

Mo ntag podí a lee r, en elmovimiento de los labios, lo que decíaMildred desde el umbral. Pero noquería mirarle la boca, pues entoncesBeatty volvería la cabeza y leeríatambién aquellas palabras.

—¿A l a ge nt e de co lo r no l egusta El negrito Sambo? Quémalo.¿Los blancos se sienten incómodosc on La cabaña de l t í o To m ?Quémalo . ¿Al gui en es cri bió unaobra acerca del tabaco y el cáncerpul monar? ¿Los fumado res es tánaf li gi do s? Que ma l a obr a.Sere nidad, Montag. Paz, Montag.Afuera los conflictos. Mejor aún, alinci ne rado r. ¿Los f uner al es s ont r is t e s y pagano s ? Eli mi na l o sfunerales. A los cinco minutos demorir, el hombre ya está de caminoa l a Gran Cal dera: incinerado resabas te c i do s po r hel i có pt er o s y

proyectil del arma.Domina la mentedel hombre. ¿Quién sabe cuál podríaser el objetivo del hombre que leyesemucho? ¿Yo? No los resistiría ni unminuto. Yasí, cuando, por último, lascasas fueron totalmente inmunizadascontra el fuego, en el mundo entero(la otra noche tenías razón en tusconjeturas) ya no hubo necesidad debomberos para el antiguo trabajo. Sele s dio una nue va mi sió n, co mocustodios de nuestra tranquilidad dees pí ri tu, de nue st ro peque ño ,comprensible y justo temor de serinferiores. Censores oficiales, juecesy ejecutores. Eso eres tú, Montag. Yeso soy yo.

La puertaque comunicaba con la salade estar se abrió y Mildred asomó, miróa los dos hombres y se fijó en Beatty y,después, en Montag. A su espalda, lasparedes de lapieza estaban inundadas deresplandores verdes, amarillos yanaranjados que oscilaban y estallabanal ritmo de una música casiexclusivamente compuesta por baterías,tambores y címbalos. Su boca se movíay estabadiciendo algo, pero el sonido nopermitía oírla.

Beatty vació su pipa en la palma desu mano sonrosada, examinó la cenizacomo si fuese un símbolo que habíaque exami nar en busca de al gúnsignificado.

—Has de comprender que nuestracivilización es tanvastaque no podemospermitir que nuestras minorías se altereno exciten. Pregúntate a ti mismo: ¿Quéqueremos en esta nación, por encima detodo? La gente quiere ser feliz, ¿no esasí? ¿No lo has estado oyendo toda tuvida? «Quiero ser feliz», dice la gente.Bueno, ¿no lo son? ¿No les mantenemosen acción, no les proporcionamosdiversiones? Eso es para lo único quevivimos, ¿no? ¿Para el placer y lasemociones? Y tendrás que admitir quenuestra civilización se lo facilita enabundancia.

—Sí.

Mo ntag pudo lee r e n l os l abi osde Mi l dr e d l o que é s t a de c í ade s de e l um br al . Tr at ó de nomir ar a e l la, po rque, ent onc es ,Be at t y p o dí a vo l ve r s e y l e e rt ambi én l o que dec ía.

—A la gente de color no le gustaEl pequeño Sambo. A quemarlo. Lagente blanca se siente incómoda conLa cabaña del tío Tom. A quemarlo.Escribe un libro sobre el tabaco y elcáncer de pulmón ¿Los fabricantesde cigarrillos se lamentan? Aquemarel libro. Serenidad, Montag. Líbratede tus tensiones internas. Mejor aún,l ánzal as al i nc i ner ado r, ¿Lo sfunerales son tr ist es y pagano s?Eli miné mo s lo s t ambi én, Ci nc ominutos después de la muerte de unapers ona en c amino hacia la GranChimenea, los incineradores sonabastecidos por helicópteros en todo

X

X

X

X

X

X

Page 50: B’s Farenheit Fahrenheit 451* - Rodriguez Alvareznovelas.rodriguezalvarez.com/pdfs/Bradbury, Ray ''Farenheit 451''-Xx-En-Sp-Sp.pdf2 B’s Farenheit tr. de F. Abelenda tr. de Alfredo

51

B’s Farenheit tr. de F. Abelenda tr. de Alfredo Crespo

5

10

15

20

25

30

35

40

45

50

55

60

65

70

75

he lic opter s all over the c ountr y.Te n minute s afte r death a man’sa speck of bl ack dust . Let’s notqui bbl e o ve r i ndi vi dual s wi t hmemo ri ams . For ge t t hem. Bur nthem al l, bur n e ve ryt hing. Fi re isbr ight and fi re is cl ean.”

The f i r e wo r ks d i e d i n t h ep ar l o ur b e h i nd M i l d r e d . Sh eh a d s t o p p e d t a l k i n g a t t h es a m e t i m e ; a m i r a c u l o u sc o i n c i d e n c e . M o n t a g h e l dh i s br e a t h .

“The re was a gi rl next do or,”he said, s lowly. “She ’s go ne no w,I t hi nk, de ad. I c a n’t e ve nre member he r f ac e. But she wasdi ff e r ent . Ho w — ho w di d s heha ppe n?”

Be att y s mil ed. “Her e o r t her e,t hat ’s bo und to oc c ur. Cl ar i ss eMc Cl e l lan? We ’ve a r ec o r d o nhe r f ami ly. We ’ve watc hed themc a r e f ul l y. He r e d i t y a nde nvi r o nme nt ar e f unny t hi ngs .You can’t rid your selves of all theodd ducks in just a fe w years . Theho me envir onment c an undo a l otyou tr y t o do at s c ho o l. That’swh y we ’ve l o we r e d t heki nde rgart en age ye ar af ter ye arunt il now we ’re almos t snatc hi ngt he m f ro m t he c r adl e . We hads o me f al s e al ar m s o n t heMcCle l lans , whe n t he y li ved i nChi c ago . Ne ve r f o und a bo o k.Uncle had a mi xed re cor d; ant i-so cial. The girl ? She was a ti mebo mb. The f am i l y h ad be e nf e e ding he r s ubc o ns c i o us, I’ms u r e , f r o m what I s aw o f h e rsc hoo l rec ord. She di dn’t want toknow how a t hing was do ne, butwhy. That c an be embar ras si ng.You ask Why to a l ot of t hi ngsand yo u wi nd up ve r y unhappyindeed, if you keep at i t. The poorgi rl’s bett er off dead.”

“Ye s , de ad.”

“Luc kil y, queer ones like herdo n’t happe n, o f t e n. We kno who w to ni p mo st of the m i n t hebu d, e ar l y. Yo u c an ’t bu i l d aho use wi thout nails and woo d. Ifyo u don’t want a ho use built, hi dethe nail s and wo od. If you don’twant a man unhappy pol it ic al ly,do n’t gi ve hi m t wo s i de s t o aquest io n t o worr y him; give himone. Bet te r ye t, give hi m no ne .Le t hi m f o rge t t he re i s s uch athing as war. If the Governme ntis ineffi cient , top-heavy, and tax-mad, be tte r it be all thos e t hanthat peo pl e wo rr y over i t. P eace ,M o n t a g. G i ve t he p e o pl ec o n t e s t s t h e y wi n b yr emembe ri ng t he wo rds to mor epopul ar s ongs o r the name s o fs tate c apit al s o r ho w much c or nIo wa gr ew last year. Cr am themf ul l o f no n - c o mbus t i bl e d at a,c ho c k t he m s o damne d f ul l o f

distribuidos todo a lo largo del país.Diez minutos después de la muerte,el hombre es una motita de polvooscuro. No aflijamos a los hombresc o n r e c ue rdo s . Que o l vide n.Quememos, quemémoslo todo. Elfuego es brillante y limpio.

Los fuegos de artificio murierone n la s al a de t r ás de Mi l dr e d.Mi ldr e d de j ó de habl ar c as i almi s mo t i e mpo ; una mi l agr o s acoi ncide ncia. Mont ag co ntuvo larespiración.

—Había una muchacha en la casade al lado —dijo, lentamente —. Seha i do . Cr eo que ha muer to . Nisiquiera recuerdo su cara. Pero eradif e re nt e . ¿Có mo. . . có mo pudoocurrir?

Beatty sonrió.—Aquí o allá, o curre a vec es.

¿Clar i ss e McCl e ll an? Te nemo sregistrada a la familia. Los hemosvigilado. La herencia y el ambientes on co s as rar as . No e s pos i bl eeliminar en poco tiempo todos losobstáculos. El también te hogareñopuede destruir en gran parte la obrade la escuela. Por eso la edad de laadmisión en el jardín de infantes haido disminuyendo año t ras año yahora sacamos a los niños casi dela cuna. Hubo varias falsas alarmasa pro pó s i t o de l os Mc Cl el l ancuando vivían en Chicago. Nuncase encontró un libro. El tío tenía unpr ontuari o co nfuso : anti so cial.¿La muchacha? Era una bomba deti empo . La famil ia había es tadoalimentando el subconsciente de laniña. Estoy casi seguro; e xaminél os r egi st ro s de la e sc uel a. Noquer ía s aber c ómo se hac en l asco sas , s ino po r qué. Es to pue deresultar embarazoso. Uno empiezacon los porqués, y termina siendorealmente un desgraciado. La pobrechica está mejor muerta.

—Sí, muerta.

—Por suerte gente rara como ellaaparece pocas veces. Los curamoscasi siempre en estado larval. No espo s ibl e c o ns t r ui r una c as a s i nclavos ni maderas. Si no qui eresque se construya una casa, escondelos clavos y la madera. Si no quieresque un hombre se a políticamentede s gr ac i ado, no lo pr e o cupe smostrándole dos aspecto s de unami sma c ues ti ón. Mués trale uno.Que olvide que existe la guerra. Espre f er i bl e que un go bie r no se ai ne fi c i e nte , auto r i t ari o yaficionado a los impuestos a que lagente se preocupe por esas cosas.P az, Mo ntag. Que l a ge nt eintervenga en concursos donde hayaque r e c o r dar l as l et r as de l asc anci ones más popul ar es , o lo sno mbres de l as capi tal es de l osEs tados, o cuánt o maíz co sec hóIowa el año últi mo. Llénalo s denoticias incombus tibles. Sentirán

el país. Diez minutos después de lamuerte, un hombre es una nube depolvo ne gro. No sutilic emos conrecuerdos acerca de los individuos.Olvidémoslos. Quemémoslo todo,abs olut amente to do. El f uego esbrillante y limpio.

Lo s f ue go s ar t i f i c i al e s s eapagaron en la sal a de estar, detrásde Mildred. Al mi smo tiempo, ellahabí a de j ado d e habl ar ; unaco incidenci a mil agr os a. Mo nt agcontuvo el aliento.

—Había una muchacha, ahí, al lado—dijo con lentitud—. Ahora se hamarchado, creo que ha muerto Nisiquiera puedo recordar su rostro. Peroera distinta. ¿Cómo... cómo pudo llegara existir?

Beatty sonrió.—Aquí o al l í , e s f at al que

o c ur r a. ¿Cl ar i s s e Mc Cl e l l an?Tenemos ficha de toda su familia.Le s he mo s vi gi l adocuidado same nt e . La he r e nc i a ye l me di o a mb i e nt e h o g ar e ñ opue de des hac e r muc ho de lo quese i nc ul ca e n el co le gi o. P or e sohemo s i do baj ando , año t ras añol a e d ad de i n g r e s a r e n e lpa r vul ar i o , ha s t a qu e , a ho r a ,c as i ar r anc amo s a l o s pe que ño sd e l a c u na . Tu vi mo s f a l s a sa l a r m as c o n l o s M c CI e l l a nc ua n d o vi ví an e n C hi c a go .Nunc a l es encontramos un libro. Elhi storial confuso, es antisocial. ¿Lamuchacha? Es una bomba de relojería.La familia había estado influyendo ensu subconsciente, estoy seguro, por loque pude ver en su historial escolar.Ella no quería saber cómo se hacíaalgo, sino por qué. Esto puede resultarembarazoso. Se pregunta el porqué deuna s eri e de c osas y se te rmi nasintiéndose muy desdichado. Lo mejorque podía pasarle a la pobre chica eramorirse.

—Sí, morirse.

—Afor tunadament e, los cas osextremos como ella no aparecen amenudo. Sabemos cómo eliminarlosen embrión No se puede construir unacasa sin clavos en la madera. Si noqui eres que un hombre s e sie ntapolí ticame nte de sgraci ado, no leenseñes dos aspectos de una mismacuestión, para preocuparle; enséñalesólo uno. o, mejor aún, no le desninguno. Haz que olvide que existeuna c osa ll amada guerr a. Si elGo bie rno es po co ef ici ent e,excesivamente intelectual o aficionadoa aumentar los impuestos, mejor es quesea todo eso que no que la gente sepreocupe por ello. Tranquilidad,Montag. Dale a la gente concursos quepuedan ganar recordando la letra de lascanciones más populares, o los nombresde las capitales de Estado,o cuánto maízprodujo Iowa el año pasado.Atibórralosde datos no combustibles, lánzalesencima tantos «hechos» que se sientan

Page 51: B’s Farenheit Fahrenheit 451* - Rodriguez Alvareznovelas.rodriguezalvarez.com/pdfs/Bradbury, Ray ''Farenheit 451''-Xx-En-Sp-Sp.pdf2 B’s Farenheit tr. de F. Abelenda tr. de Alfredo

52

B’s Farenheit tr. de F. Abelenda tr. de Alfredo Crespo

5

10

15

20

25

30

35

40

45

50

55

60

65

70

75

‘f a c t s ’ t he y f e e l s t uf fe d , b utab s o l ut e l y ‘br i l l i a nt ’ wi t hi nf o r mati o n. The n t he y’l l f e e lt he y’r e t hi nki ng, t he y’l l ge t ase ns e o f mot ion wi tho ut mo ving.And t he y’l l be happy, be c aus ef ac ts o f that s or t do n’t change .Do n’t gi ve t he m any s l i p pe r ystuff like philosophy or sociologyt o t ie thi ngs up wi th. That wayl i e s me l ancho l y. Any man whocan t ake a TV wall apart and putit back to get her again, and mo stme n c an no wadays , i s happi e rthan any man who tr ies t o s lide-r ul e , me as ur e , and e quat e t heuni ve r s e , whi c h j us t wo n ’t beme as u r e d o r e q ua t e d wi t ho utma ki n g m an f e e l be s t i a l a ndl onel y. I kno w, I’ve t ri e d it ; t ohe l l wi t h i t . So br i ng o n yo urcl ubs and part i e s , yo ur ac r obat sa n d m a g i c i a n s , y o u r d ar e -de vi l s , j e t c ar s , mo t o r - c y c l eh e l i c o p t e r s , y o u r s e x a n dhe r o i n, mo r e of e ve r yt hi ng t odo wi t h aut o mati c r e fl e x . If thedr ama i s bad, if t he f i l m s aysno t hi ng, i f t he pl ay i s ho ll o w,s t i n g m e wi t h t he t h e r e m i n ,l o u dl y. I ’ l l t h i n k I ’ mr e s po ndi ng t o t he pl ay, wh e ni t ’s o nl y a t ac t i l e r e a c t i o n t ovi br a t i o n . B ut I d o n’ t c a r e . Ij us t l i ke s o l i d e nt er t ai nment .”

Be at t y g o t u p. “I mu s t b ego i ng. L e c t u r e ’s o ve r. I h o peI ’ve c l ar i f i e d t h i n gs . Th ei mp o r t a nt t hi ng f o r y o u t or emembe r, Montag, i s we ’r e theHappi ne ss Boys, t he Dixie Duo ,yo u and I an d t h e o t h e r s . Wes tand agains t t he s mal l ti de o ft ho s e who wan t t o m ak ee ve r y o n e un h ap py wi t hc onfl i ct ing t he o ry and tho ught .We have o ur fi nger s in t he dyke.Ho ld st eady. Don’t let the torrent ofme lanc holy and drear phil os ophydr o wn o ur wo r l d. We d e p e n do n y o u . I d o n ’ t t h i n k y o ur e a l i z e h o w i m p o r t a n t y o ua r e , t o o ur h a p p y wo r l d a s i ts t a n d s n o w. ”

Beat ty sho ok Mont ag’s l i mphand. Mo ntag s t i l l s at , a s i f t heh o u s e we r e c o l l a ps i n g ab o u th i m an d h e c o u l d no t m o ve ,i n t h e b e d . M i l d r e d h a dvan i s he d f r o m t h e do o r .

“One l as t t hi ng,” s aid Beatt y.“At least o nce in hi s career, everyfi reman ge ts an i tc h. What do t hebo o ks s ay, he wo nde r s . Oh, t os c r a t c h t h at i t c h, e h ? We l l ,Mo ntag, take my wo rd fo r i t, I’vehad t o r ead a fe w i n my time, tokno w what I was about , and thebo oks s ay nothing ! Not hing youc an t e ac h o r be l i e ve . The y’r eab o ut n o n- e xi s t e nt pe o pl e ,f i gme nt s o f i m ag i na t i o n, i ft he y’r e f i c ti o n. And i f t hey’r eno n- f i c t i o n, i t ’s wo r s e , o nepr o f e s s o r c al l i ng ano t h e r anidiot , o ne philo sopher s cre ami ng

que la información los ahoga, peros e cr e e r án i nt e l ige nt e s . Le spar ec e r á que e s t án pe ns ando ,t e ndr án una s e ns ac i ón demovimiento sin moverse. Y seránfe li ce s, pue s los hec ho s de e saes pe cie no c ambian. No les desmat e ri as r e sbal adi zas, co mof i l os o f í a o ps i c ol o gí a, queengendran hombres melancólicos.El que pueda instalar en su casa unapared de TV, y hoy está al alcancede cual quie ra, e s más fe li z queaquel que pr e t e nde me dir e luni ve r s o , o r e duci r l o a unae c uac i ó n. Las me di das y l asecuaciones, cuando se refieren aluni ve r s o , dan al ho mbr e unasensación de inferioridad y soledad.Lo sé, lo he probado. Al diablo cone s as c o s as . ¿Qué ne c e s i tamo sentonces? Más reuni ones y clubes,acróbatas y magos, automóviles dere acc ió n, he l i c ó pt er o s , s e xo yhe r o í na . To do l o qu e pue dahacer se con r eflejos automáti cos.Si el drama es malo, si l a come diaes insul sa, si l a pelí cul a no dic en ad a , g o l p é am e c o n e lt h e r e mí n , rui do s ame nt e . Mepar ec e r á ent o nc e s que es t o yrespondiendo a la obra. En realidad,respondo con reacciones táctiles alas vibraciones. No intere sa. Quie roe nt r et e nim ie ntos só li d o s. —Beat t ys e i n c o r po r ó . — D e b o i r m e .La co nf e r e nc i a ha t e r mi nado .Espero haber aclarado las cosas. Nolo olvides, Montag, esto es lo másimportante. Somos los MuchachosFe l ic e s , e l Co nj unt o de l Bue nHumor, tú y yo, y todos los otros.Somos un dique contra esa pequeñamare a que quie re entr is te ce r elmundo c o n un c onf l i c to depensamientos y teorías. Sostenemosel dique con nuestras manos. No losueltes. No dejes que un torrente demel anco lí a y fi lo so fí a l ó br eg ainvada el universo. Dependemos det i . No s é s i e nti e nde s quéimportante eres tú, qué importantesso mo s noso tr os, para que no sepierda la felicidad del mundo.

Beatty estrechó la mano débi l deMo ntag. Mont ag no s e movi ó .Parecía como si la casa estuvieraderrumbándose a su alrededor, y élno pudiera moverse. Mildred habíadesaparecido de la puerta.

—Una úl ti ma pal abr a —dij oBeatty —. Una vez por lo menos ensu vida, el bombero se siente picadode curiosidad. ¿Qué dirán los libros?se pregunta. Ah, poder rascarse esapic adur a, ¿e h? Bueno , Mont ag,créeme. He leído unos pocos librosen mi juventud, sé de qué se trata.¡Los libros no dicen nada! Nada quepuedas aprender o creer. Habl an degente s que no e xis te n. Del ir io si magi nat ivos , c uando s on obrasd e f i c c i ó n. Y s i no s o n d ef ic c ió n, pe or aún. Un pr of e so rq ue l l a ma i di o t a a o t r o , u nfi ló so fo que c lava l os die nt es e n

abrumados, pero totalmente al día encuanto a información. Entonces,tendrán la sensación de que piensan,tendrán la impresión de que se muevensin moverse. Y serán felices, porquelos hechos de es ta nat uraleza nocambian. No les des ninguna materiadelicadacomo Filosofía o Sociologíapara que empiecen a atar cabos. Por esecamino se encuentra la melancolía.Cualquier hombre que pueda desmontarun mural de televisión y volver aarmarlo luego, y, en la actualidad, lamayoría de los hombre s puedenhacerlo, es más feliz que cualquierotro que trata de medir, calibrar ysopesar el Universo, que no puede serme dido ni sopesado sin que unhombre se sienta bestial y solitario. Losé, lo he intentado ¡Al diablo con ello!Así, pues, adelante con los clubs lasfi es tas, lo s acróbatas y losprestidigitadore s, _ __ __ __ _ lo scoche s a reac ción, las bicicl etashelicópteros, el sexo y las drogas, másde todo lo que esté relacionado conreflejos automáticos. Si el drama esmalo, si la película no dice nada, sila comedia carece de sentido, dameuna i nye cc ión de te rami na . Meparecerá que reacciono con la obra,cuando sólo se trata de una reacciónt ác t il a las vibr aci ones. Pe ro nome i m po r t a. P r e f i e r o u ne nt r et eni mi e nt ocompleto .

Beatty se puso en pie.—Hedemarcharme.Elsermónha terminado.

Espero haber aclarado conceptos.Lo que importa que recuerdes,

Montag, es que tú, yo y los demáss omo s l os Guar di ane s de l aFelicidad. Nos enfrentamos con lapequeña marea de quienes desean quetodos se sientan desdichados con teoríasy pe ns a mie ntos c on t r a di c tor i os .Tenemos nuestros dedos en el dique.Hay que a guantar fir me.

No permi tir que e l tor rente demel ancolí a y l a funesta Fil osof íaaho gue n nue s t r o mun do .Dependemos de ti. No creo que tedes cuenta de lo importante que eres_______ para nuestro mundo feliz,tal como está ahora organizado.

Beatty estrechó la flácci da manode Mo nt ag. És t e pe r mane c í as e ntado , co mo s i l a c asa s eder rumbara a al re dedor y él nopudi er a mo ve rs e. Mil dr ed habíadesaparecido en el umbral.

—Una cosa más —dijo Beatty—.Por lo menos, una vez en su carreras ie nt e e sa co me zón. Empi eza apreguntarse qué dicen los libros. Oh,hay que aplacar esa comezón, ¿eh?Bueno, Montag, puedes creerme, hetenido que leer algunos libros en mijuventud, para saber de qué trataban.Y los libros no dicen nada. Nadaque pue da ense ñars e o c re er se .Habl an de ge n t e qu e e xi s t e , dee nt e s i m agi na r i o s , s i s e t r at ade no ve l as . Y s i n o l o s o n, aúnp e o r : u n p r o f e s o r q u el l a m a i d i o t a a o t r of i l ó s o f o q u e c r i t i c a a l

X

Page 52: B’s Farenheit Fahrenheit 451* - Rodriguez Alvareznovelas.rodriguezalvarez.com/pdfs/Bradbury, Ray ''Farenheit 451''-Xx-En-Sp-Sp.pdf2 B’s Farenheit tr. de F. Abelenda tr. de Alfredo

53

B’s Farenheit tr. de F. Abelenda tr. de Alfredo Crespo

5

10

15

20

25

30

35

40

45

50

55

60

65

70

75

do wn ano t he r ’s g ul l e t . Al l o fthem r unni ng about, put ti ng o utt he st ar s and ext i nguis hing thesun. Yo u c ome away lo st .”

“We l l , t h e n , wh a t i f af i r e m an a c c i d e n t a l l y, r e a l l yno t , i nt e ndi ng anyt hi n g, t ake sa bo o k ho me wi t h hi m?”

Mo ntag t w i t c he d . The o pe ndo or lo oke d at him wi th it s gre atvacant eye.

“A na t u r a l e r r o r . Cu r i o s i t ya l o n e , ” s a i d B e a t t y . “W ed o n ’ t g e t o ve r - a n x i o u s o rm ad . We l e t t h e f i r e m an k e e pt he b o o k t we n t y- f o u r h o u r s .I f h e h a s n ’ t b u r n e d i t b yt h e n , we s i m p l y c o m e a n db ur n i t f o r hi m. ”

“Of co ur se .” Mo nt ag’s mouthwas dr y.

“Well , Montag. Wil l you takeanother, later shi ft, today? Wi llwe se e you to ni ght pe rhaps ?”

“I do n’t know,” said Mo ntag.

“What ?” Be att y l ooked faint lysurpr ise d.

Mo ntag s hut hi s eye s. “I’ll bein late r. Maybe .”

“We ’d c e r t ai nl y mi s s yo u i fyo u di dn’t s ho w,” s ai d Be at t y,put t i ng hi s pi pe i n hi s po c ke ttho ught ful l y.

I’ l l ne ve r c o me i n ag ai n,thought Mo ntag.

“Get wel l and ke ep wel l,” saidBe att y.

He t ur n e d an d we nt o utthro ugh the ope n doo r.

Mo nt ag wat c hed t hro ugh t hewi ndo w as Beat ty dr ove away inhi s g l e ami ng ye l l o w- f l am e -c ol oure d be et le wi th t he black,char-c oloured tyre s.

Ac ro ss the s tre et and down t heway t he o ther ho us es s to od wit ht he i r f l at f r o nt s . What wa s i tClari ss e had said o ne aft er no on?“N o f r o nt po r c h e s . My unc l es ay s t h e r e us e d t o b e f r o n tpo r c he s . And pe o pl e s at t he r eso me ti me s at ni ght, talking whent he y want ed t o tal k, r oc ki ng, andn o t t al ki ng whe n t h e y d i d n’ twant to tal k. Somet ime s t hey justs at t he r e a nd t h o u gh t ab o u tt hi ngs , t urne d t hi ngs o ve r. Myunc le s ays the ar c hi te ct s go t ri dof the fr ont porc hes bec aus e theydidn’t lo o k wel l. But my uncl es ay s t h at was m e r e l yr at io nali zi ng i t; t he r eal re as on,h i d de n un de r n e at h, m i g ht b e

e l gaznate de otro.Todos c or re n dea qu í pa r a a l l á, a pa g a nd o l a se s t r e l l as , e xt i n gui e ndo e l s o l .Uno s e s i e n t e pe r di do .

—Bue no, ¿y qué oc urr e s i unbombero se lleva accidentalmente,no a propósito, un libro a su casa?—dijo Montag estremeci éndose.

L a p u e r t a e n t r e a b i e r t a l om i r a b a c o n u n e n o r m e o j ova c í o .

—Un e r r o r di s c ul pabl e .Curiosidad, nada más —dijo Beatty—. No no s pr e o c upamo sde mas i ado , ni no s e no j amo s .Dejamos que el bombero guarde ellibro veinticuatro horas. Si en eseplazo no lo quema, vamos y se loquemamos nosotros.

—Cl aro —dij o Mo ntag con laboca seca.

—Bueno, Montag. ¿Tr abajar ásho y e n o t r o t ur no? ¿Co ntamo scontigo esta noche?

—No sé —dijo Montag.

—¿Qué?Beatty parecía algo sorprendido.

—Iré más tarde. Quizá.

— Te e x t r a ñ a r e m o s d eve r a s s i f a l t a s — d i j o Be a t t y,g u a r d á n d o s e l a p i p a e n e lb o l s i l l o __________ .

N o i r é n u n c a , p e n s óM o n t a g .

—Que t e pongas bie n y s igasbien —dijo Beatty.

Se volvi ó y s alió por l a pue rtaabiert a.

M o n t a g m i r ó p o r l ave n t a n a m i e n t r a s B e a t t y s ea l e j a ba e n s u c o c h e , a ma r i l l oc o m o e l f u e g o , c o n r u e d a sc e n i c i e n t as .

De l o t r o l ado de l a c al le s eal z aban l o s f r e nt e s c hat o s del a s c a s a s . ¿ Q u é h a b í a d i c h oC l a r i s s e u na t a r d e ? «N o ha ypo r che s . Mi t í o di ce que ant e sha bí a po r c he s . Y l a g e n t e s es e n t aba al l í e n l as no c he s deve r ano , y habl aba cuando te ní ag a n as d e ha b l a r , y s ebal anc e aba e n l as me c e do r as , yn o h ab l a b a c ua n d o n o t e n í ag a n as d e ha b l a r . A ve c e s s eque daban al l í , s i mpl e me nt e , ype ns aban c os as . Mi tí o di c e quel o s ar qui t ec t o s s upri mi er o n l o spor c he s co n l a e xc us a de que noq u e da b a n b i e n . P e r o l ave r da d e r a r az ó n , l a r a z ó no c ul t a, e r a o t r a. No que rí an que

d e m á s a l l á . Y t o d o sa r m a n j a l e o , a p a g a n l a se s t r e l l a s y e xt i n gu e n e l s o l .Un o a c a ba po r pe r d e r s e .

—Bueno, entonces, ¿qué ocurresi un bombero ac cide ntalmente,si n pr oponérse lo e n re alidad, selleva un libro a su casa?

Mo n t ag s e c r i s pó . L a pue r t aa b i e r t a l e m i r a b a c o n s ue no r me o j o vac i o .

—U n e r r o r l ó gi c o . P u r acur iosidad —r epli có Be atty— Nono s preo cupamo s ni eno jamos enexces o. Dej amo s que el bo mbe rogu ar d e e l l i b r o ve i nt i c uat r oho ras . Si par a e nto nce s no lo hahe cho él , lle gamos nos ot ros y loquemamos .

—Claro.La boca de Montag estaba reseca.

—Bue no , Mo nt ag. ¿Qui e r e sc o ge r h o y o t r o t ur no ? ¿ Teve remos est a noche?

—No lo sé —dijo Montag—.

—¿Qué?Beattyse mostrólevemente sorprendido.

Montag cerró los ojos.—Más tarde iré. Quizá.

—Desde luego, si no te presentaras,te echaríamos en falta —dijo Beatty,guardándose la pipa en un bolsillo conexpresiónpensativa —.

«Nunca volveré a comparecer porallí», pensó Montag.

—Bueno, que te alivies —dijoBeatty—.

D i o l a v u e l t a y s em a r c h ó _____________.

Montag vigiló por la ventana lapartida de Beatty en su vehículo debrillante color amarillo anaranjado,con los neumáticos negros como elcarbón.

Al o t r o l a d o d e l a c a l l e ,h a c i a a b a j o , l a s c a s a s s ee r g u í a n c o n s u s l i s a sf a c h a d a s . ¿ Q u é h a b í a d i c h oC l a r i s s e u n a t a r d e ? « N a d ad e p o r c h e s d e l a n t e r o s . Mi tíodice que antes solía haberlos. Y lagente, a veces, se sentaba por lasnoches en ellos, charlando c uandoas í l o de s eaba, me c i é ndos e yguardando si l e nc io c uando noque rí a habl ar. Ot r as ve c e spe r mane c í an al l í s e nt ado s ,meditando sobre las cosas. Mi tíodi c e que l o s ar qui t ec t o spr e sc i ndi e ro n de l o s po rc he sfrontales porque estéticamente noresultaban. Pero mi tío asegura queé s t e f ue s ól o un pr e t e xt o. El

X

X

X

el estremecimiento no es simultáneoa lo dicho

Page 53: B’s Farenheit Fahrenheit 451* - Rodriguez Alvareznovelas.rodriguezalvarez.com/pdfs/Bradbury, Ray ''Farenheit 451''-Xx-En-Sp-Sp.pdf2 B’s Farenheit tr. de F. Abelenda tr. de Alfredo

54

B’s Farenheit tr. de F. Abelenda tr. de Alfredo Crespo

5

10

15

20

25

30

35

40

45

50

55

60

65

70

75

t he y di dn’t want peo ple si t t ingli ke t hat , do ing nothing, ro cking,t al ki ng; that was t he wro ng kindo f so ci al l if e. P e ople t al ke d to om uc h. And t he y ha d t i me t ot hi nk. So the y r an of f wi th thepo rc he s. And t he gar de ns , to o .Not many garde ns any mo r e t os i t ar o und i n. And l o o k at t hef ur ni ture . No r oc ki ng-c hair s anymor e. The y’re t oo c omfo rt able .G e t p e o pl e up an d r u nn i n garo und. My unc l e s ays … and…my uncl e … and… my unc le …”Her voi ce f aded.

Montag t urned and l oo ked athi s wif e, who sat in the mi ddle oft h e p ar l o u r t al ki n g t o anan no u nc e r, wh o i n t ur n wastalki ng to he r. “Mrs. Mont ag,” hewas s ayi ng. Thi s , t hat and t heot her. “Mr s. Mont ag?” Somethi nge l s e and s t i l l a no t he r . Theco nve rt er att achme nt, whic h hadc os t t he m one hundre d do l lars ,automat ically supplie d her namewh e n e ve r t he an no u nc e rad dr e s s e d hi s an o n ymo usaudi ence, l eaving a bl ank whe ret he p r o pe r s yl l abl e s c o u l d bef i ll e d in. A s pe c ial s po t - wave -s c r am bl e r al s o c au s e d h i st e l e vi s e d i ma ge , i n t he ar e ai mmedi at e l y abo ut hi s l i ps, t omo uth t he vowels and conso nantsbe autif ull y. He was a fri end, nodo ubt o f i t, a goo d f ri end. “Mr s.Mo ntag, no w l ook ri ght here .”

Her he ad turne d. Though shequi te o bvio usly was not lis teni ng.

M o n t a g s a i d , “I t ’s o n l y as t e p f r o m n o t go i n g t o wo r kt o d a y t o n o t wo r k i n gtomorrow, t o no t wo r ki ng a tt he f i r e ho us e e ve r agai n.”

“You are going to work tonight,though, aren’t you?” said Mildred.

“I haven’t de cided. Ri ght nowI’ve got an awful feeling I want tosmash things and kill things.”

“Go t ake the bee tle .”

“No t hanks.”

“The keys t o t he be etl e are onthe night tabl e. I al ways like todri ve f as t when I f ee l that way.Yo u get it up ar ound ninety-fi vean d y o u f e e l wo n de r f u l .So me ti mes I drive al l night andco me bac k and yo u don’t kno w i t.It ’s f un out in the country. You hitrabbi ts, s ome times you hit dogs.Go take the bee tle .”

“No, I don’t want t o, this time.I want t o ho ld o n t o thi s funnything. God, i t’s gott en big o n me.I do n’t kno w what i t i s . I’m s odamne d unhappy, I’m s o mad, and

l a ge nt e s e pas as e las ho r as s i nh a c e r n a d a , é s a n o e r a l ave r dade r a vida s o c ial . La ge nt eh a b l ab a d e m a s i a d o . Y t e n í at i e m po p ar a p e ns a r. As í qu es upri mi e r o n l o s po rc he s . Y l o sj ar di ne s t a mb i é n . Ya n o má sj ardi ne s par a e s t ar e n e l l o s. Ym i r e l o s mu e b l e s . N o má sm e c e d o r as . So n de ma s i ad oc ómodas . La gent e de be e st ar depi e , y c o r r i e nd o de un l ado ao tr o. Mi tí o di ce . .. y.. . mi t ío .. .y. .. mi tí o . .. » La vo z de Cl ar is ses e apagó po c o a po co .

Mo ntag se vo lvió y mir ó a sumujer. Sentada en medio de la salale hablaba a un anunciador, quien asu vez le hablaba a ella.

—Se ño r a Mo ntag —de c ía e lhombre. Esto, aquello y lo de másallá —. Señora Montag... —Esto yaquello y lo otro.

Cada vez que e l anunc i ado r,a l d i r i g i r s e a s u a u d i t o r i oan ó ni mo , h ac í a una pa us a, e ldi s po s i t i vo c o nve r s o r que l e sh ab í a c o s t a d o c i e n dó l a r e si nt e r c a l ab a e l n o m br e d eM i l d r e d . U n m o de l a do re s pe c i al , apl i c ado al ár e a quer o de ab a l a b o c a de l ho mb r e ,hac í a que e l movi mi e nt o de lo sl ab i o s s i g u i e s e c o n t o d ac o r r e c c i ó n l a s s í l ab a s yc o n s o na n t e s . U n am i go , s i nduda, un buen ami go .

—Señora Montag... mire esto.

Mi ldr e d vo l vi ó l a c abe za.Aunque era evidente que no estabaescuchando.

—Sólo hay un pas o de no ir altr abajo ho y a no tr abajar mañana— d i j o M o n t a g — . ________________ Ni nu n c a m ás .

—Pero irás a trabajar esta noche,¿no es cierto? —dijo Mildred.

—No lo sé aún. En este momentos i ent o des e o s de r o mpe r algo ,destrozar algo.

—Saca el coche.

—No, gracias.

—Las llaves del coche están enla me sa de l uz. Si empre que mesiento así, tengo ganas de correr.Llega uno a los ciento cincuentaki lómet ros po r hor a y se s ientemucho mejor. A veces corro toda lanoche y vuelvo a casa, y tú no tehas dado cuenta. Es divertido en elcampo. Uno atropella c onejos , yhasta perros. Saca el coche.

—No. No e s t a ve z. No quie r ol i b r a r m e de e s t o . D i o s , e s t ác r e ci e ndo de nt r o de mí . No s éq u é e s . M e s i e n t o t a nde s gr ac i ado , t an t r is t e . Y no s é

verdadero motivo, el motivo oculto,pudiera ser que no querían que lagente se sentara de esta manera, sinhacer nada, meciéndose y hablando.Éste era el aspecto malo de la vidasocial. La gente hablaba demasiado.Ytenía tiempo para pensar. Entonces,eliminaron los porches. Y también losjardines.Ya no más jardines donde poderacomodarse.Yfíjese en el mobiliario.Yano hay mecedoras. Resultan demasiadocómodas. Lo que conviene es que lagente se levante y ande por ahí. Mi tíodice... Ymi tío... Ymi tío ... »

La voz de ella fue apagándose.

Montag se volvió y miró a su esposa,quien, sentada en medio de la sala deestar, hablaba a un presentador quien, asu vez, le hablaba a ella.

— M r s . M o n t ag — d e c í a é l .E s t o , a q ue l l o y l o m á s a l l á —. M r s . M o n t ag . . .

Algo más, y vuelta a empezar. Elaparat o c onve rso r, que les habíaco st ado un c entenar de dólare s,suminist raba automáticamente elno mbre de el la s ie mpre que e lpresentador se dirigía a su auditorioanónimo dejando un breve silenciopara que pudieran encajar, las sílabasadecuadas. Un mezclador especialconseguía, también, que la imagentelevisada del presentador en el áreainmediata a sus labios, articulara,magníf ic amente , las vo cale s yconsonantes. Era un amigo, no cabía lamenor duda de ello, un buen amigo.

—Mrs. Montag, ahoramire hacia aquí.

M i l d r e d vo l vi ó l a c a b e z a .Au n q u e e r a o b vi o q u e n oe s t aba e s c uc hando .

—Sólo hay un paso entre no ir atrabajar hoy, no ir a trabajar mañana y novolver a trabajar nunca en el cuartel debomberos —dijo Montag—.

—Pero esta noche irás al trabajo,¿verdad? preguntó Mildred —.

—Aún no estoydecidido. En este momentotengola horriblesensaciónde que deseodestrozartodas las cosas queestána mialcance.

—Date un paseo con el auto.

—No, gracias.

—Las llaves están en la mesilla denoche. Cuando me siento de estamanera, siempre me gusta conduciraprisa. Pones el coche a ciento cincuentapor hora y experimentas una sensaciónmaravillosa. A veces conduzco toda lanoche, regreso al amanecer y tú ni te hasenterado. Es divertido salir al campo.Se aplastan conejos.Aveces, perros. Vea coger el auto.

—No, ahora no me apetece. Quieroestudiar esta sensación tan curiosa.

¡Caramba! ¡Me ha dado muy fuerte!No sé lo que es. ¡Me siento tancondenadamente infeliz, tan furioso! E

X

Page 54: B’s Farenheit Fahrenheit 451* - Rodriguez Alvareznovelas.rodriguezalvarez.com/pdfs/Bradbury, Ray ''Farenheit 451''-Xx-En-Sp-Sp.pdf2 B’s Farenheit tr. de F. Abelenda tr. de Alfredo

55

B’s Farenheit tr. de F. Abelenda tr. de Alfredo Crespo

5

10

15

20

25

30

35

40

45

50

55

60

65

70

75

I don’t know why I fee l like I’mput ting on we ight. I fee l fat . I f eelli ke I’ve bee n saving up a lo t oft hi ngs , and do n’t kno w what . Imi ght even st art re adi ng bo oks .”

“The y’d put yo u i n j ai l ,wouldn’t they?” She looked at himas if he were behi nd the glass wall.

He be gan to put o n his clo the s,mo vi n g r e s t l e s s l y a bo u t t hebe dro om. “Yes , and it mi ght be agood idea. Be fore I hurt some one.Di d yo u he ar Be at t y? Di d yo uli ste n to him? He kno ws al l t heanswe rs . He’s r ight. Happi nes s isimpor tant. Fun is e ver ything. Andye t I kept si tti ng there sayi ng tomys e l f, I’m no t happy, I’m no thappy.”

“ I a m . ” M i l d r e d ’ sm o u t h b e a m e d . “ A n dpr oud of it .”

“I’m goi ng to do somet hi ng,”said Mo ntag. “I do n’t even knowwhat ye t , but I’m go i n g t o doso met hing big.”

“I’m ti red of li st eni ng to thisjunk,” s aid Mi ldr ed, t urning fr omhi m t o t he announce r agai n.

Mo nt ag t o uc he d t he vo l umec o nt r o l i n t he wal l an d t heannounc er was s pee chl es s.

“Mil lie ?” He paus ed. “Thi s isyo ur house as wel l as mine . I fe eli t ’s o nl y f ai r t hat I t e l l y o us o me t hi ng no w. I s ho ul d haveto ld you be for e, but I was n’t evenadmi t t i ng i t t o mys e l f . I haves o m e t hi ng I want yo u t o s e e ,so met hi ng I’ve put away and hiddur i n g t he pas t ye ar, no w andagain, o nce i n a whil e, I didn’tknow why, but I di d i t and I neverto ld you.”

He t o o k ho l d o f a s t r ai ght -backe d c hair and mo ved i t s lowlyand s teadi ly int o t he hal l near t hefr ont door and c li mbe d up on itand s to o d f o r a mome nt l i ke as t at ue o n a pe d e s t al , hi s wi f es t and i n g u nde r hi m , wai t i n g.Then he r e ache d up and pull e dba c k t he g r i l l e o f t he ai r -co ndi ti oni ng sys te m and re achedfar back i ns ide to t he r ight andmo ved s til l ano the r s li ding s he eto f met al and to o k o ut a bo o k.Wi tho ut lo oki ng at it he dr oppedit t o the fl oo r. He put hi s handback up and to ok out t wo boo ksand m o ve d hi s hand do wn anddr o ppe d t he t wo bo o ks t o t hef lo or. He ke pt moving his handand dro ppi ng boo ks , s mal l one s,f ai r ly l ar ge o ne s , ye l l o w, r e d,gr een o nes . When he was do ne hel oo ke d do wn upo n so me t we nt ybo oks l ying at his wi fe’s fee t.

“I ’ m s o r r y, ” h e s a i d . “I

po r qué . Sie nt o c o mo s i pes as emás . Me s i ent o go rdo . Co mo s ihubie s e e s tado guardando al go ,n o s é q u é . H a s t a p o d r í ae mpezar a le e r l i br o s .

Mildred miró a Montag como si élestuviese detrás de la pared de cristal.

—Entonces ¡rías a la cárcel, ¿no?

Montag comenzó a vestirse,moviéndose de un lado a otro del cuarto.

—Sí , y s er í a una bue na idea.Antes de que haga daño a alguie n.¿Has oí do l o que de cí a Be at ty?Co no c e t o das l as r e s pu e s t a s .Ti ene razón. La f el ici dad impor tamucho. La di ve rs ió n es t odo. Ys i n e mb ar g o a l l í e s t a ba yodi cié ndo me a mí mis mo: no s oyfe liz, no soy f eli z.

—Yo sí. —La boca de Mildredirradió una sonrisa.— Y me sientoorgullosa.

— Vo y a h a c e r a l g o —d i j o M o n t a g — . N o s ét o d a v í a q u é , p e r o va a s e ra l g o g r a n d e .

—Oh, tanta palabrería me cansa—dijo Mil dre d volviéndose ot ravez hacia el anunciador.

M o n t a g t o c ó l a l l a ve d e lv o l u m e n y e l a n u n c i a d o re nm ud e c i ó .

— ¿M i l l i e ? — U na pa u s a —E s t a c as a e s t a n t uy a c o m om í a . S i e n t o q u e e s j u s t od e c i r t e al g o . P ud e h a bé r t e l od i c ho an t e s , pe r o n o l o qu i s ea dm i t i r , ni s i q u i e r a an t e m ím i s m o . Q u i e r o q u e v e a sa l g o , a l go qu e f u i a p ar t a nd oy e s c o nd i e n d o d u r a nt e e s t ea ñ o ú l t i m o . N o s é po r q u é ,p e r o l o hi c e y no t e l o d i j en u n c a .

To mó un a s i l l a de r e s p al dor e c t o y l a a r r a s t r ó l e nt a me n t eha c i a e l ve s t í b ul o . Se s ub i ó al a s i l l a y s e q u e d ó i n m ó vi lu n o s i n s t a n t e s , c o m o u n ae s t a t ua , mi e nt r as s u m uj e r l om i r a b a d e s d e a b a j o ye s p e r a b a . L u e g o e s t i r ó u nbrazo y ti ró de la r e ji l l a de ls i s t e m a d e a i r ea c o n d i c i o n a d o , y m e t i ó e lb r a z o e n e l a g u j e r o , a l ad e r e c h a , a p a r t ó o t r a h o j ame t á l i c a y s ac ó u n l i b r o . S i nmi r a r l o , l o de j ó c ae r. Vo l vi óa m e t e r l a ma n o , s ac ó o t r o sd o s l i b r o s y l o s d e j ó c a e r .Si gui ó as í , m e t i e n do l a ma noy s a c an d o l i br o s , p e qu e ñ o s ,g r a n d e s , a m a r i l l o s , r o j o s ,ve r de s . Cu and o t e r mi n ó , ba j ól a v i s t a y m i r ó l o s ve i n t el i br o s q ue s e a mo nt o n ab an al o s p i e s d e M i l dr e d.

—Lo lamento —dijo —. No lo

ignoro por qué tengo la impresión de queestuviera ganando peso.Me siento gordo.Como si hubiese estado ahorrando unaserie de cosas, yahora no supiese cuáles.Incluso sería capaz de leer.

—Te meterían en la cárcel, ¿verdad?Ellale miró como si Montagestuviese

detrás de la pared de cristal.

Montag empezó a ponerse laropa; semovía intranquilo por el dormitorio.

—Si, y quizá fuese una buena idea.Antes de que cause daño a alguien.¿Has oído a Be at ty? ¿Le hases cuc hado? Él sabe t odas l asre spuest as. Ti ene s r azó n. Loimpor tante es la fe lic idad. Ladiversión lo es todo. Y sin embargo,sigo aquí sentado, diciéndome que nosoy feliz, que no soy feliz.

—Yo sí lo soy. —Los labios deMildred sonriero Yme enorgullezcode ello.

— H e d e h a c e r a l g o —d i j o M o n t a g — . T o d a v í an o q u é , p e r o s e r á a l g og r a n d e .

—Estoy cansada de escuchar estas tonterías—dijo Mildred, volviendo a concentrar suatención en el presentador—.

Mo nt a g t o c ó e l c o n t r o l devo l um e n de l a pa r e d y e lpr ese ntado r s e quedó s in vo z.

—Mi llie. —Hizo una paus a.—És ta e s tu cas a l o mi smo que lamía. Considero justo decirte algo.Hubiera debido hacerlo antes, peroni s i qui e r a l o admi t í ai nt e ri o r me nt e . Te ngo al go quequi e r o que ve a s , al go que hese parado y esc ondido durante elaño pasado, de cuando, en cuando,al presentarse una oportunidad, sinsaber por qué , per o t ambié n s indecírtelo nunca.

Montag cogió una silla de rectores paldo , la desplazó le ntame ntehast a e l ve s t í bul o , ce r c a de l apuerta de l entrada, se encaramó ene l l a, y pe r ma ne c i ó po r unmomento como una estat ua en unpedestal, en t anto que su espo sa,c o n l a c abe za l e van t ada, l eo bs e r vab a. En t o nc e s Mo n t aglevantó los brazos , ret iró l a re jadel sistema de acondicionami entode aire y meti ó la mano muy haciala derec ha hasta mo ver o tra hojadeslizante de met al; después , sacóun libro. Sin mirarl o, lo dejó c aeral suelo. Volvió a meter la mano ysacó dos libros, bajó la mano y losde j ó c ae r al s ue l o . Si g ui óact uando Y de jando c aer li bro spe que ño s , gr and e s , amar i l l o s ,r o j o s , ve r de s . Cua ndo h ubot er minado, mi r ó l a vei nt ena delibros que yac ían a los pies de suespo sa.

—Lo siento —dijo—. Nunca me

Page 55: B’s Farenheit Fahrenheit 451* - Rodriguez Alvareznovelas.rodriguezalvarez.com/pdfs/Bradbury, Ray ''Farenheit 451''-Xx-En-Sp-Sp.pdf2 B’s Farenheit tr. de F. Abelenda tr. de Alfredo

56

B’s Farenheit tr. de F. Abelenda tr. de Alfredo Crespo

5

10

15

20

25

30

35

40

45

50

55

60

65

70

75

di dn’ t r e al l y t hi nk. Bu t n o w i tl o o k s a s i f w e ’ r e i n t h i st o ge t he r .”

Mil dr e d bac ke d away as i f shewer e sudde nl y c onf r ont ed by apac k of mi c e t hat had co me upo ut of t he fl o or. He co uld hearhe r br e a t hi n g r ap i dl y and he rf ac e was pale d o ut and her e ye swer e f as t ened wi de . She sai d hi sname o ver, t wi c e , t hr ee t i me s .The n mo ani ng, she r an f o rward,s e i ze d a bo o k and r an t o war dt he ki t c he n i nci ne rat or.

He caught her, shr ie ki ng. Hehel d he r and she t r i ed t o f i ghtaway fr om him, s cratc hing.

“ N o , M i l l i e , n o ! W a i t !S t o p i t , wi l l y o u ? Yo u d o n ’ tk n o w… S t o p i t ! ” H e s l a p p e dh e r f a c e , h e g r a b b e d h e ra g a i n a n d s h o o k h e r .

S h e s a i d h i s n a m e a n db e g a n t o c r y .

“M i l l i e ! ” he s a i d . “L i s t e n.Give me a s ec ond, wil l yo u? Wec an’t do anyt hi ng. We c an’t bur nt he se . I want t o l oo k at t he m, atl east l oo k at t he m once . Then i fwhat t he Capt ai n s ays i s t r ue ,we ’ll burn them to get he r, bel ie veme , we ’l l bur n t he m t o ge t he r.You mus t he lp me.” He l o o ke ddown into her f ac e and to ok hol do f he r chin and hel d he r fi rmly.He was lo oking not o nl y at her,but f or himse lf and what he mus tdo , in he r face . “Whet her we li kethis or not, we’r e in it . I’ve neverasked f or muc h fr om you i n al lt he s e years , but I as k it no w, Iple ad f or i t. We’ve got t o st ar ts o me whe r e he r e , f i gur i n g o utwhy we ’re in suc h a me s s, yo uand t he me di c i ne at ni ght , andt he c ar , and me and m y wo r k.We ’r e heading right fo r t he cl if f,Mil li e. God, I don’t want to goo ve r. Thi s is n’t go ing to be easy.We have n’t anyt hi ng t o go o n,but maybe we can pi ec e i t o utand fi gure i t and he lp e ac h ot he r.I nee d yo u so much r ight now, Ic an’t t el l yo u. If you l ove me ata l l y o u ’l l pu t up wi t h t h i s ,t we nt y- f o ur, fo r ty- e ight ho urs ,t hat’s al l I as k, t hen i t’ll be over.I pro mi se , I swear! And i f ther eis s omet hi ng he re , just one li tt let hi n g o ut o f a wh o l e me s s o ft hi ngs, maybe we c an pas s it o nto s omeo ne e ls e.”

She wasn’t fighting any more, sohe let her go. She sagged away fromhim and slid down the wall, and saton the floor looking at the books.Her foot touched one and she sawthis and pulled her foot away.

“That wo man, the ot her night,Mi ll i e , yo u we r e n’t t he r e . Yo udi dn’t see he r f ac e. And Cl ar iss e.Yo u never tal ke d t o her. I talked

pensé realmente. Pero siento ahoracomo si hubiésemos estado juntosen esto.

Mildred retrocedió como si seviese de pronto ante una invasiónde ratas que habían salido de debajodel piso. Respiraba con dificultad,estaba pálida y tenía los ojos muyabiertos. Pronunció el nombre deMo ntag, Una, do s , t r e s vec e s .Lue go , gi mi e ndo , s e i ncl i nórápidamente hacia adelante, tomóun li br o y c o r r ió hac ia e lincinerador de la cocina.

Montag dio un grito y la alcanzó.La tomó por un br azo y Mildredtrató de librarse de él, arañándolo.

—¡No, Mi l li e , no! ¡Es pe r a!Qui et a, po r f avo r. No s abes . . .¡Quieta!

Montag la abofeteó, y volvió atomarla por un brazo, sacudiéndola.Mildred dijo otra vez el nombre deMontag y se echó a llorar.

—¡Mil li e ! —di jo Mont ag —.E s c úc ha me . C o n c é de me u nmi nuto , ¿quie re s? Nada podemoshac e r. No po demo s que mar l os .Qu i e r o ve r l o s , p o r l o m e n o sec harle s una o je ada. Lue go , s i l oque di j o e l c ap i t án e s ve r dad,lo s que mar e mo s j unt o s . De b e sayudar me . —Mi ró a Mi ldre d a l ac ar a, y co n una mano le to mó l abar bi l la, f ir me mente . No mir abas ól o a Mi ldre d, se busc aba en s ur o s t r o , bus c a ba l o q ue d e b í aha c e n — N o s g us t e o no n o sgus t e , e st amos e n e s t o . No t ehe pe di do c as i nad a e n e s t o sañ o s , pe r o aho r a s í , po r f avo r.Te n e mo s q u e s a l i r d e a l g ú nmo do , ave r i guar qu é n o s pas a,a t i c o n t us me di c i n as p a r a l an o c h e y e l a u t o m ó v i l , y am í c o n m i t r a b a j o . Va m o sh a c i a e l a b i s m o , M i l l i e .D i o s , n o q u i e r o s e g u i r a s í .E s t o no va a s e r f ác il . No no sq ue d a c a s i na d a, pe r o q u i z áp o d a m o s r e c o mp o ne r l o sp e d a zo s y ay u d ar n o s . Tene ce si to t anto ahor a. Ni si quie rapue do de cí r te l o. Si to daví a mequi e r e s , me ayu dar ás e n e s t o .Ve i nt i c uat r o ho r as , c uar e nt a yo c h o ho r as , no t e p i do m ás .Lue go t o do habrá te r mi nado . Tel o pro met o , ¡t e l o j ur o ! Y si hayal go aquí , s i sal e al go de to dae s ta c onf us ió n, qui zá po damo si ni c i ar ot r a vi da.

Montag soltó a Mildred, que yano luchaba. Mildred se dejó caer,apoyándose en el muro, y se quedóse nt ada en e l pis o, mir ando l osli bros . Vi o que su pie rozaba unvolumen y apartó el pie.

—Es a muje r de la ot ra noc he,Millie —continuó Montag —. Túno estabas allí. No le viste la cara.Y Clarisse. Nunc a habl as t e c o n

había detenido meditarlo. Pero ahoraparece como si ambos estuviésemosmetidos en esto.

Mildred retrocedió como si, se viesede repente, delante de una bandada deratones que hubiese surgido de improvisodel suelo. Mo ntag o yó l a r ápi darespiración de ella, vio la palidez desu rostro y cómo sus ojos se abrían depar en par. Ella pronunció su nombre,dos, tres veces. Luego, exhalando ungemido, se adelantó corriendo, cogióun li bro y se pr eci pit ó hac ia elincinerador de la cocina.

Montag la detuvo , mientras ellachillaba. La sujet ó y Mildred tratóde soltarse, arañándole.

—¡No, Millie, no! ¡Espera!¡Deténte!Tú no sabes...

—¡Cállate!La abofeteó, la cogió de nuevo y la

sacudió.Ella pronunció su nombre y empezó

a llorar.

—¡Mil lie ! —di jo Montag—.Escucha. ¿Quieres concederme unsegundo? No podemos hacer nada. Nopo demos que mar los . Quie roexaminarlos, por lo menos, una vez.Luego, si lo que el capitán dice esci ert o, los quemare mos junto s,créeme, los quemaremos entre los dos.Ti ene s que ayudarme . —Bajó lamir ada hacia el r ostr o de ella y,cogiéndole la barbilla, la sujetó confirmeza. No sólo la miraba, sino que,en el rostro de ella, se buscaba a símismo e intentaba averiguar tambiénlo que debía hacer—. Tanto si nosgusta como si no, estamos metidos enesto. Durante estos años no te hepedido gran cosa, pero ahora te lopido, te lo suplico. Tenemos queempezar en algún punto, tratar deadivi nar po r qué se nti mos es taconfusión, tú y la medicina por lasnoches, y el automóvil, y yo con mitr abajo. No s enc ami namosdirectamente al precipicio, Mildred.¡Dios mío, no quiero caerme! Esto noresultará fácil. No tenemos nada enque apoyarnos, pero quizá podamosanali zar lo , i ntuirl o Y ayudarnosmutuamente. No puedes imaginarcuánto te necesito en este momento.Si me amas un poco admitirás estodurante veinticuatro, veintiocho horases todo lo que te pido. Y luego habráterminado. ¡Te lo prometo te lo juro!Y si aquí hay algo, algo posible entoda esta cantidad de cosas, quizápodamos transmitirlo a alguien.

Ella ya no forcejeaba; Montag la soltó.Mildred retrocedió tambaleándose, hastallegar a la pared.Yuna vez allí se deslizó yquedó sentada en el suelo, contemplandolos libros. Su pie rozaba uno y, al notarlo,se apresuró a echarlo hacia atrás.

—Es a muje r de la ot ra noc he,Millie... Tú no es ta, viste allí. Noviste su rostro. Y Clarisse. Nuncallegaste a hablar con ella. Yo sí. Y

Page 56: B’s Farenheit Fahrenheit 451* - Rodriguez Alvareznovelas.rodriguezalvarez.com/pdfs/Bradbury, Ray ''Farenheit 451''-Xx-En-Sp-Sp.pdf2 B’s Farenheit tr. de F. Abelenda tr. de Alfredo

57

B’s Farenheit tr. de F. Abelenda tr. de Alfredo Crespo

5

10

15

20

25

30

35

40

45

50

55

60

65

70

75

to her. And me n l ike Beatty areaf rai d of her. I c an’t unders tandit . Why shoul d t hey be s o afraidof so me one li ke he r? But I ke ptputti ng her alo ngs ide the fi remeni n t he ho us e l a s t ni g ht , an d Is udde nl y r e al i ze d I di dn’t l i ket h e m at a l l , an d I di dn’t l i kemys e l f at al l a ny mo r e . And Ithought maybe it would be be sti f the fi re me n themse lves wer ebur nt.”

“Guy!”

T h e f r o n t d o o r v o i c ec a l l e d s o f t l y :

“Mr s . Mo nt ag, Mr s. Mo nt ag,s o me o ne he r e , s o me o ne he r e ,Mr s . Mo nt a g, Mr s . Mo n t a g,so meo ne here .”

Soft ly.

Th e y t ur n e d t o s t a r e a t t h ed o o r a n d t h e b o o k s t o p p l e de ve r y wh e r e , e ve r y wh e r e i nh e a p s .

“Beat ty!” sai d Mil dre d.

“It c an’t be him.”

“H e ’s c o me ba c k! ” s hewhis pe re d.

The front door voice called againsoftly. “Someone here …”

“We wo n’t ans we r.” Mo nt aglay bac k agai nst t he wal l and thens l o wl y s an k t o a c r o u c hi ngpo sit io n and began to nudge t hebo o ks , be wi l de r e dl y, wi t h hi st humb, hi s f o re f i nge r. He wasshive ri ng and he want ed above allto sho ve the books up through t heve nti lat or again, but he knew heco uld not fac e Beatty agai n. Hecr ouc hed and the n he s at and t hevo i c e of t he f r o nt doo r s po keagai n, mor e insis te nt ly. Mo nt agpi c ke d a s i ngl e s ma l l vo l umef r o m t he f l o o r. “Whe re do webe gin?” He ope ned the bo ok hal f-way and pe ere d at it. “We beginby be gi nni ng, I guess .”

“ H e ’ l l c o m e i n , ” s a i dM i l d r e d , “ a n d b u r n u sa n d t h e b o o k s ! ”

The f ront doo r voic e f aded atlast. Ther e was a sil ence. Mo nt agf e l t t h e pr e s e nc e o f s o me o nebe yo n d t he do o r , wai t i n g,l i s t e n i ng . Th e n t he f o o t s t e psgo i ng away do wn t he walk andover the l awn.

“Le t’s se e what t hi s is ,” s ai dMo nt ag.

He s poke the wor ds halti nglyan d wi t h a t e r r i bl e s e l f -co ns cio usnes s. He re ad a dozenpages he re and t her e and came at

e l l a . Yo s í . Y ho mb r e s c o moBe at t y t e m í an a Cl ar i s s e . Noe n t i e n do . ¿ P o r q u é t e m e r aal gui e n c o mo el l a? La c o mpar éc o n l o s b o m b e r o s , e n e lc ua r t e l , l a o t r a no c h e , y d ep r o n t o c o m p r e n d í q u e l o sb o m b e r o s n o m e g u s t a b a nn a d a , y q u e y o t a mp o c o m eg u s t a b a n a d a . Y p e n s é q u equi zá s e r í a me j o r que mar a l o sbo mbe r o s .

—¡Guy!

La voz de la puerta de calle llamóen un murmullo.

—Se ño r a Mo nt ag, s eño r aMontag, alguien vino, alguien vino,s eñor a Mo nt ag, s eñor a Mo nt ag,alguien vino, alguien vino.

Un murmullo.

Montag y Mildred se volvierony mir aro n la pue rta y lo s l ibr osdesparramados por todas partes, portodas partes, en montones.

—¡Beatty! —dijo Mildred.

—No puede ser él.

—¡Ha vue l to ! —murmur óMildred.

La voz de la puerta llamaba otra vez:—Alguien vino...

—No contestemos.Montag se apoyó en la pared y

l ue go , l e ntame nt e , s e puso e ncuclillas y movi ó los li bros con elcodo, el pulgar, el índice. Temblabade pies a cabeza, y hubiese querido,sobre to das l as cos as, meter loslibros otra vez en su agujero. Perono podía enfrentarse de nuevo conBe at ty. Se s entó entonce s e n elsuelo y la voz de la puerta de callevo l vi ó a ll amar, c o n mayo ri ns is t e nc ia. Mo ntag t o mó unpequeño volumen.

—¿P o r dó nde e mpe zar e mo s ?—Abr i ó a me di as e l l i br o y l ee c h ó u n a o j e a d a . — P o r e lpr i nc i pi o , s upo ngo .

—Beat t y va a e nt r ar —di j oMi l dr e d—, ¡y no s que mar á anosotros junto con los libros!

La vo z de la pue rt a de cal l es e a pa g ó a l f i n . S e h i z o u ns i l e nc i o . Mo nt ag —s i nt i ó quea l g ui e n , de t r ás de l a pu e r t a ,e s per aba, es c uc haba. Lue go l aspi s adas s e al e j ar o n po r l a ac e r ay e l jar dí n.

—Ve amos qué e s e st o —dij oMontag.

L e y ó , v a c i l a n t e , y c o nu n a t e r r i b l e a t e n c i ó n ,u n a s p o c a s l í n e a s a q u í ya l l á . A l f i n l l e g ó a e s t a

ho mbre s co mo Beatt y le t ie ne nmiedo. No puedo entenderlo. ¿Porqué han de sentir tanto temor poralguien como ella? Pero yo seguíac o l o c ándo l a a l a al t ura de l o sbombero s en el c uart el, cuan doanoche comprendí, de repente, queno me gustaba, nada en absoluto,y que t ampo c o yo mi s mo megust aba. Y pensé que quizá f uesemejor que quienes ardiesen fueranlos propios bomberos.

—¡Guy!

El altavoz de la puerta de la calle dijosuavemente:

— M r s . M o n t a g , M r s .M o n t a g , a q u í h a y a l g u i e n ,h a y a l g u i e n , M r s . M o n t a g ,M r s . Montag, aquí hay alguien.

_______________

Ambos se volvieron para observar lapuerta. Y los libros estabandesparramados por doquier, formando,incluso; montones.

—¡Beatty! —susurró Mildred—.

—No puede ser él.

—¡ Ha r e gr e s a do ! — s us ur r óe l l a —.

La voz volvió a llamar suavemente:—Hay alguien aquí...

—No contestaremos.Montag se recostó en la pared, y,

luego,conlentitud,fueresbalandohastaquedarencuclillas.Entoncesempezóaacariciar loslibros, distraídamente, con el pulgar yel índice. Se estremecía y, por encimade todo, deseaba volver a guardar loslibros en el hueco del ventilador, perocomprendió que no podría enfrentarsede nuevo con Beatty. Montag acabó porsentarse, en tanto que la voz de la puertade la calle volvía a hablar, con mayorinsistencia. Montag cogió del suelo unvolumen pequeño.

—¿Por dónde empezamos? —Abrió amedias un libro y le echó una ojeada—.

Supongo que tendremos queempezar por el princi pio.

— E l v o l v e r á — d i j oM i l d r e d — , y n o s q u e m a r á an o s o t r o s y a l o s l i b r o s .

La voz de la puerta de la calle fueapagándose por fin. Reinó el silencio.Mo nt ag s e nt í a l a pr e s e nc i a dea l g u i e n a l o t r o l a d o d e l apue r ta, e s pe r ando , e s c uc hando .Lue go , o yó uno s pas o s que s eal e j aba n.

—Veamos lo que hay aquí —dijoMontag—.

B a l a n c e ó e s t a s p a l a b r a sc o n t e r r i b l e c o n c e n t r ac i ó n .L e y ó u n a d o c e n a d e p ág i n a ss a l t e a d a s y , p o r ú l t i m o ,

X

Page 57: B’s Farenheit Fahrenheit 451* - Rodriguez Alvareznovelas.rodriguezalvarez.com/pdfs/Bradbury, Ray ''Farenheit 451''-Xx-En-Sp-Sp.pdf2 B’s Farenheit tr. de F. Abelenda tr. de Alfredo

58

B’s Farenheit tr. de F. Abelenda tr. de Alfredo Crespo

5

10

15

20

25

30

35

40

45

50

55

60

65

70

75

last to thi s:

“‘It i s c o mput e d t hat e le ve nthous and pers ons have at se ver alti mes suff ere d deat h r at her thans u bmi t t o b r e a k e gg s a t t hesmal ler end.”’

M i l d r e d s a t a c r o s st h e h a l l f r o m h i m .“What do es i t mean? It do es n’tmean anyt hi ng ! The Capt ai n wasr ight!”

“H e r e no w,” s ai d Mo nt a g.“We ’ll s t ar t o ve r agai n, at t hebeginning.”

PART TWO:

THE SIEVE AND THE SAND

They r ead the lo ng aft er no ont h r o u gh , whi l e t he c o l dNo vembe r r ain fe ll fr om the s kyupon the quie t house. They sat inthe hall because the par lour wass o e m pt y a nd gr e y- l o o ki ngwi tho ut it s wal ls lit with or angean d y e l l o w c o nf e t t i a nd s k y-ro cke ts and wo me n i n gold-me shdr ess es and men in bl ack velvetpu l l i ng o n e - h un dr e d- p o u ndr a bbi t s f r o m s i l ve r h at s . Thepar l o ur was de ad and Mi l dr e dke pt pe eri ng in at it wi th a blankexpre ssi on as Mo ntag pace d t hefl oor and came back and squatt eddo wn and r ead a page as many aste n t imes, al oud.

“‘We canno t t e l l t he pr e c is emoment when friendship is formed.As in filling a vessel drop by drop,there i s at l ast a drop which makesi t r un o ve r , so i n a s e r i es o fkindne s s es the re i s at l as t onewhi ch makes the heart run over .’”

Mo nt ag s at l i s t e ni ng t o t herain.

f r a s e :

—«Se ha c al c ul ado q ue o nc em i l p e r s o n a s h a n p r e f e r i d ova r i as ve c e s l a mu e r t e a nt e sque r o m pe r l o s h ue vo s po r l apun t a má s f i n a.»

Mildred lo miraba desde el otroextremo del cuarto.

—¿Qué s i gni fi c a e s o ? ¡Nosi gni fi ca nada! ¡El c apitán t eníarazón!

—Un momento —di jo Montag—. Empezaremos otra vez, desde elprincipio.

2

El tamiz y la arena

L e y e r o n t o d a l a t ar de ,m i e nt r a s l a f r í a l l uvi a d eno vie mbr e c aía de l cie lo sobre lac as a. Es t aban e n e l ve s t í bul o ,pue s la s al a pare cí a tan vací a ygri s si n las pare de s anar anjadasy amari ll as , de l uz de c onfe ti , yna ve s de l e s pac i o , y m uj e r e sve s t i das c o n mal l as de o r o , yho mbr es co n t raj es de te rci ope lone gr o que s ac aban c o ne j o s deci ncuenta kil os de so mbr er os depl at a. La sal a e s t aba mue r t a, yMil dred mir aba i nexpresi vame ntel o s m ur o s m i e n t r a s M o n t a gi ba y vo l ví a, y s e a ga c h ab a yl e í a e n vo z a l t a u na p ág i n a ,h as t a d i e z ve c e s .

—«No sabemos en qué precisomomento nace una amistad. Cuandose llena una vasija gota a gota, unadeellasrebasa al fin l a vasi ja; asíen una serie de actos bondadososhay al fi n uno que e nc i e nde e lcorazón.»

Montag se quedó escuchando lalluvia.

e nc o nt r ó e s t o :

—S e h a ca l cu l a d o q u e , e népocas diversas, once mil personashan preferido morir que sometersea ro mp e r l o s h u e v o s p o r s uextremo más afilado.

Mildred se le quedó mirando desdeel otro lado del vestíbulo.

— ¿ Q u é s i g n i f i c a e s t o ?¡Car e c e de s e nti do ! ¡El c api t ánt e ní a r azó n!

—Bueno, bueno —dijo Montag—.Volveremos a empezar. Esta vez por elprincipio.

2ª Parte

La Criba y la Arena

Ambos leyeron durante toda lalarga tarde, mient ras la fría lluviade no vi e mbr e c aí a s o br e l as il enci os a c as a. P er manec ie ro nsentados en el ves tíbulo, porque lasala de estar apar ecía vacía y pocoac o ge do r a e n s us par e de sil uminadas de co nf et i naranj a yamarillo, y cohet es, y mujeres entrajes de lamé dorado, y hombresde f r ac s ac an do c o ne j o s deso mbre ros pl ateados . La sala deestar resultaba muerta, y Mildredle lanzaba continuas e inexpresivasmi r adas , e n t a nt o que Mo nt agandaba de un l a do al o t r o de lvestíbulo para agacharse y leer unapágina en voz alta.

No podemos determinar el momentoconcreto en que nace la amistad.Comoal llenar un recipiente gota a gota,hayuna gota finalque lo hace desbordarse,del mismo modo, en una serie degentilezas hay una finalque acelera loslatidos del corazón.

Montagse quedó escuchando el ruidode la lluvia.

X

Page 58: B’s Farenheit Fahrenheit 451* - Rodriguez Alvareznovelas.rodriguezalvarez.com/pdfs/Bradbury, Ray ''Farenheit 451''-Xx-En-Sp-Sp.pdf2 B’s Farenheit tr. de F. Abelenda tr. de Alfredo

59

B’s Farenheit tr. de F. Abelenda tr. de Alfredo Crespo

5

10

15

20

25

30

35

40

45

50

55

60

65

70

75

“Is t hat what it was i n the gi rlne xt do or? I’ve t rie d so har d tofi gure .”

“She ’s de ad. Le t’s t al k abouts o me o ne al i ve , f o r go o d ne s s ’s ake.”

Mont ag did no t l o ok bac k athi s wi f e as he we nt t r e mbl i ngal o ng t he hal l t o t he ki t c he n,w h e r e he s t o o d a l o ng t i mewatching the r ain hit the wi ndo wsbe fo r e he c ame bac k do wn t hehall in the grey li ght , wai ting f orthe t re mbl e t o s ubside.

He opened ano the r boo k.

“‘That favourite subject, Myself.”’

He squi nte d at t he wall. “ ‘Thefavouri te subje ct, Myse lf.”’

“I understand t ha t o ne ,” s ai dMi ldre d.

“B ut Cl ar i s s e ’s f a vo u r i t es ubj e c t was n’t he r s e l f . It wasever yone el se, and me . She wasthe f ir st per son i n a go od manyye ar s I’ve re al ly l ike d. She wasthe f ir st per son I can r ememberwho l oo ked st raight at me as if Ico unt ed.” He lifted the two books.“The s e m e n h a ve b e e n d e a d al o n g t i m e , b u t I k n o w t h e i rw o r d s p o i n t , o n e w a y o ra no t h e r , t o Cl a r i s s e . ”

Outsi de the fr ont door, i n t herain, a faint s cratching.

M o n t a g f r o z e . H e s a wM i l d r e d t h r u s t h e r s e l fb a c k to t he wal l an d gas p.

“I shut it off .”

“ Som eone — the door — whydoesn’t the door — voice tell us —”

Under t he do o r - s il l , a sl o w,pro bing sni ff , an exhal ati o n o fele ctric ste am.

Mil dr ed laughe d. “It’s o nl y ado g, that’s what ! You want me toshoo hi m away?”

“Stay where you are !”

Si lence . The col d rai n f al ling.And t he smell o f blue e lec tri ci tybl owi ng under the l ocked doo r.

“Let’s get bac k to wor k,” saidMo ntag qui etl y.

Mi l dr e d ki c ke d at a b o o k.“Bo oks are n’t peo ple . Yo u r eadand I l ook ar ound, but t her e isn’ta nybody!”

He stared at the parlour that wasdead and grey as the waters of anocean that might teem with life if theyswitched on the el ect ronic sun.

—¿Es esto l o que pasó co n lamuchacha de al lado? Es tan difícilsaberlo.

—Es a muc hac h a ha mue r t o .Habl e mo s de al g ui e n vi vo , po rf avo r.

Mo n t ag n o mi r ó a s u mu j e ry c a m i n ó e s t r e m e c i é n d o s e_________ has t a l a c o c i na . Seque dó al l í un r at o mi r an do l alluvia que gol peaba los c ristal es,y luego regresó al vestíbulo de luzgr i s , e s pe r an do a que l o stembl ores ces asen.

Abrió otro libro.

—«Ese tema favorito: yo.»

—Es o l o e nti e ndo —di j oMildred.

________________ _____________________

—P e r o e l t e ma f avo r i t o deClar isse no era el la. Er a cualquiero t r o , y yo . F ue l a pr i me r ape rso na, e n muchos años, que megust ó de ver dad. Fue l a pri me rape rso na que me miró a los oj osco mo si yo co ntara para el la. —Mo nt ag al zó l os do s l i br o s .—Es t o s ho mbr e s ha n e s t a domuer tos mucho t ie mpo , per o séque sus palabr as apunt an, de unmo do o de o tro , a Clar iss e.

Afuera, en la puerta de calle, enla lluvia, un débil rasguño.

Montag se quedó petrificado. Vio queMildr ed s e ec ha ba hac ia a tr ás ,apoyándose en la pared, y jadeaba.

—Yo la apagué.

—Alguien... en la puerta... ¿Por qué lavoz de la puerta no nos dice ... ?

Bajo la puerta, una respiraciónlenta y husmeante, la exhalación deun vapor eléctrico.

Mildred se rió.—¡Es sólo un perro, nada más!

¿Lo echo?

—¡No te muevas!

Silencio. La lluvia fría. Y el olorde la electricidad azul que pasabapor debajo de la puerta cerrada.

—Vo lvamos al t rabaj o —dij oMontag serenamente.

Mildred le dio un puntapié a un libro.—Los libros no so n gente . Tú

lees, y yo miro alrededor. ¡Y no haynadi e !

Mo ntag mi ró la s ala muerta ygris como las aguas de un océanodo nde bul l i rí a l a vi da s i el l o sencendiesen el sol electrónico.

—¿Era eso lo que había en esamuchacha de al lado? ¡He tratado decomprenderlo!

—Ella ha muer to . P or amor deDio s , habl e mos de alguie n quees té vivo.

Montag no miró a su esposa alatravesar el vestíbulo y dirigirse a lacocina, donde permaneció muchorato , obs er vando c ómo la ll uviago lpeaba los cri stales. De spué s,regresó a la luz grisácea del vestíbuloy esperó a que se calmara el temblorque sentía en todo su cuerpo.

Abrió otro libro.

—El tema favorito,yo.

Miró de reojo a la pared.—El tema favorito,yo.

—Eso sí que no lo entiendo —dijoMildred—,

—P er o e l t e ma favo r i to deClarisse no era ella. Era cualquierotro, y yo. Fue la primera personaque he llegado a apreciar en muchosaños. Fue la primera persona querecuerde que me mirase cara a cara,c o mo s i f ue s e i mpo r t ante . —Montag co gi ó lo s do s li br os—.Es o s ho mbre s l l e van muer t o smuc ho t iempo , pe ro yo sé que suspal abr as s eñalan, de una u o tr amaner a, a Clar iss e.

Por el exterior de la puerta de la calle,en la lluvia, se oyó un leve arañar.

Montag se inmovilizó. Vio que Mildred seechaba hacia atrás, contra la pared, y lanzabauna exclamación ahogada.

—Está cerrada.

—Hay alguien... La puerta... ¿Por quéla voz no nos dice ... ?

Por debajo de la puerta, un olfateolento, una exhalación de corrienteeléctrica.

Mildred se echó a reír.—¡No es más que un perro! ¿Quieres

que lo ahuyente?

—¡Quédate donde estás!

Silencio. La fría lluvia caía. Y elolor a electricidad azul soplando pordebajo de la puerta cerrada.

—Sigamos trabajando —dijoMontag—.

Mildred pegó una patada a un libro.—Los libros no son gente. Tú lees

y yo estoy sin hacer nada, pero no haynadi e.

Montag contempló la sala de estar,totalmente apagada y gris como las aguasde un océano que podían estar llenas devida si se conectaba el sol electrónico.

X

shoo espantar ahuyentar

Page 59: B’s Farenheit Fahrenheit 451* - Rodriguez Alvareznovelas.rodriguezalvarez.com/pdfs/Bradbury, Ray ''Farenheit 451''-Xx-En-Sp-Sp.pdf2 B’s Farenheit tr. de F. Abelenda tr. de Alfredo

60

B’s Farenheit tr. de F. Abelenda tr. de Alfredo Crespo

5

10

15

20

25

30

35

40

45

50

55

60

65

70

75

“N o w, ” s ai d M i l d r e d , “my‘f ami ly’ i s people. They te ll methings; I laugh, t hey la ug h! Andthe c olo urs !”

“Yes , I know.”

“And be s i de s , i f Ca pt a i nBeatty knew about those books —” She thought about it . Her facegr ew amaze d and then hor ri fie d.“He mi ght c o me an d bur n t heho us e and t he ‘ f ami l y. ’ That ’sawful! Think of our inves tment.Why s ho uld I re ad? What for?”

“W hat f o r ! Wh y!” s a i dMo nt ag. “I s aw t he damne de s ts n ake i n t he wo r l d t h e o t h e rni ght . I t was de ad but i t wasal ive . It could see but i t couldn’tse e. You want to see that snake.It ’s at Emergenc y Hospit al whe rethey fil ed a report on al l the junkthe s nake got out of you! Wouldyou l ike to go and che c k t hei rf i l e ? Maybe yo u’d l o o k unde rGuy Mont ag or maybe under Fe aror War. Wo uld yo u like t o go tothat ho use that burnt l ast ni ght?And r ake ashe s f or the bones oft he woman who s e t f i r e t o he rown hous e! What abo ut Claris seMc Cle ll an, where do we l oo k f orhe r? The morgue ! List en!”

The bo mber s cro ss ed t he s kyan d c r o s s e d t he s ky o ve r t heho us e , gas pi n g, mur mu r i n g,wh i s t l i ng l i k e a n i mm e ns e ,i n vi s i b l e f an , c i r c l i ng i nempti nes s.

“J e s us G o d ,” s a i d M o n t a g.“Eve r y ho ur s o ma ny d am nt hings i n t he sky! How i n he l ldid t ho se bombe rs get up ther eever y si ngle s eco nd o f our li ve s!Why do es n’t s o me o ne want t ot al k about it ? We ’ve st ar te d andwo n t wo at omi c war s s inc e 196 0.Is i t be c au s e we ’r e havi n g s om uc h f u n at h o m e we ’vef o r go t t e n t he wo r l d ? Is i tbe c aus e we ’r e s o r i c h and t her es t of t he wor l d’s so poo r andwe j us t do n’t car e i f t hey are ?I’ve he ar d rumo ur s; t he wor ld i ss tarvi ng, but we ’r e wel l -f e d. Isi t tr ue , the wo rl d wor ks har d andwe pl ay? Is t hat why we ’r e hate ds o much? I’ve he ar d the rumo ur sabo ut hate , t oo , o nc e i n a l ongwhi l e , o ve r t he ye ar s . Do youkno w why? I do n’t , t hat ’s s ure !Maybe t he boo ks can ge t us hal fo ut o f the cave . They j us t mi ghts t o p us f r om making t he s amedamn i ns ane mis t ake s ! I do n’thear thos e idio t bas tards in yourpar l o ur t al ki ng abo ut i t . Go d,Mil li e, do n’t yo u s ee ? An hour aday, two hours , wit h the se bo oks,and maybe…”

The t el e pho ne r ang. Mi l dre dsnatc hed the phone.

—Pues bien —dijo Mildred —,mi «famili a» es gente. Me di cencosas, y yo me río, ¡y ellos se ríen!¡Y todo en colores!

—Sí, ya sé.

—Y además, si el capitán Beattysupiera de estos libros... —Mildredpensó unos instantes y puso cara deas o mbr o , y l ue go de ho r ro r.—Ve ndrí a y quemar ía l a casa y l a«familia». ¡Qué espanto! Piensa ennuestras inversiones. ¿Por qué deboleer? ¿Para qué?

—¡Par a qué! ¡P or qué! —di joMontag —. Vi la más horrible de lasse rpi ent es la otra no che . Estabamuerta, pero estaba viva. Podía ver,pero no podía ver. ¿Quieres ver esaserpiente? Está en el Hospital deEme rge nc i a do nde hi c i e r on uninforme con todas las porqueríasque te sacó la serpiente. ¿Quieresir y revi sar el informe? Quizá loencue ntr es a mi nombre o en las e c ci ó n Mie do de l a Guer r a.¿Quieres ir a la casa que ardió laotra noche? ¿Y rascar unas cenizasde l o s hue s o s de l a muj e r quequemó su propia casa? ¿Y qué medi c es de Clar i s s e Mc Cl e ll an?¿Dónde tendríamos que buscarla?¡En la morgue! ¡Escucha!

Los bombar de ro s cr uzaban ycr uzaban e l cie lo so br e l a c as a,jade ando, murmurando , s ilbandoc o mo un eno r me ve nt i lado rinvisible que die se vueltas en elvacío.

—Se ño r —dij o Mo nt ag —. Atoda hora tantas cosas malditas enel cielo. ¿Qué demonios hacen esosbo mbar de r o s ah í ar r i ba, s i ndes c ansar un mi nut o? ¿P or quénadi e habl a d e e s o ? ¡He mo si ni c i ado y ganado do s gue r r asat ó mi c as de s de 1 9 6 0 ! ¿No sdivertimos tanto en casa que noshemos olvidado del mundo? ¿Seráque somos tan ric os y el resto delmundo tan pobre y no nos importaque lo sea? He o ído rumores; elmundo está muriéndose de hambre;pe r o no s o t r o s e s t amo s bi e nnutridos. ¿Es cie rto que el mundot r abaj a dur am e nt e mi e nt r asno sotr os j ugamos? ¿Nos odiarántanto por eso ? He oí do r umor esacerca de ese odio t ambi é n, muyde cuando en c uando . ¿Sabe s t úpo r qué no s o di an? Yo no, deboadmitirlo. Quizá los libros nos saquenun poco de esta oscuridad. Qui záeviten que cometamos los mismoscondenados y disparatados errores.No he o í do que e so s i dio t asbastardos de tu sala hablen de eso.Di os. Mill ie, ¿no te das c uent a?Una hora al día, dos horas con esoslibros, y quizá...

Sonó el teléfono. Mildred tomórápidamente el auricular.

—En cambio —dijo Mildred—, mi«familia» si es mi gente. Me cuentancosas. ¡Me río y ellos se ríen’ ¡Y loscolores!

—Si, lo sé

—Y, además, si el capitán Beattyse enterase de lo de esos libros... —Mildred recapacitó. Su rostro mostrós or pre s a y, des pués , ho rr o r—.¡Podría venir y quemar la casa y la«familia»! ¡Esto es horrible! Piensaen nuestra inversión. ¿Por qué he deleer yo? ¿Para qué?

—¡P ar a qué ! ¡P o r qué ! —exclamó Montag—. La otra nochevi la s er pi ente más t er ri bl e de lmundo. Estaba muerta y, al mismotiempo, viva. Fue en el Hospital deUr ge nc i a do nd e l l e nar o n uni nf o r me s o br e t o do l o que l aserpiente sacó de ti. ¿Quieres ir yc ompro ba r s u ar c hi vo? Qui zásencontrases algo bajo Guy Montago tal vez bajo Mi edo o Guerra. ¿Tegus t ar í a i r a e s a c as a quequemamos anoche? ¡Y remover lascenizas buscando los huesos de lamuj e r que pr e n di ó f ue go a s upro pi a c as a! ¿Qué me dic e s deCl ar i s s e Mc CIe l l an? ¿Dó ndehe mo s de bus c ar l a? ¡En e ldepósito! ¡Escucha!

L o s b o m b a r d e r o sat r ave s a r o n e l c i e l o , s o br e l ac as a, s i l b an do , m ur m ur an do ,c o m o un ve nt i l ad o r i n me ns o ei n v i s i b l e q u e g i r a r a e n e lva c í o .

—¡Vál game Di o s l —di j oMontag—. Siempre tantos chismesde ésos en el cielo. ¿Cómo diantresestán esos bombarderos ahí arribacada segundo de nues tras vidas?¿Por qué nadie quiere hablar acercade ello? Desde 1960, iniciamos yganamo s do s gue r r as at ó mi c as .¿Nos divertirnos tanto en casa queno s hemo s olvidado del mundo?¿Acaso somos tan ricos y el restodel mundo t an pobre que no nospr eo cupamos de e ll os ? He oí dorumores. El mundo padece hambre,pe r o no s o tr o s e st amo s bi e nal ime ntado s. ¿Es c ie r t o que e lmundo trabaja duramente mientrasnosotros jugamos? ¿Es por eso quese nos odia tanto? También he oídor umor e s s obr e e l o di o , hac emuchísimo tiempo. ¿Sabes tú porqué ? ¡Yo no , des de l uego ! Quizálos libros puedan sacarnos a mediasde l aguj ero . Ta l v e z p ud i e r a ni mp e di r n o s que c o me t i é r a mo sl o s mi s m o s f u ne s t o s e r r o r e s .No e so s e s t úpi do s e n t u sal a dee s t a r h a b l a n d o d e , D i o s ,Mi l l i e , ¿no t e das c ue nt a? Unah o r a al d í a, h o r as c o n e s t o sl i br o s , y t al ve z. . .

Sonó el teléfono.Mildreddescolgó elaparato.

Page 60: B’s Farenheit Fahrenheit 451* - Rodriguez Alvareznovelas.rodriguezalvarez.com/pdfs/Bradbury, Ray ''Farenheit 451''-Xx-En-Sp-Sp.pdf2 B’s Farenheit tr. de F. Abelenda tr. de Alfredo

61

B’s Farenheit tr. de F. Abelenda tr. de Alfredo Crespo

5

10

15

20

25

30

35

40

45

50

55

60

65

70

75

“Ann!” She laughed. “Yes , t heWhite Clown’s on to ni ght !”

M o n t a g w a l k e d t o t h ek i t c h e n a n d t h r e w t h e b o o kd o w n . “ M o n t a g , ” h e s a i d ,“y o u ’r e r e al l y s t up i d . W he r ed o we go f r o m he r e ? D o wet ur n t he bo o k s i n , f o r ge t i t ?”He opened the bo ok to re ad overMi ldr ed’s l aughte r.

P o o r M i l l i e , h e t h o u g h t .P o o r Mo n t ag , i t ’s mud t o yo u,t o o . B u t wh e r e d o y o u g e th e l p , w h e r e d o y o u f i n d at e ac h e r t h i s l at e ?

Ho ld on. He shut his eyes. Ye s,of course . Again he found hims elfthinking o f t he gr een park a ye arago . The t ho ught had be en wit hhi m many time s r ece ntly, but nowhe re me mber ed ho w it was t hatday i n t he ci ty par k whe n he hads e en t hat ol d man in t he blac ks ui t hi de so me thi ng, qui ckly i nhi s c oat.

… Th e o l d ma n l e ap t up a si f t o r un . And M o n t a g s ai d ,“Wai t ! ”

“I ha ve n’t do ne any t h i ng !”cr ied t he old man tre mbling.

“No one said yo u did.”

The y had sat in t he gr een s oftlight wit hout saying a wo rd fo r amoment, and t hen Montag tal kedabo ut t he weathe r, and t he n theo ld man r es po nde d wi t h a pal evo i c e . It was a s t r a nge qu i e tmee ting. The old man admitted tobei ng a r etire d English profes sorwho had been thrown out upon thewor ld f or ty years ago whe n thelas t liberal arts coll ege shut forl ac k of st udents and pat ro nage .His name was Faber, and when hefinally l ost hi s fear of Montag, het al ke d i n a c a de nc e d vo i c e ,lo oki ng at the sky and t he tre esand the gree n park, and when anhour had passed he said somethingto Mont ag and Montag se nsed itwas a rhymel e ss poe m. The n t heo l d m a n g r e w e ve n m o r ec o urage o us and s aid s o me thi nge l s e and t hat was a po e m, t o o .Fa be r h e l d h i s h and o ve r h i sl e f t c o a t - p o c k e t a n d s p o k et he se wo r ds ge nt l y, and Mont agk n e w i f h e r e a c h e d o ut , h em i g ht pu l l a b o o k o f p o e t r yf r o m t he man’s c o at. But he di dno t r e ac h o ut . Hi s hands s taye do n hi s k n e e s , n u m b e d a n dus e l e s s . “I do n’t t al k t h i ng s,s i r ,” s a i d F a b e r . “I t a l k t h eme a ni ng o f t hi ngs . I s i t he r eand know I’m al i ve .”

That was al l t her e was t o it ,re all y. An ho ur of mo nol ogue, apo e m, a c o mme nt , a nd t h e n

—¡Ann! —exclamó riendo —. ¡Sí!¡Esta noche los Payasos Blancos!

Montag fue a la cocina y dejócaer la mano con el libro.

—Mo nt ag —di j o —, e r e srealmente estúpido. ¿Adónde puedellevarnos todo esto? Hemos cerradolos libros, ¿te has olvidado?

Abrió el libro y comenzó aleer envozalta, por sobre la risa de Mildred.

Pobre Millie, pensó. Pobre Montag,esos libros son barro para ti también.¿P ero dó nde co ns eguirás ayuda,dónde encontrarás un maestro a estaaltura de las cosas?

Es pe r a. Ce r r ó l o s o j o s . Sí ,p o r s u p u e s t o . S e e n c o n t r ópe ns ando o t r a ve z e n e l par queve r d e d e h a c í a u n a ñ o . L oh a b í a r e c o r d a d o a m e n u d or e c i e nt e me nt e , pe r o aho r a ve í ac o n t o da c l ar i d ad aque l dí a e ne l p a r q u e y e l vi e j o q u ee s c o ndí a al go , r ápi dame nt e , e ns u c haque t a ne gr a.

El vie jo dio un salt o c omo sifuese a correr y Montag le gritó: —¡Espere!

—¡No he hecho nada! —dijo elviejo, temblando.

—Nadie dice que haya hecho algo.

Se habí an mir ado un mo me nt obajo l a luz ve rde y suave, y l ue goMo nt ag habl ó de l t i e mpo , y e lvi e j o r e s po nd i ó c o n un a vo zpál ida. For maban una pare ja r ar ay t ranqui la. El vi ej o co nf es ó quee ra un pr of e so r de l i te ratura, aquie n habí an e chado a l a c al l ehac ía c uare nt a año s, c uando lo súlt imos c entr os de humani dade st uvi e r o n que c e r rar a c aus a del os poc os alumno s y la f al ta deapo yo e c o nó mi c o . Se l l amabaFabe r, y c uando s e l e pas ó e lm i e do h ab l ó c o n un a vo zc ade nc i o sa, mi rando al c ie l o yl os árbol es y e l parque ver de , yc u ando pas ó un a ho r a l e di j oalgo a Mo nt ag, y Mo nt ag s inti óque eraun poema s i n r i mas . Yl ue go e l vi ej o s e animó to daví amás , y dij o alguna o t ra c o sa, ye so e ra un po ema t ambi én. Fabe rapo yaba l a mano e n e l bo ls i ll oi zq ui e r do d e l a c ha qu e t a yr ec i taba e n vo z baj a, y Mo ntagsupo que si e sti raba la mano, lesacaría un libro de poemas de esebolsillo. Pero no extendió la mano.Las manos le descansaban en lasrodillas, entumec idas e inútiles.

—No hablo de c osas, señor —di j o Fabe r —. Habl o de lsignificado de las cosas. Estoy aquíy se que estoy vivo.

Ye s o hab í a s i do t o do ,realmente. Una hora de monólogo,un poe ma, un come ntario, y luego,

—¡Ann! —Se echó a reír.— ¡Sí, elPayaso Blanco actúa esta noche!

Montagse encaminó alacocinaydejóel libro abajo.

«Montag —se dijo—, eresverdaderamente estúpido ¿Adóndevamos desde aquí? ¿Devolveremos loslibros, los olvidamos?»

Abrió el li bro , ________ noobstante la risa de Mildred.

«¡Pobre Millie! —pensó—. ¡PobreMontag! También para ti carece desentido. Pero, ¿dónde puedes conseguirayuda, dónde encontrar a un maestro aestas alturas?»

Aguardó. Montag cerró los ojos. Sí,desde luego. Volvió a encontrarsepensando en el verde parque un año atrás.Últimamente, aquel pensamiento habíaacudido muchas veces a su mente, pero,en aquel momento, recordó con claridadaquel día en el parque de la ciudad,cuando vio aaquel viejo vestido de negroque ocultaba algo, con rapidez, bajo suchaqueta.

El viejo se levantó de un salto, como si sedispusiese a echar a correr.Y Montagdijo:

—¡Espere!

—¡No he hecho nada! —gritó elviejo, tembloroso.

—Nadie ha dicho lo contrario.

Si n de c i r una pal ab r a,permanec ieron sentados momentobaj o l a s uave l uz ve r do s a; y,l ue go , ha bl ó de l t i e m po ,r es pondie ndo el vi ej o c o n voz.de s c o l o r i d a. Fue un e xt r añoencuentro. El vie jo admi tió se r unpro f es or de Li te r at ura re ti r adoque , cuar enta años atrás, se quedós i n t r aba j o c u ando l a úl t i maunive r s idad de Art e s Li be r al e scer ró por falt a de e studi antes. Sell amaba Faber, y, cuando por f indejó de t emer a Montag, habló convo z l l e n a de c ade nc i a,contemplando el cielo, los árbolesy e l exuberant e par que; y al c abode una ho ra di jo al go a Montag, yést e se dio c uenta de que era unpoema si n r i ma. Después, el viejoaún se mo st ró más audaz y di joal go, y t ambi én se trat aba de unpo e ma. Fabe r apo yó una manosobre el bolsi llo i zquier do de suchaquet a y pronunció las palabrasc o n s uavi dad, y Mont agc ompr endi ó que , si al ar gaba l amano, sacaría del bolsillo del viejoun libro de poesías. Pero no lo hizo.Sus manos permanecieron sobre susrodi llas, entumecidas e i nútil es.

—No hablo de c osas, señor —dijo Faber—. Hablo del significadode las cosas. Me siento aquí y séque estoy vivo.

En realidad, es o fue todo. Unahora de monólogo, un poema, unc o me nt ar i o ; y, l ue go , s i n ni

Page 61: B’s Farenheit Fahrenheit 451* - Rodriguez Alvareznovelas.rodriguezalvarez.com/pdfs/Bradbury, Ray ''Farenheit 451''-Xx-En-Sp-Sp.pdf2 B’s Farenheit tr. de F. Abelenda tr. de Alfredo

62

B’s Farenheit tr. de F. Abelenda tr. de Alfredo Crespo

5

10

15

20

25

30

35

40

45

50

55

60

65

70

75

wi thout e ve n acknowle dging t hefact that Montag was a f ir eman,Faber wi th a ce r tain tr embli ng,wr ot e hi s addr es s o n a s l i p o fpaper. “For yo ur f i le ,” he said,“i n c as e you dec ide t o be angrywi th me .”

“I’m not angr y,” Mo ntag sai d,surpr ise d.

Mi ldre d shrie ked wit h laught erin the hal l.

Montag went t o his be dr oo mc l o se t and f l i ppe d t hr o ugh hi sf i l e - wal l e t t o t he he a di n g:FU TUR E IN VEST IGATION S(? ) .Fa be r ’s na me was t h e r e . Hehadn’t tur ned i t i n and he hadn’ter ase d i t.

H e d i a l l e d t h e c a l l o n as e c o ndar y pho ne . The pho ne o nt he f ar e nd o f t he l i n e c al l e dF ab e r ’s na m e a d o z e n t i me sbe f o r e t he pr o f e s s o r ans we r e di n a f a i n t v o i c e . M o n t a gi d e n t i f i e d h i m s e l f a n d wa sm e t w i t h a l e n g t h y s i l e n c e .“Yes , Mr. Mont ag?”

“P r o f e s s o r Fa be r , I h ave arathe r odd quest io n t o ask. Howmany co pie s o f the Bi bl e are le ftin this co unt ry?”

“I do n’ t k no w what yo u’ r etalking abo ut !”

“I want t o kno w i f t he r e ar eany c opi es lef t at all .”

“This i s s ome so rt of a tr ap! Ican’t t alk to j ust anyone o n t hepho ne!”

“H o w man y c o pi e s o fShake spear e and Pl ato ?”

“None ! You know as we ll as Ido . None !”

Fabe r hung up.

Mo nt ag put do wn t he phone .No ne. A thing he knew of c our sefr om the f ire house lis ti ngs . Butso me how he had wante d to he arit f rom Fabe r hims el f.

In the hall Mi ldred’s fac e wassuffused with excit eme nt . “Wel l,the l adies ar e coming o ver !”

Mo nt ag s ho we d he r a bo o k.“Thi s i s t h e Ol d an d N e wTe stame nt, and —”

“Don’t start that again!”

“It mi ght be the l ast c o py i nthis par t o f the wo rld.”

“Yo u’ve go t t o hand i t bac kto night, don’t you kno w? Captain

como ígnorando el hecho de queMontag era un bombero, Faber, conmano te mbl o r os a, e s cr i bi ó unadirección en un trozo de papel.

—P ara sus ar chi vos , se ñor —di j o —. P o r s i us t e d de c i deeno jarse conmi go.

—No e s t o y eno j ado —di j osorprendido Montag.

Mil dred chi llaba de ris a en lasala.

Montag fue a su armario en el dormitorio,y miró las fichas de la maleta—archivohasta que encontró una enca bez a d a :INVESTIGACIONES FUTURAS___.Allí estaba el nombre de Faber. Nolo había o lvi dado, y no lo habíaborrado.

L l a m ó p o r u n t e l é f o n oaux i l i ar . El t e l é f o no de l o t r oe xt r e mo d e l a l í ne a g r i t ó e lno mb r e d e Fa be r un a do c e nad e ve c e s a n t e s d e q u e e lp r o f e s o r c o nt e s t as e c o n un avo z dé bi l . M o nt ag s e p r e s e nt óy h ubo u n l ar go s i l e nc i o .

—¿Sí, señor Montag?

—Profesor Faber, quiero hacerleuna pr e gunt a bas tant e rar a.¿Cuántos ejemplares de l a Bibliaquedan en este país?

— N o s é a q u é s er e f i e r e .

—Quie r o s abe r s i hay al gúnejemplar.

—¡Es t o e s una tr ampa! ¡Nopuedo hablar con cualquier a porteléfono!

—¿Cuánt o s ej e mpl ar es deShakespeare y Platón?

—¡Ni nguno! Lo s abe t an bi encomo yo. ¡Ninguno!

Faber cortó la comunicación.

Montag dejó cae r el auric ular.Ninguno. Los índices del cuartel debomberos ya lo decían, por supuesto.Pero por alguna razón había queridooírselo decir a Faber.

En la sala de recibo el rostro deMildred estaba rojo de excitación.

—¡Bueno! ¡Vienen las señoras!

Montag le mostró un libro.—Éste es e l Antiguo y Nue vo

Testamento, y...

—¡No empieces otra vez!

—Quizá sea el último ejemplaren esta parte del mundo.

—Ti enes que de vol ve r lo e st anoc he, ¿no e s ci erto ? El capi tán

s iqui er a al udir el hec ho de queMontag e ra bo mber o, Faber, concierto temblor, escribió su direcciónen un pedacito de papel.

—P ar a s u ar c hi vo — di j o —,e n e l c a s o de q u e d e c i d ae noj ar s e c o nmigo .

—No estoy enojado —dijo Montagsorprendido—.

Mildred rió estridentemente en elvestíbulo.

Montag fue al armario de sudormitorio y buscó en su pequeñoarchivo, e n la c arpeta titul ada:FUTURAS INVESTIGACIONES (?).El nombr e de Fabe r es taba all í.Montag no lo había entregado, niborrado.

Marcó el número de un teléfonosecundario. En el otro extremo dela línea, el altavoz repitió el nombrede Faber una docena de veces antesde que el profesor contestara convoz débil. Montag se identificó yf ue c o r r e s pondi do c on unprolongado silencio.

—Dígame, Mr. Montag.

—P r o f e s o r Fabe r, qui e r ohac e r l e una pr e gunt a bas t ant eextraña, ¿Cuánto s e jemplar es dela Bibli a que dan en es te país?

— ¡N o s é d e qu é me e s t áhablando !

—Q uiero saber si queda algúnejemplar.

—¡Esto es una trampa! ¡No puedohablar con el primero que me llama porteléfono!

—¿Cuántos ejemplares deShakespeare y de Platón?

—¡Ninguno! Lo sabe tan bien comoyo. ¡Ninguno!

Faber colgó.

Mo nt ag de j ó e l apar at o .Ninguno. Ya lo sabía, de luego, porlas listas del cuartel de bomberos.Pero, sin embargo , quiso oírlo delabios del propio Faber.

En el ve st íbulo, el ro st ro deMildred estaba lleno de excitación.

—¡Bueno, las señoras van a venir!

Montag le enseñó un libro.—Éste es el Antiguo y el Nuevo

Testamento, y...

—¡No empieces otra vez con eso!

—Podría ser el último ejemplar enesta parte del mundo.

— ¡ Ti e n e s q u e d e vo l v e r l oe s t a m i s ma no c h e ! El c a pi t á n

Page 62: B’s Farenheit Fahrenheit 451* - Rodriguez Alvareznovelas.rodriguezalvarez.com/pdfs/Bradbury, Ray ''Farenheit 451''-Xx-En-Sp-Sp.pdf2 B’s Farenheit tr. de F. Abelenda tr. de Alfredo

63

B’s Farenheit tr. de F. Abelenda tr. de Alfredo Crespo

5

10

15

20

25

30

35

40

45

50

55

60

65

70

75

Be at t y k n ow s y o u’ ve go t i t ,do esn’t he ?”

“I do n’t t hink he kno ws whi chbo ok I st ole . But how do I c hoo sea s ubs t i t ut e ? Do I t ur n i n Mr.Jeff erson? Mr. Thoreau? Whic h isl e as t va l ua bl e ? If I p i c k asubst it ute and Beatty do es knowwhi ch bo ok I s to l e, he’l l gues swe ’ve an entir e librar y here !”

Mi l dr e d ’s mo u t h t wi t c he d.“ S e e wh a t y o u ’ r e d o i n g ?Yo u ’l l r u i n u s ! W h o ’s m o r ei m po r t an t , m e o r t h at B i b l e ?”S he was b e g i n n i n g t o s hr i e know, si tt ing ther e li ke a wax dol lmel ti ng i n it s own he at .

He could hear Be atty’s voic e.“Si t do wn, Mo nt ag. Wat c h.Del ic ate l y, l i ke t he pe t al s o f aflower. Light the first page, lightthe second page. Each becomes abl ac k but t e r f l y. Be aut i f ul , e h?Li ght t he t hi r d page f r o m t hesecond and so on, chai nsmoki ng,chapte r by chapter, al l t he s il lythings the words mean, all the falsepr o mi s e s , al l t he s e c o nd- handno t i o ns and t i me - wo r nphilo sophi es.” Ther e s at Be att y,perspiring gently, the floor litteredwith swarms of black moths t hathad died in a single storm

Mil dred s toppe d scr eaming asquickly as she started. Montag was notlistening. “The re ’s o nl y one thingt o do ,” h e s a i d. “So me t i m ebe fo r e t o night whe n I gi ve t heboo k to Beatt y, I’ve go t to havea dupli cate made.”

“You’ll be he re for the Whi teCl o wn t o ni ght , and t he l adi e sco ming ove r?” c rie d Mil dre d.

Mo nt ag s t o ppe d at t he doo r,wi th hi s back turned. “Mil lie ?”

A sil ence “What ?”

“M i l l i e ? D o e s t h e Whi t eCl own lo ve you?”

No answe r.

“Milli e, does —” He licked hisl i ps. “Do e s yo ur ‘fami l y’ l o veyo u, l o ve yo u ve r y muc h, lo veyo u wit h all the ir he art and soul,Mi ll ie ?”

He fe lt her bl inking s lowly atthe back of his nec k.

“W hy ’d yo u a s k a s i l l yquest io n l ike t hat ?”

He f el t he wante d to cr y, butno thi ng wo uld happe n t o his eyesor hi s mout h.

“I f y o u s e e t h a t d o go u t s i d e ,” s ai d M i l dr e d, “gi vehi m a k i c k f o r m e .”

Beatty sabe que tienes ese libro, ¿noes cierto?

—No creo que sepa qué libro herobado. ¿Pero cómo podré elegir uns ust i t uto ? ¿De vo lve r é al s eño rJef ferso n? ¿O al s eñor Thore au?¿Cuál val e me no s ? Si e l i jo unsustituto y Beatty sabe qué libro herobado, ¡pensará que tenemos aquítoda una biblioteca!

Mildred torció la boca.—¿Ve s lo que estás hacie ndo?

¡Vas a arruinarnos! ¿Quién es másimportante, yo o la Biblia?

Mildred chillaba ahora, sentadaallí como una muñeca de cera quese derrite con su propio calor.

Montag podía oír la voz de Beatty.—Siéntate, Montag. Observa.

Delicadamente, como los pétalos de unaflor. Quemamos la primera página, luegolasegunda,y se transformanenmariposasnegras. Hermoso, ¿eh? Quemamos lapágina tercera con lasegunda, y así una trasotra,en una cadenade humo, capítulo porcapítulo, todas las tonterías encerradas enestas palabras, todas las falsas promesas,las nociones de segunda mano, y lasfilosofías gastadas por el tiempo.

Así hablaría Beatty, transpirandoligeramente, y el suelo se cubriría conun enjambre de polillas oscuras,destruidas por una tormenta.

Mi ldred dejó de grit ar tan der e pe nt e c o mo habí a e mpe zado .Montag no escuchaba.

— H a y q u e h a c e r a l g o —d i j o — . An t e s d e d e vo l ve r l ee l l i b r o a B e at t y h a r é s a c a ru n a c o p i a .

—¿Estarás aquí para la funciónde los Payasos Blancos, y recibir alas visitas? —exclamó Mildred.

Montag se detuvo en la puerta,de espaldas.

—¿Millie?Un silencio.—¿Qué?—Millie, ¿el Payaso Blanco te

quiere?

Ninguna respuesta.

—Mi ll ie .. . —Montag se pas ól a l e ngua por l os labi os —. ¿Tu«f ami l i a» t e qu i e r e , t e qui e r emuc ho , c o n t o d o s u c ue r p o yt oda su alma, Mi ll ie ?

Mo nt ag s int ió e n la nuca queMildred parpadeaba lentamente.

—¿Por qué haces esas preguntastontas?

Montag si nt ió que te ní a ganasde ll or ar, pe ro no mo vi ó la boc ani lo s oj os .

—Si e nc ue nt r as a e s e pe r r oafuera —dijo Mildred — dale unpuntapié de mi parte.

B e a t t y s a b e q u e l o t i e n e s ,¿ no e s a s í ?

—No cr eo que s epa qué libror o b é . P e r o , ¿c ó mo e s c o j o unsus tituto ? ¿De beré entregar a Mr.Jef ferso n? ¿A Mr. Thoreau? ¿Cuáles meno s valio so ? Si es coj o unsus tituto y Be atty sabe qué li brorobé supondrá que t engo toda unabibliote ca aquí.

Mildred contrajo los labios.—¿Ves lo que estás haciendo? ¡Nos

arruinarás ¿Quien es mas importante, yoo esa Biblia?

Empezabaa chillar, sentadacomo unamuñeca de cera que se derritiese en supropio calor.

Le parecía oír la voz de Beatty.—Siéntate, Montag. Observa.

Delicadamente, como pétalos de unaflor. Cada una se convierte en unamariposa negra. Hermoso, ¿verdad?Enciende la tercera página con lasegunda yasí sucesivamente, quemandoen cadena, capítulo por capítulo, todaslas cosas absurdas que significan laspalabras, todas las falsas promesas,todas las ideas de segunda mano y lasfilosofías estropeadas por el tiempo.

Beatty estaba sentado allí levementesudoroso,mientraselsueloaparecíacubiertode enjambres de polillas nuevas que habíanmuerto en unamisma tormenta.

Mildred dejó de chillar tanbruscamente como había empezado.Montag no la escuchaba.

—Sólo hay una cosa que hacer —dijo—. Antes de que llegue la noche ydeba entregar el libro a Beatty, tengo queconseguir un duplicado.

—¿Estarás aquí esta noche para veral Payaso Blanco y a las señoras quevendrán? —preguntó Mildred—.

Montag se detuvo junto a la puerta,de espaldas.

—Millie...Unsilencio.—¿Qué?—Mi llie, ¿te quiere el Payaso

Bl anc o?

No hubo respuesta.

—Mi l li e , t e. . . —Mo ntag s ehumedeció los labios— ¿Te quieretu «familia»? ¿Te quiere muchísimo,c on to da e l al ma y e l c o razón,Millie?

Montag sintió que ella parpadeabalentamente.

—¿Por qué me haces una preguntatantonta?

M o n t a g s i n t i ó d e s e o s d el l o rar, per o nada o c urr i ó e n s uso j o s o e n s u bo c a.

—Si ves a ese perro ahí fuera —dijo Mildred—, Pégale un puntapiéde parte mía.

Page 63: B’s Farenheit Fahrenheit 451* - Rodriguez Alvareznovelas.rodriguezalvarez.com/pdfs/Bradbury, Ray ''Farenheit 451''-Xx-En-Sp-Sp.pdf2 B’s Farenheit tr. de F. Abelenda tr. de Alfredo

64

B’s Farenheit tr. de F. Abelenda tr. de Alfredo Crespo

5

10

15

20

25

30

35

40

45

50

55

60

65

70

75

He hes it ate d, l is te ning at t hedoo r. He opened i t and st eppe dout.

The r ai n had s to ppe d and thesun was se tti ng in the cle ar sky.The st re et and the lawn and t hepo r c h we r e e mpt y. He l e t hi sbr eat h go in a great sigh.

He sl ammed the doo r.

He was o n t he subway.

I ’ m n u m b , h e t h o u g h t .W h e n d i d t h e n u m b n e s sr e a l l y b e g i n i n m y f a c e ? I nm y b o d y ? T h e n i g h t Ik i c k e d t h e p i l l - b o t t l e i nt h e d a r k , l i k e k i c k i n g ab u r i e d m i n e .

The numbne ss wil l go away, hethought. It’ll t ake ti me , but I’lldo it , or Faber wi ll do it fo r me.Someone s omewhe re wil l give mebac k t he o l d f ac e and t he o l dhands t he way t he y we re . Eve nt he s mi le , he t ho ught , t he o l dbur nt -i n smil e, t hat’s go ne . I’mlo st wit hout i t.

Th e s ub way f l e d pa s t hi m,cr eam-til e, jet -black, cr eam- til e,je t-black, nume ral s and darknes s,mo r e dar kne s s an d t he t o t aladdi ng its el f.

Once as a c hil d he had sat upona ye ll ow dune by t he s ea in t hemi ddl e o f t he bl ue an d h o tsumme r day, t ryi ng to fi ll a sie vewi th s and, be c ause s ome c rue lco usi n had said, “Fil l thi s s ie veand yo u’l l ge t a dime!” And t hef as t er he po ur ed, t he f ast e r i ts i f t e d t hr o ug h wi t h a h o twhispering. His hands wer e t ire d,t he sand was boi l ing, t he s i evewas empt y. Se ate d t her e in themi dst of Jul y, without a sound, hef e l t t he t e a r s m o ve do wn h i scheeks.

No w a s t he va c uu m-under gro und rushed him throughthe dead c ell ar s o f t own, jol ti nghi m, he re member ed the t er riblelo gic o f t hat si eve, and he l ookeddo wn and s a w t ha t h e wasc ar r yi ng t he Bibl e o pe n. Ther ewe re peo pl e i n t he suc ti on trainbut he hel d the book in his handsand the s illy thought came to him,i f yo u r e ad f as t and r e ad a l l ,maybe so me of the s and will s tayin the si eve. But he read and thewo r ds f e l l t h r o ugh , and hetho ught, in a f ew ho urs, t here willbe Beat ty, and he r e wil l be mehandi ng t hi s ove r, s o no phr as emust e scape me, e ach line must bememorize d. I wil l myself to do i t.

He clenched the book in his fists.

Mont ag t it ube ó , e sc uc hando ,ante la puerta. Al fin la abrió y seasomó.

La lluvia había cesado, y el solse ponía en un cielo sin nubes. Enla call e y el j ardín no se ve ía anadie. Soltó el aliento en un largosuspiro.

Salió dando un portazo.

Estaba otra vez en el tren.

Me siento entumecido, pensó.¿Cuándo comenzó realmente estee nt umec i mi e nto a i nvadir me l acara, y el cuerpo? Aquella noche enque t r o pe c é c o n el f r as co depíldoras, como si hubiese tropezadocon una mina subterránea.

Este entumecimiento desaparecerá,pens ó. Lle var á t i empo, per o l oc o n s e gu i r é , o F ab e r l oc ons egui rá par a mí . Alguie n, e nal guna par t e , me de vol ve r á mivi ej a c ara y mis vi e jas mano s .H as t a l a s o nr i s a , p e n s ó . M ivie j a y que mada s onr is a. Es to yper dido s i n e l la.

Las paredes del túne l pasabanante él. Losas claras y negras, clarasy negras, números y oscuridad, máso sc ur i dad. Y lo s t ot ale s que s esumaban a sí mismos.

Una vez, c uando er a niño, s ehabía sentado en una duna amarilla,a orillas del mar, en un día azul ycálido de verano, tratando de llenarun tamiz con arena. Algún pri mo l ehabía dic ho : «¡Lle na e st e tami zy t e daré un pr e mi o! » Y c uant omás r ápido ec haba la are na, másr ápido pasaba po r el t amiz, co nun s us pir o cáli do. Se le cans abanl as mano s , l a ar e na he r ví a, e lt amiz e st aba vací o . Se nt ado al lí ,en ple no jul io, en sile nci o, sint ióque l as l ágri mas l e ro daban po rl a cara .

Aho ra, mi e nt r as e l t uboneumático lo arrastraba velozmenteentre l os sót ano s mue rto s de laciudad, sacudiéndolo, recordó otrave z l a ló gi c a t e r ri bl e de aque lt amiz. Baj ó l a vi s ta y vi o quel le vaba l a Bi bli a abi er t a. Habí agente en el tren de succión, peroapretó el libro entre las manos, y sele ocur rió e ntonces aquel la i deatonta: si lees con suficiente rapidez,y lo lees todo, quizá quede en eltamiz al go de ar ena. Come nzó aleer, pero las palabras pasaban delotro lado, y pensó: dentro de unashor as all í e st ará Be att y, y aquíes taré yo, tratando de no perderninguna frase, de recordar todas laslíneas. Tengo que hacerlo.

Apr etó el libro en s us puños.

M o n t a g v a c i l ó , e s c u c h ój un t o a l a p ue r t a . La ab r i ó Ys al i ó .

La ll uvia había ce sado y e l so lapar e c í a e n e l c l ar o c i e l o . Lac al l e , e l c é s pe d y e l p o r c h ee s taban vac í o s. Mo ntag e xhal óun gr an s us pi ro .

Cerró, dando un portazo.

Estaba enel «Metro».

«Me siento entumecido —pensó—.¿Cuándo ha empezado eseentumecimiento en mi rostro, en micuerpo? La noche enque,en la oscuridad,di un puntapié a la botella de píldoras, yfue como si hubiera pisado una minaenterrada.

»El entumecimiento desaparecerá.Hará falta tiempo, pero lo conseguiré,o Faber lo hará por mi. Alguien, enalgún sitio, me devolverá el viejorostro y las viejas manos tal comohabían sido. Incluso la sonrisa —Pensó—, la vieja y profunda sonrisaque ha desaparecido. Sin ella estoyperdido.»

El c onvo y pasó ve l o z fr e nt ea é l , c r e m a, n e gr o , c r e e m a ,ne gr o , n úm e r o s y o s c ur i d ad ,m á s o s c u r i d ad Y e l t o t a ls umándo s e a s í mis mo .

En una ocasión, cuando niño, sehabía sentado en una duna amarillentajunto al mar, bajo el cielo azul y el calorde un día de verano, tratando de llenarde arena una criba, porque un primoc r ue l habí a di cho : «Ll e na es t acriba, y ganarás un real.» Y cuantomás apr i s a e c h aba ar e na, másve l o zme nt e s e e s c apaba é s t aproduciendo un cálido susurro. Ledolían las manos, la arena ardía, lacriba estaba vacía. Sentado allí, enpleno mes de juli o, sin un sonido,sintió que las lágrimas resbalabanpor sus mejillas.

Ahora, en tanto que el «Metr o»ne umáti co le lle vaba vel ozmentepo r e l s ubs u e l o mue r t o de l aci udad Montag re co rdó la l ógi cate rri bl e de aquell a c ri ba baj ó lami rada y vio que l levaba la Bibl iaab i e r t a . H abí a g e nt e e n e l«Metr o», pero él co nti nuó c on elli bro e n l a mano, y s e le ocurr ióuna i de a absurda: «Si l ees apri say lo le es todo, quizá una par te dela ar ena permanezc a e n la cri ba.»

Pero Montag leía y las palabras leatravesaban y pensó: «Dentro de unaspocas horas estará Beatty y estaré yoentregándole esto, de modo que no debeescapárseme ninguna frase. Cada líneaha de ser recordada. Me obligaré ahacerlo.»

Apretó el libro entre sus puños.

X

Page 64: B’s Farenheit Fahrenheit 451* - Rodriguez Alvareznovelas.rodriguezalvarez.com/pdfs/Bradbury, Ray ''Farenheit 451''-Xx-En-Sp-Sp.pdf2 B’s Farenheit tr. de F. Abelenda tr. de Alfredo

65

B’s Farenheit tr. de F. Abelenda tr. de Alfredo Crespo

5

10

15

20

25

30

35

40

45

50

55

60

65

70

75

Tr umpet s blare d.

“Denham’s De ntr ifi ce .”

Sh ut up, t h o u ght Mo nt a g.Co nsi de r t he li lie s o f the fi el d.

“Denham’s De nti fri ce .”

They toi l not —

“De nham’s —”

Consider the l ilies of the fie ld,shut up, s hut up.

“Dentif ri ce !”

He tore the book open and flickedthe pages and felt them as if he wereblind, he picked at the shape of theindividual letters, not blinking.

“Denham’s. Spe ll ed : D-E- N”

They toil not, neither do they…

A f ie rc e whis pe r of hot s andthrough empty s ieve.

“De nha m’s d oes it !”

Co nsi der t he lil ies , t he li lie s,the li lie s…

“Denham’s dental dete rgent .”

“Shut up, shut up, shut up!” Itwas a plea, a cr y so ter rible thatMont ag found hims elf on his f eet,t he s ho c ke d i nhabi t ant s o f t hel o ud c ar s t ar i n g, mo vi ng bac kf ro m t hi s man wi t h t he i ns ane ,gor ge d f ac e , the gibber ing, dr ymo ut h, the fl apping bo ok in hisf i s t. The pe o pl e who had be e nsi tti ng a moment be for e, tappi ngt h e i r f e e t t o t h e r hyt hm o fDe nham’s Denti fr ic e, Denham’sDa ndy D e nt al De t e r ge n t ,De nham’s De nt if ri ce De nt if ri ceDe n t i f r i c e , o ne t wo , o ne t wot hre e , o ne t wo , o ne t wo t hre e .The pe o pl e who s e mo ut hs hadbe en fai nt ly twi tching t he wor dsDentifr ice Dent ifri ce Denti fric e.The t r a i n r a di o vo mi t e d u po nMo nt ag, in r e t al i at i on, a gr e att on-l o ad of musi c made o f t in,c o ppe r, s i l ve r, c hr o mi um, andbr ass . The peo pl e were po undedinto s ubmi ssi on; they di d no t run,t her e was no plac e t o r un; t hegr eat ai r- train fel l down i ts shaftin the e art h.

“Lilies of the field.”

“Denham’s.”

“Li lie s , I s aid!”

The people st are d.

“Call t he guard.”

“The man’s of f —”

Se oyó el sonido de unas trompetas.

—El dentífrico Denham.

Cállate, pensó Montag. Mirad loslirios del campo.

—El dentífrico Denham.

Ellos no trabajan...

—Denham.

Mi r ad l o s l i r i o s de l c ampo ,cállate, cállate.

—¡Dentífrico!

Montag abrió bien el libro y alisólas páginas y las tocó como si fuesecie go, s iguie ndo la forma de lasletras, sin parpadear.

—¡Denham! Se deletrea: D—E—N...

Ellos no trabajan ni...

El murmullo de la arena calientea través de un tamiz vacío.

—¡Denham lo hace!

Mirad los lirios, los lirios, loslirios...

—El detergente dental Denham.

—¡Cállate, cállate, cállate!Fue un r ue go , un gr i t o t an

terrible que Montag se puso de pie.Lo s s o r pr e ndi do s pas aj e r os l omiraban fijamente , se apartaban dees e hombre de car a hast iada, debo c a s e c a, que f ar f ul l aba al goincomprensible, que llevaba en lamano un libro aleteante. Gente quehas t a hac í a un mo me nt o habí ae s tado tr anqui l ame nt e s e nt ada,siguiendo con los pies el ritmo delDentífrico Denham, del DetergenteDent al De nham, de l Dent íf r ic oDentífrico Dentífrico Denham, unodos, uno dos tres, uno dos, uno dost r e s . Ge nt e qu e habí a e s t adomasticando débilmente las palabrasDentífrico Dentífr ico Dentífrico. Laradio del tren vomitó a trozos sobreM o n t a g u n a e n o r m e c a r g ad e m ú s i c a d e l a t ó n ,c o b r e , p l a t a , c r o m o yb r o n c e . La gente e ra tr it ur adahas ta l a sumi si ón; no e sc apaban.no habí a a dó nde e sc apar ; el t re nneumáti c o hundí a s u c abe za e nl a ti er ra.

—Li rios del campo.

—Denham.

—¡Lirios, he dicho!

La gente miró fijamente a Montag.

—Llamen al guardia.

—Este hombre se ha vuelto...

Tocaron las trompetas.

«Dentífrico Denham.»

«Cállate —pensó Montag—.Considera los lirios en el campo.»

«Dentífrico Denham.»

«No mancha ... »

«Dentífrico ... »

«Considera los lirios en el campo,cállate,cállate.»

«¡Denharn!»

Montag abrió violentamente el libro,pasó las páginas ylas palpó como si fueseciego, fijándose en la forma de las letrasindividuales, sin parpadear.

«Denham.eletreando: D—e—n... »

«No mancha, ni tampoco...»

Un fiero susurro de arena caliente através de la criba vacía.

¡«Denham» lo consigue!

«Considera los lirios, los lirios, loslirios ... »

«Detergente Dental Denham.»

—¡Calla, calla, calla!Era una s úpl ic a, un gr i to tan

terrible que Montag se encontró depie , mi e nt r as lo s s o rpr e ndi do spasaje ro s de l vagón l e mi raban,apartándose de aquel hombre quetenia expresión de demente, la bocacontraída y reseca, el libro abiertoe n s u puño . La gent e que , unmome nt o ant es , habí a es t adosentada, llevando con los pies elr it mo de «Dentí f ri co Denham»,«Dur ade r o Det e rge nt e De ntalDenham», «Dentí fric o De nham»,Dentí frico, Dentífric o, uno, dos,uno, dos, uno dos tres, uno dos, unodos tr e s. La ge nt e c uyas bo cashabí an ar t ic ulado ape nas laspalabr as De ntí fr ic o, De ntí fr ic o,Dentífrico. La radio del «Metro»vomitó sobr e Mo ntag, co mo unarepresalia , una carga completa demús i ca co mpue st a de ho j al ata,cobre, plata, cromo y latón. La genteera for da a la sumisión; no huía, nohabí a s it i o donde hui r ; e l granconvoy neumático se hundió en latierra dentro de su tubo.

—Lirios del campo.

«Denham. »

«¡He dicho lirios!»

La gente miraba.

—Llamen al guardián.

—Este hombre está ido...

Page 65: B’s Farenheit Fahrenheit 451* - Rodriguez Alvareznovelas.rodriguezalvarez.com/pdfs/Bradbury, Ray ''Farenheit 451''-Xx-En-Sp-Sp.pdf2 B’s Farenheit tr. de F. Abelenda tr. de Alfredo

66

B’s Farenheit tr. de F. Abelenda tr. de Alfredo Crespo

5

10

15

20

25

30

35

40

45

50

55

60

65

70

75

“Knol l Vie w!”

The t rai n his sed to it s sto p.

“Knol l Vie w!” A cr y.

“De nham’s .” A whi sper.

Mo ntag’s mout h bar ely move d.“Lili es …”

The t rai n do o r whis t l ed o pe n.Mont ag s t oo d. The doo r gas ped,s t ar t e d s hut . Onl y t hen di d hel e ap pas t t he o t he r pas s e nge r s ,s c r e ami ng i n hi s mi nd, pl unget hr o ugh t he s li c i ng doo r onl y i nt i me. He r an o n t he whi t e ti l e su p t h r o u g h t h e t u n ne l s ,i g n o r i n g t h e e s c a l a t o r s ,be c aus e he want e d t o f e e l hi sf e e t - mo ve , ar m s s wi ng, l u ngsc l e n c h , u n c l e n c h , f e e l h i st h r o a t g o r a w wi t h a i r . Av o i c e d r i f t e d a f t e r h i m ,“D e nh am’s De n ham ’sDe nham’s ,” the t rai n his sed li kea snake . The train vanis hed i n i tshol e.

“Who is it ?”

“Mont ag out here .”

“What do you want ?”

“Let me in.”

“I haven’t do ne anyt hi ng!”

“I’m alone, dammit !”

“You s wear it ?”

“I swear!”

The f ront doo r o pened sl owl y.Fabe r pee r ed out, lo o ki ng ver yol d i n the li ght and ve ry fragi leand ve ry muc h af r ai d. The o l dman l ooked as if he had not be enout o f the ho us e i n years. He andt he whi t e pl as t e r wal l s i ns i dewe re much the s ame. There waswhit e in t he f les h of his mouthand hi s c he eks and his hair waswhi t e an d hi s e ye s had f ade d,wi th whi te in the vague bluene ssthere . The n his eyes touched onthe boo k unde r Montag’s ar m andhe di d not lo ok so ol d any mo reand no t qui te as f ragil e. Sl owlyhi s fear went.

“I’m sorry. One has to be careful.”He lo oke d at t he bo o k unde r

Mo ntag’s arm and co uld not sto p.“So i t’s t rue .”

Mo nt ag s t e ppe d i ns i de . Thedo or shut.

“S i t d o wn . ” F a b e r b a c k e du p , a s i f h e f e a r e d t h e b o o km i g h t v a n i s h i f h e t o o k h i s

—¡Estación La Cumbre!

El tren se detuvo siseando. Un grito:

—¡EstaciónLaCumbre!_______Un suspiro:—Denham.

La boca de Montag apenas se movía.—Lirios...

La puerta del tren se abrió con unsilbido. Montag no se movió. La puertaemit ió un sonido entre cortado ycomenzó a cerrarse. Sólo entoncesMontag saltó hacia adelante,atropellando a otros pasajeros, gritandoen su interior. Salió justo a tiempo.Corrió por el piso de losas blancas, através de los túneles, ignorando lasescaleras, pues quería sentir cómo sele movían los pies, c ómo se lebalanceaban los brazos, se le dilatabany encogían los pulmones, se le secabala garganta. Una voz flotaba allá abajo:

—Denham Denham Denham.El tr e n s i l baba c o mo una

serpiente. El tren desapareció en suagujero.

—¿Quién es?

—Montag.

—¿Qué quiere?

—Déjeme entrar.

—¡No he hecho nada!

—Estoy solo, ¡maldita sea!

—¿Lo jura?

—¡Lo juro!

La puert a s e abr ió lentament e.Fabe r s a c ó l a c abe za. P ar e c í amuy vie jo a l a luz, y muy frági l,y co n muc ho mie do . P ar ecí a nohaber sali do de la c asa durant eaños. No e ra muy di sti nt o de l asparedes de yes o del int eri or de lac as a. Te ní a l as me j i l l as y l o sl a bi o s bl anc o s , y e l pe l o e r abl anc o t ambié n, y l os oj os se lehabían apagado, y en el vago azulde l a s pup i l a s hab í a al go debl anc o. Y lue go, de pronto, vio elli bro bajo el br azo de Montag yya no pareció tan viejo ni tan frágil.Po co a poco se l e f ue bor randoaquella expres ión de mie do.

— L o s i e n t o . P e r oh a y q u e t e n e r c u i d a d o .— M i r ó e l l i b r o . — A s íq u e e s c i e r t o .

Mo nt ag ent r ó e n l a c as a. Lapuerta se cerró.

—Siéntese.Faber re tr oce dió de es paldas,

co mo s i t emi era que el libro se

«¡Knoll Wiew!»

El tren produjo un siseo al detenerse.

«¡Knoll Wiew!» Un grito.

«Denham.» Un susurro.

Los labios de Montag apenas se movían.—Lirios...

La puerta del vagón se abrióproduciendo un silbido. Montagpermaneció inmóvil. La puerta empezó acerrarse.Entonces,Montagpasóde unsaltojunto a los pasajeros, chillandointeriormente y se zambulló, en últimomomento, por la rendija que dejaba lapuerta corrediza. Corrió hacia arriba porlos túneles, ignorando las escalerasmecánicas, porque deseaba sentir cómomovían sus pies,cómo se balanceaban susbrazos , se hinchaban y contraían suspulmones,cómo seresecabasugargantaenelaire. Unavoz fue apagándose detrás de él:«Denham, Denharn».E l , t r e n s i l b ó c o m o u n as e r pi e n t e y d e s apa r e c i ó e n s ua g u j e r o .

—¿Quién es?

—Montag.

—¿Qué desea?

—Dejeme pasar.

—¡No he hecho nada!

—¡Estoy solo, maldita sea!

—¿Lo jura?

—¡Lo juro!

La puert a se abri ó lentamente.Faber ati sbó, parec ía muy viej o,muy fr ági l y muy as us t ado . Eltenía as pecto de no habe r sal idode la cas a en años. Él y las paredesblancas de yes o del inter ior e ranmuy semejant es. Habí a blancuraen la pul pa de sus labios , en susmej illas, y su cabel lo er a blanco,mi e nt r as s us o j o s s e hab í andes cubie rto, adquir iendo un vagoco lor azul bl anc uzco. Luego, sumi r ada s e f i j ó e n e l l i bro queMontag ll evaba bajo el br azo, y yano pareci ó tan viejo ni tan frágil.L e n t a m e n t e , s u m i e d od e s a p a r e c i ó .

—Lo siento. Uno hade tener cuidado.Miró el libro que Montag llevaba

bajo el brazo y no pudo callar.—De modo que es cierto.

M o n t a g e n t r ó . L a p u e r t as e c e r r ó .

—Siéntese.Fab e r r e t r o c e d i ó , c o mo

t e mi e ndo que el l i br o pudi e r a

Page 66: B’s Farenheit Fahrenheit 451* - Rodriguez Alvareznovelas.rodriguezalvarez.com/pdfs/Bradbury, Ray ''Farenheit 451''-Xx-En-Sp-Sp.pdf2 B’s Farenheit tr. de F. Abelenda tr. de Alfredo

67

B’s Farenheit tr. de F. Abelenda tr. de Alfredo Crespo

5

10

15

20

25

30

35

40

45

50

55

60

65

70

75

e y e s f r o m i t . B e h i n d h i m ,t h e d o o r t o a b e d r o o ms t o o d o p e n , a n d i n t h a tr o o m a l i t t e r o f m a c h i n e r ya n d s t e e l t o o l s wa s s t r e wnu p o n a d e s k - t o p . M o n t a gh a d o n l y a g l i m p s e , b e f o r eF a b e r , s e e i n g M o n t a g ’ sa t t e n t i o n d i ve r t e d , t u r n e dq u i c k l y a n d s h u t t h eb e d r o o m d o o r a n d s t o o dh o l d i n g t h e k n o b w i t h at r e m b l i n g h a n d . H i s g a z er e t u r n e d u n s t e a d i l y t oM o n t a g , w h o w a s n o ws e a t e d wi t h t h e b o o k i n h i sl a p . “ T h e b o o k — w h e r ed i d y o u — ? ”

“I st ole it .”

Faber, for the firs t ti me, rais edhi s e ye s and lo oke d dir ect ly intoMo nt ag’s f ac e. “Yo u’re brave .”

“N o , ” s a i d M o n t a g . “ M ywi f e ’ s d y i n g . A f r i e n d o fmi ne ’s al r e ady de a d. S o me o newho ma y h a ve b e e n a f r i e n dwa s b u r nt l e s s t h a n t we nt y -f o u r h o u r s a g o . Yo u ’ r e t h eo n l y o n e I k ne w m i g h t he l pme . To s e e . To s e e …”

F a b e r ’ s h a n d si t c h e d o n h i s k n e e s .“ M a y I ? ”

“Sorr y.” Mont ag gave hi m t hebo ok.

“It’s been a long time. I’m nota re ligious man. But i t’s be en al o ng t i me . ” F ab e r t ur ne d t hepages , sto ppi ng he re and t her e tore ad. “It’s as goo d as I re me mbe r.Lo rd, ho w t hey’ve c hanged it —i n o u r ‘ par l o ur s ’ t he s e days .Chris t is one of t he ‘famil y’ no w.I oft en wo nde r i t God re cognizesHi s o wn s o n t he wa y we ’ vedr ess ed hi m up, or is it dr ess edhi m d o wn ? H e ’s a r e gul arpe ppe rmi nt st ick no w, al l s ugar-c ryst al and s acc har ine when heis n’t maki ng ve ile d r ef ere nce s toce rtain commer cial pr oducts thate ve r y wo r s hi p pe r a b s ol ut e l yne eds.” Fabe r sni ff ed t he boo k.“Do yo u know that boo ks s me llli ke nutmeg o r s ome spi ce from af o r ei gn l and? I l o ve d t o sme l lt he m wh e n I was a bo y. Lo r d,there we re a lot of lo ve ly boo kso nc e, be f o re we l et t he m go .”Fa be r t ur n e d t h e p age s . “M r.Mo n t ag, yo u ar e l o o ki ng a t ac o war d . I s a w t h e way t hi n gswe re goi ng, a long ti me bac k. Is a i d no t hi ng. I ’m o ne o f t heinnoc ents who co ul d have s pokenup and o ut whe n no o ne woul dli ste n to the ‘guil ty,’ but I di d nots pe ak and t hus be c a me gui l t ymysel f. And when fi nal ly the y s etthe s truct ure to burn the books,usi ng t he, fi r eme n, I gr unt e d afe w t ime s and subsi ded, f or the re

desvaneciese si le quitaba los ojosde encima. Detrás de él se abría lapuer t a de una al c o ba, y e n e s ecuarto unas piezas de maquinaria yunas he r r ami e nt as de ac e ro s eamontonaban en desorden sobre unes cr it or io . Mo nt ag ape nas pudoe c har una oj e ada ant e s de queFaber, advirtiendo su distracción, sediera vuelta rápidamente y cerrasela puerta. El viej o s e quedó al líunos instantes, inmóvil, aferrandoe l pe s t i l l o c o n una manot e mbl o r o s a. Lue go vo l vi ó unamirada intranqui la a Montag, queahora estaba sentado, y con el libroen el regazo.

—El libro... ¿Dónde ... ?

—Lo robé.

Faber, por primera vez, alzó losojos y miró directamente a Montag.

—Es usted valiente.

—No —le dijo Montag —. Mimujer está muriéndose. Una amigamía murió hace unos días. Alguienque pudo habe r s i do una amigamurió carbonizada no hace más deveinticuatro horas. Sólo usted, entrequienes conozco, puede ayudarme.A ver. A ver...

Las manos le picaban a Faber enlas rodillas.

—¿Puedo?

—P erdó n —dijo Montag, y lealcanzó el libro.

—Han pasado tant os años. Nosoy un ho mbre religioso. Pero hanpas ado t ant o s año s . —Fa be rvol vió las pági nas , dete nié ndo seaquí y al lá a leer.— Es t an buenoc omo en mi s re c ue rdos . Señor,c ó mo l o ha n t r ans f o r mad o e nnue stras «sal as de reci bo». Cr istoe s aho r a de l a «f am i l i a». Mepr e gunt o a me nudo s i D i o srec onocer ía a su hi jo, ve stido deeti queta. O quizá s ea un traje decall e. En fi n, s ól o una barr a dement a, de bue n t amaño. Azúcarcri stalizada y sacar ina. Cuando nonos hablan ve ladament e de cie rtospr o duc t o s c o m e r c i a l e sindispensable s para todo devo to.—Faber olió el l ibro . ¿Sabe quelos libr os huelen a nuez mosc adao a especias de países lejanos? Megus taba mucho olerl os cuando erajoven. Señor, había un montón deher mosos libr os en aquel tiempo,antes de permitir que se perdieran.—Fa be r vo l vi ó l as p ági na s .—Señor Mo ntag, está usted ante unc o b ar de . Vi e l c a mi no queto maban las co sas , hace t iempo.No dije nada. Soy mi inocente quepudo haber hablado cuando nadieque rí a e s c uc har al «c ul pabl e »;per o no hablé , y me convertí asíen otro c ulpable más. Y c uando alf in o rganizar on l a quemazón del i b r o s , c o n l a ayud a de l o sbomberos , lancé unos gr uñido s y

des vanece rse s i apartaba de él sumir ada. A s u e spal da, l a pue rt aque c o mu ni c ab a c o n undormitorio estaba abierta, y en esahab i t ac i ó n hab í a e s par c i do sdi ve r s o s f r agm e nt o s demaq ui nar i a, as í c o moher r ami ent as de ace r o. Mo ntagsól o pudo lanzar una ojeada antesde que Fa be r, al o b s e r var l acuri osidad de Montag, s e volvieserápidamente, c errara la puerta deldormitorio y suje tase el pomo conman o t e m bl o r o s a. S u mi r adavo l vi ó a f i j a r s e , i ns e gur a, e nMontag, quien se había s entado ytenía el libro en s u regazo.

—El libro... ¿Dónde lo ha ... ?

—Lo he robado.

Por primera vez,Faber enarcó las cejasy miró directamenteal rostro de Montag.

—Es usted valiente.

—No —di j o Mo nt ag—. Miesposa está muriéndose. Una amigamía ha mue r to ya. Al gui e n quehubiese podido ser un amigo, fueque mado hac e me nos devei nti cuatr o hor as. Us t ed e s e lúni co que me c o ns t a podr í aayudarme. A ver. A ver...

Las manos de Faber se movieroninquietas sobre sus rodillas.

—¿Me permite?

—Disculpe.Montag le entregó el libro.

—Hace muchísimo tiempo. Nosoy una persona religiosa. Pero hacemuchís imo ti empo . —Faber f uepasando las páginas, deteniéndoseaquí y allí para leer.—, tan buenocomo creo recordar. Dios mío, de quémodo lo han cambiado en nuestros«salo ne s». Cr is to e s uno de l a«familia». Amenudo, me pregunto sireconocerá a Su propio Hijo tal comolo hemos disfrazado. Ahora, es uncaramelo de menta, todo azúcar yesencia, cuando no hace referenciasve ladas a ci er to s pr oduc to scomerciales que todo fiel necesitaimpr es ci ndible me nt e. —Fabe rolisqueó el libro —. ¿Sabía que loslibros hue len a nuez moscada o aalguna otra especia procedente de unatierra lejana? De niño, me encantabaolerlos. ¡Dios mío! En aquella época,habí a una se ri e de l ibro se nc antado re s, ant es de que lo sdejáramos desaparecer. —Faber ibapasando las páginas—. Mr. Montag,está usted viendo a un cobarde. Hacemuchísimo tiempo, vi cómo iban lascosas. No dije nada. Soy uno losi no ce nt es que hubie se podidolevantar la voz cuando nadie estabadispuesto a escuchar a los «culpable»,pero no hablé y, de este modo, meconvertí, a mi ve z un culpable. Ycuando, por f in, estableciero n elmecanismo para quemar los libros,por medio de los bomberos, rezonguéunas cuant as vec es y me some tí,

Page 67: B’s Farenheit Fahrenheit 451* - Rodriguez Alvareznovelas.rodriguezalvarez.com/pdfs/Bradbury, Ray ''Farenheit 451''-Xx-En-Sp-Sp.pdf2 B’s Farenheit tr. de F. Abelenda tr. de Alfredo

68

B’s Farenheit tr. de F. Abelenda tr. de Alfredo Crespo

5

10

15

20

25

30

35

40

45

50

55

60

65

70

75

were no other s grunti ng or ye llingwi th me, by then. No w, i t’s to ol at e .” Fabe r c l o s e d t he Bi bl e .“Well — suppos e you t ell me whyyo u c ame here ?”

“Nobo dy l i st e ns any mo r e. Ic an’t t alk to the wal ls be c aus ethey’re ye lli ng at me . I can’t talkt o my wi f e ; s he l i s t e ns to t hewal ls . I just want some one to hearwhat I have t o s ay. And maybe ifI t al k l o ng e no ugh, i t ’l l makese nse . And I want you to teach meto under stand what I r ead.”

F a b e r e x a m i n e d M o n t a g ’st hi n, b l u e - jo w l e d f ac e . “Ho wd i d y o u g e t s h ak e n u p? W ha tkn o c k e d t h e t o r c h o ut o f yo urh a n d s ? ”

“I d o n’ t k no w. We ha veeverything we ne ed to be happy,but we are n’t happy. Something’smi s s i ng. I l o oke d ar o und. Theonly thi ng I pos iti vel y kne w wasgo ne was t he boo ks I’d burned inte n o r twe lve year s. So I tho ughtbo oks mi ght help.”

“Yo u’re a hopel e ss r omanti c,”s ai d Fabe r. “It wo ul d be f unny i fi t we r e n o t s e r i o u s . I t ’s no tboo ks you nee d, i t’s so me o f thet hi ngs that o nc e wer e in boo ks .The same t hi ngs c ould be i n the‘p ar l o ur f ami l i e s ’ t o d ay. Thes am e i n f i ni t e d e t ai l an dawar e ne s s c o ul d be pr o j e c t e dt hr o u gh t he r ad i o s an dt el evis or s, but ar e not . No , no ,i t ’s no t bo o k s at a l l y o u ’r el oo king f o r! Take it whe re yo uc an fi nd i t , i n o l d pho nogr aphre cor ds, old mo tio n pictures , andi n o l d f r i e nds ; l o o k f o r i t i nnature and l ook for it in yoursel f.Bo o ks we r e o nl y o ne t ype o fr ec eptacl e wher e we s to re d a lo to f t h i n gs we we r e af r a i d wemi ght f or ge t . Ther e i s no t hi ngmagi cal i n them at all . The magici s onl y i n what boo ks say, ho wt he y st it ched t he pat ches o f theunive rs e together into one garmentf or us . Of c o ur se yo u c o ul dn’tknow this, of course you still can’tunderstand what I mean when I sayall this. You are intuitively right,that ’s what count s. Three thingsare missing.

“Numbe r o ne : Do yo u kno wwhy bo o ks suc h as t hi s are s oi mpo r t a nt ? Be c aus e t h e y havequal it y. And what do e s t he wor dqual i t y me an? To me i t me anst ext ur e . This bo o k has p ore s . Ithas fe at ur e s. Thi s boo k can goun de r t he m i c r o s c o pe . Yo u ’df i n d l i f e u n de r t h e g l a s s ,s t r e a mi n g p a s t i n i nf i n i t epro f us i o n. The mo re po r e s, themor e tr ut hf ull y re co r de d de tail so f l if e pe r s quar e i nch yo u canget o n a shee t of pape r, t he mor e‘l i t e r ar y’ y o u a r e . Th at ’s m y

callé. No había o tros que gruñeseno gr i t as e n c o n mi go . Aho r a e star de. —Faber cerr ó la Bibli a.—Bue no... ¿Por qué no me dice quélo t rajo aquí?

—Nadi e e scucha a nadi e . Nopuedo hablarles a las paredes. Lasparedes me gritan. No puedo hablarc on mi muj er ; e ll a e s cuc ha lasparedes. Quiero que alguien oiga loque tengo que dec ir. Y quizá, sihablo bastante, adquiera sentido. Yqui er o que us t e d me e ns eñe acomprender lo que leo.

F a b e r e s t u d i ó l a c a r aa l a r g ad a y a zu l de Mo n t ag .

— ¿ C ó m o d e s p e r t ó ? ¿ Q u él e s a c ó l a a n t o r c h a d e l a sm a n o s ?

—No sé. Tenemos lo necesariopara ser felices y no lo somos. Algofalta. Busqué a mi alrededor Sóloc o no zc o una c o sa que hayadesaparecido: los libros que quemédur ante die z o doce años . Pe nséentonces que los libros podían seruna ayuda.

— Es u s t e d u n r o má nt i c oi nc ur able —di jo Faber —. Se rí agrac io s o s i no fue se se r io . Nos on l ibro s lo que us te d ne ce si ta,s i no al gunas de l as c o s as quehubo e n l o s l ibr o s . Lo mi s mopodrí a ve rs e ho y en l as «salas».Ra di o s y t e l e vi s o r e s po dr í anpro ye c tar l os mi s mo s i nf i ni to sd e t al l e s y e l mi s m oc onoc imie nt o, per o no . No , no ,no s on l ibro s lo que ust ed bus ca.P ue de e n c o nt r a r l o e n muc haso t r as c o s as : vi e j o s di s c o s def o nó g r af o , vi e j as pe l í c ul as , yvi e j o s ami go s ; bús que l o e n l an at ur al e z a, y e n s u p r o pi oi nt er io r. Los l ibr os e ran só lo unr ec eptáculo donde guar dábamo salgo que t e míamos o lvi dar. Nohay nada de mági co e n el lo s, deni ngún mo do . La magi a r e s i des o l a me nt e e n aque l l o que l o sl ibro s di ce n; e n c ómo co se n lo shar apos del uni ve rs o para dar no su na n ue va ve s t i du r a . P o rs upue st o, no co noc e us te d es tasco sas , no sabe de qué hablo. Pe rous te d tie ne i nt uit ivament e razó n.Eso e s lo que c ue nt a. Tre s co sasf al t an.

Primero: ¿Sabe usted por qué unlibro como éste es tan importante?P o r que t i e ne c al idad. ¿Y quésignifica esta palabra? Calidad paramí , s ignif ica t ext ura. Est e l ibroti ene poro s. Ti ene r as gos . Si loexamina usted con un microscopio,descubrirá vida bajo la lente; unac o r ri e nt e de vi da abundant e ei nf ini t a. Cuant o s más por o s ,cuantos más porme nores vivo s yauténticos pueda usted descubrir enun centímetro cuadrado de una hojade papel, más «letrado» es usted.Ésa es mi definición, por lo menos.

por que ya no habí a ot ro s quer ezongaran o gr it ar an c onmi go .Ahora es demasiado tarde.. —Fabercerró la Biblia—. Bueno ¿Y si medijera para qué ha venido?

—Nadie escuchaya. No puedo hablara las paredes porque éstas estánchillándome a mí. No puedo hablar conmi esposa, porque ella escucha a lasparedes. Sólo quiero alguien que oiga loque tengo que decir.Yquizás si hablo losuficiente, diga algo con sentido. Yquiero que me enseñe usted acomprender lo que leo.

Faber examinó el delgado rostro deMontag.

—¿Cómo ha reci bido e staconmoción? ¿Qué le arrancado laantorcha de las manos?

—No lo sé. Tenemos todo lonecesario para ser felices, pero no losomos. Falta algo. Miré a mi alrededor.Lo único que me constabapositivamenteque había desaparecido eran los librosque he ayudado a quemar en diez o doceaños. Así, pues, he pensado que los librospodrían servir de ayuda.

—Es ust e d un r o mánt ic o si ne s p e r anz a —di j o Fab e r —Re sultaría dive rt ido s i no f ue setan gr ave. No son l ibro s lo queust ed nec esita, sino alguna de lascosas que en un t iempo estuvieronen l os l ibro s. El mis mo det al leinf inito y las mismas enseñanzaspodrían ser proyect ados a travésde radios y t elevisore s, pero no loson. No, no: no son libro s lo queus te d e s tá busc ando . Bús que l odo n de pu e da e n c o nt r ar l o , e nvie jos di scos, en vi ejas películasy en viejo s amigo s; búsquelo enla Nat ur al eza y búsque lo por s ími smo. Lo s libro s s ól o eran unt i p o de r e c e p t ác u l o do ndealmacenábamos una serie de cosasque t e mí amo s o l vi dar. No haynada mágico e n el lo s. La magias ó l o e s t á e n l o que di c e n l o slibros, e n cómo unían los diversosas p e c t o s de l U ni ve r s o ha s t aformar un conjunto para nosot ros.Desde lue go, usted no pue de sabere st o, s i gue si n e nt ende r l o quequie r o de c ir c on mis pal abras .Int uitivamente , tiene ust ed razón,y eso es lo que importa. Faltan trescosas.

»Primera: ¿Sabe por qué librosco mo és te so n t an impor tante s?P or que t ie nen cal idad. Y, ¿quésignifica la palabra calidad? Para mí,significa textura. Este libro tieneporos, tiene facciones. Este libropue de c ol o car s e baj o e lmicroscopio. A través de la lenteencontraría vida, huellas del pasadoen infinita profusión. Cuantos máspor o s, más de t al l es de l a vidave rídi cament e re gis trados pue deo bt e ne r de cada hoj a de papel ,cuanto más «literario» se vea. Entodo caso, é sa e s mi defi nici ón.

Page 68: B’s Farenheit Fahrenheit 451* - Rodriguez Alvareznovelas.rodriguezalvarez.com/pdfs/Bradbury, Ray ''Farenheit 451''-Xx-En-Sp-Sp.pdf2 B’s Farenheit tr. de F. Abelenda tr. de Alfredo

69

B’s Farenheit tr. de F. Abelenda tr. de Alfredo Crespo

5

10

15

20

25

30

35

40

45

50

55

60

65

70

75

d e f i ni t i o n , a n ywa y. Te l l i n gd e ta i l . Fr e sh de t ai l . The go o dwr i t e r s t o uc h l i f e o f t e n. Themedi oc r e o nes run a qui c k hando ve r he r. The bad one s r ape he rand l eave her f or the f l i es .

“So now do yo u see why boo ksar e hat ed and fe ar ed? They showthe por es in the f ace of li fe . Thec o mf o r t abl e pe o pl e want o nl ywa x m o o n f ac e s , po r e l e s s,hairl ess , expres sio nle ss . We areli ving in a t ime when f lowers aretr ying to live o n flo wer s, inste ado f gr o wi ng o n go o d r ai n a ndbl ac k l oam . Eve n f ire wo rks , f orall their prettine ss, come from thec h e mi s t r y o f t he e a r t h . Ye tso mehow we think we can gro w,fee ding o n flo wers and fi rewor ks,wi t ho ut c o mpl e t i ng t he c y c l eback to re ali ty. Do yo u kno w t hele gend of Her cul es and Ant aeus,the giant wr estle r, whose strengthwa s i nc r e di bl e s o l o ng as hes t oo d f ir ml y o n the e ar t h. Butwhen he was he ld, ro o t le s s , i nmi d-air, by Her cul es, he per ishedeasil y. If the re i sn’t s ome thi ng inthat le gend f or us to day, in thisc i t y, i n o ur t i me , t h e n I amcompl etely insane. We ll, ther e wehave t he f i r s t t hi n g I s ai d wene e de d. Qua l i t y, t e xt u r e o finfor mat ion.”

“And the s eco nd?”

“Lei sure .”

“Oh, but we’ve pl ent y of of f-ho ur s.”

“Of f - ho u r s , y e s . B ut t i m et o t hi nk? If yo u ’r e no t dr i vi nga hu ndr e d mi l e s a n h o u r, at ac l i p wh e r e y o u c a n’t t hi n k o fan yt hi n g e l s e b ut t h e dan ge r,t h e n y o u ’ r e p l a y i n g s o m ega me o r s i t t i ng i n s o me r o o mwh e r e y o u c a n’ t a r g u e wi t ht h e f o u r wal l t e l e vi s o r. Wh y?The t e l e vi s o r i s ‘ r e a l . ’ It i si m me d i a t e , i t h as di m e n s i o n.It t e l l s y o u wha t t o t h i n k an db l a s t s i t i n . I t m u s t b e ,r i g h t . I t s e e m s s o r i g h t . I tr us h e s y o u o n s o q u i c k l y t oi t s o wn c o n c l u s i o n s y o u rm i n d ha s n ’t t i m e t o p r o t e s t ,‘What nonse ns e!’”

“Only the ‘family’ is ‘people.’”

“I be g your par don?”

“My wi f e s ays bo o ks ar e n’t‘re al .’”

“Thank God f or t hat. You c ans h ut t h e m, s a y, ‘Ho l d o n amo ment.’ You play God to it . Butwho has ever to rn hi mse lf fr omthe c law t hat encl ose s you whenyo u drop a se ed in a TV par lour?It gr ows you any s hape it wis he s!It is an envir onme nt as real as t he

Nar rar po rme no r es . Fr es c o spormenores. Los buenos escritorest o c an a menudo l a vi da. Lo smediocr es l a rozan r ápidamente.Los malos la violan y la abandonana las moscas.

¿Comprende aho ra por qué losl ibr o s s on t emi dos y o di ado s ?Reve l an por o s e n l a c ar a de l avi da. L a g e nt e c ó mo da s ó l oqui e re ver ro s tr o s de c e ra, si npo ro s , si n vel l o , i ne xpr e s i vo s .És t e e s u n t i e mpo e n que l asf l or e s c re c e n a c o s t a de o tr asfl ore s, en ve z de vivir de la l luviay l a ____ t i e r r a. Lo s m i s m o sfuego s de artificio, tan hermosos,pr o c e de n de l a quí m i c a de l ati erra. Y si n embar go, que remosnutr ir no s de f lor es y f ue go s dear tif icio , s in comple tar el cic loque no s l l e var í a de vuel t a a l ar e a l i dad . Co no c e r á us t e d l ale yenda de Hér cul es y Ant eo, ell uc hado r gi gan t e , d e f ue r zaincreíble mientras pisase la tierra.P e r o c ua ndo H é r c ul e s ,abr azándo lo , lo alzó en e l ai re ,pereci ó fácilment e. Si no hay algoen e sa l eyenda que se r ef ie re anos otros, nues tra c iudad, nues trot i e mpo , e nt o nc e s e s t o y l o c o .Bue no , e s o e s l o pr i me r o quenec esitamos, me par ece. Calidad,textura de inf ormaci ón.

—¿Y lo segundo?

—Ocio.

—Oh, pe r o di s po ne mos demuchas horas libres.

—Horas libres, sí. ¿Pero tiempopara pensar? Cuando no conducena ciento cincuent a kilómetros porho r a, y e nt o nc e s no s e pue depe ns ar e n o t r a c o s a que e n e lpeligro, se entre tienen con algúnjuego, o en una sala donde no esposible discutir con el televisor dec uat r o par e de s . ¿P o r qué ? Elt e l e vi s o r e s r e al . Es al goinmediato, tiene dimensiones. Ledice a uno l o que de be pensar, yde un modo co ntundente. Ha detener razón. Parece tener razón. Loarrastra a uno co n tanta rapidez asus propias c onclusione s que nohay tie mpo de pr otes tar, o de cir«¡Qué tontería!».

—Sólo la «familia» es «gente».

—¿Cómo dice?

—Mi mujer dice que los librosno son «reales».

—Graci as a Dio s. Uno pue decerrarlos, decir «Espérate aquí unmomento». Uno se siente Dios conlos libros. ¿Pero quién ha escapadoa esas garras que se apode ran deuno en el mismo instante en que seenciende la televisión? Le dan a unol a fo r ma que qui er e n. Es un

Detalle revelador. Detalle reciente.Los buenos escultores tocan la vidaa menudo. Los mediocres sólo pasanapr e sur adament e l a mano po rencima de ella. Los malos violan yla dejan por inútil.

»¿Se dan cuenta, ahora, de por quélos libros son odiados Ytemidos?

Muestran los poros del rostro de lavida. La gente comodona sólo deseacaras de luna llena, sin poros, sin pelo,inexpresivas. Vivimos en una época enque las flores tratan de vivir de flores,en lugar de crecer gracias a la lluvia yal negro estiércol. Incluso los fuegosartificiales, pese asu belleza , procedende l a química de la tier ra. Y, sinembargo, pensamos que podemoscrecer, alimentándonos con flores yfuegos artificiales, sin completar elcicl o, de regres o a la reali dad.Conocerá usted la leyenda de Hérculesy de Anteo, gigantesco luchador, cuyafuerza era increíble en tanto estabafirmemente plantado en tierra. Perocuando Hércules lo sostuvo en el aire,sucumbió f ácilme nte. Si en e staleyenda no hay algo que puedeaplicarse a nosotros, hoy, en estaciudad, e ntonce s es que es toycompletamente loco. Bueno, ahí estálo primero que he dicho quenecesitábamos. Calidad, textura deinformación

—¿Y lo segundo?

—Ocio.

—Oh, disponemos de muchas horasdespués del trabajo.

—De horas después del trabajo, sí,pero, ¿y tiempo para pensar? Si no seco nduce un vehículo a c ientocincuenta kilómetros por hora, demodo que sólo puede pensarse en elpe ligro que s e c orr e, se es táinterviniendo en algún juego o se estáse ntado en un salón, donde esimposible discutir con el televisor decuatro paredes.. ¿Por qué? El televisores «r eal ». Es inmediat o, tie nedimensió n. Te dice lo que de bespensar y te lo dice a gritos. Ha de tenerrazón. Parece tenerla. Te hostiga tanapremiantemente para que aceptes tuspropias conclusiones, que tu mente notiene tiempo para prote star, paragritar: «¡Qué tontería!»

—Sólo la «familia» es gente.

—¿Qué dice?

—Mi esposa afirma que los libros noson «reales».

—Ygracias aDios por ello.Uno puedecerrarlos decir «Aguarda un momento.»Uno ac túa co mo un Di os . pe ro ,¿quién se ha arrancado alguna vez dela garra que le sujeta una vez se hainstalado en un salón con televisor?¡Le da a uno la forma que desea! Esmedio ambiente tan auténtico como

X

Page 69: B’s Farenheit Fahrenheit 451* - Rodriguez Alvareznovelas.rodriguezalvarez.com/pdfs/Bradbury, Ray ''Farenheit 451''-Xx-En-Sp-Sp.pdf2 B’s Farenheit tr. de F. Abelenda tr. de Alfredo

70

B’s Farenheit tr. de F. Abelenda tr. de Alfredo Crespo

5

10

15

20

25

30

35

40

45

50

55

60

65

70

75

wo r l d. It b e c om e s an d i s t hetr uth. Boo ks can be beat en do wnwi t h r e as o n. Bu t wi t h a l l myknowl edge and sc ept ici sm, I havene ve r bee n able to argue wi th ao n e - h un dr e d- p i e c e s ym pho nyo r c he s t r a, f u l l c o l o ur , t hr e edime nsi o ns, and I bei ng i n andpart of tho se inc redibl e parl our s.As yo u se e, my par lour is no thi ngbut f our plas ter walls . And he re—” He held out t wo small r ubberpl ugs . “Fo r my e ar s when I ri dethe s ubway-je ts .”

“De n ham’s De nt i f r i c e ; t he yt oi l not , nei t he r do the y s pi n,”said Mo nt ag, e ye s s hut. “Whe redo we go f rom he re? Wo uld bo okshe lp us ?”

“Onl y i f t he thi r d ne c e s sar ything c oul d be given us. Numbero n e , as I s ai d, qua l i t y o finf ormat ion. Number two: leis uret o di ge s t it . And numbe r t hr ee :t he r i gh t t o c ar r y o ut ac t i o nsbased o n what we l ear n f ro m t heinter -acti on of the f irs t t wo . AndI har dl y t hink a very o ld man anda f ir eman t ur ne d s our co ul d d omuch this lat e in the game …”

“I can get bo oks .”

“You’re r unning a ri sk.”

“Th a t ’s t h e g o o d p a r t o fdyi ng; whe n yo u ’ve no t hi ng t ol o s e , y o u r u n a n y r i s k y o uwan t . ”

“The r e , yo u’ ve s ai d aninter esti ng thi ng,” laughed Fabe r,“wit hout having read it !”

“Are thi ngs l ike tha t i n books.But i t c ame o ff t he t o p o f mymi nd!”

“Al l t he be t t e r. Yo u d i dn ’tfancy it up fo r me o r anyone, e venyoursel f.”

Mo ntag leaned f orward. “Thisaf t e r no o n I t ho ught t ha t i f i tturne d out that bo oks wer e wor thwhile , we might ge t a pr es s andpr int s ome extra co pi es —”

“We ?”

“Yo u and I”

“ O h , n o ! ” F a b e r s a tu p .

“ B u t l e t m e t e l l y o u m yp l a n — ”

“If you insis t o n tel ling me, Imust as k you to le ave .”

“But are n’t you i nte res ted?”

“No t if yo u st art t al king thes o r t o f t alk t hat mi ght get mebur nt f or my tr ouble . The o nl y

ambiente tan real como el mundo.Se convierte en la realidad, y es lar eali dad. Los l i br os pue de n se ratacados con razones. Pero, a pesarde mi s c ono c i mie nt o s y miescepticismo, no he podido discutircon una orquesta sinfónica de cieni ns tr ume nto s , a to do c ol o r,tridimensional. Como usted ve, misala de recibo no es más que cuatroparedes de yeso. Y mire esto. —Mo st ró dos co ni to s de go ma.—Para mis oídos cuando viajo en eltren subterráneo.

—De nt í f r i c o De nham, notrabajan, ni hilan —entonó Montagcon los ojos cerrados —. ¿A dóndeiremos ahora? ¿Nos ayudarán loslibros?

—Só l o s i c o ns e gui mo s l at e r c e r a c o s a ne c e s ar i a. Lapri mera, como dije, es calidad dei nfo r mac i ó n. La se gunda: oc i opar a di g e r i r l a. L a t e r c e r a: e lder echo a obrar de acuerdo con loque nos ha enseñado la interacciónde las ot ras dos. Y me parece muydif ícil que un hombre muy viej o yun bombero des cont ento l o gr enalgo a est a altura.

—Puedo conseguir esos libros.

—Se arriesga usted demasiado.

—Eso e s lo bue no de es t armuriéndose. Cuando ya no hay nadaque pe r de r, s e pue de c or r e rcualquier riesgo.

—Bueno , ha di c ho us t e d al goi nt e r e sant e —r i ó Faber —. ¡Ys i n habe r l o le í do !

— ¿E n l o s l i br o s ha y c o s a sc o mo é s a? ¡P e r o s i l a d i j e s i np e n s ar !

—Mejor aún. No la preparó paramí ni para nadie, ni siquiera parausted mismo.

Montag se inclinó hacia adelante.—Esta t arde pensé que s i l os

libros eran en verdad algo de valor,podríamo s buscar una imprenta eimprimir algunos ejemplares...

—¿Podríamos?

—Usted y yo.

Faber se enderezó en su silla.—¡Oh, no!

—P e ro pe r mít ame que l eexplique mi plan...

—Si insiste en eso, tendré quepedirle que se vaya.

—¿Pero no le interesa?

—No s i me habla ust ed de es asco sas. No quiero que me queme n.Só l o po d r í a ha c e r l e c a s o s i

el mundo. Se convierte y es la verdad.Los libros pueden ser combatidos conmot ivo Pe ro , co n to do s mi sconocimientos y escepticismo, nuncahe sido capaz de discutir con unaorquesta sinfónica de un centenar deinstrumentos, a todo color, en tresdimensiones, y formando parte, almismo tiempo, de esos increíblessalones. Como ve, mi salón consisteúnic amente e n cuatr o parede s deyeso. Yaquí tengo esto —mostró dospequeños tapones de goma—. Paramis orejas cuando viajo en el «Metro».

—«De nt i f ri c o Denham»; nomancha, ni se reseca —dijo Montag,con los ojos cerrados—. ¿Adónde iremos a parar? ¿Podrían ayudarnoslos libros?

—Sólo si la tercera condiciónnecesaria pudiera sernos concedida. Laprimera, como he dicho, es calidad deinformación. La segunda, ocio paraasimilarla. Y la tercera: el derecho aemprender acciones basadas en lo queaprendemos por la interacción o por laacción conjunta de las otras dos. Y mecuesta creer que un viejo y un bomberoarrepentido pueden hacer gran cosa enuna situación tan avanzada...

—Puedo conseguir libros.

—Corre usted un riesgo.

—Eso es lo bueno de es tarmoribundo. Cuando no se tiene nadaque perder, pueden correrse todos losriesgos.

—¡Acaba de decir usted una fraseinteresante! —dijo, riendo, Faber—.Incluso sin haberla leído.

—En l os l ibro s hay c os as así .P er o és ta s e me ha oc ur ri do a mísol o.

—Tanto mejor. No la ha inventadopara mí o para nadie ni siquiera parasí mismo.

Montag se inclinó hacia delante.—Esta tarde, se me ha ocurrido que

si resultaba que los libros merecían lapena, podíamos conseguir prensa eimprimir algunos ejemplares...

—¿Podríamos?

—Usted y yo.

—¡Oh, no!Faber se irguió en su asiento.

—Déj eme que le expl ique miplan.. .

—Si insiste en contármelo, deberépedirle que se marche.

—Pero, ¿no está usted interesado?

—No, s i empi eza a habl ar deal go que podrí a hacerme te rminare nt r e l as l l a mas . Só l o p o dr í a

Page 70: B’s Farenheit Fahrenheit 451* - Rodriguez Alvareznovelas.rodriguezalvarez.com/pdfs/Bradbury, Ray ''Farenheit 451''-Xx-En-Sp-Sp.pdf2 B’s Farenheit tr. de F. Abelenda tr. de Alfredo

71

B’s Farenheit tr. de F. Abelenda tr. de Alfredo Crespo

5

10

15

20

25

30

35

40

45

50

55

60

65

70

75

way I co uld pos sibl y lis ten to youwo uld be i f s ome ho w t he fi remans tr uc tur e it s el f co uld be bur nt .No w i f you sugge st that we pri ntextra books and ar range to havethem hi dde n i n f ir eme n’s hous esal l over t he c ount ry, so that see dso f s u s p i c i o n wo u l d be s o wnamong t hes e ars oni sts , bravo, I’ds ay!”

“P l ant t he bo oks , t ur n i n anal ar m , and s e e t he f i r e me n ’sho us e s bur n, i s t hat wha t yo ume an?”

F a b e r r a i s e d h i s b r o w sa n d l o o k e d a t M o n t a g a s i fh e we r e s e e i n g a n e w m a n .“I was jo ki ng.”

“If yo u t ho ught it woul d be aplan wort h tryi ng, I’d have to t akeyour wor d it woul d hel p.”

“Yo u c a n’t guar ant e e t hi ngsli ke that! Af te r all, when we hadal l t he bo oks we needed, we s ti lli ns i st e d o n f i ndi ng t he hi ghes tcl iff to jump of f. But we do ne eda br e at h e r. We d o ne e dkn o wl e dg e . And p e r h aps i n at ho us an d ye ar s we mi g ht pi c ks mall er cl if fs t o j ump o ff . Theboo ks are to remi nd us what as sesan d f o o l s we ar e . The y’ r eCa e s a r ’s p r ae t o r i an g uar d,whis pe ri ng as the par ade r oar sdo wn t he ave nu e , ‘Re me mbe r,Caesar, thou ar t mort al .’ Mos t ofus c an’t r us h ar ound, talking toeveryone , kno w all the c iti es oft h e wo r l d, we ha ve n ’t t i m e ,mo ney o r t hat many fr iends . Thet h i ng s yo u ’r e l o o ki ng f o r,Mo ntag, ar e i n the wo rl d, but t heo nl y way t he aver age chap wil lever see nine ty- nine per ce nt ofthem is in a boo k. Don’t as k f orguarante es . And don’t lo ok to bes aved i n any one t hi ng, pe rs on,machi ne, o r l ibr ary. Do your o wnbi t of saving, and i f you dr own,at l eas t di e kno wi ng yo u we r ehe ade d f or shore .”

Faber go t up and be gan to pacethe r oo m.

“Well ?” asked Mo ntag.

“You’re absol ut ely se ri ous ?”

“Abso lut el y.”

“It’s an i nsi dio us plan, if I dos ay so mys e l f .” Fabe r glanc e dner vo us ly at his bedr oo m do or.“To s e e t he f i r e ho u s e s bu r nac r o s s t h e l and , de s t r o ye d asho t be ds o f t r e as o n . Thesalamander de vours his t ail ! Ho,God!”

“I ’ve a l i s t o f f i r e m e n ’sr e s i d e nc e s e ve r y whe r e . Wi t hso me so rt of undergro und.”

co nsi gui éramos , de algún modo,que l os bomber os se quemasen así mi smos . Si s ugi rie se uste d quei m pr i mi é s e mo s l i br o s y l o socultár amos luego en las c asas delo s bomber os, t odo a lo largo delpaís, s embrando as í l a semill a del a s o s p e c h a e nt r e e s o si n c e nd i ar i o s , ¡br avo ! l e di r í aent once s.

—Introducir los libros, poner enmarc ha la al arma, y ver cómo sequeman las casas de los bomberos,¿es eso lo que quiere decir?

Fa be r a l zó l as c e j as y mi r óa M o nt ag c o m o s i e s t uvi e s evi e n do a o t r o ho m br e .

—Era una broma.

— S i u s t e d c r e e q u e e lp l a n v a l e l a p e n a , t e n g oq u e t o m a r l e l a p a l a b r a .

—¡N o e s po s i b l e ga r ant i zare s t as c o s as ! Al f i n y al c a bo ,c u a n d o t e n í a m o s t o d o s l o sl i b r o s , n o s p a s á b a m o s e lt i e m p o e l i g i e n d o l o sa c a n t i l a d o s m á s a l t o s p a r at i r ar no s d e c a be za . P e r o , e sve r d a d , n e c e s i t a m o sa c a n t i l a d o s m á s b a j o s . L o sl i b r o s no s recuerdan que somosunos asnos y uno s tontos. Son laguardia pretoriana del Cé sar, quemurmura mientras los desfiles pasan[101] ruidosamente por las avenidas:«Recuerda, César, que eres mortal.»La mayoría de nosotros no puedecorrer de un lado a otro, hablar cont oda l a ge nt e , vi si t ar to das lasc iudade s. No s f al ta ti e mpo , oami gos, o dinero . Las co sas queuste d busca, Montag, están e n elmundo; pero el noventa y nueve porciento de los hombres sólo puedever l as en lo s l i bro s . No pidagarantías. Y no busque la salvaciónen una sola cosa: persona, máquina,o biblioteca. Ayúdese a sí mismo, ysi se ahoga, muera sabiendo por lomenos que estaba acercándose a laorilla.

Faber se puso de pie y comenzó apasearse por el cuarto.

—¿Y bien? —preguntó Montag.

—¿Habla en serio?

—Muy en serio.

—Es un plan i nsi dio so. Ésa esmi opinión por l o me nos. —Fabermi ró ner vi osamente la puert a deldo rmi tor io.— Ver arde r l os cuar-t e l e s de bo mber o s , de s t rui do sco mo foc os de traic ión. ¡La sal a-mandr a devorándo se la co la! ¡Oh,Dio s!

—Tengo una lista de todas las re-sidencias de bomberos. Con un tra-bajo subterráneo...

esc ucharle, si la es truc tura de losbo m be r o s pudi e s e ar de r, a s uvez, Ahor a bi en, s i sugi er e us te dque i mpri mamo s algunos l ibro sy n o s l as a r r e gl e m o s p ar ae sc onde rl os e n l os c uart el es debo mb e r o s de t o do e l paí s , demodo que las so spec has caye se ns obr e e s o s i nce ndi ar io s , di r ía:¡Br avo !

—D e j a r l o s l i br o s , da r l aal ar m a y ve r c ó m o a r de n l o scuar teles de bomber os. ¿Es eso loque qui ere de ci r?

Fabe r e narc ó las ce j as y mi r óa M o nt ag c o m o s i e s t uvi e s evi e ndo a ot r o ho mbr e .

—Estaba bromeando.

—Si cree que valdría la pena intentarese plan, tendría que aceptar su palabrade que podría ayudarnos.

—¡No es posible garantizar cosas así!Después de todo, cuando tuviésemostodos los libros que necesitásemos, aúninsistiríamos en encontrar el precipiciomás alto para lanzarnos al vacío. Peronecesitamos un respirador.

Necesitamos conocimientos. Y talvez dentro de un millar de años,podríamos encontrar barrancos máspequeños desde los que saltar. Loslibros están para recordarnos lo tontosy estúpidos que somos. Son la guardiapret oriana de Cé sar, s usurrandomientras tiene lugar el desfile por laavenida: «Recuer da, Cé sar, e resmortal.» La mayoría de nosotros nopodemos andar corriendo por ahí,hablando con to do el mundo, niconocer todas las ciudades del mundo,pues carecemos de dinero o de amigos.Lo que usted anda buscando, Montag,está en el mundo, pero el único mediopara que una persona corriente vea elnoventa y nueve por ciento de ello estáen un libro. No pida garantías. Y noespere ser salvado por alguna cosa,persona, máquina o biblioteca. Realicesu propia labor salvadora, y si se ahoga,muera, por lo menos, sabiendo que sedirigía hacia la playa.

Faber se levantó y empezó a pasearpor la habitación.

—¿Bien? —preguntó Montag—.

—¿Habla completamente en serio?

—Completamente.

—Es un plan insidioso, si es quepue do de ci r lo . —Fabe r mi ró ,ner vio s o, hac ia la pue rt a de s udormitorio—. Ver los cuarteles debomberos ardiendo en todo el país,destruidos como nidos de traición.¡La salamandra devorando su rabo!

¡Oh, Dios!

—Tengo una lista de todas lasresidencias de bomberos. Con un pocode labor subterránea...

Page 71: B’s Farenheit Fahrenheit 451* - Rodriguez Alvareznovelas.rodriguezalvarez.com/pdfs/Bradbury, Ray ''Farenheit 451''-Xx-En-Sp-Sp.pdf2 B’s Farenheit tr. de F. Abelenda tr. de Alfredo

72

B’s Farenheit tr. de F. Abelenda tr. de Alfredo Crespo

5

10

15

20

25

30

35

40

45

50

55

60

65

70

75

“Can’t trust peo pl e, that’s t hedi rty part . You and I and who el sewi ll se t t he fi res ?”

“Are n’t ther e pr of es so rs l ikeyo ur s e l f , f o r me r wr i t e r s ,hi sto rians, l inguis ts…?”

“Dead or anci ent .”

“The o lder t he bet te r; t he y’llgo unnot ice d. Yo u know do zens,admit it !”

“Oh , t he r e ar e man y ac t o r sal o ne who have n’ t ac t e dP i r an de l l o o r Sh aw o rShake s pe ar e f o r ye ar s be c aus etheir pl ays are too awar e o f t hewo rld. We could use thei r ange r.And we c ould use the honest rageof t ho se his to rians who haven’twr i t te n a l i ne f o r f o r t y ye ar s .True, we might f or m c lass es i nthinki ng and readi ng.”

“Ye s !”

“But t hat wo uld jus t ni bbl e theedge s. The who le culture ’s shott h r o u gh. Th e s ke l e t o n ne e dsme l t i ng and r e - s hapi ng. Go o dGo d, i t is n’t as s i mpl e as j us tpi cki ng up a boo k you laid do wnhal f a c e nt ur y ago. Reme mbe r,the f ir eme n are rarel y nec ess ar y.The public it se lf sto pped readi ngo f it s own ac co rd. Yo u fi re me npr ovi de a cir cus no w and then atwhi ch bui ldings ar e se t of f andc r o wd s gat he r f o r t he p r e t t ybl aze, but it ’s a s mal l si de showinde ed, and hardl y ne ce ss ar y toke ep thi ngs i n l ine . So few wantto be r ebe ls any more . And out oft ho s e f e w, mo s t , l i ke my s e l f ,scare easily. Can you danc e fas tert h an t he Wh i t e C l o wn, s ho utl ouder than ‘Mr. Gi mmi c k’ andthe par lour ‘familie s’? If you c an,yo u’l l win yo ur way, Montag. Inany e vent, yo u’r e a fo ol . P eoplear e having fun —”

“C o mm i t t i n g s ui c i d e !Murder ing!”

A bo m be r f l i g ht had be e nmo vi ng e as t al l t he t i me t he ytalke d, and o nly no w did the t wome n s top and lis ten, f ee ling t hegr eat j e t s o und t r e mbl e i nsi dethemsel ve s.

“P ati ence , Mont ag. Le t the wart u r n o f f t he ‘f ami l i e s . ’ O urci vi li zati on is f li nging i ts el f topi e c e s . St a nd ba c k f r o m t hece ntri fuge .”

“The r e h as t o be s o me o nere ady when it bl ows up.”

“ W h a t ? M e n q u o t i n gM i l t o n ? S a yi n g , I r e me m be rS o p h o c l e s ? R e m i n d i n g t h es u r vi v o r s t h a t m a n h a s h i sg o o d s i d e , t o o ? Th e y w i l l

—No se puede confiar en la gente,eso es lo peor. Usted y yo, ¿pero quiénmás para encender los fuegos?

—¿No hay profesores como usted,viejos escritores,historiadores, lingüis-tas?

—Muertos o viejos.

—Cuanto más viejos, mejor. Pasa-rán inadvertidos. ¡Conoce a docenas,admítalo!

—Oh, hay muchos actores que nor epr es e nt aro n durante año s aPirandello o Shaw o Shakespeareporque en las obras se decía dema-siado del mundo. Podríamos utilizarsu odio. Podríamos utilizar asimis-mo el justo [102] rencor de los his-toriadores. No han escrito una líneadurante cuarenta años. Podríamostambién organizar clases de lecturay meditación.

—¡Sí!

—Pero eso sólo suavizará los bor-des. La cultura entera está traspasadade parte a parte. Hay que fundir el es-queleto y modelarlo de nuevo. BuenDios, no basta alzar un libro que sedejó caer hace cincuenta años. No ol-vide que los bomberos trabajan poco.El público mismo abandonó la lectu-ra espontáneamente. Ustedes los bom-beros dan de cuando en cuando su es-pectáculo de circo, quemando las ca-sas y atrayendo una muchedumbre quequiere ver el bonito resplandor; peroes en verdad un número sin importan-cia, y apenas necesario para conser-var el orden de las cosas. Son tan po-cos los que piensan en rebelarse. Y lamayoría de ellos se asusta como yofácilmente. ¿Puede bailar con mayorrapidez que el Payaso Blanco, gritarmás alto que «el señor Risita» y las«familias» de la sala? Si puede hacer-lo, se ganará a la gente, Montag. Sino, hará el papel de tonto. Recuerdeque están divirtiéndose.

— ¡ S u i c i d á n d o s e ! ¡ As e s i -n a nd o !

Mientras hablaban, una escuadri-lla de bombarderos había cruzadoel cielo hacia el este. Los dos hom-bres callaron y escucharon, sintien-do dentro del cuerpo el estruendode las turbinas.

—P ac i e n c i a, Mo n t a g. De j eque l a gue r ra apague l as «fami -l ias ». La ci vil izaci ó n s e r es que -br aj a . Apár t e s e de l a má qui nac e nt rí f uga.

—Alguien debe estar preparadocuando el mundo estalle.

—¿Quién? Hombres que citen aMilton? ¿Hombres que digan: «meacuerdo de Sófocles»? ¿Que les [103]recuerden a los sobrevivientes que elhombre tiene su lado bueno? La gente

—No es posible confiar en la gente,eso es lo malo del caso. ¿Quién, ademásde usted y yo, prenderá esos fuegos?

—¿No hay pr of e so r e s c omoust e d, ant i guo s e sc r i to r es ,historiadores, lingüistas...?

—Han muerto o son muy viejos.

—Cuanto más viejos, mejor. Pasaráninadvertidos. Usted conoce a docenasde ellos, admítalo.

—¡Oh, hay muchos actores que nohan interpretado a Pirandello, a Shawo a Shakespeare desde años porquesus obras son demasiado conscientesdel mundo. Podríamos uti lizar elenojo de éstos. Ypodríamos emplearla rabia honesta de los historiadoresque no han escrito una línea desdehac e cuar enta año s. Es ve rdad,po dr íamo s or gani zar cl as es demeditación y de lectura.

—¡Sí!

—Pero eso sólo serviría para mordisquearlos bordes. Toda la cultura estádeshecha. El esqueleto necesita unnuevo andamiaje y una nuevareconstitución. ¡Válgame Dios! No estan sencillo como recoger un libro quese dejó hace medio siglo. Recuerde, losbomberos casi nunca actúan. El públicoha dejado de leer por propia iniciativa.Ustedes, los bomberos, constituyen unespectáculo en el que, de cuando encuando, se incendia algún edificio, y lamultitud se reúne acontemplar labonitahoguera, pero, en realidad, se trata deun espectáculo de segunda fila, apenasnecesario para mantener la disciplina.De modo que muy pocos desean yarebelarse.Y, de esos pocos, la mayoría,como yo, se asustan con facilidad.¿Puede usted andar más aprisa que elPayaso Blanco, gritar más alto que «Mr.Gimmick» y las «familias» de la sala deestar? Si puede, se abrirá camino,Montag. En cualquier caso, es usted untonto. La gente se divierte.

—¡S e e s t á s ui c i dan do ,as esinando!

Unvuelo de bombarderos habíaestadodesplazándose haciael Este,mientras elloshablaban,ysólo entonces los dos hombrescallaron para escuchar, sintiendo resonardentro de sí mismos el penetrantezumbido de los reactores.

—P ac ie nc i a, Mo nt ag. Que l aguer r a e l i mine a l as «f ami l i as ».N u e s t r a c i vi l i z a c i ó n e s t áde s t r o zándo s e . Apár t e s e de l ac e nt rí f uga.

—Cuando acabe p or estallar, alguientiene que estar preparado.

—¿Quién? ¿Hombres que reciten aMilton? ¿Qué digan: recuerdo aSófocles? ¿Recordando a lossupervivientes que el hombre tienetambién ciertos aspectos buenos? Lo

nibble 1 a. (bite) mo rdisquear b. (eat, pick a t) p icar 2a. ( bite, gn aw) t o nibble at / on sth mordisquearalgo b. (eat) p icar 3. bocadito, mordisco : may Ihave a nibble of your cake? , ¿me das un tro cito detu past el?

Page 72: B’s Farenheit Fahrenheit 451* - Rodriguez Alvareznovelas.rodriguezalvarez.com/pdfs/Bradbury, Ray ''Farenheit 451''-Xx-En-Sp-Sp.pdf2 B’s Farenheit tr. de F. Abelenda tr. de Alfredo

73

B’s Farenheit tr. de F. Abelenda tr. de Alfredo Crespo

5

10

15

20

25

30

35

40

45

50

55

60

65

70

75

o n l y ga t h e r up t he i r s t o ne s t oh u r l a t e ac h o t h e r . M o nt a g ,g o h o m e . G o t o b e d . W h ywas t e y o u r f i na l h o u r s r ac i n ga b o u t y o u r c a g e d e n y i n gy o u ’r e a s qu i r r e l ? ”

“Then you don’t care any more?”

“I c ar e s o muc h I’m si c k.”

“And you wo n’t help me ?”

“Good night, go od night .”

Mo ntag’s hands pic ked up t heBi ble . He saw what his hands haddo ne and he l ooked sur pr ise d.

“Woul d you li ke to own t his ?”

Faber said, “I’d gi ve my rightarm.”

Mo ntag s to od the re and wait edfo r t he ne xt thing to happen. Hishands , by t hems e lve s, l ike twome n wo rking t oget he r, be gan tori p t he pages fr om the book. Thehands tor e the flyle af and then thefi rst and the n t he se cond page.

“Id i o t , wha t ’r e yo u do i n g!”Faber sprang up, as if he had be enst ruc k. He fe ll, against Mo ntag.Montag war ded hi m o ff and le thi s han ds c o nt i n ue . S i x m o r epages f ell to the flo or. He pickedt he m up and wadded t he pape runder Faber ’s gaze.

“Do n’t, o h, don’t ! “ sai d t heol d man.

“W ho c a n s t o p me ? I’m afi reman. I can bur n you!”

The o ld man s to od loo ki ng athim. “You wouldn’t.”

“I c ould!”

“The bo o k. Do n’t t ear i t anymor e.” Faber s ank i nt o a c hair,hi s f ace ver y whi t e, his mout htr embli ng. “Don’t make me fe elan y m o r e t i r e d. Wh at d o y o uwant ?”

“I ne ed yo u t o teach me .”

“All ri ght , all ri ght .”

Mo nt a g put t h e bo o k d o wn.He began t o unwad the c r umple dpaper and f lat t e n it o ut as t heo ld man wat che d t i re dly.

Faber shoo k his head as if hewe re waki ng up.

“M o n t ag , h ave y o u s o memo ne y?”

“S o me . Fo u r, f i ve hun dr e ddo ll ars . Why?”

“Br i ng i t . I kno w a man who

amontonará piedras para amofiárselasa su vecino. Montag, váyase a su casa.Váyase a dormir. ¿Por qué negar en es-tas últimas horas, mientras sigue co-rriendo dentro de la jaula, su condiciónde ardilla?

—¿Entonces ya no le importa?

—Me importa tanto que me enferma.

—¿Y no me ayudará?

—Buenas noches, buenas noches.

Las manos de Montag recogieron laBiblia. Advirtió lo que acababa de ha-cer y pareció sorprendido.

—¿Le gustaría quedarse con esto?

—Daría mi mano derecha —dijoFaber.

Montag, inmóvil, esperó lo que ibaa ocurrir. Sus manos, ellas solas,como dos hombres que trabajan jun-tos, comenzaron a desgarrar las ho-jas del libro. Las manos arrancaronla guarda, y luego la primera hoja, yluego la segunda.

—¡Idiota, qué está haciendo! —Faber se incorporó de un salto, comosi hubiera recibido un golpe. Cayósobre Montag. Montag lo apartó ydej ó que sus manos cont inuar an.Seis hojas más cayeron al piso. Re-cogió las hojas y las arrugó bajo losojos de Faber.

— ¡ N o ! O h , n o — d i j o e lvi e j o .

—¿Quién puede detenerme? Soy unbombero. ¡Puedo quemarlo a usted!

El viejo se quedó mirando a Montag.—No lo haría.

—¡Puedo hacerlo!

—El libro. No arranque más ho-jas . —Faber s e dej ó cae r en unasilla, con el rost ro muy pálido, loslabios tembloros os.— No me hagasentir t odaví a más cansado. ¿Quéquie re? [1 04]

—Necesito aprender.

—Bueno, bueno.

Montag de jó el libro . Come nzóa desarrugar l a bola de papeles , ylos alisó . El viejo lo mi raba conun aire de fati ga.

Sacudió la cabeza como si de prontoestuviese despertando.

—Montag, ¿ti ene us te d al gúndine ro?

—Alguno. Cuatrocientos, quinientosdólares. ¿Por que?

—Tráigalo. Conozco a un hom-

único que harán será reunir sus piedraspara arrojárselas los unos a los otros.Váyase a casa, Montag. Váyase a lacama. ¿Por qué desperdiciar sus horasfinales, dando vueltas en su jaula yafirmando que no es una ardilla?

—Así, pues, ¿ya no le importa nada?

—Me importa tanto que estoy enfermo.

—¿Y no quiere ayudarme?

—Buenas noches, buenas noches.

Las manos de Faber recogieron laBiblia. Montag vio esta acción y quedósorprendido.

—¿Desearía poseer esto?

Faber dijo:—Daría el brazo derecho por ella.

Montag permaneció quieto,esperando a que ocurriera algo. Susmanos, por sí solas, como dos hombresque trabajaran juntos, empezaron aarrancar las páginas de] libro. Las manosdesgarraron la cubierta y, después, laprimera y la segunda página.

—¡Estúpido! ¿Qué está haciendo?Faber se levantó de un salto, como

si hubiese recibido un golpe. Cayósobre Montag. Éste le rechazó y dejóque sus manos prosiguieran. Seispáginas más cayeron al suelo. Montaglas recogió y agitó el papel bajo lasnarices de Faber.

—¡No, oh, no lo haga! —dijo elviejo—.

—¿Quién puede impedírmelo? Soybombero. ¡Puedo quemarlo!

El viejo se le quedó mirando.—Nunca haría eso.

—¡Podría!

—E l l i b r o . No l o d e s g ar r emás . —F abe r s e de r r umbó e nu na s i l l a , c o n e l r o s t r o mu ypál i do y l a bo c a t e mbl or o s a—.N o h a ga qu e m e s i e nt a má sc ans ado . ¿Qué de s ea?

—Necesito que me enseñe.

—Está bien, está bien.

Montag dejó el libro. Empezó arecoger el papel arrugado Ya alisarlo,en tanto que el viejo le miraba conexpresión de cansancio.

Faber sacudiólacabezacomosiestuviesedespertando en aquel momento.

— M o n t a g , ¿ t i e n ed i n e r o ?

—Un poco . Cuat roc ientos oquinientos dólares qué?

—Tráigalos. Conozco a un hombre

wad 1 a lump or bundle of soft material used esp. to keepthings apart or in place or to stuff up an opening. 2 adisc of felt etc. keeping powder or shot in place in agun. 3 a number of banknotes or documents placedtogether. 4 Brit. sl. a bun, sandwich, etc. 5 (in sing.orpl.) a large quantity esp. of money.

1 stop up (an aperture or a gun-barrel) with a wad. 2 keep(powder etc.) in place with a wad. 3 line or stuff (agarment or coverlet) with wadding.4 protect (a person,walls, etc.) with wadding. 5 press (cotton etc.) into awad or wadding.

rellenar, acolchar

Page 73: B’s Farenheit Fahrenheit 451* - Rodriguez Alvareznovelas.rodriguezalvarez.com/pdfs/Bradbury, Ray ''Farenheit 451''-Xx-En-Sp-Sp.pdf2 B’s Farenheit tr. de F. Abelenda tr. de Alfredo

74

B’s Farenheit tr. de F. Abelenda tr. de Alfredo Crespo

5

10

15

20

25

30

35

40

45

50

55

60

65

70

75

pr int ed our c oll ege pape r half ace ntury ago. That was the year Icame to cl ass at t he st art of t hene w s emest er and f ound o nl y o nestudent t o sign up for Dr ama f romAes chyl us t o O’Ne il l. You s ee ?Ho w l ike a beauti ful st atue o f i cei t wa s , me l t i ng i n t he s un. Ire me mbe r the ne ws paper s dyi ngli ke huge mot hs . No o ne wa nt edthem bac k. No one miss ed the m.And t he Governme nt, se eing howad van t ag e o u s i t was t o ha vepe o pl e r e a di n g o nl y a bo utpassi onate li ps and the f is t i n t hes t o mac h, c i r c l e d t he si t uat i o nwi t h yo ur fi r e - e a t e r s . S o ,Mo ntag, there ’s this une mployedpr i n t e r. We mi ght s t ar t a f e wbo o ks , and wait o n t he war t obr eak t he pat te rn and give us t hepush we need. A f ew bo mbs andthe ‘famil ies ’ i n the walls o f allt he hous es , l ike har le qui n rats ,wi l l s hu t up! In s i l e n c e , o urst age -whisper mi ght carry.”

They bot h s too d loo king at t hebo ok on the t abl e.

“I’ve tr ied to r eme mbe r,” saidMo nt a g. “Bu t , h e l l , i t ’s go newhen I tur n my head. God, how Iwan t s o me t hi ng t o s ay t o t heCaptain. He’s re ad enough so hehas all the answers , o r see ms tohave. Hi s voi ce is like but ter. I’maf rai d he’ll talk me back the wayI was . Onl y a we ek ago, pumpi nga ker ose ne ho se, I tho ught: Go d,what fun!”

The o l d man no dde d. “Tho s ewho don’t bui ld must bur n. It ’s aso l d a s h i s t o r y a nd j uve ni l ede li nque nt s.”

“So that’s what I am.”

“There’s some of it in all of us.”

Mo nt a g m o ve d t o war d s t hefr ont door. “Can you hel p me inany way t o ni ght , wit h t he Fi r eCapt ai n? I ne e d an umbr e ll a t oke ep off t he rai n. I’m s o damnedafr aid I’l l dro wn i f he get s meagai n.”

The o ld man s aid no thi ng, butgl anc ed once mor e ner vousl y, athi s bedr oom. Montag caught t hegl anc e. “Well ?”

Th e o l d ma n t o o k a de e pbr eat h, he ld it, and l et it out. Het o o k ano t her, e ye s c l o s e d, hi smo uth t ight, and at l as t e xhale d.“Mo nt ag…”

The o ld man turned at las t ands a i d, “Co m e a l o n g. I wo u l dac tual ly have le t you walk r ightout o f my hous e. I am a cowardlyol d f ool .”

Fa be r o p e ne d t he be dr o o mdo or and l ed Montag into a small

bre que imprimía el periódico dela universidad hace medio siglo.Fue el año que ll egué a clase, alcomenzar otro se mestre, y descu-brí que en el curso de drama, deEsquilo a O’Neill, sólo se había ins-crito un alumno. ¿Ve? Era como unahermosa estatua de hielo que se de-rritiese al sol. Recuerdo que los pe-riódicos morían como enormes ma-riposas. Nadie deseaba volverlos aver. Nadie los echó de menos. Y en-tonces el gobierno, comprendiendoque reducir el tema de las lecturas alabios apasionados y puñetazos en elestómago era muy ventajoso, com-pletó el círculoconsus lanzallamas.Puesbien, Montag, ahí está ese impresor des-ocupado. Comenzaremos con unos po-cos libros, y esperaremos a que la gue-rra destruya el orden actual y nos dé elimpulso que falta. Unas pocas bombas,y las «familias» de todos los muros,como ratones arlequines, ¡callarán parasiempre! En el silencio, quizá alguienoiga nuestro murmullo.

Los dos hombres se quedaron mi-rando el libro sobre la mesa.

—He tratado de recordar —dijoMontag—. Pero, diablos, se me olvida almover la cabeza, Dios, cómo me hubiesegustado decirle algo al capitán. Ha leídobastante,así que conoce todas las respues-tas, o parece [105]conocerlas. Tiene unavoz mantecosa. Temo que vuelva a lanzar-me otro discurso, recordándome mi vidaanterior. Hace sólo una semana, mientrasempuñaba una manguera de kerosene, yopensaba: Dios, ¡qué divertido!

El viejo movió afirmativamente lacabeza.—Los que no construyen deben que-

mar. Es algo tan viejo como la historiay la delincuencia juvenil.

—Entonces soy eso.

—Todos lo somos un poco.

Montagse encaminóhacia la puerta de calle.—¿No puede darme un consejo

para cuando me encuentre esta no-che con el capitán? Necesito un pa-raguas que me proteja del chaparrón.Tengo tanto miedo que me ahogarési me habla otra vez.

El viejo no dijo nada, pero volvióa mirar nerviosamente hacia el dor-mitorio. Montag notó la mirada.

—Bien?

El viejo respiró profundamente,retuvo el aliento, y lo dejó salir. Vol-vió a aspirar, con los ojos cerrados,la boca apretada, y al fin suspiró:

—Montag...

Y d á n d o s e v u e l t ad i j o : — Ve n g a . N o p u e d op e r m i t i r q u e s e m a r c h ed e e s e m o d o . S o y u nv i e j o c o b a r d e .

Abr ió l a pue r t a de l a alc o bay gui ó a Mont ag hast a un cuar -

que, hace medio siglo, imprimió eldiario de nuestra Universidad. Fue elaño en que, al acudir a la clase, alprincipio del nuevo semestre, sóloencontré a un estudiante que quisieraseguir el curso dramático,desde Esquilohasta O’Neil ¿Lo ve? Era como unahermosa estatua de hielo que sederritiera bajo el sol. Recuerdo que losdiarios morían como gigantescasmariposas. No interesaban a nadie.Nadie les echaba enfalta.Yel Gobierno,al darse cuenta de lo ventajoso que eraque la gente leyese sólo acerca de labiosapasionados y de puñetazos en elestómago,redondeó la situación consusdevoradores llameantes. De modo,Montag, que hay ese impresor sintrabajo. Podríamos empezar con unospocos libros, y esperar a que la guerracambiara las cosas y nos diera elimpulso que necesitarnos.Unas cuantasbombas, y en las paredes de todas lascasas las «familias» desapareceráncomo ratas asustadas. En el silencio,nuestro susurro pudiera ser oído.

Ambos se quedaron mirando el libroque había en la mesa.

—He tratado de recordar —dijoMontag—. Pero ¡diablo!, en cuantovuelvo la cabeza, lo olvido. ¡Dios!¡Cuánto deseo tener algo que decir alcapitán!Haleído bastante,y se sabe todaslas respuestas, o lo parece. Su voz escomo almíbar. Temo que me convenzapara que vuelva a ser como era antes.Hace sólo una semana,mientras rociabacon petróleo unos libros, pensaba:«¡Caramba, qué divertido!»

El viejo asintió con la cabeza.—Los que no construyen deben

destruir. Es algo tan viejo como laHistoria y la delincuencia juvenil.

—De modo que eso es lo que yo soy.

—En todos nosotros hay algo de ello.

Montag se dirigióhacia la puerta de la calle.—¿Puede ayudar me de al gún

modo para e st a no che, c on micapitán? Necesito un paraguas queme proteja de 1a lluvia. Estoy tanasustado que me ahogaré si vuelve ameterse conmigo.

El viejo no dijo nada, y miró otra vezhacia su dormitorio, muy nervioso.Montag captó la mirada.

—¿Bien?

El viejo inspiró profundamente, retuvoel aliento y, luego, lo exhaló. Repitió laoperación, con los ojos cerrados, la bocaapretada,y, por último, soltó el aire.

—Montag...

El viejo acabó por volverse y decir:— Ve n g a . E n r e a l i d a d , m e

pr o po ní a de j ar que s e mar c har ade mi c as a. So y un vi e j o t o nt oy c o bar de .

Faber abrió la puertadel dormitorio eintrodujo a Montag en una pequeña

Page 74: B’s Farenheit Fahrenheit 451* - Rodriguez Alvareznovelas.rodriguezalvarez.com/pdfs/Bradbury, Ray ''Farenheit 451''-Xx-En-Sp-Sp.pdf2 B’s Farenheit tr. de F. Abelenda tr. de Alfredo

75

B’s Farenheit tr. de F. Abelenda tr. de Alfredo Crespo

5

10

15

20

25

30

35

40

45

50

55

60

65

70

75

chamber wher e st ood a table uponwhi ch a number of met al to ols layamo ng a wel te r o f mi cr os co pi cwir e -hair s, ti ny c oi l s, bo bbi ns ,and c rys tal s.

“What ’s this?” asked Mo ntag.

“P r o o f o f m y t e r r i b l ec o war di c e . I’ve l i ve d al o ne s omany years, thro wing i mages onwa l l s wi t h my i m agi na t i o n.Fi ddl ing with e lec tro ni cs, radi o-tr ans mis sio n, has bee n my hobby.My c o wa r di c e i s o f s u c h apa s s i o n , c o mp l e m e nt i n g t here vol ut ionary spir it that l ives init s shadow, I was for ced to desi gnthi s .”

He pic ke d up a s mal l gr e en-me tal obje ct no lar ger t han a 22bulle t.

“I pai d f o r al l t hi s — ho w?P l ayi ng t h e s t o c k- mar ke t , o fc o ur s e , t he l as t r e f ug e i n t hewo r l d f o r t he da ng e r o usintel le ctual out o f a jo b. We ll, Iplayed the marke t and bui lt al lthis and I’ve wait ed. I’ve waite d,t r e mbl i n g, hal f a l i f e t i me f o rso meo ne to speak t o me. I dar edspeak to no o ne. That day i n t hepark whe n we s at to get her, I knewthat some day yo u might dro p by,wi t h f i r e o r f r i e nds hi p, i t washard to guess . I’ve had t hi s l itt lei t e m r e ady f o r mo n t hs . But Ial mo s t l e t yo u g o , I’m t h a tafr ai d!”

“It looks like a Seashell radio.”

“And s o me t hi n g m o r e ! Itli st ens! If yo u put it in yo ur ear,Mo nt ag, I c an s i t c o mf o r t abl yho me , war mi ng my f r i ght e ne dbo ne s, and he ar and analyse t hef i r e m e n ’s wo r l d , f i nd i t swe aknes ses , without danger. I’mthe Quee n Bee , s afe in t he hive.Yo u wi l l b e t he dr o ne , t hetr ave lli ng ear. Eve ntuall y, I couldput o ut ears int o all parts o f t heci ty, with vari ous me n, li ste ni ngand e valuating. If the drones di e,I’m st ill saf e at home, tending myf r i gh t wi t h a ma xi m um o fc o mf o r t and a mi ni m um o fc hanc e . Se e how safe I pl ay it ,ho w c ontempti ble I am?”

Mo ntag placed the gr een bull etin hi s ear. The ol d man ins er ted asi mil ar objec t in his o wn ear andmo ved hi s lips.

“Mo nt ag!”

Th e vo i c e was i n Mo n t ag ’shead.

“I hea r you!”

The o ld man l aughe d. “You’rec o mi ng o ve r f i ne , t o o!” Fabe rwh i s p e r e d, but t he vo i c e i n

t i t o c o n un a m e s a, d o n de s eamont o naban unas he r rami e nt asde m e t al , un o s al am br e s m i -c r os c ó pi c o s, bobi nas dimi nut asy cr i s t ale s .

—¿Qué es esto? —preguntó Montag.

—La prueba de mi terrible co-bardía. He vivido solo tantos años,pro yectando c on mi imaginac iónfiguras en las paredes. Los dispo-sitivos electrónicos y los transmi-sores de radio fueron mi entrete-nimiento. Mi cobardía es una pa-sió n tan inte nsa, y compleme nto[106] del espírit u revoluci onarioque vive a su sombra, que tuve queproyectar esto.

Faber mostró un pequeño objetoverde, metálico, no mayor que unabala de calibre 22.

—_______________________S ó l o qu e d a e s t e r e f ug i o p ar al o s pe l i g r o s o s i n t e l e c t u a l e ss i n t r a b a j o . C o n s t r u í t o d oe s t o , y e s pe r é . Es p e r é , t e m -b l a nd o , t o da u na m e di a vi da ,a q ue a l g u i e n me h a bl ar a. N om e a t r e ví a a h a b l a r c o n n a -d i e . Aq u e l l a v e z e n e l p a r -q ue , c u an do n o s s e nt am o s e ne l mi s m o ba nc o , s up e qu e us -t e d v e n d r í a , c o n l l a m a s oa mi s t ad , e r a d i f í c i l s ab e r l o .Te ng o e s t e a pa r a t i t o p r e pa r a -d o de s d e ha c e me s e s . y c as il o d e j o i r s i n é l . ¡A t a nt o l l e -g a mi m i e do !

—Parece una radio—caracol.

—Y algo más. ¡El aparatito es-cuch a! Si se lo pone en el o ído,Montag, puedo quedarme en casacó modamente, cal entándo me l oshuesos asustados, y escuchar y ana-lizar el mundo de los bomber os,descubrir sus debilidades, sin peli-gro. Seré la reina del panal, a salvoen la colmena. Usted sería el zán-gano, l a ore ja ambul ante. Podríadistribuir orejas, si fuese necesario,por toda la ciudad, con varios hom-bres, y escuchar y saber. Si el zán-gano muere, yo seguiré vivo en micasa, cuidando mi te rro r c on unmáximo de comodidad y un míni-mo de peli gro. ¿Ve qué prude ntesoy, qué despreciable?

Montag se coloc ó la bala verdeen la oreja. El viejo Faber se me-tió una bala s imilar en l a suya ymovió los labios.

—¡Montag!

La voz del viejo resonó en el interiorde la cabeza de Montag.

—¡Lo oigo!

El viejo se rió. [107] —A usted tam-bién se le oye muy bien —Fabermurmur aba, pero la voz res onaba

habitación, donde había una mesa sobrela que se encontraba cierto número deherramientas metálicas, junto con unamasijo de alambres microscópicos,pequeños resortes, bobinas y lentes.

—¿Qué es eso?—preguntó Montag—.

—Una prueba de mi tre mendacobardía. He vivido solo demasiadosaño s, arr oj ando c on mi me nt ei máge ne s a las pare de s. Lamanipul ac ió n de aparato selectrónicos y radiotransmisores hasido mi entretenimiento. Mi cobardíaes tan apasionada, complementandoel espíritu revolucionario que vive asu sombra, que me he visto obligadoa diseñar esto.

Faber cogió un pequeño objeto demetal, no mayor que una bala defusil.

—He pagado por esto... ¿Cómo?Jugando a la Bolsa, claro está, el últimorefugio de l mundo para losintelectuales peligrosos y sin trabajo.Bueno, he jugado a la Bolsa, heconstruido todo esto y he esperado. Heesperado , temblando, la mitad de mivida, a que alguien me hablara. No meatrevía a hacerlo con nadie. Aquel día,en el parque, cuando nos sentamosjuntos, comprendí que alguna vez quizáse prese ntase usted, con fuego oamistad, resultaba dificil adivinarlo.Hace meses que tengo preparado esteaparatito. Pero he estado a punto dedejar que se marchara usted, tantomiedo tengo.

—Parece una radio auricular.

—¡Y algo más! ¡Oye! Si se lo poneen su oreja, Montag, puedo sentarmecómodamente en casa, calentandomis atemorizados huesos, y oír yanalizar el mundo de los bomberos,descubrir sus debilidades, sin peligro,Soy la reina abeja, bien segura en lacolmena. Usted será el zángano, laoreja viajera. En cas o necesario,podría colocar oídos en todas laspartes de la ciudad, con diversoshombres, que escuchen y evalúen. Silos zánganos mueren, yo sigo a salvoen casa, cuidando mi temor con unmáximo de comodidad y un mínimode pel igro . ¿Se da c ue nt a de l opr ecavido que llego a se r, de lodespreciable que llego a resultar?

Mo ntag s e c olo có el pe que ñoo bj et o met ál ic o e n la o r ej a. Elvi ej o inse rt ó ot ro s imil ar e n lasuya y movi ó los labio s.

—¡Montag!

La voz s onó e n l a c abeza deMontag.

—¡Le oigo!

Faber se echó a reír.—¡Su voz también me llega

perfectamente! —Susurró el viejo.Pero

X

Page 75: B’s Farenheit Fahrenheit 451* - Rodriguez Alvareznovelas.rodriguezalvarez.com/pdfs/Bradbury, Ray ''Farenheit 451''-Xx-En-Sp-Sp.pdf2 B’s Farenheit tr. de F. Abelenda tr. de Alfredo

76

B’s Farenheit tr. de F. Abelenda tr. de Alfredo Crespo

5

10

15

20

25

30

35

40

45

50

55

60

65

70

75

Mo ntag’s head was cle ar. “Go tothe f ir eho use when it ’s time. I’llbe wi th yo u. Le t’s li st en to thisCaptain Beatty toge ther. He co uldbe one of us . God knows. I’ll gi veyo u t hi ngs to s ay. We ’l l give hima goo d sho w. Do yo u hate me f ort h i s e l e c t r o n i c c o war di c e o fmi ne? Here I am se ndi ng yo u o utinto the ni ght , while I stay behi ndt he l ine s wi t h my damne d ear sli ste ning fo r you t o get your he adchopped off .”

“We al l do what we do,” saidMo ntag. He put t he Bi ble i n t heo l d m an ’s han ds . “He r e . I’ l lc hanc e tur ni ng i n a s ubs t i t ut e .To mo rro w —”

“I ’l l s e e t he un e mp l o y e dpr int er, yes; tha t much I can do .”

“Good ni ght , Pro fes sor.”

“No t go o d ni ght . I’ll be wit hyo u t he r e s t o f t h e n i g ht , avi ne gar gnat t i c kl i ng yo ur e arwh e n yo u ne e d m e . But go o dni ght and goo d l uck, anyway.”

Th e d o o r o pe n e d an d s hu t .Mo nt ag was i n t he dark s t r e e tagain, loo king at the worl d.

You could feel the war gettingre ady in t he sky that ni ght. Theway t he c louds moved aside andcame bac k, and the way t he starsl o o ke d, a mi l l i o n o f t he mswimming between the clouds, likethe enemy discs, and t he fee lingthat the sky might fall upon the cityand turn it to chalk dust , and themoon go up in red fir e; that washow the night felt.

Mo nt ag wal ke d f r o m t hes ubway wi t h t h e mo ne y i n hi spo cket ( he had vis it ed t he bankwh i c h was o pe n al l ni g ht a ndevery night wit h r obo t tel ler s inat tendance ) and as he walked hewas l i s t e ni ng t o t h e Se as he l lr a di o i n o ne c ar …? We ha vemo bi lized a mil lio n men. Qui ckvi c t o r y i s o u r s i f t h e warcomes…” Music flo oded over thevo ice quic kly and i t was gone.

“Ten mi lli on me n mobi li zed,”Fabe r ’s voi c e whis per e d i n hi sot her e ar. “But sa y o ne mil lio n.It ’s happi er.”

“Fabe r ?”

“Ye s ?”

“I ’m no t t h i nk i n g. I’m j u s tdo ing l ike I’m tol d, li ke always.Yo u s aid get the mo ney and I goti t . I d i dn ’t r e a l l y t hi n k o f i tmysel f. When do I start wo rki ngthings out o n my o wn?”

c lar ame nt e e n la cabeza deMontag.— Vaya al cuartel cuandosea la hora. Escucharemos juntos alcapitán Beatty. Puede ser uno denosotros. Sabe Dios. Le diré a ustedqué puede decir. Le ofreceremos unhermoso espectáculo. ¿Me odia us-ted por esta cobardía electrónica?Aquí estoy, enviándole a usted afue-ra, a la noche, mientras me quedo enla retaguardia, escuchando con mismalditas orejas y esperando a que lodegüellen.

—Hare mos lo que hay que ha-ce r—dij o Mont ag. P uso la Bibl iaen mano s del vie jo —. Tome. Tr a-taré de co nse gui r o tro e jemplar.Mañana. . .

Veré al impresor que está sin traba-jo. Por lo menos haré eso.

—Buenas noches, profesor.

—No buenas noches. Estaré con ustedel resto de la noche. Unmurciélago avina-grado que le harácosquillasenel oído cadavez que me necesite. Pero buenas noches,y buena suerte, de todos modos.

La puerta se abrió y se cer ró.Montag estaba otra vez en la calleoscura, mirando el mundo.

Uno po día s entir, aquel la no-che , que la guerra s e pre paraba enel cielo. Las nubes se apartaban yvol vían; un mi llón de est rellas sede sli zaba ent re las nube s, co modis cos enemigo s; y parecí a que elcie lo podía caer so bre la ciudad,y que ent onces la c iudad sería unpol vo de tiza, y que la luna se al-zar ía en un f uego rojo . __________________________

Montag salió del tren subterráneocon el dinero en el bolsillo (había ido albanco que permanecía abierto toda lanoche y todas las noches, atendido porempleados robots), y mientras camina-ba escuchaba la radio—caracol que lle-vaba en una oreja... [108]

—Hemos movilizado un millón dehombres. Si se declara la guerra, nues-tra victoria será rápida...

Una música ahogó rápidamente lavoz. ________________

—Diez millones de hombres mo-vilizados —murmuró Faber en la otraoreja—. Pero diga un millón, se sen-tirá más contento.

—¿Faber?

—¿Sí?

—No estoy pensando. Estoy ha-ciendo lo que me dicen, como siem-pre. Usted me dijo que consiguieseel dinero y lo conseguí. Yo no penséen eso. ¿Cuándo empezaré a actuarcon independencia?

la voz sonaba con claridad en la cabezade Montag—. Cuando sea hora, vaya alcuartel de bomberosYo estaré conusted.Escuchemos los dos a ese capitánBeatty. Pudiera ser uno de los nuestros.¡Sabe Dios! Le diré lo que debe decir.Representaremos una buena comediapara él. ¿Me odia por esta cobardíaelectrónica? Aquí estoy, enviándolehacia el peligro, en tanto que yo mequedo en las trincheras,escuchando conmi maldito aparato cómo usted se juegala cabeza.

—Todos hacemos lo que debemoshacer —dijo Montag—. Puso la Bibliaen manos del viejo—. Tome. Correréel r iesgo de entr egar o tro li bro.Mañana...

—Veré al impresor sintrabajo.Sí, esopuedo hacerlo.

—Buenas noches, profesor.

_No, buenas noches, no. Estaré conusted el resto de la noche, como uninsecto que le hostigará el oído menec esit e. P ero, de t odos modos,buenas noches y buena suerte.

La puerta se abrió y se cer ró.Montag se encontr ó otra vez en laoscura calle, f rente al mundo.

Podía percibirse cómo la guerra seiba gestando aquella noche en el cielo.La manera como las nubesdesaparecían y volvían a asomar, y elaspecto de las estrellas, un millón deellas flotando entre las nubes, como losdiscos enemigos, y la sensación de queel cielo podía caer sobre la ciudad yconvertirla en polvo, mientras la lunaestallaba en fuego rojo; ésa era lasensación que producía la noche.

Montag salió del «Metro» con eldinero en el bolsillo. Había visitadoel Banco que no cerraba en toda lanoc he , graci as a su s er vic io decajer os automáti co s, y mie ntr asandaba, e sc uc haba l a radi oauricular que llevaba en una oreja...«Hernos movilizado a un millón deho mbr e s . Co ns e gui r e mo s unarápida victoria si estalla la guerra... » La música dominó rápidamentela voz y se apagó después.

—Diez millones de hombresmovilizados —susurró la voz de Faber enel otro oído de Montag—. Pero dice unmillón. Resulta más tranquilizador.

—¿Faber?

—Si.

—No estoy pensando. Sólo hagolo que se me dice, como siempre.Usted me ha pedido que tuviera dinero,y ya lo tengo. Ni siquiera me he paradoa meditarlo. ¿Cuando empezaré a teneriniciativas propias?

X

X

Page 76: B’s Farenheit Fahrenheit 451* - Rodriguez Alvareznovelas.rodriguezalvarez.com/pdfs/Bradbury, Ray ''Farenheit 451''-Xx-En-Sp-Sp.pdf2 B’s Farenheit tr. de F. Abelenda tr. de Alfredo

77

B’s Farenheit tr. de F. Abelenda tr. de Alfredo Crespo

5

10

15

20

25

30

35

40

45

50

55

60

65

70

75

“Yo u’ve s t ar t e d a l r e a dy, bysaying what you just said. Yo u’llhave to take me on faith.”

“I to ok the o the rs on faith!”

“Ye s , a nd l o o k whe r e we ’r ehe ade d. Yo u’l l h ave t o t r ave lbl ind fo r a whil e. Her e’s my armto ho ld on to .”

“I don’t want to c hange s idesan d j us t b e t o l d what t o d o .There ’s no re aso n t o c hange if Ido that .”

“You’r e wis e alr eady!”

Mo nt ag f e l t hi s f e e t mo vi nghim o n the si de walk t owar d hi sho us e. “Ke ep talki ng.”

“Wo ul d yo u li ke me t o re ad?I’ll read so you can r emember. Igo to bed onl y f ive hour s a night.No thi ng to do . So i f you li ke; I’llread yo u to sle ep night s. They sayyo u r etain kno wl edge e ven whenyo u’r e s l e e pi n g, i f s o me o newhisper s i t i n your e ar.”

“Ye s .”

“Here .” Far away acro ss to wnin the night, the fai nte st whispero f a turned page. “The Bo ok o fJo b.”

The mo on ro se in t he s ky asMo nt ag walked, his li ps mo vi ngjust a tri fl e.

He was eat ing a li ght supper atni ne i n t he e ve n i ng wh e n t hefr ont do or cr ie d out i n the halland Mildre d r an fro m t he parlo urli ke a nat ive f lee ing an e rupti ono f Ve s u vi us . Mr s . P he l ps andMrs . Bo wl es c ame thr o ugh thefr ont do or and vani she d int o t hevo lcano’s mouth wit h mar tinis int h e i r ha nds : M o n t ag s t o pp e de a t i n g. The y we r e l i ke amo ns t r o us c r ys t a l c han de l i e rti nkl ing i n a t housand chi mes , hes aw the i r Che shi r e Cat smi l e sburni ng through the wall s o f t heho us e , a nd no w t he y we r escr eami ng at each other above thedi n. Montag f ound hims el f at t heparlour do or with his foo d st ill inhi s mout h.

“ D o e s n ’ t e v e r y o n e l o o kn i c e ! ”

“Ni c e.”

“You loo k f ine, Mil lie !”

“Fine .”

“Ever yo ne loo ks swell .”

“Swel l !”

—Ya ha e m pe za do al d e c i rl o que d i j o . Ti e n e que c o nf i are n mí .

—¡Confiaba en los otros!

—Sí, y vea a dónde nos ll eva-ron. Tiene que ac tuar a ciegas, almenos durante un tiempo. Apóye-se en mi hombro.

—No quiero que esto se reduzca acambiar de acompañante, y que me di-ganqué hay que hacer. No hay razón paracambios si hago eso.

—¡Ya ha aprendido mucho!

Montag sintió que los pies lo lleva-ban por la acera, hacia su casa.

—Siga hablando.

—¿ Qui e r e q ue l e a? Le l e e -r é p ar a qu e no s e o l vi d e . Só l od ue r mo c i nc o h o r a s p o r no -c h e . No t e ng o n ad a q ue ha c e r.Le l e e r é mi e nt r as du e r me . Di -c e n q ue au n e nt o nc e s e s po s i -b l e a p r e n d e r , s i a l g u i e n l eha bl a a un o a l o í d o .

—Sí.

—Bueno. —Muy lejos, en la noche,en el otro lado de la ciudad, el débilsusurro de una hoja al volverse.— Ellibro de Job. [109]

La luna se alzó en el cielo mientrasMontag caminaba, moviendo apenaslos labios.

Es taba cenando ligerame nte al as nue ve , c uando la vo z de l apuert a de cal le re sonó en el ve s-tí bul o. Mil dre d dej ó c orr iendo lasala co mo un nativo que huye sede una erupci ón de l Vesubi o. Lase ñor a P hel ps y la se ñor a Bowl escr uzaron l a puer ta de calle y sede svanec ier on en la bo ca del vo l-c án c o n mar t i ni s e n l a ma no .Mo ntag dej ó de c ome r. Las mu-j e r e s par e c í an un mo ns t r uo s ocandelero de cr istal , que tintinea-ba c on mil s oni dos . Montag viosus sonr isas gatunas r efle jadas ento das las par ede s. Aho ra se gr i-taban unas a ot ras po r enc ima deles tré pit o. Mo ntag s e e nc ont ró enla puer ta de la sala, c on la bo call ena.

—¿No tenéis todas un magníficoaspecto?

—Magnífico.

—¡Tú estás muy bien, Millie!

—Muy bien.

—Todas estáis muy elegantes.

—Muy elegantes.

—Ha empezado ya, al pronunciaresas palabras. Tendrá que fiarse demí.

—¡Me he estado fiando de los demás!

—Sí, y fijese adónde hemos ido aparar. Durante algún tiempo, deberácaminar a ciegas. Aquí está mi brazopara guiarle.

—No quie ro cambiar de bandoy que sól o se me di ga lo que debohac er. En tal c aso, no habría razónpar a el cambio.

—¡Es usted muy sensato!

Montagsintió que sus pies le llevabanpor la acera hacia su casa.

—Siga hablando.

—¿Le gustaría que leyese algo? Loharé para que pueda re cordarlo. Porlas noches, sólo duermo cinco horas.No tengo nada que hacer. De modoque, si 1o desea, le leeré durante lasnoches. Dicen que si alguien te susurralos conocimientos al oído inclusoestando dormido, se retienen.

—Sí.

—¡Ahí va! —Muy lejos, en la noche,al otro lado de la ciudad, el levísimosusurro de una página al volverse—. ElLibro de Job.

La luna se elevó en el cielo, en tantoque Montag andaba. Sus labios semovían ligerísimamente.

Eran las nueve de l a no che ye s t aba t o mando un c e na l ige r ac u ando s e o yó e l r ui do de l apuerta de 1a call e y Mil dred sal ióc o r r i e ndo c o mo un nati vo quehu ye r a de una e r upc i ó n d e lVe s ub i o . Mr s . P h e l p s Y Mr s .Bo wle s e nt rar on por la puer ta dela call e y se desvane ci ero n e n laboc a del volcán con «mart inis» ens u s m an o s . Mo nt ag de j ó deco mer. Eran c omo un mons truo soc a nde l a br o de c r i s t al q uepr odujes e un mill ar de so nidos, yMo nt ag vi o s us so nr isas fel inasatr aves ando las par edes de la c asay có mo c hi l l aban para hac er s eo ír. Mo nt ag s e e nc o nt r ó e n l apuert a del salón, c on bo ca lle naaún de comida.

—¡To das t e né i s un aspe ct oestupendo!

—Estupendo.

—¡Estás magnífica, Millie!

—Magnífica.

—¡Es extraordinario!

—¡Extraordinario!

Page 77: B’s Farenheit Fahrenheit 451* - Rodriguez Alvareznovelas.rodriguezalvarez.com/pdfs/Bradbury, Ray ''Farenheit 451''-Xx-En-Sp-Sp.pdf2 B’s Farenheit tr. de F. Abelenda tr. de Alfredo

78

B’s Farenheit tr. de F. Abelenda tr. de Alfredo Crespo

5

10

15

20

25

30

35

40

45

50

55

60

65

70

75

Mo ntag s too d wat chi ng the m.

“P ati ence,” whi spe red Fabe r.

“I s ho u l dn ’t be he r e ,”wh i s p e r e d Mo nt a g, al mo s t t ohi mse lf . “I s hould be on my wayback to yo u wit h t he mo ney!”

“To mo r r o w’s t i me e n o ug h.Care ful!”

“Is n’t t hi s s ho w wonde rf ul ?”cr ie d Mildre d.

“Wo nder ful!”

On one wal l a wo man s mi le dan d dr a nk o r ang e j ui c esi mul taneo usl y. Ho w does s he dobo t h at o nc e , t ho ught Mont ag,insanel y. In the o the r wall s an X-ray o f t he same woman reveal edt he c o nt rac t i ng j o ur ne y o f t here fre shing be ve rage o n its way toher del ight ful stomach! Abruptl yt he r oo m to o k o f f o n a r o cke tfl ight int o t he cl ouds, it pl ungedinto a l ime-gree n s ea where bl uef is h at e r ed and ye ll o w f is h. Ami nut e l at e r, Thr e e W hi t eCar toon Clowns cho pped off e acho t he r ’s l i mbs t o t heac c o m pan i me nt o f i m me n s eincoming t ide s o f laught er. Twomi nut e s mo r e an d t he r o o mwhi ppe d o ut o f to wn t o t he je tc ar s wi l dl y c i r c l i ng an a r e na,ba s h i n g a nd bac ki n g u p a ndbashi ng each other again. Mont agsaw a number of bo die s fly in t heai r.

“Mill ie, di d you se e t hat ?”

“I s aw it, I saw it !”

Mo nt a g r e a c he d i ns i de t heparlo ur wall and pulle d the mainswitc h. The i mages drained away,as i f t he water had be en let o utfr om a giganti c c ryst al bowl ofhyste ric al fis h.

Th e t hr e e wo me n t u r n e ds l o wl y and l o o k e d wi t hunc once ale d ir ri t at io n and t he ndi sli ke at Mo ntag.

“When do you suppo se the warwil l st art?” he said. “I noti ce yourhusbands ar en’t her e t oni ght ?”

“Oh, the y c ome and go, co meand go ,” s ai d Mr s . P he l ps . “Inaga i n o ut agai n Fi nn e gan, t heArmy call ed Pe te ye sterday. He ’llbe b ac k ne xt we e k . The Ar mys ai d so . Qui ck war. For t y- ei ghtho ur s t he y s ai d, and e ve r yo neho me. That ’s what t he Ar my sai d.Qu i c k war. P e t e was c al l e dye ste rday and they sai d he’d be,back ne xt wee k. Quick…”

The t hr ee women fi dge te d andl o oke d ner vo usl y at t he e mpt ymud-c olo ure d wall s.

Montag las miraba fijamente.

—Paciencia —murmuró Faber.

—Yo no tendría que estar aquí —susurró Montag, casi para sí mismo—.Tendría que estar yendo a la casa deusted, con el dinero.

—Hay tiempo hasta mañana. ¡Cui-dado!

—¿No es ésta una función realmen-te maravillosa? —gritó Mildred.

—¡Maravillosa!

En una pared una mujer sonreía ybebía simultáneamente un oscurozumo de naranja. Cómo puede ha-cer las dos cosas al mismo tiempo,pensó Montag, insensatamente. Enlas otras paredes una radiografía dela misma mujer revelaba la palpitan-te trayectoria del refresco hacia eldeleitado estómago. De pronto , lasala se transformó en un cohete quese elevaba hacia las nubes, y se hun-día luego en un mar de barro verdedonde unos peces azules devorabanunos peces rojos y amarillos. Un mi-nuto después, tres payasos blancosse arrancaban unos a otros brazos ypiernas acompañados por inmensasmareas de risa. Dos minutos más tar-de, y la sala abandonaba la ciudad yreflejaba las enloquecidas carrerasde unos automóviles movidos porturbinas. Los autos chocaban y re-trocedían y volvían a chocar. Montagvio unos cuerpos que saltaban en elaire.

—¡Mildred, has visto eso!

—¡Lo vi, lo vi!

Montag busc ó e n la par ed del a s ala y apr et ó el i nt e r rupt or.Las i máge ne s se apagaro n, c omos i le s hubi er an arr oj ado el aguade una gi gant es c a pe ce ra de pe -ce s hist ér ico s.

Las tre s mujere s se vol vier onlentamente. Miraron a Montag conevidente irritación, y casi en segui-da con desagrado.

—Cuándo creen que estallará la gue-rra? —dijo Montag—. Veo que sus ma-ridos no han venido esta noche.

—Oh, vi e ne n y van, vi ene n yvan —di j o l a se ño r a P he l ps —.El ej é r c i t o l l amó aye r a Pe t e .Vo l ve r á l a s e man a q ue vi e n e .Así dij o e l ej é rc i to . Gue rr a rá-pida. Só lo cuare nta y o c ho ho -r as , di j er o n, y t o do s de vue l ta.Eso dij o e l ej é rc i to . Gue rr a rá-pida. Aye r ll amar on a P et e , y di -j e ro n que l a se mana que vie nee st ará de vue l ta. Gue rr a.. .

Las tres mujeres se movieron, in-quietas, y miraron nerviosamente lasparedes vacías de color de barro.

Montag la observó.

—Paciencia—susurró Faber—.

—No debe ría de estar aquí —murmuró Montag, c asi para símismo—. Tendría que estar en caminopara llevarle el dinero.

—M aña na hab r á t i e mp o .¡Cui dado !

—¿Verdad que ese espectáculo esmaraviloso? —preguntó Mildred—.

—¡Maravilloso!

En una de las paredes, una mujersonreía al mismo tiempo que bebíazumo de naranja. «¿Cómo hará lasdos cosas a la vez?», pensó Montag,absurdamente. En las otras paredes,una radiografía de la misma mujermostraba el recorrido del refrescantebrebaje hacia el anhelante estómago.De repente, la habitación despegó deun vuelo raudo hacia las nubes, sel anzó e n pi cado s obre un marver do so , do nde pe ce s azul es s ecomían otros peces rojos y amarillos.Un minuto más tarde, tres muñecosde dibujos animados se destrozaronmutuamente l os mie mbro s co nacompañamiento de grandes oleadasde risa. Dos minutos más tarde, y lasala abandonó la ciudad para ofrecere l es pe ct ác ul o de uno s auto s areacción que recorrían velozmente unautódromo golpeándose unos contraotros incesantemente. Montag vioque algunos cuerpos volaban por elaire.

—¿Has visto eso, Millie?

—¡Lo he visto, lo he visto!

Mo nt ag alargó la mano y di ovuelta al conmutador del salón Lasimágenes fueron empequeñeciéndosecomo si el agua de un gigantescore ci pie nte de c ri stal, co n pec eshistéricos, se escapara.

Las tres mujeres se volvieron conlentitud Y miraron a Montag con nodisimulada irritación, que fueconvirtiéndose en desagrado.

—¿Cuándo creéis que va a estallar laguerra?—preguntó él—.Veo que vuestrosmaridos no han venido esta noche.

—Oh, vie nen y van, vi e ne n yvan – dij o Mrs. Phe 1ps —. Una yotra vez. El Ejér cito llamó ayer aPete. Estará de r egreso la semanapróxima. Eso ha dicho el Ejército.Una guerra rápida. Cuarenta y ochohoras, y todos a casa. Eso es lo queha dicho el Ejercit o. Una gue rrarápi da. Pe te f ue ll amado ayer ydijero n que estar ía de regr eso lasemana próxima. Una guerra...

L a s t r e s m u j e r e s s eagi t ar o n y mi r a r o n, ne r vi o s as ,l a s vac í as p ar e de s .

bashing 1. Hitting someone or something hard. 2.Giving someone a going over, beating them up.3. Criticising or insulting, in a derogatory manner,something which you don’t like. Usually refersto different cultures or countries.

Page 78: B’s Farenheit Fahrenheit 451* - Rodriguez Alvareznovelas.rodriguezalvarez.com/pdfs/Bradbury, Ray ''Farenheit 451''-Xx-En-Sp-Sp.pdf2 B’s Farenheit tr. de F. Abelenda tr. de Alfredo

79

B’s Farenheit tr. de F. Abelenda tr. de Alfredo Crespo

5

10

15

20

25

30

35

40

45

50

55

60

65

70

75

“I ’ m n o t wo r r i e d , ” s a i dMr s . P he l ps . “I’l l l e t P e t e doa l l t h e wo r r y i n g . ” S h egi g gl e d . “I ’l l l e t o l d P e t e doal l t he wo r r yi ng. No t me . I’mno t wo r r i e d .”

“Ye s ,” s ai d Mil l i e . “Le t o l dPe te do the wor ryi ng.”

“It ’s al ways s o me o ne e l s e ’shusband die s, they say.”

“I ’ve he ar d t h at , t o o . I’ vene ver known any de ad man kill edi n a wa r. Ki l l e d j ump i n g o f fbu i l d i ng s , ye s , l i k e G l o r i a ’shu s ba nd l as t we e k, but f r o mwars ? No .”

“No t f r o m war s ,” s a i d Mr s .P h e l p s . “An ywa y, P e t e and Ial ways s ai d, no t e ar s , no t hi ngli ke that. It ’s our t hir d mar riageeach and we ’r e inde pende nt . Beindependent, we al ways s ai d. Hesaid, if I ge t kill ed off , you justgo ri ght ahead and do n’t c ry, butge t marri ed again, and do n’t thi nkof me .”

“That r e mi nds me ,” s a i dMi ldr ed. “Did yo u s ee that ClaraDove f i ve - mi nut e ro manc e l as tni ght in your wall? We ll , i t wasal l about t his woman who —”

Mo ntag s ai d nothing but sto odlo oki ng at the women’s f ac es ashe had onc e l ooked at the fac esof saint s in a s trange c hur ch hehad e nte re d when he was a c hil d.The f ac e s o f t hos e e name l l e dcr eat ur es meant no thi ng to hi m,t ho ugh he t al k e d t o t he m ands to od i n t hat churc h fo r a l ongtime, tr ying to be of t hat r eligi on,tr ying to kno w what t hat r eli gi onwas, trying t o get eno ugh o f t heraw incense and spec ial dus t ofthe place int o his lungs and thusint o hi s bl ood to f eel touc hed andco nce rned by the meaning o f t hec ol o ur f ul me n and wome n wit hthe porc elain eye s and the bloo d-ruby li ps. But the re was nothing,not hi ng; it was a s tr ol l thro ughano ther s to re , and his c ur re nc ys tr ange and unus able t he re , andhis pass io n c ol d, even when heto uched the wood and plaste r andcl ay. So i t was no w, i n hi s ownpa r l o ur , wi t h t he s e wo m e ntwist ing i n t hei r chairs unde r hisgaze, lighti ng cigaret tes , bl owi ngsmoke, to uc hi ng thei r sun-f ir edhair and e xamini ng the ir bl azi ngfi nge rnail s as if the y had caughtf ir e fr o m hi s lo o k. The i r face sgr ew haunt ed wit h sil enc e. Theyl eaned fo r war d at the s o und o fMo nt ag’s s wal lo wi ng hi s f i nalbi te of fo od. They li ste ned t o hisf e ve r i s h br e at h i ng. The t hr e eempty walls o f the ro om were likethe pal e brows of sle eping gi antsnow, empty of dre ams . Mo ntag

—No esto y muy preo cupada —dij o la señor a Phel ps—. Dejo laspr eo cupaci ones a P et e. —So lt óuna breve ris ita.— Dejo que P etese preocupe. Yo no. Yo no me pre-ocupo.

—Sí —dijo Millie—. Dejemos laspreocupaciones al viejo Pete.

—Dicen que es siempre el marido deotra el que muere.

—Yo también lo he oído. Nunca co-nocí a ningún hombre que muriese enla guerra. Que se hubiera tirado desdeel techo de algún edificio, sí, como elmarido de Gloria la semana pasada.¿Pero muerto en la guerra? Ninguno.

—No, no en la guerra —dijo las eño ra Phe lps —. De cualquie rmodo, Pete y yo siempre decimos:nada de lágrimas, nada de esas co-sas. Es para los dos el tercer matri-mo nio , y somos indepe ndie nte s.Se amos indepe ndie nte s, s iempredecimos. Si me matan, me dice Pete,sigue adelante y no llores. Cásateotra vez, y no pienses en mí.

—E s o m e r e c ue r da al go —dij o Mi l dr e d—. Vi er o n l a no ve -l a de c i nc o minut o s c o n Clar aDove l a ot r a noc he? Bue no, er ade una muj e r que .. .

Montag no decí a nada. Mir abafi jame nte los rost ros de l as dosmujeres, así como había mirado ensu infancia las caras de los santosen una iglesia. Las caras de aque-llas criaturas es maltadas nada ha-bían significado para él, aunque leshabía hablado y se había quedadoen la iglesia mucho tiempo, tratan-do de sentir aquel la religión, tra-t ando de aver iguar qué r el igió nera, tratando de meterse en los pul-mones bastante incienso húmedo yaquel polvo especial del lugar, paraincorporarlo así a su cuerpo, y sen-tirse tocado por aquellos hombresy mujeres de colores y ojos de por-celana y labios r ojos como el rubío la s angre . Per o no pasó nada,nada; fue co mo habe r entrado enuna ti enda donde no admit ían suextr año di nero, y aunque toc ó lamadera, y el yeso, y la arcilla, nadaanimó su pasión. Así era ahora, ensu propia sala, con es as muj eresque se re torcían en sus asientos,bajo su mi rada f ija, e ncendi endocigarrillos, echando humo, tocán-dose el pelo del color de l sol, yexaminándose las uñas brillantes,como si éstas estuviesen ardiendoa causa de la mirada de Montag. Losrostros de las mujeres parecían fas-cinados por el silencio. Al oír el rui-do que hacía Montag al tragar el úl-timo trozo de comida, se inclinaronhacia adelante. Escucharon atenta-mente su respiración febril. Las tresparedes vacías eran ahora como lospárpados pálidos de gigantes dor-

—No estoy preocupada —dijo Mrs.Phe1ps—. Dejo que sea Pete quien sepreocupe.—Rió estridentemente—.Quesea el viejo Pete quien cargue con laspreocupaciones. No yo. Yo no estoypreocupada.

—Sí —dijo Millie—. Que el viejoPete cargue conlas preocupaciones.

—Dicen que siempre muere elmarido de otra.

—También lo he oído decir. Nuncahe conocido ningún hombre que murieseenunaguerra. Que se mataraarrojándosedesde unedificio,sí,como lo hizo maridode Gloria, la semanapasada.Pero a causalas guerras, no.

—No a causa de las guerras —dijoMrs. Phelps— De todos modos, Pete yyo siempre hemos dicho que nada delágrimas ni algo por el estilo. Es eltercer matrimonio de cada uno denosotros, y somos independientes.Seamos independientes , deci mossiempre. Él me dijo: «Si me liquidan,tú sigue adelante y no llores. Cásateotra vez y no pienses en mí.»

—Aho ra que recue rdo —dijoMildred—. ¿visteis. anoche, en latelevisión la aventura amorosa de cincominutos de Clara Dove? Bueno, puesse refería a esa mujer que...

Montag no habló, y contempló losrostros de las mujeres, del mismomodo que, en una ocasi ón, habíaobservado los rostros de los santosen una extraña iglesia en que entrósiendo niño. Los rostros de aquellosmuñecos esmaltados no significabannada para él, pese a que les hablabay pasaba muchos ratos en aquellaiglesia, tratando de identificarse conla religión, de averiguar qué era lare li gi ón, i nte nt ando absor be r elsuficiente incienso y polvillo dellugar para que su sangre se sintieraafe ct ada po r el s igni fi cado deaquel lo s ho mbre s y muje re sde sc ol or idos , co n lo s oj os deporcelana y los labios rojos comorubíes. Pero no había nada, nada; eracomo un paseo por otra tienda, y sumo ne da e ra e xt raña y no po dí autilizarse allí, y no sentía ningunaemoción, ni siquiera cuando tocabala madera, el yeso y la arcilla. Lomismo le ocurría entonces, en supropio salón, con aquellas mujeresrebullendo en sus butacas bajo lamirada de él, encendiendo cigarrillos,exhalando nubes de humo, tocandosus cabe ll er as des co lo ri das yexaminando sus enrojecidas uñas,que parecían arder bajo la mirada deél. Los rostros de las mujeres fueronponiéndose tensos, en el silencio. Seadelantaron en sus asientos al oír elsonido que produjo Montag cuandotragó el último bocado de comida.Escucharon la respiración febril de él,Las tres vacías paredes del salón erancomo pálidos párpados de gigantes

Page 79: B’s Farenheit Fahrenheit 451* - Rodriguez Alvareznovelas.rodriguezalvarez.com/pdfs/Bradbury, Ray ''Farenheit 451''-Xx-En-Sp-Sp.pdf2 B’s Farenheit tr. de F. Abelenda tr. de Alfredo

80

B’s Farenheit tr. de F. Abelenda tr. de Alfredo Crespo

5

10

15

20

25

30

35

40

45

50

55

60

65

70

75

f e l t t hat i f yo u t o uc he d t he s et hre e s t ar i ng br o ws yo u woul df e e l a fi ne s al t s we at o n yo urf i nge r - t i p s . The pe r s p i r at i o ngathe re d with t he sil ence and t hesub-audi ble tr embl ing ar ound andabout and in the wome n who we rebu r ni ng wi t h t e ns i o n. Anymoment t he y might his s a l ongsputt er ing hi ss and e xplode.

Mo nt ag moved hi s l ips.

“Let ’s talk.”

T h e w o m e n j e r k e d a n ds t a r e d .

“Ho w’re your c hi ldr e n, Mrs .Phelps?” he aske d.

“Yo u know I haven’t any! Noone i n his ri ght mind, t he Go odLo r d kn o ws , wo u l d ha vechildren!” said Mrs . P he lps , notqui t e s ur e why s h e was a ngr ywi th this man.

“I wo ul d n’t s a y t ha t ,” s a i dMr s . Bo wl e s . “I’ ve ha d t wochi ldren by Caesari an sec tion. Nous e going thr ough all that ago nyf o r a b aby. The wo r l d mu s tr e pro duc e , yo u know, t he r ac emu s t go o n . B e s i de s , t h e ysometimes lo ok just l ike you, andt h at ’s n i c e . Two Ca e s a r i a nstamed t he tri ck, yes, s ir. Oh, mydo c t o r s ai d, Cae s ar i ans ar e n’tnec es s ar y; yo u’ve go t t he , hipsfo r i t, everythi ng’s nor mal , but Iinsis te d .”

“Cae s ar i ans o r no t , c hi l dr e nar e ruinous; you’r e out of yourmi nd,” s aid Mrs. Phelps.

“I pl unk t he chi ldren in s cho olni ne days out of te n. I put up wi ththem whe n t hey c ome ho me thr eedays a month; it ’s no t bad at al l.Yo u heave them int o t he ‘par lour ’an d t ur n t he s wi t c h. It ’s l i kewashi ng cl othes ; s tuf f laundr y inand s lam t he l id.” Mr s. Bowle st i t t e re d . “They’d j us t as s o o nki ck as ki ss me . Thank God, I c anki ck back!”

Th e wo m e n s h o we d t he i rto ngues , laughing.

Mi l dr e d s at a mo me n t a ndthen, seei ng that Montag was sti lli n t h e d o o r way, c l a ppe d h e rhands . “Le t ’s t al k po l i t i c s , t opl eas e Guy!”

“S o un ds f i n e , ” s ai d Mr s .Bowl e s. “I vo te d l as t e l ec t i on,same as everyone , and I lai d it ont he li ne fo r P re s ide nt No bl e . It h i nk he ’s o n e o f t h e n i c e s t -l o o king me n who e ve r be c amepr es ide nt .”

“O h, bu t t he ma n t he y r anagai nst him!”

midos, sin sueños. Montag sintióque si tocaba aquellos párpados, unfino sudor salado le humedeceríalas puntas de los dedos. La transpi-ración aumentaba con el silencio yel inaudible temblor que crecía cer-ca y dentro de las tensas mujeres.En cualquier momento exhalaríanun largo y chisporroteante siseo, es-tallando en pedazos.

Montag abrió la boca.

Las mujeres se sobresaltaron y sequedaron mirándolo, fijamente.

—¿Cómo están sus chicos, señoraPhelps? —preguntó Montag.

—¡Sabe muy bie n que no te n-go ni nguno ! ¡Só lo a un loc o s e lepodrí a o curr i r te ner c hi c os ! —dij o la se ño ra P hel ps s i n sabe rmuy bie n por qué s e s ent ía eno-jada con es te ho mbr e.

—Yo no di r í a e s o —d i j o l as e ño r a Bo wl e s — . Yo t uve do shij os co n o pe rac ió n c es ár e a. Noval e l a pe na pas ar po r t o da e s aagoní a. El mundo debe re pr odu-c ir s e, ya s e s abe , debe s e gui r s uc ur so . Ade más , l o s c hi c o s s o na vec e s i gual e s a uno , y e so e sl i ndo . Do s c e s ár e as s o l uc io na-r o n e l as unto , sí s e ño r. Oh, di j omi mé di c o , l as c e s ár e as no s o ni ndis pe ns able s ; us te d t i e ne unabue na pe l vi s , t o do e s no r mal ,pe r o yo i ns is t í .

—Cesáreas o no, los chicos sonuna ruina. Tienes poca cabe za —dijo la señora Phelps.

— Nu e ve d í a s de c a da d i e zl o s c hi c o s e s t án e n e l c o l e -g i o . Vi e n e n a c a s a t r e s ve c e sa l me s ; n o e s t á ma l . Lo s me -t e s e n l a s a l a y a pr i e t a s u nb o t ó n . E s c o mo l a va r r o p a ;m e t e s l a s pr endas de nt ro y c ie-rras la tapa. —La s e ño r a B o wl e sr i ó un rato entre dientes.— Tan pron-to me besan como me patean. ¡Por suer-te yo también sé patear!

Las mujeres se rieron mostrandola lengua.

Mildred calló un momento, y luego,dándose cuenta de que Montag estabatodavía en el umbral, golpeó las manos.

—¡Habl emos de pol ít ic a paracomplacer a Cuy!

—Mu y bi e n —d i j o l a s e ño -r a B o wl e s — . E n l a ú l t i m ae l e c ci ó n vo t é , c o mo t o do s, po re l p r e s i de nt e N o b l e . Un o del o s ho m br e s más bue no s mo -zo s qu e hayan l l e gado a l a pr e -s i d e nc i a.

—¡Oh, pero quién se pres entócontra él!

dormidos, vacíos de sueños. Montagtuvo la impresión de que si tocabaaquellos tres párpados sentiría unligero sudor salobre en la punta delo s de do s. La tr anspir ac ió n fueaumentando con el silencio, así comoel temblor no audible que rodeaba alas tres mujeres, llenas de tensión. Encualquier momento, Podían lanzar unlargo siseo y estallar.

Montag movió los labios.

—Charlemos.

Las muj e r e s s e l e que da r o nmi r and o .

¿Cómo están sus hijos, Mrs. Phelps?–préguntó el.

—¡Sabe que no tengo ninguno!¡Nadie en su juicio los tendría, bienl o sabe Dio s ! —e xc l amó Mr s .Phelps, no muy segura de por quée s t aba f uri o s a c ont r a aque lhombre—.

—Yo no af irmarí a t al c osa —dijo Mrs. Bowles—. He tenido doshij os mediant e una ce sáre a. Noobj eto pasar t antas moles tias porun be bé . El mu ndo ha dereproduci rse, la raza ha de seguirade l ant e . Ade más hay ve c e s e nque s al e n i gual i t o s a t i , y e s or e s ul t a agr ad abl e . Co n do sce sáre as, est uve list a. Sí, seño r.¡Oh ! El do c t o r di j o que l asces áreas no s on impresci ndibl es,tenía bue nas caderas, que todo iríanor malmente, yo insis tí.

—Con cesárea o sin ella, los niñosresultan ruinosos. Estás completamenteloca —dijo Mrs. Phelps.

—Tengo a los niños en la escuelanueve días de cada diez. Me entiendocon ellos cuando vienen a cada tresdías al mes. No es completamenteinsoportable. Los pongo en el «salón»y conecto el televisor. Es como lavarropa; meto la colada en la máquina ycierro la tapadera. —Mrs. Bowlesr i ó entredientes—.Soncapacesdebesarmecomodepegarmeunapatada.¡GraciasaDios,yo tambiénsé pegarlas!

L a s mu j e r e s r i e r o ns o no r ame nt e .

Mildred permaneció silenciosa unmomento Y, luego, al ver que Montagseguía junto a la puerta, dio una palmada.

—íHablemos de política, así Guyestará contento!

—Me par ece estupendo —dijoMrs. Bowles— Voté en las últimaselecciones, como todo el mundo, y lohice por el presidente Noble. Creoque es uno de 1o s ho mbr es másat ract ivos que han l le gado a l apresidencia.

—Pero, ¿qué me decís del hombreque presentaron frente a él?

titt er laughing in a furtive or restrained way;giggling reírse nerv iosam ente, con disimu-lo; soltar una risita ah ogada, en tre dien tes

titter : to laugh in a nervous, affected, or partlysuppressed manner : GIGGLE, SNICKER

Page 80: B’s Farenheit Fahrenheit 451* - Rodriguez Alvareznovelas.rodriguezalvarez.com/pdfs/Bradbury, Ray ''Farenheit 451''-Xx-En-Sp-Sp.pdf2 B’s Farenheit tr. de F. Abelenda tr. de Alfredo

81

B’s Farenheit tr. de F. Abelenda tr. de Alfredo Crespo

5

10

15

20

25

30

35

40

45

50

55

60

65

70

75

“H e was n ’t mu c h, wa s h e ?Ki nd of small and homely and hedidn’t shave to o cl os e or c ombhi s hai r very well .”

“What po ss ess ed the ‘Out s’ tor u n h i m ? Yo u j us t d o n ’t gor unni ng a li t t le s hor t man li kethat against a t al l man. Bes ides— he mumble d. Half t he ti me Ico uldn’t hear a wo rd he said. Andthe words I d i d he ar I d i dn ’tunde rs tand!”

“Fat , t o o , and di dn’t dr e s s t oh i d e i t . N o wo n d e r t h el a n d s l i d e wa s f o r Wi n s t o nN o b l e . E ve n t h e i r n a m e sh e l p e d . C o m p a r e Wi n s t o nNo bl e t o Hube r t Ho ag f o r t e ns e c o nd s a n d y o u c an al m o s tf i gur e t he r e s ul t s .”

“D amn i t !” c r i e d Mo nt a g.“What do you kno w about Ho agand Noble ?”

“Why, the y we re ri ght i n thatparlo ur wall, not six mont hs ago.One was al ways picking his nos e;it dr ove me wild.”

“Well , Mr. Mo ntag,” said Mr s.Phelps, “do you want us to vo tefo r a man l ike t hat ?”

Mi ldr ed be ame d. “Yo u j us t r unaway f r o m t he do o r, G uy, anddo n’t make us ne rvous .”

But Montag was gone and backin a moment wit h a boo k in hishand.

“Guy!”

“Damn i t all, damn it al l, damni t!”

“What’ve you go t ther e; i sn’tt hat a bo o k? I t ho ught t hat al ls pe ci al tr aining t he s e days wasdo ne by f i l m. ” M r s . P he l psbl i nk e d. “Yo u r e adi ng up o nfi reman the ory?”

“The o r y, he ll ,” s ai d Mo ntag.“It’s poet ry.”

“Montag.” A whis pe r.

“ L e a ve m e a l o n e ! “M o n t ag f e l t hi m s e l f t ur n i n gi n a g r e a t c i r c l i n g r o ar a n db u z z a n d h u m .

“Mont ag, hold o n, don’t …”

“Did you hea r t he m, di d yo uhear these mons ters tal king abo utmo nst ers ? Oh God, t he way theyjabber about pe ople and the ir o wnchildre n and the ms elves and t hewa y t he y t al k a bo u t t he i rhus bands and the way the y t al kabout war, dammit , I st and he reand I can’t beli eve it !”

—No valía mucho , ¿eh? Bastan-te bajito y con e se aspecto domés-tico, y además no sabía afeitarse nipeinarse.

—¿Có mo l a o pos i c ió n s o s tu-vo a e s e ho mbr e ? Un ho m br ebaj i to c omo é s e no pue de r i va-l izar c o n un hombre al t o . Ade -m ás t a r t am u de ab a . La ma yo rpar t e de l t i e mpo yo no o í a l oque de cí a. ¡Y cuando o ía algo ,no e nte ndía!

—Go r do t ambi én, y no lo di -s i m ul ab a c o n l a r o pa . No e sr aro que t o do e l paí s vot as e po rNo ble . Has ta l o s no mbr e s ayu-daban. Co mpare n Wi ns t on No -bl e c o n H ube r t Ho ag d ur an t edie z s e gundos y ya pue de n i ma-ginar e l r e s ul t ado .

—¡M al di t a s e a ! —gr i t óMontag—. ¡Qué saben us tedes deHoag y Noble!

—Bueno, estaban ahí en las pare-des de la sala no hace más de seis me-ses. Uno de ellos no paraba de tocarsela nariz. Yo no podía aguantarlo.

—Pues bien, señor Montag —dijo laseñora Phelps—, ¿quería usted que vo-tásemos a un hombre como ése?

Mildred sonrió, resplandeciente.—Sal de la puer ta, Guy, y no

nos pongas ne rvios as.

P e r o M o n t a g d e s a p a r e c i óy v o l vi ó e n s e g u i d a c o n u nl i b r o e n l a m a n o .

—¡Guy!

—¡Maldita sea, y maldita sea, y mal-dita sea!

—Lo que ti e ne ahí , ¿no e s unl ibr o ? Cre í a que hoy s e i ns t r uí aa l a ge nt e c o n pe l í c ul as. —Las eño r a P he l ps par pade ó .— Est ál e ye ndo ac er c a de la t eo r í a del os bo mbe r os ?

—Teor ía, demoni os —di joMontag—. Esto es poesía.

Un murmullo.—Montag.

—¡Déjeme tranquilo!Montag sintió como si estuviese gi-

rando en untorbellino de rugidos yzum-bidos.

—Montag, conserve la serenidad, no...

—¿ No l as ha o í d o ? ¿ No haoí do a e sto s mo ns tr uos que ha-bl an de mo ns t r uo s ? Oh, Di o s ,có mo dis par ataban hablando de lage nte y de sus hij os y de sí mi s-mas , y de c ómo hablan co n susmaridos y de c ómo habl an de laguer ra. Mal dit a se a, aquí es tabayo , y no podí a c re erl o.

—No er a gr an c o s a, ¿ver dad?P eque ñaj o y tí mi do . No iba muybi e n af e i t ado y apenas s i sabí ape i nar s e .

—¿Q ué i de a t uvi e r o n l o s«Outs» pa r a pre sent arlo ? No espos ible conte nder con un hombret an baj it o c o nt r a o t ro tan al to .Además, tar tamudeaba. La mit adde l t i e mp o no e nt e n dí l o quede cí a. Y no po dí a e nt ende r l aspal abras que o ía.

—También e staba gordo y nointentaba disimularlo con su modo devestir. No es extraño que la masa votarapor Winst on Noble. Incluso loshombres ayudaro n. Comparad aWinston Noble c on Hubber Hoagdurante diez segundos, y ya casi puedenadivinarse los resultados.

—¡Maldita sea! —gritó Montag—. ¿Qué saben ustedes de Hoag y deNoble?

—¡Caramba! No hace ni seis mesesestuvieronen esa mismísimapared.Unode ellos se rascaba incesantemente lanariz. Me ponía muy nerviosa.

—Bue no, Mr. Mont ag —dij oMr s. P he lps —, ¿Que r í a quevotásemos por un hombre así?

Mildred mostró una radiante sonrisa.—Será mejor que te apartes de la

puerta, Guy, y no nos pongas nerviosas.

P e r o Mo nt ag s e m ar c h ó yr egre só al inst ante c on un li br oen l a mano .

—íGuy!

—¡Maldito sea todo,maldito sea todo,maldito sea!

—¿Qué tie nes ahí? ¿No es unli bro ? Cre ía que , ahor a, to da laenseñanza especial se hacía mediantepe líc ulas— —Mrs . P hel psparpadeó—. ¿Está estudiando la teoríade los bomberos?

—¡Al diablo la teoría! —dijoMontag—. Esto es poesía.

—Montag.Un susurro.—¡Dejadme tranquilo!Mo ntag s e dio cuent a de que

describió un gran círculo, mientrasgritaba y gesticulaba.

—Montag, deténte, no...

—¿Las has o í do , has o í do ae so s mo ns tr uo s de mo nst r uos ?¡ Oh , D i o s ! ¡ D e q u é m o d oc har l an s o br e la gent e y s obr es us pr o pio s hi jo s y s obr e e l lasmis mas y tambié n r es pe ct o a suse s p o s o s , y s o b r e l a g ue r r a ,maldi t as s e an!, y aquí e s t án, yno pue do c r ee r lo .

Page 81: B’s Farenheit Fahrenheit 451* - Rodriguez Alvareznovelas.rodriguezalvarez.com/pdfs/Bradbury, Ray ''Farenheit 451''-Xx-En-Sp-Sp.pdf2 B’s Farenheit tr. de F. Abelenda tr. de Alfredo

82

B’s Farenheit tr. de F. Abelenda tr. de Alfredo Crespo

5

10

15

20

25

30

35

40

45

50

55

60

65

70

75

“I di d n’t s ay a s i ngl e wo r dab o ut a ny wa r, I’l l have y o uknow,” s aid Mrs, Phelps.

“As f or po etr y, I hate i t,” saidMr s. Bo wle s.

“Have you eve r read any?”

“M o nt ag ,” Fab e r ’s vo i c esc raped away at hi m. “You’ll ruineverything. Shut up, you f ool !”

Al l t hre e women wer e o n the irfeet.

“Si t down!”

They sat.

“I’m go i ng home ,” quave r e dMr s. Bo wle s.

“Mont ag, Mo ntag, ple as e , i nthe name o f God, what ar e you upto ?” ple ade d Fabe r.

“Why don’t you just read us oneof tho se poems fr om your litt lebook,” Mrs. Phelps nodded. “I thinkthat’d he very interesting.”

“That ’s no t r ight,” wail ed Mr s.Bo wle s. “We can’t do t hat !”

“Well , l oo k at Mr. Montag, hewants to , I know he do es . And ifwe li st en nic e, Mr. Mont ag wi llbe happy and t he n maybe we c ango o n and do so me thi ng e l se .”She glanc ed ner vously at the lo ngempti nes s of the walls e ncl osi ngthem.

“Mont ag, go t hro ugh wi th thisand I’ll cut off , I’l l le ave .” Thebe etl e jabbe d his ear. “What go odis this , what ’l l you pr ove ?”

“Scar e hel l o ut of them, t hat ’swhat, s care the li vi ng dayl ight sout!”

Mil dr e d l oo ke d at t he empt yai r. “No w Guy, j ust who ar e youtalki ng to ?”

A s i l v e r n e e d l ep i e r c e d h i s b r a i n .“Montag, liste n, only one way out,play it as a joke, cover up, pre tendyo u ar e n’t mad at al l . The n —wal k to your wall-inciner ator, andthro w the book i n!”

Mildre d had alre ady antici patedt h i s i n a q u a v e r y vo i c e .“L adi e s , o n c e a ye a r, e ve r yf ir e man’s al l owed to br i ng onebo ok home, fr om the ol d days, toshow hi s f amily how si lly it allwas , ho w ne r vo us t hat s o r t o ft hi ng c an make yo u, how c razy.Guy’s s urpris e tonight is to re adyo u o ne s am pl e t o s ho w h o wmi xed-up t hings wer e, so no ne ofus wi ll e ve r have to bot he r our

—No dije una sola palabra de nin-guna guerra. Lo sabe usted muy bien —dijo la señora Phelps.

—En cuanto a la poesía, la odio —concluyó la señora Bowles.

—¿Escuchó alguna vez poesía?

—Montag. —La vo z de Faberinsis tí a, air adame nte .Lo arruina-rá to do. ¡Cál les e, loc o!

Las tres mujeres se habían pues-to de pie.

—¡Siéntense!

Las mujeres se sentaron.

—Yo me voy a casa —gorgoteó laseñora Bowles.

—Montag, Montag, por favor, ennombre de Dios, ¿qué pretende? —rogó Faber.

—Pues bien, ¿por qué no nos lee al-gún poema de su librito?

La señora Phelps hizo un signo afir-mativo. —Sería interesante.

—Eso no está bien —gimió la seño-ra Bowles—. ¡No podemos hacer eso!

—Bueno, mire al señor Montag,des ea lee rnos algo. Y si escuc ha-mos bi en, el seño r Montag s e que-dará c ont ento , y qui zá ento nc espodamos hacer o tra co sa.

La señora Phelps mir ó nervio-samente el inmenso vací o de laspare des.

—Montag, si sigue con eso, me re-tiro, me voy. —El escarabajo mordíael oído de Montag.— ¡Para qué sirveeso, qué quiere probar!

—As ust ar l as co mo t o dos l o sdi abl o s , es o quie r o , ¡dar l e s unal ec c i ón!

Mildred miró el aire vacío.—Pero, Guy, ¿con quién estás ha-

blando?

Un a agu j a de pl at a l e t r a s -pa s ó e l c e r e b r o a Mo n t a g.

—Montag, escuche. Sólo hay unmodo de salir de esto. Diga que es unjuego, finja, pretenda que no está eno-jado. Luego... diríjase al incinerador,¡y deshágase del libro!

Mildred ya había anticipado todoesto con una voz chillona:

—Señor as , una vez al año to dobombe ro pue de l le var a su c as aun li br o, de lo s vi ej os t ie mpos ,par a mo s t r ar a l a f a mi l i a quét o nt e r í a e r an lo s l i br o s , có mopuede n at acar l e a uno lo s ne r -vio s. Guy l es r es e rvaba es ta s or -pre sa para que ve an qué c onfu-s i ó n ha bí a e n t o n c e s . D e e s emodo nues tr as c abec it as podrán

—He de participarle que no he dichoni una sola palabra acerca de ningunaguerra –replicó Mrs. Phe1ps—.

—Encuanto a lapoesía, la detesto —dijo Mrs. Bowles—.

—¿Ha leído alguna?

—Montag. —La vozde Faber resonóen su interior—. Lo hundirá todo.¡Cállese, no sea estúpido!

Las tres mujeres se habían puesto enpie.

—¡Siéntense!

Se sentaron.

—Me marcho a casa —tartamudeóMrs. Bowles—.

—Montag, Montag, por favor, ennombre de Dios,¿qué se propone usted?— suplicó Faber—.

—¿Por qué no nos lee usted unode esos poemas de su librito? —propuso Mrs. Phe1ps—. Creo quesería muy interesante.

—¡Eso no está bien! —gimió Mrs.Bowles—. No podemos hacerlo.

—Bueno, mira a Mr. Montag, éllo desea, se nota. Y si escuchamosat entame nt e, Mr. Montag es tarácontento y, luego, quizá podamosdedicarnos a otra cosa.

La muj e r mir ó , ner vi o s a, e lextenso vacío de las paredes que lesrodeaban.

—Montag, si sigue con esto cortaréla comunicación, cerraré todo contacto— susurró el auricular en suoído—.¿Dequé sirve esto, qué desea demostrar?

—¡Pe garles un sust o treme ndo,s ó l o e s o ! ÍDa r l e s un b ue nescarmiento!

Mildred miró a su alrededor.—Oye , Guy, ¿con quié n e st ás

hablando?

U na a gu j a d e p l a t a t a l a dr óe l c e r e b r o de Mo n t ag .

—Montag, escuche, sólo hay unaescapatoria, diga que se trata de unabroma, disimule, finjano estar enfadado.Luego, diríjase al incinerador de pared yeche el libro dentro.

M i l d r e d a n t i c i p ó e s t oc o n v o z t e m b l o r o s a .

—Amigas, una vez al año, cadabombero está autorizado para llevarsea casa un libro de los viejos tiempos, afin de demostrar a su familia cuánabsurdo era todo, cuán nervioso puedeponer a uno esas cosas, cuán demente.La sorpresa que Guy nos reserva paraesta noche es leeros una muestra querevela lo embrolladas que están lascosas. Así pues, ninguna de nosotras

Page 82: B’s Farenheit Fahrenheit 451* - Rodriguez Alvareznovelas.rodriguezalvarez.com/pdfs/Bradbury, Ray ''Farenheit 451''-Xx-En-Sp-Sp.pdf2 B’s Farenheit tr. de F. Abelenda tr. de Alfredo

83

B’s Farenheit tr. de F. Abelenda tr. de Alfredo Crespo

5

10

15

20

25

30

35

40

45

50

55

60

65

70

75

l it tl e o ld he ads abo ut t hat j unkagain, i sn’t t hat ri ght, darli ng?”

He c r us he d t he bo o k i n hi sfi sts . “Say ‘yes. ’”

H i s m o u t h m o v e d l i k eFa be r ’s .

“Ye s .”

M i l d r e d s n a t c h e d t h eb o o k w i t h a l a u g h .“Here ! Read t his one. No , I takeit back. Here ’s that r eal f unny oneyo u r ead o ut loud t oday. Ladie s,yo u won’t unde rst and a word. Itgo e s ump t y- t um pt y- u mp . Goahead, Guy, t hat page, dear.”

He looked at the opened page.

A fly sti rred its wi ngs sof tly inhi s e ar. “Read.”

“What ’s the t it le, de ar ?”

“Do ve r B e a c h .” Hi s mo u t hwas numb.

“Now r ead in a ni ce c lear voi ceand go slow.”

The r oom was blazing ho t, hewas all f ire, he was all coldne ss;the y sat in the middle of an emptydes ert with t hree c hairs and hims t a ndi ng , s wa yi ng, and hi mwait ing f or Mr s. Phelps to st opst rai ghtening he r dre ss he m andMr s. Bowle s to take her f inge rsaway from her hair. Then he be ganto read i n a l ow, s tumbli ng vo icethat grew firmer as he pr ogres sedfr om li ne to li ne , and hi s voi cewe nt out ac ros s the dese rt, intot he whi t e ne s s , and ar o und t hethr ee si tting women ther e in thegre at ho t emptine ss:

“‘ The Se a of Fai thWa s once, t oo, a t the ful l, a ndround ea rth’s shoreLay l ik e the f ol ds of a b r i ghtgir dle furl ed.But now I only he arIt s m e l a nc h ol y, l on g ,wi thd ra wing r oa r,Re tre at ing , t o the br ea thOf the ni ght- wind, down the va stedges drearAn d n a k e d s hi ng l e s of t heworld.”’

The c hair s cr eake d unde r thethree wome n.

Mo ntag finished it out:

“‘ Ah, l ove , l et us be tr ueTo one another ! for t he wor ld ,whic h s ee msTo l ie be fore us l ik e a l and ofdrea ms,So va ri ous , s o bea uti ful, so ne w,Ha th r eall y neither j oy, nor love,nor l ight,Nor c e rt i t ude , nor p ea c e , norhe lp for p ai n;

o lvidar par a si e mpre e sas co sasi núti le s. ¿No e s a sí , que ri do ?

—Diga «sí».Montagapretó el libro entre las manos.

La bo ca de Mo nt ag s e mo vi ócomo la de Faber.

—Sí.

Mildred arrancó el libro de las ma-nos de Montag, con una carcajada.

—¡Aquí está! Lee. No te preocupes,voy a devolvértelo. Éste es aquel tangracioso que leíste en voz alta el otrodía. Señoras, no entenderéis una pala-bra. Repeticiones, ñoñerías. Adelante,Guy. Esta página, querido.

Montag miró la página abierta.

Una mosca estiró las alas dentro desu oreja.

—Lea.—¿Cuál es el título, querido?

—La Bahía de Dover.Montag sentía la boca entumecida.

—Bueno, lee con voz clara, y des-pacio.

En el cuarto había un calor sofo-cante. Montag era un frío, una lla-ma. Las mujeres esperaban senta-das en medio de un desierto vacío,y Montag, de pie, se balanceaba es-perando a que la señora Phelps de-jara de alisarse el vestido y que laseñora Bowles se sacara la mano delpelo. Luego comenzó a leer con suvoz grave, tropezando, una voz quese hacía más firme a me dida quepasaba de una línea a otra; y la vozcruzó el desierto, se internó en lablancura, y envolvió a las tres mu-jeres sentadas en aquel vac ío in-menso y ardiente.

—L a s a g u a s d e l a f ea l g u n a v e z t a mb i é n l a s co s t a sro d e a ro nco m o u n a cl a r a t ú n i ca p l e g a -d a .Pe ro a h o r a s ó l o o i g os u l a rg o y me l a n có l i c o r u g i -doa l r e t i r a r s e , a l h á l i t o d e lv i e n t o d e l a no ch e , d e s n u d a n -dol o s t r i s t e s y a f i l a d o s p e d r u s -co s d e l a t i e r r a .

L a s s i l l a s c r u j i e r o n b a j ol a s t r e s m u j e r e s .

Montag concluyó:

Ah, amor, ¡seamos siempre fieles!Pues en el mundoque parece extenderse ante nosotroscomo un país de sueños,tan diverso, tan nuevo, tan hermo-so,no hay en verdad ninguna luz, ale-gría o amor,verdad o paz, o alivio de amargu-ras.

tendrá que preocuparse nunca másacerca de esa basura, ¿no es verdad?

__________________________—Diga «sí».

S u b o c a s e m o vi ó c o m o l ad e F a be r :

—Sí.

Mildred se apoderó del libro, altiempo que lanzaba una carcajada.

—¡Dame! Lee éste. No, ya lo cojoyo. Aquí está ese verdaderamentedivertido que has leído en voz alta haceun rato. Amigas, no entenderéis ni unapalabra.Sólodicedespropósitos.Adelante,Guy, es en esta página.

Montag miró la página abierta.

Una mosca agitó levemente las alasdentro de su oído.

—Lea.—¿Cómo se titula?

—Paloma en la playa.Tenía la boca insensible.

—Ahora, léelo en voz alta y clara, yhazlo lentamente.

En l a s al a, hací a un c alo rsofocante; Montag se sentía lleno defue go, lleno de f rial dad; estabansentados en medio de un desiertovacío, con tres sillas y él en pie,balanceándose mientras esperaba aque Mr s . P he l ps te r mi nar a dealisarse el borde de su vestido, yMrs. Bowles apartara los dedos desu cabello. Después empezó a leercon voz lenta y vacilante, que fueafi r mándos e a me di da quepro gre s aba de l í nea. Y su vo zatravesó un desierto, la blancura , yrodeó a las tres mujeres sentadas enaquel gigantesco vacío.

El Mar es FeEstuvo una vez lleno, envolviendo latierra.Yacía como los pliegues de un brillantemanto doradoPero,ahora, sólo escuchoSu retumbar melancólico, prolongado,lejano,En receso, al alientoDel viento nocturno, junto almelancólico bordeDe l o s d es n u do s g u i ja r ro s de lmu nd o.

Los sillones en que se sentaban lastres mujeres crujieron.

Montag terminó:

Oh,amor, seamos sincerosEl uno con el otro. Por el mundo quepareceExtenderse ante nosotros como unatierra de ensueños,Tan diversa, tan bella, tan nueva,Sin tener en realidad ni alegría,ni amor,ni luz,Ni certidumbre, ni sosiego, ni ayuda enel dolor;

Page 83: B’s Farenheit Fahrenheit 451* - Rodriguez Alvareznovelas.rodriguezalvarez.com/pdfs/Bradbury, Ray ''Farenheit 451''-Xx-En-Sp-Sp.pdf2 B’s Farenheit tr. de F. Abelenda tr. de Alfredo

84

B’s Farenheit tr. de F. Abelenda tr. de Alfredo Crespo

5

10

15

20

25

30

35

40

45

50

55

60

65

70

75

And we are here as on a da rklingplainSwep t wit h c onf us ed al arms ofst rug gle and fl ight,Where ig nor ant a rmi es cla sh byni ght. ’”

Mr s. Phelps was cr ying.

The o the rs in the mi ddl e o f t hede se rt wat ched her c rying gr owver y l oud as her face squee ze dit sel f out of shape. The y s at , notto uc hing her, bewil der ed by herdi s pl ay. Sh e s o bb e dunc ontr ol l ably. Mo nt ag hi ms el fwas s tunne d and shake n.

“S h, s h ,” s ai d M i l dr e d.“Yo u’r e al l r i ght , Cl a r a, n o w,Cl ar a , s na p o ut o f i t ! C l ar a,what’s wr ong ?”

“I — I,”, sobbed Mr s. Phelps,“do n’t know, don’t kno w, I j us tdo n’t know, oh oh…”

Mr s . Bo wl e s s t o o d u p a ndgl ar e d at Mo nt ag. “Yo u s e e ? Ikne w it , t hat’s what I want e d t opro ve! I knew it wo uld happen!I ’ve a l wa ys s a i d , p o e t r y an dt e a r s , po e t r y a nd s ui c i de a ndc r y i n g a nd a wf u l f e e l i n gs ,po e t r y a nd s i c kne s s ; a l l t h atmus h ! No w I’ve had i t pr o ve dt o m e . Yo u ’ r e na s t y, Mr .Mo nt a g, you’re na st y!”

Fabe r s ai d, “Now…”

Montag fe lt himse lf t ur n andwalk to the wal l - sl ot and dr op thebo ok in thr ough the br ass not chto t he wai ti ng flame s.

“Si l l y wo r ds , s i l l y wo r ds ,s i l l y a wf u l h u r t i n g wo r d s , ”s a i d Mr s . B o wl e s . “W h y d op e o pl e wa nt t o h ur t p e o p l e ?No t e no ugh hur t i n t he wo r l d,yo u’ve go t t o te as e pe o ple wi t hs t uf f l i k e t hat !”

“Cl ar a, no w, C l ar a,” be gge dM i l dr e d , p u l l i n g h e r a r m .“Co me o n, le t ’s be c he e r y, yo ut ur n t he ‘f ami l y’ o n, no w. Goa h e ad . L e t ’s l a u g h an d b ehappy, no w, s t o p c r yi ng, we ’l lhave a par t y!”

“No,” s ai d Mrs . Bowle s. “I’mtro tting right straight home. Youwan t t o vi s i t my h o us e and‘f ami l y, ’ we l l and go o d. But Iwon’t come in thi s fireman’s crazyhouse again in my l ifetime!”

“Go home.” Mont ag fi xed hiseyes upo n her, quie tly. “Go ho meand t hi nk of your f ir st husbanddi vo r c e d an d yo u r s e c o ndhusband ki lle d i n a je t and yo urthird husband bl owi ng hi s brai nso ut , go ho me and t hi nk of t hedozen abor ti o ns yo u’ve had, goho me and t hink o f that and yo ur

Y aquí estamos como en un llano os-curocon alarmas confusas de luchas y dehuidasdonde ejércitos ciegos se acometende noche.

La señora Phelps estaba llorando.

Las otras, en me dio del desier-to, miraban cómo lloraba, cada vezmás alto, y cómo la cara se le arru-gaba y descomponía. La miraban,sin tocarla, confusas ante la esce-na. La mujer soll ozaba sin poder-se dominar. Montag mismo se sen-tía aturdido, y débil.

— Va m o s , v a m o s — d i j oM i l d r e d — . N o p a s a n a d a ,C l a r a . ¡ C l a r a , p o r f a v o r !Q u é t e o c u r r e ?

— Yo . . . y o . . . — s o l l o z ó l as e ñ o r a P he l p s —. No s é . No s éde ve r a s . Oh , o h. . .

La señora Bowles se incorporó ymiró con ojos brillantes a Montag.

—¿Ve usted? Ya lo sabía, ¡estoes lo que yo quería probar! ¡Sabíaque pasaría esto! Siempre lo he di-cho, poesía y lágrimas, poesía y sui-cidios y llantos y sentimientos ho-rr ible s, poe sí a y enfe rmedades ;¡todo lo mismo! Y aquí tengo aho-ra la prueba. Es usted odioso, se-ñor Montag, ¡odioso!

—Ahora... —dijo Faber.

Montag sintió que se volvía yse enca-minaba haciala____ pared y arrojaba ellibro por la puerta de bronce a las lla-mas que esperaban.

—Palabras tontas, palabras tontas,palabras tontas y dañinas —dijo la se-ñora Bowles—. Por qué hay gente quedesea hacer daño a la gente? Como sino hubiese bastante mal en el mundo,¡tienen que atormentar a la gente concosas como éstas!

—Clar a, vamo s , Cl ar a —i m-plo r ó Mi ldr ed, t i r ando del bra-zo de l a muj e r—. Vamo s, aní ma-t e, aho r a vamo s a ve r l a «f ami -l i a». Ánimo . Ri amo s y s e amo sf el i ce s . De ja de ll o rar. ¡Tendre -mos una fi e s ta!

—No —dijo la señora Bowles—. Ahora mismo me vuelvo a casa.Tú puedes venir a visitarme y vermi «familia» cuando quieras. ¡Peroyo no volveré jamás a esta dispara-tada casa de bombero!

—Váyas e a su c as a —dij oMontag mirando a la mujer serena-mente—. Váyase a su casa y pienseen su primer marido, divorciado, yen su segundo marido, muerto en unautomóvil, y en su tercer marido,que se pegó un tiro. Váyase a su casay piense en su docena de abortos.Váyase a su casa y piense en sus

Yaquí estamos nosotroscomoen lóbregallanura,Agitados por confusos temores de luchay de huidaDonde ignorantes ejércitos se enfrentancada noche.

Mrs. Phelps estaba llorando.

Las otras, en medio del desierto,observaban sullanto que ibaacentuándoseal mismo tiempo que surostro se contraíaydeformaba.Permanecieron sentadas,sintocarla, asombradas ante aquelespectáculo. Ella sollozabainconteniblemente. El propio Montagestaba sorprendido Y emocionado.

— Va m o s v a m o s — d i j oM i l d r e d — . E s t á s b i e n ,C l a r a, d e j a d e l l o r a r . Cl a r a ,¿ q u é o c u r r e ?

— Yo . . . y o —s o l l o z ó Mr s .P he 1 ps —. No l o s é , no l o s é , e sque no l o s é. ¡Oh, no .. .

Mrs. Bowles se levantó y miró,furiosa, a Montag.

—¿Lo ve? Lo sabía, eso era loque que ría de mos tr ar. Sabí a quehabí a de o curr ir. Sie mpre l o hedicho, poesía y lágrimas, poesía ysuici dio y llanto y s ent imi ent osterribles, poesía yenfermedad. ¡Cuántabasura! Ahora acabo de comprenderlo.¡ E s u s t e d m u y m a l o , M r.Montag, es usted muy malo!

Faber dijo:—Ahora...Montagsintióquese volvíay,acercándose

ala aberturaque habíaen la pared, arrojóel libro __________ a las llamas queaguardaban.

—Tontas palabras, tontas y horriblespalabras, que acaban por herir —dijoMrs. Bowles—. ¿Por qué querrá lagente herir al prójimo? Como si nohubiera suficiente maldad en el mundo,hay que preocupar a la gente conmaterial de este estilo.

—Clara, vamos, Clara —suplicóMildred, tirando de un brazo de suamiga—. Vamos, mo strémo nosalegres, conecta ahora la «familia».Adelante. Riamos y seamos felices.Vamos, de ja de llorar, estamoscelebrando una reunión.

—No —dijo Mrs. Bowles—. Memar c ho di r e c t a me nt e a c as a.Cuando qui eras visitar mi casa ymi «familia», magnífico. ¡Pero novo lver é a pone r lo s pi es e n es taabsurda casa?

—Váyase a casa. —Mo ntag f ijólos ojos en e lla, serenament e—.Váy as e a c as a y pi e ns e e n s upr imer mar ido divorci ado, en sus e gundo mar i do mue r t o e n unr e ac t o r Y e n su t e r c e r e s po s odes trozándose el ce rebro . Váyasea casa y pie ns e e n es o, y e n sumal dita c esáre a también, y en sus

XXnotch (in wood, metal) muesca f; (on belt) agujero,corte

notch up (colloq) apuntarsetop notch de primera categoríatop notch de primera clase

Page 84: B’s Farenheit Fahrenheit 451* - Rodriguez Alvareznovelas.rodriguezalvarez.com/pdfs/Bradbury, Ray ''Farenheit 451''-Xx-En-Sp-Sp.pdf2 B’s Farenheit tr. de F. Abelenda tr. de Alfredo

85

B’s Farenheit tr. de F. Abelenda tr. de Alfredo Crespo

5

10

15

20

25

30

35

40

45

50

55

60

65

70

75

damn Cae s ar i an s e c t i o ns , t o o ,and your c hil dre n who hate yo urguts ! Go home and think ho w ital l happe ne d and what did yo uever do to st op it ? Go home, goho me ! ” h e y e l l e d . “Be f o r e Iknock you down and ki ck yo u o utof the door !”

Do ors sl ammed and t he housewas empty. Montag st ood alone int h e wi n t e r we at he r , wi t h t heparlo ur walls t he col our o f dir tys no w.

In the bathroo m, water ran. Hehe ard Mi ldred shake the sle epi ngtabl ets into he r hand.

“Fool , Montag, f ool , f oo l, ohGo d you si lly f ool …”

“Shut up!” He pulle d t he gre enbulle t fro m his ear and jamme d itinto his po cke t.

It s i zzl e d f ai nt l y. “…f o o l …foo l…”

He s e a r c h e d t he ho u s e a ndfo und the bo oks wher e Mi ldre dha d s t ac ke d t h e m be hi n d t here fri ge rat or. So me we re mi ssi ngand he kne w t hat she had st art edo n he r o wn s l o w pr o c e s s o fdi spe r si ng t he dynami t e i n he rho use , sti ck by st ick. But he wasno t angr y no w, o nly e xhaus t e dand bewildere d wit h hims el f. Hec a r r i e d t h e b o o k s i nt o t heba c kya r d a nd h i d t he m i n t hebushe s near t he all ey fe nce . Forto night only, he t hought, in cases h e d e c i de s t o d o a ny mo r ebur ni ng.

He we nt bac k t hr o ug h t hehouse . “Mil dr e d?” He c al l ed att h e d o o r o f t he dar ke n e dbe dro om. Ther e was no s ound.

Outsi de, cr oss ing t he lawn, onhi s way to wo rk, he tr ie d not tos e e ho w c o mpl e t e l y da r k a ndde s e r t ed Cl ar i s s e Mc Cl e l l an’sho use was…

On t he way do wntown he wass o c o mp l e t e l y al o ne wi t h hi st e r r i bl e e r r o r t hat he f e l t t hene c e s s i t y f o r t he s t r an gewa r mn e s s a nd go o dne s s t h atcame fr om a f ami li ar and gent levo i c e s pe a ki n g i n t he n i gh t .Al ready, i n a f ew sho rt ho urs , itse eme d t hat he had kno wn Fabera lif et ime . Now he knew that hewa s t wo pe o pl e , t ha t h e wasab o ve a l l Mo n t ag , who kn e wno thing, who di d not even knowhims elf a fool, but only suspe ctedit . And he knew that he was al sot he ol d man who t al ked to hi mand t al ked to hi m as the tr ai n wassucke d f ro m o ne end of t he nightc i t y t o t he o t he r o n o ne l o ngsi cke ning gas p o f moti on. In t hedays to fo llo w, and i n the ni ghts

malditas operaciones cesáreas, tam-bién, y en sus hijos, que la odian.Váyase a su casa y piense cómo pasótodo eso, qué hizo usted para que nose repitiera. ¡Váyase a su casa! ¡Vá-yase! —aulló Montag—. ¡Antes deque le dé un golpe y la saque de aquía puntapiés!

Un ruido de puertas y l as muje-res s e fueron. Montag se quedó enla sala, sint iendo el f río i nvernal,ent re unos muros de l col or de lanie ve suc ia.

En el cuarto de baño corrió el agua. Montagoyó a Mildred que sacudía las tabletas de dor-mir que tenía en la mano.

—Tonto, Montag. Tonto, tonto, ton-to. Oh, Dios, qué tonto...

—¡Cállese!Montag se sacó la bala verde y se la

metió en un bolsillo.

La bala siseó débilmente:—... tonto... tonto...

Mo ntag r e vi s ó l a c as a y e n-c o nt r ó l o s l i br o s de t r ás de l ar e f r i g e r ad o r a, do n de M i l dr e dl o s hab í a e s c o nd i do . Al gu no sf al t aban, y c ompr e ndi ó que s umuj e r hab í a i ni c i ado e l l e nt opro c es o de di s pe r s ar la di nami -t a por la c as a, c ar t uc ho a car tu-c h o . P e r o no e s t a ba e no j a doaho r a, s ól o c ans ado y as ombra-do de s í mis mo. Lle vó lo s l ibro sal pati o de at r ás y l o s e sc o ndi óbaj o l o s mato r ral e s, al lado del a c e r c a. Só l o po r e st a no che ,pens ó, par a que Mi ldr ed no s igaque mando .

Volvió a la casa.—¿Mildred? —llamó desde la puer-

ta del oscurecido dormitorio.No hubo respuesta.

Af u e r a, c r u zando e l j ar d í n,c ami no de l t r aba j o , t r at ó de nove r q ué o s c ur a y vac í a e s t abal a c a s a d e C l a r i s s eMc Cl e l l an . . . [1 2 0 ]

Mi e nt r as i ba cal l e s abaj o , s ee nco nt r ó t an t ot al me nt e a so l asc o n s u t e r r i bl e e r r o r que r e c u-r r i ó a l a c al i de z y bo ndad, t anr a r as , de aqu e l l a vo z d ul c e yf a mi l i ar que l e habl aba e n l ano c he . Ya, aunq ue habí an pas a-do unas po c as ho r as , l e par e -c í a h a be r c o n o c i d o a F a b e rt o da una vi da. Aho r a s abí a queé l , Mo nt ag, e r a do s pe r s o nas .Er a, s o br e t o do , e l Mo nt ag quen o s a bí a na da , pa r a q ui e n s up r o pi a t o n t e r í a e r a s ó l o un as o s pe c ha. P e r o e r a t ambi é n e lvi e j o que l e habl aba y l e habl a-b a m i e n t r a s e l t r e n e r as uc c i o na d o d e u n e xt r e m o ao t r o de l a c i ud ad no c t ur na, e nun ún i c o , l ar go , e nf e r m i zo ym ó vi l j ad e o . E n l o s d í a s s i -

hi j o s , que l a o d i anpro fundamente , Váyanse a cas a ypiense n en cómo ha sucedido todoen si han hec ho al guna vez al gopar a impedirl o ¡Acasa, a casa! —voc iferó Mont ag—. Ante s de quelas de rri be de un puñet azo y l aseche a patadas.

Las puertas go lpe aron y l a casaque dó vac í a. Mo nt ag se que dóso lo en la fr ía habit ac ión, c uyasparedes te nían un c olo r de nie vesuci a.

Enel cuartode baño se oyóagua que corría.Montag escuchó cómo Mildred sacudía en sumano las tabletas de dormir.

—Tonto, Montag, tonto. ¡Oh,Dios,quétonto!—repetíaFaber ensuoído—.

—¡Cállese!Montag se quitó la bolita verde de la

oreja y se la guardó en un bolsillo.

El aparato crepitó débilmente: « ...Tonto... tonto...

Montag registró la casa y encontról os l ibro s que Mi ldre d habí aescondido apresuradamente detrásdel refrigerador. Faltaban algunos, yMontag comprendió que ella habíainic iado por s u cuenta e l le nt oproceso de dispersar la dinamita quehabía e n su c as a, c ar tucho po rcartucho. Pero Montag no se sentíafurioso, sólo agotado y sorprendidode sí mismo. Llevó los libros al patioposterior y los ocultó en los arbustosco nti guo s a l a verj a que daba alcallejón. Sólo por aquella noche, enc as o de que e ll a de ci da s egui rutilizando el fuego.

Regresó a la casa.—¿Mildred?Llamó a la puerta del oscuro

dormitorio. No se oía ningún sonido.

Fuera, atravesando el césped,mientras se dirigía hacia su trabajo,Montag trató de no ver cuáncompletamente oscura y desiertaestabala casa de Clarisse McClellan...

Mientras se encaminaba hacia lac i udad, Mo nt ag e s t aba t anc ompl et ame nt e embe bido en s uterrible error que experimentó lane c e s i dad de una bo ndad ycordialidad ajena, que nacía de unavoz fami liar y suave que habl abaen l a no che. En aque ll as c or tasho r as l e par e c í a ya que habí ac o no c i do a Fabe r t o da l a vida.Entonces, compre ndió que él era,en realidad, dos personas, que porencima de todo e ra Montag, quiennada s abía, quie n ni s iqui er a sehabía dado c uent a de que e ra untonto, pero que lo sospe chaba. Ysupo que era también el viejo quele hablaba sin ce sar, en tanto queel «Metro» era absorbido desde unextremo al otro de la ciudad, conuno de aque l l os pro l o ngados y

Page 85: B’s Farenheit Fahrenheit 451* - Rodriguez Alvareznovelas.rodriguezalvarez.com/pdfs/Bradbury, Ray ''Farenheit 451''-Xx-En-Sp-Sp.pdf2 B’s Farenheit tr. de F. Abelenda tr. de Alfredo

86

B’s Farenheit tr. de F. Abelenda tr. de Alfredo Crespo

5

10

15

20

25

30

35

40

45

50

55

60

65

70

75

when t her e was no mo on and inthe nights when the re was a ve rybr ight moo n s hi ning o n the eart h,the o ld man would go on with thistalki ng and t hi s t alking, dro p bydr o p, s t o ne by s t o ne , f l ake byfl ake . His mi nd wo uld we ll overat l a s t and he wo ul d n o t beMo nt ag any mo r e , t hi s t he o l dma n t o l d h i m, as s ur e d hi m,pr o mi s e d h i m. H e wo ul d beMo nt a g- pl u s - F ab e r, f i r e pl uswate r, and t he n, one day, aft e re ve r y t hi ng ha d m i xe d a nds i mme r e d and wo r ke d away i ns il ence , ther e would be ne it he rfi re nor wate r, but wi ne . Out oftwo s eparat e and oppos ite things,a t hir d. And one day he wo ul dlo ok bac k upon the fo ol and knowthe f ool . Eve n now he co uld fe elthe s tart of the l ong jo urney, t hel e ave - t aki ng, t he go i ng awayfr om the s elf he had bee n.

I t wa s g o o d l i s t e n i n g t ot h e b e e t l e h u m , t h e s l e e p ym o s q u i t o b u z z a n d d e l i c a t ef i l i g r e e m u r m u r o f t h e o l dm an ’s vo i c e at f i r s t s c o l d i n gh i m an d t h e n c o n s o l i ng h i mi n t he l a t e h o u r o f n i gh t a sh e e m e r g e d f r o m t h es t e a mi n g s u b wa y t o wa r d t h ef i r e h o u s e wo r l d .

“P i t y, Mo nt ag , pi t y. Do n’ thagg l e and nag the m; you wer eso re cent ly one of t hem yoursel f.The y ar e so c onf ident that t he ywi l l r un o n f o r e ve r. But t he ywon’t r un o n. The y do n’t kno wt h at t hi s i s a l l o ne h ug e bi gb l a zi ng m e t e o r t ha t ma ke s apr e t t y f i r e i n s pa c e , but t h ats ome day it ’l l have t o hit. The ys e e o nl y t he bl aze , t he pr e t t yf ir e, as yo u s aw i t.”

“Mont ag, o ld me n who st ay atho me , af r ai d, t e ndi ng t he i rpe a nut - b r i t t l e bo ne s , have nori ght t o c rit ici ze . Yet you almo stki lle d thi ngs at t he st art . Wat chit ! I’m wi th you, r eme mber that.I unde rs tand how i t happened. Imust admit that yo ur bl ind ragi nginvigorated me . God, how youngI fel t! But now — I want you tof e e l o l d, I want a l i t t l e of myco war dic e to be dis til le d i n yout o ni g ht . The ne xt f e w h o ur s ,whe n yo u s e e Capt ai n Be a t t y,ti pto e r ound hi m, let me he ar himfo r you, l et me fe el the s ituati onout. Sur vival is o ur tic ket . Forgetthe poo r, sil ly wo men…”

“I made the m unhappi e r t hanthey have bee n i n years, I think,”said Montag. “It s ho cked me tos e e M r s . P he l ps c r y. May bethey’re ri ght , maybe it’s bes t notto face things, to run, have f un. Ido n’t know. I f eel guil ty —”

“No , yo u mustn’t ! If the re wereno war, if ther e was pe ace in t he

gui e nt e s , e n no c he s s i n l una, ye n no c he s e n qu e una l una muybr i l l ant e i l u mi nar í a l a t i e r r a,e l vi e j o c o nt i nuar í a habl ando yhabl ando , go t a a go t a, gr ani zoa g r a n i z o , c o p o a c o p o . L ame nt e s e l e c o l mar í a al f i n, yé l ya no s e r í a Mo nt a g, as í l ehabí a di c ho e l vi e j o , e s o l e ha-bí a as e gur ado , l e habí a pr o me -t i d o . S e r í a e n t o nc e s M o n t a gmás Fabe r, y e n t o nc e s , un dí a,c u ando t o d o s e hu bi e s e me z-c l ado y he r vi do y t r ans f o r ma-do e n s i l e nc i o , no habr í a f ue -go , ni agua, s i no vi no . De l asdo s c o s as , di s t int as y o pue st as ,na c e r í a u na t e r c e r a. Y un d í ami r ar í a al t o nt o po r e nc i ma de lho mbr o , y c o no c e r í a al t o nt o .Aho r a mi s mo po dí a s e nt i r queya h ab í a c o m e nz ad o e l l ar govi aj e , l a par t i d a, e l al e j ami e n-t o de l s e r qu e habí a s i do .

Er a bue no es c uc har e l c ant u-r r e o de l e sc ar abaj o, e l zumbi -do s o mno l i ent o de l mo s qui t o, ye l de l i c ado mur mul l o d e f i l i -gr ana de l a vo z de l vi e j o , quel o ac us aba al pr i nci pi o y lue gol o c o ns o l ab a, e n a que l l a al t aho r a de l a no c he , mi e nt r as s a-l í a de l t r en hume ant e al mundode l c uar t e l .

— P i e d a d, M o nt a g, p i e d ad .Na da de r e ga ño s y s e r mo ne s .H as t a h a c e t an p o c o t i e mp oe r a us t e d un o d e e l l o s . C r e e nq u e a s í s e g u i r á n s i e m p r e .P e r o n o s e gu i r án . No s ab e nque t o do e s t o e s s ó l o un e n o r -m e y a r d i e n t e m e t e o r o q u ei l umi na e l e s pa c i o , p e r o q uea l g ú n dí a t i e n e q u e c h o c a r .S ó l o ve n l a l u z , e l f u e g o ,c o mo us t e d an t e s .

»Montag, los viejos que se quedanen casa, temerosos, cuidándose los hue-sos quebradizos como cáscaras de maní,no tienen derecho a criticar. Pero ustedcasi estropeó las cosas desde un comien-zo. ¡Cuídese! Estoy con usted,recuérdelo. Comprendo qué le pasó.Hasta he de admitir que la furia ciegade usted me vigorizó lamente.Dios,quéjoven me sentí. Pero ahora... quiero queusted se sienta viejo, quiero que unpocode mi cobardía entre en usted esta no-che. En las próximas horas, cuando veaal capitán Beatty, paséese a su alrede-dor, déjeme oírlo, déjeme sentir la si-tuación. Sobrevivir es nuestro fin inme-diato. Olvide a esas tontas y pobresmujeres...

—Las hice desgrac iadas comonunca lo habían sido, creo —dijoMontag—. Me asombró ver llorar ala señora Phelps. Quizá ellas tenganrazón, quizá sea mejor no afrontar lascosas, tratar de divertirse. No sé. Mesiento culpable...

—¡No, no debe sentirse así! Si nohubiera guerra, si hubiera paz en el

mareantes sonido s de succión. Enlo s dí as s ubsi guie nt es , y en l asnoches en que no hubiera luna, oen las que brillara con fuerza sobrela tierra, el viejo seguiría hablandoi nc e s ant e me nt e , pal abr a po rpalabra, sílaba por sílaba, letra porl e t r a. Su me nt e ac ab ar í a p o ri m po n e r s e y ya n o s e r í a m ásMo ntag, es to era lo que le dec íae l vi ej o, s e l o as eguraba, se l opr o me t í a. Se r í a Mo n t a g m ásFaber, fue go más agua. Y l uego,un dí a, c ua ndo t o do hu bi e s ee s t ad o l i s t o y p r e p ar a do e nsilencio, ya no habría ni fuego niagua, s i no vi no . De do s c o s asdistintas y opuestas, una tercera. Y,un dí a, vo l ver í a la c abe za par ami rar al tont o y lo rec ono cerí a.Incluso en aquel momento percibióe l i ni c i o de l l ar go vi aj e , l ade spe dida, la separac ión de l s erque hasta entonces había sido.

Era agr adabl e e s cuc har e lronroneo del aparatito, el zumbidode mos quit o ador mil ado y e ldel icado murmullo de la voz delviejo, primero, riñéndole y, después,co nsol ándo le, a aquell a ho ra t anavanzada de la noche, mientras salíadel caluroso «Metro» y se dirigíahac i a e l mundo de l c uar te l debomberos.

—¡Lástima, Montag, lástima! No leshostigues ni te burles de ellos.Hastahacemuy poco, tú también has sido uno deesos hombres. Están tan confiados quesiempre seguirán así. Pero noconseguirán escapar. Ellos no saben queesto no es más que un gigantesco ydeslumbrante meteoro que deja unahermosa estela en el espacio, pero quealgún día tendrá que producir impacto.Ellos sólo venel resplandor, la hermosaestela, lo mismo que la veía usted.

»Montag, los viejos que se quedan encasa, cuidando sus delicados huesos, notienen derecho a criticar. Sin embargo,ha estado a punto de estropearlo tododesde el principio. ¡Cuidado! Estoy conusted, no lo olvide. Me hago cargo decómo haocurrido todo.Debo admitir quesu rabia ciega me ha dado nuevo vigor.¡Dios, cuán joven me he sentido! Pero,ahora...Ahora,quiero que ustedse sientaviejo, quiero que parte de mi cobardíasedestile ahora en usted. Las siguienteshoras cuando vea al capitán Beatty,manténgase cerca de él, déjeme que leoiga, que perciba bien la situación.Nuestra meta es la supervivencia.Olvídese de esas solas y estúpidasmujeres...

—Creo que hace años que no erantan desgraciadas –dijo Montag—.Me ha sorprendido ver llorar a MrsPhe1ps. Tal vez tengan razón, quizásea mejor no enfrentarse con loshechos, huir, divertirse. No lo sé, mesiento culpable...

—¡No, no debe sentirse! Si nohubiese guerra, si reinara paz en el

ha gg le v. i. disp ute o r bar gain, r ega t earp er sist en temente : they ha ggled o ver it fo rhours, estuvieron rega teand o du rante horas .Discutir,

Page 86: B’s Farenheit Fahrenheit 451* - Rodriguez Alvareznovelas.rodriguezalvarez.com/pdfs/Bradbury, Ray ''Farenheit 451''-Xx-En-Sp-Sp.pdf2 B’s Farenheit tr. de F. Abelenda tr. de Alfredo

87

B’s Farenheit tr. de F. Abelenda tr. de Alfredo Crespo

5

10

15

20

25

30

35

40

45

50

55

60

65

70

75

wo r l d, I’d s ay f i ne , ha ve f un!But, Mont ag, you mustn’t go backto be ing just a fir eman. All isn’twe ll wit h t he wo rld.”

Mo ntag per spi re d.

“Mont ag, yo u lis tening?”

“M y f e e t , ” s a i d M o n t a g .“I c a n ’ t m o v e t h e m . I f e e ls o d a m n s i l l y . M y f e e tw o n ’ t m o v e ! ”

“Lis t e n. Easy now,” sai d t heol d man ge ntl y. “I kno w, I kno w.Yo u’r e af r ai d o f m aki ngmi st ake s. Don’t be. Mi stakes c anbe pr of ite d by. Man, whe n I wasyo ung I shove d my i gno rance inpeo ple’s faces. The y be at me wi thst icks . By the ti me I was fo rty mybl unt i nst rument had bee n honedto a fi ne cut ting poi nt for me. Ifyo u hide your igno rance, no o newi l l h i t yo u and yo u ’l l ne ve rl e ar n. Now, pi ck up yo ur f ee t ,i n t o t h e f i r e ho us e wi t h yo u!We ’re twins, we’re not alone anymo re, we ’r e not separate d o ut indi f f e r e n t p ar l o u r s , wi t h noco ntac t betwe en. If you nee d he lpwhen Be att y pri es at yo u, I’l l besi tti ng r ight here in your eardr ummaki ng not es !”

M o n t a g f e l t h i s r i g h tf o o t , t h e n h i s l e f t f o o t ,m o v e .

“Old man,” he said, “staywith me.”

The Me c hani c al Ho und wasgo ne . Its ke nne l was empty andthe f ire ho use st ood al l abo ut inpl ast e r s i le nc e and t he o rangeSa l am an de r s l e p t wi t h i t ske r o s e n e i n i t s be l l y a nd t hefi r et hr o we rs cr o s se d upo n i t sf l ank s and Mo nt ag c am e i nthrough the s ile nc e and to uchedthe brass pol e and sl id up in t heda r k ai r , l o o ki n g b ac k a t t hede s e r t e d ke nne l , hi s h e a r tbe at ing, pausi ng, be at ing. Faberwas a grey mo th as lee p i n his ear,fo r t he mo ment.

Be at t y s t o o d n e ar t he dr o p-ho l e wai t i ng, bu t wi t h hi s bac kt u r n e d a s i f h e we r e n o twa i t i n g.

“We l l ,” he s ai d t o t he me npl ayi ng c ards, “he re come s a ve rystr ange beast which in all tonguesis calle d a f ool .”

He put hi s hand t o o ne s i de ,palm up, f or a gif t. Montag putt h e b o o k i n i t . Wi t ho ut e ve ngl anc i ng a t t he t i t l e , B e at t yt os se d t he boo k i nt o the t rash-baske t and li t a c igare tte . “‘Whoar e a lit tl e wi se, t he be st f oo lsbe . ’ We l c o me bac k, Mo nt ag. Iho pe you’ll be s taying, wi th us,no w t hat your fe ve r i s done and

mundo, yo diría magnífico, diviértan-se. Pero, Montag, no debe usted vol-ver a su papel de bombero. Todo noestá bien en el mundo.

Montag transpiraba.

—Montag, ¿me escucha?

—Mi s pi e s —d i j o Mo nt ag—. N o p u e d o m o ve r l o s . M es i e n t o t an t o n t o . ¡ N o p u e d omo ve r l o s pi e s !

—E s c uc he . Cal ma a ho r a —m u r mu r ó e l vi e j o — . Ya s é .Te me c o me t er al gún e r r o r. Not e ma. Lo s e r r o r e s pue de n s e rpr ove c hos o s . Cuando yo e r a j o -ve n, e ch ab a mi [1 2 2 ] i gno r an-c i a a l a c a r a de l a ge n t e . Lage nte me apal e aba. Cuando l l e -g ué a l o s c ua r e nt a , ya ha bí al o grado af il ar mi ins t r ument o .Si o c ul t a s u i gno r anc i a, nadi el e pe gar á, y no apre nde r á nun-c a. Bu e n o , ad e l a n t e c o n l o spi e s , y e nt r e e n e l c u ar t e l debo mber o s . So mo s ge me l os , yano e s t amo s s o l o s , no e s t amo sya en s al as s e par adas , s i n c o n-t ac t o . Si ne c e s i t a ayuda c uan-do Be at t y l o s o nde e , al l í e st ar éyo , e n l a o r e j a de us te d, t oman-do no t as .

M o n t a g s i n t i ó q u e m o ví ae l p i e d e r e c h o , l u e g o e li z q u i e r d o .

—Viejo —dijo—, no se vaya.

El Sabues o Mecánico había sa-lido. Lacasi l l a est aba vacía, y elcuartel s e alzaba al rededor con unsi lenc io de ye so. La Salamandraanaranjada do rmía c on el estó ma-go l l e no de k e r o s e ne y l o sl an zal l a mas e n l o s f l anc o s .Montag e ntró en aquel si lenci o yto có la barr a de br onc e y s ubiódeslizándose en el aire oscuro, mi-rando por enc ima del hombro lacasi l l a abandonada. El co razón lelat ía, descansaba, latí a. Faber, porel momento, e ra sól o una mari po-sa gris que dormía en s u ore ja.

Beatty esperaba de pie cerca delagujero de la barra, pero vuelto deespaldas, como si no estuviese es-perando.

—Bueno —dijo a los hombres quejugaban a los naipes—, aquí viene unbicho muy raro que en todos los idio-mas se llama tonto.

Extendió de costado una mano,con la palma hacia arriba. Montagpuso en ella el volumen. Sin siquie-ra ec har le una oje ada, Beat ty lodejó caer al cesto de papeles y en-cendió lentamente un cigarrillo.

—«Aun en el más rematado de lostontos hay algo de sabiduría.» Bienve-nido, Montag. Ahora que se fue la[123] fiebre y te curaste, te quedarás

mundo, diría, estupendo, divertios.Pero, Montag, no debe volver a sersimplemente un bombero No todo andabien en el mundo.

Montag empezó a sudar.

—Montag, ¿me escucha?

—Mis pies —dijo Montag—. Nopuedo moverme. ¡Me siento tancondenadamente tonto! ¡Mis pies noquieren moverse!

—Escuche. Tranquilícese —dijoel viejo con voz suave—. Lo sé, losé. Teme usted cometer errores. Notema. De los errores, se puede sacarprovecho. ¡Si cuando yo era jovenarrojaba mi ignorancia a la cara de lagente! Me golpeaban con bastones.Pero c uando cumplí los cuarentaaños, mi romo instrumento habíasacado una fina y aguzada punta. Siesconde usted su ignorancia, nadie leatacará y nunca llegará a aprender.Ahora, esos pies, y directo al cuartelde bomberos. Seamos gemelos, ya noestamos nunca solos. No estamosseparados en diversos salones, sincontacto entre ambos. Si necesitaayuda, cuando Beat ty empie ce ahacerle preguntas, yo estaré sentadoaquí, junto a su tímpano, tomandonotas.

Montag sintió que el pie derechoy, después, el izquierdo empezabana moverse.

—Viejo —dijo—,quédese conmigo.

El Sabueso Mecánico no estaba.Su perrera aparecía vacía y en elcuartel reinaba un silencio total, entanto que la salamandra anaranjadador mía c on la bar ri ga l l ena depet r ól e o y las mangue rasl anzal l amas c r uzadas s o bre susflancos. Montag penetró en aquelsilencio, tocó la barra de latón y sedeslizó hacia arriba, en la oscuridad,volviendo la cabeza para observa rla perrera desierta, sintiendo que el corazónsele aceleraba;después, se tranquilizaba; luego, seaceleraba otra vez. Por el momento, Faberparecía haberse quedadodormido.

Be at ty es taba junt o al aguj er o,e s pe r an do , pe r o de e s pa l da s ,c o mo s i no p r e s t ar a ni ng un aat enci ón.

—Bueno —dijo a los hombres quejugaban alas cartas—, ahí llegaun bichomuy extraño que en todos los idiomasrecibe el nombre de tonto.

Alargó una mano de lado, con lapalma hacia arriba, en espera de unobsequio. Montag puso el libro enella. Sin ni siquiera mirar el título,Be at t y l o t i r ó a l a pape l e r a yencendió un cigarrillo.

— Bi e n ve ni d o , Mo n t ag .E s p e r o q ue t e qu e d e s c o nnos ot ro s , aho ra que te ha pas adol a f i ebr e y ya no es t ás e nf e r mo .

Page 87: B’s Farenheit Fahrenheit 451* - Rodriguez Alvareznovelas.rodriguezalvarez.com/pdfs/Bradbury, Ray ''Farenheit 451''-Xx-En-Sp-Sp.pdf2 B’s Farenheit tr. de F. Abelenda tr. de Alfredo

88

B’s Farenheit tr. de F. Abelenda tr. de Alfredo Crespo

5

10

15

20

25

30

35

40

45

50

55

60

65

70

75

yo ur s ic kness o ve r. Si t in f or ahand of po ker ?”

The y s at and t he c ar ds we r ede al t. In Beatt y’s sight , Mo nt agf el t t he guil t o f his hands . Hi sfi nge rs we re like fer ret s t hat haddo ne s o me evi l and no w ne ve rre ste d, al ways sti rre d and pi ckedand hid in po cke ts , movi ng fr omun de r Be a t t y ’s a l c o ho l - f l a mes t ar e . I f B e at t y s o mu c h asbr eat hed o n t he m, Mo nt ag fe l tthat hi s hands might wi the r, turnover on their s ide s, and neve r beshocked to li fe again; the y wouldbe buried t he rest of his life in hiscoat- sleeves, forgott en. For thesewe re the hands t hat had act ed onthei r own, no part o f hi m, her ewas wher e the c ons ci ence fi rs tmani fested itself to snatch bo oks,dart o ff wit h jo b and Rut h andWi lli e Shakes peare , and no w, inthe fi rehouse, these hands seemedgl ove d wit h bloo d.

Twice in half an ho ur, Mont aghad t o r is e f rom the game and goto the lat rine to was h his hands.Whe n he c ame bac k he hi d hi shands unde r the tabl e.

Be at t y l aughe d . “Le t ’s haveyo ur hands in si ght , Montag. Nott h at we do n ’t t r us t yo u,under stand, but —”

They al l l aughe d.

“Well ,” said Beatty, “the c ris isis past and all is we ll, the she epr e t ur ns t o t he f o l d. We ’r e al lsheep who have s trayed at t ime s.Tr ut h i s t r ut h, t o t he e nd o fre cko ning, we ’ve cr ied. The y arene ver al one t hat ar e acc ompani edwi t h no bl e t h o ug ht s , we ’ veshouted to oursel ves. ‘Sweet foodo f s we e tl y ut te re d knowl edge,’Si r P hi lip Si dne y sai d. But o n t heo t he r ha nd: ‘Wo r ds ar e l i kel e ave s and wh e r e t h e y mo s tab o un d, Muc h f r u i t o f s e n s ebe ne a t h i s r a r e l y f o u nd .’Al e xande r P o pe . What do yo uthink of t hat ?”

“I don’t know.”

“Car e f ul ,” whi s pe r e d Fabe r,li ving in ano the r wor ld, far away.

“Or t hi s? ‘A li ttl e l earni ng is adangero us thing. Dr ink deep, ortast e not t he Pier ian spring; Theres hall ow dr aughts into xi c at e thebr ain, and dr inki ng l argely sobe rsus ag ai n . ’ P o p e . Sam e E s s a y.Where does that put you?”

Mo ntag bit his li p.

“I’l l t e l l yo u,” s ai d Be a t t y,smili ng at hi s c ards. “That madeyo u f or a lit tle whil e a dr unkar d.Re ad a few li nes and off you goover the cl iff . Bang, you’re ready

con nosotros, espero. ¿Te sientas parauna mano de póker?

Los hombres se sentaron y se re-partieron las cartas. Montag sintió, enlos ojos de Beatty, la culpa de susmanos. Los dedos, como hurones quehubieran hecho algo malo, nunca des-cansaban, se movían continuamente,y se le metían en los bolsillos, escon-diéndose de la mirada de alcohol en-cendido de Beatty. Si Beatty echarael aliento sobre ellas, sentía Montag,estas manos se marchitarían, se re-torcerían, y nunca volverían a vivir.Pasarían el resto de la vida metidasen las mangas de la chaqueta, olvi-dadas. Pues éstas eran las manos quehabían obrado por cuenta propia, in-dependientemente; en ellas se habíamanifestado por vez primera el de-seo de robar libros, de escapar conJob, y Ruth, y Willie Shakespeare. Yahora, en el cuartel de bomberos, es-tas manos parecían tener guantes desangre.

Do s ve c e s e n me d i a ho r a,Mo ntag t uvo que dej ar el juego eir al c uar to de baño a l avars e l asmano s . Al vo lve r, e sc o ndi ó lasmanos bajo la mes a.

Beatty se rió.—Mues tra las manos, Mo ntag.

No e s que de s co nf ie mos de ti ,co mpr éndel o, pe ro. ..

Todos se rieron.

—Bueno —di j o Be at t y—, l acr is is ha pas ado y to do e stá bie n;l a ovej a vuel ve al re baño . To do ss omos o ve jas que al guna vez s edes carr ían. La ve rdad e s la ver -dad, y no c ambi a, hemos dic ho .Nunca e st á so lo qui en va ac om-pañado po r nobles pens amiento s,no s hemos gri tado. «El dul ce al i-me nt o de l a sabidurí a, dulce me n-t e e x pr e s ad a» d i j o s i r P hi l i pSi dney. P er o, del ot ro lado : «Laspal abras so n co mo ho jas, y don-de el las abundan s uel en fal tar l osf r u t o s de l s e nt i d o c o mú n. »Ale xande r P ope. Qué t e par ec ee so , Mo nt ag? [1 24 ]

—No sé.

—Cuidado —mur mur ó Faber,des de otr o mundo, muy lej os.

—¿Y esto? «Un poco de conoci-miento es peligroso. Bebe mucho, ono pruebes la fuente pieriana. Unospocos sorbos intoxican el cerebro,pero si sigues bebiendo recobras lasobriedad.» Pope. El mismo ensayo.¿Qué efecto te causa?

Montag se mordió los labios.

—Te l o di r é —di j o B e at t y,s onri éndo le a s us naipes —. Est ote e mbor racha un poc o. Lee unaspoc as l íneas y te t ir ar ás de ca-beza al abi smo. Es tás di spue st o

¿Qui e r e s s e nt ar t e a j ugar unamano de pó quer ?

Se instalaron y distribuyeron losnaipes. En presencia de Beatty, Montagse sintió lleno de culpabilidad. Susdedos eran como hurones que hubiesencometido alguna fechoría y ya nuncapudiesen descansar, siempre agitados Yocultos en los bolsillos, huyendo de lamirada penetrante de Beatty, Montagtuvo la sensación de que si Beattyhubiese llegado a lanzar su aliento sobreellos, sus manos se marchitarían, iríandeformándose y nunca más recuperaríanla vida; habrían de permanecerenterradas para siempre en las mangasde su chaqueta olvidadas. Porqueaquéllas eran las manos que habíanobrado por su propia cuenta,independientemente de él, fue en ellasdonde se manifestó primero el impulsoapoderarse de libros, de huir con Job yRuth y Shakespeare; y, ahora, en elcuartel, aquellas manos parecíanbañadas en sangre.

Do s ve c e s e n me di a ho r a,Montag tuvo que dejar la partida eir al l avabo a lavarse las mano s.Cuando r egr es aba, l as o c ul t ababajo la mesa.

Beatty se echó a reír.—Mué s t r ano s t us mano s ,

Montag. No es qué desconfiemosde ti, compréndelo, pero...

Todos se echaron a reír.

—Bueno —dijo Beatty—, la crisisha pasado y está bien. La oveja regresaal redil.Todos somos ovejas que algunavez se han extraviado. La verdad es laverdad. Al final de nuestro camino,hemos llorado. Aquellos a quienesacompañan nobles sentimientos nuncaestán solos, nos hemos gritado. Dulcealimento de sabiduría manifestadadulcemente , dijo Sir Philip Sidney.Pero por otra parte: La s p a l a b r a ss o n c o m o h o j a s , y c u a n t om á s a b u n d a n r a r a m e n t e s ee n c u e n t r a d e b a j od e m a s i a d o f r u t o o s e n t i d o ,A l e x a n d e r P o p e . ¿ Q u éo p i n a s d e e s t o ?

—No lo sé.

—¡Cui dado ! —s us ur ró Faber,desde otro mundo muy lejano —.

—¿O de esto? Un poco deinstrucción es peligrosa. Bebecopiosamente,ono pruebes elmanantialde la sabiduría; esas corrientesprofundas intoxican el cerebro,y beberen abundancia nos vuelve a serenar.Pope. El mismo ensayo.

¿Dónde te deja esto?

Montag se mordió los labios.—Yo te lo diré —prosiguió Beatty,

sonriendo a sus naipes—. Esto te haembriagado durante un breve plazo. Leealgunas líneas yte caes por el precipicio.

Page 88: B’s Farenheit Fahrenheit 451* - Rodriguez Alvareznovelas.rodriguezalvarez.com/pdfs/Bradbury, Ray ''Farenheit 451''-Xx-En-Sp-Sp.pdf2 B’s Farenheit tr. de F. Abelenda tr. de Alfredo

89

B’s Farenheit tr. de F. Abelenda tr. de Alfredo Crespo

5

10

15

20

25

30

35

40

45

50

55

60

65

70

75

t o bl o w up t he wo r ld, cho p of fhe ads , knoc k do wn wo me n andc hi l dr e n, d e s t r o y a ut ho r i t y. Iknow, I’ve be en thr ough it all .”

“I’m al l r ight,” sai d Mont ag,ne rvousl y.

“S t o p b l us hi n g. I’ m n o tne edl ing, really I’m not . Do youknow, I had a dr eam an hour ago.I l ay do wn f or a cat- nap and i nthis dre am you and I, Montag, gotinto a f ur io us de bate o n bo oks.Yo u t o we r e d wi t h r age, ye l l e dquot e s at me . I cal ml y par ri e dever y thr us t. Po we r, I sai d, Andyo u, quo t i ng Dr. J ohns on, sai d‘K no wl e dge i s mo r e t h anequival ent to f orc e!’ And I s ai d,‘We ll, Dr. Johnson also sai d, dearbo y, that “He i s no wis e man thatwi l l qu i t a c e r t ai nt y f o r anun c e r t ai nt y. ’ ” S t i c k wi t h t hef i r e m an , M o nt ag . Al l e l s e i sdr eary chaos !”

“D o n’ t l i s t e n ,” wh i s p e r e dFabe r. “He’s t ryi ng to co nf use .He ’s sl ippery. Watc h out !”

Be at t y c hu c kl e d . “And y o usaid, quoti ng, ‘Trut h will co me tol i g ht , m ur d e r wi l l no t b e h i dl o n g! ’ An d I c r i e d i n g o o dhumo ur, ‘Oh Go d, he s pe aks onlyo f hi s h o r s e !’ And ‘Th e De vi lc an c i t e Sc r i pt ur e f o r hi spur po se .’ And yo u ye ll ed, ‘Thi sage thinks bette r o f a gil ded foo l,t h an o f a t h r e a db ar e s ai n t i nwi s do m’s s c h o o l ! ’ An d Iwhi spe r e d ge nt l y, ‘The di gni t yo f t r ut h i s l o s t wi t h m uc hpro t es ti ng. ’ And you s c re ame d,‘Carc ass es bl eed at the sight ofthe mur der er!’ And I sai d, patti ngyo ur hand, ‘What , do I give youtr enc h mout h?’ And yo u s hri eke d,‘Kno wl e dge i s po we r !’ and ‘Adwarf o n a gi ant ’s s ho ul de rs o ft he f ur the s t o f t he t wo!’ and Is umme d my s i de up wi t h r ar es e r e n i t y i n, ‘Th e f o l l y o fmi staking a metaphor for a proo f,a tor re nt of ver bi age fo r a s pri ngof capi tal tr ut hs, and one sel f asan o r acl e , i s inbo r n i n us , Mr.Valer y o nce said. ’”

Mo nt a g’s he ad wh i r l e ds i c ke ni n gl y. H e f e l t b e at e nunmercifully o n bro w, eye s, no se,l i ps , c hi n , o n s ho ul d e r s , o nupfl ai l i ng ar ms . He want e d t oye l l , “No ! s h ut up, y o u’ r ec o nf u s i n g t hi n gs , s t o p i t !”Beatt y’s gr ac ef ul f inge rs t hr us tout t o sei ze his wris t.

“God, what a puls e ! I’ve go tyo u going, have I, Montag. Jes usGo d, yo ur pul se so unds l ike t heday aft er the war. Ever ything butsir ens and bell s! Shall I talk s omemo re? I li ke your l ook o f pani c.Swahi l i , Indian, Engl i s h Li t ., Is p e ak t he m al l . A ki n d o f

a vol ar e l mundo, arr ancar cabe -zas , go lpear a niños y muj er es ,de st rui r la autor idad. Conozc o elasunt o. He pasado por e so .

—Yo e st oy muy bie n —dij oMontag, nervioso.

—No te po ngas col or ado . Noins inúo nada, no, de veras. Sabes,hac e una hora tuve un s ueño. Meac osté para desc ans ar un r ato, ysoñé que tú y yo di scutí amos te-rri blemente so bre li bros. Tú es ta-bas furio so, me grit abas citas. Yoparaba serenament e todos lo s gol-pe s. P ode r, di je y me c itast e aldoc tor J ohnso n: «El conocimi en-to es superior a la fuerza.» Y yodije: Bueno, el doctor Johnson es-cr ibió t ambi én, mi que ri do mu-c hac ho , es t as pal abr as : «No e sho mbr e s abi o el que de j a al gocierto por algo i ncierto.» Quédatecon noso tros, Montag. Fuera s ólohay un tri ste caos.

—No escuche —murmuró Faber—. Está tratando de confundirlo. Es unhombre astuto. ¡Cuidado!

Beatty se rió entre dientes.—Y t ú di ji s te , ci t ando: «¡La

ver dad saldr á a l a luz, el cri menno se oc ultar á mucho tie mpo! » Yyo gri té , c on bue n humor : «Oh,Di os , ¡só lo e stá hablando de sucaballo! » Y «El di ablo puede ci-t ar l as Esc ri turas para s u [1 25 ]pro pio be nefic io». Y tú me grit as-te: «¡Hoy se prefiere al tonto bienvestido antes que al santo de sarra-pado de l a esc uela de los sabio s!»Y yo mur muré: «La dignidad de laver dad s e pie rde cuando las pro-t e s t as s o n e xc e s i va s . » Y t úaul laste: « ¡La carr oña sangra a lavis ta del ases ino!», y co n un c hi-l li do : «¡Un enano s ubi do a lo shombros de un gigante e s el queve más l ejos! » Y yo re sumí misar gume ntos con una rara s ereni-dad: «La locura de confundir uname táfo ra con una pr ueba, un t o-rre nte de palabras con una fue ntede ve r dade s c api t ale s , y a unomis mo co n un oráculo, e s innatae n nos o tr o s.» Lo dij o e l s e ño rVal éry una vez.

La cabe za l e daba vue l tas aMont ag. Se ntía que lo golpeabansin piedad en la frente, los ojos, lanariz, los labios, las mejillas, loshombros, los brazos. Quería gritar:«¡No! ¡No! Cálle se. Está confun-diendo las cosas. ¡Cállese!»

Los ágiles dedos de Beatty le apre-taron de pronto la muñeca.

—¡Di os , qué pul s o ! Y po r mic ulpa, ¿no , Mo nt ag? J e s uc r i st o ,t i e ne s un pul s o c o mo e l dí a de larmi s ti c i o. ¡Si r enas y c ampanaspo r t o da s par t e s ! ¿Hab l ar é unpo qui t o más ? Me gus t a t u mi -r ada de pánic o . Swahi l i , hindú,i ngl és , pue do habl ar c ualqui e r

Vamos, estás dispuesto a trastornar elmundo, a cortar cabezas, a aniquilarmujeres y niños, a destruir la autoridad.Lo sé, he pasado por todo ello.

—Ya estoy bien —dijo Montag, muynervioso—.

—Deja de sonrojarte. No estoypinchándote, de veras que no. ¿Sabes?Hace una hora he tenido un sueño. Mehabía tendido a descabezar un sueñecito.Y, en este sueño, tú y yo, Montag, nosenzarzamos en un furioso debate acercade los libros. Tú estabas lleno de rabia,me lanzabas citas.Yo paraba, con calma,cada ataque. Poder, he dicho. Y tú,citando al doctor Johnson, hasreplicado: ¡El conocimiento es superiora la fuerza! Y yo he dicho: «Bueno,querido muchacho», el doctor Johnsontambién dijo: Ningún hombre sensatoabandonará una cosa cierta por otrainsegura. Quédate con los bomberos,Montag. ¡Todo lo demás es un caosterrible!

—No le hagas cas o —sus urróFaber—. Está tratando de confundirte.Es muy astuto. ¡Cuidado!

Beatty rió entre dientes.—Ytú has replicado, tambiénconuna

cita: La verdad saldrá a la luz, el crimenno permanecerá oculto mucho tiempo.Y yo he gritado de buen humor: ¡Oh,Dios!¡Sólo está hablando de su caballo!Y: El diablo puede citar las Escrituraspara conseguir sus fines. Y tú hasvociferado: Esta época hace más casode un tonto con oropeles que de un santoandrajoso,de la escuela de la sabiduría. Y yo he susurrado amablemente: Ladignidad de la verdad se pierde condemasiadas protestas.Ytúhas berreado:

Las carroñas sangran ante lapresencia del asesino. Y yo he dicho,palmoteándote una mano: ¿Cómo? ¿Teproduzco anginas? Ytú has chillado:

¡La sabiduría ría es poder! Y: Unenano sobre los hombros de un gigantees el más alto de los dos.Yhe resumidomi opinión con extraordinariaserenidad: La tontería de confundir unametáfora con una prueba, un torrentede verborrea con un manantial deverdades básicas, y a sí mismo con unoráculo,es innato en nosotros, dijo Mr.Valéry en una ocasión.

Mo ntag mene ó l a c abe zadoloridamente. Le parecía que legolpeaban implac ablemente en lafrente, en los ojos, en la nariz, en loslabios, en la barbilla, en los hombros,en los brazos levantados. Deseabagritar: «¡Calla! ¡Estás tergiversandolas cosas, deténte!» alargó la manopara coger una muñeca del otro.

—¡Caramba, vaya pulso! Te heexcitado mucho, ¿verdad, Montag?¡Válgame Di os ! Su pul so suenacomo el día después de la guerra.¡Todo son sirenas Y campanas! ¿Hede de ci r algo más ? Me gusta tuexpresión de pánico. Swahili, indio,inglés... ¡Hablo todos los idiomas!

Page 89: B’s Farenheit Fahrenheit 451* - Rodriguez Alvareznovelas.rodriguezalvarez.com/pdfs/Bradbury, Ray ''Farenheit 451''-Xx-En-Sp-Sp.pdf2 B’s Farenheit tr. de F. Abelenda tr. de Alfredo

90

B’s Farenheit tr. de F. Abelenda tr. de Alfredo Crespo

5

10

15

20

25

30

35

40

45

50

55

60

65

70

75

e x c e l l e nt dum b di s c o u r s e ,Wi ll ie !”

“Mont ag, hold o n! “ The mo thbr us h e d Mo n t ag ’s e a r. “He ’smuddying the wat ers !”

“Oh, yo u we r e s c are d si l l y,”s ai d Be att y, “fo r I was do i ng at er ri bl e t hi ng in us ing t he ver ybo oks yo u clung to, to r ebut youo n e ver y hand, o n e ve r y po i nt !What tr ait ors bo oks c an be ! Youthink t hey’re backing you up, andthey tur n on you. Othe rs can usethem, t oo, and t he re you ar e, lo stin t he middl e of the mo or, in agr eat wel ter o f nouns and ver bsand adj ec t ive s. And at t he ver ye nd o f my dre am, alo ng I c amewi t h t he Sal ama nde r and s ai d,Goi ng my way? And you go t i nan d we d r o ve bac k t o t hefi rehouse in beati fic si lence , alldwindle d away to peac e.” Beat tyl e t Mo nt ag’s wr i s t go , l e t t hehand sl ump l imply on the t abl e.“Al l ’s we l l t hat i s we l l i n t hee nd.”

Si l e n c e . M o nt ag s at l i ke acarve d whi te sto ne . The ec ho oft he f i nal hamme r o n hi s s kul ldi ed sl owly away into the blackc ave r n whe r e Fabe r wai t e d f o rthe e choes to subs ide . And thenwhen the st art led dust had se ttl eddo wn ab o ut Mo nt ag’s m i n d,Fabe r began, so f t ly, “All ri ght ,he ’s had his say. You must take itin. I’l l say my say, too, in t he nextfe w hours. And you’ll t ake it i n.And you’ll tr y t o j udge the m andmake yo ur de cis ion as t o whi chway t o j ump, or fal l. But I wantit to be your deci sio n, no t mine,an d n o t t h e C apt ai n ’s . B utr e me m be r t hat t he Cap t a i nbel o ngs to t he mo s t dange r ousenemy o f t rut h and fr eedom, t hes o l i d u nmo vi n g c at t l e o f t hemaj o ri ty. Oh, Go d, t he te rr i bl et yr anny o f the maj or it y. We al lhave o ur har ps t o pl ay. And it ’sup t o y o u no w t o kn o w wi t hwhich e ar you’l l l ist en.”

Mont ag o pene d his mo ut h t oanswe r Faber and was saved thiser ro r in t he pre se nc e of o ther swhe n the s tati on be ll r ang. Theal ar m - vo i c e i n t he c e i l i ngc hant e d. The r e was a t ac ki ng-tacking s ound as the alarm- repo rtte lepho ne typed out t he addre ssac ros s t he ro om. Captain Be att y,hi s poker car ds in one pink hand,wa l ke d wi t h e xag ge r at e dsl owness t o t he pho ne and r ippedout t he addre ss when the r epo rtwa s f i ni s he d. He gl anc e dpe rfunc tor ily at i t, and shoved itin hi s poc ket . He came bac k ands at do wn. The ot her s l oo ked athim.

“I t c an wa i t e xa c t l y f o r t ys e c o n ds wh i l e I t a ke al l t he

i di oma. ¡Un e xc e l e nt e di s cur s omudo , Wi ll i e !

—Montag, ¡manténgase sereno! —La polillarascaba la oreja de Montag.—¡Ese hombre lo enturbia todo!

—Oh, e s tabas de ve ras as us -t ado —dij o Be at ty—. Te pare cí at er ri bl e que yo usara t us l ibro spar a r e bat i r t o do s l o s punt o s ,t odos l os argumento s. ¡Qué tr ai -c io ne ro s pueden se r lo s li br os !Cr eí as que t e apoyaban, y se vol -ví an co nt ra ti . Otro s podían usar-l o s t amb i é n, y ahí e s t abas t ú,per di do e n me di o del pár amo, e nu na g r a n [1 2 6 ] c i é na ga d es us tant ivos , ver bo s y adj et ivos .Y haci a e l f i n de mi sue ño , yos al í c o n l a Sal amandr a y di j e :Vie ne s co nmigo? Y t ú y yo vol -vimos a l os c uart e le s en beatí fi -c o s il e nci o , y t o do re c o br ó s upaz. —Beatt y so lt ó la muñeca deMo n t ag, de j and o que l a m anoc ay e s e f l o j a me nt e s o b r e l ames a.— To do e st á bi en cuandot odo te rmina bi en.

Silencio. Montag parecía una es-tatua labrada en piedra. El eco del úl-timo martillazo moría lentamente enesa caverna oscura donde Faber es-peraba a que los ecos se apagasen. Yluego, cuando en la mente de Montagel polvo levantado volvió a su sitio,Faber comenzó a decir, susurrando:

—Muy bie n, ha dic ho lo quete nía que dec ir. No l o olvide . Yodi ré lo mí o e n l as pr óxi mas ho-ras. Y uste d me ate nde rá tambié n.Y lue go tr at ar á de j uzgar nos aambos y de cidirá qué camino t o-mar á, o e n qué c ami no c ae r á.Quier o que su de cis ión s ea sol a-me nte s uya, no mía, ni de Beatt y.Pe ro recuerde que el capi tán pe r-te nec e al grupo de los más pel i-gr os os enemigo s de la verdad yla li be rtad, el só lido y te rc o r e-baño de la mayor ía. Oh, Dio s, late rrible tir anía de la mayorí a. To-do s t oc amo s nue str a arpa. Y a us-te d l e toc a dec idi r c on qué o re jaes cuc hará la músic a.

Mo nt ag a br i ó l a bo c a p ar ar e s po nd e r a F ab e r. El s o ni dod e l a c am pa na e vi t ó qu e c o -me t i e r a e s e e r r o r. La vo z del a a l ar ma c a nt a ba e n e l c i e l or as o . Se o yó un s e c o g o l pe t e o .El t e l é f o n o e s c r i b í a l a di r e c -c i ó n e n e l o t r o e xt r e m o de lc u ar t o . El c api t án B e at t y, c o ns u s c a r t a s d e p ó k e r e n l ama no r o s a da, c am i nó c o n e x a-ge r a da l e n t i t ud ha c i a e l t e l é -f o no . E s pe r ó e l f i n de l i n f o r -me , a r r an c ó e l t r o zo de p ape l .Lo m i r ó de s c ui d ad ame nt e , s el o m e t i ó e n e l bo l s i l l o , vo l -vi ó , y s e s e nt ó . Lo s o t r o s l omi r a r o n . . [ 1 2 7 ]

— P u e d e e s p e r a r c u a r e n t as e g un d o s , m i e n t r as l e s s ac o

¡Ha sido un exce lente y estúpidodiscurso!

—¡Montag, resista! —La vocecitasonó en el oído de Montag—. ¡Estáenfangando las aguas!

—Oh, te has asustado tontamente —dijo Beatty— porque he hecho algoterrible al utilizar esos libros a lo que túte aferrabas, en rebatirte todos lospuntos. ¡Qué traidores pueden ser loslibros! Te figuras que te ayudan, y sevuelven contra ti.

Ot r os pue de n ut i l i zar l o stambié n, y ahí e st ás per di do e nmedio de l pantano, entre un grant umul t o de no mbr es , ve r bo s yadjetivos. Y al final de mi sueño,me he presentado con la salamandray he dicho: «¿Vas por mi c amino?»Y t ú h a s s u bi d o , y h e mo sr egre sado al cuar te l en medio deun s i le nci o be atí f ic o , l l eno s deun pr o f undo s os i e go. —Be at t ys ol t ó l a muñe c a de Mo ntag, dejóla mano fláccidamente apoyada enla mesa—. A buen fi n, no hay malprincipio.

Silencio. Montag parecía una estatuatallada en piedra. El eco del martillazo finalen su cerebro fue apagándose lentamentee n la os c ur a ca vida d donde Fa be resperaba a que esos ecos desapareciesen.Y, entonces, cuando el polvo empezó adepositarse en el cerebro de Montag,Faber empezó a hablar, suavemente:

—Es t á bie n, ha di c ho lo quet e n í a q u e d e c i r . D e b eac e p t ar l o . Yo t amb i é n di r é l oq u e d e b o e n l a s p r ó x i m a sho r as . Y us t e d l o a c e pt ar á. Yt r a t a r á d e j u z g a r l a s y podr ádecidir hacia qué lado saltar, o caer.Pero quiero que sea su decisión, nola mía ni la del capitán. Sin embargo,recuerde que el c apitán pertenecea los enemigos más peligrosos dela verdad y de la l ibertad, al sólidoe i nc o nmo vi ble ganado de l amayorí a. ¡Oh, Di os! ¡La te rribletiranía de la mayoría! Todos tenemosnuestras arpas para tocar. Y, ahora,le corresponderá a usted saber conqué oído quiere escuchar.

Mo nt a g abr i ó l a bo c a pa r ar es ponder a Faber. Le s alvó dees te er ror que i ba a comet er enpr ese nci a de los ot ros e l s oni dode l t imbre de l cuarte l. La vo z deal arma pro veniente de l t ec ho sede jó oír. Hubo un t ic tac c uandoe l t e l é f o no d e a l ar mame c ano gr af i ó la di r e c c i ó n. Elcapit án Be att y, co n l as cartas depó que r e n una mano, se acer có alte léfo no con exagerada l ent itud yarr ancó l a dir e c ci ó n c uando e linfor me hubo t erminado. La mi róf ugazme nt e y s e la me ti ó en e lbo l s i l l o . Re g r e s ó Y vo l vi ó ase ntarse a la me sa. Lo s demás lemi raro n.

—Eso pue de esper ar cuarentasegundo s exactos , que es lo que

slump 1 (de la economía) profunda depresión 2(en las ventas) bajón

verbo intransitivo 1 (las ventas) caer en picado(los precios) desplomarse 2 (los ánimos, la eco-nomía) decaer 3 (una persona) caer, desplo-marse: she slumped to the ground, se desplomóen el suelo

Page 90: B’s Farenheit Fahrenheit 451* - Rodriguez Alvareznovelas.rodriguezalvarez.com/pdfs/Bradbury, Ray ''Farenheit 451''-Xx-En-Sp-Sp.pdf2 B’s Farenheit tr. de F. Abelenda tr. de Alfredo

91

B’s Farenheit tr. de F. Abelenda tr. de Alfredo Crespo

5

10

15

20

25

30

35

40

45

50

55

60

65

70

75

mo ne y a way f r o m yo u ,” s a i dBe att y, happil y.

Mo ntag put hi s c ards down.

“Tire d, Mo ntag? Go ing o ut ofthis game ?”

“Ye s .”

“Hold on. Wel l, come t o thi nko f i t , we c an f i ni s h t hi s handlater. Jus t l eave your car ds facedo wn and hus tl e the equi pment.On the double no w.” And Beat tyr o s e up aga i n. “Mo n t ag , y o udo n’t l ook we ll? I’d hat e t o thi nkyo u we r e c o mi ng do wn wi t hanother fe ver …”

“I’ll be all ri ght .”

“Yo u’ l l be f i ne . Th i s i s aspeci al case. Co me on, j ump f ori t!”

The y le aped i nt o the ai r andc lutc he d the brass po le as if i twe re the l ast vant age point abo vea t idal wave pas si ng bel ow, andt h e n t he b r as s p o l e , t o t he i rdi s ma y s l i d t he m do wn i n t odar knes s, i nto the blas t and co ughand suc tion of the gaseous dragonro ari ng to lif e!

“Hey!”

Th e y r o u nde d a c o r n e r i nt h und e r an d s i r e n, wi t hco ncussi on of tyres , wit h s cre amof r ubber, with a shift of kero senebul k in the gl i tt e ry bras s t ank,li ke the f ood i n t he st omach of agi ant ; wi t h M o n t ag ’s f i nge r sj o l t i ng o f f t he s i l ve r r ai l ,s wingi ng i nt o co l d s pace , wi t ht he wi nd t e ar i ng hi s hai r bac kf r o m h i s he a d, wi t h t h e wi ndwhist ling in his te eth, and hi m allthe whil e thi nki ng of the wome n,t he c haf f wo men i n his parl ourt onight , wi th t he ke rnel s bl owno ut f ro m unde r t he m by a neo nwi nd, a nd hi s s i l l y d amn e dre adi ng of a boo k t o t hem. Howli ke tr ying t o put out fir es wi thwater -pi st ols , how sense les s andi nsane . One rage t ur ned i n f o rano t he r. One an ge r di s pl ac i ngan o t he r. W he n wo u l d h e s t o pbe ing enti rel y mad and be quie t,be ve ry qui et indee d?

“Here we go !”

Mo nt a g l o o k e d up . B e at t yne ve r dr ove, but he was dr ivingt o ni g ht , s l am mi n g t heSa l am an de r ar o un d c o r ne r s ,l e ani ng f o r war d hi g h o n t hedri ver ’s throne , hi s massive bl acks l i cke r f l appi ng o ut be hi nd s othat he se eme d a gr eat blac k batfl ying abo ve the e ngi ne , o ver t hebr as s numbe r s , t aki ng t he f ul lwi nd.

t o do e l d i n e r o — di j o Be at t yal e gr e me nt e .

Montag dejó sus cartas.

—¿Cansado, Montag? ¿Abando-nas el juego?

—Sí.

—Espera un momento. Bueno, silo pensamos un poco, podemos ter-minar esta mano más tarde. Dejen losnaipes cara abajo, sobre la mesa, ypreparen los equipos. Vamos, de pri-sa. —Y Beatty volvió a levantarse.—Montag, ¿no te sientes bien? No megustaría que volvieses a caer en otrade esas fiebres.

—Pronto me sentiré bien.

—Te s ent ir ás magní f ic amen-t e. És t e e s un c aso es pec i al. Va-mos , ¡r ápi do !

Dieron un salto en el aire y se to-maron de la barra de bronce, que pare-cía asomar por encima de una inmensaola capaz de arrastrarlos a todos. Yen-tonces la barra, ante el desaliento delos hombres, los llevó abajo, ¡a la os-curidad, las ráfagas y toses y succionesdel dragón gaseoso que rugía desper-tando a la vida!

—¡Eh!

Doblaron una es quina con true-nos y silbidos de sirena, chirridosde frenos, chilli dos de gomas; conun gorgoteo de ke rosene en el bri-llante tanque de bronce, como unacomida en el est ómago de un gi-gante; con la barandilla de plata sa-cudida por las manos de Montag,manos que se agit aban en el espa-cio frío de la noc he; con un vientoque le levantaba e l pelo, un vientoque le silbaba en los oídos, mien-tras él no dejaba de pensar en lasmujeres, las mujeres fis gonas dementes arrastradas por un viento deneón que habían estado esa nocheen su sala. ¡Aquella tonta y con-denada l e ct ur a! Como t rat ar deapagar un fue go co n pist ol as deagua, qué dis parate, qué inse nsa-tez. Una furia que se [128] trans-for maba en ot ra. Una có lera quedesplazaba a otra. Cuándo dejaríaes a l ocura y s e quedaría quiet o,realmente quieto?

—¡Allá vamos!

Mo nt ag alzó lo s oj os . Beatt ynunc a c onduc í a, pe ro lo es t abahac ie ndo es ta noc he , dando unavue l t a c e rr ada e n l as e s qui nas ,i ncl i nándo s e hac ia adel ant e e ns u tr o no de c o nduct or. La granc ap a ne gr a f l o t a ba d e t r á s yBeatt y par e cí a un e no rme mur -c ié lago que vol aba en e l vi ento ,s obre l a máquina, so br e lo s nú-mer os de br once .

tardaré en acabar de desplumaros —dijo Beatty, alegremente—.

Montag dejó sus cartas.

—¿Cans ado , Mo nt ag? ¿Teretiras de la partida?

—Sí.

—Re si st e. Bue no, pensándol obi e n, po de mo s t e r mi nar l ue goe s t a ma n o . De j a d vue s t r o snai pe s boc a abajo —Pr e par ad e le qui po . Aho r a s e r á do ble . —YBe at t y vo l vi ó a l e va nt a r s e —.Mont ag, ¿no te e ncue nt r as bi en?S e n t i r í a q u e v o l v i e s e s at e n e r f i e b r e . . .

—Estoy bien.

— M a g n í f i c o ! É s t e e s u nc a s o e s p e c i a l . ¡ Va m o s ,apr e s úr a t e !

Saltaron al aire y se agarraron a labarra de latón como si se tratase delúltimo punto seguro sobre la avenidaque amenazaba ahogarles; luego, congran decepción por parte de ellos, labarra de metal l es baj ó hac ia laoscuridad, a las toses, al resplandor yla succión del dragón gaseoso quecobraba vida.

—¡Eh!

Doblaron una es quina con granestrépito del motor y la sirena, conc hi r r i do de r ue das , c o n unde spl azami e nt o de l a mas a de lpet róleo en el brill ante tanque del at ó n, c o mo l a c o mi da e n e lest ómago de un gigante mient raslos dedo s de Montag se apartabande l a bar andi l l a pl a t e ada, s eagi taban en e l ai re , mi entr as e lvi e nto e mpuj aba e l pe l o de s uc ab e za ha c i a at r ás . El vi e nt osi lbaba e ntr e sus di ent es , y é l,pensaba sin c esar e n muj eres, enaque ll as c har l at anas de aque ll anoc he en su salón, y en l a absurdaide a de é l de l eerle s un l ibro. Erat an i ns e ns at o y de me nt e c o motratar de apagar un fuego con unapi s t o l a de ag ua. U na r a bi as us t it uida po r o tr a. Una có l er ade s pl aza ndo a o t r a. ¿Cuá ndode j ar í a d e e s t a r f ur i o s o y s et r a nqui l i zar í a, y s e que da r í acompletamente t ranqui lo?

—¡Vamos allá!

Montag levantó la cabeza. Beattynunca guiaba pero esta noche sí lohacía, doblando las esquinas con lasalamandra, inclinado hacia delanteen el asiento del conductor, con sumaciza capa negra agitándose a suespalda, lo que le daba el aspectode un e no rme mur ci é l ago quevolara sobre el vehículo, sobre losnúmeros de latón, recibiendo todoel viento.

Page 91: B’s Farenheit Fahrenheit 451* - Rodriguez Alvareznovelas.rodriguezalvarez.com/pdfs/Bradbury, Ray ''Farenheit 451''-Xx-En-Sp-Sp.pdf2 B’s Farenheit tr. de F. Abelenda tr. de Alfredo

92

B’s Farenheit tr. de F. Abelenda tr. de Alfredo Crespo

5

10

15

20

25

30

35

40

45

50

55

60

65

70

75

“Here we go t o keep the wor ldhappy, Montag!”

Be att y’s pink, phos pho re sce ntc he e ks gl i mme r e d i n t he hi ghda r kne s s , and he was s mi l i ngfur ious ly.

“Her e we are !”

The Salamande r boo me d t o ahal t , thr owi ng me n o ff in s l ipsand cl umsy hops . Mo nt ag s to odf ixing his r aw e yes t o t he c ol dbr i ght r ai l unde r hi s c l e nc he dfi nger s.

I can’t do it, he t hought . Howcan I go at t his ne w ass ignment,ho w c an I go on burni ng things?I can’t go in t his pl ac e.

Be at t y, s me l l i ng o f t he wi ndt hr o ugh whi c h he had r us h e d ,w a s a t M o n t a g ’ s e l b o w .“All r ight, Mo nt ag?”

The m e n r an l i ke c r i p p l e si n t h e i r c l u m s y b o o t s , a sq ui e t l y a s s pi de r s .

At last Montag r ais ed his eyesand t ur ned. Beat ty was wat chi nghi s f ac e.

“Something the matter, Montag?”

“Why,” s ai d M o nt ag s l o wl y,“we ’ve s t o ppe d i n f r o nt o f myho us e .”

—¡Allá vamos, a hacer felices a loshombres, Montag!

Las mej il las ro sadas yfosforescentes de Beatty brillaban enla profunda oscuridad. Sonreía salva-jemente.

—¡Allá vamos!

La Salamandra se detuvo con un es-tampido, despidiendo a los hombres,que resbalaron y saltaron torpemente.Montag se quedó mirando con aire decansancio la barandilla brillante y fríaque apretaba entre los dedos.

Beatty estaba ya junto a Montag,oliendo el vient o que acababa deatravesar rápidamente.

—Muy bien, Montag.

Los hombres corrían como tulli-dos en sus incómodas botas, silen-ciosos como arañas.

Al fin Montag alzó los ojos y sevolvió. Beatty estaba estudiándolela cara.

—¿Pasa algo, Montag?

—Pero cómo —dijo Montag len-tamente—, nos hemos detenido fren-te a mi casa.

—¡Allá vamos para que el mundo sigasiendo feliz. Montag!

Las mejillas sonrojadas yfosforescentes de Beatty brillaban en laoscuridad, y el hombre sonreíafuriosamente.

—¡Ya hemos llegado!

La salamandra se de tuvo derepente, sacudiendo hombres. Montagpermaneció con la mirada fija en labri llante barandill a de metal queapretaba con toda la fuerza de suspuños.

«No puedo hacerlo —pensó—.¿Cómo puedo realizar esta nuevamisión,cómo puedo seguir quemando cosas?Nome será posible entrar en ese sitio.»

Be att y, con el olo r del vie nto at r avé s d e l c u al s e hab í apr eci pit ado, se ace rcó a Mo ntag.

—¿Todo va bien, Montag?

Los hombres se movieron comolisiados con sus embarazosas botas, tansilenciosos como arañas.

Mo nt ag acabó por l evantar lamir ada y vol vers e. Beatty est abaobservando su rostro.

—¿Suc ede al go, Mo nt ag?

—Caramba —dijo éste, conlentitud—. Nos hemos detenido delantede mi casa.

Page 92: B’s Farenheit Fahrenheit 451* - Rodriguez Alvareznovelas.rodriguezalvarez.com/pdfs/Bradbury, Ray ''Farenheit 451''-Xx-En-Sp-Sp.pdf2 B’s Farenheit tr. de F. Abelenda tr. de Alfredo

93

B’s Farenheit tr. de F. Abelenda tr. de Alfredo Crespo

5

10

15

20

25

30

35

40

45

50

55

60

65

70

75

PART THREE:

BURNING BRIGHT

Li ghts fl i c ke d on and ho us e-do ors opene d all do wn the st ree t,t o wa t c h t he c ar ni val s e t u p.Mo nt ag and Be at t y s t ar e d, o newit h dr y sat is fact io n, the ot he rwi t h di s be l i e f , at t h e ho u s ebe fo r e the m, t hi s mai n r i ng i nwhic h t or ches wo uld be juggl edand f ire e ate n.

“Well ,” said Beatty, “no w youdi d i t. Old Mont ag wanted t o f lyne ar t he s un and now t hat he ’sbu r nt hi s d am n wi ng s , hewo nde r s wh y. Di d n’t I hi nte no ugh whe n I s e nt t he Ho undar ound your pl ace ?”

Mo n t ag’s f ac e was e nt i r e l ynumb and f eat ur ele ss; he f elt hishe ad turn like a s tone car ving tothe dark pl ace next doo r, se t init s bright bor de rs of flo wer s.

Beatt y s no r te d. “Oh, no ! Yo uwe r e n ’t f o o l e d b y t hat l i t t l ei di ot ’s ro ut ine, no w, we re you?Fl o we r s , b ut t e r f l i e s , l e ave s ,suns et s, o h, he ll ! It ’s al l in herfi le. I’ll be damned. I’ve hi t t hebul l s eye . Look at the sick look onyo ur fac e. A f ew gr ass -bl ade s andthe quar ter s of t he mo on. Whattr ash. What good did she e ver dowi th all t hat ?”

M o n t a g s a t o n t h e c o l df e n d e r o f t h e D r a g o n ,m o v i n g h i s h e a d h a l f a ni n c h t o t h e l e f t , ha l f a n i n c ht o t he r i g h t , l e f t , r i g h t , l e f tr i g h t , l e f t …

“S he s aw e ve r yt h i ng . S hedi dn’t do anything to anyo ne. Shejust let them al one .”

“Al o n e , he l l ! Sh e c he we dar ound you, di dn’ t s he ? O ne o ft ho s e da mn do - g o o d e r s wi t ht h e i r s h o c k e d , h o l i e r - t h a n -t ho u s i l e nc e s , t he i r o n e t al e ntm a k i n g o t h e r s f e e l g u i l t y.Go d d am n, t he y r i s e l i k e t hemi dni gh t s un t o s we at y o u i nyo ur be d !”

The f r o nt d o o r o p e n e d ;Mi l dr e d c ame do wn t he s t e ps ,r unni ng, one sui tc as e he ld wit ha dre am- li ke cl e nc hi ng ri gidit yin he r f ist, as a bee tle -taxi hiss edt o the curb.

“Mi l dr e d!”

She r an pas t wi t h h e r b o dys t i f f , he r f a c e f l o ur e d wi t hpo wde r, he r mout h gone, wi tho utlipstic k.

“Mildred, you di dn’t put in t healar m!”

3

Fuego brillante

Se encendieron luces, y las puertasde las casas se abrieron a lo largo detoda la calle, para asistir a la prepara-ción del espectáculo. Montag y Beatty,uno con una seca satisfacción, el otrocon incredulidad, miraban fijamente lacasa, esa pista central donde se haríanjuegos malabares con antorchas y don-de los hombres tragarían fuego.

—Bue no —di jo Be at ty—, ahíestá. El viejo Montag quería volarcerca del sol y ahora que se le hanquemado las malditas alas, se pre-gunta por qué. ¿No estaba yo en locierto cuando envié el Sabueso aque espiara la casa?

El rostro de Montag parecía entume-cido e informe; sintió que volvía la cabe-za, como una piedra esculpida, hacia laoscuridad de la casa de al lado, rodeadapor unabrillante fronterade flores.

Beatty lanzó un bufido.—Oh, no. No habrás caí do en

la rutina de aquella pequeña idio-ta, ¿no? Flore s, mar iposas, hoj as,[1 30] cr epúsc ulo s, ¡oh, diablo s!Es tá t odo en e l arc hi vo . Maldi-ció n. He dado en el blanco. Mí-renle la cara. Unas pocas briznasde hierba y unos cuartos de luna.Ñoñerías. ¿De qué le sirvió a e llatodo es o?

Mont ag se sentó en el fríoguardafuegos del Dragón, moviendo lacabeza un centímetro a la izquierda, uncentímetro a la derecha, a la izquierda,a la derecha, a la izquierda, a la dere-cha, a la izquierda...

—Ella veía todas las cosas. Nole hizo nada a nadi e. Dejaba: enpaz a los demás.

—¡En paz, demonios! No te dejó unminuto tranquilo, ¿no es cierto? Uno deesos malditos benefactores,conesos si-lencios ensimismados siempre más pro-fundos que los de uno, con un único ta-lento: hacer que los demás se sientancul-pables. Maldita sea, ¡aparecen como elsol de medianoche para hacernos sudaren la cama!

La puerta de calle se abrió de par enpar. Mildred bajó corriendo los escalo-nes, llevando rígidamente una valija enla mano, como en una pesadilla, mien-tras un taxi se acercaba siseando a laacera.

—¡Mildred!

La mujer pasó rápidamente junto aMontag, con el cuerpo tieso, la cara cu-bierta de polvo, sin boca, sin pintura enlos labios.

—¡Mildred, no habrás dado tú laalarma!

3ª Parte

Fuego Vivo

Las luces iban encendiéndose y laspuertas de las casas abriéndose a todolo largo de la calle, para observar eles pe ct ác ul o que se pre paraba.Montag y Beatty miraban, el uno cons ec a sati sf ac ci ón, el o tr o co nincr edul idad, l a casa que te ní andelante, aquella pista central en laque se agitarían numerosas antorchasy se comería fuego.

—Bueno —dijo Beatty—;ahoralo hasconseguido.El viejo Montag queríavolarcerca del sol y ahora que se ha quemadolas malditas alas se pregunta por qué. ¿Note insinué lo suficiente al enviar el Sabuesoa merodear por aquí?

El ro st ro de Mo nt ag e st abatotalmente inmóvil e inexpresivo;sintió que su cabeza se volvía haciala casa contigua, bordeada por uncolorido macizo de flores.

Beatty lanzó un resoplido.—¡OhI no’No te dejarías engañar por

la palabrería de esa pequeña estúpida,¿eh? Flores,mariposas, hojas, puestas desol... ¡Oh, diablo! Aparece todo en suarchivo Que me ahorquen. He dado enel bl anc o. Fíj ate en el as pec toenf ermi zo que tienes. Unas pocasbriznas de hierba y las fases de la luna.¡Valiente basura! ¿Qué pudo e llaconseguir con todo eso?

Montag se sentó en el fríoparachoques del vehículo, desplazandola cabeza un par de centímetros a laizquierda, un par de centímetros a laderecha, izquierda, derecha, izquierda,derecha, izquierda...

—E l l a l o ve í a t o d o . Nun c ahi z o dañ o a nadi e . l o s de j abat r a nqui l o s .

—¿Tranquilos? ¡Narices! Revoloteabaa tu alrededor, ¿verdad? Uno de esosmalditos seres cargados de buenasintenciones y con cara de no haberroto ... un plato, cuyo único talentoes hacer que los demás se sientanculpables. ¡Aparecen como el sol demedianoche para hacerle sudar a unoen la cama!

La puert a de l a cas a s e abri ó;Mi l dr e d baj ó l o s e s c al o ne s ,c o r r i e n do , c o n una ma l e t ac o l ga ndo r í gi d am e nt e d e u namano , e n t ant o que un t axi s ede tenía junto al bo rdill o.

—¡Mildred!

Ell a c r uzó c o rr i endo, co n e lcuerpo rígido , el ros tr o c ubi er tode po lvos, la boca invi sible, s incarmín.

—¡Mildred, no has sido tú quien hadado la alarma!

Page 93: B’s Farenheit Fahrenheit 451* - Rodriguez Alvareznovelas.rodriguezalvarez.com/pdfs/Bradbury, Ray ''Farenheit 451''-Xx-En-Sp-Sp.pdf2 B’s Farenheit tr. de F. Abelenda tr. de Alfredo

94

B’s Farenheit tr. de F. Abelenda tr. de Alfredo Crespo

5

10

15

20

25

30

35

40

45

50

55

60

65

70

75

She sho ve d t he val i se in thewaiting beetle, climbed in, and satmumbling, “P o o r f a m i l y, p o o rf a mi l y, o h e ve r y t h i n g g o n e ,e ve r y t hi n g , e ve r y t h i n g go n en o w… ”

Be at t y gr abbe d Mo nt ag’sshoulder as the beetle blasted awayand hit seventy miles an hour, fardown the street, gone.

Th e r e was a c r as h l i k e t hefal ling par ts o f a dream fashio nedout o f war ped glas s, mi rro rs, andc r ys t al pr is ms . Mo nt ag dr i ft e dab o ut a s i f s t i l l ano t h e ri n c o m pr e he ns i bl e s t o r m h adturne d him, t o s ee St one man andBl ac k wiel di ng axe s, shatt eri ngwi ndow- pane s t o pro vi de cr os s-ve nt il at io n.

The br us h o f a de at h’s - he admo th against a col d black scr ee n.“Mo nt ag, this is Fabe r. Do yo uhe ar me ? What i s happening?”

“Thi s i s hap pe n i ng t o me ,”said Mo ntag.

“What a dr e adf ul s ur pr i s e ,”s a i d Be at t y. “Fo r e ve r yo neno wadays kno ws, abs ol ut e l y i sc er t a in, that no t hing wil l eve rhappen to me . Other s di e, I go on.The re ar e no c o ns eque nce s andno r es po ns ibil it ie s. Exc ept thatthere ar e . But le t’s not talk abo utt h e m, e h? By t h e t i me t heco nse quenc es cat ch up wi th yo u,it ’s to o l ate , isn’t it , Mont ag?”

“Mo nt ag , c an yo u ge t away,run?” as ke d Fabe r.

Mo ntag walke d but did not fe elhi s f e et t o uc h t he c eme nt andt he n t he ni ght gr as s e s . Be at t yfl icked hi s i gni te r near by and t hes m al l o r ang e f l a me dr e w h i sfasci nat ed gaze.

“What is there abo ut fir e t hat ’sso lo vel y? No matte r what age wear e, what draws us to i t?” Be at tybl e w o ut t h e f l ame an d l i t i tagain. “It ’s per pe tual moti on; t het hi ng man wante d t o i nve nt butneve r di d. Or al mo s t pe rpe t ualmotion. If you let it go on, it’d burnour l ife ti mes out. What is fi re ?It’s a myster y. Scientists gi ve usgobbl edegook about friction andmol ecule s. But they don’t reallykno w. It s r e al be aut y i s that i tde s t r o ys r e s po ns i bi l i t y andconsequences. A problem gets tooburdensome, then into the furnacewit h i t . Now, Mont ag, yo u’r e aburden. And fire will lift you offmy shoulders, clean, quic k, sure;no thing to r ot l at er. Anti bi ot ic ,aesthetic, practical.”

Mo nt ag sto od lo oking in nowat this queer hous e, made str angeby t h e ho u r o f t he ni gh t , by

Mildred metió la valija en el coche,subió y se sentó murmurando:

— P o b r e f a m i l i a , o h p o -b r e f a m i l i a , o h t o d o p e r -d i d o , t o d o , t o d o p e r d i d oa h o r a . . .

Beatty tomó a Montag por el hom-bro mientras el coche partía, alcanzabalos cien kilómetros por hora y desapa-recía en el extremo de la calle.

Se sintió un estrépito como si unsueño hecho de vidrios, espejos yprismas de cristal cayera hecho tri-zas. Montag dio unos pocos pasos,tambaleándose, como si otra incom-prensible tormenta lo hubiese ma-reado, y vio que Stoneman y Black,armados de hachas, rompí an los vi-drios de las ventanas para facilitarla ventilación.

El roce de la cabeza de una polillamuerta contra una pantalla negra y fría.

—Montag, Faber le habla. ¿Me estáescuchando? ¿Qué ocurre?

—Esto me ocurre a mí —dijoMontag.

—Qu é ho r r i bl e s o r pr e s a —dij o Be at ty—. P ues t odos s aben,c on abs ol ut a ce r te za, que nunc anad a me o c ur r i r á a mí . Ot r o smue r e n, yo s i go vi vi e ndo . Nohay co nse cuencias ni re spo nsabi-l idades . Aunque l as hay. Pe ro nohabl e mo s de e so , ¿eh? Cuandol as c onse cuenci as lo alc anzan auno , ya e s de mas iado t ar de , ¿noe s ci er to , Mo nt ag?

_______________ __________ _ __ _ _ _ _ _ _______

Mo nt ag s e adel antó , pe ro s insentir que sus pies pisaban el ce-mento y luego las hierbas noctur-nas. Beatty apre tó el ence ndedorjunto a Montag y miró fascinado lallamita anaranjada.

—Qué tiene el fuego que nos pa-rece tan hermoso? No importa quéedad tengamos. Siempre nos atrae. —Beatty apagó la llama y volvió a en-cenderla.— Un movimiento perpe-tuo. Algo que el hombre siempre qui-so inventar. O casi el movimientoperpetuo. Si uno lo dejase arder, du-raría toda la vida. ¿Qué es el fuego?Un misterio. Los hombres de cienciacharl an y charl an acerca de molécu-las y fricciones. Pero nada saben realmen-te. Es hermoso porque destruye la respon-sabilidad y las consecuencias. ¿Un pro-blema se convierte en una carga demasia-do pesada? Al horno con él. Y ahora,Montag, tú eres una carga. Y el fuego mequitará [132] ese peso de los hombros, deun modo limpio, rápido y seguro; nada quepueda pudrirse con el tiempo. Antibióti-co, estético, práctico.

M o n t a g m i r a b a a h o r a e s ac as a r ar a, e xt r a ña a c aus a de l aho r a, l o s mur mu l l o s de l o s ve -

Ellametió la maleta en el taxi, subió alvehículo yse sentó,mientras murmuraba:

— ¡ P o b r e f a m i l i a , p o b r ef a m i l i a ! ¡ O h ! ¡ T o d op e r d i d o , t o d o , t o d op e r d i d o . . . !

Beattycogió aMontagpor unhombro,mientras el taxi arrancaba veloz yalcanzaba los cien kilómetros por horaantes de llegar al extremo de la calle.

Se produjo un chasquido, como elde la caída de lo fragmentos de unsueño confeccionado con cristal,espejos y prismas. Montag se volvióco mo s i ot ra i nc ompr ensi bl etormenta le hubiese sacudido, y vioa St oneman y a Black que ,empuñando las hachas, ro mpí anc ri st al es de las ve nt anas par aasegurar una buena ventilación

El roce de las alas de una mariposacontra una fría y negra tela metálica.

—Montag, aquí Faber. ¿Me oye?¿Qué ocurre.?

—Es to me ocur re a mí —dijoMontag—.

—¡Qué te r r ibl e s o r pr e s a! —dijo Beatty—. Porque actualmentet o do s s abe n, e s t án t o t al me nt es e g ur o s , de qu e nun c a ha deocurrirme a mí. Otros mueren y yoadelante. No hay consecuenc ias niresponsabilidades. Pero sí las hay.Mas no hable mos de e llas, ¿e h?Cua ndo c o mpr u e bas l asco ns ecuenc ias, ya es de mas iadotarde, ¿ve rdad, Montag?

—Montag, ¿puede marcharse, echara correr? —preguntó Faber—.

M o n t a g a n d uvo , p e r o n os i nt i ó c ómo s us pi e s t o c aban e lc e m e nt o ni e l c é s pe d. Be a t t ye n c e nd i ó s u e n c e nd e do r y l ap e q ue ñ a l l a ma a n a r a nj a d af as ci nó a Mont ag.

—¿Qué hay en el fuego que lo hacetan atractivo? No importa la edad quetengamos, ¿qué nos atrae hacia él? —Beatty apagó de un soplo la llama yvolvió a encenderla—. Es elmovimiento continuo, lo que el hombrequiso inventar, pero nunca lo consiguió.O el movimiento casi continuo. Si se ladejara arder, lo haría durante todanuestra vida. ¿Qué es el fuego? Unmisterio. Los científicos hablan muchode fricción y de moléculas. Pero enrealidad no lo saben. Su verdaderabelleza es que destruye responsabilidady consecuencias.Si unproblema se haceexcesivamente pesado, al fuego con él.Ahora, Montag, tú eres un problema. Yel fuego te quitará de encima de mishombros, limpia, rápida, seguramente.Después, nada quedará enraizado.Antibiótico, estético, práctico.

Montag se quedó mirando aquellaextraña casa, que la hora de la noche,los murmullos de los vecinos, y el

sh at terin g destrozado, hech o añ ico s, abrum a-do r, arrollado r, ano nadant e, trasto rnador , de-mo ledor, t rem endo , estremecedor

Page 94: B’s Farenheit Fahrenheit 451* - Rodriguez Alvareznovelas.rodriguezalvarez.com/pdfs/Bradbury, Ray ''Farenheit 451''-Xx-En-Sp-Sp.pdf2 B’s Farenheit tr. de F. Abelenda tr. de Alfredo

95

B’s Farenheit tr. de F. Abelenda tr. de Alfredo Crespo

5

10

15

20

25

30

35

40

45

50

55

60

65

70

75

murmuring neighbour vo ice s, byl it te re d glas s, and ther e o n thefl oo r, t he ir c over s to rn o ff ands pil l e d o ut l i ke s wan- f eat her s ,the i ncr edibl e books t hat l ookeds o s i l l y and r e a l l y no t wo r t hbo the r ing wi t h, f o r t hes e we r eno t hi ng bu t b l ac k t yp e a ndye l l o we d pa pe r, a nd r a ve l l e dbindi ng.

Mi ldr ed, o f c ourse . She musthave watched him hide the boo ksi n the gar de n and br o ught t he mback in. Mildred. Mil dre d.

“I want you to do t his jo b allby your l one some, Mo nt ag. Notwit h ker os ene and a matc h, butpi ece wo rk, wi th a flamet hr owe r.Yo ur house, yo ur cl ean-up.”

“Mo nt ag, c an’t yo u r un, ge taway!”

“No !” c ried Montag helpless ly.“The Ho und ! B e c a us e o f t heHo und!”

Fa be r he ar d , and Be at t y,t hinki ng i t was me ant fo r hi m,he ar d . “Ye s , t he Ho und ’ss o me whe r e a bo u t t hene i gh bo u r ho o d, s o d o n’ t t r yanything. Re ady?”

“Re ady.” Mo nt ag snappe d thesaf ety-catch o n the flame thrower.

“Fi r e!”

A gre at nuzzli ng go ut of flamele apt o ut to lap at t he bo oks andknock t hem against the wal l. Hes t e ppe d i nt o t he be dr o o m andf i r e d t wi c e and t he t wi n be dswe nt up i n a gr e a t s i mme r i ngwh i s p e r, wi t h mo r e he a t a ndpass io n and l ight than he wouldhave suppos ed t he m to c ontain.He burnt the bedroo m wall s andthe co smeti cs c he st be caus e hewante d t o change everything, t hec h ai r s , t h e t abl e s , and i n t hedining-r oo m t he s i lver war e andpl as ti c di s he s , e ve r yt hi ng t hatshowe d t hat he had lived he re inthis empty ho use with a st rangewo ma n who wo ul d f o r ge t hi mt o mo r r o w, who ha d g o n e a ndqu i t e f o r g o t t e n hi m a l r e ad y,l is t e ni ng t o he r Se ashe l l r adi opo ur i n o n he r and i n on he r asshe r ode acro ss town, al one . Andas be fo re, it was goo d t o bur n, hefe lt hi mse lf gus h out in the fir e,s na t c h, r e n d, r i p i n ha l f wi t hfl ame , and put away t he s ens ele sspro blem. If there was no soluti on,we l l t h e n no w t h e r e was nopr oble m, e ither. Fire was be st f orever yt hi ng!

“The books, Mo nt ag!”

The bo o ks l e apt and danc e dl i ke r o as t e d bi r ds, t hei r wingsab l az e wi t h r e d and y e l l o w

c i no s , l o s vi dr i o s r o t o s , y al l í ,e n e l s ue l o , c o n l as c ubi e r t asar r a n c a d a s y d e s p a r r a m a d a sc o m o p l u m a s d e c i s n e , l o si n c r e í bl e s l i b r o s q ue a h o r ap a r e c í a n t a n t o n t o s , c o s a sq u e n o m e r e c í a n n i n g u n aa t e nc i ó n, p ue s e r an s ó l o l e -t r as ne gr a s y p ape l ama r i l l o yt a pas de s h i l ac ha das .

Mildred, por supuesto. Vio segura-mente que escondía los libros en el jar-dín y volvió a meterlos en la casa.Mildred. Mildred.

—Quie ro que hagas e ste t raba-jo tú so lo , Mont ag. No c on ker o-s ene y un fó s fo ro , s ino poc o apo co , c on un l anzal lamas . Es tucasa, tu l impieza.

—¡Montag! ¿No puede corr er,es capar?

—¡No! —grit ó Montag si n e s-pe ranza—. ¡El Sabue so ! ¡A cau-sa de l Sabues o!

Be att y, pens ando que Mont agl e habl aba a é l , c o me nt ó :

— S í , e l S a b u e s oe s t á p o r a q u í c e r c a .A s í q u e n o i n t e n t e sn a d a . ¿ L i s t o ?

Montag movió el seguro de sulanzallamas.

—Listo.—¡Fuego!

Un chor ro de fuego salt ó ha-c i a l o s l i br o s ar r inc o nándo l o sc ontr a la par ed. Mo nt ag e nt ró e ne l do rmit or io y di spar ó do s ve -c es , y las camas gemel as s e al -zar on e n un hir vi ente y e no rmemur mul l o , c o n una pas i ó n, unc al or y una l uz que Mo nt ag nun-c a hubi e s e i magi nado e n e l l as .Montag quemó luego las pare de sdel c uart o y el ar mari o de c os -mét ic os , pue s quer ía cambiarl ot odo; l as s il las, las me sas, y e ne l c o me dor l a [1 3 3 ] vaj i l l a depl at a labr ada y mate ri al plást ic o,t odo lo que podí a de ci r que ha-bía vivido aquí , e n es ta c as a va-c ía, c o n una muje r e xtr aña quel o ol vi darí a muy pro nt o, que yal o habí a ol vi dado es cuchando s ur adio —c ar ac ol que ve rt ía y ver -t ía s oni do s mie nt ras e ll a, so la,c ruzaba vel ozme nte l a ci udad. Yc omo ant e s, er a bueno que mar.Montag se s inti ó hundido en e lf ue go, ar r e bat ado , de s garr ado ,par ti do e n do s po r las ll amas , yl ibre del i ns ensato pro bl ema. Sino habí a so luci ón, bueno, e nt on-c es no habí a pr o bl ema. ¡El f ue -go er a lo mej or par a to do !

—¡Los libros, Montag!

Los l ibro s salt ar on y bai laro nco mo páj ar os cal cinado s, abras a-das l as al as de pl umas r o jas y

cristal quebrado habían convertido enalgo ajeno a él; y allí en el suelo, conlas cubiertas desgarradas y esparcidascomo plumas de cisnes, yacían losincreíbles libros que parecían tanabs ur do s. Ve rdader amente , er aindi gno pr eo cupars e por el l os ,por que no e ran más que rayi tasnegr as , papel amari l l ent o yencuadernación semideshecha.

Mil dre d, des de lue go . De bi óvigilarle cuando escondía los librose n e l j ardí n, y habí a vuel t o aentrarlos. Mildred, Mildred.

—Quiero que seas tú quien realiceese trabajo, Montag. Tú solo. No conpetróleo y una cerilla, sino a mano,con un lanzallamas. Es tu casa y túdebes limpiarla.

— ¡ M o n t a g , p r o c u r e h u i r ,mar c h ar s e !

—¡No! —gritó Montag conimpotencia—.. ¡El Sabueso!¡AcausadelSabueso!

Faber oyó, y Beatty, pensando que elotro hablaba con él, también le oyó.

—Sí, el Sabueso está por ahí cerca,de modo que no intentes ningún truco.

¿Listo?

—Listo.M o n t a g a b r i ó e l s e g u r o

d e l l a n z a l l a m a s .

—¡Fuego!

Un c h o r r o l l a me ant e s al i ódes de la bo qui ll a de l aparat o ygo lpe ó l os libros co ntr a l a pare d.Mo ntag ent ró en el do rmi to rio ydis par ó do s vec es , y las c amasge me l as s e vo l at i l i zar o ne xhal ando un s usur r o, co n máscalor, pas ión y luz de las que élha bí a s upu e s t o que po dí anc o nt e ne r. Mo n t ag qu e m ó l aspa r e d e s de l d o r m i t o r i o , e lto cador, porque que ría c ambiar loto do, l as sil las , las me sas ; y, enel comedo r, lo s plat os de plást icoy de plat a, to do l o que indi caraqu e é l hab í a vi vi d o a l l í , e naquel la casa vacía, c on una muj erde s c o no c i d a q ue ma ñan a l eol vidarí a, que s e habí a mar chadoy l e ha bí a o l vi d ado y a p o rc omple t o, es c uc hando s u r adi oauri cular mie nt ras atr aves aba lac iudad, so l a. Y c omo ant es er abueno quemar. Mo ntag s e s int ióbo r bo t e ar e n l a s l l am as y e li n s e ns a t o pr o bl e ma f uear rebat ado , des truido , dividi do yah uye nt ado . S i n o hab í as ol uc ió n. .. Bue no, e n t al c aso ,tampoco que dar ía pr oble ma. ¡Eler a l o mejo r par a t odo s!

—¡Los libros, Montag!

Los libros salt aron y bailaroncomo pájaros asados con sus alase n ll amas co n pl umas r o jas y

Page 95: B’s Farenheit Fahrenheit 451* - Rodriguez Alvareznovelas.rodriguezalvarez.com/pdfs/Bradbury, Ray ''Farenheit 451''-Xx-En-Sp-Sp.pdf2 B’s Farenheit tr. de F. Abelenda tr. de Alfredo

96

B’s Farenheit tr. de F. Abelenda tr. de Alfredo Crespo

5

10

15

20

25

30

35

40

45

50

55

60

65

70

75

feather s.

An d t he n h e c ame t o t hepar l o ur whe r e t he gr e a t i d i o tmo ns t e r s l ay as l ee p wit h t he i rwhi te thought s and t he ir snowydr e ams . And he s ho t a bo l t ateach of the t hr ee blank walls andt he vacuum hi s s e d o ut at hi m.Th e e mp t i n e s s ma de an e ve ne m pt i e r wh i s t l e , a s e ns e l e s ssc re am. He tr ied t o think abo utt h e vac uum up o n wh i c h t henot hi ngne ss had per fo rmed, buthe co uld not. He he ld hi s breathso the vac uum co uld no t get intohi s l ungs. He cut off it s t er riblee mpti ne ss , dre w back, and gavethe ent ire room a gift of o ne hugebr ight yel low fl owe r o f bur ning.The f ire -proo f plas tic s heath oneverything was c ut wi de and t heho us e be gan t o s hud de r wi t hfl ame.

“When yo u’re qui te finis hed,”said Be at ty be hind him. “Yo u’reunde r arre st .”

The house fel l i n red co al s andbl ack as h. It be dde d i ts elf do wnin sl ee py pink- gre y c inder s and asmoke pl ume blew over it , r isi ngand wavi ng sl owl y back and for thin the sky. It was three -thir ty int he mo r n i ng. The c r o wd d r e wbac k i nt o t he ho us es ; t he gr eatte nt s o f the c irc us had slumpedinto charc oal and r ubble and t heshow was we ll ove r.

Mo ntag sto od wi th the f lame-thrower in hi s l imp hands, gre atis lands of per spi ratio n drenchi nghi s ar mp i t s , hi s f ac e s me ar e dwi t h s o o t . The o t h e r f i r e m e nwa i t e d be h i nd h i m, i n t hedarknes s, the ir faces i lluminat edf a i nt l y by t he s m o u l de r i ngfo undati on.

Mo ntag s tarte d t o s peak twi ceand then fi nally managed to puthi s t hought t oge the r.

“Was it my wi fe tur ned i n t healar m?”

Be at t y no d de d . “Bu t h e rfr iends turned in an alar m earlie r,t hat I l e t r i de . One way o r theo ther, you’d have go t it . It waspr e t t y s i l l y, q uo t i ng p o e t r yar ound fre e and easy like t hat. Itwas t he ac t o f a s ill y damn s no b.Gi ve a man a few l ine s o f ver seand he thi nks he ’s the Lord o f allCr eat ion. You think yo u can walkon wate r with yo ur bo oks . Wel l,t he wo r l d c an ge t by j us t f i newit ho ut them. Loo k whe re t he ygo t you, i n s li me up to yo ur li p.If I st ir the sl ime with my l itt lefi nger, yo u’ll dro wn!”

Mo nt a g c o ul d no t mo ve . Agr eat earthquake had c ome wi thfi re and l e vel l e d t he house and

amari ll as .

Y l ue go ent r ó e n l a s ala don-de l os e no r me s mo ns t ruo s i dio -t as do rmí an c o n pe ns ami e nt o sbl a nc o s y s u e ño s de n i e ve . Yl anzó un chor r o de ll amas a c adauno de l os tr e s muro s , y e l va-c ío abs o rbi ó e l ai re c on un s il -bido aún más vac í o , un c hi l l idoi ns e ns at o. Mo ntag tr ató de pen-s ar en e se vac ío , do nde la nadahabí a r e pr e s e nt ado s us o br as ,per o no pudo. Re t uvo el al i e nt opar a que e l vací o no le ent r ar ae n l os pul mone s. Se apar tó de labi s mo t e r r i bl e, r e t r o c e di ó , ye nt re gó al c uar t o el r e galo deuna eno r me , br il l ant e y enc en-di da f l or amar i l l a. La c ubi er t ai nc o mbus ti ble de mat e ri al pl ás -t ic o se abr i ó de arr i ba abaj o , yl a c as a co menzó a e s tr e mec e rs ec on el fue go .

—Cuando hayas c oncl ui do —dijo Beat ty detrás de él—, presén-tat e arr estado.

La casa se deshizo en carbonesrojos y cenizas negras. Apoyó en elsuelo unas brasas somnolientas, ro-sadas y gris es , y un penacho dehumo creció elevándose y oscilan-do, lentamente, hasta cubrir el cie-lo. Eran las tres [134] y media. Lagente se había metido otra vez en suscasas; las grandes tiendas del circoeran ahora carbón y escombros. Lafunción había terminado.

M o n t a g , i nm ó vi l , s o s t e ní aaún f l o j ame nt e e l l anzal l a mas .Gr a nde s i s l a s de s udo r l e mo -j ab an l a s axi l as ; t e ní a l a c ar ac ub i e r t a de ho l l í n. Lo s o t r o sb o m be r o s e s p e r a ba n d e t r á s ,c o n l o s r o s t r o s i l umi nado s dé -b i l m e n t e po r l o s e s c o m b r o shu me a nt e s .

M o n t a g c o m e n z ó a h a -b l a r , d o s v e c e s , y a l f i np r e g u n t ó :

— ¿ F u e m i m u -j e r ?

Beatty asintió.—Pero ya sus amigas me habían

avisado antes. Lo dejé pasar. De unmodo o de otro, e stabas atrapado.Fue bastante tonto eso de leer poe-sía. Acto digno de un condenadosnob. Dale a un hombre unas po-cas lí neas de poe sía, y se creerádueño de la Creación. Creerá quecon los libros podrá caminar porencima del agua. Bueno, el mundopuede marchar muy bien sin ellos.Mi ra a dó nde t e han ll evado . Elbarro te llega a l a boca. Si yo to-cara ese barro c on el dedo meñi-que, desaparecerías.

Montag no podí a mo ve rs e. Ungran t er r emot o habí a der r ibados u c as a, y Mi l dr e d e s t aba baj o

amarillas.

Y luego, Montag entró en el salón,donde lo s e s túpido s mo nst r uo syac ían do r mi do s c o n s uspensamientos blancos y sus sueñosnebulosos. Y lanzó una andanada ac ada una de l as tr e s pare de sdesnudas y el vacío pareció sisearcontra él. La desnudez produjo unsiseo mayor, un chillido insensato.Montag trató de pensar en el vacíosobre el que había actuado la nada,pero no pudo. Contuvo el alientopara que el vacío no penetrara ens us pulmo ne s. El imi nó aquel l at e r ri bl e s ol e dad, re t r o c e di ó ydi ri gi ó una e nor me y br i l l ant el lamar ada amari l le nta a t oda l ahabitación. La cubierta de plásticoignífugo que había sobre todos losobjetos, quedó deshecha y la casae mpezó a es tr eme ce rs e co n lasllamas.

—Cuando hayas te rmi nado —dijo Beatty a su espalda—, quedarásdetenido.

La casa se convirtió en carbonesar di e nt e s y c e ni za ne gr a. Sede rr umbó s obre sí mis ma y unac ol umna de humo que o sc i l abalentamente en el cielo se elevó deell a. Eran l as tr es y medi a de lamadrugada. La multitud regresó asus c asas; el gran entol dado de¡circo se había convertido en carbóny despe rdici os, y el espe ctác uloterminó.

Mo ntag pe r mane c i ó c on e llanzallamas en sus fláccidas manos,mi entr as gr andes i sl as de s udorempapaban sus sobacos, y su rostroestaba lleno de hollín.. Los otrosbomberos esperaban detrás de él, enl a os c ur i dad, c o n l o s r o st r o sdé bil me nt e i l umi nado s por e lrescoldo de la casa.

Montag trat ó de hablar un parde vec e s , y, por f in, c o ns i gui ófor mular su pensamiento.

—¿Ha sido mi esposa la que ha dadola alarma?

Beatty asintió.—Pero sus amigas habían dado

otra con anterioridad. De una u otramanera, tenías que cargártela. Fue latontería ponerte a recitar poemas porahí, como si tal cosa. Ha sido el actode un maldito estúpido. Dale unoscuanto s versos a un hombre y secreerá que es el Señor de la Creación.Cree que, con los libros, podrá andarpor e nc ima de l agua. Bueno, e lmundo puede arreglárselas muy biensi n el lo s. Fíj at e adónde t e hanconducido, hundido en el barro hastalos labios. Si agito el barro con midedo meñique, te ahogas.

Montag no podí a moverse. Cone l f ue go habí a l l e gado unter remoto que había aniquilado la

Page 96: B’s Farenheit Fahrenheit 451* - Rodriguez Alvareznovelas.rodriguezalvarez.com/pdfs/Bradbury, Ray ''Farenheit 451''-Xx-En-Sp-Sp.pdf2 B’s Farenheit tr. de F. Abelenda tr. de Alfredo

97

B’s Farenheit tr. de F. Abelenda tr. de Alfredo Crespo

5

10

15

20

25

30

35

40

45

50

55

60

65

70

75

Mi l dr e d wa s u nde r t he r es o me wher e and hi s e nti r e l i f eun de r t he r e an d he c o u l d n o tmove . The ear thquake was s t il lshaki ng and f al ling and shive ri nginside him and he sto od ther e, hiskne es hal f- be nt unde r the gr eatl o ad o f t i r e d ne s s a ndbewilde rment and outr age, lett ingBe att y hit hi m without r ais ing ahand.

“Mont ag, you i dio t , Mo ntag,yo u d am n f o o l ; why di d y o ure all y do it ?”

Mont ag di d not hear, he wasf ar away, he wa s r unni ng wi t hhis mi nd, he was go ne, l eavingt hi s de ad s oo t -c o ve r ed body t os way i n fr o nt of ano t he r r avingfoo l.

“Mo nt ag, ge t out of t he r e ! “said Faber.

Mo ntag l ist ene d.

Beat ty s tr uck hi m a blo w o nt he he ad t hat s e nt hi m r e el i ngback. The gre en bull et in whi chFa be r ’s vo i c e wh i s p e r e d a ndcr ied, fel l to the si dewalk. Beat tysnatc he d i t up, gr inning. He he ldit half in, half out o f his ear.

Mo ntag hear d t he di stant voi cecalli ng, “Montag, you all right ?”

Be at t y s wi t c h e d t h e g r e e nbul l e t o f f and t hr us t i t i n hi spo cke t. “Well — so there ’s mo rehe re than I t hought . I saw you ti ltyo ur he a d, l i s t e ni n g. Fi r s t Ithought you had a Seas he ll. Butwhe n you tur ne d c le ver late r, Iwonder e d. We’l l t rac e t his anddr op it on yo ur fri end.”

“No! “ s aid Mo ntag.

He t wit c he d t he s afe t y c atc ho n t he f l ame - t hr o we r. Be at t ygl an c e d i ns t ant l y at Mo nt ag’sf inge rs and his e ye s wide ne d thef ai nt e s t bi t . M o n t a g s a w t h es ur p r i s e t h e r e a nd hi m s e l fglanc ed to his hands t o s ee whatn e w t h i n g t he y h a d d o ne .Th i nk i n g b ac k l at e r h e c o u l dneve r de ci de whe t he r t he handso r Be at ty’s r eact i on t o the handsgave hi m t he f inal pus h to war dmur de r. The las t r ol l i ng thunde ro f t h e aval anc he s t o ne d do wna bo ut h i s e a r s , no t t o u c h i n ghi m.

Be at t y gr i nne d hi s mo s tcharming gr in. “We ll, that’s o neway to get an audience. Hold a gunon a man and for ce him to listent o yo ur s pe e c h . Spe e c h away.What’ll it be thi s time? Why don’tyou belch Shakes peare at me, youfumbling snob? ‘There is no terror,Cassius, in your threats, for I amar m’d so s tr ong i n ho ne st y that

l os e sc ombr os , e n al guna par te ,y s u pr opia vida e st aba tambié nbaj o lo s es co mbr os , y él no po -día mover se . La ti er ra s e sacu-día aún, y se abr í a y te mblaba e nel i nt er io r de Montag, que i nmó-vil , co n las ro di l las al go dobla-das por e l pe so de l cans anci o, e laso mbro y e l ul tr aj e, dej aba queBeatt y lo gol pe ar a si n le vant ar -le l a mano .

— M o n t a g , i d i o t a .M o n t a g , c o n d e n a d o t o n t o ,¿ p o r q u é l o h i c i s t e ?

Pero Montag no oía, estaba muylejos, corría mentalmente, se habíaido, dejando que ese cuerpo muer-to [135] y todo cubierto de hollínse tambalease ante la furia de otrotonto.

— ¡ M o n t a g , e s c á p e s e !___________

Montag escuchó.

Beatty le lanzó un golpe a la ca-be za y Mont ag re t r o c edi ó ,trastabillando. La bala verde, don-de aún murmuraba y gritaba la vozde Faber, cayó al pavimento. Beattyla rec ogi ó r ápidame nte , co n unasonrisa. Se la llevó a la oreja.

Montag escuchó la voz lejana que llamaba.—Montag, ¿está usted bien?

Beatty apagó la bala y se la metió enel bolsillo.

—Bueno, así que aún había más.Vi cómo torcías la cabeza, escuchan-do. Al principio pensé que tenías uncaracol. Pero cuando más tarde temostraste más despierto, comencé adudar. Seguiremos la onda y encon-traremos a tu amigo.

—¡No! —gritó Montag, y abrió elseguro del lanzallamas.

Be at t y mi r ó r á pi dame nt e l o sde do s de Mo nt ag y s e l e a br i e -r o n un po c o l o s o j o s , aun quede un mo do c as i i mp e r c e pt i -bl e . Mo n t ag advi r t i ó e l ge s t ode s o r p r e s a y s e mi r ó un mo -m e n t o l a s m a n o s . Q u é o t r ac o s a ha bí an he c h o ? Má s t a r denun c a pu do d e c i r s i e l i mp ul -s o f i nal que l o l l e vó a l c r i me nha bí a ve ni do d e l a s ma no s od e l a r e a c c i ó n de B e a t t y. E lú l t i m o t r u e n o d e l d e r r um b epas ó c o n un r ui d o de pi e d r asj u nt o a s u s o í do s , s i n a l c a n-zar l o .

Beatty sonrió mostrando los dientescon la más encantadora de sus sonrisas.

—Bueno, un modo de tener un audi-torio.Apuntas a un hombre con un armay lo obligas a escuchar tu discurso. Ha-bla. ¿Qué será esta vez? ¿Por qué nome vomitas un poco de Shakespeare,snob chapucero? «No [136] temo,Cassio, tus amenazas. Me protege de talmodo la honestidad que tus palabras me

c as a y Mi ldre d e s taba en al gúnpunt o baj o aquel l as r ui nas , as ícomo su vida e ntera, y él no po díamo ve r s e . El t e r r e mo t o s e guí avibrando en su inte rior, y Montagper maneci ó all í, co n las rodil lasmedio dobladas baj o el e no rmepes o de cansancio, el asombr o yel dolor, per mitiendo que Beattyle atacar a sin que é l levantase niuna mano.

— Mo nt ag , i di o t a, Mo nt ag ,ma l d i t o e s t úp i d o ; ¿q ué t e hai mpul s ado a hac e r e s t o ?

Montag no es cuc haba, e st abamuy l e j o s , c o r r í a t r as de s uimaginació n, s e había mar chado,dejando aquel cuerpo cubierto deho llín para que vaci lara fr ente aotro loco furioso.

—¡Mo nt ag, márc hat e de ahí !—dij o Fabe r —.

Montag escuchó.

Beatty le pegó un golpe en lac abe za que l e hi zo, re t ro ce der,dando traspiés. La bolita verde enla que murmuraba la voz de Fabercayó a la acera. Beatty 1a recogió,sonriendo. La introdujo a mediasen una de su orejas.

Oyó la voz remota que llamaba:—Montag, ¿está usted bien?

Beatty desarmó el pequeño receptory se lo guardó en un bolsillo.

—Bueno, de modo que aquí hay másde lo que me figuraba.Te he visto inclinarla cabeza, escuchando. De momento, hecreído que tenías unaradio auricular,Pero,después, cuando has empezado areaccionar,he dudado.Seguiremos lapistade esto, y encontraremos a tu amigo.

—¡No! —exclamó Montag—.

Abr i ó e l s e gur o de ll an zal l am as . Be at t y m i r ói ns t aná ne ame nt e l o s d e do s deMontag, y sus oj os s e abr ie ro nlevemente . Montag vio la sorpresaque e xpr e s aban y, a s u ve z, s emi r ó l as mano s , par a ve r quéhab í an e s t ado hac i e ndo . Mást ar de , a l r e c apac i t ar s o br e l ae s c e na, Mo nt a g nu nc a p udodec idir si f uero n las manos o lareacción de Be atty para c on ell as,lo que le impuls ó def ini tivarnente alc rime n. E l úl t im o der rum ba m ie ntode la a val anc ha re sonó en sus oídos,sin afe cta rl e.

B e a t t y m o s t r ó s u s o n r i s am á s a t r a c t i va .

—Bueno, éste es un buen sistemapara conseguir un auditorio. Apunta aun hombre y oblígale a escuchar sudiscurso. Suéltalo ya. ¿De qué se tratará,esta vez? ¿Por qué no me recitas aShakespeare, maldito estúpido?No hayterror,Casio, en tus amenazas,porqueestoy tan bien armado de honestidad

Page 97: B’s Farenheit Fahrenheit 451* - Rodriguez Alvareznovelas.rodriguezalvarez.com/pdfs/Bradbury, Ray ''Farenheit 451''-Xx-En-Sp-Sp.pdf2 B’s Farenheit tr. de F. Abelenda tr. de Alfredo

98

B’s Farenheit tr. de F. Abelenda tr. de Alfredo Crespo

5

10

15

20

25

30

35

40

45

50

55

60

65

70

75

they pass by me as an idle wind,which I respect not!’ How’s that?Go ahead now, you se co nd- handli tte rateur, pul l the tr igger.” Hetook one step toward Montag.

Montag only s aid, “We ne ve rburned ri ght …”

“H and i t o ve r , Guy,” s a i dBe att y wit h a fi xed s mil e.

And t hen he was a s hr i e ki ngbl aze , a j ump i n g, s pr awl i n g,gibbe r ing manni ki n , no l o nge rhum an o r kno wn , al l wr i t h i ngfl ame on t he lawn as Montag shoto ne co nt inuous puls e o f li qui dfi re on hi m. The re was a hi ss li kea gr e at mo u t hf ul o f s p i t t l eba ng i ng a r e dh o t s t o ve , abubbl ing and f ro thing as if s al tha d be e n p o u r e d o ve r amo nst rous black snail to cause ater rible liquef actio n and a boil ingove r of yell ow f oam. Mont ag s huthis e ye s , shoute d, shout ed, andfo ught t o get his hands at his earst o c l am p and t o c ut a way t hes ound. Beatt y f lo ppe d ove r andover and o ver, and at last twist edin on hi ms elf li ke a c harre d waxdo ll and l ay si lent.

The o the r two fi remen di d notmove .

Mo ntag ke pt his sicknes s do wnl ong eno ugh t o ai m t he f l ame -thro we r. “Turn aro und!”

The y t ur ne d, the ir face s l ikebl anc he d meat , s tr eaming s weat;he be at their heads, knocking o fftheir helmets and bri ngi ng themdown on t he ms el ve s. The y fe l land l ay wi tho ut mo ving.

Th e b l o wi n g o f a s i ng l eautumn leaf.

He turned and t he Mec hanic alHo und was t her e.

It was hal f ac r o s s t he l awn,c o mi n g f r o m t he s ha do ws ,movi ng wi t h s uc h dri f ti ng e as et hat i t was l i ke a s i ngl e s o l i dcl oud of bl ack-gr ey smo ke blo wnat hi m i n sil enc e.

It made a single l ast le ap intothe air, c oming do wn at Mo nt agfr om a goo d t hre e fee t o ve r hishe ad, i ts spi de re d l egs re ac hing,the proc ai ne nee dle snapping o uti t s s i ngl e angr y t o o t h. Mo nt agcaught it wit h a bloo m of fir e, as i ngl e wo ndr o u s bl o s s o m t hatc url e d i n pe t als o f ye l l o w andbl ue and o range about the met aldo g, cl ad it in a new c ove ring asi t s l am me d i n t o Mo n t a g a ndthre w him t en fe et bac k againstt he b o l e o f a t r e e , t aki n g t hef l ame - gun wi t h hi m. He f e l t i ts c r abbl e and s e i ze hi s l e g andst ab the needle in fo r a mome ntbefo re the fire s napped the Hound

acarician como un viento ocioso, al queno presto atención.» ¿Qué te parece?Adelante, literato de segunda mano,aprieta el gatillo.

Beatty dio un paso adelante.

Montag sólo dijo:—Nunca quemamos con razón...

—Dame eso, Guy —le dijo Beattycon una sonrisa de hielo.

Y, de pronto , Be atty fue un r es-pl andor que c hil laba, un maniquísaltarí n que caí a con lo s brazos ypi ernas abie rto s, una llama r eto r-c i da e n e l c é s pe d m i e nt r asMo ntag l e l anzaba c ont inuame n-te un c hor ro de fuego l íquido . Ses int ió un si s eo , c omo e l de unsalivazo e n una es tuf a al r oj o, unburbuje o e spumante , c omo s i hu-bi e s e n ar r o j a do s a l s o b r e unmons truoso c aracol negro, pr ovo-cando una ter ri ble li cuefacci ón yun he rvor de espumas amari llas.Mo ntag cer ró los ojos , gritó , gr i-tó , y s e l levó l as manos a lo s o í-do s para no o ír. Be att y se sac u-di ó una y otr a vez, y al fi n s e r e-to rci ó sobre sí mi smo , c omo unacalci nada muñeca de ce ra, y que-dó te ndido en si le nci o.

Los otros dos bomberos no se ha-bían movido.

Montag se sintió enfermo, pero sedominó y apuntó con el lanzallamas.

—¡Vuélvanse!

Los bomberos se dieron vuelta, conrostros como carne escaldada, sudan-do a chorros. Montag les golpeó las ca-bezas y los cascos rodaron por el sue-lo. Los hombres cayeron y allí se que-daron, inmóviles.

El susurro de una única hoja en elotoño.

Mo ntag se vo lvió . El Sabue soMecánico estaba e n mitad del jar-dín, saliendo de las sombras, mo-viéndose o deslizándose con tal fa-cilidad que parec ía una nube [137]sólida de humo negro y gri sáceoque venía hacia é l empujada por unviento silencioso.

Al fin el Sabueso dio un salto enel aire, hasta un metro por encimade la cabeza de Montag, y cayó so-bre él abriendo sus patas de araña ymostrando el fiero y único diente dela aguja de procaína. Montag lo re-cibió con una flor de fuego, un úni-co y asombroso capullo que se abrióen pétalos amarillos, azules y ana-ranjados y envolvió al perro metáli-co en un caparazón nuevo. El Sabue-so golpeó a Montag y lo arrojó consu lanzallamas contra el tronco deun árbol. Montag sintió que el ani-mal le buscaba y aferraba la piernay le clavaba la aguja un momentoantes de que el fuego lo hiciese sal-tar en el aire, quemándole los hue-

que pasan junto a mí cual una tenuebrisa, que no me causa respeto. ¿Quéte parece?Adelante, literato de segundamano, aprieta el gatillo.

Adelantó un paso hacia Montag.

Montag sólo pudo decir:—Nunca habíamos quemado...

Y, entonces, se produjo unaestridente llamarada, y un muñecosaltarín, gesticulante, ya no humano niidentificable, convertido en unallamarada, se retorció sobre el césped,en tanto que Montag lanzaba contra élun chorro continuo de ardiente líquido.Se produjo un siseo como cuando unescupitajo cae sobre el hierro ardientede una estufa, un borboteo y unespumear, como si se hubiese echadosal sobre un monstruoso caracol negroPara producir una terrible licuación yun hervor sobre la espuma amarilla.Montag cerró los ojos, gritó, gritó yforcejeó Para llevarse las manos a losoídos, para aislarse de aquel ruido.Beatty giró sobre sí mismo una y otraYotra vez, y, por último, se contrajo sobresí mismo como si fuera un muñecoachicharrado y quedó silencioso.

Los otros dos bomberos no semovieron.

Montag contuvo su mareo el tiemposuficiente para apuntar con el lanzallamas.

—¡Volveos de espaldas!

Ambos obedecieron, con sus rostrostotalmente descoloridos y húmedos desudor; Montag les quitó los cascos yles golpeó en la cabeza.Ambos cayeronsin sentido. Ambos permanecierontendidos y sin movimiento

E l s u s u r r o d e u n a h o j ao t o ñ a l .

Montag se volvió y el SabuesoMecánico estaba allí.

Es taba atr ave sando el cé spe d,s u r gi e n do de l a s s o mb r a s ,mo vié ndose co n t al suavi dad queparec ía una s óli da nube de humobl anc o gri sác eo que f lo tar a hac iaél en si le nci o.

El Sabueso pegó un último salto ycayó sobre Montag desde arriba, conlas patas de araña alar gadas y 1aaguja de procaína asomando en suenfurecido morro. Montag lo recibiócon un cho rro de fuego , un s oloc ho rr o que se abr ió e n pé talo samarillos, azules y anaranjados entorno al perro de metal, que golpeócontra Montag y le hizo retrocedertres metros, hasta chocar contra eltronco de un árbol; pero no soltó ellanzallamas. Montag sintió que elSabueso se apoderaba de una de suspiernas y, por un instante, clavaba suaguja en el antes de que el fuegolanzara al Sabueso por el aire, hicieraestallar sus huesos de articulaciones

Page 98: B’s Farenheit Fahrenheit 451* - Rodriguez Alvareznovelas.rodriguezalvarez.com/pdfs/Bradbury, Ray ''Farenheit 451''-Xx-En-Sp-Sp.pdf2 B’s Farenheit tr. de F. Abelenda tr. de Alfredo

99

B’s Farenheit tr. de F. Abelenda tr. de Alfredo Crespo

5

10

15

20

25

30

35

40

45

50

55

60

65

70

75

up in the air, bur st it s met al bo nesat t he j o i nt s , and bl e w out i t sinter io r i n t he si ngl e f lus hi ng ofr e d c o l o ur l i k e a s kyr o c k e tfas tene d to the str eet. Montag laywat c hi ng t he de ad- al i ve t h i ngfi ddl e t he ai r and die . Eve n nowit se eme d to want t o get back athi m a nd f i ni s h t he i n j e c t i o nwhic h was no w wor king thr oughthe f le sh of hi s l eg. He f elt all ofthe mingle d r eli ef and horr or athavi ng pull ed back o nl y i n ti meto have just his knee sl ammed bythe f ender of a car hurt ling by atni n e t y mi l e s a n ho u r. He wasaf rai d to get up, afr ai d he mightno t be abl e t o gai n his fe et at al l,wi t h an an ae s t h e t i ze d l e g. Anu mb ne s s i n a n umb ne s sho llo we d i nto a numbnes s…

And now…?

The st r e e t e mpt y, t he ho us eburnt li ke an ancie nt bit o f s tage-s ce ner y, t he ot he r ho me s dark,the Hound her e, Be att y the re, t hethree other firemen another place,and t he Salamander…? He gazedat t h e i mme ns e e ngi ne . Th atwo ul d have t o go, to o.

We ll, he thought, le t’s se e howbadl y o ff yo u are . On yo ur fe etno w. Eas y, easy… ther e.

He st oo d and he had o nl y o nele g. The ot he r was l ike a c hunkof burnt pine -l og he was c arr yi ngal o ng as a pe n an c e f o r s o meo bs c ur e s i n . Whe n he put hi swe ight o n it, a sho wer o f s ilverne edl es gushe d up the le ngth ofthe c al f and went off in the kne e.He we pt . Co me o n! C o me o n,yo u, yo u c an’t stay her e!

A few ho us e-l ights wer e goi ngon again down t he str eet, whetherfr om t he i nci dent s just pass ed, orbe cause of the abnormal si lencefo ll owing t he fi ght, Mont ag didno t kno w. He hobbl ed aro und t heruins , sei zing at his bad l eg whenit lagged, talking and whi mpe ri ngand s ho uti ng di rec tio ns at it andcursi ng it and ple adi ng wit h it towo rk f or hi m no w whe n i t wasvi t al . H e h e ar d a n umb e r o fpe opl e crying o ut in the darkne ssand s ho ut i ng . He r e ac he d t heback yar d and the al le y. Beatt y,he thought , you’re not a pr obl emno w. You always sai d, do n’t facea pro blem, burn it. We ll, now I’vedo ne bot h. Go od- bye , Captai n.

An d h e s t um bl e d a l o n g t heal ley in t he dar k.

A sho tgun blast we nt off i n hisle g e ve ry time he put i t down andhe thought , you’re a fo ol, a damnfo ol, an awful foo l, an idiot , anawful idio t, a damn idio t, and a

sos metálicos y destrozándole lasentrañas en una corola de fuego rojo,como un cohete del espacio que nopudiese dejar la calle. Montag, ten-dido en el césped, esperó a que aque-lla cosa viva y muerta jugara en elaire y muriese. Aún ahora parecíaquerer volverse hacia él y terminarde darle la inyección que estaba in-vadiéndole la pierna. Sintió todo elalivio y horror de haber retrocedidojusto a tiempo, de modo que el guar-dabarros del coche —que había pa-sado a ciento cincuenta kilómetrospor hora— sólo le había tocado larodilla. Tenía miedo de levantarse,miedo de no poder tenerse en pie conuna pierna anestesiada. Un entume-cimiento dentro de un entumeci-miento que se ahondaba en un entu-mecimiento...

¿Y ahora...?

La c al le de s ie rt a, l a c as a que -mada c omo una vi e ja e s ce nogra-f ía, las o tr as casas e n la so mbra,e l Sabues o aquí, Be at ty aquí , lo st re s bo mber os e n o tr o lugar, y l aSal amandr a. . . Mi r ó l a máqui nae no r me. Eso t ení a que de s apa-r ec e r t ambi én. [1 38 ]

Bue n o , pe n s ó , ve amo s c ó moe s t o y. D e pi e . De s pac i o , d e s -pac i o . . . as í .

Est aba de pie s obr e una s ol apie rna. La o tr a er a un quemadomader o de pi no que ar r as tr abac omo una pe nit e nc i a po r al gúnos curo pe cado . Se apoyó so bre elmader o y una co rr ie nt e de agu-j as de pl at a le s ubió por l a pi er -na y s e l e c l avó e n l a r odi l l a.Mo nt ag s o l l o zó . ¡Vamo s ! ¡Va-mos , no pue de s que dart e aquí !

Unas po cas l uce s se encendí anaho ra e n las casas de l a call e, yafues e por lo s inc identes que ac a-baban de oc ur ri r, o po r el s il en-c io ano rmal que había s uc edidoa l a lucha. Mont ag l o igno raba.Caminó tambal eándos e entr e lasruinas, y tomándos e l a pie rna do-l or ida cuando é st a se l e quedabaat rás , hablando y que j ándo se yr ogándo le que t rabajara par a él .Oyó a una ge nt e que l l o r aba ygri taba e n la o sc uri dad. Lle gó alpat io det rás de l a casa y s al ió alc al l e j ó n. Be at ty, pe ns ó , ya noe re s un pro bl ema. Tú mis mo l odec ías, no enfr ente s lo s pr oble -mas , quémal os . Bueno, hic e lasdos c os as . Adió s, c apit án.

Y se perdió trastabillando en el ca-llejón oscuro.

Cada vez que apoyaba la pierna,una carga de pólvora le est allabadentro, y pensaba: eres un tonto, uncondenado tonto, un terrible tonto,un idiota, un terrible idiota, un con-

de me tal, des parr amando s umecanismo interior como un cohetear roj ado e n plena cal le. Mont agpe rmanec ió tendi do, obser vandocómo el aparato se agitaba en el airemo ría. Inc lus o e nt onc es parec íaquerer volver junto a el y terminar lainyecció n que empezaba a causaref ect o e n l a c arne de su pi erna.Montag experimentó una mezcla deali vi o y de hor ro r po r habe rretrocedido justo a tiempo para quesólo su pierna fuera rozada por elparachoques de un automóvil quepasó a ciento cuarenta kilómetros porhora. Temía levantarse, temía no sercapaz de volver a ponerse en pie,debido a su pierna anestesiada Unentume ci mi ento dentr o de o tr oentume ci mi ento , y as ísucesivamente...

¿Y ahora ... ?

La c al l e vac í a , l a c as atot almente quemada, los otros hogar e s o sc uro s , e l Sabues o al lí ,Beat ty más al l á, l os ot r os t re sbo mbe r o s e n o tr o s i t i o . ¿Y l as al amand r a? M o nt ag mi r ó e lenor me vehículo. Tambi én tendríaque marcharse.

«Bueno —penso—, veamos cómoestás. ¡En piel Con cuidado, concuidado... Así.»

Se levantó y descubrió que sólotenía una pierna. La otra parecía untronco de árbol que arrastraba comope nit e nc i a c o mo al gún pec adocometido. Cuando apoyó su pie enella, una lluvia de alfileres de platal e at raves ó la panto r r il l a hast alocal izarse e n la rodilla. Mo ntaglloró. «¡Vamos! ¡Vamos, no puedesquedarte aquí!»

Las luces de algunas casas volvíana encenderse calle abajo, bien a causade los incidentes que acababan deocurrir, o debido al silencio que habíase gui do a la luc ha. Mo nt ag loignoraba. Cojeó por entre las ruinastirando de su pierna maltrecha cuandole faltaba, hablando, susurrando ygritando órdenes a aquel miembro, Ymaldi cie ndo y ro gándol e quefuncionara, cuando tan vital resultabapara él. Oyó una serie de personas quegritaban en la oscuridad. Montag llegóal patio po ste rio r Y al c all ejó n.«Beatty —pensó—, ahora no eres unproblema. Siempre habías dicho: «Note enfre nt es con un pr oblema,quémalo.» Bueno, ahora he hechoambas cosas. Adiós, capitán.»

Y se alejó cojeando por el lúgubrecallejón.

Cada vez que apoyaba e l pi ee n e l s uel o , un puñal se cl avabae n s u pi e r na. Y Mo nt ag pe ns ó :« Er e s u n t o n t o , un ma l d i t ot o n t o , un i d i o t a , u n m al d i t o

Page 99: B’s Farenheit Fahrenheit 451* - Rodriguez Alvareznovelas.rodriguezalvarez.com/pdfs/Bradbury, Ray ''Farenheit 451''-Xx-En-Sp-Sp.pdf2 B’s Farenheit tr. de F. Abelenda tr. de Alfredo

100

B’s Farenheit tr. de F. Abelenda tr. de Alfredo Crespo

5

10

15

20

25

30

35

40

45

50

55

60

65

70

75

f o o l, a damn f o o l ; l o o k at t heme ss and where ’s the mop, lo okat the mes s, and what do yo u do?Pr ide, damn it , and te mper, andyo u’ve junked i t all, at t he ve ryst art you vomit on everyone ando n yo ur s e l f. But e ve r yt hi ng atonce, but eve ryt hi ng one o n t opo f ano t he r ; Beatt y, t he wo men,Mil dred, Clarisse , everything. Noe xc us e , t ho u gh, no e x c us e . Af o o l , a da mn f o o l , go gi veyo urs el f up!

No , we ’l l s ave what we c an,we ’ll do what ther e i s l eft t o do.If we have t o bur n, le t’s t ake afe w mor e with us . Her e!

He re member ed the books andt u r ne d bac k. J u s t o n t h e o f fchance .

He found a fe w books where hehad l e f t t he m, ne ar the garde nf enc e. Mil dre d, God bl e s s her,had misse d a f ew. Fo ur bo oks st illl a y h i dd e n whe r e he ha d p utthem. Vo ic es wer e wail ing i n t heni ght and fl as hb e ams s wi r l e dabo ut. Ot her Sal amande r s wer er oar ing the ir engi ne s f ar away,and po l ic e s ir e ns we r e c ut ti ngtheir way acr oss to wn wi th the irsire ns.

Mo nt a g t o o k t he f o urr e mai ni ng bo o ks an d ho ppe d,jo lte d, ho ppe d his way down t heal ley and sudde nly fe ll as if hishead had be en c ut o ff and o nly hisbo dy lay t her e. Something i nsi deha d j e r ke d hi m t o a h al t a ndfl opped him do wn. He l ay whe rehe had f all en and so bbe d, his le gsfolde d, his f ace press ed blindly tothe grave l.

Be att y want ed to di e.

In t he mi ddl e o f t he c r yi ngMo nt ag k ne w i t f o r t he t r ut h.Be att y had wante d t o die . He hadjust sto od the re, not re all y t ryi ngto save hi mse lf, j ust st ood t her e,j o ki n g, ne e dl i n g, t ho ug htMo nt a g, and t h e t ho ugh t wasenough t o sti fle hi s s obbing andl e t h i m pa us e f o r a i r . H o wst range, s trange, to want to die somuc h t h at yo u l e t a m an wal kar ound armed and then inste ad ofshutt ing up and st ayi ng ali ve , yougo o n ye l l i ng at pe o pl e a ndmaking f un of them unt il yo u getthem mad, and the n…

At a di stance , running fee t.

Mo ntag sat up. Let ’s get o ut ofher e . Co me on, ge t up, get up,yo u just can’t s it! But he was sti llc r yi n g and t h at ha d t o befi nis hed. It was go ing away no w.He hadn’t want e d t o kil l anyo ne ,n o t e ve n B e a t t y. H i s f l e s hgri ppe d hi m and s hrank as i f i thad be e n pl u nge d i n a c i d. He

denado idiota, y un tonto, un conde-nado tonto. Mira lo que has hecho,y no sabes dónde está el estropajo.Mira lo que has hecho. Orgullo, mal-dita sea, y mal humor, y lo ensucias-te todo. Desde un principio vomitas-te sobre los demás y sobre ti mis-mo. Y todo de una vez, una cosa so-bre ot r a. Beat ty, l as muje r es ,Mildred, Clarisse, todo. No hay ex-cusas, no hay excusas. Un tonto, uncondenado tonto. Puedes darte porvencido. [139]

No, salvaremos lo que se pueda, ha-remos lo que quede por hacer. Si tene-mos que quemar, arrastremos a unospocos más con nosotros. ¡Ah!

R e c o r d ó l o s l i b r o sy r e g r e s ó . P o r s ia c a s o .

Enc o nt r ó uno s po c o s do ndel os había dej ado, junt o a la c er -c a. Mi l dr e d, be ndi t a f ue s e, lo shabía pas ado po r alt o. Cuatr o li -br o s e s t a ban aún e n s u s i t i o .Unas vo ce s so ll o zaban en l a no -c he , y lo s rayo s de unas li nt er -nas s e pas eaban po r l as c e rc a-nías. Ot ras Salamandr as rugí an,muy l e jo s, y las s ir e nas de lo sc oc he s po li ci al es atr aves aban l ac i udad.

Montag tomó los cuatro libros quequedaban y se fue cojeando,sacudiéndose, cojeando callejón aba-jo. De pronto cayó, como si le hubie-sen cortado la cabeza y sólo el cuerpoestuviese allí tendido en el callejón.Algo en su interior lo había obligado adetenerse, arrojándolo al suelo. Se que-dó donde había caído y sollozó, con laspiernas recogidas, la cara apretada cie-gamente contra la grava.

Beatty quería morir.

E n m e d i o d e l l l a n t o ,M o n t a g s u p o q u e a s í e r a .B e at t y h a b í a q u e r i d o m o r i r .S e h a b í a q u e d a d o a l l í , s i nm o ve r s e , s i n t r a t a r r e a l m e n -t e d e s a l va r s e , b r o m e a n d o ,c h a r l a n d o , p e n s ó M o n t a g .E s e p e n s a m i e nt o b as t ó pa r aq ue d e j ar a de l l o r ar y s e de -t uvi e s e a t o ma r al i e n t o . Qu ée x t r a ñ o , q u é e x t r a ñ o , t e n e rt a nt as g an as de m o r i r . P e r m i -t i r q ue u n h o m br e vay a ar ma -d o , y l ue g o , e n ve z d e c a l l ar -s e y c u i d ar s e , s e g ui r gr i t an -d o y bu r l án do s e , y l ue go . . .

A lo lejos, unos pies que corrían.

Montag se sentó. Salgamos de aquí.Vamos, levántate, levántate, ¡no pue-des quedarte sentado! Pero lloraba denuevo y había que acabar con eso deuna vez por todas.Ya estaba mejor. Nohabía querido matar a [140] nadie, nisiquiera a Beatty. Las carnes se le re-torcieron y encogieron, como si se lashubiesen metido en un ácido. Sintió

i di o t a. En b ue n l í o t e ha sm e t i d o . ¿Q u é p u e d e s h a c e raho r a ? P o r c ul p a de l o r g ul l o ,¡ ma l di t a s e a! , y d e l ma lc ar ác t e r. Y l o has e s t r o pe adot o d o . Ape n as c o m i e n z as ,vomi tas t o do s y so bre ti mi s mo .P e r o , t o do a l a ve z , t o do ,j untament e, Be at ty, l as muj er es ,Mil dre d, Clar is s e, Si n e mbar go ,no hay e xc us a, no hay e xc us a.¡Un maldito tonto ! Ve a entregartepor propia voluntad.

»No, salvaremos lo que podamos,har emos lo quese deba hacer. Síhemos de arder, llevémonos a unoscuantos con nosotros. ¡Ea!»

R e c o r d ó l o s l i b r o s yr e t r o c e d i ó . P o r s ia c a s o .

Encontró unos cuantos allí dondelos había dejado cerca de la verja deljardín. A Mildred, Dios la bendiga, lahabían pasado por alto. Cuatro librosestaban ocultos aún, donde él los habíadejado. Unas voces murmuraban en lanoche, y se veía el resplandor de loshac es de unas l internas. Ot rassalamandras hacían sonar sus motoresen la lejanía, y las sirenas de la Policíase abrían paso con su gemido a travésde la ciudad.

M o n t a g c o g i ó l o s c u a t r ol i br o s r e s t ant e s y c o j e ó y s al t óc al l e j ó n abaj o y, de r e pe nt e , l epa r e c i ó c o mo s i l e hu bi e s e nc o r t a do l a c ab e z a y s ó l o s uc ue r po e s t uvi e s e al l í . Al go e ns u i n t e r i o r l e i n d u j o ade t e ne r s e y, l ue go , l e aba t i ó .P e r mane c i ó do nde habí a c aí do ,c o n l a s pi e mas do b l ada s y e lr o s t r o hundi do e n l a gr ava.

Beatty había deseado morir.

En medio de su sollozo, Montagcomprendió que era verdad. «Beattyquería morir. Permaneció quieto allí,sin tratar de salvarse. Se limitó aper mane c er al l í, br o meando ,hostigándole», pensó Montag. Yestepe nsami ent o f ue sufic iente paraacall ar sus s ollozos Y permit irlehacer una pausa para respirar. ¡Cuánextraño desear tanto la muerte comopara permitir a un hombre andar asu alrededor con armas, y, luego, envez de c allar y per manec er vi vo,empezar a gri tarle a la gente y aburlarse de e lla hasta c ons eguirenfurecerla! Y entonces...

Alo lejos, ruido de pasos que corrían.

Montag se irguió. «Larguémonosde aquí. Vamos, levántate, levántate,no puede s quedarte ahí s entado.»pero aún estaba llorando, y había queterminar aquello. Iba a marcharse.No había querido matar a nadie, nisiquiera a Beatty. Se le contrajo lac ar ne, co mo s i l a hubi e rans ume rgi do en un áci do. Si nti ó

Page 100: B’s Farenheit Fahrenheit 451* - Rodriguez Alvareznovelas.rodriguezalvarez.com/pdfs/Bradbury, Ray ''Farenheit 451''-Xx-En-Sp-Sp.pdf2 B’s Farenheit tr. de F. Abelenda tr. de Alfredo

101

B’s Farenheit tr. de F. Abelenda tr. de Alfredo Crespo

5

10

15

20

25

30

35

40

45

50

55

60

65

70

75

gagged. He saw Beatty, a torch, notmoving, fluttering out on the grass.He bit at his knuckles. I’m sorry,I’m sorry, oh God, sorry…

He t r i e d t o p i e c e i t al lt o g e t he r, t o g o ba c k t o t h eno rmal patt ern of li fe a f ew sho rtdays ago be fo re the si eve and t hes a nd , De nh am ’s De n t i f r i c e ,mot h-voic es, f irefli es, t he alarmsand e xc ur si ons, t oo muc h fo r afe w short days, t oo much, i ndee d,fo r a li fe time.

Fe et ran in the far end o f t heall ey.

“G e t up !” he t o l d h i m s e l f .“Damn i t, get up!” he s aid to t hel eg, and st o od. The pai ns wer espike s dri ven in the kne ecap andt he n o nl y dar ni ng ne e dl e s andt h e n o n l y c o m mo n , o r d i na r ys a f e t y p i n s , and af t e r h e h addr agge d al o ng f i f t y mo r e ho psand jumps, f ill ing his hand wi thsl i ver s f rom the board f enc e, t hepr i c k l i ng was l i ke s o me o nebl owi ng a s pray o f scaldi ng wat ero n t hat l eg. And the l e g was atl ast hi s o wn l e g agai n. He hadbe en af r ai d t hat r unni ng mightbr e ak t h e l o o s e ank l e . No w,suc king all t he ni ght into his o penmo ut h, and blo wi ng i t out pale ,wi th all t he blacknes s le ft heavi lyi ns i de hi ms e l f, he s et o ut i n ast eady jo ggi ng pace . He car ri edthe boo ks in his hands.

He thought of Fabe r.

Fabe r was bac k t he r e i n t hest eaming l ump of tar t hat had noname o r i de nt i t y no w. He hadbu r nt F abe r, t o o . He f e l t s osudde nly s hoc ked by this that hefe lt Faber was really dead, bakedli ke a roach in t hat s mal l gre enc aps ul e s ho ved and l o st i n t hepo c ke t o f a man who was no wno t hi n g b ut a f r ame s k e l e t o nst rung wit h asphal t t endons.

Yo u must remembe r, bur n themor t he y’l l bur n yo u, he thought.Ri ght now it’s as simpl e as t hat.

He se ar ched his poc ke ts , themoney was there, and in his otherpocket he found the usual Seashellupon which the city was talking toitself in the cold black morning.

“Police Alert. Wanted: Fugitivein city. Has committed murder andcr ime s agains t t he St ate . Name:Guy Montag. Occupation: Fireman.Last seen…”

He ran ste adi ly fo r s ix bl ocks,i n t he al le y, and the n the al le yo pe ne d o ut o n t o a wi de empt yt ho r oughf ar e t en lanes wi de . Its e e me d l i ke a bo at l e s s r i ve rfr ozen ther e i n the r aw li ght oft he hi gh whi t e ar c - l amps ; yo u

náuseas. Veía aún a Beatty, una antor-cha que se agitaba en la hierba. Semordió los nudillos. Lo siento, lo sien-to, oh Dios, lo siento...

Tr ató de volver a unir t odas l asco sas , de regre sar a la vi da no r-mal de hac ía unos poc os dí as, an-te s del tamiz y la are na, e l dent í-fr ic o Denham, aquel la mari po sae n el oí do, l as luc ié rnagas , lasal armas y viajes . Demasi ado paratan po cos días, demasiado e n ve r-dad par a una vi da ent er a.

Unos pies corrían en el extremodel callejón.

—¡Le vánt at e ! —s e di j o a s ími smo ——. ¡Maldi ta seas, l eván-tate! —le dij o a l a pier na. Se i n-co rpo ró. El dolo r e ra ahora unoscl avo s en la rodil la, y lue go só lounas aguj as de zur c i r, y l ue gosó lo uno s alf ile res de ganc ho, yde spués de co jear y salt ar otr asc i nc ue nt a ve c e s, l l e nándo s e l amano de as ti l l as en l a c erc a demade ra, el cosqui lleo se trans for-mó en un r ocí o de agua hir vie n-te . Y l a pier na er a al f in su pr o-pi a pi er na. Había t emido que sicor ría podía romperse aque l to bi-ll o s ue lto . Aho ra, abso rbi endo lano che po r la boc a y de vo lvi éndo-la co n un co lor pálido, meti éndo-se en el c uer po toda aquell a pe-sada ne grura, lo gr ó c ami nar c onle nti tud y se re nidad. Llevaba l osli bro s en las mano s.

Recordó a Faber.

Fabe r quedaba all á e n e l hu-me ante montó n de alqui tr án s inidentidad ni nombre. Había quema-do también a Fabe r. La idea lo sa-cudió de tal modo que sintió queFaber estaba realmente muerto, co-c i nado c omo una c ucar ac ha e naquella capsulita verde, en el bol-sillo de un hombre que ahora erasólo un esqueleto atado por tendo-nes de asfalto. [141]

N o d e b e s o l v i d a r l o ,q u é m a l o s o t e q u e m a r á n ,p e n s ó . E s o e s t o d o .

Buscó en sus bolsillos. El dineroestaba allí, en un bolsillo, y en el otroencontró el caracol donde la ciudad sehablaba a sí misma en la madrugadadesapacible y negra.

—Alerta, policía. Un fugitivo en laciudad. Culpable de as esinat o ycrímenes contra el Estado. Nombre:Guy Montag. Ocupación: Bombero.Visto por última vez en...

Montag corrió sin detenerse duranteseis manzanas, y al fin el callejón seabrió en una avenida, ancha como diezcall es. Parecía un río sinembarcaciones, helado bajo la luz fríade las grandes lámparas de arco. Unopuede ahogarse si intenta cruzarla,

náuseas. Volvió a ver a Beatty, convertido enantorcha, sin moverse, ardiendo en la hierba.Montag se mordió los nudillos. «Lo siento, losiento. Dios mío, lo siento ... »

Trató de encajar las pi ezas, devo lver a l a vi da normal de algúntiempo atrás, antes de la criba y laarena, del «Dentífrico Denham», delas voces susurradas en su oído, delas mariposas, de las alarmas y lasexcursiones, demasiado para unosbreves días, demasiado para todauna vida.

Unos pies corrieron en el extremomás alejado de] callejón.

«Le vántate —se dijo Mont ag—. ¡Mal dita sea, levántate !» —dijoa la pi er na. Y se puso e n pie —.Parecía que le hundieran clavos enla rodil la; y, luego, só lo al filer es;y, po r ú l t i mo , un mo l e s t ocosquille o. Y tras arrastrarse y daro t r a c i e n c ue nt e na d e s al t o s ,lle nándos e la mano de ast i l l as dela verja, la molesti a se hizo, porfin, sopo rtabl e. Y l a pie rna ac abópor ser su pr opia pierna. Montaghabía temido que si corrí a podríar o mp e r s e e l t o bi l l oins ensíbi lízado. Ahora, aspirandol a noc he po r l a boc a abie rt a, yexhalando un tenue aliento, puestoda la negrura había permane cídoe n s u i nt e r i o r, e mpr e ndi ó unac am i nat a a pa s o ac e l e r a do .L l e v a b a l o s l i b r o s e n l a sm a n o s .

Pensó en Faber.

Faber estaba en aquel humeantemontón de carbón que carecía ya deidentidad. Había quemado a Fabertambién. Esta idea le impresionótanto que tuvo la sensación de queFaber es taba muer t o de ve rdad,t ot alme nt e c o ci do e n aque ll adiminuta cápsula verde perdida enbols illo de un hombre que ahoraapenas si era un esqueleto, unido contendones de asfalto.

«Tienes que recordarlo: quémalos ote quemarán —pensó Montag—. En estemomento, resulta así sencillo.»

Buscó en sus bolsillos: el dineroseguíaallí. y en otro bolsillo,encontró laradio auricular normal con, que la ciudadhablabaconsigo mismaen lafríasoledadde la madrugada.

—Policía, alerta. Se busca: fugitivoen la ciudad. Ha cometido un asesinatoy crímenes contra el Estado Nombre:GuyMontag. Profesión: bombero. Vistopor última vez...

Mo ntag c orr ió si n dete ner sedurante seis manzanas, siguiendo elcallejón. Y, después, éste se abriósobre una amplia avenida, ancha comoseis pistas. «A la cruda luz de laslámparas de arco parecía un río sinbarcas; había el peligro de ahogarse

1 gag, muzzle restraint put into a person’sm outh to preventspeaking or shouting

2 gag joke, laugh, jest , jape a hum orousanecdote orremarkintended to provoke laughter; «he told a veryfun ny jo ke»; «he knows a m i llio n gag s»;«tha nk s for the la ug h» ; «he lau gh edun ple asa ntl y a t h iso wn jes t»; «e ven aschoolboy’s jape is supposed to have som eascertainable point»

1 ga g, he ave, re t ch m ake an unsuc cessful ef fort to v om it;strain to vom it

2 ga g, choke cause to retch or choke3 ga g, choke, st rangle, suffocat e struggle for breath; have

insufficient oxygen intake; «he swallowed afishbone and gagged»

4 gag, quip m ake jokesor quips; «The students were gaggingduring dinner»

5 gag, muzz le tie a gag around someone’s m outh in orderto silence them ; «The burglars gagged thehom e owner and tied him to a chair»

6 gag, choke, fret be too tight; rub orpress; «This neckbandis choking the cat»

7 ga g, muzz le preven t from spe aking out; «The press wasgagged»

sliver 1 (de carne) loncha, raja, tajada, 2 (de cristal,madera) astilla, brizna, 3 cinta, mecha de fibras texti-les, 4 borde sin pulir de un tablón

sliver 1 a long thin piece cut or split off. 2 a piece ofwoodtorn from a tree or from timber. 3 a splinter, esp.from an exploded shell. 4 a strip of loose textile fibresafter carding.

v.tr. & intr. 1 break off as a sliver. 2 break up into slivers.3 form into slivers.

silver cortar en tiras, desgajarse, romperse

Page 101: B’s Farenheit Fahrenheit 451* - Rodriguez Alvareznovelas.rodriguezalvarez.com/pdfs/Bradbury, Ray ''Farenheit 451''-Xx-En-Sp-Sp.pdf2 B’s Farenheit tr. de F. Abelenda tr. de Alfredo

102

B’s Farenheit tr. de F. Abelenda tr. de Alfredo Crespo

5

10

15

20

25

30

35

40

45

50

55

60

65

70

75

co uld dr own tr ying t o c ros s i t, hefe lt; i t was to o wide , it was t ooopen. It was a vas t s tage wit ho uts c e ne r y, i nvi t i ng hi m t o r unac ros s, easil y s ee n i n t he bl azi ngi l l um i n at i o n, e as i l y c a ugh t ,easil y sho t down.

The Seashell hummed in his ear.

“…Wat ch fo r a man r unning…Wa t c h f o r t he r unn i ng ma n…Watch f or a man al one , o n foo t…Watc h…”

Mo nt ag pul le d bac k int o t heshado ws. Di rec tly ahead l ay a gass t at i o n , a gr e a t c hun k o fpo rcel ain sno w shini ng t her e, andt wo s il ve r be et le s pull ing in t ofi ll up. Now he must be cl ean andpr ese ntable if he wished, to wal k,no t r un, s tro ll calml y acro ss thatwi de bo u l e var d. It wo u l d gi vehi m an e xt ra mar gin of s afe ty ifhe washe d up and c ombed his hairbe for e he went o n his way t o getwher e…?

Yes , he t ho ught , whe r e a m Ir unni ng?

Nowhe re . Ther e was no wher eto go , no fri end t o t ur n t o, re all y.E xc e p t Fa be r. An d t h e n h er e a l i ze d t h at h e wa s i n de e d ,r unni ng t o war d Fabe r ’s ho us e ,i ns ti nc ti ve ly. But Faber c ouldn’thi de hi m ; i t wo ul d be s ui c i dee ve n to t ry. But he kne w that hewoul d go t o se e Faber anyway,f or a f ew s ho rt minut es . Fabe r ’swo ul d b e t he pl ac e whe r e hemi ght r e f ue l hi s f as t dr ai ni ngbel ief in hi s own a bi l i t y t os ur vi ve . He j us t wante d to kno wt hat ther e was a man l ike Fabe ri n the wor ld. He wante d t o se et h e ma n al i ve and no t bur n e dbac k ther e li ke a bo dy s he ll ed i nano t he r bo dy. And s o me of themoney mus t be l ef t wi th Faber,o f c o ur s e , t o b e s p e n t af t e rMontag ran on his way. Pe rhapshe co ul d make t he o pe n co untr yand l ive on o r ne ar t he r iver s andnear the hi ghways , in t he f ie ldsand hil ls .

A gre at whirl ing whisper madehi m l oo k t o t he sky.

The po l ic e hel i c o pte r s we r eri sing so far away that it se emedso meo ne had bl own the grey he adof f a dry dandel io n f lower. Twodo zen of the m f lur rie d, wave ring,indec is ive , t hr ee mil es of f, li kebut te r f l i e s puzzl e d by autumn,and t he n t hey were pl ummeti ngdo wn to land, one by one , her e,the re, s oftl y kneadi ng the st reetswher e , t ur ne d bac k t o be e t le s ,t h e y s h r i e ke d al o n g t hebo ule vards or, as sudde nly, l eaptback i nto the si r, cont inuing the irse arc h.

pensó; es demas iado ancha; es7demasiado abierta.Un vasto escenariosin decorados que lo invitaba a cruzar,a correr, a ser visto fácilmente bajoaquella iluminación deslumbrante, aser fácilmente apresado, fácilmentederribado por una bala.

El ca ra col le zumbó e n e l oído.

—. . . at e nc i ó n a un ho mb r eq u e c o r r e . . . a t e n c i ó n a u nh o m br e s o l o . . . a p i e . . .at e nci ó n. . .

M o n t a g r e t r o c e d i ó a l a ss o m br a s . D e l a n t e d e é l s eal zaba una es t ac i ó n de gas , unab r i l l a n t e c o n s t r u c c i ó n d epo r c e l ana bl anc a. Do s c o c he sp l a t e a d o s e nt r a b a n e n l ae s t ac i ó n. Si que r í a c ami nar, noc or r e r, a t r a v e s a r t r a nqu i l a m e ntel a a nc h a a ve n i d a , t e n í a q u ee s t a r l i m p i o y p r e s e n t a b l e .Es t ar í a un po c o más s e gu r o s is e l a va ba y pe i n ab a a nt e s d ei r a . . .

S í , p e n s ó , ¿ a d ó n d ev o y ?

A ni nguna part e . No habí a adónde ir, ningún amigo a quie nb us c a r. E xc e p t o F ab e r . Yento nc es c ompr endió que i ba, deve r as , a c a s a de F ab e r ,i ns t i nt i vame nt e . Si n e mbar go ,Faber no po dí a e sc onde rl o. Sól ointentar lo ser ía un sui cidio. Pe ros upo que i r í a a ve r a Fabe r det o do s mo do s , po r un r at o . Lac as a de F ab e r s e r í a e l l u ga rdo nde re cupe rarí a la f e, c ada ve zmenor, e n s u pr o pi a c apac i dadpara s obre vi vi r. Quer ía s aber porl o me no s que habí a un ho mbr ec omo Fabe r en e l mundo. Que rí ave r a l ho mb r e vi vo , y n oq ue ma do c o m o un c ue r p oe n c e r r ad o e n o t r o c u e r po . Ydebía dej ar le un poc o de diner oa Faber, nat ur al mente , par a quel o gast as e mi ent ras él , Mo nt ag,hu í a. Qu i zá pud i e s e l l e g ar alc ampo y vivir c er c a de l os r ío s ol as c arr e te ras , en las c ol i nas yprados .

Alzó los ojos. Algo giraba en elcielo.

Los heli cópte ros de la poli cíase ele vaban allá le jos, co mo l asmo t as de una gr i s ác e a f l o r dec ac t o . E r an do s do c e nas queo s c i l aban , i nde c i s o s , a c i nc oki ló me t r os de di s t anc i a, co momar iposas atur didas por e l oto ño,y luego caían co mo plo madas at i e r r a, uno a uno , aqu í , al l á,r o z ando s uave m e nt e e l s u e l odonde, t ransf ormados en coches,cor rían c hillando po r las aveni daso, con l a mis ma rapidez, volvíana s altar al aire, y co ntinuaban labúsque da.

tratando de cruzarla», pensó Montag.Era demasiado ancha, de masi adoabierta. Era un enorme escenario sinde cor ado s, que l e i nvi taban aatravesarlo corriendo. Con la brillanteiluminación era fácil de descubrir, dealcanzar, de eliminar.

La radio auricular susurraba en su oído:

—...alerta a un hombre corriendo...Vigilen a un hombre corriendo...Busquen a un hombre solo, a pie...Vigilen...

Mont ag volvi ó a hundirse en lassombras. Exac tamente de lante deél había una e stació n de servic io,r e s p l ande c i e nt e de l uz, y do sve hí culo s pl at eados s e de te ní anant e ella para repos tar. Si que ríaandar, no c o r r er at r ave s ar c o ncal ma la ampli a avenida, tenía queest ar limpio y prese ntabl e. Eso leconcedería un margen adicional deseguridad. Si se lavaba y peinabaant es de seguir la marcha para ir...¿dónde ?

«Sí —pensó—, ¿hacia dónde estoyhuyendo?»

A n i n g ú n s i t i o . N o h a b í adó nde i r, ni ngú n ami go a qui e nr e c u r r i r , e x c e p t o F a b e r . Y,entonces, advirtió que desde lue go,corría instintivamente hacia la casade Fabe r. Pe ro Faber no podrí aocultarle; sólo intentarlo, sería unsuicidio. Pero sabía que, de todosmodos, iría a ver a Faber, duranteunos breves minutos. Faber sería ellugar donde poder repostarse de suc re e nc ia, que de sapar e cí arápidamente, en su propiahabi li dadpar a s o br e vi vi r . Só l o de s e abas aber que e n el mundo había unhombr e co mo Fabe r. Que rí a ve ra l ho mb r e vi vo y n oa c h i c ha r r ad o al l í , c o mo u nc ue r p o i n t r o d uc i d o e n o t r oc ue rpo . Y debía de jar par t e de ldiner o a Fabe r, c laro e st á, par ag as t a r l o c u an d o é l s i g ui e s ehuye ndo. Qui zá podrí a al canzarel c ampo abi er to y vivir c er ca del os r ío s o las aut opis tas, e n lo sc ampo s y las c ol inas .

Un intenso susurro le hizo mirarhacia el cielo.

Los helicópteros de la Policía seelevaban desde un punto tan remotoque parecía como si alguien hubiesesoplado una flor seca de diente de león.Dos docenas de ellos zumbar on,oscilaron, indecisos a cinco kilómetrosde distancia, como maripo sasdesc oncert adas por el otoño. Y,después, se lanzaron en picado haciatier ra, uno por uno, aquí, allí,recorriendo las calles donde, vueltos aconvertir en automóviles, zumbaronpor los bulevares o, con igual prontitud,volvían a elevarse en el aire paraproseguir la búsqueda.

plummet v.intr. fall or plunge rapidly.Caer en picadon. 1 a plumb or plumb-line. 2 a sounding-line. 3 a weight

attached to a fishing-line to keep the float upright.

knead v.tr. 1 a work (ayeast mixture, clay,etc.) into dough,paste, etc. by pummelling. b make (bread, pottery, etc.)in this way. 2 blend or weld together (kneaded theminto a unified group ). 3 massage (muscles etc.) as ifkneading. Amasar, masajear

X

Page 102: B’s Farenheit Fahrenheit 451* - Rodriguez Alvareznovelas.rodriguezalvarez.com/pdfs/Bradbury, Ray ''Farenheit 451''-Xx-En-Sp-Sp.pdf2 B’s Farenheit tr. de F. Abelenda tr. de Alfredo

103

B’s Farenheit tr. de F. Abelenda tr. de Alfredo Crespo

5

10

15

20

25

30

35

40

45

50

55

60

65

70

75

And her e was the gas s tati on,i t s at t e nda nt s bu s y no w wi t hc us t o me r s . App r o ac h i ng f r o mt h e r e a r, Mo n t a g e nt e r e d t heme n’s was hr o o m. Thr o ugh t healumi ni um wal l he he ar d a radi ovo i c e s ay i n g, “War h as b e e nde c l ar e d.” The gas was be i ngpumpe d outs ide. The men i n thebe e t l e s we r e t al ki ng a nd t heat te ndant s we re talking abo ut t hee ng i n e s , t h e g as , t h e mo ne yo we d. Mo nt ag s t o o d t r yi ng t omake hi ms el f fe el t he s ho ck o ft h e q ui e t s t at e me nt f r o m t her adio , but no thing wo ul d happen.The war would have to wai t fo rhim t o co me t o it in his per so nalf i l e , an ho ur, t wo ho ur s f r o mno w.

He was hed his hands and faceand towell ed himself dry, makinglitt le sound. He came out of thewas hr o o m and s hut t he do o rc ar ef ul l y and wal ke d i nt o t hedarkness and at last stood again onthe edge of the empty boulevard.

There i t l ay, a game for him towi n, a vas t bowli ng al le y in t heco ol mo rni ng. The boulevar d wasas clean as t he surfac e of an ar enat wo mi n ut e s be f o r e t heappe arance o f c er t ain unname dvi c t i ms and c e r t ai n un kno wnkil l er s . The ai r o ver and abovethe vast c onc ret e r ive r tre mbl edwi t h t he wa r mt h o f Mo n t ag ’sbo dy alone; it was incredibl e howhe f e l t hi s t e m pe r at ur e c o ul dcause the whol e i mme diate wor ldt o vi br at e . H e was apho spho re sc ent target ; he kne wi t, he fe l t i t. And no w he mus tbe gi n his li ttl e wal k.

Th r e e b l o c ks awa y a f e whe adl ights gl are d. Montag drew ade ep bre at h. His lungs were li keburni ng br ooms i n his chest . Hismo ut h was s uc ke d d r y f r o mr u nni ng. Hi s t h r o a t t as t e d o fbl oody i ro n and the re was r ust edst eel in his fee t.

What abo ut tho se li ght s t her e?Once you st ar te d walki ng you’dhave t o gaug e ho w f as t t h o s ebe etl es co uld make it do wn her e.We ll, how far was it to the o therc ur b? It se eme d l ike a hundre dyards . P r o babl y no t a hundre d,but f igure fo r t hat anyway, f igurethat wit h him go ing ve ry sl owl y,at a ni ce str oll , it might take asmuc h as t hi r t y s e c o nds , f o r t yse conds to walk all the way. Thebe etl es? Onc e s tar ted, they couldle ave thr ee blocks behind t hem inabout fift een sec onds . So, e ven ifha l f way ac r o s s he s t a r t e d t or un…?

He put his right foot out and thenhis left foot and then his right. He

Y aquí e s t ab a l a e s t ac i ó n deg a s , y l o s e m p l e a d o so c upa do s a ho r a c o n c l i e nt e s .Ac e r c á nd o s e po r l o s f o n do sde l a e s t a c i ó n, Mo nt a g e nt r óe n e l c uar t o de ba ño . L a vo zd e u n a r a d i o a t r a ve s a b a l ap a r e d d e a l u m i n i o y d e c í a :«S e ha d e c l ar ad o l a gu e r r a .»Se o í a e l bo m be o de l g as . L o sh o m b r e s h a b l a b a n e n l o sc o c h e s , y l o s e m p l e a d o sh a b l a b a n t a m b i é n , d e l o sm o t o r e s , e l g a s , e l d i n e r o .M o n t a g , i n m ó v i l , t r a t ó d es e nt i r s e s ac u d i do p o r a qu e lt r a n q u i l o a n u n c i o , p e r o n oo c u r r i ó n a d a . L a g u e r r at e n d r í a q u e e s p e r a r l o , u n aho r a , d o s ho r a s .

Se lavó las manos y la cara y sesecó con una toalla. sin hacer ruido.Salió del cuarto de baño y cerró concuidado la puerta y caminó un ratoen la oscuridad, y al fin se encontróo tr a vez al bo rde de l a ave nidadesierta.

Allí estaba, una partida que teníaque ganar, l a ave ni da c o mo unancho campo de bolos en la frescamadrugada. La avenida estaba tanlimpia como la arena de un circoant es de que apareci esen cier tasví c ti mas anó ni mas y c i er t o sas es inos anó ni mos E l ai r e q uepe s a ba s o br e e l vas t o r í o dec e me nt o s e e s t r e me c í a c o n e lc a l o r de l c u e r p o de M o n t a g.Inc r e í bl e , pe r o Mo nt ag s e nt í aque s u te mper at ura hac ía vibrarel mundo de alre de do r. Er a co mou n bl an c o f o s f o r e s c e nt e , l os e nt í a, lo s abía. Y aho r a de bí ai ni ci ar s u pas ei to .

Tr es c uadr as más al l á, e lresplandor de unos faros. Montagr e t uvo e l al i e nt o . Se nt í a l o spulmones como escobas en llamas.La huida le había secado la boca.La garganta le sabía a hierro consangre, y sus pi es e ran de ac eroherrumbrado.

¿ Qu é o c ur r í a c o n a qu e l l a sl uc e s ? Cu an do r e i n i c i a s e l am ar c h a, t e n í a q ue c al c u l a rcuánto t ar dar ían aquel lo s co chese n l l e g ar h as t a é l . B ue no .¿Cuánt o f alt aba has ta la ac e ra?Un o s c i e n me t r o s ,a pr o x i m ad am e n t e . Q ui zá n ot a nt o s , pe r o s up o ng amo s q ueye ndo muy de spac io , co mo e n unpas e o , t ar de mo s e n r ec o r r e r l at r e i n t a s e g un do s , c ua r e nt ase gundos. ¿Y los c oc he s? Po dí anr ec or r er unas t re s manzanas e nquinc e segundos. De modo que sia mit ad de cami no s e pusi es e acor rer. ..

Alargó el pie de re cho y luegoe l izquie rdo y luego el der ec ho .

Y all í es taba l a es taci ón deser vicio , con sus emple ados queatendían a la clientela. Acercándosepor detrás, Montag entró en el lavabode hombres. A través de la pared dealuminio oyó que la voz de un locutordecía: «La guerra ha sido declarada.»Estaban bombeando el combustibleLos hombr es , en l os vehíc ul os ,habl aban, y lo s empl eado sconversaban acerca de los motores,de l c ombus tible, del diner o quedebían. Montag trat ó de senti rseimpresionado por el comunicado dela radio, pero no le ocurrió nada. Porlo que a él re spect aba, l a gue rratendría que esperar a que él estuvieseen condiciones de admitirlo en suarchivo personal, una hora, dos horasmás tarde.

Mo nt ag s e l avó l as mano s ye l ro s tr o y s e s ec ó c on la t o al la.S a l i ó d e l l a va b o , c e r r óc u i da do s ame nt e l a pu e r t a, s ead e n t r ó e n l a o s c ur i d ad y s ee n c o nt r ó e n un b o r d e d e l avac í a a ve ni da.

Al l í e st aba, habí a que ganaraquella partida una inmensa boleraen e l frí o amane ce r. La ave ni dae s t aba t an l i mpi a c o mo l asuperficie de un ruedo dos minutosante s de l a apari ci ón de c ie rt asvíc ti mas anó nimas y de c i er to smatadores desconocidos. Sobre elinmenso río de c emento, el airet e mbl aba a c ausa del c al o r de lcuerpo de Mont ag; era inc reíblecómo no taba que su temperat urapodía pr oduci r vibr aciones en elmundo inmediato. Era un objetivofosforescente. Mo ntag lo sabía, losentía. Y, ahora, debía empezar supequeño paseo.

Uno s f ar o s br i l l aban a t r e smanzanas de dis t anc i a. Mo nt agi ns pi r ó pro f undame nt e . Suspul mo ne s e r an c o mo fo c o sardientes en su pecho. Tenía la bocar e s ec a po r e 1 c ans anc i o. Sugar gant a s abí a a hie r ro y habí aacero oxidado en sus pies.

¿Qué eran aquellas luces? Una vezse empezaba a andar, habí a quecalcular cuánto tardarían aquellosvehículos en llegar hasta él. Bueno,¿a qué dis tanc ia quedaba e l ot robordillo? Al parecer, a un centenar demetros. Probablemente, no eran cien,pero mejor calcula, eso, puesto que élandaba l ent ame nt e, con pasotranquilo, y quizá, necesitase treintasegundos, cuarenta segundos pararecorrer la distancia. ¿L os vehículos?Una vez en marcha, podían recorrertr es manzanas en uno s quincesegundos. De modo que, incluso si ami tad de la tr ave sía empezase acorrer...

Adelantó el pie derecho; después, elizquierdo, y luego, el derecho. Pisó la

Page 103: B’s Farenheit Fahrenheit 451* - Rodriguez Alvareznovelas.rodriguezalvarez.com/pdfs/Bradbury, Ray ''Farenheit 451''-Xx-En-Sp-Sp.pdf2 B’s Farenheit tr. de F. Abelenda tr. de Alfredo

104

B’s Farenheit tr. de F. Abelenda tr. de Alfredo Crespo

5

10

15

20

25

30

35

40

45

50

55

60

65

70

75

walked on the empty avenue.

E ve n i f t h e s t r e e t we r ee nt ir e l y e mpt y, o f c o ur s e , yo uc o u l dn ’ t b e s u r e o f a s a f ec r os s i ng, f or a c ar c o ul d appe ars u dd e n l y o ve r t h e r i s e f o u rbl o cks f ur t he r o n and be o n andpas t yo u bef o r e you had take na doze n br e at hs .

H e d e c i d e d n o t t o c o u n th i s s t e p s . He l o o k e d ne i t he rt o l e f t n o r r i g h t . Th e l i g h tf r o m t h e o v e r h e a d l a m p ss e e m e d a s b r i g h t a n dr e ve a l i n g a s t h e m i d da y s u na nd j us t as h o t .

He l is t e ne d to t he s o und o ft h e c a r pi c ki n g up s pe e d t wobl o c k s a way o n hi s r i ght . I t smo vabl e he adl i ght s j e r ke d bac kand f o r t h sudde nl y, and c aughtat Montag.

Ke ep go ing.

Mo ntag f alt ere d, go t a gr ip onthe boo ks, and forc ed himse lf notto fr ee ze. Insti nc tively he t ook af e w qui c k, r unni ng s t e ps t he nt alke d o ut l o ud t o hi mse l f andpulle d up to st rol l again. He wasnow half acro ss the st reet, but ther o ar f ro m the be e t le ’s e ngine swhine d higher as i t put on spee d.

The police , of c ourse. They seeme. But s lo w now; s lo w, qui et ,don’t t urn, don’t l ook, don’t s eemco nce rned. Walk, t hat ’s it, wall s,wal k.

The be e t l e was r us hi ng. Thebe et l e was r oar i ng. The be et l eraised it s speed. The beet le waswhining. The beet le was in hi ght hunde r. The be e t l e c ameskimming. The be etl e c ame in asingle whistli ng trajecto ry, fi redfrom an invisible rifle. It was up to120 m.p.h. It was up to 130 at least.Montag clamped his jaws. The heatof the racing headlights burnt hischeeks, it seemed, and jittered hiseye-lids and flushed the sour sweatout all over his body.

H e b e g a n t o s h u f f l ei d i o t i c a l l y a n d t a l k t oh i m s e l f a n d t h e n h e b r o k ea nd j us t r a n. H e p ut o u t hi sl e g s as f a r a s t h e y wo u l d g oa n d d o w n a n d t h e n f a r o u ta ga i n a n d d o wn a nd b ac k an do ut a nd d o wn a n d b a c k. G o d !G o d ! H e d r o p p e d a b o o k ,b r o k e p a c e , a l m o s t t u r n e d ,c h a n g e d h i s m i n d , p l u n g e do n , y e l l i n g i n c o n c r e t ee m p t i n e s s , t h e b e e t l es c u t t l i n g a f t e r i t s r u n n i n gf o o d , t w o h u n d r e d , o n eh u n d r e d f e e t a w a y, n i n e t y,e i g h t y, s e v e n t y , M o n t a gg a s p i n g, f l a i l i n g h i s h a n d s ,l e g s u p d o wn o u t , u p d o wn

Caminó po r la ave ni da.

Po r s upues to, aunque l a cal leest uviese totalment e desi erta, nopo d í a c o nf i ar s e e n un c r uc es e g ur o , pue s u n c o c he po dí aapa r e c e r de r e pe nt e a c ua t r omanzanas de dis t anci a, y l le garaquí ante s de que uno res pi raseuna doce na de vec es.

Decidió no contar los pasos. Nomi r ó ni a la i zqui er da ni a l ade re cha. La luz de las lámpar assobre la calle parecía tan brillantey r eve l ador a c o mo un s ol demediodía, y cale ntaba del mismomodo.

Escuchó el ruido del coche, quetomaba velocidad a dos calles dedistancia, a la derecha. Los farosmó vil e s s ubi e r o n y bajar o nr e pe nt i name nt e e i l umi nar on aMontag.

Sigue caminando.

Montag vaciló, apretó con fuerzal o s l i br o s , y s e o bl i gó a node te ner se. Dio, i nst intivame nt e,unos pasos rápidos, luego se hablóa sí mismo en voz alta, y volvió alpaso normal. Estaba ahora en mediode la calle. El ruido de los motoress e hi zo más al t o , c o mo si l avelocidad del coche aumentase.

La po li cí a, por s upue st o. Mevi e ro n. P e ro de s pac i o aho r a,despacio; no te vuelvas, no mires,no parezcas preocupado. Camina,eso es, camina, camina.

El coche se acercaba velozmente.El coche rugía. El coche chillaba.El co c he e ra un t rue noe ns or de c e dor. El c o c he ve ní ade s li zándo se . El co c he c ubr í as i lbando una r ec t a tr ayec t o ri a,c o mo di s par ado por un ri f l ei nvis i bl e . Ci e nt o c i nc ue nt akilómetros por hora. Ciento ochentakilómetros por hora. Montag apretólas mandíbulas. Sintió como si elcalo r de l os far os le quemas e lacara, le retorciese las pestañas, y lebañase el cuerpo en sudor.

Co menzó a arras trar l os pie s,como un idiota, y a hablarse a símismo. De pronto perdió la cabezay echó a correr. Estiró las piernashacia adelante, todo lo que pudo, yhac i a abaj o, y l uego vo lvi ó aestirarlas, hacia abajo, hacia atrás,hacia adelante, y hacia abajo y haciaatrás. ¡Dios! ¡Dios! Se le cayó unlibro, perdió el paso, casi se volvió,cambió de parecer, se precipitó haciaade l ant e, gr i tando e n aque ll adesierta superficie de cemento, conel coche que se abalanzaba sobre supresa, a cien met ros, a cincuentamet ros, c uarenta, tr einta, veinte.Montag jadeaba, agitaba las manos,lanzaba las pie rnas hac ia arr iba,hacia abajo, haci a adelante, hacia

vacía avenida.

Incluso aunque la calle estuviesetotalmente vacía, claro está, no podíatener la seguridad de cruzarla sin riesgo,porque, de repente, podía aparecer unvehículo por el cambio de rasante acuatro manzanas distancia y estar a tualtura o más allá antes de haber podidorespirar una docena de veces.

M o n t ag d e c i di ó n o c o n t a rs u s p a s o s . N o m i r ó ai z qu i e r da ni a de r e c ha. La l uzd e l o s f a r o l e s p a r e c í a t a nbr i l l ant e y r e ve l ado r a c o mo e ls o l de me di o d í a, e i gua l me n t ec á l i da .

Es cuchó el s onido de l ve hí culoque acel eraba, a do s manzanas dedi s t anc i a, po r l a de r e c ha. Susf ar o s mó vi l e s s e de s pl aza r o nbr u s c ame nt e y e nf o c ar o n aMo ntag.

«Sigue adelante.»»

M o n t a g v a c i l ó , a p r e t ól o s l i b r o s c o n m a y o rf u e r z a , y r e a n u d ó s u a n d a rp a u s a d o . A h o r a e s t a b a am i t a d d e l a a ve n i d a , p e r oe l z u m b i d o d e l o s m o t o r e sd e l v e h í c u l o s e h i z o m á sa g u d o c u a n d o é s t e a u m e n t ós u v e l o c i d a d .

«La Policía, desde luego. Me ven.Pero, despacio, ahora, despacio,tranquilo, no te vuelvas, no mires, noparezcas preocupado. Camina, eso es,camina, camina ... »

El ve hí culo s e pr ec ipit aba. Elve híc ul o zumbaba. El ve híc ul oa c e l e r a ba . El ve hí c u l o s ea c e r c ab a ve l o z . El ve h í c ul ore cor rí a una traye cto ria si lbant e,dis parado por un r if le i nvis ible .Iba a unos dosc ie nto s kil óme tr ospo r ho r a. Iba c o mo mí ni mo , amá s de d o s c i e n t o s po r ho r a .Mo nt ag apr e t ó l as mandí bulas .El calor de lo s f aro s del vehículoq ue mó s us m e j i l l as , l e h i z opar pade ar y hel ó el s udor que l er es balaba por e l ro st ro .

E m p e z ó a a r r a s t r a re s t ú p i d a m e n t e l o s p i e s , aha bl ar c o n s i go m i s mo . Y, d er e pe nt e , di o un r e s pingo y e c hóa c o r r e r . Al a r g ó l as pi e r na st a nt o c o mo p ud o , u na y o t r ave z , u n a y o t r a ve z . ¡ D i o s ,D i o s ! D e j ó c a e r u n l i b r o ,i nt e r r umpi ó l a c ar r e r a, c as i s evo l vi ó , c ambi ó de i de a, s i gui óade l ant e , c hi l l a ndo e n e l vac í od e c e me n t o , e n t a nt o q ue e lve h í c u l o p a r e c í a c o r r e r t r a ss us pas o s , a s e s e nt a me t r o s ded i s t a n c i a , a t r e i n t a , ave i nt i c i nc o , a ve i nt e ; y Mo nt agj a d e a b a , a g i t a b a l a s m a n o s ,m o ví a l a s p i e r n a s , a r r i b a ya ba j o , m ás c e r c a , s u d o r o s o ,

Page 104: B’s Farenheit Fahrenheit 451* - Rodriguez Alvareznovelas.rodriguezalvarez.com/pdfs/Bradbury, Ray ''Farenheit 451''-Xx-En-Sp-Sp.pdf2 B’s Farenheit tr. de F. Abelenda tr. de Alfredo

105

B’s Farenheit tr. de F. Abelenda tr. de Alfredo Crespo

5

10

15

20

25

30

35

40

45

50

55

60

65

70

75

o ut , c l o s e r , c l o s e r , h o o t i ng ,c al l i ng , h i s e y e s b ur n t wh i t en o w a s h i s he a d j e r k e d a b o u tt o c o n f r o n t t h e f l a s h i n gg l a r e , n o w t h e b e e t l e wa ss wa l l o we d i n i t s o wn l i g h t ,n o w i t w a s n o t h i n g b u t at o r c h h u r t l i n g up o n h i m ; al ls o u n d, a l l b l a r e . N o w- al m o s to n t o p o f h i m !

He st umbled and fel l.

I’m done! It’s ove r!

Bu t t he f a l l i ng ma de adi f f e r e n c e . An i n s t ant be f o r ere aching him the wi ld be etl e c utand s we r ve d o ut . It was go ne .Mo nt ag lay fl at, his head down.Wi sps o f l aught er trail ed bac k tohi m wi th t he blue exhaus t fr omthe be etl e.

His right hand was extended abovehim, flat. Across the extreme tip ofhis middle finger, he saw now as helifted that hand, a faint sixteenth ofan inch of black tread where tyre hadtouched in passing. He looked at thatblack line with disbelief, getting tohis feet.

That wasn’t the police, he thought.

He lo oke d down the bo ule var d.It was c l e a r no w. A c ar f ul o fc hi l dr e n, al l a ge s , Go d kn e w,f r o m t we l ve t o s i xt e e n , o utwhist li ng, ye lli ng, hurr ahi ng, hadse en a man, a ve ry ext raordinarys ight , a man s tr o ll ing, a r ar i ty,and s imply said, “Let ’s ge t him,”no t kno wing he was the f ugiti veMr. Mont ag, si mply a number ofchildren o ut for a long night ofro ari ng fi ve or si x hundre d mil esi n a f e w mo o nl i t h o ur s , t he i rfaces i cy wit h wind, and c omi ngho m e o r no t c o mi ng at da wn,al ive o r not al ive , t hat made t headventure .

The y wo ul d ha ve ki l l e d me ,t ho ught M o nt ag , s wa yi ng, t heair st i ll t or n and s ti r ri ng abouth i m i n d us t , t o uc h i n g hi sbrui se d che ek. Fo r no r e as o n atall i n t he wor l d t he y wo uld havekil l ed me .

H e wa l k e d t o wa r d t h e f a rke r b t e l l i ng e ac h f o o t t o goan d k e e p g o i n g. So m e h o w heh a d p i c k e d u p t h e s p i l l e db o o k s ; h e d i d n ’ t r e m e m b e rbe ndi ng o r t o u c hi ng t he m. Heke pt mo vi ng t he m f r o m hand t oha nd as i f t he y we r e a po k e rhand he c o ul d no t f i gur e .

I wonder if they we re the oneswho kil led Cl ar iss e?

He st opped and his mi nd saidit agai n, ver y loud.

I wonder if they we re the ones

arriba, hacia abajo, hacia adelante,más cer ca, más ce rc a, aullando,llamando, con los ojos abrasados ye n blanc o, mi e nt r as do bl aba l acabeza para enfrentarse con los farosresplandecientes. Ahora el coche sesumergía en su propia luz, ahora eras ól o una anto r cha que lanzabancontra él; s ólo s onido; só lo l uz.Ahora... ¡casi sobre él!

Montag trastabilló y cayó.

¡Esto es el fin! ¡Todo ha terminado!

P e r o c o n l a c a í da a l g oc a mbi ó . Un i ns t ant e an t e s dealc anzar lo , e l c o c he enf ur e c idos e de s vi ó , al e j ándo s e. Mo nt agque dó t e ndi do en l a c al l e, c ar aa ba j o . F r a g me n t o s de r i s al le gar o n hast a é l junto co n lo sgas e s azul es del co c he .

La mano der e cha, e xt endi da,estaba apoyada en el cemento. Enel extremo del dedo mayor vio, alalzar la mano, un hilo negro de unmilímetro de ancho por donde habíapasado la rueda del coche. Se pusode pie mirando con incredulidad esalínea.

No era la policía, pensó.

Miró calle abajo. Estaba desiertaahora. Niños en un coche,niños de todaslas edades, vaya a saber, de doce adieciséis años, que silbaban, gritaban,lanzaban hurras y vivas. Habían visto unhombre, espectáculo realmenteextraordinario, un hombre a pie, unarareza, y habían dicho, simplemente:«Alcancémoslo», sin saber que era elseñor Montag, fugitivo. Simplementeunos cuantos niños que habían salido adar unlargo y ruidoso paseo, recorriendoochocientos o mil kilómetros en unaspocas horas, a la luz de la luna, con losrostros helados por el viento, lanzados auna aventura, para volver o no volverluego a sus casas, vivos o no vivos.

Podían haberme matado, pensóMontag, t ambale ándo se . El air et o daví a agi t ado y s ac udi do e nnubes de polvo a su alrede dor leto caba l a las ti mada me ji ll a. Sinninguna r azó n, po dí an haber mematado.

Caminó hacia la acera diciéndolea cada pie que se moviera y siguieramoviéndose. De algún modo habíarecogido los libros desparramadospor la calle. No recordaba haberseagachado o haberlos tocado. Los pasóde una mano a otra, varias veces,como si fuesen una mano de pókersobre la que no podía decidir.

Me pr e gunt o s i s e r í an l o smismos que mataron a Clarisse.

Se detuvo y vol vió a repeti rlomentalmente, con mayor fuerza.

¡Me pr e gunt o s i s e r í an l o s

gr i t ando c o n l os o j o s ar di e nt e sy l a c a b e z a vu e l t a p a r ae nf r e nt a r s e c o n e l r e s pl ando rd e l o s f a r o s . L u e g o , e lve h í c ul o f u e t r a ga d o p o r s upr o pi a l uz, no f ue más que unaa n t o r c h a q u e s e p r e c i p i t a b as o b r e é l ; t o d o e s t r é p i t o yr e s pl ando r ¡De pr o nt o , c as i s el e s e c hó e nc i ma!

Montag dio un traspiés y cayó.

«¡Estoy listo! ¡Todo ha terminado!»

P e r o l a c aí da l e s al vó . Uni ns tante ante s de alc anzar l e, e lr au do ve hí c ul o s e de s vi ó .De s apar e c i ó . Mo nt ag yac í a debruce s, con l a cabeza gacha. Hastaél l legó el eco de unas carcajadas,al mismo tiempo que el so nido delesc ape del vehículo.

Tenía la mano derecha extendidasobre él, llana. A levantar la manovio, en la punta de su dedo corazónuna delgada línea negra, allí dondeel neumát ic o le habí a rozado alpasar. Montag miró con incredulidadaquell a lí nea medi a, mient ras seponía en pie.

«No era laPolicía», pensó.

Mir ó avenida abaj o. Aho ra,resultaba claro. Un vehículo lleno dechiquillos, de todas las edades, entrel os doc e y lo s di ec is éi s años ,silbando, vociferando, vitoreando,habían vi st o a un hombr e, une spec táculo e xt raor di nari o, unhombre caminando, una rareza, yhabían dicho: «Vamos a por él», sinsaber que era el fugitivo Mr. Montag.Senc illame nte, c ierto número demuchachos que habían salido a tragarkilómetros durante las horas de luna,con los rostros helados por el vientoy que regr esar ían o no a c asa alamanecer, vivos o sin vida. Aquelloera una aventura.

«Me hubiesen matado —PensóMontag balanceándose. El aire aúns e e st r e me c ía y e l po lvo s earremolinaba a su alrededor. Se tocóla mejilla magullada— sin ningúnmotivo e n absoluto, me hubiesenmatado.»

Siguió caminando hasta el bordillomás lejano, Pidiendo a cada pie quesiguiera moviéndose. Sin darse cuenta,había recogido los libros desperdigados;no recordaba haberse inclinado nihaberlos tocado. pasándolos de una aotra mano, como si fuesen una jugadade póquer o cualquier otro juego que noacababa de comprender.

«Quisiera saber si sonlos mismos quemataron a Clar¡sse.»

S e d e t u v o Y s u m e n t evo l vi ó a r e p e t i r l o .

«Quisiera saber si sonlos mismos que

Page 105: B’s Farenheit Fahrenheit 451* - Rodriguez Alvareznovelas.rodriguezalvarez.com/pdfs/Bradbury, Ray ''Farenheit 451''-Xx-En-Sp-Sp.pdf2 B’s Farenheit tr. de F. Abelenda tr. de Alfredo

106

B’s Farenheit tr. de F. Abelenda tr. de Alfredo Crespo

5

10

15

20

25

30

35

40

45

50

55

60

65

70

75

who k il led Cl ar iss e!

He want e d t o r un af t e r t he mye lling.

Hi s e ye s wate re d.

The t hing t hat had s ave d hi mwas falling fl at. The driver o f thatc a r, s e e i ng M o nt ag do wn,i n s t i nc t i ve l y c o ns i de r e d t hepro babi l i ty t hat r unni ng o ve r abo dy at that speed mi ght t urn t hec ar ups ide down and s pi ll t he mout. If Mo nt ag had r emai ne d anupright tar get …?

Mo nt ag gas pe d.

Far down the bo ul evar d, f ourbl o c k s a way, t he be e t l e h ads l o we d, s p un ab o ut o n t wowheel s, and was now raci ng bac k,sl anting ove r on the wro ng si deof the s tr eet , picking up s pee d.

But Montag was gone, hidde nin t he safe ty of the dar k al ley f orwhi ch he had se t o ut o n a l ongj o u r n e y, an h o u r o r was i t aminut e, ago ? He st oo d shiver ingi n the ni ght, l oo king back o ut ast he be e t l e r an by and s ki dde dbac k to t he c entr e o f the avenue ,whi r l ing l aught er in t he ai r al labout it , go ne .

F u r t h e r o n , a s M o n t a gm o ve d i n d a r kn e s s , h e c o u l ds e e t h e h e l i c o p t e r s f a l l i n g ,f a l l i n g , l i k e t h e f i r s t f l a k e so f s n o w i n t h e l o n g wi n t e rt o c o m e …

The hous e was si lent.

Mont ag appr o ac hed fr om ther e ar, c r e e pi ng t hr o ugh a t hi c kni ght - mo i s t e n e d s c e nt o fdaf fodi ls and r oses and wet grass.He t o uc hed t he sc r e en do o r i nback, fo und it o pe n, s li pped i n,mo ve d a c r o s s t he p o r c h,li ste ning.

Mr s. Black, are you as le ep int h e r e ? h e t ho ugh t . Thi s i s n ’tgo od, but your husband did it toot her s and ne ver as ked and neverwo nde re d and never wo rri ed. Andno w s i n c e yo u’r e a f i r e ma n’swi fe , i t ’s yo ur ho us e and yo urt u r n, f o r a l l t he ho u s e s yo urhusband burne d and the people hehurt wi tho ut thinking…

The hous e did no t r epl y.

He hid the boo ks in t he kitchenand move d f rom t he house againto the all ey and lo oke d bac k andt h e h o u s e was s t i l l d ar k a ndquiet , s lee ping.

O n h i s wa y a c r o s s t o w n ,wi t h t he he l i c o p t e r s f l ut t e r i ng

mismos que mataron a Clarisse!

Quis o cor re r det rás de el lo s,gritando.

Se le humedecieron los ojos.

Lo habí a salvado l a caída. Elc o ndu c t o r, al ve r t e nd i do aMo nt a g, c o ns i de r ói ns tant áne amente la pos i bi li dadde que al pas ar so bre un c uer po auna vel o ci dad tan alt a e l co chevo l c ar a hac i e nd o s a l t ar a s uso c upant e s . Si Mo nt ag hubi e s esi do un bl anc o ver tic al ..

Montag abrió la boca, sin aliento.

Al l á a ba j o , e n l a ave n i d a ,a c u at r o c u adr as de d i s t an c i a,e l c o c h e ha bí a a mi no r a do l am ar c h a , h ab í a gi r a d o e n do sr ue da s , y vo l ví a a ho r a a t o d oc o r r e r.

Pero Montag había desaparecido,oculto en la oscuridad hacia dondehabí a empr endido un largo vi aje,hacía una hora, ¿o hacía un minuto?Se detuvo, estremeciéndose en lanoche, mirando hacia atrás, mientrasel coche pasaba corriendo y patinaba,pr eci pit ándos e o tra ve z hac ia elcentro de la avenida, llenando el airede carcajadas, desapareciendo.

Más allá, mientras se movía enlas sombras, Montag pudo ver loshe l ic ó pt e r os que de s c e ndí an,de sc e ndí an co mo l o s pr i mer o scopos de nieve del largo inviernopróximo...

La casa estaba en silencio.

Montag se acercó por la parte deat rás , arr ast rándo se a través delperfume denso, húmedo y nocturnode los narcisos, las rosas y el céspedcubierto de rocío. Tocó la puerta deal ambr e , des c ubr i ó que e st abaabierta, y se deslizó por el porche,escuchando.

S e ñ o r a B l a c k, ¿d u e r m eust ed?, pensó . Es t o no e st á bi en,p e r o s u m ar i d o s e l o h i z o ao tr o s, y nunc a t i t ube ó, y nunc as e pr e o c upó. Aho r a, ya que e sust e d l a muj er de un bombe ro ,l e t o ca e l t urno a s u c asa, po rt o das l as c o s a s que que mó s umar i do y l as ge nt e s a l as quehizo daño s in pe ns ar.

La casa no respondió.

Montag escondió los libros en lacocina y salió a l a calle otra vez yvolvió la cabeza y la c asa es tabat odavía en s ombr as, s il e nc io sa,dormida.

M i e n t r a s a t r a v e s a b a l ac i u d a d , y l o s h e l i c ó p t e r o s

mataron a Clarisse!»

Sintió deseos de correr enpos de ellos,chillando.

Sus ojos se humedecieron.

Lo que le había salvado fue caerde br uc e s . El c o nduc t o r de lvehícul o, al ver caí do a Mont ag,c o ns i der ó i ns t ant áne ame nt e l aprobabilidad de que pisar el cuerpoa aquella velocidad podía volcar elve hí culo y mat ar lo s a to do s. SiMontag hubiese s eguido siendo unobjetivo vertical...

Montag quedó boquiabierto.

Lejos, en la avenida, a c uatr omanzanas de distancia, el vehículohabí a fre nado , gir ado sobre dosr ue das, y r et ro ce dí a ahor avelozmente, por la mano contraria dela calle, adquiriendo impulso.

Pero Montag ya estaba oculto en laseguridad del oscuro callejón en buscadel cual había emprendido aquel largoviaje, ignoraba yasi una hora o un minutoantes. Se estremeció en las tinieblas, yvolvió la cabeza para ver cómo elvehículo lo pasaba veloz y volvía asituarse en el centro de la avenida. Lascarcajadas se mezclaban con el ruido delmotor.

Más le j o s , mie nt r as Mo nt ags e moví a e n l a o s cur idad, pudover que lo s he li c ó pt e ro s c aí an,c aí an c o mo pr i mer o s c opo s denie ve de l l ar go i nvi e rno que s eapr o ximaba ...

La casa estaba silenciosa.

Mont ag s e ace r c ó por de t r ás ,arr ast r ándos e a t ravés de l de ns ope r f ume de r o s as y de hi e r bah um e de c i d a p o r e l r o c í on o c t ur n o . To c ó l a pu e r t ap o s t e r i o r, vi o qu e e s t ab aabi er t a, s e des li zó de ntr o, cr uzóe l por c he, y e sc uc hó .

«¿Duerme usted ahí dentro, Mrs.Black? –pensó—. Lo que voy a hacerno está bien, pero su esposo lo hizocon otros, y nunca preguntó ni sintióduda, ni se preocupó. Y, ahora, puestoque es usted la esposa de un bombero,es su casa y su turno, en compensaciónpor todas las casas que su esposoquemó y por las personas a q uienesperjudicó sin pensar.»

La casa no respondió.

Montag es condió los libros enl a c o c i na , vo l vi ó a s al i r alc al le j ón, mir ó hac i a at r ás ; y l ac as a s e guí a o s cur a y tr anqui la,durmi endo.

En s u c ami no a t r avé s de l aciudad, mientras los helicópteros

Page 106: B’s Farenheit Fahrenheit 451* - Rodriguez Alvareznovelas.rodriguezalvarez.com/pdfs/Bradbury, Ray ''Farenheit 451''-Xx-En-Sp-Sp.pdf2 B’s Farenheit tr. de F. Abelenda tr. de Alfredo

107

B’s Farenheit tr. de F. Abelenda tr. de Alfredo Crespo

5

10

15

20

25

30

35

40

45

50

55

60

65

70

75

l i ke t o r n bi t s o f pa pe r i n t hes k y, he p ho n e d t h e a l a r m at al o ne l y pho ne bo o t h o ut s i de as t o r e t ha t was c l o s e d f o r t hen i g ht . Th e n h e s t o o d i n t h ec o l d ni ght a i r, wa i t i ng an d ata d i s t an c e h e he a r d t h e f i r es i r e n s s t ar t up a nd r un , an dt h e S a l a m a n d e r s c o m i n g ,c o m i n g t o b u r n M r .B l a c k ’s h o u s e w h i l e h e wa sa w a y a t wo r k , t o m a k e h i swi f e s t a n d s h i ve r i n g i n t h em o r n i n g a i r wh i l e t h e r o o fl e t g o a n d d r o p p e d i n u p o nt h e f i r e . B u t n o w, s h e wa ss t i l l a s l e e p .

Go o d ni ght , Mr s . Bl ac k, het ho ught .

“Fabe r !”

Another r ap, a whisper, a nd a longwait ing. Then, a fter a minute, a s malllight f l ickered inside Faber ’s sma llhouse. A fter another pa use, the backdoor opene d.

The y s t o o d l o o ki ng at e ac hot her i n t he hal f- light, Fabe r andMontag, as if e ach did not beli evei n t he o t he r ’s e xi s t e nc e . The nFaber mo ve d and put out his handand gr abbe d Montag and mo ve dhi m i n and sat him down and we ntba c k and s t o o d i n t he do o r,lis tening. The si rens were wail ingof f i n the mo rni ng di stanc e. Hecame in and s hut the doo r.

Mo ntag s aid, “I’ve bee n a fo olal l do wn t he l i ne . I c an’t s t aylo ng. I’m on my way Go d kno wswher e.”

“At l eas t you wer e a fo ol abo utt he r ight t hi ngs,” s ai d Fabe r. “It h o ug ht yo u we r e de ad . Theaudio -capsule I gave you —”

“Bur nt.”

“I he ar d t he captain tal ki ng toyo u a nd s u dde nl y t h e r e wasno t hi ng . I al mo s t c am e o utlo oki ng fo r you.”

“The captain’s dead. He found theaudio-capsule, he heard your voice,he was going to trace it. I killed himwith the flamethrower.”

Fabe r s at do wn a nd di d no tspeak f or a t ime.

“My Go d, ho w di d t hi shappe n?” s ai d Mo nt ag. “It waso nl y the o ther ni ght eve rythingwas fine and t he next thi ng I knowI’m dr owni ng. How many ti me sc an a man go do wn and s ti ll beal i ve ? I c an’t br e at he . The r e ’sBeatty de ad, and he was my fri endonce, and the re’s Mill ie go ne, Itho ught she was my wife, but now

r e vo l o t e a ban e n e l c i e l o c o mopape l e s r o t o s , l l amó de s de unas o l i t a r i a c abi na de t e l é f o no ,fr ent e a una tie nda c err ada por lano che . Lue go, de pi e, inmóvil ene l fr ío ai re noc t ur no , s e quedóe sper ando , y oyó a l o le jo s lassi renas que c ome nzaban a s onar,y l as Sal amandr as que ve ní an.Ve ní an a que mar l a c as a de l as e ñ o r a Bl ac k, mi e nt r as Bl ac ke s t ab a a f ue r a t r aba j an do , yve nían a s acar a l a muj er al ai rehe lado de la madrugada, mie ntr aslo s te cho s de sapar ec ían y c aí ane n e l f ue go . P e r o por aho r a l amujer dormía aún.

Buenas noches, se ñor a Blac k,pensó.

—¡Faber!

Otro golpe seco, un murmullo, yuna larga espera. Pasó un minuto yuna l uce c it a s e e nc endi ó en l acasi ta de Faber. Otra pausa, y seabrió la puerta.

Se que dar o n mi r ándo s e a l ame dia l uz, Faber y Mo ntag, co mos i ni ngu no c r e ye s e e n l aexist encia de l otr o. Al fi n Faberse mo vi ó, alargó una mano, to móa Montag por el br azo , l o met ióen la casa, lo hizo se ntar, y volvióa l a pu e r t a y s e q ue d ó al l í ,es cuchando. Las sir enas ge mí ane n l a mad r ugada t r an qui l a. Elvi ejo entró y ce rró la puert a.

—He sido un tonto rematado —l e di j o Mont ag —. No pue doquedarme mucho tiempo. Me voy,Dios sabe adónde.

—Por lo menos fue un tonto enlas cosas importantes —dijo Faber.Pensé que había muerto. La cápsulaque le di...

—Quemada.

— O í q u e e l c a p i t á n l eh a b l a b a , y d e p r o n t os i l e n c i o . C a s i s a l í ab u s c a r l o .

— E l Ca p i t á n mu r i ó .Enc o nt r ó l a c áps ul a, es c uc hó s uvo z, e i ba a s e gui r l a o nda. Lomat é c o n e l l anzal l amas .

Faber se sentó y no habló duranteun tiempo.

—Dios mío, ¿cómo ocurren estascosas? —dijo Montag —. La otrano che to do e ra magní fi co , y depr ont o s upe que me e st abaahogando . ¿Cuánt as vec es pue dehundirse un hombre antes de morir?Me cuesta respirar. Ahí está Beatty,muerto, que una vez fue mi amigo.Y ahí e stá Mill ie , des aparec ida.Pensé que era mi mujer, pero ahora

re vo l ot eaban en e l ci el o co motrocitos de papel, telefoneó y dio laalarma desde una cabi na solitaria al a pue rt a de una ti e nda c er r adadur ant e l a no c he . De spués ,permaneció en el frío aire nocturno,esperando y, a lo lejos, oyó que lass ir e nas s e po nían e nf unc io nami ent o, y que lassalamandras llegaban, llegaban paraque mar la c asa de Mr. Bl ack, entanto éste se encontraba trabajando,par a hac er que s u e s pos a s eestremeciera en el aire del amanecer,mientras que el techo cedía y caíasobre la hoguera. Pero, ahora, ellaaún estaba dormida.

«Buenas noches, Mrs. Black», pensóMontag.

—¡Faber!

Otro golpecito, un susurro y unalarga espera. Luego, al cabo de unminuto, una lucecilla bril ló dentro lacasita de Faber. Tras otra pausa, lapuerta posterior se abrió.

Fabe r y Mo ntag s e mi r ar o n al a medi a l uz, co mo s i c ada unod e e l l o s n o c r e ye s e e n l ae xi s t e n c i a de l o t r o . Lu e go ,Fab e r s e mo vi ó , ade l ant ó unamano , c o gi ó a Mont ag, le hizoe nt r ar. Lo o bli gó a se nt ar s e , yr egr e só junt o a l a pue rt a, do ndes e q ue d ó e s c u c ha n d o . La ss ir e nas ge mí an a l o l e jo s . Fabe re nt r ó y ce r ró la pue r ta.

—He c omet ido es tupidez tr asestupidez —dijo Montag—. No puedoquedarme mucho rato. Sabe Dioshacia dónde voy.

—Por lo menos, ha sido un tontorespecto alo importante —dijo Faber—. Creía que estaba muerto. La cápsulaauditiva que le di...

—Quemada.

—Oí que e l c api t án habl abac on ust ed y, de r e pe nt e, ya no o ínada. He es tado a punto de sali ra busc ar le .

—El capitán ha muerto. Encontró lacápsula, oyó la voz de ustedy se proponíabuscar su origen. Lo maté con ellanzallamas.

Faber se sentó, y, durante un rato,guardó absoluto silencio.

—Dio s mío, ¿cómo ha po didoocurrir esto? —prosiguió Montag—.Hace pocas noches , todo ibaestupendamente. Y, de repente, estoy apunto de ahogarme. ¿Cuántas vecespuede hundirse un hombre y seguirvivo? No puedo respirar.Está la muertede Beatty, que un tiempo fue. mi amigo.YMillie se ha marchado. Yo creía queera mi esposa. Pero, ahora, ya no lo sé.

Page 107: B’s Farenheit Fahrenheit 451* - Rodriguez Alvareznovelas.rodriguezalvarez.com/pdfs/Bradbury, Ray ''Farenheit 451''-Xx-En-Sp-Sp.pdf2 B’s Farenheit tr. de F. Abelenda tr. de Alfredo

108

B’s Farenheit tr. de F. Abelenda tr. de Alfredo Crespo

5

10

15

20

25

30

35

40

45

50

55

60

65

70

75

I do n’t know. And t he house allbur nt . And my j o b go ne andmys elf on the run, and I plante d aboo k in a fir eman’s hous e on theway. Good Chri st, t he thi ngs I’vedone in a single wee k!”

“Yo u di d wh a t y o u h a d t od o . I t wa s c o m i n g o n f o r al o n g t i m e .”

“Yes, I be lie ve that, if there ’snot hi ng el se I be li e ve . It save dit sel f up to happe n. I could fe elit f or a l ong ti me , I was savi ngs o me t hi n g u p, I we n t a r o u nddo i ng o n e t hi n g and f e e l i nganother. God, i t was all the re. It ’sa wonde r it didn’t show o n me ,l i ke f a t . And n o w he r e I a m,me ssi ng up yo ur lif e. They mightfo llo w me here .”

“I fe el al ive fo r t he fi rst ti mein ye ar s,” said Faber. “I f ee l I’mdo ing what I sho ul d have done al if et ime ago . For a li tt l e whil eI’ m n o t af r ai d. May be i t ’sbe cause I’m doi ng the r ight t hi ngat last . Maybe it ’s bec ause I’vedo ne a r as h t hing and do n’t wantt o l o o k t h e c o war d t o y o u. Isuppo se I’ll have to do e ven mo revi ol ent things , expo si ng mys el fso I won’t fall do wn o n t he j oband turn sc ar ed agai n. What areyo ur pl ans ?”

“To kee p runni ng.”

“You know the war ’s on?”

“I he ar d.”

“God, i sn’t i t f unny?” s ai d t heo l d man. “It s e e ms s o r e mo t ebe c au s e we ha ve o u r o wntr oubles .”

“I have n’t had t ime t o thi nk.”Mo nt a g dr e w o ut a hun dr e ddo llars . “I want t his to st ay wi thyou, us e it any way t hat’ll hel pwhen I’m gone .”

“But —”

“I mi ght be dead by no on; usethis .”

Fabe r no dde d. “Yo u’d be t t e rhe ad f o r t he r i ve r i f yo u c an,fo llo w alo ng it, and i f you can hitthe ol d r ai lro ad l ine s goi ng o uti nto t he c o unt ry, f o ll o w t he m.Eve n t h o ug h p r ac t i c al l yeverythi ng’s air bor ne these daysan d m o s t o f t he t r a c k s a r eaba ndo n e d, t he r ai l s ar e s t i l lt he r e, rus ti ng. I’ve he ar d t her eare s till hobo camps all acros s theco unt ry, here and t her e; walki ngcamps they call the m, and i f youke ep wal king f ar e nough and ke epan eye pee l ed, t he y s ay t her e’slots of ol d Harvard degr ees on thet r ac k s b e t we e n h e r e an d L o sAn ge l e s . M o s t o f t he m a r e

no es t o y se gur o . Y l a cas a,ince ndiada. Y yo s in tr abajo , unpró fugo. Y en el c amino dejé unli bro en la casa de un bomber o.¡J es uc r is t o ! ¡Las c o s as que hehecho en una semana!

—Hizo lo que debía hacer. Algoque había e mpezado hace muc hotiempo.

— S í , l o c r e o , a u n q u e n oc r e a e n o t r a c o s a. Er a al go quet e n í a q u e h a b e r o c u r r i d oant e s . Lo s e nt í , muc ho t i e mpo .Yo h ac í a u na c o s a y pe ns ab ae n o t r a. Di o s , t o d o e s t aba a hí .Es as o m br o s o que l o s de m ásn o l o vi e s e n . Y a q u í e s t o yaho r a, c o mpl i c án do l o t amb i é na u s t e d . P u e d e n h a b e r m es e gui d o .

—Me si ento vivo por prime ravez en años —dijo Faber —. Sientoque e st oy hac ie ndo lo que debíhaber hecho hace t oda una vida.Por el momento no tengo miedo.Quizá sea porque hago al fin lo ques e de be . Qui zá s e a po r que hecometido un acto temerario y noquiero parecer co barde ante usted.Supo ngo que t e ndr é que hac e rc o s as aún más vi o l e nt as ,exponie ndo mi pr opia vida, y novolver a caer y asustarme. ¿Cuálesson sus planes?

—Seguir huyendo.

—¿Sabe que ha estallado la guerra?

—Lo oí.

—Dios, ¿no es gracioso? —dijoel viejo —. Parece algo tan remotos ó l o po r que t e ne mo s nue st r o spropios problemas.

—No he tenido tiempo de pensar—dijo Montag sacando cien dólares—. Quiero que usted se quede conesto. úselo como le parezca cuandome vaya.

—Pero...

—P uedo e s t ar mue r to almediodía, úselo.

Faber asintió.—Se r á me jo r que vaya haci a

e l r í o , s i p ue d e . Sí g al o , y s ipue de l le gar a las vie jas ví as def e r r o c a r r i l , s í g al as t am bi é n .Aunque t o do e s pr ác t ic ame nt eaér eo e n es to s dí as , y las rutast e r r e s t r e s e s t án aband o nad as ,e s as ví as s i g ue n t o d aví a ah í ,he r r umbr án do s e . H e o í do queh ay a ún c am pa me nt o s d evagabundo s en t odo el paí s, aquíy al lá; campamento s ambulant es ,l o s l l a ma n, y s i u no c am i n aba s t ant e y c o n l o s o j o s bi e nabi e r t o s di c e n que e s po s i bl ee nc ontr ar a vie j os graduados deHarvar d en l os c aminos . Al guno s

Y la casa ha ardido por completo. Yme he quedado sin empleo, y yo andohuyendo.Y, por el camino, he colocadoun l ibro e n casa de un bombe ro.¡Válgame Dios! ¡Cuántas cosas hehecho en una sola semana!

—Ha hecho lo que debía hacer. Esalgo que se preparaba desde hace muchotiempo.

—Sí, eso cr eo, aunque s ea loúnico que crea. Tenía que suceder.Desde hace mucho tiempo sentía quealgo se preparaba en mi interior, yyo andaba por ahí haciendo una cosay sintiendo otra. Dios, todo estabaaquí dentro. Lo extraño es que no setrasluciera en mí, como la grasa. Y,ahora, estoy aquí, complicándole lavida. Pueden haberme seguido hastaaquí.

—P or pri mer a ve z e n muchosaño s me s i ent o vi vi r —r epl ic óFaber—. Me doy cuenta de que hagolo hubi ese debido de hac er hacesiglos. Dur ante tiempo, no tengomiedo. Quizá sea porque, por fin,estoy cumpliendo con mi deber. Ot al ve z s e a por que no qui er amos t rar me co bar de ante us t ed.Supongo que aún tendré que hacercosas más violentas, que tendré quearriesgarme para no fracasar en mimis i ón y asus tar me de nue vo .¿Cuáles son sus planes?

—Seguir huyendo.

—¿Sabe que ha estallado la guerra?

—Lo he oído decir.

—¿Verdad que resulta curioso?.—di jo el anci ano, La guerra nosparece algo remoto porque tenemosnuestros propios problemas.

—No he tenido tiempo para pensar.—Mont ag sac ó un centenar dedólares— Quiero darle esto, para quelo utilice de un modo útil, cuando mehaya marchado.

—Pero...

—Quizás haya muerto a mediodía.Utilícelo.

Faber asintió.—Si le es posible, será mejor que

se dirija hacia el río. Siga su curso. Ysi e ncuent ra alguna vi eja lí neaferroviaria, que se adentra en el campo,sígala. Aunque en la actualidad todaslas comunicaciones se hacen por víaaérea, y la mayoría de las vías estánabandonadas, los raíles siguen allí,oxidándose. He oído decir que aúnquedan campamentos de vagabundosesparcidos por todo el país. Les llamancampamentos ambulantes, Y si andauste d el t iempo sufici ente y semantiene ojo avizor, dicen que quedanmuchos antiguos graduados de Harvarden el territorio que se extiende entreaquí y Los Ángeles. La mayoría de

Page 108: B’s Farenheit Fahrenheit 451* - Rodriguez Alvareznovelas.rodriguezalvarez.com/pdfs/Bradbury, Ray ''Farenheit 451''-Xx-En-Sp-Sp.pdf2 B’s Farenheit tr. de F. Abelenda tr. de Alfredo

109

B’s Farenheit tr. de F. Abelenda tr. de Alfredo Crespo

5

10

15

20

25

30

35

40

45

50

55

60

65

70

75

wante d and hunte d i n t he ci tie s.Th e y s u r vi ve , I gu e s s . The r ear en’t many o f t hem, and I gue sst h e Go ve r n me nt ’s n e ve rco ns ide red t hem a gr eat enoughdange r t o go i n and t r ac k t he mdo wn. Yo u mi ght ho l e up wi t hthem for a ti me and ge t in touchwi th me in St . Louis, I’m leavi ngon the f ive a.m. bus this mor ning,to se e a r eti red pr int er there , I’mge tti ng out i nt o t he open mys el f,at last . The mo ney wi ll be put togo od use . Thanks and God ble ssyo u. Do yo u want t o s lee p a f ewmi nute s?”

“I’d be tte r r un.”

“Let ’s che ck.”

He t oo k Mo nt ag qui ckly i nt othe bedr oo m and lif ted a pi cturef r ame as i de , r e ve al i ng at el e vi s i on sc r ee n the s i ze o f apo s t al c ar d. “I a l ways wan t e ds o m e t h i n g ve r y s ma l l ,s o m e t h i n g I c o u l d t a l k t o ,s ome t hi ng I co ul d bl o t o u t wi t ht h e p a l m o f m y h a n d , i fne c e s s ar y, n o t hi n g t ha t c o ul ds h o u t m e d o wn , n o t h i n gmo nst ro us big. So, yo u s ee .” Hesnapped it on. “Mo nt ag,” t he TVs e t s ai d, and l i t up . “M- O - N-T- A- G.” The name was s pel le do ut by t he vo i ce . “Guy Mont ag.St il l running. P ol ic e he li co pt er sa r e up . A n e w Me c h an i c a lHo und h as be e n br o ug ht f r o mano t her di s tr i c t…”

Montag and Faber looked at each other.

“…Me c hani c al Ho und ne ve rfails . Never since its fi rs t use int r ac k i ng qu ar r y has t h i si n c r e di b l e i nve n t i o n m ade ami stake . Toni ght, thi s net wor k ispr oud to have the o ppo rt uni ty tof o l l o w t he Ho und by c ame r ahe lic opter as it s tar ts on it s wayto the t ar get …”

Fabe r po ure d t wo gl ass e s o fwhisky. “We ’ll need these .”

They drank.

“… no s e s o s e n s i t i ve t heMe chanic al Hound c an rememberand i denti fy ten thous and o dour-i n de x e s o n t e n t ho us an d m e nwi tho ut re -se tt ing!”

Fabe r t r embl e d t he l e as t bi tand l oo ked about at his ho use , atthe walls, the do or, the doo rkno b,and t he chair where Mo ntag nows at . Mo nt ag s aw t he l oo k. The ybo t h l oo ke d qui c kl y abo ut t heho us e a nd Mo n t a g f e l t h i sno st ri ls di lat e and he kne w thathe was tryi ng t o tr ack hims elf andhi s n o s e was s ud de n l y go o denough to sense the path he hadmade in the air of the r oo m andthe s we at of his hand hung fr om

t i e ne n l a capt ur a r e c o me ndadaen l as ci udades . Sobre viven e n elc a mp o . N o s o n m uc h o s , y e lgo bi e r no no c r e e , par e c e , ques e an bas t ant e p e l i gr o s o s c o mop a r a o r g a n i z a r u n a b a t i d a .P u e de u s t e d q u e da r s e al g ú nt i e mp o c o n e l l o s y r e u ni r s ec o nmigo e n Sai nt Lo ui s . Sal dr ée s t a mañana, e n e l aut o bús del a s c i n c o , p a r a ve r a u ni mpr e s o r r e t i r a do que vi ve e ne s a c i udad. Har é al go , al f i n.Es t e di ne r o s e r á út i l . Gr ac i as ,y Di o s l o be ndi ga. ¿No qui e r edo r mi r uno s mi nut o s ?

—Será mejor que me vaya.

—Examinemos antes la situación.

El vi e j o ll e vó a Mo nt ag aldo rmit or io , mo vi ó un c uadr o, yreveló una pantalla de televisión deltamaño de una tarjeta postal.

—S i e m pr e me gus t ar o n l asc o s as muy pe que ñas, l as co s asque uno pue de l l e var c o ns i go ,q u e s e p u e d e n t a p a r c o n l apa l m a de l a ma no , que n o l oa p l a s t a n a u n o , n a d amo nst r uo s ame nt e gr ande .

El viejo tocó el aparato.—Montag —dijo la pantalla de

TV, encendiéndose —. M—O—N—T—A—G. —Una voz de letr eó elno mbre.— Cuy Montag. Todavíapr ófugo . Los hel ic ópt ero s de lapolicía vuelan ya buscándolo. Se hatraído un nuevo Sabueso Mecánicode otro distrito...

Montag y Faber se miraron.

—El Sabueso Mecáni co nuncafal la. Es te no table invento nuncaha co met ido un er ror. Hoy, es tacade na de estaci ones s e complaceen anunc iar que tan pro nto c omoel Sabueso comience a dir igir sehac ia su bl anc o, una c ámara det e l evi s i ó n l o s e guir á de s de unhelicóptero...

Faber sirvió dos vasos de whiskey.—Necesitamos esto.

Los dos hombres bebieron.

—... un olfato tan sensible que elSabueso Mecánico puede recordar eidentificar diez mil olores de diezmil ho mbr e s s in ne c es i dad decambiar los circuitos.

Faber se estremeció levemente ymir ó a su alrededor, la cas a, l asparedes, la puerta, el pestillo, y la silladonde estaba sentado Montag. Montagvio la mirada. Los ojos de ambosrecorrieron rápidamente la casa yMontag sintió que se le dilataban lasnarices. Supo que estaba tratando derastrearse a sí mismo, y su olfato fuede pronto lo bastante fino como paraseguir la senda que había abierto enel aire de esa habitación y percibir elsudor de su mano en el pestillo; gotas

ellos son buscados y perseguidos en lasciudades. Supongo que se limitan avegetar. No quedan muchos, y mefiguro que el Gobierno nunca los hacons iderado un peligro losuficientemente grande como para ir enbusca de ellos. Podría refugiarse conesos hombres durante algún tiempo yponerse en contacto conmigo en St.Louis. Yo me marcho mañana, en elautobús de las cinco, para visitar a unimpresor retirado que vive allí. Por finsalgo a campo abierto. Utilizaré eldinero adecuadamente. Gracias, y queDios le bendiga. ¿Quiere dormir unosminutos?

— Será mejor que siga huyendo.

—Veamos cuál es la situación.

Faber condujo a Montag al dormitorioy levantó un cuadro que había en la pared,poniendo así al descubierto unapantalladetelevisióndel tamaño de unatarjeta postal.

—Siempre había deseado algo muypequeño, algo a lo que poder hablar,algo que pudiera cubrir con la palmade la mano, en caso necesario, algoque no pudiera avasallarme a gritos,algo que no fuese monstruosamentegrande. De modo que, ya ve.

Conectó el aparato.—Montag —dijo el televisor. Yla

pantalla se iluminó —. M—O—N—T—A—G. —Una voz de letr eó elnombre—. Guy Montag. Sigue enli be rtad. Lo s hel icó pt ero s de laPolicía le buscan. Un nuevo SabuesoMec ánico ha s ido t raído de o trodistrito...

Montag y Faber se miraron.

—...Sabueso Mecánico nunca falla.Desde que fue usado por primera vezpara perseguir una presa, este inventoincreíble no ha cometido ni un soloerror. Hoy, esta cadena se enorgullecede tener la oportunidad de seguir alSabueso, con una cámara instalada enun helicóptero, cuando inicia la marchahacia su objetivo...

Faber sirvió dos vasos de whisky.—Lo necesitaremos.

Bebieron.

— ... olfato tan sensible que elSabueso Mecánico puede recordar eidentificar diez mil olores de diez milhombres distintos, sin necesidad de serrearmado.

Faber tembló levemente y miró asu alrededor, las paredes, la puerta,l a empuñadura y l a si ll a do ndeMontag estaba sentado. Éste captó lamir ada. Ambos e xami naro nrápidamente la casa y Montag sintióque su nariz se dilataba y comprendióque estaba tratando de rastrearse a símismo, y que su nariz era, de pronto,lo sufic iente mente sensi ble parapercibir la pista que había dejado enel aire de la habitación; y el sudor des u mano e st aba pe gado a l a

Page 109: B’s Farenheit Fahrenheit 451* - Rodriguez Alvareznovelas.rodriguezalvarez.com/pdfs/Bradbury, Ray ''Farenheit 451''-Xx-En-Sp-Sp.pdf2 B’s Farenheit tr. de F. Abelenda tr. de Alfredo

110

B’s Farenheit tr. de F. Abelenda tr. de Alfredo Crespo

5

10

15

20

25

30

35

40

45

50

55

60

65

70

75

t he doo r kno b, i nvi s i bl e , but asnumerous as the jewels of a smallchande lie r, he was e verywhe re, inand on and abo ut everything, hewas a l umi no us c l oud, a gho s tt hat made br eat hi ng onc e mor eimpos sible. He saw Faber st op uphi s o wn br e at h f o r f e ar o fdr awing t hat gho st i nt o his o wnbo dy, p e r h aps , be i ngc ont aminate d wi th the phanto me x hal at i o ns an d o do ur s o f ar unni ng man.

“The Me c han i c al Ho u nd i sno w l anding by heli copte r at t hesi te of the Burning!”

And t her e on the small s cre enwa s t he bu r nt h o us e , an d t hec r o wd , a nd s o m e t hi n g wi t h asheet o ver it and out o f t he sky,f lut te r ing, c ame t he hel i co pte rli ke a grot es que fl owe r.

So they must have the ir gameout, thought Montag. The c irc usmu s t go o n , e ve n wi t h warbe ginni ng wit hin the hour…

He wa t c h e d t h e s c e n e ,fasci nat ed, not wanting to move.It se emed so remot e and no parto f him; i t was a pl ay apart andse par ate , wondro us to watch, notwi t ho ut i t s s t r a nge pl e a s ur e .That ’s al l f o r me, yo u t hought ,that’s all taking place just for me,by Go d.

I f h e w i s h e d , h e c o u l dl i n ge r he r e , i n c o m f o r t , an df o l l o w t h e e n t i r e h u n t o nt h r o u g h i t s s w i f t p h a s e s ,d o wn a l l e y s ac r o s s s t r e e t s ,o ve r e m pt y r u n ni ng a ve nu e s ,c r o s s i n g l o t s a n dp l a y g r o u n d s , w i t h p a u s e sh e r e o r t h e r e f o r t h en e c e s s a r y c o m m e r c i a l s , u po t h e r a l l e y s t o t h e b u r n i n gh o u s e o f M r. a nd M r s . B l a c k ,a n d s o o n f i n a l l y t o t h i sh o u s e wi t h F ab e r a n d hi ms e l fs e a t e d , d r i n k i n g , wh i l e t h eE l e c t r i c Ho un d s nu f f e d d o wnt h e l a s t t r a i l , s i l e n t as a d r i f to f de at h i t s e l f , s ki dd e d t o ah a l t o u t s i d e t h a t w i n d o wt h e r e . Th e n , i f h e wi s h e d ,M o n t a g m i g h t r i s e , wa l k t ot he wi n do w, k e e p o ne e ye o nt h e T V s c r e e n , o p e n t h ewi n do w, l e an o ut , l o o k ba c k ,a nd s e e h i ms e l f d r am a t i z e d ,d e s c r i b e d , m a d e o v e r ,s t a nd i n g t he r e , l i mn e d i n t heb r i g h t s m a l l t e l e v i s i o ns c r e e n f r o m o u t s i d e , a dr am at o b e w a t c h e d o b j e c t i ve l y,k n o wi n g t h a t i n o t h e rp ar l o ur s h e wa s l a r g e a s l i f e ,i n f u l l c o l o u r, di me ns i o na l l yp e r f e c t ! An d i f h e k e p t h i se ye p e e l e d qu i c k l y h e wo ul ds e e h i ms e l f , an i n s t a nt b e f o r eo b l i vi o n , be i ng p un c t ur e d f o rt h e b e n e f i t o f h o w m a n y

de un sudor invis ibl e, per o t annumerosas como los cristales de unpe que ño candel er o. Él, Mo ntag,estaba en todas partes; en el interior,el exterior y los alrededores de todaslas cosas. Era una nube brillante, unfantasma que cortaba la respiración.Vi o que Faber mi smo de jaba derespirar, temiendo quizá que aquelfantasma se le metiese en el cuerpo,temiendo contaminarse con aquellasexhalaciones espectrales y los oloresdel prófugo.

—¡El Sabues o Me c áni c odesciende ahora en un helicópteroen el sitio del incendio!

Y al l í , e n l a pant al l a,aparecieron los restos de la casa deMo nt ag y al go cubie rt o por unasábana. Y del cie lo, revoloteando,bajó el helicó ptero como una florgrotesca...

Mo ntag mi r ó l a e s ce na,fascinado, sin desear irse. Parecíaalgo tan remoto, tan ajeno a él. Eraco mo una o br a t eat ral donde nopar ti c i paba, un es pe c t ác ul oaso mbro so y has ta c urio same nteagradable . Todo e so es para mí,pensaba Montag, todo eso ocurresólo para mí, Señor.

Montag hubiera deseado poderquedar s e al l í , c ó mo dame nt e, yseguir las diversas y rápidas fasesde la cacería, por los pasadizos, porl as c al l e s , po r las ave ni dasdesiertas, por los terrenos baldíosy parques de jue gos , c on paus asaquí y al l á par a lo s anunc i o scomerciales, y por otras callejuelashas ta l a c as a i nce ndi ada de lmatrimonio Black, y así finalmentehast a l a c as a do nde Fabe r y é lmi s mo s e gui rí an s e ntado sbe bi e ndo , mi e nt r as el Sabue s oMe cánico husmeaba l os úl timosrastros, silencioso como un objetof lo t ant e y a la der i va que t r aí aconsigo la muerte, y se deslizabahas ta de t e ne r s e al lí , baj o e s aventana. Y luego, si así lo quería,Montag podía levantarse, ir hasta lave ntana, s in de j ar de mi r ar l apant al l a de te l e vi si ó n, abr i r l aventana, as omar s e a e ll a, mi rarhac ia atr ás , y ver se a s í mi smointe rpretado, des cripto , rehe cho,allí, retratado desde afuera en labri ll ante y diminut a pant al la det el e vis i ón, co mo un dr ama quepodía ser observado objetivamente,s abie ndo que e n ot r as cas asaparecía de tamaño natural, a todoc o lo r, ¡en t r e s pe r f ec t asdime nsi o nes ! Y s i no pe rdí a l ac abeza has ta po dr í a ve r s e a s ímis mo un ins tant e antes del f in,mie nt ras el Sabues o l e daba l ainyecc ión en bene fici o de qui én

empuñadura de su puerta , invisiblepero tan abundante como la cera deun pequeño candelabro. Su personaestaba por do quier, dentro, f ueraso br e to do , er a co mo una nubeluminosa, un fantasma que volvía ahacer imposible la respiración. Vioque Fabe r contenía, a su ve z, elaliento, por miedo a introducir en supropio cuerpo aquel fan a quedar talve z co nt aminado co n lasexhalaciones fantasma y los olores deun fugitivo.

—¡El Sabueso Mecánico está siendodesembarcado de un helicóptero, en ellugar del incendio!

Y a l l í , e n l a p a n t a l l ap e q u e ñ a , a p a r e c i ó l a c a s aq u e m a d a , y l a m u l t i t u d ; yd e l c i e l o d e s c e n d i ó u nh e l i c ó p t e r o , c o m o u n ag r o t e s c a f l o r .

«Así, pues, tienen que seguir con sujuego —pensó Montag—.El espectáculosigue, aunque la guerra ha empezadohace apenas una hora .... »

Contempló la escena, fascinado,si n des ear mo ver se ¡P are cí a t anr e mo t a y aj e na a é l ! Er a unespectáculo distinto, fascinante deo bs e r var, que no de j aba deproducir un extraño placer.

«To do e s o e s par a mí , t o doe s o e s t á o c u r r i e n d o po r m ic ausa. Di o s mí o .»

S i l o d e s e a b a , p o d í ae n t r e t e n e r s e a l l í , c o n t o d ac o mo d i dad, y s e gui r l a c a c e r í ac o n s us r ápi das f as e s , c ar r e r aspo r l as c al l e s , po r l as ave ni dasvac í as , at r a ve s an do pa r que s ys o l ar e s , c o n paus a s aqu í y a l l ípar a de j ar pa s o a l a n e c e s a r i ap u b l i c i d a d c o m e r c i a l , P o ro t r o s c a l l e j o ne s has t a l a c as aar d i e ndo de Mr. y Mr s . Bl a c k,y a s í s u c e s i v a m e n t e h a s t aa q u e l l a c a s a e n l a q u e é l yF a b e r e s t a b a n s e n t a d o s ,b e b i e n d o , e n t a n t o q u eS ab ue s o Me c án i c o o l f a t e ab ae l ú l t i m o t r am o d e l a p i s t as i l e n c i o s o c o m o l a p r o p i amue r t e , has t a d e t e ne r s e f r e nt ea a qu e l l a ve nt an a. En t o nc e s ,s i l o d e s e ab a, Mo nt a g po dí al e v a n t a r s e , a c e r c a r s e a l ave n t ana, s i n pe r de r de vi s t a e lt e l e vi s o r, ab r i r l a, as o mar s e yve r s e d r a m at i z ad o , de s c r i t o ,a n a l i z a d o . U n d r a m a q u ep o d í a c o n t e m p l a r s eo b j e t i va me n t e , s a bi e ndo qu e ,e n o t r o s s a l o n e s , t e n í a u nt am año mayo r que e l n at ur al ,a t o d o c o l o r ,di m e ns i o nal m e nt e pe r f e c t o . Ys i s e ma nt e ní a a l e r t a, p o dr í ave r s e , a s i m i s mo , un i n s t an t ea n t e s d e p e r de r e l s e n t i d o ,s i e ndo l i qui dado e n be ne f i c i od e l a m u l t i t u d d et e l e s p e c t a d o r e s q u e , u n o s

X

Page 110: B’s Farenheit Fahrenheit 451* - Rodriguez Alvareznovelas.rodriguezalvarez.com/pdfs/Bradbury, Ray ''Farenheit 451''-Xx-En-Sp-Sp.pdf2 B’s Farenheit tr. de F. Abelenda tr. de Alfredo

111

B’s Farenheit tr. de F. Abelenda tr. de Alfredo Crespo

5

10

15

20

25

30

35

40

45

50

55

60

65

70

75

c i vi l i an p a r l o u r - s i t t e r s wh oh ad b e e n wa ke n e d f r o m s l e e pa f e w m i n u t e s a g o b y t h ef r a n t i c s i r e n i n g o f t h e i rl i v i n g - r o o m w a l l s t o c o m ewat c h t he b i g g a me , t h e hu nt ,t he o ne - m an c a r n i val .

Wo ul d he ha ve t i me f o r as p e e c h ? As t he Ho und s e i z e dhi m, in vi ew of ten or t wenty orthi rty mill ion people, mightn’t hesum up his entir e lif e i n t he lastwee k i n o ne s i ngl e phr as e o r awo rd t hat wo ul d st ay wit h themlo ng af ter the. Ho und had tur ne d,cl enc hing him in it s met al- pli erjaws, and tro tte d off in darknes s,wh i l e t he c am e r a r e ma i n e dst ati onary, wat chi ng the c reaturedwi nd l e i n t he d i s t anc e — asplendid f ade -out! What could hesay i n a si ngl e word, a fe w words,that would sear al l t heir fac es andwake them up?

“The re,” whisper ed Fabe r.

Ou t o f a h e l i c o p t e r g l i d e dso met hi ng that was no t mac hine,not ani mal, not dead, not ali ve ,gl o wi ng wi t h a pal e g r e e nl u mi n o s i t y. It s t o o d ne a r t hesmoki ng ruins of Mont ag’s housean d t he me n b r o u gh t h i sdi scar ded flame-t hro wer to it andput i t down unde r the muzzle ofthe Hound. There was a whir ring,cl ic king, humming.

Mo ntag s ho ok his he ad and gotup and drank t he r est of hi s drink.“I t ’ s t i m e . I ’ m s o r r y a b o u tt h i s . ”

“Ab o u t wh a t ? M e ? M yho us e ? I de s e r ve e ve r y t h i n g.Run, f o r Go d’s s ake . P e r haps Ic an de l ay t he m he r e —”

“Wa i t . The r e ’s no u s e y o urbe ing disc ove red. Whe n I l eave,burn the s pre ad of thi s bed, t hat It o uc he d. Bur n the c hai r i n t hel i vi n g r o o m, i n yo ur wa l li n c i n e r at o r. Wi p e d o wn t hefurni tur e wit h alco hol , wipe t hedo or -knobs . Bur n t he thro wr ugi n t h e p ar l o u r. Tur n t he ai r -c o ndi t i o ni ng o n f ul l i n al l t hero oms and spr ay wi th mot h- spr ayif yo u have i t. Then, turn on yo urlawn sprinkle rs as hi gh as they’llgo and hos e o f f t he si de wal ks .Wi th any l uck at all, we c an ki llthetrail in he re , anyway…”

Fa be r s ho o k hi s h and. “I’ l lt end t o i t . Goo d l uck. If we ’r ebo th i n goo d healt h, next wee k,t h e we e k a f t e r, ge t i n t o uc h.Ge ner al De livery, St. Lo uis . I’mso rry the re’s no way I can go wi thyo u t hi s t ime , by ear -phone. Thatwas goo d f or bot h of us. But myequipme nt was li mi ted. You se e,I ne ve r tho ught I wo uld us e it .What a s il ly old man. No thought

sabe cuántas familias, agrupadas ensus salas, y a quienes el frenéticoaullido de las sirenas de los muroshabí a de spe r t ado par a queasi s t ie s en a l a gr an c ac e rí a, l apersecución, el espectáculo de feriade un solo hombre.

¿Tendría tiempo de pronunciarun discurso? Cuando el Sabueso loalcanzase ante diez, veinte o treintamillones de espectadores, ¿podríaresumir esa última semana en unasola frase o palabra que la gente noolvidase cuando el Sabueso se diesevuelta llevándolo entre sus quijadasme t ál i c as y s e hundi e s e en l ao s c ur i dad, mi e nt r as l a c ámar ainmóvil observaba a la criatura quese perdía a lo lejos, esfumándoseespléndidamente como en un finalde película? ¿Qué podía decir conuna s o l a pal abr a, unas po c aspal abr as , que l o s go l peas e ,despertándolos?

—Mire —murmuró Faber.

De l he l i c ó pt er o s ur gi ó al goque no e r a una máqui na, ni unani mal , al go ni muer t o ni vi vo ,e n vue l t o e n u na pál i d a l uzve r do s a. Se de t uvo j unt o a l asr ui nas hume ant es de l a c asa deMontag y los hombres traj eron unab and o na do l an za l l a mas y l opus i e r o n baj o l as nar i c e s de lSabue so . Se o yó un chirr ido, unzumbi do, un r uidito me tálic o.

Montag sacudió la cabeza y sebebió el resto de su bebida.

— E s h o r a . L a m e n t o t o d oe s t o .

—¿Por qué lo lamenta? ¿Por mí?¿Por mi casa? Lo merezco. Huya,por el amor de Dios. Quizá puedadetenerlos aquí un rato.

— E s p e r e . N o t i e n e n p o rq ué de s c u b r i r l o . Cu a nd o m eva ya , qu e m e l a c o l c h a de e s t ac a m a . Q u e m e l a s i l l a d e lve s t í b ul o e n s u i nc i ne r a d o r .F r o t e l o s m u e b l e s c o na l c o h o l . H ag a l o mi s m o c o ne l p e s t i l l o . Q u e m e l aa l f o m br a de l a s al a. P o n ga e nm ar c h a e l a c o n di c i o n ad o r d ea i r e y é c h e l e n a f t a l i n a , s it i e n e . E n c i e n d a l u e g o l a sr e g a d e r a s a u t o m á t i c a s , yr i e gu e l o s s e n de r o s . C o n u np o c o d e s ue r t e , l o g r a r e m o sq ue p i e r da n e l r a s t r o .

Faber sacudió la mano de Montag.— L o i n t e n t a r é . B u e n a

s u e r t e . S i n o s s a l va m o s ,e s c r í b a m e a S a i n t L o u i s .Lame nt o no po de r ac o mpañar l oc o n una de mi s c áps ul as . No shac í a bi e n a l o s do s . P e r o mie qui po e s r e duc i do . P ue s ve r á,n u n c a p e n s é q u e l l e g a r í a aus ar l o . Qué vi e j o t o nt o . P o c opr e vi s o r . Es t úpi do , e s t ú pi d o .

m i n u t o s a n t e s , h a b í a n s i d oar r anc ad o s d e s u s ue ño po r l af r e n é t i c a s i r e n a d e s u st e l e vi s o r e s m ur al e s p ar a q uep u d i e r a n p r e s e n c i a r l a g r a nc ac e r í a, e l e s pe c t ác ul o de uns o l o ho mb r e .

¿Tendría tiempo para hablar cuandoel Sabueso lo cogiera, a la vista de diez,veinte o treinta millones de personas?,¿no podría resumir lo que había sido suvida durante la última semana con unasolafrase o unapalabraque permanecieracon ellas mucho después de que elSabueso se hubiese vuelto, sujetándolocon sus mandíbulas de metal, paraalejarse en la oscuridad, mientras lacámara permanecía quieta, enfocando alaparato que iría empequeñeciéndose alolejos, para ofrecer un final espléndido?¿Qué podría decir en una sola palabra,en unas pocas palabras que dejara huellaen todos sus rostros y les hicieradespertar?

—Mire —susurró Faber—.

Del helicóptero surgió algo que noera una máquina Un animal, algo queno estaba muerto ni vivo, algo quere spl andec ía con una débilluminosidad verdosa. Permaneciójunto a las ruinas humeantes de la casade Montag y los hombres trajeron elabandonado lanzallamas de éste y lopusieron bajo el hocico del Sabueso.Se oyó un siseo, un resoplido, unrumor de engranajes.

Mo nt ag me ne ó l a c abe za, s elevantó y apuró su bebida.

—Ya es hora. Lamento de verdad loque está. ocurriendo.

—¿Qué ? ¿Yo ? ¿Mi c as a? Lome r ezc o todo. ¡Cor ra de pr is a,po r amor de Di os ! Qui zá puedaentre tenerl es aquí. ..

—Espere. No vale la pena que sede sc ubra ust ed Cuando me hayamarchado, queme el cobertor de estacama, lo he tocado. Queme la sillade la sala de estar en su incinerador.Frote el mobiliario con alcohol, asíco mo los po mos de l as pue rtas.Queme la alfombra del salón. Dé lamáxima potencia al acondicionadorde aire y, si tiene un insecticida,rocíelo todo con él. Después, pongaen marcha sus rociadores del césped,co n to da l a fuerza que pueda, yriegue bien las aceras. Con un pocode suerte, podríamos evitar que nossiguieran la pista.

Faber le estrechó la mano.—Lo haré. Buena suerte. Si ambos

estamos vivo la semana próxima o lasiguiente nos pondremos en contacto.En la lista de Correos, de Saint Louis.Siento que, esta vez, no haya manerade poder acompañarle con mi cápsulaauricular. Hubiese sido bueno paraambos. Pero mi equipo era limitado.Hágase cargo, nunca creí que habríade utilizarlo. Soy un viejo estúpido,

Page 111: B’s Farenheit Fahrenheit 451* - Rodriguez Alvareznovelas.rodriguezalvarez.com/pdfs/Bradbury, Ray ''Farenheit 451''-Xx-En-Sp-Sp.pdf2 B’s Farenheit tr. de F. Abelenda tr. de Alfredo

112

B’s Farenheit tr. de F. Abelenda tr. de Alfredo Crespo

5

10

15

20

25

30

35

40

45

50

55

60

65

70

75

there . Stupid, s tupid. So I haven’tanot he r gr e e n bul le t , the r ightki nd, t o put i n yo ur he a d. Gono w!”

“O ne l a s t t hi ng . Q ui c k. Asuitc ase , get it , f ill it with yo urdi rti es t c lot hes , an old suit , t hedi rt ie r the be tte r, a s hi rt , so meol d s ne ake rs and s ocks…?”

Faber was gone and back in ami nut e . Th e y s e a l e d t hecardboard val is e with c lear t ape.“To ke ep the anci ent odo ur of Mr.Faber in, of course ,” said Fabersweat ing at t he jo b.

Mo nt ag do us e d t he e xt e r i o ro f t he va l i s e wi t h whi s ky. “Ido n’t want t hat Ho und pi c ki ngup t wo o do ur s at o nc e . May It a ke t hi s whi s ky. I ’l l ne e d i tl a t e r . C h r i s t I h o p e t h i swo r ks !”

The y sho o k hands again and,g o i ng o ut o f t he d o o r, t he ygl anc e d at t he TV. Th e Ho undwas o n i t s wa y, f o l l o we d b yho ve r i ng he l i c o p t e r c a me r a s ,s i l e nt l y, s i l e nt l y, s ni f f i ng t hegre at night wind. It was runningdown the fi r st all ey.

“Go od- bye!”

And Montag was o ut t he bac kdo o r l i ght l y, r unni ng wi t h t hehalf -e mpt y val is e. Be hi nd hi m hehe ar d t he lawn- sprinkl ing syst emj ump up, fi ll ing the dark air wit hr ai n t ha t f e l l ge nt l y and t he nwi t h a s t e a dy p o ur al l a bo u t ,was hi ng o n t he s i de wal ks , andd r a i n i n g i n t o t h e al l e y. H ec ar ri ed a f ew dro ps o f this r ai nwit h hi m on his f ac e. He thoughthe he ar d the ol d man c al l go od-bye , but he -wasn’t c er tain.

He ran very fast away fro m t heho use , down t oward the r ive r.

Mo nt ag ran.

He co uld f eel the Hound, li keaut umn, co me c o ld and dr y andswift , l ike a wi nd that didn’t st irgr ass , that didn’t jar windows ordis turb leaf-shadows on the whi tes i de wal k s a s i t pas s e d . TheHo und di d no t to uc h the wo rl d.It carr ied it s s il enc e with i t, soyo u c o u l d f e e l t he s i l e n c ebuilding up a pres sur e be hind youal l acro ss to wn. Mo ntag fel t t hepr ess ur e r isi ng, and ran.

He s t o pped f o r br e ath, o n hi swa y t o t h e r i ve r , t o p e e rt hr o ugh d i ml y l i t wi ndo ws o fwa ke n e d ho u s e s , and s a w t hes i l ho ue t t e s o f pe o p l e i ns i d ewat c h i n g t he i r p ar l o u r wa l l sa n d t h e r e o n t h e wa l l s t h eMe c hani c al Ho un d, a br e at h o fneon vapour, s pi de r e d al o ng,

D e m o d o qu e n o t e n g o o t r aba l a ve r de , l a c o r r e c t a, p ar aq u e s e l a po n g a e n e l o í d o .¡Váy as e ah o r a!

—Algo to daví a. Rápido . Unamaleta, llénela con sus ropas mássucias, un traje viejo, cuanto mássucio mejor, una camisa, un par deviejos zapatos, y calcetines...

Faber desapareció y reaparecióen un minuto. Sellaron la maleta decartón con cinta adhesiva.

—Para guardar el viejo olor delseñor Faber, por supuesto —dijoFaber sudando en la tarea.

Montag mojó el exterior de lamaleta con whiskey.

—No qui e ro que e l Sabue s operciba dos olores. ¿Puedo llevarmeeste whiskey? Lo necesitar é mást ar de . Cr i st o , e s per o que e s t oresulte.

Volvieron a estrecharse la mano yyendo hacia l a puer ta mi raron lapantalla. El Sabueso estaba ya encamino, seguido por las revoloteantescámar as de los he lic ópt ero s, ensilencio, husmeando el aire de lanoche. Corría por el primero de loscallejones.

—¡Adiós!

Y Mo nt ag s al ió por l a puer tatrasera, corriendo, llevando en lamano la maleta medio vacía. Detrásde él oyó que los aparatos de riegocomenzaban a funcionar, llenandoel aire oscuro con una lluvia quecaía levemente, y que luego corríaco n se re ni dad po r to das part es ,lavando los senderos de pi edra yescurriéndose hasta la calle. Unaspocas gotas le cayeron a Montag enla cara. Le pareció que el viejo ledecía adiós, pero no estaba seguro.

Se al e j ó c or r i e ndo muyrápidamente, hacia el río.

Montag corría.

Podí a senti r al Sabueso: veníacomo el otoño, frío y seco y rápido,como un viento que no movía lashi e rbas , que no go l pe aba l asventanas ni perturbaba las sombrasde las hojas en la acera blanca. ElSabue s o no t o c aba e l mundo .Llevaba consigo su silencio, y eraposible sentir ese silencio como unapresión detrás de uno, en toda laciudad. Montag sentía cr ecer esapresión, y corría.

Se detenía a vece s par a to maraliento, para espiar por las ventanasdébilmente iluminadas de las casas,y veía las siluetas de la gente quemi raba l os muros , y al lí , e n l osmuros, el Sabueso Mecánico, unabocanada de vapores de neón, unaarana que aparecí a y desaparecía.Ahora est aba en el pas eo de l os

Sin ide as. Estúpido , es túpi do. Y,ahora, no tengo otra cápsula verdepara que pue da ll evárs ela us te d.¡Márchese ya!

—Ot ra c o s a, ¡apr i s a! Unamaleta. Cójala, con su ropa mássucia, un trapo viejo, cuanto mássucio mejor, una camisa, algunoscalcetines y zapatos viejos...

Faber s e marc hó y r egre só alc abo de algunos minut os ____ ________________ ___________.

—Para conservar en su interior elantiguo olor de Mr. Faber, claro está —dijo éste, sudoroso por el esfuerzo—.

Montag roció todo el exterior de lamaleta con whisky.

—No creo que ese Sabueso captedos olores a la vez. Permítame queme lleve este whisky. Lo necesitarémás tarde. ¡Cristo, espero que déresultado!

Volvieron a estrecharse la mano y,mientras se dirigían hacia la puerta,lanzaron una ojeada al televisor. ElSabueso estaba en camino, seguidopor las cámaras de los helicópteros,silencioso, silencioso, olfateando elaire nocturno. Bajaba por la PrimeraAvenida.

—¡Adiós!

Y Montag sal ió ve lozme nte porla puerta post erior, corr iendo conla male ta semivací a. Oyó que, as u e s pal da, l o s r o c i ado r e s dec é s pe d s e p o ní an e n ma r c h a,ll enaban el ai re osc uro co n l luviaqu e c aí a s uave m e nt e y c o nre gul ar idad, lavaban las acer as yco rrí an hasta la c all e. Unas got asde aq ue l l a l l uvi a mo j ab an e lro stro de Mo ntag. Le pareci ó queel vi ej o l e grit aba adió s, pe ro noes tuvo segur o.

Co rri ó muy apris a, ale jándo sede la c asa, hac ia el rí o.

Montag corrió.

Podía sentir el Sabueso, como elotoño que se acercaba, frío, seco yve l oz, c o mo un vie nt o que noagitara l a hier ba, que no hi cie racrujir las ventanas ni desplazara lashoj as e n l as bl anc as ace r as . ElSabue s o no t o c aba e l mundo .Ll evaba c onsi go su s il enc io , demodo que, a través de toda la ciudad,podía percibirse el silencio que ibacreando. Montag sintió aumentar lapresión, y corrió.

S e de t u vo pa r a r e c o br ar e la l i e n t o , c a m i n o d e l r í o .A t i s b ó p o r l a s v e n t a n a sd é b i l me nt e i l u mi na d as d e l a sc a s a s l a s s i l u e t a s d e s u sh ab i t an t e s qu e c o n t e mp l a ba ne n l o s t e l e vi s o r e s m ur al e s a lS a b u e s o M e c á n i c o , u ns u s p i r o d e va po r d e ne ó n, q ue

X

Page 112: B’s Farenheit Fahrenheit 451* - Rodriguez Alvareznovelas.rodriguezalvarez.com/pdfs/Bradbury, Ray ''Farenheit 451''-Xx-En-Sp-Sp.pdf2 B’s Farenheit tr. de F. Abelenda tr. de Alfredo

113

B’s Farenheit tr. de F. Abelenda tr. de Alfredo Crespo

5

10

15

20

25

30

35

40

45

50

55

60

65

70

75

he r e and go ne , he r e and go ne !No w at El m Te r r ac e , Li nc o l n,O a k , P a r k , a n d u p t h e al l e yt o war d Fabe r ’s ho us e .

Go pas t, t hought Montag, don’tst op, go on, don’t tur n i n!

On t he parl o ur wall , Fabe r ’sho use , wit h i ts spr inkle r s yst empulsi ng in the night ai r.

T h e H o u n d p a u s e d ,q u i v e r i n g .

N o ! M o n t a g h e l d t ot h e w i n d o w s i l l . T h i sw a y ! H e r e !

T h e p r o c a i n e n e e d l ef l i c k e d o u t a n d i n , o u t a n di n. A s i n g l e c l e ar d r o p o f t h es t u f f o f dr e a ms f e l l f r o m t h en e e d l e as i t va n i s h e d i n t h eH o u n d’s m uz z l e .

Mo ntag held hi s bre ath, l ike ado ubl ed fis t, in hi s c hes t.

Th e M e c h a n i c a l H o u n dt ur ne d and p l ung e d away f r o mFab e r ’s ho us e do wn t h e al l e ya ga i n .

Mo ntag snappe d hi s gaze to t hesky. The heli co pte rs we re clo se r,a gre at bl o wi ng of i nse ct s t o asi ngl e light so urc e.

Wi t h an e f f o r t , Mo nt agre minded hims elf again t hat thiswas no f i ct i onal e pis o de t o bewatched on hi s r un to the r ive r;it was in act ual it y his own c hes s-game he was witnes sing, mo ve bymove .

He s ho u t e d t o gi ve hi ms e l ft he ne c e s s ar y pus h away f r o mt hi s l as t hous e wi ndo w, and thef as c inati ng s eance go i ng o n i nt he r e ! He l l ! And he was a wayand gone ! The all ey, a s tr e et , theall e y, a s t re e t, and t he s mel l o ft he ri ver. Le g o ut, le g do wn, le go ut and do wn. Twe nt y mi l l i o nMo nt ags r unni ng, s o o n, i f t hec am e r a s c a ug h t h i m. Twe nt ym i l l i o n Mo n t a g s r u nn i ng ,r unni ng li ke an anci e nt fl i cker yK e y s t o n e C o m e d y, c o ps ,r obbe r s, chas e rs and the c has ed,hunt er s and hunt e d, he had s ee ni t a t ho us and ti me s. Be hind hi mn o w t we n t y mi l l i o n s i l e n t l yb ay i ng H o u n ds r i c o c h e t e dac ro s s par l o ur s, t hr ee - c us hi o ns ho o t i n g f r o m r i g ht wal l t oc e nt r e wal l t o l e f t wal l , go ne ,r ight wal l , ce nt re wall , l ef t wall ,gone!

Montag j amme d his Seas hell tohi s ear.

“P o l i c e s u gg e s t e n t i r epo pul ati o n i n t he El m Te r r ac ear ea do as fo llo ws : Ever yo ne in

Olmos, la calle Lincoln, la avenidade l os Ro ble s , e l par que , ¡y e lcall ejón que llevaba a la cas a deFaber!

Sigue, pensó Montag, no tedetengas, pasa de largo, ¡no entres!

En l a pared de aque lla sala, lacasa de Faber, con sus aparatos deriego, que latían en el aire nocturno.

El Sabue s o s e de tuvo ,estremeciéndose.

¡No! Mo nt ag se apoyó e n e lalféizar de la ve ntana. ¡Est e otrocamino! ¡Por aquí!

La aguja de procaína vacilaba,s al ie ndo y entr ando, s al ie ndo yentrando. Una gota clara de aquellíquido de sueños cayó de la aguja,que desapareció en el hocico delSabueso.

Montag retuvo el aliento, comoun puño apretado.

El Sabue so Mec ánic o s e di ovuelta y se hundió otra vez en elcallejón, alejándose de la casa deFaber.

Montag alzó los ojos al cielo.Los helicópteros estaban más cerca,como un enjambre de insectos queiba hacia un único foco de luz.

Co n un es f ue rzo , Mo nt ag s er ec or dó a s í mi s mo que aquél noe r a u n e p i s o d i o f i c t i c i o qu epo dí a o b s e r var mi e nt r as hu í ahac i a e l r í o . Obs e rvaba aho r a s up r o p i a p ar t i da d e a j e d r e z ,mo vi da a mo vida.

Dio un grit o como para t omarimpulso y alejarse de aquella últimave ntana y l a f asci nadora es cena.¡Demonios!, gritó, y ya corría otrave z. El c al le j ó n, una c al l e, e lcallejón, una calle, y el olor del río.La pierna hacia adelante, la piernahacia abajo, haci a adelante, haciaabajo. Veinte millones de Montagsque corrían. Así sería pronto, si lode sc ubrí an l as c ámar as . Ve int emillones de Montags que corrían,corrían como en una vieja y borrosacomedia de la compañía Keystone;policías y ladrones, perseguidoresy perseguidos, cazadores y caza, lohabía visto mil veces. Detrás de él,ahora, veinte millones de sabuesosque ladraban en silencio, rebotandoen las s alas, como un almohadónque arr o jase n de la par e d de l aizquierda a la pared del centro, a lapared de la derecha, y nada. Pareddel centro, pared derecha, y nada.

Montag se metió el caracol en laoreja.

—L a p o l i c í a s ugi e r e a l apo blació n del barri o Los Olmoslo que sigue: t odo s, en to das l as

c o r r í a ve l o z. Ah o r a , e n El mTe r r a c e , L i n c o l n , C ak , P a r k ,y c a l l e a r r i b a h ac i a l a c as a deF a be r .

«Pasa de largo —pensó Montag—, no tedetengas, sigue adelante, no te desvíes.»

En el televisor mural apareció lacasade Faber, con surociador de césped queempapaba el aire nocturno.

El Sabueso hizo una pausa y seestremeció.

¡ N o ! Mo n t a g s e a f e r r ó a la l f é i z a r d e l a ve n t a n a . ¡P o re s t e c ami n o ! ¡Aquí !

La aguj a de pro caína as omó yse esc ondió, aso mó, se esc ondi ó.Una go t i t a t r ans p ar e nt e de l adr o ga c ayó de l a aguj a c uandoé st a de sapare ci ó en e l ho ci co deSabue so .

Montag contuvo el aliento, y sintióuna opresión en el pecho.

E l S a b u e s o M e c á n i c os e v o l v i ó y s e a l e j ó d e l ac a s a d e F a b e r , c a l l ea b a j o .

Montagdesvió sumiradahaciael cielo.Los helicópteros estaban más próximos,como unanube de insectos que acudiesenhacia una solitaria fuente luminosa.

Con un esfuerzo, Montag recordó denuevo que aquello no era ningúnespectáculo imaginario que podía secontemplado mientras huía hacia el río;en realidad, era su propia partida deajedrez la que estaba contemplando,movimiento tras movimiento.

Gr i t ó par a dar s e e l i mpul s one c e s a r i o par a a l e j a r s e de l ave ntana de aque l l a úl t i ma cas a,y el f asc i nado r e spe c t ác ul o queh a b í a a l l í . ¡ D i a b l o ! ¡ Ye mpre ndi ó la mar c ha de nue vo !L a ave n i d a , u n a c a l l e , o t r a ,o t r a , y e l o l o r d e l r í o . Un api e rna, l a ot r a. Ve int e mi l lo ne sd e Mo n t a g c o r r i e n d o , m u yp r o nt o , s i l a s c á m a r a s l ee nf o caban. Ve int e mi l l o ne s deMo nt a g c o r r i e n do , c o r r i e n doc o mo un pe rs o naj e de pe l íc ul ac ó m i c a , p o l i c í a s , l a d r o n e s ,pe r s e g ui do r e s y pe r s e g ui do s ,c azado r e s y c azados . t al c o mol o h ab í a vi s t o u n m i l l a r d eve c es . Tr as de é l , aho r a, vei nt em i l l o n e s d e s i l e n c i o s o sS a b ue s o s a t r a ve s a b a n l o ss al one s , de l a par ed de r e cha al a ce nt r al ; l ue go a l a i zquie r da,de s apar e c í an.

Montagse metió su radio auricular enuna oreja.

—La policía sugiere a toda lapoblacióndel sector Terrace que hagalosiguiente: entodas las casas de todas las

Page 113: B’s Farenheit Fahrenheit 451* - Rodriguez Alvareznovelas.rodriguezalvarez.com/pdfs/Bradbury, Ray ''Farenheit 451''-Xx-En-Sp-Sp.pdf2 B’s Farenheit tr. de F. Abelenda tr. de Alfredo

114

B’s Farenheit tr. de F. Abelenda tr. de Alfredo Crespo

5

10

15

20

25

30

35

40

45

50

55

60

65

70

75

every ho us e i n e ver y s tr eet opena fro nt or re ar do or or lo ok fr omthe windows. The fugit ive c annote s cape i f eve r yo ne i n the ne xtmi nut e l o o ks f r o m hi s ho us e .Ready!”

O f c o u r s e ! W h y h a d n ’ tt he y do n e i t b e f o r e ! Wh y, i na l l t h e y e a r s , h a d n ’ t t h i sg a m e b e e n t r i e d ! E ve r y o n eu p , e ve r y o n e o u t ! H ec o u l dn ’t be mi s s e d! Th e o nl ym a n r u n n i n g a l o n e i n t h en i g h t c i t y, t h e o n l y m a np r o vi ng h i s l e g s !

“At t h e c o u nt o f t e n n o w!On e ! Two !”

H e f e l t t h e c i t y r i s e .T h r e e .

He f e l t t he c i t y t ur n t o i t sthous ands o f door s.

F a s t e r ! L e g u p , l e gd o w n !

“Four !”

The p e o pl e s l e e pwal ki ng i ntheir hall ways.

“Fi ve !”

He f e l t t h e i r ha nds o n t hedo or knobs!

T h e s m e l l o f t h e r i v e rw a s c o o l a n d l i k e a s o l i dr a i n . H i s t h r o a t wa s b u r n tr u s t a n d h i s e y e s w e r e w e p td r y wi t h r u n n i n g . H e y e l l e da s i f t h i s y e l l w o u l d j e th i m o n , f l i n g h i m t h e l a s th u n d r e d y a r d s .

“Six, seven, e ight !”

The doo rknobs t urned on fi vethous and door s.

“Ni ne !”

He r an o ut away fr o m t he las tr o w o f h o u s e s , o n a s l o p el e adi ng do wn t o a so l i d movi ngbl ac kne s s .

“Te n!”

The doo rs ope ne d.

H e i m ag i ne d t h o u s an ds o nt hous ands o f f ac e s pee r i ng i nt oyar ds , i nt o al l e ys , and i nt o t hes k y, f a c e s h i d b y c u r t a i n s ,pa l e , ni gh t - f r i gh t e ne d f a c e s ,l i k e g r e y a n i m a l s p e e r i n gf r o m e l e c t r i c c a ve s , f a c e swi t h g r e y c o l o u r l e s s e y e s ,g r e y t o n g u e s a n d g r e yt h o ug ht s l o o k i n g o ut t h r o u ght h e num b f l e s h o f t h e f ac e .

But he was at the r ive r.

casas , en todas las c al les , mir enpo r l as ve ntanas o abran la puer tade l f re nte o de at rás . El f ugiti vono po dr á e scapar s i t odo s mir ane n e l pr ó xi mo mi nut o .¡P re parado s!

¡P o r s upues t o ! ¡Có mo no l ohabían hec ho ante s! ¡Por qué nohabían pr obado hast a aho r a es ej ue go ! ¡To do s ar ri ba! ¡To do saf ue r a! Mo nt ag no podí a pas ari nadve r t i do. ¡El úni c o hombr esol itario que corrí a en l a ciudadnoc t urna, e l úni c o ho mbr e quecorría con sus piernas!

—¡Cuando contemos diez! ¡Uno!¡Dos!

M on t a g s i nt i ó q u e l a c i u da de nte r a s e ponía de pie . —¡Tres!

Montag sintió que toda la ciudadse volvía hacia miles de puertas.

¡Más rápido! ¡La pierna abajo, lapierna arriba!

—¡Cuatro!

La gente caminaba somnolientapor los vestíbulos.

—¡Cinco!

¡ L a s m a n o s t o c a b a n l o sp e s t i l l o s !

El aro ma del río era fr esco ycomo una lluvia sóli da. De t antocorrer, la garganta de Montag erahe rr umbr e que mada, y l os o jo s,lágrimas secas. Gritó co mo si elgr i to pudi es e e mpuj ar l o hac i aadelante, hac erl e r ecor rer de unsalto los últimos cien metros.

—¡Seis, siete, ocho!

Los pest illos giraron en cincomil puertas.

—¡Nueve!

Montag corrió, alejándose de laúlt i ma hi le r a de cas as , por unapendiente que llevaba a una negrurasólida y móvil.

—¡Di ez!

Las puertas se abrieron.

Montag imaginó miles y miles decaras que espiaban los patios, loscallejones y el cielo, caras ocultaspo r c o r t i nas , c ar as pál i das yvencidas por terror es no cturnos,animales grises que espiaban desdecuevas eléctricas , caras con ojosgr is e s y de s co l o ri do s , l e nguasgrises y pensamientos grises que seasomaban a la carne entumecida delas caras.

Pero ya estaba en el río.

calles, todo el mundo debe abrir lapuertadelantera o trasera . o mirar por unaventana. El fugitivo no podrá escapar si,durante el minuto siguiente, todo elMundo mira desde el exterior de su casa.

¡Preparados!

¡Clar o ’ ¿P o r qué no lo habí anhec ho ante s ? ¿Po r qué , e n t o do sl o s año s , n o habí a n i nt e n t adoa q u e l j u e g o ? ¡ To d o s a r r i b a ,t o do s af ue r a! ¡No po dí a pas ari nadve rt i do ! ¡El úni co ho mbr eq u e c o r r í a s o l i t a r i o po r l ac i ud ad , e l ú ni c o ho mb r e q uepo ní a s us pi er nas a prue ba!

—¡A l a cuenta de di ez! ¡Uno !¡Do s !

Montag sintió que la ciudad selevantaba. —¡Tres!

Montag sintió que la ciudadse dirigíahacia sus millares de puertas.

¡ A p r i s a ! ¡ U n a p i e r n a ,l a o t r a !

—¡Cuatro!

L a g e n t e a t r a ve s a b a s u sr e ci bi do re s .

—¡Cinco!

Montag sintió todas las manos en lospomos de las puertas.

El o l o r de l r ío e r a f r e s co ysemejante a una l luvia sóli da. Lagar ganta de Montag ardía y susojos estaban rese cos por el vientoque pr o duc ía e l c o rr e r. Chi l l ócomo si el grito pudiera impulsarleadelante, hacerle recorrer el últimocentenar de metros.

—¡Seis, siete, ocho!

Los Pomos giraron encinco millaresde puertas.

—¡Nueve!

Montag se ale jó de la últ imaf il a de c as as , po r una pe ndie nt eque c onducí a a l a ne gr a y mó vi lsupe rf ic ie del r ío .

—¡Diez!

Las puertas se abrieron.

Montag vi o en s u imaginac ió na m i l e s y m i l e s d e r o s t r o ses cr ut ando lo s pati os , l as c al le s,e l c i e l o , r o s t r o s o c ul t o s p o rc or t inas, ro s tr o s des c ol o ri dos ,ate mor i zado s por la os c uri dad,c o m o ani mal e s gr i s á c e o s qued e s de c ave r na s e l é c t r i c as ,r o s t r o s c o n o j o s g r i s e s ei nc o l o r o s , l e ng ua s g r i s e s ypensami ento s gr is es .

Pero había llegado al río.

Page 114: B’s Farenheit Fahrenheit 451* - Rodriguez Alvareznovelas.rodriguezalvarez.com/pdfs/Bradbury, Ray ''Farenheit 451''-Xx-En-Sp-Sp.pdf2 B’s Farenheit tr. de F. Abelenda tr. de Alfredo

115

B’s Farenheit tr. de F. Abelenda tr. de Alfredo Crespo

5

10

15

20

25

30

35

40

45

50

55

60

65

70

75

He to uched it, j ust to be surei t wa s r e a l . He wa de d i n a ndst rippe d i n dar kne ss to the s ki n,splashed his body, ar ms, legs, andhe ad wi th raw li quor; dr ank i t andsnuf fed so me up hi s nos e. Thenhe dr es sed in Fabe r ’s o ld clo thesand s ho e s . He t o s s e d hi s o wnc l o t h i ng i n t o t h e r i ve r a ndwa t c he d i t s we pt away. The n,ho lding the suit case , he wal ke dout i n t he ri ver until ther e was nobo tto m and he was swe pt away inthe dar k.

He was t hr e e hundr e d yar dsdo wns t r e am whe n t he Ho undre ac he d the ri ve r. Ove rhead thegr e at r ac ke t i n g f ans o f t hehe lic opt ers ho ver ed. A sto rm ofl i ght f e l l upo n t he r i ve r andMo nt ag di ve d u nde r t he gr e ati l l umi nat i o n as i f t he s un hadbroken the clouds. He felt the riverpul l him further on its way, i ntodarkness. Then the lights switchedback to the land, the helicoptersswerved over the city again, as ifthey had picked up anot her tr ail.The y we re gone. The Hound wasgone. Now there was only the coldr i ve r and Mo nt ag f l o at i ng in asudde n peac efulness , away fr omt he c i t y and t he li ght s and t hechase, away fr om everything.

He fe lt as if he had le ft a s tagebe hind and many ac tor s. He fe ltas if he had lef t the gr eat s eanceand all the murmuri ng ghost s. Hewas mo vi ng f r o m an unr e al i t ythat was fr ighteni ng int o a re ali tyt hat was unr eal be c ause i t wasne w.

The blac k land s lid by and hewas go ing int o t he country amo ngthe hil ls: Fo r t he fi rst ti me in ado ze n y e ar s t he s t a r s we r ec oming out above hi m, i n gr eatpr oce ssi ons o f whee ling fir e. Hes aw a gr e at jugge rnaut of s t ar sfo rm i n the sky and t hr eate n toro ll ove r and cr ush hi m.

He fl o at e d on hi s bac k whe nt he val is e f i l l e d and sank; t her i ve r was mi l d and l e i s u r e l y,go ing away fro m the pe opl e whoat e s hado ws f o r br e akf as t andst eam f or lunch and vapo ur s f orsupper. The ri ve r was very r eal;it he ld hi m c omf ort abl y and gavehi m t he ti me at last, the l ei sur e,to co ns ide r t his mont h, thi s year,an d a l i f e t i me o f y e ar s . Hel is t e ne d to his he ar t s l ow. Hi sthoughts stopped rus hing wi th hisbl oo d.

He s aw t he moo n lo w i n thesky now. The moo n t her e, and t hel i ght o f t h e m o o n c aus e d bywhat? By t he sun, o f c ourse . Andwhat li ght s t he sun? Its own fir e.And the s un goe s o n, day af te r

Lo to có, s ólo para ase gurar sede que e ra r eal. Se met ió e n elag ua y s e qui t ó t o da l a r o p a,go l pe án do s e e l c ue r po , l o sbrazo s, l as pie r nas y l a c abezaco n aque l lic or frí o. Lo be bió yl o r e s pi r ó . Lue go s e pus o l asr o pa s y l o s zapat o s vi e j o s deFaber. Arro jó s us propi as r opas alr í o y m i r ó c ó mo s e hu ndí anal ejándo se . Luego, con l a male taen una mano , c aminó en el aguahas ta que no hubo f o ndo , y s ede jó ir en la os cur idad.

Se hallaba a trescientos metrosaguas abajo c uando e l Sabue s ol l egó al r í o . Al l á arr i barevoloteaban los abanicos ruidososde los helicópteros. Una tormentade luz cayó sobre el río, como si els ol hubi e se he ndido l as nubes .Montag se sumergió en las aguas.Si nti ó que el río lo lle vaba máslejos, a la sombra. Luego las lucesiluminaron otra vez la tierra, y loshe l ic ó pt e r os gi r aro n s o bre l ac i udad, c o mo s i hubie s e ne nc ont r ado o t r o r ast r o .De s apar e c ie r o n. El Sabue s odesapareció. Ahora el mundo eraaquel río frío, y Montag que flotabaen una paz repentina, alejándose del a ci udad y l as l uc e s y l a caza,alejándose de todo.

Si nti ó c o mo s i hubi e s eabando nado un e s ce nar i o c o nmuchos act or es. Si nt ió como sihubiese abandonado una sesión deespiritismo y todos los murmullosfantasmal es. Dejaba algo irreal yte rr ible por una re al idad i rr eal,nueva.

La co sta os cur a pasabadeslizándose, y Montag se internabaen el campo, entre las colinas. Porprimera vez en doce años las estrellasaparecían sobre él, como procesionesde fuego giratorio. Vio una enormerueda de estrellas que se formaba alláarriba, en el cielo, y amenazaba venirhacia él y aplastarlo.

Montag fl ot aba de e spal dascuando la maleta se llenó de agua y sehundió. El río, sereno y ocioso, s eal e j aba de l as ge nt e s quedesayunaban sombras, almorzabanhumo y cenaban vapores. El río eraalgo real; lo sostenía cómodamentey le daba tiempo, ocio para pensaren ese me s, ese año , y toda unavida. Montag esc uchó cómo se lec al maba e l c o r azó n. Lo spe ns ami e nt o s de j ar o n dea p r e s u r á r s e l e , j u n t o c o n l as ang r e .

Vi o l a l una baj a e n e l c i e l o .L a l u na , y l a l uz d e l a l u na .¿Que ve ní a de d ó nde ? De l s o l ,n a t u r a l m e n t e . ¿ Y l a l u z d e ls o l ? Nac í a de s u pr o pi o f ue go .Y as í s e guí a e l s o l , dí a t r as dí a,

Lo tocó para cer ciorarse de queera re al. Se meti ó en el agua, sedesnudó por completo y se roció elcuerpo, los brazos , las piernas y lacabeza c on el li cor que lle vaba;bebió un sorbo e inspiró otro pocopor la nariz. Después, se vistió conl a r opa y l o s zapat o s de Faber.Echó su ropa al río y conte mplóc ó mo s e l a l l e vaba c o r r i e nt e .Luego, con la maleta en la mano,se metió agua ade ntro hasta perderpi e , y s e de j ó ar r as t r ar e n l aoscur idad.

Estaba a unos trescientos metroscorriente abajo c uando el Sabuesoll egó al río . Arr iba, las grandesaspas de los ventiladores girabansin cesar. Un tor rente de luz cayósobre el río, y Montag se zambullóbajo la iluminación, como si el solhubi es e s al i do e ntr e l as nubes .Sintió que el río lo empujaba máslejos, hacia la oscuridad. Después,las luces volvier on a despl azarsehacia tie rra, los he licó pte ros secernieron de nue vo sobre ciudad,como si hubieran encontrado otrapista. Se alejaro n. El Sabueso sehabí a i do . Ya s ó l o que daba e lhelado río y Montag fl otando enuna r e pe nt i na p az, l e j o s de l aciudad, de las luces y de la cacería,1ejos de todo.

Montag sintió como si hubiesedejado un escenario lleno de actoresa su espalda. Sintió como si hubieseaband onado el gran espectáculo ytodos los fantasmas murmuradores.Huía de una aterradora irrealidad parameterse en una realidad que resultabairreal, porque era nueva.

La ti er ra o sc ur a s e de sl izabac e r c a de é l , que s e avanzandohac i a c ampo abie r to ent r e c ol inas . P o r pr i me r a ve z e n unado c e na de año s , l as e s t r e l l asbr i l l aba n s o b r e s u c abe za,f o r mando una g i gant e s c apr oc es ió n. Cuando la male ta s elle nó de agua y se hundió.

M o n t a g s i g u i ó f l o t a n d ob o c a a r r i b a ; e l r í o e r atranqui l o y pausado, mie ntras seal e j aba de l a ge nt e que c o mí as o mbr as par a de s ayunar, humopar a al mo r zar y vap o r e s p ar ac e nar. El r í o e r a muy r e al , l esos tení a có modament e y le dabatie mpo para c onside rar e ste mes,est e año, y to do un trans curso dee ll os . Mo ntag es cuchó e l le nt ol at i r de s u c o r azó n. Suspe ns amie nto s de jaro n de co rr erjunto co n su sangre.

Vi o que l a l una s e hu ndí a e ne l f i r ma me nt o . La l una al l í , ys u r e s pl ando r, ¿p r o duc i do po rqué ? P o r e l s o l , c l ar o . ¿Y quéi l u m i na b a a l s o l ? S u p r o pi of ue go . Y e l s o l s i gue , dí a t r as

Xle isurely 1 lento , pausado ; at a ~ pace sin prisas2 relajado: let’s take a leisurely stroll, demos unpaseo sin prisas 3 adv. tranquilamente

Page 115: B’s Farenheit Fahrenheit 451* - Rodriguez Alvareznovelas.rodriguezalvarez.com/pdfs/Bradbury, Ray ''Farenheit 451''-Xx-En-Sp-Sp.pdf2 B’s Farenheit tr. de F. Abelenda tr. de Alfredo

116

B’s Farenheit tr. de F. Abelenda tr. de Alfredo Crespo

5

10

15

20

25

30

35

40

45

50

55

60

65

70

75

day, bur ni ng an d bur ni ng . Thes un and t ime. The s un and t imeand bur ni ng. Bur ni ng. The ri ve rbo bbl e d hi m a l o ng ge n t l y.Burni ng. The sun and e ve ry clo ckon the ear th. It all came t ogetherand became a single thing i n hismi nd. Af t e r a l o ng t i me o ffl oating o n the l and and a s ho rtti me o f fl oati ng i n the ri ve r hekne w why he mu s t ne ve r bur nagain in his lif e.

The s un bur ne d eve ry day. Itburne d Time. The wo rld r ushed ina cir cle and t urne d o n i ts axi s andti me was busy burning the yearsand t he pe opl e anyway, wi thoutany hel p f rom hi m. So if he bur ntthings wit h t he fir eme n, and t hes un bur nt Time, that meant t hateverything burne d!

O n e o f t h e m h a d t o s t o pb u r n i n g . Th e s u n wo u l d n ’ t ,c e r tai nl y. So i t l o oke d as if i th a d t o b e M o n t a g a n d t h ep e o pl e h e h ad wo r k e d wi t hu nt i l a f e w s h o r t h o u r s a go .S o m e wh e r e t he s a vi n g a n dput ti ng away had t o be gi n agai na n d s o m e o n e h a d t o do t h es aving and ke e pi ng, o ne way o rano t he r, i n bo oks , i n r ec o r ds , i npe o pl e ’s he ads , any way at al ls o l ong as i t was saf e, fr e e f ro mmot hs, si l ver - fi s h, rus t and dry-r o t , and men wi t h mat c he s . Thewo r ld was f ul l o f bur ni ng o f al lt ypes and si ze s . Now t he gui l do f t he a s b e s t o s - we ave r m us to pe n s ho p ve r y s o o n.

H e f e l t h i s h e e l b u m pl a n d , t o u c h p e b b l e s a n dr o c k s , s c r a p e s a n d . T h er i v e r h a d m o v e d h i mt o w a r d s h o r e .

He lo oked in at the great blackc re atur e wi tho ut e ye s o r l i ght ,wit ho ut shape, wi th o nl y a s izet h at we nt a t ho u s an d mi l e swi tho ut wanti ng to st op, with i tsgr ass hill s and fo res ts that we rewaiti ng for hi m.

H e h e s i t at e d t o l e ave t h ec o mf o r t i ng f l ow o f t he wat e r.He e xpe c t e d t he Ho und t he r e .Sudde nly t he t r e es might bl o wu nd e r a gr e at wi n d o fhel ic opte rs .

But t her e was only the normalaut umn wi nd high up, go i ng byl i ke anot he r r i ver. Why wasn’tthe Hound r unning? Why had t hes e ar c h ve e r e d i nl and? Mo nt agli ste ne d. Not hing. Not hing.

Mi l l i e , he t ho ught . Al l t hi sc o unt r y he r e . Li s t e n t o i t !No t hing and not hi ng. So muc hs i l e nc e , Mi l l i e , I wo nde r ho wyo u’d take i t? Would you s ho utShut up, s hut up! Mil li e, Mil li e.And he was sad.

c o n f ue go y f ue go . El s o l y e lt i e mpo . El s o l y e l t i e mpo y e lf u e g o . E l f u e g o . E l r í o l ob a l a n c e a b a s u a ve m e n t e . E lf u e g o . E l s o l y t o d o s l o sr e l o j e s d e l a t i e r r a . To d o s euni ó t r ans f o r mándo s e e n al gom uy s i m pl e . Lu e g o d e ha be rf l o t a do mu c h o t i e m p o e n l at i e r r a, y po c o ti e mpo e n e l r í o ,M o n t a g s u p o p o r q u é n ovo l ve r í a a que mar.

El so l ar dí a c o nti nuament e .Que maba e l t i e mpo. El mundocor ría descri biendo un c írcul o ygi raba sobre s u ej e, y el tiempoquemaba los años y los hombres, deal gún mo do . Y s i é l , Mo nt ag,quemaba junto con los bomberos, ye l so l que maba e l ti e mpo, nadaquedaría sin quemar.

Al gui e n t e ní a qu e d e j ar deq ue ma r. N o l o ha r í a e l s o l ,c i e r t ame nt e . Así que , par e c í a,t e nd r í a q ue s e r Mo n t a g, y l agente que había t rabajado c on é lh as t a h ac í a u na s ho r a s . E nalguna part e al guie n te ndrí a quee mpe zar a guardar y c o ns e rvarlas cos as , en li bro s, di sc os , e n lac abeza de l a ge nt e, de cual quie rmane ra c o n t al que e s t uvi e s e nse guras, l ibre s de po li ll as , mo hoy po dr e dumbr e , y ho mbr es co nf ós fo ro s. El mundo e st aba ll enode ince ndio s, de t odas f or mas yt am añ o s . El s i n di c a t o d et e j e do r e s de t e l as de ami ant ot endr ía que abr ir muy pro nt o suspue rt as .

Mo ntag s i nt i ó que s u tal ó ngo l pe aba algo s ó li do , t oc abapedruscos y rocas, rozaba la arena.El rí o lo había l le vado hac ia l aorilla.

M i r ó l a e n o r m e y n e g r ac r i a t u r a s i n o j o s n i l u z ,i n f o r m e , s ó l o u n a m a s a d em i l e s d e k i l ó m e t r o s d el ar g o , i n c o n me n s ur a b l e , c o nb o s q ue s y c o l i na s ve r d e s qu el o e s pe r a ba n .

Tit ubeó antes de dejar aque llatr anquil izado ra cor rie nt e. Temíaque el Sabueso es tuviese allí. Depronto los árbol es comenzarían aagi t ar s e baj o e l vi e nt o de l o shelicópteros.

Pero sólo el viento normal delot oño pasaba e nt re l os árbol es ,como otro río. ¿Por qué no corríapor allí el Sabueso? ¿Por qué loscazadores habían dejado las orillas?Montag escuchó. Nada. Nada.

M i l l i e , p e n s ó . To d a e s t at i e r r a aq uí . Es c u c h a. N ad a yna da . Tan t o s i l e nc i o , M i l l i e .M e p r e g u n t o q u é d i r í a s t ú .¿G r i t ar í a s « c ál l at e , c ál l at e »?Mi l l i e , Mi l l i e ._____________________

dí a , qu e mand o y que ma ndo . Els o l y e l t i e m p o . E l s o l , e lt i e mp o y l a s l l am as . Ll ama s .E l r í o l e b a l a n c e a b as u ave me n t e . Ll a mas . El so l yt o do s l o s r e l o j e s de l mund o .Todo s e r e uní a y se co nve r tí a e nuna mi s m a c o s a e n s u me n t e .De s pué s de mu c ho t i e mpo defl ot ar e n el r ío, Montag supo porq ué nu n c a m ás vo l ve r í a aque mar al go .

El sol ardía a diario. Quemaba elTiempo. El mundo corría en círculos,girando sobre su eje, y el tiempo seocupaba en quemar los años y a lagente, sin ninguna ayuda por su parte.De modo que si él quemaba cosas conlos bomberos y el sol quemaba elTiempo, ello significaría que todohabía de arder.

Alguno de ellos tendría que dejar dequemar. El sol no, por supuesto. Segúntodas las apariencias, tendría ser Montag,así como las personas con quienes habíatrabajado hasta unas pocas horas antes.En algún sitio habría que empezar aahorrar ya preservar cosas paraque todotuviera un nuevo inicio, y alguien tendríaque ocuparse de ello, de una u otramanera,en libros,endiscos,en el cerebrode la gente, de cualquier manera con talde que fuese segura, al abrigo de laspolillas, de los pececillos de plata, delóxido, del moho y de los hombres concerillas. El mundo estaba lleno de llamasde todos los tipos y tamaños. Ahora, elgremio de los tejedores de asbestostendría que abrir muy pronto suestablecimiento.

Mo nt ag s i n t i ó qu e s us pi e st o c ab a n t i e r r a , p i s a b a ngui jar r o s y pi e dr as, s e hundí ane n ar e na . E l r í o l e e mp uj a dohac ia l a o r il l a.

Conte mpló la i nmensa y negracriatura sin ojos ni luz, sin forma,con sólo un tamaño que se extendíados mi l lar es de ki ló met r os si ndesear detenerse, con sus colinascubiertas de hier ba y sus bosquesque le esperaban.

Montag vaciló e n abandonar elampar o de l agua Te mí a que e lSabue so estuviese all í. De pr onto,lo s árbo les po dían agitarse bajol as as pas de mu l t i t ud dehelicópteros.

Pero sólo había la brisa otoñalcorriente, que discurría como otrorío. ¿Por qué no andaba el Sabuesopor allí? ¿Por qué la búsqueda sehabía des viado haci a el i nteri or?Montag escuchó. Nada. Nada.

«Mil li e —pensó —. Toda es taexte nsión aquí. ¡Esc úchala! Naday nada. Tanto sile ncio, Millie, queme pregunto qué efecto te causaría.¿Te po ndr í as a gr i t ar «¡Cal l a,calla!» Millie, Millie?»

Yse sintió triste.

Page 116: B’s Farenheit Fahrenheit 451* - Rodriguez Alvareznovelas.rodriguezalvarez.com/pdfs/Bradbury, Ray ''Farenheit 451''-Xx-En-Sp-Sp.pdf2 B’s Farenheit tr. de F. Abelenda tr. de Alfredo

117

B’s Farenheit tr. de F. Abelenda tr. de Alfredo Crespo

5

10

15

20

25

30

35

40

45

50

55

60

65

70

75

Mi l l i e was no t he r e and t heHo un d wa s no t he r e , bu t t h edr y s me l l o f hay bl o wi ng f r o ms o m e di s t ant f i e l d put Mo n t ago n t he l and. He r e me m be r e d af ar m he h ad vi s i t e d wh e n h ewa s ve r y y o u n g , o n e o f t h er a r e t i me s he had di s c o ve r e dt h a t s o m e w h e r e b e h i n d t h es e v e n ve i l s o f u n r e a l i t y,be yo n d t he wal l s o f par l o u r sand be yo nd t h e t i n mo a t o f t hec i t y, c o ws c h e we d gr as s an dpi gs s at i n war m po nds at no o na nd do g s b a r k e d a f t e r wh i t es he e p o n a hi l l .

No w, t h e dr y s m e l l o f h ay,t he mo t i o n o f t he wat e r s , madehi m t hi nk of s l e e ping i n fr e s hhay i n a l one l y barn away f r o mt he l o u d h i gh way s , b e hi n d aqui e t f ar mho use , and unde r ananc i e nt wi ndmi l l t hat wh i r r e dl i ke t he s o und o f t he pas s i ngye ar s o ve r he ad. He l ay i n t heh i g h b a r n l o f t a l l ni g h t ,l i s te ni ng t o di s t ant ani mal s andi ns e c t s an d t r e e s , t h e l i t t l emo t io ns and s t i r r ings .

Duri ng t he night , he t ho ught ,be lo w the l of t, he would he ar aso und li ke fe et moving, per haps.He wo ul d t ense and s i t up. Thes o und wo ul d m o ve a way. Hewould li e back and loo k out of thel o f t wi n do w, ve r y l at e i n t heni ght , and se e t he lights go o ut inthe f ar mho use it se lf, until a ve ryyo ung a nd be a ut i f u l wo m anwo u l d s i t i n an unl i t wi nd o w,br ai di ng he r hai r. It wo ul d beha r d t o s e e h e r, but he r f a c ewo uld be l ike the fac e o f t he gi rlso l ong ago in hi s past now, sove ry l ong ago, the gi rl who hadkn o wn t h e we at he r a nd ne ve rbe en burne d by t he fi re- fli es , t hegi r l wh o h ad kno wn wh atdandeli ons meant rubbed of f onyo ur c hi n. The n, she wo uld bego ne fro m the warm windo w andap pe a r aga i n up s t a i r s i n h e rmo on-whit ene d r oo m. And t he n,to the s ound of death, t he soundo f the je ts cutt ing t he s ky i nt ot wo b l ac k p i e c e s be yo n d t heho rizon, he woul d lie in the lof t,hi dden and s af e, watching t ho sest range ne w s tars ove r the ri m ofthe earth, fle ei ng fr om the so ftco lour o f dawn.

In t he mo r ni ng he wo uld no thave ne ede d s l e e p, f o r al l t hewa r m o do ur s an d s i g ht s o f ac o mpl e t e c o unt r y ni ght wo ul dhave re st ed and s le pt hi m whi lehi s e ye s we r e wi de an d h i smo uth, when he thought to tes t i t,was hal f a smil e.

And t her e at t he bo tto m o f t hehayl o f t s t ai r, wai t i ng f o r hi m,wo uld be the i ncr edibl e t hing. Hewo uld s tep care ful ly do wn, in t he

Mi l li e no e s t aba aquí , y e lSabueso no e st aba aquí , per o elaroma seco del heno que venía deal gún c ampo di s t ant e l l evó aMontag a tierra. Recordó una granjaque había visitado cuando era muyjoven. Había descubierto entoncesque en alguna parte, detrás de lossiete velos de la irrealidad, detrásde las paredes de las salas de reciboy los muros ciudadanos de latón, lasvac as pas t aban, y l o s c er do sdor mí an al s ol , en lo s char co st i bio s , y lo s pe r ro s l adrabancorriendo detrás de ovejas blancaspor las lomas.

Ahora, el aroma seco del heno,e l movi mi e nt o de l as aguas , l ohacían pensar en el heno fresco deun granero solitario, alejado de lasruidosas carreteras, en los fondosde una pacífi ca granj a, y baj o unvi e jo mo l ino de vi e nt o quechirriaba como el paso de los añossobre su cabeza. Se quedaría en eldesván del granero toda la noche,escuchando los animales lejanos,l os ins e ct o s y l o s ár bo l es , lo smovimientos minúsculos.

Dur ante l a no che, pensó , oi rí aquizá baj o e l de sván el s o ni dod e u no s pa s o s . S e s e n t a r í a ,s o b r e s a l t a d o . E l s o ni d o s epe rde r í a a l o le j o s . Vo l ve rí a aaco s t ar s e y mi r ar í a haci a af uer ay ve r í a qu e e n l a g r a nj a s eapagarí an l as l uc e s, y una muje rm uy j o ve n y he r mo s a s eas o mar í a a una ve nt ana os c ur ay s e t r e nz ar í a e l c abe l l o . Lec o s t ar í a ve r l a, pe r o s u r o s t r os e r í a c o mo e l r o s t r o d e l am uc h ac h a q u e h ac í a t a nt ot ie mpo , e n el pasado, c o no c ía e ll enguaj e de las nube s y no t e mí aq ue l a q ue m a s e n l a sl uc i é r n a ga s , y s a b í a qu és i gni f i caba una f lo r de di e nt e ,de l eó n f r o tada baj o l a bar bi l la.Luego, la muchacha desaparecería dela ventana y volvería a aparecer en elpri me r pi so , en una habit ac ió niluminada por la luna. Y entonces,bajo el sonido de la muerte, el sonidode los aviones que cortaban el cieloen dos negros pedazos de horizonte,yacería en el desván, oculto y a salvo,observando aquellas nuevas y rarasest rellas en el borde de l a tier ra,estrellas que huían de] suave colordel alba.

Ya l a m a ñ a n a n o t e n d r í as u e ñ o , p u e s l o s o l o r e sc á l i d o s y l a s e s c e n as d e l an o c he c a m pe s i n a l e h a br í a nq ui t a do t o d o c a n s a n c i o y l oh ab r í an h e c ho d o r mi r c o n l o so j o s ab i e r t o s , y l a b o c a qu ee s b o za b a u n a s o n r i s a .

Y allí, al pie de la escalera deldesván, esperándolo, estaría aquellac o s a i nc r eí bl e . De s c e nde r í acuidadosamente, en la luz rosada

Millie no estaba allí, ni tampocoel Sabueso, pero sí el aroma delhe no , que l l e gaba de s de al gúnc ampo l e j ano y que i nduj o aMo ntag a s ubi r a t ie r r a f ir me .Re c o r dó una gr anj a que habí avisitado de niño, una pocas vecesen que había desc ubierto que, másal l á de l o s s i e t e ve l o s de l airrealidad, más al lá de las paredesde l o s s al o ne s y de l o s f o s o sme t ál i c o s de l a c i udad, vac aspac í an la hi e rba, l os ce r do s s erevolcaban en cié nagas a mediodíay los perros ladraban a las blancasovejas en las colinas.

Ahora, e l olor a heno seco, elmovimiento del agua le hizo desearecharse a dormir sobre el heno en unsolitario pajar, lejos de las ruidosasautopistas, detrás de una tranquilagranja y bajo un antiguo molino quesusurrara sobre su cabeza como elsonido de los años que transcurrían.Permaneció toda la noche en el pajar,escarbando el rumor de los lejanosanimales, de los insectos y de losárboles, así como los leves e infinitosmovimientos y susurros del campo.

«Dur ant e l a no c he —pe nsó —, baj o e l c o be r ti zo quizás o yes eu n s o n i do d e p as o s . S ei nc o r po r arí a, l l eno de t ens i ón.Los pas o s s e al ej arí an. Vol ve rí aa t e nd e r s e y m i r a r í a po r l ave n t a na de l c o b e r t i z o mu ya va n z ad a l a no c h e , y ve r í aapagars e l as l uce s de la gr anja,has t a que una muj e r muy j o ve ny he r mo s a s e s e nt ar í a j unt o au na ve n t a n a a p ag a da ,c epi ll ándo se el pel o . Res ult arí adi fí cil ver la, pero s u r os tr o s er íac o mo e l de aque l l a muc h ac haque s abi a l o que s igni f ic aban lasfl or es de di ente de le ón f ro tadasc o nt r a la b a r b i l l a . L u e g o , l am u j e r s e a l e j a r í a d e l ave nt a na, pa r a r e apa r e c e r e n e lp i s o d e a r r i b a , e n s uh a b i t a c i ó n i l u m i na d a p o r l al u n a . Y e n t o n c e s , b a j o e ls o n i do de l a mu e r t e , e l s o n i dode l o s r e ac t o r e s qu e par t í a n e lc i e l o e n d o s , y a c e r í a e n e lc o b e r t i z o , o c u l t o y s e gu r o ,c o n t e m p l a n d o a q u e l l a se x t r a ñ a s e s t r e l l a s e n e lb o r d e d e l a t i e r r a , h u y e n d od e l s u a v e r e s p l a n d o r d e la l b a . »

Por la mañana no hubiese tenidosueño , porque todos los cálidosolores y las visiones de una nochecompleta en el campo le hubiesendescansado aunque sus ojos hubieranpermanec ido abiertos, y su boca,cuando se le ocurrió pensar en ella,mostraba una leve sonrisa.

Y allí al pie de la escalera delcobertizo, esperándole, habia algoi nc re í bl e. Mont ag de sc e nde rí acuidadosamente, a la luz rosada del

Page 117: B’s Farenheit Fahrenheit 451* - Rodriguez Alvareznovelas.rodriguezalvarez.com/pdfs/Bradbury, Ray ''Farenheit 451''-Xx-En-Sp-Sp.pdf2 B’s Farenheit tr. de F. Abelenda tr. de Alfredo

118

B’s Farenheit tr. de F. Abelenda tr. de Alfredo Crespo

5

10

15

20

25

30

35

40

45

50

55

60

65

70

75

pink li ght o f ear ly mor ning, s ofully awar e o f t he wor ld that hewo ul d be afr ai d, and s tand o ve rthe s mal l miracle and at l ast be ndto to uc h i t.

A coo l glass of fr esh mi lk, anda few appl es and pear s l aid at t hefo ot of the s teps.

Thi s was al l he want e d no w.Some sign that the immense worldwould accept him and give him thelong time needed to think all thethings that must be thought.

A glas s o f mi l k, an apple , ape ar.

He st epped fr om the r ive r.

The l an d r u s h e d a t h i m, at i da l wave . He wa s c r u s he d byda r kn e s s a nd t h e l o o k o f t hec o u n t r y a n d t h e m i l l i o no d o ur s o n a wi nd t h at i c e d h i sbo dy. H e f e l l b ac k un de r t heb r e a k i n g c u r v e o f d a r k n e s san d s o u nd an d s me l l , h i s e a r sr o ar i n g. H e whi r l e d. The s t a r sp o u r e d o ve r h i s s i g h t l i k ef l a m i n g m e t e o r s . H e wa n t e dt o p l un g e i n t h e r i ve r a g ai nan d l e t i t i dl e h i m s a f e l y o nd o wn s o m e wh e r e . Th i s d a r kl a nd r i s i ng was l i ke t hat d ayi n hi s c h i l dh o o d , s wi m mi ng ,wh e n f r o m n o wh e r e t h el a r g e s t wa ve i n t h e hi s t o r y o fr e m e m b e r i n g s l a m m e d h i md o wn i n s a l t m u d an d g r e e nd a r k n e s s , wa t e r b u r n i n gmo ut h a nd no s e , r e t c h i n g h i ss t o m a c h , s c r e a m i n g ! To omu c h wa t e r !

To o muc h l and!

Out o f t he bl ac k wal l bef or ehim, a whis per. A s hape . In thes h ape , t wo e y e s . Th e ni g htloo king at him. The fo rest , see inghim.

The Hound!

After all the running and rushingand sweati ng i t out and half -drowning, to come this far, work thishard, and think yourself safe and sighwith relief and come out on the landat last only to find…

The Hound!

M o n t ag g a ve o n e l a s tago ni ze d s ho ut as if t hi s we r et o o muc h fo r any man.

T h e s h a p e e x p l o d e da w a y . T h e e y e s v a n i s h e d .Th e l e a f p i l e s f l e w u p i n ad r y s h o we r .

Mo nt a g was al o ne i n t hewi ldernes s.

de l amane ce r, s i nt i e ndo t anintensamente el mundo que tendríami edo , y s e de te ndr í a j unt o alpe que ño mi lagr o , y al f in s einclinaría y lo tocaría.

Un vaso de leche fresca y unaspocas peras y manzanas esperabanal pie de la escalera.

Eso er a to do l o que des e abaahora. Una señal que le dijese queel mundo inmenso lo aceptaba y ledejaba tiempo para pensar en todaslas cosas que debía pensar.

Un vaso de leche, una manzana,una pera.

Montag salió del río.

La tierra se lanzó hacia él, comola ola de un maremoto. Montag fueaplastado por la oscuridad, la visiónde la tierra y el millón de olores deaquel aire que le helaba el cuerpo.Cayó hacia atrás empujado por unfrente de oscuridad, sonido y olorque le s i lbaba e n l o s o ídos . Elmundo giró a sus pies. Las estrellascaían sobr e é l co mo ence ndidosmeteoros. Sintió deseos de arrojarseotra vez al río y dejarse ir aguasabajo hast a un s iti o s eguro . Esatierra oscura que se alzaba ante éll e re c o r daba aquel dí a de s uinf anci a, cuando se bañaba en elmar, y de pronto, de alguna parte,vino la ola más grande en la historiade sus recuerdos, envolviéndolo enbarro salado y sombras verdes, conun agua que l e que maba en l agarganta y la nariz, dándole náuseasy obligándolo a gritar: ¡Demasiadaagua!

Demasiada tierra.

De l a pare d o s cur a que s ee xt endí a ant e é l s ur gió unmurmullo. Una forma. En la forma,dos ojos. La noche, que lo miraba.El bosque, que lo veía.

¡El Sabueso!

Luego de la huida, la carrera, elsudo r y la zambul lida en el rí o,luego de haber llegado tan lejos, dehaberse esforzado tanto, creerse asalvo, suspirar con alivio y salir ala orilla, encontrar sólo...

¡El Sabueso!

Montag emitió un último grito deago ní a, c o mo s i aque l l o fue s edemasiado para un solo hombre.

La forma estalló desapareciendo.Lo s oj os se borr aro n. Las hoj asamontonadas en el suelo se alzaroncomo un rocío seco.

Montag estaba solo en medio de]campo.

amane c e r, t an c o ns c i e nt e de lmundo que s enti rí a mie do , y sei nc l i nar í a s o b r e e l pe que ñomi lagr o, has t a que , po r f i n, s eagacharía para tocarlo.

Un vaso de leche fresca, algunasperas y manzanas estaban al pie dela escalera.

Aquello era todo lo que deseaba.Algún si gno de que el i nme ns omundo le aceptaría y le concederíatodo ti empo que nece sitaba parapensar lo que debía ser pen sado.

Un vaso de leche, una manzana, unapera.

Montag se alejó del río.

La tierra corri ó hacia él comouna mar e a. Fue e vue lt o po r l ao sc ur idad, y po r e l as pe ct o de lcampo, por el millón de olores quellevaba un viento que 1e helaba elcuerpo. Retrocedi ó ante el ímpetude la oscuridad, del sonido y delolor; le zumbaban los oídos. Diome di a vue l t a. Las e s t r e l l asbrillaban sobre él como meteorosllameantes. Mont ag sintió deseosde zambullirse de nuevo en el ríoy dej ar que le arr ast rara a sal vohas t a al gún l ug ar más l e j ano .Aque l l a o s c ur a t i e r r a que s eelevaba era como cierto día de suinfancia, en que había ido a nadar,y una ol a surgida de l a nada, lamayor que recordaba la Historia, lee nvo lvi ó e n barr o s alo br e y e no s c ur i dad ve r do s a; e l agua l eque maba l a bo c a y l a nar i z,al bo r o t ándo l e e l e s t ó mago .¡De masiada agua!

¡Demasiada tierra!

D e s d e l a o s c u r a p a r e df r e n t e a é l , un a s i l u e t a . E nl a s i l u e t a , d o s o j o s . L an o c h e , o b s e r v á n d o l e . E lb o s qu e , vi é nd o l e .

¡El Sabues o!

Después de tanto correr yapresurarse,de tantos sudores y peligros, de haberllegado tan lejos, de haber se esforzadotanto, yde creerse a salvo, y de suspirar,aliviado... para salir a tierra firme yencontrarse con...

¡El Sabueso!

Montag lanzó un último grito dedolor, como si aquello fuera demasiadopara cualquier hombre.

L a s i l u e t a s e d i l u y ó .L o s o j o s d e s a p a r e c i e r o n .L a s h o j a s s e c a s s ea g i t a r o n .

M o n t a g e s t a b a s o l o e n l as e l va.

Page 118: B’s Farenheit Fahrenheit 451* - Rodriguez Alvareznovelas.rodriguezalvarez.com/pdfs/Bradbury, Ray ''Farenheit 451''-Xx-En-Sp-Sp.pdf2 B’s Farenheit tr. de F. Abelenda tr. de Alfredo

119

B’s Farenheit tr. de F. Abelenda tr. de Alfredo Crespo

5

10

15

20

25

30

35

40

45

50

55

60

65

70

75

A dee r. He smel led the heavymusk- like perf ume mingled wi thbl ood and t he gummed exhal ati ono f t h e a ni m al ’s br e at h , a l lcardamon and mos s and ragwe edo do ur i n t hi s huge ni ght wher ethe t re es ran at him, pulle d away,ran, pulle d away, to the puls e ofthe heart behind hi s eye s.

There must have bee n a bi lli onle aves o n the land; he wade d inthem, a dr y r iver sme ll ing of hotc l ove s and war m dus t . And t heot her s mel ls! Ther e was a sme lllike a cut potato fro m all the land,r a w a nd c o l d a nd wh i t e f r o mhaving the moon on it mos t o f t heni gh t . The r e was a s me l l l i kepi ckl es fr om a bot tle and a s me llli ke parsl ey on the t abl e at home.The re was a faint ye l lo w odourl i ke must ar d f r o m a j ar. The r ewas a smel l l ike carnati ons fr omthe yar d next do or. He put do wnhi s hand and fel t a we ed ri se upl i ke a c hi ld br us hing hi m. Hi sfi nger s smelle d of l i quori ce.

He s t o od br e at hi ng, and t hemo re he br eat he d t he land in, t hemo re he was f ill ed up wi th al l t hedet ai ls of t he l and. He was no te m pt y. The r e was mo r e t h ane no ugh he re to f il l hi m. Ther ewo ul d a l wa ys be mo r e t h anenough.

He walke d in the shall ow ti deof le ave s, st umbling.

An d i n t he mi ddl e o f t hest rangeness , a f ami liarit y.

Hi s f o o t hi t s o me t hi ng t hatrang dull y.

He mo ve d hi s han d o n t hegro und, a yar d t hi s way, a yar dthat .

The r ail road t rac k.

The t rac k t hat c ame out o f t heci ty and r ust ed acr oss t he l and,t h r o u gh f o r e s t s and wo o d s ,de ser ted no w, by the r ive r.

Here was the path to wherever hewas goi ng. Her e was t he s ingl efamiliar thing, the magic charm hemight need a little while, to touch,to feel beneath his feet, as he movedon into the bramble bushes and thelakes of smelling and feeling andtouching, among the whispers andthe blowing down of leaves.

He walked on the t rac k.

And he was surpr ise d t o learnho w c ert ai n he s uddenl y was of asi ngl e fac t he c ould not prove.

Onc e, l ong ago , Cl ari ss e hadwa l ke d he r e , wh e r e he waswal ki ng now.

Un ciervo. Montag respiró aquelpesado almizcle, como un perfumemezclado con sangre, y el resinosoaliento del animal, de cardamomo,mus go y mal ezas , e n es a no cheinmensa en que los árboles corríanhacia él, se apartaban, corrían, seapartaban, junto con el corazón, quele latía en los ojos.

Había un billón de hoj as en elsuelo. Montag vadeó las hojas comoun r ío s ec o que o lí a a es pe ci ascalientes y polvo tibio. ¡Y los otrosolores! De la tierra entera surgía uno lo r a patat a c o rt ada, f re s c o yhúmedo y blanco, pues la luna lailuminaba casi toda la noche. Habíaun olor a botella de salmuera y unolor a perejil en una fuente. Habíaun olor débil y amarillo, como el deun frasco de mostaza. Había un olora claveles que venía del jardín dela casa de al lado. Montag bajó lamano y sintió que una pl anta sealzaba hacia él, como un niño, y lorozaba con suavidad. Los dedos leolían a regaliz.

Montag se quedó allí, inmóvil,aspi rando, y cuanto más aspi rabal os o lo r e s de l a t i e rr a, más l ocolmaba la riqueza de la tierra. Nose sentía vacío. Había allí más quesuficiente para que no se sintiesevac í o . Habr í a s ie mpre más quesuficiente.

Mo ntag e ntr ó e n aque l baj oocéano de hojas, tambaleándose.

Y en me dio de aque l mundoextraño, algo familiar.

Tropezó y se oyó una vibraciónsorda.

Mont ag to c ó el sue lo co n l amano, un metro hacia este lado, unmetro hacia este otro.

Las vías del ferrocarril.

Las vías que salían de la ciudady cruzaban oxidadas el campo, losbosques, ahora desiertos, las tierrasjunto al río.

És t e e r a su c ami no , f ues e adonde f ue se aho r a. És t e e r a e lobjeto familiar, el talismán mágicoque necesitaría durante un tiempo,que necesitaría tocar, sentir bajo lospies mientras caminaba entre laszarzas y aquellos lagos donde olía,sentía y tocaba; entre los murmullosy la lenta caída de las hojas.

Montag caminó entre los rieles.

Y le sorprendió estar tan seguro,r epenti name nt e, de al go que nopodía probar.

Una vez, hacía mucho, Clarissehabía caminado por allí, por dondeél caminaba ahora.

U n g a m o . M o n t a g o l i ó e ld e n s o pe r f u m e a l m i zc l a d o ye l o l o r a h i e r b a de l al i e nt od e l a ni ma l , e n a qu e l l a no c h ee t e r n a e n q u e l o s á r b o l e sp a r e c í a n c o r r e r h a c i a é l ,a pa r t a r s e , c o r r e r , a pa r t a r s e ,a l i m pu l s o d e l o s l at i d o s d es u c o r az ó n .

Debía de haber billone s de hojas enaquella tierra; Montag se abrió pasoentre ellas, un río seco que olía a tréboly a polvo. ¡Y a otros olores! Había unaroma como a patata cortada, que subíade toda la tierra, áspero, frío y blancodebido al hecho de haber estadoiluminado por el claro de luna la mayorparte de la noche. Había un olor comode pepinillo deunabotellaycomodeperejilde la cocina casera. Había un débil oloramarillento como a mostaza. Habíaun o l o r c o mo de c la ve l e s d e lj ar dí n ve c i no . Montag tocó e ls u e l o c o n l am a n o y s i n t i ó q u el a m a l e z a l ea c a r i c i a b a .

Se i r gu i ó j a de an t e , y c ua nt omá s i n s p i r ab a e l p e r f u me d el a t i e r r a, m ás l l e no s e s e nt í ad e t o d o s s u s d e t a l l e s . N oe s t ab a vac í o . Al l í h ab í a má sde l o n e c e s a r i o pa r a l l e na r l e .S i e m p r e h a b r í a m á s q u es uf i c i e n t e .

Avanzó por entre el espesor de hojascaídas, vacilante.

Y, en medio de aquel ambie ntedesconocido, algo familiar.

Su pie tropezó con algo que sonósordamente.

Movi ó s u mano po r e l sue lo ,un me t r o hac i a aquí , un me t r ohac i a al lá.

La vía del tren.

La ví a que s al í a de l a c i udady at r ave s aba l a t i e r r a, a t r avé sde bo s que s y s e l vas , de s i e r t aaho r a, j un t o al r í o .

Al l í e s t ab a e l c am i n o qu ec o n du c í a ad o n d e qu i e r a s edi r i gi e s e . Aquí habí a l o úni c of amil iar, e l mágic o encant o quene ce si tarí a to car, s enti r bajo s uspi es, mientras s e ade ntr ara e n l aszar zas y lo s lagos de ol or y dese nsacio nes , e ntr e los susur ros yl a caída de l as hoj as .

Montag avanzó, siguiendo la vía.

Yse sorprendió de saber cuán segurose sentía de repente de un hecho que leera imposible probar.

En una ocasión, mucho tiempo atrás,Clarisse había andado por allí, donde élandaba en aquel preciso momento.

Page 119: B’s Farenheit Fahrenheit 451* - Rodriguez Alvareznovelas.rodriguezalvarez.com/pdfs/Bradbury, Ray ''Farenheit 451''-Xx-En-Sp-Sp.pdf2 B’s Farenheit tr. de F. Abelenda tr. de Alfredo

120

B’s Farenheit tr. de F. Abelenda tr. de Alfredo Crespo

5

10

15

20

25

30

35

40

45

50

55

60

65

70

75

* * *

Hal f an hour l ate r, co l d, andmoving care full y o n the tr ac ks ,f ul l y awar e o f hi s e nti r e bo dy,hi s f ac e , hi s mo u t h, h i s e ye ss tuff ed wit h bl ac knes s, his e ar ss t u f f e d wi t h s o un d, h i s l e g spr ic kl ed wit h bur rs and net tl es ,he saw the fi re ahe ad.

The f ir e was go ne , then bac kagain, l i ke a wi nki ng e ye. Hestopped, afraid he might blow thefire out with a single breath. But thefire was there and he approachedwarily, from a long way off. It tookthe better part of fifteen minutesbefore he drew very close indeed toit, and t hen he stoo d looking at itfrom cover. That small motion, thewhi te and re d co l our, a st rangefir e because i t meant a differ entthing to him.

It was not burning; it was warming!

He saw many hands held to itswar mt h, hands wi t ho ut ar ms ,hi dde n i n dar kne s s . Abo ve t hehands, motionless faces that wereo nl y mo ve d and t o s s e d andfl i ckered with firelight. He hadn’tknown fire could look this way. Hehad never thought in his life thatit could give as well as take. Evenits smell was different.

Ho w l ong he s to od he di d notknow, but the re was a f ool ish andyet del ic i ous se ns e o f knowinghi mse lf as an animal c ome fr omthe f or est , drawn by the f ire . Hewas a t hing of br us h and l iqui deye, of fur and muzzle and hoo f,he was a t hing o f horn and blo odthat woul d smell l ike aut umn ifyo u ble d i t o ut on the gro und. Hest ood a lo ng lo ng time, li ste ni ngto the warm c rackle o f the fl ames.

The re was a s il ence gat he re dal l about that f ire and t he si lencewas i n t he me n’s faces , and ti mewas t her e, ti me eno ugh t o s it bythis rus ting t rack under the t ree s,and l oo k at t he wo rld and tur n itover wi th the e yes , as if it we rehe ld to the c ent re of the bonfir e,a pie ce of st eel t hes e men we reall s hapi ng. It was not o nl y thefi re that was di ffe rent. It was t hes i le nc e . Mo nt ag mo ve d t o war dt h i s s pe c i al s i l e nc e t ha t wasco nce rne d wit h all of the worl d.

And t hen t he voi ces be gan andthey wer e talking, and he c ouldhe ar no thing o f what t he vo ic essaid, but the s ound r os e and fe llqu i e t l y and t h e vo i c e s we r et u r ni ng t h e wo r l d o ve r a ndlo oki ng at it ; t he vo ice s kne w t hel and and t he t re e s and t he c it ywhich l ay down t he tr ack by t her i ve r . The vo i c e s t al k e d o fe ve r y t hi ng, t he r e was no t hi ng

Media hora después, con frío,mientras caminaba con cuidado por losrieles, totalmente consciente del cuerpo,la cara, la boca, los ojos colmados deoscuridad, los oídos colmados desonido, las piernas cubiert as depi caduras de es pinas y o rt i g as,Montag vio el fuego.

El fuego desapar eci ó y volvióc o mo un gui ño . M o nt ag s ede tuvo, temiendo apagarl o c on sual ient o. Per o el fuego est aba all í,au nqu e di s t an t e , y Mo nt agfatigado se ac erc ó a él . Tardó porl o meno s un c uar t o de hor a e nac er c ar se de ve r as , y l ue go s equ e dó m i r á ndo l o de s de l asso mbr as. Aquel le ve movimi ent o,el co lor r ojo y blanco ; un fue goextraño , pues s ignifi caba par a élal go nuevo y di sti nt o.

No quemaba, calentaba.

M o n t a g vi o m u c h as ma no sque bus c aban es e cal o r, mano ss in br azos , que s e o c ul t aban e nl a o s cur i dad. So br e l as manos ,c ar as i nmó vil e s que s ól o l a luzd e l f ue g o a ni m a ba , m o ví a ,a gi t ab a . M o nt a g n o h a bí ap e n s a do nu n c a q u e e l f u e g opudi e s e dar, y no s ó l o t o mar.Has t a e l o l or e ra di f er e nte .

Nunca s upo cuánt o t ie mpoestuvo allí, inmóvil, pero tenía las ensac ió n, to nta y si n e mbargodeliciosa, de que era un animal quehabía veni do del bosque, atraí dopor el fuego. Era un ser salvaje, deojos húmedos, con piel y hocico ycascos, un ser con cuernos, y sangreque tenía el olor del otoño. Montags e que dó al l í mucho t i empo ,escuchando el cálido chisporroteode las llamas.

Habí a si l e nc i o al r e de do r deaque l f uego , e l s i le nci o de lasc ar as de l o s ho mbr e s , y habí at i e mpo al l í , t i e mpo p ar as e n t ar s e j unt o a e s t o s r i e l e soxidados, bajo los árboles, y mirarel mundo, y hacerlo girar con losojos, como si su cent ro fuese estahoguer a, un eje de acero que estoshombres soste nían. Pero no s óloel fuego era diferente. También elsil encio . Montag se acer có a eses i l e nc i o e s pe c i al qu e par e c í aarmonizar con el mundo.

Y luego se alzaron las voces, ylas voce s hablaban, y Montag nopo dí a o ír qué de cí an, pe r o l o ss o ni do s subí an y baj aban,serenamente, y las voces tocaban elmundo y l o mi raban; l as voc e sconocían la tierra y los árboles y laciudad que se extendía ví a abajo,junto al río. Las voces hablaban det o do. Al o ír l a cade nc i a, e lmo vimi e nt o y e l c o nti nuo

Me di a ho ra más t ar de , fr ío ,moviéndose cuidadosamente por lavía, bien consciente de su propiocuerpo de su rostro, de su boca, conlos ojos llenos de negrura, los oídosl le no s de s onidos , sus pi er nascubiertas de briznas y de ortigas, vioun fuego ante él.

El fuego desapareció, volvió ape rc ibir se , co mo un oj o queparpadeara. Mo nt ag s e de tuvo ,generoso de apagar el fuego con unsolo suspiro. Pero el fuego estaba allí,y Mo nt ag s e fue ac er candocautelosamente. Necesitó casi quinceminutos para estar muy próximo a ély, ent onces, lo observó de sde unrefugio. Aquel pequeño movimiento,el calo r blanco y ro jo, un fuegoextraño, porque para él significabaalgo distinto.

Noestaba quemando.¡Estaba calentando!

Montag vi o muc has manosalargadas hacia su calor, manos sinbrazos, ocultos en la oscuridad. Sobrelas manos, rostr os inmóviles quepare cían o scilar con e l vari ableresplandor de las llamas. Montag nohabía supuesto que el fuego pudiesetener aquel aspecto. Jamás se le habíaocurrido que podía dar lo mismo quequitaba. Incluso su olor era distinto.

N o s u p o c u á n t o t i e m p op e r m a n e c i ó d e a q u e lm o d o , p e r o h a b í a s e n t i d ou n a s e n s a c i ó n a b s u r d a y ,s i n e m b a r g o , d e l i c i o s a , e ns a b e r s e c o m o u n a n i m a ls u r g i d o d e l b o s q u e ,a t r a í d o p o r e l f u e g o .P e r m a n e c i ó q u i e t o m u c h or a t o , e s c u c h a n d o e l c á l i d oc h i s p o r r o t e o d e l a sl l a m a s .

Había un silencio reunido en tornoa aquella hoguera ra, y el silencioestaba en los rostros de los hombres, yel t iempo estaba allí, el ti emposuficiente para sentarse junto a la víaenmohecida bajo los árboles, con elmundo y darle vuelta con los ojos,como si estuviera sujeto en el centrode la hoguera un pedazo de acero queaquellos hombre s estaban dandoforma. No solo era el fuego lo distinto.También lo era el silencio. Montag semovió hacia aquel silencio especial,relacionado con todo lo del mundo.

Y e n t o n c e s e m p e z a r o n as o n a r vo c e s , y e s t a b a nh a b l a n d o , p e r o M o n t a g n opudo o í r nada de l o que de c í an,aunque e l s o ni d o s e e l e vaba ybaj aba l e nt ame n t e , y l as vo c e sc o no c í an l a t i e r r a, l o s ár bo l e sy l a c i ud a d qu e s e e x t e nd í aj unt o al r í o , e n e l e xt r e mo del a ví a. L as vo c e s ha bl aban det o d o , n o h a b í a n i n g ú n t e m a

Page 120: B’s Farenheit Fahrenheit 451* - Rodriguez Alvareznovelas.rodriguezalvarez.com/pdfs/Bradbury, Ray ''Farenheit 451''-Xx-En-Sp-Sp.pdf2 B’s Farenheit tr. de F. Abelenda tr. de Alfredo

121

B’s Farenheit tr. de F. Abelenda tr. de Alfredo Crespo

5

10

15

20

25

30

35

40

45

50

55

60

65

70

75

t he y c o u l d n o t t a l k ab o ut , heknew fro m t he ve ry cadenc e andmo t i o n and c o nt i nu al s t i r o fcurio sit y and wo nde r i n the m.

An d t he n o ne o f t h e m e nl oo ke d up and s aw him, fo r thefi rst o r perhaps t he sevent h time,and a vo ic e c all ed to Mo ntag:

“Al l ri ght , yo u can c ome outno w!”

Mo ntag ste ppe d bac k i nt o t hes hado ws .

“It’s all right ,” the voic e s ai d.“You’re we lc ome he re .”

Mo ntag walked sl owl y t owardt he f i r e an d t he f i ve o l d me nsi tti ng there dr es sed in dark bl uede ni m pant s and jac ke ts and darkbl ue sui ts . He did not know whatto say t o the m.

“Sit do wn,” s ai d t he man whoseemed to be the leader of the smallgroup. “Have some coffee?”

He watc hed the dar k s te ami ngmixture pour int o a co ll apsi bl et in c up, whi c h was hande d hi mstr aight of f. He sipped it ginge rlyand f el t t hem l ooking at him wi thcurio si ty. Hi s lips wer e s cal de d,bu t t hat wa s g o o d . The f ac e sar ound him we re bearde d, but t hebe ards were cl ean, neat , and the irhands we re cl ean. They had sto odup as if t o welc ome a guest , andno w t he y s at down again. Mont ags i ppe d. “Than ks , ” h e s ai d.“Thanks ve ry muc h.”

“You’re wel come, Mo ntag. Myname ’s Granger.” He he ld o ut asmall bott le of co lourl ess fl ui d.“Drink thi s, too . It’ll change t hec h e m i c a l i nd e x o f yo urpe rs pi rat io n. Half an hour fr omno w you’ll smell l ike two otherpeo ple. With t he Ho und af ter you,the best thing i s Bott oms up.”

Mo ntag drank t he bi tte r f lui d.

“You’ll st ink li ke a bobcat , butthat’s all ri ght ,” sai d Grange r.

“Yo u kno w m y nam e ,” s a i dMo nt ag.

G r a n g e r n o d d e d t o ap o r t a b l e b a t t e r y TV s e t b yt h e f i r e .

“We ’ve wat c he d t he c h as e .Fi gur e d yo u ’d wi nd up s o u t halo ng t he r iver. When we he ar dyou pl ungi ng ar ound o ut in thef o r e s t l i ke a d r unke n e l k, wedi dn’t hide as we usuall y do. Wef i gur e d yo u we re i n t he r i ve r,wh e n t he he l i c o p t e r c a me r ass wung b ac k i n o ve r t h e c i t y.Somethi ng funny ther e. The chasei s st il l r unning. The ot her way,

estr emecimie nto de curiosidad ymar avi l l a de aquel l as voc e s ,Montag supo que podían hablar decualquier cosa.

Y entonces uno de los hombresalzó los ojos y lo vio, por primerao por séptima vez, y una voz le dijoa Montag:

—Muy bi e n, ya pue de sal i rahora.

Mo nt ag re t r o ce di ó hac i a l assombras.

—Todo está bien —dijo la voz —. Bienvenido.

Montag se acercó lentamente alf ue go y a l os ci nco vi e j os quee s t aban all í , s e nt ado s , c o npantalones _____ azules y chaquetasy camisas del mismo color. No sabíaqué decirles.

—Si é nt e s e —di j o e l ho mbr eque par e c í a s e r e l j e f e —. ¿Unpo c o de c af é ?

Montag observó como vertían ellíquido humeante y oscuro en unataza de estaño. Bebió lentamente ysi ntió que t odos lo mi raban c onc ur io s idad. Se le quemar o n lo slabios, pero no le importó. Todaslas caras de alrededor tenían barba,unas barbas limpias y bien cortadas,y las manos eran también limpias.Se habían puesto de pie, como paradar la bienvenida a un huésped, yaho r a habí an vue lt o a se ntar se .Montag bebió el último sorbo.

—Gracias —dijo —. Muchas gracias.

—Bi enve ni do, Mo nt ag. Mel lamo Grange r. —El ho mbr e l eo f r ec i ó una bo t e l l a de l í qui doincoloro.— Beba esto también. Lecambiará la composición químicadel sudo r. De ntro de me dia horaus t ed o l e rá c o mo o t r as do spersonas. Con el Sabueso detrás deusted, lo mejor es un brindis.

Montag bebió aquel líquido amargo.

—Olerá un tiempo a gato mojado—dijo Granger —, pero no importa.

—Us te d me co no c e —di j oMontag.

Granger, con un movimiento decabeza, señaló un aparato portátilde televisión junto al fuego.

—Se gui mo s l a c ac er í a.Imaginamos que había ido hacia elsur, a lo largo del río. Cuando oímosque andaba por el bosque, parecidoa un due nde bo r r ac ho , no no sesco ndimos como de costumbre.Las cámaras de l os helic ópte rosvol vi er on a e nf o car la c iudad ys upus i mo s que us te d s e habí ametido en el río. Pasa algo graciosoallá. La cacería sigue aún. Aunque

p r o h i b i d o . M o n t a g l oc o mpr e ndi ó po r l a c ade nc i a ye l t o n o d e c u r i o s i d a d ys o r pr e s a que h abí a e n e l l as .

Ento nces, uno de los hombresle vant ó la mir ada y le vio , po rprimera y quizá por séptima vez, yuna voz gritó a Montag:

— ¡ E s t á b i e n , y a p u e d e ss a l i r !

Mo nt ag re t r o ce di ó ent r e l asso mbras.

—No tema —dijo la voz—. Seausted bienvenido.

Montag se adelantó lent amentehacia e l f uego, y hac ia lo s c incovi ejo s allí se ntados , vest ido s c onpantalo nes y chaquetas de col oraz ul o s c ur o . No s up o q uédecir les.

—Siéntese —dijo el hombre queparecía ser el jefe del pequeño grupo—. ¿Quiere café?

Montag contempló la humeante infusiónque era vertida en un vaso plegable dealuminio y que seguidamente Pusieron ensus manos. Montag sorbió cautelosamenteel brebaje y se dio cuenta de que los hombresle miraban con curiosidad. Se quemó loslabios, pero aquello resultaba agradable. Losrostros que le rodeaban eran barbudos perolas barbas eran limpias, pulcras, lo mismoque las manos. Se habían levantado comopara dar la bienvenida a un invitado, y,entonces, volvieron a sentarle. Montagsorbió el café.

—Gracias —dijo—. Muchísimas gracias.

—Sea usted bien venido, Montag.Yo me llamo Granger. —El hombrealar gó una bo te l li t a de l íquidoi nc ol or o —. Beba e st o t ambi én.Cambiará la composición químicade su transpiración. Dentro de mediahor a o l er á c o mo o tr a pe rs o na.Teniendo en cuenta que el Sabuesole está buscando, lo mejor es esto.

Montag bebió el amargo líquido.

—Apestará como una comadreja, pero notiene importancia —dijo Granger—.

—Conoce usted mi nombre —observó Montag.

G r a n g e r s e ñ a l ó u n t e l e vi s o rp o r t á t i l q u e h a b í a j u n t o a lf u e g o .

—Hemos visto la persecución.Nos hemos figurado que huiría haciael Sur, a lo largo del río. Cuando lehe mo s o ído mete rse e n l a s el vac omo un al ce bo rr ac ho , no no shemos e scondido como sole moshacer. Hemos supuesto que estaríaen el río cuando los helicópteros conlas cámaras se han vuelto hacia laciudad. Allí ocurre algo gracioso. Lacacería sigue en marcha, aunque en

denim hard wearing cotton fabric, tejana, vaquera

Page 121: B’s Farenheit Fahrenheit 451* - Rodriguez Alvareznovelas.rodriguezalvarez.com/pdfs/Bradbury, Ray ''Farenheit 451''-Xx-En-Sp-Sp.pdf2 B’s Farenheit tr. de F. Abelenda tr. de Alfredo

122

B’s Farenheit tr. de F. Abelenda tr. de Alfredo Crespo

5

10

15

20

25

30

35

40

45

50

55

60

65

70

75

t ho ugh.”

“The o ther way?”

“Let’s have a l ook.”

Gr ange r snapped t he po rt ablevi e we r o n . The p i c t ur e was ani ght mar e , c o n de n s e d , e as i l ypasse d f ro m hand to hand, i n t hef or e s t, all whi r ri ng c o l our andfl ight. A vo ice cr ie d:

“ T h e c h a s e c o n t i n u e sn o r t h i n t h e c i t y ! P o l i c eh e l i c o p t e r s a r e c o n ve r g i n go n A v e n u e 8 7 a n d E l mG r o ve P a r k ! ”

G r a ng e r n o d de d. “Th e y ’r efaki ng. Yo u thre w them o ff at ther iver. They c an’t admit i t. The yk no w t h e y c an h o l d t h e i ra ud i e nc e o n l y s o l o ng . Th es ho w’s go t t o ha ve a s na pe ndi ng, qui c k! If t he y s t a r t e ds earc hi ng t he who le damn ri ve rit might t ake all ni ght . So the y’res ni ff ing fo r a s cape go at t o endt hi ng s wi t h a b an g. Wat c h .The y’ll c at ch Montag in t he nextf ive mi nute s!”

“But ho w —”

“Wat c h.”

The c ame r a, ho ve ri ng i n t hebe lly of a he lic opt er, now swungdo wn at an empty st ree t.

“S e e t h a t ?” wh i s pe r e dGr ange r. “It’l l be yo u; r i ght upat the e nd of t hat st r e e t i s o urvi c ti m. Se e ho w o ur c ame ra i sc o ming i n? Bui l di ng t he s ce ne .S u s p e n s e . L o ng s h o t . R i g h tno w, s o me po o r f e l l o w i s o utf o r a wal k . A r a r i t y. An o d do n e . D o n’ t t hi n k t he p o l i c edo n’t kno w t he habit s o f que e rduc ks l i ke t hat , me n who wal kmo r ni ngs f o r t he hel l o f i t, o rf o r r e a s o n s o f i n s o mn i a .Any wa y, t he p o l i c e h ave ha dhi m c har t e d f o r mo nt hs , year s .Ne ve r kno w whe n t hat s o r t o fi nf o r ma t i o n mi g ht b e h an dy.And t o d ay, i t t u r ns o u t , i t ’sve r y u s ab l e i nd e e d . I t s a ve sf ac e . Oh, Go d, l o o k t he r e !”

Th e m e n at t h e f i r e be ntfo rwar d.

On the s cr een, a man t ur ned ac o rne r. The Me c hani c al Houndrushed f or ward i nt o the vi ewer,s udde nl y. The he l i c o pte r l i ghts h o t do wn a do ze n b r i l l i a ntpi llars that bui lt a c age all abo utthe man.

A vo i c e c r i e d , “Th e r e ’sMo ntag! The s earch is done !”

Th e i nn o c e nt ma n s t o o dbewilde red, a c igar ette bur ning in

por otro camino.

—¿Otro camino?

—Miremos.

Gr ange r e nce ndi ó e l aparat oportátil. La imagen en la pantallaera una pesadilla, condensada, quepas aba f ác il me nt e de mano e nmano, en el bosque, con colores yvuelos confusos. Una voz gritó:

—¡La caza continúa en el nortede la ciudad! ¡Los helicópteros del a po l i c í a c o nve r ge n hac ia l aave ni da 8 7 y e l par que de l o sOlmos!

Granger asintió con la cabeza.—Están f ingiendo. Perdieron la

pi s t a e n e l r í o . N o pue de nadmi ti rl o. Saben que no puedenmantener mucho t iempo el i nterésde los es pectadores. La f unción vaa t erminar en seguida, ¡r ápido! Sisiguen buscando en el c ondenadorío , pasará to da la noche . Con unchi vo expi at ori o te rminarán deuna ve z. At e nc i ó n. Cazar á n aMont ag e n l o s pr ó xi mo s c i nc omi nuto s.

Pero cómo...

—Atención.

La c ámar a, de s de e l vi e n t r ede un he l i c ó pt e r o , e nf o c ó unac al l e vac í a.

—¿Ve eso? —murmuró Granger—. Ahora aparecerá usted. justo enel extremo de esa calle está nuestravíct ima. Mire có mo se acerca lac ámar a. P re par a l a e s ce na.Sus pe nso . Inmo vi l idad. En e st emo ment o un po br e ho mbre has al ido a dar una cami nat a. Unindividuo singular. Una rareza. Lapolicía no ignora las costumbres deestos hombres, seres que se paseande madrugada sin ni ngún mot ivo,s i mpl e me nte par a ve nc er e linsomnio. Lo vienen obse rvandodesde hace meses, años. Nunca sesabe cuándo habrá que recurrir a esainformación. Y hoy al fin ha llegadoel día, y será muy útil por cierto.Salvará las apariencias. Oh, Dios,¡miren!

Los hombres sentados junto al fuego seinclinaron hacia adelante.

En l a p ant al l a, un ho mb r edo bl ó una e s qui na. El Sabue s oMe cánico ir rumpi ó de pronto enl a e s c e n a. Las l uc e s d e l o she licó pte ros lanzar on una doce nade br i l l an t e s p i l a r e s q ueenjaular on al ho mbr e.

Una voz gritó:—¡All í e s t á Mo nt ag! ¡La

búsqueda ha terminado!

El hombre inoce nte se detuvo,s o r pr e ndi do, c o n un c i gar ri l l o

sentido opuesto.

—¿En sentido opuesto?

—Echemos una ojeada.

Granger puse el televisor en marcha.La imagen era como una pesadilla,condensada, pasando con facilidad demano enmano, todaen colores revueltosy movedizos. Una voz gritó:

—¡L a pe r s e c uc i ó n c o nt i núae n e l no r t e d e l a c i ud ad! ¡ Lo sh e l i c ó p t e r o s d e l a P o l i c í ac o n ve r g e n e n l a Ave n i d aO c h e n t a y S i e t e y e n E l mGr o ve P a r k!

Granger asintió.—Están inventándoselo.Usted les ha

despistado en el río y ellos no puedenadmitirlo. Saben que sólo puedenretener al auditorio un tiempodeterminado.El espectáculo tendrámuypronto un final brusco. Si empezasen abuscar por todo el maldito río, quizánecesitasen la noche entera. Así, pues,buscan alguna cabeza de turco paraterminar con la exhibición. Fíjese.Pescarán a Montag durante lospróximos cinco minutos.

—Pero cómo...

—Fíjese.

La cámara, sujeta a la panza de unhelicóptero, descendió ahora hacia unacalle vacía.

—¿Ve eso? —susurró Granger—.Ha de tratarse de usted.Al final de esacalle está nuestra víctima. ¿Ve cómose acerca nuestra cámara? Prepara laescena. Intriga. Un plano largo. Eneste momento, un pobre diablo hasalido a pasear. Algo excepcional. Untipo extraño. No se figure que laPolicía no conoce las costumbres delos pajarracos como ése, de hombresque salen a pasear por las mañanas,sólo por el capricho de hacerlo, opo rque s uf ren de insomni o. Decualquier modo, la policía le tienefic hado desde hace mese s, años.Nunca se sabe cuándo puede resultarútil esa información. Y hoy, desdeluego, ha de serles utilísima. Asípueden salvar las apariencias. ¡Oh,Dios, fíjese ahí!

Los hombres que estaban junto a lahoguera se inclinaron.

En la pantalla, un hombre doblóuna esquina. De pronto, el SabuesoMecánico entró en el campo visual.El helicóptero lanzó una docena debr ill ant es hac es luminoso s queco nst ruyero n c omo una jaulaalrededor del hombre.

Una voz gritó:—¡Ahí está Montag! ¡La persecución

ha terminado!

El inocente permaneció atónito; uncigarrillo ardía en una de sus manos.

Page 122: B’s Farenheit Fahrenheit 451* - Rodriguez Alvareznovelas.rodriguezalvarez.com/pdfs/Bradbury, Ray ''Farenheit 451''-Xx-En-Sp-Sp.pdf2 B’s Farenheit tr. de F. Abelenda tr. de Alfredo

123

B’s Farenheit tr. de F. Abelenda tr. de Alfredo Crespo

5

10

15

20

25

30

35

40

45

50

55

60

65

70

75

hi s hand. He st are d at the Ho und,no t k no wi ng wh at i t wa s . Hepr obabl y neve r kne w. He gl anc edup at t h e s k y and t he wai l i ngsi rens . The c ame ras rus hed down.The Hound le apt up int o the airwi t h a r hyt h m an d a s e ns e o ft i mi n g t ha t was i nc r e di b l ybe aut if ul. It s nee dle shot out. Itwas suspende d f or a moment intheir gaze , as i f to give t he vastau di e nc e t i me t o ap pr e c i a t ee ve rything, t he raw lo ok o f thevi ct im’s f ac e, t he e mpty s tr ee t,the ste el animal a bul let no si ngthe tar ge t.

“Montag, do n’t mo ve!” said avo ice fr om the sky.

Th e c ame r a f e l l upo n t hevic t i m, e ve n as di d t he Ho und.Both reached him simul taneously.The vict im was s eized by Houndand c amera in a gr eat spi de ri ng,cl enc hi ng gri p. He sc reame d. Hesc re ame d. He sc reame d!

Bl ackout.

Si lenc e.

Darknes s.

Montag c ried out i n the sile nceand tur ne d away.

Si lenc e.

And then, af ter a t ime of t heme n s it ting around the f ire , the irf a c e s e x pr e s s i o n l e s s , ananno u nc e r o n t he dar k s c r e e ns ai d, “ T h e s e a r c h i s o v e r ,M o n t a g i s d e a d ; a c r i m ea g a i n s t s o c i e t y h a s b e e na ve n g e d . ”

Darknes s.

“We now t ake you t o the SkyRo o m o f t h e Ho t e l Lux f o r ahal f- ho ur o f Just -Bef or e- Dawn,a pr ogramme of —”

Gr anger turned it of f.

“The y di dn’t s how t he man’sface in foc us. Did you no tic e?

Eve n yo ur be s t f r i e n dsc o u l d n ’t t e l l i f i t wa s y o u .The y s c r ambl e d i t j us t e no ught o l e t t h e i m a g i n a t i o n t a k eo ve r . H e l l , ” h e wh i s p e r e d .“He l l.”

Mo ntag sai d not hing but no w,l oo ki ng back, sat wit h his e ye sf i xe d t o t he bl a nk s c r e e n,tr embl ing.

Gr ang e r t o u c h e d Mo n t ag ’sar m. “We l c o me bac k f r o m t hedead.” Mo nt ag no dded. Gr ange rwe nt o n. “Yo u mi ght as we l lknow al l o f us, no w. This is Fr edCl eme nt , f ormer oc cupant o f t heTh o ma s H ar d y c ha i r at

enc endi do e n la mano. Se quedómirando al Sabueso, sin saber dequé s e t rat aba. Nunc a l o habí asabido quizá. Alzó los ojos al cielo,do nde ge mí an l as s i r e nas. Lacámara descendió rápidamente. ElSabueso salt ó en el aire. Fue uns al to r í t mi co y r e gul ar,increíblemente hermoso. Surgió laaguja, y se quedó allí, en el aire,suspendida un momento, como paraque el auditorio no perdiera detallede la escena: el rostro inexpresivode la víctima, la calle desierta, elanimal de acero: una bala apuntadahacia su blanco.

—¡Montag, no se mueva! —gritóuna voz desde el cielo.

La cámara cayó sobre la víctima,junt o c on e l Sabues o. Ambo s laal canzar on s imul táne amente . Lavíctima fue tomada por la cámara yel Sabueso como entr e las patasenormes de una araña. El hombregritó. Gritó. ¡Gritó!

Oscuridad.

Silencio.

______________

Mont ag gri t ó e n e l s i le nc io ,dándose vuelta.

Silencio.

Los hombres se quedaron sentadosalre dedor del fuego, c on ros trosinexpresivos, y luego de un rato, unavoz dijo en la pantalla oscurecida:

—La persecución ha terminado.Mo ntag ha mue r t o . Un c ri me nco nt ra l a so ci edad ha te ni do s ucastigo.

Oscuridad.

—P as ar e mos aho ra al Sal ó nCe le s t i al de l Ho t e l Lux, e n e lprograma de «Media hora antes delalba», que...

Granger apagó el aparato.

—No enfocaron bien la cara delhombre. ¿Lo notó?Ni s us mej o r e s ami go s po dr ánaf i rmar que no e ra us t e d. Lomostraron de un modo confuso,dej ando mar ge n s ufi c ie nt e a l aimaginación. Demonios —murmuró—. Demonios.

Mo ntag no di j o nada, pe r o ,vuelto ot ra vez haci a el aparat o,c l avaba l o s o j os e n l a pant al l adesierta, estremeciéndose.

Granger le tocó el brazo.—Bi enve ni do de e nt r e l o s

muertos. —Montag hizo un signoafirmativo. Granger continuó:— Levoy a presentar a todos. Éste es FredCl ement, antiguo ocupante de lac át edr a Tho mas Har dy, e n

Se quedó mirando al Sabueso, sinsaber qué era aquello. Probablemente,nunca llegó a saberlo. Levantó lamirada hacia el cielo y hacia el sonidode las s ire nas . Las cámar as seprecipitaron hacia el suelo. El Sabuesosaltó en el aire con un ritmo y unaPr eci sió n que re sul tabanincre íbl eme nte be llo s. Su agujaas omó . P ermane ció inmóvil unmomento, como para dar al inmensopúblico tiempo para apreciarlo todo:la mirada de terror en el rostro de lavíctima, la calle vacía, el animal deac ero , s eme jante a un proyect ilalcanzando el blanco.

—¡Montag, no te muevas!—gritó unavoz desde el Cielo.

L a c á m a r a c a y ó s o b r e l aví c t i ma, c o mo habí a he c ho e lSabue s o . Ambo s l e al c anzar o ns i m ul t án e a m e n t e . E l h o m br ef u e i n m o vi l i z a d o p o r e lS ab u e s o y l a c á m ar a c h i l l ó .Chi ll ó . ¡Chil l ó !

Oscuridad.

Silencio.

Negrura.

Montag gritó en el silencio y sevolvió.

Silencio.

Y, luego, tras una pausa de loshombres sentados alrededor del fuego,con los rostros inexpresivos, en lapantalla oscura un anunciador dijo:

— L a pe r s e c u c i ó n h at e r mi nado , Mo nt ag ha mue r t o .H a s i d o ve n ga d o u n c r i m e nc o nt ra l a s o c ie dad.

Ahor a, nos trasl adamos al SalónEste lar del «Hotel Lux», par a unprograma de media hora antes delamanecer, emisión que...

Granger apagó el televisor.

—No han enfocado el rostro delhombre. ¿Se ha fijado?Ni su mejor amigo podría decir sis e t r at aba de us t e d. Lo hanpre se ntado lo bas tant e c o nf us opara que la imagi nación hiciera elr e s t o . Di abl o s —mur r nur ó —.Diabl os...

Mont ag no habló, pero, luego,vo lvie ndo la c abe za, permanec iósentado con la mirada fija en la negrapantalla, tembloroso.

Granger tocó a Montag en un brazo.—Bi e n veni do de ent re lo s

mue r to s . —Mont ag inc l inó l acabeza. Granger prosiguió—: Serámejor que nos conozca a todos. Estees Fred Clement, titular de la cátedraThomas Hardigan, en Cambri dge,

scramble n. 1 scamper, scurry rushing about hastily inan undignified way 2 scuffle, make one’s way to, pa-sar com o se p ueda a n u n ceremo n iou s an ddisorganized struggle 3 scramble to one’s feet po-n er se de pie . 4 tr. Revo lve r a m ix t o get h erindiscriminately. b jumble or muddle.

v. 1 make unintelligible; “scramble the message soth at n obo dy ca n un derstand it” 2 beat , stirvigorously; “beat the egg whites”; “beat the cream”3 jumble, throwtogether bring into random order 4to move hurriedly arreglarse a toda prisa ; “Thefriendscrambled after them” 5 clamber, shin, shinny, skin,struggle, sputter climb awkwardly, as if by scrambling

scramble I v. tr . 1 mezclar 2 Tele (mensaje) codificarII v. intr. 1 ir gateando to scramble across a field ,

cruzar un campo gateando; to scramble up a tree,trepar a un árbol 2 pelearse [for, por], andar a la reba-tiña [for, por]: fans were scrambling for the concerttickets , los fans se tiraban de los pelos por una entradapara el concierto 3 Dep hacer motocrossIII n. 1 subida o escalada difícil 2 confusión, reba-

tiña 3 Dep carrera de motocross

Page 123: B’s Farenheit Fahrenheit 451* - Rodriguez Alvareznovelas.rodriguezalvarez.com/pdfs/Bradbury, Ray ''Farenheit 451''-Xx-En-Sp-Sp.pdf2 B’s Farenheit tr. de F. Abelenda tr. de Alfredo

124

B’s Farenheit tr. de F. Abelenda tr. de Alfredo Crespo

5

10

15

20

25

30

35

40

45

50

55

60

65

70

75

Cambr idge in the ye ars befo re itbec ame an Ato mi c Engi ne e r ingSc ho o l . Th i s o t he r i s D r.Si mmo ns f r o m U.C .L. A. , as pe c i al i s t i n Or t e ga y Gas s e t ;Pr ofe ss or Wes t her e did quite abit f or et hi c s, an anc ie nt st udyno w, f o r Co l umbi a Uni ve r s i t yquit e s ome year s ago . Reve re ndPadover he re gave a fe w lec tur esthirty years ago and lost his flo ckbe twe en one Sunday and t he ne xtfo r hi s vi ews. He’s be en bummi ngwi th us so me time now. Myse lf: Iwr ote a boo k cal led The Finge rsi n t h e G l ov e ; t h e P r op e rRe l a t i on s hi p b e t we e n t heIndivid ual and Soc iet y, and he reI am! Welc ome , Montag!”

“I do n’t belo ng wi th you,” saidMo n t ag, at l a s t , s l o wl y. “I ’vebe en an idi ot al l t he way.”

“We ’r e us e d t o t hat . We al lm a d e t h e r i g h t k i n d o fm i s t a ke s , o r we wo ul dn ’t b ehe r e . Wh e n we we r e s e par at ei n d i vi d u a l s , a l l we h a d wa sr age . I s t r uc k a f i r e m an whe nh e c a m e t o b u r n m y l i br a r yye ar s ag o . I ’ve be e n r un ni nge ve r s i nc e . Yo u want t o j o i n us ,Mo nt ag ?”

“Ye s .”

“What have yo u to off er ?”

“Nothing. I thought I had partof the Boo k o f Ecc les ias te s andmaybe a li ttl e of Revel ati on, butI haven’t eve n that now.”

“Th e Bo o k o f E c c l e s i as t e swo u l d b e f i n e . W h e r e w a si t ? ”

“He r e ,” Mo nt ag t o uche d hi shead.

“Ah,” Gr ang e r s m i l e d a ndno dded.

“What ’s wr o ng? Isn’t that al lri ght ?” said Mo ntag.

“Be tter than al l ri ght; per fect !”Gr anger turne d t o the Re ve rend.“D o we h ave a Bo o k o fEcc lesi aste s?”

“One . A man named Harri s ofYoungst o wn.”

“M o n t ag .” Gr ang e r t o o kMo ntag’s s houlde r fir mly. “Walkc ar ef ul ly. Guar d yo ur healt h. Ifanythi ng should happen t o Harri s,you are t he Book of Ecc lesi aste s.Se e h o w i mp o r t an t y o u’ vebe come i n t he last minute !”

“But I’ve f or got ten!”

“No , not hing’s e ver lo st . Wehave ways t o shake do wn yo urcl inkers f or you.”

Cambr i dge , ant e s de que s et r ans f o r mase e n l a Es c ue la deIngeniería Atómica. Este otro es eldoct or Simnions, espec ialist a enOrtega y Gasset. El profesor West,aquí presente, era una autoridad enética, materia ahora abandonada, enl a Univer s idad de Co l umbi a. Elreverendo Pandover, que hace unostreinta años dio unas conferenciasy entre un domingo y otro perdiót odo s u re baño , a c ans a de suspuntos de vista. Está haraganeandocon nosotros desde hace un tiempo.En cuanto a mí, he escrito un librotit ulado Los dedos e n el guante.Es tudi o de la r el ac ión, entr e elindi vi duo y l a so ci edad, ¡y aquíestoy! Bienvenido, Montag.

—Yo no soy como ustedes —dijoMontag al fin, lentamente —. Hesido un idiota toda mi vida.

—Estamos acostumbrados a eso.Todos liemos cometido los mismosy ade c uado s e r ro r e s , o noestaríamos aquí. Cuando vivíamoscomo individuos aislados, todo loque teníamos era rabia. Golpeé a unbombero cuando vino a quemar mibibliote ca, hace años. He est adoambulando desde entonces. ¿Quiereunirse a nosotros, Montag?

—Sí.

—¿Qué puede ofrecernos?

—Nada. Pe nsé que sabía unaparte de l Ecl esi ast és y qui zá unpoco de la Revelación, pero no meacuerdo ni siquiera de eso.

—El libro del Eclesiastés seríare almente magní fic o. ¿Dónde lotenía?

Montag se tocó la cabeza.—Aquí.

—Ah —Gr ange r s o nr i ó ,asintiendo.

—¿Qué pasa? ¿No está bien? —dijo Montag.

—Mejor que bien, perfecto. —Gr ange r s e vo l vió hac ia e lreverendo.— ¿Tenemos un libro delEclesiastés?

—Uno. Un hombr e l l amadoHarris, en Yougstown.

—Mo nt ag —Gr ange r t o mófirmemente el hombro de Montag.Camine c o n c ui dado . Cui de s usalud. Si algo le ocurre a Harris,usted será el Eclesiastés. ¡Adviertaqué importancia ha adquirido usteden este último minuto!

—¡Pero me he olvidado!

— N o , n a d a s e p i e r d e .Te n e m o s m é t o d o s p a r as ac ar l e l o q ue s e a .

antes de que se convirtiera en una«Escuela de Ingeniería Atómica»,.Este otro es el doctor Simmons, dela Universidad de California en LosÁngeles, un especialista en Ortegay Gasset; éste es el profesor Westque se es pec i al i zó en Ét i ca,disciplina olvidada actualmente, enl a Univer s ídad de Co l umbi a. Elreverendo Padover, aquí presente,pronunció unas conferencias hacetreinta años y perdió su rebaño entreun domingo y el siguiente, debido asus opiniones. Lleva ya algún tiempocon nosotros. En cuanto a mí, escribíun libro titulado Los dedos en elguante; la relación adecuada entre elindividuo y la so ci edad y... aquíestoy. ¡Bien venido, Montag!

—Yo no soy de su clase —dijoMontag, por último, con voz lenta—.Siempre he sido un estúpido.

—Es t amo s ac o s t umbr ado s ae s o . To do s c o me t i mo s al gú ne rr or, si no, no e st ar íamo s aquí .C ua nd o é r am o s i nd i vi d uo sais lado s, l o únic o que se nt íamo se r a c ó l e r a. y o go l p e é a u nbo mber o c uando, hace años , vi noa que mar mi bibl i ot e c a. Des deento nce s, ando huye ndo . ¿Quie reuni rs e a no so tr os , Mo nt ag?

—Sí.

—¿Qué puede ofrecemos?

—Nada. Cre ía te ner part e delEclesiastés, y tal vez un poco delde la Revelac ión, per o, ahora, nisiquiera me queda eso.

— E l E c l e s i a s t é s s e r í am a g n í f i c o . ¿ D ó n d e l ot e n í a ?

—Aquí.Montag se tocó la cabeza.

—¡Ah! —exclamó Granger,sonriendoy asintiendo con la cabeza—.

—¿Qué tiene de malo?¿No estábien?—preguntó Montag.

—Me jo r que bi e n; ¡pe rf ec to !—G r a nge r s e vo l vi ó h ac i a e lr e ve r e n do —. ¿Te n e m o s u nEc les iasté s?

—Uno. Un hombre llamado Harris,de Youngtown.

—Mo n t ag —Gr a nge r ap r e t óc o n f ue r z a un ho mbr o deMo ntag—. Tenga cui dado . Cuidesu s al ud. Si algo le Oc urr ie ra aHar ris, usted s ería el Ecl esiast és.¡Ve a l o i mpo r t ant e que s e havue lto de repente!

— ¡Pero si lo he olvidado!

—No, nada queda perdido parasiempre. Tenemos sistemas de refrescarla memoria.

Page 124: B’s Farenheit Fahrenheit 451* - Rodriguez Alvareznovelas.rodriguezalvarez.com/pdfs/Bradbury, Ray ''Farenheit 451''-Xx-En-Sp-Sp.pdf2 B’s Farenheit tr. de F. Abelenda tr. de Alfredo

125

B’s Farenheit tr. de F. Abelenda tr. de Alfredo Crespo

5

10

15

20

25

30

35

40

45

50

55

60

65

70

75

“But I’ve tried to remember!”

“Don’t t ry. It ’l l c ome when wene e d i t . Al l o f us ha veph o t o gr aph i c me m o r i e s , b utspend a li fet ime le arning how toblock off the things t hat are r eallyi n t h e r e . Si m mo n s h e r e h aswo rke d o n i t f or twent y year s andno w we’ve got the method do wnto wher e we c an re cal l anythi ngthat’s bee n r ead once. Woul d youli ke, s ome day, Mo ntag, to re adPl ato ’s Re pub li c?”

“Of c ourse !”

“I am Plato’s Rep ubli c . Like tor e ad Ma r c u s Aur e l i us ? M r.Si mmo ns is Mar cus .”

“Ho w do yo u d o ?” s ai d Mr.Si mmons.

“Hell o,” said Mo ntag.

“I want you t o me et Jo nathanSwi f t , t he au t ho r o f t hat e vi lpo l i t i c al bo o k, Gu l l i ve r ’sTr avel s ! And t his ot her fe ll ow isChar le s Dar wi n, and this one isSc ho pe nhaue r, and t hi s o ne i sEi nst ei n, and t his one her e at myel bo w i s Mr. Albe rt Sc hweit ze r,a ve ry kind philo so pher i ndee d.He r e we al l a r e , Mo nt a g.Ar i s t o ph ane s and Ma hat maGandhi and Gautama Buddha andCo nf u c i us and Tho m as Lo veP eac o ck and Tho mas J e ff e r so nand Mr. Linco ln, i f yo u pl ease .We ar e al s o M at t he w, Mar k,Luke, and J ohn.”

Everyone l aughe d quie tl y.

“It can’t be,” said Mo ntag.

“It i s ,” r e pl i e d Gr a nge r,s mil i ng. “We ’r e bo o k- bur ne r s ,to o. We re ad the bo oks and bur ntt he m, af r ai d t h e y’d be f o u nd.Mi cro -fi lming di dn’t pay of f; wewe re al ways t ravel ling, we di dn’twant to bur y t he fi lm and co meback lat er. Always the c hance ofdi scovery. Bet ter to keep it in t heol d heads, where no o ne can s eeit or suspect it. We ar e all bit s andpi ec es o f hi st or y and li te raturean d i n t e r nat i o na l l a w, Byr o n,To m P ai ne , Ma c hi ave l l i , o rChris t, it ’s her e. And t he ho ur isl ate . And the war ’s be gun. Andwe are out here , and t he cit y isthere , all wr apped up in it s o wnco at of a tho usand col ours. Whatdo you thi nk, Mont ag?”

“I think I was bl ind tr yi ng t odo things my way, planti ng boo ksin fi re men’s house s and se ndi ngin alar ms .”

“Yo u di d what you had t o do .Car r i ed out on a nat i o nal s c ale ,i t m i g h t h a ve wo r ke d

—¡Pero he tratado ya de recordar!

—No t r at e . Sal drá a l a l uzc uando s e a ne c e s ar i o . To do stenemos una memoria fotográfica,pe r o no s pasamo s l a vi daapr endie ndo a olvidar. Sinimo ns,aquí present e, se ha ocupado delasunto durante más de veinte años.Co n l a ayuda de s u mét o dopodemos acordarnos de cualquiercosa que hayamos leído una vez.¿Le gustaría, Montag, leer algún díaLa República de Platón?

—¡Por supuesto!

—Yo soyLaRepúblicade Platón.¿Legustaría leer a Marco Aurelio? El señorSimmons es Marco Aurelio.

—¿Cómo está usted? —dijo elseñor Simmons.

—Hola —dijo Montag.

—Quie ro pre se ntarl e tambié na Jo nat han Swi ft , auto r de e s ema l vad o l i br o po l í t i c o , ¡L o sviaj es de Gul l ive r ! Y e s te o tr os eñor e s Char le s Dar wi n, y e st eo t r o e s Sc ho pe nhau e r, y é s t eEi ns te i n, y é s te que e s t á a mil ado el s eñor Alber t Sc hwei tzer,u n f i l ó s o f o m uy a ma bl e po rc i e r t o . Aqu í e s t am o s t o d o s ,Montag. Ari st óf anes , y MahatmaG an dh i y Ga ut am a Bu da , yC o n f u c i o y Th o m as L o vePe ac oc k y Tho mas J ef fe rso n y else ño r Abraham Li nc ol n, s i gust a.Somos t ambi én Mat eo , Marc os ,Luc as yJuan.

Todos rieron calladamente.

—No puede ser —dijo Montag.

—Es —replicó Granger con unasonrisa —. Somos quemadores delibros también. Los leemos y losque mamo s , t e mi e ndo que l o sde s cubr an. Lo s mic r o f i l ms nosi rven. Viaj amos co nti nuament e.Te ndr í amo s que e nt e r r ar l aspel ículas y vo lver a busc arlas . Ysi empr e po dr ían so rpre nder no s.Me jo r guar dar los l ibro s en l asviejas cabezotas, donde nadie puedeverlos o sospechar su existencia.So mo s tro zo s de fr agmento s dehi st or ia, y l it eratura, y der ec hointernacional, y Byron, Tom Paine,Maquiavelo o Cristo. Es tarde. Y lague rra ha comenzado. Y estamosaquí, y la ciudad está allí, envueltaen su vieja túnica de mil colores.¿Qué piensa usted, Montag?

—Pienso que estaba ciego conmis métodos: poner libros en lascasas de los bomberos y después darla alarma.

—Hi zo ust ed lo que tenía quehac er. Ll evado a una e sc al anacional, hubiese dado un resultado

—¡Pero si ya he tratado de recordar!

—No lo intente. Vendrá cuando lonecesitemos. dos nosotros tenemosmemorias fotográficas,pero pasamos lavida entera aprendiendo a olvidar cosasque en realidad están dentro. Simmons,aquí presente hatrabajado en ello duranteveinte años, y ahora hemosperfeccionado el método de modo quepodemos recordar dar cualquier cosa quehayamos leído una vez. ¿Le gustaríaalgún día, Montag, leer La República dePlatón?

—¡Claro!

—Yo soy La República de Platón.¿Desea leer Marco Aurelio? Mr.Sirnmons es Marco.

—¿Cómo está usted? —dijo Mr.Simmons—.

—Hola —contestó Montag—.

— Q u i e r o p r e s e n t a r l e aJ o nat han Swi f t , e l aut o r de e s emal i c i o s o l i br o po l í t i c o , Lo svi aj e s d e Gul l i ve r. Es t e o t r os uj e t o e s Ch ar l e s Da r wi n , ya q u é l e s S c h o p e n h a u e r , yaqué l , Ei ns t e i n , y e l que e s t áj u n t o a m í e s M r . Al b e r tS c h we i t ze r, u n f i l ó s o f o mu yag r a dab l e , d e s de l u e g o . Aq uíe s t a m o s t o d o s , M o n t a g ,Ar i s t ó f ane s , M ahat ma Gandhi ,G a u t a m a B u d a , C o n f u c i o ,Tho mas Lo ve P e ac o c k, Tho masJ e f f e r s o n y M r . L i n c o l n . Yt ambi é n s o mo s Mat e o , Mar c o ,Luc as y J uan.

________________

—No es posible —dijo Montag—.

—Sí lo es —replic ó Granger,sonriendo —. También nosot rosquemamos libros. Los leemos y losque mamos, por miedo a que losencuentren. Registrarlos en microfilmno hubiese resultado. Siempre estamosviajando, y no queremos enterrar lapelícula y regresar después por ella.Siempre existe e l ries go de serdescubiertos. Mejor es guardarlo todoen la cabeza, donde nadie pueda verloni sospechar su existencia. Todossomos fragmentos de Historia, deLiteratura y de Ley Internacional,Byro n, Tom Paine, Maquiave lo oCristo, todo está aquí. Y ya va siendotarde. Y la guerra ha empezado. Yestamos aquí, y la ciudad está allí,envuelta en su abrigo de un millar decolores. ¿En qué piensa, Montag?

—Pienso que estaba ciego tratandode hacer las cosas mi manera, dejandolibros en las casas de los bomberos yenviando denuncias.

—Ha hecho lo que debía. Llevado aescala nacional hubiese podido darespléndidos resultados. Pero nuestro

Page 125: B’s Farenheit Fahrenheit 451* - Rodriguez Alvareznovelas.rodriguezalvarez.com/pdfs/Bradbury, Ray ''Farenheit 451''-Xx-En-Sp-Sp.pdf2 B’s Farenheit tr. de F. Abelenda tr. de Alfredo

126

B’s Farenheit tr. de F. Abelenda tr. de Alfredo Crespo

5

10

15

20

25

30

35

40

45

50

55

60

65

70

75

b e a u t i f u l l y. B ut o u r wa y i ss i mpl e r and, we t hi nk, be t t e r.Al l we want t o do i s ke e p t hek no wl e d g e we t h i nk we wi l lnee d, i ntac t and s af e . We ’r e no to ut t o i nc i t e o r ange r anyo neyet . Fo r i f we ar e de st r oye d, thekno wle dge i s dead, per haps fo rgoo d. We ar e mode l c i ti zens , i no ur o wn s pe c i al way; we wal kt he o ld t r ac ks , we li e in the hi ll sat night, and the c i ty pe o ple le tu s b e . We ’ r e s t o p p e d an ds e a r c he d o c c as i o na l l y, bu tt he r e’s no t hi ng o n o ur per s onst o i n c r i mi n a t e us . Th eo r g ani zat i o n i s f l e xi bl e , ve r yl oo se , and f ragme nt ar y. So me o fus have had pl as ti c s ur ge r y o no ur f a c e s a nd f i n ge r p r i n t s .Ri ght no w we h ave a ho r r i bl ej ob; we’r e wai ti ng fo r t he war t obegi n and, as qui c kl y, e nd. It’snot ple asant , but the n we ’r e no ti n c o nt r o l , we ’ r e t h e o d dm i n o r i t y c r y i n g i n t h ewi l d e r n e s s . Wh e n t h e wa r ’so ve r, per haps we c an be o f s omeuse i n t he wo r l d.”

“Do yo u r e al l y t hi nk t he y’l ll i s t e n t he n?”

“If n o t , we ’ l l j u s t ha ve t owai t . We ’l l pas s t he boo ks o n t oo ur c hil dr en, by wo rd o f mo ut h,an d l e t o ur c hi l dr e n wa i t , i nt ur n, o n t he o t he r pe o pl e . A l o twi ll be l o s t that way, of c o urs e .B u t y o u c a n’ t m a k e p e o p l el is t e n. The y have t o c o me r o undi n t he i r o wn t i m e , wo nde r i ngwh a t h a p p e n e d a n d why t h ewo r l d b l e w u p un de r t he m. Itc an’t l as t .”

“How many of you are there?”

“Thousands o n the r oads , theabando ne d r ai l tr ac ks , to ni ght ,burns on t he o ut s i de, l ibr ari e si ns i d e . I t wa s n ’ t pl an ne d, a tf i r s t. Eac h man had a boo k hewant e d t o r e me mbe r, and di d.The n, o ve r a pe r i o d o f t we nt yyears o r so , we me t each o ther,t r ave l l i n g, and g o t t h e l o o s enet wor k to get her and s e t o ut aplan. The mos t i mpor tant s ingl et hi ng we ha d t o p o u nd i nt oo ur se lves was t hat we wer e no ti mp o r t a nt , we m us t n ’t b epe dan t s ; we we r e no t t o f e e ls upe r i o r t o anyo ne e l se i n t hewor ld. We ’r e no thing mo re t handus t - j ac ke t s f o r bo o ks , o f nos igni fi canc e ot her wi se . So me o fus li ve i n smal l t owns . Chapte rOn e o f Tho r e au ’s Wa l d e n i nGr e e n Ri ve r , C ha pt e r Two i nWi l l o w Fa r m , Ma i n e . W hy,t he r e ’s o ne t o wn i n Mar yl and,o nl y t we n t y- s e ve n p e o pl e , nobomb’ll e ve r to uc h that t own, i st he c o mpl e t e e s s ays o f a mannamed Ber tr and Rus se ll . Pi ck upt hat t own, al mos t , and fl i p t hep ag e s , s o m an y p ag e s t o a

maravilloso. Pero nuestro métodoes más simple, y, creemos, mejor.Só lo pret endemo s c ons ervar l osco no ci mi ent os i mpre sci ndible s,intactos y a salvo. No queremos porahora incitar las iras de nadie. Puessi nos destruyen, el conocimientomue re c on nos ot ro s, qui zá par as i empr e . So mo s c i udadano smo del o s , a nue s t r o mo do .Caminamos por los viejos rieles,dormimos de noche en las colinas,y la gente de las ciudades nos dejaen paz. Nos detienen y registran ave c es , pe ro de nada pue de nac usar no s . La o r gani zac i ón e sflexible, fragmentaria y dispersa.Al gunos nos hemos cambiado lacara o las impresiones digitales conayuda de la cirugía. En este precisomomento nuestra tarea es horrible.Estamos esperando a que estalle laguerra, y que, con la misma rapidez,l l e gue a su f i n. No e s nadaagradable, pero no gobernamos lascosas. Somos la rara minoría quecl ama e n e l desi er to. Cuando laguerra termine, quizá podamos serútiles al mundo.

—¿Cre e n us te de s que l o sescucharán entonces?

—Si no , s ó l o no s quedar áesperar. Les pasaremos los libros anuestros niños, de viva voz, y ellosesperarán a su vez y se los pasarána otras gentes. Mucho se perderá deese modo , es ciert o. Pe ro no sepuede o bl i gar a la ge nt e a queescuche. Se acercarán a nosotroscuando llegue la hora, cuando sepregunten qué ha pasado y por quéel mundo estalló en pedazo s. Nopuede tardar mucho.

—¿Cuántos son ustedes?

—Miles en los caminos, las víasde f e r r o c ar r i l abando nadas .Vagabundos por fuera, bibliotecaspor dentro. No lo planeamos en unpri ncipio. Siempre había alguienque quería recordar un libro, y asílo hacía. Luego, después de veinteaños, nos encont ramos, fuimos deun lado a otr o, uni mos l os hi loss ue lt o s, e i deamo s un pl an. Node bí amo s o l vi dar l o mási mpo r t ant e : no é r amo simportantes. Debí amos evitar todapedantería. No debíamos sentirnossuperiores a nadie en el mundo. Noé r amo s más que c ubi e r t aspr o t e c t o r as de l i br o s ; é s e e r anuestro único significado. Algunosde nos otros vive n en puebl os. Elc apí tulo pr i me r o de Wal de n deTho r e au e n Gr e e n Ri ve r ; e lcapítulo segundo en Willow Farm,Maine . Has t a hay una al de a e nMar yl and, de ve i nt i s i e t ehabi t ant es , que e s l os e ns ayo scompletos de un hombre llamadoBertrand Russell . Ninguna bombatocará esa aldea. Uno puede, casi,to marl a en l a mano, y pas ar l aspági nas , t ant a s pági nas po r

sistema es más sencillo y creemos quemejor. Lo que deseamos es conservarlos conocimientos que creernoshabremos de necesitar, intactos y asalvo. No nos proponemos hostigar nimolestar a nadie. Aún no. porque si sedestruyen, los conocimientos habránmuerto, quizá para siempre. Somosciudadanos modélicos, a nuestra maneraespecial. Seguimos las viejas vías,dormirnos en las colinas, por la noche,y la gente de las ciudades nos dejantranquilos. De cuando en cuando, nosdetienen y nos registran, pero ennuestras personas no hay nada quepueda comprometernos. Laorganización es flexible, muy ágil yfragmentada. Algunos de nosotroshemos sido sometidos a cirugía plásticaen el rostro y en los dedos. En estemomento, nos espera una misiónhorrible. Esperamos a que empiece laguerra y, con idéntica rapidez, a quetermine. No es agradable, pero es quenadie nos controla. Constituimos unaextravagante minoría que clama en eldesierto. Cuando la guerra hayaterminado, quizá podamos ser de algunautilidad al mundo.

—¿De veras cree que entoncesescucharán?

—Si no lo hacen, no tendremosmás que espe rar. Tr ansmitir emosl o s l i br o s a nue st r o s hij o s ,o r alme nt e , y de jar e mo s quenuestros hijos esperen, a su vez. Deeste Modo, se perderá mucho, desdeluego, pero no se puede Obligar ala gente a que escuche. A su debidot i e mpo , de be r á ac udi r,preguntándose qué ha o currido ypor qué el mundo ha estallado bajoellos. Esto no puede durar.

—¿Cuántos son ustedes?

—Miles, que van por los caminos,l as ví as f ér r eas abando nadas ,vagabundos po r e l e xt er i or,bibl io t ec as por el int er i or. Alprincipio, no se trató de un plan.Cada hombre t enía un l ibro queque r ía re c or dar, y as í 1 o hi zo .Luego, durante un período de unosvei nt e año, f uimo s ent rando e ncontacto, viajando, estableciendoes ta or ganizació n y f orzando unplan. Lo más i mpo rt ante quedebíamos meternos en la cabeza esque no somos importantes, que nodebe mo s de se r pe dant es . Nodebemos s enti mo s s uper io re s anadi e en e l mundo . Só lo s omossobrecubiertas para libros, sin valorintrí ns eco . Alguno s de nos otr osvive n e n pequeñas ci udades . ElCapítulo 1 del Walden, de Thoreau,habita en Green River, el CapítuloII, en Millow Farm, Maine. Pero sihay un poblado e n Maryland, consólo veintisiete habitantes, ningunabomba c aer á nunc a s o bre es alocalidad, que alberga los ensayoscompletos de un hombre llamadoBertrand Russell. Coge ese pobladoy casi divida las páginas, tantas por

Page 126: B’s Farenheit Fahrenheit 451* - Rodriguez Alvareznovelas.rodriguezalvarez.com/pdfs/Bradbury, Ray ''Farenheit 451''-Xx-En-Sp-Sp.pdf2 B’s Farenheit tr. de F. Abelenda tr. de Alfredo

127

B’s Farenheit tr. de F. Abelenda tr. de Alfredo Crespo

5

10

15

20

25

30

35

40

45

50

55

60

65

70

75

per so n. And whe n the war ’s over,s ome day, s ome ye ar, the bo oksc an be wr it te n agai n, t he peo pl ewil l be c al le d in, o ne by one, t or ec it e what t he y kno w and we ’l ls e t it up i n t ype unt i l ano t he rDark Age , when we might have todo the who le damn t hi ng o ve ragai n. But t hat ’s t he wo nde r fulthing about man; he never gets sodis couraged o r disgusted that hegi ves up doi ng it all ove r agai n,becaus e he knows very well it isimportant and worth the doing.”

“W hat do we d o t o ni ght ?”as ked Mo ntag.

“Wai t ,” s ai d Gr ang e r. “Andmo ve do wns t r e am a l it t l e way,just in case .”

He be gan t hr owi ng dus t anddi rt on the f ir e.

Th e o t h e r me n h e l p e d, a ndMo ntag hel ped, and the re , i n t hewi lde r ne s s , t he me n al l move dtheir hands, putti ng out t he fi retogethe r.

They sto od by the r ive r i n t hest arl ight.

Mo ntag saw the lumino us di alo f hi s wat e r pr o o f . Fi ve . Fi veo’clo ck in the mor ning. Anotherye ar t ic ke d by in a si ngle hour,and dawn wait ing beyo nd the f arbank of the r ive r.

“Why do you t r us t me ?” s ai dMo nt ag.

A m a n m o v e d i n t h edarkne ss .

“The l o o k o f yo u’s e n o ugh.Yo u have n’t s e en your s el f in amir r or l at e ly. Be yond t hat , thec i t y has ne ve r c a r e d s o muc hab o ut u s t o b o t h e r wi t h anelaborate chase like this to find us.A few cr ac kpo ts wi th ve rse s intheir heads c an’t touch them, andt he y kn o w i t and we k no w i t ;everyone knows it . So long as t hevas t po pul ati o n doe s n’t wande rabout quo ti ng the Magna Char taan d t he Co n s t i t u t i o n, i t ’s a l lri ght. The fi re me n wer e enoughto check t hat , now and t hen. No,t he ci t ie s do n’t bo the r us. Andyou lo ok like hell .”

The y mo ved al o ng t he bank o ft he r i ver, goi ng s o ut h. Mo nt agt ri e d t o s e e t he me n’s fac e s, theo ld f ac e s he r e me mbe r ed f ro mt he fi re l ight, li ne d and t ir ed. Hewas lo o king f o r a br i ght ne s s , ar e s o l ve , a t r i um p h o ve rt omo rr o w t hat har dl y s e e me d t ob e t he r e . P e r h ap s he ha de xpe ct e d t he i r f ace s t o burn andgli t te r wi t h t he kno wle dge t he yc ar r i e d , t o g l o w a s l a nt e r n sglo w, wit h t he li ght in the m. But

pe r s o na. Y c ua ndo l a gue r r at e r mi ne , al gún dí a, al gún año ,podr án esc ribirse los l ibros otravez; se llamará a l a ge nte, una auna, para que reci te lo que sabe, ylo s guardare mos impr eso s has taque l l e gue o t r a Edad de l asTinieblas, y tengamos que rehacerenteramente nuestra obra. Pero esoes lo mar avi llos o e n e l ho mbr e;nunca s e de scorazona o disgustatant o co mo par a no e mpezar denuevo. Sabe muy bien que su obraes importante y valiosa.

—¿Qué har e mo s ho y, e s t anoche? —les preguntó Montag.

—Esperar —dijo Granger —. Ycaminar un poco río abajo, por siacaso.

Co me nzó a ar r o jar po lvo ybasura al fuego.

Los otros hombres ayudaron, yMontag ayudó, y allí en medio delc ampo , t o do s l o s ho mbr es s emo vie r o n par a apagar e f ue go ,juntos.

Se detuvieron junto al río, a laluz de las estrellas.

Montag miró la esfera luminosade su reloj sumergible. Las cinco.Las cinco de la mañana. Otro añopasaba en una sola hora, y el albaesperaba más allá de la lejana orilladel río.

—¿P or qué c onfí an e n mí ? —preguntó Montag.

Un ho mbr e s e mo vi ó en l asombra.

— B a s t a m i r a r l o . N o s eh a v i s t o u s t e d e n u ne s p e j o ú l t i m a m e n t e .A d e m á s , l a c i u d a d n u n c ap e n s ó e n o r g a n i z a r u n av e r d a d e r a c a c e r í a .U n o s p o c o s mentecatos con versos enla cabeza no pueden hacer daño a lagente de la c iudad. Ellos lo sabe n ynos otros ta mbié n. Todo el m undo los abe. Mient ra s a l a ma yor ía de l apoblación no se le ocurra empezar a citarla Constit ución y la Carta Magna, todoanda rá bien. B ast a par a e so con lavigila ncia de los bom beros. N o, l asciudades no nos molestan. Y usted tieneun aspecto de todos los diablos.

Caminaro n a l o l argo del rí o,rumbo al sur. Montag trataba de verlas caras de los hombres, las viejascaras que el fuego había iluminado,cansadas y arrugadas. Buscaba unal uz, una re s o luc ió n, un tr i unf os o bre e l fut ur o , al go que ,apare nt e me nt e , no es t aba al l í .Quizá había esperado que aquellasc ar as ar die s e n y br i l l as e n,ence ndidas por e l cono cimiento,resplandecie ntes como linter nas,con una luz interior. Pero la luz que

persona. Y cuando la guerr a hayate rminado, al gún dí a, lo s li br ospodrán ser escri tos de nue vo. Lagente será convocada una por una,para que recite l o que sabe , y loimprimiremos hasta que llegue otraEra de Oscuridad, en la que, quizá,debamos repetir toda la operación.Pe ro es to es lo maravill os o delhombre : nunc a s e de s al i ent a odis gus t a l o s uf ic i ent e par aabando nar al go que debe hac er,porque sabe que es importante y quemerece la pena serlo.

—¿Qué hacemos esta noche? —preguntó Montag—,

—Esperar —repuso Granger—. Ydesplazarnos un poco río abajo, por siacaso.

Empezó a arrojar polvo y tierra a lahoguera.

Los otros hombres le ayudaron, lomismo que Montag, y allí, en mitad delbosque, todos los hombres movieronsus manos , apagando el fuegoconjuntamente

Se detuvieron junto al río, a la luz de lasestrellas.

Montag consultó la esfera luminosade su reloj sumergible. Las cinco.Las cinco de la madrugada. otro añoque mado e n una s ol a ho ra, unamanecer esperando más allá de laorilla opuesta del río.

—¿Por qué confían en mí? —preguntó Montag—.

U n ho m b r e s e m o vi ó e n l ao s c uri dad.

—Su aspecto es suficiente. No se havisto usted últimamente en un espejo.Además, la ciudad nunca se hapreocupado lo bastante de nosotros comoparaorganizar unapersecuciónmeticulosacomo ésta, con el fin de encontrarnos.Unos pocos chiflados con versos en lasesera no pueden afectarla, y ellos losaben, y nosotros también. Todos losaben. En tanto que la mayoría de lapoblación no ande por ahí recitando laCarta Magna y la Constitución, no haypeligro. Los bomberos eran suficientespara mantener esto a raya, con susactuaciones esporádicas. No, lasciudades no nos preocupan.Yusted tieneun aspecto endiablado.

Se desplazaron por la orilla delrío, hacia el Sur. Montag trató de verlos rostros de los hombres, los viejosrostros que recordaba a la luz de lahoguer a, mus t io s , y cansados .Es taban buscando una vivac idad,una resolución. Un triunfo sobre elmañana que no parecía estar allí. Talve z habí a e spe rado que aquell osrostros ardieran y brillasen con losconocimientos, que resplandeciesenc omo l i nt e rnas , c on la luzencendida. Pero toda la luz había

crackpot an eccentric person, especially one withbizarre ideas. Foolish; harebrained: a crackpotnotion.

crackpot, crank, nut, nut case, nutcase, fruitcake,screwball; a whimsically eccentric person,

chiflado, estrafalario

Page 127: B’s Farenheit Fahrenheit 451* - Rodriguez Alvareznovelas.rodriguezalvarez.com/pdfs/Bradbury, Ray ''Farenheit 451''-Xx-En-Sp-Sp.pdf2 B’s Farenheit tr. de F. Abelenda tr. de Alfredo

128

B’s Farenheit tr. de F. Abelenda tr. de Alfredo Crespo

5

10

15

20

25

30

35

40

45

50

55

60

65

70

75

all the li ght had co me f ro m thec amp f i r e , and t he s e me n hads e e me d no di f fe r e nt f r o m anyo the rs who had r un a lo ng r ace ,s e ar c he d a l o n g s e ar c h, s e e ngoo d t hi ngs de st r o ye d, and now,ver y l at e , we r e gat he r ing t o wai tf or t he end of the par ty and theblo wing out o f t he l amps . The ywe r e n’t at al l c e r t ai n t hat t het hi n g s t he y c a r r i e d i n t h e i rheads mi ght make e ver y f ut ur edawn gl o w wi t h a pur e r l i ght ,t he y we r e s ur e o f no thi ng s avet ha t t h e b o o k s we r e o n f i l eb e h i nd t h e i r qu i e t e y e s , t h ebo oks we r e wai ti ng, wi th t he i rpage s uncut , f or the c us to mer swho m i g h t c o me b y i n l a t e ryears , so me wit h c le an and s omewit h di r ty f inge rs .

Montag s quinted f rom o ne f aceto anot her as they walke d.

“D o n’t j u dge a bo o k by i t sco ver,” someo ne sai d.

And t he y all l aughe d qui et ly,mo vi ng downs tr eam.

T h e r e w a s a s h r i e k a n dt h e j e t s f r o m t h e c i t y w e r eg o n e o v e r h e a d l o n g b e f o r et h e m e n l o o k e d u p . M o n t a gs t a r e d b a c k a t t h e c i t y, f a rd o w n t h e r i v e r , o n l y a f a i n tg l o w n o w.

“My wif e’s back there .”

“I’m s o r r y t o he ar t hat. Theci tie s won’t do wel l i n the ne xtfe w days ,” said Grange r.

“It’s st range , I do n’t miss he r,it ’s st range I don’t fe el muc h ofanything,” said Montag. “Even ifshe dies , I reali zed a moment ago,I don’t think I’ll fe el sad. It isn’tri ght . Some thi ng must be wro ngwi th me .”

“List en,” s aid Granger, t aki nghis ar m, and wal king wi t h him,hol di ng as i de t he bus he s t o le thi m pass . “Whe n I was a boy mygr andf athe r di e d, and he was asc ulpto r. He was also a ve ry ki ndman who had a l ot of lo ve to gi vethe wor ld, and he hel pe d c lean upt h e s l um i n o u r t o wn; and hemade t o ys f o r us and he di d ami lli on things i n his li fet ime; hewas always busy wi th his hands.And whe n he di e d, I s ud de nl yre ali zed I wasn’t c ryi ng fo r himat al l, but f or the t hi ngs he did. Icr ied because he woul d never dothem again, he woul d never car veanother pi ece of wo od or he lp usr ais e do ve s and pi ge o ns i n t heback yard or pl ay the vio lin t heway he did, or te ll us jo kes t heway he did. He was part of us andwhe n he di e d , al l t he ac t i o ns

había visto antes era la del fuego, yestos hombres no eran diferentes dec ualqui e r o t r o que hubi e s er e c or r i do un l argo c ami no ,realizado una larga búsqueda, vistolas cosas buenas destruidas y ahora,muy t ar de , s e uni e s e a s ussemejantes para esperar el fin de lafiesta y ver cómo se apagaban laslámparas. No podían asegurar quelas cosas que llevaban en la cabezadiesen a todo futuro amanecer unaluz más pura, no estaban seguros denada, s al vo de que l o s l ibr o ses taban ar chivados det rás de l osojos serenos, que los libros estabanesperando, con los cuadernillos sinabr ir, a l o s c l i e nte s que qui závini esen año s más tarde, algunosco n manos l impias, y ot ros c onmanos sucias.

Montag miró de soslayo a uno yotro mientras caminaban.

—No juzgue a un l ibro po r sucubierta —dijo alguien.

Todos se ri er o n que damente ,siguiendo el curso del río.

Se oyó un chillido y los avionesde la ciudad desaparecieron sobrela cabeza de los hombres antes deque éstos alzaran la vista. Montags e vo l vió haci a l a c i udad. Al l áabajo, en el río, era ahora un débilresplandor.

—Mi mujer está allí.

—Lo si ent o. Las ci udade s noserán nada bueno en los próximosdías —dijo Granger.

—Es r ar o , no l a e xt r año . Nos i e nt o e n r e al i d ad c as i na da dena da —d i j o Mo n t a g — . Cr e oqu e ni s i qu i e r a l a m ue r t e dem i m u j e r p o d r í ae n t r i s t e c e r m e . N o e s t á b i e n.Al g o ma l o m e pa s a.

E s c uc he — di o Gr an ge rt o m án do l o p o r e l br az o yc aminando c on é l , apar tando lo smato r r al es para que pas ar a —.Mi abue lo mur ió cuando yo er aniño . Er a e s cul t or. Er a ade másu n ho mb r e m uy b o n da do s o ,di s p ue s t o a q ue r e r a t o d o e lm un do . Ay ud ab a a l i m pi ar l ac as a de vec indad, hac ía j ugue te spara l o s ni ños , y un mi l l ó n dec os as . Te ní a si empr e las mano so c u pa da s . Y c u an do m ur i ó ,c ompr endí que yo no ll or aba po ré l, s ino po r to das las co sas queh ac í a . Ll o r ab a p o r qu e nu nc avo l ve r í a a ha c e r l as . Nu nc avol ve rí a a l abr ar o t ro t ro zo demader a, ni no s ayudar ía a cr iarpal omas y pic ho nes e n el pat io ,ni t o c ar í a e l vi o l í n de a qu e lmodo, ni no s c ont ar ía aquel lo schis te s. Era part e de no so tr os , y,

procedido de la hoguera, y aquelloshombres no parecían distintos decuale squier a o tro s que hubies enr ec or r ido un largo c amino , unabúsqueda prolongada, que hubiesenvisto cómo eran destruidas las cosasbue nas , y aho r a, muy t ar de , s ereuniesen para esperar el final de lapar t ida, y la ext inc ió n de laslámparas. No estaban seguros de quel o que ll e vaban e n s us me nte spudiese hacer que todos los futurosamaneceres brill asen con una luzmás pur a, no est aban seguros deri ada, e xce pto de que lo s l ibr oses taban bie n archi vados tras s ustranquilos ojos, de que los librosesperaban, con las Páginas sin cortar,a los lectores que quizá se presentaranaños después, unos, con dedos limpios,y otros, con dedos sucios.

Mientras andaban, Montag fueescrutando unrostro tras de otro.

—No juzgue un libro por susobrecubierta alguien—.

Y todos rieron silenciosamente,mientras se movía río abajo.

Se oyó un chillido estridente, y losreactores de la ciudad pasaronsobre suscabezas mucho antes de que los hombreslevantaran la mirada, Montag se volviópara observar la ciudad, muy lejos, juntoal río, convertida sólo en un débilresplandor.

—Mi esposaestá allí.

—Lo siento.Alas ciudades no les vana ir bien las cosas en los próximos días— dijo Granger—.

—Es e xt r año , no l a e c ho e nfalta, ape nas te ngo s ens ac ión —di jo Mont ag—. Inc l us o aunqueel la mur ier a me he dado cuentahac e un momento, no cre o que mesi nti er a t ris te. Eso no est á bie n.Al go de be de o c ur r i r m e .

—Es c uc he —di j o Gr anger,cogiéndole por un brazo y andandoa su lado, mientr as apart aba l osarbust o s par a de j ar l e pas ar—.Cuando era niño, mi abuelo murió.Era escultor. También era un hombremuy bueno, tenía mucho amor quedar al mundo, y ayudó a eliminar lamis e r ia en nue s tra c i udad; yconstruía juguetes para nosotros, yse dedicó a mil actividades durantesu vida; s iempre tenía las manoso c upadas . Y c u ando mur i ó , depro nto me di cue nta de que nolloraba por él, s ino por las cosasque hacía. Llo raba po rque nuncamás volverí a hace rlas, nunca másvo lver ía a labrar o tro pedazo domadera y no nos ayudaría a cr iarpic hones en el patio ni t ocaría elvi olín co mo é l s abí a hacer lo, nino s c o nt ar í a chi s t e s . Fo r mabaparte de nosotros, y cuando murió

Page 128: B’s Farenheit Fahrenheit 451* - Rodriguez Alvareznovelas.rodriguezalvarez.com/pdfs/Bradbury, Ray ''Farenheit 451''-Xx-En-Sp-Sp.pdf2 B’s Farenheit tr. de F. Abelenda tr. de Alfredo

129

B’s Farenheit tr. de F. Abelenda tr. de Alfredo Crespo

5

10

15

20

25

30

35

40

45

50

55

60

65

70

75

s to pped dead and the r e was noone to do them j us t the way hedid. He was i ndivi dual. He wasan i m po r t a nt ma n. I’ve ne ve rgo t t e n ove r hi s de at h. Of t e n It hink, what wo nde r ful car vingsnever c ame to bir th bec ause hedi e d. Ho w m an y j o ke s a r emi ssi ng fr om the worl d, and howmany homing pige ons unto uchedby hi s h and s . He s h ape d t hewo rld. He did thi ngs t o the wor ld.The wor ld was bankrupted o f t enmi lli on fi ne ac tio ns the night hepass ed on.”

Mo nt a g wal ke d i n s i l e nc e .“Mi l li e, Mi l li e,” he whis pe r ed.“Mil li e.”

“What ?”

“M y wi f e , my wi f e . P o o rMi l l i e , po o r Mi l l i e . I c an ’tre member anyt hing. I thi nk of herhands but I don’t s ee them doi nganyt hi ng at al l . The y jus t hangthe re at her si des or they lie thereon he r lap or t her e’s a ci gar et tein them, but that’s all .”

Mo nt ag t u r ne d an d g l anc e dbac k.

What did yo u give t o t he cit y,Mont ag?

Ashes .

What did t he o t he r s gi ve t oeach ot he r?

No thi ngnes s.

Gr ange r s t o o d l o o ki ng bac kwi t h Mo n t ag. “Eve r y o ne m us tl eave s o me t hi ng behi nd whe n hed i e s , m y gr an df at he r s a i d . Ac hi l d o r a boo k o r a pai nti ng o ra ho us e o r a wal l buil t o r a pai ro f s h o e s m a d e . O r a g a r de npl ant e d. So me t hi ng yo ur handt ouc hed so me way s o yo ur s oulhas s ome whe re t o go whe n yo udi e , a nd whe n pe o p l e l o o k att ha t t r e e o r t ha t f l o we r yo uplante d, yo u’r e t he r e. It doe s n’tmat t er what yo u do , he s ai d, s ol o ng as yo u c hange s ome t hi ngf ro m t he way i t was be f o re yo ut ouc hed it i nt o s o me t hing t hat’sl i ke y o u af t e r yo u t ak e yo urh an d s a way. Th e di f f e r e nc ebet we en the man who j ust c ut sl awns and a r e al gar dene r i s i nt he t ouc hi ng, he s ai d. The l awn-c u t t e r mi ght j us t as we l l n o th ave b e e n t he r e a t a l l ; t h eg ar d e n e r wi l l be t he r e al if et ime.”

Gr anger moved hi s hand. “Mygr andfat he r s howed me so me V-2 roc ket f ilms o nce , f if ty yearsag o . Have y o u e ve r s e e n t heat om- bomb mushro om fro m t wohundr ed mi les up? It’s a pi npric k,it ’s no thi ng. With the wil der ne ssal l around it .”

cuando mur ió, t odos lo s ac to s sed e t uvi e r o n, y na di e po dí ar ee mplazarl o. Er a un i ndividuo .E r a u n ho mb r e i m po r t an t e .Nunca pensé e n s u muer te . Sí e nc a mb i o e n t o do s l o s o bj e t o sl abr ado s que nunc a nac i er o n ac au s a de e s a m ue r t e . Cuán t asbr omas falt an ahor a e n el mundo,c uánt as pal omas que sus mano sn un c a t o c ar o n . Mi a bu e l omodel aba el mundo . Hací a co sase n el mundo. Co n su muer te e lmundo pe rdi ó di e z mil lo nes deac to s her mo so s.

Mont ag si gui ó caminando e nsilencio. —Millie, Millie —suspiró—. Millie.

—¿Qué?

— M i m u j e r , m i m u j e r .P o b r e M i l l i e , p o b r e , p o b r eM i l l i e . N o r e c u e r d o n a d a .P i e ns o e n s u s ma no s , pe r o nohac e n na da. Só l o l e c u e l ga n al o s c o s t ad o s , o l e de s c ans ane n e l r e g azo , o s o s t i e ne n unc i g ar r i l l o . Es o e s t o do .

Montag se vol vió y e chó unamirada a la ciudad.

¿Q u é l e d i s t e a l a c i u d ad ,Mo nt ag?

Cenizas.

¿ Q u é l e d i e r o n l o so t r o s ?

Nada.

Granger miró junto con Montag.— To d o s d e b e n d e j ar a l g o

a l m o r i r , d e c í a m i a b u e l o .U n n i ñ o o u n l i b r o o u nc u a d r o o u n a c a s a o u n ap ar e d o un pa r de za p at o s . Ou n j a r d í n . A l g o q u e l a sm a n o s d e u n o h a y a n t o c a d od e a l g ú n m o d o . E l a l m at e n dr á e nt o nc e s a d o n de i r e ld í a d e l a m u e r t e , y c u an d o l ag e n t e m i r e e s e á r b o l , o e s af l o r , a l l í e s t a r á u n o . N oi m p o r t a l o q u e s e h a g a ,d e c í a, m i e n t r a s u n o c a m b i el a s c o s a s . As í , d e s p u é s d et o c a r l a s , q u e d a r á e n e l l a sa l g o d e u n o . L a d i f e r e n c i ae n t r e u n h o m b r e q u e s ó l oc o r t a e l c é s p e d y u nj ar d i n e r o de p e n d e d e l us o d el as m an o s , d e c í a m i ab u e l o .L a c o r t a d o r a d e c é s p e d p ud on o h a b e r e s t a d o a l l í ; e lj a r d i n e r o s e q u e d a r á e n e lj a r d í n t o d a u n a v i d a .—Granger movió una mano.— Miabuelo me mostró unas pelí culastomadas desde un cohete V—2 hacemedio siglo. ¿Vio usted alguna vez elhongo at ómico desde tre scientoskilómetros de altura? Es un pinchazode al fil er, nada. Con el campoalrededor.

todas las actividades se interrumpieron,y n ad i e e r a c ap a z de h ac e r l a sc o mo é l . Era indi vidualist a. Er aun hombr e i mpo r tante. Nunca mehe s obr epues t o a su mue rt e . Amenudo , pi ens o e n l as tal lasmaravillosas que nunca han cobradoforma a causa de su muerte. Cuántoschistes faltan al mundo, y cuántospichones no sido tocados por susmanos. Configuró el mundo, hizocosas en su beneficio. La noche enque falleció, el mundo sufrió unapérdida de diez millones de buenasacciones.

Montag anduvo en silencio.—Millie, Millie —murmuró—.

Millie.

—¿Qué?

—Mi esposa, mi esposa. ¡PobreMi ll ie , po br e Mi ll ie ! No pue dorecordar nada. Pienso en sus manos,pe ro no las ve o re alizar ningunaac ci ón. Pe rmanec en c ol gandofláccidamente a sus lados, o están ensu regazo, o hay un cigarrillo en ellas.Pero eso es todo.

Montag se volvió a mirar haciaatrás.

«¿Qué di s t e a l a c i udad,Montag?»

«Ceniza.»

«¿Qué se dieron los otrosmutuamente?»

«Nada.»

Granger permaneció con Montag,mirando hacia atrás.

—Cu ando mue r e , t o do e lmundo de be de jar al go det r ás ,decía mi abue lo. Un hi jo, un l ibro,un c uadr o , una c as a, una par e dlevantada o un par de zapatos . Oun jar dí n plant ado . Algo que t umano toc ará de un modo e speci al,de modo que t u alma tenga al gúnsit io a donde ir cuando t ú muer as,y c uando la ge nte mire es e árbol,o e s a f l or, que t ú pl ant ast e , t úes tarás allí. «No i mpor ta lo quehagas —de c í a —, e n t ant o quecambies algo respec to a como eraantes de to car lo, convir tié ndo loen algo que s ea co mo tú despuésde que separes de ellos tus manos.La difere ncia entre el ho mbre quese limita a co rtar el cés ped y unaut é nt i c o j ar di ne r o e s t á e n e ltac to. El cort ador de cés ped igualpo dr í a no habe r e s t ado al l í , e lj ar di ne r o e s t ar á a l l í p ar asiempre.»

Granger movió una mano.—Mi abuelo me enseñó unavez, hace

cincuenta años unas películas tomadasdesde cohetes. ¿Ha visto alguna vez elhongo de una bomba atómica desdecientos kilómetros de altura? Es unacabeza de alfiler, no es nada. Y a sualrededor, la soledad.

Page 129: B’s Farenheit Fahrenheit 451* - Rodriguez Alvareznovelas.rodriguezalvarez.com/pdfs/Bradbury, Ray ''Farenheit 451''-Xx-En-Sp-Sp.pdf2 B’s Farenheit tr. de F. Abelenda tr. de Alfredo

130

B’s Farenheit tr. de F. Abelenda tr. de Alfredo Crespo

5

10

15

20

25

30

35

40

45

50

55

60

65

70

75

“My gr andf at he r r an o f f t heV- 2 r o c ket f i lm a doze n t ime sand t he n ho pe d t hat s o me dayo ur c it i es woul d o pe n up and le tt he gr e en and t he l and and t hewi lde r ne ss i n mo r e , t o r e mi ndp e o p l e t h at we ’r e a l l o t t e d al it t le spac e o n e ar t h and t hat wes urvi ve in t hat wi l der ne s s t hatc an t ake bac k what i t has gi ven,as e asi l y as bl o wi ng i t s br e at ho n us o r s e ndi ng t he s ea to t el lus we ar e no t s o bi g. Whe n wef or get ho w c l os e t he wil der nes si s i n t he night, my gr andpa s aid,s ome day it wi l l c ome i n and ge tus , f o r we wi l l have f o r got t e nhow t er r ibl e and r eal it can be .Yo u s e e ? ” Gr ang e r t ur ne d t oMo nt ag . “G r a ndf at he r ’s be e ndead fo r al l t hes e ye ars , but i fyou li f t ed my skul l, by Go d, i nt he c o n vo l ut i o ns o f m y br ai nyou’d f i nd t he bi g r i dge s o f hi st humbpr i nt . He to uc he d me . AsI s aid e ar l ie r, he was a s c ulpt or.‘I hat e a Ro ma n name d St at usQuo !’ he s ai d t o me. ‘St uff youre ye s wi th wonder, ’ he s ai d, ‘l ivea s i f y o u ’d d r o p de ad i n t e ns e c o n d s . S e e t h e wo r l d . I t ’smo r e f ant ast i c t han any dr e ammade o r pai d f or i n f ac t or i e s .As k no guar ant e e s , ask f o r nos e cur i t y, t he r e ne ve r was suc han animal. And if the r e wer e , i two ul d be r e l at e d t o t he g r e ats lo t h whic h hangs ups i de downi n a t r e e a l l d ay e ve r y d ay,s l e epi ng i t s l i f e away. To he l lwi t h t hat , ’ he s ai d, ‘s hake t het r ee and kno c k t he gre at s lo t hdown on hi s as s .’”

“Look!” cri ed Mo ntag.

And the war be gan and ende din that ins tant.

Lat e r, t he men ar ound Mo ntagc oul d no t s ay i f t he y had r e all ys e e n an y t h i n g. P e r h ap s t h em e r e s t f l o ur i s h o f l i gh t an dmot i on i n t he sky. P er haps thebombs we re the re , and t he j e ts ,t en mi l e s, fi ve mi le s , o ne mil eup, f or the me r es t i ns tant, l ikegr ai n thr o wn o ve r t he he ave nsby a gr e at so wing hand, and thebo mbs d r i f t i n g wi t h d r e adf uls wi f tne s s, ye t s udde n s l owne ss ,d o wn u po n t h e m o r n i n g c i t yt he y ha d l e f t b e h i nd . Th ebombar dment was t o all i nt e nt sand pur pos e s f ini s he d, o nc e thej e t s had s i g ht e d t he i r t a r ge t ,ale rt ed t he ir bombar di er s at f ivet ho u s an d m i l e s a n h o u r ; a squi c k as t he whis per o f a s c ythet he war was f i ni s he d. Once thebomb-r e le as e was yanke d i t waso ve r. No w, a f ull thr e e s ec o nds ,all o f t he t ime i n his to ry, bef or et h e b o mb s s t r u c k , t he e ne mys hi ps thems el ve s wer e gone hal far o und t he vi s i bl e wo r l d, l i keb ul l e t s i n wh i c h a s a vag e

Mi abue lo pas ó una do c ena deve c e s e s e f i l m , y p e ns ó qu ealgún dí a l as ci udade s debe r íana br i r s e un p o c o m ás y de j a re nt r ar l a ve ge t ac i ón y e l c ampo .L a ge n t e r e c o r da r í a q u e aú nque daba un poc o de es pac i o e nl a t ie r ra, y que po día so br evi vi re n e s e c ampo , que devuel ve l oq ue s e l e da , t a n f ác i l me nt ec omo s i no s e c har á e l al ie nt o on o s mo s t r a r a e l m a r p ar ad e c i r no s q u e n o s o mo s t a ngrande s . Si o lvi damos qué c e rc ae s tá e l campo de no che , dec í ami ab ue l o , al gú n dí a ve n dr á are co rdar no s su t er ri bl e re al idad.¿Co mpr e nde ? El abue l o mur i óhac e mucho s año s , per o s i us te dmi r a de nt r o de mi c abe za, po rDi o s , e n l as c i r c unvo l uc i o ne sd e l c e r e br o ve r á l as h u e l l a sdigi t al e s de l pul gar del abue lo .E l a b ue l o m e t o c ó u na ve z .Co mo dij e ant e s e r a es c ul t o r :« Od i o a un r o m a no l l a m ad oStat us Quo » me de cí a. «Llé nat el os oj o s de as ombro , vi ve c omos i f ue s e s a m o r i r e n l o sp r ó x i m o s d i e z s e g un d o s .Ob s e r va e l u ni ve r s o . E s má sf ant ás ti c o que c ualqui er s ue ñoc o n s t r u i do o p a g ad o e n un af ábr ic a. No pi das gar ant ías , nopidas s e gur idad, nunca hubo unani mal s e me j ant e . Y s i al gunave z l o h ub o , d e b e de s e rpar i e nt e de l pe r e zo s o , que s ep as a l o s d í as c a b e z a ab a j o ,c ol gado de una rama, dur mi e ndot oda la vi da. Al diabl o c on e so »dec ía. «Sac ude e l árbo l, y que e lper e zos o c ai ga de c abe za.»

—¡Mire! —gritó Montag.

Y la guerra comenzó y terminóen ese instante..

Más tar de , l o s ho mbr es quero de aban a Montag no pudie ro ndecir si había habido algo realmente.Quizá una luz y un movimiento enel cie lo. Quizá l os bombarder oshabían estado allí, y los cazas, a diezkilómetros, a cinco kilómetros, a unkil ómet r o de alt ura, dur ante unúni c o i ns t ant e, co mo s emi ll aarrojada en el cielo por la mano deun gi gante sc o s embrado r, y lo sbombarderos pasaron, terriblementeveloces, y repentinamente lentos,s obre la ci udad e n so mbr as. Elbombar deo co ncl uyó ,indudablemente , una vez que l osc azas avi s tar on e l o bj e ti vo yalertaron a los bombarderos a ochomil kilómetros por hora. La guerrasólo había sido el rápido susurro deun a g ua dañ a. Un a ve z_________descargadas las bombas,nada quedaba por hacer. Ahora, tressegundos más tarde, en lo que era todoel tiempo de la historia, antes de que lasbombas tocasen el suelo, las navesenemigas ya habían dado media vueltaal mundo, como balas en las que e l

»Mi abuelo pasó una docena deveces la película tomada desde elcohe te, y, después manifestó suesperanza de que algún día nuestrasciudades se abrirían para dejar entrarmás verdo r, más campiña, másNaturaleza, que recordara a la genteque sólo disponemos de un espaciomuy peque ño en la Tie rra y quesobreviviremos en ese vacío que puederecuperar lo que ha dado, con tantafacilidad como echarnos el aliento a lacara o enviamos el mar para que nosdiga que no somos tan importantes.»Cuando en la oscuridad olvidamoslo cerca que estamos del vacío —de cí a mi abuel o— algún día s epre se nt ar á y se apo de rará denosotros, porque habremos olvidadolo terrible y real que puede ser.» ¿Seda cuenta? —Granger se volvió haciaMontag—. El abuelo lleva muchosaños muerto, pero si me levantara elc ráne o, ¡po r Di os !, e n lasci rc unvol uc iones de mi cer ebroencontraría las claras huellas de susdedos. Él me tocó. Como he dichoantes, era escultor. «Detesto a unromano llamado Statu Quo», me dijo.«Llena tus ojos de ilusión —decía—. Vive como si fueras a morir dentrode diez segundos. Ve al mundo. Esmás fantástico que, cualquier sueñoreal o imaginario. No pidas garantías,no pi das se guri dad. Nunca haexis tido al go así. Y, si existi era,es tar ía empare ntado con el gr anperezoso que cuelga boca abajo de unárbol, y todos y cada uno de los días,empleando la vida e n dormi r. Aldiablo con esto —dijo—, sacude elárbol y haz que el gran perezoso caigasobre su trasero.»

—¡Mire! —exclamó Montag—.

Ylaguerraempezó y terminó enaquelinstante.

Posteriormente, los hombres queestaban con Montag no fueron capacesde decir si en realidad había visto algo.Quizás un l eve r esplandor ymovimiento en el cielo Tal vez lasbombas estuviesen allí, y los reactoresveinte kilómetros, diez kilómetros,dos kilómetros cielo arriba durante unbreve instante, como grano arrojadodesde lo alto por la enorme mano delsembrador, y las bombas cayeron conespantosa rapidez y, sin embargo conuna repentina lentitud, sobre la ciudadque habían dejado atrás. El bombardeohabía terminado para todos los finesy propósitos, así que los reactoreshubier on localizado su obj etivo,puesto sobre aviso a sus apuntadoresa ocho mil kilómetros por hora; tanfugaz como el susurro de una guadaña,la guerra había terminado. Una vezsol tadas las bombas, ya no hubonada más . Lue go , tr es se gundoscompletos, un plazo inmenso en laHistoria, antes de que las bombasestallaran, las naves enemigas habíanrecorrido la mitad del firmament ovi s ibl e , c omo bal as e n l as que

ya nk pull with a jerk , tirar de; th ey yan ked h er b agou t of her h an d , la arrancaron el bolso de la man o;(d iente) arr an car;

— n. a sudden hard pull; t irón

Page 130: B’s Farenheit Fahrenheit 451* - Rodriguez Alvareznovelas.rodriguezalvarez.com/pdfs/Bradbury, Ray ''Farenheit 451''-Xx-En-Sp-Sp.pdf2 B’s Farenheit tr. de F. Abelenda tr. de Alfredo

131

B’s Farenheit tr. de F. Abelenda tr. de Alfredo Crespo

5

10

15

20

25

30

35

40

45

50

55

60

65

70

75

i s l a n de r m i g ht n o t be l i e vebec aus e t hey we r e i nvi s ibl e; ye tt he hear t i s s udde nl y shatt e r ed,t he b o d y f a l l s i n s e p a r at em o t i o n s an d t h e b l o o d i sas t o ni s he d t o b e f r e e d o n t heair ; the br ain squande rs it s fe wp r e c i o u s m e m o r i e s a nd ,puzzle d, di es .

Thi s wa s no t t o be be l i e ve d.I t wa s m e r e l y a g e s t u r e .Mo nt ag s aw t he f l i r t o f a g r e atme t al f i s t o ve r t he f ar c i t y andhe kne w t he s c r e am o f t he j e t st ha t wo u l d f o l l o w, wo u l d s ay,af t e r t he de e d, d i s i nt e g r a t e ,l e a v e no s t o n e o n a n o t h e r ,p e r i s h. D i e .

M o n t a g h e l d t h e b o m bs i nt he s ky f o r a s i ngl e mo me nt ,wi t h h i s m i n d a nd hi s h a nd sr e ac hi ng he l pl e s s l y up at t he m.“R un! ” he c r i e d t o Fa be r. ToCl ar i s s e , “Ru n! ” To M i l dr e d,“Get out, get o ut of there ! “ ButCl ar i s s e , he r e me mbe r e d, wasde ad. And Faber was out; the re inthe de ep val le ys o f the co untr yso mewhe re the fi ve a.m. bus wason its way fr om o ne deso lat ion toano t he r. Though t he de s o lat io nhad not yet ar rived, was s til l int he a i r, i t was c e r t ai n a s manco uld make i t. Bef ore the bus hadr un ano the r f i f t y yar ds o n t hehi ghway, i ts de sti nat io n woul d beme a ni ngl e s s , an d i t s po i nt o fde pa r t u r e c h ang e d f r o mme tro po lis to junkyar d.

And Mil dre d…

Ge t out, run!

He saw he r in her hot el r oo ms o m e whe r e n o w i n t h e ha l f -s e c o n d r e ma i n i ng wi t h t h ebo mbs a yar d, a f o o t , an i nc hf r om he r bui l di ng. He s aw he rl e a ni ng t o war d t h e gr e a ts hi mmer ing wall s of c ol our andmot io n wher e the fami ly t al ke dan d t al k e d an d t al k e d t o he r,whe r e t h e f ami l y pr at t l e d andc hat te d and s ai d he r name ands mi le d at her and said not hi ng o ft he bomb that was an inch, no wa half -i nch, now a quar te r- i nc hf r o m t h e t o p o f t he h o t e l .Leani ng i nt o the wall as if all o fthe hunger o f lo oking wo ul d fi ndthe secre t of her sl eeple ss une aset he r e . Mi l d r e d , l e an i n ganx i o us l y, ne r vo us l y, as i f t op l u ng e , d r o p, f al l i n t o t ha tswarming immensit y o f c olo ur todro wn i n it s br ight happi ne ss .

Th e f i r s t b o m b s t r u c k .

“Mi l dr e d!”

P e r ha ps , who wo u l d e ve rkn o w? P e r h aps t h e gr e atbr oadc as ti ng st at io ns wi th t he irbe ams o f c o l o ur and l i ght and

i s l e ño s al vaj e no pue d e c r e e rp ue s s o n i n vi s i bl e s , y s i ne mb ar go e l c o r a zó n e s t a l l ar e pe nt i name nt e, y l o s c ue r po svue lan e n pe dazo s s ue lt o s, y l as an gr e s e s o r pr e nde d e ve r s el i br e y e n e l ai r e ; e l c e r e br ode rro cha sus e scas os y prec ios osr ec ue rdos y, pe r pl ej o, mue re .

No podía creerse. No había sidomás que un gesto . Montag vio elenorme puño de metal, que se habíaal zado so br e l a ci udad lej ana, ysupo que en seguida oiría el chillidode las turbinas. El chillido diría,luego del acto: desintegraos, que noquede piedra sobre piedra, pereced.Morid.

Mo nt ag s o s t uvo l as bo mbase n e l c i e l o du r a nt e u n ú ni c om o m e nt o , e x t e n di e nd odes e spe r adame nte las manos .

—¡Corra! —le gritó a Faber —.¡Co r r e! —a Cl ar i s se —. ¡Vet e ,e s c ápat e ! —a Mi ldr e d. P e r oClarisse, recordó, había muerto. YFaber había dejado la ciudad. Allí,por alguno de los valles profundos,el autobús de las cinco de la mañanaco rrí a de una deso lac ión a otr a.Aunque l a des o l aci ó n no habí allegado aún (estaba todavía en elaire), ya no tardaría mucho. Antesde que el autobús hubiese recorridootros cincuenta metros, su destinono tendría sentido, y su punto depar ti da dej ar í a de s e r unametrópolis para transformarse en unmontón de escombros.

Y Mildred...

¡Huye, corre!

Mont ag la vio en s u cuart o dehotel, en alguna parte, en ese mediosegundo en que las bombas estabana un metro, a treinta centímetros, aun centímetro del edificio. La vioi nc li nada hac i a l as br i l l ant e sparedes de colores donde la familial e habl aba, do nde l a f ami l i aparloteaba y charlaba y pronunciabasu nombre, y le sonreía y no le decíanada de la bomba que estaba a uncentímetro, a medio centímetro, aun cuarto de centímetro del techodel ho te l. Mi ldr ed s e i nc l inabahacia la pared como si el ansia demirar pudiera ayudarla a encontrarel secreto de su agitado insomnio.Mildred se inclinaba ansiosamente,nerviosa, como si quisiera hundirse,per ders e, c aer e n aquel inme nsot or bel l ino de c ol o re s , c omo s iquis iera ahogarse en su brill antefelicidad.

La primera bomba alcanzó su objetivo.

—¡Mildred!

Qui zá —pe r o ¿qui é n po dí as aber l o ?—, qui zá l as gr ande sestaciones t ransmiso ras, con susr ayo s de c ol o r, l uz, palabr as y

u n s a l vaj e qu i z á no c r e ye s e ,p o r q ue e r a n i n vi s i b l e s ; s i ne m b ar g o , e l c o r a z ó n e sd e s t r o z a d o de r e p e n t e , e lc u e r po c ae d e s p e d az ad o y l as a ngr e s e s o r pr e nd e a l ve r s el i br e e n e l a i r e ; e l c e r e b r od e s pa r r a m a s u s p r e c i o s o sr e c uer do s y mue r e .

R e s u l t a b a i n c r e í b l e . S ó l oun ge s t o . Mo nt a g vi o e l al e t e od e u n g r a n p u ñ o d e m e t a ls o br e l a c i u dad , y c o n o c í a e laul l i d o de l o s r e ac t o r e s q ue l es e gu i r í an di c i e ndo , t r a s d e l aha za ña : De s i nt é gr at e , no de j e sp i e dr a s o b r e p i e dr a , pe r e c e .Muere.

Montag inmovilizó las bombas enel cielo por un breve momento, sumente y sus manos se le vantarondesvalidamente hacia ellas.

—¡Corred! —gritó a Faber, aClarisse—. ¡Corred! —a Mildred—.¡Fuera, marchaos de ahí!

Pero Clarisse, recordó Montag,había mue rto. Y Faber se habíamarchado; en algún valle profundo dela región, el autobús de las cinco de lamadrugada estaba en camino de unadesolación a otra.Aunque la desolaciónaún no había llegado, todavía estaba enel aire, era tan cierta como el hombrepare cía hacerla. Antes de que elauto bús hubiera recorr ido ot roscincuenta metros por la autopista, sudestino carecería de significado, supunto de salida habría pasado a ser demetrópoli montón de ruinas.

Y Mildred...

¡Fuera, corre!

Montag la vio en la habitación desu hotel, durante el medio segundoque quedaba, con las bombas a unmetro, un palmo, un centímetro deledificio. La vio inclinada hacia elr e spl andor de las pare de st e l evi s i vas de s de l as que l a«familia» hablaba incesantementeco n el la, desde do nde la f amil iacharlaba y discutía, y pronunciabasu nombre, y le sonreía, y no aludíapara nada a la bomba que estaba aun centí metro , des pués, a me diocentímetro, luego, a un cuarto dece ntí met ro del tej ado de l hote l.Absorta en la pared, como si en elafán de mirar pudiese encontrar els e c re t o de s u i nt r anqui l i dad ei ns o mni o . Mi ldr e d, i nc l i nadaansiosa, nerviosamente, como parazambullirs e, caer en la oscil anteinmensidad de color, para ahogarseen su brillante felicidad.

La primera bomba estalló.

—¡Mildred!

Q u i z á , ¿ q u i é n l o s a b r í anu nc a? Ta l ve z l a s e s t ac i o n e se m i s o r a s , c o n s us c ho r r o s dec o l o r , d e l u z y d e p a l a b r as ,

Page 131: B’s Farenheit Fahrenheit 451* - Rodriguez Alvareznovelas.rodriguezalvarez.com/pdfs/Bradbury, Ray ''Farenheit 451''-Xx-En-Sp-Sp.pdf2 B’s Farenheit tr. de F. Abelenda tr. de Alfredo

132

B’s Farenheit tr. de F. Abelenda tr. de Alfredo Crespo

5

10

15

20

25

30

35

40

45

50

55

60

65

70

75

t al k and chat t er we nt f i rs t i nt oobli vi on.

Mo nt a g, f al l i ng f l at , go i ngdo wn, s aw or f e l t , o r i magi ne dhe saw o r f el t t he wal l s go dar ki n M i l l i e ’s f a c e , h e a r d h e rs c r e a m i n g , be c a u s e i n t h emi l li o nt h par t o f t ime l e f t , s hes a w he r o wn f a c e r e f l e c t e dt he re , i n a mi r r o r i ns t e ad o f ac r yst al bal l, and it was s uc h awi l dl y e mpt y f ac e , al l by i ts e l fi n the r o o m, t o uc hing no t hi ng,s t a r ve d an d e a t i n g o f i t s e l f ,t hat at l as t s he r e co gni ze d i t ashe r o wn and l o o ke d qui c kly upa t t h e c e i l i n g a s i t a n d t h ee n t i r e s t r uc t ur e o f t h e h o t e lb l a s t e d d o wn u p o n h e r ,c a r r yi n g h e r wi t h a m i l l i o npo unds o f bri c k, me tal , pl ast e r,and wo o d, to me e t ot he r peo pl ei n the hi ve s be l o w, al l o n the i rqui c k way do wn t o t he c e l l arwhe r e t he e xpl os i o n r i d it s e l fo f t hem i n i t s o wn unr e aso nabl eway.

I r e me mber. Mo nt ag c l ung t ot he ear t h. I r eme mbe r. Chi c ago .Chi cago , a l o ng t ime ago . Mil li eand I. That ’s whe r e we me t ! Ir eme mbe r no w. Chi c ago . A l ongt ime ago .

The c o ncus s i on knoc ke d t heai r ac r os s and do wn t he r i ve r,t u r ne d t he me n o ve r l i kedo mi n o e s i n a l i n e , bl e w t hewater i n l ift ing s prays , and bl ewthe dust and made t he tre es abo vet he m mo ur n wi th a gr e at wi ndpa s s i ng away s o u t h. M o nt agcr ushed hi mse lf do wn, sque ezi nghi ms e l f s ma l l , e ye s t i ght . Hebl inked once. And in that ins tants a w t he c i t y, i ns t e ad o f t hebo mbs , i n t he ai r. The y h addi spl aced each other. For anotherof those i mpo ssi ble inst ant s t hec i t y s t o o d , r e bu i l t a ndunrec ognizabl e, talle r t han i t hadever hope d o r st rived t o be, tall erthan man had built it , ere cte d atlast i n gouts of s hattered co ncreteand s parkl es of to rn me tal into amu r al h ung l i ke a r e ve r s e daval anc he , a mi l li o n c ol o ur s , ami lli on oddit ies , a do or where awi ndow s ho ul d be , a t o p f o r abo tt o m, a s i de f o r a bac k, andthen the c ity ro ll ed ove r and fe lldown de ad.

____________ ______ _ _ ______ _ _ _

Mo nt a g, l y i ng t he r e , e y e sgr itt ed shut wit h dus t, a f ine wetc ement of dust i n hi s now s hutmo ut h, gas pi ng and c rying, nowt h o ug ht ag ai n , I r e me mb e r, Iremember, I r emember s omethingel se. What is it ? Yes, ye s, part ofthe Eccl es ias tes and Revelatio n.Part o f that book, par t of it, qui ckno w, qui ck, befo re it ge ts away,

c harl a f uer o n l o pr i me ro e ndesaparecer.

Mo ntag, arroj ándose al suel o,c ayendo haci a ade lant e , vi o osintió, o imaginó que veía o sentía,cómo las paredes se oscurecían anteMillie; y escuchó su grito, pues enesa millonésima fracción de tiempoque todavía quedaba, Mil dred viosu rostro reflejado en la pared, enun e spe jo , no e n una es f er a decrist al, y er a aquél un rostr o tantrist emente vacío, tan solo e n elcuarto, tan sin ataduras —satisfacíasu hambre devorándose a sí mismo—, que Mildred al fin se reconocióy alzó rápidamente los ojos al cieloraso, mientras éste y todo el hotels e de r r umbaban so br e el l a,arrastrándola con un millón de kilosde ladr i l l os , me t al e s , yes o ymadera, a reunirse con la gente quevivía en los cubículos inferiores,todos en cami no hacia e l sót anodonde la explosió n se libraría deel lo s c on su propio e insensatométodo.

Re c ue r do , s e di j o Mont agapretado contra la tierra. Recuerdo.Chicago hace mucho tiempo. Milliey yo. Allí nos conocimos. Recuerdoaho ra. Chic ago . Hac e muc hotiempo.

La explosión golpeó el aire sobreel río, derribó a los hombres comouna fila de piezas de dominó, alzóel agua en cortinas de espuma, alzóel polvo, e hizo que los árboles sequejasen agitados por un viento quepas aba haci a e l sur. Mo nt ag s eencogió, empequeñeciéndose, conlo s oj os cer rado s. Par pade ó unavez. Y en ese instante vio la ciudad,en vez de las bombas, en el cielo.Se habían desplazado mutuamente.Durante otro de eso s imposi blesi ns tant e s la c i udad s e al zó ,reconstruida e irreconocible, másal ta de lo que habí a es pe rado oi nt e ntado s e r, más alt a que lasconstrucciones del hombre, erigidaal fin en gotas de cemento y chispasmetálicas, como un mural similar aun alud invertido, de un millón decolores, de un millón de rarezas,con una puerta donde debía abrirseuna ventana, c on un te cho e n ell ugar de l o s c imi ent os , co n unc o s tado po r f o ndo . Y l ue go l aciudad giró sobre sí misma, y cayó,muerta.

El so nido de es a muerte llegómás tarde.

Montag, tendido en el suelo conlos ojos cerrados por el polvo, unfino y húmedo cemento de polvo enl a bo c a c er r ada, j ade ando yllorando, pensó otra vez. Recuerdo.Re cue r do . Re c ue r do al go más .¿Qué e s ? Sí , s í , par t e de lEclesiastés. Parte del Eclesiastés yla Revelación. Parte de aquel libro,una part e. Rápido, rápido ahor a,

f u e r o n l a s p r i m e r a s e nde s ap ar e c e r.

Montag, c ayendo de br uc es ,hundiéndose, vio o sintió, o imaginóque veía o sentía, cómo las paredesse oscurecían fre nte al rostro deMillie, oyó los c hillidos de ella,porque, en la millonésima de segundoque quedaba, ella vio su propio rostroreflejado allí, en un espejo en vez deen una bola de cristal, y era un rostrotan salvajemente vacío, entregado así mismo en el salón, sin tocar nada,hambriento y saciándose consigomismo que, por fin, lo reconocióco mo e l suyo pro pi o y le vant órápidamente la mirada hacia el techocuando éste y la estructura del hotelse derrumbó sobre ella, arrastrándolecon un millón de kilos de ladrillos,de metal, de yeso, de madera, parare unir se c on o tr as per so nas lascolmenas de más abajo, todos enrápi do des censo hacía el sót ano,donde fi nalmente la expl osión lel ibrarí a de t odo a su maner airrazonable.

Recuerdo. Montag se aferró alsuelo. Recuerdo. Chicago. Chicago,hace muc ho tiempo, Mill ie y yo.¡All í f ue do nde no s conoci mo s!Ahora lo recuerdo. Chicago. Hacemucho tiempo.

La e xplo s ió n s ac udi ó e l air esobre el río, derribó a los hombrescomo fichas de dominó, le vantó elagua de s u cauce, aventó el po lvoe h i zo q ue l o s ár bo l e s s eincli nar an hacia el Sur. Mo ntag,agazapado , hac i é ndo s e t o do l opequeño posible, con los ojos muyapr etado s. Lo s entr eabri ó por unmomento y, en aquel instante, viola ciudad, e n ve z de las bombas,en el ai re. Habían permutado suspos iciones. Durante otro de e sosins tantes impo sibles , la ciudad sei r g ui ó , r e c o ns t r ui d a eirr econoc ible, más alta de lo quenunc a habí a esper ado ser, más altade l o que e l h o mbr e l a ha bí ae di f i c ado , e r gu i da s o br epedestal es de hormi gón t ritur adoy briznas de metal desgar rado, deun mi l l ó n de c o l o r e s , c o n unmil lón de fenómeno s, una pue rtadonde t endrí a que haber habidouna ventana, un tejado en el si tiode un c i mi e nt o , y, de s pués , l aciudad gi ró so bre s í misma y c ayómuert a.

El sonido de su muerte llegó mástarde.

Tu mba do , c o n l o s o j o scubie rto s de pol vo, co n una fi nacapa de pol vill o de cemento en subo ca, ahor a ce rrada, jade ando yllo rando, Montag vo lvió a pensar:recuerdo, recuerdo, recue rdo algomás . ¿Qué e s? Sí , sí , P ar t e de lEcl es iast és y de l a Re ve laci ón.Part e de e se l ibro , Part e de é l,aprisa, ahor a, apri sa, ant es de que

Page 132: B’s Farenheit Fahrenheit 451* - Rodriguez Alvareznovelas.rodriguezalvarez.com/pdfs/Bradbury, Ray ''Farenheit 451''-Xx-En-Sp-Sp.pdf2 B’s Farenheit tr. de F. Abelenda tr. de Alfredo

133

B’s Farenheit tr. de F. Abelenda tr. de Alfredo Crespo

5

10

15

20

25

30

35

40

45

50

55

60

65

70

75

be f o r e t he s ho c k we ar s o f f ,be fo r e t he wi nd di e s. Bo o k o fEc c l es i as t e s . He r e . He s ai d i tove r to himself silently, l ying f latto the trembling ear th, he s aid thewo rds o f i t many t ime s and theywe re perf ec t wit ho ut t ryi ng andther e was no Denham’s Dentif ricean ywh e r e , i t wa s j us t t heP r e ac he r by hi ms e l f , s t andi ngt he r e i n hi s mi nd, l o o k i ng athim…

“The re,” s ai d a vo ic e.

The men lay gas pi ng l i ke f is hl ai d out o n the gr as s . They hel dt o t he e ar t h as c hil dr en ho l d t of ami l i ar t hi ngs, no matt e r ho wc ol d o r dead, no mat t er what hashappe ne d o r wi l l happen, t he i rf i nge r s we r e c l awe d i nt o t hedir t , and t hey we r e al l s ho ut ingt o k e e p t h e i r e ar dr um s f r o mbur s t i ng, t o ke e p t he i r s a ni t yf r o m b ur s t i n g, m o u t h s o p e n ,Mo nt ag s ho ut i n g wi t h t he m, apr o t e s t ag ai n s t t he wi nd t h atr i ppe d t he i r f a c e s and t o r e att he i r l i ps , maki ng t he i r no s e sbl ee d.

Mo nt ag wat ched the gr eat dustse tt le and the gre at s ile nc e mo ved o wn up o n t he i r wo r l d . An dlying ther e it s ee me d that he sawe ve r y s i ngl e grai n o f dust ande ve ry blade o f gr as s and that hehe ar d eve r y c r y and sho ut andwhi s pe r go i ng up i n t he wo r l dno w. Si l e nc e f e l l do wn i n t hes if ti ng dus t, and al l the le is ur et he y mi ght ne ed to l oo k ar ound,t o gather t he r eal it y of t hi s dayi nt o thei r se ns es .

Mo nt ag l o o ke d at t he r i ve r.We ’ll go o n t he river. He l ookedat t he o l d r ai l r o ad t r ac ks . Orwe ’ll go t hat way. Or we ’ll walko n the hi ghways no w, and we ’l lha ve t i me t o pu t t hi n gs i n t oourse lves. And some day, afte r itse ts in us a long time, it’ll co meout o f o ur hands and o ur mo uths.And a l ot of it wi ll be wro ng, butj us t e no ugh o f i t wil l be r ight .We ’ll jus t s tar t walki ng today ands e e the wo r l d and t he way t hewo rld walks aro und and tal ks, t heway i t really lo oks. I want t o s eeever ything now. And whi le no neof it will be me when i t goes i n,af t e r a whi l e i t ’l l al l g at h e rto ge ther i ns ide and it ’l l be me.Lo ok at the worl d out ther e, myGod, my God, lo ok at it out the re,outsi de me , o ut there be yo nd myface and t he o nl y way to r eall yt ouc h i t is t o put i t whe re i t’sf i nal l y me , whe r e i t ’s i n t hebl oo d, wher e it pumps ar ound at ho usand t i me s t e n t ho usand aday. I get ho ld of it s o i t’l l neverrun o ff . I’ll ho ld on to the wor ldt i ght s o me da y. I’ ve go t o nef i nge r o n i t no w; t ha t ’s abeginni ng.

antes de que se borre, antes de quela conmoción desaparezca, antes deque muera el viento. El libro delEclesiastés. Aquí está. Se lo recitóa sí mismo en silencio. Echado caraabajo sobre la ti erra tembl orosa,repiti ó sin esfue rzo las pal abras,una y otra vez, y eran perfectas yno aparecía el dentífrico Denhampor ninguna parte. Sólo estaba allíel predicador, de pie en su mente,mirándolo...

—Ya pasó —dijo una voz.

Lo s ho mbr e s j ade aban co mopeces sobre la hierba. Se apretabancontra el suelo como niños que noquieren soltar las cosas familiares,no impo r t a que e st é n f r ías omue rt as , no i mpo rt a qué hayaocurrido o pueda ocurrir. Clavabanlos dedos en el polvo, y gritabanpara que no se l es rompieran lost í mpano s , par a c ons e r var l aco rdura, c on las boc as abier tas.Montag gritó con ellos, como unaprote sta cont ra el vi ento que lesarrugaba las caras y les torcía lasbo c as y l e s hac í a s angr ar l asnarices.

Mo nt ag o bs er vó el pol vo quevolvía a depositarse en el suelo yoyó el enorme silencio que cubríae l mundo . Y al l í , ac o s t ado, l epareció que veía todas las motas depolvo, y todas las briznas de hierba,y escuchaba todos los llantos, gritosy mur mul l o s que re c o r r í an e lmundo. El silencio cayó sobre aquelpolvo matizado, junto con el ocioque los hombres necesitaban paramirar alrededor, para conservar enla mente la realidad de aquel día.

Mo nt ag mi r ó e l r í o .Caminaremos junto al río. Miró lasvi e j as ví as de l f e r r o c ar r i l . Omarc hare mo s po r las carr et er asaho r a, y t e ndr e mo s t i e mpo deapr e nde r c os as nue vas . Y al gúndía, cuando estas cosas lleven unt ie mpo c o n no s ot r os , s al drán anuestras bocas o nuestras manos.Y muc has de e s as c o s as noservirán, pero sí otras, y en números uf i c i e nt e . C o me nzar e mo s amarchar hoy mismo, y veremos elmundo, y cómo el mundo se paseay habl a, y c ó mo e s r e al ment e .Quiero verlo todo ahora. Y aunquenada de e s t o m e pe r t e ne zc a,mientras lo miro pasará e l tiempo,y se irá depos itando e n mí, y al fint o d o s e r á yo m i s mo . Mi r a e lmundo al lí fuera, Dios mío, Diosmío, míralo allí fuera, fuera de mí,más allá de mi cara. Sól o hay unmo d o de t o c ar l o : hac e r l ofinalmente mí o, me térme lo en lasangre , do nde l at ir á die z ve ce s,di e z mi l ve c e s e n u n dí a. Lotendré s iempr e conmigo para quenunc a se me es c ape . Lo te ndr éconmigo algún dí a. P or ahora lohe r o zado c o n l a punt a de l o sdedos. Es un c omienzo.

se me e scape, ante s de que ce seel vi ento. El libro de l Eclesiastés.Ahí va. Lo re cit ó para s í mismo,e n s i l e nc i o , t umbado s o br e l atie rra tembl orosa, re pitió muc hasve ces l as pal abras , y l e s ali er onpe r f e c t a s s i n e s f ue r zo , y po rni nguna part e había «De nt íf ri coDe nha r n », e r a t an s ó l o e lPr edic ador ent regado a sí mismo,e r gui do al l í e n s u me nt e ,mi rándol e. ..

—Allí —dijo una voz—.

Los hombres yacían boqueandocomo peces fuera fue del agua. Seaferraban a la tierra como los niñosse aferran a los objetos familiares,por muy fríos y muertos que estén,sin importarles lo que ha ocurrido olo que pue de ocurr ir; sus dedosestaban hundidos en el polvo y todosgritaban para evitar la rotura de sustí mpanos, para evitar el estallido desu razón, con las bocas abiertas, yMont ag gr i taba c o n e ll o s, unaprote sta cont ra el vi ento que lesarrugaba los rostros, les desgarrabalos labios y les hacía sangrar lasnarices.

Montag observó cómo la inmensanube de pol vo i ba pos ándo se , ycómo el inmenso silencio caía sobreel mundo. Yallí, tumbado, le parecióque veía cada grano de polvo y cadabrizna de hierba, y que oía todos losgrit os y voc es y sus urros que seelevaban en el mundo. El silenciocayó junto con el polvo, y sobre todoel t ie mpo que nec es it ar ían paramirar a su alrededor, para conseguirque la re ali dad de aquel dí apenetrara en sus sentidos.

Mo nt ag mi r ó hac i a e l r í o .«Iremos por el río. —Miró la viejavía f er ro vi ar ia—. O i re mo s po re l l a. O c ami na r e mo s po r l asautopistas y tendremos tiempo deas i mi l ar l o t o do . Y al gún dí a,c uando l l e ve muc ho t i e mposedimentado en nosotros, saldrá denuestras manos Y nuestras bocas.Y gr an par t e d e e l l a e s t ar áe qui vo c ado , p e r o o t r a s e r ác o r r e c t a. Ho y e mpe zar e mo s aandar y a ver mundo, y a observarc ó mo l a ge nt e anda po r ahí Yhabl a, e l ve rdade ro aspec to quetiene. Quiero ver lo todo. Y aunquenada de ello sea yo cuando entren,al c abo de un t i e mpo , t odo s ereunirá en mi int erior, y será yo.Fíjate en el mundo, Dios mío, Diosmío. Fíjate en el , mundo, fuera demí, más al lá de mi ro st r o, y e lúni c o me di o de t o c ar l over dade rament e es po ner l o all ídonde por fin sea yo, donde esténla sangre, donde recorra mi cuerpocien mil veces al día. Me apoderaréde ella de manera que nunca podráescapar. Algún día, me aferraré confuer za al mundo. Ahora tengo unde do apo yado e n é l . Es unprincipio.»

Page 133: B’s Farenheit Fahrenheit 451* - Rodriguez Alvareznovelas.rodriguezalvarez.com/pdfs/Bradbury, Ray ''Farenheit 451''-Xx-En-Sp-Sp.pdf2 B’s Farenheit tr. de F. Abelenda tr. de Alfredo

134

B’s Farenheit tr. de F. Abelenda tr. de Alfredo Crespo

5

10

15

20

25

30

35

40

45

50

55

60

65

70

75

The wind die d.

T h e o t h e r m e n l a y awh i l e , o n t h e d a wn e d g e o fs l e e p , n o t y e t r e a d y t o r i s eu p a n d b e g i n t h e d a y ’ so b l i g a t i o n s , i t s f i r e s a n df o o d s , i t s t h o u s a n d d e t a i l so f p u t t i n g f o o t a f t e r f o o ta n d h a n d a f t e r h a n d . T h e yl a y b l i n k i n g t h e i r d u s t ye y e l i d s . Yo u c o u l d h e a rt h e m b r e a t h i n g f a s t , t h e ns l o we r , t h e n s l o w…

Mo nt ag sat up.

He did not move any furt he r,ho we ve r . The o t h e r me n d i dl ikewi se . The s un was to uchingthe black hor izo n wit h a faint r edti p. The air was c old and sme ll edof a co ming r ai n.

S i l e n t l y, G r a n g e r a r o s e ,f e l t h i s a r m s , a n d l e g s ,s we a r i n g , s we a r i n gi nc e s s an t l y un d e r hi s b r e a t h ,t e a r s d r i p pi n g f r o m hi s f a c e .H e s h u f f l e d d o w n t o t h er i ve r t o l o o k u p s t r e am .

“It’s f lat ,” he said, a lo ng ti melater. “Ci ty lo oks li ke a heap ofbaking-powder. It’s go ne .” And al ong t i me af t er that. “I wo nde rho w many knew it was c omi ng? Iwo nde r ho w ma ny we r esurpris ed?”

And acro ss the worl d, thoughtMontag, ho w many o t he r c it ie sdead? And he r e in our c o unt ry,ho w man y? A hun dr e d, at ho us and?

Some one s t ruc k a mat ch andto uched it to a pi ece of dr y papert a ke n f r o m t h e i r p o c k e t , a ndshove d t hi s unde r a bi t of grassan d l e ave s , and af t e r a whi l eadded t iny twigs whic h wer e wetand s putte red but final ly caught,and the fi r e gre w lar ge r i n theearly mo rning as the s un came upand t he men sl owly tur ned fr omlo oki ng up ri ver and wer e drawnt o t h e f i r e , awkwa r dl y, wi t hno t hi ng t o s ay, and t h e s unco loured the backs of the ir nec ksas they be nt down.

Grange r unf o lde d an o i l s ki nwi t h s o me bac o n i n i t . “We ’l lha ve a bi t e . Th e n we ’ l l t u r nar o un d and wa l k up s t r e a m.The y ’l l be ne e di ng us up t hatway.”

Some one pr o duc ed a s mal lfrying-pan and the bacon went intoit and the frying-pan was set on thefire. After a moment the bacon beganto flutter and dance in the pan andthe sputter of it filled the morningair with its aroma. The men watchedthis ritual silently.

El viento murió.

Los otros hombres yacían aún, ene l bo r de gr i s de l s ue no, nopreparados todavía para levantarsee i ni c i ar l as o bl i gac io ne sc o t idi anas , l o s fue go s y l ascomidas, la interminable tarea deadel antar un pie y ot ro pi e, unamano y otra mano. Los hombr esyac ían agi tando las pe s tañaspolvorientas. Uno podía oír cómorespiraban con rapidez, y luego máslentamente, más lentamente...

Montag se sentó.

No llegó a pone rse de pie sine mbar go . Lo s o t ro s ho mbr e shicieron lo mismo. El sol rozaba elho r izo nt e ne gr o co n un de dolevemente rojizo. El aire era frío, yolía a lluvia.

E n s i l e nc i o , G r a ng e r s ei n c o r p o r ó , e xt e n di ó br azo s yp i e r n as , ma l di c i e n do ,mal dic i e ndo una y o t r a ve z e nvo z baj a, e l r o s t r o bañado e nlágr imas . Se arr as tr ó hast a el r íoy mir ó aguas ar ri ba.

— Ar r a s a d a — d i j o a l f i n —. L a c i u d a d p a r e c e u n p o c od e l e va d ur a . H a ba j ad o . — Yt i e m p o de s p ué s p r e g u n t ó : —¿ Cu á n t o s s a bí a n l o q u e i b a ao c u r r i r ? ¿C u án t o s f u e r o n l o ss o r p r e n di d o s ?

Y e n e l r e s t o de l mu n do ,pe ns ó Mo nt a g, ¿c u ánt as o t r asc iudade s mur ie r on? ¿Y cuántasaquí e n nue st r o país ? ¿Cie n, unmi ll ar ?

Al gui en encendió un fó sf oro ylo ac er có a un tro zo de papel quesacó del bo lsillo, y met ió el papelbajo unas hi erbas y ho jas , y lue goañadi ó unas r ami tas que es tabanhúmedas y chi spo rr ote aban, pe roque al f in co menzar on a arder, ye l f ue go c r e c i ó e n l a mañ anate mpr ana mie ntr as el sol subía ene l c i e l o , y l o s ho m br e s ,cabizbajo s, s e vo lví an l ent amentey dej aban de mi rar aguas arri ba yse ac erc aban al fue go, s in saberqué dec ir, y el so l l es co lor eabalas nucas.

Granger desplegó un papelenceradoco n u n p o c o d e t o c i n o .

— C o m e r e m o s u n p o c o .D e s p u é s i r e m o s a g u a sa r r i b a . A l l á p u e d e nn e c e s i t a r n o s .

Alguien sacó una sartén pequeñay pusieron la sartén y el tocino alfuego. Luego de un rato el tocinocomenzó a agitarse y bailar en lasartén, y el chisporroteo llenó consu aroma el aire de la mañana. Losho mbre s as is tí an s il enci os os alritual.

El viento cesó.

Lo s o t r o s ho mbr e spe r mane c i e r o n t e ndi do s , nopre parados aún para levantars e yempezar las obligaciones del día,las hogueras y la prepar ación deal imentos , lo s mile s de de tall espara poner un pie delante de otropie y una mano sobre ot ra mano.Pe rmanec ie ron parpadeando c onsus po lvorientas pestañas. Se lespodía oír respirando aprisa; luego,más lentamente...

Montag se sentó.

Si n e mb ar g o , no s e s i gu i ómo vie ndo . Los ot ros ho mbr es leimitaron. El sol to caba el negrohor izonte c on una débil pinceladaro jiza. El ai re era fr esc o y o lía all uvi a inmine nt e.

En silencio, Granger se levantó, sepalpó los brazos, las piernas,blasfemando, blasfemandoincesantemente entre dientes, mientraslas lágrimas le corrían por el rostro. Searrastró hacia el río para mirar aguasarriba.

—Está arrasada —dijo mucho ratode spués—. La ciudad pare ce unmontón de polvo. Ha desaparecido. —Y al cabo de una larguísima pausa sepreguntó— ¿Cuántos sabrían lo queiba a ocurrir? ¿Cuántos se llevaríanuna sorpresa?

« Y e n t o d o e l m u n d o —p e n s ó M o n t a g — , ¿ c u á n t a sc i u d a d e s m á s m u e r t a s ? Ya q u í , e n n u e s t r o p a í s ,¿c uá nt as ? ¿ Ci e n, m i l ?»

Alguien encendió una cerilla y laacercó a un pedal de papel que habíasacado de un bolsillo. Colocaron elpapel debajo de un montoncito dehier bas y hojas, y, al cabo de unmome nt o , añadi er o n r ami tashúmedas que chisporrotearon, peroprendieron por fin, y la hoguera fueaumentando bajo el aire matutino,mi entr as el s ol se elevaba y l oshombr es de jaban l entamente demirar al río y eran atraídos por elfuego , t orpeme nte , s in nada quedecir, y el sol iluminó s us nucascuando se inclinaron.

Grangerdesdoblóunalona en cuyointerior había algo de tocino.

—Comer emos un bo cado .Después, daremos media vuelta y nosdirigiremos corriente arriba. Tal veznos necesiten por allí.

Al gui e n s ac ó una pe que ñasarté n, y el to cino f ue a par ar asu inter io r, y e mpe zó a tos tar seso bre l a hoguera. Al cabo de unmo ment o , e l ar o ma de l t oc i noimpre gnaba el ai re mat ut ino . Losho mbr es obser vaban el ri tual ensilencio.

Page 134: B’s Farenheit Fahrenheit 451* - Rodriguez Alvareznovelas.rodriguezalvarez.com/pdfs/Bradbury, Ray ''Farenheit 451''-Xx-En-Sp-Sp.pdf2 B’s Farenheit tr. de F. Abelenda tr. de Alfredo

135

B’s Farenheit tr. de F. Abelenda tr. de Alfredo Crespo

5

10

15

20

25

30

35

40

45

50

55

60

65

70

75

Gr ange r l oo ke d i nt o the f ir e.“Pho eni x.”

“What ?”

“Ther e was a si ll y damn bir dc al l e d a P ho e n i x ba c k be f o r eChris t: every fe w hundre d yearshe bu i l t a py r e and b ur n e dhims el f up. He mus t have bee nf ir s t c o usi n t o Man. But e ver yt i me he bur nt hi ms e l f up hes pr ang out of t he as he s, he go thi mse lf bo rn all over again. Andit looks like we’re doing the s amet hi ng, o ver and o ve r, but we ’vego t o ne damn t hi ng the Phoenixne ve r had. We kno w t he damnsi lly thing we j ust di d. We knowall the damn s i ll y t hi ngs we ’vedone for a thousand years, and aslong as we know that and alwayshave it ar ound where we can seeit, some day we’l l stop making thegoddam funeral pyres and jumpinginto the middle of them. We pickup a f e w mo r e pe o pl e t hatremember, ever y generation.”

H e t o o k t h e p a n o f f t h ef i r e a n d l e t t h e b a c o n c o o la n d t h e y a t e i t , s l o w l y ,t h o u g ht f u l l y.

“No w, l e t’s ge t o n ups tr e am,”s ai d Grange r. “And hol d o n t oo ne t h o ug h t : Yo u ’ r e no ti mpo rt ant. Yo u’r e no t anyt hi ng.S o m e d a y t he l o a d we ’r ec ar r y i n g wi t h u s m ay h e l ps ome o ne . But e ven whe n we hadt he bo o ks o n hand, a l o ng t imeago , we di dn’t us e what we go to ut o f t he m. We we nt r ight o ni ns u l t i ng t h e d e a d . We we n tr ight on s pit ti ng i n the graves o fa l l t he po o r o n e s who d i e dbef o re us. We ’re go i ng t o mee ta lo t of l onel y pe ople i n the ne xtwee k and t he ne xt mont h and thenext ye ar. And whe n t he y as k uswhat we ’re do ing, you can s ay,We’re re membe ring. That ’s wherewe ’ll win out in t he long r un. Ands o me da y we ’l l r e me mb e r s omuch that we’ll build t he bigge stgo ddam st eam-s ho vel i n his to ryand di g the bigge st gr ave of allti me and s hove war in and coverit up. Come o n now, we’r e goi ngto go buil d a mi rr or- fac tor y fir stand put o ut nothing but mir ro rsfo r t he ne xt ye ar and t ake a lo nglo ok in them.”

The y fi nis hed e at i ng and puto u t t he f i r e . The day wasbr ighte ning all about them as if apink lamp had bee n gi ven mor ewi ck. In t he tre es , t he bir ds thathad f l own away no w c ame bac kand s et tle d down.

Mo nt a g b e ga n wal ki n g a ndaf t e r a mo me nt f o und t hat t heot her s had falle n i n behind hi m,goi ng no rt h. He was sur pri s ed,

Granger miró el fuego.—Fénix.

—¿Qué?

—Habí a un t ont o y c ondenadopáj aro ant e s de Cri s to l lamadoFé nix. Cada t ant os cente nar es deañ o s c o ns t r uí a una pi r a y s earr oj aba a las l lamas. Debió dehabe r si do pr i mo he r mano de lho mbr e . P e r o cada ve z que s equ e ma ba a s í mi s mo , s ur g í ai nt ac t o de las c eni zas, vo l ví a anace r. Y par e ce aho ra c o mo s iest uviés emos hacie ndo l o mis mo,una y otr a vez; pe ro sabe mos al goque Fé ni x nunca s upo. Sabemosqu é t o n t e r í as he mo s h e c h o .Cono c emo s t o das l as t o nt e r íasque he mos hecho en estos últimosmi l a ño s , y m i e n t r a s no l ool videmos, mi ent ras l o t engamosante nos ot ros , e s posi bl e que undí a de je mo s de pre parar la pir af une rar ia y de sal tar a e l la. Enc ada ge ne r ac i ó n se r e mo s uno spo cos más par a r eco rdar.

Granger sacó la sartén del fuegoy esperó a que el tocino se enfriaray l uego t o do s c omi er o n, le nta,pensativamente.

—Bueno, vamos río arriba —dijoGranger —. Y no o l vide n e s to .Ustedes no son importantes, no sonnadie . Al gún dí a nue s t r a car gapuede s e r una ayuda. P e r orecuerden que cuando teníamos loslibros a mano, hace mucho tiempo,no uti lizábamos lo que ell os nosdaban. Continuamos con nuestrosi ns ul t o s a l o s mue rt o s .Continuamos escupiendo sobre lastumbas de todos los desgraciadosque murieron antes que nosotros.Encontraremos a muchos solitariosl a se mana pr ó xi ma, y e l me spr ó xi mo , y e l año pr ó xi mo . Ycuando esa gente nos pregunte quéhac emo s , po de mo s r e s po nde r :reco rdamos. Así tri unfaremo s enúl t ima i ns tanc i a. Y al gún dí ar e c or dar e mos t ant o quec o nst r ui r emo s l a más grandee xc avado r a de l a hi s t o ri a ycavaremos la tumba más grande detodos los tiempos y echaremos allíla guerra, y cubriremos la tumba.Vamos. Constr uire mos ante t odouna fábrica de espejos, y durante unaño no haremos más que espejos, ynos miraremos largamente.

Lo s ho mbre s t e rmi nar on decomer y apagaron el fuego. El díabrillaba alrededor como si hubiesenaf i me nt ado una l ámpar a. Lo spáj ar o s que habí an hui dorápi damente volvían ahora a l osárboles.

M o n t ag e c h ó a c a m i na r , yl ue go de un r at o des c ubr i ó quel o s o t r o s s e habí an r e t r as ado .Se de t u vo , s o r p r e n di d o , y s e

Granger miró la hoguera.—Fénix.

—¿Qué?

—Hubo un pajarr ac o ll amadoFé ni x, muc ho ant e s de Cri s t o .Cada po co s si gl os e nc endí a unaho gue r a y se que maba e n el l a.Debía de se r pr imo he rmano de lHombr e . Pe r o, c ada ve z que s eq ue ma ba , r e s u r g í a d e l a sc e ni z as , c o ns e g uí a r e nac e r. Ypar ec e que no so tr os hac emos l om i s mo , un a y o t r a ve z, p e r ot e ne mo s al go que e l Fé ni x not e n í a . Sa be mo s l a ma l d i t ae s t up i d e z q ue ac ab am o s d ec o me t e r. Co no c e mo s t odas l ast o nt er í as que he mo s c o me t i dodur ante un mi ll ar de año s, y e nt anto que r ec or de mo s es to y l oc o ns e r ve mo s d o n de p o d am o sve r l o , al gún dí a de j ar e mo s del e van t a r e s as m al di t a s pi r a sf une rar i as y a ar ro j amo s s o br eel las. Cada ge ne ració n habrá másgente que re cuer de .

Gr ang e r s a c ó l a s ar t é n d e lf u e go , de j ó q ue e l t o c i no s ee nf ri ara, y s e lo co mi e ro n l enta,pe nsat i vament e .

—Ahora, vámonos río arriba —dijo George— Y tengamos presenteuna cosa: no somos importantes. Nosomos nada. Algún día, la carga quellevamos con nosotros puede ayudara alguie n. Per o inc lus o c uandoteníamos los libros en la mano, muchotiempo atrás, no utilizamos lo quesacábamos de ellos. Proseguimosimpertérritos insultando a los muertos.Proseguimos escupiendo sobre lastumbas de todos los pobres que habíanmuerto antes que nosotros. Durante lapróxima semana, el próximo mes y elpr óxi mo año vamo s a co no cer amucha gente solitaria. Y cuando nospregunten lo que hacemos, podemosdecir: «Estamos recordando.» Ahí esdonde venceremos a la larga. Y, algúndí a, rec ordare mos tanto , queconstruiremos la mayor pala mecánicade la Historia, con la que excavaremosla se pul tur a mayo r de t odo s l ostiempos, donde meteremos la guerray la enterraremos. Vamos, ahora. Antet o do , de be r emo s co ns tr ui r unafábr ica de e spe jo s, y dur ant e elpr óxi mo año , s ól o f abr icaremose s pej o s y no s mi r are mo sprolongadamente en ellos.

Terminaron de comer y apagaronel fuego. El día empezaba a brillara s u al r e dedo r, c omo s i a unal ámpar a r os ada s e l e die r a másmecha. En los árboles, los pájarosque habí an hui do re gr e s aban yproseguían su vida.

Mo nt ag e mpe zó a andar, y, alcabo de un momento, se dio cuentade que lo s demás le se guían, endi r e c c i ó n no r t e . Que dó

Page 135: B’s Farenheit Fahrenheit 451* - Rodriguez Alvareznovelas.rodriguezalvarez.com/pdfs/Bradbury, Ray ''Farenheit 451''-Xx-En-Sp-Sp.pdf2 B’s Farenheit tr. de F. Abelenda tr. de Alfredo

136

B’s Farenheit tr. de F. Abelenda tr. de Alfredo Crespo

5

10

15

20

25

30

35

40

45

50

55

60

65

70

75

and mo ve d as ide to l et Grangerpass, but Grange r loo ked at himand nodded him o n. Montag we ntahead. He loo ke d at t he ri ver andt h e s k y a nd t he r us t i ng t r a c kgo i ng bac k do wn t o whe r e t hefarms lay, where the bar ns sto odfull of hay, whe re a lot of peoplehad wal ke d by i n t he ni ght o ntheir way fro m t he ci ty. Late r, ina mo n t h o r s i x m o nt hs , a ndce rtainl y not mor e t han a year, hewo ul d wal k al o ng h e r e agai n,alo ne , and kee p ri ght o n go ingun t i l he c a ugh t up wi t h t hepe opl e.

Bu t n o w t he r e wa s a l o ngmo rni ng’s wal k unt il no on, and ift h e m e n we r e s i l e nt i t wasbe cause there was eve ryt hi ng tot h i nk a bo u t a nd mu c h t or emember. P er haps l at e r i n themo r ni ng, whe n t he s un was upan d h ad wa r me d t he m, t h e ywo ul d begin to t al k, or just s aythe things they r emembe red, t o bes u r e t he y we r e t he r e , t o beabs o l ut e l y c e r t ai n t hat t h i ngswer e safe in t he m. Mo nt ag f el tthe s low s tir of wo rds , the sl owsi mme r. And when i t c ame t o hist ur n, wha t c o ul d he s ay, whatco uld he o ffe r o n a day like thi s,to make the t rip a litt le easier? Toeverything there i s a se aso n. Ye s.A time t o bre ak down, and a ti meto build up. Yes . A ti me to ke epsi lence and a t ime to s peak. Ye s,al l t h at . But wh at e l s e . Wh atel se? So met hing, so met hing…

And on eit her sid e of the riverwa s the re a tr ee of li fe , whi chb a re t we l ve ma nner of f r uit s ,a n d y i e l d e d he r f r u i t e ve r ymont h; And the le aves of the treewe r e f or t h e h e a l i n g o f t hena ti ons.

Ye s , t h o u g h t M o n t a g ,t h a t ’s t h e o n e I ’ l l s a ve f o rn o o n . F o r n o o n …

Wh e n we r e ac h t h e c i t y.

THE END

a p a r t ó p a r a d e j a r p as a r aGr ange r, per o Gr ange r l o mi r óy c on un movi mi e nto de c abe zal e i ndi c ó que no s e de t uvi e r a.Mo nt ag s i gui ó ade l ant e . Mi r óe l r í o y e l c i e l o y l o s r i e l e so xi dado s que r e t r o ce dí an hac i al as gr an j as , c o n s us g r ane r o sr e p l e t o s , a d o n d e h a b í a i d omuc ha ge nte , dur ant e l a noc he ,al e j án do s e d e l a c i uda d. M ást ar de, dent ro de un me s o s ei smes es , po r lo me no s ante s de unaño , vo lver ía a c ami nar po r aquí ,so lo , y s eguir ía c ami nando hast auni rs e a e ll o s .

Pe ro aho ra había que caminartoda la mañana hasta el mediodía,y s i l o s ho mb r e s guar dabans i l e nc i o e r a po r que habí a quepensar en todo, y muchas cosas quere co rdar. Quizá más t ar de e n lamañana, cuando el so l e stuvie seal t o y l o s hubi e s e c al e nt ado ,comenzarían a hablar, o a r ecitarl as c o sas que re c o rdaban, par aestar seguros de que estaban allí,para tener la certeza de que ciertasc o s as e s t aban a s al vo . Mo nt agsintió el lento movimiento de laspal abr as, la le nt a e bul li c ió n. Ycuando l e lle gar a e l t ur no, ¿quédiría, qué podría ofrecer en un díacomo ése para hacer más llevaderoel viaje? Para to das las cosas hayun tiempo de sazó n. Sí. Tiempo dedestruir y tiempo de edificar. Sí.Ti e mpo de c al l ar y t i e mpo dehablar. Sí, todo eso. Pero algo más.¿Qué más? Algo, algo...

Y d e l o t r o l a d o d e l Tí o s ea l z a b a e l á r b o l d e l a v i d ac o n d o c e c l a s e s d e f r u t o s ,y d a b a s u s f r u t o s t o d o s l o sm e s e s Y l a s h o j a s d e l á r b o le r a n l a s a l u d d e l a sn a c i o n e s

Sí , pe ns ó Mo nt ag, é s e es e lf ragme nt o que guar daré para e lmediodía. Para el mediodía...

Cuando lleguemos a la ciudad.

sor prendido y se hi zo a un lado,para de jar que Grange r pas ar a;pe ro Granger l e mi ró y, co n unademán, le pidió que prosiguiera.Montag continuó andando. Miró elrío, el cielo y las vías oxidadas quese adentraban hac ia donde estabanl as granjas, donde lo s grane ro sestaban llenos de heno, donde unaseri e de personas habí an lle gadopo r l a no c he , f ugi t i vas de l aciudad. Más tarde , al cabo de unoo de seis meses, y no menos de unaño, Montag volvería a andar porallí solo, Y segui ría andando hastaque alcanzara a la gente.

Pero, ahora, le esperaba una largacaminata hasta el mediodía , y si losho mbre s guar daban si le nc io e raporque había que pensar en todo, ymucho que re co rdar. Quizá másavanzada la mañana, cuando el sole st uvie se alt o Y le s hubi es ecalentado, empezarían a hablar, osólo a decir las cosas que recordaban,para estar seguros de que seguían allí,para estar completamente ciertos deque aquellas cosas estaban seguras ensu interior, Montag sintió el levecosquilleo de las palabras, su lentaebullición. Y cuando le llegara elturno, ¿qué podría decir, qué podríaofrecer en un día como aquél, parahacer el viaje algo más sencillo? Hayun tiempo para todo. Sí. Una épocapara derrumbarse, una época paraconstruir. Sí. Una hora para guardarsilencio y otra para hablar.

Sí, todo. Pero, algo más. ¿Quémás? Algo, algo...

Y, a ca d a l a d o d e l rí o , h ab í au n á rb o l d e l a v i da , ,, , co n d ocecl a s e s d i s t i n t a s d e f r u t a s , yc a d a m e s e n t r e g a b a n s uco s e ch a ; y l a s h o j a s d e l o sá r b ol e s s e rv í a n pa r a cu ra r al as na cio n es .

«Sí —pensó Mo ntag—, eso esl o que guardaré para me dio día.Para medio día .. . »

«Cuando alcancemos la ciudad.»

FIN

Page 136: B’s Farenheit Fahrenheit 451* - Rodriguez Alvareznovelas.rodriguezalvarez.com/pdfs/Bradbury, Ray ''Farenheit 451''-Xx-En-Sp-Sp.pdf2 B’s Farenheit tr. de F. Abelenda tr. de Alfredo

137

B’s Farenheit tr. de F. Abelenda tr. de Alfredo Crespo

5

10

15

20

25

30

35

40

45

50

55

60

65

70

75

PREFACIO:

Fuego Brillante

Cinco pequeños brincos y luegoun gran salto.

Ci nco pe t ar do s y l ue go unaexplosión.

Eso describe poco más o menosla génesis de Fahrenheit 451.

Cinco cuentos cortos, escritosdurante un período de do s o tresaños, hicieron que invirtiera nuevedólares y medio en monedas de diezcentavos en alquilar una máquinade e sc ri bi r en e l só tano de unabiblioteca, y acabara la novela cortaen sólo nueve días.

¿Cómo es eso?

P r i me r o , lo s s alt i t o s , l o spetardos:

En un cuento corto, «Bonfire»,que nunca vendí a ninguna revista,imaginé los pensamientos literariosde un hombre en la noche anterioral f i n de l mundo . Esc r i bí uno scuantos relatos parecidos hace unoscuarenta y cinco años, no como unapr edi c c i ón, s i no c o mo unaadve r t e nci a, e n o c as io ne sdemasiado insistente. En «Bonfire»,mi hé r o e e nume r a s us gr ande spasiones. Algunas dicen así:

«Lo que más mo l e s t aba aWilliam Peterson era Shakespearey Platón y Aristóteles y JonathanSwift y Wi lliam. Faulkner, y l ospoemas de, bueno , Robe rt Fro st,qui zá, y J ohn Do nne y Robe r tHe r ri c k. Todo s ar ro j ado s a l aHo gue r a. Des pué s i magi nó l asc e ni zas (po r que e n e so s ec o nve r t i r ían) . P ens ó e n l ase s c ul t ur as c o l o s al es deMic hel ange lo , y e n e l Gre c o yRenoir y en tantos otros. Mañanae s t ar í an t odo s mue rt o s ,Shake s pe ar e y Fr o s t j unt o c o nHuxIe y, P i c as s o , Swif t yBe e tho ve n, t o da aque l l ae xt rao r di nar i a bi bli o t e c a y e lbastante común propietario ... »

No mucho después de «Bonfire»escribí un cuento más imaginativo,pienso, sobr e el fut uro próximo,«Br ight P hoe ni x»: e l pat ri o t af anát i c o l o c al ame naza albibliotecario del pueblo a propósitode uno s c uantos mil es de l ibr oscondenados a la hoguera. Cuandolos incendiarios llegan para rociarlo s vol úmenes co n ker os ene , elbibliotecario los invita a entrar, ye n l ugar de def e nde r se , ut i l iza

Prefacio

de Ray Bradbury, Febrero de 1993de la edición de Orbis (“Biblioteca deCiencia Ficcción”) del mismo traductor,y no de ésta de Plaza & Janés.

Fuego Brillante

Cinco pequeños brincos y luego ungran salto.

Ci nc o pe t ar do s y l ue go unaexplosión.

Eso describe poco más o menos lagénesis de Fahrenheit 451.

Cinco cuentos cortos, escritosdurante un período de do s o tresaños, hicieron que invirtiera nuevedólares y medio en monedas de diezcentavos en alquilar una máquinade e sc ri bi r en e l só tano de unabiblioteca, y acabara la novela cortaen sólo nueve días.

¿Cómo es eso?

P r i me r o , l o s s al t i t o s , l o spetar dos:

En un cuento corto, «Bonfire», quenunca vendí a ninguna r evis ta,imaginé los pensamientos literariosde un hombre en la noche anterior alfin del mundo. Escribí unos cuantosrelatos parecidos hace unos cuarentay ci nc o años , no c omo unapr edic ci ón, si no c omo unaadvertencia, en ocasiones demasiadoinsistente. En «Bonfire», mi héroeenumer a sus gr ande s pasi ones .Algunas dicen así:

«Lo que más mo l e s t aba aWilliam Peterson era Shakespearey Platón y Aristó teles y JonathanSwift y Wi lliam. Faulkner, y l ospoemas de, bueno , Robe rt Fro st,qui zá, y J o hn Do nne y Ro be r tHe r r i c k. To do s ar r o j ado s a l aHo guer a. De s pué s i magi nó l asc e ni zas ( po r que e n e s o s ec o nve r t i r í an) . P e ns ó e n l ase s c ul t ur as c o l o s al e s deMic hel ange lo , y e n e l Gre c o yRenoir y en tant os otros. Mañanae s t ar í an t o do s mue r t o s ,Shake s pe ar e y Fr o s t j unt o c o nHuxIe y, P i c as s o , Swi f t yBe e t ho ve n, t o da aque l l ae xt r ao r di nar i a bi bl i o t e c a y e lbastante común propietario ... »

No mucho después de «Bonfire»escribí un cuento más imaginativo,pienso, sobr e el fut uro próximo,«Br i ght P hoe nix»: e l patr i ot af anáti c o l oc al ame naza albibliotecario del pueblo a propósitode uno s c uantos mil es de l ibr oscondenados a la hoguera. Cuando losincendiarios llegan para rociar losvol úme nes co n ke r os e ne , e lbibliotecario los invita a entrar, y enlugar de defenderse, utiliza contra

Page 137: B’s Farenheit Fahrenheit 451* - Rodriguez Alvareznovelas.rodriguezalvarez.com/pdfs/Bradbury, Ray ''Farenheit 451''-Xx-En-Sp-Sp.pdf2 B’s Farenheit tr. de F. Abelenda tr. de Alfredo

138

B’s Farenheit tr. de F. Abelenda tr. de Alfredo Crespo

5

10

15

20

25

30

35

40

45

50

55

60

65

70

75

contra ellos armas bastante sutilesy absolutamente obvias. Mientrasr e c or r e mo s l a bibl i o t ec a yencontramos a los lectores que lahabitan, se hace evidente que detrásde los oj os y entre las o rejas deto do s hay más de lo que po dr íaimaginars e. Mi entras quema l oslibros en el césped del jardín de labiblioteca, el Censor Jefe toma cafécon el bibliotecario del pueblo yhabla con un camarero del bar deenfr ente, que vi ene tr ayendo unajarra de humeante café.

—Hola, Keats —dije.

—Tie mpo de br umas yf r ust r ac i ón madura —di jo e lcamarero.

—¿Keats? —dijo el Censor jefe—. ¡No se llama Keats!

—Estúpido —dije —. Éste es unr es t aur ant e gri e go . ¿No e s así ,Platón

El camarero volvió a llenarme lataza. —El pue bl o ti ene s ie mprealgún c ampe ón, a qui en e nalt ecepor encima de todo... Ésta y no otraes la raíz de la que nace un tirano;al principio es un protector.

Y más t arde , al s al i r de lrestaurante, Barnes tropezó con unanciano que casi cayó al suelo. Loagarré del brazo.

—Profesor Einstein —dije yo.

—Señor Shakespeare —dijo él.

Y cuando la biblioteca cierra yun hombre alto sale de allí, digo:—Buenas noches, señor Lincoln ...

Y él contesta: —Cuatro docenasy siete años ...

El fanático incendiario de librosse da cuenta entonces de que todoel pueblo ha escondido los librosmemorizándolos. ¡Hay li bros port o das part e s , es c o ndido s e n l acabeza de la gente! El hombre sevuelve loco, y la historia termina.

P ar a s e r se gui da po r ot r ashistorias similares: «The Exiles»,que trata de los personajes de loslibros de Oz y Tarzán y Alicia, y del os per s o naj es de l os e xt r año scuentos escritos por Hawthorne yPoe, exiliados todos en Marte; unopo r uno e st o s f ant as mas s ede s vane c e n y vue l an hac i a unamuer t e de f ini t iva cuando e n l aTierra arden los últimos libros.

En «Usher H» mi héroe reúne enuna c as a de Mar t e a t o do s l o sincendiarios de libros, esas almastristes que creen que la fantasía esperjudicial para la mente. Los hacebailar en el baile de disfraces de laMuerte Roja, y los ahoga a todos en

e ll o s ar mas bast ant e s ut il e s yabs ol ut ame nt e obvi as . Mie nt rasr ec o rr e mo s l a bi bli o te c a yencontramos a los lectores que lahabitan, se hace evidente que detrásde los ojos y entre las orejas de todoshay más de lo que podría imaginarse.Mi entr as quema lo s li bros en elcésped del jardín de la biblioteca, elCens or Je f e t oma c afé co n e lbibliotecario del pueblo y habla conun camarero del bar de enfrente, quevie ne t r aye ndo una j arr a dehumeante café.

—Hola, Keats —dije.

— Ti e m po de b r u m a s yf r us t r ac i ó n mad ur a —d i j o e lc amar e ro .

—¿Keats? —dijo el Censor jefe —. ¡No se llama Keats!

—Estúpido —dije —. Éste es unr es t aur ant e gri e go . ¿No e s así ,Platón

El camarero volvió a llenarme la taza.—El pue blo tiene si empr e al gúncampeó n, a qui en e nalt ec e po rencima de todo... Ésta y no otra es laraíz de l a que nace un t irano; alprincipio es un protector.

Y más tarde, al sali r de lrestaurante, Barnes tropezó con unanciano que casi cayó al suelo. Loagarré del brazo.

—Profesor Einstein —dije yo.

—Señor Shakespeare —dijo él.

Y cuando la biblioteca cierra y unhombre alto sale de allí, digo: —Buenas noches, señor Lincoln ...

Y él contesta: —Cuatro docenas ysiete años ...

El fanático incendiario de libros seda cuenta entonces de que todo elpue bl o ha e sc ondi do l os l ibro smemorizándolos. ¡Hay li bros portodas partes, escondidos en la cabezade la gente! El hombre se vuelveloco, y la historia termina.

P ar a s e r s e gu i da po r o t r ashistorias similar es: «The Exiles»,que trata de los personajes de loslibros de Oz y Tarzán y Ali cia, yde los personajes de los extrañoscuentos escritos por Hawthorne yPoe, exiliados todos en Marte; unopo r uno e s t o s f ant as mas s ede s vane c e n y vue l an hac ia unamuer t e de f ini t iva cuando e n l aTierra arden los últimos libros.

En «Usher H» mi héroe reúne enuna casa de Mart e a to do s lo sincendiarios de libros, esas almastristes que creen que la fantasía esperjudicial para la mente. Los hacebailar en el baile de disfraces de laMuerte Roja, y los ahoga a todos en

Page 138: B’s Farenheit Fahrenheit 451* - Rodriguez Alvareznovelas.rodriguezalvarez.com/pdfs/Bradbury, Ray ''Farenheit 451''-Xx-En-Sp-Sp.pdf2 B’s Farenheit tr. de F. Abelenda tr. de Alfredo

139

B’s Farenheit tr. de F. Abelenda tr. de Alfredo Crespo

5

10

15

20

25

30

35

40

45

50

55

60

65

70

75

una l aguna ne gr a, mi e nt r as l aSegunda Casa Usher se hunde en unabismo insondable.

Ahora el quinto brinco antes delgran salto.

Hace unos cuarenta y dos años,año más o año menos, un escritoramigo mío y yo íbamos paseando yc harl ando po r Wi ls hi r e , Lo sAngel e s , cuando un c o c he depolicía se detuvo y un agente salióy nos pr e gunt ó qué e s t ábamo shaciendo.

—Poni endo un pie delant e delotro —le contesté, sabihondo.

És a no e r a l a r e s pue s t aapropiada.

El policía repitió la pregunta.

Engre í do , r e s po ndí : —Re s pi r ando e l ai r e, habl ando ,conversando, paseando.

El oficial frunció el ceño. Meexpliqué.

—Es ¡l ó gi c o que no s hayaabor dado. Si hubiér amos que ridoas al tar a al gui en o ro bar en unatienda, habríamos conducido hastaaquí, habríamos asaltado o robado,y no s habr í amo s i do e n c o c he .Como usted puede ver, no tenemoscoche, sólo nuestros pies.

—¿P as e ando , e h? —di jo e loficial —. ¿Sólo paseando?

Asentí y esperé a que la evidenteverdad le entrara al fin en la cabeza.

—Bien —dijo el oficial —. Pero,¡qué no se repita!

Y el coche patrulla se alejó.

Atrapado por este encuentro alestilo de Alicia en el País de lasMaravillas, corrí a casa a escribir«El pe at ón» que hablaba de unt ie mpo fut ur o e n e l que es t abaprohibido caminar, y los peatoneseran tratados como criminales. Elrelato fue rechazado por todas lasr evi st as de l paí s y acabó e n e lRe por t e r l a e s pl é ndi da r e vi s t apolítica de Max Ascoli.

Do y gr ac ias a Di o s por e lencuentro con el coche patrulla, lacur iosa pregunta, mis re spues tase st úpidas , po rque si no hubi er ae s c ri t o «El pe at ó n» no habr í apodido sacar a mi criminal paseanteno ctur no para ot ro trabajo en laciudad, unos meses más tarde.

Cuando lo hice, lo que empezócomo una prueba de asociación depalabras o ideas se convirtió en unano vela de 25.000 palabras titulada«The Fi r e man», que me co s t ómucho vender, pues era la época del

una laguna negra, mi entr as l aSegunda Casa Usher se hunde en unabismo insondable.

Ahora el quinto brinco antes delgran salto.

Hac e uno s cuarent a y dos años,año más o año menos , un escri torami go mí o y yo íbamos paseandoy c har l ando por Wi l s hi r e, Lo sAng e l e s , c uand o un c o c he depolicí a se detuvo y un agente salióy no s pr e gunt ó qué e st ábamo shac iendo.

—Poniendo un pie delante del otro—le contesté, sabihondo.

É s a n o e r a l a r e s p u e s t aap r o p i ad a.

El policía repitió la pregunta.

Engr e í do , r e s po ndí : —Re s pi r ando e l a i r e , habl ando ,conversando , paseando.

El oficial frunció el ceño. Meexpliqué.

—Es ¡l ó gic o que no s hayaabor dado. Si hubiér amos que ridoas al tar a al gui en o ro bar en unatienda, habríamos conducido hastaaquí, habríamos asaltado o robado,y nos habríamos ido en coche. Comousted puede ver, no tenemos coche,sólo nuestros pies.

—¿Paseando, eh? —dijo el oficial—. ¿Sólo paseando?

Asentí y esperé a que la evidenteverdad le entrara al fin en la cabeza.

—Bien —dijo el oficial —. Pero,¡qué no se repita!

Y el coche patrulla se alejó.

Atrapado por este encuentro alestilo de Alicia en el País de lasMaravillas, corrí a casa a escribir«El pe ató n» que habl aba de unt ie mpo fut ur o e n e l que es t abaprohibido caminar, y los peatoneseran tratados como criminales. Elrelato fue rechazado por todas lasr evi st as del paí s y ac abó e n e lRepo rt e r l a e s pl é ndi da r evi st apolítica de Max Ascoli.

Doy gr aci as a Di os po r e lencuentro con el coche patrulla, lacur iosa pregunta, mis re spues tase st úpidas , po rque si no hubi er aescrito «El peatón» no habría podidos ac ar a mi c r imi nal pase ant eno ctur no para ot ro trabajo en laciudad, unos meses más tarde.

Cuando lo hice, lo que empezócomo una prueba de asociación depalabras o ideas se convirtió en unano vela de 25.000 palabras titulada«The Fi r e man», que me co s t ómucho vender, pues era la época del

Page 139: B’s Farenheit Fahrenheit 451* - Rodriguez Alvareznovelas.rodriguezalvarez.com/pdfs/Bradbury, Ray ''Farenheit 451''-Xx-En-Sp-Sp.pdf2 B’s Farenheit tr. de F. Abelenda tr. de Alfredo

140

B’s Farenheit tr. de F. Abelenda tr. de Alfredo Crespo

5

10

15

20

25

30

35

40

45

50

55

60

65

70

75

Co mit é de Inve s t igac i o nes deAc t ivi dades Ant i ame r i c anas ,aunque mucho antes de que JosephMcCar thy s al ie r a a es c ena co nBobby Ke rmedy al alcance de lamano par a o r ganizar nue vaspesquisas.

En la sala de mecanografía, en elsó tano de la bibl iot eca, gasté lafortuna de nueve dólares y medioe n mo ne das de di ez c e nt avo s ;compré tiempo y espacio junto conuna docena de estudiantes sentadosant e o t r as t ant as máqui nas deescribir.

Era relativamente pobre en 1950y no podía permitirme una oficina.Un mediodía, vagabundeando por elcampus de la UCLA, me llegó els o nido de un t e c l eo de s de l aspro fundidades y fui a i nves tigar.Con un gri to de alegrí a desc ubríque, e n efecto, había una s ala deme cano gr af í a co n máqui nas deescribir de alquiler donde por diezcentavos la media hora uno podíasentarse y crear sin necesidad detener una oficina decente.

Me senté y tres horas despuésadvertí que me había atrapado unaidea, pequeña al principio pero deproporciones gigantescas hacia elf i nal . El c o nc e pt o e r a t anabs orbente que esa tarde me fuedi f íc i l s ali r de l só t ano de l abibl ioteca y tomar el autobús devue lta a la realidad: mi casa, mimujer y nuestra pequeña hija.

No pue do e xpl i c ar l e s quéexcitante aventura fue, un día trasotro, atacar la máquina de alquiler,meterle monedas de diez centavos,apo rrearla como un l oco, cor rerescaleras arriba para ir a buscar másmonedas, meterse entre los estantesy volver a salir a toda prisa, sacarlibros, escudriñar páginas, respirarel mejor polen del mundo, el polvode l os l ibr os , que des e ncadenaalergias literarias. Luego correr devuel ta abajo c on e l so nr oj o de lenamorado, habiendo encontr adouna cita aquí, otra allá, que meteríao embut i rí a e n mi mi to e ngestación. Yo estaba, como el héroede Melvil le, e nlo queci do po r lalocura. No podía detenerme. Yo noe s c ri bí Fahr e nhe i t 4 5 1 , él meescribió a mí. Había una circulacióncontinua de energía que salía de lapágina y me entraba por los ojos yrecorría mi sistema nervioso antesde sal i r me po r l as mano s. Lamáquina de escri bir y yo é ramoshermanos siameses, unidos por laspuntas de los dedos.

Fue un triunfo especial porque yollevaba escribiendo relatos cortosdesde los doce años, en el colegioy después, pensando siempre quequizá nunca me atrevería a saltar alabismo de una novela. Aquí, pues,estaba mi primer intento de salto,

Co mit é de Inve s t igac i o nes deAc t ivi dades Ant i ame r i c anas ,aunque mucho antes de que JosephMcCar thy s al ie r a a es c ena co nBobby Ke rmedy al alcance de lamano par a o r ganizar nue vaspesquisas.

En la sala de mecanografía, enel sótano de la bi blioteca, gasté lafortuna de nueve dólares y medioe n mo ne das de di e z c e nt avo s ;compré tiempo y espacio junto conuna docena de estudiantes sentadosant e o t r as t ant as máqui nas deescribir.

Era relativamente pobre en 1950y no podía permitirme una oficina.Un mediodía, vagabundeando por elcampus de la UCLA, me llegó elso ni do de un t ec le o de sde lasprofundidades y fui a investigar. Conun grito de alegría descubrí que, enef ec to , habí a una sala demec anografí a co n máquinas deescribir de alquiler donde por diezcentavos la media hora uno podíasentarse y crear sin necesidad detener una oficina decente.

Me senté y tres horas despuésadvertí que me había atrapado unaidea, pequeña al principio pero deproporciones gigantescas hacia elf i nal . El c o nc e pt o e r a t anabs orbente que esa tarde me fuedi f íc i l s ali r de l só t ano de l abibl ioteca y tomar el autobús devue lta a la realidad: mi casa, mimujer y nuestra pequeña hija.

No pue do e xpl i car l es quéexcitante aventura fue, un día trasotro, atacar la máquina de alquiler,meterle monedas de diez centavos,apo rrearla como un l oco, cor rerescaleras arriba para ir a buscar másmonedas, meterse entre los estantesy volver a salir a toda prisa, sacarlibros, escudriñar páginas, respirarel mejor polen del mundo, el polvode l os l ibr os , que des e ncadenaalergias literarias. Luego correr devuel ta abajo c on e l so nr oj o de lenamorado, habiendo encontr adouna cita aquí, otra allá, que meteríao embutiría en mi mito en gestación.Yo e st aba, co mo e l hé ro e deMelville, enloquecido por la locura.No podía detenerme. Yo no escribíFahrenheit 451, él me escribió a mí.Había una circulación continua deenergía que salía de la página y meentraba por los ojos y recorría misistema nervioso antes de salirmepor las mano s . La máquina dee sc ri bir y yo é r amo s he r mano ssiameses, unidos por las puntas delos dedos.

Fue un triunfo especial porque yollevaba escribiendo relatos cortosdesde los doce años, en el colegioy después, pensando siempre quequizá nunca me atrevería a saltar alabismo de una novela. Aquí, pues,estaba mi primer intento de salto,

Page 140: B’s Farenheit Fahrenheit 451* - Rodriguez Alvareznovelas.rodriguezalvarez.com/pdfs/Bradbury, Ray ''Farenheit 451''-Xx-En-Sp-Sp.pdf2 B’s Farenheit tr. de F. Abelenda tr. de Alfredo

141

B’s Farenheit tr. de F. Abelenda tr. de Alfredo Crespo

5

10

15

20

25

30

35

40

45

50

55

60

65

70

75

sin paracaídas, a una nueva forma.Co n un e ntusias mo des medido ac ausa de mis c ar re r as por l abi bli o t e c a, o l i e ndo l asencuadernaciones y saboreando lastint as, pr onto descubr í, como heexplicado antes, que nadie quería«The Fireman». Fue rechazado portodas las revistas y finalmente fuepubl icado po r l a revis ta Gal axy,cuyo editor, Horace Gold, era másvaliente que la mayoría en aquellostiempos.

¿Qué des pertó mi inspi ración?¿Fue necesario todo un sistema deraíc es de influencia, sí, que meimpulsaran a tirarme de cabeza a lamáqui na de e s c r i bir y a sal i rc hor r e ando de hi pé r bol e s ,metáforas y sími les sobre fuego,imprentas y papiros?

P o r s upue st o : Hit l e r habí aque mado l ibro s e n Al emania e n1934, y se hablaba de los cerillerosy yesqueros de Stalin. Y además,muc ho ant e s, hubo una c aza debrujas en Salem en 1680, en la quemi di e z ve ce s t at arabuel a Mar yBr adbur y fue c o nde nada pe r oescapó a la hoguera. Y sobre todofue mi formación romántica en lamitología romana, griega y egipcia,que empe zó cuando yo te nía tresaños. Sí, cuando yo tenía tres años,tres, sacaron a Tut de su tumba y lomo s tr ar o n e n e l s upl e me nt osemanal de los periódicos envueltoen toda una panoplia de oro, ¡y mepregunté qué sería aquello y se lopregunté a mis padres!

De modo que era inevitable queacabara oyendo o leyendo sobre lostres incendios de la biblioteca deAlejandría; dos accidentales, y elotro intencionado. Tenía nueve añoscuando me enteré y me eché a llorar.Porque, como niño extraño, yo yaera habitante de los altos áticos yl o s s ó t ano s e nc ant ado s de l abiblioteca Carnegie de Waukegan,Illinois.

P ue st o que he e mpe zado ,continuaré. A los ocho, nueve, docey catorce años, no había nada másemocionante para mí que correr al a bi bl i o te c a c ada l une s po r l anoche, mi hermano siempre delantepar a l l e gar pr i mer o . Una ve zde ntr o , l a vi e j a bibl i o t e car i a(siempre fueron viejas en mi niñez)sopesaba el peso de los libros queyo l le vaba y mi pr opi o pes o , ydesaprobando la desigualdad (máslibros que chico), me dejaba correrde vuelta a casa donde yo lamía ypasaba las páginas.

Mi locur a persistió cuando mifamilia cruzó el país en coche en1932 y 1934 por la carretera 66. Enc uant o nue st r o vi ej o Bui ck s ede t ení a, yo s al í a de l c o che ycaminaba hacia l a bibliote ca másc er cana, donde t e ní an que vi vi r

sin paracaídas, a una nueva forma.Co n un e ntusias mo des medido ac ausa de mis c ar re r as por l abi bli o t e c a, o l i e ndo l asencuadernaciones y saboreando lastint as, pr onto descubr í, como heexplicado antes, que nadie quería«The Fireman». Fue rechazado portodas las revistas y finalmente fuepubl icado po r l a revis ta Gal axy,cuyo editor, Horace Gold, era másvaliente que la mayoría en aquellostiempos.

¿Qué des pertó mi inspi ración?¿Fue necesario todo un sistema deraíc es de influencia, sí, que meimpulsaran a tirarme de cabeza a lamáquina de e s cr i bir y a s ali rchorreando de hipérboles, metáforasy símiles sobre fuego, imprentas ypapiros?

P or supue s to : Hi t le r habí aque mado l ibro s e n Al emania e n1934, y se hablaba de los cerillerosy yesqueros de Stalin. Y además,muc ho ant e s, hubo una c aza debrujas en Salem en 1680, en la quemi di e z ve ce s t at arabuel a Mar yBradbury fue condenada pero escapóa la hoguera. Y sobre todo fue miformación romántica en la mitologíar omana, gr ie ga y egi pc i a, queempezó cuando yo tenía tres años.Sí, cuando yo tenía tres años, tres,s ac ar o n a Tut de su t umba y l omostraron en el suplemento semanalde los periódicos envuelto en todauna panoplia de oro, ¡y me preguntéqué sería aquello y se lo pregunté amis padres!

De modo que era inevitable queacabara oyendo o leyendo sobre lostres incendios de la biblioteca deAlejandría; dos accidentales, y elotro intencionado. Tenía nueve añoscuando me enteré y me eché a llorar.Porque, como niño extraño, yo yaera habitante de los altos áticos yl o s s ó t ano s e nc ant ado s de l abiblioteca Carnegie de Waukegan,Illinois.

P ue st o que he e mpe zado ,continuaré. A los ocho, nueve, docey catorce años, no había nada másemocionante para mí que correr al a bi bl i o te c a c ada l une s po r l anoche, mi hermano siempre delantepara llegar primero. Una vez dentro,l a vi e j a bi bli o t e car i a ( s i e mpr efueron viejas en mi niñez) sopesabael peso de los libros que yo llevabay mi propio peso, y desaprobandol a de s igualdad ( más l i br o s quechico), me dejaba correr de vueltaa casa donde yo lamía y pasaba laspági nas.

Mi l oc ur a pe rs is ti ó cuando mifami li a c ruzó e l paí s en co che en1 93 2 y 19 34 por l a carr et er a 66 .En c uant o nue st ro viej o Buic k sede t e ní a, yo s al í a de l c o c h e ycami naba hac ia l a bi bl io te ca másc er cana, donde t e ní an que vi vi r

Page 141: B’s Farenheit Fahrenheit 451* - Rodriguez Alvareznovelas.rodriguezalvarez.com/pdfs/Bradbury, Ray ''Farenheit 451''-Xx-En-Sp-Sp.pdf2 B’s Farenheit tr. de F. Abelenda tr. de Alfredo

142

B’s Farenheit tr. de F. Abelenda tr. de Alfredo Crespo

5

10

15

20

25

30

35

40

45

50

55

60

65

70

75

o tr os Tarzane s, ot ro s Tik To ks ,otras Bellas y Bestias que yo noconocía.

Cuando s al í de l a e s cue l asecundaria, no tenía dinero para ira la universidad. Vendí periódicosen una esquina durante tres años yme encerraba en la biblioteca delc e ntr o t r e s o c uat ro dí as a l asemana, y a menudo escribí cuentoscortos en docenas de esos pequeñostacos de papel que hay repartidospo r l as bi bl i o t e cas , c o mo unservicio para los lectores. Emergíde l a bibl ioteca a los veinti ochoaños. Años más tarde, durante unaco nf er enci a en una univer si dad,habiendo oído de mi total inmersiónen la l ite rat ur a, el de cano de lafacultad me obsequió con birrete,t o ga y un di pl o ma, c o mo«graduado» de la biblioteca.

Con la certeza de que estaría soloy nec e s i t ando ampl i ar miformación, incorporé a mi vida a miprofesor de poesía y a mi profesorade narr ati va br eve de la esc ue lase cundaria de Los Angeles . Es taúltima, Jermet Johnson, murió a losnoventa años hace sólo unos años,no mucho después de informarsesobre mis hábitos de lectura.

En los últimos cuarenta años espo s ibl e que haya e s c r i t o máspoe mas, ens ayos, cue ntos , obrast e at r al e s y no ve l as so br ebibliotecas, bibliotecarios y autoresque c ualqui er o t ro e sc ri to r. Hee s cr i t o po e mas c o mo Emi l yDi cki ns o n, Whe re Ar e You?He rmann Me lvil le Cal le d YourName Last Night In His Sleep . Yot ro r eivindi cando a Emil y y elseñor Poe como mis padres. Y uncuento en el que Charles Dickensse muda a la buhardilla de la casade mi s abue lo s en e l ve rano de1932, me llama Pip, y me permiteayudarlo a terminar Historia de dosciudades. Finalmente, la bibliotecade La fer ia de las tinieblas es elpunto de cita para un encuentro amedianoche entre el Bien y el Mal.La s e ño r a Hall o way y e l s e ño rDark. Todas las mujeres de mi vidahan sido profesoras, bibliotecariasy li br er as . Co no c í a mi muje r,Maggi e , e n una l i br e r í a en l aprimavera de 1946.

Pero volvamos a «El peatón» yel destino que corrió después de serpubl icado en una revista de pocacategoría. ¿Cómo creció hasta serdos veces más extens o y sali r almundo?

En 19 5 3 o c ur r i e r o n do sagradabl es no vedade s . IanBal lant i ne s e e mbar c ó e n unaaventura arriesgada, una colecciónen la que se publicarían las novelase n tapa dur a y r ús t ic a a l a vez.Ballantine vio en Fahrenheit 451 lascualidades de una novela decente si

o tr os Tarzane s, ot ro s Tik To ks ,o tr as Bel las y Be st ias que yo noco no cí a.

Cuando s al í de l a e s cue l asecundaria, no tenía dinero para ira la universidad. Vendí periódicosen una esquina durante tres años yme encerraba en la biblioteca delc e ntr o t r e s o c uat ro dí as a l asemana, y a menudo escribí cuentoscortos en docenas de esos pequeñostacos de papel que hay repartidospo r l as bi bl i o t e cas , c o mo unservicio para los lectores. Emergíde l a bibl ioteca a los veinti ochoaños. Años más tarde, durante unaco nf er enci a en una univer si dad,habiendo oído de mi total inmersiónen la l ite rat ur a, el de cano de lafacultad me obsequió con birrete,t o ga y un di pl o ma, c o mo«graduado» de la biblioteca.

Con la certeza de que estaría soloy nec e s i t ando ampl i ar miformación, incorporé a mi vida a miprofesor de poesía y a mi profesorade narr ati va br eve de la esc ue lase cundaria de Los Angeles . Es taúltima, Jermet Johnson, murió a losnoventa años hace sólo unos años,no mucho después de informarsesobre mis hábitos de lectura.

En los últimos c uarenta años espo s i bl e que ha ya e s c r i t o máspoe mas, ens ayos, cue ntos , obrast e at r al e s y no ve l as s o br ebi bl i o t e c as , bi bl i o t e c ar i o s yautores que cualquier otro escritor.He e sc ri to po emas co mo Emi lyDi c ki ns o n, Wh e re Are Yo u ?Her ma nn Me lv il le Ca ll ed You rName Last Night In His Sleep. Yot ro r eivindi cando a Emil y y elseñor Poe como mis padres. Y uncuento en el que Charles Dickensse muda a la buhardilla de la casade mi s abue lo s en e l ve rano de1932, me llama P ip, y me permiteayudarlo a terminar Historia de dosciudades. Finalmente, la bibliotecade La fer ia de las tinieblas es elpunto de cita par a un encuentro amedianoche entre el Bien y el Mal.La s e ño r a Hall o way y e l s e ño rDark. Todas las mujeres de mi vidahan sido profesoras, bibliotecariasy li br er as . Co no c í a mi muje r,Maggi e , e n una l i br e r í a e n l aprimavera de 1946.

Pero volvamos a «El peatón» yel destino que corrió después de serpubl icado en una revista de pocacategoría. ¿Cómo creció hasta serdos veces más extens o y sali r almundo?

En 1 95 3 o c ur r ie r on do sagr adable s no ve dade s. IanBal l ant ine s e e mbar có en unaaventura arriesgada, una colecciónen la que se publicarían las novelase n tapa dur a y r ús t ic a a l a vez.Ballantine vio en Fahrenheit 451 lascualidades de una novela decente si

Page 142: B’s Farenheit Fahrenheit 451* - Rodriguez Alvareznovelas.rodriguezalvarez.com/pdfs/Bradbury, Ray ''Farenheit 451''-Xx-En-Sp-Sp.pdf2 B’s Farenheit tr. de F. Abelenda tr. de Alfredo

143

B’s Farenheit tr. de F. Abelenda tr. de Alfredo Crespo

5

10

15

20

25

30

35

40

45

50

55

60

65

70

75

yo añadía otras 25.000 palabras alas primeras 25.000.

¿Podía hacerse? Al recordar mii nver s i ó n en mo nedas de di e zcentavos y mi galopante ir y venirpor las escaleras de la biblioteca deUCLA a l a sala de mecanografía,temí volver a reencender el libro yrecocer los personajes. Yo soy unescritor apasionado, no intelectual,l o que quie r e de ci r que mi spersonajes tienen que adelantarse amí par a vivi r l a his t or ia. Si miinte lec to lo s alc anza de mas iadopr ont o , to da l a ave ntur a pue dequedar empantanada en la duda y eninnumerables juegos mentales.

La mejor respuesta fue fijar unaf e cha y pe di r l e a St anl e yKauffmann, mi editor de Ballantine,que viniera a la costa en agosto. Esoase gurarí a, pe nsé, que es te li broLázaro se levant ara de ent re l osmue rt o s . Es o además de l asconversaciones que mantenía en micabeza c on el jefe de Bomberos,Beatty, y la idea misma de futurashogueras de libros. Si era capaz devo lve r a e nc ende r a Beat t y, dede jarl o le vant ar se y e xponer s uf il o so f ía, aunque f ue r a c rue l olunática, sabía que el libro saldríadel sueño y seguiría a Beatty.

Volví a la biblioteca de la UCLA,cargando medio kilo de monedas dedie z c e nt avo s par a t e rmi nar mino vel a. Con St an Kauf fmannabatiéndose sobre mí desde el cielo,terminé de revisar la última páginaa medi ado s de agos t o . Est abaentusiasmado, y Stan me animó consu propio entusiasmo.

En medio de todo lo cual recibíuna llamada telefónica que nos dejóe st upe f act o s a t o do s . Er a J ohnHous ton, que me invi tó a ir a suhotel y me preguntó si me gustaríapasar ocho meses en Irlanda paraescribir el guión de Moby Dick.

Qué año, qué mes, qué semana.

Acepté el trabajo, claro está, ypartí unas pocas semanas más tarde,con mi esposa y mis dos hijas, parapas ar l a mayo r par t e de l años i gui e nt e en ul t r amar. Lo quesignificó que tuve que apresurarmea terminar las revisiones menoresde mi brigada de bomberos.

En ese momento ya estábamos enpl eno pe rí o do mac ar t is t a—McCarthy había obligado al ejércitoa retirar algunos libros «corruptos»de las bibliotecas en el extranjero.El ant e s gene r al , y po r aque lent onces pres ident e Eis enhower,uno de los pocos valientes de aquelaño, ordenó que devo lvi eran l oslibros a los estantes.

Mientras tanto, nuestra búsquedade una revista que publicara partes

yo añadía otras 25.000 palabras a lasprimeras 25.000.

¿Podía hacerse? Al recordar mii nve rs i ón en mo nedas de die zcentavos y mi galopante ir y venirpor las escaleras de la biblioteca deUCLA a l a sala de mecanografía,temí volver a reencender el libro yrecocer los personajes. Yo soy unescritor apasionado, no intelectual,l o que qui e re de c ir que mi spersonajes tienen que adelantarse amí par a vivi r l a his t or ia. Si miinte lec to lo s alc anza de mas iadopro nto , to da l a ave ntur a puedequedar empantanada en la duda y eninnumerables juegos mentales.

La mejor respuesta fue fijar unaf e cha y pe di r l e a St anl e yKauffmann, mi editor de Ballantine,que viniera a la costa en agosto. Esoase gurarí a, pe nsé, que es te li broLázaro se levant ara de ent re l osmue rt o s . Es o además de l asconversaciones que mantenía en micabeza c on el jefe de Bomberos,Beatty, y la idea misma de futurashogueras de libros. Si era capaz devo lve r a e nc ende r a Beat t y, dede jarl o le vant ar se y e xponer s uf il o so f ía, aunque f ue r a c rue l olunática, sabía que el libro saldríadel sueño y seguiría a Beatty.

Volví a la biblioteca de la UCLA,cargando medio kilo de monedas dedie z ce nt avos par a te rminar minovel a. Con Stan Kauf fmannabatiéndose sobre mí desde el cielo,terminé de revisar la última página amediado s de ago st o. Est abaentusiasmado, y Stan me animó consu propio entusiasmo.

En medio de todo lo cual recibíuna llamada telefónica que nos dejóe st upe f act o s a t o do s . Er a J ohnHous ton, que me invi tó a ir a suhotel y me preguntó si me gustaríapasar ocho meses en Irlanda paraescribir el guión de Moby Dick.

Qué año, qué mes, qué semana.

Acepté el trabaj o, claro está, ypar t í unas po c as s e manas mástarde, c on mi es po sa y mis doshijas, para pasar la mayor parte delaño siguiente en ultramar. Lo quesignificó que tuve que apresurarmea terminar las re visiones menoresde mi brigada de bomberos.

En ese momento ya estábamos enple no per í odo macar ti s ta—McCarthy había obligado al ejércitoa retirar algunos libros «corruptos»de las bibliotecas en el extranjero.El ant e s gene ral , y po r aque lent onces pres ident e Eis enhower,uno de los pocos valientes de aquelaño, ordenó que devo lvi eran l oslibros a los estantes.

Mientras tanto, nuestra búsquedade una revista que publicara partes

Page 143: B’s Farenheit Fahrenheit 451* - Rodriguez Alvareznovelas.rodriguezalvarez.com/pdfs/Bradbury, Ray ''Farenheit 451''-Xx-En-Sp-Sp.pdf2 B’s Farenheit tr. de F. Abelenda tr. de Alfredo

144

B’s Farenheit tr. de F. Abelenda tr. de Alfredo Crespo

5

10

15

20

25

30

35

40

45

50

55

60

65

70

75

de Fahrenheit 451 llegó a un puntomuer to. Nadi e quería arriesgarseco n una novel a que trat ara de lacensura, futura, presente o pasada.

Fue entonces cuando ocurrió lase gunda gr an no vedad. Un j oveneditor de Chicago, escaso de dineropero visionario, vio mi manuscritoy l o co mpr ó po r c uatr o ci e nto scincuenta dólares, que era todo loque te ní a. Lo publi c ar í a en lo snúme ro do s, tr es y cuatr o de larevista que estaba a punto de lanzar.

El jo ven er a Hugh He fne r. Lar e vi s t a e r a P1 aybo y, que l le gódurante el invierno de 1953 a 1954para e s c andal i zar y me j o r ar e lmundo. El resto es historia. Apartirde es e mo des t o pri nc i pi o, unval ie nt e e di t o r e n una nac i ó natemorizada sobrevivió y prosperó.Cuando hace uno s me s e s vi aHefner en la inauguración de susnuevas oficinas en California, meestrechó la mano y dijo: «Graciaspor estar allí». Sólo yo supe a quése refería.

Só l o r e s t a me nc i o nar unapredicción que mi Bombero jefe,Beatty, hizo en 1953, en medio demi libro. Se refería a la posibilidadde quemar li bro s sin c eri llas nifuego. Porque no hace falta quemarl i bro s s i el mundo e mpi eza allenarse de gente que no lee, que noapr ende , que no sabe . Si e lbaloncesto y el fútbol inundan elmundo a través de la MTV, no sene c es i t an Be at t ys que pr endanfuego al ker os ene o pe rs igan allector. Si la enseñanza primaria sedisuelve y desaparece a través delas grietas y de la ventilación de lac l ase , ¿quié n, des pué s de unt i e mpo , l o s abr á, o a qui én l eimportará?

No t o do es t á per di do , po rsupuesto. Todavía estamos a tiemposi evaluamos adecuadamente y pori gual a pr of e s o r e s, al umno s ypadres, si hacemos de la calidad unaresponsabilidad compartida, si nosaseguramos de que al cumplir loss e i s año s c ual quie r ni ño e ncualquier país puede dispo ner deuna biblioteca y aprender casi poros mo si s; ento nce s las cif ras dedr o gado s , bandas c al l e j er as ,vi o lac i o nes y as es i nat os s er e duc i r án cas i a c er o . P e ro e lBo mber o jef e en l a mit ad de lanovela lo explica todo, y predice losanuncios televisivos de un minuto,con tres imágenes por segundo, unbombardeo sin tregua. Escúchenlo,comprendan lo que quiere decir, yentonces vayan a sentarse con suhi jo, abr an un li bro y vuel van lapágina.

Pues bien, al final lo que ustedestienen aquí es la relación amorosade un escritor con las bibliotecas;o la relación amorosa de un hombre

de Fahrenheit 451 llegó a un puntomuer to. Nadi e quería arriesgarseco n una novel a que trat ara de lacensura, futura, presente o pasada.

Fue entonces cuando ocurrió lase gunda gr an no vedad. Un j oveneditor de Chicago, escaso de dineropero visionario, vio mi manuscrito ylo c ompr ó po r cuat ro ci ento scincuenta dólares, que era todo lo quetenía. Lo publicaría en los númerodos, tres y cuatro de la revista queestaba a punto de lanzar.

El jo ven er a Hugh He fne r. Lar e vis t a e r a P l aybo y, que ll e gódurante el invierno de 1953 a 1954para e s c andal i zar y me j o r ar e lmundo. El resto es historia. Apartirde es e mo des t o pri nc i pi o, unval ie nt e e di t o r e n una nac i ó natemorizada sobrevivió y prosperó.Cuando hace uno s me s e s vi aHefner en la inauguración de susnuevas oficinas en California, meestrechó la mano y dijo: «Graciaspor estar allí». Sólo yo supe a quése refería.

Só l o r e s t a me nc i o nar unapredicción que mi Bombero jefe,Beatty, hizo en 1 953, en medio demi libro. Se refería a la posibilidadde quemar li bro s sin c eri llas nifuego. Porque no hace falta quemarl i br o s s i e l m undo e mpi e za allenarse de gente que no lee, queno apr ende , que no s abe. Si e lbaloncesto y el f útbol inundan elmundo a través de la MTV, no sene c e si t an Be att ys que pre ndanfuego al ker os ene o pe rs igan allector. Si la ense ñanza primaria sedisuelve y desaparece a través delas grietas y de la ventilación de lac l as e , ¿qui é n, de s pué s de unt i e mpo , l o s abr á, o a qui é n l eimpor tará?

No t o do es t á per di do , po rsupuesto. Todavía estamos a tiemposi evaluamos adecuadamente y pori gual a pr of e s o r e s, al umno s ypadres, si hacemos de la calidad unaresponsabilidad compartida, si nosaseguramos de que al cumplir loss e i s año s c ual quie r ni ño e ncualquier país puede dispo ner deuna biblioteca y aprender casi poros mo si s; ento nce s las cif ras dedr o gado s , bandas c al l e j er as ,vi o lac i o nes y as es i nat os s er e duc i r án cas i a c er o . P e ro e lBo mber o jef e en l a mit ad de lanovela lo explica todo, y predice losanuncios televisivos de un minuto,con tres imágenes por segundo, unbombardeo sin tregua. Escúchenlo,comprendan lo que quiere decir, yentonces vayan a sentarse con suhi jo, abr an un li bro y vuel van lapágina.

Pues bien, al final lo que ustedestienen aquí es la relación amorosade un escritor con las bibliotecas; ola relación amorosa de un hombre

Page 144: B’s Farenheit Fahrenheit 451* - Rodriguez Alvareznovelas.rodriguezalvarez.com/pdfs/Bradbury, Ray ''Farenheit 451''-Xx-En-Sp-Sp.pdf2 B’s Farenheit tr. de F. Abelenda tr. de Alfredo

145

B’s Farenheit tr. de F. Abelenda tr. de Alfredo Crespo

5

10

15

20

25

30

35

40

45

50

55

60

65

70

75

triste, Montag, no con la chica dela puerta de al lado, sino con unamo c hi l a de l i br os . ¡Menudoromance! El hace dor de listas de«Bo nf i r e » se c o nvi e r t e en e lbibliotecario de «Bright Phoenix»que memoriza a Lincoln y Sócrates,se transforma en «El peatón» quepase a de noc he y te rmina si endoMo ntag, e l ho mbr e que o lí a akerosene y encontró a Clarisse. Lamuchacha le olió el uniforme y lereveló l a espantosa misi ón de unbo mber o, r evel aci ón que l levó aMontag a aparecer en mi máquinade esc ribir un día hace cuarentaaños y a suplicar que le permitieranacer.

—Ve —dije a Montag, metiendootr a mone da en la máquina —, yvive tu vida, cambiándola mientrasvives. Yo te seguiré.

Montag corrió. Yo fui detrás.

Ésta es la novela de Montag.

Le agradezco que la escribierapara mí.

Prefacio de Ray Bradbury,Febrero de 1993

triste, Montag, no con la chica de lapue rt a de al l ado , si no co n unamoc hil a de l i bro s . ¡Me nudoromance! El hace dor de listas de«Bo nfi r e» se co nvi e rt e e n e lbibliotecario de «Bright Phoenix»que memoriza a Lincoln y Sócrates,se transforma en «El peatón» quepase a de noc he y te rmina si endoMo ntag, e l ho mbr e que o lí a akerosene y encontró a Clarisse. Lamuchacha le olió el uniforme y lereveló l a espantosa misi ón de unbo mber o, r evel aci ón que l levó aMontag a aparecer en mi máquinade esc ribir un día hace cuarentaaños y a suplicar que le permitieranacer.

—Ve —dije a Montag, metiendootr a mone da en la máquina —, yvive tu vida, cambiándola mientrasvives. Yo te seguiré.

Montag corrió. Yo fui detrás.

Ésta es la novela de Montag.

Le agradezco que la escribierapara mí.