Azorín y Don Juan

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    ndice

    Saga y fugas de Donjun (Ana Sofa Prez-Bustamante Mourier)

    I. DON JUAN EN EL TEATRO

    Trayectoria escnica del Tenorio(Csar Oliva)Enrique Menndez Pelayo y Las noblezas de Don Juan (1900) (Salvador Garca

    Castaeda)Don Juan y la inversin pardica: el caso de las Doa Juana (Carlos Serrano)Las edades del Don Juan de Grau (Irene Vallejo Gonzlez y Pedro Ojeda Escudero)Falla y elDon Juan de Espaa(1921) de Martnez Sierra (Laura Dolfi).

    La zozobra del seductor arrepentido: sobre Don Luis Meja (1925) de Marquina yHernndez Cat (Jos Pallars Moreno)El mito de DonJuan segn el tradicionalismo teatral de J.I. Luca de Tena: Las canas de

    Don Juan(1925)y Dlo pintado a lo vivo(1944) (Jos Jurado Morales)Valle-Incln yLas galas del difunto(1926): parodia y tradicin clsica (Luciano Garca

    Lorenzo)Juan de Manara(1927): maas y maraas de un Don Juan bifronte (Alfredo Rodrguez

    Lpez-Vzquez)Han matado a Don Juan(1929), de Federico Oliven melodrama policaco y reflexin

    metateatral (Virtudes Serrano)

    La plasmatoria(1935) y un Don Juan de Muoz Seca (Salvador Garca Castaeda)Ridruejo: Don Juan en Ronda (1945) (Gregorio Torres Nebrera)Un ensayo apasionante y una parodia erudita:Don Juan y la donjuana o Seis donjuanes

    y una dama(1950), de Salvador de Madariaga (Miguel Medina Gallego)El mito de Don Juan Tenorio y el teatro del exilio espaol de 1939 (Manuel Aznar

    Soler)La realidad del teatro: La sombra del Tenorio (1994), de Jos Luis Alonso de Santos

    (Jos Monlen)

    II.

    DON JUAN EN EL ENSAYO

    La mirada de un bilogo reformista: Maran ante DonJuan (Isabel Paraso)El Don Juan de Ramiro de Maeztu: una teora nacionalista y nietzscheana del mito

    (Genara Pulido Tirado)Don Juan en las fronteras infernales (Don Juan visto por Jos Bergantn) (Manuel ngel

    Vzquez Medel)

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    III. DON JUAN EN LA NARRATIVA

    Las hijas de Don Juan(1907), de Blanca de los Ros: fin de siglo y mirada femenina(Nieves Vzquez Recio)

    Juanita Tenorio(1910), de Jacinto Octavio Picn, o el anhelo de ser querida (EmilioMir)

    AzornyDon Juan(1922): vidas paralelas (Ana Sofa Prez-Bustamante Mourier)Doa Ins sin Don Juan: en torno a Doa Ins(1925) deAzorn (Francisco Javier Diez

    de Revenga)La versin mtica de Don Juan (1963) de Gonzalo Torrente Ballester (Carmen Becerra)

    IV. DON JUAN EN EL CINE

    Don Juan en imgenes. Aproximacin a la recreacin cinematogrfica del personaje

    (Luis Miguel Fernndez)

    BIBLIOGRAFA CITADANDICE DE VERSIONES LITERARIAS Y CINEMATOGRFICAS DE DON JUAN QUE AQU SECITAN

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    Don Juan Tenorioen la Espaa del siglo XX

    Literatura y cine

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    Ana Sofa Prez-Bustamante (ed.)

    Don Juan Tenorioen la Espaa del siglo XX

    Literatura y cine

    CTEDRA

    CRTICA Y ESTUDIOS LITERARIOS

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    AzornyDon Juan(1922): Vidas paralelas

    ANA SOFA PREZ-BUSTAMANTE MOURIER

    I.AZORNEN SU DOBLE TRADICIN:DONJUANISTAS Y AZORINIANOS

    En 1922 publica Jos Martnez Ruiz (1873-1967), alias Azorn, su novela corta DonJuan1.Nunca se haba ocupado antes del Burlador de Sevilla, y las razones de que lohiciera precisamente entonces hemos de buscarlas en un estmulo tanto interno comoexterno.

    En lo que al estmulo interno se refiere, Azorn llevaba ya muchos aos recreando lacultura y la literatura espaolas en sus artculos de prensa 2. Este inters luego setrasvasa a tres novelas3 que constituyen, segn Jos Mara Martnez Cachero, unatercera etapa en su trayectoria novelesca, una etapa de dolorido sentir4integrada por

    El licenciado Vidriera (1915, con el nuevo ttulo de Toms Rueda a partir de 1941),Don Juan (1922) y Doa Ins (1925). El inters por la cultura espaola era campoabonado para que fructificase el segundo estmulo, el externo. En efecto, el mitodonjuanesco estaba de actualidad por esos aos, y as lo hizo constar el escritor cuandoJ. Garca Mercadal le pregunt por la razn inicial de la novela:

    Soy uno ms entre los rendidos ante la sugestin del tipo, si espaol en su origen, contan larga descendencia por todas las literaturas, que puede considerrsele comouniversal (...) Desde Tirsoac, la figura del Burlador, vestida unas veces a la espaolaguisa, disfrazada otras, recorre pueblos, lenguas y literaturas. Y en estos ltimos

    tiempos la sugestin del Don Juan motiva, en Francia como en Espaa, nuevasampliaciones del ciclo donjuanesco. Tras El hombre de la rosa [1920], de Bataille,

    surge ahora La ltima noche de Don Juan [1921], obra pstuma de Rostand. Y enestos momentos, laRvue de Franceda de Marcel Prvost su ltima novela,Las

    1Azorn, Don Juan. Novela,Madrid, Caro Raggio, 1922. Utilizamos la edicin de Jos Mara MartnezCachero (Madrid, Espasa Calpe, 1977, Colee. Clsicos Castellanos, nm. 217), por la que citamos.2 Estos artculos fueron luego reunidos en volmenes: El alma castellana (1900) (que incluye Loshidalgos,tambin de 1900),Los pueblos(1905),La ruta de Don Quijote(1905),Espaa(1909),Lecturasespaolas(1912), Castilla(1912), Clsicos y modernos(1913),Los valores literarios(1913),Al margende los clsicos (1915), Rivas y Larra (1916), Los dos Luises y otros ensayos (1921)..., por citar

    colecciones anteriores alDon Juan.3 El cambio de gnero no es raro: los artculos deAzornson a menudo recreaciones literarias a caballoentre la estampa lrica y el cuento. Del cuento a la novela no haba para el autor gran distancia, comotampoco la haba entre la estampa lrica y la novela impresionista. Poco le importaron a Azorn losgneros tradicionales. As, en susMemorias inmemoriales(que se publican en Madrid, Biblioteca Nueva,1946 edicin por la que citamos, como ampliacin de las Memorias contenidas en la edicin deObras selectasque public la misma editorial en 1943), dice que Los gneros literarios no son cosa ens, sino en relacin con el escritor (cap. XXV], pg. 94). Tambin dice que senta en su senectud un

    profundo desamor a la forma tradicional; cultivaba el cuento y la novela; tena horror al ensamblamientoconocido de episodios y lances. Haba una mdula en la vida, independiente de la accin, y era precisoextraerla. No importaban ni las inconexiones, siempre aparentes y no reales, ni las faltas de ilacin en elrelato. Si se llegaba a lo de dentro, para qu se quera lo de fuera? (Ibd., cap. III, pgina 20). Conrespecto a la relacin entre cuento y novela, deca que todo verdadero cuento se puede convertir en

    novela, puesto que, en realidad, es un embrin de novela (La esttica del cuento, en Cada cosa en susitio,Barcelona, Destino, 1973, pg. 8).4Jos Mara Martnez Cachero,Las novelas de Azorn,Madrid, nsula, 1960.

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    Don Juanes [1922] (...) Aqu [en Espaa] tenemos, frescas en la memoria an,las conferencias de Maeztu y de Ortega y Gasset5.

    Azornse dispuso a dialogar con la tradicin. Con quin o contra quin dialogen primer trmino? l mismo lo dice en esta entrevista: Al escribirlo record haber

    dicho Goethe que Don Juan es un canalla. El mo nada tiene de eso, Mi Don Juan esun hombre piadoso.Azorn,un hombre del 98, se solidariza con Goethe y con Tirso de

    Molinaa la hora de condenar al Burlador tradicional6. Vale la pena recordar un artculode 1924, titulado El castigo de Don Juan7, donde repite lo que ya haba expuestosobre Goethe (idea que reaparecer en su novela Capricho[1943]8), y donde inventa uncuento sobre Tirso de Molina que resumimos as: fray Gabriel Tllez haba pensadorematarEl Burlador de Sevillasalvando a su protagonista, porque l conoca bien, comoconfesor que era, la ligereza de costumbres de las damas de Madrid. Pero despus deconfesar a una pobre mujer burlada que lleva consigo un nio, hijo de Don Juan, Tirso

    cambia el final de su comedia y condena al Tenorio. Este cuento, aunque un pocoposterior al Don Juan,muestra a las claras que Martnez Ruiz no admira al Burladorporque no lo ve en la dimensin del superhombre (tan tpica del Romanticismo y dealgunos desarrollos finiseculares posromnticos, decadentistas o nietzscheanos), sinocomo plaga social. Explcitamente asume Azorn la visin moralista de Tirso eimplcitamente, al contemplar a Don Juan en el plano de la historia y no del mito 9,asume la postura de la crtica antirromntica inaugurada por Stendhal y George Sand10.

    El cuento que inventaAzornpara justificar la tirsiana condena del Burlador nosindica adems otro cauce de su sensibilidad. Lo que ms conmueve a Tirso, en elcuento, es el nio desvalido, hijo bastardo de Don Juan. El tema de la paternidadirresponsable es tpico de los desarrollos naturalistas del mito, y en Espaa fue el

    5Jos Garca Mercadal, ElDon JuandeAzorn.El autor, el libro, artculo aparecido en prensa en 1922y recogido luego enPropios y extraos (Vida literaria),Madrid, 1929, pgs. 18-23; la cita, en pg. 19.6A partir de ahora, designamos al Don Juan tradicional como Burlador, caracterstica que no mantiene elDon Juan deAzorn.7Originalmente el artculo apareci en ABC(Madrid), el 1 de mayo de 1924, tal como indica E. InmanFox en su Utilsimo libro Azorn: gua de la obra completa (Madrid, Castalia, 1992). Luego fuerecopilado en el volumen Los Quinteros y otras pginas (1925). Lo citamos por la edicin de Obrascompletas de Azorn, preparada por ngel Cruz Rueda (Madrid, Aguilar, 1947-1954, 9 vols., vol. IV,

    pgs. 634-641).8

    All, en el captulo XXXV, hace el autor hablar al propio Don Juan Tenorio (al hilo de una historia quenada tiene que ver con l): No comprendo la atraccin que mi persona puede tener para los poetas. No scmo la mujer pueda sentir el hechizo de mi personalidad. Hay un escritor moderno, t lo sabes, Goethe,que ha manifestado por m un profundo desprecio. Lo que no puedes saber es que yo, al conocer esos sen-timientos del poeta hacia mi persona, he sentido por l admiracin y cario. Eso mismo que piensa el

    poeta es lo que yo pienso de m mismo (Obras completas,ed. cit., vol. VI, pg. 976).9Cfr. Roberta Johnson, Historia y narrativa enAzorn, nsula(Madrid), nmero 556, 1993, pgs. 19-20.10Esta lnea tuvo muchos adeptos en Espaa: a Ventura de la Vega, con su drama El hombre de mundo(1845), a Leopoldo Alas, Clarn, con el personaje de lvaro Mesa en La Regenta (1884-1885), y aBenito Prez Galds, con el Juanito Santa Cruz de Fortunata y Jacinta (1886-1887). Entre lasmonografas sobre la trayectoria del Burlador en la literatura occidental destacan, por su amplitud: GrardGendarme de Bvotte, La Ugende de Don Juan (Pars, Hachette, 1911, 2 vols.); Leo Weinstein, The

    Metamorphoses of Don Juan(1959) (Nueva York, AMS Press Inc., 1967); Armand E. Singer, The Don

    Juan Theme. Versions and Crticism. A Bibliography(University of West Virginia Press, 1954, con variossuplementos posteriores). Un buen resumen es el que ofrece Elisabeth Fren- zel, Diccionario deargumentos de la literatura universal(1970) (Madrid, Gredos, 1994).

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    planteamiento que adoptaron Jos Echegaray en teatro (El hijo de Don Juan, 1892) yBlanca de los Ros en novela corta (Las hijas de Don Juan, 1907)11. No puede sercasualidad que uno de los pasajes ms destacados del Don Juan azoriniano se centre,como veremos, en un nio desamparado. En fin, este primer acercamiento a la gnesisdelDon JuandeAzornnos muestra a un escritor que se adhiere a la postura moral queante el personaje adoptaron Tirsoy Goethe, y que lo concibe no como mito sino en lahistoria. La sensibilidad deAzornentronca, en principio, con el moralismo barroco, la

    bonhoma dieciochesca y la concienciacin social del Naturalismo, y nos prepara aspara encontrarnos con un Don Juan antirromntico y regeneracionista.

    Estimaba Christian Manso12que el desencadenante ms directo delDon JuandeAzornfue el artculo de Jos Ortega y Gasset Introduccin a un Don Juan(1921)13.Es esta una sugerencia muy interesante que conviene desarrollar14. Ortega comentabacmo es Don Juan un mito que se transforma segn los tiempos, y cmo en laactualidad el Burlador es un ejemplo de herosmo negativo, un smbolo terrible de una

    simiente trgica: Don Juan, el hroe en busca de un ideal que llene su vida, nos hacesospechar que nuestros ideales son mancos e incompletos, y susceptibles por tanto deser heroicamente negados. Por ltimo, apunta Ortega que la propia historia,

    peregrinacin del hombre en busca de ideales que se demuestran encantadores einsuficientes, es tambin en cierto modo donjuanesca. La respuesta de Azorn va aconsistir precisamente en darle a Don Juan el ideal que buscaba, el amor ideal,mostrando a la vez hasta qu punto es incompleta la historia y la sociedad. De estamaneraAzorninvierte las tornas: el Burlador se arrepiente, lentamente se transforma yacaba convertido en el hermano Juan, un fraile franciscano. Su proceso de

    transformacin pasa por una contemplacin de la sociedad y una meditacin estoica,pero culminada la transformacin Don Juan se santifica y la sociedad sigue envuelta ensus contradicciones. El pequeo filsofo que quiso ser Martnez Ruiz subviertedeliberadamente toda la tradicin previa:

    Mi Don Juan se aparta de los anteriores, pues nada tiene de bravucn, ni deperdonavidas, ni siquiera de burlador de mujeres. Mi Don Juan es un hombre piadoso(...) es un hombre como todos, pulcro, sencillo, de caridad no presumida (...) [piadoso]porque es comprensivo. Acepta la flaqueza eterna humana y tiene para los desvariosajenos una sonrisa de piedad (...) Mi Don Juan est ya en la edad de la quietud. Vive en

    una pequea ciudad, y all transcurre su vida por un reguero de bondades.15

    11La novela corta de Blanca de los Ros,Las hijas de Don Juan,apareci primero enEl Cuento Semanal(ao I, nm. 42, 18-XII-1907), y ha sido estudiada y reeditada recientemente por ngela Ena Bordonadaen el volumen Novelas breves de escritoras espaolas (1900-1936), Madrid, Castalia, 1990 (Col.Biblioteca de Escritoras, nm. 10).12Christian Manso, ElDon JuandeAzorno los desenvolvimientos de un mito, nsula(Madrid), nm.556, 1993, pg. 17.13Jos Ortega y Gasset, Obras completas,Madrid, Revista de Occidente, 1983, vol. VI, pgs. 121-137.14 En cierto modo la ha desarrollado Francisco Jos Martn en su artculo La piedad de Don Juan,recogido enAzorn (1904-1924) (Actas del III Colloque International, Pau-Biarritz, abril 1995),Murcia,

    Universit de Pau & Universidad de Murcia, 1996, pgs. 193-199. F. Jos Martn apunta la actitudraciovitalista que subyace en la visin orteguiana del mito.15J. Garca Mercadal, art. cit., pg. 19.

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    Ante este planteamiento la crtica se ha dividido en dos posturas. Los crticosms sensibles alabaron la originalidad deAzorn,pedagogo de Don Juan: es el caso deCristbal de Castro, Enrique Diez Caedo, Jos Garca Mercadal, Csar GonzlezRuano, Federico de Ons, Eugenio D'Ors, Alfonso Reyes, Francisco Agustn, LzaroMontero, Gregorio Maran, Ramn Prez de Ayala, Pedro Gimferrer, Luciano GarcaLorenzo, Jos Mara Martnez Cachero16, y, ltimamente, Ana Mara Defilitto y EithelOrbit Negri, Mara Aparecida da Silva, M.aJosefa Diez de Revenga, Christian Manso,Jos Luis Motousse Vega, Francisco Jos Martn y Manuel Cifo Gonzlez17. En cambio,el sector castizo, representado por Pedro Romero Mendoza18, reaccion indignadoconsiderando queAzornhaba burlado a sus lectores con un Don Juan espurio.

    A estas dos posturas19 hemos de aadir una tercera: la de Matas MontesHuidobro y Thomas R. Franz20. Ambos consideran queDon Juanes una novela llena de

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    El mejor resumen de la acogida crtica que tuvo la novela hasta 1977 es el que facilita Jos MaraMartnez Cachero en el prlogo a su edicin de esta novela (ed. cit, pgs. LXXXVI-LXXXVIII), dondeampla la informacin que daba en su estudio Las novelas de Azorn. En el mencionado prlogo consignaMartnez Cachero las reacciones positivas de Cristbal de Castro (Informaciones,Madrid, 20IV-1924),Enrique Dez-Canedo (Revista de Occidente,Madrid, nm. 5, noviembre de 1923), Jos Garca Mercadal(art. cit. en nota 5), Csar Gonzlez Ruano (Azorn, Baroja (Nuevas estticas, anotaciones

    sentimentales, caprichos y horizontes de pirueta), Madrid, 1923, pgs. 16-23), Federico de Ons(Mercurio Peruano [Lima], nm. 63-64, septiembre-octubre de 1923), Eugenio dOrs (glosas tituladasAzorn como pedagogo de Don Juan. El instrumento. Las naranjas, del volumen Los dilogos de la

    pasin meditabunda,luego recogido en el Nuevo Glosario,vol. I, Madrid, 1947, pgs. 614-617), AlfonsoReyes (Apuntes sobreAzorn, incluidos enLos dos caminos,Madrid, 1923, pg. 39), Francisco Agustn(La pedagoga de Don Juan, enDon Juan en el teatro, en la novela y en la vida, Madrid, Ed. Pez, s.f.[1928]), Lzaro Montero (Don Juan en el 98, Escorial, nm. 27, enero de 1943, pginas 83-105),

    Gregorio Maran (Cumpleaos de Azorn [1952], en sus Obras completas [Madrid, Espasa Calpe,1973, vol. IX, pgs. 595-597]), Ramn Prez de Ayala (Ante Azorn,Madrid, Biblioteca Nueva, 1964,pg. 96), Pedro Gimferrer (De Don Juana Doa Ins,enDestino[Barcelona], nm. 1544, 2 de marzode 1967) y Luciano Garca Lorenzo (En el centenario de Azorn. Don Juan o la piedad, nsula(Madrid), nmero 324, noviembre de 1973, pg. 10).17Ana Mara Defilitto, y Eithel Orbit Negri, DonJuandeAzorn:desglose de sus estructuras narrativas,en Filobga (Buenos Aires), XVII-XVIII, 1976-1977, pgs. 273-336. Mara Aparecida da Silva, Don

    Juande Azorn:renovacin de un mito, en Cuadernos de Aldeeu(Erie), VIII, nm. 2,1992, pgs. 179-186. Mara Josefa Diez de Revenga, Azorn novelista: deDon Juana Salvadora de Olbena,enAnalesazorinianos,IV, 1993, pginas 335-348. Christian Manso (1993, art. cit., en nota 12). Jos Luis MotousseVega, El Tenorio hagiogrfico: lectura intertextual deAzorn, Donaire(Londres, Embajada de Espaa),nm. 3, 1994, pgs. 27-31. Francisco Jos Martn (1996, art. cit. en nota 14). Manuel Cifo Gonzlez, Ladesmitificacin de Don Juan, en Azorn (1904-1924), Murcia, Universit de Pau & Universidad de

    Murcia, 1996, pgs. 201-206.18Pedro Romero Mendoza,Azorn (Ensayo de crtica literaria),Madrid, CIAP, 1933, pgs. 34-36.19 Tambin merece destacarse la tesis doctoral, indita, de Stephen H. Ackerman, dirigida por CarlosBlanco Aguinaga, titulada Don Juan in the Generation of 98 y leda en The Ohio State University en1955. S. Ackerman analiza en orden cronolgico varias recreaciones azorinianas del tema donjuanesco:

    Don Juan(1922), El castigo de Don Juan (1924), Habla Don Juan Tenorio (en Capricho,1943) yPrincipio y fin (1947), y considera queAzornevolucion en su tratamiento del mito desde una primeranovela superficial hasta posicionamientos ms comprometidos, influidos por El hermano Juan(1934) deUnamuno. No estoy de acuerdo con queDon Juansea una novela banal, como intentar mostrar luego, nicon que los artculos posteriores a l sean ms interesantes o distintos: son complementarios. Es ciertoque Azorn lleva su versin por derroteros diferentes a Unamuno, pero no por ser distintos son menosinteresantes.20Matas Montes Huidobro, Don Juan, ocmo decir lo que no se dice, en Revista de Occidente,nm.

    137, agosto de 1974, pgs. 88-111. Thomas R. Franz,Azorns Don Juan: the text, its missing texts, andtheir hidden lessons on censorship and imaginative reading, en Espaa Contempornea,t. IV, nm. 2,otoo de 1991, pgs. 21-32.

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    elementos aludidos pero eludidos, y en consecuencia se proponen leerla rescatando losdatos eruditos que se mencionan pero no se desarrollan. Hasta aqu estamos de acuerdocon ellos: la novela es impresionista y est llena de elipsis que conviene recuperar,

    porque los datos que aparecen insinuados significan. Ahora bien, a la hora deemprender la tarea Montes Huidobro y Franz incurren en un considerable error:identifican al Burlador con este Don Juan de Azorn, obvian el elemento estoico yfranciscano y se fijan slo en el plano social de la novela. Al proceder as su exgesisresulta en conjunto viciada: la novela se convierte en una parodia donde nada es lo que

    parece, Don Juan es un impostor de la bondad yAzornun escritor que burla la censura(qu censura?). Creemos que la razn ltima de esta tergiversacin reside en que lanovela est montada sobre una profunda contradiccin: la que hay entre el personaje deDon Juan, que emprende un camino individual de perfeccin, y el mundo que le rodea,un mundo que ha sido, es y seguir siendo de injusticia y de dolor.Azornredime a DonJuan (es su opcin novelesca), pero no puede redimir al mundo (lo que sera notorio

    falseamiento). Y sin embargo Montes Huidobro y Franz no son capaces de percibir estadiferencia.

    A partir de la crtica preexistente, excelente en conjunto por su rigor analtico opor lo que conlleva de incitacin intelectual, nos hemos propuesto analizar elDon Juana partir de lo que se dice y a partir de lo que se insina, buscando relaciones entre eltexto de la novela y otros textos, tanto azorinianos como ajenos. Pero antes de nada hayque dedicar cierta atencin a la novela en s.

    II.EL PLANTEAMIENTO DEL DON JUANAZORINIANO

    II. 1.Estructura y argumento: accin, espacio y tiempo

    La estructura de la novela es en verdad sugestiva. Aunque encarecida por varioscrticos y denostada por otros21, quienes ms se han detenido en su anlisis han sido (enorden ascendente) L. Garca Lorenzo, J. M.aMartnez Cachero y A. M.aDefilitto y E.Orbit Negri.

    Se abre Don Juan con un lema que es una cita del prlogo de la Brnice deRacine, y se compone de un prlogo, treinta y nueve captulos numerados y con ttulo(el ltimo de los cuales se inicia con otra cita de Brnice)y un eplogo. Lo esencial secondensa en el prlogo y en el eplogo, que actan como marco de referencia. El

    prlogo cuenta que Don Juan del Prado y Ramos sufri una enfermedad de la cual suespritu sali transformado, y el eplogo muestra el resultado de su transformacin: DonJuan es ahora el hermano Juan, fraile franciscano. Los treinta y nueve captulos

    21 Hubo tambin quienes discutieron que Don Juan fuera propiamente una novela: as, entre otros,Joaqun de Entrambasaguas (Las mejores novelas contemporneas, t. II, Barcelona, Planeta, 1958), yEugenio de Nora (La novela espaola contempornea,vol. I [1898-1927], Madrid, Gredos, 1958, pgs.240-241). Frente a esta tradicin se alz Martnez Cachero, y la cuestin hoy por hoy est zanjada desdeque la crtica ha admitido la existencia de un tipo especial de novela, la novela lrica, categora acuada

    por Ralph Freedman (The lyrical novel,Princeton Paperbacks, 1966 [3.a

    ed.]), y aplicada a Azorn porDaro Villanueva (Dado Villanueva [ed.], La novela Urica, I: Azorn, Gabriel Mir, Madrid, Taurus,1983) y Ricardo Gulln (La novela lrica,Madrid, Ctedra, 1984).

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    intermedios constituyen el desarrollo del proceso de transformacin del personaje. L.Garca Lorenzo distingue en ellos tres partes: los diez primeros presentan a Don Juan yla ciudad donde vive, los catorce siguientes (XI-XXIV) presentan a los personajes quele rodean, y los quince ltimos, los ms novelescos, presentan a Don Juan y cuatromujeres, dos de las cuales constituyen para l una tentacin.

    Conviene sin embargo matizar este esquema, siguiendo ahora a J. M.aMartnezCachero y a A. M.aDefilitto y E. Orbit Negri. Los dos primeros captulos ofrecen unaetopeya del personaje. Los ocho siguientes (III-X) nos situarn en el espacio que habita,en una dinmica que va del presente al pasado y del pasado al presente. Dos de loscaptulos de este bloque, sin embargo, incorporan personajes: se presenta a sor

    Natividad (cap. VIII), que luego tendr un papel activo, y, por contraste, a unas monjaspobres (cap. IX). El captulo X describe la posada donde se aloja Don Juan. Hasta aqu,del captulo III al X, no aparece el protagonista.

    A partir del captulo XI, y hasta el XXIV, entramos en una seccin que

    podramos denominar paisaje con figuras. La presencia de Don Juan se vaintensificando gradualmente, pero no adquiere nunca protagonismo. La peripecia se

    podra resumir como una toma de contacto con la realidad de una pequea ciudad querepresenta a la Espaa profunda. Don Juan va aprendiendo de los otros, va abriendo losojos a la realidad ajena, a su dolor, y va sumergindose en una vida dedicada a lacaridad. Su actividad se limita primero a relacionarse con personajes bondadosos, aquienes hace compaa y de quienes seguramente aprende: el dulce obispo ciego (XI), elorfebre entregado amorosamente a su antiguo oficio (XII), el caritativo doctor Quijano(caps. XIII-XV, que forman una pequea secuencia), y el maestro Reglero (XVI). Hasta

    aqu se nos presentan personajes dedicados a sus oficios de una manera tan modestacomo ejemplar. Podramos considerar que Don Juan se da un bao benfico en laintrahistoria espaola. A continuacin tenemos un bloque de captulos (XVTI-XX) queforman una clara unidad en tomo al debate de las relaciones entre la Ley y la Justicia. ElXVII ofrece una elptica conversacin entre el Presidente de la Audiencia, defensor dela ley, y Pozas, un anarquista solitario que aboga por la justicia. El XVIII (Historia deun gobernador) muestra cmo fue rpidamente cesado un gobernador poeta cuando seenfrent al presidente de la Diputacin a raz de una visita al hospicio: la indignacindel gobernador al ver la situacin de los nios se enfrenta al todopoderoso aparato de laley. El XIX muestra un caso opuesto: Don Teodoro Moreno, coronel de la Guardia Civil(a quien precisamente acompaa Pozas) ejerce la caridad ms all de la ley al ver a unnio hambriento que viene con unos presos que han llegado de Barcelona. El XX (Otrogobernador) cierra este debate: Don Juan y Pozas han ido a ver al nuevo gobernador

    para pedirle que permita a los presos catalanes seguir su viaje en tren y no a pie. DonJuan est dispuesto a pagar l mismo el coste del desplazamiento, pero el nuevogobernador rehsa la oferta: el humanitarismo sucumbe ante la ley administrativa. staes la primera vez que interviene Don Juan, aunque su propsito caritativo sea fallido.Tras este bloque temtico, los siguientes captulos presentan, ms all de la ley y la

    justicia, el tema de a caridad: en el XXI Don Juan acompaa al viejo Don Leonardo,

    ingeniero forestal que vive para cuidar los rboles, y cuando talan stos se 'o oculta paraimpedir que su enfermedad se agrave; en el XXII comparte el dolor de una madre que

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    muere al ver cmo su hijo es reclutado para servir a la patria; en el XXIII (La ta)socorre a una joven que sale llorosa de un encubierto prostbulo; y en el XXIV aconsejaa Don Federico, humilde periodista, que acepte un trabajo en Madrid sumamenteventajoso para l, aunque esto le suponga privarse del amigo. Don Juan, testigo primerode la bondad ajena (XI-XVI), tras la demostracin palpable de que ley y justicia nocoinciden (XVII-XX), se inicia en la caridad (XX- XXIV).

    Con el captulo XXV entramos en un bloque argumental dominado por figurasfemeninas donde aparecen las ltimas tentaciones para Don Juan. La seccin se iniciacon la presentacin de un ambiente distinto, mundano, de riqueza y cierta frivolidad: esel que rodea al maestre Don Gonzalo y a su familia, constituida por su mujer ngela, su hija-Jeannette, y tambin por sor Natividad, la abadesa del conventode las jernimas, que es hermana de ngela. La familia del maestre pasa la mitad delao en la pequea ciudad y la otra mitad en Pars. Primero se presenta el ambiente delmaestre (XXV-XXVII) y luego la galera de mujeres: ngela (XXVIII), Jeannette

    (XXIX: Una terrible tentancin...), Sor Natividad (XXX: ... Y una tentacin celes-tial), y Virginia, hija del capataz de una granja de Don Gonzalo (captulo XXXI).

    Este bloque centrado en las mujeres se interrumpe en dos captulosfundamentales que retoman el tema de la caridad: Don Juan se topa un da (cap. XXXII)con un nio cargado de lea, El encuentro le llena de piedad y de dolor, y l mismo seencarga de enjugar evanglicamente los pies ensangrentados del muchacho. Tienenrazn Defilitto y Orbit Negri cuando indican que el camino de Don Juan, calificado demisterioso en el captulo X, halla aqu una respuesta: en el captulo siguiente (XXXIII)un tal Cano Olivares, desconocido indiano, ha dejado su fortuna a la ciudad para que

    con ella se construyan escuelas y se den becas a los nios pobres. Todos los ciudadanosestn asombradsimos menos Don Juan, a quien el lector identifica con el misteriosodonante porque ya sabe, desde el captulo I, que Don Juan socorre preferentementedesde el anonimato.

    Tras este lapso se vuelve al ambiente del maestre (XXXIV-XXXIX): a punto departir para Pars, la familia recibe a un jovial francs (XXXIV: El seor Perrichn);Jeannette aprovecha la atmsfera de alegra para provocar a Don Juan (XXXV): con laexcusa de un juego de saln intenta resucitar en l al viejo conquistador, y le ofrece unaesplndida rosa roja; un da (XXXVI), con el pretexto de visitar la tienda deantigedades donde posa Don Juan, se introduce en la habitacin de ste, que estausente, y ve que la rosa que le dio, ya seca, est prendida en el marco de un cuadro.Pero la familia est a punto de marchar y vienen las despedidas. Primero van adespedirse del obispo (XXXVII), que estuvo en Pars hace muchos aos, y que recuerdaque all vio al Enemigo (Ernesto Renn). La ltima tarde (XXXVIII) consigue DonJuan resistir los embates de Jeannette, y ya al final Don Juan y otros asiduos a la tertuliadel maestre les despiden en la estacin. La cita que abre el captulo XXXIX vuelve a serde laBrnicede Racine. La que abra la novela era sta: ... toute linvention consiste faire quelque chose de rien, y est tomada del prefacio de la tragedia raciniana; la deahora, que se corresponde con el final de la tragedia, es sta:

    BRNICE: Pour la dermire fois, adieu, seigneurs.

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    ANTIOCHUS: Hlas! (pg. 91).

    Defilitto y Orbit Negri han dilucidado lo que estas citas significan: no slo setrata de queAzorn,como Racine, haya hecho una obra literaria a partir de (casi) nada,con una accin escassima, sino que en ambos casos las despedidas tienen un matizheroico: Berenice se despide de Tito, al que ama, llevada de su sentido del deber, y DonJuan del Prado y Ramos se despide de Jeannette, por quien se siente atrado, llevadotambin del deber de romper radicalmente con su pasado donjuanesco. Tras esto, eleplogo es una escena totalmente dialogada (con la excepcin de una breve acotacinfinal), entre el hermano Juan y una interlocutora que por un vocativo (hija ma), y porla ingenuidad de sus preguntas, debe ser una nia (otros crticos se inclinan a pensar quees una joven).

    En cuanto a la ubicacin de la historia, hay que decir que la accin no se sita enun espacio geogrficamente identificable: Don Juan vive en una pequea ciudad, una

    capital de provincias, pero no se sabe cul. La crtica ha supuesto que se trata de unaciudad espaola del interior de la Pennsula (no tiene mar), y probablemente castellana.J. M.a Martnez Cachero establece que tal vez se trate de una ciudad-mezcla, conelementos de Burgos, Toledo, Segovia, vila... y con algunos elementos imaginados22.Junto a la pequea ciudad, espacio urbano, aparecen episdicamente dosemplazamientos rurales: uno de los pueblos ms importantes de la provincia (caps. XIVy XV) y la aldea de Parayuelos (cap. XXXI). Todos ellos representan la Espaa

    profunda y funcionan frente a otro espacio que no aparece pero s se mencionareiteradamente: la ciudad de Pars.

    El tiempo histrico en que se ubica la accin tampoco se precisa: las fechas mstardas que se mencionan, en relacin con datos eruditos, son las de 1880, 1888 y 1890,lo que ha hecho suponer que la novela transcurre a finales del siglo XIX. Pero esto estan vago que lo mismo podramos pensar que se sita a principios del siglo XX. Hay enla novela un episodio (cap. XVIII) donde aparece un gobernador ex poeta que recibe asus amigos literatos de la corte. Martnez Cachero se dio cuenta de que esta ficcinremite a un viaje real: el que en diciembre de 1900 efectuaron Martnez Ruiz y Baroja aToledo, donde fueron recibidos por Julio Burell, ex literato que a la sazn era goberna-dor all. Aqul fue un viaje importante, recordado en muchas ocasiones por Azorn yBaroja: fue uno de los actos generacionales del 98, y en l descubrieron la espiritualidaddel Greco. Puede tener algo que ver aquella experiencia con la de Don Juan, Toledocon la gnesis de la pequea ciudad, Don Juan conEl Greco?Es curioso comprobar queJ. Ortega y Gasset, en otro de sus artculos de 192123, deca que el retrato de Elcaballero de la mano en el pecho era la ms cabal representacin de Don Juan. Azornes un escritor de talante autobiografista, y aunque la ciudad de esta novela no sea (noquiera ser expresamente) Toledo, hay bastante de Toledo en ella, como seguiremosviendo.

    22J. M. Martnez Cachero, prl. cit. Los elementos imaginados podran ser, entre otros, algunos nombres

    como el del ro Cermeo o la ermita de San Zoles, ro y santo que no hemos podido documentar.23Jos Ortega y Gasset, Meditacin del marco (1921), en sus Obras completas,ed. cit., vol. II, pgs.307-313.

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    La duracin total de la historia no es muy definida, pero lo esencial transcurre enunos meses de otoo: en el captulo VIII, donde aparecen reunidas sor Natividad,ngela y Jeannette, se menciona como cercana la partida de las dos ltimas a Pars,cosa que sucede en el captulo XXXIX, en otoo. La ubicacin es simblica, lo mismoque en las Sonatasde Valle-Incln: otoo es la estacin que corresponde a Don Juan enel ocaso de la vida, y, ms all de Valle-Incln, otoo es la estacin de la festividad delos difuntos, que es cuando se ha solido representar como un ritual elDon Juan Tenoriode Zorrilla (que sustituy en esta funcin al de Antonio de Zamora).

    II.2.Narrador y punto de vista. Una curiosa variante del motivo del doble

    El narrador de la novela manifiesta una identidad ambigua. Annimo, se expresaa menudo como un nosotros. En la mayor parte de las ocasiones funciona como unnarrador heterodiegtico (no personaje), y su utilizacin del nosotros, en el que estn

    incluidos sus lectores implcitos, es un procedimiento retrico, una invitacin a con-templar lo que va mostrando como si todos, narrador y lectores, contemplsemos unretablo ante el que se nos invitase a reaccionar, un poco a la manera del cervantinoretablo de maese Pedro. Pero hay una ocasin (cap. X) en que la utilizacin delnosotros indica una presencia del narrador como personaje: Han venido a preguntara la fon- dita si comprbamos antigedades. Quien preguntaba era una viejecita (...):Doa Mara. Doa Mara nos ha llevado a su casa (pg. 23). Aqu no se mencionaquines son los interlocutores de Doa Mara, no hay nadie en la escena ms que ella yel nosotros en el que se incluye el narrador. Defilitto y Orbit Negri interpretan que el

    narrador acta aqu como si fuera un forastero en la ciudad, y Antonio Risco24

    comparala novela con los artculos de Los pueblos (1905) y Castilla (1912) y llega a laconclusin de que el texto adopta la forma de una crnica periodstica. Manuel MaraPrez Lpez, en su esplndida edicin de Antonio Azorn,notaba en esta novela unafrmula que es aplicable a este extrao caso de Don Juan, el uso de un narradoractancialmente heterodiegtico (no personaje), pero espacial y temporalmentehomodiegtico (una mirada copresente) que habitualmente se expresa en tercera persona

    pero que no renuncia a irrumpir en el relato eventualmente como un yo25. Nada deesto es extrao a la novela lrica (impregnada de subjetividad), ni extrao a MartnezRuiz, que en sus novelas, y no slo en Don Juan,a-menudo procede como su alter egoel periodistaAzorn,viajero por Espaa y cronista de sus tierras y sus gentes.

    La ambigua identidad de la voz narradora se complica si consideramos su puntode vista. El narrador procede como un observador que lo ve todo desde fuera, sin

    penetrar en el interior de los personajes, es decir, como una cmara cinematogrfica queregistra presencias, gestos, acciones y palabras. Pero es un narrador omnisciente, comohan mostrado Defilitto y Orbit Negri, porque aunque al principio parece actuar como unforastero en la ciudad, sabe ms que cualquiera de los personajes, a los que puede vercuando estn solos. Ms an, el narrador se complace en sorprenderlos en su ms

    24

    Antonio Risco,Azorn y la ruptura con la novela tradicional,Madrid, Alhambra, 1980, pgs. 199-201.25Manuel M.aPrez Lpez, Introduccin a su edicin de Antonio Azorn,Madrid, Ctedra, 1991 (Col.Letras Hispnicas, nm. 329), pg. 62 y nota 64.

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    sensual intimidad, lo que ha llevado a M. Cifo Gonzlez a comparar su actitud con la deun voyeur26. Esta mirada omnisciente, selectiva, se puede asociar al montajecinematogrfico: el narrador no es slo cmara sino montador que dispone sus cuadros

    para que, aun sin palabras, nosotros efectuemos las asociaciones pertinentes,restituyendo lo que ha quedado elidido.

    El tiempo verbal en que se cuenta la novela suele ser el presente, aunquetambin se utilizan pasados. Reconocemos en ello un artificio tpico de Azorn: los

    personajes se inmovilizan en estampas que viven en un presente eterno y la voz delnarrador parece querer ser siempre presente atemporal, como presentes son lossucesivos actos de lectura de los lectores.

    Y un dato ms. Este narrador escoge un discurso tan discreto y bondadoso comodiscreto y bondadoso es Don Juan. Los personajes, como ya indic Martnez Cachero,nos son presentados en sus facetas ms positivas, o, si no son personajes positivos, elnarrador se abstiene de juzgarlos. Con ello el discurso narrativo se hace tan piadoso

    como el protagonista, porque sabe pero no condena, y acaricia a todos los personajescon una mirada amorosa, sin incurrir en moralinas expresas. La nica excepcin es eleplogo, donde Don Juan dialoga con una nia en trminos serficos, s, pero demasiadoejemplarizantes. El teatro nunca acab de drsele bien a Azorn,y este eplogo es unaescena teatral. Salvando el eplogo, algo empalagoso, el resto de la novela produce unasensacin platnica: la de que la belleza va ntimamente unida a la bondad.

    Si volvemos ahora al narrador, podemos llegar a una curiosa conclusin. Sabidoes, desde los estudios de Otto Rank27, que en el mito donjuanesco es importante elmotivo del doble. DesdeEl Burlador de Sevillase establece la pareja Don Juan-criado:

    Don Juan es el pecador y el criado hace de voz de la conciencia, de reflejo de losvalores sociales y morales que su seor transgrede. Luis Fernndez Cifuentes28 haestudiado cmo pierde relieve el criado en el Tenorio de Zorrilla, porque el

    protagonista, reflejo del hombre contemporneo, lleva en s mismo la conciencia que sepresentaba desdoblada en la sociedad del Antiguo Rgimen. Del Romanticismo enadelante no necesita criado Don Juan, porque lleva en s su conciencia desdoblada. Si

    paramos ahora enAzorn,cuyo Don Juan no tiene criado29, vemos que el narrador de lanovela viene a constituirse en una especie de sombra o doble del personaje: una sombraidntica a Don Juan porque comparte su actitud (la pasiva sensualidad delcontemplador, la discreta bondad del punto de vista), pero diferente de l porque sabems, y en este sentido va ms all de Don Juan, lo mismo que iban ms all del presentelas admoniciones de los criados del Burlador tradicional. Este narrador pegado a Don

    26Cfr. M. Cifo Gonzlez, art. cit., pgs. 203-204.27Otto Rank,Don Juan et le double(1922), Pars, Payot, 1973.28Luis Fernndez Cifuentes, Prlogo a su edicin del Don Juan Tenoriode Jos Zorrilla, Barcelona,Crtica (Col. Biblioteca Clsica, nm. 95), 1993.29La figura del criado aparece sin embargo mencionada al principio y al final de la novela. Primero es uncomentario de irnica bonhoma que marca la diferencia entre este Don Juan y los que aperreaban a susCatalinones, Sganarelles, Leporellos y Ciuttis: A los criados los trata [Don Juan] humanamente.Comprende segn se ha dicho que si exigiramos a los amos tantas buenas cualidades como

    exigimos a los criados, muy pocos amos pudieran ser criados (cap. II, pg. 7). Y en el Eplogo,cuando la nia le pregunta cuntos criados tuvo, Don Juan responde: Los criados que tengo son lasavecicas del cielo y las florecillas de los caminos (pg. 93).

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    Juan como una sombra cuya consistencia no se llega a establecer con nitidez (es o noes personaje testigo?), nos lleva a considerar que, de alguna simblica manera, la

    peripecia del personaje es la peripecia del narrador. Cmo puede ser esto? Pienso queel paralelismo consiste, bsicamente, en que el narrador emprende una aventura deascesis artstica anloga a la aventura de ascesis espiritual de Don Juan, una aventuraque ya se haba dado en textos anteriores y que se volver a repetir en textos posteriores.Esta hiptesis, que enDon Juanno llega a explicitarse, s halla cabal formulacin en Elescritor(1942), donde uno de los protagonistas, Luis Dvila, compara al religioso y alartista en cuanto que ambos ven el mundo a travs de la meditacin:

    La meditacin se ha perdido en el mundo moderno; slo la conservan elreligioso y el artista (...) El religioso tiene su norma y su aspiracin suprema; el artistatraduce su meditacin en sensaciones y en imgenes; cuanto sea la meditacin msdensa y pura, tanto ms exquisitas sern las sensaciones y las imgenes (...) Sin lameditacin no puede haber slida obra de arte (...) Y dnde nos place ms meditar?

    (...) En este punto el artista empareja con el religioso; el religioso est en su celdaaustera, y el artista, desasido un momento de las cosas, quisiera tambin hallarse entreesas cuatro paredes limpias, ya en la vorgine de la populosa ciudad, abstrado del afncotidiano, ya en el campo, en casa labradora, frente a un camino (...)30.

    El narrador se convierte en doble de Don Juan porque previamente el autor hacreado a Don Juan a su imagen y semejanza. J. M.aMartnez Cachero vio ya que elestilo humano de Azorn se transfiere al personaje en una suerte de autobiografismoespiritual. En lo que sigue intentaremos profundizar en la novela como recreacindonjuanesca, como texto azoriniano y como reflejo de Jos Martnez Ruiz y su cter

    ego Azorn.

    III.AZORNCOLONIZA A DON JUAN

    III. 1.Algo de Don Juan... y algo de Azorn

    La primera singularidad de Azorn consiste en que su obra muestra a un DonJuan ya transformado, a diferencia de los desarrollos romnticos (y tambin posteriores)que presentaban la transformacin como final31. Lo que Azornva a desarrollar no es,

    por tanto, el tema del Burlador sino el del pecador arrepentido, y en este punto es claroque Don Juan ha sido interferido por la historia, legendaria tambin, de Don Miguel deMaara. Como Azornes hombre de retornos, volveremos a encontrar este motivo delarrepentimiento, asociado a Maara, en su novela autobiogrficaEl escritor(1942):

    Maara entr en el nuevo camino despus de un hondo dolor y de convulsionesmundanas; he entrado yo a pie llano, serenamente, sin dejar tras m escorias de mi vida;

    30CitamosEl escritorpor las Obras completas, vol. VI, cap. XXXVI, pgs. 394-395.31 El versionamiento a partir de una inversin no es nada nuevo. Recordemos, por ejemplo, que elvalleinclanesco marqus de Bradomn comienza sus aventuras en las Sonatas(1902-1905) seduciendo en

    la de primavera a una novicia, de manera que su primera conquista se corresponde con la ltima del DonJuan zorrillesco.

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    en mi vida pasada, contraria mente a Maara, no haba nada que yo tuviera querepudiar. He sentido, s, un arrepentimiento total que englobaba porcin de otrosarrepentimientos pequeitospor no haber seguido este camino nuevo desde el primerinstante. Ay, sospecho en Maara residuos terrenales, y yo estoy envanecindomeahora de mi pasado vanaglorioso!32.

    El escritor es claramente una novela de autojustificacin ideolgica (ms quepoltica) escrita en unas circunstancias histricas muy concretas y difciles paraAzorn33. YDon Juan?Curiosamente, F. Jos Martn ha apuntado una relacin entre lanovela que nos ocupa y el cambio de actitud que llev a Martnez Ruiz del anarquismoutpico al pesimismo schopenhaueriano y de aqu a un conservadurismo de razhumanista. El elemento que le permite al crtico establecer esta conexin es lamisteriosa enfermedad de la que se habla en el prlogo del relato, de la que el espritude Don Juan sali profundamente transformado. Jos Martn encuentra que tal

    enfermedad est formulada en Capricho(1943), donde dice el Tenorio:Soy inteligente; no quieras hacerme estpido. Porque soy inteligente siento elcorrer del tiempo y el deslizarse de las cosas en ese instante que sigue a la posesin. Tedir que es mi vida como si tras un puado de ceniza cogiera otro34.

    Se trata, pues, de la consciencia del irreparable paso del tiempo que seala lainteligencia de Don Juan, (...) la devastante vivencia de la temporalidad35. Estamosabsolutamente de acuerdo con F. Jos Martn y aadimos a su hiptesis an ms: estaenfermedad es la que Azornhaba novelado en su relato autobiogrfico Diario de unenfermo (1901), basado en la crisis existencial que M. M.aPrez Lpez sita en 1898.Esta misma crisis es la que se noveliza en la triloga de Antonio Azorn, y la primeravez queAzornproyecta su crisis en un personaje distinto a l mismo, en un personajeliterario, es enEl licenciado Vidriera(1915), en el captulo XII.

    El mal que Azorn atribuye a Don Juan no es en absoluto ajeno al mito: lamdula del mito del Burlador es la angustia del tiempo36. Como deca DOrs, en elinterior de s mismo es donde verdaderamente Don Juan acaba por encontrar la estatuadel Comendador37. La angustia temporal est igualmente en la base de toda la obra de

    Azorn,que a toda costa quiso perdurar como artista. El tiempo, por otra parte, no sloes angustia, sino factor de evolucin.Azorntransforma al Burlador a tenor de su propiatransformacin: lo serena, lo inclina a la meditacin y le hace despreciar las vanidades

    del mundo. En las Memorias inmemorialeshallamos un resumen de la trayectoria deAzornque sirve igualmente para Don Juan: En su juventud fue inquieto; en su vejez

    32El escritor, Obras completas, vol. VI, cap. XXXTV, pg. 3933Cfr. J. Urrutia, / escritorde Azorn: literatura y justificacin, en Archivum (Oviedo), XXVI, 1976,

    pgs. 461-483. Recogido luego en Daro Villanueva (ed.), La novela lrica, I. Azorn. Gabriel Mir, ed.cit., pgs. 157-175.34Obras completas,vol. VI, pg. 976. Ntese, sobre la marcha, la distancia que separa a Azornde unRamn Prez de Ayala o de un Gregorio Maran: para AzornDon Juan es un ser inteligente, y no undescerebrado.35

    F. J. Martn, art. cit., pg. 198.36Cfr. Micheline Sauvage,Le cas Don Juan,Pars, Seuil, 1953.37Eugenio DOrs, art. cit., pg. 615.

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    fue sosegado. En su juventud quiso singularizarse y en su vejez quiso pasarinadvertido38.

    El resultado de la enfermedad de Don Juan y su primera transformacin seofrece en los dos primeros captulos de la novela, donde el narrador traza una etopeyadel personaje en la que se encarga de neutralizar los atributos clsicos del Tenorio,convirtindolo en un caballero bondadoso, refinado y discreto, una especie deMontaigne espiritualizado. As, Don Juan no es joven, sino un hombre de edad inde-finida, entre adulto y viejo (Martnez Ruiz tena cuarenta y nueve aos cuando se

    publicDon Juan).Se sitaAzornen una lnea de desilusin caracterstica del realismodecimonnico que se trasvasa tambin al siglo XX: recordemos a L. G. Le Vavasseur(Don Juan barbn,drama, 1848), J. Viard (La vieillesse de Don Juan,drama, 1853), R.de Campoamor (Don Juan (pequeo poema), 1886)39, J. Echegaray (El hijo de Don

    Juan,1892), J. Grau (Don Juan de Carillana,drama, 1913), H. Bataille (Lhomme a larose,drama, 1920)... Pero hay una diferencia esencial entre Azorny los otros, porque

    su Don Juan, aunque mayor, no es ridculo ni despreciable40. Ha perdido los rasgosexternos del seductor (no destaca por su fsico no es alto ni bajo; ni delgado nigrueso, su miradasus ojos miran como todos los ojos, ni su atavo)41, pero haganado indiscutibles prendas morales. Lejos del Don Juan pendenciero, ste es corts ysociable. No es un burlador, sino un hombre de palabra (ofrece y cumple) que ponela amistadflor suprema de la civilizacinpor encima de todo, y, lejos del sentidocalderoniano de la honra, sabe perdonar al desleal que declara noblemente su falta.

    No dilapida su dinero en vicios, sino que practica la caridad desde el anonimato. Porltimo, al revs de los donjuanes romnticos (y a diferencia del de Unamuno), ste

    encubre sus penas y no se queja del hombre, ni lo que fuera locuradel destino.Acepta la flaqueza eterna humana y tiene para los desvarios ajenos una sonrisa depiedad. La etopeya esbozada en el primer captulo se amplifica en el segundo, dondenos enteramos de que Don Juan divide su tiempo alternando la comunicacin socialcon la soledad confortadora. La soledad y la meditacin le sirven para conservar lasfuerzas del alma, que son, dice el narrador, el gusto por la belleza, el sentido de la

    justicia, el desdn por las vanidades decorativas, cosa que coincide con lasobservaciones del autor en su autobiografa. El retrato se completa con su exquisitezartstica, una tolerancia emanada de su amplia experiencia viajera, y el buen trato que

    38Memorias inmemoriales,ed. cit., cap. IX (Su carcter), pg. 36.39 Del Don Juan de Ramn de Campoamor habla Azorn en Los donjuanes, apud Jorge Campos,Conversaciones con Azorn,Madrid, Taurus, 1964, pg. 112.40Hay aqu una curiosa coincidencia: la de Azorncon los hermanos Serafn y Joaqun lvarez Quintero,que tambin dibujaron (claro est que a su manera) un Don Juan, buena persona (1918), al queterminaron casando con una de sus simpticas y virtuosas seoritas.41De todas formas, es interesante contrastar lo que dice Azorn de este Don Juan con lo que dice deldandy Brummel. As, de Don Juan: La ropa que viste es pulcra, rica; pero sin apariencias fastuosas. Nohay una mcula en su traje ni una sombra en su camisa. Cuando nos separamos de l, no podemos decirde qu manera iba vestido: si vesta con negligencia o con exceso de atuendo (pg. 5). De Brummel:Ya sabrn ustedes que Brummel (...) deca que un elegante es un caballero que habiendo estado en unsaln, cuando se marcha nadie sabe cmo iba vestido (La cura por la elegancia, La Prensa,1 l-V-

    1947, recogido en Cada cosa en su sitio(ed. cit.). No cabe duda de que el Don Juan deAzornan no estcompletamente transformado en el hermano Juan.

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    dispensa a los que son socialmente inferiores a l. Del Tenorio no ha quedado ms queun pasado pecador y una larga experiencia viajera.

    Azorn no slo parte de un Don Juan arrepentido, sino que le ha quitado alBurlador, como advirtieron G. Maran y J. L. Motousse Vega, un rasgo esencial: lateatralidad. Esto de la teatralidad donjuanesca, que fue apuntado por Ramn Prez deAyala y por Unamuno, parece tambin en Capricho. Don Juan ser, desde ahora,

    paradigma de la discrecin, hasta llegar a la invisibilidad. Pero no slo le quita el autorteatralidad al Burlador, sino tambin, y esto es muy importante, se la quita al Burladorarrepentido: porque hay tambin un histrionismo religioso, una ejemplaridad retrica enla que incurren, por ejemplo, los hermanos Machado en su Juan de Manara (1927).Lejos de la piedad barroca, pattica y exhibicionista, Don Juan mostrar una piedadserena y pudorosa. Esta piedad no se formula en contra del catolicismo tradicional (DonJuan se relaciona con el obispo ciego y reza), pero tampoco se identifica con l: es una

    piedad humana y humanstica al margen del dogma y del culto externo. Es adems una

    piedad positiva, basada en el amor, y no negativa, basada en el remordimientoatormentado. San Francisco de Ass (cuyo nombre de pila era precisamente Juan), es unmodelo mucho ms prximo aAzornque Miguel de Maara42.

    Otra relacin podemos apuntar. El captulo X, dedicado a describir la posada deDon Juan (que, muy simblicamente, es a la vez una tienda de antigedades), terminaen un pasaje donde adquiere especial relieve su balcn:

    Desde el balcn se contemplaba el ro en lo hondo. Iba muriendo el da. La plidaclaridad del cielo, en el lejano horizonte, pona en el ambiente una ntima tristeza. Uncaminito de cipreses se perda, a la otra parte del ro, entre las lomas. Adnde va esecamino? De dnde vienen esos hombres que marchan por l lentamente? La casaestaba ya casi a oscuras. Fulga en el cielo la estrella vesperal.Los cipreses del caminito han ido perdindose en la sombra. Adnde ir ese caminito?Cuntas veces lo contemplar Don Juan eternidad, eternidaddesde el balcn queda al ro? (pg. 24).

    El pasaje recuerda al artculo Una ciudad y un balcn43, que se inicia con unlema de Garcilaso de la Vega: No me podrn quitar el dolorido sentir. All se recreauna ciudad en tres momentos histricos distintos que terminan con la descripcin de un

    caballero melanclico al que se ve a travs del balcn de una casa palaciega. El artculoacaba as:

    Eternidad, insondable eternidad del dolor! Progresar maravillosamente laespecie humana; se realizarn las ms fecundas transformaciones. Junto a un balcn, enuna ciudad, en una casa, siempre habr un hombre con la cabeza, meditadora y triste,reclinada en la mano.No le podrn quitar el dolorido sentir.

    42La aproximacin deAzorna la espiritualidad franciscana es muy anterior alDon Juan,como atestiguael artculo En el convento,Espaa,31-VIII y 4-IX-1904, luego enFantasas y devaneos(1920), Obras

    completas,vol. IV.43Una ciudad y un balcn, La Vanguardia,13-VII-1912, recogido en Castilla (1912). Citamos por lasObras completas,vol. II, pgs. 686-692.

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    Subrepticiamente se puede considerar una relacin entre este Don Juan yGarcilaso, y, a travs de Garcilaso, una relacin entre Don Juan y Azorn. El lemagarcilasiano lo asumi AzorndesdeLas confesiones de un pequeo filsofo(1904)44yllega hasta sus ltimos escritos. En un breve guin cinematogrfico titulado Azornyescrito por l mismo, la segunda escena (sin palabras, como todas) es la siguiente:

    Cuartito de paredes desnudas con zcalo azul separado de lo blanco por una rayitanegra. No hay ms muebles que una mesita de pino, con cuartillas y pluma. Puerta yventana. EntraAzorny se sienta; escribe. Suenan campanas lejanas. Se levantaAzornyva a la ventana; contempla la lejana45.

    Azornse piensa a s mismo, y concibe igualmente a Don Juan, como espectadordel mundo. En sus Memorias inmemorialescita repetidamente una sentencia filosfica

    de su abuelo paterno, D. Jos Soriano Garca, que se convierte en el lema del libro:Los seres inteligentes son los que tienen una existencia ms positiva, ms llena, msenrgica; por ellos tiene el mundo espectadores. La manera de mirar el mundo va a serla de Sneca, a quien se cita en elDon Juan(y tambin en las memorias):

    Todo el mundodice Sneca en su tratadoDe vita beata, todo el mundo aspira a lavida dichosa; pero nadie sabe en qu consiste. De ah proviene la grande dificultad dellegar a ella. Porque cuando ms nos apresuramos, no habiendo tomado el verdaderocamino, ms nos apartamos del trmino apetecido. De esta suerte, nuestro afn por lavida dichosa no sirve sino para alejamos de ella cada vez ms (cap. V, pgs. 26-27).

    Decididamente, Azorn conforma a Don Juan a su propia hechura espiritual,pero, como hemos visto, para llevar a cabo la transfusin aprovecha algunos elementosdel mito donjuanesco (la angustia del tiempo) y de su mezcla romntica con Maara (elarrepentimiento). Veamos ahora la relacin entre Don Juan y Azorna travs de otro delos componentes del mito.

    III.2.El universo femenino

    El universo femenino delDon Juanno se limita a las cuatro mujeres que entranen juego como tentaciones: la novela se abre con una mujer (la Virgen Mara) y secierra con otra (la nia interlocutora del hermano Juan), y en medio hay otras que noconviene olvidar: las monjas ricas del pasado y las pobres del presente, Doa Mara (lavendedora de antigedades), la ta y la joven prostituta, y la madre que muere dedolor. Vemoslas con ms detenimiento.

    44 En el Eplogo, II a Las confesiones de un pequeo filsofo (1904) escoge Azorn este lema paraintroducir su sensacin de melancola cuando regresa a su antiguo colegio de Yecla y lo encuentra todoigual a como lo recordaba (cfr. Obras completas, vol. II).45

    ApudJorge Campos, op. cit.,pg. 259. Ntese que el espacio descrito en este guin es muy parecido ala descripcin del convento de monjas pobres enDon Juan.

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    La conversin de Don Juan se presenta en un plano realista, como fruto de unaenfermedad que no se especifica. Ya hemos visto la interpretacin que de ella hace F.Jos Martn, con la que nos solidarizamos. Christian Manso y M. Cifo Gonzlez, encambio, deducen que la enfermedad del protagonista tuvo que ser una enfermedadvenrea: sta es una lectura verosmil en el contexto del mito donjuanesco. En realidad

    Azorn,impresionista y simbolista al fin y al cabo, lo que hace es dejar en el aire un datoincompleto cuya elipsis puede cubrirse con una lectura realista afn al mito (enfermedadvenrea del mujeriego) o con una lectura espiritual afn al escritor (crisis existencial). Ladoble posibilidad sirve para enmascarar el autobiografismo con un recato tpico delescritor de Monvar. Pero dejemos esto y sigamos con la novela. Lo que cuenta es queen la transformacin de Don Juan no intervienen espritus del trasmundo. Nointervienen? Azorn, que defini su frmula de escritura como suma de ciencia ymisterio46, cifra aqu, en esta novela de 1922, la ciencia, lo cientfico, en la enfermedad,

    pero acto seguido yuxtapone un elemento misterioso: se trata del sptimo de los

    Milagros de Nuestra Seorade Gonzalo de Berceo, el milagro del monje mundano quemuri en pecado, pero que por intercesin de la Virgen es resucitado para que puedamorir en gracia de Dios. Y termina el prlogo diciendo que Don Juan del Prado yRamos no lleg a morir, pero su espritu sali de la grave enfermedad profundamentetransformado (pg. 4).

    A travs de Berceo y de la mediacin salvadora de la Virgen, Motousse Vega hasealado cmo se recupera la relacin intertextual con el Tenoriode Zorrilla: la Virgende Berceo funciona igual que la virgen Doa Ins, y si el drama zorrillesco acaba con laascensin al cielo de las almas de Don Juan y Doa Ins convertidas en pajarillos,

    tambin al final de esteDon Juan,operada la transformacin definitiva del personaje, laltima frase evoca a Zorrilla: Una palomita blanca volaba por el azul. Por influenciade losMilagros de Nuestra Seoraexplican igualmente Defilitto y Orbit Negri, M.aA.da Silva, Motousse Vega y M. Cifo que este Don Juan se apellide del Prado y Ramos:la asociacin se establece con el prlogo de losMilagros,donde la Virgen se presenta atravs de la alegora del prado que sirve de alimento espiritual al hombre, peregrino dela vida. La novela de Azorn presentar igualmente la peregrinacin espiritual del

    protagonista.Por qu ha escogido Azorn a Berceo? Con Berceo entra en juego lo

    sobrenatural y entra en juego la Virgen, una mujer por encima de todas las mujeres, porencima del sexo, que ante todo es la antonomasia de la figura de la Madre. Resulta muyinteresante comprobar que a menudo la crtica psicoanaltica ha detectado un rasgo deedipismo al fondo del mito de Don Juan, el hombre que mata en el Comendador a la

    46 A la paciente observacin que requiere la entomologa, asocia X [Azorn] el misterio inexcusable.Toda su esttica se halla compuesta de esos dos factores. Y como uno y otro han entrado en su ser cuandoera nio, necesariamente, haga lo que haga X, el misterio y la observacin, es decir, ciencia eincognoscible, son la base de su sentir (Memorias inmemoriales, ed. cit., cap. VI, Su esttica, pg.29). El misterio aparece enAzorndesde muy pronto y se acenta hasta el final. Su ms certera definicines la que aparece en el prlogo a Toms Rueda(escrito en 1941): El gran misterio est nsito en la rea-

    lidad misma que nos circuye y que no sabemos, ni sabe, en fin de cuentas, un Kant, lo que es, ni sabrnunca, con su inteligencia limitada, el hombre (Obras completas,vol. III, pg. 280).

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    figura del padre. Se ha sealado tambin el edipismo en algunos de los escritoresvinculados a las versiones del mito: Tirso de Molina (si es que fue l el autor del

    Burlador),porque era hijo ilegtimo; Mozart, por sus complejas relaciones con su padre;Unamuno hurfano de padre a temprana edad, por haber sido criado en un mediofamiliar fuertemente matriarcal; etc. Jos Rico Verd47 ha hablado del edipismo deMartnez Ruiz, que sinti por su madre autntica veneracin y hacia su padre undistanciamiento debido a que D. Isidro Martnez Soriano, aunque ciudadano afectuoso,era hombre de mala convivencia en el hogar, y esto haca sufrir a sus hijos y a su mujer,Da. Mara Luisa Ruiz Maestre. Azorn tenda a asociar sus mayores virtudes, y susvirtudes literarias, a la herencia materna, y sus defectos de carcter (irritabilidad,impaciencia, afn juvenil de notoriedad), a la paterna.

    Quiere decir esto del edipismo algo, en relacin con elDon Juan? El motivo dela maternidad, al que Azornfue muy sensible a partir de 192248, recurre en la novela:consideremos el episodio de la madre que muere al ver cmo se llevan a su hijo a la

    guerra (cap. XXII), y otros episodios donde son los personajes masculinos los que secomportan maternalmente: el coronel de la guardia civil, apiadado del nio preso(cap. XIX), el periodista Don Federico, preocupado por el porvenir de sus hijos (cap.XXIV), y Don Juan estremecido ante el nio descalzo (cap. XXXII). El amor maternal

    primero, paternal y fraternal despus, recorre la novela como una onda benfica que seinicia con la Virgen y termina en el hermano Juan.

    Aqu nos va a permitir el lector que recordemos una ancdota poco conocida. Enel libro de Jorge Campos49un Azornya muy anciano, que confiesa haber sido siemprede una sugestionabilidad inverosmil, dice lo siguiente:

    No cuento lo que me sucedi en el mismo instante en que muri mi madre. Estaba yoaccidentalmente en otra habitacin de la casa; era de madrugada, cercano el da, a lamisma hora en que nac. Cuento ahora lo que me sucede al presente. Y es que oigocomo estruendosos cantos de cigarra, msica de chirimas, dialogar de sonoras voces.Creo que se trata de una alucinacin auditiva; he hablado de ello con unas pocaspersonas; no lo ha credo ninguna; espero que algn experto en desequilibrios nerviososme lea y lo comprenda. Debe de estar este fenmeno consignado en libros.

    Nosotros no somos psiclogos ni psiquiatras, pero nos ha parecido interesante

    consignar, en relacin con Don Juan, con Berceo, con la Virgen, este episodio dealucinaciones acsticas relacionado con vivencias surgidas a raz de la muerte de lamadre de Martnez Ruiz, acaecida en 1916.

    Especulaciones y misterios aparte, es un hecho que en la obra de Azorn laVirgen apareci mucho antes de 1922. En efecto, en un episodio muy significativo de

    47 Jos Rico Verd, Un Azorn desconocido. Estudio psicolgico de su obra, Alicante, Instituto deEstudios Alicantinos, 1973.48 No comprendo cmo este aspecto puede habrseles escapado a varios crticos, cuando Azorn tieneobras donde el tema de la maternidad dolorosa es central. En fechas cercanas al Don ]uantenemos, porejemplo, la pieza de teatro El segador(1927), segunda parte de la triloga Lo invisible (Obras completas,

    vol. IV), y el cuento Mara busca a su hijo (Blanco y Negro,28-111-1926, en Obras selectas,ed. cit.,pgs. 1409-1411).49Jorge Campos, op. cit.,captulo Confidencias, pgs. 130-131.

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    La Voluntad,el de la entrevista entre Antonio Azorn y el Anciano Pi y Margall,ste dialoga sobre la religiosidad profunda del padre del positivismo, Augusto Comte, yen concreto sobre su sentimiento mariano:

    Comte profesaba un verdadero culto a la Virgen, culto que sus discpulos hancontinuado fervorosamente. Jorge Larrigue en sus Cartas sobre el positivismodedicalargas pginas a la Virgen-Madre, que siendo, segn l, la mejor representacin de laHumanidad, y el fin constante y supremo de nuestros esfuerzos, debe ser el resumen na-tural de nuestra religin, el centro de su culto, de su dogma y de su rgimen... Comte,en el fondo, sobre todo en sus ltimos aos, era un catlico, y sin disputa, un mstico.En el Catecismo positivista recomienda la oracin. La oracindicese convierte

    para nosotros en el ideal de la vida, porque orar es a la vez amar, pensar y obrar50.

    Dmonos cuenta de que lo que acabamos de citar es exactamente lo que sucedeen la novelaDon Juan:el protagonista descubre a lo largo del relato a la Humanidad, yal final se inclina a la oracin como forma activa de amor. Lo que resultatremendamente interesante es que esta idea estaba ya en La voluntad(1902), la primeranovela en que Martnez Ruiz descubre al personaje Antonio Azorn, la novela donde se

    plantea eficazmente la crisis que se resolver enAntonio Azorn (1903) y que ya resueltadar Las confesiones de un pequeo filsofo en 1904, el mismo ao en que MartnezRuiz asumir ya de por vida el nombre y el punto de vista de su alteregoAzorn. El

    pasaje que hemos citado manifiesta un elemento de continuidad entre el Martnez Ruizjoven y radical y el Azornmaduro y contemplativo a travs de sus fuentes filosficas,donde materialismo y espiritualidad se anan en Comte y en Pi y Margall. Sobre estas

    bases podemos ahora replantear una lectura de Don Juan similar a la de El escritor(1942), en cuanto que ambas novelas ofrecen la justificacin de un cambio, mucho msntima y sobreentendida enDon Juan.La identificacin comtiana entre la Virgen Madrey la Humanidad se desarrollar en otra novela, Pueblo (Novela de los que trabajan y

    sufren)(1930), donde la humanidad doliente y la piedad deAzornquedan simbolizadasdesde el principio y ya en el final por las figuras de una madre enlutada y llorosa y unhijo pequeo. Y ya para terminar con este punto, otro dato significativo: la redencin deDon Juan a travs de una figura expresamente materna, a travs de la madre, es lasolucin a la que haba apuntado Jos Echegaray en El hijo de Don Juan (1892), un

    drama inserto en la interpretacin naturalista del mito.Hasta aqu hemos visto la feminidad maternal en la novela y la asociacin entrela Virgen y la Humanidad. Ahora vamos a ver otro aspecto de la feminidad: el ertico.Aunque muy sensible a la belleza femenina, no fue Azornmujeriego: ms bien todo locontrario, especialmente en su juventud. Claro que no conviene simplificar. El escritor

    Azorn tuvo muchas admiradoras, como refleja su artculo El misterio de las cosas:Dos desconocidas (1904)51. All refiere su satisfaccin cuando un da escucha porcasualidad a dos mujeres que van por la calle hablando de l. En ese momento el

    50La Voluntad,2.aparte, captulo VI. Cito por la edicin de E. Inman Fox, Madrid, Castalia, 1973, pgs.

    224-225.51Publicado primero en Espaa(29-XII-1904), pas luego a Tiempos y cosas(1944). Lo incluye J. M.aValverde en su edicin deLos pueblos... (vid. infranuestra nota 60), pgs. 221-225.

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    escritor, coqueto, vanidoso (an soltero: se casara en 1908), se calza su famosomonculo (su patente de extravagancia por entonces) para que le puedan reconocer.Ellas le reconocen y le sonren.Azornentonces reflexiona as:

    Y sin embargoodlo bien, este goce largo y tranquilo de una amistad o de un amorno os proporcionar este placer profundo, esta expansin de todo vuestro ser queexperimentis en estos momentos rapidsimos, al sentir que vuestro espritu se pone encontacto con el alma de una mujer que os es desconocida, que tal vez no vais a volver aver; pero en la cual se ha producido tambin, de pronto, el mismo fenmeno que envosotros, y con la cual, durante este minuto supremo, os sents invenciblemente compe-netrados...

    Qu duda cabe de que esto es un trance instantneo de voluptuosa seduccin, yuna reflexin que no dudaramos en calificar de donjuanesca. Lo cuenta el Azornde

    1904, pequeo filsofo pero que no est curado, ni mucho menos, de vanidad. Elerotismo tiene infinitos matices, y no conviene simplificar, menos an en el caso de lostmidos52. El episodio es de seduccin literaria, claro, pero recordemos que la palabrainflama (ah est la carta del Tenorio zorrillesco a Doa Ins), y que la seduccin tienemucho que ver con la fama. El escritor seduce, aun involuntariamente, a sus lectoras, yel personaje Don Juan, en esta novela, atrae a las mujeres igualmente por su prestigio

    pasado de seductor. Con todo esto no queremos decir ms de lo que decimos: que eltmido y casto Azornconoci de primera mano (aunque slo fuera imaginativamente)lo que es la embriaguez de la seduccin. Ms an, si el pecado de Don Juan es el

    pecado de la carne, relacionado con la sensualidad, el nico pecado que se reconoca

    Azorn(y que trasvasaba a sus personajes autobiogrficos) era, no el de la sensualidad,pero s el de la sensorialidad, o, como dice Antonio Risco, el hedonismosensitivo53. Creo que vamos viendo de qu manera funcionan los paralelismos entre

    Azorny Don Juan. Ahora nos toca aterrizar en la novela.Las primeras mujeres que aparecen en relacin con la sensualidad son las

    monjas jernimas del convento de San Pablo que en el siglo XVI se enfrentaron alobispo Don Garca por cuestiones de disciplina conventual: ellas queran persistir en susdistendidos hbitos de vida, mientras que l quera imponer las severas disposicionesdel Concilio de Trento (cap. VII). Perdieron el pleito las jernimas, pero de la antigua

    y libre vida siempre qued en el convento un rezago de laxitud y profanidad (pg. 33).Descendiente de ellas es sor Natividad.

    Azornsinti desde sus comienzos fascinacin por las monjas, como muestra sinir ms lejos su primera novela larga,La voluntad (1902). Este inters no slo se debe arazones estticas y sentimentales, imputables al prerrafaelismo y al romanticismo y

    52 Lo deca el propio Azorn en un escrito que ya hemos citado, Donjuanes, donde recuerda elinventario de Philippe Picatoste y dice que de todos los donjuanes el ms terrible es el del Arcipreste deTalavera, el Don Juan tmido y medroso, del que no se deben fiar las mujeres porque los tmidos sonterribles; acaban por romper por todo (apudJorge Campos, op. cit.,pgs. 110-111). Otros Donjuanes

    que menciona Azorn aqu son los de H. de Lavedan (Le Marquis de Priola), Montherlant y PierreBrasseur.53Antonio Risco, op. cit.,pag. 260.

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    relacionables tambin con el complejo de Edipo (erotismo de la monja-madre), sino arazones psicolgicas y sociolgicas ms amplias (el tema del convento es tpico de losilustrados dieciochescos). El origen de las monjas deDon Juanest en los aos en queel escritor se documentaba para escribir La voluntad,y as nos consta por el artculoMonjas de Toledo54:

    Haba estado yo trabajando afanosamente en la Biblioteca del Instituto de San Isidro,antigua biblioteca del Colegio Imperial de los jesutas, riqusima en libros de mstica yasctica. Preparaba yo mi novela La voluntad,y durante seis meses estuve repasandotodas las papeletas del ndice y recogiendo apuntes y extractando libros. De entoncesguardo copiosas notas referentes a las monjas (...) El libro del obispo de Coria donGarca de Galarza,Libro sobre la clausura de las monjas(Salamanca, 1589), es bonito.Se relatan patticamente en l las reclamaciones de las monjas del obispado de Coria,contra ciertas disposiciones del Concilio de Trento55.

    La opresin de la mujer en la sociedad tradicional es un hecho, pero en estasmujeres hay un rescoldo de femenina naturaleza multiplicado por su misterio. Sor

    Natividad en concreto remite, dentro del universo donjuanesco, a Doa Ins, aunque nosea una novicia joven sino una mujer madura. La conexin se refuerza por el hecho deque est emparentada con el maestre Don Gonzalo (es su cuada), debilitado trasunto asu vez del Comendador. La ntima coquetera temerosa que manifiesta en el captuloVIII se transforma en velada coquetera exhibicionista en el XXX,cuando, habindoseleenganchado el hbito mientras coge unas rosas, permite que asome una pierna y que lavea Don Juan ms tiempo del necesario. Ella se convierte, as, en su tentacin

    celestial. Esta feminidad triste, reprimida, de la monja hermosa y elegante que entra enla madurez sin expectativas de humano amor, tiene un precedente claro fuera del mbitodel Tenorio: La Comendadora, la protagonista del cuento de Pedro Antonio deAlarcn, queAzorncomentaba en un artculo del mismo ao queDon Juan56.

    Frente a sor Natividad, la monja que quiz no escogi su destino o que, almenos, no ha conseguido superar las tentaciones mundanas, sitaAzorna Las monjas

    pobres del captulo IX. A stas prcticamente no se las ve y no se las singulariza,inmersas como estn en la clausura. Pero su entrega a la estricta regla de Santa Clara,discpula de San Francisco, deja constancia de otra manera de vivir la religin que ser

    54Integrado enMadrid(1941), Obras completas, vol. VI, pgs. 283-284.55En la erudicin de la novela bien puede haber, como en la geografa, mezclas imaginativas. No hemos

    podido documentar la existencia de un obispo Garca de Illn (el de la novela), pero s la de Garca deGalarza, obispo de Coria (dicesis sufragnea del arzobispado de Toledo). Tal vez Garca de Illn sea unamezcla de Garca de Galarza con la iconografa del cardenal Tavera, cuyo retrato pint El Greco ycomentAzorn,y con el topnimo Garcilln (pueblo de la provincia de Segovia que dar apellido a un

    personaje deDoa Ins).

    56El comentario que de este cuento alarconiano hace Azornnos ayuda a completar el ambiente de lanovela: Ah, enLa Comendadora,(...) est la vieja ciudad histrica, su ambiente sensual y melanclico,el ancho y bello palacio, la hermosa espaola (...), el nio enclenque (...), el poder solapado y tremendo dela Inquisicin... Y todo forma un conjunto armnico y coherente en quince pginasde una idealidad

    definitiva, Alarcn (ABC,2-XII-1922), recogido en Andando y pensando (1929), Obras completas,vol. V, pgs. 212-213.

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    la que abrace finalmente Don Juan. El joven Martnez Ruiz anarquista que slo vea lastintas negras de la vida religiosa ve ahora las dos caras, y, como l, Don Juan.

    ngela, la esposa del maestre, es la segunda mujer a quien se concede particularatencin (cap. XXVIII). Es una dama madura y con ciertos encantos entre sensuales (lasmanos) y maternales (cuando acaricia el pelo de un nio). De epicureismo satisfechocalifica el narrador la manera en que contempla la esmeralda de su anillo. No se diceexplcitamente que constituya una tentacin para Don Juan, pero s manifiestavoluptuosidad en s misma y en el ambiente que la rodea y que contribuye a crear.Queda en el aire qu ser aquello en que piensa ensoadoramente cuando est a solas.Sin afn de exasperar los parecidos, hay algo en esta escena de comedor de genteacomodada que recuerda aLa Regentade Clarn,con la diferencia de que la que all esla cnica y un tanto grotesca marquesa de Vegallana, se ha convertido ahora en mujercontemplada con delicada indulgencia, o con reticencia delicada.

    De ngela pasamos a Jeannette. sta s que es tentacin terrible para Don

    Juan, anunciada en el captulo VIII y explosiva a partir del XXIX. Muchos crticos hanvisto cmoAzorninvierte las tornas presentando a un Don Juan que ya no lo es frente auna jovencita, Juanita, que es una seductora de armas tomar. Ella, consciente de su ju-ventud, su belleza y su energa, es un tipo heredero de las mujeres de Juan Valera, peroen un ambiente que ya no precisa de simulacin, porque el autor se ha encargado desituarla a caballo entre la pequea ciudad espaola y la ciudad cosmopolita porexcelencia: el pueblo de Jeannette es Pars. Don Juanes una novela de los felices aosveinte, y esta Jeannette es una vampiresa en prometedores ciernes. Otros autores, comoJuan Ignacio Luca de Tena (1925), presentaran luego vampiresas que se encargan de

    poner los puntos a donjuanes en retroceso, y en clave trgica expuso Unamuno (1934)que la acosadora de Don Juan es la mujer. Los lvarez Quintero sacaron antes unamujer que reduce a Don Juan (en su caso, al matrimonio), y antes an Jacinto Grauhaca que una mujer le pusiera en espantoso ridculo (la mujer en Don Juan deCarillana resulta ser su hija). Pero anteriormente presentaba Valle-Incln a la niaChole, devoradora de hombres aunque vctima de un hombre (su propio padre). Elnuevo siglo modifica las relaciones entre los sexos, y Azorndeja constancia de ello dela manera ms natural, sin recurrir a efectos folletinescos, cosa que le singulariza entresus predecesores y sus sucesores. Jeannette es tan temible como encantadora: untorbellino que se pierde en direccin a Pars. All tiene su modelo: ella, al visitar elcuarto de Don Juan, se identifica con la figura que aparece en uno de los grabados,Madame Pompadour, y convierte a Don Juan, simblicamente, en un cautivo Latude.Jeannette se diferencia de las otras tres mujeres en que nada en ella remite a la figuraidealizada de la Virgen: no es madre (como lo es de hecho ngela y simblicamente sor

    Natividad), y su actitud no se asocia a la castidad (como se asocia la monja y el nombrede Virginia). Quiz por ello sea Jeannette la tentacin ms terrible.

    La ltima mujer singularizada es la campesina Virginia (captulo XXXI), poloopuesto de Jeannette en cuanto que es aldeana, pobre y trabajadora, y su coquetera esingenua. No se dice de ella que sea una tentacin para Don Juan, pero s que ste

    contempla embelesado su instintiva gracia al bailar (pg. 74). Virginia apareceasociada a Gngora en un captulo donde se usan como estribillo versos del romance

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    En los pinares del Jcar57. Lo que ms destaca en ella es su collar de perlas, raro yostentoso, ante el que todos sonren creyndolo falso. Sin embargo, un da Jeannette seencapricha con ponrselo, y al mirarlo de cerca ella y su madre descubren estupefactasque es de perlas pursimas. Defilitto y Orbit Negri suponen que Don Juan ha sustituidoel collar falso por el verdadero, y que ste es un homenaje desinteresado a la belleza dela mujer. El lector tiende a establecer una asociacin entre el collar y Don Juan, comoms adelante se establece entre Don Juan y Cano Olivares. No parece que el collar sevincule a un presente deshonesto (cosa que no pega en la novela, por mucho queMontes Huidobro se empee), pero y el pasado? En las Memorias inmemoriales,muy

    posteriores al Don Juan, encontramos un relato, El verdadero Don Juan, que tienealgo que ver con este episodio. All el narrador cuenta que se encontr un da con unseor mayor, un tal Juan Garca Tenorio, que presuma de haber sido un conquistadorsingular: l seduca slo a jvenes humildes, sin pasar a mayores, para as tener unaexcusa para hacerles, al abandonarlas, un costoso regalo, un esplndido brillante58,

    aunque no poda saber si la joven y su familia se haban dado cuenta del valor delregalo, ni quiso nunca averiguar el destino final de la muchacha. Hasta aqu el cuento.Cmo interpretar el episodio de la novela? Francisco Jos Martn, a partir de estemismo texto, deduce que hubo caritativa seduccin. Yo ms bien pienso en un gestode galante caridad, pero en el presente del Don Juan mayor, que sustituye algo falso

    por algo verdadero (como piensan Defilitto y Orbit Negri), o en el pasado, y entoncestal vez Virginia hered el collar de su madre? Y an hay ms enigmas, porque la joyaque luce Virginia nos remite a otra que apareci antes: la esmeralda de ngela, que ellacontempla ruborizada de placer, quin y cundo se la dio? Y si releemos ahora los

    cuatro captulos consecutivos dedicados a mujeres, tenemos que en el medio figuranJeannette y sor Natividad como tentaciones actuales, pero tal vez las que las circundan,ngela y Virginia, sean tentaciones pasadas. Nada podemos saber con certeza, slo quehay relacin entre lo donjuanesco y las joyas. Y tambin una conexin entre Virginia y

    Azorn.

    Es sensible el monovarense a la belleza femenina (...) He conocido en Monvar sucesivamentecuatro o seis beldades del pueblo; no hablo de las ms elevadas. Unade esas beldades, Virginia, sirvi en mi casa; un da desapareci de Monvar y nosdijeron que se haba marchado a Barcelona (...) Han pasado muchos aos; supongo que

    todomenos el hechizo femeninohabr cambiado; el espectador tambin es otro. Larealidad histrica de Monvar ser, para las nuevas generaciones sin dejar de sergratapermeable y fugitiva, como son todas las realidades histricas. No nos engae-mos ni historiadores ni crticos. Para m, quedan cornos restos de un naufragio en laplaya, Virginia con sus ojos verdes y don Antimo en su soledad59.

    57Defilitto y Orbit Negri (art. cit.) rescatan la opinin que manifest Azornsobre la vena popular delpoeta cordobs, cuyos romances y letrillas encomia considerando que su atractivo estriba en un dejosuave de melancola junto con una nota de sensualidad y picarismo, Garcilaso y Gngora,ABC,3-II-1912, luego enLecturas espaolas (1912).58 Daba la ilusin y no despojaba a mis vctimas de nada. Daba la ilusin y algo ms (...) Haba yo

    llevado la felicidad a un hogar humilde (Memorias inmemoriales, ed. cit., pgs. 243-244). Este cuento sepublic por vez primera enLa Prensa(Buenos Aires), 16-IX-1945.59Cfr. Jorge Campos, op. cit.,pgs. 195-196 (Rasgos de Monvar).

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    Por qu desapareci aquella Virginia real? Es raro que alguien se vaya de unpueblo pequeo sin dar explicaciones. Fue acaso seducida? Aventuramos unahiptesis: tal vez Azornse inspirase para la Virginia ficticia en la Virginia real, y talvez haya querido hacer en la novela una especie de justicia potica a la muchacha querealmente existi imaginando un episodio delicado en que ella no se va y en que ellarecibe algo que puede sacarla de la pobreza. Tal vez este personaje femenino encubrauna vieja perplejidad, un viejo dolor, y de hecho encontramos otra vez el nombre deVirginia asociado a una criada enLos pueblos60. De otra manera, un personaje similar ala Virginia de Don Juan y a la Virginia de Los pueblos aparece en El licenciadoVidriera (1915): se trata de Marijuana, la criada que cuida al nio hurfano Toms. Ellaes tambin joven, hermosa, pobre y dada a la bisutera, ella tambin desaparece un dainopinadamente, y Toms, ya de mayor, cree reconocerla en una mujer avejentada por lamala vida, en una mendiga andrajosa con la que se topa antes de marchar de Espaa...

    sin atreverse a socorrerla, sin atreverse a comprobar su identidad. Estas recurrencias nodeben de ser casuales.

    Hasta aqu hemos repasado el cuarteto femenino ms relevante del Don Juan.Pero hay otras mujeres. Casi nada se dice de la anciana Doa Mara, vendedora deantigedades, en cuya casa posa Don Juan (cap. X): no especulemos, aunque se puedaespecular (mujer mayor, Mara, albergue de Don Juan). Terminaremos este apartado co-mentando el captulo XXIII, La ta. Es una recreacin de la Celestina, convertidaahora en una alcahueta que viva junto a las Teneras y que, tras un escndalo sonadodonde se vea comprometido un seorito de la ciudad, se mud de domicilio y se

    granje, gracias a su silencio, una sostenida proteccin. En el presente parece que ancontina su antiguo negocio. Don Juan, al pasar un da frente a la casa, ve que de allsale una muchacha que se sienta sobre una maleta y se pone a llorar. l se acerca, dejacaer en su falda unos papelitos azules y se aleja con prisa. Montes Huidobro se basaen este pasaje para deducir la hipocresa de Don Juan, que sigue frecuentando el burdel.

    No lo creemos. Estamos ms bien con Defilitto y Orbit Negri, que ven aqu otro acto decaridad. Ellas sospechan que el seorito comprometido en el pasado, protector ocultodesde entonces de la ta, es Don Juan. Pudiera ser, pero lo que nos interesa aqu es queDon Juan remedia a una muchacha en la que tiene un espejo de su pasado: las burlas alas mujeres humildes solan terminar en srdidos burdeles. Este captulo es anterior alde Virginia, y el de Virginia tal vez sea otra respuesta a este mismo problema,anticipando con la caridad otro tipo de desenlace.

    En conclusin, son muchas las facetas de la feminidad que aparecen en tan brevey elptica novela: entre la Virgen madre, la ms positiva, y la alcahueta, la ms negativa,un gama de madres y gestos maternales humanos y una gama de tentaciones mundanas

    60Se trata del artculo-cuento La fiesta (Espaa, 13-IX-1904). All el protagonista, Don Joaqun, es unviejo poeta que vuelve a su patria y dice, entre otras cosas: Mi casa estar hecha un corral (...) Haceveinte aos que no se ha abierto... desde que yo me fui Virginia me escribe en las cartas que la limpia doso tres veces al ao; pero yo no lo creo. Citamos por la esplndida edicin de Jos Mara Valverde: Los

    pueblos. La Andaluca trgica y otros artculos (1904-1905),Madrid, Castalia (Col. Clsicos Castalia,nmero 59), 1987, pg. 174.

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    de toda edad y condicin social. El pecado de la carne y la voluptuosidad en generalestn en el mundo, aunque Don Juan renuncie a ellas y se convierta en espejo de lamadre: la escena del eplogo lo presenta como hermano Juan que llama hija ma a unania61.

    III.3.Paisaje con figuras deAzorn

    Hemos dejado para el final el anlisis de lo ms azoriniano y menos donjuanescode la novela: el espacio de Don Juan, esencial en su peripecia. ParaAzornsiempre hubosimbiosis entre el hombre y la geografa62, y aqu, invirtiendo uno de los ejesfundamentales del mito del Burlador, presenta a Don Juan en el tiempo lento de una

    pequea ciudad provinciana:

    Los siglos han ido formando un ambiente de seoro y de reposo. Sobre las cosas se

    percibe un matiz de eternidad. Los gestos en las gentes son de un cansancio lento ygrave. El blanco y el azul, en el zagun de un pequeo convento humilde, nos dice, porencima del arte, eternidad (cap. V, pg. 13).

    Frente a la pequea ciudad, presente, se alza la gran ciudad de Pars, evocada, yambas culturas, la espaola y la francesa, nutren las citas eruditas que insertaAzorn.Lacrtica en general ha identificado el espacio francs con el pecado (el sexo Jeannettey la herejaRenn) y el espaol con la ascesis, pero las relaciones sonms sutiles. Azorn amaba ambas culturas, y aunque los personajes espaoles (y loslectores castizos) simplifiquen, no as el narrador. En efecto, la pequea ciudad essntesis del mundo entero: Qu puedes ver en otro lugar que aqu no veas? se leeen laImitacin de Cristo. Aqu ves el cielo, y la tierra, y los elementos, de los cualesfueron hechas todas las cosas. Qu puedes ver que permanezca mucho tiempo debajodel sol? (cap. III, pg. 8).

    Un pasaje muy similar encontramos en el artculo Confesin de un autor(1905)63: No veis en esta pequea ciudad una vida tan intensa, tan bella como la de

    61Azornno fue slo sensible al tema de la maternidad, sino al tema de los nios. Lo comprobamos enLos nios, que forma parte del Eplogo II a El chirrin de los polticos(1923) (Obras completas,vol.

    IV, pgs. 479-480).62En el cuento La pea del Cid (La Prensa, 22 IV1945, luego enMemorias inmemoriales, ed. cit., cap.LV, pgs. 198-203) cuenta el escritor que el personaje Juan Ardal tena que escribir un libro sobre elCid, y como no poda ir ni a Burgos ni a Valencia para inspirarse in situ, decidi ir a un lugar cuyotopnimo evocaba al hroe de Vivar, y as fue a parar a la Pea del Cid, en Elda. Pero una vez all Eldaatrapa su sensibilidad y deja de lado la biografa del Cid. Este cuento simblico nos ha hecho pensar si no

    podra haber en el origen del Don Juanalgo parecido: muchos pueblos hay en Espaa que se llaman SanJuan, y en Len hay uno que se llama Valencia de Don Juan (aunque no tenga nada que ver con elTenorio). Sea como fuere, lo que est claro es que a Azorn no le serva Sevilla como ubicacin espiritualdel hroe, pues l la haba visto como ciudad donde haba en el ambiente algo como un sentido de lavida absurdo, loco, jovial, irnico y ligero, La Andaluca trgica, I (En Sevilla), El Imparti!(Madrid), 3-IV-1905, luego en la segunda edicin de Los pueblos(1914), ed. cit. de J. M.aValverde, pg.241.

    63Espaa,6-II-1905. Lo publicAzornpara sealar la aparicin de su libroLos pueblos.Lo citamos porla edicin de J. M.aValverde, pgs. 229-234.

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    las ms grandes y tumultuosas urbes del mundo? Pars est en la pequea ciudadporque el hombre es en todas partes el mismo. Azorn diferenciaba, adems, dosFrancias, como ha recordado ngel Cruz Rueda: la clsica, clara, simtrica, radiante,ordenada, metdica, exacta, que es la de Montaigne, La Bruyre, Racine, Montesquieu,Stendhal..