August Strindberg - Sonata de Los Espectros

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     AUGUST STRINDBERG

    La sonata de los espectros

    T.O.: Spóksonaten. 

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    PERSONAJES

    EL VIEJO , director Hummel.EL ESTUDIANTE , Arkenholz.LA LECHERA (una visión).LA PORTERA.EL MUERTO , cónsul.LA SEÑORA DE NEGRO , hija del muerto y la portera.EL CORONEL.LA MOMIA , esposa del coronel.Su HIJA , que es la hija del viejo.EL ARISTÓCRATA , llamado barón Skanskorg, prometidode la hija de la portera. JOHANSSON , criado de Hummel.BENGTSSON , mayordomo del coronel.LA NOVIA , antigua novia de Hummel, una vieja de pelo blanco.

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    DECORADO

    Planta baja y primer piso de la fachada de una casa moderna, pero sólo la

    esquina de la casa, que en la planta baja termina en un salón redondo y en

    el primer piso en un balcón con un a sta para banderas. Por la ventana abierta del salón redondo se ve, cuando descorren las

    cortinas, tina estatua de mármol blanco de una mujer joven, rodeada de

     palmeras e intensamente iluminada por rayos solares. En la ventana de la

    izquierda se ven unas macetas de jacintos (azules, blancos, rosados). En la barandilla del balcón del primer piso hay una sobrecama de seda azul

     y dos almohadas blancas. Las ventanas de la izquierda están tapadas con

    sábanas blancas. Es una mañana de domingo clara y soleada. Delante de la fachada, en primer término, hay un banco verde.  A la derecha, en primer término, una fuente; a la izquierda, una columna

     para pegar carteles.  A la izquierda, al fondo, está la puerta de entrada a la casa, que deja ver la

    escalera de mármol blanco y el barandado de caoba y bronce. A ambos lados

    de la puerta, en la acera, hay unas macetas con laureles. La esquina del salón redondo da también a una calle transversal, que nos

    ima ginamos se pierde por el foro.  A la izquierda de la puerta de entrada, en la planta baja, hay una ventanacon un espejo fisgón..

     Al levantarse el telón se oyen lejanas las campanas de algunas iglesias. Las puertas de la casa están a biertas. En la escalera hay una señora vestida

    de negro, inmóvil. LA PORTERA barre la entrada. Luego lustra el bronce de la puerta. Después

    riega los laureles. En una silla de ruedas, junto a la columna de los carteles, está el viejoHUMMEL leyendo el periódico. Tiene el pelo y la barba blancos y lleva gafas. LA LECHERA aparece por la esquina con unas botellas en una cesta dealambre. Va vestida de verano, con zapatos marrones, medias negras y un

     gorro blanco. Se quita el gorro y lo cuelga en la fuente. Se seca el sudor de

    la frente. Bebe un poco de agua del cazo. Se lava las manos. Se arregla el

     pelo, mirándose en el agua. 

    Se oye la sirena de un barco de vapor y la música del órgano de una iglesia próxima rompe, de vez en cuando, el silencio. 

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    Después de unos minutos de silencio, cuando LA LECHERA ya ha acabadode a rreglarse, entra EL ESTUDIANTE ,  por la izquierda. Va sin afeitar, y parece que no ha dormido en toda la noche. Se dirige directamente a la

     fuente.

    (Pausa.)

    EL ESTUDIANTE.—¿Me dejas el cazo?(LA LECHERA aprieta el cazo contra su cuerpo.)EL ESTUDJANTE.—¿No has terminado aún?(LA LECHERA lo mira horrorizada.) EL VIEJO (para sí mismo).—¿Con quién estará hablando?... ¡Yo no veoa nadie!... ¿Estará loco?(Continúa mirándolos con gran asombro.) EL ESTUDIANTE.—¿Qué me miras? ¿Tan espantoso es mi aspecto?...Sí, sí no he dormido en toda la noche y tú, claro, supones que heestado de juerga...(LA LECHERA , como antes.) EL ESTUDIANTE.—Que he estado bebiendo, ¿verdad?... ¿Huelo avino?

    (LA LECHERA como antes.) EL ESTUDIANTE.—Sí, voy sin afeitar, ya lo sé... Pero dame un poco deagua, chiquilla. Me la he ganado. (Pausa.) Bueno, entonces tendréque decirte que me he pasado la noche curando heridos y velandoenfermos. Sabrás lo de la casa que se hundió ayer..., yo andaba porallí... Ahora ya lo sabes.(LA LECHERA enjuaga él cazo y le da de beber.) EL ESTUDIANTE.—¡Gracias!

    (LA LECHERA está inmóvil.) EL ESTUDIANTE (lentamente).—¿Quieres hacerme un gran favor?(Pausa.) Es lo siguiente: como puedes ver, tengo los ojos muyinflamados, pero como he estado tocando con las manos muertos yheridos, sería muy peligroso que yo me los lavase... ¿Quieressacarme del bolsillo el pañuelo limpio, mojarlo en el agua fresca yhumedecer mis pobres ojos?... Lo harás, ¿verdad?... ¿No quieres serla buena samaritana?

    (LA LECHERA , tras ciertas dudas, hace lo que le pide.) EL ESTUDIANTE.—¡Gracias, amiga! (Saca su monedero.) 

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    (LA LECHERA hace un gesto de rechazo.) EL ESTUDIANTE.—Perdona mi torpeza, pero estoy medio dormido...(LA LECHERA sale.) 

    *

    EL VIEJO (al ESTUDIANTE).—Discúlpeme el atrevimiento de dirigirmea usted, pero he oído que usted presenció el accidente de ayertarde... Precisamente estaba leyéndolo en el periódico...EL ESTUDIANTE.—¿Ya lo han publicado?EL VIEJO.—Sí, está todo, y su fotografía también, aunque lamentan elno haber podido averiguar el nombre del valeroso estudiante...EL ESTUDIANTE (mirando el periódico).—Pues sí... Soy yo. Y ...EL VIEJO.—¿Con quién hablaba hace un momento?EL ESTUDIANTE.—¿No lo vio?(Pausa.) EL VIEJO.—¿Sería una impertinencia preguntarle su digno nombre?EL ESTUDIANTE.—¿Para qué quiere saberlo? A mí no me gusta lapublicidad..., un día todo son alabanzas y al siguiente vituperios...,el arte del menosprecio ha alcanzado tal perfección... Además, yo nopido recompensa...

    EL VIEJO.—

    ¿Tan rico es?EL ESTUDIANTE.—¡Qué va..., al contrario! Más pobre que las ratas.EL VIEJO.—Un momento..., me da la impresión que he oído su voz...En mi juventud tuve un amigo que no podía pronunciar la palabraventana y siempre decía «fentana»... Sólo he conocido una personacon esa pronunciación y era él. La segunda es usted..., ¿no será ustedacaso pariente de un mayorista llamado Arkenholz?EL ESTUDIANTE.—Soy su hijo.

    EL VIEJO.—Son extraños caminos del destino... Yo a usted lo vi deniño, en circunstancias particularmente difíciles...EL ESTUDIANTE.—Parece que vine al mundo en mitad de unaquiebra...EL VIEJO.—¡Exacto!EL ESTUDIANTE.—¿Podría yo también preguntarle su nombre?EL VIEJO.—Me llamo Hummel, soy director de empresa...EL ESTUDIANTE.—¿Usted es...? Entonces, ya me acuerdo...

    EL VIEJO.—Habrá oído mencionar mi nombre con cierta frecuenciaen el seno de su familia.

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    EL ESTUDIANTE.—Sí.EL VIEJO.—Y mencionarlo con cierta repulsa.(EL ESTUDIANTEcalla.) EL VIEJO.—¡Puedo suponérmelo!... ¡Se llegó a decir que yo habíaarruinado a su padre!... Siempre pasa lo mismo... Todos los que searruinan en negocios descabellados consideran que el causante desu ruina es aquel a quien no consiguieron engañar. (Pausa.) Lo ciertoes que su padre me robó diecisiete mil coronas, es decir, todo lo quetenía en aquel tiempo.EL ESTUDIANTE.—Es curioso que una historia se pueda contar de dosmaneras tan diametralmente opuestas.EL VIEJO.—¿No creerá que le estoy mintiendo?EL ESTUDIANTE.—¿Y qué quiere que crea? Mi padre no mentía.EL VIEJO.—Es muy cierto, un padre no miente nunca..., pero yotambién soy padre, así es que...EL ESTUDIANTE.—¿Adonde quiere ir a parar?EL VIEJO.—Mire, yo salvé a su padre de la miseria y él me pagó conel terrible odio del que se ve obligado a sentirse agradecido...,enseñando a su familia a hablar mal de mí.

    EL ESTUDIANTE.—

    Quizá fue usted el que provocó su ingratitud alenvenenar la ayuda con humillaciones innecesarias.EL VIEJO.—Toda ayuda es humillante, caballero.EL ESTUDIANTE.—¿Qué quiere de mí?EL VIEJO.—No le voy a pedir dinero, pero si usted me hiciese unospequeños servicios me consideraría bien pagado. Ya ve que soy uninválido; unos dicen que por mi culpa, otros se la echan a mispadres. Pero yo creo que la causa es la vida misma con sus malas

    artes, porque si uno logra sortear una trampa cae en la siguiente. Seacomo fuere, el caso es que no puedo andar subiendo escaleras, nitirando del cordón de las campanillas. Por eso le digo: ¡ayúdeme!EL ESTUDIANTE.—¿Qué tengo que hacer?EL VIEJO.—En primer lugar, lléveme hasta aquella columna parapoder leer la cartelera. Quiero ver lo que dan esta tarde...EL ESTUDIANTE (empujando la silla de ruedas).—¿No tiene a nadie quele ayude?

    EL VIEJO.—Sí, pero ha ido a hacer un recado..., volverá en seguida...¿Estudia usted medicina?

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    EL ESTUDIANTE.—No, idiomas. Pero no sé muy bien a qué me voy adedicar...EL VIEJO.—¿Ah, no?... ¿Anda usted bien en matemáticas?EL ESTUDIANTE.—Sí, relativamente. Me defiendo.EL VIEJO.—¡Estupendo!... ¿Le interesaría encontrar un trabajo?EL ESTUDIANTE.—Sí, ¿por qué no?EL VIEJO.—¡Muy bien! (Leyendo la cartelera.) Dan La Valquiria enmatine... Entonces el coronel y su hija estarán allí y como siempre sesientan en las butacas de la sexta fila, junto al pasillo, yo lo sentaré asu lado... Hágame el favor de ir a esa cabina telefónica a reservar unasiento de la fila seis, el número ochenta y dos.EL ESTUDIANTE.—¿Quiere usted que vaya a la ópera a primera horade la tarde?EL VIEJO.—Sí. Y si hace lo que le digo ya verá como todo sale bien.Quiero que usted sea feliz, rico y respetado. Su debut de ayer en elpapel de intrépido salvador, lo convertirá mañana en un hombrefamoso y su nombre se cotizará muy alto.EL ESTUDIANTE (yendo hacia la cabina telefónica ).—¡Qué aventura tanextraña!

    EL VIEJO.—

    ¿Es usted deportista?EL ESTUDIANTE.—Sí, ha sido mi desgracia...EL VIEJO.—¡Que ahora convertiremos en fortuna!... ¡Vaya atelefonear!(EL VIEJO se pone a leer el periódico.) (LA SEÑORA DE NEGRO ha salido a la acera y se ha puesto a hablar con LAPORTERA. EL VIEJO escucha la conversación, que el público no oye.) 

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    (EL ESTUDIANTEentra.) EL VIEJO.—¿Ya está?EL ESTUDIANTE.—Ya.EL VIEJO.—¿Ve usted esa casa?EL ESTUDIANTE.—Me he fijado mucho en ella... Ayer, sin ir más lejos,pasé por aquí cuando el sol resplandecía en las ventanas..., eimaginándome toda la belleza y el lujo que habrá ahí dentro... le dijea mi amigo: ¡Quién tuviera un piso ahí, en la cuarta planta, unamujer joven y guapa, dos hermosos hijos y unos ingresos de veintemil coronas anuales...!EL VIEJO.—¿Ah, sí? ¿Dijo usted eso? ¡Vaya, vaya! A mí también megusta mucho esa casa...EL ESTUDIANTE.—¿Usted negocia con casas?EL VIEJO.—En cierto modo... Pero no como usted cree...EL ESTUDIANTE.—¿Conoce a la gente que vive ahí?EL VIEJO.—A todos. A mi edad uno conoce a todos, a sus padres yantepasados, y resulta ser siempre pariente de ellos de algunamanera. Acabo de cumplir los ochenta..., pero a mí no me conocenadie, me refiero a conocerme de verdad... A mí me interesan

    mucho los destinos humanos...(Descorren las cortinas del salón redondo. En el interior se ve al CORONELvestido de pa isano. Se acerca a mirar el termómetro que hay en la parte

    exterior del marco de la ventana y luego se dirige al centro de la habitación,

    ] donde se detiene delante de la estatua de mármol.) EL VIEJO.—Mire, ése es el coronel. Dentro de un rato usted estarásentado a su lado...EL ESTUDIANTE.—¿Ese es... el coronel? Yo no entiendo nada de esto.

    Es como un cuento de hadas...EL VIEJO.—Toda mi vida es como un libro de cuentos, caballero. Yaunque los cuentos son distintos, hay un hilo que los mantieneunidos y un leit motiv que se repite con toda regularidad.EL ESTUDIANTE.—¿De quién es la estatua de mármol que se ve ahí?EL VIEJO.—Es su mujer, naturalmente...EL ESTUDIANTE.—¿Era realmente tan maravillosa? Parece tan afable...EL VIEJO.—Bueno... Sí, sí...

    EL ESTUDIANTE.—¡Hable claro!EL VIEJO.—No podemos juzgar a los seres humanos, hijo mío... Y si

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    yo ahora le dijese que lo abandonó, que él le pegaba, que regresó,que se volvió a casar con él y que ella está ahí dentro ahoraconvertida en momia y adorando a su propia estatua, usted pensaríaque yo estaba loco.EL ESTUDIANTE.—¡No entiendo nada!EL VIEJO.—¡Ya me lo supongo!... Y ahí tenemos la ventana de ios jacintos. Ahí vive su hija..., está dando un paseo a caballo, perovolverá en seguida...EL ESTUDIANTE.—¿Quién es la señora de negro que está hablandocon la portera?EL VIEJO.—Bueno, eso es un poco complicado. Tenía algo que vercon el muerto, el que vivía ahí arriba, en el piso de las sábanas blancas en las ventanas...EL ESTUDIANTE.—¿Y quién era, pues, el muerto?EL VIEJO.—Un hombre como nosotros, pero al que no le cabía lavanidad en el cuerpo... Si usted fuese uno de esos «niños dedomingo», como tendría poderes mágicos, pronto lo vería salir porese portal para contemplar satisfecho la bandera del consulado amedia asta... Era cónsul y le encantaban las coronas, los leones, las

    plumas en los sombreros y las cintas de colores.EL ESTUDIANTE.—¿Ha dicho usted algo de los niños nacidos endomingo?... Pues, precisamente, yo creo que nací en domingo...EL VIEJO.—¡No! ¿Así es que usted...? Debía haberlo supuesto... por elcolor de sus ojos... ¡Pero entonces usted puede ver lo que no ven losdemás! ¿No lo ha notado?EL ESTUDIANTE.—Yo no sé lo que ven los demás, pero a veces..., bueno, ¡de eso no se habla!

    EL VIEJO.—¡Estaba casi seguro! Pero conmigo sí que puede hablar...,porque yo..., yo esas cosas las entiendo...EL ESTUDIANTE.—Ayer, por ejemplo..., me sentí arrastradoirresistiblemente hacia esa calle apartada donde luego se derrumbóla casa..., llegué y me paré delante de un edificio que no había vistonunca... Entonces noté que había una grieta en la fachada, oí cómocrujían las vigas. Eché a correr y cogí a un niño que pasaba junto almuro... Un segundo después se había derrumbado la casa... Estaba a

    salvo, pero en mis brazos, donde yo creía tener el niño, no habíanada...

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    EL VIEJO.—Ya decía yo... Estaba casi seguro... Pero explíqueme unacosa: ¿Qué hacía usted hace un momento gesticulando junto a lafuente? ¿Y por qué hablaba solo?EL ESTUDIANTE.—¿No vio usted que estaba hablando con unalechera?EL VIEJO (aterrorizado).—¿Una lechera?EL ESTUDIANTE.—Sí, claro, la que me dio de beber en el cazo.EL VIEJO.—¿Ah, sí? ¿Así es que era eso?... Bueno, yo no tendré esafacultad de visionario, pero tengo otros poderes...(Aparece una mujer de pelo blanco que se sienta junto a la ventana del

    espejo fisgón.) ¡Mire a la vieja de la ventana! ¿La ve?... ¡Bien! Una vez, hace sesentaaños, fue mi novia... Yo tenía veinte... No tenga miedo, no mereconoce. 'Nos vemos todos los días sin que me produzca la menorimpresión, a pesar de que nos juramos fidelidad eterna. ¡Eterna!EL ESTUDIANTE.—¡Qué po sabían de la vida en sus tiempos! Ahora noles decimos esas cosas a las chicas.EL VIEJO.—Perdone nuestra torpeza, jovencito, pero no teníamos másluces... Pero ¿puede imaginar que esta vieja haya sido joven y bella?

    EL ESTUDIANTE.—

    Parece imposible. Bueno, tiene una hermosamanera de mirar..., aunque no le veo los ojos.(LA PORTERA sale con una cesta y echa por la acera unas ramitas de abeto.) EL VIEJO.—¡La portera!... La señora de negro es hija suya y delmuerto, y por eso consiguió su puesto el marido de la portera...,pero la señora de negro tiene un pretendiente, un noble que esperahacerse rico. El está tramitando la separación, sí, claro, de su mujer,que le va a regalar una casa de piedra para librarse de él. Este

    distinguido pretendiente es yerno del muerto y allí, en aquel balcón,ve su ropa de cama que han sacado a orear... Es un pococomplicado, ¿verdad?EL ESTUDIANTE.—¿Un poco? ¡Horriblemente complicado!EL VIEJO.—Sí, así es, lo mire por donde lo mire, por dentro y porfuera. Aunque parece muy simple.EL ESTUDIANTE.—Entonces, ¿quién es el muerto?EL VIEJO.—Me lo acaba de preguntar y ya le he contestado. Si usted

    pudiese ver lo que hay a la vuelta de la esquina, junto a la escalerade servicio, observaría a un grupo de mendigos a los que él

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    ayudaba... cuando le daba por ahí...EL ESTUDIANTE.—¿Era, pues, un hombre caritativo?EL VIEJO.—Sí..,, a veces.EL ESTUDIANTE.—¿No siempre?EL VIEJO.—¡No,! ¡Los hombres son así! Oiga, caballero, empújeme unpoco la silla hasta el sol. Tengo un frío horrible. Cuando uno no sepuede mover, la sangre se le congela en las venas... Me voy a morirpronto, ya lo sé, pero antes tengo que arreglar unas cositas... Démela mano y verá lo fría que está.EL ESTUDIANTE.—¡Qué barbaridad! (Retrocede.) EL VIEJO.—¡No se vaya! Estoy cansado, estoy solo, pero no he estadosiempre así, ¿sabe? Tengo tras de mí (Una vida infinitamentelarga..., infinitamente... He -hecho sufrir a la gente y la gente me hahecho sufrir a mí, así es que estamos en paz. Pero antes de morirquiero verlo feliz.». Nuestros destinos están entrelazados por lo desu padre... y por algo más...EL ESTUDIANTE.—¡Pero suélteme la mano! Me está quitando lasfuerzas. Me está helando la sangre..., ¿qué quiere usted de mí?EL VIEJO.—Paciencia, ya verá y entenderá... Ahí llega la señorita...

    EL ESTUDIANTE.—

    ¿La hija del coronel?EL VIEJO.—¡Sí! ¡Hija! ¡Mírela!... ¿Ha visto alguna vez una obramaestra parecida?

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    EL ESTUDIANTE.—Se parece mucho a la estatua de mármol de ahídentro...EL VIEJO.—¡Pues claro! ¡Es su madre!EL ESTUDIANTE.—Tiene razón... Jamás vi mujer así nacida de mujer...¡Feliz aquel que logre llevarla al altar y a su hogar!EL VIEJO.—¡Usted la vio!... No todos descubren su belleza... Bueno,¡estaba escrito!

    * (LA JOVEN entra por la izquierda, lleva un traje de montar inglés, andalentamente, sin mirar a nadie, llega a la puerta, se para a decirle unas

     palabras a LA PORTERA y luego entra en la casa.) (EL ESTUDIANTE tapándose los ojos con la mano.) EL VIEJO.—¿Está llorando?EL ESTUDIANTE.—Cuando no hay esperanza sólo queda ladesesperación.EL VIEJO.—Yo puedo abrir puertas y corazones, me bastaría conencontrar un brazo dispuesto a hacer mi voluntad... Sírvame y ledaré poder...EL ESTUDIANTE.—¿Es esto un pacto? ¿Tengo que vender mi alma?

    EL VIEJO.—

    ¡No tiene que vender nada!... Mire, durante toda mi vidano he hecho más que coger. ¡Ahora siento ansias de dar! ¡De dar!Pero nadie quiere aceptar nada de mí... Soy rico, muy rico, y notengo herederos, bueno, sí, un granuja que me está matando adisgustos... Sea usted como un hijo para mí, herédeme en vida,déjeme verlo gozar de la vida, aunque sea de lejos.EL ESTUDIANTE.—¿Qué tengo que hacer?EL VIEJO.—Primero, ¡ir a ver La Valquiria! 

    EL ESTUDIANTE.—Eso ya estaba decidido... ¿Qué más?EL VIEJO.—¡Esta noche estará usted ahí dentro, en el salón redondo!EL ESTUDIANTE.—¿Y cómo voy a entrar?EL VIEJO.—¡Gracias a La Valquiria! EL ESTUDIANTE.—¿Por qué me ha elegido precisamente a mí para sersu instrumento? ¿Me conocía usted de antes?EL VIEJO.—¡Sí, naturalmente! Llevo cierto tiempo observándolo...Pero mire ahora allí, al balcón. La criada está izando la bandera a

    media asta en honor del cónsul... y ahora vuelve la ropa de cama:..¿Ve el edredón azul?... Era para tapar a dos personas, ahora es sólo

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    acercaba su fin, estafó al Estado cincuenta mil coronas... Ahora suhija se ha liado con un hombre casado, cuyo matrimonio ha roto, yse pregunta si la herencia... Ese tunante está oyendo todo lo quedecimos. ¡Bien merecido lo tiene! ¡Que le aproveche!... Aquí está Johansson.(JOHANSSON entra por la izquierda.) EL VIEJO.—¡El informe!(JOHANSSON dice algunas palabras inaudibles.) EL VIEJO.—¡Vaya! ¿Que no estaba en casa? ¡Eres un burro!... ¿Y eltelégrafo? ¡Nada!... ¡Sigue!... ¿Esta tarde a las seis? ¡Está bien!¿Edición especial?... ¡Con el nombre completo! El señor Arkenholz,estudiante, nacido en..., sus padres... ¡Excelente! Me parece que estáempezando a llover... ¿Y qué es lo que dijo?... ¡Vaya, vaya!... ¿Queno quería?... ¡Pues tendrá que querer!... ¡Ahí viene el aristócrata!... Johansson, llévame a la puerta de servicio, quiero oír lo que dicenlos pobres... Y usted, Arkenholz, espéreme aquí..., ¿comprendido?...¡De prisa, de prisa!(JOHANSSON dobla la esquina empujando la silla deruedas. EL

    ESTUDIANTE permanece inmóvil contemplando a LA JOVEN , que está

    removiendo la tierra de las macetas.) 

    EL ARISTÓCRATA (entra, vestido de luto, y se dirige a LA SEÑORA VESTIDADE NEGRO , que ha estado yendo y viniendo por la acera).—Bueno, no haynada que hacer... Tenemos que esperar.LA SEÑORA.—Yo no puedo esperar.EL ARISTÓCRATA.—¿Ah, no? ¡Entonces vete al campo!LA SEÑORA.—No quiero ir al campo.

    EL ARISTÓCRATA.—Ven hacia aquí, si no van a oír lo que hablamos.(Van hacia la columna de los carteles y allí continúan su conversación,inaudible para el público.) 

    *  JOHANSSON (entra por la derecha; al ESTUDIANTE).—El patrón le pideque no se olvide de lo otro.EL ESTUDIANTE (lentamente).—Oye..., dime una cosa: ¿quién es tupatrón?

     JOHANSSON.—¡El patrón! Es tantas cosas... Ha sido de todo.EL ESTUDIANTE.—¿Está bien de la cabeza?

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     JOHANSSON.—¿Qué quiere decir eso? Se ha pasado la vida buscandoun «niño de domingo»..., bueno, eso es lo que él dice, pero puede noser cierto...EL ESTUDIANTE.—Pero ¿qué busca? ¿Es avaro? JOHANSSON.—Busca el poder, mandar... Anda todo el día ! dandovueltas en su silla de ruedas como si fuese el mismísimo dios Thoren su carro. Echa el ojo a las casas, las derriba, abre calles, construyeplazas. Pero también entra en las casas, por la fuerza deslizándosefurtivamente por las ventanas, juega con el destino de la gente, mataa sus enemigos y no perdona jamás... ¿Sabe usted que ese cojito hasido un Don Juan? Claro que luego siempre lo han dejado lasmujeres.EL ESTUDIANTE.—¿Cómo se entiende eso? JOHANSSON.—Mire, es tan zorro que se las arregla para que lasmujeres lo dejen cuando ya se ha cansado de ellas... Ahora es comoun cuatrero en la feria de los hombres y se dedica a robar sereshumanos de múltiples formas... A mí me sacó literalmente de manosde la justicia... Yo había tenido un desliz, hmm, y él era el único quelo sabía. En lugar de mandarme a la cárcel, me convirtió en su

    siervo. Y ahora trabajo como un negro sólo por la comida, queademás no es nada del otro mundo...EL ESTUDIANTE.—Entonces, ¿qué es lo que quiere hacer en esta casa? JOHANSSON.—Mire, ¡yo eso no se lo puedo decir! ¡Es tan complicado!EL ESTUDIANTE.—Me parece que va a ser mejor que deje este lío..." JOHANSSON.—Mire, a la señorita se le ha caído la pulsera por laventana...(LA JOVEN ha dejado caer la pulsera por la ventana abierta.) 

    (EL ESTUDIANTEse acerca lentamente, recoge la pulsera y se la alcanza aLA JOVEN , que le da las gracias secamente. EL ESTUDIANTE vuelve al ladode JOHANSSON.) JOHANSSON.—Así es que piensa abandonar el asunto... No crea quele va a ser fácil, porque cuando él coge a alguien en sus redes... Y noteme a nada de este mundo! Bueno, sí, una cosa, o mejor dicho, auna persona...EL ESTUDIANTE.—¡Espere! ¡No me lo diga!... Creo que sé a quién.

     JOHANSSON.—¿Cómo va usted a saberlo?EL ESTUDIANTE.—¡Adivinándolo! ¿No es... a una niña..., a una

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    lechera, a quien teme? JOHANSSON.—Siempre que nos cruzamos con el carro de la lecheasevuelve de espalda... y habla en sueños... Parece que una vez estuvoen Hamburgo...EL ESTUDIANTE.—¿Se puede creer a un hombre así? JOHANSSON.—¡Se le puede creer... capaz de todo!EL ESTUDIANTE.—¿Qué estará haciendo ahí, a la vuelta de la esquina? JOHANSSON.—Escuchar a los pobres... Deja caer una palabrita, quitauna piedrecita de aquí, luego otra de allí, hasta que se hunde lacasa... Es una metáfora, claro... Yo antes era librero y soy unapersona instruida, ¿sabe?... ¿Va a abandonar ahora?EL ESTUDIANTE.—No me gusta ser desagradecido... Este hombresalvó a mi padre una vez y todo lo que me pide a cambio es unpequeño favor... JOHANSSON.—¿Qué favor?EL ESTUDIANTE.—Que vaya a ver La Valquiria...  JOHANSSON.—No lo entiendo... Pero siempre tiene nuevasocurrencias... Mírele ahí, hablando con un policía..., siemprerondando a los policías. Los utiliza, los implica en sus asuntos, los

    mantiene ligados a él con falsas promesas y esperanzas vanas,mientras les saca la información que le interesa... ¡Ya verá comoantes de que caiga la noche será recibido en el salón redondo!EL ESTUDIANTE.—¿Qué es lo que busca ahí dentro? ¿Qué relacióntiene con el coronel? JOHANSSON.—Me la imagino, aunque no sé nada. Ya lo verá con suspropios ojos, cuando entre usted ahí...EL ESTUDIANTE.—¡Nunca podré entrar ahí!

     JOHANSSON.—¡Eso depende de usted!... Vaya a ver La Va lquiria... EL ESTUDIANTE.— ,¿Es ése el método? JOHANSSON.—Sí, ¡cuando él se lo ha dicho...! Mire, mírelo ahí en sucarro de combate, arrastrado en triunfo por los mendigos, que novan a recibir ni un céntimo. Sólo una vaga alusión a que les caeráalgo el día de su entierro.EL VIEJO (entra, de pie en la silla de ruedas, arrastrada por UN MENDIGO yseguido por otros).—¡Gloria al noble joven que, jugándose la vida,

    salvó la de tantas personas en la catástrofe de ayer! ¡Viva Arkenholz!(Los MENDIGOS se destocan, pero no lanzan «burras». LA JOVEN en la

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    ventana, agita un pañuelo. EL CORONEL mira desde su ventana. LA VIEJAse pone de pie. LA CRIADA sale al balcón a izar la bandera que estaba amedia asta.) EL VIEJO.—¡Aplaudid, ciudadanos! Sí, ya sé que es domingo, pero el burro en el pozo y la espiga en el campo nos dan su absolución. Yaunque yo no soy un «niño de domingo», poseo el don de laadivinación y el arte de la medicina... Una vez logré devolverle lavida a un ahogado... Sí, fue en Hamburgo un domingo por lamañana, como ahora...(Entra LA LECHERA. La ven únicamente EL ESTUDIANTE y EL VIEJO. Ellaalza los brazos al aire como si estuviese ahogando y clava su mirada en ELVIEJO.)EL VIEJO (se sienta y luego se derrumba aterrorizado).— ¡Johansson!¡Sácame de aquí! ¡De prisa!... ¡Arkenholz, no olvide La Valquiria! EL ESTUDIANTE.—¿Y esto qué es? JOHANSSON.—¡Ya veremos! ¡Ya veremos!

    TELÓN

    En el salón redondo. Al fondo, una estufa de azulejos blancos con espejo, un

    reloj de péndulo y candelabros. A la derecha, el vestíbulo que deja ver unahabitación pintada de verde con muebles de caoba. A la izquierda,

    sombreada por unas palmas, la estatua, que puede taparse con una cortina.

     A la izquierda, al fondo, puerta a la habitación de los jacintos, donde LA JOVEN está sentada leyendo. Vemos al CORONEL , de espaldas, sentado,escribiendo, en la habitación verde. BENGTSSON , el criado, entra, de librea, con JOHANSSON , que va de frac ycorbata blanca. Vienen del vestíbulo. 

    BENGTSSON.—Tú servirás la mesa, Johansson, y yo mientras recogerélos abrigos. No será la primera vez que sirves, ¿verdad? JOHANSSON.—Como sabes, durante el día empujo el carro decombate por las calles, pero por la noche sirvo la mesa cuandotenemos invitados... Siempre he vivido con el sueño de entrar enesta casa... Son gente rara, ¿no?BENGTSSON.—Sí. Un poco fuera de lo común, podríamos decir. JOHANSSON.—Y esta noche, ¿qué va a haber, una velada musical o

    qué?BENGTSSON.—Es la habitual cena de los espectros, como la llamamos

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    nosotros. Toman té sin decir una palabra o bien el coronel pronunciasu monólogo. Y mordisquean las pastas todos a la vez, así es quesuenan como las ratas de una buhardilla. JOHANSSON.—¿Por qué la llamáis la cena de los espectros?BENGTSSON.—Porque todos parecen espectros... Y llevan así veinteaños, siempre las mismas personas, diciendo siempre lo mismo. Ocallándose para no tener que avergonzarse de su conducta. JOHANSSON.—¿No está la señora de la casa?BENGTSSON.—Sí, claro, pero, está loca. Se pasa la vida metida en unropero, porque sus ojos no soportan la luz... Está ahí dentro... (Señalauna puerta falsa que hay en la pared.)  JOHANSSON.—¿Ahí dentro?BENGTSSON.—Sí, ya te he dicho que son gente un poco fuera de locomún... JOHANSSON.—¿Cómo es?BENGTSSON.—Como una momia..., si quieres verla... (Abre la puerta falsa.) ¡Mira, ahí la tienes! JOHANSSON.—¡Dios mío!...LA MOMIA (gorjeando como un niño).—¿Por qué abres la puerta? ¿No

    te he dicho que tiene que estar cerrada?BENGTSSON (le ha bla como a un bebé).—¡Ta, ta, ta, ta! ¡Y ahora el lorito bonito será buenecito y le daremos su terroncito!... ¡Lorito, loritoreal!LA MOMIA (como un loro).—¡Lorito real! ¿Está Jacobo ahí? ¿Está ellorito ahí? Lorito..., currrre..., crrr...BENGTSSQN.—Cree que es un loro y tal vez lo sea... - (A LA MOMIA.) ¡Polly, sílbanos un poco!

    (LA MOMIA silba.)  JOHANSSON.—¡He visto muchas cosas en mi vida, pero nunca nadaparecido!BENGTSSON.—Mira, cuando una casa envejece, se llena de moho, ycuando las personas llevan mucho tiempo encerradas,martirizándose mutuamente, entonces se vuelven locas. Esta mujer,la señora de la casa —¡cállate, Polly!— , esta momia ha vivido aquícuarenta años con el mismo marido, los mismos muebles, los

    mismos parientes, los mismos amigos... (Cierra la puerta del ropero deLA MOMIA.) Y de lo que ha ocurrido aquí en esta casa... no tengo ni

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    idea... ¡Mira la estatua!... ¡Es la señora de joven! JOHANSSON.—¡Dios mío! ¿Esa es... la momia?BENGTSSON.—¡Sí! ¡Es para echarse a llorar!... Y la señora, impulsadapor la fuerza de la imaginación o por lo que sea, ha ido adquiriendoalgunas de las rarezas del locuaz pájaro..., por eso no aguantainválidos ni enfermos... No aguanta ni a su propia hija. Como estáenferma... JOHANSSON.—¿Está enferma la señorita?BENGTSSON.—¿No lo sabías? JOHANSSON.—¡No!... Y el coronel, ¿quién es?BENGTSSON.—¡Ya lo verás! JOHANSSON (contemplando la escena).—Es terrible pensar... ¿Cuántosaños tiene ahora la señora?BENGTSSON.—Nadie lo sabe..., pero dicen que cuando tenía treinta ycinco representaba diecinueve y que convenció al coronel de que lostenía... aquí, en esta casa... ¿Sabes para qué emplean ese biombo japonés negro que hay al lado del diván?... Lo llaman el biombo dela muerte porque, cuando alguien va a morir, lo colocan delante dela cama... como en los hospitales...

     JOHANSSON.—

    ¡Qué espanto de casa!... Y pensar que el estudianteestaba deseando entrar en ella como si fuese el paraíso...

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    BENGTSSON.—¿Qué estudiante? ¡Ah, sí! El que va a venir estanoche... El coronel y la señorita se lo encontraron en la ópera yambos quedaron encantados con él... ¡Hmmm! Y ahora me tocapreguntar a mí: ¿quién es tu patrón? ¿El señor de la silla deruedas...? JOHANSSON.—Sí, ése... ¿También va a venir él?BENGTSSON.—Invitado no está. JOHANSSON.—¡Pues vendrá sin invitación! ¡Si es sólo por eso...!

    * (EL VIEJO aparece en el vestíbulo, con levita , sombrero de copa y muletas. Sedesliza sigilosamente y se para a escuchar:) BENGTSSON.—Es un granuja redomado, ese viejo, ¿verdad? JOHANSSON.—¡No lo sabes tú bien!BENGTSSON.—¡Parece el mismísimo Satanás! JOHANSSON.—¡Y también es brujo!. Entra sin tener que abrir laspuertas...EL VIEJO (avanza, da un tirón de orejas a JOHANSSON).— ¡Sinvergüenza!¡Ándate con cuidado! (A BENGTSSON.) ¡Anuncia mi visita al coronel!BENGTSSON.—Estamos esperando invitados...

    EL VIEJO.—

    ¡Ya lo sé! Pero puedo decirle que casi esperan mi visita,aunque no la deseen...BENGTSSON.—Si es así... Su nombre, por favor... ¡El señor Hummel!EL VIEJO.—¡El mismo, sí!(BENGTSSON sale por el vestíbulo y entra en la habitación verde cerrando la puerta.) 

    *EL VIEJO (a JOHANSSON).—¡Vete de aquí!

    (JOHANSSON duda)EL VIEJO.—¡Que te vayas!(JOHANSSON sale por el vestíbulo.) 

    *  EL VIEJO (inspecciona la habitación y se detiene delante de la estatua, profundamente asombrado).—¡Amalia! ... ¡Es ella!... ¡Ella! (Da una vuelta por la habitación tocando algunos objetos. Se arregla la peluca delante del

    espejo. Vuelve al lado de la estatua.) 

    LA MOMIA (desde dentro del ropero).—¡Lorito, lorito real!EL VIEJO (sobresaltándose).—¿Qué es esto? ¿Hay un loro en el cuarto?

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    Pues yo no lo veo.LA MOMIA.—¿Está ahí Jacobo?EL VIEJO.—¡Aquí hay fantasmas!LA MOMIA.—¡Jacobo!EL VIEJO.—¡Tengo miedo!... ¡Así es que éstos son los secretos queescondían en esta casa! (Contempla un cuadro, de espaldas al ropero.) ¡Esél!... ¡El!LA MOMIA (sale del ropero, se acerca al VIEJO por detrás y le quita la peluca).—Caín..., crrr... ¿Etes tú?... Currre..., crrr...EL VIEJO (da un salto).—¡Válgame Dios! ¿Quién eres?LA MOMIA (con voz humana).—¿Eres Jacobo?EL VIEJO.—Me llamo Jacobo, ciertamente...,LA MOMIA (emocionada).—¡Y yo Amalia!EL VIEJO.—¡No, no, no!... ¡Dios mío...!LA MOMIA.—Que aspecto tengo, ¿verdad? ¡Sí, así soy ahora!... ¡Y asíhe sido!... Es muy edificante vivir... Yo ahora vivo prácticamente enel ropero, para no ver y para que no me vean... Y tú, Jacobo, ¿quéandas buscando por aquí?EL VIEJO.—¡Busco a mi hija! A nuestra hija...

    LA MOMIA.—

    Ahí está.EL VIEJO.—¿Dónde?LA MOMIA.—Ahí, en la habitación de los jacintos.EL VIEJO (mirando a LA JOVEN).—¡Sí, es ella! (Pausa.) ¿Y qué dice supadre? Bueno, me refiero al coronel..., tu marido.LA MOMIA.—Una vez que me enfadé con él, le conté todo...EL VIEJO.—Y él entonces...LA MOMIA.—No me creyó. Me contestó: «Eso es lo que suelen decir

    las mujeres cuando quieren asesinar a su marido.» De todas formas,fue un crimen terrible el que cometimos. Su vida es una purafalsedad, lo mismo que su árbol genealógico. A veces, leyendo ellibro de la nobleza, pienso: ella va por el mundo con una partida denacimiento falsa, como hacen las criadas, y eso se castiga con lacárcel.EL VIEJO.—Muchos lo hacen. Creo recordar que la tuya llevaba unafecha de nacimiento falsa...

    LA MOMIA.—Fue mi madre la que me enseñó... ¡No fue culpa mía!...Sin embargo, tú eres el verdadero causante-de nuestro crimen...

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    EL VIEJO.—¡No! ¡Fue tu marido el que lo provocó, cuando me quitóla novia!... Yo soy de los que no perdonan hasta no haber hechopagar al culpable. Mi naturaleza me lo impide... Lo tomaba comouna obligación sagrada... ¡y aún lo sigo haciendo!LA MOMIA.—¿Qué buscas en esta casa? ¿Qué quieres? ¿Cómo haslogrado entrar?... ¿Es por mi hija? Si la tocas, morirás.EL VIEJO.—¡Sólo quiero su bien!LA MOMIA.—¡Pero tienes que perdonar a su padre!EL VIEJO.—¡No!LA MOMIA.—Entonces, morirás. En esta habitación, detrás de ese biombo.EL VIEJO.—Si no hay más remedio... Pero cuando clavo los dientes enuna presa, no la suelto...LA MOMIA.—Quieres casarla con el estudiante, ¿por qué? Es un donnadie y no tiene un céntimo.EL VIEJO.—¡Yo lo haré rico!LA MOMIA.—¿Estás invitado a cenar?EL VIEJO.—¡No, pero ya me las arreglaré para que me inviten a lacena de los espectros!

    LA MOMIA.—

    ¿Sabes quiénes vienen?EL VIEJO.—No muy bien.LA MOMIA.—El barón..., el que vive en el piso de arriba y a cuyosuegro enterraron esta mañana...EL VIEJO.—Ese que se va a divorciar para casarse con la hija de laportera... ¡Ese que fue tu... amante!LA MOMIA.—Y vendrá también tu antigua novia, la que sedujo mimarido...

    EL VIEJO.—¡Vaya colección!LA MOMIA.—¡Dios mío, si al menos pudiésemos morir! ¡Sipudiésemos morir!EL VIEJO.—¿Por qué os seguís viendo?LA MOMIA.—¡Nos atan crímenes, secretos y culpas!.. Hemos reñido ynos hemos separado, ¡ay!, tantísimas veces, pero siempre volvemosa reunimos...EL VIEJO.—Creo que viene el coronel...

    LA MOMIA.—Entonces yo me voy con Adela... (Pausa.) ¡Jacobo,piensa en lo que haces! Perdónalo...

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    (Pausa. Ella sale.) *

    EL CORONEL (entra, frío, reservado).—Tome asiento, por favor.(EL VIEJO se sienta lentamente.)(Pausa.) EL CORONEL (mirándolo fijamente).—¿Es usted el autor de esta carta?EL VIEJO.—¡Sí!EL CORONEL.—¿Es, pues, el señor Hummel?EL VIEJO.—¡Sí!(Pausa.) EL CORONEL.—Bueno, ya sé que usted ha comprado todos mispagarés y que, por tanto, me tiene en sus manos. ¿Qué quiere ustedde mí?EL VIEJO.—Quiero cobrar... de alguna manera.EL CORONEL.—¿De qué manera?EL VIEJO.—De una muy sencilla... No hablemos de dinero..., bastacon que me admita en su casa... como invitado.EL CORONEL.—Si no es más que eso...EL VIEJO.—¡Gracias!

    EL CORONEL.—

    ¿Y después?EL VIEJO.—¡Despida a Bengtsson!EL CORONEL.—¿Por qué lo voy a despedir? Mi criado de confianza,un hombre que lleva conmigo toda la vida..., condecorado con lamedalla del Mérito Patriótico por su leal servicio a la patria..., ¿porqué voy a despedirlo?EL VIEJO.—Esas virtudes sólo existen en su fantasía... ¡El no es lo queaparenta!

    EL CORONEL.—¿Y quién lo es?EL VIEJO (vacila).—¡Muy cierto! ¡Pero Bengtsson tiene que salir deaquí!EL CORONEL.—¿Es que pretende mandar en mi propia casa?EL VIEJO.—¡Sí, claro! Al fin y al cabo soy el dueño de todo lo que hayen ella..., muebles, cortinas, vajillas, ropa blanca... y otras cosas.EL CORONEL.—¿Qué otras cosas?Eí VIEJO.—¡Todo! ¡Soy el dueño de todo lo que hay aquí! ¡De todo!

    EL CORONEL.—¡Bien, sí, es .suyo! ¡Pero mi título y mi buenareputación seguirán siendo míos!

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    EL VIEJO.—¡No! ¡Ni siquiera eso! (Pausa.) ¡Usted no es noble!EL CORONEL.—¿Que no...? ¿Cómo se atreve?EL VIEJO (sacando un pa pel).—Mire este papel, es una copia de unapágina del registro nobiliario. Léalo y verá que el linaje cuyo títuloostenta lleva más de cien años extinguido.EL CORONEL (leyendo el papel).—Es verdad que he oído rumores deesa especie, pero yo heredé el título de mi padre... (Leyendo.) Escierto. ¡Tiene usted razón!... ¡No soy noble!... ¡Ni siquiera eso!Entonces me quitaré el anillo con mi sello... Es verdad, también essuyo... ¡Ahí lo tiene!EL VIEJO (guardándose el anillo).—Sigamos, pues... ¡Usted tampoco escoronel!EL CORONEL.—¿Que no soy...?EL VIEJO.—¡No! Usted tuvo el grado de coronel en el cuerpo devoluntarios norteamericano, pero a raíz de la guerra de Cuba y lareorganización del ejército todos esos antiguos grados han sidoanulados...EL CORONEL.—¿Es eso cierto?EL VIEJO (se lleva la ma no al bolsillo).—¿Quiere leerlo?

    EL CORONEL.—

    ¡No, no hace falta!... ¿Quién es usted para arrogarse elderecho de desnudarme a mí de esta manera?EL VIEJO.—¡Ya lo verá! Y ya que hablamos de desnudar..., ¿sabeusted quién es?EL CORONEL.—¿Cómo se atreve? Vergüenza debería darle...EL VIEJO.—Quítese la peluca y mírese al espejo. ¡Ah! Y sáquese antesla dentadura postiza, y afeítese el bigote, y pídale a Bengtsson que lesuelte ese corsé de hierro que lleva. Veremos si en la imagen no se

    reconoce el criado XYZ, el que hacía la corte a una cocinera paracomer de gorra.(EL CORONEL va a coger la campanilla que hay sobre la mesa.) EL VIEJO (se le adelanta).—¡No toque la campanilla! No se le ocurrallamar a Bengtsson, porque entonces les mandaría detener... ¡Yallegan los invitados! ¡Y ahora calma, mucha calma, y sigamosrepresentando nuestros papeles de siempre!EL CORONEL.—¿Quién es usted? Reconozco esa mirada y el tono de

    voz...EL VIEJO.—¡Nada de indagaciones! ¡Usted, a callar y a obedecer!

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     * 

    EL ESTUDIANTE (entra, le hace una inclinación de cabeza al CORONEL).—¡Señor coronel!EL CORONEL.—¡Bienvenido a esta casa, joven! La valerosa conductaque tuvo en la catástrofe de ayer ha puesto su nombre en labios detodo el mundo. Considero un gran honor recibirlo en mi casa...EL ESTUDIANTE.—Señor coronel, mi humilde origen... Su ilustrenombre y su noble cuna...EL CORONEL.—Permítanme que los presenta..., el señor Hummel,director...; el señor Arkenholz, estudiante... ¿Le importaría pasar asaludar a las señoras? El señor Hummel y yo tenemos que hablar unpoco...(EL ESTUDIANTE pasa siguiendo la indicación del CORONEL , a la habitaciónde los jacintos. Allí se queda a la vista del público, de pie, hablando

    tímidamente con LA JOVEN.)EL CORONEL.—Un joven excepcional, le encanta la música, canta,escribe poesía... Si fuese noble y de mi mismo rango, yo no tendría

    nada en contra... bueno...EL VIEJO.—¿En contra... de-qué?EL CORONEL.—De que mi hija...EL VIEJO.—¡Su hija!... A propósito, ¿por qué está siempre metida ahídentro?EL CORONEL.—Cuando no anda por ahí fuera, se empeña en estar enla habitación de los jacintos. Tal vez una manía... Aquí tenemos a laseñorita Beata von Holsteinkrona..., una mujer encantadora..., de

    familia noble y con una renta acorde a su posición social...EL VIEJO (aparte).—¡Mi novia!* 

    (Entra LA NOVIA , que tiene el pelo blanco y aspecto de loca.) EL CORONEL.—La señorita Holsteinkrona..., el señor Hummel...(LA NOVIA hace una ligera reverencia y se sienta.) 

    *  (Entra EL ARISTÓCRATA , misterioso, de luto, y se sienta .) 

    EL CORONEL.—El barón Skanskorg...EL VIEJO (aparte, sin levantarse).—Me parece que es el ladrón de

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     joyas... (Al CORONEL.) Traiga a la momia para completar lacolección...EL CORONEL (en la puerta de la habitación de los jacintos).—¡Polly!LA MOMIA (entrando).—Currrre..., crr..., crrr...EL CORONEL.—¿Quiere que vengan también los jóvenes?EL VIEJO.—¡No! ¡Los jóvenes, no! Vamos a ahorrarles este trago...(Se sientan todos en un círculo, mudos.)

    *

    EL CORONEL.—¿Mando servir el té?EL VIEJO.—¿Para qué? A nadie le gusta el té. Dejémonos, pues, dehipocresías.EL CORONEL.—Entonces, ¿quiere que conversemos?EL VIEJO (lentamente y con pausas).—¿De qué? ¿Del tiempo, que todosconocemos? ¿De nuestros achaques, que ya estamos aburridos derepetir? Prefiero el silencio que nos permite oír los pensamientos yver el pasado. El silencio no puede ocultar nada..., las palabras sí. Elotro día leí que los diferentes idiomas surgieron entre los pueblos

    primitivos de la necesidad de cada tribu de ocultar sus secretos a lasotras, tos idiomas son, pues, códigos secretos y el que encuentra laclave comprende todos los idiomas del mundo. Claro que tambiénhay secretos que se pueden descubrir sin ayuda de una clave, sobretodo cuando es la paternidad lo que hay que demostrar. La pruebaante el tribunal es otra cosa. Dos falsos testigos, si sus testimoniosconcuerdan, constituyen una prueba concluyente. Aunque en lasaventuras a que me refiero no se suele llevar testigos. La naturaleza

    ha dotado al ser humano de un sentimiento de pudor que trata deocultar lo que tiene que ocultarse. Sin embargo, nos vamosmetiendo, sin querer, en determinadas situaciones, y a veces sepresenta la ocasión en que se desentierran los secretos más ocultos,en que se arranca la máscara del rostro del estafador, en que sedescubre al bandido...(Pausa. Todos se contemplan mutuamente en silencio.) ¡Qué silencio!

    (Largo silencio.) Y Aquí, por ejemplo, en esta respetable casa, en este hermoso hogar

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    donde se funden la belleza, la cultura y la riqueza...(Largo silencio.) Todos los que estamos aquí sabemos muy bien quiénes somos..., ¿noes cierto?..., no hace falta que lo diga..., y todos me conocéis muy bien, aunque aparentáis ignorarlo... Ahí dentro está mi hija, mi hija,también eso lo sabéis... Ella había perdido las ganas de vivir, sinsaber por qué... se estaba marchitando en este ambiente en que sólose respiran crímenes, estafas y todo tipo de hipocresía... Por eso le he buscado un amigo en cuya compañía pueda sentir la luz y el calorque desprende una acción noble...(Largo silencio.) Esta es mi misión en esta casa: arrancar las malas hierbas, sacar loscrímenes a la luz, saldar las cuentas, para que los jóvenes puedanempezar una nueva vida en esta mansión, que yo les he regalado.(Largo silencio.) Ahora les doy la oportunidad de salir libremente de aquí, a todos ya cada uno, en orden. ¡El que se quede irá a la cárcel!(Largo silencio.) ¿Oyen el tic-tac del reloj? Parece el reloj de la muerte, esa carcoma

    que anuncia la muerte. ¿Oyen lo que dice? «La ho-ra, la ho-ra...»Cuando suenen las campanadas, dentro de un momento, habrállegado vuestra hora. Entonces, y no antes, os podréis marchar. Peroella siempre avisa antes de dar su golpe... ¡Escuchad! Os estáavisando: «Puede dar la hora.» Y yo también puedo golpear...(Da un golpe con la muleta sobre la mesa.) ¿Oyen?(Silencio.) 

    LA MOMIA (va hasta el reloj y lo para. Después, clara y seriamente).—Peroyo puedo detener el curso del tiempo.:., puedo aniquilar el pasado,puedo deshacer lo hecho. Pero no con sobornos ni con amenazas...,sino mediante el dolor y el arrepentimiento... - (Se acerca a l VIEJO.) Nosotros somos una pobre gente, y lo sabemos. Hemos obrado mal,nos hemos equivocado, como todo el mundo. No somos lo queaparentamos, porque nosotros, que abominamos nuestras faltas,somos, en el fondo, mejores que nosotros mismos. Pero el que tú,

     Jacobo Hummel, entres aquí, bajo nombre falso, con la pretensión deerigirte en nuestro juez, demuestra que eres peor que nosotros,

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    pobres criaturas. ¡Tú tampoco eres el que aparentas ser!... Eres unladrón de seres humanos. Yo ya fui una vez víctima de tus falsaspromesas. Tú mataste al cónsul que enterraron hoy..., lo ahogastecon sus pagarés. Te has apoderado del estudiante atándolo a ti conuna deuda falsa, porque su padre nunca te debió un céntimo...(EL VIEJO ha tratado de levantarse y tomar la pa labra, pero se derrumba enla silla y allí queda encogido. Durante el resto de la escena irá encogiéndose

    cada vez mas.)

    LA MOMIA.—Pero hay algo oscuro en tu vida,' algo que no conozco bien... ¡Y creo que Bengtsson lo sabe!(llama con la campanilla.) EL VIEJO.—¡No, Bengtsson, no! ¡El no!LA MOMIA.—¿Ah, sí? ¡Entonces él lo sabe! (Vuelve a llamar.)(Aparece LA LECHERA en la puerta del vestíbulo, invisible para todos,excepto para EL VIEJO , que queda aterrado. Al entrar BENGTSSON , LALECHERA desaparece.) LA MOMIA.—Bengtsson, ¿conoce usted a este señor?BENGTSSON.—Sí, lo conozco. Y él a mí. Como bien sabemos, losaltibajos son frecuentes en la vida. Yo he estado a su servicio, y él, en

    otros tiempos, al mío. Se pasó dos años enteros haciéndole la corte ami cocinera para sacarle la mejor comida... Como él se marchaba alas tres, ella preparaba la cena a las dos, y mi familia tenía que tomarla cena recalentada por culpa de ese animal...,"además se bebía elcaldo, que , luego había que alargar con agua..., allí estaba, en lacocina, chupándonos la sangre como un vampiro. Nos quedamoshechos unos esqueletos... Y aún estuvo a punto de conseguir que nosmetiesen en la cárcel, cuando acusamos a la cocinera de ladrona.

    Años más tarde, me topé con él en Hamburgo. Bajo nombre falso sededicaba a la usura, o, mejor dicho, a chupar la sangre a la gente.Allí fue acusado de haber llevado a una niña con engaños a pasearsobre el mar helado para luego ahogarla. Parece que la niña habíapresenciado un crimen que él temía que se descubriera...LA MOMIA (pasa la mano sobre el rostro del VIEJO).— ¡Ese eres tú!¡Danos ahora mismo los pagarés y el testamento!(JOHANSSON aparece en la puerta del vestíbulo y contempla la escena con

     profundo interés: ahora va a quedar libre de la esclavitud. EL VIEJO saca un fajo de papeles y lo tira sobre la mesa.) 

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    LA MOMIA (acariciándole la espalda a l VIEJO).—¡Lorito, lorito real! ¿Estáahí Jacobo?EL VIEJO (como un loro).—¡Jacobo está aquí!... Cacatúa..., túa, túa.LA MOMIA.—¿Puede dar la hora el reloj?EL VIEJO (cloqueando).—¡El reloj puede dar la hora! (Imitando un relojde cu-cú.) ¡Cu-cú, cu-cú, cu-cú!...LA MOMIA (abriendo la puerta del ropero).—¡Ya ha sonado la hora!...Levántate y métete en el ropero donde me he pasado veinte añosllorando nuestro crimen... Del techo cuelga una cuerda que puederepresentar la que tú utilizaste para ahogar al cónsul del piso dearriba y con la que intentabas estrangular a tu benefactor... ¡Anda!(EL VIEJO entra en el ropero.) LA MOMIA (cierra la puerta).—¡Bengtsson! ¡Ponga el biombo delantede esa puerta! ¡El biombo de la muerte!(BENGTSSON coloca el biombo delante de la puerta.) LA MOMIA.—¡Todo está consumado!... ¡Dios tenga piedad de sualma! TODOS.—¡Amén!(Largo silencio.) 

    *

    (En la habitación de los jacintos, LA JOVEN acompaña al arpa la recitacióndel ESTUDIANTE.)(Canción tras un preludio.)

    Vi el sol, y me parecióhaber visto al Oculto.Los hombres se deleitan con el fruto de sus obras.

    Feliz aquel que practica el bien.El acto cometido por impulso de la irano podrás repararlo con la maldad.Consuela con tu bondadal que has apenado y serás recompensado.El que no ha cometido ningún mal no teme a nadie.Es hermoso ser inocente.

    Habitación decorada en un estilo bastante extraño, con motivos orientales.Por todas partes, jacintos de todos los colores. En la repisa de la estufa de

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    azulejos hay una gran figura de Buda que sostiene en sus rodillas un bulbo

    de ascalonia del que sale un tallo coronado por una esfera de florecitasblancas estrelladas.  Al fondo, a la derecha , puerta que da al salón redondo, donde vemos al

    CORONEL y a L A MOMIA sentados en silencio y sin hacer nada. Se vetambién un trozo del biombo de la muerte. A la izquierda, puerta que

    conduce a la antecocina y a la cocina. EL ESTUDIANTE y LA JOVEN (Adela) junto a la mesa. Ella sentada ante elarpa y él de pie. LA JOVEN.—¡Cante ahora a mis flores!EL ESTUDIANTE.—¿Es ésta la flor de su alma?LA JOVEN.—¡La única! ¿Le gustan los jacintos?EL ESTUDIANTE.—¡Más que ninguna otra flor! Me encanta la figuravirginal que surge esbelta y recta del bulbo, ese bulbo que descansasobre el agua hundiendo en el líquido incoloro sus blancas ylímpidas raíces. Me gustan sus colores: el blanco impoluto de lanieve, el suave dorado de la miel, el rosa juvenil, el rojo maduro,pero el que prefiero entre todos es el azul, el azul del rocío, el deunos ojos profundos, el azul de la fidelidad... Amo los jacintos más

    que el oro y las perlas. Los he amado desde niño, y los he admiradoporque poseen todas las buenas cualidades que a mí me faltan... Sinembargo...LA JOVEN.—¿Qué?EL ESTUDIANTE.—Mi amor no es correspondido, porque «esashermosas flores me odian...LA JOVEN.—¿Y cómo es eso?EL ESTUDIANTE.—Su perfume, fuerte y puro por efecto de los

    primeros vientos primaverales que vienen por donde se funden lasnieves, trastorna mis sentidos, me ensordece, me deslumbra, meexpulsa de la habitación, me dispara flechas envenenadas que medesgarran el corazón y me abrasan la cabeza. ¿Conoce usted laleyenda de esta flor?LA JOVEN.—No. ¡Cuéntemela!EL ESTUDIANTE.—SÍ  , pero antes le explicaré su significado. El bulbo,que flota en el agua o se hunde en el humus, es la Tierra. De él surge

    el tallo, recto como el eje del mundo, el tallo en cuya cima se abrenlas flores, sus estrellas de seis puntas.

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    LA JOVEN.—¡Sobre la Tierra, las estrellas! ¡Oh, es grandioso! ¿Dedónde lo ha sacado? ¿Dónde lo ha visto?EL ESTUDIANTE.—Déjeme pensar... ¡En sus ojos! Es, pues, una imagendel Cosmos... Por eso está Buda ahí sentado con el bulbo, que es laTierra, observándolo atentamente, como incubándolo con sumirada, para verlo crecer y crecer hacia lo alto hasta convertirse enun cielo... ¡La transformación de la pobre tierra en cielo! ¡Eso es loque está esperando Buda!LA JOVEN.—Ahora lo entiendo..., ¿no son también los copos de nieveestrellas de seis puntas como la flor del jacinto?EL ESTUDIANTE.—¡Así es!... Los copos de nieve son estrellas quecaen...LA JOVEN.—Y el galanto es una estrella de nieve... nacida de la nieve.EL ESTUDIANTE.—Pero Sirio, que es la estrella más grande y hermosadel firmamento, es roja y amarilla. Es el narciso con su cáliz rojo yamarillo y sus seis rayos blancos...LA JOVEN.—¿Ha visto la ascalonia en flor?EL ESTUDIANTE.—¡Sí, claro que la he visto!... Sus flores forman una bola, una esfera que parece el globo celeste sembrado de blancas

    estrellas...LA JOVEN.—¡Dios mío! ¡Qué grandioso! ¿De quién ha sido esa idea?EL ESTUDIANTE.—¡Tuya!LA JOVEN.—¡Tuya!EL ESTUDIANTE.—¡Nuestra!... Hemos dado a luz algo juntos» estamoscasados...LA JOVEN.—Aún no...EL ESTUDIANTE.—¿Qué es lo que falta?

    LA JOVEN.—¡La espera, las tribulaciones, la paciencia!EL ESTUDIANTE.—¡Bien! ¡Ponme a prueba! (Pausa.) Oye, ¿por quéestán tus padres ahí dentro tan callados, sin decir una palabra?LA JOVEN.—Porque no tienen nada que decirse, porque el uno nocree lo que le dice el otro. Mi padre lo formuló así: ¿Para quéqueremos hablar si ya no podemos engañarnos?EL ESTUDIANTE.—Es espantoso oírlo...LA JOVEN.—Ahora viene la cocinera... Mírala bien, fíjate lo gorda que

    está...EL ESTUDIANTE.—¿A qué viene?

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    LA COCINERA (en la puerta).—¡No, no ha sido por eso!(Se ríe, dejando ver los dientes.) EL ESTUDIANTE.—¡Fuera de aquí, bruja!LA COCINERA.—¡Me iré cuando me dé la gana! (Pausa.) ¡Y ahora meda la gana!(Sale.) LA JOVEN.—¡No pierdas los estribos!... Practica la virtud de lapaciencia. Ella es una de las pruebas que sufrimos en esta casa. Perotambién tenemos un criada... , y yo ando limpiando detrás de ella.EL ESTUDIANTE.—¡Es el colmo! ¡Cor in aethere! ¡Una canción!LA JOVEN.—¡Espera!EL ESTUDIANTE.—¡Una canción!LA JOVEN.—¡Paciencia!... A esta habitación la llamamos la de laspruebas... En apariencia es hermosa, pero no es más que un conjuntode imperfecciones...EL ESTUDIANTE.—¡Increíble! ¡Habrá que hacer, pues, la vista gorda!Es hermosa, sí, aunque un poco fría. ¿Por qué no encendéis laestufa?LA JOVEN.—Porque se llena todo de humo.

    EL ESTUDIANTE.—

    ¿No se puede deshollinar la chimenea?LA JOVEN.—¡Es inútil!... ¿Ves ese escritorio?EL ESTUDIANTE.—¡Un mueble espléndido!LA JOVEN.—Pero cojea. Todos los días le pongo un tro-cito de corchodebajo de la pata, pero la criada lo quita cuando limpia y al díasiguiente tengo que poner otro nuevo. Todas las mañanas encuentrola pluma y el recado de escribir manchados de tinta. Y yo tengo queir detrás de ella limpiando lo que ensucia, todos los días del año...

    (Pausa.) ¿Cuál es el trabajo que menos te gusta?EL ESTUDIANTE.—¡Clasificar la ropa sucia! ¡Uf!LA JOVEN.—¡Ese es mi trabajo! ¡Uf!EL ESTUDIANTE.—¿Y qué más?LA JOVEN.—Que me despierten en el mejor de los sueños y tener quelevantarme para echar el seguro de la ventana... porque la criada seolvidó de hacerlo.EL ESTUDIANTE.—¿Y qué más?

    LA JOVEN.—Subirme a una escalera para arreglar la cuerda del tirode la estufa que rompió la criada.

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    EL ESTUDIANTE.—¿Y qué más?LA JOVEN.—Ir detrás de ella barriendo, limpiando el polvo yencendiendo la estufa..., ella no hace más que poner la leña. Atenderel tiro de la estufa, secar los vasos, volver a poner bien la mesa,descorchar las botellas, abrir las ventanas para ventilar la casa,volver a hacer bien mi cama, enjuagar la botella del agua cuando yaestá verde de posos, comprar cerillas y jabón que nunca hay en casa,limpiar los tubos de los quinqués y cortarles la mecha para que nohumeen, y si quiero estar segura de que no se me van a apagarcuando tenemos invitados, tengo que llenarlos de petróleo yo...EL ESTUDIANTE.—¡Toca algo!LA JOVEN.—¡Espera!... Primero están los trabajos, los esfuerzosnecesarios para que no entre aquí la suciedad de la vida.EL ESTUDIANTE.—Pero vosotros sois ricos. Tenéis dos criadas.LA JOVEN.—¡Es inútil! ¡Daría igual tener tres! La vida es muytrabajosa, y a veces estoy tan cansada... ¡Imagínate además un cuartocon niños!EL ESTUDIANTE.—La mayor de las alegrías...LA JOVEN.—Y la más cara... ¿Es que vale la pena que uno se dé tantos

    trabajos para vivir?EL ESTUDIANTE.—Depende de la recompensa que uno espere de sutrabajo... Yo estaría dispuesto a todo por conseguir tu mano.LA JOVEN.—¡No digas eso!... ¡No la conseguirás nunca!EL ESTUDIANTE.—¿Por qué?LA JOVEN.—¡No me lo preguntes!(Pausa.) 

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    EL ESTUDIANTE.—Dejaste caer la pulsera por la ventana...LA JOVEN.—Se me cayó porque mi muñeca ha adelgazado tanto...(LA COCINERA aparece con un frasco, con etiqueta japonesa, en la mano.) LA JOVEN.—Ahí tienes a la que me está devorando, a mí ya todosnosotros.EL ESTUDIANTE.—¿Qué lleva en la mano?LA JOVEN.-¡ES el frasco de colorante con esas letras que parecenescorpiones! ¡Es la soja, que convierte el agua en caldo, que sustituyelas salsas, que lo mismo usa para cocer la col que para hacer sopa detortuga!EL ESTUDIANTE.—¡Largo de aquí!LA COCINERA.—Ustedes nos chupan nuestra sangre y nosotros leschupamos la suya. Nosotros les sacamos la sangre y les devolvemosagua teñida... ¡Aquí está el colorante!... ¡Ahora me voy, pero seguiréen esta casa hasta que me dé la gana! (Sale.) EL ESTUDIANTE.—¿Por qué le dieron a Bengtsson la medalla?LA JOVEN.—Por sus grandes virtudes.EL ESTUDIANTE.—¿Es que no tiene defectos?LA JOVEN.—Sí, enormes. Pero por los defectos no dan medallas.

    (Ambos sonríen.) EL ESTUDIANTE.—Esta casa está llena de secretos...LA JOVEN.—Como las demás... ¡Déjanos conservar los nuestros!EL ESTUDIANTE.—¿Amas la sinceridad?LA JOVEN.—Sí, con mesura.EL ESTUDIANTE.—A veces me invade un rabioso deseo de decir todolo que pienso, pero sé que el mundo se hundiría si los hombresfuésemos totalmente sinceros. (Pausa.) El otro día estuve en un

    funeral..., en la iglesia..., fue una ceremonia muy solemne yhermosa.LA JOVEN.—¿El funeral del señor Hummel?EL ESTUDIANTE.—Sí, el de mi falso benefactor... En la cabecera delféretro estaba un viejo amigo del difunto presidiendo el duelo. Peroel que más me impresionó fue el pastor, con su digna actitud y susemocionadas palabras... Lloré, lloramos todos... Luego nos fuimos aun restaurante... Allí me enteré de que el amigo que presidía el

    duelo había estado enamorado del hijo del difunto...(LA JOVEN lo mira fijamente, como tratando de descifrar el sentido de la

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     frase.) EL ESTUDIANTE.—Y que el difunto había conseguido un préstamo deladmirador de su hijo... (Pausa.) Al día siguiente, detuvieron al pastorpor un desfalco en la caja parroquial... ¡Qué maravilla!LA JOVEN.—¡Uf!(Pausa.) EL ESTUDIANTE.—¿Sabes lo que pienso de ti ahora?LA JOVEN.—¡ NO me lo digas porque me moriría!EL ESTUDIANTE.—¡Tengo que decírtelo, si no me muero!...LA JOVEN.—En el manicomio la gente dice todo lo que piensa...EL ESTUDIANTE.-—¡Exacto!... Mi padre acabó en un manicomio. ..LA JOVEN.—¿Estaba enfermo?EL ESTUDIANTE.—No, ¡estaba sano, pero estaba loco! Bueno, todoestalló un día, de repente, y ocurrió así... El, como todo el mundo, serelacionaba con un grupo de individuos a los que, por mor de la brevedad, él llamaba amigos. Era una pandilla de canallas,evidentemente, como suele ser la gente. Pero como él no podía vivirsolo, tenía que alternar con alguien. En fin, uno no anda por ahídiciéndole a la gente lo que piensa de ellos y él tampoco lo hacía.

    Pero sabía muy bien lo hipócritas que eran, estaba al cabo de la callede su perfidia... Como era un hombre inteligente y bien educado, secomportaba siempre" con gran cortesía. Pero un día dio una granfiesta..., fue por la noche. Estaba cansado de la larga jornada detrabajo y de los esfuerzos que tenía que hacer para hablar detonterías con unos invitados y mantenerse en silencio con otros...(LA JOVEN está horrorizada.) EL ESTUDIANTE.—Pues bien, cuando estaban sentados a la mesa,

    pidió silencio, cogió su copa y se levantó para pronunciar unaspalabras... Se lanzó a tumba abierta. En un largo discurso desnudó atoda la concurrencia, a uno detrás de otro, echándoles en plena caratoda su hipocresía. ¡Hasta que, ya cansado, se sentó en mitad de lamesa y los mandó a todos al infierno!LA JOVEN.—¡Uf!EL ESTUDIANTE.—¡Yo estaba allí y no me olvidaré nunca de lo quepasó a continuación!... ¡Mi padre y mi madre comenzaron a pegarse,

    los invitados se precipitaron hacia la puerta... y a mi padre se lollevaron al manicomio, donde murió (Pausa.) Un silencio demasiado

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    prolongado va segregando un líquido que se pudre como el aguaestancada. Eso es lo que ha ocurrido en esta casa. ¡Aquí hay algopodrido! ¿Y yo que creía que era el paraíso! Sí, cuando te vi entraraquí por primera vez... Un domingo por la mañana me paré ahíenfrente y me puse a mirar hacia aquí. Y vi un coronel que no eracoronel, encontré un noble benefactor que era un bandido y acabóahorcándose, vi a una momia que no lo era y a una doncella... y apropósito, ¿dónde está la virginidad? ¿Dónde la belleza! ¡En lanaturaleza y en mi mente cuando está bien endomingada! ¿Dóndeestán el honor y la fe? En los cuentos de hadas y en las funcionesteatrales para niños. ¿Dónde hay algo que cumpla sus promesas?...¡En mi fantasía! Tus flores me han envenenado y yo les he devueltosu veneno. Yo te pedí que fueses mi esposa, nos pusimos a escribirversos, a cantar y a tocar el arpa, y entonces entró la cocinera...¡Sursum Corda! Trata de sacar otra vez fuego y púrpura de la doradaarpa... Inténtalo, te lo pido, te lo ruego aquí de rodillas... Bien, ¡loharé yo! (Se sienta al arpa  y trata de tocar, pero las cuerdas están mudas.)¡Está muda y sorda! ¡Y pensar que. las flores más bellas son las másvenenosas! Una maldición pesa sobre toda la creación y la vida...

    ¿Por qué no quisiste ser mi esposa? Porque estás enferma en lafuente de la vida... Ahora noto cómo empieza a chuparme la sangreel vampiro de la cocina..., creo que es una Lamia que se bebe lasangre de los niños. Es siempre en la cocina donde se pervierte lapureza de corazón de los niños, si no es en el dormitorio... Hayvenenos que debilitan la vista y venenos que la aguzan... Á mí, alnacer, debieron de darme este último, porque yo no puedo ver belleza en la fealdad, ni llamar bien al mal. ¡No puedo! Jesucristo

    descendió a los infiernos; en realidad anduvo caminando por elmundo, por este mundo que no es más que un manicomio, unacárcel un depósito de cadáveres. Y los locos lo mataron cuando tratóde liberarlos. Pero al bandido lo pusieron en libertad, el bandidosiempre despierta todas las simpatías!... ¡Maldición! ¡Que caiga lamaldición sobre nosotros! ¡Ay! ¡Pobres de nosotros! Redentor delmundo, ¡sálvanos que perecemos!(LA JOVEN se ha desplomado, al parecer agonizante, y toca la ca mpanilla.

    Entra BENGTSSÓN.)LA JOVEN.—¡Trae el biombo! ¡De prisa..., me muero!

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    (BENGTSSÓN vuelve con el biombo, lo abre y lo coloca delante de LA JOVEN.)EL ESTUDIANTE.—¡Viene la Libertadora! ¡Bienvenida tú, pálida ,ygentil! Duerme, hermosa criatura, alma infortunada e inocente, túque sufriste sin culpa, duerme ahora sin sueños y cuando despiertes,ojalá te acoja un sol que no queme, en una casa sin polvo, ojalá teacojan unos amigos sin ignominia y un amor sin mácula... ¡Tú, sabioy dulce Buda, que estás ahí esperando que nazca un cielo de latierra, danos paciencia en las tribulaciones y pureza en la voluntadpara que la esperanza no se vea nunca burlada!

    (Se oye un susurro procedente de las cuerdas del arpa. La habitación se

    llena de luz blanca.)

    Vi el sol, y me parecióhaber visto al Oculto.Los hombres se deleitan con el fruto de sus obras.Feliz aquel que practica el bien.El acto cometido por impulso de la ira

    no podrás repararlo con la maldad.Consuela con tu bondadal que has apenado y serás recompensado.El que no ha cometido ningún mal no teme a nadie.Es hermoso ser inocente.

    (Se oye un gemido detrás del biombo.) Pobre chiquilla, hija de este mundo de ilusiones, de culpa, de

    sufrimiento y de muerte. ¡El mundo de la eterna mutación, deldesengaño y del dolor! ¡Que el Señor de los Cielos te sea propicio enel viaje!(Desaparece la habitación. En el fondo aparece el cuadro de Boecklin «La

    isla de los muertos». De la isla nos viene una música suave, serena,

    agradablemente melancólica.)

    * * *