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José Antonio Pascual Variación fonética o norma gráfica en el español medieval. A propósito de los dialectos hispánicos centrales In: Cahiers de linguistique hispanique médiévale. N°21, 1996. De la variation linguistique et textuelle. En l'honneur de Jean Roudil [1. Linguistique Médiévale ] pp. 89-104. Citer ce document / Cite this document : Pascual José Antonio. Variación fonética o norma gráfica en el español medieval. A propósito de los dialectos hispánicos centrales. In: Cahiers de linguistique hispanique médiévale. N°21, 1996. De la variation linguistique et textuelle. En l'honneur de Jean Roudil [1. Linguistique Médiévale ] pp. 89-104. doi : 10.3406/cehm.1996.867 http://www.persee.fr/web/revues/home/prescript/article/cehm_0396-9045_1996_num_21_1_867

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José Antonio Pascual

Variación fonética o norma gráfica en el español medieval. Apropósito de los dialectos hispánicos centralesIn: Cahiers de linguistique hispanique médiévale. N°21, 1996. De la variation linguistique et textuelle. En l'honneurde Jean Roudil [1. Linguistique Médiévale ] pp. 89-104.

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Pascual José Antonio. Variación fonética o norma gráfica en el español medieval. A propósito de los dialectos hispánicoscentrales. In: Cahiers de linguistique hispanique médiévale. N°21, 1996. De la variation linguistique et textuelle. En l'honneur deJean Roudil [1. Linguistique Médiévale ] pp. 89-104.

doi : 10.3406/cehm.1996.867

http://www.persee.fr/web/revues/home/prescript/article/cehm_0396-9045_1996_num_21_1_867

VARIACIÓN FONÉTICA O NORMA GRÁFICA

EN EL ESPAÑOL MEDIEVAL. A PROPÓSITO DE LOS DIALECTOS

HISPÁNICOS CENTRALES

1. La relación del castellano con los dialectos vecinos

Yakov Malkiel se ha referido a los comienzos históricos del castellano — que solemos situar en los siglos IX, X, XI y XII1 — acudiendo a la comparación con un edificio, en el ^

El español antiguo suponía una alianza de subdialectos, extendidos por el área de lo que se conoce como Castilla y aglutinados por el poderoso techo castellano ; estos subdialectos coincidían en muchas de sus tendencias evolutivas, que habían surgido bastante tardíamente en un momento crucial del desarrollo del castellano, posterior a la invasión musulmana. Antes de esa invasión, estos subdialectos, que procedían de diferentes confederaciones lingüísticas, habían desarrollado de forma distinta su herencia latina. Por ello, en el suelo del edificio se cruzaban algunas importantes fronteras étnicas, que mantenían ciertas diferencias antiguas.

Dirigiendo nuestra mirada al techo de esa construcción^, el castellano parece haber realizado unas cuantas elecciones en común

1) Para esa época casi no contamos con documentos explícitamente romances, pero nos sirven como tales muchos latinos, a través de cuyos errores R. MENÉNDEZ PlDAL : Orígenes del español, 4a éd., Madrid : Espasa-Calpe, 1956, intentó rastrear las huellas de los romances.

2) He hecho una adaptación muy libre de las palabras de Y. MALKIEL : « Paradigmatic Resistence to Sound Change : The Oíd Spanish Preterite Forms vide, vido against the Background of the Recession of Primary -d- », Language, 36, 1960 : 281-346, p. 289.

3) Es en el suelo donde colocaríamos la explicación sustratística que R. Menéndez-Pidal da a la F latina ; a lo que me he referido críticamente en mi trabajo « Del latín a las lenguas romances : la complicada gestación — sobre el papel — del castellano ». En

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con las restantes variedades centrales ; lo que Rafael Lapesa, para no quitarle protagonismo a nuestro dialecto, matiza en el sentido de que si no fue el inductor de todas las evoluciones centrales, al menos les dio después sus « notas propias »4. No habría motivos para considerar al castellano en los comienzos de su época histórica como un dialecto « revolucionario » que caminase a contrapelo de los vecinos, en lugar de suponerlo íntimamente relacionado con ellos; fue mucho después cuando terminó imponiéndose a los demás, a la vez que se iba apropiando de algunas de sus soluciones. Nada nos impide considerar el territorio de los dialectos centrales, en sus orígenes históricos, como un continuum5 en que se pasa casi imperceptiblemente del leonés oriental al castellano, y de éste al rioj ano-navarro ; aunque el problema se presenta cuando tratamos de pasar del dominio de las posibilidades al de los hechos, para establecer los rasgos concretos en que el castellano coincidía con los dialectos que le rodeaban y los que lo separaban de ellos.

Voy a fijarme, a modo de ejemplo, en los resultados de -K'L-, -G'L- y -LJ-, sobre los que don Ramón Menéndez Pidal llega a la conclusión de que la pronta generalización de las grafías j 'y g en el siglo XIII, en el leonés oriental, no representa la rápida propagación de un sonido extraño, sino la adecuación de la grafía a un sonido [z] que por entonces era el normal en ese territorio^ ; aunque no es demasiado explícito sobre si tal evolución fue originaria en el leonés oriental o había penetrado tempranamente en él desde el castellano. José Ramón Morala ha sido más claro en la aceptación de que en este espacio lingüístico habían coincidido

A. Ma Aldama, ed. : De Roma al siglo XX, 2 vols., Madrid : Sociedad de Estudios latinos y U.N.E.D., 1996, I: 447-471, particularmente de las pp. 450-453. Se han dado tantas vueltas a la hipótesis de buscar en la situación lingüística de la Hispania prerromana, y, luego, en la romanización, la clave de la evolución de los romances, que deberíamos ahora dirigirnos a un espacio histórico más cercano al nuestro, por si « la determinación clara de los reinos, regiones y comarcas que han tenido y tienen un hondo significado en el conjunto de la vida española procediese] de la Edad Media », J. CARO Baroja, en un trabajo de cuya referencia sólo conservo la fecha de 1958 y las pp. 425-6.

4) R. Lapesa : Historia de la lengua española, 8e éd., Madrid : Gredos, 1981, p. 182. 5) Vid. R. Penny : « El árbol genealógico : ¿modelo lingüístico desfasado ? ». En :

A. ALONSO et al, eds. : Actas del III Congreso Internacional de Historia de la Lengua Española, 2 vols., Madrid : Arco Libros, 1996, 1 : 827-839.

6) R. Menéndez-Pidal, op. cit., pp. 277 y 278. Para él las grafías i y g de los documentos leoneses orientales de los siglos X y XI podían representar tanto un sonido [z] como [y] ; en cambio no tiene ninguna duda de que en los documentos del siglo XII estas grafías tienen el valor de [z] o [z].

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estos sonidos en su evolución, posiblemente por el argumento implícito pidaliano, al que me referiré más adelante, de que en un periodo como el que va del S. X al XII no pudo darse un influjo del castellano sobre el leonés ?.

En lo que respecta a la otra frontera del castellano, la que mantenía con los dialectos orientales, la idea que se podría extraer de los Orígenes — expuesta también con una consciente imprecisión — es que la Rioja se encuentra a medio camino entre la solución a [z] del castellano y la solución [J] navarra, pues en los documentos del siglo XII alternan las grafías típicamente castellanas con las navarras^. Lo que Máximo Torreblanca ha precisado así en lo referente a la Rioja :

A juzgar por los documentos notariales medievales, los grupos latinos /-Lj-/, /-K'L-/ y /-G'L-/ tuvieron la misma evolución fonética en la zona central de Burgos y en la Rioja occidental (valles de los ríos Najerilla, Oja y Tirón). La tendencia predominante fue la no conservación de la consonante lateral de estos grupos latinos. En cuanto a la Rioja oriental, la historia lingüística es más compleja, pues es difícil saber hasta qué punto las formas que indican una consonante palatal no reflejan una evolución fonética autóctona o se deben a la influencia del romance del occidente de la Rioja y de Burgos^. ... es indudable que el romance del nordeste de Burgos y del occidente de la Rioja pertenecían a un mismo grupo. A su vez este romance tenía más rasgos comunes con el hablado en la ciudad de Burgos que con el de Navarra o Aragón. Es decir, las hablas de la ciudad de Burgos, del nordeste de la provincia burgalesa y del occidente de la Rioja pertenecían a un mismo grupo lingüístico que, por denominarlo de algún modo, llamaremos castellano. El romance primitivo del oriente de la Rioja, a partir del río Iregua, ofrece más características no burgalesas, aunque no era idéntico al de Navarra. En la Rioja

7) J. R. Morala : « Los fonemas /z,y/ en la documentación medieval leonesa ». En : M. Ariza et al. : Actas del II Congreso Internacional de Historia de la Lengua Española, 2 vols., Madrid : Pabellón de España, 1992, II : 207-217. Lo cual, con buen criterio, ha tratado de confirmarlo con argumentos toponímicos ; aunque mantiene una cauta ambigüedad : « [el leonés oriental habría llegado] a soluciones más cercanas a las del castellano », p. 2 1 7 ; cf. también J. R. MORALA : « El leonés medieval : lengua escrita y lengua hablada ». En : Actes du XXe Congrès International de Linguistique et Philologie Romanes, Zurich, 1993, II: 519-530, pp. 526-528.

8) R. Menéndez-Pidal, op. cit., pp. 274, 275. 9) M. Torreblanca : « Sobre la antigua frontera castellano-navarra », JHP, 9, 1 985 :

105-119, p. 114.

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occidental, los escasos rasgos lingüísticos no burgaleses que se encuentran en los documentos más antiguos desaparecieron pronto, en el siglo XII. Pero en los documentos antiguos de la Rioja oriental, los rasgos navarro-aragoneses se mezclan en la misma proporción con los burgaleses, y perduran hasta el siglo XIII. En la Rioja oriental, durante parte de la Edad media, existió un dialecto de transición entre el romance castellano y el navarro-aragonés10.

Fernando González Ollé, que se refiere a la insuficiente documentación navarra utilizada en los Orígenes del Español^, ha querido acercar también el navarro al castellano, desde sus propios orígenes :

... las pruebas acumuladas en cuanto a coincidencias de navarro y castellano, empujan a pensar en una evolución autóctona del primero, concorde, en gran medida, con el segundo ; evolución ayudada o favorecida por la irradiación, bajo múltiples aspectos, del castellano, mas no determinada por él. Con otras palabras : el navarro evolucionó en igualdad formal con el castellano, igualdad referida a casi todos sus rasgos, según un ritmo temporal más lento ̂ .

Lo que le lleva a la conclusión de que fueron unos territorios más amplios los que :

pudieron experimentar en algunos puntos un desarrollo como el del castellano [...] En el caso concreto de Navarra, no existe motivo para pensar que las profundas (y rápidas) evoluciones del castellano no pudieran ocurrir igualmente, al menos en una buena parte, en él1^.

No es imprudente suponer que el castellano y la parte de los dialectos hispánicos que lindaba con él, leonés oriental, riojano y navarro, hubieran emprendido una evolución en común de los grupos -K'L-, -G'L- y -LI-. Otra cosa es que podamos encontrar argumentos incontrovertibles en el plano gráfico para una suposición tan razonable como ésta. Vamos a ver por qué.

10) M. Torreblanca : « Sobre la antigua frontera..., pp. 118, 119. 1 1) F. GONZÁLEZ Ollé : « Evolución y castellanización del romance navarro », Príncipe de

Viana, 44, 1983, p. 177. 1 2) F. González Ollé : « La posición de Navarra en el dominio lingüístico navarro-

aragonés ». En : Actas del Congreso de Lingüistas Aragoneses, Zaragoza, 1991 : 57-68, p. 61. 13) F. González Ollé: «Evolución...», p. 175.

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2. £1 positivismo de Los orígenes

Ciertamente Los orígenes — el motor de la interpretación histórica a que acabamos de hacer referencia — cuenta con un vanguardista andamiaje metodológico, que no se resigna a observar el cambio en el momento en que surge, sino que atiende con todo cuidado a su difusión, tomando en consideración el criterio de variación aplicado a los distintos dialectos hispánicos y a los propios del castellano. Si don Ramón Menéndez-Pidal matizaba cautamente los jalones cronológicos concretos con que se solían presentar las evoluciones fonéticas en el molde metodológico de la ley fonética, introduciendo precisiones como la latencia del cambio o de su duración multisecular, era porque había comprendido que la regularidad es sólo un estadio final, exigido por las necesidades de un método como el de la Gramática histórica, incapaz de dar cuenta de los complejísimos procesos de variación que se dan en las lenguas.

Todo lo cual se aplicaba dentro de un horizonte histórico (literario y político) adverso a un dialecto castellano, que en sus primeros tiempos carecía de fuerza para influir sobre los dialectos vecinos, a cuyo influjo en cambio, debía estar sometido. Por ello :

1. Con respecto a la monoptongación del diptongo -AI-, don Ramón renunciaba a ver en su inicio un fenómeno exclusivamente centro-oriental, dados los ejemplos tempranos de monoptongación en leonés, que no podrían explicarse por influjo castellano1*. 2. Del mismo modo, en lo referente a la diptongación de las breves tónicas, Diego Catalán y Alvaro Galmés no han tenido ninguna duda de que no hubiera podido extenderse la diptongación castellana al leonés15. 3. En cambio, se aceptaba que en esos primeros tiempos se hubieran dado fuertes interferencias de los dialectos vecinos sobre el castellano, como ocurrió « al constituirse en el siglo XII la lengua literaria común a Castilla y a León, [en que] la forma -iello se [impuso] como general, probablemente por influencia

14) « La historia del diptongo ei no implica en la Península desarrollos divergentes, sino tan sólo marca mayor o menor tendencia conservadora en las varias regiones », lo que en el caso de los dialectos centrales «sólo después de una larga lucha se logró la regularidad de AI > e », R. Menéndez-Pidal, op. cit., pp. 86 y 92.

15) Vid. D. Catalán y A. Galmés: «La diptongación en leonés», Archivum, Oviedo, 4, 1954 : 87-147, de un modo particular las pp. 78 y 79.

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leonesa, quedando-z/Zo relegado al habla familiar hasta entrado el siglo XIV »16.

Sólo tardíamente, a partir del siglo XIII, logró el castellano condicionar el comportamiento de los demás dialectos hispánicos, contagiándoles algunos de sus rasgos caracterizadores, que habían sido tomados hasta entonces como discrepancias poco dignas de ser secundadas.

El autor de Los orígenes del español no se conformaba con adecuar estas razonables ideas históricas a los resultados de la comparación lingüística, sino que buscaba un argumento más en las grafías de los documentos. Aunque fuera éste un asidero que no carecía de problemas :

2.1. Algunos, debidos al exceso de foneticismo con que hay que afrontar en un principio su interpretación, como ocurre en los ejemplos siguientes :

« Gomo vemos [por la utilización de grafías I, II y li\ , en los siglos X y XI la pronunciación [J] de -K'L-, -G'L- y -LJ- es la general en León »l '. « una pronunciación [1] revela «Gomiz Feles de Gulpellares» [Golpejares] 1044 »18.

Pues el uso de una //, en lugar de j, podría suponer el mantenimiento de un arcaísmo gráfico, si es que en ciertos casos no se trata de un intento errado de latinización.

Aunque no hubo más remedio que dejar de lado el foneticismo, cuando algunos usos excepcionales podrían perturbar la organización previa en que se habían encajado los hechos gráficos :

Mientras en las discordancias gráficas que presentan los documentos leoneses antiguos podríamos prever las futuras soluciones del leonés19, en documentos claramente castellanos de finales del XIII,

16) R. MenÉNDEZ-Pidal, op. cit., p. 158, con afirmaciones muy interesantes sobre los problemas de la cronología lingüística.

17) Ibid., p. 276. 18) Ibid., p. 275. 19) Así, aplicando las ideas de R. MenÉNDEZ-Pidal, op. cit., p. 277, la i, j, h ty que aparecen

en algunos ejemplos leoneses medievales no orientales, serían una representación de [y], como en los siguentes de Carrizo (editados por Ma C. Casado Lobato : Colección documental del monasterio de Carrizo, 2 vols., León : Centro de Estudios e Investigación « San Isidoro», 1983, II): baraiaua, Corneio (§ 25, 1126, p. 30), maiolo (§ 94, 1214, p. 108), paiar (§ 119, 1222, p. 138), Um, Redrueho (§ 172, 1229, p. 189), Miaia (§ 200, 1235, p. 219) Miaha (§ 195, 1234, p. 212), conceio (§ 209, 1237, p. 228), Brauoio (§ 225, 1240, p. 246), Braoio (§ 227, 1241, p. 248), Brauoyo (passim), muiar (§ 226, 1240, p. 246),

Jtios (§ 249, 1248, p. 270).

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bien adaptados a la llamada norma alfonsí, no resulta sencillo seguir ese camino para interpretar la y de los siguientes ejemplos : paya, meyor meyoría, mejoramiento, Casteyón, concepo, etc^O.

Ante una situación como ésta, ¿tienen un valor dirimente los argumentos gráficos, para suponer que la zona fronteriza que rodeaba al castellano participaba de los mismos resultados de este dialecto ? A mi juicio podríamos llegar a esa conclusión, aunque con la misma tranquilidad con la que se podría adoptar la contraria^1, o incluso no tomar nigún partido^.

2.2. En estas condiciones, de poco sirven las estadísticas, máxime cuando se basan en un número insuficiente de datos y cuando además incurren en algunos defectos desde el punto de vista cualitativo. D. Ramón Menéndez Pidal presentaba los siguientes porcentajes — son los que no están encerrados entre corchetes — de la evolución de -K'L- -G'L- y -LJ- latinos, en la zona leonesa situada al sur del Duero^3, basándose en 109 documentos de Salamanca, escritos entre 1150 y 1302 :

hasta 1274 desde 1275

4 liy II 50 % [61%] [50%] 10% [0%] [0%] y 37 % [30%] [33%] 18% [32%] [60%] j,i,g 13 % [7%] [16%] 72% [67%] [40%]

No he podido comprobar cómo se han llegado a establecer estos porcentajes en los documentos de que dispuso don Ramón ; aunque

20) Ejemplos que tomo de : J. A. Pascual : « La lengua del registro antiguo : algunos problemas gráficos y fonéticos ». En : W. AA. : Propiedades del cabildo sevillano, sistemas de cultivo y modos de explotación de la tierra a finales del siglo XIII, Salamanca : Ediciones Universidad de Salamanca, 1981 : 169-184, p. 169 ; MaJ. Mancho : « Sobre las grafías representantes de -LJ- -K'L- y -G'L-, en los Documentos lingüísticos de Menéndez Pidal ». En : A. Alonso et al, op. cit., 1 : 133-145, p. 140 ; J. Ma Chamorro : « Breves notas para la historia del yeísmo », En : A. Alonso et al, op. cit., 1 : 103-112, p. 106.

21) Porque se trata de un problema formulado de manera incompleta en relación con lo que nos preguntamos, como en : « Pedro va al mercado, compra un kg. de manzanas a 150 pts. y 3 kg. de azúcar a 120 pts. el kg. ¿Cuánto dinero le queda?», vid. S. Auroux : La philosophie du langage, Paris : PUF, 1996, p. 10.

22) Como se hace cuando se remite a la vacilación (lo cual no tiene nada que ver con lo que hoy entendemos por variación) : « Sólo en los extremos del territorio castellano cabe suponer vacilación, a juzgar por lo que observamos en documentos posteriores [en que aparecen algunos ejemplos con grafías // y li, junto a la normales con g o j] , R. Menéndez-Pidal, op. cit., p. 275.

23) Ibid., p. 278.

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la lectura de una cuarta parte de ellos, los 28 publicados por Federico de Onís^4, me hace pensar que tuvieron un peso excesivo los resultados del lat. mulier yJHius, a pesar de la situación peculiar de ambas palabras, tanto en el dominio gráfico, como en el de la frecuencia :

1. Los documentos anteriores a 1274 presentan 71 ejemplos de palabras en que aparecen resultados de -K'L- -G'L- y -LJ-. Son éstas : mujer (con las variantes muler y moler [15 v.] mulier [2 v.], mulier [4 v.], mqyer [3 v.]) ; hijo, -a, -os, -as (con las variantes fib [10 v.] jilyo, fiyo [13 v.]3 Jijo [2 v.]) ; concejo (con las variantes conzello, conceyo [5 v.], concejo [2 v.]) ; ajeno (var. única : ayeno) ; oreja (var. única : órela) ; mejor (var. melor [3 v.]) ; toallas (var. única : toualyas) ; meaja (var. única : mealyá) ; tajado (var. única : talado) ; cogedor (var. única : coledor) ; corneja^. Ahora bien, 53 de estos 71 ejemplos — - el 74 % - — son de mujer e hijo, palabras que constantemente presentan grafías particulares y anómalas26; los 18 restantes suponen sólo un 25 %. En la primera columna entre corchetes, colocada tras la que contiene los datos de don Ramón Menéndez Pidal, se muestran los porcentajes que se extraen de los documentos publicados por Onís ; en la segunda se presentan esos mismos porcentajes, pero prescindiendo de mujer e hijo. No se perciben diferencias relevantes — o que merezcan tomarse como tales, dado el pequeño número de ejemplos — entre ambas columnas, y entre éstas y la que se basa en los datos de Los orígenes. 2. En los documentos posteriores a 1275 se agrandan las diferencias. Aparecen 40 ejemplos de palabras cuyo étimo contenía -K'L- -G'L- y -LJ-. Son éstas : mujer (con las variantes mugier [5 v.] y mujer [2 v.]) ; hijo (con las variantes^'o [16 v.] y fiyo [7 v.]) ; concejo [3 v.] ; llinage; vieyo; mortaya; miaya; Bientayado ; Teyares. 23 casos — el 57 % — son de mujer e hijo. Atendiendo a la totalidad de los 40 ejemplos, los resultados de nuestra cuantificación, que colocamos de nuevo entre corchetes, al lado de la de don Ramón Menéndez Pidal, no desentonan de los suyos y muestran la sustitución progresiva de // e y por j. Ahora bien, si prescindiéramos de los casos de mujer e hijo, no se podría mantener que la j ha desplazado a la y.

24) F. de Onís : Contribución al estudio del dialecto leonés. Examen filológico de algunos documentos de la Catedral de Salamanca, Salamanca : s.e., 1908.

25) Me desentiendo de Julio y prescindo de un par de topónimos cuya etimología puede prestarse a discusión y de algunas formas claramente latinas, como filiis y filius en el doc. § 9.

26) Cf. L. F. L. Cintra : A linguagem dos foros de Gástelo Rodrigo, Lisboa : Publicaçôes do Centro de Estados Filológicos, 1959, quien, en la insegura norma latina de los Foros de Alfaiates, ve posible que voces de tan elevada frecuencia como filios o mulier, pudiesen representar el resultado palatal lateral de -LJ- (p. 294) ; mientras que, según él, en los Fueros de Cáceres y Usagre, « nao é de crer que o li de formas como mulier, filios, muitos correntes em contextos romances, ainda represente neste caso o som II» (p. 295).

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Ciertamente el número de formas diferentes es demasiado exiguo para sustentar en él una estadística^7 ; pero mi intención no es interpretar estos hechos gráficos, sino sólo mostrar que en su estudio es preciso diferenciar el comportamiento de las palabras de más elevada frecuencia — los resultados de las palabras latinas mulier yJHius,^ — del que tienen las demás.

2.3. Ya me he referido antes a que en el complejo andamiaje interpretativo de Los Orígenes lo gráfico era a menudo un mero complemento de la organización de los hechos fonéticos a que se había llegado por el camino de la comparación. Y a este respecto :

2.3.1. A veces, las grafías han podido servir para dirimir entre el valor de las distintas hipótesis formuladas sobre las evoluciones fonéticas ; sobre todo cuando las conclusiones a que se podía llegar no afectaban a las ideas fundamentales de Los orígenes :

Así Rafael Lapesa para valorar la hipótesis de que -K'L-, -G'L- y -LJ- evolucionaran directamente a [y] en leonés, sin pasar por una etapa [1], recurre a un argumento tan razonable como que la grafía y no aparece, sino tras seculares testimonios de grafías del tipo I, li o ifà.

27) Lo que ocurre, incluso en ocasiones en que don Ramón considera que los « datos numéricos [son] expresivos », como es el caso de eir < -ARIU- en los documentos de la ciudad de León y del monasterio de Sahagún (Orígenes, p. 71), para lo que se basa en 7 ejemplos de la primera mitad del siglo X y 17 de la segunda mitad de ese siglo. No entro en el hecho de que gran parte de los documentos de esa época se nos conservan en copias posteriores, vid. G. del Ser Quijano : Documentación de la catedral de León (siglos IX-X), Salamanca: Ediciones Universidad de Salamanca, 1981, pp. 13, 2- 32 ; y J. M. Mínguez Fernández : Colección diplomática del monasterio de Sahagún (siglos IX y X), León : Centro de Estudios e Investigación « San Isidoro », 1977, pp. 10-13.

28) Cf. R. Menéndez Pidal, op. cit., pp. 275 y 276, quien toma esta palabra como argumento, sin tener en cuenta su peculiaridad : « En Toledo, si bien es común o la grafía latina (filios, mulier 1206, DL, 265°) o la castellana i (conceio 1205, DL, 264°; oueias, junto afilia 1210, DL, 268°), se halla alguna rara vez grafía de /, igual que en León o Aragón ; asi alienar < alienare, usado junto a mulier, muger, ouejas en un documento de 1212 Toledo (DL, 270°; documento que usa grafía rara, faillaren [no toma en cuenta los casos del tipo ouelias, uermelia o calhlias\) [...] También en Cuenca, al lado de las grafías dominantes mulier, filio 10206 (DL, 309°), 1234 (DL, 318°) se halla como excepción conçiello, usado en una escritura de 1223 (DL, 313°) al lado de conceio ; semellant miente en el FGuadalajara ».

29) Vid. R. Lapesa, op. cit., p. 167, n. 10. A. Galmés valora las grafías i oj del Repartimiento sevillano (Torija, Cerraja, Onuios, Ynojos, Mormojos, Gabija, Cerraia, Tortujos o Canijas) como un castellanismo gráfico, que representaban entre los mozárabes un sonido [y], al que evolucionarían -K'L- -G'L- y -LJ-, sin necesidad de pasar por la etapa [1J, (A. Galmés : Dialectología mozárabe, Madrid : Gredos, 1983, p. 278). Para tal interpretación fonética — que, por otro lado, no descarta un resultado [z] o [z] — encuentra una confirmación en « la asimilación a una vocal / precedente, según el ejemplo de Sietfto. » (Ibid., pp. 203,

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2.3.2. Cuando podían resquebrajarse algunos fundamentos del edificio pidalidano, los miembros y continuadores de la escuela de don Ramón han solido actuar con un excesivo comedimiento ante la posibilidad de discrepar del maestro en la valoración de los hechos gráficos.

Esto ocurre, por ejemplo, con casos tan problemáticos de palatalización de L- inicial, como limero, llame y llengua del poema dramático del malagueño Gaspar Fernández, del siglo XVIII, La infancia de Jesucristo. Rafael Lapesa30 había considerado la posibilidad de que se tratase de una convención de tipo sayagués ; lo que don Ramón se negó a admitir31, con cierta acritud3^, pues le parecía « inverosímil que el buen cura de Colmenar conociera el Cancionero de Juan del Encina, gran rareza bibliográfica en el siglo XVIII ». Para entender el valor de esta última idea — que no argumento — basta con tomar en consideración la existencia de pliegos poéticos posteriores a Juan del Encina, que siguen sirviéndose de rasgos de tipo « sayagués », o el recurso de Torres Villarroel a algunos de estos rasgos en sus escritos.

Tiene razón Alvaro Galmés al señalar que en este tipo de hechos relacionados con el mozárabe « cobran especial relieve, como testimonios de un fenómeno real, los casos excepcionales [...] de la representación gráfica de la palatalización de la /- inicial entre los mozárabes »^, pues « no puede sorprendernos que el vulgarismo romance esté representado en muy pocos ejemplos frente a la mayor parte de los casos que nos ofrecen /- inicial »^4 ;

204) ; pero se debilita la fuerza de este último argumento cuando aparece ffio (junto a ffiio, ágenos, mugeres, oyeron) en un documento sevillano de 1264 (Ma G. Casado Lobato, op. cit., p. 44).

30) R. Lapesa : Historia de k lengua española, 3e éd., Madrid : Escélicer, 1955, p. 328, n. 1. 31) R. MenÉNDEZ-Pidal : «Dos problemas iniciales relativos a los romances hispánicos».

En : Enciclopedia Lingüística Hispánica, I, Madrid : CSIG, xxiii-cxxxviii, p. xciii. Manuel Alvar y José Mondéjar interpretan estas //- iniciales en este texto como « fenómenos tomados del habla literaria que convencionalmente se ha venido llamando sayagués », vid. la ed. de F. TORRES Montes de La infancia de Jesu-Christo, de Gaspar Fernández y Ávila, Granada : Universidad de Granada, 1987, p.17, n. 20.

32) R. Lapesa retiró, con posterioridad a esta edición de su Historia de la lengua, su matizada discrepancia sobre la interpretación pidaliana de las palatalizaciones de la L- inicial en la obra de Gaspar Fernández : no aparece, por ejemplo, en la 9a ed. de esa obra — de 1981 — {vid. p. 179).

33) A. Galmés: Dialectología..., p. 197. 34) A. Galmés : « Sobre la evolución de la L- inicial... », ibid., p. 250. Entre estos casos de

«11» inicial, no es significativo el de Lloreynte (ibid., p. 198), por ser muy abundante en la documentación medieval castellana.

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pero por ese mismo motivo, habría que ser muy estricto en su interpretación, cuando son algunos de los pilares en que se asienta una hipótesis tan problemática — por atractiva que pueda resultarnos — , como es la de la colonización suritálica de Hispania.

3. Los problemas de este planteamiento

3.1. Las consideraciones anteriores nacen de la insatisfacción de un historiador de la lengua que, al fijarse en la variación gráfica de la documentación medieval, se ha de conformar muchas veces con utilizarla para confirmar las ideas obtenidas por medio de la comparación lingüística. Son los riesgos de un positivismo en el que, deslumhrados por lo que sabemos, no acertamos a menudo a discriminar lo que vemos ; pues condicionamos las respuestas que dan los documentos a nuestro propio modo de interrogarlos35.

El atomismo y el exceso de foneticismo con que se han solido valorar los hechos gráficos3^ han estado muchas veces acompañados por la idea de que los documentos reflejaban el modo de hablar del lugar donde se habían escrito3'7. Era imprescindible actuar de este modo cuando se empezaron a estudiar la documentación medieval,

35) En lo que se da una coincidencia no casual con el uso mismo del lenguaje, que E. PujALS : La lengua radical. Antología de la poesía norteamericana contemporánea, Madrid : Gramma Poesía, 1992, p. 19, caracteriza, con toda oportunidad, así : « no te hablo para que me entiendas, sino porque me entiendes ».

36) Este manifiesto interés por lo fonético explica, incidentalmente, que el mantenimiento de los hechos fonéticos haya sido el horizonte que los filólogos se han impuesto para editar los textos antiguos. Vid. mis críticas a este respecto en « La edición crítica de los textos del Siglo de Oro : de nuevo sobre su modernización gráfica ». En : M. García Martín, ed. : Estado actual de los estudios sobre el Siglo de Oro, Salamanca : Ediciones Universidad de Salamanca, 1993 : 37-57, p. 44.

37) Salvo documentos « aberrantes », como el caso del documento sevillano, § 335 : R. Menéndez-Pidal : Documentos lingüísticos de España, I : Reino de Castilla, Madrid : Centro de Estudios Históricos, 1919, pp. 449-451, que su editor atribuye razonablemente a un escribano asturiano ; los documentos § 91, § 93, § 94, § 95, § 97, § 98, § 100, § 101 publicados por E. Staaff : Étude sur l'ancien dialecte léonais d'après les chartes du XIIIe siècle [Uppsala, 1907], Uviéu : Academia de la Llingua Asturiana, 1992, escritos en lugares como Cacabelos o Espinareda, que eran y son, de habla gallega (vid. L. F. L. Cintra, op. cit., p. 167) ; la carta que en 1581 envía Luis de Larraga, desde América, a su mujer Luisa Ramírez, que vive en Sevilla (publicada por F. Ruiz Fernández, op. cit., II, pp. 214-215) cuyo escribano — no el remitente — parece de origen portugués ; o la escritura notarial de 1439 de Silos, cit. por M. Torreblanca : « Sobre la antigua frontera... », p. 107, copiada por un leonés o aragonés.

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para lograr extraer de la compleja maraña de los usos gráficos los datos que no contradijeran los conocimientos que previamente había aportado la Gramática histórica. Claro que entonces, al no tenerse en cuenta la posibilidad de que entre la grafía y el sonido que aquella representa mediase una determinada norma o normas, los textos escritos producían una cierta sensación de caos, que podía dar pie a afirmaciones tan difíciles de mantener como que « el español primitivo carece de fijeza »^.

Conforme avanzaba la Edad Media, los diferentes lugares en que un escriba podía aprender su oficio se iban alejando de los centros monásticos, para acercarse a los catedralicios-^. En unos u otros, cada maestro lograba transmitir, mejor o peor, sus preferencias a los alumnos^. Lo normal es que quienes estaban accediendo a una formación más cuidada que la de sus coetáneos^ * fueran solidarios con la tradición normativa que habían aprendido y decidieran mantenerla a su vez en el futuro; salvo si se sentían deslumhrados por las convenciones gráficas que se enseñaban en otros lugares considerados más importantes. Es en relación con esas normas avant la lettre, producto del aprendizaje de la escritura, como han de interpretarse los hechos de variación gráfica, y aun fonética ; de forma que la convivencia en la documentación medieval entre altariu, autariu, autairo, otero, auteiro, outeiro, otero, oterio, autero y oteiro, no crea más desorden que el que se derivaría de encontrar en la actualidad formas como caballo, cavallo, cabayo, cabaso, habato, etc., ecritas así en distintos tipos de textos. Si podemos interpretar adecuadamente éstas últimas, ello se debe, no sólo a nuestro conocimiento del complejo entramado de pronunciaciones con que se actualiza el fonema /]/, sino también al de las diferentes opciones disponibles para representarlo gráficamente, que no son las mismas para una persona culta, un semianalfabeto, o un dialectólogo...

38) R. Lapesa, op. cit., p. 163 ; cf. R. Menéndez Pidal : Orígenes..., p. 275. 39) Vid. F. Gasparri : Introduction à l'histoire de l'écriture, Louvain la Neuve : Brepols, 1994,

pp. 40-45. 40) Lo que no excluye que en una serie de palabras se buscara conscientemente la variación

gráfica, asunto de interés filológico en el que no voy a poder entrar en esta ocasión. 41) Vid. M. Peset y J. Gutiérrez Cuadrado : Clérigos y juristas en la Edad media castellano-

leonesa, Vigo : Colegio Universitario de Vigo, 1981 [Senara, Anexo II, vol. III, 1981], pp. 77-110.

VARIACIÓN FONÉTICA 101

Ciertamente contar con la existencia de normas gráficas latentes en los textos medievales rebaja la soltura con que acostumbramos a movernos los filólogos por entre la selva gráfica de los documentos, guiados sólo por nuestras hipótesis sobre la que debería ser la realidad fonética de aquel momento.

Si, sirviéndonos del magnífico corpus editado por María Concepción Casado Lobato de la documentación de Carrizo4^ nos adentráramos por esos casi setenta y cinco años que median entre el primer documento claramente romance de la colección (el § 140, de 1225) y el último fechado (el § 573, de 1299), veríamos que alternan en ellos la representación de los diptongos decrecientes de origen latino vulgar o protorromance, con la de su monoptongación; pero inexplicablemente a mediados del siglo aumenta notablemente el número de ejemplos que mantienen el diptongo4-^, contradiciendo con ello la idea que temamos los lingüistas de su progresivo debilitamiento. Sin embargo, tal contradicción no existe, si contamos con que las diferencias gráficas que aparecen en esos documentos son sencillamente un reflejo de las preferencias de quienes los escriben, y no un retrato fiel de la situación fonética del momento44 : unos escribanos (Vivianus o Petrus Fernández, por ejemplo, que parecen pertenecer a la misma escuela) rechazan los diptongos decrecientes (y representan los diptongos crecientes procedentes de las vocales E y O abiertas latinovulgares), mientras otros dan entrada a esos diptongos45 (son los mismos que optan por no representar los crecientes procedentes de las vocales E y O abiertas latinovulgares). Entre estos dos extremos se da una serie de posibilidades intermedias, que no es éste el momento de analizar46. Las varias generaciones de escribas que se suceden en Carrizo en estos setenta y cinco años del siglo XIII, cuentan fundamentalmente con dos normas gráficas bien definidas, una de las

42) Ma C. Casado Lobato, op. cit. 43) Vid. Ma S. Díez Suárez : « Los diptongos decrecientes en el leonés en el siglo XIII »,

Archivos Leoneses, 45, 1991 : 9-33, p. 16. 44) « El escriba, como nosotros hoy, escribe intentando reflejar no la lengua hablada sino

la variedad normativa que tiene por costumbre utilizar en la escritura » : J. R. MORALA, « El leonés medieval... », p. 520.

45) Hemos de tentarnos la ropa antes de tomar una decisión, cuando varios documentos gallegos de esta colección no muestran regularidad absoluta a este respecto, y cuando encontramos en el dominio del asturiano que « los documentos de San Vicente de Oviedo prueban, de un lado, la existencia de los diptongos, y de otra parte la resistencia a transcribirlos », R. LAPESA : Asturiano y provenzal en el Fuero de Aviles, Salamanca : Acta Salmanticensia, 1948, p. 17.

46) Vid. Ma S. DÍEZ SuÁREZ, op. cit., p. 23 ss. y las atinadas apreciaciones de J. R. MORALA : « El leonés medieval... » pp. 523 y 525.

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cuales — la más alejada de la castellana, que mantenía los diptongos decrecientes de origen latinovulgar o protorromance — se abandona en los últimos años del siglo4''. Las grafías por las que optan los distintos escribanos tienen algo que ver, naturalmente, con la pronunciación, pero también con la norma que conocen y siguen, consciente o inconscientemente ; nos orientan, en última instancia, sobre el mayor o menor prestigio que tenían los distintos centros educativos en que se formaban los escribanos.

El ejemplo anterior explica suficientemente la necesidad de situar nuestras pesquisas gráficas — y por ende fonéticas — , dejando de lado el acopio de datos discordantes o excepcionales, para aplicar con todo cuidado a colecciones documentales medievales suficientemente amplias, toda la fuerza de nuestra tradición filológica.

3.2. Para el conocimiento de los orígenes de nuestra lengua, este tipo de trabajo de cuño filológico, que tiene no poco que ver con la escriptología, debe complementarse con la investigación dialectal y toponímica. El peso que en el edificio pidaliano tiene la progresión norte-sur de los dialectos hispánicos4^ ha dejado un tanto a la sombra las posibles relaciones horizontales que debieron existir previamente entre ellos, desde los mismos orígenes4^. El propio Menéndez-Pidal, en su rápida aproximación al dialecto

señaló la continuación de los rasgos leoneses en

47) El establecimiento desde finales del XIII de una norma gráfica en la que se destierran los diptongos no significa que éstos desaparecieran, desde ese momento, de las hablas ; en algunas de ellas han llegado hasta nuestro siglo.

48) Los datos del ALPI le han permitido a Diego Catalán aplicar con gran refinamiento esta idea pidaliana, para mostrar cómo una frontera relativamente moderna, existente entre los dialectos norteños y meridionales del español, se superpone « a la vieja división lingüística de la Península en franjas de orientación Norte-Sur que se impuso con la Reconquista o re-romanización medieval de Hispania » (D. Catalán : « De Nájera a Salobreña. Notas lingüísticas e históricas sobre un reino en estado latente ». En : Studia hispánica in honorem R. Lapesa, 3 vols., Madrid : Gredos, 1975, III : 97-121, p. 99).

49) No me refiero a las relaciones que se derivan de las coincidencias que existen entre los dialectos románicos extremos, catalán y gallego-portugués, discrepantes con las soluciones del castellano.

50) R. Menéndez-Pidal, El dialecto leonés [1906], Oviedo : Instituto de Estudios Asturianos, 1962. Este texto fundamental — innovador en tantos aspectos y todavía no superado — , que procede de unas notas para un curso universitario (p. 13), le parecía al propio maestro — que actuaba en este caso con tanta humildad como autoexigencia — « pobre de pormenores y mal hecho » (p. 14).

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Cantabria51 ; lo que sólo puede explicarse como consecuencia del

punto de partida común que habían tenido los dialectos centrales hispánicos en su evolución5^. Es una idea con la que Vicente García de Diego53 y los dialectólogos se han mostrado plenamente de acuerdo54 y que han ampliado otros lingüistas, al señalar otras áreas castellanas en las que se podían encontrar rasgos considerados propios del leonés55.

51. R. MENÉNDEZ PlDAL : El dialecto leonés : « Hallaremos algún rasgo del leonés hasta Castro Urdíales, uniéndose así, al parecer, todo Santander a Asturias como un todo lingüístico » (p. 1 5) ; « El leonés oriental se extiende por el oriente de Asturias, de León y Zamora, de todo Santander » (p. 30) ; « Santander se une al asturiano central diciendo jomo, pero no participa de los ragos generales asturianos [del tipo nueche, él yera, castiello, salmoria, molinfo), xelm,juxir, muyer, cona 'con la', pola 'por la', dioioslo 'dióselo], sino de los generales leoneses [del tipo muriu, mediu, llobu, palombo, mayoralgo, matafrjme, mereza, guardat] », para lo que se basa en Sotileza de Pereda ; en Fernández y González (para Gabuérniga) ; y en Peñas Arriba, de Pereda también (para Tudanca) (p. 33).

52. « El leonés, especialmente el central y el oriental, forma desde los orígenes [...] un bloque lingüístico con el castellano y otras lenguas centrales » (J. Neira Martínez : « La frontera del leonés ». En : Homenaje a Alonso £amora Vicente, 3 vols., Madrid : Castalia, 1989, II : 215-225, p. 223).

53. «Asturias y Santander, con León, Zamora y Extremadura, tienen ciertos caracteres lingüísticos comunes [...] y por ello han podido ser considerados estos dialectos como un grupo, llamado generalmente leonés » (V. García DE Diego : Manual de dialectología española, Madrid: Ediciones Cultura Hispánica, 1946, p. 134; cf. pp. 191-194).

54. L. Rodríguez Castellano confirma esta relación con la conservación de la aspiración procedente de F inicial en un amplio dominio de Santander (« Estado actual de la h aspirada en la provincia de Santander», Archivum, Oviedo, 4, 1954: 435-457) y R. Penny con los datos del valle del Pas {El habla pasiega : ensayo de dialectología montañesa. London : Tamesis Books, 1969, pp. 395, 396). He encontrado en los excelentes datos de dos recientes tesis doctorales una clara confirmación de esta área común leonesa- castellana, norteña : C. Fernández Juncal : Neutro de materia y metafonía en oriente de cantabria [tesis doctoral], Salamanca: Universidad de Salamanca, 1996, amplía la existencia de casos de distinción en el pronombre, ligados a si su referente es contable o incontable — si bien se trata de fenómenos en regresión, como los relacionados con la metafonía, que tienen menos fuerza en la costa que en el interior — , con lo que deja absolutamente claro que éste fue un fenómeno general en la franja norteña, en la que surgió después la disidencia castellana ; I. Echeverría IsusojJiZA : Estudio lingüístico de la toponimia de Carranza (Vizcaya), [tesis doctoral], Vitoria : Universidad del País Vasco, 1996, ha mostrado con argumentos toponímicos incontrovertibles que esta relación con el leonés llega hasta las Encartaciones, en la zona más occidental del País Vasco.

55. « Los documentos medievales procedentes de la mitad septentrional de la provincia de Burgos ofrecen rasgos lingüísticos que unían esta región con la santanderina y la riojana, separándola de la comarca de la ciudad de Burgos », « las hablas de estas comarcas castellanas [Castilla del Norte, la Rioja y Burgos] tenían muchos rasgos comunes » (M. TORREBLANCA : « Isoglosas rioj ano-castellano-leonesas en la Edad Media ». En : R. Harris-Northall and Th. D. Cravens : linguistk Studies in Medieval Spanish, Madison : The Hispanic Seminary of Medieval Studies, 1991 : 135-147, pp. 135 y 145) ; la frontera de algunos hechos relacionados con el neutro de materia « hacia la costa [...] vienen a coincidir aproximadamente con los ríos Nalón, de un lado,

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4. A modo de conclusion

No quisiera que las consideraciones anteriores sirvieran para abrir una puerta al derrotismo, cuando buscan sólo mostrar la necesidad de poner el mayor cuidado posible en el estudio de la variación gráfica. Este estudio nos permitirá algún día saber si el castellano en sus primeros tiempos se comportó de una manera revolucionaria frente a las variedades centrales de la Península^, o si, como parece más probable, empezó recorriendo con ellas el mismo camino en su evolución.

José A. Pascual Universidad de Salamanca

y Nervión, de la otra parte » y su área hacia el Sur penetra más allá de Valladolid (F. García González : « El neutro de materia », Hom. a A. Zamora, II : p. 92), lo cual confirman y amplían F. Klein-Andreu (cuyo trabajo conozco a través de I. FERNÁNDEZ Ordóñez) e I. Fernández-Ordóñez (« Isoglosas internas del castellano. El sistema referencial del pronombre átono de tercera persona», RFE, 74, 1994: 71-125) extendiéndolo además a Soria, Salamanca y Cáceres.

56) Es la idea de Menéndez-Pidal : « Se trata de una discrepancia antiquísima, podemos decir una discrepancia inicial, que en los primeros siglos de la gestación de los idiomas romances dentro de nuestra Península distinguió a Castilla frente a la relativa uniformidad de los otros romances circunvencinos », R. MenéNDEZ-Pidal : « Introducción ». En : J. PÉREZ DE Urbel y R. DEL Arco y Garay : España cristiana. Comienzo de la Reconquista (711-1038) (R. MenÉNDEZ-Pidal, dir. : Historia de España, 2e éd., VI), Madrid, Espasa-Calpe, 1964 : vn-XLVll, p. xxxin.