Antiguo Sistema Defensivo

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    PALABRAS PRELIMINARESAntonio Rodrguez Leal .....................................4LA ASOCIACIN CILNIANAJos Luis Casado Bellagarza.............................5LA PRIMERA MIRADA. INVITACINFrancisco de Ass Lpez Serrano.......... 6INTRODUCCINDr. Joaqun Gil Sanjun .................................................... 7

    EL SISTEMA DE VIGILANCIA DE LA COSTA OCCIDENTAL MALAGUEACatalina Urbaneja Ortiz1. ANTECEDENTES ........................................................................... 172. LA PIRATERA Y EL CORSO ............................................................283. ESTRUCTURA DE LA VIGILANCIA COSTERA .................................. 35

    3.1. Fortalezas ............................................................................. 363.1.1. Estepona .................................................................... 373.1.2. Montemayor ..............................................................403.1.3. Marbella .................................................................... 413.1.4. Los Alicates ................................................................ 47

    3.1.5. Fuengirola .................................................................493.1.6. Mijas .........................................................................523.1.7. Benalmdena .............................................................54

    3.2. Torres Almenaras .................................................................. 554. FINANCIACIN ............................................................................. 645. CONCLUSIONES ........................................................................... 65

    TORRES DEFENSIVAS; UN ENFOQUE ARQUITECTNICODr. Csar Olano Gurriarn

    1. INTRODUCCIN ........................................................................... 732. NECESIDADES .............................................................................. 743. EMPLAZAMIENTO......................................................................... 754. CONSTRUCCIN Y FALLOS ........................................................... 765. FORMAS ....................................................................................... 776. NMERO Y CLASIFICACIN.......................................................... 807. PLANTAS ...................................................................................... 818. ALZADOS ..................................................................................... 839. AUSENCIAS................................................................................... 8410. REPAROS (OBRAS)....................................................................... 8511. DESCONOCIMIENTOS ACTUALES ............................................... 86

    12. EVOLUCIN DE UNA TORRE ....................................................... 87CONCLUSIN ................................................................................... 88EL ANTIGUO SISTEMA DEFENSIVO EN LA HERLDICA MUNICIPAL.OTRA VISINJoaqun Snchez Vzquez

    INTRODUCCIN............................................................................... 89I. HERLDICA MUNICIPALII. INFLUENCIA DEL SISTEMA DEFENSIVO EN LOS ESCUDOS ............ 90III. EL DISEO HERLDICOIV. ADVERTENCIAS

    V. RELACIN DE DATOS TCNICOS EN LA HERLDICA DE LASPOBLACIONES A ESTUDIO................................................................ 91

    AGRADECIMIENTOS ......................................................................... 95BIBLIOGRAFAGLOSARIO DE TRMINOS ................................................................. 96

    CATLOGO DE TORRES, FORTALEZAS Y CASTILLOS.............................. 97MAPAS ...................................................................................................99

    AGRADECIMIENTOS ............................................................................. 106

    ANTIGUO SISTEMA DEFENSIVOTorres, Fortalezas y Castillos de la

    Costa Occidental Malaguea

    ENTIDADES ORGANIZADORASMANCOMUNIDAD DE MUNICIPIOS

    DE LA COSTA DEL SOLACOSOLCILNIANA

    Concejalas Municipales deCultura de los Ayuntamientos de:Benahavs, Benalmdena, Casares,

    Estepona, Fuengirola, Istn, Manilva,Marbella, Mijas, Ojn y Torremolinos.

    COLABORACIN ESPECIAL

    Fundacin Gabriel Valencia Reina

    COORDINACIN

    Antonio Serrano LimaFrancisco Lpez GonzlezJos L. Casado Bellagarza

    Miguel ngel Florido

    IMPRESIN

    DISEO Y MAQUETACINPepe Moyano

    TEXTOSDr. Joaqun Gil SanjunCatalina Urbaneja Ortiz

    Dr. Csar Olano GurriarnJoaqun Snchez Vzquez

    Francisco de Ass Lpez SerranoFrancisco J. Moreno

    Antonio Rodrguez FeijoAntonio Rodrguez Leal

    EDICINAsociacin Cilniana para l a

    Defensa y Difusin delPatrimonio Cultural

    Apartado 821 - 29600 [email protected]

    Telf. 639 00 72 90

    FOTOGRAFAS

    Asociacin Cilniana, ArchivosMunicipales de las Concejalas

    de Cultura, Juan Macas Romero,Servicios de Publicaciones de laUniversidad de Mlaga, Junta de

    Andaluca, ngel J. Sez

    Rodrguez, Antonio Serranoy Francisco Miana.

    EMPRESA COLABORADORA

    Realizacin de Paneles

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    Torre de La Cala. Mijas.

    esde la ptica de un recin llegado, o de unvisitante ocasional, la Costa del Sol apare-

    ce como un centro de turismo destinado a la di-versin, al asueto centrado en la vida placenteraque nos da la cercana del mar y el buen clima.

    Incluso a muchos autctonos les cuesta tra-bajo diferenciar la Costa del Sol de los folletos tu-rsticos, cuya historia parece remontarse a pocoms de mediados del siglo XX, de su realidad vital.

    Pasamos diariamente por restos, vestigiosde nuestra historia a los que no nos acercamos.Los vemos, pero no los conocemos; los ubica-mos geogrficamente, pero en escasas ocasiones

    conocemos de su procedencia o utilidad. No sa-bemos si fueron escenariode guerras, lugares para elamor, centros de cultura osimplemente, el primerasentamiento de quienespueden haber sido nues-tros antepasados.

    Por eso, la iniciati-

    va de Cilniana es tan im-portante. Suel, Sohail,Marbesula, Estebuna,Ben... lo romano se mez-cla con el Islam; es una his-toria tan rica como ha de-terminado su enclave en elpunto de entrada y salidadel Mediterrneo. ElMareNostrumtambin era nues-tro... y lo seguimos tenien-do enfrente.

    Es por esto, por lanecesidad de recordar yconocer las races, nues-

    tras seas de identidad, por lo que las empresasgenuinamente costasoleas tienen la obligacin,casi la necesidad, de actuar como dinamizadorasculturales de la comarca.

    La unidad geogrfica de la Costa del Solse extiende ms all del Medievo. Su riqueza his-trica apenas ha sido explotada como un nuevoman que, si bien de conocimiento, tambin seade cultura y, por qu no, en el futuro de negocio,enriqueciendo el patrimonio turstico de que aho-ra disponemos.

    La unin entre empresas pblicas y pri-vadas puede impulsar la existencia de entida-

    des, como es el caso de las fundaciones, quepermitan la creacin ymantenimiento de las es-tructuras necesarias parala recuperacin, el estu-dio y el descubrimientode lo que permanece enese legado histrico que,en este momento, ape-nas alcanzamos a vislum-

    brar.

    Bienvenidas seanlas iniciativas como las deCilniana. Ellos nos mues-tran nuestro pasado a tra-

    vs de nuestro presente ynos permiten preparar elfuturo.

    Antonio Rodrguez LealConsejero delegado de

    ACOSOL y vicepresidente dela Mancomunidad de

    Municipios de la Costa delSol Occidental

    DPalabras preliminaresPalabras preliminares

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    ilniana es una asociacin cuya razn de serestriba en la defensa y difusin del patri-

    monio cultural de la Costa del Sol Occidental.Pero es necesario dejar claro que no se trata deun mero enunciado: defender y difundir nuestro

    patrimonio son actividades a las que Cilnianadedica desde hace bastante tiempo todos sus es-fuerzos, aunando los saberes de unos y el inte-rs altruista de otros. Una actividad puntuadade inconvenientes que no coadyuvan al cumpli-miento de los objetivos, pero Cilniana no cesaen su propsito: su pertinacia en la vigilancia yla apelacin al intenso poder de evocacin e his-trico de los restos han pesado, en muchos ca-sos, lo suficiente como para que las actuaciones

    urbansticas se atuvieran a las premisas elemen-tales y legales de conservacin de los vestigioshistricos.

    Ms lucida ha sido la vocacin difuso-ra. Las exposiciones y concursos de fotogra-fa, con sus catlogos, la revista Cilniana, las

    jornadas sobre patrimonio local y su publica-cin, las campaas antiexpolio o las publica-ciones monogrficas constituyen ya un refe-

    rente a escala provincial de lo que es una cons-tante tarea de divulgacin de nuestra historia

    y de nuestro patr imonio.

    En este contexto es en el que se enmarcael conjunto de actividades que se llevan a cabopara una difusin lo ms amplia posible de loque en su da represent el antiguo sistemadefensivo de la Costa del Sol, que, sin duda,constituye uno de los retos de mayor comple-

    jidad que se han acometido desde Cilniana,dado el nmero de lugares por donde discu-rre la muestra y la tarea, tambin difcil, decoordinacin de los once municipios implica-dos. En este sentido, quiero expresar mi mssincera felicitacin y agradecimiento a Anto-

    nio Serrano Lima y a Francisco Lpez Gonzlez,verdaderos artfices de lo que en su da fue unproyecto y ahora una realidad; a Gerardo Va-lencia Reina, por su ofrecimiento de esas ex-traordinarias recreaciones que son las maque-

    tas; a Acosol, que ha dispuesto los mediosmateriales de la exposicin, sin olvidar la pre-disposicin y acogida que en todo momentonos dispens Antonio Rodrguez Leal, conse-

    jero delegado; a Daidn, empresa dedicada alturismo cultural, que ha colaborado de formadesinteresada en el diseo de los paneles; y alos ayuntamientos de la comarca que, a travsde sus delegaciones de Cultura, han puesto suslocales y personal a disposicin de la organi-

    zacin.

    Mi agradecimiento, pues, a todos ellospor haber hecho posible esta exposicinitinerante, que, les recuerdo, junto al presen-te catlogo, a los cmics, a los vdeos o a lasconferencias, no se hacen con la idea de con-servar los restos como prioridad esttica, nitampoco con las miras puestas en un sectorespecializado de estudiosos, sino que, partien-

    do de la slida conviccin de que se trata deuna forma de armar el complejo puzzle de lahistoria de este segmento de la costa espao-la, lo que en realidad se pretende es hacer in-teligible a la mayora de los ciudadanos lo quesu pueblo represent como eslabn de unacadena defensiva perfectamente trabada. Unastorres y fortalezas que son elemento esencialde nuestro rico patrimonio comn y que sucontinuada vinculacin a travs de los siglos

    con funciones defensivas ha permitido preser-varlas, en mejores condiciones que otros hi-tos, de los inevitables escarnios del tiempo.

    Jos Luis Casado Bellagarza

    Presidente de Cilniana

    CLa asociacin CilnianaLa asociacin Cilniana

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    esde siempre hemos vivido rodeados de cas-tillos, torres o fortalezas a los que apenas

    apuntaba nuestra atencin. Empeados en lasandanzas propias de la edad, esas elevaciones depiedras viejas formaban parte del paisaje de nues-

    tro entorno, y si las frecuentbamos era para es-condernos entre sus aberturas o para trepar porsus sillares y sillarejos, nombres, por otro lado,

    imposibles de asociar a nada cons-tructivo. No podamos imagi-

    nar que esos recintos sepudieran ver con otrosojos, que fuese posibletransmutarlos en algodistinto al decorado

    de nuestras correras.Envueltos en esabruma de la incons-ciencia, posean, sinembargo, un porteeterno y majestuo-so, que, aunque es-quivbamos, nosempequeeca yhaca inevitable

    preguntarse porla razn ltimade su presencia,motejada ennuestro fuerointerno de a-rrogante. Lanica certezaera su perma-nencia.

    Por e-so hoy, sinperder devista aquellamirada in-

    fantil, esas imgenes difciles de despintar, la aso-ciacin Cilniana acomete la respuesta a aquellaantigua interrogacin, y nos pone sobre la pistade la verdadera ndole de esas construcciones:su carcter unitario y, por lo tanto, su pertenen-

    cia a un sistema preestablecido que obedeca, enun plano militar, a una necesidad defensiva im-puesta por la condicin fronteriza de la zona cos-tera del sur peninsular, desde la poca califal hastael siglo XVIII; un extenso periodo durante el cualla actual Costa del Sol fue pertrechndose de unared de fortificaciones que en buena medida con-figuraran la propia unidad territorial de la zona.

    Para ello, se han escrito los textos, se pre-

    sentan las maquetas, se exponen las fotografasy los planos, y se publica el catlogo de la expo-sicin; todo, con la pretensin, a modo de ofre-cimiento, de hacer llegar al mximo pblico po-sible el contenido de una parte de eso que, ensentido amplio, se conoce como patrimonio cul-tural; pero, sobre todo, y desde un punto de vis-ta didctico, con el pensamiento puesto en loque de motivacin para el estudio de nuestra his-toria pueda suponer a los jvenes estudiantes, a

    los que por unos das se les invierte el tradicio-nal escenario de las aulas traspasando sus barre-ras para, en un marco diferente, ayudarlos conlos elementos que proporciona su mbito inme-diato, y estimularlos, de paso, a explorar otroscontextos ms distantes.

    La invitacin est cursada; procedamos,pues, a despejar las incgnitas que gravitan entorno a estos hitos arqueolgicos, sin olvidar, eso

    s, que, sometidos a las mezquinas leyes de latemporalidad, tambin forman parte de nuestrosrecuerdos; sin olvidar, por si acaso, la primeramirada.

    Francisco de Ass Lpez Serrano

    D

    La primera miradaLa primera miradaINVITACIN

    Torre Bermeja,Benalmdena.

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    LA NUEVA FRONTERA

    n la presente exposicin retrospectiva so-bre la Costa del Sol Occidental se nos ofre-

    cen imgenes, representaciones y testimonios delpasado, que nos llevan a la comprensin de los

    elementos que integraban su complejo entrama-do defensivo. Muchos de estos componentes per-sisten an hoy da, formando parte del paisajedel litoral, nos referimos a las fortificaciones y,ms en concreto, a las esbeltas torres vigas, quese ha convertido en verdadero smbolo de nues-tra bellsima costa, paradigma del turismo mun-dial. No podemos conocer bien el presente sinacercarnos respetuosamente al pasado, objetivoque nos hemos marcado en este sint-

    tico marco histrico, con nimo de des-pertar el inters por el estudio y con-servacin de nuestro rico patrimoniocultural.

    Desde la expansin del Islamdurante la Alta Edad Media, en el Me-diterrneo se asomaban dos civilizacio-nes excluyentes, la musulmana y la cris-tiana. Si aquella nueva fuerza arrolla-

    dora en un principio ejerci su presinatenazante sobre el occidente europeo,

    y de forma particular en la PennsulaIbrica, el empuje se invirti a partir elsiglo XVI digirindose hacia la zonaoriental, en esta ocasin por parte delos turcos, hasta llegar a las puertas de

    Viena. La dilatada expansin de stospor tres continentes fue consecuenciade la cada de Constantinopla en 1453,

    acontecimiento que provoc un trau-ma psicolgico en Occidente.

    La conquista del Reino de Gra-nada por los Reyes Catlicos, en 1492,se recibi con gran gozo, como rplica

    a la prdida de la que lleg a ser con Roma capi-tal del Imperio. Terminada la guerra, un gran con-tingente de musulmanes nazares marcharon a

    Africa bajo los auspicios de la Corona, pero nopocos de ellos volvieron formando parte de lasincursiones a la Pennsula o prestaron valiosa in-

    formacin a sus correligionarios argelinos yberberiscos. Asimismo emigraron los mudjaresque se negaron a aceptar el bautismo.

    No ofrece duda la importancia estratgicade la franja litoral granadina, cuyo justo valor fuereconocido muy pronto por los Reyes Catlicosconsiderndola como la nueva frontera con elIslam. Por otra parte, no tard en operarse el

    E

    Constantinopla.Miniatura del siglo XV.

    INTRODUCCININTRODUCCINDr. Joaqun Gil Sanjun

    Universidad de Mlaga

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    cambio de rumbo poltico internacional de laCorona espaola, dirigido preferentemente a Ita-lia y al Nuevo Mundo, cuando, lgicamente, porla proximidad geogrfica debera haber sido elnorte de frica el objetivo principal de la expan-sin hispana despus de la incorporacin del

    Reino de Granada a Castilla, como se haba pro-yectado en tiempos de Isabel la Catlica. Espaa,no obstante ocupaba Melilla, el Pen de Vlezde la Gomera, Buja y Trpoli, con la especial in-tencin de asegurar la defensa de la costa medi-terrnea y ejercer el control del litoral situado alotro lado del Mar de Alborn.

    Los otomanos, ante la nueva situacin,mostraron su claro empeo de romper la resis-tencia europea en el frente del Mediterrneo oc-cidental, no cejando en sus agresiones por todala extensin de sus aguas y costas, donde lossoberanos espaoles, sus rivales ms poderosos,mantenan un pulso con la Sublime Puerta. Poreste motivo concentraron sus esfuerzos a travsde sus aliados de las regencias norteafricanas en

    los confines occidentales, provocando por sor-presa innumerables ataques del corso y pirateraen la fachada sudeste peninsular, a la vez queconvertan elMare Nostrumen frontera y escena-rio blico a la vez. En consecuencia a estas fre-cuentes embestidas, los territorios hispanos que

    daban al mar fueron denominados corregimientosfronteros de enemigos, confluyendo en elloslas competencias de la autoridad civil y militar.Surgi as una sociedad bifurcada por dos credosdistintos, y agrupada por la alianza de los pue-blos con uno u otro de los dos ejes que bipolari-zaban el poder en torno al Mediterrneo.

    La nueva frontera del antiguo reino nazarera extensa y compleja, siempre bajo la amenazadel conflicto domstico de los moriscos, que eranconsiderados colaboracionistas. Este pueblo fueel resultado de una asimilacin fracasada, que

    condujo a una tensin permanente, cuando nobeligerante, entre los cristianos nuevos y viejos.El peligro que podan representar los moriscosen el interior de la Pennsula hay que calibrarlodentro del enfrentamiento que sostenan la civi-lizacin occidental y musulmana en el Medite-rrneo. Era la denominada frontera interior,cuyo exponente ms significativo lo constituanlos monfes, de una agresividad alarmante a lolargo del siglo XVI.

    El verdadero protagonista de los ataquesefectuados en la nueva frontera martima y te-rrestre, sin gnero de dudas, fue el corso y, enmenor medida, la piratera. Vocablos usadoscomo sinnimos frecuentemente, pero que po-seen diferencias muy marcadas. El primero seentiende como la empresa naval de particularescontra los enemigos del Estado, realizada con elpermiso y bajo la autoridad de las potencias con-

    tendientes, por tanto, el navegar con patente erala caracterstica que lo distingua de la piratera,en la que se da violencia criminal sin justifica-cin alguna o casus belli.

    El xito de muchos de los saqueoscorsarios es testimonio de la preparacin de losmismos con la colaboracin del espionaje mo-risco y del bandidaje monf, factores determinan-tes de la psicosis reinante en la Pennsula y que,

    en cierta medida, explican el desacierto de lasmedidas represivas que de una forma progresivase fueron tomando con el pueblo morisco. En unambiente enrarecido por el miedo a previsiblesasaltos procedentes del Magreb, el gobiernoemiti innumerables disposiciones en todo lo

    INTRODUCCIN

    Bautismo yconversin de moriscossegn un grabado deF. Heylan.

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    relacionado con la costa y su defensa: vigilancia,construccin y reparacin de torres almenaras,dotaciones militares, prestaciones econmicas,

    y aquellas encaminadas a ahuyentar y reglamen-tar la presencia de moriscos en la franja riberea.

    Existen relatos donde queda reflejado contodo lujo de detalles el funcionamiento de la de-fensa costera, con sus seales de fuego y reba-tos, junto con las intervenciones militares de lasguardas viejas de Castilla y las milicias locales depoblaciones cercanas; tambin, sobre el rescatenegociado en la misma playa donde se haban

    apresado cautivos, tratando desde la misma em-barcacin corsaria el intercambio y precio de re-henes entre cristianos y musulmanes hasta reali-zar el canje ajustado

    Consecuencia del enfrentamiento entredos mundos separados por el nuevo limesfue elcorso o guerra martima, donde el hombre fue elprincipal botn. Esclavos y cautivos constituyenun fenmeno de la historia de siempre, pero la

    notoria figura de Cervantes, cautivo paradigm-tico, junto con los baos de Argel, ciudadcorsaria por excelencia, pasaron a ser smbolosde la incontable multitud de seres desarraigadosde su medio y privados de la libertad. El Mancode Lepanto, con su elocuente pluma, traz conmaestra los rasgos psicolgicos de estos desdi-chados seres, forzados contra su voluntad a vi-

    vir en un mundo distinto y totalmente opuesto.l nos ha transmitido el testimonio de la envile-

    cida vida de los cautivos en las prisiones, dondetoda incomodidad tiene su asiento. El cautive-rio, fenmeno derivado del derecho de guerra,est ntimamente ligado a la multisecular luchaentre cristianos y musulmanes. Calcular el nme-ro de cautivos y renegados es una tarea por rea-lizar, pues tan slo contamos con estimacionesparciales.

    El Mediterrneo, fue escenario de la liza

    entre las dos grandes potencias, espaola y oto-mana, hasta que, a raz de Lepanto, se produjo lainflexin, debido al cambio de rumbo de ambasen sus intereses polticos, Espaa en direccin alnorte de Europa, y Turqua hacia el este asitico;con ello lleg la distensin entre los colosos,

    pasando el Mare Nostrum a un segundo plano.Desapareci la gran contienda pero no la peque-a y degradada guerra representada por la pira-tera, que va a conocer una segunda poca dora-da desde finales del XVI hasta el primer tercio dela centuria siguiente.

    Como resultado de los enfrentamientosblicos y, en particular del intenso corso en lasriberas mediterrneas de la nueva frontera, vasurgir una sociedad heterognea y conflictiva,formada por elementos muy dispares, a vecesrelacionados entre s: esclavos, trnsfugas, elches,

    gacs, monfes, galeotes, jenzaros, alfaqueques,comerciantes, espas, contrabandistas, repobla-dores, cautivos y renegados. Estos dos gruposltimos servan de cierto nexo entre ambas civi-lizaciones opuestas.

    EL SISTEMA DEFENSIVO DE LA COSTAY SU FINANCIACIN

    Tras la conquista del Reino de Granada, ya

    en la etapa mudjar, se sentaron las bases de lapoltica defensiva en la nueva frontera de la ribe-ra sur del Mediterrneo peninsular. A pesar de laretirada de gran parte de las tropas del ejrcitocristiano, se mantuvieron las fortalezas costeras

    y las guarniciones de apoyo del interior. En lacosta malaguea, zona incorporada en primerlugar a la Corona castellana, se ensay la organi-zacin inicial del sistema de su proteccin mili-tar. A partir de la revuelta musulmana, en distin-

    tas ordenanzas e instrucciones, fue fijada la nor-mativa, asignando las distintas funciones y com-petencias de los guardas, cuadrillas, atajadores,receptores, escribanos, corregidores, requerido-res y visitadores, galeras y navos. Ante la insufi-ciencia del sistema de la poca nazar, que slodispona de escasos fuertes y torres vigas en ellitoral, se proyect la creacin de nuevos presi-dios alejados de la costa. La competencia de ladefensa recaa globalmente en el capitn general

    del reino, quien vigilaba el cumplimiento de lasdisposiciones gubernamentales.

    El peligro turco y de sus aliados, el temorde la confabulacin morisca y monf, junto conla obsesiva poltica de impermeabilizacin penin-

    INTRODUCCIN

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    sular de todo contacto con el extranjero, llev algobierno a adoptar una estrategia para reforzarel litoral del reino granadino. Tarea previa a laconstruccin de fuertes y torres vigas eran losinformes que el monarca demandaba, redactadospor expertos conocedores del territorio y, sobretodo, por ingenieros, cuya figura va a cobrar granimportancia en el siglo XVI. Uno de ellos, JuanBautista Antonelli, sostena que Espaa deba for-tificarse bien para la guerra defensiva, como ca-beza de un gran imperio, y no eran los barcos losque podan salvaguardarla, sobre todo despusde la derrota de Djerba y el hundimiento de una

    flota de galeras en la Herradura; porque, segnl, la solucin estribaba en las fortalezas que re-forzaran las defensas naturales de la Pennsula.Por muchas razones, segn l, la defensa terres-tre resultaba ms permanente y barata.

    En poca de Carlos V eran los hombres deguerra los que planeaban los grandes proyectosdefensivos, mientras que los ingenieros milita-res eran utilizados nicamente para llevar a la

    prctica las deci-siones tomadas. Apartir de Felipe II,stos adquirierongran responsabili-dad, hasta formarun cuerpo de espe-cialistas a quienesse enviaba a visitarel territorio para

    informar sobre laconstruccin denuevos fuertes, ascomo para su dise-o y ejecucin.

    Las fortifi-caciones no eranelementos aisla-dos, a pesar de la

    apariencia de im-presionantes mo-les que representa-ban algunas deellas, pues todosformaban parte de

    una red defensiva estructurada, en las que losdiversos componentes dependan unos de otros;as, los grandes castillos y alcazabas requeran elapoyo de fuertes menores y, sobre todo, de lashumildes torres vigas, imprescindible sistema detransmisin de mensajes, aunque tambin po-dan disponer de artillera algunas de ellas.

    La rebelin morisca conmocion a todoel pas y provoc la revisin del entramado de

    vigilancia y fortificaciones. El Consejo de Guerraarbitr una serie de medidas encaminadas a po-tenciar la defensa de la costa granadina; adems

    de proporcionar un considerable refuerzo de sol-dados de caballera, se trajeron ingenieros y tc-nicos en construcciones militares. Nuevos plan-teamientos tericos inspiraron la mejor forma dedefender el territorio granadino, siguiendo la pau-ta marcada por Antonelli de cerrar la costa comouna muralla, una idea utpica pero muy en con-sonancia con el pensamiento estratgico de lapoca de Felipe II, de aislar a Espaa, incluso ideo-lgicamente. Finalizada la guerra, se va a produ-

    cir una duplicidad de funciones y competenciasen cuanto a la proteccin del territorio se refie-re. Por una parte, urga mantener el sistema de-fensivo de la costa e interior, mientras que porotra, a los nuevos repobladores tambin se lesconfera funciones militares para cuyo desempe-o se les proporcionaba armas.

    La nueva frontera abarcaba, junto con lacosta y fuertes bien pertrechados, los presidios

    de las serranas y los situados en el norte de Afri-ca, diferencindose estos ltimos porque eranautnticas fortalezas, mientras que los de mon-taa consistan en pequeas fortificaciones paraguarniciones de soldados acuartelados en ellas.El otro elemento defensivo consista en milicias,compuestas normalmente por tropas no conven-cionales de infantera y caballera, que estabanubicadas en importantes ncleos de poblacin dela costa o cercanos a ella. Sobre la actuacin y

    eficacia de la caballera de la costa de Vlez-Mla-ga, contamos con el precioso testimonio litera-rio de Cervantes en El Quijote, cuando se refierea la llegada del cautivo a la playa: descubrimoshasta cincuenta caballeros, que con gran ligere-za, corriendo a media rienda, a nosotros venan.

    INTRODUCCIN

    Representacin dela corte de un sultnturco otomano,siglo XVI.

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    En cuanto a la defensa de la costa, la ta-rea de reforzarla constitua un empeo funda-mental para favorecer el proceso de repoblacin,pues de no llevarla a cabo ahuyentara la inmi-gracin de colonos ante el temor de incursionescorsarias. A las atalayas de vigilancia, cuyo n-mero creci con el paso del tiempo, se les pro-gramaba diversos cometidos: transmisin dealarmas, proteccin a los diferentes asenta-mientos o estancias y sus actividades, alerta dedesembarcos en zonas deshabitadas y, finalmenteasegurar el trnsito de viajeros por los caminosde la costa.

    No era suficiente construir y mantenerfortificaciones, si faltaban unidades militaresoperativas, dotadas de abundante material bli-co y con eficaz instruccin en su manejo. Sinduda, las fuerzas ideales para el cometido defen-sivo eran la caballera y la artillera. El gobiernotrat de proveerlas con la indispensable gentede guerra a fin de proteger eficazmente la riberamartima de las penetraciones enemigas.

    Por lo que se refiere a la estructura de loselementos de la salvaguardia de la costa, algu-nos de ellos permanecieron ms o menos inalte-rables, tal era el caso de las grandes fortalezas ynumerosas torres que jalonaban el litoral, perotambin es evidente que se dieron profundoscambios en la organizacin castrense a la par dela coyuntura poltica de las distintas pocas, tan-to en lo que respecta a los fortines, torres vigas

    y estancias como a las fuerzas militares y los gas-tos necesarios.

    En cuanto a la proteccin del litoral pormedio de armadas, fue regularizado el empleode galeras para su vigilancia, pero el funciona-miento era defectuoso sobre todo por la escasezde galeotes. Antonelli calculaba que el coste dela defensa terrestre del litoral del Reino de Gra-nada poda cifrarse en 60.000 ducados, el equi-

    valente al valor de diez galeras. Eran ms efica-ces los fuertes y la artillera que las flotas, debi-do a las dificultades que ofreca el accidentadolitoral, donde en muchas partes no podan fon-dear los navos. No obstante, el podero de Espa-a sobre las aguas del Mediterrneo descans

    sobre sus galeras que desempearon un impor-tante papel en el sistema de control y vigilancia,as como en el robustecimiento del poder de la

    monarqua. Se dispona de unas 60 de estas uni-dades navales, cifra variable segn las oscilacio-nes de la coyuntura poltica, y en la que se in-cluan las escuadras italianas dependientes de laCorona espaola. Unas 30 galeras deban patru-llar la costa desde Cartagena al cabo de San Vi-

    cente, con el cometido de limpiar el Mediterr-neo de piratas y evitar el contrabando. Aunquesus funciones eran primordialmente defensivas,tambin practicaban el corso en el Magreb parala captura de esclavos. Haba que disponer de10.000 remeros por lo menos para poner en fun-

    INTRODUCCIN

    Naves de guerracercanas al litoral.

    Fresco de El Escorial,siglo XVI.

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    cionamiento las galeras existentes, pero se ne-cesitaba triplicar los efectivos, si se deseaba eldominio delMare Nostrum. Ante la dificultad dereclutar los galeotes para equipar el total de losnavos, dada la escasez de mercenarios y de cau-tivos, no hubo ms remedio que echar mano delos vagabundos y condenados por la justicia eInquisicin.

    A partir de 1589, conocasin del desembarco deDrake en La Corua, se decidicrear una escuadra defensiva

    permanente, pero las dificulta-des parar llevarla a la prcticadebido a los problemas finan-cieros de la Hacienda estatal,oblig a regionalizar la marinade guerra, pero este proyectotuvo escasa efectividad y sloen determinadas provincias,que utilizaban los navos enprovecho propio. Por otra par-

    te, ya a principios del siglo XVII,los mismos corsarios abando-naban los remos en favor de las

    velas.

    Si a lo largo del siglo XVI el peligro proce-dente del norte de frica se intensific con losasaltos turco-berberiscos a las costas peninsula-res, desde finales de esta centuria apareci unanueva amenaza por parte de aquellos pases eu-

    ropeos que no vean con buenos ojos la hege-mona poltica espaola. Los holandeses logra-ron su independencia de la Corona hispana trasuna guerra larga, a la par que imponan su seo-ro en los mares, mientras que los ingleses inter-

    venan de forma fraudulenta a travs del contra-bando y piratera en el comercio americano. Setrataba de armadas de numerosos veleros queiban muy bien pertrechados de artillera y de tro-pas de desembarco.

    El origen de del sistema defensivo y de sufinanciacin hay que buscarlo en el mantenimien-to de la guarda de la costa; entre 1492 y 1497 elgasto de la vigilancia del litoral malagueo lopagaban los mudjares ribereos a cambio de

    poder seguir residiendo a orillas del mar, impues-to que se conoce con el nombre de farda. Ya enel Quinientos, se extendi la obligacin de con-tribuir tambin en la proteccin de la franja cos-tera a los cristianos viejos. El mantenimiento delos servicios de proteccin territorial y martimafuncion, bajo el punto de vista de su carga fis-

    cal, con autonoma propia inde-pendientemente de las finanzasestatales, aunque stas tuvieronque compartir los costes desdeel momento que el Mediterr-neo occidental se convirti en

    un foco de tensin turco-magreb.

    La expulsin de losmoriscos del Reino de Granadaplante una nueva situacinrecaudadora al faltar tan impor-tante fuente que suministrabalos fondos destinados a la de-fensa de las costas; por otra par-

    te, tampoco se consider con-veniente cargar esta obligacina los repobladores para no ahu-

    yentarlos y estimular su presencia en los exten-sos territorios abandonados. De esta manera, laCorona determin que los desembolsos carga-dos a los moriscos correran a cuenta de las ren-tas de sus bienes expropiados y que la farda de lamar se incorporase a la Renta de la Poblacin delReino de Granada, la cual a duras penas llegaba a

    recaudar la mitad de los dispendios militares, apesar de la extensin de contribuir a 36 ciuda-des que no posean haciendas moriscas.

    Una importante fuente documental sobrela financiacin de la vigilancia de la costa, pocoestudiada en contraste con los numerosos traba-

    jos sobre las cargas que soportaban los mudja-res y posteriormente los moriscos, es la referen-te a las diversas y substanciosas prestaciones con

    las que la Iglesia espaola y el pueblo fiel colabo-raban en los elevados presupuestos estatales.En la Guerra de Granada hay que buscar el arrai-go de estas aportaciones econmicas, canaliza-da en las llamadas Tres Gracias, que se conce-dan para la defensa de la Iglesia Catlica en la

    INTRODUCCIN

    Francis Drake.

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    lucha contra el infiel y posteriormente tambinpara frenar el avance del protestantismo. Entreotras actuaciones, el monarca espaol se com-prometa a mantener cien galeras en su contien-da contra el Islam, a cargo principalmente sobrelos impuestos eclesisticos.

    Carlos I, por ley de 1523, estableci quelos gastos de las fortalezas y lugares ganados en

    frica fueran consignados en la Cruzada, y tam-bin el reparo y guarda de las fortalezas de losreinos de Granada, Andaluca y Murcia. Duranteel interregno de Carlos I y su hijo Felipe II, en

    1556, el papa Paulo IV, enemigo visceral de losAustrias, revoc el Subsidio y la Cruzada, cuyosbeneficios financiaban parte de las inversionesde defensa, hecho que provoc fuertes tensio-nes entre Roma y Espaa. Hay que tener en cuentaque, ya en el reinado de Felipe III, de las TresGracias se obtena una cuarta parte menos quepor el servicio de los millones, o sea una canti-dad muy superior a la percibida a travs de lasfardas.

    DISTRIBUCIN DE LA VIGILANCIACOSTERA

    Prescindiendo de la abundante bibliogra-fa sobre este tema, nos limitaremos a researtan slo las fuentes de primera mano. La adjudi-cacin espacial de la proteccin militar de la costasur peninsular, as como los paisajes ribereoscorrespondientes al Antiguo Rgimen, han que-

    dado reflejados con minuciosidad en testimoniosiconogrficos y escritos inestimables. El pintorflamenco Van den Wyngaerde, entre sus innume-rables panormica espaolas del siglo XVI, nosleg la perspectiva insuperable de la hoy conoci-da por Costa del Sol, representacin de grandio-sa espectacularidad, tomada desde alturas muyelevadas, que abarca el extenso litoral compren-dido desde la Torre Blanca, al este, hasta el Pe-n de Gibraltar, a poniente, englobando la fa-

    chada martima de unos cien kilmetros poco mso menos, con un fondo casi imperceptible e ima-ginario del Africa que va desde Orn hasta Ceuta.

    Del cartgrafo portugus del siglo XVIIPedro Texeira conocamos detalladas descripcio-

    nes, una sobre Mlaga ciudad y otra acerca dellitoral peninsular, pero tenemos noticias delfeliz hallazgo en la Biblioteca Nacional de Vienade un extraordinario atlas por l confecciona-do con numerosas y bellsimas panormicas eilustraciones cartogrficas, titulado Atlas delRey Planeta,del cual se nos anuncia su prontapublicacin, que esperamos sea muy esclare-cedor. Como anticipo ya se han publicado,entre otras, dos hermosas perspectivas deEstepona y Marbella.

    Ya del siglo de las Luces contamos con el

    interesante portulano manuscrito ilustrado delingeniero militar Juan de Medrano, donde hanquedado reflejadas en mapas simplificados laspoblaciones, fuertes y torres de almenara situa-das en la costa del Reino de Granada. Hacia 1762,el mariscal de Campo Antonio Mara Bucareli es-cribi la Relacin del estado de todos los pues-tos fortificados del antiguo Reino de Granada,informe muy pormenorizado.

    La defensa de la costa granadina estabaconfiada a una serie de poblaciones, dotadas decastillos y murallas, y tambin a fortalezas aisla-das estratgicamente situadas, con la finalidadde repeler cualquier desembarco realizado porel enemigo; tal era el caso, por lo que respecta ala Costa del Sol Occidental, de Estepona, Marbella,Fuengirola, Benalmdena, Torremolinos y loscastillos de Sabinillas y Santa Clara. Constituanel verdadero frente defensivo que se comunica-

    ba con otra lnea de retaguardia, formada porpoblaciones y refugios situados en la barreramontaosa interior paralela al litoral, tal era elcaso de Manilva, Gaucn, Casares Ojn, Istn yMijas, donde poda recogerse la poblacin en casode peligro, pudiendo aportar tambin miliciasdurante los ataques corsarios.

    Las torres de almenara constituan la pri-mera lnea de vigilancia para alertar cualquier

    peligro que acechase a la costa y sus habitantes.Utilizadas ya desde la antigedad en las tcticasdefensivas, pero fueron los musulmanes quienesperfeccionaron su sistema hasta el punto de con-ferirles el nombre rabe de al-manara (el lugarde la luz), aludiendo al primitivo cdigo de sea-

    INTRODUCCIN

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    les con fuego (almenara) y humo (ahumadas), pormedio de las cuales se avisaba de la presencia deenemigos y su posicin en la ribera martima. Ensu construccin adoptaban formas cilndricas,polidricas, cnicas y de pezua y, en cuanto alemplazamiento, se tena en cuenta el alcance desu visibilidad con respecto a la mayor longitudde litoral divisado, as como tambin la posibili-dad de avistar la torre anterior y posterior. Nor-malmente constaban de una base maciza paraimpedir su destruccin, encima de la cual se si-tuaba la estancia habitable, y sobre ella un cuer-po superior con troneras para la defensa. Su cons-

    truccin proceda en algunos casos de la BajaEdad Media y, principalmente, de los siglos XVIal XVIII. Su conservacin, funcionamiento y obli-gaciones del personal a su servicio estaban mi-

    nuciosamente reglamentadas, as como lo refe-rente a las responsabilidades de los municipiosdonde estaban enclavadas.

    Desde la desembocadura del Guadiaro has-ta la del Guadalhorce, Bucareli contabiliz 24 to-rres de almenara y 16 estancias o pequeos refu-gios militares del litoral, pero hay que tener encuenta las construcciones posteriores, as comola diversidad de las denominaciones de las distin-tas fuentes. La Torre de la Chullera es la primerasealada, entre ella y la de la Duquesa, ambas ata-layas en el trmino de Manilva, se levant en 1767

    el castillo de Sabinillas. La funcin militar de estefuerte responda la estrategia de la poca, conmiras a proteger una zona prxima a Gibraltar,en una poca en la que se trataba de rescatar elPen a los ingleses. En la playa de Casares seencuentra la Torre del Salto de la Mora, cuyo per-fil cuadrado de la atalaya qued reflejado por elpintor flamenco Van den Wyngaerde, quien per-petu la imagen de una de las pocas fortificacionesmusulmanas conservadas hasta hoy da.

    Estepona, poblacin emplazada cerca deplaya, donde se poda desembarcar con muchafacilidad como ya lo haban hecho algunas veceslos berberiscos, era una villa de planta rectangu-lar que estaba cercada de murallas, y as se pue-de comprobar en los dibujos de Van denWyngaerde y Texeira. Dispona de un baluarteorientado al mar donde se haba emplazado unapequea pieza de artillera. Fuera de la muralla

    en la parte que mira a poniente, segn la repre-sentacin y relato del portugus, posea un arra-bal que, en caso de incursin corsaria, era aban-donado y sus habitantes se refugiaban dentro delas murallas. Segn un plano de la primera mitaddel siglo XVIII se observa el permetro de la villa

    y castillo antiguos de forma pentagonal, comple-tamente rodeados de edificios nuevos, en per-

    juicio de su valor estratgico. El aumento de lapoblacin y las nuevas disposiciones militares de

    la poca de Carlos III favorecieron la desapari-cin de la fortaleza. A este municipio le corres-ponda una amplia marina donde se ubicaron sieteatalayas: la Torre de Arroyo Vaquero y la llamadaSalavieja, a poniente de la villa; hacia oriente sehallan las torres del Padrn, del Velern, Torre

    INTRODUCCIN

    Perspectiva de Marbella. Atlas del Rey Planeta(Pedro Texeira, 1624-34, Viena, Osterreichische Nationalbibliothek).

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    INTRODUCCIN

    Guadalmansa, del Saladillo y de Baos. La vigi-lancia de la extensa ribera contaba con un cuer-po de caballera, cuyos jinetes la recorran dia-riamente. Ms al este, en territorio de Benahavs,

    junto al Arroyo del Chopo, se levanta la Torre deBvedas, as denominada por la proximidad a unaantiguas termas romanas.

    Ya en la parte occidental de Marbella estubicada la Torre del Duque, en alusin a donRodrigo Ponce de Len, marqus de Cdiz y du-que de Arcos, el militar de mayor protagonismoen la Guerra de Granada. Hacia levante se erige

    la Torre de Ancn, cercana a la desembocaduradel Ro Verde, tan cantado por los romances. Enel interior, al pie de Sierra Blanca, se halla Istn,motivo por el que dispona de ciertas defensasenclavadas en la zona montaosa. En la panor-mica de Van den Wyngaerde, Marbella est re-presentada en un plano alejado a vista de pjaro,sin que puedan percibirse los detalles del cascourbano encerrado entre las murallas que formanun cuadrado perfecto. Texeira la dibuja y descri-

    be con bastante precisin cuando ya haba sufri-do cambios importantes, como era el ensanchehacia el norte, entre el viejo castillo y el conven-to de San Francisco. En la panormica trazadapor l, se observa en la fachada sur una torre quehaba sido dotada de artillera. Posteriormente,segn Bucareli, cerca del ro Chorreadero, fuelevantado el Fuerte Nuevo de San Luis, bien do-tado de artillera, que fue destruido durante laGuerra de la Independencia. En su lugar, hoy da,

    se ha construido un hotel.

    La ciudad de Marbella comparta elcorregimiento con Ronda, urbe que tena la obli-

    gacin de socorrer la costa desde Gibraltar aMlaga y, de manera especial, al litoral de laspoblaciones de Marbella, Estepona y Fuengirolapor pertenecer a su distrito. Contaba para ellocon cinco regidores capitanes y un jurado alf-rez, quienes visitaban los vecindarios de las cola-ciones que se les haba asignado en calidad decoordinadores de la defensa costera, con la obli-

    gacin de poner guardias en el puerto de la

    Garita del Castillode Sabinillas (Manilva).

    Foto: A. Serrano.

    Fuerte de San Luis.Marbella. 1958.

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    INTRODUCCIN

    Fuenfra. Durante el siglo XVI la financiacinde la guarda de la costa corra en parte a cargode la farda, de la que Marbella perciba un quincepor ciento del tributo morisco para los gastosocasionados por las capitanas de infantera ycaballera, mientras que las milicias concejileseran costeadas por los propios municipios en-cargados de su defensa. Desde Marbella hacialevante, el litoral era vigilado por la Torre delRo Real, la desaparecida del Real de Zaragoza,la Torre del Lance de las Caas y Torre Ladro-nes.

    Fuengirola, en realidad, durante el Siglode Oro tan slo era un presidio o fortaleza origi-nario de la poca almorvide, de tipo rbida, quese levantaba en un emplazamiento estratgico.Su funcin principal era dar proteccin a la costaprxima a la capital malaguea, para ello, comoafirma Texeira, el castillo, que dependa de la ca-pitana de Marbella, estaba poblado de un im-portante contingente de soldados de infantera

    y caballera. No obstante, tambin competa al

    corregimiento de Mlaga la defensa del cascourbano por estar bajo su jurisdiccin, con la obli-gacin de aprestar las milicias concejiles para suproteccin. Al final de la playa de Fuengirola, enun altozano quebrado, est situada Torre Blanca,de planta de pezua.

    Desaparecido

    Castillo de Santa Clara.Torremolinos.

    Mijas, por su situacin estratgica, enpoca musulmana estuvo muy fortificada, perocon el tiempo se abandonaron las defensas, has-ta el punto de que, debido a la inseguridad desus habitantes, el obispo de Mlaga BernardoManrique mand construir a mediados del si-glo XVI una slida torre para que sirviese de re-fugio, que posteriormente se incorpor a la igle-sia Parroquial ya en el siglo XVII. En el trminode Mijas se levantan las torres del Muelle y deCalahorra, Torre Nueva de la Cala del Moral y,por ltimo, la Torre de Calaburra. Benalmdena,lugar fortificado por hallarse en un emplaza-

    miento privilegiado que dominaba las playas ve-cinas, sufri fuertes ataques de piratas en la pri-mera mitad del siglo XVI, motivo por el que seintensificaron las patrullas de vigilancia coste-ra. En el litoral de su jurisdiccin estaban ubica-das la Torre del Muelle, Torre Quebrada y TorreBermeja.

    Torremolinos debe su nombre a la Torrede los Molinos, en alusin a la actividad

    industrial harinera de la localidad, que estemplazada en un escarpe elevado sobre elmar. El Castillo de Santa Clara, fue cons-truido el ao 1763 en un promontorio quesepara las playas de la Carihuela y delBajondillo, a peticin y expensas del inge-niero militar Antonio Jimnez Mesa, aquien le fue confiado el gobierno vitaliciode la fortaleza. Corta fue la duracin de sufuncin estratgica, pues a partir de 1830

    no consta la existencia de actividad mili-tar alguna, pasando recientemente a pro-piedad privada.

    El litoral de la Costa del Sol estu-vo erizado de fortificaciones y numero-sas torres vigas, muchas de ellas, desa-fiando la incuria del tiempo y del hom-bre, todava perduran hoy da como tes-

    tigos mudos de un pasado saturado de fugas

    masivas de moriscos, de peligrosas incursio-nes corsarias, de numerosos y dramticos apre-samientos de cautivos, etc. A pesar de que al-gunas de estas fortificaciones y atalayas handesaparecido, la toponimia da fe de su exis-tencia histrica.

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    1. ANTECEDENTES

    a costa sur del Mediterrneo peninsular hamostrado a lo largo de siglos una inequvo-

    ca vocacin fronteriza. En su trayectoria histri-ca la encontramos en reiteradas ocasiones comoun limesoscilante, fiel reflejo de lo acaecido entoda nuestra geografa durante ochocientos aosde lucha secular. Alternancias pendulares a ori-llas del mar, es cierto, pero siempre dependien-do de las dos culturas antagnicas que se dispu-taban su hegemona, la Cristiandad y el Islam,con momentos preponderantes para una y otradependiendo, muchas veces, del factor suerte ydel juego de coaliciones. Surge una sociedad de

    frontera, bifurcada por dos credos distintos y porla alianza de los pueblos que habitaban las ribe-ras del Mediterrneo con uno u otro de los ejesque bipolarizaban el poder1.

    La problemtica de la inseguridad no esnovedosa y as lo demuestra, como digno ante-cedente, esa red de castillos y fortalezas que

    jalonan el litoral desde pocas tempranas y cuyapresencia es elocuente sobre viejos conflictos

    entre naciones con intereses diferentes. Los nu-merosos yacimientos arqueolgicos del sectorcostero entre Manilva y Mlaga capital y las for-talezas ubicadas en puntos muy concretos de sussierras, evidencian, no slo la existencia de cul-turas y civilizaciones antiguas, sino tambin susrivalidades.

    En Casares proliferan restos de la culturaromana, cuyo mayor exponente lo constituye el

    castillo de Lacipo, monumental por s mismo ycon serias necesidades de un proyectoreconstructivo para evitar el expolio que sufresistemticamente. Sus orgenes lo atribuyen a Ju-lio Cesar, quien orden su construccin en agra-decimiento a la curacin de una enfermedad cu-

    tnea tras baarse en los Baos de la Hedionda2.La privilegiada situacin de este conjunto arqui-tectnico nos permite situarlo como un bastinpara la vigilancia y defensa de las sierras y vallesdel interior.

    Ocupando un emplazamiento similar aLacipo aunque ya en las primeras estribacionesde Sierra Bermeja, se encuentra el castillo delNicio, uno de los complejos arqueolgicos msinteresantes de Andaluca para el estudio delpoblamiento durante los siglos IX-X. Su origenresponde al proceso de encaramamiento de laaristocracia feudal de procedencia visigoda que,tras la presin del estado islmico capitalizado

    en Crdoba, huye a las alturas, siendo conquis-tado por las tropas cordobesas en el ao 923. Semantuvo en uso al menos hasta los reinos detaifas y algunos autores lo relacionan con el MuntNis mencionado en las fuentes3.

    Al este de Marbella se ubica el yacimientode Cerro Torrn, una fortificacin de aproxima-damente 1.200 metros cuadrados, distante un ki-lmetro de la orilla del mar. Supone un enclave

    ptico ideal para observar el litoral circundantey la va terrestre que por Ojn se introduce en elvalle del Guadalhorce4. Entre el siglo VII e iniciosdel VI a.C., se asiste a la fundacin de una seriede asentamientos sobre promontorios que do-minan las vegas de las redes fluviales secunda-rias. Estaran dedicados a la explotacin de re-cursos derivados de la pesca, sin descartar laposibilidad de estar vinculado a la explotacinde las minas de hierro situadas en sus inmedia-

    ciones.

    A partir de fines del siglo IV d.C. la mayo-ra de los yacimientos de la costa occidentalmalaguea muestran sntomas de disminucin desus actividades, pudiendo hablarse de abando-

    L

    SISTEMA DE VIGILANCIAEL SISTEMA DE VIGILANCIADE LA COSTA OCCIDENTAL MALAGUEA

    Catalina Urbaneja Ortiz

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    nos definitivos5. Una vezsofocada la rebelin deUmar Ibn Hafsun, todosestos asentamientos sonreconstruidos e integradosen un primer momento enla red de fortificacionesdesde las cuales se organi-za el territorio, lo que ven-dra a poner de relieve sugran valor estratgico. Ce-rro Torrn coexiste con lafortaleza de Marbella du-rante la segunda mitad delsiglo X, e incluso princi-pios del XI, cuando es de-finitivamente abandona-do6.

    Estas fortalezas comparten una caracters-tica en comn: no aparecen establecidas en pri-mera lnea del litoral. Son una especie de reta-guardia con la doble funcin de controlar la costa

    y las principales vas hacia el interior. La avanza-dilla la integran las torres de almenara ubicadas aorillas del mar. De las 28 que permanecieron has-ta el siglo XX en la vertiente occidental de la pro-

    vincia de Mlaga, al menos 10 existan a la llega-da de los castellanos, e incluso algunas de las cons-truidas con posterioridad se alzaron sobre los res-tos de otras anteriores.

    Son de origen na-

    zar la Chullera en trmi-no de Manilva; Arroyo Va-quero, Guadalmansa y Ba-os en Estepona; Duque,de la Mar y Ladrones enMarbella; Blanca, aunquemuy alterada su estructu-ra original, en Fuengirola;Quebrada y Bermeja enBenalmdena y la de los

    Molinos de Pimentel enTorremolinos7.

    Sealados estos an-tecedentes, centraremosnuestro estudio en el pe-

    EL SISTEMA DE VIGILANCIA DE LA COSTA OCCIDENTAL MALAGUEA

    riodo comprendido entre los siglos XV y XVIII,en cuyo contexto debemos incorporar la vigilan-cia y defensa costera, pues si bien los enclavesarriba mencionados tenan como misin el con-trol de los accesos por tierra y mar, no debemosolvidar que primordialmente fueron lugares derefugio para las familias poderosas.

    Si durante gran parte de la Edad Medialos musulmanes estaban asentados en la orillaseptentrional del Mediterrneo, no puede califi-carse su estancia de pacfica debido a las irrup-ciones del enemigo, frecuentes an durante lastreguas, obligndoles a establecer un amplio des-pliegue estratgico para proteger personas, bie-nes y territorio de las cabalgadas. Las correras

    por tierra de frontera deben asignarse a uno u

    otro contendientes, pues al ser el objetivo pri-mordial la obtencin de un botn, cualquiera deellos poda romper los pactos y adentrarse enterritorio enemigo. A stas deben aadirse lasincursiones navales de castellanos y portugue-ses quienes, a lo largo del siglo XV, manifestarn

    Torre de la Chullera.Manilva.Foto: J. Macas.

    Torre deGuadalmansa.Estepona.Foto: J. Macas.

    Torre del Duque. Marbella. Foto: J. Macas.

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    EL SISTEMA DE VIGILANCIA DE LA COSTA OCCIDENTAL MALAGUEA

    tambin sus apetencias sobre el territorio mala-gueo8, suponiendo el incremento de la pirate-ra otro peligro imprevisible para los sufridosmoradores de las ciudades, villas y lugares del

    litoral.

    El avance del ejrcito castellano origina elretroceso de la frontera musulmana alterandotanto las tradicionales estructuras sociales y ad-ministrativas, como la vida de los habitantes delas tierras fronterizas. Uno de los hechos de gue-rra ms significativos, por afectar directamentea nuestra zona de estudio, lo constituy la cabal-gada de Enrique IV de Trastmara empeado enla conquista de algunas de las plazas musulma-nas situadas entre Mlaga y Gibraltar cuyo efec-to ms relevante fue el saqueo y destruccin deEstepona, anexionndola a su reino en 1456, fe-cha que algunos autores estiman en 14609. Estetipo de algaradas eran frecuentes y se comple-mentaban con las talas a fin de destruir los cam-pos, aunque por s solas jams decidieron unaguerra10. Los castellanos solan realizarlas de ma-

    nera metdica11

    , suponiendo sta una improntapara la villa de Estepona ante la que se abre unperodo de incertidumbre, con intentos frustra-dos de repoblacin consolidados una vez trans-currido el primer cuarto del siglo XVI.

    La franja costera, desde Guadiaro hasta elro de Almanzora en la provincia de Almera, es-taba llamada a jugar un relevante papel fronteri-zo que, si en un momento result favorable para

    la casa granadina en el poder por las posibilida-des de intercambios a travs del Mediterrneo,ms tarde habra de convertirse en foco de ten-sin, especialmente para los monarcas cristia-nos12. Dentro de este rea, todos los municipiosde la costa occidental malaguea presentan idn-ticos factores geogrficos, histricos y sociales,que posibilitan desarrollar un anlisis en bloquede su trayectoria como ciudades de frontera.

    En el espacio comprendido entreFuengirola y Manilva se haban formado peque-os ncleos de poblacin durante el perodonazar, alcaras adscritas a diferentes ciudades delCampo de Gibraltar. Las conexiones entre la ac-tual Costa del Sol y el extremo ms occidental

    del Mediterrneo se desarrollaron con fluidez du-rante la Edad Media, en los aspectos militares,econmicos y jurdicos, siendo el territorio deMlaga fronterizo con Algeciras13. En esta lnea,

    Arjona Castro adscribe Marbella a la cora de M-laga, limtrofe con la de Algeciras14, una vecindadque ha originado la asignacin de los territoriosincluidos en ella a una u otra demarcacin indis-tintamente.

    La historiografa muestra tendencias enambos sentidos. Ibn Hayyan incide en la proxi-midad geogrfica entre Mlaga y Algeciras al re-latar el itinerario seguido por Abderrahman IIIen sus luchas contra el rebelde Umar Ibn Hafsun,aunque omite el nombre de Marbella: Luegopas el ejrcito a la fortaleza de Montemayor,

    vecina de Fuengirola, y desde all march a la deLura, prxima a Algeciras15.

    El cronista Lus del Mrmol atribuye a lospactos de familia esta unidad territorial. En 1318reinaban en Fez los Benimerines, cuyo represen-

    tante Iucef Aben Iacob, andava muy poderosoen Berbera, hasta el punto de entregarle IsmadAben Alhamar, rey de Granada, a cambio de apo-yo logstico contra Alfonso XI, las ciudades deAlgeciras, Ronda y Marbella con todas sus serra-nas, y las villas de Castellar, Gimena y Estepona16.En la actualidad, autores como Gozlbes Craviotoinciden en la demarcacin de ambas ciudadessegn el momento, porque las continuas luchasdesencadenadas en la zona entre los reyes de

    taifas, los merines y almorvides, haran pasar laciudad de una jurisdiccin a otra17.

    A lo largo de esta dilatada fase de luchas,las treguas eran frecuentes y tenan como pri-mer efecto la restauracin de intercambios a ni-

    vel de frontera, no siendo un suceso extraordi-nario el pacto asentado en Casares hacia 1360entre Mohamed V y Pedro el Cruel sobre la distri-bucin de los pueblos que conquistasen por asal-

    to o capitulacin18. En definitiva, fueron acuer-dos destinados a suspender las hostilidades engran escala y facilitar unas relaciones muy inten-sas, marcadas por el signo de la rivalidad19, y sus-ceptibles de ser vulneradas por cualquiera de laspartes sin una causa concreta. Las andanzas de

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    EL SISTEMA DE VIGILANCIA DE LA COSTA OCCIDENTAL MALAGUEA

    Arias de Saavedra seor de Castelar, apresado en1448 junto a Ro Verde, son un claro ejemplo dela situacin en la frontera de cristianos y musul-manes. En el periodo comprendido entre 1456-

    1460, este noble sevillano va a utilizar Esteponacomo punto de partida para una serie de incur-siones depredadoras que acaban asolando el va-lle de Suel20.

    Las relaciones entre Fez y las ciudadesribereas del tramo ms occidental del Medite-rrneo tienen carcter pendular durante el siglo

    XV. Causa de ello es, de un lado, la presin ejerci-da por los castellanos en su afn por recuperar elterritorio y de otro, las rivalidades desarrolladasentre los diferentes reyezuelos musulmanes. En1411 Gibraltar era vasallo del rey de Fez, perouna disputa con el de Granada le impulsa a or-

    ganizar una revuelta que es apoyada por el afri-cano, quien enva a su hermano Sayd para di-rigir la sublevacin. El caluroso recibimientodispensado en la Roca sirve de base para ser

    obedecido por los de Marvellay de otros pueblos de la Serranade Ronda21.

    Marbella era capital jurisdic-cional de las tierras y alcaras si-tuadas entre Fuengirola y el ro deGuadalmina, lnea divisoria conEstepona, aunque no existan deli-mitaciones territoriales propia-mente dichas entre ellas, salvo lasdehesas que dexavan apartadaspara los bueyes de arada22. ParaDiego de Valera23, esta comarca in-clua tambin toda la zona del valde Sohail, mas optamos por incor-porarla dentro de la Tierra de M-laga24, pese a depender su castillodurante parte del siglo XVI de las

    autoridades marbelles.

    Excluidas las fortalezas delas principales ciudades ribe-reas, se iniciar lo que ms tar-de formara un complejo sistemade torres y estancias cuya misinfundamental estribaba en vigilarla llegada de navos enemigos yalertar a la poblacin. Ana Mara

    Vera se pregunta por qu los au-tores rabes son tan parcos conrespecto a ellas, dada la compleja red de vigi-lancia costera en poca musulmana. La res-puesta la encuentra en las actitudes ideolgi-cas y en las connotaciones especiales de la geo-grafa en el seno de la literatura rabe, peroel anlisis profundo de este fenmeno es ta-rea mucho ms compleja25. Esta carencia de-bemos aplicarla igualmente a los textos caste-

    llanos, limitados en la mayora de los casos acitar las guarniciones establecidas en ellas y alas municiones disponibles, denotando un celoextremado en mantener oculta otra informa-cin de carcter estratgico o defensivo parasalvaguardarla de posibles infiltraciones.

    Miniatura medieval.Ejrcito rabe.

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    Nuestro conocimiento sobre poblados enla zona oriental de Marbella est muy condicio-nado por la inexistencia de fuentes, siendo lo msinteresante la pesquisa custodiada en la Cate-

    dral de Mlaga sobre la delimitacin de su trmi-no con Marbella llevada a cabo por el bachillerSerrano, quien lo establece segn el dictamen delos mudjares de Ojn encabezados por el algua-cil Hamete Abdurrahazuel. El documento no estdatado, pero algunos detalles nos hacen estable-cer su fecha entre 1488 y 1490, pues el alguacilfigura en otras relaciones de ese ao26. En l secita la torre de Calahorra, denominndola Torrederribada, y las ruinas de un castillo, Castillode Chilla, donde hoy da ay tejas en l, as comootros topnimos referentes a la posible ubica-cin de antiguas fortalezas o asentamientos ru-rales27.

    En cuanto al sector occidental, la infor-macin recabada en los distintos archivos con-sultados permite trazar una somera aproximacina los ncleos de poblacin alqueras o despo-

    blados, aunque nos limitaremos a dejar cons-tancia de aquellos elementos directamente rela-cionados con la red de defensa costera.

    Las denominadas torres de alquera y lasatalayas, formaban parte de esta estructura, in-sertas las primeras en el hbitat rural y con unamisin especfica, mientras que las segundas apa-recen aisladas en el territorio. Son varias las ubi-cadas en esta zona, coincidiendo con Malpica en

    la existencia de un sistema de anillos para ladefensa de territorios ms o menos extensos,cuyo ltimo escaln sola ser la ciudad amuralla-da, en este caso Estepona, Marbella, Fuengirola,Osunilla, Mijas y Benalmdena. Estas torres y ata-layas pudieron tener una cerca para refugio debienes y animales, mientras en su interior esta-ra la guarnicin y ocasionalmente los habitan-te s28 . Prueba de ello son las de Esteril 29,Tramores30, Almachar31, Benahavs32y Cortes33en

    la vertiente occidental; la atalaya de Nageles34,el castillo de Ojn35, la torre de Istn36y el casti-llo de Casares en la zona del piedemonte. Cierrael circuito Venta Quem, en el antiguo caminode Ronda37, confluencia de los trminos de Arboto

    y Daidn. Por el sector oriental se alzaba, junto

    con Mijas, Osuna y Benalmdena, la de los Moli-nos de Pimentel.

    Para no extender en demasa esta exposi-

    cin sobre las antiguas poblaciones de la costamalacitana, nos limitaremos a trazar una brevesemblanza de los actuales pueblos. Con la nicaexcepcin de Torremolinos, todos estn enclava-dos en la montaa, comparten retazos de un pa-sado en comn y coinciden en algunos aspectospuntuales. Por ejemplo, Casares y Benahavs se in-tegraron a raz de la conquista dentro del rgimenseorial debido a las necesidades de los Reyes Ca-tlicos de sufragar con la cesin de territorios, elapoyo logstico de la nobleza castellana. En cuan-to a Ojn e Istn, si bien fueron igualmente dona-dos a personas del entorno real, en ambos casosdos funcionarios, las mercedes tuvieron lugar enlos albores del siglo XVI y las tierras no procedande conquista, sino enajenadas a los mudjaresexiliados al norte de Africa.

    Casaresy su tierra fueron cedidas por los

    Reyes Catlicos al duque de Cdiz en 1491 bajociertas condiciones38. Con esta dotacin cancela-ban la deuda contraida con el duque durante laconquista del reino nazar, donde haba desem-peado un papel relevante actuando como emi-sario real para convencer a los pueblos de las co-marcas prximas a Ronda sobre la convenienciade someterse pacficamente.

    Desque el Rey tuvo a Ronda, embi al

    marqus duque de Cliz que fuese a requerirlos lugares de la sierra de Villaluenga, que se lediesen El Rey embi por todos los otros luga-res, e binironle a dar la obediencia Casares, eGausin, e todo el alharabal, e Sierra Bermeja, eMarbella. Una vez sometida la tierra parti paraesta ltima ciudad, no sin antes dejar guarnicio-nes en todos los pueblos, e puso en Gausn e enCasares alcaides cristianos39.

    En su transaccin con el duque, la Coronase reserva el cobro de las rentas, quedando aquelen una especie de usufructo, pues le est vetadoenajenar nada de lo traspasado. A cambio se lenombra teniente de la fortaleza con una dota-cin de 200.000 maraveds anuales. Las clusu-

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    las de esta operacin facultan a los mudjares paraemigrar al norte de Africa pese a la oposicin delnoble, empeado en incrementar la poblacin desu feudo. Otros apartados regulan la comunidad

    de pastos con Marbella y el pago de los diezmos.

    De stos, los Reyes conceden en 1488 uncuarto a la Iglesia, vindose obligado el duque areclamarlos por haberse estipulado su pertenen-cia a la Casa ducal. La negativa a contribuir eneste impuesto se haba empezado a manifestaren 1487 cuando se le requiere el cobro de lasrentas de Villalluenga y otros lugares de realengo,pero se resiste a ello por tener acordado slo elpago de 80.000 maraveds anuales40. La muertedel duque en 1492 y los avatares de la polticaaplicada en el sur peninsular, Gibraltar y Cdizfundamentalmente, originan un cambio en la ti-tularidad del seoro que pasa a depender de laCasa de Arcos, quien conseguir, tras arduas ne-gociaciones, la exencin del diezmo41.

    Los pastos ocasionarn constantes quere-

    llas entre ambos muni-cipios. En principio, seacuerda el disfrutepara los vecinos de losrespectivos partidosen comunidad, moda-lidad denominada dereja vuelta,respetandomutuamente dehesas,sembrados y vias42.

    Apenas un ao mstarde los Reyes instana su cumplimiento alalcaide de Casares,pues agora vos, el di-cho alcaide, aveys me-tido en el dicho tr-mino ganados foraste-ros de vacas, cerdos ycarneros a herbaje,

    contradiciendo elasyento por nos man-dado dar con el duquede Cliz43. La duque-sa de Arcos no ser aje-na a esta situacin,

    pues tambin presenta sus quejas a la Corona,acusando a Marbella de poseer tanto ganado queestavan agotados los dichos trminos de la dicha

    villa, e los veinos della no pueden paer ni qui-

    tar sus ganados libremente. En su consecuen-cia, ordenan al licenciado Remn, corregidor deRonda y Marbella, se informe sobre las ordenan-zas de Mlaga con los pueblos de su entorno. Enespecial les interesa conocer cuntas cabezas tie-ne concertadas para, posteriormente, procedera numerar y tasar a cada una de las partes el n-mero de ganado que puede llevar a los trminosde la otra44. Pero el duque no est dispuesto apermitir intromisiones y origina una nueva in-tervencin real forzndole al cumplimiento de lanormativa existente e imponiendo la prohibicinde arrendar los pastos por estar sometidos a lareja vuelta45. El pleito no finalizar hasta 1516 yla sentencia ser favorable a Marbella, vindose

    Arcos obligado a respetar la comunidad y noarrendar sus pastizales a forasteros46.

    La Tierra de Casares comprenda, junto

    con la villa de su nom-bre, los lugares deMonarda, Rutillas,Benestepar, Benibeda,

    Almachar, Beniex in,Xubric y Genalguacil,segn se desprendedel padrn elaboradoen 1497 para el repar-timiento de la contri-

    bucin de los mudja-res a los rescates decristianos cautivos. En1496 los Reyes emitenuna provisin a los jus-ticias de Mlaga, Ron-da y Marbella, sobre elacuerdo realizado conlos moros de las se-rranas, e garba, e la

    joya e Marbel la yGausn y Casares.

    El origen deeste pacto hay queasignarlo a los mo-

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    El Castillo de Casares.

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    mentos posteriores a la conquista, cuando seacord la financiacin de la vigilancia a cargo delos mudjares, pero este acuerdo no se cumpli,o al menos no produjo los resultados previstos,

    pues muchos cristianosfueron apresados por losnorteafricanos. Tras lanegociacin se compro-metan, a cambio delperdn real, a pagar cier-ta cantidad para resarcira los damnificados eampararan otras iertascosas, comunicndoseel pacto a los respectivosconcejos para su ejecu-cin47. El importe se dis-tribuy entre los lugarespoblados de musulma-nes, mediante reparti-miento sobre el nmerode varones de cada loca-lidad. En su conjunto,

    Casares debera pagar21.000 maraveds distri-buidos entre el total delos vecinos de sus pueblos, 387 almas una vezexcluidos 40 pobres, 9 alguaciles, 7 alfaques y elescribano de arbigo48.

    Su situacin geogrfica y la proximidad dela costa africana, eran constante objeto de aten-cin por parte de la monarqua, preocupada por

    asegurar los pasos naturales de sus sierras haciala franja costera de su trmino.

    En el memorial que se instruye para laguarda de la costa, se ordena asegurar y hollarlas syerras de el Gibral Garne que es al ponyentede Casares una syerra muy larga y en ella aymuchas syerras. Y han de hollar la syerra de Al-menara y la Carbonera que es entre Casares yGibraltar, y asegurar la syerra Bermeja y la

    syerra de Livar y las Breas de Gausyn49. En cuan-to a la costa, el duque deba sufragar seis guar-das y, hacia 1543, tambin corran a su cargo lasvelas del pueblo compuestas por cuatro guar-das nocturnas en el castillo, uno de los cuales

    vigilara de da la puerta de la villa; otra para ve-

    lar el cuarto del alba en el arrabal y cuidar de supuerta, asimismo pagara el sueldo de los guar-das del campo50. No se precisan los emolumen-tos de los alguaciles, tan slo sabemos que en

    1487 los Reyes Catlicos les haban hecho mer-ced de 20 fanegas de trigo para su mantenimien-to51.

    Otro funcionario que ejerce de hombrede confianza del seor es el alcaide, a quiencorresponde, entre otras funciones, la guarda

    del territorio. Ya vimos su actuacin en los con-flictos con Marbella, pero su celo se manifies-ta en las gestiones emprendidas con cualquierforastero que altere las ordenanzas. Un ejem-plo lo encontramos en Juan de Vera, alcaideen 1549.

    El transporte martimo de cereales estabamuy limitado desde la provisin de 1490, dicta-da con el objetivo de proteger a la ciudad de

    Mlaga de los abusos de ciertos comerciante que,alegando comprar trigo para abastecer al ejrci-to, lo vendan al otro lado de la frontera. A razde esta disposicin, se prohibi la saca de trigo,harina o cebada, de la dicha ibdad e su tierra,salvo licencia expresa52. Rodrigo de Palma, veci-

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    Torre del Saltode la Mora, Casares.

    Foto: J. Macas.

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    no de Granada y encargado de aprovisionar a laguarnicin de Adra, haba comprado 550 fane-gas de trigo en Casares y Gaucn, las cuales de-posit en la torre del Salto de la Mora hasta tan-

    to llegara el barco encargado de transportarlo asu destino. Enterado Vera, se lo impide con elpretexto de que no se poda envarcar pan por lamar sin lienia de su magestad, reteniendo elcargamento y designando un guardin para sucustodia.

    Pese a la insistencia del propietario de lamercanca, el alcaide se niega a su entrega ba-sando su resistencia en la prohibicin inserta enlas ordenanzas reales sobre no sacar pan por lamar sino por Xerez e Mlaga e Mazarrn, y slocesara en su actitud cuando demostrasedocumentalmente ser el abastecimiento de lastropas su destino final y no su propio negocio.

    Finalmente se presenta una carta emitida pordoa Juana autorizando la saca de pan, trigo ocebada en cualquier lugar sin incurrir en penaalguna53.

    Benahavses la nica superviviente de lasalqueras del el valle del ro Guadalmina54. Estrodeada de pequeos montes, lo que a juicio deMadoz la hace poco ventilada y muy calurosa en

    el verano. La documentacin manejada eviden-cia que en poca musulmana comparta su tr-mino con Cortes, desde la mar hasta la sierra,por los Baos, es trmino de Cortes y Benahavs,siendo las guardas y atajadores de ambas alque-ras55. Para sus relaciones con los otros lugaresse basaban en el derecho consuetudinario, espe-cialmente los pastizales, porque no haba cosa

    vedada. Los de Marbella coman por todo eltrmino y los de las alcarias del fasta los murosde la ibdad56.

    El paisaje urbano lo trazamos a partir delas referencias del libro de Apeo, al no haber ob-tenido datos del periodo nazar, pero si excep-

    tuamos las mejoras que tanto Cifuentescomo los Villegas pudieron introducir,el nico cambio detectable sera la trans-formacin de la mezquita en iglesia. De

    la etapa musulmana sabemos que su dis-tribucin espacial guardara gran seme-janza con los otros lugares estudiados.Casas formando plazas, huertos y espa-cios ocupados por rboles de diversa na-turaleza, con predominio del moral. Eldesnivel del suelo era aprovechado paraedificaciones con varios accesos de for-ma que, en la zona inferior, se estable-cen la bodega y el establo y sobre ellos

    el patio57

    , siendo constantes las alusio-nes a ste en la mayor parte de las casasanalizadas. En lneas generales aparecacercado de tapia, unas veces de piedra yotras de mampostera58en cuyo interiorcrecan rboles frutales59 y plantas de

    jardn60.

    Benahavs es el nico municipiodel que tenemos referencias sobre mo-

    dificaciones en su cerca. La Carta Pue-bla seala algunos datos al respecto, por

    ejemplo, al poblador Bartolom de Padilla se leasign una casa de Alonso el Dal linde conla muralla nueva por la parte de abaxo; y Gmezde Ulloa obtuvo para su morada dos casas jun-

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    Casa Fuerte deBenahavs(Torre Alquera).

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    tas que haban pertenecido a Alonso de Flores yLuis Harn, moriscos. Lindaban con la murallanueva de la villa61.

    La torre de alquera se ubicaba en el cen-tro del pueblo rodeada de otras edificaciones62yalgunas menciones, vagas e imprecisas, nos ha-cen pensar que tendra su propio manantial deagua63. En cuanto a la fuente para abastecer a lapoblacin, no entraba en el casco urbano, puesse situaba en las cercanas, junto al camino quesale a Ronda, de la qual beban en la dicha villa egastavan para el serviio de todo el lugar.

    El 25 de junio de 1492 los Reyes Catli-cos hicieron merced al conde de Cifuentes de las

    villas de Benahavs y Daidn, tomando la pose-sin de las mismas su representante, Juan de laDuea, el domingo 26 de agosto de ese ao. Paraello solicit al alcaide de la torre, ulema

    Alhamary, le entregase las llaves del torren, elcual

    Abri luego las dichas puertase tom por las manos al dicho Anto-nio de la Duea en el dicho nombre emetilo en ella. E el dicho ulema sa-li fuera, e el dicho Antonio de la Due-a anduvo por la dicha torre hollandola tierra con sus pies de una parte aotra e lleg a las puertas de la dichatorre e errola sobre s, e despus lasabri. E mand a Yigo, moo

    despuelas del dicho seor conde, quesubiese a la dicha torre, el qual subie dende a poco, estando el dicho Yigoentre las almenas della, le pregunt unhombre que se dixo por nombre Al-fonso Martn que por quien estara enla dicha torre y la dicha villa y lafundain della, el qual respondi edixo que por don Juan de Silva, condede ifuentes, alfrez mayor de sus al-

    tezas, a quien sus altezas fizieron mer-ced de todo ello64.

    Ojnaparece colgando en una ladera so-bre la que se encuentra el castillo, en una pe-as altas que hascen como cercado, encima de

    las quales est una fortaleza de un castillo al-menado que tiene una torre fuerte65. Lugarcon gran abundancia de agua, tiene una fuen-te en la plaza, cuyas aguas sirven a los vecinos

    para todo lo necesario de sus casas y pararegar con ella las tierrasde riego questn cerca-nas al dicho lugar, por

    vajo del hacia la partede la mar, y tambin sir-

    ve la dicha agua paralos pasajeros y cami-nantes66. En el centrose alza la iglesia aunqueno sabemos si ocupa elsolar anteriormentedestinado a mezquita.

    Sus empinadascalles discurran, unas endireccin al castillo67 yotras giraban en torno ala plaza desde la cual par-

    tan dos acequias princi-pales. El caudal de la de-nominada Aila Lagama,situada por encima dellugar, era aprovechadopara impulsar un molinode pan, y la otra cruzabael pueblo, siendo nume-rosas las citas alusivas acasas cuyos linderos son estos canales de riego.

    En cuanto a su distribucin interior, siguen la l-nea marcada por las restantes alqueras deMarbella, amplios patios-huertos68, corrales cer-cados y numerosos morales esparcidos por lascalles69.

    Parte del camino real de Marbella a M-laga discurra por su trmino, siendo el me-sn pieza esencial para atender a los numero-sos transentes de esta va de comunicacin70.

    Otros edificios dignos de mencin lo consti-tuyen los molinos que, impulsados por lasaguas de acequias y ros, se alzaban tanto enel casco urbano como diseminados por elagro71. Por ltimo, el cementerio debera es-tar muy prximo al ncleo urbano aunque en

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    Castillo Ojn.Foto: A. Serrano.

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    contra de otros municipios, no hemos halladoalusiones sobre su ubicacin72.

    Durante aos, su castillo se relacion con

    Turrus Jusayn73, pero finalmente hay unanimidadentre los historiadores para datar su construc-cin en el siglo XVI debido a la iniciativa del se-cretario real Miguel Prez de Almazn, que habarecibido el lugar como donacin de los Reyes enpago a los servicios prestados. Algunos aos mstarde lo vende a Gmez de Sols, quien finalmen-te acomete su construccin74.

    En el libro de Apeo se cita este castillono como un baluarte defensivo, sino en cali-dad de residencia del alcaide del lugar. Esta re-ferencia empieza estableciendo los hitos geo-grficos para insertar a continuacin el encla-

    ve de la fortaleza:

    Es en una joya, parte dello entierra llana e parte en una ladera hastallegar desde el dicho camino real de

    Marvella a una peas altas que hascencomo cercado, encima de las qualesest una fortaleza de un castillo alme-nado que tiene una torre fuerte y estcercado con una buena cerca, en el qualcastillo y fortaleza, don Fernando deSols, vecino de Sevilla, tiene puestouno que se llama alcayde, el qual resi-de en el dicho castillo y fortaleza y larepara a costa del dicho don Fernan-

    do, e despus del alzamiento a fechoreparos y enlucido la cerca y torre dela dicha fortaleza75.

    Istnse encuentra en el centro de un pai-saje de huertas y frutales prolongadas en verticalhasta alcanzar los valles de los dos ros que lorodean, siendo patente la continuidad entre elncleo de poblacin y su entorno natural. Su en-tramado urbano se ve condicionado por la oro-

    grafa al estar parte de l sobre una colina en laque se edific la torre de alquera. Destaca sucasco antiguo, pequeo y compacto, con edifi-cios escalonados en calles empinadas y estrechasbuscando el ensanche hacia los llanos prximos76.Unos rasgos urbansticos y arquitectnicos simi-

    lares a los de los otros pueblos del piedemontecostero, emplazamientos de tipo defensivo alestar coordinados con la lnea de torresalmenaras, que solan corresponder a puntos es-

    tratgicos de las sierras circundantes a Marbella.Cuando la distancia entre sta y sus alqueras eraconsiderable, solan establecerse unos puntos in-termedios, establecidos en lugares de amplias pa-normicas a fin de mantener un fuerte controlde los accesos a la ciudad.

    En principio resultara difcil diferenciar uncasco netamente urbano del conjunto formadopor las huertas, pues muchas casas haban sidoconstruidas en medio de las tierras de labor aun-que formando parte de la medina77. Por lo querespecta a su estructura, respondan a las exigen-cias de la vida musulmana: pocas ventanas al ex-terior, cubiertas a dos aguas y dos plantas, com-prendiendo, adems del horno, patio, huerto yalgunos corrales para el ganado: Una casa quefue de Miguel Aen tiene un cuerpoencamarado y un pedao de sitio junto a ella

    Un cuerpo de casa con un horno que tenia a cen-so Loreno Lazeraque Una casa con un cuer-po encamarado, con un patio y un corral78. Yaen los albores del XVI, la edificacin de la iglesiapermiti la construccin en sus aledaos de nue-

    vas viviendas, ocupando sus solares las tierrasde regado79.

    Hacia el oeste, junto al camino de Daidny Ronda, en el paraje denominado hoy Las

    Coscojas, se ubicaba el mocaber musulmn. Unlugar amplio y cercado80abandonado durante elproceso de castellanizacin al optar losrepobladores por ocupar el espacio inmediato ala iglesia parroquial hasta los albores del sigloXIX que pas a su actual emplazamiento81.

    La torre de Escalante la relacionaTemboury con la red de proteccin fortificada enla sierra:

    A pesar de lo agreste del terre-no, los montes estaban en extremocultivados y los pueblos directamentecomunicados a travs de intrincadossenderos. Estos pasos naturales esta-

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    ban asegurados por castillejos comoel de Istn a Tolox en los cerros del

    Aguila; otro fortn dominaba el sur dela villa desde el cerro del Lastonar,

    estribaciones de la sierra Blanca. Peroel de mayor abolengo histrico era elcastillo de Arboto, a una legua de Istn

    y al norte del ro Verde; en el comien-zo de la sierra Bermeja y dominandoel camino de Ronda, desde una cotade 730 metros82.

    Dos son los acontecimientos puntualesacaecidos en la torre de Istn y en ambos casos,participando de ellos los principales grupos so-ciales que convivan en el antiguo reino de Gra-nada durante el XVI, cristianos y moriscos.

    El primero debe adscribirse a la fuga desus vecinos, la expropiacin de sus bienes y pos-terior donacin al tesorero Francisco de Vargasen 1506. Una vez otorgada la merced, el Dere-cho exiga formalizar la posesin segn el ritual

    establecido en las Siete Partidas83

    , acto que reali-z un representante designado expresamentepara ello: Entr en la torre de Ystn e err lapuerta e anduvo por el pueblo. E dezan quetomava la posesin del dicho lugar por ellieniado Vargas84.

    El otro hecho tiene lugar el da 1 de enerode 1569 durante el inicio de la rebelin de losmoriscos. El beneficiado Escalante, por no tener

    casa propia, moraba en una torre antigua detiempo de moros, que estaba hecha a manera defortaleza. Cuando parti a Marbella a comuni-car la noticia del alzamiento, los rebeldes inten-taron tomar la torre, robando trigo y aceyte yotras cosas, que haba en la primera bveda y pren-dieron a la sobrina del clrigo, pero sta consiguiponerse a salvo y defenderse hasta la llegada de lastropas de Marbella85.

    De todos es sabido que el origen deTorremolinoscomo poblacin se debe a la torreexistente en sus inmediaciones, construida porlos nazares hacia el ao 1300, junto a los moli-nos establecidos en sus inmediaciones. Si en lasOrdenanzas de 1497 se la denomina de los Moli-

    nos, algunos aos mstarde ya figura comoMolinos de Pimentelen honor de don

    Rodrigo Pimentel, con-de de Benavente, queayud militarmente alos Reyes Catlicos con2.000 caballos y 4.999peones en la campaade conquista de Grana-da y la toma de Mla-ga 86. Los molinos lefueron donados parapropios, pero algunosaos despus de laconquista, los edificiosamenazaban ruina, so-licitando el concejomalacitano licenciapara arrendarlos, puesse falla quien los tomeperpetuamente a en

    enso e estnderrybados e mal repa-rados87.

    Ya bajo la dominacin cristiana, una de lasprimeras referencias de esta edificacin provie-ne del bachiller Serrano, el cual presenta ante losReyes un informe de las torres del reino granadi-no. La torre de los Molinos es asy mismo atala-

    ya que esta en la costa e guarda de los molinos

    Pimentales. Es neesaria e provechosa88

    . La Or-denanza de 1497 para reglamentar la vigilanciade la costa, estipula:

    En la torre de los Molinos a deaver tres ombres: el vno que est conti-nuo estante por atalaya en la dicha to-rre y el otro que vaya a dormir, cadanoche por escucha, a torre Bermeja,con la otra guarda que viene de torre

    Quebrada y otro da de maana vuel-va haziendo su atajo hasta la dicha to-rre; y el otro que vaya a dormir cadanoche por escucha a la boca del rode Guadalquebilejo y otro da de ma-ana vualva haziendo su atajo hasta

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    Torre de Escalante.Istn.

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    cialmente las del litoral malagueo dondeMarbella haba sido una ensenada de fcil acce-so, utilizada como puerto pesquero y de pasa-

    jes98. La caracterstica ms destacada de las ciu-

    dades ribereas del occidente malacitano, es sinlugar a dudas la bonanza de sus costas que lasconvierten en punto de mira para los corsos ypiratas, cmplices de la poblacin mudjar, lle-gando a representar uno de los mayores proble-mas de gobernantes y gobernados. Paracontextualizar esta situacin debe tenerse encuenta que tras su incorporacin a Castilla, elobispado de Mlaga desempea un papel fronte-rizo frente al reino granadino, cuyos ltimos re-ductos tardarn an un lustro en caer, amn desu proximidad al mar de Alborn99y las ciudadesnorteafricanas, objetivo de castellanos y portu-gueses, rivales en su conquista y despus de 1492,en el Nuevo Continente.

    La llegada de los cristianos no supuso unasituacin novedosa en cuanto a seguridad parael paisanaje, acaso la nica transformacin

    percibida radique en las banderas de losatacantes, pues si antes eran ellos los agresores,a partir del cambio poltico debern mantenersea la defensiva. Estas mutaciones vienen a demos-trar que la piratera ha sido endmica en el Medi-terrneo desde la Antigedad y to-dos los pueblos, cristianos o musul-manes, la han ejercido en algn mo-mento de su historia100. Especial re-levancia adquieren en lo que respec-

    ta al incremento de la actividadcorsaria los planes de los Reyes decontinuar su cruzada hacia el litoralafricano, ofensiva desarrollada en-tre 1497 y 1510, a cuyo trmino seencuentran en manos de la monar-qua catlica enclaves como el Pe-n sobre Vlez de la Gomera,Melilla, Mazalquivir y Orn101, aun-que no van a ser capaces por s mis-

    mos de ejercer con eficacia su mi-sin de control sobre el corso arge-lino, en gran auge102.

    Durante la conquista, al to-mar alguna plaza mediante Capitu-

    lacin, los Reyes daban todo tipo de facilidades alos vencidos para desplazarse al Norte de Africaen navos puestos a tal fin. Para la marcha se lesasign un plazo, e incluso los emigrantes podan

    regresar si no encontraban en Berbera el marcoadecuado a sus espectativas. Cabra esperar queel viaje no supusiera una arriesgada aventura paralos exiliados pues lo realizaban dentro de la lega-lidad, pero no siempre fueron respetados losacuerdos firmados por los monarcas103.

    Tras sofocar la rebelin de Sierra Berme-ja, las posturas se endurecen considerablementey, ante el temor de la llegada de contingentesafricanos en apoyo de sus hermanos en la fe, seprohibe la marcha de los moriscos. Unos impedi-mentos que tendrn escasa incidencia, pues lasfugas y los desembarcos sern constantes auspi-ciados por el perfecto conocimiento que losexiliados tienen sobre las sierras y vas de comu-nicacin104.

    Llegado a este punto es necesario mati-

    zar la terminologa utilizada, pues es fcil con-fundirse al hablar de corsarios y piratas, erroresmuy usuales al tratar de este tema. El corsarionavegaba en un barco de propiedad particular ar-mado y fletado con autorizacin de un gobierno

    EL SISTEMA DE VIGILANCIA DE LA COSTA OCCIDENTAL MALAGUEA

    Pen de Vlezde la Gomera.

    Foto: Diario Sur.

  • 7/24/2019 Antiguo Sistema Defensivo

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    puesto a su servicio en condiciones especiales ypara fines precisos. Navegaban con la banderadel estado que le haba patrocinado dndole pa-

    tente de corso y se

    cean a unas leyes yunas normas corsa-rias es el recursode aquellos estadosdemasiado dbil