Adorno, Th. - 'La Idea de Historia Natural'

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    THEODOR ADORNO

    LA IDEA DE HISTORIA NATURAL

    Texto escaneado a partir de Theodor W. Adorno,Actualidad de la filosofa, Barcelona, Paids, 1991, pp. 103-134.

    Quiz pueda permitirme anticipar que cuanto voy a decir aqu no es unaponencia en sentido propio, ni una comunicacin de resultados ni unarotunda presentacin sistemtica, sino algo que se sita en el plano del en-sayo y que no es sino un esfuerzo por retomar y llevar ms lejos la llamadadiscusin de Francfort. Soy consciente de que se comenta mucho y mal so-bre esa discusin, pero tambin de que aun as su punto central est co-

    rrectamente establecido, y de que sera errneo volver a comenzar siempredesde el principio.

    Me permito hacer notar algo respecto a. la terminologa. Cuando aquse habla de historia natural, no se trata de esa cierta manera de entender lahistoria natural en un sentido precientfico tradicional, ni siquiera de historiade la naturaleza, al modo en que la naturaleza es el objeto de las cienciasde la naturaleza. El concepto de naturaleza que aqu se emplea no tiene na-da que ver en absoluto con el de las ciencias matemticas de la naturaleza.No puedo desarrollar por anticipado lo que significan historia y naturalezaen lo que sigue. Pero no descubro demasiado si digo que la perspectiva enque se orienta cuanto voy a decir es propiamente la superacin de la antte-sis habitual entre naturaleza e historia; que, por lo tanto, donde opero conlos conceptos de naturaleza e historia no los entiendo como definiciones deesencia de una validez definitiva, sino que persigo el propsito de llevar ta-les conceptos hasta un punto en el que queden superados en su pura se-paracin. A modo de aclaracin de ese concepto de naturaleza que quisieradisolver, baste decir que se trata de un concepto tal que, de querer tra-ducirlo al lenguaje conceptual filosfico ms frecuente, podra hacerlo antesque nada por el concepto de lo mtico. Tambin este concepto es comple-tamente vago, y una determinacin ms precisa del mismo no puede resul-tar de definiciones previas, sino tan slo del anlisis. Por mtico se en-tiende lo que est ah desde siempre, lo que sustenta a la historia humana yaparece en ella como Ser dado de antemano, dispuesto as inexorablemen-

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    te, lo que en ella hay de sustancial. Lo que estas expresiones acotan es loque aqu se entiende por naturaleza.

    Y la cuestin que se plantea es la de la relacin entre esa naturalezay lo que entendemos por historia, donde historia designa una forma deconducta del ser humano, esa forma de conducta transmitida de unos a

    otros que se caracteriza ante todo porque en ella aparece lo cualitativa-mente nuevo, por ser un movimiento que no se desarrolla en la pura identi-dad, en la pura reproduccin de lo que siempre estuvo ya all, sino uno en elcual sobreviene lo nuevo, y que alcanza su verdadero carcter gracias a loque en l aparece como novedad.

    Quisiera desarrollar cmo entiendo yo la idea de historia natural to-mando como base un anlisis o una revisin correcta del planteamiento on-tolgico de la cuestin en las discusiones actuales. Esto supone tomar lonatural como punto de partida. Pues la cuestin de la ontologa, tal comohoy se plantea, no es otra cosa que lo que yo he llamado naturaleza. Des-pus establecer un segundo punto desde el que tratar de desarrollar elconcepto de historia natural, a partir de la problemtica de la filosofa de lahistoria, con lo que se concretar y llenar de contenido ese concepto deuna manera ya notable. Tras haber introducido someramente ambas cues-tiones, tratar de articular el concepto mismo de historia natural, y de ex-poner ante ustedes aquellos elementos que parecen caracterizarla.

    I. Para empezar, la cuestin de la situacin ontolgica en el presente. Sisiguen ustedes el planteamiento ontolgico tal como se ha desarrollado es-pecialmente en el mbito de la llamada fenomenologa, y ante todo de lafenomenologa posthusserliana, es decir, a partir de Scheler, se puede decir

    que la verdadera intencin de partida de ese planteamiento ontolgico essuperar la posicin subjetivista en filosofa, y sustituir una filosofa que con-templa la perspectiva de disolver todas las determinaciones del Ser en de-terminaciones del pensamiento, que cree poder fundar toda objetividad endeterminadas estructuras fundamentales de la subjetividad, remplazndolapor un planteamiento mediante el cual se ganara un Ser diferente, radical-mente diferente, una regin del Ser fundamentalmente diferente, una re-gin del Ser trans-subjetiva, ntica. Y se habla de ontologa en la medida enque a partir de ese n se debe alcanzar el lgoj. Ahora bien, la paradoja debase de toda ontologa en la filosofa actual es que el medio con el que setrata de alcanzar el Ser trans-subjetivo no es otro que la misma ratio subje-tiva que con anterioridad puso en pie la estructura del idealismo crtico. Losesfuerzos ontolgicos de esa fenomenologa se presentan como un intentode alcanzar el Ser trans-subjetivo con los medios de la ratio autnoma ycon el lenguaje de la ratio, pues no hay disponibles otros medios y otro len-guaje. Entonces esa pregunta ontolgica por el Ser se articula de una ma-nera doble: en primer lugar, como pregunta por el Ser mismo como aquelloque desde la Crtica de Kant se haba arrinconado como cosa en s por de-trs de los planteamientos filosficos, y que ahora se vuelve a sacar de all.Pero, al mismo tiempo, se articula tambin como pregunta por el sentidodel Ser, bien por el sentido adherido al ente o bien por el sentido del Sercomo posibilidad sin ms. Precisamente ese doble carcter habla muy a

    fondo en favor de la tesis que defiendo, la de que el planteamiento ontol-gico del que hoy nos ocupamos detenta la misma posicin de partida de la

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    ratio autnoma para ser precisos, la cuestin del sentido del Ser slo puedellegar a plantearse donde la ratio reconoce la realidad que se halla frente aella como algo ajeno, perdido, csico, slo donde no es ya directamenteaccesible y el sentido no les es comn a ratio y realidad. La cuestin delsentido se desprende de la misma posicin de partida de la ratio, pero a la

    vez esa cuestin del sentido del Ser, situada en un punto central de la fe-nomenologa en sus fases ms tempranas (Scheler), produce una problem-tica mucho ms amplia; pues ese dotar de sentido al Ser no es otra cosaque implantarle significados tal como los ha establecido la subjetividad.Comprender que la cuestin del sentido no es otra cosa que implantar signi-ficaciones subjetivas en lo existente lleva a la crisis de ese primer estadiode la fenomenologa. La expresin ms drstica de ello es la inconsistenciade las determinaciones ontolgicas fundamentales que tiene que establecer;la ratio en su intento de alcanzar como experiencia un orden del Ser. Al po-nerse de manifiesto, como en Scheler, que los factores reconocidos comofundantes y dadores de sentido proceden ya de otra esfera y no son en ab-

    soluto posibilidades nsitas en el Ser mismo, sino tomadas del ente, y queas son inherentemente tan cuestionables como l, toda la pregunta por elSer se vuelve problemtica en el seno de la fenomenologa. En la medida enque la pregunta por el sentido pueda darse an, no significa ya alcanzar unaesfera, puesta a salvo de lo emprico, de significados que seran siemprevalidos y accesibles, sino tan slo la pregunta tnn, la pregunta por loque el Ser es propiamente. Las expresiones sentido (o significado) es-tn aqu cargadas de equvoco. Sentido puede querer decir un contenidotrascendente, significado por el Ser, que se encuentra tras el Ser y puedesacarse a la luz mediante anlisis. Pero, por otra parte, sentido tambinpuede ser por su parte la interpretacin que el ente hace de s mismo, enfuncin de lo que l caracterice como Ser, sin que por ello se pueda certifi-car que el Ser as interpretado resulte pleno de sentido. Es posible por tantopreguntar por el sentido del Ser como significado de la categora Ser, pre-guntar por lo que el Ser es propiamente, y que sin embargo el ente resulte,en el primer sentido de la cuestin, algo no lleno de sentido sino sin senti-do, tal como lo plantea abundantemente el sentido que llevan los desarro-llos actuales.

    Si se da ese giro a la pregunta por el Ser, se esfuma una de las in-tenciones de partida del originario giro ontolgico, a saber, la de virar haciala ahistoricidad. En Scheler, al menos en el primero (y es ste el que hamarcado ms eficazmente la pauta), la cosa se plante de forma que inten-

    t construir un cielo de ideas basndose en una Visin puramente racionalde contenidos ahistricos y eternos, un cielo de carcter normativo que res-plandecera sobre lo emprico y se traslucira a travs de ello. Pero, al mis-mo tiempo, se estableci en el origen mismo de la fenomenologa una ten-sin fundamental entre eso, pleno de sentido y esencial, que se encuentratras lo que aparece histricamente, y la esfera de la historia. Se establecien los orgenes de la fenomenologa una dualidad entre naturaleza e histo-ria. Esa dualidad (en la que por naturaleza se entiende aqu eso ahistri-co, ontolgico a la manera platnica), as como la intencin de efectuar ungiro ontolgico que tambin inclua en un primer momento, han sufrido unacorreccin. La pregunta por el Ser ya no tiene el significado de la pregunta

    platnica por un mbito de ideas estticas y cualitativamente diferentes,que se hallaran en una relacin normativa o tensa frente a lo existente co-

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    mo empiria, sino que la tensin desaparece: lo existente mismo se convier-te en sentido, y en lugar de una fundamentacin del Ser ms all de lo his-trico aparece un proyecto del Ser como historicidad. Con lo cual se ha des-plazado la posicin del problema. En un primer momento, parece esfumarseas la problemtica de ontologa e historicismo. Desde la posicin de la his-

    toria, de la crtica historicista, la ontologa parece un marco meramenteformal que nada afirma en absoluto sobre el contenido de la historia, y quepuede desplegarse como se quiera en torno a lo concreto, pero la intencinontolgica tambin puede parecer, cuando es como en Scheler ontologamaterial, una absolutizacin arbitraria de hechos intrahistricos que quizsincluso obtendran el rango de valores eternos y de vigencia general confines ideolgicos. Desde la posicin ontolgica la cosa se presenta a la in-versa, y esa anttesis, la que domin nuestra discusin de Francfort, sera lade que todo pensamiento radicalmente histrico, o sea, todo pensamientoque intente retrotraer exclusivamente a condiciones histricas los conteni-dos que van surgiendo, presupone un proyecto del Ser (Wurf des Seins)

    merced al cual la historia le viene dada ya como estructura del Ser; slo as,en el marco de un proyecto semejante, sera posible ordenar histricamentefenmenos y contenidos singulares.

    Ahora bien, el ms reciente giro de la fenomenologa si es que anse puede seguir llamando a eso fenomenologa ha llevado a cabo una co-rreccin en este punto, a saber, dejar a un lado la pura anttesis entre his-toria y Ser. As pues, una de las partes renuncia al cielo platnico de lasideas, y al considerar el Ser lo considera en cuanto viviente, con lo cual,junto a su falso carcter esttico tambin se deja a un lado el formalismo,ya que el proyecto del Ser parece hacerse cargo de la multitud de sus de-terminaciones, y asimismo se esfuma todo recelo hacia la absolutizacin de

    lo casual. Pues ahora ya es la historia misma en su extrema movilidad laque se ha convertido en estructura ontolgica fundamental. En cuanto a laotra parte, el mismo pensamiento histrico parece haber experimentado ungiro fundamental, reducindose a una estructura filosfica que lo sustenta,la de la historicidad en cuanto una de las determinaciones fundamentales dela existencia, al menos de la humana, la nica que hace posible que hayaalgo as como historia sin encontrarse ante eso, lo que es historia, comoante algo acabado, paralizado, ajeno. Este es el estado de la discusin, delque parto. Aqu hacen su entrada una serie de motivos crticos.

    Me parece como si el punto de arranque as alcanzado, que ana lacuestin ontolgica y la histrica bajo la categora de historicidad, no bas-

    tara tampoco para dominar la problemtica concreta, o slo modificando supropia coherencia y aceptando como contenido motivos que no surgen ne-cesariamente del principio esbozado en el proyecto. Quisiera mostrar estoen dos puntos concretos.

    Primero, ese proyecto sigue anclado en determinaciones generales. Elproblema de la contingencia histrica no se puede dominar desde la ca-tegora de historicidad. Se puede poner en pie una determinacin estructu-ral general, lo viviente, pero cuando se interpreta un fenmeno particu-lar, pongamos la revolucin francesa, desde luego se puede hallar en l to-dos los elementos posibles de esa categora de lo viviente, por ejemplo que

    lo ya sido retorna y se le da acogida, y se puede verificar el significado de laespontaneidad que se alza desde los seres humanos, o la presencia de in-terrelaciones causales, etc., sin embargo no se logra remitir la facticidad

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    de la revolucin francesa en su extremado ser-fctico a esas de-terminaciones, sino que resultar a lo sumo un mbito de facticidad queacaece. Como es obvio, esto no es ningn descubrimiento mo, sino que sehizo hace mucho en el marco de la propia discusin ontolgica. Pero no selo ha expresado con la misma brutalidad que aqu, o ms bien ha sido re-

    elaborado en su problemtica de una manera expeditiva: incluyendo toda lafacticidad que no encaja en el proyecto ontolgico mismo en una categora,la de contingencia, la de casualidad, y aceptando en el proyecto a sta co-mo determinacin de lo histrico. Pero por muy consecuente que sea, estoencierra la confesin de que no se ha logrado dominar el material emprico.Y a la vez, este giro ofrece el esquema de un giro en el seno de toda lacuestin ontolgica. Se trata del giro hacia la tautologa.

    No entiendo por tal sino que el intento del pensamiento neo-ontlogico de llegar a algn arreglo con lo emprico ha procedido una y otravez segn el mismo esquema, a saber, precisamente all donde algunoselementos no encajen en las determinaciones pensadas y no se puedan

    hacer transparentes a su luz, sino que se planten en su puro estar ah,transformar ese plante del fenmeno en un concepto general, y acuar al-gn ttulo de dignidad ontolgica para l. As sucede con el concepto de Serpara la muerte de Heidegger, y tambin con el mismo concepto de historici-dad. En el planteamiento neo-ontolgico, el problema de la reconciliacinentre naturaleza e historia slo en apariencia se ha disuelto en la estructurahistoricidad, porque con ella se reconoce ciertamente que hay un fen-meno fundamental llamado historia, pero la determinacin ontolgica deese fenmeno fundamental llamado historia o la interpretacin ontolgicade ese fenmeno fundamental llamado historia se frustra, al transfigurarloen ontologa. En Heidegger sucede de forma que la historia, entendida como

    una estructura global del ser, significa lo mismo que su propia ontologa.Anttesis exhaustas como la de historia e historicidad, en las que no se es-conde sino el hecho de que se le quitan a lo existente algunas cualidadesdel Ser observadas en la existencia, para trasponerlas al mbito de la onto-loga y convertirlas as en una determinacin ontolgica, parecen as contri-buir a la interpretacin de lo que, en el fondo, slo se vuelve a decir unavez ms. Ese elemento tautolgico no depende de azares de la forma lin-gstica, sino que viene adherido necesariamente al planteamiento ontolgi-co mismo, que se mantiene firme en su empeo ontolgico pero no es ca-paz,por su punto de partida racional, de interpretarse ontolgicamente a smismo como lo que es: a saber, algo producido por y derivado de la posi-

    cin de partida de la ratio idealista. Esto habra que explicarlo ms ex-plcitamente. Si hay un camino que puede llevar ms adelante, entoncesslo puede estar objetivamente esbozado en una revisin de la cuestin.

    En cualquier caso, esa revisin no ha de aplicarse slo al plantea-miento historicista, sino tambin al neo-ontolgico. Al menos apuntar aqua ttulo de indicacin por qu me parece que esa problemtica viene susci-tada por el hecho de que en el pensamiento neo-ontolgico tampoco se haabandonado el punto de partida idealista. Para ser precisos: porque en l sehallan dos definiciones especficas del pensamiento idealista.

    Una es la definicin de la totalidad (Ganzheit) abarcadura frente a las

    individualidades abarcadas en l; comprendido ya no como la totalidad delsistema, sino en categoras como totalidad estructural, unidad estructural ototalidad (Totalitt). Pero al creer posible resumir unvocamente el conjunto

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    de la realidad siquiera en una estructura, la posibilidad de semejante resu-men de toda realidad dada en una estructura alberga la pretensin de queaquel que resume en esa estructura todo lo existente tiene el derecho y lafuerza para reconocer en s mismo y adecuadamente lo existente, y paradarle cabida en la forma. Desde el momento en que no se plantee esta pre-

    tensin, ya no es posible hablar de una totalidad estructural. Ya s que loscontenidos de la nueva ontologa son de otro gnero bien distinto de lo queacabo de plantear. Se me dir que el giro ms reciente de la fenomenologaes particularmente no racionalista, que antes bien es un intento de in-troducir lo irracional de un modo completamente distinto bajo la categorade lo viviente.

    Pero, aun as, parece una diferencia de mayor magnitud la que hayentre construir contenidos irracionales en una filosofa basada fundamental-mente en el principio de autonoma y practicar una filosofa que no parta yade que la realidad es adecuadamente accesible. Slo recordar que una filo-sofa como la de Schopenhauer no llega a su irracionalismo por otra cosa

    que por mantener estrictamente los motivos fundamentales del idealismoracional, del sujeto trascendental de Fichte. Esto me parece testimoniar enfavor de la posibilidad de que se d idealismo con contenidos irracionales. Elotro elemento idealista es el acento puesto en laposibilidad frente a la rea-lidad. Sucede que en el marco del planteamiento neo-ontolgico se llegaincluso a sentir ese problema de la relacin entre posibilidad y realidad co-mo la dificultad suma. Voy a ser precavido, y no emplazar a la nueva onto-loga en posiciones que son controvertidas en su mismo seno. En cualquiercaso, una posicin que la atraviesa de extremo a extremo es la que afirmala prioridad en todo momento del proyecto del Ser sobre la facticidad tra-tada en su interior, y que con esa premisa acepta el salto entre l y la facti-

    cidad; la facticidad ha de acomodarse despus, y si no, se la abandona amerced de la crtica. Veo un elemento idealista en ese predominio del reinode las posibilidades, puesto que la contradiccin entre posibilidad y realidadno es, en el marco de la Crtica de la Razn Pura, otra que la contradiccinentre la estructura categorial subjetiva y la multiplicidad de lo emprico. Esaasignacin de la nueva ontologa a posiciones idealistas no slo hace ex-plicable el formalismo y la necesaria generalidad de las determinacionesneo-ontolgicas, sino que tambin es la clave del problema de la tautologa.Heidegger dice que no es ninguna falta incurrir en un razonamiento circular,de lo que se tratara es de recorrer el crculo de la manera correcta. Mesiento inclinado en este punto a darle toda la razn a Heidegger. Pero si la

    filosofa permanece fiel a su tarea, una incursin correcta en razonamientoscirculares slo puede querer decir que el ser que se define a s mismo comoser o que se interpreta a s mismo pone en claro, en el acto mismo de lainterpretacin, los elementos mediante los cuales se interpreta como tal. Meparece que no hay que explicar la tendencia tautolgica de otra forma quemediante el antiguo tema idealista de la identidad. Esa tendencia surge alincluir un ser que es histrico en una categora subjetiva como historicidad.El ser histrico comprendido en la categora subjetiva de historicidad debeser idntico a la historia. Debe acomodarse a las determinaciones que lemarca la historicidad. La tautologa me parece ser menos una indagacin dela mtica profundidad de la lengua en s misma que un nuevo encubrimiento

    de la antigua tesis clsica de la identidad entre sujeto y objeto. Y cuando

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    (mundo inmediato y mundo enajenado, de la mercanca), y trata de re-presentar ese mundo enajenado. A ese mundo, como mundo de las cosascreadas por los hombres y perdidas para ellos, lo llama mundo de la con-vencin. All en donde ningn fin viene dado de forma inmediata, las figu-ras que la psique, al humanizarse, va encontrando a modo de escenario y

    soporte de su actividad entre los seres humanos pierden todo arraigo evi-dente en necesidades suprapersonales, en algo que debe ser; son algo quesimplemente es, quizs omnipotente, quizs corrompido, pero ya no llevanen s mismas la bendicin de lo absoluto ni son receptculos naturales de lainterioridad desbordante del psiquismo. Forman el mundo de la convencin:un mundo a cuya plena autoridad slo se sustrae lo ms ntimo del alma;que se hace presente por todas partes en una multiplicidad invisible; y cuyaestricta legalidad tanto en lo que se refiere al ser como al devenir se hacenecesariamente evidente para el sujeto cognoscente, pero que, con todoese carcter de ley, sin embargo no se ofrece ni como sentido para el sujetoque busca una finalidad ni con la inmediatez sensorial de un material para

    el que acta. Es una segunda naturaleza; al igual que la primera primeranaturaleza, igualmente enajenada, es para Lukcs la naturaleza en el senti-do de las ciencias de la naturaleza sta slo es definible como el com-pendio de necesidades conocidas, a cuyo sentido se es ajeno, y por ello,imposibles de captar y reconocer en su substancia real.1 Ese hecho, elmundo de la convencin tal como es producido histricamente, el de las co-sas que se nos han vuelto ajenas, que no podemos descifrar pero con lasque nos tropezamos como cifras, es el punto de partida de la problemticaque hoy presento aqu. Visto desde la filosofa de la historia, el problema dela historia natural se plantea para empezar como la pregunta de cmo esposible aclarar, conocer ese mundo enajenado, cosificado, muerto. Lukcsya ha visto ese problema en todo lo que tiene de extrao y de enigma. Si esque he de conseguir presentarles a ustedes la idea de historia natural, ten-dran que conocer en primer lugar algo del qaumzein que significa esa pre-gunta. Historia natural no es una sntesis de mtodos naturalistas e histri-cos, sino un cambio de perspectiva. El pasaje en que Lukcs se acerca msa este problema dice as: La segunda naturaleza de las figuras humanasno tiene ninguna substancialidad lrica: sus formas estn demasiado parali-zadas para venir a acurrucarse en la mirada creadora de smbolos; el preci-pitado de sus leyes est demasiado definido para .que pudiera dejarse des-prender en algn momento de los elementos que en la lrica tienen queconvertirse en puras ocasiones para el ensayo; pero esos elementos viven atal punto exclusivamente por gracia de las diversas legalidades, y carecende tal forma de esa valencia de sentido libre que tiene la existencia, que sinellas tendran que derrumbarse en nada. Esa naturaleza no es, como la pri-mera, muda, patente a los sentidos y ajena al sentido: es un complejo desentido paralizado, enajenado, que ya no despierta la interioridad; es uncalvario de interioridades corrompidas que ya slo sabra despertar, si esofuera posible, por medio del acto metafsico de una resurreccin de lo an-mico que lo cre o lo mantuvo en su existencia anterior o presunta (sollen-de), pero que no podra ser vivido por otra interioridad.2El problema deese despertar que se concede como posibilidad metafsica constituye lo queaqu se entiende por historia natural. Lo que contempla Lukcs es la meta-

    1Georg Lukcs,Die Theore desRomans, Berlin, 1920, pg. 52.2loc.cit., pg. 54.

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    morfosis de lo histrico, en cuanto sido, en naturaleza, la historia paralizadaes naturaleza o lo viviente de la naturaleza paralizado es un mero habersido histrico. En su discurso sobre el calvario se encuentra ese elementoque es la cifra; el hecho de que todo eso signifique algo que, sin embargo,an hay que sacar y tan slo de all. Lukcs slo puede pensar esos lugares

    del calvario desde la categora teolgica de resurreccin, en un horizonteescatolgico. El giro decisivo frente al problema de la historia natural, queWalter Benjamin ha llevado a cabo, es haber sacado la resurreccin de lalejana infinita y haberla trado a la infinita cercana, convirtindola en obje-to de la interpretacin filosfica. Y al recurrir a ese motivo del despertar delo cifrado, de lo paralizado, la filosofa ha llegado a dar unos perfiles msntidos al concepto de historia natural. Para empezar, hay dos pasajes deBenjamin que sirven de complemento al texto de Lukcs. La naturalezatitila ante sus ojos (de los escritores alegricos) como trnsito eterno, lonico en que la mirada saturnina de esas generaciones reconoca la histo-ria.3Si con la tragedia la historia se muda al escenario, lo hace como es-

    critura. Sobre la mscara de la naturaleza est escrito "Historia" en la escri-tura cifrada del trnsito.4 Aqu viene a aadirse algo fundamentalmentediferente a la filosofa de la historia de Lukcs, en ambas ocasiones se en-cuentran las palabras trnsito y transitoriedad. El punto ms hondo en queconvergen historia y naturaleza se sita precisamente en ese elemento, lotransitorio. Si Lukcs hace que lo histrico, en cuanto sido, se vuelva atransformar en naturaleza, aqu se da la otra cara del fenmeno: la mismanaturaleza se presenta como naturaleza transitoria, como historia.

    Los planteamientos historiconaturales no son posibles como estructu-ras generales, sino tan slo como interpretacin de la historia concreta.Benjamin parte de que la alegora no es una relacin casual, meramente

    secundaria; lo alegrico no es un signo casual para un contenido captado ensu interior; sino que entre la alegora y lo pensado alegricamente existeuna relacin objetiva, la alegora es expresin.5Habitualmente, alegoraquiere decir presentar un concepto mediante elementos sensoriales, y poreso se la llama abstracta y casual. Pero la relacin entre lo que aparece co-mo alegora y lo significado no est simbolizada casualmente, sino que algoen particular se pone en escena ah, la alegora es expresin, y lo que serepresenta en ese espacio, lo que expresa, no es otra cosa que una relacinhistrica. El tema de lo alegrico es historia sin ms. Que se trata de unarelacin histrica entre lo que aparece, la naturaleza manifiesta, y lo signifi-cado, a saber, la transitoriedad, se hace explcito en este texto: Desde la

    categora decisiva del tiempo, cuyo traslado a este terreno de la semiticaconstituy la gran perspicacia romntica de ese pensador, se puede esta-blecer la relacin entre smbolo y alegora de forma eficaz y en trminosformales. Mientras en el smbolo, en la transfiguracin de la cada, el rostrotransfigurado de la naturaleza se manifiesta fugaz a la luz de la salvacin,en la alegora la facies hipocratica de la historia se encuentra ante los ojosdel observador como paisaje primordial paralizado. La historia, con todo loque desde el mismo comienzo tiene de intemporal, de doloroso, de falto, seexpresa en un rostro, no, en una calavera. Y tan cierto como que falta en

    3Walter Benjamin, Ursprung des deutschen Trauerspiels, (Orgenes de la tragedia alemana), Berln

    1928, pg. 178.4loc.cit., pg. 176.5loc.cit., pg. 160.

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    ella toda libertad "simblica" en la expresin, toda armona clsica en la fi-gura, todo lo humano, lo es tambin que no expresa slo la naturaleza delexistir humano sin ms, sino la historicidad biogrfica de un individuo enesa su figura de naturaleza cada plena de significado, como enigma. Estees el ncleo de la manera alegrica de mirar, de la manera barroca, mun-

    dana, de exponer la historia como historia del sufrimiento del mundo; comohistoria que no es significativa slo en las estaciones de su ruina. A mssignificado, ms ruina mortal, porque en lo ms hondo es la muerte quienexcava la quebrada lnea de demarcacin entre physis y significacin.6Qu puede significar aqu el discurso sobre lo transitorio, y qu quiere de-cir protohistoria del significado? No puedo desarrollar esos conceptos a lamanera tradicional, uno a partir del otro. Aquello de lo que aqu se tratapresenta una forma lgica radicalmente diferente a la del desarrollo de unproyecto al que subyaceran constitutivamente elementos de una estruc-tura de conceptos generales. Ni siquiera se puede analizar aqu esa otra es-tructura lgica. Es la de la constelacin. No se trata de explicar unos con-

    ceptos a partir de otros, sino de una constelacin de ideas, y desde luegode la idea de transitoriedad, de la de significar, de la idea de naturaleza yde la idea de historia. A las que no se recurre como invariantes; buscar-las no es la intencin al plantear la pregunta, sino que se congregan en tor-no a la facticidad histrica concreta que, al interrelacionar esos elementos,se nos abre en toda su irrepetibilidad. Cmo se relacionan esos elementosentre s en este caso? Benjamn mismo concibe la naturaleza, en tantocreacin, marcada por la transitoriedad. La misma naturaleza es transitoria.Pero, as, lleva en s misma el elemento historia. Cuando hace su aparicinlo histrico, lo histrico remite a lo natural que en ello pasa y se esfuma. Ala inversa, cuando aparece algo de esa segunda naturaleza, ese mundode la convencin llegado hasta nosotros, se descifra cuando se hace clarocomo significado suyo la transitoriedad. En Benjamn esto se concibe en unprimer momento y aqu hay que ir ms lejos de tal manera que hay al-gunos fenmenos fundamentales protohistricos que originariamente es-taban all, que se han olvidado y que se significan en lo alegrico, que re-tornan en lo alegrico como retorna lo literal. Por eso no puede tratarse me-ramente de indicar que en la historia siempre vuelven a darse temas pro-tohistricos, sino de que la protohistoria misma en cuanto transitoriedadlleva en s el tema de la historia. Esa determinacin fundamental, la transi-toriedad de lo terreno, no significa otra cosa que una relacin de ese tipoentre naturaleza e historia; no significa sino que comprender todo ser o to-do ente se da slo como ensamble del ser natural y del ser histrico. Encuanto transitoriedad, la protohistoria est absolutamente presente. Lo estbajo el signo de significacin. El trmino significacin quiere decir quelos elementos naturaleza e historia no se disuelven uno en otro, sino que almismo tiempo se desgajan y se ensamblan entre s de tal modo que lo na-tural aparece como signo de la historia y la historia, donde se da de la ma-nera ms histrica, como signo de la naturaleza. Todo Ser o al menos todoSer llegado a Ser, todo Ser sido se rnetamorfosea en alegora, y con ello laalegora deja de ser una categora limitada a la historia del arte. Igualmenteel significar se torna de un problema de hermenutica historicofilosfica,o incluso de problema del sentido trascendente, en elemento constitutiva-mente capazde realizar la transubstanciacin de la historia en protohistoria.

    6loc.cit., pg. 164 y sigs.

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    De ah una protohistoria del significado. Por ejemplo, la cada de un tira-no es similar en el lenguaje barroco a la puesta del sol. Esa relacin alegri-ca contiene en s el barrunto de un procedimiento que pudiera lograr inter-pretar la historia concreta con sus propios rasgos como naturaleza, y hacera la naturaleza dialctica bajo figura de historia. El desarrollo de esta con-

    cepcin es, una vez ms, la idea de historia natural.

    III. Tras haber apuntado as los orgenes de la idea de historia natural, pa-sar ms adelante. Lo que vincula esas tres posiciones es la imagen del cal-vario. En Lukcs es algo meramente enigmtico, en Benjamin se torna cifraque hay que leer. Pero en el pensamiento radicalmente histrico-natural,todo ente se transforma en escombro y fragmento, en un calvario en el quehay que encontrar la significacin, en el que se ensamblan naturaleza e his-toria y la filosofa de la historia se hace con la tarea de su interpretacinintencional. As pues, se ha dado un doble giro. Por una parte, he llevado laproblemtica ontolgica a una formulacin en trminos histricos, tratandode indicar de qu modo se puede radicalizar el planteamiento ontolgico enla concrecin histrica. Por otra, en la figura de la transitoriedad he mostra-do cmo la misma historia impulsa hacia un giro en cierto modo ontolgico.Lo que entiendo aqu por giro ontolgico es algo completamente distinto delo que hoy se entiende habitualmente por tal. Por eso no pretendo reclamaresa expresin de forma permanente, sino que la introduzco exclusivamentecon fines dialcticos. Lo que tengo en mente cuando digo historia natural noes una ontologa historicista, no es el intento de extraer un sistema derelaciones e hipostasiarlo ontolgicamente, a partir de unos estados de co-sas histricos que englobaran como sentido o estructura fundamental deuna poca la totalidad, a la manera de Dilthey por ejemplo. Ese intento deDilthey de dar con una ontologa histrica encalla porque no ha hecho losuficiente con la facticidad, se queda en el terreno del espritu y as, a lamanera de esos conceptos arbitrarios de estilo de pensamiento, no capta larealidad material y sentida. En lugar de esto, de lo que se trata no es delograr construcciones de modelos histricos por pocas, sino de alcanzar aver la facticidad histrica en su misma historicidad como algo histrico-natural.

    De cara a articular la historia natural doy entrada a un segundo pro-blema, que viene del lado opuesto. (Esto se sita directamente sobre una l-nea de sentido que sera prolongacin de la discusin de Francfort). Se me

    podra decir que pienso en una especie de encantamiento de la historia. Quelo histrico con todos sus azares se derrocha a beneficio de lo natural y pro-tohistrico. Que, porque parece alegrico, se aureola a todo aquello con loque se tropiece histricamente con un nimbo de sentido. No es en algo asen lo que pienso. De todas formas, lo que causa ms extraeza es el puntode partida del planteamiento, el carcter natural de la historia. Pero si lafilosofa quisiera quedarse nada ms en acusar el choque de que cuanto seahistoria se presente siempre al mismo tiempo como naturaleza, eso sera,como Hegel le reprochaba a Schelling, algo as como la noche de la indife-rencia, en la que todos los gatos son pardos. Cmo se sale de esa noche?Esto es lo que quisiera apuntar an.

    Aqu hay que partir de que la historia, tal como la encontramos, se dacomo algo discontinuo de extremo a extremo, en la medida en que contiene

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    no slo estados de cosas y hechos de lo ms dispares, sino tambin dispari-dades de tipo estructural. Cuando Riezler habla de tres determinaciones dela historicidad opuestas y enredadas unas a otras, a saber, tij, anank yespontaneidad, yo no tratara de sintetizar ese reparto de la historia en ta-les determinaciones mediante una as llamada unidad. Precisamente creo

    que la nueva ontologa ha prestado un servicio muy fructfero con esa con-cepcin del ser as dispuesto (Gefgtsein). Ahora bien, esa discontinuidad respecto de la cual no veo ningn derecho, como ya he dicho, para llevarlaa una totalidad estructural se presenta, de entrada, como discontinuidadentre el material natural, mtico-arcaico de la historia, de lo sido, y lo nuevoque en ella emerge dialcticamente, lo nuevo en sentido estricto. Aqu setrata de categoras cuyo sentido me resulta claro. Pero el procedimientodiferencial para llegar a la historia natural sin anticipar la historia naturalcomo unidad es empezar por acoger y aceptar ambas estructuras as, pro-blemticas y sin definir en su contradiccin, tal como se dan en el lenguajede la filosofa. Esto es tanto ms permisible por cuanto la filosofa de la his-

    toria, como es manifiesto, va llegando cada vez ms a un ensamble seme-jante entre lo existente originario y lo nuevo en curso de aparicin, graciasa los hallazgos que ofrece la investigacin. De ese terreno de la in-vestigacin recordar aqu que en el psicoanlisis se encuentra esa contra-diccin con toda claridad: en la diferencia entre los smbolos arcaicos, a losque no se conecta ninguna asociacin, y los smbolos intrahistricos, intra-subjetivos, dinmicos, que pueden eliminarse y se dejan transformar enactualidad psquica, en conocimiento presente. Entonces, la primera tareade la filosofa es elaborar esos dos elementos, especificarlos y confrontarlosentre s, y slo cuando esa anttesis llegue a ser explcita habr una oportu-nidad de que se pueda lograr la desconstruccin propia de la historia natu-ral. Las indicaciones al respecto las ofrecen de nuevo los hallazgos pragm-ticos que se presentan cuando se considera a la vez lo arcaico-mtico mismoy lo histricamente nuevo. Al hacerlo se pone de manifiesto que lo mticoarcaico subyacente, lo mtico que presuntamente persiste de forma subs-tancial, no subyace en absoluto de una manera tan esttica, sino que entodos los grandes mitos y tambin en las imgenes mticas que an tienenuestra conciencia ya se encuentra adherido el elemento de la dinmica his-trica, y desde luego en forma dialctica, de modo que ya en su mismofundamento lo dado de lo mtico es plenamente contradictorio y se muevede forma contradictoria (recurdese el fenmeno de la ambivalencia, delcontrasentido de las palabras primitivas). Un mito de este tipo es el deCronos, en el que la extrema fuerza creadora del dios se plantea a una conel hecho de que es ella la que aniquila a sus criaturas, a sus hijos. O biensucede como en la mitologa que subyace a la tragedia, que es dialctica ens misma en todo momento porque, por una parte, lleva en s la condicinculpable del ser humano cado en la cadena de dependencias de la naturale-za, y al mismo tiempo, aplaca ese destino por s misma; porque el serhumano se alza a s mismo como ser humano sobre el destino. El elementodialctico radica en que los mitos trgicos contienen a la vez, junto con lacada en la naturaleza y la culpa, el elemento de la reconciliacin, ese radi-cal rebasar la cadena de dependencias de la naturaleza. La imagen no slode un esttico mundo de ideas adialctico, sino tambin de un mito adialc-tico, que interrumpe la dialctica, remite a Platn como origen.7Propiamen-

    7Para lo que sigue, vase Sren Kierkegaard,Begriff der Ironie (El concepto de irona), Berln, Mu-

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    te, en Platn el mismo mundo de los fenmenos est roto. Abandonado,pero visiblemente dominado por las ideas. No obstante, las ideas no tomanparte alguna en l, y como no toman parte alguna en el movimiento delmundo, merced a esa enajenacin respecto al mundo de la experienciahumana las ideas han de ser situadas forzosamente entre las estrellas para

    poder mantenerse frente a esa dinmica. Se tornan estticas: paralizadas.Pero sa es ya la expresin de un estado de conciencia en que la concienciaha perdido la inmediatez respecto a su substancia natural. Platn represen-ta el momento en que la conciencia ha sucumbido ya a la tentacin delidealismo: el espritu, desterrado del mundo y enajenado de la historia, seconvierte en algo absoluto al precio de la vida. Y la patraa del carcter es-ttico de los elementos mticos es aquello de lo que tenemos que desemba-razarnos si queremos llegar a una imagen concreta de la historia natural.

    Por otra parte lo nuevo en su momento, lo producido dialctica-mente en la historia, se presenta en verdad como algo arcaico. La historiaes ms mtica all donde ms histrica es. Aqu radican las mayores difi-

    cultades. En lugar de desarrollar ideas en trminos generales, dar unejemplo: el de la apariencia; y ciertamente me refiero a la apariencia en elsentido de esa segunda naturaleza de la que se hablaba. Esa segunda natu-raleza, en tanto se ofrece plena de sentido, es una naturaleza de la aparien-cia, y en ella la apariencia est producida histricamente. Es aparente, por-que la realidad se nos ha perdido y creemos entenderla plena de sentidosiendo as que est vaca, o porque introducimos en ella intenciones subje-tivas a modo de significados suyos, como en la alegora. Ahora bien, lo msnotable sin embargo es que esa entidad intrahistrica, la apariencia, esella misma del gnero mtico. As como el elemento apariencia viene ad-herido a todo mito, e inaugura la dialctica del destino mtico en figura de

    hybris y ceguera, tambin los contenidos de la apariencia producidos hist-ricamente son en todo momento de carcter mtico, y no es slo que talescontenidos recurran a lo arcaico protohistrico y que en el arte todo lo apa-rente tenga que ver con mitos (pinsese en Wagner), sino que el carcterde lo mtico mismo retorna en ese fenmeno histrico de la apariencia. Delo que se tratara sera de sealar por ejemplo que cuando ustedes consta-tan lo que de apariencia tienen ciertas viviendas, con esa apariencia vienehermanada la idea de lo ya sido desde siempre, y de que tan slo se lo re-conoce una vez ms. Aqu habra que analizar el fenmeno del dj-vu, delre-conocimiento. Adems esa apariencia intrahistrica enajenada hace re-tornar el fenmeno mtico primordial, la angustia. Sobreviene una angustia

    arcaica en cualquier lugar donde nos salga al encuentro ese mundo aparen-te de la convencin. Luego est tambin el elemento de lo amenazante,siempre propio de esa apariencia; el que la apariencia tenga el carcter deatraerlo todo hacia s como una tolva es tambin un elemento mtico enella. O el elemento de realidad en la apariencia frente a su mero carcter deimagen: que all donde nos tropezamos con la apariencia la sintamos comoexpresin, que no sea algo meramente aparente que dejar de lado, sino queexprese algo que aparece en ella pero no se puede describir in-dependientemente de ella. Esto es igualmente un elemento mtico de laapariencia. Y finalmente: el motivo decisivo, trascendente del mito, el de lareconciliacin, se adecua tambin a la apariencia. Recordar que conmover

    es el sello de las obras de arte ms pequeas en todos los casos, no as de

    nich, 1929, pg. 78 y sigs.

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    las grandes. Pienso en que el elemento de reconciliacin est por todas par-tes donde el mundo se presenta de la forma ms aparente posible; en quela promesa de reconciliacin viene dada de la forma ms perfecta all dondeel mundo, al mismo tiempo, est ms fuertemente amurallado frente a todosentido. Con ello vuelvo a remitirles a ustedes a la estructura de lo pro-

    tohistrico en la apariencia misma, donde la apariencia, en su ser as, srevela como algo producido histricamente: en el lenguaje corriente de lafilosofa: donde la apariencia llega a madurar por la dialctica sujeto-objeto.La segunda naturaleza es en verdad la primera. La dialctica histrica no esun mero retomar lo protohistrico reinterpretado, sino que los mismos ma-teriales histricos se transforman en algo mtico e histrico-natural. Quisierahablar an sobre la relacin de estas cosas con el materialismo histrico,pero aqu slo puedo decir esto: no se trata de una teora que complete aotra, sino de interpretacin y despliegue inmanentes a una teora. Por asdecir, me sito como instancia judicial de la dialctica materialista. Habraque sealar que lo expuesto slo es una interpretacin de ciertos elementos

    fundamentales de la dialctica materialista.