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Comi t é de Dirección

N C I C L O P E D I A

D E I L O S O F I A

Q Editorial Trotta, S.A.. 1997

Sagasta. 33. 28004 Madrid

TeiCfono: 593 90 40

Fax: 593 91 1 IO Conselo Superior de Investigaciones Científcas, 1997

Diseño

JoaquínGallego

ISBN 84-67699-48-0 Obra completa)

ISBN: 64-8 164- 154-5 (vol. 14)Depósito Legal: VA-535197

Impresión51mancasEdiciones,SA

Po Ind SanCrsTúbal

V Estaño, parcela 152

470 12Valladol d

Manuel Reyes Mate

D i r e c t o r de l p r o y e c t o

León Olive

Osvaldo Guariglla

Pedro PasturSec re to r i o o d r n i n ~ s t r oiv o

Cornit8 Académico

Javier Muguerza

-f )OS& Luis L. Aranguren

Ernesto Garz6n Valdes

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David Sobrevilla

Carlos Alcbourrbn

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edición. puesto en marcha por el Instituto de Filosofía del Consejo Superior deInvestigaciones Cientificas (Madrid). el Instituto de Irivestigaciones Filosóficas

de la Universidad Aut6noma de México y del Centro de Investigaciones Filo-

s6ficas (Buenos Aires). y realizado por filósofos que tienen al español por ins-

trumento lingüístico

Existe una pujante y emprendedora comunidad filosófica hispanoparlante

que carece. sin embargo. de una obra común que orqueste su plural riqueza y

contribuya a su desarrol lo. No se pretende aquí una enciclopedia de filosofía es-

pañola sino articular la contribuci6n de la comunidad hispanoparlante a la filo-

sofia. sea mediante el desarrolro cualificado de temas filosóficos universales. sea

desentrañando la modalidad de la recepcibn a esos temas filosóficos en nuestroámbito lingüístico.

La voluntad del equipo responsable de integrar a todas las comunidades fi-losóficas de nuestra área lingüistica. buscando no sólo la interdisciplinafiedadsino

tambikn la in.ternacionalidad en el t ratamiento de los temas. nos ha llevado a un

modelo específico de obra colectiva No se trata de un diccionario de concep-

to s filos6ficos ni de una encclopedia ordenada alfabeticamente sino de una en-

ciclopedia de temas monográficos selectos La monografía temitica permite

un estudio diversificado como diverso es el mundo de los filósofos que escriben

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Proyecto de Investigación financiado por la Comisión In terminister~al e Ciencia

y Tecnología y por la Dirección General de Investigación Cientifrca y Tecnica de l

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de Educacióny Cultura de la Comunidad de Madrid

. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .ntroducción: Carlos Gurci '~Guak

. . . . . . . . . . . . . . .ito y fiIosofía:José Carlos Bermeio B a v e ru. . . . . . . . . . . .os filósofos presocráticos: Antonio Ajegre G o m

. . . . . . . . . . . . . . . . . .rfismo y pitagorismo: Alberto Bernabé. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .Sofictas:José Sohna Dueso

. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .ócrates: T o m a s Calvo Marti'nez

. . . . . . . . . . . . . . . .a filosofía de P latbn: Conrado Eggers Lalz . . . . . .latón co m o pensador político: Ute Schmidt Osrnanczik. . . . . . . . . . . .l desarrollo de la mateinárica: Luis Vega Refión

. . . . . . .ínicos y socráticos menores: Juan Pedro Oliver Segura. . . .rictóteles y el sistema del saber: ldigedeICandel.Sanrnartin,

. . . . . . . .l bien y lo recto en Aristóteies: Alfonso Gómez-LoboEl materialismo epicúreo a la luz de los racionalistas e ilustrados:

. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .arcelino Rodrlguez DonisSobre el estorcismo. iasgos generales y figuras centrales: Maráa

. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .e s z& s Ima z. . . . . . .l escepticismo en la Antigüedad: Edzkarda D h z Marf in

. . . . . . . . . .lotino y el neoplatonismo: Mar& Isabel Santacrwx. . . . . . . . . . . . . . . . . . . .La gnosis: Jos&Montserrat Torrcnts

. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .&dice aitalitico

. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .Indice de nombres. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .Notu biogr2fica de autores

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I N T R O D U C C I ~ N

Car l o s Garc i a G u a l

Lo s dieciséis ensayos que forman este volumen, cn un a secuencia qu eabarca unos ocho siglos -desde e1 VI a.c.hasta los finales del siglo 11d.C.- tratan de ofrecer un panorama de lo que fue la Filosofía griega,esa tradición de pensamiento crítico sobre el ser, el hombre y el mundoque es, en definitiva, el origen histórico y el cauce determinante de lo

que ha sldo y es la actitud y la actividad filosófica en el mundo occi-dental hasta nuestros días. Griega es la palabra y a los griegos remo ntaesa perdurable reflexión teórica general de tan larga repercusión en losterrenos de1 saber y del investigar sobre lo que somos y podemos cono-

ce r mediante nuestra raziin. Empezando por unas consideraciones so-bre los miros como forma de ve r y pensar el mundo y concluyendo por

un movimiento como la Gnosis, donde la tradición filosófica vuelve a

enlazar con iinágenes míticas, estos ensayos muestran las principalessendas del discurrir del logos a lo largo de esos siglos en el ámbito de lacultura griega, así como la huella dejada en esa tradición por las figu-ras más relevantes del pensamiento antiguo.

Tratándose de un territorio ran vasto y tan bien explorado, sobretanta y tanta bibliografía, no esa de esperar que las aportaciones fu era n de espectacular novedad, ni tampoco que, en su limitado espacio,pudieran exponer en detalle todos Ios temas de tan vasto periodo. Loque se ha buscado es reflejar, con una pluralidad de enfoques, la rique-za de esas hazañas del pensamiento helénico dentro de su marco histó-rico, atendiendo más a la síntesis qu e a la exposición pormenorizadade los problemas y los textos. Por eso el Iectar va a encontrar, pienso,una síntesis bastante clara de Los desarrol los p de las teorías más signi-ficativas, una presentación escuera de las grandes figuras y su significa-ción en esa línea crítica, pero no un manual de las doctrinas filosóficas

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aada por la s memoñosas Musas, sino po r la investigación personal,

atendiendo a ese Ziigos, que, como dirá erifáticamente Heráclito al co-mienzo de su obra, es la Razon Común. Más allá de la etimología deaIétheza como negación de l Olvido (Lkrhe), n que insistió Heidegger,M. Detienne2 ha mostrado con agudeza cómo se va perfilando en elmundo arcaico griego una nueva concepcibn de la <<verdad,>omo sa -ber auténtico cada vez má s laico y positivo. Junto a los filósofos habríaque considerar a otros buscadores de la sabiduría, que dejan una pro-funda huella en es a sociedad griega cada vez más racionalista e ilustia-

da . Como esos reformadores sociales y legisladores a los que la tradi-ción consagró en L legendaria e histórica lista de los Siete Sabios, q uereoresentan bien un momento fundamental en la forrnaclón de la socie-da d griega7.

En rodo caso, las relaciones entre la sociedad y el filósofo son unode los puntos claves de cualquier inteiitu por comprender la función deéste en una tradicióii qu e se inaugura en la Grecia arcaica. Todo pensa-dor debe ser esmdiado en su contexto social para ser bien entendido.El filósofo griego aparece como un nuevo tipo de asabio» en esa Gre-cia arcaica. El pbilrjsriphos desplaza al sophós como maestro de la ver-dad, como un pensador crítico, aunque admiie que, a! margen de subúsqueda de una sabiduría general, subsistan los expertos en saberes ytkcnicas concretas, que, en su especialización, merecen también el titu-lo de .sabios» ( sophoq . El aprecio por los *sabios* y luego por los

(tbuscadores de la sabiduría.- fue característico de !a cultura heléni-ca, como advirtió Nietzsche -en su esbozo inconcluso sobre La filoso-fh en la: época t rágica de los griegos-:

Otros pueblos rienen sanros; los griegos tienen sabios. Se ha dicho con razirn que

un peb lo que da caracterizado no tanto po r su s grandes hombres, sinomi s bienpo r la f o r m a c om o los reconoce y los honra. En otros t iempos es el filósofo un

caminante accidental y solitario en un medio extremadamente hostil, que o se

desliza hurañu o se abre paso con los puños crrrados. Unicamenre entre los grie-

gos el filósofono es un fenómeno accidental [...]Losgrlegos lustifican al filósofo,porque únicamente entre e l l o s no es c om o un cometa.

Las relaciones entre la ciudad y el filósofo, entre el contexto culturale hisiórico y la situación personal del pensador determinan los estilos yproblemas de la filosofía, que se presenta siempre encajada en el marcode la cultura y de la política, de modo qu e al repasar el desarrollo de la

teoría filosófica no ha y qu e olvidar nunca el trasfondo histórica y socialde la Grecia antigua, tan agitada durante esos siglos. (Hasta el famosoenfrentamiento entre mytbos y Ibgos tan relevante en el pensamientoantiguo debe ser visto, no como un choque frontal, sino coino un largo

2. Cf. Los maestros de verdad en la G~ec r a rcarca, Madrid, 1981.

3. Cf . C. Garcia Gual, Los sreresobios ( y res mds), -Madrid, 1989.

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I proccsn dc cliscusión, oposición y diálogo, como se ha señalado repeti-damente4).

En los ensayos siguientes, se verá cómo unos autores hacen mayor

o menor hincapié en ese contexto histórico, peso se advertirá que nun-ca queda olvidado. IncIuso cuando el filósofo quiere negar la historia yse opone a la sociedad en la que le ha tocado vivir, como es el caso dePlatón, por ejemplo, el contexto histórico h a detern~iitado u actitud.Desde los pensadores de Mileto hasta los estoicos, las neoplatónicos olos gnósticos, los cambios q u e ha sufrido la sociedad griega, desde laspequeñas poieis hasta Ia sumisión al Imperio romano, son en0rrnes.Yla función del filósofo ha cambiado también con las épocas, aunque sehaya visto definida no sólo po r la situación histiirica, sino fundamen-talmente po r la tradición intelectual en la qu e se inscribe. Con sus es-cuelas o sectas, co n sus quiebros, oposiciones y desviaciones, la tradi-ción filosófica griega forjó también un a manera de historiar el propiodesarrollo de la filosofía. Es Aristateles el primero que, al presentar sus

problemas, traza un breve esbozo de la historia intelectual de los mis-

mos. Y, por iiiuclio que se pueda criticar su parcialidad al respecto, yaqu e tiende a verse como e1 eslabón iíltimo de la cadena dialéctica, nocabe negar que esa actitud fue enormemente aleccionadora. Es una 15s-

tima -aunque en algunos aspectos resulte ventajoso- que de toda lahistoriografía filosófica antigua se nos haya conservado por enterosólo la obra erudita de Diógenes Laercio, cuyas Vidas y opiniones delos filósofos !lustres, un centón de anécdotas mezcladas con datos bio-

gráficos y algunos resúmenes poco agudos, viene a colmar la laguna demuchas escritos doxográficos perdidos.

No ha y que olvidar, por lo tanto, qu e nuestros conocimientos delos textos de los filósofos antiguos son - c o n la excepción de casoscomo Plat6n y, en menor medida, Aristóteles- fragmentarios. Demodo muy evidente en los llamados presocráticos y en los sofisras,pero tambien en los epicúreos y los estoicos. Las reconstrucciones deesos sistemas de yensamienro -pues el pensamiento filosófico tiende a

.ser siempre sistemático, aunque de modo programático lo se a má s enel periodo helenistico- resultan a veces conjeturales, y a veces daña-dos por la mala interpretación intencionada o descuidada de autores

posteriores. La investigación moderna de la Historia de la Filosofía hamejorado notablemente la consideración de algunas escuelas, tradicio-nalmente marginadas por cierta falta de respetabilidad académica. Es

el caso de los cínicos, los epicúreos y ios escépticos. En los ensayos queaquí se les dedican se resalta su valor intelectual y su influencia históri-ca. Es muy fácil de entender que, en esos breves ensayos, no puedan to-carse todos los puntos de la teoría filosófica de un gran autor o una es-

¡4. M e rernlro a las indicaciones recogidas en C. García Gual, Itztmdz4cción a ira rnrtcilo-

ph gurega, Madrid, 1991.

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CARLOS G A R C ~ A UA L

cuela, pero la progresión de las reflexiones teóricas y el diálogo entrelas varias tendencias filosóficas a lo largo de las épocas queda bienapuntado. No hace falta, pienso, insistrr en un prólogo coma éste en ladivisión tradicional en tres grandes etapas de la Filosofia griega: la delos autores anteriores a Platón (preplatónicos hubiera sido un a etiquetamejor que presocráticos), el periodo clásico (de PlatOn a Aristóteles),ylas escuelas posteriores del helenismo y el Imperio romano.

Tal vez habría quedado má s completo el panorama filosófico a1 in-cluir algUn capitulo dedicado a los pensadores latinos -Lucxecio, Cice-rón, Séneca- que, si bien fueron, ante todo, traductores e introductores

de escuelas filosóficas griegas en el ámbito romano, bien merecen, por susinguIar personalidad, un tratamiento propio. El hecho de que hayamostratado aqui más de teorías filosóficas qu e de autores hacía, sin einbar-

go, muy dificil reunir a estos escritores de tan distinto talante y orienta-ción en un único apartado, y hemos preferido prescindir de ellos a des-pacharlos sumariamente. Tanro Lucrecio como Cicerón y Séneca handejado una huella profunda en la tradiciiin literaria y filosófica occrden-tal. Sus obras, ya qu e en los tres casos se trata de magníficos escritores,han contribuido decisivamente al conocimiento de las grandes escuelasdel pensamiento helenístico desde la Antigüedad. Y, en el caso de Séneca-1 más original de los tres pensadores latinos- su huella en la tradi-ciiin del pensamiento hispánico tiene un relieve excepcional.

En la exposicibn de los temas notará el lector una variedad de enfo-ques, unos mas históricos y otros más filosóficos, pero en todos eIlos seha querido ofrecer una perspectiva abierta y actual. El volumen se abrecon el trabajo de J. C. Bermejo. El profesor Bermejo, que ha publicadovarios libros sobre la mitología griega, muy atentos a la estructura delos relatos míticos y a su función social, aqui no trata de las caracterís-ticas de1 pensamiento mítico como opuesto al lógico, sino, descle unenfoque personal y crítico, y teniendo muy en cuenra recientes trabajosantropologicos e históricos, la oposición de mito y fiIosofía en la socie-dad antigua y en la perspectiva historiográfica. Lo hace con un estiloincisivo y qu e invita a la discusión y esrimula la critica,

Siguen dos ensayos sobre los Ilamados <<presocráticos~>.edacta-

dos por dos conocidos especialistas de este periodo, ofrecen una pers-pectiva complementaria. Más atenta a lo histórico y al contexto reli-gioso y cultural, Ia de A. Bernabé, quien tras una cuidada traducciónde todos los fragmentos presocráticos, ha trabajado con gran cuidadofilológico sobre los órficos, un a secta d e enigmático perfil. El profesor

A. Alegre ha escrito reiteradamente sobre los grandes filósofos de esteperiodo con pericia y entusiasmo. Se ha destinado un capitulo a los ór-

f i ros y n IC)Firagiiricos coi1 la intención de poner de relieve la influen-

~. i : i~i~l j i~ l laru e estos pensadores van a tener para Platón y las nuevosri i i i i hos de la filosofia.

José Solaria ha escrito sobre los sofistas, tema del que es un experto,coii mirada ampl ia . Sin duda los trabajos sobre estos pensadores de laIlusrracibn griega, o ateniense, constituyen uno de los grandes capítulosdcl desarrollo del pensamiento antiguo. No sólo reivindicar el buenn o mb r e de estos pensadores, tan denostados por Platón, sino glosar coniiinplitud de miras su decisivo influjo sobre esta época, es una tarea ho yya lograda, qu e en este ensayo se resume con claridad. Sobre Sócrates

113 redactado Tomás Calvo, que es bien conocido por su s trabajos sobrevarios filósofos antiguos, pero del que quiero recordar ahora su libroiobre la sofistica y Sócrates, u n excelente estudio de fina critica y deaguda síntesis, con dominio muy preciso de la bibliografía más actual.

Conrado Eggers, reconocido maestro en los estudios platónicos, h ahecho aqui un gran esfuerzo de sínzesis para darnos, en estas pocas pá-

ginas, una visión mu y amplia y completa de los probleinas y deI desa-rrollo de un pensamiento tan vivaz y profundo, y sus expresiones máslogrados en la vasta obra de los DiBlogos, muy atento a la critica y a lahermenéutica actual. El trabajo de Ut e Schmidt, sobre un aspecto pre-ciso y central de la actitud y actividad del fundador de la Academia,glosa esa relación personal, biográfica, del pensador y las circunstaciasde su época, faceta que es decisiva para la orientación de toda su obra.Lo analiza con una notable finura y precisión.

Nos ha parecido muy interesante introducir aqui u n breve ensayosobre el desarrollo del pensamiemo matemático griego, ta n prestigiosoentre Los platónicos, tan revelador del espíritu griego de precisión, y

tan desatendido muchas veces. Luis Vega, qu e ya había mostrado s u

capacidad para este esrudio5, ha logrado en pocas páginas darnos unagudo texto de síntesis, de muy sugerente lectura.

Muy distinto es el ambiente en que nos introduce el ensayo de Juan

Pedro Oliver, quien realizó hace unos años una original y a ú n inéditaTesis de doctorado sobre los cínicos, y qu e aqui evoca las figuras de es-

tos pensadores tan anárquicos y libertinos, seguidores de un Sócratesejemplar y casi mitificado, a l margen de las escuelas respetables de losotros filósofofos. Enfoca también la obra y las figuras de otros «socrá ti-cos menores* que trataron de ética y diajkctica muy desenvueltamenteen la bilsqueda de la imagen del sabio feliz, paradigma socrhtico de

muy largo infrujo.Miguel Candel, traductor esforzado de mu y arduos textos aristoti-

licos, ha hecho un buen esfuerzo para darnos una síntesis de la obraaristotklica, de ta n amplio espectro g de t an ta significación en campos

5 . Cf. Lrl trnma de la demostración,Madrid, 1791.

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CAH LOS F A R C ~ A U A I

finales del siglo v a.c., y luego los logros de las va riiis c i c i i c ~ : i i lel hclc-nwmo. Pero todo esto va má s alla de 10s limites con q u e este talno esti

programa do. Sólo lo indico aquí para subrayar , por si fuera convenien-te no pasar po r alto la advertencia, que la historia de! pensamientogriego engloba la de la Filosofía Griega, y que todo estudio sobre estao aquella escuela o tendencia debe quedar abierto a consideraciones deun horizonte más comprensivo.

No quisiera, sin embargo, alargar más este prólogo, que sólo pre-tende avanzar co n breves apuntes el programa que estos ensayos, en-samblados para cubrir el largo desarrollo de las etapas sucesivas y m ásdestacadas de la Filosofía griega, han cubierto, a mi entender, conatractiva solvencia y desde enfoques actuales y atractivos.

MITO Y ILOSOF~A

J o s é Ca r l o s B e r m e j o B a r r e r a

Todo buen manual de Historia de la Filosofia contiene un tópico e n elqu e se describe una antigua batalla, que como las de la Guerra de Tro-ya, habría tenido lugar en Jonia, en Ia qu e se enfrentaron el mito y larazón. El resultado de la misma, al igual qu e el de las Guerras Meditas,que también habrían comenzado en Jonia, sería la liberación del yugode la mitología, similar a la emancipación del despotismo oriental que,po r otra habr ían supuesto estas últimas guerras.

Esta batalla no sangrienta, aunque si cruenta, supondría un primerpaso en el proceso de1 descubrimiento del hombre o de la razón, o en eldespliegue del Espíritu, si utilizamos una terminología hegellana. Y se-ría precisamente de este éxito del que derivaría la mayor gloria y eltriunfo de la Hélade, lugar privilegiado en el que habría tenido lugar el na-cimiento de 10s mejores logros de lo que luego vendrá a se r la civiliza-ción europea.

Pero quizás la Guerra de Troya no haya existido tal y como no s laha nar rado Hornero, quizás las Guerras Médicas no supusiesen unacontecimiento tan crucial, tal y como gustó imaginarlas Herodóto, yqurzás la civilización europea, además de poseer zonas de gran esplen-dor, también posea sus sombras, po r lo qu e será conveniente revisarestos planteamientos y dar una visión de la relación entre el mito y lafilosofía sin dejarnos cegar p o r el resplandor del milagro griego, y te-

niendo en cuenra que ni el mito ni la filosofía ha n sido nunca patrimo-

nro exclusivo de los griegos de la Antiguedad.

Podríamos comenzar por afirmar que el mito y la filosofía son antetodo dos formas de hablar. Para poder hablar se necesita ante todo do-

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J O S ~ A R l O S BERMEJO BAKXI:Rh MITO Y F I L O S O F ~ A

minar una lengua, pero el acto comunicativo que el hablar supone nopuede en modo alguno quedar reducido a un proceso gramatical, pues-to que en él se dan por una parte una serie de componentes psicológi-cos, y por otro lado una serie de componentes sociológicos, qu e seranecesario tener en cuenta.

Alguien definió la lengua como un hecho social por excelencia,Será precisamente esta dimensión social la que no s iilterese destacar e nel proceso comunicativo en el que se van a desarrollar tanto el mitocoino la filosofia, ya que en ambos casos se trata de la posihilidad deproducir u n tip o específico de discurso, que será socialmente aceptado

y compartido por los miembros de unas determi nadas comunidades.Cuando alguien relata un mito o cuando una determinada persona

se pone a h ablar de filosofía, ambos hablantes son perfectamente cons-cientes de q u e va n a pronunciarse dentro de un campo cuyas lindes ya

ha n sido prefijadas de antemano. Sus respectivos oyentes sabrán identi-ficar sin dificultad el mito como inrto, y el discurso filosófico como tal.

Y ello será así gracias probablemente a todo un proceso educativo me-diante el cual se les ha enseñado a distinguir los diferentes géneros deldiscurso, ya sea basándose en las ocasioi~es n las qu e son enunciados,ya sea mediante la referencia a sus contenidos.

Naturalmente este proceso educativo es el resultado, a su vez, tantode un proceso social como de un proceso histórico, puesto que cadasociedad recibe de sus ai~tepasadosoda la panoplia de formas en lasqu e es posible formular los diferentes tipos de discursos. La dimensión

histórica del probIema tendió a plantearse a lo largo del siglo XI Xcomo un a cuestión genealógica, es decir que se tendió a buscar un mo-mento privilegiado, el momento de los orígenes, en el cual habría teni-do lugar un acontecimiento muy especial mediante el cual uno de estosdos tipos de discurso habría liquidado -de un plpe o mediante un

proceso más o menos paulatino- al otro.En la actualidad ya no compartimos tanto el gusto por los orígenes

que fue tan característico d e nuestros anrepasados decimonónicos, y yano creemos, por lo tanto, en qu e con conocer el acta de nacimiento dealgún tipo de discurso ya tengamos bastante para llegar a comprender-lo, sino que más bien, de lo que se trata es de observar cómo los discur-sos se van configurando paulatinamente a lo largo del tiempo. Será enesta perspectiva en la que nos situaremos, tratando de observar cómo lafilosofía se ha ido dibujando a partir del mito, Y ello deberemos obser-

varlo en una doble dimensión, viendo por una parte cómo la figura delfilósofo se define a partir de la figura del poeta, y analizando qué cam-bios de contenido se van perfilando desde el mito hacia la filosofía.

En a mb o s cacos, nuestro centro de atención lo constituirá la GreciaAntigua, pero trataremos de estudiar los hechos no desde una perspec-tiva helenocéntrica, sino tenrendo en cuenta que los griegos son unpueblo entre los demás pueblos de la Antigüedad y de ia humanidad en

geiieral. La diferencia helénica no radica en la propia naturaleza de losantiguos helenos, sino precisamente en el larguisimo proceso de ideali-zación dd que han sido objeto ya en la propia Antigüedad, que conti-nuii a lo largo de la historia de Europa, y se acenruó de modo a g u d o apartir del siglo xmn. Será preciso en todo momento ser conscientes dela existencia de ese proceso y, por ello, junte a las cuestiones históricasconvendrá introducir también alguna reflexion de carácter historiográ-fico, ya que en muchas ocasiones, al tratar estas cuestiones, las inter-pretaciones llegan a ser m ás importantes que los propios hechos.

Comencemos por el priilcipio y vayamos a las más primitivas etapas dela historia griega, por Lo menos hasta donde los documentos nos lopermitan. No tenernos datos escritos que nos permitan conocer el pen-samiento de los pobladores de la Hélade en los períodos Neolíticos o alo largo de la Edad del Bronce. Pero partiendo de los datos de la antro-pologia y de la documentación histiirica, tant o arqueológica como tex-tual, deben ~os uponer que el mito y, quizás a partir de la Edad delBronce, unos mitos cuyos protagonistas serían ya los dioses que luegocantará Hornero, formarían parte privilegiada de Ias preocupacionesintelectuales de su s habitantes.

Los primeros testimonios del cantor de mitos de que podremos dis-

poner los tendremos en la s Islas Cicladas, con sirs figuras de hombressentados tocando la lira, así como e n las pinturas murales conservadasen algunos palacios micénicos, en las que se mantiene la misma icono-grafía. Naturalmente el afirmar q ue esas figuras puedan representar aun poera que cante mitos presupone la formulacián de una hipótesis,pero dicha hipótesis parece bastante razonable si Ia ponemos en cone-xión con lo que vendrá a ser la figura del poeta tal y como apareceráposteriormente en Hornero y en Hesíodo, dos poetas que recogen,como es sabido, una tradición poética secular,

Si nos centramos en sus obras veremos qu e en ambas y, sobre todoen la hesiodica, que en el proemio a la Teogonía nos porporciona todauna teoría de la creación mitopoética, podremos esbozar una teoría dela enunciación poética y rnitica a la vez.

Un mito suele ser un relato que puede tener diferentes contenidos y

distintos tipos de protagonistas, pero que, desde un punto de vista ex-terno, puede ser también perfectamente definido. Los mitos, en efecto,ta l y como nos iniorman los antropólogos y los historiadores de lasculturas del Antiguo Oriente, son pronunciados o recitados por deter-minadas personas en ocasiones especificas: ancianos, chamanes, sacer-dotes y guerreros. Así, por ejemplo, un mita relacronado con la inicia-ción d e los hombres o de las mujeres se les podrá dar a conocer a los

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J O S ~ARLOS BERMEiO R h R R I . H A

novicios por parte de los hombres y las mujeres aduktas en algún mo-

mento del largo proceso de iniciación, o un mito cosrnogónico, comoel contenido en el Enuma Elish babilonio, se recitara durante el Ees-tival de1 Añ o Nuevo, y los sacerdotes, los chamanes y los ancianos-que en muchas ocasiones suelen ser los depositarios de la mayor sa-biduría mítica- recitarán sus relatos en ocasiones especiales: rituales,enfermedades, acontecimientos sociales, en las que el mito puede pro-porcionar algún tipo de explicación.

No tiene sentido alguno, pues, el afirmar que el mito, como gusta-ron creer los románticos, sea una obra anónima, conocida por todo un

pueblo y creación inconsciente de algún oscuro Volksgerst. Tenemosespecialistas en la materia mítica, pero -eso sí- especialistas cuyo sa-

ber es demandado y compartido por los miembros de su propia comu-nidad. To dos estos especialistas tlenen reconocido SU status especifico,que les permite hablar de una determinada manera, qu e les permiteformular enunciados míticos. Les orígenes de ese status pueden ser ex-

ternos a1 mito, por ejemplo, el guerrero conoce un mito de ~niciaciónporque es un guerrero, no porque sea un especialista en los mitos; o in-ternos, es decir que la persona que narra o canta los mitos lo hace por-

que su función o, al menos, alguna de sus funciones claves, coiisiste enser un narrador.

En la historia griega nos encontraremos más bien con este segundocaso. En el mundo helénico, como es sabido, no existieron castas nigrupos sacerdotales -salvo en conta das excepciones- que fuesen los

transmisores exclusivoc de un saber rnitico o ritual, sino que, si deja-mos al margen algunas familias nobiliarias como 10s Kerikes o los Eu-mólpidas, administradores de los Misterios de EIeusis, por lo generalnos encontra remos con que los mirologos solían ser los poetas.

Pero el poeta, al contrario que el sacerdote noble, el chamán o elguerrero, no posee un status social que lo capacite especiaimente paraenunciar unas verdades especiales, como las contenidas en e1 mito, y

por ello será necesario desarrollar toda una teoría de la función poéti-ca , que será a la vez mitopoitica.

Al narrar un mito el poeta accede a un nuevo reino, al reino de laverdad (alétheia)y supera las barreras que son características de Ia con-dición humana, que está definida por la temporalidad. E1 poeta poseeun saber qu e le permite superar efectivamente el tiempo, ya que nos ha-bla de lo que fue, de lo que ocurrió por ejemplo en la época de la Gue-

rra de Troya, pero también une el pasado co n el presente, actualiza elpasado y mediante s u canto produce la gloria del héroe, que perduraráen el tiempo, que llegará hasta el futuro. Pasado, presente y futuro que-dan asi unrdos, el tiempo queda anulado y por ello e1 hombre puede su-perar su condición efimera.

La palabra del poeta es similar a la palabra del profeta y a la pala-bra del rey. El profeta, al igual que el poeta, supera el tiempo, ya que

MITO Y F I ~ O S O F ~ A

tiii11l-iii.i-i sabe unir pasado, presente y futuro. En efecro, si enuncia unI F T A C U I O unirá el presente con el futuro, pero también podrá interpretarc l pasado y unrrlo al presente si descifra un chmsmós, una sentenciaciiunciada en el pasado que hace referencia a acontecimientos futuros,pero que necesita ser descifrada. Tanro el poeta como el profeta tienenacceso a la verdad no por sus propias fuerzas, ya que como diría Hesio-rlo ambos no con más que vientres, sino porque por SU boca habla lapalabra de un dios. El poeta y el profeta están inspirados por las Musasy por Apelo, respectivamente, del mismo modo que el Re y lo estará porZeus cuando pronuncie en la asamblea palabras <(dulces omo la miel»,

coi1 las qu e conseguirá calmar el ánimo de los guerreros y conducirlospara lograr la realización de sus propósitos.

En estos tres casos nos encontramos con lo qu e podríamos llamarla heterenomía de la verdadera. Si queremos alcanzar la ver-

da d debereinos ser conscientes de que ello no es poslble con nuestraspropias fuerzas. Por el contrario, tendremos qu e recurrir a la palabrade otro, a la palabra de alguien que nos es totalmente ajeno, por supropia conclición, como lo es un dios. El acceso a la verdad sólo es po-sible, pues, mediante una relación de dependencia, por ejemplo, IasMusas, en tanto que si quieren dicen la verdad, pero también puedendecir mentiras, y así nos concederán la verdad o no, según el caso.

Si seguimos la historia de la literatura griega podremos ser testigosde un proceso en e1 que se tratará de ir avanzando desde la heterono-mía a la autonomía de 13 palabra, en el que la palabra y el acceso a la

verdad irán siendo conquistados progresivamente. En dicho proceso ellógos, que en un principio fue la palabra pronunciada can autoridad,pero con una autoridad que le era ajena a la propia palabra, irá tratan-do de conquistar la autonomía a través de una serie de pasos que inten-taré esbozar a continuación.

En primer lugar, deberíamos hablar de los poeras liricos, puestoque en sus obras comienza a darse esa progresiva emancipación de lapalabra. Para muchos de ellos, la función de la poesía ya no sera el lo-grar e1 acceso al conocimiento de una verdad transcendenre, de unaverdad que nos es ajena por estar por encima de nosotros, sino que por' d contrario, de lo que se tratará es de acceder al conocimiento de lo in-manente, de acceder al coilocimiento de nosotros mismos, relativi-zando, si es preciso, las nociones de verdad establecidas.

Así lo hará Safo al contrastar los valores literarios del epos con las

que ella desarrolla en sus poemas, y así Io hará también Arquíloco al re-chazar sin complejos los principales valores de la aristocracia guerrerasrstematizadas en los poemas homericos. El poeta lírico, al expresar susgustos o simplemente sus opiniones intentará, en algunos casos, formu-lar una nueva concepción de la verdad. La verdad vendrá ahora dadapor la propia palabra del poeta y se entronca no en la voz de las Musas,Apofo o Zeus, sino en la propia condición humana. La ascensión hacia

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1 0 S k CARLOC BERMEJO LABRFRA MITO Y F 1 1 0 5 0 F ~ ~

la verdad no supone la superacián de Ia condición humana, como ocu-rría en Hesiodo, sino, por el contrario , una profundización en esa mis-ma colicl~ción.Es conociéndonos a nosotros mismos como podremosllegar a alcanzar el conocimien~o e la verdad, y no olvidándonos denuestra propia condición, tal y como había dicho Hesiodo.

Ahora bien, junta a esa línea de desarrollo de la lírica tendremosotra que podríamos denominar de la palabra política, en la que la pa-labra del poeta no busca el acceso a la verdad mediante una profundi-zación en sí mismo, sino mediante una explotación de lo que podria-mos llamar la dimensión social. Éste sera el caso de los poemas de

Tirteo, Alcrnán o Solón, en los qu e la palabra poética tra ta de imbuirsede un a determinada moralidad, ya sea bélica y política, en Tirreo y So-

lón, o bien simplemente social, como en el Partenio de Alcmán, en elque es e1 nosotros colectivo del coro femenino el qu e canta.

La dimension social de Ia lírica también podrá apreciarse a travesde la insistencia que algunos poetas ponen en la descripción de una ins-titución, el Banqzdete, núcleo de la sociabilidad masculina helénica y lu-gar en el que se produce la poesía y el diálogo desde Hornero hasta Pla-tón. El Banquete pasará así de ser meramente el lugar en el que el aedorecitaba su poema inspirado por las Musas, a ser el punto de encuentroen el que mediante el intercambio social y el buen uso de la bebida esposible a los hombres situarse en el camino que conduce a la búsquedade la verdad.

Partiendo pues de la figura arcaica del poeta se nos abre un doble

camino: po r una parte, tendremos una nueva figura del poeta que seinvestiga a si mismo, abriendo as í un camino qu e posteriormente serádesarrollado por Heráclito y mi s tarde por Sócrates; y, por otra, ten-dremos una versión diferente de esa misma figura en la que el poeta si-gue apelando a la palabra que está dotada de autoridad y mediante ellatrata de aconsejar y de gobernar a sus conciudadanos. En este segundocaso tendremos las figuras, a veces históricas y a veces legendarias, delos Siete Sabios, q u e marcan también o t r o paso más en el camino q u enos va a llevar al encuentro de la figura de l filósofo.

La realidad histórica es enormemente compleja y supera muchasveces todos los intentos de sistematización. Por ello, al examinar elcaso de cada uno de los filósofos presocrhicos podrá verse cómo se

configura ajustándose a veces a esta tipologia y, en otras ocasiones,utilizando formas mixtas, como ocurre, por ejemplo, en el caso de He-

ráclito de Efeso, quien pretendio efectivamente investigarse a sí mismo,pero sin renunciar por ello a intentar dirigir a sus conciudadanos, Encada uno de estos casos habría que estudiar, a su vez, la figura de cadauno de estos filhsofos en relación con el contexto institucional y socialen el qu e vivió. En el propio caso de Heráclito, por ejemplo, la transi-ción del sacerdote conocedor con carácter exclusivo de algunos mitos a

la de la filósofo, conocedor de un tipo de saber especial, tiene lugar co n

1111i1 !:i.ail continuidad, ya que Heráclito había sido, por privilegio fami-Iiiir, sacerdote del culto de Deméter en su ciudad.

ln citro caso, como el de Parménides, será la utilización de una de-rciminada forma poética tradicionai la qu e servirá de expresión a laverdad filosófica qu e aparece bajo la máscara de una verdad reveladapcir las Heliades y, por lo tanto, no plenamente autónoma. Y es que esteproceso no va a seguir un camino recto y sin obsráculas, sino que ten-clrá que perderse por numerosos meandros y luchar constantemente conla herencia del pasado y con el enorme peco de una tradicibn literariaqu c constituía el núcleo esencial de la cultura griega, como lo es la tra-

dición épica.Un paso adelante m ás en este proceso de conquista de la palabra 10vendrán a suponer los sofistus. Para ellos será precisamente la autono-

m ía de la palabra el núcleo central de su pensamiento y, por ello, dedi-ca rán una atencihn especial a1 lenguaje, tratando de lograr mediante s uanálisis el dominio de la t6cnica de la persuasión. Hasta llegar a ellos lapersuasiiin no era concebida como un a técnica, sino como un don, qu epodía conceder Zeus a los reyes, y las Musas al poeta. El sofista, alproclamar su pIeno dominio de lo que hasta entonces venía a constituirun regalo de la divinidad, conseguirá dotar de radical autonomia a lapalabra. Y, por otra parte, al señalar, mediante la crítica de todas lasleyes el carácter relativo de todas las normas morales y culturales, lle-vará esta autodeterminación hasta su extremo más radical.

Por ello será necesaria la reacción primero socrática y luego platóni-

ca. Mediante ella tratarán de conciliarse una serie de extremos que eldevenir histórico había querido, al parecer, separar. Puesto qu e el cono-cimiento de sí mismo y el análisis del Ienguaje y las diferentes leyes seintentarán hacer compatibles con la bUsqueda de un terreno firme, quesirva para enraizar todos estos términos en un suelo común en el qu epuedan descubrrr su verdad. La figura del filósofo socrárica y platónica,al proclamar en el primero de estos casos su respeto de las leyes, y en elsegundo la subordinación del mundo material al m u n d o de Las ideas, Ie-grará l1evar a cabo una especie de sintesis dialkcrica entre la inicial figu-ra del poeta y todas aquellas, como la del poeta lírico y la del sofista,que la habían negado. El filósofo tendrá sus raíces no en la Tierra, sinoen el Cielo, se investigará a si mismo para descubrrrse miembro de unconjunto mucho más amplio, el de la ciudad, y parte de u n mundo quepor u n lado le es ajeno -el mundo de las ideas-, pero al que por otro

lado ha de volver para poder lograr su identidad.Todos estos elemenros continuarán estando presentes a partir dePlatón, aunque irán tomando diferentes configuraciones según los ca-sos. En unas ocasiones se podr5n acentuar más los componentes de ca-

rácter inmanente y se reivindicará en mayor medida la autonomia dellenguaje y el conocimiento humanos, estaremos entonces ante la tradi-ción atomista o epicurea. En otros, se destacarán por el contrario mu-

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cho mis los componentes de carácter transcendente y se reafirmará ladependencia del hombre en relación con otras entidades superiores. Es-taremos así, por ejemplo, dentro de la tradición neoplatónica y gnósti-ca. Y también podrá ocurrir que lo qu e se destaque sea el componentecolectivo y los aspectos morales y legales: estaremos entonces ante latradición aristodlrca y, má s tarde, estoica.

Bajo uila u otra modaliclad tenemos al frlósofo perfectamente defi-nido. Ya no será posible confundir un filósofo con un poeta, y todo elsaber contenido en la antigua poesía quedará descalificado, al igualq ue Platón descalificará al rapsoda Ion en el diálogo q ue lleva ese

nombre. La poesia ya no es verdadera, los mitos ya no nos cuentanverdades, lom as que podremos encontrar en ellos será la apariencia dela verdad y , por ello, lo qu e le corresponde al filósofo sera la produc-ción de unos mitos -los mitos platónicos- en 10s que las aparienciasde la verdad sirvan a la verdad fJosófica, al convertir el mito en unamera alegoría.

La distancia entre el mito y ia filosofía, entre el poeta y el filosófo,será a la vez una distancia histórica -el mito y el poeta so11 anterioresen el tiempo-, una distancia social -corresponden a srqueripos hu -manos distintos-, una distancia en el lenguaje -co rre spo nde n a dosmodos de hablar y de hablantes diferentes- y un a distancia intelec-tual. Naturalmente todas estas distancias están interxelacionadas entresí, y po r ello la transición del mito a la filosofía resuItará incomprensi-ble si no las teneinos simultáneamente en cuenta. Hasta ahora hemos

analizado las dos primeras, veamos qué ocurre con las otras dos.

Desde la publicación de las obras de M . MacLuhan se ha venido decta-cando progresivamente la importancia que los medios de comunica-ción poseen a la hora de formular un determinado mensaje. La aphcaciónde los principios de su n~Ctodo los campos de estudio antropológicn ehistórico ha traído consigo la elaboración de un a serie de teorías quehan querido analizar la distinción entre el mito y la filosofía no comoun a distincibn entre mentalidades o formas de pensar sin más, sino bA-sicamente como una distinción entre formas de comunicacihn.

Es evidente qu e existe una interrelación entre algunos tipos de cono-

cimientos y determinados sistemas de comunicación. Asi, por ejemplo,resulta imposible elaborar un tipo de conocimientos basado en la medi-ciiin, como la astronomía babilónica, si n o se dispone de un sistema demedidas y unos registros q u e permitan conservar Iasmediciones realiza-das. Y, de l mismo modo, resulta imposible analizar la estructura de1lenguaje si no disponemos de un registro escrito que nos permita en-frentarnos al texto, dlstanciarnus de él y considerarlo como un objeto.

I>,~rriciicloc esta perspectiva se han pasado a explicar muchas deIii\ ~ar-ncteiísticas e la llamada mentalidad primitiva, o mentalidadlvcliigica, o del llamado «pensamiento salvaje., más qu e mediante elrsrriclio de una serie de categorías que serían especificas de ese tipo deliciisnrniento, por el condicionamiento que impone el modo de comuni-cnci611disponible.

Si $610 disponemos de u n modo de comunicaci6n oral, lo que haocurrido a lo largo de la mayor parte de Ia historia de la humanidad, elproceso de formación, acumulación y transmisión de conocimientosrendrá qu e tener necesariamente unas características muy diferentes al

inismo proceso realizado con la ayuda de la escritura. E n primer lugar,eil el mundo de la oralldad habrá que recurrir sistemáticamente a lamcmoria, de ahí, por ejemplo, la importancia que la memoria posee enel pensamiento griego en relación con la poesía y con las condicionesde acceso a la verdad. Pero, además de desarrollar u n tipo especifico dememoria, m u y diferente de las técnicas rnilemoticilicas qu e se utilizanteniendo corno auxiliar la escritura, el saber oral será incapaz de llevara cabo una sistematizacion analítica de los niveles del conocimiento.Más que diferenciar lo s distintos tipos de hechos y desarrollar saberesespecilicos acerca de los mrsrnos, el conocimiento oral estara interesa-do en integrar lo m i s posible los distintos tipos de conocimientos. Deahí el interes del mito en interrelacionar hechos que nosotros conside-raríamos aisladamei~te, oino los relativos a plantas, a animales, o alsaber astronómico y a los hechos sociales, rituales y políticos.

Esta integración de diferentes nlveles de conociiniento, caracteristi-ca del mito y de la cultura oral, es 10 que da muchas veces al mrto un aapariencia de irracionalidad y confusihn, qu e desaparecc en cuanto se -

pamos descifrar el gran número de códigos que el initn está utilizandosimultáneamente. La utilización de ese sistema de códigos hace que elsaber oral aparezca como una totalidad, por ello es por lo que el Io nplatónico, ese rapsoda ambulante, pretendía saber de todo. Si aparececomo ridículo a los ojos de Platón será porque en su época Grecia, opor lo menos Atenas, vive ya bajo el dominio de la civilizaciiin de la es-critura, que había permirido diferenciar y sisreniatizar saberes, comolos saberes médicos, codificados por 10s tratados hipocráticos, mate-máticos, etc.

Y es que de Homero a PEatón Grecia había recorrido un largo ca -mino que nos lleva desde una poesía de tradición oral, muchos siglos

anterior a Homero, a la fijación po r escrito de esa misma poesia me-diante un instrumento, el alfabeto, desarrollado -según algunas hipó-tesis- para registrar por escrito precisamente el epos y el desarrollo deuna cultura de la esciitura.

El desarrollo de la cultura escrita permitió, como decíamos, siste-inatizar diferentes tipos de saheres. En u n principio tenernos a Hesio-do, cuya obra resulta incomprensible un hacer referencia a la escritura,

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que trata de sistematizar, por u na parte, las genealogías divinas y fijar-las por escrito, y que, por otro lado, intenta ofrecer a su hermano todaun a panoplia de consejos técnicos y morales para hacer de él un buencampesino beocio. El proceso de sistematización del saber ya está enmarcha y en ese proceso se irán acotando sucesivamente sus diferentescampos. Así por ejemplo, Hesiodo reduce, en lo esencial, las relacio-nes entre Ios dioses a un esquema genealÓgico. ElIa es así, no parque-como se ha diclzo- antes la initologia f u e s e un caos, ya q u e e n to-

das las mitoIogías primitivas las relaciones de parentesco juegan unpapel primordial, sino porque le interesa abstraer el hecho genealógi-co frente a otras dimensiones presentes por igual en el pensamientomítico. Piérisese, por ejemplo, las escasas referencias a plantas y ani-males presentes en Hesiodo.

La Teogoaía, por un lado, y, por otro, la elaboración de otrasobras por parte del poeta beocio como el Escudo de Heracles, los catá-logos o los Trabajos y los días, ponen de manifiesto ese mismo interéspor acotar campos, por separar hechos y sistematizar su descripción.Hesiodo será e n este sentido una especie de punto intermedio en t re lamitología primitiva, tal y como puede recogerla el antropólogo en s utrabajo de campo, y los manuales escolares de mitología griega y lati-na , como el de Apolodoro y el de Higinio.

El desarrollo de la cultura escrita permitió sistematizar y codificarno sólo los saberes, sino también las relaciones sociales, al poner las le-yes por escrito. Y así la administración de justicia, que en principio era

patrimonio de las familias nobles, que transmitían oralmente el conoci-miento de los preceptos divinos que regulan la administración de lainisnia, pasará a ser uri patrimonio de la colecrividad, que inicialmentese limitará a fijar y codificar las leyes existentes, y posteriormente pa -sará, a su vez, a elaboradas.

El estudio del proceso de codificación y promulgación de las leyes hasido objeto de la atención de los hisroriadores y no ha llamado, en mu -chos casos, la atención de los filósofos. Sin embargo, algunas hipotesisrecientes como las de J. P. Vernant y las de M. Foucault, no han dejadode llamar la axención sobre la importancia que para ia emancipacih dela al abra y el pensamiento debió haber tenido el hecho de que los tex-tos se fijasen por escrito, pudiesen consultarse, ser discutidos y, pocte-riormente, redactados tras un debate acerca de sus características.

De hecho, la figura de los sofisras, cuya importancia para el estudio

de la génes~s e la figura de1 filósofo ya habíamos destacado, resultaincomprensible sin hacer referencia al mundo de las asambleas en lasqu e se aprueban las leyes, p de los tribunales en las que éstas se aplicanpara beneficio u para perjuicio de cada uno de los ciudadanos. Laasamblea presupone la utilización de la s ideas y los conceptos y suplasmación en leyes, mientras que el tribunal trae consigo la alianzaentre el uso de las Ieyes y el ejercicio de la retórica.

El cles~rrollo e la cultura escrita trajo consigo el nacimiento de los~Ci ic i .on iterarios diferenciados. Un género literario, sin embargo, esiilgo inas que una serie de canvencionec retóricas y gramaticales, co-rrcsponde a unas formas de expresi6n que van indisoIublemente unidasi~ nas formas de pensamiento y, en la historia griega, se da además elcaso de que algunas géneros están indisolublernente unidos a una épo-ca , como la épica y la lírica, e incluso a una ciudad, coma la tragedia yI l a comedia antigua lo están en gran modo -aunque n o exclusivamen-te- con Atenas.

ILa filosofía griega no se plasmará en ningún género literario especí-

fico y el libro filosófico conocerá una larga historia qu e irá desde el po-em a de Parménides o las senteticlas de Ideráclito, hasta e1 seco trata doaristo dlico, pasando por los brillantes diálogos de Platón.

El libro filosófico, al igual que la formulacion de u n lenguaje y unvocabulario filosóficos, son el resultado de un largo proceso hisróricoque, desde los tanteos de los presocráticos, no s Ilevarg a la terrninolo-gia técnica de la lógica aristotélica. Ese mismo recorrido es e1propio de

1 una cultura en la que el libro no es más que una ayuda para la memo-ria, como ocurre en el caso de Heráchto y su libro depositado en eltemplo de Artemis, hasta otro estadio cultural en el q u e el libro se es-cribe para ser leido, sin que exista ningún intermediario entre el escri-tor y su lector.

Entre estas dos fases se sitúa Platon, con su rechazo de la escrituracomo peligro para el debilitamiento de la memoria, y con sus diálogos

en los que es mediante la fijación de una conversación, del lenguaje oral,como pretende producirse un texto filosófico. Pero el diálogo pIatónicono es sólo una convencibn literaria, srno q u e lleva implícita toda una

concepción de la filosofía. Para Platón el acceso a la verdad sólo se con-sigue mediante un relación humana entre el maestro y el discípulo, en laque el eros desempeñara un papel privilegiado al poner a sus almas en elcamino de la verdad. Estarnos, pues, aún cerca de Ia concepción propia

de la lírica y en relación con una institución específica de ella como loera el Banquete, aho ra transformado en instrumento filosófico.

A partir de Aristóteles,,pos el contra rio, ¡a filosofia, tras el episodiode los cínicos, que prerendteron unir la búsqueda de la verdad a la pro-1 vocación social, pasará a convertirse en una actividad solitaria. La ver-dad permanece oculta en lo má s profundo de un texto y será mediantela oieracibn de la lecrura como l a olas con nosotros mismos- po-

dremos lograr el acceso a ella. Hemos entrado ya definitivamente enuna civilización de la escritura.La unión entre filosofia y escritura es enormemente importante en

la Grecia Antigua debido a la importancia qu e en la filosofía helénicaposee la reflexión sobre el lenguaje. Una parte importante de la refle-xión aristotélica se centra, o bien en el estudio de la proposiciones,como es e1 caso de la lógica, o bien incluso en el de las figuras del len-

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J O S ~ARLOS BERMEJO BARRERA

guaje y 10s géneros literarios, como ocurre en 10s casos de la Retórica yla Poética. E incluso la parte más abstracta de la filosofia del estagirira,la mal llamada Metafisica, es una reflexión acerca de Ias formas en quepuede decirse el Ser. Lengua, texto y filosofía constituyen los verticesde1 triángulo asistotélico, un triángulo cuyas reflexiones, estrechamen-te vinculadas a muchos aspectos de la filosofía y la cult ura helénicas,conoció u n extraiio destino en el ámbito de la filosofía occidental: el depasar a identificarse con la reflexión natural, es decir, con el modo hu -mano, con e1 inodo racional de pensar.

Aristóteles fue, entre otras muchas cosas, el primer historiador de la

filosofía y, como es sabido, tambikn fue el primero en deformar la his-toriografía filosófica en germen, al hacer que todas las filosofías ante-riores a la de éI apareciesen como una prefiguración de la suya propia.Esta peligrosa tendencia a estudiar el pensamiento de1 orro tomandocomo única referencia el pensamiento propio ha venido a instaurarseposteriormente como un modo de reflexión natural dentro del ámbitode la filosofia europea. Partiendo de ella es de donde han derivado nu-merosas incomprensiones del pensamiento mítico, por lo que será nece-sario pasar a analizarlas al estudiar la diferencia entre el mito y la filo-sofía desde el punto de vista intelectual, o desde el punto de vista de suscontenidos.

Podríamos afirmar que toda la reflexión filosófica acerca del mito poseeuna caracteristica en común. E1 mito es concebido por una parte comoel pensamiento ajeno, como el pensamiento del otro, con el cual no noses posible identificarnos, y no solo eso sino como aquel pensamientodel q ue es preciso liberarnos. E1 mito es la opresión, la fiIosofía es la li-bertad y el paso del primero a la segunda es una gran hazaña, similar a

los combates librados contra los percas en Ia llanura de Maratón.Por esta razón, la reflexión occidental acerca del mito, que se ex-

tiende desde Platón hasta finales del siglo xx , ha sido un constante es-fuerzo de domesticación del mismo, de reducción del mito a algo dis-tinto de su naturaleza. El mito por sí misino parece ser absolutamenteinexplicable, por ello será necesario reducirlo a lo que no es, transfor-marlo en algo más próximo a nuestro modo de pensar, co n el fin de

~ o d e rnalizar10 metafóricamente, afirmando que es el mitoes

«comosi fuese...,).Las prlmeras muestras de este modo de pensar las tendremos en la

propia AntigUedad griega con Jenófanes de CoIofón, quien concebirálos mitos como la plasmación de una gigantesco error. EI mito serácondenado por él, basándose en e1 carácter antropomórfico de las dei-dades olímpicas y mediante una critica de su conducta moral.

,luiitri 3 la condena de Jenófanes se extenderá la de los l o g ó ~ u f o sioiiins, coino Hecateo, quién afirmará que d a s historias de los griegos,t;iI y como se me aparecen son múltiples e irrisorias* (Frg. 1 = F. Gr .fJist. 1. 1 IJacoby]),y la de otros filósofos, como Heráclito, que criti-caba la polirnatía de Hornero y Hesíodo y afirmaba que estos poetas,Iiasta entonces considerados como el paradigma de todo el saber cultu-ral heléilico, n o sabían nada.

Pero esta condena de1 pensamiento mitico, que irá acompañada de

una censura a la cultura popular, llevada a cabo en nombre de la mo -ralidad y la auténtica sabiduria, se ver4 reforzada al llegar a Platón,

para quien el mito no sólo será un srmpie error, sino que constituiráuna auténtica perversión.

Es sabido que la teo ría platónrca del conocimiento se estructura entorno a la llamada doctrina d e las ideas. De acuerdo con ella, el actognoceológico ha de consistir, a la vez, en proceso de abstracción y derecuerdo, mediante el cual, partiendo de las apariencias que el mundosensible nos ofrece, hemos de ir ascendiendo progresivamente hacia el

r conocimiento de las ideas. El camino a seguir ha de ser siempre, pues,el que nos lleve de la apariencia a la realidad, de la materia a la forma.Pero ha y tres tipos de personajes qu e se empeñan en pervertir la rutadel conocimiento haciéndola cambiar de sentido: se trata del poetu, elartista y el sofista, quienes mediante la ficción poética, pictórica o reró-rica, no cesan de construir un mundo de apariencias en el que la mate-ria teje nuevas formas qu e nos alejan constantemente del conocimiento

de las auténticas formas, de las ideas.No podernos prescindir tot almente, sin embargo, ni del arte, ni de

la poesía, ni de la retórica, por lo cual será necesario invertir tod o esteproceso y hacer qu e el filósofo, que es el que goza en mayor medida deltrato con las ideas, y quién está destinado a gobernar la ciudad, con-trole a los poetas y a los artistas, y practique el arte de la persuasiónpara logar la educacibn de sus conciudadanos mediante la formulaciónde una serie de mitos que serán básicamenre concebidos como alegorias.

Deberemos exponer n uestras verdadzs filosóficas en clave para queasí lleguen a ser comprensibles para la multitud, puesto que la mayoríade los seres humana s, por su propia naeuraleza, no estarán capacitado spara acceder al conocimiento filosófico. Y mediante este sistema nosserá muy fácil gobernarlos, co nseg~ iir l control de sus cuerpos, ya quedisponemos del control de sus almas.

El proyecto político platónico fracasará, como es sabido, en susdesgraciados intentos de aplicación y permanecerá iínicamente comou n desiderateam en toda la filosofia helénica posterior, pero al contra-rio que éi, la concepción platónlca del mito va a conocer, aunque seainvirtiendo su sentido, un extrañ o 6xito en siglos posteriores.

Una persona tan poco sospechable de dar culto a lo irracional,como Aristóteles, afir maba en algUn lugar que < cuanto más solitario y

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J O S ~ CARLOS BERMEIO B A R R I - H A Iaislado estoy, ranto más he llegado a amar los mitos» (Frg. 668, Rose). '

Esta idea aristotélica llegará a conocer un extraño éxito a partir del si-glo IV a.c., puesto qu e a la ve z que,los griegos se pondrán a dar cuentade su pasado, desarrollando e n la Epoca Helenística la técnica filoIiigi-ca y recogiendo manuscritos y tradiciones antiguas, comenzarán tam-bién a amar los mitos.

Los initos ya estaban lejanos. No había que enfrentarse cara a caracon ellos, como habían tenido que hacer Jenófanes o Heráclito, y por$110 se los podía tratar incluso con cariño. El mito, a 10 largo de laEpoca Helenística y Romana conocerá, por una parte, un cierto renaci-

miento, con el desarrollo -por ejemplo- de las religiones orientales yvolverá a ser capaz de suscitar la fe popular y culta. Pero, por otrolado, también sera capaz de suscitar una nueva fe en la qu e el amor alpasado y al mito Ilcvarán a buscar en él un significado oculto, un m e n -saje en clave que conserve una verdad racional tras la máscara de unaapariencia engañosa, si, pero no vana o ridícula.

Estaremos entonces en la &pocade las interpretaciones alegorizan-tes, que llegarán a conocer un enorme éxito y perdurarán a lo largo dela Edad Media.

De acuerdo con ellas, el mito, que posee un gran prestigio cultural-aunque 110 religioso- ha de estar constituido po r una o varias ale-gorías encadenadas qu e podrán ocultar verdades de una trlple narura-leza: a) histórica, 6)natural, )I c) moral. En e1 primero de estos casos lanarraciiin mítica recogería sencillamente acontecimientos históricos,pero dándoles un matiz srmbóIico, cambiando, por ejemplo, los reyesen dioses y transforinando las invasiones de pueblos y Ias grandes ba-tallas de la historia en fabulosos combates iníticos. En esta corrienteinterpretativa cabe destacar la figura de Euhémero de Mesenia, padredel método y autor de una novela en la qu e pretendia demostrar laexistencia de una remota isla en la que se conservaría una antiquisimainscripción que no s relata los hechos de dos reyes, que luego aparece- 1rían convertidos en los dioses Cron os y Zeus. Dentro de esta corxientecabe s i tua r también lo s primeros libros de Ia obra histórica de DiodoroSículo, en los que podremos observar ciimo los antiguos reyes y héroesculturaIes, que habían ido descubriendo los elementos qu e definen lacivilización (agricultura, ley, etc,) serán progresivamente divinizados.

La segunda de estas corrientes traducirá los personajes y episodiosmiticos en fenómenos naturales: los Centauros, qu e entran en troinbae n 10s banquetes, violando mujeres y apoderándose de1 vino, pasarán aser una manifestación mítica de los torrentes, y toda la mitología deZeus nu será más que un comentario de los diferentes fenómenos mete-reoIógicos.

Y, por último, Ia tercera de estas corrientes consistirá en alegorizarlos distintos personajes miticos, de modo que episodios d e su vida pue-

dan servirnos como ejemplos para guiarnos por el camino de la virtud. I

Ahí , por ejciii~l r>, erakles y sus trabajos, sus sufrimientos antes de lle-ir .I In divitiización, pasarán a simbolizar la lucha del alma en esta tke-

1.1 11 ni l tcs dc alcanzar su definitiva morada en el cielo, del mismo modoi111c l viaje de Odiseo y su retorno a ltaca vendrá a representar ese re -

itiriio del alma a su patria de origen, siruada siempre fuera del mundoiii:itcrral, encarnado por Circe, Calipso y las Sirenas.

1.35 claves de la interpretación alegórica pasarán a ser asumidas1w r CI cristianismo a partir del momento en el quc los cristianos deci-t lc i i valorar positivamente la pardeiu griega.

Eii un principio, los dioses del paganismo no representaban -por

cjcii-iplo en sa n Pablo- problema alguno para los cristianos, ya quercncillainente no existian, y por esa razón, por ejemplo, era licito cun-hiiinir la carne procedente de sus sacrificios. Pero poco a poco se irá de-sñrrollando un proceso de demonizaci6n mediante el cual esos diosesiilexistentes pasarán a convertirse en unos dioses falsos, en unas apa-riciicias de dioses qu e poseen una realidad ontolhgica porque son, nin16s ni menos, encarnaciones del demonio, trampas que el malignoriende antes de la llegada de Cristo a los seres humanos para apartarlos ,

del camino de la verdadera religión. La initología clásica aparecerá asídcmonizada y en cierto modo reforzada! ya que la fe religiosa le otorgauna realidad qu e el desgaste de la historia parecia haberle quitado.

Peso superada la etapa de las persecuciones y una vez que el cristia-iiisino primero sea Legalizado y luego se mantenga al iado con el poder,la necesidad de lograr u n desarrollo cultural hizo necesaria la asimila-

clGn de las formas de la cultura pagana -sobre todo de las formas lite-i-arras- y, por ello, el inito volver; a se r valorado siguiendo las clavesalegóricas anteriores, y asi continuará a lo largo de toda la Edad Me-dia, en la q u e , sobre todo hacia el final, el conocimiento de la mitolo-gía pagana era sinónimo de conocimiento de la cultura clásica.

El desarrollo del Renacimiento y la llegada a Occidente de nuevostextos traídos por los eruditos bizantinos volvid a poner de moda, en elsiglo xvr, el mito griego, pero no bajo su s formas más clásicas sino en lasversiones má s tardías en las que el mito helénico se mezcla con la mitolo-gía egipcia y Ja filosofía griega formalido ese extraordinario conglomera-do que es el C o ~ p u s eme t i cum. Este conjunto de tratados griegos y la-tinos de los primeros siglos de nuestra e ra, que recoge las revelaciones deHermes Trismegisto (tres veces grande), síntesis del Hermes griego con elegipcio Thoth, pasará a disfrutar de un enoinle prestigio, y llegará a es-

tar considerado la expresión mis antlgua de toda la sabiduría griega ycoma mu y anterior a Hornero. Esta filosofía hermética pasará a desein-penar un papel muy importante en el desarrollo del neoplatonisino flo-reiltino, y a través de la f igura del Giordano Bruno, llegará a constituirun a de las corrientes filosóficas más importailtes del siglo xvr.

Pero los fines de ese siglo verán surgir un a revolución fllolhgica q u esituará el Corpus Hermérecunz eil la cronología qu e le corresponde

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JOS€ CARLOS BERMEJO BARRERA

dentro de la historia literaria griega, con lo que reestablecerá k rima-cía de Hornero, por lo que se podria decir que se desvaneció el sueñode la hermandad mltológica y cultural helénico-egipcio-bsbdónica, consus concomitancias con Ia Biblia, con 10 que el mundo Europeo tendráqu e enfrentarse, por un parte, co n la más antigua tradición griega, quele era ajena, y, por otro lado, con todos los pueblos surgidos de la na-turaleza y descubiertos en el territorio americano.

Si se quisiese hablar de una época en la qu e po r vez primera Euro-pa, la heredera de la tradición clásica, se tuvo que enfrentar con unmundo totalmente ajeno, esa época sería sin duda alguna la época de

los grandes dercrubrimientos geográficos. Sin embargo, curiosamente,ese encuentro masivo con lo otro no sirvió para cambia r La concepcióneuropea de la barbarie ni del mito, sino que, por el contrario, vendría areforzarla.

En efecto, si exceptuamos la obra de algunos cronistas de Ind~asla de Bartolomé de las Casas, veremos cómo el estudio de la idolatríade los indios de las Américas se llevó a cabo, como era de esperar, to-

mando los modelos culturales de 10s que disponían los europeos: es de-cir, a partir de la Biblia y de la propia tradición clásica. Autores comoHerodóto pasarán así a ser leidos de nuevo, personajes de la mitologia,como las Amazonas, seriin «descubiertos »en el Nuevo Continente. Po-dríamos decir que sólo se podía descubrir lo que ya se sabía de antema-no, aquello qu e era digerible a partir de un molde cultural ~reestableci-do, y por ello la época de los descubrimientos no producirá un efecto

inmediato sobre la interpretación del mito.Una vez finalizado d siglo XVI, el racionalismo del siglo XVII y elposterior desarrollo de la Ilustración tampoco va n a ser especialmentefavorables para el logro de la intelrgibilidad del mito. Los filosofosilustrados lucharán por el desarrollo de una religibn natural, de un a re-ligión no contaminada por las tinieblas de la superstición y en la que elrito desempeñase un papel insignificante, de una religión de alto conte-nido moral y centrada prácticamente en torno a una creencia de carác-ter deista.

La mitología, con su proliferación de dioses, y con sus luchas, ase-

sinatos, engaños y adulterios divinos, de poco podía servirles para estepropósito. Su destino, por lo tanto, será el de ser descalificada, o biencomo producto de las supersticiones populares, o bien como la ob ra deunos sacerdotes primitivos, hábiles urdidores de mentiras que tratarían

de tener sometido al pueblo en un catado de temor reverencia1 que sólopodría disipar el desarrollo de la filosofía.S610 conoceremos una excepción, la obra de Giambatista Vico,

Scienza Nuova, en la q u e se valora el pensamiento mítico como c1pio-

dunv de la imaginación, como algo dot ado de una naturaleza especifi-ca que 10 distingue del pensainiento racional, cuyo lugar de origen sehalla en la primera etapa de la historia de la humanidad. Pero Vico

~ii~i.iiini~ccerárácticamente desconocido hasta llegar el siglo XIX, porIi i q i i c podremos afirmar qu e la influencia de su obra en este campo se-.iLi ; i iiiínin~a.

1.n. combinación del conocimiento de los pueblos de la Antigüedad,i i I y como aparecen en las obras de los autoie s clásicos, co n lis cono-i.iinicntos que iban proporcionando los pueblos indigenas de Américay Africa, comenzó a dar sus frutos cuando una serie de autores, como(- 1 padre Laffitau o el presidente De s Brosses, intentó mediante estaoriinparación entre las costumbres de los salvajes americanos y las deIr )S prlrneros tiempos o, en el segundo de estos casos, mediante la com-

1i:iinción del culto de los animales entre los pueblos africanos y el qu ei t k d a b a entre 10s antiguos egipcios, alcanzar la comprensión de las pri-iiicras etapas de la historia de la humanidad, abriendo paco asi a todosIrir desarrollos evolucionistas que serán característicos del siglo XIX.

Sería mu y dificil resumir en un breve espacio todas las aproxima-r*ioiics a la lógica del mrto qu e tuvieron lugar a lo largo de los siglosxi x y XX, por ello a continuacrón sólo se ofrecerá un breve esquema en

c l se intentarán destacar algunos de sus momentos más importantes.El siglo xrx comienza con e1 romanticismo y, dentro de este movi-

i~iicnto, abe destacar para la interpretación de los mitos la importan-ci a de la obra de Friedrich Creuzer, Symbolik eknd Mythokaga'e del- al -te n Volker, bbesonders der Grrechen (1810-38121, en la qu e este autor,cluc será muy admirado por Hegel, desarrolla no sólo un a teoría de lati~itologia, ino tambikn del desarrollo de las primitivas fases de la his-

triria de la humanidad ,Para Creuzer, desde los primeros tiempos el mundo se dividió entre

lo s pueblos de agricultores y los de ganaderos, cuya fusiOn y enfrenta-miento constituirá la trama y la esencaa de la hlstoria de las religiones,cn la que desempeñará un papel fundamental el traspaso de dioses eideas religiosas de una cultura a otra, llevado a cabo medianre la acti-vidad evangelizadora de unos primitivos sacerdotes.

Será precisamente este papel dado a los sacerdotes lo que harh quela obra d e Creuzer alcance prestigio en algún país ca~0 lic0 , omo 'Fran-cia, pero también traerá consigo su desprestigio en Alemania, donde sele llegó a considerar un agente de los jesuitas. Sin embargo, dejando aun lado estas consideraciones ocasionales más o menos afortunadas, laobra de Creuzer, a pesar de su s numerosas inexactitudes -atribuiblesen muchas ocasiones más a la época que al autor- nos proporciona

un instrumento hermeneúrico enormemente interesante, gracias a suuso de la noción de símbolo y de simbolismo, qu e habría servido a lahumanidad primitiva para expresar sus sentimientos y para ir expre-sando a su vez, de forma figurada, las más proiundas verdades filosófi-cas y religiosas, mientras se iba desarrollando un doctrina moral.

El símbolo, qu e seria simple, expresivo y preciso, actuaba de formadirecta e instantanea, y sería anterior al desarroiio de otra formas de

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J O S É CARLOS BERMEJO B A e R t k h

ción- ha es tado ausen te o sometrda a las representaciones reológicas,de carác ter más o menos mítico. Ese paso significa básicamente, una

opción social. La filosofía es un t ipo de discurso, una f o r m a de hab lar ,al igual qu e lo es el mito, que puede gozar según 10s casos de u n a mayor

o menor aceptación social . La filosofía, desde los presocráticos, y sobret o d o a part i r de PIatón, ha gustado definirse en con t rapos ic ió i~ on e lmito. Pero, s i las circunstancias históricas le hubiesen sido favorables,t ambién e l mito podria haberse definido como negación de la filosofía-como se ha i n t en tado en algunos supuestos retornos al mito en la po-lítica total i taria de la Europa del siglo XX-. Si ello n o fue as í no se de -bió a la superioridad intrínseca de un modo de pensamiento sobre elo t ro , ya qummbas formas de pensar no son to t a lmen te incompat ib les ,pues to que t ra t an de contestar básicamente a las mismas preguntasacerca de la organización de la vida social, de la vicia individual y delcosmos , sino a un a coyuntu ra histórica m u y concreta.

Lo que ocurr ió es qu e es a coyuntura histórica pasó posteriormentea es tar consagrada como e l mi to de fundación de u n cu l tu ra que gustadefinirse por SU acceso privi legiado al saber racional , qu e es la culturaoccidental . La lucha d e la fi losofía contra el mito, y la luz coiitra las ti-nieblas, pasaría a se r así la historia de l a fundación de nues t ra a ldea yel timbre de gloria que estaría dest inado a garan t i zar para s i emprenuestra superioridad. Así, curiosamente, el mrto parece tomarse la re -

vancha de su primit iva derrota, ya que adqu i r i endo l a forma del relatode la derrota del enernlgo primigenio, serviría para fundar un saberq ue pretende haberlo hecho desaparecer para s ieinpre.

La producción bibliográfica acerca de todos los temas tratados en este apartadoes enorm e, p or e110 110s limitaremos a señalar algunos titulos fundamentales.

- obre las figuras del filósofo y e l poeta y sus mutuas interrelaciones, c l . :Detienne, M. (19 85),Los Maestros deh erdad en la Grecia Anioigun, Tau ru s ,

Madrid.Svenhro, J. (1976),La prirule et le marme: au x origznes de h oétique grecque,

Lund.

- cerca de las figuras de los sabios, que representan la transición entre cl

poeta y filósofo, cf.:García Gual, C. (19901,Los Siete sabios ( y tres más), Alianza, Madrid.- obre la figura mu y particular de los filósofos cínicos, cf.:

García Gual, C. (19861,La Secta del Perro, Alianza, Madrid.

t 4 ni i~,;riili, . ( 1 98 l),cr Verdad y las formas jwidicas, Gedisa, Barcelona.

qii1ii.c la oralidad y las formas de pensar asociadas a ella, cf.:r it i i i t ly , J. (1984),La domesticación del peiasamiento snlvoje (1976),Akal, M a-

rlrid.,o i i~ ly , . (1991) ,La óglca de In escritura y la organzxcrción de la sociedad

( 1986), Alianza, M adrid.

licihre el mismo tema, p,ero referido al caso grlego, cf.:

1 I.ivclrick,E. (1$73 ) ,Cultekia o y d c e civiltd della scritura. Da Omero a Plcstone( 19631, Laterza, Bari.

I I.ivclock, E. (1978),Th e Greek Co~acept f Jeastice. From it s shadows in Ho-iner t o its ssecbstance in Plato, Harvard Universlty Press.

I I:ivcluck. E. (1986a},The Literary Xevolzation ii r Greece and its CultumE con-secuences, Princetoil Univcrsity Press.

I I,ivelock, E. (198613), Th e Miase learns to write. Reflections on Orality nnd

Literacy fromAntiquity bo the Present, Yale University Press.-Acerca del .libro filosófico^, cf.:

I iitcrsteiner, M. (19801, Problemi di Filologia Frlosofica, Cisalpino-Goliardi-ca, Roma.

- obrc la s diferentes interpretacrones del mito, cf.:llcrmeio Barrera, J. C. (1979), Intuoducción a Irs socn'ologii del mito p e g o ,

~ k a l , adrid.I\crrnejo Barrera, J. C. (19881, Los mitos griegos y sus interpretaciones, Akal,

Madrid.

-Asimismo, cf.:

de Bries, J. (1977),Perspectives in th e Hzstovy of Religions 1961, Berkeley.Feldman, B. y Richardcan, R. D . (19721, T he Rise of Modern Myrhology, In-

diana.

- n lo que se refiere a la interrelación filosofía-sociedad, pueden destacarse:Vernant, J.-P. (1973),Lo s orígenes del pensamiento griego, EUDEBA, Buenos

Aires.

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LO S FILÓSOFOS RESOCRATICOS

Antonio A l e g r e Go r r i

1 PROPILEOS

Tratar de 10 que unos personajes determinados escribieron o dijeron, enla Grecia Antigua, entre los siglos VKI y v a.c., o de lo que autores pos-teriores, tales como Platón y Aristóteles, pero también otros muchos,no s informan que aquéllos escribieron o dijeron, plantea algunos pro-blemas de importancia. Como se sabe, lo que conocemos de los preso-cráticos, o bien son fragmentos citados por autores posteriores, desde

Platón hasta el bizantino J. Tzerzes, citas más o menos cuidadas (las dePlatón, po r ejemplo, son descuidadas, menos las de Aristóteles, y mu-cho más exactas las de Simplicio, en el siglo V d.C.), las má s importan-tes de las cuales so n las de los antementados, pero rambien las de Plu-tarco, Sexto Empírico, Clemente de Aleiandria, HipOlito, DiógenesLaercio, Estobeo, etcal, o bien testimonios, es decir, comentariosque so-bre los presocráticos realizaron Platón, Aristóteles, Teofrasto, y un gru-po numeroso, los llamados doxógrafos, que se basaron en Teofrasto.

E1 primer problema es determinar si lo que los presocráticos escn-bieron es ciencia o filosofia; el segundo, obvio es, consiste en definir lafilosofia. Se atribuye a Pitágoras el primer uso de la palabra filosofía;la etimología, amor a la sabiduría, Pitágoras Ia habría entendido comocontemplación, pues la anécdota narra que él habría comparado a losfilósofos co n los espectadores de los juegos olimpicos, a cuyas celebra-

ciones asisrían tres tipos de gentes, los competidores, los negociantes ylos qu e iban a observas y a deleitarse sl n buscar la utilidad. Anécdotabien lograda, suponiendo que no fuera cierta, pues plantea el problemade si la filosofía e s la contemplación desinteresada de las cosas.

1. Sobre esta problemática,cf. Kirk, Raven y Schofield, 1987, 15-23.

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ANTONIO ALEGRC GOHRl

del individuo. <<Nolegarías a encontrar, en tu camino, 10s Iímitcs de1alma, ni aun recorriendo todos los caminos: tan profunda diil-iensióntiene» (2 2 B 45, D.L. IX , 7).Me parece que este fragmento debe ser in -terpretado de la siguiente manera: es difícil encontrar los límites delalma, que es fuego, pues, para ello, deberíamos haber encontrado los

Iiinites, es decir, el arjé, el lógos, la esencia del cosmos. La vigilia, elsueño, tarnbikn la muerte, se relacionan co n el grado de ignición delalma; así, po r ejempIo, durante el sueño, el alma está, en parte, separa-

da del mundo-fuego y, por tanto, su actividad es menor.

Inhalando, según Hcráclito, mediante la r esp~rac ión , sta divina raz6n [lógos],

nos hacemos inteligentes; nos olvidainos mien t ras dorniimos, pero recuperamosde nuevo nuestros sentidos al despertar . Pues, al estar cerrados, duran te el ~u e f ío ,

los canales de la percepcihn, nuestra mente se separa de su parenccsco con lo cir-

cundante, conservando su única vinculación a través de la respiración, como $1

fuera una especie de raíz y, por esta causa, pierde la capacidad de memoria qu eantes tenía. mas, durante la vlg~lia, e asoma de nuevo a través de sus canales

perceptivos, como si fueran ventanas y romando contac to con lo circundante sereviste de su poder de r azón (2 2 A 16, Sexto; Adv. math., VII, 129).

El hombre, d e iioche, enciende para si una luz, cuando su vrsión esth extinc-ta ; vivo, cuando duerme, esta en contacto con el qu e e s t i muerto y despicrro coi1

el qu e duerme (2 2 B 26, CIem., Strom., IV, 141).

Con los jonios se inicia ya una reflexión metodológica, aunque ellosuceda preferentemente en el caso de Heráclito. La metodología del deÉfeso se apoya en dos principios básicos: el conocimiento comienza en

los sentidos, pero no se reduce a ellos, pues deben ser int erpretados co-rrectamente po r la razón; es decir, HeracIito habría mantenido un em -pirismo matizado; el segundo principio afirma que el lógos es un nó-mos, una ley, entendida como la oposición de los conrrarios, oposiciónque constituye precisamente Ia armonía; dicho de otra forma, toda larealidad, aunque a simple vista no lo parezca, es un proceso, un rnovi-miento basado en la oposición de contrarios; por ejemplo, la p d i s noes una entidad estable, sino un proceso basado en la contradicci6n delas clases sociales; el hombre adquiere su ética defendiendo la ciudad;la religión no es otra cosa que crear ritos y misterios basados en la con-tradicción, que es la vida y la mucrte, aunque la mayoría de los cele-brantes desconocen el significado profundo de lo celebrado. Hay unflorilegio de bellos fragmentos que muestran lo que decimos, y quepertenecen ya al saber y a l a filosofia occidentales.

~ i o s " es dí a noche, invierno verano, guerra paz, hartura hambre (todos los

opuestos, éste es su significado); cambia como el fuego, al que, cuando se mezcla

15. Dios, en Hericlito, ya no es una entidad trascendente, extramundana, qu e influyacn el mundo, sino aquello que es lo más importante, el hjgos, la armonía de los contrarios.Creo que si la denomina dios es por el prestigio que la palabra tenia en la época.

coi1 pcrfuines, FC dcnolnina de acuerdo co n la fragancia de cada un o de ellos (2 2I< 6 7, tlipOlit.o, Ref. , 1X, 10, 8) .

Una arinoiiia invisible es más intensa qu e otra visible (22 B 54 , Hrpólito,

itcf., IX , 9, 5) .La auténtica naturaleza de las cosas suele estar oc ulta (22 8 123, Tem., Dis-

cursos, V, 69) .

Conviene saber que la guerra es común (a rodas Ias cosas) y qu e la juqticia es

discordia v aue todas las cosas sobrevienen por la discordia y la necesidad (22 B.SO, Origenes, c. Ceisum, VI, 42).

La guerra es el padre y el rey de todas las cosas; a unos los muestra como

dioses y a otros como hombres, a unos los hace esclavos y a otros libres (22 D 53,~ i ~ ó l i t o ,ef., IX , 9, 4) .

Pronto comenzaron las reflexiones sobre el lenguaje. Hay un pas-moso fragmento de Heráclito q u e reza: «E l señor, cuyo oráculo es elque está en Delfos, ni habla ni ocuita nada, sino que se manifiesta porseñalesm (22 B 93, Plutarco, de Pyth. or., 21, 40 4 E) . Creo q u e estefragmento expresa la conciencia heraclitea de que SU propio lenguaje(filosófico) no es horramente descriptivo, sino significativo (semainei,es e1 verbo utilizado), tal y como sucedia con el lenguaje délfico. Lasescuela jonia era materialista en su interpretación de la realidad.

;Cómo interpretaron la realidad los pztagóricos? El pitagorismo fueun movimiento moral, religioso, filosófico y político. Concentrandomucho nuestro pensamiento, diremos que Pitágoras y todo d movi-miento pitagórico pretendían encontrar un sistema que lograse la salva-ción del alma, pero también la ordenación (Kósnaos)de las póleis, me-

diante un a forma de vida filosófica, de cariz formalista-matemáticoaPitágoras de Samos (Jonia)huyó de la tiranía de Polícrates y se refugioen la Magna Grecia, fundando en Crotona un a sociedad de tipo filosó-fico, rel~gioso político; favoreció al partido dorio y se extendió a nu -merosas ciudades c o m o Tarento, Metaponto, Síbaris, Regium, Siracusa,etc. Diógenes Laercia (VIII, 6) afirma que Pirágoras habría tratadolb so-bre tres tipos de cuestiones: física, ética y del gobierno de las ciudades.Se dice que en la escuela imperaba una férrea ley del silencio, y todoslos descubrimientos le eran atribuidos a Pitágoras. Parece qu e Filolao, acausa de su pobreza, habría escrito y difundido una obra, en tres libros,sobre las doctrinas pitagóricas; Dión de Siracusa la habría compradopor cuarenta minas a instancias de Platón, quien, sobre ella, habríacompuesto el Timeol7. Según afirmaciones de filósofos contemporáneoso escasamente posteriores, como Jenófanes, Heráclito, Parménides, etc.,

que polemizaron con los pitagóricos, parece qu e en el pitagorismo exis-

16. Utilizo cautamente la expresión .habría tratado., porque no se puede decir si lo e+

cribtó o lo enseñó oralmente.17 . No estamos seguros de la absoluta veracidad de tal afirmacion, pero qí del pitagoris-

ino de las doctrinas tardías de Platbn, aprendidas de Filolao y Arquicas de Tarento, entreI otros.

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ANTONIO A L E G R E GORRl

te un núcleo primitivo de teorías mu y similares a las de los jonies, a sa-ber, la contraposición o diferenciación entre lo limitado e ilimitado ( q u eproviene de Anaximandro); los pitagóricos hablarían de lo lleno y lovacío; Parménides, del ser y del no ser (de aqui a la doctrina de Demó-crito sólo ha y un pa so); la respiracion e inhalacion cósmica (q ue provie-ne de Anaxímenes); pero hay cuatro especificidades pitagóricas: la afir-mación de que 10s niirneros son la esencia y el origen de Ias cosas; lapreexistencia y transmigración de las almas; ia purificación por mediode prácticas ascéticas, de la ciencia y de Ia música y, finalmente, la esti-pulación del Kósmos como esfera viviente y armónica. El pitagorismo

es una mezcla de materialismo y formalismo-idealismo18. Los númerosson la esencia de las c o ~ a s ' ~ ;sta doctrina del número quiere decir, contodas las prevenciones posibles, lo siguiente: los pitagóricos no distin-guían con precisión entre números concretos y abstractos; las cosas par-

~lcu lares , oncretas, es decir, las unidades, constituidas por fragmen tos,trozos extensos, eran originadas por la separación del lleno por el vacíoo por el espacio, o por el ser por el no ser. Originariamente, la realidadera un pneumw ilimitado (obsérvese la comb inación de Anaximandxo yAnaxírnenes), es decir, un aliento, un aire ilimitado que, al estar en mo-vimiento (en Grecia siempre se identificó hálito, movimiento y vida),generó un Kósmos esférico (vernos el mundo y lo experimentamoscom o esférico), lleno, compacto. Dicho Kósmos es uno, es decir, impar,esfera viviente, que al respirar, inhaló el pneuma ilim itado y el vacío; és-tos penetraron en su interior y disgregaron la unidad, con lo qu e origi-

naron la pluralidad de las cosas24 El vacío Iimira la s cosas, las sitúa ensus lugares y posibilita el movimiento. Podemos observar que el númerose inserta en la cosmología en una mezcIa indiferenciada de corporeidade inmaterialidad. De la antítesis original surgen todas las demás. El unoes el Kósmos, pero es el origen de la serie de los números naturales, q u ecrean figuras (form as) geométricas, qu e delimitan Ia materia; así, el uno

18 . Resalto esta conjunci611, pues, frecuentemente, se presenta al pitagorisma como un

movimiento sólo idealista, y n o e s así.

19. La reconstrucci0n de las teorías pitagóricas sólo puede realizarse sobre Filoiao deCrotona y el pitagorismo del siglo v, y tenemos que basarnos en Platón y Aristóteles. Comopodemos ver, a pesar de ellos, en la filosofia presocritica no es tan clara la distinción entre ma -terialistas y formalistas-idealistas. De ahí el interrogante del encabezamitnto; mejor sería ha-hIar de tendencias y orientaciones.

20. Cf. la información de Aristóteles (F í s i c a , 6,213b22 [DK 58 B 301):Los pitagóricos

sosruvieron también que existe el vacío y que se introduce en los cielos desde el aliento ilirnira-do , que, por así decirlo, inhala también al vacio (sc. además del aIiento). El vacio define la na-turaleza de las cosas, como si fuera un cierto elemento separador y limitador de los términos

sucesivor de un a serie. Esto acontece primeramente en los números, pues el vacío distingue sunaturaIezau. Cf., también, DK 58 B 30, Estobeo, Ant. 1, 18, lc , que cita a AristÓteIes: uEn e1primer liliro de su obra Sobre Id Filosofirl de PitiSgo~as ice que el universo es uno y que desdelo ilimitado son inrroducidos en él el tiempo, el aliento y el vacío, qu e distingue constantemen-te el empIazamiento de cada una de las cosasi..

cs el punto; el d os, la línea; el tres, la superficie; el cuatro, e1 volumen;tlc los puntos se deriva la línea; de la Enea, la superficie; de las superfi-cics, los sólidos; y de éstos, los elementosz1. No deseamos come ter ana -crtiiiismos, pero aquí hay, eil su origen, una tendencia hacia una consi-deración matemárica de la naturaleza, qu e luego PlatOn desarrollará enc l Timeou.

Es evidente que en estas concepciones, que no s pueden parecer ex -

trañas, fungian, consciente o inconscientemente, ciertos arquetipos ymodelos; así, el biológico, qu e reza que el Kósmos es y se comportacomo un organismo vivo, humano, y su desarrollo es como el de la ge-

neración de los animales y de los hombres:FiIolao de Cro tona af i rma que nuesrros cuerpos están compuestos de lo callente,pues no participan de lo frío; y lo deduce de consideraciones como las siguientes:el semen es caliente y es el productor del ser vivo; el lugar en qu e es depositado[i.e., el útero] es caliente ramhign, y lo que se parece a algo, tiene el rnrsrnu poderqu e aquello a lo qu e se parece. Puesto que el elemento productor no participa de

lo frío ni tampoco el lugar en que es depositado, resulra evidente que el ser vivoproducido será de la misma naturaleza. Respecto a su producción razona comosigue: inmediatamente despu ts de su riacimicnto, el ser vivo inhala el aire exre-

rior, que es friu, y, a con t inuación , com o si fuera por necesidad, lo exhala denuevo. La apetencia de a i re exterior sirve para que nuesmos cuerpos, demasiadocalientes por naturaleza, puedan, como resultado de la inhalación del aire, ser en-friados por él (DK, 44 A 27. Menón, ap . Anon. Londinencem, XVIII, 8) .

La otra teoría importante del pitagorismo es la inmortalidad ytransmigración de las almas, con las consecuencias ética5 y antropoló-gicas que ello comporta. Así, nos informa Aristóteles (De Anima, A 2,404a 16; DK , 58 B 30): «Parece qu e la teoría de los pitagóricos tiene elmismo propósito; pues algunos de ellos dijeron que el alma es las parti-culas que hay en el aire y otros q ue es ella la que las mueve. Hablan departículas, porque es evidente que están siempre en constante movi-miento, aun cuando haya calma completa». Otro f ragmento, ~arn biénde Aristóteles (D e Anima, A 4, 407b 27; DK, 44 A 23): (corra teoríano s ha sido transmitida sobre el alma [...] Dicen, en efecto, qu e es un a

21. Así,

p n t o (1 )

a* linea ( 2 )

auperficie (3 )

Aolumen (4)

22 . *La cosrnología de la que nos inforiiia Arist6reles es de interés considerable. Incor-pora la observacibn de que el tiempo y los cuerpos discretos coi1 (d e modo diferente, querria-mos insistir) contables, hecho que es fundainenral. Su teoria resulta fantástica, cuando considera que los conceptos numéricos y 6orrnales en general producen una explicación fisica; portanto, el vacío dehe mantener a los números en su apropiada secueiiciaa (Kirk, Raven y Sdi*

fiel¿, 1987,480-481).

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ANTONIO ALEGRE GORRl

Es decir, Parménides buscaba el arjé y el lógos de la physas; es, pues, unrealista; una concepción no realista sería impensable en esta época;ahora bien, ha y (y la de Parménides es una) tendencias a ultrapasar laidentificación ser-mundo; el problema es <por u é a la esencia (la pala-bra, obviamente, es ariscotélica, pero lo q ue significa esencia era expre-sado po r Parmenides rnedlante conceptos tales como ser, lógos yarkbé) del mundo (pues, como todo presocrático, el eléata buscaba elprincipio del cosmos) la denomina Parmenides con el término s e r An-tes de responder la pregunta, recordaré algunos datos y formular6 al -gunas interpretaciones. Parménides de EIea (que tenso el arco de su

vida entre la segunda mitad del siglo vr y la prlmexa mitad del v) escri-bió un poema en hexámetros dacriIicos, conservado gracias a SextoEmpírico y a Simplicio; dicho poema constaba de tres partes, un proe-mio, una parte llamada (<vía e la verdad,) y otra, «d e la opinión-. EIproemio, en clave y metaforización religiosas, nos narra cómo algunoshombres escogidos son conducidos, en un carro, tirado por yeguas,guiado por las Helíades, a la luz, morada de la diosa, que enseña a esosmortales videntes, tanto la verdad como la opinión. La metaforizaciónreIigiosa y la presentacion de qu e la ciencia y la filosofía son revelaciiinde los dioses e iluminación n o debe extrañarnos, pues son típicas detoda la f ilosofía griegaI3. Recuérdese el mito de la caverna de Platón.La tradición ha colocado antes la vía de Ia verdad, qu e es u n tratadosobre el ser, y luego, la de la opinión, que es una cosmologia usuaI dela época. A mí me parece, sin embargo, que, en su confección, Parrné-

nides debió proceder al revés; primero habría escrito la vía de la opi-nión y, luego, la de la verdad. Parménides habría procedido corno si-gue: en la via de la opiniiin construye una cosmologia con 11iateriaIesyelementos de 10s jonios y los pifagóricos; ese mundo es contempIadopor los sentidos, y la ciencia que trata sobre él lo es empírica. Pero <<losexiguos testimonios que del sistema astronómico de Parménides subsis-ten son tan breves y obscuros que es imposible reconstruir una descrip-ci6n fidedigna y coherente de su extraordinaria teoría d e coronas oanillos. T oda la construcción se basa sobre la s formas bas~cas e la lu zy de la noche, como atestigua su memorable verso acerca de la lu z qu ela luna recibe por reflexiónu30. El verso (Fr. 14 , Plutarco, adv. Colo-tem, 2 116 A) reza: «Una luz ajena, brillante de noche, errante en tornoa Ia tierra ». Plutarco (adv. Colotern, 1 14 B; DK, 28B10) nos informasignificativamente: «Parminides h a elaborado también un orden [diá-

29. Deseo hacer, sin embargo, do s matizaciones. Priniero, cua ndo uti l izo la expresión fr-losofía griego, me ref iero al s e gme nto que va desde Hornero-Hesíodo Iiasta Aristótetes; las filo-sufias post-aristocélicas o Relenísticas ya ohe c e n mot ivos de c ont e nido y expresión l igeramente

diferenres; y dos, en este tendido hay una excepción en cuanro a la expresión, excepción qu e

proviene de su radical laicismo: la sofística.

30 . Kirk, Raven, Schofield, 1987, 371.

kosmon] y incdiante la mezcla de lo brillante y de lo obscuro como ele-inenros produce de ellos y por ellos todas las manifestaciones sensibIes;Iin dicho también mucho sobre la tierra, el cielo, el sol y la luna, y rela-ta la génesis de los hambres; y, como corresponde a un filósofo anti-guo que escribió su propio libro, no dejó de discutir ninguna de lascuestiones importantesn3'.

Sucede, sin embargo, y así respondo a la cuestión poco ha formula-da, qu e la esencia del kósmos, o de la phjsis o... no es aquello que seve . Lo qu e se observa, y ello es obvio, es algo cambiante, que se trans-forma continuamente, aparece y desaparece. ?Cómo puede haber cien-

cia sobre lo absolu tamente cambiante?32. Al menos es esrable q u e siern-pre ha y cambio permanente33. La exigencia, la necesidad de unaciencia no pu ramente descriptiva, implica buscar e structuras o núcleosde cierta estabilidad. ¿Qu é es la realidad? Lo cambiante, pero también,y en mayor grado, lo estable. La realidad ya no es uniforme; es un uni-verso en el que se incluyen varios elementos: Io cambiante, lo fijo, lomaterial, lo inmaterial (recordemos cómo Jenófanes hablaba de Dioscomo superior a lo material, y todo razón), los números, la metodolo-gía, etc. Para nombrar esa realidad multifacética, se necesitaba u n con-cepto omniabarcador; Parménides usó e1 de ser, en el sentido de aque-llo que hace que lo existente sea existente, y, entonces, en la vía de laverdad, reflexiona sobre el significado del término ser (y no sobre la re-f e r e n ~ i a ) ~ ~ ;si, reflexionando ingen~arnente~~obre el significado deltérmino ser y aplicando un a argumentación lógica, en la que influye-

ron, sin duda, los modelos geométricos de razonar, de gran rigurosi-dad, expuso: el se r es; si el ser es, su contrario, e1 no ser, no existe;como el ser es todo {o a esencia de to do), el ser es uno; el ser es ingéni-to, pues ;qué nacimiento podrías encontrarle?, no puede nacer del noser, pues por e1 axioma se h a estipulado Ea inexistencia del no ser; tam-poco del ser, pues entonces habría dos seres, y, por el axioma se ha es-1 tipulada la Uno-Totalidad del ser; por la misma argumentación el serl es imperecedero; el ser es uno, invariable, perfecto e inmóvil. Estas

31 . Muchos metafísicos idealistas del pasado deberían haber le ído fragmentos como

ésre, c omu lo deben leer Itis del presente para no haberse visto 0 allarse abocado s a interpre-

taciones totalmente cxnortadas del elCata.

32. Cf. cómo el deseo de fundar u n crinocimieiito sólido, fijo, inmutable y que t ra te de

lo universal está en el nrigeii de toda ontolog ia . La búsqueda de la episcéme ge ne r a r i una me-tudologia y una ontología determinadas. Así tanibién sucede en Flatiin y en Arisróteles. Uiia

rnaneia de iiitecpretar el c os mos , un a cosrnriltigía ep istéinica da como resulrado una ontología .33 . Ct. la sernejaii7a con Hericl i to.

34. Estoy convencido de que el escaso desarrollo del lenguaje por la época d d @!Cata

hizo que Parménidcs cometiera ese desplazainiento y otros errorcs, tales cumo no distinguir

entre ser predicativo y ser existencial.

35. Aunqiie ta l pIanteamiento posibil itó el desarrollo pi is ter ior d e un a mejor compren-

sión de la esencia del lenguaje. Aveces, los errores so n fructíferos, pues para clarificarlos se ne-

cesita un auinento de conocimiento.

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ANTONIO ALEGRE GOHR I

cuaIidades, que se captan po r la razón, es decir, t r a s un razonamiento,concuerdan bien con el significado o el concepto ser, pero ¿si las apli-camos a! mundo? Sucedería q ue el mundo sería inmóvil, no cambiante,y eso contradice al sentido comun. Si se me permlte hacer un a brevealusión a cómo solucionaron el problema Platón y Aristóteles, se verámejor e1 meoIlo del problema. El ser se dice de muchas maneras. Pla-tón dirá que es inaceptable la afirmación parmenídea de que no pode-mos pensar el no ser porque no existe; debemos atrevernos a pensar elno ser, pues ha y diversas maneras de decir no ser: una, no ser comonada, que ciertamente no existe, pero otra, no se r como alteridad o di-

ferencia, para indicar que A no es B; de forma similar, ser significa loque existe, pero también la esencia, la identidad de una idea consigomisma. Con la introducción de los conceptos de djnamis y ené~getu ,

potencia y acto, Aristóteles atacó el corazón tanto del axioma como dela argumentación parmenídea. La dynamis es ser, aunque de distintamanera de ser-enérgeia; luego hay más de u n ser (contra e1 ser-uno par-menideo); del ser-dylzámei (ser en potei ~ci a) ace el ser-eizdrgeéa (ser enacto) , contra el postulado parmenídeo de que el ser no puede nacer delser; el ser-enérgeiw no es ser-dynúmer, pero de él nace; luego no vale elpostulado parmenideo de que el ser no puede nacer del no ser; el ser-

enérgeiu nace del no-ser-enérgeia; es decir, nace del ser-dynámez. Estamanera de argumentar da una nueva, y más correcta, visión del mun-do; ahora bien, estamos ante un a filosofía del lenguaje; dicho de otromodo, s i no poseemos una estructura liagGístzco-conceptutal adeczaadd,

n o podemos expresar el mwndo; ¡qué bien se cumple aquí la certeraafirmación que reza *los limites de mi mundo so n los Iímitcs de mi len-guaje>)!

Los autores postmores, y úllimospresocrdticos, construyeron teorí-as sobre el rete parrnenídeo. Zen án defendió con sutiIes y falaces a r g u -mentos las teorías parmenídeas. Empédocles de Akragas (Agrigento,492-432 a.c.), escribió dos poemas; uno, .(Acerca de la naturaleza>>,otro titulado c(Purificacionesb>. ara Empédocles, el ser es eterno e rn-destructible (coma dijera I'arménides), pero está constituido po r cuatroraíces o elemenros; de esos cuatro elementos se componen todas las co -sas; son el fuego, el aire, e! agua y ja tierra reconocemos viejas teorí-as?); a realidad es el resultado de la mezcla y separación de estos ele-mentos; todo cambia constantemente, pero no cambian ni los elementosni la Iey que rige el desarrollo del mundo. Ernpédocles f u e rnidico; su

antropología es consecuencia de su física; el hombre se compone de unamezcla equilibrada de los cuatro elementos; la salud es armonía. Las(<Purificacionesr>s un poema que reproduce numerosas teorías Órfico-pitagóricas: el alma ha caido en el cuerpo-cárcel; debe someterse a u nciclo de transinigraciones, y la vida virtuosa la liberará. La teoría de lapercepciiin y de la sabiduría es de un sugerente y avanzado materialis-ino. Dos fragmentos de Teafrasto no s informan co n claridad:

I!itil~i.clocleqsostiene la misma teoria respecto a t odvs los sent idos ; a f i rma qu e la~'crccpcii>ii urge cuando alguna cosa encaja en los poros de alguno de los senti-dos. Ninglín scntido puede juzgar los oblero? de otro, ya que los poros de algu-iiiis so n demasiado anchos y los de otros demasiado estrechos para el objeto per-cibldo, de manera que unos objetos pasan a su t r avés sin rocar, mientras queotros no pueden, en modo alguno, en t ra r (Teofrasto, e sensu 7; DK, 31 A 86) .

La misma teoria sustenta sobre la sabiduría y la ignoraiicia. La sabiduría,qu e se idenrifica o es mu y afín a l a percepciiin, s u g e a tiavts de la s cosas rguales,y la ignorancia a travEs de las desiguales. Porque, desputs de haber enumeradocómo conocemos cada cosa por su equivalente, añadirj al final: *Y odas las co-sa s fueron compuestas convenienteinentc de Éstos (elementos)y por su mediopiensan, gozan y sufren.. Y ésta es,sobre todo, la razón por la que piensan conla sangre, ya qu e en e l l a inás qu e eii las demás partes cstári mczclñdos los elemen-ros (Teofrasro,de sensu, 9; DK, 1 A 86).

Anaxágoras de Clazomenes, en Jonia, Asia Mei~or 500-428),:lbrió escuela en Atenas, de gran renombre, que fu e frecuentada -sedice- por Euripides, Protágoras, Tucídides y Fidias (cf. D.L., 11, 6-13;DK , 59 A 1-27).Amigo de Pericles, fue acusado de impiedad; huyii dela ciudad y se refugio en Lámpsaco. Su personalidad ofrece un fasci-nante atractivo de sabio jonio, liberal, cosmopolita, impasible a losvaivenes de la pólis estreclia. Aristóteles (Etica Eaadeineq 1,4,1216a2 1 ) nos informa que afirmaba que habia nacido para *contemplar e1cielo y el orden del Kbsrnos»; el fin de la vida era la contemplaciónque produce Ia libertad. Se cuenta q u e al enterarse de la muerte de suhijo respondió que ya sabía que había generado a un ser mortal. Las

~eor,ías ísicas de Anaxágoras so n dos: la de las homeomerías y la delos dos principios. Como todos, parte de algunas exigencras y formu-Iaciones de Parménides, aceptando unas, criticando otras. Frente alpostutado parrnenídeo de que el ser no f ue nunca ni será, puesto queES ahora todo a la vez, uno y continiio, Anaxágoras afirma la plurali-dad, acepta el imperfecto (frente al eterno es parrnenídeo) y Ia divisibi-lidad. Así:

Juntas estaban todas las cosas en número y pequefiez, ya que también lo pequeñoer a infinito. Y mientras todas estaban juntas nada era visible a causa de su pe-quciíez; pues el aire y el éter las tenían sujetas a todas, siendo ambos infinitos,puesto que éstos so n los máximos ingredientes en la mezcla de tudas las cosas,tanto en núinero como cn camafio ( f r . 1, Simplicio, Fis., 155,26) .

Pero acepta otra de las exigencias de Parménides, aunque interpre-

tándola de otra forma, a saber, que n o exisre ni el nacimiento ni la des-trucción.

Los griegos no juzgan rcctamenre cuando admiten el nacimiento y la destrucción,pues ninguna cosa nace ni pcrcce, sino qu e se compone y se disue1i.e a partir delas existentes. Y, en conseciiencia, delierian Ilamar, con toda lustera, al nacer,composición, y al perecer, disolución (fr. 17 , Simplicio, Fis., 163,20).

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ANTONIO ALEGRE G O R R l

H o m e o m e r í a s q u i e re declr <<lasosas co n partes igual es^. Todo e s t áen todo, y en cada c o s a están c o n t e n i d a s todas las c o s a s . La m a t e r i a es

divisible h a s t a el i n f i n i t o , y cada c o s a está c o m p u e s t a por partes de to-

da s las cosas, i n f i n i t a s en c a n t i d a d y pequeñez. Los e I e m e n t o s n o sonlos c l á s ic o s c u a t r o , sino i n d e f i n i d o s e i n n u m e r a b l e s . El mundo se pro-duce por a g r u p a c i ó n de las h o m e o m e r í a s y se d e s t r u y e par disgrega-ción. Estamos ya en el a t o m i s m o y ante un p r i n c i p i o parecido a1 de 1at r a n s f o r m a c i ó n de la energía. Los s e n t i d o s no ven la e s e n c i a de estas

transformaciones, sino el resultado. Po r eso, Anaxágoras d i s t i n g u i r á en -tre sentidos y razón, q ue ve lo oculto. Por es o dirá: a L o qu e se ve ( p h a i -n ó m e n a ) abre la v i s t a de aquello q u e no se ve ( a d é l o n ) » (Diels, B 21).

Pero, y entramos eil la segunda teor ia , la d e los d o s p r i n c ip i o s ,a g r u p a r s e y d i s g r e g a r s e es un m o v i m i e n t o , y el m o v i m i e n t o debe sere x p l i c a d o ; n o basta co n d a r l o po r supuesto ( d é b lt o p a m e n i d e o ) . Se-gún Anaxágoras, existe un p r i n c i p i o inerte, masa c a ó t i c a , en qu e estánmezclados todos los elementos, y otro activo, generador del m o v i m i e n -to, legaliforrnizador y regulador del Khsmos, al que A naxágoras llama

m e n t e (NoGs).No parece q u e esa mente sea t r a n s c e n d e n t e ; antes b i e n ,es un a f u e r z a cósmica al e s t i l o del Iógos h e r a c l í t e o .

A i ~ a x á g o r a suvo r e l e v a n t e s d i s c í p u lo s , como ArqueIao, el a t e n i e n -se, a cuyas clases a s i st i ó S ó c ra t e s; M e t r o d o r o de Lámpsaco y Diógenesde A ~ o l o n i a .

F i n a l i z a r é este e s t u d i o sobre los p r e r o c r á t i c o r co n lo s atominar,Leucipo y Demócr~to , acabaré de un a forma , s i se me permite d e c i r l oasí, peculiar; no i n t e r p r e t a r é , sino que dejaré e x p r e s a r s e a los fragmen-

tos; pretendo mostrar la claridad q u e para nosotros t i e n e n estos a u t o r e s .

u) F í s i c a . Estructura de la materia

Leucipo y su compañero Democrito sostuvieron qu e los elementos son lo Ileiio ylo vacío, a los cuaIes Ilamaron ser y no ser, respectivarnence. E! ser es lleno y s61i-do, el no ser es vacío y sutil. Cnina el vacío existe no menos que e1 cuerpo, se si-gue que el no ser existe no menos que el ser. Juntos los dos, cunstituyen Ias cau-sas materiaIes de las cosas existentes. Y así como quienes hacen una sola lasubstancia fundamenta1, derivan las otras cosas de las modificaciones sufridaspor aquélla, y postulan la rarefacción y la condensación como origen de talesrnodihcaciones, así cambiéii estos hombres decían qu e las diferencias entre loiátomos son las causas qu e producen las otras cosas. Según ellos, dichas diferen-cias son rrec: forma, orden y pusición; e1 ser, dicen, sóIo difiere en ritmo, contac-to y revolucii in; r i tmo co rresponde a la forma, co ntacto a1 orden, y revolución ala posición: porque A difiere de N en la forma, comv AN de NA en el urden y Z

de N en la posición (Aricróreles, Metafísica, A, 4, 985b 4; DI<, 67 A 6 ) .

bJ La f o r m a c i ó n de 10s cuerpos

[...] estos átomos se mueven en el vacio infinito, separados unos de otros y dife-rentes entre sí en figuras, tamaños, posición y orden; a1 encontrarse unos con

01 I ii ? colisiniian y algunos son expulsados mediante sacudidas al azar en cua l -qii ief direccii in, mienrras que otros, entrelazándose m utuamente en consonanciacoi i la cungruencia de sus figuras, tamaños, posiciones y ordenamientos, se ma n -ticiien unidos y así originan el nacimiento de los cuerpos compuestos (Simplicio,de caelo, 242,21; DK , 67 A 14).

Formación de los mundos

Demiicri to sostuv o la misma teoría que Leucrpn sobre los elementos, [lo] pleno y

[lo] vacío [...], hablaba como si las cocar existentes estuvieran en constante movi-

miento en el vacio; hay mundos innumerables que difieren en tarnaiio. En algu-nos no hay ni sol ni luna; en otros son más grandes que los de nuestro mundo y,en otros, más numerosos. Los intervalos entre los mundos son desigiiales; en al-gunas partes ha y más mundos y en otras menos; algunos están creciendo, otrosestán en su plenitud y otros est in decreciendo; en algunas partes están naciendo yenotras pereciendo. Se desrruyen mediante colisi6n mutua Ha y algunos mundosque carecen de seres vivos, de plantas y de toda clase de cosa húmeda (Hipúliro,Ref., 1, 13,2;DK , 68 A 40).

S e n t i d o s y r a z 6 n

Demócrito, cn ocastones, niega a los sentidos la realidad fenomenolDgica y diceque ninguno de ellos se manifiesta concorde co n la verdad, sino sólo de acuerdoco n la opiniiiii. Lo que de verdad subyace a la realidad de los entes es que son

Atomos y vacio. Por cunvención, dice, cn efecto, dulce, por convenci& n, amar go,

por convención, caliente, por convencibn, frío, por convencibn, color; pero, enrealidad, á>om os y vacio (fr. 9 , Sexto, Adv. math., VII, 135).Pero en los Cánones drce que ha y dos clases de con ocimiento, el uno po r los

sentidos y el otro pol mediaci0n del intelecto. Llama legítimo al que se genera através del incelecto y atest igua su fiabilidad para el juicio de la verdad; denominabastardo al qu e surge po r mediacibn de los semidos y le niega la infalihilidad enla discriminación de lo qu e es verdadero. Dice textualmente: Hay dos formas deconocimiento, uno legitimo j ot ro bas t a rdo. Al bastardo pertenece todo este gru-

po: la vista, el oido, cl olfato, el gusto y el tacto. El o t r o es legitimo y está separa-do de aquél. Al preferir el legítimo al bastardo sigue dicrendo: cuando el bas ta rdono puede segwr viendo nada más pequeño, ni oir, ni oler, ni gusrar ni percibirpo r el tactu, si i io que m ás fino, . . .3'(Fr. 11,Sexto, Adv. math., VII, 138 ) .

Ética

Preciso es que quien quiera tener buen Bnimo no sea activo en deinasia, ni priva-da ni públicamente, ni que emp14enda acciones superiores a su capacidad natural.Debe, m ás bien, tener una pxecauciún tal que, aunque el azar lo impulse a más, lo

rechace en su decisión y no acometa más de lo que es capaz, pues la carga ade-cuada es más segura qu e la grande (fr. 3, Estobeo, Anth., IV. 39 , 25) .

36 . La frase se interrumpe bruscainente, pero podemos rematar perfectamente el sentido.

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ANTONIO ALEGRE GORX l

F i n al i za r : c o n u n a c i t a ;

E1 atomismo es, en muchos aspectos, Ia culminación del pensamiento filosóficogriego antes de Platón. LIeva a cabo la aspiración últ ima del monismo materialis-ta jonio, al cortar el nudo gordiano del elenco eIéatn. A pesar de sus numerosasdeudas , no sólo con Parmenides y Melisa, sino también con el sistema pluraIistade EmpedocIes y Anaxágoras, no es u n sistema de filosofía ecléctica, como el deDi6genes de Apolonia. Fue, en sus rasgos esenciales, una concepción nueva que,aplicada can gran exteiisión y habilidad por Demócrito, iba a desempeñar, a tra-vés de Epicuro y Lucrecio, una función muy importante dentro del pensamientogriego, incluso despuPs de Platón y AsistiiteIes. Secundariamente infundió tam -bién un positivo estímulo al desarrollo de la teoría atómica moderna, s i bien el

carácter y los verdaderos motivos de esta Última su n manifiestamente distintos37.

V. CODA Y ~ X O D O

Creo q u e algunas c u e s t i o n es h a n quedado c l a r a s . Q u e t o d o s los p r e s o -c r á t i c o s s o n r e a l i s t as ; que la denominacihn p l a t ó n i c o - a r i s t o t é l i c a no esp l e i l am e n t e a j u s t a d a ; q u e los a u t o r e s presocráticos se ocuparon de va -r i a s c u e s t i o n e s , p e r o fundamentalmente de c o s r n o l o g í a , e p i s t e m o l o g í a ,y s o b r e el origen de l h o m b r e ; qu e la e p i s t e m o l o g í a , l a s reflexiones me-todológrcas y la c a p a c i d a d crítica m a r c a r o n el p a s o d e l m i t o al Iógos;q u e en la c o n s t r u c c i ó n de Ias teorías c i e n t í f i c a s d e los p r e s o c r á t i c o sf u n g i e r o n , c o n s c i e n t e o i n c o n s c i e n t e i n e n t e, modelos b i o r n o r f o s , t e c n o -morfos y s o c i o m o r f o s .

Tradicionalmenre se sosriene, con toda legitimidad, que Diíigenes y Derniicrito,ligeramente anteriores, a lo sumo, a Sócrates, cierran el período presocr5tico.Durante ln segunda mirad del siglo v, en especial durante la guerra del Pelopone-so y bajo e1 influjo de la edad madura de Sócrates y Ia sofística, queda abaiidona-da la arcaica rendencia cosinoIógica, cuyo objetivo fundamental consistía en ex-

plicar el mundo exterior como un codo y, en un orden muy secundario, laproblemática del hombre, siendo substittiida gradualmente por un acercamientohumanistico a la filosofía, en el que el estudio del hombre deja de ser secundarioy se convierte en el punto de partida de toda investigaci0n. Esta nueva orienta-ción fue un desarrollo natural, determinado, en parte, por factores sociales y, enparte ramliién, como habrá quedado iiianifiesto, como producto de las tenden-cias inliercntes al movimiento presocritico mismo38.

He citado estas a f i r m a c i on e s p o r q u e s o n de r e n o m b r a d o s h e l en i s ta sy p o r q u e globalmente so n c i e r t a s , p e r o deben s e r m a t i z a d a s y a f i n a d a s ,La sofistic~aupone una aupturu co n el realismo. É s t a e s la v e r d a d e r a ra -zón pos l a q u e la s o f í s ti c a c o n s t i t u y e un i m p o r m n t í s i m o y específicom o v i m i e n t o , a c u y a s u b v e r s i ó n P l a t ó n y A r i s t ót e l es d e d i c a r o n g r a n p a r -

37 . Kirk, Raven y Schofield, 1987 , 602.

38. Ibid, 628.

t~~ i I i 0 rii.; o h r n s . D e s d e s i e m p r e ha h a b i d o h i s t o r i ad o r e s miopes que, n oI i , i l i i Gi i t l ~h c wc a ra d o de este hecho, h a n n e g l i g i do o p u e s t o a p i e de pá -,:III,I, r.ii;inclo no tachado, sin más, el estudio de la sofística. A f o r t u n a d a -i i ~ t ~ i i i i ~ ,10 ocurre así en este v o l u m e n , en el qu e de l a s o f í s ti c a se o c u p aI 1 I I i ih ior inc lor perspicaz, c a r e n t e de prejuicios dogmáticos, y con m uyl i i i i b i i a ~ ista. Frente al realismo, la sofística l e v a n t ó un monumento a laI i ~ t i i i r e a t i v a . No es l o más i m p o r t a n t e la r e a l i d ad e x t r a m e n t a l que1.1 i i i c i i t c a p re h e n d e y organiza, sino qu e la realidad es l o qu e n u e s t r aI irSiilc r e a y c o n s t r u y e . «E l hombre es la medida d e t o d a s las c o s a s , deI , I ~ luc son en c u a n t o q u e son, de las q u e no son en c u a n t o qu e no s o n > ,

[ l ' ic i i ; igora~)~~.1 hombre puede crear r e a l i d a d e s , y lo h a c e . Es Ia lec-, 1011 clc l a so f i s t i c a , pero que tuvo qu e ser p r e p a r a d a p o r los p r e s o c r á t i -L (ir. descifradores de Ia r e a l i d a d 4 0 .

l .i bibliografía sobre los presocrá t icos es ta n extensa qu e se impoi le reduc ir laiii.:isticamentc, c ~ ~ u i e n d olgurios c r i te r ios (y si rva esto de pedagogia correctivair^ aque l los que en l ih ros de divulgac~ól i f recen la rguísimoc listadas biblia-

/:ríificos que, a t e n d i e n d o a razones exc lusivamente mate rra les- tempora les, n oIi,iri podido lees): el primero coi~siste n qu e só l o citaré 40s libros que conozco;(- 1 >c g u n d o , e n qu e mencionaré só lo los que c reo impresc indib les (que, p or su

liircsto, conozco); e1 te rce r c r i te r io será c i ta r aque l las obras en la s q ue se pue-tlcii e n c o n t r a r a b u n d a n t e s r e f er e n ci a s b ~b l i o g rá f i c a s ; n c u a r t o lugar, ofrezcalos má s i m p o r t a n t e s r e p e r t or i o s b i b l i o g ri f i c o s ; el quin to c r i te r io consiste en ci-tial, la s revistas espec ia l izadas en filosofía ant igua , donde el lector Iiallara lo d-

t i m o so b re autores y10 problemas; finalineiite ofrezco, y esto e s i n e ~ i t a b l e , osl ih ros que a mi mis me g u s t a n . Deseo resa l ta r las buenas o b ra s q u e e n c a s te l l a-no ha y sobre presocrá t rcos, asi como la s n u m e ro sa s t r a d u c c i o n e s d e las má si m p o r t a n t es o b ra s . De b e m o s a g ra d e c e r a la Bibl io teca Clásica Gredos, y a todala ed i tor ia l Gredos e n gencral, la entrega que no s está h a c i e n d o de toda la cu l-tura gr iega, así c om o al g r u p o de he lenistas dc Iloeroarnkrica, especialmente d eArgent ina , vinculado en torno a la impagable rev ista Mdthexis .

39 . Sobre estos tenias cf. Alegre G orri, 1981;.40. Los trigicos cumplen las dos fuiiciones, la de nocaxius de la real idad, tanto política

conio humana, pero tarnliiéii la de cread ores poé'ricosde nuevos mundos; buscaroii, encrintra-ron y describieron co n perspicacia y belteza itisuperables la verdad insondable, fascinante, y

también aterradora, siempre asombrosa, del lioinhre en su circunstancia, e5 decir, de sus rela-ciones co n la pcílis, con los amigos, son los enemigos, consigo mismo, con los dioscs, coi1su fa-

milia, con los márgenes, coi1 la ideiiridad y la diferencia, crin su razón, con sus instintos -a ve-ces viscosos, a veces gnzosris-, con su locura y co n su s sueños, y también crearon mundosnuevos de irnaginaciiin.La plasticidad y belleza de la poícsis de la tragedia ática cn la búsque.da de ver dad humaiia son una contriliución inmarcesible a la humanidad.

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ANTONIO ALEGRE GORR l

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(1980 ), con introducciones traducciones y notas pur A. Poratti, C. Eggers

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11. BIBLIOGRAF~AECUNDARIA

Incluye historias generales, monografías? estudios de problemas, épocas, etc.

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ORFISMO Y PITAGORISMO

A l b e r t o B e r n a b é

El orfismo y el pitagorisrno son dos movimientos qu e suelen estudiarsecomo u na especie de realidad unitaria, hasta el extremo de quc es co-rriente encontrar la denominación de órfico-pitagósico para designarun cierto cuerpo de doctrina. Hay buenas razones para hacerlo, Pr qu eambos tienen muchos puntos en común, pero existen a1 mismo tiempo

una serie de diferencias entre uno y otro.

Comenzando por los aspectos comunes, ambos movimientos soncorrientes filosóficas, pero sólo en parte, ya q ue exceden el ámbi to dela filosofía para invadir ampliamente otros, como el mundo de la aeii-gión, y en cierto modo, el de la política. Ambos implican también a susseguidores en formas de vida estrictas que se asemejan a las de una sec-

ta . Asimismo, comparten numerosos puntos de vista sobre aspectosimportantes (separaciiin entre cuerpo y alma, considerado el primeroc omo una morada pasajera y perecedera de un alma inmortal qu etransmigra de unos cuerpos a otros, necesidad de una vida de purifica-cion, etc.). Un o y otro resultan igualmente difíciles de estudiar, y po rlas mismas razones:

1) Porque la divulgación de ambas doctrinas es taba muy limitadapor el secreto que sus adeptos debian mantener sobre algunas de las

enseñanzas que aprendían y que, en gran parte, tenian las característi-cas de verdades reveladas sólo a iniciados.2 ) Porque los fundadores de a mbos movimientos, Orfeo y Pitágoras,

aparecen rodeados de rasgos prodigiosos (como s Ia ubicuidad en elcaso de Pitágoras, o un viaje a los infiernos, en el caso de Orfeo) que los

separan de las características asociables a personajes reales y nos hacenpor ello poner en duda todas las demás tradiciones que les conciernen.

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n~ t i i is inir R N A I ~ ~

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Sin e m b a r g o , frente al M a g o r i s m o PlatSn manifiesta asimismo unaactitud similar a la que muestra frente al Orfismo: asuine lo que colisi-dera aprovechable y rechaza lo que resulta incompatible con SUS pro-p ios principios; un a actitud para la qu e se ha acunado el a c e r t a d o n o m -br e de trasposición platónica.

En suma, enconiramos atribuidos a Pitágoras, aunque or ig inados enmomentos temporales muy diversos, var io s principios, a menudo n o fá -ciles de conciliar, unos refer idos a un a curiosa combinación de las rnate-

máiicas, la música y la moral; otros, qu e se centran en una explicaciónsobre el or igen y destino de las almas. Unos pr inc ip ios qu e n o sóio so nteóricos, sino qu e informan t o d a un a m a n e r a de vivir, que agrupan en

su torno un g r u p o humano con caracierísricas de secta: una rígida mo -ralidad y ascetismo y un c o n c e p t o c o n t e m p l a t iv o de la existencia qu en o es, sin embargo, incompa t ib le c o n una actitud claramente política,que n o duda en u c h a r por la roma del poder. Todo ello entramado enun sisrema drialista c o n claros ecos de religiones y filosofíasorientales.

1. ORFISMO

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A L B E R T O BERNA^^

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SOFXSTAS

J o s é S o l a n a D u e s o

El término «sofista~ ~ o < p t m q )os remite a uno de los campos se-mánticos má s prestigiosos y emblemáticos de la cultura griega. Su con-tenido es la c<sabiduría>) ooeia); u agente, el <<sabio>)isocpó~); su

instrumento, enrre otros, el <<sofisma. s6iptapa).El. verbo ooqiptc~s-Qat, el que deriva ootptcr~fi5,significa ejercitar la sabiduria. Estos tér-minos, pese a su carácter positivo, vienen envue l tos en una ambigüe-dad radical: dependiendo de la intencion, es a habiIidad especial podiaconvertirse en trampa o engaño y, en consecuencia, el soficta podia ser

un perfecto embaucador. El adjetivo 6~tv65 , sociado frecuentemente asofista, recoge esta doble significación: el sabio es terrible precisamentepor ser extraordinariamente hábil.

El drmino «sofistam se aplica a poetas o músicos y, en general, aquienes t i enen a lgo qu e ver con la educación en sentido amplio, hastael punto de que Protágoras (PI. Prt. 316d ) afirma qu e poesía, música,g imnas ia o prácticas oraculares no h a n sido sino disfraces del arte delsotista.

En el siglo V, sin embargo, este tkrmino pasa a tener una significa-ción más restringida, en cuya d e t e r m i n a c i ó n intervienen, entre o t r as ,dos variables principales: la profesionalidad y el ámbito de la políticacomo el centro de sus intereses teóxlcosl.

1. El término .segunda sofístican, acuñ ado por Filóstrato, alude a un vasto movirnien-

to, iniciado en el siglo Ir d.c. , qu e se proponía hacer revivir los ideaIes literarios del periodoclásicn. Esce movimiento, en el que soficta sigiii6ica profesor de retórica, está estrecharnence re-

lacionado con la formacióo oratoria que, en esa Cpoca, condiciona roda la enseñanza del mun-

do griego y romano . Desde el punto de vista filonófico,na es comparable con la soistica del si-

glo v a.c. n Pa literatura actual, los temas fundamentales qu e se estudian giran en torno a la

noción de aticismo y al problema del estatus político del sofisca.

J O S E SOLANA DUESO

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1. Enseñanza de la retórica

Lo s sofistas son profesionales de la enseñanza: como tales, enseñan de-terminados contenidos, comparten un conjunto de métodos y cobranun salario por este trabajo. En cuanto a los contenidos, la disciplinamás común a todos era la retórica, contra Ia que Platón lan zó reiteradosataques (especialmente en el Gorgias y el Fedro), sumamente ilustrati-vo s para interpretar la filosofía de los sofistas. En torno a esta discipli-na, ex isten dos versiones -platónica y moderna- de un mismo prejui-cio, según el cual la retórica se ria un conjunto de recursos literarios, decarácter formal, destinados a conseguir el éxito a costa de cualquier va -lor intelectual o moral. P latiin la condenó como un instrumenro de ase-ducir a las almas» y granjearse la simpatía de la multitud; el orador,para Platón, no necesitaría conoces la naturaleza de las cosas, sino sumera apariencia, y n o se interesaría por la verdad, sino sólo por la vero-similitud, que es la opinión de Ia muchedumbre (Phrdr. 2 6 0 a ) . t o s m o -dernos han hecho suya esta crítica platónica y no s han dado una ver-siOn actualizada, como expresa Guthrie al sostener que (<se e podríaasignar a la retórica el lugar que ahora ocupa la publicidad* (1988,59).

No obstante, en la crítica platónica liay elementos que prueban qu ela retórica es mucho más que un conjunto de sutilezas formales. En el

Fedro, la retórica se presenta com o rival de la dialéctica y, en la crucial yamplia digresión de1 Teeteto (172b-177c), los cloc paradigrnas radical-mente antité ticos so11 el filósofo (platónico)y e1 orador, lo mismo que enel Gorg~as5OOc). Pero el Fedro va todavía más lejos: la retorica se usa(<tanto n los tr ibunales y demás reuniones públicas, como en las reunio-nes privadas» (261 a-b) y, posteriormente, e n un pasaje clave del mismodiálogo (262 s-e), PIatón conecta Ia retórica con el arte de las antilogías,que se aplica a «todo lo que se dicen («~~pFncivsarhE@p&va>>),

Co n relaciiin a este texto, varios aspectos deben ser destacados:primero, la introducción de una denominación nueva, la antilógica,para, en segundo lugar, ampliar su dominio a todo Io q u e se dice, nosólo el bien y la justicia o los tribunales y la asamblea, sino el discursocientífico en general, es decir, la filosofía.

Platón entiende q u e hay solamente un arte, la antilógica, con pre-tensiones de generalidad, es decir, con vocación de filosofía, de la quela retórica no seria sino una de sus partes. El que PIatOn use en generalel término uretórica,} se debe a qu e es el tópico más conocido y quizásu manifesraciói~socia1 más importante. Vista asi la retórica, comopar te de un planteam iento filosófico mis general, se entiende que Pla-tón oponga su propia filosofía, la dialéctica, tanto en sus tesis te6ricasmás imporrances como en los procedimientos merodológicos, a otra fi-losofía, en este caso, la protagórtca.

Si I:i ctincxiiii ~ on la antilógica de Protágoras es una prueba de que

,i Io i r i i c i i dc I'latón la retórica era una disciplina co n carga tehrica, lar.oiicxiiiri con la práctica democrática ateniense abundaria en esta mis-I I I , ~ inca, pues una de las destrezas esenciales del politico democráticoiT rprecisnmcnte la retórica, No en vano, Pericies, el político ma s influ-yciitc, cs también «e l hombre más perfecto de todos en Ia orator ia»(I'hrdr. 269e). La capacidad de persuasión era decisiva e n la dernocra-r.ia. En la prosapeya de las leyes del Critón, estas insisten en que unciudadano en su acclon política sólo tiene dos alternativas: acatar laslcycs o persuadir a la ciudad para cambiarlas, pues las leyes dernocriti-c:~s,como dirá A ristóteles, no son sino la opinión de la mayoría ( a 6 FEv @p v6poc 66ca~ ñ vohhmv vopo&»[ E l7 2 a , 29-30]).

También en los procedimientos inetodológicos, concretamente en eltipo de prueba, opone PIatón la refutación propia a la refutación retórr-ca . La segunda es la frecuente en los tribunales, es aparente (60icobavr ' ? d ~ ~ t v ) ,entiende que se refuta cuando se presentan numerosos testi-inonios dignos de crédito, mientras que es refutado el que presenra unosolo o ninguno. Sócrates defiende otro tipo de refutación (Grg. 472c),cluc tiene lugar cuando, entre dos, el uno puede presentar al otro comotestigo y viceversa. Sócrates es terminante: (< [..] yo no sé presentar en

alloyo de lo que digo inás que un solo testigo (Eva .. bpn ipa), aquelcon quien mantengo la conversación, sin preocuparme de los demás y

tampoco sé pedir m ás voto q u e el suyo; con la multitud ni siquiera ha-hlo ( T O ? ~2 nohhoTc 0715k 81aE-ppa~)> (464ab) .

Estos textos prueban que, tras el fenómeno de la retórica, inclusoen su pluralidad ideolágica, subyacen determinadas posiciones teóricasde carscter politico, lógico y metodológico, cupo perfil exigiría un es-

tudio pormenorizado e indlvidualizado de cada un o de los sofistas.Aparte de la rerórrca, cada sofista ofrece su propio programa de

enseñanza, de la matemática o la astronomía (Hipias o Antifonte) a lapsiquiatria (Antifonte), de la teoría y prgcrica política (Protágoras) ala lingüisrica (Pródico)o la antropología.

2 . Honorarios

Un segundo rasgo relacionado con la profesionalidad era el cobro dehonorarios, cuya cuantía es difícil determinar (Kerferd, 198 a , 26-2 8) .Los socráticos (Plathn o Jenofonte) tomaron este dato en si mismocomo uno de los motivos más destacados de crírica y como un o de losrasgos diferenciales entre Ia actividad de los sofistas y la socrática.

Primero, SOcrates enseña lo que sabe, mientras los sofistas, comotraficantes de mercancías del alma (Prt. 313c; Sph . 224c), as vendencon ánimo de lucro sin saber si son buenas o malas, es decir, Sócratesno tiene ningún interés adicional q u e no sea el valor intrínseco de susenseñanzas. En segundo lugar, en la medida en que Sócrates no cobra

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Pero esro es $610 una parte. En efecto, para Platón los sofistas, condiferencias y matizaciones, eran sus rivales fiiosóficos y desplegii con-tra ellas una intensa actividad refutatoria. En esta práctica, no haciasino seguir uno de los rasgos característicos y constitutivos de la tradi-ción filosófica griega: el de soineter a critica las posiciones de otros,como desde el comienzo hizo Jenófanes con Hornero y Hesíodo(DK21B11) y Hedclito co n Jenófanes o Pitágoras (DK22B40).

La crítica de Platón y Aristhteles, en la qu e las argun~entaciones e-berían ser lo más significativo, ha tenido un doble sentido en la histo-ria de la filosofía: por un lado, ha sido interpretada como una refuta-ción definitiva de la fjlosofía de los sofistas, pero, po r otro, ha tenido

como efecto hacerlos pervivir. Si la historiografia filosófica se haalrneado, en gran medida y de manera acrítica, con esta refutación,queda la tarea de analizarla, evaluar sus argumentos y tratar de descu-brir el rostro de la filosofía refutada. Si es cierto que Platón y Aristóte-les refutaron sin miramientos a sus adversarios sofistas y q ue utilizarontanto argumentos como artimañas (Arist. SE 175a34, 175b1, 176b26)en su labor, no lo es menos qu e la historiografía se ha situado sin reca-to alguno al lado del vencedor.

Los intentos de recomponer el mapa conceptual y teórico de la filo-sofía de los sofistas se enfrentan a los residuos dc la critica platbnica yaristotélica que muestran su tenaz persistencia en dos aspectos:

1) La creencia de que la obra de los sofistas carece d e interés filo-sófico y que en todo caso vienen a satisfacer necesidades n o de ordenrebrico o científico, sino estrictamente práctico. Entre los modernos,Jaeger4 sostiene esta opinlón, que Untersteiner (1 967, 1,29) ha adopra-do en su estudio sobre Protágoras. lMás recientemente, Classen (1976,246) ha reiterado el prejuicio con entera nitidez: (<Los studios lingüís-ticos de los sofistas se llevaron a cabo no por intereses filosóficos [...]sino por fines retóricas: persuadir a la gente con éxito, incluso a costade la verdad; fue más o menos accidental q ue algunas de estas investi-gaciones produjeran resultados filosóficos importantes>). Esta visióndevaluadora de las investigaciones sofísticas se complementa, obvia-mente, como cabía esperar, con la siguiente afirmacrón: <La verdaderainvestigación filosófica sobre el lenguaje comenzó con Sócrates y f ue

desarrollada por sus sucesores)) (léase, Platón y Aristóte-les). En sentido similar, Guthrie (1988, 5 6 ) sostiene q ue el objetivo delos sofistas era ({serbuen orador y plantear cuestiones poiémicas, no elinteresarse en un tema científico en si mismo». De este modo, los sofis-tas han quedado reducidos, en el melos de los casos, a mero estimulopara la reacción platiinica y aristotélica.

4. Cf. Paideia: los idecrles de In cwEturfigriega, FCE, México, 1874, 271 y 279

2) La creencia de que Platón y Aristóteles dieron con la verdaderaiiiterpretación de las doctrinas sofisticas y que, por tanto, su crítica fuedefinitiva.

Si dejamos aparte la interpretación según la cual los sofistas difun-dieron el veneno que habría de corromper al pueblo ateniense (a la qu erespondi6 adecuadamente Grote) , Ia hegelianas ha sido la m i s influyentepese a ser una versión modernizada de la platónico-aristotélica. Su inter-pretaci6n cle una pieza esencial como la frase protagórica del hombre-inedida es esclarecedora. Sentando conceptos que habrían de tener granresonancia, Hegel entiende el hombre en dos sentidas: como individuo,o lo que denomina *hombre fortuitoV , también como <<naturalezaa-cional y sustancialidad general)).Hegel no duda en asignar a Protágorasel primer sentido y, en tal caso, se toma como cenrro el interés propio ypersonal, la propia ambición, el sujeto con sus intereses personales. Eneste punto se halla el -defecto fundarnentalr de los sofistas, .el que ele-ven a criterio determinante al hombre con arreglo a sus fines fortuitos».Precisainente en esta duplicidad de sentidos de hombre halla Hegel la +

distinción entre 10s sofistas y Sócrates; este último es <<lo puesto a lossofistasn porque entiende tras el hombre-medida lo general.

La interpretación de Zeller6 es similar a la de HegeI: la sofistica si-gue apareciendo como la causante «de la negación de todas las leyesmorales de validez universal., como un movimiento que qnlega la po-sibilidad de1 saber» y que, al someter a crítica la tradicibn, sólo deja enpi e el obrar contingente del individuo, la arbitrariedad y la ventaja per-

sonal. De ah i que en todo caco la ilustración sofística sea por esenciasuperficia1 y simplista, y anticientifica y peligrosa por su s resultados.Como se ve, Zeller, que quiere reconocer el carácter necesario de la so-fística ((como producto natural del desarrollo histórico*, acaba repi-tiendo los m ás superficiales anatemas platónicos. Sócrates, por supues-to, ib a a marcar el «camino recto para salir de la sofistica>).

La interpretación hegeliana de los sofistas se ha convertido real-mente en un camino de regreso a Platón o, como dice Kerferd (1981a,g), ha terminado confirmando Ia visión tradicional de los sofistas.

Grote7 constituye el contrapunto a estas inrerpretacionec. Su entu-

siasmo por la democracia ateniense, <(ejemplo n el mundo antiguo ysin parangón en el moderno », lleva a Grote a invocar un sentimientode imparcialidad para acometer el análisis de los sofistas. Presume qu eson muchos los vínculos entre sofística y democracia como para admr-

S. Cf. or/estdngen ub w die Geschrchte der Pbilosopkie (1 8331; u.e. Leccrones sobre his-

toria de la filrisofia,W. Roces (trad.), FCE, México, 1977, vol. 11 7 - 3 9 .

6. Cf.Die Pbrlosophie dtr Griechen (1844-18521;para nuestro terna, cf. Sócrates y lus

sofistas, Nova, BuenosAires, 1955, 39-94.7. Cf. A H i s t o q of Greece, 8 vole., tondon, 1846-1856.

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rar a ésta y quedar pasivo ante los incesantes ataques contra aquélla.Intuyendo certeramente qu e éstos proceden de Platón, busca la causade los mismos en la udiferencia radical qu e existía entre sus puntos devista. y no, como frecuentemente se predica, en una supuesta corrup-ción moral de los sofistas.

Grote establece u11 doble y, a mi juicio, necesario, frente de acción:en primer lugar, en relación con los escritores aniiguos, sobre todo, Pla-tán, Aristóteies o Jenofonte, y, en segundo lugar, frente a Ios escritoresmodernos, que suelen no sólo admitir, sino también agrandar los tópi-cos de los antiguos. Grote puede, de este modo, comprender los araquesde Plarón a los sofistas por el lucro que obtenían de sus lecciones, pero

no el de losmodernos ante el simple hecho de exigir y recibir una rcmu-neración. Puede comprender el ataque platónico o aristotélico contra laretórica como un arte de hacer fuerte la causa débil, pero no el de losescritores modernos qu e viven en sociedades habituadas en exceso a laprofesión de juristas y abogados.

La obra de Grote toma posición clara sobre cómo entender (<la ofís-tica* como expresión abstracta. Con gran acierto habla del fantasma de*la sofística*, puesto de moda por los historiadores alemanes de la fiIo-sofia, q u e toman tal expresión de Platón. Dicho concepto general se po-dría aceptar si se demuestra que ha y un grupo de personas qu e compartedoctrinas, principios y métodos, la cual no ocurre, según Grore. Puedehablarse a lo sumo de una comunidad de rasgos propios de [a profesión

de la enseñanza pública. Si hoy no puede criticarse en can~unto lasma-estros de profesión, tampoco puede hacerse tal cosa con los sofistas:

El trabajo de Grote sigue siendo un hito importante en la hictosio-ga fí a sofistica. Pese a ello, Guthrie (1988, 21) confiesa que en su gene-

ración todavía prevalecía Ia idea de que, en la confrontación con los so-fisras, Platón era el q ue tenia la razón. El movimiento de rehabilitaciónde los sofistas, representadopor obras como las de Popperao Havelock9,más basado en motivaciones ideológicas coyunturales que en un análisisfilosófico de la confrontación entre los sofistas y Platon, poco ha n con-

tribuido a progresar con respecto a los puntos de vista de Gxotelo.Guchrie (1988, 57), pese a reconocer el interés permanente de las

cuestiones debatidas por los sofistas, sigue resumiendo su filosofía en

8. Cf.Ths Opcn Socdety and it s E~i~emies,945.9. Cf. he Liberal Tm per ha Greck Poli t iw. 1957

--,- - .10. Mei~ciú n special merecen !as iiiterpretaciones humanistas de E. D u p r é ~ lZY48j y

M. Untersteiner (1967).Para Dupréel, el trabajo de Prorágoras y Gorgias contra Ia tradiciónfísica de los presocráticos preparó el camino a los sofistas de la segunda generación, Psúdico eHipias, quienes realizaron la sintesis de humanismo y naruralismo. La interpretacicín de Un-tersteiner toma el tema del hombre como eie qu e permite cnnferir unidad al pluralistno cemáti-co de los sofistas, quienes se caracterizarhn por una aproxiinación concreta y antiideafista de10s problemas, ajena a los esquemas dogmiticoc y atenta a la s contradiciones entre las qu e se

mueve la vida, la palabra y el pensamitnro hiimanos.

tiipicos como fenumenalismo, relativismo, empirismo y subjetivismo aiiltranza. Además, todos los sofistas habrían sustentado un común es-

~cp tic ism o cerca de la posibilidad del conocimiento cieno, sobre lahnsc tanto de la inadecuacion y falibilidad de nuestras facultades cornocle la ausencia de una realidad estable para ser conocida)) (1988, 59).111 escepticismol1 sería, según Guthrie, el supuesto epistemológico quetodos compartían, *segúnel cual el conocimiento no se r sino re-

lativo para el sujeto perceptor* (19g&, 59).Este conjunto de tápicos en

muy poca medida ayuda a comprender la filosofía de los sofistas.El defecto capital de la mayoría de íos estudios sofistlcos radica en

110 haber dado prioridad a1 análisis de las argumentaciones filosóficasde Platón, Aristóteles o Sexto Empirlco y reconstruir a partir de ahi lastesis filosóficas de cada sofista. Si se parte de esta perspectiva, se seráque no todos los sofistas son igualmente valorados po r sus oponentes;en segundo lugar, que, entre todos, emerge la figura de Protágorascomo el principal rival de Platón y Aristóteles y, finalmente,que el mo-

tivo crwcial de disputa gira en torno a la oposición entre relativo (Pro-tágoras) y absoluto (Platón y Aristóteles). En la cuestión del relarivis-mo se halla el nudo gordiano de la confrontación.

Entre los estudiosos recientes, nadie mejor qu e Margolis (1991) hasacado a la luz la dificultad filosófica principal para penetrar en loesencial de esta confrontación, dificultad que radica en la ausencia deuna perspectiva relativirta, sólida y consisrei~te, n la tradición del pen-samiento occidental. Esta drficultad tiene múltiples aspectos: en rela-ción co n nuestro teina en particular, corre un a impresión persistente de

que el golpe fatal contra el relativismo debe haber sido dado ya entiempos antiguos, es decir, qu e Plarón y Aristóteles ajustaron adecuadaJ definitivamente las cuentas con el relativismo protagórico. Comoconsecuencia, el relativismo ha desaparecido prácticamente del mapafilosófico,por lo q uc Margolis p e d e quejarse con razón de qus *e s di-ficil pensar en alguna tesis de comparable importancia que haya sidot r a t d a tan miseramentea (1991, 1) .

Reconstruir el relativismo es la tarea desde la qu e podremos com-prender tanto a los sofistas como los argumentos y presupuestos de susrivales. A partir de ahí, se comprobará igualmente la enorme distanciaentre relativismo y escepticismo o entre empirismo y fenomenalisrno,

11. La interpretaciún esciptica de los sofista5 sigue teniendo adeptos en nuestros días. F.

Cauiol le-Zaslawsky (~Sop hisci~ uet scepticicme*,en

B. Cassin, 1986, 149-165) considera elescepticismo como una repetición confitmativa del discurso de Protágoias. L. Rossetti ( ~Su l l adifterenza tra II fenoinenlsmo di Protagora e 11 fenomenlsmo scehico*, en A.-J. Voelke [ed 1, Lescepticisme úntrqua, Perspectriies hrstor~qlacs t systawatrques, Cahieís de la revue de Théolo-gie er de Philosophie 15, Genkve-Lausanne-Neuchad, 1990, 55-67) reduce la s diferencias asimples componentes emotivos. Sin embar go, estas ~nterpretaciones resuponen quc cl relarr-visrnn y el escepticismo son dos variantes de una misma perspectiva f~losófica.Contra este pre-

supuesto, cf. Sexto Empírico (P . 1,216-219); Matgolis /í991,24 37 y 92).

A O S ~OLANA DUESO

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El mejor exponente del relativismo sofistico lo constituye la filosofía deProtagoras, cuyo núcleo gira en torno a las tres célebres sentencias: lasantilogias, la frase Horno-Wnsur a (FHM)y el argumento débil y fuerte.

a) El principio antilógico enuncia q ue nen toda cuestión ha y dosrazonamientos mutuamente contrapuestos (660 L6y~li~ ~ Lep l7 ~ a v ' t b ~C P ~ ~ ~ C ~ T O CV Z ~ K E L ~ E V O ~ ) ~7 l h j h o t p ) (D. L., X, 51) . Halla-mos referencias en Platón (Phd. 90b; Phvdr. 261d-e; Sph. 232e) y Aris-tbteles (Metaph. IV). Cualquier interpretación de este principio choca

con una primera dificultad: s u falta de contexto. Afortunadament e, losDissoi Logoi constituyen un desarrollo de las antilogías, independientede la refutación platónico-aristotélica (Solana Dueso, 1995).Este textoofrece múltiples ejemplos aplicados a la inoral ($51-33, a la verdad(54)y al ser ($5) . l principio antilagico, po r taiito, constituye el fun -damento de un a teoría filosófica genera1 que incluye los tres conceptosesenciales constitutivos d e la reflexión filosófica: ser, verdad y valores.

La primera observación es que el principio antilbgico se fnrrnulacon carácter de universalidad y, por ranto, no puede suponerse que sucontenido se resueIva «en el reconocimiento de la relatividad de los va -lo re s~ , omo afirma Untersteiner (1967, 1, 48). Esta versión reductorano es aceptable, aunque puede suponerse que e s a principio ha surgidoa partir de la reflexión sobre la vida humana y sus vicisitudes. La refu-taciOn platonica y aristotélica es una prueba de su universalidad.

El principio antilógico ni presupone ni implica la identificación delos contrarios y, en consecuencia, tampoco puede atribuirse a Protágorasni la impasibilidad de la conrradicción (Platón),ni la iiegacibn del princi-pio de no contradicción (Arist6teles). Estas tesis son consecuencias q u ePlat6n y Arbtóteles u c e n poder deducir de1 principio protagórico nodeducciones de1 propio sofista. Q u e sostuviese la tesis de la imposibili-dad de contradecir, lo sugiere Plarán (Eulhd. 285e-286c y Tbt. 170a),dedonde pudo tomarlo Dihgenes Laercio (IX, 53).Arist6teles, si n embar-go, la considera tesis exclusiva de Anrístenes (Metapb. 1024b, 26 y SS).

Mansfeld (1981, 48 ) entiende qu e tal tesis no puede ser protagónca porestar en contradicción con sus actividades como profesor y educador.

Del principio protagórico tampoco se sigue la negación del principiode no contradicción, como sostiene Aristóteles, sino la insuficiencia dellenguale monádico. La propuesta del sofista consistiría en la generaliza-

ción de1 lenguaje relaciona! qu e conduciría, no a especular acerca de labondad o la justicia en sí, sino a plantearse cuestiones, como hace Trasí-maco en Ia República, reIativas a «para quién)), «por q u é » , «dónde..

Aristóteles (Metaph. 1007a 20) se refiere a Proeágoras y a sus se-guidores como los que {(destruyen a sustancia y la esencia,). Conclu-sión correcm desde íos parámetros aristotélicos, pues del protagorirmo

s i g ~ l e u e c l ser en si (sea la justicia, la bondad o el hombre) es unavacuidad, en tanto que la relación, como contenido mlsmo de la sus-t.incra, alcanza prioridad ontológica.

i'ur tant o, las antilogías protagóricas apuntan a una lógica de rela-ciones como soporte lingüístico de si onrología. Pa r qué cal lógica hadebido esperar durante siglos no es cuestión qu e pueda tratarse en estelugar. Si, en cambio, me parece importante recordar ia sugerencia deCkote de qu e Sócrates fue el iniciador de un inovirnienro de ideas quehabría de encontrar en la lógica aristotélica su conctrucción más com-pleta g sistemitica.

L

b,l La Frase Horno-Mensura (FHM): De todas las cosas inedlda csel hombre, de las que son en cuanto que son, y de las que no son encuanto qu e no son,) (S. E ., M. VII, 60).En las referencias de Plat6n yAristóteles no se establece una neta separacion entre esta sentencia y laanterior. Mi hipótesis es que las anrllugias enuncian un principio ontoló-gico general, mientras que la FHM tiene aplicación en dos niveles dife-rentes. En un primer nivel, sería el resultado de aplicar el principio anti-lógico a dos ámbitos específicos: lasvaloraciones (~elativismo oral] y elconocimiento sensible (relativismo epistemoliigico). A este último se re-fiere el Teeteto platónico. Tras citar la frase, la explica con el siguienteejemplo: .;Acaso no es cierto qu e algunas veces, soplando el inismo

viento, uno de nosotros lo siente frío y el otro no? ~ I ~ C ~ U S Oue un o losiente ligeramente frío y el otro fuertemente?>i 152b).

El ejemplo es aleccionador, pues el problema no es el viento, sinou na de su s cualidades. El problema para Platón es que, según la FHM,dichas cualidades deben entenderse como relaciones, con independen-cia de si los dos términos de la reiaciGn so n objetos (por ejemplo, lamina es más ligera que el talento) o sujeto y objeto (por ejemplo, elviento es fr ío para mi).

La evaluación de este relativismo exige, en primer lugar, tener pre-sentt el debate episternológico de los siglos v y IV . Dernócrito (Al,A32, A49, 8125) discutin temas rciacionados so n la percepción, y lascualidades, y Anaxáguras (821) inroyd el iiarnado umbral diferencialde las percepciones, lncluso recorriendo a la experimentación. Parecefuera de duda que filósofos comprometidos en el defensa del conoci-miento sensorial no tuvieron inconveniente en señalar, al mismo tiem-po, los limites de este tipo de conocimiento

Tanlbién eil la obra aristotélica hallamos ecos de esta cuestión. Envarios lugares insiste en que, si bien los sentidos se pueden equivocaracerca de las cosas, no se equivocan acerca de los sensibles propios(Semi. 442b 8; de An. 41 8 a 11; 427h 12; 430b 29). El mismo Platónreconoce qu e la teoría protagórica es firme eii su afirmación de que rlamayor parte de veces lo q ue aparece es para cada u n o , refiriéndose al

calor, a la sequedad, al dulzor y a todas las cosas de este tipo. (171e) .

!Ose S O L A N A DUESO

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La FHM incide en este debate epistemolágico, relacionado con las

cualidades de las cosas, tomando un posición relativista de caráctersubjetivo (.hombre., en esre caso, sería el sujeto individual), abriéndo-se paso a partir de ahi hacia la cuestión ontológica. El propio Platdn(Tht. 151e-152el establece k olidaridad de la FH M con Heráclito, al

afirmar que el primer principio de esta teoría, xdel cual depende todocuanto hasta aquí dijimos, sostiene qu e el universo es en realidad mo

vimiento y nada más)) (l56a, también 156c y Phd. 90b-E).Que existeestrecha conexión entre k PHM y el flujo heracliteo 10 confirma tam-bién Aristoteles (Metaph.1V) y Sexto Empúico (p . 219).La teoría pro-tagórica, sin embargo, no es un puro recordatorio de la de Heráclito,

sino un desarrollo aplicado a problemas de caráctcr gnoseológico y po-lítico, propios de la filosofía griega del siglo v y ausentes en la obra yépoca del Efesio.

La cuestión ontológica es la bisagra q u e nos sitiia en un segandoniuel de la FHM: me refiero al tema de la verdad. b rimera y funda-mental afirmación sobre la misma es que la verdad es una relación;sólo en segundo lugar se planteará cómo definirla, a saber, como una

relación de correspondencia entre enunciados y hechos.Este segzdndo nivel de la FHM es el que preocupa a Dlatón y Aristó-

reles; s u disputa con Proiágoras es tanto má s alarmante cuanro qu eambos comparten con el sofista la definición de h verdad como corres-pondencia. El motivo de disputa es, por tanto, determinar las implica-ciones f~losóficas u e se siguen de entender la verdad como una rela-

ción y n o, por ejemplo, como un a esencia. Tales implicaciones están

relaeioiiadas con t i hecho de q u e la verdad es una relacibn peculiar ycon apariencia paradójica, pues, si es cierto qu e debe reposar en el ob -~cto , o lo es menos que la #norma-, xcriteriou o <medidan de la ver-dad sd o puede serlo el sujeto, es decir. es e l unico qu e puede decidir si

ha y o no ha y correspondencia. No sólo el hombre es la medida, sinoque, queramos o no, cstainos ohligiidos a serio, como replica Protágo-ras a Sócrates en eI Teeteto (167d).

Arisióteles, que con tanta energía cnmhntió la frase proragórica, nopudo evitaria en algunos momentos dav es de su obra si bien acoinoda-da y adaptada a sus propios presupuestos. Así, por ejemplo, a propósi-t o del fin Último, u n a cuestión esencial de su ébca, sostiene contra sus

críticos que *lo q u e todo el mundo cree (Somi)es realmente así, y elqu e intente destruir esta seguridad no encontrará en modo alguno otram as digna de crédito>>EN 1172b37). Cuando define el concepto de

virtud como un *término medio relativo a nosotros., se siente obliga-do a introducir la razón y el hombre prudente (rppóv~pog)omo medi-

da de tal relatividad (EN 1006b35). ncluso cuando Aristóteles hablndel principio ( dp~ i j )e no contradicción, el mls seguro, el mejor cono-

cido y no hipotktico (M e h p h . 1005b11-14), lo denomina a veces Kcre-encian (Só~a) , (Meraph. 005b33 y 1011h13).

4

I I100

- 1 , .

1 ,iI,, S --

Si en Aristóteles ha y u n a cierta contaminación de l principio prota-j:i~rico, d6nde se situa la frontera entre su interpretación y la del sofis-

II? Como en el caso de las antilogias, la FH M es un enunciado generaly la negación anstotélica de la misma nos permite resolver la pregunta:

~~l-laliráue admitir qu e los unos son medida, pero no que lo sean lo s{ t r o s n (Metaph. 1063a31, lo qu e equivale a decir que no todo hombrecs inedida. Lo son sólo algunos, sea el experto, el sabio, el ilombre pru-ilcnre o el filósofo.En este punto crucial, A nnÓ t e j e r sigue siendo el fieldiscípulo de Platón, quien concluye la refutación de la FHM col1 estaspalabras: .Entonces, con roda razón, podemos decirle a tu maestro

qu e debe admitir qu e un hombre sea más sabio qu e otro y qu e el má ssabio sea la medida» (17%-b).Sobre la cuestión de la verdad en relación con la FHM1', se discu-

ten dos tipos de no siempre diferenciados:

1) Lo que podriamos llamar el problema de la arbitrariedad subje-

tivista, que se resuelve con la doctrina de la correspondencia (DtssoiLogoi $4), es decir, con la apelación a los hechos. En este ámbito elpredicado .verdadero» no se us a diádicamente.

2 ) El de la diafonía, tanto eritre los filósofos coma entre la

gente común. Este segundo problema, más persistente, muestra que, sicon el recurso a los hechos evitar la arbitrariedad , n o por ellose resuelven las discrepancias. En esta segunda instancia, la FH M afir-maría que el sujeto, cada sujeto, es el juez iiltimo. No cabe, pues, recursoulterior alguno ni a los dioses (n o se olvide la réplica platónica a Protá-

goras; *El dios, ciertamente, ha de ser nuestra medida de rodas las cosas;inucho mejor qu e el hombre, como por ah í suelen deciru [LO.716c4]), ni

12. Coiicra la FHM, PEarhn formuló el aranmento de la autorrefutación o qperitropén:

pt1,en diga que roda opinión a verdadera, hará verdadera la opinión que sorteiiga qu e no toda

opinión rr r e d a d e r a [ i h t171 -b). Ln mismo repite Anstóteler (Metnph. 1012bi4) l valorde cstc argumento gira cn torno a dos cuestiones: 1) Protágoras afirmó que .toda opinión es

entendiendo -verdadero* como *verdadero para.. n o tal af i~rnac i i j i~s una conse-

, cuencia que PlntÓn y Aristóteles creyeron podcr deducir de la FHM? 2) De se1 cierta la primerao ~ c i ó n . cuáles el s,gnificado de xopinióna? En concreto, (debe entenderse como eiiuriciado- .en general o como un tipo particular (le enunciado s?

Cabe pensar qu e P r a t i ~ o r s s iidn adniitir un uso diádiio de! re di cado werrladeron shlo

para algún ámbito del ctinocimiento. Si, por el contrario, entendemos *opiilióna como ennn-

ciodo en general sigiii~n da a supozición de Platón y Arisróreles, la afirmacián protagórica se-ria e n todo cnso relativa (.verdadero p ara....). A este propósito, cf. G. Vlastos d.), Plato'sProtágovss, Libral Arts Pi:ess, New York , 1956, Xn, n. 28 , Allí se observa muy precisaiiiente

qu e Platón, cuando narra o describe la doctriiia de Prorigoras, no olvida habl ar de .SCK

p a r . .ai o iv r rdad pa..~,ienttas que, cuando w n t3 1 argüir contra Pforágiiias, se olvi-da de los cualificadores, viciando inadvertidamerite su p r ~ p i ~ w l é m i c a .i admitimos los cuali-ficadores, la aperittopev no scria aplicable y, el1 todo caso, dejaría abierto el problema de.

cómo construir un a verdad intersuhjetlva

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~ 0 5 6 SOLANA DUESO

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niraleza y convención» (1988, 57)". Sin embargo, los distintas sofistasmantienen a este respecto posiciones m uy diferenciadas, que tienen quever con el problema del fundamento sobre el que se asientan losvalores.

Protágoras sostiene un punto de vista convencionalista, segOn elcual el código moral es una institución de la polis (Pl. Thf. 167d) .Poresta razón el código es variable diacrónnicamente en un a ciudad y sin-crónicamente en las distintas ciudades. Esta doctrina es resultado deaplicar a los valores la teoría relativista del horno-mensura. No es lanaturaleza sino la polis la qu e proporciona el cbdigo moral. Por ellopuede decirse que Protágoras es el sofista que m ás insistió en la desna-turalización de la moral, es deur , en su relativización Nornos y physis

representan dos ámbitos diferentes e iireductibles, no antitéticos, sinocomplementarios, como lo son ambién l a t h i c a y la politica (Pl. Pn321c-322d). S i e1 código moral n o puede fundarse más que en la pro-pi a estructura social del hombre, 1a educación será el factor decisivo demoralización y, por tanto, de humanización. Demócrito había recogi-

do u n pensamiento similar al afirmar que ({la enseñanza remodela alhombre y, al remodelarlo, aciGa como naturaleza. (833).

El Gran Discurso de l Proiúgoras, que recoge la s ideas politicas másimportantes del sofista, es la más encendida defensa de la necesariaparticipación de todos en la vida política, de la enseñanza y aprendiza-je de la virtud y de la igualdad como categoría fundadora de un a sacie-dad bien ordenada.

En la misma línea de Protágoras se mueve el análisis de Tr asímaco(PI. R . 338c y SS. ) , considerado frecuentemente como propio de un in-moralista. La razón de esta interpretación se fundamenta en no h a b u

apreciado q u e Trasímaco adopta en todo momento una perspectiva

eminentemente descriptiva má s que normativa y, en segundo lugar,q u e el motivo de enfrentamiento con Sócrates gira en torno a si la justi-cia debe definirse como u n término reiativo o absoluto con indepen-dencia de l contenido mismo de la definición (sea lo necesario, lo prove-choso, lo Útil, 10 ventajoso o lo conveniente).-

Kespecro a lo segundo, Trasimaco, a lo largo de todo ei diálogo, in-siste en la definición relativiera de la justicia (rlo conveniente para elmás fuerte* [338c] o *para el gobierno constituido)) [339a]o, más engeneral, .para otro. [343c]). Hasta tal punto es así qu e califica de.charlatanería (336d)cualquier definición absoluta e ironiza con elapequeRo añadldon (339b) qu e supone la definición relativa. Sócrares,por el contrario, persigue definir la justicia y la injusticia en sí mismas,de manera que la una sea un bien, como lo es la vista, la inteligencia o

la salud, y un m al la o t ra (3 6 J b , e).

15. Cappefletti (1987, 40 ) va incluso más lelos: sostiene que la antítesis nornosphysisconstituye el p w t o de partida de todo e! pensamiento de los sofinras, hasta el punto de qu e

toda su filosofía depende de Ia opción por cada un o d i os exrremos.

Lo que se disputa no es si hemos de considerar la justicia como unbicn o un mal, sino si es un bien relativo, como sostiene insistentementerrasírnaco (367c),o absoluto, es decir, si la justicia posee una naturalezacn si misma que, con independencia de sus efectos, enaltece el alma delque la posee (358b).Dicho de otro modo, si la justicia de Trasímaconace de hs decisionesy acuerdos de los hombres (3 58e-35 94 destinadosn desviar las tendencias instintivas egoistas hacia el respeto a la igualdad,I'latiin se interesa por un concepto absoluto de justicia, independiente dela voluntad y conocimiento de los hombres y los dioses (367e).

Esta supuesto, el pensamienro de Trasímaco podría resumirse en la

formulación de lo que el sofiaa considera una constant e social: qu e iospoderosos (gobernantes)elaboran las leyes pensando en su beneficio o,

lo qu e es lo mismo, que los fuertes someten y explotan a los débiles.En este sentido, Trasimaco par te cle la posicrón relativista de Protá-

goras, pero avanzaría sobre ella al afirmar que, si biwi los valores mo -rales son convencionales, no es la polis en conjunto, sino una parte deella, quien, en beneficio propio, los impone a los demás. Este avancetendría que ver con la distinta época de la historia areniense que ambosvivieron: Protágoras, en el momento de la democracia d e Pericles, yTiasímaco, en los ÚItimos decenios del siglo V, es decir, en la época delos má s intensos conflictos internos en Atenas.

El segundo aspecto esencial, ya observado por muchos comentaris-ta s (Guthrie, 1988 , 100), es qu e Trasimaco adopta en su análisis un

punto de vista descriptivo, si bien Platón tiende a interpretar como nor-

ma lo que su oponente expone como hecho, tanto en ia República1

como en la evidente réplica a Trasimaco q u e leemos e n las Leyes(714b). Cuando. por el contrario, aparecen juicios normativos en Trasi-maco, es para calificar de <(injusticia xtrema» (344a)a la rirania, defi-nida po r su ambici6n ( i rkovecia) de arrebatar los bienes de los demás.Si recurrimos a los fragmentos, hallamos severas críticas a los gober-nantes y llamadas a la concordia (8581)y la explícita afirmación de que

la .justicia es el bien más grande entre los hombresi), aunque de hechono l'a practican (85B8).

Otros sofistas entienden Ia dicotomia como antítesis, si bien conenfoques diferentes. Tal es el caso de Antifonte16, quien ve en estos tér-

16. La llamada ucuestí6n aiitifontear, tras m is de un siglo de debate, sigue dividiendo a

los estudiosos. to s llamados nseparatistas~ (Bignone, Guthrie, Untersteiner, Luria, entre

otros), pr t iend o de la supuesta incompatibilidad de las ideas expresadas en sus escritos,con-Eluyen qiie el orador y el sofista son dos personas distintas. Los .unitarios*, tras un análisisminucioso de los papiros de O xirrinco (B44),concluytn que este texto no expone, como se ha

supuesto, ideas democráticas P igualitarias y, por ranto, para ellos estaría ~lenamenreustifica-da la identificación del sofista y del orador. Así, Morrison, Decleva Caizzi y Avery. Ademásdel contenido tebrico de los escritos, se trabaja con otras evidencias como los tescimonios anti-guos y las diferencias esrilísticas (87AZ),aunque no parecen proporcionar argumentos decisi-vos. Dado qu e el contenido teórico de los escritos constituye el principal argumento, es impor-

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J O S ~OLANA U LI I S t ) T /SOF ISTAS

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Ent re 10s personajes impor tante s de l movrmiento sofiscico cabe ci-

tar, f ina lmente , a la Milesia Aspusfa (m .470300).Segunda esposa dePericles desde a p r o x i m a d a m e n t e el 445, es tuvo re lac ionada co n la spersonalidades intelectuales má s des tacadas de su época . Los te s t imo-nios an t iguos (Solana Dueso, 1994) n o s la presentan como exper ta eny profesora de retórica. Platón en el Menéxeno nos ofrece uno de su sdiscursos, además de conside ra r la au tora de1 epitafio q ue p r o n u n c i óPericles en el 431 (Th,11,35-46}.

VI. CONCLUSIONES

1) N o se puede hablar de *sofística» como un cu erpo f ilosófico comú n atodos los solistas. Aparte de u n conjunto de métodos y u11 elenco de pro-blemas, exigidos por s u propia realidad profesioiial y por 13 actilalidadsocial, cada sofir ta defiende posiciones f ilosóficas propias, lo q ue implicaq ue se debe proceder a un estudio individualizado de cada uno de ellos.

2) Si bien los sof is ta s como rea l idad sociológica s o n u n productode la democracia gr iega, n o necesa r iamente son ellos mismos de fenso-res de la democrac ia . N o sólo debemos habla r , po r tan to , de pluralis-mo teór ico , s ino también de pluralismo ideológico entre los sofistas.

3) Si Ia eilseñanza de Ia retórica er a una ac t iv idad c o m ú n a t o d o slos sofistas, esta disciplina no era n e u t r a c o m o en & p o c a sposteriores.Su carga teórica, sin e m b a r g o , no tenía por qué depender de u n a e l a b o -rac ión propia de cada sofista o rktor .

4) Desde el punto de vi sa f i losóf ico , la apor tac ión m ás signif lcati-va, obra

deProtágoras ,

esel relativismo.

Conocidobás icamente por su

reflejo en Platbn, Arisróteles y Sexto Empírico, prácticamente desapa-recido en la rradiciiin filosófica occidental, q u e d a e1 trabajo de recupe-r a r l o c o m o un a opción f ilosófica distante t a n t o del canon p la tónico-a r is to t i l ico como del escepticismo posterior .

l. EDICIONES Y TRADUCCIONES

Diels, H. y Kranz, \V. á(1976),Die Fragmente der Vorsokra t i ke~ 1, Weld-mann, Berlin.

meter el delito, q u e e n Antifonte constituia un a de las debilidades de la norma legal, por 11)qu e

recoinendalia cumplir la ley en presencia de tesagos y, en su ausencia, seguir los dictimenes dela naturaleza. El planteamiento del SaSifo no estaría en contradicción coi1 las actividades anti-

deinocrácicasde Critias, pues los oligarcas no proponían un sistema andrquicri, sino un cuerpolegal qiie la mayoría debía cumplir. La discrepancia no radicar ía en si los débiles (Calicles)dc-hen cumplir la ley, sino en si deben ser ellos los legi!adorcs, como ocurría en la democracia.En ral caso, el arelatu engaíloso. de la religiúii es un i ns t r umento en manos clel Iegisladvr,como lo es tantbiéii la mentira política en la teoría de PlatSn (R . 339h y 414b).

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110s jóvenes que le seguían y frecuentaban con cierta asiduidad. Sabe-mos, en fin, que en el año 39 9 a.c ., poco despues de finalizar la guerracon Esparta y tras la reinstauración consiguiente de la democracia y dela concordia civil, Sócrates fue acusado, juzgado y condenado a muer-te. Afortunadamente, se no s ha conservado el texto de la acusaciónqu e decía: ((Meleto, hijo de Meleto, del cierno de Pithos contra Sócra-tes, hija de Sofronisco de Alópece: Sócrates comete delito por no reco-nocer [o bien: 110 creer en] los dioses q u e reconoce [o bien: en los cua-

les cree] Ia ciudad y por introducir nuevas divinidades. Tambiéncomete delito por corromper a los jovenes. Se solicita la pena de rnuer-te»'. Sin embargo, no sabernos con exactitud ni los fundamentos con-

cretos en los que se basaba la acusación nr el alcance preciso de los de-litos imputados, ya que desconocemos totalmei-ite el alegato de laacusaci~n tampoco ha quedado ninghn reportaje que recogiera conestricta fideIidad c<histórica~o que Sócrates pudo decir ante el juradopara s u propia defensa.

Por atra parte, sabemos Can certeza que a raíz de la muerte de Só-crates proliferó una abundante «Iiteratura socrática ,,. Se compusierontextos en que se presentaba a Sócrates pronunciando el discurso de supropia defensa: de entre los puliiicados en los años inmediatamenteposteriores al juicio se han conservado íntegramente dos Apologías, es-

critas respectivamente por Jenofonte y Platón. Se escribieron igualmen-te textos en que se presentaba el discurso de la acusacion. (L a acusa-ción más conocida es la qu e escribi6 Policrates: a ella venía a contestarseguramente Jenofonte en sus Recuerdos de Sócrates.) Abundaron

carnbién, hasta constituir un pecuIiar género literario, los «diálogos so-crático~>),onversaciones con Sócrates como protagonista . Aunque te-

nemos noticias, e incluso restos fragmentarias, de ciertas obras de estegénero escritas por otro s autores, sólo se ha n conservado íntegramentediálogos socráticos escritos por Platon y por Jenofonte.

Hay, pues, el Sócrates histórico y hay el Sócrates-personaje litera-rio. ;Es posible llegar a conocer a aquél a través de éste? La respuestasería afirmativa, sin más, si las distintas descripciones literarias de Só -cratec coincidieran en la personalidad y doctrinas que le atribuyen,pero desgraciadamente las diferencias entre ellas son demasiadas y de-masiado importantes. Si a ello se une que los discípulos inmediatos deSócrates (Antístenes de Atenas, Aristipo de Cirene, Euclides de Méga-ra, Platón) propusieron y apadrinaron doctrinas filocóficas muy dispa-res, no es difícil dejarse arrastrar hacia una posición escéptica: nada sa-

bemos, ni sabremos nunca, acerca del Siicrates real, excepto algunosdatos escasos sobre los qu e se levantó el Sócrates de la leyenda (Dupré-el, 1922}, o único qu e tenemos es el Sócrates -o mejor, los Cócrates-

1. Cf . Jenofonte, Recuerdos de Sócrutes, 1 1, 1,y Diógenes Laercio, 11,40.

dc los escritores socráticos, todos ellos interesados primariamente enproponer sus propios pensamientos y no en registrar las ideas del S6 -crntes histórico (Gigon, 1947).

Esta posición esceptica ante la «cuestión socrárica~i esulta la salidatnás fácil y, aparentemente, la má s rigurosa. (El exceso de rigor puedeencubrir, en cualquier caso, cierta falta de rigor: en este caso, se correcl peligro de exigir evidencias y certezas mucho más estrictas que lasq ue suelen exigirse respecto de otros personajes y acontccirnientos his-tóricos.) No todos los historiadores de la filosofía y filólogos, sin em-bargo, ha n sido o son tan radicalmente esckpticos. Muchos han pensa-

do y piensan qu e es posible reconocer en alguna medida, al menos,ciertas doctrinas originalmente socrhi cas a parrir de un estudio ponde-rado de las fuentes. Las conclusiones a Eas que han llegado han sido,no obstante, notablemente dispares.

Aparte de algunos residuos directos o indirectos de la mencionadaliteratura socrática, Ias fuentes fundamentales que transmiten wiloti-cias» acerca de Siicrates son cuatro: Aristófanes, Jenofonte, Platón yAristóteles. De Aristoteles como fuente socrática hablareinos más ade-lante. En cuanto a los tres primeros, y a citados con anterioridad, ha dedestacarse q ue todos ellos conocieron personalmente a S6crates y, sinembarga, nos han dejado retratos muy diversos de él. Corno anterior-mente se indicó, Aristíifanes hizo a Sdcrates protagonista de la comediaLa s Nubes (423a.c.).El objetivo primario de Aristófanes es la comici-dad y de ah í que ridiculice a Sócrates presentando un personaje carica-turesco, distorsionado. Sobre él acumula, exagerándolos, ciertos rasgos

tópicos del filósofo innovador de la época, haciendo de él el aprototi-po. igualmente tópico del intelectual descreído y sin escrúpulos, <<físi-c o ~fanoso po r descubrir los secretos de la naturaleza y «sofista» quecobra po r enseñar trucos clialécticos. Au n cuando algunos investigado-res han tratado de hallar indicios de ciertos rasgos específicos del pensa-miento de Sócrates tras este personaje cómico, no parece que Aristófa-nes estuviera interesado en distinguir a Sócrates del resto de lospensadores y sofistas, distinción que seguramente Tampoco resultaríaespecialmente pertinente para la masa de espectadores atenienses aquienes la comedia estaba destinada (cf. Dover, 1971; y Lacey, 1971).

Quedan Jen ofo~ te PIatÓn, cuyas semblanzas de Sócrates difieren,a su vez, notablemente entre sí. En líneas generales, el Sbcrates de Je -nofont e carece del vigor personal y de la brillantez intelectual del Só-crates platónico. En sus Rcctkerdos de Só c r ~ t e s ,enofonte nos presenta

un personaje nada conflictivo, ciudadano honrado cuya conducta y ac-tividad filosófica no nos permiten imaginar cómo un ciudadallo seme-jante podría ser acusado y condenado a muerte. Nada, o muy poco,hay en él de aquel Sócrates platónico, irónico y molesto que ponía aldescubierro la ignorancia de ilustres conciudadanos con sus preguntasy refutaciones. Tampoco aparecen explícitamente formuladas en Jeno-

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dores y sofistas hasra posiciones ateas e irreligiosas. Ta l vez el raciona-lismo socrático, al incidir rambikn críticamente sobre la religión y susmanifestaciones, contribuyera a crearle cierta imagen de irreligiosidady menosprecio hacia la religión estahlecida. Esto explicaría el primerode los cargos que se le imputaron: el de no reconocer {ono ceer en) losdioses reconocidos por la ciudad.

Es importante comprender el modo en qu e religiosidad y racionalis-m o interactúan en Sócrates. A. Tovar insistió ya en la relación encreambos elementos considerándola «una clave del secrero socráricou: deacuerdo con su interpretación, la religiosidad constituia en Sócrates unfreno frente a los excesos disolventes de un racionalismo irresponsable,

una fuerza <que e libraba de 1s tendencia a la frivolidad q u e dominabala cultura griega hecha irreligiosa* (1 47,411). En esta visi6n de Tovarha y seguramente una parte de verdad, pero la relación entre las deman-das de aquellas dos fuerzas es, a la vez, más compleja y radical. Sócratesparece profundamente convencido de que las exigencras de la religián y

de la razón son perfectamente com p~t ib les , de ahí que defienda, nosimplemente un a razón *dentro de los limites de la religión., como pro-pone Tovar, sino también, y de modo má s original, un a religión .den-tro de los líniites de la razón)>.En realidad y finalmente, los límites deambaq son los mismos y,por tanto, es preciso hacerlos coincidir.

El racionalismo socrático se enfrentó seguramente a las representa-ciones tradicionales de las divinidades y a la concepción consuetudinri-ria de la piedad. De lo uno y de lo otro tenemos indicios suficientes enel EutffrlSún, de Platón, diálogo en que Sócrates conversa con Eutifrón,

personaje fatuo que presume de ser experto en teología y en asuntos dereligión. Sócrates pide a su interlocutor que defina qué es la piedad.Aunque el diálogo concluye sin haber llegado a un acuerdo definitivo,las consideraciones puestas en juego por Sócrates al refutar las pro-puestas de su interlocutor nos permiten comprender suficientementeIrs posiciones socráticas. Así, cuando Eutifron propone q u e .<piadosoes lo que agrada a todos los dioses)> 9D),Sócrates argument a qu e unaconducta no es piadosa porque agrade a los dioses, sino al revés: agra-da a los dioses porque es piadosa (10A-D). Este movimiento dia16cticopone de manifiesto la convicción socrática de q ue también loa dzoses

están sometidos a normas y valores objetivos, lo cual concuerda pcr-fectamente con el programa socrático: puesto qu e los dioses son racio-naies, están sometidos a idénticas exigencias morales qu e los hombres;puesto qu e son sabios, han de ser necesariamente virtuosos, justos y

benevolenres entre s i y para los hombres. Sócrates m o r ~ l i z ~lo s dio-ses. En cuanto a la piedad, virtud qu e regula la relación de los hombrespara con los dioses, Sócrates rechaza claramente el modo tradicional yrutinario de entenderla y practicarla: como ofrecimiento de sacrificiosbajo el principio interesado y comercial del do ut der. La fórmula finalacordada (cuyo contenido no Ilega, ciertamente, a concretarse) define

la piedad como .obrar al servicio de los dioses,, ejecutando su volun-tad (13D SS). Jenofonte, por su parte, presenta a un Sócrates muchonzis conservador en asuntos de religión, a un Sócrates que asume ycunlole rlaurosamente las leyes y costumbres relativas al culto (cf. Re -.cuerdos d i Sócrates, IV, 6,2).

En Platón, la religiosidad socratica aparece estrechamente vincula-da al dios Apolo. En general, la exhortación insistente de Sócrates acuidarse de uno niismo, de la propia alma, puede verse como una apli-cación de la máxima dilfica «conócete a ti mismo,). Su conexión conDelfos se manifiesta, ademas, a través de un episodio muy singular alcual SOcrates concede, en la Apología, de Platón, un a importanc~a e-

cisiva para su defensa y, a través de ésra, para la explicaciiin y justifica-ción de su modo de vida y de su dedicación a la filosofía. Nos cuentaau e en cierta ocasión s u amigo Querefonte se dirigió al Oráculo para.-preguntar si existía algún hombre más sabio que Sócrates, a lo cual el

Oráculo contestó negativamente. (No encontramos razones de mayor

cuantia para rechazar la verdad de esta ~nformaclon. or lo demas, re -sulta imposible establecer la fecha, ni siquiera aproximada, en quepudo tener lugar esta consulta al Oráculo.) La respuesta del Oráculoinfluiria de~zszvmnente n Siicrates (Apologia, 21 C-23D), en su dedica-ción a la filosofía y en su modo de pract~carla.Socrates la interpretó fi-nalmente, no como una declaración acerca de la excelencia de su p ro-pio saber (de este modo aparece interpretada con arrogancia en laApologira, de Jenofonte), sino como una orden, como un mandato de«que viva filosofando e investigándorne a mí mismo y a los demás>)

(Apologia,28E). En u n principio, Cócrates trata de (<refutar. al Orácu-lo (es decir, trata de encontrarle un sentido profundo, distinto del lite-ral y aparente), para 10 cual se decia a «examinar» a las personas qu etienen reputación de saber y presumen de ello (políticos, poetas, artesa-nos). Socrates comprueba y polae en evidencia la ignorancia de todosellos en cuanto a las cosas qu e verdaderamente merecen saberse. Final-mente concluye que lo que le separa de todos ellos e s que ellos no sola-mente son ignorantes, sino que además ignoran su propia ignorancia,mientras que él reconoce su ignorancia y por eso aqu6llos no son inássabios que él. El Oráculo, piensa Sócrates, lo ha escogido a él comouparadigman, como punto de referencia, como quien dijera: « [ ...] elmá s sabio es aquel que, como Sócrates, reconoce la insignificancia desu saber), (23B) . (En la literatura reciente se ha insistido en que Sócra-tes no utiliza la formula <(escéptica>)élebre del «sólo sé que no sé

nada», f8rmula tradicionalmente asociada con 61.)La inteeretoción qu e Sócrates hace del oriculo es, sin duda, com-

pleja, pero es ésta y no otra. De acuerdo con ella, Sócrates concibe sufilosofar como servicio al dios ( 2 3C ,38E) erz beneficio de los atenien-ses (30A). Viastos (1991) ha conectado acertadamente, a nuestro jui-

cio, este servicio al dios con la concepción de la piedad que aparece en

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el Eutifrbn, a la que se ha hecho referencia más arriba. Puesto que esun mandato del dios, Sócrates está dispuesto a carnplirlo a curalqttierprecio, incluido el de la propia vida (28E, 29C-D). El imperativo deobediencia al dios no es la raz án última del comportamiento socr5tico.La ética de Sócrates no es religioso-teológica. Ma s bien, Sócrates inter-preta su obediencia al dios como un caso particular de la norma «man-tenerse en el puesto y tarea que a uno le ha asignado un superior quetiene autoridad para hacerlo>,y esta norma, s u vez, es un caso parti-cular de l principio universal, a que nos referiremos más adelante, deque hay que actuar siempre conforme a las exigencias de la justlcia (cf.Górnez Lobo, 1489, 58-60) . La interpretación socrática del Oráculo

ptrmire, en fin, comprender ciertos rasgosde su actitud y actividad fi-

losofica, como la célebre y desconcertante nonid asociada a su confe-sión de ignorancia, el papel inquisitivo que asume en el diálogo y la ac-titud refutativa que adopta ante las tesis de sus interlocutores: en losdiálogos platónicos primeros Siicrates accha fundamentalmente pre-pntundo y refutando. (Estos rasgos del filosofar socrático no aparecenen los textos de Jenofonte en los cuales S6crates adopta una posicióndoctrinal constructiva y expositiva. Como excepción, cf. Recuer-dos de Sócrates, IV, 4, 9.)

El segundo cargo (o la segunda parte del cargo primero)qu e se im-putó a Sócrates era el de iakodtacrr diui~idiades%Revas. Sócrates asociaeste cargo con un segundo rasgo peculiar de su religiosidad cuando re-

conoce oir en ocasiones una vo z d i v i ~ anterior, una sena1 udemónicas.(En nrngún momento habla de una divinidad, de un dios suyo particu-

lar, sino de una vo z o seiial divina.) Todo parece indicar que Sócratesse tomaba muy en serio esta peculiar experiencia, esta voz interior consus admoniciones qu e eran siempre disuasovids: íe indicaban solamentequ i no debía hacer, nunca le aconsejaban positivamente conducta al-guna (Apol ogh , 31D, 40A). Por su parte, Jenofonte hace tam bién refe-rencia a esta voz a Ia que atribuye, sin embargo, indicaciones positivasacerca del futuro convirtiéndola en una especie de don adivinatoriocon que Sócrates favorecía, incluso, a sus amigos qu e le pedían consejo(cf. Recuerdos de Sócrates, 1, 1, 4). Ta n en serio se tomaba Sócratesesta vo z que a ella atribuía el haberle disuadido repetidamente de hacer

algo ta n importante como intervenir en politica a lo largo de su vida(Apologz'a, 3 ID) .

El alejamiento socrático de la política nos lleva a otro aspecto relevan-te de su personalidad y de su pensamiento: el de su postura ante el es-

tado y sus asuntos. ¿Cuál fue la actitud de SCicrates ante la polis y antela politica?

De acuerdo con la s nociones que poseemos, Sócrates asumió cola

lealtad y gdlardia sus obligaciones pavo con la polis, tanto en la guerracomo en siruaciones excepcionales de su vida ciudadana. Puesto quegran parte de s u vida adulta transcurrió durante los enfrentamientos deAtenas contra Esparra, Sócrates tomó parte en la guerra como hoplitaen tres ocasiones: en la campaña de Potidea (432 a.c., con treinta yocho años de edad), en !a batalla de Delion (424 a.c., con cuarentay cinco)y finalmente en Anfípolis (422a.c., cumpiidos ya los cuarenta yocho). De su participación en esta úLtima batalla no tenemos más noti-cia que una referencia a ella en la Apologh, de Platón (28E).En cuanto

a las dos antersores, todo parece indicar que Sócrates exhibio una ex-traodinaria capacidad de sacrificio y una notable valentía, valentíacomparable al coraye cívico con que actuó posteriormente en dos situa-ciones excepcionales de su vida ciudadana. La primera de ellas tuvo luigar con motivo del juicio a los generales tras la batalla naval de las A r-ginusas (406 a. c. ). Aquella batalla fu e ganada po r ia flota ateniense,pero se perdieron veinricinco naves con sus ocupantes que no pudieronser rescatados. Lo s atenienses decidieron juzgar a los generales. Enaquella ocasión Sócrates era miembro del Consejo y la tribu a la quepertenecía ostent aba la presidencia del Consejo y de la Asamblea. Losatenienses presionaban para qu e el asunto se remitiera a la Asambleacon el objetivo de qu e ésta juzgara conjuntamente a los generales. Lamedida er a ilegal y, según recuerda Sócrates en la Apologia, él f ue elúnico pritane qu e no cedió a presiones ni amenazas (32B): n [...] consi-

deré que debía arrostrar el peligro poniéndome del lado de la ley y dela justicia antes qu e ponerme, por miedo a la cbrcel o a la muerte, dellado de vosotros que tomábais decis~onesnjustas.. (Sobre este suceso,cf. también Gorgias, 473B-74A y Jenofonte, Helénicas, 1, 7, 13-15.)

El episodio de las Arginusas tuvo lugar durante la vigencia del régi-men democrático. Dos años más tarde, tras la capitulación de Atenas,se estableció un régimen oligurqaaico (402)y Sócrates se enfrentó nue-vamente a quienes ostentaban el poder y practicaban el terror. Fu e CO-

misionado con otros cuatro para qu e fuera a detener a León de Salami-na y se negO a obedecer: U [ ...] esto me hubiera costado posiblemente la

vida si aquel gobierno no se hubiera disuelto tan pronto,) (32D).Junto al coraje cívico exhibido po r Sócrates en estas ocasiones en

que se vio envuelto en actuaciones políticas, destaca y sorprende su yamencionado alejamiento de ia poolitica. Sócrates no hace política, noactiia en la política, en el sentido usual de estas expresiones. NO tene-mos noticia alguna de que participara activamente en Ia Asamblea, porejemplo. Por lo demás, esta act itud de inhibición ante la politica apare-ce duramente criticada por Caliclés en el Gorgros (84'2-86D). En laApología, de Platón, Sócrates justifica tal actitud recurriendo a su vozinterior y alegando como explicación que «si m e hubiera dedicado a lapolítica, estaría muerto hace tiempo y no habría sido útil ni a vosotros

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