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    invent la visin moderna del arte y cuando el campo de la produccincultural conquist su autonoma 1980h, 1987d).

    Para entender la nocin de inters, es menester advertir que sta no slose opone a la del desinters o la gratitud, sino tambin a la de indiferencia.

    .Ser indiferente significa no sentirse motivado por el juego: lo mismo que alasno de Buridan, este juego me deja indiferente o, como se acostumbra decir,me da igual. La indiferencia es un estado axiolgico de no-preferencia y, almismo tiempo, un estado de conocimiento en el cual soy incapaz de distin-guir entre las apuestas propuestas. Tal era la meta de los estoicos: alcanzarun estado de ataraxia (atm axia significa impasibilidad). Laillu.sio es locontrario de la ataraxia: se refiere al hecho de estar involucrado, de estaratrapado en el juego y por el juego. Estar interesado quiere decir aceptar quelo que acontece. en un juego social determinado tiene un sentido, que susapuestas son importantes y dignas de ser emprendidas 1989i).

    Esto significa que el concepto de inters, tal como lo concibo, es entera-

    mente distinto del inters transhistrico y universal de la teora utilitarista,universalizacin inconsciente de la forma de inters que genera y exige unaeconoma capitalista. Lejos de ser una invariante antropolgica, el inters esuna arbitrariedad histrica,3 una construccin histrica que slo puedeconocerse mediante el anlisis histrico,ex post, a travs de la observacinemprica, y que puede ser deducidoa pri01i de una concepcin ficticia y atodas luces etnocntrica del HOlnbre .

    Por tanto, esto imPlica que existen tantos inte J eses como campos, que cado, campopresupone y gene J a,de manera simultnea, una forma especfica de inte rs incon-men.smnble con los intereses vigentes en ot1 (LSm tes.

    Cada calnpo define y act.iva una forma especfica de inters, unaillu.sioespecfica como reconocimiento tcito del valor de las apuestas propuestasen el juego y como dominio prctico de las reglas que 10 rigen. Adems, esteinters especfico implcito en la participacin en el juego se diferencia deacuerdo con la posicin ocupada en el juego dominante en relacin condominado tI ortodoxo en relacin con hereje),y segn la trayectoria queconduce a cada participante a esta posicin.

    Ad.ems de las nociones de inte1 se inve1 Sin,usted tom p, estados del lenguajeeconmico diferentes conceptos, tales como mercado y caPital (por ejemplo, 1971d,1986g); los cuales evocan el modo de 1 azonamiento econmico. Ms an, sus p1ime1 (J,sinvestigaciones, lo mismo que su.s trabajos ms 1 ecientes,compmten el1 asgo comnde situm Seen el rea de la sociologa econmica.4 Sus t1 abajosiniciales acerca de loscampesinos y trabajadores argelinos 1958, 1962d, 1963, 1972a; B01l1 die11.,adJel,Rivet y Seibel,1963; B01l.1 dieu Sayad,1964) intentaban, ent, e ot, as cosas, exPlica?el sU1p;imiento d~ una disposicin ? acional calculad01 a -el Itabitu.s delhorno

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    oeconomicus- ent1r el pmleta1iado a1'{jelino,as como las consecuencias socioeco-nmicas de la incapacidad del subpmletmiado pm'a dominm estas disposicionesexigidas P01' la economa capitalista bl1J.talmente impuesta por el colonialismofi ancs, En su ms 1r cienteestudio ace1'cadi la economa de la pmducciny elconsumo de la vivienda individual en F1 ancia,analiz.ada como un campo( 1990b,1990f, 1990g; B01l1'dieuy de Saint Mm tn, 1990; B01l1'dieuy Ch,.istin, 1990), 1Jstedexamina, P01'una pm'te, la gnesis social del sistema de p'r fe11mciasy est1 fLtegias,elos comp1 fLd01'es, por la ot1'a,la organiz.aciny la dinmica espacial de losvended01'es(las emp esas inmobilimias) y di losp1'oductos.Ah lscub1'eque el Estado-o el campo lm1'oc1'tico -lsempea, pm fLambas partes, un papel esencial, alest1'Uctu1 fLru lugar de encuentm, el rne1'cado,una constl1J.ccinsociopoltica 1'es1.tl-tante de la 1'ejraccin,en diferentes niveles te'rJit01ialesckl campo bU1'Ocrtico,de lasdemandas di una va1iedad d,eagentes sociales y econmicos designalmente armadospm'a imponer la consideracin deS1JSnte1r ses.En qu se distingue su enfoque tericosob1r el enfoqu,eeconmico de la accin social?

    Lo nico que comparto con la O1todoxia econmica(me refiero aqu a lacorriente, por cierto n1uy diversificada, que hoy da domina en la cienciaeconlnica, la cual constituye un campo altamente diferenciado) son algunaspalabras, Veamos la nocin de inversin. La entiendo como la propensin aactuar que nace de la relacin entre un campo y un sistema de disposicionesajustadas a dicho campo, un significado del juego y de sus apuestas, queimplican, al mismo tiempo, una inclinacin y una aptitud para participar enel juego, estando ambas social e histricamente constituidas y no universal-

    mente dadas. La teora general de la economa de los campos que se elaborade manera progresiva, de generalizacin en generalizacin (llevo muchotiempo trabajando en un libro donde intento aislar, en un plano ms elevadode formalizacin, las propiedades generales de los campos), nos permitedescribir e identificar la forma especfica que los mecanismos y conceptosnls generales, cOlno los de capital, inversin e intel s, revisten en cadacarnpo, lo cual evita todas las especies de reduccionismo, empezando por eleconomicismo, que slo reconoce el inters material y la bsqueda delibera-da de las mximas ganancias monetarias.

    Una ciencia general de la economa de las prcticas que no se limite

    artificialmente a las prcticas socialmente reconocidas como econmicasdebe tratar de comprender el capital, esta energa de la fsica social (1980f,p, 209), bajo todas sus formas y descubrir las leyes que rigen su conversinde una especie a otra, He demostrado que hay tres clases fundamentales decapital (cada una de ellas con subespecies): el econmico, el cultural y elsocial (1986g), A estas tres formas, hay que aadir

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    posesin y acumulacin.5 No me detendr aqu en la nocin de capitaleconmico. Analic las particularidades del capital cultural, al cual habraque denominar en realidad caPital informacional-para conferir a esta nocinuna completa generalidad- y que existe bajo tres formas, es decir, en losestados incorporado, objetivado e institucionalizado.6 El capital social es lasuma de los recursos, actuales o potenciales, correspondientes a un individuoo grupo, en virtud de que stos poseen una red duradera de relaciones,conocimientos y reconocimientos mutuos ms o menos institucionalizados,esto es, la suma de los capitales y poderes que semejante red pef111itemovilizar. Hay que admitir que el capital puede revestir una diversidad deformas, si se quiere explicar la estructura y dinmica de las sociedadesdiferenciadas. Por ejemplo, para dar cuenta de la forma del espacio socialen viejas n1aciones democrticas, tal como Suecia, o en las sociedades de tiposovitico, es necesario considerar la especie particular de capital social queconstituye el capital poltico, capital capaz de procurar privilegios y gananciasconsiderables a la manera del capital econmico en otros campos sociales,alllevar a cabo una patrimonializacin de los recursos colectivos a travs delos sindicatos, en el primer caso, y del partido comunista, en el segundo .

    La economa ortodoxa ignora el hecho de que las prcticas pueden tenerotros principios que las causas mecnicas o la intencin consciente demaximizar la utilidad, y que pueden obedecer, empero, a una lgica econ-mica inmanente: las prcticas tienen una economa, una razn inmanente,que no puede reducirse a la razn econmica, porque la economa de lasprcticas puede definirse con referencia a gran variedad de funciones y fines.Reducir el universo de las formas de conducta a la reaccin mecnica o a laaccin intencional imposibilita esclarecer todas las prcticas que son razona-bles sin ser el producto de un designio razonado y, menos an, de un clculoconsciente.

    Usted esclareci los conceptos de camjJoy capital. Existe llna te rceracategmia centralque constituye un puente entre ellos, porque postula el mecanismo que milla a losagentes a adoptar talo cual estrategia, sulnJersin o conservacin o, por decido as,a permanecer indiferentes aljuego o a salirse del mismo: la nocin de habitus7 permiterefL1ticular los conceptos aparentemente econmicos de capital, me1 cado,inte1 s,ete.,para convertidos en un modelo de accin p1 Ofunda:mentedife rente de aqul de laeconoma.

    Tantas veces he ahondado en el significado y la funcin del concepto dehabitus que me incomoda volver sobre el tema, a sabiendas de que slopodra repetir lo ya dicho, pero simplificando todo y sin esclarecer nada...Aqu, me concretar a sealar que esta nocin tiene como funcin principalla de nlarcar la ruptura con la filosofa intelect.llalista e intelectualocntricade la accin, representada en particular por la teora l homoo onorni us

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    como agente racional que la llamada Rational Action Theory ha puesto demoda en fechas recientes, a pesar de que numerosos economistas la hanrepudiado (muchas veces sin decirlo de modo explcito o sin saberlo). Para

    dar cuenta de la lgica real de la prctica (expresin que constituye, en smisma, una autntica alianza de palabras, puesto que lo propio de la prcticaes ser lgica , tener una lgica -pienso en la prctica en apariencia msilgica, que es la accin ritual-, aunque no se origine en la lgica), propuseuna teora de la prctica como producto de un sentido prct.ico, de un sentidodel juego socialmente constituido. Se trataba para m, en un principio, dedescribir las formas ms humildes de la prctica, las acciones rituales, laselecciones matrimoniales, las conductas econmicas cotidianas, etc., escapan-do tanto del objetvismo de la accin, entendida como reaccin mecnicacarente de agente, COl110del subjetivismo, el cual describe la accin como larealizacin deliberada de una intencin consciente, como libre propsito deuna conciencia que est.ablece sus propios fines y maximiza su utilidadmediante el clculo racional.

    Pero esta nocin, con respecto a la cual debo sealar que designa antetodo una postura o, si se prefiere, un habitus cientfico, es decir. una manerapeculiar de construir y aprehender la prctica atendiendo a su lgicaespecfica, particularmente temporal, tiene tambin como funcin la demarcar la ruptura con otra oposicin, igualmente funesta y, sin duda, muchoms difcil de superar: contra el empirismo, la teora de la prctica comoprctica, plantea que los objetos de conocimiento son construidos y nopasivall1ente registrados; contra el idealismo intelectualista, dicha teorarecuerda que el principio de esta construccin no es el sistema de las forn1asapriorsticas } de las categoras universales propias de un sujeto trascenden-tal, sino esta suerte de trascendente hist.rico que es el habitus, un sistemasocialnlente constituido de disposiciones estruct.uradasy estructurantes, ad-quirido mediante la prctica y siempre orientado hacia funciones prcticas.De acuerdo con el programa sugerido por l\1arx en lasTes sobre Feuerbachla nocin de habitus intenta posibilitar una teora materialista del conoci-miento que no relegue al idealismo la idea de que cualquier conocimiento,ingenuo o cientfico, requiere un trabajo de construccin; sin embargo,recalca que este trabajo no tiene nada en comln con un trabajo meramente

    intelectual y que se trata de una actividad de construccin, incluso dereflexin prctica, que las nociones comunes de pensamiento, conciencia yconocimiento nos impiden concebir adecuadamente. Todos aqullos quehan empleado antes que yo este antiguo concepto u otros similares, comolos de ethos o hexis se inspiraban, en mi opinin (aunque no siempre lo hayansabido claramente), en una intencin terica prxima a la 1l1a,es decir, enel deseo de escapar tanto de la filosofa del slueto, pero sin sacrificar alagente, como de la filosofa de la estructura, pero sin renunciar a tener encuenta los efectos que ella ejerce sobre el agente y a travs de l. Ahora bien,

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    10 paradjico es que la mayora de los comentaristas ignoran porcompleto la diferencia principal entre mi empleo de esta nocin y todo~ losdems usos anteriores -utilic la palabra habitus tambin, y sobre todo, pm aevitar el vocablo costumbre-, a saber, la capacidad generadora, por no decir

    creadora, que figura en el sistema de las disposiciones como un mte -en elsentido fuerte de maestra prctica- y, en particular, a1 Sinveniendi. Enresumidas cuentas, ellos elaboran una representacin mecanicista de unconcepto construido contra el mecanicismo.

    Algunos autores (pO? ejernPlo, Victo?,Kestenbaum[1977) Yames Ostmw [1990})han equiParado su pensamiento con la tradicin del pragrnatismo estadounidense y,en.Pa1ticulm; con aqul de Dewey. Est usted de acuerdo con ellos?

    Tuve conocimiento de tales estudios y ello me impuls, hace poco, aexaminar con ms detenimiento la filosofa de Dewey, de la cual slo tenauna nocin bastante parcial y superficial. Las afinidades y coincidencias son,en efecto, indiscutibles, y creo entender su causa: mi esfuerzo por reaccionarcontra el profundo intelectualismo de las filosofas europeas salvo unascuantas excepciones, como las de Wittgenstein, Heidegger o Merleau-Ponty),me condujo a acercarme, sin saberlo, a pensamientos que la tradicineuropea de profundidad y oscuridad incitaba a considerar como rechaza-dos. En lo fundamental, y sin tratar de exponer aqu todos los puntos encornn y las diferencias, sealar que la teora del habitus y del sentidoprctico presenta numerosas similitudes con aquelIas teoras que, al igual quela de Dewey, asignan un lugar central al habit, entendido no como lacostumbre repetitiva y mecnica sino como una relacin activa y creadoracon el mundo, y rechazan todos los dualismos conceptuales sobre los cualesse fundamentan, casi en su totalidad, las filosofas poscartesianas: sujeto yobjeto, interno y externo, material y espiritual, individual y social, etc. 8

    Semejante concepcin de la accin social se opone radicalmente a la cm riente muyhete1 ogneaque, en estos ltimos aos, ha ganado un nmem muy impo1 tante deadeptos, a sabe1; la teora de la accin 1 acional o tema de la eleccin 1 acional .

    Ejelnplo tpico del paralogismo escolstico, del error en que suelen incurrirlos profesionales dellogos y de la lgica, consistente en confundir las cosasde la lgica con la lgica de las cosas , como dijera Marx a propsito deHegel, la teora de la accin racional sustituye el sentido prctico socialmenteconstituido del agente por la mentalidad del cientfico que reflexiona sobrela prctica. El actor, tal como lo concibe, no es otra cosa que la proyeccinimaginaria del sujeto cientfico en el agente actuante, una especie de mons-truo con cabeza de pensador que reflexiona sobre su propia prctica demanera lgica y reflexiva, y con cuerpo de hombre de accin que se empea

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    en la accin. La teora de la accin racional slo reconoce las respuestasracionales de un agente carente de historia, indeterminado e intercambia-ble. Esta antropologa imaginaria pretende fundamentar la accin, econmi-ca o no, en la eleccin intencional de un actor libre de cualquier tipo decondicionamiento econlnco y social. Ignora la historia individual y colectivade los agentes a travs de la cual se constituyen las estructuras de preferenciasque los caracterizan, dentro de una compleja dialctica temporal con lasestructuras objetivas que las producen y que ellas tienden a reproducir.

    Una de lasfunciones de la nocin de habilus, en la que algunos comenlmislas hanvisto la pied1u angular de una filosofa encaminada a la negacin de la hist01ia, esla de rec01 darel ca1 ticte1hist1ico del agente econ mico,la gnesis hist1ica de susasPiraciones y p,-eferencias.

    Las acciones humanas no son reacciones instantneas a estmulos y la msinsignificante reaccin de una persona ante otr a persona est preada detoda la historia de ambas, as como de su relacin. Para que se me entiendamejor, evocar un captulo deMimesis, intitulado La Inedia parda , dondeErich Auerbach cita un pasaje deAl fam de Virginia Woolf), y alude a lasrepresentaciones o, ms bien, a los ecos que produce en la conciencia de laseora Ramsay un evento mnimo del mundo externo, Este evento, consis-tente en la prueba de una media, slo es un punto de partida que, aunqueno sea del todo fortuito, vale nicamente por las reacciones que desencade-na, las cuales no se relacionan de Inodo directo con el mOlnento presente.Se advierte con claridad, en este caso, que el conocimiento de los estmulosuna palabra oda al pasar, un acontecimiento, un precio, etc.) no permiteentender gran cosa de las resonancias y ecos que ellos suscitan, si no se tieneidea alguna del habitus que los selecciona, construye y preila en cierta formade toda la historia de la cual l mismo est preilado.

    Significa estoqu o s posible enlend.er Tea/mente las P1 clica.fi en especial, laseconmicas), si se desconocen las condiciones econmicas y sociales de P1 Oduccin y1-ealizacin de los habitll.5 que las O1iginau?

    Al convertir la ley inmanente de la economa en norma universal y univer-salmente cumplida de las prcticas adecuadas, la teora de la accin racionalolvida y disimula el hecho de que, como lo mostr en mis trab~os acerca deArgelia, el habitus racional o, mejor dicho,razonable,que es la condicinprevia de una prctica econmica ajustada, adaptada y atinada, no puedeconstruirse ni desarrollarse sino cuando existen ciertas condiciones de posi-bilidad, en particulareconmicas,y que la conducta racional cuya posibilidaddetermina a pri01ies el producto de una particular condicin econmica ysocial, definida por la posesin de la cantidad mnima de capital econmico

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    y social necesaria para percibir y aprovechar las oportunidades potencialesformalmente ofrecidas a todo el mundo. Todas las capacidades y disposicio-nes que esta teora atribuye liberal mente a un actor abstracto -el arte deestimar y asumir riesgos, la capacidad de anticipar n1ediante una forma

    prctica de induccin y de apostar a lo posible contra lo probable al cost.ode un riesgo calculado, la propensin a invertir, el acceso a la informacineconmica, etc.- no pueden adquirirse sino en ciertas condiciones econmi-cas y sociales bien definidas; de hecho, aqullas siempre estn en funcin delpoder de que se disponga en y sobre una economa particular.9 Al postularla existencia de un inters universal y previamente constituido, la teora encuestin pasa por alto la gnesis social de las diferentes formas de inters.

    Por otra parte, la teora del habitus explica por qu el finalismo propio dela teora de la eleccin racional, no obstante su falsedad desde el punto devista antropolgico, puede parecer empricamente fundamentado. El finalis-mo individualista, que concibe la accin con10 determinada por la bsquedaconsciente de metas explcitamente planteadas, es una ilusin bien funda-Inentada : el sentido del juego, que implica un ajuste previo del habitus a lasnecesidades y probabilidades inherentes al campo, efectivamente se presentabajo las apariencias de una certera mirada a futuro. Asimismo, la afinidadestructural de los habitus pertenecientes a una misma clase es capaz degenerar prcticas convergentes y objetivamente orquestadas fuera de todaintencin colectiva, esto es, de toda conciencia colectiva~ sin mencionarcualquier forma de conspiracin (es eJ caso, por ejemplo, del sistema delas estrategias de reproduccin aplicadas por los dominantes y que contri-buyen, con la ayuda de n1ecanismos objetivos, a garantizar la reproduccinde la estructura social). As, esta afinidad estructural explica nU1l1erososfenlnenos casi teleolgicos que se observan en el mundo social, tales cOInolas formas de accin o de reaccin colectivas que plantean dilemas insupera-bles (cOlno aquldeJfl ee 1 irler) a la teora de la accin racional (1980f,p. 98).

    Los esfuerzos de los defensores de tal o cual variante de la teora de laaccin racional me recuerdan a Tycho Brahe tratando de salvar eJ paradiglnatolelnaico despus de Coprnico. Resulta divertido verlos asociar, en formaalternada, a veces de una pgina a la siguiente, un mecanismo que explica laaccin a travs de la eficacia directa de causas (como las coerciones delmercado) y un finalismo que, en su forma pura, slo reconoce la eleccin de

    un entendimiento puro rector de una voluntad perfecta, o que, en sus fonnasmoderadas, admite elecciones sin coercin mediante la racionalidad I1nita-da bounded 1 atiol1ality), la racionalidad irracional, la flaqueza de voluntad ,etc. (las variaciones son infinitas). Sin embargo, opino que eJ desafortunadocalnpen de tan insostenible paradigma es, sin duda alguna, Jon Elster(1984b) quien, enUl) sseet les si l imes, coincide -las mismas causas producenlos mislnos efectos- con los anlisis sartreanos de la mala fe y del jura-Inento.lO

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    Pero, acaso la nocin de habitus no tiene tambin comofuncin la de .capa? a laalternativa del individu.o y la sociedad, del individualismo llamado metodolgico yel colectivismo o el holisrno ?

    Hablar de habitus es plantear que 10 individual, e incluso 10 personal, losubjetivo, es social, a saber, colectivo. El habitus es una suhjetividad sociali-zada. Aqu discrepo, por ejemplo, con Herbert Simon y su racionalidadlimitada . La racionalidad es limitada no slo porque la informacin dispo-nible es limitada y la mente humana es genricamente limitada, es decir, queno tiene manera de concebir ntegramente todas las situaciones, sobre todoen la urgencia de la accin, sino tambin porque la mente hUlnana essocialmente limitada, socialmente estructurada, ya que siempre permanece,quirase o no, encerrada -salvo que tonle conciencia de ello- dentro delos lmites de su cerebro , como dijera Marx, esto es, dentro de los lmites

    del sist.ema de categoras heredado de su formacin. (Hago observar, de paso,que nunca antes cit tanto a Marx como hoy, es decir, en un momento enque se ha convertido en el chivo expiatorio de todos los males del mundosocial; sin duda, se trata de una manifestacin de las disposiciones rebeldesque Ine hacan citar a Weber en un momento en que la ortodoxia marxistaintentaba condenado al ostracisme.)

    El objeto de la ciencia social no es ni el individuo, este ens realissimumingenuamente celebrado como la realidad de las realidades por todos los individualistas metodolgicos , ni los grupos en tanto conjuntos concretosde individuos, sino la relacin entre dos realizaciones de la accin histrica,

    Dicho de otro modo, la doble y oscura relacin entre los habitus, sistemasperdurables y transponibles de esquemas de percepcin, apreciacin y accinresultantes de la instit.ucin de 10 social en los cuerpos (o en los individuosbiolgicos), y los campos, sistemas de relaciones ol~jetivas que son el produc-to de la institucin de lo social en las cosas o en mecanismos que poseen lacasi-realidad de los ol~jetos fsicos. Y, desde luego, todo aquello que surge deesta relacin, a saber, las pr.cticas y las representaciones sociales o loscampos, cuando se presentan bajo la forma de realidades percibidas yapreciadas.

    Puede usted p1 (~cisa1 loque entiende P01 la doble y OSCU1 a elacin ent1 (~el hahitusy el campo,) c mounciona dicha 1 elacin?

    La relacin entre el habitus y el campo es, ante todo, una relacin decondicionanliento: el campo estructura el habitus, que es producto de laincorporacin de la necesidad inmanente de este campo o de un conjuntode campos ms o menos concordantes; las discordancias pueden ser el origende habitus divididos, incluso desgarrados, Pero taJnbin es una relacin deconocinliento o construccin cognoscitiva: el habitus contribuye a constituir

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    el campo como mundo significante, dotado de sentido y de vala, donde valela pena desplegar las propias energas. De ah se desprenden dos conclusio-nes: primera, la relacin de conocimiento depende de la relacin de condi-cionamiento que le precede y que conforma las estructuras del habitus;segunda, la ciencia social es, por necesidad, el conocimiento de un conoci-miento y debe admitir una fenomenologa sociolgicamente fundalnentadade la experiencia primaria del campo.

    La existencia humana, el habitus como encarnacin de lo social, es estacosa del mundo para la cual existe un mundo: el mundo me comprende,pero yo lo comprendo , como dijera Pascal. La realidad social existe, pordecirlo as, dos veces, en las cosasy las mentes, en los campos y los habitus,dentro y fuera de los agentes. Y cuando el habitus entra en relacin conun mundo social del cual es producto, se encuentra como pez en el agua yel mundo le parece autoevidente. Podra, para darme a entender, prolongarla cita de Pascal: el mundo me c01l1prende, pero yo lo cOlnprendop01 quelme comprende; porque l me produjo, y porque produjo las categoras queyo le aplico, lo percibo conlOautoevidel1te.Dentro de la relacin entre elhabitus y el campo, la historia entra en relacin consigo misma: se trata deuna autntica complicidad ontolgica que, como lo sugeran Heidegger yMerleau-Ponty, vincula al agente que no es ni sujeto ni conciencia, nitampoco el simple ejecutante de un papel o la actualizacin de una estructurao de una funcin) con el mundo social que nunca es una cosa sencilla,aunque deba construirse como tal en la fase objetivista de la investigacin) l980d, p. 6), Esta relacin de conocimiento prctico no se establece entreun sujeto y un o~jeto constituido como tal y planteado como problema. Porser incorporacin de lo social, el habitus se desenvuelve a sus anchas en elcampo donde habita, al cual percibe de inmediato como provisto de sentidoe inters. El conocimiento prctico que procura puede describirse poranaloga con lafJkl Onesisaristotlica o, m

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    des objetivas que les son ofrecidas y saben identificar el porvenir que lescorresponde, que est hecho para ellos y para el cual ellos estn hechos (enoposicin a aquello con respecto a lo cual decimos: esto no es paranosotros ), mediante anticipaciones prcticas que les permiten reconocer deinmediato aquello que se impone sin mayor deliberacin COITIO lo que sedebe hacer o lo que se debe decir (y que, en retrospectiva, aparecer como la nica opcin ). La dialctica de las expectativas suhjetivas y de lasoportunidades objetivas opera por doquier en el mundo social y, las ms delas veces, tiende a asegurar el ajuste de las primeras a las segundas.ll

    Con todo, surgen desfases, en los que las conductas se tornan ininteligi-bles, si no se hace intervenir el habitus y su inercia propia, su histresis:pienso en el caso que pude observar en Argelia, donde las personas fueronbrutalmente arrojadas a un cosmos capitalista con habitus precapitalistas .Tanlbin pienso en las situaciones histricas de tipo revolucionario, en lascuales el calnbio de las estructuras objetivas es tan rpido que los agentes-cuyas estructuras mentales han sido moldeadas por aquellas estructuras-quedan rebasados o, en otros trminos, act\an a destiempo o fuera de razn,reflexionan en cierto sentido en el vaco, un poco a la manera de aquellosancianos de quienes se dice, muy atinadalnente por cierto, que estn desu-bicados , como Don Quijote. En pocas palabras, la tendencia a perseveraren su modo de ser, que los grupos deben, entre otras cosas, al hecho de quelos agentes que los componen se encuentren dotados de disposicionesperdurables, capaces de sobrevivir a las condiciones econmicas y socialespor ellos mismos producidas, puede ser el motivo de la inadaptacin lomismo que de la adaptacin, tanto de la rebelin como de la resignacin. El

    ajuste previo del habitus a las condiciones objetivas es slo un caso particular(sin duda el ms frecuente), y hay que cuidarse de universalizar inconscien-temente el modelo de la relacin casi circular de reproduccin casi perfectaque nunca se aplica a cabalidad sino en el caso extremo donde las condicio-nes de produccin del habitus y las condiciones de su funcionamiento sonidnticas u homotticas.

    El habitus es un plincipio gene1ndo1 y u nificado1

    Una de las razones por las cuales no se puede prescindir de la nocin dehabitus es porque, en efecto, permite entender y explicar la constancia delas disposiciones, gustos y preferencias, que tanto coloca en aprietos a laeconoma neomarginalista (numerosos economistas han debido constatarque la estructura y el nivel de los gastos no son afectados por variaciones acorto plazo de los ingresos y que los gastos de consumo estn influidos poruna fuerte inercia, por el simple hecho de que dependen de actos previos deconsumo). Tanlbin permiteconst1 1 I ir aprehender de manera unitaria dimen-siones de la prctica que a menudo se estudian en un orden disperso, ya sea

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    dadas en el presente inmediato. Y uno puede preguntarse, como usted 10hace, si entonces cabe hablar de estrategia. Esta palabra se asocia estrecha-mente a la tradicin intelectualista y subjetivista que, desde Descartes hastaSartre, domin la filosofa occidental y que actualmente resurge con una

    teora que, como aqulla de la accin racional, est hecha para satisfacer elpundonor espiritualista de los intelectuales. Sin embargo, ello no es Inotivosuficiente para dejar de utilizar esta palabra con una intencin terica muydistinta, es decir, para designar las lneas de accin objetivamente orientadasque los agentes sociales construyen sin cesar en la prctica y que se definenen el encuentro entre el habitus y una coyuntura particular del calnpo; locual despoja de sentido a la cuestin de la conciencia o la inconsciencia delas estrategias y, por tanto, de la buena fe o el cinismo de los agentes, quetanto fascina allnoralislno pequeoburgus (1990f, p. 37).

    De manera paradjica, el que este acuerdo inmediato entre el habitus y el

    can1po (en particular, el econmico) se verifique con frecuencia hace queexperimentemos a menudo la tentacin de negar la realidad del habitus ode cuestionar la utilidad cientfica de dicha nocin. (Reconociendo las basesms firmes de una posible crtica, podramos decir que la teora del habituspermite sumar las facilidades de la explicacin circular -por qu tomadecisiones pequeoburguesas? Porque tiene un habitus pequeoburgus -y las de la explicacin ad hoc Si bien no niego que algunos de los usuariosde la nocin han cado en una u otra de estas tralnpas, o en ambas, desafoa mis crticos a que encuentren un solo error de stos en mis escritos; lo cualno slo se debe a que siempre fui consciente de este peligro.) De hecho, todavez que el habitus enfrenta condiciones objetivas idnticas o semejantes aaqullas de las cuales es producto, est perfectamente adaptado a ellas sinnecesidad de hacer ning-tln esfuerzo de adaptacin consciente e intencional,y podemos afirmar que el efecto del habitus es, en cierto sentido, redundantecon el efecto del campo. En este caso, la nocin puede parecer Inenosindispensable, aunque por lo menos tenga la virtud de descartar la interpre-tacin ~n trminos de accin racional que el carcter razonable de la accinparece Imponer.

    Slo la nocin de habitus puede explicar el hecho de que, sin ser propia-mente racionalcs (es decir, sin organizar sus conductas a fin de maximizar elrendimiento de los recursos de que disponen o, dicho ms sencillamente, sincalcular, sin plantear explcitamente sus objetivos, sin combinar en foranaexplcita los medios con los que cuentan para alcanzados, en fin, sin hacercon1binaciones, planes o proyectos), los agentes sociales sean razonables nosean insensatos, no cometan locuras (como cuando se dice que alguien cometi una locura al incurrir en un gasto por encima de sus posibilida-des ): ellos son mucho menos extravagantes o ingenuos de 10 que tendemosespontneamente a creer, precisamente porque han interiorizado, al trminode un prolongado y complejo proceso de condicionamiento, las oportunida-

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    por la propia ciencia, como la nupcialidad y la fertilidad, ya sea por cienciasdiferentes, como la hipercorreccin lingstica, la baja fertilidad y la granpropensin al ahorro, propias de la pequeaburguesa en ascenso (paramencionar, un poco al azar, dimensiones muy diferentes de la prctica).

    En resumen, la teora del habitus no slo tiene el mrito (perdn, peroestoy obligado a defenderla) de explicar de una manera ms adecuada lalgica real de las prcticas (econmicas, en particular) que la teora de laaccin racional simple y sencillamente destruye. Es una matriz de hiptesiscientficas que han sido objeto de numerosas confinnaciones empricas, y nosolamente en mis propias investigaciones.

    Es cie1to que, como se sugiere a veces, la tema del habitu,

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    propio Freud, hay que aadir la que nos produce la sociologa, en particularcuando se aplica a los creadores . Sartre, de quien a menudo he sostenidoque proporcion a los intelectuales su ideologa profesional o, mejor dicho,usando los trminos de Max Weber, la teodicea de su propio privilegio ,elabor la forma ms cabal del mito fundador del creador no creadomediante la nocin de proyecto originario , la cual es al concept.o de habituslo que el mito de la gnesis a la teora de la evolucin. El proyecto originario es, recordmoslo, esta clase de acto libre y consciente de auto-creacin mediante el cual el creador se autoasigna su proyecto de vida, elcual, en el caso de Flaubert, Sartre sita explcitamente en algn mOlnentodel final de la infancia.) Lo que, a mi modo de ver, exaspera o desespera, enla nocin de habitus, es que encarna la operacin del lodo de pensamientogentico y genrico que amenaza la idea misma que los creadores se hacende s misn10s, de su identidad y de su singularidad . En efecto, slo lagravedad vivida...) de la apuesta puede explicar por qu tantos intelectualeshan reaccionado no contra lo que yo digo, sino contra lo que ellos creyeronleer.

    El habitus no es el destino que, algunas veces, se ha credo ver en l. Siendoproducto de la historia, es un sistema abierto de disposiciones, enfrentadode continuo a experiencias nuevas y, en consecuencia, afectado sin cesar porellas.13 Es perdurable mas no inmutable. Dicho esto, debo aadir de inme-diato que la mayora de las personas estn estadsticamente destinadas aencontrar circunstancias similares a las cuales originalmente moldearon suh,abitus; por tanto, a vivir experiencia,s que vendrn a reforzar sus disposi-CIones.

    A decir verdad, el problema de la gnesis del individuo biolgico sociali-zado, por ende, el problema de las condiciones sociales de formacin yadquisicin de las estructuras generadoras de preferencias que constituyenel habitus como lo social incorporado. es extremadamente complejo. Piensoque, por razones lgicas, este proceso es relativamente irreversible: todos losestmulos y experiencias condicionantes son, en todo momento, percibidosa travs de las categoras ya construidas por las experiencias previas. De elloresulta un privilegio inevitable de las experiencias originarias y, por consi-guiente, una relativa cerrazn del sistema de disposiciones que constituye elhabitus 1972a, p. 188).

    Pero esto no es todo: el habitus se revela solamente -hay que recordarque se trata de un sistema de disposiciones, es decir, de virtualidades opotencialidades- en n lacin con una situacin determinada aqu se hacepatente, por ejemplo, la absurdidad de reducir mis anlisis de la herenciacultural a una relacin directa y mecnica entre la profesin del padre y ladel hijo). Es menester concebirlo como una especie de resorte en espera deser soltado y, segn los estmulos y la estructura del campo, el mismo habituspuede generar prcticas diferentes e incluso opuestas. Podra citar aqu el

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    caso de nuestro trabajo acerca de los obispos Bourdieu y de Saint Martin,1982). Los obispos suelen ser muy longevos y, cuando se les observa ensincrona, nos encontramos con hOlnbres que tienen de 35 a 80 aos de edad,que se volvieron obispos en 1936, 1945 o 1980, Y cuyos habitus se consti-tuyeron por tanto en estados nluy diversos del campo religioso. Los hijos denobles que, en la dcada de los treinta, habran sido obispos en Meaux oChartres y habran presentado su anillo para que lo besaran los feligreses enuna relacin aristocrtica casi feudal, son hoy da obispos rojos en SaintDenis, es decir, clrigos activos en la defensa de ciertas categoras dedominados: el mismo habitus aristocrtico de altanera, distanciamiento yseparacin con respecto a lo mediano , lo insignificante , al trmino medio a saber, en relacin con los obispos provenientes de las clases Inedias y dela pequeaburguesa, estadstica y sociolgicamente dOlninantes en la Iglesialos aos ochenta y que fueron la excepcin en la Iglesia del decenio de lostreinta) y, de paso, con respecto a lo banal, lo trivial, lo comn, puedeproducir conductas diametralmente opuestas en vinud de las transformacio-nes de la situacin dentro de la cual opera.

    En consecuencia, u.sted1 echazael modelo dete1'lninista que se le atribu.ye mediantela frmula: las estructu.1 fJ.smdu.cen el Iwbitu.s qu.ed.etermina la.s prcticas, lascuales 1 f pmducenlas est'ructU1 flS Jenkin.s, 1982; Gon J~1980; Gimux,1982, p.7), es deCi l~la idea segnla cu.al la posicin dentm d.e la est17l,ctura d.etermina demanera directa la est1-ategia social. En verdad, la.s dete17ninaciones asociadas a u.naposicin dada nunca operan sino a travs del filtm mltiple de las disposicionesadquiridas y activa.s a lo lmgo de la trrqect01ia biognfica del agente, as como atravs de la hist01ia est11lctural de esta posicin dentm del espacio social.

    Esta clase de n10delos circulares y mecnicos son precisamente lo que intentadestruir la nocin de habitus (1980f). Al mismo tiempo, puedo entendersemejantes interpretaciones: en la medida en que las disposiciones estn, ellasInismas, socialmente determinadas, los anlisis que tienen en cuenta tantolos efectos de posicin como los efectos de disposicin pueden percibirsecomo trelnendamente deterministas. El concepto de habitus da cuenta delhecho de que los agentes sociales no son ni panculas de materia detennina-

    das por causas externas, ni tampoco pequeas mnadas guiadas exclusiva-mente por motivos internos y que llevan a cabo una suert.e de programa deaccin perfectamente racional. Los agentes sociales son el producto de lahistoria, esto es, de la historia de todo el campo social y de la experienciaacumulada en el curso de una trayectoria determinada en el subcampoconsiderado. As, para entender lo que el profesor A o B har durante unacoyuntura dada -por ejelnplo, en el contexto de mayo de 1968 o en cualquierotra circunstancia de la existencia universitaria ordinaria-, hay que saber quposicin ocupa dentro del espacio universitario, pero tambin cmo lleg a

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    esta posicin y a partir de qu punto originario dentro del espacio social: lforma en que se accede a una posicin est inscrita en el habitus. En otraspalabras los agentes sociales determinan activamente mediante categorasde percepcin y apreciacin social e histricamente constituidas la situacinque los determina. Se puede decir incluso que los agentes sociales estndeterminados solamente en la medida en que seautodete'l lninan; pero lascategoras de percepcin y apreciacin que fOflnan la base de esta autode-terminacin estn en s mismas determinadas en gran parte por las condicio-nes econmicas y sociales de su constitucin.

    Dicho esto podemos selvirnos del conocimiento de estos mecanismospara escaparnos de ellos y guardar por ejemplo nuestras distancias conrespecto a sus disposiciones. Los estoicos solan decir que lo que dependede nosotros no es el primer movimiento sino solamente el segundo. Resultadifcil controlar la inclinacin inicial del habitus pero el anlisis reflexivo quenos ensea que nosotros misnlos le damos a la situacin parte del poder queella tiene sobre nosotros nos permite luchar por modificar nuestra percep-cin de la situacin y con ello nuestra reaccin. Nos vuelve capaces dedominar hasta cierto punto algunas de las determinaciones que se ejercena. travs de la relacin de complicidad inmediata entre posicin y disposi-CIones.

    En el fondo el determinismo no opera plenamente sino lnediante lainconsciencia con la complicidad del inconsciente. Para que el detenninismose ejerza sin restricciones es preciso que las disposiciones operen libremente.Esto significa que si los agentes han de tener alguna oportunidad de conver-tirse en algo as como sl~etos ello slo ser en la medida en que dOlninen

    de manera consciente la relacin que mantienen con sus propias disposicio-nes optando por dejadas actuar o por el contrario lnhibindolas o mejoran sonletindolas de acuerdo con la estrategia ideada por Leibniz paragobernar las pasiones las voluntades oblicuas y oponiendo una disposicina otra. Pero este trabajo de gestin de las propias disposiciones slo es posibleal precio de un esfuerzo constante y metdico de explicitacin. En ausenciade un anlisis de estas detenninaciones sutiles que operan a travs de las disposiciones uno se vuelve cmplice de la accin inconsciente de dichasdisposiciones ]a cual es eJla lnisma cmplice del deterrninismo.

    Al su.stituir la ,'elacin aparente en/.11 el actor y la eS/11Ic/.1wa con la ,'elacinconstntida en/'1'eel habitu.s y el campo, wited coloca el tiempo en el centm del anrilisissociolgico14y, a contrario revela las insuficiencias de la cOl1cepr:ina/.empo1'aldela accin que fundamenta las visiones estn'.cturalist(J~'i o l'(lcionalist(J~'ie la accin.

    La relacin entre el habitus y el campo concebidos comodos modos deexistencia dI la his/.O'Iia, pennite fundamentar una teora de la temporalidadque rOlnpe simultneanlente con dos filosofas opuestas: por una parte la

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    visin metafsica que considera el tiempo como una realidad en s, inde-pendiente del agente (con la metfora del ro) y, por la otra, una filosofa dela conciencia. Lejos de ser una condicin a p I 01iy trascendental de lahistoricidad, el tiempo es lo que la act.ividad prctica produce en el act.o

    mismo mediante el cual se produce a s misma. Debido a que la prctica esproducto de un habitus que es, en s mismo, resultado de la incorporacinde las regularidades y tendencias inmanentes del mundo, contiene en s unaanticipacin de estas tendencias y regularidades, es decir, una referencia nottica a un futuro inscrito en la inmediatez del presente. El tiempo se originaen la ejecucin misma del acto (o del pensamiento) como actualizacin deuna potencialidad que es, por definicin, actualizacin del no actual ydesactualizacin de lo actual, por tanto, aquello que el sentido comndescribe como el paso del tiempo. La prctica no constituye -salvo excep-cin- el futuro como tal, en un proyecto o un plan formulado mediante un

    acto de voluntad consciente y deliberado. La actividad prctica, en la medidaen que tiene un sentido, en que es sensata, razonable, es decir, generada porhabitus ajustados a las tendencias inmanentes del campo, trasciende elpresente inmediato por medio de la movilizacin prctica del pasado y laanticipacin prctica del futuro inscrito en el presente en un estado depotencialidad objetiva. Puesto que involucra una referencia prctica al futuroimplicado en el pasado del cual es producto, el habitus se telnporaliza en elacto mismo a travs del cual se realiza. Sera conveniente precisar, afinar ydiversificar este anlisis; pero, yo slo quera ofrecer una idea de cmo lateora de la prctica condensada en las nociones de campo y habitus permite

    descartar la representacin metafsica del tiempo y la historia como reali-dades en s mismas, externas y anteriores l la pr

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    ms diferenciadas.) Refutando, de paso, la antinomia entre lo histrico y louniversal, podemos observar que el anliss praxeolgico se ve obligado atener en cuenta la historicidad y, por tanto, la relatividad de las estructurascognoscitivas, aceptando al mismo tiempo el hecho de que los agent.esimplican unive1'Sa.lmente tales estructuras histricas.

    En consecuencia, esta doble historicidad del habitus es, en su opinin, elfundamentoantmpolgico d( la lgica de la 1 ep1'Oduccinocial, la cual, desde luego, no deja desufri?'sus transformaciones o, mejor dicho, supone, en muchos casos,la t1'G.nsf01'macin

    Lejos de ser el producto automtico de un proceso mecnico del tipoestructura -- habitus -- estructura), la reproduccin del orden social slo selleva a cabo a travs de las estrategias y prcticas mediante las cuales losagentes se telnporalizan y contribuyen a definir el tiempo del mundo lo cualno les impide, en muchas ocasiones, experimentarlo -por ejemplo, en laespera, la impaciencia, la incertidumbre, etc.- como una realidad trascen-dente, sobre la cual carecen de influencia). As, cualquiera sabe que loscuerpos sociales tienen sus rutinas, tendencias inmanentes a perseverar en.su ser, algo semejante a una memoria o una fidelidad y que, en realidad, noes ms que la suma de todas las conductas de los agentes que, confiandoen su experiencia , generan dentro de los lmites de las coerciones inscritasen las relaciones de fuerza constitutivas del campo donde actan, as comode los conflictos que las oponen) las conductas adaptadas a la situacin talescomo ellos las perciben, en funcin de su experiencia ) y, por tanto, hechas quirase o no) para reproduci. aquella estructura cuya necesidad hanincorporado. Asimismo, las innumerables estrategias de reproduccin a lavez independientes, a menudo al grado de entrar en conflict.o, y orquestadaspor todos los agentes involucrados, son las que contribuyen de continuo areproducir la estructura social, pero con tanteos y fallas originados por lascontradicciones inherentes a las estructuras y por los conflictos o rivalidadesentre los agentes implicados en ellas pienso, por ejemplo, en todas lascontradicciones, todas las coerciones contradictorias y todos los sufrimientosgeneradores de cambios que resultan de la lgica estadstica -y no de lamecnica, al estilo de de tal palo tal astilla - del modo de reproduccin conbase escolar). En suma, excluir a los sl~etos que siempre son posibles comouna especie de caso lmit.e ideal), tan queridos para la tradicin de lasfilosofas de la conciencia, no equivale a aniquilar a los agentes en provechode una estructura hipostasiada, como lo hacen ciertos lnarxistas estructura-listas. Y esto, aunque los agentes sean el producto de esta estructura ycontribuyan a perpetuarla, sin excluir la posibilidad de que la transformenradicalmente, pero bajo condiciones estructurales bien definidas.

    Sin embargo, no me siento muy satisfecho con esta respuesta porque estoyconsciente de que, no obstante todas las correcciones que pude aportar, s

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    verbal, sea mentalmente (estas ltimas correcciones, nadie las entiende...pero un buen lector, deseoso de aplicar el principio de caridad , deberaaportarlas l mismo), incurr en simplificaciones que son, mucho me temo,la contraparte inevitable del discurso terico . De hecho, la verdaderarespuesta a todas las preguntas que usted me ha formulado, en particularacerca de la lgica de la reproduccin social, se encuentra en las 500 pginasde La noblessed Etat, es decir, en el conjunto de los anlisis, a la vez tericosy empricos, que por s solos pueden articular, en toda su complejidad, elsistenla de las relaciones entre las ~structuras mentales y las estructurassociales, los habitus y los campos, y la dinmica inmanente a ellos.

    Notas

    I Vase, por ejemplo, Paradeise (1981), Caill (1981,1987), Richer (1983), Adair (1984),Ranciere (1984, p. 24),joppke (1986) y Sahlins (1989, p. 25). As, Fiske (1991, p. 238) colocaa Gary Becker y a Bourdieu en la misma categora de defensores de la premisa de laracionalidad interesada (the selfzsh ratiollality assU1llption), que constituye uno de sus cuatromodelos de relaciones sociales. La opinin contraria es enfticamente sostenida por Harkeretal. (1990, pp. 4-6), Thompson (1991) yOstrow (1990, p. 117), entre otros, quienes encomiana Bourdieu por su rechazo del economicismo.

    2 La oposicin de Bourdieu al economicismo se hace evidente desde sus primeros trabajosetnogrficos referidos al sentido del honor entre los cabilei10s (1972c). Vase tambin 1980f,p. 19~et passim, y 1986g, pp. 252-253.

    3 Esta es una de las conclusiones extradas por Mauss de su investigacin sobre la lgicade la ddiva: Si algn motivo equivalente anima a los jefes trobdandeses o americanos, a los

    clan es adamaneses, etc., o anim, otrora, a generosos hindes, a nobles germanos y celtas ensus ddivas y estipendios, no es la fra razn del mercader, banquero o capitalista. En estascivilizaciones, s se es interesado, pem de otra manera que en la Poca actual . (Mauss, 1950, pp.270-271; el subrayado es mo.)

    . Existen amplias zonas de traslape y convergencia entre los trabajos de Bourdieu -desdelos ms antiguos hasta los ms recientes- y las preocupaciones de la Nueva sociologaeconmica : por ejemplo, Zelizer (1988); Swedberg, Himmelstrand y Brulin (1987); Zukin yDiMaggio (1990); Granovetter (1985, 1990); DiMaggio (1990), y DiMaggio y Powell (1991).

    5 La nocin de capital simblico es una de las ms complejas que Bourdieu haya elaboradoy su obra entera puede considerarse una bsqueda de sus diversas formas y efectos (vase1972a, pp. 227-243; 1980f, pp. 191-207; 1987c; 1989d, quinta parte).

    6 Vase el nmero especial deSociologie et socits (octubre de 1989), dedicado al capitalcultural.; Para rastrear la elaboracin del concepto de habitus, vase 1967a; 1967b; 1971d; 1972a,

    1980j; 1979a, cap. 3; 1986g; 1985e; donde puede hallarse una recapitulacin condensada desu historia} funciones. Una vez ms, a fin de entender correctamente la lgica y el significadode este concepto, hay que \ er cmo lo emplea Bourdieu, de qu manera lo evoca eninvestigaciones empricas concretas, ) con culefectoanaltico.

    s Dewey sostiene enA11as e>..1Jerience 1958, p. 104) lo siguiente: A lI avs de los hbi tos(habits) adquiridos en el comercio con el mundo, tambin habitamos el mundo; ste seconvierte en nuesll-a morada y la morada forma parte de cada una de nuesll-as experiencias .Su definicin de la mente (milld) como principio activo, siempre disponible, que permaneceal acecho y se abalanza sobre todo cuanto se le presenta es, desde luego, muy afn a la nocin

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    de habitus planteada por Bourdieu. Desde hace tiempo, se observa un renacimiento del interen el concepto dehabit (por ejemplo, Perinbanayagam [1985], Camic [1986}, ~aldwin [1988]y Connerton [1989, en particular pp. 22-30, 84-95 Ycap. 3]), en parte como reaccin contralos modelos racionalistas del conocimiento y de la toma de decisin que negaron a dominarla ciencia social estadounidense (ColJins, 1981, p. 985). Dewey y Mead son los autores msmenudo redescubiertos , porque definieron muy tempranamente una sociologa de la accinfundada en la nocin dehabit; la pertinencia de los trabajos de Merleau-Ponty sobre lacorporeidad del contacto preobjetivo, no ttico, entre el mundo y el slyeto es puesta enevidencia por Ostrow (1990) y Schmidt (1985, en particular, caps. 3 y 4).

    9 En Alg rie60 (1977a), Bourdieu muestra que los subproletarios argelinos no podandesarrollar el habitus racional requerido por una economa racionalizada (capitalista) ni, enparticular, las disposiciones temporales necesarias para enfrentar el futuro, mientras suexistencia profesional entera fuel a regida por la arbitrariedad , impuesta por una inseguridadpermanente y las privaciones extremas (exacerbadas, en este caso, por la desaparicin de laayudas y apoyos que antes ampal aban a la sociedad campesina).

    10 Vase 1980f, pp. 71-86, para una crtica profundizada, dentro de esta perspectiva, de lafenomenologa sartreana y de la teora de la eleccin racional de Elster.

    11 La interiorizacin de las oportunidades objetivas bajo la forma de expectativas subjetivasdesempea un papel clave en el anlisis que propone Bourdieu sobre las estrategias socialessea en la escuela, en el mercado laboral o el mel cado internacional, en la ciencia o la poltica(vase, principalmente, 1972d, 1974a, 1977e, 1980f).

    12 Aqu, nuevamente, la nocin de habitus no encuentra aceptacin unnime entre losintrpretes y crticos anglfonos de Bourdicu. Segn Cartman (1989), Ciroux (1982) yJenkins(1989), entre otros, el habitus refuerza el determinismo fingiendo atenuado. Ciroux (1983p. 90) declara que su definicin y utilizacin lo convierten en una camisa de fuerza conceptualque no admite cambios ni salida alguna. As, la nocin de habitus coarta cualquier posibilidadde cambio social y se reduce a una especie de ideologa de la gestin . Por el contrario, paraHaa-ker (1984), Miller y Branson (1987, pp. 217-218), Thapan (1988), Schiltz (1982, p. 729)Harker et al (1990, pp. 10-12) YSulkunen (1982), es un concepto mediador que introduceuna dosis de juego, creatividad e imprevisibilidad en la accin social. Fox (1985, p. 199expresa esta interpretacin con las palabras siguientes: El habitus describe la vida social y e

    significado cultUl al como una prctica en constante desarrollo, comparable a la concepcinde la cultura como proceso en perpetuo devenir . En opinin de Sahlins (1985, pp. 29,51,53), DiMaggio y Powell (1991) y Calhoun (1982, pp. 232-233), ambas dimensiones estnpresentes en el concepto. Segn Ansart (1990, p. 40), la 1I0cin de habitus permite a Bounlieusalirse del paradigma estructuralista al desalTollal una concepcin activa de la vida social; tapunto de vista es compartido por Lemert (1990, p. 299): El habitus es la no

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    6 1977a). En gran parte, gracias a que restablece la temporalidad de la prctica, Bourdieulogra apartarse del paradigma estructuralista (1980f, p. 170; 1987b). El tiempo se w:.~aigualmente en el meollo del anlisis de BO\ll dieu, por el hecho de que forma parte de suconceptualizacin del espacio social. Se olvida a menudo que el modelo de la estructura delespacio social desarrollado en La distincin es tridimensional: adems del volumen y la

    estructura del capital que poseen los agentes sociales, Bourdieu tambin tiene en cuenla laevolucin a travj del tiemjJo de eslas dos propiedades.