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    No se permite la reproduccin total o parcial de este libro, ni el registro en un

    sistema informtico, ni la transmisin bajo cualquier forma o a travs de cualquiermedio, ya sea electrnico, mecnico, por fotocopia, por grabacin o por otros

    mtodos, sin el permiso previo y por escrito de los titulares del copyright.

    Diseo de cubierta: Singular

    Ttulo original: Dragn Wing (Volume 1 The Death Gate Cycle)Traduccin: Hernn Sabat

    1990 by Margaret Weis and Tracy Hickman

    Published by arrangement with Bantam Books, a divisin ofBantam DoubUday DellPublishing Group, Inc., New York.

    Grupo Editorial Ceac, S.A. 1991Para la presente versin y edicin en lengua castellana.

    Timun Mas es marca registrada por Grupo Editorial Ceac, S.A.

    ISBN: 84-413-0275-8 (Obra completa)84-413-0642-7 (volumen 51) Depsito legal: B. 14147-1997

    Impreso en:Litografa Roses, S.A. (6-8-1997)

    Gav (Barcelona)

    Encuadernado en:

    Printer. Industria Grfica, S. A.Sant Vicenc deis Horts (Barcelona)

    Printed in Spain

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    CAPITULO 29

    WOMBE, DREVLIN,REINO INFERIOR

    El survisor jefe estaba pasando una temporada psima. Los dioses loestaban atormentando. Como cados textualmente de los cielos, los diosesllovan sobre su cabeza indefensa. Nada funcionaba como era debido. Su reinoantes pacfico, que no haba conocido el menor asomo de agitacin durante losltimos siglos, se estaba volviendo loco por momentos.

    Mientras avanzaba pesadamente por la coralita, seguido a regaadientesde su dotacin de gardas y acompaado de un escandalizado ofinista jefe, elsurvisor pens largo y tendido en los dioses y decidi que le caan demasiadobien. En primer lugar, en vez de desembarazarse limpiamente de Limbeck, elLoco, los dioses haban tenido la audacia de devolverlo con vida. No slo eso,sino que haban vuelto con l! Bueno, uno de ellos lo haba hecho. Un dios quese haca llamar Haplo. Y, aunque haban llegado a odos del survisor jefeconfusos informes acerca de que el dios no se consideraba tal, Darral Estibadorno les haba hecho el menor caso.

    Por desgracia, lo fuera o no, aquel Haplo estaba causando problemas all

    donde iba... Es decir, casi en todas partes, incluida ahora la ciudad de Wombe,capital de los gegs. Limbeck, el Loco, y sus brbaros de la UAPP llevaban al diospor todo el pas, pronunciaban discursos diciendo a la gente que haban sidoutilizados, maltratados, esclavizados y los dictores saban qu ms. Desdeluego, Limbeck, el Loco, ya llevaba cierto tiempo propagando aquellos desvarospero ahora, con el dios a su lado, los gegs empezaban a prestarle atencin.

    La mitad de los ofinistas se haban dejado convencer por completo. Elofinista jefe, viendo que su Iglesia se haca pedazos a su alrededor, exiga alsurvisor jefe que hiciera algo.

    Y qu se supone que debo hacer? pregunt Darral con voz agria.Arrestar a ese Haplo, el dios que dice no ser un dios? Con eso slo

    conseguiramos convencer a quienes creen en l de que han tenido razn desdeel principio, y convencer a quienes no creen de que deberan hacerlo!

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    Tonteras! buf el ofinista jefe, sin haber entendido una palabra de loque acababa de decir el survisor, pero seguro de que no poda estar de acuerdocon l.

    Tonteras? Eso es todo lo que tienes que decir? En el fondo, esto es

    culpa tuya! Exclam el survisor jefe, hecho una furia. Dejemos que losdictores se ocupen de Limbeck, el Loco, dijiste. Desde luego que se hanocupado de l! Lo han enviado de vuelta para destruirnos!

    El ofinista jefe se haba retirado con muestras de enojo, pero se habaapresurado a regresar junto al survisor tan pronto como haba sido avistada lanave.

    Desplomndose de los cielos cuando no lo esperaba nadie, ya que an noera la fecha de la ceremonia mensual, la nave dragn se haba posado en elExterior, a poca distancia de una zona perifrica de Wombe conocida comoEstomak. El survisor jefe la haba visto caer desde la ventana de su dormitorio yel corazn le haba dado un vuelco. Ms dioses! Precisamente lo quenecesitaba!

    Al principio, Darral pens que tal vez fuera el nico testigo presencial deldescenso y poda fingir que no haba visto nada, pero no tuvo tanta suerte. Unpuado de gegs, incluido el ofinista jefe, vio tambin la nave. Peor an, uno desus gardas de ojo penetrante y cerebro vaco haba asegurado que haba ob-servado Algo Vivo saliendo de ella. Como castigo, el garda avanzaba ahoradando tumbos detrs de su jefe, formando parte del destacamento deexploradores.

    Supongo que con esto aprenders! continu reprendiendo Darral aldesdichado garda. Es culpa tuya que nos hayamos visto obligados a salir aqu

    fuera. Si hubieses mantenido la boca cerrada! Pero no! Tenas que ver,adems, a un dios con vida junto a la nave! No slo eso, sino que tenas quecontrselo a gritos a la mitad del reino!

    Slo se lo he comunicado al ofinista jefe protest el garda.Es lo mismo murmur Darral.Est bien, pero me parece estupendo que tambin nosotros tengamos

    ahora nuestro dios, survisor jefe insisti el garda. A mi modo de ver, no erajusto que esos zoquetes de Het tuvieran un dios y nosotros, ninguno. Creo queesto les ensear!

    El ofinista jefe levant una ceja. Olvidando rencores, se acerc furtivamenteal survisor.

    En eso tiene razn murmur al odo de Darral. Si tenemos nuestropropio dios, podremos utilizarlo para contrarrestar al dios de Limbeck.

    Mientras avanzaba a trompicones sobre la coralita resquebrajada eirregular, el survisor jefe tuvo que reconocer que, por una vez en la vida, sucuado haba planteado algo que sonaba medianamente inteligente. Mi propiodios, medit Darral Estibador mientras chapoteaba entre los charcos, caminode la nave dragn. Tena que existir un modo de sacar provecho de todoaquello.

    Al comprobar que se aproximaban a la nave accidentada, el survisor jeferedujo la marcha y alz la mano para advertir a quienes lo seguan queaminoraran la suya. Su gesto result innecesario, pues los gardas ya se habandetenido quince palmos detrs de su lder.

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    El survisor mir a sus hombres con exasperacin y estuvo a punto dellamarlos cobardes, pero lo pens mejor y lleg a la conclusin de que erapreferible que sus hombres se mantuvieran a distancia. Quedara mejor vistoque fuera l solo quien tratara con los dioses.

    Darral dirigi una mirada de soslayo al ofinista jefe y le dijo:Creo que deberas quedarte aqu. Puede ser peligroso.Dado que Darral Estibador no se haba preocupado jams por su bienestar,

    el ofinista jefe se tom el sbito inters de su pariente con lgica suspicacia yrechaz el consejo rpida e inequvocamente.

    Es justo y razonable que un miembro de la Iglesia acuda a recibir a estosseres inmortales declar en tono altisonante. De hecho, sugiero quepermitas que sea yo quien hable.

    La tormenta haba despejado, pero ya se estaba formando otra (en Drevlinsiempre se estaba formando otra) y Darral no tena tiempo para discusiones.Limitndose a murmurar que el ofinista jefe podra hablar cuanto quisiera, elsurvisor y su pariente se pusieron en marcha de nuevo hacia el casco astilladode la nave naufragada, con un valor heroico que ms tarde sera celebrado enrelatos y canciones. (En el fondo, la valenta exhibida por los gegs no deberahaberse considerado tan heroica, pues el garda haba informado que la Criaturaque haba visto salir de la nave era menuda y de aspecto debilucho. Suverdadero valor se pondra a prueba en breve.)

    Cuando lleg junto al casco daado, el survisor jefe se encontrmomentneamente desorientado. Hasta aquel momento, jams haba habladocon un dios. En la sagrada ceremonia mensual de la Entrega, los welfosaparecan en sus enormes naves aladas, aspiraban el agua, arrojaban su

    recompensa y partan. No era una mala manera de hacer las cosas, se dijo elsur-visor, pesaroso. Se dispona a abrir la boca para anunciar al dios pequeo ydebilucho del interior de la nave que all estaban sus siervos, cuando apareciun dios que era cualquier cosa menos menudo y enclenque.

    Era un ser alto y moreno, con una barba negra que le colgaba del mentnen dos trenzas y una melena negra que se desparramaba sobre sus hombros.Tena un rostro de facciones duras y unos ojos fros y cortantes como la coralitasobre la que estaba plantado el geg. El dios portaba en la mano un arma deacero pulido y destellante.

    A la vista de aquella criatura formidable y aterradora, el ofinista jefe olvidpor completo el protocolo eclesistico, dio media vuelta y puso pies en

    polvorosa. La mayor parte de los gardas, al ver que la Iglesia abandonaba elcampo, pens que haba llegado el da del Juicio y huy tambin. Slo se quedun fornido garda: el que haba visto al dios y haba informado que era pequeo ydbil. Tal vez pens que no tena nada que perder.

    Oh! En buena hora se me ocurri venir! murmur Darral. Volvindosehacia el dios, hizo una reverencia tan profunda que su luenga barba se arrastrpor el suelo encharcado. Venerable Seor empez a decir con voz humilde, s bienvenido a tu reino. Has venido para el Juicio?

    El dios lo mir; acto seguido, se volvi hacia otro dios ( Cuntos mshabr ah dentro?, se pregunt interiormente el survisor) y le dijo algo en unalengua ininteligible para el survisor. El segundo dios (un dios calvo, dbil y de

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    aspecto apacible, si alguien le hubiera pedido su opinin a Darral Estibador)movi la cabeza de un lado a otro con rostro inexpresivo.

    Y al survisor jefe se le ocurri pensar que aquellos dioses no habanentendido una palabra de lo que haba dicho.

    En aquel instante, Darral Estibador comprendi que Limbeck, el Loco, noestaba desquiciado despus de todo. Aquellos seres no eran dioses. Los diosesle habran comprendido. Aqullos eran hombres mortales. Y haban llegado enuna nave dragn, lo cual significaba que los welfos a bordo de las naves dragntambin eran, muy probablemente, seres mortales. El survisor jefe no se habrasentido ms consternado si la Tumpa-chumpa hubiese dejado de funcionar depronto, si todos los engranajes hubieran dejado de girar, si todas las palancashubiesen dejado de impulsar, si todos los silbatos hubieran dejado de sonar.Limbeck, el Loco, tena razn! No habra ningn Juicio! Jams seran elevadoshasta la Esperanza de los Gegs. Darral observ con irritacin a los dioses y sunave hecha trizas y se dio cuenta de que ni siquiera ellos podran marcharsejams de Drevlin.

    El sordo rumor de un trueno advirti al survisor que l y aquellos diosesno disponan de tiempo para quedarse mirando unos a otros. Desilusionado,enfadado y necesitado de tiempo para meditar, Darral volvi la espalda a losdioses y se dispuso a desandar el camino hasta la ciudad.

    Espera! Dijo una voz. Adonde vas?Sobresaltado, Darral gir en redondo. Haba aparecido un tercer dios. ste

    deba de ser el que haba visto el garda, pues era pequeo y de aspecto frgil.Aquel dios era un nio! El survisor no saba si eran slo imaginaciones suyas,pero no le acababa de hablar el dios nio con palabras inteligibles?

    Saludos. Soy el prncipe Bane declar el nio en un geg excelenteaunque algo vacilante, como si alguien le estuviera apuntando cada palabra.Una de sus manos apretaba con fuerza un amuleto con una pluma que llevabacolgando sobre el pecho. La otra mano estaba extendida hacia adelante con lapalma a la vista, en el gesto ritual de amistad entre los gegs. Mi padre esSinistrad, misteriarca de la Sptima Casa y gobernante del Reino Superior.

    Darral Estibador se estremeci y exhal un suspiro. Jams en su vida habavisto un ser tan hermoso como aqul. Relucientes cabellos dorados, relucientesojos azules... El nio brillaba como el metal pulido de la Tumpa-chumpa.

    Tal vez se haba confundido y Limbeck, el Loco, se equivocaba despus detodo. Sin duda, aquel ser deba ser inmortal! De lo ms hondo del geg,

    enterrada bajo siglos de Separacin, holocausto y ruptura, surgi en la mente deDarral una frase: Y un chiquillo los conducir.

    Saludos, prncipe Bane respondi, vacilando al pronunciar aquelnombre que, en su idioma, no tena ningn significado. Has venido a celebrarel Juicio por fin?

    El chiquillo parpade; luego, dijo framente:S, he venido a juzgaros. Dnde est tu rey?Soy el survisor jefe, Venerable, gobernante de mi pueblo. Sera un gran

    honor que te dignaras visitar nuestra ciudad.El geg dirigi una nerviosa mirada a la tormenta que se aproximaba.

    Probablemente, a los dioses no les afectaban los rayos que caan de los cielos,pero a Darral le resultaba algo embarazoso dar a entender que a los survisores

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    jefes, s. El nio pareci darse cuenta de los apuros del geg y apiadarse de l.Con una mirada a sus dos compaeros, a quienes Darral tom ahora porsirvientes o guardianes del dios, el prncipe Bane indic que estaba dispuestopara el viaje y mir a su alrededor como si buscara un vehculo.

    Lo siento, Venerable murmur el survisor jefe, sonrojndose y sudando. Me temo que..., tendremos que andar. Ah! Est bien! respondi el dios, saltando alegremente en mitad de

    un charco.

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    CAPTULO 30

    WOMBE, DREVLIN,REINO INFERIOR

    Limbeck se hallaba en la ventosa sede central de la UAPP, escribiendo eldiscurso que pronunciara en el mitin de esa noche. Con las gafas en precarioequilibrio sobre su nariz, el geg garabateaba sus palabras en el papel,salpicndolo todo de tinta y completamente abstrado del caos que lo rodeaba.Cerca de l se sentaba Haplo, con el perro a sus pies.

    Silencioso, taciturno y discreto de hecho, casi inadvertido, el patrynestaba repantigado en una silla geg demasiado pequea para su tamao. Conlas piernas extendidas frente a l, contemplaba ociosamente la organizadaconfusin y bajaba de vez en cuando la mano vendada para rascarle la cabezaal perro o para darle unas palmaditas reconfortantes si algo asustaba al animal.

    La sede central de la UAPP en la ciudad de Wombe era, textualmente, unagujero en un muro. En cierto momento, la Tumpa-chumpa haba dispuesto quenecesitaba extenderse en determinada direccin, haba abierto un hueco en lapared de una vivienda geg y despus, por alguna razn desconocida, habaacabado decidiendo que no quera ampliarse en aquella zona, despus de todo.

    El agujero en la pared haba quedado tal cual y la veintena de familias gegque haban ocupado la vivienda se haban trasladado a otra parte, pues nadiepoda estar seguro de que la Tumpa-chumpa no volvera a cambiar de idea.

    Salvo algunos inconvenientes menores, como la perpetua corriente de aire,el lugar result ideal, en cambio, para la instalacin de la sede central de laUAPP. En la capital de Drevlin no haba existido ninguna sede de la Unin hastaaquel momento, pues el survisor jefe y la Iglesia ejercan all un dominioaplastante. Pero cuando lleg a Wombe la noticia del triunfal retorno de Limbeckde entre los muertos, trayendo consigo a un dios que afirmaba no serlo, los gegsreclamaron conocer ms a fondo a la Unin y a su lder. Jarre viajpersonalmente a la ciudad para instituir la Unin, distribuir panfletos y buscar

    un edificio adecuado que les sirviera de centro de operaciones y de vivienda. Sin

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    embargo, su principal y secreto objetivo era descubrir si el survisor jefe y/o laIglesia iban a plantearles problemas.

    Jarre esperaba que as fuera. Casi poda or a los cantores de noticias detodo Drevlin voceando: Gardas golpean a conversos!. Pero nada por el estilo

    haba sucedido, para disgusto de Jarre, y Limbeck y Haplo (y el perro) habansido recibidos por una multitud jubilosa al entrar en la ciudad. Jarre habaapuntado que se trataba sin duda de un oscuro y sutil ardid tramado por elsurvisor jefe para tenderles una trampa, pero Limbeck haba replicado que,sencillamente, demostraba que Darral Estibador era justo y razonable.

    Ahora, una multitud de gegs se agolpaba ante el agujero de la pared,estirando el cuello para echar un breve vistazo al famoso Limbeck y a su diosque no lo era. Los miembros de la UAPP entraban y salan con aire deimportancia llevando mensajes de Jarre o para sta, quien estaba tan ocupadaencargndose de los asuntos que ya no tena tiempo para preparar discursos.

    Jarre estaba en su elemento, dirigiendo la UAPP con implacable eficacia. Sucapacidad organizativa, su conocimiento interno de los gegs y su manejo deLimbeck haban logrado que el mundo de los gegs estallara de clera y dellamadas a la revolucin. Ella se encarg de azuzar, pinchar y sacudir a Limbeckhasta moldearlo, lo impuls a pronunciar palabras brillantes y lo contuvo cuandofue momento de callar. El temor reverencial que senta por Haplo no tard endesvanecerse y empez a tratarlo igual que lo haca con Limbeck, indicndolequ decir y cunto tiempo hablar.

    Haplo se someti a ella en todo con una docilidad relajada ydespreocupada. Jarre descubri que era un hombre de pocas palabras, peroesas palabras tenan el efecto de quemar en el corazn, en el que dejaban una

    marca que segua escociendo mucho despus de que el hierro se hubieraenfriado. Tienes preparado el discurso de esta noche, Haplo?Jarre, a quien Limbeck haba enseado a su vez a leer y a escribir, tena a

    medio redactar el borrador de una rplica a un ataque que la Iglesia habavertido sobre ellos. Un ataque tan ridculo que contestarlo era darle ms crditodel que mereca.

    Dir lo de siempre, si eso te agrada, seora respondi Haplo con lacalmosa respetabilidad que distingua todos sus tratos con los gegs.

    S respondi Jarre, acaricindose el mentn con el extremo de la plumade escribir. Creo que ser lo ms conveniente. Ya sabes que probablemente

    reuniremos el mayor auditorio hasta el momento. Segn dicen, algunos trunoshablan incluso de dejar el trabajo, algo que no tiene el menor precedente en lahistoria de Drevlin!

    Limbeck se sobresalt lo suficiente con el tono de voz de Jarre como paralevantar sus ojos miopes del papel y volverlos hacia ella. En realidad, lo nicoque alcanz a distinguir de Jarre fue una borrosa silueta rechoncha rematada enun bulto que era su cabeza. No le poda ver los ojos, pero Limbeck la conoca losuficiente como para imaginarlos chispeantes de placer.

    Querida, te parece bien eso? intervino, con la pluma suspendida sobreel papel. Una gran gota de tinta fue a caer justo en mitad del texto sin que sediera cuenta. Seguro que har montar en clera al survisor jefe y a losofinistas...

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    Eso espero! declar Jarre enrgicamente, para gran disgusto deLimbeck. Nervioso, meti la manga en el borrn de tinta.

    Ojal enve a sus gardas para disolver el mitin continu ellas. Coneso ganaramos cientos de seguidores ms!

    Pero habra problemas! Limbeck estaba horrorizado. Alguien podraresultar herido! Todo por la causa!Jarre se encogi de hombros y volvi a su trabajo. Limbeck dej caer otra

    gota de tinta. Pero mi causa ha sido siempre pacfica! Nunca he querido que nadie

    saliera malparado!Ponindose en pie, Jarre dirigi una breve y expresiva mirada hacia Haplo

    para recordarle a Limbeck que el dios que no lo era estaba escuchando. Limbeckse sonroj y se mordi el labio, pero sacudi la cabeza con gesto terco y Jarredio unos pasos hasta l. Con un trapo, le limpi una mancha de tinta quedestacaba en la punta de su nariz.

    Querido mo murmur, no sin ternura, siempre me has hablado de lanecesidad de un cambio. Cmo pensabas que iba a producirse?

    De forma gradual respondi Limbeck. De forma lenta y gradual, demodo que todo el mundo tuviera tiempo de habituarse a l y llegara aconsiderarlo lo ms conveniente.

    Hay que ver cmo eres! exclam Jarre con un suspiro.Un miembro de la Unin asom la cabeza por el agujero de la pared,

    tratando de llamar la atencin de Jarre. Ella lo mir ceuda y el geg pareci algointimidado, pero se mantuvo firme, esperando. Volviendo la espalda al recin

    llegado, Jarre alis el entrecejo arrugado de Limbeck con una mano spera yencallecida por el duro trabajo.T quieres que el cambio se produzca de manera suave y agradable.

    Quieres imaginarlo como algo que penetra poco en la gente sin que lo advierta,hasta que una maana despierte y se d cuenta de que es ms feliz que antes.No es eso, Limbeck? Claro que s! respondi Jarre a su propia pregunta. Esmuy maravilloso y muy considerado por tu parte, y tambin es muy infantil ymuy estpido.

    Se inclin y deposit un beso en la coronilla de Limbeck para quitarle hil asus palabras.

    Precisamente es eso lo que me encanta de ti, querido aadi. Pero

    no has prestado atencin a lo que deca Haplo, Limbeck? Por qu no nosrepites una parte de tu discurso, Haplo?

    El geg que haba intentado llamar la atencin de Jarre volvi la cabeza ygrit a la multitud:

    Haplo va a pronunciar un discurso!

    Los seguidores reunidos en la calle prorrumpieron en crecientes vtores ytodos intentaron meter la cabeza, los brazos, las piernas y otras partes delcuerpo por el agujero de la pared. Este movimiento, un tanto alarmante, hizoque el perro se incorporara de un salto. Haplo lo hizo tumbarse de nuevo conunas palmaditas tranquilizadoras y, con aire complaciente, empez su arenga

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    en voz muy alta para hacerse or por encima del crujir, rechinar y batir de laTumpa-chumpa.

    Vosotros, los gegs, conocis vuestra historia. Fuisteis trados aqu poresos a quienes llamis dictores. En mi mundo los conocemos por el nombre

    de los sartn, y os dir que tambin nos dieron el mismo trato que a vosotros.Esos dictores os esclavizaron, os obligaron a trabajar en eso que llamis laTumpa-chumpa. Vosotros la consideris un ser vivo, pero yo os aseguro que esuna mquina! Nada ms que una mquina! Una mquina que siguefuncionando gracias a vuestro cerebro, a vuestros msculos, a vuestra sangre!

    Y dnde estn los sartn? Dnde estn esos presuntos dioses quedijeron haber trado aqu a vuestro pueblo, amable y pacfico, para protegerlo delos welfos? Nada de eso! Os instalaron aqu porque saban que podranaprovecharse de vosotros!

    Dnde estn los dictores? Dnde estn los sartn? sa es la preguntaque debemos hacer! Al parecer, nadie conoce la respuesta. Estaban aqu yahora han desaparecido, y os han dejado a merced de los secuaces de lossartn, esos welfos que habis aprendido a considerar dioses. Pero los welfosno son dioses, igual que yo tampoco lo soy..., aunque es cierto que viven comotales! Claro! Viven como dioses porque sois sus esclavos! Y as es cmo osven los welfos!

    Es hora de rebelarse, de romper las cadenas y ser dueos de lo que oscorresponde por derecho! Tomad lo que os ha sido negado durante siglos!

    Los entusiastas aplausos de los gegs asomados al agujero interrumpieron aHaplo. Jarre, con ojos brillantes, se puso en pie con las manos juntas y movi loslabios al ritmo de sus palabras, que haba aprendido de memoria. Limbeck

    prest atencin a la arenga, pero con expresin abatida y preocupada.Aunque tambin l haba odo a menudo el discurso de Haplo, le parecaestar escuchndolo por primera vez. Palabras como sangre, rebelin,expulsar o apoderarse saltaban de su boca como gruidos del perro quetena a sus pies. Limbeck las haba odo con frecuencia, tal vez incluso las habapronunciado en alguna ocasin, pero sin considerarlas otra cosa que palabras.

    Ahora, en cambio, las vea como palos, garrotes y piedras, vea a muchosgegs cados por las calles o conducidos a prisin u obligados a descender losPeldaos de Terrel Fen.

    Yo no pretenda esto! exclam. Nada de esto! Jarre, con los labios muy apretados, dio unos pasos hacia la entrada del

    local y, con un gesto enrgico, ech la manta que haca las funciones de cortina.Entre la multitud se alzaron murmullos de protesta al quedarse sin visin de loque suceda en el interior.

    Lo pretendieras o no, Limbeck, esto ya ha ido demasiado lejos para quelo detengas! mascull entonces con voz spera. Al observar la expresinatormentada del rostro de su amado, suaviz el tono y aadi: Todos lospartos causan dolor, sangre y lgrimas, querido mo. El recin nacido siempregrita y llora cuando debe abandonar su prisin tranquila y segura. Sin embargo,si se quedara en el tero, no crecera ni madurara jams. Sera un parsitoalimentndose de otro cuerpo. Eso es lo que somos. En eso nos hemosconvertido, no lo ves? No puedes entenderlo?

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    No, querida ma respondi Limbeck. En su mano temblorosa sostena lapluma, salpicando de tinta todo lo que tena alrededor. Dej el til de escriturasobre el papel en el que haba estado trabajando y se puso en pie lentamente.Creo que saldr a dar un paseo.

    Yo no lo hara dijo Jarre. La gente...Limbeck parpade. Oh!, s, claro. Tienes razn.Con tanto viaje y tanta excitacin, ests agotado. Ve a acostarte y echa

    una siesta. Yo terminar tu discurso. Aqu tienes las gafas dijo Jarre con vozenrgica, tomndolas de encima de la mesa y colocndoselas en la nariz.Sube las escaleras y vete a la cama.

    S, querida contest Limbeck, ajustndose las gafas que Jarre, con bienintencionada ternura, le haba dejado ladeadas. Mirar por ellas de aquel modo,con un cristal hacia arriba y el otro hacia abajo, le produca mareo. Me..., meparece que es una buena idea. Realmente, me siento cansado suspir yhundi la cabeza. Muy cansado...

    Cuando ya se diriga a las destartaladas escaleras, Limbeck notsobresaltado una lengua hmeda que le lama los nudillos. Era el perro deHaplo, que lo miraba meneando la cola. Te comprendo, pareca decir elanimal, cuyas mudas palabras resultaron des-concertantemente claras en lamente de Limbeck. Lo siento.

    Perro!Haplo llam al animal con voz severa.No, no importa dijo Limbeck, alargando la mano para darle unas

    cuantas palmaditas en la cabeza al animal.

    Perro! Aqu!La voz de Haplo tena un tono casi enfadado. El perro corri al lado de suamo y Limbeck se retir escaleras arriba.

    Es tan idealista! suspir Jarre mientras vea alejarse a Limbeck conuna mezcla de admiracin y exasperacin. Y nada prctico. No s qu voy ahacer.

    Mantenlo cerca apunt Haplo mientras acariciaba el largo morro delanimal para indicarle que todo estaba perdonado y olvidado. El perro se tendien el suelo, se ech de costado y cerr los ojos. Limbeck proporciona a turevolucin un elevado tono moral. Vas a necesitarlo, cuando empiece a correr lasangre.

    Jarre frunci el entrecejo preocupada. T crees que llegaremos a eso?Es inevitable respondi l, encogindose de hombros. T misma

    acabas de decrselo a Limbeck.Ya lo s. Como acabas de apuntar, parece que es algo inevitable, que

    ste es el final lgico de lo que iniciamos hace tanto tiempo. Sin embargo,ltimamente se me ha ocurrido volvi los ojos hacia Haplo que hasta tullegada no habamos considerado en serio el empleo de la violencia. A veces mepregunto si no sers realmente un dios.

    A qu viene eso? pregunt Haplo con una sonrisa.A que tus palabras tienen un extrao poder sobre nosotros. Yo las

    escucho una y otra vez, pero no en la cabeza sino en el corazn. Jarre se llev

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    la mano al pecho y la apret como si le doliera. Y me da la impresin de que,al tenerlas en el corazn, soy incapaz de meditar sobre ellas racionalmente. Lonico que deseo es reaccionar, salir a hacer..., actuar de alguna manera.Hacerle pagar a alguien lo que hemos sufrido, lo que hemos soportado!

    Haplo se incorpor de la silla y, acercndose a Jarre, hinc una rodilla anteella para que sus ojos quedaran al mismo nivel que los de la robusta enana.

    Y por qu no habras de hacerlo? dijo con suavidad, tanto que Jarre noescuch sus palabras entre el traqueteo y los jadeos de la Tumpa-chumpa. Sinembargo, Jarre comprendi lo que le deca y el dolor de su corazn se hizo anms intenso. Por qu no tendras que hacerles pagar? Cuntas generacionesde tu pueblo han vivido y muerto aqu abajo? Y todo para qu? Para servir auna mquina que engulle vuestra tierra, que destruye vuestras casas, que tomavuestras vidas y no os da nada a cambio! Habis sido utilizados y traicionados!Tenis el derecho..., el deber!, de devolver el golpe.

    -S!Jarre estaba extasiada, hipnotizada por los ojos azules cristalinos de Haplo.

    Poco a poco, la mano que se haba llevado al pecho se cerr en un puo. Haplo,con su apacible sonrisa, se puso en pie y se desperez.

    Creo que ir a hacer una siesta con tu amigo. Creo que nos espera unanoche muy larga.

    Haplo... murmur Jarre. T nos has dicho que venas de debajo denosotros, de un reino que..., que nadie sabe que existe ah abajo.

    El hombre no respondi, limitndose a mirarla.Nos has dicho tambin que erais esclavos prosigui la geg, pero lo

    que no nos has contado es cmo viniste a parar a nuestra isla. No sers un... Jarre vacil y se humedeci los labios como para que las palabras pudieransurgir ms fcilmente un fugitivo?

    No, no soy ningn fugitivo respondi Haplo con una ligera mueca decrispacin en la comisura de los labios. Vers, Jarre, nosotros ganamosnuestra lucha. Hemos dejado de ser esclavos. Y yo he sido enviado para liberara otros.

    El perro levant la cabeza y mir a Haplo con aire sooliento. Al ver que suamo se marchaba, bostez y se incorpor, primero con las patas traseras,estirando las delanteras casi exageradamente. Con un nuevo bostezo, ech elcuerpo hacia adelante para extender las patas traseras y luego, perezosamente,

    acompa a Haplo escaleras arriba.Jarre lo vio alejarse, sacudi la cabeza y se dispuso a sentarse para ultimar

    el discurso de Limbeck, cuando un alboroto al otro lado de la cortina le recordsus obligaciones. Tena que hablar con algunos, repartir panfletos, inspeccionarel saln, organizar desfiles...

    La revolucin ya no tena nada de divertida.

    Haplo subi las escaleras con cuidado, pegado a la pared. Los tablones demadera nudosa de los peldaos estaban cuarteados y deteriorados. Anchasgrietas de agudos bordes acechaban para engullir a los incautos y hacerlos caeral vaco hasta estrellarse contra el suelo. Una vez en su habitacin, se tumb enla cama pero no concilio el sueo. El perro salt al lecho, se tendi a su lado y

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    apoy la cabeza en el pecho de su amo, clavando sus ojos brillantes en el rostrodel hombre.

    Jarre es un buen elemento le murmur Haplo, pero no servir paranuestros propsitos. Piensa demasiado, como dira mi amo, y eso la hace

    peligrosa. Lo que necesitamos para fomentar el caos en este reino es unfantico. Limbeck sera perfecto para ello, pero debe mantener ese papel dequimrico idealista.

    Y yo tengo que abandonar este lugar para llevar a cabo mi misin deinvestigar los reinos superiores y hacer cuanto pueda para preparar el caminopara la venida de mi seor. La nave ha quedado destrozada y tengo queencontrar otra, pero cmo..., dnde?

    Perdido en sus meditaciones, acarici las blandas orejas del perro. Elanimal, percibiendo la tensin del hombre, permaneci despierto y le brind sulimitado apoyo. Poco a poco, Haplo se relaj. Estaba seguro de que se lepresentara la oportunidad. Slo tena que estar atento a ella y aprovecharla. Elperro cerr los ojos con un suspiro satisfecho y se durmi. Al cabo de brevesmomentos, Haplo lo imit.

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    CAPTULO 31

    WOMBE, DREVLIN,REINO INFERIOR

    Alfred? S? Entiendes lo que hablan?Hugh seal a Bane y al geg, que avanzaban charlando entre la coralita. A

    sus espaldas asomaban las nubes de tormenta y el viento empezaba a arreciarcon un aullido fantasmagrico entre los fragmentos de coralita arrancados porlos impactos de los rayos. Delante del grupo se distingua ya la ciudad que Banehaba visto. Mejor dicho, no una ciudad sino una mquina. O, tal vez, unamquina que era una ciudad.

    No, seor respondi el chambeln, con la vista fija en la espalda deBane y hablando en un tono de voz ms elevado del habitual en l. Noconozco la lengua de este pueblo. No creo que haya muchos de nuestra raza, oincluso entre los elfos, que la dominen.

    Te equivocas. Algunos elfos la hablan: los capitanes de las naves detransporte de agua. Pero entonces, si t no lo hablas (y supongo que Stephen

    tampoco), dnde la ha aprendido el prncipe? No te lo imaginas? replic Alfred, alzando una mirada al cielo.Hugh comprendi que no se estaba refiriendo a las nubes de tormenta. All

    arriba, muy por encima del Torbellino, estaba el Reino Superior donde morabanlos misteriarcas en su exilio autoimpuesto, viviendo en un mundo cuyasriquezas, segn decan las leyendas, superaban los sueos del hombre ms co-dicioso y cuya belleza desbordaba la imaginacin ms desbocada.

    Entender el idioma de una raza o cultura distintas de la propia es uno delos conjuros mgicos ms sencillos. No me sorprendera que ese amuleto quelleva... Oh!

    Los pies de Alfred decidieron desviarse del camino y hundirse en un hoyo, y

    arrastraron con ellos al resto del chambeln. El geg se detuvo y volvi lacabeza, alarmado por su grito, pero Bane hizo un comentario burln y los dos

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    continuaron su avance. Hugh ayud a Alfred a incorporarse y, sujetndolo por elbrazo, lo condujo apresuradamente por el spero terreno. Las primeras gotas delluvia empezaban a caer del cielo y se estrellaban contra la coralita con unsonoro chapoteo.

    El chambeln lanz una inquieta mirada a Hugh y ste capt su mudapeticin de que guardara silencio. En aquella embarazosa mirada, la Mano leyla autntica respuesta a su pregunta de momentos antes, una respuesta quepoco tena que ver con la que Alfred le haba dado. Estaba claro que elchambeln hablaba el idioma de los gegs: a nadie se le ocurrira prestaratencin a una conversacin que no poda entender, y Alfred estaba muypendiente de lo que decan Bane y su acompaante. Pero lo ms interesante detodo, para Hugh, era que Alfred le ocultase el hecho al prncipe.

    Hugh aprob sin reservas el hecho de espiar a Su Alteza, pero tal cosadejaba abiertas otras inquietantes cuestiones: dnde y por qu habaaprendido un chambeln a hablar el idioma de los gegs? Quin o qu eraAlfred?

    La tormenta estall con toda su mortfera furia y el grupo de gegs yhumanos se lanzaron en una loca carrera hacia la ciudad de Wombe. La lluviaformaba delante de ellos una muralla gris que casi les impeda ver hacia dndeavanzaban. Sin embargo, por fortuna, el ruido que produca la mquina era tanpotente que resultaba audible a pesar de la tormenta y sus vibraciones eranperceptibles bajo los pies. Gracias a ello, supieron que corran en la buenadireccin.

    Una multitud de gegs los esperaba junto a una puerta abierta y los hizopasar a todos al interior de la mquina. El ruido de la tormenta ces, pero el

    estruendo de la mquina era an ms potente con sus chirridos metlicos y susgolpes sordos procedentes de todas partes: de arriba, de abajo, de alrededor deellos y de la lejana. Varios gegs con aspecto de guardianes armados,precedidos por otro geg vestido a imitacin de los sirvientes de los nobles elfos,aguardaban all con cierto nerviosismo para recibirlos.

    Qu sucede, Bane? Pregunt Hugh a gritos, para hacerse or sobre elestrpito causado por la mquina. Quin es ese tipo y qu quiere?

    Bane volvi el rostro hacia Hugh con una candorosa sonrisa, visiblementecomplacido consigo mismo y con aquel poder recin descubierto.

    Es el rey de su pueblo!-Qu?

    El rey! Va a llevarnos a una especie de sala de juicios. No puede llevarnos a algn sitio donde no haya ruido? pregunt Hugh,

    a quien empezaba a dolerle la cabeza.Bane se volvi hacia el rey para formularle la pregunta. Perplejo, Hugh

    comprob que todos los gegs lo miraban con expresin horrorizada y sacuda lacabeza enrgicamente.

    Qu diablos les sucede?El prncipe solt una risilla. Creen que has preguntado por un sitio donde ir a morir!En esta coyuntura, el rey geg present a Bane al geg vestido con medias de

    seda, calzones hasta las rodillas y una rada casaca de terciopelo. El geg hinc

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    la rodilla delante de Bane y, tomando la mano de ste, la apret contra sufrente.

    Quin creen que eres, Alteza? quiso saber la Mano.Un dios respondi Bane alegremente. Uno al que han esperado

    mucho tiempo, parece. Ahora voy a someterlos a juicio.Los gegs condujeron a sus dioses recin descubiertos por las calles deWombe, unas calles que corran por encima, por debajo y a travs de la Tumpa-chumpa. A Hugh no le impresionaba casi nada de este mundo (ni siquiera lamuerte lo atemorizaba demasiado), pero la gran mquina le inspiraba un temorreverencial. La Tumpa-chumpa centelleaba, brillaba y soltaba chispas. Siseaba,aporreaba y martilleaba. Bombeaba y giraba, y lanzaba resoplidos de vaporardiente. Creaba arcos de chisporroteantes relmpagos azulados. Se alzaba ams altura de la que alcanzaba a divisar y se hunda a ms profundidad de laque poda imaginar. Sus enormes palancas se movan, sus enormes ruedasgiraban, sus enormes calderas hervan. Tena brazos y manos y piernas y pies,todos de reluciente metal, concienzudamente dedicados a desplazarse a otrolugar distinto de aquel que ocupaban. Tena ojos que despedan una luz ce-gadora y bocas que chillaban y ululaban.

    Y los gegs se desplazaban sobre la mquina, ascendan por ella, descendangateando a sus entraas, la controlaban, la ayudaban y, en general, seocupaban de atenderla con visible amor y devocin.

    Bane tambin estaba pasmado y miraba a su alrededor boquiabierto y conlos ojos como platos, en una expresin muy poco digna de un dios.

    Esto es asombroso! Exclam con un jadeo. Nunca haba visto nadaigual.

    De veras, Venerable? Replic el survisor jefe, observando condesconcierto al nio dios. Pero si la construisteis vosotros, los dioses! Oh!, s, esto... balbuci Bane. A lo que me refera era a que no he

    visto nunca..., nada parecido al cuidado con que os ocupis de ella acab lafrase apresuradamente, soltando las palabras con una sensacin de alivio.

    S afirm el ofinista jefe con aire digno y una cara radiante de orgullo.La cuidamos con toda dedicacin.

    El prncipe se mordi la lengua. Arda en deseos de preguntar cul era elcometido de aquella mquina asombrosa, pero era evidente que el reyecitoesperaba de l que estuviera al corriente de todo (cosa que no era irrazonablepedir de un dios). Bane tambin se encontraba solo en aquel asunto, pues su

    padre ya le haba facilitado toda la informacin que posea sobre la granmquina del Reino Inferior. Aquello de ser un dios no era tan sencillo como lehaba parecido al principio y el prncipe empez a lamentarse de haber aceptadotan deprisa tal condicin. Y estaba tambin aquello del juicio. A quin iba a juzgar, y por qu? Tendra que mandar a alguien a las mazmorras? Desdeluego, necesitaba averiguarlo, pero cmo?

    Aquel rey geg resultaba un poco demasiado despierto. Era muy respetuosoy solcito, pero Bane se dio cuenta de que, cuando miraba a otra parte, el rey loestudiaba con una mirada aguda y penetrante. En cambio, a su derecha, elprncipe tena a otro geg que le recordaba a un mono amaestrado que habavisto una vez en la corte. Por lo que haba llegado a sus odos, Bane dedujo queel emperifollado geg vestido de terciopelos y cintas tena algo que ver con la

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    religin en la que se haba encontrado involucrado tan profundamente. Aquelgeg no pareca ser demasiado brillante y el prncipe decidi sonsacarle lasrespuestas a l.

    Perdname, pero no he retenido tu nombre le dijo al ofinista jefe con

    una sonrisa encantadora.Wes Tornero, Venerable respondi el geg, inclinndose todo lo que lepermita su gruesa cintura, hasta casi tropezar con su larga barba. Tengo elhonor de ser tu ofinista jefe.

    A saber qu es eso, murmur Bane para s, pero dedic una sonrisa y ungesto de asentimiento al enano, dando a entender que en todo Drevlin no podrahaber encontrado un geg ms indicado para tal cargo.

    Aproximndose an ms al ofinista jefe, Bane pos su mano en la del geg.Su gesto hizo que el ofinista jefe se hinchara de orgullo de un modo casialarmante y dirigiera un mirada de suprema satisfaccin a su cuado, el survisorjefe.

    Darral no prest mucha atencin. La multitud agolpada en las calles paraverlos se estaba alborotando y le alegr ver que los gardas reaccionaban. Demomento, parecan tener las cosas bajo control, pero se dio cuenta de quetendra que vigilar de cerca las cosas. Lo nico que esperaba era que el niodios no entendiera lo que gritaban muchos de los gegs. Maldito fuera aquelLimbeck!

    Por fortuna para Darral, el nio dios estaba completamente absorto en suspropios problemas.

    Tal vez t puedas ayudarme, ofinista jefe murmur, sonrojndosetmida y delicadamente.

    Sera un honor para m, Venerable. Sabes?, hace muchsimo tiempo que nosotros, vuestros dioses..., esto...,cmo nos llamis?

    Los dictores, Venerable. Es as como os llamis a vosotros mismos, no esverdad?

    Eh? Ah, s! Los dictores. Pues bien, como te iba diciendo, nosotros losdictores hemos estado ausentes muchsimo tiempo...

    ... muchos siglos, Venerable asinti el ofinista jefe.S, muchos siglos, y hemos observado que aqu abajo han cambiado

    muchas cosas desde que nos marchamos. Bane exhal un profundo suspiro.Las cosas se hacan ms fciles por momentos. Por lo tanto, hemos decidido

    que ese asunto del juicio tambin debe cambiarse.El ofinista jefe not que empezaba a deshincharse su vanidosa

    complacencia y dirigi una mirada inquieta al survisor jefe. Si, en su condicinde ofinista jefe, estropeaba la ceremonia del Juicio, sa sera su ltimaoportunidad de estropear algo.

    No estoy muy seguro de a qu te refieres, Venerable.Hablo de modernizarlo, de ponerlo al da apunt Bane.El ofinista jefe puso cara de absoluta confusin. Cmo poda cambiarse

    una cosa que no haba sucedido nunca hasta entonces? Sin embargo, el gegsupuso que los dioses deban haberlo dispuesto de aquel modo.

    Supongo que tienes razn...

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    Limbeck? Qu significa eso?Creo que es un nombre geg, seor. Significa destilar o extraer. Si me

    permites una sugerencia, creo que...El chambeln baj maquinalmente la voz y Hugh no logr entender sus

    palabras debido al ruido y a la conmocin.Habla ms alto. Aqu nadie entiende lo que decimos, verdad?Supongo que no asinti Alfred, con una expresin de ligera sorpresa.

    No haba cado en eso. Deca, seor, que tal vez haya otro humano comonosotros aqu abajo.

    O un elfo. Lo ms probable es esto ltimo pero, en todo caso, eso nosabre la posibilidad de que exista una nave que podramos utilizar para salir deaqu.

    S, seor. En eso estaba pensando.Tenemos que encontrar a ese Limbeck y a su dios, o lo que sea.No debera resultar muy difcil, seor. Sobre todo, si lo pide nuestro

    pequeo dios.Nuestro pequeo dios, como t lo llamas, parece haberse metido en

    algn problema coment Hugh, volviendo la mirada hacia el prncipe. Mralela cara.

    Oh, vaya! murmur Alfred.Bane haba vuelto la cabeza en busca de sus compaeros. Tena las mejillas

    plidas y los ojos azules muy abiertos. Mordindose los labios, hizo un breve yrpido movimiento con la mano para que se acercaran a l.

    Un escuadrn completo de gegs armados avanzaba entre Bane y sus doscompaeros. Hugh movi la cabeza en gesto de negativa. Bane insisti con una

    mirada suplicante. Alfred le dedic una sonrisa comprensiva y seal a lamultitud. Bane era un prncipe y saba qu significaba una audiencia. Con unsuspiro, el pequeo se volvi a un lado y a otro, y empez a agitar su manita sinenerga ni entusiasmo.

    Ya me tema algo as dijo Alfred. Qu crees que ha sucedido?El prncipe ha dicho algo acerca de que los gegs lo toman por un dios que

    ha venido a juzgarlos. Se ha referido a ello con ligereza, pero para los gegs esun asunto muy serio. Segn sus leyendas, esa gran mquina fue construida porlos dictores y los gegs recibieron la orden de cuidar de ella hasta el Da del Juicio, en que recibiran su recompensa y seran transportados a los reinos

    superiores. sta es la causa de que la isla Esperanza de los Gegs recibiera talnombre.

    Dictores... Quines son esos dictores?Los sartn Espero que no podr fingir tal cosa, aunque si lo ayuda su padre...!No, seor. Ni siquiera un misteriarca de la Sptima Casa, como su padre,

    posee unos poderes mgicos comparables a los de los sartn. Al fin y al cabo aadi Alfred, abriendo los brazos, fueron ellos quienes construyeron todoesto.

    En aquellos momentos, a Hugh le importaba poco tal cosa. Estupendo! Sencillamente estupendo! exclam. Y qu crees que

    nos harn cuando descubran que somos unos impostores?

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    Hacemos! A Hugh, nada le hubiera gustado ms que abandonar alsuplantador en aquel pedazo de roca barrido por las tormentas. Sin embargo,supo que no podra. Obra del encantamiento? O era, simplemente, que elpequeo le daba lstima? Ninguna de ambas cosas, se asegur a s mismo, pen-

    sando todava en utilizar al prncipe para labrarse una fortuna.He odo mencionar que existe otro dios aqu abajo. El dios de Limbeckdijo Alfred.

    Cmo lo has averiguado? quiso saber Bane, colrico. Antes dijisteque no entendas su idioma!

    S que lo entiendo, Alteza. Hablo un poco de geg... Entonces, me has mentido! El chiquillo mir al chambeln,

    desconcertado. Cmo has podido hacerlo, Alfred? Yo me fiaba de ti!Creo que ser mejor para todos reconocer que ninguno de nosotros se fa

    de los dems contest el chambeln. Quin me puede culpar por ello? Replic Bane con aire de absoluta

    inocencia. Este hombre quera matarme y, por lo que s, Alfred, t loayudabas.

    Eso no es cierto, Alteza, aunque puedo entender cmo has podido llegar apensarlo. Pero no era mi intencin hacer acusaciones. Creo conveniente llamarvuestra atencin al hecho de que, pese a no confiar los unos en los otros, la vidade los tres depende ahora de cada uno de nosotros. Pienso que...

    T piensas demasiado! Lo interrumpi Hugh. El chico lo haentendido, verdad, Bane? Y t, olvida ese papel de beb perdido en el bosque.Tanto Alfred como yo sabemos quin y qu eres. Supongo que deseas salir deaqu, subir y hacerle una visita a tu padre. Pues bien, la nica manera de esca-

    par de esta roca es mediante una nave y yo soy el nico piloto que tienes.Alfred, por su parte, tiene ciertos conocimientos sobre este pueblo y su manerade pensar; al menos, asegura tenerlos. Y tiene razn cuando dice que cada unode nosotros es la nica baza que tenemos los dems en este juego, as que su-giero que t y tu papato os portis bien.

    Bane lo mir fijamente. Sus ojos haban dejado de ser los de un niodescubriendo afanosamente el mundo; eran los de quien ya lo conoce todo.Hugh se vio a s mismo reflejado en aquellos ojos; vio una infancia helada y sinamor, vio a un nio que haba destapado todos los bellos regalos de la vida yhaba descubierto que los envoltorios contenan basura.

    Igual que yo, pens Hugh, ya no cree en lo luminoso, en lo brillante, en

    lo hermoso. Sabe lo que se esconde debajo.No me ests tratando como a un nio dijo Bane, con cautela. Acaso lo eres? replic Hugh con brusquedad.No. Bane asi con fuerza el amuleto mientras hablaba, y repiti en voz

    ms alta: No, no lo soy! Colaborar contigo. Prometo hacerlo, mientras no metraicionis. Si lo hacis, cualquiera de los dos, har que lo lamentis.

    Sus ojos azules centellearon con una expresin de astucia nada infantil.Eso basta. Yo os doy mi promesa a ambos. Alfred?El chambeln los mir con desesperacin y suspir. Tiene que ser as? Confiar los unos en los otros slo porque cada cual

    tiene puesto un pual en la espalda de los dems?

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    Sonri y se encogi de hombros, siempre con las manos levantadas y visibles.Soy como el chico. Slo quiero ver las imgenes.

    De todos ellos, fue el chico quien ms intrig a Haplo. El cobarde criado,hecho un pattico guiapo en el suelo, no mereci su inters. Respecto al

    hombre que pareca ser un guardaespaldas, tambin poda despreocuparse del una vez que hubo comprobado su fuerza y agilidad. En cambio, cuando miral chiquillo, Haplo not un escozor en los signos mgicos de su pecho y supo,gracias a esa sensacin, que le estaba afectando algn encantamiento. Supropia magia entraba en accin automticamente para repelerlo, pero Haploadvirti con sorpresa que el hechizo que intentaba arrojarle el pequeo nohabra funcionado en ningn caso. Su magia, fuera cual fuese el origen, habasido destruida.

    De dnde has salido? Quin eres? exigi saber Hugh.Me llamo Haplo. Mis amigos, los gegs seal el agujero del que haba

    salido; al escuchar una conmocin, supuso que el siempre curioso Limbeckhaba subido tras l y yo nos hemos enterado de vuestra llegada y hemosdecidido que debamos encontrarnos y hablar en privado, si era posible. Haygardas del survisor jefe por aqu?

    Hugh baj un tanto la espada, aunque sus ojos pardos siguieron atentos almenor movimiento de Haplo.

    No, se han marchado. Pero probablemente nos vigilan.Sin duda. Entonces, no tenemos mucho tiempo antes de que se presente

    alguien.Limbeck apareci detrs de Haplo, jadeando y resoplando despus de su

    rpido ascenso por la escalerilla. El geg mir de reojo la espada de Hugh, pero

    pudo ms la curiosidad que el miedo. Sois dictores? pregunt, pasando la mirada de Haplo al muchacho.Haplo, que observaba atentamente a Limbeck, vio una expresin de

    asombro que alisaba su rostro. Los ojos miopes del geg, empequeecidos traslas gafas, se abrieron como platos.

    T eres un dios, verdad?S respondi el nio, en el idioma de los gegs. Soy un dios. Alguno de sos habla la lengua de los humanos? pregunt Hugh,

    indicando a Limbeck, Jarre y los otros dos gegs, que asomaban con cautela lacabeza por el agujero.

    Haplo dijo que no con la cabeza.

    Entonces, a ti puedo decirte la verdad le confo Hugh. Ese chico estan dios como t o como yo. A juzgar por la expresin de los ojos pardos,Hugh haba llegado a la misma conclusin respecto a Haplo que ste respecto al. Segua mostrndose cauto, suspicaz y alerta, pero las posadas llenas obligana veces a dormir con extraos compaeros de cama, si no quiere uno pasar lanoche al raso. El Torbellino atrap nuestra nave y la estrell contra Drevlin, nolejos de aqu. Los gegs nos han encontrado y nos han tomado por dioses, demodo que les hemos seguido la corriente.

    Igual que yo dijo Haplo, asintiendo. Dirigi una mirada al criado, quehaba abierto los ojos y miraba a su alrededor con aire confundido. Quin esse?

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    El chambeln del chico. Yo soy Hugh, la Mano. se es Alfred y el nio sellama Bane y es hijo del rey Stephen de Ulyandia y las Volkaran.

    Haplo se volvi hacia Limbeck y Jarre que observaba al tro con intensasuspicacia y efectu las presentaciones. Alfred se incorpor, tambalendose, y

    contempl a Haplo con una curiosidad que aument al ver sus manos vendadas.Haplo, advirtiendo la mirada de Alfred, tir tmidamente de las vendas. Ests herido, seor? Pregunt con aire respetuoso el chambeln.

    Perdona la pregunta, pero me he fijado en los vendajes que llevas. Tengo ciertaexperiencia en curaciones y...

    No, gracias. No estoy herido. Se trata de una enfermedad de la piel,habitual entre mi pueblo. No es contagiosa ni me causa ningn dolor, pero laspstulas que produce no son agradables de ver.

    En el rostro de Hugh apareci una mueca de desagrado. Alfred palideciligeramente y se esforz por expresar su condolencia con las palabrasadecuadas. Haplo observ la reaccin general con secreta satisfaccin yconsider que nadie iba a hacerle ms preguntas acerca de sus manos.

    Hugh envain la espada y se acerc. Tu nave tambin se estrell? pregunt a Haplo en voz baja.S. Y qued destruida?Por completo. De dnde procedes?De ms abajo. Soy de una de las islas inferiores. Probablemente, nunca

    habrs odo hablar de ellas. No son muchos lo que conocen su existencia.Estaba librando un combate en mi tierra cuando la nave result alcanzada y

    perd el control...Hugh avanz unos pasos hacia la estatua. Profundamente absorto en laconversacin, al parecer, Haplo lo imit. Sin embargo, tuvo tiempo de echar unamirada indiferente al criado. La piel de Alfred haba adquirido una palidez mortaly sus ojos seguan fijos en las manos del patryn, como si el chambeln ansiaracon desesperacin atravesar las vendas con la mirada.

    Entonces, t tambin ests atrapado aqu, no es eso? inquiri la Mano.Haplo asinti. Y quieres...? Hugh no termin la frase. Estaba seguro de cul iba a ser

    la respuesta, pero quera que fuera su interlocutor quien la pronunciara. ... quiero salir! complet sus palabras Haplo, categricamente.

    Esta vez fue Hugh quien asinti. Los dos hombres se entendan a laperfeccin. Entre ellos no exista confianza, pero sta no era necesaria mientrascada uno de ellos pudiera utilizar al otro para conseguir un objetivo comn. Erancompaeros de cama que, al parecer, no se pelearan por las mantas. Los doscontinuaron su conversacin en un murmullo, estudiando el problema quedeban resolver.

    Alfred segua mirando las manos del desconocido. Bane, con el entrecejofruncido, observaba tambin a Haplo. Los dedos del chiquillo acariciaban elamuleto que colgaba de su cuello. Sus pensamientos se vieron interrumpidospor la pregunta de Limbeck.

    Entonces, no eres un dios? Llevado por un impulso irresistible, Limbeckse haba acercado a Bane.

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    No respondi ste, apartando los ojos de Haplo. Cuando se volvi haciael geg, el prncipe dulcific rpida y cuidadosamente su spera expresin. Nolo soy, pero mis compaeros me han aconsejado que le dijera lo contrario a eserey vuestro, el survisor, para que no nos hicieran dao.

    Haceros dao? Limbeck pareca desconcertado. Tal idea escapaba desu comprensin.En realidad, soy un prncipe del Reino Superior prosigui el chiquillo.

    Mi padre es un poderoso hechicero. Ibamos a verlo cuando nuestra nave seaccident.

    Me encantara ver el Reino Superior! Exclam Limbeck. Cmo es?No estoy seguro. No lo he visitado nunca, sabes? He pasado toda mi vida

    en el Reino Medio, con mi padre adoptivo. Es una larga historia.Tampoco yo he estado nunca en el Reino Medio, pero he visto grabados

    en un libro que descubr en una nave welfa. Te contar cmo lo encontr.Limbeck empez a recitar su narracin preferida: la de cmo haba topado

    con la nave elfa. Bane, impaciente, volvi la cabeza para mirar a Haplo y Hugh,que conferenciaban delante de la estatua del dictor. Alfred segua murmurandopara s. Nadie prestaba la menor atencin a Jarre.

    A sta no le gustaba nada de lo que vea. No le gustaban los dos diosesaltos y fornidos que intercambiaban ideas y hablaban en un idiomaincomprensible para ella. No le gustaba la manera en que Limbeck miraba alnio dios, ni la manera en que ste miraba a los dems. Ni siquiera le gustabacmo haba tropezado y cado al suelo el otro dios alto y desgarbado. Jarre tuvola sensacin de que aquellos dioses, como parientes pobres que llegaran devisita, iban a devorar toda la comida y, cuando hubieran dado cuenta de ella, se

    marcharan dejando a los gegs con la despensa vaca. Jarre se acerc furtivamente a los dos guas gegs, que aguardabannerviosos junto a la boca del pozo.

    Decid a todos que suban les dijo en el tono de voz ms bajo posiblepara un geg. El survisor jefe ha tratado de engaarnos con unos falsos dioses.Los capturaremos y los llevaremos ante el pueblo para demostrar que elsurvisor es un falsario!

    Los guas observaron a los presuntos dioses y cruzaron una mirada.Aquellos dioses no parecan demasiado impresionantes. Eran altos, s, pero nomuy robustos. Slo uno de ellos portaba un arma de aspecto intimidador. Si sele echaba encima un montn de gegs, no tendra ocasin de emplearla. Haplo

    haba lamentado la desaparicin del legendario valor de los gegs, pero la llamano se haba apagado por completo. Slo haba quedado enterrada bajo siglos desumisin y de trabajos forzados. Ahora que se haban removido las ascuas, esallama empezaba a parpadear de nuevo aqu y all.

    La pareja de gegs descendi por la escalerilla, presa de una granexcitacin. Jarre se inclin hacia adelante y observ cmo bajaban los peldaos.El rostro cuadrado de la enana, dbilmente iluminado por las luces del fondo delpozo, resultaba imponente, casi etreo, visto desde abajo. Ms de un geg evocde improviso una imagen de los tiempos antiguos, cuando las sacerdotisas delos clanes los convocaban a la guerra.

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    Ruidosos, pero exhibiendo la misma disciplina con la que haban aprendidoa servir a la gran mquina, los gegs subieron uno tras otro por la escalera. Elestruendo incesante que lo llenaba todo hizo que nadie los oyera.

    Olvidado en la confusin, el perro de Haplo permaneci tendido al pie de la

    escalera. Con el hocico sobre las patas, mir y escuch, y pareci sopesar si suamo haba hablado en serio, realmente, al decirle que se quedara all, quieto.

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    Haplo escuch un gaido y not que una pata le tocaba la pierna.Apartando la atencin de las imgenes que aparecan en el globo ocular deldictor, volvi la vista hacia sus pies.

    Qu sucede, muchacho? Crea haberte dicho que... Ho! El patrynadvirti la presencia de los gegs que surgan del agujero.

    Simultneamente, la Mano escuch un ruido tras l y le dio la espalda aHaplo, volvindose hacia la entrada principal de la Factra.

    Tenemos compaa mascull Hugh. El survisor jefe y sus guardianes.Por aqu tambin llegan visitas replic Haplo.Hugh dirigi una rpida mirada hacia el agujero y llev la mano a la espada,

    pero Haplo movi la cabeza en gesto de negativa.No, nada de luchas. Son demasiados y, adems, no pretenden hacernos

    dao. Quieren aclamarnos. Somos su premio. O su botn. Parece que estamosatrapados en mitad de unos disturbios. Ser mejor que te ocupes de eseprncipe tuyo.

    Es una inversin para m... empez a decir Hugh. Los gardas! exclam Jarre al descubrir la presencia del survisor jefe.Deprisa! Coged a los dioses antes de que nos lo impidan!

    Entonces, ser mejor que vayas a proteger tu inversin sugiri Haplo. Qu sucede? solt Alfred al ver que Hugh corra hacia el prncipe,

    espada en mano.Los dos grupos de gegs intercambiaban gritos e insultos, agitaban los

    puos y recogan armas improvisadas del suelo de la Factra.Tenemos problemas. Coge al chico y ve con... comenz a decir Hugh.

    No! Maldita sea, no vayas a desmayarte...!Alfred puso los ojos en blanco. Hugh alarg la mano para darle una

    sacudida, un bofetn o algo parecido, pero era demasiado tarde. El cuerpo

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    flccido del chambeln se derrumb y rod sin gracia a los pies de la estatua deldictor.

    Los gegs se precipitaron hacia los dioses. El survisor jefe advirti al instanteel peligro y orden a sus gardas que cargaran contra los gegs. Con gritos

    vehementes, unos a favor de la Unin y otros en defensa del survisor, los dosgrupos chocaron. Por primera vez en la historia de Drevlin, se produjo un inter-cambio de golpes con derramamiento de sangre. Haplo cogi a su perro enbrazos, se retir entre las sombras y observ la escena en silencio, con unasonrisa.

    Jarre se qued cerca del agujero, ayudando a los gegs a salir e incitndolosa atacar. Cuando hubo subido el ltimo geg de los tneles, mir a su alrededor ydescubri que la pelea ya haba estallado sin ella. Peor an, haba perdidocompletamente de vista a Limbeck, Haplo y los tres extraos seres. Encaramn-dose de un salto a una caja, ech una ojeada sobre las cabezas de la masa decombatientes y advirti la presencia del survisor y del ofinista jefe cerca de laestatua del dictor. Horrorizada, comprob que los dos dirigentes aprovechabanla confusin para llevarse en secreto no slo a los dioses, sino tambin alaugusto lder de la UAPP!

    Furiosa, Jarre salt de la caja y corri hacia ellos, pero se encontr en mediodel tumulto. A empujones, apartando a manotazos a los gegs que se interponanen su camino, se abri paso dificultosamente hacia la estatua. Cuando lleg porfin a su objetivo estaba sofocada y jadeante, llevaba los pantalones desgarradosy el cabello cado sobre el rostro, y tena un ojo cerrado de un golpe.

    Los dioses haban desaparecido. Limbeck haba desaparecido. El survisorjefe se haba salido con la suya.

    Con el puo apretado, Jarre se dispona a sacudir en la cabeza al primergarda que se acercara a ella cuando escuch un gemido y, al mirar hacia abajo,vio dos grandes pies apuntando hacia el techo. No eran unos pies de geg. Eranlos pies de un dios!

    Jarre rode a toda prisa la peana hasta quedar frente a la figura del dictor yadvirti con asombro que la base de la estatua estaba abierta de par en par.Uno de los dioses del survisor el alto y desgarbado haba cado al parecerpor aquella abertura y se hallaba en ella, mitad dentro y mitad fuera.

    He tenido suerte! exclam Jarre. Al menos, tengo a ste!Volvi una mirada temerosa a su espalda, esperando encontrar a los gardas

    del survisor, pero nadie le haba prestado atencin en el fragor de la lucha. El

    survisor deba de estar concentrado en conducir a los dioses fuera de peligro y,sin duda, nadie haba echado en falta a aqul, hasta el momento.

    Pero no tardarn en hacerlo. Tenemos que sacarte de aqu murmurJarre. Al llegar junto al dios, vio que estaba cado en una escalera que conducaal interior de la estatua. Los peldaos, que descendan bajo el nivel del suelo,proporcionaban una va de escape rpida y cmoda.

    La enana vacil. Estaba violando la estatua, el objeto ms sagrado de losgegs. No tena idea de por qu haba aparecido all aquella abertura ni deadonde conduca, pero no importaba. Slo tena intencin de utilizar el huecocomo escondite temporal. Esperara all dentro hasta que todo el mundo se hu-biera marchado. Jarre pas por encima del dios inconsciente y descendi unos

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    peldaos. Despus se volvi, tom por las axilas al dios y lo arrastr al interiorde la estatua dando tumbos, jadeando y a punto de resbalar.

    Jarre no tena ningn plan concreto en la cabeza. Slo esperaba que,cuando el survisor jefe volviera en busca de aquel dios y descubriera la abertura

    en la estatua, ella ya hubiese conseguido trasladarlo a escondidas a la sedecentral de la UAPP.Sin embargo, cuando tir de los pies del dios para introducirlos en el hueco,

    la abertura se cerr silenciosa e inesperadamente y Jarre se encontr encompleta oscuridad.

    Se qued sin mover un msculo e intent decirse a s misma que nosuceda nada, pero el pnico continu creciendo en su interior hasta que lepareci que iba a reventar. La causa de aquel pnico no era el miedo a laoscuridad pues los gegs, que pasaban casi toda su vida en el interior de laTumpa-chumpa, estaban acostumbrados a la ausencia de luz. Jarre se estreme-ci. Le sudaban las manos, tena la respiracin acelerada, el corazn le latadesbocado, y no saba por qu. Entonces, de pronto, lo descubri.

    Todo estaba en silencio.No se escuchaba la mquina, no llegaban a sus odos los reconfortantes

    estampidos, silbidos y martilleos que haban arrullado sus sueos desde quenaciera. Ahora no reinaba ms que un silencio terrible, sobrecogedor. La vista esun sentido externo y separado del cuerpo, una imagen en la superficie del ojo. Elsonido, en cambio, penetra en los odos, en la cabeza, y vive en el interior deuno. En ausencia de otro sonido, el silencio resuena.

    Abandonando al dios en la escalera, sobreponindose al dolor y olvidandoel miedo a los gardas, Jarre se lanz contra la puerta cerrada de la estatua.

    Socorro! grit. Ayudadme!Alfred recuper el conocimiento pero, al incorporar la cabeza, empez aescurrirse involuntariamente escaleras abajo y slo se salv de la cadaagarrndose por puro reflejo a los peldaos hasta detenerse. Lleno deperplejidad, envuelto en una oscuridad total y con una geg chillando como unsilbato de vapor junto a su odo, el chambeln tuvo que preguntar varias vecesqu estaba sucediendo. La geg continu sin prestarle atencin. Por ltimo,ascendiendo a gatas y a ciegas los peldaos por los que acababa de deslizarse,extendi una mano en direccin a la casi histrica Jarre.

    Dnde estamos?Ella continu dando golpes y chillando, sin hacerle el menor caso.

    Dnde estamos? Alfred agarr a la geg con sus manazas (sin sabermuy bien, en la oscuridad, por dnde la sujetaba) y empez a zarandearla conenerga. Basta! Esto no sirve de nada! Dime dnde estamos y tal vez puedaencontrar el modo de que los dos salgamos de aqu!

    Sin entender muy bien lo que Alfred le deca, pero molesta con sus modalesbruscos, Jarre volvi en s con un jadeo y apart al chambeln con un empujnde sus robustos brazos. Alfred trastabill, resbal y estuvo a punto de rodarescaleras abajo, pero consigui evitar la cada.

    Ahora, escchame! Dijo Alfred, separando cada palabra ypronuncindolas lentamente y con claridad. Dime dnde estamos y tal vezpueda ayudarte a salir!

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    No s cmo! Con la respiracin an alterada, temblando de pies acabeza, Jarre rehuy a Alfred encogindose todo lo posible en el rincn opuestode la escalera. Aqu eres un extrao. Cmo ibas a ayudarme?

    T dime dnde estamos! Le rog Alfred. Ahora no puedo explicrtelo

    pero, al fin y al cabo, qu mal hay en ello?Bueno... musit Jarre, pensativa. Estamos en el interior de la estatua. Ah! exclam Alfred. Qu significa ese ah!?Significa que..., hum..., que ya me lo haba parecido. Puedes hacer que se abra de nuevo?No, no poda. Ni l ni nadie. Desde dentro, era imposible. Sin embargo,

    cmo era que saba tal cosa, si no haba estado nunca all? Qu podaresponder a la geg? Alfred agradeci que el lugar estuviera a oscuras. No servapara mentir y el hecho de que no pudiera verle el rostro, ni ella ver el suyo,haca ms fciles las cosas.

    Bueno..., no estoy seguro, pero lo dudo. Vers, hum... Por cierto, cmote llamas?

    Eso no importa.Claro que s. Estamos los dos aqu, juntos en la oscuridad, y es preciso

    que sepamos quines somos. Yo me llamo Alfred, y t?Jarre. Contina. Si has abierto una vez, por qu no puedes volver a

    hacerlo?Yo..., yo no he hecho nada balbuci Alfred. Creo que se abri por

    casualidad. Vers, tengo esa maldita costumbre de desmayarme cuando measusto. Es una reaccin que no puedo controlar. Vi la lucha, y que algunos de los

    tuyos corran hacia nosotros y..., y perd el sentido. Hasta este punto, todo eraverdad. Lo que vino a continuacin, ya no. Supongo que, al caer, deb detropezar con algo que hizo que la estatua se abriera.

    Y Alfred aadi para s: Cuando recuper el conocimiento, alc la vistahacia la estatua y, por primera vez en muchsimo tiempo, me sent seguro y asalvo y lleno de una paz profunda e intensa. La sospecha que haba despertadoen mi mente, la responsabilidad, las decisiones que me ver obligado a tomar sital sospecha se confirma, me abrumaron. Dese escapar y mi mano se movipor propia voluntad, sin que yo la guiara, hasta tocar la tnica de la estatua endeterminado lugar, de determinada manera.

    La base se abri, mostrando un hueco, pero la enormidad de mi acto debi

    resultarme excesiva en aquel instante y supongo que me desmay otra vez.Entonces se acercara la geg y, buscando cobijo de la refriega que se habadesencadenado en la Factra, me arrastrara aqu dentro. La base ha debido ce-rrarse automticamente, y as seguir. Slo quienes conocen la manera deentrar saben el modo de salir. Nadie que descubriese la entrada por casualidadpodra regresar para contarlo. Ah!, tales curiosos no moriran. La magia, lamquina, se ocupara de ellos y los cuidara muy bien. Pero seran sus prisione-ros el resto de sus vidas.

    Por fortuna, se dijo Alfred, l conoca el modo de entrar y tambin el desalir. Sin embargo, cmo poda explicrselo a la geg?

    Le vino a la cabeza un pensamiento terrible. Segn la ley, debera dejar aJarre all dentro. Al fin y al cabo, ella tena la culpa por haber entrado en la

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    estatua sagrada. Pero, por otra parte, reflexion Alfred, con una vocecillaacusadora en la conciencia, tal vez Jarre se haba puesto en peligro por l,tratando de salvarle la vida. No poda abandonarla sin ms. Y decidi que no lohara, dijera lo que dijese la ley. No obstante, de momento, todo resultaba muy

    confuso. Ojal no se hubiera dejado llevar por su debilidad! No pares! Jarre se agarr a l. Parar, qu? No dejes de hablar! Es el silencio! No puedo soportarlo! Por qu no se

    oye nada, aqu dentro?Se construy as a propsito respondi Alfred con un suspiro. Se

    dise para ofrecer descanso y refugio. El chambeln haba tomado unadecisin. Probablemente no era la acertada, pero eran contadas las decisionescorrectas que haba adoptado en su vida, de modo que.... Pronto voy a sacartede aqu, Jarre.

    Conoces el modo?S. Cul es? Jarre era terriblemente suspicaz.No te lo puedo explicar. De hecho, vas a ver muchas cosas que no

    entenders y que no puedo explicarte. Ni siquiera puedo pedirte que confes enm porque, como es obvio, no me conoces y no espero que me creas. Alfredhizo una pausa y medit sus siguientes palabras. Mralo de este modo: ya hasintentado salir por ah y no has podido. Ahora, puedes hacer dos cosas:quedarte aqu, o acompaarme y dejar que te conduzca fuera.

    Alfred escuch que Jarre tomaba aire para replicar, pero se le adelant.Hay una cosa ms que deberas meditar. Yo quiero regresar con los mos

    tan desesperadamente como t deseas volver con los tuyos. Ese nio que hasvisto est a mi cuidado, y el hombre siniestro que lo acompaa me necesita,aunque no lo sepa.

    Alfred permaneci un momento en silencio pensando en el otro hombre, elque se haca llamar Haplo, y advirti que all dentro el silencio era muy intenso,ms de lo que recordaba.

    Te acompaar dijo Jarre. Lo que has dicho parece razonable.Gracias contest Alfred con aire grave. Ahora, guarda silencio un

    momento. La escalera es empinada y peligrosa, a oscuras.Alfred alarg la mano y palp la pared a su espalda. Era de piedra, como los

    tneles, y resultaba lisa al tacto. Pas la mano por su superficie y, casi en el

    ngulo donde se encontraban la pared y los peldaos, sus dedos notaron unaslneas, espirales y muescas talladas en la piedra, que formaban un dibujo bienconocido para el chambeln. Mientras las yemas de sus dedos recorran lossperos bordes de los signos grabados, siguiendo los trazos de un dibujo que sumente reconoca claramente, Alfred pronunci la runa.

    El signo mgico que estaba tocando empez a brillar con una luz azul,suave y radiante. Jarre, al ver aquello, contuvo el aliento y retrocedi hastatopar con la pared. Alfred le dio unas suaves palmaditas en el brazo paratranquilizarla y repiti la runa. Un signo esotrico tallado junto al primero y encontacto con l empez a irradiar el mismo fulgor mgico. Pronto, una tras otra,aparecieron en la oscuridad una serie de runas que se extendan a lo largo de la

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    empinada escalera. Al pie de sta, marcaban una curva que conduca hacia laderecha.

    Ahora ya podemos bajar sin peligro dijo Alfred mientras se incorporabay sacuda de sus ropas el polvo de incontables siglos. Con palabras y gestos

    deliberadamente enrgicos y un tono de voz indiferente, le tendi la mano aJarre. Si puedo prestarte ayuda...Jarre titube, trag saliva y se ci con ms fuerza el manto en torno a los

    hombros. Luego, apretando los labios y con rostro ceudo, apoy su manitaencallecida por el trabajo en la de Alfred. El fulgor azulado de las runas sereflej, brillante, en sus ojos asustados.

    Bajaron la escalera con rapidez, pues las runas les permitan ver dndepisaban. Hugh no hubiera reconocido al chambeln bamboleante, de torpesandares. Los movimientos de Alfred estaban ahora llenos de seguridad y suporte era erguido y elegante mientras avanzaba a toda prisa con unaexpectacin cargada de impaciencia, pero tambin de nostalgia y melancola.

    Al llegar al pie de la escalera, observaron que se abra a un pasadizo corto yestrecho, del que sala un verdadero laberinto de corredores y tneles eninnumerables direcciones. Las runas azules los condujeron hasta uno de lostneles, el tercero a la derecha de los exploradores. Alfred sigui los signos, sinvacilar, llevando consigo a una Jarre asombrada y anonadada.

    Al principio, la geg haba dudado de las palabras del hombre. Haba pasadotoda su vida entre las excavaciones y las galeras abiertas por la Tumpa-chumpay, como sus compatriotas, tena un ojo penetrante para los menores detalles yuna memoria excelente. Lo que para un humano o para un elfo no es ms queuna pared lisa, posee para un geg infinidad de caractersticas individuales

    grietas, salientes, desportilladuras de pintura que, una vez vistas, no olvidancon facilidad. En consecuencia, los gegs no suelen extraviarse, ni en lasuperficie ni bajo tierra. Pues bien, a pesar de ello, Jarre se perdi casi almomento en aquellos tneles. Las paredes eran perfectamente lisas ycompletamente vacas de la vida que un geg sola apreciar, incluso en la piedra. Y, aunque los tneles se abran en todas direcciones, no se apreciaba queformaran recodos, sinuosidades o curvas. No haba la menor indicacin de quealguno de los tneles hubiera sido construido porque s, por puro sentido de laaventura. Los pasadizos se extendan rectos y uniformes y daban la impresinde que, donde quiera que se dirigieran, lo hacan por la ruta ms corta posible,la ms directa. Jarre apreci en aquella disposicin una manifiesta

    intencionalidad, un calculado propsito que la atemoriz por su esterilidad. Encambio, su extrao acompaante pareca encontrarlo reconfortante y laconfianza que mostraba aliviaba su temor.

    Los signos mgicos los guiaron por una suave curva que los condujosostenidamente hacia su derecha. Jarre no tena idea de cunto llevabancaminando, pues all abajo se perda tambin la nocin del tiempo. Las runasazules los precedan e iluminaban su camino, encendiendo su suave fulgorcuando se aproximaban. Jarre estaba hipnotizada; era como si estuviesecaminando en sueos y fuera capaz de seguir hacindolo eternamente, mientraslos signos mgicos continuaran guindola. La voz del hombre contribua aaquella impresin fantasmagrica pues, siguiendo su peticin, no dejaba dehablar un solo instante.

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    Entonces, de pronto, llegaron a un recodo y Jarre vio que los signosascendan en el aire formando un arco luminoso que brillaba en la oscuridad,invitndolos a cruzarlo. Alfred hizo una pausa.

    Qu es eso? pregunt Jarre saliendo de su trance con un parpadeo y

    apretando con ms fuerza la mano de aqul. No quiero entrar ah!No tenemos ms remedio. Tranquilzate murmur Alfred, y en su vozson de nuevo aquella nota de aoranza y melancola. Lamento haberteasustado. No me he detenido porque tenga miedo. Es slo que conozco lo quehay ah dentro, sabes?, y..., y me llena de tristeza, eso es todo.

    Regresemos dijo Jarre con vehemencia. Se volvi en redondo y dio unpaso pero, casi de inmediato, las runas que les haban mostrado el camino hastaall emitieron un brillante destello azul y luego, poco a poco, empezaron aapagarse. Pronto, la oscuridad los envolvi, con la nica excepcin de losparpadeantes signos azules que dibujaban el arco.

    Ya estoy preparado anunci Alfred, exhalando un profundo suspiro.Podemos entrar. No tengas miedo, Jarre aadi, al tiempo que le daba unaspalmaditas en la mano. No te asustes por nada de lo que veas. Nada puedehacerte dao.

    Pero Jarre estaba asustada, aunque no hubiera sabido decir de qu. Lo quela esperaba tras el arco estaba oculto en las sombras, pero la sensacin que laatenazaba no era el miedo a un dao fsico ni el terror a lo desconocido. Era unasensacin de tristeza, como Alfred haba dicho. Tal vez se deba a las palabrasque l haba venido hablando durante su larga caminata, aunque Jarre estabatan desorientada y confusa que no lograba recordar nada de cuanto haba dicho.En cualquier caso, experimentaba una sensacin de desesperacin, de

    abrumadora pesadumbre, de algo perdido y nunca recuperado, ni siquierabuscado jams. La pena le provoc una doliente sensacin de soledad, como sitodas las cosas y todos los seres que haba conocido en su vida hubierandesaparecido de pronto. Los ojos se le llenaron de lgrimas y se ech a llorar, yno tuvo la menor idea de por quin lloraba.

    Vamos, tranquilzate repiti Alfred. No es nada. Entramos ya? Tesientes con nimos?

    Jarre no puedo responder ni dejar de llorar, pero asinti. Llorosa y asida confuerza a Alfred, cruz el arco a su lado. Y entonces comprendi, en parte, larazn de su miedo y de su tristeza.

    Estaba en un mausoleo.

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    WOMBE, DREVLIN,REINO INFERIOR

    Esto es terrible! Sencillamente terrible! Inaudito! Qu vas a hacer?Qu te propones hacer?

    El ofinista jefe se estaba poniendo visiblemente histrico. Darral Estibador

    not una comezn en las manos y hubo de esforzarse para resistir la tentacinde propinarle un derechazo en la mandbula.Ya ha habido suficiente derramamiento de sangre musit para s,

    sujetndose con fuerza las manos a la espalda por si alguno de sus puosdecida actuar por su cuenta. A duras penas logr acallar la vocecilla que lesusurraba: Aunque un poco ms de sangre tampoco empeorara las cosas,verdad?.

    Sacudir a su cuado, aunque sin duda sera una satisfaccin, no iba aresolver los problemas.

    Domnate! Dijo Darral en voz alta. No has tenido suficiente con losucedido?

    Jams se haba derramado sangre en Drevlin! chill el ofinista en untono insoportable. Y todo es culpa del genio perverso de Limbeck! Debemosexpulsarlo, hacerle descender los Peldaos de Terrel Fen! Que los dictores seencarguen de juzgarlo y...

    Oh, basta ya! Si fue precisamente eso lo que desencaden todo estequebradero de cabeza! Mandamos a Limbeck a los dictores, y qu hicieron?Devolvrnoslo! Y enviar con l a un dios! Qu quieres ahora? Volver aecharlo a los Peldaos? Darral agit los brazos, furioso. Quizs esta vez re-grese con todo un ejrcito de dioses y nos destruya a todos!

    Pero ese dios de Limbeck no es tal dios! protest el ofinista jefe.

    En mi opinin, ninguno de ellos lo es afirm Darral Estibador.

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    ALA DE DRAGON vol.2 Margaret Weis Tracy Hickman

    Ni siquiera el nio?La pregunta, hecha en tono melanclico y pensativo por su cuado, plante

    un problema a Darral. Cuando estaba en presencia de Bane, senta que s, querealmente haba topado por fin con un dios. Pero en el mismo instante en que

    dejaba de ver los ojos azules, el rostro hermoso y las suaves curvas de los labiosdel muchacho, era como si despertara de un sueo. No: el nio no era ms queun nio y l, Darral Estibador, era un estpido por haber pensado en algnmomento lo contrario.

    No respondi, pues. Ni siquiera el nio.Los dos gobernantes de Drevlin estaban solos en la Factra, bajo la estatua

    del dictor, inspeccionando con aire pensativo el campo de batalla.En realidad, no haba sido una gran batalla. Casi no caba catalogarla ni de

    escaramuza. Era cierto que se haba derramado sangre, pero no de ningncorazn, sino de algunos golpes en la cabeza y de algunas narices tumefactas.El ofinista jefe luca un chichn y el survisor se haba magullado un pulgar, quese le haba hinchado y estaba adquiriendo un colorido muy notable. Nadie habaresultado muerto, ni siquiera herido de gravedad, pues la costumbre de muchossiglos de vida pacfica es difcil de romper. Sin embargo, Darral Estibador,survisor jefe de su pueblo, era lo bastante inteligente como para darse cuentade que aquello era slo el comienzo. Un veneno haba penetrado en el cuerpocolectivo de los gegs y, aunque el cuerpo lograra sobrevivir, no volvera nunca aestar sano.

    Adems dijo Darral, con sus pobladas cejas levantadas en un gestoirnico, si esos dioses no lo son, como proclama Limbeck, cmo podemoscastigarlo por decir la verdad?

    Inhabituado a caminar por tan profundas aguas filosficas, el ofinista jefehizo caso omiso de la pregunta y busc un terreno ms firme bajo sus pies.No lo castigaramos por tener razn, sino por propagar sus ideas.Darral tuvo que admitir que haba cierta lgica en las palabras de su

    cuado. Se admir con amargura de que a su pariente se le hubiera ocurridouna idea tan magnfica y concluy que deba de ser cosa del golpe que habarecibido en la cabeza. Apretndose el pulgar lesionado y deseando estar devuelta en su casa del tanque de almacenamiento, con su esposa revoloteando asu alrededor y llevndole un reconfortante tazn de corteza caliente,15 Darralsopes la idea, nacida de la desesperacin, que corra furtivamente por lososcuros recovecos de su mente.

    Quizs esta vez, al arrojarlo a los Peldaos de Terrel Fen, podramosprescindir de la cometa apunt el ofinista jefe. Siempre he pensado que erauna ventaja injusta.

    No! replic Darral. Las atolondradas ideas de su cuado lo impulsarona tomar la decisin. Nunca ms enviaremos a Limbeck ni a nadie Abajo. Esevidente que Abajo no es seguro. Ese dios que no lo es, el que est conLimbeck, dice que viene de Abajo. Por tanto el survisor jefe hizo una pausa du-rante un acceso de golpes y ruidos especialmente virulentos de la Tumpa-chumpa, voy a mandarlo Arriba.

    Arriba?

    15. Una bebida caliente que se prepara hirviendo en agua, durante media hora, lacorteza de cierto arbusto llamado ferben. Para los elfos, la bebida tiene un ligeroefecto narctico y acta como sedante; en cambio, a los humanos y enanos slo lesproporciona una sensacin de sosiego y relajacin. (N. del a.)

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    Haplo record la mirada de Alfred tratando desesperadamente de traspasarla venda que cubra las manos del patryn, casi como si supiera lo que ocultabadebajo.

    Me pregunto dnde se habr metido. Lo viste durante el tumulto?

    Hugh movi la cabeza en gesto de negativa.Lo nico que vea eran gegs, y slo me ocup del chico. Pero estoyseguro de que ese chambeln aparecer. O, ms bien, tropezar con nosotros.Alfred no abandonar al prncipe. La Mano seal con la barbilla a Bane, queestaba charlando con un abatido Limbeck.

    Haplo sigui la mirada de Hugh y estudi al geg.Siempre nos queda Limbeck y su Unin. Seguro que lucharn por

    salvarnos, si no a nosotros, al menos a su lder. De veras lo crees? Hugh lo mir con aire dubitativo. Siempre he

    odo que los gegs tienen el espritu combativo de un rebao de corderos.Hugh volvi de nuevo la vista hacia Limbeck y sacudi la cabeza.El geg estaba sentado en un rincn, acurrucado, con los hombros hundidos

    y los brazos colgndole lasos entre las rodillas. El prncipe le estaba hablandopero el geg pareca completamente ausente.

    Limbeck siempre ha tenido la cabeza en las nubes afirm Haplo. Noha visto que se precipitaba contra el suelo y se ha hecho dao en la cada, perol es quien ha de guiar a su pueblo.

    Ests muy informado de los detalles de esta revuelta observ Hugh.Cualquiera se preguntara por qu te interesa tanto.

    Limbeck me salv la vida respondi Haplo mientras rascabaperezosamente las orejas del perro, que estaba tendido a su lado con la cabeza

    apoyada en el regazo de su amo. Me caen bien, tanto l como su pueblo.Como he dicho, conozco algunas cosas de su pasado y me disgusta ver en quse han convertido sus suaves facciones se ensombrecieron. Corderos, creoque los has llamado.

    Hugh dio una chupada a su pipa vaca, pensativo y silencioso. La respuestapareca clara, pero a Hugh le costaba aceptar que Haplo estuviera tanpreocupado por un puado de enanos. El hombre era retrado y discreto, tantoque uno tenda a no hacer caso de su presencia, a olvidar que estaba all. Y eso,se dijo Hugh, poda ser un gran error. Los lagartos que se camuflan con las rocaslo hacen para cazar mejor las moscas.

    Entonces, tenemos que infundir un poco de determinacin en nuestro

    Limbeck coment a Haplo. Si queremos salvarnos de los elfos,necesitaremos que los gegs nos ayuden.

    Deja el asunto en mis manos asinti Haplo. Adonde os dirigais,antes de veros envueltos en todo esto?

    Me dispona a devolver a ese chico