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CatástrofesmedievalesEmilio Mitre, Pilar Azcárate y Ana Arranz

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Enfermo de peste bubónica atendido por un cirujano(xilografía del Spruch van der Peslilenz, por Hans Folz,

año 1482)

IndiceEntre lo real y lo imaginarioPor Emilio Mitre Fernández . .. . .. .. .. .. . .

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Catedrático de .Historia Medieval. Universida " I

Complutense. Madrid. <.J.../

Hambres y guerrasPorPilarAzcárateAguilar-Amat 11"""'"Historiadora. Departamento de Historia M11e~1de la Universidad Complutense. Madrid.

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Enfermedades y pestesPor Ana Arranz Guzmán """""",," "1

Historiadora. Departamento de Historia Medi,de la Universidad Complutense. Madrid.

Bibliografía. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . "Textos. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

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La definición académica dice que catástrofe es un suceso infausto que altera gravementeel orden regular de las cosas. Tal definición se ajusta a los esquemas de una sociedad comola del occidente europeo, tomada en la actualidad como cima del desarrollo material y moral.Las catástrofes son, así, lo anormal por cuanto se da por hecho que las contingencias másnegativas pueden, o bien ser previstas, o, caso de producirse, sus efectos resultan la mayorparte de las veces fácilmente neutralizables.

No es necesario recalcar que en los siglos medievalesy en este mismo ámbito geográficolas cosas eran muy distintas. No es difícil sucumbir ante una tentación que, sin embargo, pue-de introducimos en el buen camino: trasvasar las imágenes alucinantes del TercerMundo alas realidades diarias del hombre del Medievo. Las lacras resultan muy parecidas: limitadísi-mas esperanzasde vida, subalimentación crónica, indefensión ante los zarpazos de la natura-leza, epidemias y pandemias, ínfimos niveles de producción agraria, violencia latente...

Reiterarciertas imágenes -plagas bíblicas,jinetes del Apocalipsis, etcétera- para definiruna situación resulta un artificio retórico. Pero es una buena forma de reflejar la impotencia delmomento ante la furia desatada de las enfermedades, el hambre y la endémica violencia béli-ca. Se ha hablado repetidamentede la familiaridad -incluso de la indiferencia- del hombremedievalante la muerte.Hay en esteaserto mucho de exageración.Sinembargo hay algo -rei-teramos- que es evidente: lo que en nuestro siglo consideramos como catastrófico por lo in-frecuente, en el Medievo adquiría las característicasde lo cotidiano. Era el conjunto de cala-midades con las que el hombre de la época se veía forzado a convivir.

Entre lo realylo imaginario

Emilio Mitre FernándezCatedrático de Historia Medieval. Universidad Complutense de Madrid

U N lector poco avisado de textos medieva-les- incluso de aquellos que aspiran a

ceñirsea la más fría de las verdades- se verásorprendido por lo que, desde una perspecti-va racionalistaactual, son fantasíasy exagera-ciones.

Bernard Guenée, uno de los principalesestudiosos de los testimonios narrativas deloccidente medieval, ha escrito recientemen-te que la retórica del cronista-historiador dela época traiciona frecuentemente a la esta-dística. En efecto, las cifras con las que jue-ga son, la mayoría de las veces, disparata-das: habitantes de las grandes ciudades, nú-mero de combatientes de los ejércitos... y,sobre todo, número de víctimas de las gran-des catástrofes. Para tales casos bastaechar mano de la obra del hispano PauloOrosio, uno de los principales guías del pen-samiento histórico de la Edad Media. El rigorestadístico no se encuentra, ciertamente, en-tre las virtudes del hombre de letras de estaépoca.

Utilizando una expresión un tanto tópica,

4/PESTES y CATASTROFES MEDIEVALES

podemos seguir manteniendo que cada épo-ca (incluso cada generación) tiene su particu-lar visión de la historiay de los hechos que laintegran. Con su peculiar discurso, el hombredel Medievo expresaba su verdad particular,muy diferente de la verdad de un hombre delRenacimiento,de la Ilustración o del siglo xx.Una verdad que estaba inserta en un mundode valores en el que el conocimiento del pa-sado contaba no sólo para la comprensión delpresente, sino también para explicar unas va-gas previsiones de futuro.

y unaverdad -habría que añadir- que es-taba seriamentemediatizada por las graves li-mitaciones en que se desenvolvía la vida co-tidiana. Lo familiar de la muerte, en más deuna ocasión a nivelde auténtica catástrofe, in-ducía con frecuencia a crear un mundo deimágenes, reflejo fantaseado de unas durasrealidades.

San Agustín, padre por antonomasia de lateología medievaly, por extensión,del pensa-miento histórico cristiano,'popularizó una ima-gen: la de la evolución de la humanidad en

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Escena de una vendimia en una miniaturade un Beato (Biblioteca de El Escorial)

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seis etapas equivalentes,grosso modo, a lasde la vida del hombre. La séptima, cuyo iniciosólo la conocía Dios, supondría una especiede plenitud metahistórica de los tiempos: elsábado y descanso perpetuos, en el lenguajedel obispo de Hipona.

Lasedadesdeun mundoensenectud

Bajo este esquema generalvivieron los au-tores posteriores, aunque en determinadosmomentos -sobre todo a partir del siglo XII-se produjeran serios intentos de rejuveneci-miento de sus líneasmaestras.

Así, para Hildegarda de Bingen (conocidacomo la Sibila del Rhin) los años finalesdel si-glo XIconocieron un acelerón histórico expre-sado en una profunda de~adencia. La histo-ria, vista por esta autora, acaba derivando enprofecía: los desastres augurados a la huma-nidad serían los síntomasde la llegada y do-minio del anticristo en el mundo.

Otro autor alemán, el obispo Otón de Frei-sing, escribió por los mismos años una obrade claras resonanciasagustinianas: Chronicasive historia de duabus civitatibus.Tras el ar-duo enfrentamientode la civitas terrestrey lacivitasceleste, a lo largo de una seriede eda-des, el fin de los tiempos ,..-sosteníaeste au-tor- se estaba aproximando.Lo marcaríanlavenida del anticristo y el juicio final. Un juicioque el conocido autor castellano del siglo XIIIGonzalo de Berceo nos presentaríaacompa-ñado de quince catastróficossignos precurso-res.

Será, sin embargo, la obra del cistercienseJoaquín de Fiore (muertoen 1202) la destina-da a tener un mayor éxito como pieza de re-flexión historiológica. Dos edades de la histo-ria se habíanya cubierto prácticamente: la delPadre y la del Hijo, equivalentes, grossomodo, a los tiempos del Antiguo y el NuevoTestamento. La tercera sería la del Espíritu,que cuajaría hacia mediados del siglo XIII,yque quedaría marcada por una radical trans-formación de la sociedad.

El fin delmundoenel horizonteideológico

Pese a las diferencias y destinos de estasobras, algo parece común: la conciencia pe-

6/PESTESy CATASTROFESMEDIEVALES

simista de los intelectuales medievales con-vencidos de vivir un período oscuro (una au-téntica edad media), un envejecimiento delmundo (mundus senescens)que abría fantás-ticas -cuando no terroríficas- expectativas,

La idea de una gigantesca catástrofe queha de poner fin a este mundo corrompido ydar vía a otro completamente regenerado,nu-trió buena parte de la apocalíptica judía y cris-tiana.

El fermento regenerador lo constituirían losjustos de Yahvé,el resto justo, que haríanpo-sible que Yahvé reinase en una Jerusalén re-construida, desde una Sión convertida en ca-pital espiritual del mundo, lugar a donde acu-dan todas las naciones. Se establecerá unmundo justo, los pobres serán protegidos, enun mundo armoniosoy pacífico, en el que lasbestias peligrosas y salvajesse convertiránenmansas e inofensivas (N. Cohn).

Las difíciles condiciones de vida que habi-tualmente padeció el pueblo judío facilitaronestas fantasíasescatológicas que luego here-daría el cristianismo primitivo. Durante algúntiempo estuvo muy extendida la creencia enuna inminenteera mesiánica en la que el cas-tigo de los enemigos sería el necesario com-plemento para el fin de todos los males. ElApocalipsis de San Juan fue un texto que ob-tuvo el placet canónico, pero no fue, ni muchomenos, la única pieza en su género.

Lasfechasevocadoras

A medida que la comunidad cristiana fuecobrando una mayor fuerza organizativa,ten-dió a relegar todo tipo de fantasías apocalíp-ticas y a retrasar indefinidamente la segundavenida del Señor. La jerarquía eclesiásticaacabó predicando la transformación no comoun acontecimiento -y menos aún catastrófi-co- que tuviera lugar en un momento deter-minado, sino como una regeneración de lasalmas de los creyentes. Las corrientes ancla-das en el mesianismoy el apocalipticismo quepredicaban unviolento cambio de lasituación,fueron puestas en entredicho.

Algunos años después de la muerte de SanJuan, los discípulos del exaltado predicadorMontano esperaron con ansia esa pronta se-gunda venida,pero fueron neutralizados.Algosimilar ocurriría con otros brotes posteriores.Lacomunidad escatológica que había integra-do la muy primitiva cristiandad, derivó -diceBultmann- en una comunidad de culto.

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Cortesanos frente al rey, según miniatura del Beato de Uébana, siglo x (Colegio de la ~ama Cruz, Valladolid)

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ElApocalipsis de San Juan era, sin embar-go, un libro lo suficientemente vago comopara servirde fuente de inspiraciónen las másvariadas situaciones. Hacia 1940, HenriFoci-lIonescribió que cada vez que la humanidades sacudida en sus profundidades por un ca-taclismo político, militaro moral de inusitadaamplitud, piensa en el final de los tiempos,evoca el Apocalipsis. No podía ocurrirmenoscon la sociedad del occidente medieval (es-pecialmente en sus primerossiglos) conscien-te de su propia vulnerabilidad y, por tanto,siempre propicia a evocar cierto tipo de imá-genes y a explicar por la vía de las fantasíasaquellas situaciones cuya solución no parecíaal alcance de la mano.

Un monje astur, Beato de Liébana, poten-ciaríadecisivamentea finesdelsigloVIIIestetipo de creencias a través de sus Comentariossobre el Apocalipsis. Además del texto en sí, .

seríansus vigorosasilustracioneslasquecau-sasen un profundoimpacto:impresionantescuadrosde lascatástrofesy horroresde losúl-timosdías del mundo.Imágenesque de loscódices mozárabes y carolingiospasarían lue-go a los muros y pórticos de las iglesias comoun medio de educación para los iletrados. Enel fondo de la cuestión estaba la culminaciónde una gigantesca lucha cósmica entre lasfuerzas del bien y las del mal. Unavisióngran-diosamente plástica, en definitiva,de la reve-.lación de San Juan.

Muchose ha especulado en torno a laacen-tuación de la conciencia apocalíptica con mo-tivode ciertas efemérides. Elmilenariodel na-cimientode Cristo ha exaltado poderosamen-te la imaginación...

En efecto, una serie de trabajos redactadosa lo largo del siglo xxhan puesto en duda que,en vísperas del año 1000,estuviera más difun-dida que en otros momentos la conciencia deun inminentefin del mundo. El siglo x produ-jo, lógicamente, una literatura apocalípticaque habló de esa posible catástrofe que pre-cedería a la consumación de los tiempos.Pero se trata tan sólo de media docena de tex-tos, el más importante de los cuales -el Li-bellusde Antechristo,redactadohacia el 950por el abad Adson de Mortierender- pintacon los habituales tintes catastrofistas los sig-nos precursores del findel mundo. Pero no fijapara este evento niel año 1000 nininguna otrafecha concreta.

Gogy Magog

Deacuerdocon esta idea cabríahablardeuna falta de sentido único asignable por losautores del Medievoa fechas, personajes y si-tuaciones susceptibles de analizarse desdeuna perspectiva apocalíptica.

Un ejemplo lo dan los pueblos de Gag y

PESTESY CATASTROFESMEDIEVALES!?

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Dos miniaturas del Beato de Gerona, siglo x, ilustrando los comentarios al Apocalipsis (catedral de Gerona)

Magog de los que se habla en el Libro de Eze-quiel y que, para Adson, vendrían al mundoal final del séptimo milenario, saqueándolotodo, alimentándose de reptilesy niños nona-tos. Aunque estas connotaciones negativassean las que prevalezcan, a su lado cabránotras interpretaciones.Así, en la Crónica Pro-fética, redactada en el reino de Asturias a fi-nes del siglo IX,Gag simbolizael pueblo godoque, al cabo de un período de ciento setentaaños de opresión de los musulmanes,se ven-gará de éstos expulsándolos de territorio his-pánico.

Otros pueblos no imaginarios, sino reales,también fueron aureoladoscon frecuenciaconla dudosa fama de heraldos de la catástrofe,como encarnacionesde los Gag y Magog bí-blicos. Godos, hunos, árabes, normandos,magiares, mongoles, etcétera... desde los al-bores del Medievo hasta su ocaso excitaron

B/PESTESy CATASTROFESMEDIEVALES

la aterrada imaginación popular de manerafundada en más de una ocasión. Sin embar-go, los juicios de los autores coetáneos nofueron siempre uniformes. En caso de que al-guno de estos pueblos se integrase en la so-ciedad cristiana, de inmediato, la opinión for-mada sobre él tendía a suavizarse.Los distin-tos juicios emitidos por los autores eclesiásti-cos del siglo v sobre los invasores germanoses todo un síntoma.

En más de una ocasión, también, la inmi-nente catástrofe apocalíptica es un fantasmacon el que se juega para abogar por el man-tenimiento de una estructura política -el im-perio generalmente- a la que se considera elmejor freno frente a las asechanzas del anti-cristo. El poema anónimo Ludus de Antichris-to se expresó en estos términos a mediadosdel siglo XIIpara defender la ideología imperialde Federico Barbarroja.

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Las mismas fechas evocadoras pueden te-ner un valor cambiante. Beato de Liébana, através de sus particularescómputos, fijabaenel 800 el inicio del fin de los tiempos. Elaño 1000 pudo rodearse de una aureola ca-tastrofista, pero también recibió una estimaopuesta: la de gloriosa conmemoración delnacimiento del Salvador. Autores como RaúlGlaber desplazaron hasta el 1033 (milenariode la pasión) el sentido mágico con el que serodeaba a otras fechas. Bastantes años mástarde, Joaquín de Fiore adelantaría el 1260como punto de arranque para la edad del Es-píritu.La cifra se tomaba del número de díasque la mujerdel Apo'calipsispermaneció en eldesierto.

La sociedad medievalse podía dejar arras-trar por fantasías y podía incluso sublimar unmundo de catástrofes que le resultaba dramá-ticamente familiardada la precariedad de me-dios de defensa. Cometas, cambios estacio-nales y otros prodigios como los evocadospor Raúl Glaber para los años iniciales del si-glo XI,podían tomarse comúnmente como sig-nos de próximas catástrofes.

Pero el discurso no fue monolítico. Varió se-gún las interpretacionesde fechas, hechosypersonajes,pero tambiénen virtudde la ex-tracciónsocialde losautoreso de los intere-ses a losque servían.Se ha escritoreciente-menteque el Medievocontócon dos tenden-cias milenaristas.Unafue la de los monjes,pesimista,convencidade la imposibilidadderealizaren elmundoesa ampliaregeneracióncon laque se soñabayque transferíaesta es-peranzaal más allá.Laotratendencia -po-pulary soterrada- bebía en aquellas tradi-cionesancestrales que la Iglesiatratóde neu-tralizardesde los primerossiglos de la eracristiana,peroque periódicamenteretoñabanalimentandolos sueños de quienes desea-ban un cambio mesiánicoen un aquí y unahora cercanos. Joaquín de Fiore trató deconjugarambas actitudes.Con escasos re-sultadossi tenemosen cuenta la condena yrepresión sistemática que sus discípulos-directos e indirectos- sufrierona lo largodel bajo Medievo.

E[enemigoa destruir

Aparte las catástrofescósmicas, las élitesmedievales pensaron en otras que acampa-ban en el interioro en las fronteras de la so-ciedad cristiana.

10/PESTESy CATASTROFESMEDIEVALES

En 1274, el general de los dominicos Hum-berto de Romano habló de siete pruebas -si-milares a las plagas bíblicas- a superar porla Iglesia. El Islam se consideraba como lamás pertinaz.

Tan grave como este peligroexteriorlo eranlos interiores:el cisma, la herejía o la corrup-ción de costumbres (avaricia, lujuria),vistoscomo signos de futuras catástrofes y tambiéncomo catástrofes en sí mismas. Así,en la se-gunda mitad del siglox, el obispo ArnulfodeOrleáns consideraba que los cismas provoca-dos por la rebeliónde las iglesias hacían pen-sar en que gobernaba el anticristo. Para lospolemistas del sigloXII,los herejes eran lasvulpejas que arrasaban la viña del Señor y laherejla era un inmenso cáncer que corroía lasfuerzas de la Iglesia.

En 1209 -tal y como lo reflejó luego Giot-to en los frescos de la basílica de Asís- Ino-cencia IIIsueña con el catastrófrco resque-brajamiento de San Juan de Letrán (símbolode la unidad de la Iglesia) minado por lasmúltiples taras morales de la cristiandad eu-ropea.

Estos discursos, repetidos hasta la sacie-dad, se pronunciaban también en otra direc-ción: desde la disidencia religiosay contra laIglesia institucionalmotejada de Ecclesiacar-nalis. Las denuncias son similares: la lamen-table situación de la comunidad cristiana. Losresponsables podían ser distintos,pero no losremedios propuestos por uno y por otro ban-do entre los que se encontraba la aniquilaciónpura y simple del enemigo.

Se trataba de superar una catástrofe meta-física (simbolizadapor la herejía, el peligro is-lámico o judío, el cisma, la corrupción, el re-lajamiento moral de la jerarquía, etcétera...)atizando una catástrofe física que destruyeraa un rivalcargado de todos los rasgos demo-níacos. Así, desde el lado de la ortodoxia, laliteratura más primariamente anticátara (porejemplo la de Pedro des Vaux-de-Cernay)ha-blará con la mayor naturalidad de las matan-zas provocadas por los cruzados en el Midi.Delotro lado -en los artículoshusitas radica-les del Tabor de 1420, por ejemplo-, se abo-gará por una extirpación de todo el mal deeste mundo que afectase prácticamente atoda la población y en especial a la jerarquíaeclesiástica gobernante.

La regeneración mística de la humanidad o-según los autores-la vuelta a una primitivaedad de oro cobraba un alto precio. Más aúnsi la cruel retórica de los textos se pretendíaconvertir en realidad.

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Soldados de un ejército cristiano del siglo X(Biblioteca Morgan, Nueva York)

Hambresy guerrasPilarAzcárateAguilar-Amat

Historiadora.Departamentode HistoriaMedievalde la UniversidadComplutense

ESTUDIARlademografíade unaépocatanalejadaen el tiempo como es la Edad

Mediaentrañaparael historiadornotablesdi-ficultades,sobretodo cuandose tratade ob-tenerdatosde caráctercuantitativo.Estosnoabundan,todo lo contrario,en las fuentes.Ycuandoloshaysonfragmentarios,referidosaespaciosgeográficosmuylimitadosy, desdeluego,escasamentefiables.Cabesóloofrecerpor tantoaproximacioneso estimacionesnu-méricas,y cabeantetodo hablarcon seguri-dad de tendenciasconstatadas.Tendenciasque en este temade la demografíahabríansido, dicho muy sumariamente,como sigue:unafasedeevidentecontraccióndurantetodala Alta Edad Media;otra de fortísimocreci-miento,hastael puntode haberoriginadoenalgunasregioneseuropeasfenómenosde su-perpoblación,entrelos siglosXIy XIII;por fin,unaterceraetapade profundaregresióncoin-cidiendocon la épocabajomedieval.

En la configuraciónde talestendenciasin-cidieronfactoresmúltiples,unosestrictamen-te demográficosy otrosno. Perolasgrandescatástrofes,particularmentehambresy epide-mias,habríantenidounpesoconsiderable,de

primerordenincluso,en la hecatombedemo-gráficapor excelencia:la de mediadosde ladecimocuartacenturia.

Detengamospor un momentola atenciónen este interesantefenómeno.Despuésdemásde dos siglosde expansióncontinuada,hacia 1340 la poblacióneuropease habíamultiplicado,como mínimo,por dos. No hayacuerdoentre los diferentesespecialistasenla materiasobre los efectivosconcretos,queparaM. K. Bennetseríande aproximadamen-te 86millones.Puesbien,en1350,sólounde-ceniodespués,y segúncifrasde estemismoautor,quedaríanunos 51 millones.Es decir,las hambresde la primeramitadde la centu-ria y, sobre todo, la fatídicapeste negrade1348habríanhechodesaparecercomopocoa 25 millonesde europeos,haciendoretornarlos efectivosdemograficosa los nivelesexis-tentesentornoalañomil,antesde quese ini-ciaraelgrandespegue.Y,porotraparte,lare-cuperacióniba a tardarsiglosen producirse:en loscasosmásmadrugadoressucederíaafinalesdel sigloXVI,peroen muchoslugareshabremosde esperarhastalaépocacontem-poráneaparavercómose llegabaa lascifras

PESTESY CATASTROFESMEOIEVALES/11

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de poblaciónexistentesenvísperasde lagranfractura de mediados del siglo XIV.

Eloccidentemedieval,universodelhambre

A la luzdetodosestosdatossecomprendemejor,sejustificaninclusoplenamente,lasen-saciónde angustiay el sentimientode fragili-daddelaexistenciaqueprimóen lasconcien-ciascolectivasa lo largodel Medievo.¿Podríahabersido de otro modosi, aún teniendoencuentalassiempreelevadísimastasasde mor-

nazada por el hambre. Se ha dicho (M. Mo-lIat) que más incluso por el temor al hambreque por el hambre misma. De acuerdo en loasiduo de tal amenaza y de los sentimientosde angustia por ella provocados. Ahora bien,no sólo se trató de temores, sino de realida-des, tristes y en exceso frecuentes.

Así lo demuestran un sinfínde textos coetá-neos donde, de forma casi siempre lastimeray dramática, se alude a estos episodios dehambrecolectiva.Testimonios,algunos,espe-luznantes, como el recogido por Beda el Ve-nerable cuando relata que después de tres

talidadinfantil,cálculosgeneralmenteadmiti-dosarrojanunaesperanzamediadevidaparael hombremedievalde treintay cincoañosenlos períodosmásboyantes,y de un máximode veintepara las generacionesde los tiem-posmásdifíciles?Expectativas,pues,másquemodestasqueencierranunafragilidadbiológi-ca endémicamotivadaporlimitacionesestruc-turales.,perotambiénagravadaporcircunstan-ciasdeordenmáscoyuntural;y entreellas,losazotesdelosquenosvamosa ocupara conti-nuación.

Lasociedadmedievalviviófuertementeate-

12/PESTESy CATASTROFESMEDIEVALES

Mendigo solicita limosna a las puertas de una ciudad me-dieval (Biblioteca del Arsenal, París) (arriba). Perro calle-jero lamiendo a un niño apestado (detalle de El triunfo dela muerte, de Brueghel el Viejo, Museo del Prado, Madrid)

años de sequía...unamiseriaespantosaes-parcióse entre el pueblo y lo destruyó... Díce-se que, a menudo, cuarenta o cincuenta per-sonas, extenuadaspor el hambre, encaminá-banse juntas hacia un precipicio o hacia elmar y se arrojaban todasjuntas al mismo tiem-po, cogidas de la mano.

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LA PESTE NEGRA EN EUROPAOCCIDENTAL Y CENTRAL

(Según Elisabeth Carpentier)

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En definitiva, hambres de efectos más omenos devastadores y afectando a territoriosmás o menos extensos, pero hasta tal puntofrecuentes que se nos antoja del todo apro-piada la definición,dada hace unos años porJ. le Goff, del occidente medieval como uni-verso del hambre; del hambre y -añadiría-mos por nuestra parte-, de todo tipo de ca-lamidades y catástrofes.

Causasdelhambre:de laslimitacionesestructuralesa loscaprichosde la naturaleza

El desencadenamiento de una crisis dehambre tenía casi invariablementesu punto departida en una cosecha cerealística deficitariaque, caso de repetirsedurante dos o tres años,desembocaba en una crisisfrumentariade ma-yoralcance. Se seguía de aquí una brusca ele-vación de los precios y, con la carestía, apa-recía necesariamente el hambre. Nada extrañoni sorprendente, pues, en el proceso; sobretodo si tenemos en cuenta que el pan consti-tuía el elemento principalde la dieta. Loverda-deramente chocante es la frecuencia con laque los mecanismos descritos se activaron,asícomo las dramáticas secuelas que dejarontrasde sí. Enotras palabras, lo característicode laEdad Mediaen general, y de sus dos últimossiglos en particular,es lo endémico del ham-bre, convertidaen una realidad más que fami-liarpara los contemporáneos.

Que así ocurriera es achacable, en primerlugar, a causas de tipo estructural: limitacio-nes técnicas, y también fragilidadde una or-ganizaciónsocial que frena el crecimiento,ha-ciendo del occidente europeo un mundo alborde del límiteo, en expresión del propio LeGoff, un mundo en equilibrio marginal.

Pues bien, a la cabeza de estas debilidadesinherentes al propio sistema se encuentra, quéduda cabe, el eterno problema de la baja pro-ductividad agraria. Los rendimientos oscilaronconsiderablemente en función de los lugares ylas épocas. Pero cabe establecer unas pautasindicativas que, para el caso del trigo, seríanlas siguientes: hasta mediados del siglo IX,ren-dimientos de algo menos de dos por uno; des-de entonces y hasta el segundo tercio del XIII-años dorados de la agricultura medieval eu-ropea-se habrían obtenido rendimientos dehasta cuatro por uno, para decrecer finalmen-te, hasta en un 50 por 100, durante la gran cri-sis de la primera mitad del siglo XIV.Producti-

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vidad,en suma,siemprebaja,peroquellegóa caer por los suelos debido a razones múlti-ples en las cuales no procede profundizaraho-ra y que, en un rápido esbozo, iríandesde de-ficienciastécnicas (abonado, utillaje,sistemasde cultivo)que impidieronresolversatisfacto-riamente el conflictoentre presión demográfi-ca y disponibilidadde espacios cultivables,dando origen a un rápido agotamiento de lossuelos e impidiendola práctica de una agricul-tura de tipo intensivo,hasta fallos imputablesal sistema de organización política:ausenciade unidad administrativa, multiplicidad debarreras aduaneras, deficiencias del sistemade comunicaciones, inexistenciade cualquieratisbo de medidas de previsión, etcétera.Ocurre, en suma, que ante la eventualidaddeuna catástrofe -en este caso, el hambre- lospoderes públicos se muestran absolutamenteinoperantes y ni siquierason capaces de des-plegar lo que hoy llamaríamosuna políticadeprimeros auxiliosque pudiera contribuira pa-liarla situaciónde las víctimas.

Además,aliado de estas razones,existencircunstancias puramente coyunturales quetuvieron¡cómono! una incidenciadefinitivaenla aparición del hambre. Se trata de las incle-mencias y adversidades meteorológicas, confrecuencia responsables -entonces y hoy-de la destrucción de las cosechas.

Dentro de ,este mismo orden de cosas seha llegadoa proponerunciertoparalelismo,oincluso una estrecha relación, entre avances-retrocesos del hambre por un lado y las osci-laciones del clima a lo largo del Medievo.Al-gunos estudiosos defienden un enfriamientobrusco y generalizado desde principiosdel si-glo XIV,con la sucesión de inviernoslargos deextremada crudeza y veranos anormalmentecálidos y húmedos. Circunstanciastodas des-favorablesen grado sumo para la agriculturaque, en definitiva, habrían estado en la base-si no como causa determinante, al menoscomo factor coadyuvante- de las grandescatástrofes ocurridas en el bajo Medievo. '

Otros autores han arremetido,sin embargo,contra tales argumentos. Así,una de las gran-des autoridades en la historiadel clima,LeRoyLadurie,llegabaen su ya célebreHistoria duclimatdepuistan Mila conclusiones bien dife-rentes. Conclusionesque, desde luego, echa-ríanportierrala supuesta relacióncatástrofes-oscilaciones climáticas, por cuanto sostieneque fue a partirdel sigloXIcuando dio comien-zo un progresivo enfriamientodel clima que,tras alcanzar su cénit en el transcurso del XIII,puede darse por definitivamenteclausurado

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Médico concluye la visita a un apestado (del Vanquete de Nobles Caballeros, por Luis Lobera, siglo xv)

hacia 1300 o, lo más tardar, 1350. Comienzaentonces una nueva fase más cálida y secaque se acompaña de la normalizacióndel ré-gimen tanto de temperaturascomo de lluvias.

Endefinitiva, la historiadel clima, ciencia to-davía muy joven, está en buena medida porhacer, y hoy por hoy carecende respuesta lasinterrogantesarriba planteadas.Ahora bien, almargen de estas grandes oscilaciones climá-ticas, hay toda una seriede anomalíasmeteo-rológicas y fenómenos atmosféricos que, víadestrucción de cosechas, acaban casi siem-pre conduciendo a carestíasy hambrunas.

Bastaechar una ojeada a:la documentaciónde la época, por rápida y superficial que sea,para corroborar tal impresión. Aquí y allá seresponsabilizade las dificultades alimenticiasa siniestros como una prolongada sequía,unas torrenciales e inoportunas lluvias, calo-res excesivos o fríos rigurosos, tormentas ytempestades de viento, pedriscos y, en defi-nitiva, todos aquellos caprichos de la natura-leza que se encierran bajo expresionesgené-ricas como un fuerte tiempo, los aviesos tiem-pos pasados o la fortuna del tiempo. Losejemplos a este respecto podrían multiplicar-se hastael infinitoy de ellos -de algunos, cla-ro está- se dará cuenta más adelante, al tra-zar el cuadro de las grandes hambrunas me-

dievales.Ahora, por cuanto nos hemos referi-do ya a las causas de hambre, toca hablar desus siempre terribles efectos.

El hambrey sussecuelas

Como ya sabemos, las inclemencias me-teorológicas se configuraron como primeroseslabones de una especie de trágica cadenaen la cual seguían todo tipo de conmocionesy desórdenes que, estrechamenteligados en-tre sí, hasta el punto de hacer difícil la distin-ción entre causasy efectos, afectaban profun-damente a las estructuras sociales y econó~micas, traduciéndose en los casos más gra-ves en profundos quebrantos demográficos.

Dentro de esta suerte de gran círculo vicio-so, la consecuencia primera de una cosechadeficitariaera indefectiblementeun brusco au-mento de precios, especialmente agrícolas.Circunstanciaésta que, por cierto, trataron va-namente de evitar los poderes públicos pro-cediendo a la fijación de precios y salarios,como ocurrió sobre todo con ocasión del es-tallido de la gran crisis del siglo XIV(Ordena-mientos de las Cortes castellano-Ieonesasde1351 y 1359, Estatuto de los Trabajadoresin-gleses, también de 1351, etcétera).

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Unavezdesatada la carestía,comienzaunaauténticabatalla por la supervivencia,más ar-dua -evidentemente- cuantos menos recur-sos se poseen.Está,por un lado, el problemade la satisfacciónde las necesidadesmínimas,la lucha contra la muerte, que forzará a mu-chos a consumirproductosde baja calidad, enmal estado de conservacióne, incluso,no ap-tos para el consumo humano. Pero está ade-más otro problema añadido, cual es la impo-sibilidad para buena parte del campesinado-el no acomodado- de reservarel grano ne-cesario para la próxima siembra o proveersede él. De esta forma el fantasma del hambre,lejos de desaparecer, continúa al acechocomo una amenazacada vez más tangible.

Resultado de todo ello, en estos casos decrisisde hambregravesy recurrentes,es la ge-neración de un estado de subalimentacióncuasi-crónico, de debilidad fisiológica tanacentuada que, o bien conduce directamentea la muerte, o bien a la contracción de enfer-medades provocadas por carencias alimenta-rias -en cabeza, la tuberculosis-, o favorecesimplementela propagación de cualquierotrotipo de dolencias, al quedar los organismoscon las defensasdisminuidasy sin capacidadbiológica de resistencia.Es, ni más ni menos,lo que iba a ocurrir en 1348 con la tristementecélebre epidemia de peste negra, una epide-mia cuyos estragos y cuya terrible capacidadmortíferatienen mucho que ver con el hechode haberse ensañado sobre una población-la europea- diezmada o, al menos, fisioló-gicamente muy debilitada por la sucesión decasi cincuenta años de crisis frumentarias yhambres ininterrumpidas.Baste un solo ejem-plo como botón de muestra, referido en estecaso al reino de Navarra,donde recienteses-tudios de M. Bertherevelanque regiones en-teras habían perdido más del 20 por 100 desus efectivos demográficos con ocasión delhambre desatada en 1347, la más grave decuantas se sucedieron -y fueron muchas-durante los dos siglos finalesdel Medievo.

Pérdidas de población que, aquí como entodas partes, se deben sobre todo a muertes,aunque también en menor medida a otro fe-nómeno que constituye una consecuenciamás del hambre, la miseriay, en general, lasdificultades: el éxodo rural. Porque,acuciadospor una situación-límite,los campesinos hui-ránen busca de mejores perspectivasde vida;a veces, con intención de regresar, otras, deforma ya definitiva.De ahí la desaparición, es-pecialmenteen la Baja Edad Media -la épo-cacríticaporexcelencia-, deunnúmerocon-

16/PESTES y CATASTROFESMEDIEVALES

siderable de núcleos de poblamiento rural,hasta el 50 o 60 por 100 en la zona del centrode Alemania. De ahí también la acentuaciónde la presión fiscal o señorial sobre el campe-sinado que ha logrado sobrevivir, aunque en-deudado y arruinado, a todas lascalamidadesque se le han echado encima. Y de ahí, porúltimo, la exacerbación de las pasiones,el re-curso a la violencia por unos y por otros y, endefinitiva, la agudización de las tensiones enlas relaciones sociales.

Algunos de los disturbios registrados en loscampos y ciudades europeos durante los si-glos XIVY XVtuvieron, en efecto, como fuentedirecta de inspiración el hambre y la miseria.Así, entre otros muchos, los de Provins (1316)y Douai (1322), la sublevación del Flandesmarítimo entre 1323 y 1328, o las convulsio-nes de que fue testigo la ciudad de Barcelo-na en 1334. Y por otra parte, una de las in-surrecciones más violentas protagonizadaspor el campesinado medieval, la Jacqueriefrancesa de 1358,ha sido calificada por algúnautor como una revuelta contra las secuelasde la crisis frumentaria de principios de siglo(G. Fourquin).

La seriedegrandeshambrunas

En conclusión, hambres y carestíasestuvie-ron en la base de un largo rosario de desdi-chas y calamidades que, en solitario y másaún si se conjugaban con catástrofes de otraíndole, pusieron al hombre medieval al límitede la subsistencia, cuando no le condujerondirectamente a la muerte. No puede extrañar,en fin, que aquéllas se convirtieranen una au-téntica obsesión, sobre todo si pensamos enla frecuencia con que se manifestaron.

Reconstruir la historie del hambre o, mejordicho, de las hambres de la Edad Media es ta-rea más que difícil. Primero,por la escasez defuentes, mayor cuanto más nos alejamos enel tiempo; y empresa ardua también, en evi-dente relación con ello, por el corto númerode trabajos consagrados a un tema a prioritan atractivo cual es el del hambre.

Para los siglos medievalesdisponemos, enefecto, de noticias no sólo parcas, sino, ade-más, imprecisas. Originadas como siempre apartir de infortuniosmeteorológicos, y agrava-das en virtud de unos bajísimos rendimientosagrícolas, las crisis frumentarias parecen ha-ber sido moneda más que corriente. El ham-bre se cernió con frecuencia sobre una Euro-pa a la sazón estancada desde el punto de

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Grupo de mendigosmedievales (detalle

de la pintura Triunfode la muerte, porAndrea de Cione,

Museo de la SantaCruz, Florencia)

Detalle de El triunfode la muerte (porBrueghelel Viejo,siglo XVI,Museo delPrado, Madrid)

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vista económico. Y así lo demuestran las refe-rencias que a algunos de estos episodios secontienenen lostestimonioscoetáneosy, par-ticularmente,en los de carácter narrativo.

Por nuestraparte, nos conformaremosaho-ra con una, por fuerza,brevealusión a tres deestas grandes hambrunas. La primera se re-fiere al Imperio carolingio y a una serie de le-yes dictadas desde el poder -años 780 y867-. con objeto de combatir situaciones dehambre colectiva,al parecer bastanteextendi-das. Disposicionesque iban desde la distribu-ción de alimentosentre los afectados hasta lafijación de preciosagrícolas,pasando por unataxativa prohibición de exportar ciertos pro-ductos, especialmentegranos.

El segundo ejemplo nos resulta bastantemás cercano. Con el telón de fondo de unapertinazy prolongada sequía,el valle de)Due-ro iba a sufrir duramenteel azote del hambre.Tan duramente, que se produjo un procesodespoblador de grandes proporciones, si nola desertizacióntotal de dicha cuenca. El lar-go y vivo debate suscitado al respecto entrelos medievalistas no está todavía resuelto,pero el fenómeno tuvo, desde luego, una inu-sitada fuerza, provocando en consecuenciaelrápido desmoronamiento de las estructuraspolíticas,eclesiásticas,urbanasy de todo tipoexistentesen la zona.

Terminamosya esta parte de la exposición,la concernientea la época altomedieval, refi-riéndonos a una nueva forma de desastre dela naturalezano aludida hasta ahora: las pla-gas de insectos, en este caso langostas, do-cumentadas para el solar hispánico al final dela dominación visigpda y, otra vez, en el año873; fecha esta últimaen la cual se iban a verigualmente afectadas extensas regiones deCentroeuropa.

De todos es conocido cómo los siglos ple-nomedievalesconstituyeronuna etapa de es-plendor en muchos sentidos: desarrollo urba-no, auge de lavida mercantil,expansión -se-gún algunos, revolución- agraria, fuerte im-pulso demográfico, colonización de nuevosterritoriosy, en suma,apogeo de la civilizaciónmedieval.Sin embargo, todo ello no fue óbicepara que la plaga del hambre continuara ha-ciendo estragos.

En el transcurso de la decimoprimera cen-turia las hubo muy extendidas y graves en elbienio 1005-1006, los años de 1032 a 1034 Yel quinquenio de 1090 a 1095.

Para el siglo XIIcabe trazar un cuadro en elcual aparecerían como años más difíciles ypaíses más afectados los siguientes:

18/PESTESy éATASTROFESMEDIEVALES

1122-1126 (Portugal, Francia, Alemania, Flan-des); 1142-1145, cuando inclemencias talescomo exceso de lluvias o la sucesión de ve-ranos anormal mente fríos, ventosos y húme-dos hicieron cundir el hambre en toda EuropaOccidental (Países Bajos, Francia, Inglaterra,Cataluña...); 1160-1166 (de nuevo hambrunasen Francia, la Península Ibérica, Flandes y, enesta ocasión, Alemania); y por fin, despues deveinte años de relativa calma, desde 1186 a1197 se va a desarrollar otro período calami-toso, con un punto especialmente crítico en elaño 1190. Año en cuyo transcurso muchas re-giones europeas vieron sus campos y ciuda-des anegadas, así como arrasadas sus cose-chas, debido a la sucesión de frecuentes e in-tempestivas tormentas.

Respecto al siglo XIII se ha habladocon in-sistencia del retroceso, un fuerte retroceso, delhambre. Entendámonos: no es que aquéllahaya desaparecido, ni mucho menos, del ho-rizonte europeo. Véase a continuación la listade los países donde tenemos constancia dehambres y carestías graves; mejor dicho, la re-lación de algunos de estos países, pues noestán obviamente todos: Castilla, y especial-mente la Transierra y Extremadura, en1212-1213, inmediatamente después de la ce-lebérrima batalla de las Navas de Tolosa; Po-lonia y Francia de 1221 a 1223, en el primercaso como consecuencia de unas fuertes llu-vias que arrasaron las cosechas, y en el se-gundo por razón de unas también rigurosísi-mas heladas. Nuevos asaltos en Francia, peroya con una incidencia puramente local:1234-1235 en el suroeste, 1253 a 1257 enNormandía, 1239 y 1278 en la región parisina.Entre 1260 y 1280 determinadas regiones cen-troeuropeas se vieron de igual modo sacudi-das por el hambre (Moravia y Austria en 1263,lIiria y Carintia en 1277, Checoslovaquia tresaños después); y también las principales ciu-dades italianas entre 1255 y 1268.

Ahora bien, se trata de hambrunas no gene-ralizadas, sino circunscritas a espacios limita-dos; y se trata sobre todo de trances pronta yfácilmente superados debido a su carácter norecurrente. Para Europa en su conjunto el si-glo XIII fue, también desde este particularpun-to de vista, una centuria privilegiada. Todo locontrario de lo que iba a suceder al doblar elaño 1300,cuando comienéea manifestarseentoda su crudeza la gran crisis bajomedieval.

Una crisis profunda de estructuras,pero sinduda fuertemente condicionada y agravadapor circunstancias de signo catastrófico y ca-.rácter coyuntural.

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I

Así, como uno de los principales factoresdesencadenantesdel posterior caos y prelu-dio -se ha dicho- de lasdemás grandes ca-tástrofes,estaríala sucesión en la primera mi-tad del siglo XIVde repetidos años de malascosechas que provocaron la crisis frumentariamás grave del Medievo. A su grupa camina-rá, como siempre, el fantasma del hambre,hambres que se adueñarondel espacio euro-peo, donde seránya una plaga endémica has-ta el siglo XVIII.

En los paísesmediterráneoslas dificultades-léase cosechas deficitarias y alza de pre-cios- parecen haberse arrastrado desdenada mascomenzadalacenturia.Así, leemos,por ejemplo, en la Crónica de Fernando IV,con relación al hambre que padeció el reinocastellanoleonésen 1301,este dramático tes-timonio: ...e los ames moríansepor las plazase por las calles de tambre... e nunca vio om-bre tan gran tambre ni tan grand mortandad.Sin embargo, las adversidades iban a repro-ducirse muy pronto -en los años 1311, 1325Y de 1331 a 1333- según M. Mollat comoprefiguraciónde lo que sería la gran hambreeuropea de los años 1315 a 1317.

Este tremendo azote tuvo por escenario,principalmente,a los estados occidentales ycentroeuropeos, desde Flandes, Inglaterra,Francia, los territorios escandinavos y Alema-nia, hasta Rusia. Una pluviosidad excesiva,particularmente intensa durante los períodosestivales,se encargaríade ir deteriorandoañotras año las cosechas y provocar caídas enlos rendimientos de hasta un 50 por 100,como ocurrió, en opinión de J. Titow, en lastierras del obispado de Winchester. La heca-tombe fue desde luego total, y la muerte hizocuantiosos estragos: la ciudad de Brujas viodesapareceren 1316 -los cálculos son de H.Van Wervecke- a cerca del 1Opor 100 de supoblación; yen la cercana Yprés murieron,ensólo seis meses, más de 2.500 personas,cuando en vísperasde la catástrofe la habita-ban unas 20.000. .

A partir de este momento todos y cada unode los paísesdel occidente europeovan a serasiduamentevisitados por el hambre, hasta elfinal del Medievo y, de forma muy particular,hasta el último cuarto del siglo XIV.

La cronología de tales hambrunas, asícomo su virulencia,varíaen funciónde los ám-bitos geográficos de que se trate. Pero huboal parecer algunos brotes de alcance prácti-camente generalizado. Así sucede con el delos años 1346-1347y el del trienio 1373-1375.El primero está documentado para Inglaterra,

Castillay León, Francia, Italia, Navarray otrospaíses europeos. Es decir, se cernió sobrecasi todo el occidente, causando importantesestragos no sólo por la propia intensidad delhambre, sino también por haber dejado elterreno trágicamente abonado para que la in-mediata epidemia de peste negra se ensaña-ra sobre una población subalimentada,enfer-ma y sin defensas.

Al lado de estos asaltos de carácter más omenos generalizado,hubo otros muchos loca-lizados en los diferentespaíses europeos. Heaquí, sin ánimo de exhaustividad, algunosejemplos. Inglaterraconoció cosechas desas-trosas y, de resultas,períodos de penuria ali-menticia en 1310, 1315-1316, 1339, 1343,1346, 1349-1350. Francia otro tanto desde1333hasta 1347,en1351,1361Y1368.EnNa-varra aparece el hambre en los años 1300,1309,1311-1318,1330,1333-1336,1346-1347,1360-1362, ~367-1368. Y para terminar, enCastillafueron años difíciles,entre otros, 1301,1311,1325,1331-1334,1343 a 1346...

Como puede verse, cabe hablar de añossencillamentecaóticos, desde el punto de vis-ta del hambre, para los transcurridos desde1300 hasta, aproximadamente, 1376. Des-pués seguirá habiendo nuevos asaltos, y nocon poca frecuencia, como testimonian lasfuentes de la época. Desde principios del si-glo XV,por ejemplo, una sucesión de veranoslargos y tormentosos dañará por doquier lascosechas, que serán particularmente pobresen los años 1401-1402, 1408, 1416, 1426 Y1438. Para la Corona de Castilla hay tambiéndocumentadas hambres o carestías importan-tes en 1412-1414,1434 a 1438y 1465 a 1473.Pero, aun siendo así, el panorama de conjun-to ha mejorado sensiblemente respecto a lacenturia anterior. Algo ha cambiado. Es quelas dificultades aparecen de forma más espa-ciada; y es, sobre todo, que se superan conrapidez y facilidad. En definitiva, el occidenteeuropeo está empezando a salir de la crisis,y estos síntomas de superación de la mismase encuentranpor todas partes en las últimasdécadas de la centuria.

La guerracomofactordedesestabilización

la guerra, y quizá más propiamente la vio-lencia,fueron realidades cotidianas con lascuales hubo de acostumbrarse a convivir elhombre a lo largo del Medievo.Tal afirmaciónes válida con caráctergeneral,pero resultato-davía más apropiada referidaa determinados

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ámbitos geográficos o cronológicos. Porejemplo, la Península Ibérica y sus casi 800años de enfrentamiento-ya abierto,ya sola-pado- entre los diferentesreinos cristianosylos musulmanes andalusíes.Y también cabeseñalar como ejemplo prototípico, en estecaso de una época que ha sido testigo de lageneralización de la guerra, a la Baja EdadMedia. Triste récord, pues, el de los siglos XIVY XVen cuanto a abundancia de conflictos ar~mados, desde la guerrade los CienAños has-ta la de las Dos Rosas, pasando por lasguerras civiles castellana, portuguesa o cata-lana, entre otras muchas que podrían traersea colación. Y triste récord además el de laépoca bajomedievalen cuanto a la capacidaddevastadorade estos enfrentamientos,que sehacen cada vez más sangrientos, involucran-do a ejércitos más numerosos y profesionali-zados. En suma, un bajo Medievo o, si que-remos concretar más, una decimocuarta cen-turia a la cual cabe aplicar la expresión,quizáya un tanto tópica a fuer de repetida, pero nopor ello menosacertada, de s;glo de laguerra.Aunque, a decir verdad, todos los siglos me-dievales lo fueron.

En efecto, si repasamos la historia de loshechos militaresregistrados,desde episodiosde envergadura como la referida guerra an-glo-francesa o las sucesivas invasiones (ger-mánicas primero, las llamadas segundas mi-graciones de normandos, magiares, sarrace-nosy eslavasen lossiglos IXYX,y, por supues-to, la irrupción de los musulmanes en la Pe-nínsula Ibérica),desde estos grandes aconte-cimientos a las simples escaramuzasque casisiempre fueron los hechos de armas, el Me-dievo se nos aparece también como universode esta otra plaga que es la guerra.

Guerrasy violencia que en definitivano ha-brían sido sino el símbolo de una época y deun sistema social (M. Bloch), el mismo siste-ma -la feudalidad- que forjó una pepuliarvi-sión de la sociedad en tres órdenes o esta-mentos definidos por las diferentes funcionesdesempeñadas por sus respectivos miem-bros: los que rezan -oratores-, los que lu-chan -bellatores- y la mayoría que trabaja-Iaboratores-. Aquí, en la existencia de unorden conformado específicamentepor quie-nes tienen como principal dedicación las ar-mas, dicho con otras palabras, la aristocraciafeudal, tenemos la mejor prueba de la impor-tancia del fenómenode la guerraa lo largo delos siglos medievales.

Esta minoría,privilegiadadesde el punto devista socio-económico y rectora de lavida po-

20/PESTESy CATASTROFESMEDIEVALES

lítica, acapara los puestos de mando en elejército, por cuanto que las estructuras milita-res son una mera trasposición de las socia-les. Laguerra, para la noblezafeudal, teníava-rios significados y de muy diverso orden. Enprimer término es un deber, claro está, peroes sobre todo, mucho más que cualquier otracosa,una razónde vivir(M. Bloch). Proporcio-na, por un lado, ocasionesparael lucimientopersonal -la figura del héroe es aquí de obli-gado recuerdo-. Ofreceasimismola oportu-nidad de granjearse la fama y de poner enprácticalos idealescaballerescospropios delaépoca y de estaclase. Pero,antesque todo,la guerra fue para los nobles un expedienteeconómico,por cuanto les permitióobtenerpingües beneficios, desde prebendas otorga-das por los príncipes para premiar accionesheroicasy lealtadeshasta, muy particularmen-te, los ingresos obtenidos mediante el rescatede prisioneros o bien por la vía de saqueo ydel botín, prácticas no sólo generalizadas,sino parece que más o menos aceptadas enla época.Así, la guerrade los CienAños, elconflictopor excelencia del Medievo si aten-demos a su duración, envergadura y carácterinternacional -terminaría comprometiendo abuena parte de los países occidentales-, hasido contemplado por diversos autores comouna salida, conscientemente buscada por lacasta feudal (lasnoblezasinglesay francesaenestecaso)para compensar a travésdel bo-tín los estragos que la crisis estaba provocan-do en sus niveles de renta.

La jugada no les saldría a la postre tal ycomo la habíanplaneado. Pero,seacomofue-re, el caso es que ese tipo de planteamientos,vigentesdurante toda la Edad Media, condu-jeron necesariamentea una presenciaendémi-ca de la guerray la violencia.Usosquela Igle-sia trató desde antiguo de combatir, aunquesin éxito, merced a la promoción de toda unaserie de costumbrese iniciativas que aspira-ban a la pacificación de las relacionessocia-les.Entreellas sobresalenlas de paz y Treguade Dios, institucionesgue,ademásde colocarbajoespecial proteccion tanto los lugares sa-grados cuanto ciertosobjetos y personas, limi-taban el ejercicio de la violenciaa determina-dos días al año, todo ello so pena de excomu-nión y de otras sanciones canónicas.

Talesesfuerzosiban a resultar, en definiti-va, baldíos. La guerra -tampoco cabíaespe-rar otra cosa- fue una auténtica pesadilladesde el principio al fin del Medievo. Guerrasque nos ofrecen, desde luego,una tipologíavariopinta sea cual seael puntode vistaque

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~

...

Mendigos medievalessegún el retablo de

San Antonio (Museode Arte de Cataluña)

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queramos considerar. Las hubo importantespor su envergadura,aunque la mayoríano pa-saron de ser, sobre todo hasta llegar a los si..glos bajomedievales, pequeños choques ar-mados, desórdenes de vecindad e inclusomeros episodios de bandolerismo. Diversidadasimismo en cuanto a sus protagonistas ypromotores (guerras civiles, invasiones,guerras feudales, guerras nacionales).Y dife-rencias, por fin, respecto a los móvilesy razo-nes últimasde tales contiendas:desde los po-líticos, económicos o religioso-ideológicos(las Cruzadas)hasta guerrasmotivadas por eldeseo de ambición o venganza,guerras ritua-les y de aventuras y un largo etcétera; perosin olvidamos de la conflictividad social y detodos aquellos disturbios vinculados a situa-ciones de crisis que, aunque no sean guerrasen sentido estricto, pueden alcanzar altísimascotas de violencia y generar convulsionestansangrientascomo las desatadas al final de laEdad Medía contra la población judía.

No es extraño,pues, que el hombre medie-val haya vivido obsesionado y aterrorizadoante el hecho de la guerra, máxime cuandolas prácticas bélicas al uso entrañabanun ab-soluto desprecio de lavida y el sufrimientohu-manos; de los del enemigo, se entiende, ha-cia el cual no existe el más mínimo gesto decompasión. Gran impacto de la guerra, portanto, en el plano de las emociones, pero¿cuálesfueron sus estragos materiales?

A este respecto, conviene hacer una claradistinción entrecuestionesde orden demográ-fico y socioeconómico. Desdeel punto de vis-ta de la demografía, si pensamos en muertesy bajas, la incidencia de la guerra ha sido mí-nima o, por lo menos,muy secundaria.La rea-lidad poco tiene que ver con la impresiónquese podría obtener de una primera lectura delas fuentes medievales donde, seguramentepor el terror que inspiran los acontecimientosbélicos, aparecen infladas hasta la exagera-ción las cifras tanto de víctimascomo de com-batientes.Sin embargo, estimacionesbastan-te fiables, en los casos en que se han podidorealizar, arrojarían unos saldos mucho másmodestos, incluso por lo que respecta a cifrasde invasores:12.000 óstrogodos, 80.000 visi-godos, no más de 40.000 musulmanesde pri-mera hora, en la PenínsulaIbérica...

Cabe, en definitiva, asegurar que durantetoda la, época feudal los episodios bélicosmás sangrientos, las batallas de más renom-bre, habrían estado protagonizados por sólounos miles de combatientes, causando a losumo algunos cientos de bajas. Después, los

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ejércitos aumentaron considerablemente detamaño, se profesionalizaron y diversificaron.Pensemos, por ejemplo, que en 1340 FelipeVI de Francia llegó a movilizarpara su enfren-tamiento con el monarca inglés a unos100.000 individuos. Pero se trata de cifras ex-cepcionales y pocas veces alcanzadas. Lonormal fueron los contingentes reducidos; cir-cunstancia que, unida a la precariedad de lastécnicas militaresy del armamento -la artille-ría sólo se empleará en Europa en el si-glo XIV-, limitóconsiderablementelos efectoscatastróficos de las guerras medievales.

Así, su capacidad mortíferano puede ni si-quiera compararse a la de hambres y pestes.OfrezcamosSÓlOun par de datos: en el bienio1346-1347,testigode una intensaactividadmi-litaren Francia(sitiode Aiguillon,cabalgadadeEduardo111desde NormandíahastaCalais,ba-talla de Crécy, sitio de Calais)desaparecen,alo sumo, 100.000franceses.Puesbien, pocosmesesdespués, la peste negramató -son to-das cifras de Ph. Contamine- a cerca del 20por 100 de la población, esto es, más de dosmillonesde individuos.

No es, pues, en el terrenodemográfico don-de han de buscarse las heridas de unasguerras -las medievales- que, como en sudía escribió R. SabatinaLópez, causabanma-yores estragos por la miseria que engendra-ban, que por los combates mismos. Miseria,fundamentalmente en el orden económico yentre la población civil, por dos razones prin-cipales. Por un lado, la total permisividad dela época para con unas prácticas tan inhuma-nas como el saqueo y el pillaje, sistemática-mente empleadas por los ejércitos en armas.y en segundo lugar, miseria por la sangríaeconómica que supone la financiación de lasempresas bélicas, máxime cuando éstas noconocen solución de continuidad y se hacencada vez más costosas, es decir, en los si-glos XIVY XV.

Como antes decíamos,toda guerrao hechode armas fue indefectiblementeacompañadode acciones de pillajey saqueo que iban des-de robos de ganado y animales de labor adestrucción de cosechas, casas y aperos delabranza, incendio de campos y ciudades ycuantos atropellosquepa imaginar,por salva-jes que hoy nos parezcan. Muchas actuacio-nes de este tipo se han hecho tristementecé-lebres por su especial virulencia o por el im-pacto que causaron entre los contemporá-neos. Autores como San Jerónimo, Hidacio oSan Ambrosio describieron con patetismo lasmasacres y saqueos perpetrados por los in-

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vasoresgermánicosen lossiglosIVyV, Pasa-ron también a la historia episodios como lacruzada popular, promovida en 1096 por ungrupo de visionariose integrada por miles dedesarrapadosque sembraron el pánico en loslugarespor donde pasaron, Hay por otra par-te casos célebres de masacres indiscrimina-das, como la matanza de Beziers, en plenacruzada antialbigense,Y recordemos por últi-mo a las bandas incontroladas de mercena-rios que campan a sus anchas en Italia -loscondota- o en Francia (routiersy compañíasque estragaronel territorioen plena guerra delos Cien Años, pasando luego a la PenínsulaIbérica).

Estragos, en suma, que fueron monedacorrienteporque derivan de la propia concep-ción medievalde la guerra como ocasión paratoda suerte de tropelías.

Otro tema diferente, pero también proble-mático es el de la financiación de las empre-sas bélicas. Estas exigen evidentemente.cier-tos gastos, de poca monta al principio aun-que progresivamentemás elevados,conformevamos superando la etapa de las guerrasfeu-

, dalesy llegamosal período bajomedieval. Loscambios operados,no sólo en la estructuradelos ejércitos,sino también en la técnica militar(efectivoscada vez más numerosos, recursoa tropas mercenarias,difusión de la artillería,sofisticacióndel armamento),encarecennota-blemente los costes de la guerra. Y nos refe-rimos no sólo a las expediciones de carácterofensivo,sino también a la defensa, que a finde cuentas no es sino otra vertiente de laguerra, más costosa cuanta mayor enverga-dura cobran los conflictos armados; magnos,conflictos de una época en la cual se produ-ce la quiebratotal de las relacionesinternacio-nales. Duranteel bajo Medievo todas las mo-narquías europeas, más unas que otras, ne-cesitarán ingentes sumas de dinero paraaquellosmenesteres.Al no ser enabsoluto su-ficientes sus recursos ordinarios, hubieron derecurrir con inusitada frecuencia a la imposi-ción de tributos extraordinarios. Dicho conotras palabras,durante los siglos XIVYxvasis-timos en todos los países occidentales a unespectacular incremento de la presión fiscal,que provocará necesariamente, al coincidircon momentos de crisis y dificultades econó-micas, un gran descontento entre los súbdi-tos; a veces, incluso, rebeliones puntualesfrente a talo cual contribución.

Así, de esta y otras muchas maneras, laguerra tiende a acentuar los problemas deri-vados de la crisis porque, como muchas ve-

Visitamédicaaunapestado(deFasciculMedicinaeteAn-tewerpen,1522)

ces se ha puestode manifiesto,sustraebra-zosal trabajoy tierrasa laagricultura,frenalaproducción,haciendo disminuir también elconsumoy, en definitiva,es causade múlti-ples perturbacionessocialesy económicas.La causa,sí, peropor otra partees también-la guerray engenerallaviolencia- produc-to de esosmismosdesbarajustes,al consti-tuirseen unasalidao, si se prefiere,unavál-vulade escapefrentea lasdificultades.

De ahí lo complejode un fenómenocomoéstede la guerra,erigidodurantetodo el Me-dievoen unendémicofactorde desestabiliza-ciónpolítica,socialy económica.Aunquetam-pococonvienecargardemasiadolastintas.Anievellocal,losefectosde lasguerrashanpo-dido ser,hansidode hechoconexcesivafre-cuencia, desastrosos.Pero nunca tuvieronuna incidenciadeterminanteen la evolucióneconómicao demográficadeloccidenteeuro-peo en su conjunto.Comodijo L. Genicot,yconestacitaterminamos,Laguerraha mata-do muchomenosque lapeste.

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Enfermedadesy pestesAna Arranz Guzmán

Historiadora. Departamentode Historia Medievalde la Universidad Complutense

DURANTEtodo el Medievo, los periódicos El mal de ojo, el mal de piedra,el mal de pe-azotesde hambre,lasguerrasy la faltade cho, la tiña, la sarna,son otras de las enferme-

higiene,generaronun espléndidocaldo de cul- dades padecidasy mencionadaspor los hom-tivo para desarrollartoda clase de pandemias. bresde aquellascenturias.Máscaracterísticas,El trazadode las ciudadesy las pésimascon- sin embargo, fueron el sudor anglícus,cuyosdicionesde las viviendasfavorecíanigualmente síntomaseran: fiebre elevada,tembloresy do-su difusión.Contraeste panoramapoco podían lor en las extremidades,y que se cobraríanu-hacer los médicos con sus precariosconoci- merosas víctimas en Inglaterraa fines de lamientas y, mucho menos, los hechiceroscon Edad Media; o el tabardillo,tifus exantemáticosus pócimas,conjuros,amuletosy talismanes. ocasionadopor el piojo de la ropa, cuya deno-

Lasfuentescronísticasy literariasnos ofrecen minadón se debe a lacoincidenciade que casiirregularesdescripcionesde las enfermedadesy todas las personasque lo padecíanusabanelepidemias padecidas en aquellos siglos, que tabardo (prenda de abrigo hecha de buriel ovan desde la mera menciónd~1nombrecon el paño tosco, que solíanvestir los campesinosycual se las conocía a riquísimasexplicaciones soldadosparaprotegersedel frío),encuyassu-de sus síntomasy efectos,como la que hiciera das costurasanidabanlos piojos. Menciónes-Boccacciode la pestenegraen su Oecamerón. pecial mereceel Fuego de SanAntón, una eri-Tambiénes digno de menciónel tratamientode sipela maligna que ocasionó importantespér-los malesa personas,probablementehoydiag- didas entre los siglosx Y xv, manifestándosenosticadosde esquizofrénicoso epilépticos,cu- por una gangrenaque precisa la amputaciónyyos dramáticossignos externosles convertían provoca, muchasveces, la muerte.en endemoniadoso posesos ante los ojos de No obstante, la enfermedadpor antonoma-un pueblo, en exceso inclinadoa conjugar el sia del Medievo,a la que se considerabaincu-más allácon su realidadcotidiana. rabiey muy contagiosa,fue, sin lugara dudas,

Es imposiblecalibrarel porcentajede niños la lepra. Su gravedad y la especial repugnan-que nacían muertosy el de fallecimientosde da que producía,hizo ser a este mal de reso-madres por fiebrespuerperales,pero no es di- nanciabíblicael más temido de todos. El baci-fícil de imaginarque uno y otro fuesen eleva- lo de la lepra (mycobacteriumleprae)fue des-dos; las carenciasalimenticias,la suciedad y cubiertoen el siglo pasadopor el noruegoHan-los resabios de comadres, constituyeron,sin sen,aunqueaún hoyse sigue ignorandoel me-duda, fuertesadversarios.Todavía,en algunos canismode transmisión.Se trata de una enfer-pueblos, las viejas recuerdanel númerode ve- medad infecciosa, caracterizadapor lesionesces que la muerte pasa sobre el lecho de las de la piel, nerviosy víscerascon anestesias10-parturientas.Pero, por encima de todo, hubo cales y ulceraciones.La identificacióndel mi-das acontecimientosque marcaron profunda- crobio de la leprano hasido suficienteparaquemente la fisonomíay la .conductade la socie- se pudierahallar un remediodefinitivo;uno dedad: la difusiónde la lepra a partirdel sigloXII los productosmás utilizadosparacombatirla,ely las sucesivasepidemiasde peste a lo largo aceitede chaulmogra,ya existíaen el Medievo.de lasegundamitad del sigloXIV.Anteellas,los El conocimiento de su corrosivo procesohombres del Medievo poco podían hacer; sin desde la Antigüedad,su carácterendémicodeembargo,no dudaríanen echarmano de todas varios países,y su inevitabledesenlace,unidoaquellasrecomendacionesmédicaso hechice- a la extensiónque tuvo la enfermedaden todarilespresentadascomo remedioseficaces. Europaa raízde las primerascruzadas,condi-

Si las infeccionesproducían muertes en el cionaríael crueltrato dado a los leprososo ga-postparto, las guerrasy los largos sitios milita- fos -como también se les denominaba-, ares provpcabanenfermedadescomo la loanda, quienes se les confinabae, incluso, se les lIe-especiede escorbuto,generadapor la faltade gaba a declarar legalmentemuertos. Las imá-frutasy verdurasfrescas,o el paludismo,fiebre genes de un Cristoque amaba a Lázarono 10-que hizo grandesestragos,por ejemplo,entre graron paliar, en un principio, la brutalidaddeaquelloscruzadosque marcharona Orienteen que fueron objeto estos enfermos, fruto, sinbusca de ríos de lechey de miel. duda, del pavor al contagio. Era talla aversión

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Alegoría del desastre de la peste, por Brueghelel Viejo, siglo XVI(Museo del Prado, Madrid)

que producíaun leproso,que sólo la ferocidadde las bestiaspodíacompararsecon la actitudinhumanade las gentes, quienes, cuando secruzabanen su camino, les acosaban con lar-gos palos y horcasde trilla, mientrasvocifera-ban el sambenitode apestado entre maldicio-nes y pedradas.

El temory el modo rigurosocon que se pro-cedía a la segregación de los infectados nodeja, sin embargo, de ser comprensible; pen-semos, por ejemplo, que hubo un tiempo enFranciaen el que se registraron20.000 casos,lo que suponíala existenciade un leproso porcada200 habitantes.Probablementefue más elmiedoque la piedad lo que determinóla adop-ción de una seriede medidas para proteger alos leprososdel acoso despiadadoque sufrían.Unasmedidasque ibandesde laobligaciónhu-millantede llevarcolgado del cuello una esqui-la de broncepara que su badajo invitaraa de-jar libre el camino a su paso, hasta la funda-ción de leproserías.

La propagaciónde la lepraentre los siglosXIIy XIVmultiplicó la construcción de leproserías,quizá, por iniciativade las temerosas comuni-dades de habitantes,Aunque la de San Lázarode París,creada en el año 1124, es la de ma-yor renombre,fueronmuchas otras las que sal-picaronel territorioeuropeo.Seconstruíana lasafuerasde las ciudadeso pueblos,a unos 200

o 300 metros de distanciadel núcleo urbano ytoda personaque conocíaun caso de lepraes-taba obligada a señalarlo.Los infectados de-bían llevarun traje especial,guantesy tejuelas.

Existieronleproseríasgrandesy pequeñas.Aveces,cuando lacomunidadinteresadaencrearuna era reducida,se asociabacon otras parro-quias.Unapequeñaleproseríapodíaconstardeun edificiocon un dormitorio,un comedory unacocina, sin más. Por el contrario,en las cerca-nías de las grandes aglomeraciones,su tama-ño era mucho mayor,llegandoa poseeren tor-no suyo vastos dominios de bosque y tierraspara el uso de los enfermos.Las condicionesde vida variabanen funciónde cada estableci-miento.En el noroestede España,por ejemplo,cada leprosodisfrutabade una habitación,unacocina, un pozo y un jardín. Por lo general, losrequisitospara laadmisiónde losenfermoseranmuy estrictos,a causa de la necesidadde limi-tar su número para no incrementarlos gastosen exceso.Las plazasse reservabana los ha-bitantesdel lugaren que se encontrabala cons-trucción o de las cercanías.Así, a fines del si-glo XIV,en Parísse prohibióel ingresoa los le-prosos no nacidosni domiciliadosen la capital;poco después, se requeriríatambién el origenparisiensede sus progenitores.

Una vez aceptado en la leprosería,el enfer-mo, bajo pena de expulsión,debíaaceptar las

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reglas del establecimiento: podían mantenersu mobiliarioy trabajar la tierraasignada, p~roles estaba vedado traspasar los límitesde laleproseríay la cohabitación con personas sa-nas. Tampoco se les permitía contraer matri-monio, salvo con otros enfermos.

Tanto el concilio de Letrán de 1179 comoAlejandro 111legislaron sobre algunas"cuestio-nes de carácter religioso y eclesiástico con-cernientesa este grupo de marginados: en elconcilio se acordó, por ejemplo, la posibilidadde construir una capilla en el interiorde las le-proserías; por su parte, el Papa, aunque nocontempló la lepra como motivo de divorcio,sí lo hizo como causa de separación de losbienes con carácter eventual,cuando uno delos cónyuges experimentabaauténtica repug-nancia por su pareja.

Después de este breve repaso a las medi-das adoptadas por diferentescomunidades einstituciones, no parece cabe'r duda de queéstas estuvieron más guiadas por el horror yel miedo al contagio que por la caridad cris-tiana o por un deseo de mejorar la de por síya penosavida de los leprosos.Al margen delos casos de piedad individual, lo que real-mente sobresalíay repercutíaen los afectadoseran las duras prohibiciones que se les hacíay, sobre todo, los inhumanos simulacros rea-lizados por algunas comunidades, con el úni-co fin de dejar claro que el leproso pertenecíaal mundo de los muertosy no al de los vivos.La conservación de ciertos textos, como elque se les leía en la diócesis de Bayeux,es-pecialmentedetallado,nos permiteconocer lasombría realidad a la que la lepra condenaba:al leproso se le prohibíaentraren las iglesias,hogares, molinos,mercados; tampoco podíanasistira las asambleasdel pueblo, ni lavarsusmanos o sus útiles en las fUentesy ríos públi-cos; no se les permitíaandar sin sus ropas deleproso ni sin sus tejuelas; ni tocar, a no sercon un bastón, cualquier cosa que desearacomprar; ni charlar con los caminantes,ni res-ponderles, sino a una distancia prudencial; nirozar, sin guantes, los objetos religiosos; niacariciar a los niños, ni obsequiarles con pre-sente alguno; ni comer o beber en compañía,sino de leprosos.

La pestey susrepercusiones

De los'aproximadamente86 millonesde ha-bitantes que poblaban Europaen el año 1340a los 51 que había en 1350, existe una dife-rencia demasiado elevada como para pensarque tan espectacular descenso sólo se debió

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a una única causa. No obstante, aunque escierto que los hombres de aquella época pacdecieron los efectos de las crisis fructuarias,las hambres y las guerras, en esta década, enespecial, tuvieron que enfrentarse al más de-vastador de los enemigos imaginables: la pes-te negra de 1348.

Desde mediados del siglo VI, no se habíasufrido otra gran epidemia de peste. Pero en1347, importada de Asia Central, ésta llegaríaa Occidente a través de los puertos del Medi-terráneo, propagándose en oleadas, con unaduración media de seis meses en cada loca-lidad, desde 1348 a 1352. Pero, a pesar de suvirulencia, sus efectos no habrían sido tan ca-tastróficos desde el punto de vista demográ-fico, si no la hubieran seguido las epidemiasde 1360, 1369 Y1380. Las cifras presentadaspor Russell sobre las pérdidas humanas en In-glaterra son lo suficientemente ilustrativas. Se-gún este autor, en la primera epidemia pere-ció el 25 por 100 de la población inglesa, el27,7 por 100 en la segunda, el 13,1 por 100en la tercera, y el 12,7 por 100 en la cuarta.

Los diferentes efectos demográficos de lapeste han suscitado interesantes cuestiones:epidemias, como la de 1360, afectaron más aunos grupos de la población que a otros, eneste caso concretamente a la juventud; hubo zo-nas que escaparon al contagio y otras en lasque se propagó con mayor fuerza; a pesar deque a todos podía alcanzar -pensemos, porejemplo, en el rey castellano Alfonso XI-, pare-ce ser que los pobres sufrieron más en sus en-vites, puesto que no contaban con las mismasposibilidades de huida que los ricos.

La peste, enfermedad infectocontagiosa, sepresenta bajo tres formas: la bubónica, con laaparición de bubones dolorosos en las ingles,axilas o cuello; la pulmonar, acompañada defiebre alta y de esputos sanguinolientos; y lasepticémica, de carácter irreversible. La morta-lidad que produce es elevadísima, oscilandoentre el 40 y 100 por 100. Las armas utilizadaspara combatirla durante el Medievo, bien provi-nieran de los médicos, bien de los hechiceros,resultaban ineficaces casi siempre. El entenderla salud como la mezcla proporcionada de loscuatro humores (sangre, cólera, melancolía yflema), yel pensar que el humor más respon-sable de este mal era la sangre, llevó a los mé-dicos a considerar la sangría como el remediomás efectivo. Por lo que se refiere a las preven-ciones, éstas fueron de lo más variado y, enocasiones, fruto de la pura superstición: huir le-jos del lugar, quemar maderas olorosas y llevarropas perfumadas para corregir la corrupción

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del aire,portartalismanes,ingerirpócimas má-gicas...

Al margende lasya mencionadasrepercusio-nesdemográficas,las epidemiasde pestecon-llevaronotras de índole variada: económicas,sociales,culturalesy religiosas.Sinduda, fueronellas las que más contribuyeronen la alteraciónde las condicionesen que se desarrollabaelconjuntode las relacioneseconómicasy socia-les. Las crónicasde aquellosaños nos hablande la existenciade wüstungenen Alemania,devillagesdesertesen Francia,y de despoblados

exigenteen lo referentea sussalarios.Lasque-jas de losseñores,y loscadavezmáseleva-dossalariosde losmiembrosdeltercerestado,llevaríana lospoderespúblicosa adoptarunaseriede medidas.Así,porlaordenanzapromul-gadaen 1349por Eduardo111de Inglaterra,secongelabanlos preciosy salariosy, al mismotiempo,se capacitabaa losnoblesa exigirdelcampesinadolasprestacionesquenecesitaran.Tambiéncon el propósitode acabarcon lospresgiosdesaguisados,de contenerla inflacióny de regularel régimenlaboral,en lasCortesde

Interpretacióndelamuerteenunaxilografíadelsigloxv

en Castilla;con otraspalabras,de la importanteregresiónpadecidapor el espacio europeode-dicado a los cultivos,y de un auténticomovi-mientodespoblador.

Aunque en las muertesocasionadas por lapesteno puedeverseel punto de partidade laprofundacrisis del orden feudal,ya que veníade atrás'y en su origen habíanconfluidovariosfactores,sin duda, aquéllasaceleraronel ritmode su decadencia.La relajaciónde ciertosusosy prestaciones,y la escasezde mano de obra,favorecierona un campesinadocada vez más

. :;

Valladolidde 1351PedroI dictaríanumerososordenamientosde preciosy de salarios.

La pestenegrarepercutió,asimismo,en lacaídade las rentasseñoriales,y en losestalli-dosde odiocontralosjudíos,a quienesse lesacusódeenvenenarlasaguasy elaireconpol-vos provocadoresde la epidemia.Perofueronmás llamativoslos efectosque tuvo sobre laconcienciade la población,asícomosu pro-yecciónen lasartesy en la religiosidadpopu-lar.Lassucesivasoleadasde lapesteagudiza-ronlacrisisde laconcienciamoral,al acentuar

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el miedo a la muerte. ¿Qué actitud debíanadoptar los supervivientes?Sólo existían doscaminos:vivir intensamenteolvidandotodo tipode problemasy temores o prepararsepara elbien moriry ganar la vida etema. La respuestade los hombres,como era de esperar, no re-sultó idéntica.Unosprotagonizaronel desenca-denamiento de un vitalismo explosivo; otros,por el contrario,se recogieronen la meditacióny la ascesis. Unos prefirierondecorar sus ca-sas con escenas corteses;otros, hicieronquese difundieranlas danzasmacabras.Y de unosy de otrosnacieronexcesosy desviaciones,fru-tos del clima de angustia padecido duranteelsigloXIV.Un claro exponente lo constituyeronlos flagelantes, quienes, entre los años1349-1400,recorrieronEuropaesperando cal-mar con sus azotes la sed de venganza queatribuíanal Señor.

La defensafrentea la enfermedad

Con Galeno (129-199d. C.) finalizóel perío-do de investigaciónde la Antigüedad, inicián-dose otro caracterizadopor una progresivade-cadencia del pensamientocientífico.El esfuer-zo realizadopor los padres de la Iglesia paramantenerencendida la antorcha de la cienciano habría de ser suficiente,ya que ellos mis-mos rechazaríantodo aquello que entrara encolisióncon el pensamientocristiano.Es laépo-ca de San Cosme, San Damiány San Sebas-tián, tan invocados contra la peste que asolóRomaen el año 683. Una época que iba a du-rar, aproximadamente,hasta el sigloXII,en laque los restosde la enseñanzay cienciasclá-sicas tan sólo sobreviviríanen los centros mo-násticos.

A eclesiásticoscomo San Isidoro de Sevillase les debió la conservaciónde conocimientosmédicos de los tiempos paganos; una de laspartes de sus Etimologíases prueba de ello.Pero lo cierto es que a la medicinamonásticano le interesabaotra cosa más que la inmedia-ta curacióndel paciente,por lo que decayerontodos los saberesteóricosy desaparecieronlaanatomíay la fisiología.La medicinaquedó en-vuelta entonces en lo sagrado. Las prácticassupersticiosas se multiplicaron; las fórmulasmédicas se mezclaroncon otras de encanta-mientas; la botánica, durantevarios siglos, nofue otra cosa que una mera lista de drogas.

Esto no quiere decir, sin embargo, que elordo clerical,en su conjunto, diera la espaldaa la ciencia,todo lo contrario.En el siglo x, porejemplo, los monjes franceses hablaban conadmiraciónde los médicosde Salemadespro-

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vistosde culturaliterariapero provistosde unagran experienciay talentonatural.Y es signifi-cativo que en el sigloXIaunque el abad Desi-derio, futuro papa Víctor111,hablarade las ope-racionesmilagrosasde San Benito,no dudaraen ir a buscar los cuidados médicos a Salemacuando él mismo enfermó.Así, pensamosqueel progresivoalejamientomonásticode la cien-cia práctica se debió a que, en la centuriasi-guiente, la medicina del alma fuera declaradaincompatiblecon la del cuerpo, prohibiéndosea loseclesiásticoshacersemédicosprofesiona-les. Entre las causas aducidas se subrayó elque los hombresdedicados a la Iglesiano de-bían obtenerdinero por sus servicios,ni ensu-ciarse las manos con sangre. Pero tambiénhubo un motivo no declarado:se tenía la ideade que, en muchos casos, la enfermedaderaun castigo divino contra el cual sólo eran útilesel arrepentimientoy laoración.Una ideaque notardaríaen ser aceptada por el conjunto de lapoblación,como lo demuestrael contenidodealguna de las Cantigasde Alfonsox.

No obstante, las traducciones de estudioscientíficosllevadasa cabo en la PenínsulaIbé-rica a lo largode la invasiónmusulmana,el na-cimientoy florecimientode escuelasy universi-dades en Europa y, sobre todo, la especialpreocupación por la medicina de alguna deellas, influiríandecisivamenteen el despertaryen la consolidaciónde esta ciencia.

Desde el siglo IXhasta el XIII,fue Salema elcentro científicopor excelencia.A ella pertene-cieron médicos y teóricostan importantesparael resurgimientode lamedicinacomo Cariopon-to y Petrocelo;y enellase redactaronobrasqueadquiriríangran difusióncomo el Tratadode Gi-necologíade Trotula, el Manual de CirugíadeRoger,o el RegimenSanitatisSalemitanum.Al

. establecerFederico11,en el año 1240, que to-dos los aspirantesa médicos en Siciliadebíancursar tres años de lógica, cinco de medicina,y uno de prácticasjunto a un médico ya diplo-mado, dejó bien claro la necesidadde compa-ginar el estudio con la práctica.

A partir del sigloXIII, la universidades deMontpellier,Padua y, sobre todo, Bolonia,co-menzaríana brillarpor sus investigacionesmé-dicas y, en concreto, por el progresivo valordado a las disecciones. Boloniacontó en se-guida con una escuela quirúrgica, siendo elmás relevantede sus cirujanos Guillermo deSalicato,quien,en sus escritos,hacíarecomen-daciones,por ejemplo, sobrecómo debíanserlos vendajesempleadostras las trepanaciones,los inconvenientesde los cauterizadores,o losmejores emplastos. Entre los puntos positivos

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Hospital medieval de Tossa de Mar (Gerona)(arriba).Claustro gótico del antiguo hospital

de la Santa Cruz de Barcelona (abajo)

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del Oe ChirurgíaMagna de Guy de Chauliac(1298-1368),se halla la incorporaciónde algu-nas operaciones,como las de cataratasy lasde fracturas,hasta entoncessólo tratadasporcharlatanesque se autocalificabande especia-listas.En él también se describe la práctica deinhalacionesnarcóticas:con este miembro in-curable, imitaré la piedad de los antiguosciru-janos , que antes de demostrarsu arte provo-caban el sueño, para después cortar la parteafecta.

Se escribieronigualmenteobras de divulga-ción, tal es el caso de Tesorode los pobres re-dactada por PetrusHispanus,en las que des-cripciones correctas iban acompañadas deotras repletasde falsedades,fruto,sinduda, dela incomprensióno del desconocimiento.Res-pecto al caráctergeneralde la medicina inter-na medieval,hemosde subrayarsu inferioridaden relacióncon el de la cirugía:la fisiologíaenuso siguió siendo la de Galería, pero con lasinexactitudesocasionadas por los comentaris-tas árabes; la patología,hábil en cuanto a ladescripciónde los síntomasde las enfermeda-des, se hallabamuy limitadaen lo referenteasus causas y remedios;se estuvo obsesiona-do por la teoríade los cuatro humores;en far-macologíasólo se usaron las hierbas.Porotraparte, la escasezde conocimientosbiológicosy la falta de higienecondicionaronel modestoavanceen el tratamientode enfermedadescon-tagiosas,ante las que sólo se podía recurriramedicinascomo el aislamiento.

Los médicos,tantocristianoscomo árabesojudíos,teníansus competidores,los astrólogos.Enuna miniaturase representaa GuillermoI1ensu lecho de muerte junto a un médico y a unastrólogoque sostieneen su mano un astrola-bio. Pero estos personajes¿eranrealmenteri-valesde los médicos?La presenciade astrólo-gos no debe interpretarsecomo consecuenciade la superstición;muy al contrario,pareceserque colaborabancon los médicos, sugiriéndo-les el momentopropicioen el que actuarsobreel pacientey administrarlelos remedios de lamedicinaque considerabanoportunos.

Lo que sí estaba ligado a la supersticióny alos excesosreligiososfue todo un conjuntodecreencias,inclusode disposicionesconciliares,como la que prohibíaa los médicosvisitarmásde tresvecesa unenfermoque no hubieracon-fesado duranteaquellaenfermedad.El que secreyera,por ejemplo,en la imposibilidadde sa-nar, a travésde los conocimientosmédicos,atodo hombreo mujerque hubieseobradoen al-guna ocasión contra Dios o la Iglesia,era pro-ducto de la especial religiosidadde la $poca.

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De ahí que se llamaraa monjesconsideradossantos para que acudiesen a la cabecera deun enfermocrónico; o la proliferaciónde san-tuariosque atraíana los pacientesllenosde es-peranza.La taumaturgiaestabaen pleno auge.El escrofulismo,o mal real, según se denomi-naba entonces, sólo podía ser curado por elcontacto de los reyeso de sus vestiduras.

Del mismo modo se hallaban muy extendi-dos los remediosde comadres, las fórmulasypócimas mágicas, que circulabande boca enboca y de manoen mano,y los talismanes.Sinembargo,se hademostradoya que,aunqueto-dos ellos fruto de la ignoranciay de la supers-tición, no carecíande cierto valor psicosomáti-co. Además ¿que;campesino o pobre podíapermitirseel lujo de acudir a un médico? Encualquier caso, la Edad Media vio caminar,unasvecesde forma paralelay otrasde mane-ra conjunta, probablemente, por la situaciónque provocaba la combinación de atavismosmentales con la escasez de recursos, la su-persticióny la milagreríacon el débil avancemédico.

LaAntigüedadno desconocióla hospitalidadindividual,pero pareceser que sí ignoró el ca-ráctergeneraly gratuitode los centrosde asis-tencia.Desdelos comienzosde la Edad Mediala invocaciónde santos protectoresy sanado-resde determinadasenfermedadesfue corrien-te; San Roque, San Damián, San Sebastián,fueron al~unosde los más famosos.En segui-da, las ordenes religiosas proporcionaron suayudaque, aunque limitada,seríala únicaexis-tentedurantemucho tiempo. Perocada vez sehacía más imprescindible,como respuesta alas necesidadescolectivas,la organizaciónra-cionaly ampliade centrosparacuidara los en-fermos; de ahí la proliferaciónde hospitalesapartirdel sigloXII.

Mentalidadesreligiosasy hospitales

Sehanbarajadovariosmotivosa lahoradeintentarexplicarel nacimientoy augede loscentroshospitalariosmedievalesen Europa.Muchoshistoriadoreshanvistocomoprincipalimpulsordeestasfundacioneselprofundosen-timientocristianodel momento.Sindudaésteactuócomounode losfactoresmásinfluyen-tes,de ahíque,en primerlugar,la beneficen-cia se preocuparamáspor la exaltaciónde lacaridadfraternaly el cuidadode lasalmasquepor el mejoramientomaterialde lasvidashu-manasqueacudíana loshospitales;y, en se-gundo,el quetantosmonarcas,noblesy pre-ladosmandaranconstruiry dotarcon bienesdi-

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Laboratorio de un alquimista (grabado dti H. Cok, según pintura de Brueghel el Viejo)

ferentesestablecimientos,bien por agradeci-mientoa Diostrasvictoriosasbatallas,bienporlasalvaciónde susalmas.

Sinembargo,hubotambiénotrascausas,ynomenosnotables,delasquelaexpansiónde-mográficay el florecimientode laburguesíare-sultaríansersusprincipalesmotores.Lamayorpartede losautoresmedievalestendíana con-sideraral pobrey alenfermoenfuncióndelricoy del sano:aquélloshabíansidocreadosparala salvaciónde éstos.En1304,el dominicoGiordanoda Rivalto,por ejemplo,entendíalapobrezacomo un mal necesario,una dobleocasiónde salvación,parael pobreporsupa-ciencia,y parael ricopor la limosna.Estaidease mantendríavigentehastael finaldel Medie-vo.

Pero,tras los cambiossocialesy económi-cos,y conellosel empujede laburguesía,losintegrantesde este nuevogruposocialcom-prendieronlanecesidadde equipararseensusformasexternasa los poderososdel sistemafeudal,si queríanocuparun lugarrelevanteensu sociedad,Nadamásalejadode su mente

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que el desear romper el viejo orden; su meta,por el contrario,era el ser aceptadosen él. Laslimosnasy la creación de hospitalesa expen-sas de sus bolsillosfueron algunas de las me-didas adoptadas para conseguirlo.No obstan-te, todo pareceindicarque los nuevosricosten-dieron más a emplearsu dinero en obras píasque repercutíandirectamenteen el bienestardela comunidad, es decir, en la construccióndehospitales,que en otras de exclusivocarácterreligioso.Productosde la mentalidadburguesay de sus donaciones, fue la creación en elaño1200de un gran hospitalen Gantepor par-te de la familiaUten Hove,y el que Arras,en elsigloXIV,contaracon 23 hospitales,leproseríasy asilospara indigentes,con una capacidad entorno a las mil personas.

Respectoa las característicasde los hospi-tales medievales,hemosde decir que éstasva-riaban, sobre todo, en función de su espacio:había hospitalescon 2 ó 3 camas y otros con30 ó 40. Por logeneralse edificabana la

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,tas de las ciudades,sirviendoasí tam ~~alojamientoa viajeros, peregrinosY po ~ G-~~ r-.'

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que produjo no pocos problemas de abusos,según podemos apreciar por algunas disposi-ciones testamentarias conservadas. Así, porejemplo, en la de Elvira González se dice a losencargados del hospital de Santa María la Realde Surgos, que no recojan a bellacos, pícaros,vagabundos y prostitutas.

Los hospitales contaban con ciertos dere-chos nada desdeñables: estaban exentos delpago de diezmos; tenían derecho de asilo; ysus bienes eran inalienables porque defendíanel derecho de los pobres. Sabemos igualmen-te que en ellos se recogía a todo tipo de enfer-mos, salvo a los leprosos, cojos, mancos y cie-gos, a quienes no se les consideraba verdade-ros enfermos por el carácter incurable de su do-lencia. Existían además algunos especializados,como el de San Antolín de Palencia o la Mai-son des Bonnes Fil/es, ambos destinados a losniños. Las normas de aceptación en los hospi-tales variaban según la comarca o reino; en In-glaterra se impedía la entrada en ellos a pere-grinos. .

Las condiciones reales de los hospitales de-bieron distar mucho de las idealizadas ilustra-ciones medievales que hoy conservamos. Porlo general, antes del siglo XIV.todos carecían demédicos y de cirujanos estables. El elevadoporcentaje de muertes acaecidas en estos es-tablecimientos nos indica la escasa eficacia delos mismos. En su capilla figuraban un cape-llán, un mayordomo, un boticario, los visitado-res y, con el tiempo, un médico y un cirujano,lo que nos demuestra hasta dónde la atenciónespiritual se hallaba mejor provista que la pura-

mente científica. No obstante, sus regidores ypromotores siempre se preocuparon por man-tener un cierto nivel higiénico y alimenticio, quehoy, desde luego, parecería insuficiente: el en-fermo era lavado al menos una vez a fondo eldía de su llegada, y todas las semanas se le la-vaban los pies, aunque hemos de subrayar queesta ceremonia tenía valor más religioso que hi-giénico. Respecto a la nutrición de los pacien-tes, se especificaba que debía ser abundante.Se recomendaban igualmente las infusiones,los jarabes y almíbares, y el vino, en concreto,para las parturientas.

En definitiva, podemos decir que en los últi-mos siglos medievales se produjo una auténti-ca secularización de la sociedad como res-puesta al conjunto de factores y circunstanciassurgidos entonces: el deseo de mayor eficaciahospitalaria ante el temor ocasionado por lassucesivas oleadas de peste en el siglo XIV,y alcarácter contagioso de algunas enfermedades;el esplendor de la burguesía y su interés por ac-tuar de acuerdo con los cánones establecidospor los grupos poderosos del orden feudal; y,muy especialmente, la singular espiritualidadque bullía entre las gentes de aquellas centu-rias finales, y que favorecería no sólo la crea-ción de hospitales sino también la de otras ins-tituciones, tales como las cofradías o las arcasde misericordia.

Un sirviente da una medicina preparada por el médico(grabado del códice Vindobenensis)

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Mujer moribunda (detalle del cuadro El triunfo de la muerte, deBmeghel el Viejo, Museo del Prado, Madrid)

Catástrofesmedievales

Textos

~ ~~ ~ - I

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Los días previosal del Juicio Final

Las calamidadesde España ante lairrupción musul-

mana

El fin de los tiem-pos según los hu-sitas radicales de

Tabor (1420)

EL del onzeno día, si saberlo queredesserá tan bravo signo que son espanteredes;abrirse han de las fuessas que cerradas veedes

istrán fuera los huessos de entre las paredes.Non será el dozeno que lo ose catar,

ca verán por el zielo grandes flamas volar;verán a las estrellas caer de su lagarcomo caen las fajas quand caen del figar.

Del trezeno fablemos, los otros terminados;morrán todos los omnes, menudos e granadas,mas a poco de término serán resucitadospor venir al Judicio justos e condenados.

El dia quarto decimo será fiera varata,ardrá todo el mundo, el oro e la plata,balanquines e púrpuras, xamit e escarlata;non fincará conejo en cueva nin en mata.

El dia postremero, como diz el proheta,el angel pregonero sonará la corneta;oirla han los muertos, quisque en su capseta,correrán al Judicio quisque con su maleta.

(GONZALO DE BERCEO, «Signos que aparecerán antes del Juicio Fi-nal». Ed. de A. M. RAMONEDA.)

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Q UIENpodrá, pues, narrar tan grandes peligros?! ¡¿Quién podráenumerar desastres tan lamentables?! Pues aunque todos losmiembros se convirtiesen en lengua, no podría de ninguna

manera, la naturaleza humana, referir la ruina de España ni tantos y tangrandes males como ésta soportó. Pero para contar al lector todo enbreves páginas, dejando de lado los innumerables desastres que desdeAdán hasta hoy causó, cruel, por innumerables regiones y ciudades,este mundo inmundo, todo cuando según la historia soportó la con-quistada Troya, lo que aguantó Jerusalén, según vaticinio de los profe-tas, lo que padeció Babilonia, según el testimonio de las escrituras, y,en fin, todo cuanto Roma enriquecida por la dignidad de los apóstolesalcanzó por sus mártires, todo esto y más lo sintió España, tanto en suhonra, como también de su deshonra, pues antes era atrayente, y ahoraestá hecha una desdicha. «<Crónicamozárabe de 754»,cap. 6.Ed.J.E. .LOPEZ PERElRA.)

EN primer lugar, en nuestra época llegará la consumación de lossiglos, es decir, la extirpación de todo el mal de este mundo.

Esta época ya no es el tiempo de la misericordia, ni de lapiedad, ni de la indulgencia para los malvados que se oponen a la leydivina.

Enadelante será el momento de lavenganzay de las represalias con-tra los malvados, con la espada o con el fuego, de suerte que todos losadversarios de la ley de Dios morirán con la espada o con el fuego, ode cualquier otra forma violenta...

Desde ahora, en esta época del final de los siglos que se llama díade la venganza, Cristo ha llegado en secreto, lo mismo que un ladrónpara aplastar a sus enemigos con las armas o con el fuego, sobre todocon el fuego; porque como en otro tiempo el mundo fue renovado conel diluvio, ahora será renovado por el fuego; y con este fin todas lasciudades, pueblos y aldeas serán incendiados...

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U/Textos PESTESY CATASTROFESMEDIEVALES

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Paciente recibiendo un vino medicinal de un médico (códice Vindobonensis)

...Cristo vendrá bajo las especies corporales, hará desaparecer desu reino todos los escándalos y a todos aquellos que cometan el maly no dejará que entre en este reino nada que no sea inmaculado, niaquellos que preparan o hacen abominaciones; y El instituirá aquí suIglesia, para mayor alabanza y gloria como nunca lo fue la Santa Iglesiaprimera... (Extractos de los artículos milenaristas de Tabor, recogidopor 1. MACECK,«¿Herejíao revolución? El movimiento husita», pág. 127a 130. Ed. Ciencia Nueva. Madrid, 1967.)

ELpequeño número de los que sobrevivimos fue gracias no a nues-tros méritos, sino a la misericordia del Señor. Pueblos innume-rables y feroces han ocupado el conjunto de las Galias. Todo el

país que se extiende entre los Alpes y los Pirineos, el que limita con elOcéano y el Rin, ha sido devastado por quados, vándalos, sármatas, ala-nos gépidos, herulos, sajones, burgundios, alamanos y -terrible des-gracia- los panonios se han convertido en enemigos, pues Assur hallegado con ellos. (Salmo 82,9). Maguncia, en otro tiempo ilustre, hasido tomada y saqueada. En su iglesia, millares de hombres han sidomasacrados. Worms ha sido reducida después de un largo asedio. Lasprepotentes urbes de Reims, Amiens, Arras, Tournai, Spira y Strasburgohan sido trasladadas a Germania. Las provincias de Aquitania, Novem-populania, Lugdunense y Narbonense, salvo un pequeño número de ciu-dades, han sido completamente saqueadas. Las ciudades han quedadodespobladas por la espada y hambre. No puedo recordar sin lágrimasa Tolosa, cuya ruina sólo ha sido impedida por el mérito de su santoobispo Exuperio. Hispania misma, tiembla recordando la irrupción delos cimbrios... (SAN JERONfMO, «Carta a Geruchia».)

Los pueblos bár-baros como heral-dos de la catás-trofe: el cruce delRhin en el 406

Textos PESTES Y CA TASTROFES MEDIEVALES / 111

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Síntomas de laproximidad del

anticristo

Visión del canci-ller Aya/a sobre la

guerra

Descripción delgran hambre de1032-1033, según

Rál Glaber

MUCHASgentes fueron a consultar a ciertas personas -las con-sideradas como más inquietas de estos tiempos- cual era lasignificación de que tales multitudes se pusieran en marcha

hacia Jerusalén, cosa que no se había visto hasta entonces. Meditandosus palabras, estas personas respondieron que esto no presagiaba otracosa que la venida del miserable anticristo quién, según la autoridaddivina, se le verá venir al aproximarse el fin del mundo. Todas las gen-tes tomaron la ruta de Oriente,por donde debe aparecer, por lo que to-das las naciones deben salir a su encuentro. Así se cumpliría la profe-cía del Señor según la cual, incluso los elegidos caerían entonces enla tentación. Reconoceremos esto pero sin negar, por lo demás, quelos piadosos esfuerzos de los fieles les valdrán recibir del justo juez surecompensa y salario. (RAULGLABER,«Historias», lib. IV, cap. 6.)

1

CODICIANcaballeros las guerras cadadíapor llevargrandes sueldos e llevar la cuantía,e fuelgan cuando ven la tierra en robería

de ladrones e cortones que llevan en compañía.Olvidadohan a los moros las sus guerras fazer,

ca en otras tierras llanas asaz fallan que comer:unos son capitanes, otros envían a correr,sobre los pobres sin culpa se acostumbran a mantener.

Loscristianos han las guerras, los moros están folgados,e todos los más reinos ya tiene reyes doblados:e todo aquesto viene por los nuestros pecados,ca somos contra Dios en toda cosa errados.

Los que con sus bueyes solían las sus tierras labrar,todos toman ya armas e comienzan a robar,roban la pobre gente e la fazen hermar;Dios sólo es aquel que esto podía enmendar.

Non pueden usar justicia los reyes en la su tierra,ca dizen que lo non sufre el tal tiempo de guerra:asaz es engañado e contra Dios más yerraquien el camino llano desampara por la sierra.

(P. LOPEZ DE AYALA, «Rimado de Palacio», Recogido de J. RODRI-GUEZ PUERTOLAS, «Poesía de protesta en la Edad Media castellana.Historia y antología», Madrid, 1968, págs. 90-91.)

CUANDO se comieron a las bestias salvajes y los pájaros, los hom-bres se pusieron, obligados por el hambre devoradora, a reco-ger para comer todo tipo de carroñas y de cosas horribles de

describir. Algunos, para escapar de la muerte, recurrieron a las raícesde los bosques y a las hierbas. Un hambre desesperada hizo que loshombres devoraran carne humana. Dos viajeros fueron muertos porotros más robustos que ellos, sus miembros despedazados, cocidos alfuego y devorados. Muchas gentes que se trasladaban de un lugar aotro para huir del hambre y encontraban en el camino hospitalidad, fue-ron degolladas durante la noche y sirvieronde alimento a aquellos queles habían acogido. Muchos,enseñando a los niños una frutao un hue-vo, los atraían a lugaresapartados, los asesinaban y los devoraban. Loscuerpos de los muertos fueron arrancados de la tierra en muchos luga-res y sirvierontambién para calmar el hambre. En la región del Mikonmuchas personas extraían del suelo una tierra blanca que se parecía ala arcilla, la mezclaban con lo que tenían de harina o de salvado y ha-cían con esta mezcla panes, gracias a los cuales esperaban no morir

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IV /Textos PESTES Y CATASTROFES MEDIEVALES

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San Antonio dando una limosna a pobres y peregrinos (por Jaume Se"a, Museo de Artede Cataluña)

de hambre; pero esta práctica no aportaba más que la esperanza desalvacióny un consuelo ilusorio. Sólo se veían rostros pálidos y dema-crados, muchos presentaban una piel salpicada de inflamaciones; in-cluso la voz humana se hacía endeble, parecida a pequeños grititosde pájaros expirando... (Recogidopor 1. LE GOFF,«LaBaja Edad Me-dia», vol. XI de la Historia Universal Siglo XXI,Madrid, 1978, 70ed., págs.22-23.)

EN este anno en questamos fue muy grant mortandat en los gana-

. dos, e otrosi la simien<;amuy tardia por el muy fuerte temporalque ha fecho de muy grandes yelos, en manera que las carnesson muy encarecydas e lo omes non las pueden aver, e el pan elas carnes encarece de cada día. (Cortesde Burgos de 1345.Recogidoen «Cortesde los Antiguos Reinos de León y Casti//a»,vol. /, pág. 484.)

OTROSSI(el reyde Castilla)dexarápassarpor sus tierrase reg-nos quales quier gente assí de cauaillo commo de pie que eldicho Rey de Nauarra enbiare a faser guerra a qual quier Rey

o perssona con quien él ouiere guerra en la manera que dicha es, etdemandar que los acojan en su regno e lugares e les dén viandas porsus dineros, e les dexen passar por todos los passos e puentes e losotros lugares que vieren que les cunplen, e les ayuden en todo lo queouieren mester la dicha ayuda para faser la dicha guerra. Pero por guar-dar contienda que podría acaecer sobre las posadas de los lugares, queen las villas e lugares do lIegaren que acojan los cabdiellos con <;in-quenta onbres de cauallo e <;inquentaonbres de pie, e los otros queposen en el campo.

Hombre Y carestúlde 1345 en el rei-no clIStelltUlOleo-,.

Tratado de pazftItre CIrl- 11deNIIIJtIJTtJY ,ftlro 1de CatIlltJ soI1reCÓIIID luII1rúBa deatravesarse lac"",.- por"...te de la froJIIISpara 110 ca.sardlmlr6ios (1362)

Textos PESTESYCATASTROFESMEDIEVALES/V

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Perdón de la pe-cha de 1361 al

pueblo IUllJIlJ'I'O deLarraga, debido a

la pobre cosecha

recogida por obra

de fUUl fIlerte se-

quía y a la consi-

guiente amenazade deapoblacwn

IIIIIIIIIDdtmea

Y lrIImbre en el

ReinD de CIlstilIll

(1434-1435)

Otrossí en las passadas de las puentes o de los otros pass os queouiren a entrar en la c;ibdades e villas e lugares por do quieren a pas-sar, que passen las conpañías c;iento a c;iento de cauallo, e fasta quepassen los vnos c;iento que non passen los otros c;iento. Et assí commofueren passados c;iento que así dexen passar a otros <;iento, e todos losotros d'esta guisa fasta que sean todos passados, en manera que nonaya y detenimiento ninguno. (Archivo general de Navam;¡. Sección deComptos, Caj. 15, n° 42. Recogido en la Tesis de PILARAZCARATE,«Lasrelaciones castellano-navaffas en el siglo xw: la época conflictiva(1328-1378»>,Alcalá de Henares, 1987.) ,.

LOYS, inffant de Nauarra, etcétera. Al thesorero, Salut. Por partesdel alcalde, mayorales, jurados e concejo de la villa de Larraga,suplicando nos es signifficadoque al tiempo que las bonas gen-

tes del Regno prestaron al Reynuestro caro Seynnore hermano quan-do postremerament partió del dicto Regnopor ir a Francia,ci~rtas pers-sanas del dicto concep prestaron al dicto Reynuestro Seynnortrezien-tas e VIIlibras carlines prietos (...) De la quoal suma sobredicta, se-gunt dizien, el dicto concep ha recebido en rebatimiento de lur pe-cha (...), así que monta en suma todo lo que han recebido cm librascarlines prietos, segunt que todo esto por los libros de thesoreria e porcarta de recognoscimiento más clarament puede parescer. E así reba-tidas las dictas pagas, resta que es devido del dicto priestamo 11o 1111libras.

De las quoales nos han pidido merce, humilment suplicado que es-goardando la sterilidat e seca deste ayno present, por la quoal eillos nohan cogido la meatad de la frument que sembraron, assi en este aynnono han de que sembrar sini mallevando sobre le venidero, ge las man-demos pagar o rebater en la pecha que eillos deven al seynnor nuestroSeynnordeste aynno present. Car en otra manera eillos non podrían pa-gar la dicta pecha e la maor partida de las gentes de la dicta villa seavríana yr a bivira otros logares. Etnos entendida lur suplicación, con-siderando que en este aynno el pueblo de la dicta villa es mal caydopor razón de la seca, et queriendo relavar et socorrer aqueil, vos man-damos firme que al dicto concep de Larragarecibades o fagades rece-bir en compto e rebatades la pecha que eillos deuen deste aynno pre-sent CIIIIlibrascarlines prietos... Data en Pamplona, VIIo día de Octo-bre, Anno LX o Primo. Presente Maestre S. D'Escorssi. Peralta. (Archivogeneral de Navaffa. Sección de Comptos. Caj. 14, n o 155, fol. 48v. Pub.B. LEROY, «El Cartulario del Infante Luis de Navaffa del año 1361»,Pamplona, 1981, pág. 160-161.)

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DOS días antes de Todos Santos del dicho año, estando el Reyen Madrid,comenzó tan grande fortuna de aguas é nieves, queduró hasta siete dias de Henero del año treinta y cinco. En to-

dos estos días nunca cesó agua ó nieve, en tal manera, que se fundie-ron muchas casas en el Reyno,é murió mucha gente en los rios y enlas casas donde estaban, especialmente en Valladolid, donde creciótanto el rio Esgueva,que rompió la cerca de la villa é llevó lo más dela Costanillaé de otros barrios. En Medinadel Campo el arroyo de Zar-padielllevó muchas casas, y el avenida de los rios derribó los molinosde aquella comarca, é asimesmo en Madrid derribó muchas casas, éfue allí tan grande la hambre, que mas de quarenta dias toda la gentecomia trigococido por mengua de harina. Murieronen este tiempo mu-chos ganados, é la tierra quedó tan llena de agua, que non podian an-dar los caminos, é con esto non podian arar ni sembrar, é fue la cares-

¡o.

VllTextos PESTES Y CATASTROFES MEDIEVALES

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tia tan grande, que los hombres no se podian mantener. Y entonces enSevilla cresció tanto el rio Guadalquivir, que llegó dos cobdos menosde junto con las almenas, é la gente de la cibdad de dia no entendianen otra cosa sino en galafatear é reparar la cerca, é muchos se metíanen naos é caravelas, é los que no tenian en qué, pensaban ser todo per-didos. Y esta fortuna duró hasta el dia de Santa Maria de Marzo del añomil é quatrocientos é treinta é cinco, que á Nuestro Señor plugo queesta tormenta cesase. «<Crónicadel Rey Don Juan, segundo de estenombre en Castilla y León»,B. A. E., vol. LXVIII,pág. 519.)

t" SE transtorna el orden de la caridad si se atiende primero a la sa-lud del cuerpo que a la del alma. En efecto, aunque en el sa-grado concilio general se mandó severamente, que cuando va-

yan los médicos a visitara un enfermo, le amonesten a que llame antetodo a los médicos de almas, para poder aplicar remedios al cuerpodespués de proveer a la salud espiritual; sin embargo, se ve que frustraeste saludable y útil estatuto o por olvido o por desprecio... (Del Con-cilio de Tortosade 1429.)

DIGO, pues, que ya habían los años de la fructíferaEncarnacióndel Hijode Dios llegado el número de mil trescientos cuarentay ocho, cuando a la egregia ciudad de Florencia, nobilísima en-

tre todas las otras ciudades de Italia, llegó la mortífera peste -que opor obra de los cuerpos superiores o por nuestras acciones inicuas fueenviada sobre los mortales por la justa ira de Dios para nuestra correc-ción- que había comenzado algunos años antes en las partes orien-tales privándolas de gran cantidad de vivientes, y, continuándose sindescanso de un lugar en otro, se había extendido miserablemente a Oc-cidente. Y no valiendo contra ella ningún saber ni providencia humana(como la limpieza de la ciudad de muchas inmundicias, ordenada porlos encargados de ello y la prohibición de entrar en ella a todos los en-fermos y los muchos consejos dados para conservar la salubridad) nivaliendo tampoco las humildes súplicas dirigidas a Dios por las perso-nas devotas no una vez sino muchas ordenadas en procesiones o deotras maneras, casi al principio de la primavera del año antes dicho,empezó horriblemente y en asombrosa manera a mostrar sus doloro-sos efectos. Y no era como en Oriente, donde a quien salía sangre dela nariz le era manifiesto signo de muerte inevitable, sino que en su co-mienzo nacían a los varones y a las hembras semejantemente en las in-gles, o bajo las axilas, ciertas hinchazones que algunas crecían hastael tamaño de una manzana y otras de un huevo, y algunas más y algu-nas menos, que eran llamadas bubas por el pueblo. Y de las dos di-chas partes del cuerpo, en poco espacio de tiempo empezó la mortífe-ra buba a extenderse a cualquiera de sus partes, indiferentemente, e in-mediatamente comenzó la calidad de la dicha enfermedad a cambiarseen manchas negras o lívidas que aparecían a muchos en los brazos ypor los muslos y en cualquier parte del cuerpo, a unos grandes y rarasy a otros menudas y abundantes. (G. BOCCACCIO, «Cuentos delDecamerón».)

A DEMASprohibimos a los cristianos den oídos a los agüeros

« y encantaciones y a los supersticiosos que dimanan delcurso de la luna, ni para dañar los animales, ni para echarlas telas de las mujeres, porque todo esto huele a idolatría;y la Santa

lA salrul del eaer-po y dellllnuJ

lApate .1348-1I00000le,según el Decame-ron

Canon contra lassupersticiones

Textos PESTESY CATASTROFESMEDIEVALES/VII

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Consejos médicos

Muertede AlfonsoXl a consecuenciade la Peste Negra

Curaciones mila-grosas llevadas acabo por los san-tos Cosme y Da-

mián

Mujer muerta por lapeste con su niño enbrazos (detalle de El

triunfo de la muerte, porBrueghel el Viejo, Museo

del Prado, Madrid)

Madre Iglesia lo anatemiza y por el contrario todo debe hacerse en elnombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo». (Concilio de Compos-tela de 1056.)

.sI te faltan los médicos, sigue usando estos tres;Mente alegre, sosiego y dieta moderada.Levántate temprano y cuida no olvidar

lavar con agua fría tus manos y tus ojos,estirar suavemente los miembros todos,refrescar el cerebro haga frío o calor, sea diciembre o julio;peinarte la cabeza y lavarte los dientes.Mantente frío si te sangran, caliente si te bañas.Si has comido, no es nocivo estar de pie o pasear.

(Poema del «Régimen sanitatis» atribuido a un médico de Salemo.)

..

Q,..

E agora tornando a nuestra entención, después de muchos con-sejos é afincamientos que los dichos Señores é Caballeros, se-gund avemos dicho, ficieronpor levantaral ReyDonAlfonsode

aquel real de Gibraltar,por la pestilencia que allí era, el Rey nunca loquiso facer: é fue voluntad de Diosque el Reyadolesció, é ovo una lan-dre, de la cual finó viernes santo, que dicen de indulgencia, que fué áveinte é siete dias de Marzo,año del nascimiento de nuestro Señor Je-su-Christode mil é trescientos é cincuenta, que fué estonces años dejubileo. (Crónica de Pedro 1, Cap. J.)

ESTANDOen el campoun labradordescansandodel trabajode lasiega de sus mieses, se quedó dormido con la boca abierta, ymientras dormía se le introdujo por ella una serpiente. Cuando

despertó se fue a su casa sin enterarse de lo que le había ocurrido.Aquellamisma noche comenzó a sentir fortísimosdolores, a dar gritosy a invocar a los santos Cosmey Damián, suplicándoles que acudieranen su auxilio. Como las molestias que sentía en vez de remitir iban enaumento, se fue a la iglesia de los santos mártires; poco después dellegara ella quedóse repentinamente dormido y, en cuanto se durmió,la serpiente que aquella tarde había entrado por su boca por ella tam-bién salió. (J. DEVORAGINE,«La leyenda dorada».)

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LVIIllTextos PESTES Y CATASTROFES MEDIEVALES

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