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    . Revista Internacional de Filosofa, n 53, 2011, 117-143ISSN: 1130-0507

    Los usos del concepto de generacin en la losofa

    espaola de los aos 1940: racionalizaciones biogrcas,

    trayectorias acadmicas y tradiciones tericas*

    The uses of the concept of generation in the Spanish

    philosophy of the 1940: biographical rationalizations, academiccareers and theoretical traditions

    JosLuisMoreno Pestaa

    Fecha de recepcin: 30-9-2010. Fecha de aceptacin: 10-11-2010.* Departamento de Historia, Geografa y Filosofa, Facultad de Filosofa y Letras, Universidad de Cdiz, Avda.

    Dr. Gmez Ulla s/n, 11003 Cdiz (ESPAA). Quiero agradecer a los herederos de Pedro Lan Entralgo, JulinMaras y Xavier Zubiri su permiso para consultar la correspondencia conservada en la Fundacin Ortega yGasset (se cita FOG seguido de la fecha). Alejandro Estrella, Jaime de Salas y Javier Zamora Bonilla han tenido

    a bien leer este texto y comentarlo. Los errores que queden, sobreviven a sus excelentes y amistosos consejos.Agradezco a la Fundacin Ortega y Gasset la acogida que me proporcion para trabajar en sus archivos. Eltexto ha sido escrito en el marco del proyecto de I+D FFI2010-15196.

    Resumen: En este artculo se reconstruye eldebate (desarrollado en la segunda mitad de losaos 1940) sobre las generaciones entre JulinMaras y Pedro Lan Entralgo. Para ello sereconstruyen las trayectorias biogrcas, polticasy culturales de ambos. Tambin se analizan lasredes tericas, procedentes de Ortega y Gasset, enlas que dicho debate cobra sentido. A travs de esedebate se intenta captar ciertas transformacionesque la Guerra Civil y la primera fase del Rgimende Franco impusieron en las redes intelectualesvinculadas a Ortega y a Zubiri.Palabras clave: generaciones, Ortega y Gasset,

    Julin Maras, Xavier Zubiri, Pedro Lan Entralgo,Sociologa de la Filosofa.

    Abstract: This article reconstructs the discussion(developed in the second half of the 1940s)over the generations between Julian Marias andPedro Lain Entralgo. This biographical rebuilds,both political and cultural. It also analyses thetheoretical network, from Ortega y Gasset, inwhich the debate makes sense. Through thisdebate try to capture certain changes that theCivil War and the rst phase of the Franco regimeimposed on intellectual networks linked to Ortegaand Zubiri.Keywords: generations, Ortega y Gasset, JulinMaras, Xavier Zubiri, Pedro Lan Entralgo,

    Sociology of Philosophy.

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    Los conceptos no slo sirven para pensar el mundo sino tambin para justicar nuestrapropia posicin en l. El anlisis del debate sobre las generaciones entre Pedro Lan Entralgoy Julin Maras puede abordarse desde una doble perspectiva. Por una parte, como un ejemplode la riqueza terica existente en Espaa en unos aos que, generalmente, se considerannegros y completamente estriles en materia de pensamiento. La discusin entre estos dos, enla poca, jvenes intelectuales, ayudar a revisar ese juicio y una tarea del presente texto serdar una explicacin de la creatividad intelectual en un periodo de totalitarismo poltico, lo quesupone una cierta teora acerca de cmo los campos sociales estn o no sincronizados. Porotra parte, y directamente relacionado con la cuestin de la sincrona, como un ejemplo de laimbricacin de la lgica de los conceptos con las propiedades, extradiscursivas, de aquellosque los emplean. La vida intelectual sirve, advertida o inadvertidamente, para ordenar laexperiencia social de los sujetos que, adems de intelectuales, son agentes con caractersticassociales particulares.

    Un debate losco (Fabiani, 1997: 11-34), permite contemplar una conguracin delcampo losco intercambiando argumentos. Para comprender semejante conguracin debeprocederse, primero, a reconstituir el marco histrico en el que se produce el intercambio.Segundo, hay que analizar cmo el debate reactualiza un pasado cultural comn. Los debatesloscos sirven para mantener, recrear, reinterpretar u ocultar hasta el punto de que seproduzca una prdida de capital cultural una tradicin compartida. En el caso que nosocupa, esa tradicin era de raigambre nacional aunque se inscriba en un debate de alcanceinternacional.1

    Comenzar exponiendo el marco terico compartido de dicho debate (la teora de lasgeneraciones de Ortega). Seguidamente, explorar las trayectorias de Pedro Lan Entralgo yJulin Maras, lo que me permitir hablar de las propiedades sociales y las conguracionesintelectuales de los entornos de Xavier Zubiri y Jos Ortega. Finalmente, expondr laspropuestas de Lan y la respuesta de Maras. De ese modo, se reconstruir una coyunturaintelectual especca y se teorizar sobre la calidad intelectual de la misma. Para lo segundo,se criticar una visin sincrnica de la vida intelectual donde todo el espacio social caminaa idntico paso: gracias a esa crtica, puede revisarse con complejidad la vida intelectualespaola durante los aos ms negros de la dictadura fascista.

    Los usos de la generacin en Ortega

    El concepto de generacin tuvo siempre una triple dimensin, las tres relacionadas entres, pero que permiten diversas articulaciones intelectuales y prcticas. En primer lugar, unadimensin cientca, que agrupa a los sujetos segn ciertas propiedades comunes relacionadascon la dimensin temporal y con la sucesin de grupos humanos, cada uno de ellos, concaractersticas distintivas. La segunda dimensin, que llamar poltica, permite denirqu sujetos ocuparon, ocupan u ocuparn la direccin de las diversas esferas del mundo

    1 La historia intelectual es tambin la de redes intelectuales que contienen su propia lgica y que trasladan elpasado hacia el presente. San Agustn, explicaba Ortega, fue un filsofo partidario del mayor extremismocristiano. Sin embargo, el pensamiento cristiano tuvo poco alcance. A partir de Santo Toms, los griegos locolonizan y la peculiaridad cristiana se disuelve en las categoras griegas. Vase Jos Ortega y Gasset, Obrascompletas VI(en adelante, OC, VI), Madrid, Taurus, pp. 473-500.

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    social. Para acabar, el concepto de generacin tiene tambin una dimensin tica: permiteun trabajo sobre s mismo para ajustar o diferenciar las propias creencias y expectativas aagrupaciones de individuos temporalmente diferenciadas. Como escriba Julin Maras, elintento de conocer las generaciones depende del vrtigo de las transformaciones histricas.Esas transformaciones impelen a conocer, segn Maras (1967: 15), no slo qu es unageneracin sino tambin a qu generacin pertenecemos.

    Por tanto, el concepto de generacin permite, al menos, tres tipos de usos. Por un lado,ayuda al historiador o al socilogo a analizar las condiciones espacio-temporales quepermiten una cierta forma de ser. Por otro lado, en su uso poltico, propone o detiene lasucesin en los centros de poder, vinculndola a la puerilidad, la madurez o la senectudde ciertos grupos humanos. En n, la referencia a la generacin propia y su confrontacincon las ajenas permite ordenar los repertorios de creencias y ajustar los proyectos a ciclostemporales ms o menos previsibles.

    Los tres tipos de usos se encuentran en la teora de las generaciones de Ortega. Con sta,Ortega pretende vincular su trabajo losco con el desarrollo de la ciencia histrica. Ortega(1965: 74-75) propone una losofa en contacto permanente con las ciencias, acorde con laidea expresada enLa idea de principio en Leibniz de que toda losofa bizquea haciauna ciencia matriz. La vinculacin de la losofa con el problema de las ciencias histricasfue central para Dilthey, persiste en la escuela neokantiana (Aron, 1969: 23-158, Kusch,1995: 162-168) referentes ambos de Ortega, y tendi a armarse en Ortega a partir delos aos 1930, en los que ste se propone elaborar una teora de la razn histrica (Zamora,2001: 371-373). Tal teora contina, por una senda diferente, problemas bsicos del debatesobre las ciencias histricas planteado en Alemania y que an ocupaba a Heidegger en lasprimeras redacciones de Ser y tiempo. Pero mientras Heidegger rechazaba que las cienciaspudieran ocuparse de la temporalidad de la experiencia humana, Ortega consideraba que elproblema de las ciencias histricas podra solucionarse con una teora losca adecuada2.La losofa debera proporcionar a la historia un modelo formal que comprendera, por unlado, una teora de la vida histrica y, por el otro, una teora de la sucesin de los gruposhumanos. La vida, primera cuestin, comprende un conjunto de soluciones prcticas a unosproblemas determinados. Problemas y soluciones dependen, por una parte, de los adelantostcnicos y, por otra parte, del conjunto de ideas dominantes en un tiempo. Ese conjunto depreguntas y respuestas, ocupaciones y seguridades, congura un mundo particular en cadapoca. Dentro de ese mundo, se componen el conjunto limitado de dramas que caracterizana cada experiencia histrica. Cada mundo permite un conjunto de cambios dentro de l. Aveces, se produce no un cambio en ese mundo, sino un cambio de mundo. Y, en ese momento,entra en juego la sucesin histrica y el concepto de generacin.

    Ortega lo expone por primera vez en 1923 en El tema de nuestro tiempo y, aunqueir madurndose poco a poco, propuso desde el principio las dimensiones a las que me hereferido anteriormente3. La generacin, se dir en 1923, permite pensar el vnculo de unconjunto de seres humanos que contiene un horizonte vital especco.En torno a Galileo, de

    2 Segn Ortega, siempre obsesionado por tener una posicin filosfica propia, eso lo diferencia de los neokan-tianos, que se limitan a analizar la lgica al uso en la historiografa efectiva. Vase el significativo texto LaFilosofa de la Historia de Hegel y la Historiologa (OC, V, 244).

    3 Vase la cronologa de Julin Maras (1967: 90-92).

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    1933, precisara cuantitativamente (siempre de modo aproximado, pues se trata de tiemposvitales, no de cifras) dicho horizonte. En un periodo histrico conviven cinco edades distintas,con diferencias de 15 aos, cada una de las cuales congura una generacin. Por un lado, seencuentran las edades no activas en un tiempo histrico (la niez y la juventud), y aquellasactivas: la generacin ascendente (entre los 30 y los 45 aos) y la generacin dominante(entre los 45 y 60 aos). Ms all de los 60 aos, sobrevive una generacin declinante. Elconicto entre tales edades dinamiza la realidad social y es la fuente del cambio histrico.

    Pero el concepto no slo agrupa, tambin jerarquiza. En cada generacin, se dir en 1923,los hombres selectos (que a su vez se dividen en hombres de accin y de contemplacin,guerreros-empresarios e intelectuales-sacerdotes, podra decirse) se diferencian de losvulgares. Los primeros deben adaptarse a los segundos (so pena de transformarse enhombres extravagantes) y estos deben otorgar conanza a aquellos. De lo contrario, el grupogeneracional no funciona y la generacin fracasa. Posteriormente, en 1933, Ortega (OC, VI,487) modulara la terminologa elitista y hablara de zonas centrales y zonas perifricas enuna generacin.

    En n, Ortega nunca olvidaba cmo las teoras inuan en su pblico y le permitenincluirse o no en una sensibilidad temporal compartida y en una trama ms o menos reguladade acceso al poder. Como siempre, lo primero que se nos ocurre es partir de una perspectivapersonal y privada, cada cual de s mismo. El hombre tiende siempre a hacerse centro delUniverso, y cuando ese hombre da la casualidad de que es espaol, entonces mucho ms(OC, VI, 405). De hecho, la divisin de las generaciones en periodos de 15 aos permitira,segn Ortega, que cada uno encontrase la generacin a la que pertenece. Para dichacontabilidad, Ortega propona retrotraerse a un acontecimiento bsico. Dado que el asuntoera el de las generaciones intelectuales, la referencia era el momento en que Descartes cumple30 aos colocndose, por tanto, entre la generacin ascendente. Descartes es, para su propiaconcepcin como lsofo, el epnimo de la generacin decisiva. No en vano, Ortega sepostulaba a s mismo como el epnimo de la generacin que abandonara el cartesianismo deun modo ms rotundo y cabal que el propuesto por Heidegger. La teora de las generacionesera, tambin, una secuenciacin del mundo de acuerdo con los proyectos de Ortega.

    Las tres dimensiones del concepto de generacin la calidad cientca, su poder dejerarquizacin poltica y su efecto en la reorganizacin de s mismo estarn presentes enel debate que reconstruimos. Para comprender su modulacin especca, deben presentarseantes los rasgos pertinentes de los contendientes. Esos rasgos comprenden una trayectoriasocial, una experiencia acadmica y una forma de conexin ms o menos accidentada con lasredes intelectuales.

    Gnesis de dos unidades generacionales

    De Burgos al centro

    Cuando discutieron en torno al concepto, la Guerra Civil espaola haba alterado, ensentido inverso, las trayectorias intelectuales de Pedro Lan Entralgo y Julin Maras:

    impuls la del primero y, aunque no trunc la del segundo, la sac gravemente de las fases

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    que era posible prever para la misma antes de 1936. Lan sali del conicto convertido en unintelectual seero del Rgimen victorioso. Maras, entrando en prisin (por poco tiempo) ysufriendo la desagradable e inslita experiencia de ver cmo un tribunal suspenda una tesisde doctorado dirigida por Xavier Zubiri.

    Nacido en 1908 en Urrea de Gan, hijo de mdico rural de convicciones republicanasel padre de Pedro Lan sirvi en el ejrcito de la II Repblica Espaola durante la GuerraCivil y de madre muy religiosa, Lan realiz estudios de Ciencias Qumicas y Medicina,aunque desde muy joven descubri su vocacin losca. Una estancia en Viena en 1932 lopone en contacto con una psiquiatra y una neurologa repleta de preocupaciones loscas:de ellas, iba a surgir buena parte de la obra de Maurice Merleau-Ponty o las primerasorientaciones intelectuales de Michel Foucault. Muy pronto, Lan comienza a leer la revistaCruz y raya (editada por Jos Bergamn y donde participa su futuro maestro Zubiri): las

    lecturas se convierten en divisa de un mundo anhelado. Las redes mundanas de su ocio demdico (Lan haba comenzado a trabajar en la Confederacin Hidrogrca del Guadalquiviren Sevilla) lo satisfacen poco: el mundo del paludismo, el caballo y el gazpacho (Lan,1976: 127) no colman un ideal del yo ansioso de trascendencia y cultura. Pero, an en1934, Lan, siempre lector de la psiquiatra fenomenolgica, slo es mdico interno en elpsiquitrico de Miraores, en Valencia: la lectura de la Revista de Occidente de Ortegasegua alimentando su vocacin intelectual. All entra en contacto con otro futuro psiquiatrade inquietudes metafsicas y militancia fascista (Juan Jos Lpez bor). Un curso de veranocelebrado en Santander le permite soar con una plaza en una proyectada universidad catlicaen Madrid. La carrera intelectual de Pedro Lan comienza a confundirse con las posibilidades

    de promocin ofrecidas por las redes religiosas derechistas (en un principio, cercanas aldiarioEl Debate).Porque la orientacin poltica de Lan, si hacemos caso a la reconstruccin que realiza

    en sus memorias, haba sido ambigua hasta entonces. El catolicismo, dominante durante suinfancia, le pareci una religin farisaica, cuyos sacerdotes formaban entente cotidiana conlos ricos y la guardia civil (Lan, 1976: 34). Ramiro de Maeztu, al que conoci, le habadesagradado y el derechismo de la CEDA le resultaba muy conservador. Mientras leafenomenologa psiquitrica en el manicomio de Miraores, ste comenz a funcionar biengracias a un director ligado al Partido Sindicalista de ngel Pestaa. Antes haba celebradonupcias en Sevilla en 1934, con la democrtica sencillez indumentaria que impuso el

    rgimen republicano con la hija de un miembro de Accin Republicana, asesinado durantela ocupacin de la ciudad por las tropas de Queipo del Llano. Jos Lan, hermano de Pedro,era colaborador ntimo de Santiago Carrillo y miembro del comit central de la JuventudSocialista Unicada. En 1936 durante unos cursos de verano en Santander, Lan, lector deJacques Maritain, entr en contacto con un importante representante del pensamiento francsconservador, el lsofo francs Jacques Chevalier, quien haba competido con Marcel Mausspor la eleccin al Collge de France, que sera futuro ministro de Vichy y que ilustr a susoyentes sobre el pensamiento de Flix Ravaisson: sin duda, aquello sirvi para familiarizara Lan con la teora del habito, presente en el pensamiento francs de Merleau-Ponty aBourdieu, y de la que har un uso sosticado en su trabajo sobre las generaciones. Cuando se

    produjo el golpe de Estado fascista, Lan pasa a Navarra tras un encuentro casual en la frontera

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    francesa con su hermano, que acompaaba a Santiago Carrillo y que pretenda pasar a la zonarepublicana: ni Carrillo ni Jos Lan detienen al futuro jefe fascista. Lee a Jos Antonio Primode Rivera y entra en Falange, de la que hasta entonces saba muy poco. Sin duda, Falange erael refugio ms intelectual posible para una persona de las disposiciones de Lan. La imagende un capitn que se reconfortaba tras el combate en el sostn que proporcionaban la Bibliay Heidegger dej a Lan, como si de una escena originaria se tratase, un trazo indeleble.Entre ese campo discursivo la Biblia y el autor de Ser y tiempo se desenvolvera buenaparte del futuro trabajo intelectual de Lan. Con el sacerdote navarro Fermn de Yzurdiagafunda la revistaJerarqua. Revista negra de Falange. Lan se instala en el servicio de prensay propaganda de los sublevados. All entra en contacto con el poeta y jefe de la dursimaFalange vallisoletana Dionisio Ridruejo, con el escritor Agustn de Fox, con el historiadordel arte Javier de Salas Lan sali de Valencia hasta Santander convertido en un psiquiatracon nfulas loscas. Acab llegando a Burgos aposentado, denitivamente, como unintelectual. Despus de la guerra, encontrara su conrmacin institucional.

    Tambin estaba en Burgos alguien a quien haba conocido en Sevilla, a travs de susuegro: Javier Conde, sin duda, una trayectoria en muchos puntos homloga a la suya. Antesde la Guerra, Conde era discpulo del catedrtico de Derecho Poltico, diputado del PSOEy futuro rector de la Universidad de Sevilla que saquearon las tropas de Queipo del Llano,Manuel Martnez de Pedroso. Nacido el mismo ao que Pedro Lan en Valladolid e hijo deun maestro de escuela, Francisco Javier Conde Garca estuvo inuido durante sus estudiospor Hermann Heller, lsofo poltico procedente del SPD alemn que morira en 1933 enel Madrid republicano huyendo de Hitler. Conde ley su tesis doctoral en 1935 sobre elpensamiento de Bodino y mereci la resea del lsofo al que unir su carrera: Carl Schmitt.Conde fue militante de la izquierdista Federacin Universitaria Escolar y durante la guerraZubiri lo conoci como diplomtico republicano en la Santa Sede. Hombre, como Lan, derpidas conversiones, Conde se refugi en el Colegio de Espaa de Pars y se integra en elbando sublevado. Tras sufrir un expediente de depuracin por su pasado izquierdista, estejoven de treinta aos escasos se integra en la secretara tcnica de Falange Espaola y redactael Fuero del Trabajo. En Burgos, sede del bando franquista durante la guerra, reanuda suscontactos con Pedro Lan. Como a Lan, la guerra le aceler la carrera.

    Burgos, sede del gobierno de Franco, api a un grupo de intelectuales que actuaroncomo una unidad generacional. Segn Mannheim (1990: 58-72) puede diferenciarse entrela situacin de generacin (que permite formar potencialmente parte de una generacin),un conjunto generacional (que presenta alternativas polares divergentes) y una unidadgeneracional(que posiciona al individuo en una de tales alternativas). Maras y Lan formanparte de un idntico conjunto generacional. Para comprender su enfrentamiento debenprecisarse las variables relevantes de sus respectivas unidades generacionales.

    La unidad generacional de Burgos se singulariz, en primer lugar, frente a suscompaeros de armas. Lan describe el ambiente de Burgos como un gueto al revs. Eran,dice, normales en lo cultural y, de ese modo, se diferenciaban de una derecha juzgadaintelectualmente misrrima. Entre ellos, las bromas sobre el comportamiento brutal ysanguinario de ciertos jefes militares del nuevo Rgimen eran habituales; su silencio pblicoal respecto, tambin. En segundo lugar, la normalizacin cultural y la instalacin institucionaltransformaron polticamente al grupo. El gueto dur hasta nales de los 1950. Mientras tanto,

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    la posicin acadmica de sus miembros mejor considerablemente, se instalaron en ciertasredes intelectuales (las representadas por Xavier Zubiri) y la actitud poltica cambi de modoimportante. En Burgos, el expsiquiatra se preparaba mentalmente para pasar a Madrid y sercatedrtico de Historia de la Medicina (cosa que sera en 1942) y el lsofo exsocialista paraser catedrtico de Derecho Poltico (puesto que lograr en 1943 en Santiago de Compostelapero que canjear inmediatamente por una comisin de servicios en Madrid: en 1948 seocializara su posicin acadmica en la capital). La adquisicin de capital cultural fue parejaa la distancia cada vez mayor respecto de la ideologa fascista, que despus de 1945, eraintelectualmente indefendible4. El antiguo discpulo de Ortega Xavier Zubiri, jugar un papelbsico en la reconversin cultural de todos ellos. Antes de explicarlo, veamos cul era laposicin que ocupaba Julin Maras.

    De la Facultad de Filosofa de la central a la periferia cultural de Madrid

    Julin Maras fue uno de los guardianes ms eles del legado cultural de Jos Ortega yGasset. Su padre, trabaj como apoderado en la Banca Jover de Valladolid, posteriormenteabsorbida por el Banco Hispanoamericano. Intent instalarse por su cuenta como inversorpero se acab arruinando. Hijo de un capitalista fallido, Maras cultiv obsesivamente elcapital cultural que le leg Ortega y nunca se atrevi a instalarse intelectualmente por sucuenta. La madre de Maras proceda de la burguesa rural andaluza.

    Maras fue un lector precoz que se form en instituciones escolares relativamentedistinguidas de Madrid. Cuando ingres en la Facultad de Filosofa y Letras de la Universidad

    Central de Madrid supo que optaba por un futuro econmicamente poco tentador. La Facultadno tena salidas profesionales como Derecho o Farmacia y se consideraba un reductorelativamente femenino (Maras, 2008: 89): despus de la introduccin de los estudios dePedagoga, las mujeres constituan los dos tercios de la Facultad.

    Maras entr en la Facultad en el ao 1931, cuando sta, con el lsofo Manuel GarcaMorente5 como decano, estrenaba un nuevo plan de estudios directamente inspirado en

    Misin de la Universidadde Ortega. Despus de un primer ao de materias comunes detodas las secciones (entre ellas, Filosofa), el estudiante se examinaba (las materias del cursopreparatorio comprendan Latn, Historia de la Cultura, Literatura espaola e Introduccin ala Filosofa). Posteriormente seguan dos aos al menos de especializacin en la seccin

    elegida (Filosofa, en el caso de Julin Maras) y se realizaba un examen nal sobre todo elcontenido de la seccin y sobre una materia que el estudiante elega. Esta materia poda serajena a la seccin e incluso a la Facultad. La formacin losca de orientacin orteguiana

    4 Tambin lejos del rgimen franquista? Dejaron de tener una lealtad exclusiva al rgimen, aunque los doblesjuegos eran parte integrante de todos ellos. Javier Conde, que acabara como diplomtico franquista en Alema-nia, presuma desde muy pronto de que era un rojo que se haba tenido que disfrazar para salvar su vida. VaseMoreno Pestaa (2008: 25-29) y, sobre si Conde fue cnico o ironista se suele ser a la vez ambas cosasvase Molina (2006: L-LI). Sobre la capacidad de Lan para jugar en mltiples tableros vase el esplndidoretrato de Castilla del Pino (2004: 384-386).

    5 Dentro de la escuela de Ortega, Morente era el organizador acadmico, que reservaba al primero el mritofilosfico. Entre los discpulos, Gaos se consider siempre un profesor de filosofa y no un filsofo. Zubiri, sinembargo, no acept la posicin subalterna de explicador o aplicador de las doctrinas del maestro.

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    se materializaba as en estrecho contacto con otras disciplinas con el objetivo bsico de evitarel exceso de especializacin. La asistencia a clase no era obligatoria y podan ofertarse varioscursos de una misma disciplina; as, el mayor o menor pblico de estudiantes raticaba o no lascompetencias pedaggicas de un profesor y los titulares de ctedra podan tener menos alumnosque los profesores ayudantes.

    Buena parte del modelo pedaggico de Ortega, queda recogido en su obra, (resultado deuna conferencia de 1930),Misin de la Universidad. La conferenciase organiza en torno a dosmomentos de tensin. El primero, que tiene que ver con la preocupacin de la losofa por susfronteras, nace del esfuerzo por asegurar un espacio a la losofa en debate con las ciencias ycon los saberes profesionales. El segundo, con las dicultades de transmisin del capital cultural.Al respecto, hay dos temticas omnipresentes en el texto y en buena parte del pensamiento deOrtega: el problema de la denicin de los estndares culturales bsicos (que deben transmitirse alas generaciones que nos suceden y al conjunto social) y el problema del dominio y de sus formas.

    Ortega diferencia la cultura de la ciencia y de las profesiones. Comencemos por la diferenciacon la ciencia. La cultura consiste en poseer las ideas que marcan el propio tiempo y, sin ellas,los individuos son incapaces de mantener criterios de excelencia. Las ideas que marcan el propiotiempo, no son las ciencias o los saberes en su conjunto, sino una sntesis losca de lo msimportante de estos. Gracias a esta sntesis, los individuos saben a qu atenerse. Para Ortega,resulta posible comprender los principios de la actividad cientca incluso si se es tcnicamente unlego. Para hacerlo hace falta un talento que no es cientco, sino integrador ese talento sinpticoque Ortega echaba de menos en Espaa. La sntesis pedaggica permite a un hombre estar a laaltura de los conocimientos de su poca incluso si le resulta imposible comprender los procesosde generacin de los mismos. Para esa empresa, para ofrecer una gura de conjunto de su propiaactividad, los cientcos no son especialmente aconsejables, insiste Ortega: porque la ciencia vivede problemas y de hallazgos provisionales, de conclusiones revisables; la cultura, sin embargo,requiere criterios claros para abrirse camino en la existencia.

    En lo que respecta a las profesiones, Ortega insiste en separarlas de las ciencias, aunque senutran de ella. Por dos razones; una, porque la intervencin de un profesional es asunto de raznprctica y no terica: los mejores saberes no contienen ninguna regla de aplicacin; sta siemprerequiere elecciones morales, sociales y polticas; dos, porque el profesional debe saber el contenidode mltiples ciencias, pero slo lo necesario para ejercer su funcin. Las profesiones proporcionanidentidad laboral a la mayora de los burgueses y, dado el dominio de clase de la burguesa, lasociedad necesita que los profesionales sepan, adems de su ocio, mandar. Ortega aclara: simaana gobiernan los obreros, estos tambin necesitarn mandar. Y el grupo social que mande,slo puede hacerlo si se encuentra a la altura de los saberes de su tiempo. Sin plan losco,dice Ortega, la falta de excelencia vital se mostrara en todas las escenas donde debiera sentirseel temple de un individuo: Sus ideas y actos sern ineptos, sus amores, empezando por el tipode mujer que preferir, sern extemporneos y ridculos; llevar a su vida familiar un ambienteinactual, manitico y msero, que envenenar para siempre a sus hijos, y en la tertulia del cafemanar pensamientos monstruosos y una torrencial chabacanera (Ortega y Gasset, 2007: 105).

    La cultura puede nacer de un trabajo sinttico que coloque a los seres humanos a la altura de sutiempo. En cinco reas del saber: Fsica, Biologa, Historia, Sociologa y Filosofa. Una Facultadde Cultura constituira el ncleo de toda la enseanza superior. En ella, el estudiante obtendralas ideas apropiadas al tiempo de cada una de las materias y tan solo de modo que las pudiese

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    aprender. La losofa hbrida que estudi Maras deba prepararlo para tales sntesis tericas. Esalosofa tena una vocacin de intervencin cultural directa; nada menos que pretenda organizare inculcar los modelos culturales hegemnicos en una sociedad. Ortega propona una identidadlosca consistente en la mediacin entre los productos intelectuales y las jerarquas sociales.Licenciado en Filosofa en 1935 (la primera promocin de licenciados de la amante Facultad),formada por siete estudiantes que se reconocan a s mismo como los siete magncos, JulinMaras tiene conciencia de encontrarse en medio no slo de la elite losca espaola sino europea(Maras, 2008: 83). El pensamiento losco, segn l, era lo ms valioso que tena Espaa alcomenzar la guerra civil (Maras, 2008: 446). El proyecto losco de Ortega, sin embargo,contena ms crisis internas de las que Maras sabe detectar. Durante la guerra civil Julin Maraspermanece el a la II Repblica, pese al disgusto que le produce la actitud no liberal del gobiernode la misma. Denunciado por un amigo y compaero de instituto y universidad, ser encarceladodespus de la contienda (Maras, 2008: 198-203).

    La estructura intelectual y la composicin social del crculo de Ortega

    La guerra impidi a Julin Maras acceder al mundo losco que admir entre sus maestros.Jos Gaos, hasta la guerra civil discpulo predilecto de Ortega (Maras le quitar el puesto), hadescrito bien la estructura institucional del proyecto de Ortega y tambin las razones intelectualesde su zozobra interna. Sin comprender dicha crisis no se comprende el enfrentamiento entreMaras y Lan.

    Nacido en 1900 en Oviedo, hijo de notario y miembro de una familia con enormes recursos

    culturales, Gaos lleg a Madrid en 1920 tras educarse con los dominicos y despus de estudiosen Oviedo y Valencia. El relato de cmo se produca el habitus de lsofo en el medio orteguianoes preciso y precioso. El primer ltro con el que se encontraba el estudiante de Filosofaera Manuel Garca Morente, lsofo de la generacin de Ortega, puerta de entrada hacia elmaestro. Garca Morente daba clases a todos los alumnos de Filosofa a los que encomendabatrabajos que segua con atencin. Lo haca con un talante inmisericorde respecto de las virtudesescolares: Gaos recuerda entregarle trabajos sobre psicologa del acto voluntario (Husserl y lafenomenologa, a quien Gaos acabara traduciendo, estaban en boga en los aos 1920) que GarcaMorente desechaba como simple acopio de opiniones loscas. Para ser lsofo no bastaba conleer libros de Filosofa, haba que crear. Gaos, que viva en casa de sus tos en Madrid, abrumado

    por su fracaso decidi encerrarse en una habitacin solamente para pensar (algo, explica Gaos,diferente de leer). Su to, divertido, comentaba a la familia: Ya est Pepito conjurando espritus.A travs de este ritual de interaccin consigo mismo y de separacin prctica del mundo profano,Gaos pudo producir un discurso original que permiti, al n, la aprobacin de Garca Morente:en su trabajo describa el acto de pensamiento en su encierro metafsico como ejemplo de actovoluntario y, con ello, demostr sus competencias fenomenolgicas.

    Despus de una estancia en Montpellier (asignada al unsono por Garca Morente y Ortega),Gaos comienza a impartir clase en la Facultad mientras Garca Morente, cuidando al detalle latrayectoria de sus discpulos, le traduce a Hegel para que su estudiante pueda impartir clases condecoro! Con semejante contexto institucional e intelectual, resulta completamente comprensible

    que las personas implicadas en l tuvieran la sensacin de estar asistiendo a algo de una entidad

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    fuera de lo normal: sociolgicamente, en cuanto medio formativo, lo era. En los cursos dedoctorado, que Gaos realiza en 1923-1924, Ortega les habla de Bergson y la teora de larelatividad, preparando la visita a Madrid de Albert Einstein. Los alumnos de doctorado debanescoger a un lsofo clsico sobre el que se examinaran con Ortega. Gaos escogi a Leibniz,admiradsimo por el maestro, y este lo examin de l durante nada menos que cuatro horas. Unavez dentro del crculo de elegidos, Gaos ve a Ortega al menos una vez al da a quien acompaaa menudo en sus paseos por la Sierra de Madrid. La intensidad del vnculo era, reexiona Gaos,imposible de precisar: impona una norma de lsofo que le acompaara durante el resto de suvida y que le obligara a pelear con una tendencia incontenible al mimetismo.

    Entrar en el crculo orteguiano supona ingresar en una factora de lsofos que rodeaba lavida de los discpulos como si de una institucin total aquella que somete, como explicabaErving Goffman a sus miembros a un nico grupo de referencia se tratase. La seleccinse apoyaba en evidentes caractersticas de clase: fracciones de las clases medias dotadas deun amplio capital cultural y que se diferenciaban tanto de las clases populares como de lasfracciones burguesas cuya reproduccin se fundaba exclusivamente en el capital econmico yen el consumo ostentoso: los seoritos satisfechos que Ortega retrat con muchsima acritudenLa rebelin de las masas, y que no consideraban necesario rubricar su excelencia socialmediante la adquisicin de capital cultural aunque s, crecientemente y est en el honorsociolgico de Ortega (1976: 87-89, 130-131, 242, 253) haber advertido tempranamente esecambio en las formas de capital simblico de la burguesa por el cuerpo y el aspecto fsico.El grupo por tanto, se dena, primero y debido a la exclusin sencilla provocada por la miseriaeconmica, contra las clases populares cuya presencia pblica inquietaba profundamente: laproclamacin de la Repblica inquiet a Julin Maras (2008: 64) por la chabacanera de lasmasas. En segundo lugar, contra la vieja burguesa y la aristocracia enemiga de los intelectualesy, sobre todo, contra sus retoos, ajenos a todo ascetismo cultural (Ortega y Gasset, 1976:106) y a sus ejercicios de invocacin de espritus y, especcamente, en tercer lugar,a las nuevas clases medias preocupadas por el gusto esttico y representadas por las gurasfemeninas y juveniles que asedian obsesivamente los textos de Ortega: dentro de un marcogeneral de unicacin (acontecida tras la I Guerra Mundial) europea de los valores erticos(Ortega, 1976: 197), mujeres sin elegancia incluso bebedoras! (Ortega, 1976: 264) quedominan la esfera pblica (Ortega, 2005a: 482), modas que azoran a hombres mayores queno pueden ponerse al nivel de los jvenes (Ortega, 1976: 253), concurrencia generalizada porel cuerpo (Ortega, 1976: 261) y, en n, triunfo, en un mundo juvenilizado, de la futilidadintrascendente (Ortega, 1976: 73)6.

    La Facultad de Filosofa y Letras fue, para los estudiantes, la posibilidad de accedera la amistad intersexuada (Maras, 2008: 132), y las chicas bonitas. Tales chicas

    6 Crtico amargo del uso de los recursos corporales, Ortega (1966: 38-39) desfallece en ocasiones se critica afondo aquello que nos atraey se hace el cantor de la lucha contra la fatalidad corporal. El modo de produc-cin biolgica de una generacin es elstico y se encuentra abierto a la intrusin subjetiva. Ser joven o viejo,explica Ortega, depende de una actitud subjetiva. Envejecer, asistir a la degradacin del cuerpo, es impotenciapara esforzarse frenticamente en el vivir (Ortega y Gasset, 1976: 39). En El hombre y la gente (Ortega yGasset, 2006: 127-144) el lector asiste a la culminacin del inconsciente masculino de Ortega, sin el que no secomprende su crtica a las masas: la mujer es inferior al hombre, sirve para completarle y tiene en el trabajocorporal la clave de su realizacin.

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    conformaban tambin un mercado de expansin de bienes loscos, quiz en conictocon los mercaderes de las excelencias corporales. La lucha por ese mercado es una de lasespoletas de la teora de las generaciones, en la que se introdujo muy pronto en 1926(Maras, 1967: 91) el problema del amor y de las relaciones entre sexos. Maras (2008:219), por ejemplo, escribira su Historia de la losofa a partir de las conferencias que alrespecto dio en la Residencia de seoritas durante la Repblica. Aquellas mujeres que nose acomodaban al patrn femenino orteguiano la mujer interesada por la losofapueden ser algunas de las guras empricas que subyacen en los relatos loscos de Ortega.Semejantes reexiones, sostenidas en un inconsciente masculino brutalmente irreexivo,tienen un vuelo muy corto: se sitan en el punto intermedio entre la exposicin de un simplenimo ante ciertos acontecimientos y su elaboracin conceptual. Pero son abundantes entreOrtega y sus discpulos. ste teorizaba enEspaa invertebrada (OC III, 477, 483) quelos hombres egregios no son nada sin el crdito que depositan en ellos las masas: parece queese crdito era exiguo o no tan amplio como se fantaseaba en el mundo femenino: deah la cerrazn de la mujer espaola de la que Ortega (1966: 244) se quejaba en Qu es

    losofa? Por un lado, la mentalidad femenina se consideraba con escasa disposicin para larecepcin losca: Gaos seala que algunas mujeres iban a escucharle a sus clases porqueas adelgazaban y achaca la falta de competencias loscas de las mujeres a un exceso deafectividad que les dicultara el trabajo conceptual. Por otro lado, el objetivo de produciruna gran lsofa fue una constante del crculo de Ortega (algo que se lograra sobradamentecon Mara Zambrano) y Gaos, en ocasiones, no situaba el obstculo en el alma femenina,como en la autodescalicacin de mujeres especialmente prometedoras. As , una alumnaexcepcional (se trata de Dolores Franco, mujer de Julin Maras?) fue a comunicarle a Gaosque renunciaba a ser lsofa y se licenciara por tanto en Letras. Mientras Julin Marasreconoce con fruicin la importante ayuda que, como escritor, recibi de Lolita Franco,Carmen Castro, mujer de Zubiri, hara traducciones que rmara su marido (Corominas yVicens, 2005: 508, 566, 634) dentro de una subordinacin de una contundencia chocante yasumida con relativa conformidad.

    La crisis del proyecto de Ortega

    La crisis del proyecto de Ortega se fragu en el interior de su crculo: tanto por las propiasdudas de Ortega respecto de su creacin como por el modo original con el que Xavier Zubiritrabaj su condicin de discpulo. De la misma generacin que Gaos, la carrera intelectualde Zubiri se encontraba, en parte, pregurada en su herencia familiar: la relacin con Ortegacomplicara la trayectoria losca del joven Zubiri que, como todos los grandes creadores,procede de redes diversas de pensamiento y existencia, en ocasiones, difciles de acompasar.

    Hijo de un naviero y comerciante vasco (y de una madre procedente de familia burguesa)y procedente de una familia de rancio abolengo carlista (enemiga del nacionalismo), Zubiri,como Heidegger, procede de la movilizacin intelectual ultraconservadora: el vasco de lasfracciones ms ricas, el de Messkirch, hijo de un sacristn y tonelero, de las ms humildes.Criado por una sirvienta que slo conoca el euskera, Zubiri se forma en los marianistasguiado por el padre Juan Zarageta, un lsofo amigo de la familia. Zubiri contacta as con

    Lovaina, lugar donde la lucha contra la modernidad decretada por Pio X (con la encclica

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    de 1907 Pascendi Dominici Gregis) intentaba ejercitarse con argumentos intelectualesavanzados. El Padre Lzaro, profesor del Zubiri juvenil, dio a ste un programa de trabajoque tendr un largo aliento en el siglo XX, desde la fenomenologa a la postmodernidad:defender la religin mediante la demostracin de la falta de racionalidad de las matemticas,fundadas como estn en intuiciones no demostradas (Moreno Pestaa, 2008: 43-52). Taleslosofemas, inculcados tempranamente en el entorno familiar y escolar, hacen de Zubiri uncaso casi perfecto de reproduccin intelectual de un ncleo domstico, conectado con redesintelectuales reaccionarias. Zarageta, el importante referente de la familia Zubiri, lsofonacido el mismo ao que Jos Ortega (1883), tambin hijo de mdico, se haba doctorado enLovaina con dos tesis: una sobre la psicologa de los sentimientos y otra sobre Gabriel Tarde,el socilogo desplazado por el cienticista Durkheim. El trabajo losco e ideolgico, portanto, se realizaba en contacto permanente con las ciencias en la red de Lovaina donde Zubiri,guiado espiritual e intelectualmente por Zarageta, acabar formndose. Las trayectoriasreligiosas, adems de permitir la formacin intelectual, permitan duplicar ttulos de maneraecaz. Zarageta se har doctor en Madrid en 1914 con una tesis sobre teora psicogenticade la voluntad (en la que seguro se sirvi de su trabajo de Lovaina) y Zubiri se hace doctorprestando el preceptivo juramento antimodernista en el Colegio Vaticano de Roma en1920, se licencia en Filosofa en febrero de 1921 en Lovaina, en marzo presenta all su tesisen losofa y en mayo de 1921 presenta una tesis en Madrid en la Facultad de Filosofa yletras. Despus de ser doctor en Filosofa, Zubiri se licencia en Filosofa por Madrid enoctubre de 1921. La va eclesistica de formacin losca era, como se ve, particularmenteeconmica para acumular credenciales acadmicas: no extraa que dicha magnanimidad delEstado espaol provocase protestas estudiantiles.

    Dentro del campo eclesistico, Lovaina pasaba por excesivamente conciliadora: la va delCardenal Mercier, rector de la Universidad de Lovaina, consista en conciliar el tomismo conKant. Por otro lado, existan quienes depositaban su esperanza en Husserl, quien demostrabafenomenolgicamente, el arbitrario que, en forma de experiencia originaria reluctante acategora alguna, subyace a todo edicio racional. Fue la va del lsofo Lon Nel, prximode Juan Zarageta, y ser tambin la del primer Zubiri quien defender su tesis (sus variadastesis) sobre la teora fenomenolgica del juicio.

    Sin embargo, la precocidad intelectual de Zubiri y su independencia de criteriole produjeron conictos con todos sus mentores, el primero de ellos, con el amigo de lafamilia. La Iglesia daba mucho a sus oblatos, pero tambin exiga. Zubiri fue denunciadopor modernista por un condiscpulo7 y Zarageta no le apoy, cosa que Zubiri atribuy acelos de su mentor, que tema que su discpulo entrase en la universidad civil antes que l(Corominas y Vicens, 2005: 136). Angustiado por la trama de espionaje permanente que tenaque soportar en tanto que joven lsofo y sacerdote (el mismo ao que se hizo pluridoctory licenciado, se orden), conoce en carne propia el funcionamiento implacable de unainstitucin total: acabar recluido en una celda de una residencia marianista despus de habersido amenazado sera la primera vez: habra ms por el obispo con destruir no slo su vidaintelectual, sino tambin la anmica (Corominas y Vicens, 2005: 145-148). Zubiri no claudicar y

    7 Alguien le haba visto entrar en el Collge de France en el curso del telogo modernista francs Alfred Loisyque haba rechazado suscribir la encclica Pascendi.

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    defender su derecho a no convertir su cristianismo en un encierro cartujo. Sin embargo, el miedoa su futuro le impide abandonar la Iglesia: sabe que en Espaa nadie, ni siquiera Ortega, puede, alprotegerlo, arriesgarse a indisponerse con la Iglesia

    Zubiri tena una valoracin ambivalente de Ortega: en ciertos momentos, lo considerabauno de los doce grandes nombres de la historia de la losofa, en otros, un excelente creadorcultural que no llegaba a la categora de lsofo. Entre 1928 y 1930, Zubiri ser discpulo deHusserl y Heidegger en Friburgo. En ese momento el primero perda poco a poco ascendenciamientras el segundo ocupaba el centro de la escena. Zubiri, impresionado por la nueva estrella,intenta atraer su atencin y contempla a su campen rebatir en Davos a Cassirer. Indispuesto conla falta de atencin del de Messkirch, Zubiri (que tiene una gran formacin cientca) entra encontacto con Einstein y con los trabajos del Instituto de Fsica terica. Amigo de Heisenberg yOppenheimer, Zubiri rene competencias en tres campos: la teologa, la ciencia contemporneay la fenomenologa. Lo primero resultado de su trayectoria familiar y formativa le permita eldilogo con la losofa antimodernista, lo segundo con la losofa de la ciencia contempornea,lo tercero con la red losca representada por Ortega en Espaa: ste empieza a desconar dela acin de su discpulo por Heidegger8. Porque si la inuencia de Zarageta y de la losofacatlica no sirvieron para hacerle abandonar el modernismo sin duda, Zubiri considerabaese medio loscamente opresivo y sectario la inuencia de Heidegger mejor situada enla economa simblica de bienes loscos s (Corominas y Vicens, 2005: 338): el habitusfamiliar y religioso de Zubiri y su vocacin losca cargada de rigor se pudieron anudar graciasa Heidegger. La distancia con Ortega no se hara esperar. Pero, en este momento, la crisis de laescuela de Ortega y la de una corriente de pensamiento europea, la fenomenologa, se superponen.

    Fenomenologa de las ciencias histricas o retorno a la losofa

    La losofa de Ortega, como explic Gaos (1989: 58), obtiene sus resultados fundamentalesen el dilogo con las ciencias humanas. En ese sentido, Ortega se inscribe claramente en losdebates acerca de si la losofa puede subsistir autnomamente, si, por el contrario, necesitaadoptar roles combinados (fecundando su discurso con las ciencias) e, incluso, abandonar lasreglas del gnero losco para producir un nuevo tipo de discurso. Ortega (Moreno Pestaa,2010) avanzar muy lejos en ese camino en una lnea la de la hibridacin de roles o lade la transformacin de la losofa en algo distinto que pensadores de la talla de MichelFoucault o Richard Rorty desarrollarn con mucha ms coherencia y profundidad: antes deellos, Gustavo Bueno dedic una discusin memorable a una aportacin de Manuel Sacristn(Moreno Pestaa, 2011). Pero sin reconstruir la historia que aqu se presenta no se entiendeni la lgica general de la apuesta del pensador francs o americano ni las condiciones deposibilidad del debate entre los dos lsofos espaoles.

    Martin Heidegger se form en teologa en la Universidad de Friburgo. Impregnado de unafuerte cultura teolgica y escolstica (con Aristteles, Aquino y Suarez como referencias),

    8 Ortega se quejaba amargamente de lo poco que se celebraban sus aportaciones filosficas. En un significativopara el asunto que nos ocupa texto sobre Dilthey (Guillermo Dilthey y la idea de la vida), Ortega (OC,VI, 249) escribe: En Espaa no se sabe leer bien, se resbala sobre lo negro, y los que leen en ingls o alemnson incapaces de enterarse cuando leen en espaol. Algn da explicar por qu secretos de las almas se producetan extrao fenmeno, aunque esto obligar a hacer patente el feo y ruin interior de muchas gentes.

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    realiz su tesis de habilitacin sobre Duns Scoto, optando de ese modo por una la delreverdecimiento del pensamiento franciscano: la otra era el tomismo de las vas posiblesde lucha losca contra el modernismo (Gil Villegas, 1996: 437). Convertido en discpulode Husserl, Heidegger introduce los problemas de la escolstica en la fenomenologa. Lasprimeras redacciones de Ser y tiempo muestran a un joven lsofo deseoso de enfrentarsea la crisis de las ciencias mediante la introduccin del concepto de tiempo en las cienciashistricas y de la naturaleza. De ese modo, la falsa salida positivista acorazar a las cienciasmediante la imitacin de las ciencias de la naturaleza dejara su lugar a una alternativanacida desde los propios problemas del trabajo cientco y, en ese sentido, atenta a la realidadde la investigacin. Gracias al concepto de tiempo, las ciencias histricas podran precisar lanaturaleza de su realidad y producir conceptos que la tuvieran en cuenta y no la encajaran enlos rgidos moldes de una denominacin estabilizada (Gil Villegas, 1996: 484). Algo sobrevivede esa tensin en el resultado nal. Pero, en ste, la reforma y fundamentacin de las cienciashistrica se ve solapada por una radical desconanza en las ciencias y una rehabilitacin deldilogo con la historia de la losofa. Sin duda, otra empresa acaba dominando el habitus deHeidegger y organizando el sentido de Ser y tiempo. Ortega, por el contrario, se coloca enotra va. Forma parte de los lsofos que piensan conceptos que respondan al nacimiento enel siglo XIX de las ciencias histricas; su aportacin losca pretende conectarlo con estas,no abandonarlas en una nueva forma de retraimiento losco. Ortega (OC, V, 230-231)sufre por la pobreza losca de la ciencia histrica, pobreza que le impide hacer su trabajoespeccamente histrico. Su misin es la de un Galileo de la ciencia histrica, nunca la deun heraldo melanclico de alguna sabidura pretrita.

    Zubiri y las condiciones mundanas de la crtica de la mundologa

    Si, en lo que respecta a la losofa, los caminos de Heidegger y Ortega divergen, Zubirino acompaa a su maestro espaol, sin por ello dejarse atraer por el alemn. Su primer librocontiene abundantes crticas implcitas a Ortega, aunque tambin se diferencia de Heidegger.Por un lado, Zubiri critica el historicismo; la ciencia es un valor cultural, pero de ello nose deriva que pueda reducirse a una poca histrica (Zubiri, 2007: 45). Las formulacionesperspectivsticas de Ortega, segn las cuales cada poca produce una perspectiva especcay no existe un gemetra de todas las perspectivas (OC, III, 647), quedaban cerca de dichopecado terico. Por otro lado, y mucho ms cerca del problema de las generaciones, Zubiri(2007: 193) ataca constantemente al intento de pensar los cambios histricos segn modelosbiolgicos; Ortega, haba insistido en que la vida no se reduce a la biologa, sino que consisteen encontrarse en un contorno de cosas y problemas y en decidirse por algunos de estosactuando sobre algunas de aquellas. Aunque la vida fuera circunstancia y decisin, Ortega,por medio de la teora de las generaciones, hablaba de una sucesin histrica de basebiolgica, con referentes temporales acotados. Zubiri (2007: 196-197), sin nombrarlo, seesfuerza en diferenciar la vida de la planta (cuyos movimientos se orientan segn la lgicadel crecimiento), la del animal (que dispone de tendencias, no de lgicas estables) y la delhombre (que puede decidirse enfrentndose a sus posibilidades biolgicas). Todo modeloevolutivo es de origen biolgico y, por tanto, presume que el espritu, paso a paso, actualizasus virtualidades no desarrolladas no en vano, Ortega, rerindose precisamente a Dilthey,

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    sealaba que existan ideas a las que la humanidad llega necesariamente (OC, VI, 233)9.All donde Ortega se arriesga en una historia de base emprica, diferenciando con cifraslas clases de edad y las diversas sucesiones generacionales, cuando Zubiri habla de la vidase esfuerza en realizar distinciones loscas que, indirectamente (y Lan interpretar elmensaje, o estaba demasiado prximo a Zubiri para no necesitar leer entre lneas), revelan laimpericia del maestro. Zubiri insiste en que la historia es el resultado de poner actualizar o nolas posibilidades que nos presenta una particular coyuntura histrica. Las diferencias con lastesis de Ortega son difciles de percibir, pero el encono contra el vitalismo indica que Zubiripretenda diferenciarse de alguien muy prximo. Al n y al cabo, como quien no quiere lacosa, Zubiri (2007: 252) advierte que el discipulado no es asunto de secta ni de familia.

    En ocasiones, Zubiri es algo ms explcito y, an sin nombrarlo, se distancia de trminosmuy queridos por su maestro. Ortega situaba el concepto de mundo como una categorabsica de la antropologa histrica: cada vez que alguien interpretaba la realidad, actualizabaun mundo especco (ETG, 388). Zubiri considera, rerindose a los griegos, que hayque conocer cmo las cosas son en realidad, no cmo se nos presentan. Lo segundo consisteen conformarse con la mundologa (no se poda ser ms cruel con un maestro acusadopor doquier de frivolidad), lo primero en preguntarse por el cosmos. Aquello es tarea de lasciencias, esto de la losofa (Zubiri: 2007: 117-119, 126) que se preocupa por lo que las cosasson, y no por cmo acontecen.

    El gesto losco de Zubiri es de retraimiento, de abandono de la esfera pblica. Cuandoalaba a Scrates por retirarse de la conversacin frvola para dedicarse a lo que las cosasson en realidad, al insistir que la expresin puede transformar el pensar en simple chchara,el lector sabe que Zubiri, interpretando a Scrates, deende tambin su propia opcin desilencio pblico: de ese modo, explica Zubiri, nos encerramos en una vida losca que,en el fondo, produce mejores resultados prcticos. Gracias a olvidarnos de los enfermos,asevera Zubiri (2007: 242), podemos ocuparnos de las enfermedades.

    El retraimiento, por supuesto, tena unas condiciones de posibilidad muy mundanas.Durante la Guerra Civil, Zubiri, segn sus bigrafos, mantiene una posicin ambigua que,poco a poco se decantar por el bando de Franco. Cuando regresa a Espaa, sin embargo,Zubiri es doblemente sospechoso: por ser un sacerdote secularizado y su relacin con lahija del historiador liberal Amrico Castro (Corominas y Vicens, 2005: 459-463). Lan, porentonces, slo contaba con su capital de guerrero nacional y deseaba adquirir legitimidadcultural. Acompaa a Javier Conde y conoce a Zubiri, a quien le ofrece su ayuda como directorde publicaciones del Servicio Nacional de Propaganda de Franco. Zubiri se reincorpora a laUniversidad, pero en Barcelona, un destino que l no deseaba. Zubiri empieza a colaborarcon la revista falangistaEscorial(all escribir en 1941 el texto en el que diferencia el ser dela mundologa), legitimando as a la fraccin ms totalitaria y proalemana de Falange. Lanresuelve los problemas del matrimonio Zubiri, entre ellos los econmicos, ya que la mujerde Zubiri, hija del historiador liberal Amrico Castro, no recuperar su trabajo hasta 1954(Corominas y Vicens, 2005: 489). Con Julin Maras, antiguo alumno y que se reivindicasu discpulo, Zubiri se muestra suspicaz: considera, nada menos, que este plagia sus clasesen su primer libro (Corominas y Vicens, 2005: 481). Ansioso por volver a Madrid donde

    9 En el estudio Guillermo Dilthey y la idea de la vida, publicado enRevista de Occidente entre 1933 y 1934.

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    tiene sus contactos intelectuales y reside una amante a la que aora (Corominas y Vicens,2005: 497), Zubiri recurre cada vez ms a Lan. ste consigue pasar unas vacaciones conZubiri en un castillo gallego donde, junto con Javier Conde, recibe del prestigioso lsofoclases sobre la losofa: el trance arrebat a los participantes en tan magna experiencia(Lan, 1976: 328-330). Los nuevos amos de la cultura espaola radicalmente pronazisen la poca adquieren capital cultural y una genealoga intelectual digna; Zubiri, por suparte, sale denitivamente de la rbita orteguiana y se rodea de un crculo de discpulos.Paradjicamente, l, que haba sido antifascista (los nazis lo haban agredido en Alemaniaen los dcada anterior), dirige a la primera generacin de intelectuales de Falange. Graciasa estos, conseguir volver a Madrid, como catedrtico en excedencia, y, poco despus, en1945, dedicarse a dar cursos en los salones de la compaa de seguros La Unin y el Fnix.Sus clases, crpticas como pocas, se convirtieron en un importante acontecimiento mundanode la capital.

    Mientras tanto, las facultades Filosofa sufrieron un riguroso proceso de normalizacinescolstico en general y tomista en particular. De los 8 catedrticos que formaban laFacultad republicana, dos no volvieron a dar clases en ella (Ortega y Zubiri), uno murien la crcel (Julin Besteiro), otro se fue al exilio (Jos Gaos, como la profesora ayudantede clases Mara Zambrano). Manuel Garca Morente (tica), que se hizo sacerdote, volvia la Facultad pero muri en 1942. Manuel Hilario Ayuso Iglesias (catedrtico de Esttica),otro republicano arrepentido, fue depurado aunque volvi a su ctedra: su muerte en 1944la dejara libre. Lucio Gil Fagoaga (de Psicologa) fue purgado por laico. El catedrticode sociologa (el ultraderechista Severino Aznar) se jubil en 1940. Es decir, durante losaos 1940 quedaron vacantes las ctedras de Metafsica (Ortega), Historia de la Filosofa(Zubiri), Lgica (Besteiro) e Introduccin a la Filosofa (Gaos), tica (Morente), Esttica(Ayuso) y Sociologa (Aznar)10.

    En un ambiente de purgas y denuncias, la referencia a Ortega y a la facultad de la IIRepblica se volvi un estigma (Maras, 2008: 216)11. Lucio Gil Fagoaga (segn ManuelGarrido, un rico valenciano, muy de derechas), el nico que sobrevivi del periodoanterior, por agnstico, no tena la dignidad de explicar la Psicologa racional que seadjudic a Juan Zarageta (Gil Fagoaga le haba ganado en los aos 20 una oposicin aZarageta), que tena fama de sacerdote liberal dentro de una adscripcin polticarabiosamente franquista12 pero que en asuntos de creencias religiosas no planteabaproblemas. De hecho, el liberal Zarageta, explica el lsofo Manuel Garrido (formadoen los aos 1940 en la Universidad de Madrid), no tuvo problemas en usurpar la Ctedrade Metafsica de Ortega en vida de ste, algo que, insiste Garrido, Santiago Ramrez (unsabio tomista, icono de los reaccionarios, y crtico radical de Ortega) se neg a hacer 13. Lasinstituciones religiosas volvieron a disponer de un elemento central para su perpetuacin: elcontrol de los destinos acadmicos (Bourdieu, 2000: 66). La Guerra Civil alter la ocupacin

    10 Vase Orden Jimnez (2009: 213-222).11 An en la dcada de 1950, el joven profesor Sergio Rabade mereci una reconvencin acadmica por la inten-

    cin de impartir un curso de doctorado sobre Ortega. Entrevista con Sergio Rbade, setiembre 2008.12 Julin Maras le escriba a Ortega (FOG, 15 marzo de 1947) que Zarageta tiene un respeto infinito por todo

    lo estatuido.13 Entrevista con Manuel Garrido, setiembre 2008.

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    orden superior; y pensaba que tal vez las ideas, ellas, tienen una vida propia repito, noseparadade modo que su vigencia alcanza lmites precisos, los de varias generaciones,y luego se agota o a llega a su trmino por razones intrnsecas. No sera menester conjugarambos puntos de vista en una historia de la losofa? (FOG, 22 junio de 1942).

    Las dudas de Maras expresan una bifurcacin terica importante entre sus dos referentesintelectuales. La concepcin diferente de la historia de la losofa que tienen Ortega y Zubiriimplica una denicin diversa del ocio de lsofo. Por un lado, ambos compartan muchospuntos en comn. Ambos respetaban el trabajo cientco algo que los diferenciaba deHeidegger y consideraban que la losofa y las ciencias deban instruirse mutuamente.Tanto uno como otro, pensaban que las ciencias se caracterizan por tener delimitado un objetode conocimiento respecto al cual plantean todos sus problemas y en cuyo marco se resuelventodos sus debates. La fsica se ocupa de la medicin del universo y todo cuanto tenga quever con la experiencia esttica del mismo le trae sin cuidado; la sociologa pretende explicarlo social por lo social y la causalidad de lo neurolgico la deja indiferente. La losofa,sin embargo, pretende una visin de conjunto del mundo y, como tal, pretende rescatar losimplcitos que organizan la vida en su conjunto. En tanto que reexin sobre la realidad ensu conjunto, la losofa jams produce conocimientos similares a los cientcos, pero sin ellala ciencia quedara encajonada en su prctica y olvidara cunto en la realidad se le escapade su perspectiva. Por tanto, la losofa, como dira Zubiri (2007: 151-152), le hace sitioal conocimiento o, como dira Ortega, descubre la carencia en todo conocimiento positivo,porque busca los supuestos en los que se asienta; con ello seala de cunto prescinde (Ortega,1966: 99-111).

    Una primera diferencia importante se encuentra en las ciencias por las que ambos seinteresan. Aunque Ortega tiene una importante formacin en fsica, su rea privilegiada deestudio es, como ya se ha referido, la ciencia histrica, hasta casi confundir su empresalosca con el trabajo histrico. Zubiri, por el contrario, insiste en producir una teoralosca en contacto con el conjunto de las ciencias. Pero la diferencia ms importante, paracomprender las dudas de Julin Maras, es la que ambos otorgan a la historia de la losofa.

    Zubiri considera que cada esfuerzo losco parte de una raz comn, la historia de lalosofa. Cada forma especca de hacer losofa nos muestra una gura de la inteligenciaen accin y, de ese modo, nos traza el espacio de posibilidad del ejercicio de lsofo. Lahistoria se convierte en la condicin de nuestro presente y, en toda ella, diversas guras dela conciencia losca nos presentan la raz comn de nuestra conciencia. No hay progresolosco, sino enriquecimientos de las diversas maneras que tiene la inteligencia de mostrarlos implcitos de nuestro mundo. Lalosofa qua losofa, por la que predica Maras, tieneas su condicin de posibilidad: La historia de la losofa no es extrnseca a la losofamisma, como pudiera serlo la historia de la mecnica a la mecnica (Zubiri, 2007: 143). Dehecho, no hay evolucin en la losofa, sino desarrollos de una misma forma de captar lolatente, de abrir un espacio a la interrogacin, de demostrar los lmites de todo acercamiento.Para Zubiri, de hecho, la losofa no tiene historia: cuando alguien se pone a losofar esllevado en volandas por la historia de la losofa. Pese a toda su formacin cientca, Zubiri(2007: 153-156) produce una losofa tpica de lector de libros de losofa. Los griegos,nos dice, no nos han dejado ningn contenido admirable y, en ese sentido, es una losofa

    arcaica, brutalmente unida a las fechas que la vieron nacer. Pero tambin nos han legado

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    la vida teortica y, en ese sentido, nos propusieron un acontecimiento que no hemos dejadode reproducir enriquecindolo, diversicndolo cada vez que losofamos (Zubiri, 2007:362). La historia consiste en la relacin entre las potencias de un ser humano y las posibilidadesque le permite una realidad concreta. Cuando una potencia humana actualiza una posibilidad seproduce un acontecimiento que podra no haberse producido porque el men de potencias yde posibilidades es ms o menos amplio y nos lega una posibilidad. Todos los hombres tenanlas mismas potencias, pero les faltaban las posibilidades, que son resultado de acontecimientospasados; el tiempo nos ha ido dejando posibilidades que desarrollamos o no. Zubiri (2007: 380-382) propone as una historia discontinua: cada acontecimiento nos proporciona una realizacinespecca del ser.

    Ortega, en el texto que comenta Maras, considera un error tratar a la tradicin loscacomo contempornea, es decir, considera que la losofa tiene una historia y, en buena medida,sta se comprende fatal si slo se leen libros de losofa. La historia que afecta a la losofadesborda la existencia de unas supuestas formas loscas. La historia del lector, sealaOrtega, se fabrica un clsico imaginario, y se le rinde un culto beato anticipando en su obraperfecciones imaginarias a las que, quirase o no, adapta los textos. Queda de ese modo laobra vetustsima comprometida a tener validez para todos los tiempos (OC VI, 140-141):Parecera invitrsenos a que juzgsemos si Parmnides, Plotino o Duns Scoto tienen razn,lo mismo que pueden o no tenerla Bergson o Husserl (OC, VI, 149). El autntico trabajohistrico no puede versar sobre las ideas; o, si versa slo sobre stas no puede considerarsehistoria de la losofa. Las ideas no se entienden abstrayendo de cundo y por quin fue dichao escrita y ese entendimiento no lo facilita, en absoluto, situar cronolgicamente las doctrinassin especicar la estructura de la vida humana en ese siglo; ms rigorosamente hablando, la deuna determinada generacin (OC, VI, 146). El estudio de la losofa supone la descripcin deun contexto que Ortega sabe que no se puede explicitar absolutamente y una determinadasituacin vital: La idea es una accin que el hombre realiza en vista de una determinadacircunstancia y con una precisa nalidad (OC, VI, 147). Una poca se dene porque contienesituaciones homogneas e, insiste Ortega, hay ciertos ltimos y abstractsimos esqueletosde situacin que se dan en toda vida humana (OC, VI, 148). Reconstruir una idea loscaequivale a dibujar, con toda la densidad posible, la coyuntura, siempre original, en la que seprodujo; coyuntura que recoge la experiencia vital de un lsofo en relacin con un pblico.La exposicin de las doctrinas loscas tpica de un manual es una simple ordenacincronolgica, aclara Ortega, no del pensamiento, sino de un espectro, de abreviaturasutilizables por los lsofos, para su privada alquimia (OC, VI, 149-151).

    La losofa, insiste Ortega es tambin una institucin, no son ideas. Esa institucinla componen los profesores de losofa, los libros comercializados, las relaciones con elEstado, el ondulante prestigio de los lsofos; tambin los lsofos ensimismados, pero noslo ellos. La losofa existe como un dispositivo que responde a y conrma y desarrollauna necesidad colectiva. Por tanto, Ortega insiste en el contenido sociolgico de la historiade la losofa: Es posible, cuerdamente hablando, que una disciplina titulada historia de lalosofa se desentienda de determinar el papel social que la losofa ha ejercido, como si suactuacin fuese algo ajeno a la realidad losofa? (OC. VI, 152).

    Ortega no niega que haya una tradicin losca ms all de las generaciones. La historia

    intelectual es tambin la de redes intelectuales que contienen su propia lgica y que trasladan

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    el pasado hacia el presente (vase nota 1). Evidentemente, si leemos a los otros lsofos, losincluimos en nuestra tradicin y los trasformamos en nuestros interlocutores. Pasan, de esemodo, a poblar la losofa es un dilogo con los muertos (Ortega, 1965: 82) nuestraexperiencia y nuestra vida. La diferencia entre Zubiri y Ortega estriba en cunto leer y cmoleerlo: mientras el primero se concentra en la tradicin textual, el segundo propone vincularsta con interrogaciones histrico-sociolgicas.

    Esta diferencia plantea un problema de primer orden en el debate sobre las generaciones.En primer lugar, el concepto pretende mostrarnos cmo se transmite o no una herenciahistrica. En segundo lugar, no toda la realidad mantiene los mismos ritmos temporales o desucesin. Segn los espacios sociales hay ritmos ms o menos diferentes. La diferencia entrelas posiciones de Ortega y Zubiri concierne a ambas cuestiones. Respecto de la primera, elmadrileo reclama precisiones que Zubiri no considera relevantes; respecto de la segunda,se trata de comprender qu es necesario conocer para ejercer la losofa. Ortega consideraque el progreso en losofa existe, ya que toda gran losofa es un dilogo, desde un tiempoespecco, con las losofas anteriores; ese dilogo no es denitivo, pero permite retraducirpara nuestro tiempo las experiencias contenidas en tiempos pasados. Esa actitud quedabamuy cerca de una negacin historicista de la realidad de la losofa; Zubiri (2007: 41-63), porsu parte, considera como tarea losca recuperar las grandes preguntas sobre la metafsica,en particular, la relacin del hombre con la existencia entera, la religacin o religin. Marasvea a Zubiri como un telogo: la religacin le serva para convertir a la religin en unameditacin sobre lo que consiste la raz ltima de una existencia. Ortega (1966: 104) ya habasealado que, respecto a Dios, haba dos aptitudes en losofa: los que lo trasponen en unultramundo y los que sitan a Dios por todas partes. l prefera a los primeros. Quiz estabapensando en su discpulo.

    La generacin es el proyecto

    La teora de las generaciones de Ortega analizaba la sucesin entre los grupos humanos,mientras que la losofa de la historia de Zubiri se centra en las posibilidades abiertas de cadacoyuntura. Ortega insiste en la transmisin cultural y sus condicionantes biolgicos; Zubirielimina la dinmica vital de su concepcin de la historia y subraya la interaccin entre uncampo de posibilidades y un proyecto.

    Lan (1945: 13), cuando escribe Las generaciones en la historia, es un hombre segurocomo buen jefe en un rgimen totalitario y puede distanciarse de s mismo llamndosediletante. El libro se abre con una cita de Jos Antonio Primo y desde el principio vinculael trabajo intelectual con los objetivos vitales, es decir, con la dimensin tica de la cuestinde las generaciones. La generacin sirve al hombre para relatarse la vida en la que acta(Lan, 1945: 19), vida que, con un sociocentrismo de casta sin complejos, no puede tenerotro objetivo que lograr la fama (Lan, 1945: 83). La fama se puede lograr en dos campos,el poltico y el intelectual, y en ellos pueden perseguirse tres modalidades distintas de lafama: una primera es la fama mundana (que persigue el reconocimiento masivo y a cortoplazo), posteriormente, existe una fama trgica con la que el sujeto hace frente a su destino,asumiendo la presencia de la muerte y, para nalizar, una fama trascendente, en la que el

    sujeto persigue el reconocimiento divino.

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    Segn Lan la vida consiste en elegir en cada uno de los planos. Gracias a ellos, tenemosun interesante perl de la visin del mundo de su propia trayectoria de intelectual de facturareciente. Por una parte, el xito mundano; por otra parte, el riesgo y el sacricio (propio yajeno), es decir, la conducta guerrera14; en n, para nalizar la vida religiosa. Lan parecacondenado a una versin disminuida del primer modo de fama (mdico de provincias), tandespreciada por los ascetas espaoles y gracias a la segunda (la conducta guerrera), accedia un estado a medio camino entre la fama trgica y la trascendente, entre el capital polticoy el capital cultural15. En la coyuntura concreta en la que vivi, el capital poltico-guerrero16fue la condicin de acceso a la vida intelectual. En 1930, se acab un modelo de existencia y,por tanto, se hace joven a todo el mundo, al abrirse el espacio de posibles y, en ese sentido,y alterarse los ritmos institucionales previstos. Por eso, ser joven o no es cuestin de actitudhistrica, de pretender cambiar el curso de las cosas y no, como dice Ortega (Lan, 1945:309), de edades. Hitler y Churchill, a quienes Lan (1945: 192) empareja olindose el cursode la guerra, pero sin poder abandonar an las viejas pasiones polticas, son adultos jvenes.Ser joven, de hecho, era ser fascista, ya que no en vano la Falange originaria era un mundoenfrentado con las normas dominantes (Lan, 1945: 190).

    La historia, pues, slo puede ser discontinua y para ello hay que separarla de los ritmosbiolgicos. La historia es un asunto biogrco, no de sucesin cultural y tal es el pecadode Ortega: proponer una visin, mitad biolgica, mitad sociolgica, global de la historia(Lan, 1945: 302). Slo hay personas que hacen la historia, no conjuntos de sujetos. Por unlado, Lan reivindica la losofa de la historia de Zubiri, por otro lado, sublima su propiatrayectoria institucional. Pero, y es muy importante, propone un concepto de generacincientcamente fecundo. Detengmonos brevemente en l.

    Una generacin, seala Lan, es un concepto que nos sirve para agrupar a individuos quecoexisten en una poca. En ese sentido, el concepto puede ser til siempre no se olvide quelos nicos actores histricos son los sujetos. Para utilizar el concepto, debemos elegir quvariables relevantes tendremos en cuenta. Entre ellas, se encuentran los rasgos biolgicosy los sociolgicos que, acepta Lan, predisponen a ciertas regularidades. Pero la historia,a no ser que la biologicemos o la transformemos en una sociodicea, no admite regularidadalguna. La generacin, entonces, no puede ser denida en abstracto sino para ciertas tareashistoriogrcas precisas. Segn nuestro objeto de estudio, debern precisarse las variablesgeogrcas, sociales, cronolgicas o temticas que agrupamos con el concepto de generacin.

    Evidentemente, la realidad analizada no permite agrupar fantsticamente cualquiervariable. La generacin es la biografa de un parecido (Lan, 1945: 316) y ste debefundarse en algo. La herencia biolgica, el nacimiento en fechas prximas, la formacin

    14 El destino trgico, Lan lo describe con una parfrasis de Heidegger y el ser para la muerte. Ms adelante, rela-ciona el destino trgico con la empresa falangista joseantoniana (Lan, 1945: 292).

    15 Siguiendo a Zubiri, Lan (1945: 77, 107-108, 323) considera que cualquier tipo de interpretacin histrica, esdecir, cualquier elaboracin intelectual, es un modo de interpretar aquello que nos religa globalmente, que noes otra cosa que Dios: Toda inquietud histrica es en su ms entraada raicilla un anhelo de reposar en Dios,aunque el inquieto no lo sospeche (Lan, 1945: 323).

    16 Lan aprovecha su descripcin de la accin histrica para separarse de sus contendientes conservadores en elespacio poltico del Rgimen fascista. Los conservadores pecaran de maniquesmo al considerar que el pro-blema del hombre no son los hbitos histricos posicin que Lan reivindica como propia sino el pecadooriginal. Los progresistas, pelagianos, pecaran pues de lo contrario.

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    comn, las relaciones personales, la inuencia de ciertos caudillos, los acontecimientoshistricos o el lenguaje comn permiten aislar estilos (intelectuales, expresivos, estimativos,prcticos) que constituyen nuestros hbitos (estructura sistemtica del estilo generacional);con ellos nos enfrentamos a nuestras posibilidades histricas.

    Por lo dems, hay dos maneras de localizar una generacin. Puede procederse con uncorte vertical lo que diferencia a masas y minoras o con un corte horizontal retratode los diferentes subgrupos generacionales y, por ende, de la divisin social del trabajo enel interior. Decidamos una u otra cosa, toda descripcin de una generacin exige unatriple operacin. Para comenzar, debe describirse el medio histrico anterior al nacimientode la generacin. Debe continuarse con las biografas de todos los miembros del grupo quemejor dene el acontecimiento generacional. En n, el historiador siempre se encontrarsingularidades biogrcas y, ante stas, debe plantearse varias tareas. Primera, preguntarsequ poda hacer efectivamente una persona en su mundo histrico. Segunda, tras describir susposibilidades histricas, dar cuenta de qu hizo y qu no, de sus elecciones y sus rechazos.Tercera, cules eran sus nes (por qu lo hizo?), cules sus objetivos (para qu lo hizo?) ycules sus modalidades de accin (cmo lo hizo?).

    As, una generacin consiste en resaltar sobre un fondo de poca, un cuerpo generacionaly un primer plano de las singularidades ms signicativas. La escritura de la cobiografageneracional perseguir as una curva histrica constituida por lo que un grupo tiene dehbitos comunes. Las inquietudes compartidas, los proyectos colectivos, los comportamientoscomunes son el nico camino hacia tales hbitos.

    La prdida del capital cultural orteguiano

    Uno de los obstculos mayores para la historia intelectual es el mito de la sincronizacinde todas las esferas de la realidad. Con ese esquema, cuanto acontece en un mbito de larealidad aquel que se elige como determinante rige, contamina o distorsiona fatalmentecuanto ocurre en el resto de planos de la experiencia humana. Dado que toda existenciasupone participar en territorios vitales que se rigen por sus lgicas particulares (el amor, eltrabajo, la formacin, la vida (a)poltica), dicho esquema slo produce caricaturas. Lo que sepredica en un plano de un individuo, se convierte en algo que debe predicarse en todos losplanos.

    El mito complementario no es menos pernicioso. Consiste en creer que los individuospueden vivir en planos separados sin que sus opciones en un mbito inuencien las de otro.Cuanto escribe como lsofos nada importa para comprender sus cortejos amorosos, y cuantohacen en poltica nada destie en su trabajo intelectual. Es posible que conscientemente, unsujeto desee y hasta pueda deslindar diversos planos de la existencia; es difcil imaginarque cuanto hace en un entorno de la vida no le d un estilo a cmo se conduce en otros.

    El acceso a la vida intelectual en la Espaa fascista (la de la dcada de 1940) suponacolocarse respecto de una tradicin prxima muy exigente: la que culmin en la IIRepblica y que la Guerra Civil cancel institucionalmente, pero no, an, intelectualmente.El poder institucional de Ortega y su escuela se disolvi, pero no su poder de atraccinintelectual. Buena parte de los individuos que adquieren poder institucional en 1940

    desde Aranguren a Lan gracias, fundamentalmente, a su militancia fascista, se haban

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    socializado intelectualmente con la referencia orteguiana. La guerra les permiti saltar de loslugares perifricos a los centrales de la vida intelectual. Por decirlo de otra manera: el capitalpoltico-guerrero les permiti el acceso a las redes centrales de intercambio cultural. Fueronintelectuales porque eran fascistas; pero el predicado fascista no elimina otros predicados: en elcaso de Lan, era, adems, zubiriano, esto es, resultado de una tradicin intelectual muy rica17.

    La diferencia con otras unidades generacionales que participaron del rgimen franquistases de peso. Los crculos catlicos tomistas, impulsados por la campaa antimodernista dePio X, consiguieron el poder institucional en Espaa tras la Guerra Civil, pero an no podansingularizarse intelectualmente durante los aos 1940. Cuando lo hagan, a nales de dcada,ser atacando la calidad intelectual de Ortega y sus discpulos: el que ocupar la ctedra deOrtega en los aos 1950, ngel Gonzlez lvarez, ni citaba a Ortega en su tesis doctoral,aunqie s, criticaba pero muy respetuosamente, a Zubiri. En ese momento, se produce latransicin (o mejor, la contrarrevolucin) intelectual en Espaa: se cuestiona y casi se expulsaintelectualmente (la victoria fascista y nacionalcatlica ya haba expulsado institucionalmente)una tradicin intelectual compartida y un conjunto de problemas. La tradicin estabacongurada por la interiorizacin original de la herencia neokantiana (Ortega) y existencial(Zubiri) alemana; los temas, por una opcin racionalista dentro de esas tradiciones: embarcara la losofa en la razn histrica o en las humanidades como Ortega (Moreno Pestaa,2010) o, primero, con las ciencias fsicas, la religin y las ciencias sociales (Zubiri). Enlos aos 1960, Espaa se convertir en un pas de importacin de debates intelectuales. En1940, an, con muchas dicultades, a quienes queran participar en la vida intelectual, exigaun capital cultural comn necesario para entenderse al hablar sin explicar cada palabra yconcentraba las energas intelectuales en un conjunto de temas comunes condicin de laexistencia de debates y de intercambio. La victoria tomista tena poco aliento intelectual: elVaticano II cambiaba el ambiente del Syllabus y la estructura institucional del antimodernismoestallaba. Los nacionalcatlicos corran, en su mayora, a nales de 1950, para escapar deltomismo.

    Tras 1960, los dos rasgos que hacan productiva a la Espaa intelectual de 1940 (laorteguiano-zubiriana, podra decirse) se disgregan: desaparece el capital cultural comn (cadauno habla el idioma del mbito cultural que importa) y raramente se conecta en debates comunes(debido a que cada uno est entretenido en seguir, con obsesin ms o menos meteorolgica, losmovimientos de su pas de importacin). Cuando se hace, es porque los aspirantes a embajadoreso virreyes de una tradicin cultural importada se enfrentan entre s y, muy de cuando en cuando,lo hacen con otra tradicin.

    El libro de Lan sobre las generaciones toc un punto sensible del espacio de atencinintelectual de la Espaa de la poca. En l se diriman varios problemas centrales. En primerlugar, la preeminencia intelectual de Ortega o de Zubiri. En segundo lugar, el tipo de losofaque convena al trabajo historiogrco. En tercer lugar, la interpretacin de los efectosintelectuales de la Guerra Civil. Maras estaba concernidsimo en las tres cuestiones: comoheredero legtimo de una tradicin, como lsofo aspirante a socilogo e historiador y comointelectual marginado a causa de la Guerra Civil.

    17 La misma que llevar a Jos Luis Lpez Aranguren no hay ms que leer su tica de mitad de los aos1950a reconocerse en la sociologa del habitus de Bourdieu y Passeron e importarla en Espaa.

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    La correspondencia de Maras muestra el conicto existente entre Ortega y Zubiri y lasalternativas en las que se encontraba el joven lsofo. Zubiri haba dirigido la tesis doctoral deMaras encarcelado al terminar la Guerra Civil, suspendida en un escandaloso ajuste de cuentasacadmico. Maras recupera el contacto con Ortega y, en un principio, se presenta como discpulode ambos (FOG, 22/06/1942). El 25/01/1943, Maras comienza a presentarse ante Ortega comoel nico de sus antiguos discpulos que habla del maestro. El 16/12/1944, Julin Maras muestraen su correspondencia privada su distancia con el director de tesis. Mientras tanto, Julin Marasmantiene el contacto con la joven vanguardia intelectual falangista e intenta reclutarlos para lacausa orteguiana. Es el caso de Enrique Gmez Arboleya, futuro secretario de Zubiri, intelectualgranadino procedente de la izquierda que se adapt con celeridad caso muy similar a Condea las coordenadas intelectuales del franquismo. Pas del terico socialdemcrata Herman Hellera Francisco Surez, referente de Zubiri de Heidegger y muy ajustado al pensamiento espaolrevalorizado por el nacionalcatolicismo. Maras recibi una invitacin para conferenciar enGranada sobre La escolstica en su mundo y el nuestro. Maras aclara a Ortega su perspectiva,completamente histrica y sociolgica sobre el tema. Trata de presentar la Escolstica como algoque ha acontecido en un mundo concreto denido por ciertas vigencias que perduran a lo largo detoda ella y por otras que cambian y determinan su interna evolucin: eleg tres momentos SanAnselmo, Santo Toms y Surez para mostrar esto, y en la segunda me ocup de su pervivenciahistrica. Es decir, trat de temporalizar y entender con razn histrica lo que ms se ha solidotomar sub specie aeterni (FOG, 16/03/1946). Ortega, irritado, le responde que el tema es falso(FOG, 16/3/1946) y que l considera que la Escolstica, ms que una corriente, es una forma derecepcin atemporal de las ideas, que puede encontrarse por doquier en la historia de la losofa.Ortega (FOG, 11/4/1947), desconfa de la intervencin de Maras respecto a las generaciones:El tema de las generaciones no ofrece dicultad de trabajo y tiempo pero no le oculto a Vd.que le tengo un poco de miedo. Sera preciso hacerlo primero sin vistas a inmediata publicaciny que una vez hecho le disemos juntos bastantes vueltas. No se le oculta a Vd. la razn de ello:la primera aparicin concreta de cosa tal tiene que ir enormemente apretada. Los dems temastienen el inconveniente de que suponen un trabajo muy grande y me extraa un poco que no hayasubrayado Vd. la conciencia que tiene de ello.

    Maras reivindica su papel como heredero de Ortega y, a travs de l, de una tradicin tericaque comenz a formarse en el siglo XIX. Entonces, Comte advirti que las generaciones eranla clave del cambio histrico, John Stuart Mill que, frente a Comte, las generaciones estabandeterminadas histrica y no biolgicamente, Soulavie, Dromel y Benloew, que la generacinduraba 15 aos, Dilthey, en n, que la vida humana estaba determinada por los usos sociales dela convivencia generacional. Pero ninguno se lea mutuamente y, por tanto, el intercambio eraimposible: las teoras se superponan sin percibir lmites y frutos de las rivales. Ortega enlazaesa discusin dispersa y la anuda en una red cuyo continuador es el propio Maras: va a ser l,heredero legtimo de Ortega, quien exponga por primera vez la teora y, por tanto, quien d formasistemtica a un problema central de la historia y la sociologa (Maras, 1967: 89). Por primeravez, a travs de Ortega, Espaa se sita en el centro intelectual del mundo, por encima incluso deAlemania (Maras, 1967: 116)18.

    18 Zubiri se quejaba al concluir su texto Hegel y el problema metafsico (incluido en Naturaleza, Historia, Dios)de que Espaa no se decida a elevarse a conceptos metafsicos.

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    Reclamando la prioridad expositiva, Maras, sin decirlo, critica a Lan (1945: 223-240)que, antes que l, haba expuesto la teora de Ortega. Maras desmontar sin demasiadosproblemas la crtica que hace Lan al biologicismo de Ortega. La biologa, para Ortega,forma parte de una realidad concreta que no es biolgica y, por tanto, debe integrarse enuna biografa social e histrica (tal es la diferencia entrezoy bos que Ortega formula en

    El tema de nuestro tiempo de 1923).Lan pretenda superar a Ortega desde la losofa de Zubiri y a la importacin de la teora

    alemana de las generaciones. De entre todos los que se han ocupado del problema, Marasreconoce en Lan las mayores virtudes personales y la probidad, penetracin y esfuerzointelectual. Lan no reconoce a Ortega, no porque caiga en la frivolidad intelectual(Maras, 1967: 135) caracterstica de su tiempo sino, dice Maras, por el contexto social enel que vive. Ese contexto social produce la marginacin de Ortega y, con ella, la prdidaenorme de un capital cultural. La teora de Ortega que no es solo la primera, sino enrigor la nica permanece sin explorar hasta Maras y est, pues, intacta y, siqueremos dar a las palabras todo su vigor, desconocida: como si se hubiese pensado enSirio o en la estrella Alfa del Centauro, y no en Madrid (Maras, 1967: 149). En cualquiercaso, no era el mismo Madrid que poda reconocer al lsofo y a su discpulo, debido alcontorno social en el que hoy se vive (Maras, 1967: 149). El intelectual liberal midelas palabras porque considera dicho contorno como el resultado de un proceso social quecomenz en 1917: la prdida social de respeto por la vida humana. En esas fechas triunf elbolchevismo, Estados Unidos intervino en la guerra y comenz el fascismo. Desde Orienteesa sensibilidad homicida se extendi a Europa. En 1932, toda una generacin en Espaaadquiri el gusto por la pena de muerte y el asesinato, algo que contrastaba con el modopacco en que lleg la II Repblica y en los escrpulos con los que se trataron los conictossociales durante el primer gobierno republicano socialista. Maras, ocho aos ms joven queLan, tuvo 32 aos cuando las cosas comenzaron a cambiar. 1946, 14 aos despus, de laviolencia que encenag la Repblica, un ao despus de la derrota del Eje, tal vez podamosabrirnos a la esperanza.

    Conclusin

    Los aos 1940 estaban an en la onda expansiva de lo