LOS JÓVENES LAICOS: PRESENTE Y FUTURO DE LA IGLESIA;

PRESENTE Y FUTURO DEL MUNDO.

ÍNDICE

0.- Introducción1.- Objetivos2.- Criterios de evaluación3.- Temporalización y justificación4.- Contenido conceptual. Desarrollo.

- I. Concilio Vaticano II. El compromiso de los laicos. Impulso social de las Ecíclicas de Pablo VI.- II. Realidad social de los jóvenes- III. Los jóvenes y la Iglesia- IV. Los jóvenes y la Iglesia de Albacete- V. Acción pastoral de jóvenes / con jóvenes

1. Sentido de la eclesialidad de la fe2. Objetivos de la acción pastoral con jóvenes3. Implicación intraeclesial de los jóvenes laicos

- VI. Campos de actuación social-política o vida pública.1 - Movimientos de Acción Católica juvenil2 - La Comunidad de Taizé3 - La vinculación de los jóvenes con el Comercio Justo4 -Trabajo a través de Cáritas 5 - Maná 6 - Cruz Roja

5.- Temas transversales6.- Actividades de desarrollo del proceso7.- Propuesta de actividades para la atención a la diversidad

ANEXOS:1.- Exhortación apostólica post-sinodal “Christifideles Laici” . 2.- Texto íntegro del Capítulo IV de la Constitución “Lumen Gentium”3.- Reflexiones sobre la acción pastoral con jóvenes

I. Principales problemas de la integración eclesial de los jóvenes. II. Propuestas generales ante esta realidad. Orientaciones.

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LOS JÓVENES LAICOS: PRESENTE Y FUTURO DE LA IGLESIA;

PRESENTE Y FUTURO DEL MUNDO.

“Vosotros sois la sal de la tierra; pero si la sal se desvirtúa, ¿con qué se salará?

Vosotros sois la luz del mundo. Brille de tal modo vuestra luz delante de los hombres

que, al ver vuestras buenas obras, den gloria a vuestro Padre que está en los cielos”

(Mt 5, 13.14.16)

0.- INTRODUCCIÓN

Laicos somos todos los fieles cristianos que no hemos recibido órdenes sagradas ni formamos parte del estado religioso aprobado por la Iglesia. Representamos un muy alto porcentaje de los seguidores de Jesús, de los miembros de la comunidad eclesial.

La misión que se nos encomienda no es otra que la que Jesús otorga a sus discípulos. Ser continuadores de su obra; amar a Dios y al prójimo como a uno mismo; anunciar, pedir y construir el Reino; ir por todo el mundo proclamando la Buena Noticia a toda criatura. Nada más y nada menos que vivir plenamente el Evangelio.

Esta misión – que es la de toda la Iglesia – se diversifica por los diferentes caminos de la vocación. El Concilio Vaticano II nos aclara: “A los laicos corresponde, por propia vocación, tratar de obtener el reino de Dios gestionando los asuntos temporales y ordenándolos según Dios”. 1 Así, pues, los laicos estamos llamados a transformar el mundo siendo levadura en medio de la masa, siendo los constructores de un mundo nuevo, siendo las manos de Dios para que Su bendición llegue a todos los rincones del mundo y alcance a toda criatura.1 Constitución “Lumen Gentium”, 31

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Hermosa pero no fácil tarea. Por eso también el Concilio señala que, “por razón de su condición y misión, (a los laicos) les atañen particularmete ciertas cosas, cuyos fundamentos han de ser considerados con mayor cuidado a causa de las especiales circunstancias de nuestro tiempo” 2. Estas circunstancias – ya delicadas en los años 60 - han cambiado notablemente en los 40 años que han pasado desde el Concilio, y de manera muy visible en nuestro país. Hay un notable descenso de católicos en las Iglesias y en la vida pública,... Una especie de “fundamentalismo de la razón” imperante no deja hueco para todo lo que no sea científicamente demostrable, muestra claro desdén por todo cuanto escape a la lógica matemática y se parapeta con una actitud extra-crítica contra todo lo relacionado con lo espiritual.

En cuanto a los jóvenes – fundamento central de esta Unidad Didáctica -, hijos de su tiempo y prisioneros de aquel “imperio de lo demostrable”, se ha producido en los últimos años un abrumador desplome de los indicadores de su religiosidad y su compromiso desde la fe. Aun siendo cristianos, difícilmente pueden escapar a la presión mediática y la actitud social laicista, aparte de otras razones.

Aún así, hay jóvenes en las parroquias. Jóvenes que desde motivaciones varias nacidas de su fe, están trabajando comprometidos en las iglesias (son catequistas, o están integrados en un grupo de “post-confirmación”, o participan en la preparación de las eucaristías, o animan las celebraciones desde el coro parroquial, o colaboran con Cáritas, etc.). Y hay jóvenes en ONGs3, asociaciones, movimientos, colectivos, o partidos políticos... o que participan en encuentros ecuménicos (como Taizé),... todo ello movidos por su fe, es decir, por la convicción de que la fe sin obras está muerta 4, que no es posible vivir el evangelio si esto no se concreta en compromisos reales. Lo hagan expresamente con el apelativo de católicos o con una motivación privada, es en todo caso una opción que nace desde la fe y la misión de transformación del mundo en un lugar mejor para todos, misión que a los todos los discípulos de Jesucristo, y en particular a los laicos corresponde.

De estos jóvenes queremos hablar en esta Unidad Didáctica: lo que hacen y lo que pueden hacer, a lo que llegan y lo que falta, la motivación que les mueve y las motivaciones que podrían redundar en un mayor entusiasmo y una más emerada dedicación. Porque los jóvenes laicos son – en gran medida – el presente y futuro de la Iglesia, el presente y futuro del mundo.

2 Ibid. 303 ONGs de la Iglesia (Manos Unidas, Cáritas,...) u ONGs que sin ser expresamente cristianas, se mueven por fines que coinciden con los fines evangélicos: construir un mundo más justo, acabar con la pobreza, la violencia, la marginación, defender la naturaleza,... ONGs como Amnistía Internacional, Greenpeace, Médicus Mundi, Médicos sin Fronteras, Intermón,... y tantas otras.4 Sant 2, 26

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Así, el planteamiento general de esta Unidad Didáctica – como después detallamos - es aprender lo que el Concilio Vaticano II dice sobre los laicos y su misión, conocer las líneas básicas de la visión crítica de la Iglesia ante los asuntos sociales a partir de las Encíclicas de Pablo VI sobre Doctrina Social de la Iglesia, analizar los campos de actuación de los jóvenes comprometidos desde su fe, reflexionar sobre por qué la fe cristiana si es auténtica es necesariamente una fe comprometida, mostrar lo que muchos jóvenes hacen en parroquias, en ONGs y asociaciones altruistas y en otros movimientos, y animar a nuestros alumnos a implicarse – si no lo están ya – de una manera más activa en el trabajo concreto por la construcción de un mundo mejor.

1. - OBJETIVOS

1. Conocer lo fundamental que dice el Concilio Vaticano II en su Constitución “Lumen Gentium” sobre los laicos y su misión en la Iglesia y fuera de ella.

2. Conocer lo que la Doctrina Social de la Iglesia – a grandes rasgos – dice sobre la necesidad de la transformación social.

3. Acercar a los jóvenes a la realidad religiosa actual.

4. Informar a los jóvenes de los diferentes campos de actuación en las parroquias.

5. Concienciar a los adolescentes de la importancia de su participación en la comunidad eclesial.

6. Valorar la necesidad del compromiso personal y comunitario como cristianos.

2.- CRITERIOS DE EVALUACIÓN

Describir la realidad religiosa actual.

Resumir lo que dice el Concilio Vaticano II con respecto al compromiso de los laicos en esta sociedad.

Elaborar una síntesis sobre la implicación de la Iglesia en los asuntos sociales a partir de las Ecíclicas de Pablo VI sobre Doctrina Social de la Iglesia.

Describir la situación de los jóvenes dentro de esta realidad religiosa.

Enumerar campos de actuación de los jóvenes dentro de las parroquias.

Resumir cómo pueden participar los jóvenes en la comunidad eclesial.

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Expresar por qué es necesario el compromiso personal y social del cristiano.

3.- TEMPORALIZACIÓN Y JUSTIFICACIÓN

La presente unidad se desarrollará durante cuatro sesiones, lo que nos supone cuatro semanas. Aún así, es un tema de tal importancia para nuestros jóvenes alumnos que es recomendable invertir este tiempo. Es necesario que los adolescentes caigan en la cuenta de la imbricación indisoluble que existe entre la fe y la vida, esto es, entre las creencias que guían la vida del creyente y la implicación en una tarea constante por construir un mundo mejor, la implicación cristiana por construir el Reino. La vivencia de la fe no debe llevar sólo a una personalidad de “buena voluntad” o un “talante” evangélico que más o menos esté presente en diversos aspectos de la vida, sino que conlleva además un compromiso concreto, pensado y elegido, nacido de la firme convicción de que no es posible ser discípulo sin imitar al Maestro, no es posible experimentar la fe sin un trabajo altruista y comprometido.

En la primera sesión se realizará una lluvia de ideas para motivar a los alumnos y poner de manifiesto sus ideas actuales y grado de implicación.

Durante las dos sesiones siguientes se desarrollarán los contenidos de la unidad.

Dedicaremos la última sesión a realizar alguna actividad para evaluar los resultados y debatir los mismos.

4.- CONTENIDO CONCEPTUAL. DESARROLLO.

I.- CONCILIO VATICANO II. EL COMPROMISO DE LOS LAICOS. IMPULSO SOCIAL DE LAS ENCÍCLICAS DE PABLO VI.

La Iglesia en el Concilio, toma conciencia de lo que el mundo espera de ella. Se revaloriza el papel de los seglares, es decir, de los cristianos que no son ni obispos, ni sacerdotes, ni religiosos, de cara a un protagonismo más destacado en el seno de la Iglesia y se les urge al testimonio individual y colectivo en el mundo.

El Concilio fue inaugurado por Juan XXIII en octubre de 1962 y fue clausurado por Pablo VI el 8 de diciembre de 1965. Todas las cuestiones inauguradas en el Concilio se pueden agrupar en torno a las dos dimensiones fundamentales de la Iglesia: interna y externa.

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Entre los documentos referidos a la dimensión externa, destaca la constitución pastoral sobre la Iglesia en el mundo actual (“Gaudium et Spes”) que marcó un hito importante en el desarrollo de la doctrina social de la Iglesia. El documento comienza expresando la solidaridad de la Iglesia con todos los seres humanos especialmente con los pobres y con los que sufren. En la primera parte se resalta la dignidad de la persona, las relaciones internas dentro de la comunidad humana, el sentido del trabajo y la misión de la Iglesia en el mundo actual. En la segunda parte se abordan los problemas más acuciantes de la sociedad moderna en el ámbito familiar, cultural, socioeconómico y político. Ante la amenaza de una guerra, el Concilio llama a todos los pueblos a que se unan y fomenten la paz, estableciendo nuevas fórmulas de cooperación internacional que den al progreso un sentido más integral y humano.

Iniciado el Concilio Vaticano II fallece el Papa Juan XXIII y es elegido Pablo VI para sucederle. Este Papa da un nuevo impulso al Concilio y se reafirma en la Doctrina Social de la Iglesia. Sus encíclicas sociales más importantes son la “Populorum Progresio” y la “Octogesima Adveniens”. Ambas encíclicas promueven y amplían la doctrina social del Concilio Vaticano II, recalcan el crecimiento progresivo de los males que afligen al mundo y urgen a buscar soluciones para subsanarlos.

En la Encíclica “Populorum Progressio”, se nos pide que acojamos a los inmigrantes que viven entre nosotros, y urge a los industriales de los países desarrollados a que inviertan en los pueblos en vías de industrialización, y que lo lleven a cabo con los mismos criterios sociales con que lo hacen en sus propios países.

En la Encíclica “Octogesima Adveniens” se hace una reflexión para la comprensión de la dimensión política de la existencia y del compromiso cristiano, y estimulando a la vez el sentido crítico con relación a las ideologías y utopías subyacentes en los sistemas socioeconómicos vigentes. En la primera parte invita a reflexionar sobre los principales problemas que afectan al mundo moderno: grandes urbes, masificación, problemas de trabajo, emigrantes, problemas de los jóvenes, de las mujeres, de los medios de comunicación y del medio ambiente. En la segunda parte trata de la sociedad científico-técnica, de las ideologías, valorándolas y buscando alternativas. En la tercera parte ofrece una reflexión sobre el pluralismo de los cristianos en el compromiso social y político: Desde una misma fe se pueden tomar opciones diversas. Urge a los creyentes a colaborar con los movimientos sociales y políticos que también trabajan por la justicia e invita a los fieles y a las comunidades cristianas a ser críticos, a que sepan discernir con ayuda del Espíritu Santo, las opciones y los compromisos sociales y políticos que conviene asumir manteniendo las distancias suficientes con las ideologías que los inspiran.

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II – REALIDAD SOCIAL DE LOS JÓVENES

Estas son algunas de las conclusiones que se extraen del estudio presentado por la Fundación Santa María que analiza en profundidad los diferentes aspectos que configuran el perfil de los jóvenes españoles de hoy. Vamos a realizar una radiografía de carácter general, para a continuación comentar algunos datos más significativos.

Uno de cada cuatro jóvenes españoles se siente más identificado con su comunidad autónoma que con España. Las instituciones en las que más confianza depositan los jóvenes son las organizaciones de voluntariado, con un 69%, seguido del sistema de educación (60%), la Seguridad Social, la policía y la Unión Europea. El 67% de los jóvenes está de acuerdo con la entrada de los inmigrantes siempre que tengan un contrato de trabajo, mientras que un 10% cree que debería prohibirse la entrada de los mismos.

Hace diez años los jóvenes que se consideraban católicos eran el 77% y hoy no llegan al 50%. La Iglesia es la institución española que más desconfianza suscita entre los jóvenes . El 46% de los jóvenes españoles no se decantaría por un partido concreto si hoy se celebraran elecciones generales.

Los jóvenes dedican su tiempo libre y de ocio principalmente a escuchar música (98%), a ver la televisión e ir al cine (94%), salir a bares, cafeterías o pubs (93%) . En cambio, la lectura de libros, la práctica de deportes y la asistencia a museos ha descendido notablemente.

Valores e identidades de los jóvenes

Los problemas sociales considerados más importantes por los jóvenes son, en primer lugar, el terrorismo, seguido por la droga, el paro, la vivienda y la violencia doméstica. Dan menos importancia a las manifestaciones de violencia de alguna gente joven, la corrupción política, los problemas de contaminación y medio ambiente, la pobreza y la marginación de parte de la población, así como la seguridad ciudadana. En una perspectiva vital, el mayor número de encuestados, se declaran consumistas, pensando solo en el presente, egoístas y con poco sentido del deber y del sacrificio. En sentido contrario, la condición de maduros, generosos, tolerantes, trabajadores, solidarios y leales en la amistad, se sitúan como los rasgos que menos caracterizan a los jóvenes.

Relaciones e integración

En cuanto al grado de confianza depositado por los jóvenes en las instituciones, encabezan la lista, las de voluntariado (69%), sistema de enseñanza (60%), seguridad social (54%), la policía (51%) y la Unión Europea (50%). Y en los últimos puestos y por este orden, estarían las Fuerzas Armadas, la OTAN, las multinacionales y la Iglesia.

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Los jóvenes españoles, a diferencia de lo que ocurre con el total de la población, siguen sin identificar la inmigración como uno de los problemas más importantes de la sociedad española. Un 67% de los jóvenes está de acuerdo con la entrada de estos, siempre y cuando tengan un contrato de trabajo, frente a un 16% optan por facilitar al máximo la entrada de inmigrantes y un 10% por prohibir su entrada sin distinciones. Por otro lado, el mayor problema percibido por los jóvenes en relación con la inmigración es el aumento de la delincuencia supuestamente vinculado a este fenómeno. Así opina un 60%, mientras que un 40% cree que los inmigrantes les quitan el trabajo a los españoles. Además, la gran mayoría, ve la adaptación cultural solamente en una dirección, del inmigrante a la sociedad receptora.

Familia y jóvenes

Se constata entre los jóvenes un pluralismo en las apreciaciones de lo que constituye hoy la familia, ya que las formas de unión actualmente son muy diversas, aunque sigue predominado la concepción del hogar constituido por un padre, una madre y un hijo, unidos en matrimonio civil o eclesiástico. Los modelos de familia se han diversificado, son más abiertas, permeables a hacerse y deshacerse, más plurales en formas y menos estables en duración.

Pero a pesar de todo, la familia es el lugar básico y fundamental para la inmensa mayoría de las personas, donde estas viven humanamente. Es la mejor y mayor residencia de ancianos del país, la institución más eficaz para paliar el paro, el mejor y más amplio hospital para enfermos físicos o psíquicos que no son atendidos por la sanidad pública. Va siendo uno de los escasos grupos donde te identifican como persona integral y concreta, por quien eres y no por lo que haces, tienes o puedes.

Jóvenes y religiosidad

Los jóvenes españoles no encuentran modelos de religiosidad atrayentes por lo que se ha producido una precipitada aceleración del proceso de secularización. Hace diez años los jóvenes que se consideraban católicos eran el 77% y hoy, por primera vez en la historia, no llegan al 50%, un descenso de más de 25 puntos. Esto es debido, en cierto modo, a la creciente secularización de la sociedad, los cambios políticos en una dirección claramente laicista y la desconfianza que suscita la Iglesia entre los jóvenes. De ella critican su excesiva riqueza, su injerencia en política y su conservadurismo en materia sexual.

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Prioridades en la vida

Los jóvenes priorizan y valoran, sobre todo, como objetivo en sus vidas, lo cotidiano, lo cercano, esto es, la familia y los amigos, dando por supuesta la salud. En último lugar lo que tiene que ver con la política y la religión. En medio, y por este orden (de más a menos), el trabajo, ganar dinero, el tiempo libre, llevar una vida moral y digna, tener una vida sexual satisfactoria y los estudios para tener una buena formación y competencia profesional. A fin de cuentas denotan una situación de inestabilidad, inseguridad, e incertidumbre personal y apela a la amistad, la gratuidad, la relación íntima y en profundidad con otra persona como grandes querencias de su vida, como sus primeros y principales objetivos vitales.

Jóvenes y religiosidad

Los jóvenes españoles no encuentran modelos de religiosidad atrayentes, por lo que se ha producido una precipitada aceleración del proceso de secularización. Hace diez años, los jóvenes que se consideraban católicos eran el 77%, y hoy, por primera vez en la historia no llegan al 50%. Esto es debido en cierto modo a la creciente secularización de la sociedad, los cambios políticos en una dirección claramente laicista y la desconfianza que suscita la Iglesia entre los jóvenes.

Jóvenes y política

El dato más significativo en cuanto a la percepción del los jóvenes de la política es que el 46% de ellos no se decantaría por un partido concreto si hoy hubiera elecciones generales. Este desinterés viene avalado por el décimo puesto que dan a la política en la escala de aspectos importantes en la vida, solo por delante de la religión. En cambio, la familia, la salud, los amigos y conocidos, el tiempo libre y el ocio, entre otros, se sitúan entre los primeros puestos.

Ocio y tiempo libre

Para un 92% de los jóvenes españoles, el ocio y el tiempo libre es un elemento central en su organización, funcionamiento y nivel de vida. Entre sus gustos y aficiones destaca escuchar música (98%), ver la televisión e ir al cine (94%), salir a bares, cafeterías o pubs (93%) y escuchar la radio (principalmente programas dedicados a música y deportes) (90%). Las actividades que han descendido respecto al último estudio son la lectura de libros, la práctica de deportes y la asistencia a museos.

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III - LOS JÓVENES Y LA IGLESIA

La mayor parte de las encuestas sobre los jóvenes y la religión confirma lo que ya sabemos. Los jóvenes de hoy son los hijos de aquellos que fueron adolescentes entre 1960 y 1970 y que en su tiempo habían hecho la elección de no transmitir siempre aquello que ellos mismos habían recibido en su educación. Por lo tanto, han dejado que sus hijos se las arreglaran por sí mismos en el ámbito moral y espiritual, sin tener otra preocupación en la educación que cuidar de su realización afectiva. Así en muchos casos han carecido de referencias espirituales, quedándose desamparados. Los querían ver felices, pero sin enseñarles las reglas de la urbanidad, de cómo se emplean las riquezas de un pueblo y de la fe cristiana, que ha sido la fuente de muchas civilizaciones. Hay que reconocerlo, el sentido de la persona humana, el sentido de la propia conciencia, el sentido de la libertad, el sentido de la fraternidad, el sentido del igualitarismo, todo esto se lo debemos al mensaje de Cristo transmitido por la Iglesia. Se han banalizado estos valores separándolos de su fuente, con el riesgo de hacer muy difícil su transmisión, una vez que se desconoce y se pone en tela de juicio y validez su origen. Por este planteamiento, los hijos no han sido bautizados ni catequizados. Necesitaban hacer tabula rasa del pasado para liberarse de la tradición, actitud que ha producido ignorantes culturales, privados de una formación y cultura religiosa. Son incapaces de entender períodos enteros de la historia de nuestra civilización, como también del arte, de la literatura, de la música. Por ello, en las encuestas más serias, sus respuestas revelan ignorancia, indiferencia y falta de educación religiosa, cuando no rechazo. Están condicionados por todos los clichés y por todos los conformismos que circulan sobre la fe cristiana. En pocas palabras, están lejos de la Iglesia, porque al no haber sido educados en ella no se han integrado en la tradición religiosa.

La visión limitada de la validez de la Iglesia en su función de orientadora de vida se apuntala con la clásica definición de que “incluso sin Iglesia puedo creer en Dios”, otra visión sostiene que “los jóvenes tienden a construir su iglesia al margen de la Iglesia”. No podemos olvidar que se está produciendo una fuerte secularización que afecta a toda Europa lo que supone un reto importante para la Iglesia si quiere ser atractiva para los jóvenes.

Esto da como resultado que uno de cada diez jóvenes españoles se declare católico, que el 12% asista regularmente a misa y que el 57% no vaya nunca porque la mayoría ve a la Iglesia como defensora de tradiciones y valores que no comparten ni entienden, aunque reconozcan que trabaja en ayudar a los pobres y en la educación, según el estudio 'Jóvenes 2000 y Religión' realizado por la Fundación Santa María como resultado de 1.075 entrevistas en España.

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Siendo este el panorama realmente generalizado entre los jóvenes, la Iglesia no puede desatender a los jóvenes ni arrojar la toalla, pues hay que decir que en la relación Iglesia-jóvenes se da una relación de mutua dependencia: los jóvenes necesitan a la Iglesia, con necesidad vital; la Iglesia necesita a los jóvenes, porque son parte importante del Pueblo de Dios. A través de la Iglesia los jóvenes llegan al conocimiento de Jesucristo: Dios hecho hombre, la respuesta a los más profundos anhelos, la fuente de la verdadera felicidad. Ellos y ellas dan a la Iglesia nueva vida, cuando descubren con entusiasmo la figura y el mensaje de Cristo, y transmiten el entusiasmo de su descubrimiento a las nuevas generaciones. En este sentido, ellos mismos son la Iglesia y constituyen un especial tesoro.

Durante la juventud se experimentan la esperanza y la generosidad, pero también no pocas inquietudes; por otra, los jóvenes no siempre perciben de modo adecuado la verdadera naturaleza de la Iglesia, quizá a causa de lo que se podría llamar problemas de comunicación, propios de este tiempo nuestro, caracterizado por el exceso de información y la falta de orientación. Esa circunstancia invita a todos los que forman la Iglesia a actuar con conciencia y responsabilidad de hijos de Dios, a mantener el esfuerzo de transmitir con coherencia lo esencial de nuestra fe. La Iglesia ha de ofrecer, a los jóvenes que buscan el sentido de la vida, el testimonio sincero de nuestra felicidad y de nuestro compromiso, cada uno en sus propias circunstancias.

IV.-LOS JÓVENES Y LA IGLESIA DE ALBACETE

Tras haber expuesto más arriba la situación general de los jóvenes en España ante la religión, nos centramos ahora en la situación en la diócesis de Albacete. A partir de encuestas como la realizada por la Delegación Diocesana de Juventud de Albacete a partir del año 1998, saltan a la luz una serie de datos que vienen, a grandes rasgos, a corroborar la impresión general que cualquier observador puede apreciar. Si bien han pasado diez años desde aquel estudio, por la comparativa con los datos más recientes de encuestas e informes de territorios más amplios, no creemos que tales datos locales hayan dejado de ser referencias válidas actuales.

Sólo resaltamos algunos datos mínimos: si tomamos como medidor de su integración eclesial la frecuencia de su asistencia a misas (fácilmente constatable), observamos que el 2% de los jóvenes va a misa más de una vez a la semana ; el 19%, una vez a la semana; el 8% va un promedio de una vez al mes; el 32% lo hace sólo por Navidad, Semana Santa y otras ocasiones especiales; el 16%, con ocasión de una romería, fiestas del pueblo o fiestas parecidas; y el 23% restante no va nunca o sólo en ocasiones comprometidas. Por tanto, podemos decir que sólo entre el 21 y el 29% de los jóvenes viven su fe con una cierta cercanía a la Iglesia, al menos en su aspecto

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celebrativo. Podríamos decir a grandes rasgos que el 71% que queda constituye la fila de los alejados.

En cuanto a la oración, sin embargo, los datos contrastan con los anteriores. Un 94% de los jóvenes dice rezar, bien con cierta asiduidad, bien cuando las circunstancias les invitan a hacerlo. Un 33% reza solo, un 34% en los momentos difíciles y un 15% con grupos de amigos o en convivencias.

Los datos son suficientemente expresivos y no necesitan muchas aclaraciones. Sólo subrayamos un detalle: parece que los jóvenes, mayoritariamente (alrededor del 67%), rezan pero no van a misa; viven ciertas prácticas creyentes pero las viven sin vinculación a la iglesia.

Más clarificadora resulta la información que se desprende de sus opiniones sobre la Iglesia, sobre la que luego volveremos. Sólo resaltamos ahora que un 72% de los jóvenes, incluidos los que se consideran cristianos practicantes, creen no tener necesidad de la Iglesia para creer en Dios.

Todo esto no viene sino a confirmar la evidencia. La presencia de los jóvenes en la Iglesia es preocupantemente escasa, y no sabemos bien cómo salir al paso de esta realidad. Poco a poco, los jóvenes se han ido alejando de la eucaristía dominical, han dejado de frecuentar las iglesias, se han apartado de las líneas marcadas por la Iglesia Católica, y hasta su práctica creyente han empezado a ejercerla al margen de toda referencia comunitaria.

V.- ACCIÓN PASTORAL DE JÓVENES / CON JÓVENES

1.- SENTIDO DE LA ECLESIALIDAD DE LA FE

No es posible vivir la fe cristiana sin comunidad. La pertenencia eclesial es rasgo necesario y distintivo del estilo de vida creyente. Y es que la Iglesia es el seno en el que nos llega la fe y en el que esa fe se comparte y se celebra, el único espacio en el que puede madurar y crecer. Desde siempre, los discípulos de Jesús han sido plenamente conscientes de que la fe en el Resucitado les llevaba a la comunidad, conscientes de que sólo podían vivir esa fe en compañía de otros creyentes. Ven que no se puede ser cristiano individualmente, sin el acompañamiento de los hermanos, caminando unidos.

“Un cristiano solo, ningún cristiano” (Tertuliano). Igual que no es cristiano (en el pleno sentido de la palabra) aquel cuya fe no incide en la vida transformándola, tampoco lo es aquel que vive su relación con Dios al margen de la referencia comunitaria. Podrá ser más o menos creyente... pero no cristiano-de-verdad.

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Esto, evidentemente, vale igual para grandes y pequeños, para los mayores y para los más jóvenes. Desde el momento de la confirmación, el joven pasa (o debería pasar) a formar parte definitivamente de la familia cristiana. La pertenencia consciente a ella será la garantía de la autenticidad de su fe.

Hoy en día es preciso reflexionar las razones de la tremenda escasez de jóvenes en la vida de nuestras comunidades cristianas; es preciso pararnos a pensar qué motivos les separan de esta dimensión, qué les lleva a creer que pueden vivir la fe “por libre” sin vinculación alguna a ningún grupo creyente, qué les aparta de las celebraciones comunitarias de la fe, qué les aleja de la Iglesia. No puede existir un proyecto serio de pastoral juvenil que no incluya este entre sus pilares básicos.

2.- OBJETIVOS DE LA ACCIÓN PASTORAL CON JÓVENES

El OBJETIVO GENERAL es la integración eclesial plena de los jóvenes. Pero es un objetivo que se debe desmenuzar en objetivos parciales que salgan al paso de la problemática compleja que más abajo pretendemos concretar. Queremos conseguir en nuestros jóvenes una serie de capacidades diversas que conjuguen en su conjunto esta integración comunitaria. Es preciso que los jóvenes tengan una participación más activa en las comunidades cristianas, ocupando un lugar en las estructuras pastorales de la diócesis, parroquia, vicarías y zonas. Para ello es necesario que todos nos preocupemos de buscar canales eficaces que garanticen su participación y protagonismo.

Nuestro objetivo evangelizador pretende suscitar entre los jóvenes aquella adhesión eclesial postulada por la naturaleza y misión de la Iglesia. Una adhesión lúcida y serena, cálida, que ame a la Iglesia concreta y real con el afecto del corazón, una adhesión fiel que acoja e interiorice su mensaje y su proyecto. Una adhesión activa que contribuya con toda la persona a hacer la comunidad cristiana más respetable y más “amable”.

Este objetivo general lo concretamos en estos tres elementos de adhesión eclesial, que habrá que cultivar:

Conocer la Iglesia: Un conocimiento objetivo, histórico, actual y crítico, pero sobre todo, un conocimiento que va más allá de todo esto, haciendo una lectura creyente profunda, descubriendo que la realidad y la esencia de la Iglesia transciende lo que vemos externamente en ella. Es mucho más que el conjunto organizado de los creyentes. Es Barca de Pedro, Esposa de Cristo, Pueblo de Dios, Misterio de Salvación, Madre y Maestra,... No hay que idealizarla haciendo una lectura “espiritualista” que ignore o excuse sus aspectos más oscuros. Pero tampoco hay que quedarse en estos aspectos, más humanos y deficientes, desde una lectura “materialista” que no vea más allá de ellos. Para conseguir esto hace falta una catequesis amplia acerca de la Iglesia.

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Una gran parte de nuestra sociedad tiene una visión deforme de la Iglesia, y los jóvenes no son excepción: la imagen que de ella recibe el ciudadano desde los medios de comunicación es parcial y generalmente negativa. No falta a veces una cierta manipulación informativa desde otros intereses, y lo mejor de ella no es “noticia”. Por ello, y por una visión excesivamente crítica de sus defectos y su papel, muchos la rechazan, posiblemente, sin conocerla realmente tal como es y olvidando que la Iglesia, santa y pecadora, la formamos todos los cristianos.

Estimar a la Iglesia: El conocimiento debería estar impregnado de la estima. Vincularnos a la Iglesia desde el amor a ella: esa es la cuestión. Debemos comprender nuestra pertenencia recíproca: nosotros pertenecemos a la Iglesia y ella nos pertenece. Valorar esta pertenencia nos llevará a sentir una profunda cercanía a la comunidad, a descubrirla como espacio fundamental donde vivir y compartir la fe y la vida. La vinculación con una comunidad inmediata nos llevará, por la comunión de todas las comunidades de la diócesis, a la vinculación con la iglesia diocesana, y desde esta, por la comunión de todas las comunidades diocesanas, a la vinculación con la Iglesia Universal.

Amar a la Iglesia no significa aplaudir y justificar sin más todas sus actitudes y actuaciones. El creyente debe mantener ante la Iglesia una actitud crítica, pero debe hacerlo desde el afecto y desde la fe.

Comprometerse con la Iglesia: Compromiso que es triple: la celebración de la fe, la conducta moral y el compromiso apostólico.

En el compromiso de la celebración de la fe hay que insistir en la importancia de la Eucaristía dominical, por su importancia e incidencia en la vida cristiana de los jóvenes. Esta Eucaristía es gesto de fidelidad que refresca nuestra identidad cristiana y eclesial en el encuentro con otros hermanos. Participar cada domingo en la Eucaristía significa hacer presente en medio de nosotros el acontecimiento pascual, cimiento de la comunidad cristiana y esperanza del mundo. Significa asumir la vida entera de la semana, con sus fidelidades y sus fallos, y convertirla en ofrenda a Dios a través de Jesucristo. Significa testimoniar que Dios es Dios para nosotros, que Jesucristo está vivo y que su comunidad es nuestra familia.

En cuanto a la conducta moral, el seguimiento de Jesús en la Iglesia entraña aceptar el comportamiento y la enseñanza de Él como norma para la propia vida. La adhesión a la enseñanza de la Iglesia es elemento indispensable de la auténtica adhesión a la comunidad cristiana y, sobre todo, a su Señor.

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El compromiso apostólico supone que el creyente asume como propio el proyecto mismo de la comunidad. Pasar de destinatario a sujeto activo del apostolado es clave para la conciencia de pertenencia a la Iglesia. Por ello es importante iniciar desde pronto un compromiso gradual y proporcionado en los jóvenes. Este compromiso tiene una doble vertiente: la intraeclesial y la social. Ambas son importantes y necesarias, y en esta unidad didáctica abordamos las dos. Para ello es imprescindible una buena formación, una revisión de vida cristiana y una comunidad que respalde y apoye este trabajo evangelizador.

3. IMPLICACIÓN INTRAECLESIAL DE LOS JÓVENES LAICOS

En la que hemos llamado “Vertiente intraeclesial” hay comprometidos muchos jóvenes. Es mucho lo que los laicos jóvenes pueden aportar a la Iglesia dentro de la pastoral en colaboración con los sacerdotes y otros miembros y grupos de la comunidad parroquial.

Su tarea dentro de la Iglesia es muy diversa. Cada cual busca aquel grupo o aquel servicio por el que más llamado se siente. Así vive su fe en comunión con el resto de la comunidad parroquial y muchas veces llega a sentir la parroquia como su segunda casa.

Algunos servicios de los jóvenes en esta diversidad pueden ser:

Catequesis: Llevan un grupo de catequesis de niños y se coordinan y se forman para poder llevar bien a cabo esta tarea.

Integración en un grupo de “post-confirmación”. Tras la confirmación algunos jóvenes se quedan en la parroquia. Muchas de ellas abren para ellos algunos grupos o les ofrecen la posibilidad de ser ellos mismos quienes decidan el espíritu y el carisma específico que su grupo va a tener – en función de su personalidad y sus ganas de comprometerse. Así nació, por ejemplo, de la parroquia del Espíritu Santo el grupo que –hasta hoy – organiza para Manos Unidas la “Operación Bocata”.

Participación en la preparación de las eucaristías. Sea en las mal llamadas “misas para jóvenes” o sea como colaboración o servicio en alguna de las del fin de semana, se pueden redactar las moniciones, las ofrendas, la acción de gracias o reforzar con un gesto el mensaje del evangelio. Hay a veces grupos de liturgia con jóvenes que junto con el sacerdote preparan cada celebración.

Animación de las celebraciones desde el coro parroquial

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Integración en algún grupo cristiano unido a la parroquia. Muchos y variados. Por ejemplo, los grupos de oración. Muchas veces ligados a religiosos o religiosas que llevan a cabo su tarea pastoral en la parroquia. También hay que incluir aquí la posible integración en comunidades de base o comunidades neocatecume-nales, entre otras.

Integración en alguno de los grupos funcionales de la vida parroquial – no específica para jóvenes – como: Colaborar con Cáritas, con el Consejo de Economía, con un grupo de Liturgia, etc.

VI.- CAMPOS DE ACTUACIÓN SOCIAL- POLÍTICA O VIDA PÚBLICA.

La participación del laico en la vida y en la edificación de la comunidad es una dimensión consubstancial del ser cristiano del laico. Pertenece a la vivencia más inmediata y necesaria de su personalidad bautismal y de la novedad del Evangelio. Pero, como nos ha recordado la Exhortación post-sinodal, “el mundo se convierte en el ámbito y el medio de la vocación cristiana” (ChL. 15). En él los fieles laicos “son llamados por Dios para contribuir, desde dentro a modo de fermento, a la santificación del mundo mediante el ejercicio de sus propias tareas, guiados por el espíritu evangélico” (LG. 31).

Por ello vamos a considerar con mayor detenimiento el panorama que ofrece la participación de los laicos jóvenes en los múltiples campos que tiene la tarea evangelizadora de la Iglesia en el corazón del mundo.

1. MOVIMIENTOS DE ACCIÓN CATÓLICA JUVENIL:

Por los fines de su apostolado, su historia y su peculiar vinculación con la misión de la Iglesia, la Acción Católica vive con particular pasión su vocación evangelizadora en el mundo. Actualmente cuenta con los siguientes movimientos juveniles:

Jóvenes de A.C (JAC), Juventud Estudiante Católica (JEC), Juventud Obrera Católica (JOC), Jóvenes Rurales Católicos Movimiento Junior de Acción Católica

La mayoría de estos movimientos trabajan coordinados en una sustancial coincidencia de planteamientos, objetivos y metodología apostólica, como movimientos de ambiente.

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2. LA COMUNIDAD DE TAIZÉ:

Taizé es un pueblecito diminuto de la Borgoña Francesa, su singularidad es que allí nació y vive una comunidad de monjes (actualmente algo más de 100) con un carisma muy especial: el del ecumenismo. El ecumenismo en la corriente dentro de las iglesias cristianas (protestantes, católicas, ortodoxas...) que buscan la Unidad. Esta comunidad de monjes acoge durante todos los días del año a aquellas que quieran compartir la vida con ellos en oración, trabajo, vida de comunidad. Los jóvenes especialmente están invitados a vivir durante una semana esta experiencia (cualquier semana del año). Es una experiencia fuerte de Dios en la oración y la vida de comunidad.

Los marianistas, muchas parroquias y otros colectivos organizan anualmente una o más peregrinaciones a Taizé, fletan un autobús y alrededor de 40 jóvenes van camino de Taizé a vivir esta experiencia, compartiendo inquietudes, rezan juntos, cantan, comparten la vida, conocen otras culturas y otras confesiones cristianas.

Numerosos jóvenes que vienen a Taizé, se preguntan cómo continuar con lo que han descubierto al regresar a sus hogares. Los hermanos buscan cómo sostenerles y les animan a asumir compromisos en sus ciudades y países, en sus parroquias y sus comunidades locales. La peregrinación de confianza sobre la tierra es una tentativa de respuesta a estas cuestiones

3. VINCULACIÓN DE LOS JÓVENES CON EL COMERCIO JUSTO:

El Comercio Justo es un sistema alternativo al modo tradicional de comercio internacional que apuesta por un consumo responsable, solidario y justo, frente a las relaciones mercantiles desiguales. Elimina intermediarios en las relaciones comerciales y se acerca los productores del Sur a los consumidores el Norte.

El Consumo Responsable es aquel que demanda estar informado sobre las condiciones en que han sido elaborados los productos.

Muchos jóvenes, de una manera desinteresada, contribuyen en el desarrollo de una sociedad más justa y equitativa, participando en este tipo de actividades solidarias. 4. TRABAJO A TRAVÉS DE CÁRITAS

(CÁRITAS PARROQUIAL, CÁRITAS INTERPARROQUIAL, CÁRITAS DIOCESANA)

Cáritas es una ONG sin ánimo de lucro para la acción social y constituida fundamentalmente por voluntarios.

Es el organismo oficial de la Iglesia Católica para:

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Promover, orientar y coordinar la acción social de la comunidad cristiana. Instrumentar la comunidad cristiana de bienes con el fin de ayudar a la

promoción humana y colaborar en el desarrollo integral de las personas, grupos y comunidades.

Anunciar y promover una sociedad solidaria y fraterna. El Objetivo General de Cáritas es: “Que los últimos y no atendidos sean protagonistas de su proceso integral de desarrollo, que amplíen sus capacidades y relaciones, que les sean reconocidos sus derechos y que accedan a los recursos sociales, participando plenamente como ciudadanos”.

En resumen, Cáritas es la expresión del amor preferencial por los pobres de la comunidad cristiana.

Como hemos dicho, Cáritas está compuesta fundamentalmente por voluntarios. Las características que definen la identidad del voluntario son: responder a una elección libre, ocuparse de los intereses de otras personas o de la sociedad, carecer de intereses económicos o personales y desarrollarse en un marco organizado.

Dentro del área de acción social, Cáritas se ocupa de: atención primaria a familias, cooperación internacional, inmigrantes, mediación jurídica, infancia, mundo rural, prisión, servicio de orientación laboral y atención a los sin techo.

De todas estas áreas, es la de infancia la que más atrae la atención del voluntariado joven.

Las Cáritas parroquiales de La Purísima, Las Angustias y San José de la Diócesis de Albacete tienen el “Programa de infancia en situación de riesgo”. Es un programa de prevención y acompañamiento que ha trabajado desde 1992 con niños del barrio Carretas-Huerta de Marzo, barrio del Hospital y plaza de M. Ángel Blanco haciéndose presente en el entorno habitual de los chavales y partiendo de sus necesidades, inquietudes y horarios.

En los barrios indicados existen importantes núcleos de viviendas de protección oficial. Estas viviendas acogen a una población integrada principalmente por familias de escasos recursos económicos y trabajo inestable, así como bajo nivel cultural. También abundan familias monoparentales en las que el encargado de los menores debe dedicar casi todo su tiempo al trabajo.

En este contexto, son frecuentes los niños que viven situaciones familiares problemáticas, con continuas tensiones en casa, y a ellos a los que se dirige el programa.

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La finalidad del Programa es proporcionar recursos escolares, de formación y de ocio y tiempo libre a los menores de estos barrios. Se pretende evitar el fracaso escolar e intentar motivar a los menores para que saquen el máximo partido a su tiempo libre, educándolos en valores de convivencia a través de las diferentes actividades.

Las actividades que se realizan son: deporte (tienen un equipo de fútbol), ocio y tiempo libre ( acampadas, carrozas de carnaval y feria, excursiones…), apoyo escolar, aula formativa de padres y madres y todos los años se realiza un curso de formación para jóvenes voluntarios. El curso pasado lo realizaron 35 jóvenes de los que 20 participan actualmente en el Programa en diferentes áreas.

5. MANÁ

MANA es una ONG formada por voluntarios que residen en distintos lugares de la geografía española y que colaboran con su tiempo y su esfuerzo y sin recibir ninguna aportación económica, solamente la gratificación personal que supone el trabajar a favor de los mas desfavorecidos en el Tercer Mundo.

¿Cuáles son sus objetivos?

Concienciar de la problemática que padecen los países del Tercer Mundo, mediante distintos tipos de actividades relacionadas con la cultura.

Financiar y apoyar proyectos de Cooperación al desarrollo con países del Sur, de forma directa a través de otras organizaciones.

¿Qué actividades realizan?

Cuentacuentos en colegios, bibliotecas,... Ferias infantiles y animación de fiestas

Veladas solidarias

Canto en bodas

Tienda solidaria en Navidad (artesanía, productos de comercio justo, tómbola)

Venta de agendas y tarjetas de Navidad

Encuentros solidarios en verano

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Teatro de calle

Cursos de cuentacuentos

Coloquios

¿De dónde vienen los recursos?

Ayudas de convocatorias públicas Donativos por la realización de nuestras actividades culturales. Donaciones de empresas y entidades. Venta de productos de artesanía, comercio justo, tómbola,... Aportaciones de particulares que desean colaborar económicamente

6. CRUZ ROJA

La Cruz Roja Internacional es una Institución Humanitaria Universal de carácter voluntario que lucha por el bienestar social y proclama el Derecho Internacional Humanitario. Creada el 9 de febrero de 1863 para los heridos de guerra, extendió posteriormente sus labores hacia la población durante la paz, manteniendo así un adiestramiento continuo, como se refleja en la siguiente Resolución emitida en la Segunda Conferencia:

"La ayuda prestada por las Sociedades Nacionales en tiempos de paz a las poblaciones castigadas por calamidades naturales es algo imprescindible y excelente para que la Sociedad se desarrolle vigorosamente y para que esté preparada a su acción en caso de guerra. Así, las Sociedades de socorro deberán, en tiempo de paz, dedicarse a obras humanitarias que correspondan a sus deberes durante la guerra; a saber: a prestar asistencia a las calamidades públicas, que exigen, como la guerra, un socorro rápido y organizado".

Los fines de Cruz Roja, son los siguientes:

La búsqueda y fomento de la Paz, así como de la cooperación nacional e internacional.

La prevención y la reparación de los daños originados por accidentes, catástrofes, siniestros, calamidades públicas, conflictos, enfermedades, epidemias y sucesos similares.

La promoción y colaboración en programas de bienestar social, con especial atención a colectivos marginados o con dificultades para su integración social.

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El fomento y participación en programas de salud y en acciones que resulten convenientes para la sanidad pública.

Aliviar los sufrimientos en casos de conflictos armados, situaciones de violencia o desórdenes de otro tipo, respetando y haciendo respetar el Derecho Internacional Humanitario.

Otras misiones importantes son cooperar con los gobiernos en la mejora de la salud y bienestar de la población, tanto en el ámbito social como en el plano sanitario realizando labores asistenciales en accidentes, emergencias y calamidades, así como colaborar en las tareas de protección medioambiental.

Y todo ello ha de realizarse de acuerdo a sus Principios Fundamentales:

Humanidad: El Movimiento Internacional de la Cruz Roja y de la Media Luna Roja, al que ha dado nacimiento la preocupación de prestar auxilio, sin discriminación, a todos los heridos en los campos de batalla, se esfuerza, bajo su aspecto internacional y na-cional, en prevenir y aliviar el sufrimiento de los hombres en todas las circunstancias. Tiende a proteger la vida y la salud, así como a hacer respetar a la persona humana. Favorece la comprensión mutua, la amistad, la cooperación y una paz duradera entre todos los pueblos.

Imparcialidad: No hace ninguna distinción de nacionalidad, raza, religión, condición social ni credo político. Se dedica únicamente a socorrer a los individuos en proporción con los sufrimientos, remediando sus necesidades y dando prioridad a las más urgen-tes.

Neutralidad: Con el fin de conservar la confianza de todos, se abstiene de tomar parte en las hostilidades y, en todo tiempo, en las controversias de orden político, racial, reli-gioso e ideológico.

Independencia: El Movimiento es independiente. Auxiliares de los poderes públicos en sus actividades humanitarias y sometidas a las leyes que rigen los países respectivos, las Sociedades Nacionales deben, sin embargo, conservar una autonomía que les per-mita actuar siempre de acuerdo con los principios del Movimiento.

Carácter voluntario: Es un movimiento de socorro voluntario y de carácter desintere-sado.

Unidad: En cada país sólo puede existir una Sociedad de la Cruz Roja o de la Media Luna Roja, que debe ser accesible a todos y extender su acción humanitaria a la totali -dad del territorio.

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Universalidad: El Movimiento Internacional de la Cruz Roja y de la Media Luna Roja, en cuyo seno todas las Sociedades tienen los mismos derechos y el deber de ayudarse mutuamente, es universal

La Cruz Roja Española se creó el 6 de julio de 1864 y, actualmente, es una de las más importantes de la Liga de Sociedades contando con cerca de 155.000 voluntarios, 1.200 Asambleas, 835 Bases de Socorro y 2.500 ambulancias y vehículos terrestres así como vehículos acuáticos de distinto nivel distribuidos por todo el territorio nacional.

Posee, y ha demostrado, amplia experiencia en guerras y catástrofes, habiendo conseguido una amplia red de 27 hospitales con 3.220 camas; 37 Escuelas de Enfermería, 5 de ellas de carácter universitario y la Escuela Nacional de Socorrismo, y es pionera en la creación de importantes departamentos como la Cruz Roja de la Juventud en 1922; la Sociedad Española de Salvamento de Náufragos en 1880, pasando en 1971 a la denominación de la Cruz Roja del Mar; la Red de Ambulancias en 1928 con 214 unidades; el Cuerpo de Motoristas "vigilantes de caminos" en 1937, y otros más recientes como Bienestar Social, Formación y Estudios, Unidades de Voluntarios de Socorros y Emergencias.

Se han elaborado programas tan importantes como prevención de toxicomanías, alcoholismo y SIDA; ayuda y cobertura sanitaria a colectivos marginados como transeúntes e inmigrantes ilegales, mujeres maltratadas, población reclusa; programas para la salud, donación de sangre, diabetes, donación de órganos, colaboración para la mejora del transporte sanitario; fomento y participación de jóvenes con campamentos juveniles, ocio y tiempo libre, aulas de apoyo, escolarización...

Programas sociales como ayuda domiciliaria y Teleasistencia para ancianos, enfermos o disminuidos; realiza otras labores: distribución de alimentos excedentes de la CEE; acompañamiento de enfermos y minusválidos o veladoras de hospitales...

Programas medioambientales en colaboración con la Dirección General de Medio Ambiente, el ICONA y otros. Todos ellos son efectuados en cooperación con organismos gubernamentales, intergubernamentales y no gubernamentales, con el fin de realizar acciones conjuntas y optimizar los recursos en todos los campos y actividades.

6.- CONTENIDOS TRANSVERSALES

1. Educación para la convivencia2. Educación para la paz

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7.- ACTIVIDADES DE DESARROLLO DEL PROCESO

1. Explicación de los distintos contenidos de la unidad.2. Realizar un debate dirigido sobre las distintas cuestiones que plantea el tema.3. Realizar las actividades de la unidad.4. Utilización y comentario de los documentos anexos.5. Definir los conceptos clave de laico, compromiso altruista, actitud, Constitución “Lumen

Gentium”, Exhortación Apostólica post-sinodal “Christifidelis Laici”.

8.- PROPUESTA DE ACTIVIDADES PARA LA ATENCIÓN A LA DIVERSIDAD

ACTIVIDADES DE RECUPERACIÓN O REFUERZO

Síntesis de las ideas básicas de la Unidad Didáctica Definición de laico y su misión según el Concilio Vaticano II Breve resumen de la exhortación “Christifidelis Laici” Relación de la fe con el compromiso Presentación de alguna de las tareas que realizan los laicos jóvenes en las

parroquias o en la vida social Presentar diez conclusiones de la Unidad Didáctica

ACTIVIDADES DE AMPLIACIÓN

Realización del comentario de texto de la Exhortación Apostólica “Christifidelis Laici” y redacción de al menos cinco conclusiones.

Realización del comentario de texto de la Constitución “Lumen Gentium” en su capítulo IV dedicado a los laicos.

Buscar en pequeño grupo información sobre compromisos de jóvenes en parroquias y realizar un mural valorándolas desde el punto de vista ético.

Recoger información sobre la actividad llevada a cabo por jóvenes en distintas ONGs, asociaciones o movimientos que conozcan y presentarlas posteriormente en clase. También se puede realizar un mural valorándolas desde el punto de vista ético.

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ANEXOS

1.- Referencia necesaria a la exhortación apostólica post-sinodal Christifideles Laici de Su Santidad Juan Pablo II sobre vocación y misión de los laicos en la iglesia y en el mundo. Texto íntegro a través del siguiente vínculo:http://www.vatican.va/holy_father/john_paul_ii/apost_exhortations/documents/hf_jp-ii_exh_30121988_christifideles-laici_sp.html

2.- Texto íntegro del Capítulo IV de la Constitución “Lumen Gentium” del Concilio Vaticano II dedicado a los laicos.

LOS LAICOS

Peculiaridad

30. El Santo Concilio, una vez que ha declarado las funciones de la jerarquía, vuelve gozosamente su espíritu hacia el estado de los fieles cristianos, llamados laicos. Cuanto se ha dicho del Pueblo de Dios se dirige por igual a los laicos, religiosos y clérigos; sin embargo, a los laicos, hombres y mujeres, en razón de su condición y misión, les corresponden ciertas particularidades cuyos fundamentos, por las especiales circunstancias de nuestro tiempo, hay que considerar con mayor amplitud. Los sagrados pastores conocen muy bien la importancia de la contribución de los laicos al bien de toda la Iglesia. Pues los sagrados pastores saben que ellos no fueron constituidos por Cristo para asumir por sí solos toda la misión salvífica de la Iglesia cerca del mundo, sino que su excelsa función es apacentar de tal modo a los fieles y de tal manera reconocer sus servicios y carismas, que todos, a su modo, cooperen unánimemente a la obra común. Es necesario, por tanto, que todos "abrazados a la verdad, en todo crezcamos en caridad, llegándonos a Aquél que es nuestra Cabeza, Cristo, de quien todo el cuerpo trabado y unido por todos los ligamentos que lo unen y nutren para la operación propia de cada miembro, crece y se perfecciona en la caridad" (Ef., 4, 15-16).

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Qué se entiende por laicos

31. Por el nombre de laicos se entiende aquí todos los fieles cristianos, a excepción de los miembros que han recibido un orden sagrado y los que están en estado religioso reconocido por la Iglesia, es decir, los fieles cristianos que, por estar incorporados a Cristo mediante el bautismo, constituidos en Pueblo de Dios y hechos partícipes a su manera de la función sacerdotal, profética y real de Jesucristo, ejercen, por su parte, la misión de todo el pueblo cristiano en la Iglesia y en el mundo.

El carácter secular es propio y peculiar de los laicos. Los que recibieron el orden sagrado, aunque algunas veces pueden tratar asuntos seculares, incluso ejerciendo una profesión secular, están ordenados principal y directamente al sagrado ministerio, por razón de su vocación particular, en tanto que los religiosos, por su estado, dan un preclaro y eximio testimonio de que el mundo no puede ser transfigurado ni ofrecido a Dios sin el espíritu de las bienaventuranzas. A los laicos pertenece por propia vocación buscar el reino de Dios tratando y ordenando, según Dios, los asuntos temporales. Viven en el siglo, es decir, en todas y a cada una de las actividades y profesiones, así como en las condiciones ordinarias de la vida familiar y social con las que su existencia está como entretejida. Allí están llamados por Dios a cumplir su propio cometido, guiándose por el espíritu evangélico, de modo que, igual que la levadura, contribuyan desde dentro a la santificación del mundo y de este modo descubran a Cristo a los demás, brillando, ante todo, con el testimonio de su vida, fe, esperanza y caridad. A ellos, muy en especial, corresponde iluminar y organizar todos los asuntos temporales a los que están estrechamente vinculados, de tal manera que se realicen continuamente según el espíritu de Jesucristo y se desarrollen y sean para la gloria del Creador y del Redentor.

Unidad en la diversidad

32. La Iglesia santa, por voluntad divina, está ordenada y se rige con admirable variedad. "Pues a la manera que en un solo cuerpo tenemos muchos miembros y todos los miembros no tienen la misma función, así nosotros, siendo muchos, somos un cuerpo en Cristo, pero cada miembro está al servicio de los otros miembros" (Rom., 12,4-5).

El pueblo elegido de Dios es uno: "Un Señor, una fe, un bautismo" (Ef 4,5); común la dignidad de los miembros por su regeneración en Cristo, gracia común de hijos, común vocación a la perfección, una salvación, una esperanza y una indivisa caridad. Ante Cristo y ante la Iglesia no existe desigualdad alguna en razón de estirpe o nacimiento, condición social o sexo, porque "no hay judío ni griego, no hay siervo ni libre, no hay varón ni mujer. Pues todos vosotros sois "uno" en Cristo Jesús" (Gal 3,28; cf. Col 3,11).

Aunque no todos en la Iglesia marchan por el mismo camino, sin embargo, todos están llamados a la santidad y han alcanzado la misma fe por la justicia de Dios (cf. 2 Pe 1,1). Y si es cierto que algunos, por voluntad de Cristo, han sido constituidos para los demás como doctores, dispensadores de los misterios y pastores, sin embargo, se da una verdadera igualdad entre todos en lo referente a la dignidad y a la acción común de todos los fieles para la edificación del Cuerpo de Cristo. La diferencia que puso el Señor entre los sagrados ministros y el resto del Pueblo de Dios lleva consigo la unión, puesto que los pastores y los demás fieles están vinculados entre sí por necesidad recíproca; los pastores de la Iglesia, siguiendo el ejemplo del Señor, pónganse al servicio los unos de los otros, y al de los demás fieles, y estos últimos, a su vez asocien su trabajo con el de los pastores y doctores. De este modo, en la diversidad, todos darán testimonio de la admirable unidad del Cuerpo de Cristo; pues la misma diversidad de gracias, servicios y funciones congrega en la unidad a los hijos de Dios, porque "todas estas cosas son obras del único e idéntico Espíritu" (1 Cor 12,11).

Si, pues, los seglares, por designación divina, tienen a Jesucristo por hermano, que siendo Señor de todas las cosas vino, sin embargo, a servir y no a ser servido (cf. Mt 20,28), así también tienen

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por hermanos a quienes, constituidos en el sagrado ministerio, enseñando, santificando y gobernando con la autoridad de Cristo, apacientan la familia de Dios de tal modo que se cumpla por todos el mandato nuevo de la caridad. A este respecto dice hermosamente San Agustín: "Si me aterra el hecho de lo que soy para vosotros, eso mismo me consuela, porque estoy con vosotros. Para vosotros soy el obispo, con vosotros soy el cristiano. Aquél es el nombre del cargo; éste de la gracia; aquél el del peligro; éste, el de la salvación".

El apostolado de los laicos

33. Los laicos congregados en el Pueblo de Dios y constituidos en un solo Cuerpo de Cristo bajo una sola Cabeza, cualesquiera que sean, están llamados, a fuer de miembros vivos, a procurar el crecimiento de la Iglesia y su perenne santificación con todas sus fuerzas, recibidas por beneficio del Creador y gracia del Redentor.

El apostolado de los laicos es la participación en la misma misión salvífica de la Iglesia, a cuyo apostolado todos están llamados por el mismo Señor en razón del bautismo y de la confirmación. Por los sacramentos, especialmente por la Sagrada Eucaristía, se comunica y se nutre aquel amor hacia Dios y hacia los hombres, que es el alma de todo apostolado. Los laicos, sin embargo, están llamados, particularmente, a hacer presente y operante a la Iglesia en los lugares y condiciones donde ella no puede ser sal de la tierra si no es a través de ellos. Así, pues, todo laico, por los mismos dones que le han sido conferidos, se convierte en testigo e instrumento vivo, a la vez, de la misión de la misma Iglesia "en la medida del don de Cristo" (Ef 4,7).

Además de este apostolado, que incumbe absolutamente a todos los fieles, los laicos pueden también ser llamados de diversos modos a una cooperación más inmediata con el apostolado de la jerarquía, como aquellos hombres y mujeres que ayudaban al apóstol Pablo en la evangelización, trabajando mucho en el Señor (cf. Fil 4,3; Rom 16,3ss.). Por los demás, son aptos para que la jerarquía les confíe el ejercicio de determinados cargos eclesiásticos, ordenados a un fin espiritual.

Así, pues, incumbe a todos los laicos colaborar en la hermosa empresa de que el divino designio de salvación alcance más y más a todos los hombres de todos los tiempos y de todas las tierras. Abraseles, pues, camino por doquier para que, a la medida de sus fuerzas y de las necesidades de los tiempos, participen también ellos, celosamente, en la misión salvadora de la Iglesia. 

Consagración del mundo

34. Cristo Jesús, Supremo y eterno sacerdote porque desea continuar su testimonio y su servicio por medio de los laicos, vivifica a éstos con su Espíritu e ininterrumpidamente los impulsa a toda obra buena y perfecta.

Pero aquellos a quienes asocia íntimamente a su vida y misión también les hace partícipes de su oficio sacerdotal, en orden al ejercicio del culto espiritual, para gloria de Dios y salvación de los hombres. Por lo que los laicos, en cuanto consagrados a Cristo y ungidos por el Espíritu Santo, tienen una vocación admirable y son instruidos para que en ellos se produzcan siempre los más abundantes frutos del Espíritu. Pues todas sus obras, preces y proyectos apostólicos, la vida conyugal y familiar, el trabajo cotidiano, el descanso del alma y de cuerpo, si se realizan en el Espíritu, incluso las molestias de la vida si se sufren pacientemente, se convierten en "hostias espirituales, aceptables a Dios por Jesucristo" (1 Pe 2,5), que en la celebración de la Eucaristía, con la oblación del cuerpo del Señor, ofrecen piadosísimamente al Padre. Así también los laicos, como adoradores en todo lugar y obrando santamente, consagran a Dios el mundo mismo.

El testimonio de su vida

35. Cristo, el gran Profeta, que por el testimonio de su vida y por la virtud de su palabra proclamó el Reino del Padre, cumple su misión profética hasta la plena manifestación de la gloria, no sólo a

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través de la jerarquía, que enseña en su nombre y con su potestad, sino también por medio de los laicos, a quienes por ello, constituye en testigos y les ilumina con el sentido de la fe y la gracia de la palabra (cf. Act 2,17-18; Ap 19,10) para que la virtud del Evangelio brille en la vida cotidiana familiar y social. Ellos se muestran como hijos de la promesa cuando fuertes en la fe y la esperanza aprovechan el tiempo presente (cf. Ef 5,16; Col 4,5) y esperan con paciencia la gloria futura (cf. Rom 8,25). Pero que no escondan esta esperanza en la interioridad del alma, sino manifiéstenla en diálogo continuo y en el forcejeo "con los espíritus malignos" (Ef 6,12), incluso a través de las estructuras de la vida secular.

Así como los sacramentos de la Nueva Ley, con los que se nutre la vida y el apostolado de los fieles, prefiguran el cielo nuevo y la tierra nueva (cf. Ap 21,1), así los laicos, se hacen valiosos pregoneros de la fe y de las cosas que esperamos (cf. Hebr 11,1), así asocian, sin desmayo, la profesión de fe con la vida de fe. Esta evangelización, es decir, el mensaje de Cristo, pregonado con el testimonio de la vida y de la palabra, adquiere una nota específica y una peculiar eficacia por el hecho de que se realiza dentro de las comunes condiciones de la vida en el mundo. En este quehacer es de gran valor aquel estado de vida que está santificado por un especial sacramento, es decir, la vida matrimonial y familiar. Aquí se encuentra un ejercicio y una hermosa escuela para el apostolado de los laicos cuando la religión cristiana penetra toda institución de la vida y la transforma más cada día. Aquí los cónyuges tienen su propia vocación para que ellos, entre sí, y sus hijos, sean testigos de la fe y del amor de Cristo. La familia cristiana proclama muy alto tanto las presentes virtudes del Reino de Dios como la esperanza de la vida bienaventurada. Y así, con su ejemplo y testimonio, arguye al mundo el pecado e ilumina a los que buscan la verdad.

Por tanto, los laicos, también cuando se ocupan de las cosas temporales, pueden y deben realizar una acción preciosa en orden a la evangelización del mundo. Porque si bien algunos de entre ellos, al faltar los sagrados ministros o estar impedidos éstos en caso de persecución, les suplen en determinados oficios sagrados en la medida de sus facultades, y aunque muchos de ellos consumen todas sus energías en el trabajo apostólico, conviene, sin embargo, que todos cooperen a la dilatación e incremento del Reino de Cristo en el mundo. Por ello, trabajen los laicos celosamente por conocer más profundamente la verdad revelada e impetren insistentemente de Dios el don de la sabiduría.

En las estructuras humanas

36. Cristo, hecho obediente hasta la muerte y, en razón de ello, exaltado por el Padre (cf. Flp 2,8-9), entró en la gloria de su reino; a El están sometidas todas las cosas hasta que El se someta a sí mismo y todo lo creado al Padre, para que Dios sea todo en todas las cosas (cf. 1 Cor 15,27-28). Tal potestad la comunicó a sus discípulos para que quedasen constituidos en una libertad regia, y con la abnegación y la vida santa vencieran en sí mismos el reino del pecado (cf. Rom 6,12), e incluso sirviendo a Cristo también en los demás, condujeran en humildad y paciencia a sus hermanos hasta aquel Rey, a quien servir es reinar. Porque el Señor desea dilatar su Reino también por mediación de los fieles laicos; un reino de verdad y de vida, un reino de santidad y de gracia, un reino de justicia, de amor y de paz, en el cual la misma criatura quedará libre de la servidumbre de la corrupción en la libertad de la gloria de los hijos de Dios (cf. Rom 8,21). Grande, realmente, es la promesa, y grande el mandato que se da a los discípulos. "Todas las cosas son vuestras, pero vosotros sois de Cristo y Cristo es de Dios" (1 Cor 3,23).

Deben, pues, los fieles conocer la naturaleza íntima de todas las criaturas, su valor y su ordenación a la gloria de Dios y, además, deben ayudarse entre sí, también mediante las actividades seculares, para lograr una vida más santa, de suerte que el mundo se impregne del espíritu de Cristo y alcance más eficazmente su fin en la justicia, la caridad y la paz. Para que este deber pueda cumplirse en el ámbito universal, corresponde a los laicos el puesto principal. Procuren, pues, seriamente que por su competencia en los asuntos profanos y por su actividad, elevada desde dentro por la gracia de Cristo, los bienes creados se desarrollen al servicio de todos y cada uno de los hombres y se distribuyan mejor entre ellos, según el plan del Creador y la iluminación de su Verbo, mediante el trabajo humano, la técnica y la cultura civil; y que a su manera conduzcan a

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los hombres al progreso universal en la libertad cristiana y humana. Así Cristo, a través de los miembros de la Iglesia, iluminará más y más con su luz salvadora a toda la sociedad humana.

A más de lo dicho, los laicos procuren coordinar sus fuerzas para sanear las estructuras y los ambientes del mundo, si en algún caso incitan al pecado, de modo que todo esto se conforme a las normas de la justicia y favorezca, más bien que impida, la practica de las virtudes. Obrando así impregnarán de sentido moral la cultura y el trabajo humano. De esta manera se prepara a la vez y mejor el campo del mundo para la siembra de la divina palabra, y se abren de par en par a la Iglesia las puertas por las que ha de entrar en el mundo el mensaje de la paz.

En razón de la misma economía de la salvación, los fieles han de aprender diligentemente a distinguir entre los derechos y obligaciones que les corresponden por su pertenencia a la Iglesia y aquellos otros que les competen como miembros de la sociedad humana. Procuren acoplarlos armónicamente entre sí, recordando que, en cualquier asunto temporal, deben guiarse por la conciencia cristiana, ya que ninguna actividad humana, ni siquiera en el orden temporal, puede sustraerse al imperio de Dios. En nuestro tiempo, concretamente, es de la mayor importancia que esa distinción y esta armonía brille con suma claridad en el comportamiento de los fieles para que la misión de la Iglesia pueda responder mejor a las circunstancias particulares del mundo de hoy. Porque, así como debe reconocerse que la ciudad terrena, vinculada justamente a las preocupaciones temporales, se rige por principios propios, con la misma razón hay que rechazar la infausta doctrina que intenta edificar a la sociedad prescindiendo en absoluta de la religión y que ataca o destruye la libertad religiosa de los ciudadanos.

Relaciones de los laicos con la jerarquía

37. Los laicos, como todos los fieles cristianos, tienen el derecho de recibir con abundancia, de los sagrados pastores, de entre los bienes espirituales de la Iglesia, ante todo, los auxilios de la Palabra de Dios y de los sacramentos; y han de hacerles saber, con aquella libertad y confianza digna de Dios y de los hermanos en Cristo, sus necesidades y sus deseos. En la medida de los conocimientos, de la competencia y del prestigio que poseen, tienen el derecho y, en algún caso, la obligación de manifestar su parecer sobre aquellas cosas que dicen relación al bien de la Iglesia. Hágase esto, si las circunstancias lo requieren, mediante instituciones establecidas al efecto por la Iglesia, y siempre con veracidad, fortaleza y prudencia, con reverencia y caridad hacia aquellos que, por razón de su oficio sagrado, personifican a Cristo.

Procuren los seglares, como los demás fieles, siguiendo el ejemplo de Cristo, que con su obediencia hasta la muerte abrió a todos los hombres el gozoso camino de la libertad de los hijos de Dios, aceptar con prontitud y cristiana obediencia todo lo que los sagrados pastores, como representantes de Cristo, establecen en la Iglesia actuando de maestros y gobernantes. Y no dejen de encomendar a Dios en sus oraciones a sus prelados, para que, ya que viven en continua vigilancia, obligados a dar cuenta de nuestras almas, cumplan esto con gozo y no con angustia (cf. Hebr 13,17).

Los sagrados pastores, por su parte, reconozcan y promuevan la dignidad y la responsabilidad de los laicos en la Iglesia. Hagan uso gustosamente de sus prudentes consejos, encárguenles, con confianza, tareas en servicio de la Iglesia, y déjenles libertad y espacio para actuar, e incluso denles ánimo para que ellos, espontáneamente, asuman tareas propias. Consideren atentamente en Cristo, con amor de padres, las iniciativas, las peticiones y los deseos propuestos por los laicos. Y reconozcan cumplidamente los pastores la justa libertad que a todos compete dentro de la sociedad temporal.

De este trato familiar entre los laicos y pastores son de esperar muchos bienes para la Iglesia, porque así se robustece en los seglares el sentido de su propia responsabilidad, se fomenta el entusiasmo y se asocian con mayor facilidad las fuerzas de los fieles a la obra de los pastores. Pues estos últimos, ayudados por la experiencia de los laicos, pueden juzgar con mayor precisión y

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aptitud lo mismo los asuntos espirituales que los temporales, de suerte que la Iglesia entera, fortalecida por todos sus miembros, pueda cumplir con mayor eficacia su misión en favor de la vida del mundo.

Conclusión

38. Cada seglar debe ser ante el mundo testigo de la resurrección y de la vida del Señor Jesús, y señal del Dios vivo. Todos en conjunto y cada cual en particular deben alimentar al mundo con frutos espirituales (cf. Gal 5,22) e infundirle aquel espíritu del que están animados aquellos pobres, mansos y pacíficos, a quienes el Señor, en el Evangelio, proclamó bienaventurados (cf. Mt 5,3-9). En una palabra, "lo que es el alma en el cuerpo, esto han de ser los cristianos en el mundo”.

(Resto de la Constitución a través del vínculo siguiente: http://www.vatican.va/archive/hist_councils/ii_vatican_council/documents/vat-ii_const_19641121_lumen-gentium_sp.html )

3.- Reflexión sobre las principales dificultades de la integración eclesial de los jóvenes

Sin pretender ser exhaustivos, ofrecemos aquí una lista de dificultades que parecen encontrar los jóvenes en su integración eclesial. Sólo comprendiéndolas podremos situar el problema y buscar una solución, si es que la hay. Los objetivos específicos van marcados por esta problemática, por eso la describimos primero.

1.- Problemas y carencias de la formación catecumenal

Durante los años que dura la catequesis, buscamos formar a los niños, adolescentes y jóvenes en todas las dimensiones de su fe. Según su edad y el sacramento para el que se estén preparando, los vamos adentrando poco a poco en el seno de la comunidad cristiana y en la vivencia plena de la fe. Al menos, eso es lo que pretendemos.

Pero si al término de todo el proceso catecumenal, cuando el joven ya ha realizado su recorrido personal de iniciación, cuando ha entrado ya a formar plenamente parte de la comunidad, cuando propiamente comienza su vida cristiana adulta,... si entonces se marcha de la iglesia, es que, evidentemente, algo ha fallado.

No hace falta recordar el abandono masivo de los jóvenes una vez que se confirman. Y no sólo un abandono de la parroquia, sino un abandono de la vida creyente. Después de varios años de catequesis parecen llegan por fin a la meta buscada: el final de todas las exigencias que “la religión” les impone. Una vez confirmados, ya nada les ata a la iglesia, ya no tienen que cumplir con requisito alguno, ya no sienten obligación de asistir a reuniones, de presentarse a misa o de practicar un compromiso no convencido adoptado principalmente por una cierta presión externa. Una vez confirmados, pueden abandonar, con la conciencia tranquila, la parroquia en la que “formaron” su fe.

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Las cuentas no fallan: a los jóvenes se les retiene únicamente mientras dependen de un sacramento que “tienen que” recibir.

¿Dónde está nuestro error?: ¿No insistimos suficientemente en la pertenencia a la comunidad como rasgo distintivo, esencial, necesario de la fe cristiana? ¿Insistimos sólo teóricamente pero los mismos catequistas no son un ejemplo de integración en la comunidad? ¿No fomentamos bien los lazos de amistad entre los jóvenes creyentes, básicos para experimentar la necesidad de compartir la fe y verla crecer en grupo?

Es la catequesis, sin duda, la tarea que requiere más tiempo, más recursos, más personas y más dedicación dentro de cada parroquia, pero su eficacia parece ser reducida. ¿Deberíamos replantearnos la metodología? ¿Deberíamos revisar con cuidado el talante de nuestros catequistas, su preparación, su integración comunitaria, su vivencia de la fe?

Por otra parte, cuando los sacramentos de iniciación se ven como una exigencia social más que como paso de madurez y experiencia profundamente creyente, ¿qué podemos esperar? Si no exigimos ni siquiera unos mínimos serios para que cada adolescente o joven acceda al sacramento, no podemos pretender que después vivan una fe auténtica y convencida. Si hemos convertido la Iglesia en un “dispensario de sacramentos a precio de saldo”... no podemos esperar en nuestras parroquias una mayor presencia de jóvenes formados.

2.- La escuela de la familia

La familia, iglesia doméstica y primera escuela, no respalda la fe de los jóvenes, en primer lugar, porque en ella la fe ocupa, si acaso, un lugar secundario y recluido a la interioridad.

La encuesta referida nos dice que sólo un 1% de los jóvenes de Albacete reza en familia, y sólo un 2% reza en la mesa antes de empezar a comer. Y por otra parte, la misma encuesta sitúa a la familia como el lugar principal de referencia donde se dicen las cosas más importantes para orientarse uno en la vida.

El ejemplo y la guía de los padres es fundamental, y son relativamente pocas las familias que fomentan en sus hijos la dimensión transcendente, el espíritu de oración y la referencia eclesial de la fe.

En muchas ocasiones, los padres dan prioridad a otras actividades de sus hijos distintas a las que se llevan a cabo en las parroquias o grupos creyentes. Conservatorio, entrenamiento de algún deporte, academias, implicación en movimientos scouts o de montañeros,... llevan las de ganar cuando se trata de elegir entre ellos o la integración en cualquier tipo de grupo cristiano, en especial si es un grupo de compromiso y acción que busca, junto con la vinculación a la comunidad eclesial, una concreción real de la dimensión apostólica.

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Eso sin mencionar los casos, demasiado frecuentes, de padres y madres que contradicen con sus palabras y actitudes el estilo de vida creyente que el joven puede ir adquiriendo en su proceso de crecimiento personal.

3.- La acogida del joven en la comunidad

Entrar a formar parte de un grupo suele ser siempre difícil. El joven, aunque ya desde su bautismo sea miembro de la familia cristiana, es a partir de los últimos años de catequesis y especialmente a partir de su confirmación cuando puede realmente saberse un cristiano integrado plenamente en su seno. Aparte de todo lo dicho en cuanto a la catequesis, es importante ser conscientes de lo que supone para un joven entrar de lleno a formar parte de un grupo con el que no se siente vinculado. Y es que, si la comunidad no ha sabido hacerse presente a lo largo de su crecimiento en la fe, alentando, animando, acompañando e ilusionando al joven en su camino, difícilmente al final de este camino pueda sentirse cercano a ella; difícilmente sienta la comunidad como el grupo al que por fin puede unirse del todo.

A lo largo del proceso de catequesis y una vez terminado este, ¿la comunidad se vuelca con el joven para mostrarle que puede contar con ella, que quiere que se sienta a gusto, que se alegra de que haya entrado a formar parte de ella de forma plena?

Por otro lado, el joven necesita espacios donde realizarse como persona y como cristiano desde su modo de ser, desde su talante propio, desde su distinción de joven. Necesita que se reconozca su diferencia. Todos vivimos una misma fe, pero cada cual lo hace desde su estilo, con las características propias de su edad y sus circunstancias. Sin embargo, muchas veces se ponen mil impedimentos innecesarios a los cauces que puedan facilitar el acercamiento grato de los jóvenes a las comunidades parroquiales, y se hace por ciertos miedos infundados a una heterodoxia improbable. Más claro: párrocos, responsables de las comunidades o agentes de pastoral adultos dificultan a veces, con su estrechez de formas, la creación de un espacio que rezume vitalidad y que resulte atractivo a los jóvenes. Por desgracia, demasiado a menudo se vetan opciones perfectamente válidas que allanarían el camino de su integración comunitaria.

Nos preguntamos entonces: ¿Cómo acogemos a los jóvenes en nuestras comunidades? ¿Qué espacios les ofrecemos? ¿Qué esfuerzos invertimos para facilitar su integración?

4. Su imagen de la Iglesia

Un grupo tiene una alta imagen de sí mismo cuando intuye y valora su misión, entiende que está básicamente respondiendo a ella y se siente con fuerzas para continuarla. Pero estos tres elementos parecen hoy bastante desdibujados en muchos sectores sociales. La conciencia de misión se debilita cuando la comunidad cristiana percibe que la sociedad valora cada vez menos su

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mensaje y su misión específica. La convicción de estar a la altura de esta misión se desvanece cuando la Iglesia toma conciencia de sus errores históricos y sus imperfecciones actuales. La imagen de su propia fuerza se difumina cuando la comunidad cristiana se encuentra cada día con la impotencia interior y la resistencia exterior ante la evangelización.

Esta imagen induce a un estado anímico poco propicio al entusiasmo y al coraje. Su pretensión de ser para el mundo una comunidad de contraste, un estilo de vida alternativo basado en unos valores evangélicos estimulantes... se congela desde la misma raíz y se percibe como una ambición desmedida para el momento presente.

Una iglesia así difícilmente puede entusiasmar a los jóvenes.

Según las encuestas, parece que no se ve mal el papel de la Iglesia mientras no se entrometa en cuestiones vitales del día a día, tales como decirnos cómo debemos vivir. Sin embargo, instados a que dijeran qué les gustaría que la Iglesia les ofertara, o a qué estarían dispuestos a comprometerse, la respuesta alude mayoritariamente, a cuestiones de tipo social, de ayuda al otro. Muy pocas son las peticiones de necesidad de pertenencia, y mucho menos de formación y celebración de la fe.

En resumen: integrados o no, los jóvenes no ven la Iglesia como la comunidad atrayente que debería ser. No sienten la pertenencia a ella ni necesaria ni tan siquiera importante. No encuentran en ella motivos para “seguir esperando”, motivos para ilusionarse por la construcción del Reino, motivos para enraizar su fe ni en la comunión cristiana ni en el mundo.

5 .- Otras dificultades

La transición a la vida adulta

No hace falta ser psicólogo para darse cuenta de las dificultades personales que viven los adolescentes y jóvenes en su transición a la vida adulta. Dificultades que les llevan en muchos casos a cuestionarse y replantearse su vida entera: sus gustos, sus hábitos, su moral, su imagen, su carácter, su personalidad,...

Este replanteamiento general no deja al margen la fe, sus creencias y sus tendencias religiosas. Si no se les acompaña y se les guía, puede llevarles al abandono de la fe o al alejamiento de la práctica creyente que les vinculaba a la comunidad en la que se formaron.

La entrada a la Universidad o el mundo laboral

Suele coincidir que, al término de la catequesis de confirmación o muy poco después, el joven termina sus estudios en el instituto y se adentra en el mundo laboral o en el mundo universitario.

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En el caso de la Universidad, la carrera les lleva a una dedicación más exclusiva al estudio. El tiempo que antes podían repartir en diversas actividades se ve ahora reducido. Si la integración en una comunidad no se había dado con anterioridad, a partir de este momento es prácticamente impensable. En el caso de que se hubiera dado ya, puede sufrir esa integración una crisis que acabe por una desvinculación significativa.

Además, el mismo ambiente universitario no invita al joven a buscar círculos ajenos a las actividades culturales y lúdicas relacionadas directamente con el espacio en el que anda metido.

Del mundo laboral se puede decir algo parecido. Otro ambiente, otras inquietudes, otras amistades, otras tendencias... alejan fácilmente al joven de su integración eclesial.

Especialmente ocurre cuando el joven tiene que dejar su lugar de origen para irse a estudiar o a trabajar fuera. Un cierto desarraigo se extiende a todas las dimensiones de su vida anterior. Del pueblo a la ciudad, de la ciudad a un pueblo o de una ciudad a otra, el joven se distancia del ambiente en que anduvo metido sus años de instituto, sus años de adolescencia. Mantener la cercanía y el sentimiento de pertenencia a la comunidad en que estuvo es difícil, pero fuera de este ambiente, sentir la necesidad de buscar otras comunidades en las que echar raíces, lo es todavía más.

La atracción mayor de otros espacios

Si a lo que hemos dicho de la imagen poco atractiva de la Iglesia añadimos el atractivo que tienen para los jóvenes otros espacios, parece que nos cuadran las cuentas. No se trata sólo de que no sea visible (aunque sí exista) una comunidad auténtica, coherente, que viva y celebre con entusiasmo su fe, que dé públicamente la cara, se comprometa en la transformación del mundo y muestre su cercanía a los más pobres y marginados... Se trata de que, además, existen otros ambientes que resultan más estimulantes para el joven y que caen más cerca de sus inquietudes y apetencias: desde el deporte hasta el ir de copas, desde el excursionismo a la sesión de vídeo casero, desde las propuestas culturales a la “play-station”,... existe un amplio abanico de posibilidades. Así, la oferta de la Iglesia queda relativizada en medio de tan inmenso escaparate.

La tentación de la comodidad

Hoy en día no podemos plantear la integración eclesial en términos de exigencia, no podemos imponerla. Hay que encontrar otras formas.

Comprometerse en un grupo cristiano, participar en la celebración comunitaria de la fe,... supone un cierto esfuerzo, al menos hasta que esa celebración y ese compromiso no se perciban como vitales y necesarios desde la propia madurez personal.

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Parece, por otra parte, que nuestra sociedad no educa a los jóvenes en el esfuerzo. Sí en la competitividad, en la lucha por una buena posición social,... pero no en el esfuerzo desinteresado que nace desde dentro, desde la propia autoexigencia de superación. Muchos son capaces de matarse a trabajar por quedar delante del compañero (el hermano se ve como el rival), son capaces de trastocar los horarios o no dormir por no perderse el programa de televisión que les gusta o por estar de bares hasta el amanecer,... pero no intentan hacer el más mínimo esfuerzo por algo que no les atrae de entrada, por algo en lo que es preciso “ejercitarse” para poder valorar. Por ejemplo, ir a misa, comprometerse en cualquier ONG, en cualquier grupo o Movimiento cristiano o social o ecológico o lo que sea. Vivimos en una sociedad hedonista de pensamiento débil.

Ante todo esto, la tentación de la comodidad está servida. Bien por la falta de apetencia, por la falta de formación que lleva a no entender el sentido de la liturgia o del compromiso, por la incompatibilidad de horarios con otras actividades preferentes, por simple desgana o desinterés... el joven “pasa” de “complicarse la vida” en “rollos” que ni le atraen ni le divierten, y que además no considera importantes. El alejamiento de la Iglesia llega a ser tan radical que el joven ni siquiera se plantea la posibilidad de acercarse a ella. La indiferencia en muchos casos es absoluta.

II.- Objetivos específicos. Propuestas. Orientaciones generales.

1. Formación catecumenal

El objetivo es conseguir organizar una catequesis más integradora del joven en la comunidad. Para ello es básico revisar los medios con que contamos, empezando por los mismos agentes de pastoral. Las dificultades con que se suelen enfrentar las parroquias a la hora de encontrar catequistas son muchas. Pero tal vez sería preferible contar con pocos catequistas bien preparados, antes que salir a la desesperada a buscar a alguien, “como sea” para atender los grupos de catequesis.

En la calidad de los catequistas nos jugamos la calidad de la preparación de los catecúmenos. Y no es cuestión de buscar “superagentes” de pastoral o “supercatequistas” casi perfectos. No. Es simplemente cuestión de exigir unos mínimos de integración eclesial, de compromiso y de formación a todos aquellos que vayan a ser catequistas. Y esto referido en especial a quienes van a acompañar a un grupo de catequesis de confirmación, y a los animadores juveniles. Su plena participación en la vida de la comunidad es la principal referencia con que cuentan sus jóvenes para descubrir que su formador/a vive aquello de lo que habla. O va por delante el testimonio personal, o todo se queda en palabra que no convence.

Si faltan catequistas así, habrá que irlos preparando. Hay que “explotar la cantera”. Mientras tanto, tal vez valga la pena tener menos grupos de catequesis y hacer esperar uno o dos años a los chavales que pidan comenzar su primer curso de catequesis de confirmación, hasta que esté libre y dispuesta la persona idónea que los vaya a acompañar.

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2.- La familia

Es difícil salir al paso de esta problemática demasiado general. El objetivo es, siempre, el respaldo – o, al menos, el respeto – de las familias a los jóvenes en su integración eclesial, pero no es un objetivo fácilmente alcanzable.

¿Es posible implicar a las familias en el proceso de catequesis de sus hijos? En algunos lugares se está llevando a cabo la experiencia de exigir a los padres el acompañamiento de sus hijos pequeños para la catequesis de Primera Comunión. Incluso ahí, muchos padres se desentienden de la formación de sus hijos; delegan en la parroquia y rehusan cualquier petición de una mayor cercanía argumentando su falta de tiempo para reuniones, una razón que con frecuencia no es sino una excusa que pretende enmascarar la falta de un interés real.

Y la cosa se complica aún más cuando hablamos de una catequesis para gente algo mayor, para una formación de preadolescentes, adolescentes o jóvenes. El acompañamiento familiar es muy importante, pero también poco frecuente.

La pastoral familiar tiene ahí probablemente un espacio amplio de trabajo.

3. Acogida por parte de la comunidad

La plena integración del joven en la comunidad pasa por encontrar una acogida real y clara por parte de ésta, y pasa también por encontrar un espacio en el que pueda vivir, compartir, comprometer y celebrar la fe a su manera, acompañado de los demás hermanos pero sintiéndose reconocido en su igualdad y su diferencia.

Además, la acogida real supone tomar en serio al joven y considerarlo un miembro más de la comunidad creyente, otorgándole el mismo protagonismo y la misma capacidad de opinión y decisión que el resto de los fieles. Esto se traduce en diversas actuaciones mínimas, de las que reseñamos algunas:

Considerar al joven miembro de pleno derecho de la comunidad implica su representación en el Consejo de Pastoral parroquial. Allí, el representante será el eco del sentir de los jóvenes de la parroquia, será el portavoz de sus inquietudes y sus propuestas, recibiendo la misma consideración que sus hermanos mayores en la fe y siendo escuchado con igual atención.

La acogida por parte de la comunidad debe concretarse en actos organizados y pensados. No nos abandonemos a la suposición de que cada cual a su manera mostrará esta acogida en la parte que le toca. Hay que pensar y realizar muestras programadas y medidas para que la acogida no quede en un deseo impreciso o en una vaga declaración de voluntad.

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Al proyectar actividades dirigidas a toda la comunidad (convivencias, excursiones que fomenten el conocimiento mutuo,...) habrá que tener en cuenta a los jóvenes y su situación, por lo general, de estrechez económica. Habrá que facilitar que nadie se quede en casa por motivos de dinero. Cuidar también las fechas (exámenes,...)

4. La imagen de la Iglesia

Cambiar la imagen que los jóvenes (y la sociedad en general) tienen de la Iglesia supone dos líneas de actuación fundamental:

Una buena formación que desmienta tantos bulos e ideas negativas producidas por unos medios de comunicación que parecen tender a desacreditarla. Conocer la Iglesia tal como es, no tal y como muchos quieren hacernos creer que es. Conocer su forma de organizarse, la manera que tiene de repartir los bienes económicos, la distribución de las colectas, la forma de trabajar, sus preocupaciones reales y sus miedos,...

Por otro lado, ayudar a los jóvenes a comprender que la Iglesia, al estar compuesta por personas, tiene errores, debilidades y pecados, no actúa muchas veces a la altura del mensaje que anuncia,... pero está siempre abierta a la conversión. También animarles a formar parte activa de esta Iglesia. Si algo no ven bien, que no se limiten a criticarlo o descalificarlo desde fuera: que trabajen por transformarlo desde dentro, comprometiéndose a hacer de la Iglesia (Iglesia de todos) una comunidad que dé auténtico testimonio evangélico y evangelizador.

Probablemente con todo ello no consigamos la adhesión de muchos jóvenes, pero si hacemos bien esa tarea, al menos, no descalificarán nuestra Iglesia tan gratuitamente por un desconocimiento o una serie de prejuicios infundados contra ella.

5. Otras cuestiones

Las crisis del paso a la madurez

En la transición a la vida adulta que supone la adolescencia y la juventud es fundamental el acompañamiento del joven desde posiciones cristianas coherentes que puedan servir de referencia para él. El papel del animador juvenil o del catequista de confirmación puede ser decisivo. Si no se le cuida y se le apoya en esta etapa de crecimiento, el joven puede alejarse definitivamente de la comunidad creyente.

La entrada en la Universidad o el mundo laboral

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Es muy importante la actuación de la Pastoral Universitaria. Hay bastantes estudiantes que son cristianos y viven su fe integrados en una comunidad o un grupo creyente. Otros son cristianos que han perdido su comunidad de referencia al tener que cambiar de lugar; cristianos que han estado hasta hace poco integrados aunque hoy ya no lo están tan directamente, y que estarían dispuestos a entrar en una comunidad siempre que se sintieran invitados a hacerlo.

Es fundamental, en primer lugar, que los diversos grupos cristianos que están en la Universidad se conozcan. Desde ahí tal vez sea posible planear acciones conjuntas o convocar oraciones en momentos puntuales en que tengan un sentido especial.

Habría que estudiar la posibilidad de realizar algún tipo de “campaña” de signo claramente cristiano y evangelizador que suponga una llamada a todos los universitarios cristianos que actualmente no están arraigados en ninguna comunidad y aun así son conscientes de que la fe sólo puede vivirse eclesialmente. Facilitar que compañeros de curso que nunca hayan hablado en clave creyente descubran mutuamente que comparten una misma fe. Esto puede hacer más visible la presencia pública de esta fe, la dimensión cristiana del estudio, y el empeño más claro y concreto por la construcción de ambientes jóvenes marcados por los valores del evangelio. También puede ser el punto de arranque de nuevos planteamientos coordinados de compromiso.

Respecto a la Pastoral Obrera, hay que potenciar los grupos creyentes que están presentes en los ambientes del trabajo (HOAC, JOC,...). Facilitar al resto de jóvenes el conocimiento de estos grupos, sus métodos de trabajo, sus objetivos, sus reivindicacio-nes, sus gestos, sus logros y el espíritu que los mueve.

La atracción mayor de otros espacios

No hay institución que ofrezca un “producto” mejor que el que ofrece la Iglesia, ni más “barato” ni más “sencillo” de conseguir. Si aún así no atraemos nuevos “clientes” ¿no será una cuestión de “marketing”?

Ante la atracción de otros espacios, no podemos hacer nada. Pero podemos hacer la Iglesia más atractiva a los jóvenes cuidando una serie de aspectos:

Liturgia y misas. Estamos cansados de oír que los jóvenes no van a misa porque se aburren, porque no les dice nada, porque no la entienden. Lo que en los orígenes del cristianismo se vivía “con alegría y sencillez de corazón” (Hech 2,42.46-47) hoy parece haberse convertido para muchos en una serie de ritos “mudos” (porque no “dicen” nada a quienes los presencian). Hay cosas fundamentales que no podemos cambiar, está claro, pero sí que existen muchos elementos y muchas formas litúrgicas que son revisables y que pueden ser objeto de transformaciones siempre en función de una mayor expresividad y una más clara cercanía a los fieles. Si la liturgia es el cauce de expresión de la celebración comunitaria de la fe, cuando ya no “encauza” nada para muchos, habrá que replantearse su función y sus formas.

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Abrir el abanico de oferta . El gran problema de muchas parroquias es que no tienen qué ofrecer a los jóvenes cuando estos se confirman. La elección se limita a una oferta bien escasa: convertirse en catequista, formar parte de algún grupo en el que la edad media sobrepasa en muchos años la suya, y poco más. Es lógico que el joven, al no sentirse atraído por ninguna de estas propuestas, se aleje de la parroquia.

Por eso es importante abrir el abanico de oferta de la parroquia al recién confirmado. Los recursos humanos son escasos, es cierto, pero es esta una tarea fundamental en la que habría que apostar fuerte. Debemos crear grupos que lleven a cabo una acción concreta, grupos de denuncia social, de presencia en la vida pública, de colaboración en ONGs o movimientos, grupos de reflexión sobre temas de debate,... Siempre grupos en que se conjugue la formación, la oración, el compromiso y la unión de todos sus miembros entre sí y con la comunidad a la que pertenecen.

Cuanto mayor sea la oferta, más jóvenes encontrarán un grupo “a su medida”, que se acerque a sus inquietudes y sus necesidades, un grupo por el que se sientan atraídos.

Escuchar a los jóvenes, tomarles en serio, escuchar sus demandas y peticiones, respaldar sus propuestas siempre que sean viables, considerarles miembros “de pleno derecho” en la comunidad. Es algo evidente, pero si lo referimos aquí es porque no siempre se hace. Parece que los jóvenes son “objeto” de evangelización pero no “sujetos” evangelizadores, receptores pero no mensajeros. No hay que preocuparse sólo “de” los jóvenes: hay que preocuparse “con” ellos y trabajar con ellos en proyectos comunes.

Y esto vale para todos los aspectos de la vida creyente: celebraciones de la fe, creación de nuevos grupos de postconfirmación, temas de formación de toda la comunidad,...

La tentación de la comodidad

Hay que marcar con claridad el mínimo común. Cuidar mucho la motivación. Guiarles a que “descubran” (no “aprendan”) el sentido de la dimensión comunitaria de la fe, la necesidad de la formación, la autoexigencia del compromiso, la transformación de la propia vida desde la acogida sincera del Amor y la Salvación de Dios a través de Jesucristo.

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